Huerequeque Scout N°1225

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EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°1225-CHICLAYO, 02 DE ABRIL DE 2021-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL

VIERNES SANTO DE DOLOR Y MUERTE Desde que tuve uso de razón y gracias a la formación católica de mis padres, allá en mi querido pueblo de la Provincia de Santa Cruz de Succhabamba tierra cajamarquina de mi querido Perú, sentí que el Viernes Santo era una de las más representativas y profundas conmemoraciones del cristianismo. Y desde esos primeros pasos de mi vida, hasta el día de hoy, he podido vivir con fe y con mucho sentimiento de tristeza y dolor la crucifixión y muerte de Jesús de Nazaret, que injustamente fue maltratado y condenado a muerte, sin merecerlo, solo por amor a todos sus hijos. El Viernes Santo se celebra después del Jueves Santo, y antes del Domingo de Resurrección o de Pascua. Este día, la Iglesia católica manda a sus fieles, como penitencia, a guardar ayuno y abstinencia de carne. En la religión católica, en este día no se celebra la eucaristía, como el Sábado Santo. En su lugar, se celebra la “Liturgia de la Pasión del Señor” a media tarde del viernes, a las 15:00, horas en la que se ha situado la muerte del Redentor en la cruz. En este día del Viernes Santo el sacerdote y el diácono visten ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los señores obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz. El altar y los laterales se encuentran sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de este ha de disponerse un pedestal para colocar en él la santa cruz que será ofrecida a veneración. El comienzo de esta celebración es en silencio. El sacerdote se postra frente al altar, con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de pie, se dirige a la sede donde reza una oración. En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de la Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías y la segunda de la Carta a los Hebreos, intercaladas por un salmo (“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”). Después de la segunda lectura, sin aclamación, se relata completo la “Pasión según San Juan”, en cuya lectura pueden participar varias personas, leyéndose los papeles de Jesús, el cronista y el Sanedrín. La homilía es algo más breve de lo habitual debido a lo extenso del Evangelio. La Liturgia de la Palabra finaliza con la “Oración Universal”, hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia, por el papa, por todos los ministerios –obispos, presbíteros y diáconos- y por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados. Es excelente la oportunidad, el día de hoy y hasta el Domingo de Resurrección, inclinarnos al Señor con toda nuestra alma, corazón y vida por todo lo que está ocurriendo en el mundo, con la pandemia, solo Él con su infinita misericordia y poder puede cambiar el destino de la humanidad que viene desangrándose más de trescientos sesenta y cinco días del año. ¡Señor te pedimos que tengas compasión de tu pueblo que ya no puede soportar más tragedias de la que viene soportando! ¡Solo Tú Señor puedes darnos la tranquilidad y la calma que necesitan tus hijos que te quieren y aprecian! ¡Te pedimos Señor que no se sigan destruyendo las familias del Perú y el mundo que ya mucho vienen padeciendo! ¡Escúchanos… Señor! EL DIRECTOR


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