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Emilienne d’Alençon: ¿La Muñeca de La Perla (Parte 2)
José Antonio Ruiz Tierraseca
EL MITO
Sobre la conocida Muñeca de Corrales, efigie femenina tan repetida en el vitolario de la marca mexicana La Perla –de la que en todos los coleccio nistas tenemos alguna anilla– han surgido diversas elucubraciones. No obstante, la realidad sobre la bella señorita, “símbolo” de la empresa de don Andrés Corrales Corrales, se mantiene como un enigma.
El coleccionista don José Pascual Badelles (q.e.p.d.) –gran persona, mejor amigo y destacado vitól filo–, hojeando los primeros números de septiembre de la revista Semana vio en el fascí culo central una fotografía de Emilienne d’Alençon. Por el tipo de peinado, el retrato en sí parece idéntico a la imagen que aparece en las anillas de Corrales.
¿Supone esto una historia ro mántica entre don Andrés Corrales y la bella Emilienne? Darlo por sentado es mera hipó tesis. Lo correcto es considerar que la joven nació hacia 1870, que en 1889 debutó en el Circo de Verano de París y fue contem poránea de Carolina Otero. De hecho, al poco tiempo d’Alençon –calificada por la crítica como chiquilla encantadora–, La Bella Otero y Liane de Pougy confor maron el trío más famoso de su género, conocido como Las Tres Gracias, las reinas del mundo frívolo.
“Nos centraremos en las fechas señaladas, sobre todo la de 1898. Recorde mos que Emilienne tiene 28 años y la marca de La Perla ya está funcionan do. Este hecho no sería aislado, pues en Cuba una marca se registró bajo el nombre de La Bella Otero. Lamento no poder reproducir la fotografía, pero el pare cido con el personaje original es enorme”.
Este texto, publicado en la Re vista de la Asociación Vitolfílica Española (AVE) julio-diciembre de 1977, bajo el epígrafe IDENTIFICACIÓN DE ANILLAS, y es crito por otro grandísimo coleccionista ya desaparecido, José Ramón Pascual, fue suficiente para que los coleccionistas de la época –y posteriores– acogiesen con entusiasmo la identificación de La Muñeca de La Perla.
Cabe recordar que en aquellos tiempos había un afán excitan te por lograr identificaciones, datar anillas, hacer descubri mientos, etcétera... en pocas palabras, ampliar conocimientos. La identificación se atribuyó a otro eminente vitólfilo, sin hacer necesaria la aportación de prue ba alguna. Vamos, que ni siquie ra la fotografía siguiente que fue la clave:
Figuraba también en el coleccio nable La Bella Otero, española reina de La Belle Époque que la citada revista Semana editó en 86 capítulos entre abril de 1977 y diciembre de 1978. La fotogra fía de la d’Alençon se publicó en el fascículo correspondiente al 13 de Agosto de 1977, acompañada de este texto:
Es de suponer que cualquier fi sonomista puede enumerar las diferencias entre las facciones de los retratos de La Perla y la foto mostrada, pero ¿debiera ser suficiente? Más bien no, porque la interpretación de los rasgos físicos de una persona puede estar sujeta al criterio o hasta la visión del artista en cuestión; en este caso, el Litógrafo.
Al respecto, baste citar una anécdota del famoso pintor Amedeo Modigliani, quien en cierta ocasión mostraba uno de sus peculiares retratos a un matrimonio, y la señora comen tó que “la mano no le había sali do muy bien”. El pintor respondió: “Señora, eso no es una mano, es un cuadro”.
Creemos o sabemos que cuando una casa litográfica plasma a una persona en sus creaciones, parte de un documento: una fotografía, un cuadro, etcétera, y en la investigación de otro coleccionista destacado, don Carlos Casado, se estudiaron docenas de fotografías de Emi lienne, aunque en ninguna de ellas tiene la pose ni el vestido ni el peinado, o al menos algo que coincida exactamente con lo mostrado por los retratos de La Muñeca
Así que se antoja complicado que una casa litográfica tome las facciones de alguien, las reinterprete y se invente toda una es cena, cuando existen docenas de modelos para escoger e inspirar se, o simplemente se pudo copiar, sin más. Aquí, un muestrario.
Como se puede apreciar, algunas fotografías guardan cierta simi litud con La Muñeca, pero en cambio otras, ninguna. Incluso, de entre ellas las hay tan dispares que no parece la misma persona, destacando en la que porta un monóculo.
¿Cuál es el resultado? En La Perla hay tres litografías cono cidas:
Las de la parte superior, prácti camente idénticas, son la vista y la papeleta de una caja de puros, mientras que las dos de la parte inferior corresponden al catalo go de La Perla. Se puede apreciar claramente que las tres son di ferentes entre sí, y podría afir marse que de distinta procedencia litográfica. Comparemos con las fotografías presentadas en su identificación, y la única en que se muestra en una pose si milar.
En cuanto a las anillas, veamos una serie nueva de retratos:
Podemos apreciar seis retratos distintos que se agrupan en varios formatos de anillas que los reflejan, excepto en la terce ra fila, donde hay dos que inclu yen al menos parecido de todos, cuya tosquedad hace difícil utilizar el apelativo de Muñeca También se pone al lado de cada fila el retrato de las anillas gigantes y del que –diríamos–, más se parece a los de la primera y segunda filas.
Para terminar con el muestrario de los rasgos físicos y abundar en el tema de su interpretación por el artista que los refleje, se muestra una conocida litografía del famoso pintor Henri de Tou louse-Lautrec, fechada en 1898 –el año de nuestro interés– quien así representó a Emilienne d’Alençon durante una de sus visitas al hipódromo.
A la vista se explica por sí misma. Por otra parte, en cuanto a las circunstancias sociales de la protagonista, por llamarlas así, partiendo de la posibilidad de una historia romántica entre don Andrés Corrales y Emilienne –como apunta la “identifica ción”–, ésta se habría producido antes de que el primero marcha se rumbo a América y fundara La Perla, pues todos coincidimos en que La Muñeca es la imagen de la marca desde sus comienzos.
Ignoro el nivel económico de Corrales en su Asturias natal, aunado a su más que probable juventud. Pero si nos atenemos a las circunstancias de la emi gración en aquellos años, es fácil concluir que no llegaba a las alturas en que la d’Alençon pica ba. Baste citar una frase que se le atribuye y refleja sus pensa mientos: “Si te acuestas con un burgués no eres más que una puta. Si te acuestas con un Rey, eres la favorita. La diferencia es notable, ¿no?”.
Ante las posibilidades –nulas– de que algo así ocurriese, pudiéramos creer que don Andrés Co rrales la vio en una fotografía, quedó prendado de su belleza y pidió permiso para que su rostro fuese imagen de la marca. Pensando que el objetivo de Emi lienne era obtener el máximo provecho de su vida artística, ella accedería siempre que la reportase algún beneficio.
Si fuera económico, La Perla –como se diría ahora– debería pagarle un pastón. Pero si en cambio, se tratara de hacerse publicidad como una forma de ganar popularidad –lo que a su vez se transformaría en dinero–, la imagen debería mostrar al personaje, de modo que a su vista cualquiera le reconozca, o bien consignar su nombre.
Pero después de todo lo expuesto, con las litografías y retratos no se produce ninguna de las circunstancias posibles: el nom bre no figura y que cualquiera la reconociese es más que dudoso. Añada también que se trataba de los productos de una fábrica mexicana desconocida, cuyas primeras elaboraciones tuvieron una distribución limitada.
Esto se refuerza porque una de sus rivales en escena, La Bella Otero, tenía en Cuba “su” marca de cigarros y en las litografías respectivas aparece el nombre. Aunque las relaciones personales entre ambas eran buenas, en el campo profesional ¿Emilienne iba a darle semejante ventaja? Resulta difícil creerlo.
Se ofrecen algunos ejemplos de lo que se comenta. En la parte superior, la papeleta de La Bella Otero cubana, junto a la fotografía que pudo inspirar la litografía. También, dos anillas con el nom bre de la marca.
Aquí otro más. Observemos en el vestido y el collar. En todos los casos, los litógrafos se toman licencias interpretativas, pero la inspiración y el nombre se mues tran claramente.
Por último, de los ríos de tinta vertidos sobre La Perla, los más notables –aunque tuvieron su contestación por otros vitólfilos destacados– procedieron de don José Luis Fernández Manovel, cuya fuente de información fue doña Julia Elena Correa Bretón, nuera de Andrés Corrales. En sus escritos se habla de La Mu ñeca con profusión, pero el nombre de Emilienne d’Alençon nunca se menciona.