IATR: 1960 1893 OBRAS COMPLETAS de LUIS MUÑOZ RIVERA

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LUIS MUÑOZ RIVERA

OBRAS COMPLETAS

PROSA

Enero-Diciembre, 1893

Introducción, notas y recopilación del Dr. Lidio Cruz Monclova

Propiedad de RobertoRd1]1os n - rerea

INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

San Juan de Puerto Rico 1960

Publicación del INSTITUTO DE CULTURA PUERTORRIQUEÑA

San Juan de Puerto Rico

Printed in Spain - Impreso en España

Imprime: EDICIONES RVMBOS. Ramblas. 2.3 - Barcelona

INDICE

El insulto ........... .

Lo que manda el decoro

Tu quoque ........... .

El nuevo gobernador .. .

Quiñones contra Quiñones

A diestro y siniestro . . . . ..

Solos ................. .

El alcance del retraimiento ...

La cuestión monetaria

A diestro y siniestro

La cuestión monetaria

A diestro y siniestro

Alerta

Los vidrios rotos

La cuestión monetaria

Es verdad

Podemos y queremos

La nota del día

Alerta está

Firmes ........ .

Irlanda ........ .

Consumatum est

Aún hay patria

La bofetada

La renuncia del leader

Efemérides

A diestro y siniestro

El gabinete de lectura

Por el gabinete

En Villalba .. .

Mons parturiens

Cuestión magna

El uno de mayo

El dos de mayo

La segunda jornada

Envidia ..... .

Napoleón ........ .

El homenaje

El luto de un pueblo

Salud a «La República»

La eterna fórmula . . . . ..

Una carta de Ruiz Zorrilla

El país de los proyectos

Pega, pero escucha

La evolución

Doctrina democrática ...

¿Adónde nos llevan al fin?

El vaho de los reptiles

Los estorbos

Sea No hay prisa

Ultima ratio

El dedo en la llaga

Los misterios de una cesantía

Las obras del puerto ...

Construcciones urbanas

Otra vez Maura .

..

Las reformas de Maura

Por la enseñanza

Construcciones urbanas

Paralelos

Ahí

Las condiciones necesarias

El manifiesto ...

Nuestra opinión

¡ A la disciplina! .. . .. .

Hable el directorio ......

La retirada

El acá y el allá .. . .. .

Gobierno general de la Isla de Puerto Rico

El macho de carga ..

Política nacional

La última

Las dos colonias ...

A diestro y siniestro

A diestro y siniestro

A diestro y siniestro

A diestro y siniestro

Política de inercia

la patria

TENDRÁ DERECHO A SER INSCRITO COMO ELECTOR EN LAS LISTAS del censo electoral de la sección de su respectivo domicilio, en las islas de Cuba y Puerto Rico, todo español que, habiendo cumplido los veinticinco años, sea contribuyente, dentro o fuera del mismo distrito, por la cuota mínima de cinco pesos en Cuba, o diez en Puerto Rico, por contribuyente territorial o impuesto urbano, industrial o de comercio ...

Serán acumulables, únicamente para los efectos del párrafo anterior, las referidas contribuciones e impuestos, que se hagan al Estado.»

Gaceta Oficial, 31 de diciembre de 18921

Ahí está, desnudo y escueto, como si lo lanzara a nuestro rostro el más traidor de nuestros enemigos.

No es hora de acudir a la discusión serena ; es hora de protestar con la energía de un pueblo a quien se ultraja.

Ni vale medir las probabilidades del triunfo.

Si esa cuota nos lo diera, lo despreciaríamos por indecoroso y por cobarde.

Así se paga nuestra fidelidad de cuatro centurias; así se responde a nuestra mansedumbre; así se provoca nuestra ira.

A Cuba, que derramó a torrentes en sus campos sangre de españoles, la cuota de cinco pesos.

Porque Cuba puede lanzar al bosque virgen sus bravos mal. Este decreto era obra de don Antonio Maura Montaner, ministro de Ultramar en el Gabinete liberal llamado de tos Notables, y que, bajo la presidencia de don Práxedes Mateo Sagasta, había asumido el poder el 11 de diciembre de 1892.

• cheteros; porque Cuba puede brindarse a la Unión norteamericana.

A Puerto Rico, que jamás desmintió su afecto hacia la patria, la cuota de diez duros.

Porque Puerto Rico no tiene efemérides sangrientas; porque Puerto Rico no desplegó nunca el estandarte de la rebeldía.

¡Qué sarcasmo!

A los cubanos, que piden con el trabuco en la diestra, se les arroja un mendrugo de justicia.

A los puertorriqueños, que acuden a la súplica en vez de acudir a la manigua, se les deprime y se les abofetea.

Y todo para complacer a una docena de cuneros que representan a un cacique rústico e ignorante.

En presencia de la inferioridad inicua a que se nos rebaja, nosotros levantamos nuestra altivez a la altura del orgullo español y decimos al Gobierno que firma ese decreto absurdo:

«Eso no sirve para hombres que conservan la idea del honor y del deber. Tómalo, ahí va envuelto en el andrajo de nuestro desprecio.»

Parece mentira.

En la España peninsular existe el sufragio amplísimo. Todo español, pague o no pague contribución, sepa o no sepa leer, emitirá su voto e influirá de tal guisa en los asuntos nacionales.

En Cuba será preciso contribuir con cinco duros al tesoro; quizá de esta suerte abandonen su retraimiento los autonomistas.

¡Y en Puerto Rico se señala la cuota de diez pesos! 2 •

De modo que ya no somos súbditos de segunda, sino de tercera clase, y en la familia ibérica, a nosotros, los mansos, los pacíficos, los fieles se nos considera como a un montón de basura, que se aparta con el pie cuando estorba o mortifica.

Nunca, ni en los angustiosos días de más hondo pesimismo, llegamos a temer un vejamen tan rudo.

Los obreros, los labradores sin fortuna, las clases desheredadas y oprimidas, elegirán en España sus diputados. En Puerto Rico no podrán elegirlos.

Y entre tañto los burócratas, los vampiros de la riqueza

2. Véanse sobre este mismo tema las cartas que don Salvador Brau Asencio dirigió al Ministro de Ultramar bajo el titulo Lo que dice la Historia (Disquisiciones Sociológicas y otros .Ensayos, Eugenio Fernández Méndez, editor, Río Piedras, 1956, págs. 275-302). 10

pública, los parásitos del presupuesto, tienen voto, con tal que cobren cien duros al Estado, a la provincia o al municipio, en cualquier ramo de la administración.

¡Ah!, los peatones del correo, los conserjes de las alcaldías, los guardias de orden público y los guardias municipales; los sacristanes de las parroquias, los mozos de cuerda que cargan bultos para las aduanas, y hasta los enterradores alcanzarán el derecho de sustentar en las urnas su opinión.

Pero los contribuyentes que no satisfagan diez pesos quedarán proscritos y serán los verdaderos parias de esta sociedad sin ventura.

¿ Qué hicimos para merecer esta burla tremenda?

¿A qué se debe una humillación tan ruin y tan torpe?

¿Está el señor León y Castillo repitiendo al señor Sagasta que todavía puede hacerse aquí todo impunemente? 3 •

¿En esa forma inicia sus tareas democráticas el Ministerio fusionista?

Se nos arroja fuera de la legalidad; se nos ofende con una preterición insana; se nos reduce a un servilismo infame.

Y ni aun aconsejamos que se envíen súplicas telegráficas .a Madrid; súplicas que resultarían inútiles y que nos llenarían de rubor en estos días de luto.

Nos sobran bríos para rechazar el agravio con el agravio y para responder al golpe con el golpe.

Los pequeños, los humildes, los débiles si cuentan con la salvaguardia de su carácter, jamás van solos por la tierra.

Los insultos no se discuten y nosotros no discutimos.

Es necesario mantener el retraimiento y llegar, si el de-coro lo exige, a la disolución.

No caben términos medios.

Si un solo lioeral acude a los colegios electorales después de este desafío que se nos lanza, es que ese liberal besa la mano que le flagela.

Si un solo patriota deposita en las urnas su voto, es que -ese patriota transige con la deshonra de la patria.

3. Con relación a la opinión pública de Puerto Rico, cabe señalar que -ésta resultó una de las frases más hirientes y de peor gusto empleadas por .ministro alguno de la Corona española. El país no la pudo olvidar nunca. Para éste y otros pormenores de la labor ministerial de León y Castillo, véase Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (sigto XIX), 2 vols., Río Pie-dras. Editorial Universitaria, 1952-195/l. II (segunda parte), p. 738.

La Delegación cumplirá sus altas y difíciles obligaciones reivindicando para el país el respeto que se merece.

La Delegación persistirá en un retraimiento, que es la resistencia obstinada, cueste lo que cueste y signifique lo que signifique.

Pero si ocurriere lo que no nos atrevemos a imaginar; si la Delegación aconsejase la lucha en circunstancias que nos envilecen y nos denigran, nosotros, que antes que españoles, antes que autonomistas, antes que liberales somos puertorriqueños con honor y con vergüenza, nos separaríamos en absoluto y para siempre de un partido capaz de suscribir su eterna e irremediable esclavitud.

LA DEMOCRACIA no tiene sangre de siervos.

LA DEMOCRACIA no acepta el ultraje.

Ahora resuelve el país.

LA DEMOCRACIA, 3 de enero de 1893.

Lo que manda el decoro

EL SEÑOR DON JULIÁN BLANCO, PRESIDENTE DEL DIRECTORIO

Autonomista, escribe a El Clamor una carta extensa en 111cual, reconociendo que el último decreto del poder ejecutivo constituye una verdadera ofensa a la dignidad del país, declara que es indispensable persistir en el retraimiento'.

Estamos conformes con el jefe ilustre: hay que sostener a todo trance la abstención de nuestro partido, hasta que se nos haga cumplida justicia, respetando la plenitud de nuestros derechos, de que nadie puede despojarnos sin cometer una censurable usurpación.

Pero no aceptamos en modo alguno las conclusiones que el Director de política, opinando por su propia cuenta, establece en el párrafo que reproducimos:

Esto no empece, sin embargo, a que, fuera de nuestro Partido y sin obrar como miembro de él, sino con plena independencia de toda idea política, nuestros amigos concurran a las urnas y utilicen su voto en todo aquello que, en el terreno económico, consideren conveniente al bien del país. No pienso, por lo tanto, y esto es una opinión puramente mía, que faiten a la disciplina ni cometan ninguna incorrección nuestros correli-

4. Aunque la vieja idea del retraimiento electoral como arma de lucha política demanda desde hace bastante tiempo una monografía que revele su origen, naturaleza y desarollo posterior. no se ha intentado todavía. De ordinario, los autores que conocemos apenas se detienen en el proceso del retraimiento, según éste roza la trama más amplia de los tópicos que controlan sus propias narraciones. Consúltese al efecto: Barbosa de Rosario, De Baldorioty a Barbosa; Historia det autonomismo puertorriqueño, La Obra de José Celso Barbosa, 6 vols., San Juan, Imprenta Venezuela, 1937-1957, V, pp. 245-58.

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gionarios que, combatiendo el cunerismo, contribuyan con sus votos a derrotarlo y a dar el triunfo a otras candidaturas, puramente económicas, de individuos aquí residentes y con el país identificados, que haciendo abstracción de toda idea política vayan a las Cortes a defender nuestros intereses agrícolas, mercantiles e industriales, tan huérfanos y desemparados ahora. Ni creo que incurran en pecado tampoco los que, dada la abstención de nuestro Partido local, y en caso de presentarse, con probabilidades de éxito, una candidatura democrática o republicana por alguno de los Partidos peninsulares que simpatizan con el nuestro, contribuyan también con sus sufragios a la victoria de esas candidaturas.

Los abtonomistas puertorriqueños, que llevan hoy sobre la frente la mancha de un ultraje, sabrán cumplir su deber rechazando con firmeza el menguado derecho que se les otorga.

Si en cualquier forma lo ejercieran, merecerían que en el baldón se les mantuviese perpetuamente y que se les considerase como esclavos orgullosos de su servidumbre.

Después de la inicua bofetada con que se castiga nuestra fidelidad, sólo queda un camino: la protesta ardiente, varonil, incansable, que no decaiga un punto y que, no pudiendo salvar nuestros intereses, salve a lo menos nuestro nombre.

Que busquen los candidatos económicos el amparo del Gabinete sagastino; que mendiguen un sitio en la representación nacional; nosotros, cuando de la honra del país se trata, despreciamos todo lo demás ; porque las tarifas, y los aranceles, y los impuestos, nos parecen cosas muy mezquinas para ocuparnos de ellas en el instante en que se nos abofetea y se nos ultraja.

Toda nuestra hacienda y toda nuestra sangre daríamos por evitar al terruño desventurado la vergüenza de este desafío que se le arroja y a que sólo responderá despreciando esas urnas que tanta deshonra y tanta mengua contienen.

Nosotros no votaremos, porque nuestro voto significaría una sumisión indigna al hecho consumado: y antes que someternos somos capaces de los más grandes sacrificios.

Ni pensamos que sea decoroso y lícito elegir candidatos republicanos de la Península. Por ahí, por esa espuerta fatal que se abre a la candidez de nuestras masas, vendrían aspirantes para las circunscripciones de Ponce y Mayagüez, únicas en que 14

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la cuota y los amaños del censo nos permiten luchar con ventajas.

Llega el momento de probar que los hijos de esta tierra no perdieron la vergüenza y que, aptos para ejercer las altas funciones del voto amplio y libérrimo, no las ejercerán si necesitan, como ahora, bajar la cerviz ante la desigualdad a que se les obliga y sancionar con su actitud la ofensa que se le infiere.

Ni candidaturas republicanas ni candidaturas económicas. La protesta ha de ser solemne y ruda. En el Congreso español no ha de sentarse ningún diputado con una sombra de representación nuestra.

Después de todo, esos diputados serán inútiles y baldíos, impotentes para economizarnos el dolor que nos causa ver que nos eliminan y nos desdeñan los mismos de quienes esperábamos un átomo de justicia.

La opinión comienza a revolverse airada: en Ponce el pueblo ha respondido a nuestra palabra costeando cuatro mil ejemplares de nuestro artículo El Insulto; mil personas se acercaron a nosotros para estrechar nuestra mano y aplaudir nuestra conducta y la Isla entera se conmueve al sentir en la faz el injusto latigazo.

Seamos dignos antes que ser hábiles; respondamos al desdén con el desdén; coloquémonos a la altura de las circunstancias y no aparezcamos como un rebaño de ilotas miserables. Con el desdoro no se transige jamás: es preferible transigir con el cadalso.

Reúnase la Delegación; hable oficialmente al partido ; tremole la bandera del honor, y con ella estará el país.

Si así no lo hiciere, nosotros parodiaremos, en estos días amargos, las palabras de Nelson, en Trafalgar:

Puerto Rico espera que cada cual cumplirá con su deber.

LA DEMOCRACIA, 5 de enero de 1893. 15

Tu quoque ...

Y OTRA vez quisimos, pública y privadamente, demostrar afecto muy hondo y veneración muy sincera, viene contra nosotros en las páginas de El Espejo y nos hiere con ímpetus tales y tan rudos que sólo se explican por un lamentable extravío o por un ensañamiento injustificado.

Y como el señor Quiñones, a pesar de sus ataques gratuitos, sigue llamándose nuestro amigo, en verdad nos repugna y nos duele admitir la polémica a que con afán insistente nos provoca.

Harto necesita el país las fuerzas de sus hijos para poner a salvo su dignidad en los problemas y en los conflictos del censo, y no es justa ni prudente la discordia intestina a que el señor Quiñones parece decidido, cuando toma la defensa del leader sin que exista un ataque formal de nuestra parte.

Desde mucho tiempo ha, el señor Quiñones utilizó las columnas de El Resumen y de ellas al amparo propuso hostilizar a LA DEMOCRACIA, que respondió a la serie de embestidas tremendas con un solo artículo en que palpitaba nuestro deber por la actitud del correligionario.

Aquel artículo, lleno de expresiones galantes y de distinciones corteses para el señor Quiñones, alcanzó la fortuna de suspender una discusión estéril e ingrata.

Pero el señor Quiñones la renueva hoy con vivos enconos y nos ponemos en guardia, no sin declarar que LA DEMOCRACIA no juzga llegado el momento de discutir ni de condenar los actos del leader, merecedores de aplauso los unos, merecedores de censura los otros, según que responden o no a los altos deberes que contrajo con el partido autonomista el señor 16

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Labra y que no siempre cumplió como ex1gia la altivez de carácter que se le atribuye y que nosotros no afirmamos ni negamos, porque no tuvimos el gusto de conocer al diputado por Sabana Grande•.

No somos idólatras de ningún hombre y aunque estimamos el talento del señor Labra, nunca creímos que pudiera exigir de nosotros ciega sumisión a los dictámenes de su voluntad ni homenaje servil a las grandezas de su palabra.

Para marchar sobre huellas del leader, sin permitirnos el lujo de pensar, no habríamos llegado a la prensa, ya que se nos antoja indigno el empeño de constituir a un político, de más o menos talla, en pontífice infalible e inviolable.

Por eso, en cuanto el señor Labra obró con energía y con acierto, le aplaudimos; en cuanto dio muestras de debilidad o de indiferencia, le reprochamos.

Si habíamos de erigir sobre nuestras cabezas un semidiós, único, soberbio, relampagueante y todopoderoso, no valía la pena de impugnar al caciquismo integrista, que hace con Ubarri algo parecido a lo que el señor Quiñones pretende hacer con Labra.

Otra declaración hemos de llevar por delante y es la de que al leader sólo debemos aplausos y deferencias; y si no nos halaga su actitud, no procederá nuestro descontento de enojos personales que no existen, sino de fría y serena investigación de hechos.

El señor Quiñones busca a todo trance un contrincante y lo encuentra; de seguro el señor Labra no ha de agradecerle sus defensas, que resultan demasiado flojas, porque no se nutren de doctrinas, sino que repiten lugares comunes que caen, de puro sabidos, en el descrédito y aun en el ridículo.

5. A pesar de la viril actitud de inde!)endencia que distinguía a Muñoz Rivera y que eventualmente lo conducirá a superar el «complejo Labra» en la lucha por la reforma colonial, no es posible soslayar la egregia figura de don Rafael María de Labra cuando se hace la historia política y social del Puerto Rico del último tercio del siglo xrx. Nacido en Cuba hacia 1841, Labra se incorporó de lleno a la generación de 1868, defendiendo de manera sistemática y honrada los derechos y las libertades de las dos islas hermanas. Como diputado por Sabana Grande que «no acepta otra candidatura», a nosotros, los puertorriqueños, Labra nos repre¡,entó en las Cortes españolas casi constantemente de 1870 a 1898 (Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (siglo XIX), II, p. 604).

Dentro del dogma autonomista no hay nadie indiscutible, y un periódico independiente y honrado no comete ninguna falta ensayando la crítica de todas las ideas y de todas las figuras que pertenecen al juicio popular.

Ni crea el señor Quiñones que vamos a romper contra el señor Labra porque así lo deseen algunos señores intrigantes; no. Diremos lo que deba decirse y haremos al personaje la justicia que se merezca.

Ante todo, reciba el señor Quiñones la ardorosa expresión de nuestra gratitud. Al establecer, como establece, que es LA DEMOCRACIA uno de los periódicos más importantes de la Isla, hoy quizás el más leído por el interés que despiertan sus elocuentes y batalladores artículos, nos hace un honor que estimamos en gran manera, por más que deploremos la necesidad en que nos coloca de oponer el escudo de nuestra franqueza a los dardos de su iracundia, mal disimulada, entre frases de miel y entre períodos de almibarada dulcedumbre.

Esté tranquilo el veterano lidiador: nuestras armas no irán muy a fondo en este combate a que acudimos con pena, porque la causa, y muy grave, tropezar con viejos y fieles amigos en el estadio donde se esperaba reñir con sañudos e inconciliables adversarios.

Antes de penetrar en la liza, invitamos al señor Quiñones a que contemple nuestra actitud.

Aquí estamos en la palestra, observándole con cariño, descubriendo en su presencia nuestra frente altiva y enviándole un saludo tan franco, tan cariñoso, tan ingenuo como el que pudiera enviar al maestro enojado el discípulo respetuoso y tolerante.

Ocupando el palenque, abrimos un paréntesis a fin de estudiar la metamórfosis que se opera en un pensador de tanto fuste como el señor Quiñones.

Estas líneas son el prólogo.

Aguarde, pues, el número del jueves.

LA DEMOCRACIA, 10 de enero de 1893.

El nuevo gobernador

LE PRECEDEN GRANDES PRESTIGIOS.

Figura entre los militares que en la política supieron brillar y distinguirse.

No es, por tanto, un general ignoto y oscuro G_

Viene a Puerto Rico en momento de angustia.

El país esperaba una reforma admisible y le dan una reforma ofensiva.

Y la opinión se alza rebelde contra los que así provocan y desafían sus enojos.

Si el señor Dabán es hombre justo ; si razona y medita ; si sabe sobreponerse a las preocupaciones de escuela y a las pequeñeces de partido, comprenderá que el sentimiento de la patria sufre menoscabo con la desigualdad a que se nos constriñe.

No es lógico exigir que nos ame aquel a quien nuestra fusta desgarra; no es lícito esperar afectos indelebles de aquel a quien nuestro brazo flagela.

Si España necesita y quiere que seamos españoles, como a españoles ha de tratarnos y no como a ilotas envilecidos por el látigo y adscritos a la servidumbre.

El nuevo gobernante verá, pues, sin sorpresa, la actitud digna y varonil de un pueblo que lucha por su honor, en malhora lesionado, y por su derecho, en malhora desconocido.

6. Se refiere el autor al general don Antonio Daban Ramírez de Arellano, quien había asumido el mando de Puerto Rico el 10 de enero de 1893, y quien antes había sido diputado por la Isla en las Cortes nacionales españolas.

Un hermano suyo, el general don Luis Daban Ramírez de Arellano, había ocupado en 1884 el mando de Puerto Rico.

(Véase a este respecto, Brau, Historia de Puerto Rico, págs. 284 y 291. Cruz Monclova, TI, 657.)

Y respondiendo a sus ideas generosas, dirá a los próceres que· le envían:

Oíd: en esta parte de la nación hay ciudadanos leales y altivos, nunca inferiores a los ciudadanos de Madrid y de La Habana.

Los puertorriqueños, en cuatro siglos de fidelidad constante, probaron su aptitud para el ejercicio de todas las libertades.

Cuando peleaba Costa-firme, ellos ofrecían patriótico asilo a la emigración.

Cuando peleaba Santo Domingo, ellos corrían a la defensa del nombre ibero.

Cuando peleaba Cuba, ellos pedían, dentro de las leyes, la asimilación política y la identidad civil.

Ahora es inicuo pagar tantos afectos con un desdén temerario e insultante.

Yo os ruego que no obliguéis a Puerto Rico a sembrar en sus campiñas el odio que envenena.

Yo os aconsejo que hagáis justicia, decretando inmediatamente el absoluto equilibrio de la cuota electoral.

Si esto dice el gobernante probo y enérgico, conquistará para su historia una página ilustre.

Si no, continuará rigiendo los destinos nuestros con sabiduría tal vez, acaso con fortuna; pero su período tendrá esa sombra y su carácter ese desmayo.

Por lo demás, el señor Dabán encuentra fáciles caminos que le llevarán a la simpatía y al cariño de sus súbditos.

Impera aquí el caciquismo con execrable imperio.

Influyó sobre Despujols, impulsó a Laportilla, riñó con Dabán, desvió a Vega Inclán, enloqueció a Palacio, dominó a Ruiz Dana y sugestionó a Lasso 7 •

¿Se somete a su poderío el general?

¿ Se decide a rendirle el tributo de su vida brillante y de su nombre sin mancilla?

7. Sobre la conducta de los gobernadores citados, véase Brau, págs. 279288. Antonio S. Pedreira, E! Año Terrible, San Juan, 1937. Cruz Monclova, II, 440, 468 y 638; Historia de! Año de 1887, Madrid, 1958.

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¿ Se resolverá a inclinar la cabeza, él, ante quien es preciso que la inclinen los que a sí propios se llaman sostenedores del estandarte hispano en las almenas del Morro?

No; no: imposible.

LJon Antonio Dabán no depondrá sus iniciativas, ni olvidará sus campañas, ni transigirá con los absurdos monopolios, ni dará pasto a los medros ruines y a las torpes ambiciones.

Fuerzas le sobran para cortar alas y no ha de permitir que en su presencia, más poderosos que él y por encima de él, se alcen los mercaderes enriquecidos por el agio ni los comerciantes engreídos por la farsa.

Otro general español, el general Contreras, exclamó, en día memorable, en pleno banquete militar:

Yo tengo en mis manos La bandera de la patria: para su defensa detrás de mí, todos; delante de mí, nadie 8 •

Todavía recordamos con orgullo aquellas frases nobles y valientes; todavía se conmueve nuestro espíritu al repetirlas.

Porque en ellas se refleja la dignidad española, que siempre encontró un símbolo para manifestarse cómo es y cómo debe ser: soberbia con sus timbres; celosa de sus hazañas, robusta, enérgica y grave.

El señor Dabán puede poner la planta sobre la cerviz del caciquismo.

La sierpe se erguirá de seguro, ansiosa de moderle y difamar le; pero a las cumbres no llegan los gusanos y el pie que aplasta quedará inmune sobre el reptil que forcejea.

He ahí el escollo en que tropezaron los representantes de España en estas latí tu des.

Les faltó valor y sucumbieron.

Les faltó inteligencia y claudicaron.

No sucumba ni claudique el señor Dabán.

Jamás le exigiremos que nos favorezca.

Los hijos de este suelo desdeñamos el favor.

Enamorados de la justicia, a ella sólo brindaremos homenaje. Administrar es muy llano, sobre todo en un país que nivela sus presupuestos con holgura.

8. Sobre el general Contreras. véase: Brau, !)ág. 286; Pedreira, pág. 72; Cruz i\llonclova, Historia de! Año de 1887, págs. 157 y 347.

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Gobernar es muy llano también.

Pero si se olvi<;laque hay que mirar, no a las conveniencias de un grupo y sí a los intereses de un pueblo; si, protegiendo a los unos la balanza se inclina contra los otros; si se establece una oligarquía en vez de establecer una democracia; si el nepotismo pervierte las costumbres y la moralidad relaja las ideas, entonces el afecto se trueca en desvío y el elogio en maldición.

Demuestre el general Dabán que desde hoy, en la Menor Antilla gobierna él y no más que él; destruya los hábitos de privanza, tradicionales en la Fortaleza; no sacrifique su nombre a imposiciones bastardas ni su voluntad a estériles convencionalismos y volverá a las playas europeas con una aureola deslumbrante.

Nosotros, arrojados a la oposición ruda y tenaz por el decreto en que se insulta a nuestra tierra, saludamos con respeto a la autoridad superior que no es culpable de esa falta.

Y aguardamos a que desarrolle su programa.

Si cumple, tendrá nuestro aplauso, estimable porque es independiente.

Si no cumple, su propia conciencia le impondrá un castigo más cruel que el que le imponga nuestra pluma.

¿Comprende el general nuestra franqueza?

Pues así hablan, en Puerto Rico y en España, los verdaderos españoles.

LA DEMOCRACIA, 12 de enero de 1893. 22

Quiñones contra Quiñones

TENÍAMOS Y TENEMOS DEL SEÑOR QUIÑONES UNA IDEA MUY ALTA.

Le queríamos y le queremos con fraternal desinterés. Y, como alcanzamos siempre sus plácemes valiosos, justo es que nos sorprenda su enemiga incomprensible.

Algo anómalo ocurre al patriota de San Germán.

Pesadumbres graves enervan sin duda su espíritu; influencias recónditas extravían su entendimiento cuando así se propone a venir sobre nosotros.

Es preciso, antes de abordar el fondo del asunto capital, antes de discutir los actos del señor Labra, ver al señor Quiñones en distintas épocas de su evolución psicológica, para dar a sus palabras el valor que merezcan.

Y a ello vamos.

Escribe hoy nuestro contendiente:

¿No recuerda el señor Muñoz la lucha que sostuvo contra el Directorio presidido por el señor Corchado? ¿Tacharía todavia la conducta de este noble patricio y de sus compañeros porque se vieran en la necesidad de condenar enérgicamente a los qu.e habían comprometido con sus ligerezas la suerte de nuestro partido? •

Con el incidente boycot se daba por desgracia a las apariencias mayor fuerza que a las realidades.

Yo hube, al cabo, de comprenderlo así y presté desde entonces decidida adhesión al Directorio. En él debía inspirarse el leader y era lo correcto para la conducta que había de observar en el Parlamento. Si esto no pudo satisfacer al director de La Democracia, ¿por qué no lo dijo en la Asamblea mayagüezana. en eL momento en que se renovaba por unanimidad

y con igual entusiasmo al anterior, el voto de confianza que iban a dirigirle y que en efecto le dirigieron los delegados?

El señor Quiñones resucita en malhora una cuestión resuelta.

El Directorio Corchado pasó al no ser, y nosotros nos unimos en Mayagüez al voto de gracias que a su gestión patriótica se concediera.

Disentimos de él en un detalle de procedimiento y tuvimo5 el valor y la franqueza de declararlo sin ambajes.

En general aplaudíamos su obra y, después de prestarle nuestro sufragio y nuestra aprobación, no hay derecho a suponer reservas mentales que no existen.

Por lo que toca al leader, ya el señor Quiñones confiesa que se renovaron sus poderes por unanimidad y si nosotros asistimos a la asamblea, es evidente que contribuimos a la renovación tanto como el señor Quiñones.

Véase, pues, de qué suerte resultan ociosos los interrogantes que copiamos y que sólo demuestran la escasez de lógica con que el señor Quiñones busca puntos falsos en nuestra actitud, clara y correcta en absoluto.

No tan correcta ni tan clara es la actitud de nuestro impugnador.

Al hablar del Directorio antiguo el señor Quiñones hace gala de una completa identificación con el criterio que el doctor Corchado y sus colegas ponían en práctica.

Bien está; pero recuerde el venerable patriarca que no era tal su manera de sentir hace cuatro años. Entonces se ponía junto a nosotros, y por ende en contra del Directorio a quien combatíamos.

Felicito a usted - escribía el señor Quiñones el 28 de abril de 1889, al señor Muñoz Rivera - calurosamente por su brillantísima contestación a los ataques que se le habían dirigido. No deja usted en ella un punto oscuro ni dudoso. La verdad resplandece en sus tres artículos, enérgica y simpática a la vez, en defensa de su carácter; y a lo falso y humillante que nos querían imponer a título de una sabia política, da usted lo merecido, destruyendo el sofisma con irrebatible elocuencia. CON USTED EST ARAN, por lo tanto, aunque no lo confiesen

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todavía por temor al cisma, todos los corazones generosos dePuerto Rico, y el mío más que ninguno.

No se imagine usted que me pesa que se sepa lo que voy pensando. Acaso pronto me declare rebelde al Directorio.

No es esa la única adhesión con que nos honrara el señor Quiñones por aquellos días en que imaginaba declararse rebelde al Directorio.

Ridículo parece - son frases suyas copiadas ad pedem literae - que se use tanto ese nombre en los acuerdos de nuestroscomités y Las manifestaciones políticas que van apareciendo; saludan tma sombra, una entidad moral que no existe hace tiempo. ¡Bien por usted que lo va demostrando con razones irrebatibles y en estilo intachable!

En un hombre de las brillantes luces y la espartana firmeza del director de El Espejo no cuadran contradicciories tan monstruosas.

Si él opinaba que no existía el Directorio, ¿ cómo es que a ese mismo Directorio pudo prestar decidida adhesión?

Si estaba con nosotros, ¿ cómo es que quiere aparecer identificado, en la época de la lucha, con nuestros contrincantes?

Si nosotros destruimos el sofisma con elocuencia, dando al traste con lo humillante y falso que nos imponían a título de una sabia poljtica, ¿ cómo es que secundó esa política el señor Quiñones?

Trayendo estos datos a la publicidad no cometemos pecado alguno.

No imagine usted que me pesa que se sepa cómo voy pensando, exclamaba el señor Quiñones, y esto es una autorización para divulgar su pensamiento.

No lo divulgamos nosotros en seguida, porque deseábamos que la figura del veterano se conservase lejos de la lidia, semejante a una égida y a una esperanza para los corazones generosos de Puerto Rico.

Lo divulgamos hoy, porque importa mucho transmitir al país las decepciones que se cosechan y los desengaños que se recogen, aquí, en este campo de la prensa, a que convergen todas las miradas y en que se acrisolan todos los caracteres. por el estudio y el análisis.

'

A los pueblos debe darse la verdad entera, sin que el escalpelo penetre en la vida privada de los ciudadanos.

El señor Quiñones pensará en esto al igual de nosotros y verá con gusto sometidas sus varias actitudes al juicio severo de la opinión.

Hecho este aparte en la polémica a que nos invita con empeños febriles, volveremos otro día al señor Labra y a su conducta política.

Por lo que al leader respecta no nos faltan párrafos del señor Quiñones, cuyos puntos de vista coinciden con los nuestros.

De tal guisa, al fin y a la postre, acaso, sin ceder nosotros un ápice, resultarán conformes El Espejo y LA DEMOCRACIA.

A menos que don Francisco Mariano Quiñones no se dispare otra vez contra don Francisco Mariano Quiñones.

Lo cual sería dos veces lamentable.

LA DEMOCRACIA, 12 de enero de 1893.

A diestro y siniestro

ELCLAMOR», VALIENTE COLEGA A CUYO LADO ESTUVIMOS EN SUS e más duros trances y en sus más difíciles campañas, dice que robustecidas las advertencias del Director político con las persistentes indicaciones de correligionarios valiosos residentes en Fajardo, en Comerío, en Yauco y en la capital, acordó suspender todo género de discusión con LA DEMOCRACIA.

Hace muy bien.

El Director político y los correligionarios a que se alude estiman a EL CLamor y temen por su vida si continúa dando tumbos contra nosotros, que es algo semejante a dar coces contra el aguijón.

Pero no invoque el leal compañero los intereses del partido.

Nadie olvidó todavía que al nacer el Directorio Corchado, El CLamor hablaba de subvenciones y de especuLaciones, que no pasaron nunca de suposiciones para herir a Cepeda.

Y nadie olvidó tampoco que El Clamor disfruta una subvención autonomista de seiscientos duros anuales, pese a sus ataques , terribles al subvencionismo.

Cuando algunos caballeros hablan de los intereses del país, todo el mundo se sonríe.

Porque tras rudos reveses andan ya muy convencidos de que los más socorridos son sus propios intereses.

Nadie podrá decir, no obstante, que el señor Brau, en 1889, se proponía derrocar al señor Cepeda para reemplazarle en su curul de secretario y en su presunta subvención.

Ni que, logrado su fin, volvía las armas de su periódico sobre Muñoz Rivera, el hermano que le acompañara siempre, en los instantes adversos y en las efemérides tristes.

Ni que tal conducta represente una ingratitud inesperada, porque antes El Clamor debió rasgar sus páginas y destruir sus tipos, que dar gusto a nuestros enemigos, que lo eran suyos. un momento antes.

No: El Clamor, limpio de toda culpa, puede alzar la frente inmaculada; apoyarse en el anónimo de unos correligionarios cuyos nombres constituyen un misterio y fingir desdenes con La DEMOCRACIA.

Nosotros le conocemos, y conociéndole podríamos adivinar hasta dónde llega su culto de hoy al señor Labra, que le desautorizó en 1889 y que sabrá aplaudir sus defensas y hacer justicia y honor a su carácter en 1893.

A nuestro modo de ver - Y esto opina mucha genteEl Clamor es consecuente ... Con su manera de ser.

El señor Quiñones, a quien aconseja que haga punto en esa • campaña que ha iniciado en defensa del leader, hará lo que guste.

Nosotros, provocados una y otra vez en las columnas de Er Resumen y en las de El Espejo, guardamos sensatísima reserva. Pero sin faltar a las leyes de la cortesía es ya imposible que esquivemos la polémica a que se nos llama, y a ella acudimos. haciendo acopio de discreción y de prudencia.

Ni una alusión existe para el señor Quiñones en nuestros escritos, que no debieron considerarse como casus belli

Pero ya que se desea tener francas declaraciones, no nos duele darlas con amplitud.

Ni pertenecemos a la escuela de la hipocresía, ni fiamos mucho en el silencio.

Que el país sepa lo que valen y significan sus hombres; qi..:~ se acostumbre a juzgarlos y que, en todo caso, les exija lo que debe exigirles.

Pasaron los tiempos del paganismo religioso y no vinieron aún los del paganismo político.

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Los dioses pueden bajar al campo de la crítica, desceñir sus clámides y mostrarse como son: no como parecen entre los vapores del incienso y las armonías de la lisonja.

Si es que se admite el consejo. Y hacen peso las razones, Ya nos Lo dirá El Espejo De don Mariano Quiñones.

Por lo demás, el señor Labra no teme nada, pues según afirma El Clamor, sus prestigios y su significación en La colectividad autonomista se hallan perfectamente definidos y garantidos por la colectividad misma en acuerdos tomados en asamblea general.

¿Por qué rcmper •1anzas en auxilio del leader que no los necesita?

¿Por qué reñir batalla con nosotros, para luego acusarnos de perturbadores, cuando somos perturbados?

¿Por qué tan doble intención contra un compañero que sólo quiere ocuparse en mantener los fueros del partido autonomista y del país liberal?

¿Estorbamos a los que se proponen que se les siga con fervoroso recogimiento y se les tribute obediencia sin examen?

¿Será posible que los más rudos golpes que se nos dirigen, .vengan de nuestros amigos, de aquellos en quienes depositábamos ingenua confianza?

¿ Qué es esto?

¿No hay un sitio en donde ponerse a cubierto de la traición que acecha y de la insidia que amenaza?

¿No es bastante que se nos mire aquí, con el pecho desnudo, afrontando el encono del poder y luchando por el decoro del pueblo, para que se nos evite el dolor de tan bruscas acometidas?

¡Triste gloria la de los que nos zahieren con encono! No la envidiamos.

LA DEMOCRACIA, 12 de enero de 1893.

PUEDEN REÍR SATISFECHOS LOS HOMBRES DEL INCONDICIONALISMO. Ya están solos.

La Delegación autonomista decretó el retraimiento 9 • Herido en su orgullo regional, el país se alza protestando con altivez indomable.

Un pueblo libre no acepta una ley tiránica.

Podría vivir deshonrándose y prefiere morir con honra.

Nada de candidaturas liberales.

Que los caciques hagan su gusto.

Que los cuneros triunfen sin lucha.

Que la diputación puertorriqueña represente a la minoría usurpadora y que el ministro de Ultramar se envanezca de su primer acto político.

Los cubanos irán al Parlamento.

Los cubanos encuentran, para el desarrollo de su vida, amplio y fácil camino.

¡Como que vertieron su sangre y la sangre ajena en los riscos y en las llanuras de su patria!

Nosotros, los hijos a quienes su madre desconoce: los libertos a quienes se niega y se arrincona ; los débiles a quienes se deprime y se desprecia ; respondemos al desdén con el desdén. Quédense allá los comicios cuya entrada cierra el decoro.

9. Véase Barbosa de Rosario: De Batdorioty a Barbosa; Historia dei autonomismo puertorriqueño, p. 245 y sgts.

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Quédense para lo que, nacidos en Borínquen o en Borínquen formados, no sienten la vergüenza de su propia inferioridad.

Ellos sancionan el insulto: bien que se les aplique de igual modo que en otros tiempos se aplicó la candente flor de lis en la espalda de las meretrices.

La diferencia de cuota no humilla únicamente a los insulares de ideas democráticas.

Humilla a todos los que en esta tierra contemplaron por primera vez la lumbre del sol.

A menos que renieguen de su origen y no respondan al grito de dolor y de ira con que su país puebla los aires.

¡Se resuelve, en Consejo de ministros, que Puerto Rico es lo último de España, y hay hijos de Puerto Rico que soportan la afrenta y se colocan junto al ofensor!

¿Aguardan, por acaso, el plato de lentejas?

En ningún momento de su historia sufrió el terruño tan amarga injuria.

Se había visto que la metrópoli ensayara aquí sus leyes antes de implantarlas en Cuba.

Era lógico.

Nuestro problema social, resuelto en parte con la abolición, no ofrece riesgo por el dualismo de las razas.

El problema cubano es más hondo y más grave, en virtud del equilibrio entre la población blanca y la población negra.

Y, no obstante, a Cuba, porque es fuerte, se le da la cuota mínima.

Esa es la política del miedo.

Más aún.

En Puerto Rico no existen rebeldes.

En Puerto Rico estableció la república el sufragio universal.

En Puerto Rico rigió el título primero de la Constitución revolucionaria.

Puerto Rico no sufrió trastornos ni sacudidas.

Su carácter pacífico, sus temperamentos de concordia, sus tradiciones y sus humildades la abonan y la recomiendan.

Pero es débil y sobra valor para herirla a mansalva.

Los que tal proeza realizaron, bien merecen que les recordemos siempre.

El señor Maura y su falange de cuneros increíbles han conquistado entre nosotros la inmortalidad.

Mas ¡ah! el retraimiento no significa la inacción.

El retraimiento es la limosna que despreciamos; la ofensa que devolvemos. La esclavitud moral enciende nuestra sangre y crispa nuestros nervios. Nosotros sacudimos esa esclavitud.

La reivindicación será tardía, pero vendrá.

Porque en el mundo cada pueblo cumple sus destinos a través del tiempo.

Y el destino de este girón del hemisferio americano no consiste en llorar eternamente sus inconsolables penas.

Consiste en ser rico por el trabajo; respetado por el esfuerzo ; grande por la constancia y sublime por el heroísmo.

Podemos vencer en Mayagüez y en Ponce y llevar a las Cámaras cuatro, seis apóstoles de nuestra doctrina.

No queremos ese triunfo.

Hoy vale más nuestro silencio que nuestra palabra.

Si queda un resto de hidalguía en la nación por excelencia hidalga.

Si no se han roto los. resortes del patriotismo en el pueblo español.

1

Si no se ha perdido por completo el sacro ideal de la justicia, el acto que realizamos repercutirá en Madrid con ecos poderosos.

Y antes que lanzarnos por la senda del odio vengativo y cruel, España volverá hacia nosotros sus brazos y nos otorgará la igualdad que pedimos, sin la cual no la consideraremos como una madre justa y buena, sino como una madrastra desnaturalizada y maldita.

Ahora debátanse entre sí los aspirantes a esas actas que deberían causarles sonrojo.

Reparta Ubarri sus distritos a los que mendigan su favor omnipotente y soberano.

Caiga sobre el grupo burocrático la turba de Torrepandos y Vallejos.

Consuman los incondicionales hijos del país la última, la más tremenda de sus faltas.

Para eso les dejamos solos.

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Para que muestren sus ansias de lucro.

Para que les destroce la discordia intestina. Para que sientan, si son capaces de sentir, el remordimiento de la culpa.

¡Solos!

Ya están solos. El éxito perseguido desde 1887, desde los días del componte y del terror, es suyo y nadie se lo disputa 10 •

Tomen el botín; venzan en Ponce, impónganse en Yauco, pavonéense en Mayagüez.

Ni Labra, ni Moya, ni Cortón.

Ellos: ellos no más.

Corrales, García Gómez, Chícheri, Sanz, Guyón, Lastres, Alfau ...

Vosotros sois los llamados.

Y seréis los elegidos.

Nosotros, abroquelándonos en nuestra honradez, cuando a cuentas nos llame la historia imparcial y serena, al recor-dar la presente jornada, sabremos repetir la frase de Francisco I:

Todo se ha perdido: todo, menos el honor.

LA DEMOCRACIA, 17 de enero de 1893.

10. Sobre los compontes, véase: Francisco Mariano Quiñones, Apuntes para la Historia, Mayagüez, 1888. Brau, pág. 287. Pedreira, El Año Terrible, pág. 50. Cruz Monclova, Historia de! Año de 1887, pág. 199. 33

El alcance del retraimiento

LA DELEGACIÓN AUTONOMISTA ACUERDA QUE EL PARTIDO, ALEjándose de las urnas, proteste contra la vejaminosa ley electoral que se impone.

Y nosotros, miembros entusiastas de la colectividad, cumplimos un deber ineludible al estudiar el alcance de ese acto, que resultará ridículo y pobre si no resulta grave y varonil.

El retraimiento significa que este país no acepta en modo alguno el mísero rincón que le señala el centro legislativo nacional.

Ni un diputado, ni un senador acudirá a las Cámaras y los liberales puertorriqueños quedarán sin defensa y sin amparo allá en las cumbres del poder.

Exige nuestro decoro que los gobiernos vean cómo despreciamos su labor inicua y cómo sabemos soportar la ruina y la muerte antes que la abyección y el ultraje.

Desde el más ilustre de nuestros correligionarios hasta el más humilde, todos sentimos la injuria y a todos corresponde mantener la protesta.

No podemos exceptuar al leader: ¿Estuvo con nosotros en los días en que nos era dable sacar a flote en Yauco su nombre de las urnas? Pues ha de seguimos cuando nos toca desdeñar la sangrienta burla con que se nos hiere.

El señor Labra, jefe de una agrupación, necesita identificarse con ella y suscribir sus actos, admitiendo toda suerte de solidaridades, perjudiquen o no su carrera política.

No consideramos nunca lícito, ni formal, ni generoso, que los autonomistas vayan al sacrificio retrayéndose, mientras su leader presenta su candidatura en La Habana o en Alicante, para brillar con su oratoria en la tribuna parlamentaria.

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Tanto como a nosotros y más que a nosotros ofende al señor Labra la conducta del Gabinete sagastino ; y si desea colocarse a la altura en que nos colocamos, no admitirá los votos de nadie ya que nuestros votos no pueden favorecerle.

Proceder de otra guisa equivale a desvirtuar nuestra actitud y quitar al retraimiento la trascendencia que queremos darle.

El señor Labra, por el hecho de asistir, en calidad de diputado, a las sesiones del Congreso, autoriza al Gobierno para declarar que el partido autonomista no está indefenso, desde el punto en que su guía, su jefe, su leader, su personalidad más eximia se halla en condiciones de lidiar por él, con las armas de la dialéctica, en los escaños de la oposición.

Y tendría razón el Gobierno si esto declarase; porque no se explica un acuerdo tan importante y una resistencia tan decidida, si el señor Labra no los suscribe sin reservas ni distingos de ninguna clase.

Nosotros le veremos grande y altivo si prescinde de sus conveniencias y sus cálculos personales y afronta a nuestro lado los conflictos del retraimiento.

¿Se nos arguye que el orador demócrata esgrimirá su palabra en nuestro abono?

Jamás: eso sería mil veces perjudicial y mil veces censurable. Que nos defiendan desinteresada y noblemente Montoro y Giberga, Govín o Terry, Portuondo o Fernández de Castro u; pero que ningún hombre a quien pueda suponerse un átomo de representación nuestra se levante a defendernos.

Al talento fino y perspicaz del señor Labra, a sus sutilezas de político experimentado, no se esconden estas cosas, y no es creíble que, después de conocida la voluntad unánime de la Delegación y del país mantenga su candidatura en distrito alguno de la Península ni de Ultramar.

Hemos aprendido a decir la verdad con franqueza; y no la ocultamos al señor Labra.

Si le contraría, si le mortifica, piense que seríamos indignos de llamarnos liberales, y hasta de llamarnos españoles, si por lisonjear su amor propio calláramos mientras la dignidad de nuestro pueblo nos manda hablar muy alto y muy claro.

Al preterirnos, al ofendernos, el poder ofendió y pretirió a

11. Estos eran los diputados de Cortes por el Partido Autonomista cubano.

nuestro leader, que era el depositario de las promesas no cumplidas y el alma mater de las ilusiones no realizadas.

Puerto Rico se rebela con indignación adusta y brava; rebélese también el leader y acaudíllenos en esta campaña en que llevamos por escudo el derecho y por bandera el honor.

Si siguiese otros caminos el señor Labra, probaría que le son indiferentes nuestros dolores y que le preocupan más las exigencias de una posición política que contribuimos a crearle con el voto y con la propaganda.

Esa es, honrada y lealmente expuesta, la opinión que sustentamos.

La sola presencia del leader en la Cámara quitará al retraimiento su fuerza y su prestigio, porque, virtualmente, allí donde esté don Rafael María de Labra revestido de plenos poderes y extensas facultades, allí estará también el partido autonomista de Puerto Rico.

Y en las Cortes españolas no puede estar. No debe estar. ,

LA DEMOCRACIA, 19 de enero de 1839.

La cuestión monetaria

TRAS LARGO TIEMPO DE PRUDENTE TREGUA, HIJA TAL VEZ DEL temor de no poder llegar a una solución satisfactoria, vuelve a agitarse el problema monetario, según vemos en una carta dirigida al Excmo. Sr. Gobernador General por nuestro estimado colega La Correspondencia, y después, en un artículo publicado por el mismo diario, bajo la firma del respetable comerciante don Secundino Melón 12 •

LA DEMOCRACIA, recogiendo inspiraciones de valiosos elementos contribuyentes del país, ha sostenido siempre la opinión favorable al statu quo, fundada en que la agricultura azucarera, que indudablemente necesita toda clase de auxilios, no podría soportar una baja repentina en los ruinosos precios que hace años vienen rigiendo para el azúcar. Y esto es axiomático. Si a los cambios actuales de 25 por 100, obtiene el azúcar $3 por término medio, se reducirán éstos a $2.40 tan luego como el canje de la plata mejicana por otro trajera los cambios a la par. Y dígasenos si con tal perspectiva habría hacendado capaz de invertir dinero en sembrar caña para sufrir, a sabiendas, una pérdida cierta y desastrosa.

Y no se nos arguya que esa diferencia de precio estaría compensada por la reducción de la cantidad de gastos anuales, pues no hay que soñar que ni el Estado ni los Municipios reduzcan de plano sus presupuestos a un setenta y cinco por ciento, ni que sea dable alterar en igual proporción los tipos de salarios

12. En la temática de Muñoz Rivera, que era reflejo directo de la problemática de la situación general puertorriqueña, mal podía faltar la discusión del problema monetario y financiero que perturbó nuestro siglo xrx de principio a fin. (Véase sobre este asunto, Cruz Monclova, I, 84. 92, 134, 160, 210, 256, 270, 319. 329, 341, 342, 344, 351, 465, 468, 502, 634 y 659; y II, 295. 367, 368, 728, 850 y 851.

y jornales establecidos desde luengos años en las diferentes comarcas de la Isla; y como el hacendado, aparte de alguna que otra máquina, nada introduce por cuenta propia, resultaría directamente perjudicado con la baja de precios de sus productos sin compensación alguna.

El argumento del señor Melón de que «los jornaleros no ven remunerado su trabajo cual corresponde» cae por su base con sólo traer a la vista las cotizaciones actuales en nuestros mercados de los principales artículos de consumo diario, como harina, arroz, bacalao, grasas, papas, petróleo, etc., que son los que aquéllos usan ; y en cuanto a tejidos ordinarios, jamás se han vendido a precios más módicos. Compárense esas cotizaciones con las que regían diez, ·quince y veinte años atrás, y quedará probado que si entonces podían atender los jornaleros a sus necesidades perentorias, no hay razón para que hoy suceda lo contrario. El fenómeno de que con cambios más altos no hayan subido los precios de los comestibles, telas y artefactos, queda explicado con sólo fijarse en los adelantos industriales de los países que nos surten, pues a favor de los grandes progresos de la mecánica y de las facilidades que brinda la asociación de capitales, se realiza la tendencia económica de producir mucho y barato.

Reconociendo en el señor Melón el mejor deseo de conciliar intereses antitéticos, vamos a examinar sus conclusiones y a dar nuestro parecer con absoluta ingenuidad.

La proposición de derogar el decreto de admisión de la plata mejicana por el Tesoro al tipo de noventa y cinco centavos el peso, aceptándose únicamente la moneda nacional; la de fijar de nuevo el valor oficial de la plata mejicana, reduciéndole transitoriamente a ochenta centavos y la de exigir que el setenta y cinco por ciento de los derechos de Aduana y toda clase de contribuciones se satisfagan en oro, equivale a decretar el canje forzoso de la única moneda que circula en el país, con la circunstancia agravante de que, abstrayéndose el Estado de esa operación, correrían por cuenta exclusiva de los tenedores de plata mejicana las pérdidas y gastos ineludibles para importar la moneda nacional de oro, plata y bronce, y no sería justo que determinado número de ciudadanos viniera a sufrir las consecuencias de una situación no creada por ellos.

Si esto no significara el canje forzo¡;o y continuase la plata mejicana en sus funciones de moneda corriente comercial

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- aunque rechazada por el Estado que le dió circulación legal - esas innovaciones vendrían a constituir en la práctica un nuevo gravamen para los contribuyentes, pues tendrían que comprar la moneda nacional, que sería objeto de especulación, para pagar los derechos de Aduana, subsidio y demás rentas administradas por el Estado.

Nosotros creemos que, si las circunstancias obligan a reformar nuestro sistema monetario, no debe ni puede el Estado tomar ninguna determinación ab-irato; lo procedente sería que el señor Gobernador General convocara a una reunión en la que estuviesen representados el comercio, la agricultura y la propiedad, por medio de delegados de los siete departamentos de la Isla, que oyese las opiniones y las conciliase hasta llegar a un acuerdo que mereciera la sanción de la mayoría.

Los hacendados, por su parte, dando pruebas de transigencia, pueden conformarse con que se haga el canje por plata española y una corta proporción de monedas de bronce. Esta solución satisfaría a los partidarios del canje, pues se unificaría nuestra moneda con la circulante en la Península, que es cuanto pueden pretender.

Los que sustentan la opinión contraria también verían cumplido su propósito de sostener los cambios entre 18 y 20 por ciento, sin graves oscilaciones, como rigen en la metrópoli, sobre las plazas en que domina el patrón oro.

Repetidos ensayos han probado que la plata mejicana tiene más valor intrínseco que los duros españoles de reciente acuñación y por lo tanto hay que esperar que no sufrirá el país gran quebranto por ese concepto.

LA DEMOCRACIA. 28 de enero de 1893.

.4 diestro y siniestro

LA REPÚBLICA»,COLEGAPREDILECTODE LA DEMOCRACIA, « no está conforme con nosotros en un punto de doctrina. Decíamos que el señor Labra, mientras conserve el carácter de leader, no puede, sin desvirtuar nuestra actitud, ocupar un escaño en el Congreso español.

Y dice La República:

Si, efectivamente, Labra no tuviera otra representación en la política española, que la del partido autonomista puertorriqueño; si fuese por el Gobierno mirada en él nada más que la jefatura de las fuerzas liberales de esta provincia, y en él viera sólo el Parlamento al diputado por Sabana Grande , La DEMOCRACIA tendría razón: don Rafael María de Labra no debería estar en las Cortes sin que antes se arrancara la dignidad del corazón y del semblante.

Así lo entendemos, y es más: entendemos que proceder de otra suerte seria una soberana inconsecuencia.

El señor Labra, como diputado demócrata, se confunde entre los hombres eminentes que forman la minoría republicana. Salmerón, Pi, Pedregal, Carvajal, Azcárate, Muro no son menos ilustres que él ni menos temibles para los poderes monárquicos. Así, pues, la figura de nuestro amigo insigne se destaca con la alta significación que le dan las funciones de leader, que continúa ejerciendo; y en tanto que no las decline o las renuncie, el Gobierno y el país verán en él, poderosamente personificado, al autonomismo puertorriqueño que le obedece, le sigue y le aplaude.

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A la república sobran defensores ardentísimos en el Parlamento nacional y no es indispensable que el señor Labra se una esta vez a la hermosa falange de los espíritus puros que enarbolan la bandera del ideal.

El señor Labra es, antes que todo y sobre todo, autonomista, guía de los autonomistas, jefe de los autonomistas: si el ministro de Ultramar, saludándole desde la tribuna, le advierte que no está sin representación un partido que allí cuenta con su guía y su jefe, el ministro de Ultramar tendrá razón y nosotros estaremos en ridículo.

Porque somos muy celosos -al igual de La República- de la honra del terruño patrio, necesitamos que el retraimiento no se empequeñezca, ni se esterilice, ni se desvirtúe.

Por otra parte, si la voz del señor Labra, fulminando en la Cámara el rayo del apóstrofe fulgurante, no pudo, en veinte años de propaganda y de lucha, evitarnos este sonrojo del censo, no alcanzará mucho más pidiendo la igualdad para todas Las provincias y el voto para todos Los ciudadanos.

Pedidos y ofrecidos los tuvo ahora, y vea La República con qué sangriento sarcasmo le responden.

Más que nosotros ha de sentir la injuria el señor Labra, burlado en su noble candidez por la insidia de un ministro vulgar.

Y sintiéndola, bueno es que nos imite al protestar, en la misma forma que protestamos, contra el ultraje de que somos víctimas.

La República sabe que Montoro, Fernández de Castro Figueroa, Ortiz Cofigní y la casi totalidad de los diputados por Cuba, formaron en la izquierda republicana; y al decretarse la abstención en su país, ninguno se permitió presentar candidatura.

Era cuestión de patriotismo y no de conveniencia; de dignidad y no de utilidad, aunque los cubanos fuesen, en virtud de la teoría jurídica que sienta La República, diputados de la nación y no de la región o del distrito.

Nadie ignora que en España la política no es, como en las colonias, un sacrificio y casi un sacerdocio.

Allí la política se convierte en una profesión, en un medio de llegar a los puestos más encumbrados. Y los que quieran pensar lógicamente, si don Rafael María de Labra acepta un acta por Alicante o por La Habana, pensarán que don Rafael María de Labra se preocupa, más que de nosotros, de su carrera, de

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su posición, de su prestigio parlamentario, de su influencia y de su porvenir.

Y mientras nosotros lo sacrificamos todo en el altar de la patria, no es justo que aquel a quien elegimos diez veces consecutivas, aquel a quien levantamos creándole un distrito propio, que es un verdadero escabel, nos perjudique convirtiendo en filfa risible nuestra conducta.

¿Pertenece o no el señor Labra al partido autonomista?

La República no nos negará que pertenece y que simboliza, él solo, los sentimientos y las ideas de la colectividad.

Luego, si la colectividad se retrae, retraído queda ipso facto el leader, que es un correligionario más en el inmenso grupo de los que protestan y se indignan.

Sería muy extraño que plegara sus tiendas el partido y que el jefe siguiera brillando en las Cámaras y realizando avances en su distinguidísima carrera.

Los partidos son los que manifiestan opiniones para que el jefe las ejecute y no alcanzará muy brillante ejecución el retraimiento si el señor Labra se presenta un día en el hemiciclo en condición de diputado.

Lo que caracteriza al señor Labra es su calidad de leader: allí donde él esté, estará el partido liberal puertorriqueño y después de tanto vejamen, el partido liberal no irá, no puede ir sin deshonrarse, al Congreso.

Plácenos discutir con La República y continuaremos en el número próximo, ya que nos quedan por rebatir varios extremos de su artículo.

Respetamos al señor Labra por su talento, por su historia, por la honradez de su vida y por la alteza de su nombre.

Pero no le consideramos infalible ni indiscutible.

Porque esto equivaldría a negar nuestros principios y a abdicar nuestra propia independencia.

¡Hasta mañana!

LA DEMOCRACIA, 28 de enero de 1893.

La cuestión monetaria

UNA

NUEVA CARTA INSERTA EN «LA CORRESPONDENCIA» DEL 27, suscrita por Marcial de Paz, que se nos antoja un seudónimo, nos da motivo para continuar explanando nuestras ideas con respecto al debatido asunto de nuestro epígrafe. Según se desprende de dicho comunicado, el autor se pronuncia por el canje por oro, pero eliminando de la operación toda moneda mejicana que aparezca con cuño posterior a 1885, y sobre ambos extremos versará nuestra réplica. En nuestro anterior artículo, de fecha 28, pretendemos haber justificado la actitud de los hacendados de caña, opuestos al canje por oro mientras subsistan o bajen los actuales precios del azúcar; y como los argumentos que expusimos han sido repetidos hasta la saciedad y respetados por el Gobierno Supremo en cuantas ocasiones se ha puesto sobre el tapete la cuestión monetaria, no vemos necesario reproducirlos ahora. Cuanto a excluir de los beneficios del canje, en cualquier forma en que se efectúe, a la plata mejicana de cuño posterior a 1885, es un punto que merece discutirse, pues no está suficientemente esclarecido si la Intendencia tuvo autoridad bastante para dictar la circular de 1885 en oposición al Real Decreto de admisión de dicha moneda por el Tesoro de esta Isla. En época reciente se han puesto en vigor los nuevos aranceles de Aduana, y no hemos visto en ellos que quedara restringida la introducción de moneda acuñada, ni se desprende de su articulado que la administración se abrogase el derecho de mutilar la propiedad ajena, pues no otra cosa significa el cruzar las monedas de determinado cuño.

Si fuera intento del Gobierno prohibir la importación de plata mejicana, hubiéralo logrado con imponerle un fuerte derecho, y ya verían los especuladores si convenía a sus intereses sufrir el gravamen o desistir de traer al país esa moneda.

Por otra parte, al aplomo con que habla Marcial de Paz de contrabandos de plata mejicana, constituye un cargo muy directo a los señores jefes y empleados subalternos de la Hacienda, pues se les acusa tácitamente de no haber sabido evitar las introducciones fraudulentas, a pesar de los medios que las leyes han puesto en sus manos; y a fe que no han de agradecer dichos funcionarios la denuncia pública que envuelven los conceptos del comunicante.

Aun dando de barato que se hayan importado clandestinamente algunas cantidades de plata, ¿qué razón existe para que los actuales tenedores de ella -que seguramente no serán los presuntos contrabandistas -vayan a sufrir las consecuencias de una falta de que sería responsable la administración? Todo lo que circula libremente de un extremo a otro del país debe considerarse como producto indígena o como legítimamente importado, y por tanto, por el propio decoro de la administración, opinamos que, llegado el caso del canje, no debe siquiera mencionarse que puedan aparecer monedas con fecha posterior a 1885.

En resumen: si toda nuestra plata habrá de convertirse en lingotes y si los pesos de 1886 en adelante valen intrínsecamente tanto como los de años anteriores, dejemos al crisol la tarea de borrar su fe de bautismo y, por ende, los pecados de que fueran causa inocente.

No terminaremos sin recoger, de paso, una especie lanzada por La Integridad Nacional, y es que «muchos consideran como una panacea de nuestros males monetarios la implantación de un cuño especial para esta Isla». Contra el parecer del ilustre colega, en cuya filiación política no encaja esa solución con ribetes de autonomía, creemos nosotros peor el remedio que la enfermedad, pues la plata borinqueña tendría aún menos valor circulante en los mercados extranjeros, y en la propia Península que la garantizada por el cuño de la nación, y la nueva moneda desmerecería en su carácter de moderadora de los cambios, cualidad inherente a todo signo de valor circulante. Esa especialidad sólo puede admitirse en la moneda de bronce, cobre o níquel, llamada a facilitar las pequeñas opera-

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ciones al detalle dentro de una demarcación dada pero nunca en la masa general de la moneda que ha de servir de base para transacciones con el exterior.

Acabamos de saber que el jueves próximo tendrá efecto, en las oficinas del Banco Español de Puerto Rico, una reunión para tratar de asuntos concernientes a la moneda mejicana, y esperamos conocer las conclusiones que se adopten, aunque sólo representarán la opinión de una pequeña parte de los interesados en la cuestión.

LA DEMOCRACIA, 31 de enero de 1893.

A diestro y siniestro

AQUÍ ESTAMOS OTRA VEZ RESPONDIENDO A «LA REPÚBLICA», QUE, muy nueva en el estadio, ignora quizá las evoluciones de sus propios amigos.

Sólo así se comprende que estampe en sus páginas una afirmación destituida de fundamento.

Véase:

Y el leader autonomista 13 tiene una alta significación política dentro del partido republicano, no el federal pactista, ni el fede·ral orgánico, ni el posibilista, ni el revolucionario; no el de Castelar, de Pi, de Salmerón o de Zorrilla, sino aquel gran partido que se cura del ideal, entero antes que de las ideas fraccionarias, y estima por igual a todos los hombres y por cima de todos la República.

Si el entusiasta colega estudia la política nacional, no es difícil que recuerde algunos hechos ocurridos hace poco tiempo; tan poco tiempo que aún palpitan en la opinión y viven en la memoria de cuantos conocen al leader y se preocupan de sus actos públicos más trascendentales.

13. En su carácter de partido político el autonomista puertorriqueño era localmente orientado por una Delegación y un Directorio. A los efectos nacionales, sin embargo, los autonomistas reconocían la suprema dirección o liderato a don Rafael María de Labra, quien había sido designado leader del :;>artido en la Asamblea de Ponce de 1887, y ratificádosele el título en la Asamblea de Mayagüez de 1891. (Véase a este respecto: Juan Gualberto Gómez y Antonio Sendras y Burin. La Isla de Puerto Rico, Madrid, 1891; pág. 156; Pedreira. pág. 152; y Cruz Monclova, Historia del Año de 1887, págs. 176 y 178.)

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El señor Labra dista mucho de ser un republicano platónico, ciegamente enamorado del ideal como de una Dulcinea fantástica e intangible.

El señor Labra, por simpatías hondas, por nobles impulsos o por graves conveniencias, se afilió hace dos años al grupo centralista, que dirige don Nicolás Salmerón.

Desde entonces se pretende que los autonomistas puertorriqueños ingresen en tal grupo, el más raquítico de los que sustentan programas netamente democráticos.

Organo oficial del centralismo es La Justicia, que proteje y recomienda constantemente nuestro líder, y en el cual ven la luz las reseñas de sus viajes, los extractos de sus discursos y los justos elogios que a su personalidad brillante y a su elocuente palabra se dedican.

Don Rafael fue republicano suelto, y perteneció al número de los que pretendían unir tendencias varias en una tendencia común: pero convencido al cabo de que la tarea resultaba harto difícil en España, donde pueden más que las doctrinas y más que los principios, y más que los dogmas, los móviles de medro personal, se definió por completo y eligió un sitio que ocupa sin dobleces.

En su ruta no quiso seguirle el partido autonomista, a pesar de que el señor Blanco, como individualidad independiente, marchó dócil sobre las huellas del leader.

No era oportuno que nosotros ingresáramos en un grupo que carece de fuerzas en la Península, y que, aun en el caso de que sea restaurada la República, necesitaría atraer mayores elementos para adquirir aptitudes gubernamentales.

Nosotros somos republicanos: tal vez en nuestra colectividad no existe una centena de correligionarios que rindan homenaje a la monarquía; pero como la unión entre nuestros afines de la metrópoli no se realizará nunca; como vemos ir por un lado a Pi, por otro a Zorrilla, por este a Castelar y por aquel a Salmerón; como cada asamblea entre ellos se convierte en cráter de pasiones ardientes y de ambiciones sin freno; como ni aun es posible una sincera y sólida coalición electoral; como la República no puede venir, ni es útil que venga, con un anarquismo semejante, nosotros .encerramos en el alma los ensueños de toda nuestra vida y rehusamos toda solidaridad con cualquiera de las fracciones en que se dividen

los republicanos españoles, anulados por sus propias culpas y por sus odiosas concupiscencias.

A servir de comparsa en la comedia política, a someter nuestra voluntad y prescindir de nuestro criterio, no nos resignamos los liberales de Puerto Rico, tanto menos cuanto está ahí el ejemplo de los liberales de Cuba, triunfantes hoy, merced a su energía catoniana, merced a su firmeza viril y merced a su espíritu de independencia.

Pero rebatíamos argumentos de La República y suplicamos al compañero que excuse nuestras digresiones.

Decía él que el leader tiene alta significación dentro del partido republicano; no el federal pactista, no el federal orgánico, ni el posibilista, ni el revolucionario; no el de Castelar, de Pi, de Salmerón o de Zorrilla, sino de aquel gran partido que se cura del ideal entero ANTES QUE DE LAS IDEAS FRACCIONARIAS.

Ese gran partido de que La República nos habla no se conoce en la Península, por la simple razón de que no existe; si existiese, a él iríamos los que echamos de menos un tabernáculo para nuestros ideales, un asilo para nuestras aspiraciones patrióticas y un palenque para nuestros ímpetus batalladores.

Como no hay partidos monárquicos, no más que monárquicos, tampoco los hay republicanos, no más que republicanos.

Aquéllos obedecen a Sagasta o a Cánovas; éstos a Castelar o a Zorrilla, a Salmerón o a Pi y Margall, que representan las ideas fraccionarias (?) a que se refiere el colega de A¡ecibo. Y mal podía tener alta significación el leader dentro de un partido imaginario que, por no ser nada, no es ni siquiera una nebulosa en los espacios de la política militante.

Ahora bien: si los correligionarios peninsulares del señor Labra le ofrecen un distrito, nosotros opinamos que no debe aceptarlo en modo alguno, y que, si lo acepta, ha de renunciar su carácter de leader, a fin de que no nos arrojen a la cara los ministros nuestra falta de seriedad y nuestro hipócrita convencionalismo, al ver que nuestro jefe, investido de amplias facultades, se sienta junto a ellos después de acordar nosotros el retraimiento.

No es lícito ni decoroso que el señor Labra nos defienda con sus discursos en las Cortes, ni en nombre de Cuba ni en nombre de Alicante.

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Despójese de la representación que le dimos en dos grandes asambleas; resígnese a ser sólo un republicano centralista y quedará libre de obrar según le plazca.

Mientras sea nuestro leader es preciso que soporte ahora todos, todos los deberes de su elevada posición, como antes disfrutó sus ventajas.

Esa es nuestra opinión sincera y honrada.

Y esa es la opinión que con nosotros comparten los autonomistas emancipados de idolatrías y fanatismos.

Que son los verdaderos autonomistas.

LA DEMOCRACIA, 31 de enero de 1893.

LOS PERIÓDICOS INCONDICIONALES, Y MÁS AÚN LOS INDEPENDIENtes, indican en casi todos sus números que ya en una, ya en otra localidad, los electores autonomistas se deciden a ejercer el sufragio electoral.

Los informes que llegan hasta nosotros desde todas las comarcas del país, nos autorizan a negar, enérgica y rotundamente, la certeza de tales noticias, que no son ni pueden ser más que un recurso del adversario para menguar el alcance de nuestra actitud.

Nos asiste la plena convicción de que ningún correligionario depositará en las urnas su voto, ni se hará cómplice de la torpe insidia con que se nos arroja de la legalidad.

Los puertorriqueños que aprendieron a sentir el patriotismo no aceptan humillaciones ni vejámenes: quede esa gloria a los hijos de esta tierra que comulgan en el presupuesto con sus eternos tiranos.

Los hombres que dirigen el partido, por votación unánime, acordaron el retraimiento, que se imponía como un mandato del honor, y el retraimiento será nuestro único estandarte en la contienda eleccionaria.

La opinión se ha manifestado tan digna al aplaudir nuestro artículo El Insulto, que no es posible temer retrocesos ni debilidades. En el momento decisivo la cobardía es mil. veces peor que la muerte; es la deshonra.

Y aquí estamos, aquí están nuestros colegas, los periodistas liberales, para dar la voz de alerta a los correligionarios y para castigar, si el caso llega, a los que claudiquen o se rindan.

No existe disculpa: aquellos que, hiriendo a la patria en el corazón, se burlan de la dignidad y del decoro, sentirán el 50

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horror de su crimen cuando les presentemos desnudos ante el tribunal de la conciencia pública.

No son autonomistas los que, guiados por sus propias conveniencias, se dejen arrastrar a los colegios y favorezcan cualquier candidatura, gubernamental o disidente.

Si no es lícito elegir a nuestros hombres más insignes, como Labra, Moya, Cortón, Matienzo, Blanco, ¿ha de ser lícito elegir a los cuneros que engendraron la ley insultante, o a los integristas que la acojen con alardes de júbilo?

El retraimiento levantará nuestro nombre si se practica con firmeza espartana o nos hundirá en la sombra si se mixtifica con argucias innobles.

Llegados al punto en que un pueblo adopta resoluciones supremas, o se mantienen con valor o se cae en el ridículo.

Somos pequeños por la extensión territorial: no lo seamos por la estrechez de nuestras miras y por la inconstancia de nuestras resoluciones.

La batalla ha de iniciarse muy en breve; que la libren, unos contra otros, los caciques que se disputan un mendrugo de poder y de influencia.

Desde la alta tribuna reservada a los desdeñosos y a los intrépidos, veámosles nosotros debatirse abajo, con las armas del engaño y de la intriga.

Que luchen solos; que devoren la jugosa merienda; que se nutran con la sangre del organismo que les soporta.

Sacien sus apetitos famélicos; cébense en el dolor de sus víctimas; la cuota les constituye en amos y en verdugos; la cuota les pone a salvo de nuestra intervención inteligente y honrada.

¿ Qué entienden ellos de altivez? Les basta entender de oscuros negocios y de cábalas sombrías.

¿ Qué saben ellos de abnegación y de altruismo? Les basta saber de combinaciones burocráticas y de apoyos mercantiles.

Dejémosles que se destrocen mutuamente y al fin de la algarada les llamaremos a juicio como a reos de imperdonables faltas.

Que su contacto no nos manche; que su ejemplo no nos contagie; que su conducta no nos mancille.

Podemos dar muestras de entusiasmo cívico permaneciendo arma al brazo.

No baje ninguno de nosotros a la arena de que saldría con la vergüenza en el semblante.

No acepte ninguno de nosotros un derecho que es un escarnio y una mengua.

El deber consiste ahora en resistir con ·estoica entereza a la súplica y en rechazar con ímpetu la coacción.

Si se quiso probar nuestro temple, sépase que mintió nuestro escudo y que antes nos convertimos en leones que en corderos.

Se dirá que somos intransigentes; que no practicamos la diplomacia política; que hacemos gala de un puritanismo inútil.

Los que •eso digan no tienen alma en que repercutan, con eco funerario, las desdichas del terruño; los que eso piensen no alcanzarán a medir nunca la alteza de un propósito noble y levantado.

Egoístas que buscan el medro, allá van donde se proponen encontrarlo, aunque necesiten ponerse de rodillas y aunque su faz se enlode con el fango de las cloacas y con la podredumbre de los albañales.

Nosotros, si peligra la dignidad del suelo nativo, no queremos estudiar lo conveniente: queremos resolver lo decoroso.

¡Qué nos importa llevar a Madrid seis diputados si el mundo entero ha de burlarse de nosotros y ha de creernos merecedores del ultraje?

Tiempo es de parodiar la frase de Méndez Núñez frente a las baterías chilenas del Callao:

Puerto Rico más quiere honra sin diputados que diputados sin honra.

¡Alerta, liberales autonomistas! Habrá quien necesite corromperos, quien se proponga halagaros, quien ante vosotros, ante vuestra hidalguía, descienda a la lisonja o apele a la amenaza.

¡Alerta siempre! Para engañaros no hay Maquiavelos bastante hábiles mientras tengáis una prensa independiente y viril, que os señale con vigor el peligro y os avise la emboscada.

Para intimidaros no hay fuerza bastante, en tanto que conservéis el espíritu heroico de vuestra raza y el orgullo indomable que os sirve de broquel.

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Para compraros, ¡ah!, para compraros no hay oro bastante en el universo, porque, ¡vive Dios!, que aquí, en esta tierra de la generosidad y del desinterés, la opinión y la conciencia ni se compran ni se venden.

LA DEMOCRACIA, 2 de febrero de 1893.

Los Vidrios rotos

MÁS DE UNA VEZ, RESPONDIENDO A DEBERES SACRATÍSIMOS, CENsurÓ LA DEMOCRACIA la lentitud con que se construye, trozo a trozo, la vía férrea del litoral 14 •

Y la censura fue a perderse en el vacío, porque nuestros gobiernos paternales no fijan su atención en las cuestiones que afectan al desarrollo y al engandecimiento del país.

Nadie ignora que la empresa dirigida por el señor Bosch no responde a sus compromisos y que los trabajos, en que se invierten caudales inmensos, aparentan fracasar en absoluto.

Hoy tenemos algunas locomotoras en actividad; pero son tan altos los precios de transporte y es tal la calma con que van los trenes, que aún hay quien conduzca en carretas sus frutos al mercado.

De suerte que esas máquinas que en todas partes simbolizan la rapidez y el progreso, en Puerto Rico degeneran, trocándose en símbolos de la pereza y el abandono.

A pesar de los convenios firmados no existe locomoción al vapor: ¡de Ponce a Yauco se invierten dos horas!

Y por si no bastase todavía, las obras se interrumpen, los tropiezos se suceden, los directores de la compañía litigan y los puertorriqueños pagan los vidrios rotos.

Ahora se dice que el Crédito Mobiliario, de París, tomará

14. La franquicia para construir el ferrocarril de circunvalación de Puerto Rico fue concedida por el Gobierno metropolitico el 15 de abril de 1888, al ingeniero español don Ivo Bosch Puig; y éste, con fecha 8 de junio siguiente, la traspasó a favor de una sociedad organizada en Madrid con el nombre de Compañía de Ferrocarriles de Puerto Rico.

La lentitud en la ejecución de las obras y las irregularidades de los servicios establecidos desde 1891, constituyen el asunto de este articulo de Muñoz Rivera.

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a su cargo el suministro de fondos; y si es cierto, ya escucharemos los estallidos del champagne y ya lamentaremos que no se cubran de raíles esas costas florecientes que aguardan con vivos anhelos la visita del monstruo de hierro.

No es lícito suponer, y menos afirmar, que se estén panamizando los ferrocarriles; pero es urgente exigir que no se defrauden nuestras esperanzas.

Sea quien sea el jefe de la compañía; sea quien sea su representante entre nosotros, ya es tiempo de que la prensa aborde estos asuntos, que no deben dormir en el silencio.

Los periódicos insulares no están subvencionados ni admiten subvenciones, y si ellos vigilan en nombre del público; si ellos piden que se cumplan los contartos; si ellos revelan las causas del mal que se deplora, acaso se darán más prisa los que obtuvieron una concesión y no quieren aprovecharla.

Se atraviesan en esto grandes intereses y el mutismo pudiear parecer complicidad.

Es bien extraño que anden los ·vagones a paso de tortuga::.,___,._.....,,~'=-..-Y que la línea no lleve trazas de concluir m,,nc.:i..

Se hizo lo más fácil, lo má:; accesiole, lo más llano; donde era indispensable abrir túneles o levantar viaductos, ni siquiera se intenta un avance.

No nos conformamos con esta pachorra de los nerviosos latinos; es mejor la presteza de los yankees flemáticos.

Parece mentira que en cuatro años sólo se terminen cuatro raquíticos fragmentos de vía, y que en ellos se inviertan millones y millones de duros.

Si la voz de la prensa regional se ahoga en los confines de la colonia, nada más fácil que hacerla llegar a París y a Madrid, a las dos ciudades en que se cotizan las acciones ferroviarrias.

No vale tanto una tirada de doscientos mil ejemplares, para que no alcance a solventarla un pueblo que necesita luchar por su propia prosperidad y que no se resigna a pagar siempre los vidrios rotos.

¿No se ha convenido entregar, cada dos años, una tercera parte de la obra?

¿Podrá cumplirse el requisito al vencer los dos plazos en el presente 1893?

¿ Se piensa apelar al recurso de las prórrogas y los aplazamientos?

¿No hay forma de que se emprendan formalmente los trabajos?

Si no existe quien responda a tales preguntas, nosotros buscaremos la respuesta. Y acaso la encontraremos.

LA DEMOCRACIA, 4 de febrero de 1893.

La cuestión monetaria

POR TELEGRAMA QUE RECIBIMOS DE LA CAPITAL SABEMOS QUE EN la reunión celebrada en el Banco Español de Puerto Rico se acordó:

l.º Nombrar una comisión que solicite del Excmo. Sr. Gobernador General que convoque a una asamblea de comerciantes, agricultores e industriales de toda la Isla para resolver el conflicto de la moneda.

2.º Pedir que se observe mayor vigilancia para impedir nuevas importaciones fraudulentas de plata mejicana; y

3.0 Nombrar una comisión que redacte un proyecto de avenencia, el cual será presentado a la asamblea por el comercio de la capital.

Estamos perfectamente de acuerdo con las resoluciones adoptadas y no dudamos que la primera autoridad accederá a convocar la asamblea, que es lo que nosotros habíamos indicado, a fin de que, conocidas todas las opiniones, pueda aquélla informar al Gobierno Supremo y buscar un medio conciliatorio en la cuestión que se debate.

Es de esperar que los pueblos, por su parte, y tan pronto como se publique la convocatoria, darán los pasos necesarios para manifestar sus opiniones, eligiendo a los hombres que han de sustentarlas.

Por la índole del asunto deben descartarse en absoluto los· intereses particulares y de gremio, pues los generales del paísson los que merecen indiscutible preferencia.

Esperamos conocer los términos de la convocatoria del señorGobernador General para seguir ocupándonos de la cuestión_

LA DEMOCRACIA, 4· de febrero de 1893.

Es verdad

EFECTIVAMENTE, ES DOLOROSO CONFESARLO, PERO ES CIERTO DE toda certeza que se ha mirado con profunda indiferencia en la capital de España la actitud adoptada por nuestro partido ante la burla sangrienta de que hemos sido objeto.

Pero si es cierto que no hemos provocado en la prensa de Mao.rid ni un artículo sensacional, ni aun una corta gacetilla que comente el cablegrama del Directorio 15 , cierto es también que urge e interesa a la vida de nuestro partido averiguar las causas de esa frialdad para oponerles el remedio consiguiente.

La situación actual de desamparo, de indiferencia, de glacial adormecimiento en que nos encontramos en la vida política nacional, no puede ser más elocuente.

Aquellos periódicos, ocupados siempre en tratar sus asuntos de actualidad, no han de distraerlos siempre para hacer el favor de tendernos una mano protectora, en lo que es secundario en la política peninsular.

Cuando en 28 de diciembre último apareció el Decreto electoral, no hubo un solo periódico demócrata que no criticara con frase dura, y justo es decirlo, con mayor acopio de razones que nosotros, la arbitrariedad cometida con el pacífico pueblo puertorriqueño. El Liberal, La Justicia, El Heraldo, El País y otros dedicaron artículos y sueltos a comentar la injusta resolución dada al problema electoral puertorriqueño y llegaron en la dureza del ataque hasta donde lo permitían sus conocimientos en la materia. Ellos anunciaron, anticiparon la actitud que había de adoptar la colectividad y aun esperaron que la 15. Alude a un cablegrama enviado a Labra por el Directorio el 16 de enero de 1893, notiiicándole el acuerdo de retraimiento adoptado el día anterior en reunión celebrada en San Juan.

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Antilla hermana nos auxiliara con igual actitud, rechazando el vejamen que se nos infería.

Pero luego el problema colonial perdió su momento, los interesantísimos asuntos nacionales recobraron su ascendiente en las columnas de la prensa, y cuando en 15 de enero llegó la noticia cierta de nuestra resolución unánime, no pudo alcanzar otra notoriedad que la de exhibirse entre otras del Panamá y de la deuda turca.

¡Ni un comentario, ni una gacetilla!

Pero, ¿qué derecho tenemos a esperar otra actitud?

¿ Qué lazo o compromiso nos une con aquellos políticos?

¿Moya? ¿Labra?

No es esto bastante, y mucho menos en las actuales circunstancias, en que no podemos ofrecerles un acta.

¿ Qué extraña esa frialdad, en periódicos independientes para nosotros, cuando en los días transcurridos desde la aparición del famoso decreto, no hemos visto una sola protesta por parte de los que hasta ahora han llevado nuestra representación en la Península, aun a pesar del encargo del Directorio en su último acuerdo sobre el retraimiento electoral?

Tales son las circunstancias; tal es la indiferencia con que se miran nuestros problemas, que aquellos enérgicos y decididos partidarios nuestros, a nosotros unidos por vínculos sagrados, no han considerado oportuno, indudablemente, protestar en los momentos actuales.

¿ Cuáles son las causas de esta indiferencia?

Contestaremos formulando una pregunta:

¿Hubiera sucedido lo mismo si hubiéramos dispuesto de un periódico en Madrid consagrado principalmente a la defensa de nuestros intereses?

Hay que recordar constantemente el consejo sabio del ilustre leader: el problema antillano se ha de resolver en Madrid y allí es donde hay que trabajar la opinión.

¿ Cómo se consigue esto? Con el periódico.

Poco importa que nuestra prensa insular grite y vocifere, si aquí hemos de tener eternamente perdido el pleito. Las colecciones de nuestros valientes periódicos, en número de quince ediciones, seguramente no serán leídas más que por una docena de paisanos nuestros y algún que otro curioso. No se leerán en Madrid nuestras hojas diarias, con el mismo interés con que nosotros devoramos las colecciones de El Liberal.

En tal concepto, es de meditar con seriedad, si ha llegado el momento de dar efectividad a un acuerdo de la Asamblea mayagüezana, que dispone la creación de un órgano del partido en la metrópoli.

Y aunque nos desviemos algo del fin de estas líneas, no queremos pasar en silencio una idea que no ha sido aún ampliamente discutida ni en la prensa ni en las pasadas asambleas.

¿Hubiera sido la misma nuestra suerte unidos al partido local cubano o a un partido fuerte nacional?

En tal concepto, ¿sufriríamos hoy el desdén inaudito con que se miran nuestros problemas más interesantes?

¿ Ha sonado la hora de reformar el localismo del pqrtido, en espera de la reintegración de nuestros derechos como ciudadanos españoles, para tomar entonces nuevos derroteros, o de ir a buscar aquellas soluciones al seno mismo de los partidos peninsulares, haciendo una política ampliamente nacional?

Conteste quien pueda y quiera.

LA DEMOCRACIA, 11 de febrero de 1893.

Podemos y queremos

LAS PREGUNTAS CON QUE TERMINA EL NOTABLE ARTÍCULO DEL doctor Gómez Brioso, a cuya ilustración cedemos, una vez más, las columnas editoriales de LA DEMOCRACIA, -envuelven la síntesis de un problema capital 16

Siempre creimos que el aislamiento en que viven los autonomistas puertorriqueños sólo conduce a la atrofia de sus fuerzas y a la ruina de sus esperanzas.

Solos, debilitados por deserciones cobardes, reducidos a la impotencia por veinte años de persecución despiadada e incesante, cada día nos trae un nuevo dol<1ry un nuevo desencanto.

Urge, pues, evolucionar pronto en busca de elementos que nos vigoricen y robustezcan, infiltrando savia poderosa en nuestro organismo, que perece por la anemia y por la corrupción.

Nosotros pensamos, antes de la asamblea de Mayagüez, que el partido del señor Sagasta podría ofrecernos una vía segura para entrar con pie firme en la política española.

Honradamente expusimos nuestros planes y honradamente los abandonamos desde el punto en que la mayoría señaló otros rumbos a la colectividad.

Hoy, después del ultraje con que el Gobierno fusionista nos lanza fuera de las leyes, no cabe más que una oposición tenaz y una guerra sin cuartel a los que así se conducen con este pueblo desdichado.

16. Buscando solución práctica al agrio problema del aislamiento y la indi[erencia de los políticos metropolitanos, el articulo del doctor José Gómez Brioso brindaba una vez más a Muñoz Rivera la oportunidad de dar curso a las ideas y al plan que más adelante harían verdadera historia.

Dentro de la monarquía no hay un sitio para nosotros. ¿Iríamos a buscarlo en los grupos que Salmerón, Zorrilla o Pi y Margall dirigen y acaudillan?

Somos republicanos; pero los partidos republicanos españoles no pueden ofrecernos ninguna especie de garantías: luchan con desventajas inmensas; han de combatir, en primer término, su misma heterogeneidad, y resultan inútiles para la restauración de la república.

Si nuestros afines de la Península se fundieran en un todo compacto y homogéneo, capaz de cumplir grandes propósitos y de realizar grandes empresas, aconsejaríamos una alianza estrecha y una absoluta identificación de miras y de procedimientos.

Unirnos a un escaso número de personalidades, más o menos ilustres, y formar con ellas un grupo parlamentario sin importancia, es cosa que no aconsejaremos jamás.

Aun viniendo lo que anhelan los demócratas puros en Ultramar y en España; aun restaurada la república, continuaría el mangoneo de los conservadores que, unidos nosotros a Salmerón, ofrecerían sus cuneros a Zorrilla.

Hoy por hoy, el único horizonte abierto a nuestros ideales es el horizonte cubano.

En Cuba se trabaja por nuestros principios; Cuba siente nuestras necesidades; Cuba acaricia nuestras aspiraciones. Igual situación geográfica, igual credo político, igual culto a la patria abonan nuestra unión.

Necesitamos quien nos preste apoyo para vencer y los auto, nomistas de Cuba nos lo prestarán. •

Ya les hemos visto imponerse mientras nosotros quedábamos proscritos; ya les hemos contemplado triunfantes mientras nosotros lamentábamos una derrota tremenda.

Son fuertes, son respetables por su arrojo y por su número y serían más respetables y más fuertes si contasen con nuestro concurso franco y decidido.

Ahora enviarán quince representantes al Congreso: con la cuota de cinco duros enviaríamos siete, nosotros, y una legión de veintidós diputados obtiene muchas victorias en cualquier Parlamento.

Nada tan fácil como esta aproximación a que nos empujan los hombres del poder.

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No es preciso que constituyamos un solo organismo, con una sola jefatura: bien pueden trabajar de acuerdo dos organismos diferentes con dos direcciones distintas, aunque informadas por un solo criterio.

La unidad reside en el pensamiento a que obedezcan la Junta cubana y el Directorio puertorriqueño que, aparte de esto, ejercerán sus funciones con absoluta independencia.

Colonias son Cuba y Puerto Rico; entre las dos establecieron la naturaleza y la historia estrecha mancomunidad de intereses y de ideas: las dos deben marchar juntas a la conquista de su derecho.

¿ Se nos arguye con el peligro de la revolución?

Nosotros respondemos que el autonomismo cubano es el más sólido baluarte del imperio nacional, y que, dentro de sus dogmas, no acudirá nunca a las armas. Antes caería disuelto para siempre.

Y, de otro lado, los que desean la alianza con los centralistas comprenderán que ellos también se apartan de la legalidad y que, cuando intenten derrocar la monarquía, serán tan rebeldes como los rebeldes de Cuba.

Podíamos y queríamos contestar a nuestro ilustrado colaborador.

Mediten y resuelvan los correligionarios.

Nosotros iremos donde vaya el partido; pero trabajaremos porque recorra el camino que le traza su conveniencia y su altivez.

Que en este caso bien pueden marchar juntas en plausible y natural consorcio.

LA DEMOCRACIA, 11 de febrero de 1893.

IJLa nota del día

A CAUSADO PROFUNDA IMPRESIÓN EN EL PAÍS EL CABLEGRAMA que nos dirigiera el señor Moya, r:epresentante de este distrito en las últimas Cortes 17

El solo anuncio de que los delegados de Ubarri dejarán libres ·sus puestos, despierta una alegría muy natural en los que soportan la más dura de las plagas municipales.

Nosotros no queremos pecar de inocentes, ni dar muestras de la impresionabilidad que tanto escozor produce a los queridos hermanos del periodismo autonomista.

Y, después de tributar al señor Moya fervorosos plácemes por el éxito que corona sus trabajos, estudiaremos la probable -extensión y las consecuencias seguras de la reforma que se nos promete.

Copados por las añagazas integristas, que se apoyan en el favor oficial, casi todos los ayuntamientos, los alcaldes continuarán siendo en lo futuro tan inconvenientes como lo fueran en lo pretérito, aun en el caso de que el Gobierno los elija dentro de la terna.

No es de suponer -si se toman en cuenta los antecedentes que nos suministran las cartas particulares del señor Moyaque el ministro limite hasta ese punto las prerrogativas del gobernador.

Antes creemos que éste podrá nombrar a los alcaldes dentro de la corporación o dentro del municipio.

Si lo primero, resultará que en ningún ayuntamiento falta un reaccionario tan intransigente como las circunstancias -exijan.

17. El breve cablegrama de Moya rezaba así: Conseguidos alcaldes.

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Si lo segundo, tendremos que se escogerá entre todos los' vecinos del término, y, si aún no basta, se fabricarán expresamente vecinos que secunden la obra funesta' de Cangrejos.

Nadie ignora que la ley vigente autoriza a las corporaciones populares para declarar vecino a quien lo solicite.

El general quiere -y esto es una hipótesis - reponer en la alcaldía de Ponce a don Eusebio de Ayo; éste se traslada a nuestra ciudad, pide que se le considere vecino, la mayoría de oficio accede y S. E. nombra, con sujeción estricta a la ley, alcalde municipal de Ponce al vecino don Eusebio de Ayo y Rodríguez.

Véase, pues, por donde puede convertirse en otra burla más una medida que, si se dicta con criterio expansivo, se aplicará con criterio ultramontano.

Recuérdese de qué modo batíamos palmas al ver que se suprimieron en 1890 los sueldos de los alcaldes y no se olvide que la ilusión de tintas rosáceas se convirtió muy pronto en desengaño de lúgubres matices.

Los sueldos se cobraron con distintos nombres, los alcalcles permanecieron en sus destinos y el sistema siguió adelante, sin que ~e alterara su marcha ni se cohibiera su desarrollo.

Tuvimos alcaldes exóticos en todas las ciudades y en todas las aldeas, y hasta los mismos correligionarios nuestros votaron - con alguna excepción honrosa y noble - los gastos de representación, que eran la superchería del sectarismo frente a la majestad del derecho.

Por lo demás, la noticia que comentamos se resiente de la concisión telegráfica y no se distingue por lo clara y explícita.

Pero aun cuando tuviéramos la certidumbre de que ningún nombramiento debe apartarse de la terna, ¿ celebrarán esa conquista, como favorable a nuestro partido, las masas liberales?

-No, porque ya dijimos que, gracias a los fraudes del censo y a las insidias de la lucha, los ayuntamientos están en poder de nuestros enemigos, que formarán a su gusto las propuestas.

De suerte que la vantaja recae en los conservadores y si se apura el razonamiento, en la provincia, ya que siempre son preferibles, para administrar los intereses de un municipio, aquéllos que en él arraigan por una residencia larga o por una fortuna adquirida en el trabajo y el ahorro.

Como reforma de carácter político, la alteración no favorece mucho a los autonomistas, porque viene tarde, porque se 65 5.

nos entrega, atados e inermes, a la saña conservadora, y porque hemos perdido nuestras posiciones de hace un lustro.

Aplaudiríamos, no obstante, con júbilo, que se circunscribiese a las ternas las facultades del Gobierno ; lo cual constituirá un triunfo de nuestra doctrina.

Pero, demócratas cual somos, exigiremos siempre que los ayuntamientos elijan de su seno a su presidente, y más todavía, que los pueblos designen, por sufragio directo, a sus alcaldes, a los administradores de su riqueza, a los mantenedores de su bienestar.

No manifestemos entusiasmos prematuros; no pretendamos debilitar supremas resoluciones, adoptadas por unánime movimiento del espíritu público; no caigamos en la candidez de juzgar muerto al partido incondicional por un decreto del señor Maura.

Es preciso esperar ese decreto ; estudiarlo en su forma y en su fondo; prever las trampas de que sea susceptible; y, si se convierte en un nuevo sarcasmo, recibirlo con la desdeñosa y altiva frialdad que se merezca.

No nos duele pecar de pesimistas: las enseñanzas del tiempo nos obligan a dudar.

Esto no impide que desde aquí saludemos al representante de Ponce, al director de EL LiberaL, al compañero ilustre que se afana por cumplir sus deberes y por recabar del Gobierno una reivindicación amplia y completa para este país ultrajado por los estadistas de la patria.

Anhela Moya que no lleguemos a la desesperación ni al suicidio, y pugna por ofrecernos una gota de miel que endulce nuestros labios.

Mas ¡ah! , que el acíbar vino a torrentes y no es fácil ni es digno que se borre la impresión amarga.

Durará mientras dure el recuerdo del vejamen inaudito y desaparecerá el día en que España comprenda que sus hijos de la Antilla Menor no toleran la inferioridad a que se les reduce.

Lo escrito, escrito está.

LA DEMOCRACIA, 14 de febrero de 1893. 66

Alerta está

NADA

NOS IMPORTAN LAS TRANSPARENTES ALUSIONES DEL DIRECtorio: libres en el derecho de la crítica, que nuestros dogmas no coartan ni reducen, usamos ese derecho sin obedecer a otro mandato que al mandato imperativo de la conciencia in viola ble.

Ella nos dice que no es oportuno discutir hoy las altas personalidades de nuestra agrupación, y no las discutimos, aunque nos inviten periódicos tan sesudos y tan disciplinarios como EL Espejo.

Cuando pase el período de la lucha en que el retraimiento ha de manifestarse solemne y absoluto, vendrá la hora de estudiar al Leader en sus palabras y en sus actos, no para empequeñecerle ni deprimirle, sino para fijar de una vez las ptoporciones de su figura política ante este país al que debemos la verdad toda entera.

Por hoy, las fuerzas no han de distraerse en escaramuzas baldías ni el raciocinio ha de ocuparse en otra empresa que en la de salvar, de cualquier modo, el nombre y el honor del suelo patrio.

Por eso aplaudimos al Directorio con entusiasmo ardiente.

Corrían rumores cada vez más increíbles, cada vez más absurdos, y él los desautorizaba, declarando que la abstención es la voluntad del partido y que será traidor a sus ideales, traidor a la fe jurada, traidor a los principios el liberal que se acerque a las urnas y emita un voto que no le pertenece, que pertenece a la colectividad.

El Directorio cumple un deber y nuestros amigos de la Isla pueden testificar que cuando se dirigieron a LA DEMOCRACIA consultándola si, en virtud de circunstancias de carácter

local, podían acudir a las urnas y evitar as1 inmensos perJmcios, LA DEMOCRACIA respondió que ningún interés, ninguna conveniencia son superiores al decoro del país, y que es preciso sacrificar conveniencias e intereses antes que aceptar - un decreto que nos rebaja y nos deshonra.

Y no se limitó a esto: aconsejó que se sometiesen las dudas al Directorio, a fin de que él las resolviera, inspirándose en su patriotismo, en su altivez y en los puntos de vista amplísimos que desde sus alturas le es fácil alcanzar.

De tal suerte probábamos nuestra confianza en los hombres que nos guían. Po'rque ellos son susceptibles de cometer errores; pero al tratarse del honor colectivo, saben ponerlo a flote con varonil entereza.

El Directorio habla y al partido toca obedecer, tanto más cuanto el Directorio representa y sintetiza, en los presentes días, el sentimiento popular, que ve con repugnancia los colegios que se abren ante un pueblo sobre el cual gravita la pesadumbre del insulto.

LA DEMOCRACIA, que fue la primera en dar la voz de alarma, está con el Directorio, pronta a prestarle su concurso activo y constante.

Allá, en las altas horas, la Naturaleza descansa y en el campamento, cercado de trincheras y reductos, sólo se escucha el paso lento de los centinelas que vigilan: de cuando en cuando el silencio se rompe con un ¡alertaaaaaa ! que repercute en las soledades de la noche, y a lo lejos, cual si el eco devolviese los sonidos, vibra este grito melancólico: ¡alerta está! Nosotros dimos el alerta: el Directorio responde y el retraimiento será un hecho, porque la hueste reposa sobre las armas.

Y si es necesario, en medio del combate pacífico volverán a oírse los avisos marciales.

¡ Centinela, alertaaaaaa !

¡Alerta está !

LA DEMOCRACIA, 18 de febrero de 1893.

NOS ENCONTRAMOS EN PLENO PERÍODO DE AGITACIÓN ELECCIONARIA.

El partido interviene las mesas y está sobre las armas en actitud espectante.

Ni un liberal vacila: todos saben que el honor les exige retraerse.

Y se retraen.

En los grupos de las calles, en las tertulias, en los clubs, en los círculos privados suena con vigor esta palabra: dignidad. Como rechazó el vejamen de las tarifas 18 , rechaza este pueblo el insulto de la cuota.

Nada valen promesas de ministro, que no se cumplirán.

En tanto que la injuria subsista, subsistirá la protesta. No hay medio de retroceder sin deshonrarse : y la deshonra es cien veces más dura que la muerte.

La Delegación, por acuerdo solemne, persiste en el retraimiento.

Tras la Delegación marchamos, semejantes al ejército que obedece a la voz de sus caudillos.

Nadie que de buen puertorriqueño se precie utilizará un voto que es para su país un escarnio.

Es preciso demostrar a España y al mundo que no mereciendo la esclavitud nos rebelamos contra ella.

18. Se refiere Muñoz Rivera en esta ocasión al movimiento general de protesta a que diera lugar la nueva Ley de Tarifas, obra de don Francisco Romero Robledo, ministro de Ultramar en el Gabinete Cánovas, y publicada en la Gaceta de Puerto Rico el 16 de agosto de 1892. Con este motivo cerraron sus puertas las tiendas, comercios, bodegones y cafés de casi toda la Isla, mientras en la capital y otros pueblos desfilaban por las calles grandes masas populares portando banderas negras y dando expresión a su disgusto con los gritos de ¡Abajo las tarifas!

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Y, dígase lo que se diga, en Madrid, en el seno del Gabinete, causa escozor nuestra conducta decorosa y altiva.

De otra suerte, ¿a qué las declaraciones del señor Sagasta? En 1891, fue Cuba a la abstención; los políticos españoles fingieron un desdén absoluto y, no obstante, a los dos años se satisface a Cuba ampliamente.

Ahora se simula con nosotros idéntico desdén; mañana se concederá a Puerto Rico lo que le corresponde por su historia y lo que alcance por su energía.

Para mantener el retraimiento se bastan el Directorio y la prensa; la prensa que castigará en la pública picota a los tránsfugas y a los traidores.

Claudiquen los débiles; sucumban los que han hambre y sed de lucro; rueden por el lodo los reptiles; no faltará quien les señale al menosprecio popular.

Y la palabra escrita volará de aldea en aldea y de cumbre en cumbre, llevando a los más remotos confines del terruño el nombre de aquellos que cambien sus ideales por una mísera soldada, como cambió Esaú su primogenitura por un plato de lentejas.

LA DEMOCRACIA, 28 de febrero de 1893.

HAPASADO EN PRIMERA LECTURA ANTE LA CÁMARA DE LOS Comunes el biU de Mr. Gladstone concediendo a Irlanda u su autonomía regional.

Vencen al fin, tras rudos azares, la constancia de un gran pueblo y la voluntad de un gran hombre.

Los hijos de la verde Erin, unidos en un haz por aspiraciones legítimas, supieron resistir a la coerción y al cabo la victoria compensa sus dolores.

Cierto que encuentran de su parte al espíritu inglés, eminentemente práctico para no dejarse engañar por los relampagueos de un patriotismo hipócrita y egoísta.

Inglaterra permite a Irlanda que dirija, por sí sola, sus asuntos locales, sin que la metrópoli en ellos intervenga.

España no nos da la autonomía, porque funda su régimen de gobierno en la desconfianza y en la fuerza.

Conoce sus propias decrepitudes, sus enfermedades íntimas, y no quiere levantar la coyunda terrible con que nos unce a su imperio.

Gladstone no necesita acallar los apetitos de sus partidarios con las prebendas del país explotado.

Sagasta ha menester los presupuestos insulares, en que miran sus gentes un filón inagotable.

19. Por más que las condiciones eran harto distintas, el movimiento autonómico canadiense y la lucha secular de los irlandeses en favor del home rule que Gladstone apadrinó en 1886, influyeron desde el primer instante en la mente de los puertorriqueños que aspiraban a un trato mejor, más sensato por parte de España. (Cruz Monclova, Historia del año de 1887, página 5.l

Gladstone, patriota y sereno, no vacila en combatir a los terratenientes que piden la prolongación del privilegio; de ahí la libertad de Irlanda.

Sagasta, sectario antes que estadista, se doblega a los caprichos y a las vesanías del rústico cacique, y mantiene el sistema centralizador que nos humilla y nos degrada: de ahí la esclavitud de las Antillas.

El paralelo es triste para nosotros, obligados a sufrir la eterna mofa y el escarnio eterno.

Porque en la Península no hay un partido fuerte capaz de hacer suyo nuestro credo y de admitir como bandera nuestro programa.

Si hubiera ese partido comprendería que los autonomistas ofrecemos soluciones claras al problema colonial y no nos repudiaría con tan inaudita frescura.

Mientras los irlandeses triunfan, los puertorriqueños lloran nuevos desengaños que les enseñan a dudar de los poderes españoles, aunque se llamen demócratas y aunque practiquen la democracia en la estrechez de sus dominios continentales.

En América, en los restos del antiguo esplendor ibero, el último Gabinete resulta el peor y la última ley la más insultante y oprobiosa.

El ministro británico no consiente que los landlores opriman a sus siervos.

El ministro español protege un estado anómalo en que un escaso número de especuladores monopolizan la fortuna del país.

Nuestra situación es insostenible y, sin embargo, la sostienen los hombres que turnan en el banco azul.

En Puerto Rico y en Cuba, de igual modo que en Irlanda, existe una casta espoliada y otra casta espoliadora.

Irlanda pudo esperar que la redimiesen el talento y el carácter de un Gladstone.

Cuba y Puerto Rico no pueden esperar nada más que una tiranía perpetua y una burla deprimente.

¿ Qué importa a Cánovas y Sagasta nuestro bienestar?

Ellos se conforman con disponer de dieciséis diputados que les apoyen, y de las aduanas, y de las oficinas de toda especie que les permitan nutrir a· sus partidarios.

Ningún ideal noble y levantado informa esa política, en que se destaca el afán de lucros fáciles y de ambiciones satisfechas.

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Para sufrir la injuria, y cultivar la tierra y pagar el tributo, buenos están los mansos y pacíficos ilotas.

De acaparar la ganancia, de acumular el ahorro y de esgrimir el látigo ya se encargarán los amos engreídos.

Cada día el agravio es más rudo y el abismo más hondo.

Cada día hay mayor número de escépticos, con la fe perdida y el entusiasmo muerto.

Las temeridades y los abusos de arriba convertirán a estos países en sepulcros de vivos, en tribus de serviles o en cráteres de tremendas erupciones.

Amargo destino es ese ; pero ese es nuestro destino.

LA DEMOCRACIA, 2 de marzo de 1893.

Consumatum est

YA ESTÁN ABIERTOS LOS COMICIOS.

Ya los caníbales se arrojan sobre el festín electoral con el ansia de la famélica jauría.

Ya pueden saciarse sin obstáculos; ninguno les disputa la presa, devórenla en paz.

O agítense en intestino combate, por una migaja de influencia, por un mendrugo de poder.

Nosotros esperábamos de los Gobiernos españoles equidad y justicia.

Nos engañó el espejismo de sus declaraciones democráticas. Creímos en su honradez y encontramos su perfidia.

El despertar es terrible. .

Y el negro estandarte que tremolamos, el estandarte de la revancha y la protesta, responde al desdén con que se nos insulta.

Entre oprimidos y opresores no caben sentimientos de confraternidad.

Lo que en este instante sucede constituye un verdadero -despojo.

Se nos priva de nuestra representación en Cortes. Se nos trata como a los salvajes de la conquista.

Queremos vivir en la legalidad y se nos lanza fuera de la legalidad.

Queremos ser iguales a los compatriotas de Cuba y de la Península y se nos declara inferiores.

¿ Qué harían los andaluces y los vascos, y los extremeños y los catalanes si se les sometiese a humillación tan bárbara?

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Nuestros hermanos no comparten, no se avienen a compartir con nosotros su derecho.

Para levantar el tributo y llevar al cuello la coyunda somos excelentes.

Para influir con el voto en los asuntos de la patria no tenemos aptitudes.

La tutela resulta muy cómoda y los tutores no se resignan a abandonarla.

Todavía producen azúcar las cañas .de Puerto Rico, y el cafeto se cubre de bayas purpúreas, y las anchas hojas de tabaco insular se cotizan a precios magnüicos.

Todavía hay jugos que chupar y prebendas que obtener y fortunas que perseguir.

¿ Cómo ha de confiársenos el manejo de tales intereses?

¡Ah! No. Sin duda nos administran con celo más indulgente los hombres de Madrid.

Y por eso decretan la cuota desigual, que nos impide ir a las urnas, que nos reduce a la condición de parias en la tierra donde nacimos y moriremos.

Indefensos, proscritos, cuando así nos niega y nos repele nuestra madre, justo es que nos alejemos de ella con dolor profundo.

Porque es evangélico y sublime presentar la mejilla derecha si la izquierda ha recibido un golpe rudo.

Pero nosotros no llegaremos nunca a esos límites del heroísmo.

El grito de nuestra indignación irá a repercutir en el seno de la patria, si es que aún nos queda patria.

Y cuando en el Congreso alguien busque a dos diputados genuinos de este peñasco ignoto, encontrará dieciséis egregios próceres que simbolicen el triunfo de una burocracia omnipotente y egoísta.

Entonces no faltarán voces que digan: «Puerto Rico no asiste a los debates de la Cámara porque no se aviene a continuar siendo la burla de todos los que la expolian; Puerto Rico no manda sus hijos a estos bancos porque en aquel clima no son plantas exóticas el decoro y la altivez».

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España segmra acumulando en torno de su colonia injusticias y vejámenes, como si no fuere otra su misión providencial en este mundo que ayudó a descubrir.

Mas un día caerán con estrépito los que hoy gobiernan sin lógica, y acaso amanecerá para nosotros una aurora de espléndidos matices.

Si tampoco ese día nos es dable cantar el aleluya de fa Pascua, rasgaremos nuestras ropas, renunciaremos a nuestros hogares y un pueblo unánime irá a encontrar el suicidio o la victoria en la espesura de sus montañas o en las planicies de sus campiñas.

Ya están abiertos los com1c10s.

Abiertos para los parásitos que se nutren de nuestra sangre.

Para los zánganos que zumban en la colmena política.

Para los mercaderes que comercian con el sudor del labriego.

Para los magnates que viven del monopolio.

Para los vampiros que nos extenúan y para los advenedizos que nos oprimen.

Para nosotros, para los puertorriqueños que simbolizamos el carácter, la índole, la idiosincrasia del país, los comicios permanecen cerrados a piedra y lodo.

Cual la caja de Pandera, esas urnas guardan calamidades infinitas.

¡Ay del patriota que se manche con su contacto y se contamine con su peste !

Hoy es fiesta en las pagodas incondicionales.

Los brahmas· ofician, los creyentes se prosternan y el incienso sube en espiral fantástica.

Consumatum est.

El anhelo perseguido, el ensueño de Ubarri y de sus súbditos empieza a trocarse en realidad tangible.

Suya es la Isla entera, desde Cabo Rojo a las Cabezas de San Juan.

Entonen el Te Deum laudamus, gocen y rían, que de, reír y de gozar es tiempo.

¿No persiguieron el usufructo exclusivo?

Pues apresúrense a aprovechar sus ventajas fáciles y sus dulces privilegios.

OBRAS COMPLETAS·

El botín abunda y siempre fue el saqueo grato y remunerador aunque innoble y oprobioso.

Nosotros no arriamos la bandera negra enarbolada contra la tiranía moral y material que usurpa nuestro derecho y pretende abatir nuestro orgullo.

El ultraje nos quema las mejillas, la injusticia nos exalta; la dignidad nos impulsa.

Vestiríamos de luto si el luto expresara bien las emociones que bullen en el alma.

En frente del decreto que nos humilla surge nuestra indignación, y nos alzamos con la protesta en los labios contraídos por la cólera.

Guárdese la orla negra para los momentos aciagos en que el terruño pierde sus hombres beneméritos.

Hoy es día de sentir el rubor en el semblante.

Por eso se tiñe de rojo LA DEMOCRACIA. Es el color de la vergüenza.

LA DEMOCRACIA, 5 de marzo de 1893.

Aún hay patria

SI EL PARTIDO INCONDICIONAL FIARA SUS TRIUNFOS AL APOYO DE la opinión pública y aspirase a una grande y duradera popularidad, bajaría hoy la frente avergonzándose de su descrédito y lamentando su impotencia.

Veinte años de absoluta dominación 20 no bastan a crearle mayoría en los comicios. Falsificó los censos, monopolizó los cargos influyentes, proscribió a sus adversarios, empleó todos los ardides, acudió a todas las cábalas, y aun así no puede luchar sin que la violencia le acompañe, y el privilegio le escude, y la injusticia le sostenga.

Comarca tan rica y próspera como esta comarca de Ponce, en que existen 856 electores, sólo les da 325 sufragios.

Circunscripción tan extensa como esta circunscripción del sur, en que hay 1.775 votantes, sólo les da 721 votos.

De suerte que las tres quintas partes del cuerpo electoral permanecen retraídas, obedeciendo al mandato del Directorio y al consejo de la prensa.

Y cuéntese que de los 721 individuos que llevaron a las urnas sus papeletas, más de 400 pertenecen al número de las capacidades burocráticas.

Los diputados electos no representan, pues, al país; representan a un grupo exiguo de gentes audaces que, con el ante-

20. Los transcurridos exactamente desde 1873, cuando Puerto Rico, quehabía gozado de la concesiva y liberalísima legislación otorgada por la primera República española, cae en manos de los incondicionales, que protegidos unilateralmente por los gobiernos de la Restauración borbónica, consolidan un régimen de monopolio y privilegio. (Véase: Brau, pág. 273; Cruz. Monclova, II, 257.)

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mural de la fuerza y con la ventaja del monopolio, se yerguen. sobre el país que les soporta o les desdeña.

No se avergonzarán los incondicionales ni sus insignes diputados. Ellos van por cualquier medio al fin, que consiste en mantener aquí su predominio innoble, inmoral y pernicioso 21

Incluyeron en las listas un centenar de comerciantes sin comercio, se agitaron sin óbices en estos días, y llegan a 721 votos en el escrutinio.

Cuanto a nosotros, cúmplenos aplaudir con entusiasta fervor a nuestros hermanos en la idea, que nunca han ofrecido más amplio testimonio de vitalidad y de abnegación.

Ni un solo liberal se ha deshonrado esta vez. La disciplina es completa y p.adie pretendió vulnerarla ni pervertirla.

Firmes sobre las armas, vigilando las mesas, recorriendo los· colegios o tranquilos en el fondo de sus hogares, nuestros coreligionarios demuestran que saben despreciar a los que recortan su derecho y prescindir de las Cámaras españolas, que no hacen honor a la mansedumbre y a la fidelidad.

Ha sido este un espectáculo admirable.

Solicitaba a nuestros hombres una candidatura independiente y simpática como la del señor Cervantes y les requería con empeño; irritábales el vocerío conservador con sus alardes de fuerza y sus pujos de diplomacia; sentíanse capaces de copar la circunscripción entera por su entusiasmo y por su número; comprendían las conveniencias de la lucha política en las altas esferas del Estado, y permanecían en silencio, graves, sombríos, como aquel que realiza al mismo tiempo un sacrificio por la patria y un acto de homenaje al decoro colectivo.

La protesta ha sido unánime.

En el Congreso no se escuchará la palabra de Puerto Rico. Olvidamos los grandes intereses económicos vinculados en esta tierra, los grandes intereses sociales que encarnan en nuestra doctrina, y venimos a salvar la dignidad, ya que ninguna

21. Muñoz Rivera alude a las elecciones verificadas durante los días 3 a 5 de marzo de 1893, en las cuales, sin la concurrencia de los autonomistas, resultaron triunfantes todos los candidatos del Partido Incondicional, entre• quienes figuraban don Juan Fran Gascón, don Eduardo Gullón Dabán, don Francisco Lastres Juíz, don Gilberto Quijano Fernández, don José de Santos Fernández Laza, don Juan García Gómez, don Enrique Corrales Movedo y don Luis Soler Casajuana, individuos todos apenas conocidos ni conocedores del país.

otra cosa es posible poner a flote después de este naufragio cien veces maldito.

Al escribir nuestro artículo El InsuLto, conociendo al país cual le conocemos, ni un instante dudamos de que el retraimiento adquiriría los caracteres <le una manifestación solemne y hoy nos sentimos orgullosos de aquella iniciativa, tan rápida y tan enérgicamente secundada por casi todos los comités autonomistas.

No debe pedirse más civismo a un pueblo, ni más conse-cuencia, ni más altivez de espíritu.

Con tan sólida base, ¿ qué mucho si aspiramos a un renadmiento inmediato y a una victoria decisiva?

Aún hay patria; aún es lícito soñar días de reivindicaciones fecundas. Cruda guerra hemos de sostener contra los que pretenden anonadarnos; pero el laurel será nuestro si persistimos en el ataque y esforzamos la embestida.

A veces, el negro pesimismo nos invade, el horizonte se nubla a nuestros ojos y el desencanto se enseñorea <le nuestra alma; pero al ver que todavía quedan liberales de temple en el terruño, renace el ardor juvenil, se despierta el instinto de la resistencia y buscamos ansiosos en el porvenir un remedio .a nuestros dolores.

Aunque la cuota insultante subsista y perdure; aunque España nos obligue a prolongar el retraimiento; aunque lleguemos a la desesperación, mientras detrás de nosotros se alce una falange de combatientes por el ideal, lucharemos con brío hasta romper los últimos baluartes de un sistema decrépito y ,caduco.

¿ Se mantiene en la ignorancia al campesino? Pues nosotros le llevaremos el periódico que le enseñe a conocer la patria y a amar la libertad.

¿Se vulneran los derechos del ciudadano? Pues nosotros .acusaremos a cuantos osen poner su diestra corrompida en el tabernáculo augusto <le las leyes.

¿ Se crean dos castas desiguales y antagónicas? Pues nosotros caeremos junto a la casta <le los que sufren la opresión y lloran la miseria.

Tiempos vendrán en que las cadenas se rompan y en que los siervos se conviertan en señores. Sobre la superficie de este planeta ningún mal es eterno: ninguna infamia permanente ni segura.

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Unanse en haz apretadísimo los puertorriqueños que idolatran a su país; aprendan a sacrificar, en aras de sus deberes patrióticos, una mezquina porción de sus lucros; sométanse a un plan inteligente y práctico; no desmayen jamás, no retrocedan nunca y llegarán a las cumbres que ambicionan.

Para nosotros, las elecciones significan una manifestación pasiva de nuestro poderío, manifestación halagadora y espléndida en cuyo seno palpitan esperanzas inmortales.

¡Aún hay patria!

LA DEMOCRACIA, 7 de marzo de 1893.

La bofetada

EL PESIMISMO NUESTRO, QUE SE FUNDA EN HECHOS TANGIBLES Y en desconsoladoras realidades, nos obligó a dudar del telegrama que nos dirigiera el señor Moya~, mientras la Revista echaba a vuelo sus campanas, daba por muerto al partido incondicional, consagraba a la reforma frases de encomio y llegaba a insinuar la conveniencia de que la Delegación rectificase sus solemnes decisiones.

Hoy, viene el decreto del señor Maura a demostrar que ninguna reserva es exagerada, que ninguna desconfianza es bastante cuando se trata de los estadistas monárquicos, resueltos siempre a caer junto a los que les brindan su apoyo en las colonias 23

22. El 11 de febrero (1893) La Democracia insertaba, bajo el título Importante Telegrama, el siguiente suelto:

Ayer tarde, recibimos de Madrid el siguiente despacho: «DEMOCRACIA. Conseguido alcaldes. Moya.»

Por los antecedentes y cartas particulares que tenemos del prestigioso diputado por Ponce, es de suponer que se trata de una importantísima reforma municipal.

Mediante eUa, queda anulada la facultad de los gobernadores para nombrar delegados fuera de terna.

Los alcaldes serán elegidos en el seno mismo del Ayuntamiento. Justo es que enviemos en estas líneas un entusiasta aplauso al querido amigo e infatigable correligionario don Miguel Moya, a cuyas gestiones se debe, en gran parte, la rea{izaci6n de esta reforma, que desde hace tiempo venia trabajando y persiguiendo con verdadero afán. (La Democracia, año III, número 407.)

23. Se refiere al Decreto de 10 de febrero (1893), obra del ministro de Ultramar, Maura Montaner, y por virtud del cual, contrario a las expectaciones de los autonomistas, se reconocían al gobernador todas las anteriores prerrogativas respecto al nombramiento de alcaldes; se le autorizaba para elegirlos entre los comprendidos en las ternas sometidas por las respectivas

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Ese decreto es un sarcasmo atroz, una burla sangrienta que se nos lanza en pleno rostro y apenas nos explicamos que un periodista inteligente y perspicaz como el señor Moya lo anunciase por cable, concediendole decisiva importancia y creyendo que, a su solo anuncio, reaccionaría la opinión pública en este país.

El gobernador conserva todas sus prerrogativas, y considerará inconvenientes o peligrosas las ternas si se componen de correligionarios nuestros o de conservadores emancipados. La historia de los últimos veinte años nos da una norma de la parcialidad con que se nos administra, y estamos seguros de que sólo prosperarán las ternas si al formarlas se incluye el nombre de un conservador ignorante, rabioso, fanático y dócil a los mandatos 'de Santurce. Si non, non.

Sin previa consulta puede el gobernador elegir, desairando los propuestos, a cualquier concejal, y en la eventualidad de que, a su juicio, ninguno reúna las necesarias condiciones, designará a cualquier persona, consultando previamente al ministro.

De modo que el general queda libre en absoluto para realizar sus deseos, enviando, una hora antes de nombrar a cualquier persona, la consulta exigida y esperando la respuesta - que será favorable o que no vendrá nunca -en tanto que el alcalde impuesto ejerce su destino en la localidad que le soporte a f ortiori.

Así pues, dada la feliz interpretación que las leyes españolas reciben en Puerto Rico, algún día veremos aparecer en la Gaceta un úkase en esta forma :

No existiendo en el Ayuntamiento de P ... ningún concejal con las circunstancias que determina el párrafo primero de1 artículo único del Real Decreto de 10 de febrero de .1893;previa consulta que hoy dirijo al Excmo. Sr. Ministro de Ultramar, y en virtud de las facultades que me acuerda la resolución soberana, vengo en nombrar alcalde de P ... a don E. de A., en quien concurren los indispensables requisitos. - Lo que de or-

corporaciones, salvo el caso en que considerase que existía justa causa que la obligase a considerar inconveniente o peligroso el nombramiento de alguno de los propuestos, cuando, previa consulta al ministro de Ultramar, podía nombrar a cualquier otra persona; y se le facultaba para aumentarle o disminuirle el sueldo.

den de S. E. se publica en el periódico oficial para general conocimiento. - Puerto Rico, . . . de . . . de 189... - El Secretario de Gobierno General, N N.

Ni aun es preciso que el electo adquiera vecindad en la población a que se le destine: en los términos fijados por el señor Maura, lo mismo cabe Solí veres que Llanos Baeza; lo mismo Ulzurrún que Echevarría. Ahora piensen nuestros compatriotas si la consulta previa habrá de resolverse negativamente, en desprestigio de la alta autoridad que informa, y que dimitiría ante una desaprobación de sus actos de gobierno.

Del análisis resulta que ni en un ápice se altera el espíritu de la legislación vigente, y sólo juzgándonos impresionables e inexpertos pudo soñar el señor Maura que nos halagaría su modus vivendi absurdo, más injurioso, más deprimente que la cuota desigual y que el sufragio restringido: aquel era el insulto: esta es la bofetada.

Se nos ofrecía; desde hace seis años, la reforma municipal: nos hablaba de ella el leader como de cosa segura ; nos la mostraba el señor Moya como conquista brillante y, al recibir aquel despacho en que el ilustre director del El Liberal decía simplemente: «CONSEGUIDO ALCALDES», casi disculpamos las entusiastas loas de La Revista.

Se ha conseguido obtener un nuevo desengaño, y se HA CONSEGUIDO también patentizar la importancia de nuestros representantes para evitar tales y tan continuas vergüenzas.

Porque aún no ahondó mucho nuestro análisis: aún falta lo más inicuo del decreto sui generis, que otorga al gobernador, contra todo derecho, la facultad de aumentar o disminuir los sueldos de sus delegados.

El día en que se necesite castigar a pueblos varoniles - a semejanza de Ponce, Barros, Yauco, Comerío, Sabana Grande, Caguas, Mayagüez, Manatí, \Zega Alta, San Germán y otrospor el enorme crimen de ser autonomistas y mantener su decoro, se les enviará un alcalde con dos, tres, cuatro, cinco o seis mil duros de asignación anual.

Antes del célebre decreto, ese procedimiento era imposible. Los alcaldes disfrutaban los haberes previstos en una plantilla ad hoc, y únicamente la Junta de concejales y asociados tenía atribuciones para aumentar -no para disminuir - esos haberes. ,

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¿A qué aguardan los diputados autonomistas?

¿No creen llegada la hora de protestar ante la nac10n entera contra los ultrajes de que es víctima el país que les invistió con su confianza?

¿No comprenden que la protesta, partiendo de su pluma, alcanzaría más éxito y más resonancia que circunscrita a las columnas de un periódico antHlano?

Hemos visto con dolor que se nos pone por debajo de Cuba y que los señores Labra y Moya no se unieron ni se unen a nuestra indignación.

Hemos visto que se nos ofende y se nos burla con el decreto sobre alcaldes y que los señores Labra y Moya no adoptan la actitud viril que de ellos, de su firmeza y de su energía esperábamos sus electore~.

LA DEMOCRACIA distingue en lo que valen a los dos compatriotas; LA DEMOCRACIA les admira y les debe gratitud; pero LA DEMOCRACIA sabe prescindir de sus personales afectos y cumplir sus deberes sacrosantos diciendo la verdad clara y enérgica.

Por encima de todos, el país.

Y por encima del país, la justicia.

LA DEMOCRACIA, 9 de marzo de 1893.

La renullcia del leader

C OSTUVIMOS NOSOTROS, FRENTE A TODA LA PRENSA AUTONOMISTA

Q del país, que el señor Labra no debía lógicamente aceptar ninguna representación en las Cortes, en tanto que ejerciese autoridad como Leader de nuestro partido.

De igual suerte que LA DEMOCRACIA opinaba un inmenso número de liberales, por más que sólo llegó a robustecer con su pluma nuestra tesis un correligionario de no comunes energías: el doctor Gómez Brioso.

Vino la campaña electoral, recordamos los deberes que impone la disciplina y no quisimos insistir, por mucho que a ello nos provocasen algunos colegas, ganosos, sin duda, de probar al Leader sus devociones ferventísimas.

Pero ya es tiempo de que sepa el país quién llevaba la razón en La Litis; quién establecería principios más exactos; quién era mejor intérprete de la conveniencia, del pensamiento y del decoro colectivos.

Nos consta que el señor Labra ha consultado al Directorio sobre la necesidad, en que él cree encontrarse, de ofrecer la renuncia de su cargo, que en estas circunstancias pudiera ponerle en situación difícil.

El señor Labra estima que es procedente esa conducta, pues de otro modo resultaría ocioso el retraimiento; y declara que, abstenidos nosotros, nadie debe hablar en nuestro nombre en las Cámaras españolas.

Ignoramos la respuesta del Directorio, que pudo salir hacia Europa en el directo del 15; pero es lícito suponerla conforme con los puntos de vista del señor Labra, bien definidos en sus correspondencias epistolares.

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Nos parecería muy extraño que alguien pretendiese ser más papista que el Papa, ya que en esta cuestión ninguno podría juzgar con más acierto que el mismo señor Labra. No damos la noticia guiados por pueril vanidad, aunque el hecho es un triunfo de nuestro periódico: la damos porque tienen derecho a saberla los hombres independientes que forman en nuestras filas y nos favorecen con su apoyo y su consejo.

El señor Labra acepta la credencial que Cuba le brinda y, pensando con delicadeza, se dispone a dejar el puesto a que le elevó nuestra confianza, ya que ese puesto le impediría ocupar un escaño rojo en la Asamblea legislativa.

Una vez más aplaudimos el talento del ilustre correligionario que no desmiente su habilidad, su perspicacia ni su certero golpe de vista político.

Existía un dilema: o el señor Labra continuaba su labor en el Congreso, dimitiendo el cargo de leader para no ponernos enridículo, o el señor Labra nos secundaba en el retraimiento, desdeñando el acta de Guanabacoa.

El señor Labra se resuelve por el primer extremo. Nosotros, en su lugar, nos hubiéramos inclinado al segundo; reconocemos, no obstante, que obra con exquisita corrección.

Nada más.

LA DEMOCRACIA, 18 de marzo de 1893.

¡VEINTE AÑOS HACE!

Cuarenta mil hombres, que morían en la esclavitud, viven en la libertad.

¡Ya no hay esclavos negros!:'.

Este día es un día de luz y de gloria. Los legisladores de la patria, los que rompieron para siempre el eslabón fatal, pueden sentir el orgullo legítimo que sucede a las acciones sublimes.

Los siervos redimidos, los que salieron de la ergástula oprobiosa, deben sentir la gratitud profunda que responde a 'los inolvidables beneficios.

Nuestra historia no tiene una página más bella y más dulce que esta página, escrita con albos caracteres en el libro de la conciencia nacional.

Aún existen casi todos los que arrastraban la cadena y sufrían €1 azote.

¿Por qué no les vemos conmemorar la fecha de su emancipación? ¿Por qué no se reúnen para prorru~pir en hurras entusiastas a los hombres que les convirtieron de parias en ciudadanos? ¿Por qué callan, indiferentes y mustios, en el vigésimo aniversario de la fecunda conquista?

Tristeza causa decirlo; pero tal parece que la clase manumitida no quiere o no sabe manifestar sus alegrías ni celebrar sus triunfos.

Nosotros hemos visto a un liberto olvidar que los liberales de su tierra le arrancaron a la servidumbre y depositar su voto

24. Sobre el tema de la Abolición de la esclavitud, véase: Brau. pág. 272. Luis M. Díaz Soler, Historia de la Esclavitud Negra en Puerto Rico (14931890), Madrid, s. a., págs. 342 et. seq. Cruz Monclova, II, 268 y ss.

,

en pro de los' conservadores que trabajaron un día por mantenerle esclavo.

En 1848, un general español, el general Prim, dictaba su bando más célebre; aquel bando en cuya virtud era licito cortar la diestra al negro que osase levantarla sobre un blanco.

Pues bien: los negros que, cobardes o serviles, llevan a las urnas los nombres de sus propios verdugos, dignos son de que se les aplique el bárbaro castigo.

La suerte dispuso que fueran pocos los ingratos; y la mancha se borra,rá de nuestros anales políticos.

LA DEMOCRACIA celebra la efeméride brillante y orla sus columnas en la fiesta cívica.

¡Ya no hay esclavos negros!

Si alguna vez nos es dable decir que no hay tampoco esclavos blancos, consagraremos a España el himno de nuestro júbilo.

La servidumbre continúa: cultivamos el fundo agrícola en provecho del fisco; explotamos la industria en provecho de1 parásito.

Y soportamos la coyunda, nosotros, los que nacimos en este suelo, en provecho de los que oprimen a este suelo.

El fausto aniversario tiene esta nota amarga y triste

¡La única!

¡Ojalá que muy pronto, muy pronto, luzca por los horizontes el sol de la república, y ojalá que ese sol disipe las tinieblas que nos rodean y los pesimismos que nos asaltan!

LA DEMOCRACIA, 22 de marzo de 1893.

A diestro y siniestro

EL ESPEJO», RESPETABILÍSIMO PERIÓDICO DEL QUE LA DEMO« CRACIA no se ocupa desde hace muchas ediciones, se sirve enderezarnos su puntería.

Y viene sobre nosotros blandiendo la tizona, cual si de sus más odiados enemigos se tratase; jamás le vimos dirigir tan duros apóstrofes al Boletín y a La Balanza.

Según el bravo colega, somos quisquillosos; aficionados a la jactancia; nos la echamos de profetas; pecamos de declamadores y de inmodestos; queremos escalar a saltos la alta ~umbre; carecemos de madurez de juicio; hacemos política aparatosa y repulsiva, etc.

Ni ahora ni antes brotó de nuestra pluma la más leve frase que ofender ni herir pudiera al paladín de San Germán, en quien respetamos el crepúsculo de una tradición y el prestigio <le una antigüedad.

El Espejo, no obstante, se empeña en la esgrima de la injuria.

Nos limitamos a copiar las palabras con que nos distingue, ofreciéndolas textuales al país, que nos lee y nos juzga.

Al cabo, adquirimos la certeza de que para mantener su tesis, El Espejo necesita abrumarnos con epítetos mortificantes y reticencias ofensivas.

Si le convenía quebrar una lanza por el leader - que, pues nadie le ataca, no pide defensas -bien pudo hacerlo sin llamarnos jactanciosos, declamadores e inmodestos.

No acudiremos a la réplica. Continúe El Espejo su labor

bizarra. Nosotros, a cada nuevo golpe, a cada nueva embestida, repetiremos con la conciencia segura y tranquila:

Vade in pace.

Hay quien piense y hay quien diga que el retraimiento del partido autonomista no tendrá resonancia en Madrid. Y los que tal piensan y dicen no se apartan un ápice de la razón ni de la lógica.

Era de esperar que el señor Labra impulsase, con su elocuencia y con su apoyo, nuestra actitud viril y digna.

El señor Labra no quiso escribir un manifiesto, ni pronunciar un discurso, ni enviar a los diarios madrileños un artículo, firmado por él, en que se diera realce a la resolución de sus correligionarios.

El señor Labra permaneció en silencio, mientras aquí devorábamos la afrenta, y aun, en sus cartas particulares, declara que no ve con buenos ojos la conducta nuestra.

EL Libera!, dirigido por un representante autonomista, no arriesgó una sola línea en nuestro abono.

Quedamos huérfanos en la España de allende el Atlántico y ni señales visibles hay de la abstención puertorriqueña, ya que van a las Cortes los dos únicos diputados genuinos de este país: Labra y Moya.

Solos estuvimos y solos permanecemos.

Esto no es consecuencia del retraimiento.

Es consecu!mcia de que nuestros hombres tienen compromisos más graves -para ellos - que sus compromisos con nosotros y no saben hacer el sacrificio de su carrera política en aras de la libertad y la dignidad de Puerto Rico.

Puestos en la alternativa de renunciar al Parlamento o a nuestra confianza, optan por lo segundo.

Si obran bien o mal, no nos toca decirlo. Dígalo el pueblo, que es el juez inapelable.

Como el señor Labra parece resuelto a renunciar al cargo de Leader, preguntan algunos con qué personalidad le reemplazaríamos.

¡Con ninguna !

Sin Leader obtuvimos la Constitución del 69, y la ley municipal autonómica del 70, y el sufragio amplísimo del 73, y la 91

abolición de la servidumbre negra, y el predominio en las esferas del Gobierno local.

Con leader obtenemos el componte del 87, la cuota insultante del 93, el mísero decreto sobre alcaldes, la absoluta proscripción de todo cargo público y la desbandada posible de nuestros ejércitos.

Antes de que hubiese leader contábamos con mayorías en la Diputación y en los municipios.

Después que hay leader en la provincia y en los ayuntamientos, vamos de mal en peor.

Hasta 1887, un partido vigoroso, fuerte, disciplinado y, sobre todo, demócrata

Desde 1887, un partido exangüe, anémico, decepcionado, pesimista y casi centralizador.

Si fuéramos fanáticos diríamos que es de mal agüero el vocablo leader.

Combatíamos sin leader, y triunfábamos. Combatimos con leader, y somos vencidos.

El paralelo es desagradable; pero exacto.

Si no fuera esto un absurdo, podríamos opinar que las jefaturas nos matan.

Porque el hecho lo comprueba.

El señor don Francisco Cepeda, fundador de la Revista 25 , dirige al señor Navarrete una epístola que empieza de este modo:

Quedamos, desde San Thomas, en que yo continuaría dándole cuenta de mis impresiones de viaje, a medida que fuésemos arribando a cada puerto; pero me sucedió lo que suele sucederles a los nuevos Gobiernos de España y a los diputados más o menos liberales votados por los autonomistas: los primeros, porque las oposiciones se lo estorban, nunca logran realizar los propósitos de reformas antillanas, consignados en sus

25. La incorporación del periodista asturiano don Francisco Cepeda Taborcías al movimiento autonomista puertorriqueño se verifica en 1886. La Revista a que aquí alude Muñoz Rivera era La Revista de Puerto Rico, fundada en San Juan por Cepeda, en agosto de 1886, y luego trasladada a Ponce dónde comenzó a publicarse el 15 de abril de 1887.

Para más detalles, consúltese: Brau, :>ág. 285. Juan Arrillaga Rogué, Memorias de Antaño, Ponce, 1910, pág. 24. Pedreira, El Periodismo en Puerto Rico, págs. 192 y 222; y El Año Terrible, págs. 30, 61 y 68. Cruz Monclova, Historia del Año de 1887, págs. 122 y ss.

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mensajes; y los segundos, porque ciertas benevolencias que su interés particular les impone, no les permiten decorosamente clamar contra los errores y vicios de Los gobernantes) dejan siempre burladas las legítimas esperanzas de los distritos que representan o de los cándidos que en ellos confían

Por nuestra parte, sólo haremos observar:

l.º Que los únicos diputados, más o menos liberales, elegidos por los autonomistas en los últimos tiempos, se llaman don Rafael María de Labra y don Miguel Moya.

2.º Que a ellos sólo pueden aludir los conceptos amargos del señor Cepeda al hablar de benevolencias y de intereses que cohíben a nuestros mandatarios, de esperanzas burladas y de cándidos distritos.

3.º Que el señor Cepeda debe conocer, por su práctica, muy a fondo los hombres y las cosas con que estuvo en contacto durante sus luchas periodísticas.

4.º Que LA DEMOCRACIA no quiere detenerse en ningún género de comentarios, por el respeto y la consideración que los señores Labra y Moya le merecen.

A los que llama César y Maestre el señor Cepeda, se presenta una ocasión de bajar la cabeza y exclamar:

Magíster dixit.

LA DEMOCRACIA, 25 de marzo de 1893. 93

gabinete de lectura

QUINCE HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD SE REUNIERON, EL LUNES, en el Gabinete 26 • Aquel centro arrastra una' mísera deuda de setecientos duros. Sus ingresos no cubren sus gastos y la sociedad agoniza. Es indispensable restaurarla en su esplendor primitivo; es necesario infundirle nuevas energías; es urgente contener su disolución.

Y para eso estaban allí los señores Fournier, Iglesias, Mariani, Chardón, Mirailh, Tabaine, Martín Yordán (don Luis A. y don Arturo), Pozuelo, Laguna, Tejera, Pasarell, Barros y Muñoz Rivera.

Se acordó mover la opinión por medio de la prensa periódica, obtener por concurso de la propaganda escrita el auxilio de valiosos elementos, y convocar, para el jueves 13, una asamblea en que ha de pronunciarse el fallo supremo sobre los destinos futuros del Gabinete. Nosotros apelamos a Ponce.

Un día, se alzaban potentes aquí la Sociedad de Agricultura, que hoy no existe; la Unión Mercantil, que hoy no existe: el Casino, que hoy no existe; el Centro de Recreo, que hoy no existe; la Caja de Ahorros, que hoy no existe: la Mutualidad, que hoy no existe; el gran Hotel Marina, que hoy no existe;

26. Determinado por la ausencia de una Universidad (que _pedíamos desde fines del siglo xvrn, y de otras corporaciones estables que levantaran y canalizaran el nivel de la cultura educativa e intelectual, nació el Gabinete de Lectura Ponceño, como una de tantas instituciones que fueron criaturas de la iniciativa privada. Para los orígenes y desenvolvimiento del Gabinete de Lectura• Ponceño, véase: Eduardo Neumann Gandía, Benefactores y Hombres notables de Puerto Rico, 2 vals., Ponce, Imprenta del Listín Comercial, 1898-99, II, p. 219 y sgts. Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, I, p. 877.

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la Quinta de Salud, que hoy no existe; el Orfeón Ponceño, que hoy no existe; el tranvía de vapor, que hoy no existe; la Logia Aurora, hoy en decadencia; el comercio opulentísimo, hoy en decadencia; el Taller Benéfico, hoy en decadencia; el Instituto de Bomberos, hoy en decadencia.

Parece un agotamiento de todas las fuerzas. Y no lo es.

Ponce tiene en sí mismo los gérmenes de un brillante porvenir.

Pero el espíritu público está muerto; la juventud se inhibe, y pese al martilleo persistente de los que golpean el yunque de la opinión, el silencio perdura, la apatía impera y los propósitos más grandes se agotan, porque les falta el fuego del entusiasmo.

El Gabinete caerá como cayó el Casino. Ahora nuestras damas no tienen un círculo elegante; mañana nuestros hijos no tendrán un círculo docente.

El Casino era un encanto: el Gabinete es una escuela; el Casino podía deleitar, el Gabinete puede instruir; el Casino contaba con los atractivos del baile, de la música, de la amable sociabilidad; el Gabinete cuenta con los fulgores de la luz que despiden sus libros y con las claridades que guarda su historia.

¡La historia del Gabinete!

Hace veintiséis años que comenzó a escribirse. Desde entonces, ¡cuántas fechas gloriosas en sus anales!

En aquel recinto, en que se ostentan los retratos de Víctor Rugo, Byron, Pasteur, Calderón, Cervantes, Gutemberg, Baldorioty, Rufo, Ramírez, Tapia, Gautier y Campeche se han celebrado conferencias científicas y tertulias literarias; se ha ofrecido aliento a la niñez en nobilísimos certámenes y se ha premiado a las creaciones de la inteligencia y del estudio en graves torneos.

Allí resonaron la palabra vibrante de Manuel Corchado y la frase convincente de Baldorioty; por allí pasaron, con los relampagueos de su numen, Lola Rodríguez, Rafael del Valle y Aniceto Valdivia, y con las galas de su erudición Rosich, Villavicencio, La Torre y Alfau.

Allí se establecieron cátedras de idiomas, gratuitas para los socios, y gratuitas también, por virtud de un acuerdo inolvidable, para los alumnos pobres, sin distinción de categorías ni de clases.

Allí se acumularon inmensas cantidades de volúmenes magníficos, de que dan idea exacta los catálogos, y que constituyen una riqueza bibliográfica.

Allí hay ejemplares zoológicos disecados, y muestras de las varias órdenes de arquitectura, y curiosidades artísticas merecedoras de atención.

Allí vio la luz La Página, una revista quincenal, órgano del Gabinete.

Dio tantas pruebas de vitalidad ese centro, que a los• diez meses de su apertura figuraban en sus listas más de doscientos individuos, de lo más selecto, de lo más culto de Ponce. Y llegó, en épocas de prosperidad, a más de trescientos socios, merced a los cuales vivía con robustez que en vano tratará de emular el Ateneo.

¡Y después de esa vida tan amplia, tan útil, tan fructüera, un desastre como el que amenaza a lo único que nos queda de los antiguos adelantos!

El Gabinete caerá si no acude a levantarle Ponce entero. Y acudir es asunto de honra.

¿ Qué representa, qué significa un duro cada mes para los que disponen de sólido caudal, formado en esta ubérrima comarca?

¿ Qué es un duro para los jóvenes que lo tiran, noche tras noche, en el Sport Club o en otros parajes menos distinguidos?

Cincuenta socios, ¡cincuenta no más!, tiene hoy el Gabinete. Si ha de cumplir sus fines elevados; si ha de responder al pensamiento de sus fundadores, necesita quintuplicar ese número sin tardanza, cubrir su deuda y alzarse, como en otros tiempos, al nivel de su destino.

Habrá quien inicie las conferencias, quien celebre las veladas, quien asista a las tertulias, quien brinde a los socios espectácul9s dignos de la era en que vivimos.

Que no se pierda nuestra voz entre el egoísmo y la indolencia; que repercuta en el corazón de los ponceños; que acudan al Gabinete los hombres de corazón.

El 13 de abril, nos uniremos todos y no pasaremos por la vergüenza de asistir a la agonía de esa lumbre que se apaga, de ese sol que se extingue.

Ponce no debe consentir el eclipse de su fama.

A Ponce apelamos.

LA DEMOCRACIA, 6 de abril de 1893. 96

SE ENCUENTRA EN PONCE EL EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON ANTONIO Dabán, gobernador de Puerto Rico.

LA DEMOCRACIA envía un saludo respetuoso y cortés al huésped ilustre de la ciudad en que se imprime.

Es costumbre, en semejantes ocasiones, presentar a S. E. el cuadro de la administración pública, con sus más enérgicas tintas.

No haremos tal nosotros: resultaría inútil. En su visita, el prócer carecerá de tiempo para inquirir nuestros males.

Fácil le sería, sin embargo, ya que no estudie ni resuelva sobre el terreno los problemas que agobian a este municipio, conquistar plácemes y simpatías realizando una obra popular.

El Gabinete de Lectura muere por la indiferencia que le rodea y por el alimento que le falta.

El general Dabán puede levantarlo con una frase suya, con una concesión, con una orden, con un decreto.

El Gabinete sintetiza la historia de los progresos intelectuales de Ponce. Si hubo cultura literaria, allí se reflejó poderosa ; si hubo reverberaciones artísticas, allí resplandecieron de continuo; si hubo entusiasmos ardientes, allí creció y se extinguió la fulgurante llamarada.

El Gabinete fue una antorcha con brillos propios que daba calor a los corazones y luz a los cerebros. Hoy es un Lázaro que espera en su sepulcro el levántate y anda.

¿ Quiere pronunciarlo el representante del Gobierno?

A su paso por las comarcas del Sur no abolirá los consumos, ni disminuirá los impuestos, ni corregirá los vicios que tan hondament~ arraigan en las esferas administrativas. No es esa la97 7.

bor para unas horas de constante actividad, ni acaso depende sólo del poder público.

Pero la obra que señalamos a S. E. es más sencilla, más hacedera, más llana. Recursos múltiples hay en los presupuestos generales o en los presupuestos municipales; recursos que bastarán a impedir que sucumba exangüe la idea que al Gabinete representa.

Sobre la base de esos libros que acumuló la generosidad de cien ciudadanos, de esos ejemplares zoológicos que sirven de ornamento a las salas de descanso ; sobre el pedestal de ese centro que arranca del pasado y aspira a prolongarse en el futuro, debe ya surgir algo más grande.

Ponce no tiene un colegio superior en que se enseñen las asignaturas del bachillerato, ¿por qué no crear cátedras gratuitas en el Gabinete?

Significaría esto un avance de extraordinaria magnitud, avance que no consideramos imposible.

Ya se comprende que el gobernador no ha de establecer las cátedras, ni pretenderíamos que a tal punto llegasen sus iniciativas; pero puede comunicar el impulso y confiar en que el pueblo, por su interés y por su nombre, hará lo demás.

¿ Qué porvenir aguarda a la juventud ponceña, sin una fuente en que saciar sus anhelos, sin un sitio en que elevar el nivel de sus aspiraciones?

Tras estas líneas, que esbozan un propósito muy alto, la fantasía del gobernador desarrollará el panorama espléndido de lo que será mañana el Gabinete si se le sostiene y se le estimula.

Llegue nuestra voz al general Dabán: si encuentra eco simpático, felicitaremos al gobernante, que busca el amor del pueblo; si no, ¿qué importa un esfuerzo más perdido entre los desdenes de arriba y las frialdades de abajo?

De todas maneras, a nosotros nos basta la convicción. de que hemos cumplido nuestro deber.

LA DEMOCRACIA, 11 de abril de 1893.

DEJAMOS LA CARRETERA CENTRAL EN JUANA-DÍAZ Y COMENZÓ EL carruaje a dar vuelcos sobre un camino erizado de pedruscos enormes y lleno de asperezas continuas.

A las márgenes crece lujuriosa la vegetación de los trópicos, y en lontananza se yerguen las cumbres de una cordillera cuyo pálido azul rompen a trechos grandes grupos de árboles sombríos.

Allí vive a sus anchas el cafeto, con sus albas flores o con ,sus frutas bermejas.

La vía es ingrata por sus accidentes bruscos y por sus salvajes quebraduras; pero está poblada de viviendas en una y otra orilla. Se ve desde luego que el campo, próvido y fértil, compensa la labor del hombre.

Hay en él vida próspera y robusta: aquí una escuela, allí un comercio, acullá una casa confortable, más lejos una chimenea.

El viaje tiene encantos para nosotros, que en cada bosque, en cada riachuelo, en cada fronda evocábamos un recuerdo de la aldea nativa y de sus abruptas soledades. Enf,rente de la Naturaleza jamás permaneció inactiva nuestra imaginación. ¡Cuántos ensueños y cuántas memorias resucitaron mientras el vehículo rodaba nor los disimulados precipicios con desigual impulso!

Llegamos al fin.

EL VIAJE

Los señores Soldevila y Figueroa nos recibieron con esa galantería franca y cordial que tanto cuadra al carácter de nuestros paisanos.

El señor Figueroa es un agricultor que en sólo veinte años, a fuerza de trabajo y constancia, levantó un capital respetable. En el sitio que escoge para disfrutar su fortuna ha construido una morada espléndida.

Tras la verja amplísima se alza un edificio de madera, de dos pisos, con balcones que caen al norte, al este y al sur y que dominan un panorama encantador.

A medio kilómetro, los riscos y los montes; en torno de la casa, una planicie, propia para que en ella se edifique un pueblo; a corta distancia, el río con sus ondulaciones y sus murmullos.

El estanciero se rodea de todas las comodidades que brinda la civilización. Mobiliario elegante, despensa nutrida, cuadras para veinte corceles, huertas, coches, baños. Nada falta. Cuatro líneas telefónicas le ponen en contacto con la Isla, y desde su mismo lecho puede comunicar sus órde~es a todas sus fincas, que alcanzan una extensión de infinitas hectáreas. Dentro del casi palacio hay timbres movidos por la electricidad y aparatos pqra refrescar la atmósfera en las habitaciones. Techos pintados por Ríos, como los del Consistorio de Ponce y los del Sport Club, mangas para incendios, cañerías de hierro que llevan el agua a todas las dependencias.

No se echa de menos ninguno de los elementos contemporáneos del confort.

Los ALREDEDORES

A pocos pasos de la verja, el cuartel de la Guardia Civil, costeado por el señor Figueroa ; en seguida una calle en que hay almacenes, depósitos de café y establecimientos mercantiles.

En una de las casas - todas de fábrica reciente-, la escuela, en que el señor don Federico Matos, padre respetabilísimo de un compañero nuestro, Matos Bernier, enseña a los hijos del propietario.

Una nota nos disgustó en el armónico concierto de tantas notas agradables: la gallera.

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Al norte de su residencia, el señor Figueroa se propone construir un templo y un cementerio católicos. Ya tiene permiso de las autoridades superiores. _

De modo que aquel núcleo irá creciendo y no pasarán muchos días sin que en las alturas de Villalba exista una población rica, floreciente, fundada por el trabajo y sostenida por el ahorro.

Al hombre que hace esto se debe un aplauso. Acumular riquezas es meritorio; y lo es más cuando las riquezas sirven, como es este caso, para fomentar incuestionables adelantos.

LA LUZ ELÉCTRICA

Por primera vez había de instalarse en Puerto Rico.

Y no tocaba ese honor a la capital, a Mayagüez ni a Ponce.

Realizaban la obra en colaboración los señores Figueroa y Vidaurre: aquél, con sus recursos cuantiosos; éste, con su laboriosidad y su inteligencia.

A las séis de la tarde, barbotaba el vapor en la máquina que engendra las corrientes; a las siete, se encendían los focos, iluminando con vivas claridades los contornos.

Era un espectáculo.

En plena campiña, el progreso con sus resplandores más brillantes.

Los aparatos cuestan al señor Figueroa más de dos mil quinientos duros; pero nadie podrá discutirle la gloria de ser el primero que instala en este país el alumbrado por la electricidad.

El hecho no ha menester comentarios.

Un labrador que nunca salió de sus montañas, que vive en comunión íntima con la Naturaleza, que no sabe leer, va más adelante que las ciudades de la ínsula. /

Avis rara. que apenas se concibe; planta exótica que sorprende al observador con sus manifestaciones originales e inesperadas.

Cuanto al señor Vidaurre, es un electricista sin escuela que se formó por sí, a merced de una vocación firme y de un estudio formal y concienzudo.

El tendió las líneas telefónicas y ahora instala la luz eléctrica.

Es activo, es incansable, es laborioso, es honrado, es puertorriqueño.

¡Salud!

OBSEQUIOS

El señor Figueroa y su socio, el señor Soldevila, nos obsequiaron con rumbo.

Desde aquí, pusieron un carruaje a nuestra disposición. Después, y durante la noche que permanecimos en Villalba, nos dispensaron toda clase de obsequios.

En la mesa, a la hora del champán, Luis R. Velázquez, que nos acompañaba, hizo un discurso en honor del anfitrión; nosotros ampliamos sus conceptos en una improvisación corta y sencilla; y Mariano Abril pronunció frases muy oportunas.

La franqueza del señor Figueroa nos proporcionó momentos gratísimos.

Nos refirió los comienzos de su vida, los orígenes de su caudal, las luchas sostenidas, las amarguras apuradas, el esfuerzo constante y asiduo con que logró vencer; y así, en la amena plática, pudimos penetrar hasta el fondo de su existencia. Cuando el sol despuntaba sobre las cumbres de la ingente cordillera, nos despedíamos de aquella casa en que habíamos encontrado tan generosa hospitalidad y volvíamos al pupitre, a levantar esta roca de Sísifo, que absorbe por entero nuestras actividades, y que es necesario traer, día tras día, a la cúspide del pensamiento para que caiga de nuevo, cada cuarenta y ocho horas, en los abismos de la publicidad.

LA DEMOCRACIA, 20 de abril de 1893.

M ons parturiens

EL CABLE NOS ANUNCIÓ, HACE UNA QUINCENA, QUE EL MINISTRO de Ultramar abrigaba propósitos ampliamente reformadores y que de esos propósitos hablaría el discurso de la corona.

LA DEMOCRACIA, que es pesimista y no lo oculta, acogió el anuncio con reserva y afirmó que las reformas no llegarían jamás a los lindes del sistema autonómico.

Ahora viene el mensaje mismo a confirmar nustras dudas y a ratificar nuestras desconfianzas. He aquí sus trascendentales declaraciones en lo que a las Antillas se refiere:

Deliberaréis sobre los proyectos destinados a favorecer el crédito territorial y la baratura de los capitales una vez consumada la amortización de los billetes de guerra que perturban el mercado cubano. Mi Gobierno aplica singular atención al definitivo régimen arancelario de nuestras Antillas, y a la crisis en que está el presupuesto de Cuba, el cual no guarda proporción con el floreciente estado económico de la Isla. • Juzgaréis de la reforma electoral implantada en Cuba y Puerto Rico, y oportunamente os será sometida la de su régimen administrativo, para franquear la expansión de los gérmenes de su riqueza y vigorizar los preceptos de la ley, los vínculos de la sangre, la historia y el honor, en virtud de los cuales aquellas provincias forman, y formarán siempre, parte tan entrañable de la nación española, como nuestro mismo territorio peninsular.

Eso es todo. Las generalidades de costumbre; las palabras

huecas y vacías que no comprometen; las fórmulas vagas e indefinibles que no se traducirán en hechos prácticos.

Una nota resalta en ese documento político. El partido gobernante sólo atiende a vigorizar los preceptos de la ley, los vínculos de la sangre, la historia y el honor, merced a cuyo influjo se mantiene la integridad de la patria.

Y para eso nos injuria con la cuota electoral que por sí sola bastaría para relajar los vínculos de la sangre y de la historia.

De suerte que el honor de la metrópoli consiste en sostener aquí el predominio eterno de un grupo que, abandonado a sus fuerzas, sin el apoyo oficial, sería impotente para influir en la política de las colonias.

De suerte que el honor aconseja la eliminación de los elementos indígenas proscritos del Gobierno por virtud del monopolio que ejercen los que al país vienen, como a tierra de conquista, a medrar y a enriquecer.

Y ya suponemos de qué guisa se franqueará la expansión de nuestros gérmenes de riqueza. Creando inconvenientes a toda industria que se levante; atrofiando, con el expedienteo español, toda iniciativa que yerga; desoyendo el grito de los contribuyentes, agobiados por unos presupuestos de cuatro millones para el erario y de otros cuatro millones para la provincia y los municipios; olvidando las obras públicas, aumentando el ejército, atrofiando la escuela y realizando, en fin, una labor anticientífica y en absoluto disolvente.

Tal es el mensaje por lo que a nosotros toca.

El parto de los montes.

LA DEMOCRACIA, 22 de abriL de 1893.

SERÍAMOS VERDADERAMENTE PERNICIOSOS SI, EXAGERANDO LA nota terrorífica, infundiéramos la alarma en nuestra sociedad.

Pero seríamos verdaderamente desidiosos si no estudiásemos lo que ocurre en torno nuestro; lo que a los hombres pensa~ dores preocupa.

Los crímenes se suceden con inusitada frecuencia: hoy, cae un médico en las calles de Cabo Rojo 2 ¡; mañana, un jurisconsulto en las calles de Ponce 28 ; después, un ingeniero en los campos de Guayama 29 •

Y entre esas individualidades distinguidas, otras no menos útiles - aunque más oscuras y modestas-, sucumben bajo el filo del puñal, en la sombra, en el silencio, sin que la opinión se conmueva ni se agite.

Entre tanto, los asesinatos quedan impunes, como si la justicia humana se considerase impotente para descubrirles y echar sobre ellos la pesadumbre del Código penal.

¿No se fija en males tan hondos el Poder público?

¿Carece de medios para impedirlos con eficacia?

Es indudable que los funcionarios del orden judicial cumplen a conciencia su deber. Nosotros les hemos visto trabajando hora tras hora tras una pista, acumulando i:qformes, evacuando citas, demostrando vivísimo interés en las actuaciones que las leyes recomiendan.

Pero, ¿ cuentan con auxiliares expertos que cooperen a su

27. El doctor don Angel Franco Soto, muerto en sel)tiembre de 1891.

28. El abogado don Adolfo Sánchez Cotorruelo, muerto en marzo de 1893.

29. El ingeniero don José Mac Donnell, muerto en abril de 1893.

Cuestión magna

obra reivindicativa? ¿Disponen de elementos que secunden su labor meritoria?

La opinión puede responder a esas preguntas.

Y conste que no dirigimos cargos a la policía que, hasta donde es dable exigírselo, llena su cometido.

La policía es deficiente porque está formada por individuos inexpertos, que disfrutan un haber mezquino, que no tienen recursos para perseguir a los delincuentes, que no se formaron en ninguna escuela especial, que resultan incapaces en ciertas circunstancias y que no ofrecen garantías de aciérto.

No es justo pedirles más, porque no se les paga; porque no se les selecciona; porque no se. imita el ejemplo de Inglaterra, de Francia, de los Estados Unidos que satisfacen sumas enormes por el servicio policíaco y que pueden, por tanto, esperar que ese servicio se preste con oportunidad.

¿ Qué condiciones, qué aptitudes se exigen a un guardia de orden público en este país?

La condición de que sea incondicional y la aptitud de que vote a los candidatos cuneros.

Un cuerpo que de tal modo se nutre no producirá nunca resultados estimables y nos parecería cruel atacarle con saña.

A la altura a que vamos llegando urge organizar una policía numerosa, inteligente, activa, refundiendo en un solo instituto los vigilantes, los guardias, los urbanos, invistiéndoles de superiores facultades, creando en derredor suyo una atmósfera de absoluta moralidad y de profundo respeto, convirtiéndoles en salvaguardia y en escudo de orden social

Nosotros pedimos al gobernador que fije su mirada en este punto. Ya se sabe que en todos los países se cometen atentados tremendos, que llenan las columnas de mil periódicos; pero casi siempre los malhechores purgan sus delitos en el fondo de las cárceles.

El matador de Franco no se conoce ; aún no es lícito asegurar que está en galeras el matador de Cotorruelo; acaso mañana no sabremos quién es el matador de Mac Donen.

Esa impunidad constituye una amenaza que gravita sobre todos los que en una u otra esfera, luchamos por la vida.

Y hoy, al trazar estas líneas, ejercemos el derecho de la defensa propia, al par que hablamos en nombre de la sociedad, 106

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conturbada e inquieta por la repetición del asesinato; por eso que podríamos llamar monomanía del crimen 30 •

No creemos que Puerto Rico tenga en su territorio mayor número de malvados que Massachussets o Delaware; pero creemos que nuestra policía, con su organización actual, con sus vicios y sus deficiencias, es casi nula para investigaciones difíciles y complicadas, que requieren estudios prácticos, golpe de vista seguro y cerebro perspicaz.

Disminúyase el ejército, castíguense las partidas de gastos estériles y destínense los sobrantes a crear una policía en que sólo quepan hombres de exquisita moralidad, de sólidos conocimientos, de experiencia larga, de rectitud acrisolada. No se economice en la retribución, no se acorte el prestigio: que encuentren los aptos un estímulo en el sueldo y otro estímulo

30. Carecemos de una historia de la criminalidad en el Puerto Rico del siglo xIX, y es ocioso pretender una confirmación estadística. Pero creemos que todavía, a fines de aquella centuria, era exacto el juicio emitido por George D. Flinter, An Account of the present state of the island of Puerto Rico, Londres. Longman, Rees, Orme, Brown, Green and Longman. 1834, en el sentido de que Puerto Rico constituía una sociedad de gente morigerada y pacífica donde cualquiera se podía mover de un extremo al otro de la isla, sin riesgo alguno de la seguridad personal. Parece que cuanto un viajero decía en 1830 y pico, continuaba en pie al mediar el siglo, según el testimonio de tres gobernadores españoles: Mirasol. quien aseguraba que «no se multiplica el crimen en la isla en relación al progreso de la población, ni su escala presenta sino disminución de ejemplares de horror» (Discurso leído por el excelentísimo señor teniente general don Rafael de Aristegui, conde de Mirasol, presidente gobernador y capitán general de la isla de Puerto Rico, el día 2 de enero de 1847, en la solemne apertura de la Real Audiencia, Puerto Rico. Imprenta de Gimbernat. 1847, p. 10): Pezuela, quien mantenía que «es acaso este suelo uno de los que menos ejemplos ofrecen de la perversidad humana llevada a esos extremos deplorables» (Discurso que el día 2 de enero de 1849, en la solemne apertura de la Real Audiencia de Puerto Rico, dijo su presidente el excelentísimo señor teniente general don Juan de la Pezuela, gobernador y capitán general de la misma, Puerto Rico, Imprenta Gimbernat, 1849, p. 6; Norzagaray, quien insistía que «al analizar su resumen (de la estadística criminal), se convence de que vive en un pueblo, en que son tan escasos los grandes crímenes que asombran a la sociedad en otros países» (Discurso que el día 3 de enero de 1853, en la solemne apertura de la Real Audiencia de Puerto Rico, dijo su presidente el excelentísimo señor gobernador y capitán general de esta isla, don Fernando de Norzagaray, Puerto Rico, Imprenta de Márquez. 1853, p. 4). Por lo que asistía la evidencia a Muñoz Rivera al proclamar, como lo hacía en este artículo, que en Puerto Rico dominaba el «partido de los hombres de bien», y que el «mal no se manifiesta» en esta tierra. 107

en la consideración de sus conciudadanos. Así y sólo así descansaremos tranquilos en la confianza <le que alguien vela por nuestra hacienda y por nuestra vida.

Tal es la cuestión magna que traemos hoy a los debates del periodismo.

La prensa, si quiere ser digna de la misión que ejerce, ha de convertirse en centinela o acusador.

Cuando el mal se desata; cuando el peligro se manifiesta; cuando los reptiles silban y el pantano aborta sus monstnws repugnantes, la compasión y la piedad dejan su puesto a la energía implacable que amputa un miembro por salvar un organismo.

Para esa labor imprescindible, para esa labor honrada, olvidamos por un momento la oposición en que queremos vivir, y nos ponemos junto a los representantes de la vindicta social.

Frente a los que roban y asesinan, todos los demás formamos un partido: el partido de los hombres de bien.

LA DEMOCRACIA, 25 de abril de 1893.

uno de Mayo

HE AQUÍ LA FECHA ESCOGIDA POR EL SOCIALISMO PARA SU MANI· festación de vitalidad y de empuje.

A la hora en que el presente número circula, miles y miles de trabajadores se desparraman por las calles de Madrid, de Barcelona, de Londres, de Bruselas, de Berlín y de París.

Adscritos a la máquina, a la mina, al taller, sin voluntad, sin pensamiento propio, un año entero trabajaron: hoy, protestan.

Para unos, para los de arriba, todos los goces y todas las comodidades; para otros, para los de abajo, todas las penas • y todas las servidumbres.

De ahí la lucha social que se establece y que ha de producir en el viejo mundo catástrofes inmensas.

Esos millones de seres que se agitan en la sombra, que llenan de artefactos el mundo, que perpetuamente recorren el negro círculo de sus amarguras, constituyen la innumerable mayoría.

Si la unión les hace fuertes, si la instrucción les hace libres, si la desesperación les hace facciosos, ¿ a dónde irán el orden establecido y la propiedad creada?

Tal es el problema.

En tanto que el socialismo limite su acc1on a. recorrer las metrópolis y a lanzar amenazas, no hay peligro.

El día en que surja la rebeldía con caracteres terribles, ¿quién puede medir las consecuencias?

Aislados nosotros por esos mares que nos apartan del resto del planeta, desconocemos los sucesos que hoy se desenvuelven en Europa.

Pero de seguro el l.º de mayo de 1893 pasará como el de 1892, exento de trastornos graves y de tremendas sacudidas. 109

El conflicto sigue en pie, sin embargo, y puede reproducirse con periodicidad aterradora.

¿Existen soluciones?

¡Quién sabe! Las Cajas de ahorro, las escuelas obligatorias, las colonias agrícolas, las sociedades de auxilio mutuo, las bibliotecas, el aumento del salario, la baja del impuesto mitigan el malestar de las clases proletarias.

Lo mitigan y no lo destruyen. En tanto que la moneda va sirviendo de acicate al lujo de los menos, y de estímulo a la codicia de los más; en tanto que la labor diaria no basta a satisfacer los anhelos del que la ejecuta, arraigará cada día más hondamente el socialismo.

Por fortuna, en esta tierra el mal no se manifiesta.

La sobriedad de las clases ricas, que no ostentan sus recursos, y el desahogo de las clases pobres, que viven con relativa holgura, nos ponen a cubierto de las hecatombes que acaso en instante no lejano corroerán los cimientos de las instituciones históricas, derribando lo que hoy parece más sólido y estable.

La anarquía es el monstruo apocalíptico del porvenir.

LA DEMOCRACIA, 1 de mayo de 1893.

dos de Mayo

EFEMÉRIDES GLORIOSA DE LA EPOPEYA NACIONAL, illPRESA CON sangre en las plazas de Madrid.

Nosotros admiramos el genio de nuestros padres que redactan las partidas, y escriben el Quijote, y dan la vuelta al mundo, y civilizan la América.

Pero nosotros admiramos más aún el heroísmo de nuestros padres que reconquistan su territorio, que baten a Francisco I en San Quintín, y a Bonaparte en Bailén, que queman en Méjico sus naves y cansan a la historia con la repetición de sus proezas legendarias.

Antes que un pueblo de descubridores, el pueblo hispano es un pueblo de combatientes.

La pelea le atrae, el peligro le entusiasma, la conquista le seduce, la aventura le encanta, la poesía de la fuerza le enloquece y le subleva.

De ahí que el Dos de Mayo resulte tan grande, en su heroica sencillez.

Una muchedumbre, sin armas y sin escudos, se lanza a luchar por su independencia; desafía la espada fulminante del César, se envuelve en el estandarte de la patria, da el más hermoso de los ejemplos a la posteridad y cae destrozada, pisoteada, vencida: humillada, jamás.

Ningún pueblo tiene en sus anales una página tan bella. Pudieron combatir, y combatieron, los ejércitos de Italia, de Francia, de Inglaterra, de Polonia; sólo en España las masas populares supieron morir antes que besar la mano audaz del invasor.

Allí, donde no se cuenta el número de los enemigos; donde no se calcula el riesgo de los intereses; donde por encima de 111

todo está el honor, el nombre, la dignidad del suelo nativo, allí pueden esperarse magníficas y completas reivindicaciones.

La chispa arrojada por Daoíz y Velarde inflamó los espíritus, porque aquella brava gente de las guerrillas no era capaz de sentir las torturas de la indecisión ni los escrúpulos del miedo.

Somos hijos de la raza altiva y tenemos también un Dos de Mayo que cantar en nuestras rimas y de que sentirnos orgullosos en nuestros hogares.

La hermosa fecha es doblemente, para Puerto Rico, halagadora y grata. Conmemoremos el triunfo del alzamiento españof; conmemoremos el testimonio de la fidelidad puertorriqueña.

Fidelidad pagada con ingratitudes, porque en vez de llevarnos la madre a su regazo augusto, nos relega a la condición de servidores suyos, sin derecho, sin libertad, sin horizonte, si.n bandera: casi sin patria.

Por eso sentimos tristezas muy hondas al llegar días como este, en que no nos es dable buscar expansiones para nuestro júbilo, ya que, traídos a la condición de esclavos, nuestro mismo aplauso parecería lisonja servil y humillante a los que nos tratan no como a hermanos sino como a objetos míseros y explotables.

Culpa es de ellos si necesitamos reprimir la santa emoción del patriotismo evocando la sombría remembranza de nuestro dolor inmerecido.

Culpa es de ellos si no se unen hoy en abrazo estrecho los que sustentan teorías varias, para ir juntos a depositar una ofrenda en los altares de la tradición.

No siembren las semillas del odio, no ahonden el abismo de la discordia echando en sus senos la injusticia; no pretendan ejercer un monopolio inadmisible y absurdo; que de ese modo laboran y trabajan contra lo que hipócritamente dicen defender y venerar.

El Dos de Mayo es una fecha símbolo; pero símbolo de valor, de hidalguía, de generosidad, de abnegación; no símbolo de lucro, de negocio, de privilegio, de servidumbre y de conquista.

En él puede aprender todo el que de bueno y leal patriota se precie, como los pueblos débiles se imponen a los invictos

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capitanes, y cómo se lucha el día en que peligra el honor del territorio que se ama.

Para los que son capaces de aprenderla no tiene lección más gráfica el pasado ni la tendrá más fulgurante el porvenir.

LA DEMOCRACIA, 2 de mayo de 1893.

La segunda jornada

EL DIRECTORIO AUTONOMISTA RECOMIENDA EL MÁS ABSOLUTO retraimiento en las elecciones municipales 31 •

Y es preciso acatar la recomendación, aunque un cúmulo de intereses y de conveniencias nos impulse a las urnas. Las colectividades que se precian de viriles no vacilan jamás en frente del sacrificio.

Bien es cierto que causa honda tristeza consentir el fácil triunfo de un adversario implacable y absorbente.

Mas, ¿ qué ganaremos en los municipios mientras un simple alcalde pueda suspender nuestras resoluciones?

Y, por otra parte, si en Mayagüez se votó el retraimiento cuando aún no se esperaba el vejamen de la cuota, ¿habríamos de retroceder hoy que cien causas distintas nos aconsejan una actitud intransigente y altiva?

Con la legislación actual, centralizadora, casuística, desmedrada y torpe, nos encontramos cohibidos para desarrollar en los Consejos populares el sistema de economías que está pidiendo a gritos el país.

La Diputación nos abruma con sus derramas onerosas, los presupuestos de cárceles crecen, el número de parásitos aumenta y ningún esfuerzo basta a remediar lo irremediable.

¿ Una localidad quiere acortar sus gastos y reducir sus ingresos?

Pues aparece el alcalde, a quien conviene mantener su propio sueldo y el pingüe sueldo de los vampiros que le rodean. El alcalde, que pone en juego sus recursos, que empeña su

31. En un Manifiesto publicado el 27 de abril (1893), el Directorio autonomista exhortaba a sus correligionarios a no concurrir a las elecciones municipales convocadas para los días 9 a 12 de mayo de 1893. '114

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influjo, que apela al eterno principio de autoridad y consigue que el gobernador anule lo que hicieron los representantes del pueblo.

Municipios hay, no obstante, en que todo el poder de los caciques no alcanza a dominarnos ni a vencernos ; en tales municipios predominó siempre la mayoría liberal.

Y a ellos pertenecerá la mejor parte de gloria si desdeñan las curules y prueban con hechos que les repugna moverse en los limites de una ley incompatible, no ya con sus anhelos de reforma y de progreso ; incompatible hasta con su honor y su decoro.

Pues qué, ¿hemos de· mirar con estoica indolencia que se nos desaire por sistema y que no se considere apto a ningún hombre de ideas y de principios avanzados para dirigir la marcha de un villorrio?

La abstención es el único camino abierto y libre: la abstención completa, sin términos medios que la debiliten y la destruyan.

Abandonar nuestra representación en Cortes era difícil y la abandonamos. Es más difícil abandonar nuestra representación en los ayuntamientos, y la abandonarémos.

De aquélla, ninguna utilidad debíamos prometernos. En veinte años de labor parlamentaria nuestros ilustres diputados no han podido hacer nada por la Isla que les dio sus sufragios. De suerte que si en lo futuro nos prometían iguales frutos, poco perdemos al dejar de votarles.

De ésta era licito aguardar algo más serio y más inmediato. ¡Quién sabe a cuántas familias liberales deja sin pan nuestra conducta!

Comarcas como Barros, Comería, Juana Díaz, en que el ayuntamiento tendió siempre a auxiliar a nuestros amigos, caerán en manos de los conservadores y serán pasto de la famélica voracidad.

No importa. Que cumplan los fines de su política bastarda; que el festín les indigeste y que surja la necesidad de traer elementos sanos e inteligentes a los centros administrativos.

Entonces, el día en que esto suceda, nos echarán de menos, se volverán unos contra otros, a semejanza de las fieras del desierto, y se desgarrarán con inaudita furia.

Ese es nuestro triunfo.

No empañemos con la sombra de una defección nuestra lim-

pia historia; no faltemos a la disciplina que nos manda despreciar los comicios. Y mientras permanecen nuestros hombres en la penumbra de la vida privada, prepárense por el trabajo, por el ahorro, por la lectura, por el estudio a las contingencias del porvenir.

Guiemos el arado mientras gozan otros el lucro ; convirtamos las tierras baldías y demás en cafetales y cañadas ; acudamos a la industria remuneradora, al comercio que enriquece, a la agricultura que salva, y seamos así los dueños del terruño. Y guardemos, entretanto, en el corazón la memoria de estos días, en que se nos explota. ¿Acaso no se teme a nuestra represalia?

El 5 de abril, demostramos que la dignidad es siempre para nosotros una sacra divisa.

Fue aquella la primera jornada y fue brillante.

Esta es la segunda y no lo será menos.

En las presentes lidias, a los conservadores toca votar.

A los autonomistas, protestar. Y cada uno ocupa su puesto.

LA DEMOCRACIA, 3 de mayo de 1893.

LJ OJEÁBAMOS, HACE POCOS DÍAS, LAS COLECCIONES ÚLTIMAS DE «LE r Petit Journal», y se detuvo nuestra mirada en un lindo dibujo que representa a Monsieur Casimir Perier en el instante de penetrar en la Cámara de su país por vez primera como presidente del alto cuerpo legislativo.

Joven, de continente grave y simpático a la vez, de ojos pardos en que se reflejan el talento y la energía, aparece en la lámina rodeado de supremas distinciones.

Le rinden homenaje los militares que forman a su paso, y ante él la nación entera se descubre sin servilismo, ofreciendo tributo a sus virtudes, a su capacidad, a su prestigio.

Es un hombre civil, un simple ciudadano que a los ocho lustros llega a la posición más hermosa que puede soñarse y está indicado para suceder a Monsieur Carnot en las cimas de la República francesa.

No queremos ocultar la envidia que sentíamos al contemparle: no envidia que nace de aspiraciones mal satisfechas; no envidia personal, torpe y enlutada; envidia al pueblo que sabe levantar de ese modo a sus hijos y que puede brindar tales estímulos a las generaciones que educa.

¿A qué establecer paralelos desconsoladores? ¿A qué comparar la cultura y el vigor de Francia con el atraso y la debilidad de Puerto Rico? Francia es libre; Puerto Rico, ¡ay!, acaso no lo será nunca.

Pero cuando la fantasía se exalta, ¿quién la cohíbe en sus vuelos de águila y en sus atrevimientos de loca? ¿ Quién refrena sus• ímpetus y doma sus audacias? ¿ Quién la contiene y la sujeta al poste de la realidad? 117

Nosotros, ante la hermosa lámina, nos decíamos con tristeza:

Un francés muy mozo, en la plenitud de su desarrollo físico, no es insensato si aspira a ocupar los cargos más ilustres de su tierra.

Un puertorriqueño debe manifestarse conforme si le permiten vegetar en el fondo de su cabaña y morir en el abandono y en el olvido.

Gentes tuvimos y tenemos de extraordinarias aptitudes, irremisiblemente agobiadas por la adversa fortuna; otras, que luchan con la fe perdida y con el entusiasmo marchito.

El día en que esta roca produce un Baldorioty, los poderes coloniales le cierran todas las vías y le dejan perecer como un mártir.

Padial, Braschi, Freire, Monge, ¿a qué aspiraban? ¿A qué podían llegar?

Aquí, los verdaderos patriotas cosechan cada día nuevos desencantos. No poseen nada en el rinconcito en que nacieron y hasta se les niega un pedazo de patria.

Para nosotros, las carreras están casi cerradas: los cargos, las prebendas, lo que produce beneficio, lo que trae honores pertenece al elemento que por sarcasmo se llama español.

¿ Qué horizontes abrimos a la juventud que se levanta? ¿ Qué alientos ofrecemos a su ambición?

Sin centros universitarios en que instruirla; sin esperanzas risueñas que ofrecerle ; sin ejemplos fulgurantes que presentarle, esa juventud siente la ausencia del ideal.

¿Le permiten montar un alazán, lucir un vehículo flamante, agitarse a los acordes de un merengue, arriesgar unas fichas en el Club?

Pues ya e.stá satisfecha y tranquila, como si no existiesen cosas altas en el mundo o como si para sus actividades no hubiera campo en torno suyo. '

Envidia, sí; envidia nos causa ver que en España los españoles, y en Inglaterra los ingleses, y en Méjico los mejicanos llegan a todas las cumbres mientras en Puerto Rico los que se debaten y resisten llegan a todas las amarguras.

¡Cuán bello sería señalar en el campo de la política o en la esfera de los negocios a unas pocas notabilidades y decir a nuestros hijos:

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«¿ Véis a aquel ministro de la nación? Es puertorriqueño. ¿ Véis aquel naviero archimillonario? Es puertorriqueño. ¿ Véis aquel general lleno de gloria? Es puertorriqueño. ¿ Véis aquel orador, a aquel diputado que os conmueve con su palabra elocuentísima? Es puertorriqueño!»

Nosotros podremos decirles:

«¿ Véis esa tribu de parias que agita sin derechos, sin prerrogativas, bajo la tutela y bajo el látigo? Ese es vuestro pueblo. ¿ Véis esos seres que a nada aspiran, porque nada se les concede, y que van uncidos a la coyunda como bueyes humildes que labran el surco palmo a palmo? Esos son vuestros compatriotas.»

Todo ello es triste; pero todo ello es verdad.

LA DEMOCRACIA, 4 de mayo de 1893.

TAL DÍA COMO ESTE, EL 5 DE MAYO DE 1821, EXPIRABA SOBRE UNA roca escuetsi y triste, el titán que tuvo en sus manos el imperio del mundo.

Nacido en una isla del Mediterráneo; educado en las ideas revolucionarias de la enciclopedia; ambicioso como César y como César inquieto y audaz, llevaba en su mente el torbellino de las grandes ideas y en su alma el incendio de las grandes pasiones.

Hijo de la guerra, su corcel holló triunfante todas las campiñas de Europa y su espada relampagueó terrible sobre todos los tiranos del planeta.

Era a la vez un legislador y un combatiente.

Sometía a los reyes por la fuerza y llevaba a los pueblos el espíritu liberal e igualitario de la Francia. Nunca tuvieron las ideas tan insigne propagandista; nunca se vio flamear con tanto brillo el estandarte de la democracia.

Donde había señores absolutos creó gobiernos responsables; donde había hogueras para el pensamiento, encendió luminarias para la libertad.

Sus ejércitos sirvieron de vehículo a las doctrinas de Voltaire, de Diderot y de Juan Jacobo, y en la aurora del siglo XIX se levantó él, como heredero a un tiempo mismo de Carlo Magno y Robespierre.

Tenía los arranques propios del genio que vence y subyuga. Acostumbrado a vencer y a dominar, su palabra era imperativa y acerada. Júpiter, esgrimiendo su manojo de rayos, tiene alguna semejanza con Bonaparte.

Amenazó a diez naciones, lidió con diez ejércitos, el destino 120

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le proclamó invencible y fue al cabo a caer en las llanuras de Waterloo.

De él puede decirse que vivió como un águila, libre y soberano, y murió, como un Prometeo, sobre el peñasco a que le sujetaba la traición.

Ningún mortal ha llegado a las cúspides en que él puso su planta.

Desde cualquier punto del globo, al dirigir la vista hacia los sucesos que trastornaban a la humanidad, un nombre aparecía en alto, con los esplendores de la victoria: Napoleón.

Sabía engendrar en torno suyo el heroísmo y por eso su guardia no se rindió jamás.

Confundíase con el estampido ronco de sus cañones el bélico estridor de la Marsellesa, y así iba desde Toledo a Moscow, desde los Alpes a Egipto, despertando a los pueblos soñolientos. Irrespetuoso con los ídolos, arrancó al pontífice de Roma y le trajo a París cual si se tratase de un acólito.

Engendró muchos males y derramó muchos bienes. Legislando, tenía algo de Licurgo; combatiendo, tenía algo de Aníbal.

Con la sangre toscana heredó el gusto por el arte y por las letras.

Hablaba con lenguaje sobrio, breve, rápido, febril. Sus arengas quedarán para siempre en la historia; un ejemplo: «Soldados, recordad que desde lo alto de esas pirámides, cuarenta siglos os contemplan».

¿No son veinte?

Le empujaba la movilidad de la inteligencia que busca nuevos horizontes, y marchaba del Ebro hasta el Danubio como .una tromba cargada de relámpagos.

Llevando su iniciativa a todas las regiones y a todos los círculos, era a la vez legista, capitán, poeta, orador, arúspice y magistrado.

Y un hombre tan inmenso rodó, vencido por la fatalidad, desde el apogeo de su poder y de su fama.

El 5 de mayo es una efeméride que nos obliga a meditar 32

32. No han de confundirse y enredarse las apariencias. Aquí se trata, a nuestro mejor entender, de la na_tural admiración que despertaba el genio y la gloria de Bonaparte en un medio deprimido, y no de ningún velado napoleonismo tropical. Ya que Muñoz Rivera era demasiado liberal y demócrata para coincidir en el fondo de su alma y temperamento con el Gran Corso. (Lidio Cruz Monclova y Antonio J. Colorado, Noticia y pulso del movimiento politico puertorriqueño 1808-1898-1952, México, 1955, p. 70.l 121

Ese día se abrió un sepulcro en la Francia y un hueco en la historia.

El sepulcro contiene los despojos de Bonaparte. El hueco no se llena jamás.

Nuestra raza, esta raza latina que tanto amamos, necesita un genio que la impulse, un héroe que mantenga su influjo y su predominio sobre la faz de la tierra. Bismarck no existiría si existiera Napoleón.

Y el nervio, el carácter, el empuje de los latinos quizá murieron en Santa Elena.

¡Quiera el Cielo que resuciten en la posteridad!

LA DEMOCRACIA, 5 de mayo de 1893.

El homenaje

con el carácter de que ese cargo le inviste, ha asistido a las fiestas que se celebraban ayer como tributo a Sus Altezas los representantes de la monarquía española 33 •

Y como detrás del caudillo es lógico ver a la hueste, nosotros declaramos que, al rendir homenaje a los viajeros augustos, el ilustre director autonomista no puede contar con la adhesión de LA DEMOCRACIA.

Libre es cada uno de inspirarse en sus convicciones y quizás el señor Blanco piensa que obra leal y cuerdamente declarándose republicano antes de ahora 34 y yendo después a los banquetes y a los saraos palatinos.

No llegó nunca hasta aquí la noticia de que Pi ni Salmerón, Labra ni Azcárate frecuenten la residencia real ni acudan a solemnidades de índole monárquica.

Pero es posible que las costumbres políticas de la colonia deban diferir de las costumbres políticas de la metrópoli y que el señor Blanco proceda con absoluta corrección.

Sólo que nosotros, republicanos sin alarde, demócratas sin ruido, no queremos que se nos contemple alrededor de un trono y nos alejamos a respetuosa distancia.

También tenemos, como el señor Blanco, el derecho de apreciar los asuntos con criterio propio, sin comprometer en ningún

33. Los Infantes don Antonio y doña Eulalia de Borbón llegaron a San Juan el 5 de mayo (1893), de paso para la Exposición Universal de Chicago.

34. Blanco Sosa se había afiliado al Partido Republicano, presidido en España por don Nicolás Salmerón Alonso, en 1891, a raíz de haber hecho su ingreso en aquél don Rafael Maria de Labra.

123

caso, por actos débiles o irreflexivos, a la agrupación en que servimos con orgullo.

Como republicanos, no nos parece oportuno ni correcto lo que repugnarían de seguro nuestros afines de la Península.

Como autonomistas, aún se nos antoja menos correcto y oportuno acudir al espléndido festival cuando soporta el país tantas injurias.

Si nada podemos esperar de los Borbones restaurados; si sus gobiernos escarnecen a nuestro pueblo, ¿es lícito, es justo que les brindemos holocausto?

En esas mismas recepciones, en esos mismos banquetes, ¿ no se prescindió de las <lamas puertorriqueñas?, ¿no se hirió de nuevo el sentimiento regional?

Y, de otra parte, ¿no nos obliga nuestra situación a una reserva altiva que nos ponga a cubierto de la nota de serviles?

El señor Blanco concurrió al templete de la Marina, al festín del municipio, al besamanos de la Fortaleza, a la jira campestre de Río Piedras.

Simbolizado por él estuvo el partido autonomista, este partido que hace poco se revolvía colérico bajo el insulto de la cuota.

Nosotros queremos constituir la excepción, y, si en todo lo demás seguimos a la colectividad, en ese punto seguimos a nuestra conciencia.

Y no se arguya que nada hace en la fiesta presente la politica.

Era don Cristino Martos 35 un gran republicano español y no se le veía nunca en la residencia de don Alfonso. Un día, quiso

35. Don Cristino Martos era un notable abogado y político oriundo de Granada. Intervino en la revolución de 1854 y luego en el intento de 1866. Fue ministro de Estado en el año de 1869, bajo el Gabinete de Prim. Durante el reinado de Amadeo de Saboya, volvió a ocupar la misma cartera y también con el Ministerio de Ruiz Zorrilla, en 1872. Al advenimiento de la República, de 1873, resultó electo Presidente de la Asamblea Nacional, desde cuya posición trató de dar un golpe de estado, cosa que destruyó el ministro de la Gobernación, Pi y Margall. Por lo que huyó a Francia y alli permaneció hasta los días inmediatos al golpe militar con que Pavía derribó a la República. En 1874, se le nombró ministro de Gracia y Justicia, y a poco de restaurada la Monarquía. incorporóse a sus filas, llegando a ser Presidente del Congreso bajo el Gobierno Sagasta, en 1889, y dando lugar al escándalo del «cristineo». Murió en 1893. (Angel Ossorio, Diccionario político españot; histórico y biográfico (Desde Carlos IV hasta 1936), Buenos Aires, Editorial Mundo Atlántico, 1945 pág. 581.)

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acercarse a los poderes históricos y penetró en el regio alcázar presidiendo una comisión de arroceros.

La prensa republicana censuró aquel acto y la opinión le consideró monárquico desde aquel instante.

A raíz de la inocente visita ingresó en el fusionismo y aceptó la presidencia de la Cámara.

Los hombres a quienes levanta el voto de su partido hasta la jefatura suprema, contraen enormes responsabilidades y han de ceñir su conducta a reglas muy estrictas.

Dos palabras para concluir.

Nosotros hubiéramos querido ver a nuestra colectividad alzándose como una protesta contra el despilfarro de los sudores del pueblo y contra el homenaje a los símbolos de la monarquía.

Hacer acto de fe centralista o zorrillista y presentarse luego ante el solio de un Montpensier o de un Barbón, será diplomático y hábil, demostrará estrategia y astucia, pero a nosotros no nos satisface.

Y no queremos, no podemos, no debemos aplaudir lo que rechaza nuestra altivez de liberales; lo que repele nuestro corazón de patriotas.

Para la lucha, para la protesta, para el peligro cuéntese con nosotros; para el tributo, para el holocausto, para el homenaje, jamás.

LA DEMOCRACIA, 6 de mayo de 1893

El luto de un pueblo

EL VAPOR «REINA CRISTINA», QUE TRAJO A PUERTO RICO LOS Infantes, trajo también a LA DEMOCRACIA una hoja de papel impreso que circuló en La Coruña por miles y miles de ejemplares.

La reproducimos entera, copiando exactamente su forma tipográfica, sus orlas de luto y hasta el pie de imprenta que le da carácter de autenticidad.

Tal y cómo la ven nuestros lectores recorrió los confines de Galicia al paso de las personas reales, elocuente en su laconismo y sobria en su altiva sencillez.

A los Infantes

DOÑA EULALIA y DON ~ONIO

ALTEZAS:

Galicia lleva en estos momentos luto en el alma, carmín en las mejillas. Es que se siente inicuamente afrentada por el gobierno de S. M. cuya representación lleváis al certamen de Chicago.

No extrañéis, pues, que este noble pueblo os vea pasar silencioso.

Quiera el Cielo que cuando regreséis hayamos depuesto el luto y reparado la afrenta.

En La Coruña, a 21 de abril de 1893.

LA JUNTA DE DEFENSA

Tip. La Gutenberg, Barrera, 19. 126

Ayer, nosotros censurábamos al jefe autonomista por haber asistido, con su carácter político, a las fiestas monárquicas.

Hoy, nos sentimos orgullosos de coincidir con los patriotas que, allende el Atlántico, creyeron que debía permanecer silencioso un pueblo que lleva luto en el alma, carmín en las mejillas.

Galicia vota con el sufragio universal; Galicia tiene el juicio por jurados; Galicia disfruta la identidad civil; Galicia no fué injuriada por decretos absurdos.

Y, sin embargo, Galicia cree que debe guardar sus manifestaciones de júbilo y sus homenajes de simpatía para cuando deponga el luto y repare La afrenta.

Y nosotros, que hace tres meses no más recibíamos en pleno rostro el más duro de los ultrajes; nosotros, que decidíamos encerrarnos POR DECORO en el retraimiento, vamos a doblar la cerviz en la recepción palaciega y a apurar el champán de la alegría en el opíparo banquete.

El partido está de duelo y, sin embargo, en la persona de su director político, que le representa, asiste al festival y se une al homenaje y sanciona el tributo.

De suerte que mañana, en las Cortes o fuera de las Cortes, se dirá que estamos ·satisfechos, que no nos duele el insulto, que la abstención es una fórmula ridícula, debilitada por los que deben comunicarle vigor, fuerza, solemnidad y prestigio.

El contraste es doloroso: mientras el pueblo galaico habla a los Infantes el lenguaje sobrio y viril que corresponde a su vergüenza y a su luto, el pueblo puertorriqueño, en su personalidad más caracterizada, en su representación más genuina, consagra a los Infantes sus halagos y olvida en el festín sus amarguras.

Ni un correligionario fue a las urnas: ni un correligionario debió ir a las fiestas.

¿ Se nos trata con desdén, se nos relega al último sitio dentro del Estado, se nos proscribe y se nos injuria?

Pues nos toca guardar silencio, como nuestros hermanos de Galicia, y no servir de comparsa a los que sólo cuentan con nuestro concurso para dar tonos de generalidad a sus festejos.

¿ De qué sirve la protesta si se desvirtúa con actos de adhesión inútiles y estemporáneos?

Nosotros debimos dejar a las autoridades, al elemento burocrático y al elemento incondicional, a los que ejercen el mando

o disfrutan el monopolio, que recibiesen solos a los serenísimos Infantes.

Nosotros debimos decir a doña Eulalia y a don Antonio:

Altezas: Borínquen lleva en estos momentos luto en el alma, carmín en las mejillas. Es que se siente inicuamente afrentada por el gobierno de S. M. cuya representación lleváis a Chicago. No extrañéis, pues, que este noble pueblo os vea pasar silencioso.

¡Quiera el Cielo que cuando regreséis hayamos depuesto el luto y reparado la afrenta!

LA DEMOCRACIA, 8 de mayo de 1893.

Salud a "La República"

EL JOVEN Y DIRECTOR DE «LA REPÚBLICA» 36 , DON JOSÉ DE DIEGO, se aparta del periodismo militante y de la vida pública, dejando entrever que algún anónimo cobarde le detiene y que alguna inesperada decepción le trastorna.

Nosotros creemos -sin entrar en las intimidades del colega - que una decepción y un anónimo no serán nunca motivo suficiente para que el gladiador abandone su puesto ni para que el adalid deserte su bandera.

Armado de todas armas entró en el estadio. Parecía dispuesto a reñir cien combates por la libertad y por la democracia. Tenía el ímpetu de los arrebatos juveniles. Era, en fin, una hermosa esperanza y una promesa encantadora.

Nosotros le saludamos los primeros, consagrándole justísimas loas, distinguiéndole con no comunes predilecciones, viendo en él un brioso e inteligente paladín del derecho, de la justicia, de la patria.

Hoy, su actitud -no queremos negarlo -nos produce deplorable efecto.

Diríase que el hábil periodista creyó, con paradisíaca inocencia, que en el campo de la lucha no existen las espinas que hieren ni los dardos que punzan, y que al sentir el primer rasguño refrena su corcel de guerra, retrocede y se declara vencido.

36. La República comenzó a publicarse en Arecibo el 19 de enero de 1893. Eran su director don José de Diego; su redactor, don Rosendo Rivera Colón; y su administrador, don Agustín Combell. Se publicaba dos veces por semana, los miércoles y sábados. Véase: Coll y Toste, Boletín Histórico, XIII, 81. Pedreira, El Periodismo en Puerto Rico, pág. 14.)

No es eso lo que nos auguraban, lo que nos prometían los bizarros impulsos del gallardo camarada.

No es eso lo que se prometía y auguraba el país puertorriqueño.

Los que escribimos este diario, con negra tinta a veces y a veces con sangre del corazón, hemos probado muchas amarguras y soportado muchos dolores.

No hay para nosotros un día que no contemos por una contrariedad ni una semana que no marquemop por un desencanto. Procesos injustos, prisiones arbitrarias, calumnias gratuitas, anónimos mendaces. ¡Bah! ¡Si es la moneda con que se pagan todos los servicios! ¡Si no existieron nunca iconoclastas sin cruz ni apóstoles sin calvario!

Hoy, se publica la reticencia sutil que nos adule; mañana, el folleto venal que nos ataca; ahora, un compañero presta sus columnas a la insidia que nos persigue; después, un correligionario presta sus labios a la calumnia que nos difama.

Vivimos entre el fuego, como la salamandra, y del fuego salimos ilesos, no para abatir el estandarte sino para enarbolarlo con más vigor y mantenerlo con más brío.

También somos jóvenes; pero nos sobran ejemplos que imitar en Salvador Brau, a quien plumas liberales injuriaron sin que él retrocediera ; en Mario Braschi, que supo caer, pobre y digno, sobre su escudo de combatiente; en Francisco Mariano Quiñones, que, con la cabeza nevada y el cuerpo dolorido, aún se yergue como un atleta al abrigo de su historia y al amparo de su pluma.

Al pensar en tales hombres, al recordar al más ilustre y al más sabio, a Baldorioty, comprendemos que nuestra labor se inicia, que no hemos empezado aún, que no hemos dado a la nativa tierra más que los tempranos frutos de una tarea que es preciso sostener por la abnegación y coronar por el sacrificio.

Y no nos explicamos al director de La República retrocediendo ante un anónimo rastrero.

De anónimos así podríamos tapizar las paredes de nuestra redacción nosotros, que hemos removido el fondo de todas las cuestiones y hemos visto el espumarajo de todos los reptiles. Insista el compañero en sus propósitos ; retírese al fondo de su hogar; busque la serena quietud de su estudio; conságrese al cultivo de su numen brillantísimo o al culto de su 130

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musa gemidora; pero no crea que así se justifica su incomprensible retirada.

Los que aquí, en la brecha, quedamos, notaremos la falta de su péñola gentil. ¿ Qué remedio si se inhibe, si le cansa el brazo la pesada lanza?

Como saludamos a José de Diego cuando penetró en el periodismo le despedimos cuando sale del periodismo.

Si en cualquier instante no pudo comprender nuestra hidalguía; si no alcanzó a medir nuestra benévola conducta, esa es cosa que a nosotros nos incumbe apreciar y disculpar.

Ahora, con De Diego o sin De Diego, ¡salud a La República!

LA DEMOCRACIA, 9 de ma'lJo de 1893.

La eterna fórmula

VA CON RUMBO A CHICAGO JULIO VARGAS, EL CÉLEBRE REPORtero madrileño. EL LiberaL 37 le envía al certamen colombino.

Debe de sentir ese periodista muy hondamente las ideas democráticas: de otro modo no representaría al periódico más popular de la metrópoli.

¡Que es culto, no se duda! que conoce el movimiento político de las colonias, es seguro; que le sobran talento y perspicacia, es innegable.

Por sus ideas, por las ideas del diario en que escribe, debíamos prometernos que simpatizase con nosotros, los que en esta tierra amamos a la libertad y a la república.

Más aún: EL LiberaL tiene con los autonomistas afinidades estrechas: El LiberaL está dirigido por Miguel Moya.

Y, sin embargo, al inquirir alguien las impresiones de Julio Vargas respecto a los dos grandes grupos que aquí se disputan la opinión, Julio Vargas dijo:

-En La Península, soy repubLicano; en la·s Antillas, soy español.

Las mismas frases de Ferrer de Couto y Pérez Moris ; las mismas frases de Peñaranda y de Regúlez; la fórmula eterna. Tras ella aparece la desconfianza que late; la sospecha que ofende; el desamor que germina.

37. Periódico republicano desde tiempos del primer gabinete monárquico sagastino, en 1881. Junto a otros periódicos, sostuvo la «acción popular» cuando el crimen de la calle de Fuencarral. (Ossorio, Diccionario político español; histórico y biográfico (Desde Carlos IV hasta 1936), p. 476.)

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El señor piensa siempre que el esclavo no soporta con gusto la cadena.

El tirano ve siempre al siervo en probable rebeldía. ¡Republicano, en Europa; en América, español!

Allá, los esplendores del derecho, el sufragio amplísimo, la tribuna inviolable, la conciencia libre, la ley augusta y el pueblo soberano.

Acá, los horrores del colonialaje, el voto restringido, la tribuna cerrada, la cárcel abierta, la ley hipócrita y el suelo servil. Esa es la síntesis, y no nos sorprende.

Harto sabemos que de la factoría sólo se quieren la utilidad y el lucro. Que produzca, que engendre riquezas, que pague tributos, que reciba una inmigración desnuda y la devuelva opulenta, que trabaje y que sufra.

No habló un monárquico: habló un hombre de principios modernos, que con su inteligencia abarca puntos de vista muy . anchos.

Y habló como todos: con el desdén en los labios y con la duda en el alma.

Nosotros, los pobres periodistas de la ¡::olonia, nos encargamos de responder a Julio Vargas, el ilustre periodista de la patria, devolviéndole íntegra su frase.

Si algún día pisáramos el suelo de la Península, cuando alguien nos preguntase nuestras opiniones políticas, diríamos:

Aquí somos repubLicanos; en Puerto Rico somos puertorriqueños.

Nada más.

LA DEMOCRACIA, 10 de mayo de 1893.

SENTIMOS HONDA SATISFACCIÓN AL PUBLICAR LA CARTA IMPORtantísima que el ilustre jefe revolucionario dirige a una dama puertorriqueña cuya viudez prematura y cuyo decoro intachable merece nuestras vivas distinciones. Nunca como en la presente oportunidad fue con este país más explícito el señor Ruiz Zorrilla; nunca como ahora nos llamó a su lado sin reservas diplomáticas y sin ambigüedades doctrinarias 88 • El documento es tanto más interesante cuanto se contrae a nosotros y a nuestros trascendentales problemas políticos, que

38. Político nacido en Burgo de Osma, fue diputado en 1858, y partidario de una monarquía democrática, conspiró junto al progresismo. Hacia 1866, trabajó en favor de un gabinete progresista con Lersundi, para evitar la revolución de Prim, que ocurrió aquel año. Sumado a la revolución de 1868, que derribó a doña Isabel II, ocupó la cartera de Fomento al constituirse el gobierno provisional del duque de la Torre. Igual sucedió con el definitivo gobierno de Prim, pasando luego al Ministerio de Gracia y Justicia. Electo más tarde Presidente del Congreso, fue quien proclamó y le tomó juramento a don Amadeo l. A la caída del general Serrano. se le llamó para sucederle, y constituyó ministerio con Montero Ríos, Córdova, Beranger, Ruiz Gómez, Madrazo y Mosquera. Su declarada e irreductible enemistad a Sagasta le hizo caer del poder, sustituyéndole el Ministerio Malcampo, al que a su vez sucedió Sagasta y a éste finalmente el duque de la Torre, bajo cuyo gobierno se retiró de la cámara Ruiz Zorrilla. Caído de nuevo el duque, requirióse de don Manuel que formase gobierno, haciéndolo así con Martos, Montero Ríos, Ruiz Gómez, Córdova, Echegaray, Beranger y Ortega y Artime. En 1875, Cánovas lo expulsó de España y desde entonces vivió veinte años en París, promoviendo conspiraciones y revoluciones, casi todas absurdas y frustradas. En 1887, Salmerón se separó de él porque era inclinado a los procedimientos legales. Fue después elegido diputado varias veces, pero nunca ocupó su puesto. hasta que, gravemente enfermo, regresó a España donde murió en 1895. (Ossorio, Diccionario político español; histórico 11 biográfico (Desde Carlos IV), pp. 760-61.)

Una carta de Ruiz Zorilla

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tal vez sólo pueden resolverse dentro de la república, por el concurso de la genuina democracia española.

Antes lo hemos dicho con franqueza: entre los partidos que trabajan contra el hecho monárquico, ninguno nos inspira mayor confianza y mayores simpatías que el partido radical que el emigrado de París impulsa co~ sus alientos de titán y su heroica constancia de proscrito.

Partido que simboliza la protestéf perenne contra los que detentaron en Sagunto la soberanía nacional; contra los que empobrecen a la patria con sus concupiscencias y sus desbarajustes, con sus negocios y sus privilegios.

He aquí la simpática misiva:

Señora doña Oliva Paoli, viuda de Braschi:

Muy señora mía y de todo mi respeto y consideración: Me pide usted una carta para publicarla en un libro que trata de formar en honor a la memoria de su difunto esposo.

Con el mayor gusto difiero a sus deseos.

Era republicano su esposo de usted, trabajó y sufrió persecuciones por propagar las ideas republicanas, y esta sola circunstancia ya le hace merecedor de que su memoria reciba nuestros homenajes.

Pero yo, además, quiero presentarle a Los puertorriqueños como un ejemplo digno de ser imitado.

Los habitantes de nuestras Antillas se han propuesto dividirse en partidos Locales, cuyos programas no interesan todo Lo que debían a Los partidos peninsulares, que son los Llamados al gobierno.

Que ingresen en nuestros partidos; que les presten su valiosa cooperación y en cambio adquirirán influencia en ellos que les servirá para mejorar Laadministración ultramarina y para obtener las reformas políticas a que aspiran.

Que Los demócratas y Los liberales se afilien a nuestros partidos republicanos, que defiendan nuestros ideales_.como Lo hizo su malogrado esposo, y dentro del régimen republicano todas Las esperanzas nobles y Legítimas tendrán esperanzas de realización.

Soy de usted affmo. y s. s.

París, 10 de abril de 1893.

135

Q. B. S. P. M. Rmz ZoRRILLA

Mídase el alcance de esas palabras por la altura de quien las escribe y por el tacto que su posición le impone.

El llamamiento es claro y afectuoso; pero aun así creemos que no debe precipitarse ninguna tentativa de alianza, mientras los republicanos aparecen divididos por rivalidades torpes y por aspiraciones contrapuestas.

El día en que constituyan una colectividad sola, de ancha base y de fuertes recursos, la república vendrá de cualquier modo, por la evolución pacífica de las ideas o por la convulsión violenta de las armas.

Los autonomistas de esta tierra no repugnan la forma republicana, que es su desiderátum bellísimo.

Sólo que, expertos en la lucha, aguardan que sus afines de la Península formen un todo compacto, lleguen a la indispensable armonía y adquieran la necesaria unidad.

¿No ha de sernos grata la república que abolió la servidumbre de los blancos y la esclavitud de los negros? 119 •

¿No hemos de amarla sí con ella ascendimos a las cimas vertiginosas del poder?

El señor Ruiz Zorrilla dice bien: en su aislamiento los partidos locales no influyen nada sobre el mecanismo nacional.

Preciso es que influyan; mas es preciso también que, para su avance, esperen momentos oportunos.

Sea como fuese, nosotros iremos donde vayan nuestros hermanos; aunque preferimos, entre los grupos democráticos, el grupo de Ruiz Zorrilla, que es, enfrente de la reacción monárquica, la protesta viril y revolucionaria.

LA DEMOCRACIA, 11 de mayo de 1893.

39. Entre otras, los gobiernos de la primera República española. sancionaron para Puerto Rico las siguientes medidas: Ley de Abolición de la Esclavitud (22 de marzo de 1873) ; Ley Electoral. restableciendo el sufragio universal; Ley de Libertad de Asociación; Ley de Libertad de Imprenta; Ley haciendo extensivo a la Isla el artículo primero de la Constitución española de 1869; etc. (Véase en relación: Brau, pág. 273; Díaz Soler, páginas 353-356; Cruz Monclova, II, 257-373.)

El país de los proyectos

ASÍ PUEDE LLAMARSE, SIN HIPÉRBOLE, A ESTA SIMPÁTICA Y OPU• lenta ciudad en que vivimos'º. Surge una idea, adquiere formas tangibles, se convierte en propósito, busca el aliento de la propaganda, conquista la opinión y sube a las alturas de la publicidad. Es agradable, útil, de logro fácil; tiene porvenir; no lesiona ningún interés, no ofrece ningún riesgo; el público la acoge con amor y casi llega a convertirse en un hecho. Entonces vienen la modorra tropical, el l.aissez faire apático, la eterna laxitud. Y la idea se estanca, y el propósito se olvida y el statu quo continúa subsistente, indestructible.

40. En nuestra historia fue primero Caparra, después San Germán y la Capital durante los siglos XVI y xvn (Vicente Murga Sanz, Juan Ponce de León; fundador y primer gobernador de! pueblo puertorriqueño, descubridor de la Florida y del estrecho de Bahamas, San Juan, Ediciones de la Universidad de Puerto Rico, 1959, p. 41). Podemos decir que la exclusiva preponderancia histórica de las villas de la capital y San Germán (Aurelio Tió, Fundación de San Germán y su significación en el desa:rrollo político, económico, social y cultural de Puerto Rico, San Juan. Biblioteca de Autores Puertorriqueños, 1956), se extiende hasta el siglo xvu1, incluyendo la «gran transición» de 1750 a 1808. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX, Mayagüez no solamente desplaza a San Germán, sino que amenaza con romper la primacía multisecular de San Juan. Hacia el último tercio de aquel siglo de oro en los fastos locales (Cayetano Con y Toste, «Breve reseña histórica», E! libro de Puerto Rico, San Juan, El Libro Azul, Publishing Co., 1923, p. 79), la dinámica ciudad de Ponce es la que se colÓca al frente de todas y casi llega a sobrepujar a la capital en las diversas manifestaciones del quehacer insular. (Ver Eduardo Neumann Gandía, Verdadera y auténtica historia de la ciudad de Ponce desde sus primitivos tiempos hasta la época contemporánea, San Juan, 1913).

Hay voluntad para el primer impulso; hay entusiasmo para la primera tentativa, y luego la voluntad se esconde, el entusiasmo se agota y todo sigue su marcha tranquila.

Hemos visto nacer los proyectos del señor Alcalde sobre ornato, sobre asilos de beneficencia; hemos asistido a su iniciación y después... podríamos pronunciar la frase masónica: el silencio reina.

Y el proyecto de ornato era, no sólo necesario, sino viable; necesario porque avergüenza que Ponce esté todavía, a fines de siglo, con su riqueza y con su nombre, tan mal urbanizada ; viable porque sobran recursos para realizarlo en más o menos breve fecha.

¿ Y el proyecto de asilo? Aquí pululan los mendigantes: no pasa un día sin que acudan a nuestra puerta en número considerable. La limosna no es siempre eficaz; acaso no es siempre oportuna.

Hay quien pide por vicio de pedir, por costumbre de no trabajar: por cálculo más que por hambre ; como buen negocio más que como último recurso.

¿ Quién no conoce a ciertos timadores que llegan al umbral con paso dolorido, reclaman auxilio con voz moribunda, se retiran lentamente, y luego, al doblar la esquina, se yerguen y andan con presteza y emplean en alegre charla sus magníficos pulmones? •

Pues eso se evita con el asilo en que caben cuantos necesitan implorar la caridad pública.

Del asilo, sin embargo, no se habló más. Ha pasado al almacén de las momias y sería inútil querer galvanizarle.

¿ Y los demás proyectos?

Urge traer a Ponce una sucursal del Banco Español, que facilite con sus fondos las transacciones mercantiles, que abarate el dinero, que influya poderosamente en él la esfera económica. Se dijo que estaba reunido el capital, que la sucursal vendría. Y la sucursal no viene.

Una caja de ahorros es institución qué alcanzaría existencia robusta.

Ahí todas las ambiciones convergen a la lotería, que es el juego más inmoral y más depauperador que se conoce.

La lotería arranca al pobre una parte de su mísero salario engañándole con la mentida esperanza de premios fabulosos que no llegan nunca.

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La lotería es un espejismo en que la fortuna aparece tan cercana que en cada sorteo creen tocarla los ilusos; y abandonan el trabajo porque el premio grande es más cómodo

La lotería resulta infame, y si el pueblo tuviese exacta noción de lo que ella representa, de lo que ella perturba, la consagraría al odio más cordial y más profundo.

Pues la caja de ahorros es un medio de combatir la lotería: cecí tuerá cela, dijo Víctor Rugo aludiendo al libro y a la iglesia en lucha: esto matará aquello, repetimos nosotros, aludiendo al ahorro y a la lotería.

El proyecto existe, ¿ cómo ha de faltar?, pero morirá lo mismo que sus precursores.

Que las energías se despierten, que nazca el hábito de la perseverancia y Ponce tendrá calles espléndidas, asilos benéficos, Bancos agrícolas y comerciales, cajas de ahorro, todo lo que debe tener para aspirar al título de la Atenas de Puerto Rico, que dirían los del manifiesto electoral. Entretanto, más tiene de Gomorra que de Atenas.

LA DEMOCRACIA, 12 de mayo de 1893.

Pega, pero escucha

eOMO LA SINCERIDAD Y LA FRANQUEZA SON NUESTRA NORMA DE conducta ; como nada tenemos que ocultar al partido autonomista ni al país; como juzgamos útil que se aquilaten las acusaéiones que vienen sobre nosotros, reproducimos el siguiente suelto, que publicó La Correspondencia •1, del miércoles:

Preguntando hoy uno de nuestros reporteros al jefe del partido autonomista qué opina de los ataques que le dirije LA DEMOCRACIA y del modo con que aprecia dicho periódico el acto de cortesía y las inequívocas muestras de patriotismo con que ha recibido este pueblo a los Serenísimos Infantes de España, les contestó el citado jefe:

-¿Qué· he de opinar? Lo que piensan todas las personas sensatas que han seguido paso a paso las evoluciones de LA DEMOCRACIA y de su director desde que vino al estadio de la prensa, diciéndose autonomista, aunque no lo parece. Es una publicación desequilibrada por su afán de llevar al partido por senderos torcidos e inconvenientes, y por el ansia de ejercer sobre él una dictadura imposible, sobreponiendo el capricho de sus hombres, los del periódico, a las legítimas autoridades

41. Este periódico, destinado a una larguísima vida, había sido fundado en 1890, por don Ramón B. López. Bajo el signo de «absolutamente imparcial», La Correspondencia tuvo sucesivamente de directores a Francisco Ortea, Manuel Zeno Gandia, Juan Braschi, Joaquín Barreiro, Luis Cuevas Zequeira, Conrado Asenjo, Enrique Colón Baerga, Fernando Sierra Berdecia, Emilio Delgado y Francisco M. Zeno. (Peclreira, Et periodismo en Puerto Rico; ,bosquejo histórico desde su iniciación hasta el 1930, p. 145.)

del partido, sin respetar ninguna. De esa obsesión nacen sus numerosas y constantes contradicciones y caídas. LA DEMOCRACIA confunde a España con la Monarquía, al jefe irresponsable del Estado con el Gobierno responsable, a Los Infantes de España con Maura y Sagasta. su ídolo de ayer, al pueblo puertorriqueño con eL pequeño grupo de sus redactores y colaboradores, a los autonomistas, un partido legal y altamente patriótico, con los que no pueden mostrarse, sin duda por hallarse a más que honesta distancia de la Ley y de La Patria, a la democracia con la demagogia, y a la austeridad republicana con la descortesía. Cualquier persona de buen sentido que lea detenidamente esos artículos observará en ellos, desde Luego, tan deplorable confusión. •

»El partido autonomista no es una bandería de rebeldes, ni su jefe un ciudadano Nerón, opuestos por sistema a todo acto emanado de los altos poderes nacionales. Hace la oposición al . Gobierno o se pone resueltamente a su lado, cuando debe hacerlo. Y sólo a LA DEMOCRACIA periódico, pudiera ocurrírsele que precisamente en los momentos en que la nación representada por los Serenísimos Infantes Llama cariñosamente a su seno a esta región, reconociendo por primera vez del modo más explícito La legalidad deL partido autonomista puertorriqueño, la sinceridad de su credo y sus procedimientos, y su existencia como uno de Los factores más importantes y valiosos de esta sociedad, el partido autonomista y su jefe debieran volver La espalda a ese llamamiento, contestando deL modo más descortés y desdeñoso a eL Conocedor de los deberes que me impone mi posición y decidido a cumpLirlos vigorosamente. pese a quien pese, añadió el señor Blanco, tengo la seguridad de que procediendo como he procedido he interpretado fielmente los sentimientos de! partido que son los del país; pero aun en el evento imposible de que así no fuera, no me arrepentiría de haberlo dirigido bien, llenando así cumplidamente la elevada misión con que me honrara. Nunca pudimos presumir que el señor Blanco perdiera su serenidad hasta el extremo de acumular contra LA DEMOCRACIA injurias sin prueba y cargos sin lógica.

Léanse nuestros artículos El Homenaje y El Luto de un Pueblo 42 • Allí no se encuentra una palabra irrespetuosa para 42. Véase págs. 121 y 124.

el jefe. Repugnábamos sus procedimientos, censurábamos sus actitudes. ¿ Ofenderle? ¿Agraviar le? Jamás.

Se nos imputa, a lo que parece, un enorme delito: el delito de creer que los actos públicos de los hombres públicos están sujetos al examc:;n y a la crítica.

El señor Blanco, si deseaba convencernos y convencer a la opinión, pudo esforzarse en demostrar que obró correcta y lealmente asistiendo al besamanos palatino, al banquete monárquico y a la jira campestre; que el luto de la patria puertorriqueña no nos impide regocijarnos en ostentosos festejos oficiales; que resultan compatibles la protesta varonil y el tributo cortesano.

Nada de eso demuestra el señor Blanco; antes bien, monta en ira contra LA DEMOCRACIA, la hace víctima de sus eno- • jos, la moteja y la maltrata, colérico y agresivo, y hasta le niega su condición de autonomista.

Por esa senda tampoco le seguimos. Nos lo veda el culto que profesa LA DEMOCRACIA a las buenas formas periodísticas y el culto, aún más severo, que rinde a las ideas, en este instante representadas por la entidad del director político.

Que el partido no es una bandería de rebeldes, lo sabíamos; que no se opone por sistema a todo acto de los poderes nacionales, nos constaba; nosotros, en días muy próximos, hemos aplaudido actos correctos del gobernador.

De esto a inclinar la cerviz ante el trono; de esto a tomar parte en el festival monárquico, media enorme distancia. Hace dos meses que la prensa liberal orlaba en negro y rojo sus columnas: en negro y en rojo, los matices simbólicos del luto y el rubor. Hoy, esa misma prensa concurre a los saraos de los reyes, en la persona del señor Blanco, que es su legítimo representante.

LA DEMOCRACIA, consecuente con su historia, hace notar su desagrado y necesita, si sus demás compañeros callan, constituir ella sola la excepción. ¿ Qué más puede pedírsele cuando previamente, antes de llegar las Serenísimas Altezas, había mantenido igual criterio?

Al señor Blanco queda la gloria de sus homenajes a los príncipes, primero; de sus injurias a nosotros, después.

¿ Quiere el partido compartir esa gloria?

LA DEMOCRACIA, 13 de mayo de 1893.

eOMO NO ENCUENTRA RAZONES, VERDADERAS RAZONES, PARA DEfender sus homenajes, el señor Blanco acude a un recurso efectivista, que es preciso destruir por lo repugnante y por lo absurdo.

Sólo a LA DEMOCRACIA - e·scribe- pudiera ocurrírsele que precisamente en los momentos en que la nación, representada por los Serenísimos Infantes, llama cariñosamente a su seno a esta región, reconociendo POR PRIMERA VEZ, del modo más explícito, la legalidad del partido autonomista puertorriqueño, la sinceridad de su credo y sus procedimientos y su existencia como uno de los factores más importantes de esta sociedad, el partido autonomista y su jefe debieran volver la espalda a ese llamamiento, contestando del modo más descortés y desdeñoso a él.

He ahí el argumento Aquiles, el único argumento en que el señor Blanco apoya su defensa. Y es falso, y no resiste el más ligero análisis.

¿Nos llama la nación a su seno porque el General '3 invite al señor Blanco a un banquete y a un besamanos?

El General es hombre experto, tiene instrucciones de Madrid para desvirtuar en lo posible la actitud viril del partido autonomista, conoce las debilidades humanas e influyó sobre el director político a fin de que éste, con su carácter y con su representación, diese relieves de popularidad a las fiestas y rindiese tributo a los hijos de los reyes.

43. El gobernador Daban.

El general, diplomático hábil, consiguió su objeto: el país y la prensa liberal, que vestían de luto el 5 de marzo, en la vergüenza pública de las elecciones, concurrieron a palacio, inclinaron la frente y apuraron el champán del júbilo oficial, el 5 de mayo.

De modo que el luto no existe ya y todas aquellas dignísimas protestas de un pueblo ofendido en su honor y burlado en su derecho, desaparecen bajo los anchos pliegues del solio, entre los alegres rumores de festín y entre las notas de la marcha real española.

¿Qué se reconocen POR PRIMERA vez la existencia y la legalidad del partido?

¿ Qué se diría de LA DEMOCRACIA si, para salir de un apuro, sentase un hecho tan inexacto?

La existencia y la legalidad del partido no necesitaban el reconocimiento de los Infantes.

Cuando en la tribuna del Congreso vibró la palabra de nuestros diputados; cuando a la luz del día y en frente de las autoridades celebramos mítines y asambleas y cuando tenemos periódicos que propaguen la salvadora doctrina, cuando los señores Cánovas y Sagasta ven en nosotros un elemento colonial importantísimo, cuando hace seis años que levantamos el estandarte de la autonomía, saludándole con himnos entusiastas viene el jefe, nada menos que el jefe, a decirnos que por primera vez se reconocen ahora nuestra existencia y nuestra legalidad. Esto no es serio. Y el señor Blanco que no está, como LA DEMOCRACIA, desequilibrado; que no siente, como LA DEMOCRACIA, el afán de llevar al partido por senderos torcidos e inconvenientes; que no ansía, como LA DEMOCRACIA, ejercer una dictadura imposible; que no quiere, como LA DEMOCRACIA, sobreponer sus caprichos a nuestros legítimos derechos; el señor Blanco, inteligente, sagaz, oportuno, intachable, no debiera emplear un razonamiento cuya inexactitud, cuya falsedad le consta de una manera positiva. Si aceptáramos como buenas las premisas del jefe, resultaría que hasta el 5 de mayo de 1893 vivíamos fuera de las leyes, fuera del seno nacional, fuera de la patria ; que éramos algo anónimo, clandestino, oculto, misterioso, punible; algo semejante a los carbonarios de Florencia o a los cristianos de las catacumbas; un partido sin garantías, sin porvenir, sin bandera ...

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Y fué preciso que vinieran a reconocer los Infantes nuestra existencia, nuestra legalidad. ¡Oh!, parece mentira que tales cosas se afirmen y que las afirme un hombre tan íntegro, tan correcto, tan ilustre, queriendo justificar sus saludos a la majestad real su participación en las fiestas palatinas, en nombre de un partido que, llevando luto en el alma y vergüenza en las mejillas, no puede, no debe mezclarse en ninguna suerte de festejos.

Lo que decimos es la verdad, noble, honrada, luminosa: la verdad que no se esconde tras la malla del estilo, que se ofrece desnuda a la consideración del país, que por sí sola triunfa y se impone, sin artificios de retórica y sin esfuerzos de dfaléctica.

Observe el señor Blanco el calor con que le aplaude la prensa integrista y el silencio con que le responde la prensa liberal; recuerde que la satisfacción del gobernador y de los infantes es el mejor argumento en contra suya; reconozca su Lapsus; explíquelo al partido con franqueza leal y no pretenda sostener con injurias, con ataques gratuitos y con hechos inexactos una teoría insostenible.

Y ya que nos pegó con tanta saña, escúchenos, que no hemos concluído.

LA DEMOCRACIA, 15 de mayo de 1893.

10.

HEMOS LEÍDO CON CALMA Y DISCUTIDO CON MESURA. A LAS FRASES amargas del señor Blanco no es fácil contestar. Tiene nuestra pluma ímpetus viriles que dormitan ahora. Se trata de un viejo combatiente y levantamos el corazón. Pase por ahí el insulto con su inútil vocerío. No nos molesta. Hay, no obstante, un punto que exige de nosotros enérgico reproche.

LA DEMOCRACIA - dice el señor Blanco - confunde a España con la monarquía; al jefe irresponsable del Estado con el Gobierno responsable; a los Infantes de España con Maura y Sagasta, su ídolo de ayer; al pueblo puertorriqueño con el pequeño grupo de sus redactores y colaboradores; a los autonomistas, un partido legal y altamente patriótico, con los que no pueden mostrarse, SIN DUDA POR HALLARSE A MAS QUE HONESTA DISTANCIA DE LA LEY Y DE LA PATRIA ...

¿ Qué es esto? ¿En boca de un liberal, de un correligionario, el argumento eterno, la eterna cháchara, la miserable garrulería del patriotismo?

¿ Qué es esto? ¿En boca de un caudillo de nuestras legiones la inicua sospecha inventada, utilizada y desacreditada por nuestros torpes enemigos?

Cuando ellos arrojan, por viejos, al arroyo, esas armas, ¿las recoge el señor Blanco para esgrimirlas contra LA DEMOCRACIA, que es toda franqueza y lealtad?

El día en que este periódico advierte que alguien, por alta que sea su posición, por grande que sea su prestigio, traiciona las ideas, le descubre ante el país sin embozarse en la vaga reticencia.

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Quien de tal guisa procede tiene derecho a exigir a los demás idéntica conducta, noble y levantada. La acusación es gravísíma: concrétela el señor Blanco. Busque nuestras colecciones; escoja un bouquet de pensamientos y acúsenos ante los poderes nacionales.

Nosotros ratificamos todas nuestras frases, una por una; nosotros, desde que vinimos a esta liza en que tan hondos desengaños se recogen, trabajamos por hacer patria, por levantar el espíritu de nuestro pueblo, por infundirle los bríos que otros atrofiaban, por conseguir que Puerto Rico se manifieste celoso de su nombre y de su honra. ¿Es un pecado? Castíguesenos. ¿ Es una culpa? Condénesenos. ¿ Es un crimen? Reprímasenos.

¿No es pecado, ni culpa, ni crimen? Pues calle la calumnia y busque caminos más amplios la intriga.

¡La ley! ¡La patria! Dentro de ellas estamos. Bajo la égida de la una, bajo la bandera de la otra se desenvuelve nuestra propaganda: somos de los que pueden mostrarse y se muestran; de los que pueden combatir y combaten, dentro de la ley y dentro de la patria.

¿ También el señor Blanco se cubre con el estandarte, como el más vulgar de nuestros adversarios? ¿ También el señor Bhmco nos apostrofa con igual apóstrofe que La Integridad y La Balanza?

Nunca habríamos creído que tal acusación brotara de tales labios. ¿Brota? Pues el jefe que así juzga a un soldado de sus filas, le enjuicia y le excomulga.

¡Adelante!

LA DEMOCRACIA, 16 de mayo de 1893.

VENIMOS A TRATAR UN ASUNTO IMPORTANTE, ESBOZADO AYER POR nuestro compañero el señor Abril en su crónica diaria. Parece que en las sesiones próximas de la Delegación se propondrá la amalgama del partido autonomista puertorriqueño con el partido centralista peninsular.

El paso es muy grave: tan grave, que él solo puede fijar en lo futuro nuestra suerte, y más aún, la suerte de nuestro país.

La Delegación tiene autoridad para designar comisionados que acudan a Madrid con amplios poderes a fin de resolver el problema; pero la Delegación debe meditar la trascendencia de sus actos.

Desde que la Asamblea de Mayagüez votó la enmienda al artículo 7.º de nuestro Código fundamental•• han corrido largos días y han venido acontecimientos que cambian, respecto de nosotros, la faz de la política española.

Entonces aún nos prometíamos algo de la monarquía liberal; entonces aún podíamos concebir halagüeñas esperanzas.

44. El artículo 7.0 de la Constitución del Partido Autonomista. según quedó enmendado en la Asamblea de Mayagüez de 15 de mayo de 1891, rezaba así:

La Del.egación, de acuerdo con el leader de! partido y por medio de los comisionados que ella designe y éste presidirá, quedan facultados para acordar y realizar inteligencias o alianzas del Partido Autonomista puertorriqueño con !os demócratas peninsulares que acepten o defiendan el sistema autonómico-administrativo de !as Antillas.

Fueron los promoventes de esta enmienda don Manuel Fernández Juncos, don José Gómez Brioso, don Ramón Quiñones Quiñones, don Pedro Carreras Rubau, don Ramón E. Gadea, don José Lloréns Echevarría, don Rosendo Matienzo Cintrón y don José de Diego.

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Hoy sabemos que todos los halagos, todos los privilegios, todas las ventajas, se reservan a nuestros enemigos.

Entonces aún era lícito alimentar un optimismo discreto que nos permitiera ver sin repugnancia sistemática a los hombres de la restauración.

Hoy, únicamente es lícito esforzar la protesta de la dignidad, demostrando que este pueblo no sufre en silencio las injurias que le deprimen ni los golpes que le flajelan.

La situación de los republicanos varía también radicalmente. En 1891, luchaban unos contra otros como adversarios implacables.

En 1893, se unen y fraternizan durante la campaña electoral y unidos como hermanos laboran el advenimiento de la república 45 •

Ya se comprende que tales circunstancias dan impulsos a nuestra evolución republicana, más lógica hoy que ayer a todas luces.

Pero aquí viene la cuestión magna.

¿A qué grupo nos inclinamos?

En el seno de la colectividad autonomista laten cuatro tendencias bien determinadas.

-Tendencia al federalismo de Pi, que, concediendo la auto-

45. El 23 de enero de 1893, quedaba organizada en España la Unión Republicana, mediante el concierto de los republicanos acaudillados por Salmerón Alonso (centralistas), Pi Margall (federales) y Ruiz Zorrilla (progresistas).

Las bases. firmadas en dicha fecha. eran las siguientes: l.ª El fin de la Unión Republicana es acelerar el advenimiento de la República: 2.ª Para la consecución de este íin utilizará, con la actividad y energía que exigen las angustias de la patria, todos los medios que las circunstancias proporcionen y aconsejen. 3.ª La Unión tendrá su Junta directiva residente en Madrid. compuesta de nueve individuos, elegidos tres por cada una de las direcciones nacionales de los partidos republicanos. A esta Junta corresponderá la suprema dirección de los tres partidos para todos sus fines generales y comunes, y estará ampliamente facultada para nombrar dentro y fuera de Madrid las delegaciones que estime necesarias para la realización de sus trabajos. 4.• Se constituirá, inmediatamente de proclamada la República, un Gobierno provisional, en que tendrán justa representación todas las fuerzas políticas que concurran al triunfo de aquélla. 5.ª Los partidos que constituyen la presente Unión se comprometen a someterse a la Constitución que en definitiva al país se dé, obligándose recíprocamente, cualquiera que sea la forma de la futura república. a no perseguir, fuera de los medios legales, la realización de sus peculiares aspiraciones (Albornoz, El Partido Republicano, págs. 225-226).

nomía provincial y municipal a las regiones de la patria común, no ha de negarla a las colonias de América.

-Tendencia al centralismo de Salmerón, que adopta nuestro programa en principio, y que, al formar gobierno, reconocerá nuestro derecho a influir de un modo inmediato en el desarrollo de la vida regional.

-Tendencia al radicalismo de Zorrilla, que es muy fuerte en España, que nos invita a seguirle, que disfruta inmenso prestigio y que nos concedería poderosa intervención en el manejo de nuestros intereses.

-Tendencia a un cambio de simpatías y de servicios entre nosotros y los tres partidos demócratas: cambio que nos permitiera estar sucesivamente con todos los republicanos de igual guisa que hoy los conservadores están con todos los monárquicos.

Cada una de estas soluciones cuenta muchos adictos, acaso no representados en la Delegación: y ésta ha de inspirarse en el criterio de la mayoría.

¿Hay prisa por realizar la evolución de que luego no podremos arrepentirnos?

¿No se teme apagar entusiasmos y disgregar fuerzas si se adoptan soluciones que nos liguen para siempre a un grupo peninsular?

¿No evitaría enormes responsabilidades la Delegación esperando que se reuniese la Asamblea reglamentaria, dentro de un año, en Aguadilla?

Así la opinión se manifestará libremente y el acuerdo alcanzará mayor, más decisiva popularidad.

Si hubiésemos de aguardar treinta y seis meses, quizá nosotros aconsejaríamos un avance rápido: doce meses pasan pronto y bien podemos dar tiempo a que el partido, en pleno, decida su porvenir.

Así sabremos si la concordia perdura entre nuestros afines de la metrópoli, si la concordia es permanente y si ha sonado la hora de ligar con el suyo nuestro destino.

¿A qué precipitarse? ¿A qué afrontar las responsabilidades de un acto prematuro?

En marzo, en febrero de 1894, nos reuniremos en la villa del oeste, discutiremos con calma, oiremos todos los pareceres, pensaremos todos los razonamientos, y después, obedientes a 150

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nuestra doctrina democrática, aceptaremos lo que acuerde el mayor número. Así pensamos y así piensan todos los correligionarios que desde Ponce y desde la Isla nos comunican sus impresiones. A la prensa toca entender este debate y profundizar este problema, sobre el cual insistiremos.

LA DEMOCRACIA, 18 de mayo de 1893.

UNA COLECTIVIDAD CUALQUIERA - NACIÓN, PARTIDO, GREMIOse reúne, medita, delibera. Ha menester un hombre que elijan todos, que encauce el pensamiento de todos, que lleve la palabra de todos.

Dirige en derredor la mirada, estudia sus personalidades más augustas, los que descuellan por el talento, por la constancia, por la energía, por el civismo.

Y después de ese análisis previo, inteligente, sensato, indispensable, la colectividad, que quiere dar a sus actos la sensación del mayor número, vota.

Ya tiene un jefe.

¿Y qué es un jefe? ¿Una figura inviolable, sagrada, casi divina, que semejante al Dios de los antiguos dogmas, no puede engañarse ni engañarnos?

No: es una entidad en que se compendia y sintetiza la opinión de sus compañeros, de sus compatriotas, de sus correligionarios.

En nombre de ellos se mueve, habla, escribe, pacta y gobierna. Pero debe seguir, siempre, siempre, las inspiraciones de la mayoría, que es el poder supremo.

En los viejos organismos, ahora desvencijados y caducos, el jefe -monarca, procónsul, pontífice - ejerció potestad ilimitada. Entontes el poder reconocía por origen la fuerza, la sangre, la pólvora, el genio militar, el valor físico, la intriga o la audacia.

En los organismos modernos el jefe, en verdad, no manda ni se impone, interpreta el general sentir y le obedece. Hoy, el poder reconoce por origen la constancia, el talento, la ener152

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gía, el civismo que piden ser a cada instante demostrados en la representación de las masas.

¿ Conviene declarar el jefe indiscutible y absoluto, como los Austrias, y los Barbones, y los Sabayas y los Braganzas?

¿ Conviene fiarle la dictadura, de tal suerte que monte en cólera y fulmine anatemas si algún mortal se atreve disentir de sus pareceres y condenar sus actitudes?

No; porque la dictadura desvanece y engríe, y en las sociedades democráticas no es licito que el jefe cohiba los impulsos de los que, con su voto le elevaron a la cúspide.

Allf estará mientras responda a sus grandes deberes, mientras sea merecedor de universal confianza.

De allí bajará cuando en su conducta se vislumbren decadencias, cuando flaquee su carácter, cuando su historia se empañe, o su rectitud se tuerza, o su voluntad decline; cuando por cualquier causa no sea un fidelísimo guardián de los ideales, de los intereses, del decoro de sus hermanos.

¿De qué modo se salvó en la Francia la república? ¿Por el silencio, por la ciega sumisión, por el culto a los ídolos humanos?

Nunca. Se salvó por la discusión pública, sin trabas, sin restricciones, amplia, varonil, severa, implacable, despiadada.

El más alto magistrado del país cayó por la inmoralidad y las concupiscencias de Wilson: inmoralidades y concupiscencias de que no era culpable. Pero aquel negocio de la Legión de honor proyectaba sobre Grevy una sombra y fué preciso dimitir.

Los escándalos del Panamá llevan a la cárcel a Mr. Lesseps, y en la nada hunden a los que ayer, ayer mismo ocuparon el más alto sitial en el gobierno de la república.

Así entendemos nosotros una verdadera democracia, honrada, celosa de su nombre, sana, intransigente y fructífera.

¿ Qué se logra con el sistema de la inviolabilidad?

Llega un momento en que el jefe realiza un acto. ¿Alguien no está conforme y le censura? Pues si el jefe obró bien, del debate saldrá puro, limpio, libre de manchas, prestigioso, íntegro, aclamado por los vítores del pueblo.

Si el jefe obró mal. ..

El apóstrofe era justo, necesario, útil. Porque designar un jefe no significa comprometernos a suscribir sus ligerezas, a aplaudir sus debilidades.

Proceder de otra guisa equivale a convertirse en siervos de un señor, retrogradando algunos siglos en la marcha del progreso que es luz, examen, discusión, publicidad. Dentro del actual momento histórico sólo son nominalmente inviolables e indiscutibles los reyes. Y los reyes VAN DE PASO.

LA DEMOCRACIA, 22 de mayo de 1893.

¿ Adónde nos llev~n al fin?

EL CLAMOR» ~ 6 VIENE INSERTANDO UNA SERIE DE ARTÍCULOS QUE se consagran a estudiar la situación política nuestra. El compañero atribuye a la juventud ardiente, impetuosa y exaltada, las tendencias y las inclinaciones actuales hacia la república.

Ese juicio no es exacto: a la Asamblea de Mayagüez llevamos nosotros un proyecto de alianza con los partidos demócratas gubernamentales, proyecto que defendió don Juan .Bautista Arrillaga, que apoyó don José de Diego y que mantuvo el director de LA DEMOCRACIA.

Los tres jóvenes, los tres entusiastas, los tres irreflexivos e inexpertos.

Arrillaga desde aquel día abandonó la política; De Diego fundó más tarde un periódico republicano; nosotros, fieles a las palabras que pronunciáramos entonces, venimos a sostener aquí, en las cimas del periodismo, la bandera de la república.

Pero la sostuvimos sin apresuramientos, esperando que la unión se consolidase entre nuestros afines de la metrópoli, oponiéndonos con calma a todo cambio que pudiera ofrecer peligros en el presente o en el porvenir.

46. En la historia de nuestro periodismo combativo, este periódico tuvo su antecesor en EL Agente. Hizo su aparición en San Juan en 1883 y se publicó por espacio de doce años. Se denominaba liberal reformista y tuvo entre sus redactores a don Manuel Corchado Juarbe, don José Julián Acosta. don Manuel Alonso Pacbeco y don Julián Blanco Sosa. En 1889, juntamente con la propiedad del Clamor, asumió su dirección don Salvador Brau Asen-cio, hasta junio de 1894, cuando éste se ausenta para la Península. (Véase en relación: Quiñones, Apuntes para la Historia de Puerto Rico, 3.3 ed pág. 64. Pedreira, Et Periodismo en Puerto Rico, págs. 107 y 119. Cruz Monclova, JI, 642. 644, 671, 677. 687, 691. 693. 696, 713. 714, 726, 813 y 947.)

Entretanto, el señor presidente del Directorio no podía co11tener sus impaciencias y se afiliaba, de un modo explícito y solemne, al grupo centralista de Salmerón.

Y otras personalidades del Directorio, como el señor Fernández Juncos, hacían labor republicana en su Buscapié •7,dejando entrever sus simpatías añejas por el ilustre desterrado de París.

Y otros periodistas, cuya sensatez proverbial no pondrá en duda El Clamor, como los señores Quiñones y Lloréns, se manifestaban republicanos con independiente y varonil franqueza. Esos paladines de brillante ejecutoría no forman ya en las filas de la juventud fogosa y exaltada; la juventud exaltada y fogosa se mantiene al amparo de una reserva previsora y digna.

¿Por qué echacarle impaciencias que no ha sentido, ímpetus que en ella no germinan, impresionabilidades que no entraron jamás en su sistema?

La juventud a que El Clamor alude se enardece, sí, ante las vergüenzas y los dolores del terruño; y el día en que al terruño se maltrata, es la primera en tremolar el estandarte del decoro.

Pero las vicisitudes políticas la encuentran en su sitio, firme, resuelta, activa, al mismo tiempo que discreta, sagaz, concienzuda y pensadora.

No hace muchos días, el sábado último, vió la luz nuestro artículo La Evolución, informado por un severo espíritu de previsión y de prudencia.

No estamos, pues, en el caso de admitir que se nos presente en facha de impenitentes demagogos a la faz del país que nos lee, nos analiza y nos observa.

Ahora, descartado ese punto, venimos a lo más trascendental del trabajo de El Clamor; a algo que revela una intención y un propósito que no es todavía oportuno calificar.

Dejemos la palabra al eco fidelísimo del Directorio:

47. El Buscapié comenzó a publicarse en San Juan el l de abril de 1877, bajo la dirección de don Manuel Fernández Juncos, quien desde sus columnas libró grandes campañas en defensa de los intereses políticos. económicos, sociales y artísticos de Puerto Rico (Pedreira, ob. cit., pág. 167. Cruz Monclova, II. 573, 642. 643, 696. 701, 712. 713, 829, 874, 921 y 947). 156

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A nuestro entender, el remedio sólo puede obtenerse enarbolándose bandera nueva por los descontentos, proclamando el dogma republicano los que de esta institución esperen la ventura del país, dejando solos con su venerable credo a los autonomistas que en su fe persistan y al triunfo de esa doctrina quieran seguir aplicando voluntad, inteligencia, disciplina, perseverancia, consecuencia firmísima e inagotables sacrificios . 1 Dos fuerzas que se repelen no pueden producir impulso homogéneo. Cuando los autonomistas se convencieron de esta verdad, se apartaron de los asimilistas.

SI LOS AUTONOMISTAS ESTORBAN AHORA A LOS REPUBLICANOS, VALGA AQUEL EJEMPLO.

Nosotros no sabemos las ideas que bullen allá arriba, en esas alturas donde El Clamor se engendra: se habla de que el jefe renuncia, de que el Directorio le sigue, de que el organismo quedará por un instante acéfalo.

Sea lo que fuere, no creemos irremediable la crisis que surja: el partido tiene vitalidad bastante para mantener a flote sus doctrinas, sus ideales, sus tradiciones, y no hay temor de que ruede en cobarde abandono su bandera honrada.

Lo que nos duele y nos preocupa es la afirmación del sensato periódico; la afirmación que reproducimos en grandes letras, en visibles caracteres para que la examinen y la juzguen nuestros correligionarios; la afirmación que tiende a dividirnos en republicanos y autonomistas, a nosotros, que autonomistas y republicanos queremos y debemos ser, sin que se produzca el más leve conflicto, no asome el más leve cisma en nuestro seno.

¿Existe acaso incompatibilidad entre la autonomía y la república?

¿No son pródromos de una misma gestación, reverberaciones de un mismo pensamiento, fórmulas de una misma idea?

¿Por qué labrar un abismo de discordias donde es necesario echar un puente de armonía y de fraternidad?

¿Por qué separar lo que es uno, lo que no admite restos ni disgregaciones?

¿ A dónde van los que eso predican y defienden?

No, no; el partido liberal no se divide: la mayoría marcará un rumbo y ese rumbo seguiremos todos.

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El Clamor señala un ejemplo en nuestra breve historia: cuando votamos la autonomía, un escaso número de asimilistas permaneció a la zaga.

Este caso no es aquel caso, ni idéntico, ni semejante, ni; comparable siquiera.

La autonomía y la asimilación eran términos antitéticos; la autonomía y la república son términos armónicos.

Yendo a la una nos quedamos en la otra.

No haga El Clamor insinuaciones que afectan y dañan aI partido; no ºpretenda dividirnos en dos banderías con credo diferente; ante todo, amamos a esta tierra, somos sus únicos: defensores, constituímos su única salvaguardia y juntos hemos. de triunfar o perecer.

Hasta hoy nos parece rara y anómala esa conducta del colega; la observamos y no haya temor de que se nos oculten sus móviles.

Y aun en la eventualidad imposible de que El Clamor cayese de otro lado, nosotros caeríamos del lado del país.

LA DEMOCRACIA, 23 de mayo de 1893.

El vaho de los reptilet.

EXISTE ENTRE CIERTOS PAPANATAS LA COSTUMBRE, YA CONVERTIDA en sistema, de molestar con reticencias cobardes a los. hombres públicos que, con más o menos fortuna, hacen su trabajo y cumplen su destino.

Son gentes que suben a la prensa periódica y la desnaturalizan y la manchan. Son reptiles que saturan la atmósfera con su vaho repugnante y asqueroso.

Les veréis escribiendo cuartillas, a veces en lenguaje ridículo e incorrecto, a veces en estilo pletórico y rotundo. Porque los hay de todas clases en el antro donde se retuercen la rabia y el despecho.

¿Preguntáis cómo realizan su obra miserable?

Les molesta una personalidad, les ofusca un prestigio, y en vez de atacar con franqueza, sin máscaras y sin antifaces, acuden a la perífrasis artera, a la acusación que se recata, a la insidia que se esconde.

Y ora en artículo lleno de filosofías indigestas, ora en carta nutrida de sandeces políticas, lanzan el dardo a mansalva, alevosamente, traidoramente, porque ni aun puede darse por aludido aquél a quien se asesta.

Así, por medios tan bajos, pretenden amenguar reputaciones los eunucos que, impotentes para producir el bien, no admiten que otros lo produzcan.

Por suerte del país son muy escasos y muy oscuros estos hipócritas falaces, que llegan de vez en cuando al estadio y hallan papeles en que depositar la baba de su hidrofobia.

Y por suerte del país nadie les oye ; sus garrulerías y sus mezquindades naufragan en el escollo de la general sensatez. y del universal menosprecio. 159

A nadie agrada la reticencia vil, más infame y más fementida que el anónimo.

El anónimo, al fin, hiere en secreto y ya se sabe que no merece crédito ninguno ni logra ninguna resonancia.

La reticencia busca la publicidad ; corre de mano en mano; la celebran unos, la repelen otros y todos contribuyen a propagarla y extenderla.

Escrita con doblez insana, no trae compromisos, no obliga a reparaciones, ni sirve para los tribunales. ¡Libelo inicuo que los periódicos honrados debieran proscribir de sus columnas!

Hasta nosotros, más de cien veces, quiso llegar la reticencia; mas, ¡ah!, que encontró el blindaje de nuestro desdén.

¿ Tenemos enemigos? ¡Cómo no si trabajamos por una causa justa, si perseguimos un ideal noble y alto, si hacemos eterna campaña contra todas las mentiras sociales y contra todos los Judas políticos! ¡Cómo no si rechazamos con firmeza a los que claudican y tratamos con altivez a los que engañan al pueblo!

Vengan de frente; no se oculten tras la malla del estilo: no escondan la diestra después de lanzar el guijarro. Adquieran el valor que dan las convicciones profundas. Imiten la franqueza de aquellos que no saben herir por la espalda. El papel a que se resignan es bien triste.

Perder el tiempo combinando alusiones baldías de que nadie se preocupa; mancharse con el lodo que intentan arrojar a los demás; sentirse ellos mismos tan cobardes que no osan escribir el nombre de los que sufren sus enconos ; ser más estultos y más dañinos que los anonimistas rastreros; rehuir la responsabilidad y el peligro del ataque envolviéndose en formas vagas y enigmáticas; morir de desesperación y de impotencia en la penumbra de su insustancialidad: he ahí el destino suyo en una época tan generosa y tan grande como nuestra época.

Sepan de una vez que se les conoce y que si no se les devuelve reticencia por reticencia es porque hasta ellos, hasta la negrura moral en que se agitan no bajan los que se precian de leales.

Su labor es la del topo contra la luz; su porvenir es la convulsión de un histerismo sin fruto; su aliento es el vaho de los reptiles.

LA DEMOCRACIA, 24 de mayo de 1893.

Los estorbos

POR LO EXTRAÑAS QUE NOS PARECEN, POR LA SORPRESA PROFUNDA que nos causan, por la intención a que dan abrigo y por los propósitos que esconden, creemos indispensable tomar nota de las siguientes declaraciones de El Clamor del País:

Primero. Que al director político del partido autonomista no se le ha ocurrido todavía la idea de dimitir ... porque no hay de qué.

Segundo. Que es filfa lo de la desaprobación de su conducta, pues ni un solo delegado se ha creído obligado a formularla. Y, en cambio, son muchos los correligionarios prominentes que le han dirigido felicitaciones.

Tercero. Que la desaprobación. caso que hubiera existido, 1·ecaería sobre todo el Directorio, cuyos miembros, lejos de desautorizar al señor Blanco, están convencidos de que, al proceder en la forma qile éste procedió, al llegar los Infantes, dió una prueba más de su talento político y de la perfecta capacidad que le reconociera el partido autonomista al confiarle stl dirección presidencial.

Ahí tiene La Correspondencia tela para hacerles un sayo a los comentaristas.

Y por si falta un botón, allá va ese.

Blanco y el Directorio persiguen la dimisión... de los estorbos.

Y nada más.

Nosotros respondemos:

l.º Que el director político dimita es cosa que ni deseamos ni tememos. Con él o sin él la colectividad seguirá su marcha.

11.

Nuestro poder y nuestra fuerza no se reducen a un hombre; están en las masas de electores, de contribuyentes, de ciudadanos. En las circunscripciones de Ponce y Mayagüez, únicas en que tenemos mayoría, los liberales vencerán siempre que luchen, por más que no les dirija el señor Blanco. Esto de dimitir o no dimitir no reviste importancia: si dimite se le reemplazará; si no dimite se le respetará.

2.º Noticias nuestras particulares aseguran que muchas delegados no aprueban los procedimientos del director político, ni ·, al rendir homenaje a la monarquía, que los Infantes representan, ni al injuriar a LA DEMOCRACIA, que no provocó ni siquiera devolvió la injuria. Si esos señores manifestaron su desaprobación no lo sabemos ni nos importa mucho. La prensa. autonomista piensa como nosotros; la prensa integrista aplaude al señor Blanco.

3.º La solidaridad que el directorio acepta con su presidente es un verdadero desafío a los periódicos que como El Criterio, El Espejo, La República, El Semanario, El Imparcial y LA DEMOCRACIA le censuraron y le censuran, con plétora de razones. El Directorio se coloca frente a la opinión pública pretendiendo detenerla, intimidarla o cohibirla. El Directorio, republicano en su manifiesto de abril", borra con sus actos sus palabras y se une al tributo rendido a la institución monárquica.

Ahora vengamos al broche final:

Blanco y el Directorio persiguen La dimisión de los estorbos ¿Cuáles son los estorbos?

Para entenderlo no se necesitan grandes esfuerzos de perspicacia. Lo dijo con formas bruscas el jefe en La Correspondencia: LA DEMOCRACIA es un periódico desequilibrado, que pretende ejercer la dictadura, que no acata a las autoridades· del partido que, vive a más que honesta distancia de la ley y de la patria.

No puede ser más clara la cuestión, y nosotros la presentamos con franqueza.

48. Alude a un Manifiesto publicado el 27 de abril de 1893, en el cual el Directorio, después de exhortar a sus correligionarios a mantener et retraimiento. propugnaba la triple alianza del Partido Autonomista puertorriqueño. del Partido Autonomista cubano y del Partido Republicano de la: Penínsola.

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El Clamor, que habla en nombre del Directorio, tratando el asunto palpitante afirma que se persigue la dimisión de los estorbos.

Eso significa que en la sombra se conspira contra este periódico, que existen complots para eliminarle, que, desautorizado, excomulgado por el jefe, se desea que le desautorice y le excomulgue el país.

, Nosotros, accediendo a la súplica de La Revista, de El Espejo y de La República, nos disponíamos a cerrar el debate; pero ante el reto que se nos arroja, ante la muerte con que se nos amenaza, nadie exigirá que permanezcamos en silencio mientras El Clamor, entre ambajes tímidos y sutiles reticencias, nos enfila sus dardos.

¡Los estorbos!

Si un autonomista se permite tener op1mon propia y esa opinión difiere de la opinión del jefe, es un estorbo.

Si un vocero de la prensa manifiesta su desagrado por las debilidades, las anomalías y las antinomias del jefe, es un estorbo?

¿ De suerte que el partido se trueca en feudo en que han de imperar las vesanías y los caprichos del autócrata sin que nadie tenga la osadía de criticarle, porque la crítica es un estorbo.

¿De suerte que el partido, liberal como es, carece de libertad, autonomista, carece de autonomía, y en su seno se levanta una tendencia dictatorial y absolutista, pretoriana e implacable?

¿De suerte que la constitución, que autoriza a los periódicos para censurar los actos de sus correligionarios, es mentira, porque la desprecian los mismos que deben practicarla?

¿De modo que dentro de nuestra colectividad no hay garantías para la expresión del pensamiento, desde el instante en que un Directorio persigue la dimisión, es a saber, la anulación de los que en un punto, en un solo punto se manifestaron inconformes con él?

¿De modo que estorba la prensa, simbolizada en sus órganos más importantes, que toma sitio resueltamente a nuestro lado y abunda en nuestro parecer y apoya nuestra crítica?

¿De modo que no es lícito demostrar independencia de espíritu, firmeza de convicción, rectitud de conducta, pureza de principios, porque todo eso estorba en las filas avanzadas?

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Explique El Clamor sus frases, o recójalas, pues ellas caen como lluvia de fuego en esta tierra sin ventura que todo lo espera de la abnegación, de la energía de ~us hiJos.

Recoja sus frases El Clamor antes que los hombres de alma libre se levanten a rechazarlas como se rechazan siempre los ímpetus de la soberbia y los asomos de la autocracia.

Nosotros no sentimos animadversión ninguna por el señor Blanco: a visitarle fuimos la última vez que estuvo en esta , ciudad; por telégrafo le dimos nuestro parabién en las últimas elecciones de diputados a Cortes, y hasta le perdonamos, con generosa longanimidad, sus injurias extemporáneas y gratuitas de La Correspondencia.

Pero no permitiremos jamás que se nos arroje de las filas en que luchamos desde niños.

La razón entera está de nuestra parte: querer aplastarnos con un alarde de despotismo es inútil. Un partido noble, leal y honrado como el partido liberal, no permite ni tolera esa injusticia. •

Porque sería suscribir con su propia mano su propia deshonra, su oprobio eterno y su eterna servidumbre.

LA DEMOCRACIA. 25 de mayo de 1893.

EL NOTICIERO», EN CUYA DIRECCIÓN FIGURA UN VETERANO LIBERAL para nosotros y para el país muy respetable 49 , penetra en el palenque de las ardorosas discusiones y trae, como símbolo y como divisa, el olivo de la concordia y de la paz. Nosotros no provocamos la guerra: manteníamos una opinión antes de las fiestas monárquicas y seguimos manteniéndola después de las fiestas monárquicas. ¿ Qué menos podía exigirse a un periódico formal?

Censuramos en el jefe, con mesura y con respeto, una debilidad, un error, una ·falta que todo el mundo reprueba; el jefe se desató en improperios, y pretendió, con arranques despóticos, ponernos fuera de la ley y de la patria.

Respondímosle en formas suaves, correctas, empleando argumentos y no insultos, apelando a la lógica y no a la injuria, ofreciéndole nosotros, jóvenes de treinta y tres años, a él, anciano de setenta, lección elocuentísima de civismo y de templanza.

La prensa y la opinión - hablamos de la prensa autonomista - se pusieron de nuestro lado: no cabía otra conducta. Primero que el jefe, primero que el Directorio, es el ideal que se sustenta con lealtad y se ama sin desmayo.

Así las cosas, EL Clamor emite su parecer y se adhiere. ¿A quién? ¿Al país? No; al director·politico.

Y hablando en nombre del Directorio, aplaude la actitud del señor Blanco, anuncia que éste no dimitirá y que, antes bien, persigue la dimisión de los estorbos.

Lo cual significa que el error, la debilidad, la falta del se49. Era un periódico político y liberal. que circuló del año de 1892 al de 1897, y que dirig[a don Ramón Marín Solá.

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ñor Blanco tienen la sanción del poder más alto del partido y que ese poder se apresta a conspirar contra los que honradamente le anatematizan. Porque ésos son los estorbos.

El reto temerario no es sólo un desafío a LA DEMOCRACIA y a los periódicos que como ella opinan; es un desafío a la opinión que les secunda y les aplaude.

Y no se conforma el Directorio con sostener los lapsus de su presidente, sino que aspira a expulsar de las filas a los que no aceptan ese lapsus.

Ahí está la historia, que El Noticiero conoce. ¿ Quién tiene la culpa de esta crisis? Antes, el señor Blanco por sus pueriles homenajes a las altas instituciones; después, el Directorio por sus apoyos increíbles; luego, El Clamor por sus frases imprudentes y sus alardes insensatos.

A pesar de todo, LA DEMOCRACIA, que es de veras patriota y que no se paga de vanidades ni soberbias, recoje el ramo de olivo y lo adopta como enseña en esta lidia.

Si no hay quien se obstine en precipitarnos, o, lo que resulta más grave, en dimitimos, nosotros daremos a la causa del pueblo una prueba más de abnegación guardando silencio y permaneciendo en la atalaya.

Si por desdicha se pretende aplastarnos o cohibirnos; si El Clamor o el Directorio insisten en castigar nuestra doble independencia y nuestro proceder honrado; si se constituyen en Césares y en Nerones, nosotros cumpliremos nuestro deber.

Dice bien El Noticiero al decir que le consta que nos anima un espíritu de generosa confraternidad. Nada tan cierto.

LA DEMOCRACIA no guarda rencores; censura a los suyos si claudican y lejos de devolverles las injurias se las perdona. Cuando se tiene la coraza de una conciencia recta la calumnia ne hiere ni lastima. Cuando se tiene el escudo de una convicción firme la insidia no molesta ni preocupa.

El Noticiero trae el simbólico olivo ; nosotros lo aceptamos ; de El Clamor y del Directorio depende lo demás.

Sean justos, sean desapasionados, sean siquiera discretos y vendrá la concordia.

Pero no quieran llevarnos y llevar al partido por sendas de muerte; no quieran dividir ni disolver; hasta ese punto no alcanzan su fuerza ni su prestigio.

LA DEMOCRACIA, 27 de mayo de 1893.

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No hay p1·isa

UN PERIÓDICO DE LA CAPITAL INSERTA EL TRABAJO EN QUE DON Salvador Amell propone a la Delegación autonomista que acuerde la amalgama absoluta de nuestro partido con el grupo centralista peninsular.

Desde luego la Delegación carece de facultades para aceptar el pensamiento del señor Amell; según la séptima de nuestras bases constitutivas sólo puede realizar inteligencias o alianzas con los demócratas españoles; ingresos y fusiones, no.

Ya, en anterior artículo, opinábamos nosotros que no debe la Delegación precipitar un asunto que resolverá, después de previos debates, la próxima asamblea ; se trata de algo tan serio como nuestro porvenir, y es justo que se reparta la enorme responsabilidad del voto decisivo.

No hay prisa ninguna, no ya de intentar el ingreso y la fusión pretendidos por el señor Amell contra la constitución orgAnica autonomista, pero ni aun de resolver las inteligencias y alianzas que la misma constitución prevé y autoriza.

Como el señor Amell piensa que nos es forzoso entrar de lleno en el centralismo, piensan otros que ese paso nos traería males muy hondos sin ofrecernos ventajas positivas.

En nuestro campo hay muchos que prefieren a Zorrilla o a Pi y Margall 50 , muchos que votarían la unión con los liberales

50. Don Francisco Pi y Margall, tantas veces mencionado por Muñoz Rivera. nació en Barcelona durante la intervención de las tropas de Angulema. De origen modesto, fue autor de sí mismo, gracias a una voluntad de hierro. Alternaba los estudios de leyes con una lectura desordenada de carácter social: Owen. Saint Simon y Proudhon. Llegó a Madrid en 1847 v se hizo gran amigo de Figueras. Decía que el federalismo había de implantarse de arriba abajo, por un gobierno legalmente constituido. y que sus parciales estaban obligados a no adelantarse a la ley. Se resistía a emplear

de Cuba y muchos que se declararían republicanos sin filiación determinada y sin compromiso concreto.

A la Delegación asisten de ocho a doce delegados, cuyos nombramientos ni siquiera par.ten directamente de los distritos que representan y acaso la opinión predominante en las mayorías no se refleja en el cuerpo directivo.

Creemos que aventuraría mucho ese cuerpo si nos ligase a la política de Salmerón, o a la de Pi, o a la de Zorrilla; porque es probable que no todos se sometieran a lo que su conciencia y su criterio repugnasen.

A la Asamblea concurrirán los pueblos, los comités, los hombres de mayor talento y de superior prestigio; en la Asamblea se manifestarán opiniones distintas, se señalarán rumbos diversos, y el acuerdo que se adopte tendrá la sanción suprema del partido.

Por lo demás, en el proyecto del señor Amell existe una contradicción evidentísima.

El señor Amell declara que, entre nosotros, por parte de los incondic10nales, se reproduce el error que causó la ruina de nuestro imperio colonial y que el solo procedimiento adecuado para desvanecerlo es nuestro ingreso en el centralismo, único partido en que cabemos y dentro del cual podremos realizar por completo nuestras aspiraciones.

Y a las pocas líneas, el señor Amell propone que, fundidos con el grupo de Salmerón, quede en vigor la constitución aprobada en la Asamblea de Mayagüez EN CUANTO NO SE OPONGA NI CONTRADIGA LA DEL CENTRO REPUBLICANO.

De modo que nos sometemos incondicionalmente borrando de nuestro código lo que no se aviene al código salmeroniano y ofreciendo tributo a los que nos acogen y nos admiten: siguiéndose de ahí que no se reconocerá de una manera tan comp]eta el programa autonomista, cuando hemos de prescindir de aquello que se oponga al programa del centro republicano.

la fuerza. Por lo que abandonó la jefatura del poder ejecutivo. Bajo su mando ideal. España ardia por los cuatro costados. Quiso tomar medidas. Pero al ordenar la represión, le temblaba la mano. En el gobierno de Figueras aceptó la cartera de Gobernador. quizá para poner a prueba su virtud. Sostuvo que prefería ver hundida la República y la Federación antes que cometer un desliz adulterador del sufragio. (Ramos Oliveira. Historia, II, p. 291.}

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Eso y más que eso nos concederían Zorrilla y Pi y Margall, el último, sobre todo, cuyo federalismo defiende el sistema autonómico para las múltiples regiones de la patria.

Somos, como el señor Amell, republicanos ; pero hemos nacido en esta tierra, la consagramos amor entrañable y nos dolería que una resolución prematura o errónea nos trajese conflictos internos o nos colocase en desastrosos peligros.

Porque lucha nuestra colectividad fuerte por sus privilegios y por sus habilidades estratégicas, ha menester una gran suma de previsión y de perspicacia, a fin de situarse con ventaja en el palenque de la política nacional.

Vámonos poco a poco, decía Cervantes, que los nidos de antaño no den pájaros ogaño; vámonos poco a poco, repetimos nosotros, que un avance extemporáneo nos traerá males sin número y no es cosa de jugar a los ingresos y las fusiones la suerte futura del país.

LA DEMOCRACIA, 29 de mayo de 1893.

MUY APURADA DEBE ANDAR EN LA METRÓPOLI LA MONARQUÍA CUANdo acude a expedientes tan difíciles como el aplazamiento de las elecciones municipales, contrario a las leyes, contrario a las costumbres políticas, contrario a todas las prácticas de administración y de gobierno.

La coalición republicana impuso sus candidaturas en las ciudades más populosas hace dos meses: Madrid, Valencia, Barcelona, Sevilla, Zaragoza, Cádiz dieron el triunfo a los hombres del porvenir y se teme hoy un nuevo alarde de fuerza y de popularidad, que cause alarma en las cimas del trono.

Al fin y a la postre, con dos docenas de diputados intransigentes podrán continuar oprimiendo al país Sagasta y Cánovas ~ 1 • Para eso tienen las innumerables mayorías anónimas,

51. Aparentemente, no estaba lejos de la verdad Muñoz Rivera, si hemos de creer a Ramos Oliveira cuando dice que primero los O'Donnell (c. 1860) y después Cánovas y Sagasta {c. 1875) no hicieron otra cosa que originar y consolidar una formidable oligarquía que agarrotó a la Metrópoli y. de rechazo, a las provincias de Ultramar. Recuerda. al efecto, este autor, que: «La nueva oligarquía trae a la política española por única inspiración un afán de reposo. La antigua aristocracia de sangre - que también ha hecho su agosto en el período de las vacas gordas de la desamortización-, las familias enriquecidas en el río revuelto de la guerra civil, los viejos y los nuevos monopolizadores del suelo nacional, los negociantes y altos funcionarios que han hecho fortuna en América, de donde ahora vuelven. los prelados «sensatos». la encumbrada burocracia peninsular. la plana mayor de aquel ejército macrocéfalo, todos aspiran al disfrute de lo que poseen en una España sosegada. Por lo tanto, la oligarquía es realista y en polltica in·terior repudia las aventuras. El acierto de Cánovas y lo que decidió su triunfo personal estriba en que fue como una antena y recogió como nadie los deseos y ambiciones de la nueva clase social.» Contra esa oligarquía luchaba Muñoz Rivera. y a ella debía arrancarle un poco de libertad para su pueblo. ,(Op. cit., II, 253 y 55.)

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las mayorías del monosílabo, que votan mediante el manubrio del ministro y que sirven para hacer, dentro del régimen caduco, la comedia insulsa de la soberanía nacional.

Pero si los amigos de Pi, de Salmerón, de Zorrilla se apo-deran de los municipios más importantes, ¿ cómo prepara sus aparatosos triunfos la monarquía? ¿Dónde encuentran escenario sus representaciones cortesanas? ¿De qué suerte subyuga a los concejales antidinásticos?

¡Adiós los festejos que costea el pueblo con el sudor de su frente, con la labor de sus manos! ¡Adiós los esplendores del poder supremo, que tendrá enfrent~ otro poder en abierta lu-cha y en perenne protesta!

Sagasta y Cánovas no consentirán que sean republicanos el ayuntamiento de Barcelona, el ayuntamiento de Valencia y, sobre todo, el ayuntamiento de Madrid. Recuerdan ellos el prestigio de la municipalidad parisiense en los tiempos revolucionarios y no permiten que se alce, más alta que la voluntad de los reyes, la voluntad de los pueblos.

Ahí está el gérmen, la matriz, el alma máter de los conflictos parlamentarios. La restauración se defiende.

¿ Y qué pretexto inventa? ¿ Qué las listas del censo son deficientes, defectuosas, inservibles? Sirvieron, sin embargo, para -constituir las Cámaras actuales; continuarían sirviendo si con ellas fuera fácil vencer en la próxima lidia. La derrota es segura y las elecciones se aplazan mientras Sagasta elabora otro censo a su gusto, que deje campo a su estrategia y a su audacia. No hay redención. En España, dentro del sistema que rige, sería cándido esperar transformaciones y cambios radicales. Con disfraz o sin disfraz, dominará la fuerza de las bayonetas sobre la fuerza de los votos y el derecho divino de la corona sobre el derecho humano de la urna.

Mientras el sufragio universal, dirigido con arte, lleva al Congreso trescientos cincuenta representantes monárquicos contra cincuenta representantes republicanos, se le respeta, o más bien se le soporta.

Cuando por el sufragio puede caer en manos de los verdaderos liberales el consistorio de Madrid, se le arrincona y se le pisotea.

Esa es la lección que surge de los sucesos que se desenvuelven en plena patria; la lección que determina hoy la varonil

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retirada de nuestros afines, y que acaso determinará mañana sacudimientos y trastornos de incalculables consecuencias. Despreciando el sufragio, la monarquía dice lo que de ella han de aguardar los que cifran esperanzas en la evolución pacífica de las ideas y en la marcha tranquila del progreso. El Gobierno soi disant liberal apela a su último recurso: al tremendo recurso de la arbitrariedad desnuda. Acaso de aquí nazca su caída, y acaso venga Cánovas a instaurar una situación de resistencia enfrente de la república que avanza.

Esa será la postrer etapa de los poderes históricos, llamados a rendirse exánimes entre el clamoreo de una nación que los rechaza. Hoy hacen lo que les viene más cómodo, porque al fin, si los conflictos son graves, apelan ·a la última ratio, a la fuerza. Mañana contemplarán con espanto los frutos de la semilla que siembran. Y mañana será tarde.

LA DEMOCRACIA, 31 de mayo de 1893.

El dedo en la llaga

NUESTRO COLEGA «LA REVISTA» DESARROLLA EN ESTOS MOMENtos una campaña enérgica contra la prostitución que, lejos de ocultarse en los antros más recónditos, se ofrece en espectáculo público, sin rubor que la coarte y sin freno que la cohiba.

Nosotros nos unimos al compañero para impedir los avances de esa dolencia social que adquiere más repugnantes formas y se muestra con más torpes desnudeces a merced de la licenda que la ampara.

Existe el cáncer en todos los pueblos del mundo; pero se cubre con el antifaz del misterio y se recata en las sombras de la noche. El vicio no tiene derecho a alternar con la virtud, perturbándola y avergonzándola.

Aquí el burdel no busca los sitios más excéntricos: necesita, por el contrario, ocupar posiciones ventajosas para su comercio impuro y se alza en parajes donde hay viviendas de gente honrada y digna.

Eso es intolerable, y ya que las leyes no ofrezcan recursos capaces de impedirlo, las autoridades, la policía, deben adoptar un sistema tal de represión y de amenaza, que determine un retroceso de los lupanares, una retirada de los prostíbulos. Ningún ciudadano dejará de aplaudir cuantas medidas tiendan a purificar nuestra atmósfera de esos miasmas infectos y a evitar a nuestras familias esos cuadros pornográficos.

¿ Cómo ha de permitirse que los carruajes del servicio público sean focos de escándalo y de inmundicia? ¿ Cómo ha de tolerarse que, a ciertas horas, la inmoralidad se desborde impúdica por las calles y por las plazas?

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Cualquiera de los que en Ponce leen estas líneas, habrá interrumpido cien veces su sueño al escu,char los gritos procaces y las risas estentóreas de los que pasean sin recato sus orgías_ Cualquiera habrá contemplado la silueta de esos vehículos que cruzan a escape, llevando en su interior a las modernas Mesalinas y a sus compañeros de bacanal.

La Revista tiene razón. Esa es una de las llagas que nos· corroen y urge poner el dedo sobre ella, aplicar con firme mano el cauterio, romper con las tradicionales benevolencias e iniciar un período de severidad implacable.

Nada de blanduras. Que vuelva a su escondite lo que no, debió salir de él. Que torne la crápula a sus cavernas sombrías. Que se estorbe la diaria exhibición de la impudicia y del descaro.

La prensa cumple su deber flajelando las malas costumbres, señalándolas con insistente perseverancia y despertandocontra ellas la indignación y el desprecio.

Compadezcamos a la mujer caída; pero evitemos su contacto a la mujer honrada. Ofrezcamos asilo y pan a la Magdalena que se arrepiente ; pero anatematicemos a la Magdalena que se enfanga.

Así no llegará la salpicadura a nuestros rostros, ni empañará la pureza de nuestra sociedad. Es hora de cortar el nudo gordiano.

Y pedimos que se corte.

LA DEMOCRACIA, 5 de junio de 1893. 174

Los misterios de Ulla cesantía:

HACE COSA DE UN MES PUBLICABA LA «GACETA OFICIAL» DE FUERto Rico un decreto del Gobierno General declarando cesante a don Adrián Martínez Gandía en el cargo de secretario de la Junta provincial de Instrucción Pública s:i_

No pasó inadvertido para nosotros el suceso ; más bien sorprendiónos desagradablemente, y tras la publicación escueta de la noticia, ofrecimos ocuparnos en el asunto.

Solicitamos informes; los obtuvimos de buena fuente y, así, hoy estamos en condiciones de rescatar la palabra empeñada con los lectores de este periódico.

Se trata de una burdísima labor de arbitrariedad, hecha sobre el cañamazo de la intriga y la desafección personal.

Un hombre, corazón de paloma, que se ablanda como la cera virgen al calor del ajeno infortunio ; un hombre inmaculado en la conciencia y en el proceder; sólido en la cultura, probada en la conquista de un título, el más alto dentro de la carrera pedagógica; un hombre aherrojado a sus deberes que practica a manera de culto ; un hombre encanecido, ahora, sobre la dura silla del maestro, luego tras el pupitre del funcionario que no debe su cargo al favoritismo; un hombre de carácterdulce y firme a la par; bondadoso hasta el sacrificio de su comodidad; enérgico hasta rivalizar, por el temple, con el acero: he ahí la efigie moral de don Adrián Martínez Gandía.

52. Para éste y otros aspectos de la instrucción en Puerto Rico, contamos con una modesta bibliografía. Se recomiendan especialmente los siguientes títulos: Cayetanq, Coll y Toste, Historia de la instrucción pública en Puerto Rico hasta el año 1898, San Juan, Boletín Mercantil, 1910; Gabriel FerrerHernández, La instrucción pública en Puerto Rico, San Juan, 1885, y JuanJosé Osuna, A History of Education in Puerto Rico, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1949.

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Puertorriqueño por la naturaleza y por el corazón, aunque alejado de la arena ardiente donde otros fogueamos la desnuda planta, ha servido a su país: desde la escuela y desde la cátedra obtenidas por oposición, derramando albores en cerebros €ntenebrecidos; desde la butaca del oficinista nombrado mediante riguroso concurso, siendo ejemplo vivo de honradez, de perseverancia y de laboriosidad.

Pues bien,.: a hombre de tales méritos se le arroja, con la concisión de un decreto inexplicable que huella taxativas reglas, a la miseria que tiene rostro de desesperada y manos de suicida.

Veamos el cómo y el porqué de tamaña rigidez.

Enfermo de cuidado, el señor Martínez Gandía hizo presentar a la Junta provincial de Instrucción Pública una certificación facultativa que justificaba plenamente la no asistencia del citado profesor a la Secretaría que desempeñaba. La dolencia tomó proporciones alarmantes,_ hasta el punto de considerarse precisos los auxilios de la religión que se administraron al paciente.

Vino más tarde la mejoría, y ya en el período de convalecencia, envió a la Junta provincial, su secretario, nueva certificación de médico que aseguraba, desde el punto de vista facultativo, que no pasaría un mes sin que el señor Martínez volviera al desempeño de su destino. Seis días transcurren, y es declarado cesante el secretario de la antedicha corporación.

¿Pretexto? ¡EL ABANDONO DE DESTINO!

¿Procedimiento? El más rápido que se encontró con un improvisado estuco de legalidad.

La Junta que se reúne en sesión presidida por el gobernador general; una píceo la tempesta en que no escasean los ¡rayos y truenos!, el encono particular en híbrido contubernio con la lisonja servil, desbordándose a sus anchas como río que se ve libre de la represa; el espíritu de justicia de los más, estrellándose contra la omnipotencia encaramada sobre los hombros de los menos ... Y allá, en el fondo del hogar que se abre de nuevo a recibir el soplo de salud, un inválido temporal del magisterio; un profesor normal con veinticinco años de servicio y veinticinco mil méritos que sólo sirven para hacer más alta la Tarpeya y más dolorosa la caída.

¡Ah! Si en cualquier tiempo esa destitución sería arbitraria, anormal, incorrecta, absurda, en circunstancias tan excepcio176

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nales reviste los caracteres de un atropello cometido contra un hombre que, no ya por ser quien es, sino por estar como estaba, merecía de toda alma noble un. impulso de generosa conmiseración.

¡Infelices pueblos aquellos en que se adjudican semejantes galardones a los que hicieron de sus deberes una servidumbre!

¡Desgraci<1da comarca aquella en que las rencillas largo tiempo comprimidas se ceban en el cuerpo débil de un enfermo que de sano fué intachable como el mismo pundonor!

Y luego, ¿dónde está el expediente gubernativo con la audiencia al acusado y los descargos que aduzca en su justificación?

¿Es así cómo se lanza de un cargo a quien lo ganó por reglamentario concurso; nunca por virtud de caprichos todopoderosos o de cacicales influencias?

Las disposiciones sobre Instrucción Pública, las únicas quizás apenas manchadas por el cieno que deslustra todo el orden administrativo de esta colonia, ¿han oído sonar su hora, ellas también?

El Decreto orgánico vigente, la Ley matriz del 57, ¿se pueden ya quemar, y estamos en sazón de leer, por único libro, en las genialidades sin coto, o en el rencor descorchado, del astro sin órbita o del satélite que vive según las leyes de la mecánica palaciega?

¡Profesorado laborioso! ¡Profesorado inteligente! ¿Es éste el principio del fin? Ojalá que no tengamos que decirte en breve plazo:

Tus aptitudes, tu vocación, tus esfuerzos, tu desinterés, tu abnegada constancia, tu amor al bien, en el día del enojo olímpico oirán, desde el lecho del dolor, el pulvis es pronunciado a guisa de condenación sin alzada por labios que sólo debieran abrir las yemas de los dedos de la justicia.

LA DEMOCRACIA, 6 de junio de 1893.

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Las obras del pue1·to

UN RESPETABLE AMIGO NUESTRO, .JEFE DE UNA DE LAS PRIMERAS casas mercantiles de la playa, ha recibido extensa carta de los representantes de esta circunscripción electoral en el Congreso.

La carta es muy satifactoria. En ella se anuncia la creación definitiva de la Junta de obras del puerto de Ponce y se indica la posibilidad de que el Estado subvencione, como debe, esos trabajos, que revisten para la banda Sur de la Isla un interés y una importancia excepcionales.

Pronto pasará a la Comisión de Hacienda del Ministerio de Ultramar el proyecto de arbitrios para acumular recursos; lleva magnífico informe y se espera que obtendrá rápido despacho. Plácenos comunicar a nuestros lectores tan halagüeñas noticias. El puerto de Ponce ha menester que se le ponga en condiciones ventajosas para el comercio, dragándole convenientemente y dotándole del muelle que le falta. •

Ese muelle no es obra de romanos, y una vez construído, los buques de alto porte podrían atracar sin riesgo y practicar en él sus cargas y descargas, con una economía de fuertes sumas para el comerciante, o más bien, para el consumidor, que, en último término, paga siempre los vidrios rotos.

Las obras de dragado y limpieza son indispensables y no comprendemos cómo se olvida la urgencia del asunto, cuando esta aduana es la segunda de la Isla y cuanto sus rendimientos aumentarían si se facilitase el acceso a las compañías navieras.

Y no sólo a esta ciudad urge la ejecución del propósito; urge también a los pueblos que con ella trafican y que representan un inmenso volumen de producción cafetera y sacarina.

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Si el anconaje desaparece, si las mercancías desembarcan con un costo menor y sin ningún peligro, si la importación aumenta, todos hemos de palpar los beneficios, y antes que todos el comercio, que es forzoso intermediario de cuantas operaciones se realizan sobre el muelle.

Creemos cumplir un deber sosteniendo a los señores diputados en sus útiles gestiones y prometiéndoles la gratitud del pueblo si consiguen traer una mejora positiva en el urden de los intereses económicos y de los adelantos materiales.

No desmayen en la tarea, fácil para ellos si se tienen en cuenta sus relaciones con el poder central; continúen su labor fructífera y conquistarán la pública simpatía.

No les elegimos nosotros ciertamente; les eligió el elemento burocrático, movido por impulsos oficiales; pero así y todo, contraen deberes ineludibles al aceptar la representación de estas comarcas, en cuyo seno residen los gérmenes de una prosperidad que puede desarrollarse sin más que abrir camino franco a las actividades productoras y a las especulaciones inteligentes.

Siempre que visitamos nÚestra bahía nos asaltan ideas tristes. Allí no hay nada que responda a la cultura y a la importancia de Ponce. Mucho movimiento, sí; pero pocas bellezas. Todo en el puerto es primitivo e indica un abandono criminal por parte de la administración. Aquellos muelles de tablas mal un.idas están diciendo que nadie se preocupa de nosotros ni de nuestro bienestar. Basta que las rentas no disminuyan y que los funcionarios medren.

Es cuanto necesitan los patrióticos gobiernos que el país soporta.

LA DEMOCRACIA, 7 de junio de 1893.

Co,zstrucciones urbanas

EL GOBIERNO, CON LA MÁS PLAUSIBLE INTENCIÓN Y CON EL PROpósito más laudable, dictó en la «Gaceta» de ayer una serie de disposiciones que conducen a evitar en lo fu~uro incendios como los de Ponce y Arecibo.

Aplaudimos la intención y celebramos el propósito; pero las disposiciones nos parecen muy difíciles de sostener y cumplir en la práctica.

Se crean, en todos los pueblos de la Isla, tres zonas denominadas, respectivamente, zona de piedra, zona de materiales fuertes, zona de materiales ligeros.

La zona de piedra· comprenderá la plaza y las calles que a ella convergen en un espacio mínimo de cincuenta metros.

Los edificios que hoy están dentro de esa zona. deberán ser vigilados y por ningún concepto se dará licencia para su reparación, a menos que se solicite transformarlos con mampostería, piedra, ladrillos, etc.

Si estas medidas se observaran con rigurosa severidad. desaparecería antes de diez años la mayor parte de los pueblos en que no existen medios para levantar casas de piedra Hemos viajado por nuestro país, y podríamos citar localidades como Peñuelas, Guayanilla, Sabana Grande, Aibonito, Barranquitas, Barros, Comerío, Cidra, Santa Isabel, Salinas, Vega Alta, Corozal, Toa Alta, Morovis, Naranjito, Yabucoa, Patillas, Maunabo, Las Piedras, Juncos, Gurabo, Adjuntas y otras veinte en que no hará fortuna la circular del gobernador. 180

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Esas localidades no pueden ser condenadas al suicidio, y al suicidio irán si se les impide que construyan de madera cuando no cuentan con recursos para construir de mampostería. El plan resulta muy bello: tan bello como inaplicable. Sólo en núcleos poderosos y ricos, a semejanza de Utuado, JuanaDíaz, Coamo, Añasco, Ponce, Arecibo, Gu,ayama, Humacao, Cayey, Yauco, Aguadilla y Mayagüez, atropellando intereses valiosos, desdeñando conveniencias grandes, luchando contra obstáculos añejos, podrá mantenerse la zona de piedra.

En los demás puntos de la Isla, de ningún modo. Equivaldría a dar el último golpe, el golpe de gracia que les hundiera en _la ruina y en la nada.

Apenas nos explicamos cómo pudo informar este asunto el cuerpo de Obras Públicas; apenas comprendemos quién asesoró a la autoridad superior en estas circunstancias.

Los países tienen su especial modo de ser que no abandonan en virtud de circulares ni decretos; y por mucha presión que ejerza el Gobierno, encontrará en su senda graves escollos si se empeña en modificar radicalmente en Puerto Rico sus construcciones urbanas.

El deseo del general Dabán tiende a la belleza y a la seguridad de nuestros caseríos; si se realizase, las aldeas más humildes serían bien pronto lindísimos grupos de población.

Mas ¡ah!, que es este un sueño del gobernante y una prueba de que a pesar de su visita, no conoce aún al país ni ha estudiado a fondo su contextura peculiar.

La zona de piedra es imposible ; consideramos más fácil levantar una torre Eiffel en Cangrejos que dar cima a la obra magna que nos ocupa.

Ante todo, están las leyes: y las leyes no autorizan al Gobierno para intervenir de un modo tan absoluto en las intimidades de la existencia local de cada ciudad, de cada aldea.

No nos proponemos censurar al gobernador; muy al contrario: ya hemos dicho que su pensamiento revela una intención y un propósito merecedores de entusiastas plácemes.

Advertimos, sí, los inconvenientes enormes del proyecto. Vaya un ejemplo tangible.

Una familia tiene su vivienda en la plaza de Maunabo, en la de Vega Alta, en la de Comerío. Las maderas van deteriorándose y hoy se desprende un pilar, mañana una teja, después una cornisa, luego una pared. Carece de dinero para empren-

der fábricas costosas y no se le da licencia para reparar desperfectos. De modo que la vivienda, en forzado abandono, se trocará en escombro inhabitable, no por culpa de sus propietarios; por culpa del poder público.

La circular que este artículo analiza es importante: si .los alcaldes la cumplen con energía, traerá conflictos graves y perjuicios tremendos.

Y pensamos nosotros que la prensa debe emitir su opinión sin ninguna suerte de ambigüedades.

Para eso ocupa un puesto de honor en el mundo: para decir sencilla y francamente la verdad.

LA DEMOCRACIA, 10 de junio de 1893.

REFORMAS EN CuBA Y PUERTO Rrco

LA LUCHA» Y «EL PAÍS» TRAEN EXTENSOS CABLEGRAMAS SOBRE las nuevas reformas que en estos países se propone establecer el Ministro de Ultramar.

Son tan importantes que, deseando darlos a conocer, aplazaremos hasta mañana la publicación de las demás noticias de Europa y de los Estados Unidos.

Véanse a continuación:

Madrid, 5 de junio. -El Gabinete ha aprobado un proyecto de ley presentado por el ministro de Ultramar reformando el régimen de gobierno y administración vigente en la Isla de Cuba. He aquí las lineas generales del proyecto, acerca del cual se muestra reservadísimo el señor Maura: Se robustecen las atribuciones del gobernador general.

Parece que toda la Isla constituirá una sola provincia. Cada una de las que actualmente existen será regida por un funcionario que tendrá la denominación de «delegado».

También parece que no habrá más que una sola Diputación provincial, que se compondrá de dieciocho miembros. Cada una de las actuales provincias elegirá tres diputados. La diputación se renovará por mitad cada bienio.

El Consejo de Administración se compondrá de veinticuatro vocales. De éstos, seis serán natos y otros seis de nombramiento real. También serán miembros del Consejo los nuevos dipu- • tados . provinciales que queden fuera de la renovaeión del bienio.

Otra vez Maura

El proyecto reforma el régimen municipal y los actuales organismos de Hacienda.

El plan que se atribuye a'l señor Maura se aplica a las Islas de Cuba y Puerto Rico. Son muchas las versiones que circulan sobre su cometido. Algunos afirman que llega a la mitad la parte electiva del Consejo de Administración concediéndosele facultades extensivas a los presupuestos formados por la Diputación única.

En el Consejo habrá dos ponentes con sueldo.

El proyecto se leerá hoy en las Cortes, si hay tiempo para ponerlo en limpio.

Los diputados y senadores de las Antillas están sorprendidísimos con el plan del ministro, que no los ha consultado sobre el particular, no les ha hecho la menor indicación.

El proyecto del ministro comprende la aplicación a las Antillas de la Ley Municipal de la Península, con ligeras modificaciones.

Parece confirmarse que el Consejo de Administración se compondrá de seis consejeros natos o sean autoridades; nueve de nombramiento del Gobierno y los nueve diputados provinciales más antiguos.

Madrid, 6 de junio. - Casi todos los representantes cubanos de la Unión Constitucional se muestran enojadísimos contra el señor Maura y sus reformas.

El cargo principal que formulan va contra la supresión de las provincias y la creación de una Diputación única, que centraliza todo en La Habana.

Departiendo en el salón de conferencias con los señores Bea, Zozaya, Serrano, Santos Ecay, Castañeda y Dr. Pablos, preguntéles si me autorizaban a trasmitir la expresión de su desagrado, a lo que me contestaron con vehemencia en sentido afirmativo.

Dícese que el subsecretario de la Presidencia, señor Vtllanueva, se ha negado a formar parte de la Comisión del Congreso que ha de dar dictamen sobre el proyecto del señor Maura.

En cambio, asegúrase que los señores Vérgez y Calbetón figurarán en esa Comisión.

Notóse menos viva oposición en los diputados de Puerto Rico, pues como la Isla siempre ha constituído una sola pro184

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vincia, no ocasiona el proyecto grandes trastornos a la vida provincial.

Hoy deben reunirse todos los diputados conservadores de las Antillas. El señor Castañeda llevará a la Junta una detallada impugnación del proyecto.

También lo impugnará el señor Serrano, aunque sosteniendo que el partido de Unión Constitucional debe dar un paso, de avance en el camino de las reformas políticas.

El senador ministerial autonomista, señor Portuondo, ha manifestado que encuentra loable la tendencia del proyecto Maura, y que es prudente el camino emprendido; aunque por él haya entrado el ministro con cierta timidez.

Madrid, 7 de juni-o. - En la reunión celebrada por los diputados de Cuba, pertenecientes al partido conservador, se ha tratado del plan de reforma del ministro de Ultramar, señorMaura.

El señor Villanueva, como cuestión previa, dijo que un asunto de tanta importancia no ha debido presentarse a las Cortes en la forma de un proyecto de bases, sino que ha debido redactarse un proyecto de ley con todo su articulado.

Los señores Vérgez y Calbetón objetaron al diputado por Santa Clara que en anteriores ocasiones se habían dado autorizaciones al Gobierno para implantar importantes medidas en las Antillas, y que esto mismo viene haciéndose en la Península.

El señor Villanueva replicó que siempre se había opuesto al sistema de las autorizaciones.

Después de un animado debate, se convino, por unanimidad, en que una comisión compuesta de los señores San Pedro, Serrano, Calbetón, Suárez Valdés y Castañeda, se presentara al ministro y le manifestase que era de necesidad que la Comisión del Congreso, que ha de dar dictamen sobre el proyecto se constituyera exclusivamente con los representantes de las Antillas, y que dicha Comisión sea la encargada de redactar el articulado. También se acordó se pidiera al señor Maura que sus proyectos se discutieran en sesiones ordinarias y no matinales.

La Comisión de diputados, en cumplimiento de lo acordado por sus correligionarios, se presentó al ministro y le comunicó

el acuerdo tomado poi: la representación de Unión Constitucional.

El señor Maura se mostró enérgico en sus contestaciones. Declaró que él concluirá el articulado del proyecto, que no nombrará una comisión parlamentaria de diputados hostiles a las reformas y que las mantendrá con vigor aunque la Directiva de la Unión Constitucional ordenara a sus diputados que votaran en contra, porque ese partido sólo representa una par-· te de la población de esa Is-la.

La «Gaceta» publica hoy el proyecto de reforma colonial.

Madrid, 7 de junio. - Los diputados conservadores por Cuba esperan las instrucciones de la Directiva de su partido para reunirse con motivo del proyecto Maura.

Madrid, 8 de junio. -Aseguran los amigos del ministro de Ultramar, que el proyecto de presup,uesto que éste ha elaborado para que rija en Cuba en el próximo año económico, está calcado en el proyecto de reforma administrativa que dicho ministro acaba de presentar a las Cortes.

Afirman personas allegadas al señor Maura que pronto se demostrará toda la bondad de sus planes reformadores. Esperan que el debate parlamentario evidenciará las grandes ventajas de que se resuelvan en Cuba todos sus asuntos de carácter local, en vez de venir a Madrid, donde se resuelven tardíamente.

Una comisión de diputados de Puerto Rico ha pedido al ministro de Ultramar que presente en proyectos separados las reformas administrativas en cada Antilla.

El ministro contestó que no tenía inconveniente en que la comisión respectiva del Congreso formulase dos dictámenes, uno relativo a Cuba, otro a Puerto Rico.

Si llega a discutirse el proyecto de reforma del señor Maura, dícese que se presentará una enmienda estableciendo que el presidente de la Diputación insular sea nombrado por el Gobierno y no elegido por la corporación.

Madrid, 9 de junio. - El ministro de Ultramar ha dirigido una carta sumamente expresiva a los diputados de la mayoría, en que les insta para que den sus votos a los candidatos del Gobierno que han de dar dictamen acerca del proyecto de reformas para Cuba y Puerto Rico presentado por el señor Maura.

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En dicha candidatura sólo figura un diputado antillano, que es el conde de Torrepando 53

El señor Vérgez rehusó formar parte de la expresada comisión, alegando que necesitaba confesar su libertad de acción.

Los diputados de Unión Constitucional han formado una candidatura de oposición a la del señor Maura, en la que figuraban los señores San Pedro, Castañeda, Alfau, Crespo Quintana, Carvajal, Pablos y Ecay.

Dada la situación política actual, considérase que el resultado de la votación para el nombramiento de la comisión encargada de dictaminar respecto al proyecto del señor Maura, puede dar origen a una crisis ministerial, pues todos cosideran natural que dicho ministro dimita si es derrotada la candidatura que propone para dieha comisión.

Han circulado rumores de que el señor Maura había dimitido, pero circularon también los de que era el señor Villanueva el que dimitía con motivo de su oposición al ministro, siendo subsecretario de la Presidencia.

El marqués de Vadillo, piputado conservador, pensaba dirigir hoy una pregunta al Gobierno sobre la oposición del señor Villanueva a los planes del señor Maura. Pero el señor Cánovas del Castillo le ha indicado que conviene aplazar ese acto.

Las corrientes conciliadoras que se habían establecido entre el ministro de Ultramar y los diputados cubanos se ha interrumpid.o por no haber aceptado el señor Maura las condiciones que ayer le señalaron para entrar en la comisión que ha de dar dictamen sobre el proyecto ministerial.

Madrid, 9 de junio. - Los diputados de Unión Constitucional han acordado votar mañana la candidatura de oposición.

Cuentan con el apoyo de los canovistas y de los silvelistas. Las citaciones para que los diputados conservadores asistan a la reunión de las secciones las firma el señor Cánovas.

En la candidatura <le oposición se votará al señor don Crescente San Miguel, en vez del señor Santos Ecay, por mutuo acuerdo.

Interrogado el señor Maura por varios periodistas acerca de los telegramas que se han recibido de la Isla de Cuba con-

53. Véase: Ossorio, Diccionario potítico espciñot; histórico, p. 849. Y Cruz Monclova. Historia de Puerto Rico, II, pp. 606 y 663.

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trarios a su proyecto, contestó que también ha recibido otros favorables a sus planes.

Añadió que tiene la seguridad de que los oposicionistas rectificarán su actitud cuando lean el articulado.

Respecto a la votación de mañana, manifestó que es posible que la oposición gane uno o dos puestos.

Dedúcese de este lenguaje que no piensa dimitir si la derrota se limita a una o dos secciones.

Como quiera que parece seguro que triunfen el señor San Pedro en la sección primera, y el señor Castañeda en la cuarta, la declaración del ministro es significativa.

La prensa de esta noche comenta los telegramas hostiles al ministro que han llegado, y especialmente uno de Santiago de Cuba anunciando el retraimiento de los conservadores de aquella comarca si se suprime la provincia.

LA DEMOCRACIA, 15 de junio de 1893.

/,as reformas de Maura

'1 A SE CONOCE AQUÍ, POR LOS CABLEGRAMAS DE «LA LUCHA» Y DE _l El País, el huracán parlamentario que promueven las nuevas reformas de Ultramar 5 \

El ministro las anuncia, las da a conocer, insiste en someterlas al debate de las Cortes, y los representantes de Cuba y Puerto Rico rompen toda disciplina y se disponen a resistir.

Nada más difícil que aventurar un juicio sobre proyectos cuya contextura se ignora y cuyo alcance apenas se vislumbra en las líneas generales del preámbulo.

Aun así, nosotros persistimos en los temperamentos pesi• mistas que constituyen el fondo de nuestras campañas desde que el señor Maura, injusto sin causa y agresivo sin disculpa, nos condenó a la abstención arrojándonos el mendrugo de una cuota electoral, por injuriosa, inadmisible.

54. Decretadas en mayo, y publicadas en la Gaceta de Madrid, las reformas de Maura aspiraban, en primer lugar, a reorganizar el sistema municipal vigente en las Filipinas. Y en segunda instancia. a la descentralización del régimen que imperaba en Cuba y Puerto Rico. La reforma filipina obedecía a la política de atracción ya iniciada por el Gobierno. tratando de igualar en derechos las razas de color con los individuos de raza blanca, con el fin de liquidar la rebelión en las islas españolas de Asia. La reforma antillana fue bien recibida por los autonomistas. Parecía que la situación del Gobierno en las Cámaras iba a ser despejada. Pero al contrario. la confusión y la anarquia en la discusión de los presupuestos, aumentaron hasta el punto de que los mismos ministeriales no lograban ponerse de acuerdo para resolver las dificultades que presentaba la aprobación del de Gracia y Justicia, cosa natural si se tienen en cuenta las divisiones que existían en el seno del Gabinete. Se estimaba que la culpa de todo la tenía Montero Ríos. que creía estar dotado del «don de la infalibilidadll y no sólo indignó a los pueblos afectados con su presupuesto. sino que sirvió a los conservadores de blanco para atacar al Gobierno. (Martín Alonso, Dieciséis años de regencia; María Cristina de Hapsburgo, p. 155.)

No comprendemos la saña con que los diputados conservadores anatematizan los propósitos ministeriales. Si se crea un Consejo de administración, será suyo; si se conceden grandes atribuciones a tal Consejo, Ubarri las ejercerá.

¿Qué temen, pues?

Temen el matiz ligeramente autonomista de esos organismos, a los que se autoriza para afrontar y resolver ciertos asuntos locales; temen al primer paso en el camino de una descentralización que es su eterna pesadilla.

Y no se detienen a meditar que su interés, su conveniencia, sus monopolios y sus gangas quedan a flote, y que son ese toque de amplitud en la vida provincial, ellos, los amos, se llevarían el lucro y el beneficio; nosotros, los parias, soportariamos los . inconvenientes y pagaríamos las costas.

Por lo demás, no es fácil que el señor Maura sostenga a outrance sus reformas; antes transigirá con sus contrincantes, aceptando enmiendas a granel, o saldrá del Gabinete, abatido y maltrecho por una derrota deprimente.

El mediocre político paga sus debilidades y sus desaciertos: el bosque es quemado por sus propios árboles, y cuando recuerde su marcha infeliz por las alturas del poder, el señor Maura no podrá sentir el orgullo de sus actos.

Ojalá que tenga carácter y voluntad para imponerse a los rebeldes integristas de Cuba y a los indóciles cuneros de Puerto Rico.

Y ojalá que, al fin y a la postre, las reformas no resulten tan desastrosas como el decreto de los alcaldes y la ley de las cuotas.

Ya se habla de que la comisión del Congreso formulará un dictamen para esta Isla, con absoluta independencia; de suerte que los Gacones, Legueyes, Corrales y Casajuanas quedan en libertad de amasar el bodrio que deben consumir después los burócratas que se nutren con los jugos suculentos de nuestro país.

Todo lo reducirá a un alza en los presupuestos, a una comedia en las Cámaras, a un desengaño en las colonias. El sistema monárquico en acción; los melodramas y los sainetes reaccionarios en escena.

Voila tout.

LA DEMOCRACIA, 17 de junio de 1893.

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Po,- lct enseñanza

EN LOS PUEBLOS QUE ASPIRAN A SER CULTOS, RESPETABLES Yprósperos, ningún ramo de la administración exige tanta solicitud como la enseñanza pública.

En la escuela se forman hombres para el porvenir y los gobernantes bienintencionados, rectos e inteligentes consagran a la escuela todo linaje de predilecciones.

Querríamos nosotros declarar que ese ejemplo tiene imitadores en Puerto Rico ; pero nos lo impide la realidad, cuyas desnudeces causan profundísima amargura.

Se suprimen los centros encargados de examinar a los maestros auxiliares, mientras en la Península funcionan tribunales ad hoc para expedir esos títulos.

Se echa abajo, por un simple decreto, una escuela superior creada de real orden. Están, pues, amenazadas de muerte las demás escuelas superiores, si no reúnen cierto número de alumnos o si no se las ve con benevolencia en el Olimpo colonial.

Se deja sin efecto la R. O. sobre sustitución. El poder supremo resolvió que, no pudiendo los profesores insulares aspirar a jubilarse, se les concedía derecho a sustituirse. Ahora, ni lo uno ni lo otro.

Queda vacante la plaza de inspector, con pingüe sueldo: debe anunciarse el concurso entre los maestros superiores con algunos años de servicios; pero surge un pretendiente de empuje y se deroga la ley y se pone a don Juan Miranda en aptitud de calzarse la inspección, sin más merecimientos que los que nacen de sus afinidades y sus parentescos con don Fermín Martínez Villamil, agente y atter ego de don Pablo Ubarri de las Casas ...

El señor Miranda no cuenta un solo día de servicio: es un

maestro de ocas10n. Lo cual no impide que inspeccione, con facultades amplias, las escuelas servidas por competentísimos maestros, envejecidos en las aulas.

Todavía queda el último detalle, el más característicq: el que lleva en su fondo más absintio.

Vaca la Secretaría de la Junta privincial. ¿De qué suerte? Ya lo hemos dicho en estas columnas. Concretémonos a la vacante y a la manera de cubrirla.

El derecho escolar vigente manda que se abra un concurso a que puedan acudir los maestros superiores con largos servicios prestados; pero hay un farmacéutico sin farmacia y con influjo y se le nombra secretario porque sí, porque así le plugo al gobernador general.

Sean esos puntos suspensivos nuesti;o comentario: llénelos -el país y llénelos, sobre todo, el Magisterio, preterido por los que deben sostenerlo y alentarlo.

¿ Qué dice La Balanzas;, el órgano nato, de estas anomalías? ¿Para cuándo reserva sus censuras? ¿Para cuándo guarda sus ímpetus viriles?

¿ Qué harán a los maestros después de una vida laborioso y honrada?

No pueden aspirar a sustituirse porque no hay sustitución. No pueden aspirar a una escuela superior, porque les cohibe la amenaza de la cesantía.

No pueden aspirar a las inspecciones, porque no faltarán ahijados sin servicios a quienes preferir.

No pueden aspirar a la Secretaría de la Junta provincial, porque aún pululan por ahí licenciados en farmacia disponibles.

Si no hay en Puerto Rico quien vuelva por los fueros del profesorado, aquí está LA DEMOCRACIA, el periódico más humilde por su valer intelectual y político; pero no el último en la defensa de los débiles.

No nos resignamos a guardar silencio cuando, por una serie

55. Empezó a salir en 1887. Desapareció en 1897. Era un periódico político, mercantil, teatral, literario, de noticias y anuncios. Semanal en sus -orígenes, se hizo trisemanario en 1893, y terminó siendo diario en 1896. (Pedreira, Ei periodismo en Puerto Rico; bosquejo, p. 153.)

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de decretos y de disposiciones inconvenientes, se perturba y se atrofia a una clase tan benemérita y tan digna. Contra los huracanes de la arbitrariedad existe un pararayos. El pararrayos de la justicia.

' LA DEMOCRACIA, 20 de junio de 1893. • 1

Construcciones urbanas

EL MISMO DÍA QUE PUBLICÓ LA «GACETA» LA CIRCULAR DEL GObernador dictando reglas para prevenir los incendios, apareció en este periódico un artículo censurando enérgicamente las expresadas reglas, por absurdas, impracticables y ruinosas.

• El asunto revestía y reviste gran importancia: como que afecta a casi todos los pueblos en el volumen de sus intereses y en el desarrollo de su vida. Era preciso oponer a las resoluciones del Gobierno resistencias muy firmes; nosotros iniciamos la campaña.

Reconocíamos, no obstante, y continuamos reconociendo, la buena intención del general Dabán. Torpemente asesorado por alguien que no ha visto al país, pudo equivocarse; se equivocó sin duda con la más resuelta voluntad de acierto.

He ahí por qué no esforzamos el ataque ni llegamos a la protesta: creímos más útil, más oportuna, más eficaz la crítica sobria, serena, analizadora, al mismo tiempo que franca y desposeída de pueriles temores.

Tras nosotros abrió la marcha La República y, más o menos tarde, con mayor o menor empuje, casi toda la prensa liberal, que es la prensa independiente, se puso a nuestro lado.

A ese movimiento de opinión hemos asistido con orgullo, comparando unas épocas con otras épocas, y deduciendo que ya no existen miedos que cohiban la libre emisión de las ideas y la severa manifestación de las censuras.

El país entero rechaza la circular. A nuestro pupitre llegan 194

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por todos los correos cartas de pláceme. Nuestras listas de abono han recibido, con ocasión del artículo Construcciones urbanas, un refuerzo considerable.

Es que la propiedad se resiente y busca quien la ampare y se apoya en la prensa periódica como en el más firme sustentáculo; es que, bajo la amenaza de la ruina y del desastre del campo conservador y del campo autonomista, surge unánime clamor de descontento.

La circular crea conflictos sin solución, nos dicen en todas partes; la circular es atentatoria a los derechos que la ley ampara; la circular no puede subsistir, porque conspira contra el bienestar de los ciudadanos.

Nada tan cierto. ¿Cómo han de ser condenadas a la muerte localidades en que es imposible construir de mampostería?

¿ Cómo ha de mantener el Gobierno el sentido y el alcance de un decreto que resulta despótico y arbitrario?

Poblaciones hay como Ponce, San Germán, Mayagüez y algunas pocas más, en que el decreto puede y debe ser cumplido; en que es útil y necesario que se cumpla; pero hay también poblaciones en que choca contra respetabilísimas conveniencias y lesiona legítimos derechos.

Gobernar es conciliar y transigir; el general Dabán no ignora este precepto; aplíquelo, corrija los errores de su circular pretoriana; muéstrese a la altura de sus deberes, y gan·ará muchos aplausos.

Si se obstina en sostener a todo trance el mandato, encontrará de frente una protesta tan activa, tan robusta, tan unánime, que acaso le obligue a retroceder vencido.

Y en esta ocasión recuerde el autógrafo de otro Dabán en el periódico PUERTO RICO - ANDALUCIA:

EL amor de sus súbditos es et títuLo más honrosa para un buen gobernante.

Es verdad.

LA DEMOCRACIA, 26 de junio de 1893.

LA «!LUSTRACIÓN ESPAÑOLA» TRAE DOS DIBUJOS QUE REPRESENtan a Chicago, la aldea humildísima, en 1883, y a Chicago, la metrópoli suntuosa, en 1893.

Hace sesenta años, en las márgenes del Michigan, se levantaban unos pocos edificios de pobre aspecto, sin pretensiones de opulencia y sin viso de fausto.

El trabajo nutrió sus avenidas; la industria pobló sus calles, la libertad dió aliento a sus moradores y hoy, mil cúpulas y mil torres recortan sobre el cielo azul sus siluetas gigantes.

Vivo ejemplo de lo que puede el hombre si la inteligencia le auxilia, y la constancia le sostiene, y la ambición le alienta y la sed de progreso le impulsa.

Allí donde había llanuras inmensas, inhabitables, inútiles, se agita una población innumerable, fuerte por su riqueza, productora, fabril, llena de encantos y de atractivos: una Babilonia moderna, sin las turpideces de la antigua Babilonia ; un París americano, sin las cloacas morales del París europeo. Y todo en doce lustros vividos al amparo de leyes justas, de gobiernos incorruptibles, de costumbres sanas; a la sombra de un patriotismo fecundo, que se complace en la prosperidad del suelo patrio y que no le arrebata los medios de ser próspero, rico, robusto y, por consiguiente, Libre, feliz e independiente.

¡Con cuánto dolor volvemos la vista a nuestra tierra de Borínquen y a nuestra comarca de Ponce !

Aquí no puede abrir sus alas el progreso porque los naturales del país antes quieren sus lucros que la ventura de la patria y porque los que llegan al país sólo se proponen hacer

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Paralelos

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fortuna y retornar a las playas o a los riscos en que nacieron.

Unos miran con indiferencia la suerte de su islote desdichado y ni aun son capaces de ofrecerle el tributo mezquino de sus míseras monedas.

Otros miran con desconfianza a los colonos que explotan, no concibiendo jamás que nadie acepte la tiranía sin odiarla ni que nadie sufra la opresión sin maldecirla.

Aqµéllos no sirven de nada a su terruño: son egoístas que ni siquiera se conmueven al ver que se azota a sus hermanos, que se les abofetea y se les insulta.

Estos sirven de mucho; pero sirven, ¡ay!, a la estabilidad del sistema que les permite prolongar sus granjerías desarrollar sus cálculos y convertirse en esponjas absorbentes y en pulpos constrictores.

Aquí está Ponce. Sus terrenos fértiles, más que fértiles, ubérrimos, le aseguran un progreso rápido; y, no obstante, se estaciona, vacila, casi retrocede, mientras debería avanzar, adelantar, avasallarlo todo, ya que son tan amplios, tan colosales sus recursos.

¿En qué consiste el estancamiento?

En que los productos de la campiña feraz toman, año tras año, el camino de Europa ; en que los ingenios permanecen junto al Portugués y al Inabón y al Bucaná, pero las rentas se consumen en París, en Londres, en Madrid, o en Barcelona ; en que los capitales emigran y acuden a fomentar el lujo de otras ciudades en que se alzan palacios y jardines que llevan en sus silláres y en sus invernáculos el jugo amargo de nuestros cafetos y el dulce jugo de nuestras cañas.

Entre tanto que los hijos de Ponce y los que en Ponce labraron sus riquezas, arrastran sus carruajes en la Rambla, en el Bosque de Bolonia o en la City, Ponce echa de menos la savia que le extraen y la vida que le roban.

Y después ... después los unos se atreven a decirse idólatras del terruño en el cual no saben sufrir las penas del cautiverio, y los otros osan llamarse protectores del país, porque en él arrojan unos miles para extraer unos millones.

Como no hay en la Isla gentil un ministro, ni un general, ni siquiera un diputado, tampoco hay una ciudad viril, adelantada, populosa, progresiva y soberbia.

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Ni la habrá nunca, ya que las causas perduran y se prolongan cual si Dios y la Naturaleza quisieran presentar el eterno contraste entre un pueblo de hombres libres y un pueblo de parias entumecidos por los miasmas deletéreos de la ergástula.

LA DEMOCRACIA, 28 de junio de 1893.

A/tí llegaremos

IJOY, QUE SE DISCUTE UN PLAN DE REFORMAS EN SENTIDO DESCENtralizador, creemos conveniente reproducir otro plan de reformas, acordado, como proposición de ley, por la Junta Central autonomista de Cuba, en 1887.

Ahí está en síntesis nuestro programa; a eso aspiramos porque con eso nos sería dable salvar la crisis política, económica y social que desde hace cuatro lustros nos amenaza. Los que en nosotros y en la doctrina que mantenemos y en el ideal que perseguimos ven una amenaza, convénzanse de que si estudiasen a fondo el problema, vendrían a nuestro lado seguros de servir mejor los verdaderos intereses de la patria. He aquí el plan autonomista:

El Gobierno General de la Isla se organizará en la forma siguiente:

Artículo primero. Habrá un Gobernador General, representante del Gobierno Supremo de la metrópoli, Jefe Superior de la Administración Pública en la Isla y de las fuerzas de mar y tierra constituídas en ella.

Art. 2.º Una ley especial determinará las facultades y obligaciones del Gobernador General en conformidad con la constitución y con la presente ley.

Art. 3.º Existirá en la Isla una Diputación insular elegida directamente por los habitantes de la misma y la cual se constituirá conforme a una ley especial. Esta podrá ser modificada, alterada o sustituída por la Corporación de acuerdo con el Gobernador General y en consonancia con los principios fundamentales de la Constitución del Estado. 199

Art. 4.0 La Diputación discutirá y votará el presupuesto especial de la Isla deducidas las cargas generales o nacionales que $ean establecidas por las Cortes, asignando a la Isla una cuota proporcional a su población y al estado de su riqueza.

»También discutirá y resolverá todos los asuntos de interés local, entendiéndose por tales Los relativos a los ramos de Instrucción y Obras Públicas, Sanidad, Beneficencia, Agricultura, Aguas, Bancos, Ferrocarriles, Inmigración, Formación y Policía de las poblaciones, Puertos, Aranceles de Aduanas, Régimen de las tierras públicas, Sistema electoral en Lo que respecta a las Corporaciones Locales con el régimen municipal y provincial, y Organización de los servicios públicos de la colonia, en los ramos de Gobernación, Hacienda, Fomento y Justicia.

Art. 5.º También intervendrán en cuanto a las modificaciones que hayan de introducirse en las leyes generales aplicables a la Isla.

Art. 6.° Los acuerdos de la Diputación no serán válidos hasta que alcancen la sanción del Gobernador General, que habrá de conceder o negar dentro de! plazo de un mes, entendiéndose concedida si transcurre dicho plazo sin observación ninguna.

Art. 7.° En caso de disentimiento entre la Diputación insular y el Gobernador General, deberá éste dar cuenta al Gobierno de S. M., que resolverá en el término de tres meses, transcurridos los cuales se entenderá ejecutivo el acuerdo.

Art. 8.° Al Gobernador General corresponde convocar, suspender y disolver la Diputación insular, debiendo efectuarse las nuevas elecciones en el término de dos meses y sin que la suspensión pueda exceder de un mes.

Art. 9.° La Diputación se renovará por mitad cada dos años. Art. 10.º La Diputación habrá de reunirse todos los años por un término que no bajará de tres meses, sin incluir las sesiones extraordinarias.

Art. 11.0 Asistirá al Gobernador General un Consejo que se denominará de Gobierno, compuesto de individuos que aquél nombrará y separará libremente. El Consejo se dividirá en tantas secciones cuantos sean los ramos de la Administración a cargo del Gobierno General. Cada una de estas Secciones tendrá a su frente un Secretario del despacho.

Art. 12.º Los Jefes de las Secciones a que se contrae el artículo anterior serán responsables ante la Diputación, a cuyas sesiones deberán concurrir.

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Art. 13.º El Gobernador General compartirá La iniciativa con La Diputación.

Art. 14.º Los servicios de Guerra y Marina serán organizados por una ley especial sobre la base de corresponder al Gobernador General et mando superior de las fuerzas de mar y tierra constituídas en la Isla.

Art. 15.0 Las sesiones de la Diputación serán pítblicas.

Art. 16.º El Gobernador General, de acuerdo con sus Secretarios, nombrará y separará los empleados de todos los ramos civiles dentro de las categorías y reglas que establezca la Diputación insular de acuerdo con el Gobernador General. Establecerá reglas especiales para los del orden judicial.

Art. 17.º El Gobernador General sólo será responsable ante el Gobierno Supremo.

Art. 18.º A juicio de la Diputación insular podrá establecerse un Consejo de Administración de carácter consultivo, nombrado por el Gobernador General en la forma que determina el artículo 16.º

LA DEMOCRACIA, 1 de julio de 1893.

Las reformas de Maura

EL SEÑOR PRESIDENTE DEL DIRECTORIO, EN «EL CLAMOR DEL País», comienza a analizar, con mucho acierto, las reformas de Maura, que distan mucho de llenar nuestras aspiraciones, aunque son de aplaudir por las tendencias y los propósitos que revelan.

Estamos nosotros perfectamente conformes con el criterio del señor Blanco y con el análisis a que somete las iniciativas del ministro.

No es posible esperar grandes cosas de una situación como la presente; pero si las Cortes aprueban el proyecto, ganará la colonia en amplitudes para su desarrollo.

Ya es algo que se constituyera de nuevo la Diputación al reducirse el número de sus miembros; que se suprima la comisión provincial, tan desastrosa y tan odiada ; que se modifique el régimen eleccionario en el sentido de asegurar representación a las minorías; que se den al Consejo de Administración facultades para intervenir en la formación de los presupuestos; que se elijan por circunscripciones los diputados provinciales y que se aborden otros problemas de capitalísimo interés.

Bien es verdad que esas ventajas se anulan o se hacen ilusorias por las deficiencias o ambigüedades del proyecto; pero también lo es que se aceptan, en principio, los procedimientos autonomistas, y que, de concesión en concesión, puede llegarse lejos.

El estudio del señor Blanco no se publicó todavía entero en El Clamor; está hecha la exposición; falta la crítica; y es de esperarse que la segunda corresponda a la primera.

A causa del escepticismo que invade aquí todos los ánimos 202

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y sofoca todas las esperanzas, no hay apenas qmen se fije en las reformas que el Congreso discute; reformas que influirán en la política del país, cambiando tal vez las condiciones en que ésta se desenvuelve y dilatando sus estrechos horizontes. Si los diputados de Cuba nos defienden con brillante palabra; si la justicia triunfa y la cuota se nivela; si salimos de la abstención y entramos en la lucha, esta autonomía sui generis dará paso a la verdadera autonomía que proclamamos el 87 en Ponce, y que conquistaremos, con la república, en el porvenir.

LA DEMOCRACIA, 3 de julio de 1893.

EN OTROS TIEMPOS, SI LA PRENSA ADVERTÍA A LOS GOBERNANTES sus errores, los gobernantes montaban en cólera y, con obstinación merecedora de agrio reproche, se encastillaban en sus omnímodas facultades y pronunciaban, como última ratio, el ordeno y mando tradicional.

Hoy se gobierna de un modo más científico y más suave. Y a don Antonio Dabán corresponde la gloria de iniciar, entre nosotros, un precedente que el país entero aplaudirá, porque nunca fué más justo el aplauso.

Vió la luz una circular sobre incendios; LA DEMOCRACIA inició contra ella una oposición enérgica; La República se colocó a nuestro lado en dos magistrales artículos; la campaña se generalizó muy en breve ; todos los periódicos independientes vinieron a la palestra en igual sentido y la opinión en masa declaró que la circular era en absoluto inaplicable.

Desde el primer momento reconocimos el buen deseo en que se inspiraban las disposiciones gubernativas, y el 26 de junio terminaba nuestro editorial con las frases que copiamos:

Localidades hay como Ponce, San Germán. Mayagüez y algunas pocas más, en que el decreto puede y debe ser cumplido; en que es útil y necesario que se cumpla; pero hay también poblaciones en que choca contra respetabilísimas conveniencias y lesiona legítimos derechos.

Gobernar es conciliar y transigir; el general Dabán no ignora este precepto; aplíquelo; corrija los errores de su circular

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pretoriana; muéstrese a la altura de sus deberes y ganará muchos aplausos.

Si se obstina en sostener a todo trance el mandato, encontrará de frente una protesta tan activa, tan robusta, tan unánime, que acaso le obligue a retroceder vencido.

El general Dabán estudió de nuevo el asunto; oyó las quejas de los propietarios; pesó los razonamientos de la prensa y volvió sobre sus pasos.

Ayer, publica la «Gaceta» otra circular aclaratoria: ya no hay zona de piedra para los pueblos en que sea imposible edificar de mampostería; ya se autoriza la reparación y la conservación de las casas de madera; ya no sufren amenaza ninguna los intereses creados a la sombra de la ley.

El hecho que registramos tiene grandísimo alcance, no ya sólo por sus consecuencias inmediatas, sino también por su significación en la vida de la colonia.

El nos enseña que un gobernador puede, sin detrimento del principio de autoridad, rectificarse a sí mismo, modificar su ,criterio y, con un leve sacrificio de amor propio, trocar en plácemes las censuras y en alabanzas las recriminaciones.

En otro sitio se inserta el documento que da origen a este comentario; al leerlo comprenderá el país que no funge de soberbio el hombre que lo suscribe y que de tal modo satisface los anhelos de la opinión.

LA DEMOCRACIA, que no peca de débil ni de benigna; ,que no lisonjea jamás a los gobiernos porque nada les debe ni les pide, se complace ahora en el elogio sincero de un acto a todas luces conveniente y digno.

El general Dabán ha cumplido su deber.

LA DEMOCRACIA, 6 de julio de 1893.

Sobre alcaldes

ESPERÁBAMOS QUE DEL GOBIERNO GENERAL PARTIRÍA ALGUNA iniciativa sobre alcaldes, ahora que nos hallamos en el período de renovación de las corporaciones municipales. La «Gaceta» oficial no ha dicho una palabra. Calla en el asunto. Callan también los ayuntamientos, continúan las cosas, por consiguiente, como estaban y, por fin, nos quedaremos en materia de interpretación del Decreto del señor Maura, comolos santos de Francia: con los ojos claros y sin vista. Como la ley municipal vigente es tan mala y como nosotros somos tan excesivamente aprensivos en asuntos que se rozan con el Gobierno General, de donde siempre esperamos, por lo menos, una orden de detención, una multa u otra pena por el estilo, mueren todas las opiniones en la trastienda del comercio llegando cuando más a la antesala de la Alcaldía; pero es raro que salgan a luz en el acta de la sesión de un ayuntamiento.

La interpretación de la ley la da siempre el alcalde, con muy contadas excepciones. El dice: «Esto significa estotro y no hay que darle vueltas al asunto». Si existe quien sostiene un criterio opuesto, lee el artículo 167 y queda suspendido el acuerdo que sancione lo que no pensó el alcalde. Y como hasta ahora, en materia política, también con muy contadas excepciones, prevaleció siempre el criterio del alcalde allá en el Gobierno General, la costumbre ha hecho ley y de aquí que en Puerto Rico se note un desconcierto general en la aplicación de nuestros artículos del Código municipal del señor Elduayen. Se lleva a cabo la renovación bianual de los ayuntamientos. Reúnense los concejales el día 1 de julio y el alcalde lee el artículo 53. 206

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Se hace conforme a él la elección de síndicos y le señalan los días y horas para las reuniones ordinarias: con lo cual se da por terminada la sesión inaugural.

Quedan, pues, incumplidos los artículos 49, 50 y 52. El primero, porque no se elige terna para alcalde. El segundo, porque no se eligen las de teniente de alcalde. Y el tercero, porque el alcalde no ha dado posesión a los dichos tenientes de alcalde. Y no vale la tímida observación de un concejal, no la enérgica proposición de otro que exige el cumplimiento de la ley. Si se ha renovado por mitad la corporación, no queda constituída como exige el artículo 53 mientras no tenga designados a su presidente, vicepresidente y vocales. No estando constituída, no pueden elegirse los síndicos. •

La ley no autoriza para ello a los ayuntamientos; no tienen éstos más que el derecho de proposición. Pero se satisface el precepto legal formulando las ternas.

¿ Cesan en sus cargos los funcionarios municipales a los dos años de ejercicio? Esto es indudable. Para eso se hace la renovación bianual. ¿Es el alcalde un funcionario municipal, por más que lo elija o pueda elejirlo libremente el gobernador? Hay que hacerlo así mientras no se pruebe lo contrario.

Pero en todo caso, lean lo que asegura el Consejo de Estado, sección de Gobernación, en 2 de febrero de 1884, al resolver un expediente sobre incapacidad de un ex alcalde para el cargo de concejal: «... desde el momento en que por el sufragio de los electores se constituyó el nuevo ayuntamiento, cesó Culebra (esta Culebra era el alcalde) de derecho en sus funciones de alcalde, y por consiguiente, ningún efecto, etc .... »

Quedamos, pues, en que a la renovación bianual, cesan de derecho en sus cargos, los alcaldes y sus tenientes, así como los síndicos y los comisarios de barrio, funcionarios para los que está bien claro el articulado de la ley.

Y es natural. Son cargos de elección del ayuntamiento. Cuando éste se modifica, tiene que renovar los cargos para que tengan la autoridad que les da la elección. Los cambia o los confirma; pero renueva los poderes. ¿Por qué ha de pasar el nuevo ayuntamiento, a fortiori, por lo que hizo el anterior?

Y no vale decir que el alcalde es un funcionario del Gobierno, que si no cesa como concejal o es extratérnico, ha de continuar por voluntad del gobernador, presidiendo la corporación, porque si es cierto, también lo es que la ley vigente, mo207

dificada por el señor Maura, ordena que sea concejal, y si en un ayuntamiento encontró el gobernador hombres inconvenientes y peligrosos en las ternas, puede ser que cambie la situación al renovar las corporaciones y desaparezcan las causas que hubiera tenido para aplicar la excepción.

Como sabemos que no ha habido uniformidad en la Isla en la interpretación de estos artículos de la ley, nos ocupamos hoy de este asunto, por más que nos guíe otro interés directo que el de volver por los fueros de la verdad legal, desde el momento que nuestros hombres no ocupan las curules municipales.

En resumen: para dar cumplimiento al texto legal será preciso reunir a los concejales el día 1 de julio; proponer las ternas para alcalde y tenientes, y una vez resueltas éstas por el gobernador, constituir el ayuntamiento para que se cumpran los artículos 52, 53 y siguientes

Por lo demás, si es o no firme nuestra interpretación, esperemos que S. E. el Gobernador, que parece que desea inspirar sus resoluciones en el bien público y en la recta interpretación de las leyes, sabrá tomar cartas en el asunto y disponer lo conveniente para normalizar una situación por demás incorrecta y en muchos casos arbitraria e insostenible.

LA DEMOCRACIA. 10 de julio de 1893.

Los cuervos

VEINTE AÑOS HACE QUE EL DESGOBIERNO DE PUERTO RICO ESTÁ a cargo de caciques y subcaciques, dependientes del cacicato de Santurce 56

El general Sanz inauguró el sistema 57 y todos los gobernadores lo practican desde entonces: es, sin duda, el más fácil y el más cómodo.

Abdicar en el jefe conservador facultades e iniciativas; confiarle en absoluto el nombramiento de empleados para la administración de los municipios; convertirle en un semidiós a quien se obedece y se venera; crearle un prestigio y una autoridad que estriban en el favor injusto y en la omnipotencia prestada: he ahí el secreto que nadie a estas horas desconoce. Tales prácticas habían de dar sus frutos: los alcaldes, verdaderamente omnímodos por el apoyo de sus protectores, impusieron su capricho durante cinco lustros. Y así pudimos ver cómo suben los presupuestos, cómo se instauran los consumos, cómo el humilde propietario pierde sus tierras en el apremio y cómo teniendo condiciones naturales espléndidas, la colonia decae bajo la pesadumbre de la ignorancia, erigida en fuerza directriz, y del monopolio, convertido en dogma por los que a costa suya medran, enriquecen y se levantan a las cúspides

56. Alude a don Pablo Ubarri Capetillo, conde de San José de Sanlurce. y presidente del Partido Incondicional.

57. Gobernó dos veces en Puerto Rico. y en ambas ocasiones de modo despótico. y casi siempre se mostró contrario a los intereses y las aspiraciones de la masa nativa. Véase en relación: Cruz Monclova. Historia de Puerto Rico, II. pp. 3-47 y 377-440. Y Labor Gómez Acevedo. Sanz, promotor de la conciencia separatista. Río Piedras. Editorial Universitaria. 1957.

con que nunca soñaron allá, en la soledad de su establo, de su cortijo o de su granja.

Hondas raíces tiene el mal: quien se decida a cortarlo necesita energías extraordinarias y extraordinarias aptitudes. Pero lo difícil no es imposible.

Hoy parece que los vientos varían: que en la Fortaleza hay hombres de buen temple, capaces de desarraigar el árbol infecundo del caciquismo; que ya no imperan las vesanías de los patriotas de Cangrejos y que la ley es norma a que se obedece y majestad a quien se respeta.

Y se tocan las consecuencias de errores antiguos: los cuervos que alimenta el furor reaccionario, afilan el pico y resisten. Ahí está Zavala elevando una terna que coloca al poder en el caso de elegirle a fortiori perpetuando en sus manos pecadoras una alcaldía que no sabe servir con discreción ni tacto. Ahí está Grau, rechazando a un concejal en quien la opinión de sus compañeros se fija como candidato a la terna y a la alcaldía.

¿ Qué significa esto? Que los dos tránsfugas, el de Guayanilla y el de Yauco, temen que se les lance de la curul, que ocupan a despecho de las antipatías y de los odios populares: quizás a despecho del mismo gobernador general.

Y no serán solos dos casos en la Isla. ¡Quién sabe cuántas luchas sombrías, cuántas sordas ebulliciones produce la circular en que se piden a los ayuntamientos las ternas a que la ley les obliga!

Encontrará el general Dabán obstáculos graves; pero algo debemos esperar de la rectitud que va demostrando en sus últimos procedimientos; algo debemos esperar de su carácter y de su inteligencia. •

Los cuervos criados por Sanz y por La Portilla, por Vega Inclán y Lasso, intentarán sacar los ojos al que se atreva a molestarles; pero ¡es tan sencillo cortar las garras a esos avechuchos de cera!

El actual período de gobierno puede señalarse por una revolución profunda en nuestra vida regional. En Madrid imperan corrientes reformistas y nunca gobernador alguno encontrará mayores facilidades para entrar por la amplia senda de la justicia y de la imparcialidad.

OBRAS COl\'lPLETAS

Nosotros no pedimos nada: estamos hartos de que se nos desdeñe y se nos olvide; si el general cumple sus deberes le aplaudirá el país; si no los cumple ... será uno de tantos. Y los cuervos habrán conseguido sacarte los ojos.

LA DEMOCRACIA, 27 de juLio de 1893. 211

La imparcialidad

eADA DÍA APARECEN NUEVOS NOMBRAMIENTOS DE ALCALDES EN EL periódico oficial. Se guarda a las ternas un respeto escrupuloso, que aplaudimos y alentamos.

Son conservadores los electos. Y, no obstante, nosotros, que a la ley rendimos culto, los aceptamos para la administración de los municipios que les proponen.

Ya se sabe de qué modo formaron nuestros contendientes sus mayorías: por el abuso de la fuerza ; por la mixtificación del régimen eleccionario; por el apoyo injusto de los centros oficiales.

De suerte que esas mayorías son falsas, absurdas, inadmisibles, deprimentes. En condiciones equitativas, los ayuntamientos, casi en su totalidad, estarían compuestos por nuestros hombres. •

Contra el crimen de lesa representación y los ayuntamientos son conservadores públicos y por los ciudadanos que les secundan, protestaremos siempre con ruda franqueza.

El país es liberal y si la Diputación y los ayuntamientos son conservadores, cúlpese a los que, con sus injusticias, después de copar el censo, nos obligaron a abandonarles el campo.

Estas circunstancias permiten al general Dabán circunscribirse a las ternas sin producir enconos en el integrismo.

Hasta hoy, todos los alcaldes militan en las huestes de Santurce, y de tal guisa es muy fácil, muy llana la imparcialidad.

Hay, sin embargo, tres pueblos en que el ayuntamiento es, en absoluto, autonomista: Comerlo, Barros y Santa Isabel. Y esos pueblos serán la piedra de toque en que probaremos la imparcialidad del Gobierno.

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OBRAS COMPLETAS

De Madrid llegan corrientes cada vez más acentuadas y más poderosas, y a tales corrientes obedecerá desde luego la conducta del gobernador.

Ha dicho el señor Maura, y ha repetido el señor Sagasta, que los elementos insulares no inspiran desconfianza ninguna y que ya sonó la hora de darles intervención en el manejo de sus intereses.

Y las autoridades que en las Antillas responden al pensamiento del Gabinete, no desmentirían, de seguro, aquellas declaraciones terminantes.

Por no desmentirlas soportó en Cuba el infortunado Rodríguez Arias los odios y las asechanzas, y bajó a la tumba entre el clamor de duelo del país cubano.

El general Dabán no tiene en frente obstáculos tan graves: le basta cumplir las leyes y mantener sin desviaciones la balanza.

De ahí que se aguarden sus actos futuros; de ahí que la opinión se fije, con insistencia muda, en esas alcaldías vacantes, que deben ser provistas por correligionarios nuestros.

Setenta y dos municipios hay en la colonia: sesenta y nueve, proponen ternas conservadoras; tres, proponen ternas liberales. Las sesenta y nueve resultan buenas; ¿resultarán malas las tres?

No lo esperamos; no podemos esperarlo. Quisiéramos que nuestra pluma corriese, mañana, en elogio del gobernador y de sus procederes políticos y sentiríamos que se quebrase el juego de las ternas en Comería, en Barros y en Santa Isabel. No hacemos oposición sistemática y caprichosa: antes bien, facilitamos al Gobierno la vía que debe recorrer.

Por eso, al amparo de una espectativa prudente, aguardamos que hable la «Gaceta» y que afirme o desvirtúe la nota dominante de este período.

La imparcialidad.

LA DEMOCRACIA, 31 de julio de 1893. 213

Esperando el fin

PORQUE LOS NÚMEROS DE LA «GACETA» OFICIAL DE PUERTO Rico

vengan llenos de nombramientos de alcaldes elegidos entre los primeros en terna, no hay motivo para alborozarse. Es temprano aún para aplaudir. Esperemos el desarrollo de los sucesos para juzgar con calma, hacer justicia a la imparcialidad y rectitud del gobernador general, si procede, o criticar desapasionadamente todo lo que merezca censura.

Muchos son los nombramientos de alcaldes hechos hasta la fecha. Y en su inmensa mayoría recaen en los propuestos por las corporaciones en el primer lugar en las ternas.

Pero hasta ahora, los designados son de los que continúan; es decir, de los que eran delegados extratérnicos o de manigueta ; de los que venían haciendo las delicias de los pueblos y cobrando puntualmente la asignación de los presupuestos.

El gobernador ha cumplido, pues, hasta el presente momento histórico colonial, con lo que exige en sus generalidades el decreto del señor Maura que modifica el artículo 49 de la ley municipal vigente.

¿ Cómo se ha hecho el milagro? De modo bien sencillo. No concurrieron a las urnas los autonomistas y quedaron dueños del campo los conservadores. Y los delegados despacháronse a su gusto, con la antelación necesaria, haciendo un juego delicioso de cubiletes para quedar al abrigo de la reciente disposición.

Para ser alcalde hay que ir en terna. Para ir en terna, es necesario ser concejal. Para ser padre del pueblo, hay que figurar en la lista de elegibles. Y para esto último basta con pagar una pequeña cuota de contribución directa al Estado en la mayor parte de los pueblos de tercera clase y un poco mayor en

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los de segunda y primera. Con ocho o diez pesos satisfechos en concepto de subsidio se está al cabo de la calle.

No hay que hablar del recargo municipal al 7,50 por ciento porque puede condonarlo el ayuntamiento.

De tal modo, todo aquel delegado que tenía su casita de madera, que antes del decreto del señor Maura no pagaba contribución, la ha hecho figurar con 180 ó 200 pesos de producto ; quién declaró igual cantidad por dos o tres cuerdas de terreno, adquiridas a última hora; cuál otro se dió de alta en una o dos industrias que no ha de ejercer, escogiéndolas entre las más baratas, las menos expuestas a contingencias; el de más allá tomó a un amigo en préstamos la propiedad de algún seboruco improductivo, que desde ahora empieza a producir por arte de encantamiento; el de más acá se dio sus mañas para aparecer, como vecino primero, como elegible después, más tarde como concejal y recientemente en la terna con el primer sitio aunque más o menos unánimemente.

Con alguna rara y decorosa excepción, el trabajo de los delegados del gobernador, desde el mes de marzo a julio pasado, se ha concretado a buscar cómodo asiento en las curules municipales.

La resolución digna del Directorio autonomista que hizo abandonar la lucha en las elecciones municipales, vino a felicitar la metamórfosis y los acomodamientos que hoy presenciamos.

Los delegados, los pequeños esbirros del poder, los tiranuelos de aldea, se convirtieron en concejales, alguno sin ser vecino, muchos sin el tiempo de residencia que exige la ley, casi todos sin asomos de propiedad ni de ejercicio de industria alguna.

Pero el milagro está hecho.

Llegó la renovación de los ayuntamientos, resistiéronse al principio a elevar las ternas como manda la ley, pero bien pronto, a la voz del gobernador, obedecieron y allá van ternas do quieren delegados.

De aquí que el compromiso del jefe de la provincia sea por demás fácil y hacedero.

Decreto: Para el cargo de alcalde de tal parte, S. E. se ha servido nombrar a don Fulano de Tal, que ocupa el primer lugar en la terna propuesta al efecto.

215 .

Y debiera añadir: y venía desempeñando el cargo a satisfacción de este Gobierno General.

Las ternas, pues, que fueron al gobierno de la provincia, se han despachado, en su mayor parte, con notable celeridad. No hay «Gaceta» que no contenga ocho o diez nombramientos.

Pero hasta ahora, como dice el refrán, son los mismos ... penitentes con distintas cogullas.

¿Se han resuelto las ternas de aquellas poblaciones en que no ocupa el delegado el primer lugar? ¿ Se han nombrado alcaldes en los pueblos en que, por sujetarse a la terna, deben ser liberales?

A la primera pregunta contestaremos que, si no se ha hecho, de todos modos será cuestión de disidencia mayor o menor, y siempre quedará la ropa sucia para lavarla en casa.

El gobernador, pues cumplirá la ley.

Al otro caso es al que hay que estar atentos.

Si no figura en la terna un conservador, si no lo hay en la corporación ni para remedio, pasando por lo de considerar a los propuestos como inconvenientes o peligrosos, y a los demás, sin las necesarias condiciones para el ejercicio de la alcaldía, ¿consultm·á previamente al Ministerio, para nombrar a cualquier persona en quien concurran aquellos requisitos, expresando al hacerlo las razones que justifique su determinación?

Ecco il problema. Hasta que así suceda, debemos guardarnos de todo género de manifestaciones entusiastas, que esto siempre perdió al país.

Si el gobernador sigue el camino emprendido y rompe con varonil entereza los obstáculos, legendarios en el país, para dar satisfacción a los pueblos en la designación de sus alcaldes, merecerá calurosa felicitación por el esfuerzo que supone tamaña empresa.

Si así no lo hiciere; si, a pesar del estado de calma en que nos encontramos, que es la característica del pueblo puertorriqueño, cede a las poderosas influencias que dominaron siempre en la Fortaleza, la cual un día vió trasladarse el negociado primero a la calle San Francisco; si es sabido que en los elementos liberales, por su naturaleza especial, habría de encontrar el gobernante trabajador y honrado mejores auxiliares para una buena administración como más dóciles y obedientes que los elementos de que hasta ahora ha dispuesto; si tiene siempre a su disposición el párrafo tercero del artículo 49 que

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le permite separar a los alcaldes cuando considere que existe causa justa para ello; si, en fin, siguiendo la rutina entorpecedora de antaño, se separa del camino que empieza a recorrer bajo tan buenos auspicios y doblega sus energías ante la razón especiosa del separatismo, entonces ... habremos de repetir lo, que en números pasados de nuestro periódico consignábamos: ¡Uno de tantos!

LA DEMOCRACIA, 3 de agosto de 1893.

Las condiciones necesarias

FUERON SIEMPRE, SON' Y :sERAN, SI MAURA NO LO REMEDIA, EL apoyo más firme que tuvo el partido integrista Mi para mantener su dominio en la esfera municipal. Con esas tres palabras misteriosas justificaba el gobernador el nombramiento de alcaldes a su gusto, aparentemente, en todos los pueblos de la colonia.

Se nombra a don Mengano de TaL. que reúne Las condiciones necesarias, alcalde de ...

Y con esto, ya debían darse por satisfechos y complacidos los ayuntamientos que, a sabiendas, con conocimiento de causa, por la obligación que les imponía el artículo 49 de la ley, formulaban la terna, plena y absolutamente convencidos de que ninguno de los electos por la corporación había de obtener la confianza del gobernador general.

De aquí que fueran momentos de verdadera angustia en las corporaciones aquellas que forzosamente dedicaban a formar las ternas para nombrar alcalde. Siendo éste un cargo honorifico, que dignifica y da prestigio al que lo obtiene como producto de un acto de soberanía: cargo que supone deberes, y lleva en sí responsabilidades morales y materiales, también apareja honores, preeminencias y satisfacciones, ha llegado a ser en Puerto Rico, por la abusiva y malaventurada

58. Con el apoyo y la simpatía de los magnates peninsulares, este partido integrista local, que controlaba el poderoso don Pablo Ubarri. resultaba el nudo o la prolongación insular de la oligarquía entonces reinante en España. como en Cuba lo era la Unión Constitucional. (Véase: Cruz Monclova, 11. 140, 398 y 707. Martín Alonso. Dieciséis Años de Regencia, págs. 202 y ss.)

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práctica del desgraciadísimo artículo 49, foco de antipatías, <:ausa de descrédito, bandera de dominación absurda y medida <.te insuficiencia e ineptitud.

No es un misterio para nadie que en una gran parte de los pueblos de la Isla, el mayor disgusto que podía darse a un concejal era incluirle en la terna. ¿Por qué? Porque ese concejal, cualesquiera que fuesen sus condiciones y aptitudes, no había <le ser admitido. ¿Para qué, pues, el trámite de la propuesta?

Mas nuestra obediencia sin igual y sin ejemplo en ninguna otra provincia española, para acatar y cumplir el precepto legal, dominaba siempre las repugnancias, y se formaba la terna, -después de la consiguiente lucha. ¿Para alcanzar votos? No. Para no obtener ninguno.

Fíjese el gobernador general en las comunicaciones que deben existir en los archivos del negociado primero de sus oficinas; compare los nombres que componen las ternas, de algún tiempo a esta parte, con los de los demás concejales y, con .algunas excepciones contadas, verá que los hombres de más prestigio y de mayores aptitudes para el desempeño del cargo <le alcalde no figuran en aquellas propuestas. Los concejales influyentes echaban el resto para no sufrir un desaire del gobernador general.

Sí, sabemos que, por excepción, encontrará ternas que, desde iUo témpore, contienen los mismos nombres, resueltas siempre por el método de las condiciones necesarias a favor de los elementos incondicionales, a quienes ello servía de alborozo y satisfa.cción inmensa. Pero ejemplos de esa constancia, firmeza y sujeción a la ley encontrará muy pocos.

Esto era antes, cuando imperaba el citado artículo 49 con -su famoso apartado. Cuando al gobernador se le decía por el ministro responsable de S. M. que, respecto a alcaldes «sobre su carácter de ejecutores de los acuerdos de los ayuntamientos y gestores de los intereses del municipio, ha parecido indispensable que prevalezca el que tienen de representantes del Poder público y para ello se les constituye en verdaderos funcionarios del Gobierno»; y que, sólo así, «se mantiene en el Gobierno y organización de los municipios el orden, la regularidad y el buen régimen que en esta materia son indispensables».

De aquí, de los párrafos precedentes, nacieron las condicio-nes necesarias para el ejercicio del cargo de alcalde, como fun219

cionario del Gobierno. De aquí que el gobernador nunca creía «conveniente a los intereses de la localidad aceptar ninguno de los propuestos» por las corporaciones. Y de aquí, por último, que se convirtiese en letra muerta el primer párrafo del artículo 49, y cada vez que vacaba una alcaldía, fuera preciso ceder a la influencia omnímoda del jefe del partido conservador que le presentaba, no terna como las corporaciones municipales, sino -un solo nombre desconocido, a quien entregaba toda su confianza e investía con la delegación de una parte de su poder.

¿ Hay más consecuencias? Sí las hay. El elegido iba al pueblo a mandar en nombre del gobernador y no a administrar intereses que no eran los suyos. ¿Ya obedecer a quién? ¿Algobernador? ¡No, sino a doblegarse ante el jefe de su partido que le colocó!

En esta lucha perdía el jefe político de la provincia dando armas a quien de amigo se convirtió muchas veces en temible e implacable adversario; perdía el pobre alcalde investido de una autoridad prestada y de guardarropía, no seguro de la pitanu1, a merced de los fieros embates del caciquismo rural, caciquismo también delegado y por ende el peor de todos: que las tiranías pequeñas son las más insoportables; y, por último, perdía el pueblo, obligado a llevar una carga molesta, como resultado de imposición forzosa, y sujeto a presenciar con las manos atadas y la protesta en su alma, su hacienda destrozada, sus servicios abandonados, sus escuelas vacías, sus caminos intransitables, sus hombres más prestigiosos perseguidos y difamados, y el orden, la regularidad y el buen régimen llorando sus desventuras en el rincón más apartado de la desvencijada casa municipal. Pero, a pesar de todo, gracias al carácter político de los alcaldes, tenían éstos las condiciones necesarias.

¿ Qué será eso de las condiciones necesarias? Antes dijimos que un misterio. ¿Por qué? Porque la ley no las expresa. Las calla, cuando sólo habla en su articulado de los tenientes de ¿¡Jcalde y síndicos que necesitarán saber leer y escribir, y del secretario que necesita ser español, mayor de edad, estar en el pleno goce de los derechos civiles y políticos y poseer los conocimientos de¡ la instrucción primaria.

Mas para ser alcalde, funcionario público, no dice ni una palabra.

Y como en un tiempo iban las ternas al Gobierno llenas de hombres aptos por todos conceptos, acaudalados propietarios. industriales adinerados, comerciantes de bien cimentado crédito, encanecidos en la administración del pueblo. honrados y hasta honestos, de alta moralidad, prestigio e influencia, celosos por el cumplimiento del deber, obedientes hasta la humildad al mandamiento legal, etc., y venían desairados y calificados como no convenientes a los intereses locales; y eran preteridos por gentes ineptas, sin propiedad, conocimiento ni vecindad en el pueblo; sin prestigio ni moralidad; salidos de la mesa de juego o del tugurio infamante a las veces: sabiendo deletrear algunos, y muchos sin acertar a poner su nombre a derechas y con relativa claridad; limpios de todo conocimiento administrativo, aunque manchados con historias peregrinas; el pueblo, es claro, se dió a pensar en qué consistirían las condiciones necesarias para ser alcalde, y como el pueblo no pudo explicarse nunca este enigma, creyó en la intervención de un agente inmaterial en el problema y lo calificó de misterio. Esto era ayer. Hoy no es lo mismo. El amplísimo artículo 49 ha sido modificado por otro ministro responsable de S. M. El párrafo del preámbulo que se refiere a los alcaldes ha pasado a la historia. Hoy el ministro califica de inicua aquella práctica y procura su desaparición o limitación, al menos, persuadido como está de que nada realza más el prestigio de la autoridad superior, ni puede enaltecer la autoridad moral de esta representación mejor que el SINCERO CUMPLIMIENTO DE LA LEY, fuera de la cual los gobernantes, por grandes que sean sus condiciones personales, no están seguros de sustraerse siempre a las SUGESTIONES de la pasión política, ni exentos de que las facultades mismas que la ley le otorga para que ATAJEN Y PONGAN A RAYA EGOISMOS Y TIRANIAS de los bandos locales, resultan contra su voluntad empleadas para fomento de tales demasías.

En sentir, pues, del señor Ministro, «no cabe desconocer la obligación que ellos - los preceptos de la ley - imponen, de elegir ordinariamente los alcaldes en las ternas que los respectivos municipios elevan al gobernador general; si bien es indudable que, por vía de excepción, puede separarse de ella, de la manera siguiente:

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l.º Para desechar la terna existirá alguna causa que obligue a considerar inconveniente o peligroso el nombramiento de alguno de los propuestos.

2.0 En dicho caso, el gobernador general deberá nombrar a uno de los concejales.

3.0 Si entre éstos, a su juicio, NINGUNO reuniese las condiciones necesarias para el ejercicio de la alcaldía, consultará previamente al ministro de Ultramar, expresando las razones que justifican su determinación, para utilizar la facultad extrema que le atribuye el artículo 49.

Por todo lo expuesto aseguramos que hoy no es lo mismo que ayer. Que hoy, aun en el caso extremo que señala la ley, hay que esperar que el elegido habrá de reunir mejores condiciones que todos y cada uno de los individuos que componen el ayuntamiento, lo que no deja de ser una especialísima garantía para los pueblos. Porque no es de esperar de las dotes de buen gobierno que hasta ahora demuestra tener el general Dabán y de sus condiciones singulares de energía, imparcialidad e independencia, que haya de seguir el camino trillado de sus antecesores y no Logre sustraerse a las sugestiones de la pasión política, atajando y poniendo a raya egoísmos y tiranías de los bandos locales.

En tal sentido, no haya temor de que hayamos de presenciar una vez más el triste espectáculo de ver suplantados en los cargos de alcalde a hombres aptos por otros ineptos, a hombres con condiciones idóneas por otros con las condiciones necesarias sólo en La «Gaceta» oficial; a hombres propuestos en ternas al gobernador general por el pueblo puertorriqueño por otros presentados por el partido incondicional; victorioso el caciquismo sobre la soberanía del pueblo, encumbrada la ignorancia, abatida la verdad y maltrecho y desacreditado el principio de justicia, que ha de hallar toda su fuerza en el mantenimiento estricto del mandato imperativo de la ley.

LA DEMOCRACIA, 4 de agosto de 1893.

El manifiesto

AYER, EN LAS COLUMNAS EDITORIALES DE ESTE PERIÓDICO. PUBLlcamos un documento de verdadera trascendencia política. Se dirigen A LA N ACION los respetables directores del partido autonomista y sus palabras tienen gran solemnidad 59 • Conformes con ellas en absoluto, añadiremos brevísimos comentarios, para fijar más aún, si cabe, el carácter de un acto que honra a la Delegación y que aplaudirá. de seguro, el país entero por la sensatez que revela y por la prudencia que entraña.

Para nosotros, ese manifiesto es un título de honor. Desde hace dos años preveíamos el curso de los problemas ultramarinos y, previéndolos, ofrecíamos en la Asamblea de Mayagüez una solución que, acordada a priori, nos hubiera traído ventajas inmensas.

Discutiendo por entonces con La Opinión, escribíamos estas palabras:

Estúdiense con calma nuestros artículos: en ellos se mantiene sin alteraciones el credo autonomista, y se aconseja un cambio radical en los procedimientos; nunca en las ideas.

Necesitam:os ir al poder. Nuestras falanges se desbandan; os hombres de cierta posición nos abandonan; la juventud uniersitaria se aleja de nosotros; las masas inconscientes no consituyen una fuerza.

59. Se refiere a un Manüiesto de la Delegación autonomista de 16 de gosto de 1893 en el cual se felicitaba a Labra y a Sagasta por las declaraiones en favor de la descentralización administrativa pronunciadas en las. Cortes durante la discusión del Proyecto de Reformas de Maura Montaner.

Urge atraernos la riqueza del país, adoptando temperamentos prácticos que ofrezcan a las altas c1ases completa garantía. Urge conseguir que nuestros jóvenes suban a las grandes carreras del Estado para que sirvan desde allí a la causa del pueblo.

Urge educar a las muchedumbres y generar en ellas el patriotismo, el sentimiento del deber y el culto a la libertad. Ni siquiera podemos intentarlo mientras nos hallemos en condiciones tan desventajosas como las presentes.

Ahí reside el alma máter de la influencia conservadora. Nosotros, ardiendo en las vivaces llamaradas del entusiasmo, corremos tras la utopí~ con frenéticos impulsos. Ellos, apegados al filón de sus medros, nos ven pasar con la sonrisa en los labios, celebrando el vertiginoso avance que nos aleja de la realidad.

Hasta ahora hicimos por nuestros adversarios más, mucho más que nuestros adversarios mismos. Siendo el país, como lo .somos, hemos logrado - gracias a nuestra falta de habilidad política - que se erijan ellos en amos de la colonia.

Diríase que tenemos suscrito un pacto secreto y que ese pacto nos obliga a ir minando el edificio de nuestro bienestar y levantando el del bienestar ajeno.

De nada nos sirve la experiencia; nada nos dice lo que ocurre en torno de nosotros, y realizamos estérilmente el sacrificio de -un pueblo en aras de una utopía

De cualquier modo, sea cual fuere la marcha futura de la colectividad, con ella estaremos, cueste lo que cueste. Con los nuestros, con los autonomistas de hoy, con los libemles de ayer y de mañana, iremos a la victoria o a la muerte. Queremos convencerles.

Si no lo consiguiéramos, caeríamos con ellos, abrazando la sacrosanta bandera de nuestras libertades.

Eso decíamos en abril de 1891. Hoy, la Delegación en pleno. APLAUDE SIN RESERVAc~ Y ESTA DE ACUERDO con las explícitas declaraciones de señor Sagasta, ya que el partido liberal español está dispuest a ir tan lejos como puede desearlo el autonomista, ya que entr uno y otro no hay la más leve discrepancia y ya que, si todo los liberales piensan y sienten como ha asegurado su Hustri jefe, el señor Sagasta, no hay entre unos y otros - entre lo 224

OBRAS COMPLETAS

fusionistas y los autonomistas - valla insuperable ni de ninguna especie.

En Mayagüez, obtuvieron nuestras soluciones once votos contra sesenta.

Y, sin embargo, la realidad viene a darnos la razón entera y a demostrar que no eran un ensueño nuestras profecías.

Tomamos nota y dejamos correr los acontecimientos.

Pero no concluimos sin señalar estas coincidencias del manifiesto de ahora con nuestras teorías de hace treinta meses.

Los que se permitieron, infelices, con frase reticente, aprovechar como un ariete contra nosotros, en círculos y tertulias, nuestra propaganda noble y viril, vean de qué modo el tiempo nos da la razón.

Sin la desgracia de la cuota desigual, la situación del partido autonomista hubiera variado por completo en Puerto Rico, como ha variado en Cuba.

Y no habría venido esa desgracia si no la trajera nuestro amor romántico a un ideal casi imposible.

LA DEMOCRACIA, 26 de agosto de 1893.

EN OTRO SITIO ENCONTRARÁN NUESTROS LECTORES UNA CARTA que el señor don Julián Blanco, contribuyente y ciudadano, dirige a La Correspondencia, de Puerto Rico 60 Aunque, para escribir en esta ocasión, el experto hombre público se despoja de su carácter de jefe autonomista, el documento tiene gran importancia y quizá produzca trascendentales evoluciones.

El señor Blanco quiere que, poniendo aparte la política, liberales y conservadores unan su esfuerzo y lleven a la Diputación provincial gentes dotadas de rectitud, inteligencia, arraigo y laboriosidad.

Y él mismo declara que contribuirá con su voto y con su influjo a impedir que una minoría fanática e intransigente se imponga en los concejos de la provincia.

No queremos hostilizar al señor Blanco, ni recordarle el empeño con que exigió al partido que se alejase de las urnas y que entregase al adversario todos los municipios.

La elección de concejales reviste una importancia cien veces mayor que la de diputados y no es lógico quebrantar ahora el retraimiento que en mayo se sostuvo con tan heroica tenacidad.

Cierto que la Diputación está influída por gentes ineptas: pero ¿puede modificarse dentro de los moldes de la ley que 60. Se refiere aquj Muñoz Rivera a un nuevo articulo que bajo el título de Fuera de la Politica, había publicado Blanco Sosa. y en el cual se recomendaba a los autonomistas que haciendo abstracción de sus ideas politicas y con el objeto de mejorar la administración pública. concurrieran a las próximas elecciones de diputados provinciales para hacer triunfar los candidatos más idóneos y conspicuos.

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nos rige? ¿Es útil la presencia de algunos elementos sanos en aquel antro de que partieron muchos de nuestros males?

Nosotros hemos visto en los debates la inutilidad de esa intervención. Si ocho, diez, doce autonomistas no pudieron variar los rumbos de una mayoría sorda y ciega, ¿podrán variarlos cuatro, seis u ocho disidentes?

Soñar con esto es una candidez que nos sorprende en un hombre de tan poderosas intuiciones y de tan viva perspicacia como el señor Blanco.

La Diputación, voten o no voten nuestros correligionarios, seguirá siendo lo que es, lo que fué siempre, lo que será mientras no varíe de un modo radical el sistema que nos tortura y nos atrofia.

¿ Qué gana el país con que se quebrante el retraimiento autonomista y se desvirtúe la protesta de la dignidad?

Nada: absolutamente nada.

Es útil, es necesario que se desacrediten más -si cabelos que hoy nos administran; que sus discordias internas les debiliten y les destrocen; que aparezcan tales cual son a los ojos de la patria y que nosotros les veamos tranquilos, desde lo alto de nuestro desdén, lidiar y revolcarse en el fango de su insaciable codicia.

¿ Vamos a ayudar con nuestros votos a Ledesma o a Mendizábal, a Valdés o a Brusi?

Triste papel desempeñaríamos en el juego de la política: triste y estéril a un tiempo.

Antes que resolver así, con estos subterfugios, el problema, opinamos que debe el partido oponerse a la elección de sus adversarios en aquellos distritos donde todavía les es posible alcanzar la victoria. Oponerse, sí, con candidatos propios, que prometan no asistir a las sesiones por ningún motivo, bajo ningún pretexto.

De tal guisa evitaríamos que Ponce, Juana-Díaz, Caguas, Yauco y otros y otros distritos, fuesen representados por cualquier advenedizo, ignorante y audaz.

Y de tal guisa también obligaríamos al Gobierno a fijarse en nuestra abstención, creándole dificultades y tropiezos que le constriñeran a hacernos justicia, ampliando el censó, rebajando la cuota y dándonos reparación por el ultraje que sobre nosotros pesa con enorme pesadumbre.

227

Respetamos la honrada intención y el buen deseo que sin duda guiaron la pluma del señor Blanco; mas no es posible que nos resignemos a servir de comparsa a los disidentes de Ubarri.

El partido conservador atraviesa una crisis profunda y si ha de hundirse cada vez más en el descrédito, fuerza es que le dejemos solo con sus luchas intestinas, con sus enconos personales, con sus fraccionamientos particulares y con el tósigo que roe sus entrañas.

Si no intervinimos en la administración municipal por culpa de un retraimiento fielmente observado, ¿nos resolveremos a destruir la obra y a dar al traste con nuestra seriedad y nuestro prestigio?

Piénselo el país.

En este punto debería hablar la op1mon pública sin rodeos. Nosotros esperamos que hable, y de todas maneras, volveremos sobre un asunto que nos preocupa demasiado para que le dejemos dormir en el silencio.

LA DEMOCRACIA, 28 de agosto de 1893.

¡ A la disciplina!

N1

ANTENER EN TODA SU FUERZA Y VIGOR EL DE LA PROPIA

Delegación de 20 de agosto último por el cual se puso en práctica el retraimiento por la Asamblea de Mayagüez, acordando que el partido autonomista se abstendría, en lo sucesivo, de tomar parte en las elecciones de senadores, diputados a Cortes, diputados provinciales y concejales, y aun en los sorteos de vocales de las Juntas municipales, mientras no se consagre en las leyes y en la práctica, mediante la estricta y sincera aplicación de aquéllos, la absoluta igualdad política y civil de los españoles habitantes en esta Isla y de los que viven en la Península, siendo unas mismas por lo menos la ley electoral, la municipal y la provincial que rigen para todos, e igual el Gobierno civil a cuya autoridad esté sujeta esa administración.

(Acuerdos de la Delegación. 15 de enero de 1893.)

El acuerdo de abstención queda cumplido no presentándose candidatura por el partido autonomista y absteniéndose rigurosamente de votar todos sus miembros.

Oportuno cree, por último, esta Dirección, encarecer a los autonomistas sinceros la necesidad, hoy más que nunca imperiosa, de sostener a todo trance la disciplina, sin la cual no es posible la cohesión ni la existencia del partido. No porque no vayamos a las urnas somos ajenos ni podemos ser indiferentes a la lucha

ya comenzada con la publicación de la convocatoria. Absteniéndonos de acudir a ese llamamiento, combatimos por el derecho acaso con mayor energía que nunca, y con mayor número de adversarios. (Manifiesto del Directorio. 10 de febrero de 1893.)

-¿ Qué es la disciplina política?

-La obligación ineludible en que ~stán todos, todos, todos los miembros de un partido, de someter sus actos políticos a los dictámenes, a las resoluciones, a los acuerdos que se adopten por mayoría o por unanimidad.

-El voto, ¿es un acto político?

-Lo es siempre y lo es hasta tal punto que en él funda su esencia el régimen democrático y sin él no puede manifestarse libre y soberana la opinión pública, alma máter de las sociedades modernas.

Ahí tienen nuestros lectores resueltas dos preguntas preliminares, absolutamente necesarias.

Una asamblea se reúne, acuerda el retraimiento, faculta a sus delegados para aplicarlo, los delegados lo aplican, los comités lo aplauden, el tiempo lo sanciona y al cabo de seis meses el jefe de la colectividad, sin ambajes, sin rodeos, declara que votará y, más aún, que ejercerá sus influencias y contribuirá con sus medios a fin de que voten también los que le obedezcan y le sigan.

Ayer, se encarecía la necesidad imperiosa de sostener a todo trance la disciplina, absteniéndose rigurosamente de votar todos los correligionarios.

Hoy, se toma el camino de las urnas y se pretende destruir la epopeya a costa de tantos sacrificios y de tantas abnegaciones realizada.

¿ Qué es esto? ¿Va convirtiéndose la tierra de Borínquen en inmenso manicomio, donde la locura y el desequilibrio vienen de los sesudos, de los más cuerdos, de los que por su posición y su carácter deben dar ejemplos de calma reflexiva y de juicio clari vid en te?

¿ Qué se diría si cualquier liberal de esas aldeas reclinadas en la montaña o tendidas en la costa llegase a la prensa y en voz alta y vibrante dijese que él no respetaba los acuerdos colectivos y que contribuía con sus medios y con su influencia

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y con su voto a quebrantar la abste,1ción que nos ,honra y nos eleva?

Diríase que ese liberal no era liberal, que faltando a sus promesas, a sus juramentos, a sus compromisos, se ponía de un solo golpe fuera de la colectividad, se olvidaba de sus hermanos y desgarraba su bandera.

Pues lo hace el jefe, y nosotros, con energía y con independencia que nos duele emplear, pero que son indispensables, le llamamos a la disciplina, gritándole:

-No, no tenéis derecho a votar mientras el. partido se retrae; no debéis quebrantar la actitud asumida por vos mismo y por los cien mil ciudadanos que os confían la dirección de sus rumbos: mientras una asamblea no suspenda el retraimiento, el retraimiento es ley que a vos, como a nosotros, obliga. Os llamamos a la disciplina.

¿ Quién ignora las influencias que ejerce el director de un partido y los medios a que le es fácil acudir en la batalla electoral?

¿Para que utilice esos medios y esas influencias en daño del partido le nombramos, o para que las utilice en pro del partido, de su decoro y de sus intereses?

Por la disciplina, por el decoro abandonamos diez, veinte, treinta municipios en que la mayoría era nuestra y en que hoy sería nuestra con el alcalde, la administración entera.

Entonces no debieron existir los explotadores y los explotados de que nos habla el señor Blanco, ya que él, con su propia firma, aconsejó, decidió, impuso el retraimiento, sin las mixtificaciones que ahora se insinúan.

¿Es que la Diputación, impotente y ridícula, vale más que los municipios? ¡Ah! Respondan por nosotros esos pueblos en que los buenos patriotas se cruzaron de brazos ante el acuerdo que les impedía votar y dejaron que en el festín se cebasen sus enemigos implacables.

Responda por nosotros Ponce, esta ciudad enérgica y altiva, en que jamás triunfó la ralea conservadora, y que, sin embargo, se alejó desdeñosa de las urnas, permitiendo que de sus altas curules se apoderase la turbamulta de ignorantes y fanáticos que la aominan.

En la prensa autonomista se ha llegado a decir que conviene disolver por inútil y por bastarda la Diputación. ¡Y se nos

231

advierte ahora que es útil llevar allí hombres de arraigo y de talento!

No; el partido no va por tales vías ni los contribuyentes tampoco, si son de veras liberales y si de veras aman el terruño. No van porque yendo sirven a sus adversarios y porque su abdicación resulta estéril.

A los que se afilian a un partido no pertenecen sus votos: pertenecen al partido y, si éste se retira, votar equivale a desertar.

A cuantos lo intenten, nosotros les recordamos su deber. Y les llamaremos a la disciplina.

LA .DEMOCRACIA, 30 de agosto de 1893.

Hable el directori<>

TODAS LAS MANIFESTACIONES DE LA OPINIÓN LIBERAL COINCIDEN. Aún no ha venido a la prensa ningún correligionario que se muestre conforme con las extrañas e incomprensibles teorías del señor Blanco.

Pero hay comités que callan; hay, tal vez, patriotas que vacilan y, como la lucha electoral se acerca, urge que el Directorio dirija su voz al partido para mantener la disciplina falseada por el jefe.

Ya hemos leído, en El Clamor y en El Buscapié, el pensamiento de don Salvador Brau y don Manuel Fernández Juncos: ambos son directores de la colectividad y ambos sostienen con vigorosa palabra el retraimiento.

Pero los periodistas Fernández Juncos, y Brau, obrando por sí, aisladamente, no representan en manera alguna al Directorio, y en estas circunstancias anómalas es preciso que el Directorio, cuerpo político que nació de nuestros sufragios en la Asamblea de Mayagüez, hable con energía y con franqueza.

Nadie ignora de qué suerte influye el consejo del señor Blanco ; él dará pretexto a muchos correligionarios débiles para ir a las urnas contra los acuerdos de la Delegación y contra el decoro de la colectividad. Y no existe más que un medio de impedir estas apostasías: el consejo del Directorio.

Aún estamos a tiempo de impedir que se consume la obra: aún es fácil evitar al país la vergüenza de un espectáculo deprimente. Para ello está ahí el Directorio y si en esta ocasión no cumple sus deberes, si por su apatía y por su silencio la abstención se quebranta, su responsabilidad será inmensa y su culpa será irremisible.

El señor Blanco no tiene excusa. Le elegimos para que nos _guiase, y lejos de guiarnos nos abandona: le creímos capaz de conducirnos a la victoria y nos conduce al desastre; necesitábamos que interpretase la opinión y se coloca frente a la -opinión.

Pocos, muy pocos autonomistas poseen el valor cívico que las circunstancias piden imperiosamente. Un solo comité, el 'Jenemérito comité de Sabana Grande, ha dicho la verdad: ,;ólo unos pocos liberales, los de Caguas y los de Yauco, protestan en público sin debilidades.

Y, sin embargo, hay otros, en número crecidísimo, que piensan de igual suerte que Sabana Grande, Yauco y Caguas. ¿Por .qué callan? ¿Por qué no dan forma a los anhelos de su espíritu? ¿Por qué no reivindican de una vez su derecho a ser oídos y a ser atendidos?

Por un impulso unánime de protesta se hizo el retraimiento ¿ y un solo hombre, valga lo que valga, alcanzará a destruir lo que estatuyó un pueblo? Sería éste el primer caso en la historia y coronaría la fama de nuestra mansedumbre.

Después de presenciar caídas semejantes a la caída inverosímil del señor Blanco, ya no nos atreveremos a censurar a los puertorriqueños que falten a sus compromisos y a su conciencia, votando a un marqués de Arecibo o a un conde de Santurce; porque nos parecería cobarde e injusto flajelar a los humildes cuando no nos atrevimos fustigar a los poderosos.

Aquí en estas columnas, donde siempre encontró un eco la indignación patriótica de nuestros coterráneos, hemos dado a la luz listas de electores inconsecuentes, que en Añasco, o en Cabo Rojo, que en Ponce mismo traicionaban al partido. Pues aquellos correligionarios procedían, ni más ni menos, -en idéntica forma que el señor Blanco, y tenían la atenuante, que el señor Blanco no tiene, de su personal insignificancia. El asunto es muy serio: tan serio, que puede traer la disolución y la muerte del partido, que es, acaso, lo que se busca por extraviadas sendas.

¡Qué singular suceso!

Un organismo pujante, con entusiasmos que al primer soplo despertarían y con fuerzas que al primer sacudimiento renacerían muriendo a manos de su jefe.

Un partido en que encarnan las más bellas aspiraciones in234

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sulares, rodando por la sima del descrédito a impulsos de los que están llamados a llevarle hasta la cima del poder.

Esto es tan absurdo, tan raro, que nosotros, para creerlo, necesitamos que se nos presente así, con las desnudeces del escándalo.

Golpe tras golpe, desengaño tras desengaño, va perdiéndose nuestra confianza en los viejos prestigios que consagra la tradición.

Y no nos resignamos a ser dirigidos con tan estupenda debilidad y con tan evidente impericia.

Hable el Direcforio.

LA DEMOCRACIA, 4 de septiembre de 1893.

• La retirada

MESES

HA, MUCHOS MESES, QUE VENÍAMOS OBSERVANDO EN EL DIrector político autonomista una sensible decadencia intelectual, comprobada por hechos evidentes.

En la Asamblea de Mayagüez presentó un estatuto, rayano en el incondicionalismo, para retirarlo al instantes sin esperar la derrota en votación amplia y libre.

Y luego, cuando le nombramos jefe por unanimidad, atribuyó su triunfo a la circunstancia, presunta por él, de que sus ideas comenzaban a germinar en el partido.

Fue entonces que nos vimos en el caso de rectificar apreciaciones tan falsas, que no podían mantenerse en pie por atentatorias al decoro colectivo y al dogma liberal.

Y fue entonces, también, que nos asaltó la duda de si el fieñor Blanco conserva o no la plenitud de su talento poderoso y de sus viejas energías.

Después vino la ley de Maura, la desigualdad irritante de la cuota, y publicamos El Insulto, aquel artículo que obtuvo la adhesión de todos los puertorriqueños dignos de tal nombre.

Y coincidiendo con El Insulto dió a luz el señor Blanco una epístola en que se manifestaba resuelto partidario de las candidaturas económicas, por híbridas, descabelladas.

Los correligionarios de recto juicio dejaron solo al jefe y 61. Colocado en dificilísima posición dentro del Partido Autonomista a consecuencia de las censuras a que había dado lugar su asistencia a las fiestas celebradas en obsequio de los Infantes don Antonio y doña Eulalia de Borbón, así como del fracaso de su anterior proyecto de las candidaturas económicas y ahora del de las candidaturas idóneas, Blanco Sosa procedió- ª presentar la renuncia como Director Político, cargo que vino a ocupar con carácter interino don Juan Ramón Ramos Vélez.

Dicha renuncia es la que comenta Muñoz Rivera en este artículo.

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nosotros, con harto dolor, sentimos que la duda crecía en lo íntimo de nuestra conciencia y en lo profundo de nuestra mente.

Arribaron más tarde los Infantes de Castilla a las costas de Borínquen, y el señor Blanco, republicano, enemigo de las instituciones monárquicas, presidente de un partido que se revolvía en los estertores de la desesperación, fue, en nombre de ese partido, a rendir homenaje a los príncipes.

Nadie aprobó la antinomia insigne, la contradicción monstruosa: antes bien, la prensa protestó contra aquel acto que no tiene ninguna disculpa, que no admite ninguna justificación.

Nosotros añadimos un dato más a nuestros apuntes y robustecimos el concepto que nos merecían tales renuncios, muy propios para desalentar a los más entusiastas y a los más fieles.

Ahora, por último, sin que cambien ni se alteren los motivos que determinan el retraimiento, el señor Blanco declara que votará y que empleará sus medios y sus influjos a fin de que voten sus compatriotas.

Esto es tan inverosímil, que el país, absorto durante unos <lías, ni siquiera da crédito al testimonio de sus sentidos y permanece mudo, como si el estupor paralizara sus facultades.

Nosotros, obligados a abordar el problema, hemos dicho que el jefe está en la necesidad de recoger sus palabras o dimitir inmediatamente.

Y el jefe dimite - porque no es otra cosa que una dimisión esa entrega de poderes a un sustituto -reconociendo el desgaste que en su organismo producen la edad y el trabajo de consuno.

Ya no tiene el señor Blanco aquella perspicacia de <lías más felices; ya su carácter no resiste los rudos contratiempos de la lucha; ya se debilita en él la clara intuición del porvenir y ya no es suyo el dominio de la razón y <le la lógica.

Para dirigir una oposición enérgica y persistente le faltan bríos, le faltan entusiasmos y, más atento a un positivismo torpe que a un altruismo levantado y viril, es imposible que nos conduzca a la victoria.

Hemos admirado, admiramos aún al antiguo luchador y al despedirle, olvidando las ofensas que nos prodigara, nos descubrimos con respeto ante la figura simpática y lamentamos la triste laxitud que le inclina a flaquear tan a menudo.

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Pero no consideramos justo, ni discreto, ni útil, ni admisible someter el partido a las frecuentes veleidades de un anciano que, más de una vez, demostró su decadencia.

Debió retirarse y se retira. Es amargo pero es lógico. Aún permanece en el partido y no puede votar ; no votará: nos atrevemos a predecirlo.

Realiza el señor Blanco una evolución, hábil hasta cierto punto, conservando, en virtud de esta retirada, la sombra de su autoridad. Pero al Directorio no es probable que vuelva, porque el Directorio ha menester, para cumplir sus deberes, hombres que no se equivoquen; hombres que sepan dar forma y resonancia y carácter a las supremas aspiraciones del país. Reducidos hoy a una interinidad lamentable, creemos que es preciso apresurar la convocatoria de la Asamblea.

Que se reúnan nuestros correligionarios de toda la Isla ; que estudien con calma la situación presente; que procuren penetrar en las eventualidades del futuro y que fijen los rumbos que ha de seguir la colectividad.

Somos fuertes y podemos salvarnos sin ajenos auxilios.

Si no nos salvamos, culpa será de nuestra ineptitud o de nuestra desidia.

LA DEMOCRACIA, 9 de septiembre de 1893.

El acá y el allá

SI NO BASTASE LA LECTURA DEL DECRETO QUE REPRODUCIMOS hoy, bastarían los siguientes párrafos que para apreciar el criterio que priva en la Fortaleza y que sirve de norma al régimen que se nos impone:

l.º En lo sucesivo, los centros o dependencias en que ocurran las vacantes a que dicha circular G:? se contrae, dejarán de publicarlas, limitándose a remitir relación de ellas a este Gobierno, el que dispondrá su inserción en la «Gaceta», parn el debido conocimiento.

2.0 Los aspirantes elevarán sus instancias directamente al Excmo. Sr. Gobernador general y no al centro en que ocurra la vacante, con objeto de que, reunidas todas. pueda apreciarse con más exactitud el derecho que tengan para aspirar a los destinos.

(Los artículos 3.º, 4. 0 y 5." se refieren al trámite de los expedientes y no afectan al fondo de la cuestión.)

6.0 Los destinos que necesiten fianzas, se hará constar al anunciarlo, pudiendo proveerse sin hacer el depósito, quedando el interesado obligado a verificarlo antes de la toma de posesión.

Los destinos que se declaren desiertos por falta de aspirantes, podrán cubrirse libremente por los centros de que dependan.

62. Véase el texto de este Decreto en la página 252. 239

Vamos a examinar hoy las resoluciones gubernativas bajo el punto de vista jurídico, aplazando para los números siguientes las ideas que esas resoluciones provocan.

Las leyes de 3 de julio de 1876 y de 10 de julio de 1885 6.1 se contraen sólo a los destinos civiles del Estado ; no a los destinos de carácter provincial y municipal.

Tan es así, que el Reglamento para la aplicación de esas leyes, no sólo determina la tramitación que deben seguir las instancias de los sargentos en activo servicio y las de los licenciados de la clase de tropa residentes en Ultramar, sino que preceptúa que dichas instancias deben dirigirse al ministro de la Guerra, para que los solicitantes ingresen en las carreras civiles.

El Gobierno General de Puerto Rico se extralimita y cae en la más tremenda e injusta de las arbitrariedades, extendiendo, contra todo derecho, a los destinos provinciales y municipales una disposición que corresponde a los del Esfa:do no más.

Según se desprende del artículo 6.º, el gobernador clasificará las solicitudes, remitiéndolas luego a los municipios o a la Diputación, que harán libremente el nombramiento cuando el destino se declare desierto por falta de aspirantes.

De modo que se coartan y se destruyen las facultades de la Diputación y de los ayuntamientos, imponiéndoles la tutela del Gobierno General y obligándoles a someterse sin réplica a las calificaciones de éste.

En cuanto a la Diputación, la ley provincial es muy explícita.

Art. 62.. Al frente de cada uno de estas secciones (secretaría, contaduría y depositaría) habrá un jefe, bajo cuyas órdenes servirán los empleados necesarios. El nombramiento y separación de estos jefes corresponde al gobernador, a propuesta de la Diputación provincial.

63. En la primera de estas fechas era gobernador don Segundo de la Portilla, que rigió la isla de 1875 a 1877. (Anónimo, «Gobernadores de Puerto Rico desde 1508 hasta 1898», Cultura Hispanoamericana, X (1921), p. 13.) Mientras que para la segunda fecha gobernaba a Puerto Rico don Luis Dabán y Ramírez de Arellano, que entró en 1884 y salió del país en 1887. (Ibíd., página 13.) Valga añadir que Portilla obtuvo un segundo mando de 1881 a 1882. (Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, II. pp. 601-38.)

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Art. 63. La Diputación nombra y separa a sus demás empleados.

Art. 64. La plantilla, el sueldo de todos los empleados de dichas dependencias, y el reglamento de su servicio interior, se acordarán por la Diputación, sometiéndolas a la aprobación del gobernador general.

Art. 65. La propuesta o nombramiento de los referidos funcionarios se hará previo concurso, entre las personas que reúnan las condiciones que determine un reglamento especial.

De suerte que la Diputación es autónoma en lo que respecta a esos nombramientos, y ella misma fija· las condiciones que han de reunir los que aspiren a servir en sus oficinas.

Por lo que toca a los ayuntamientos, la ley municipal es también muy clara y concluyente:

Art. 74. Es atribución de los ayuntamientos el nombramiento y separación de todos los empleados y dependientes pagados de los fondos municipales, y que sean necesarios para la realización de los servicios que están a su cargo con las excepciones establecidas en esta misma ley.

Y constituyen tales excepciones los alcaldes y los secretarios, que designa en terna el gobernador, y los vigilantes armados, que designa el alcalde.

Resulta, pues, y no es otra la práctica seguida hasta ahora, que los ayuntamientos no están sometidos a las leyes para provisión de destinos del Estado, y que el gobernador procede arbitrariamente al llamar a sí solicitudes en cuya resolución bajo ningún concepto debe inmiscuirse.

Los ayuntamientos necesitan gente de su confianza en los cargos que el pueblo retribuye, y mal podrán elegirlos si el gobernador les traza pauta de tal modo absoluta y cesarista.

Se exigirán responsabilidades, por una pésima gestión administrativa, eso sí; pero se negarán los medios de evitar esas responsabilidades.

Desde que entramos en la lucha política no conocemos un decreto más absurdo que subsista si un solo ayuntamiento lo denuncia ante el ministro de Ultramar.

Ahora, esperen nuestros lectores: pugna por saltar de los puntos de nuestra péñola una protesta contra ese boicoting que proscribe a los insulares de todo cargo público, sean autonomistas o sean conservadores. 241 16.

Y hablaremos con la claridad indispensable, porque, idólatras de nuestra tierra, nos duelen y nos indignan las postergaciones que sufre y las injusticias a que se la condena. Para el general Dabán tuvimos siempre aplausos entusiastas. Y por Dios que sentiremos mojar la pluma en el acíbar que está fluyendo a torrentes de nuestra alma.

LA DEMOCRACIA, 11 de septiembre de 1893.

II

LA TENDENCIA SE ACENTÚA DE UN MODO ALARMANTE. NI AUN EN los tiempos nefastos de Sanz llegó a tal punto la proscripción del elemento criollo s._

Los hijos del país,. conservadores o autonomistas, no caben hoy en los empleos públicos. Están preteridos.

Mientras haya un licenciado del ejército disponible, esa falange de jóvenes insulares que no pueden laborar la dura tierra, permanecerá inactiva, sin encontrar colocación en el comercio, boicotizado también por la- inmensa red peninsular que -todo lo abarca entre nosotros.

Ya hemos visto cómo infringe y vulnera las leyes provincial y municipal el decreto del gobernador; cómo anula a las corporaciones que representan al pueblo contribuyente y cómo desconcierta la marcha de la administración imponiéndole una injusticia.

Pues eso es nada si lo comparamos con el desequilibrio que ha de traer a la sociedad puertorriqueña, que no admitirá de seguro las eternas inferioridades a que se la somete y que ve con dolor de qué guisa la perturban los caprichos del Gobierno. En Galicia, en Cataluña, en Asturias y en Vizcaya predominan los gallegos y los ca talanes, los astures y los vascos. Tomad por tipo a Cádiz, y tendréis que en la administración, en el comercio, en la agricultura la inmensa mayoría es gaditana.

Puede haber, y es lícito que haya, gentes que proceden de otras regiones de la patria; pero esas gentes, si influyen por sus recursos o por sus talentos, no ejercen un imperio absoluto y despótico: son cooperadores ; no son dominadores.

64. Véase a este respecto: Cruz Monclova, II, 12, 25, 38, 390 y 392. 243

Aquí ocurre lo contrario: los puertorriqueños no significan nada, no pesan nada, y viven a merced de sus huéspedes, que les desdeñan, que les arrinconan, que ni aun les asignan las migajas de sus festines y que sofocan todo movimiento expansivo, todo propósito francamente liberal.

¿Estriba el hecho, que es indiscutible, en una superior capacidad de la raza ibérica sobre su derivación americana? ¿Depende acaso de una aptitud más grande para el trabajo, para el ahorro y para la producción?

No y cien veces no: estriba en las ventajas que encuentra el europeo para desarrollarse y prosperar sin extraordinario esfuerzo; depende de la protección que se le dispensa en los centros oficiales; protección cada día más desenmascarada y ostensible.

¿Por qué en las rudas faenas de labranza se echa de menos a los licenciados del ejército, que podrían dar impulso a nuestra agricultura, con su robustez, con su laboriosidad, con el sudor abundoso de su frente?

Porque los licenciados del ejército no descienden a ganar el mísero salario de medio duro mejicano; porque se les, ofrece acomodo más amplio en un presupuesto que cubren esos pobres campesinos anémicos, prontos a sucumbir víctimas de la miseria fisiológica que los merma y los degrada.

Y cuenta que los que aquí no se avienen a labrar la tierra fueron reclutados entre los mozos más humildes de Segovia o de Toledo, de Burgos o de Pamplona: allí pertenecían al montón de los explotados; aquí pertenecen al grupo de los explotadores.

A ese sistema añade la última cláusula el general Dabán, acaparando el cuerpo de orden público, la guardia municipal, los mozos de oficios y hasta las casillas de consumos para los licenciados del ejército, que no pueden ser puertorriqueños.

El acá y el allá se muestra de nuevo al desnudo, y baja de la Fortaleza con caracteres oficiales, como un turbión que desquicia nuestras esperanzas; como un alud que, desbaratando nuestras ilusiones, da consistencia a nuestros pesimismos.

En Cuba no han podido ser aplicadas las leyes del 76 y del 85 a los destinos populares; en Puerto Rico lo son ¡ah! porque en esta tierra de la paz proverbial y de la mansedumbre infinita no hay arbitrariedad difícil ni monopolio imposible.

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Sigue siendo Borínquen la infeliz cenicienta a quien su madre augusta castiga y abofetea por el atroz delito de ser fiel a la bandera, a la .tradición, a la historia y a la suerte de la patria.

LA DEMOCRACIA, 12 de septiembre de 1893.

EXAMINANDO LOS DECRETOS QUE EN ESTA SERIE DE EDITORIALES combatimos, surge a primera vista una pregunta sencilla y clara.

Si las leyes para colocación de sargentos en los destinos civiles fueron promulgadas en 1876 y en 1885, ¿por qué no se aplicaron a este país antes de ahora?

Gobernadores hubo desde entonces tan rigoristas como Despujols, tan absolutos como Ruiz Dana y tan despóticos como Palacio 65 , ¿por qué acepta la gloria triste de ese empeño el general Dabán?

Inexplicable nos parece la anomalía.

¿Faltaron a la ley los que regían a la colonia en el pasado, o falta el que la rige en el presente?

Nosotros, con los textos jurídicos, demostramos que no hay ningún derecho para arrebatar a los municipales sus atribuciones peculiares.

65. Don Eulogio Despujol Dussay era general y conde de Caspe. Fue gobernador de Puerto Rico entre 1878 y 1881. Los españoles sin condiciones lo apellidaron, llevados de su interés, «digno émulo del general Sanz». Para los liberales, Despujol fue, por su enorme vanidad personal, un «pavo real». (Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, II, 595.) Ruiz Dana, cuyo nombre de pila era Pedro, gobernó de 1888 a 18~0. («Gobernadores de Puerto Rico desde 1508 hasta 1898», p. 13.) Y don Rornualdo Palacio rigió la isla desde el 23 de marzo de 1887 hasta el 11 de noviembre del mismo año, cuando tuvo que ser relevado de la gobernación por orden expresa de don Víctor Balaguer, entonces ministro de Ultramar y a quien habían llegado los informes de las brutalidades y excesos cometidos por aquel general durante el funesto compontearniento de los prohombres y las huestes autonomistas. (Quiñones, Apuntes para la historia de Puerto Rico, pp. 108-186; Pedreira. EL Año Terrible, pág. 47, y Cruz Monclova. Historia del año de 1887, pág. 199.)

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De modo que ya se ve, con toda evidencia, que el actual gobernador no puede resolver lo que resuelve.

Es doloroso que un hombre a quien aplaudió la prensa autonomista por su rectitud y su imparcialidad, realice un acto que le enajena simpatías profundas y le rodea de justísimas impopularidades.

¿ Qué horizonte se ofrece a los jóvenes puertorriqueños sin recursos para costear en Europa una carrera científica?

Poco a poco van cerrándoseles las puertas que se abren francas y libres a la emigración peninsular.

Y esto, no sólo es injusto: es también anti político.

No hay pueblo en la tierra en que una parte de la juventud indígena no aspire a los cargos públicos, por estímulos de la vocación o por impulsos de la necesidad.

En Puerto Rico ni aun deben nacer esos impulsos, ya que los sofoca el boicoting gubernativo, ganoso de acaparar el presupuesto en favor de los que, si hicieron algo por nuestros intereses, fue consumir nuestros intereses.

No se necesita que las Cortes legislen: el gobernador basta y sobra para interpretar a su antojo las leyes, haciéndolas servir y obedecer a sus puntos de vista, por arbitrarias que sean.

Nunca el acá y el allá se manifestó con tanta franqueza; existía, pero se recataba; era favorecido por el Gobierno, pero sotto voce, sin escándalo, sin ruido, sin alarde.

Hoy se llega a los últimos límites, y la «Gaceta», con abrumadora concisión, nos dice que mientras exista un licenciado del ejército los aspirantes han de someterse al olvido.

Y el abuso triunfará.

El boicoting alcanza a nuestra representación parlamentaria. Se nos arroja de las urnas y no tenemos un orador que ante las Cámaras condense los ecos vibrantes de una protesta varonil.

Recuérdese que no se mueve nuestra pluma por conveniendas personales, ni aun por conveniencias colectivas.

Los ayuntamientos, las jefaturas de Hacienda y de Policía, la Diputación provincial pertenecen a nuestros adversarios; y los destinos que se provean, no han de proveerse con jóvenes liberales.

Defendemos al terruño en que nacimos y, si nuestra voz fuera escuchada, los conservadores mismos medrarían al amparo de nuestra defensa.

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Porque ellos son los amos; ellos dominan en los consejos populares; ellos anhelan los lucros y a ellos, más que a nadie, dañan los ímpetus del poder que utiliza sus votos y que les posterga después sin escrúpulo.

Nuestra conducta obedece -y no tenemos reparo en decirlo -a un propósito: al propósito de probar que el acá y el allá no se oculta, protegido como está por los más eximios funcionarios de la colonia.

El problema se reduce a estos términos, que de día en día se definen y se marcan con mayor fuerza.

-A los insulares, nada.

-A los peninsulares, todo.

LA DEMOCRACIA, 13 de septiembre de 1893.

RESUMIMOS Y TERMINAl\-IOS.

La población criolla en Puerto Rico está reducida sin remedio a una inferioridad deprimente.

La agobia la contribución, porque es ella quien produce; la abruma el impuesto, porque es ella quien trabaja.

Prescindid de esos seiscientos mil campesinos que manejan la azada y el machete, que roturan la tierra y recolectan el fruto, y ¿ a dónde irán las cañas y los cafetos?

Fuera del montón de parias que se resignan a la esclavitud y a la miseria, porque desconocen su derecho, sólo encontraréis en la colonia negociantes y burócratas.

Y el negocio y el empleo no podrían subsistir desde el punto en que, anulada la exportación, faltase la moneda.

Luego, la masa productora del país es indígena y como a esta masa se niega todo linaje de intervención en sus propios intereses, resulta de ahí una injusticia insufrible y un desequilibrio perpetuo.

No se tienen jamás en cuenta las legítimas aspiraciones del c'olono, que es, para los que gobiernan, cosa y no hombre, instrumento automático y no voluntad activa, materia explotable y no ciudadano inteligente.

¿Adónde vamos por tales caminos? ¿Qué se propone el poder público al proscribimos así moralmente de nuestro suelo, del lar en que nacimos, de la gran familia nacional que nos procrea para negarnos después su amor y su amparo?

Nosotros, desde la prensa, algunas veces desde la tribuna, hemos protestado un día y otro día contra la desigualdad que nos humilla y contra el monopolio que nos aplasta.

Pero nuestra voz no repercute en Madrid; nuestra palabra se ahoga en el mefítico ambiente del terruño y agonizamos, como los precitos del Dante, sin esperanza, sin la más remota esperanza.

De ahí que abogásemos siempre por una representación genuinamente insular en las Cortes. Los diputados puertorriqueños, que han sentido en torno suyo el vaho del despotismo; que han sufrido, a la par que sus hermanos, las amarguras de la tiranía; que tienen su porvenir, sus afectos, sus amores en el peñón nativo; los diputados puertorriqueños sabrían decir a la patria toda la acerba verdad de nuestras desdichas y levantar tempestades en el Congreso, e imponerse, no por su número, no por su elocuencia, sino por la justicia de su causa y por la grandeza de su mandato.

Mas ¡ay!, que no es lícito soñar con ese sueño.

Se nos niega también el voto y se mira con estudiado desvío nuestra abstención electoral, que es un acto heroico, mientras se trata de halagar a Galicia, que pide, con el trabuco en la diestra, y que se alza en actitud revolucionaria.

¿ Hay quien piense que por ese medio es fácil someternos al yugo y obligarnos al abandono del ideal autonomista?

¿Hay quien opine que no resistiremos largos días y que cederemos al fin, débiles y cobardes, ante las brutalidades de la fuerza?

Nunca. El sacrificio está hecho: los ayuntamientos y la Diputación pertenecen a los opresores; y llega el instante de repetir aquel tremendo apóstrofe de la Asamblea de Mayagüez: ¡Hartaos!

Pero tened presente, vosotros los que gobernáis en nombre de la patria, que estos conflictos no se prolongan sin graves consecuencias.

Sabed que regáis la semilla del encono, que creáis enemigos a la nación, que incurrís en una responsabilidad de que la historia os exigirá cuentas más tarde.

No olvidéis que no de otra suerte prepararon los virreyes el triunfo de Bolívar, Itúrbide y San Martín

Y si no sabéis llevar la mirada más allá del presente; si no os importa nada el porvenir; si hacéis vuestra la frase aprés

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-moi Le deluge; si hasta esos términos llega vuestro orgullo, se_guid adelante y haréis vosotros, vosotros no más, la revolución en las conciencias, infalible precursora de la revolución en las montañas.

LA DEMOCRACIA, 14 de septiembre de 1893

Gobierno general de la Isla de Puerto Rico

DECRETO

LAS LEYES

DICTADAS EN 3 DE .JULIO DE 1876, 10 DE JULIO • de 1865 y el Reglamento para su aplicación fijan reglas para lá colocación de los sargentos en los destinos civiles de la nación; y si bien el citado Reglamento determina en sus artículos 12, 27, 28 y 29 la tramitación que deben seguir las instancias de los sargentos en activo servicio y las de los licenciados de las clases de tropa residentes en las provincias de Ultramar, cuyos documentos deben dirigirse al ministro de la Guerra para la calificación por el Consejo y resoluciones procedentes, como quiera que existen otras colocaciones accesibles a los licenciados de todas clases, que sólo requieren para su desempeño condiciones de moralidad, buenos servicios y saber leer y escribir, tales como los Guardias de Orden Público, Municipales, Guardería, Consumos, Peones Camineros, Mozos de oficios, Aduaneros; etc., y a fin de que los aspirantes puedan tener conocimiento de las que vaquen y promover en su consecuencia instancias solicitándolos del Jefe o Corporación que proceda, recomiendo a todas las oficinas del Estado y Corporación Provincial y Municipal que, antes de proveer ninguna vacante, remitan a este Gobierno el correspondiente anuncio para su inserción en la «Gaceta» oficial, expresándose el destino y sueldo, así como también los requisitos que han de 11enar los aspirantes, para que de esta manera

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puedan obtener las plazas aquéllos que por virtud de las Leyes tengan derecho a ellas.

Como consecuencia de lo anteriormente determinado, no se hará desde esta fecha ningún nombramiento sin dar conocimiento antes de la vacante y en el caso de que no existieran solicitantes con las condiciones requeridas, se declararán desiertas y se cubrirán libremente las plazas.

Puerto Rico, 20 de julio de 1893.

LA DEMOCRACIA, 11 de septiembre de 1893.

El macho de carga

SOBRE EL CAMPESINO DE ESTE PAÍS GRAVITAN IMPUESTOS DE QUS aún no se dió nunca exacta cuenta, porque cree que sólo paga la contribución directa al Estado y los recargos municipales.

Nadie le ha dicho todavía con claridad que se le explota por mil partes diferentes: que es la eterna víctima del fisco y que su desnudez, su hambre, su miseria, son producto irremisible del sistema político y económico imperante bajo el poder de los hombres que turnan en las cumbres del Gobierno.

Tal parece que un pobre bracero del interior y de la costa no trae un solo céntimo al erario público: no figura en los repartimientos del municipio y se siente libre de todo gravamen.

Mas ¡ah!, que contribuye comprando a precios altísimos el sombrero que resguarda del sol, la blusa que cubre sus carnes, el percal con que viste a sus hijas, el bacalao con que se alimenta, el machete con que trabaja.

Los aranceles de Aduanas pesan sobre las mercancías, aumentando el tipo del detall y haciendo cada vez más difícil y más costosa la vida del infeliz proletario que, con la moneda inferior y depreciada que sirve de base a nuestros cambios, apenas si gana seis reales de vellón por una tarea de diez horas diarias; tarea superior a la de las granjas y los talleres europeos.

Y no ya en el bacalao, y en las telas y en los instrumentos de labor contribuye largamente el campesino: contribuye también en la cédula innecesaria que se le impone, en la prestación vecinal a que se le obliga, en el papel sellado que ha de servirle para sus asuntos, en los mil arbitrios con que la admi-

nistración le exprime, como si se propusiera reducirle a la pobreza más sombría y como si no le inspirase piedad la mansedumbre con que doble la cerviz al yugo de una tiranía disfrazada con ropajes de amparo tutelar y de amorosísimo interés.

Los presupuestos de esta provincia -que no es provincia más que en el nombre -alcanzan a cuatro millones de duros: unos años, poco más ; otros años, poco menos.

Y de esos cuatro millones representa medio millón - un octavo -la contribución directa. De modo que, sin duda ninguna, el productor, el jornalero pagan, consumiendo mercaderías diversas, ocho veces más de lo que importan los subsidios al Estado.

¿Podemos, pues, exigirles que ahorren, que acumulen un caudal, que piensen en el porvenir, cuando no ganan lo indispensable para cubrir sus necesidades?

¿Podemos exigirles que vayan calzados, que vistan con decencia cuando sobre sus hombros se arroja el deber de producir para que los demás dilapiden y triunfen?

El campesino nace en su choza de pajas; crece a la intemperie; se desarrolla lejos de la civilización; desconoce en absoluto los placeres que la abundancia proporciona; constituye una familia que hereda su debilidad fisiológica y, si por desdicha suya la Naturaleza le reproduce en sus hijos, ni aun puede nutrirles, porque la carne y el vino y el garbanzo están fuera de su alcance; ni aun puede educarles porque ha menester que le ayuden a conllevar la diaria faena, y porque carece de recursos para enviarles, con un mal mameluco, a la escuela rural.

De ahí que en los campos de Puerto Rico reine una tristeza profunda, y de ahí que en los cantares del pueblo se refleje una melancolía vaga que es como la nostalgia de una existencia más cómoda, más alegre y más libre.

No escucharéis en nuestra campiña de Borínquen armonías enérgicas y dulces, vibrantes y delicadas a un tiempo; la jota y la muñeira, el zortzico y la petenera no pasaron el Atlántico, no aclimataron aquende los mares, donde se escuchan las notas moribundas, agonizantes del aguinaldo y los estridentes sonidos de la glosa jibaresca, parecida a un grito de estupor salvaje. El campesino es el macho de carga que sufre el látigo y baja la cabeza, y anda, anda, hasta que un día la debilidad le pos-

tra, el trabajo le rinde y cae en cualquier rincón, dejando tras sí la prole mísera que en las fatigas y en los vejámenes y en las humillaciones le sucede.

Así no faltará nunca a la patria su contingente de esclavos que necesita si ha de dilatar en estas tierras del trópico su población excedente y si ha de fijar una meta al éxodo de los hijos que la abandonan en busca de la prosperidad y del dinero, que el trópico brinda a sus conquistadores.

LA DEMOCRACIA, 18 de septiembre de 1893. •

Política nacional

LAS ÚLTIMAS IMPRESIONES NO PUEDEN SER MÁS TRISTES. ACÁ un motín, allá una silba, más allá una manifestación tumultuaria; en todas partes la protesta que brota, la inquietud que invade los ánimos, el crédito público que se resiente, los valores bursátiles que bajan y la ola de malestar que sube, como si el Gobierno constituyese para el país una amenaza de próximas catástrofes.

Una situación así es insostenible, y por mucho que el Gabinete Sagasta €sfuerce su habilidad y su energía, sufrirá un quebranto enorme en su prestigio y se sentirá débil para una campaña de guerrillas que le asedian y le comprometen, sin que le sea fácil defenderse contra tantos enemigos.

Tiene el Ministerio la confianza de la corona; tiene la mayoría de las Cámaras; pero llegará un punto en que se vea obligado a sacrificar sus propósitos reformistas o a caer con honra envuelto en su bandera.

¿ Y por qué tantas dificultades? Por miras estrechas de campanario, por conveniencias mezquinas de localidad, que no deberían manifestarse cuando se trata de introducir economías y de crear organismos más perfectos para la vida nacional.

El statu quo encuentra en España defensores fanáticos 1"', por-

66. Ramos Oliveira, op. cit., II, p. 316, parece dar la razón a Muñoz Rivera cuando textualmente dice que: «Todo el mundo reprochaba a liberales y conservadores la inmoralidad electoral y administrativa, pero eran muy pocos los que los censuraban por su oposición cerrada a todo cambio en la estructura de la sociedad. Y no obstante, el genuino atentado contra la vida de España no estribaba en el montaje de la ortopedia caciquil. ni en la múltiple mengua de los ingresos de la nación como resultado de turbios manejos, sino en la vehemente defensa que hacía la oligarquía de unas relaciones de propiedad incompatibles con la salud de la patria. El caciquismo 257 17.

que a su sombra se amparan los caciques y porque cualquier innovación daña, en poco o en mucho, a los que eternamente medraron con la política y con sus lucros inmorales.

Tal vez ruede al abismo la situación actual sin presentarse de nuevo a las Cortes y sin lograr, por consiguiente, el cumplimiento del programa que trajo al Gobierno. Nosotros, que miramos con indiferencia las luchas de los partidos peninsulares, no podríamos menos que lamentar el naufragio de la semiautonomía que en sus proyectos y en sus discursos nos prometió el señor Maura.

De ahí que quisiéramos ver cómo los obstáculos desaparecen y cómo los fusionistas se colocan en aptitud de vivir algún tiempo aún en las esferas del poder.

Así veríamos si se cumplen o no las promesas ministeriales y si en verdad las colonias pueden esperar que al fin, después de cuatro siglos, se empiece a hacernos justicia, dándonos participación en nuestros propios asuntos y suavizando la tutela despótica que atrofia nuestras energías y convierte a estos pueblos de América en esclavos de sus dominadores. Sería terrible que en el instante en que, desde lo alto de la tribuna parlamentaria, se reconoce nuestro derecho, vinieran los motines, y las silbas y los tumultos a matar en flor nuestras esperanzas, ya de suyo raquíticas y endebles, como nacidas en el fondo de un pesimismo cada día más justo y más cruel.

No vemos que se justifique la agitación presente. En ella no aparece ningún ideal noble, ningún anhelo legítimo. Celos de ciudades contra ciudades, de regiones contra regiones, o ansias de predominio, anhelos de resistencia a las corrientes modernas: nada más.

Ni siquiera se manifiesta potente la aspiración republicana en esa balumba de aspiraciones casi indefinibles. Desde luego y la corrupción eran sólo efec.to de esa causa. En el dilema de reformar la propiedad o poner la libertad «constitucionalmente» en secuestro, los oligarcas optaron por lo último. La oligarquía apadrinaba una intención loable, si tras ella no se hubiera escondido un sórdido egoísmo: la de poner fin a la guerra civil. Pero esta clase social era tan obtusa y tan degenerada, que eligió el procedimiento menos costoso para ella, siquiera fuera el más nocivo a la nación. Siguióse la norma de 1860: a los amigos de la oligarquía, toda suerte de dádivas y mercedes; a los adversarios insobornables, la sañuda persecución».

que los jefes revolucionarios se mueven y laboran a favor del descontento monárquico; pero laboran y se mueven sin fruto. Si ellos triunfaran, si consiguiesen derrocar para siempre a los poderes históricos, entonces ¡ah!, entonces celebraríamos los motines y las silbas y los tumultos; porque más: que Maura, mil veces más, no darían Zorrilla o Salmerón o Pi y Margall.

Esperemos.

A esta distancia, con el mar que nos aisla, con la impotencia que nos consume, sólo nos queda el recurso de esperar, seguros de que nuestro destino no ha de ser peor de lo que es, ya que hemos llegado al límite de la opresión y del desamparo.

LA DEMOCRACIA, 19 de septiembre de 1893.

La última batalla

LA CÁMARA DE LOS LORES HA RECHAZADO, EN SEGUNDA LECTURA, la ley del home rule, la autonomía irlandesa, por cuatrocientos diecinueve votos contra cuarenta y uno.»

Esto dicen los últimos cablegramas y esto es tan grave que nos determinamos a meditar la trascendencia de una derrota capaz de traer en Inglaterra la revolución y el desorden.

La Cámara de los Comunes, directamente elegida por el sufragio de las masas, apoya de un modo resuelto a Mr. Gladstone, que es el apóstol y el paladín del home rule.

La Cámara de los lores, constituída por leyes de privilegio, combate al ilustre anciano y arroja sobre sus proyectos la enorme pesadumbre de una votación desesperante.

De tal guisa se hallan, uno en frente del otro, dos poderes en Inglaterra formidables: el poder despótico de la aristocracia; el poder absoluto de la opinión pública.

El país, que es generoso, que sufre con las desdichas de Irlanda, que se inclina a la equidad y a la justicia, y que no posee monopolios que defender, anhela la autonomía.

Los próceres, que son dueños de inmensas vinculaciones en Irlanda, que no transigen con que mengüe su negocio ni con que decaiga su renta, odian la autonomía.

¿ Quién ha de dominar, al cabo?

Si cae ahora Mr. Gladstone por un acto de la Corona, se sentirá herido el pueblo británico en su altivez y buscará el desquite de la ofensa.

De suerte que el problema no quedaría resuelto, ni aun cuando la reina Victoria se decidiese a sacrificar al más sabio y al más simpático de sus ministros.

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Si Mr. Gladstone disuelve el Parlamento vendrán nuevas elecciones, y al fin los lores alcanzarán la victoria en su terreno propio, en la Cámara que les pertenece.

Y entonces se repetirán las actuales escenas, quedará en pie el conflicto y habrá mayor combustible para la hoguera de las pasiones turbulentas y los fanatismos exaltados.

Asiste hoy el mundo a la génesis de una batalla colosal, que decidirá el porvenir de las ideas en una nación que de un modo decisivo influye en la marcha de la humanidad.

Nosotros creemos, y es más, afirmamos que vencerá la opinión pública, que se apoya en principios humanitarios y que sostiene una causa noble y grande.

Es difícil que se tolere por más tiempo el predominio de una clase que sólo puede alegar en su favor las ventajas de la fortuna pecuniaria y de la riqueza territorial.

Con ese título, con el título de haber sido dueña y señora en el pasado, pretende seguir siéndolo en el presente y no lo será mientras la prensa y la urna sean las que gobiernen el planeta.

Habrá de seguro en Inglaterra una nueva apelación al sufragio, y si los señores reúnen otra vez sus cuatrocientos votos, vendrá algo muy serio a probar para siempre que, en nuestro siglo, en nuestra era no hay más que un soberano y un dictador: el pueblo.

No creemos que en ese maremagnum de los cuatrocientos veintiún votos naufrague el home rule: no; de ahí saldrá más poderoso, porque hará suyas todas las voluntades y se apoderará de todas las conciencias.

LA DEMOCRACIA, 20 de septiembre de 1893.

Las dos colonias

LA DIFERENCIA ENTRE CUBA y PUERTO Rrco RESALTA EN TODOS los actos del Gobierno nacional. Para Cuba, las distinciones; para Puerto Rico, las persecuciones. En Cuba, el respeto a la voluntad de las mayorías; en Puerto Rico, el insulto a los que genuinamente representan al país. Cuba, en aptitud de luchar por sus libertades dentro de las leyes; Puerto Rico, lanzado a la desesperación y al suicidio.

Tal es el terrible paralelo entre las dos colonias: Cuba se lanzó a las maniguas con el machete y la tea; Puerto Rico permaneció fiel a su metrópoli en cuatro centurias de injusticia. Cuba abrió en sus campos fosa prematura a cien mil peninsulares; Puerto Rico dio, a otros cien mil peninsulares, hospitalidad franca y noble. Cuba fué la hija rebelde que esgrime contra su madre el puñal de punta mortífera; Puerto Rico fue la hija resignada, que espera siempre una expansión de cariño materno.

De ahí arranca la diferencia irritante. A quien se imponía matando reclutas e incendiando cañas se la ofrece un sitio en el banquete y se la trata con afectuoso mimo; a quien se insinuaba con protestas de amor y con arrebatos de idolatría, se la relega al olvido y se la ultraja blandiendo el látigo del despotismo.

El parangón es más que exacto; es innegable; y no sabemos aún si lo consideran motivo de orgullo los heroicos progenitores de la raza criolla. Ellos, tan valientes y tarr altivos, no ignoran que servir a los fuertes y abusar de los débiles no fue nunca timbre de honor para un pueblo que tiene epopeyas como la de Pavía y la de San Quintín. 262

En Cuba, los elementos del país, representados por la Junta Central autonomista y presididos por el ilustre Gálvez, pudieron ahora visitar al gobernador Calleja y ofrecerle, en el desempeño de su difíciL cargo, la cooperación del partido para el desenvolvimiento de La paz moral, para el mejoramiento político y para la feliz solución de los problemas administrativos y económicos.

En Puerto Rico no es digno realizar esos actos, porque la patria nos humilla cada vez más y porque ni siquiera se preocupa de nuestro retraimiento, que es un enorme sacrificio y que ni aun repercute en las Cámaras, porque en las Cámaras, este pueblo infeliz no cuenta ni un amigo, después de haber edificado muchos pedestales y sufrido de escabel a muchas ambiciones.

La cuota de diez duros permanece en pie, semejante a un perpetuo desafío que nos enrojece el rostro de vergüenza y que hace de nosotros, los puertorriqueños de todas partes lanzados y proscritos, un montón de parias sin un trozo de tierra en el mundo para fijar la planta y exclamar: «¡Aquí vivimos, aquí trabajamos, aquí mañana dormiremos en el sepulcro: esto es nuestro!»

La cuota de diez duros subsiste y lejos de proponerse ampliarla el ministro, la comisión del Congreso que dictamina en sus planes, dice que es preciso desvanecer - y tal es el propósito del Gobierno - todo lo que pudiera creerse modificación del censo electoral en una u otra isla.

De modo que el señor Maura ratifica sus errores con una soberbia digna de más justo empleo y pronuncia la última palabra que sin remedio nos condena a someternos o a suicidarnos.

¡Ah! El paralelo, el amargo paralelo entre Cuba rebelde y Puerto Rico leal; entre la fuerza y la mansedumbre.

Somos las dos últimas colonias de España en América ; y todavía se alza, dividiéndonos en castas diferentes, el monstruo de la desigualdad y del privilegio.

¡Quousque tandem ... ?

LA DEMOCRACIA. 21 de septiembre de 1893. 263

A diestro y siniestro

fique y nos duela traer a estas columnas periódicos de castellano detestable, que no hacen honor ciertamente al españolismo de los periodistas que así escriben el idioma de la patria:

Aquí resulta ridículo dicho artículo - El acá y el alláporque es sabido que en el país, la mayoría de los empleados son hijos de este suelo, y que en la clase de sargentos, retira,dos del servicio, residentes en el país que buscan destino, son puertorriqueños.

¡Qué lenguaje y qué veracidad los del colega!

¿ Conque los sargentos son hijos del país? ,

Pues quien afirma prueba, y nosotros esperamos que vengan nombres propios a justificar una afirmación que nos parece graciosísima.

El ejército que guarnece nuestras plazas se recluta en la península; del ejército salen las clases, y al fin resulta que las clases son puertorriqueñas.

Este argumento sí que no lo esperábamos.

Y como es un argumento que a rebatir nadie alcanza, bien merece La Balanza que la asciendan... a sargento.

El que ha cumplido de sargento y no es hijo de esta Isla, lo primero que ha procurado es establecerse con alguna industria o buscar una colocación en el campo o en el comercio.

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Hasta ahora, sí.

Porque Sanz con sus despotismos pretorianos, y Lti PortiLla con sus términos de espera, y Despujols con sus ínfulas autoritarias, y Lasso con sus complacencias ubarristas, no pusieron en vigor leyes que son en Puerto Rico antipolíticas, antisociales y antipatrióticas.

Ese honor estaba reservado al general Dabán, que si es justo, como creemos, volverá sobre su resolución y no llevará en la historia de su mando, hasta hoy limpia y clara, esa sombra que empaña todos sus méritos y destruye las profundas simpatías que conservadores y liberales han sentido y han expresado hacia él.

Desde hoy, si eso continúa, los sargentos no irán a la agricultura ni al comercio, ni tomarán pasaporte de retorno a sus hogares.

Pues hasta el último ripio del presupuesto les toca, y tienen, para hacer boca, las gangas del municipio.

¿Cuáles son las puertas que se cierran a los puertorriqueños?

Ellos son libres de sentar plaza y llegar a sargentos.

'EUos son aceptados en el comercio al igual de los peninsulares si como éstos se dejan de músicas y trabajan.

Ellos encuentran colocación en todas Zas dependencias del Estado y de los municipios.

Díganos La Balanza cuántos dependientes puertorriqueños hay en las casas mercantiles peninsulares de San Juan.

Díganos cuántos puertorriqueños, en sus negocios, obtienen la prQtección resuelta de los centros administrativos.

Díganos cuántos puertorriqueños -y sobre todo cuántos liberales - desempeñan destinos en las dependencias del Estado y de los municipios.

Y díganos, por último, si los pocos que nos cite, no serán lanzados por el último decreto, que combatimos sin tregua.

Nosotros, allá, en los días aciagos de 1887, leímos, tal vez en la misma Balanza, este anuncio:

Se solicita un mayordomo para una finca rústica.

Se exige como condición ineludible, que sea peninsular.

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A eso, los hijos del país que sentimos el dolor del golpe, respondemos en esta forma :

Aquí, en la imprenta de LA DEMOCRACIA, se necesitan operarios. Es condición ineludible que sean puertorriqueños.

Nos enseñan de qué suerte se practica El acá y el allá. Y lo practicamos. •

LA D~MOCRACIA, 21 de septiembre de 1893.

A diestro y sitiiestro

Que se cumplan las palabras del Evangelio: con la vara que midieres serás medido. Revista de Puerto Rico. Ultimo número.

BIEN, ESTIMABLE COLEGA.

Aquí, en la imprenta de LA DEMOCRACIA, se necesitan operarios. Es condición ineludible que sean puertorriqueños.

No son hijas esas palabras del acaloramiento de la polémica ni de la precipitación con que tiene que escribirse un periódico diario.

Nosotros meditamos siempre mucho, antes de que la pluma derrame sobre el papel nuestras ideas y nuestras impresiones. Y meditamos más aún si nos toca dar forma, en una síntesis clara y enérgica, a un asunto de capital interés. Para responder altivamente al boicoting con que se nos aisla, necesitábamos acudir a una conclusión lógica, pero terrible. Y acudimos.

No es que el Gobierno y dos o tres reaccionarios de mala ley establezcan un odioso exclusivismo, según afirma el ilustrado compañero: es que al Gobierno y a los reaccionarios apoyan todos, todos los que se dicen españoles incondicionales. Veinte años ha que se prescinde por completo de este país y de sus hijos fieles: veinte años de monopolio sin precedente

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y de exclusivismo sin disculpa; veinte años en que no tenemos patria.

¿ Quién provoca una situación tan desastrosa? ¿ Quién trae un conflicto moral tan tremendo? ¿ Quién tiene la responsabilidad de un desequilibrio tan grande?

El Gobierno, los reaccionarios, sí, mas el Gobierno es producto de la voluntad nacional y reaccionarios son, en este caso, los que al Gobierno celebran y con el Gobierno comulgan.

¿Recuerda la Revista las salvajes venganzas del 87? De ellasno es sólo responsable el general Palacio ; son responsables también los conservadores de todos los pueblos que con sus firmas las aplaudieron y con su aplauso las alentaron.

Ahora el caso se repite. ¿ Qué conservador protesta contra los decretos y las circulares en que el acá y el allá se desenmascaran?

Ninguno. Luego la obra es del partido que influye, del partido que impera y no sólo del gobernante que inicia y suscribe.

Bien nos fijamos - créanos la Revista - en el problema que surge de el acá y el allá; pero ese problema no está planteado por nosotros ni por nuestros amigos, está planteado por nuestros adversarios en la administración pública, en el comercio, en las profesiones, en donde quiera que existe un fruto que recoger o una prebenda que explotar.

Aceptamos la guerra en el terreno escogido por nuestros contendientes, nunca por nosotros: y tenemos la franqueza de fijar el cartel en el frontis de nuestras tiendas, ofreciendo al país el ejemplo cívico que necesita.

¿ Qué haremos con el extranjero?, pregunta la Revista.

Muy sencillo: lo que haga el extranjero con nosotros.

¿ Viene a cultivar nuestra tierra, a crear en ella una familiar a fomentar la producción, a traernos su cultura, su actividad, la energía de su carácter y la pureza de su afecto?

Pues el extranjero es nuestro hermano.

¿ Viene a proscribirnos del suelo natal, a erigirse en amo, a dictar leyes injustas, y a imponer tributos deprimentes, a menoscabar nuestra fortuna y a perseguirnos con encono?

Pues el extranjero es nuestro opresor.

Pasaron ya los tiempos de bajar la frente ante el insulto y admitir sin réplica el ultraje: medimos con la vara que nos miden.

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No excluímos a nadie a menos que nos excluyan a nosotros. Pero tampoco nos detenemos en escrúpulos pueriles y en injustificables timideces. Si la patria nos ama, amaremos a la patria. Y si non, non

LA DEMOCRACIA. 25 de septiembre de 1893.

A diestro y siniestro

LA BALANZA», CON SU ESTILO DESLABAZADO, SUS ARGUMENTOS DE pie de banco y atenta siempre a la política del medro, nos sale al paso con todo el pertrecho de la patriotería incondicional.

¡Comprender ella nuestras protestas, que son las protestas de un pueblo que se ve expoliado y oprimido bajo el peso de vejámenes sin cuento! ¡Ella, que siempre estuvo al servicio de los explotadores de la política ubarrista !

Para que los hombres de La Balanza comprendan nuestra indignación, sería necesario que nacieran nuevamente y se educasen bajo otros principios de moralidad y de justicia.

Que los grandes ideales que nuestra altivez proclama ni se compran, ni se prestan, esos, colega... se maman.

Y dice el balancín en que se mecen los catedráticos:

. Aquí no hay más que autonomistas buenos y malos e incondicionales consecuentes.

Sí; consecuentes cuando se les deja tomar parte en la merienda del país.

Consecuentes cuando, pegados al presupuesto, chupan, chupan, hasta agotar la última gota de sangre del pobre contribuyente.

Consecuentes mientras pueden amoldar las leyes a su antojo, mientras la explotación y el monopolio es la balsa de aceite en que se desliza su apacible existencia.

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Consecuentes mientras Ubarri les deja mangonear en la Diputación, en las alcaldías y en el Gobierno.

Pero cuando el cacique máximo dice: basta; habéis engordado bastante y es necesario que dejéis ese puesto a otros enflaquecidos jamelgos de mi reata, entonces, ¡adiós, consecuencia!, rueda por los suelos desgarrada, como corderillo que caevíctima de las dentelladas de furiosos canes.

¡Consecuentes Valdés, Ledesma, Brussi, Mendizábal, Santisteban y demás disidl:ntes que han promovido el gran cisma en la iglesia incondicional!

Aunque nuestra vista alcanza más aUá de esa pendencia, no vemos I.a consecuencia de que habla La Balanza.

A no ser que esa pelea nos demuestre en conclusión, que la consecuencia sea consecuencia de chupón.

Queriendo La Balanza negarnos el derecho que tenemos para llamar a este país nuestro, sale con este estribillo, viejo y gastado, como tiene que ser todo lo que produce el caletre de escritores improvisados, de periodistas per saltum.

¡La Democracia tiene una tierra que dice es suya! ¿Quién se la ha regalado? ¿Cómo la ha conquistado? ¿Acaso el nacer en una casa da derecho a decir que esa casa es nuestra?

Véase cómo discurren unos hombres que ejercen la profesión de catedráticos, de educadores de la juventud. Si así enseñan a razonar a sus discípulos, ¿no sería mejor que se suprimieran esas cátedras?

La entidad patria, la entidad país, ¿no la constituye la tierra con sus montañas y sus ríos; con sus hijos, sus costumbres, sus hogares?

A los que nacieron en Puerto Rico y en él conservan el hogar de sus mayores, y crearon intereses y familias, y aquí tienen su porvenir, sus ilusiones y sus esperanzas, y en él han. de cavar, al fin de la jornada, la tumba que encierre sus cuerpos, a ésos, y sólo a ésos, corresponde el país; porque ellos son los llamados a defender sus leyes y sus costumbres, la honra de sus hogares y el porvenir de sus hijos.

Pero los que a esta tierra llegan como aves de paso, a hacer el mayor número de pesos en el menor tiempo posible ; los que aquí vienen, como seres privilegiados, a vulnerar las leyes, a ejercer el monopolio, a mermar nuestros derechos y a escarnecer al país, ésos son extranjeros, aunque procedan del mismo riñón de Castilla; y a esos intrusos haremos siempre la guerra sin cuartel ; guerra que la conciencia nos impone, la dignidad nos exige y el deber nos lo manda.

No son, no, los descendientes de los conquistadores de allende el océano, los que tienen derecho para imponerse al país, sino los hijos del colono, del que, al morir, nos legó hogar, costumbres, ideas y virtudes, honor y dignidad, para que los defendiésemos de la rapiña del extranjero.

Pero hagamos aquí punto pues queda mucho que hablar; aguarda, Balanza, aguarda, que ya se continuará.

A diestro y siniestro

EN EL CURSO DE NUESTRA VIDA MUCHAS VECES OÍMOS LLAMAR violentos y exaltados a los hombres que combaten con vigoroso empuje por la libertad y la dignidad de su patria.

Castelar 67 , en sus mocedades, netamente revolucionarias, fué un exaltado.

Fernández de Castro, haciendo la hermosa propaganda de su doctrina en los mítines de Cuba, un exaltado más.

Porque Castelar quería la federación democrática, pidiéndola al patriotismo y señalando, como único medio de llegar a ella, las tempestuosas convulsiones populares.

67. Sabido es que don Emilio no persistió en la exaltación revolucionaria de la juventud. Pues nombrado Presidente de la República en 7 de septiembre de 1873, Castelar encarnó las ideas moderadas dentro del republicanismo español, a despecho de que en carta de 29 de agosto, Gambetta le aconsejaba energía y decisión radical (Fernando Díaz Plaja, El siglo XIX en La Historia de España en sus documentos, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1954, p. 369). Decidido a salvar la patria, Castelar restableció la pena de muerte, aplicándola sin contemplaciones. Agustín Blánquez Fraile recuerda, (Historia de España, 2.ª ed., Barcelona, Editorial Ramón Sopena, 1933, p. 705), que Nicolás Salmerón había resignado la presidencia de la República precisamente porque era un declarado paladín de su completa abolición y no estaba dispuesto a aplicarla. El último presidente de la primera República española fue todavía más lejos y derrotó al cantonalismo, reorganizó el Cuerpo de Artillería, pactó con la Santa Sede la provisión de obispados vacantes y mandó al general Moriones a combatir a los carlistas del Norte. Con estas palabras, quiso &traerse a las clases conservadoras: «Así como las monarquías deben ser liberales, las repúblicas tienen que ser conservadoras». (Blánquez, Historia de España, p. 706.) El Castelar posibilista - «si eso era ser algo» - inmoló todos sus principios republicanos en aras del orden y a base de una verdadera dictadura, la dictadura del profesor de historia que es la dictadura de los oligarcas, a los que sirvió inconscientemente, según Ramos Oliveira, op. cit., II, p. 285.

Porque Ruiz Zorrilla representa, desde París, la altiva e incansable rebeldía contra el hecho de Sagunto, y, lejos de someterse o abdicar, mantiene, cada vez con mayores ímpetus, sus actitudes intransigentes y radicales.

Porque Fernández de Castro pide justicia para su tierra, poniendo en el fondo de sus discursos la profunda amenaza de un porvenir lleno de peligros para la nación que se obstina en oprimir a los cubanos. •

Nosotros querríamos que así, como a esos hoJUbres, se nos tratase de violentos y exaltados.

Un país cuyo derecho se desconoce, cuya riqueza se dilapida, cuya queja no se atiende, ha menester que se defienda con bríos y que se ofrezcan ejemplos de viril arrojo.

Y en es-e caso se halla el país. •

¿Vamos a razonar tranquilamente cuando no hay una palabra de satisfacción que brindarnos después del insulto de la cuota?

¿ Vamos a permanecer en calma mientras se mira con desdeñosa altanería nuestra abstención, sin concederle ninguna importancia?

¿ Somos acaso una taifa de mendigos que necesiten suplicar en tono jeremíaco y humilde para que se les arroje un mendrugo del banquete nacional?

¿Podemos resignarnos a escribir ahora y siempre con tintas rosáceas, con suavidades femeninas, en tanto que se nos ultraja y se nos deprime?

No. Al vejamen se responde con la protesta, y ya que es imposible llegar a las manifestaciones más rudas del disgusto, demuestre nuestro lenguaje la amargura de un pesimismo legítimo y la soberbia de una indignación justísima.

A nadie trazamos el camino que debe seguir. Los que crean que vivimos en época de dulces coloquios con el Gobierno, pongan en su pluma la miel de su alma serena.

Nosotros vemos con dolor a nuestro país abatido, desalentado, casi moribundo, y trabajamos por levantar el espíritu, por resucitar los viejos entusiasmos, por preparar una era de actividad política, fecunda en bienes y rica en halagadoras espe~ ranzas.

Si nos motejan de exaltados, ¿qué remedio?

Gambetta fué un exaltadísimo precursor de la revancha francesa, y la revancha vendrá como un desenlace necesario.

274

OBRAS COMPLETAS

Riego fué un exaltadísimo campeón de las libertades españolas, y las libertades españoles están-aseguradas ya por la costumbre y por la ley.

Garibaldi fué un exaltadísimo paladín de la unidad italiana, y la unidad se impuso ..por la violencia y por la justicia. En la esfera limitada del peñasco que nos dió cuna, caben también las exaltaciones patrióticas.

Ellas nos traerán el sufragio, nos abrirán las puertas del Congreso y nos permitirán desenvolver ·nuestro programa.

Pero si no nos produjeran ningún fruto inmediato, salvarían, por lo menos el decoro de la tierra nativa, necesitada de que se la defienda de igual modo que Riego defendía las libertades españolas y Gambetta la revancha francesa y Garibaldi la unidad italiana.

Siga cada cual su ruta.

La nuestra no puede ser más difícil. Y nunca nos arrepentiremos de haberla emprendido.

Aunque las zarzas desgarren nuestras ropas y los cardos puncen nuestras plantas. No vamos solos.

LA DEMOCRACIA, 13 de octubre de 1893.

Política de

TAL PUEDE LLAMARSE LA QUE PRIVA EN EL PARTIDO LIBERAL PUERtorriqueño, de algunos meses acá. Hay un Directorio in nomine. Pero no funciona, no se reúne, no da señales de que trabaja, ni, por lo menos, de que existe.

Entre tanto el país soporta injusticia tras injusticia, vejamen tras vejamen, sin que sus directores se crean obligados a defenderle.

«Todo el mundo boca abajo, parece ser la consigna secreta. Que pasen las rachas del huracán. Dormid.»

Y dormimos.

Y nuestros adversarios ríen y nuestros hombres de corazón y de talento ven con asombro este letargo incomprensible, que nos roba energías y nos entrega indefensos al despotismo, a la expoliación y a la arbitrariedad.

¿Qué hace el Directorio?, preguntaba un día desde las riberas del Yagüez un ilustre patricio.

¿ Qué hace el Directorio?, preguntan hoy cien autonomistas que no flaquean ni se degradan.

El Directorio calla.

Se dijo en la Asamblea de Ponce y se repitió en la Asamblea de Mayagüez que en la capital residen muchos médicos, muchos abogados, muchos periodistas puertorriqueños.

Se dijo también que la atmósfera oficial de intramuros atrofiaba en los periodistas, en los abogados y en los médicos el entusiasmo por la idea; y se añadió que siempre resultaría débil el impulso que pudieran comunicarnos unos hombres cohibidos por Las influencias del medio. 276

Nosotros oímos tales opiniones y votamos contra ellas. Bien se nos alcanzaba que el núcleo autonomista tiene su r---,ª~s;ie;n:t::.:º:::._:e;n;las costas sur y oeste del país; que desde Aguadilla - ""''lS la opinión pública y aun el censo electoral son nuestros; que ' l'ialen diputados a Cortes, de Ponce o de Mayagüez, de Yauco o de San Germán han de salir.

Y, no obstante, confiando en la actividad, en la firmeza, en la rectitud de los correligionarios de San Juan, a ellos entregábamos la dirección suprema.

Que no pelearon nunca, como nosotros, en los comicios, es verdad; que no pudieron vencer el formidable obstáculo de una mayoría enorme, es verdad también ; mas, así y todo, queríamos que ellos nos trazasen rumbos y nos condujesen a la victoria.

¿Qué rumbos nos trazaron? ¿A dónde nos condujeron? La Isla entera lo sabe. Si el decoro y el honor de un pueblo que rechaza la servidumbre y odia el servilismo no se impusieran a cada paso, ni habría retraimiento, ni habría dogma, ni habría nada.

Esto que escribimos es amargo ; tan amargo como cierto.

El Directorio no puede mostrarse sin duda, cuando no se muestra en tan críticas circunstancias.

Y en Puerto Rico, en Madrid, en todas pai:tes estamos por completo abandonados.

¿Nos convenceremos, al fin, de que el medio oficial de intramuros es mortífero para las ideas democráticas? •

¿ Se promulgará indefinidamente la política de inercia que nos consume y nos postra?

No tardarán los sucesos en responder.

Porque ya se sabe que el país aguarda que los sucesos respondan.

LA DEMOCRACIA, 28 de octubre de 1893.

NO

PUEDE OCULTARSE NI DISMINUIRSE LA GRAVEDAD DE LOS ÚLTI· mos cablegramas.

Muerto heroicamente en Melilla un insigne general español 68 , derrotadas las tropas y mutilados los prisioneros, asume el mando en jefe el ministro de la Guerra.

Llegó, pues, la hora de luchar por la bandera de España y de acallar los odios políticos mientras duren los empeños del • combate.

Toda la Península, desde Cádiz a Santander, ha sentido la eléctrica conmoción del entusiasmo patrio y pide una venganza pronta y terrible¡ tan terrible y pronta como insensato y audaz fué el desafío.

Puerto Rico tiene en estos instantes supremos grandes deberes que cumplir y los cumplirá sin duda alguna, porque la sangre puertorriqueña es sangre española y los que en esta tierra vimos la luz sabemos sentir y mantener la solidaridad de nuestra raza.

Cierto que los hombres que a la patria rigen nos deprimieron con pretericiones inauditas y nos provocaron con vejámenes crueles. Pero cuando peligra la honra nacional, nosotros, como los republicanos españoles, olvidamos la injuria y nos disponemos a probar que, si para la libertad y el derecho no son las colonias una prolongación del territorio ibérico, lo serán para el entusiasmo y para el sacrificio.

68. Alude Muñoz Rivera a la muerte del general Margallo, ocurrida a fines de octubre de 1893. Para un breve relato de la misma, ver Martín Alonso, Dieciséis años de -regencia, pp. 176-81.

278

OBRAS COMPLETAS

Nadie duda, ni por un instante, que el triunfo de nuestras armas se realizará sin que pasen muchos días. Hoy en Africa se bate un ejército valiente y disciplinado contra una multitud que sólo es fuerte por el valor que le infunde su salvaje fanatismo.

Y aunque ya se dibujan bien claras en el horizonte las avaricias de Inglaterra, que ansía ocupar Tánger con igual perfidia que ocupara Gibraltar; aunque pueden temerse complicaciones europeas que embaracen la bélica iniciativa de nuestro pueblo, España no está sola enfrente del coloso británico.

Francia y Rusia, las dos potencias que garantizan el equilibrio continental, se aprestan a intervenir y traen a la lucha su preponderancia y su energía, que los ingleses se guardan de desconocer ni de provocar.

Y bien: nosotros creemos que España quemará en la contienda su último cartucho, que agotará su última moneda, que perderá su último hombre antes que tolerar que se mezclen en sus asuntos y coarten su política y estorben su legítima venganza el cálculo positivista y mercantil de los modernos cartagineses.

Aún no se sabe aquí hasta qué punto sería útil y necesario nuestro ~oncurso; si el ejército ahoga en sangre la soberanía marroquí; si la campaña no se prolonga, poco o nada tenemos que hacer. Si nuevos, inconcebibles reveses nos humillan; si • la patria ha menester de nuestro auxilio, todo cuanto tenemos es suyo y regatearlo nos parece una cobardía y una mengua.

Esperemos, pues, haciendo votos por la victoria de nuestros heroicos soldados; enviemos a las costas africanas, como obsequio a los que pelean por nuestra bandera, los frutos de esta región, y después, si el caso llega, vaciaremos nuestras bolsas en manos del Gobierno para sostener, por la razón y por la fuerza, el prestigio y el lustre del nombre castellano.

Las kábilas no están organizadas para resistir el empuje de un ejército y cederán a las primeras acometidas de nuestros escuadrones.

Pero si por anhelos insensatos de la codicia británica surge una guerra internacional, habrá sonado el instante de que nos dispongamos, no sólo a ce5ier nuestra fortuna, sino a defender279

nos de los ataques que lleguen a am~mazar nuestro territorio. Acaso nunca amanecerá ese día; ojalá que no amanezca; pero si amaneciese, veríamos cuántos y cuáles son en Borínquen los buenos españoles.

LA DEMOCRACIA, 7 de noviembre de 1893.

Ola de nieve

eOMO SI UNA INMENSA OLA DE NIEVE PASARA SOBRE EL PAÍS, ENfriándolo en toda su extensión, la política no hace ruido ni despierta interés.

Diríase que nuestras aspiraciones se cumplieron, que se resolvió nuestro problema, que entramos en un ciclo de calma absoluta• y de letal marasmo.

Un grupo de monopolizadores domina en las esferas provinciales y municipales: un grupo que ejerce el poder con la más cómoda irresponsabilidad.

Y no hay lucha.

A veces, en las páginas de algún periódico, surge la protesta. Es que aún hay quien resiste y forcejee; quien no se doblegue ni se rinda.

El chispazo se pierde y el silencio continúa: necrópolis vasta y tranquila, Borínquen goza la paz, la fúnebre y serena paz de los sepulcros.

Hoy se aleja para siempre uno de los portaestandartes; mañana, otro, y otro después. El tiempo hace su resta implacable, su tétrico desfile.

Y apenas hay hombres.

La juventud, que en cualquier punto del globo es fuerza, virilidad, arrojo, entusiasmo, energía, es aquí la antítesis de esas grandes palabras.

La veis miedosa, indiferente, sometiéndose al hipócrita despotismo, encorvándose, deprimida, atrofiada, inerte, cual si no comprendiera su misión y su influjo.

¡Catalepsia triste, que ni aun nos deja conservar la esperanza de remotos renacimientos y que ahoga la florescencia de fecundos ideales!

Presenciamos a cada instante una nueva apostasía y, multiplicándose los Judas, multiplicanse con ellos la desvergüenza y la traición.

Las filas clarean: donde cayó un combatiente nadie se levanta a reemplazarle; donde murió un caudillo ni aun nace un catecúmeno.

Parece que asistimos al estertor último de un pueblo que sucumbe exánime: a la agonía resignada de un gigante que muere sin esfuerzo.

En torno del moribundo reina la quietud: los vampiros -chupan aún la sangre tibia: los buitres se aprestan al festín que presienten: los reactivos resultan inútiles.

Falta la voluntad de vivir, de agitarse, de revolverse, de erguirse: si esa voluntad existiera, ¡ay de los buitres y de los vampiros!

En el fondo de nuestro ser palpita el deseo de una regeneración posible; más que posible, fácil; más que fácil, necesaria.

¿ Quién se decide a ofrecer su contingente? ¿ Quién alienta con bastante calor para fundir la ola de nieve? ¿ Quién se juzga capaz de despertar al país de su letargo triste?

No a todos enerva el cansancio: no a todos ataraza el egoísmo. Unos pocos patriotas enérgicos pueden hacer una patria donde sólo exista una factoría.

Bajo el sol no hay nada irrealizable. Los sueños más profundos tienen su despertar. Las decadencias más largas tienen su límite.

El día en que la reacción se produzca veremos brotar a nuestro lado gentes prontas a todo sacrificio.

Y la reacción se producirá.

¿Cómo? ¿Cuándo? Nos atreveríamos a predecirlo si no temiésemos pecar de petulantes o de indiscretos. Pueblo joven y sano como el pueblo de Puerto Rico en que no hace estragos la corrupción, no debe ni puede morir.

Continúe reinando la calma chicha en los mares que sólo aguardan un soplo para rizarse en ondas espumantes y para romper en himnos de victoria.

LA DEMOCRACIA, 13 de diciembre de 1893 282

La prensa

VA, SIN DISPUTA, ABRIÉNDOSE CAMINO ENTRE NOSOTROS LA PRENsa, y ensanchando su órbita y respondiendo a sus fines, como si no pudiera sustraerse al influjo avasallador de los tiempos y como si necesitara trocar sus moldes antiguos por otros moldes más en armonía con los avances de la civilización contemporánea.

Hace dos lustros no conocíamos en este país el diarismo, la necesidad de informaciones cotidianas, el anhelo de conocer cuanto ocurre en el mundo, hora por hora. Hoy la lectura del periódico constituye un deseo que sienten todos los individuos de todas las clases.

Los propósitos de hacer una hoja diaria, interesante, amena, robusta, nutrida, se estrellaban antes en la indiferencia y en el desvío del público; ahora, esos propósitos triunfan, porque encuentran firme sustentáculo en la mayor cultura de las masas y en la mayor amplitud de las leyes.

De otra parte, la prensa era antaño desdeñosa y desoída ; sus consejos y sus ataques no hallaban eco en las cumbres del poder ni producían frutos saludables ni inmediatos; ogaño, la propaganda resulta más efectiva, más útil, porque repercute arriba, en los palacios de los próceres que gobiernan, y abajo, en las chozas de los braceros que trabajan.

No fué posible nunca, como en nuestros días, soñar en un servicio telegráfico que cueste miles y miles de duros y que exige una incesante y poderosa cooperación social: ya es posible, y más que posible seguro, que tendremos pronto cablegramas que nos den las últimas palpitaciones de la vida en todo el universo.

Nosotros leemos la prensa de Cuba, la prensa de Venezuela y de Santo Domingo y podemos decir que la prensa de Puerto Rico no les cede un punto en interés y en aticismo.

Cómo nos satisfacen esos paralelos no hay para qué repetirlo: amantes de nuestra tierra, sentimos orgullo al ver que cabe ya en sus confines una institución civilizadora, sin perder sus caracteres ni sus atributos.

Pero aún es preciso avanzar en la vía con rapidez y con acierto, modernizando el periódico y dándole el corte que en las ciudades de Europa predomina: aún es necesario convertirlo en un resumen de todos los sucesos y pulir sus formas hasta alcanzar que en las apretadas columnas encuentre el lector una constante enciclopedia.

A la altura en que se halla, la prensa no puede retroceder: caerá un periódico, cambiará otro su nombre y sus tendencias; pero la institución seguirá adelante, cada vez más prestigiosa, cada vez más útil e ilustrada, cada vez más fecunda, porque le comunicará sus fuerzas la opinión y le prestará sus alas el pensamiento y la sostendrá en sus qpmbates el apoyo popular. En ninguna de las manifestaciones del progreso avanzó tanto nuestra Isla. La industria comienza a desenvolverse en lid abierta con las trabas fiscales; la agricultura se estaciona en los procedimientos rutinarios de otras épocas; el comercio es hoy lo que fué hace seis lustros. Entre tanto la prensa sube sin descanso, y duplica sus tiradas, y redobla sus actividades y parece concentrar las energías y los esfuerzos de toda una colectividad, vigorosa y sana.

En esta milicia formamos también, los últimos, los más modestos, y, al morir el 1893, nos permitimos expresar en las presentes líneas la satisfacción legítima con que asistimos a la victoria de nuestros hermanos, de los que pueden y valen más que nosotros, de los que nos guían y nos estimulan en la marcha. ¡Adelante!

LA DEMOCRACIA, 27 de diciembre de 1893.

A

ABRIL OSTALO, Mariano: 102, 148.

AGUADILLA: 181.

AIBONITO: 180.

ALICANTE: 34, 41, 48.

AMELL MASSO, Salvador: 167, 168.

AÑASCO: 181, 234.

ARECIBO: 48, 129, 180, 181, 234. 155.

AYO, Eusebio de: 65.

ARRILLAGA ROQUE, Juan: 92, AZCARATE, Gumersindo: 40, 123.

B

BALDORIOTY DE CASTRO, Román: 95, 118, 130.

BARRANQUITAS: 180.

BARROS : 84, 115, 180, 212.

BLANCO SOSA, Julián: 13, 47, 51, 123, 124, 141, 142, 143, 144, 146, 161, 162, 164, 165, 202, 226, 228, 231, 233, 236, 237.

BOSCH PUIG, lvo: 54. "BRASCHI, Mario: 118, 130.

BRAU ASENCIO, Salvador: 10, 27, 130, 233. e

CAGUAS: 84, 227, 234.

CANOV AS DEL CASTILLO: 48, 69, 72, 144, 170, 171, 172, 187.

CARRERAS RUBAU, Pedro: 148. CARVAJAL RUE, José: 40, 187.

CASTELAR, Emilio: 46, 47, 48.

CAYEY: 181.

CEPEDA TARBOCIAS, Francisco: 27, 92, 93.

CIDRA: 180.

COAMO: 181.

COMERIO : 84, 115, 180, 212.

CONTRERAS RAMOS, José: 21.

CORCHADO JUARBE, Martín: 23, 27, 95.

COROZAL: 180.

CORRALES MOVEDO, Enrique;. 33, 79.

CORTON TORO, Antonio: 33, 51.

CUBA: 48, 62, 63, 70, 72, 74, 85, 87, 103, 168, 183, 186, 187, 189, 203, 218, 225, 244, 262.

CHARDON, Julio: 94. D

DABAN RAMIREZ DE ARELLANO, Ant.: 19, 20, 21, 22, 97, 98, 143, 181, 194, 204, 210, 212, 222, 242, 246, 265.

DABAN RAMIREZ DE ARELLANO, Luis: 19.

DESPUJOL DUSSAY, Eulogio: 20, 246, 265.

DIEGO, José de: 129, 130, 131,'148, 155.

E

EL BUSCAPIE: 156, 233.

EL CLAMOR: 27, 28, 29, 155, 156, 157, 158, 161, 163, 164, 165, 202, 233.

EL CRITERIO: 162.

EL ESPEJO: 16, 25, 26, 28, 29, 67, 90, 162, 163.

EL HERALDO: 58.

EL !NSULTO : 50, 80, 236.

EL LIBERAL: 58, 59, 66, 84, 91, 132.

EL NOTICIERO: 165, 166.

EL PAIS: 58, 183, 189.

EL RESUMEN: 16.

EL SEMANARIO: 162.

ESPAÑA: 66, 71, 76, 89, 91, 92, 118, 257.

FFERNANDEZ LAZA, José de Santos: 79.

FERNANDEZ JUNCOS, Manuel: 148, 156, 180, 233.

FOURNIER TORO, Pedro: 94.

FRAN GASCON, Juan: 79.

FRANCO SOTO, Angel: 105, 106.

G

GACETA OFICIAL: 83, 175, 180, 194, 205, 206, 213, 214, 216, 222, 239, 252.

GADEA, Ramón E.: 148.

GARCIA GOMEZ, Juan: 79.

GLADSTONE, William Ewart: 71, 72, 260, 261.

GOMEZ BRIOSO, José: 60, 61, 86, 148.

GUANABACOA: 87.

GUAYAM:A: 105, 181.

GUAYANILLA: 180, 210.

GULLON DABAN, Eduardo: 79.

GURABO: 180.

HUMACAO: 181.

IGLESIAS GENEBRIERA, Juan: 94.

ILUSTRACION ESPAÑOLA: 196.

INGLATERRA: 71, 260, 261.

INTENDENCIA: 43.

IRLANDA: 71, 72.

JUANA DIAZ: 114, 181, 227.

LA BALANZA: 90, 147, 192, 264, 265, 270, 271.

LA CORRESPONDENCIA: 37, 43, 140, 161, 164, 226..

LA DEMOCRACIA: 16, 18, 23, 26, 27, 28, 36, 39, 40, 54, 61, 67, 68, 77, 82, 85, 86, 89, 90, 93, 97, 102, 123, 126, 140, 141, 142, 143, 144, 146, 155, 162, 192, 204, 266, 267.

LA HABANA: 34, 41.

LA INTEGRIDAD NACIONAL: 44, 147.

LA JUSTICIA: 47, 58.

LA LUCHA: 183, 189.

LA OPINION: 223.

LA PAGINA: 96.

LA REPUBLICA: 40, 41, 42, 46, 48, 129, 130, 131, 163, 194, 204.

LA REVISTA: 84, 92, 163, 173, 268.

LABRA, Rafael Maria: 17, 23, 26, 28, 29, 33, 34, 35, 36, 40, 41, 42, 46, 47, 48, 51, 58, 59, 85, 86, 87, 91, 93, 123, 223.

LAS PIEDRAS: 180. • LASTRES JUIZ, Francisco: 33, 79.

LEON Y CASTILLO: 11.

LL

LLANOS BAEZA, Ramón, 84. LLORENS ECHEV ARRIA, José: 84, 148, 156.

MAC DONNEL, José: 105, 106. MADRID: 52, 54, 55, 58, 59, 70, 75, 91, 111, 143, 183, 186, 210, 250.

MANATI: 84.

MARIANI, Javier: 94.

MARIANO QUIÑONES, Francisco: 33.

MARTINEZ GANDIA, Adrián: 175, 176.

MARTINEZ VILLAMIL, Fermin: 191.

MARTOS, Cristino : 124.

MATIENZO CINTRON, Rosendo: 51, 148.

MAUNABO: 180.

MAURA MONTANER, Antonio: 9, 32, 82, 84, 141, 146, 184, 185, 186, 187, 190, 202, 206, 208, 213, 214, 218, 258.

MATOS, Federico: 100.

MATOS BERNIER, Félix: 100. MAYAGtiEZ: 33, 61, 84, 101, 162, 181, 195, 204, 225.

MELON, Secundino: 37, 38.

MENDIAZABAL GENO VA, Ricardo : 227, 271.

MONTORO, Rafael: 35, 41. MOROVIS: 180.

MOYA OJANGUREN, Miguel: 33, 51. 59, 64, 66, 82, 83, 85, 91, 93, 132.

MUÑOZ RIVERA, Luis: 17, 23, 24, 28, 37, 61, 69, 79, 92, 94, 121, 167, 170, 226, 236, 257.

MURO LO PEZ, José: 40.

NARANJITO: 180.

NA YARRETE, Agustín: 92.

p

PEÑUELAS: 180.

PERIER, Casimir: 117.

PI MARAGALL, Francisco: 40, 46, 47, 48, 62, 123, 149, 167, 169, 171, 259.

PONCE: 33, 65, 78, 84, 94, 96, 97, 100, 101, 105, 138, 139, 151, 162, 178, 180, 181, 195, 196, 203, 204, 227, 231.

PORTUONDO BARCELO, Bernardo: 35.

PUERTO RICO: 36, 48, 52, 63, 69, 70, 72, 75, 78, 79, 83, 84, 91, 97, 101, 103, 107, 112, 117, 118, 181, 184, 189, 190, 191, 192, 206, 209, 218, 225, 244, 247, 249, 262, 271.

PUERTO RICO - ANDALUCIA: 195.

Q

QUIJANO FERNANDEZ, Gilberto: 79.

QUIÑONES QUIÑONES, Ramón: 148, 156.

QUIÑONES, Francisco: 16, 17, 23, 24, 25, 26, 28, 29, 130.

R

RAM;OS VELEZ, Juan Ramón: 236.

RIO PIEDRAS: 124.

RODRIGUEZ, Lola: 95.

ROMERO ROBLEDO, Francisco: 69.

RUIZ ZORRILLA, Manuel: 46, 47, 48, 62, 134, 135, 136, 149, 167, 169, 171, 259.

s

SABANA GRANDE: 40, 84, 180, 234.

SAGASTA, PRAXEDES, Mateo: 9, 11, 48, 61, 70, 72, 141, 144, 146, 170, 171, 213, 223, 224, 257.

SALINAS, 180.

SALMERON ALONSO, Nicolás: 40, 46, 47, 48, 62, 123, 149, 150, 171, 259.

SAN GERMAN: 84, 90, 195, 204.

SAN MIGUEL, Crescente: 187.

SANCHEZ COTORRUELO, Adolfo: 105, 106.

SANTA ISABEL: 180, 212.

SOLER CASAJUANA, Luis: 79.

TOA ALTA: 180. u

UBARRI CAPETILLO, Pablo: 17, 32, 64, 76, 190, 191, 209, 218, 228, 271.

UTUADO: 181. V

VALDIVIA, Aniceto: 95. VALLE, Rafael del: 95. VEGA ALTA: 84, 180. VELAZQUEZ Luis R.: 102.

YABUCOA: 180. YAUCO: 33, 34, 54, 84, 181, 210, 227, 234.

ZAVALA RODRIGUEZ, Manuel: 210.

Acabose de imprimir este libro el día 16 de Abril de 1960, en los talleres gráflcos "Ediciones Rvmbos", Barcelona.

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