ROBERTO RAMOS-PEREA
TEATRO DE LUNA
LLANTO
DE LUNA * * * OBSESION
EDICIONES GALLO GALANTE COMPAÑÍA DE TEATRO EL CEMÍ SAN JUAN, PUERTO RICO, 1989
LLANTODELUNA y OBSESION, PA 1-173-749, deRo benoRamosPerea, están completamente protegidas bajo la Ley de Derechos de Auto r en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones rec{procas. Qu eda prohibida s u reproducción por medios mecánicos y /o fotográficos. Los derechos de representación profesional y/o aficionada, cine, t elevisión, radio, video privado, lectura pública o traducción a idiomas forán eos son de absoluta propiedad del autor y/o sus sucesores. Para información o petición de derechos debe dirigirse al autor a:
Edicio11es Gallo Galante, Calle Santa María 6, Urb. Alemañy, Mayagüez, Puerto Rico o al
Ateneo Puertorriqueño, Viejo San Juan, Apdo. 1180. San Juan, Puerto Rico 00902.
©Roberto Rnmos-Perea, 1989
Derechos Reservados
TEATRO DE LUNA
Primera Edición: 1,000 ejemplares, 1989
Ediciones Gallo Galante
Santa María 6
Urb. Alemañy
Mayagüez, Puerto Rico 007 08
Esta es una pub l icación de Ediciones Gallo Galante con el coauspício de la Compa ñía de Tea tro E l Cerní que dirige e l P rimer Actor Don Marcos Betancourt. Ed iciones Gallo Galante agradece profundamente e l interés y el ausp icio de l Sr. Be tanco urt y el de su presti giosa compañía teatral puertorriqueña para con este proyecto.
RAZON PARA UN TITULO ...
- Esa luna me mata de amor- me dijo. Y yo sonreí.
Luego, mirando la gloriosa medalla del misterio colgando de la noche, le contesté:
- Sí, la luna mata.
Y esa noche de niebla y de locura, arrebatado por ese hechizo grave , le dije que estaba dispuesto a matar si eso me aseguraba la vida.
- Quiero vivir hasta el final- le dije. Y ella sonrió.
* * *
De la mano de su abuela, una niña, simple y ruborosa, apocada y feliz en su balcón hubiera dicho: "Buenas noches, señora Luna , ¿cómo está usted hoy?" (La misma frase que enseñaría a su hijo muchos años después ... ) y entonces s upe de qué se trataba todo esto. Su pequeña conspiración nocturna me había traído hasta aquí hoy. La imagen, redonda y am a rilla de su amor, me había vencido y condenado para siempre.
* * *
Pero años antes de saber quién era, hubiera empezado mi ritual sin decir nada, sólo mi mano rozando lenta por cualquier rostro encendido.
Y ella, -cualquiera ella- cerrando los ojos, con las ma nos apre tadas entre sus muslos, reiría un poco y diría: "es la luna, te lo había dicho ... ", para luego abrirse toda de amor y co nsuelo sobre e l páramo silente y arenoso , alumbrado sólo por. .. la luna .
Y e mbrujada por esa fue rza as tra l que sólo la mujer entiende, e lla me abrazaría contra s u cuerpecito en llamas. Y yo me aprendería de memoria sus qu ejidos fugaces y dispersos como un len guaje aéreo lleno de s ignos de otro siglo ... hasta que la luna en sus ojos se me cerrara baj o e l telón de s us
párpados exhaustos.
Allí, entre solloros de amante aprendí que el último suspiro del misterio es la culpa. Ese agridulce misterio que como culpa cae sobre los secos montes del cabo en una noche secreta.
Supe que viviría ese amor culpable, desnudo, apretado uno contra el otro, quizá llorando por esa pasión amarga y sin remedio por la que uno -aunque no pueda- quisiera morir en silencio. Ese amor vi tal y necesario más allá del beso y el deseo. Ese amor mártir que es mudez, sordera y niebla. Ese amor que ya no queda sino ahora.
Supe también que los demás siempre callan. Callan porque también son un poco culpables. Porque también quisieron morir por amor y no se atrevieron y los que pudieron lograrlo, tuvieron antes que matar y mentir. Llorar de noche en el cuarto, a oscuras, sin saber por qué.
Ella me está esperando a la orilla de la playa nocturna. Con su verdad brillosa y simple de matarse por amor. Me tiende su mano amable y tersa como la muerte amiga. Me besa suavemente con sus fríos labios mojados de dolor ... Y sólo me deja la obsesión.
lNo era esta la mejor justificación para vivir así, tan de mentiras? lNo me devolvía esto al comienzo, frente al papel blanco, maldiciéndome porque no podía atrapar en la palabra exacta la vivencia exacta? lEI teatro entonces? lLa luna?
lNo es cualquier pasión asesinada, la mejor razón para escribir?
LLANTO DE LUNA
(parábola
de la resistencia)
Se ensanchaba en él un gran lago de soledad y de silencio sobre el que corría el canto triste de su liberación.
La muerte feli!z Albert Camus
La droga ya estaba en nosotros} era nuestro silencio, o nuestro exceso de palabras . ..
A Keka, mi hermana, por la estrella sola
y a mis otros hermanos, los Hijos de la Viuda.
LLANTO DE LUNA, de Roberto Ramos-Perea, se estrena la noche del18 de agosto de 1989, en el Teatro Yagüez, de Mayagüez, y continúa en gira por los pueblos de Humacao, Arecibo, Ponce, Aguadilla, San Sebastián, Hato Rey, Añasco y, finalmente, en el Teatro Tapia de San Juan, la noche del lO de noviembre.
La obra fue producida por la Compañía de Teatro El Cerní, para la III Gira de la Productora Nacional de Teatro.
La puesta en escena contó con el siguiente reparto:
El Médico
Mario Dolores Landrau, "Pepe"
Teresa Landrau
Monique
El Músico
Don Marcos Betancourt
Pedro Orlando Torres
Ivette Rodríguez
Natalia Lavergne
Ithiel Quiñones
PUESTA EN ESCENA de ROBERTO RAMOS-PEREA
Producción
Asistente de Producción
Luminotecnia y Decorado
Sonido
Utilería y Vestuario
Regidora
Don Marcos Betancourt
Nilda Paraliticci
Antonio Frontera
Félix H. Rivera
Nilda Paraliticci
Marisol Vélez
LLANTO DE LUNA
(PARABOLA DE LA RESISTENCIA)
de Roberto Ramos-PereaPERSONAJES
MARIO DOLORES LANDRAU, "PEPE"
25 años , periodista
TERESA LANDRAU
27 años, su hermana
EL MEDICO
60años
MONIQUE
18 años, novia de "Pepe"
ELMUSICO
joven guitarrista
LUGAR
Una co lonia en guerra
EPOCA
Fin de S iglo
DECORADO
El sótano de un teatro en una capital costera. En cámara negra, al fondo derecha del actor, una escalera de varios peldaños, sin pasamanos. Al tope de la escalera, una puerta con ventana pequeña en el dintel por donde entra la Luna.
Al centro, una cama muy grande de pilares gruesos. Una mesa, un lavatorio y dos sillas.
Al fondo izquierda, plataforma mediana sobre la que hay un atril, una silla vieja y varias botellas. Desde esta plataforma hasta la puerta de la escalera, hay una gatera de teatro pintada de negro.
Rodeándolo todo, escenografía vieja, telones sucios, telares de un teatro amarrados a viejas poleas.
Todo debe indicar que es el Fin del Siglo pasado.
LLANTO DE LUNA
ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
Música de congasJ ritmo violento. Luz sobre MARIO DOLORES LANDRAU, "PEPE", colgado por las muñecas. Viste pantalones raídos.
Sobre la música, risas de hombres que azuzan caballos bravos. PEPE se debate por soltarse, grita, grita mucho. Le dan vueltas. Manos que salen de la oscuridad, le marcan con sangre codo el cuerpo.
La luz se va despacio después del sacrificio. Silencio de grillos y coquíes.
ESCENA SEGUNDA
A os curas, co n los grillos de la no che, entra sigilo sa una gu ita rra ador mecida. Sones flácido s, aburridos que se interrumpen violentamente con el arenoso grito largo de PEPE.
Una luz azulosa y pálida lo sorprende aga rrándo se con fu erza el ab domen y t ratando1 en lo que puede1 de co nsol arse un dolor espantoso.
PEPE no es alto, es debilucho y enfermizo. De grueso bigote y sombra de barba mal cortada.
Viste pantalones negros y camisa blanca manchada de sangre, muy sucia. Se le ve herido y magullado por todas partes, como si el mismo diablo le hubiera caído a centellazos.
De pronto, se escuchan llaves y pasos. La puerta se abre y un latigazo de luz plata parte por medio la oscuridad del sótano.
PEPE, al ver la luz, se refugia asustado en la penumbra que por los rincones queda. Otra sombra de hombre espera detenida en la entrada.
Al tope de la escalera, cruzada frente a la puerta y con los brazos caídos, está TERESA LANDRAU. Las llaves suenan una contra otra sobre los pliegues de la larga falda, un poco sucia de fango. TERESA es fame1ica, amarilla del hambre. Un ídolo pictórico de fin de siglo con algo de esquelético y sensual. Es hermoso, como quiera que sea, y su rubio pelo, largo y campeestá tirado, muy muerto sobre su espalda. TERESA está demasiado agotada para mirar a todos lados. Se deja ir, apoyándose en el marco de la puerta. Tose un poco. Mira despacio al vacío y habla, susurrando de'bil, muerta de cansancio.
TERESA- (Exhausta.) Ya no resisto verte así. Te me estás muriendo, Pepe. (Pausa.) Aquí está, ime oyes? Quiero que te vea ... no te hará daño. (TERESA sale por un momento. PEPE, a gatas, se acerca a la cama. Hala una de las frisas y se cubre como puede del fiio, ocultándose otra vez. La sombra del hombre llega hasta la pue11a y baja los primeros peldaños. Se detiene. Es viejo, grueso, de cachetes caídos y de poco pelo muy blanco. Es el ME DICO. A co11as se ve lascivo y pendenciero, brutalidad que oculta el p01te de galeno respetable. Trae la corbata suelta y un pequeño maletfn. Mira a todos lados con repugnancia.)
MEDICO- ¿Quién puede vivir en esta pocilga?
TERESA- (Cenando la puerta con llave.) Le dije que no hiciera preguntas.
MEDICO - Apesta a muerto.
TERESA - Usted, que se trajo el olor de la calle. (Pausa.) Baje, es aquí. (El MEDICO baja totalmente la escalera. TERESA baJa tras él.)
MEDICO- Este sitio es totalmente antihigiénico, muchacha. Casi ni se puede respirar.
TERESA - No le pago por sus escrúpulos. (Deja las llaves sobre la mesa y enciende uno de los quinqués. El MEDICO se quita la chaqueta y se mremanga.)
MEDICO- Tengo poco tiempo.
TERESA- Por ese síle pago, así que no se ponga quisquilloso.
MEDICO- Hay otros enfermos que ver y la lluvia arrecia.
TERESA- Cómprese un paraguas.
MEDICO- (Pausa.) lDónde está?
TERESA - (Mueve el quinqué a la esquina donde se esconde PEPE. ) Quieren verte. Levántate. Sólo quiero enterarme de cómo estás para así dormir tranquila. Por favor, no me hagas sufrir.
MEDICO- Déjalo, yo me acercaré. (TERESA pasa el quinqué al MEDICO y éste se acerca a PEPE. El MEDICO recibe una inesperada sotpresa. Mira a TERESA confundido. Mira al enfenno nuevamente. PEPE tirita de frío. A TERESA, desconcertado.) lCómo es posible?
TERESA- Cúrelo. No quiero que esta vez se me muera de verdad.
MEDICO- (Pausa.) lQué te sientes, muchacho?
TERESA -Ha gritado tanto que casi no puede hablar.
PEPE- (Toma al MEDICO por la manga. Con voz muy ronca y agitada.) No diga nada.
TERESA- (Consolándole.) No te asustes, también le pago por su silencio.
MEDICO- Ayúdame. (Entre el MEDICO y TERESA levantan al enfermo y lo sientan en la cama. Ahora lo vemos m ejor. E stá todo tajeado. Rasguñado por filosas herüias aún fresc as y sangrantes. Sus ojos entrec01tados, como si se le hiciera dificil ver, buscan la confianza d el nuevo rostro para él d es conocido. Pone su mano so bre la del M EDICO y trata de mirarlo hondamente. El M EDICO, confundido por el agudo mirar de PEPE, fija su mirada
en las sucias y raídas ropas que apenas lo cubren del frío.) lNo tienes otra ropa para él? Puede infectarse con estos trapos.
TERESA- (Refrenando su molestia.) Uevo tres días enteros, con noches y mañanas, limpiando pus y sangre con la poca agua que puedo traer. .. Tres días lavándolo delicadamente, hasta el más pequeño rasguño de su cuerpo ... iY usted me dice que puede infectarse! (Resopla.) iNo, no tengo otra ropa, maldita sea! iEso también se lo llevaron! iNo me culpe a mí!
MEDICO- Pues habrá que ... terminar de lavarlo. Espera afuera.
TERESA - Yo le ayudaré.
MEDICO- Hay que desnudarlo.
TERESA- No me mire con ese escrúpulo barato. iMuévase! (Pausa.) Lo haré yo.
MEDICO - Está bien. (El MEDICO y TERESA le quitan la camisa y los pantalones con sumo cuidado.)
TERESA - (Tratando de sosegar los quejidos de PEPE.) Vamos, te molesta, lo sé. Pero te vas a poner bien, ayúdame tú. (Los cientos de rasguños en el cuerpo desnudo de PEPE impresionan al propio MEDICO.)
MEDICO- No sé cómo diablos puede estar vivo todavía.
TERESA- (Limpia las heridas con pequeños algodones que moja en un frasco.) Esto es peor que un milagro. (PEPE se contrae a cada toque del algodón.) Ya, no es nada, mi amor. No es nada.
MEDICO- (Examinando el cuerpo de PEPE con deliberada parsimonia.) Alguien dijo que cuando los caballos lo arrastraron la primera milla.. . ya se le habían desgarrado los brazos. Que s e le habían brotado los ojos con lo apretado de la soga.
TERESA - Pero sigue vivo.
MED ICO- La gente h abla mucho.
TERESA- Y mi e nte mucho también. lQué tiene?
.MEDI CO - As í, a primera vista... (Se le acerca a TERESA.) Es tá destrozado por de ntro y por fue r a. No sé cómo no está ya en el otro mundo.
TERESA - Haga algo. No lo deje así. Por lo menos dele alguna medicina para el dolor, se pasa gritando todo el tiempo. Un día de es tos lo van a oír y en ton ces se acabó todo.
MEDICO- iPobre diablo! Como están las cosas, mejor hubiera sido dejarlo morir en paz.
TERESA- iQué fácil decirlo! (Se le acerca.) Le apuntaron a la cabeza con una pistola. El tiro de gracia, le llaman. Yo rezaba tan fuerte que el Guardia Civil me oyó. De rodillas le rogué que no lo hiciera. Que me dejara enterrarlo así. Y no disparó. Yo lo iba a enterrar, se lo juro. Fue entonces cuando abrió sus ojos Henos de sangre.
MEDICO- ¿por qué lo recogiste?
TERESA- (Lo piensa un poco.) Eso ya no importa ahora.
MEDICO- Pues entonces no te quejes de que grite.
TERESA- Me quejo. No necesito su permiso.
MEDICO- (Apremiante.) ¿No te das cuenta de que se está muriendo? Tiene hemorragias internas que no puedo curar.
TERESA- Sólo le pido que le quite los dolores. Sólo eso.
MEDICO- ¿y qué harás después?
TERESA- No lloraré. Me lo he prometido.
MEDICO - Estupendo. Me divierte tu optimismo. (Pausa.) ¿y después? Dentro de una semana, dentro de un mes ... un más vida que él. lEs que no entiendes de Iol'etrata todo esto?
TERESA- (Con las ma/ibs sobre el pecho.) ¿Haga lo que le 7 pido, por Cristo Jesús ... (Le ruega.) iCúrelo! (Pausa.)
Mañana ya pensaré en algo. ·
MEDI CO - iDiablos!. .. (Pausa.) Está bien. Corno-Yú digas, muchacha. (Va al maletfn y saca de él una aguja hipodénnica de metal, plateadii,-re1ú:Cí(i;zte. La entra en el frasco y absorbe ellfquido en la inyección. ) Int e ntaré con es to.
TERESA -¿Q ué es ?
ME DI CO - Medicina ci e ntífi ca. (Pausa.) Es to le quita rá cualquier dolor.
TERESA- lCualquiera?
MEDICO- lCuál es el dolor más grande que conoces?
TERESA- (Pausa endeble.) El dolor de amar.
MEDICO - (Sonrie seco.) Ese también lo quita. (Inyecta la aguja en las venas del brazo. PEPE grita con la punción. TERESA le tapa la boca. El dolorpasa de largo.) Estará mejor en unos minutos. Es todo lo que puedo hacer. (La mira fijo.) Es mejor que pienses en algo pronto. Ahora me voy. (El MEDICO guarda los implementos mientras TERESA arropa a PEPE y le acomoda una abnohada.) Dime una cosa, muchacha... (A sangre fria.) lTambién te quitaron los candelabros? (Espera respuesta.)
TERESA- No sé de qué habla.
ME DICO- No te hagas. Los candelabros de plata bruñida. Esos que dicen que Simón Bolívar le regaló a tu padre.
TERESA- Eso es leyenda.
MEDICO - Pero tu padre conoció a Bolívar, eso no es leyenda.
TERESA- Mí padre tenía 10 años entonces. No creo que eso se llame conoce r.
MEDICO- lEntonces no eran de Bolívar?
TERESA- No existen. (Pausa.) La gente habla mucho.
MEDICO - (Sonríe.) Es una bonita leyenda a pesar de todo. Hacía que tu padre pareciera un ser especial, un hombre bendito por una gracia "prohibida".
TE RESA- Era un hombre común. (Saca de su pecho un pañuelo anudado.)
MEDICO- Y como un hombre común lo mataron. (Pausa.)
Era de esperarse. Estaban matando también una leyenda , lno crees? (TERESA se incomoda.) Sé que el asunto es tá fr es co todavía ... y ahora esto ademá s. Pe rdo na si me he puesto impert in e nt e.
TERESA- (D esanuda el pañuelo y saca u n as monedas. ) Tenga.
MED I CO - Si esos candelabros existen. Serían joyas h istóricas ... ( TERESA le tiende las m o n edas. ) . .. muy peligros as.
TERESA - No existen, ya se lo dije. Tenga. (El MEDICO toma las monedas.) Si Pepe sigue malo lo llamaré de nuevo.
MEDICO- (Hace saltar las monedas con la palma de la mano. ) Asegúrate de tener dinero.
TERESA- Lo tendré.
MEDICO - (Insiste.) No vas a poder manten e rlo encerrado aquí por mucho tiempo. Además necesita aire fresco para que esas heridas cicatrizen.
TERESA- Me han colocado de criada en est e teatro.
MEDICO- ¿Por cuánto tiempo?
TERESA- No lo sé.
MEDICO- ¿Hasta que se muera?
TERESA- Ahora es a mí a quien divierte su optimismo.
MEDICO- Ya no les queda nada.
TERESA- Nos queda la vida.
MEDICO- Sé honesta contigo misma, muchacha. Si la Guardia Civil sabe que está vivo, lo van a querer matar de nuevo. Tienes problemas. Dios quiera no tengas que pagar tú por lo que él hizo.
TERESA - Que pase buenas noches, doctor. (El MEDICO sube y sale. TERESA, que Le ha seguido, cien·a la puetta . Mira a su he1mano.) Pepe ... (PEPE no se mueve.) ¿Cómo te sientes? (Silencio. TERESA recoge la ropa de PEPE y la dobla.)
PEPE- (Acunucándose.) Me sentiré mejor. .. mañana . (TERESA lo mira. La luz baja lenta y no se apaga del todo. Se ilumina el MUSICO. Un mucha cho jov en, de unos veinte años, mudo. Vzst e muy sobrio. Tiene junto a s! algunas botellas de ron y de agua. Un ahil con papeles de m úsic a y un a s illa vieja . Posee u na h ennosa guitmra q ue toca como u n maldito. La luz lo s01prende en medio de una romanza dulce. Abajo, en la pen umbra, PEPE trata de pone rse una ca misa limpia. L o logra no sin cierta dificulta d . TERESA ha salido y vuelve con un plato hondo de sopa. PEPE ahora se pone o tros pantalones limpios. Mi entras, TE RESA p arte algun os p edazos de pan que echa en la sopa. PEPE se s ienta en la cama. Sus
pies desnudos se acarician uno contra el otro por el fiio. PEPE mantiene su mirada fija en el suelo, con la boca semiabierta presentando un cuadro, menos patético, de mejoría. TERESA se sienta junto a él y le da de comer.)
TERESA- Toma. Cuidado que está caliente. (PEPE responde con lentitud.) Atiende, que se cae y no estamos para andarla botando. Abre la boca. (PEPE come lento, tragando con dificultad.) Vamos, otro poco. (PEPE aparta la cuchara y se agmm el abdomen.) Pepe, por Dios.
PEPE- (Con voz más clara.) Me duele.
TERESA- &tá por llegar, tranquilízate y come. (Leda.) Así, lves? No cocino tan mal.
PEPE- (Se1io y directo.) lQué pasó con la casa?
TERESA- Después hablaremos de eso.
PEPE- lLa quemaron?
TERESA- Una parte, sí. (Controlándose.) Toma ...
PEPE- lQué queda?
TERESA- (Lo más serena que puede.) Se metieron en ella. (Le siJve. PEPE no come.) Abre la boca. (PEPE se mantiene callado. TERESA, paciente, pone lentamente la cuchara en el plato y habla con voz quebrada pero dispuesta.) Han puesto allí una pequeña guarnición o algo así. Uevan prostitutas y se emborrachan todas las noches. (Pausa.)
PEPE- Sigue.
TERESA- Después del entierro de papá, me dieron oportunidad de recoger algunas cosas. Mientras empacaba ... (Con asco aguantado.) ... vi cómo el Cabo de Guardia se revolcaba con dos mujeres desnudas sobre la cama de ... sobre la cama de papá. (Musita algo ininteligible, alg¡í.n insulto estéti! y tardío.)
PEPE- lNo reclamaste al Ayuntamiento?
TERESA- Quemaron los títulos de propiedad. Nos quitaron todo, Pepe.
PEPE- lNadie le ayudó?
TERESA - Todo el mundo habla de lo que nos h icieron. Mucha gente dijo que te lo merecías.
PEPE- ¿Tú lo crees?
1ERESA- (Pone el plato sobre la mesa. Va a decir algo y luego se a1repiente.) No sé.
PEPE- Y del periódico, ¿has sabido algo?
TERESA- AJgunos se amarraron cintas negras en el brazo, pero no quieren hablar.
PEPE - Ya no soy útil.
TERESA - (Resignada.) Llevas una semana de muerto. La vida sigue.
PEPE- Estaría muerto de verdad si no fuera por ti.
TERESA- Eres mi sangre. (Se sonríen.) lNo quieres más?
PEPE- (Niega.) ¿pudiste salvar algo?
TERESA - He vendido algunas cosas. Me quedan algunos tapetes, Jos cubiertos de plata, un par de libros viejos. Todo está sucio de tizne y de cenizas.
PEPE- ¿Nada más?
TERESA- (Callandito.) La caja. (PEPE, que no esperaba la respuesta, abre sus ojos asombrado.) Sí. (Suelta una risita de travieso gozo.) Espera. (Va a un baúl sucio y quemado que hay tras la cama y saca de él una p equeña pero limpia caja de madera.) La escondí bajo la tierra cuando supe que irían a buscarte a la casa ... (Acuna un poco la caja.) Pensaba mucho en ti porque s a bía que papá nunca te dejó verlos.
Y tú me decfas que no e xistían.
TERESA- El me pidió que te mintiera. No me preguntes por qué. (Ella se acerca.) Lo que importa es que ahora son nuestros, Pepe. iNuestros! (TERESA coloca la caja en la falda de PEPE. El M USIC O ha comenzado una to· nada apacible que acompañará el resto de la escena. PEPE está netvioso, excitado por el súbito hallazgo . Mu·a a TERESA asaltado p or un gran contento. T ERESA deja salir una t ímida risita de netvioso deleite, casi de fiesta. PEPE abre la caja, lentamente, posefdo por el ansia de este nuevo misterio. Y los descubre... Una mágica brillantez, plata de sol, despega del interior del cofre alu mbrando la estancia. Son dos, he1mosamente labrados, refulgentes y pequeños, joyas de un orfebre
místico. PEPE toma uno de ellos y lo acaricia despacio. La caricia suave va rehaciendo la certeza de la obra, como si de repente, de un seco golpetazo, toda su historia se hubiera concentrado en el significado de ese encuentro. PEPE esculpe, dulcemente emocionado, la fina fonna de la pieza con la punta de sus dedos. TERESA, enternecida por la imagen, se acalla su boca reprimiendo un quejido de llorosa dicha. PEPE toma los dos candelabros, los ap1ieta fuerle, convencido por la certidumbre de un nuevo milagro. TERESA, anegada en un hennoso llanto, se abraza al pecho de PEPE liberando todo su contento. PEPE levanta los candelabros tan alto como estiran sus adoloridos brazos. Se muerde los labios y cietra apretados sus ojos. Sin poder contenerse, redime la emoción que lo atrebata y llora ... llora hondo y claro, pero es el llanto más alegre, tan alegre como si hubiera sido perdonado. La luz disminuye con los acordes más intensos del MUSICO. Ahora la luz está sobre éL Culmina. Respira hondo. Deja a un lado su guitatra, toma una botella y se da un largo trago que le quema. Camina un poco. Se asoma a "la calle". Saca la mano midiendo la lluvia. Un chispazo de luz y suena un ttUeno largo, ronco, pesado. Se seca la mano en el pantalón. Vuelve a su guitmra. Se sienta, no toca. Se ilumina el sótano nuevamente. El MEDICO inyecta a PEPE. La punción de la aguja le causa al enfenno cierto dolor mezclado con placer. El MEDICO frota el lugar de la inyección. PEPE se an·emolina como un ovillo. El MEDICO recoge sus únplementos.) ¿sigue mal?
M EDICO- Sólo el tiempo dirá.
TERESA- Y las inyecciones.
MEDICO - Anda, dame café. (El MEDICO se sienta en la mesa. PEPE se arquea para vomita r. TERESA lo mira asustada.) No te asustes , so n contracciones naturales . (TERESA le súve al MEDICO. Este toma despa cio.)
Sigue vivo, pero no se c ura.
TERESA- Esperaré.
MEDICO- ¿ y si no se cura nunca? Esa medicina es sólo un
remedio tempor a l. ( TERESA mira al M EDICO con rostro ceñudo.) So y médico, no mago. (Bebe.) Además querían matarlo. (Molesto.) ¿Cómo pued es vivir con esa parsimonia?
TERESA- Tengo fe.
MEDICO- Pues dile a tu fe que le cure esas llagas a squerosas. (La toma por la mano.) Eres una Landrau , muchacha. En esta capital eso quiere decir sangre y tortura ... ¿por qué insistes?
TERESA - (Pausa larga .) Ayúdeme usted ... (En lo dicho ha liberado un gran d esamparo que había jurado contener.)
MEDICO- (Sin comprender del todo.) No ... iNo!
TERESA- Hágalo ... por caridad.
MEDICO - iLo único que podría hacer, por caridad, es ponerle una iny ecció n de aire en las venas! (Pausa.) ¿Quién te crees que soy? ¿sabes cómo me gano la vida? ¿Qué sabes? En este país la primera lección de un médico es aprender a matar para que otros vivan. (Pausa, intenso.) La muerte es el mejor de los remedios. ¿Quieres que lo mate? Sólo dímelo. No metomará ni un minuto.
TERESA - Usted no sabe lo que dice.
MEDICO- Podrías irte al centro de la Isla, donde nadie te conozca. Tu felicidad empezaría ahora mismo, basta que tú lo decida s. No te preocupes por el dinero, la muerte es la medicina más ba ra ta ...
TERESA- ¿pero cómo puede ... ?
MEDICO- iPuedo! Niña idiota ... iPuedo! Porque sé la culpa y la devoción que hay detrás de todo esto. iPu e do hacer de la vida y de la muerte lo que tú quieras , puedo hacer de s u muerte tu completa fe licidad! iBasta qu e digas que sí! O si pre fieres no d igas nada, yo entender é. Vamos. Estoy espera ndo. (Pausa.) Es l o único que puedo hacer para ayudarte. (Silencio largo.)
TERESA- Un barco sale a Marac aibo mañana.
MEDICO - Tú no tienes ese dinero.
TERESA- Lo conseguiré.
MEDICO- ¿Dónde?
ROBERTO RAMOS·PEREA
TERESA- (No sabe qué decir. Pausa larga.) l Cuánto le debo?
MEDICO- Lo de siempre. (Estira la mano. TERESA saca de su pecho el pañuelo anudado y saca algunas monedas. El MEDICO las toma agan·ándole la mano.) Escogiste la vida, tonta ... es el remedio más caro. lPodrás pagarlo? (La suelta y sale. TERESA se queda con el pañuelo abierto en la mano. Lo tira sobre la mesa y se escuclul el tonito leve de las monedas.)
PEPE- (Se voltea hacia ella.) ¿Dónde conseguiste dinero?
TERESA- Vendí los tapetes a la esposa del empresario.
PE PE- No valen mucho.
TERESA- Valen. Los hizo mamá. (Pausa. Camina un poco.) Antonio decía que cada ser humano era responsable de sus actos y que lo único que no tenía excusa era la estupidez.
PEPE- i.Dónde está él ahora?
TERESA- Volvió a Cádiz. Tan pronto como vio tus artículos, hizo sus paquetes y se fue. Dijo que ... (Sonríe.) no quería arriesgar sus inversiones.
PEPE- ¿Me culpas por eso también?
TERESA - Te culpo por ... por no pensar en nosotros. (Se arrepiente.) Olvídalo. Olvida que te dije eso. De todas maneras, Antonio y yo éramos mucho más que extraños. Fue un matrimonio estúpido. (TERESA cantun·ea una sevillana, muy bajito, casi imperceptible para PEPE. Lo hace mientras recoge algunas cosas.) Cádiz es hermoso.. . l Ya te conté? (El MUSICO rasga algo delicado.)
PE PE - (Fastidiado.) Sí.
TERESA - Sus callecitas estrechas con adoquines muy antiguos ... y el mar se pone como plata cuando dan las seis. Y el aire se ll e na de sal y de una amorosa br isa tibia que a rrebata... y una quiere qu e da rse allí, n o volver n unca.
PEPE- ¿ p apá no dejó algo pa r a mí? (E l MUSICO se detiene. TERESA vuelve.)
TERESA - Papá no tuvo tiemp o ni de mo rirse b ien. (Pausa.) ¿Qué te preguntaron?
PEPE - Sobre los artículos.
TERESA- lQué cosas?
PEPE- lNunca los leíste?
TERESA- Me aburre la política, Pepe. (PEPE rte.)
PEPE - (Ilusionado.) Anuncié que algo realmente importan te pasaría muy pronto. La hora de la libertad estaba cerca. Anuncié que un mensajero estaba ya entre nosotros y que de un momento a otro hablaría sin temor. Y que luego de ese maravilloso aviso... el Libertador entraría por la puerta más ancha. Yo tenía que anunciar al mensajero del Libertador, era mi deber, lentiendes?
TERESA - Papá se paraba en el balcón luego de leerlos. Prendía un cigarro que impregnaba toda la casa de su presencia. Y así estaba horas enteras, con el periódico estrujado en la mano, tratando de aguantar las ganas de llorar... y entonces nadie podía hablarle hasta el otro día.
PEPE- Papá era un tonto.
TERESA- Todo fue una pelea de niños, escandalosa e inútil.
PEPE- lPor qué me mentía siempre? lPor qué me humillaba haciéndome creer que nunca llegaría a nada en la vida?
TERESA- Eres injusto con él.
PEPE- lPor qué me prohibía y me alejaba de todas sus cosas? lPor qué me ocultó los candelabros? (Vtolento.) lPor qué?
TERESA - (Rompiendo un viejo juramento.) Decía que .. . no estabas preparado.
PEPE- lLo ves? Ahí está de nuevo. (Arrogante .) Yo era uno de Jos pocos que sabía el "cuándo". (Se apodera de él una cierta euforia incontenible.) Estaba e n el aire, en la mesa del café en la tertuli a, en la logia .. . lC uán do? lCuándo? Y yo ... yo dije: "iPro nto!" Tenía entonces vida y suerte como un rico . lCuándo? iPronto hablará nuestro mensajero! Sépanlo todos ... As(, en letras grandes y gruesas. Cepeda en eso era un maestro. Primera Plana. S e sabe que ... (Ríe.) Se sabe que el "mensajero" ya está aquí, e n la capital. .. iDios! iYo lo
sabía! Yo era ... (Busca la imagen.) Era un SAN JUAN BAUTISTA, hermanita iEI profet a de la nueva lucha! (Orondo.) Y el fin de siglo toca ya sus clarines libertarios. (Pausa, impactado.) ¿Cómo no iba a estar preparado? lQuién era él para juzgarme así? (Con furia.) iEra un ridículo! iUn maldito viejo reaccionario! (TERESA inicia mutis.) iY tú lo sabes! (Pausa.) iA dónde vas?
TERESA - Ya vuelvo.
PEPE - Te vas porque tengo razón y no quieres aceptarlo, ieres igual que él!
TERESA- (Serena.) Pepe ... tienes toda la razón. Ahora baja la voz y duérmete. (TERESA sale y PEPE se tira ansioso en la cama. La luz baja un poco. La puerta se abre despacio. PEPE, asustado, se levanta y se esconde tras la cama no sin antes abrir una sevillana inmensa. Entra MONIQUE. Tiene 18 años, es más alta que PEPE, muy hermosa, muy muj er, y de gran p01te aristocrático. Su hablar es un co1recto español del que se escapan evidentes -aunque le ves- dejos idiomáticos france s es. MONIQUE baja la escalera y PEPE la sorprende por la espalda colocando la sevillana en el cuello de la dama.)
MONIQUE- (Grita, pero PEPE logra taparle la boca. La empuja al medio del salón. Ella se voltea y al ver a PEPE se lleva las manos a la boca reprimiendo un poderoso llanto.) Pepe... (PEPE mira confuso.) Pepe... (Se lanza sobre él y lo abraza.)
PEPE - ¿Cómo supiste?
MONIQUE- (Mira las heridas de PEPE.) Seguí a tu hermana ... Pero todo se arreglará. No te preocupes. Hablaré con papá , él conoce al Comandante. Em pezaremos de nuevo , com o antes, como ahora qu e . . . (Pausa.)
¿Có mo pudis te? No pensaste e n mí, ni en nuestros s ueños, ni en nad a.
PEPE- ¿Tú también ? iCuántos reproches po rque defendí lo q ue creía!
MONIQUE - Pero te pe rdonarán. Yo sé que te perdonarán; (E l MUSICO inicia.)
PEPE- Menique ... Porcelanita inocente. Me torturaron por lo que pienso. lCómo crees que me olvidarán?
MONIQUE - Hablaremos con ...
PEPE - (La calla cariñosamente.) Tsss. No sueñes más. (Pausa. Ella lo abraza fuerte.) Me hacías tanta falta, maldita. (La besa profundamente. La acaricia con sespero atrapándola toda, resucitado. Su mano desbocada vuelve a encontrar las viejas formas redondas y suaves del cuetpo de MONIQUE. Ella, siamesa en el empeño, se deja llevar por el amor loco de su hombre al que creía muerto. La escena se prolonga unos segundos. PEPE, muy cerca de su rostro, le habla.) Tengo todo mi cuerpo destrozado por los golpes. Pero eso es una tontería al lado de cómo tengo el orgullo y necesito que me ayudes.
MONIQUE- Haré lo que tú me pidas.
PEPE- (Saca de debajo del grueso almohadón varios papeles.) Llevarás esto al periódico. (MONIQUE lo mira traiiada.) No preguntes.
MONIQUE- Pero ...
PEPE- Preguntarás por Cepeda.
MONIQUE- iNo!
PEPE- (La zarandea.) lCrees que me jugué la vida por nada? (Fume.) Buscas a Cepeda. Aquí hay una nota para él.
MONIQUE- Te matarán.
PEPE- iEstoy muerto! (Silencio largo.) Hace casi un mes que ya no le importo a nadie.
MONIQUE- Ahora importas para mí.
PEPE- ¿cuánto, muñequita, cuánto te importo?
MONIQUE- Todo. lCrees que no he sufrido? ¿crees que no he perdido amigos, felicidad? Hasta mi padre ha perdido ventas por tu culpa. lCrees que no he perdido la paciencia por todo este escándalo caprichoso?
PEPE -Caprichoso ... (PEPE camina por la habitación y se sienta en la escalera.) ¿sabes todo? Cuando corrió la noticia todos en la redacci ó n me hi cie ron una rueda acusadora. Me dijeron que no qu e rían arriesgar la comida de sus hijos. "Se te fue la mano, Pepe".
rfe.) Estaba muriéndome del miedo pero se los dije. Les dije que algún día, antes de que yo muriese, este bendito país sería ... (Traga. Bajito.) libre. (Sonríe resig1Uldo )
MONIQUE - ¿y crees que después de lo que escribiste se atrev e rán a publicarte de nuevo?
PEPE - Ellos sabrán que es necesario. Por encima de todo lo que ha pasado , la profecía n os importa a todos.
MONIQUE- ¿Qué profecía? ¿oe qué hablas?
PEPE - El hombr e que anunciará el nuevo comienzo, y tenemos que prepararnos para recibirlo ... yo soy su profeta. (Le entrega los papeles. ) Anda, ve. Ayúdame a anunciarlo a todos. (La lleva a la puerta y le da un beso.) Es mi último intento. El último , aunque no s irva de nada. (Ella sale. PEPE se calma sus dolores con la mano abierta. Se oscurece. El MUSICO se ilumina mientras remina su melod!a. Deja la guitaJTa a un lado y bebe de una botella. Mira a la calle y trata de esquivar la resolan a tratando de proteger sus ojos. Se da otro trago y tose. Se mesa los cabellos, se ve desaliñado. Se sienta estirando sus p ies, piensa. La luz cae sobre PEPE al pie de la escalera. MONIQUE baja alegre con el periódico en la mano. PEPE lo toma y busca ansioso la página.) Aquí está . . . (Entra en ese momento TERESA.)
1ERESA- ¿Qué hace ella aquí? (PEPE esconde el p eriódico. TERESA baja.) ¿Qué lees?
MONIQUE - Todo se va a resolver. Habl a ré hoy con papá.
TERESA- ¿Qué haces levantado? (Pausa.) Si ella le cuenta a alguien.. .
PEPE- No soy un niño , Teresa.
MONIQUE - No voy a contarle a nadie. i Yo lo amo!
TERESA - ¿y quién habla aq uí de a mo r? ¿Lo amas as í? Sucio, enfermo, marcado por el látigo y la soga, pateado has ta sangrar por caballos r abi osos . .. ¿ por qué en vez de bes arle los labios no le besas las llagas?
PEPE- (La nza el periódico a la cama.) No e m pece mos.
TERESA- Amalo mucho , po r que ya cas i es co mo tú .
P E PE- ¿Qué tienes contra ella?
TERESA- Que te hace más idiota de lo que eres. Eso. (Insidiosa.) ¿sabes lo que estás arriesgando?
MONIQUE - No arriesga nada. Yo lo protegeré.
PEPE - (En cólera súbita.) Suéltalo ya. Ve a la calle, dile a todos lo mucho que me aborreces por lo que pasó. (La empuja.) Sal y grita que fue por mi culpa que esos cerdos quemaron la hacienda, di que fui yo el que causó la ruina de los Landrau. Sácate todo el odio que te has aguantado ... iDí todo! (TERESA se queda inmó vil, impresionada por el pavoroso arraru¡ue de PEPE. ) Di algo, maldita sea.
TERESA- (Pausa deliberada, respira hondo. ) Te quiero más que ella. ¿Te basta eso? (PEPE se sienta y mira a MONIQUE. Se siente pequeño.)
PEPE - Porcelana . . . eres muy joven para todo esto y muy frágil para hacer de mf tu carga.
MONIQUE - (Se arrodilla a sus pies. ) No me dejes ... abandonaré todo por ti; no me dejes ahora, Pepe.
PEP E - No te dejo. Sólo prescindo de ti. (El MUSICO inicia una nueva tonada frágiL) Vete ahora. Quiero dormir. (MONIQUE sale a un gesto condescendiente de TERESA.) Pepe Landrau antes, Pep e Landrau ahora ... Un mundo sin su boca floja. íHasta yo hubiera sido feliz si Pepe Landrau nunca hubiera nacido!
TERESA - (Mirando al periódico. Descubre la página.) ¿Qué es esto? lQué hace tu nombre aquí?
PEPE - Léelo. Es mi último homenaje a papá. Vamos,léelo en voz alta para mí.
TERESA- lQué dice?
PEPE - iLéelo!
TERESA- iN o! (Le tira el periódico a la cara.) iSúfretelo tú sólo! (Pausa . ) Es tás loco . No sabes lo que has hecho. Ya no podré s a lir, m e seg uirán. Cepeda es el que tiene que esta r loco . . .
P EPE- Me deb ía favores.
TERESA - Favo res mutuos. Cogió cárcel por tu culpa. Y ahora esto ...
PEPE- iBah, tonterfas! El gobierno tiene la resistencia aplas-
tada. Cepeda no iba a pelear su guerra solo. iMe necesita! iNecesita mi esperanza!
TERESA- Ya nadie te necesita.
PEPE- i Quemar negocios españoles no funcionó y él lo sabía 1
TERESA- lQué tenía él que ver con eso?
PEPE- (En una abigarrada discusión consigo mismo.) iEra un maldito loco! Un cobarde lleno de contradicciones. Un día decía: "Tu artículo es muy fuerte, Pepe". Y unas horas después me susurraba: "Esta noche quemamos la hacienda de los Balbás". iDios, ven baja y oye esto! (Por lo bajo.) Contradicciones ... iMierda!
TERESA- lTe pedía que fueras con él?
P EPE - iY me negué ! Esa no era la estrategia, no había unid ad . Era una borrachera de ideas que nos estrellaba contra nosotros mismos. Yo les pedía calma. iEI contacto! El mensajero de la nueva era... iEsa era la estrategia! Pero se reían de mí. .. iCep e da era un idiota! (De las entrañas, un agobiante dolor lo sobrecoge.) lCuán to más va a tard ar ese maldito médico? iMe quemo por dentro, Teresa!
TERESA- (Calmándolo.) Ya ... quieto. Estás muy nervioso y dici endo disparates.
PEPE - Cepeda me envidiaba. Envidiaba que fuera yo el elegido. Me acusaha de cobarde... de intelectual de café, de dogmático, de pequeño burgués europeo; claro , por Monique, lves? Era pecado amar todo lo extranjero. " O estás conmigo, o estás en contra mía", ese era su estribillo... (Agrio.) El sigue ganando sus buenos pesos con el periód ico que yo le ayudé a fundar, mientr as yo qu e me fastidie en la boca del diablo ... ( TERESA ha seguido el correteo histérico de PEPE.)
TERESA- Yo estoy contigo ...
PEPE- Podría ll egar a Maracaibo y de allí a Nueva York. Ahora con la revolución en Cuba podría ... Sí, hay grupos allá que ...
TERESA - No tengo dinero. iNadie quiere ayudarme!
PEPE- (Asesinado por el dolor.) iDios mío!, les que hay dolor más fuerte? (Gruñe.)
TERESA- iSanto Padre de los cielos!
PEPE- iMe hierven las entrañas! iDios! (Grita apretando los dientes.) iDios! (Se encorva.)
TERESA- Ya... (Entra el MEDICO. Parsimonioso. Pone su bu/tito sobre la mesa, lo abre y busca en él.) iApúrese, por Cristo bendito!
PEPE - (Frenético de dolor.) Escribiré un libro de ideas maravillosas. Fundaré mi propio periódico. iLe contaré a las futuras generaciones cómo este pueblo venció por la esperanza. (El MEDICO inyecta. PEPE emite un quejido sordo y cae en el espaldar de la cama, rendido. TERESA lo suelta y respira hondo. El MEDICO guarda sus implementos. El MUSICO ces a.)
MEDICO- Para que te enteres. Arrestaron a Cepeda.
TERESA- (Silencio largo.) Ya no puedo hacer nada.
MEDICO- Y lo soltaron a la media hora ... (Sonríe. TERESA lo mira intrigada.) Pagó una multa pequeña, dijo que "lamentaba" el error de un cajista que confundió una plancha vieja por la nueva, que obviamente el censor no alcanzó a ver. Cepeda tiene buenos abogados. Le creyeron y lo perdonaron. Mañana volverá a publicarse ese periodicucho de mierda. Todo habrá sido tan natural como la luz del día.
TERESA - No entiendo.
MEDICO - Fue el último favor que le hicieron , ¿no te das cuenta? Algo le debían. Aunque sabe que está vivo, para Cepeda y su gente, Pepe Landrau está ahora más muerto que nunca y no van a jugarse nad a más por él. n.o leíste?
TERESA- No.
MEDICO- Es un payaso. "Es el mismo sonsonete, ya Landrau no tiene nada nuevo que decir", eso fue lo que me dijeron. Vamos, lo publicaron como un último homenaje, casi por piedad ... (Sonríe.) para acabar de matarlo.
TERESA - Pero se salió con la suya. Lo publicaron ...
MEDICO - Pero creo q ue luego de cien copias detuvieron la prensa y cambiaron la plancha. Una de las cien copias
llegó a la Guarnición y levantó las sospechas. Vamos, lee al menos el título. Léelo en voz alta para que te entre en la carne como un susto. Só lo te advierto que la Guardia Civil no se cree el cuento de que tu hermano está muerto. Te seguirán, te vigilarán y ellos no conocen la piedad. (Le tiende el periódico.) Toma, y ahora págame. (TERESA agitada saca el pañuelo y da las últimas monedas al MEDICO. Este las coge y se va sin decir nada. TERESA se queda mirando el periódico. En la otra mano, el pañuelo que ya no guarda nada. Lee. Su asombro es gigante pero lo apacigua.)
TERESA- (Despacio.) Los candelabros de ... SAN JUAN BAUTISTA. (El pañuelo cae al suelo. Semioscwidad lenta en azul plomo. TERESA, impactada aún, se sienta a la mesa y muerde un pan seco. El periódico en la otra mano, leyendo. El MUSICO se ilumina un breve momento.Afma su instrumento, rasga acordes incoherentes. Nuevamente la luz sobre TERESA sentada a la mesa.) Creo que ya estás curado. Te ves mejor. Ya tienes color en los cachetes.
PEPE- Tú qué sabes. No eres mi médico.
TERESA- Te digo lo que veo.
PEPE- Tengo culebras en la barriga. (Manipulando.) Es cierto, créeme ... Por ahora duermen, pero cuando despiertan, me mordisquean y me desgarran hasta el mismo corazón. iSólo él puede curarme!
TERESA- Lo que pasa es que ya se acabó. No h ay dinero. Tenemos que pensar en comer.
PEPE - ¿pero cómo puedes ser tan prosaica? iMi vida es primero!
TERESA - (Mansa . ) Hace días que no como nada para que p uedas h ace rlo tú .
PE PE - ( Emben-enchinado.) iA la mi e rda con tu s martirios! Estoy enfermo. ¿Qué no lo ves, idio ta ? iNeces ito la med icina! (Pausa. ) iS i s upieras lo bi en qu e me h ace dormir! ( Vwlento . ) iMu évete, maldita !
TERESA - Se acabó, Pepe.
PEPE - iHay que buscar dinero!
TERESA- lDónde? (Silencio largo, cae como plomo la respuesta.) iEstás loco! Primero muerta.
PEPE- Vamos, Teresita.
TERESA- Es lo único que nos queda.
P E PE- Lo único que nos queda es la vida.
TERESA- iNo!
PEPE - Podrían darte varios miles. (Insiste.) Pagaremos el viaje.
TERESA- lEs que no significan nada para ti?
PEPE- ¿y mis dolores?
TERESA - iAguántatelos!
PEPE- Miserable... iMiserable!
TERESA - (Suplicándole con ira.) Por Dios, Pepe. Buena elección me pones a hacer.
PEPE- Pues ha zla pronto.
TERESA- iEs nuestro apellido el que hay que salvar!
PEPE- Nuestro apellido apesta. iDámelos!
TERESA- (Miente para ganar tiempo.) Los vendí. ..
PEPE- (La toma por el brazo.) Teresa.
TERESA- Me dieron cien pesos.
PEPE- (La suelta y busca desesperado por el cuarto. ) No me conoces.
TERESA- Y tú no me asustas.
PEPE- IMira que estoy perdiendo la paciencia! (Levanta una silla para atrojarla contra ella.)
TERESA- No ... iYa basta! Ya basta. Dios mío, no, no ...
PEPE- (Suelta la silla. La mira fijo. Suave.) ¿Quieres que te suplique? ¿Es eso? (Se a"odilla, muy teatral.) Me arrodillo, mira, lo hago con lágrimas en los ojos. Dime, pide cualquier cosa, vamos, soy tu esclavo, haré lo que tú quieras , pero dime dónde es tán. (Aguanta su rabia llorosa.) Teresa ...
TERESA- (Atrodillándose junto a él. ) No , P epe, no.
PEPE - (Suelta el llanto mien tras la toma suavemente por el pelo, ca si resignado.) lDó nde está n, dim e ?
TERESA - (Le detiene las manos y se las lle va a su pecho con soberana tolerancia y amo r. ) ¿No te p ar eció her mosa la leyenda de nuestra familia? La muy u nida y sie mpre
bell a familia Landrau... dueña de uno de los tesoros más valio sos de toda Am é rica . (PEPE deja caer su cab eza sobre el pecho de TERESA.) Joyas que alumbraron las gloriosas estrategias de Junín, Carabo bo , Ayac ucho ... (Pausa.) l Cómo entregarlos para calmar tu d o lor, s i por ellos to davía se desangra todo un continente? (Pausa.) Ahora son míos, Pepe. Han caído por la gracia divina en el regazo de Teresa Landrau, la hija mayor de Don Se bastián Landrau, quien en un tiempo fuera el niño mimado de Simón Bolívar y hoy es un cadáver podrido, ases inado y mutilado por la Guardia Civil... ¿Quieres escuchar más?
P E PE- No.
TERESA- Teresa Landrau, espo s a fiel, abandonada y despreciada por Antonio Carranza, comerciante rico, natural de Cádiz, incondicional español. .. (Dura.) Hijo de la más put a soberbia española que ha pisado esta isla de Dios. ¿No te parece linda la his toria de e s ta nueva heredera?
PEPE- (En una s úplica patética.) lDónde están?
TERESA- (Muy tierna. ) Sólo Dios lo sabe.
PEPE - (Al borde ya de un colapso, mete la mano en el pecho de TERESA busca ndo el pañu elo de la s moneda s, n o halla nada . ) Busca dinero ... iBusca! (Va a la mesa, ve el pañuelo vacío. TERESA se le acerca. )
TERESA - Pepe, cálma te, haz un esfuerzo. (PEPE inicia un ataqu e nervioso . )
P E PE - (Con los dientes apretados.) Me esfuerzo, hermana. Me es fuerzo por vivir .. .
T ERESA - Pepe, escú c hame. Todo se va a resolver. .. (MONIQUE abre la pu erla y baja unos escalones. PEPE la ve )
PE P E- lA qu é vuelves? (Se siente desfallecer. )
MONIQUE- H e pensado ...
TER ESA- V a ya, piensa la francesita . Pero escogiste el peor momento. IVete! (TERESA lleva a PEPE a la cama .
MONIQ UE s e acerca.)
MONIQUE- Que puedo huir contigo. Conseguiré dinero
para el barco.
PEPE- lHablaste?
MONIQUE- No le dije nada. Bueno. . . a él no le importa.
TERESA- En dos horas lo sabrá todo el país.
MONIQUE- El sólo quiere el bien para mí. Me dará todo lo que le pida.
PEPE- Y tu padre conseguirá algunos esclav os que ca rguen tus sombreros, tu tocador, tus trajes ...
MONIQUE- (Percibe el tono áspero.) lQué te hice yo?
PEPE - (Le arranca la cartera y la volt ea sobre la mesa, caen algunas chucheñas.) iDa me acá!
MONIQUE- lCuánto necesitas? (PEPE suprime un a1rebato de rabia.) Te di todo lo que me pediste. Nunca m e negué a nada. lQué te hice? lQué te hice?
PEPE- Nada ...
MONIQUE - Claro, nada ... y mira lo que me has h echo tú. Te perdiste, te dejaste ir. Ayer eras un hombre respetable, un escritor de prestigio y honores. Ay e r tenías un nombre, Mario.
PEPE - (Adolorido.) Mario , qué gracioso. Sólo papá me llamaba así.
MONIQUE- Y mírate hoy... una caricatura. Un andrajo ...
PEPE- (Gruñe.) Más honda, mujer ... más honda es t a maldita herida que no deja de sangrar.
MONIQUE- (Amorosa.) Pero me t e ndrás que aguantar, Pepe. Porque he venido a cuidarte y no pienso dejart e solo ahora.
PEPE- (Para sL) Ya .. . ya me detuve.
TERESA- Vamos, Monique. Olvídate de él. Ya no puede darte nada.
PEPE- iNunca le di nada!
MONIQUE- Yo me o c uparé de ti. Daré lo que no tengo por verte fe liz otra vez.
PEPE - Bu en día hoy para el sacrificio. (Solemne y cínico.) iSac rificio! Tú h aces de cada muj er una esclava y de cada hombre un idiota. ¿cuán gordo es tu sacrificio, Moni qu e? ¿cria rás mis h ijos? ¿Me acompañarás a las fiestas sociales? ¿Iremos al te a t ro como dos jovencitos
enamorados a ver esos dramas d e pasión que hubiéramos querido vivir?
MONIQUE- Haré cualquier cosa por ti.
PEPE - ¿Harás el papel de la noble y buena esposa del delincuente arrepentido?
MONIQUE- Tú no e ntiendes del cariñ o.
PEPE - Eso ... ponte un poco cursi. Di ahora que me amas con locura, qu e sin mis besos no puedes vivir.
MONIQUE- (Suave, pero cierta.) Sí... eso.
PEPE - (Ríe.) iDios! i Cuán necio puede ser el amor!
MONIQUE - ¿por qué me ha ces daño? Estoy dispuesta a huir contigo. ¿Qué más pruebas quieres?
P E PE - No quiero tu amo r , idi o ta. Quiero irme d e aquí.
MONIQUE- Yo te ayudaré a escapar.
PEPE - ¿Cómo ?
MONIQUE- Al amanecer.
TERESA- Es mentira.
MONIQUE- Escúchame sólo a m í.
TERESA - Piensa, Pepe. Ya habló con su padre y si él te ha delatado se acabó todo.
PEPE- ¿Qué h as pensado? Dime.
MONIQUE- Vendré a buscarte.
TERESA- (Intenwnpiénd ola. ) ¿crees que e l padre s e lo iba a permitir?
PEPE- ¿Quién nos llevaría?
TERESA - Son france s es , tonto. Revientan de orgull o . ¿Esperas que él te entre gue su hija así, por nada?
MONIQUE- No es verd a d .
TERESA- ¿Que la e ntregue a un proscrito, a un marcado?
PEPE- D ime.
MONIQUE - Pero no la escuches.
TERESA - Lo que él quis ie ra es ve r a s u hij a lo más le jos de t i qu e pu eda .
PEPE- ¿Qué más?
MONIQUE- Conozco al Capitán.
TERESA - Es una trampa .
MONIQUE - Pide muy poco.
PEPE- lCuánt o?
MONIQUE - Conseguiré mucho dinero. iRobaré a papá si es necesario!
TERESA- Es mentira, te enreda en su mentira.
MONIQUE- Vendré por ti.
PEPE- Está bien.
TERESA- (Explotando de ira.) i Cobarde aquí! i Cobarde allá!
PEPE- lQué?
TERESA - Sí. Vete con ella. Hazte un buen terrateniente. Escribe tus pensamientos en los periódicos tas. Hazte un patriota de folletfn ... iCobarde! barde!
PEPE- (Con ira.) Hija de ...
MONIQUE- (Se interpone.) Vámonos. Déjala ya, está loca.
TERESA- iCuánta razón tenía Cepeda! iVete con ella! Destroza lo último que queda des pués de tu crimen y huye. iEs lo que siempre has hecho! (PEPE se lanza sobre ella en tod.o su furor. La lanza sobre la cama y le suelta un golpe seco en la cara con el dorso de la mano.)
PEPE- Suelta la lengua, dilo ya... (La zarandea.)
TERESA - (Cruel, des esperada.) iCobarde aquí, cobarde donde vayas, cobarde hasta Jos huesos! (PEPE la vuelve a golpear.) Anda, pégame otra vez. .. iMira, Monique, esto es lo que te espera cada vez que le recuerdes su asqueroso pasado! (PEPE la golpea por última vez. Esta vez demasiado fuerte. MONIQUE trata de detenerlo y él la empuja al suelo con gran rudeza.)
PEPE- iDéjenmeen paz! iQuierosalir! iQuierosalirdeaquí! (Cuando va a salir se topa con el MEDICO que acaba de entrar. PEPE lo abraza y llora sobre él.) Por lo más que usted quiera. (Cae al suelo llorando. El MEDICO lo levanta por la camisa y qu edan mirándose ca ra a cara. )
MEDICO - ¿No te da vergüenza ? ¿No sientes asco de ti mis mo ?
PEPE - Deme la med icin a.
MED ICO- lQué hubiera pasado si hubiera ta rda do un poco? ¿u n m inu to, d os, med ia ho ra más ?
PEPE- Por favor ...
MEDICO- Pero aquí estoy. Listo para salvarte otra vez. (Lo abraza para sostenerlo.) Dime, muchacho. ¿De veras no quieres morirte? Nos harías la vida más fácil a todos.
PEPE- Usted habla demasiado ... deme la medicina.
MEDICO- Me gusta hablar.
PEPE- iPues a mí no!
MEDICO- (Fue1te.) ¿y a mí qué me importas tú?
PEPE- (Dócil.) La medicina ...
MEDICO - Y en ellas ... ¿Has pensado?
PEPE- Ellas quieren matarme.
MEDICO- Malagradecido. Todo lo que hacen lo hacen por ti. Yo no hago nada por nadie...
PEPE- (Se le abraza como un niño perdido.) Ya, por favor ... iPor favor! ¿Es que le gusta verme sufrir? (Cae al suelo.)
MEDICO - No. Lo único que me gusta es que me necesiten. ¿Me necesitas? (PEPE calla. ) Vamos , dime que sí.
PEPE - Sí, sí, sí. ..
MEDICO- Así me gusta. Me hace sentirme importante. (A las mujeres.) Vamos ... (Las mujeres lo ayudan a levantarse y lo llevan a la cama. El MEDICO inicia su ritual.)
MEDICO- (A MONJQUE.) Vete de aquí, muchacha. Eres demasiada vida para un muerto. Y trata de que tu padre no se entere. No te lo perdonaría.
MONIQUE- Pepe ...
TERESA- Vete... y no vuelvas. (MONIQUE, llorando inconsolable, sale de prisa.)
PEPE- Avance, por Cristo, me voy a morir.
MEDICO- Deja a Cristo tranquil o. El no tiene la culpa de tu necedad. (El MEDICO inyecta. PEPE queda en un breve éxtasis de delirio en el que tararea torpemente la melodía de algu na can ción romántica. El murmullo es suave y atropella do. E l MUSICO acompaña con acordes tenues.) Esa d osis lo hará calmarse un par de días. (Guarda los implementos.) Para la cobardía no tengo medicina. (Ríe.) Bueno sí, tengo una ... pero es peor que la enfermedad.
TERESA- lPor qué canta?
MEDICO - Porque se siente bien. (Pausa.) Todo lo que dijo para que lo admiraran... un guiñapo. Jamás conocí a un hombre que le hiciera el trabajo tan fácil a la muerte. (Mira a TERESA, pues de su boca sale un fino hilillo de sangre. Ella lo nota.) Odio que le peguen a las mujeres.
TERESA - (Limpia su sangre con el dorso de la mano.) No tengo dinero para pagarle.
MEDICO- lNo? Es una pena.
TERESA- ¿U na pena para quién?
MEDICO - lCrees que me la regalan? No sabes cuánto la piden los jóvenes de ahora. Están dispuestos a matar por ella.
TERESA- Matar.
MEDICO - Sí. Vivimos en una época en la que la palabra muerte ya ha perdido todo su misterio.
TERESA- Usted la vende como s i fuera medicina.
MEDICO- Porque lo es. Y siempre hay alguien que la compra. Sobre todo los poetas y los deportistas. (Sonrie.)
Dicen que les ayuda a inspirarse. Hay médicos, notarios, políticos que no pueden vivir sin ella. (Se sienta.) Viejas señoronas que no pueden con la impotencia de sus maridos. Viejos aburridos, demasiado asustados para enfrentar el final. Ah... todo este país está drogado por Jos cuatro costados. lNo lo ves?
TERESA- Y usted se lo goza.
MEDICO- Digamos que lo aprovecho.
TERESA- Entiendo.
MEDICO - iQué bueno! Si entiendes, sabrás que esta inyección de ahora cuesta unos 1Opesos. Era una dosis fuerte.
TERESA- Me tomará días conseguir esa cantidad.
MEDICO- (Se levanta amenazante.) lCuánto tiempo?
TERESA- No lo sé.
MEDICO- Entonces ...
TERESA - Le pagaré.
MEDICO- ¿pero cómo?
TERESA- iNo lo sé! Le dije que le pagaré. lNo le basta eso?
ME DICO- Para ser te franco ... no.
TERESA - ¿Qué quiere que haga entonces?
ME DICO- Véndeme algo. (La toca.)
TERESA- (Huye de él.) iNo me toque!
MEDICO - No puedo esperar tanto, Ter esa. El país menecesita.
TERESA- iPepe! iP e pe! iAyúdame! (Va hacia él. PEPE sigu e su tarareo patético haciendo gestos minúsculos.)
MEDICO- Vamos, sólo una vez y me doy por pago. lSí?
TERESA- Tendrá que matarme primero.
MEDICO- ¿No te digo? Hasta el honor ha perdido sus enca ntos. Vamos , Teres a. Tú bien sa bes que es lo únic o que me pued es ofrecer. Acércate ... (Pausa.) No me gusta pegarle a las mujeres y menos a una Landrau.
TERESA- iP e pe! (El MEDICO la empuja con una patada y TERESA cae en la escalera llorando. El MEDICO se le a cerca y le besa el cu ello m ientras afloja el vestido d ejando al descubierto sus hombros blanqutsimos.)
MEDICO -T an fácil que es decir s í. Es como sa li r de una deuda. (La sigue besando mientras pasa su mano por los pechos de TERESA.) Vamos , Landrau. No llores, piensa que es tás pagando las deudas de un " héroe''. (La manosea. Ella ya no se resiste y no llora.) Tu amor es tan grande. . . tan grande... (Toca los muslos de TERE SA.) ... que dan ganas de llorar. (La luz baja hasta el os curo t o tal mientra s se escucha e l tarareo idiota d e PEPE y la música que le acompaña . )
NOTA: Este es el fin del ACTO PRIMERO, pero el autor recomienda q ue la representación sea contin ua.
ACTO SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
El MUSICO, iluminado de pronto., toca una breve romanza triste. Entra TERESA y se coloca a sus espaldas. Se ha cortado el pelo como un hombre. Viene vestida con un refajo, y como está empapada de arriba a abajo, éste se le pega al cuerpo dejando ver sufame1icajlaquencia. Viene descalza porque acaba de salir del mar. Se acerca al MUSICO y pone junto a e1la caja de madera de los candelabros, su traje y sus zapatos.
TERESA- ¿Ha venido alguien? (El MUSICO niega.) lNadie me ha visto? (El MUS/CO vuelve a negar y sonríe.) lPor qué me miras así. Te ves feliz. (La luz cambia a PEPE, acostado sobre la cama, víctima del sopor y del delirio. El MUSICO hace su trabajo.)
PEPE- (Habla un poco fuera de sí.) Una y otra vez sobre ella hasta desmayarme de placer. P a ra mí era la más her· mesa. Repasaba inútilmente las mujeres de mi vida para ver si ella había sido una, pero no. Era un viaje, un viaje largo.
TERESA - (Habla con el MUSICO, fonnando espontáneamente algunas frases en el aire.) Estuve en el mar. La Luna como una medalla de Dios, alumbraba un camino al horizonte. Una Luna que m e llama con sus sones y cantares, una luna hombre que me besa y me arrebata.
PEPE - Allí, en medio de aquella sa la, e ll a y yo como un recuerdo de ot ro si glo.
TERESA - Quería ir con ese homb r e que me hablaba disfrazado de L una. Me desnu dé y me le ofrecí.
PEPE - Nos ofrecimos todos los pecados.
TERESA- Nadé Jo más que pude, hasta que mis pies ya no podían tocar el fondo.
PEPE - Una y otra vez, como un árbol al que vuelve loco el viento.
TERESA- Corno un sueño de otro mundo.
PEPE - Y la voz que me llama, y una escalera de caracol que me invit a a un cuarto oculto en lo alto de una casa.
TERESA - Y los candelabros en la orilla iluminaban mi camino de vuel ta .
PEPE- Desnudo, manchado d e ella, subí los peldaños. Ahora me escuchaba a mi mismo IJamándome desde aquella pue rta extraña .
TERESA - Y me fui a partir el agua como un pez de amor. Y era casi como imaginarse una mu e rte muy bl a nca .
PEPE - Me sentía poseído, erizado, violento. Y entonces compr e ndí que la muerte podía estar del otro lado.
PEPE y TERESA - iQuiero vivir!
TERESA - Tú lo sabes .
PEPE- Y cuando estaba allí, desnudo como un niño abandonado ... frente a aquella puerta.
TERESA - (Camina fuera del sueño.) Es él. .. está enfermo de muerte.
PEPE - (Descontrolado.) iDéjame entrar! iYo quiero estar allí! (Se pelea con sus propias manos hasta que éstas quedan unidas sobre su cabeza, con los dedo s entrelazados y las p almas hacia el cielo.) iPor favor, p a pá! (TERESA busca a PEPE con la mirada La luz sobre PEPE se desvanece.)
TERESA - Me necesita. (El MUS/CO p asa suavemente su mano por el rostro mojado de TERESA. Ella se complace y s e acariña.) ¿ Qué ves en este cuerp o tan amargo? ¿Q ué p aís libre te recuerda este o lor de ma r ? (Se roza n las mej illas y se cruzan deseosos los dedos y las manos.) ¿sabes quién era Bolívar? (El MUSICO niega.) Vamo s, no dejes de tocar. (E l MUSICO toca una melodía de m ar. E lla se deja ir con la m úsic a da ndo vue ltas y vueltas... ) Así, muchacho. Déj ala que cante y la Luna goce con e lla. (El MUS/CO rle y TERESA también. Súbi-
tamente, de tanto mirarse y reírse ambos, se les cae un tfmido silencio embarazoso. TERESA toma la caja.) Guárdaios tú. Serán nuestro secreto. El secreto del amor m ás limpio del mundo. (Lo besa tiernamente en los labios. ) Ahora ya gané lo que soy. (Sale, camina por la gatera hasta la ptterla de la escalera. El MUSICO toca con variado frene s{. TERESA se sienta en los peldaños de la escalera y trata de secarse el frío.) lPepe? (Pausa.) Ya me tienes aquí. No me iba. (Silencio.) No puedo irme.
PEPE- Tuve un sueño malo.
TERESA- El mismo de siempre.
PEPE y TERESA- La escalera de caracol. .. (Sonríen tristes.)
PEPE- Y la puerta que nunca se abre .
TERESA - Esa pesadilla te persigue desde niño. Recuerdo las noches en que mamá te besaba la frente para b ajarte la fiebre con el frío de sus labios.
PEPE- Moriré sin saber qué quiere decir.
TERESA- A lo mejor es una tontería.
PEPE - Siempre sueño con eso. . . en los momentos más difíciles de mi vida.
1ERESA- Lo soñaste la noche en que papá se fue para estar ausente un año entero.
PE PE- lA dónde fue?
TERESA- Preguntabas inquieto y lloroso. Dabas vue ltas por la casa mientra s mamá trataba en vano de calmarte.
PEPE- Entonces lo necesitaba.
TERESA- Y yo te contaba cu e ntos, lte acuerdas?
PEPE- ¿A dónde fue?
1ERESA- Nadie lo sabe.
PEPE- Estaba huyendo.
TERESA - Cu a ndo r egresó de l viaje , la Guardia Civil come nzó a rondar la casa. Nos detenían en el camino. Nos re gi stra ban. (TERESA tiende su traje en el espa ldar de la cama.)
PEPE - (Juega con la almohada, pero más que un juego, la aprieta con disimulo. ) Papá nos tranqu ilizaba dicie nd o que incluso a la ge nte buena era preciso que vigilaran,
porque eso garantizaba la seguridad de la nación.
TERESA - (Se sienta y comienza a peinarse.) Tú decías que era una conformista .
PEPE- Y se reía de mí. Siempre fue así.
TERESA- (Se detiene, pone el cepillo sobre la mesa. Lo mira con suspicacia.) ¿Te acuerdas de las reuniones en la madrugada?
PEPE- Me acuerdo, ya era adolescente. (Recita bajito, como un recuerdo rep etido y ritual.) "¿sois masón, hermano Primer Vigilan te? Por tal me reconocen mis hermanos. ¿cuál es el deber de un Primer Vigilante? Asegurarse que el te mplo está cubierto de la indiscreción de los profanos. Cumplid con vuestro deber. Ven e rable Maestro, un profano escucha tras las puertas del templo. (Pausa.) Ved quién es, hermano".
TERESA - (Peinándose. Reza muy despacio, bajo el parlamento de PEPE.) Padre nuestro que estás en los cielos .. .
PEPE- "Es ... es su hijo , Venerable Maes t ro. ¿Qué hacemos con él? Parece que llora". (Pausa.) No reces ... (TERESA no se detiene pero baja la voz.) Muchos años después me conve rtí de su hijo en "su hermano". Pero él nunca me lo reconoció. No sabes cuánto hubiera querido que por un solo minuto de nuestra vida juntos, hubiéramos podido mirarnos cara a cara como eso... como hermanos.
TERESA - (Persignándose . Muy bajito.) Liberté, egalité, fraternité ...
PEPE - También invocaban espíritus. Hablaba con mamá como si estuvi e ra viva. A papá si e mpre le gustó esa payas ad a de hablar co n los muertos.
TE RESA- ¿payasada? (Iba a decir algo de lo que luego se arrepiente.) i.Tú no cr ees q ue los muerto s hab len?
PEPE - No quiero saber nada de la muerte. Mejor vi ro la cara.
TERESA - (Pausa. ) Orgu ll oso. (Se sigue peinando.) ¿Te acuerdas de los ho mbres vest idos todos d e negro? ¿oe punta en negro? Aquellos extranjeros ... llenos de men-
sajes ...
PEPE- lQuiénes eran? lQué querían?
TERESA- Tú lo sabes.
PEPE - También viré la cara. Ya era un adulto.
TERESA- lRecuerdas los libros llenos de signos extraños? (Se sienta junto a él y comienza a peinarlo.) Claves secretas, Pepe.
PEPE- (Vwlento.) iYa! No quiero hablar más d e papá.
TERESA- (Honda e incisiva.) Trata, Pepe... iTrata!
PEPE - (Se levanta y camina exasperado por el cumto.) iEl no tuvo nada que ver con eso! Er a un simple accidente, un curioso ...
TERESA - Entonces te mandó a Madrid. Tus cartas eran secas. Llenas de palabras vacías.
PEPE- iQuise ver el mundo! iY lo entendí!
TERESA- Al regresar no quisiste volver a casa.
PEPE- El me odiaba.
TERESA- No tenías nada que reprocharle. Te trató con dureza, es cierto. Pero se miraba en tu rostro . Te quería, Pepe; te quería mucho.
PEPE- iYo estaba defendiendo mi derecho a no ser como él!
TER ESA- (Paciente.) Y él se defendía de ti.
PEPE- (Aflojando.) lYqué quería , por Dios b e ndito? ¿Qué quería de mí?
TERESA - (Mansa.) Quería tu paciencia. Quería que aprendieras a esperar.
PEPE- Yo necesitaba decir lo que pensaba.
TERESA- (Tajante.) Necesitabas oírte.
PEPE- El enemigo pesa.
TERESA - Cuatro siglos de muert e también y el que entra se rá peo r.
PEPE - (Nlolesfo.) El nuevo siglo ...
TERESA- ¿No te dice eso algo, Pepe?
PEPE- Yo le hablaba de la revolución popular, de cómo tomaríamos el poder con una gran lucha de clases.
TERESA - (Soltando un poco de su rabia contenida.) Anar· quismo, socialismo ... para él eran palabras huecas.
PEPE - Para mí estaban llenas de nueva vida. Por eso tenía
que escribirlas como un loco, todos los días. Era mi evangelio, Teresa. Anunciar a los cuatro vientos ese co nta ct o que avisaría la llegada del L ibertador. (Soberbio.) lQuién iba a revelar esa libertad prometida sino yo ?
TERESA- ¿Y quién te dio ese derecho?
P E PE- Me jugué la vida por esa libertad .
TERESA- iY t e jugas te la de él! Le rompieron la mandíbula a golpes porque no quiso abrir la boca.
P E PE- ¿per o q uién d emonios se creía?
TERESA- Estaba asombrado con tu imprudencia.
PE PE- iBah .. . !
TERESA - Precisame nte por la. tuya, Pepe. Por la de su hijo que por una pedantería periodística retaba a la Guardia C ivil profetizando la revolución inminente. " Delatando" la llegada de un contacto .. .
PEPE- Yo no d e laté a nadie . Anuncié q ue la libertad e staba cerca.
TERESA- Lo dijiste t o do en esos ar t ículos. iFanfarro neas te co n nuestros se cretos!
PEPE- i Cuáles secr e tos?
TERESA- (No creyendo la pregunta.) i Con nuestros secretos d e guerra, imbécil!
P E PE- (Asustado.) iProme tí la libe rtad!
TERESA- iUnos secretos que no te pertenecían!
PE PE- No del a té a na die.
TERESA- Te quería s hacer el valiente, el temerario , iy los preveniste! iLos alertaste!
PEPE- N unca dije . . .
TERESA- Anunciaste, en primera plana, que un contacto a brir ía l as pue rtas a u n nuevo "Bolívar.....
PEPE- (Compungido.) Nunca dije nad a que nos comprometiera.
TERESA- (Colética.) Les dijiste que h a bía un hombre que sabía el momento ...
PEPE- (Previendo lo que está por revelarse.) Yo quería dar una esperanza ...
TERESA- Que sabía e l lugar, la cantidad de barcos ...
PEPE- (Bajo ella.) No, yo no dije ...
1ERESA- ... las armas, los soldados.
PEPE- No dije nada...
1ERESA- El hombre clave...
PEPE- No delaté a nadie...
1ERESA- (Con furia frenética.) iDelatado por un intelectual impertinente!
PEPE- (Con ímpetu conmiserado.) iN unca dije su nombre!
1ERESA- (Definitiva.) iEra él! (Suave.) Era papá ... (PEPE, en la cama ya, se deja caer en el respaldo de éstn con una honda exhalación y se queda muy quieto, con la boca abierta de asombro, mirando al vacío con el gesto de un pobre idiota que de un golpe de razón se ha dado cuenta de toda la grandeza de su desgracia. TERESA, con mucho dolor.) ¿No podías imaginarlo? No... no dijiste su nombre. No. Pero poco te faltó para decirles dónde lo podían encontrar. No hizo falta , nos encontraron. Y el Sargento se paró frente a papá, le espetó una mirada seca, le puso el fuete en la barbilla y le dijo que antes de que la casa se fuera toda al mismísimo infierno, le dijera dónde diablos te habías escondido. (Ya sin contenerse.) iY no dijo nada! Se moriría en la tortura an tes de decir algo sobre ti. Pero tú ... sin decir su nombre lo dijiste todo sobre él... iLo demás ya lo sabes! lVerdad que lo sabes? (En un ataque de rabia itTefrenable en el que pierde todo el amor que la ha sostenido hasta este momento, golpea sin piedad y con sus pocas fuetzas el cuerpo de su hermano. Poco a poco se rinde al profundo llanto de la impotencia.) lDe qué te valieron tantas palabras si ahora tienes que tragártelas todas? (Sil encio largo. El ME DICO abre la puetta y baja la escalera.)
ME DICO- Los gritos se oyen afuera. ¿Quieres qu e nos arresten a todos ?
1ERESA- iVáyase de aq uí!
MED I CO - T odavía me de bes.
TE RESA- ¿cuán tos meses más espe r a segu irm e cobra ndo?
MEDICO- Hasta que liquides. Y por cierto, mi mujer me
preguntó por tus arañazos. Y cara que me sale la explicación.
PEPE - (Sin moverse.) Déjela ya. (El MEDICO se acerca a PEPE.)
MEDICO- Hola, muchacho. iUh, qué ojeras! Te ves mal. Te debes sentir muy mal, ¿verdad?
TERESA- (Se intepone.) Ya está curado. No necesita más medicina. Se siente perfectamente bien, ¿verdad, Pepe?
MEDICO- Se nota que has llorado, muchacho. Ese llanto y esa depresión podrían desaparecer con sólo yo desearlo. (Saca la inyección del maletín.)
TERESA- No pienso seguir aguantando esto por más tiempo. Pepe no lo necesita más. Déjelo, por Dios . iDéjenos en paz!
MEDICO- Yo te lo advertí...la vida es un remedio caro. (El MEDICO, ágil en el man ejo de la aguja, agarra el brazo de TERESA , lo sostiene fuerle.)
TERESA - lQué hace? (El MEDICO inyecta a TERESA en la vena y ésta grita asustada.) iNo! (El MEDICO sonríe un poco.)
MEDICO- Es que estás muy nerviosa. Tienes que calmarte. ¿ves? Ahora también te ndré que cuidar de ti. (PEPE se incopora, cansado, exhausto, mira a TERESA quien da un paso hacia él buscando apoyo. El MEDICO mira a PEPE. Y va a preparar la injección.) También hay para ti. (PEPE, confundido no deja de mirar el procedimiento, atontado. El MEDICO le muestra la aguja. PEPE la mira fijamente.) Aquí está. Mírala , ¿}a quieres?
PEPE - (Bajito.) Demonio ... (PEPE sin dejar de mirar la metálica aguja, cien"O sus ojos y llora impotente, mira a TE RESA, ésta vira la cara.)
MEDICO - lLa quieres? (PEPE solloza, impotente.) ¿La quieres? (Pausa.) No ll o res. Es feo ver a un hombre llorar por una tontería. Tú que eras un ga lanteador. Toma... (Lo inyecta.) Ahí la tienes, co mpleta. Una buena dosis. (Mientras lo hace, PEPE recuesta su cabeza del hombro del MEDICO. Su rostro es ya una mueca
patética de satisfacción.) N o puedes quejarte de mí. (Le acaricia el pelo. TERESA y PEPE, sentados uno junto a otro como dos tontos, miran estúpidamente al MEDICO que se ha senUJdo frente a ellos.) Bien. Ahora que todos hablamos el mismo idioma, quiero que me digan algo que me interesa mucho.
TERESA- (Cansada, flácida.) lQué más quiere de nosotros?
MEDICO- Los candelabros no son una leyenda. Conocí a un jíbaro que espió a tu padre cuando los brillaba. Don Sebastián los usaba como símbolos de su sociedad masónica, de esa secta política que se reunía a escondidas en el monte. No, no es una maldita leyenda, Teresa. No soy un jíbaro ignorante. ¿Me oyes?
TERESA- (Ida.) Leyenda ...
MEDICO- El criollo ese me dijo que eran dos, muy pequeños y que brillaban como los ojos del diablo.
TERESA- No existen, ya se lo he dicho tantas veces.
MEDICO- No tengo mucho tiempo que perder, niña.
TERSA - Está bien... (Pausa.) Pero esos candelabros ... tienen una maldición.
MEDICO- No estoy para juegos.
TERESA- El fantasma de mi padre ha dicho ... (Se 1ie to1pe.)
MEDICO - (Pierde la paciencia. La zarandea.) Puta de mierda, habla ya de una vez.
1ERESA- Me pesa la lengua.
MEDICO- iA mí me pesa tu vidar
TERESA- Vaya...
MEDICO- He cumplido contigo. Me he callado ...
TERESA- Déjeme ...
MEDICO - Te cuido, velo por ti y por él. iCUmplí con mi parte! Cumple con la tuya ...
TERESA- No tengo tratos con usted.
MEDICO- iMe debes su vida!
TERESA- La pagué con la mfa.
MEDICO- iNunca pagarás lo suficiente!
TERESA - Apiádase de mí entonces, un poco de caridad para este estropajo.
MEDICO - No te daré nada más! iEstoy harto de ustedes!
(La toma por los hombros.) iHabla ya, o te saco el secreto a centellazos! (El MUSICO se levanta iluminado de pronto Comienza a escucharse un nutrido grupo de caballos bravos que corren a grueso galope p o r el adoquinado Los caballos se detienen frente al teatro. Se escuchan l as botas y las voces ininteligibles de algunos soldados. El MUSICO sale presuro so. El MEDICO sa ca de su cinto una pisto la. )
TERESA- (Atontada.) lQué sucede?
ME DICO- iCállate!
TERESA - (Pausa. B ajito. ) O tra ve z, no. (Se escuch a n risas de soldados. Caballos rabiosos. De pronto, se escucha un "IAAA . .. " de un jinete y un grito desgaiTador de un hombre a quien arrastran caballos de to rtura.)
PE PE- (Tembloroso, lleno de pánico.) Vienen por mí. (Emite un grito ahogado. TERESA le pone la mano en la b oc a para que no se escuchen sus lamentos.)
TERESA- Shhh ... (Risas de soldados. Los caballos comienza n su galope y se alejan. El MUSICO entra de nuevo, muy asustado. Hac e seña les al M E DICO. Vuelven a oírse l os galop es. )
MEDICO - (Recogiendo sus cosas.) Será mejor que me vaya. La ca lle debe es tar llen a de muer tos. Pero voy a volver, gatita. Voy a volver por esas joyas ... ¿me oyes? (Sale mira nd o al MUSJC O. Este se da un trago largo e inicia un trasfondo musical suave y dulzón. Se detie ne. El galope se oye muy lejos, igual que las risas de los soldados. El MUSICO c ontinúa . TERESA se ha sentado ah ora frente a PEPE. Están mirándose el uno al otro. Luego, s e ríen como dos niñ os t ra viesos después de un gran susto paternal.)
TE R ESA - l Esto e s lo que ves cua nd o es tás s ano?
PEPE - (Tose un p oc o.) lQu ieres q ue te cuente algo, h ermanita?
TERESA- El a ire se vuelv e liv iano, dulce y amargo a la vez.
PEPE - Fue la primera vez qu e amé a Monique. Me dolían todos los huesos. (Narra lo próximo, deleitado, p ero demasiado débil.) No había nad ie en la casa, sólo su
olor a perfume agrio. (MON/QUE, envuelta en tenues luces de color, como una aparición, entra y se coloca jwzto al MUSICO que nunca la ve. Vzene hennosamente vestida con su sombrero.) Y su voz de ace nto dulce llamándome deseosa. ¿sabes? Amar a una mujer es enterarse de un secreto. Sus ojos me obligaron a e nterarme. Le quité el sombrero cursi de burguesa parisina ... (MONIQUE se quita el sombrero y lo lanza lejos.) Y su pelo se me cayó como una cascada sinuosa.
TERESA- Eso, Pepe. Háblame en poesía.
PEPE - (Deleitado.) Me acerqué a su cara pintada de luz pálida ... aflojé uno a uno los botones de su traje. (MONIQUE afloja los boton es de su traje.) Me dejé llevar por su respiración entrecortada, como un son cadencioso de alma africana. (MONIQUE descubre muy sensualmente el nacimiento de sus hennosos senos que disimula graciosamente al voltearse de espaldas.) Hasta que quedó virgen, delante de mí... (MONIQUE deja caer su traje hasta la cintura y su pelo cae rabioso sobre su espalda desnuda.) Y la tuve así, horas, respirándome con ella. (MONIQUE levanta sus brazos ofreciéndose. ) iDios bendi t o! No había visto nada más precioso en mi vida. Ninguna mujer tiene derecho a ser tan hermosa. (MONIQUE, muy delicadamente, recoge su traje cubliéndose con él.) Era radiante. Hermosa como la patria liberada, sólo que no era la patria. (MONIQUE busca los ojos de PEPE.)
MONIQUE - (Recita como si hablara. En perfecto dominio del francés.)
Soient mon amour et le tien, Remplis de ta furieuse voix et ton exigence sois-je ton corps patrie et ma parole terre et soulagement soi t comme il fut, mon amour ct le tien auront la saveur de la liberté et le soleil se levra par ta bouche et par la mienne
jusqu'a ce que la misterieuse eclipse nous embrase et nous partage...
PEPE- (Por lo muy bajo, "traduce" los versos de MONIQUE.)
Sea o no mi amor como el tuyo lleno de tu airada voz y tu protesta sea yo tu cuerpo patria, y mi voz tierra y consuelo sea como fuere mi amor y el tuyo tendrán el sabor de libertades y el sol saldrá por tus labios y los míos...
(MONIQUE desaparece con los últúnos versos. El MUSICO continúa su música a otro ritmo.)
PEPE- lEscuchas? Yo lo escribí.
TERESA- No, Pepe... estás tan lejos.
PEPE- " ... Hasta que el misterioso eclipse nos abrace a los dos y nos reparta". Y nos quemamos, Teresa. La mano inquieta abriendo caminos de miedo por sus muslos fríos y resbalosos ...
TERESA- (GentiL) lPor qué me cuentas todo esto? Me da vergüenza.
PEPE- lEs que no has amado nunca?
TERESA - Amar... lQué haré yo con todas mis culpas de amor? lHacerlas una y culparte a ti?
PEPE - Menique me enterraba sus uñas y gemía cuando apretaba sus caderas contra mí...
TERESA- (Sonrojada.) Pepe...
PEPE -Y era capaz de hacerme feliz dos y tres veces sin que me diera cuenta. (Insidioso.) lAntonio te quiso?
TERESA - El se quería a sí mismo. (Se lleva Las manos a La cabeza.) Ya ... no más , Pepe. (Se contiene algo rabioso que la vicia.)
PEPE - Y yo crujía co mo mad e ra. Me untaba sus besos , me resbalaba en sus caricias... lAn tonío te acarició? lTe dijo algo tierno alg una vez?
TERESA- (Camina totpemente por la habitación. Tropieza, tumba la silla y se queda mareada. ) Todo me da vueltas. (Una poderosa luz de Luna entra por la ventanita del
dinteL TERESA la ve como hipnotizada. La sigue. La luz le da de lleno en el rostro. PEPE la sigue como borracho.)
PEPE- (Sugestivo.)Y en las noches de Luna, de esa Luna furiosa y gris, el resplandor le daba de lleno en su piel sudada haciendo contornos de montañas, dibujando las formas fantásticas de sus senos vigorosos ... (Sonríe.) Luna traviesa.
TERESA - (Mira fijamente a PEPE, embrujada.) Llanto de Luna. (Silencio largo.) Todo va tan rápido, hermano. lQué es este dolor apacible que me corre por las venas? lLo sientes? (Toca el rostro de PEPE como descubriéndolo.) lEste fuego simpático que me abochorna? (Se miran. TERESA huye sorprendida por una chispa de razón. PEPE la detiene, la abraza y la besa profundamente. Un beso desquiciado, veloz, lleno de cosa en ira y arrebato. TERE SA se resiste un poco, se zafa, PEPE vuelve a abrazarla desconsolado.) No, Pepe... esto está mal.
PEPE- (Ahora, intenso, susurrado, penetrante.) Y cuando me besaba, toda ella hecha una flama, el fuego nos crecía por el vientre y por los pechos, nos corría por los brazos frágiles, inquietos ... como si todo de mí le hiciera falta; y entonces yo era feliz ... era feliz ... era feliz ... (PEPE se ha dejado ir. TERESA también lo hace cerrando sus ojos. Luego, abrazado a ella la, levanta, ella le abraza con brazos y piernas como una niña desierta. TERESA ya ni sabe lo que hace y se rinde en una caricia tierna a los rizos desaliñados de PEPE. Luego, él/a sienta en los peldaños de la escalera. Quedan mirándose ahora confuso s, se tocan. PEPE se hunde en el pecho de TERESA aca riciando su rostro en él con extraño placer. Ella lo abra za feliz y deja caer su cabeza hacia atrás, precisamente donde cae el rayo fértil de la Luna. TERESA parece que llorara, un llanto dificil, amargo, un llan to que parece más una sonrisa. La oscuridad se hace sobre ellos y el MUS/CO se ilum ina en un éxtasis brutal de guitarra. Tennina extenuado, se pasa la mano por los
cabellos, se levanta nervioso, la Luna también cae sobre él. Toma una botella y va a beber, pero no lo hace. Oscuro. Los hennanos vuelven a iluminarse, ahora tenuemente. Están sentados en la escalera. PEPE en el regazo de TERESA, ambos con sus ropas desarregladas y el pelo revuelto.) No digas nada, piensa que no pasó.
TERESA - (Juega con el pelo de PEPE.) Fue la Luna, te lo había dicho. ¿y ahora?
PEPE- No quiero razonar. Quiero dejarme ir. Estoy demasiado viejo para razonar.
TERESA - Es bueno detenerse. Quedarse quietos, como árboles milenarios después de un huracán. Hay que razonar, Pepe.
PEPE- Yo quiero vivir.
TERESA- Lo sé. Yo también quería ...
PEPE- Quiero vivir hasta el final.
TERESA- Ahora también es mío ese presagio. El " contacto" que llegará pronto. Vamos, dilo, el mensajero que llegará pronto.
PEPE- Yo maté al mensajero. . . porque no entendí el mensaje.
TERESA - Repite conmigo. "Y llegará la buena nueva del alzamiento...
PEPE- (Susurrando.) lHabrá alzamiento?
TERESA- Y tú y yo seremos San Juan Bautista.
PEPE- (Una súbita congoja ansiosa lo posee.) iSan Juan Bautista! (Corre hasta el centro del cuarto, busca algo en el aire. El MUS/CO arrecia.) ¿Lo ves?
TERESA- ¿Qué?
PEPE - Es la ... mírala cómo se escribe en el aire. Yo la leeré pa r a ti. (Una luz lo persigue. Poseso. ) Todo comenzará con un cañonazo horr ible. El último día de l último año del último siglo español. Todo soltará su cadena. (PEPE, en su trance, comienza a trepar y a colgarse por las cuerdas del teatro como un loco.) Un bombardeo será el saludo a la muerte que vendrá a vivir con nosotros. El próximo s iglo será peor que los pasados cuatro, y no podrán decir que miento porque
nadie vive cinco siglos. (Embrojado.) El nuevo tirano de lengua sajona aplastará a España y la hará suya. Por años, la peste y la miseria serán los amos. Se explotará al hambriento y se hará engordar al asesino. Nacerán cientos de héroes que serán masacrados por traidoras delaciones y sólo un puñado de ellos podrá vivir a la altura de lo que predican. Pero a esos también los quemarán sin pena. Año tras año, en los días de su recordación, se pedirá perdón ante sus tumbas por no haber logrado nada. (Solemne.) El idioma del amo se rá nuestro idioma. Serán de él nuestra casa y nuestro corazón y llegará el día en que nos peleemos por complacerle negando todo lo que somos y lo que hemos sido. Y esta tierra que pisamos ya no será jamás nuestra. Ni la mujer ni los hijos estarán a salvo del horror. (Clama con toda su furia.) IDios! ¿Cómo puedes vivir sin inmutarte? (Pausa . ) Morirán tantos . Uno tras otro en un frenesí de sangre y fuego. (Elevándose.) iY seremos los criados del amo! iSeremos la peste del amo! iSeremos la mierda del amo! Y lo más pavoroso de todo ... ies que seremos felices con eso! iDios mío! lEs que no vendrá nadie a salvarnos? (Atonnentado.) lEs que maté a los míos por nada? ¿Me escuchas, Dios? ¿o es que tú también te vendiste a los tiranos? (Queda colgando de las sogas como un Cristo patibulario.) Padre mío ... (Musitando.) Perdónanos ... es que no sabemos lo que hacemos. (TERESA quien ha visto todo lo anterior sin moverse de su lugar, se acerca a PEPE y lo ayuda a bajarse de las sogas.)
TER ESA- Ven, ya pasó todo. Baja de ahí. Descansa ya. Duérmete. (Oscuro lento. Música suave.)
ESCENA ULTIMA
El MUSICO y TERESA comen juntos al pie de la escalera. PEPE, acostado en la cama, tirita de frío, arropado hasta el cuello. TERESA se cubre con una manta. Afuera llueve.
TERE SA- Se está muriendo. (TERESA muerde un mendrugo de pan.) No quiere comer. (El MUSICO recoge los platos y los saca de la escena. TERESA se levanta.) l Ya no pregunta n por mí? (El MUSJCO niega.) lCuánto tiempo hace? (El MUSICO se encoge de hombros. Como ida . ) lDarás un concierto alg ún día ? (El MU· SJCO asiente. ) Pronto nos iremos de aquí. Este maldito f río nos va a matar a todos. Anda, sube. (El MUSICO espera.) Si viene... pues. No sé. Sin la medicina se morirá y él no se la dará si no ... (Pausa.) iBah! No tiene importancia. Ya te ll a maré. (Se para frente a él y le besa la mejilla. El MUSICO sube. Ella dice sola.)
Adiós... (TERESA se acerca a PEPE. Lo mira fijamente, sin pena, sin rencor. Una mirada directa y hueca.) Vamos a matarnos , Pepe. (Música muy vieja.)
PEP E- (Abre los ojos y tiende las manos. Habla casi sin poder. ) Sí... sería h e rmoso morirse. (Tiembla y tirita de un escalofrío intenso.)
TER ES A - (Le toma las manos y se acuesta junto a él. Anhelante.) Dicen que ... que hay una luz muy blanca . al final de tod o . Una luz intensa hacia la que uno viaja y qu e se pa rece mucho al placer de una caricia. Q ue morirse es co mo hace r e l a mor. Vamos , Pepe. As í será más fác il.
PEPE- Pero es más útil vivir.
TERESA- Entonces, dime tú ... lqué hago? (Se acuTTUca con él.)
P EPE- Es más útil vivir.
TERESA- Pe ro vivi r así. No es justo. Pap á no lo hubi e ra
soportado. (De entre su traje saca una navaja inmensa.) Mira (TERESA la abre.) Yo también tengo gan as de vivir a pesar de todo. (Acerca la cuchilla a PEPE.) Pero no quiero vivir aquí. (Pasa la cuchilla por el cuello de PEPE.) ¿Te da miedo?
PEPE- No harás nada que yo no haya hecho ya.
TERESA- lDe veras lo harías?
PEPE- Y tú .. . l no me dejarás es perando?
TERESA - (Muy convencida.) No. Te amo dem as iado. (Lo besa en la frente y se dispone a pasar la cuchilla, esta vez con fuerza por el cuello de su hermano. Hay una pausa dura. Luego aprieta la empuñadura y toma fuerza. Abre la boca como buscando un último aire de valor. Levanta la mano. La emoción es honda, cien'a los ojos y se le escapa el llanto suave. Se arrepiente desvan eciéndose y lanza la cuchilla lejos llevándose las manos a la cabeza y dejándose ir. PEPE pasa la mano por el p elo de TERESA, perdonándola. Se escucha entonces un violento cañonazo que estremece el teatro. TERESA busca. El eco del cañonazo conduce a otro más fuerte aún. TERESA se levanta.) Llegaron. (El MUSICO camina un poco. Otro cañonazo.) iYa están aquí, Pepe! (Se escuchan gritos de gente que con-e despavorida. PEPE, débil, se yergue y escucha. El MEDICO entra corriendo y baja la escalera.)
MEDICO - Muchacha... ldónde están esos malditos candelabros?
TERESA- lQué pasa allá afuera?
l\.1EDICO- (Zarandea a TERESA.) Habla, que no hay tiempo ya.
TERESA - ¿Trajo la medicina? (El MEDICO la empuja a un lado y comienz a a buscarpor la habitación, rev olcándolo todo. TERESA rie.) Se los cambio por la medicina, ¿qué me dice?
:MEDICO- Habla pronto, idiota. Ya están aquí, ¿qué no los oyes? Tu padre no hub iera permitido que ellos los encontraran. Son joyas únicas . . . iEilos se llevarán todo! D im e ...
TERESA - (Molesta.) lDesde cuándo habla usted por boca de mi padre? (Se le coloca brava, delante.) Ganamos lo que somos, ¿no le parece?
MEDICO - (Rabioso.) i Ganaron lo que se merecen!
TERESA - Ande, sea valiente. Dígalo. ¿Qué es lo que nos merecemos? (Pausa.) Tiene miedo, ahora tiene miedo.
Pepe ... mira, se está muriendo de miedo por nosotros. (En efecto, el MEDICO mira muy quieto a TERESA y a PEPE. Como tratando de entender su último discurso con un toque de conmiseraci6n.) Vamos, no le haré daño ... (Lo hala por la camisa.) Tómeme de nuevo, lsí? Prometo no arañarlo. Hágalo, por Cristo ... (Desesperada.) ¿No ve que necesita la medicina? lNo ve que se me está muriendo?
MEDICO - Suéltame... (Se quita de encima las manos agobiantes de TERESA.)
TERESA - lQué espera? (Pausa.) El miedo le crece... porque somos lo que él quiso. (Sonrle cínica.) El tirano estuvo con nosotros siempre. No hacen falta sus cañonazos... está aquí, en nuestra propia casa. (Con ira confusa.) Vamos, béseme, maldita sea ... (Suave.) Un beso pequeñito, una caricia ... iLo que usted quiera! (El MEDICO rehuye.) Si quiere gritaré para que tenga que obligarme. (A PEPE.) Vamos, hermanito. Enséñale a este viejo traposo cómo se ama a una mujer. Enséñale cómo fue ... (El MEDICO los observa horrorizado.) Cuéntale tú cómo empezó todo. (Se abraza a PEPE y lo besa torpemente. Está ida, fuera de ebria de un agrio veneno de amor.) Asf fue... lve? lQué le parece? lNo se siente un poco culpable? ¿No le parece enfermizo, patético?
MEDICO - Están locos ...
TERESA- Locos de amor, sí.
MEDICO- No hay medicina. No puedo salir a buscarla ahora.
TERESA - Le gusta vernos padecer.
ME DICO - Podría sacarlos basta el sur o hasta algún otro lado en que no haya guerra.
1ERESA- lGuerra? lEs una guerra esto'!
MEDICO - Dios mío... lcuánto tiempo llevan sin salir de aquí?
TERESA- lPero es que no lo recuerda usted? lUn año? lTres? lUna hora? Somos los mismos de todas maneras. Nada ha cambiado. Tengo las mismas uñas con que lo arañé la primera vez ... (Rte.)
MEDICO- (Resuelto.) Ya basta, muchacha lDónde están los candelabros? ¿Dónde?
TERESA - No le digas, Pepe. Los quiere para echarlos a derretir en un caldero y hacerle joyas a su amante.
PEPE- lEs una guerra?
TERESA- Ya, no te levantes. Estás muy débil. (El MEDICO vuelve a rebuscar.)
PEPE- ¿y no ha venido?
TERESA- lQuién?
PEPE - El Salvador ...
TERESA - No, no ha venido. Acúestate... Con esta guerra el Salvador ha de estar muy ocupado. lNo crees? (Suena un cañonazo.)
MEDICO- Están tirando contra las murallas. (Otro cañonazo. El teatro se cimbrea.) iVan a morir aquí!
TERESA - (Burlona.) Disculpe, señor, pero está usted hablando con dos muertos muy recientes. (Rte.)
MEDICO- iQuiero esos candelabros y los quiero ahora!
TERESA - (Muy ágil ha recogido la cuchilla del suelo y amenaza al MEDICO.) Vamos, demonio. Ven a buscarlos.
MEDICO- (Serenándose.) Dame esa cuchilla. Estás muy nerviosa. Hablemos esto con calma. Dentro de poco todo cambiará. Esta gente que llega parecen ser buenas gentes. (Un cañonazo. ) Quiero decir, que ya no arrestarán a tu hermano. Serán otras leyes, habrá perdón para los perseguidos. Emp eza remos una nueva vida.
TERESA- No quiero volver a e mpezar . iEstamos e mpezando hace cuatro siglos!
MEDICO - ¿y qué más quieres que te diga? Confía en mf, por última vez.
TERESA- Es que ya no hay remedio.
PEPE- Viene el Salvador. Viene, Teresa ...
TERESA- No, ese no es el Salvador ... iEs el nuevo siglo que ha llegado! (El MEDICO se lanza sobre TERESA y le quita la cuchilla golpeando la mano de TERESA contra el piso. La cuchilla cae.)
MEDICO- (Sobre ella.) Ya me cansé, muchacha. Habla. No me iré de aquí sin ellos.
TERESA- Pepe es el que sabe, pregúnteselo a él. (El MEDICO mira a PEPE, quien está ya casi catat6nico.)
MEDICO - Vamos, Pepe... te daré toda la medicina que quieras.
PEPE- Es él, ya está aquí. iEs el libertador! (Ya PEPE es un guiñapo tembluzco. Casi ni se mueve, ni se oye. Otro cañonazo. Esta vez muy cerca.)
TERESA- Vamos, Pep e, dile dónde están. (Muy clara.) Sólo tú sabes dónde están. Fuiste tú el que los escondió. (Se levanta del suelo, toma la cuchilla otra vez y se coloca tras de PEPE.) Tú no querías que yo los viera porqu e tú eras muy celoso con ellos. Dile, Pepe. A ver si, por fin, nos deja en paz.
MEDICO - (Zarandea el casi exánime cuerpo de PEPE.)
Dime, maldita sea. iAvanza!
TERESA- Habla, Pepe. Dile todo lo que sepas . . . (Al oído de PEPE. ) iDelátanos de nuevo! (PEPE se agarra del cuello del MEDICO en un último esfueTZo por mirarlo a los ojos.) iHabla!
PEPE- (Haciendo un esfueTZo espantoso.) Yo... iquiero vivir! (TERESA entierra el cuchillo en las espaldas de PEPE. PEPE hace una mueca extraña de dolor, un rictus súbito y luego se deja caer lentamente en la cama, con las manos estiradas como un mártir. El MEDICO se retira horrorizado. )
MEDICO- (Atónilo.) lQ ué has hecho?
TERESA- (Una salva fo rtísim a de varios cañonazos hace temblar el techo, las cuerdas y las poleas. Todo se mueve. Silencio absoluto.) No hay candelabros, doctor. lDe dónde cree que saqué el dinero para pagarle la primera vez? Usted hace tiempo que tiene los candelabros ... en su barriga. (Se escuchan cientos de botas marchando.
Soldados que cantan algo incomprensible. TERESA se mira las manos llenas de sangre, las enseña al MEDICO.) Todo acabó. (El MUSICO abre la puerta, el MEDICO lo mira.) Créame, no hay candelabros. Todo era una leyenda que era buena para todos. lCómo podríamos soportar un mundo sin leyendas? (Pausa.)
¿No cree usted que hay mentiras que son ... (Busca la palabra justa.) imprescindibles? (Otro cañonazo. El MEDICO, espantado, sale mirándolos a todos y sin decir nada. TERESA s e acerca al cuerpo de PEPE.) ¿Viste la hermosa luz del final? Te envidio, hermano, porque estoy segura de que era muy hermosa ... (Lo besa en la frente. Cañonazo. El MUSICO le hace la señal a TERESA y ella sube la escalera. El MUSICO la detiene, le mira las manos manchadas de sangre.) No preguntes. Toca tu música más alegre. (El MUSICO obedece. Caminan hasta su atril.) Más fuerte... (Lo mira de frente.) ¿Están bien guardados? (El MUSICO se detiene.) Te pregunté... ¿Están bien guardados? (El MUSICO sonríe y asiente. Luego comienza su música frenética. TERESA comienza a bailar entre las cuerdas de la gatera. Baila sin pudor y dichosa. Se detiene un momento y mirando al MUSICO con igual frenesí Le dice con inusitada vehemencia.) Bolívar volverá por ellos, ¿me oyes? (Pausa . Bajito, como posesa.) Bolívar volverá ... (Ahora ya, en el agudo borde d e sí misma.) iBolfvar volverá! (Luego, lentamente las luces se van desvaneciendo, no sin antes dejamos una última imagen de un MUSICO en éxtasis y de una mujer, TERESA LANDRA U, quien en su apasionado baile, abrazada a las sogas del viejo teatro, nos anuncia sin palabras que está dispuesta, otra vez, a darlo todo.)
FIN DE
LLANTO DE LUNA
Cádiz -San Juan
De Julio de 1986 a Agosto de 1989
UNA NOTA FINAL...
S( existieron unos candelabros pertenecientes a Simón Bolívar. Los vi hace ya unos años en el Museo Bolivariano, en Caracas. Sea como fuere, el destino de estos candelabros, en lo que a mi obra respecta, sigue siendo un secreto.
Portadores de luz redentora, los imaginé en mi escenario con su brillosa plata bruñida como el símbolo de algo muy claro y eterno. Algo demasiado necesario para quedar como simple memorabilia ...
Como si desde aquel momento en que alumbraban al Libertador en sus escritos o en sus reflexiones, estuvieran alumbrando todavía toda la conciencia de América.
Una conciencia y una razón demasiado firmes para los débiles, demasiado simples para los intelectuales, demasiado blancas para los oportunistas, demasiado acusadoras para los traidores, demasiado libertadoras para los posesos... pero siempre suficiente luz para los esperanzados.
Roberto Ramos-Perea
Pedro
Don Marcos Betancourt como EL MEDICO
(Foto: Jorge San tana)
LlANTO DE LUNA Ivette Rodríguez como TERESA Orlando Ton·es como PEPEOBSESION (Drama en dos actos)
A Julián, en su cumpleaños...
Y también a dondequiera que esté.
OBSESION, de Roberto Ramos-Perea, se estrenó la noch e del 18 de agosto de 1988, en el Teatr o de la Univ e rsidad de Puerto Rico en Cayey, y prosiguió en gira por los pueblos de Hum acao, Arecibo , Añasco , Qu e bradillas, San Seb astián, H ato Rey, Orocovis y, finalmente, e n el Teatro Tapia de San Ju a n la noche d el14 d e octubre.
La ob ra fu e produ cida p o r la Compafi ía Te a tral Alta Escena para la ll Gira de la Productora Nacional de Teatro.
La puesta en escena contó con el siguiente reparto:
Alonso Barreto
Raquel Benito García
Mario Górnez Avila
Consuelo Avila
Rebecca
Producción y Dirección
Luminotecnia
Vestuario
Sonido
Regidor
Decorados y cartel
Don Alberto Rodríguez
Giselle Blondet
Raúl Rosado
Doña Velda González
Natalia Lavergne
Don Alberto Rodríguez
Angel M. Cortés
Nilda Paraliticci
Félix H. Rivera
Alvaro Mendietta
Rafael Mediavilla
El autor agradece ID consideración, estima y amistad del productor Alberto Rodrlguez en el montaje de esta pieza.
OBSESION
(drama en dos actos) de Roberto Ramos-Perea
PERSONAJES
ALONSO BARRETO
fiscal municipal , 64 años
RAQUEL BENITO GARCIA
joven de 22 años
MARIO GOMEZAVILA
ganadero , 35 años
CONSUELO AVILA
madre de Mario , 62 años
REBECCA
herman a de Raqu e l, esposa de Mario
LUGAR
Playa montuna de Boquerón, Cabo Rojo , Puerto Rico
EPOCA
Cuando los temblores fue ron más fuertes, en marzo de 1988.
DECORADO
Dos áreas escénicas principales a ambos lados de escena, delimitadas por fuertes luces. Arboles secos, sombras de desierto playero, niebla.. . demasiada niebla. Telón de fondo de colores fuertes. En la Primera Area, escritorio y silla, abanico lento que da vueltas contra la luz del ciclorama. Sombra de aspa perezosa. Segunda Area, entran y salen muebles. Plataformas para jugar con niveles. Lo demás a discreción.
Música, toda la que se pueda. Piano solo y una flauta triste.
ACTO PRIMERO
ESCENA PRIMERA
Con tenue luz música violenta. Luna furiosa sobre el cielo neblinoso_, profundamente neblinoso y opaco. Arboles y manglares plateados en el foldo cobalto.
Una silueta negra se acerca desde el fondo. Es una mujer. Ya el aire añil entre la niebla comienza a dar contornos precisos. Quien se acerca es REBECCA, joven hermosa de 23 de hermosas facciones y cuerpo de v(ctima. De cerca le sigue MARIO, su marido. Un tipo de trabajo pero con cara de bebé. Bigote bien peinado y afeitado. Con irremediable porte de niño MARIO es irreflexivo y seco. Harto de la vida y siempre sospechoso de todo. acorralado por s{ mismo busca siempre alternativas, obedece sus piensa poco. Lleva un abrigo oscuro y las manos en los bolsillos.
Tras e'l llega RAQUEL, quien también es joven. RAQUEL es procaz, irreverente. A veces es vulgar y pero las más de las veces es desesperada. Podría parecer dura y enemiga, pero no lo es. RAQUEL está de visita en un mundo que no un mundo que ha hecho para s( misma con sus pequeñas cosas sabias de memoria y su propia y única manera de amar. pasión que es casi martirio irracional. Viste m ahones deslucidos y blusa deportiva . REBECCA, desde muy cerca del llama
ROBERTO RAMOS·PEREA
REBECCA- Mario ... no te me pierdas.
MARIO- Estoy aquí, mi amor.
REBECCA - Está muy fuerte esta neblina, parece película de monstruos. iUy!
MARIO - Tienen que haber aterrizado por aquí. Dicen que las luces salían de la tierra, ite imaginas eso? Parece un cuento chino... (Pausa.) Si esperamos un poco puede que aparezca algo.
RAQUEL - (Nerviosa, enciende un cigarrillo.) Sí, mejor esperamos. Es lo mejor.
MARIO- (A RAQUEL.) ¿Estás lista? (Sereno.) ¿Ah?
RAQUEL- Siempre lo estoy.
REBECCA - ¿Lista para qué? (MARIO la mira fijo.) lQué están hablando ustedes?
MARIO- (Sonrie. ) ¿Tienes frío?
REBECCA- Estoy congelándome. (RAQUEL suspira, se toca el pecho.) Tanto frío no es nada normal aquí.
MARIO- (Se quita el abrigo.) Ponte esto, toma.
REBECCA- ¿De qué hablan tú y ella?
RAQUEL- De una bobería, no hagas caso.
MARIO - (Abraza a REBECCA por la espalda mientras le pone el abrigo. La separa un poco de RAQUEL quien parece más nerviosa.) ¿Te sientes mejor, nena?
REBECCA- (Susurrando amorosa.) lPor qué la invitaste?
Son pocas las veces que salimos juntos y encima la invitas. Mejor hubiéramos venido los dos solos ... (MARIO la acurruca.) LQué se traen tú y ella?
MARIO- Nada, te dije. Disfruta este momento de aventura "extr ate r res tre ".
REBECCA - (Enojosa.) ¿Qué voy a disfrutar con este frío (Sin que RAQUEL la vea.) y con ella? Aquí no van a aparecer ningunos platillos voladores, eso son embustes de los pescadores ...
RAQ UE L - Todo el mundo dice que aparecieron por aquí. Yo lo vi en el noticiero, además salió en el periódico.
REBECCA - Sí, pero dijeron que había sido más allá. En la
laguna. Y para allá yo no voy ni loca. Si hubiera sido en el balneario todo el mundo los hubiera visto.
MARIO - El centro de los temblores es aquí. El científico . aquello dijo.
REBECCA- (Cariñosa con él.) ¿Y... qué tú haces si viene un platillo de esos y me lleva al otro mundo?
MARIO- Le doy las gracias. (Sonríe, REBECCA le golpea de cariño.) Me voy a concentrar a ver si vienen a llevarte... (Bromea con el dedo.) "I-ti-phone-home". (Urga con el dedo entre los senos de REBECCA.)
REBECCA- iGraciosito! (Se suelta de él.) Si me raptan, tú eres el primero que se va a morir de sufrimiento.
MARIO - Puede ser, pero tú no vas a estar aquí para enterarte. (La vuelve a molestar haciéndole cosquillas.)
REBECCA - Los únicos platillos que vas a ver volar.. . (Ríe, se esquiva de las cosquillas.) iDeja! ... son los que yo te voy a romper en la cabeza por haberme traído aquí con este frío.
RAQUEL- (Celosa y dura.) Mejor volvemos. (Inicia mutis.)
MARIO - (Fuerte. Cambiado.) iNo! (RAQUEL se detiene.) iQuédate! (Pausa. En otro tono, simpático.) Además, no vas a volver sola. (Rte.) Puede haber marcianos y venusinos rondando por ahí.
REBECCA- Déjala. Ya está bastante grandecita y de aquí al Yip no le va a pasar nada.
MARIO- (A RAQUEL.) Bueno. (Mirándola con insistencia.) Haz lo que quieras. Yo... te sugiero que te quedes.
RAQUEL- Como tú digas.
REBECCA- (Mira a MARIO, molesta.) Ya está bueno de esto. ¿Qué es lo que pasa? (Silencio.) lQué pasa, Mario? lQué pasa entre ustedes dos ? Desde hace días que los veo diciéndose secretitos. (A RAQUEL.) l Qué te traes tú con mi marido? Dime. iDímelo ahora ! (Un ruido ensordecedor comienza a nacer con rápidos resplandores multicolores de un aparato que cruza lentamente sobre sus cabezas iluminando toda la escena estruendosamente.) iMario! iMariooo! (REBECCA se abraza a él. RAQUEL y MARIO, tratando de tapar el
ROBERTO RAMOS-PEREA
resplandor con la palma de la mano, miran hacia aniba con espantoso asombro. El ruido va decreciendo y los rostros indican que el aparato volador, o Lo que fuere, se aleja d e/lugar. Todo se aquieta de nuevo .)
RAQUEL- lLovieron?
REBECCA - lA dónde se fue esa cosa?
MARIO- Era grandísimo ...
RAQUEL- (Resuelta.) Ahora sí, vámonos ... (Inicia mutis.)
MARIO- (Co nfuso.) Pero . . .
REBECCA- Pero nada. iVám o nos ahora mismo!
MARIO - No vamos a volver... todavía.
REBECCA - Si tú quieres quedarte, allá tú. En la casa hablamos. (Inicia mutis. MARIO se le adelanta y la toma del brazo de fonna dura y agresiva.) iAy!
MARIO- Lo que sea vamos a hablarlo ahora y aquí.
REBECCA- (Furiosa.) iQue no! iDéjame! iMe estás lastimando, estúpido!
RAQUEL- (A MARIO.) Olvídate de esto ya. iSuéltala!
MARIO- Ya es tarde, nena. Ya empezamos.
REBECCA- iYalosabía! iLosupesiempre! (Forcejea.) iTraicionero! íCanallaf (Llorando.) iTú no me mereces! (Lo go lpea con los puños, histérica.) lCómo me haces esto , imbéc il? iMaldito !
RAQUEL- iYo me voy, Mario!
REBECCA - Raquelita, vamos, suéltame, mira que éste se ha vu e lto loco y nos va a matar a las dos. iVámonos!
iCorr e ! (Forcejeafuerte.) iSuéltame!
MARIO - (Ha ido poco a poco sa cando una jinfsima navaja de su bolsillo trasero. La navaja, como esas que usan los artistas, brilla asesina en la oscuridad.) iMa nté nla quieta ahí! (Pausa. Se le a cerca a REBECCA y le aprieta los cachet es con una mano. ) As í quería verte, q uíetecita, m uriéndote del mi edo , sin grita r, llorando calladita como s i ya te hubiera s muerto . . . (La suelta . )
REBECCA- (Muy Llorosa.) l P or qué me haces esto, Mario?
MARIO - Ahora lo vas a s aber todo . Desde el principio.
RAQUEL- D ijiste que no ibas a decirle nada, que la cosa era mejor si nadie hablaba.
MARIO- lNo querías que ella Jo supiera todo?
RAQUEL- iYa lo sabe!
MARIO- (A REBECCA.) ü..o sabes? lLo sabes todo?
REBECCA- (Llorando. ) Yo te qu iero, Mario. . . no me hagas daño.
RAQUEL- (Rabiosa.) iYal
MARIO - (Muy cerca del rostro de REBECCA que llora aterrada.) ¿sabes que hubiera querido hac e r esto des de la primera seman a de casados? Desde el mismo momento en que te diste cuenta de todo ...
REBECCA - Eso no importa, eso no importa... iYo te quiero!
MARIO - iY no lo hice por ella! (R efiriéndose a RAQUE L.)
Fue ella la que te s alvó y la que me salvó a mí de ti. (REBECCA se deja vencer. ) Pe ro, ¿hasta cuándo?, me dije ... ¿Hasta cu á ndo iba yo a soportarte?
RAQUEL- iAvanza ya!
MARIO - lVes? Ahora es ella la que tiene prisa, no soy yo. (Pausa.) Sí supieras lo felices que hubié ramos sido si te hubieras conformado. (A RAQUEL de nuevo.) Ella se conformó... Me quiso como nadie. Era cuestión de atreverse, y me atreví.
RAQ UEL - (De scontrola da.) iYa, maldita se a ! iAcab a ya ! (Solloza muy poco.)
REB E CCA- Mario, por Dios. iNo!
MARIO- El amor tiene su precio. Tú te fuiste muy alto, n e na. (Levanta la cuchilla y con la otra mano tapa fuertem ente la boca de REBECCA. MARIO vira de espaldas el cuerpo apresado y entierra de un golpe la cuchilla en alguna parte del cuello d e REBECCA. Esta emite un grito ahogado.) Ya ... (RAQUEL sue lta a su hermana y contempla espantada la escena. ) Ahora la otr a ... ( Un nuevo tajo, pequeño, hon do, realizado con la m ism a destreza que el p rim ero y con la m isma frialda d . MARIO deja caer el cuepo de REBECCA. RAQ UEL se lleva las manos a la cara.) Hay que ponerla boca abajo para que la sangre corra (Mueve el cuerpo. . . , le q uita el abrigo y lo suelta.) iVámon os! (Se quita la camiseta, se seca las
manos con ella, le tiende la mano a RAQUEL.) iVámonos! (RAQUEL está absorla, concentrando un espanto que está buscando salida.) iHaz lo que quieras , entonces! (Silencio, se le acerca.) Si te quedas te arrestan y se jode todo. (La zarandea.) iMuévete!. .. (RAQUEL está paralizada.) Allá tú. Si mencionas mi nombre te mato. (Pausa.) O mejor no te mato... diré la verdad. Diré que tú lo hiciste conmigo, que la matamos los dos. Así estaremos hasta el cuello y me perderás, lme oyes? (Pausa. RAQUEL continúa si jimiqueo.) lMe oíste, Raquel? (RAQUEL no contesta. MARIO, resignado, mira a todos lados, se pasa la mano por el pelo, echa una última mirada contradictoria a REBECCA y sale sin decir nada. RAQUEL comienza un desesperado gemido agudo que desembo ca en un "ay" grave y profundo, un "ay" espantoso que debe llenar el aire de sincero y trágico dolor. La escena se oscurece lentamente. De súbito, el rayo azul intermitente de un carro de la Policía penetra en la escena. Se escucha la arenosa y entrecortada conversación de un radio pat1Ullas. ALONSO BARRETO está parado junto al cadáver, cubierto ahora por una manta verdosa. Tiene 62 años. Muy canoso, flaco, alto, tez morena. De bigote español y cieno porte arruinado de picapleito aristocrático. Poco a poco la vida se le ha ido en tragos y cigarrillos dejándole a cambio un cinismo impertinente. Es, en sus primeras apariciones, abúlico, apático y perezoso. Hace ya las cosas por inercia y secretamente busca excusas para seguir viviendo aunque poco le impone. Más allá, al fondo, RAQUEL; con las manos esposadas a la espalda, permanece quieta con la cabeza baja. ALONSO se arrodilla y levanta la sábana. Mira con indiferencia y vuelve a tapar el rostro muerto de REBECCA. ALONSO camina hasta RAQUEL y la hace voltearse. RAQUEL, so llozando todav(a, lo mira. Pausa prolongada. ALONSO trata de sonreír/e.)
ALONSO- lCómo te llamas?
RAQUEL - (Bajito.) Raquel Benito García. (Le levanta la
barb illa. )
ALONSO- lDónde está el cuchillo?
RAQUEL- No sé de qué me está hablando.
ALONSO- lCon qué la mataste entonces?
RAQUEL- (Suave.) Yo no la maté.
ALONSO- Mírame, mírame a los ojos. (RAQUEL lo hace.)
lCu ántos a ños tienes?
RAQUEL- Veintidós.
ALONSO - Raquel, te has metido e n un gran problema . Mírate, estás llena de sangre, de la sangre de ella.
RAQUEL - Yo traté de ayudarla.
ALONSO- Tengo que acus arte por el asesinato de tu hermana. Sólo quiero que me digas la verdad y así las cosas serán más fáciles para todos.
RAQUEL- (Se arroja a su pecho.) iYo no lo hice! iSe lo juro que no fui yo! (ALONSO la abraza, conmiserado. )
ALONSO- ¿y quién fue, muchacha? (RAQUEL comienza a llorar de nuevo.) lQu ién fue?
RAQUEL- iFueron ellos! iFueron ellos!
ALONSO - lQuiénes?
RAQUEL- Esa gente, iesa gente que bajó del cielo! (Oscuro muy rápido.)
ESCENA SEGUNDA
Con el apagón de la escena anterior, se ilumina un círculo muy cerrado. Un escritorio y una silla. Sobre el escritorio, libros y papeles. Un cenicero y un vaso de agua . ALONSO BARRETO está parado frente al escritorio. RAQUEL, bien vestida y reluciente está sentada muy quie ta tras la escena.
ALONSO- (Habla desp acio, mostrando cada pieza de evidencia sin ninguna pasifm, mecánico, insincero. ) . . . es por estos resultados de l examen psicológico, que creemos que hay suficiente certeza de la estable condición mental de la acusada. Raquel Benito G arcía no está loca y
puede muy bien enfrentar juicio sobre este crimen. (En el telón del fondo se proyectarán varias diapositivas del cadáver de REBECCA. que mostrarán lo que ALONSO describe. La diapositiva cae sobre el rostro de RAQUEL que reacciona con miradas serias, profundas, incluso de tristeza a lo dicho por ALONSO.) Hay, sin embargo, otros agravantes que obligan a la Fiscalía a pensar que este asesinato no es común. (Diapositiva de/lugar del crimen. Cambia a diapositiva de rostro de REBECCA con la cara en la arena. Luego diapositiva del pecho ensangrentado de REBECCA.) . . . la blusa sólo está manchada de sangre en la parte del cuello. (Muestra la blusa con desgano.) El mahón y las tenis ... (las muestra.) no están manchados. El arma homicida no aparece. Estas fotos tomadas en el lugar de los hechos y el análisis que el forense realizó no explican la a cía de sangre en la ropa, aunque la víctima haya sido atacada en una parte vital de ... (Diapositiva del cuello de REBECCA con las dos incisiones.) gran flujo sanguíneo. (Pausa.) Según los informes del forense, el cadáver fue hallado sin sangre, que fue como escurrido luego de las incisiones hechas en el cuello. Esas que la acusada llama "mordidas". (Bebe agua.) A la Fiscalía esto le parece muy complejo y es esta misma complejidad la que nos hace apoyar nuestro alegato en una premeditación por parte de la acusada. (Pausa.) Aquí hay una muerte. (Desaparecen las diapositivas.) Una muerte en circunstancias muy extrañas que pretenden justificarse con un testimonio de naves espaciales, temblores de tierra y todas esas pamplinas. Si bien es cierto que Cabo Rojo y Lajas se encuentran asediados por historias de este tipo desde el gran terremoto de febrero pasado, estas circusntancias no pueden funcionar en favor del absurdo testimonio de la acusada. Si asf fuera, todos los crímenes del pafs serían culpa de los extraterrestres y tendríamos que poner un tribunal en Marte y litigar alJá con ellos nuestros delitos. (Risas vagas.) Imagínese usted, su señoría, que los asesinatos
como éste se justificaran por la declaración de alguien de que hay una invasión de marcianos chupando la sangre de la gente y de los animales, como en aquel sonado caso de los "vampiros de Moca" que tanto hizo reír a la justicia, pero tanto preocupó a los ignorantes, iporque eso es lo que se pretende! iHacer de esta corte una corte de ignorantes! iNo, señor! Ya basta de todos estos cuentos, que en el menor de los casos buscan hacer creer una locura que nuestra acusada no tiene. (Pausa.) Yo me amparo en esa mínima duda que el estado tiene en derecho para recomendar causa probable por el asesinato de su hermana Rebecca Benito García. Acogemos la petición de la defensa de que se deposite una fianza prudencial paa que la señorita quede en libertad provisional hasta el día del juicio. (Al tenninar el alegato, ALONSO se ha quedado mirando a RAQUEL de fonna insistente, revelando en su mirada una sonrisa súbitamente calurosa, algo as( como una excusa por todo lo dicho en contra de ella. Es un gesto vago, como alguien que va a pedir una disculpa y no se atreve. RAQUEL cambia la vista. ALONSO responde a alguien que le ha intenumpido su momentáneo pero evidente trance. ) ¿AJ1? (Pausa breve. ) Sí, eso es todo, su señoría. (Apagón repentino.)
ESCENA
TERCERA
Música. Un gran abanico gira su so mbra sobre la pared. El escritorio ha cambiado de posición . ALONSO, sin gabán y arre ma ngado, mira algun os papel es. RAQUEL, frente a e1, con mahon es azules y franela negra sin mangas; pelo suelto y ninguna prenda. Viste como es. La música se aleja. ALONSO se muestra con ella simpático, amable, pero diestro y ágil en su interrogatorio. RAQUEL a la defensiva.
ALONSO- (Mirando los papeles.) Aparte de esta declaración, quisiera que habláramos de ella informalmente, sinceramente. Acuérdate que si cooperas las cosas pueden salir muchísimo mejor de lo que imaginas. (RAQUEL vira el rostro.) Te esperan de doce a veinte años de cárcel. Una mujer como tú, joven, bonita, sería terrible.
RAQUEL- Hay muchas mujeres bonitas en la cárcel.
ALONSO - De nada les vale si nadie las ve.
RAQUEL- Mi abogado dijo que iba a venir.
ALONSO- No lo vas a necesitar, esto es sólo rutina.
RAQUEL- Yo ya dije todo lo que sabía. Usted insiste en preguntarme sobre lo mismo.
ALONSO- Es que por eso me pagan, Raquel. Yo quisiera ser menos fastidioso, pero éste no es un caso cualquiera. No lo es para la prensa, ni para mí. Se trata de la muerte de tu hermana, se trata de tu libertad. Y además es mi trabajo; aunque ya esté harto de él, tengo que hacerlo.
RAQUEL- Yo no maté a Rebecca.
ALONSO- Yo tengo que probar que sí. lQué sería del mundo si no hubiera tipos como yo tratando de enderezar las cosas?
RAQUEL- Pero es que no lo hice.
ALONSO - Convénceme. Hazlo por ti.
RAQUEL- Es mi abogado quien tiene que hacer eso.
ALONSO- Juguemos a que eres inocente.
RAQUEL- Tremendo juego, isoy inocente!
ALONSO- Si lo eres, no tienes que tenerle miedo a nada.
RAQUEL - Pues pregunte lo que sea, pero rápido. Aquí, delante de usted, ya me s ie nto culpable.
ALONSO- Supongamos que no lo e res.
RAQUEL- iNo lo soy! Qué, ¿está sordo?
ALONS O- (Sereno.) ¿Qué hacían t ú y tu he rma na, solas, e n es a playa a esa hora?
RAQUEL - Ya le dije. Había mos visto unas luces e n el espacio, en el cielo ... los pescadores de la lag una dijero n en la televisión que habían visto esos platillos, dijeron
que se oían ruidos.
ALONSO - ¿Qué ruidos?
RAQUEL - Como unos truenos largos, como alguien que estuviera roncando debajo de la tierra, y que con esos ruidos venían los temblores. El terremoto grande vino después de esos ruidos. ¿usted sintió el terremoto grande?
ALONSO - No. Estaba en San Juan.
RAQUEL- Pues ese terremoto... (Pausa. Se queda ensilencio un breve momento.)
ALONSO- lQué?
RAQUEL - La noche antes, Rebecca y yo habíamos visto los platillos... eran hermosos, de muchos colores y podían virar así... (Hace un ángulo recto con la mano) ... muy rápido. Eso no lo hace un avión.
ALONSO - No me has contestado la pregunta.
RAQUEL- (Pausa.) Se me olvidó la pregunta
ALONSO - ¿por qué se fueron solas a la playa? ¿Cómo llegaron?
RAQUEL- Mario nos dejó allí en el Yip y se volvió a la casa.
ALONSO- ¿y por qué las dejó solas?
RAQUEL- Nos dejó en el Club Náutico. Nosotras somos de aquí, todo el mundo nos conoce. Caminamos toda la playa hasta el manglar.
ALONSO- ¿por qué? ¿A dónde iban?
RAQUEL- Rebecca tenía curiosidad. (Pausa. Molesta.) A mí esas cosas me dan terror. Ella quería ir a ver si veía las malditas luces. Ella se pasaba haciendo chistes con eso. De que quería que se la llevaran, de que la raptaran para poder "hacerlo" con un marciano ...
ALONSO- (Inocente.) lHacer qué?
RA QUEL - Eso... (Pausa.) Rebecca es tab a ma l de la cab eza. (ALONSO rie un poco. )
ALONSO- ¿por qué dices eso?
RAQUEL- E lla só lo habla ba de ... de sexo. Compraba revistas y enc argaba pelícu las sucias. Estaba enferma.
ALONSO- ¿Y eso que tie ne q ue ver con... ?
RAQUEL - Ella decía que quería probar algo nuevo, algo
diferente. Decía que en los platillos venía gente bien guapa, gente como los ángeles. Ella decía que la Biblia anunciaba esas cosas ... (Silencio.) Ella quería que se la llevaran y esos seres .. .
ALONSO - En vez de raptársela, la mataron. (Pausa.) Un feo final para una fantasía, y además se la chuparon todita hasta no dejarle ni una gota de sangre. (RAQUEL suelta un sollozo.) ¿No crees que esta historia es un poco infantil?
RAQUEL- (Llorosa.) Usted puede creer lo que le dé la gana.
ALONSO- lSabes que yo nací en este pueblo? Allí, en las parcelas Betances, allí nací yo hace un paquetón de años. (Silencio.) A lo largo de mi carrera de abogado en San Juan, he tenido que oír las más increíbles mentiras que hayan entrado por oreja humana alguna... pero con esto tuyo no sé por dónde empezar.
RAQUEL- lQué quiere que haga? Así fue que pasó.
ALONSO- No, Raquel. Así no fue que pasó. (Pausa.) Yo sé que esto a ti te importa poco, pero este es el último caso de toda mi carrera, luego de esto me retiro. Así que me daría los mismo sacarte libre o culpable con tal de acabar esto lo más pronto que pueda . Pero eso sería muy fácil.
RAQUEL- Es a usted a quien le importa poco.
ALONSO- Me importa porque se trata de ti.
RAQUEL- ¿Qué tengo yo que ver con sus problemas?
ALONSO - (Absorto, mirándola.) Estoy harto de todo, ¿entiendes? De todo esto.
RAQUEL - ¿por qué me cuenta esto? A mí no me interesa nada sobre usted.
ALONS O - Po rque me quiero ir limpio. Un último caso ganado, e nme ndar los erro res de antes. Darle un poco para atrás a la historia si se p ue de, aunque sólo sea por una maldita cuestión de orgullo.
RAQUEL- No resuelva su cu estión de orgullo a costa mía.
ALONSO- A costa de mi mad re si viviera .
RAQUEL- (Agria.) Todo el mundo sa be que a usted lo devolvieron acá por alco hólico e incompetente; dicen
que por cu l pa suya e l gobiern o perdió una de manda grandísima. Que usted está acabado y por pena lo mandaron de vu el ta aquí. Para que s e pu eda mor ir en paz.
ALONSO - ¿y tú lo crees? Yo juraba que después de to do es to me r etira ría a un campo n udis ta o a una herm osa playa con mucho sol y miles de muchachas caminando del a nte de mí con sus bikinis .. .
RAQUEL- No se lo crea. Se morirá sólo y amargado en ese mie rdero de hot e l en el que se está qued ando . Usted ya es tá en la s últimas.
ALONSO - Tu abogado es un tipo muy listo.
RAQUEL- Pueblo pequeñ o, tod o se sabe.
ALONSO - (lntenso.)Lo que tú no sabes es que yo estoy dispuesto a man dar al infierno mi cuesti ó n de orgullo si tú me ofrecieras un poco de verdad. Yo también quie ro ser honesto, pero no te ngo una hist o ria que creer. Algo que me sirva para dej a r te libre. Pero no me estás ayudando.
RAQUEL - (Impa ctada por eso.) Creo que mi ab ogad o se ha tardado dem asiado. lPuedo llamar?
ALONSO - (Le extiend e el teléfono.) Y si no me ayudas, mi org ullo podrá más que mi honestidad. ¿Entiendes lo qu e estoy tratando de decirte? (RAQUEL marca el número. ALONSO enc iende un cigarrillo. )
RAQUEL- Us ted fuma demasiado.
ALONSO - Es toy e n las últimas. Trato de mata r me pron to.
RAQUEL - Ahórrese t iempo. Péguese un tiro. (A L ONSO rfe ) No contestan.
ALO NSO - ¿Tú crees que a tu aboga do le in teres es ta nto como a mí?
RA Q UEL - No sé, co mo me lo puso la corte, de segu ro va a deja r que me joda sola.
ALONSO - iUy, no hables así!
RAQUEL- E nti é ndame, licenciado. (Pausa.) Yo ... (Iba a decir algo de lo que se arrepiente.) Ya no me orino en la cama ni creo en Santa Claus . (Le quita el cigarrillo a ALONSO y se lo f uma ella. ALONSO no deja de mi-
rarla . )
ALONSO- lTienes novio?
RAQUEL- Eso a usted no le importa. (Se sienta con de sparpajo. )
ALONSO - T e ngo que sabe rlo primero. Despué s te diré si me importa o no.
RAQUEL - Tuve un novio. El me dejó.
ALONSO- ¿Quién era?
RAQUEL - Un estudiante del Colegio de Mayagüez. ( Burlona. ) Un " poeta " de espejuelos gra ndes y ma nías d e viejo. (Pausa . Sonríe tras su re cuerdo.) Fue hace tiempo, ya me lo saqué del sis tem a .
ALONSO- lEstás trabajando?
RAQUEL - Gracias a usted, no. Me tendré que meter a sirvienta p a ra poder vivir. Y usted no me deja salir del pueblo.
ALONSO- Es la ley.
RAQUEL- No voy a fuga rme, p e ro tengo que seguir vivi e nd o has ta que esto se resuelva. Ya no tengo dine ro , entregué la casa para pagar la fianza. Vivo como u s ted , en un cuarto chiqu i to con peste a playa. l Cómo e sp era que viva? No sé siquie ra qué voy a comer hoy .
ALONSO - La comida de la cárcel es muy bu e na . Adem ás es gratis. (RAQUEL levanta. Resopla de incredulidad. Inicia mutis. ) Raq u el.. . (RAQ UEL se d e tiene. )
Perdóname . (RAQUEL sonrfe. )
RAQUEL- Sí, ya sé. fu esa cues tión de orgull o. (Sa le. ALONSO la mira irse, se pasa la mano por el pelo y se sienta. Pausa. Apagón muy lento. )
ESCENA CUARTA
Música. Una butaca y un sillón Mesa pequeña con vela votiva y la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. CONSUELO traca de leer sentada en el sillón. El estruendoso relincho de un caballo se cuela en la habitación. CONSUELO no es una rna-
trona, es una mujer madura que ha vivido con pocos problemas materiales pero con suficientes problemas íntimos para ser reservada sobre su familia y su viudez. Es sencilla y en lo posible justa. MARIO sale presuroso, con los zapatos en la mano y la camisa a medio poner.
MARIO- (Hablando co n alguien fu era del escenario.) iMétele un ver ga w! l H álalo! iHálalo pa ' ya! Bestia del dem onio. iAmárrala al quenepo! (Se s ienta en el s ofá a pone rse los zapatos.)
CONSUELO - Toda la noche estuvo a sí, ni que estuvi e ra en celo.
MARIO- Son los temblores, no dejan dormir ni a las bestias.
CONSUELO- Te voy a traer un jugo.
MARIO- No.
CONSUELO- lNo vas a desayunarte algo?
MARIO - Tengo prisa.
CONSUELO- ¿y si te llaman?
MARIO - Vuelvo tarde. Voy hasta el Corral del Valle. Anoche el cebú se coló por la cerca y fue a parar a la carretera .
CONSUELO- Es que esos alambres están muy mohosos, mijo. Tu padre los puso cuando compró la finca y eso fue hace más de treinta años.
MARIO- Son esos malditos títeres. Rompen el al a mbre pa ' meterse en e l monte con las motoras esas.
CONSUELO- Eso fue el mismo buey.
MAR IO- Son e llo s, te digo. (Saca el revólver y se lo a comoda en una bota . ) Un día de estos les voy a volar los sesos de un tiro. (Se acomoda la camisa.)
CO NSU ELO - Coge las cosas con calma, mijo . Mira que ya ten emos basta ntes proble mas .
MARIO- Ay, vieja, yo sé lo que hago.
CO NSUELO - Sí, p ero no has pensao en lo qu e te dij e ayer .
MAR I O - (Seco.) Ya lo pensé. Yo no necesito descansa r nada. Estoy muy bien.
CONSUELO - No es tás bien na'.
MARIO - (M alcriado . ) Okey, me es toy muriendo entonces.
Me voy...
CONSUELO- Vete con tu tío un par de días. Hazme caso.
MARIO- Linda te vas a ver tú cuidando mi ganao.
CONSUELO - Pa ' eso tienes peones. Y bueno que cobran esos contrayaos.
MARIO - No me voy a ir de aquí ni un d ía ni una hora, lme oíste? (SaleWlpoco. ) iChino! Trae acá ese Yip. (Pausa. Prende W1 ciga nülo. ) Viej a, lo que pasó, pasó. Rebe cca no está. Yo tengo que seguir mi vida.
CONSUELO- Es que no me gu s ta verte así.
MARIO- Soy el mismo. (Pausa. ) El mismo de siempre.
CONSUELO - (Amarga.) El mismo vago , el mis mo Juan Lanas, que lo único que s abe hacer es criar vacas y jugar baloncesto.
MARIO - lTú tambié n, vieja? (Hastiado.) Bah ... yo debf haberme quedao en Vietnam matando comunistas.
CONSUELO- Yo había soña o a lgo distinto para ti.
MARIO - Ya tengo treinta y ci nco, vieja. Hace mucho que dejaron de imp o rta rme tus s ueños. Me importan los míos. Y esos están aquí. (Ilusionad o. ) Tener por lo menos 400 cab e zas de ganao, montar mi propia vaquería. (Señala al campo. ) Comprarle todas es as cuerdas a la viuda de D on Cica y extenderme pa' ya , lo más cerca que se pueda del mar. (Pausa.) Y ahora es que puedo. Es ahora que puedo hacer lo que quiero , hacerlo a mi ritmo y a mi manera. (ALONSO se acerca a la casa. Trae el gabán al hombro y se detiene frente a la "puerta " . )
ALONSO - Buenas . . .
MARIO- lCómo está, licenciado?
CONSUELO - Muchacho, no te esperaba por aquí h oy.
ALONSO- lCómo estás, Co nsu e lo ?
CONSUELO- Ya tú ves, ¿y tú?
ALONSO- Yo estoy asao . Este camino para llegar aquí es un infierno. Debe rían tira r brea hasta aquí para uno poder meter e l carro.
MARIO - Está en mis planes .. .
CONSUELO- Estos calores son los del terremoto. La t ierra
no ha parao de temblar.
MARIO- ¿Hay algo nuevo?
ALONSO - No, lo mismo.
CONSUELO- ¿Cuándo va a saberse algo?
ALONSO - Cuando alguien quiera decir algo.
MARIO- Yo creo que usted le ha dado demasiada importancia al cuento ese de los platillos.
ALONSO - Si fuera sólo por eso, Raquel estaría presa hace rato. Pero la ley no funciona con la rapidez que uno quisiera.
MARIO - La ley aquí es usted. Si usted es lento, la ley es lenta.
ALONSO- Me estoy tomando el tiempo que necesito.
MARIO- Sí, para dejarla libre y archivar el caso.
CONSUELO- iMario!
ALONSO - Estoy haciendo lo que puedo.
MARIO - iEso no es suficiente! (Pausa.) Mi mujer nunca le hizo daño a nadie. Y menos a ella. Raquel la mató por envidia. Por pura y simple envidia.
ALONSO- ¿Envidia de qué?
MARIO- iYo qué sé! Esa mujer está loca. Si usted no la mete a la cárceL. yo ... (Se contiene.)
ALONSO - No me pongas las cosas difíciles. Se hará lo que se tenga que hacer..Quiero verte en mi oficina mañana a las cuatro.
MARIO- Okey. (Saliendo.) iChino, nos vamos!... (ALONSO sube y se sienta en el sofá.)
CONSUELO- ¿Quieres café?
ALONSO - No, gracias, acabo de tomar.
CONSUELO- No le hagas mucho caso. Está nervioso.
ALONSO- No es para menos.
CO NS UELO - (Paus a.) Mira y que encontrarte tú de fiscal e n este caso. Me parece tan extra ño q ue hayas vuelto. Yo me e nteraba de ti sólo por el periódico.
ALONSO - Esa fama mía le costó millones al gobierno.
CONSUELO - Ay. olvída te de eso ya . Aquí vas a empeza r otra nueva vida.
ALONSO - ¿Tú crees que a mi edad se p uede empezar algo?
CONSUELO- Tú querías volver.
ALONSO- Yo ya ni sé lo que quería. Divorciado, embrollado, tratando de dejar de beber, tú sabes ... no podía perder la pensión después de tanto fastidiarme. Los amigos siempre ayudan. Me devolvieron a mi pueblo. (Pausa.) En el Departamento de Justicia me pidieron tantas veces la renuncia que ya les daba vergüenza. Dios quiera que dure lo suficiente para olvidarme de todo.
CONSUELO - El que te oye dice que te estás muriendo.
ALONSO- Matas lo viejo con lo nuevo. Así es la vida.
CONSUELO- No. .. aprendes de lo viejo. Tú vas a ganar este caso.
ALONSO- N o he e mpezado todavía y ya me siento hastiado.
CONSUELO - Pero tú vas a hacer lo que es justo.
ALONSO - Por tu hijo voy a hac e rlo. Vamos, por ti. Tú que fuiste una parte importante de mi juventud. Es lo menos que puedo hacer por ti.
CONSUELO - Es lo menos que puedes hacer por ti mismo.
ALONSO - (Respira hondo.) Quisiera que nada de esto hubiera pasado. Que bueno sería un pueblo pequeño en el que nunca pase nada. Pero mataron a tu nuera y eso sólo me da para mucho rato.
CONSUELO - Rebecca era un alma de Dios.
ALONSO- Raquel no dice eso.
CONSUELO - (Cambiada de pronto.) lQué me importa lo que diga esa? Raquel está loca. Esa mujer es el demonio. Dicen que de noche se baña desnuda en la playa.
ALONSO - Eso no es nin gún pecado.
CONSUELO - AJonso, este es un pueblo católico.
ALONSO - No, es un pueblo pequeño. (Pausa . ) lPor qué crees que la mató? l Rebecca tenía dinero?
CONS UELO - El de Mario.
ALONSO - ¿Es mucho?
CO NSUELO - Bastante. Lo heredó de su padr e y la parte m ía también es de éL
ALO NSO - ¿y t ú h ablabas co n e lla?
C ONSUELO - M uy poco. Ell a venía sola a ver a R ebecca y se iba rápido.
ALONSO- lLe conociste algún novio?
CONSUELO- No que yo sepa.
ALONSO¿ Y tú?
CONSUELO- lYo qué?
ALONSO- (Sonrfe.) Si tienes novio.
CONSUELO - (Ríe divertida.) Ay, Alonso, por Dios, a mi edad. Desde que murió mi marido yo no he mirao ni pallao.
ALONSO- Pero antes me miraste a mí.
CONSUELO- Sí, hace 40 años.
ALONSO- lYa no escribes poemas?
CONSUELO- lCuándo?
ALONSO - Tienes todo el tiempo del mundo.
CONSUELO- Quizá, pero no tengo todo el amor del mundo y eso es lo primero que hace falta para hacer poesía. (CONSUELO pone la mano en la mejilla de ALONSO. Ambos sonríen agradecidos por el brevfsimo recuerdo. ) lSeguro que no quieres café?
ALONSO- ¿Quisiste mucho a tu marido?
CONSUELO - ¿Qué tú crees? Después de tantos años hubiera sido un tormento no quererlo. (Pausa.) Mario es igualito a él. Impulsivo, violento, ambicioso . Esa maldita guerra lo quemó por dentro.
ALONSO- ¿por qué dices ambicioso?
CONSUELO- El quiere comprar todo ese terreno. Tener su vaquería, anclarse y morir aquí.
ALONSO- ¿y a Rebecca le gustaba eso?
CONSUELO- (Cogida en la pregunta.) No. (Otro tono, como de no querer decir nada.) Ella quería ... que Mario vendiera todo. Quería irse a San Juan, quería que Mario estudiara ... (Ahora, sin remedio.) Rebecca se aburría mucho. Se pasaba las horas muertas encerrada en el c uarto durmiendo y viendo películas. Mario tampoco quería que ella trabaja ra.
ALONSO - ¿Discu tían mucho ?
CONSUELO - (Pausa. L uego, lo mira preocupada.) Sí, bastante. (Finne.) Discutían mucho, pero ella era muy buena.
ALONSO - ¿y él era malo?
CONSUELO- No... yo no dije eso. Es que yo creo que tenían otra clase de problemas.
ALONSO- ¿cuáles?
CONSUELO - Me estás interrogando.
ALONSO- Llevo diez minutos haciéndolo.
CONSUELO- (Molesta sin ser descortés.) Pues no me gusta. No voy a hablarte mal de mi hijo.
ALONSO - Sólo quiero saber quién era Rebecca, cómo se llevaba con tu hijo.
CONSUELO - Tenían los problemas que tienen todas las parejas jóvenes. Problemas de ahora. Además, tú sabes que Mario Ilegó nervioso del ejército.
ALONSO - lCuáles problemas?
CONSUELO- No me preguntes más, por favor. (Aparece RAQUEL con audifonos en las orejas dando varios pasitos sensuales con la música que sólo ella escucha. Se para frente a la puerta.)
RAQUEL- ¿Está Mario?
CONSUELO- (Se adelanta.) ¿para qué lo quieres?
RAQUEL- Tengo que hablar con él.
CONSUELO- El no está. Ven después.
RAQUEL- (Vrendo a ALONSO.) Después no ande diciendo por ahí que es un fiscal imparcial.
ALONSO- lPor qué dices eso?
RAQUEL- Entrevista a los perjudicados en su casa. A mí me obliga a ir a su oficina... ¿por qué no va a mi cuarto un día de estos? Allí estaremos más cómodos. (A CONSUELO.) Dígale a Mario que quiero verlo. Dígale que es por su bien. (Desconecta el audífono y una escandalosa música de "Madonna, sale de la bocina del aparato. Da unos pasitos y entonces sale. ALONSO y CONSUELO se miran. ALONSO da unos pasos hacia RAQUEL. Apagón con música que sube.)
ESCENA QUINTA
La música desaparece mientras el abanico concentra su sombra sobre el ciclorama. Se ilumina el escritorio de ALONSO, éste sentado a él. MARIO, en una silla frente a éste, enciende el cigarrillo prendiendo el fósforo con la suela de su bota. ALONSO lo mira un momento y se tira cómodo contra el espaldar de su silla.
ALONSO- lQué relación tenías tú con Raquel?
MARIO - (Indiferente.) Ninguna.
ALONSO- lPara qué te buscaba?
MARIO - Quería llevarse la ropa de Rebecca. Dijo que la necesitaba.
ALONSO- lSe la diste?
MARIO- ¿Quién se cree que soy?
ALONSO - Dijiste que Raquel mató a su hermana por envidia.
MARIO- Creo que fue por eso. Cuando Rebecca se casó conmigo lo tenía todo: ropa, dinero, una finca grande que generaba un ingreso seguro, buena comida, una casa grande. Vivía bien. Raquel mientras tanto trabajaba hasta las tantas en esa farmacia y aún así el sueldo no le daba. A veces tenía que comer en casa. Creo que se querían mucho. Raquel se quedó en la casa de la abuela luego de que la viejecita se murió. (Pausa.) Pero había algo que a mí no megustaba.
ALONSO - lQué?
MARI O- Esa juntilla. cada una aprendía lo malo d e la otra
ALONSO- ¿y cómo te llevabas con tu mujer?
MARIO - (Parco.) Bien.
ALONSO- Bien, lcómo?
MARIO- Le daba todo lo que me pedía.
ALONSO- lEs cierto que te pidió que te mudaras a S an Juan? lQue vendieras el ganado?
MARIO- lFue la vieja la que le contó?
ALONSO- ¿Fue cierto?
MARIO- SL ¿Y qué?
ALONSO- (Simple.) Entonces no le diste todo.
MARIO- (A la defensiva.) Claro que no. Yo no iba a vender mi ganao. Hubiera sido muy cómodo para ella. Estas son las tierras de mi padre, licenciado. iLa mitad de la t ierra que pisa este pueblo es mía! Y la otra mitad también sería mía si no fuera del gobierno. lLas ven· dería usted si fueran suyas, sólo para complacer a una mujer?
ALONSO- Todo depende de cuánto la quisiera.
MARIO - Aunque sea la mejor mujer del mundo, la más bella, la más complaciente. lDejaría de ser usted mismo? ¿Dejaría de soñar, de ambicionar sólo porque la quiere?
ALONSO- No sé. Ya no tengo ambiciones.
MARIO - Pues yo sí. Tengo muchas. Por esas ambiciones me levanto por la mañana y en el espejo veo a otro hombre ... a otro tipo que se jura a sí mismo que va a lograr lo que quiere por encima de quien sea.
ALONSO- lPor encima de su mujer?
MARIO - (Muy astuto.) Sé lo que está pensando. Pero esto no tiene nada que ver con Rebecca.
ALONSO- Supongo que a primera vista no.
MARIO- (Ríe.) iAh! Es una deducción muy fácil, licenciado. Su mujer le impedía sus ambiciones, fue él quien la mató. Caso resuelto. Pero usted es más inteligente que eso.
ALONSO - lDiscutían mucho?
MARIO- Un poco. Como todo el mundo.
ALONSO - ¿La golpeaste alguna vez?
MARIO - (Sonrfe.) A todas las mujeres siempre hay que darles un buen correazo cuando se salen de su sitio.
ALONSO- ¿y funciona?
MARIO- ¿Usted no tiene esposa ?
ALONSO - Tuve dos.
MARIO - Pues usted sabe de lo que hablo.
ALONSO- No, no lo sé. Nunca golpeé a ninguna.
MARIO - (Molesto.) ¿A dónde quiere llegar con tod as esas preguntas?
ALONSO- A donde me lleves tú. lPor qué crees que Raquel inventó todo este embus t e de los platillos?
MARIO - Pregúntele a ella.
ALONSO - Ya lo hice, ahora te pregunto a ti.
MARIO - Fueron los periódicos y la televisión. Hablaron mucho sobre esto. Cuando los temblores fuert es esto fue aquí como una fiebre . No faltó qui e n dijera haber visto unos seres por allí donde ella mató a Rebecca. Es lógico que se inventara algo así, lo tenía todo a su favor.
ALONSO - Sí, eso tiene sentido.
MARIO- Era la mejor manera de que no la culparan.
ALONSO - Pero tambié n la más estúp ida. (Saca una foto y la pone frente a MARIO.) Esas dos incisiones en la misma yugular . . . (MARIO hace un gesto vago de no querer ver las fotos.) Son fotos nuevas, nos las ens e ñé en la vista preliminar. Fíjate, por ahí se e s currió toda la sangre, se escurrió... como cuando cuelgan una vaca en el matadero ... dos boqueti t os, mira.
MARIO - (Traga.) No quiero verlas.
ALONSO - Es como si hubiera sido un vampiro. ¿1ü crees que Raquel pudo haber hecho esto sola?
MARIO- (Caminando nervioso por/a habitación.) Raquel es muy astuta. Ella sabe hacer lo que sea para conseguir lo que quiere.
ALONSO - lQué es lo que quiere Raquel? lDetrás de qué anda? lOe tu dinero?
MARIO - No... (Se voltea hacia ALONSO.) Detrás de mí.
ALONSO- lPor qué?
MARIO - iYo no sé! lNo cree que ya he s ufrido bastante?
ALONSO - Vamos, muchacho. T am poco es para ponerse tan dramático. Seamos franc os el uno con el otro. Al fin y a l ca b o estamos del m is mo lad o. Háb lame sobre Raquel, no me ocultes nada.
MARIO-Ya le dije todo.
ALONSO -A quí, entre hombres. Vamos . Pued e servi rte en
el juicio.
MARIO - (Piensa un momento.) Está bien. Pongámoslo de esta manera. Raquel es como... es como una puta, len tiende? (Apagón repentino.)
ESCENA SEXTA
MARIO sale de la Oficina de ALONSO. RAQUEL lo intercepta.
RAQUEL- (Desesperada . ) lQué le dijiste? lQué le dijiste?
MARIO- (Asustado.) iVete! iQue no te vean conmigo! (Inicia mutis.)
RAQUEL- lPara qué la matamos entonces?
MARIO - (Firme y limpio.) iLa mataste tú!
RAQUEL- (Co"e hacia él nerviosa y casi histérica, hablando rapidísimo para con ello afumar su seguridad.) iFueron esos seres! Fue la gente de los platillos, esos tipos con trajes de plata y esos tubos de astronautas. (Fuera de sí.) Mario, no me dejes sola ahora, (lo abraza.) ipor favor!
MARIO - iDios mío! (Se $ienta en el piso. Se lleva las manos a la cabew.) lTe das cuenta de lo que hemos hecho?
RAQUEL- Ya es tarde para lamentarse.
MARIO - Siempre es tarde cuando uno se arrepiente.
RAQUEL- Esto lo hicimos los dos. iY yo no me arrepiento! Ya no. Así, mirándote a los ojos, ya no. lTe acuerdas? Lo planeamos en la playa, una noche en que nos acostamos en la arena a mirar al ci elo. Y la Luna estaba rebelde y blanca. iLo decidi mos los dos! Tú me agarraste la mano y me d ijis te "está bien , la matamos". Y yo te dije que era la única forma de que fuéramos felices y me abrazaste y me besaste todita, como s i fuéramos felices de verdad.
MARIO- Nunca vamos a ser felices.
RAQUEL- (Sin oírlo.) Y esa noche de las naves y los ruidos
la Luna también se estaba aguantando las ganas de querer. (Misteriosa y un tanto gitana.) Por eso también estaba furiosa y brillante como yo. Y entonces fuiste tú quien llevaste todo hasta el final, porque yo me estaba muriendo del miedo y del calor. (Deseosa.) Ella decía que tenía frío ... pero yo me estaba quemando por dentro porque el diablo me estaba soplando el corazón.
MARIO- Pero el resto te lo inventaste tú. Lo de los seres, lo de los hoyitos esos.
RAQUEL- Dos hoyitos, como los de Drácula. Ya ves, mira, si no fuera por esos dos hoyitos nadie nos creería.
MARIO- ¿y te creen? ¿El licenciado te cree?
RAQUEL - (Relajada.) El me va a creer todo lo que yo le diga.
MARIO- Yo p ienso que él sospecha de mí. Que él sabe que había algu ie n contigo esa no che.
RAQUEL- Sf, los marcianos.
MARIO- Esto no va a salir bien. ¿Qué pasa si falla todo? ¿si te condenan?
RAQUEL - Eso no va a pasar. No podrán probarme nada porque yo no lo hice. ¿pensaste que iba a decirlo todo? (MARIO asiente.) Te equivocas. (Seria de pronto.) Yo soy capaz de matarme por ti. (MARIO la rech aza suavemente. ) ¿No me crees?
MARIO - Esto se terminó, Raquel. Más vale que n adie sepa nada, porque te juro que yo no voy a pasarme la vida en la cárcel por tu culpa.
RAQUEL- ¿Quién dijo que íbamos a la cárcel?
MARIO - ¿Có mo estás tan segura? iSospecha de mí, Raquel! iTú n o sabes lo que yo odio todo esto!
RAQUEL- (Se tira en sus brazos. ) Pero a mí no me odias. Tú odiabas a Rebecca. La o d iabas por todo, por s u voz machacona, por sus quej as, porque siempre te eslaba pidiendo cosas que no le podías dar. La odiabas porque ella sabía que tú no eras capaz.
MARIO- Ya está bueno ...
RAQUEL- Hubiera sido mejor pa ra ella buscarse un amante.
Lo hubiera resuelto todo. Así no hubiera necesitado películas ni revistas sucias.
MARIO- Ya... (Inicia mutis.)
RAQUEL- (Agria, lo aga"a con fuerza por el brazo.) iL a odiabas porque tenía razón! iTodos los días te lo estrujaba en la cara, que eras un fracasado! iUn ganadero bruto que sólo sabía sobre el sexo de las vacas! Un tipo joven y beHo pero con la cabeza llena de basura. Y no fuiste capaz de hacer algo para complacerla ni para callarla. Por eso la mataste. (Sonríe.) iLa mataste con tantas ganas! Como si R e becca fuera la vaca más gorda del matadero.
MARIO- (Despacito.) Una vaca.
RAQUEL- Sí.
MARIO- Y tú que sabes todo eso, lno me odias?
RAQUEL- Soy como tú. "La matamos" como una vaca.
MARIO - Ni siquiera me tembló la mano. (RAQUEL sonrle, casi rle.) lSabes que las vacas tienen tres estómagos? Cuando las partes por la mitad, todos los estómagos se brotan así, hacia afuera, todos babosos y... (Rte.)
RAQUEL- iPuerco! No hables de esa porquería ... (Rte.)
MARIO - Caen al suelo rebotando como bolas de baloncesto... (Ambos rlen. Una risa que, aunque alienada, es inocente. Se abrazan como niños. La risa se calma rápido. MARIO se levanta.) Tengo muchas cosas en qué pensar.
RAQUEL - (Abrazada a éL) No pienses en nada ahora. Llévame a mi casa. (Lo besa en el pecho.)
MARIO- (Se zafa de ella con violencia. Atonnentado.) No. No voy a fastidiarme por ti.
RAQUEL - Pero yo sí por ti , lverdad?
MARIO - ¿No dijiste que era cosa segura?
RAQUEL- Puede que sí y pu e d e que no.
MARIO - Me te ndré que ir de to' esto.
RAQUEL - Si te vas, me mato. iMe ma to!
MARIO- No seas idiota.
RAQUEL - Si te vas, le digo a l fiScal que yo no es taba sola.
MARI O- iYa lo sabe!
RAQUEL - Pero no sabe con quién.
MARIO- Tú no te atreves.
RAQUEL- No me conoces.
MARIO - Por mi santa madre que si ese tipo me acusa, entonces te mato yo.
RAQUEL- Te faltan ... (Hace gesto grosero.)
MARIO- (La agarraporelpelo.) Ya me atreví a matar a tu hermana.
RAQUEL- (Se suelta, valiente.) Me das asco, soldadito.
MARIO- Y tú a mí. Eres igual que Rebecca.
RAQUEL- Pero ella ya no puede acusarte.
MARIO- (La empuja.) Vete, haz lo que quieras. Díselo todo. Vete. Nadie te va a creer. (RAQUEL inicia su salid a.)
Yo te lo dije esa misma noche. Si tú me acusas, yo te acusaré a ti. Entonces tú y yo ... (Hace gesto de muerte.) lVes? Pero eso no sería lo peor. Ya yo le dije al licenciado quién tú eras, le dije que yo no había sido el único. iLe dije lo mucho que te gustaba y que me cobrabas por eso! (RAQUEL toma un pequeño tronco del suelo y golpea a MARIO en la frente. MARIO lanza un grito de dolor. RAQUEL huye. MARIO sale por el lado contrario. Súbitamente se ilumma la oficma de ALONSO. RAQUEL se detiene frente a él.)
RAQUEL - (Agitada y fuera de sl.) iTengo que hablar con usted! (Al otro extremo de la escena se ilumina la casa de CONSUELO. MARIO entra aguantándose la sangre con un pañuelo.)
MARIO- iVieja! iVieja! (CONSUELO sale.)
CONSUELO- (Al ver la herida.) ¿Qué te pasó, mijo?
MARIO - (Se despega de ella.) iNo me toques! lQuién te mand ó a co ntarle al licenciado de mis cosas con Rebecca?
CONSUELO- iYo no le dije nada malo! Le dije la verdad.
MARIO- (Fuera de sf.) ¿pero qué clase de madre eres tú? lCómo caraja puedes ser tan bruta, vieja? lNo te das cuenta de que me puede culpar a mí? (Se ilumina la ofrcma de ALONSO.)
RAQUEL- Es sobre Rebecca. Yo sé quién la mató.
ALONSO- Siéntate, mija, que estás muy agitada.
RAQUEL - No ... es que lo que voy a decirle sólo puedo decirlo una sola vez.
ALONSO- Está bien, di lo que sea. (Se ilumina nuevamente la casa de CONSUELO.)
CONSUELO- Tú no tienes nada que ver con eso.
MARIO- Me has hundido, vieja. Me has hundido.
CONSUELO - lQué te pasó? lQuién te hizo eso ?
MARIO- iDéjame en paz!
CONSUELO- Voy a curarte, por Cristo. iDéjame ver ese golpe!
MARIO- No, ve te. Vete antes que pierda la cabeza. iSalte de mi vista! (CONSUELO s ale. MARIO se quita elpaño ensangrentado. Grita a los cuatro vientos.) ¿Es que no hay nadie en el mundo qu e me en tienda? (Apagón. Se ilumina la oficina de ALONSO.)
RAQUEL- Yo no maté a Rebecca.
ALONSO - Eso ya lo sé.
RAQUEL- (ConfundidayneJViosa.) Yo. . .
ALONSO- lQuién lo hizo? ¿Quién estaba contigo?
RAQU E L - Es que no van a creerme. (RAQUEL suelta el llanto.)
ALONSO- ¿A quién estás protegiendo, Raquel? (RAQUEL se abraza a ALONSO con fuerza.)
RAQUEL - Dios mío, no me abandones ahora. ( Se suelta y huye al centro del escenario ALONSO la sigue.)
ALONSO- iRaquel! iVen acá, Raquel!
RAQUEL- (En el centro del escenario. ) iYo no estoy loc a ! lNo me acuse a mí! iYo no la maté! (Súbita mente un ruido estrepitoso y trepidante sale de la tieiTa. ALONSO ha llegado junto a RAQUEL. Ambos miran a l suelo sorprendidos. El rumor s e convierte en un estrnendo qu e aum e nta h a sta un s ilbido atroz y ens o rdecedor. Comienza a entrar a escena un aluvión d e luc es de muchos colores. Luces vertiginosas que c aen sobre RA Q UEL y ALONSO q ue ahora miran al cielo espan· tados por la visión. RAQUEL ap un ta c on su mano hacia el cielo. Grita.) iMírelo s! iEIIos fue ron! iAh í están de
nuevo! iVienen a buscarme! (Desesperada.) iVienen a buscarme! (La luz giratoria y el rumor terráqueo se con· vierten en torbellinos indetenibles. Apagón muy cortante y repentino.)
FIN DE PRIMER ACTO
ACTO SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
Mismo lugar. Las luces se alejan y los ruidos cesan. ALONSO queda sombrado con la visión. RAQUEL se de.sabraza de e1 y da unos pasos en dirección de la luz.
RAQUEL- (Señala.) !Van hacía la laguna!
ALONSO - Era hermoso . .. inmenso.
RAQUEL- iVienen a buscarme! iQuieren matarme como a Rebecca!
ALONSO- (La toma por los hombros.) Ya, nadie va amatarte, yo estoy aquí.
RAQUEL - Ellos fueron los que vinieron esa noche. Salieron de la tierra. Rebecca y yo nos separamos cuando los vimos. Ella quería llegar hasta ellos y se fue corriendo persiguiendo la luz.
ALONSO- ¿y tú qué hiciste?
RAQUEL- iCorrí a buscar a alguien! Corrf mucho, no miré hacia atrás. Entonces escuché un grito y me paralicé. Luego corrí hasta ella, cuando la encontré ya estaba en el suelo muriéndose.
ALONSO- (Camina abatido.) ¿Cómo puedo creerte?
RAQUEL- ¿Qué más pruebas quiere? (Angustiada.) iUsted mismo los acaba de ver! (ALONSO se sienta en un tronco seco. ) iCréame!
ALONSO - Sí, lo vi. (Co n las ma n os en la cabeza.) Suspirando.) Y ahora, ¿cómo puedo d ud a r de ti ?
RAQUEL - iEs cierto! (Se arrodilla junto a él. ) iPor lo que más usted quiera e n el mundo! iEs cierto!
ALONSO - (La m ira de frente.) Por lo más que quiera ...
(Sonne.) Y tú ... ¿sabes lo que es querer, muchacha? (Le acaricia el rostro.) lQué tiene que ver todo esto con querer?
RAQUEL- ¿Por qué me mira así?
ALONSO - Debo ayudarte. Ahora más que nunca que lo he visto todo.
RAQUEL - ¿Cómo? Si nadie me cree. Todos me señalan en la calle, chismean de m f. Los hombres me dicen cosas. (Se contiene. Una verdad grande le quiere salir de los Jnbios.) Es ... iEs usted el que no sabe lo que es querer!
ALONSO- Vamos, Raquel, ¿qué me quieres decir?
RAQUEL- (Profunda y simple a la vez.) Querer ... es morirse por otra persona, ¿¡o sabía? No es complacerla ni hacerla feliz; eso sería fácil. Querer es morirse sin hablar, así nada más. Morirse y punto.
ALONSO - Es fácil decirlo.
RAQUEL - Usted es quien lo complica. Porque usted es quien tiene que decidir el final. (Pausa.) lCómo va a ayudarme?
ALONSO- (Suave . ) No sé. Tengo que pensar en muchas cosas.
RAQUEL- ¿y qué hago yo mientras usted piensa?
ALONSO- Quizá se como tú dices; te ayudaría ... matándome por ti.
RAQUEL- iEstá loco!
ALONSO- Tal vez. Por eso lo tomo con calma. Porque estoy dispuesto a hacer algo que nunca hice por nadie.
RAQUEL- lQué cosa?
ALONSO- Algo que pueda salvar mi orgullo y mi honestidad al mismo tiempo.
RAQUEL- lPor qué siempre habla como si estuviera landa ?
ALONSO- Sí.
R AQU E L - ¿Q ué va a hacer?
ALONS O- ¿No te das cue nta? (Pausa.) V oy a cree r tu sió n . V oy a da r tu historia como buen a y r azon a ble y voy a pedi r qu e arc hive n e l caso . Eso se r ía lo ún ico limp io de mi vi da , ha berme a p asionado co n tu inocen-
cia.
RAQUEL- Soy inocente.
ALONSO- Porque ya en las cortes no importan ni el arma ni los motivos. Lo que importa es "quién no lo hizo". Sólo importa a quién hay que salvar o destruir .
RAQUEL- Eso no es justo.
ALONSO - La justicia no tiene nada que ver con la verdad.
RAQUEL- iPero yo estoy diciendo la ve rdad!
ALONSO - Si tu ve rdad valiera algo, yo no h a ría falta en este caso , ne na.
RAQUEL- iEntonces tengo que mentir para qu e me cre an!
ALONSO- Siempre gana e l que vende mejor su mentira. De eso vive este pu e blo.
RAQUEL- Usted me confunde.
ALONSO -Y tú, fíja te, me aclaras t odo. Tarde o temprano uno aprend e la mayor y más dura lección d e todas; e n es tos tiempos, tener la razón no imp o rta nada. (Se le ac e rca .) ¿oe dónde sacas la fuerza de tu amor, muchacha? ¿eon quién aprendiste a hablar así de la muerte ?
RAQUEL- Soy así, ¿qué más quiere?
ALONSO - ¿Y se rías capaz de responderme si decidi era morir por ti?
RAQUEL- Yo no pu edo darte nad a. (S e c onige.) Usted.. .
ALONSO- Tú.
RAQUEL- Tú eres distinto a mí.
ALONSO - Quiero ser como tú si me dejas. Quiero po der llenarme la boca con la muerte y decir a los cuatro vien tos que yo también p odría matarme por amor. ¿Te da s cuenta, Raquel ? Es toy co menzando a mo rir co n sólo decirte esto.
RAQ U EL- Yo no te lo he pedido.
ALONSO- iPero quiero dártelo! Quiero entregarte tod o lo que soy, pero de nada me serviría si tengo que meterte en la cárcel para toda la vida.
RAQUEL- (E n un pequeño exabrnpto.) iYa! Tú complicas todo. Sólo entiendes lo que te importa. Yo no voy a ser libre nunca. De noche cuando trato de dormir, la cara
de Rebecca se me aparece en el sueño, la veo flotando en el aire, riéndose como una loca.
ALONSO - Olvida eso ya.
RAQUEL - Y ella me dijo que vendrían a buscarme, que vendrían en uno de esos platillos grandes llenos de luces de muchos colores.
ALONSO- Todo va a salir bien. Luego que todo esto termine te iraás conmigo a San Juan. Te conseguiré un trabajo, te olvidarás de todo, vivirás conmigo.
RAQUEL- (Sobre el parlamento de éL) Que llegarían en el silencio de la noche, bajando lentamente del cielo ... (Hipnotizada.) Con sus cascos brillosos y sus manos como palancas. (Mzentras RAQUEL y ALONSO hablan al unísono, entre los árboles, aparecerá una silueta indefmible y negra, arropada con un poco de niebla. La silueta se detiene junto a un árbol. Aun cuando no po· demos descemir con claridad, la silueta es de MARIO, que ha llegado en ese momento y los ha visto. RAQUEL, en su frenes[ descriptivo se topa con la silueta.) iVienen a llevarme! (Llorosa y agitada.) iYo no hice nada por ella! iLa dejé morir ahí, frente a mí, como si no me importara! iYo la dejé morir! (Señala la silueta.) iAhí están de nuevo! iAhí viene! (ALONSO se voltea y la ve. Hay una breve expectación entre ambos.)
ALONSO - lQuién está 'ahí? (ALONSO da unos pequeños pasos esquivos hacia la silueta. La niebla no deja verla. Súbitamente, los poderosísimos faroles de un auto se disparan en el rostro de ALONSO quien se cubre asustado. MARIO en el torbellino de la niebla apaga los faroles y se escucha un auto que se aleja. RAQUEL, en su desesperación huye por el otro lado. ALONSO, siguiéndola, la llama.) iRaquel! iRaquel! (Sale. Con música la escena se oscurece.)
ESCENA SEGUNDA
La música baja. Aún en la penumbra, la sombra de ALONSO se detiene frente a la casa de CONSUELO. Se sienta desesperado y respirando fuerte. CONSUELO sale al llegar e1.
CONSUELO - Alonso, Dios bendito, ¿qué te pasa?
ALONSO - (Agitado.) iEstá aquí?
CONSUELO- ¿Quién?
ALONSO- Raquel, ¿no ha venido?
CONSUELO- Aquí no. Ven, entra,reposaunpoquito.Dime, ¿qué pasó? La radio está como loca hablando de e sa cosa que pas ó por la playa.
ALONSO- Ya la vi. Me pasó por encima. (La toma por el brazo.) Bcúchame, Raquel no mató a Rebecca, lo que ella dijo puede que sea cierto.
CONSUELO- iDónde tú viste a Raquel? iQué hacías tú con esa p e rdida?
ALONSO- (Aclarando.) La niña estaba asustada, yo también. ¿oe dónde iba a venir toda esta historia si no era de un referente real? De algo que ella vio suceder, algo fuera de este mundo que de verdad la impactó ...
CONSUELO- ¿pero de qué estás hablando tú? Raquel mató a su hermana, eso es lo real.
ALONSO - Yo vi ese aparato. Vi unas sombras, unas luces. Todo con lo que ella fabricó su mentira estaba allí. Frente a mí. Era tan real que tenía que creerla. Por lo menos la pobre se merecía mi compasión.
CONSUELO - iQué compasión ni que ... ! iAquí no puede haber p en al Ba mujer te ha embaucado. iPodrían aparecer mil platillos vol adores y e lla seguiría siendo culpable!
ALONSO- Ella necesita mi ayuda.
CONSUELO - Y también necesita que le creas. ¿Qué te ofrece a cambio?
ALONSO- No tiene que ofrecerme nada. Le creí.
CONSUELO- Y te acarició la cara haciéndose la inocente.
ALONSO - (Realmente molesto.) iDios mío, Consuelo, qué pequeño es el mundo para ti!
CONSUELO- lQué te dio? ¿Te abrazó? lTe dijo fresquerías al oído? ¿Te prometió? iVergüenza debería darte! ¿Qué puedes esperar de esa muchacha?
ALONSO - Cualquier cosa, vivir en paz.
CONSUELO- Pues yo es pe ro que sea culpable. iQue tú la encuentres culpable! iYo te lo exijo!
ALONSO- Tú no puedes pedirme nada.
CONSUELO - Claro que puedo. Este también es mi problema.
ALONSO - ¿Qué vas a hacer?
CONSUELO- lTe imaginas el escándalo que se armaría si esto se supiera? Si los periódicos hablaran de este nuevo desastre en tu carrera de abogado.
ALONSO- ¿serías capaz?
CONSUELO- Ya no es perder una demanda de millones, es mentir.
ALONSO- iHe mentido tanto! Esto es lo más cierto de mi vida.
CONSUELO- Piénsalo, Alonso. Lo estoy haciendo por ti. Si levanto ese teléfono y llamo al Tribunal... lo estoy haciendo por tu bien.
ALONSO- Tú y yo estamos demasiado viejos para nos. Si esto es una amenaza, cúmplela. Si es un favor, no lo necesito. (Sale. CONSUELO da unos pasos y se lleva las manos a la cara . Apagón repentino.)
ESCENA TERCERA
La luz sube lentamente en la oficina de ALONSO. Este recuesta su cabeza sobre el escritorio. Está un poco ebrio y algo dormido . Junto a e1, una botella. Entra RAQUEL, lo mira un momento. Camina hacia el escritorio, toma la botella, la huele, se da un trago. Lo siente y tose. Luego pone la botella en el
mismo lugar dando un golpe que despierta a ALONSO.
ALONS O- lQué ho ra es?
RAQUEL- Las dos de la maña na.
ALONSO - lA dónde fuiste? Tr a té de alcan zarte.
RAQ UE L- Es t uve caminando. Fui de Boquerón a Vill a Taína a pie, l te imagin as? Estoy muer ta de cansa ncio. Es e monte seco alumbr a do por la Luna parece la joroba de un diablo. (Pausa.) Tengo miedo de que vuelvan. T o da la gente es tá en la calle, ellos tambi én tienen miedo.
ALONSO- La ge n te no ha parado de l1amar. Me tienen loco , todo Cabo R ojo ha visto es a cosa.
RAQUEL - Déja me dormir aquí esta no che . No quisie ra dormir sol a. Allí hay un so fá que se ve muy cómod o.
ALO NS O - Sí, lo que qu ier as. (Pausa . Camina un p oco. ) Raquel, hay un riesgo muy grande en que rer impone rle a los otros las verdades nuestras. Se vuelve uno un dictador, un iconoclasta ...
RAQUEL- lYesoquées?
ALO NSO- U n ti po que des truye sueños.
RAQUEL- ¿y qu é pasa con eso?
ALONSO- Yo nunca fui un hombre justo ni legal. lS a bes por qué? Porque tenía e l poder de cambiar la ver d ad, de inventar cosas que otros debían creer y negoci aba co n e so. H ace un mom ento pensab a que sería muy fácil salir limpio de todo esto. Ahora ya sé que no s e va a poder, a me nos que me juegue lo que me queda .
RAQUEL- No entiendo ni m adre de lo que estás dicien do.
ALONSO - Estoy negociand o tu vid a, linda.
RAQUEL - lCon qu ién ?
ALONSO- Conmigo mismo. (Sonríe.) lVerdad que es una estupidez?
RAQUEL- Tú estás más loco que ...
ALO NSO- ¿y p o r qué no h ace rme el loco yo también?
RAQUEL - Sí, ¿qué tendrías qu e perder?
ALONSO - (Serio de pronto.) Tengo que jugar muy bie n, porque puedo perd ert e a tí. Yo he vivido toda mi vi da
mintiendo para satisfacer esa hambre de culpables que tiene la ley de este país. He mentido sobre el ángulo de una bala, sobre la dirección del viento, s obre la hora del rigor mortis ... (Sonríe.) Me he mentido a mí mismo, ite imaginas eso? Y lo lindo de todo es que me he creído mis propios embustes. (Rlen.)
RAQUEL - (Le pone las manos en los cachetes. ) Eres un viejito muy chistoso. (ALONSO se acerca muy lentamente y la besa en los labios. El beso es rápido pero no es violento; RAQUEL, dudosa de lo que pasa, cambia la cara con la mano en los labios. ALONSO la sostiene y le busca la cara para besarla nuevamente. RAQUEL pone la mano en los labios de él y le dice despacio.) No.
Todavía no.
ALONSO - (Se contiene en su pequeño exabrupto. ) Lo mejor no te lo he contado todavía.
RAQUEL - ¿Quées?
ALONSO- Consuelo sabe todo lo que tú y yo hemos hablado. Sabe lo que siento por ti y dice que haría cualquier cosa.
RAQUEL - lC6mo sabe eso?
ALONSO - (La semisonrisa que habla en su rostro se vuelve súbitamente amarga, llorosa, seniL) A mi edad es muy difícil esconder cosas.
RAQUEL - (Presa de una furin desenfrenada.) iVieja, loca, estúpida! iEJla no sabe nada! iNunca supo nada de mí! Ella veía luces por Rebecca, claro,; Rebecca era un a lameojos. Le decía ' 'mamá" y le pedía la bendición. Rebecca era la "santa". La santa que era capaz de hacer cualquier cosa para que su pobrecito hijo fuera fe liz. (Golpeando en el escritorio, furibunda.) iMierdat M ario e ra un desgraciado y Consue lo lo s abía.
ALONSO- iPor qu é?
RAQUEL - i Porque no era suficiente hombre p ara na da! Todo Jo resolvía con golpes. No era hombr e ni para los negocios, ni para el trabajo, ni para el dinero, mucho menos para levantar una familia .
ALONSO- ¿y t ú cómo sabes eso?
RAQUEL- R e becca me lo contaba todo. (Pausa. Otro tono.) Por eso quería irse con los platillos vo ladores.
ALONSO- iVuelves con esa estupidez!
RAQUEL- (Harta.) ¿Qué quieres que h aga?
ALONSO- iQue te salves!
RAQUEL- iNo quiero! iNo me importa!
ALONSO - iPues a mí sí! (Agresivo, diestro.) Mario estaba harto de Rebecca , ¿verdad? La había golpeado un par de veces , discutían. ¿Por qué?
RAQUEL - No sé.
ALONSO- iDime!
RAQUEL - ¿Qué caso tiene ya?
ALONSO - Mario no quería vender el ganado , Rebecc a lo pres ionaba. Le pedía una vida buena, llena de lujos que Mario no que ría darle. iEstoy seguro de que también le pid ió un hijo, pero Mario tampoco quería ... i porqu e no podía!
RAQUEL - iMario tenía ilusiones , grandes sue ños !
ALONSO- (Apretando.) ¿y por qué está tan asustado? ¿Por qué está tan agresivo?
RAQUEL- iDéjame ! iPor favor!
ALONSO- (Tuché.) ¿por qué quiere culparte a ti solamente?
RAQUEL - (Explota . ) IPorque los dos queremos vivir! (Silencio muy largo. Solloza un poco )
ALONSO- (Frío.) Entonces fue él.
RAQUEL- (Avergonzada.) No.
ALONSO - Fue él el de la idea, el de los hoyitos en la yugular. (RAQUEL niega con la cabeza. ) No volvió a casa después de dejarlas en el Cl ub Náutico.
RAQUEL- (Muy sua ve, empujando hasta donde p u ede.) Fue la gente del espacio.
ALONSO - El estaba co n usted es en el m angle. iMírame! ( RA QUEL obedec e.) iEstoy tratando! ¿Q ué no lo ves?
RAQUEL - iNo! iYo no quiero salvanne así! (Rab iosa entregá ndose toda y llena de furia.) iFui yo la que maté a Rebecca! ¿Me oyes? Fui yo sola. Mario no tuvo nada que ver. Fui yo. Y voy a decirte cómo lo hice.
ALONSO - (Tocado en lo más hondo.) No sigas mint iendo,
después será peor.
RAQUEL- (En La fracción de escena siguiente hablará rápido, agitada, con mucha pasión. Tratando que en cada cosa que dice vaya un toque de incorroborable verdad.)
Cuando llegamos al mangle, Rebecca y yo nos separamos. Habíamos visto las luces. Una gran nave madre había soltado sus navecitas sobre la bahía y se dispersaron por todo el cabo. Una de ellas pasó por nuestras cabezas y con un rayo poderoso nos bañó de luces a las dos. Quedé como en un trance, como si hubiera visto a la mismísima Virgen. Cuando desperté, Rebecca ya estaba muerta en el suelo. Yo la había matado por orden de ellos y no me había dado cuenta.
ALONSO- Ya está bueno de tanto disparate.
RAQUEL - ¿o qué te parece esta otra versión? (Inicia.)
Rebecca y yo peleábamos desde que éramos adolescentes. Yo la odiaba. Porque era la favorita de mi abuela. Yo la envidiaba, le envidiaba las muñecas , los trajecitos blancos, almidonados, hasta sus panticitos de flores que yo no podía tener. (Sonne.) Le envidiaba hasta su lado de la cama que era más blandito que el mío. Rebecca tenía porte de reina, y se buscó un rey; el hombre más poderosos de todo Boquerón, el más guapo, el más galante, todo un Veterano de Vietnam con cuchucientas medallas al valor. .. ¿Cómo no envidiarle eso también? Esa n oche que la maté se lo dije. Que Mario y yo nos queríamos en secreto. Ella se burló de mí porque ... tú sabes. Ella sabía que Mario ... pero él y yo nos queríamos a nuestra manera. Ella me dijo que no le importaba. Hmagínate! Y yo sufriendo tanto. Sufría porque me importaba él. (Pausa.) Fue con una navajita de esas de dibujo. Dos hoyitos pequeños. Hondos.
ALONSO - Eso no lo hiciste sol a. Rebecca era tan fu e rte como tú.
RAQUEL- ¿Qué me dices de esta otra versión?
ALONSO- iBasta ya, Raquel!
RAQUEL- Esa noche, Mario, Rebecca y yo fuimos en el Yip
hasta el mangle. Estábamos los tres ...
ALONSO- (Interesado de pronto. ) ¿Mario tambié n?
RAQUEL- (Iluminada.) iSí! iEl también! iAh! Esa versión sí que te gusta.
ALONSO - Fue él. iFue él!
RAQUEL - (Lo calla suavemente. ) iTsst! Calm a, viejito. Espera oír el resto. (Inicia.) Estábamos los tres . La Luna estaba tan brillosa ..q ue parecía " un platillo vo lador. Sólo que esa noche había mucha neblina. Yo ya ib a preparada. Estábamos dispuestos a decírselo todo . i T odo! Desde que nos conocimos y nos gustamos. Estábamos listos para agua ntar su pataleta. Mario comenzó a hablar despacio , francamente. Hasta le pidió p erdón por no haberla hecho feliz. Los tres estábamos tan n e rvio sos ; temblábamos tan to "que p a recía" que era la tierra la que te mblaba. Ella se le tiró e nc ima así. .. (Se tira en los brazos de ALONSO.) ¿ves? Mario es taba llorando de pena. La abrazó fu e rte, fuerte (Lo abraza . ) y la b esó delante de mf como si fu e ra el último beso de su vida. (RAQUEL besa a ALONSO en la frente. ) Entonces el diablo me habló. Saqué la cuchilla, todo fue muy rápido. D os hoyitos como los de un vampiro.
ALONSO - ¿Qué hizo Ma rio?
RAQUEL - Corrió. Vio la cuchilla y corrió como lo que es, como un cobarde que sólo sabe ma tar vacas.
ALONSO - No te creo.
RAQUEL- Tú quie res un c ulpable . Ya lo tienes. Soy yo. Escoge la versión que qui e ras , isiempre pago yo !
ALONSO - (Pau sa.) Mario la mató, hijo de ... y ahora qui e re que tú te culp es para salir de ti también. (Va al teléfo no. RA QUEL lo mira asustada.) Con e l Tribuna l de Dis· trito, el juez de tu rno , por favor.
RAQUEL- lQué estás hacie ndo ?
ALONSO - Jugando , juga ndo a la verdad. (Al teléfono. ) Sí. Necesito una orden de arresto contra Mario Gómez Avil a p o r asesinato en Primer Grado contra la persona de Rebecca Benito García. (Apagón rápido. Se escucha
el canto profundo de un gallo.)
ESCENA CUARTA
RAQUEL llega a la casa de CONSUELO. Entra sofocada y se detiene en medio de la sala. Se detiene al ver a MARIO sin camisa, en mahones y medias, que entra despacio. Trae un vendaje en la frente y una toalla en su cuello. Se miran fijamente.
MARIO toma la toalla por un extremo y atrapa el cuello de
RAQUEL atrayéndola hacia s{ con violencia.
MARIO- (Conteniendo su coraje.) Te vi. ¿Qué hacías con él en la playa?
RAQUEL - (Nerviosa toca el vendaje de MARIO y él ciona.) Perdóname... No hacía nada. E<; taba asustada. (Triste.) Tú me dejaste sola.
MARIO- ¿De dónde vienes?
RAQUEL- De su oficina.
MARIO- Son las tres y media de la mañana. lQué le hacías? ¿una visita social?
RAQUEL- Le pidió al juez una orden de arresto contra ti.
MARIO - (Aprieta la toalla.) Hablaste. (RAQUEL niega. MARIO aprieta más.) Le contaste todo.
RAQUEL- (Negando.) Yo me culpé, te lo juro. Suéltame, por Cristo, no puedo respirar.
MARIO- (La suelta despacio.) Dime.
RAQUEL- Consuelo lo amenazó, le dijo que haría cualquier cosa.
MARIO- ¿porqué lo amenazó?
RAQUEL- (Molesta.) iEI no quiere acusarme!
MARIO- ¿par qué?
RAQUEL- Dice que me quiere. Ese viejo loco se ha enamorado de mí.
MARIO- (Poco a poco eleva una risa.) ¿Que te quiere? iJal Y para asegurar su felicidad al lado tuyo me quiere espetar una perpetua, lah?
RAQUEL- Fue tu madre la que empezó todo esto. Las cosas !ban bien.
MARIO - (Llama.) iVieja! iVieja! Levántese y venga donde mí. (MARIO se sienta en el sillón, estira sus piernas, prende un ciganillo. Entra CONSUELO en bata de donnir.)
CONSt¡ELO- lQué pasa? (Ve a RAQUEL.) lQué hace ella aquí?
MARIO- Vamos, dile. Dile tú.
RAQUEL- El fiscal pidió una orden para arrestar a Mario.
CONSUELO- No puede ser.
MARIO - (Cínico.) Te lo dije, vieja. Me hundiste. Se te acabaron los sueños que tenías para mí, tú misma los mataste.
CONSUELO- Esa es otra de sus mentiras. Te mezcla en esto porque sabe que la van a meter presa de por vida. Canalla; siempre detrás de todos como una cualquiera. Ella tiene bretes con Alonso y por eso los dos te quieren fastidiar. Pero eso se arregla con una llamada. (MARIO la detiene.)
MARIO- Fuiste tú la impertinente, la soplona, la boquifloja. El fiscal sospechaba de mí y tú le diste la seguridad. Vieja, vieja ... lPor qué me quisiste tanto?
CONSUELO - (Protegiéndolo como si fuera un niñito indefenso.) Tú no vas a ir a la cárcel. (Descontrolada casi.) Tú no mataste a Rebecca. Tú eras su esposo fiel, ella era buena, ella te adoraba. Era ella la que no quería tener hijos. Ella me lo dijo. Ella lloraba mucho porque tú eras la luz de sus ojos. Esa mujer se desvivía por ti y tú por ella.
MARIO- Eso es lo que tú hubieras querido. Pero la verdad es otra. (Sonrie triste.) La verdad es que yo maté a Rebecca, vieja. (Silencio. CONSUELO lo mira. Su rostro se derrumba en una expresión un insondable dolor maternal que le cala el gesto y la memoria.) La maté con ella. Estábamos hartos de todo lo que era Rebecca.
CONSUELO- No, tú no eres así.
MARIO - Todo estaba preparado para que pareciera otra cosa, pero Raquel flaqueó. Se puso a llorar junto al cuerpo y la tuve que dejar allf. Raquel es igual a Rebecca, por eso también me traicionó.
RAQUEL- No, yo no.
MARIO- El plan se fastidió completo. Era un crimen perfecto. La hubieran encontrado dos o tres días después. Nadie nos vio, nadie oyó nada. Yo ya tenía mi gente hablada. Pero ese fiscal es un tipo muy listo. A veces también me dan ganas de matarlo. (CONSUELO trata de salir. MARIO la detiene.) Ahora estoy solo, vieja. (Amargo y muy sincero.) Ahora ya nadie daría nada para que yo fuera feliz. lLo darías tú?
RAQUEL- El plan sigue igual. Yo me culpé, yo dije la verdad.
MARIO- Vamos, reina. El fiscal tiene el toro acorralado y le ha puesto la pistola en la frente. Lo mejor que puede pasarle es que yo me pudra en la cárcel. Tú puedes culparte de haber tirado la bomba atómica y él culparía a otro. Su obsesión contigo es violenta, se le nota. iNos tiene! (A CONSUELO.) ¿y tú, vieja? lMorirías por mf? ¿Qué harías ahora? lMe abandonarías porque has vuelto a confiar en ese viejo fiscal que nos está estrangulando?
CONSUELO- Dios te perdone, mijo.
MARIO- (Sordo.) ¿No te das cuenta de que él también está empujando su verdad? (La suelta, dice fume.) Anda, ve donde él. Dile que yo no tengo nada que ver. Dile que me deje en paz. Que yo no maté a Rebecca. (Cínico.) lC6mo iba a matarla, si yo la adoraba? (Pausa. CONSUELO sale presurosa. Canta un gallo.)
RAQUEL- ¿y qué vas a hacer ahora? (MARIO se pone su botas y su camisa.)
MARIO- lSabes lo que te espera junto a ese viejo? lQué puede darte él? (RAQUEL se sienta.) Vas a pensar en mí cuando tra tes de besarlo. (Ríe.) caramba, sí que e res estúpida. (Coteja su revólver.) Hubiéramos salido tan bien los dos.
RAQUEL- ¿Qué vas a hacer con eso?
MARJO- No voy a quedarme aquí a esperar por él.
RAQUEL- Llévame contigo.
MARIO- Tu oportunidad se terminó. (Pausa. )Rebecca decía tantas cosas de mí que llegué a creérmelas.
RAQUEL - Yo te adoro, Mario... (Lo abraza con fuerza, él la rechaza.)
MARIO - iBah! Toda esta vida es basura, maldita sea. iBasura! (Resignado.) Siempre fui como los niños ricos, una excusa para la felicidad de los demás y no de la mía. Ahora sí que estoy fastidiado. Todo se perdió. Por tu culpa. (Sale por el lado contrario. RAQUEL se queda sola, llora sin ruido y en silencio. Sale y, al hacerlo, se topa con CONSUELO, quien le tiende la mano en señal de solidaridad. RAQUEL la mira y sigue de largo. Va a salir, pero la detienen las luces y sirenas de los carros de Policfa que llegan a la casa. CONSUELO se adelanta a ellas mientras ocurre el apagón lento.)
ESCENA QUINTA
El abanico lento sobre la luz. En la oficina de ALONSO, éste habla a CONSUELO, quien está sentada al escritorio.
ALONSO- Tú querías un culpable. Ya lo tienes.
CONSUELO- Mario es lo único que me queda.
ALONSO- Bueno, Consuelo, yo tengo un deber que cumplir.
CONSUELO- lUn deber con quién?
ALONSO - Con la ley, con la justicia.
CONSUELO- iQué grandes te quedan esas palabras, Alonso!
ALONSO- Tu hijo mató a su mujer, eso es más grande que todas mis palabras.
CONSUELO- No tienes pruebas.
ALONSO - Tú las tienes. Me las dirás en el juicio.
CONSUELO- Si algo voy a decir yo es sobre tu relación amorosa con una acusada de asesinato.
ALONSO - (Hastiado, pero firme.) Tu palabra contra la mía. La mía contra la de todos; un buen día todo el mundo empuja sus verdades a la vez y nadie escuchó nada. Nos fastidiamos todos de un mismo golpetazo; es triste, pero es así. Nada de lo que tú digas podrá salvar a tu hijo ya.
CONSUELO - Hazlo por mí. Por lo que fuimos , por lo que nos quisimos antes.
ALONSO- lAntes? lQué quería yo antes? lMucho dinero, una juventud larga y excitante? lHaberme casado contigo cuando ambos éramos jóvenes, frescos, brillantes? lHaber dicho que sí a todas las aventuras mientras me robaba tus besos en la escuela? (Claro.) ¿Y ahora qué somos, Consuelo? Míranos. Cuarenta años después, con toda la vida colgando de las arrugas de la cara. Con toda nuestra pasión convertida en un tfmido temblor que no se detiene nunca. (Amargo y fuerte.) lMaldita sea, el antes no me sirve! (Apasionado.) iQuiero vivir ahora que estoy en el mismo final! iQuiero hacer algo por mí!
CONSUELO- ¿y ella te responderá con la misma pasión? (Pausa.) lQuién te has creído que eres para comprar asf a la gente?
ALONSO- Ella saldrá inocente y se irá conmigo.
CONSUELO- lC6mo puedes estar tan seguro?
ALONSO - No estoy seguro, es así. (Pausa.) Ahora, dime, ¿dónde está tu hijo?
CONSUELO- No sé.
ALONSO- Estás protegiendo a un asesino.
CONSUELO - Es mi hijo. lC6mo puedes pedirme que le haga daño?
ALONSO - No me lo hagas más difícil.
CONSUELO- Sí, tal vez moriría por él, como tú po r ella. No te diré nada. No hablaré en el juicio. No a brir é la boca para hacerle daño. Ya le hice bastante. (Pausa.) Haz tú lo que quieras.
ALONSO- (Resopla resignado.) Ven, te llevarán a tu casa. Ya va a amanecer. (Sale con ella. Entra RAQUEL y se
sienta en la silla de ALONSO. El entra y la ve.) Tú sabes dónde está.
RAQUEL- El dijo que yo lo dañé todo. Ahora me culpa a mí el muy pendejo.
ALONSO - Ese lenguaje ...
RAQUEL- A la mierda con todos ustedes. Ya estoy harta.
ALONSO- lVas a confesar? Sólo me falta que alguien esté dispuesto a hablar. Yo pensaba que tú...
RAQUEL- Yo no voy a culparlo. El no hizo nada. Ya te lo dij e .
ALONSO- Pero, muchacha, en menos de una semana estarás libre de todo. Tendrás todo lo que te prometí. Sólo bastará que tú lo decidas. (RAQUEL lo mira fijo ) ¿cuántas cosas no hubiera hecho por esa mirada tuya?
RAQUEL - No voy a decir nada contra él. No podría. Me echaría a llorar.
ALONSO - ¿No te das cuenta de que él también quería salir de ti? Te pidió que te culparas porque también te habías te habías convertido en un estorbo. (Pausa.)Ya no le debes nada. (Silencio.) Dime, idónde está?
RAQUEL - (Lo piensa un poco.) Lo seguí hasta la playa. Se escondió en la casita vieja del mangle. Pero hazle pensar que me he muerto, que no sepa nada, que me fui.
ALONOS- lVes? Es fácil. (Inicia mutis.) Espérame aquí. (Sale. RAQUEL se apoya en el escritorio. Fuma.)
ESCENA SEXTA
Música. Arboles al fondo. El marco deoil y gri.s de una casucha. A los árboles los mueve un viento brilloso. Desaparecen ya la casa de CONSUELO y la oficina de ALONSO. Una luz crim inal atrapa a MARIO en el fondo.
MARIO - iApaguen esa maldita luz o me vuelo la cabeza! (La luz se apaga. Se enciende la luz del ca"o-policta.) ¿viene solo?
ALONSO- (Entrando a escena.) Sí. Abre la puerta.
MARIO- Pase.
ALONSO- lQué? lTe gusta la publicidad? No creo que te baga mucho bien ahora que todo el mundo sabe lo que hay.
MARIO- Usted jugó bien. Ahora me toca jugar a mí. (Se lleva la pistola a la sien.) lQué le parece?
ALONSO- (Simple. ) Ah. Caso cerrado. Hazlo. Me ahorra r ás mucho papeleo. (MARIO apunta a ALONSO.)
MARIO- lYesto?
ALONSO- (Ctnico.) Vamos , te suicidas igual. Hay catorce policías allá afuera. (Da un paso hacÚJ él. ) Tú mata s te a R e becca. En trégate ya. No lo hagas más d ifíciL
MARIO - Deme las pruebas. lCómo voy a entregarme por algo que no hice?
ALONSO - Tu madre me lo contó todo .
ALONSO - (Rte. ) Mi madre será religiosa, pe ro n o lo suficientemente estúpida como para acusarme por e so. lNo le dijo mi madre que yo veneraba a Rebecca? Ya empezó mal, amigo. Empezó con un a mentira. Mi madre mataría por mí.
ALONSO- Ella confesará.
MARIO- Primero muerta. iDeme una prueba! No venga aquf a intimidarme con su maldita policía.
ALONSO - (Pausa.) Está bien. Tienes razón. Tu madre no dijo nada y sería muy sucio de mi parte si yo dijera que así fue. Déjame acercarme.
MARIO- Nodemasiado.
ALONSO- Raquel me contó todo como pasó. Está dispuesta a declararlo.
ALONSO - lQué le dijo?
ALONSO- Tú lo sabes, no te hagas el estúpido.
MARIO - Ella quiere culparme para no fastidiarse sola. Usted le ofrece una de esas inmunidades legales y entonces yo pago el balance.
ALONSO - No. No hemos hablado de inmunidad. Se ría muy obvio para mí. Además su abogado es un idiota. Ella fue más noble, se culpó. Se tiró encima toda la culp a
para salvar tu asqueroso pellejo y tú no hiciste nada p or ella porque también queóas ...
MARIO- iYo le daba dinero! Le d a ba para sus vicios y sus borracheras. Le pagaba todas esas cosas sucias que usted pronto conocerá.
ALONSO - Estás acorralado.
MARIO - Fue ella quien lo planeó todo.
ALONSO- Ella es inocente.
MARIO- Ella odiaba a Rebecca tanto como yo. Inventó toda una historia para salir libre pero todo salió mal.
ALONSO- Raquel está dispuesta a hablar.
MARIO- Lo dudo mucho, licenciado. Ella "no puede" hablar porque entonces usted tendría que preguntarle "todo''.
ALONSO- (Pausa.) Lo haría.
MARIO - Usted será viejo, pero no es tonto. Hágame caso. Acepte la historia de Raquel, siga la historia de los marcianos, declárela loca. Pasará unos meses de reclusión y ya. Pero a mí déjeme en paz. Yo no tengo nada que ver.
ALONSO - Alguien tiene que pagar por este crimen.
MARIO - Dese por pago con todo Jo que ha pasado ya. lQué tiene que perder? (Pausa.) Raquel ya no me importa ni yo le importo. Déjeme ir. Pierda el caso, gane la mujer; es fácil. Una mentira más la quién le importa?
ALONSO- lYluego?
ALONSO- Váyase con ella, lejos de aquf. Dentro de un año nadie se acordará de Rebecca. Yo me casaré de nuevo, usted morirá en paz. Un ataque cardíaco cuando esté haciendo el amor con Raquel, lqué le parece? (Pausa.) O quizá empiece a morir desde antes, cuando Rauqel un día le diga "Mario hacía las cosas de esta man e ra", "Mario s ie m p r e decía", " Mario esto , Mario lo otro". lSabe que ella tie ne algo de retraso ? Por eso es que la pobrecita es muy fácil de convencer.
ALONSO- ¿y crees que yo te dejarla ir así porque sí? A la larga me pas aría igual que a Rebecca. (MARIO sonríe.) Una excusa para vivir. Una mentira de todos los días para buscar la verdad en otra parte. No. Lo poco que
me queda quiero vivirlo con verdad.
MARIO- ( Cfnico.) La verdad no existe, licenciado. La verdad son nuestros deseos, sobre todo los más escondidos, los más sucios, los que nadie se atreve a contar. Raquel tiene muchas cosas sucias que contar. Usted es una de ellas.
ALONSO- Y tú la otra.
MARIO - Pero usted, sesenta años, viejo, canoso, borracho y, lo peor de todo, iuna vida dedicada a la ley y al orden que de pronto termina con una asesina suelta en su misma cama!
ALONSO- (Vwlento.) iTú mataste a Rebecca!
MARIO- (Nervioso.) iDeme la prueba!
ALONSO- (Lanzándose sobre él como un loco, ambos buscan el dominio de la pistola.) iTú eres mi prueba! (Luchan. MARIO es mucho más fuerte y ágü; logra arrojar a ALONSO al suelo y mientras le tuerce un brazo, con el otro le apunta a la cabeza con la pistola.)
MARIO- Está bien. Aquí la tiene, licenciado. iFui yo! iYo maté a Rebecca! Yo y Raquel lo hicimos, inventamos una historia pero ella no pudo con su conciencia. Sí, la maté. ¿y ahora? lQué hacemos ahora que ya sabe la verdad? (Burlón.) llnventamos otra roen tirita?
ALONSO- Raquel confesará, yo también hablaré.
MARIO- Será mi palabra contra la suya.
ALONSO - Mi palabra es ley.
MARIO- !Qué miedo!. .. (Agrio.) y en mi palabra va la vida de Raquel. Si usted me culpa, yo la culparé a ella. Ella se irá conmigo al infierno y usted lo perderá todo. Vamos, lqué me ofrece? (ALONSO hace un gesto de profunda derrota. El último gallo canta. Apagón rápido.)
ESCENA ULTIMA
El escenario a oscuras. Un piano liviano y triste acompañará la voz grabada de ALONSO. aparecen tres estrados en el escenario. Durante el breve
RAQUEL y MARIO irán tomando sus lugares en ellos} uno a uno. Levantarán su mano derecha en gesto de juramentación . Una luz muy opaca domina la escena.
ALONSO- (Su voz grabada sobre un piano triste.) l. Quién era Rebecca realmente? ¿Era buena esposa, casi santa como decía Consuelo? lO era sucia y vulgar como decía Raquel? ¿o era frívola y vanidosa como decía su marido? Ahora yo también tenia mi opinión de Rebecca. La pobrecita, a qu ien sólo conocí a través de las mentiras de los demás, ya había pagado su culpa. Por desgracia, ella era la única que sabía la verdad de su muerte. Ahora yo también la sabía. Pero no hubiera dado ni un centavo por esa historia. (ALONSO entra a escena.)
CONSUELO - (Iluminada de pronto. En testimonio.) Mario, mi único hijo, llegó a Ja casa a eso de las diez de la noche. Venía de bebeP cerveza con unos amigos. Olía a cerveza, por eso Jo sé.
MARIO - (Se ilumina.) Raquel y Rebecca me habían pedido que las llevara hasta el Club Náutico. Yo estaba muy cansado.
CONS UELO - La gente se estaba reuniendo allí. Todos habían visto los OVNIS en el cielo. La tierra había te mblado mucho en esos días. Un cie ntífico fue a dar una conferencia, e l s itio de abarrotó de gente.
MARIO- Alguien dijo que e n Mayo iban a haber dos l unas llenas. Q ue la l una llena provocaba en la ge nte estados depresivos.
CONSUELO - Las muchachas estaban fasci nada s con es o. Habían alquilado muchas películas de marc ianos. R eb ecca había dicho que quería que la raptaran en un
OVNI. (Sonrfe.)
MARIO -A las once salimos de la casa en mi Yip hasta el Club Náutico. Yo no s abía lo que ellas iban a encontrar.
RAQUEL- (Se ilumina.) Yo tampoco . Pero la Luna estaba reventándose de luz.
ALONSO- ¿Qué pasó después?
MARIO - Yo les dije que quería acompañarlas.
RAQUEL- No hizo fal t a. Todo Boquerón nos conoce.
ALONSO- ¿Y después?
RAQUEL - Caminamos todo el Balneario. Desde el puentecito hasta el atracadero. Al llegar al mangle nos sentamos a esperar.
ALONSO- lDe qué hablaron?
RAQUEL- Cosas, cosas de mujeres.
ALONSO - lQué cosas?
RAQUEL- (Con vergüenza.) De amor, de hombres. Sf, de hombres guapos. (Sonrf.e. )
ALONSO - (Muy serio.) lDe qué hombres? (RAQUEL deja de sonre!r. Mira a MARIO.) lDe qué hombres?
RAQUEL - De .. . Patrick Swayze, el de la pelfcula. .. "Dirty Dancing".
ALONSO - lHabía alguien más con ustedes? (Pausa larga. ) ¿Había alguien más con ustedes?
MARIO- (Tranquilo.) Después de dejarl as regresé a casa. Vi televisión hasta que sonó el teléfono.
CONSUELO - Se acostó y vio televisión hasta que lo llamaron . . . (Pausa. Traga.) Y le dieron la noticia.
ALONSO- lLlegó alguien o algo mien t ras u stedes hablaban?
RAQUEL - Sí. (Pausa.) Una nave vino del cielo y se paró frente a la bahía. Luego una nave más pequeñita voló basta nosotros y la tierra empezó a tembl a r.
ALONSO - (Directo al público. ) El s is mógrafo del Cole gio de Mayagüez re gistró un temblor de tierra de 4 punt os en la escala Ritcher que duró unos diez seg undos , e l26 de febrero a las 11:37 de la noche.
RAQUEL- Yo me asusté y empecé a correr.
ALONSO- La Policía de Cabo Rojo informó que más de 100 personas llamaron a los cuarteles reportando haber
visto una manada de OVNIS frente a la bahía.
RAQUEL - Aquella cosa se detuvo en el aire. Disparó una luz portente y aterrizó. Yo seguí corriendo hasta que oí el gri to de Rebecca y entonces corrí hacia ella. Cuando la enco ntré ya estaba desangrándose. Entre los árboles del mangle pude ver la sombra de algo que se montaba en el ap arato y huía hacia el cielo. Ya Rebecca estaba muerta, con sus dos hoyitos en el cuello. Muertecita como un ángel caído.
ALONSO- (Serio y solemne.) La Fiscalía acoge sin argumentación la s alega ciones de la defensa y reconoce que no puede proveer prueb as rawnables para un proceso legal contra ninguno de los acusados preliminarmente en este caso, dada la naturaleza de los testimonios presentados y la falta de evidencia contudente, por lo que s e propone su sobrese imiento y su archivo. (La luz cae sobre éL) Esta Fiscalía sería irresponsable, injusta e ilegal si persiguiera involucrar a alguien en la muerte de Rebecca B e ni to. No queremos hacerlo porque queremos que la justicia pu e rtorriqueña permanezca limpia. Estamos ante un caso que envuelve un peligro inminente para nuestro país y nuestro planeta. Señores del Jurado, sin pretender proclamarme defensor quiero dar un alerta. ¿cuán tas muertes que aún no se han esclarecido eq toda es ta-zona oeste pudieron haber sido causadas por estos vampiros espaciales que están invadiendo al mundo? (Susun'os y munnullos en el jurado. Una risita leve de alguien que no puede contenerse comienza a contagiar a los demás. Al final estas risas se convierten en sonoras carcajadas.) iTenemos que pre pararnos! Proteger a n ues tros jóvenes de mente fr ágil e ind e fensa iProtegerlos de esta desgracia, de este terro r cós mico! l Q ué es tá haciendo nuestro gobierno? ¿Qué h acen las gran des potenci as, Est ad os Unidos, Rusia, Chin a? ¿Cu ánto tiempo más ten dremos que espera r para qu e no se r epita es t a t ra gedia? (R isas y más risas. ALONSO, en su paroxismo casi demente, se desboca en su imprecación.) ¿A quién va
importarle esta gran verdad? lQueda alguien en el mundo a quien pueda importarle otra verdad que no sea la suya? (La risa se vuelve violenta. Los malletazos del juez truenan frenéticos. Las luces sobre MARIO y CONSUELO desaparecen. La de RAQUEL queda brillCJSa un momento.) lQueda alguien? (Se apaga la luz sobre RAQUEL) lD6nde está? (Nos grita a todos con gesto furibundo.) ¿DQNDE ESTA? (La luz sobre ALONSO se corta salvaje, abruptamente, al igual que toda la diabólica risa del juicio. Todo se corta en frlo como la muerte, como si el mandato de silencio nos llegara de otro mundo.)
FIN DE OBSESION
Caraca.s - San Juan, Puerto Rico
26 de febrero al 7 de junio de 1988
E1te libro se terminó de imprimir en loa talleres gráficol de: ESMACO PRJNTERS CORP.
Calle París 245 ·Hato Rey, Puerto Rico
Tel. 765·5011 • 754·0845