EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°1173-CHICLAYO, 2 DE OCTUBRE DE 2020-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL
¡MES MORADO, MES DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS! Increíblemente y sin darnos cuenta, hemos entrado al mes de octubre, al mes morado, a la fiesta del Señor de los Milagros en medio de esta pandemia, que es una celebración popular donde miles y miles de peruanos con fe y devoción, no sólo acompañan las andas en un claro acto de fervor religioso, sino también toman parte de una serie de costumbres que con el correr de los años, se fueron convirtiendo en parte de la identidad de todo el pueblo peruano. Es buena la ocasión para que todos nos unamos y reflexionemos de la mano del Cristo Morado, sobre lo que venimos viviendo en casi estos siete meses de una cruel cuarentena, encerrados en nuestros hogares tratando de cuidar nuestra vida y las vidas de las personas que más queremos y estimamos, y no pasar por esas tremendas tragedias de dolor y llanto que han pasado y vienen pasando familiares, vecinos y amigos cercanos que, su dolor y llanto, es también el nuestro, cuando al perder un ser querido no han podido despedirse de ellos y darle una cristiana sepultura, y la impotencia nuestra de no poder acompañarlos en esos difíciles momentos. El coronavirus, amigos, nos viene golpeando duro, y lo seguirá haciendo hasta un buen tiempo más, hasta poder encontrar la normalidad, pero de una manera diferente a la que veníamos haciéndolo hasta antes del inicio de este virus mundial. El Turrón de Doña Pepa; los cirios labrados artísticamente para la ocasión; las alfombras de flores multicolores; el olor del incienso durante todo el recorrido del Señor de los Milagros por nuestras principales calles de nuestros pueblos; el sonido de la banda de músicos que llegaba hasta lo más profundo de nuestro corazón, entre otras costumbres de este mes morado en el presente año, quedaron en el recuerdo y que, ojalá el Turrón de Doña Pepa, eso sí, para los que nos encanta éste dulce, lo podamos apreciar en estos días morados. Hablando de este rico dulce, la historia nos cuenta que se trata de doña Josefa Marmanillo, conocida como ´Doña Pepa´, era una negra esclava y habitante del valle de Cañete. Fue liberada debido a que sufría de parálisis en los brazos, por los que no podía trabajar. Motivada por los milagros que el Cristo Moreno concedía, se animó a ir a Lima para participar en la procesión del Señor de los Milagros. Corría el año de 1800, durante el primer día de la procesión, recuperó el uso de los brazos y manos de manera milagrosa. Decidió hacer un favor al Cristo de Pachacamilla con el fin de aumentar la devoción del pueblo. Esa misma noche, Doña Pepa soñó la receta del turrón, lo preparó al día siguiente y lo llevó a la procesión repartiéndolo entre los feligreses. Doña Pepa se propuso ofrecer su dulce todos los años durante la Solemnidad del Señor de los Milagros. Siguieron con la tradición su hija, la hija de ésta y así sucesivamente hasta nuestros días, en que el Turrón de Doña Pepa, hecho de almíbar, yema, manteca, harina, anís y dulces, preside desde hace trescientos años las expresiones gastronómicas de la muy devota Procesión del Señor de los Milagros. Más que todas estas sanas costumbres de este mes morado, que se han convertido en parte de la identidad del pueblo peruano, lo importante es pedir al Cristo de Pachacamilla con fe y devoción que tenga piedad y compasión de todos nosotros, que nos devuelva la tranquilidad, el trabajo y el consuelo de seguir viviendo. EL DIRECTOR