EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°926-CHICLAYO, 11 DE MAYO DE 2018-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL
¡FELIZ DÍA MAMÁ! En muchas partes del mundo, éste domingo 13 de mayo le rendiremos homenajes a la reina del hogar, la Madre. Nuestra madre es la primera figura en nuestras vidas. Aunque hayamos pasado por diferentes etapas, siempre estará allí para apoyarnos, pase lo que pase y nos querrá de forma incondicional hasta que cierren sus bellos y adorados ojos. Nuestras madres son mujeres llenas de títulos, licenciadas en amor, enfermeras del alma capaces de curar las heridas con un beso, sanadoras del corazón y expertas en cariño. Ellas son nuestras niñeras, nuestras confesoras, nuestras maestras de vida, nuestras eternas acompañantes en esas aventuras amorosas cuando nuestro corazón empieza a latir, tilín, tilín y por allí responden tolón, tolón. Sus enseñanzas brillan a través de sus ojos, unos ojos que nos han ofrecido el privilegio de ver cada día, cada instante el reflejo de las batallas de la vida. Ellas saben a unos besos que siempre han sabido sellar con suavidad nuestros desvelos y preocupaciones. Ellas son unas manos que se han pasado años forjando escudos para protegernos y unos brazos que son mucho más que el rincón en el que nos escondíamos de un mundo que nos daba miedo enfrentarnos. En definitiva, las madres son almas que siempre serán sinónimo de amor, de un amor más puro que nada en el mundo: el de una madre a sus hijos. La verdad es que lo que se siente por una madre es algo que las palabras no alcanzan a describir. Podemos intentarlo pero seremos capaces de expresar todo lo que nos viene al corazón cuando pensamos en ellas, pues se nos desborda el alma al sentir un amor inmensurable. También es muy cierto que, cuando vamos creciendo la consideración hacia nuestras madres va cambiando. Cuando somos pequeños pensamos en ellas como una especie de divinidad que todo lo puede y todo lo sabe. En la adolescencia rebajamos la intensidad de todas esas creencias para, posteriormente, recuperarlas en la edad adulta con cierta nostalgia. Así, hoy por hoy, lo más seguro es que veamos a nuestras madres como omnipotentes y omniscientes superheroínas. Sea como sea, su amor es el culpable de que nos conformemos con cualquier cosa, de que queramos reaprender a cada instante y de que podamos mirar la vida sintiéndonos tanto capaces de dar amor como merecedores de recibirlo.
“Enseñarás a volar, pero no volarán tu vuelo. Enseñarás a soñar, pero no soñarán tu sueño. Enseñarás a vivir, pero no vivirán tu vida. Sin embargo… En cada vuelo, en cada vida, en cada sueño, perdurará siempre la huella del camino enseñado” -Madre Teresa de CalcutaEL DIRECTOR