24ª Semana de T.O.

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Orar en el mundo obrero

24º domingo T.O.

ORAR EN EL MUNDO OBRERO 24ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (11 septiembre 2011) Desentenderse de la enseñanza de Jesús sobre el perdón no tiene perdón de Dios.

VER Con la banca hemos topado, amigo Sancho El Banco de Santander ofrecerá a partir del 1 de agosto (2011) un periodo de carencia de tres años a los titulares de una hipoteca que pierdan su empleo, de forma que sólo tendrán que hacer frente a los intereses que genere el préstamo Para Sáenz (consejero delegado de la entidad) esta medida, que puede parecer un gesto a los „indignados‟ del 15-M, ayudará a mejorar la percepción que tiene la sociedad sobre la actuación de bancos y cajas en la crisis, algo a lo que “somos sensibles”, ha reconocido. La entidad ofrecerá este periodo de carencia, que afectará al pago del capital principal, a sus clientes particulares o autónomos que tengan una hipoteca con el banco para una vivienda habitual y que se hayan quedado en paro o hayan perdido más del 25 % de sus ingresos. “Creemos que será un alivio importante” para estas personas, ha dicho Sáenz, que puso como ejemplo que una hipoteca de 125.000 euros, a devolver en 25 años y con un interés equivalente al euribor más 0,70 puntos, que pagaría una letra de casi 600 euros, con esta “moratoria” vería reducida la cuota a poco más de 300. Tal es, en resumen, la noticia que leemos en los periódicos del 28 de julio. Pero profundicemos un poco más en ella, como es de justicia. Resulta que esta política light ya la practican todas las entidades porque les resulta más rentable que efectuar provisiones de morosidad y gestionar los desahucios. Además, está el detalle de que los beneficiarios no dejarán de pagar al final del crédito los más de 12.000 € aparcados provisionalmente. Mientras tanto resulta que el sueldo de la cúpula del Banco Santander aumentó el 24% en el primer semestre de 2011 (en el mismo periodo que el beneficio del banco caía el 21%); en concreto: según la documentación enviada a la CNMV, los miembros del consejo de administración recibieron 5,7 millones como retribución salarial fija, 780.000 euros en dietas y 918.000 euros en otras retribuciones, lo que suma casi 7 millones y medio. A ello hay que añadir más de 1 millón de euros en operaciones sobre acciones y otros instrumentos financieros... Pero hay más: los miembros de la alta dirección del banco recibieron en total remuneraciones por importe de

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casi 18 millones de euros hasta junio. Esas cifras, tanto de los consejeros como del resto de la alta dirección, no incluyen la retribución variable anual o bono percibido correspondiente al ejercicio 2010... ¡Sobran comentarios! Sobre lo que dice Sáenz que esta medida puede parecer un gesto de cara a las protestas callejeras, recordemos que una de las reivindicaciones del movimiento 15-M fue desde el principio el impedir los desahucios de aquellos titulares de hipotecas que, bien por haber perdido su empleo o por ver perjudicada su situación económica por culpa de la crisis, no podían hacer frente al pago del préstamo. Ahora bien, la propuesta es la dación en pago, esto es, que la devolución del piso suponga saldar la hipoteca. Hasta ahora, la dación en pago no es bien vista por los partidos políticos mayoritarios en el Congreso... demostrando de parte de quién están, pobrecillos.

ORAMOS (A.M.) Escúchanos, Señor, cuando gritamos pidiendo justicia, ten compasión de tu pueblo, escucha nuestros gritos censurados. ¿Hasta cuándo, Señor, bancos y banqueros amasarán su fortuna riéndose del pobre? ¿Hasta cuándo, Señor, soportaremos la desvergüenza de indecentes financieros y mercados terroristas? Muestra tu poder, Señor, y ven a salvarnos. Que sepan todos de qué lado estás. Que tiemble ante Ti la clase indeseable y nunca más se enriquezca con las desgracias ajenas. Dales insomnio, Señor, que no duerman, tripas de dolor, para que reflexionen en sus lechos y conozcan el destino que a todos les aguarda. ¡Ojalá aprendieran y se convirtiesen de tanta estupidez malvada, de tan encorbatada cretinez! Son como animales que no entienden y hay que atar con huelgas y protestas si quieres acercarte...

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Pero a nosotros, pequeños y oprimidos, danos, Señor, tu luz y tu alegría, Ilumina nuestras vidas con tu abrazo solidario. Que en tu paz nos acostemos y enseguida nos durmamos... ¡Y tú, Jesús, guardián que nunca duermes, vela en nuestra noche tu sueño subversivo!

El deudor implacable (Mt 18,21-35) Entonces se adelantó Pedro y pregunto: “Señor, y si mi hermano me sigue ofendiendo, ¿cuántas veces lo tendré que perdonar? ¿Siete veces?” Jesús le contestó: «Siete veces, no; setenta veces siete. »Por eso el reino de Dios se parece a un rey que quiso saldar cuentas con sus empleados. Para empezar, le presentaron a uno que le debía diez billones. Como no tenía con que pagar, el Señor mandó que lo vendieran a él, con su mujer, sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara con eso. El empleado se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré todo”. El Señor, conmovido, dejó marcharse a aquel empleado, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado encontró a un compañero suyo que le debía algún dinero, lo agarró por el cuello y le decía apretando: “Págame lo que me debes”. El compañero se echó a sus pies suplicándole: “Ten paciencia conmigo, que te lo pagaré”. Pero él no quiso, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. Al ver aquello sus compañeros, quedaron indignados y fueron a contarle a su señor lo sucedido. Entonces el señor llamó al empleado y le dijo: “¡Miserable! Cuando me suplicaste te perdoné toda aquella deuda. ¿No era tu deber tener también compasión de tu compañero como yo lo tuve de ti?” Y su señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda su deuda. Pues lo mismo os tratará mi Padre del cielo si no perdonáis de corazón, cada uno a su hermano».

Pequeña exégesis (lectura con lápiz) 1. El domingo anterior (Mt 18,20-25) quedó clarificado lo que debe hacer el ofensor: escuchar (akoúô), que implica reconocimiento del pecado y petición de perdón. La pregunta de Pedro se centra, por el contrario, en cómo debe actuar el ofendido. ¿Hay un límite máximo para el perdón? La pregunta de Pedro consiste en saber si está obligado al perdón perfecto (=número siete). La respuesta de Cristo viene a decirle que no está obligado al perdón perfecto, sino al ¡perfectísimo! (=setenta veces siete). No hay límites para el perdón del que reconoce su culpa. 2. ¿Será verdad que el perdón incondicional y reiterado al infinito, del que uno puede estar seguro en todo momento, anima sólo a los malos? ¿Será esta suposición la base del uso restrictivo del sacramento de la penitencia, es decir, el que no pueda administrarse «a la buena de Dios/Jesús»? Para Mateo, sin embargo, el perdón ilimitado en la convivencia concreta de hermanas y hermanos es el verdadero camino señalado por Jesús, el camino perfecto, el mejor. ¿No vemos, entonces, una tensión entre la excomunión de 18,15-17 y el perdón ilimitado de 18,21-22? ¿Cómo llegar a la síntesis superadora?

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Sólo la experiencia (contradictoria en sí misma) nos irá enseñando –con la gracia de Dios y el viento del Espíritu, más fuertes que nuestros errores – la dialéctica de la gracia. 3. La conexión de la parábola con la cuestión planteada por Pedro no sería original, sino un añadido propio de Mateo del que aún quedarían marcas de las puntadas del hilo: el rey sólo perdona una vez, no repetidamente; más aún, retira el perdón concedido cuando el siervo deja de perdonar una sola vez ¡y lo envía a los torturadores! Por otro lado, sabemos que las parábolas son creadoras de su propio „mundo‟; en este caso ha utilizado la realidad de los reyes tiranos con el fin de inculcar el perdón mutuo. Dado este descosido, esta herida sin suturar, me permito yo también practicar un desgarrón interpretativo. Vayamos a la parábola. “Desentenderse de la enseñanza de Jesús sobre el perdón no tiene perdón de Dios.” [Lo que viene a continuación es lo que yo llamo una «lectura onírica»]

1. El primer deudor (un ministro o un arrendador general de impuestos) [hoy sería, por ejemplo, Grecia] debía al rey [al mercado] diez mil talentos (= el número máximo de la moneda máxima, como si dijésemos: diez billones de euros). Al no poder pagar, el rey [mercado, Bruselas, FMI] mandó ponerlo en venta junto con su familia [=recortes sociales, bajada de salarios, aumento de la edad de jubilación, doble pago sanitario...] para cubrir con el producto, al menos, una pequeña parte del perjuicio causado. 2. El deudor [Grecia en este caso] se postra ante el rey-mercado, como un adorador se postra ante su dios. Pide un plazo, o pide paciencia. El lector [aquí los analistas económicos avispados] no puede menos de sonreír ante la aseveración de que lo devolvería todo. ¿Qué trapacerías inventará semejante “personaje” [una nación que se ha permitido vivir por encima de sus posibilidades (tal es la síntesis majadera de los medios de desinformación)...] para conseguir el dinero? ¿estará pensando en robarle a los pobres trabajadores lo poco que les queda? ¿Hipotecará el futuro de la nación pagando intereses desorbitados a los azules lobitos, al ritmo de las infames agencias de descalificación?] 3. Pero el relato da ahora un giro sorprendente [como el de Zapatero aquel fatídico mayo, pero al revés]. El rey [aquí, por desgracia, la actualización onírica sólo puede ser referida a Dios] ¡se apiada! de aquel miserable, lo deja marchar ¡¡y le condona la fabulosa deuda billonaria!! Es entonces cuando uno despierta del dogmático sueño capitalista. 4. Sigue una segunda escena onírica. El «gran personaje» condonado [ahora este personaje puede representar a uno de los bancos a los que se le ha inyectado dinero público] se encuentra con un «compañero» [un hipotecado, por ejemplo] que le debe una suma muy modesta, un 1/600.000 de lo que acaban de condonarle. ¡Y el tipo bancario casi lo estrangula! El pequeño deudor hace ahora exactamente lo mismo que el “grande” había hecho ante el rey: pide un plazo a su acreedor para poder restituir. Petición que no carece de realismo, dada la cantidad adeudada. Pero el “grande” se niega y le aplica el desahucio personalmente [si no fuese porque recibió dinero del Estado, tal sería la normal normalidad pasando desapercibida para el común de los comunes mortales, pues ¿no es eso lo que han de hacer los bancos con los morosos, mi amor?]. Y aquí está la madre del cordero: que la „divina‟ condonación anterior nos ha abierto los ojos para contemplar la acción del primer deudor [los bancos en su actuar cotidiano] como lo que es: de una inusual brutalidad a lo que nos habíamos acostumbrado. ¡La condonación de lo inmenso, por parte del Estado, convierte en escándalo la negación de lo mínimo a los hipotecados!

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5. Los compañeros esclavos [trabajadores y otras gentes de mal vivir] que lo ven, se indignan y ponen al rey [ahora la ciudadanía, el demos soberano] al corriente de lo sucedido. 6. Tercera escena onírica (por desgracia para muchos escatológica, utópica, literaria; para nosotros, sin embargo, simplemente teológica): El rey (¿la ciudadanía, el pueblo soberano votando a los corruptos? Al parecer sólo Islandia) va a tratar a ese “sin-vergüenza” “sin-entrañas”, a ese banco despiadado, según la medida que ha usado con su compañero (cf. Mt 7,2b): no saldrá el miserable de la cárcel hasta que pague todo lo que debe. 7. Los versículos importantes de esta escena son v. 32-33: ¡el esclavo/banco debía haber imitado la misericordia con la que fue tratado! Lo que nos hace escandalizarnos del „justo‟ (!) orden capitalista establecido en nuestro mundo‟ es la revelación que Jesús nos ha dado del Padre: a su luz (fraternidad universal, destino universal de los bienes) el tal orden se nos aparece como un vil desorden de inhumana brutalidad. 8. La parábola es una llamada intempestiva a actuar como actúa Dios, ni más ni menos. A la luz de tal actuación somos juzgados, no sólo las personas, sino también las instituciones (que no lo olvidemos, son realizaciones éticas). Una persona, una institución, un sistema que actúa como ese primer deudor, es una persona, una institución, un sistema miserable e indecente. Algunos plantean aquí el tener muy en cuenta la distinción/complementariedad de esta ética de la convicción personal (evangélica) con la ética de la responsabilidad institucional (hacer lo que vaya siendo posible en ese nivel) 9. Viniendo al aspecto interpersonal del texto, a su literalidad dominical, el v. 35 muestra claramente que la parábola pretendía hablar de Dios y del perdón de los pecados (ver Mt 6, 14-15: en el padrenuestro también le pedimos –muchas veces sin saber a lo que nos comprometemos – que perdone nuestras „ofensas‟ así como nosotros perdonamos a nuestros deudores). La parábola nos interpela, es decir, interpela a la comunidad (“hermanos”): le anuncia el juicio de su Padre del cielo cuando no practica el perdón en su seno. ¡Ojala los cristianos no desempeñemos nunca el papel del «inútil despiadado»! ¡Y ojala no cejemos nunca –imitando a Jesús– en nuestra denuncia, en nuestra lucha contra las instituciones indecentes, así allá arriba en las palabras/reuniones como aquí abajo en los hechos de la lucha! 10. La formulación final, de nuevo en dimensión dominical comunitaria, que pide literalmente perdonar «de corazón», nos alienta a que el perdón de los pecados no signifique sólo una reanudación externa de las relaciones con los hermanos, sino una relación „cordial‟ con ellos. El perdón de pecados fraternal no es algo accesorio, y la falta de amor interhumano no es un pecado menor, sino que afectan al núcleo de la relación con Dios.

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REFLEXIÓN PERSONAL (Escuchar y entender para dar fruto) No sé si la lectura onírica del evangelio ayuda o no; lo importante, con todo, era traducir a conceptos sociales el relato personal del evangelio, pues la iglesia espera de nosotros no sólo que seamos personas evangélicas (intentar llegar ¡ay! en las relaciones comunitarias al perdón perfectísimo, como Jesús), sino trabajar institucionalmente por una sociedad, siempre in fieri, que sea realmente un anticipo del Reino que anhelamos y por el que oramos cada día a Jesús obrero. Intentamos descubrir las interpelaciones que el texto nos lanza personalmente, como obrero, como equipo, como iglesia, etc.

SALMO 3 (Salmo de lamentación) Yhwh, cuánto son mis opresores, cuántos se levantan contra mí, Cuántos dicen de mí: No hay salvación para él en Dios. SELA. Pero tú, Yhwh, eres escudo entorno a mí, eres mi gloria, el que me hace levantar la cabeza. Con mi voz grito a Yhwh, él me ha respondido desde su monte santo. SELA. Me acuesto, me duermo y me levanto, porque Yhwh me sostiene. No tendré miedo a las miríadas de gente que contra mí han puesto cerco. ¡Levántate, Yhwh, sálvame, Dios mío! Tú has abofeteado a mis enemigos, has roto los dientes de los malvados. A Yhwh pertenece la salvación, [venga] sobre tu pueblo tu bendición.

Los salmos de lamentación, a muchos que pisan los atrios de las iglesias, pueden parecerles, a primera vista, poco cristianos, en cuanto que expresan sentimientos de venganza, etc. Pero ¿podemos quitar de la oración la realidad de la violencia, del sufrimiento, de la opresión? ¿No correríamos así el riesgo de encubrir la violencia, esto es, de hacer su juego?

Una de las características de la violencia es que tiende a camuflarse, a permanecer oculta, a justificarse. Por eso, el primer paso para superarla es reconocerla, denunciarla. Los salmos de lamentación son fundamentalmente un grito de protesta contra la injusticia, tanto a nivel personal como social. Exteriorizar la protesta es esencial para un sano desarrollo tanto del individuo como de la sociedad. El callar puede llevar a trastornos de la personalidad, a un comportamiento no auténtico...y a perpetuar la injusticia social. En el plano social sabemos que la gente suele adoptar un comportamiento irenista y de ignorancia interesada, es decir, a idealizar las relaciones sociales, a dar razón a los más fuertes, a cerrar los ojos frente a la injusticia, o, peor aún, a no creer que el mundo pueda ser distinto, a no luchar por un mundo mejor. Es la conducta contraria a la del Éxodo, que se podría definir como “una lamentación escuchada” («He escuchado el lamento de mi pueblo», Ex 3,7). La oración de las lamentaciones ayuda a poner con autenticidad todos nuestros problemas y los problemas de los pobres a la luz de Dios. ¿Podríamos componer una lamentación individual (expresando los sufrimientos e

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injusticias que estamos padeciendo...) y también una social, expresando el dolor y la injusticia que han de soportar los pobres de nuestro mundo...?

CANCIÓN ELEMENTAL (A.M.) Señor, Tú has sido un trabajador, como nosotros, tú nos comprendes... Mira, pues, nuestro insultado trabajo de peones, danos el poder de humanizarlo y hacerlo fuente de vida, un trabajo digno del hombre, como Dios manda, como tú quieres. Necesitamos tu ánimo, Jesús, muchos no podemos más, enfrentados tanto tiempo a los que esclavizan y mienten... ¡Cuándo será que veamos el triunfo de los que perdemos siempre! Fortalécenos en la lucha, cólmanos de solidaridad, ven con nosotros, reclamemos juntos unas condiciones laborales dignas de la persona humana. No pedimos la luna, solo un trabajo decente... y una sociedad libre y de iguales. No permitas que olvidemos a los que sufren, a quienes se les robó trabajo y dignidad: jóvenes sin clase descartados que ni pinchan ni cuentan, mujeres con familia sin ingresos, tirando lo que llega de caridades y monsergas, viviendo, si es vivir el vivir de caridad... Nos gustaría ofrecerte, Jesús, nuestro trabajo, los frutos de nuestras manos creadoras, todo el trabajo del mundo... pero aún no es nuestro... aunque nos pertenece... Acepta, Señor, lo que tenemos y nadie ha de quitarnos: la lucha por la vida y esta canción elemental.

Los ricos y el culto El amor-verdad (profesión de labios) que la Biblia reconoce es el amor-justicia (la verdad de las obras). Y este amor es un derecho que los pobres tienen sobre nosotros. (Leer, por ejemplo, 1Jn 3,7s). Los ricos, como el hijo de labios serviles, «el que dice sí, pero luego es no», no cumplen la voluntad de Dios, pues su declarado amor es una farsa, pura y dura palabrería. Que no se imaginen los tales que con culto y oración y donativos a la iglesia pueden sobornar a Dios, como sobornan a gobiernos, para que haga la vista gorda a sus desmanes e injusticias. Al prescindir de los menesterosos y su justicia, rompió el rico el único puente que lo podía llevar hasta Dios, pues Yahvé, el Padre de Jesús,

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es inseparable de su intimación a la justicia a favor del pobre. Qué bien lo expresó Isaías: «Cuando extendéis las manos, cierro los ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé (...) Buscad el derecho, socorred al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda...» (Is 1,15ss). Reconocer nuestra injusticia antes del culto debe impedir hacer de él un acto hipócrita. Pero este reconocimiento se nos ha convertido poco a poco en un simple rito que hay que observar porque está en las rúbricas, y cuya implicación, por desgracia, no va más allá de mover los labios para recitar el “yo confieso” (A.M.).

La esperanza cristiana Los que hemos tenido la suerte de conocer a Jesús y creer en él somos irremediablemente hombres y mujeres de esperanza: Dios, a través nuestro, a veces a pesar nuestro y también contra nosotros, hará que la semilla del Reino que Jesús plantó produzca fruto abundante. Es esta esperanza la que nos hace afirmar que «no estamos fatalmente condenados a una política económica que considera intocables las actuales estructuras de poder y propiedad, que ahonda las desigualdades sociales de todo tipo y redistribuye a favor de quienes tienen más; una política económica que recorta la seguridad social y la calidad de vida de los asalariados, que asume un paro insoportable y degrada aún más el mercado de trabajo, que no toma medidas contra la desertización de nuestro país o el «efecto invernadero», priva a las generaciones futuras de los bienes ambientales básicos que necesitarán, y estimula el insoportable deterioro de nuestros campos y de nuestras ciudades. Hay alternativa, hermanos. Podemos vivir, trabajar y consumir de otra manera». El día que la fraternidad sea una realidad en nuestras vidas, la libertad y la igualdad que anhelamos dejarán de oponerse. Las tres formarán la sociedad- comunión (Reino de Dios), imagen insuperable de la trinidad-Amor.

ORAMOS Y CANTAMOS Felices las pobres en espíritu, las ‘pequeñas’ que luchan sin parar, ahora y siempre. Las que lloran su audacia y su esperanza en paros o destierros, y las que tienen el hambre de justicia, la sed de libertad. Felices los que piensan y actúan limpiamente, a cara descubierta, los que luchan cada día, sin descanso, por la paz; y aquellos perseguidos, por justos y exigentes, odiados, porque buscan un mundo compartido y transparente, de hombres y mujeres, libres y solidarias, amando de verdad.

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