Huerequeque Scout N° 981

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EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°981-CHICLAYO, 16 DE NOVIEMBRE DE 2018-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL

EL SUEÑO DEL LOBATO. UNA ALEGORÍA “Jaimito había sido investido como Lobato esa noche y llegó a su casa feliz, y también solemne; con una sensación interior que al explicarla a su madre decía: tengo dentro de mí el cielo y la tierra. La sensación era poco confortable; sin embargo era tan sedante que tan pronto puso la cabeza en la almohada, se quedó dormido. Aquella noche Jaimito tuvo un sueño. Vagaba por un bosque obscuro; una selva debía ser, porque no alcanzaba a ver más luz que una sobre su cabeza, entre los árboles. Pero no se sentía solo, sabía que más allá de aquella gran encina, que tenía delante, encontraría otros niños como él, de quienes ya escuchaba los gritos de júbilo. Así continuó a lo largo del sendero, y como lo esperaba, a la vuelta de la encina encontró un grupo de niños felices a quienes inmediatamente reconoció como miembros de su Manada. Uno de los Seiseneros subía por un árbol a coger una hoja para Akela que estaba a un lado. Nadie se sorprendió de verlo, pero escuchó a alguien que decía: “magnífico, por fin llegó Jaimito”, y sintió la cálida sonrisa de Akela y su saludo amistoso. Permaneció en la Selva junto con sus compañeros, meses, quizás años. Explorando juntos todas las veredas, algunas de las cuales parecían no conducir a lugar determinado. Nunca sabían lo que iban a encontrar a la vuelta de un recodo, pero sabían que sería algo interesante…algunas veces tropezaban con otros Grupos de niños pequeños como ellos, que siempre iban acompañados por una o dos personas mayores. Lo curioso acerca de estas personas mayores era que se divertían tanto como los niños, y estaban tan ansiosas de ver lo que encontraban a la vuelta de un recodo, como cualquiera de ellos. Cuando tropezaban con alguna de estas Manadas, con seguridad se entablaban conversación, algunas veces jugaban carreras entre sí, o se sentaban a comer juntos, o simplemente se referían algún episodio interesante de lo que ahí habían visto. Una vez encontraron dos niños que andaban solos y quienes les dijeron: “Estamos perdidos, ¿tendrían inconveniente en llevarnos con vosotros?”. Akela los colocó uno a cada lado de él y les comenzó a hablar de la floresta y de las maravillosas cosas que ésta encierra. Algunas veces encontraban animales, mansos o salvajes, pero ninguno de ellos se asustaba, y los observaban o jugaban con ellos. También encontraban de cuando en cuando piratas e indios Pieles Rojas, pero una clase de piratas e indios muy amables. Los piratas les enseñaban a gruñir y a cantar sus canciones; pero les decían que jamás deberían hacer daño a nadie. Los indios les enseñaban a construir látigos terroríficos, a hacer flechas, también alguna vez a seguir un venado y observarlo beber agua en algún charco de la floresta. Pero también ellos les aconsejaban que no espantaran a nadie con los látigos o lo hiriesen con los arcos y las flechas. Al principio caminaban siguiendo las huellas de los animales, pero poco a poco fueron llegando a senderos más precisos y Jaimito estaba seguro que, aunque aquellos senderos zigzagueaban constantemente, todos parecían ir a la misma dirección. Mirando a su alrededor notó que muchos de sus antiguos amigos habían desaparecido; pero que en su lugar otros niños más pequeños se habían adherido a la Manada. Se dio cuenta de que ya veía con más claridad por entre los árboles y la maleza, y que de vez en cuando podía señalar un animal o un pájaro antes que Akela lo hiciera, y de pronto se dio cuenta de que ya no era un simple Lobato, que ya tenía bien abierto los ojos y ayudaba a Akela como Seisenero. Jaimito comenzó a pensar y por fin preguntó a Akela, cuando caminaban juntos por un ancho sendero: “¿qué es esa floresta, Akela, y hacia dónde nos dirigimos?” Y Akela le contestó: “¿Jaimito, tienes ya tan abiertos así tus ojos? La floresta es la Selva de los Lobatos por lo que tú y yo tenemos vagado durante muchos días, poro desde el día en que empezaste estas andanzas a mi lado hemos ido siempre en la misma dirección: hacia la Tierra del Escultismo”. Jaimito preguntó: “¿Es allá a donde han ido los que nos han precedido; y Guillermo, el Primer Seisenero, quien me dijo aquella tarde en que se fueron juntos que más tarde nos veríamos?”. Respondió Akela: “Sí me da gusto decir que casi todos han llegado a la Tierra del Escultismo y la están atravesando. De vez en cuando se me permite visitarlos y darles una palmada amistosa en la espalda, lo que también espero hacer contigo, Juanito, pues ya estamos llegando a esa Tierra”. Preguntó Jaimito: “¿Pero por qué no puedes seguir conmigo?” “Me gustaría inmensamente continuar contigo –confesó Akela-, pero si lo hiciera no habría quien siguiera guiando a los otros por los senderos de la Selva”. (Tomado del libro LOBATOS Editorial Scout Interamericana). Continuaremos en siguientes números de Huerequeque. EL DIRECTOR


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