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Orar en el mundo obrero
9º domingo T.O.
ORAR EN EL MUNDO OBRERO 9ª SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO (6 marzo 2011) “La gran paradoja del cristianismo, que ha desconcertado, que desconcierta y desconcertará siempre la razón humana, es, precisamente, la de vencer a la fuerza con la debilidad, al poder con la mansedumbre y a las leyes con el amor” (G. Rovirosa, Copin IV, 1). Somos frágiles y expuestos a la volubilidad de vientos y mareas. Pero nuestra debilidad y nuestro pecado se tornan paz y fuerza sobre la roca de la fe, viva y operante, en Jesucristo.
VER El rostro valiente de la mujer afgana (Marisa Flórez, El País 12/2/2011) Una sola fotografía, a veces, adquiere toda la rotundidad de un editorial. Ese es el caso del retrato de Aisha, una mujer que fue mutilada por su marido tras abandonar el hogar conyugal en el que había sido tratada siempre como una esclava. Su rostro, que fue portada en la revista TIME, dio la vuelta al mundo, y hoy su autora, la periodista sudafricana Jodi Bieber, ha ganado el World Press Photo 2011. Lo que más destacaría en este retrato es la manera sencilla y discreta en que su autora se acercó al personaje, sin ningún tipo de artificio. En este medio plano, de luz suave y lateral, ha conseguido captar en los ojos de Aisha todo su sufrimiento y valentía, pero sobre todo transmite la dignidad de la mujer afgana, que tanto tiempo se nos ha mostrado oculta tras un burka y no le ha importado a la protagonista contar al mundo lo que le ha pasado, sin ningún tipo de culpa, de miedo ni vergüenza, porque no ha cometido ningún delito. El mensaje es rotundo: las víctimas no son culpables.
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Dejémonos impresionar por la mirada y el rostro desfigurado de esa mujer. ¿No refleja belleza, dignidad y paz?¿Qué roca sostiene la existencia de esa mujer? Glorifiquemos al Padre, que es verdaderamente la roca que mantiene firme la dignidad de tantas mujeres violentadas y humilladas.
Oración – Poema (Fl Ulibarri, Conocer, gustar y vivir la Palabra. Ciclo A, 269-270)
COHERENCIA Mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios, comprendiendo siempre al hermano, coherencia.
Admitir la pequeñez y los fallos propios, quitar pronto la viga de nuestro ojo, no humillar al hermano por no ser como nosotros, coherencia.
Saberse discípulo, no tenerse por maestro y gozar del aprendizaje diario, coherencia.
Abrir nuestros ojos al mundo, alegrarse por sus pasos y proyectos, no caer en trampas y hoyos como ciegos, coherencia.
Conocer a los árboles por su fruto, no esperar higos de las zarzas, ni uvas de los espinos, coherencia.
Poner por otra tus palabras, hablar con el lenguaje de los hechos, olvidarse de máscaras y apariencias, coherencia.
Almacenar bondad en el corazón, cultivar una solidaridad real y sentir que nos desborda el bien, coherencia.
Coherencia, Señor, de un aprendiz de discípulos que, a veces, se atreve a tenerte por maestro.
Reconocer que no todo es tierra firme, construir sobre roca nuestra casa, no tener miedo a huracanes y riadas, coherencia.
PALABRA DE DIOS Mateo 7,21-27 No todo el que me dice: “¡Señor, Señor!”, entrará en el reino de los cielos; no, hay que poner por obra el designio de mi Padre del cielo. Aquel día muchos me dirán: “Señor, Señor, ¡si hemos profetizado en tu nombre y echado demonios en tu nombre y hecho muchos milagros en tu nom-
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bre!”. Y entonces yo les declararé: “Nunca os he conocido. ¡Lejos de mí, los que practicáis la maldad!”. En resumen: Todo aquel que escucha estas palabras mías y las pone por obra se parece al hombre sensato que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos y arremetieron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada en la roca. Y todo aquel que escucha estas palabras mías y no las pone por obra se parece al necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, vino la riada, soplaron los vientos, embistieron contra la casa y se hundió. ¡Y qué hundimiento tan grande!
PARA ENTENDER EL TEXTO Este texto es el final del “sermón del monte”, la propuesta de vida de Jesús a sus seguidores. Tiene dos partes: -
La puesta en evidencia de los falsos profetas, que hablan o predican mucho y realizan incluso obras de presunta liberación (milagros, echar demonios) en nombre de Jesús; pero no viven ni realizan de verdad el proyecto de Jesús.
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La parábola de la casa edificada sobre roca/sobre arena.
La salvación es entrar en el reino de los cielos (Mt) o la justicia de Dios (Rm): buscar el reino de Dios y su justicia (Mt 6,33), establecer el derecho y la justicia (profetas), realizar obras concretas de solidaridad (Mt 25, 31-46). Ello es edificar la casa sobre roca, imbatible a todos los eventos destructores. “… en el evangelio se revela la justicia de Dios” (Rm 1,17). Jesús realiza la justicia de Dios: brinda perdón, ofrece salud y vida, da libertad, acoge a todos, cuida más a quien lo necesita más... El origen de su conducta es el amor gratuito del Padre. Este amor del Padre es “su justicia”. “En el Antiguo Testamento -y en Pablo- la palabra “justicia” debería traducirse, más bien, como bondad gratuita, misericordia, fidelidad. Pues lo que quiere expresar, si se leen los textos en su contexto, es la fidelidad de Dios a la Alianza, y que siempre busca el bien de los seres humanos” (X. Alegre) … Creer en el amor de Dios, en su justicia, nos capacita para ser hacedores de la misma. Como Jesús, tenemos acceso a esa gracia. Él nos ha capacitado al entregarnos su Espíritu, que nos conduce a hacer “obras como las suyas y aún mayores” (Jn 14,12)… Podemos construir la fraternidad, la Iglesia, el mundo, que Dios quiere. Estemos convencidos” (Rufo González, Homilética 2011/1, 90). Pongámonos desnudos, sin disfraz alguno, ante el Señor. Mirémosle a Él y mirémonos a nosotros; mejor, mirémonos como Dios nos mira; mirémonos en la misma mirada de
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Dios. Es una mirada luminosa. Una mirada que hace también resaltar nuestras zonas sombrías u oscuras, que saca a luz tanto polvo contaminado que flota en nosotros – como decía Teresa de Ávila- . El resultado de este contemplarnos contemplando al Señor, será un acopio de gracia: paz, disponibilidad para que toda nuestra vida sea unificada en el amor verdadero, operante por la justicia, en el Espíritu de Jesús.
ACTUALIZACIÓN DE LA PALABRA ¿Qué es lo más importante para nosotros, el eje sobre el que gira toda nuestra vida, el objetivo supremo que pretendemos? ¿Por qué y para qué trabajamos, actuamos y, en definitiva, vivimos? ¿Por qué causa y hasta qué punto estamos dispuestos a luchar, comprometernos, sufrir e, incluso, morir? Pero no se trata solo ni principalmente de hacer, de comprometerse hasta sufrir y morir. Lo fundamental son las actitudes y el por qué y para qué de nuestro vivir. Lo esencial es el amor de Dios y el amor de los hermanos. Sabiendo que el verdadero amor de Dios se verifica en el amor a los hermanos (ver 1 Juan 3,16-18). Todo el que ama de verdad, edifica su casa sobre roca. Pero el amor es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Sin el don del Espíritu no hay amor verdadero, sino intentos frustrados, adulterados de amar. Solo quien nace de Dios, del agua y del Espíritu, puede amar (Jn 3,6). Además del gozo de amar, mayor gozo aún es poder amar el Amor, es decir, gozar la experiencia íntima, sublime, desbordada del amor de Dios en nosotros, el don del Espíritu que nos hace clamar: Abba, Padre (Rm 8,16). Lo realmente válido no son las obras de amor, sino el amor que estimula y reviste las obras. Podemos hacer muchas obras buenas por cumplimiento de la norma, por sentirnos obligados moralmente…, no por amor. Podemos ayudar a los demás sin mirarles a la cara, a los ojos, al alma. Podemos hacer actos caritativos por egocentrismo, autocomplacencia, autojustificación. Podemos hacer obras por vanidad, ostentación, superioridad, rivalidad… Podemos esta, inconscientemente; anunciándonos a nosotros mismos, creyendo dar gloria a Dios, convirtiendo nuestros planes y deseos en voluntad de Dios, sustituyendo a Dios por nosotros mismos. Lo más grave es creernos en posesión de la verdad, y pretender imponer a los demás nuestras ideas y planes, descalificando todo lo que no concuerda con ellos.
CUANDO CADA PERSONA ES LLAMADA A ELEGIR (Fl. Ulibarri, Conocer, gustar y vivir la Palabra, ciclo A, 268) “Frente a un pragmatismo que lo reduce todo a cálculos interesados, defensa de la persona. Hemos de defender siempre a la persona como lo más grande, lo absoluto, lo que nunca debe ser sacrificado a nada ni a nadie.
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Frente a un individualismo exacerbado…, solidaridad y preocupación por las víctimas. Ningún ser humano debe quedar abandonado a su desgracia, excluido de nuestra ayuda solidaria. Soy el guardián de mi hermano. Frente a la violencia, el enfrentamiento destructor y la división, diálogo y reconciliación. No es posible construir juntos el futuro si no es desde el respeto mutuo, la tolerancia y el acercamiento de posturas. Frente a la apatía y la insensibilidad social que prohíbe pensar en las víctimas del desarrollo, compasión. Solo es de verdad humano quien sabe mirar, vivir y buscar la felicidad desde el sufrimiento de los excluidos del bienestar. Frente a un tipo de organización social que busca eficacia y rendimiento, sin atender las necesidades del corazón humano, ternura y misericordia. Son cada vez más las personas que necesitan afecto, cariño y compañía para no caer en la desesperación. Frente a una permisividad ingenua que predica “libertad” para sucumbir luego a las nuevas esclavitudes del dinero, el sexo o la moda, lucidez. Solo quien vive desde luna libertad interior y es capaz de amar con generosidad, disfruta de la vida con corazón liberado. Frente al desencanto y la crisis de esperanza, fe en un Dios amigo del hombre…”.
SALMO 39 Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: “Aquí estoy -como está escrito en mi libropara hacer tu voluntad”.
me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre la roca, y aseguró mis pasos.
Dios mío, lo quiero, me puso en la boca un cántico nuevo, y llevo tu ley en las entrañas. un himno a nuestro Dios. Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos He proclamado el derecho y confiaron en el Señor. a una asamblea numerosa: no he cerrado los labios, Señor, tú lo sabes. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, No me he guardado en el pecho tu justicia, y no acude a los idólatras, he anunciado tu verdad y tu salvación. que se extravían con engaños. No he negado tu lealtad y fidelidad a la asamblea numerosa. ¡Cuántas maravillas has hecho, Señor Dios mío, Señor, no me cierres tus entrañas cuántos planes a favor nuestro! que tu lealtad y fidelidad Nadie se te puede comparar: me guarden siempre, intento proclamarlas, decirlas, porque me cercan desgracias innumerables. pero superan todo número. Se me echan encima mis culpas,
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y no puedo huir, abundan más que los pelos de mi cabeza, y me falta el valor. Señor, dígnate librarme, date prisa en socorrerme; sufran una derrota ignominiosa los que me persiguen a muerte; vuelvan la espalda afrentados los que traman mi daño; queden mudos de vergüenza los que se ríen de mí. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan; digan siempre: “Grande es el Señor” los que desean tu salvación. Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi liberación: Dios mío, no tardes.
Podemos identificarnos muy bien con el orante. Como él, nos sentimos, tantas veces, hundidos, enfangados, y, a la vez, liberados y recuperados. Esa experiencia gozosa va unida a una llamada del Espíritu –totalmente real en nosotros, la HOAC, en nuestra opción por las víctimas del mundo obrero- a proclamar y realizar el proyecto (voluntad) de Dios: el derecho…, tu justicia… tu verdad y tu salvación… tu lealtad y fidelidad. Pero vuelve la crisis existencial, por las culpas personales y por las persecuciones de fuera. El final es una eclosión de alegría y confianza total: Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor se cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi liberación. En la oración, avivemos en nosotros toda esa experiencia de fe y vida.
COMENTARIO (Schöckel-Carnitti) Tú no quieres sacrificios / yo quiero hacer tu voluntad. No enuncia el orante un principio general, sino una misión personal. Dios escoge una persona, la llama eficazmente, le encomienda una tarea específica, y esa persona responde “entrañablemente” a la llamada. El contenido de esa llamada es la misión de “evangelizar” o proclamar las acciones del Señor: justicia y derecho, verdad y salvación, lealtad y fidelidad. Por encima del Dios que exige ser aplacado con sacrificios, está el Señor que practica y exige justicia y verdad y lealtad. A la “numerosa asamblea” reunida, quizá en el templo, hay que predicarles ese Dios. Eso sí, la proclamación no será una pieza aprendida de memoria, un acto de información, sino expresión de una experiencia personal. Ha experimentado en el pasado la liberación de Dios; ahora le toca recono-
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cerlo públicamente con un “canto nuevo”. Ha pasado por el sufrimiento y ha experimentado la liberación, para ser ahora evangelista del Señor. Esta nueva tarea no deja de ser arriesgada y peligrosa. El Señor lo librará de nuevo. Por eso Cristo, al entrar en el mundo, dijo: “no quieres sacrificios ni ofrendas, sino que me has dado un cuerpo. No te agradan los holocaustos ni las ofrendas para quitar los pecados”. Entonces dije: “aquí estoy, tal como está escrito de mí en el libro, para hacer tu voluntad, oh Dios…” (Hebreos 10, 5-10).
ORACIÓN Ahora se ha manifestado la justicia de Dios (Rm 3, 21-25a.28) Jesús, justicia de Dios: amnistía, vida, libertad, paz, bondad... nuestras: “hoy”, “ahora”, sigues alentando en todo el mundo; sigue habiendo entre nosotros personas “convencidas” de tu amor. Tenemos testigos de tu justicia, capaces de vivir hasta la muerte lo que rezan: “Señor Jesucristo, nos da miedo gastar la vida. Pero la vida Tú nos la has dado para gastarla; no se la puede economizar en estéril egoísmo. Gastar la vida es trabajar por los demás, aunque no paguen; hacer un favor al que no va a devolver; gastar la vida es lanzarse aun al fracaso, si hace falta, sin falsas prudencias; es quemar las naves en bien del prójimo. Somos antorchas que sólo tenemos sentido cuando nos quemamos; solamente entonces seremos luz. Líbranos de la prudencia cobarde, la que nos hace evitar el sacrificio, y buscar la seguridad. Gastar la vida no se hace con gestos ampulosos, y falsa teatralidad. La vida se da sencillamente, sin publicidad, como el agua de la vertiente, como la madre da el pecho al niño, como el sudor humilde del sembrador. Entrénanos, Señor, a lanzarnos a lo imposible, porque detrás de lo imposible está tu gracia y tu presencia; no podemos caer en el vacío” (Lluís Espinal) Testigos que prefieren, como Tú, Jesús de Nazaret, estar con los más débiles: “Una vez más, me reúno con los trabajadores sin papeles de la construcción, centro de París. De lejos, diviso las banderas de los sindicatos que flotan al viento y las pancartas reclamando la legalización de estos asalariados sin derechos. En la acera, un grupo de africanos charlan entre ellos, llevan pasquines de información... Disfruto estando y hablando con ellos. A pesar de su situación tan precaria, saben mostrarse acogedores y fraternos. Mahamadou me propone ir a tomar un té antes de ir a visitar el sótano. Descubro el lugar y saludo personalmente a todos los que se encuentran allí” (J. Gaillot, obispo de Partenia).
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Testigos de tu sinceridad, que reconocen la verdad de nuestra vida: “Me asalta la sospecha de que los llamados a ser profetas del Altísimo nos reducimos una y otra vez al papel de ideólogos de Dios y de la religión, ideólogos carentes de oído, mera apariencia de profetas... Si escuchas como profeta, saldrás a los caminos de los hombres sin pan, ni alforja, ni dinero en la faja; saldrás con la palabra del que te envía, con el pan de su vida para repartir, con su autoridad para liberar, con el aceite de su misericordia para curar” (Santiago Agrelo, arzobispo de Tánger). Jesús, profeta audaz, más amigo de los excluidos, convencido del amor divino: aviva en nosotros “la fuerza de salvación” que es tu puro amor; haz de nosotros hermanos de cualquier persona; danos fe para hacer tu “justicia”, tu evangelio, en nuestra familia, en nuestro barrio y pueblo, en nuestro trabajo, en nuestras iglesias (Rufo González, Id, 90-91).
“Los católicos se suelen mover por egoísmo material o espiritual. El obrero de AC quiere hacer su voluntad. Cómo saberlo: 1. Si tengo prisa por los resultados. 2. Si me desanimo con frecuencia, valoro excesivamente el esfuerzo. 3. Si creo más en los resultados visibles. 4. Si soy duro, exigente. 5. Si hago mucho… a mi manera. 6. Si no trabajo en equipo. 7. Si no tengo tiempo para rezar. 8. Si tengo altos y bajos. 9. Si quiero convertirles YO. 10. Si, sobre todo, solo me gusta el apostolado de las grandes circunstancias” (G. Rovirosa, Tutor de aprendices, Bol.7-1949, 6) 8