Areíto 20 de febrero, 2016

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Areíto

Zona de la Cultura y de las ideas

www.hoy.com.do Editor: Bavegado Diseño: Aimée Piccirillo SÁBADO 20.02.2016

MU KIEN SANG BEN

El premio de Vargas Llosa: una opinión

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Angela Hernández (Premio Nacional de Literatura 2016)

Páginas 3 - 7

OBRAS LITERARIAS

1997

Libros de poesía: 1994: Arca Espejada 1998: Telar de Rebeldía 2006: Alicornio, 2006 2012:Oniria Imagen y Poesía

2001

Premio Anual de Cuento

Premio Cole a la novela cortaa

Portada: Oniria Imagen y Poesía

2005

2012

Premio Anual de Poesía

Premio Anual de Cuento

Novelas 2003: Charamicos 2004: Mudanza de los sentidos 2007: Metáfora del cuerpo en fuga 2013: Leona o la fiera vida Portada: Charamicos Ensayos 1986: Emergencia del Silencio La mujer en la educación formal, 1986 2003: La escritura como opción ética 2009: La mujer en la historia dominicana.

Ha sido durante años consultora para organismos internacionales y entidades de la sociedad civil en temas de género, educación, planificación y medio ambiente

Angela Hernández nació el 6 de mayo de 1954, en Buena Vista, Jarabacoa

Graduada de Ingeniera Química en la UASD

(Coautora con Orlando Inoa)

Portada: La escritura como opción ética Libros de cuentos 1989: Alótropos 1993: Masticar una Rosa 1998: Piedra de Sacrificio 2013: La secta del crisantemo 2011: El peso del rocío

Durante 10 años fue catedrática del Departamento de Ingeniería Química de la UASD

Portada: La secta del crisantemo

ALGUNAS DE SUS OBRAS EN PINTURA Y FOTOGRAFÍA AFICIONES: Fotografía

Cine Pintura

Desconocido

Manuscrito I

Manuscrito II

Serie Manuscrito del Ojo No.9

Serie Poética de lo Nimio No.29

FUENTE: Investigación HOY/ FOTOGRAFÍA: Cristabel Sosa

Serie Poética de lo Nimio No.78 Info Hoy

Buen escribir y buen vivir

¿Existe una literatura

Detalles de realidad y poética cotidiana

El ministro de Cultura, José Antonio Rodríguez, pondera el premio otorgado a la escritora Angela Hernández, de la que dijo que es una persona de quien es difícil disociar su buen escribir de su buen vivir. Página 3

El escritor José Alcántara Almánzar, asesor de la Fundación Corripio, expresó que la galardonada con el Premio Nacional de Literatura 2016 es una mujer de su tiempo, con una gran conciencia de sí misma y de su entorno. Página 3

Trabajadora permanente, con un espíritu creativo que aborda múltiples géneros a través de una dinámica que no para, yo celebro con admiración y alegría este Premio Nacional de Literatura que hoy se le otorga a Ángela Hernández. Página 4 - 5

FEMENINA?


HOY

AREÍTO

Sábado 20 de febrero de 2016

Zona Areíto

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Edmund Burke (Filósofo, escritor y político irlandés) Ningún grupo puede actuar con eficacia si falta el concierto; ningún grupo puede actuar en concierto si falta la confianza; ningún grupo puede actuar con confianza si no se halla ligado por opiniones comunes, afectos comunes, intereses comunes.

ENCUENTROS

Mu-Kien Adriana Sang

El premio de Vargas Llosa: una opinión Permítanme ante todo agradecer a la Universidad de Salamanca por honrarme con este Doctorado Honoris Causa que me incorpora de manera simbólica a sus claustros. Es para mí una enorme responsabilidad intelectual formar parte de la universidad en activo más antigua de España, en cuyas aulas han impartido o recibido clases personajes de mi más honda admiración, como Azorín, Góngora o Unamuno.…. ¿Por qué se escribe literatura? Esa es una pregunta que me he formulado yo también muchas veces. Creo que como todo escritor, mi vocación es lo mejor que tengo y que escribir es una actividad maravillosa, exaltante, difícil desde luego y a veces dolorosa, pero al mismo tiempo una de esas actividades en las que uno encuentra su propia satisfacción; una actividad que en sí misma constituye ya una recompensa para quien siente la necesidad o urgencia de escribir.… ¿Para qué sirve la literatura? Esta es una pregunta que no solo se formulan los enemigos de la literatura y los lectores, sino también los escritores. Cuando era joven, cuando descubrí mi vocación de escritor, era la época del existencialismo, los años de la literatura comprometida. Todos estábamos de acuerdo en que la literatura servía. … La literatura es una forma de acción, las palabras son actos la célebre frase de Sartre y a través de la literatura, uno influye en la vida de otros y en la historia. No de una manera determinante, premeditada, con efectos políticos más o menos inmediatos, como creían los partidarios del realismo socialista. Pero sí de una manera indirecta, formando unas conciencias que están detrás de unas conductas. De tal manera que, indirectamente, la literatura sirve, contribuye a la acción en el seno de la sociedad.… Universidad de Salamanca, Madrid, 6 de julio de 2015

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l laureado escritor Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, ha recibido muchos premios. Solo Honoris Causa de prestigiosas universidades del mundo ha recibido casi 50. En dos años, 2014 y 2015, recibió 9 Doctorados Honoris Causa: Doctor Honoris Causa por la Universidad Nova de Lisboa en Portugal Doctor Honoris Causa por la Universidad de Florencia en Italia Doctor Honoris Causa por la Universidad de la República de Uruguay Doctor Honoris Causa por la Universidad Carlos III de Madrid Doctor Honoris Causa por la Universidad de Carabobo en Venezuela Doctor Honoris Causa por la Universidad de Princeton en Estados Unidos Doctor Honoris Causa por la Universidad Eötvös Loránd de Hungría Doctor Honoris Causa por la Universidad de estudios de Palermo de Italia Doctorado honoris causa por la Universidad de Salamanca (España) Vargas Llosa además de novelista, es ensayista y columnista. A través de sus columnas ha expresado sus ideas acerca de los problemas del mundo. Sus posiciones le han generado muchas reacciones tanto a favor como en contra. Esto ocurrió con la polémica sentencia 168/13 del Tribunal Constitucional. El escritor escribió en contra, y maestro del verbo como es, atacó duramente la medida, hiriendo las sensibilidades de los sectores nacionalistas del país, y por supuesto, del Gobierno Dominicano.

El Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, instituido por el Estado Dominicano desde hace algunos años, específicamente en el año 2013. Hasta el momento han sido reconocidos el escritor y humanista puertorriqueño Luis Rafael Sánchez; el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal; el periodista y escritor Eduardo Galeano y la escritora Beatriz Sargo. Este año 2016 un jurado seleccionado por el Ministerio de Cultura integrado por Sonia Henríquez Toledano, presidenta de honor; el doctor Luis O. Brea Franco, comisario del premio y los miembros, doctores Liliana Weinberg, Néstor E. Rodríguez, Miguel D. Mena y Ramón A. Victoriano Martínez, a unanimidad eligió a Mario Vargas Llosa. De inmediato la reacción no se hizo esperar. Desde los sectores ultra nacionalistas hasta el Gobierno: la vicepresidenta, el vocero oficial y el secretario de la Presidencia, mi querido amigo Gustavo Montalvo. La polémica me recordó los pormenores de dos polémicos premios anteriores. El primero fue en el año 1993, el último Gobierno de Joaquín Balaguer, cuando la entonces secretaria de Educación, Jacqueline Malagón, declaró desierto el premio de novela, a pesar de que un jurado había elegido como ganadora la obra “Los que falsificaron la firma de Dios”, de Viriato Sención. El escándalo fue mayúsculo, porque desconocía una decisión de un grupo de intelectuales elegidos por la propia Secretaría. Años después, en el año 2001, Manuel Núñez, el jurado le otorgó el Premio León Jimenes de la Feria del Libro por la reedición ampliada de su obra “El Ocaso de la Nación Dominicana”. El otorgamiento de este premio produjo también protestas. Sin embargo, se respetó la voluntad soberana del jurado. El autor recibió su premio tal y como estaba pautado. Dicho esto, procedo a exponer mis consideraciones acerca del Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña 2016: Las decisiones del jurado son soberanas, incuestionables e inapelables. El veredicto del jurado, si bien no lo cuestiono, y más aún lo acepto, no tomó en cuenta el momentum. No midió las consecuencias de su decisión Mario Vargas Llosa tiene más que méritos para recibir ese y otros premios. Su obra literaria abundante y rica así lo atestigua. El Gobierno Dominicano, aun cuando tuviese sus reservas y no estuviera de acuerdo con la decisión, debió dar muestras de madurez, de ecuanimidad, de aceptación democrática de la disidencia. El Ministerio de Cultura debe respetar la decisión del jurado. Ahora bien, si yo fuera Vargas Llosa no viniera al país y no aceptara el premio, a pesar de sus declaraciones publicadas en la prensa de que se estaba dando muestra de tolerancia. Todavía quedan muchos días para saber lo que pasará en la Feria del Libro en abril de este año. Lo que sí ha evidenciado esta absurda sobre-reacción del Gobierno y de algunos sectores, es que la intolerancia más rancia predomina. Que somos demócratas solo cuando los demás están de acuerdo con nuestras ideas. Que el respeto a la disidencia es una mentira. Que somos incapaces de aceptar las críticas. En fin, que la democracia nuestra es una simple y lejana aspiración.

CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do

Hincha y los apellidos del Sur 4 de 7

Leonardo Díaz Jáquez

L

os Mateo son del Sur y en los registros de Hincha Manuel Mateo con su esposa María Blasina aparecen con la siguiente descendencia: Bernabela, nacida el 11-6-1785, habiendo sido sus padrinos Nicolás del Afto y Rosa de Santana; Margarita, nacida el 17-7-1787, con los mismos padrinos, y Manuel, nacido el 24-12-1790, habiendo sido sus padrinos Lorenzo Vizcaíno y Rosa Regalado. Del matrimonio de José de Medina y Juana Vidal hay cinco registros, comenzando por los gemelos Francisco Javier y Manuel, nacidos el 4-6-1784, habiendo sido madrina del primero María Lucía Morón y del segundo Clara de Medina; José Ramón, nacido el 8-7-1786, habiendo sido su padrino Juan de Luna y Manuela Vidal; Juan Francisco, nacido el 2-12-1788, a quien le echó agua el doctor don Bernardo Correa y Cidrón, y María, nacida el 27-4-1792, habiendo sido su padrino Bartolomé de Medina, “el joven”. De Bartolo o Bartolomé de Medina y Antonia Familias descienden Ramón de la Asunción, nacido el 15-8-1786, habiendo sido su madrina Manuela Familias Carrasco; Joaquín Eugenio, nacido el 6-9-1788, habiendo sido sus padrinos los hermanos Joaquín y María Bejarano Medina, y Manuela, párvula, sin indicar su fecha de nacimiento en el año 1791, habiendo sido su padrino don Ramón Familias. Juana, hija legítima Manuel Mejía y María Vásquez, nació el 5-4-1783, habiendo sido su madrina María Villavicencio viuda de Felipe de Sosa. Del matrimonio de Marcelo Mejía y Andrea López están los registros de los bautizos de Nicolás, nacido el 15-9-1785, habiendo sido sus padrinos Manuel del Río y Escolástica López; Marta, nacida el 29-7-1789, con los mismos padrinos, y María, nacida el 25-11-1791, habiendo sido su madrina Catalina López. Del apellido Montes de Oca hay dos registros de la unión de Cristóbal y Francisca García: el bautizo de José Mariano, nacido el 7-12-1785, habiendo sido sus padrinos Ramón de Castro y María del Pilar Fragoso, y el de Marcelino, nacido el 2-6-1794. Fue su madrina María Manuela Reyes. Con doce registros en este libro de bautismo de Hincha, se concluye que los Moreno eran una familia numerosa. Consta, entre otros, el bautizo de Eugenio, nacido el 15-11-1783, hijo legítimo de Alonso Moreno y María Pérez, habiendo sido sus padrinos Teodoro de la Rosa y María de la Rosa. Del matrimonio de Juan Moreno y Juana Familias hay tres hijos, dos de ellos gemelos: Ramón y Manuela, nacidos el 25-5-1786, habiendo sido madrina de ambos Manuela Moreno, y María Altagracia, nacida el 22-3-1790, habiendo sido sus padrinos Juan Familias Carrasco, y Manuela de la Cruz. Melchor Moreno y Luisa Muñoz tuvieron dos vástagos: María, nacida el 10-4-1785, quien tuvo por madrina a Juana Familias Carrasco, y Eusebio, nacido el 5-3-1789, habiendo sido sus padrinos Pedro Familias y María Manuela Familias, su hija. Del matrimonio de Pablo Moreno y Rosalía de la Rosa hay cuatro registros: Eugenio, nacido el 15-11-1783, teniendo como padrinos a Isidro Sánchez; Manuel, nacido el 13-11-1785, habiendo sido su padrino don Santiago de Castro; Francisco, nacido el 8-2-1788, habiendo tenido como padrinos a José de Vargas y Manuela de la Rosa, y José, nacido el 8-3-1790, habiendo sido su madrina Manuela de la Rosa. Por su parte, Pedro Moreno y María de la Cruz tuvieron a María, nacida el 1-10-1785, habiendo sido su madrina Juana Gomera, mujer de Antonio Melfí y a Bárbara, nacida el 4-12-1788, habiendo sido sus padrinos Manuel de Luna y Petrona Padilla. Por último, Juan Moreno y Juana Familias, tuvieron a Antonio Abad, nacido el 13-6-1794, habiendo sido su madrina Rosalía Familias. Instituto Dominicano de Genealogía


Premio Nacional de Literatura 2016

AREÍTO

Sábado 20 de febrero de 2016

HOY

Palabras del Ministro de Cultura

José Antonio Rodríguez

Acto premiación a Ángela Hernández

Premio Nacional de Literatura 2016

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n su definición más llana, un Premio es una compensación material o no que se le otorga a alguien en reconocimiento a sus méritos en el desarrollo de una determinada actividad. Un premio literario es lo mismo, pero mucho más, especialmente porque existe en un mundo muy competitivo donde por suerte, el talento no escasea. Y un Premio de Literatura en República Dominicana es aun superior en complejidad… supone todo lo anterior pero teniendo como telón de fondo, esa idiosincrática manera del ser nacional, tan poco dado al consenso cuando del juicio a figuras públicas se trata. Desde los juegos florales de principios del Siglo 20, premiar la literatura fue una actividad de pocos, el desarrollo capitalista dependiente y en su fase comercial, no tenía necesidad ni vocación para impulsar un mer-

cado literario, es decir, editoriales, escritores y un público demandante. Si saber leer era una condición minoritaria, apasionarse por lo literario resultaba, inevitablemente, la circunstancia de unos pocos dentro de esa minoría. En ese sentido, podemos hablar con propiedad de la existencia de una élite intelectual y en ella, la mujer cuasi invisibilizada, no a falta de aportes trascendentes, sino por ser superada en números si a publicaciones y reconocimiento social nos referimos. Estoy seguro que dentro de las cuatro paredes del hogar sucumbieron muchas iniciativas literarias que pudieron protagonizar mujeres y que, sin embargo, no encontraron socialmente los canales y el estímulo para su realización. Una mujer que piense y que además pudiera hacérselo saber fuera del entorno familiar y privado, atentaba contra los valores predominantes en una sociedad disciplinada por un poder que afectaba la cotidianidad en el mundo de la vida. En la actualidad, la situación es diferente, pero se mantienen las características que limitan la posibilidad de hacer de la escritura un modo y medio de vida. Lo normal es que, quienes se decidan a hacer del escribir un oficio, se vean obligados a combinarlo con otras formas de ganarse la vida. Un escritor dominicano es sinónimo de pluriempleo. El mercado de trabajo decide su suerte, teniendo a la ínfima cantidad de lec-

tores su principal limitación, y a la poesía, el género menos apreciado. Los estudios de lectoría realizados hasta el momento, nos describen como una sociedad que no ha encontrado el camino de hacer de la lectura una vía para alcanzar desarrollo con civilización. Ese es el escenario donde se desarrolla el Premio Nacional de Literatura, una fascinante aventura en la búsqueda de proyección social de los autores; un estímulo para que lector y escritor, se encuentren en el espacio-tiempo de la creación e interactúen frecuente, dinámica y creativamente, iniciando el diálogo definitivo hacia emancipación, vale decir, ese real soñado donde el par categorial ético/ estético es referencia obligada de la vida en sociedad. En esa conjunción donde la realidad y el sueño habitan, cada año se selecciona un ganador o ganadora. Esta vez le tocó a nuestra (pocos escritores se sienten tan cercanos) Ángela Hernández, una mujer que del oficio de escribir ha hecho del aspiracional, una posibilidad real, a pesar de los inconvenientes que cotidianamente atentan contra la expansión creativa y la imaginación en un país que padece de excesiva realidad. De su biografía están llenas las reseñas de estos días, de modo que, con estas palabras, solo queremos dejar testimonio de que esta vez el Premio Nacional de Literatura se le otorgó a alguien de quien me es difícil disociar su buen escribir de su buen vivir. Estoy seguro que cuando se premia a una buena escritora, que al mismo tiempo es un ser humano ejemplo de calidez, humilde sin ser sumisa, voluntariosa y solidaria… más que a ella, nos estamos premiando nosotros, porque de alguna manera, Ángela representa lo mejor de una generación que no se dejó ni vender ni vencer por los asesinos de las utopías libertarias, sicarios del porvenir. Muchas gracias.

ADOLFO WOODLEY VALDEZ

Palabras de Bienvenida

José Alcántara Almánzar Por José Alcántara Almánzar

ADOLFO WOODLEY VALDEZ

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s motivo de satisfacción para la Fundación Corripio, Incorporada, hacer entrega esta noche del Premio Nacional de Literatura a la escritora Ángela Hernández Núñez, galardonada a unanimidad por un jurado compuesto por los rectores de seis de las principales universidades del país, el ministro de Cultura y la propia fundación. A todos queremos expresarles nuestras más sentidas gracias por la valiosa labor realizada este año. Con este premio suman ya cuatro las escritoras dominicanas que lo han recibido, siendo sus predecesoras Hilma Contreras, María Ugarte y Jeannette Miller. Ángela Hernández Núñez es magnífica escritora, gran ser humano y ciudadana de una integridad ética ejemplar, laboriosa, feminista con gracia para defender los derechos de su género, colaboradora entusiasta, de una inteligencia vivaz que emplea para sumar y tender puentes en un medio cultural difícil donde ella siempre sale airosa porque carece de malicia y es incapaz de una perfidia. El Premio Nacional de Literatura otorgado a una mujer escritora, revive la vieja polémica de si existe una «literatura femenina», o simplemente una «literatura escrita por mujeres», un falso dilema que nos pone de frente al verdadero problema, y es que la literatura carece de género. Solo hay buena o mala literatura y lo demás es puro reduccionismo que confina a las escritoras en un nicho particular, marginándolas de la gran corriente de las letras. Recordemos la lección de un paradigma que forma parte de nuestros fundamentos literarios. Me refiero a nuestra más grande poeta, la insigne Salomé Ureña, que solo vivió 46 años y era tan frágil físicamente que hoy nos cuesta trabajo creer en lo que fue capaz de llevar a cabo: una obra

prodigiosa que supera a las de sus modelos españoles y las de muchos de sus coetáneos, amén del ingente esfuerzo para impulsar la educación superior para mujeres en nuestro país y crear una conciencia de género en una sociedad patriarcal y atrasada. Crio cuatro hijos prácticamente sola por la lejanía del marido que se había marchado a Europa en viaje de estudios, y padeció en carne propia las inconsecuencias de la patria en una terrible etapa de guerras, asonadas caudillistas y dictaduras. Pero nos legó una obra poética impecable que ha resistido el paso del tiem-

po, tallada a fuego lento en el dolor y con la esperanza en el porvenir. El modelo de Salomé Ureña bastaría para desmentir el mito de la «literatura femenina». La mujer, como escritora, sin duda posee una sensibilidad aguda, una intuición penetrante, una mirada que traspasa muros infranqueables para descubrir y capturarlas emociones más sutiles que laten bajo la corteza de los días y las cosas, una forma distinta de captar el universo como medio para forjarse una identidad propia, una aproximación a la realidad a través de lo íntimo, los sentidos y las sensaciones. Por otro lado, la mujer escritora debe luchar con denuedo contra las inconsecuencias de su medio, y todavía en pleno siglo XXI le cuesta forjarse una voz propia allí donde los hombres escritores avanzan con mucho menos obstáculos, aupados por el éxito. Por eso hemos visto tanto tormento, tantas frustraciones, tantas poetas suicidas, tantas narradoras que han naufragado en el mar del sentimentalismo, o sencillamente han caído en el silencio. La galardonada con el Premio Nacional de Literatura 2016 es una mujer de su tiempo, con una gran conciencia de sí misma y de su entorno, y que proclama su autonomía y defiende con bravura su decir. Su origen campesino la enorgullece y le sirve de nutriente en la creación de su obra literaria, que ella ha venido tejiendo como un delicado encaje de poemas, cuentos, novelas y ensayos. Por su valiosa contribución a las letras de nuestro país, el Premio Nacional de Literatura otorgado a Ángela Hernández Núñez constituye un acto de justicia y un motivo de legítimo orgullo para sus hijos, hermanos y demás parientes, y una alegría para sus admiradores y amigos, que la felicitamos de todo corazón, y para quien pedimos un fuerte aplauso.

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HOY

AREÍTO

Sábado 20 de febrero de 2016

Premio Nacional de Literatura 2016

ADOLFO WOODLEY VALDEZ

La escritora y crítica literaria Jeannette Miller hace la presentación de la obra de la premiada.

Jeannette Miller Enfoca la obra literaria de Ángela Hernández C

DISCURSO DE JEANNETTE MILLER

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uando Ángela Hernández me solicitó que hiciera su presentación en el acto donde recibiría el reconocimiento de mayor prestigio en el país -el Premio Nacional de Literatura-me sentí sorprendida y agradecida. Sorprendida porque la escritora tiene de sobra intelectuales y escritores que con gusto hablarían de ella y de su obra; agradecida, como siempre, a Dios, que pone en mi camino múltiples satisfacciones. Así es, hace catorce años, en el 2002, tuve el honor de presentar a la primera mujer en recibir este galardón, Hilma Contreras: una grande de las letras dominicanas, maestra del cuento y por lo tanto, puntal de nuestra literatura; seis años después, en el 2008, también presenté a la segunda mujer premiada, María Ugarte, investigadora, crítica y periodista cultural, quien no solo apadrinó a grupos literarios como la Generación del 48, sino que nos dejó un ejemplo de estilo impecable en el manejo del lenguaje que mostraban sus artículos en el Suplemento Cultural que dirigía; para mí es importante recordar, que al recibir el premio, estas dos mujeres tenían noventicuatro años. A mí me tocó en el 2011, y nunca podré expresar el agradecimiento a José Alcántara Almánzar, por una semblanza que me hizo llorar. Hoy tengo que hablar de Ángela Hernández, la cuarta mujer en recibir este preciado galardón; y hablar sobre ella como escritora y como ser humano, pues abarca tantas facetas, que hay que caminar cuidadosamente a lo largo de su vida, para proyectar su imagen de manera justa. Oriunda de Buena Vista, un pueblo de ensueño perteneciente a Jarabacoa, llegó a Santo Domingo siendo una adolescente y entró a la Universidad Autónoma de Santo Domingo para estudiar Ingeniería Química, mientras trabajaba como profesora de primaria. Después de graduarse con honores, fue catedrática en la UASD durante siete años impartiendo materias relacionadas a su carrera. A la par de un tiempo que avanzaba, Ángela aumentaba su ritmo de trabajo que in-

Ángela Hernández

AREÍTO cluyó, entre otras cosas, actuar como corresponsal en el país de Fempress, Interpress Service, ySEMlac, para quienes cubrió la Cumbre Mundial de Derechos Humanos en Viena (1992), y la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing (1995); laborar en importantes organismos internacionales; organizar concursos con el tema de la pobreza; impartir cursos de creatividad literaria; asistir a congresos; publicar ensayos nodales sobre la mujer dominicana y dirigir la revista literaria Xinesquema. En la actualidad, es Miembro Correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua, y funge como editora de publicaciones en la Fundación Juan Bosch. En medio de ese tumulto de ocupaciones, mantenía un permanente nexo familiar como hija, como hermana, como madre, como abuela… sin dejar su solidaridad con el prójimo, cualidades que han actuado como el soporte de su vida. Ángela Hernández se inicia en las letras a mediados de los años de 1980. Poesía, cuento, novela, ensayo, fotografía, y hasta pintura, le han permitido explayar su creatividad en distintos campos y de maneras diferentes. Sus ensayos y poemas han merecido premios aquí y en el extranjero. En los primeros, el rigor y un interés por lograr una visión totalizante, veraz, y, por eso, muchas veces distinta, la garantizan como una desenterradora de personajes y datos no difundidos, que inmersos en el olvido -algunos por el pecado de género- no habían salido a la luz con anterioridad. En ese sentido, José Alcántara Almánzar subraya:“Ella reúne las raras cualidades de la mujer encantadora, siempre optimista y de trato afable, y de la escritora que ha venido realizando una incesante labor literaria desde sus inicios, abriendo un surco profundo en los estudios de la mujer, con diversos ensayos que podemos considerar esenciales para comprender esa denodada lucha por los derechos de igualdad de género, una encarnizada batalla de la que estamos hoy más necesitados que nunca, ante las atroces historias que a diario ensombrecen las páginas de los periódicos nacionales”. 1 Su poesía, dueña de un ritmo que unifica las abstracciones, lleva al extremo su percepción del mundo, su vida interior, su fe… en celebraciones y sepelios que tejen alegrías y tristezas salvadas por la belleza. El manejo de audiciones y perspectivas visuales son destruidas por la escritora para recomponerlas en un acto de libertad creativa que lleva su sello. Oigamos un fragmento de su poema Cálculo, dicha del rostro varado en subconciencia: “Dios madre y padre es Madre y padre el eslabón con Dios Él me contempla desde cada cambio En el amante me refunda En bosque y biblioteca me susurra un término inconcluso. Dios. La savia. El amante. Esa su mano. Yo la extiendo en mi hija. En mi hijo. A su oído murmuro lo escuchado… La permanencia de una fe que alcanza los bordes del misticismo, emerge en muchos de sus poemas, tratando de dar respuestas nuevas a las viejas preguntas. Sin embargo, de todos los renglones en que la escritora ha incursionado, la narrativa corta, resulta ser el aspecto más difundido de su obra. Sus cuentos aparecen en innumerables antologías traducidos al inglés, francés, italiano, islandés, bengalí y noruego, y han obtenido comentarios de importantes críticos, antólogos y escritores tanto nacionales como extranjeros. El chileno Fernando Burgos, afirma en su libro Los escritores y la creación Hispanoamericana: “En todas las publicaciones de Ángela Hernández se puede apreciar un extraordinario dominio de las técnicas narrativas del cuento, así como el señalamiento de nuevos senderos para la narración breve, particularmente en lo que respecta a su exquisita creatividad en los niveles metafóricos del cuento, y el sofisticado trabajo de la imagen, entendida esta como una especie de red textual”. 2 Cuando yo leí el cuento Masticar una rosa, me atraparon planos y situaciones que mezclaban la sobrevivencia diaria con el universo interno de una niña-mujer, que siendo personaje y narradora brindaba los detalles de su realidad en una cotidianidad poética: “Mis ojos todavía eran verdes. En la boca, en vez de dientes, tenía ventanitas. La gente se lamentaba viéndome trabajar. –Tan pequeña, metida en una cocina, un día de estos se va a quemar-. Pero yo era dichosa en la alquimia compleja de la ristra de ajo, los granos de habi-

Sábado 20 de febrero de 2016

HOY

Parte del público que asistió a la ceremonia de entrega del galardón concedido a la escritora Ángela Hernández, en el Palacio de Bellas Artes.

José Antonio Rodríguez, ministro de Cultura.

chuela ablandándose, las mezclas olorosas de las naranjas agrias con los ajíes picantes, las transformaciones que seguían a mis juegos. En mis ojos, desollados por la humareda de palos tiernos que ardían en el fogón, había alegría. El lugar tenía brechas y ventanas, un mundo fresco oliendo a peras maduras y bosque entraba por ellas. El presente equivalía a lo que abarcaran mi corazón y mis miradas…” Si, es su narrativa larga o corta, el riesgo mayor al que Ángela apuesta. Su primera novela, Mudanza de los sentidos, resulta hoy un texto inaplazable para conocer la narrativa nacional. En un poco más de cien páginas Ángela Hernández logra comunicar el traslado de una familia de pueblo a la Capital, con todos los choques de valores y de cambios que esto conlleva. Cada personaje es un arquetipo de temperamentos y formas de ver la vida; cada capítulo, un acercamiento a la gran mentira que resulta ser la ciudad. Oigamos:“…nos condujo al interior de la pieza, sin darnos chance para reparar en lo angosto del lugar, separado de otras piezas por planchas de cartón piedra… Nuestros trastos no cabían, por lo que se dejaron afuera los soportes de las camas… Los colchones fueron acomodados en la salita… En la mañana se amontonarían de manera que ocuparan el menor espacio posible. En el único aposento, entre la sala y la cocina, dormirían Beba y Demetrio Alonso. Podían escucharse claramente los movimientos y conversaciones que tenían lugar en las piezas contiguas...” En el libro Piedra de Sacrificio el nivel de la prosa es pura poesía, capacidad de síntesis apoyada en situaciones que solo son dadas de manera visual, como en este fragmento del cuento Vera Efigies. “A la entrada había lirios./ Un rombo anaranjado protegía la puerta./Más adelante quedaba a la vista un corredor. / Yendo por él se accedía rápidamente a la escalera./ A cada peldaño sobresalían cristales rojos y azules que iban cobrando luminosidad./ Más arriba había un ventanal. /El horizonte lo cortaba a la mitad./Al pie del mismo se hallaba la cama. /En la almohada reposaba la cabeza de una mujer, cuyos ojos estaban echados hacia el mar. /¿Qué pensaba tan quieta?” Y así, podríamos seguir citando con la memoria atiborrada de buena literatura, teniendo que prescindir, por las reglas del

tiempo, de muchos de sus mejores textos. Los escritos de Ángela Hernández parten de una conciencia iluminada que va cortando y penetrando la bruma hasta que todo alcanza su equilibrio. Es innegable que su niñez y su primera juventud han marcado su obra con una visión telúrica y poética que está presente hasta en los momentos más duros de su narrativa. Ángela es dueña de vivencias irrepetibles e imborrables donde luces y sombras se entremezclan pobladas de luciérnagas y animales microscópicos, de soplos de viento, del ruido de las hojas, de visiones y apariciones que forman un universo que solo le pertenece a ella, logrando niveles descriptivos, que, a excepción de Marcio Veloz Magiolo, es difícil encontrar en nuestras letras. Estas cualidades descriptivas no olvidan los hechos, la narración de situaciones dramáticas, injustas, abusivas, pero también bellas y hasta risibles, que siempre construyen una salida hacia la esperanza a través de un hilo conductor donde la lógica zigzagueante te sorprende. Conocedora de los cuentos insólitos, equilibradamente perfectos de Hilma Contreras, y del golpeo preciso de situaciones irreversibles sostenidas por un diálogo magistral en la cuentística de Juan Bosch, los textos de Ángela Hernández crean un referente distinto, donde la simultaneidad de una realidad percibida de múltiples maneras se va edificando en un tiempo y un espacio que se trasponen a su antojo, permitiendo al lector experimentar situaciones sugeridas, que realmente se sustentan en su imaginación. ¿Qué hay más que eso? ¿Qué es en definitiva la vida? ¿La permanente angustia de las interpretaciones de la conciencia? ¿Las elucubraciones tortuosas que mortifican al ser? ¿ O el descanso en la inmersión del todo que nos contiene, para ser nosotros mismos en un tiempo que no existe? En Leona o la fiera vida, su última novela, continúa la saga que parte de Masticar una rosa y que había seguido en Mudanza de los sentidos. Al igual que en una película de Passolini, el lector ve desfilar los echadías que cojean, los pequeños comerciantes que van de puerta en puerta y a los que les faltan dientes, el maestro de escuela dictatorial, la yegua llamada Batalla, el guardia amenazante, el rico engreído… pero, sobre todo, las mujeres; dueñas y verdaderas protagonistas. Mujeres viudas, mujeres engañadas,

1 Alcántara Almánzar, José. Presentación del libro Leona o la fiera Vida en la Fundación Corripio, 6 de diciembre de 2013. 2 Burgos, Fernando. Los escritores y la creación Hispanoamericana. Editorial Castalia. Madrid. 2004.

mujeres abandonadas, mujeres pobres, desarrapadas... que entretejen lazos de atracción y rechazo, donde no importa que una sea chismosa, agresiva o puta para contar con la solidaridad de las otras, en los momentos cruciales de su vida. Son tantos los personajes y tan diversas y mágicas las situaciones, que a veces el nombre de la persona no importa, sino el hecho; esos hechos que surgen de la más simple cotidianidad, para convertirse en ejemplos de un drama conmovedor, como el intento de violación a Leona por parte de su cuñado; o el final feliz de un cuento de hadas, cuando encuentran las tres monedas de oro que dejó Enmanuel enterradas, por si moría, cuando viajó enfermo a la capital. La belleza de la pobreza, ese placer de deshojar una florecilla del camino para olerla, jugar con piedrecitas, hacer figurillas de lodo, saborear un té de jenjibre al atardecer, hablar con el animal de carga como con un familiar, son referencias de un existir que es realidad de muchos en medio del río permanente de la vida que arrastra, que vadea y se devuelve, que retoma su curso, como si las manos de la escritora fueran guiadas por Heráclito. Desde el más pequeño de los insectos, hasta la escala apabullante de árboles enormes y tupidos el ambiente envuelve en un viaje retrospectivo, donde no solo nuestra historia reciente, sino las huellas de “lo inicial”, se evidencian. Al final de la novela, Ángela-Leona, Leona-Ángela confirma esa lucha feroz que hay que llenar cada día en un país paraíso, contradictoriamente lleno de injusticias y desigualdades. “Por alguna razón nací al mismo tiempo que Batalla. Por alguna razón fortalecí mis huesos escalando pendientes y vadeando ríos. Por alguna razón aprendí la pauta del equilibrio cargando cientos, miles de bidones de agua sobre mi cabeza erguida. Por alguna razón mi mente mantenía el control en los momentos de peligro, hasta sortearlos… Por alguna razón poseía ojos alagartiados y nombre de fiera. Por alguna razón el agua del amor humedecía constante mi alma rebelde…” Trabajadora permanente, con un espíritu creativo que aborda múltiples géneros a través de una dinámica que no para, yo celebro con admiración y alegría este Premio Nacional de Literatura que hoy se le otorga a Ángela Hernández, gracias a la solidaridad de la Fundación Corripio que, conjuntamente con el Ministerio de Cultura, se entrega cada año. Calibrando su vida y su obra con la mirada tranquila que me ha concedido Dios, después de purificar mi mente y mi lengua con carbones encendidos, llego a la conclusión de que Ángela Hernández es un ser humano lleno de cualidades, una gran escritora, que armada de mansedumbre y valentía, ha sabido vadear situaciones de injusticia con grandes momentos de felicidad, llevada de la mano por su fe en la vida, en los sueños, en la luz del Altísimo…portando en su diestra la lámpara de la verdad, esa lámpara que la ayuda cada día a descubrir quién es ella, su vocación, su don… para ejercerlo en agradecimiento y humildad, tratando de alcanzar la perfección: esa perfección que nunca se consigue, pero que nos ayuda a vivir en plenitud. Santo Domingo, 16 de febrero de 2016

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Premio Nacional de Literatura 2016

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DISCURSO DE ÁNGELA HERNÁNDEZ

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Discurso recibimiento

Premio Nacional de Literatura 2016 ADOLFO WOODLEY VALDEZ

I. AGRADECIMIENTOS

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racias a Dios, forma que prefiguran el Amor, la Verdad y la Justicia en mi limitada percepción. Gracias, Jeannette Miller, por una presentación que me deja sin palabras, y por tu amistad y apoyo constante Gracias a José Alcántara. Expreso mi gratitud hacia a la Fundación Corripio y al Ministerio de Cultura, auspiciadores de este premio, así como a los jurados que me han distinguido con el mismo y a las instituciones que representan. Gracias al tesoro de mi alma: Carolina, Aurora, Giordano y Cristabel, ampliado con José Pablo, Irene y Amanda. Ellos han sido mis tiernos y comprensivos aliados, testigos de mi escritura. Gracias a toda la familia presente en este acto. Así como a Yrene Núñez y Eloy Hernández, que pese a su lejana partida permanecen íntimos. Gracias a todos ustedes, amigas y amigos presentes, y a las numerosísimas personas cuyos mensajes de felicitación me han colmado de placenteros momentos desde el día 26 de enero. Gracias a las editoriales que han publicado mis libros: Editorial Cole, Letra Gráfica, Siruela, Alfaguara, Editorial Perosini, Banco Central, Editora Nacional, Santuario. Y, por igual, a las personas que han dedicado tiempo a estudiar mi obra. Hoy aprovecho para enunciar mi gratitud a las trabajadoras domésticas, sin cuyo apoyo y labor no sé cómo me las hubiera arreglado. Gracias Yanet Santana. Van mis gracias, asimismo, a todas aquellas personas que desde mi infancia me facilitaron libros. Un día las nombraré una por una. Gracias a mis hermanas y hermanos: a: Lourdes, por su infinita solidaridad y amor constante. A Pastora, cómplice celebrante de la poesía y el idealismo del espíritu. A Gloria, quien me obsequió mi primera maquinilla de escribir y en cuyo hogar devoré todos los libros de la Biblia, historias fantásticas para mi imaginación infantil. A Paul, quien además de hermano y desde la infancia, ha sido el fiel amigo de sus hermanas. A Miguel, Nidia, Fausto y Lucas. Todos han alimentado mi imaginación con sus historias y vivencias. Gracias a José Mieses. Gracias a la perseverante y renovadora comunidad cultural dominicana. Al puñado de amigas y amigos cuyo brillo intelectual me ha fascinado, pero más aún su grandeza de alma, su nobleza de espíritu. Cómo no estarles agradecida. Gracias a quienes he amado “hasta morir”. La más potente inspiración de mi poesía. Gracias amigas y amigos que con sus sueños de justicia y equidad para la mujer, la juventud y todo el pueblo dominicano han despertado la conciencia de más de una generación. Gracias por ser muchas veces la punta de lanza que abre caminos. Gracias a todas las personas que con sus faenas diarias sostienen la fe y la confianza indispensables para cimentar un optimismo edificador. Al sitio donde nací (Buena Vista-Jarabacoa) le declaro mi amor a través de mi obra.

II. IMAGINACIÓN, LIBERTAD Y COMPROMISO “Un escritor es alguien que viaja hacia la verdad por un camino inesperado”, señaló Roberto Bolaño. En mi caso, en ese “viaje”, imaginación, libertad y compromiso fueron revelándoseme como corrientes intrépidas que convergían o coludían, labrando ese “camino inesperado”, cuyo trasfondo es la versátil y hechizante danza entre el pulso individual y la piel colectiva. Hoy es momento propicio para compartir con ustedes algunos hitos de esa danza. Que sean estas palabras mi sencillo elogio a la libertad, pues mi relación con esta se asimila a mi abrazo a la escritura. Mi madre, mi padre, abuelas y abuelos pertenecieron al universo rural, donde un libro no era objeto común. Pero es seguro que si me fuese dado seguir el rastro de sus voces me encontraría con unos ancestros exploradores. Contar historias era una actividad corriente en mi familia. Mamá narraba unas historias de parientes que se perdían en un tiempo fantástico, en el que había

La escritora Ángela Hernández pronuncia el discurso de recibimiento del Premio Nacional de Literatura 2016

una india taína, un guerrero a caballo y una muchacha que arribó a la isla “huyendo de las revoluciones”. Al anochecer, en casa de la tía Berta, parientes y allegados se encontraban para referir sucesos reales o ficticios, en una atmósfera fragante de café tostado y palpitaciones anímicas. Las fabulaciones y la instrucción moral, espiritual y cívica componían un todo. De mi padre no consigo recordar ningún rasgo físico, pero retengo un dato relevante: era un hombre inclinado a compartir el pan. Y nos legó una aserción rotunda: “La pobreza no es justificación para perder la dignidad ni comprometerla”. De mi madre, (Dios me dio el privilegio de tenerla hasta los 17 años de edad) recuerdo vivamente tres lecciones, las cuales nos transmitía con su vida misma. a) Honestidad: jamás ostentar ni de un centavo del cual no esté clara su procedencia para todos. b) Valor: No se puede andar por el mundo lleno de miedo y temores. Dar la cara. Mantener la presencia de ánimo en todas las situaciones. c) Cuidar de la lengua: no murmurar de nadie, “por la boca muere el pez”. Una frase puede condenar una vida, o bien redimirla. Esta atención al poder de la palabra, para instituir o para socavar, me influyó, definitivamente. Nuestro entorno, a finales de los cincuenta y principio de los sesenta, incitaba a fabular, ya que se vivía bajo nebulosas amenazas y sospechas. La palabra directa podía acarrear peligros. Las opiniones se disfrazaban en cuentos protagonizados por terceros, si de antaño, mejor. La historia sombría se transformaba en inocua ficción. Hay una imagen que por alguna razón que ignoro guardo con acusada viveza. Por los cielos zumbaban aviones. Yo cosía con parsimonia y deleite una muñeca de trapos y alzaba mis ojos, animados de un enorme interés, tratando de seguir el curso de los aparatos que habían venido a rasgar la calma aparente de aquel lugar en las montañas. Tenía cinco años de edad. Y percibía este murmullo, este rumor, matizado de estupefacción, como una excitante novedad. Lo que sucedía y se comentaba por lo bajo era el arribo al país de expediciones de “barbudos” con pretensiones diabólicas (tumbar al Jefe). En ese tiempo se vivía en un limbo y en un

cepo. La historia era el limbo y era el cepo. La historia y la política, viciadas, tanto arropaban a la gente, al punto de sofocarla, como la apartaban. Pese a todo, la vida seguía imperando, floreciendo… Éramos parte de ese empuje de vida, éramos parte de los susurros y las expectaciones. La imaginación nos redimía en algo, nos enlazaba a algo trascendente. Las mudanzas durante mi infancia y adolescencia me expusieron a una variedad de estímulos, para bien o para mal. En cada sitio, conocía personas muy diferentes entre sí. Me alucinaban sus destellos, sus secretos y avideces. Percibí bien temprano aristas de la ruindad, percibí lo temible que puede albergar un ser humano con todas las apariencias de normalidad. Pero, asimismo, noté bondad, gestos abrigadores, el apremio y sed de amor en la gente; el épico heroísmo del corazón en llamas, que a veces termina en desgracia. Descubría, meditaba. Y dejando atrás la niñez, descubrí el cine y la historia universal. Vi por dentro a cuerpos marciales, a una orden religiosa, a un cura español que perteneció a las falanges franquistas, aviones de combate, alambradas ciclónicas, carros de asalto. Un bosque de fantasmas y pólvora que asustaba hasta a los capitanes. Leía muñequitos, vidas de santos y santas, novelitas de vaquero, novelas rosa. Conocí la resistencia. La agonía del espíritu que busca su sitio en este mundo. Ideé convertirme en astronauta o en exploradora de los fondos oceánicos, en científica de las plantas, en música, en jugadora de tenis, en médica, en esposa plena y madre de una docena de niños y niñas. Nunca pensé que podría convertirme en escritora. Eso era demasiado. Don de los cielos. Las ficciones y poemas brotaban de los elegidos con impulso similar al agua del conocido manantial, cuya visión me pasmaba pues me parecía la traslúcida evidencia de otro mundo, un mundo del que se escapaban, incesantes, los sueños. Un tiempo polivalente, espiritoso, veteado de tirones y expectantes sutilezas. Un desierto espiritual con un oasis de redonda y ardiente felicidad. Consumía libros, los que aparecieran. A media tarde, flotaba en las


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Sábado 20 de febrero de 2016

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Los integrantes de la mesa principal expresan, junto a la escritora Ángela Hernández, la alegría del premio.

aguas turbulentas del Yaque como cualquier pedazo de madera. En el frío de diciembre, caminaba de madrugada por el parque apartando la fina neblina con mis dedos. Oía en las personas de todas las edades una música inédita que me llenaba de curiosa alegría. Esa música cesó de golpe, quizás fue eso lo que me empujó a escribir, para seguir buscándola. Pero a lo mejor ese impulso siempre estuvo ahí. Lo sentí por primera vez siendo niña crecida. Recuerdo cómo despertó mi interés el anuncio de un certamen de novela, en el que prometían un premio que me sonó una fortuna. Empecé a idear un relato en el que visitantes de otra galaxia aterrizaban su nave en el bosque por detrás de mi casa. Daba vueltas y vueltas al diálogo que tendría lugar entre los extraterrestres y yo (por alguna razón habían decidido no comunicarse con otros lugareños y mantenerse invisibles entre los árboles). Las ramificaciones de la historia llegaron a abrumarme, pero no logré escribir una línea, ya que me había propuesto la imposible empresa de determinar la lengua de los caprichosos huéspedes del bosque. Debía de cambiar de tema. Entonces comencé a garabatear unos párrafos sobre una muchacha pecosa, demacrada, de gruesos labios y género indefinido, cuyos cabellos parecían una llamarada de leña verde. Todos se burlaban de su rareza. Pero vino a ocurrir que en la Capital se convirtió en una estrella. Obvio, se trataba de una versión de “El patito feo”. Quedé muy decepcionada con mis intentos. ¿Cómo podía ocurrírseme tamaña empresa? Escribir era demasiado, casi para cualquier humano. Con esta resuelta conclusión enterré ese primer impulso. Pasarían muchos años antes de que volviera a pensar seriamente en ello. Ingresar a la UASD significó una especie de breve revolución en mi vida. Una oportunidad extraordinaria, gracias al Movimiento Renovador. Pero los vientos prevalecientes soplaban en dirección contraria a mis inclinaciones literarias. Fue el principio de un periodo en que me persuadí, no sin resistencia, de que ser imaginativa representaba, más que un don, un molesto escollo. De entregarme a juegos fantasiosos, al cabo del tiempo, perdería sentido de “realidad”. (Por entonces, se insistía en eso de “la objetividad” y “la subjetividad”, esta última llevaba siempre las de perder). Esta conclusión se tradujo en sobrestimar las leyes científicas y sus corolarios. Me aferré a la lógica racionalista, prometedora de certezas. Durante años, trabajé con arduidad en sus coordenadas, hasta que hube de aceptar que estaba matando una parte esencial de mí. Que cada persona es lo que es. Y esto determina el punto de partida para el resto. Una noche, a comienzo de los ochenta, sentía en mi boca el sabor agridulce de una difícil decisión. El olor del mar me alumbrada en la oscuridad. No sé cuánto tiempo llevaba allí, callada, inmóvil. De pronto, fui presa de una pulsión irresistible. Eché manos a una servilleta y en ella anoté: “Mis ojos todavía eran verdes…”, y las otras líneas de las que surgiría mi cuento “Masticar una rosa”. Recuerdo como ahora esos instantes de temblorosa felicidad. Me hallaba ante un umbral anunciándose. El cambio venía galopando en la literatura. Supe que habría de consagrarme a escribir, pero ignoraba cuándo. Durante muchos años, escribiría mis poemas y mis cuentos en breves lapsos arrancados a las inacabables jornadas de trabajo. Algunos los concebía mientras dormía (entonces me levantaba y anotaba; recuerdo que los versos génesis de mi libro Arca espejada florecieron en un sueño y que los garabateé en papel de estraza, en la oscuridad, porque no había luz y no daba con las velas y los fósforos); otros textos los

escribí durante viajes; y varios en convalecencia de enfermedades. Escribir es una acción ciertamente alquímica. Estaba entrando “en razón”. Esta vez, me descubría tejiendo (con palabras) no para esperar a un Ulises, sino para llegar a mí misma en el encantamiento de la realidad y en los lazos comunicantes. Puedo afirmar, pues, que en años cruciales viví en carne propia la tensión entre ortodoxias y libertad expresiva. Conocí, y fui parte, del insondable y genuino fervor por transformarlo todo y acabar con las insufribles injusticias, pero esto conllevaba, paradójicamente, un enconado desprecio por los frutos de la imaginación. La casi enferma necesidad de exactitud ideológica y el miedo a equivocar las ideas, comportaban un hostigamiento a las facultades intuitivas, una rudeza con ciertas regiones de la conciencia. Comprender esto, y a la vez no desvanecer ni un ápice la sensibilidad social, significó una solitaria travesía en la que me embarqué tutelada por buenos libros, valores específicos de mi formación hogareña, el afecto familiar, más el empuje de una arrebatadora pasión. Supe que me vería obligada a congeniar con el vacío; a lidiar con esporádicas tormentas, con la duda e incluso con el error. Que, dejando a un lado peso muerto, habría de acomodar mis sentidos a las palabras, a fin de que estas me cedieran algo de sus acentos antiguos, algo de su portentosa viveza presente, algo de los arcanos que transportan. Como pueden ver, conciencia de la escritura y conciencia del lenguaje, en mi caso, se han encaminado mutuamente. La atención a la naturaleza del lenguaje inició al advertir el menoscabo que la alienación, todo género de alienación, surte sobre el mismo. La escritura, esto creo, resuma desde una intrínseca propensión hacia la libertad. Privado de libertad, aun el cuerpo es atacado por difusas penurias y encallecimientos. En mi conciencia de escritora en formación, liberar el lenguaje equivalía a abrir de par en par las puertas del alma y todos los poros de la intuición, desnudar el ser aceptando una parte de desasosiego. Equivalía a sonreír en las espesuras desconocidas, al tiempo que experimentaba un calorcillo confiado en todo el cuerpo. Debía confiar, mantener viva la llama interior, no hacer concesiones a quejas, aprender de todos los trabajos por forzosos que fuesen. ¿Qué seríamos, ustedes, yo, nosotras y nosotros, despojados de sueños, ideales, utopías, invención, gusto por los lances del espíritu y las audacias creadoras? Imaginar e imaginarse, pisar tierra y lanzar el corazón hacia las vastas conquistas del espíritu, han dibujado el perfil de la humanidad, ¿no es así? Ahora bien, para que todo lo anterior cobre verdadero balance, conforme a mi visión, debo aludir a compromiso. No quiero olvidar ni desconocer mis orígenes. Jamás. En mi generación, nadie escapa a ciertos “demonios históricos”. Las sombras de invasiones, gobiernos tiránicos y servilismos extremos son una especie de mordedura en el espíritu, una quemada en el cerebro. Y no lo es menos, la violencia que se filtra a los espacios familiares e interpersonales. Nunca podré borrar los episodios de daño a niñas y niños que vi con mis propios ojos infantiles. Por otro lado, desde que tuve uso de razón, vi a mujeres con una fuerza vital casi incomprensible, muchas de las cuales trabajaban como bestias de carga, sujetas a una existencia plagada de dolor, frustraciones y resignación. Disminuidas, invisibilizadas, reventadas día a día, poco amadas por sus hombres. No entendía. No podía entender. Lo que se tomaba como tradición inalterable a mí me sublevaba, instintivamente. Acumulé indignación. Luego, aflora

El momento de la entrega del certificado del premio

en mi literatura el retrato de esos vínculos en los que opera un poder que embrutece a unos en tanto apaga a otras. Llama mi atención sobremanera la opacidad de la historia. La fenomenal riqueza de conocimientos e inventivas sobre la que ha rodado todo género de veladuras. Me mueven héroes y heroínas anónimos en las penumbras de los tiempos. Esos “nadies”, esas “ningunas”, que encarnan la batalla cotidiana por respirar y dar un paso más, al tiempo que, por fuerza o por movimiento natural, cultivan en sus reconditeces un hálito solidario, consolador. Mi foco en la narrativa concierne a la solapada voracidad de poderes que se ciernen sobre las personas, torciendo sin piedad sus destinos, enrareciendo el curso de la sociedad, emponzoñando las relaciones. Mi tema, en suma, apunta a la fragilidad y a la porfiada fuerza patente en personas o poblaciones enteras sometidas a aislamiento o despotismos de diversa índole; vulneradas por privaciones críticas. Me resulta del todo imposible apartar la escritura de la moral política, la ética del vivir, las intersecciones y dilemas de la cultura humana. Todos los jalones de mi memoria y la meditación sobre el presente así lo deciden. Me considero, pues, una escritora comprometida. Ahora bien, al momento que pronuncio esta frase ondeo una bandera que en rojo dice: ¡alerta!, pues compromiso no significa trabar las ideas ni amañar el pensamiento crítico ni renunciar a la soberanía de la interrogación; no significa plegarse a una ideología o a una autoridad. La escritora o el escritor que pierde su libertad, ha perdido su alma, su alma creativa, su sentido. Se dejará subyugar por los poderes en boga. Se volverá, a la larga, un prisionero de su propia imagen. Aunque la absoluta libertad es mito, ideal o mera ilusión, quiero creer que la escritura cristaliza en los linderos de esa absoluta libertad. Busco seguir “la condición humana” por los leves o bien lujuriantes hilos en que se contraen o distienden imaginación y pensamiento. Hoy día, cómo escribir “en una torre de marfil”, cuando te topas por doquier con las voces ruinosas de la miseria, con la corrupción, cuya impudicia no conoce límite, con la retórica fraudulenta, con las más burdas intolerancias hacia “los otros”, con actitudes y posturas desmoralizantes, con una historia que es una sucesión de tenaces luchas por hacer posible este país… Con un mundo en equilibrio inestable en el que incuban

y se multiplican los factores de guerra, con un planeta que alteramos peligrosamente como si poseyéramos un cómodo residencial en otra galaxia. Puedes ver con meridiana claridad todo esto y mucho más, día a día, hora a hora, y a la par, experimentar tu impotencia, tu justificado escepticismo, tu esperanza menoscabada. Puedes rebosarte de amargura y de cinismo. Sí, ciertamente, pero también tienes la oportunidad de aquilatar el espíritu de resistencia, el talento increíble de este pueblo para sobreponerse a las debacles, las pruebas de creatividad y arrojo que pululan en cualquier barriada, en cualquier caserío campesino. Ver que en todas partes aparecen personas honestas que se esfuerzan al límite de sus energías. Ya no te sientes una hoja arrastrada por una corriente violenta sino una persona, una ciudadana. Y como tal te es dada la facultad y el derecho de, cuando las circunstancia lo requieran, nadar contracorriente, aportar tu granito de arena para revertir dinámicas destructivas, y renovar fuentes de bienestar moral y espiritual. Esta mi época, nuestra época, nos trae también maravillas impensables en el pasado. Preciosos desafíos. La cuestión estriba en cómo y para qué emplear estas nuevas maravillas.

III. LIBROS Y BIBLIOTECAS Quién de nosotros no evoca de cuando en cuando a aquella profesora o profesor que, aparte de lecturas obligadas por el programa, se ocupó en inspirarnos el amor a los libros. Aquel profesor o profesora que leía poesía, novelas, cuentos… Su mérito es alto. Llevo en mi corazón a quienes pusieron en mis manos una obra valiosa, pues los libros habrían de enhebrar todos los ciclos de mi vida. La lectura no me dejaría perder pie. De ahí mi interés por la existencia de bibliotecas públicas en barrios y municipios. Crear nuevas o fortalecer las contadas que hay. Hablo de pequeñas y activas bibliotecas, bien abastecidas con criterio de calidad, atentas a los requerimientos de los usuarios, que prestan libros para llevar al hogar, tejen firmes vínculos con los centros de enseñanza, crean lectoras y lectores, ofrecen el espacio idóneo para talleres literarios y círculos de lectura, llevan a cabo programas regulares de actividades; en suma, encarnan el corazón de la vida cultural comunitaria. Y, desde luego, influyen la calidad de la educación, puesto que esta conlleva a aprender a leer de verdad, aprender a buscar la verdad, aprender a pensar.

IV. A MODO DE CONCLUSIÓN Les cuento que no escribo para fijar un estilo. Carezco de astucia. Carezco de estrategias de caza. No me capturan las modas literarias. Creo que la escritura está provista de una raíz orgánica. Pero es mucho más que eso. Patentiza un proceso inacabable de conocimiento (del mundo y de la condición humana) y de autoconocimiento. Se eleva, erigiendo una amorosa autonomía. Incita a seguir haciendo visible lo invisible. A conquistar sentido de vida. Con mi familia, con los amigos y amigas entrañables, en este país y el extranjero, y con la gracia de Dios, continuaré este viaje de existir, imaginar, amar y crear. Y, ante ustedes, expreso que con el galardón que hoy recibo, mi compromiso con las letras, con mi pueblo y mi época, no ha hace más que acrecentarse. Amigas y amigos míos, escribir es un acto de felicidad. De excepcional felicidad. Ser premiada por ello, alcanza el grado de bendición. Gracias. Ángela Hernández Núñez Santo Domingo, febrero 2016

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Aporte

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A Hamlet, In Memoriam ARCHIVO/FUENTE EXTERNA

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LUIS SCHEKER ORTÍZ

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a vida de Hamlet Alberto Hermann Perez fue una vida intensa, vigorosa, fructífera. Magnífica. Vivió como quiso vivir, sin arrepentimientos ni remordimientos. Diría como el poeta: “Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. ¡Vida, nada me debes! ¡Vida estamos en Paz!” Su felicidad no consistió en acariciar o ambicionar riquezas que hacen al hombre mezquino y malvado. Lo que hizo o se propuso hacer lo fue por amor a una causa noble poniendo en ello pasión, entusiasmo, determinación. Nada quedaba a medio hacer. Nada en el olvido. Ni el libro que juntos proyectamos para rescatar parte de la historia del béisbol universitario partiendo de la primera jornada de intercambio con equipos universitarios de los Estados Unidos donde Hamlet, lanzador estelar, tuvo destacada actuación, propuesta que no recibió apoyo de la Rectoría de la UASD. Nacido en esta ciudad, hijo de don Dardo Hermann Consonni y doña Ofelia Perez Peña desde siempre se distinguió por su rebeldía y su preclara inteligencia, habiéndose graduado de ingeniero civil en 1956, realizó estudios de post grado de Planificación Económica y Social, ocupando cargos importantes en su Alma Máter como docente y director del Colegio Universitario y del Centro de Cómputos de la UASD, para integrarse, desde México en 1971, a la guerrilla del coronel Caamaño, habiendo participado activamente en el Movimiento Constitucionalista por el retorno del Profesor Juan Bosch y la democracia malograda por el fatídico Golpe Militar de 1963, y luego, 1965, por la grosera intervención militar de los Estados Unidos y gobiernos dictatoriales manchados de sangre, patrocinada por la OEA, en complicidad de malos dominicanos, a quienes el apóstol Juan Pablo Duarte condenara: “Mientras no se castiguen como se debe a los traidores, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones”. Ilusionado, se unió a Bosch y al PLD, siendo designado director general de AMET en la primera gestión de Gobierno de Leonel Fernández, renunciando poco después al cargo y al partido, siendo consecuente con sus principios éticos y revolucionarios. Y así, con pasos firmes, sin dobleces, sin traicionarse a sí mismo, discurrió toda su vida de hombre justo y rebelde, en constante lucha contra el crimen organizado, la corrupción del Estado, la impunidad de los malvados, el abuso y la arbitrariedad del poderoso, en suma, la perversidad de un sistema neoliberal económico y social de explotación y miserias, donde el 1% de la población mundial tiene lo que el 99% necesita (Stiglel) poniendo en peligro la paz mundial y la supervivencia del planeta. Amante de la vida, del buen vivir, en paz con su conciencia, Hamlet sobre todo amaba a sus hijos, a su familia y a su Patria, libre y soberana, no esclavizada. De sus hijos no dejaba de decir, mis enemigos nunca descubrieron mi Talón de Aquiles, mis hijos. Con ellos existía una maravillosa sinergia, una singular camaradería, una complicidad implícita, no importando distancias ni adversidades: Roberto, Hamlet (Eddy), Rita Amelia y Sara, procreados con Carmen Rita, su consecuente compañera de años muy difíciles, las mellizas María Milagros y Milagros María y Freddy Alexander, procreados con mi comadre, Milagros Cartagena y luego la prole creciente que veía llegar y crecer en un mundo injusto deshumanizado contra el cual luchaba con alma adolorida. Aquella confesión me recordaba palabras de mi suegro, Yuly Mendoza, ante la muerte alevosa de Amín, la grandeza del verdadero Revolucionario, el imperativo de la sangre y las debilidades humanas; “El verdadero revolucionario no debe casarse ni tener hijos”, decía, reconociendo el enorme sacrificio que se impone aquel que asume como propia la lucha de todo un pueblo. Dos temas consustanciales a su naturaleza le angustian profundamente. Me obsequia dos obras de la Dra. Ana María Salazar reconocida experta graduada en Harvard y en la Universidad de Berkeley titulados: “La Seguridad Nacional Hoy” y “Las Guerras que Vienen. Los riesgos para la democracia ante

Hamlet Hermann escribió varios libros sobre Caamaño y las guerrillas de 1973, de la que formó parte.

Familiares y amigos de Hamlet cuando depositaban sus cenizas en el camposanto.

nuevos conflictos mundiales”. Léetelos, me dice convencido, después los comentamos. Poseedor de una mente organizada metódica, analítica y disciplinada, como hombre de ciencia, su pasión por descubrir y revelar las verdades ocultas de las cosas, lo llevaba al éxtasis. Los libros fueron su mayor tesoro material. Allí, reunido con amigos, se sentía dichoso, feliz, ofreciendo un sabroso jugo de fruta fresca o una copa de vino selecto, de buen catador para disfrute mayor del encuentro. En un país donde, las librerías son escasas y los libreros carecen de estímulo, la pujante tecnológica disloca, muy pocos gustan la lectura o el dinero no alcanza para comprar libros de autores reconocidos. Hamlet era amante de tertulias literarias, políticas, deportivas, admiraba el arte y gustaba de la música. Sergio Rodríguez era siempre un invitado de honor. Su llegada los sábados a la tertulia de Virtudes, en la Zona Colonial, era motivo de alegría colectiva. Y así, a pesar de las limitaciones que el medio imponía, HH creía en los libros. Ligaba una amistad espontánea con sus escritores favoritos Galeano, El Gabo, Greijeses, sus colegas cubanos y su admirados Pedro Mir y Juan Bosch. Convencido de que los libros hacen la historia, como diría Soledad Alvarez: “En tiempos recios, Hamlet escribe con pasión y piensa con inteligencia, sobre la relación no exenta de conflictos entre ética y política”. Y se embarca en esa ingente tarea y deja su huella histórica de investigador infatigable ligado al compromiso ineludible de bucear la verdad donde se encuentre, como salvavidas de los pueblos. De manera pertinaz no termina uno cuando planea otro meticulosamente, no dejando piedra sobre piedra. Más de 15 volúmenes y múltiples ensayos, artículos, conferencias lega a la posteridad, porque el libro es sabiduría y enseñanza. Creyente del poder de la palabra

quiso dar testimonio en vida, narrar sus experiencias, sus vivencias, sus impresiones y desengaños, como ciudadano y combatiente preocupado por su país, su hoy y su futuro. Analista acucioso, mordaz, autocrítico, “con las venas abiertas”, sin denostar la causa de los fracasos, primer eslabón del triunfo, exalta el valor y el sacrificio de los incomprendidos. Sus inagotables y múltiples conocimientos desbordan en una simple y amena conversación que dejaba traslucir su jovialidad y agudeza de este “enfant terrible, antiguo profesor universitario que enseña para aprender a conocer mejor las cosas, tal le recuerda su dilecto amigo Angel Garrido: “Ayer un infarto mató a un hombre”. H H, se creía eterno. Inagotable. Y quizás tenía razón. Falleció repentinamente de un aneurisma cardiaco mientras conducía su vehículo frente al mar, por su añorado Malecón de amantes y aventureros, regresando del Archivo General de la Nación, despedida postrera a su amigo Roberto Cassá. Murió sin sufrimiento, “con las riendas tensas” dando gracias a la vida, lleno de ensueños y nostalgias. Estaba casado con Ana María Pellerano Paradas a quien, finamente, dedicara su último libro “Fidel, Trujillo, USA”. El Pueblo enlutado, calla. No acepta su partida. Desde la montaña truena una voz que el silencio elocuente responde. ¿A quién pertenecen esas cenizas que el viento esparce sobre mi morada? -Pertenecen un hombre libre, de noble corazón y gran cabeza, alma sensible y buena. Aguerrido revolucionario que amó a su Patria y luchó por ella y por su gente. Que perseguido fue y solitario halló refugio en tu regazo. ¿Lo recuerdas, acaso, Madre Tierra? ¿Lo recuerdas? ¡Cómo he de olvidarlo, si es mi hijo! ¡Su nombre es Hamlet Hermann!


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