"Roberto, El Afortunado" HNO ROBERTO COSTA PRATS, (VALENCIA, 1935 - Quito 2018) Por Katia Murrieta, Noviembre 2020. días, ni nada que tuviese una limitación para repartir su “pan” a manos llenas: Alborozo, alegría, solidaridad, nobleza, lealtad con los más necesitados y un trabajo sin límites para llevar a aquellos lo que pensaba que debía darles. Nunca vimos en su rostro ninguna señal que hubiese opacado la ruta que se había trazado por dentro, -ni siquiera cansancio, aun con el cáncer a cuestas- desde su tierra española, hasta aquí, su segunda Patria, que lo acogió y abrigó como suyo, y, él, como su pertenencia.
entirse afortunado por tener la oportunidad de ayudar a los demás no es privilegio de muchos. Muy pocos, como el Hermano Roberto, pueden llevar y sentir la gracia de Dios en sus entrañas y dedicar la vida entera al servicio de los demás. El decía que era afortunado por eso, porque hacía lo que el alma le pedía desde muy hondo, y, casi sin percatarse, llevó a cuestas, como Jesucristo, la huella del dolor de los más desvalidos, de los “sin techo”, como él los llamaba, de aquellos que solo poseían su sombra. No h a b í a horas, ni
Nadie podía quedarse con el brazo extendido pidiendo lo que la fortuna no le había concedido. Su pasión era servir, con el regocijo de hacerlo amando lo que hacía y amando a quienes lo recibían. Nadie pudo haber puesto en su camino algo que le hubiese impedido darse y cumplir el precepto bíblico de “amar al prójimo como a sí mismo”. Nadie nunca pudo haber osado interponerse en esta vida que el Hermano Roberto escogió y cumplió hasta el último de sus días, con una sonrisa que encendía su rostro, irradiando alegría por lo que hacía, sin mientes, sin pensar, siquiera, que podría ser, a ratos, un sacrificio.
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