Una fotografía ocre, el mismo tono que toma la caña madura, conserva la semilla de un sueño que para Antonio Cano comenzó 50 años atrás. Casado, con dos pequeños hijos en aquel entonces, solo tenía un terreno de 100 metros cuadrados en Mapasingue. "Fue un sábado y en menos de dos horas ya había una casa allí. Y la gente que pasaba se quedaba asombrada y preguntaban en qué momento hicieron esa casa, porque todo era prefabricado, en madera y caña guadúa" cuenta Cano. El padre Francisco García Jiménez, recordado como tío Paco, fue quien plantó la semilla...