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El Brujo quiere hechizar a México… y al mundo

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Ética y comida

Ética y comida

Sin duda México es una de las potencias tabaqueras que, tras su esplendor en el siglo XIX, no ha podido volver a brillar como en aquellos tiempos en los que reyes, duques, la aristocracia europea preferían los cigarros nacionales por su increíble manufactura y su vitolfilia sin igual; era el primer productor mundial de la hoja que era sembrada en más de 70 por ciento de su extenso territorio.

En la época moderna, las pequeñas marcas mexicanas que sobrevivieron y aprendieron del mini boom que alcanzaron hace siete u ocho años a través del explosivo mercadeo en redes sociales, hoy buscan hacer una diferencia reconquistando, primero el mercado nacional, y poco a poco el internacional.

Es el caso de Felipe Castañeda, un fumador y empresario que le sobra pasión, quien encontró a una familia tabaquera con generaciones de experiencia tanto en fermentación y añejamiento como en la manufactura de cigarros, y hoy crece y posiciona exitosamente a puros El Brujo y Gorel desde Querétaro, para México y el mundo.

DONDE COMIENZA TODO

¿Qué se necesita para triunfar en el Mundo del Tabaco? La respuesta no es dinero, ni tradición familiar, es más, ni siquiera conocimiento previo. Lo que de verdad se necesita son toneladas de pasión, un chispazo de inspiración, y quizá, algo de suerte, elementos que describen muy bien el camino que va siguiendo Felipe, El Brujo, apodo cuyo origen no contaremos en este artículo para dejar algo de misterio.

Felipe es un tipo sumamente dicharachero, es decir, poseedor de una conversación amena y ocurrente, digna de un “vendedor nato”, como se define, tanto, que, por ejemplo, nos contó que a los 10-11 años, sus padres prepararon un típico pozole colimense para una reunión, y mientras salieron a comprar complementos, el hijo emprendedor y travieso vendió todo el caldo de las fiestas y los domingos en México, a raciones de 25 pesos.

“Cuando llega mi mamá me preguntó ¿y el pozole? Y yo le dije, no, pues ya lo vendí. ¡Pero eso íbamos a comer! No pues ya lo vendí, le dije, aquí está tu feria (dinero). A partir de ahí comencé a vender pozole los domingos”, cuenta.

Y si bien no tiene una tradición tabaquera, los cigarros puros son lo suyo; el primero que puso en su boca lo hizo a los ocho años, y los 10 ya sabía, “esto es lo mío”. Cuenta que en el refrigerador de su casa siempre había puros, esto por su padre, abogado de la familia Turrent (Te Amo, Casa Turrent, etcétera) y más tarde magistrado.

Desde entonces hasta ahora, a sus 48 años de edad, siempre ha estado presente el humo de un cigarro.

En el rubro de los negocios hizo de todo, tanto en la Ciudad de México, donde nació, hasta en Querétaro, estado al que migró, incluso llegó a ser gerente de las cámaras Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) así como de la Nacional de Comercio (Canaco).

“Terminé con un negocio de venta y transformación de mármol y granito, que por cierto, se llama El Brujo. Tengo 23 años con este negocio, y cada año, a mis mejores clientes les regalo algo (una vez les mandé a hacer cervezas a las que les puse la etiqueta de El Brujo), hasta que un año se me ocurrió regalar puros”.

UNA MARCA CON MUCHO FUTURO

En el momento en que el que supe que Felipe comenzó a trabajar con la familia Villegas, oriunda de San Andrés, supe inmediatamente que sus tabacos estaban garantizados.

Se trata de una familia con una centenaria tradición que se remonta a varias generaciones de tabaqueros y que tengo el gusto de conocer y haber trabajado algunos años con ellos.

Así es que Felipe, junto con don Benjamín Villegas, gran fermentador y con cuya marca, Real de Los Tuxtlas (extraño tanto esas deliciosas joyas, “Mis Preferidos”, con capa San Andrés y habano en las puntas), y su hijo, Omar Villegas Gorel, un torcedor como pocos, tras esa epifanía que tuvo cuando se le ocurrió, en sus regalos anuales, dar puros, comenzaron a trabajar en las ligas de lo que sería su propia marca de tabacos. Y con la ayuda de un sommelier dio con el blend que lo dejó satisfecho para comenzar esta aventura.

PASIÓN E INNOVACIÓN

Felipe sabe que al Mundo del Tabaco entraron dos mercados emergentes que van tomando mucha importancia: las mujeres y los jóvenes, y pensando en estos sectores, y desde su personalísima visión, creó cuatro vitolas en las que domina la suavidad y el carácter del buen tabaco mexicano: robusto, short torpedo, box press doble prensado y un cola de cochino, y están por lanzar sus vitolas churchill y un pirámide extra.

Las capas que usa son Habano México y Negro San Andrés, capotes habano morrón rojo y blends con tabacos con un mínimo de cuatro años de añejamiento, con fortalezas suaves y medio-fuertes.

Su marca tiene, además, un detalle que no había visto antes: sus anillos son stickers, calcomanías que, cuando terminas de fumar un brujo, la dejas pegada como recuerdo. Asimismo, su hija preparó una serie numerada de cajas que ella pintó con motivos de grandes capos de la mafia, buscando siempre innovar y conectar con estos mercados emergentes.

TABACO MEXICANO

Felipe Castañeda aún recuerda cuando recibió su primer envío de 200 puros, esa emoción, ese momento definitorio que, al igual que los autos y las motos, incendia su emoción al máximo, así que, con un nuevo diseño y la integración de la marca Gorel (antes Catemaco), puros El Brujo está tomando cada vez más aceptación y gusto en el fumador queretano y cada día en más estados de la República.

“Y de Estados Unidos, porque vamos a estar pronto en el evento de la PCA (Premium Cigar Association), seremos una marca con la que los latinos se identifiquen, y que a nuestros paisanos les encante y se sientan orgullosos de probar un bueno puro mexicano en territorio estadounidense”.

En este sentido, afirma que el tabaco mexicano tiene todo el potencial para volver a ser lo que fue; no obstante, señala que primero hay unir a los productores que están haciendo bien las cosas, que pagan impuestos y que buscan el objetivo común de reconstruir el mercado nacional, y poco a poco ganar presencia y prestigio en el nivel internacional.

Recordemos que hacia 1765 la producción del tabaco en la Nueva España era, esencialmente, para consumo interno, puesto que el producto cubano, considerado de mayor calidad, era el que surtía a la metrópoli. Sin embargo, a partir de su estanco en México, el tabaco novohispano comenzó a generar grandes ganancias para la Corona, derivadas de los impuestos sobre su venta local.

A fines del siglo XVIII este monopolio proporcionaba a la Corona mayores recursos que cualquier otra fuente de ingresos, y entre 1782 y 1809 se llegó a cifras récord. Inicialmente, el monopolio tomó control sólo del cultivo y venta del tabaco en rama y dejó la manufactura y venta de productos del tabaco en manos privadas.

Gradualmente la Colonia empezó a producir sus propios puros y cigarrillos; fue clave el establecimiento de la fábrica de la Ciudad de México en 1769, considerada como la empresa más desarrollada de la época y la que más empleos generaba. Las tiendas privadas que aún permanecían en la ciudad de México fueron abolidas en 1775; se reservó la venta de puros y cigarrillos únicamente a estanquillos del gobierno.

En esa época había 175 bodegas en la Ciudad de México y sus funciones eran de almacenamiento y distribución. Entregaban a las fábricas de puros y cigarros la materia prima y posteriormente distribuían los productos en los mercados locales y regionales de la Nueva España, a través del Estanco del Tabaco, “la piedra más preciosa de la corona española”.

QUERÉTARO Y SU IMPORTANCIA TABAQUERA

No podemos dejar de mencionar que en 1779 se asentó en Querétaro la Real Fábrica de Tabacos de San Fernando, que llegó a considerarse el segundo en importancia de producción de cigarros y puros en la Nueva España, sólo detrás de la ubicada en Ciudad de México, que regulaba a su par queretano

“La mayoría de trabajadores eran mujeres en razón de que se les reconocía su habilidad manual para liar cigarrillos (envolver y torcerlos)... José Félix Zavala refiere que para poder contar con la presencia de mujeres, tuvieron que ofrecerles servicios de guardería y permisos para tener con ellas a los hijos lactantes. Las guarderías funcionaban como escuelas pues ahí se enseñaban las primeras letras y el catecismo (sic).

“Los puestos para la Fábrica eran muy cotizados, pues sus trabajadores podían obtener como beneficio el pago de jubilación y la posibilidad de formar asociaciones de ayuda mutua o cofradías. Las actividades en el interior variaban, había los puestos de cigarreros, cernidores, guarda pitos, encajonadores entre otros, lo que nos habla que los procesos de trabajo se dividían por área de especialización”, consigna la investigadora Carmen Imelda Gómez en: Querétaro y su fábrica de San Fernando. Una historia dentro de esta historia en El estanco del tabaco y sus trabajadores 1764-1805.

No obstante, apunta, con la escasez de papel en 1798 el virrey Miguel José de Azanza dispuso que los cigarreros dieran un giro hacia la confección de puros. Con el inicio del movimiento armado en 1810, la fábrica ve suspendidas sus actividades cada vez más intermitentes. Es finalmente durante el México independiente cuando el ministro de Hacienda Lorenzo de Zavala (1827-1830), decide abolir el monopolio del tabaco.

Y es, desde esta histórica ciudad de gran importancia nacional, que Felipe Castañeda comercializa y posiciona puros que comenzaron como un regalo a sus clientes y terminaron en un empresa a la que El Brujo le está dedicando vida y corazón, en la que incluso su hija e hijo comparten pasión y forman parte del sueño, que sin duda pronto conquistará los mercados de México, Estados Unidos y otros países del mundo.

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