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LEÓN CARTAGENA VIAJA DEL DOLOR AL DOLOR EN ‘GEOGRAFÍA DEL HAMBRE’

Por Irma Idalia Cerda

Todos los seres humanos hemos experimentado el hambre física, aquella que surge por la falta de alimento; también padecemos el hambre de justicia, debido aquellos que siempre tienen hambre de poder.

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En “Geografía del Hambre”, León Cartagena (Los Mochis, Sinaloa,1978) dedica 65 poemas a esta necesidad básica que produce frustración, ansiedad, debilidad; pero en este caso, el hambre le dio rienda suelta a la inspiración. Con metáforas certeras, el autor se muestra vulnerable al plasmar lo que sucede cuando no hay nada en el estómago, pero también cuando hay un vacío en el alma.

“Cuando empecé a trabajar en este poemario, yo estaba escribiendo sobre otra cosa y el tema este salía de manera recurrente, porque estaba pasando por una situación de desempleo, y mi esposa y yo habíamos programado que más o menos duraría un año, pero se extendió un poco más.

“De inicio era una cosa del hambre física, y hacía referencia al hambre del estómago, pero me empecé a dar cuenta que eso mismo apuntaba a otras esferas, pues cuando tenemos hambre, nos afecta a las cosas sentimentales, lo que sucede en la sociedad, al igual que las cosas que hace nuestro gobierno”, manifestó.

En el poema “Aún vive en mí”, Cartagena expresa: “Aún vive en mí el desierto que hierve enfermo de muertos sin nombre, pero poseen miles de rostros y supuran en el mar de tierra seca sudores de ansiedad, una fría mordida de gusanos”.

“En este poema hablo sobre el hambre de las cosas inútiles, es decir, en un estado como el nuestro que está muy cerca de la delincuencia organizada, donde el hambre de las cosas inútiles se resuelve de manera muy fácil, aunque los efectos de esa solución sean terribles”.

En ese sentido, el escritor sinaloense consideró que hay cierta apatía entre la población en cuanto a la problemática actual de violencia e inseguridad que se vive en varios estados del país.

“Creo que en los últimos tiempos las revoluciones como que se han aplacado, la comodidad nos ha hecho sentarnos a ver desde los teléfonos -ya ni siquiera por la televisión- realidades paralelas en las que nos conviene estar sin necesidad de actuar.

“Mi amigo Élmer Mendoza dice que en Sinaloa estamos a cinco personas de conocer a un narcotraficante, y todos podríamos señalar donde vive alguno por lo menos, pero (decimos) mientras eso a mí no me afecte, prefiero no meterme en esos problemas”.

Recordó que cuando cursaba la preparatoria en su ciudad natal, era muy fácil sumarse a las filas del crimen organizado y cometer actos atroces para satisfacer las necesidades materiales.

“Uno podía pertenecer a estos grupos a cambio de saciar el hambre de estas cosas inútiles para tener cosas que no podías pagar como una camioneta, entre otros lujos, y digamos que la sociedad se volvió permisiva con ese tipo de cosas.

“Este libro no es un libro digamos de denuncia, más bien es un libro vivencial, sobre las cosas que he visto y que me ha tocado vivir”, afirmó el también autor de cuentos infantiles como “Ana y la máquina del tiempo”, “La Furia busca capitán” y “Nazario y la tortuga mágica”. Confesó que el poema que más le costó escribir es “Entre dos aguas”, el más largo de “Geografía del Hambre”.

“Todo en mí se desmorona. También la abultada pena y la bestia atroz del desamparo tienen un lado flaco y tullido, donde las palabras estrangulan el gaznate y las venas crepitan al hincharse de una soledad espesa”, se lee en la primera estrofa.

La frustración, el hartazgo, la tristeza, merodeaban al poeta, pero en medio de todo eso, encontró una motivación para escribir, pensando en sus hijos y su esposa, y fue su amor por ellos que transformó ese dolor en poesía.

“En esos momentos de frustración yo decía :¿de qué sirve que escriba poesía? ¿de qué sirve que lea tanto? es inútil todo lo que siento, lo que pueda poner un papel porque no me re- suelve nada.

“Entonces, casi todo el diálogo iba hacia adentro, porque uno intenta fingir para sus hijos, esposa, los otros, una especie de bienestar; para que la gente no se dé cuenta de la tragedia que sucede ahí dentro, pero siempre todo esto era pasado por el filtro del amor, que me sostenía, y me trasladaba a mis afectos, a mi familia”, aseveró.

El Ronroneo De Tripas

Sobre la portada del libro, León Cartagena comentó que le sorprendió gratamente el diseño de un gato atigrado dormido plácidamente sobre una mesa.

“Lo del gato considero que fue un accidente feliz, muy acertada la elección de la portada que hicieron en la Universidad Autónoma de Nuevo León, y estoy muy agradecido porque le dieron un espacio en la Colección de Poesía a mi libro”.

El primer poema se llama Taxonomía, que es una explicación sobre lo que es el hambre física para León: “Ronronea mientras come tu carne desde adentro, tenaz mordisco, garras con un filo de mirada ¡Oh! animal, cimbras todo con tus anchas patas”.

“Yo hago esta metáfora del hambre con el gato, porque nos ronronea la panza cuando tenemos mucha hambre y nos avisa que ya debemos comer”, explicó quien obtuvo el Premio Nacional de Poesía de la Universidad Autónoma Indígena de México (UAIM) en 2002. v

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