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AREÍTO
Sábado 10 de diciembre de 2016
HOY
Mujeres dominicanas atormentadas
Leonor Feltz: Correspondencia con Pedro Henríquez Ureña (6)
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al como Leonor Feltz (LF) se lo solicitó a Pedro Henríquez Ureña (PHU)en la primera carta del 19 de febrero de 1901, en la que le remite el 8 de abril de ese mismo año se refiere –una especie de acuse de recibo– a la lectura que ha hecho de los libros que el joven discípulo, estante en Nueva York, le ha enviado a la madre sustituta: «Poe ‘el New York’ no pude escribirte pues estaba mui ocupada con las costuras de la Santa Semana.»(Bernardo Vega. Treinta intelectuales dominicanos escriben a Pedro Henríquez Ureña. Santo Domingo: Academia Dominicana de la Historia, 2015, p. 65). Esta primera frase libera una información adicional sobre la vida cotidiana de LF. Aparte del negocio del ventorrillo y la docencia en la escuela primaria, también se dedicaba a la costura como medio de vida complementario. Son todas esas ocupaciones, indispensables para el mantenimiento de la familia, las que le restarán tiempo para la lectura y la escritura y provocarán que abandone poco a poco el gusto por la literatura: «Una vez pasado el exceso de trabajo, reanudo mis lecturas. Hasta ahora he leído poco: lo que mandaste de Ibsen i de D’Annunzio, la Dama del mar, El enemigo del pueblo, Ídolos rotosí. La rosa de la tarde que aún no he terminado.» (BVega, 65). El editor aclara que de estas obras citadas por LF, Ídolos rotos es de Manuel Díaz Rodríguez y Las rosas de la tarde de José María Vargas Vila y el resto pertenece a D’Annunzio, nombre que por cierto no ha sido bien escrito por la maestra y tampoco coloca ella coma delante de tarde, aunque habría que examinar la carta original para saber si son faltas atribuibles a ella.
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Un promotor, con o sin ética, un persistente o un trabajólico difícilmente dejan para después lo que tienen que hacer a su hora. El postergar conduce casi siempre a la obtención de malos resultados
Cuando LF le comenta a PHU la obra Vírgenes de la roca, de D’Annunzio, basada en el cuadro de Leonardo da Vinci, los términos que usa la corresponsal son los de la estilística del sigloXIX: «Para mí tiene ese poema un encanto i una poesía indefinibles (sic) que lo hacen adorable.» (BVega, 65). Todas las reflexiones sobre obras leídas por LF tendrán este sello subjetivista. Solo interesan, para un estudio del gusto literario a finales del siglo XIX y principio del XX, los títulos de las obras. LF comenta la novela de Díaz Rodríguez: «Ídolos rotos» es una novela conceptuada por Tumeta (sic) como la mejor novela americana. En mi concepto, como novela, son superiores otras: La charca, por ejemplo [novela del boricua Manuel Zeno Gandía, DC]. Hai en ella, sin embargo, una pintura majistral del medio, de ese medio que tanto es Venezuela, como Santo Domingo, como la mayor parte de los países hispano-americanos.»(BVega, 66) El Tumeta con sic del editor, es Zumeta. Dos datos más, importantes para la historia literaria: el primero, la solicitud de LF a PGU para que le envíe alguna colaboración para la Revista, sin especificar cuál, pues el contexto entre ambos provee la información, que sin duda es la Revista Letras y Ciencias, dirigida por el tío de PHU, don Fed y para la que colabora, también con artículos y trabajo, la maestra. La otra es la información que LF le ofrece a PHU sobre la evolución del salón Goncourt: «Tulio [Manuel Cestero, DC] se ha agregado á los contertulios i nos visita con frecuencia. Me dice que te escribe i me complacer ver que hace de ti merecida apreciación» Durante la primera ocupación militar norteamericana al país, Cestero, autor de La sangre, será uno de los brazos derechos de Francisco Henríquez y Carvajal, junto a Fabio Fiallo, de la lucha nacionalista. Pero todo ese fervor se desvanecerá a partir del 16 de agosto de 1930. Más interesante que las dos misivas anteriores a PHU, resulta esta tercera, porque libera una faceta de la personalidad de LF que, como mujer muy atormentada y pesimista, incluso me atrevo a adelantar, por el
Pedro Henríquez Ureña
semantismo de su discurso epistolar, depresiva, nos brinda ella, al hacerle a su alumno predilecto, la siguiente confesión: «Consecuente en [con, DC] mi manía de aplazarlo todo mientras tengo delante algún tiempo, dejo para última hora tus cartas. De ahí que ellas, de suyo pobres é insulsas, resulten por la premura del tiempo más cortas i aún vacías.» (BVega, 76). Este final es una manifestación clara de auto desvalorización ante un imberbe a quien considera superior. Mal pronóstico para LF. ¿Qué significa ser postergador o postergadora? ¿Se capta bien la expresión que vengo escuchando desde la segunda mitad del siglo XX y los años que van de este en el sentido de que el dominicano lo deja todo para último momento? El dominicano, no; la abrumadora mayoría. ¿Ser postergador o postergadora [procastinator, DC] es un rasgo de la sicología de esa abrumadora mayoría de dominicanos? Según los sicólogos y siquiatras, sí. Pero principalmente de quienes tienen una personalidad soñadora, rebelde o reactiva. Un promotor, con o sin ética, un persistente o un trabajólico difícilmente dejan para después lo que tienen que hacer a su hora. El postergar conduce casi siempre a la obtención de malos resultados. Como los
que obtendrá LF en la vida. Para los postergadores, la vida no es urgente. Obran a su aire. Exigen a los demás lo que no se exigen a sí mismos: «Tus cartas, por el contrario[,] me complacen en extremo (…) Veo reflejado en ellas tu espíritu sereno i elevado, tal como lo he juzgado siempre. No tienes el derecho de privarme de ellas; i exijo en gracia de la amistad que[,] aunque yo deje por cualquiera circunstancia de escribirte, no te desligues de ese deber que te impone mi cariño.» (BVega, 68). Luego de comentarle a PHU su opinión sobre distintas obras que ha leído, añade varios datos literarios interesantes y uno sobre su carácter, un tanto esbozado supra:«Recuerda que yo soi impresionable i que me enamoro apasionadamente de ciertas obras.» (BVega, 68). Esta información significa quizá que comienza a despertar entre los escritores la manía de publicar obras como ideología del mérito para acceder a posiciones burocráticas en un Estado de incipiente capitalismo y donde los intelectuales sienten que ya principia a resquebrajarse su estatuto social:«Por aquí ha entrado ahora el afán de publicar libros i se habla de unos cuantos en preparación. Hasta yo (…) voi á sorprenderte el mejor día con la publicación de un folleto (?)» Finalmente, LF celebra el triunfo de Mercedes Mota en la Exposición Panamericana de Búfalo, Estados Unidos, donde pronunció un discurso sobre la situación de la mujer en su país, pero concluye con estas palabras, atormentada al fin y al cabo por la condición humana:«Ella acaba de probar que el propio esfuerzo i la buena voluntad se abren paso en todos los medios. Desgraciadamente mui pocas de nuestras mujeres harían lo que ella.» (BVega, 68-69). Y LF, debido a su particular condición de mujer atormentada, se adhirió a la ideología de un feminismo al estilo del positivismo armónico aclimatado por Hostos en nuestro país y que Salomé Ureña practicó, pero que devino en feminismo paraoficial durante la dictadura de Trujillo.
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