N°688-CHICLAYO, 12 DE FEBRERO DE 2016-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL GENEROSIDAD DEL ARTE EN EL ESCULTISMO LAMBAYECANO A cada ser humano en éste mundo, el Señor nos ha dado unos talentos o virtudes para que los podamos desarrollar durante nuestra vida, hasta cuando El decida llamarnos. Unos los multiplican con creces, otros los guardamos para nosotros mismos sin demostrarlos a los demás, pensando que nos pueden copiar, imitar, robar o sabe Dios, con qué intención. Pero cuando nos encontremos frente a frente con el Creador, tenemos que darle cuentas de esos talentos, de esas virtudes que nos dio, y allí sí, vendrá la tormenta, el clamor o su misericordia y agradecimiento. En nuestro trance por los caminos de la institución de nuestros recuerdos, hemos visto a muchos hombres y mujeres desarrollar sus talentos o virtudes con mucho entusiasmo y alegría que, muchas veces eran dignos de admiración y respeto porque no solamente era ese hombre o esa mujer que lo entregaba todo a la institución de nuestros recuerdos, sino que, cogidos de la mano, eran familias enteras que demostraban su fuerza, empuje, entrega a una causa que, en ese momento, dieron muchos frutos y de los buenos. Nuestra existencia aún nos permite recordar y agradecer a todos esas familias que lo dieron todo sin buscar recompensa alguna, por su paso por el escultismo lambayecano. Ya lo hemos hecho, anteriormente, con algunas de esas generosas familias, hoy nos toca agradecer con todo nuestro cariño y respeto la generosidad de una familia que, con el arte en la mano, hicieron maravillas demostrando con creces que, el dar es más importante que el recibir. Nos estamos refiriendo a la FAMILIA JIMÉNEZ SÁNCHEZ que tuve la suerte de conocerlos desde que llegue a la calle Alfonso Ugarte cuadra seis e internarme, en ese entonces, a la Academia del Seminario Menor de Santo Toribio de Mogrovejo, ya que ellos vivían en esa calle y en esa cuadra. En un inicio no existió contacto alguno, sólo era de buenos días y buenas tardes al pasar frente a su vivienda. En ese momento -1967- venía del Seminario Menor de San Carlos y San Marcelo de la ciudad de Trujillo, donde había estudiado mi secundaria. Al año siguiente, -1968- gracias al recordado Padre Juan Tomis que, al acudir a la Academia Santo Toribio e invitarnos a un grupo se Seminaristas a unas charlas sobre los scouts y, ante su invitación, acudimos un grupo de Seminaristas, a las indicadas charlas. Es así como ingreso al Movimiento Scout en 1968. Años van, años vienen, y la fiebre del escultismo me hacía rezumbar mi tranquila existencia que tenía que caminar, muy apresurado, ante las exigencias y el boom del escultismo lambayecano, de esos momentos. Cursos, eventos, formación de grupos scouts, reuniones, campamentos, boletín, proselitismo; llegaban y llegaban como la espuma de un buen vaso de cerveza. Es allí que, nace la necesidad de contar con un experto en el arte de la serigrafía: banderines, parches, certificados, polos, banderolas y muchas otros recuerdos que, llego a conocer al famoso JJ, y ¿quién era JJ? nada menos que el amigo JUAN JIMÉNEZ BALDERA. En un primer momento nuestra amistad era de cliente a dueño, pero poco a poco, ésta relación se fue acortando, porque veía en JJ y a su esposa Martha Sánchez, el trato amable y servicial que tenían, además ya contaban con sus hijos: Miguel, Juan y Marco que crecían rápido para luego ser scouts. Así fue, al poco tiempo la familia completa participaban de las actividades y eventos del escultismo lambayecano, en el Grupo Scout Chiclayo 65, y luego en la Dirigencia Regional. Fue tanto la generosidad de la FAMILIA JIMÉNEZ SÁNCHEZ que, muchos de nuestros requerimientos de los scouts, de esos buenos tiempos, lo daban a un precio irrisorio, por no decirlo, nos obsequiaban. Para felicidad nuestra Juan Jiménez Baldera tuvo una camioneta que estuvo al servicio de los scouts, más que para su negocio o familia; al punto que, cuando llegó la hora del Primer Jamboree Nacional Scout, en nuestra ciudad, en 1983, de tantas idas y venidas a Paredones-Chongoyape llevando y trayendo cosas relacionadas al Jamboree o visitando a sus hijos que participaban del Jamboree, la camioneta sufrió la muerte súbita, se fundió el motor. Cuando nos enteramos y preguntarle por el percance, su respuesta de un hombre de servicio…”Son cosas materiales que tienen solución César”. A éstas alturas de mi vida, sólo me queda decir a la FAMILIA JIMÉNEZ SÁNCHEZ, gracias, gracias por haber entregado parte de sus vidas por una obra que sí valió la pena. EL DIRECTOR