La Hoja PARROQUIAL
30 de agosto de 2020
SEGORBE·CASTELLÓN
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La celebración de la fe cristiana no es virtual, sino presencial y comunitaria Una vez finalizado el estado de alarma derivado de la crisis del Covid-19, y manteniendo las debidas medidas de higiene y de seguridad para evitar el contagio y la propagación del virus, la Iglesia anima a los fieles a participar de modo presencial en la celebración de la Eucaristía, especialmente los domingos, así como a retomar la actividad ordinaria de las parroquias y comunidades. Durante los meses de confinamiento, a pesar de haber tenido la posibilidad de vivir las misas y otras celebraciones a través de la televisión y de varias plataformas virtuales, en la carta del 9 de mayo, el Obispo, D. Casimiro López Llorente, decía que «ha sido muy doloroso tener que celebrar la Semana Santa, el Triduo Pascual, la Pascua o la Eucaristía dominical o diaria sin la presencia física de vosotros, nuestro pueblo de Dios». (Continúa en la página 2)
La noticia de la semana: Jubileo de la Siervas de Jesús de la Caridad
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Punto de mira (Viene de portada)
Bendición Urbi et Orbi extraordinaria del 27 de marzo
Y es que, sin lugar a dudas, en este caso la tecnología ha sido una gran aliada de la fe durante todo este tiempo tan difícil y complicado. Pero también es cierto que la vida de la Iglesia es presencial, no virtual: «Dispongámonos para retomar con más fuerza la vida en nuestras parroquias y comunidades. La celebración de la fe cristiana no es virtual, sino presencial y comunitaria», añadía nuestro Obispo.
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También, en las Disposiciones del 10 de julio, D. Casimiro nos decía que «La Eucaristía es el centro y la fuente de la vida cristiana, que pide su celebración presencial. Es la hora de que todos los creyentes católicos nos encontremos como Pueblo de Dios alrededor del Altar, escuchando con filial obediencia la Palabra de Dios y participando de la Sagrada Comunión, presencia real de Jesucristo resucitado, donde podemos encontrar la fuerza que necesitamos para ser verdaderos discípulos del Señor». Así lo expresó, ya en el S.IV, San Juan Crisóstomo: «También puedes orar en casa; sin embargo no puedes orar igual que en la iglesia, donde son muchos los reunidos, donde el grito de todos se eleva a Dios como desde un solo corazón. Hay en ella algo más: la unión de los espíritus, la armonía de las almas, el vínculo de la caridad, las oraciones de los sacerdotes» (De incomprehensibili Dei natura seu contra Anomoeos). Y también el Catecismo de la Iglesia Católica, en el nº 2180 reza: «El mandamiento de la Iglesia determina y precisa la ley del Señor: “El domingo y las demás fiestas de precepto los fieles tienen obligación de participar en la Misa”. “Cumple el precepto de participar en la Misa quien asiste a ella, dondequiera que se celebre en un rito católico, tanto el día de la fiesta como el día anterior por la tarde”». A no ser que los fieles «estén excusados por una razón seria (por ejemplo, enfermedad, el cuidado de niños pequeños) o dispensados por su pastor propio. Los que deliberadamente faltan a esta
obligación cometen un pecado grave» (CIC, nº 2181). Y esta misma fue la invitación del Obispo, D. Casimiro, en la carta antes mencionada: «Invito de nuevo a las personas mayores, enfermas o en situación de riesgo a que sigan la Santa Misa desde sus casas a través de la televisión y otros medios de comunicación, dedicando un rato a la lectura de la Palabra de Dios y a la oración; pido a los sacerdotes que les ofrezcan y les lleven, si así lo desean, la Sagrada Comunión a sus domicilios, tomando las medidas de prevención establecidas». Prudencia sin miedo Es verdad que hay fieles que pueden temer al contagio, y por eso deciden, en su libertad aunque sin razón seria para ello, no asistir a la Santa Misa. En este sentido cabe recordar las palabras del Papa Francisco con motivo de la Bendición Urbi et Orbi extraordinaria del 27 de marzo (acceso al texto y video capturando el código QR adjunto), en las que dirigiéndose al Señor decía:“Bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no tengamos temor. Pero nuestra fe es débil y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repite de nuevo “No tengáis miedo” (Mt 28,5) y nosotros, junto con Pedro “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque Tú nos cuidas" (1ª carta de Pedro 5,7). Lo cual no significa que debamos bajar la guardia, y que en la celebración del culto público y en otras actividades pastorales en las iglesias, templos y locales, no debamos seguir aquellas medidas de precaución indicadas por las autoridades sanitarias, así como las “Disposiciones de prevención para la celebración del culto público y tareas pastorales en la Diócesis de Segorbe-Castellón después del cese del estado de alarma” (10 de julio), pues son necesarias para evitar el contagio y la transmisión de la enfermedad, ya que la pandemia del virus Covid-19 aún sigue presente entre nosotros.
La noticia de la semana Jubileo de las Siervas de Jesús de la Caridad: 150 años de amor y sacrificio
El 25 de julio de 1870, Santa María Josefa del Corazón de Jesús, con el apoyo del sacerdote Mariano José de Ibargüengoitia, fundó la congregación de las Siervas de Jesús de la Caridad. Ciento cincuenta años después, en Bilbao se ha abierto el año jubilar por el aniversario de la fundación. Las celebraciones quedarán condicionadas a la situación sanitaria. Sin embargo no deja de ser significativo que el aniversario coincida con una época de pandemia, ya que su carisma es el cuidado del enfermo. Queda de manifiesto la actualidad del lema de la fundadora: amor y sacrificio. La misma Santa María
Josefa fue quien fundó la casa de Castellón en 1887. Hasta hace dos años aún seguían acompañando a enfermos de la ciudad, pero actualmente su misión está centrada en atender a las religiosas mayores. Como en el resto de iglesias y capillas de la congregación, se puede ganar la indulgencia plenaria. Cada día se celebra la Eucaristía a las 8:30h de la mañana, y mantienen la Hora Santa que iniciaron durante el confinamiento a las 16:30h de lunes a viernes. La madre Alba Montoya, superiora de la comunidad de 13 religiosas en la Plana, explica que una gracia que la congrega-
ción espera obtener en este año jubilar es la beatificación de su cofundador: "El 12 de julio, pocos días antes del inicio del Jubileo, se aprobaron las virtudes de Mariano José de Ibargüengoitia y Zuluaga, por lo que ahora ya es venerable". La fundadora, Santa María Josefa, fue canonizada por San Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000 y su fiesta es el 18 de mayo. Desde su carisma, la madre Alba Montoya reivindica la importancia de valorar el sufrimiento, en especial en un tiempo como el actual: "En los colegios y en las universidades nos enseñan muchas cosas, pero el sufrimiento
La primera guardería de Europa El carisma de la Siervas de Jesús de la Caridad se centra en los enfermos, pero han abierto su campo de apostolado a los mayores y a los niños: "La primera guardería fundada en Europa fue la que creó nuestra Madre en 1889 en Tolosa, para los hijos de los mineros
y pescadores", explica la superiora de Castellón. La congregación está presente en 18 naciones de cuatro continentes. En el 2000 se creó una asociación de laicos vinculados al carisma de las Siervas, y en 2009 la rama masculina de Siervos de Jesús.
es un tema ausente", advierte. Sin embargo, asegura, "es una realidad que está con nosotros y forma parte de la existencia humana". Lejos de una mirada resignada, las Siervas de Jesús ven en el dolor la ocasión de tomar conciencia de la fragilidad humana, abrirse a la trascendencia y sacar lo mejor de nosotros mismos: "Buscamos valores estables, y el sufrimiento nos ayuda a valorar lo que verdaderamente merece la pena en esta vida. Podía querer tener una buena casa, pero cuando sufro lo que de verdad me importa es que la persona que quiero esté a mi lado acompañándome".
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«El que pierda la vida por mí la encontrará» XXII Domingo del Tiempo Ordinario (2ª Semana del Salterio)
EVANGELIO Mt 16,21-27
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PRIMERA LECTURA Jer 20,7-9
SALMO RESPONSORIAL Sal 62
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.
R. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Yo era el hazmerreir todo el día, todos se burlaban de mi. Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando: «Destrucción.» La palabra del Señor se volvió para mi oprobio y desprecio todo el día. Me dije: «No me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no podía.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. R. ¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. R. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. R.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. R. SEGUNDA LECTURA Rom 12,1-2 Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios; éste es vuestro culto razonable. Y no os ajustéis a este inundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir lo que es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.
En aquel tiempo, empezó Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: -«¡No lo permita Dios, Señor! Eso no puede pasarte.» Jesús se volvió y dijo a Pedro: -«Quítate de mi vista, Satanás, que me haces tropezar; tú piensas corno los hombres, no como Dios.» Entonces dijo Jesús a sus discípulos: -«El que quiera venirse conmigo, que se niegue a si mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»