APUNTES MÓDULO 1 1 Panorama del Mundo Contemporáneo 1.1 Introducción 1.2 Las cuatro rupturas 1.2.1 Ruptura con Dios 1.2.2. Ruptura consigo mismo 1.2.3. Ruptura con los demás 1.2.4. Ruptura con la naturaleza 1.1 Introducción Uno de los fenómenos que ha sellado la historia reciente de la humanidad ha sido el fenómeno del cambio. Desde la revolución industrial el cambio se ha impuesto como una de las claves para comprender al hombre y su situación. No es que el cambio sea un fenómeno nuevo, siempre ha habido cambios. Lo que diferencia nuestra época respecto de otras es la aceleración y la velocidad del cambio. Las cosas cambian de un modo incesante y vertiginoso. Mucho tiene que ver en este proceso el papel que cumple la técnica y el espíritu consumista. En este contexto muchos empiezan a cuestionar aquello que permanece. Puesto que todo cambia muchos temen perder un punto de referencia seguro y se sumergen en lo efímero y circunstancial. El cambio desbordante puede generar en el hombre una fascinación hacia él y un rechazo por todo lo que se libra de él, esto es, por aquello que permanece. Se trata de un problema epistemológico que se agudiza por una economía que crea necesidades artificiales y productos de corta vigencia a través de campañas mediáticas bastante agresivas. Se configura un estilo de vida que se centra en lo desechable y lo sustituible. Ahora bien, ¿es cierto que todo cambia y nada permanece? Viendo al ser humano podemos decir que sí hay cosas que permanecen. Permanece siempre el hombre y sus preguntas fundamentales. Permanece una tensión hacia Dios, hacia uno mismo, hacia los demás y hacia la naturaleza. Pero ante una sociedad sellada por el cambio el hombre reduce toda la realidad a aquellas cosas sometidas a esa dinámica. 1.2 Las Cuatro Rupturas Esta confrontación contra lo que permanece puede expresarse en una ruptura del hombre en cuatro niveles fundamentales. Dios, consigo mismo, con los demás, con la naturaleza. 1.2.1. Ruptura con Dios
La aceleración del cambio provoca una ruptura entre la fe y la vida. El hombre se sumerge en la dinámica del cambio dejando a Dios cada vez más marginado de su propia vida. El caso más representativo de la ruptura con Dios ha sido Nietzsche (ver texto “El loco” de la Gaya Ciencia donde aparece la frase “Dios ha muerto, nosotros lo hemos matado”). En la actualidad no hay propiamente un ateísmo militante como el de Nietzsche. Lo que hay en la actualidad es un ateísmo práctico fundado en una indiferencia respecto de Dios. Las sociedades y sus instituciones se configuran a través de un marco legal y económico que no tiene en cuenta para nada lo divino. Lo único que realmente interesa es que la sociedad siga funcionando, que las personas cumplan con sus roles definidos de antemano. De este modo lo funcional (el trabajo, el mercado, las relaciones sociales, el deporte, la profesionalización, etc.) se constituye en lo más importante dejando lo religioso en un segundo plano lo práctico. Es por ello que este ateísmo práctico se le ha llamado también “agnosticismo funcional”. Se trata de una singular forma de ruptura con Dios donde se le deja de lado o se le considera como una cuestión que no hay que plantearse seriamente. Cuando el hombre deja de lado a Dios termina reemplazándolo por ídolos: el ídolo del poder, el tener y el placer 1. El placer: El ídolo del placer se identifica con el ideal del hedonista, del hombre que piensa que el fin de su vida es el placer. Para este hombre el mayor enemigo es el sufrimiento. Este rechazo ha asumido en algunos países status de ley, basta pensar en la eutanasia y el aborto eugenésico. En el momento que el hedonista rechaza sufrir rechaza la posibilidad de madurar y crecer como persona. (relación con el infantilismo que reina en la sociedad) El hedonista reduce todo al placer presente cayendo en la frivolidad y el libertinaje. Trata de aprovechar al máximo el aquí y el ahora sin importarle las consecuencias de sus actos. Sólo busca el placer del momento. Y cuando busca sólo el placer, comienza a vivir según la ley del gusto-disgusto. Sólo hago lo que me gusta hacer, sin tener en cuenta que buena parte de la vida es sufrimiento. Y una persona que sólo hace lo que le gusta se vuelve en un ser inconsistente, frágil, superficial; atrapado por las fuerzas de sus gustos, incapaz de sobreponerse a sus caprichos. Un hombre que sólo se interesa en el presente, es un hombre incapaz de ser fiel. ¿Por qué? Porque la fidelidad supone perseverar en una promesa dada en el pasado. ¿Por qué tantos divorcios? El peligro de moverse sólo por el gusto y el placer es convertir la realidad en un espectáculo. Para el hombre hedonista la realidad tiende a convertirse en una ficción o un espectáculo. No es casual que algunos sociólogos califiquen nuestra sociedad como una sociedad del espectáculo. Cuando la realidad se convierte en algo ficticio o en un espectáculo la persona se vuelve en un espectador, en un receptor pasivo de lo que ve. Cuando soy espectador pierdo la capacidad de iniciativa y de injerencia en torno a lo que está pasando. Surge una generación de “gente aburrida” que necesita de sensaciones intensas para experimentarse vivos.(Ejm. Talk shows). El hombre de hoy es esencialmente espectador. Teme proponerse metas ambiciosas y universales.
Es conformista. Hacen falta hombres soñadores, románticos, revolucionarios en el buen sentido de la palabra. Cuando desaparece la voz de la persona aparecen otras voces que toman su lugar: el Estado, el mercado, las clases sociales, el partido político, etc. Si el hombre sólo se mueve a partir de lo que le gusta, va perdiendo su capacidad de discernir entre la verdad y la mentira, entre lo bueno y lo malo. Su capacidad de razonar comienza a ser opacada por su capacidad de sentir y de satisfacerse. Este es un gran problema de los jóvenes en la actualidad, su falta de espíritu crítico. Finalmente, el hombre hedonista reduce su vida al cuerpo. Puede caer en dos extremos: 1. Diviniza el cuerpo (“gozar al máximo porque mañana moriremos”). Pone todo su valor en la belleza corporal de modo que su mayor enemigo es el mal aspecto físico y el envejecimiento. No es casual el éxito que tiene en nuestros días la cirugía plástica y los productos para mantener el cuerpo siempre joven. 2. Banaliza el cuerpo: reduce a condición de cosa. Utiliza su cuerpo como si fuera un pedazo de materia (tatuajes, experimentación genética, etc.) 2. El tener: El ídolo del tener se ve de modo concreto en las aspiraciones del hombre económico. Este hombre pone su valor en las cosas que posee. Su mayor temor es perder lo que posee o ver que otro posea lo que él desea. No sólo es egoísta sino también envidioso. Mira a los demás como competidores a quienes no hay que ayudar. Por eso anhela poseer mayor cantidad de bienes sin importarle si los medios que utiliza son morales o no. Por el afán de alcanzar una meta determinada consiente a muchos males: el enriquecimiento ilícito, los sobornos, las difamaciones, etc. Para este hombre todo se convierte en instrumento para beneficiarse materialmente. Las relaciones humanas ya comienzan a fundarse ya no en la gratuidad sino en el interés. Los favores y sacrificios por otras personas se realizan porque se quiere conseguir algo a cambio. Esta actitud egoísta está a la base de muchas de las injusticias sociales que padecemos en la actualidad. 3. Poder: Surge el hombre autónomo, el hombre que no quiere depender de nadie y que busca imponer su voluntad a toda costa. El ídolo del poder se caracteriza por la la prepotencia (“si la realidad no es tal como la pienso, peor para la realidad” decía Stalin) Los dictadores del s. XX estaban marcados por su idolatría al poder (Hitler, Stalin, Mussolini, etc.) La prepotencia en nuestros días ya no se muestra tan abiertamente como en los dictadores del s. XX, sin embargo, sigue actuando de modo creciente. Ya no es necesario matar físicamente a millones de personas (aunque esta práctica también se realiza a través de los abortos eugenésicos) basta con comprar la mente y voluntad de las personas a través de las ideologías promovidas por los medios de comunicación (por ejemplo, la promiscuidad sexual) o con legislar prácticas injustas con la venia de gobiernos débiles y corruptos (por ejemplo, explotación de diamante y petróleo en Africa)
1.2.2. Ruptura consigo mismo Alejado de Dios el hombre se aleja de sí mismo. En ese alejamiento se aparta de la verdad de sí y oscurece su naturaleza. Surge una crisis de identidad que lleva al ser humano a interpretar erróneamente quién es, cuál es su origen, su fin y el sentido de su existencia. Se deforma la comprensión de sí mismo y se empieza a vivir en la mentira existencial (skotosis). Recordemos la oscuridad, la soledad y el frío que experimenta el loco de Nietzsche. En esta desorientación por la propia identidad el ser humano empieza a sentirse como un extraño en el mundo. Se trata de una desorientación que no permite al hombre proyectarse con optimismo hacia el futuro sino a replegarse en el presente. Sin futuro desaparece la esperanza. ¿Por qué hay tantas personas desesperanzadas en la actualidad? ¿Por qué muchas personas temen proyectarse hacia el futuro, miran el futuro con temor y desconfianza? En este contexto de desorientación y oscuridad aparecen fundamentalmente tres formas erradas de comprender al hombre: 1. 2. 3. 4.
Yo soy mi pensamiento Yo soy mis sentimientos Yo soy mi cuerpo Yo soy mi rol
1. Yo soy mi pensamiento: Es el hombre que cree que todo su valor radica en sus ideas y reflexiones. Puesto que ha depositado en su inteligencia toda su valoración es incapaz de reconocer cuándo se ha equivocado y de aceptar una crítica. Cree que todo lo que piensa y reflexiona es siempre verdadero. Reconocer que su idea está equivocada o aceptar una crítica sería sinónimo de debilidad y por lo tanto rechaza ponerse en una situación semejante. Es el caso típico del hombre terco, cerrado, incapaz de dialogar, atento en todo momento a afirmar sus ideas y ganar las discusiones. Una expresión de esta forma de pensar es el racionalismo y el cientificismo. 2. Yo soy mis sentimientos Este criterio rige en toda persona que antepone sus sentimientos a sus ideas creyendo que actuar así es actuar de modo “auténtico”. De este modo es incapaz de perseverar en un proyecto o en un compromiso porque en el momento que sus convicciones se vean confrontadas con un sentimiento intenso se dejará arrastrar por éste. Uno de los pensadores que más ha influido en esta falsa interpretación del ser humano es Sigmund Freud. Según él los más propios del ser humano son sus pasiones, sus sentimientos. El hombre estaría dominado por dos pulsiones: el eros y el tanatos, la libido sexual y el deseo de la muerte. Todas nuestras ideas, nuestras decisiones y nuestros actos están dominados por estas pulsiones. De este modo, Freud alienta a que los sentimientos no sean frenados por las ideas o convicciones, a que actuemos irracionalmente.
3. Yo soy mi cuerpo La persona que se identifica con su cuerpo se valora únicamente por su apariencia física. A partir de esta idea es capaz de despreciar todo aquello que no se adecue a sus patrones físicos y estéticos. Junto a la apariencia física, el placer físico se convierte en el criterio último de su actuar, tal como veíamos en el fenómeno de divinización del cuerpo. El sufrimiento y el envejecimiento son considerados como realidades que se debe rechazar. 4. Yo soy mi rol Reducir a la persona a su rol significa valorarla por las cosas que hace y no por lo que ella es. El criterio que se impone para valorar al hombre desde este reduccionismo es la eficacia y la productividad. Uno de los movimientos filosóficos más influyentes sobre este modo de valorar al ser humano fue el pragmatismo norteamericano fundado por William James (1848-1910). Para este autor en la sociedad solo hay hombres útiles y hombres inútiles. El hombre útil es aquel capaz de resolver problemas suscitados dentro de la sociedad industrial. No existen más problemas que esos. El hombre no debe preguntarse por el origen o el fin último del ser humano, tampoco por el bien y la perfección. Debe limitarse a solucionar los problemas particulares que la sociedad le exige.
1.2.3. Ruptura con los demás La pérdida de la propia identidad y el conflicto consigo mismo tiene consecuencias sociales. Estas consecuencias pueden apreciarse en las distintas situaciones de injusticia socio-económica y de violencia que se han convertido en enfermedades endémicas del mundo contemporáneo. La pobreza, resultado de la ruptura con los demás, encierra distintos niveles. Podemos mencionar las siguientes: 1. Pobreza física: Existe una pobreza física que lacera a millones de personas. Uno de los fenómenos sociales más tristes de nuestro tiempo es la injusta distribución entre ricos y pobres. La distancia entre ricos y pobres es cada vez mayor. A nivel mundial esto se ve en la distancia cada vez mayor entre el Norte desarrollado y el Sur en vías de desarrollo, donde vive la mayor parte de la humanidad. El “mapa del hambre” preparado por la FAO en el año 2000 confirma esta idea: de las 24 naciones selladas por el hambre, 18 son africanas, 5 se ubican en Asia y una, Haití, en América. De un total de 6,000 millones de habitantes, 2,800 - casi la mitad – viven con menos de 2 dólares diarios y 1,200 millones – casi la quinta parte – con menos de un dólar diario;44% de este grupo se encuentra en Asia meridional. En los países ricos, los niños que no llegan a cumplir cinco años son menos de uno de cada cien, mientras que en los países pobres una quinta parte de los niños no alcanza esa edad.
2. Pobreza psicológica: Una gran cantidad de personas en la sociedad contemporánea carece de los criterios y categorías que le permitan realizar críticos válidos sobre la realidad. Crece el relativismo, es decir, la idea de que la verdad objetiva no existe y que depende de las personas. Si nadie posee la verdad el pensamiento humano se torna débil e inconsistente. Esta doctrina es avalada y promovida en la actualidad por la filosofía postmoderna, más específicamente, por el filósofo italiano Gianni Vattimo quien en su libro “Pensamiento débil” (1982) afirmaba que la única forma de crear una sociedad pacífica, tolerante y pluralista sería renunciar a toda pretensión de verdad. Introducir la verdad objetiva sería para este autor introducir un principio de intolerancia en la sociedad en la medida en que se obligaría a las personas que la acepten. Esta postura tiene como una de sus expresiones concretas la teoría de lo políticamente correcto. Este término lo acuña en 1975 la feminista Karen DeCrow, presidenta de la Organización Nacional de la Mujer (EE.UU.). El propósito era y es aún para algunos eliminar todo tipo de realidad o apariencia de discriminación y prejuicio expresado lingüísticamente. La búsqueda de un lenguaje inofensivo tiene como contraparte la imposibilidad de llamar a las cosas por su nombre. Se quitaría a la persona la posibilidad de culminar el acto intelectivo a través del juicio y se le exigiría permanecer, en el mejor de los casos, en el plano fenomenológico. La incapacidad de definir las cosas y de tomar postura respecto de ellas generaría inseguridad e incertidumbre en las personas. Esta actitud es muy propicia para cualquier tipo de manipulación. En efecto, algunos toman el lenguaje como un medio de poder y de manipulación. Creando un público incauto e inofensivo que no usa palabras “fuertes” o de carga fuerte es posible controlar la opinión pública a través de los censores del lenguaje. Ejemplos: aborto = interrupción del embarazo; eutanasia = muerte digna; embrión humano = producto; perversión = parafilia). 3. Pobreza moral: Es aquella pobreza que no respeta a la persona en todas sus manifestaciones, que no promueve la vida familiar, que no tiene en cuenta el bien integral de la persona ni el bien común, que no se solidariza con los más pobres ni se conmueve con los que sufre, que no siente remordimiento ante el mal cometido y hace caso omiso a la voz interior que clama por Dios. Vamos a mencionar aquí un fenómeno contemporáneo ligado a la pobreza moral. Se trata de la legalización del irrespeto a la persona. En la actualidad hay muchas leyes que se aprueban sin importar su valor moral. Cobran status legal porque es una práctica que se ha hecho común en la sociedad. Algunos autores llaman a este fenómeno “la legitimación del proceso o de la función”. Primero funciona y luego se eleva a rango de ley (por ejemplo, la legislación para parejas de hecho) Tal vez el ámbito más claro donde se plantea la creación artificial del fundamento se plantea a nivel económico. Muchas veces cobran status legal sistemas y procesos económicos bastante injustos. La legalización de estos
sistemas injustos sólo puede explicarse a partir del egoísmo y de las ansias de poder de aquellos que tienen el poder económico o de quienes quieren aprovecharse de él. La economía en vez de convertirse en un instrumento que promueva el trabajo para todos y la distribución justa de los bienes, comienza a convertirse en un fin, es decir, en el eje rector de toda la actividad humana de modo que todo proceso que genere riqueza es considerado válido y legal. 1.2.4. Ruptura con la naturaleza Destrucción del medio ambiente. Se pierden decenas de hectáreas de bosques diariamente, hay contaminación del agua y del aire, no se preocupa del agujero de la capa de ozono en la Antártida, lo que está cambiando el clima en el planeta.