Aporte
AREÍTO
Sábado 10 de diciembre de 2016
HOY
Cómo funciona la política exterior estadounidense
y el triunfo de Trump El triunfo de Donald Trump en las elecciones estadounidenses es el resultado que vemos nítidamente reflejados en el colapso del sistema económico que implicó la globalización neoliberal (produjo más pobres, eliminó clases medias, y confirió primacía al sector financiero). Tuvo hitos importante, como el arribo a gobiernos de personalidades conspicuas de ese fundamentalismo económico financiero depredador, como fueron Margaret Thatcher y Ronald Regan, y que tuvo momentos estelares con la caída del muro de Berlín, la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), y en la caída estrepitosa del sistema financiero capitalista en el 2008.
POR IVAN GATÓN
A
nte el cambio y los enigmas que despierta la figura de un futuro presiente atípico como Trump, debemos tomar en consideración cuáles son los mitos y valores que sostienen la política exterior de los Estados Unidos de América, y que podrían permitir a los lectores de su periódico una idea más esclarecedora sobre este tema: La política exterior estadounidense tiene como ejes fundamentales, o principales actores, al Poder Ejecutivo y el Legislativo. A los fines de tener una visión holística de la Política Exterior estadounidense, es imprescindible partir de la idea que ellos asumen: pueblo especial, con destino especial, escogido por Dios, argumento que forma parte de un mito que surgió desde los albores de su independencia. Un elemento central de esa mitología era la creencia en la bendición de la Providencia. Sobre esta visión, el académico Peter Smith, plantea: Era Dios en el cielo, no sólo mortales terrenales, quien honraba a la sociedad norteamericana con sus virtudes y propósito. La búsqueda de grandeza nacional no era, por tanto, una cuestión de elección. Se trataba de una obligación sagrada. Así, como los españoles del siglo XVI se convencieron de que estaban llevando a cabo la voluntad de Dios, los americanos del siglo XVIII se convencieron de lo mismo y persuadieron a sus descendientes. Era para ellos necesario actuar de la forma en que lo hicieron, de otra manera habrían cometido un sacrilegio y traición”. “El destino Manifiesto” sirve de sostén a la creencia del país “excepcional”, y cuyas pautas deben ser tomadas por otras naciones, es una visión misionera enraizada en aquella población de peregrinos puritanos que llegaron a las costas de Massachussetts, huyendo de la persecución religiosa en Inglaterra, en el Mayflower, y que ha permitido, desde su génesis como nación, justificar una filosofía nacional de “nación elegida” y de “excepcionalidad virtuosa”. Ha sido bajo esta peculiar cosmovisión que han sido justificadas acciones como la expansión hacia el oeste americano, a costa de los nativos, las anexiones de Texas, Oregón, California, y Nuevo México, así como también la posterior incorporación de Alaska (comprada a los rusos), Hawaii y las Filipinas, y más recientemente, las intervenciones en Afganistán e Irak. Los principales valores que caracterizan la vida de los estadounidenses son: el individualismo y la moral, la libertad, la democracia, la igualdad, la ética del trabajo (abordada por Max Weber en su obra La Ética Protestante) y la educación, así como el compromiso de luchar contra el mal. Samuel Huntington, ex influyente director del Instituto Ollin de Estudios estratégicos de la Universidad de Harvard, en su última obra, titulada ¿Quiénes Somos?, les agrega los siguientes:
1-Raza anglosajona 2-Pertenencia étnica 3-Cultura formada por una lengua (el inglés) y una religión (el protestantismo) 4-Ideología, basada en la libertad y la igualdad del hombre
Un análisis, del devenir histórico de las relaciones de los Estados Unidos de América con otros países, demuestra que sus ideas y mitos parten de la premisa de estar cumpliendo con una “cruzada moral”, es decir, la visión maniqueísta de la lucha del bien contra el mal -tomada del zoroatrismo persa-, para defender valores como la libertad, la democracia, y la seguridad del mundo, y finalmente: el de la nación fuerte que protege a los pueblos más débiles, como sucedió en la guerra hispanoamericana en 1898. El contrapeso de poderes (checks and balances), es una característica fundamental de la democracia estadounidense, y en política exterior se ve representada en el rol del congreso que es quien tiene el poder para declarar la guerra, y es el responsable de aprobar los proyectos de leyes que determinan el carácter general de la política exterior de los Estados Unidos. Tras la guerra fría, el breve espacio de hiper hegemonía estadounidense, y teniendo como colofón la grave crisis económica que mengua a occidente, nuevos actores inciden de forma decisiva en el escenario político internacional, como es el caso de países como Brasil, Rusia, la República Popular China e India, en menor medida , pero considerados pivotes estratégicos: Irán y Turquía, dando nuevo matices a los desafiantes retos que acucian al planeta, y contextualizándolos en la justa dimensión de una responsabilidad global, ante retos mundiales. El mundo multipolar es una realidad sin
precedentes, desde los albores de la conformación de las grandes civilizaciones humanas, entrañando en su esencia nuevas relaciones de fuerzas, modificando el conjunto de geopolíticas y las sempiternas problemáticas internacionales. Con relación a los pronunciamientos del Presidente electo sobre Rusia, y los principales temas de la dinámica y compleja política internacional actual, la explicación viene dada en la aceptación del equilibrio de poderes de parte de las potencias mundiales, en un nuevo marco que ha sido determinado por el multilateralismo, su administración deberá tomará tomar en cuenta el cambio inusitado, que desde los albores de la civilización humana ha tenido las relaciones entre los hegemones, y las implicaciones en el sistema.
En síntesis Internacional.
El Presidente electo de la primera potencia militar mundial no podrá abstraerse del grado imperativo que ya posee, en estos primeros años del siglo XXI, el multilateralismo de las relaciones internacionales, que marca las pautas a seguir por los Estados nacionales, y donde los principales actores de las relaciones internacionales tienen altos niveles de interdependencia, con un mayor nivel de conciencia sobre los retos que deben enfrentar, y por ende, deberán ser asumidos con una visión común de destino.
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