Pentecostés 2018

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ORAR EN EL MUNDO OBRERO Pentecostés (20 de mayo de 2018) Comisión Permanente HOAC

Jesús resucitado, solamente permaneció cuarenta días entre «los suyos»; pero después de Pentecostés, los bautizados conscientes (que si lo son verdaderamente son santos) son el testimonio permanente en la historia del triunfo de Jesús, y proclaman incesantemente que la muerte es la vida y que la vida es la muerte (Rovirosa, OC, T.I. 487).

Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo. En Pentecostés, el Espíritu hace salir de sí mismos a los Apóstoles y los transforma en anunciadores de las grandezas de Dios, que cada uno comienza a entender en su propia lengua. El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia (parresía), en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios (EG 259).

Mirando la vida

¿Nos dejamos conducir por el Espíritu? Quizá necesitamos abrirnos aún más a su impulso, e invocarlo con más insistencia. Contempla situaciones concretas de tu vida, tu proyecto evangelizador, las personas y familias a las que acompañas… ¿Qué falta aún del Espíritu en ellas? ¿Qué falta de audacia, de creatividad, de coraje, de paciencia, de anuncio de las grandezas de Dios? Luego, invoca al Espíritu Santo. Himno de Pentecostés

Ven, Espíritu Creador, visita las almas de tus fieles y llena de gracia los corazones, que Tú mismo creaste. Tú eres nuestro Consuelo, don de Dios Altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú, el dedo de la mano de Dios; Tú, el prometido del Padre; Tú, que pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos; infunde tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra débil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto la paz, sé Tú mismo nuestro guía, y bajo tu dirección, evitaremos todo lo malo. Que por Ti conozcamos al Padre, y también al Hijo; y que en Ti creamos en todo tiempo. 1


Pentecostés

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C.P.

En esa vida nos habla Dios

Juan 20, 19-23: Recibid el Espíritu Santo

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos». Palabra de Dios

Para ayudarte a acoger la Palabra

En el libro de los Hechos de los Apóstoles (2, 1-21) se nos relata cómo los discípulos de Jesús estando reunidos, temerosos, encerrados (volcados sobre la autorreferencialidad de sus propios lamentos) y sin saber qué hacer, el día de Pentecostés (a los 50 días de la Resurrección) reciben el don del Espíritu Santo que les llevará a proclamar la Buena Noticia. Pentecostés es la fiesta del nacimiento de la Iglesia, de la acogida de su misión, que la hace Iglesia por el don del Espíritu. En este pasaje del evangelio de Juan se nos muestra que la comunidad cristiana se construye alrededor de Jesús, vivo y presente, crucificado y resucitado. Él está en el centro de la vida y de la misión de la Iglesia. De él recibe la misión y el Espíritu para poder llevarla adelante. La llamada a la fe y a la comunidad es, al mismo tiempo, siempre, llamada a la misión. Jesús nos llama, nos elige y nos envía en comunidad para realizar el proyecto de Dios con Él. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo a vosotros. Para la misión no hay excusas. Los discípulos estaban encerrados, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, humanamente no estaban preparados ni daban la talla y, sin embargo, a ellos elige Jesús, a ellos les hace el don del Espíritu; son ellos quienes tienen que llevar adelante el proyecto de Dios, vivirlo, proseguir la causa de Jesús; son ellos quienes tienen que perdonar y dar vida, la vida de la que son portadores, anunciadores, testigos. Son ellos quienes habrán de vivir en el Espíritu. Y supieron hacerlo después de que Jesús soplara sobre ellos y les dijera: recibid el Espíritu Santo. La misión cristiana no es una obligación, ni un encargo, no es simplemente una tarea, sino la comunicación de la vida que el Espíritu por Jesús suscita en nosotros. Bajo la inspiración el Espíritu los discípulos encuentran el coraje para vivir esa vida, y el lenguaje apropiado para comunicarla, para compartirla y ofrecerla. 2


C.P.

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Pentecostés

Nuestros equipos, nuestras comunidades, vivimos muchas veces encerrados con nuestros miedos, con las costumbres sabidas, atenazados por lo que ya sabemos, por lo que hemos intentado sin éxito, por los cansancios, sin haber visto al Resucitado, sin habernos encontrado con él. El Espíritu parece ausente de nuestras vidas. Vivimos criando viejas rencillas y rencores, incapaces de amarnos y ayudarnos a crecer, sin interpelarnos con amor. Necesitamos dejar que el Resucitado se haga presente con la calidez de su amor en medio de nosotros. Necesitamos dejar que el Señor nos transmita el soplo creador del Espíritu que infunde aliento de vida, que rompe nuestros esquemas, derriba las puertas cerradas, abre las ventanas, inunda de luz, hace polvo nuestros individualismos y los transforma en espíritu de comunión. Necesitamos ese soplo de vida que nos saca a las plazas, a las fábricas y talleres, a la vida del barrio, al encuentro con los vecinos y compañeros de trabajo… Necesitamos descubrir, experimentar y vivir que la fuente de nuestra misión es el Amor del Padre. Necesitamos sentir que, por amor, nuestra existencia es un don gratuito que Dios pone en nuestras manos para que lo acojamos y lo vivamos, en el amor y la libertad, al modo de Dios-Comunión de Personas. Nuestra tarea vital, la que anima el Espíritu Santo, consiste en acoger ese Amor liberador para construir nuestra propia vida y la de nuestro entorno desde el proyecto de Dios. Y eso es posible gracias a la acción del Espíritu en nosotros que sana nuestra libertad. Es fundamental que avivemos esta conciencia: “¿Habéis olvidado que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor 3, 16). La conciencia de que somos libres para amar, estando como estamos heridos por el pecado, y que es la fuerza del Espíritu (Dios en nosotros) la que nos posibilita madurar nuestra libertad. Lo esencial es experimentar la sanación que Jesucristo produce en nuestra vida, recuperando nuestra humanidad. Hemos de ser evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no solo con palabras, sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios. Evangelizadores que oran y trabajan. La primera motivación para evangelizar es el amor de Jesús que hemos recibido, esa experiencia de ser salvados por Él que nos mueve a amarlo siempre más (…) Nos hace falta clamar cada día, pedir su gracia para que nos abra el corazón frío y sacuda nuestra vida tibia y superficial Sin el Espíritu Santo, Dios queda lejos, Cristo pertenece al pasado, el Evangelio es letra muerta, la Iglesia una mera organización, la autoridad un dominio, la misión una propaganda, el culto una evocación, y el obrar cristiano una moral de esclavos. Pero con el Espíritu, el cosmos es exaltado y gime hasta que dé a luz el Reino, Cristo Resucitado está presente, el Evangelio es potencia de vida, la Iglesia comunión trinitaria, la autoridad servicio liberador, la misión un Nuevo Pentecostés, el culto memorial y anticipación, y el obrar humano queda cristificado. Tu proyecto de vida debe partir de la motivación más profunda del Amor de Dios, de la Gracia en ella, y dejar guiarse por el Espíritu Santo. Repasa las necesidades espirituales de tu proyecto de vida. ¿Cómo puedes crecer en esa obediencia al Espíritu Santo para que tu vida sea, cada vez más, hacer la voluntad del Padre, amando a los hermanos y hermanas? En lo cotidiano, en lo concreto. 3


Pentecostés

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C.P.

Agradece el don del Espíritu Gracias, Padre, por el Espíritu

Te bendecimos, Padre, por el don del Espíritu que, por tu Hijo, haces al mundo.

Lo hiciste al principio, en los orígenes de todo, cuando incubabas el universo al calor del Espíritu para que naciera un mundo de luz y de vida que pudiera albergar al género humano.

Te damos gracias porque mediante tu Espíritu, lo sigues creando, conservando y embelleciendo, para que nuestro caminar no sea triste y agorero, y podamos disfrutar de las primicias del Reino.

Te bendecimos por haber puesto tu Espíritu en hombres y mujeres, niños y adultos; y por el don continuo que de él has hecho siempre en la historia humana: Espíritu de fuerza en sus jueces y gobernantes; Espíritu rector, en sus líderes fieles; Espíritu creador en sus sabios investigadores; Espíritu soñador en sus sabios y poetas; Espíritu solidario en sus pobres pobres; Espíritu de vida en el pueblo siempre.

Te bendecimos, sobre todo, por Jesucristo, lo mejor de nuestro mundo, el hombre espiritual por excelencia.

Vivió guiado por el Espíritu, evangelizando a los pobres, ayudando y fortaleciendo a todos… hasta que, resucitado, comunicó a su Iglesia, y a los que buscan con corazón sincero, ese mismo Espíritu. Te alabamos por la acción de tu Espíritu en los profetas, en los reformadores, en los educadores, en los revolucionarios, en los mártires, en los santos, en todas las personas buenas…

Que el Espíritu nos de fuerza para luchar por la verdad, la justicia, y el amor, luz para comprender a todos, ayuda para servir, generosidad para amar, solidaridad para vivir, paciencia para esperar…

Padre, que tu Espíritu sople sobre la Iglesia, dándole unidad y nueva savia evangélica; que traiga la libertad, la igualdad, y la fraternidad, a todos los pueblos, razas y naciones.

Y, finalmente, haznos sensibles a la acción de tu Espíritu en el mundo y en la historia. Ayúdanos a descubrirlo en la ciencia, en la cultura, en el trabajo, en la técnica, en todo aquello en que el ser humano y el Espíritu preparan conjuntamente el alumbramiento de los nuevos cielos y la nueva tierra Por Jesucristo, tu Hijo resucitado y hermano nuestro. Amén. (F. Ulibarri)

Termina ofreciendo tu vida

Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día, nuestros trabajos, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas. María, madre de los pobres, Ruega por nosotros. 4


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