ORAR EN EL MUNDO OBRERO
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (18 de junio de 2017) Comisión Permanente HOAC
Para que podamos conocerle más y mejor el Señor está presente entre nosotros en la Eucaristía, en la que revivimos el misterio bautismal. Pero no podemos olvidar que la Comunión se nos da para la comunión; yo y el otro nos hacemos uno con Cristo, por consiguiente, yo y el otro nos hacemos uno (Rovirosa, OC, T.II. 116).
La Eucaristía, si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles (EG 47). MIRAR LA VIDA
Una experiencia narrada: “La Eucaristía vespertina de estos días de verano en la parroquia tiene el reducido grupo fiel de asistentes que permite la intimidad, la cercanía. La caída de la tarde, cuando el calor ya no aprieta, en torno a la mesa fraterna, sirve para hacer balance del día, reconocimiento de faltas, acción de gracias por las bendiciones recibidas, por las vidas compartidas, las esperanzas alentadas y el dolor encarnado. Sirve para reemprender la marcha esperanzada. La Eucaristía nos hace descubrir, entre otras cosas, que nuestras vidas son dones, y, por esto, aprendemos a darlos a otra persona con reverencia, fidelidad, vulnerabilidad, y sin reservas. Transmitimos el don que de hecho somos. Nos hacemos aquello que comemos. Pero la Eucaristía nos recuerda también que el cuer po de Jesús que se nos da enteramente, ha sido antes vendido por 30 piezas de plata. Jesús también es víctima de la violencia del mercado. Se convierte en mercancía entregada con un beso. Esta dinámica mercantilista de la vida de las personas es la que rompe Jesús transformando su entrega en don. Y en esa experiencia de estos días, siento que si algo necesitamos hoy para poder ser Iglesia en el mundo obrero, sobre todas las cosas, es alimentar frecuentemente la vida en la Eucaristía, acoger el único Don que nos transforma en don. Y esto es algo que no hace solo el cura, sino que hacemos entre todos los que participamos en la celebración. Cuando no participamos, cuando no nos alimentamos, impedimos el nacimiento de esa dinámica eucarística en nuestras vidas”. Desde esta experiencia haz una triple mirada a la vida, casi la que nos propone el VER del Plan Básico de Formación Cristiana de la HOAC, en la encuesta sobre la Eucaristía: –¿cuál es mi práctica y experiencia de la celebración de la Eucaristía? –¿cómo son las misas de mi parroquia? ¿Nos empujan a la vida porque parten de ella también? ¿La vida de mi equipo, es una vida de entrega mutua, para que todos tengan vida? Seguro que, junto a las experiencias, de carencias o gratificantes, salen también las razones, las justificaciones y hasta las excusas; igual que saldrán los agradecimientos, la hondura, y la espiritualidad… No te dejes nada. 1
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C.P.
Comienza poniendo todo eso en manos del Dios del Amor. Disponte con esta oración: LA COPA DEL REINO
Yo me voy. Pero os dejo el Reino. Brindemos juntos, pues, con esta copa, por ese Reino en que nos volveremos a ver, hermanos todos en el gozo, de plenitud de vida compartida. Yo me voy. Es mi sangre de alianza, como sacrificio único posible a fin de que la humanidad alcance la paz como canción definitiva.
Me voy, sí; mas me quedo con vosotros, cada vez que, al amparo de una mesa, se parta el pan y los abrazos múltiples derriben muros de poder altivo.
Es cáliz de mi sangre derramada, con la que hacemos votos por un mundo en que la sangre toda de los justos, en su clamor, empape los caminos de los hombres, desterrando injusticias.
Nunca otro sacrificio necesario será, sino el de cada uno dar su vida sin a cambio pedir más recompensa que la de saberse hijos de un único Padre. ¡Cuidad el Reino que os he entregado en el amor a todos los pequeños, en la atención a aquellos que más sufren, en la esperanza contra todo miedo!
Me voy. Mas podréis siempre encontrarme partiendo el pan, sin que a nadie le falte la conciencia de ser hijo y hermano en el Reino que siempre está viniendo donde dos o más se reúnen en mi nombre.
A. López Baeza 2
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Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Y deja que la Palabra ilumine la vida Jn 6, 51-58: El pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo». Disputaban los judíos entre sí: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?». Entonces Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre». Palabra del Señor MEDITA ESTA PALABRA Un Dios que se come y que se bebe, que se parte y se comparte por amor, que se entrega para ser nuestra comida y nuestra bebida; nuestro alimento, nuestra vida. Que dejándose comer nos habita, para siempre. Este es el Sacramento de nuestra fe. Lo que realmente nos identifica es celebrar la Eucaristía y vivir una vida eucarística, hacerla eucarística. Si no es así, hemos entendido poco. Nada hay hoy más revolucionario en nuestro mundo que vivir eucarísticamente y celebrar la Eucaristía. Frente al consumismo, a la vida superficial, individualista y entretenida que frecuentemente nos atrapa, la Eucaristía solo puede ser celebrada y vivida abriéndose al Dios que trasciende al ser humano. Es testimonio vivo de la Resurrección del Crucificado; es acogida del Dios que quiere que participemos de su vida. Con toda la hondura que esto tiene para la vida de las personas. Frente a la pérdida del sentido de la gratuidad y al predominio de la creencia de que lo que no es eficaz o rentable no tiene valor ni interés, la Eucaristía es la presencia de un Viviente que es don gratuito del Padre a la humanidad. La Eucaristía es sacramento de esa liberación y no puede ser vivida más que en el amor agradecido y gozoso ante la realidad del don de Dios que nos ama. Con todo lo que eso significa sobre el valor del amor y la donación gratuita en la vida de las personas. Frente al hecho de que nos vamos acostumbrando a convivir con la muerte y el sufrimiento de los pobres, como si fuera algo normal e inevitable, la Eucaristía es memoria viva del Crucificado y comunión con Él en todos los crucificados de la tierra. La Eucaristía solo puede ser vivida y celebrada desde una voluntad y un compromiso sinceros de comunión activa en el Crucificado con los crucificados de la tierra. Porque es acción de gracias, es compromiso. “Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” dice el texto evangélico, y los primeros cristianos decían “sin [celebrar la Eucaristía] el domingo no podemos vivir”. Nos queda, seguramente, camino por andar en esta experiencia, 3
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hasta descubrir que tampoco podemos vivir, que no tenemos vida en nosotros, si no es en comunión con Cristo Eucaristía, para poder hacer comunión con Cristo en el otro, para poder hacer de nuestra vida una vida eucarística: que sea acción de gracias, entregada por amor, y signo de aquel en quien creemos, vivimos, y existimos. En la Eucaristía, la Iglesia nos invita a celebrar comunitariamente la vida Nueva que hemos recibido en el Bautismo. Cada Eucaristía es un momento privilegiado para renovar la comunión con Cristo y los hermanos. Al hilo de este evangelio y esta fiesta puedes revisar tu proyecto de vida para preguntarte ¿Cómo ando de vida eucarística? ¿Y de celebración de la Eucaristía? En el fondo es la misma pregunta. VUELVE A TU VIDA, RECONOCIENDO Y AGRADECIENDO AL SEÑOR
Cada vez que te acepto y te recibo, renuevas mis ilusiones fraternas, porque me indicas claramente la ruta para construir una tierra justa y nueva. Cada vez que comulgo contigo, acepto tus ideas radicales, de preferir a los pobres y marginados para gastar mi vida en mejorar la suya. Cada vez que entras en mis adentros, tu espíritu me anima y me sostiene, haces renacer en mí la solidaridad, un talante agradecido y sensibilidad.
Cada vez que me acerco hasta tu altar, estoy reforzando mi amistad contigo, te capto como alguien vivo y cercano y siento tu esperanza y fortaleza en mi interior. Cada vez que me encuentro contigo, mi corazón se ensancha y se dinamiza, me sacas de todos mis pequeños egoísmos Cada vez que comulgo, Señor, y me llenas de tu capacidad de obrar el bien. me llenas de entusiasmo y de sentido y ya no puedo prescindir de tu misión Mari Patxi Ayerra de agrandar mi corazón universal. Y TERMINA, COMO SIEMPRE, OFRECIÉNDOTE
Oración a Jesús Obrero
Señor, Jesús, te ofrecemos todo el día: nuestro trabajo, nuestras luchas, nuestras alegrías y nuestras penas…
María, Madre de los pobres, Ruega por nosotros. 4