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Al subir el telón, Clara está muy empeñ~da eu ~arle forma de córola a unos picados de crepe. Evansto, apoyado en su muleta, pero sentado en una butaca alta corta alambre o desenrrolla macitos de estambres. ~s actores se muestran activos mientras conversan. -ESCENA UNA-CLARA: -Y a ves, Evaristo, este es un problema. EV ARIRSTO: -Pero Clara, te envuelves. Las consecuencias pueden ser funestas. . CLARA: -La realidad es esa, Evansto ..• EV ARISTO: -i Voto a .. ! ¡ Una madeja! Por lo que veo una madeja difícil de desenvo~v~r! . CLARA: -Me enredé como deb1l avecilla en los estambres del condiamor. EV ARISTO: -i Condenado amor! ¿ Quién te ma,nda muchacha a darle oídos a pájaros de otros lugares, 'cuando tú ;.o entiendes ni pizca de esos lenguajes? CLARA: -¿Pero qué podía hacer yo? ¡No tuve con quien 8.consejarme! EV ARISTO: -i Voto a Clara! ¿ Y el viejo? i Tu padre te hubiera iluminado! CLARA: -¡ Pobre ciego .. ! EV ARISTO: -Así ciego como es, tu padre te hubiera orientado. Tiene claridad, (Pralpándose la frente) Aquí, si; claridad para apreciar de un sólo ~olpe la distancia entre el bien y el mal que forma hndes en este valle de sombras ... CLARA: -Es que yo rio he hecho mal, Evarisito .•. EV ARISTO: -¡Voto a .. ! Está demás discutir eso ... Para mí tú eres como una santa. Yo me refiero a ese otro. A~bas de decirme que el tipo ese, lo que pretende es acabar con tu tranquilidad. ¡Te subyuga un capricho! CLARA: -1 Lo amo, Evaristo, lo amo! EV ARISTO: -¿Amor? ¡Ah! ¡ Qué clase de ,amor! ¡No comprendo a las mujeres! (Retra~ándose) ¡Mujer no! Tú no eres nada más que una chiquitina, que a f~erza de bregar con esos artificios en colores te has convertido en un lindo botón de rosa que un "malvao" . ,1 quiere arrancar de nuestro lado. ¡ No l o consegmra. CLARA: -Evaristo, no te dé idea de contarle al viejo lo que acabo de confesarte. EV ARISTO: -i Cristiana! Yo no soy loco para darle tamaño disgusto. CLARA: -1 Sería l•amentable ! Apesar de que vive
en ese valle de sombras, como dices tú, se la. pasa trabajando con un fervor admirable ... EV ARISTO: -UII!, esclavo de sus deberes... ~s ciegos no vinieron a este mundo solamente a palpar mdecisos los senderos abruptos del valle de las sombras. CLARA: -Que no se te ocurra, Evaristo, decirle a mi padre de mis desventurados amores. (Con t~steza) ¡ Ah de las penas que gritan, sordamenlte en m1 pobre padre ciego ! EV ARISTO: -1 Se ofendería.! Dios nos libre contarle nada... Ciertamente... no... ni por un millón de pesos .. c•LARA: -Te lo agradezco, Evaristo... Las penas enferman. EV ARISTO: -Me alegro lo comprendas ... ¿ Entonces, por qué no te sacudes de esas trist~zas y tiendes la vista a otro lado... ? ¡No vuelvas a mirar al granuja ese! CLARA: -Las penas del amor son como las espinas de las rosas ..• EVARISTO: -¡Voto a las pamplinas! ¡Maldita poesía de los enrunorados ! CLARA: -i Hay que resignarse, Evaristo... resignarse llorando! . EVARISTO: -¡Voto a .. ! ¡Eres como todra mujer! ¡ Un enigma! Lloras, sufre y te resignas, luego ... ¡ Que me lleve el diablo, si a la postre, no olvidas como todas y lo que estimabas gran amor convertirás en marchita ilusión de un día! -CLARA: -¡ No .. ! Digo así, por decir algo, para espantar al cuco con canciones •.. ¡ La palabra tiene esa virtud! EV ARISTO: -¡ Que me muera ahora mismo, si te comprendo! CLARA: -Quiero a Miguel Angel, como se puede querer la primera esperanza de amor que infundió en mi ánimo el mini&tro de la iglesia en la hora de la devoción. EVARISTO: -(Burlonamente) ¡Voto a las lejanas promesas del cielo!.: ¡ Cuanto más distante todo, más falsamente halagadora la ilusión! CLARA : -¡ Con cuánta devoción le pedimos a los santos de ese cielo distante que nos hagan felices .. ! EV ARISTO: -¿ Y enseguida nos dan la felicidad de mentirillas? CLARA: -En realidad nos sentimos muy felices ... Las puertas del ensueño como que se abren anlte la fuer-
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za de nuestra esperanza o de nuestro más puro amor ... EVARISTO: -¡Voto a los mundos de Dios! Con que esas tenemos? Para ti el tipo ese es un Dios... y si te lleva al infierno; el infierno sería para ti como un cielo azul. ¡Bah! ¡ Horrible, Clara Luz, .. horrible!.. ¡Quien no coje consejos ... no llega a viejo! .. Aprende. ¡Tú vales más que él! CLARA: -No digas eso, EvariSJto .. Más que él no puede valer quien sólo es lo que yo soy ... una criatura insignificante. EVARISTO: -¡Ay, qué cromo! ¡Voto a ... las insignificancias buenas y lindas! CLARA: -¿ Pero es que tú no has pensado en su condición social? EV ARISTO: -¿ Condición social? ¿ Acaso el tal señorito es una cosa del otro mundo? CLARA: -¡ Obligado está a casarse con una mujer de su clase! E)VARISTO: -¿ De qué clase? .. ¿ Habrá en el mun · do de Dios otra mujer de mejor clase que tú? ¡ Un rey no la despreciaría! ¡ Un príncipe empeñaría su reino por tí! Lo que pasa es que ya no hay ni reyes ni príncipes ... ¡ Esa es una de las desventajas de la democracia! CLARA : -i Qué cosas dices, Evaristo ! EVARISTO: -Bien sé lo que digo. Hasta yo, que así enfermo como estoy no me cambiaría por un príncipe. ¡ He sentido cerca de tí el consuelo del amor! CLARA: -(Riéndose tristemente) Evaristo, tienes ocurrencias ! EVARISTO: -Haciendo rosas artificiales, cerca de tí, he senltido dulcemente clavarse las espinas de amor en mi corazón. CLARA : -i Calla, Evaristo, no son bromas ! La seriedad de este instante me estruja el alma. EVARISTO: -¡Voto a ... ! ¿Acaso tú crees que yo cargo también muletas en el corazón'?.. Lo que te digo no son bromas tampoco, Clara Luz... ¿ Por qué crees que me he resignado a estar amarrado, a esta dura banqueta cuando tengo buenas muletas para echarme a correr por el mundo .• ? ¡ Ah ! Cerca de tí, haciendo flores artificiales, he sentido el placer de aspirar el perfume de fragantes rosales! ¡Cómo han salido de estas manos rosas durante el último año! CLARA: -Para Vivir ... EVARISTO: -(Sentido) ¿Para vivir solamente? ¡ No! ¡ Para sootener este cuerpo inválido, en lucha con
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este espíritu, hambriento de amor, y no de esa piedad limosnera que todos me dan! .. CLARA: -(Asusta.da) ¡ Ev.aristo!, no hables así! ¡ Me asustas! ... EVARISTO: -¿ Te asusto?. . . ¡Voto a mi vida !... ¿ Te asusto porque soy como un perro fiel? (Bromeando súbitamerute) ¡Si se me ocurriera darte con la muleta un buen cantazo •. ! CLARA: (Triste) Vamos, Evaristo, no agregues a mi tristeza esa crudeza egoísta ... ¡Yo no soy de hierro! ¡ Más que compadecer tus dificultades, te admiro, como admiro a mi padre, que ciego como es, trabaja, es diligenJte, lucha y se hace fuerte en medio de las tinieblas en que se debate su existencia. ¿Pero por qué te habré dicho esto? EVARISTO: -¡Voto a los enojos de esta muchach.a! Has hecho bien en decírmelo todo... Por lo menos podría aconsejarte si tú me oyeras. Dime, Clara Luz, ¿ 4ué se propone el tipo ese de tu novio? CLARA: -Pero es que no has leído el periódico de hoy... ? (Buscando y enJlregándole el diario) Fíjate Evaristo, él está comprometido con una muchacha de su clase. Este es su retrato .. (Indicándole con un dedo el retrato aludido) • EVARISTO: -(Mirando el cuadro. Lo a.cerca y lo retira de sus ojos) ¡ Voto a San .. ! ¿ Este tipo? ¿ Este le ha perturbado los sesos a la muchacha más juiciosa de todo este barrio ? Pues mira, no es tan gran cosa, ni debería valorarse tan caro... ¡ Tú vales más que él! ¿ Por qué poner tu amor a precio tan barato? Te desprecia ... CLARA: -Lo amo..• soy impoteI11tepara olvidarlo. Su cariño se me escurrió hasta el corazón y se ha escondido ,ahí... EVARISTO: -Sí, como una serpiente venenosa ... ¡ Tiene cara de bandido! (Echando una última ojeada al periódico que tira luego despectivamente) CLARA: -Evaristo, no juzgues así... ¡ Si lo vieras!, es una persona muy amable ... Aun no ha dicho la última palabra ... ENARISTO: -(Con sorna) ¡ Un hombre así lo que puede decir es deshonra! CLARA: --.¡ Pero si él es todo un caballero! Te ruego paciencia. Ha prometido venir a verme. ¡ Si, vendrá! EVARISTO: -¡ Aquí no!
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CLARA: -A
casa, sí. .. Anltes que llegue el viejo.
Y o lo invité. Quería tener testigo ...
EV ARISTO: -¿ Testigo yo? (Aparte) Testigo de mi propia infelicidad. (A Clara: Expectativamente) ¿Pero acaso él los quiere tener? ¡Voto al infierno! (Un aparte) ¿Por qué habré nacido lisiado? (Estrujando las palabras con dolido gesto) . CLARA: -Evaristo, hemos vivido y trabajado Juntos desde que yo era así de pequeña ... ¿Verdad? Te he cobrado cariño ... Un cariño inmenso ... de hermano. Por eso me atrevo pedirte que no me desalientes en la hora que debo ser fuerte. EV ARISTO: -Está bien, Clara... Hágase tu vo1un ta d y aunque no sé cómo es que te quiero ... rte quiero tanto como para evitar que cometas una torpeza que puede hacerte caer en un abismo, del cual sería. difícil levantarte jamás ... CLARA: -¡ No dudo que me quieras cte verdad .. ! E:VARISTO: -Te quiero como nunca he querido a nadie, '-eguro de que tú nunca me querrás a mí como yo te amo ·a 1tí... CLA;~A: -¡ Caramba, Evaristo ! ¿ Vas a apenarme más de la cuenta? EV ARISTO: -No tengas cuidado ... Mi car\ño es fuego de estrella que vive por el calor distante ... Desde que tu padre consintió dejarme aquí me he sentido otro .. i Tu compañía me ha hecho sentir menos el peso de mi desgracia .. ! Por esa razón y a pesar de mis buen~s mulatas, no tengo fuerza en el corazón para correr leJos de aquí. ¡ Me iría para siempre! CLARA: -Ah, tú no eres de los que son capaces de huír .• ! EV ARrSTO: -¿ Y qué pretendes? CLARA: -Que me ayudes ... E:VARISTO: -¿ Con mi enfermiza sensibilidad? CLARA: -Pero tú eres hombre... : EV ARISTO: -Hom:bre, sí. .. soportado por dos pedazos de madera! CLARA : -Eres valiente, lo sé ... . EV ARISTO: -Nunca he podido averiguarlo ... qmsiera hacerlo hoy mismo, mirando cara a cara ,1, ese que ha querido envolverte en un amor azás peligroso con esa idea que tienen los que pretenden sugestion~ con un don que se otorgan a sí mismo sobre base de mezquinas pretenciones .. ! CLARA: -¡ Miguel Angel no es malo !
EV ARISTO : _.¿ .Qué no? Y ,asume el papel ese del señoriito que desprecia una humilde rosa por otra puesta en florero más brillante? CLARA: -No, no es malo. Miguel Angel es como todos los que gozan opulencia ... Un valor que circula en su plano. EVARISTO: -(Despectivo) .¿Valor que circula en su plano? ¡Bah! Lo que vale, vale .arriba, abajo, dondequiera ... que la vida no tiene m~s que una esfe!a, la del bien que proporciona el trabaJo, cua:ndo es bien lo que el trabajo hace ... CLARA: ---.Elstá de más darle vueltas .al asunto ... Es preferible que te diga de una vez lo que 1tengo que decirte ... EVARISTO: -Si lo que tú tienes que decirme es malo, Cla.ra Luz, no lo hagas ... que no estoy dispuesto a darle malM noticias a tu padre. CLARA: -No. Malo no es. Dime... ¿ Si algún día el corazón se me revela y me voy lejos de aquí? .. EV ARISTO: -¿ Y por qué? CLARA: -Porque el corazón es así... (Poniendo, su alma en la pregunta) ¿ Tú crees que mi padre me perdonaría? E:VARISTO: -No sé lo que haría tu padre, lo que yo sé es que nunca jamás te olvidaré (Tristemente) Sí, aunque ladraran los rencores aquí dent_ro. (Tocándose fuertemenrte el pecho) Que el reprimido rencor en el corazón es como un can que gruñe. CTLARA: -ESQl era todo. . . Yia, por 1o menos sé a qué atenerme. No me ,mires rencoroso, E.varisto ! ¡ Nadie es capaz de pensar lo que se tiene en mente cuando se ama. EV!A.RISTO: -Cuando el amor es justo, noble y verdadero, sí se piensa bien! CLARA: -¿ y cómo puedo yo saber cuando el amor es justo, noble y verdadero? EV ARISTO: -Sencillamente. . . Cuando el amor se identifica con la aspiración de uno se eleva hasta el sacrificio. (Lapso Musical y en medio, claxon de un auto) CLARA: -¡Escucha! ¡ Es él! EVARISTO: -¡Hum! ¡Dame acá esa muleta! CLARA: -No Evafisto, quédate tranquilo ... Te lo ruego. EV ARISTO: -¿ Y qué debo hacer? CLARA: -Escuchar. . . Ser recatado ...
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~VARISTO: -:e pides que m, porte como m a. Que sea. comana momia. CLARA: -Qui10 que te portis como un he:>. EVARISTO: -Y cómo es que ie portan los he;::>sen un caso cno este? ECENA DOS. Miguel ngel y los misnos (Miguel Angel, hza el sombren: sobre una mes::. cerca de la pU<illde enJtrada) \ITGUEL ANGB: -Buenos día1. CLARA:-Te eieraba, Miguel .A.ngel. \iIGUEL ANGL: -Ya ves, re venido. Teng> ,dad de hablarte :LARA: -Siénte junto a esa~ rosas. IHGUEL ANGE: -¡ Qué bonitm ! ¡Y de papel! ~ARA: -Perao tienen perfune. ~VARISTO :-'Inen el perfume del trabajo honque es la mejofuente de perftme. 11:IGUELANGL:-(Mirando cm malicioso me, con marcado ddén a Evaristo) Quiero hablartE, L. Vamos al cari Daremos una ,uetta por el par~VARISTO: -:<'irme y hasta 'uerte) !Noo¡ 11:IGUELANGL: -¿Cómo? ¿[-fabla usted coi ;ros? (Con ciert timidez, rencoroso no obstante, ~LARA: -Migil Angel, permí:eme presentarb udante de mi pire ... El señor Evarisrt:oGrim. ~VARISTO: _ ¡uarda silencio) HGUEJL ANGE: -¡A'h, sí, so:io de tu padre! a idea. (Reparaio que el presertado es un invá.El tiene la vistque le falta a ti padre ... Ayudt a. (Distrayéndce acto seguido cm una rosa artien las manos) Cómo podríamcs hablar en prea de otra perso1? ~VARISTO: -:orno si hablara consigo mismo) ,~n hablar que cmdo conviene Y• soy sordo rt:am . Además estoyreocupado con. E!tos estambres .. /LARA : -Perdescansa, Evariito. ;v ARISTO: - 'Jngo que sacar ¡or lo menos do~ 1as de ramillete: Los tiempos e!tán apretando e lo, por tanto, h1 que aflojar un poquito más lai s en el trabajo. ~LARA: -Pue:dejemos rt:rabajir a Evaristo ) mos. rIGUEL ANGE: -Por lo mems vamos al bal-
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concito ... allí ... con el permiso .. (Arrastrando I la muchacha hasta la .antepecho) EV ARISTO: -Si es su ~sto. (Empren& la tarea nuevamente sin dej~ir de nirar a hurtadilas a la pareja) MIGUEL ANGEL: -Tenanos dificultade4 Clara. En el seno de tu casa las tenenos. CLARA: -¿ Y qué podríanos hacer en eitas circuns1lancias? Sé que vienes a deipedirte, Miguel.¿ Quién hubiera sabido e.sto? Nunca htbiera puesto en GÍtanto cariño. .MIGUEL ANGEL: -El ca-iño nace del ccrazón y no de las apariencias. , CLARA: -Me alegro que lo comprendas, sin embargo, eres tú quien no crees e1 esas palabras .. MIGUEL ANGEL: -Te etuivocas, Clara. re ,amaré con ese primer impulso que ne arrastró haciatí aquella mañana de abril que te crumste conmigo er.el parque. CLARA: -Venía de reza·. MIGUEL ANGEL: -Desee entonces quie1 ha rezado fervoroSiamente he sido yt. Mi amor por 1t,Clara, es como una devoción ! CLARA : -A pesar de qie el milagro dil amor ha aumentado los corazones ... ¡Peces y panes para tu apetito! MIGUEL ANGEL: -No iefunfuñes y ve1 conmigo, ¿Por qué no vienes conmig>ahora, Clara luz? No está bien que pierdias la fe. Sonos jóvénes y ms amamos como dos corazones felice~viviendo en el delo del amor ... Tengo cerca de aquí um estancia. Será: en ella reina y señora de todos mis mhelos... Vamos, cielo... CLARA : -¿ Propones que abandone a mi >adre? MIGUEL ANGEL: -Nos acordaremos deél para ayudarle. CLARA: -Proceder mal y luego...¡ una lmosna !. (Miguel se acerca más a Cara que se ha mevidoen un gesto de amargura. El galár. murmura al oícbfrases sin sentido que no llegan al p(blico) EVARISTO: -(rabiando) Si no fuera da: un escándalo, lo echaba de aquí, amque fuera insul;ándolo, porque lo que es con estas mueftag, ni siquier~ podría espantarle ... Tengo fe en que 1lla lo haga ... c01ozcolo buena que es, pero, acaso ser iueno es todo lo que se necesita para resistir la tentad6n de un maleV).. ? CLARA: -No, no.. Migutl Angel, conozct bien a
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papá! La noticia lo indignaría. No cejaría hasta encontrarnos y luego Dios sabe lo que haría. MJGUEL: -¿Qué podría hacer el pobre ciego? CLARA: ¿ Qué haría? ¡ Mi padre tiene una vista superior a los ojos que ha perdido! Si supieras, ... los <lit.rosdías .. : el ?ºmingo, que fuí contigo al parque, en vez de a la 1gles1a, al retornar a su lado, descubrió por el olfiato... : que sobre mi cabeza se había posado una mano distinta a la suya y a la mía ... Me dijo ... Tú andabas con alguien. . . Tuve que mentir diciéndole que había encontrado en el camino a una amig~: Hueles a un perfume que no es de incienso ... Así me dijo. EVARISTO: (Reprimido y susurrante) -¡ Te juro que ella no le estará suplicando nada! ¡Juro que ella no se atreverá humillarse más de lo· humillada! i Por Dios que no lo haga¡ Si el infierno es cosa mala· debe estar animado por demonios como ese. ' MIGUEL ANGEL: -Vamos a mi estancia. ¡Te prometo adorarte eternamente; no te faltará nada por toda la vida; trajes, dinero, paseos. . . ¡ Vivirás en la opulencia! CLARA: -¡ Mientras 1a otra sube dignificada al paraíso; pretendes que yo descienda de la pobreza a lo abyecto? ¿Cómo sería posible ,balancear dos corazones entre la legitimidad y el adulterio! ... Estás comprometido, Miguel Angel ! MlGUEL ANGEL: -¡ Bah, déjate de sentimientos de novela! La vida está hecha para gozarla mien tras se es así como somos nosOltros jóvenes con facilidad de disfrutar la primavera feli~ cuando' las ansias maduran a tiempo ... Ven conmigo, Clara ... Soy rico. . . ¡ nada te hará falta ... ! CLARA: -(Abatida) Soy pobre, muy pobre y no me acostumbraría con ese amor rico que me ofreces ... Vamos a despedirnos, Miguel Angel . . . despedirnos para siempre... (Haciendo esfuerzos por no llorar pero se le escapa un sollozo profundo y corre) ¡No! No es posible, (Cubriéndose el rostro con ambas manos pe_netra en su c~rtito y se echa a llorar sobre su cama. Miguel Angel sigue !tras ella, se detiene frente al lisiado que pugna por levantarse .Le tira unos billetes.) EV ARISTO: -¡Clara. . . Clarita ! ¿ Qué te pasa, Clara Luz? Ya veis lo que sufre esa muchacha! ¡ Déjala sola! EVARISTO: -(Estrujando el dinero en sus manos). . . 1CanaIJa ! . . . ¡Bandido!. . . (Impotente) (aga-
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rrando e.t1sus manos unas tijeras, intenta caminar apoyado en sus muletas) ESCENA TRES Los· mismo y don Virgilio DON VIRGILIO: -(Apoyado en su bastón y .tanteando sin o-ran dificultad el paso) Qué te pasa, Eva0 risto? Jura ría que te oí echando maldiciones. No M•Y porqué ... Todo está saliendo a pedir de_ 00<:ª· .. Y~ ves que regreso más temprano que de ordmar10. Vend1 todas las flores ... Ni una se quedó, hay que avanzar la tarea de mañana, que el tiempo !tiene dos caras, hay que sonreirle a la que sonríe, mientras tanto llega la mala. . . ¿ Evaristo, me estás oyendo'? .... (Evaristo que se mueve lo más silenc~osamente que puede hacia la puerta del cuarto, apoyan~ose en lo_s muebles para no hacer ruido; ahora se det~ene en mitad del salón. . . Y desde allí responde, el ciego vuelve la cabeza extrañado hacia el sitio). . EVARISTO: -Sí señor, estoy oyendo ... (y sigue moviéndose hacia la puerta) DON VIRGILIO: -i Eh!. .. Allá dejé las canastas repletas ... Hice una compra que quiero vayas a revisar. . . me surtí. . . Compré estambres, papel en colores, hilo y otras chucherías más ... De juro Guillo no me habrá dado gato por liebre ... No ... no se art:reve... Vamos ... vete seguido, que dejé los canastos sobre el mostrado.. . (incomodado) ¿ Qué dices f:varisto? . EV ARISTO: -(Volviéndose ya hacia la puertec1ta que trata de abrir pero que está cerrada por dentro) Muy bien, muy bien, Don Virgilio ... Voy ... (Carmnando a coger las muletas) DON VIRGI'LIO: -(También sorprendido) ¿Pero ... , ¿ qué diablos pasa'! ·¿ Qué haces ahí en la puerta, Evaristo? (Con un dejo de malicia) ¿ Y Clara? ¿ Dónde está Clara? EVARISTO: -Clara salió, sí señor, salió ... (Mutis lento) DON VIRGILIO: -(Extrañado, azuzando los oídos al misterio) Salió bueno ... pues, bueno ... Vete ... Vete a buscar eso. '.. a ver ... date prisa... (Mientras Evaristo va saliendo con toda la calma que se puede tomar un lisiado, pero visiblemente afectado ante la inminencia de algo extraordinario a suooder) ¡Acaba.¡ (Evaristo sale) (El ciego empieza a constatar cir-
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cunstancias) Primero lo oí nldecir desde la banqueta y luego ... ertaba allí. . . y al. .. En realidad no Jo oí moverse. . . (aspirando aire,ndagando discretamente con el olfato.Al apoyarse enna mesa, toca el sombrero) ¡Hum! 4o lleva a la nar) (lo ltira y grita con todas las fuer2as) ¡Clara, ... Gra Luz! (avanzando con incertidumbE hacia la puertita).
ESCENA -CATRO Los mismos expto Evaristo. Miguel .illgel al oíi- los 11-~os sale para caer en las gan,¡-¡s del a1ciano) DON VJRGlLIO: -¡ Ur.adrón ! MKiUb'.L ANGElL: -(úrcejeando angustiado) ¡ Déjeme ! ¡ Iéj eme ! CLARA -!No, papá¡ o es un ladrón ... DON V:RGILIO: -Esm ladrón perfumado ... un ladrón es ... ! A ver, ¿ Qute llevas de esta casa ·t CLARA: -¡No, no se ~va nada, papá ... Nada, acaba de en:rar ... ! DON VlRGILIO: -¡Ess 1tibio como pájaro que abandona ur nido ! CLARA -¡Por piedad,uéltalo, papá! DON VIIGILIO: -En lwle hace frío. . . El día. está húmedc. .. ! Clara, acerci una silla, vam acércala. . . CLARA -Bendito, pap .. déjalo ... el pueblo se enterará de ese escándalo! DON VJRGILIO: -Se rterará, sí. .. (sujetándolo fuertemerte y balanceánd,e con él lo lleva tanteando con el pie hasta una bwtacy-lo lanza sin deJar de sujetarlo por h solapa) ¿ Con 11eun ladrón perfumado en casa? Vüiste a llevarme! único tesoro que Dios me dió, y enel que puse tod, mis anhelos, guiado por los ojos de D.os, luchando poiu felicidad ... ¡ Gañan de levita! _CLARA -¡ Por la virgi Santísima te lo ruego, papa! MIGUE1 ANGEL:a.e de caballero, señor ... ¡ Nada me levo!. .. DON VIRGILIO: ~Un igel de luz tengo,. . . sólo e~o. ... ¿ ~ <pé más podrías ls<!iiren esta casa? ¡ Bandido mcahfl<able ! Quiero marte con mis propias ma -
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nos! ¡ Ma:tarte ! ¡ Estrangra.rte ! (arremete)tra vez contra su víctima) CLARA: -(Hacieno esfuerzos su¡remos) Por la piedad del Cristo Pare y Señor de Is dolores .. ! ¡Sálvanos! (Breve lucha) DON VIRGILIO: ~oltándolo y vo~iéndose con la vista fija hacia arriba: palpadeando doorosamente) ¡ Claro que no ... claro ge no! ¡ No debe matarlo!. .. (Llevándose una mano dos ojos, desesieradamente) Todo mi ser resplandece nvuelto en una lamarada extraña ... ¡ La ira es una hm.a;rada en los <iosde un pobre ciego! MIGUEL ANGEL: -(RecatadamentE y desde considerable distancia) Periítame, señor. . ¡Yo amo a Clara Luz! DON VIRGILIO: -volviéndose lentlmente-torpemcn:te hacia un sitio dode presume estfau hija luego oye un sollozo de ella y s1vuelve rápidamnte. (conmovido) Clara Luz,. dime. . ¿ Tú amas a es hombre? CLARA LUZ: -Lo~mo con todas Ls fuerzas de mi alma ... DON VIRGILIO: -Pues vete con é: hija mía.... vete con él ... ! ¡ No pued pelear contra Is fuerzas del , corazon .... 1 CLARA LUZ: -(mocionada) ¡fu, padre ... ! ¡Nunca! ¡Jamás! DON VIRGILIO: -Pero es que él n quiere cargar contigo? MIGUEL ANGEL:-Para siempn sí. .. para siempre ... DON VIRGILIO: -¿ Enrt:onces. . . ...h, comprendo ... comprendo ... Me.ienes compasió1 (Airado) A mi. . . no! . . . ¿Sabes? ¡ J mi no! Me bast> con la compensación de la naturale1 ... Con la luz:ie lo íntimo! (Sentido). Por poco olvlo la misericor<ia Divina ... (con voz apagada) Perda ... perdón ...
ULTIM ESCENA Los mismos y Evarim entrando con in paquete EV ARISTO: -(Dese la puerta) Ne . . Clara Luz sabe que su amor es de nentiras. ¡ El anor verdadero nunca humilla! DON VIRGILIO: -¿ Clara, es ver4ad eso?
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OLARA: -(Se deja caer en la butaca; llorando) ¡Verdad o mentira, la apariencia solo engaña. ¡Los ojos de Dios han viS1tolo cierto! DON VIRGILIO:-A ese que se vaya ... EV ARISTO: -i Que se vaya! Que se vay,a que él no puede quitarnos la única luz que ilumina este valle de sombras ... (Miguel se va sín hablar) EV ARISTO: -( Desde la puerta) ¡ Vaya. . . Vaya con Dios! DON VIRGILIO: -(Acercándose penosamente .a. la butaca donde está sentada su hija) Clara ... luz de mis ojos ... vida y orientación mía ... Verdad hija que todo ese mundo exterior está como pintado de sombras? Estoy viendo en el fondo de todo eso unos ojos que me miran ... que me miran ... que me miran buscando el alma ... ¡ La luz del cielo acaba de disipar las sombras en el Valle de sombras ! · Telón.