4 minute read
1. Introducción
1. Introducción
El cultivo de la patata sufre graves pérdidas económicas a nivel mundial ocasionadas por las plagas del complejo de las polillas de la patata, formado por las especies Phthorimaea operculella, Symmetrischema tangolias y Tecia solanivora (Sánchez-Aguirre y Palacios, 1995). Mientras que P. operculella tiene una distribución cosmopolita T. solanivora y S. tangolias presentan una distribución más restringida. De hecho, esta última no se encuentra presente en Europa (Carrillo y Torrado-Leon, 2013). Aunque el daño de las tres polillas de la patata es similar, T. solanivora se considera una de las plagas invasivas más importantes en este cultivo, pudiendo llegar a tener efectos devastadores en las áreas infestadas. El nombre de polilla guatemalteca de la patata se debe a que su origen se sitúa en Guatemala (1970), desde donde se extendió al resto de Centroamérica: Costa Rica (1973), Panamá (1973), Venezuela (1983), Colombia (1985) y Ecuador (1996). En España se detectó en las Islas Canarias en Tenerife en 1999, y en 2015 fue detectada en Galicia, desde donde llegó en poco tiempo al Principado de Asturias. La ausencia de manejo de la plaga puede suponer la pérdida de más del 50% de la cosecha en campo y del 100% en almacén (Trujillo y Perera, 2011). En Canarias, no sólo se han producido reducciones de la superficie de cultivo, sino también un aumento de los gastos debido a su gestión. De no controlarse la plaga podría producirse un colapso de la producción local de la patata, así como también la posible pérdida de cultivares históricamente importantes (Carnero et al., 2008). En la península ibérica es necesario controlar esta plaga para evitar su expansión en el territorio, y de allí al resto de la Unión Europea, donde está regulada como un organismo nocivo de cuarentena (lista A2).
Los daños de T. solanivora son provocados únicamente por las fases larvarias durante su alimentación y desarrollo exclusivamente en el tubérculo, donde excava galerías superficiales (Figura 1) y deja orificios de entrada y salida. Estos orificios, junto con las excretas, favorecen la entrada y ataque de microorganismos, produciéndose la pudrición del tubérculo (Vigil-Cando, 2017). Una vez infestadas, las patatas no pueden comercializarse, ni son aptas para consumo humano, industrial, animal o como semilla, lo que ocasiona perjuicios económicos considerables (Carrillo y Torrado-Leon, 2013; Karlsson et al., 2017; Trujillo y Perera, 2017).
Figura 1. Galerías T. solanivora. Fuente: Trujillo y Perea (2017)
Actualmente, el control con productos fitosanitarios en campo ha demostrado ser ineficaz a niveles económicamente aceptables para los agricultores (Perera et al., 2009). Esto es debido al ciclo de vida de T. solanivora que, a diferencia de las otras polillas de la patata, no ataca a la parte aérea de la planta, sino que pasa la mayor parte del tiempo bajo el suelo, en estado larval
alimentándose del tubérculo o en estado de pupa cerca de la superficie del suelo (Gavara et al, 2022a; Torres, 1998) (Figura 2). Por ello, los plaguicidas de contacto tienen un efecto muy limitado, mientras que los plaguicidas sistémicos serían peligrosos tanto para el medio ambiente como para la salud del consumidor (Niño, 2004; Torres, 1998). En consecuencia, en la actualidad su manejo se basa en técnicas de cultivo durante todo el ciclo y trampas de feromonas. Por su parte, en almacén las papas están expuestas y la oscuridad típica de estas instalaciones es beneficiosa para la actividad de las polillas adultas (Herrera, 1998). En esta etapa el control químico tiene una aplicación muy limitada debido a que la mayoría de insecticidas no son seguros para el consumo humano (Keasar y Steinberg, 2008). De hecho, actualmente no hay plaguicidas autorizados para su uso en condiciones de almacenamiento (Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, 2021). Estas limitaciones e ineficacia de los tratamientos químicos descritas, en el manejo de la plaga ha orientado los esfuerzos hacia la búsqueda de alternativas como el control biológico.
Figura 2. Estadios de T. solanivora y su duración. Fuente: Imagen modificada a partir de Rivera y Aragón (2012)
Al tratarse de una plaga de nueva introducción, T. solanivora no presenta enemigos naturales autóctonos específicos lo que, ligado a unas condiciones ambientales favorables y la ausencia de un control químico eficaz, ha permitido el rápido crecimiento y establecimiento de sus poblaciones. Ante esta situación, es necesario abordar la búsqueda de enemigos naturales que puedan ejercer un control biológico esta plaga (Espinel et al., 2009; Rincón, 2002). Se han documentado especies que actúan como enemigos naturales sobre huevos y larvas de T. solanivora, habiéndose encontrado tanto parasitoides como depredadores, así como nemátodos parásitos y patógenos. No obstante, se desconoce su grado de influencia en las poblaciones de la plaga y se conocen pocos de ellos que puedan desempeñar un papel significativo en el manejo de ésta (Carrillo y Torrado-Leon, 2013; Niño, 2004; Vigil-Cando, 2017). Algunos de los agentes de control biológico evaluados en Sudamérica han sido el granulovirus Phthorimaea operculella granulovirus (PhopGV) (Espinel et al., 2009; Zeddam et al., 2003), los parasitoides Copidosoma koehleri (Blanchard, 1940; Torres, 1998) y Trichogramma lopezandinensis (Sarmiento, 1993; Rubio et al., 2004) y los depredadores generalistas Lyctocoris campestris (Parajulee y Phillips, 1993) y Buchananiella contigua (White, 1880). No obstante, estos organismos o no están presentes las Islas Canarias o carecen de disponibilidad comercial u autorización (Gavara et al., 2022b; Gavara et al., 2021a). En este sentido, la Unidad de Protección Vegetal del Instituto Canario de Investigaciones Agrarias (ICIA) trabajó en