EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°1267-CHICLAYO, 27 DE AGOSTO DE 2021-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL
CUANDO EL ALMA SIENTE DOLOR Vivimos en este mundo en un mar de grandes ilusiones y satisfacciones que nos alegra el alma, que nos sentimos satisfechos cuando cumplimos, con éxito, todas nuestras metas, todos nuestros objetivos. Pero, en este caminar, muchas veces, también sentimos dolor físico y emocional cuando el esfuerzo puesto en cada una de nuestras acciones, no nos sale como lo hemos deseado o planificado. Al igual que el dolor físico, que cuando es mal tratado tiende a quedarse y afecta la vida del individuo, el emocional puede dejar cicatrices severas que comprometen, de manera peligrosa, el bienestar de los individuos si no se aborda de manera adecuada. El dolor más grande del ser humano es el dolor del alma. Muchas veces el dolor físico lo superamos, lo aliviamos, lo aguantamos, es más, con los adelantos de la medicina moderna, podemos estar tranquilos, pero el dolor del alma queda y queda por mucho tiempo con cicatrices severas que son difíciles de borrarlas. Ejemplos de este dolor del alma, nos lo demuestra en cuerpo entero el poeta liberteño César Abrahán Vallejo Mendoza en “Heraldos Negros” cuando dice: “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé!”. Cuando el alma siente dolor, es porque hemos sufrido un acontecimiento fuerte en nuestra vida. Es porque tenemos muchos sentimientos encontrados que hacen que golpeemos al alma con furia y crueldad. Esta terrible pandemia del covid-19 nos viene dejando un costo muy grande en el alma que nos ha golpeado duro, y lo hemos sentido cuando hemos perdido un ser querido o un amigo, muy cercano, que hasta nos ha impedido despedirnos de ellos, sin darles el último a dios como se lo merecían. Cruel e inhumano han sido los momentos que hemos vivido y, aún, lo seguimos viviendo sin saber hasta cuándo. Cuando uno es joven, muchas veces, no valoramos lo que tenemos en la vida, hasta que, en algún momento, nos llega a tocar el alma. Recuerdo cuando estaba en todo el resplandor de mi juventud, lo gozaba cada segundo, minuto, hora, día, semana, mes, de mi vida, haciendo lo que más me gusta y me encanta al lado de mis progenitores y seres queridos, con quienes hemos trajinado un sin número de jornadas de trabajo y aventuras, y cuando llega ese terrible momento de desprendernos de ellos, de este mundo, es cuando uno recién valora lo que hemos tenido cerca de nosotros, golpeando, seriamente, nuestra alma que, hasta hoy, lo sentimos y nos cuesta asimilarlo. En estas últimas décadas, he tenido muchos de estos pasajes, que los llevo presentes hoy en día, desde que perdí a mis Padres Antonio y Zoila, quienes me dieron la oportunidad de vivir. Luego de ellos vinieron un abanico de familiares y amigos golpeado duro mi alma, dejando duras cicatrices difíciles de aliviarlos y dejar mi alma en paz. Enumerarlos a todos sería un consuelo y alivio para mi alma, pero este pequeño espacio, no me lo permite, por ello, solo les pido que, desde ese lugar privilegiado donde se encuentran junto con el Señor Todo Poderoso, sigan iluminando mi camino para dejar este mundo en mejores condiciones en que lo encontré, y preparen las alfombras para entrar triunfante al lugar donde ellos se encuentran, el día, no muy lejano, que me toque ir de este mundo. EL DIRECTOR