EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°1120-CHICLAYO, 10 DE ABRIL DE 2020-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL
¡SEÑOR, QUÉDATE CON NOSOTROS! Luego de vivir con fe y reverencia éstos cuatro primeros días de la Semana Santa (lunes, martes, miércoles y jueves), encuartelados en nuestros hogares, por un virus con corona, el Viernes Santo viviremos el quinto día de la Semana Santa y es una de las más representativas y profundas conmemoraciones del cristianismo y en él se recuerda la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret. En el Viernes Santo, la Iglesia católica pide a todos sus fieles guardar ayuno y abstinencia de carne como penitencia de todos sus fieles que se encuentren en buenas condiciones de salud. De igual forma lo hacen, otros grupos cristianos como ortodoxos, anglicanos, luteranos, metodistas y ortodoxos orientales, quienes también recuerdan esta fecha trascendental. Lamentablemente el coronavirus nos ha negado vivir los servicios religiosos de Viernes Santo, como, por ejemplo, en este día no se celebra la eucaristía, en su lugar, se celebra la “Liturgia de la Pasión del Señor”, a las quince horas, hora en la que se ha situado la muerte de Jesús en la cruz. Los sacerdotes y los diáconos visten ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. El altar y los laterales se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado del altar se ha de disponer de un pedestal para colocar en él la santa cruz que será ofrecida a veneración. El inicio de esta celebración es en silencio. El sacerdote se postra frente al altar, con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de la Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías (el siervo sufriente) y la segunda de la Carta a los Hebreos, intercaladas por un salmo (“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”). Después de la segunda lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la “Pasión según San Juan”, en cuya lectura pueden participar varias personas. La Liturgia de la Palabra finaliza con la “Oración Universal”, hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia Católica, por el papa, los ministerios -obispos, presbíteros y diáconos- por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo por los que creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados. Todos estos servicios religiosos, nos perderemos el día Viernes Santo, pero estamos seguros que lo recordaremos y lo viviremos en familia, como lo hemos venido haciendo los días anteriores de esta Semana Santa diferente a otros años, a consecuencia de la pandemia universal. Que esta Semana Santa diferente en casa, haya servido para orar y reflexionar, seriamente, sobre lo que está pasando en el mundo. Donde el poder; el orgullo; la riqueza acumulada; el creernos dueños de la vida, y peor, dueños de vidas ajenas; sin pensar que, al final, no somos nada y nada nos llevamos de este mundo. Triste y doloroso ha sido ver, y lo seguiremos viendo, la partida de muchos seres humanos, en el mundo entero, como se van solos y muchas veces, abandonados en las calles, a consecuencia de éste terrible mal. Todo esto nos tiene que hacer reflexionar que no es casualidad. Estoy seguro que cuando celebremos el Domingo de Pascua, Domingo de Resurrección, todos gritaremos a una voz ¡RESUCITÓ! ¡RESUCITÓ! ¡ALELUYA! ¡CRISTO HA VENDIDO A LA MUERTE! Así, también, Cristo vencerá al coronavirus y le pediremos SEÑOR, QUÉDATE CON NOSOTROS, ¡Y TEN PIEDAD DEL MUNDO ENTERO! EL DIRECTOR