TAPIANA I
TAPIANA I
ACTAS DEL II CONGRESO TAPIANO de las JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA 2009-2010
Edición de Roberto Ramos-Perea
El INSTITUTO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA con el auspicio del INSTITUTO DE LITERATURA PUERTORRIQUEÑA, con la colaboración del ATENEO PUERTORRIQUEÑO y su ARCHIVO NACIONAL DE TEATRO Y CINE San Juan, Puerto Rico, 2012
TAPIANA I. ACTAS DEL II CONGRESO TAPIANO de las JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA, está completamente protegido bajo la Ley de Derechos de Autor, en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones recíprocas. Queda totalmente prohibida su reproducción por medios mecánicos, electrónicos y/o fotográficos. Los derechos de reproducción, representación, lectura pública, citas más allá de extensión razonable, así como traducción a idiomas foráneos, son de absoluta propiedad de sus autores y/o sus sucesores directos o depositarios autorizados y están sujetos a regalías. Para información: ramosperea@gmail.com o
Derechos Reservados de la PRIMERA EDICIÓN.
En las ediciones subsiguientes los derechos corresponden a los autores de los artículos.
Primera Edición: septiembre de 2012 ISBN: 1‐881703‐45‐8
EDITORIAL LEA
LIBRERIA.-EDITORIAL-ATENEO Ateneo Puertorriqueño POBOX 9021180
San Juan, Puerto Rico 00902-1180 787-977-2307, 787-721-3877, 787-722-4839
Una publicación del INSTITUTO ALEJANDRO TAPIA y RIVERA Prof. Roberto Ramos-Perea y Dr. Edgar Quiles Ferrer, Directores. y el auspicio del INSTITUTO DE LITERATURA PUERTORRIQUEÑA afiliado a la Universidad de Puerto Rico Dr. Ramón Luis Acevedo, Presidente
I
PRÓLOGO
El presente volumen, TAPIANA I, es el inicio de un proyecto largamente acariciado por los tapianos que es el poder recoger en varios volúmenes todos los escritos, así como fuentes primarias y secundarias para la investigación de la obra y la vida del Maestro Alejandro Tapia y Rivera, Padre de las Letras Puertorriqueñas y por algunos llamado también Padre de la Identidad Nacional.
Tapia ejemplifica y encarna los más altos valores de la Nación Puertorriqueña. Sus más intensas pasiones de afirmación, al igual que sus más dolorosas contradicciones, estallan en esa luminosa complejidad humana, en ese ir y venir de emociones abrazadas al suelo que les da cobijo. En él nace una conciencia de identidad, nace la modernidad de un sueño, y por cierto, pervive una constante emoción de inmortalidad que se expresa en la lucha continua, pues la vida puertorriqueña del Siglo XIX, y vida como lucha toda, hacen de Tapia ejemplo de lo que ha sido esta necesaria y urgente reafirmación. Esto no admite más explicación que esta. Recordamos a Tapia, porque hacerlo es recordar el origen, sostener la Nación, afirmar la Identidad, y honrar la Patria.
Esta primera edición de TAPIANA recoge las Actas del II Congreso Tapiano que se celebró como actividad cumbre de las Jornadas Tapianas en Honor y Memoria del Maestro Alejandro Tapia y Rivera, celebradas en el Ateneo Puertorriqueño , desde enero de 2009 a enero de 2010.
Fue este intenso año, uno de continuas actividades honoríficas de todo tipo. En estas jornadas se estrenaron todas las obras dramáticas del Maestro, así como se adaptaron a la escena varias de sus novelas. Se publicaron cuatro audiolibros de su obra, se realizó una magna exposición de fotos, libros y manuscritos que viajó por ferias de libros y universidades, se publicaron cuatro DVD`s sobre sus obras teatrales y se realizó un extenso documental, de dos horas y media de duración sobre su vida y su obra, entre presentaciones, animadas ceremonias de recordación, charlas públicas, académicas y escolares, varios intensivos seminarios de estudio del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo y giras teatrales donde su obra La Cuarterona, fue vista por más de 10,000 personas en varios municipios del país, y en tres teatros de la región de Andalucía, España.
Las actividades del II Congreso continuaban las que en justicia realizó el tapiano Dr. Rubén Moreira en el Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico en el año 1995, conocidas como el I Congreso sobre Alejandro Tapia y Rivera y cuyas Actas fueron publicadas por el
Editorial Lea del Ateneo Puertorriqueño en su Serie ESCRITORES DEL XIX en el año de 2004 bajo el título ACTAS DE TAPIA.
Esta continuidad de esfuerzos de Honor a tan trascendental figura de nuestra Nación, engarza aquí, en la publicación de TAPIANA I, en la que se publican las Actas del II Congreso.
A este logro se habrán de sumar los que a la fecha de este escrito realizan y continúan distinguidos tapianos en su incansable hacer en pro de la figura del Maestro y de los que damos noticia primera en este prólogo, como la edición anotada de Mis Memorias que prepara el distinguido tapiano Dr. Eduardo Forastieri Braschi, comisionada por la Academia Puertorriqueña de la Lengua; la biografía titulada TAPIA, el primer puertorriqueño, comisionada por el Instituto Tapia al Prof. Roberto Ramos-Perea y que verá luz a finales de este año 2012 por Publicaciones Gaviota; la reedición de la colección completa de la Revista La Azucena, realizada por el Instituto de Literatura Puertorriqueña y Ediciones Puerto, a cargo del Dr. Ramón Luis Acevedo, que espera ver luz a finales de este año; los continuos estudios de los tapianos Dr. César Salgado, de la Universidad de Austin, Texas, sobre la relación de Tapia y la intelectualidad cubana; los trabajos que sobre modernidad y representación realiza el Dr. Ángel Rivera de la Universidad de Worcester, los escritos sobre narrativa tapiana de la escritora Marta Aponte Alsina, la edición digital de la obra tapiana que realiza la Prof. Marisol Ramos de la Colección Dodd, en la Universidad de Connecticut en Storrs; los estudios, exégesis y montajes teatrales de la obra dramática tapiana del Dr. Edgar Quiles Ferrer, los muchos que sobre la Biblioteca Histórica realiza el Dr. Francisco Moscoso, los análisis críticos de la obra general de Tapia que realiza y publica de manera consecuente el Dr. Roberto Fernández Valledor y la publicación del monumental hallazgo de la Dra. Vivian Aufant, del texto crítico del novelista Manuel Zeno Gandía sobre la obra tapiana.
Es por ello que el Instituto Alejandro Tapia y Rivera como custodio de las fuentes primarias para el estudio de la vida y la obra del Maestro, agradece al INSTITUTO DE LITERATURA PUERTORRIQUEÑA quien concedió el auxilio para la publicación de este primer número de TAPIANA, que debió haber salido hace ya dos años, y que por culpa de la amenaza política y las continuas y estériles pugnas que se ciñen sobre el Ateneo desde hace dos años, no pudimos concretar.
Ahora que la obra Tapiana ha sido extirpada sin justificación pública alguna –aunque sabemos claramente el por qué- de los currículos de nuestro Departamento de Educación, ahora que Tapia devela su carácter renovador y revolucionario que siempre mantuvo a la sombra de su obra literaria, ahora es el momento de darle un nuevo impulso a su pensamiento y a su obra como el mejor signo de nuestro progreso intelectual, de nuestra afirmación de identidad y de nuestro espíritu de Nación.
Sirva TAPIANA para asegurarnos de ello.
Prof. Roberto Ramos Perea Septiembre de 2012
I
ACTAS DEL II CONGRESO TAPIANO de las JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DEL MAESTRO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
ÍNDICE
Programa del II Congreso Tapiano. 2009…………………………………………… xii
MOTIVO PARA UN II CONGRESO TAPIANO .
Prof. Roberto Ramos Perea………………………………………………………………………………………….. 1
LA CONSTRUCCIÓN DE SUJETO IDE NTIDAD NACIONAL EN MIS MEMORIAS DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA.
Por el Dr. Angel A. Rivera……………………………………………………………………………………………… 4
HOMENAJE A MANU EL GARCIA DÍAZ.
Prof. Roberto Ramos Perea…………………………...………………….………………………………………… 15
MANUEL GARCÍA DIAZ: PRIMER EXÉGETA DEL PRIMER PUERTORIQUEÑO.
Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua………………………………………………………………………… 18
TAPIA Y LA BIBLIOTECA HISTÓRICA DE PUERTO RICO . 1854.
Dr. Francisco Moscoso……………………………………………………………………………………………..…. 25
NEGROS Y MULATOS EN LA OBRA DE ALEJA NDRO TAPIA Y RIVERA
Dr. Ramón Luis Acevedo……………………………………………………………………………..……………… 43 ROSARIO DÍAZ ESPIAU, MUSA COMPAÑERA Y ESC RITORA.
Dra. Nívea de Lourdes Torres Hernández……………………………………………………………………. 53
LA SOCIEDAD CUBANA D EL SIGLO XIX Y LOS MALES DE PUE RTO RICO EN LA CUARTERONA.
Dr. Roberto Fernández Valledor……………………………………………………………………….………… 61
TAPIA EN CUBA.
Dr. César Salgado……………………………………………………………………………………………………….. 73
VÍCTOR HUGO EN CANGR EJOS: ESPACIOS TEXTU ALES EN LA LEYENDA DE LOS VEINTE AÑOS.
Marta Aponte Alsina…………………………………………………………………………………………………… 85
ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA Y SU VISIÓN
DEL SER PUERTORRIQUE ÑO: MIRADAS COETÁNEA S.
Dra. Vivian Auffant Vázquez ………………………………………………………………………………………. 91
LA TRANSICIÓN DEL RO MANTICISMO AL REALISMO Y EL SUPUESTO INFLUJO DE HENRIK IBSEN EN LOS PERSONAJES FE MENINOS DEL TEATRO DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA.
Dr. José R. Venegas………………………………………………………………………………………………….. 105
“¡CALUMNIA… QUE ALGO QUEDA ” :
EL EXPEDIENTE CRIMIN AL DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA .
Dr. Prof. Roberto Ramos Perea…………………………………………………………………………………. 113
CRISÓFILO, TAPIA Y E L PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS.
Dra. Helena Lázaro…………………………………………………………………………………………………… 127
REALISMO Y ROMANTICISMO EN
LA CUARTERONA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA.
Dr. Edgar Quiles Ferrer………………………………………………………………………………………………. 137
CRONOLOGIA MÍNIMA DE LA VIDA Y LA OBRA
DEL MAESTRO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
Prof. Roberto Ramos Perea…………………………………………………………………………………………. 157
CONFERENCIANTES…………………………………………………………………………………………………… 161
DEL
II CONGRESO TAPIANO de las
EN HONOR
PROGRAMA DEL II CONGRESO TAPIANO
PRIMERAS JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DEL MAESTRO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA TEATRO DEL ATENEO, SAN JUAN de PUERTO RICO 1era Sesión. sábado, 4 de abril de 2009
CEREMONIA INAUGURAL:
10:00 a.m. BIENVENIDA del Lcdo Eduardo Morales Coll, Presidente del Ateneo
MOTIVO para un II Congreso Tapiano y Presentación del Orador de Apertura a cargo del Prof. Roberto Ramos‐Perea.
PONENCIA INAUGURAL:
10:30 ‐11:30 a.m.
LA CONSTRUCCIÓN DE SUJETO IDENTIDAD NACIONAL
EN MIS MEMORIAS DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA. Por el Dr. Angel A. Rivera, Worcester Polytechnic Institute, Mass.
HOMENAJE: 11:30‐12:30 a.m.
HOMENAJE A MANUEL GARCIA DÍAZ, PRIMER EXÉGETA DEL PRIMER PUERTORIQUEÑO.
Participantes: Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua y Prof. Roberto Ramos‐Perea
COLOQUIO: 1:30 p.m. ‐2:30 p.m.
COLOQUIO: LA BIBLIOTECA HISTÓRICA DE TAPIA: VIGENCIA Y REVALORIZACIÓN.
•LA HISTORIOGRAFÍA D E PUER TO RICO ANTES DEL 18 50 (ABBAD, CÓRDOVA, DEL CASTILLO)
A cargo del Dr. José G. Rigau, Universidad de Puerto Rico
•TAPIA Y LA BIBLIOTECA HISTÓRICA DE PUERTO RICO . 1854.
A cargo del Dr. Francisco Moscoso, Universidad de Puerto Rico
CONFERENCIAS: Moderador: Prof. Roberto Ramos Perea
2:45 p.m. NEGROS Y MULATOS EN LA OBRA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
A cargo del Dr. Ramón Luis Acevedo, Universidad de Puerto Rico
3:15 p.m. ROSARIO DÍAZ ESPIAU, MUSA COMPAÑERA Y ESC RITORA.
A cargo de la Dra. Nívea de Lourdes Torres Hernández, Universidad de Puerto Rico.
3:45 p.m. LA SOCIEDAD CUBANA D EL SIGLO XIX Y LOS M ALES DE PUERTO RICO EN LA CUARTERONA. A cargo del Dr. Roberto Fernández Valledor, Universidad de Puerto Rico. CONFERENCIA PLENARIA:
5:00 p.m. TAPIA EN CUBA. A cargo del Dr. César Salgado, Texas University, Austin.
8:00 p.m. TEATRO EN EL ATENEO: LA CUARTERONA, de Alejandro Tapia y Rivera. Dramaturgia y dirección de Roberto Ramos‐Perea. A cargo de la Compañía Nacional de Teatro.
2da Sesión. sábado, 16 de mayo de 2009.
CEREMONIA INAUGURAL:
10:30 a.m. PRESENTACION DE LA SEGUNDA SESIÓN y Presentación de los conferenciantes a cargo del Prof. Roberto Ramos Perea
PONENCIAS INAUGURALES:
11:00 11:30 p.m. VÍCTOR HUGO EN CANGR EJOS: ESPACIOS TEXTU ALES EN LA LEYENDA DE LOS VEINTE AÑOS. A cargo Marta Aponte Alsina, escritora.
11:30 12:00 p.m. ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA Y SU VISIÓN DE L SER PUERTORRIQUEÑO : MIRADAS COETÁNEAS. A cargo de la Dra. Vivian Auffant Vázquez, Universidad de Puerto Rico.
CONFERENCIAS . Moderador: Dr. Roberto Fernández Valledor
2:00 p.m. LA TRANSICIÓN DEL RO MANTICISMO AL REALISMO Y EL SUPUESTO INF LUJO DE HENRIK IBSEN EN LOS PERSONAJES FEMENINOS DEL TEATRO DE ALEJAN DRO TAPIA Y RIVERA. A cargo del Dr. José R. Venegas, Universidad del Sagrado Corazón. San Juan.
2:30 p.m. CALUMNIA, QUE ALGO QUEDA: EL E XPEDIENTE CRIMINAL D E ALEJANDRO TAPIA Y
RIVERA. A cargo del Dr. Prof. Roberto Ramos Perea, Ateneo Puertorriqueño.
3:30 pm CRISÓFILO, TAPIA Y E PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS.
A cargo de la Dra. Helena Lázaro. Universidad del Sagrado Corazón.
CONFERENCIA PLENARIA:
4:30 p.m. REALISMO Y ROMANTICISMO EN LA CUARTERONA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA. A cargo del Dr. Edgar Quiles Ferrer, Ateneo Puertorriqueño.
8:00 p.m. TEATRO EN EL ATENEO: La Parte del León, de Alejandro Tapia y Rivera
Dramaturgia y dirección de Edgar Quiles Ferrer.
A cargo del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo.
PRIMERAS JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
RAZÓN Y MOTIVO DE UN CONGRESO
Al momento en que decidimos convocar un año entero de actividades en torno a la vida y la obra de quien consideramos el Padre de la Identidad Nacional, sabíamos que un encuentro como éste era imperioso.
No bastó la ambiciosa tarea de realizar una magna exposición de fotos, documentos, libros y cuadros y demás memorabilia que permaneció en esta Sala desde el 12 de diciembre hasta muy entrado enero. Sino que una semana después de su cierre, el Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo, promotor de estas Jornadas, estrenó en esta sala atiborrada de público, el largometraje documental Tapia, el Primer Puertorriqueño, el día 27 de enero. Una semana después, el 32 Festival de Teatro: Todo Tapia, dió comienzo con el pie derecho, llenando estas salas de público entusiasta tras los estrenos de cuatro de sus obras Hero, Enardo y Rosael, Roberto D’vereux y La
Cuarterona, como fuerte inicio de unas jornadas que llevarán a escena todo el trabajo dramático de Tapia y tres adaptaciones de sus novelas. Esta hazaña que el hermano Edgar Quiles Ferrer y el que les habla, se han echado a los hombros, ve coronada su ambición de homenaje en este II Congreso Tapiano.
Llamámosle II Congreso Tapiano para hacer honor al I Congreso Tapiano que se celebró en el Recinto de Humacao de la UPR en el año 1997 bajo la dirección del colega Rubén Moreira, tapiano entusiasta, quien convocara a intelectuales y académicos a exponer ensayos sobre la obra y la vida de Tapia. Estos ensayos y memorias de congreso fueron publicados por el Editorial del Ateneo en su Serie Escritores del XIX en el año 2004
Así, con el espíritu de aquel, y añadiéndole a éste entusiasmos y esperanzas mayores, lanzamos nuestro interés de que los
Prof. Roberto Ramos‐Perea •4 de abril de 2009 Apertura del II Congreso Tapiano. Al podio, el Prof. Roberto Ramos Perea, Director del Congreso. En la Mesa, el Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua, invitado especial y el Lcdo. Eduardo Morales Coll, ex Presidente del Ateneo.estudios sobre la vida y obra de Don Alejandro Tapia y Rivera continúen con pie firme como parte del eterno homenaje que debe hacerse a la vida y obra del Padre de Nuestras Letras Nacionales.
Otros motivos subyacentes nos impulsan a esta convocatoria, no menos importantes que el primero. Se nos ha acusado en algún frívolo lugar, de querer mitificar la figura de Tapia dedicándole tantos homenajes y tantos esfuerzos. Mitificar es una palabra algo demonizada por los escépticos y no menos frívolos posmodernos, para quienes ciertas palabras, o casi todas, no deben tener ni tienen ya el valor que antes les atribuíamos, bien por las fracturas del progreso, por lo poroso y relativo de las definiciones mismas y por el extraño y ciertamente torcido conformismo sobre el estado actual del aguerrido proceso identatario del país. Al punto de que han habido manifestaciones públicas en torno a la no importancia ni relevancia de la identidad nacional ante los procesos, para algunos milagrosos de la globalización.
Pues bien, lamentablemente no tenemos tiempo para discutir si Tapia es o no es un mito o si lo hemos mitificado nosotros con nuestro homenaje, porque no vamos a rebajar nuestras percepciones de una figura tan trascendental en nuestra vida cultural, a las discusiones de café de algunos que ni siquiera le han leído.
Para el Ateneo Puertorriqueño, para su Junta toda, para los propulsores de este Congreso, la figura de Alejandro Tapia y Rivera es trascendental, de importancia suprema en nuestro proceso identatario, es además Padre de una Literatura que con gran orgullo llamamos Nacional... es faro de cultura, Padre y Madre de la Identidad Puertorriqueña, señalador de caminos, honra y dignidad de la Patria y si todo esto fuera abono a esa mitificación, aún añadimos que fue el entusiasta fundador de esta Docta Casa de la vergüenza Nacional que es el Ateneo Puertorriqueño. Venga la mitificación si se quiere, porque hemos mitificado a un Padre y a una Madre y de ese amor nadie se queja.
Esta “mitificación” no esconderá defectos ni insuficiencias, y tampoco justificará errores, pero se hace precisamente porque en ella va prístina una profunda afirmación del ser nacional y su complejidad.
Cuando todo parece tan espúreo en la política, tan regalado y perdido en lo social, tan eufemista en lo cultural, es cuando más imperioso
se hace hablar de estas complejidades del ser puertorriqueño que Tapia encarnó en obra y vida.
Ser Nacional que Tapia recogió en miles de páginas que dejó para nosotros, inspiradas por aquellas emociones que estallaban su corazón de puertorriqueñidad.
Los ponentes de este Congreso son el mejor ejemplo de una búsqueda y de un encuentro con esa afirmación continua. Por este podio pasarán ideas, conceptos, apreciaciones, datos, información, crítica enjundiosa y opinión de lo que ha sido la más intensa vida cultural de nuestra historia. Lo que hoy sabemos de Tapia y Rivera es pues resultado de años de investigación, argumentación, análisis, preguntas, muchas preguntas, que a veces son mejores que las mismas respuestas.
Es muy diversa la cantidad de temas que aquí se hablarán, siendo tan interesantes como necesarios aquellos relativos al magno libro Mis Memorias, sin discusión, uno de los más importantes libros de toda nuestra literatura. Ensayos relativos a la relación de Tapia con la Historia del país, su pasión por la historiografía patria y su enorme como incalculable aportación a la construcción de un acervo histórico a través de su libro Biblioteca Histórica de Puerto Rico. Su relación con el mundo del esclavo negro, del puertorriqueño negro en un etorno complicado como lo fue el proceso abolicionista y como insertó en él una literatura antiesclavista que tiene tantas tangencias con el presente. Ensayos sobre sus novelas, su vida, su teatro, su vida “criminal”, primicias todas que antes no habían sido consideradas, bien por desconocimiento y poco acceso a las fuentes primarias. Así, la conferencia sobre la vida de Tapia en Cuba tras nuevos hallazgos, resultará uno de los más interesantes momentos de este Congreso.
Por último y no menos importante, el reconocimiento a la labor del académico Dr. Manuel García Díaz, como primer exégeta y biógrafo de Tapia, cuyas valoraciones y datos ofrecidos en su magno libro, abrieron el camino para el conocimiento de Tapia y puesto que a él debemos esa designación de Tapia como “el primer puertorriqueño”, las razones y conclusiones de este indiscutible aserto escrito hace muchos años atrás, merecen nuestro
homenaje que aunque modesto, es sentido y profundo.
La llegada de ponencias a nuestro escritorio nos obligó a cambiar el programa que habíamos pautado de tres días. Ciertamente no fueron tantas como esperábamos, pero las suficientes para una experiencia de dos días. Sin embargo, ante la posibilidad de agotar los pocos minutos de un día en ponencias corridas, decidimos hacer dos sesiones con un mes de separación, ya que de todas maneras se trata de un año entero de celebraciones. Así, la segunda parte de este Congreso se llevará a cabo el sábado, 16 de mayo, con nuevas ponencias que serán anunciadas durante este mes que cursa junto con la ya anunciadas en el programa que tienen a la mano.
Una última y más estimable finalidad persigue este Congreso. Rebota fuerte e insistente en la mente de mi colega Quiles y la mía la idea de crear el Instituto Tapia.
¿Qué representa para Alemania, por ejemplo, el Instituto Goethe; para Colombia, el Instituto Caro Cuervo, para Inglaterra el Instituto Shakespeare, para España el Instituto Cervantes o para Francia el Instituto Víctor Hugo?
Pues representa un lugar de estudio para la obra y vida de uno de estos hombres o mujeres que con su obra definieron la Nación. Tapia ha definido una Nación, la Nación Puertorriqueña, y es el deber de quienes le admiramos por ello, el encontrar un espacio para la continua difusión de su obra y la de sus contemporáneos.
Quiles y yo aspiramos a que la creación de este Instituto no tenga más ataduras ni miembros que el interés de aquellos que se alleguen a continuar la difusión de la obra tapiana a través de congresos, montajes teatrales, documentales, películas, publicaciones, conferencias. Todo la cultura del Siglo XIX Puertorriqueño amerita que se le saque de la olvidada tumba a que le condenó el arquetipo romántico y la moderna fascinación por lo novedoso.
Me comentaba con gran pasión mi hermano Quiles mientras veíamos un ensayo de nuestro Camoens,: “En Tapia todo es valioso”. Por eso nos reafirmamos en sacar nuestro siglo XIX del olvido y del menosprecio al que la posmodernidad lo ha arrojado.
La formación del Instituto Tapia es una meta a la que invitamos a todos aquellos que quieran andar por el camino de la continua
afirmación Nacional a través del pensamiento y la literatura de este inmenso puertorriqueño. Hemos abierto las puertas con estas Jornadas, a un conocimiento trascendental de una obra que nos alienta a seguir siendo, como diría el recordado Paco Arriví. Seguir siendo, que no es otra cosa que ser caminando. Y si es así, pues allá nos dirigimos sin saber cuando llegaremos, pero ahí vamos, a seguir siendo siempre y a nunca dejar de ser.
***
Quiero presentar ahora a uno de nuestros dos invitados especiales en esta primera sesión del II CONGRESO TAPIANO. Con profundo honor y como un gran privilegio hemos encomendado nuestra Ponencia de Apertura al Dr. Ángel A. Rivera, catedrático de Literatura del Worcester Polithenic Institute en Massachuests. El Dr. Rivera es crítico e investigador literario puertorriqueño, graduado de la Universidad de Rutgers y tiene a su haber un sinnúmero de publicaciones en torno a la literatura puertorriqueña del siglo XIX, siendo sus objetos de estudio figuras como Alejandro Tapia y Rivera, Eugenio María de Hostos, Carmela Eulate Sanjurjo, Ana Roqué de Duprey, entre otros intelectuales y creadores del siglo XIX y XX en el Caribe.
Entre sus tópicos de investigación destacan la modernidad y la modernización, estudios de género, construcción de la subjetividad nacional y las relaciones de la vida intelectual y los discursos literarios. Uno de sus más recientes trabajos lo es el libro Eugenio María de Hostos y Alejandro Tapia y Rivera: Avatares de una Modernidad Caribeña del año 2003 y el provocador ensayo "De fronteras, transexuales, y supervivencia: dos casos en la literatura puertorriqueña, siglos XIX y XX." donde inaugura los estudios de género y transexualidad en la obra de Alejandro Tapia y Rivera.
El Dr. Rivera disertará en su ponencia inaugural el tema “La construcción del sujeto identidad nacional en Mis Memorias de Alejandro Tapia y Rivera.” Doctor Rivera.1
1 Las ponencias de las Actas se reproducen en el mismo estilo bibliográfico y disposición tipográfica en que fueron entregadas. Solo fueron corregidos mínimos errores gramaticales.
La dialéctica de la mente cautiva puede conducir a una autopercepción profundamente parcial y parasitariamente reactiva.
(Amartya Sen)
En uno de los mejores ensayos que se han escrito hasta el momento sobre la novela más sobresaliente de Alejandro Tapia y Rivera, Póstumo, el transmigrado y Póstumo, el envirginado, señala Marta Aponte Alsina: “La interpretación que deseo esbozar de inmediato es la siguiente: el conjunto de temas esotéricos plantea, en un nivel interpretativo elemental, la problemática de la identidad” (“Póstumo interrogado” 46). Inmediatamente, Aponte Alsina pasa a comentar sobre cómo, para explorar el tema de la identidad, Tapia utiliza el motivo del doble y del esoterismo entre muchas de sus estrategias. Añadiría a esto que también se vale de un agudo sentido del humor. Esto último le ayuda a Tapia a explorar las contradicciones inherentes a los seres humanos, pero otorgándole una cierta carga de liviandad a la seriedad del asunto: la vida es una broma muy seria. Más adelante, en este lúcido ensayo, la misma autora señala: “La confusión es una mancha de tinta que se extiende por los resquicios del texto. Vivimos la pesadilla de la reencarnación consciente, que trae en consecuencia la acumulación de equívocos a la manera de una comedia de errores, la sucesión carnavalesca de máscaras en un movimiento de horror al vacío. Esta es la dualidad inarmónica que no conduce sino al caos” (46).
En este ensayo es mi deseo explorar la idea de dicha “problemática de la identidad” y cómo ésta se convierte en punto clave para la
producción estética, artística e intelectual de Alejandro Tapia y Rivera. Curiosamente, de lo señalado en el párrafo anterior sobresalen las siguientes palabras: contradicción, mancha de tinta que se extiende, pesadilla, acumulación de equívocos, sucesión carnavalesca, dualidad inarmónica, etc. El efecto extrañizador de dichas palabra aumenta cuando las consideramos en conjunción con la noción “problemática de la identidad” y con la expresión ya harto conocida de que: “Fue Alejandro Tapia la más grande figura de la naciente literatura puertorriqueña del siglo XIX y uno de los escritores más fecundos en toda la historia de nuestra cultura. Sus biógrafos y críticos lo han llamado con razón padre y patriarca de las letras insulares” (Rivera de Álvarez 144). Luego, ante dicha conjunción identidad/problemática queda curiosamente su posición como patriarca fundador.
Evidentemente, esto sugiere una tensión que ameritaría ser explorada, a propósito del tema de Tapia como el “primer puertorriqueño.”i La cuestión de la identidad en tensión con un entorno social no es nada nuevo para los intelectuales del siglo XIX. En su largo ensayo, titulado Inventario secreto de La Habana, Abilio Estévez demuestra cómo algunos de los principales intelectuales decimonónicos de Cuba experimentaron su existencia nacional como problemática. Sobre Julián del Casal, por ejemplo, señala nítida y exquisitamente Estévez:
Habanero ejemplar, aborreció La Habana. Por lo mismo, no pudo vivir lejos de ella, y su corta vida fue un detestar el lugar en que se hallaba, y una resignada comprensión de que cualquier huida era imposible. El territorio que ansiaba, Argel, o aquel otro
“La construcción del sujeto e identidad nacional en la obra de Alejandro Tapia y Rivera.”
donde las estrellas eran flores de lis, o donde se abrían los nenúfares, oel país de la reina Pomaré, únicamente existían en su deseo. A la inhóspita realidad de la Habana, opuso una terquedad: el hechizo de su fantasía. Murió a los veintinueve años y dejó una obra imprescindible, en la que no hay un solo poema dedicado a la «patria». Basta la ausencia de La Habana y de Cuba en la poesía de Del Casal para probar lo habanero de esencia que podía ser. Este joven de traje japonés, encerrado en un humildísimo y lóbrego cuarto de la calle Ánimas, soñando con la Rue de la Vielle Lanterne o con la Rue de Hautefuille o con el lago Stanberg, salió muy poco de La Habana y construyó con los ojos cerrados un mundo literalmente fabuloso. Vivió en su propia Isla, la que describió en «versos largos y joyantes», la de su impotencia, desencanto y tristeza. Escribió sin cansancio sobre su hastío, sin pensar siquiera en alterar la inmovilidad que constituyó su personal huida. (Inventario 263)
Esta larga cita, aunque distante hasta cierto punto de Tapia, me parece hermosísima por el estilo y por las contradicciones que revela con respecto a la identidad de un escritor como Julián del Casal en su relación con el entorno social y cultural habanero del siglo XIX. Con ciertas modificaciones, sería posible asegurar que Tapia mantuvo una relación muy similar con San Juan y la sociedad colonial del momento. Como botón de muestra inicial podemos traer dos ejemplos claros de Mis Memorias (autobiografía de Tapia) y que conectan bastante bien con el sentimiento que transmite Abilio Estévez sobre del Casal: “A veces he creído que mi amor a ese pedazo de tierra tenía algo de fatídico y misterioso como el de Quasimodo a la campana grande de Notre Dame de París, cuando abrazado a ella parecían hombre y campana convertirse en una cosa misma, en un solo cuerpo con dos almas o alma con dos cuerpos” (Memorias 13).
La amalgama de una deformidad (como la de la joroba de Quasimodo) unido a una campana (que alude a un efecto convocatorio) resulta de singular interés. Quasimodo parece, en la cita de Tapia, poseer la conciencia de que lo exhibido es extraño, raro, deforme, pero en ello existe un poder de convocación de la comunidad (el tañer de la campana). Sobre ello tiene conciencia clara Tapia: “Lo que pasa entre mi tierra y yo, no es menos singular y acaso más extraño, jamás pudo versa amalgama de cosas más opuestas” (Memorias 13). Su conciencia de comunidad y conexión con un colectivo es evidente. Ambas citas arriba mencionadas esbozan una relación de tensión que Tapia, como sujeto con una identidad moderna, establece con su país. La ambivalencia y ambigüedad se convierten en el centro creador del pensamiento tapiano y de su propia modernidad.
Podría quizás argumentarse que tal ambivalencia no es nada nuevo en la cultura decimonónica, como he dicho y citado más arriba. Sin embargo, en el contexto de un país y de un procerato criollo emergente y de una sociedad que pugna por alcanzar su propia modernización y en el contexto de una sociedad incrementalmente nacional, laica y creyente en la fe del progreso y de la ciencia resulta de interés por uno imaginar que todo ello requeriría la inequívoca atención de un sujeto duro y no dividido. Pues todo lo contrario, sobre esta ambigüedad Tapia teoriza y produce su arte de mayor interés y relevancia. Interesa luego pensar cómo Tapia conecta su identidad personal y su identidad colectiva en su relación con el acontecer histórico y cultural del Puerto Rico decimonónico.
Las citas anteriores sobre Tapia y Quasimodo revelan una tensión entre él y Puerto Rico de una manera metafórica, sin embargo Tapia es muy explícito y directo en Mis
Memorias, como cuando señala que su país le atormenta y quita el sueño: “Nací todo vida y actividad; mi país es todo hielo y negligencia. Yo idolatro la luz; él parece bien hallado con sus oscuridades; yo anhelo el volar del rayo; él camina a paso de tortuga; y sin embargo no he podido vivir sin él” (Memorias 14).
Evidentemente, desde un principio entendemos una identidad subjetiva en tensión.
En cuanto al tema de la identidad, Amartya Sen, economista de Harvard y premio
Nobel de economía (1998), bengalí de nacimiento, señala que la identidad se nutre de múltiples elementos y que ésta influye indiscutiblemente sobre nuestros pensamientos y acciones.
Establece Sen que “El sentido de identidad puede ser fuente no sólo de orgullo y alegría, sino también de fuerza y confianza” (Identidad 23). Pero inmediatamente añade: “Y sin embargo, la identidad también puede matar, y matar desenfrenadamente. Un sentido de pertenencia fuerte y excluyente a un grupo puede, en muchos casos, conllevar a una percepción de distancia y de divergencia respecto a otros grupos” (Identidad 23). En primer lugar, Sen reconoce la importancia cultural, social y política (y hasta cierto punto inevitable) de la identidad. Todos tenemos, por la naturaleza social humana, comunidades con las cuales de alguna manera nos identificamos. Sin embargo, como producto de las experiencias vividas en India, África, y más recientemente en los Balcanes, el mundo árabe y los EEUU, Sen se preocupa por el surgimiento de identidades duras y fundamentalistas. Sen llama a esto identidades reductivas y singularistas en donde uno de los múltiples elementos que conforman la identidad de un individuo es exaltado o exacerbado con un fin determinado, usualmente político y beligerante.
Aunque la visión que tiene Sen sobre la identidad responde mayormente a los acontecimientos del siglo XX, me parece que su teorización tiene pertinencia para otros momentos en la historia intelectual. Por ejemplo, me parece adecuada su explicación de que una persona posee múltiples identidades, que puede seleccionar conscientemente entre cantidad de posibilidades identitarias, pero que por determinadas razones les otorga una cierta jerarquía a su rango de elementos que le identifican. Por lo tanto, personas de distintas clases, etnias, países, y géneros se entrecruzan en más de una manera en cuanto a su identidad y su existencia como ser humano. Nuevamente, para Sen la idea del razonamiento y de la elección es fundamental. Para dar un ejemplo concreto, Sen está en desacuerdo con la descripción del mundo árabe basada exclusivamente en torno a su religión islámica. Para él, esta es una reducción atroz e inflamatoria al establecer que en el mundo árabe lo que domina en la identidad de las personas es el Islam, cuando en realidad el mundo islámico tiene multiplicidad y flexibilidad de
interpretaciones de la sharía (leyes religiosas y de prácticas sociales). Es un hecho que muchos sectores en el complejo mundo islámico reaccionaron con horror ante la brutalidad del 9/11. Para Sen, la singularidad identitaria implica que una persona no podría participar de múltiples identidades, sino de una que es designada como singularmente importante. Esto implica una visión disgregadora de la humanidad, de acuerdo a Sen.
El concepto de identidad que manejo en este ensayo es para mí, y propongo que para Tapia también, múltiple, maleable, abierto, infinitamente reconfigurable, lleno de incertidumbres, posibilidades y sobre todo de contradicciones y de espacios profundamente oscuros. Del lugar invisible y misterioso de la identidad ya se encargarían Shakespearre, Freud, Lacan, Julia Kristeva, quienes claramente establecen la misma como un lugar resbaladizo, en construcción perpetua, en conflicto continuo, unas veces compartimentalizada de manera más omenos armónica, pero otras veces no. Manejo un concepto de identidad que se resumiría en la frase kristeviana de “extraños para con nosotros mismos.”ii Tapia, en gran medida parece sugerir una concepción muy similar sobre dicho asunto. De ahí la magnífica creación de Tapia, Póstumo, el transmigrado y Póstumo, el envirginiado, ambas basadas en un personaje central que una es vez hombre, otra vez encarna en el cuerpo de su enemigo, y otra vez en el de una mujer, y en todo momento consciente de la multiplicidad de sus identidades. De hecho, todos los personajes presentados en la novela exhiben una identidad compleja y múltiple, que si bien es cierto genera cierta confusión en la vida diaria, por otro ofrece una iluminación impresionante sobre los espacios de operaciones sociales. Luego, deseo mirar a Tapia y su creación dentro de las posibilidades que le ofrece la conciencia que él desarrolla sobre la multiplicidad de posibilidades identitarias. Por supuesto, esto lo hago con la salvedad de que no es posible establecer una ecuación directa y cierta entre autor y texto producido. Sin embargo, uno sí puede argumentar que en una producción artística dada existe la presencia de un sujeto creador, de un hablante artístico que expone al lector a las múltiples posibilidades de su identidad. Habiendo dicho esto sería necesario explorar un poco algunos aspectos de dicho
sujeto creador/Tapia. Igualmente es necesario hacer la salvedad de que no es posible o deseable agotar en un ensayo de esta naturaleza todos los elementos que configuran a un sujeto. Con esta idea en mente, este ensayo se enfoca en varios elementos relacionado con la identidad de un sujeto moderno, el sujeto en su entorno colonial y la concepción comunitaria que pueda exhibir.
Luego comencemos con la identidad o subjetividad moderna de Tapia. En uno de sus cuentos más divertidos, “El loco de Sanjuanópolis,” el personaje principal se encuentra profundamente preocupado por la higiene de su ciudad que “creció como era natural el vecindario; pero no la ciudad convirtiéndose las casas en colmenas con gran número de zánganos, por cierto. Huyeron los corrales y al arbolado que les daba oxígeno, sombra y fresco, y por consiguiente, salud al vecindario; con aumento prolífico de sabandijas, insectos y lo que es más deplorable, de los zánganos referidos” (“El loco” 241). Es tanta la obsesión del personaje que éste enloquece por su monomanía de exigir “agua y ensanche” para la ciudad de San Juan. Aún estando en el manicomio y a punto de morir, con la voz enronquecida de tanto gritar su consigna, se le escucha pedir la expansión de la ciudad (la apertura de las murallas) para permitir un desarrollo urbano planificado, evitar el hacinamiento y la aglomeración excesiva. Igualmente se le escucha clamar por la canalización de las aguas para la ciudad por cuestión de higiene colectiva.
Dr. Ángel A. Rivera
súbditos viven en total atraso. En el cuento, el progreso está identificado con una fruta (una manzana) que es llevada hasta donde el mismísimo Mahoma: “Reflexiona que esa fruta puede salvar a tu grey de la extinción que la amenaza. He recorrido otros pueblos, los más grandes y prósperos de la Tierra, a medida que el nuestro se hunde en el marasmo, y he comprendido que el secreto de su mayor o menor grandeza está en la mayor o menor provisión, que para su alimento, hacen de esa deliciosa fruta” (“El hambre” 121).iii
Evidentemente, el moro renegado, aboga frente a Mahoma para que ordene a su pueblo participar de las nuevas ondas del progreso y de la ciencia (asociadas en este caso con Europa). En éste, el ansia de progreso es igualmente una obsesión: “Ordénale su cultivo, oh! Profeta. El niño suele rechazar al principio el seno materno que debe darle vida; pero una vez gustado el sabroso alimento que aquel encierra, no quiere quitárselo de los labios” (“El hambre” 121).
En otro de sus cuentos, titulado “Hambre de progreso” nos encontramos con un personaje musulmán que se queja frente a Alá de que sus
Estos dos cuentos nos revelan de plano los intereses modernizantes de Tapia y Rivera. Entiendo la modernidad como la experiencia histórica que sufrió el mundo a partir de los grandes cambios capitalistas estimulados por la revolución industrial durante el siglo XIX. Por lo tanto, modernización es el proceso socioeconómico de aceleradas transformaciones relacionadas con el mercado mundial y el surgimiento de las instituciones necesarias que facilitarían nuevos modelos de intercambio de capital y que implicaban urbanización rápida, reestructuración del espacio urbano, inmigración y emigración extendida, proliferación de nuevas técnicas de
transportación, surgimiento de la nación estado, del nacionalismo, del colonialismo, el surgimiento de instituciones estables, la explosión de formas de comunicación de masas, la expansión de espacios de circulación heterosocial, la aparición de nuevas formas de contabilidad y vigilancia, la declinación de la familia extendida, etc. (Ben Singer 21). Para George Simmel, filósofo alemán del siglo XIX, la modernidad, además de todas las transformaciones materiales esbozadas arriba, implicó la transformación del sujeto, del individuo y de su identidad. En su ensayo titulado “La metrópolis y la vida mental” anota que estos cambios materiales transformaron los fundamentos fisiológicos y sicológicos de la experiencia de la modernidad. En otras palabras, vivir los cambios de la modernidad en la vida urbana requería de un nuevo sujeto, un nuevo individuo capaz de asumir nuevas identidades para operar eficientemente en un nuevo ambiente.iv
Anthony Cascardi, en The Subject of Modernity, entiende que el sujeto moderno existe en un punto de intersección entre diversas esferas odiscursos culturales. Estos discursos, o formas de hablar sobre el mundo, se encuentran en pugna por una posición de hegemonía y, por lo tanto, muchas veces en contradicción. El sujeto, se encuentra luego en un campo de discursos conflictivos. Por lo tanto, el sujeto moderno habita en una coyuntura, entre el deseo del orden y la necesidad de libertad. Precisamente, sobre la experiencia de nuevas identidades y subjetividades Marshall Berman, en su ya famoso libro Todo lo que es sólido se desvanece en el aire, dice:
Ser modernos es vivir una vida de paradojas y contradicciones. Es estar dominados por las inmensas organizaciones burocráticas que tienen el poder de controlar, y a menudo de destruir las comunidades, los valores, las vidas, y sin embargo, no vacilar en nuestra determinación de enfrentarnos a tales fuerzas, de luchar para cambiar su mundo y hacerlo nuestro. Es ser, a la vez, revolucionario y conservador: vitales antes las nuevas posibilidades de experiencia y aventura, atemorizados antes las
profundidades nihilistas a que conducen tantas aventuras modernas, ansiosos por crear y asirnos a algo real aun cuando todo se desvanezca. (Todo lo que es sólido xi)
La identidad literaria de Tapia y Rivera en gran medida corresponde con las grandes transformaciones y contradicciones del siglo XIX descritas arriba, en particular agudizadas debido al atraso general del país, la esclavitud y el sistema colonial. Por un lado, Tapia se queja de los murallones que acordonan la ciudad e impiden su crecimiento y desarrollo, clama por mejores caminos, más escuelas y mejor iluminado. Por otro, se queja amargamente de la falta de periódicos y el vacío de posibilidades culturales y educativas y cómo esto afecta el desarrollo de tantos: “¡Cuántos que habiendo nacido para ser útiles, se han convertido en desdichas ignoradas o en entidades nocivas a la sociedad que los dejó sin cultura!” (Memorias 22). La tensión con el país y su situación es expresada al máximo cuando habla del episodio de Jacinto Salas y Quiroga, desterrado y castigado por la corona española por sus ideas liberales: “El Salas Quiroga al que me he referido, escribió un opúsculo que no he podido haber y que se titulaba ‘Un entreacto en mi vida en Puerto Rico.’ Recuerdo sólo una síntesis de él que he oído mencionar a mis amigos de más edad, la cual resumía con estas palabras, todo el pensamiento de aquel ilustrado pensador: «Puerto Rico es el cadáver de una sociedad que no ha nacido.» Esto se escribía respecto de 1839 y aun podría hoy ser verdad en mayor o menor parte” (Memorias 25).
8 Una y otra vez Tapia exhibe, como en los dos cuentos citados arriba, su anhelo y deseo de transformación y progreso, temas típicamente modernos. Tapia explica la razón de ello en Mis memorias: […] “en mi corazón ardía el amor de la patria, de la gloria, del progreso y de otros grandes ideales” (60). De la misma manera, o como contrapartida, en Mis memorias se esboza un esfuerzo por establecer una serie de modelos que pueden ser asumidos como posibilidades de subjetividades e identidades para contrarrestar las limitaciones del coloniaje y de la esclavitud, e inclusive de la modernidad misma. Por ejemplo, asume como modelo al Intendente Alonso
Ramírez: “Esta Isla debe una estatua a tan gran bienhechor, por gratitud y como noble ejemplo; puesto que según la expresión del excelente patricio, don Nicolás Aguayo, de digna recordación, Ramírez nos encontró vistiendo coleta y nos dejó vistiendo de seda” (63). Los cambios a los que refiere la cita se relacionan con las mejoras materiales y culturales para la ciudad de San Juan.
Pero como he señalado, este deseo de progreso se encuentra profundamente contrastado por las leyes de exclusión a la que había sido sometida la Isla de Puerto Rico tanto bajo mandato de los conservadores como de los liberales españoles. Fundamentalmente, Tapia criticó la posición de los liberales españoles que por abandono y exclusión empujaban a la isla hacia los poderes absolutos y las facultades omnímodas de los gobernadores ultramarinos (usualmente nombrados desde las filas militares), e igualmente condenó el despojo de representación de las cortes constitucionales: “Cosa singular, los liberales progresistas fueron los primeros separatistas, sin saberlo; pues quedaron estas dos Antillas separadas de hecho de la política y vida de la nación, lo que era excluirlas políticamente de todo interés nacional” (Memorias 122). Además, Tapia critica severamente el funesto sistema esclavista, por ser igualmente una extensión de las leyes de exclusión oexcepción.
En este punto hay que señalar que una de las características de toda identidad moderna es la capacidad de la crítica. Octavio Paz señalaba que “La modernidad comienza como una crítica de la religión, la filosofía, la moral, el derecho, la historia, la economía y la política. La crítica es su rasgo distintivo, su señal de nacimiento. Todo lo que ha sido la Edad Moderna ha sido obra de la crítica, entendida como un método de investigación, creación y acción” (Los hijos del limo 32). Luego, la identidad literaria de Tapia revela una conciencia clara y crítica del mundo que le rodea y las tensiones entre un deseo de mayores libertades y progreso y el mundo que lo impide en su organización política y burocrática. Tapia poseía la conciencia de un presente terrible y de un futuro incierto, pero igualmente se amparaba en un optimismo de la voluntad y una capacidad crítica que le hizo ser visto como “corifeo peligroso y perjudicial” (Memorias 159), lo que le llevo a ser desterrado luego de un duelo
con un capitán de artillería porque Tapia no le concede el paso por habérselo pedido de mala manera.v
Dentro de los diferentes elementos que entran a configurar la identidad tapiana se encuentra un deseo de formación comunitaria que toma varios modelos personales como punto de arranque, así como modelos políticos liberales: el maestro Rafael Cordero, su maestra Juana, los hermanos Acosta, Ramón Power y Giralt, José Campeche, y el ya mencionado Intendente Alonso Ramírez. Estos los contrapone al incompetente gobierno español y a sus facultades omnímodas. La conciencia comunitaria igualmente se hace evidente en los cuentos arriba mencionados en donde los personajes arriesgan su bienestar personal por el de la comunidad. En su “Hambre de progreso,” recordaremos, representada en la manzana, el personaje central Nadel Amud va a visitar a Mahoma. De éste recibe una buena acogida y respaldo frente a su propuesta de modernización, pero su empresa tiene un precio terrible:
La tradición cuenta que la comenzó, que algunos le creyeron al ver su fulgor celeste; que la multitud le siguió sin fé y por moda; que unos y otros comenzaron á comer de la fruta y les pareció mejor que antes, por ser de precepto divino del Profeta; pero que como la mezclaban con los rudos alimentos que tenían de costumbre, hubo de producir á la mayor parte indigestiones parecidas al cólera, de lo cual murieron á millares; que entonces dudaron y murmuraron, apostrofando de falso Enviado á Nadel Amud; y acusándole de envenenador le apedrearon” […] Nadel murió con más dolor de desengaño que de las heridas! ¡Pobre visionario! (122 3)
Igualmente, en “El loco de San Juanópolis,” la pasión por el progreso lleva al personaje a morir enmanicomiado, como habíamos visto. Nuevamente, el bienestar personal queda supeditado al bien del colectivo.
A pesar de las críticas generales que hace Tapia a la sociedad del momento, curiosamente, Tapia rara vez menciona directamente a Puerto Rico en sus textos de ficción, aunque la conexión es evidente en más de una ocasión (Como el de Sanjuanópolis). Es en Mis memorias en donde hace críticas de una manera directa y abierta a la sociedad colonial del momento y a sus compatriotas: “Mis compatriotas están enfermos. La inercia moral, el egoísmo se los comen” (Memorias 105). Por supuesto, Tapia tenía conciencia de que Mis memorias estaba destinada a publicación hacia el final de su vida o luego de su muerte, en un momento donde las leyes omnímodas habían sido abolidas y en donde Puerto Rico se acercaba a la obtención de una autonomía política de España. Esto nos lleva a explorar uno de los aspectos más interesantes de la identidad de Tapia como puertorriqueño del siglo XIX. Pensando como Amartya Sen, citado al principio de este ensayo, en el Puerto Rico del siglo XIX habría múltiples posibilidades para elegir en cuanto a la construcción de una identidad puertorriqueña. Tapia, como en el personaje de Póstumo, quien pasa por múltiples avatares, incorpora múltiples posibilidades identitarias, en más de un momento en franca contraposición y antagonismo.
El antagonismo y la ambigüedad en los personajes de Tapia se encuentran acoplados a una clara conciencia de la movilidad que asume Póstumo entre sus diferentes avatares. En su búsqueda de reencarnación, en la primera parte de la novela y cuando desea saltarse el turno de las reencarnaciones y violar el orden celestial, su ángel custodio (conservador y observador de las leyes celestiales) le recomienda todo lo contrario, que debe beber de las aguas del Leteo (olvido) para evitar confusiones y malestares sociales con respecto a la confusión de las identidades.
Póstumo insiste en que de esa experiencia, caótica, puede derivar profundas ventajas, como la acumulación de conocimiento que le servirá para la transformación de la sociedad: “¡Qué confusión! Supone toda esa reunión de caracteres en una sola persona, con su mezcla de recuerdos correspondientes. Pero todo eso replicó Póstumo , le crearía una múltiple aptitud muy ventajosa para todas las fases de la existencia” (Póstumo 614). Para el personaje de Póstumo, el antagonismo y su crítica están conectados con la conciencia de las ventajas ganadas de la
acumulación de experiencias/conocimiento: “Y aquí enseñó Póstumo la punta de sus orejas de visionario. La muerte no le había sanado de sus sueños de mejoramiento y perfectibilidad humana: su locura parecía incurable” (Póstumo 623).
Esta clara conciencia y deseo de encarnar en múltiples cuerpos revela lo que Amartya Sen considera como una elección entre las múltiples posibilidades de la identidad. De acuerdo a él, es posible elegir dentro de un amplio registro de posibilidades identitarias, aunque uno puede muy bien otorgarle una jerarquía a los diversos componentes de la identidad. Nótese la organización piramidal que reproduce: “He creído siempre que el verdadero límite del amor a sí mismo, a la familia, a la patria, y aun a la humanidad, es la verdad y la justicia.” (Memorias 74). Sin embargo, justo antes había dicho que todo ello lleva a una posición última: el cosmopolitismo. El amor que siente Tapia por lo local lo lleva a aclarar: “Semejante afecto no me ha impedido llamarme cosmopolita, en el sentido humanitario; siendo para mí antes que todo, el género humano” (Memorias 74). Queda claro que Tapia va de lo personal a lo colectivo y de ahí a lo nacional. En otro lugar he discutido ya las formas específicas que Tapia logra esto en cuanto estrategia retórica en Mis memorias vi En numerosas ocasiones Tapia se identifica preferentemente como puertorriqueño, con amplias conexiones y amor por la tierra y la sociedad que le vio nacer. Aunque como sabemos, al mismo tiempo su amor produce una crítica feroz y despiadada con respecto al Puerto Rico decimonónico y la sociedad española del momento: “La suerte, mi organización y mis afectos me llevaron a querer mucho, intensamente, el bien de este puñado de tierra, que también es el mundo, puesto que en la parte debe encontrarse la naturaleza y el alma e todo. Consagréme a limitar mi gloria y ser algo y servir de algo para mi país” (Memorias 76). Observemos que Tapia no pierde oportunidad para establecer su deseo de internacionalizar tanto su situación personal como la de Puerto Rico. Esta interesante organización de identidades, y evidentemente de su puertorriqueñidad, queda claramente establecida en la siguiente cita:
El amor al terruño, que será una simpleza para ciertos hombres, prueba, en mi concepto, una organización afectuosa. Y en verdad, que debo decirlo en mi abono, mi amor al terruño natal no me ha llevado nunca a querer su bien con mengua del ajeno país; y si amo su progreso y su ilustración, he huido siempre de adularle en sus vicios, en sus faltas o defectos, en una palabra: el mofongo me ha gustado en la mesa alguna vez; pero ni he sido mofonguero a toda costa, ni he dejado de reconocer lo bueno de todas partes, queriéndolo para mi país. (Memorias 74)vii
Esta última salvedad me parece de mucho interés por su cosmopolitismo e internacionalización personal y colectiva. Claro, bien podría señalarse que Tapia fue reformista en cuanto a sus posiciones políticas con respecto a España. A pesar de ello, es necesario también decir que Tapia fue profundamente revolucionario en cuanto a su clara e infatigable defensa de los derechos femeninos y de los afrocaribeños.viii Esta posición crítica alude también al proceso de elección de identidades que asume Tapia y que lo coloca en una posición contestataria y de reto al sistema colonial: “Aunque a decir verdad, creo que en todas partes estaba yo llamado por mi organización a ponerme de parte de los que sufren y a interesarme por el progreso y la justicia, que siempre he amado como verdaderos y únicos ideales de la humanidad. Siempre en todas partes habría vivido en Leprópolisix, para cuya región o ciudad nací, como nada afecto a Satán” (Memorias 90). La elección mental, comunitaria y política que asume Tapia en esta cita revela una de sus múltiples vueltas de rosca en su compleja organización identitaria y comunitaria.
Como había señalado anteriormente, Tapia critica duramente al gobierno conservador y liberal y español por sus leyes de exclusión social y política. Al tema de la esclavitud y su posición abolicionista y de derechos humanos dedica Tapia varias páginas: “Sabida es la letal influencia que ejerce aquella funesta institución en donde quiera que existe” (Memorias 94) y luego dice “La esclavitud envilece el trabajo y las artes” (Memorias 94). Sobre la posición de Tapia en
cuanto a incluir a las mujeres en el desarrollo nacional solamente hay que ver Póstumo, el envirginiado y su famoso ensayo publicado en la revista La Azucena “El aprecio a la mujer es barómetro de civilización.” Tapia poseía un interés y deseo de incorporar múltiples voces en el desarrollo nacional que incluía a la mujer y a los afrocaribeños. Tapia evidencia una clara conciencia de su habilidad de convocación comunitaria: “Pero fuesen cualesquiera mis defectos, lo cierto es que (sin merecerlo) séase debido a mi genio vivo y a la natural sinceridad de mi carácter, gozaba con no comunes excepciones las simpatías de grandes y chicos, de los de acá y allá, de los blancos y los negros” (Memorias 160).
Ahora bien, el tema de lo nacional y el de la identificación de Tapia con Puerto Rico es complejo, especialmente cuando atendemos la siguiente cita: “La generalidad de este país era, como hoy, española de sentimientos e indiferente entonces en su mayor parte, a todo cuanto fuese movimiento político; acostumbrado al país a tomar lo que daban y virgen en esta materia de iniciativa revolucionaria. Solo en los espíritus más ilustrados, pues la masa no lo era ni con mucho, podía haber aspiraciones políticas y estas no podían ser otras que liberales con España” (Memorias 92). Antes, en Mis memorias, había criticado con cierta dureza a Ramón E. Betances y a Segundo Ruiz Belvisx a quienes llama “desesperados” por el Grito de Lares.xi Sin embargo, es necesario aclarar que existía entre ellos mucha simpatía, como se transparenta en su memoria. Antes de los comentarios sobre Betances y Ruiz Belvis, Tapia había dejado muy explícita su posición política: “El Reformismo fue providencial para Puerto Rico” (Memorias 103). La inclinación política de Tapia se encontraba en la adquisición de los derechos iguales dentro de lo nacional español: “Con efecto, la mala política, hija de las preocupaciones y deplorables malos tiempos, tenían que mejorar con la ilustración mayor de cada día. Esto hizo ver a los descontentos que si bien con lentitud, toda regeneración y progreso eran posibles bajo la bandera de la patria española. Más aún, que eran inevitables aquellos progresos para este país tarde o temprano, y que lo lógico, cuerdo y natural, era ser lo que habíamos nacido, españoles” (Memorias 104).
Curiosamente, a pesar de la aparente severidad crítica en la identidad tapiana en general, existe en Tapia un sentido del humor particular y que es exhibido aún en los momentos de mayor dureza colonial, como cuando se refiere a la situación general de Puerto Rico. Sin embargo, el humor de Tapia no se encuentra totalmente distante de sus detracciones. Pensemos por ejemplo en “Don Ansino” y en “El loco de Sanjuanópolis,” y por supuesto en una novela única (en el contexto latinoamericano) como Póstumo. El tema del humor en Tapia resulta de pertinencia para este tema de la identidad y no sólo como una opción ligera o liviana en cuanto a la forma de ver el mundo. Como sabemos, en Póstumo, el cuerpo es presentado en sus excesos, procesos e incompleto. Su cuerpo es un continuo devenir, nunca es estable. Como muestra del humor y su función tomemos como ejemplo su huída del cementerio cuando ha muerto por primera vez.xii Habiéndose escapado del cementerio se encuentra en Madrid en medio del carnaval, pero como es cadáver, se pudre y va despidiendo olores a descomposición a través de sus orificios. Como botón de muestra veamos la siguiente situación cuando para despistar a la multitud, que comienza a sospechar, y a los policías celestiales saca a una mujer a bailar:
En esto la matrona gritó ¡Ay, que me muero de frío, suélteme usted, suélteme usted! ¡Qué olor a muerto embalsamado con aguardiente! Suélteme usted, porque siento que mi cabeza se desvanece… Ese tufo a muerto embalsamado que usted despide y ese frío con que me está usted helando… ¡Ay! gritó de nuevo al sentir que resbalaba por su cuello una cosa fría: tomóla, y examinándola, la arrojó al suelo con tal expresión de horror, que erizaba los cabellos de los circunstantes. (Póstumo 599)
El cuerpo de Póstumo, y sus identidades en consecuencia, es sometido a la desautorización, a la degradación del ego por medio de la risa, la desnudez y la putrefacción. Sin embargo, a Póstumo esto no le importa tanto, él es al fin y al cabo un espíritu subversivo a quien no le agrada el orden de las cosas. Su cuerpo, en gran medida,
representa la burocracia y las instituciones anquilosadas de España.xiii
Sabemos que en sus avatares, Póstumo anda buscando nuevas alianzas y de ahí su entrar y salir de diferentes cuerpos. Claro que esta entrada y salida no siempre es feliz aunque sí cómica en más de una ocasión. Como cuando se encuentra por primera vez, en su segunda reencarnación con el cuerpo de la hermosa Virginia.xiv El ángel custodio se pone histérico ante la nueva transgresión de Póstumo al colarse en el cuerpo de ella estando viva, saltándose así todas las reglas en el orden celestial. La ve caminando por la calle, y en un momento en que ella abre la boca se le cuela por la boca y ella cae en un trance violento. La escena resulta terriblemente cómica: “Lo cierto es que los médicos no sabían a qué atenerse, puesto que a la tos siguió un ruido de tripas algo así prosaico en el cuerpo de una bella, efecto sin duda por simpatía de la agitación que debió producir en el epigastro y estómago la entrada del turbulento espíritu asaltante. Sinapsimos volante dijo uno” (Póstumo 750). En este punto Tapia se vuelve más transgresivo, como cuando una vez despierta plenamente consciente del cuerpo de Virginia y no sólo expone eróticamente a la mirada propia sino a la de lector/a también: “Luego que Póstumo se quedó solo en su alcoba con su nuevo cuerpo, contemplólo a su sabor y vio que era cabal, hermoso y digno de ser amado. No sabemos si lo examinó con ojos de hombre, pues tal debía su alma tener resabios. Sólo así se explica que cayese en el desvanecimiento de Narciso, enamorándose de lo que allí en adelante había de constituir su persona” (Póstumo 759).
Siguiendo con las prácticas del humor, Tapia ahora asume una postura algo sexualmente arriesgada. Virginia se hace de una amiga nueva, Matilde, pero esta amistad va a tener visos de sado masoquismo lesbianismo. Un sacerdote, por una confesión de Virgnia, se da cuenta de una relación prohibida y le aconseja a Póstumo envirginiado cortar con tal relación demónica. Como buen católico, el sacerdote le ordena guardar penitencia y que consiste en flagelaciones en solitario: “Según él, todos aquellos cambios de cuerpo eran obra de Satanás para perdición de las almas. Declaró lo que lo que su amiga sentía dentro de sí era el mismo diablo que le hacía imaginar semejantes suposiciones y locuras. En una palabra: que tal
señora era una endemoniada de quien debía huir, y evitar el trato, previniéndose contra la tentación, con la penitencia, la oración, y ayuno y los silicios” (Póstumo 789). Habría que preguntarse qué es lo que confiesa Virginia. Sin embargo, la identidad traviesa y transgresora de Póstumo vuelve a imponerse y busca una solución para no separarse de su amiga: “Cariacontecida quedóse la postúmica Virginia cuando Matilde vino a despedirse y a manifestarle lo que el Padre Benito le había dicho; pero prometióle no separarse de su amistad y trato, si se avenía a emplear con ella algunas entrevistas para flagelarse mutuamente” (Póstumo 791). Del furor de los golpes se genera una erótica y alianza entre ellas dos, obviando los consejos del sacerdote: “Matilde pegaba con el furor de quien tiene fe en un buen remedio o un castigo merecido. Póstumo no se quedaba atrás por aquello de la buena correspondencia y de que quien bien te quiere te hará llorar (Póstumo 792). En este punto coincido con Antonio Benítez Rojo, para quien la novela es el resultado de una “profunda y dolorosa crisis de valores” (“Prólogo” 21). El humor lleva la novela a una crítica mordaz de las instituciones del momento y que Tapia asocia con el cuerpo.
En lo personal, siempre me ha resultado interesante la posición política reformista de Tapia al ser puesta en contraste con sus políticas de expansión de los círculos sociales del poder, con sus posiciones en cuanto a las prácticas de género y raza, con sus teorías de la sexualidad, con su deseo de inclusión eliminación de políticas de exclusión, con sus severas críticas al gobierno despótico español y con sus críticas a los liberales españoles. Al pensar a Tapia desde hoy, podríamos decir que el pensamiento tapiano y sus prácticas identitarias ilustra, en gran medida, las complejidades de la política y de los problemas de la identidad de Puerto Rico desde comienzos de la formación del patriciado y de la clase criolla puertorriqueña. Tapia, aunque reformista, tuvo siempre como prioridad el ideal de progreso y desarrollo comunitario y el deseo de una adquisición democrática del poder que permita, como en Póstumo, la asimilación e incorporación de las múltiples voces de la experiencia humana. Si hay violación de la ley en Tapia (representada en el orden celestial y burocrático) es como resultado del deseo de bienestar comunitario. Es curioso que Tapia, sin ser nacionalista, se preocupó sinceramente por el bienestar de Puerto
Rico y lo que llamaba sus compatriotas. ¿Será esto una contradicción en Tapia? ¿O quizás un posible reconocimiento público de las múltiples posibilidades que nos ofrece la modernidad en cuanto a la elección de identidades? Lo que sí podemos decir con cierta seguridad es que de estas ambivalencias y multiplicidades Tapia genera un hermoso proyecto estético.
Y ya para terminar deseo volver a Amartya Sen, quien experimentó de niño las violentas turbas de los años 40 que dividieron a India para siempre. Estando en su patio un vecino llega medio muerto a sus pies huyendo de las agresivas turbas hindús. Sen aterrorizado por la capacidad de la violencia humana, centrada en el deseo de erradicar la diferencia y la multiplicidad identitaria, ve agonizar a este vecino por el simple hecho de ser musulmán en conflicto con sus compatriotas hindús. Amartya Sen concluye la historia con un pensamiento que pienso haría eco de las prácticas identitarias de Tapia: “Pero imagino otro universo, a nuestro alcance, en el que él y yo podamos afirmar juntos nuestras muchas identidades en común (incluso mientras los singularistas belicosos gritan en la puerta). Debemos asegurarnos, por sobre todo, de que nuestra mente no está dividida en dos por el horizonte.” (Identidad 245).
Notas
i Este ensayo es parte de la conferencia inaugural para el “II Congreso Tapiano,” el sábado 4 de abril de 2009, en el Ateneo Puertorriqueño. En este congreso, el Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua ofreció un homenaje a su padre (del primer biógrafo de Tapia) titulado “Homenaje a Miguel García Díaz, primer exégeta del primer puertorriqueño (Alejandro Tapia y Rivera).
ii Esta noción de extrañeza responde a las ideas que maneja y explone Julia Kristeva en su libro Strangers to Ourselves
iii
Tapia no oculta su preferencia por una noción de progreso proveniente del desarrollo capitalista relacionado con Europa.
iv Marshall Berman, en Todo lo que es sólido se desvanece en el aire, comenta sobre nuevas formas de comportamiento humano en el contexto de las transformaciones sociales. Específicamente habla del flanneur y de cómo éste exhibe comportamientos novedosos alrededor de las vitrinas y de los bulevares recién creados para facilitar la movilidad y transportación urbana. Mirar y ser observado, cruzar la calle, fueron actividades novedosas que los ciudadanos necesitaron aprender. Igualmente, comenta sobre la aparición del tranvía y la necesidad de aprender a cómo
moverse, cruzar la calle, alrededor de ese nuevo medio de transportación.
v El expediente criminal de Tapia puede ser leído actualmente en la Base de Datos del Archivo Histórico Nacional Español http://www.mcu.es/archivos/MC/AHN/BBDD.html (2009).
vi Véase mi artículo “Siglo XIX, Alejandro Tapia y Rivera y ‘Mis Memorias’: Tecnologías del martirio y de la con/figuración del yo.” Revista de Estudios Hispánicos Universidad de Puerto Rico) 23 (1996) 275 294.
vii Las letras en itálica son del propio Tapia.
viii Sobre este punto recordemos su obra dramática “La cuarterona.”
ix Esta es una alusión a su largo poema titulado “La Sataniada.”
x Líderes independentistas y revolucionarios del siglo XIX puertorriqueño.
xi El Grito de Lares, conocido también como revuelta o levantamiento, fue un levantamiento separatista en contra del gobierno español en el 23 de septiembre de 1868 y comparable al Grito de Yara en Cuba y al de Dolores en México.
xii En la novela, Póstumo, el transmigrado (1872), el personaje se niega a ir al cielo y cumplir con el orden celestial y con el turno burocrático de las reencarnaciones.
xiii Véase Rivera, Ángel. Eugenio María de Hostos y Alejandro Tapia y Rivera: Avatares de una modernidad caribeña. New York: Peter Lang, 2001.
xiv Este evento refiere a Póstumo, el envirginiado (1882)
Bibliografía
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EL II CONGRESO TAPIANO Rinde HOMENAJE
A DON MANUEL GARCÍA DÍAZ
primer exégeta de la obra de Don Alejandro Tapia y Rivera.
presentación de Roberto Ramos-Perea del INSTITUTO ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
En el espacio de continuo Homenaje con que el Ateneo
Puertorriqueño se ha comprometido para con la figura de Alejandro Tapia y Rivera, era mandatorio el público y sentido reconocimiento a la persona que nos entregó a Tapia a nuestro siglo.
Esa persona es el Dr. Manuel García Díaz, catedrático de la Universidad de Puerto Rico, ya fallecido.
Sin embargo, tras de sí, no sólo deja una estela de invaluables méritos con su trabajo académico, sino que deja un libro que es para nosotros los tapianos, sostén del conocimiento que hoy podemos celebrar sobre Tapia.
Su libro, Alejandro Tapia y Rivera: vida y obra, escrito en 1933 como requisito de su Tesis de Maestría, es la obligada lectura de quienes comiencen a asociar autor con Patria, y autor con Identidad.
Fue en una de muchas conversaciones generosas con su hijo, mi entrañable amigo el Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua, cuando me regaló una frase de su padre que confieso, sacudió mi espíritu de orgullo: “Tapia es el primer puertorriqueño”.
El primer puertorriqueño... dile mil vueltas a la frase en mi cabeza.... ¿cómo y de qué santas maneras, Alejandro Tapia y Rivera podía coronarse con semejante grandilocuente apelativo?
¿Qué diría yo, cuando me preguntaran por qué repito esa frase con tanta vehemencia? ¿Primero por qué? Imposible justificar el aserto cronológicamente. Imposible además poder explicar que ser primero en algo, no es necesariamente ser ese algo. Tenía que reflexionar con desapasionamiento, la orgullosa frase y encontrar, en la medida de lo posible, el mismo sentido que Manuel García Díaz encontró al decírsela a su hijo.
Para ello, repasar TODA la obra de Tapia y Rivera habría de ser requisito principal. Las razones saltaron rápido a mi vista. Desde el lejano siglo XIX, Tapia estaba enseñándonos a pensar qué era eso de ser puertorriqueño. Nadie lo había hecho antes. En esa reflexión de saber quién se es y por qué se es, Tapia descubre uno de los procesos más trascendentales del ser: la duda.
Cuando en Mis memorias , de manera insistente y contínua, se cuestiona la pobreza de su medio, el
paupérrimo estado social del país, la tragedia de la Isla pequeña vis a vis, su confeso deseo de gloria, su voraz necesidad de cultura, su pasión por lo que valía y vale del romanticismo, no sólo literario sino filosófico, las dudas de Tapia, los cuestionamientos de Tapia nos ofrecen una prístina certeza: su voz era la voz de un puertorriqueño. No de un español, o de un colonizado, o de un “insiliado” como diría Jaime Carrero.
Era la voz del ser puertorriqueño porque como muy bien grita Tapia: “todo en esta tierra me habla al corazón”. La aceptación de males imposibles, la crítica feroz al inamovible estado de las cosas, era la primera condición de quien deseara hacer una revolución. Y esa revolución se dió, luego de una estrepitosa afirmación nacida del dolor y la angustia de la duda. ¿Cómo ser puertorriqueño aquí, en este país alejado del mundo, en este peñón estéril en medio del caribe, en este mundo donde manda el capricho de un tirano, en este país donde es hasta difícil amar? ....la revolución era inevitable. Y esa revolución se da en la violenta apropiación del lugar que nos tocó en el Mundo.
“La aristocracia de la inteligencia” le llamó Tapia a ese poder de la cultura y la civilización de transformar corazones a través del maravilloso proceso de la afirmación de la identidad.
Manuel García Díaz había descubierto este proceso del pensar en sus estudios furiosos de la obra Tapiana. Lo había visto con tal claridad, que su resumen, síntesis clarísima de inmensas reflexiones, lo llevó a acuñar esa frase tan gloriosa para nosotros: Tapia es, sin duda, el primer puertorriqueño.
No hay más fuerza de afirmación que la duda. Así de paradójico como pueda parecer, la reflexión sobre la identidad y la puertorriqueñidad será constante en la obra tapiana y García Díaz lo desentrañó en esta, su enjundiosa biografía de nuestro patricio.
García Díaz tuvo el privilegio de acceder a fuentes documentales primarias, a la voz del hijo de Tapia, Alejandro Tapia y Díaz; gozó de tiempo de reflexión sobre estos asuntos.... hoy, que en lo personal encaro el reto de ampliar el trabajo de García Díaz con una nueva biografía de Tapia, no me queda más que postrarme en humildad ante este trabajo de Don Manuel.
Y así, muchos tapianos ardorosos honran esta primera biografía, esta primera exégesis, como la punta de lanza de una tarea que no termina con uno o dos congresos o con uno o dos festivales de sus piezas teatrales.
Ante esto, para finalizar esta introducción, debo traer a este podio una molestosa reflexión que viene muy a cuento con este Homenaje, ya que de esto se trata este Ateneo, de reflexionar el país continuamente, sin censura o cortapisa o barato escrúpulo cortés.
Al anunciar a los medios este Congreso, su importancia y la calidad de deponentes que habíamos reunido para esta primera sesión y la segunda que se llevará a cabo el 16 de mayo, sólo un medio escrito nos dió salida al comunicado. El Nuevo Día nos dedicó un reportaje de un cuarto de página y una estación de radio nos debe haber leído dos o tres líneas del comunicado. Y esto aún cuando tenemos una coordinadora de medios que insistió en la importancia de esto antes muchos otros medios que sólo nos devolvieron silencio.
Y este Congreso comienza a anunciarse justo cuando el merenguero Elvis Crespo es señalado por un acto de exposición deshonesta en un avión.
Sólo para entender el fenómeno, hice un breve ejercicio para saber cuántas pulgadas de periódico dedicaron los tres periódicos mayoritarios a este hecho, y el resultado fue vergonzoso.
Desde portadas y páginas enteras, hasta columnas de reputados periodistas y otros no tan reputados, colmaron la prensa escrita y las hondas radiales y
televisivas de los morbosos detalles del impúdico hecho.
“Ser é ingenuo”, pensé ante este choque brutal con mi realidad puertorriqueña del siglo XXI. Entonces recordé a Don Foster, un forense literato descubridor de obras inéditas de Shakespeare, así como forense literario de criminales como el “unabomber” Ted Kazinsky y otros. Un forense literario es aquel que adjudica autoría a textos considerados “anónimos”. Foster tiene como suprema guía de su trabajo la frase “Somos lo que leemos”.
Es decir, que aquellos trazos más distinguibles de nuestra personalidad, tienen una referencia directa a nuestras lecturas. Tal es, que Kazinsky fuera un ávido lector de Joseph Conrad y sus novelas de piromaníacos y que John Hinckley, el que atentó contra Ronald Reagan hubiera leído más de 50 veces, la novela de tribulaciones juveniles The catcher in the rye de Salinger.
Lo que Don Foster me provoca al decir que somos lo que leemos, me hace preguntarme si nuestra sociedad puertorriqueña, victimizada por medios de comunicación que son esclavos del capital... se ha rebajado a ser la masturbación de un perturbado merenguero.
Si esto es lo que leemos todos los días en nuestra prensa, ¿en que rayos nos estamos convirtiendo? Y culpa es de los medios, aunque me cueste la atención de los medios el decirlo.
Si Manuel García Díaz, tan lejos como 1933 descubrió en la obra de Tapia las claves para la afirmación de la identidad nacional criada al calor del siglo XIX, ¿qué claves descubrimos hoy al recordar a Tapia en medio de esta barahúnda de indecencia y de frivolidad que tenemos que leer todos los días en nuestra prensa?
¿Tendremos que llegar a esa reducción mezquina de preguntarnos por qué Elvis Crespo es más urgente y necesario que Alejandro Tapia y Rivera?
Somos lo que leemos. Y porque Manuel García Díaz nos enseñó a leer a Tapia, muchos somos lo que Tapia esperaba que fuéramos; puertorriqueños muy claros del destino y afirmación de una nación. Tal vez por eso este homenaje se me hace tan necesario. Es una pena que nuestros recursos no nos permitieran que fuera más publicitado que las tropelías de la farándula boricua.
Nuestros respetos hoy en este Congreso a la figura de Don Manuel García Díaz, nuestro reconocimiento, muchos años después a una obra que es ejemplo de dedicación, de inteligencia, de puertorriqueñidad. Y Don Manolo García Díaz debe sentirse muy orgulloso de que Tapia inspiró ese sentido de puertorriqueñidad en él. Así lo heredamos nosotros.
Le hemos pedido a su hijo, el amigo y licenciado Juan Manuel García Passalacqua, intelectual, escritor, politólogo, crítico, historiador y filósofo puertorriqueño que no necesita grandes presentaciones, que a pesar de su precaria salud, estuviera hoy con nosotros para hablarnos de Tapia y de Don Manuel. Tal vez no habrá mejores palabras que las que salgan de su boca, para llevarnos a ese centro de reflexión, a ese espacio de verdad que no permitiremos que nos quite la frivolidad de estos tiempos.
Lcdo. Passalacqua, ansiamos oírlo.
lll
Es un honor ayudar a esta conmemoración del personaje que califica con acierto el Ateneo Puertorriqueño como el primer puertorriqueño: Alejandro Tapia y Rivera. Lo haré con un examen de la contribución del profesor de literatura, Doctor Manuel García Díaz mi Padre en la recuperación y justa apreciación de la figura que conmemoramos hoy en este Ateneo. Fue en 1933 que, a sus treinta años, Don Manolo (como le llamamos los que le queremos), presentó su tesis de Maestría en la Universidad de Puerto Rico titulada "Alejandro Tapia y Rivera: Su Vida y Su Obra", la que por razones que explicaré, se publicó a su vez 31 años después, en 1964 en las Ediciones Borinquen de la Editorial Coquí que dirigió el igualmente universitario Emilio Colón. Ahora, 71 años después de escrita y 45 años después de publicada, agradezco al Ateneo la invitación de incluir en esta serie la exégesis que escribió Don Manolo.
La vida y obra de Tapia constituyen una clave inicial en nuestra formación como nación. y Don Manolo nos lo presentó, por vez primera, como un intelectual rebelde nacionalizante. Es por esas tres razones como les propongo se le haga este homenaje en este Ateneo Puertorriqueño.
EL CONTEXTO HISTÓRICO
Comencemos con el contexto histórico. Don Manolo investiga y escribe apenas diez años después que el Tribunal
Supremo ha decidido que Puerto Rico, a pesar de ser un territorio estadounidense con su ciudadanía, no está encaminado a la anexión como estado de los Estados Unidos. Ese hecho en 1922 gatilló la formación del Partido Nacionalista precisamente aquí en el Ateneo Puertorriqueño. Y escribe apenas cuatro años después de que entre 1929 y 1931 la primera generación nacida después de la invasión estadounidense dirigida por cuatro jóvenes escritores liderados por Antonio S. Pedreira haya fundado y editado un mensuario de historia, literatura y ciencia titulado Índice, en que plantearon la cuestión de nuestra personalidad como pueblo y nación. Es evidente la influencia de esa búsqueda intelectual en Don Manolo, al escoger su tema, y al designarse el Comité Examinador de Federico de Onís, Margot Arce, Concha Meléndez, Rubén del Rosario, y el jefe del Departamento de Estudios Hispánicos, Antonio S. Pedreira. La tesis fue en efecto, un acto político, escogido para significar la afirmación nacional.
La investigación para la tesis examinó todo lo publicado hasta entonces sobre Tapia, desde el ensayo bibliográfico de Sotero Figueroa en 1888, Cayetano Coll y Toste en 1920, Manuel Fernández Juncos en 1923, y Eugenio Astol en 1924. Nótese que tres de las cuatro fuentes secundarias usadas se publican precisamente después de la decisión de 1922. Lo primero que debo señalar es que la tesis de Don Manolo debe ubicarse en el contexto histórico de la fiebre de autoexamen por nuestros intelectuales de
nuestra naturaleza como pueblo desde 1922.
La ventaja de Don Manolo, por lo que lo califico del primer exégeta, es haber tenido acceso a las fuentes primarias del hijo de Tapia, quien las puso a su disposición por vez primera, y acceso a las Memorias de Tapia que su hijo había publicado apenas cuatro años antes en Nueva York. Sin embargo, más allá de sus fuentes secundarias y primarias, expondré con énfasis aquí la visión de mi padre. La tesis habla de Alejandro Tapia, pero también de Manuel García Díaz, su primer heredero. A pesar de su ocultación colonial por años, el texto de Don Manolo, que revivimos esta noche en el Ateneo Puertorriqueño, nos habla aún en este siglo XXI.
EL PROPÓSITO Y SU LOGRO
Las conclusiones de la tesis misma nos ofrecen, en la voz de su autor, el propósito que se nos antoja señalar hoy como su logro. Nos dice Don Manolo: "Buscamos un libro que estudiara, tanto su vida como su obra y no lo encontramos ... nosotros nos propusimos llenar ese vacío. Labor ardua, pero que estaba guiada por el deseo ardiente de conocer algo nuestro ... La ofrecemos como el primer estudio de conjunto que sobre la figura de Alejandro Tapia y Rivera se ha hecho en Puerto Rico". y lo ofrece por una razón: "Ponía a su patria sobre todas las cosas ... "
Tengo que extrapolar aquí mi entendimiento de que Don Manolo veía en Tapia un reflejo de sí mismo. Mi padre era, como Tapia, hijo de un militar español, pero nacido en Puerto Rico de una mujer boricua. Vivió, como Tapia, la ausencia de su padre que en el caso del padre de Don Manolo se quitó la vida angustiado por la invasión estadounidense que le privó de su posición de Guardia Civil español. Y en tercer lugar para mi padre, como para Tapia, la patria puertorriqueña estaba por encima de todas las cosas. Ése afecto me
lo enseñó a mí desde niño. Hoy aquí, quiero plantearles que 75 años después mi padre cumplió su propósito.
BIOGRAFÍA DE UN REBELDE
Don Manolo diseñó su tesis significando la escogencia por Tapia de la pluma como su fusil. Pero el énfasis en su texto de exégesis es en la "personalidad" puertorriqueña de Tapia, que no por coincidencia era precisamente el término entonces usado tímidamente para nuestra nacionalidad. En tercer lugar, Don Manolo examinó los géneros literarios escogidos por Tapia para su expresión, significando las leyendas, cuentos, el periodismo, la poesía, la novela y el drama. Pero por encima de todo, el mayor número de páginas se dedica a la literatura histórica.
En nuestros tiempos, todos los géneros literarios antes enfatizados se conglomeran en lo que se ha bautizado como "narratología", como un solo ejercicio de afirmación nacional. Es con ése subtexto teórico que emprendemos el examen de lo que Don Manolo escoge decir de Tapia.
En su biografía, significa que es hijo de un capitán de la milicia española. Deriva su infancia de las Memorias que acababan de ser publicadas, y de la separación de su padre. El primer comentario político es para calificar la milicia española como opresiva en Puerto Rico. Cita en Tapia una inicial ambigüedad entre su españolismo y puertorriqueñismo, haciendo énfasis en que a pesar de ello, Tapia dice que "es indudable lo que soy", y adjudicándole a esa autodefinición, la función de "despertarnos del marasmo intelectual en que vivíamos". El tema de ese alegado marasmo intelectual en el siglo XIX va a reaparecer varias veces en el texto, adjudicándoselo a la existencia de la censura de las autoridades españolas. Critica también la negación por los gobernadores españoles de instituciones de segunda enseñanza, que a su juicio
hubiesen promovido "el desarrollo cultural obtenido por nuestra patria". Para Don Manolo, pues, la patria es Puerto Rico, y la responsabilidad por su tardío desarrollo intelectual resta en las políticas coloniales de España.
La alternativa a la opresión española en la Isla se produce en la estadía en Madrid entre 1849 1852 a los 22 años, cuando se encuentra con Román Baldorioty de Castro y José Julián Acosta, y los tres constituyen un grupo de discusión que se centra en la abolición de la esclavitud y de los requisitos de limpieza de sangre. Tapia hace en 1852 su primer uso de la pluma como fusil al publicar su primera obra, La palma del cacique, y dos años después, su Biblioteca Histórica de Puerto Rico. Debo añadir a la visión de Don Manolo mi entendimiento de que ambas obras apuntan a una visión historiográfica de la nación que apenas emerge en sus escritos.
El momento culminante del desarrollo en Tapia del subtexto nacional ocurre con la publicación de su novela Cofresí en 1876. Considero la misma la primera descripción y definición del ethos nacional puertorriqueño, utilizando la figura de un corsario exitoso.
A los cincuenta y cinco años, en 1882, horas antes de su sorpresiva muerte, Tapia termina la novela que dejará inédita, Póstumo . Es obvio que nuestro primer puertorriqueño presagió su propia muerte en el personaje de la novela en dos partes. Esencial para el entendimiento de la misma es su firme creencia en la transmigración de las almas, que garantizaba su retorno. El ataque de apoplejía que le mató ocurrió precisamente en el Ateneo, en el momento en que acababa de pedir la palabra, y Don Manolo significa en una importante nota al calce, que su última frase fue precisamente "no puedo hablar", creo que significando que vino a hablar nos.
PERSONALIDAD DE UN INTELECTUAL
Reseñada su biografía, Don Manolo se adentró en la personalidad de Tapia. Sin embargo, nos advierte que no entenderemos la misma sin verla en lo que llama su medio, es decir, su contexto histórico. Creo que mi padre se identificó con su tema al escoger la siguiente cita de Manuel Fernández Juncos: "luchando en las penumbras de la colonia con toda suerte de obstáculos y peligros para establecer las bases de nuestra cultura intelectual".
Interesantemente, escoge esta vez Don Manolo citar a Félix Matos Bernier sobre el abandono en que estaba el género novelístico en Puerto Rico. Estudios Culturales recientes han evidenciado como la novelística es una función decisiva de la formación nacional especialmente en países coloniales como el nuestro. Me corresponde pues añadir a la tesis de mi padre mi convicción de que aún a fines del siglo XIX nuestra nación estaba en formación, y que es ésa la verdadera causa no del abandono, sino de la ausencia de una novelística. Sin embargo, es precisamente esa teoría de los Estudios Culturales la que me lleva a proponer aquí que son las novelas de Tapia, muy especialmente Cofresí, las que lo constituyen el primer puertorriqueño. Hablando realmente de la personalidad del puertorriqueño de fines del siglo XIX más que de la de Tapia, Don Manolo se propone explicarnos "las causas del mal" del estado deplorable de nuestra cultura. Ofrece tres causas principales y otras aleatorias: la falta de instrucción, la política colonial, el aislamiento de corrientes europeas, la falta de vías de comunicación, y la falta de imprentas y periódicos. Pero es terrible en su juicio de que los hijos del país tienen un espíritu naturalmente vicioso e indolente, que genera una apatía por el intelectualismo. Difiero. Otra vez son los recientes Estudios Culturales los que han significado que los pueblos colonizados
como el nuestro comienzan a producir una literatura intelectual cuando sus elites comienzan a percatarse internamente de su propia existencia como una nación étnica.
Lo que llamó mi padre "un marasmo cultural" era realmente el efecto sobre nuestra gente de un colonialismo militar feroz. Nuestro destino como colonia militar primero de España y luego de los Estados Unidos, una condición distinta a todo otro tipo de colonialismo con su acompañamiento de violencia simbólica diaria y persistente, nos hizo difícil la autoconciencia.
Es precisamente por haber escapado de esa violencia simbólica que Alejandro Tapia es quién es.
Tengo q ue en justicia citar aquí en extenso la enseñanza de mi padre: "Uniendo todas las causas podemos ver que no podía esperarse otro estado de cosas en Puerto Rico. Necesariamente tenía que estar la cultura y el progreso estancados. Luchar contra tal situación era ir a la desesperación y muchas veces a la muerte; y sin embargo, hubo puertorriqueños que prefirieron ir a tal desesperación, al destierro y hasta la muerte por no dejar sumido a su país en el letargo en que yacía. Para ellos nuestro respeto y veneración". La cita es suficiente y habla por sí.
Don Manolo nos presenta en sus palabras a un intelectual cuya "mente, altamente desarrollada, no cabía dentro de las limitaciones de su época" . Uno que murió, "con la palabra en sus labios, cumpliendo con su deber". Yo por lo menos aspiro a que ése sea mi epitafio.
Don Manolo hace énfasis en la función de Tapia como ateneísta. Y aprovecha al hacerlo para dar la explicación que yo prefiero usando palabras suyas: "Era más facil dominar una colonia ignorante y sumisa que una culta y dinámica". He ahí la verdadera y única causa. Mantener a 8 de cada 10 boricuas en el analfabetismo fue un propósito declarado de la metrópoli colonial. Es contra ese analfabetismo de
las Masas que se yergue una elite pequeña y decidida. La fundación de este Ateneo en 1876 fue, por encima de todo, una acción anti colonialista. Y por esa razón mi padre le añadió un requisito para sus propios tiempos: la desfrivolización del país , contra la ignorancia y la apatía. En nuestros propios tiempos, no se ha logrado el objetivo de Don Manolo. Por el contrario, como ha señalado José Luis González, nos hemos sumido, empujados por los medios mediáticos, en la proletarización. Este homenaje del Ateneo rescata la agenda de Don Manolo.
LA OBRA NACIONALIZANTE
La tercera parte de la tesis de Manuel García Díaz se ocupa de darle contenido a la obra narrativa de Alejandro Tapia y Rivera. Yo le añado hoy su elemento unitario nacionalizante. Don Manolo movió su tesis entonces al examen de la narrativa de Tapia, con el énfasis de sus tiempos en los géneros literarios que ha sido superado en mis tiempos por la narratología. Voy más lejos de que mi padre al argumentar que sean leyendas, cuentos o fantasías, todas ellas tienen como subtexto un subconsciente político, que reconoce Don Manolo diciendo que su obra literaria "nació hija del sentimiento del autor hacia su país" que prueba citando a Tapia diciendo "me hacía vivir en mi tierra natal con el espíritu mientras lo escribía". Esa dedicación nacionalizante se inicia con La palma del cacique en 1852, atrevidamente en Madrid, que narra el levantamiento de los nativos indígenas contra los españoles. Don Manolo le llama (con el cuidado que siempre le caracterizó en la segunda colonia esta vez estadounidense) "ambiente regional" en vez de nacionalismo, pero el segundo significado es el que tiene subconscientemente. La afirmación nacional de Tapia es revivida por Don Manolo en 1933.
Pasemos a lo que califica el exégeta como literatura histórica. De salida, el esfuerzo de historizar a la isla y no a España, es en realidad un método intelectual de nacionalizar. Igual esfuerzo aparece con La biografía de José Campeche en 1854, significando el primer artista, pintor en vez de literato, que homenajea las características nacionales del pueblo de Puerto Rico. El tercer caso al punto son las Memorias que Don Manolo adjudica como "más que el desarrollo de la vida de un hombre es el desarrollo de la vida de un pueblo" en medio de la vida colonial de aquellos tiempos. E insiste: "Creemos sinceramente que es esta obra con la que más contribuye Tapia en la formación y explicación del alma puertorriqueña", que citando la reseña de su mentor Antonio S. Pedreira, "puede ayudar a definirnos", y añade Don Manolo su predicción de que "el día que quede definida nuestra personalidad como pueblo, todos tendremos que dar gracias a Don Alejandro Tapia y Rivera por habernos dejado una obra que ayudó a la definición colectiva de nuestro pueblo". Eso es precisamente lo que estamos haciendo aquí hoy.
Pero hay más. El esfuerzo de nacionalizar historizando se concreta abiertamente en su Bibilioteca Histórica de Puerto Rico de 1854. Tapia, nos dice Don Manolo, trajo los documentos nuestros a la vida, y presagia que "todo el que pretenda escribir una historia de Puerto Rico tendrá que recurrir a ella como una de las fuentes principales". Para Tapia, España es aún la nación y Puerto Rico la provincia, y no aparece aún como ente el pueblo de Puerto Rico. Y Don Manolo distingue "el espíritu científico" del "deseo cultural o patriótico". Los Estudios Culturales contemporáneos de Fredric Jameson y Hayden White han aclarado que ese deseo cultural o patriótico es precisamente el subconsciente colectivo del espíritu de la historia como ciencia, lo que White
23 bautizó como metahistoria. Tapia es nuestro primer meta historiador. Don Manolo incluye en su examen de la obra de Tapia su labor como periodista. Dice que la política no encontró nunca un sitio por dónde entrar a su obra. Difiero, habiendo tenido el beneficio de las nuevas teorías de los Estudios Culturales. La política nacionalizante es precisamente el subconsciente colectivo que vive y obliga a Alejandro Tapia y Rivera. Examina también su labor como poeta y su terrible autoexamen poético religioso en La Sataníada de 1878. Don Manolo defiende a Tapia de las serias evaluaciones negativas del crítico español Marcelino Meléndez y Pelayo, que no entendió que era un boricua y no un español el autor. Entra Don Manolo en el examen de Tapia como novelista. Hay que hacer aquí otra leve digresión teórica. Franco Moretti ha realizado un seminal estudio de la historia, geografía, y cultura del género de la novela. Llendo más allá de la teoría del mero género que usó Don Manolo, Moretti propone lo que bautiza como una cosmología de la narración en la que juega un papel central lo que se llamó el género de la novela. Para Moretti, ahora se debe reconocer la ficción como productora de significados que ayudan a entender el mundo y la vida. Las novelas de Tapia, todas, contribuyen a producir los significados con los que vivimos hoy. Las siete novelas de Tapia todas tienen el subtexto político. En La antigua sirena se disfraza a Puerto Rico como Venecia con una alegoría contra una oligarquía insensata como existía en Puerto Rico. En La palma del cacique se narra el origen indígena de Guamaní y la confrontación entre nativos e invasores. En La leyenda de los veinte años se hace énfasis en el paisajismo de Puerto Rico con cuadros de San Juan a Río Piedras y se noveliza la vida del autor entre España y Puerto Rico. En Cofresí (su más importante novela para propósitos de este ensayo) se honra la afirmación
boricua clandestina anti española y anti americana y se presentan los puertorriqueños ante ellos como intrépidos y valientes. En Enardo y Rosael se hace énfasis en el amor a pesar de los tiempos como una alegoría del futuro del pueblo de Puerto Rico. Finalmente, en las dos partes de Póstumo , mientras satiriza la condición colonial, se refugia Tapia en la esperanza de la transmigración de las almas. Todas contienen subconsciente político.
Finalmente, examina Don Manolo la dramaturgia de Tapia. Sus siete dramas incluyen los temas de: conspiración contra la monarquía, los triunfos de un conspirador contra la opresión (dedicada precisamente a Román Baldorioty de Castro), el elogio de un poeta portugués en tiempos de rebelión contra España, la rebelión de Vasco Nuñez de Balboa contra un gobernador español que le hiciera acusaciones falsas y su confabulación con los indios contra los españoles, la desgracia causada por la concepción española de la limpieza de sangre a los antillanos, y un ataque al machismo también español en que el varón tiene la parte del león. Añado a la exégesis de Don Manolo que es obvio que por temor a la censura Tapia utiliza historias extranjeras, pero también en todos sus dramas se asoma el subtexto anti colonial y nacionalizante boricua.
LA NARRATOLOGÍA DEL PRIMER PUERTORRIQUEÑO
Termino con el juicio teórico que ha conformado este ensayo. El teórico contemporáneo Fredric Jameson ha definido la narratología como el acto social simbólico de relatar. El teórico también contemporáneo Mieke Bal fundó
la disciplina de la narratología como teoría de toda narrativa, llendo más allá del mero género literario, lo que no podía hacer mi padre por no haberse constituido en su época los Estudios Culturales. Ambos añadieron que la narrativa contiene lo que bautizó Jameson en su texto seminal como "el subconsciente político". A mi juicio, narrar como acto social tiene efectos sobre la historia de los pueblos, y es ésa la contribución y la importancia de Alejandro Tapia y Rivera en este siglo XXI en Puerto Rico.
Es con ese concepto que pretendo aportar y añadir a lo ya dicho por Don Manolo. Mi atención es a los códigos mentales que son las maneras subconscientes usadas para interpretar los hechos que se relatan, que se narran. Se llaman "las estructuras del sentir". Para descubrirlas, hay ahora que deconstruir los textos examinados para expresar qué significan. Pero mucho más allá, para examinar los efectos que tuvieron en su momento y que tienen aún decenas de años después. El código simbólico maestro tanto en Tapia como en Don Manolo, fue la afirmación nacional. Es eso lo que conmemoramos, gracias a Roberto Ramos Perea, hoy aquí en este histórico Ateneo.
De izquierda a derecha: el Prof. Roberto Ramos Perea, el Lcdo. Juan Manuel García Passalacqua, el Lcdo. Eduardo Morales Coll y el Dr. Á ngel A. Rivera.
Antecedentes universitarios
A finales del 1852, el joven
Alejandro Tapia y Rivera tuvo a su cargo la edición de la antología documental titulada Biblioteca Histórica de Puerto Rico . Que esta haya sido el fruto del empeño y de la conciencia patriótica de un grupo estudiantil y universitario puertorriqueño tiene un valor cultural extraordinario. Antes de exponer hechos sobre la realización de la obra citada, y para apreciar mejor su significado histórico de mediados del siglo XIX, digamos algo acerca de la existencia de las universidades en general, y en lo que respecta a Puerto Rico en particular.
Con relación al trasfondo histórico europeo, dentro del cual se inserta Puerto Rico a través de la colonización española, las universidades tienen sus puntos de partida formales desde el siglo XI en adelante. Entre las más antiguas en Europa figuran las universidades de Boloña, Italia (del año 1088); París, Francia (1120); Oxford (1160) y Cambridge (1209), Inglaterra; Salamanca, España (1218); Toulouse, Francia (1229); y Valladolid, España (1250), entre otras.1
1
Acerca de las universidades europeas, consúltese, Jacques Verger, As Universidades na Idade Media (São Paulo: Unesp, 1990), traducción al portugués del original en francés; Hastings Rashdall, The Universities of Europe in the Middle Ages , 3 Volumes, Second Edition (London: Oxford Press, 1958); John W. Baldwin and Richard A. Goldthwaite, Universities in Politics. Case Studies from the Late Middle
En el ramo educativo la conquista española de Puerto Rico comenzó con un punto de referencia universitario muy importante. En 1511, don Alonso Manso fue nombrado Obispo de la colonia. A su llegada a la Isla el 25 de diciembre de 1512, fundó el primer obispado de la iglesia católica en América. El obispo Manso había sido canónigo magistral (es decir, teólogo principal) de Salamanca y Rector de la Universidad de Salamanca. Desde noviembre de 1508 y durante el año de 1509.2
La Universidad de Salamanca es la más antigua de España.3
Ages and Early Modern Period (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1972); John W. Baldwin, The Scolastic Culture of the Middle Ages 1000-1300 (Long Grove, Illinois: Waveland Press, 1997), entre otros.
2 Don Alonso Manso (c. 1465 1539), tenía una licenciatura en teología de la Universidad de Salamanca. Como canónigo estaba encargado de velar por los preceptos del Cabildo Eclesiástico. Fue Obispo de Puerto Rico desde 1511, y primer Inquisidor General de Indias a partir de 1519; murió en San Juan en 1539. Para datos biográficos y documentación de su obispado, véase de los sacerdotes e historiadores Vicente Murga y Álvaro Huerga, Episcopologio de Puerto Rico I. D. Alonso Manso, primer obispo de América, 1511 1539 (Ponce: Universidad Católica de Puerto Rico, 1987).
3 Sobre el tema, consúltese de Vicente de la Fuente, Historia de las universidades de España, 4 volúmenes (Madrid, 1884 1889); G. Ajo y Sainz de Zúñiga, Historia de las universidades hispánicas , 8 volúmenes (Madrid, 1957 1972);
Con todo y su bagaje cultural, durante su obispado Manso se empeñó en la evangelización, la obra de la catedral, la crisis económica y otros asuntos. Que sepamos él no llegó a promover una institución universitaria. No obstante, la fundación de universidades en Hispano América colonial se remonta a aquel siglo XVI de la conquista.
Para la década de 1530, los sacerdotes dominicos solicitaron al Papa el establecimiento de una universidad en Santo Domingo. Mediante la Bula In Apostolatus Culmine, dada en Roma el 28 de octubre de 1538, el Papa Paulo III dispuso la fundación de la universidad en La Española, con potestad de graduar estudiantes de licenciatura (bachillerato), maestría y doctorado, semejante a las universidades de Salamanca, Alcalá de Henares y otras de los reinos de España. Existe un debate acerca de si para entonces, la Bula oficializó el nivel universitario de enseñanza que ya existía en el Convento y colegio de los dominicos en Santo Domingo, osi su currículo universitario no se puso en práctica hasta veinte años después en 1558.4
Mientras tanto, contando con permiso eclesiástico desde 1551, se fundaron universidades en Perú y México en 1553. Inicialmente, la Universidad de Santo Domingo se instituyó para que también sirviera a las Antillas españolas vecinas. Aunque no se ha estudiado a fondo este aspecto educacional, quizás eso explica por qué no se fundó una universidad en Puerto Rico en los siglos XVI al XVIII.
A pesar de que en el siglo XVIII también se fundó una universidad en Cuba, carente Puerto Rico de la suya los afortunados hijos de la élite criolla de los
Alberto Jiménez, Historia de la Universidad española (Madrid, 1971); Richard L. Kahan, Students and Society in Early Modern Spain (Baltimore: The Johns Hopkins University Press, 1974), entre otros.
4 Texto de la Bula en, Wenceslao Vega B., Los documentos básicos de la historia dominicana (Santo Domingo: Editora Taller, 1994).
primeros tres siglos coloniales tuvieron que proseguir estudios universitarios en España, en Santo Domingo y en Venezuela.
Cuadro 1: Universidades de Hispano América colonial, siglos XVI XVIII (País: Universidad: Año.)
1. La Española: Universidad de Santo Tomás de Aquino 1538/ [República Dominicana], Santo Domingo. 1558.
2.México: Universidad Real y Pontificia de México. 1553
3. Perú: Real y Pontifica Universidad de la Ciudad de los Reyes de Lima: 1553
4. Ecuador: Universidad San Gregorio Magno de Quito. 1622
5. Colombia: Pontifica Universidad Javeriana. 1623
6. Gu atemala: Real y Pontifica Universidad de San Carlos de Guatemala: 1687
7. Ecuador: Universidad de Santo Tomás de Aquino de Quito. 1688
8. Venezuela. Real y Pontificia Universidad de Caracas. 1721
9. Cuba. Real y Pontificia Universidad San Gerónimo de La Habana. 1721
10.México. Universidad de Guadalajara. 1791
Conocemos de algunos de los criollos puertorriqueños prominentes de los siglos coloniales más antiguos que completaron grados universitarios. Por ejemplo, Diego de Torres Vargas (1615 1670), criollo de San Juan, estudió cuatro años en Salamanca y se graduó de su universidad en 1639. Ocupó la posición de canónigo (teólogo) de la Catedral de Puerto Rico y fue autor de la Descripción de la Isla y Ciudad de Puerto Rico (1647).5
En su discurso en el Ateneo Puertorriqueño, en 1889, titulado La Institución de Enseñanza Superior de Puerto Rico, que a su vez fue la apertura del currículo universitario del Ateneo, Manuel Elzaburu señaló que durante el siglo XVIII se hicieron varias peticiones al Gobierno de España para que autorizara la
5 Álvaro Huerga, La familia Torres y Vargas Zapata (San Juan: Academia Puertorriqueña de la Historia, 2008).
fundación de una universidad en Puerto Rico: 1) la del Dr. don Nicolás Ruiz (a mediados de ese siglo); 2) la de los doctores don Miguel de Mena y don Francisco Manuel de Acosta Riaza, “para que se crease con el nombre de «Nuestra Señora de Belén» una universidad en el convento de los Dominicos” (en 1770); y 3) la Petición del Ayuntamiento de San Juan (en 1795).6 En 1769 había sido reconocido por el Cabildo de San Juan el título de abogado a Francisco Manuel de Acosta Riaza, graduado de la Pontificia y Real Universidad de San Gerónimo de La Habana. En 1770 y por varios años, Acosta
6 La Institución de Enseñanza Superior fue el componente académico curricular con rango universitario ofrecido por el Ateneo Puertorriqueño, comenzando en 1888 89. Los cursos tenían convalidación en la Universidad de La Habana; de cuya institución vinieron catedráticos a examinar a estudiantes del programa del Ateneo. En este sentido, la Institución de Enseñanza Superior fue precursora de la Universidad de Puerto Rico, fundada en 1903, en el nuevo contexto histórico bajo la dominación colonial de Estados Unidos. Véase, Manuel Elzaburu, La Institución de Enseñanza Superior de Puerto Rico: sus precedentes y los antecedentes de su fundación (Puerto Rico: Imprenta de J. González y Font, 1888); copia consultada en la Biblioteca Colección Puertorriqueña, de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras. Dicho texto contiene al final las Bases redactadas por Elzaburu, y el bosquejo de facultades y cursos con identificación de sus catedráticos. Manuel Elzaburu Vizcarrondo (1851 1892) era hijo del venezolano Bartolomé Elzaburu y de la puertorriqueña Bárbara Vizcarrondo Coronado; y sobrino de Julio Vizcarrondo Coronado, fundador de la Sociedad Abolicionista Española, en Madrid y director de la Revista Hispanoamericana Elzaburu fue un abogado, graduado de Licenciado de la Universidad Central de Madrid (1873). Al momento de la fundación del Ateneo , en 1876, Elzaburu tenía 25 años. El texto de 1888, también fue incluido en la obra, Manuel Elzaburu Vizcarrondo, Prosas, poemas y conferencias Recopilación, estudio preliminar y notas de Luis Hernández Aquino (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1971); en la misma se dejó fuera la parte final de las Bases y currículo académico.
Riaza fue regidor y alcalde provincial de San Juan.7
El sanjuanero Juan Alejo de Arizmendi (1760 1814), estudió varios años en la Universidad de Caracas de donde obtuvo su licenciatura en teología en 1779. Luego obtuvo el doctorado en jurisprudencia y sagrados cánones en la Universidad de Santo Domingo, en 1784. Posteriormente fue nombrado primer y único Obispo puertorriqueño, desde el 1803 hasta el año de su muerte en 1814.8
Por otra parte, el abogado criollo de San Germán, Nicolás de Quiñones (1763 1830), obtuvo su doctorado en derecho de la Universidad de Santo Domingo en 1797. El Dr. don Nicolás de Quiñones fue uno de los líderes principales del movimiento revolucionario puertorriqueño de 1809 1812.9
Precisamente, aquella fue la coyuntura histórica de guerra de España contra la invasión y ocupación francesa y
7 De Acosta aparece en el documento de 1769 identificado como “vecino de La Habana” no quedando claro si redactó su petición cuando residía en La Habana o si era cubano. En cualquier caso, se incorporó al ayuntamientote San Juan. Véase, “Acta del Cabildo de San Juan, 5 de septiembre de 1769”, y :Acta del Cabildo de San Juan, 30 de julio de 1770”, Actas del Cabidlo de San Juan (San Juan: Publicación Oficial del Municipio de San Juan, 1965), pp. 117 119, 152.
8 Para la biografía de Arizmendi, véase, Fray Mario Rodríguez León, O.P., El obispo Juan Alejo de Arismendi (Bayamón: Instituto de Estudios Históricos Juan Alejo de Arizmendi / Universidad central de Bayamón / Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2004; y, Álvaro Huerga, Biografía pastoral de Juan Alejo de Arizmendi, 1760 1814 (Ponce; Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico, 1992).
9 Su grado universitario y recibimiento de abogado consta en el artículo del historiador Adám Szászdi Nagy, “Emigrados dominicanos en Puerto Rico, 1796 1812”, Clío (Órgano de la Academia Dominicana de la Historia), Año 70, No. 164, junio diciembre 2002, pp. 79 179 (p. 86); Aurelio Tió, “La conspiración de San Germán de 1809”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña , Número 19, abril junio 1963, pp. 6 14.
de la ruptura anti colonial en Hispano América. La Junta Suprema española autorizó entonces a las colonias americanas a elegir y enviar diputados (o representantes) ante el Gobierno Provisional. Los cabildos de San Juan y de la Villa de San Germán instruyeron al diputado liberal electo, Ramón Power Giral, a promover el establecimiento de universidades en sus jurisdicciones. Las asambleas municipales compartieron una de las nociones y expresiones más avanzadas del liberalismo y de la cultura de la Ilustración de aquella época. La Instrucción del Cabildo de San Juan, en su Artículo 1°, estipuló: “Primeramente, la fundación de Universidad con sus respectivas cátedras y dotaciones de Humanidades y de Ciencias”. En su argumento para esta instrucción, afirmaron: “Que la educación es la base primordial del Estado, es incuestionable”. Con ello se subrayó la idea y convicción que tenían de que el Estado tiene la obligación y responsabilidad de sostener una universidad pública, con su amplitud curricular académica, para el beneficio y servicio del país. Desde aquella perspectiva ilustrada liberal el presupuesto de un país que aspirara a un nivel cultural desarrollado debía asignar una dotación, o partida substancial del tesoro estatal, al financiamiento universitario. Eso, sin discusión, lo concebían como deber público del Estado.
A lo primero que se tuvo que enfrentar el diputado Power fue a gestionar la derogación de las facultades omnímodas , opoderes dictatoriales que tenían los gobernadores militares españoles en su mando colonial sobre Puerto Rico. La urgencia de reformas económicas y comerciales, a su vez, absorbieron la atención del diputado en su incumbencia de dos años, entre 1810 y 1812. Se desconoce si llegó a realizar alguna diligencia respecto a la instrucción universitaria. Power murió a destiempo, en 1813, víctima de una epidemia de fiebre amarilla en Cádiz. Su sucesor, el licenciado
José María Quiñones, tampoco tendría tiempo para mucho. En 1814, el gobierno y la Constitución liberal de 1812 fueron abolidos con la restauración del rey Fernando VII, que encabezó una monárquica conservadora y retrógrada. Durante el trieni o liberal de 1820 23, se reiteraron las peticiones de universidad en Puerto Rico. Para entonces se formó una organización política llamada Sociedad de Liberales Amantes de la Patria. Sin identificarse como tal, me parece que representó un antecedente pionero de formación de un partido político puertorriqueño. La asociación reunía a liberales reformistas e independentistas en la misma entidad política.10 Con el respaldo de los partidarios del liberalismo, el 20 de agosto de 1820 el militar puertorriqueño, que tomó parte en la revolución que derrocó al rey Fernando VII, mariscal Demetrio O’Daly de la Puente, fue electo Diputado al parlamento de España. Las Instrucciones que le comunicaron sus compatriotas incluyeron promover, otra vez, la creación de la Universidad de Puerto Rico.11
En 1822, Francisco Tadeo de Rivero, maestro liberal, autor de la Instrucción Metódica (1820), o guía curricular para maestros y estudiantes de primeras letras, sumó su voz a las peticiones de Universidad. Su propuesta fue acogida por el Cabildo de San Juan. El Gobierno Supremo de España, del contexto liberal, autorizó la instalación de la universidad, por disposición del 4 de marzo de 1823. En esa misma fecha se aprobó el Proyecto de Gobierno de carácter autonómico para Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, ambas medidas se frenaron con la contra revolución conservadora,
10 Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, Tomo I (1979: 126, 161); Raquel Rosario Rivera, María Mercedes Barbudo. Primera mujer indepen dentista de Puerto Rico, 17731849 (San Juan: Autora, 1997).
11 Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, Tomo I (1979: 110 115).
apoyada en fuerzas militares francesas, que volvió a traer al poder a la dictadura monárquica el 7 de abril de ese año.
Los niños que nacieron y crecieron a partir de 1824, lo hicieron bajo una sucesión de regímenes dictatoriales militares, desde la larga administración del general Miguel de la Torre en adelante. Los anhelos de ver instituido en el país una universidad se atrofiaron en subsiguientes peticiones ignoradas o rechazadas.
Señaló Elzaburu, además, que en 1844 el maestro liberal Rufo Manuel Fernández Padre Rufo como se le conocía cariñosamente , promovió la creación de un Colegio, Instituto o Universidad. La idea fue acogida por la Sociedad Económica de Amigos del País, e incluso contó con el beneplácito del gobernador, general Rafael de Arístegui. El secretario de la Sociedad Económica, don Nicolás Aguayo, llegó a recaudar hasta $30,000 pesos de suscriptores de diversos pueblos. Pero, el siguiente gobernador, general Juan de la Pezuela, responsable de poner en práctica el régimen represivo de la Libreta de jornaleros , desautorizó el proyecto dicho proyecto educativo y ordenó devolver el dinero a los contribuyentes. En su obra autobiográfica, Mis memorias, Alejandro Tapia comentó: “De este modo murió hasta la intención del Colegio Central. Con semejante golpe (he dicho en otra parte) murió en Puerto Rico para la ciencia más de una generación. El daño fue inmenso, nos atrasó cien años”.12
En ese mismo año de 1844, fueron inspeccionados en la Aduana varios ejemplares de la obra literaria, Album
12 Alejandro Tapia y Rivera, Mis memorias o Puerto Rico como lo encontré y como lo dejo. Prólogo de Félix Córdova Iturregui. Dos palabras…, por Alejandro Tapia y Díaz. Proemio de Cayetano Coll y Toste. El manuscrito inconcluso (interrumpido por la muerte de Tapia en 1882), lo preservó su hijo hasta 1925, que lo presentó al Ateneo para guardarlo en su archivo. Se publicó primero en el periódico La Democracia, en 1927. Utilizo la Tercera edición de (San Juan: la Biblioteca, Inc., 1994).
puertorriqueño , editada por un grupo de universitarios puertorriqueños en Barcelona. En dicha obra se incluyó el poema titulado El Salvaje, del entonces joven de 21 años Manuel A. Alonso, que se graduaba de medicina en la Universidad de Barcelona. En una de las estrofas, Alonso escribió:
Que venga aquí el europeo codicioso, y si acercarse lo veo morirá al punto en mis manos; para sufrir tiranos en mi patria no nací.
En tres estrofas de El Salvaje , incluyendo la última, un Alonso aun no identificado con el abolicionismo, no obstante expresó:
Que es mi dicha vivir libre sin cadenas que me opriman, con su peso solo giman los esclavos y no yo.13
Según narró el historiador Lidio Cruz Monclova, luego de ser notificado por los agentes de la censura, al no poder echarle mano al joven desafiante que se hallaba en Barcelona, el general Arístegui mandó a buscar a su padre a La Fortaleza, residencia del gobernador: “Y allí, le reprendió, agria y brutalmente, por el inaudito atrevimiento del hijo. Siendo menester, la generosa intervención del Obispo, para que el Álbum se salvara del decomiso definitivo”.14 Para las décadas de 1830 y 1840, la juventud estudiantil en Puerto Rico y universitaria desde el exterior daba muestras de inconformidad clara con el despotismo colonial.
13 Manuel A. Alonso, El Salvaje, texto en Benicia Aguayo, Miguel Alcayde, Alejandrina Benítez, y otros autores, Aguinaldo puertorriqueño / Álbum puertorriqueño (Carolina, Puerto Rico: Terranova Editores, 2004), pp. 202 204.
14 Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico, Tomo I, 1808 1868 (1979: 273 274).
¿Por qué no se llegó a establecer una universidad en Puerto Rico durante la primera mitad del siglo XIX, y, en definitiva en los cuatro siglos de dominación colonial española? Manuel Elzaburu resumió bien el problema en su discurso de fundación del Instituto Superior de Enseñanza, en el Ateneo, a finales de aquel siglo. Para Elzaburu, una vez proliferaron los movimientos precursores de liberación anti colonial desde el último cuarto del siglo XVIII, especialmente durante el reinado de Carlos IV, la política reaccionaria fue la norma general de las autoridades españolas. En La Institución de Enseñanza Superior, Elzaburu, señaló como marco de referencia de la reacción, “aquellas insurrecciones de indios repetidas y ya respetables de trascendencia en que se inspiraban, como la de Tupac Amaru de fuerzas de millares de hombres”. Apuntó, además, el ejemplo de la guerra de independencia de Estados Unidos; y, “el pavor infundido por aquel volcán de ideas estallado con la Revolución Francesa”.15 A ello podemos añadir, las guerras de independencia de toda la América Latina, de 1809 a 1825, de la que quedaron bajo el control colonial de España sólo Cuba y Puerto Rico.
En esas circunstancias, docenas de jóvenes puertorriqueños salieron de su patria para incrementar sus estudios u obtener títulos universitarios en otros países. La ironía para la España colonialista fue que en Madrid, en su propio seno metropolitano, y desde otras metrópolis europeas, se agruparía a mediados del siglo XIX lo que podemos con toda justicia caracterizar de la vanguardia universitaria puertorriqueña. Veamos quiénes integraron y la forma que tomó esa vanguardia, y la labor historiográfica que realizaron.
Tapia y la Sociedad Recolectora de Documentos Históricos
El 20 de marzo de 1851, un grupo de jóvenes puertorriqueños que cursaban estudios universitarios en Madrid constituyeron el núcleo de lo que llamaron Sociedad Recolectora de documentos históricos de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico . Estos fueron: Segundo Ruiz Belvis, Alejandro Tapia y Rivera, Román Baldorioty de Castro, José Cornelio Cintrón, Juan J. Viñals, José Vargas, José Julián de Acosta, Genaro Aranzamendi, Calixto Romero Togores, y Federico M. González.16 Según Acosta, también formaron parte de dicha Sociedad Recolectora, Ramón Emeterio Betances y Lino Dámaso Saldaña.17
Sobre varios de aquellos estudiantes entonces se han escrito biografías. De otros apenas se conocen datos fragmentados, y de algunos no se sabe prácticamente nada. Ramón Emeterio Betances (1827 1898) fue enviado por su padre a Toulouse, Francia, en 1839, cuando tenía 12 años a cursar estudios superiores.
16 Los primeros diez nombres constan en el cuaderno pequeño, titulado Colección de documentos históricos relativos a la Ysla de San Juan Bautista de Puerto Rico (Madrid, julio de 1851), de los tres cuadernos de la Sociedad Recolectora que se preservan en el Archivo General de Puerto Rico (AGPR). Colecciones particulares, Expediente 138 43, Caja No.3, AGPR. Examiné estos cuadernos en marzo de 2009. Agradezco al archivero Pedro Puig el haberme localizado la caja documental en el AGPR.
17
Los nombres de Betances y Saldaña fueron consignados por Acosta en el Prólogo de la edición que hizo en 1866 del texto de Abbad y Lasierra (del siglo XVIII); véase, Fray Iñigo Abbad y Lasierra, Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico , Nueva edición, Anotada en la p arte histórica y continuada en la estadística y económica por José Julián de Acosta y Calbo. Estudio Introductorio por Gervasio L. García (San Juan: Ediciones Doce Calles e Historiador Oficial de Puerto Rico, 2002), p.35.
Elzaburu, La Institución de Enseñanza Superior de Puerto Rico (1889: 15).Allí se graduó de Bachillerato en Letras en 1846, y en Ciencias en 1848. Más tarde ese año, Betances comenzó a estudiar medicina en la Universidad de París.18
En 1846, el padre Rufo Manuel Fernández, y gracias a su iniciativa, acompañó a cuatro estudiantes a España para que prosiguieran carreras universitarias. Estos fueron Eduardo Micault Pignatelli (¿ 1846), Julián Aurelio Núñez (¿ 1846), Román Baldorioty de Castro (1822 1889) y José Julián de Acosta y Calbo (1825 1891). Poco después de su llegada a Madrid, una terrible epidemia de viruelas azotó a la población de la que murieron los jóvenes Micault (el 30 de octubre) y Nuñez (el 8 de noviembre) de 1846. Acosta también enfermó gravemente, mas sobrevivió. Padre Rufo quiso que Baldorioty, que tenía 24 años, y Acosta, de 21 años, regresaran con él a Puerto Rico pero ellos insistieron en quedarse y siguieron estudios en Ciencias Físico Matemáticas en la Universidad Central de Madrid.19 En 1849, Segundo Ruiz Belvis (1829 1867), entonces de 20 años de edad, llegó a Madrid y también se matriculó en la Universidad de Central para estudiar Leyes.20
Después de un duelo sostenido con un oficial militar español en San Juan, en septiembre de 1849, y del cual resultó herido, Alejandro Tapia y Rivera (1826
18 Ada Suárez Díaz, El Antillano. Biografía del Dr. Ramón Emeterio Betances, 1827 1898 (San Juan: Centro de estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe/Revista Caribe, 1988); Francisco Moscoso, El Cabo Rojo de Betances ( ).
19
José A. Gautier Dapena, Baldorioty, apóstol (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970); Lidio Cruz Monclova, Baldorioty de Castro (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1973); Ángel Acosta Quintero, José Julián Acosta y su tiempo (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1965).
20 Mario R. Cancel, Segundo Ruiz Belvis. El prócer y el ser humano (Bayamón/San Juan/Hormigueros: Editorial Universidad de América/ Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Municipio de Hormigueros, 1994).
1882) fue deportado a España. Llegó a Madrid en 1850 y fue a vivir con sus compatriotas Acosta y Baldorioty. Aunque no se matriculó en la Universidad, Tapia realizó estudios de nivel universitario. Betances, Acosta, Baldorioty, Tapia y Ruiz Belvis son próceres o personajes prominentes de la nación puertorriqueña, y sobre ellos se han escrito biografías, ensayos y artículos diversos. De ellos se conoce mucho y no es el objeto aquí exponer toda su vida y obra. Para el propósito que nos ocupa, lo que interesa es situarlos en el contexto estudiantil y universitario de mediados del siglo XIX, su relación a la Sociedad Recolectora y la Biblioteca Histórica de Puerto Rico, y en el contexto del Foro en que exponemos explorar la participación de Tapia, en particular. Acerca de los demás integrantes de la Sociedad Recolectora se conoce menos. Añado aquí algunos datos que he podido reunir de ellos. De los menos conocidos, he podido reunir más datos biográficos del que sigue.
Calixto Romero Togores nació en San Juan el 22 de febrero de 1830. Era hijo de don Calixto Romero y de doña María del Pilar Togores, oriundos de San Juan.21 Su padre militó en la Sociedad de Liberales Amantes de la Patria, de la época del Trienio Liberal (1820 23). Durante la década de 1830, figuró entre los alumnos
21 Algunos de los datos biográficos provienen de, “Biografía. Doctor don Calixto Romero y Togores”, Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico , Año VI, núm. 67, junio 1908, pp. 109 111. Hago constar mi agradecimiento a la bibliotecaria Carmen Santos Corrada, de la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Ciencias Médicas, por la gentileza de proporcionarme copia del mismo. Igualmente, por su diligencia con la biblioteca citada, y copias de Dr. S. Arana Soto, Catálogo de médicos de P.R. de siglos pasados (San Juan de Puerto Rico, 1966) y del mismo autor, Diccionario de médicos puertorriqueños (San Juan de Puerto Rico, 1963), en lo referente a Romero Togores, le estoy muy agradecido al distinguido Doctor Francisco J. Muñiz Vázquez.
del Liceo de la Concepción, así como de la Escuela del presbítero don José María Bobadilla (1834) y también del Seminario Conciliar, donde fue uno de los alumnos del padre Rufo Manuel Fernández, todas instituciones educativas en San Juan. Romero Togores estudió medicina en Madrid. Se graduó de Licenciado en medicina y cirugía en 1853, y de Doctor en medicina en 1854, de la Universidad Central de Madrid. Al igual que el Doctor Betances en Mayagüez y otros médicos en distintos pueblos de la Isla, el Doctor Romero Togores dio su auxilio a los enfermos en Cayey de la terrible epidemia del cólera, en 1856, que causó sobre 25,000 muertes en Puerto Rico. Desde 1862 fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País. Más tarde, en 1865, por su riqueza pecuniaria Romero Togores era uno de los principales contribuyentes del Municipio de San Juan. Como tal, tuvo derecho al voto para elegir a los Comisionados de Puerto Rico a la Junta de Información de Ultramar, convocada por las autoridades de España. En ese año, Romero Togores aportó la sección titulada “Enfermedades”, a la edición anotada por Acosta del texto de historia de Puerto Rico de fray Iñigo Abbad.22
Por otra parte, el nombre de Romero Togores figura entre los asistentes a la reunión de liberales llevada a cabo en la Hacienda del Cacao, en algún día de junio de 1867, para discutir la situación del país luego del fracaso de la presentación de peticiones de reformas al régimen colonial ante la Junta Informativa de Ultramar. En la misma se produjo un debate y división entre el sector reformista, encabezado por Acosta, y el sector revolucionario, liderado por Betances. Todo indica que, en su posicionamiento político, Romero Togores se situó con los reformistas. Luego del Motín de los artilleros en San Juan, en julio
22 Acosta, Nueva edición, pp. 541 565. En los apuntes sobre enfermedades, Romero Togores señaló un brote de viruelas en Puerto Rico, de 1863 a 1865 (incluso con algunos casos en 1866).
de 1867, el gobernador, general José María Marchesi lo usó de pretexto para ordenar el destierro de liberales sin distinción, considerados subversivos, con orden de reportarse ante las autoridades de Madrid en plazo de dos meses.23 Romero Togores acató las órdenes, se personó a Madrid, y luego volvió a Puerto Rico en el mismo barco que trajo a la isla al nuevo gobernador, general Julián J. Pavía, con quien se congració.24 A raíz de la revolución puertorriqueña de 1868 (el Grito de Lares), las autoridades sospecharon de todos los liberales, y Romero Togores, junto con José Julián Acosta, Pedro Gerónimo Goico, Julián Blanco Sosa y José Rufino Goenaga, todos reformistas, fueron arrestados y hechos prisioneros en la cárcel de Arecibo, en octubre de 1868. A pesar de que su nombre fue señalado por el preso Eusebio Ibarra, perteneciente a la sociedad secreta de San Sebastián, como figurando en unas proclamas revolucionarias impresas por el Comité de la capital, Romero Togores negó cualquier conocimiento y participación. Al no encontrar pruebas suficientes, el juez Nicasio Navascués Aisa, a cargo de la causa contra los presos por el Grito, ordenó la excarcelación bajo fianza de los citados reformistas.25
23 Sobre el particular, véase Francisco Moscoso, La Revolución Puertorriqueña: el Grito de Lares de 1868 (San Juan: ICP, 2003).
24 En Diccionario de médicos puertorriqueños (San Juan de Puerto Rico, 1963), el Dr. S. Arana Soto escribe que, “Romero Togores fue uno de los que siguió a Betances en sus ideas separatistas” (p. 283). Por el contrario, no hay ninguna evidencia conocida que lo identifique como independentista y, más aún, la actitud personal de Romero Togores en la encrucijada de 1867 1868 mereció palabras de desprecio de parte del Doctor Ramón Emeterio Betances. Véase la Carta de Betances al Dr. José Francisco Basora, fechada en Santo Domingo, el 14 de enerote 1868, en Luis Bonafoux, Betances (San Juan: ICP, 1970), pp. 89 97.
25
“Careo entre d. Eusebio Ibarra y d. Calixto Romero, ante el juez Navascués, Arecibo, 31 de octubre de 1868”, y, “Auto del juez Navascués, Arecibo, 1° de noviembre de 1868”, Expediente
En los años subsiguientes, el Doctor Romero Togores militó en las filas de Partido Liberal Reformista y, en 1883, fue uno de los Vocales de su Comité Central. En su casa, núm. 71 de la Calle de La Fortaleza, en San Juan, se llevó a cabo una Asamblea de Delegados de dicho partido, el 11 de noviembre de 1883, en donde se puso en debate nuevamente las tendencias políticas de los reformistas, entre asimilista s y autonomistas . En 1879, Romero Togores se unió a Manuel Elzaburu y otras personalidades en la solicitud al Gobernador y al Ministro de Ultramar (7 de noviembre) para que se estableciera un centro universitario en Puerto Rico vinculado a la Universidad de la Habana. En 1883, el Doctor Romero Togores también fue nombrado miembro de la Junta Provincial de Agricultura, Industria y Comercio.26 Romero Togores, uno de los
sobre la Rebelión de Lares, 1868 1869, Record Group 186, Roll 3, Tha National Archives, National Archives and Records Service, Washington, 1969 (National Archives Microfilm Publications), f.f. 125 129, 163. En Historia de Puerto Rico (New York: Las Americas Publishing Co., 1962), José Luis Vivas escribe que, después de la orden de arresto, Romero Togores “se mantuvo junto a otros liberales en Santo Tomás hasta ser amnistiado…” (p. 277). Esta información es incorrecta. En el careo citado, a las alegaciones de Ibarra, Romero Togores expresó que, “luego de la insurrección de los artilleros y del acto de insubordinación del cabo Montero fue desterrado…se presentó en Madrid a los dos meses de haber salido de Puerto Rico, que tal era el tiempo que se le daba para presentarse al Gobierno o sea al Ministerio de Ultramar” (f. 127). 26 Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), Tomo II Segunda Parte (1979: 663 64, 672 74, 839). En 1865, Romero Togores también se vinculó a la Sociedad Abolicionista de Madrid, que abogaba por el fin de la esclavitud. Al parecer, por el 1871 Romero Togores visitó Nueva York, pues hay constancia de un pasaporte registrando su viaje de vuelta de Nueva York a Puerto Rico en ese año. Romero Togores también publicó algunas investigaciones, incluyendo “El clima de la Capital de Puerto Rico” (presentado en el Ateneo en 1876, año de la fundación de dicha institución. Estos
fundadores de la Sociedad Recolectora en sus años universitarios, señala el historiador Adolfo de Hostos, fue el “médico que auxilió a Tapia la noche de su muerte en el Ateneo, 1882”.27 El Doctor Romero Togores murió el 19 de diciembre de 1886.28
últimos datos son señalados en el apartado sin identificación de autor, “Biografía…”, del artículo citado del Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico , p. 111.
27 Adolfo de Hostos, Tesauro de datos históricos de Puerto Rico, Tomo IV (Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1994), p. 925. En dicha fuente se indica que Romero Togores, “depositario del Municipio de San Juan, fue tesorero de recaudación de fondos para el Asilo de Beneficencia (1841 1847)”. Tesauro , Tomo IV, p. 925.Creo que se debe tratar de una equivocación, en todo caso posiblemente con referencia a don Calixto Romero, padre (dato sujeto a corroboración), pues en 1841 Romero Togores tenía 11 años de edad. Sin embargo, en Ensayo biográfico (1973: 235 36), Sotero Figueroa da la versión de que en la noche de la muerte de Tapia, “inmediatamente acudieron en su socorro los médicos don Juan Hernández salgado y don Gabriel Ferrer, el Presbítero don Ramón Gandía y el Farmacéutico don Fidel Guillermety”, entre otros.
28 “Biografía”, Boletín de la Asociación Médica de Puerto Rico, Op. Cit., p. 111. Posiblemente una de sus últimas contribuciones al ramo médico, fue el breve Prólogo que escribió para el libro su colega el Doctor en medicina y cirugía Francisco del Valle Atiles, Cartilla de Higiene (Puerto Rico: Imp. De José González Font, 1886). Se trata de una obrita de texto destinada a las escuelas primarias y superiores, algo de lo cual podría tomar nota el sistema educativo del presente. En el mismo, del Valle Atiles definió Higiene, en palabras sencillas: “el arte de conservar la salud” (p. 8). Romero Togores, manifestó que el objeto de la cartilla era preparar a las nuevas generaciones y “contribuir en la medida de sus conocimientos á la prosperidad de sus semejantes que reconoce por base la salud, como condición indispensable para el trabajo sin el que no hay adelantos posibles”. Prólogo (p. 5). La obra forma parte de los libros Raros de la Colección Puertorriqueña, de la Biblioteca de la UPR Río Piedras, donde lo consulté. Agradezco a su directora María Ordoñez y al bibliotecario Miguel
José Cornelio Cintrón Martínez (¿ 1863). De algunas fuentes se puede inferir que estudió Derecho en la Universidad Central de Madrid. Al parecer era oriundote Toa Alta, y fue colegial pensionado en San Juan. Tapia lo señala como “de Toa Alta” y dijo que fue su condiscípulo “desde la escuela primaria”. Después de graduarse volvió a Puerto Rico y, “enfermó del pecho y murió joven aún a poco de estar ejerciendo su carrera con brillantez por allá por el 1863”.29
Genaro Aranzamendi (1829 1886), hijo de inmigrantes venezolanos, oriundo de San Juan.30 Tenía 22 años cuando se formó la Sociedad Recolectora. En los pocos datos biográficos sobre él, no se indica qué estudió en Madrid. En la década de 1870 y 1880 se destacó como poeta romántico neoclásico y autor de zarzuelas de teatro, algunas de las cuales también compuso su letra y música.31
Vega, así como a los estudiantes asistentes por su servicio esmerado de siempre.
29 Tapia, Mis memorias (1994: 161).
30 En su investigación sobre los inmigrantes venezolanos, la historiadora Raquel Rosario Rivera consigna una relación de emigrados, de 1810 a 1848, que incluye a un José de Nic. Arandamendi, procedente de La Guaira ,con mujer, 3 hijos y 5 esclavos. Raquel Rosario Rivera, Los emigrantes llegados a Puerto Rico procedentes de Venezuela entre 1810-1848 (Puerto Rico: Esmaco Printers Corp., 1992). Se sabe, por otro lado, que para la década de 1830, l casa comercial Aranzmendi & Co., realizaba préstamos y transacciones financieras con hacendados azucareros en Ponce. Ivette Pérez Vega., El cielo y la tierra en sus manos. Los grandes propietarios de Ponce, 1816 1830 (Río Piedras; Ediciones Huracán, 1985), pp. 100 101. Por de pronto, desconocemos si Genaro Aranzamendi tiene alguna relación con estos. 31
Aranzamendi fue autor, por ejemplo, de las zarzuelas El curandero de Bayamón (1872), sobre el tema de los curanderos rurales; Los Baños de Coamo (1879), tratando sobre la vida social; Los dos huérfanos (1879); Los premios (1882) y El amor es ciego (1886). Josefina Rivera de Álvarez, Literatura puertorriqueña. Su proceso en el tiempo (Madrid: Ediciones Partenón, 1983), pp. 165, 179.
Acerca de José Joaquín Vargas Torres, en Mis memorias Tapia indica que era estudiante de Derecho en Madrid. En enero de 1867, por defender a Acosta de falsas imputaciones y abogar por la abolición de la esclavitud sufrió la represión política de parte del alcalde español de Ponce, Nicasio Navascués Aisa.32 En 1871, fue electo representante a la Diputación Provincial, la legislatura colonial, por el distrito de Juana Díaz. Participó en la Junta Informativa para el Fomento Moral y Material de Puerto Rico, llevada a cabo en el teatro Municipal de San Juan, en junio de 1873.33 El abogado Vargas Torres militó en el Partido Liberal Reformista y el Partido Autonomista Puertorriqueño, del cual formó parte de su Directorio hasta comienzos de la década de 1890.
32 La represión se suscitó a raíz de un incidente en la botica de don Pedro Garriga, en Ponce, el 18 de enero de 1867, en donde Vargas tuvo una disputa con don Valentín Suiró, quien acusó falsamente a Acosta de haber vendido a una esclava (en vez de libertarla) antes de viajar a Madrid a participar en la Junta de Información de Ultramar. En el expediente formado por el alcalde Navascués, el 20 de enero de 1867, se dice que Vargas profirió “varios conceptos relativos a la emancipación de esclavos que pudieran calificarse de subversivos”. El asunto es tratado el la obra del hijo de Acosta, Ángel Acosta Quintero, José Julián Acosta y su tiempo (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1965), pp. 171 172. También salió en defensa de Acosta el comerciante puertorriqueño, de la ciudad de Ponce, Carlos Elías Lacroix, quien un poco después sería uno de los dirigentes del movimiento revolucionario que desembocó en Grito de Lares de 1868. Sobre el particular, véase Acosta Quintero, Ibid., pp. 172 174; y sobre el revolucionario, “Carlos Elías Lacroix y la lucha por la libertad de Puerto Rico”, Cap. 7, pp. 121 136, de Francisco Moscoso, Clases, Revolución y Libertad: estudios sobre el Grito de Lares de 1868 (Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Edil, 2006).
33 Datos en, Lidio Cruz Monclova, Historia de Puerto Rico (Siglo XIX), Tomo I (1979: 428); Tomo II (1979: 138, 303, 510, 556, 871); Tomo III Primera Parte (1979: 58, 60, 62, 69, 101, 143, 216, 224, 239, 247, 248, 261 263, 337 38, 470).
Lino Dámaso Saldaña y Peña, era de Juncos, Puerto Rico. Figura entre los primeros 33 colegiales pensionados del Seminario Conciliar, en San Juan, en 1832.34 En el Inventario de la Serie Gobierno de Puerto Rico, del Archivo Histórico Nacional, de Madrid, se indica que de 1852 a 1855, Lino Dámaso Saldaña fue nombrado por el gobernador Director de la Casa de Beneficencia en la capital de Puerto Rico. Se puede inferir que antes estudió medicina en la Universidad de Madrid. También se indica que había visitado varios establecimientos de dementes en Europa y Norteamérica.35
Sobre Juan J. Viñals y Federico M. González, hasta ahora, no se ha podido obtener información.
Con este conjunto de datos podemos formar el cuadro de los integrantes de la Sociedad Recolectora, con la edad que tenían en el año de fundación (1851), siguiente:
Cuadro 2: Integrantes de la Sociedad Recolectora, 1851 1853
Nombre: Edad: Universidad/Profesión Y Estudios
1. Román Baldorioty de Castro 29. U. C. de Madrid. Ciencias Físico Matemáticas.
2. José J. Acosta y Calbo. 26. U.C. de Madrid. Ciencias Físico Matemáticas
3. Alejandro Tapia y Rivera. 25. Madrid. Matemáticas, Química, Física, árabe.
4.Ramón E. Betances. 24. U. de París. Medicina
5. Segundo Ruiz Belvis. 22. U.C. de Madrid. Derecho
34 Coll y Toste, Historia de la instrucción pública en Puerto Rico (1970), pp. 43 44.
35 Archivo Histórico Nacional (Madrid), Legajo 5075, Expediente 20 (contiene 11 documentos). M.Teresa de la Peña Marazuela, Dirección, Archivo Histórico Nacional, Sección de Ultramar I, Inventario de la serie Gobierno de Puerto Rico. Madrid: Servicio de Publicaciones del Ministerio de Educación y Cultura, 1972; p. 37.
6. Genaro Aranzamendi. 22. Madrid. Derecho y Música.
7. Calixto Romero Togores. 21. U.C. de Madrid. Medicina
8.José Cornelio Cintrón. ?. U.C. de Madrid. Derecho
9.José J. Vargas Torres ?. U.C. de Madrid. Derecho
10.Lino Dámaso Saldaña. ? . U.C. de Madrid. Derecho
11.Juan J. Viñals. ?. Madrid. ?
12.Federico M. González. ?. Madrid. ?
Como se puede apreciar, componían un grupo heterogéneo, o inter disciplinario, en sus intereses académicos, teniendo por denominador común su preocupación e interés general por la Historia. Evidentemente, el núcleo principal estaba formado por los que estudiaban en Madrid. Sabemos, porque sus nombres constan en uno de los cuadernos de la Sociedad Recolectora, que Aranzamendi, Viñals y González estaban en Madrid. Con lo dicho por Tapia en Mis memorias , se puede inferir que estos tres también formaban parte de los que él calificó como estudiantes universitarios aplicados. Quizás se pudiera inferir, además, que estudiaban en la Universidad Central de Madrid, como los otros. Pero, de momento no hay certeza de que la sola presencia en Madrid, como en el caso de Tapia, implique que estaban matriculados en una universidad. Mas, de ello y sobre las carreras que cursaban, habrá esperar que nuevas i nvestigaciones puedan descubrir documentos pertinentes. Por lo señalado por Tapia, sus intereses académicos en aquél entonces también lo asocian con Acosta y Baldorioty en el campo de las Ciencias Físico Matemáticas. Lino Dámaso Saldaña fue mencionado por Acosta, pero sobre él no tenemos más indicaciones por ahora. Cuando Acosta rindió homenaje nombrándolos a todos estos, dijo “si la memoria no le fallaba”. De manera que es posible que hubiera más integrantes e incluso, como en el caso de Betances, que estuvieran en otros países. Por aquellos
años, por ejemplo, Adolfo Ruiz Quiñones (hermano de Segundo Ruiz Belvis) estudiaba medicina en Berlín; y éste fue visitado en Alemania por Acosta.36
Con los datos biográficos de todos conocidos, en cuanto a las cuestiones políticas y sociales, podemos hacer algunas observaciones generales. Porque lo padecieron y denunciaron de una forma u otra desde Puerto Rico, la mayoría, si no todos estaban en contra del régimen de despotismo (o dictadura) colonial imperante. Su punto de referencia filosófico general era el Liberalismo. Por lo menos de la mitad se puede decir que favorecían abolición de la esclavitud. Hay indicios de que Betances y Ruiz Belvis, en algún momento de sus años universitarios se definieron por la independencia, como se fue mostrando a su regreso a Puerto Rico. De vuelta al país, Baldorioty, Acosta, Romero Togores, Tapia, y Vargas se insertaron en las filas del reformismo colonial. Hasta donde alcanza la información, esos jóvenes estudiantes universitarios adoptaban posiciones revolucionarias o reformistas puertorriqueñas, y no conservadoras pro españolas.
Sobre la participación y la manera que cada uno contribuyó las labores de la Sociedad Recolectora la información conocida es escasa. El estudio más completo de esta agrupación lo llevó a cabo la historiadora Isabel Gutiérrez del Arroyo. Se trata del artículo, “La Sociedad
36 Acosta pasó el invierno de 1851 52 en Berlín, donde amplió su conocimiento del alemán y estudió en el laboratorio químico del profesor Karl Friedrich Rammelsberg, de la Universidad de Berlín. “Conoció y trató en aquella su fugaz residencia, en Berlín, al doctor don Adolfo Ruiz,estudiante de medicina y hermano de su amigo del alma, y compañero luego en la célebre información de 1867, don Segundo Ruiz Belvis, que por aquella época estudiaba también, la carrera de Derecho, en la Universidad de Madrid”. Ángel Acosta Quintero, José Julián Acosta y su tiempo (San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1965), pp. 72 73.
Recolectora de documentos históricos: su colección documental”, publicado en la Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña , número 48, de 1970.37 Voy a referirme al mismo de manera general, procurando añadir algunos datos y reflexiones nuevas, como hasta aquí. Tanto Acosta como Tapia subrayaron el rol destacado que desempeño Baldorioty de Castro en la formación de la sociedad recolectora documental. Después de identificar a los doce integrantes que recordara, Acosta escribió: “La justicia exige también que digamos que el que mayor parte tuvo en la concepción del pensamiento y el que mayores servicios prestó en su ejecución fue nuestro amigo D. Román B. de Castro. Sabemos que su excesiva modestia sufrirá con esta especial mención; pero nosotros creemos cumplir con un deber sagrado señalando este nuevo título del Sr. Castro á la estimación y aprecio de sus compatriotas”.38
En Mis memorias , Tapia hace unos comentarios sobre las actitudes y los objetivos de los jóvenes puertorriqueños estudiantes o residentes en Madrid a mediados del siglo XIX. Él se cuenta entre el círculo de jóvenes estudiantes que fueron a prepararse bien académicamente, procurar
37 Unos años antes Gutiérrez del Arroyo comentó el significado de la antología en, “La Biblioteca Histórica de Puerto Rico”, Asomante , año 9, núm. 4, octubre diciembre 1954, pp. 5 25. Ha transcurrido medio siglo entre lo que exponemos y las aportaciones historiográficas de Gutiérrez del Arroyo, que, en más de una manera resultan insuperables. El tema permaneció dormido durante décadas. No creo equivocarme en observar que son pocos los que conocen tanto los artículos de la historiadora como la existencia de la Sociedad recolectora y su contribución cultural. En este sentido, mediante el segundo Foro Tapiano el Ateneo Puertorriqueño también cumple con su misión de fomentar y cultivar el conocimiento histórico y el enriquecimiento cultural de nuestra nación.
38 José Julián de Acosta y Calbo, Prólogo a la Nueva Edición de Abbad y Lasierra, Historia…de Puerto Rico (2002: 35).
conocer mejor a Puerto Rico y regresar a servir a su patria. Desde su punto de vista, otros estaban en España malgastando el tiempo. “Había otro círculo de Puertorriqueños, en el cual si no todos eran desaplicados, preponderaba en ellos mucho la afición a los placeres, los que si bien no eran pervertidos, los imputaba a disipar el tiempo”.39
Para Tapia, creo no arriesgado decir, la actitud de los estudiantes desaplicados y más interesados en las diversiones era una muestra de la enajenación social y colonial. En su drama La cuarterona, de 1867, opino que Tapia volvió sobre este asunto a través de la contraposición entre los personajes de Luis y de Carlos. En el drama, en vez de Madrid, el punto de referencia de los estudiantes antillanos era París. El personaje Luis caracterizó a Carlos y a todos los como él de “aquellos locos serios” que se empecinaban “de sumergirse en el barrio latino entre libros y bibliotecas. ¡Vaya una diversión!”. Lo único que hay que cambiar es a París por Madrid, o cualquier metrópoli europea en este caso. Haciendo un contraste entre una colonia antillana y el país imperialista recordando que las últimas dos colonias de España en América eran Cuba y Puerto Rico el personaje Luis manifestó:
Yo nací para el gran mundo y no para un gran villorio como éste, malgré sus defensores40; nací para tener fortuna y no para buscarla trabajando; para gozar y no para quemarme las pestañas en el estudio. Anda, sé tú, ya que lo quieres, un gran facultativo, un Nelatón, un Bernard, un Dupuyren.
¿Por qué Tapia citó esos tres “facultativos”? No creo que fueron escogidos caprichosamente. Ellos eran médicos eminentes franceses del siglo XIX y que hicieron grandes contribuciones a la medicina universal. Por ejemplo, Auguste
39 Mis memorias (1994: 161).
40 Malgré, en español significa, a pesar de.
Nélaton (1807 1873) fue autor del Tratado de patología quirúrgica , cuya traducción al español se publicó en Madrid en 1855.41 Claude Bernard (1813 1878), considerado el teórico de la medicina en Francia y, entre otras publicaciones, fue autor de L’Introduction à l’étude de la Médicine expérimentale (1865) . Y el Dr. Guillaume Dupuytren (1777 1835), fue uno de los médicos más prestigiosos del primer tercio del siglo XIX. Entre otras obras, fue autor de Lecciones orales de clínica quirúrgica, traducida del francés y publicada en Madrid en 1858.42 Hay otro detalle que relaciona esta selección de Tapia con la Sociedad Recolectora. El doctor Nélaton formaba parte de la Facultad de Medicina de París y dirigían las secciones de Fisiología y Clínica Quirúrgica, respectivamente, al tiempo que Ramón Emeterio Betances completó su doctorado en medicina allí.43
En La Cuarterona , a través del personaje Carlos Alejandro Tapia le replicó al personaje Luis con complejo de inferioridad colonial, lo siguiente: “Pareces extranjero en tu patria”. Igualmente le sacó en cara cómo desperdiciaba todo lo que la
41 El original en francés de Auguste Nélaton se titula, Élements de pathologie chirurgicale (1844 1860), 5 volúmenes.
42 El original en francés se titular, Leçons orales de Chinique chirurgicale (1832), 4 volúmenes. El doctor e historiador José G. Rigau Pérez, me ha señalado que el médico Bernard, “fue fundador de la fisiología experimental y además figura clave en el desarrollo del método científico en la investigación médica”. Carta (e mail) 5 marzo 2009. Le agradezco, además, por su corrección sugerida a la ponencia.
43 Los nombres de los facultativos constan en la tesis doctoral de Betances, Des causes de l’avortemént. El extinto historiador cubano, Emilio Godínez Sosa tuvo la gentileza de enviarme desde La Habana copia de la traducción al español: Tesis para el Doctorado en Medicina. Presentada y defendida el 8 de enero de 1855 por Ramón Emeterio Betances. Nacido en Cabo Rojo (Puerto Rico), antiguo alumno de la escuela Práctica y de los Hospitales de París. París: Rignoux, Impresor de la Facultad de Medicina, 1855.
capital de Francia ofrecía como centro intelectual y de las artes y ciencias, gastando la fortuna de sus padres en “el París de los espectáculos y las loretas”.44 Evidentemente, Tapia le señalaría a los Luis de la vida del drama a un Betances de la Sociedad Recolectora que se preparó bien en la Metrópoli para volver y servir a su “villorio” y ayudar a hacer de él parte del “gran mundo”.
Tapia valoró lo que significaban las buenas compañías e influencias para la juventud. El círculo de la Sociedad Recolectora era, precisamente, uno de esos medios sociales positivos. “Conozco la influencia que ejerce en propósitos razonables la adecuada compañía”, escribió. “Fuime a vivir con Román Baldorioty de Castro y José Julián Acosta, que llevaban vida estudiosa, y éstos me ayudaron en mis designios con el ejemplo y consejo muy oportunos”.45
Alejandro Tapia viajó a España en circunstancias de un destierro político. Por un lado, aprovechó la ocasión para ir a Málaga a reunirse con su padre a quien no veía hacía catorce años.46 Narró que no quiso contar a su padre las dificultades financieras de la familia en Puerto Rico o las de él de vuelta a España. Tapia expresó que no contaba con los recursos que le hicieran “posible obtener una carrera
44 Alejandro Tapia y Rivera, La cuarterona Drama original en tres actos. Prólogo por Edgar Quiles (San Juan: Editorial de la Universidad de Puerto Rico / Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1993), pp. 49 51.
45 Ibid.
46
Según relata Tapia en Mis memorias , por razones de salud su padre don Alejandro Tapia y Zapata, español oriundo de Murcia y capitán del Regimiento de Granada, se fue a vivir a Málaga en 1833. Allí fue Jefe de la Compañía de Depósito de dicho regimiento, hasta su retiro. En 1834, junto a su madre Catalina de Rivera, oriunda de Arecibo, Puerto Rico, y su h ermana Mercedes, se mudaron a vivir en Málaga cerca de un año. Pero, en septiembre de 1835, debido a la guerra civil entre liberales y monárquico absolutistas, y la falta de salud de doña Catalina, regresaron a Puerto Rico, permaneciendo el capitán Tapia en España.
38 Antes de fundarse la Sociedad Recolectora, Tapia se reunía con Acosta, Baldorioty, Ruiz Belvis, Cintrón y otros, “todos los domingos, para estudiar las necesidades de nuestro querido país, tan olvidado y poco conocido entonces en la Metrópoli”. No encontraban noticias de las Antillas coloniales españolas en los
profesional”. No obstante, aprovechó su estancia en Madrid, de casi tres años, para en sus palabras “por lo menos instruirme algo y adquirir conocimientos”. Embarcó de San Juan el 17 de noviembre de 1849, en viaje que tomó 44 días, hasta llegar a España. El 23 de enero de 1850 arribó en Málaga y allí pasó tres meses con su padre, “en su grata compañía”. En abril de ese año partió en diligencia para Madrid, vía Granada a la que llamó “la ciudad morisca” donde estuvo algunos días.
Ya ubicado en Madrid, en abril de 1850, Tapia tomó cursos particulares pagados de Matemáticas con el catedrático Francisco Travesudo, quien era el profesor “de Mecánica racional o cálculo diferencial ointegral” de Acosta y Baldorioty en la Universidad de Madrid. También frecuentó las clases de Química y Física que impartían los profesores Maranián y Valledor. Además, Tapia dijo que por las noches asistía a las clases del Ateneo de Madrid, “dadas por profesores ilustres”, y “a algunas conferencias de las sesiones”. Intentó complementar estos estudios, sumando a las leguas extranjeras de inglés y francés que ya sabía, la del árabe. Su visita a la ciudad de Granada lo había impactado desde niño y su manejo de documentos históricos lo motivó a aprender la lengua árabe. Tapia tomó clases en casa de un profesor (que no identificó), y señaló que “viendo mis adelantos nacidos de mi buena voluntad, dábame lecciones frecuentes y a distintas horas”. Sólo su vuelta a Puerto Rico, y la carencia de un profesor docto en la Isla, interrumpió su progreso en el dominio de esta lengua.47
periódicos y no había “ni un diputado que a ellas consagrasen algo de su tiempo”. Aquellos estudiantes identificaron como cuestiones principales de Puerto Rico, dos de carácter social. Entre ellos, se manifestaron a favor de la abolición de la esclavitud y “de los expedientes de limpieza de sangre”, un lastre de desigualdad social de origen feudal, además de discrimen racista.48
A todo esto no quiero dar la impresión de que el grupo de los estudiantes aplicados eran solo unos estofones come libros o nerds , que no hacían nada más que estudiar sin divertirse. Como señaló Tapia, era cuestión de se repartían los intereses. “Esta aplicación”, dijo Tapia, “no me privaba de los placeres de la edad ni los amoríos y galanteos de la misma, ni del cultivo del espíritu con libros serios. A esta constancia y buena distribución del tiempo se debía lo que prueba, que da para todo cuando hay voluntad bien dirigida”.49
Parece que no todos los que se reunían para discutir asuntos políticos o sociales llegaron a integrar la Sociedad Recolectora. Pues Tapia apuntó que, “también se formó otra sociedad a iniciativa de Castro para buscar y reunir documentos para la historia de Puerto Rico”.50
Biblioteca Histórica de Puerto Rico
Esto nos trae de vuelta al inicio del apartado anterior. Efectivamente, el 20 de marzo de 1851 la primera vanguardia universitaria puertorriqueña constituyó la Sociedad Recolectora de do cumentos históricos de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico . La represión de la dictadura militar colonial imperante no pudo impedir la acción conciente de aquellos jóvenes guiados por el patriotismo. La negación y privación colonial, a su vez, condujo a su
48 Mis memorias (1994: 163 164).
49 Mis memorias (1994: 163).
50 Mis memorias (1994: 164).
organización en la metrópoli misma de Madrid.
Les llamo vanguardia universitaria, en este caso, en el sentido de constituir un grupo estudiantes que se puso al frente de su pueblo puertorriqueño en la toma de conciencia de sí como entidad social histórica propia y particular. La identificación como puertorriqueños y el objetivo de ruptura anticolonial con España se remonta a instancias históricas anteriores, como, por ejemplo, la del movimiento revolucionario de 1809 al 1812, o la del 1838. También hubo estudiantes universitarios puertorriqueños, como ya notamos, en los siglos coloniales anteriores. Sin embargo, esta fue la primera vez que se reunían y organizaban los universitarios puertorriqueños con conciencia y propósitos patrióticos comunes.
El interés por conocer la historia y su país confluyó con el proceso de afirmación e identificación nacional puertorriqueña en aquellos jóvenes estudiantes. Querían producir un instrumento de estudio e historiográfico que partiera de los puertorriqueños mismos. Para hacer esto era necesario identificar las instituciones, archivos y bibliotecas que preservaran fuentes primarias documentales sobre Puerto Rico, desde los inicios de la conquista y colonización española. Entre marzo y julio de 1851, Baldorioty de Castro asumió gran parte del trabajo de rescate documental por encomienda del grupo.
El 30 de julio de 1851, los integrantes de la Sociedad Recolectora, a excepción de Betances que estaban en París y Saldaña que desconocemos su ubicación, se reunieron en Madrid, para recibir el informe que les rindió Román Baldorioty de Castro. El mismo es titulado, Noticia de los trabajos presentados a la Sociedad Recolectora de documentos históricos de Puerto Rico . He examinado este documento en el Archivo General de Puerto Rico. Debido a su estado de deterioro, con partes rotas y borrosas, acompaño esta ponencia
con una transcripción del mismo: se salva todavía más de 95% de la información. Expresado en términos solemnes, Baldorioty comenzó el informe diciendo: “En cumplimiento de la honrosa comisión que merecía la Sociedad en 20 de marzo del presente año, creo mi deber presentar el resultado de mis investigaciones durante los cuatro meses que transcurridos desde aquella fecha”.51 Ese día Baldorioty sometió tres volúmenes, con índices. Tapia señaló que, como resultado de las investigaciones posteriores, la colección de la Sociedad Recolectora consistió de 4 volúmenes.52
Como señaló Isabel Gutiérrez del Arroyo, en su artículo detallado citado, originalmente el acervo documental de la Sociedad Recolectora estuvo en posesión de la Colección Junghanns. Se refiere al coleccionista Robert A. Junghanns, un coleccionista libros, documentos y diversidad de objetos culturales, de origen danés radicado en Bayamón desde principios del siglo XIX.53 Según notó Gutiérrez del Arroyo, los tomos I y III, y un cuaderno titulado Papeles Varier [Varios], se encuentran en el Archivo General de Puerto Rico. Otra parte de dicha colección, señala además, “quedó en poder de la Universidad de Puerto Rico”. No sabemos si ello incluía el tomo II, que Gutiérrez del Arroyo no encontró en su investigación. Hasta ahora no se sabe de su paradero.
Gutiérrez del Arroyo apuntó, por otro lado, que en la biografía de Baldorioty, escrita por el historiador, Dr. Cayetano Coll y Toste, éste señaló que había transcrito el reglamento original de 1851 de la Sociedad Recolectora y una versión enmendada de
51 Román Baldorioty de Castro, Noticia de los trabajos presentados a la Sociedad Recolectora de documentos históricos de Puerto Rico, Madrid, 30 de julio de 1851. Cuaderno: Puerto Rico Papeles Varier, No. 139. AGPR, Colecciones particulares, Expediente 138 43, Caja no. 3, ff. 108 112r.
52 Mis memorias (1994: 164).
53 Véase, Robert A. Junghanns, en Adolfo de Hostos, Diccionario histórico bibliográfico comentado de Puerto Rico (Sanjuán: Academia Puertorriqueña de la Historia, 1976), p. 562.
1853, prometiendo publicarlos en la obra multivolumen que editó, Boletín Histórico de Puerto Rico, entre 1914 y 1927. Pero tal no aconteció. No obstante, con los cuadernos preservados e índices la historiadora pudo reconstruir casi todo el contenido de la labor de Baldorioty. Antes de fundarse la Sociedad Recolectora, Baldorioty de Castro llevaba dos años, es decir, por lo menos desde 1849, copiando documentos.54 En su informe, Baldorioty hizo constar con agradecimiento, que en el acopio de documentos contribuyeron también don Domingo del Monte, oriundo de Venezuela y cubano por adopción; don Pascual Gayangos, que estaba formando un biblioteca americana; José María Corton, quien copió gratuitamente dos documentos largos; algunos de los socios de la Sociedad Recolectora; y algunos escribientes contratados. Se sabe que entre los socios, Segundo Ruiz Belvis aportó la traducción del francés al español de la parte referente a Puerto Rico en Historia del Nuevo Mundo de Jean de Laet. Como factores limitantes, Baldorioty de Castro señaló que hasta el verano de 1851 solo había tenido acceso a la Biblioteca Nacional. Exhortó a los socios a hacer gestiones para obtener permiso para consultar la biblioteca de la Academia Española de la Historia y a encaminarse a descubrir la mina de documentos del Archivo General de Indias, en Sevilla. Unos meses después Baldorioty y Acosta concluyeron sus grados académicos y se encaminaron a Francia y Alemania a hacer algunos estudios adicionales. Mientras estaban se sabe que Tapia y Betances estuvieron en contacto y tallando otro ángulo cultural y de crítica velada anti colonial. En 1852. Tapia publicó su novela La palma del cacique, la cual envió a
54 Isabel Gutiérrez del Arroyo, “La Sociedad recolectora de documentos históricos: su colección documental”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, núm. 48, julio septiembre 1970, pp. 36 44.
Betances en París. Y, en el año de su graduación de médico, Betances publicó en francés, su novela corta, Los dos indios. Episodio de la conquista de Borinquen (1855). Mientras tanto, la tarea de completar el acopio documental y editar la obra de la Sociedad Recolectora recayó en Alejandro Tapia y Rivera.
Tapia logró acceso a la Biblioteca de la Academia Española de la Historia, donde copió muchos documentos del siglo XVI, y algunos de los siglos XVII y XVIII. A la formación de los volúmenes de la Sociedad Recolectora, como dijo él, “tuve el gusto de cooperar con mis investigaciones en la Academia de la Historia”.55 A su regreso a Puerto Rico, en 1853, Tapia añadió algunas fuentes más a la proyectada antología.
Una vez reunido todo el material que potencialmente podría formar parte de la obra, le tocó a Tapia enfrentar el escollo colonial de la censura. Para evitar contratiempos y que se frustrara el proyecto, Tapia optó por excluir algunos textos. Debido a que entonces eran interpretados por la censura reaccionaria como antagónicos al estado español establecido, se excluyeron los pasajes relacionados a Puerto Rico en la Historia de las Indias, de Bartolomé de las Casas; la “Elegía a Juan Ponce de León” de Elegías de los varones ilustres de Indias de Juan de Castellanos; lo referente al país en Grandezas de Indias, de Gabriel de Villalobos; y varios otros documentos o informes de los siglos XVI al XIX que pudieran causar algún problema, o que aumentaran demasiado el número de páginas de la ya voluminosa obra.
Finalmente, en 1854 se publicó en el país la antología documental, Biblioteca Histórica de Puerto Rico, editada por Alejandro Tapia y Rivera. Como se sabe, contiene un caudal de extractos de crónicas y de documentos de Puerto Rico de los siglos XVI al XVIII. Ese fue, evocando las palabras de Baldorioty cuando presentó su informe de 1851 a la Sociedad Recolectora,
un punto de partida, “como principio de la obra más útil que han pensado quizás, hasta hoy los hijos de Puerto Rico”. Algunos integrantes conocían los pocos textos de historia de Puerto Rico existentes hasta entonces. Es decir, por ejemplo, la Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico (1788), de Abbad y Lasierra del siglo XVIIII, o Memorias geográficas, históricas, económicas y estadísticas de la Isla de Puerto Rico (6 tomos, 1832). Pero, ¿por qué Baldorioty terminó su informe diciendo que, “llegará este trabajo a colmar el vacío que en punto a historia siente nuestro país”?
Lo que a través de la Sociedad Recolectora se estaba diciendo, me parece, es que: 1) realmente eran pocos en Puerto Rico los que conocían los trabajos de la historiografía existente; 2) esa
historiografía era insuficiente y, además, hacia falta que los puertorriqueños mismos incursionaran en el campo de la historia, no solo para conocerla sino para conocer mejor al país; 3) las fuentes de la historia en los archivos , en las bibliotecas y en diversas instituciones son patrimonio intelectual público que no le pertenecen privadamente a nadie y sí a la sociedad y deben estar accesibles a todos56; y, 4) la historia debería estar rigurosamente fundamentada en documentación y análisis
56 Así se desprende de la crítica que Baldorioty formuló a la Academia Española de la Historia de aquél tiempo: “pero entre nosotros la ley lo ha puesto en manos de los académicos y de estos el mayor número se cree con derecho esclusivo a poseer lo que a todos nos pertenece. Semejante estado no puede ser duradero y es de creer que esto se modifique en sentido más liberal; entretanto, los Sres. de la Sociedad deben tener la vista fija en esta Biblioteca y acechar y aun perseguir la ocasión más fugitiva que pueda presentárseles para entrar en ella”. En la Biblioteca de la Academia, por ejemplo, estaba la obra Historia del Nuevo Mundo de Juan Bautista Muñoz, el fundador del Archivo General de Puerto Rico en del siglo XVIII, con un volumen dedicado a Puerto Rico. Noticia…, Op. Cit. , f. 111.
crítico. En este último punto, la concepción historiográfica que los guiaba era la del Positivismo.
La Biblioteca de la Academia Española de la Historia a la que no tuvo acceso Baldorioty atesoraba la magna obra (95 volúmenes) del Cronista de Indias, Juan Bautista Muñoz (1745 1799), Historia del Nuevo Mundo, y quien fuera el fundador del Archivo General de Indias en 1785, localizado en Sevilla. La concepción positivista de la historia a que aludí, pone énfasis en basar la historia en los documentos bajo la premisa de que lo está escrito o registrado es veraz. Lo positivo (de ahí, positivismo) es la fuente documental. Aceptar lo que está escrito como la “historia tal cual aparece” es el positivismo en su sentido más crudo. Por un lado, tal concepción de investigación histórica significó un paso de avance en la exigencia de reconstruir la historia basada en fuentes primarias.
Baldorioty y la Sociedad Recolectora hasta cierto punto estaban guiados por este punto de vista positivista, en boga en su tiempo, pero también advertían los peligros de aceptar los datos sin más análisis o corroboración. Infiero esto de lo manifestado por Baldorioty en su informe de 1851 al grupo, en las palabras siguientes: “En la colección de D. Juan Bautista Muñoz encontrará el afortunado Puerto Riqueño que logre entrada en la referida Biblioteca, la historia de su país escrita por sus propias autoridades en buen orden cronológico, y que casi no espera más que una mano hábil que antes de trasladarla a la estampa la depure y exonere”.57
En su análisis de la historiografía puertorriqueña, Isabel Gutiérrez del Arroyo opinó que con la Biblioetca Histórica se iniciaba una segunda etapa de nuestra historiografía, y que ella denominó, “la escuela científica crítico erudita”. Verdaderamente, la Biblioteca Histórica
57 Baldorioty, Noticia …, Op. Cit., ff. 111 111r.
constituye la piedra angular documental que propulsó las investigaciones científicas asociadas a la corriente del Positivismo de la historia de Puerto Rico. Los ejemplos subsiguientes inmediatos, aprovechando la antología documental e investigando nuevas fuentes, serían los trabajos de Acosta y de Salvador Brau.58
Aquella vanguardia universitaria de mediados del siglo XIX dio a la nación puertorriqueña nada menos que a los grandes revolucionarios, educadores, científicos, médicos, abogados, escritores, poetas, ensayistas, periodistas, literatos, novelistas y dramaturgos como Betances, Ruiz Belvis, Acosta, Baldorioty de Castro y Alejandro Tapia y Rivera.
58 Sobre la ubicación historiográfica de la Sociedad Recolectora y su obra, y el tema del positivismo,, véase de Isabel Gutiérrez del Arroyo, Historiografía puertorriqueña (San Juan: ICP, 1985), y de la historiadora Loida Figueroa, Historiografía de Puerto Rico (Madrid: Paraninfo, 1975).
El Dr. Francisco Moscoso, Presidente de la Sección de Historia del Ateneo.NEGROS Y MULATOS EN LA OBRA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
Por Ramón Luis Acevedo Marrero Universidad de Puerto RicoQuiero comenzar esta exposición leyendo buena parte de un poema negrista desconocido, una composición terrible de un poeta muy celebrado en su época, que es la misma de Tapia. El autor es Saturnino González Reguera; el poema apareció en el Almanaque del Buen Humor para 1875 y se titula “Desoriental”. Se trata de una parodia, supuestamente cómica y de muy mal gusto, de las composiciones románticas en las cuales se evocaba el oriente lírico y exótico y la belleza fascinante y misteriosa de sus mujeres.
Desoriental Joya tosca de Cangrejos la de tez embetunada, la de lanudas guedejas, la de las anchas espaldas, la de labios progresistas, la de la nariz romana, la de la boca sin dientes, la del cuello de jirafa, la del cuerpo de talego, la que se calza con chanclas, la que suele arrastrar cola de vara y media de larga, la que dos brazos enseña que semejan dos guadañas, y ver deja dos canillas tuertas, sucias y delgadas. Pon en juego tus orejas para escuchar las palabras, del que por fea te admira y por lo horrenda te canta. Chupabas largo humazo, tan negro como tu cara, cuando por la vez primera
te vi en el batey sentada. Luego te vi al son del güiro y de una enorme maraca, con extraña jeringonza bailar la bomba africana. Te vi después comer ñame, cual come un cerdo patatas; morder caña, como un chango; beber guarapo… como agua, llegar al batey lloviendo lleno el vestido de zarzas, y sin aprensión alguna tumbarte al punto en la hamaca.
Mas no sé, mujer o trasgo, si algún mortal te hizo cara; si pudiste soñar nunca con una pasión mundana, si hubo algún desventurado que cual ya en ti se fijara y te habló… lo que hablar suelen los mozos con las muchachas. Dímelo, mujer horrible, la de tez embetunada, la de lanudas guedejas, la de las anchas espaldas. Dímero, fiero vestigio, esqueleto en ambulancia que pegas un susto al miedo y al más valiente acobardas. Dímelo para que pueda afirmar que nunca falta, para un descosido un roto, para una bruja un fantasma. Y que si dice el refrán que toda moneda pasa, pasando tú, pasan todas
las estantiguas humanas.1
He querido leer esta composición para ilustrar el prejuicio racial y la visión muy negativa del negro que prevalecía en la segunda mitad del siglo XIX en Puerto Rico. Ya Fray Iñigo Abbad en el siglo anterior y en su descripción de la sociedad estamental puertorriqueña, había señalado que en la isla no había cosa más afrentosa que ser negro. Esto nos servirá de barómetro para apreciar mejor las actitudes de Tapia frente a las concepciones racistas de su época. También conviene consignar otra cita, esta vez muy reciente, del libro El Caribe en su discurso literario de Ana Margarita Mateo y Luis Álvarez:
Es necesario advertir que la cuestión de la raza en la cultura caribeña nunca se presenta focalizada en una sola raza. En efecto, de manera directa o indirecta, en realidad de lo que se trata en nuestra cultura es de las relaciones entre las razas. Eso hace que el tema negro sea tratado en relación con otra (la raza blanca) u otras de las razas componentes. De hecho, pues, el tema racial en el Caribe es, sobre todo, un tema interracial. Ello está marcado profundamente en el devenir histórico del colonialismo, que, al menos en términos políticos, establecía el dominio de una supuesta “raza”, es decir, los europeos. 2
1 González Reguera, Saturnino, “Desoriental”, Almanaque del Buen Humor para 1875, 1874, p. 94 96.
2 Álvarez, Luis y Ana Margarita Mateo, El Caribe en su discurso literario, (México: Siglo Veintiuno, 2004) pp. 103 104
Hijo de una sociedad esclavista, los negros y las mulatas están muy presentes en la vida y la obra de Alejandro Tapia. En casa de sus padres había esclavas que ayudaron a criarlo y un negro, el maestro Rafael Cordero, fue su mejor maestro cuando niño. El tenía esclavos y, según Ramos Perea, tuvo amores con una mulata llamada Salomé. Negros, mulatas y mulatos aparecen en su Noticia sobre la vida y obras de José Campeche (1955), La cuarterona (1867), La leyenda de los veinte años (1874) y Mis memorias, obra publicada póstumamente. Ya hemos dicho que Tapia nació y se formó dentro de una sociedad colonial esclavista. El mismo la describe magistralmente en Mis memorias , obra que evadió la censura española, ya que no estaba destinada a su publicación inmediata. Las páginas dedicadas a la esclavitud africana son de las más dramáticas y avanzadas de cuantas figuran en el libro. En ellas se señalan y condenan los terribles abusos que sufrían los esclavos: el hacendado que le sacó los dientes al esclavo porque se comía las cañas, la esclava azotada por no servirle al amo el arroz con “pegao”, el que emparedó vivo a un esclavo, el que desollaba la planta de los pies de sus víctimas y luego las hacía caminar por guijarros, los que cavaban hoyos en la tierra para acomodar las barrigas de las esclavas embarazadas que azotaban. Tapia también denunció la barbaridad del código negro del Gobernador Juan Prim y la ineficiencia de
Dr. Ram ón Luis Acevedo Universidad de Puerto Ricolos síndicos para velar por los pocos derechos de los esclavos.
Pero, sobre todo, Tapia analiza y ataca la institución misma como parte del “funesto sistema colonial absolutista de que formaba parte” 3. Su influencia es dañina, no sólo para el esclavo, sino también para los amos. La esclavitud destruye la familia, envilece el trabajo, autoriza la crueldad del amo, embota la sensibilidad, estimula el abuso de la autoridad frente a los hombres libres y afecta el desarrollo político de la colonia. Tapia se pregunta:
¿Qué educación podía recibir la señorita que se criaba viendo la procreación de las esclavas fuera de la legitimidad del matrimonio?
¿Cómo no embotar la sensibilidad propia de su sexo, acostumbrándola a presenciar con frecuencia el uso del látigo?
¿Qué respeto a la caridad y a la dignidad humana podría producir en la educación pública el hábito de presenciar la crueldad de los castigos inherentes al estado de esclavitud?
¿Qué amor a la libertad, qué horror a la tiranía podía engendrarse en una sociedad en donde los más sag rados derechos de la libre entidad humana estaban de tal modo conculcados? 4
El esclavo es, por naturaleza, una “libre entidad humana”, un ser humano, cuyos derechos han sido conculcados. Este
reclamo de igualdad y humanidad es el que fundamenta toda la visión del negro y el mulato en la obra de Tapia. Recordemos que Tapia fue amigo y colaborador de Betances, Ruiz Belvis, Francisco Mariano Quiñones, Acosta, Baldorioty y Vizcarrondo y perteneció a este grupo de ilustres abolicionistas que pidió la abolición inmediata y sin indemnización. Recordemos también que Betances, a quien Tapia
3 Tapia, Alejandro, Mis memorias, (San Juan: Editorial Coquí, 1966), p. 80.
4 Ibid., p. 84.
admiraba, era mulato, al igual que Baldorioty de Castro. Una de las primeras obras que escribió Tapia está dedicada precisamente a otro mulato el pintor José Campeche que junto a Ramón Power, cuya biografía también escribió conforma el dúo de “colosos” ‐‐un mulato y un blanco‐‐ que funda la nacionalidad puertorriqueña. Incluso, ya antes, en la Biblioteca histórica, había incluido documentos que consignaban la presencia africana en nuestra historia. Lola Aponte Ramos nota la escasa referencia a la raza en la biografía que escribe Tapia sobre Campeche. Considera, sin embargo, que se trata de una estrategia para negar la raza como elemento pertinente en la definición del individuo.
En un gesto escritural que sigue la misma trayectoria de desestibilización de la línea del color, al hablar de Campeche utiliza dos estrategias que tiñen de duda la vigencia de ese concepto, por lo menos al tomarse como posibles paradig mas descriptivos: evade la descripción racial del biografiado, mientras adjunta al país entero la cualidad marginal. Así, pues, en el caso de Campeche vemos como la categoría de raza como lo marginal y exógeno le sirve a Tapia para convertir esa exclusión en paradigmática de la totalidad del país que relata. Igualmente, le permite dar cuenta de las hondas contradicciones de insistir en la categoría de raza a la hora de describir la sociedad puertorriqueña decimonónica. A la hora de ubicación espacial de la metáfora del color con respecto al pintor vemos dos estrategias discursivas de Tapia Y Rivera: en primer lugar, no insiste en la pigmentación cutánea del pintor, y a su físico dedica una sola oración: “Era pintor de buena estatura, un tanto delgado y ágil de miembros, de color sonrosado al par que trigueño, laso el cabello y pardos los ojos.” En la misma, la descripción del color cutáneo es un elemento más en una lista que incluye elementos que en las expectativas de caracterización étnica parecen
contradictorios: el sonrosado y trigueño de la piel, por ejemplo, sobresale por su contenido
de hibridez ante las expectativas que produce el constructo de raza. 5
No hay duda, sin embargo, que la obra donde más extensa y profundamente Tapia trata el tema de las relaciones raciales, del negro y la mulata, es La cuarterona , leída públicamente en 1866 y escrita después de que el escritor había vivido varios años en Cuba. Se trata de un drama social antillano desarrollado en La Habana. Hostos, uno de los primeros en comentar la obra, la elogia como un drama genuinamente americano y destaca su presentación de un pensamiento social de transcendencia en torno al problema racial de Las Antillas.
El argumento es muy conocido. Carlos, hijo de la Condesa, regresa de París donde estudió medicina y le confiesa su amor a Julia, la cuarterona, hija de una mulata esclava de la Condesa. Ella también lo ama, pero lo rechaza por gratitud a la Condesa, que la ha protegido, y porque piensa que el matrimonio lo perjudicaría. La madre de Carlos quiere casarlo con Emilia, muchacha frívola, hija de don Críspulo, un comerciante rico e inescrupuloso. La fortuna de la Condesa, basada en ingenios cañeros, ha ido mermando; de ahí el interés que ella tiene en el casamiento. don Críspulo, por su parte, interesa el título nobiliario para su hija y sus descendientes. Como último recurso, la Condesa le dice a Carlos que no puede casarse con Julia porque es su hermana. Mientras tanto, la muchacha ha enfermado, delira, se toma una sobredosis de su medicamento y muere en brazos de Carlos. Entonces Jorge, el criado negro, revela que Julia no es hermana de Carlos, sino de Emilia; es hija de don Críspulo y la esclava María. El pensamiento antirracista de Tapia se evidencia claramente en La cua rterona. Es significativo que en plena campaña abolicionista no escribiera un drama
5 Aponte Ramos, Lola, “Geografía discursiva del límite del color: los textos de Alejandro Tapia y Rivera ante la raza”, en: Actas de Tapia de Rubén Moreira (editor), Editorial LEA, 2004, p. 31.
meramente antiesclavista, sino que prefiriera escribir una obra antirracista que va a los fundamentos mismos de la esclavitud. (Recordemos que algunos prestigiosos abolicionistas, sobre todo en Cuba y Brasil, fueron racistas.) Tapia presenta las consecuencias negativas de la existencia de una sociedad esclavista: la promiscuidad sexual de los amos, la desgraciada suerte de los hijos naturales mulatos, desconocidos y abandonados por su padres blancos; el orgullo de casta y el falso sentido de superioridad que desarrollan los amos, la actitud negativa hacia el trabajo, el engaño y la hipocresía y otras injusticias derivadas de los prejuicios raciales y sociales.
Las posiciones antagónicas con relación al racismo y los prejuicios de clase se encarnan en la Condesa, don Críspulo y Emilia, por un lado; y Carlos, por el otro. Todos menos Carlos y Jorge, el esclavo doméstico, ven a Julia como inferior e insisten en destacar la distancia social. don Críspulo y Emilia consideran que la Condesa la ha consentido demasiado y que debe reconocer su lugar. Esta intención de mantener la mulata “en su lugar” se percibe incluso en la misma Condesa. A pesar de que la estima, el casamiento entre ella y Carlos es sencillamente inconcebible dentro de su mentalidad aristocrática. En el caso de Carlos, su educación en el extranjero lo ha liberado de este tipo de prejuicio y le ha permitido ver la terrible injusticia que entraña. Por eso, para convencer a Julia, le dice: “Deja que triunfe un destino tan grato para mí: el de ser tu esposo, en otros países a donde no alcanzan la ruines preocupaciones de raza que aquí nos mortifican.”6 (p. 47 48) Más adelante añade: “Los hombres, son los hombres los que pretenden separarnos. Dios quiere la fraternidad entre sus hijos. Él no ha creado las preocupaciones sociales. Él las combate con sus leyes de amor.”7 (p. 72 73)
6 Tap ia, Alejandro, La cuarterona, San Juan, Publicaciones Gaviota, 2005, p. 99.
7 Ibid., p. 132.
La confrontación entre racismo y antirracismo resulta inevitable y es lo que confiere tensión dramática a La cuarterona. Esta confrontación culmina en la escena octava del tercer acto, donde, a través de Carlos, Tapia expone su ideario antirracista e igualitario. La Condesa le pide a Carlos que acceda inmediatamente a casarse con Emilia para evidenciar que niega toda indulgencia “a unas relaciones desiguales y peligrosas”, refiriéndose a sus relaciones con Julia. Carlos contesta afirmando no sólo la igualdad, sino la superioridad moral de la cuarterona: “Pues bien, madre: yo la amo y no consentiré que se la ofenda ni trate mal. Si no es igual a mí por la cuna, está tal vez más alta que yo por su corazón.”8 La Condesa reacciona con espanto, expresando claramente sus prejuicios: “¡Igual a ti! ¡Llaneza incomprensible! ¡Es decir que eres igual a la hija de la esclava María! El padre de esa muchacha, que era su dueño, vendió a otro la madre con ella en su seno, avergonzándose del fruto que iba a resultar de su extravío. ¿Eres, pues, igual a esa muchacha que su mismo padre negó antes de nacer y que negaría hoy si la conociese?”9 La vehemente contestación de Carlos no deja lugar a dudas sobre la opinión de Tapia.
No importa, señora. Eso añade mayor interés a su desgracia. Yo que la amo, no debo abandonarla aunque me llamen loco… Si ella es infeli z desde la cuna, ya que la cuna es delito para ciertos seres; si un padre inicuo, por evitar que saliese a su rostro la prueba de un censurable descarrío o por el vil interés de su codicia (cosa no muy rara entre nosotros) la vendió antes de nacer: si el mundo la convirtió en mercancía cuando aún pertenecía exclusivamente a Dios; si entonces la única mano bienhechora que la sacó de su estado; si usted, madre, al decirle: levántate y mira al cielo que es nuestro origen, lo hizo para dejar caer sobre su frente algún día, por la culpa de haber amado, el manoplazo
8 Ibid., p. 156.
9 Ibid., p. 156.
feudal de la soberbia; yo que la amo, porque el cielo la hizo interesante y amable a mis ojos, soy quien debo indemnizarla de los males que le ha causado el mundo; y debo presentarla ante Dios diciendo: Señor, tú la creaste tuya, y los hombres te la han robado. Ella es tu hija, ha sido vendida como Tú también lo fuiste, por uno de los seres que venden su sangre, por uno de los Judas que existen en el mundo para cambiar las almas por dinero…10
No ob stante el vehemente discurso anterior, aún podemos preguntarnos hasta donde llega el antirracismo de Tapia. La crítica norteamericana y brasileña vinculada al movimiento negro, ha destacado la persistencia de la ideología racista aún en aquellos autores, como los narradores antiesclavistas cubanos y brasileños, que se proponen la defensa del negro y el mulato. Richard L. Jackson en The Black Image in Latin American Literature observa, basándose en varios estudios sociológicos, que mientras en los Estados Unidos el prejuicio racial se basa en el origen de la persona, en Latinoamérica predomina lo que podríamos llamar el “prejuicio cromático”. La actitud hacia el mulato es mucho más favorable que hacia el negro; el grado de aceptación o rechazo depende del color de la piel. El proceso de mestizaje no se ve, entonces, como un proceso de integración armónica de las razas, sino como un proceso de
“blanqueamiento”. La defensa del mestizo o el mulato oculta muchas veces el deseo de hacer desaparecer al negro.
Según Jackson, en los pseudodefensores del negro la ideología racista se manifiesta mediante la imagen que presentan del negro y del mulato. Así, por ejemplo, en la novela antiesclavista cubana los personajes negros o mulatos se someten a la estética del b lanco y añoran ascender a su mundo para escapar de su condición racial. Por otro lado, el negro “bueno” es el negro sumiso, dócil, resignado a su condición de
10 Ibid., p. 157.
inferioridad. Lo mismo puede decirse con relación al mulato. Un buen ejemplo de lo anterior es la protagonista de la famosa novela Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde. Jackson no comenta La cuarterona en su libro, seguramente porque desconoce la obra; pero podemos aplicarle sus propios criterios para determinar los límites del antirracismo de Tapia. Una primera lectura parecería indicar que Tapia también compartía la oculta ideología racista que el crítico norteamericano denuncia. El dramaturgo, por ejemplo, describe a Julia como casi blanca: “Si la actriz que desempeña el papel de Julia fuera morena, con no usar colorete tendrá bastante. Si rubia, deberá figurar como pelinegra; pero nada de tizne, puesto que se trata de una mujer blanca en apariencia. Dos trenzas a lo criolla, y ondeado o rizado el cabello en la parte no trenzada.”11
Por otro lado, Julia se muestra sumisa ante la voluntad de la Condesa y parece haber internalizado los prejuicios. Cuando enloquece parece manifestar una actitud de autonegación racial cuando habla de ocultar oborrar una mancha imaginaria que podría interpretarse que es su negritud. También Jorge, el esclavo negro, parece mostrarse sumiso y dócil. Sin embargo, una lectura atenta revela detalles importantes que demuestran la lucidez de Tapia y su posición revolucionaria frente al llamado problema racial.
En efecto, Tapia encarna la actitud paternalista, condescendiente y “humanitaria” que Jackson critica en la Condesa. Al mismo tiempo la desenmascara como inconsistente y superficial. Ella ha sido generosa con Julia y se ha encargado de su crianza, pero se escandaliza cuando se entera de sus amores con Carlos porque la considera muy inferior.
Otro elemento importante es la caracterización de Julia, quien no
11 Citado por Roberto Ramos Perea, “Estudio preliminar” de La cuarterona, en: La cuarterona de Alejandro Tapía y Rivera, San Juan, Publicaciones Gaviota, 2005, p. 32.
corresponde al estereotipo de la mulata que Jackson ve en novelas como Cecilia Valdés. Julia no aspira a mejorar su condición social casándose con un blanco. Su conducta en todo momento es muy digna y hasta critica a las que asumen esa actitud. Hablando con Carlos, afirma: “En general las de mi clase, la niegan o la disimulan; yo no la publico, pero Dios me ha dado una compensación: la conformidad, y por eso manifiesto mi condición sin humillarme .”12 En otras palabras, Julia, que podría fácilmente pasar por blanca, no lo hace. Tampoco acentúa su condición de mulata, sino que la asume naturalmente, sin humillarse, como un accidente al cual personalmente no concede gran importancia. Incluso su conformidad, que podría interpretarse como aceptación tácita del prejuicio, es necesario examinarla con cuidado. Por un lado, no se debe olvidar que Julia se somete por genuina gratitud a la Condesa. Por otro lado, la cuarterona reconoce que su condición racial y social abre un abismo entre ella y Carlos, pero tiene conciencia de que se trata de una situación injusta, determinada por la sociedad y no por la naturaleza. “Aun cuando no fuese usted heredero de un título y de un nombre ilustre” le dice a Carlos , “sería siempre lo que en nuestro país se juzga superior a lo que yo soy”13. Julia no afirma la superioridad racial de Carlos. Es necesario subrayar la frase “lo que en nuestro país se juzga superior”. Julia está repitiendo un juicio ajeno que no hace suyo. La réplica de Carlos también es reveladora: “¿Qué importa nuestro país?”14 La solución del joven médico es huir hacia algún lugar donde no exista el prejuicio, hacia “otros países donde no alcanzan las ruines preocupaciones del color y de razas que aquí nos mortifican”15. Recuérdese también que finalmente Julia está dispuesta a huir, con la ayuda de Jorge.
12 Op. Cit., pp. 79 80 (énfasis nuestro).
Ibid., pp. 78 79 (énfasis nuestro).
Ibid., p. 79.
Ibid., p. 79.
Tampoco Jorge, el esclavo negro, responde al estereotipo raci sta que Jackson percibe en la literatura antiesclavista. El deseo de presentarlo como personaje digno y serio es evidente. Contrario a lo usual en el teatro antillano, donde generalmente se introduce al negro como personaje cómico y ridículo en los sainetes, bajo los estereotipos del “negro bozal” y el “negro catedrático”, Tapia lo describe de la siguiente manera: “Jorge llevará peluca, figurando el cabello negro y lanudo de su raza; pero algo canoso: traje de criado decente, aunque modesto, o bien la librea de gala que indica la acotación oportunamente. Se trata de un negro criollo y serio; nada de cómico ni bozal en el decir ni en las maneras.”16
La actitud digna del esclavo se mantiene a través de todo el drama. Sirve a sus amos sin humillarse y decide convertirse en cómplice de la proyectada fuga de Carlos y Julia, en contra de la voluntad de su ama. Su actitud es insumisa, aunque disimula su rebeldía. Incluso hay indicios de que no acepta de buena gana su condición. En ocasiones demuestra estar por encima de la situación en que se encuentra, fingiendo frente a los blancos esclavistas una aceptación de su situación que realmente no siente. Así, por ejemplo, interrumpiendo una conversación con Julia, le dice “…voy a servir a los blancos. Ea, Jorge, cierra la boca y a tu obligación”17. Ese “Jorge, cierra la boca y a tu obligación” contrasta con el final del drama, cuando el personaje alcanza su mayor dimensión. Todo su resentimiento, toda su justa indignación reprimida, aflora en el momento en que con voz terrible revela a don Críspulo y a todos que Julia era su hija. Este acto final de Jorge constituye un fuerte ataque a los amos blancos. El negro abandona su papel de esclavo obediente y sumiso para desenmascarar a Emilia, don
16 Citado por Roberto Ramos Perea, “Estudio preliminar” de La cuarterona, en: La cuarterona de Alejandro Tapia y Rivera, San Juan, Publicaciones Gaviota, 2005, p. 32.
17 Op. Cit., p. 131 (énfasis de Tapia).
Críspulo y la Condesa, revelando la verdadera naturaleza mezquina e hipócrita de la sociedad colonial. Su acción equivale a una rebelión y su voz se convierte en la voz que denuncia y castiga, la voz que devuelve el azote.
La presencia del negro como personaje superior en nobleza, lucidez y dignidad a sus amos blancos, representantes de la aristocracia decadente y la emergente burguesía adinerada, dice mucho a favor del antirracismo de Tapia. Pero hay más. La resistencia de la Condesa a aceptar el amor de Carlos, joven aristócrata, y Julia, esclava doméstica, y la preocupación de Emilia y Don Críspulo de que la cuarterona pretenda emparejarse, igualarse a ellos, obedecen a motivaciones firmemente enraizadas en la sociedad esclavista colonial, especialmente en Cuba, donde existía una verdadera aristocracia de sangre y donde la esclavitud era una institución económica esencial. El discurso de Tapia, a través de Carlos, es radicalmente revolucionario. Franklin W. Knight, en su libro Slave Society in Cuba explica la función estabilizadora que cumplió el prejuicio racial dentro del sistema económico de las plantaciones. El sistema dependía de una gran masa de seres “inferiores” que sostuvieran, con su trabajo forzado en los ingenios azucareros, a la “plantocracia” cañera. La movilidad social resultaba incompatible con este sistema de explotación y privilegios. El ascenso social de una mulata, hija de una esclava, que había nacido esclava, mediante el matrimonio, atentaba simbólicamente contra todo el sistema. Tapia, basándose, como Martí después de él, en la esencial igualdad de todos los seres humanos, y, por ende, en la inexistencia de las razas, condena este tipo de sociedad y pone de manifiesto la corrupción y la inferioridad moral de los sectores dominantes. Tapia tenía muy buenas razones para desarrollar la acción de la obra en La Habana. No se trataba sólo de evadir la censura, como han señalado algunos. En Cuba, por razones sociales y económicas, se
acentuó más que en Puerto Rico la diferencia entre blancos y negros y la ideología racista como recurso para asegurarse la fuerza de trabajo necesaria. En nuestra isla se acentuaron las distinciones entre propietarios y no propietarios blancos, negros o mulatos y se ejerció presión para que los no propietarios trabajaran como jornaleros en las haciendas de los primeros. En Puerto Rico, para finales de la década del 1860 la población esclava se había reducido aproximadamente a un 3%, mientras que en Cuba constituía como un 30% de la población total. Por supuesto, lo anterior no quiere decir que el prejuicio racial sólo existía en Cuba. No obstante, La Cuarterona dramatiza la visión que tenía un puertorriqueño de una problemática social más cubana que propia.
Para Alejandro Tapia la literatura no es mero reflejo de la realidad social, sino que constituye una fuerza moldeante que puede influir sobre el comportamiento colectivo. En La cuarterona intenta construir y proyectar una nueva visión de las relaciones raciales y sociales, poniendo en evidencia la injusticia de las relaciones existentes y su fundamento. Podemos ver La cuarterona como una alegoría social. La Condesa representa la aristocracia del azúcar en franca decadencia y don Críspulo la burguesía comercial en ascenso. Jorge representa el sector esclavo y Julia a los mulatos. Carlos es el profesional, el productor independiente que ya no está inevitablemente ligado a los intereses de los hacendados. Lo que proponen la Condesa y don Críspulo a través del matrimonio entre Carlos y Emilia es una alianza entre la aristocracia y la nueva burguesía, una transacción comercial en que la primera adquiere dinero y la segunda prestigio y legitimidad. Carlos se niega a establecer esta alianza. Como médico, tiene sus propios medios de subsistencia. Sus amores con Julia, que cuentan con la colaboración de Jorge, representan más bien la propuesta de una alianza entre los sectores esclavos y mulatos con la pequeña burguesía
profesional para ejercer con mayor equidad y justicia el poder para beneficio de las mayorías. Si consideramos la obra como una alegoría social podemos concluir que en él subyace una propuesta revolucionaria. Frente a la alianza entre la aristocracia decadente la Condesa y la burguesía comercial emergente ‐‐don Críspulo‐‐, Tapia propone la alianza entre el sector profesional independiente, sin vínculos con la tierra Carlos el sector mulato Julia y la masa esclava, Jorge para subvertir el orden y hacerlo más justo. Era el sueño de Betances, Martí, Hostos, Tapia y de buena parte del sector de productores independientes que constituían lo más avanzado de la sociedad antillana.
El negro y la mulata reaparecen en La leyenda de los veinte años , novela corta de corte autobiográfico donde se presenta la obsesión del joven protagonista por Carolina, una mulata seductora y arribista, mujer fatal muy distinta a Julia. La joven es cubana, de Camagüey, blanca en apariencia, pero octerona en realidad; es decir, con un octavo de sangre negra. Ambas cualidades octerona y camagüeyana se reiteran con insistencia en la descripción inicial que se nos ofrece de esta hermosa mujer que se integra a la clase alta de San Juan.
Carolina, la hermosa camagüeyana, que así por su procedencia la apellidaban en los galantes círculos de la ciudad, es joven, viuda y rica; pero bien pudiera ser estas tres cosas, sin merecer por esto la fama de peligrosa que la acompaña.
Para aquellos a quienes sólo muestra la mano, es la reina de las coquetas; pero para otros que dicen conocer sus garras, es el demonio de la tentación.
El pálido ámbar de su tez revela su origen criollo, en que quizá no todo sea caucásico, y este color que brilla como el pulido nácar, es tal vez el más seductor de sus atractivos.18
18 Tapia y Rivera Alejandro, La palma del cacique, La leyenda de los veinte años y A orillas del Rhin , México, Editorial Orión, 1963, p. 127.
El narrador protagonista destaca la expresividad seductora de sus miradas:
Ella tiene miradas de sol y de luna, es decir, que abrasan y seducen cariñosa y blandamente. Miradas de relámpago que deslumbran, o de rayo que hieren de un solo golpe los corazones. Miradas de gacela que conmueven, de pantera que amedrenta n, o de serpiente que fascinan. si los ojos se hicieron para ver, llorar y cuando más para decir; ella, a más de ver, llorar y decir con ellos, ríe, canta, aborrece y ama con ellos. En ellos vislumbra el alma celajes risueños y borrascosos, oasis y desiertos, infiernos y paraísos. 19
Para el narrador, la sangre africana se percibe en su cuerpo y aumenta sensualmente sus encantos:
Y cuando tales ojos tienen por auxiliares la negra ceja artísticamente arqueada y pestañas que parecen enflecadas cintas de terciopelo, y sirven de luz a un busto hermoso en que el ébano se enmadeja ondeado, y la boca coral o rosa, ¿qué puede decirse que no se crea en punto a encantamiento viene a complementar aquel donaire con simétricos hilos de perlas o marfil entre?
Octerona dijimos, y esto puede bastar para imaginarse sobre el torso giboso y breve, un cuerpo flexible como el bambú africano y contorneado y gracioso con lo que tiene del Júcar o del Betis. 20
Sensual, calculadora y seductora, Carolina se dedica a enamorar a los hombres, casados o solteros, para explotarlos económica y socialmente. Para el protagonista, “representa el amor, al servicio de la codicia”21. Él mismo cae en sus garras y después de un tórrido romance en que está a punto de perder la vida, Carolina termina sustituyéndolo por otro.
19 Ibid., pp. 127 128.
20 Ibid., p. 128.
21 Ibid., p. 168.
Tapia caracteriza a Carolina muy de acuerdo con el estereotipo prevaleciente de la mulata como una mujer fatal: hermosa, sensual, seductora, ambiciosa, intrigante y destructiva. No obstante, en un pasaje significativo, uno de los personajes masculinos afirma que el tipo es bastante común y sugiere que no depende de la herencia racial.
Este tipo no es único, es bastante conocido: comienza por una belleza mimada desde la cuna y sin corazón en la juventud, que abrasa sin fuego. Su inconstancia misma despierta el amor sin satisfacerlo, la contradicción y los celos son sus principales y más hechiceras armas. Llámese luego Julia o Mesalina, será siempre el bello enigma que embauca al cándido que pretende dominarlo. 22
El único personaje negro que aparece en la novela es un guardián del solar vecino a la casa de una de las mujeres que Eduardo persigue. El protagonista le pide al negro que le permita acceso para recoger flores y le deje el portón abierto para dar salida a su caballo. El negro vacila, pero Eduardo lo convence con argumentos monetarios.
Ablandado el negro, concluyó por dejar hacer y aún hizo algo también, tarea bien fácil: prometiendo callar lo que no le convenía decir, salióse como para n o ser cómplice de aquel asalto, y dejóse abierta la puerta, sin duda por olvido. ¿Y qué falta hacía en aquel lugar si tenía que salir a sus faenas?
Eduardo saltó la cerca con ayuda del negro que quedó diciendo:
¡Un peso por dejar coger algunas flores! ¡Caprichos de los blancos! Pero ellos son blancos y se entienden. Vamos, Teodoro, tú nada has visto; vete a dar agua a tus vacas. 23
22 Ibid., p.
Ibid., p.
Este comentario final del negro, dicho para sí mismo, implica un distanciamiento y una visión crítica frente al mundo de los blancos. Como sucede con Jorge en La cuarterona, Teodoro disimula y hace su trabajo, aunque para él los blancos son los otros , caprichosos y un tanto incomprensibles. El negro se convierte en perspectiva, en una forma alterna y ajena de ver a los blancos. “Ellos son blancos y se entienden”, piensa Teodoro. El negro aquí es observador distante y condescendiente de la conducta alocada y ridícula de los blancos. Tapia lo coloca en un plano de superioridad, al igual que a Jorge en La cuarterona
Instancias de la puesta en escena de LA CUARTERONA, adaptación de Roberto Ramos Perea de la obra de Alejandro Tapia y Rivera en su versión de 1867 en una producción de la Compañía Nacional de Teatro del Ateneo. D e Arriba hacia abajo, R icardo de Santiago como el Conde Carlos y Melissa Reyes, como Julia. Jorge de los Ríos como Luis, Jessika Rodrí guez como Emilia, Sonia Rodrí guez como La Condesa, Edgar Quiles como Don Cr í s pu lo y Luis Javier López como el criado Jorge . Teatro del Ateneo , 2/ 2009.
Rosario Díaz Espiau: Musa, compañera y escritora.
" No buscaremos por cierto civilización militante ni progresiva en aquellos pueblos en que la mujer, condenada a servidumbre, se ocupa sólo en las duras faenas desdeñadas por el hombre, que allí se reserva para el combate, o para la holganza, o para el g obierno …; ni buscaremos tampoco savia, progresista en aquellos pueblos índicos, por ejemplo, en que la mujer, propiedad exclusiva del hombre, halla base obligada a sepultarse viva con el difunto esposo, cual viviente sudario, cual lastimera novia de la muerte. 1
…
Llegan pues las edades modernas … llaman a su puesto a la mujer. No es ya crimen que se instruya; su puesto en el estado se quiere ya reconocer como légitimo y valioso; … la sociedad consuma su civilización; signo de ello la emancipación racional de la mujer: palabra nueva, dogma fecundo! En vano la falsa galantería se viste con la exterioridad de un servirle afecto, en vano pretende para la dama un trono de amor con tal que renuncie a su papel cívico, … en vano pretende
1 Alejandro Tapia y Rivera. El aprecio a la mujer es barómetro de civilización. (1862). Cuentos y artículos varios. Barcelona: Ediciones Rumbos, p ág. 54.
arredrar con el desdén a la que como él, nació inteligente, y como tal, intenta quebrantar la barrera de las preocupaciones para ilustrarse y pensar y rivalizar con el hombre en el noble palenque de la ciencia y de los derechos. …; la mujer se eleva más, camina hacia su estado natural haciéndose ciudadana; he aquí uno de los problemas que tiene que resolver el siglo XIX.” 2
La defensa de la mujer y las posturas feministas están presentes en gran parte de la obra de Tapia. A pesar de las limitaciones que tenía porque formaba parte de una sociedad patriarcal, su lucha por la igualdad femenina representó el inicio de una ruptura en contra de los convencionalismos sociales y machistas de su época. A través de su producción literaria, de una vida intensa, Tapia el hombre polifacético, el orador, el escritor, el visionario, logra la admiración de los que como él, promulgan la libertad individual y el respeto por la integridad del ser humano.
2 Ibid, p ágs. 57 58.
Por Nívea de Lourdes Torres Hernández Universidad de Puerto RicoR osario Díaz Espiau, ret r a to del pintor español Francisco Díaz Carreño, realizado como regalo de bodas en 1869. (Colección Tapia, Museo UPR)
Fueron sus propias huellas, sus pinceladas impregnadas de los colores del amor, de la pasión, la libertad, la justicia social, las que lo fueron acercando a otros seres dotados como él de una gran sensibilidad, por el arte, las lecturas, la naturaleza y la vida. Entre estas personas se ganó la admiración, el respeto y el amor de una jovencita malagueña conocida como Rosario Díaz Espiau.
Como dice Nemesio Canales en su ensayo Nuestro machismo: "Para la mujer nueva que nos impone a viva fuerza la evolución económica y social de nuestro pueblo es hora ya de aprender a ser hombres nuevos …"3 Rosario y Tapia corresponden en cierta manera a esta nueva generación. Tapia el hombre nuevo y Rosario la mujer nueva, ambos compar ten la savia del amor por la vida, por la literatura, por la cultura y, por supuesto, por el amor mutuo.
Alejandro Tapia y Rivera conoce a Rosario Díaz Espiau en el 1866 en Madrid; precisamente, mientras éste leía su obra La Cuarterona en la casa del abolicionista puertorriqueño Julio Vizcarrondo. Nos indica el escritor y especialista en la obra de Alejandro Tapia, Roberto Ramos Perea que "El Sábado por la tarde se verificó en la casa del señor Vizcarrondo la lectura del drama titulado La Cuarterona … Es de comprender que la amistad de Vizcarrondo con Tapia venía de lejos, (tan lejos como podía serlo desde la juventud) y la invitación a leer su drama, en la casona de la calle Colmenares, no podía darse en mejor momento. Será en ese mismo cenáculo abolicionista donde se fundara la
Sociedad Abolicionista de España un año antes, de la que Vizcarrodo sería nombrado Secretario."4 Más adelante el estudioso Ramos Perea en su Diccionario de la
3 Nemesio Canales. Nuestro machismo. La Semana. 22 de julio de 1922. Antología de Nemesio R. Canales. Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Sevando Montañ a Peláez, editor, pág. 230.
4 Roberto Ramos Perea. Diccionario de la literatura dramática puertorriqueña del siglo XIX: Tapia y Rivera, Alejandro. Editorial LEA, 2009. En Prensa. (Información proporcionada el 3 de abril de 2009 a la
literaturadramática puertorriqueña del siglo XIX (libro inédito que actualmente está en prensa), nos dice que en la lectura de La Cuarterona estaban presentes varios puertorriqueños, entre estos el insigne e ilustre Eugenio María de Hostos y "también muchos españoles simpatizantes de la causa antillana, y también la que sería su esposa: … encontró allí un corazón y una inteligencia capaces de comprenderlo y de unir para siempre su porvenir al suyo, a la señorita doña Rosario Díaz y Espiau." 5 Esta joven perteneciente a la clase alta madrileña, muy educada y elegante, queda prendada del hombre y del escritor que conocemos como el Padre de la Literatura Puertorriqueña . En entrevista realizada el miércoles, 1 de abril de 2009, al dramaturgo Roberto Ramos Perea, éste nos indicó que "la lectura que escuchó Rosario de La Cuarterona le ayuda a formar su conciencia feminista."6
Después de dos años de conocerse y de compartir inquietudes deciden unir sus vidas como matrimonio el 30 de enero de 1869 en Madrid. Rosario era una joven de veintiocho (28)años cuando se casa con Tapia; éste tenía cuarenta y dos (42); él le llevaba a su esposa catorce (14) años.
Sin embargo, la diferencia en edad no afectó la relación porque Alejandro Tapia y Rivera encontró en Rosario Díaz una compañera, un apoyo y una inspiración para continuar escribiendo, publicando y luchando contra las injusticias sociales.
En su libro Misceláneas de 1880 publicó Tapia dos textos breves en prosa dedicados a Rosario que tal vez fueron publicados antes : A mi verdadera Eva y El 30 de junio. Al parecer los escribió nuestro escritor antes de casarse con la joven española, ya que incluye la siguiente nota al pie del segundo : “ Esta fantasía, la que se titula A mi verdadera Eva y
autora Nívea de Lourdes Torres Hernández a través de la red ciberné tica, p ágs. 1 2).
5 Ibid.
6
Entrevista realizada a Roberto Ramos Perea por Nívea de Lourdes Torres Hernández. 1 de abril de 2009. Archivo Nacional de Teatro y Cine de Puerto Rico.
los versos publicados en otro libro a La ninfa de Guamaní me fueron inspirados por la que después ha sido y es mi buena esposa. ” 7
En el primer texto, hace un elogio superlativo de Rosario. La compara con las flores, con las aves, con el sol y las estrellas, pero ella supera todas estas bellezas de la naturaleza.
Concluye de la siguiente manera :
Yo te creería una hurí, al sentir a tu lado la gloria de un paraíso.
Y en verdad que aquellas vírgenes, de formas inefables, de amor eterno, sin hastío, sin celos y sin pesares y siempre vírgenes, podrían ofrecerme una imagen de ti ; pero al ver que tú tienes lo
que aquellas no : un alma celeste que revela otro cielo de amor más puro, una bienandanza más celestial ; te creo lo que eres, lo que fuiste, lo que no puedes dejar de ser : más que hurí, más que astro, más que ave, más que flor… ¡ un ángel, el más bello y luminoso de los ángeles !... 8
En junio de 1869, deciden establecerse en Puerto Rico y viven en Ponce. Tapia se convierte en administrador de una hacienda, pero luego tanto Tapia como su compañera Rosario se dedican durante un tiempo a la hermosa y difícil tarea del magisterio. Nos señala el escritor y crítico Manuel García Díaz en su libro Alejandro Tapia y Rivera, su vida y su obra , que Tapia no tiene vocación para ser administrador. No estaba hecha su mente para el comercio ni para la administración de haciendas, y comprendiéndolo así abandonó esta colocación y se dedicó al santo apostolado de la enseñanza en el Museo de la Juventud y en el Gabinete de Lectura de Ponce. En la labor
del magisterio lo ayudó su dignísima esposa doña Rosario Díaz y Espiau.9
En este Museo de la Juventud, que es la Escuela conocida como Ramón Marín en Ponce, inicia Rosario su rol como maestra de primeras letras. Observamos cómo ambos comparten lecturas, trabajos y experiencias muy afines que logran complementar esta relación de pareja. Sabemos que Rosario tenía un “ poder de influencia muy grande ”10 sobre Alejandro Tapia y Rivera. Fue una época muy difícil para el escritor. Su madre había muerto años antes de conocer a Rosario. Por otro lado, la represión y la persecución política permean la vida de Puerto Rico y sobre todo la de autores como Alejandro Tapia que expresaban su voz disidente a través de sus escritos. Sin embargo, conoce a Rosario y el caminar junto a ella lo estimula a continuar batallando sin tregua por los áridos pasajes de su existencia.
Cuando Tapia y Rosario llegan a Ponce y se establecen en esta ciudad señorial, ambos fundan en el 1870 la revista La Azucena. Esta revista inicia su primera publicación el 20 de noviembre de 1870 en Ponce y en esa misma ciudad se extenderá su primera existencia hasta el 31 de enero de 1871. Lamentablemente, se interrumpe su publicación por casi tres años y no es hasta el 15 de agosto de 1874 que se reanuda una nueva época de La Azucena, pero en esta ocasión en San Juan, nuevo hogar de los esposos Tapia y Díaz. La revista extenderá sus números hasta el 31 de agosto de 1877 y a partir de esa fecha finalirán sus publicaciones.
Esta revista abarca los campos literarios, científicos, artísticos, las costumbres de la época y también lo relativo a los viajes. Se le dedica como dice su director "al bello sexo puer torriqueño." Alejandro Tapia inicia su
7 Alejandro Tapia y Rivera. El 30 de junio. La Encarnación de mi Ideal Esposa. Enardo y Rosael o ( El amor a través de los siglos ). Barcelona : España, 1967, p ág. 41.
8 Ibid, A mi verdadera Eva, pág. 46.
9 Manuel García Díaz. Alejandro Tapia y Rivera, su vida y su obra. San Juan, Puerto Rico : Editorial Coquí, 1964, pág. 29.
10 Entrevista realizada al escritor Roberto Ramos Perea por Nívea de Lourdes Torres Hernández. 1 de abril de 2009. Archivo Nacional de Teatro y Cine de Puerto Rico.
primer número saludando a su público, que será principalmente de lectoras.
Saludamos con gratitud a las amables damas que han favorecido nuestra invitación, acogiendo esta Revista encaminada a serles útil. Saludamos con igual gratitud a los señores que, estimando el pensamiento ilustrador de la misma y comprendiendo que la utilidad de una publicación semejante, lejos de ser exclusiva para un sexo, puede serlo en general para toda la provincia, han venido a prestarle apoyo con sus suscripciones. 11
En la revista se presentarán artículos de diversos escritores y escritoras de Puerto Rico y del extranjero. Rosario Díaz Espiau también colaborará con unos brevísimos artículos y unas especie de adivinanzas que se conocerán como Charadas. Sin lugar a dudas la mayor participación la tendrá Alejandro Tapia y Rivera. Nos dice Otto Olivera sobre este aspecto que:
La Azucena es otro de los esfuerzos progresistas de Tapia. Revista de literatura y cultura, es sin duda la primera de su clase en Puerto Rico y una de las mejores del siglo. Tapia resultará sin duda el más prolífico de los escritores que contribuyen a ella, pero otros muchos nombres conocidos de Puerto Rico y del exterior avaloran su páginas igualmente. La presencia de Tapia como poeta se evidencia bajo el seudónimo El Bardo de Guamaní, en prosa con el seudónimo Un Cegato, en una ocasión, y en la mayoría de los casos con el nombre completo de Alejandro Tapia y Rivera. Su aporte en verso es el más limitado dejando cinco composiciones menores en la totalidad de su obra, cuatro con el seudónimo El Bardo de Guamaní y una con su propio nombre. 12
Es importante destacar que en La Azucena también Tapia utiliza la epístola para crear tres voces femeninas conocida como Isaura, Graciela y Julia. Estos personajes ficcionados escriben desde tres pueblos diferentes, Ponce, San Germán y San Juan. Sabemos que se trata de una creación literaria del mismo Tapia. A través de estas voces femeninas el escritor logra plasmar su sello único y entrar en el mundo de la femenización literaria.
Silvia Álvarez Curbelo en su ensayo titulado El olor de la azucena: La femenización en la escritura de Alejandro Tapia afirma que:
Cada uno de estos personajes remite a un interés en particular: Julia es la más conservadora, no sale de San Germán y aprecia el ritmo acompasado de su lugar natal; Graciela vive enamorada de las representaciones teatrales y musicales a las que asiste con frecuencia en la capital; Isaura es la más intelectual de las tres y la lectora voraz.13
Este aspecto de la femenización literaria, Tapia lo plantea en otra de sus obras, conocida como Póstumo envirginiado, publicada después de su muerte. Podemos sustentar y afirmar que Alejandro Tapia nos ubica con este tipo de referente en un nuevo contexto, muy vanguardista dentro de los espacios conservadores del canon literario que imperaba en su época.
La participación femenina en la revista La Azucena no se limitó a personajes inventados por Tapia; también hubo escritoras como Fidela Matheu Rodríguez, Concepción D. De G. L., hermana de Rosario, y la propia Rosario Díaz, entre otras colaboradoras. Otto Oliveras en su libro no menciona a la hermana de Rosario, ni a la propia Rosario. Posiblemente esta omisión se debe a lo poco que publicaron ambas en la revista La Azucena.
11 Alejandro Tapia y Rivera. Revista La Azucena. Ponce, Puerto Rico. 20 de noviembre de 1870, pág. 1.
12 Otto Olivera. La literatura en periódicos y revistas de Puerto Rico, siglo XIX. Río Piedras: Editorial de la Un iversidad de Puerto Rico, 1987, pág. 155.
13 Silvia Á lvarez Curbelo. El olor de la azucena: La femenización en la escritura de Alejandro Tapia Actas de Tapia. Escritores del XIX. Volumen 3. San Juan, Puerto Rico, Editorial LEA Ateneo Puertorriqueño, 2004, págs. 10 11.
Tanto Concepción como Rosario comienzan publicando en el primer número de la revista, el 20 de noviembre de 1870. Concepción le dedica a su hermana un extenso poema de trece estrofas, titulado La fe. A través de sus versos la voz poética reflexiona sobre la pureza del alma, la fe, la virtud y la ilusión cifrada en el otro mundo. Algunos de sus versos expresan la seriedad de la vida y el sufrimiento del hombre ante un mundo sin fe.
Hay momentos solemnes en la vida, en los que el hombre de sufrir cansado, contempla su ilusión desvanecida y siente muerto el corazón, helado; Atleta anonadado en su caída presenta al fin el pecho destrozado … Sin creencia, sin fe, sin esperanza, en su dolor un más allá no alcanza.14
Por otro lado, Rosario introduce su primera Charada en este mismo número de la revista. La charada es una especie de "acertijo en que se trata de adivinar una palabra guiándose por ciertas indicaciones sobre el significado de ésta y el de las palabras que pueden formarse con una o más de sus sílabas."15
La charada que os brindo, lectoras mías. tiene de prima y cuarta las simpatías Las flores ama, y ha elegido a mi todo por tener fama, y no es porque ella ostente muchos colores; siempre de blanco simboliza pureza, y este en su encanto. El perfume que ofrece
14 Concepción D. De G. Del. Revista La Azucena , Ponce, Puerto Rico, 20 de noviembre de 1870, año I, núm. 1, pág. 6.
15 Diccionario Vox. Lengua española . Prologado por Don Manuel Alvar de la Real Academia Española. Junio de 1994, pág. 234.
nos embeleza, y en su tercia y su cuarta, hasta en su mesa la pone Ana, pues la flor es recuerdo de esta su hermana.
Rosario D. de T. 16
Esta llamada Charada resulta ser más que un acertijo: es una construcción pragmática del lenguaje figurado y a su vez una sencilla obra poética, expresada con un tono coloquial.
Lo interesante de tales charadas es que en las próximas publicaciones de la revista La Azucena, otras mujeres y algunos varones, se daban a la tarea de contestar las charadas anteriores. Esta actividad se convertía en una especie de pasatiempo y a la vez, mantenía al lector interesado en este juego verbal y mental. Por ejemplo, en el número tres (3) del 10 de noviembre de 1870, una mujer que sólo firma como Manuela, responde a la charada primera, creada por Rosario Díaz.
SOLUCIÓN A LA CHARADA DEL NÚMERO PRIMERO.
Es la primera y cuarta nombre de Diana que dejó entre las gentes perpetua fama; y en Inglaterra, origen fue del cisma de nuestra iglesia.
Con la tercia y cuarta yo me regalo al salir de los bailes odel teatro. Cuando me falta, desconsolada y mustia voime a la cama.
En mi todo , lectoras, encontraremos, artículos y cartas, versos amenos.
Díaz Espiau. Op. Cit.,
cuya lectura llevará a nuestras almas gusto y cultura.
Es también flor galana de esbelto tallo que acarician las auras del mes de Mayo.
¡ Ay! cuánto diera por contemplar el cáliz de una Azucena!17
Manuela
Ponce, Noviembre 27 de 1870.
La primera charada de Rosario se refiere, por tanto, a la azucena y es, indirectamente, un elogio de la revista. Se une también al espacio de las charadas Alejandro Tapia y Rivera.
No obstante, sus charadas tienen otro estilo y éste las llama Charadas interrogadas Tapia hace uso de la pregunta y la respuesta:
Pregunta. ¿Es hecho, hombre, ley natural ocosa?
Respuesta. Es hecho, y un hombre lo sintetiza.
P. ¿Es personal o colectivo?
R. Ambas cosas a la vez.
P. ¿Qué río notable baña la región donde ocurrió el hecho?
R. No puede responderse.
P. ¿Qué época?
R. Moderna.
P. ¿Qué clase de consecuencia tuvo el hecho?
R. Universales.18
Observamos a través de las diferentes publicaciones que Tapia siente mucho entusiasmo por continuar escribiendo y esto
17 Manuela. Revista La Azucena. Ponce, Puerto Rico. 10 de diciembre de 1870. Año I, núm. 3, pág. 22.
18 Alejandro Tapia y Rivera. Revista La Azucena. Ponce, Puerto Rico. 10 de diciembre de 1870. Año I, núm. 3, pág. 24.
lo hace apoyado por su esposa. Tanto es el estímulo que recibe de Rosario su querida musa y el amor que le profesa ésta, su fiel compañera, que don Alejandro siente una natural inclinación a escribir un hermoso ensayo en la revista La Azucena , titulado La encarnación de mi ideal esposa. En este artículo Tapia expresa que "La esposa ideal se extasiaba junto al esposo que la había soñado y buscado, como busca el alma a su alma."19 Debemos aclarar que Tapia publica este artículo en la revista el 20 de diciembre de 1870 en Ponce; sin embargo, lo había escrito en Madrid en el 1867, al año siguiente de conocer a Rosario y por supuesto, mientras estaban conociéndose o como diríamos hoy día "mientas eran novios."
Rosario Díaz continúa publicando y contestando las llamadas charadas en otros números de la revista. Es interesante señalar que algunas suscriptoras enviaban artículos desde otros pueblos de la Isla; por ejemplo, el 20 de diciembre de 1870 Rosario Díaz responde a una charada enviada desde Carolina el 26 de noviembre de 1870. La dama que remite la misma, la firma con el nombre de Elisa M.R. Veamos lo que nos dice:
El nombre de una flor que mucho abunda, muestran en su conjunto prima y segunda.
Do quiera se conoce por su fragancia, por su aroma, su brillo y su elegancia.
Es por la iglesia amada tercera y cuarta, siendo una ceremonia muy respetada;
Como también mi todo que a a Dios implora con un diminuto todo el que ora.
19 Ibid, 20 de diciembre de 1870. Año I, núm. 4, p ág. 26.
Resuelva pues mi todo, linda porteña, que de Ponce nos brinda con su "Azucena"20
Elisa M. R.
La respuesta de Rosario no se hace esperar porque al descifrar dicho acertijo descubre que se trata de su nombre.
SOLUCIÓN a la charada del número anterior suscrita por Elisa M. R.
Es Rosario el todo de la charada, que de una amable joven vi dedicada a esta su atenta y agradecida amiga que serlo cuenta.21
Rosario D. De T. Ponce Diciembre de 1870.
Sabemos que a través de todo este intercambio de cartas, artículos, poemas, noticias y charadas se inicia una gentil correspondencia que resulta en un fino intercambio de amistad y de solidaridad femenina. Hoy día, finalizando la primera década del siglo XXI, realizamos este intercmabio a través de la red cibernética y el llamado "Face book".
Rosario publica otra charada y responde a una más, sin embargo, existen otros acertijos que no sabemos si corresponden a su autoría ose trata de otra escritora, sencillamente porque lo único que aparece es la letra R. y sabemos que Rosario acostumbraba a firmar con su nombre completo o escribía R.D. de T.
Además de las charadas, el 15 de enero de 1875, Rosario escribe un hermoso artículo titulado Las golondrinas, dedicado a su
20 Ibid, 10 de diciembre de 1870. Año I, núm. 3, , pág. 24.
21 Ibid, 20 de diciembre de 1870. Año I, núm. 4 ., pág. 32.
hermana Concepción. Se trata de una prosa cuidadosa y muy bien trabajada en términos estilísticos. El cariño que le profesa a su hermana se evidencia en estas líneas:
A mi amadísima hermana Las golondrinas
Hubo un tiempo hermana mía en que juntas las veíamos llegar, y alegrándose nuestro corazón por ser las
precursoras de la risueña primavera.
En la de nuestra vida nos hallábamos, y las paternales caricias eran nuestras flores. Nuestros virtuosos padres sembraban en nuestros corazones los gérmenes del bien y la paz de la conciencia como el mayor de todos.
¿ Por qué sin embargo, asomaba más de una vez alguna lágrima a nuestros ojos, y una rara melancolía se apoderaba de nuestra alma al pensar en que aquella vuelta de la golondrina, tan alegre entonces, sería precursora de otra nueva ausencia allá por el otoño? ¿Sería quizás presentimiento de que también habría para nosotras algún día, un triste otoño, una triste separación ?
Hoy que contemplamos desde distintos y apartados lugares la vuelta de las estaciones, nuestras almas, semejantes a aquellas simpáticas avecillas, se buscan como siempre ; y aunque anidando en opuestas regiones, encuentran su primavera en los dulces recuerdos y en el cariño inextinguible.
Para el espíritu no hay distancia, y ese maravilloso portador del sentimiento humano, el vapor, el correo, es nuestra golondrina que atraviesa los mares para traernos y llevarnos las flores de nuestro recuerdo, la primavera perpetua de nuestro mutuo cariño.
Continuamente con la vista fija en el océano, viéndole perderse en el horizonte o anhelando verle asomar, contemplamos esa golondrina que viene a nosotras, con la alegría de aquel tiempo, pero también con algún temor. Los tiernos compañeros de nuestras almas participan de nuestros temores y alegrías ; y unos y otros nos complacemos en enseñar a los pedazos de nuestro corazón que de nosotros viven, que
allá, al través del horizonte, existen los dulces complementos de nuestras almas.
En tanto ¡dichosas las golondrinas, cuyo periódico regreso no contemplaremos ya juntas ! ¡ Si el otoño las aparta de sus nidos, al menos tornan a verle aunque solo sea en la primavera !22
Rosario D. de T.Este artículo revela una mujer sensible, melancólica, que añora los tiempos idos y, sobre todo, la patria ausente. Esto se recoge en el símbolo de la golondrina.
Tapia muere en 1882 y su querida Rosario lo sobrevive como su viuda hasta el 1897.
Permaneció en Puerto Rico y disfrutó del cariño y la estimación de los puertorriqueños, amigos y admiradores del gran escritor que fue su esposo.
Después del artículo Las golondrinas no aparecen más publicaciones de Rosario. Inferimos que se trata de un nuevo rol que comienza en su vida y que le hace casi imposible eludir : la función de madre. Rosario tiene cuatro hijos en una época donde no existían escuelas maternales o cuido de niños. Ella era española y, por lo tanto, su familia estaba en el extranjero. Hay que añadir que seguía viviendo en una sociedad machista, por ende el cuido de los niños no le correspondía al hombre. En resumidas cuentas, dejó de escribir porque no pudo o tal vez porque no quiso. Seguiremos investigando y lograremos la respuesta a esta Charada de la vida en un próximo Congreso Tapiano.
Muchas gracias.
Obras consultadas: Álvarez Curbelo, Silvia. El olor de la azucena : La feminización en la escritura de Alejandro Tapia y Rivera. Actas de Tapia. Escritores del XIX. Volumen 3. Rubén Alejandro Moreira, editor. San Juan, Puerto Rico: Editorial LEA. Ateneo Puertorriqueño, 2004.
22
Ibid, 15 de enero de 1875. Año II, núm.11, pág. 4.
Canales, Nemesio. Nuestro machismo. Periódico La Semana . 22 de julio de 1922. Antología de Nemesio R. Canales. Servando Montaña Peláez, editor . Río Piedras, Puerto Rico : Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 2000.
Castro Pérez, Elsa. Tapia señalador de caminos San Juan, Puerto Rico : Editorial Coquí, 1972.
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García Díaz, Manuel. Alejandro Tapia y Rivera, su vida y obra. San Juan, Puerto Rico : Editorial Coquí, 1964.
Olivera, Otto. La literatura en periódicos y revistas de Puerto Rico, siglo XIX. Río Piedras, Puerto Rico : Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1987.
Ramos Perea, Roberto. Diccionario de la literatura dramática puertorriqueña del siglo XIX : Tapia y Rivera, Alejandro. San Juan, Puerto Rico : Editorial LEA, 2009. En Prensa. ( Información proporcionada el 3 de abril de 2009 a la autora Nívea de Lourdes Torres Hernández a través de la red cibernética , págs. 1 2 ).
Tapia y Rivera, Alejandro. El aprecio a la mujer es barómetro de civilización. ( 1862 ). Cuentos y artículos varios. Barcelona, España : Ediciones Rumbos.
. Revista La Azucena . Ponce, Puerto Rico, 20 de noviembre de 1870, año I, núm. 1.
. Revista La Azucena . Ponce, Puerto Rico, 10 de diciembre de 1870, año I, núm.
3.
Revista La Azucena . Ponce, Puerto Rico, 20 de diciembre de 1870, año I, núm.
4.
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. Revista La Azucena . Ponce, Puerto Rico, 15 de enero de1875, año II, núm. 11.
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Enardo y Rosael o ( El amor a través de los siglos ) . Barcelona, España : Ediciones Rumbos, 1967.
Torres Hernández, Nívea de Lourdes. Entrevista realizada al estudioso y escritor Roberto Ramos Perea. 1 de abril de 2009. San Juan, Puerto Rico. Archivo Nacional de Teatro y Cine de Puerto Rico.
LA CUARTERONA
Por Roberto Fernández Valledor Universidad de Puerto Rico
El esclavo está fuera de las leyes comunes y sometido a la arbitraria e interesada autocracia de un hombre, que se llama su dueño y que es juez y parte, ¡y qué parte!
Alejandro Tapia y Rivera
Al amigo Luis Soto en testimonio de una vieja amistad
Alejandro Tapia y Rivera es una de las figuras más relevantes en la vida literaria de Puerto Rico. Su militancia en las filas del liberalismo contribuirá positivamente al desarrollo general puertorriqueño y en su extensa obra plasmó nuestro desenvolvimiento socio cultural decimonónico. Durante los años 1857 al 1866 residió en La Habana, esto le permite compenetrarse con la sociedad cubana de entonces y consigna parte de sus experiencias en el drama La cuarterona. Sin lugar a dudas era un agudo observador de la realidad que le circundaba y a través de esta pieza teatral, que la crítica considera entre lo mejor de su dramaturgia, presenta un retrato fiel de esa época al describir minuciosamente la vida económica y social de la que en ese tiempo era la colonia más rica de España. Sin embargo, esto será un pretexto para denunciar los males existentes en Puerto Rico.
Esta pieza dramática en tres actos y en prosa se estrenó en San Juan el 17 de agosto de 1878 en el Teatro Moratín. La
primera edición se publica en Madrid por la Tipografía Fontanet el año 1867.1 Según Salvador Brau, estuvo prohibida por la censura oficial de la época “[…] porque su argumento tocaba en lo más vivo la médula social de la colonia […]”2 Francisco Manrique Cabrera afirma que el autor: “[…] plantea por debajo del enredo romántico, un gran problema social tan americano como es el prejuicio racial con toda su secuela de amargas injusticias.”3 Josefina Rivera de
1 La segunda edición aparece en San Juan de Puerto Rico el año 1944. Cesáreo Rosa Nieves indica que: “En 1869, Tapia contrae matrimonio en Madrid con la señorita María del Rosario Díez y Espiau, a quien unos pocos años antes había conocido en una reunión social literaria, al leer el autor su drama La cuarterona”. Historia panorámica de la literatura puertorriqueña (1589 1959) I (Editorial Campos: San Juan de Puerto Rico, 1963) 431, nota 3.
2 Salvador Brau. Hojas caídas (Tipografía “La Democracia”: San Juan de Puerto Rico, 1909) 326. El 10 de mayo de 1867 Eugenio María de Hostos expone que: “El drama […] desenvuelve un pensamiento social de trascendencia”. Obras completas Vol. I, tomo III (Editorial Universitaria: Río Piedras, 1994) 239.
3 Francisco Manrique Cabrera. Historia de la literatura puertorriqueña (Editorial Cultural: Río Piedras, 1965) 112. Angelina Morfi entiende que Tapia: “Dirige ahora su atención a un problema propio del ámbito americano, como es el mestizaje […] El tema del prejuicio racial que imposibilita la realización del amor se desenvuelve en un argumento que destaca también los egoísmo de clase.” Historia crítica de un siglo de teatro puertorriqueño (Instituto de Cultura Puertorriqueña: San Juan de Puerto Rico, 1980) 60.
Álvarez, Cesáreo Rosa Nieves y otros críticos sostienen esta misma tesis.4 Emilio J. Pasarell considera que la concibió con propósitos abolicionistas: “[…] quizás como [el] mejor recurso para la propagación de las ideas antiesclavistas […]”5
ESCLAVITUD Y RACISMO
Cuando Tapia escribe este drama, aún existía la esclavitud en Cuba y en Puerto Rico. Este hecho social no sólo le sirve como elemento dramático, sino que en la obra quedará patente su ignominia. El esclavo contribuyó con su trabajo al desarrollo económico de la Isla y desempeñó, además, los quehaceres de la casa del amo. El tipo de trabajo marcará una enorme diferencia en el trato hacia él, ya que el esclavo doméstico convivía con la familia del amo y después de años quedaba
4 Josefina Rivera de Álvarez. Literatura puertorriqueña: su proceso en el tiempo (Editorial Partenón: Madrid, 1983) 146; Cesáreo Rosa Nieves, op. cit., 431 432; “El romanticismo en la literatura puertorriqueña (1843 1880)”, 21 conferencias de literatura puertorriqueña (Instituto de Cultura Puertorriqueña: San Juan de Puerto Rico, 1960) 142. En una nota, Antonia Sáez advierte que: “La cuarterona es una obra en que el autor expresa su propio sentir con relación a uno de los problemas sociales de América y sostiene la idea de que toda preocupación social es injusta, que el hombre vale por sus dotes espirituales.” El teatro en Puerto Rico (Editorial Universitaria: Río Piedras, 1972) 25, nota 1.A su vez, Manuel García Díaz indica: “En su drama nos quiere enseñar Tapia que los prejuicios raciales son infundados e injustos y que el verdadero valor del hombre está en sus actos y en su alma”. Alejandro Tapia y Rivera, su vida y su obra (Editorial Coquí: San Juan de Puerto Rico, 1964) 142.
5 Emilio J. Pasarell. “Panorama teatral de Puerto Rico”, 21 conferencias, op. cit., 76. Por su parte, Edgar Quiles piensa que: “Algo también debió tener en mente el escritor (aparte, por supuesto, de evadir la censura oficial), cuando decidió situar la acción de la pieza en la ciudad de La Habana Cuba […] Y es que allí, como en nuestra patria, se sufría la repulsiva y mísera actividad económica del esclavismo.” “Prólogo”, Alejandro Tapia y Rivera. La cuarterona (Instituto de Cultura Puertorriqueña: San Juan de Puerto Rico, 1993) 19.
integrado a la familia, hecho que se atestigua en el drama por la confianza del viejo esclavo Jorge con el niño Carlos.
Generalmente los hijos blancos crecían jugando con los niños negros, quienes se convertían en unas especies de meninas para aquéllos. Carlos se cría con la cuarterona Julia y se lo recuerda: “Sólo contaba yo dos o tres años más que tú y parecíamos gemelos en nuestro carácter y aficiones inocentes.”6 Estos esclavos tenían toda la consideración de los amos. La Condesa, madre de Carlos, se lo recalca a Julia al formularle una petición: “[…] nacida tú en esta casa, has sido tratada siempre con cariño y educada con [el] esmero de una señorita” (68).
Sin embargo, si alguno de ellos osaba quebrantar cualquier norma se le castigaba enviándolo al ingenio donde la vida era un auténtico infierno, porque además del excesivo trabajo se vivía en condiciones infrahumanas.7 Si el amo carecía de propiedades en el campo y deseaba castigarlo, existía un lugar en La Habana donde lo azotaban.8 Pero Tapia no se limita a señalar solamente la triste condición de los esclavos, sino que manifiesta su desdén por la explotación humana, al punto de que esta
6 Alejandro Tapia y Rivera. La cuarterona, op. cit., 62.Véanse, además las páginas 46 47. En adelante citaré por esta edición en el texto cuando sea necesario.
7 Hugh Thomas explica que: “Tanto en el siglo XIX como en el XVIII, los esclavos de la ciudad disfrutaban de una vida mucho más agradable que la de los del campo.” Cuba: la lucha por la libertad (1762 1909) I (Ediciones Grijalbo: México, 1973) 240 241.
8 Sobre el particular expone Tapia: “Semejante institución [esclavitud] autoriza también la crueldad del amo, por la facultad que le reviste para el castigo y porque deja a discreción de su carácter e intereses, el tratamiento, la suerte y hasta la vida d el esclavo. Y esto no siempre de manera indirecta sino por ley expresa, como el bando que dio el general Prim, Gobernador de la Isla [Puerto Rico] de 1847 a 1849. En este bando se justificaba la muerte por el amo y la mutilación por el verdugo, en casos que sólo podrían originarse de la esclavitud.” Alejandro Tapia y Rivera. Mis Memorias (Editorial Rumbos: Madrid, 1968) 94 95.
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obra, más que una denuncia a los prejuicios raciales es un auténtico alegato contra esta nefasta institución y puede figurar entre la literatura antiesclavista de ese tiempo.9
Estos seres humanos no eran dueños de sí, ya el poeta esclavo Juan Manzano lo advierte en una carta a Domingo Del Monte del 25 de junio de 1835 con una frase lapidaria: “[…] el esclavo es un ser muerto a su señor […]” Entenderemos, entonces, la actitud de Julia cuando Carlos le pide que le corresponda a su amor. Ella, aunque lo ama, no lo puede aceptar porque debe hacer la voluntad de su señora: “Por lo que hace a mí, no sería justo que trastornase los proyectos de mi bienhechora […]” (81). Sin embargo, él le insta a que rompa la norma social: “¿Qué importa lo que piense de nosotros una sociedad que ya te denigra, a ti, que te debiera considerar por tus bellas prendas, y que eres para mí de más precio que una reina?” (81). Ante la vehemencia del joven enamorado Julia le recalca: “No puedo ser de usted jamás; ya le he dicho que no me pertenezco” (83). Según Lola Aponte: “Desde el inicio nos topamos con [una] Julia entristecida, pues toda la realidad que la rodea, su abanico de posibilidades y el marco de expectativas que se levantaban sobre ella están medidas por su raza.”10
En esta ocasión, el dramaturgo ha recurrido a un argumento muy empleado por la literatura antiesclavista cubana: la igualdad del ser humano.11 Defendiendo esta idea, Carlos se enfrenta a la Condesa y, ante el argumento de que la cuarterona es un ser inferior, él se exalta: “Si no es igual a mí por la
En sus Memorias, Tapia denuncia también la infamia de la esclavitud. Ibid., 94 103.
10
Lola Aponte Ramos. “Geografía discursiva del límite de color: los textos de Alejandro Tapia y Rivera ante la Raza”. Actas del Congreso Alejandro Tapia y Rivera (Ateneo Puertorriqueño: San Juan de Puerto Rico, 2004) 81 82.
11 Véase, Roberto Fernández Valledor. “Cuba: esclavitud y narrativa”. Revista/Review Interamericana, San Germán, Vol. XX, Núms. 3 4, otoño/invierno, 1990, 48 58; “Sab y la novela antiesclavista”, Faro, Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, Vol. I, Núm. 1, septiembre 1979, 35 41.
cuna está tal vez más alta que yo por su corazón; más alta sí, porque yo he podido mostrar la voluntad de un hombre, y sólo he mostrado la debilidad de un niño […] ¡Que no es igual a mí… pobre sarcasmo!” (130). La madre se escandaliza que su hijo considere a una esclava semejante a él: “¡ Igual a ti! ¡Llaneza incomprensible! ¡Es decir, que eres igual a la hija de la esclava María! El padre de esa muchacha, que era su dueño, vendió a otro la madre con ella en su seno, avergonzándose del fruto que iba a resultar de su extravío. ¿Eres, pues, igual a esa muchacha que su mismo padre negó antes de nacer y que negaría hoy si la conociese?” (130). Obsérvese que Carlos ha indicado dos veces la igualdad de él y Julia, mientras la Condesa le reitera en tres ocasiones en forma irónica el adjetivo igual para significar lo contrario. Entonces Carlos, con gran energía, le recalca a su madre la dignidad social que existe entre él, un hombre blanco y libre, y ella, una cuarterona y esclava. En un extenso parlamento el hijo refuta las palabras de su progenitora:
Si ella es infeliz desde la cuna, ya que la cuna es un delito para ciertos seres; si un padre inicuo, por evitar que saliese a su rostro la prueba de un censurable descarrío o por el vil interés de su codicia (cosa no muy rara entre nosotros) la vendió antes de nacer; si el mundo la convirtió en mercancía cuando aún pertenecía exclusivamente a Dios, […] soy quien debo indemnizarla de los males que le ha causado el mundo […] (131 132).
Y dirigiéndose a Dios, proclama la dignidad de las personas ante el Creador: “Señor, tú la creaste tuya, y los hombres te la han robado. Ella que es tu hija, ha sido vendida como Tú también lo fuiste, por uno de los seres que venden su sangre, por uno de los Judas que existen en el mundo para cambiar las almas por dinero […]” (131).
No empece los argumentos de su hijo, la Condesa irritada quiere echar de la casa a Julia. Carlos pretende impedírselo, pero cuando la madre le pregunta: “¿Por qué medios?”, él titubea. Su respuesta resulta muy
elocuente porque permite apreciar la norma de entonces: “La ley…, digo mal: la justicia…” (132). Cuando dice “la ley” cae en cuenta de que en realidad la legislación existente no protege a Julia, porque en definitiva el amo es dueño y señor del esclavo y éste es meramente un bien con el cual se puede realizar cualquier tipo de operación mercantil.12 Si bien es cierto que la monarquía promulgó diversos decretos para atenuar los excesos del trato hacia ellos, esto resultó casi siempre en letra muerta. Por esta razón Carlos apela a “la justicia”, o sea, a la dignidad que le correspondería a un ser humano.
Al final del drama, en su delirio, Julia pone de manifiesto lo injusto de la sociedad esclavista, ya que no se vislumbra ninguna salvación para los esclavos, y esta idea la repite dos veces: “Esta mancha […] Y sin embargo, esta mancha no es la del crimen: la tuve desde mi primer instante, nací con ella… ¡ah! ¡Si pudiese borrarla! […] Ella es mi pecado original, ¡pero sin redención, sin redención! […]” (138). Jorge le pide que: “[…] por Dios, por tu madre: vuelve a tu cuarto.” Pero ella prosigue proclamando las injusticias de la sociedad, en uno de los momentos de mayor dramatismo: “Mi madre, dices que mi madre… ¡Yo no tengo madre! ¿Dónde está? No lo recuerdo […] ¿No es verdad que era esclava? ¡Qué horror! ¡Debió morir sin duda de pesadumbre, al ver que me ponía en el mundo para ser tan desgraciada!” (139).
Al inicio del drama apreciamos que Julia está consciente de su situación, pero se resigna a ello: “En general los de mi clase, la niegan o disimulan; yo no la publico, pero Dios me ha dado una compensación; la conformidad, y por eso manifiesto mi condición sin humillarme” (64 65). Hasta ahora el autor ha presentado elementos racionales y emotivos para plantear el
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El amo podía disponer del esclavo “[…] desde dejarlo en libertad a venderlo, alquilarlo, hipotecarlo, establecer sobre él un censo, darlo como colateral, cambiarlo y dejarlo, finalmente, en herencia.” Leví Marrero. Cuba: economía y sociedad II (Editorial Playor: Madrid, 1974) 358 359.
oprobio de la esclavitud, Julia y Carlos le añaden al drama la visión teológica. Ella busca la resignación en los principios religiosos, por eso en el acto segundo se consuela leyendo el “Sermón del Monte” (Mateo 5:1 11):
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados”. ¡Ah! ¡quién tuviera en el alma la serenidad con que el divino profeta de Nazareth emitía estas palabras! ¡“Los que lloran serán consolados”! Quizás no soy digna de consuelo, pues en vano le busco. ¡Libro afectuoso, mi único amigo en esta soledad de mi existencia! Tus dulces palabras serían bálsamo eficaz para mi alma, si su herida no fuese incurable (87).
Por su parte, Carlos manifiesta la igualdad del ser humano ante Dios, aunque la sociedad busque diferenciarlos: “¡Dios, Dios! Él nos ha puesto juntos en la misma senda. Los hombres, son los hombres los que pretenden separarnos. Dios quiere la fraternidad ante sus hijos. Él no ha creado las preocupaciones sociales. Él las combate con sus leyes de amor” (108 109). Este personaje, por lo tanto, proclama la hermandad de todos bajo el evangelio.
La cuantiosa cantidad de esclavos existente en Cuba patentiza el incremento económico de esa Isla debido al desarrollo azucarero y cafetalero, que con el tabaco constituían la trilogía agrícola preponderante de ese tiempo. Es de todos conocida la preocupación que generó en la sociedad el desbalance existente entre la población negra y la blanca, ya que “[…] el rápido desarrollo azucarero había hecho crecer
dramáticamente la población esclava […]”13 A pesar de la necesidad e importancia del negro, entre los miembros de la oligarquía azucarera prevalecía el racismo, lo cual advierte Leví Marrero: “[…] debemos recordar el carácter racista de todo el proceso
13 Leví Marrero. Cuba: economía y sociedad IX (Editorial Playor: Madrid, 1983) 151.
colonial, en el cual prevaleció en las Indias el requisito de la pureza de sangre […]”14
Con el fin de contrarrestar la preponderancia racial negra, se propuso el envío de canarios a Cuba. Sin embargo, esto añadió un nuevo elemento, porque se suscitaron consideraciones de índole social y racista sobre el envilecimiento del trabajo rural. En un Informe Reservado del Capitán General Gerónimo Valdés al Primer Secretario de Estado, fechado el 3 de noviembre de 1841 le plantea esta preocupación: “Choca con las ideas recibidas en este país ver al blanco encorvado bajo el peso de los trabajos del campo al lado de los esclavos […]”15
Precisamente en sus Memorias, Tapia explica que la esclavitud impedía la incorporación de la juventud al trabajo: “La esclavitud envilece el trabajo y las artes, pues al ver el uno y las otras en manos esclavas, los libres huyen por lo general, de su ejercicio para no confundirse con el siervo. De aquí nacieron estos dichos fatales: “El trabajo para los esclavos”; “yo no trabajo más, pues no soy esclavo”.16
La actitud de desprecio al esclavo prevaleciente en ese tiempo la encarnan en el drama la Condesa, Críspulo y, de manera muy particular, Emilia. En una conversación entre padre e hija, en la que Críspulo aprecia los atributos de Julia, Emilia le increpa: “¿Graciosa dice usted, papá? En su clase no diré que no; aunque pretende vestir y darse el tono y maneras de señorita, siempre se trasluce su condición” (89). Sin embargo, el padre le hace ver que la belleza, el porte y las cualidades de la cuarterona son tales que entre la gente pudiera considerarse “bien
14 Ibid., 158.
15 Ibid., 160.
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Alejandro Tapia y Rivera. Mis Memorias, op. cit., 94. Resulta oportuno destacar que algunos Capitanes Generales, entre ellos Gerónimo Valdés y Leopoldo O’Donell veían “[…] en el predominio numérico de la raza negra un freno a las tendencias independentistas.” El primero de éstos consideraba que, ante las conspiraciones descubiertas en pro de la independencia, esta aspiración de los criollos “[…] no tiene más que un freno que es la raza negra y de color, principal elemento de esta población.” Leví Marrero, op. cit., 151, 156.
nacida”. A su vez, añade que en esa misma sociedad algunos ocultan su ascendencia, buscando acomodarse en ella:
En eso no estamos de acuerdo: es casi blanca o lo parece, es bonita, fina y elegante; si no supiéramos que es hija de una mulata esclava, según se dice, tal vez la admitiríamos como a otros que tratan de disimular su origen ante las personas bien nacidas (89).
Resulta tal la aversión y racismo de Emilia hacia el esclavo, que ésta se escandaliza cuando visita la mansión de la Condesa y Julia la recibe: “Creo que [se] hubiese atrevido a darme la mano”. Y afirma categóricamente: “No transijo con mulatos” (89). Más adelante conversa con Luis y acentúa los rasgos raciales de la cuarterona, aunque reconoce que en la sociedad hay muchas personas que los ocultan, pero las excusa porque ya han sido aceptadas:
Obsérvela usted bien cuando la vea de cerca; la mezcla de sangre tiene señales infalibles. Usted me dirá, que por qué soy tan severo con ella, cuando hay tantos y tantas de su estofa en nuestra buena sociedad, que pasan por lo que son; pero usted comprenderá que los tales, por lo menos, ya están admitidos (104).
Es la segunda ocasión en que Tapia sostiene la idea de que en la sociedad hay muchos con sangre negra que la ocultan.17 En un aparte, Luis resalta esta ridícula posición de Emilia. Sus palabras no están exentas de sarcasmo y se pueden considerar un signo de indicio del desenlace de la obra: “(Cualquiera diría que esta Emilia no tiene nada que echarse en cara en la materia; pero eso, ¿quién lo sabe? No será ella por cierto quien lo revele.)” (104).
17 La cultura popular cubana criticó esta pretensión de limpieza de sangre con el refrán: “De San Antonio a Maisí, el que no tiene de congo tiene de carabalí”. Equivalente al puertorriqueño: “De Fajardo a Cabo Rojo, pasando por Manatí, el que no tiene de congo tiene de carabalí”.
Más adelante apreciamos a una Emilia muy ofendida y escandalizada porque ha visto a Carlos tomarle la mano a Julia. Críspulo trata de apaciguarla, pero ella le responde: ¡Sí, eso es; calle usted, papá, y deje que se me rivalice con una… mulata!” (113). Al final del acto segundo, la actitud de Carlos impide que se materialice la boda entre él y Emilia, entonces Críspulo: “(Yéndose del brazo con Emilia .) [Exclama] ¡Y todo ello por una cuarterona!” (114).
En el desenlace de la obra conoceremos que Emilia resulta ser hermana de Julia, con ello Tapia ridiculiza la actitud racista de esta joven al proclamar la hermandad de ambos personajes.18 En otras palabras, está diciendo que blancos y negros integran una sola familia. Precisamente en el monólogo de la escena sexta del último acto, ante la nueva iniciativa de casarlo con Emilia, Carlos manifiesta su intención de escapar con Julia “[…] a otros países donde no influyan estas mezquinas preocupaciones coloniales” (126).
LA SOCIEDAD Y LA MUJER
En la sociedad cubana que presenta La cuarterona existía una rigurosa pirámide social en la que los individuos pugnaban por ascender. Según el historiador Leví Marrero: “El paso de los años iría profundizando las brechas que separaban las castas distinguibles de la población.”19 Jacobo de la Pezuela en 1865 precisó la situación social cubana de ese tiempo cuando habla de tres pueblos mezclados: los blancos, los negros esclavos, y los mulatos y negros libertos: “Los derechos del pueblo blanco de Cuba, sin atentar contra su legítima y natural supremacía sobre las otras clases de la población, nunca podrían hacerse extensivos
18 Manuel García Díaz explica la incongruencia de esta actitud: “Y la tragedia de la vida de estos seres [los esclavos] estaba precisamente en el hecho de que muchas veces ellos tenían mayor nobleza de alma que aquéllos que los despreciaban; éste es el caso de Julia, la cuarterona. Los prejuicios sociales eran causa de su desgracia.” Op. cit., 141 142.
19 Leví Marrero, op. cit., 1.
a los negros y mulatos procedentes u originarios de África.”20 Esta aseveración del funcionario gubernamental se palpa en la actitud de Emilia hacia Julia, que muestra el desprecio de los blancos, tanto a los esclavos como a quienes poseen ascendencia esclava en la sociedad habanera.
Carlos está consciente de que su amor por Julia constituye un grave desatino debido a la diferencia social entre ambos, según regía la norma de ese tiempo. En sus palabras: “Es un disparate, una locura […]” porque la Condesa “[…] no veía más que un abismo entre los dos […]” Concluye, pues, que su madre no accederá, ya que: “[…] al tratarse de quebrantar ciertas barreras, recordará que es la condesa, la señora altiva; y que la otra una pobre mestiza […]” (48 49). No obstante, le manifiesta su amor a Julia, pero ésta le recuerda: “Carlos, es imposible unir lo que el destino separó.” Más adelante le hace ver que el amor entre ellos “[…] sería una locura, y ambos debemos tener juicio” (61 62). Luego le reitera al enamorado Carlos que la condición social de ambos resulta un grave impedimento para su amor, porque ella es “[…] una mujer cuya condición abre un abismo entre los dos” (63).
En el drama Carlos encarna la pasión, mientras Julia la razón. Él insiste en un amor que rompa las barreras sociales, ella presenta la realidad social que se vive en el país (63 65). En distintos momentos persiste en su empeño, pero ella lo rechaza siempre, pese a que está enamorado de él. Le explica: “[…] la esposa que le preparan se halla en otro caso, pues su condición social es muy distinta, y ofrece garantías que un enlace desigual no podría brindar a usted” (80). Carlos le vuelve a insistir, pero Julia está consciente de su desventajosa condición social: “No, tal felicidad sería un remordimiento para mí. Y luego, acaso algún día, su familia odiándome por haber amado a usted, viéndome como la mancha de su nombre… sufrir su desprecio […]” (109). Sin importarle su negativa, Carlos le reitera su amor: “Yo adoro a Dios en ti,
20 Leví Marrero. Cuba: economía y sociedad XIII (Editorial Playor: Madrid, 1986) 2.
porque eres tú su ángel más hermoso. Háblanme de distancias sociales; las desprecio y te adoro” (110). García Díaz no duda en ver retratado a Tapia en la actitud de este personaje.21
La Condesa no puede convencer a Carlos del abismo social existente entre él y Julia; recurre, entonces, a otro subterfugio muy utilizado en el romanticismo: los lazos de sangre entre los amantes. Ella le miente, haciéndole creer que ambos son hermanos: “Debo curarte de un amor imposible, y evitar criminales consecuencias… Entre Julia y tú, hay un abismo. Aun cuando ella fuese de tu propia condición, aun cuando tuviese todo el oro y todos los atractivos del mundo no podría ser tu esposa” (134).
El desnivel social no sólo está planteado en lo racial, sino que incluye lo económico y lo profesional. Carlos es hijo de familia de abolengo y acaba de graduarse como médico en Francia. En el primer tercio del siglo XVIII algunos jóvenes criollos de Cuba iban a México donde se graduaban de bachiller en medicina. En Cuba existía una gran necesidad de médicos, por esta razón cuando se funda la Universidad San Jerónimo de La Habana, el 5 de enero de 1728, la Cátedra de Prima de Medicina se creó mucho antes que la de Cánones, Leyes y Teología.22 No obstante, algunos hijos de ciudadanos pudientes estudiaban en las universidades de España y París. Recordemos que Francia tuvo gran atractivo para los hispanoamericanos ya que se consideraba el país de la cultura, la ciencia y el arte.
Precisamente Carlos y Luis estudiaron medicina allí. El primero hacía sólo un mes
21 Leví Marrero, op. cit., 142.
22 Leví Marrero. Cuba: economía y sociedad VIII (Editorial Playor: Madrid, 1980) 178 179. De hecho Francisco González de Álamo comenzó a ofrecer clases de medicina en el Convento de Santo Domingo el 18 de diciembre de 1727, anticipándose a la fundación de la Universidad, ya que el Papa Inocencio III expidió un Breve el 12 de septiembre de 1721 mediante el cual se autorizaba a los dominicos de Letrán a conferir grados en las ciencias y facultades que enseñasen y leyesen en su convento. Ibid., 202.
que había regresado a La Habana (47). Su amigo también acababa de regresar, pero como sucedió con muchos jóvenes que fueron a estudiar allá, en vez de asistir a clases, se dedicó a la vida bohemia y gastó en ello el dinero que sus parientes le enviaban para sufragar los estudios (51 53). Este joven muestra una excesiva admiración por dicha ciudad; en sus palabras: “¡Es mucho París el que hemos dejado!” (49). Ambos personajes encarnan dos visiones o dos posiciones totalmente opuestas que se tenía sobre Francia, lo cual explica Carlos:
Cualquiera pensaría a primera vista, que tu entusiasmo por la capital de Francia era inspirado por el amor a las ciencias y a las artes, de que es un centro; pero a poco de oírte, se convencería de que no se trata del París intelectual, sino del que, como a ti, enloquece a tantos de nuestros jóvenes y no jóvenes; el París de los espectáculos y las loretas (50).
A su vez, Luis le reprocha a Carlos su excesivo interés por los estudios emulando a los destacados facultativos franceses de ese tiempo en el campo de la medicina: “Nelatón, Bernard y Dupuytren” (51).23 Este personaje le recrimina al amigo que estuvo en París sólo para “[…] sumirse en el barrio latino entre libros y bibliotecas.” Y concluye: “¡Vaya diversión!” (50). Esta actitud demuestra a un individuo desarraigado que sólo pretende una vida fácil (50 51). Carlos, por el contrario, está consciente de la importancia que tiene para él, su familia y su país el haber concluido sus estudios: “Sin duda causo lástima. En cambio he adquirido en París una profesión […] y tú que fuiste a ello, has gastado a tus parientes una fortuna y has vuelto como fuiste […]” (51). Esta realidad Tapia la expresará también en sus Memorias: “Esto de enviar los jovencitos a estudiar a Madrid es
23 Auguste Nelatón (1807 1873) era uno de los mejores cirujanos de Francia, Betances fue discípulo suyo; Claude Bernard (1813 1878) fue un famoso biólogo y fisiólogo francés; Guillaume Dupuytren (1777 1835) se distinguió como un notable anatomista y cirujano francés.
perjudicial en la mayor parte de los casos. De ellos se hacen vagos y quedan sin carrera cuando menos la mitad.”24 Esta admiración por París hace que Luis menosprecie La Habana, a tal punto que se amigo le reprocha: “[…] pareces un extranjero en tu patria” (49). Más adelante le vuelve a insistir que su actitud será negativa para el desarrollo del país: “¡Lucida está contigo la patria! ¡Qué porvenir tan hermoso!” (50).
Tapia se destacó como un fervoroso defensor de los derechos femeninos, no es de extrañarse, por consiguiente, que presente la visión que la sociedad tenía sobre la mujer para criticar dicha actitud. Carlos y Luis conversan sobre diversos temas y éste le indica que buscará no sólo a una “mujer rica” para casarse, sino “frívola”, ya que la mayoría de ellas lo son: “Me parece que mi personal, es decir, precisamente no tener otro crédito mayor, me pone en aptitud de ganar el corazón de alguna mujer frívola… y como es lo que busco, y aquéllas son las más…” (54). Lo que le interesa es casarse para acomodarse, aunque después se descubran sus verdaderas intenciones porque “[…] como la ley protege el matrimonio […]” (54).
Críspulo le hace ver a su hija la desventaja de ser mujer, aun cuando ésta tenga dinero (92 93). Emilia es la clásica joven rica sin responsabilidades que sólo le interesa la adulación de sus pretendientes. Sin embargo, el padre le advierte: “Te adulan
24 Alejandro Tapia y Rivera. Mis Memorias, op. cit., 129.En la Revista Hispanoamericana de Madrid, el 15 de enero de 1867, Tapia denunciará el que no exista una universidad en Puerto Rico que contribuya al progreso de la Isla: “Siendo pocos los que vuelven a Puerto Rico con una carrera o facultad, la monopolizan, contentándose, salvo contadas y honrosas excepciones, con su medianía intelectual favorecida por un título que explotan sin esfuerzo ni competencia, con menoscabo de todo adelanto para la inteligencia y el saber, a cuyo incremento no osan o no atienden a llegar, perjudicando, como es consiguiente, el progreso general del país. Es decir, que mientras no haya universidad en Puerto Rico adonde pueda concurrir la gran masa de la población, habrá un intolerable monopolio en la adquisición de las luces y en el ejercicio de las profesiones.”
porque quieren tu dinero, y éste puede perderse”. Ella considera que el padre está siendo muy sincero o muy cruel, pero éste le responde: “La verdad en medio de todo”. Ella le replica: “Pues yo no quiero que me la digan. No puedo sufrirla, no quiero” (94 95).
Emilia no desea contraer matrimonio porque su padre siempre la ha complacido en todo y la ha dejado hacer lo que quiere (120), pero al casarse deberá estar sometida al marido. Por esta razón le indica a la Condesa: “Esto, como usted comprenderá, es natural que me inspire alguna desconfianza, y que el casamiento se mire por una joven como yo, con cierta prevención desfavorable.” A lo cual su interlocutora le responde que Carlos no será un tirano con ella: “En tal caso, Emilia, puede estar usted satisfecha. Mi hijo es sobrado leal y generoso para tiranizar a la que lleve su nombre […]” (97). Más adelante, la Condesa le reprocha a Críspulo el hecho de que su hija no quiera casarse. El siguiente parlamento destaca una idea muy importante de ese tiempo: que en la educación de la mujer hay que enseñarla a obedecer. Debido a esto, la Condesa le recrimina al padre: “Una joven bien educada por usted debe ser sumisa y obediente” (119).
LOS TÍTULOS NOBILIARIOS
Las condiciones naturales de Cuba, la legislación sobre la industria agrícola y la visión del dinámico sector empresarial de la Isla la hicieron la primera productora mundial de azúcar desde el primer tercio del siglo XIX, al punto de convertirse en la más rica colonia de plantaciones del mundo.25 La Corona tomaba préstamos en las casas europeas garantizados por las rentas que se recibirían de Cuba, ya que, por ejemplo, en el año 1860 la recaudación en impuestos superaba los veinte millones de pesos.26 En la
25 Véase Leví Marrero, op. cit., IX, 1.
26 “En 1759 60 los impuestos recaudados en Cuba sumaban 160,000 dólares; en 1777 ascendieron a un millón; hacia 1825 Cuba […] dio beneficios al rey: 8,000, 000 de pesos era lo que, más o menos, se recaudaba anualmente” Hugh Thomas, op. cit., 155.
Isla se construyeron grandes mansiones y edificios, se modernizaron los ingenios azucareros y, entre otros aspectos, se tuvo el ferrocarril27 y la transportación a vapor 28 antes que en España.
Era tal la riqueza que los propietarios se dieron a la tarea de adquirir títulos nobiliarios. La nobleza cubana se calificó de “pergamino” ya que se concedía mediante compra, no por herencia de sangre. Los nobles castellanos llamaban en forma despectiva a estos títulos “nobles de azúcar”. La decadencia de la sociedad aristocrática española permitió que personas y familias enteras obtuvieran estas dignidades. En Cuba la riqueza del tabaco en el siglo XVIII hizo a los primeros nobles habaneros; posteriormente la riqueza azucarera permitió que múltiples hacendados obtuvieran títulos castellanos. Según Leví Marrero, “[…] los títulos de Castilla otorgados a vecinos de Cuba entre 1708 y 1866 sumarían 34 marqueses y 39 condes.”29 Una vez obtenido
Añade este historiador inglés: “Indudablemente, los ingresos procedentes de Cuba constituían la única garantía segura que podía ofrecer el gobierno de España a sus acreedores potenciales, por ejemplo, los Rostchild u otros banqueros londinenses.” Ibid., 259.
27
En el año 1838 se inauguró el ferrocarril en Cuba. Diez años más tarde, el 28 de octubre de 1848 se inauguraba en España el primer tramo de 29 Kms. entre Barcelona y Mataró. En esa fecha había en Cuba 618 Kms. de vías férreas, y doce años más tarde eran 1,860 Kms. Véase Leví Marrero, op. cit., XI, 159; Hugh Thomas, op. cit., 169 171; Julio Le Riverend. Historia económica de Cuba (Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 1985) 395 401.
28
Debido a los altos costos del transporte, el vapor llegó a Cuba muchos años antes que España. En 1819 había un barco a vapor en Cuba y cuatro años después, tres viajes unían a varios pueblos de la Isla. Hugh Thomas, op. cit., 168. Véase Julio Le Riverend, op. cit., 401 404.
29 Leví Marrero, op. cit., XIII, 35 36. Para obtener estos títulos se debía presentar prueba de hidalguía y limpieza de sangre, caudal y bienes suficientes para sostener el honor solicitado, así como méritos personales. En 1805 Carlos III concedió la Grandeza de España al habanero Clemente Núñez del Castillo y Molino, Marqués de San Felipe y Santiago. Sin embargo, el Gobernador de Cuba advirtió a la Corona sobre esta dignidad allende los mares porque estaban
el título, el noble estaba obligado de por vida, junto con sus herederos, excepto en casos muy especiales, a contribuir a la Real Hacienda con el pago anual del llamado “derecho de lanzas”. Se dio el caso de nobles que perdieron sus títulos por no poder pagar, ya que hacienda era muy rígida en el cobro a los nobles.30
A la Condesa le preocupa que su hijo no quiera casarse con Emilia porque este hecho la llevaría a la ruina económica y con ello perdería el título. Le dice a Carlos en forma trágica y manipuladora:
Pues bien: renunciaré a mi título, el nombre de una antigua familia. No seré yo quien lleve un título sin rentas. ¡Y ser en mí en quien deba morir un nombre benemérito! Daré gusto a mi hijo aun a costa de mi sonrojo. ¡Todo sea por Dios… sea lo que quieras, hijo mío! (85).
En el año 1859, el corresponsal en La Habana de una publicación norteamericana calculaba que a los aristócratas habaneros les había costado su título entre 20,000 y 50,000 pesos fuertes.31 Para que se tenga una idea sobre la nobleza cubana, entre los años 1642 y 1868, 56 cubanos ostentaron el título de Caballeros de Santiago, 28 de la Orden de Calatrava, 16 de la Orden Militar de Alcántara y 16 de Orden de Montesa. En 1860 había casi un centenar honrados con la Orden de Carlos III y en la década de 1860 eran 211 los que poseían la Real Orden Americana de Isabel la Católica.32 Esta proliferación de títulos nobiliarios hizo que Francisco de
por encima del gobernador. Según Marrero esta dignidad sólo se otorgó al mencionado habanero y a otro indiano. Ibid., 37, 52. Aunque según Thomas, entre la nobleza cubana había tres que eran grandes de España. Op. cit., 192 193.
30 Leví Marrero, op. cit., XIII, 51.
31 Algunos historiadores consideran que la posesión de estos títulos, más que por vanidad, tenía un propósito de protección o seguridad, debido a la política personalista y déspota de la mayoría de los gobernantes peninsulares en las colonias. Recuérdese que tanto en Cuba como en Puerto Rico se gobernaba bajo facultades omnímodas.
32 Ibid., 53 57.
Arango y Parreño dijera: “Si los reyes podían hacer nobles, sólo Dios podía hacer caballeros.”33
Los hacendados cubanos amasaron enormes riquezas; sin embargo, muchos de ellos perdieron sus propiedades debido a deudas con los refaccionistas españoles. Unas veces como consecuencia de la muerte del padre de familia y la indiferencia de la esposa e hijos por el funcionamiento de la hacienda. Otras veces porque los dueños dilapidaron las rentas en una vida bohemia. Raúl Cepero Bonilla detalla esta realidad:
Los hacendados nunca formaron una clase que gozó de prosperidad, aunque algunos de ellos levantaron fabulosas fortunas con el negocio azucarero. Fue una clase impotente par a capitalizar. El valor de sus producciones lo absorbía, en gran parte, la amortización del capital refaccionario y el pago de sus c recidos intereses. El comerciante refaccionista dominaba al hacendado. Se calculaba en 1863, que menos del cinco por ciento de las fincas rurales estaban libre de gravámenes hipotecarios. 34
En otros palabras: “Los intereses de las dos clases dominantes de la sociedad cubana colonial (los comerciantes españoles y los hacendados cubanos) no eran coincidentes, sino antagónicos, excepto en lo que se relacionaba con la convocación de la esclavitud.”35
Por esta razón los hacendados no veían con buenos ojos a los comerciantes españoles. Precisamente éste es el caso de la Condesa, quien le indica a su hijo: “Estamos casi arruinados; los restos de nuestros bienes, un día cuantiosos, están próximos al embargo. El padre de Emilia es uno de nuestros principales acreedores” (75). De
33 Ibid., IX, 69.
34 Raúl Cepero Bonilla. Azúcar y abolición (Grupo Editorial Grijalbo: Barcelona, 1976) 31. Véase, además, Manuel Moreno Fraginals. La historia como arma y otros estudios sobre esclavos, ingenios y plantaciones (Editorial Crítica: Barcelona, 1983) 74 76.
35 Raúl Cepero Bonilla, op. cit., 48.
hecho, le advierte que está próxima: “La ejecución de nuestro mejor ingenio; lo único libre que nos quedaba” (85). Debido a esta situación, le nace la única preocupación del casamiento de Carlos con Emilia, ya que se trasluce el desdén de ella por el comerciante. Por eso le explica a su hijo: “A fuerza de ostentar ante sus ojos nuestra nobleza, el villano enriquecido se deslumbra y consiente en preferirte a muchos para yerno” (75 76).
De esta realidad se vale Tapia para criticar en el drama este desmedido anhelo de títulos nobiliarios. La Condesa posee uno, pero carece del dinero para ostentarlo; a su vez, Críspulo tiene el dinero y ansía el título. Sin embargo, desea uno antiguo, no uno nuevo que a la postre podría resultar ridículo. Se lo explica a su hija Emilia:
En cuanto a mí, pudiera hacerme conde de Bemba o marqués de la Macagua, pero son solares muy nuevos y hasta oscuros, y como todos en La Habana me conocen por don Críspulo, sucedería que al llamarme conde de Bemba, por ejemplo , ¿quién es él? Preguntarán. Hombre, ¿quién va a ser? Don Críspulo; teniendo al fin que firmar para ser reconocido: El conde Bemba (alias) Don Críspulo. ¡Buena armonía entonces en el muelle y en otros puntos de la ciudad donde soy tan conocido! Luego tú al llamarte por herencia la condesita de Bemba… (92 93).
Emilia le interrumpe: “¡Uf! ¡Qué título!” Él está consciente de la importancia que tienen los títulos antiguos, por eso recalca: “No, hija mía; quiero dejar de ser el villano enriquecido, quisiera ser llamado Conde de la Edad Media, o qué se yo, como dice la Condesa tu futura suegra” (93).36
Muy astutamente la Condesa le ha hecho ver que los títulos son más importantes
36 Este afán por la adquisición de títulos nobiliarios que aparece en el drama hace que algunos críticos lo consideren lo esencial de la obra. Elsa Castro Pérez sostiene que: “El tema de esta pieza es la lucha entre los aristócratas de cuna y la de méritos.” Tapia, señalador de caminos (Editorial Coquí: San Juan de Puerto Rico, 1964) 101
aún que el dinero, se lo explica a Carlos: “A pesar de que no ignora el mal estado de nuestros intereses, hele hecho conocer que, con todo su dinero es Don Nadie, si no une su oro a lo que el oro vale: la nobleza” (76). Y recalca la importancia de alardear con títulos antiguos:
Sí, Don Críspulo, estoy con usted en lo que me cuenta: esos nobles de ayer son insufribles, al paso que la gente de cuño viejo es más tratable. Ya se ve: en éstos es natural lo que en otros es artificio. Sobre todos los alias de que ya hemos hablado… Sí, porque más bien parecen apodos que títulos” (104 105).
El nuevo rico pretende convencer a su hija de la trascendencia que tendrá el vincular su apellido con el de Carlos. Y muy orgulloso le explica el hecho “[…] de que tus hijos puedan ser parientes del rey que rabió […]” A lo cual Emilia responde admirada: “¡Vaya!” (90). Este pasaje, no exento de humor y sarcasmo, resulta una sátira muy velada al prurito de los nuevos ricos por adquirir títulos nobiliarios. De paso, muestra la ignorancia de este villano enriquecido, ya que el tal rey nunca existió, sino que es parte del folclor castellano. De hecho, Góngora lo menciona en una de sus “Letrillas”: Del rey que rabió me cuente. / Y ríase la gente. También la emplea Quevedo en el “Sueño de la Muerte” y en su poesía festiva.37
Este comerciante vino a América como polizón y aquí se enriqueció. Por eso busca, en sus palabras: “encondarme o enmarquesarme” (91). No quiere que le hagan genealogías, porque éstas se consiguen fácilmente si se paga a un escribano. Él comprende muy bien esto porque: “El mundo burlón distingue las legítimas de las supuestas, y por lo tanto aquéllas son preferibles” (91).
FINALIDAD DE TAPIA
37 Ruperto Chapí escribió una zarzuela o juguete lírico sobre este personaje popular titulada El Rey que rabió, la cual se estrenó en el año 1891.
Hasta ahora hemos apreciado un minucioso retrato de la sociedad cubana de los años sesenta del siglo XIX. Rosa Nieves refiere que el comentarista teatral de la revista Las Antillas escribió en esa publicación el 18 de mayo de 1867: “Aunque la escena se desarrolla en La Habana, hubiera podido ser en cualquiera de las Antillas, o en Perú o en Venezuela o en Estados Unidos.”38
Aparentemente nuestro dramaturgo se ha alejado de su isla natal. Sin embargo, el drama está concebido con Puerto Rico en mente. A principios del siglo XIX las colonias americanas se regían por las mismas leyes que las de la Península, pero a partir de 1837 se hará mediante leyes especiales y los gobernantes ejercerán su cargo con facultades omnímodas.39 Éstos impusieron una férrea censura que prohibía cualquier discusión abierta sobre los problemas existentes en el país, entre los cuales estaba el de la esclavitud. Incluso, durante los breves períodos en que hubo libertad de prensa, estaba prohibido “terminantemente” discutir sobre la esclavitud mientras ella estuviera vigente en Puerto Rico.40 Tapia expone que en ese tiempo se tenía miedo de combatir esta institución, porque el abolicionismo era sinónimo de separatismo.41 No debe extrañarnos, entonces, que nuestro dramaturgo haya ubicado la acción en Cuba y toda referencia social sea sobre esa Isla. En la década de 1850, Tapia consideraba que los dos problemas más graves de la Isla eran la esclavitud y la vigencia de los expedientes sobre limpieza de
38 Cesáreo Rosa Nieves, op. cit., 432. A su vez, Angelina Morfi considera que: “La obra se desarrolla en Cuba, pero los conflictos eran propios de la Isla y de América en general.” Op. cit., 60.
39 Véase Roberto Fernández Valledor. “Censura, censores y La Sataniada”, La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan de Puerto Rico, Núm. 18, enero junio 1994, 69 76.
40 Véase Lidio Cruz Monclova. Historia de Puerto Rico, siglo XIX II, primera parte (Editorial Universitaria: Río Piedras, 1957) 7, 79, 93.
41 Alejandro Tapia y Rivera. Mis Memorias, op. cit., 102.
sangre. En sus palabras: “En aquellas reuniones convenimos en que las cuestiones principales de Puerto Rico eran la Abolición de la Esclavitud y la extinción de los expedientes sobre limpieza de sangre.”42 Por esta razón La cuarterona plantea la ignominia de la esclavitud y proclama la igualdad del ser humano. Mediante el triángulo Julia Carlos Emilia se hace patente la tesis del autor. Utilizando argumentos racionales y religiosos, así como situaciones emotivas, Tapia manifiesta su alegato en pro de los derechos de la persona.
Asimismo, toda la cuestión sobre los títulos nobiliarios en la obra constituye un sarcasmo a la ridícula ostentación de la llamada limpieza de sangre que por siglos se mantuvo en América y España. Primero fue una aversión hacia los de sangre judía y árabe, más tarde será a los de sangre africana. Precisamente la lucha que se libra en el drama se debe a la presencia de sangre africana en Julia y su condición de esclava. Tapia proclama una dignidad igual para todos, y ante la omnipotencia y tiranía del dinero, proclama la libertad del amor. En un gesto muy romántico, Carlos exclama: “Prefiero mil veces el celibato. [A] ¡Casarme sin amor!” (58). Porque: “La belleza del alma es preferible” (73).
El 24 de marzo de 1870, publicado en Puerto Rico el 13 de abril de dicho año, mediante un decreto del entonces Ministro de Ultramar, don Antonio Becerra Bermúdez, se derogaba “[…] cuantas disposiciones y
42
prácticas hacían necesaria la llamada información de limpieza de sangre para el desempeño de cargos públicos, el ejercicio de profesiones y todo lo comprendido por la legislación civil.”43 Se hacía realidad el anhelo de Tapia, hecho que consigna en sus Memorias:
[…] esto lo refiero porque me halaga haber tomado parte aunque indirecta, en este punto de trascendencia, allá por el 1870 me ocurrió cierto día escribir a mi amigo José Julián Acosta, residente a la sazón en Madrid, recordándole el asunto [de limpieza de sangre…] A los dos correos siguientes vino resuelto el asunto favorablemente, con lo que Puerto Rico dio un paso inmenso en la marcha de la Civilización, aboliendo aquellos expedientes ridículos y vergonzosos y que entrababan el progreso social. 44
Tres años más tarde, el 22 de marzo de 1873 quedó abolida la esclavitud.
Cuando Tapia muere el 19 de julio de 1882 la sociedad puertorriqueña estaría libre de ambas máculas sociales, gracias al trabajo de un puñado de hombres dignos, entre los cuales estuvo nuestro dramaturgo porque puso su arte y su empeño para sacudir las dormidas conciencias de sus conciudadanos en beneficio del país. Aún tienen vigencia las palabras de Salvador Brau: Tapia es “[…] obrero incansable del progreso, apóstol de cultura, en quien ayer como hoy, mañana como ayer, podrá mostrarse a las generaciones juveniles un modelo de provechosa ejemplaridad.”45
43 Lidio Cruz Monclova, op. cit., 112.
44 Alejandro Tapia y Rivera. Mis Memorias, op. cit., 147.
45 Ibid., 327.
El Dr. Roberto Fernández Valledor asiste a la Exposición de Tapia en el Teatro del Ateneo. Abril, 2009.Nuevos hallazgos sobre
Por César A. Salgado
Introducción
El periodo entre 1857 y 1866 en que el escritor puertorriqueño decimonónico más renombrado, Alejandro Tapia y Rivera dramaturgo, historiador, poeta, novelista: autor de varios clásicos del canon isleño como La palma del cacique (1852) y La cuarterona (1867) reside en la Habana seguro representa la zona más misteriosa, menos documentada y más provocativa en los estudios tapianos de hoy. Ni el trabajo de rescate, promoción y reedición que hizo su hijo Alejandro Tapia y Díaz en las primeras décadas del siglo veinte ni la larga tradición de semblanzas y estudios biográficos sobre Tapia iniciada en el siglo diecinueve por Manuel Fernández Juncos, Sotero Figueroa y Cayetano Coll y Coste y retomada en las décadas del treinta y cuarenta por discípulos de Antonio S. Pedreira como Manuel García Díaz y Elena Castro Pérez ha podido abordar cabalmente este momento coyuntural en la trayectoria intelectual y literaria del “Bardo de Guamaní.” A pesar de varios intentos, tampoco han podido adelantar mucho en cuanto a esta zona Carmen Ana Font, Roberto Ramos Perea y los otros especialistas que ahora trabajan la biografía y bibliografía de Tapia. 1 Como bien lamentan muchos críticos
1 En cuanto a las semblanzas e investigaciones sobre la vida de Tapia o el estudio de su escritos autobiográficos, consúltese en la bibliografía los capítulos o libros sobre tales temas por los autores y críticos referidos aquí y los prólogos de Cayetano Coll y Toste y Roberto Ramos Perea a las ediciones respectivas de Mis memorias y La cuarterona.
literarios del diecinueve puertorriqueño, el ataque de apoplejía que el 19 de julio de 1882 fulminó a Tapia mientras dictaba una conferencia a la Sociedad Protectora de la Inteligencia en el Ateneo Puertorriqueño frustró la conclusión de las brillantes memorias que Tapia redactaba justo cuando estaba a punto de rememorar su periodo cubano.2
Investigar este momento diaspórico en la biografía, la producción y la crítica de y sobre Tapia, abordar la cuestión de “Tapia en Cuba” o de “Cuba en Tapia,” implica superar muchas barreras taxonómicas, metodológicas, disciplinarias y nacionales que han invisibilizado la tremenda imbricación de las múltiples corrientes de la intelectualidad liberal criolla a través del Caribe hispánico y no hispánico y el
2 En Mis memorias Tapia narra su vida desde su infancia en San Juan hasta su vuelta a Puerto Rico tras un periodo de destierro en Madrid que duró entre 1850 y 1852. El recuento mantiene un rigor cronólogico, aun cuando Tapia interrumpe con frecuencia el hilo narrativo para ofrecer comentarios e informaciones sobre la historia de la imprenta en Puerto Rico, sus lecturas predilectas, el movimiento abolicionista en la isla, los males de la esclavitud, la censura, los abusos arbitrarios de los gobernadores reaccionarios y los logros ilustrados de los progresistas que favorecián la educación pública, entre otros temas. La última fecha que menciona, curiosamente, es la del año 1857 en relación a la persistentes difícultades económicas que confrontó al volver de Madrid.
Atlántico.3 Implica también reconocer la importancia constitutiva del destierro y la desterritorialización en la formación de Tapia como sujeto letrado para desentrañar mejor el complejísimo imaginario geopolítico, racial, etnosocial y sexual que vertebra su producción literaria. Los nueve años de exilio en Cuba, combinados con su estancia cuando niño en Málaga en 1837 y su destierro en Madrid de 1850 a 1852, contribuyen a que la obra de Tapia sea una de más militantemente cosmopolitas y, podríamos decir, tercamente “des puertorriqueñas” o antilocalistas surgidas en la isla. En esta obra se alternan vertiginosamente escenarios urbanos tan variados como Londres, Venecia, la Habana, París, Madrid y Viena, entre otros, y hasta ciudades inventadas como Diablópolis, Leprópolis y Limbópolis en su poema épico alegórico La sataniada. Si exceptuamos Las memorias, San Juan, la ciudad natal de Tapia, resulta ser el paisaje menos frecuentado en la superficie total de su obra literaria. Hasta la cuidad de su cuento satírico "El loco de Sanjuanópolis" no es San Juan per se sino Sanjuanópolis.4
3 Para una discusión de la intelectualidad liberal criolla del diecinueve puertorriqueño y la naturaleza agenciadora y clasista de sus prácticas letradas (en especial, su archivística y su historiografía), véase mi trabajo "Archivos encontrados: Edgardo Rodríguez Juliá y los diablejos de la historiografía criolla" en la bibliografía.
4 Muy pocas de las leyendas, novelas y obras dramáticas que escribió Tapia acontecen en San Juan. Aun las dos narraciones sobre temas históricos o leyendas de la isla, La palma del cacique y Cofresí, ocurren lejos de la ciudad. Los escenarios urbanos predilectos del imaginario de Tapia se encuentran en ciudades europeas, como Londres (Roberto D'Evreux), Venicia (La antigua sirena), Madrid (los dos Póstumos, La parte del león), Saintogne (Bernardo de Palissy) o Lisboa (Camoens), o en poblaciones americanas fuera de Puerto Rico, como el Darién (Vasco Nuñez de Balboa) o la Habana (La cuarterona). La crítica "boricuo céntrica" intepreta estos escenarios como alegorías sobre la situación colonial padecida en San Juan y considera que Tapia escoge escenarios extranjeros o exóticos para despistar o soslayar la censura.
¿Por que la crítica puertorriqueña no ha logrado visualizar La Habana de Tapia o a Tapia en la Habana? ¿Por qué no se ha investigado a fondo sus años habaneros cuando se trata de un periodo más largo que el tiempo combinado que pasó Tapia en Málaga y Madrid, etapas mucho mejor documentadas por sus biógrafos? Tapia ubica en la Habana a La cuarterona, su obra teatral más reconocida; su argumento cómo la sombra del incesto imposibilita el amor entre un hijo de la sacarocracia criolla y una criada mulata, llevando a un fin trágico está en franco diálogo con la temática reformista y las agendas narratológicas del sistema literario que levantó el intelectual y mentor cubano Domingo del Monte con su tertulias en Matanzas y la Habana, tal como éstas se plasman en las obras de Cirilo Villaverde y Anselmo Suárez y Romero, entre otros.5 ¿Por qué los críticos y directores teatrales del patio desde Francisco Manrique Cabrera hasta Ramos Perea insisten en que La cuarterona debe representarse y analizarse
5 Tapia coincidió en Madrid con del Monte durante los tres últimos años de vida de éste. Del Monte le facilitó el acceso su biblioteca para la transcripción de los documentos sobre Puerto Rico que Tapia luego reproduciría en su Biblioteca Histórica de Puerto Rico, publicada en San Juan en 1854. Así lo reconoce Tapia al final del prólogo: '[su] vasta erudición bibliográfica, é ilustrada crítica, así como la escelencia y bondad de su carácter, me han sido de gran utilidad en esta empresa" (Biblioteca Histórica 18). En cuanto a la "ilustrada crítica", sabemos que del Monte revisó y comentó detenidamente el manuscrito de La palma del cacique ya que se conserva la carta a Tapia con las correcciones anotadas de su puño y letra en el Album de recuerdos. Es decir, Tapia pasó por las mismas etapas de tutoría y disciplinaje literario que con del Monte experimentaron Anselmo Suárez y Romero, Cirilo Villaverde, Félix M. Tanco Bosmeniel, Juan Francisco Manzano y los otros escritores de su círculo en Cuba (preparo actualmente un trabajo sobre este tema). Sobre el sistema o "aparato" literario que instituyó del Monte con su círculo recomiendo los libros de José María Aguilera Manzano, Paul Estrade, Urbano Martínez Carmenate, Robert L. Paquette y Sophia Andioc Torres en la bibliografía.
como si tomara lugar en el San Juan del momento pre abolicionista?
Parte de la respuesta a la cuestión de Tapia en Cuba radica en cómo, desde la muerte de Tapia, el archivo y las fuentes relacionadas a su obra se han configurado a favor de una interpretación monolítica de Tapia como sujeto y emblema de una nacionalidad boricua bajo asedio. Se trata de una tradición historiográfica y crítica que ha buscado visibilizar y validar la documentación y bibliografía tapiana generada en y relacionada con la isla de Puerto Rico para sustanciar un relato nacionalista sobre la literatura "fundacional" de la isla. En este proceso, se ha escamoteado aquellas fuentes que complican los signos identitarios y revelan el carácter vertiginosamente diásporico y transterritorial del sujeto tapiano. Ampliar el archivo tapiano con nuevas fuentes sobre Tapia en Cuba desde Cuba obligaría a una modificación del relato "boricua céntrico" que se ha impuesto sobre el escritor. Espero mostrar esto contrastando dos cuerpos documentales: 1. el de las viejas fuentes sobre el periodo habanero de Tapia constatadas en la bibliografía académica según las ha manejado la crítica hasta hoy; 2. el de las nuevas fuentes sobre Tapia en Cuba descubiertas en noviembre del 2008 en un viaje de investigación a la Habana. Concluiré con una propuesta de análisis para entender mejor qué implican estas nuevas fuentes sobre la diasporicidad de sujeto tapiano y su relación con los círculos reformistas cubanos.
Viejas fuentas sobre Tapia en Cuba
En el apéndice a la edición póstuma de Mis memorias que Alejandro Tapia y Díaz, hijo de Tapia, dio a la imprenta en Nueva York en 1928 se refieren dos fuentes documentales relacionadas a la etapa cubana; éstas son de las pocas que los investigadores puertorriqueñas han usado hasta hoy para reflexionar sobre este periodo.6 La primera
6 El dramaturgo y director del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño Roberto
es la dolida carta que Tapia envía a su madre el 7 de junio de 1857, tres días tras su llegada a la Habana.7 De ésta entendemos que a pesar de haber disfrutado de cierto éxito literario y pecuniario con la publicación de la Biblioteca Histórica de Puerto Rico y La palma del cacique en 1854, la comisión de su Vida del pintor Campeche por la Junta de Fomento ese mismo año y el montaje de dos de sus dramas históricos en 1856 y 1857, a los 31 años Tapia se vio obligado a probar suerte en la Habana para poder, según anota García Díaz en su estudio biográfico, salvar a su madre y su hermana de un estado "calamitoso" de ruina econónica a causa de una quiebra mercantil (García Díaz 27). Por la ausencia de escuelas de altos estudios en la isla y el estigma de insubordinado con que el gobernador Juan de la Pezuela marcó a Tapia al desterrarlo a Madrid cuando tenía apenas 17 años, Tapia no pudo terminar una carrera profesional tal como lo hicieron coétaneos generacionales como Baldorioty de Castro y Jose Julián Acosta (profesores de matemática y ciencias) o Ramón Emeterio Betances (médico). Su padre, un oficial del ejército, había tenido que regresar a su Málaga natal por quebrantos de salud; sin herencia, propiedades o apoyo financiero de su padre, a Tapia no le bastaron sus ingresos como escritor, dependiente comercial y empleado de Hacienda en Puerto Rico para sostener a su madre y a su hermana. Tuvo que viajar entonces a Cuba, según escribe a su madre,
Ramos Perea está por publicar una biografía sobre Tapia que incorpora nuevas fuentes cubanas, incluyendo todas las referidas en este trabajo, pero no he tenido acceso al manuscrito aún.
7Sobreviven dos cartas más que Tapia escribió a su madre desde Cuba del 10 de septiembre y el 10 de octubre de 1860 que aún no han sido publicadas. Son parte de los documentos incluidos en el Album de recuerdos montado por su hijo Alejandro Tapia y Díaz que hoy se conserva en el Museo de la Universidad de Puerto Rico. Manuel García Díaz consultó este Album para escribir la parte biográfica de su estudio, pero sólo se refiere en detalle a la carta del 7 de junio de 1857 publicada en la primera edición de Mis memorias.
esperando ser “bien recibido por las personas que deben favorecerme” (Mis memorias 182). Fernández Juncos consigna en su semblanza que, en sus años en la Habana, Tapia estuvo dedicado a “trabajos de escritorio en una famosa fábrica de cigarrillos” (Fernández Juncos 48). Esta fábrica perteneció a los Susini, una familia tabacalera cubana de gran relieve empresarial.8
La otra fuente mencionada en la edición de 1928 de Mis memorias sobre esta larga estancia cubana y que ha sido un punto de referencia muy desatendido por la crítica hasta hoy es la del único libro que Tapia publicó durante sus nueve años en Cuba, el monumental y exquisito volumen de 616 páginas de “ensayos literarios” titulado con el seudónimo que usaba Tapia, El Bardo de Guamaní (1862).9 Esta obra fue una suerte de compilación total dedicada al mecenas que seguramente sufragó los costos de su publicación, José Susini, patrono de Tapia entonces. Aquí Tapia reprodujo las obras teatrales, leyendas, novelas y trabajos históricos que había publicado previamente en España y Puerto Rico junto con las reseñas publicadas sobre ellas en la prensa liberal en su país y un apéndice de nuevos poemas y ensayos, muchos escritos durante sus cinco primeros años en la Habana, incluyendo los primeros cantos de su ambicioso poema épico alegórico La Sataniada. Sin embargo, si bien el libro se proponía presentar más
8 Me queda por investigar en Cuba la historia de esta familia y su cadena de empresas. Al parecer, los Susini actuaron como buenos protectores de Tapia no sólo en cuanto a su pecunio como oficinista de la empresa; también promovieron su obra de creación. Los costos de la lujosa, exquisita y voluminosa edición de El Bardo de Guamaní seguro fueron en gran medida sufragados por sus mecenas cubanos.
9 Pude consultar a fondo rarísimos ejemplares de este impresionante volumen en la Sala Puertorriqueña de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y en el Instituto de Literatura y Lingüistica José Antonio Portuondo de la Habana, y la copia personal de Arturo Schomburg que forma parte de la colección bajo su nombre conservada en la Biblioteca Pública de Nueva York, durante un semestre de sabático en el otoño del 2008.
definitivamente al autor, su obra y sus méritos literarios ante los círculos literarios cubanos, la introducción al volumen que redacta Tapia no trata sobre su obra per se; es más bien un recuento abarcador del lento proceso de mejoramiento ilustrado y liberal en las letras, la educación y la economía en la “menor de las antillas” desde principios del siglo XIX hasta el presente de 1862. Tapia empieza su prólogo refiriéndose a la gestión del puertorriqueño Ramón Power en las Cortes de Cádiz y las reformas institucionales del intendente Alejandro Ramírez. Tapia pasa entonces a enumerar las escuelas fundadas por educadores como el conde de Carpegna, el Padre Rufo Fernández y el maestro Cordero y lamenta cómo muchas de éstas serían cerradas luego por gobernadores represivos e intolerantes. Tapia prosigue comentando los primeros despuntes de la literatura puertorriqueña según ocurren, entre 1843 y 1848, en los aguinaldos, albumes, canciones y libros de costumbres publicados en Barcelona por varios estudiantes puertorriqueños que residían en la península, incluyendo el Gíbaro de Manuel Alonso. Es al final de la introducción cuando Tapia finalmente se refiere a su propia obra, repasando en tercera persona algunos datos bibliográficos y personales en los que se declara deudor del difícil pero irrefrenable progreso ilustrado en las letras Puerto Rico que acaba de ilustrar. Aquí admite haber sido, durante su destierro en Madrid, “aleccionado y alentado por el distinguido e inolvidado don Domingo del Monte” (Bardo 10).10 Con este repaso de la evolución de la producción literaria en Puerto Rico, intercalado por alusiones al sistema literario del círculo delmontino, Tapia parece proponer una integración de la narrativa de tal evolución con la de Cuba, alinear las etapas de ambos procesos y mostrar que él
10 Seguro los asociados cubanos de del Monte en Madrid si no del Monte mismo antes de su muerte en 1853 proveyeron a Tapia los contactos habaneros, "las personas que deben favorecerme," según reza la carta de 1857 a su madre.
bien podría merecer un lugar equivalente en la genealogía literaria y liberal cubana como el que había adquirido en la puertorriqueña. Sin embargo, el texto concluye con una nota al parecer desoladora sobre su experiencia habanera: “ no ha dejado de ocurrírsele que acaso le hubiera convenido encabezar el libro con un prólogo apadrinador, según costumbre, puesto por algún celebrado escritor habanero; pero luego ha reflecsionado que no será este el primer el primer libro desprovisto de aquella circunstancia y ha decidido presentarse absolutamente solo; esto no es orgullo ciertamente; es... soledad" (Bardo 10). En la edición príncipe de Mis memorias se reproduce al final sólo la segunda parte de la introducción donde se hace lista de la obras publicadas por Tapia a partir de 1847, tomándolas como la secuela natural del periodo "naciente" (Bardo 9)de las letras puertorriqueñas.
Es decir, en el apéndice documental que preparó Rivera y Díaz para su edición de Mis memorias vemos un exagerado enfoque exegético en el tono apesadumbrado y añorante y las dimensiones más patéticas de los materiales del periodo cubano. Este enfoque ha sido adoptado y suscrito acríticamente por los investigadores que toman esta edición y el Álbum de documentos tapianos como el punto principal de partida para ensamblar su visión "boricuo‐céntrica" de la vida y obra de Tapia. Aquí hallamos la clave que explica el porqué del enorme desconocimiento (o desinterés) que impera entre los especialistas puertorriqueños sobre el periodo habanero de Tapia. La exégesis nacionalista de estas
fuentes sostiene que la estancia en Cuba para Tapia fue una experiencia inorgánica y dolorosa de frustación y fracaso y, por ende, no tan digna de estudio. Esta exégesis destaca las trágicas ironías, y no los logros, del periodo cubano: la muerte su madre en su quinto año de ausencia; el hecho que nada del bien surtido repertorio teatral ofrecido en El Bardo de Guamaní fuese puesto en escena en la Habana. Esta exégesis asume también que Tapia no logró éxito financiero notando que, tras su regreso a Puerto Rico en 1866 y su rápido traslado a Madrid y después de su matrimonio con Rosario Díaz y Espiau en Madrid en 1869, siguió confrontando estrecheces económicas similares a las que que motivaron su salida de Puerto Rico a Cuba. Sin duda, el dolor de la soledad y la ausencia es un tema sobresaliente en varios de los melancólicos poemas escritos en la Habana reunidos en el Bardo bajo una sección que Tapia intituló “Adiós al Buen Tiempo.” Aquí Tapia incluyó un desgarrador poema titulado "A mi madre" en el que fulmina resentido contra el “oro mercenario” pero "necesario" que los ha separado ("Lo buscaré, sí, madre, y la ventura / á vivir con nosotros volverá," Bardo 557), y concluye ominosamente rogando a que “nunca el triste y nebuloso velo / nos encubra ay! el sol de la esperanza!” (558). Tal "velo" habría de desplegarse inoportunamente con la muerte de su madre acaesiendo en el mismo año en que se publica El Bardo. Sin embargo, si bien en "Adiós al Buen Tiempo" se destacan "trovas puertorriqueñas" y romances de tema indígena en los que el poeta añora varios de los paisajes y símbolos emblemáticos de su
país ("La hoja del yagrumo," "Las lágrimas del Loísa," "Guamaní," "A Monte Edén"), piezas como la meseniana o poema en prosa "La palma de Jesús del Monte" (sobre un suburbio tranquilo desde donde el poeta "divisa la ruidosa Habana," Bardo 580) evidencian que Tapia quiso y pudo incorporar el paisaje habanero como parte activa de su sensorium y su subjetividad poética. Varios de los otros textos incluidos aquí son versos o prosas escritas para los álbumes de señoritas habaneras ("A la señorita Matilde R.," "A una dama," "A una señorita," "A Elena"), lo que indica que Tapia sí logró integrarse con éxito a varias tertulias y círculos sociales de la ciudad. Al destacar los temas y las instancias de padecimiento las trágicas ironías del exilio sufrido en los materiales cubanos que Tapia legó a su familia en cuanto a Cuba, los críticos y biógrafos en Puerto Rico dan por sentado que, aun con la publicación de El Bardo de Guamaní, Tapia nunca logró en Cuba el renombre ambicionado según se refleja en el meticuloso empaque promocional y la realización exquisita del libro sino que, por el contrario, fue rechazado y marginalizado . El contraste con el éxito y la fama que tuvo Lola
El académico Dr. César Salgado explica a los Tapianos sus hallazgos de la vida, hasta ahora desconocida de Tapia en La Habana. Escuchan el Dr. Angel Rivera, el Prof. Ramos Perea, el Lcdo. Eduardo Morales Coll y el Dr. Edgar Quiles.
Rodríguez de Tió tras la publicación de Mi libro de Cuba treinta años más tarde en la misma ciudad debe resultar, para estos críticos, contundente y revelador.11 Es esta última figura literaria la que se estudia en la Puerto Rico como la formuladora de una identidad transnacional antillana encapsulada en la imagen de "Cuba y Puerto Rico son / de un pájaro las dos alas," mientras que Tapia ha sido interpretado, por la mayor
11 Escribe Lola Tió en una carta a Ricardo Palma en noviembre de 1893 sobre el éxito de Mi libro de Cuba: "Aqui mi modesto libro ha sido acogido con verdadero entusiasmo y cariño [...] He vendido en 20 días 800 ejemplares! En toda la Isla Segun dicen aqui jamas se ha visto ejemplo igual" (Correspondencia 89).
parte, como un emblema exclusivo de la "puertorriqueñidad."12
Las nuevas fuentes
Si bien es cierto que Tapia no disfrutó del enorme éxito que tuvo Lola Rodríguez de Tió en la memoria cultural de Cuba ni tampoco se identificó con el suelo cubano con la misma fuerza lírica, un pequeño pero interesante surtido de materiales recién hallados en revistas y periódicos de la hemeroteca en la Sala Cubana de la Biblioteca Nacional José Martí nos sugiere que la experiencia cubana de Tapia fue más rica y compleja y menos desoladora y enajenante de lo que se asume. Una consulta del fichero de piezas literarias aparecidas en los periódicos del siglo diecinueve revela que Tapia publicó por lo menos cuatro poemas en dos de las más importantes revistas literarias de la Habana a fines de la década de los cincuenta. Tres de estos poemas “A Elena. Madrigal,” “A la Sra. Da. Concepción R. de N. en su albúm por A. T. y R.” y “Málaga y Gibralfaro. Romance dedicado al círculo ciéntifico, literario y artístico de Málaga” fueron publicados en varios de los números del tomo III de la revista La Habana en 1859. En el segundo tomo de Cuba Literaria Tapia publica, en 1862, el poema “Angel tú.. Ya no.” Excepto por el segundo poema, estos textos están recogidos en El Bardo bajo la sección de "Adiós al buen tiempo."
Por otra parte, en el tomo IV (1856 1868) de su Bibliografía cubana del siglo XIX, el bibliógrafo matancero Carlos Trelles enumera de manera asistemática y parcial los títulos y el contenido de un caudal de textos publicados en Cuba entre 1856 y 1868. En el listado aparece El Bardo de Guamaní con notas y datos precisos de imprenta, fecha de publicación, e índice de materias. Trelles indica que extrae esta información de la
12 En cuanto a la interpretación de la trayectoria y la identidad "trans isleña" de Lola Rodríguez de Tío, véase mi ensayo "CubaRícan: Efectos de la capilaridad colonial" en la bibliografía.
Bibliografía Puerto Riqueña de Manuel María Sama, publicada en Mayagüez en 1887. Al final de esta ficha, Trelles añade: “Véase el extenso juicio crítico de José de Armas y Céspedes en El Siglo (1365) [sic]. El poeta y dramaturgo Tapia nació en Puerto Rico” (Trelles s.p). Un repaso detenido de los números del periódico reformista El Siglo publicados en 1865 revela que, efectivemente, existió una reseña cubana del libro que, por su gran extensión, fue dividida en cuatro entregas. En la plana baja de la segunda página, bajo la sección sobre literatura titulada "Folletín," aparece la reseña en los números del 9, 7, 11 y 13 de octubre de 1865 firmada por José de Armas y Céspedes, uno de los redactores más importantes y prolíficos del periódico.13 En lo que queda de este trabajo comentaré brevemente sobre el círculo de escritores de que participaban en estas publicaciones, los puntos principales de la agenda reformista que dictaba su contenido y lo que sugieren estos hallazgos sobre el lugar que ocupó Tapia en los complejos circuitos de intercambio y negociación intelectual y política entre Cuba, Puerto Rico y España en la portentosa década de 1860. Según el Diccionario de Literatura Cubana, La Habana fue una publicación literaria quincenal dirigida por Ramón Zambrana y Próspero Massana, connotados escritores reformistas cubanos. Estos
13 En un viaje de investigación llevado a cabo en noviembre del 2008 pude consultar los ejemplares de estas publicaciones en la Biblioteca Nacional José Martí. Aprovecho para agradecer la asistencia de las bibliotecarias Araceli Carranza García, Nancy Machado y Carmen Vásquez y a mi colega Víctor Fowler por su generosa ayuda en el difícil rastreo de estas fuentes. Su asistencia fue fundamental para el éxito de estos hallazgos. Agradezco también al Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Texas en Austin por ayudar a sufragar los gastos de este viaje y al Ateneo Puertorriqueño, que hizo una contribución para poder negociar y adquirir la digitalización de estos materiales, proceso que se dio después del viaje. (Toda la información adquirida en mi mes de trabajo fue transcrita a mano.)
propusieron en el número inaugural de la revista que ésta sería “un caleidoscopio formado por tres planos reflectantes, instrucción, moralidad y recreo, y los fragmentos que lleve en su fondo [...] serán recojidos [sic] en los feraces terrenos de la literatura y de las ciencias.”14 La Habana contó con las colaboraciones de Luisa Pérez de Zambrana, Ramón de Palma, Joaquín Lorenzo Luaces, Antonio Bachiller y Morales, Anselmo Suárez y Romero, Julia Pérez Montes de Oca, los hermanos Antonio y Francisco Sellén (desde Madrid en 1868 Tapia dedica su obra dramática Camoens a esté último como un "recuerdo a nuestras amistosas pláticas y tareas periódistas," Obras completas vol. 2 554), Carlos Navarrete y Romay y Esteban de Jesús Borrero. Se trata del núcleo principal del grupo reformista en las letras cubanas, muchos de ellos formados bajo la tutela de los integrantes de la famosa tertulia de Domingo del Monte entonces en el exilio, como Cirilo Villaverde y José Antonio Saco. Dos años más tarde, tras sumarse al grupo Felipe Poey, Enrique Piñeiro y Rafael Mendive (éste último famoso maestro de José Martí), éste también sería el círculo de colaboradores de Cuba Literaria, periódico mensual dirigido por José Fornaris y José Socorro de León. Al contrario de lo que han asumido los biógrafos boricuas, Tapia estuvo colaborando y relacionándose por varios años con el circulo de intelectuales de corte delmontino que entonces ejercía la mayor influencia literatura en Cuba y cuya mayoría estaba identificada con el Partido Reformista en las Antillas y España.15 Tapia
14 Caledoscopio, por cierto, fue el nombre propuesto como título inicial para este proyecto editorial. “Instrucción, moralidad y recreo” fueron también las consignas de La Azucena, la revista para el recreo del bello sexo que Tapia fundaría en Ponce y en San Juan en la década de los 1870, otro evidencia de la imbricación del los sistemas literarios y las agendas liberales de los letrados ambas islas, un tema que exploraré en otro trabajo.
15Me he documentado sobre la configuración social e institucional y el ideario del reformismo y el liberalismo en Cuba, Puerto Rico y España durante estos años consultando los estudios de Christopher Schmidt Nowara y Raúl Cepero Bonilla incluidos en
entonces no estuvo tan solo. La soledad mentada en la conclusión de su prólogo al Bardo no fue absoluta, sino relativa y, dado su carácter y su profesión como dramaturgo, marcadamente teatral.
Bajo el liderato del periodista y científico agronómo Francisco María de la Merced de Frías y Jacott, Conde de Pozos Dulces, y el jefe del Partido Reformista José Morales Lemus, este grupo aprovecharía el auge del liberalismo en España después del llamado "bieno progresista" (1854 1856) para tratar de estabilizar las relaciones entre los territorios de ultramar y la metrópoli española. Con el lanzamiento del Partido Reformista en Cuba buscaron coordinar un nueva agenda de cambios negociados con liberales españoles como respuesta y alternativa a más de una década de intentonas insurreccionales y feroces represiones, destancándose, entre éstas, la Conspiración de la Escalera en 1844 (instigada por intereses británicos abolicionistas) y la Conspiración de Vuelta Abajo de 1852 (instigada por intereses anexionistas y esclavistas norteamericanos). Bajo la divisa “Todo por la Evolución, Nada por la Revolución,” este círculo de intelectuales, capitaneado por el Conde de Pozos Dulces, funda en la Habana el importante diario El Siglo el mismo año en que Tapia publica El Bardo de Guamaní Según el estudio que le dedicó el historiador y sociólogo Raúl Cepero Bonilla en 1957, El Siglo fue un periódico militante, de programa, que se publicó por seis años hasta el fracaso de la tan anticipada Junta de Información para la reformas territoriales en marzo de 1868 (Cepero Bonilla 12 13)
Según Cepero Bonilla, El Siglo abogó por una serie de causas liberales muy similares aunque no completamente idénticas a la que Tapia y sus contemporáneos suscriberon en Puerto Rico antes de 1868: iguales derechos políticos para insulares y españoles, representación de los territorios
la bibliografía. Véase también el útil prólogo de Antonio Benítez Rojo a su edición de Póstumo el transmigrado en la bibliografía.
de ultramar al nivel de provincia en las cortes peninsulares, la prohibición efectiva del tráfico esclavo y de toda inmigración colectiva a las islas que no fuera blanca, la extinción gradual de la esclavitud coordinada según los intereses propietarios, la emancipación cultural de la mujer, la libertad de cultos, la viabilización legal del sindicalismo obrero y la educación secular, incluyendo la proletaria. Es decir, según las palabras editoriales del Conde de Pozos Dulces, se trataba “un períodico de orden y no un períodico revolucionario” que aspiraba no a la anexión con los Estados Unidos ni a la independencia absoluta sino a la asimilación a través del desmantelamiento gradual del sistema esclavista y el reblanqueamiento de la sociedad cubana. De acuerdo al programa de El Siglo, esto se lograría transformando el sistema de plantación latifundista que predominaba en la isla (basado en el trabajo esclavo de origen africano y que centralizaba todas las etapas del proceso de producción azucarera cultivo, zafra, molienda, refinamiento y transporte bajo un mismo propietario) a un sistema de pequeños propietarios rurales constituidos por una nueva inmigración de colonos blancos y libres que hicieran la zafra para las centrales de procesamiento avanzando pertenecientes a la élite criolla cubana.16
Aunque extensa, la reseña sobre el Bardo de Guamaní que José de Armas y Céspedes publica en El Siglo sólo trata dos de los muchos textos incluidos en el volumen los dos primeros dramas históricos de Tapia, Roberto D’Evreux y Bernado de Palissy y lo hace a través de un glosa detallada de las reseñas que dos letrados reformistas puertorriqueños, José Julián y Acosta y Baldorioty de Castro, habían ya publicado en Puerto Rico cuando las obras salieron impresas en la isla en 1856 y 1857, respectivamente. (Tapia reproduce estos artículos en la edición de El Bardo.) Hay que
16 Baso este resumen del ideario de El Siglo en mi lectura del excelente libro de Marie Claude Lécuyer sobre el Conde de Pozos Dulces incluido en la bibliografía.
entonces relacionar bibliográfica, históricamente y exegéticamente la figura y la obra de José de Armas y Céspedes con la de estos tres puertorriqueños para entender mejor no sólo la continuidades belleletristas entre los escritores de las dos islas, sino también para trazar las convergencias y divergencias de sus proyectos de gestión por mayor soberanía territorial. Armas y Céspedes fue un escritor y periodista que, después del fracaso del las Juntas de Información, pasó del reformismo al independentismo anexionista durante la Guerra de los Diez Años y terminó militando en el asimilismo para fines de siglo. Armas y Céspedes fue el autor del manifiesto abolicionista De la esclavitud en Cuba (1867) publicado en Madrid y de Frasquito (1897), una novela histórica sobre la represión de 1823 contra los conspiradores de la logia de los Soles y Rayos de Bolívar; terminó esta novela durante los meses en que escribe su reseña de El Bardo. De hecho, nos dice Trelles que Armas y Céspedes la empezó a publicar tal novela por entregas en 1865 ("la primera entrega apareció en Septiembre," el mes antes de que aparecía la reseña en El Siglo), pero bajo otro título, Un desafío. Trelles añade que "a la cuarta recogió el gobierno los ejemplares y se interrumpió la publicación" (Trelles s.p.) ¿Cómo relacionamos entonces la novelización de la historia insurreccional que hace Armas y Céspedes con la dramatización de actos de insubordinación política por las figuras históricas que Tapia ensalza en las obras que reseña Armas? ¿Cómo leemos el intercambio de las múltiples referencias, estrategias e ideologías criollas y letradas que ocurre subrepticiamente bajo las líneas de la reseña? ¿Por qué escribe Armas y Céspedes su reseña tres años después de publicado El Bardo de Guamaní? Me gustaría proponer que Armas y Céspedes la escribe en 1865 no sólo para popularizar a Tapia ante los lectores de El siglo, sino para familiarizarlos con dos de los intelectuales puertorriqueños que podrían participar como comisionados en la Junta de Información para Reformas el próximo año, José Julián Acosta y Baldorioty
de Castro. En su lúcido estudio de los movimientos abolicionistas y reformistas en Cuba y Puerto Rico, Christopher Schwidt Nowara analiza cómo, en varios de sus escritos y estudios estadísticos y sociales, estos dos letrados criollos propusieron que en Puerto Rico sería posible una fácil transición de la economía del modelo latifundista/esclavista a un modelo basado en pequeños propietarios y un mercado libre de trabajo que ocuparían los campesinos jíbaros y libertos en un proceso, ya avanzado en Puerto Rico, de blanqueamiento y aculturación criolla (Schmidt Nowara 42 50). Esta propuesta tenía muchos puntos en común con la de los intelectuales de El Siglo. Podemos entonces leer la reseña de El Bardo de Guamaní en El siglo como muestra del uso de la literatura y la crítica para facilitar el alineamiento de las figuras principales de los movimientos reformistas de Cuba, Puerto Rico y España. Así le podría confrontar de forma sutilmente coordinada los intereses más recalcitrantes del conservadurismo metropolitano en la víspera de la Junta.
Conclusión: Tapia como CubaRícan. Una propuesta de análisis a partir de las nuevas fuentes
Hace falta una mejor aquilatación de la inscripción cubana en el ideario liberal de Tapia. Estas nuevas fuentes nos muestran que Tapia sí participó en los círculos reformistas de la Habana según éstos fueron reconfigurados en el período entre el fracaso de la gesta anexionista de Narciso López en 1852 y el extallido de la revolución mambí en 1868. También nos muestran que tal participación fue mucho más activa que lo que ha asumido la crítica y la historiografía hasta hoy. Nos obligan a releer con más detenimiento la inscripción del sistema literario delmontino a través de toda la obra que Tapia escribe, no sólo a partir de su relación con del Monte en 1852, sino después de 1866, fecha de su salida de la Habana Entre otras cosas, habría que reconsiderar las importantes referencias que hace Tapia en Mis memorias a la figura del poeta peninsular
Jacinto Salas y Quiroga como emblema y modelo del “mejor liberalismo español” (Mis mem orias 23 26). En el capítulo VI Tapia está, por un parte, rememorando cómo fue que la visita de Salas y Quiroga a la isla de Puerto Rico le inspiró y precipitó su vocación como poeta y pensador liberal. Por otra, menos obvia, Tapia comenta con detenimiento su lectura de la crónica de Salas y Quiroga sobre su viaje a Cuba en 1839 para compulsarla con su propia experiencia cubana, suscribir los diágnosticos que hace Salas y Quiroga sobre los males que el colonialismo español y la esclavitud infligen en las antillas y resumir mejor su propio ideario reformista.17
Se pueden hacer, en esta misma línea de análisis transcolonial, trabajos sobre la impronta de revistas cubanas armadas para "el recreo del Bello Sexo," tales como La moda y La Habana, en el formato y las temáticas de La Azucena, la revista que Tapia editó con su esposa Rosarío Díaz en San Juan y Ponce entre 1870 y 1877. Finalmente, estas fuentes invitan a revisar la historia intelectual y política caribeña y el proceso abolicionista explorando la posibilidad que Jose Julián Acosta hizo que Tapia le acompañase a la Junta de Información en Madrid a partir de 1866 para beneficiarse estratégicamente de la amistad y los contactos de Tapia con los intelectuales cubanos del círculo de El Siglo. Al igual que Acosta, dos de estas figuras fueron electas comisionados de Cuba en Madrid para la Junta y fungieron en las misma: el Conde de Pozos Dulces y José Morales Lemus.
OBRAS CITADAS:
Aguilera Manzano, José María. La formación de la identida cubana (El debate Saco La Sagra).
17 "De aquí fue Salas a la isla de Cuba, y en la Habana escribió y publicó un libro en que se revelaba su talento de escritor, su pensamiento de hombre ilustrado y su corazón de liberal verdadero y justo. Fue fiel pintura de aquella sociedad que hacia justicia a los habitantes; peor mostrábase ardiente abolicionista y justo censor de las omnímodas y de las instituciones coloniales" (Memorias 25).
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Alejandro Tapia y Rivera. Pintado por el artista sevillano Francisco Díaz Carreño, primo de Rosario, como regalo de bodas en Madrid, en enero del año de 1869. (Colección Tapia del Museo de la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras.)
Un lector en la isla del fin del mundo Por Marta Aponte Alsina
Alejandro Tapia y Rivera fue el primer autor puertorriqueño consciente de serlo en un país dotado aún de una singular y equívoca distinción. Puerto Rico, una de las primeras colonias fundadas durante la expansión imperial renacentista, la última colonia española en el Nuevo Mundo, sigue siendo un territorio inmóvil en la telaraña del “destino manifiesto”. Es verdad que de la isla salieron Hostos, Schomburg y Betances, y que otro país fue posible en la imaginación de los desterrados. Sin embargo, mientras el siglo de las revoluciones americanas de
independencia se coronaba de palabra y obra con uno de los fundadores del modernismo en lengua española, José Martí, nuestro siglo diecinueve cierra con un poema de Muñoz Rivera dedicado al hombre feliz que no ha visto más río que el de su patria.
Sirve de emblema de la ciudad letrada cubana un linaje de poetas. En el oriente cafetalero, en una sola familia, nacieron José María Heredia, “poeta nacional” y José María de Heredia, “poeta afrancesado”. Opuestos que coinciden e incitan a pensar en los caminos sorprendentes de las culturas del Caribe; en el alcance insospechado de las tramas que por la región circulan sin morderse la cola ni alcanzar la puntada de remate. Heredia “el afrancesado”, de paso, fue prototipo de lo que Edward Said llamó, a propósito justamente de escritores del Caribe inglés, el “voyage in”: un autor nacido en un país periférico cuya obra invade y transforma el canon de Occidente, si bien en el caso de Heredia no por vía de la resistencia y la influencia crítica, sino de la asimilación.
Heredia el afrancesado fue discípulo de otro isleño nacido también en un territorio colonial: Leconte de L´isle, oriundo, como Michel Houellebecq, de la Isla Reunión y autor de Poemas bárbaros, un abigarrado cúmulo de paisajes orientalistas donde emergen como en un espejismo ciudades que cobijan antros de violencia y guaridas de gigantes dormidos. Rubén Darío copiará unos versos de los Poemas bárbaros como lema de su entrada en la ciudad de Nueva York, a la que llama “el corazón del bárbaro”, escondrijo de hombres encerrados en “torres de piedra, de hierro y de cristal”.
Tapia, Heredia, Leconte de L´isle y desde luego Martí y Darío; todos ellos fueron lectores apasionados de Víctor Hugo, el más idolatrado escritor metropolitano del siglo diecinueve. Para muestra de afectos, unas palabras de José Martí: “Parecía una visión. Parecía una nube de plata. Parecía un mensaje de la altura. Parecía el cortejo de un monarca, monarca de monarquía desconocida en la tierra. Era Víctor Hugo.” i Conmueve que esa comunidad de lectores, imposible en el plano de la vida breve, ocurra en el territorio de las novelas de Hugo. A la luz artificial de la lectura, se cruzan rutas distantes. Mientras el cubano Heredia sienta plaza de primer discípulo de una escuela poética que será un centro de poder en Francia y cuya musicalidad penetrará en la lengua española por el oído de Rubén Darío, Alejandro Tapia será el primer escritor deseoso de gloria y condenado a la escritura como siembra en el desierto de un territorio invisible.
Víctor Hugo escribió su primera novela siendo casi un niño. Han D´islande, entre otras intrigas, cuenta las leyendas de un monstruo habitante de las tundras islándicas. Se publicó en 1823, tres años antes del nacimiento de Tapia. Comenta el mismo Tapia en sus Memorias la pobre oferta de las librerías de San Juan en las primeras décadas del siglo diecinueve. Pero en las bibliotecas particulares de las familias ilustradas se encontraban otros libros, “pasto del alma, delicias del espíritu” (Gracián), entre ellos, además de los enciclopedistas prohibidos, los novelones de Scott y de Víctor Hugo. Tapia apenas describe los años que empleó “en hablar con los muertos”, respirando el aire polvoriento de la biblioteca de la familia Andino. Sin embargo, el eco de esa biblioteca reaparece en la de Domingo Delmonte, a quien conoció en Madrid durante su primer exilio. Recordar esos lugares es ir en busca de un lector que vivió en una de las islas del fin del mundo.
La lectura de las novelas de Hugo, del Macías de Larra y del Gil Blas de Lesage es la trama oculta de La leyenda de los veinte años, una novelita publicada por Tapia en 1874, en la imprenta sanjuanera de González. Por entonces le ocupaban varias obras más sustanciales: la novela histórica Cofresí y las extraordinarias Póstumo el transmigrado y Póstumo el envirginiado, además de La sataniada. Quizás esta novelita, escrita al margen de trabajos de gran aliento, ilumina el taller de un escritor cuya intimidad sólo se capta, muy discretamente, en sus Memorias En su superficie, la escritura de Tapia responde a las formas historicistas y sentimentales de una corriente popular que Peter Brooke ha llamado “la imaginación melodramática”. La superficie es una cifra, una respuesta soterrada a la censura política.ii En la bárbara situación colonial los libros eran artículos prohibidos. Escribir en la colonia suponía, además, una permanente diglosia: de un lado las hablas del país producto de siglos de aislamiento, hibridación, mestizaje y contactos clandestinos con el exterior y del otro la lengua escrita, burocrática o literaria, del
régimen dominante. De modo que, por fuerza, el escritor tenía que enfrentarse, al construir su poética o sistema literario, de un lado a las prisiones de la Historia y del otro al deseo de libertad que es el móvil de toda escritura.
En La leyenda de los veinte años pugnan la libertad de la imaginación y el peso de la Historia en escenarios narrativos forjados por la voluntad del escritor lector. La novelita narra los líos amorosos de Eduardo, un muchacho que nunca ha salido de la isla y que hierve con la ardiente pasión de sus instintos eróticos y sus lecturas. La trama de peripecias, a la usanza de una comedia de errores e infidelidades, acarrea materiales literarios, a la vez que elementos del género de la crónica, además de cierto distanciamiento metatextual, como si el narrador se viera a sí mismo en el acto de escribir. El personaje se caracteriza, ante todo, como lector: “Así pues, no existe calle, plaza ni espacio en la ciudad y sus contornos, de que no ha salido nunca, que no le recuerden algún pasaje o lugar de sus lecturas”. iii Un lector, por cierto, de Victor Hugo:
Eduardo está en aquella época feliz. Vive en una ciudad pequeña, pero a su edad todas son bellas y populosas. Más aún: no hay novela de su tiempo, que al devorarla él con ávida mente, no quede localizada por su imaginación en la ciudad nativa. Siendo ésta la de San Juan, Puerto Rico, no hay lugar en ella que, aunque de la manera más absurda, no imagine como teatro de algunas de las escenas que en las referidas novelas se representan. Así el castillo del Cañuelo es para su mente el famoso de Munckolm que tanto figurara en Han de Islandia; en la Catedral cree ver a Claudio Frollo deslizándose durante la noche por su atrio solitario, y a Cuasimodo en lo alto de la torre buscando en las tinieblas, con su ojo único, la sombra de Esmeralda. iv
El paisaje también mimetiza los lugares sagrados de los poetas “laquistas”, cuando Eduardo lee desde su orilla, el misterio de las aguas: “La serena bahía con sus manglares verdes y las selvas en lontananza represéntale, ya los lagos de Suiza, que se figura muy risueños, ya el sombrío Támesis, cuando el manto de la noche empieza a cubrirlo”. v En ocasiones la voz del narrador traza matices lúdicos, pues sabe que la imaginación, cuando coloca a Puerto Rico en el centro de una geografía prescri ta y cultivada en otra parte, incurre en la comedia de errores. Puerto Rico, en su radical insularismo, en la profunda humillación de un régimen político donde quien detenta el poder puede hacer de todo impunemente, no es un país. Sólo, a duras penas, un paisaje, o más bien, la construcción delirante de un paisaje. Pascale Casanova en su estudio sobre la constitución de las literaturas nacionales, sugiere que “la politización en forma nacional o nacionalista en cierto modo, por tanto, la «nacionalización» es uno de los rasgos constitutivos de las pequeñas literaturas”. vi Dicho de otro modo, la ausencia de poderes políticos se compensa, a veces patéticamente,
desde las barricadas del nacionalismo literario.
En contraste, en las metrópolis, “los espacios literarios nacionales” forman un poderoso cuerpo de instituciones. Así se canoniza, se momifica, se levantan monumentos a una memoria tan influyente como cuestionable. Casanova da el ejemplo de París y la literatura francesa que, durante el siglo diecinueve y parte del veinte fueron centros de irradiación, tanto de estéticas vanguardistas como académicas; portadores del derecho a canonizar por decreto, hacia su propio interior y hacia afuera, a dispensar la “inmortalidad” que concedieron, con sendos espaldarazos, a autores como Heredia y Leconte de L´isle. No se podía pedir a España que “consagrara” al raro escritor de su última
colonia. España era la periferia exótica de la Europa moderna; para Victor Hugo, España es uno de los afluentes de la corte de los milagros que el novelista sitúa en los bajos fondos de París. Cuando Betances publicaba que “España no puede dar lo que no tiene” no hacía propaganda. Quizás por eso el Eduardo de Tapia es un lector afrancesado. Su imaginación desbocada trueca los reinos
africanos de Cangrejos por la simetría de Versalles, las líneas de defensa de Puerta de Tierra por los caminos de Auteuil. Curiosas también las trasposiciones que realiza su imaginación de lector novelero. El Han de Islanda de Hugo es un monstruo de semblante humano, un demonio formidable, un bandido que siembra el terror en sus comarcas. ¿De dónde esta visión nórdica de lo bárbaro? En un paisaje polar semejante empieza la historia de Frankenstein; el frío también conserva cadáveres. Han de Islandia, según Hugo, es el libro de un autor tan joven como el protagonista de la novela de Tapia, que parece hacerle eco en sus devaneos sentimentales.vii
Convertido en patriota al final de la novela de Hugo, Han de Islandia destruye el castillo de Munckholm, incendiándose con él en muestra de un odio ejemplar a los hombres. Para el Eduardo de Tapia, el fortín de El Cañuelo, es apenas un reflejo tropical del sombrío castillo de Munckholm. Puesto que el bandido ocupaba los márgenes de la cultura, el Cañuelo podía ser visto, con perdonable inocencia, en noches tormentosas, desde el otro lado de la bahía, como un equivalente a escala de Munckholm.
No así la catedral de Notre Dame. A juicio del narrador de Nuestra señora de París, la catedral era uno de los lugares sagrados de su ciudad, es decir, de su nación. La barbarie podrá apasionar a un Victor Hugo nostálgico de los orígenes, pero Notre Dame, a pesar de las profanaciones sufridas, representaba la Francia sempiterna.
En la catedral de la isla de Tapia mora algún cadáver ilustre. Ahí yacen los restos de Juan Ponce y los despojos del obispo Bernardo de Balbuena, el poeta barroco, y en el atrio se representaban los bailes ancestrales de los negros. Sin embargo, para el muchacho de La leyenda, la catedral isleña se convierte en escenario de la novela de Hugo. En lugar del fantasma de Balbuena, se desliza el de Claudio Frollo; en lugar de los metálicos golpes disonantes de la armadura de Ponce, se oyen las pisadas desiguales del campanero Cuasimodo. Eduardo se apropia de los monstruos de Hugo y los empequeñece
a la escala de la catedral isleña. Los “enaniza” desde la atmósfera del aplatanamiento que es la tórrida zona profana donde medra el régimen colonial.
La reducción al absurdo que produce el situar a personajes de la “literatura universal” en una de las islas del fin del mundo esboza un atrevimiento escondido bajo el tono de parodia y “olvido de lo propio”. Entre los personajes que así se trasladan no solo figura Claudio Frollo, el letrado enloquecido por el deseo, sino el monstruo aferrado a sus campanas con quien se comparaba Tapia al describir su apego a la isla.viii
Quizás porque su ciudad no es una verdadera capital, sino el escenario de sus tedios, cuando el aspirante a poeta de La leyenda de los veinte años la recorre a medianoche no lo asedia el terror que asalta al poeta de Victor Hugo enfrentado a la sordidez de los barrios, sino el aburrimiento de la plaza de Santiago y la calle de Norzagaray. Caminando junto a la muralla va pensando en el vasto mar “que me separa del mundo”.
Si algún subtexto hay en La leyenda, ese es el contraste entre la cultura vegetativa del país y los lugares comunes de una Europa leída desde las lánguidas estaciones del trópico. La imagen de la isla se configura en sus sensualidades. En una escena, tres de los personajes, dos criollos y un militar español, conversan mientras disfrutan un almuerzo híbrido:
La antigua criada Ma Francisca les sirvió el almuerzo que, no por llamarse criollo, dejaba de ser europeo; pues junto a la hayaca del Guaïre y del mofongo a la puertorriqueña, incitaban el apetito otros platos más exóticos. El buen vino no podía faltar. ix
Cordialidad perfumada con el humo de las “espiras vagorosas y aromáticas de la hoja de Comerío”. En la molicie de esa estética resultaría incomprensible que un cigarro no fuera un cigarro
La relativa complicidad del diálogo entre estos personajes de La leyenda, los criollos y el militar español, pone en escena un mecanismo comparable al código que Susana Zanetti, en su libro La dorada garra de la lectura, lectoras y lectores de novela en América Latina, ha llamado un pacto de lectura y escritura “que remite al pacto colonial español”.x Esa complicidad superficial oculta complejos antagonismos, pero se compagina con la análoga subordinación de la metrópoli en el contexto cultural europeo. Entre la voluptuosidad del territorio dominado y la morbidez mediterránea no hay, se sugiere, diferencias antagónicas de fondo.xi
La pequeña ciudad de Eduardo reproduce los espacios del gran melodrama (el cementerio, la plaza desierta, las calles sonámbulas) y les rebaja el tono. Las sagradas claves que Hugo sitúa en la “sinfonía en piedra” de la catedral de Notre Dame se trasladan, feminizadas, al paisaje. El paisaje es el país; metonimia, como en Gautier, de mujer y fronda, utopía consoladora de la naturaleza como Arcadia, pero una Arcadia cautiva, que se sabe falsa e inexcusable tras cierta displicencia juguetona con dejos de melancolía. Las mujeres despechadas llevan la peor parte en La leyenda. Sólo una prevalece: la “octerona” Carolina, “la de la mano de fuego satánico” que se cuela de cierta manera en los escenarios del poder. Los negros son testigos distantes: cocinan, trabajan, se ríen de las ocurrencias del blanquito en el idílico hogar del señor que todavía no se desprende de la embriaguez de la danza que seduce y aplatana.
No obstante su levedad, esta trama urdida en una isla del fin del mundo es, también de cierta manera, un modelo del arte liberador de la reapropiación. Desarraigar para resembrar; reducir en el sentido culinario de la cocción que concentra el sabor de los alimentos. Para el protagonista lector de La leyenda, los lectores no mueren de nada mientras puedan robarse el fuego de las ficciones para levantar castillos en el aire.
Tapia, Martí, Darío, fueron a su vez leídos por Nilita Vientós, otra apasionada
lectora de Hugo, quien de niña, tras una lectura de Los miserables, decidió estudiar derecho para promulgar leyes que convirtieran las cárceles en escuelas. ¿Dónde están, ahora, ese lector, esa lectora, que, a la manera del Eduardo de Tapia sean capaces de poner los monumentos literarios en su sitio, es decir, de reducirlos a escalas más humanas, como hechiceros de una magia simpática? ¿Será esa lectora irreverente la vengadora (o reivindicadora) de las literaturas “pequeñas”? Felizmente el término de la lectura describe una red múltiple e interminable. En nuestro tiempo, las mismas condiciones que parecen condenar a muerte al lector incuban una proliferación epidémica de lecturas asombrosas. Escribe Ricardo Piglia que “la sociedad de los lectores siempre parece estar a punto de extinción”. Pero el lector sigue siendo el último número de una cifra infinita.
i Martí, José. “Francia”. En Europa, volumen 14 de las Obras completas. La Habana: Editorial Nacional de Cuba, p. 494.
ii Ver Aponte Alsina Marta. “Póstumo interrogado”. En Tapia ayer y hoy. Santurce: Universidad del Sagrado Corazón, páginas 43 a 70.
iii Tapia y Rivera, Alejandro. La leyenda de los veinte años. México: Editorial Orión, 1967, p. 97.
iv Ibid., p. 97.
v Ibid., p. 98.
vi Casanova, Pascale. La república mundial de las letras Barcelona: Editorial Anagrama, 2001, páginas 249 y 251.
vii Han D´Islande. Versión electrónica del texto original incluida en el Proyecto Gutemberg: http://www.gutenberg.org
viii Ibid., p. 96.
ix Tapia. La leyenda de los veinte años, Op. Cit, p. 160.
x La dorada garra de la lectura . Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo Editora, 2002
xi Solé, José María. La tierra del breve pie: los viajeros contemplan a la mujer española . Madrid: Veintisiete Letras, 2007, p. 171.
Tres puertorriqueños que compartieron el Siglo XIX en Puerto Rico, España, Nueva York y Sur América, nos acercan a la obra de Alejandro Tapia y Rivera. Desde sus distintas profesiones y labores, todas respondiendo al amor a la patria Eugenio María de Hostos, Manuel Zeno Gandía y Sotero Figueroa presentan, una perspectiva sobre el iniciador del teatro puertorriqueño.
Entre estas voces que reconocen la fuerza conciencia de Tapia y Rivera, i contribuyen a su vez, a demonstrar por qué Tapia es un eje fundamental en la interpretación del Puerto Rico en este Siglo XIX.Entre sus múltiples aportaciones está la recopilación de documentos que reafirman nuestra existencia proveyendo alternativas ante las diferentes circunstancias por la sobrevivencia social, cultural, científica, política y económica.
La primera referencia directa es el ensayo sobre La cuarterona obra teatral de Alejandro Tapia y Rivera, y su apreciación escrita por Eugenio María de Hostos en 18671. Este artículo sirve de punto de partida para considerar las miradas coetáneas a Tapia en cuanto al significado de su obra literaria e histórica. En dicho ensayo,
1 El ensayo se llama “La Cuarterona” publicado en Las Antillas, Revista Hispanoamericana , Barcelona 10 de mayo de 1867: Posteriormente aparece en el Tomo XIV, p. 75, de la Obras Completas publicadas en el 1939 por la Editorial Cultural en La Habana, Cuba y reeditadas del facsímil por el Instituto de Cultura Puertorriqueña y la Editorial Coquí en 1969
La Cuarterona publicado en Las Antillas, Revista Hispanoamericana, Barcelona el 10 de mayo de 1867, insiste en que oyó la versión en una velada literaria, no la vio representada, estableciendo ya la pauta sobre el arte teatral como uno que se lleva a escena para que sea teatro. Este, antes que todo, es una acción, y la acción sólo es representable por la acción. 2
Se refiere a que el escritor puertorriqueño Alejandro Tapia ha impreso y publicado el drama en tres actos, que ante una concurrencia numerosa, leyó a principios de invierno. El drama tiene por título La cuarterona y desenvuelve un pensamiento social de trascendencia3.
Si bien Hostos, reconoce la importancia de la obra por el tratamiento al tema el mestizaje y el desprecio de las clases sociales frente a la convivencia y relación interracial, como escritor insiste en la necesidad de la representación teatral. Entiende que no hubo la exposición dramática por los intereses económicos de los productores de teatro y la censura a un tema tan vedado tanto en la Metrópolis como en las nuevas sociedades hispanas.
La situación de la obra le permite a Hostos exponer sus ideas sobre el teatro4: El teatro, cuando es bueno, es vida, es mundo es
manifestación humana
Así el teatro: leéis, y si admiráis leyendo, la admiración que es entonces pasiva por ser contemplativa, no es ni el destello de la impetuosidad del sentimiento que os excitaría si vieran y escucharan los sentidos lo que percibe sutilmente vuestra alma: leéis y no sentís; la misma obra puede haceros llorar o reir o maldecir
Continúa diciendo:
Si estas consideraciones guiaran a los empresarios de teatros, tal vez hubiéramos visto representar y tendríamos el derecho de juzgar La Cuarterona. Entre tanto, celebremos la elección del asunto que demuestra la posibilidad de un teatro americano con pensamientos aspiraciones y fines distintos del de Europa, como son distintas la vida, la cultura y la meta de uno y otro continente.
El error en que incurren los dramáticos sudamericanos, el de Heredia en sus perfectas traducciones, el del mismo Tapia en sus anteriores tentativas dramáticas, consiste en olvidar este axioma muy cierto, aunque no formulado todavía:¨A nuevo escenario, escenas nuevas”. 6
Hostos entiende el teatro como un espejo para la sociedad como un fin educativo para que cada sociedad se contemple: Ese es el objetivo de los teatros nacionales: poner por delante de las sociedades una imagen de ellas mismas, tan exacta que no se les ocurra que es cosa de ingenio o industria el espejo en que están inconsabidamente contemplándose, sino transustansación efectiva de su ser a merced de la cual se aparece a sí misma la misma sociedad. 7
Sobre esta labor Hostos comenta: Bastaría a los tales respetabilísimos señores nuestros darles estímulo en el concienzudo estudio de las costumbres pasadas y presentes de su patria, para que ellos utilizaran el ingenio qu e generalmente malogran en
desagües de malas pasiones nacionales y en imitaciones de medianos escritores europeos. 8
Explica a su vez sobre los compromisos de rescatar la vida del país, del poder colonial por medio del oficio teatral:
En cuanto a las recompensas de dinero y gloria los jóvenes que se dedicaran a formar el teatro nacional serían los únicos que las conocieran: primero porque es de todas las gentes de la República la afición a las representaciones teatrales; segundo porque el teatro es el único lugar en que aquel se puede recibir aplausos halagüeños, tercero porque la dramática es el único género literario que está al alcance de todo el mundo y en que indoctos y doctos son jueces concienzudos, cuarto porque es la escuela más accesible para los analfabetos negligentes. 9
Eugenio María de Hostos elabora sus ideas sobre los géneros literarios y se detiene en el teatro por considerarlo el de mayor valor sociológico; y por ende el que representa la idiosincrasia de un pueblo.
Sería bueno insistir con frecuencia en la necesidad de fundar una dramática nacional. Aquí no empezaría por la tragedia como en Grecia; sino por la comedia como en Japón…..porque lo que aquí necesitamos es tener siempre por delante el espejo de nuestra grotesca realidad para que aprendiendo a reírnos de ella aprendamos a corregirnos de ellas 10
Entiende que ese es el objetivo de los teatros nacionales:
…poner por delante de las sociedades una imagen de ellas mismas tan exacta que no se les ocurra que cosa de ingenio o de industria el espejo en que están inconsabidamente contemplándose, sino transustanciación efectiva de su ser a merced de la cual se aparece a sí misma la sociedad. Cuántas benignas correcciones y saludables lecciones y
5 Hostos :76.
6 Hostos:76.
7 Hostos,p.129
8 Hostos, De Teatro en: Hombres e Ideas Tomo XIV :125.
9 Hostos, De teatro:126
10 Hostos De teatro:127
útiles insinuaciones y estimulantes enseñanzas podríamos deber a una dramática que se propusiera por fin educativo el ponernos el espejo por delante…¡ 11
Hostos ve la función del teatro como el que: con la representación artificial de los hechos comunes de la vida urbana, distrae de las pesadeces de la vida humana 12 Observo que relacionado a La cuarterona, el mayagüezano universal, expone su pensamiento en torno al teatro y su función social.
Esta idea de denuncia de lo que puede hacerse con el teatro, también la identificamos con José Martí13 en su obra Patria y Libertad, escrita del 1877 al 1878, cuando fustiga el atropello al indígena y el desprecio de clase por parte de los españoles y los criollos elitistas. Percibimos el surgir de un teatro que sirve para identificar los grandes problemas sociales como es el prejuicio racial. En ese sentido encontramos en La Cuarterona de 1867 un inicio hacia el teatro de denuncia social desde el mismo romanticismo en Latinoamérica.
Según Orlando Rodríguez en el capítulo Teatro del XIX14 identifica dicho siglo como el surgimiento de una nueva realidad teatral en el panorama mundial.
La segunda mitad del XIX fue de afirmación nacional y regional. No obstante aún con las influencias europeas pesaron en las expresiones americanas, poco a poco y con evolución desigual, fueron apareciendo expresiones que sin desconocer las fuentes originales, acogían las características nacionales y regionales, personajes, ambientes, costumbres y aspiraciones, contradicciones de
11 Hostos De teatro:129.
12Hostos De teatro nacional en: Hombres e Ideas Tomo XIV:133.
13 José Martí, cubano 1853 1895 Apóstol de la Independencia de Cuba y propulsor de la de Puerto Rico
14 Orlando Rodríguez, ´Teatro del XIX´ en : Historia de la literatura Hispanoamericana del Neoclasicismo al Modernismo , T.II, Madrid, Catedra,1999: 384.
las jóvenes republicas, iban manifestándose en sus creaciones escénicas.
Sobre La cuarterona dice que es la obra máxima de Tapia y Rivera:
No sólo por su hondo contenido nacional, su agudeza y su refinada crítica, sino también por su mayor dominio en el manejo del lenguaje, el diálogo y las situaciones...logró ir más allá de su época. La obra emparenta con el realismo y en ella pareciera sintetizarse el proceso de las distintas corrientes que fueron presentándose a lo largo del siglo 15 .
Este estudioso reconoce lo valiente de la labor teatral pese a la censura y presión política: incluso en países que se mantuvieron bajo el dominio colonial hasta casi terminar el siglo, como Puerto Rico y Cuba, encontraron la manera de enfilar su expresión teatral hacia la recreación de su realidad dejando un testimonio de época, con valores literarios y escénicos que hoy convierten a esas obras en clásicos del teatro hispanoamericano16 .
A la luz del tiempo, hoy podemos evaluar esas obras y sus autores, no obstante también en la segunda mitad del siglo XIX coetáneos a Tapia y Rivera agradecen el valor de su obra. A tal efecto El Gabinete de Lectura Ponceño17 es el espacio y la institución que coloca dos obras que comparecen en enero de 1888, promoviendo un certamen de ensayo biográfico sobre hombres célebres del pasado de Puerto Rico. La obra premiada Ensayo Biográfico de Sotero Figueroa18 concursa con el trabajo Pero si no tenemos historia… de Manuel Zeno Gandía19. Ambos textos
15 Rodríguez: 382
16 Rodriguez:384.
17 Creado por primera vez en 1870, clausurando en 1874; reaparece en junio de 1877. Figueroa se refiere al mismo en su ensayo
18 Ensayo biográfico de los que más han contribuido al progreso de Puerto Rico, Establecimiento Tipográfico El Vapor, Ponce, 1888. Tiene 30 nombres y otros adicionales que se menciona su contribución pero no su estudio de vida.
19 Manuscrito en maquinilla que me obsequia Josefina Freiría Vda. De Manrique Cabrera como
exponen estudios sobre personalidades que marcaron la vida puertorriqueña. En diferentes estilos de escritura presentan ambos la vida de Alejandro Tapia y Rivera, destacando el significado del célebre polígrafo, su contribución literaria a la sociedad puertorriqueña y caribeña. Dichos escritores dejan claro la importancia de Tapia en las letras y el pensamiento emancipador en amplias interpretaciones reflejadas en los comentarios sobre su producción literaria.
Los referentes anteriores permiten adentrarse en consideraciones sobre el valor de la crítica que hace Tapia en cuanto a los géneros literarios, la función de escritor en la sociedad y la influencia de los acontecimientos tanto de Europa como América Latina en la obra literaria.
El trabajo inicial que realizó Tapia en el Ateneo de Madrid consistió en concentrar documentos que serán parte de las Sociedad Recolectora de Documentos Históricos de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico cuyo director y redactor del Reglamento es Román Baldorioty de Castro20. El escrito de Zeno destaca el compromiso histórico de Alejandro Tapia y Rivera con su país. Destaco este trabajo porque es amplio y poéticamente expresado, otorgándole a Tapia el honor que merece en este girón de mundo que insiste en que se olviden a sus hijos. La cita es extensa pero he querido mostrar dos estilos sobre el mismo tema: la importancia de Alejandro Tapia y Rivera en la historia puertorriqueña primero según Manuel Zeno Gandía y en segundo lugar en las palabras de Sotero Figueroa.
Por los años 1840 a 1845 empezó a despertarse en Puerto Rico el amor a las letras21 Ya las cosas de la colonia* iban
parte de los materiales de estudio para mi tesis doctoral. Este texto estudia a 6 puertorriqueños. La redacción de este texto es más literaria y aparenta menos rigor historiográfico.
20 Sotero Figueroa, Ensayo Biográfico, ICP 1973 : 239
21
Se refiere al Aguinaldo de Puertorriqueño 1843 y de 1846, el Álbum de Puerto Rico 1844, el Cancionero de Borinquén de 1846, El Gíbaro de
tomando distinto rumbo, ya se había difundido algo la instrucción pública, gracias a los esfuerzos de nuestros bienhechores y gracias a la influencia de otros pueblos cultos; ya el régimen político si no abría la apretada mano para disminuir la tirantez y la rienda, por lo menos prestaba más atención al fomento general de la riqueza insular y al desenvolvimiento de sus organismos; éramos ya más visitados del exterior, dominada la navegación a vapor por el genio osado del hombre y sembrado el océano de naves impulsadas por el maravilloso fluido; ya la prensa trabajaba y ya las publicaciones periódicas y el libro comenzaban a ser mas familiares; el aspecto variaba, los hombres comprendían su propio valimiento, se buscaba fuera del país otras fuentes de enseñanza y se ausentaban los jóvenes que podían a conquistarse títulos que les franquease el porvenir; la Isla en fin, estaba en una aurora, amanecer sin sol, es cierto, pero amanecer al fin. ¡Qué surja el DIA, que acaso después rompa el toldo de nieblas el sol radiante de la civilización!
Alejandro Tapia y Rivera y que los poetas y literatos del país se descubran con respecto al escuchar este nombre fue el patriarca, el augusto patriarca de aquel renacimiento intelectual, en la parte que concierne a las bellas letras. Como Campeche y Cleofanto de Grecia, fué el primero. Cuando pudo hacerlo, giró la mirada en torno y no halló nada Nada: pero la nada que se observa a veces en la feraz llanura. Escueta, vacía, desnuda por fuera, providente, copiosa en gérmenes que aguardan su primavera, rica en simientes que nacerán, por dentro. Imaginación soñadora y vehemente, la de nuestro pueblo; aptitudes latentes; inclinaciones invencibles; temperamentos dados al éxtasis y al romanticismo... debía forzosamente llegar la deseada primavera y aquella nada, bajo el cariñoso cultivo del primero, debía convertirse,
Manuel Alonso de 1849. Josefina Rivera de Álvarez se refiere a la importancia del Boletín Mercantil como parte de este apoyo a la publicación de las letras.
*subrayado nuestro
como la llanura, en sesmas cubiertas de florescencias sin cuento.
Alejandro Tapia, al formarse a si mismo, formó una generación literaria; fué el patriarca, repetimos, que agrupó los dispersos elementos de la tribu y se lanzó con ella por el camino del porvenir. Nosotros no podemos aplaudir los triunfos de los escritores insulares, no podemos admirar las primicias de la juventud que empieza; no podemos, en una palabra, leer una sola página de nuestra literatura sin que nos asalte conmovedor y simpático el recuerdo de Tapia. En todo lo que en literatura se hace hoy entre nosotros, se halla Tapia; allí palpita, allí existe, como la luz cinérea que envuelve los paisajes de luna. ¿Fué Tapia un maestro? Pues bien, sí; el único que hemos tenido y aun mejor que maestros, varón fuerte que arrastró con el ejemplo, que despertó dormidas facultades, que abrió camino a nuestro porvenir literario con el inolvidable esfuerzo de su laboriosidad y constancia.
Todavía el contacto de la sociedad coetánea no había llamado a las puertas de su reflexión; todavía no había arrancado el grito de protesta del espíritu fuerte que se rebela contra la malicia y la iniquidad. En aquella edad primera de sus versos, no asestó el látigo contra la infamia de ningún rostro, ni hirió a fondo en la materia leprosa. Cantó con el objetivismo candoroso de los primeros años sin detenerse a pensar que bajo la belleza del rostro existe la maldad del corazón, que del sereno lago se levantan venenosos efluvios del miasma, que labios tentadores y rojos pueden guardar ocultos la impregnación maligna de la úlcera.
. La dramática necesita más que ningún otro género de la influencia del modelo.
El poeta lírico puede reconcentrado en si mismo crear sus versos; el novelista escudriña el corazón humano y este análisis puede bastarle para dar perfecta cima a su empresa, pero el poeta dramático necesita para desenvolver su fábula una pericia y un estudio que solo se adquieren estudiando. El arte dramático tiene secretos de factura que no vencen con la inspiración y los que solo pueden
revelarse a cambio de la sucesión constante de ejemplos que imitar.
A pesar de los obstáculos, Tapia abordó la dramática y escribió su “Roberto d’Evreux” drama histórico en cuatro actos representado por primera vez en el teatro de San Juan en aquel teatro inaugurado en 1830 en la noche del 19 de septiembre de 1855. 22 Este drama tuvo dos formas; una escrita algunos años antes y que el autor juzgó “que lo que era suficiente como esfuerzo de un provinciano ultramarino sin estudios ni experiencia, no lo era para agradar a los hombre de arte y de buen gusto”, y otra definitiva con la que subió a la escena y quedó impresa. A este drama siguió el “Bernardo de Palissy” inferior al primero y estrenado el 12 de abril de 1857, en el mismo teatro. No está en nuestro ánimo el hacer crítica, pues solo nos proponemos hacer ver la influencia que en el desenvolvimiento de la literatura insular ejercía Tapia, pero de paso debemos manifestar que uno y otro drama no lograron sacar al autor de la penumbra. Más tarde, sus instintos dramáticos alcanzaron mayor vigor, y otras obras de más cuerpo vinieron a demostrarlo. Escribió “La Cuarentona”, drama de apreciables condiciones y “La Parte del León” su mejor trabajo que determinando ya de modo definido su personalidad dramática, le conquistó merecidos aplausos. Tapia en sus dramas diafaniza la lucha eterna que en su espíritu libró siempre rudas batallas: la ciega obediencia a las leyes de forma, en pugna cien veces con los impulsos de su ingenio. Fué ortodoxo y sacrificó mil veces, a la austeridad de la forma los atrevimiento del fondo y, como sucede siempre en estos casos, aquellas cadenas ataron con frecuencia la inspiración con invencibles ligaduras.
Ello es que, aunque modesto, Tapia logró formarse un repertorio. A las obras mencionadas hay que añadir otras de buen corte como “Camoens”, “Vasco Núñez de Balboa” y “Hero”, monólogo trágico.
De ese conjunto de trabajos dramáticos no se levanta un astro capaz de deslumbrar su época, pero si surge la abeja laboriosa de
estos años nace Zeno Gandíaincansable actividad. De ellos surge bendito el bienhechor puertorriqueño: comprendió que el hermoso lirismo de Alejandrina Benítez y el arrebatado y dulcísimo de Gautier, no habían de hallar fáciles herederos y sobre la arena movediza de aquellos ideales y de aquellos cantos, levantó el augusto alcázar del pensamiento, abordando géneros de más importancia y de más estudio.
Tapia demostró en esa obra la pujanza de su sátira, de aquella sátira aguda e ingeniosa que le acompañaba siempre hasta en el trato familiar. “Póstumo el Trasmigrado”, es pues un libro trascendental: la crítica sutil que encierra tiene marcado sabor cervantino y no resiste a la causticidad de sus páginas, el mundo enfermo a quien flagela. ¡Un caudal de ingenio perdido en el silencio de nuestro pequeño mundo literario!
De estas páginas, sería impropia esa labor, pero debemos consignar que “La Sataniada” es el trabajo literario de más importancia que se ha producido en Puerto Rico.
Alejandro Tapia, lo repetimos, levantó en el país el entusiasmo por las letras: negar que con su perseverancia influyó en el adelanto literario del país sería la más injusta de las negaciones. Ora con sus trabajos críticos, ora con su fácil prosa, ora desde las columnas de la modesta “Azucena”, publicación literaria que sostuvo con titánico esfuerzo, trabajo asiduo y constante y obrero del arte. El ejemplo hizo levantar del tropel a un conjunto de elegidos y de la mano de Tapia recibieron aquellos catecúmenos el sagrado bautismo de las musas. En el Ateneo de San Juan, dió poco antes de su muerte, una brillante serie de conferencias sobre estética. En ellas demostró profundos conocimientos y la gala más gentil en su oratoria vehemente, nerviosa y febril.
Tapia no debió morir: sus ardores, su entusiasmo, su actividad de hormiga, hacían falta en la hueste. Aquella opinión siempre dispuesta a levantar el ánimo con lealtad o a arrancar una ilusión con franqueza; aquella palabra persuasiva tan elocuente, tan lógica siempre, tan clara en la expresión de las ideas; aquella vivacidad de orador, súbita para comprender, rápida para asimilar, expontánea para discernir; aquella influencia de buen
amigo, de dominio exigente, de maestro inconforme, de paternal Mecenas que en todos ejercía; y hasta aquellas genialidades a veces peligrosas en el trato íntimo, que le llevaron cien veces al choque y trás el choque al enojo y trás el enojo a la violencia y trás la violencia a la explosión, hicieron y hacen mucha falta.
¡Amargas tristezas las de su eterna ausencia y amargo también el recuerdo de aquella noche lúgubre, en que, recibiendo en la cabeza la herida de la muerte, vaciló asido de un cortinaje en el Ateneo de San Juan, perdió la noción de la vida y la conciencia de sí mismo y cayó para siempre en brazos de algunos buenos amigos!
La muerte tiene crueldades que nada puede compensar: la crueldad de arrebatarlo a las letras puertorriqueñas, no se compensa con los progresos que inició. ¡Bendita su memoria sea!
Lo que opina Manuel Zeno Gandía en la introducción del trabajo que presenta Pero si no tenemos historia, es una expresión irónica, que asume a su vez la voz de los amos porque quien tiene el poder lo decide todo inclusive a preguntar si las colonias tienen historia. Algunos se lo creen, otros saben quiénes son los pocos que luchan para que todos puedan saber; parecido a Prometeo. Entiendo que esta introducción que expondremos a continuación, fue responsable de las pocas posibilidades de considerar el texto como posible ganador del concurso, no sólo porque Zeno presenta 6 biografías frente a las 30 de Figueroa, si no por el énfasis que hace de la memoria histórica que la oficialidad quiere negar; nótese el acento irónico del señalamiento.
¡Pero, si no tenemos historia...! ¡Si los nombres del feliz o del amargo ayer, apenas si lograron ser escritos en el índice vetusto de la tradición! ¡Si de nuestro pasado, no menos doloroso que el presente, o todo se ha perdido, oen mermado acopio, pobrísimo sendero nos alcanza! ¿Cómo ahondar en ese fondo sombrío? ¿Qué norte, qué brújula, qué guía marcará el derrotero más ancho, el más fácil camino, la más segura senda? ¿Cómo arrebatarle al pasado pronombres e
infanzones para inundarlos con la luz cenital de nuestros días y colocarlos en el pedestal que la gratitud levante, si allí donde la mirada investiga, hiere casi en vano en la obscuridad densa y se abisma en ese pasado ingrato que no tuvo para sus ínclitos varones, ni mármoles, ni preces, ni pergaminos, ni crónicas, ni recuerdos, ni bendiciones?
Busquemos, sin embargo. El generoso intento del Gabinete de Lectura Ponceño, justo con la mejor de las justicias y reconocido con el más puro de los reconocimientos, quiere ceñir laureles y coronar en la sien augusta de nuestros grandes bienhechores. Quiere, rasgando las envolventes del olvido, presentar a la admiración contemporánea aquellas grandezas y aquellas virtudes, y aunque ardua sea la empresa y difícil el empeño y desvalido se vea quien lo intente, es fuerza seguir a la doctísima asociación y secundarla en su noble tarea y acudir, siquiera con la modestia con que pueda hacerlo la inhábil pluma que estas líneas traza, al simpático llamamiento que a
nuestros historiadores, cronista y biógrafos hace en estos momentos.
Suelo naciente en todos los órdenes de la vida social, no tiene Puerto Rico seguros códices en donde pudieran quedar grabados para siempre, las grandezas de sus hombres. De los alientos y entusiasmos de otra época, solo quedaron indecisos vestigios, confiados ora a la tradición popular que la corruptela desfigura, ora al desorden de algún archivo sin clasificación, ora al recuerdo mortal de las gentes, ora a la lápida mortuoria de algún panteón humilde cuyo epitafio la lluvia borra y cuyos contornos disimulan las exuberantes arborescencias de un suelo virgen. Pero si es cierto que la investigación y el estudio compensan, en el hombre, las obscuridades que en todo linaje de conocimientos pudieran asaltarle, al dar principio a nuestro trabajo, sírvanos tal esperanza de estímulo y ponga tino feliz en nuestra mano, la fé que nos alienta al abordarle y el amor acendrado que nos inspira el hermoso suelo en que nacimos.
La historia pone alas a los acontecimientos. Al través de los tiempos, vá, como eterno Cynglo, aleteando sobre todas las edades, sobre todas las generaciones, sobre todos los hombres. Cuando se dispone de sus elocuentes páginas que pueden abrirse nutridas y minuciosas ante la mirada que investiga, el biógrafo halla, con buena fortuna, casi realizadas la mitad de su labor. Entonces basta seguir, con mano hábil, los contornos allí trazados; sombrear con ingenio la figura y resulta el conjunto fidelísimo y el biografiado se destaca como arrogante personaje que resucita en un punto, que recupera la perdida pujanza y se presenta gallardo en el proscenio de la vida. Entonces los más escondidos detalles caracterizan palpitantes al personaje y se mira la figura biografiada como a través de clara lente interpuesta entre los días que pasaron y los que ahora discurren incansables. Mas esta facilidad escapa al biógrafo si la historia no le acorre: aquellos contornos son entonces inseguros, aquellos perfiles dudosos y no siempre, si ha de ser la biografía digna de su alteza, resulta, del mero relato de los acontecimientos, reconstituido el personaje tal como fué con sus atributos, con sus cualidades,
con sus detalles, con la propia esencia y, por tanto, con la propia verdad. Entonces la duda detiene mil veces el correr de la pluma, como detendría otras mil, el húmedo deslizar del pincel si la pintura cumpliese el cometido de describir en la tela al personaje. Es un foco de luz, un cuerpo que se interpone, y una sombra: cerca muy cerca del foco, el cuerpo, esto es; lejos muy lejos, el acontecimiento de nuestros días: la sombra será insegura, movediza y vaga y el contorno, apenas si podrá abarcarse entre las deformaciones de confuso dibujo. Además: el hombre vive en el ambiente que le rodea; los acontecimientos no se desarrollan en el vacío y hay, por tanto, una solidaridad tan estrecha entre el ambiente o sea la época, en que el hombre se agita y éste mismo, que no podrían prescindir cuerdamente el uno del otro, ni eludir ambos la mística influencia que entre sí cambian. No basta pues, para pintar al hombre, estudiarlo en sí mismo, no basta eslabonar la metódica descripción de los acontecimientos que dió origen, es preciso estudiarle en su época, analizarle en su tiempo y, con arreglo a estas circunstancias, flagelarle con la censura acerba o erigirle pedestales.
En una Isla las palpitaciones de la vida se ahogan solitarias: las infinitas fronteras del mar parece que todo lo atajan, o paralizan, o dificultan. Se llega, pero se llega tan lentamente que el valor desfallece y el entusiasmo se abate. Como el hombre fué creado para la vida de relación, los pueblos se agruparon para la vida social y si en esa vida, ávida de actividades, si en esa vida nutrida por el cambio entre unas y otras sociedades, asaltan, como barreras infranqueables, las desventajas topográficas, todo, entusiasmo, estímulo, actividad, pensamientos, se sentirá influido de aquel abandono, de aquella soledad, de aquel olvido.
Puerto Rico, pues, luchaba entonces, como lucha hoy, como invencible desventaja. Hoy la civilización acorta las distancias, la ciencia descubre el círculo máximo y el convoy de la civilización arriba más rápido y feliz: entonces la frágil vela necesitaba la brisa de cien dias para traernos las conquistas de otras sociedades. Las condiciones topográficas eran poderosa rémora de desenvolvimiento de este
pueblo y a m ayor grado todavía si se tiene en cuenta que un saludable régimen y un sistema protector de gobierno y administración no venía a compensarla. ¡A cuán tristes reflexiones se presta el estado social de aquella época que analizamos! ¡Cómo se duda, aún en medio de las deficiencias presentes, de que haya podido subsistir vida colectiva bajo la asfixia de aquella colonización raquítica y laboriosa!
Para el mismo concurso de 1888, Sotero Figueroa presenta su Ensayo Biográfico siguiendo una secuencia cronológica y de obras con frases interpretativas pero no tanto como lo hace Zeno. Tiene un riguroso estilo histórico más parco, podríamos inferir que debido a las censuras que las autoridades imponían al ejercicio y oficio del periodismo, por las tantas veces que fueron cerrados sus talleres de trabajo. Fue propulsor del
autonomismo y colabora en la fundación del Partido Autonomista, cuando se decide abiertamente a luchar por la independencia de Puerto Rico se va a Nueva York, los políticos del momento lo señalan y desprecian por su radicalización. Creo que además de las furias tribales de los partidos políticos se le añade el desprecio racial.
Incluyo el texto completo a fin de comparar el de Zeno Gandía y este de Sotero Figueroa.
Alejandro Tapia y Rivera (1827‐1882)
XXVI
En la noche del 19 de Julio de 1882 se constituía en sesión la Directiva de la Sociedad Protectora de la Inteligencia, asociada al Jurado que debía examinar á los jóvenes que habían solicitado el apoyo de la referida Sociedad con el laudable fin de cultivar su inteligencia, ya que para ello la fortuna le había negado sus favores.
Don Alejandro Tapia era uno de los miembros de este Jurado, y á cumplir su cometido fué esa noche al Ateneo Portorriqueño.
Apenas iniciado el acto, que ten ía por objeto venir á un acuerdo la Directiva y el Jurado sobre la manera de practicar el exámen de los aspirantes, pidió la palabra el inolvidable Tapia. Una vez que se le concediera, empezó á hacer uso de ella con reposado acento; mas de pronto, como herido por un rayo, se llevó la mano á la frente, hizo una demostración de dolor, murmuró algunas frases ininteligibles, se levantó de la silla que ocupaba y, todo contraido, se dirigió á la parte exterior de la puerta que da acceso al salón principal, á cuya inmediación se hallaba sentado, cayeron sobre un sillón que encontró fuera ya del sitio en que se verificaba el acto.
Inmediatamente acudieron en su socorro los Médicos don Juan Hernández Salgado y don Gabriel Ferrer, el Presbítero don Ramón Gandía y el Farmacéutico don Fidel Gillermety, así como todos los demás concurrentes á la sesión, pues necesariamente ésta hubo de suspenderse ante lo imprevisto y grave del acontecimiento.
Pero todas las diligencias resultaron inútiles. Poco después aquella naturaleza ardiente y activa que había consagrado al trabajo intelectual todas las horas de su existencia, estaban inanimada y yerta.
La noticia cundió con la celeridad del relámpago por toda la ciudad, y el Ateneo se vió invadido por una multitud de personas de todas las clases sociales, en cuyo semblante se reflejaba el dolor de que todos se encontraban poseidos, al venir á contemplar el cuerpo rígido é inmóvil del que, cual gladiador incansable, murió en la arena del combate sin retroceder un solo paso, sin flaquear un momento ante los desdenes de la ignorancia ó los fieros ataques de la petulancia engreída.
Allí, en aquel Ateneo donde tantas veces había resonado su voz autorizada y vehemente; en medio de los libros, su pasión dominante de toda la vida, y de los retratos de los principales benefactores de Puerto Rico, alguno de los cuales había enaltecido con su pluma, el infortunado Tapia rindió su último suspiro. ¡Lugar apropiado para caer el que á las letras se había consagrado con tanta vocación como inteligencia!
Su entierro fué lucidísimo. A él concurrieron comisiones del Ateneo Portorriqueño, de las Sociedades Económica, Protectora de los Niños, de la Inteligencia y de los Conciertos, y de la Junta de Instrucción Pública; así como se destacaban en medio de una muchedumbre inmensa que formaba el cortejo fúnebre, profesores, periodistas, lideratos, artistas, empleados, todo, en fin, lo que vale, siente y piensa en una sociedad que tiene nociones de progreso y de cultura, y que sabe descubrirse reverentemente ante la magestad del genio que se ha detenido un momento en la tierra para después volar á las regiones de luz dejando estela fulgente por toda una eternidad.
Y de que Tapia era acreedor á estos fastuosos homenajes, lo dijo con frase sentida y elocuente, Corchado, ese otro portorriqueño ilustre que llenó de resplandores la tribuna y de ideas dignificadoras la mente, y que ya también duerme el perdurable sueño.
Sí, la muerte de Tapia tuvo que ser por todo extremo sensible á este país, porque él luchó constantemente por ilustrarlo.
“Por esto le vimos dice el inolvidable Corchado recorrer todos los recintos del magnífico alcázar donde se alberga el arte. Fué poeta lírico y poeta dramático; fué historiador y crítico; fué novelista y preceptista. Espíritu infatigable, no rehusó un solo momento la ley redentora del trabajo. Imitemos semejante plausible generosidad. Soldado del arte, murió en su campo de batalla y librando su combate: murió en el Ateneo, y usando de la palabra en pro de la difusión de la enseñanza. Espíritu recto, en medio de la multitud de contratiempos, de penalidades y... ¿por qué no decirlo? De estrecheces y de privaciones, no exhaló nunca una queja amarga. Sufrió con filosófica resignación. Imitemos semejante laudable rectitud.”
Veamos cómo se desarrollaron las energías intelectuales de Tapia para llegar á ocupar sin disputa el primer puesto como literato portorriqueño.
El año de 1827 nació en la Capital de la Isla nuestro biografiado, siendo sus padres don Alejandro Tapia, natural de Murcia y Capitán
del Batallón de Granada, y doña Catalina Rivera, hija de la culta villa de Arecibo.
Trasladado á Málaga, como Capitán de la bandera del Batallón de padre del pequeño Alejandro, tuvo esta familia, formada al calor del hogar borinqueño, que mudar su residencia á dicha ciudad.
Llegó fatalmente en horas aciagas; en momentos de revuelta popular. El furor se había desencadenado negándose á todo razonamiento, y sangre de hermanos corrió por las calles de Málaga.
El General D. Juan Saint Just, Gobernador de la Provincia, natural de Puerto Rico y amigo afectuoso que era de doña Catalina, fué asesinado traidoramente, y este horrible acontecimiento impresionó de tal modo á la expresada señora, que la decidió volverse al tranquilo país de su nacimiento, trayéndose consigo al niño Alejandro, que ya empezaba á dar señales de agudeza é ingenio y á revelar su pasión por los libros.
En el Colegio del Conde de Carpegna, estableció en la Capital y que regentaba don Juan Basilio Núñez, y más tarde en las aulas del Museo de la Juventud, no perdió su tiempo Tapia: fué uno de los discípulos más sobresalientes y queridos de sus profesores.
Los libros, sobre todos los que trataban de Literatura y Artes, eran su embeleso, y de este modo iba formando el inmenso caudal que más tarde se pondría á disposición de los devotos de la religión de las ideas.
No puso hacerse de títulos profesionales por la ingratitud de la fortuna, y tuvo que resignarse á ser empleado de Hacienda, en cuyo destino no solo alcanzó grandes disgustos y contrariedades, sino que puso en peligro su vida, pues se vió en el caso de sostener un lance de esos que se llaman de honor, con un oficial de Artillería, de cuyo lance salió herido en la mano derecha. Como si esto no fuera bastante, se le desterró á la capital de la Metrópoli.
Pero en la Corte 1850 á 1852 encontró pasto abundante para saciar sus aficiones literarias. Por donde quiera encontraba su alma investigadora en periódicos, tertulias, Bibliotecas y Ateneos, el estímulo de que carecía en su atrasado país, y
logró así espaciarse en la contemplación de la belleza, nutriéndose su espíritu con la savia de los genios que ya habían escalado la abrupta cima de la gloria.
“Aleccionado, conforme él mismo dice en el prólogo de su Bardo de Guamaní, por el distinguido é inolvidable literato cubano don Domingo Delmonte, así como por el no menos digno de memoria, bondadoso Padre Baranda, erudito Bibliotecario de la Real Academia de la Historia dió á luz una leyenda y algunas otras composiciones, y preparó la publicación de una Biblioteca Histórica de Puerto Rico, que verificó después de su retorno á esta Isla.” Hemos de hacer constar que los materiales que pudo acopiar Tapia para su Biblioteca, fueron debidos á la diligencia y recursos empleados por la Sociedad Recolectora de Documentos Históricos de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico, formada por varios jóvenes de la colonia portorriqueña estudiantes en Madrid, y otras personas amigas de la cultura intelectual, y se puede decir que fué el alma de ella don Román Baldorioty Castro. Este hoy respetable amigo del país redactó el Reglamento, y no descansó hasta ver á la Sociedad marchando regular y ordenadamente.
He aquí los nombres de los jóvenes portorriqueños que realizaron tan plausible pensamiento, y que presentamos á la gratitud de la Provincia, pues es indudable que, gracias á su eficacia, se han salvado del olvido preciosos documentos concernientes á ella: Román Baldorioty Castro, Segundo Ruiz Belvis, Lino Dámaso Saldaña, Alejandro Tapia, Calixto Romero, R. E. Betances, José Cornelio Cintrón, José J. Vargas, Genaro Aranzamendi, Juan Viñals y Federico González.
En medio de esta atmósfera de emulación; con tan valiosos elementos y voces amigas que lo alentaban y aplaudían, Tapia se dió á las letras con toda la vehemencia de su carácter.
Sus queridos paisanos José Julián Acosta y Román Baldorioty Castor, entonces terminando sus respectivos estudios en Madrid, al ver las gallardas muestras del talento de Tapia, su imaginación bullidora é inquieta y la penetración y agudeza de sus juicios, lo
exhortaron eficazmente á que continuase con fe por la senda que seguía con tanto aprovechamiento.
Regresó a la Península 1853, y desde entonces no dejó en reposo á su intelecto ni á su pluma, y empezó á producir ese caudal de obras que siempre ocuparán puesto preeminente en la literatura borinqueña, ya porque señalaron derroteros ciertos á la juventud estudiosa, ya porque en todas hay rasgos felicísimos de originalidad, buen gusto y corrección.
Extractemos del ilustrado periódico ponceño El Pueblo el juicio exacto que hizo de la labor de Tapia á raíz de su muerte, ya que estamos conformes con él, y eso simplifica en gran parte este nuestro empeño.
La preciosa leyenda La palma del Cacique dice el citado periódico en cuyas páginas se ven reflejadas la lozanía y frescura de su mente juvenil, como palpitar su estro poético, fué su primera obra, dedicada á nuestro amigo el Lcdo. don José J. Vargas.
Luego dió á conocer su Noticia biográfica sobre Campeche, por la que fué subvencionado por la Junta de Fomento, y más tarde, viéndose en el caso de marchar á la Habana, produjo en aquel Centro literario El Bardo de Guamaní, que es una colección de sus muy apreciables trabajos anteriores, así como de otros nuevos de más experiencias y de mayores vuelos.
Vuelve de la Antilla hermana en 1866, y más alentado y aún más robustecido su cerebro, continúa ejercitando su fácil pluma en todos los géneros literarios y en todos los tonos de la métrica castellana.
La antigua sirena, La leyenda de los veinte años, Confresí, Póstumo el trasmigrado y A orillas del Rhin, estas son, son punto á novelas, apreciables tesoros de originalidad, de bien decir y de elevados pensamientos, que el país debe estimar en lo mucho que valen
Su Biblioteca Histórica de Puerto‐Rico es un libro útil, que merece ser conservado por los curiosos y utilísimos datos que contiene.
En el género dramático también descolló Tapia con notable acierto y maestría, teniendo la gloria de haber sido el primer
literato portorriqueño que dedicó su musa á trabajos teatrales.
Roberto D’Evreux, Bernardo Palissy, Camoens, Vasco Núñez de Balboa, La Cuarentona, La parte del león y Hero, monólogo trágico, siempre formarán un valioso contingente de obras dramáticas dejada en su patria á la posteridad.
Su Noticia biográfica sobre nuestro inolvidable primer Diputado en Cortes, don Ramón Power, es un estudio de investigación hecho á conciencia.
Sus Conferencias sobre Estética y Literatura, en que se revela preceptista de primera fuerza; La Sataniada, poema filosófico y trascendente, que á medida que avancen los tiempos será más apreciado, y el periódico literario La Azucena, que redactó algún tiempo para honra del periodismo portorriqueño, todos estos trabajos de indisputable mérito, de ejemplar laboriosidad, donde campea el amor á lo bello, la profundidad del pensamiento y su incansable afán de propagar la cultura del entendimiento en la tierra de su cuna, elevan la memoria de Tapia á gran altura, y la proclaman digna del amor y de la veneración de las presentes y futuras generaciones en Puerto Rico.
Una gran cualidad tuvo Tapia en medio de su entusiasmo y trabajos literarios: la de atender cariñosamente á su madre.
Por su amor, y con el hermoso fin de proporcionarla m edios cuando vió que escaseaban los que poseía, se marchó á la Habana, donde se dedicó á trabajos materiales con toda la fe y energía del hijo amantísimo que no tiene otro pensamiento que cuidar á la mujer idolatrada que le dió el ser.
En 1866, como ya hemos dicho, regresó de la Habana á su tierra natal, y entonces fué que su amigo íntimo don José Julián Acosta quiso que le acompañase á Madrid, á donde debía ir elegido Comisionado, en unión de otros dos dignísimos portorriqueños, don Segundo Ruiz Belvis y don Francisco Mariano Quiñones, para la Información sobre reformas ultramarinas.
Mas ¡ay! Antes de emprender este viaje, hubo de experimentar tapia un gran dolor: su
adorada madre cayó postrada en cama, y por fin la muerte cerró sus ojos para siempre!
D espués de este infortunio, el mayor que puede sufrir un hijo amante, partió á Madrid con su amigo Acosta.
Allí halló la dulce y tierna compañera que hoy le llora, doña Rosario Díaz, de cuyo feliz enlace cuatro niños sufren la desventura de la orfandad.
D e Madrid retornó á esta Isla en 1869, fijando su residencia aquí, en Ponce, y poniéndose al frente de la administración de la Hacienda de sus amigos los hermanos Cabrera.
Algún tiempo después se dedicó a la enseñanza en unión de su inteligente esposa, y particularmente en el Colegio fundado por el entonces reputado Profesor y hoy experto periodista don Ramón Marín, el cual tenía el nombre Museo de la Juventud, y en el que fué Tapia Profesor de varias importantes asignaturas.
El nombre del expresado Colegio, que aún hoy conserva, y que regenta don Ramón Cedó (23 ), dióselo el mismo Tapia, en recuerdo de aquél donde en su niñez había aprendido.
En esta ciudad Tapia se capto todas las simpatías, así como su digna esposa doña Rosario, y era, como lo fué siempre, el propagador de la luz y del progreso.
Él le dio animación y vida la primer Gabinete de Lectura fundada por algunos jóvenes, antes de proclamarse en la metrópoli la forma de gobierno republicana, y casi todas las noches, durante una larga temporada, dejaba oir sus preceptos sobre Literatura, Artes y otros conocimientos, de los que supieron aprovecharse los que atentamente le escuchaban.
Él desarrolló el gusto y la afición por la lectura de los buenos libros en muchos jóvenes
(23) Don Santiago Cedó, padre del ameritado don Ramón, y a quien Marín traspasó su acreditado Colegio para dedicarse resueltamente al periodismo, fué un Profesor distinguido, de esos que saben enseñar y que se hacen acreedores á la estimación y al respeto públicos. Manejaba la pluma hábilmente, con especialidad en los asuntos históricos y económicos, y fué colaborador valioso primero en La Bazilia, de Mayagüez, y últimamente en El Pueblo, de esta ciudad.
que habían permanecido hasta entonces indiferentes á esa clase de útiles ocupaciones. Más tarde decidió volverse á la Capital, deseoso de aspirar el ambiente del lugar donde había nacido y á donde lo llamaban tantos recuerdos caros á su corazón. Allí, siempre en actividad su cerebro pensador, dando movimiento á su incansable pluma y á sus labios, pues era un polemista irreducible; luchando por sus ideales hasta el instante mismo de su muerte inesperada, traidora y dolorosa, Tapia ha servido á su país, á las letras, al progreso, á la cultura humana.
Fué además un diletante fervoroso. Entusiasta adorador de la buena música, á él y al laborioso Profesor de piano don Fermín Toledo, debe la Capital de la Isla la fundación de la Sociedad de Conciertos; esa Sociedad que tanto ha contribuido á depurar el buen gusto en el público, así como ha desarrollado la perfección en los músicos ejecutantes.
Tapia dejó inéditas dos obras que sin duda contribuirán á aumentar su fama póstuma. Las Memorias de Puerto Rico y la novela Póstumo envirginado, continuación de Póstumo el trasmigrado. La última ya ha sido publicada; la primera debe serlo, pues indudablemente ocupará puesto distinguido en nuestra mermada Biblioteca histórica.
Bajo el punto de vista político, Alejandro Tapia no ha dejado de servir á su país, y en 1868 hallándose á la sazón en Madrid en unión de los portorriqueños José Pascasio Escoriaza, Manuel Alonso, Eugenio María de Hostos, José Loredo, Julio Vizcarrondo, Álvaro Becerra, Luís Padial, Santiago Oppenheimer, José Rafael Vizcarrondo y Coronado, Sotero Vizcarrondo y Mongrand, Lorenzo Carbó, Manuel Bacener, José Bacener, Manuel Elzaburu, Heraclio Gautier, Manuel García Maitín y Ramón Lizón y Valverde nombres que hemos citado porque su esfuerzo nobilísimo los hace acreedores á esta distinción pidió al Gobierno Provisional de la revolución de Setiembre los derechos y libertades por los que tanto hemos trabajado todos los que amamos este pedazo de tierra española.
Los puntos principales de tan patriótica petición fueron los siguientes:
1º Establecimiento del Gobierno Civil con independencia del militar.
2º Diputación provincial y Ayuntamientos en todas las poblaciones de más de 300 vecinos, elegidos aquélla y éstos por sufragio universal.
3º Libertad para los esclavos nacidos desde el día 17 de Septiembre y los que nacieran en adelante.
Debemos recordar también que, enfermo Félix Padial en 1880, y retirado al pueblo de Bayamón, tuvo que prescindir de la dirección del periódico El Agente, que entonces era diario, y el fecundo publicista de que nos ocupamos fué un valioso colaborador en la parte editorial.
La Junta Directiva de la Feria de Ponce tuvo á bien elegir á Tapia miembro del Jurado del Certámen literario. Aquél aceptó tan merecida distinción, y fué su ánimo concurrir á ocupar tan delicado puesto; pero por una parte las exigencias de su destino, que no le permitían separarse un solo día de la oficina, y por otra el estado de su querida esposa, que se hallaba en momentos siempre graves y solemnes para su esposo, le impidieron realizar sus deseos de visitar á Ponce, ciudad que según sus palabras, amaba mucho.
En una carta que dirigiera al Sr. Marín (don Ramón), manifestándole su sentimiento por no poder concurrir á la Feria, estampa los siguientes conceptos, en los que se adv ierte
cierta amargura y así como el presentimiento de su cercana muerte:
“Mi fe en el progreso es la misma de siempre o más febril que antes, sin duda porque estamos de despedida. Ella permanece en mí porque el progreso obedece á la lógica fatal é imprescindible de las cosas, y mi amor á él obedece á la lógica fatal de mi organismo.
“Aplaudo desde aquí la Feria, y que obtengáis los benéficos resultados que os proponéis, en mi deseo.
“Como no os faltarán personas que sirvan para el Jurado y estén más dispuestas por su afición y entusiasmo literario, no tengo el pesar de que pueda haceros falta.
“Que me dispense el retraimiento esa ciudad, que amo mucho, y, creedme los que conocéis mi corazón, no dejaría de ser grata á mis cenizas la sombra de uno de esos poéticos y queridos arbolitos.”
La Feria de Ponce se verificó del 1º al 16 de Julio de 1882: tres días después moría súbitamente el que con tanto sentimiento se expresaba.
Tuvo la triste visión de su muerte, y manifestó vehemente deseo porque sus ceniz as reposasen á la sombra de uno de los poéticos arbolitos de Pocne de su adoración.
Creemos que á los manes de Tapia agradará que se cumpla ese deseo.
Por nuestra parte reconocemos que fué su vida laboriosa, fecunda en resultados intelectuales, y nos inclinamos reverentes y conmovidos ante la tumba que hoy guarda sus despojos venerandos.
Me llama la atención el trabajo de Zeno Gandía por su fuerza y vehemencia en cuanto a reafirmar la importancia de la historia y la interpretación de los hechos y las figuras nacionales. Mientras que Figueroa tiene un tono más bajo, usando los recursos historiográficos de citar a otros, no asume una voz de autoridad sino que presenta lo que dicen otras voces o los escritos del personaje que estudia, como si estuvieran hablando ellos y luego él comenta. Esta es una forma objetiva y no se compromete, no interpreta porque ellos son los que dicen. No obstante Sotero luego se entrega a la causa independentista. Figueroa gana el premio pero el de Zeno estaba mejor escrito y con mayor valor patriótico. Creo que Sotero Figueroa escribió de esa forma para asegurarse un buen lugar y el premio en efectivo porque luego de ganarlo se fue a Nueva York y expresa abiertamente la radicalización de su pensamiento. Fue el editor encargado de Patria el periódico revolucionario fundado por José Martí para sostener la causa de la independencia cubana y puertorriqueña por lo que el Partido Revolucionario Cubano luchaba.
Cuando Zeno va a Nueva York en 1890 y se reúne con Martí, es sumamente probable que no haya estado con Figueroa, máxime cuando solicitó una carta de recomendación a Martí para irse a Argentina24. Participa en la reunión de la Sociedad Literaria y lo reconocen como el poeta de La Palmada. En la década de 1920 se reafirma la decisión de Zeno Gandía a favor de la independencia de Puerto Rico dispuesta desde 1912 cuando es cofundador del Partido de la Independencia.
Parte de la inmensa aportación de Eugenio María de Hostos al pensamiento, el derecho y la historia es la atención al proceso de la conducta para alcanzar el ser integral en el ejercicio de la equidad. Manuel Zeno Gandía por medio de historias de los personajes en las novelas logra presentar un cuadro de la sociedad que nos lleva a una
24 José Martí, Obras Completas, Instituto Cubano del Libro, La Habana, Cuba, 1973, t. 20 :398 399.
interpretación histórica, a su vez Sotero Figueroa dedica su vida a la acción libertaria de las dos Antillas: Cuba y Puerto Rico.
Muere Hostos en 1903; Figueroa en 1923; Zeno en 1930. Los tres estuvieron unidos por el amor a Puerto Rico, lucharon por el desarrollo de la conciencia libertaria, la búsqueda del saber, continuaron la labor de Tapia y Rivera, la que todos conocieron y le otorgaron respeto. Coinciden en el estudio que es la base fundamental del desarrollo del pensamiento; y la literatura como fuente de la expresión del sentimiento y el conocimiento. Se comprometen a identificar los actos, incidentes y analizarlos de acuerdo a las circunstancias coloniales que les impedían el estudio libre. Tal fue el caso de Manuel Alonso cuando en El Gíbaro indica: Volvamos la vista hacia aquella patriarcal colonia, tan fértil en frutos como exhausta en instrucción… 25
A tenor con el teatro escrito por Alejandro Tapia y Rivera, no sólo presenta la realidad sino el deseo de cambiarla y transformarla, mediante la oposición de lo que es, con lo que debe ser. Tapia buscaba cómo trabajar la palabra para decir e implicar más de lo que se piensa. Eugenio María de Hostos apoya esta representación de la sociedad, el tratamiento sociológico de la literatura. En el caso de Zeno y Figueroa, de la literatura pasaron a la acción política, pero a Tapia no le dio tiempo, aunque opinamos que su acción política fue la cultura. El propósito de rescatar los documentos como fuentes primarias para el entendimiento y el análisis de la situación colonial, sumado a la producción literaria como fuente del proceso de pensamiento, fue su aportación al afianzamiento de las voces y el pensamiento puertorriqueño. Hostos, Zeno y Figueroa así lo reconocen.
25 Manuel Alonso, El Gíbaro , Clásicos de Publicaciones Puertorriqueñas, San Juan , Puerto Rico, 1996:xix.
Mucho se ha escrito sobre la ubicación del teatro de Alejandro Tapia y Rivera (1826 1882) dentro del período romántico en las letras puertorriqueñas. Las aseveraciones y las esperadas discusiones van desde notas en textos de calidad probada como Historia de la literatura hispanoamericana en la que Raimundo Lazo le dedica la mayor cantidad de espacio (292 298) y Literatura hispanoamericana contemporánea donde José Luis Martín hace una brevísima mención (118), hasta Introducción a la literatura hispanoamericana donde Ángel Luis Morales no hace referencia al teatro de Tapia. Además, hay menciones más elaboradas como las de Antonia Sáez, Angelina Morfi y Emilio J. Pasarell en sus respectivos títulos: El teatro en Puerto Rico, Historia crítica de un siglo de teatro puertorriqueño y Panorama teatral de Puerto Rico en el siglo XIX . Sin embargo, poco se ha escrito y comentado sobre cuán vasto o no fue el influjo si hubo alguno de Henrik Ibsen, dramaturgo noruego del siglo XIX, sobre el teatro del puertorriqueño Tapia y Rivera. Dicho influjo se ha estudiado en comparación con otras dramaturgias hispanoamericanas la uruguaya y la argentina, por dar dos breves ejemplos.
Antonia Sáez señala el vínculo estrecho y directo con el romanticismo en el segundo capítulo titulado “Teatro romántico” de su libro El teatro en Puerto Rico:
El teatro en Puerto Rico, al igual que las demás manifestaciones artísticas, tiene sus comienzos en la segunda mitad del siglo diecinueve; y aunque ya en Europa el movimiento romántico había evolucionado; surge aquí el teatro con verdadero carácter romántico; fenómeno que se explica: primero, por lo tarde que llegaban a América las corrientes culturales europeas; segundo, por el eco de las ideas de libertad e individualismo propias de los románticos encontraban en el espíritu de nuestros poetas.... (15)
Debido al desarrollo de temas como el histórico, el honor y el amor contrariado, Sáez concluye en sus reflexiones que la producción dramática en Puerto Rico durante la segunda mitad del siglo XIX estaba bajo el influjo romántico. Sobre las obras de índole histórico de Tapia (como Bernardo de Palissy o El heroísmo del trabajo) Sáez comenta brevemente que éstas “...presentan los mismos caracteres: [que en el romanticismo] ...ansia de libertad, exaltación del valor, del heroísmo y de la abnegación; alejamiento de los temas nacionales... (30)”. En relación con los temas del honor y del amor (vistos, además, en La parte del león y en La cuarterona), agrega Sáez:
...es de muy escasa originalidad... no tienen caracteres peculiares de la vida de nuestro país... [o] a pesar de su fuerte tradición española... se apartan del teatro romántico europeo y del español, en que el tema del amor
tiene, por lo general finalidad satisfactoria, cuando en el teatro europeo es generalmente desdichada. (Ibídem)
Angelina Morfi ofrece puntos de vista más equilibrados y a la par con las intenciones de este trabajo. En el tercer capítulo de su Historia crítica de un siglo de teatro puertorriqueño, nos ofrece un Tapia con marcados rasgos románticos: mezcla del verso y de la prosa, variedad en la métrica, rompimiento con las unidades de tiempo y lugar, insatisfecho con las expresiones del realismo que se iba imponiendo hacia finales del siglo XIX y, a la misma vez, un escritor que, por necesidad, incluye elementos de su realidad en su teatro, similares a algunos expuestos por Ibsen en el suyo. Veremos, más adelante, características del teatro de tesis y de justicia social de Ibsen, junto a varias defensas de los derechos de la mujer, y los necesarios conflictos con el romanticismo en los personajes de La mujer en Bernardo de Palissy; Julia y Emilia como representantes de la transición entre ambos movimientos literarios en La cuarterona; y como “casi” calcos ibsenianos, sin llegar al plagio ni a la burda imitación, Carolina y Hortensia (esposa y amante, respectivamente) en La parte del león
Es imposible precisar el momento en que hacen su aparición los nuevos movimientos literarios. Tomemos en cuenta, además, que la nomenclatura dada a estos movimientos sucede una vez pasados muchos años de estudios por académicos y doctos en las variadas materias. Podemos poner como mínimos ejemplos de lo que luego se le llamaría realismo, la sutil aparición de elementos cronológicamente precisos en los vestuarios y diseños de escenografía en el teatro de la Alemania del siglo XVIII o el cambio en foco de la acción a la introspección psicológica (característica de varios personajes ibsenianos) de algunos personajes en las obras de Marivaux, también del siglo XVIII, que precedieron a la Revolución francesa. En ambos países, el denominado realismo no llegaría hasta casi un siglo después, pero la necesidad de presentar
situaciones lo más cercanas a la realidad estaba ya presente.
El influjo de elementos románticos es el más obvio en Tapia. El amor que se busca por encima de las normas de la sociedad que van en su contra aparenta ser el tema principal al leer sobre la relación del joven y supuestamente rico Carlos con la mestiza Julia en La cuarterona. El regreso a otras épocas en la historia, la “búsqueda de refugio en el pasado” que menciona Morfi (47), es también típico del romanticismo. Bernardo de Palissy nos lleva a la Francia del siglo XVI bajo el reinado de Carlos Nono. La lucha contra el Destino que termina vencedor, el suicidio o la muerte por pena que siguen a los finales sorpresivos se encuentran nuevamente en La cuarterona: Julia se envenena y muere luego del supuesto casamiento de Carlos con Emilia y sin descubrir que es hija ilegítima de don Críspulo, miembro de la alta sociedad en Cuba. En Bernardo de Palissy, el personaje titular, luego de ser encarcelado por sus creencias religiosas como hugonote, muere de tristeza en brazos de su hija. La lucha por la recuperación del honor, tema cuyos trazos aún se ven en el romanticismo pero que habían cobrado fuerza durante el siglo de oro español (el pundonor) y el neoclasicismo francés, es clave para los dos personajes femeninos en La parte del león. Incluso el aparte, recurso estilístico del teatro de los siglos XVI y XVII, poco visto en el XVIII y casi inexistente en el XIX, cobra nueva vida en Tapia, quien, además, utiliza dichos apartes como claros recursos dialógicos. Hay páginas completas de “diálogos” dedicadas al aparte tanto en Bernardo de Palissy como en La cuarterona, pero casi nada en La parte del león, su obra más cercana al realismo en la que vuelve “a preocuparse por un problema social de su tiempo; la desigualdad de la mujer en el matrimonio (Morfi, 68)”.
Las razones para que Tapia no quepa tan cómodamente dentro de los márgenes del romanticismo son varias. La relación política de Puerto Rico con España en los años que le tocó a Tapia escribir es una de peso. Sus creencias libelares y reformistas, sus deseos
de que los derechos de la isla se unieran a los de las penínsulas españolas, su visión de la educación como, quizás, única arma para el progreso de los individuos, tomaban precedencia sobre cualquier estilo o movimiento literario reciente o del momento y, quizás sin percatarse de ello, se hacían eco de dichos estilos o movimientos.
Cuando surge nuestra literatura dramática, ya España y el resto de Europa habían experimentado la eclosión romántica. Liquidado definitivamente el rigorismo de los preceptos neoclásicos, los signos románticos señorean en la literatura y en la vida. En Puerto Rico, dentro de una tendencia preferentemente ecléctica, es la modalidad romántica la que inscribe más rasgos. (Morfi, 37)
Tapia sí podía utilizar sus vastos contactos con estas literaturas europeas y sus conocimientos sobre ellas para, desde una perspectiva veladamente puertorriqueña, escribir sus variadas tesis. Este proceder es similar al que experimentó el dramaturgo uruguayo, Florencio Sánchez, al disfrutar de la intertextualidad con obras de dramaturgos que habían estado influídos por Ibsen.
En sus “Conferencias sobre estética y literatura”, Tapia expresa lo que reconocemos como su intertextualidad con autores románticos:
La dama de las camelias de Dumas, hijo; Don Juan de Mañara y Margarita de Borgoña de Dumas, padre; Marion Delorme y El rey se divierte de Víctor Hugo, en los cuales lo anti estético, el vicio, el libertinaje está en primer término, no pasan como obras de arte a pesar de los encantos de sus formas y detalles, de los buenos elementos dramáticos que encierran y de la ingeniosa y artística trama de algunos de ellos.... (Morfi 43)
Por otra parte, conocía yo los dramas de Dumas y Víctor Hugo, Cristina de Suecia y María de Tudor: ambas reinas hacen matar por celos a sus amantes. La lectura de estas obras me hizo tomar suma afición al drama histórico romántico, con sus grandes contrastes y
sombrías pasiones... (Tapia, Mis memorias 124)
Pero, esa “actitud romántica de buscar refugio en el pasado” (Morfi, 47) vista en Bernardo de Palissy o en Vasco Nuñez de Balboa o, incluso, la técnica de no ubicar sus obras en Puerto Rico, tiene otros motivos enmascarados. La Cuba de La cuarterona, la España de La parte del león y la Francia de Bernardo de Palissy son otros lugares en donde poder trabajar o expresar las circunstancias de Puerto Rico y las creencias sobre libertades individuales, sobre raza o sobre género por las que abogaba nuestro dramaturgo. Eran, estas circunstancias, realidades que Tapia veía a diario en su entorno, no ejemplos de un realismo en boga ya para el 1879 como el que se ve en Casa de muñeca de Ibsen. Si tomamos en cuenta que La parte del león es de 1878 y que, tradicionalmente, al personaje de Carolina en esta obra se le compara con el personaje de Nora en aquélla, ¿no se le ha hecho un flaco servicio a nuestro Tapia al anteponerle su colega noruego?
Con el cuestionamiento y planteamiento sobre el papel de la mujer en la sociedad, le corresponde a Tapia con La parte del león, un papel similar al de Henrik Ibsen (1828 1906) con Casa de muñecas (1879). Como es de suponer, nos referimos al aspecto ideológico, ya que comparado con el nuestro, el dramaturgo noruego presenta nuevamente una habilidad muy superior en la construcción dramática de sus obras. (Morfi, 70)
107 No olvidemos que Ibsen también pasó por su período de dramas románticos en verso (Lady Inger de Ostraat, 1855, Peer Gynt, 1867) antes de volcarse en su realismo social con la mencionada Casa de muñeca, Espectros (1881) y Hedda Gabler (1891) entre otras. Es, por consiguiente, innecesario examinar el influjo directo de un autor sobre otro cuando, en realidad, lo que vemos en las obras de ambos son claros reflejos de puntos de vista en común, aunque individuales, de dos miembros de una misma sociedad mundial. Es en varios de los personajes femeninos de la dramaturgia de Tapia que vemos, a nuestro entender,
buenos ejemplos de una posible intertextualidad con obras del realismo que ya se veía en las tablas europeas. Vemos, además, cómo Tapia aprovecha el mecanismo del drama para darle voz a una de sus muchas creencias democráticas, los derechos de la mujer.
Aún así, es interesante por demás, echarle un vistazo a cómo reaccionó Tapia al influjo del realismo en el teatro que él y otros empezaban a trabajar hacia finales del siglo XIX.En un análisis de las “Conferencias sobre estética y literatura”, Angelina Morfi dice:
...su admiración por las obras románticas del primer período, unido a las reservas que siente por el realismo son el fundamento de la mayoría de los juicios que emite. Veámoslo insatisfecho con las obras del momento: ‘Pero, ¿qué viene a ser la mayor parte de nuestras obras de teatro? No parece sino que acabaron para nuestra escena, las grandes pasiones de los Manriques, Macías y Marsillas; los grandes heroísmos de los Guzmanes y Padillas; los grandes caracteres; y gracias que tengamos entre algunas pocas obras, una innegablemente bella, Locura de amor y los celos de un Yorick. ... No mencionaré aquí las tentativas de problemas sociales confusamente planteados con desmedro de la obra artística por la falsedad de sus términos.... (48 49)
De la cita anterior podemos captar varias cosas: que el romanticismo primitivo estaba en decadencia y que a su vez, el gusto por el realismo iba asomando a pesar de las reservas de Tapia; que todavía el neoclasicismo hacía sus guiños seductores; y que también Echegaray, aunque no lo nombra, impone el anacrónico Romanticismo. (Ibídem)
Es evidente el conflicto entre la tradición literaria de Tapia, basada en el romanticismo y el cambio hacia el realismo que esta misma tradición va experimentando utiliza, incluso, el término naturaleza que, un poco después, le daría nombre a una vertiente del realismo, el naturalismo.
Nos lleva todo esto a un comentario de la propia Angelina Morfi, en el que, en medio de un estudio sobre los personajes femeninos en Roberto D’Evreux, primer ensayo dramático de Tapia, y en Bernardo de Palissy, tilda a la mujer de este último de “incomprensiva y díscola” (56). El diálogo que Morfi utiliza de ejemplo, una vez estudiado desde una perspectiva contemporánea, nos muestra a La mujer (a quien nunca se le da nombre propio) con los pies en la tierra, clara ante su situación económica inmediata. Los sentimientos de esta mujer enmascaran los de todo un género.
La Mujer: Señor, por piedad, quiero saber si es lícito en razón
que os estáis sumergido en la inacción.
Eloísa: (¡Oh, triste padre mío!)
Palissy: Que tal me preguntéis es desvarío. No hallé jamás encanto en la inacción.
La Mujer: No os quiero decir tanto Mas la triste experiencia pruébame lo falaz de vuestra ciencia. Costosa no sería si os curase la ciega fantasía; a no ser que la casa queráis aún convertir en roja brasa, que poco os ha faltado.
Palissy: Como quieras, mujer.
Eloísa: (¡Oh, desdichado!)
Palissy: Te juro por mis males, que son para mi ser hoy más fatales
que los daños sufridos, las razones que hieren mis oídos; y más que el duro hado me haces tú, oh mujer, desventurado.
La Mujer: ¿Injusta me llamáis? ¿porque gimo los males que causáis?
¿Os pongo en el suplicio porque os digo que váis al precipicio?
¿Queréis que no vea seria que lleváis la familia a la miseria? Decidme, ¿los dineros que en un tiempo ganásteis?...
Palissy: (¡Hados fieros!)
La Mujer: Decidme ¿a dó son idos?
Miradlos en despojos convertidos. Palissy: Mujer, no me comprendes, y el pecho en iras y en dolor enciendes.
(Acto II, escena VII, 58 61)
Más adelante, en la escena XVI del Acto II que culmina la primera parte de la obra, tenemos un último encuentro con La mujer. Nos enteraremos, comenzado el Acto III, que ella ha muerto; su participación (y todo lo que esto conlleva) termina en la primera parte de la obra. Sus palabras y agudos comentarios, sin embargo, quedan en la mente del lector.
En un juicio crítico publicado en El Mercurio de Puerto Rico, en ocasión de recibir la edición de la obra hecha en La Habana, Román Baldorioty de Castro hábilmente comenta en sus últimos párrafos las veladas razones de esta obra de Tapia:
Bernardo de Palissy goza además de una cualidad rara en los dramas de nuestros días: él puede estar en la mano de la joven inocente así como en las del hombre de gravedad. A la una enseñará a sacrificar sus vanos caprichos, y aun sentimientos profundos en aras del deber: al otro presenta un gran ejemplo, una lección sublime para luchar con la desgracia y salvar el honor en los casos más árduos de la vida.
¡Plegue a Dios que la juventud de toda la Isla sepa estimar el trabajo bello y puro de un compatriota ausente que consagra sus vigilias al estudio, y que se desvela por honrar a fuerza de laboriosidad y de talento el país en que nacimos!” (Tapia, Bernardo de Palissy, 167)
Sobre los personajes y cómo los redactó Tapia, esto dice Morfi:
Resulta interesante notar en el drama que a Tapia se le hace difícil recrear la idiosincrasia noble; sin embargo, la figura del alfarero en su condición económica desesperante y su deseo de conseguir la obra perfecta, resulta completamente verosímil.... sin embargo, la protesta de su esposa [a quien la misma Morfi ha tildado de “incomprensiva y díscola”] ante lo que ella cree es despilfarro de dinero nos
parecen naturales y convincentes. Incapaz de emocionarse ante el arte, exhibe un carácter inflexible, riguroso, incomprensivo, hostil al empeño de triunfo de su esposo. El modo de enfocar sus rasgos de carácter, lo sitúan cerca del Realismo. (59)
En La cuarterona nos topamos, una vez más, con varios ejemplos de transición entre el romanticismo y el realismo. Quedan por encima de varios posibles motivos para escribir la pieza, los temas del racismo y las posiciones sociales y económicas de la clase hacendada decimonónica caribeña. Aunque ubicada en Cuba, las situaciones raciales y sociales expuestas en la obra eran las mismas en Puerto Rico; y es por medio de un personaje femenino que Tapia aboga por su punto de vista.
Pese a que Tapia no poseía el temperamento de observador capaz de crear para el teatro dentro de un ambiente de color regional, en La cuarterona, cuya acción se desarrolla fuera de Puerto Rico, plantea un problema de resonancia puertorriqueña. (Pasarell, 12)
De primera intención y una vez concluida la lectura de esta obra, Julia, uno de los personajes femeninos principales, nos puede traer a la mente la clásica heroína romántica que muere por amor. Incluso su muerte, suicidio por medio del envenenamiento, y el subsiguiente descubrimiento por parte del público de la verdadera paternidad de alcurnia de la protagonista son clásicos ejemplos románticos Julia también es hermana muerta. Sin embargo, Tapia juega con ciertos conceptos tradicionales y les añade aspectos más cercanos a la realidad. La alcurnia de la condesa y su hijo Carlos es una venida a menos. Necesitan efectuar el matrimonio de él con la adinerada Emilia para volver a llenar sus arcas. La lucha de Carlos contra un matrimonio arreglado de antemano por su madre, la condesa, y los melodramáticos visos de alivio cómico en Luis, amigo de Carlos, nos informan que Tapia no escribe la obra dentro de un marco estrictamente romántico. Los mejores ejemplos de esto último son dos de los
personajes femeninos mencionados: la mestiza Julia y la blanca Emilia. Una nueva lectura de esta obra arrojaría luz sobre el hecho de que el discurso de Julia no es tan sumiso como el del tradicional concepto de una heroína romántica. En uno de los varios soliloquios dialógicos que Tapia utiliza a través de toda la obra, la oímos decir:
JULIA: ¡No se aman y van a unirse! El sí que van a pronunciar es una blasfemia. ¡En mis labios y en los de Carlos sería una verdad que nos abriría en la tierra un paraíso! Cuando pienso que podría decir a esa joven altanera: ‘Un puesto que sólo el amor debe dar no pertenece a usted; usted es indigna de estrechar esa mano. Ese hombre tampoco le pertenece, porque ama a otra, porque me ama, sí, a mí, y porque yo le idolatro. Usted con toda su soberbia no es capaz de comprender ni estimar ese tesoro. Ese tesoro pertenece a la pobre mujer que usted desprecia, pero que tiene más derecho que usted al puesto que fríamente le ha robado. Escuche usted, mujer vanidosa y yerta como el egoísmo. ¿Quiere usted hacer la prueba? Pronuncie el nombre de Julia a los oídos de ese hombre, y verá cómo palpita su corazón.’ (224‐225)
En ninguno de los textos consultados para este trabajo se hace referencia al personaje de Emilia, la prometida de Carlos y obvia contraparte de Julia tanto en términos de raza cuando expresa “No transijo con mulatas.” (215), como en el social:
Algo da el roce con su señora y algo toma de las gentes con quienes aquélla se trata. Y en verdad que hace muy mal la condesa en imponerla a sus conocidos. Por poco, a no haberla mirado con el desdén que merece... ¡qué sé yo! Creo que se hubiese atrevido a darme la mano. (Ibídem)
Más adelante, en esa misma escena que citamos, descubrimos en Emilia una mujer un tanto adelantada a su tiempo, con sus ideas sobre las genealogías y sobre el matrimonio:
EMILIA: Si su hijo lleva un título, yo llevaré lo que acaso tenga que envidiarnos. Ni yo estoy tan descontenta de mi mérito: cada cual lo suyo.
CRÍSPULO: Pero enlazarte con un apellido como el suyo vale algo.
EMILIA: Yo creo que no tanto como para aceptarlo sin condiciones.
CRÍSPULO: Pero eso de que tus hijos puedan ser parientes del rey que rabió...
EMILIA: ¡Vaya!
CRÍSPULO: La condesa me dijo el otro día que tiene qué sé yo cuantos abuelos.
EMILIA: ¡Toma! Abuelos los tiene todo el mundo.
CRÍSPULO: Pero no conocidos. ¿Sé yo por ventura quiénes fueron los primeros de mi apellido que hubo en el mundo?
EMILIA: ¿Y qué falta le hace eso? Llamarse condesa es algo, pero lo de adquirir genealogías, usted mismo me ha dicho que es muy fácil.
...CRÍSPULO: Además, quiero que puedas pavonearte llamándote condesa.
EMILIA: Pero, papá, ¿no podría yo serlo con tanto dinero como tiene usted para conseguirlo, sin recurrir a un casamiento? A la verdad, me hallo muy bien soltera. (216 218)
Es en su última obra de teatro donde Tapia hace más claras las inevitables influencias del realismo. La parte del león es la que más se asemeja al estilo realista de Ibsen la obra comienza con la trama central “in media res”, puesta ya en marcha muy del teatro de Ibsen o de Ánton Chéjov, su contemporáneo ruso. Como lectores, nos topamos con la relación ilícita de Fernando y Hortensia ya en proceso desde la primera escena del Acto primero. Hábilmente, Tapia pone en boca de dos hombres el eterno conflicto sobre el matrimonio y la posición de desventaja de la mujer en éste.
JUSTO: Podrás probarme, querido Fernando, que el matrimonio no es institución perfecta; pero no llegarás a convencerme de que no es esencialmente indispensable.
FERNANDO: Alguien ha dicho que el matrimonio es la tumba del amor.
JUSTO: Entonces, todo marido debe ser justo, y consentir que su mujer le mida por igual rasero.
FERNANDO: ¡Oh! eso ya es otra cosa.
JUSTO: ¿Hay acaso dos morales o dos justicias? ¿Tiene por ventura sexo el alma?
FERNANDO: Pero el pecado en la mujer es diferente: las consecuencias no son las mismas.
JUSTO: La culpa no la constituye las consecuencias; y además, ¿quién dice que éstas no son iguales?
FERNANDO: ¡Qué disparate! Caro tío, perdone usted; pero se llama usted Justo, y quiere serlo o parecerlo a todo trance.
JUSTO: En resumen; vosotros los maridos os tomáis en el matrimonio la parte del león, o como se dice vulgarmente; lo más ancho del embudo. (277 278)
Tapia se iguala con Ibsen desde el momento en que varios de sus personajes, incluso los masculinos, expresan puntos de vista que se podrían considerar adelantados en su momento. Tenemos como mínimos ejemplos el tema de la posición social visto en Hedda Gabler y en Casa de muñeca: “Es preciso, si hemos de cumplir con la sociedad.” (La parte del león, 283); el sorprendente salto a lo que se vería en el siglo XX: “Cualquiera le tomaría a
usted, tío, por partidario del libre amor y la disolución social.” (Ibídem, 284); hasta el uso de un niño para hacer comentarios para los que se necesitaría alguien de mayor edad, similar a El pequeño Eyolf o a El pato salvaje, ambas, también de Ibsen. Sin embargo, es con los dos personajes femeninos centrales de La parte del león con los que Tapia se abre paso en el realismo, quizás sin percatarse de ello o muy a disgusto suyo, como hemos visto antes. Carolina, la esposa engañada, se nos asemeja a Hedda Gabler, en un soliloquio que también nos recuerda al de Julia en La cuarterona, pero con un punto de vista mucho más avanzado:
CAROLINA: ...El desvío de un esposo, ¿no es bastante para justificar semejante amor a la soledad? ¡Ah! ¿por qué no he de atribuirlo también a otro recuerdo que a mi pesar me asalta?
¡Melancólico recuerdo que acibara mi existencia! ¡Ellos ignoran y no puedo decirles que allá en América quedó suspirando por mí un corazón que se queja de vivir sin esperanza!.... ¡Qué desgraciado es! ¿Pero lo soy yo menos si estoy siendo su verdugo? ¿Yo, que quizás no esperé bastante, y fue ligereza mi casamiento?... Sea como sea: el deber antes que todo.... (293 294)
La escena XIII, última del Acto primero de la obra, es clave al establecer la igualdad entre Carolina y Fernando, marido infiel y mujer engañada. Tapia escuétamente los pone en igualdad de condiciones:
CAROLINA: Es también amigo de Valdemar, que lo fue de Hortensia.
FERNANDO: ¿Qué dices?
CAROLINA: ¿Ella también vendrá esta noche?
FERNANDO: ¿Por qué no? ¿No es amiga nuestra?
CAROLINA: Creo que habrás tenido tiempo de recomendarle la asistencia, cuando la acompañaste al coche.
FERNANDO: (¡Pero será posible que esta mujer...! No puedo creerlo... Sin embargo; si esto ha tomado vuelo por allá, por América...!)
CAROLINA: ¡Estás pensativo! ¿El nombre de Valdemar te ha causado efecto?
FERNANDO: ¡Buena tontería...! En fin, basta de bromas. ¿Quién es ese caballero, ese Miranda, que acaba de salir?
CAROLINA: Un amigo que viene de América.
FERNANDO: ¿Le conociste allá?
CAROLINA: ¿Por qué negarlo?
FERNANDO: ¿Qué piensas de su venida?
CAROLINA: Que le habrán traído sus negocios, y es mensajero de una visita para ti.
FERNANDO: (Con impaciencia.) Quiero saber algo más.
CAROLINA: Pues nada más tengo que contarte.
FERNANDO: ¿Y habré de tolerar que mi mujer tenga amigos antiguos?
CAROLINA: ¡Qué! ¿No es también de buen tono eso?
FERNANDO: No hay buen tono que valga.
CAROLINA: ¿No tienes tú también amigas antiguas? (310 314)
Al finalizar la obra, Carolina quedará sola con el estigma que su sociedad le impondrá. Enrique, el hombre que la ama, muere en un duelo con el marido que la ha engañado. El marido abandona para salvar su honor. Contrario a Nora en Casa de muñeca, a Carolina sólo le queda su hijo para cuidar. El duelo final puede muy bien ser simbólico del duelo que, muy a disgusto de Tapia, libraban el romanticismo y el realismo en su teatro.
Termina Angelina Morfi sosteniendo su tesis que, de paso, sostiene las intenciones de este trabajo:
Vemos, pues, que Tapia abona su drama con sustancia realista. Resulta, pues, que no obstante haber considerado el realismo (en sus Conferencias sobre estética y literatura) como vil copia de la realidad, su conciencia alerta no podía rechazar los asuntos vitales de su tiempo. Además, el momento histórico reclama nuevos enfoques. (62 63)
Entendemos que, iniciado el siglo XXI y a punto de cumplir su primera década, urge la necesidad de dar nuevas lecturas a toda la obra de nuestro “primer puertorriqueño” y de reevaluar su posición en nuestras escuelas o movimientos literarios.
Bibliografía
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Lazo, Raimundo. Historia de la literatura hispanoamericana. México: Editorial Porrúa, S. A.. 1967.
Martín, José Luis. Literatura hispanoamericana contem poránea. España: Edil Española. 1972.
Morales, Ángel Luis. Introducción a la literatura hispanoamericana. Puerto Rico: Editorial Edil, Inc. 1994.
Morfi, Angelina. Historia crítica de un siglo de teatro puertorriqueño. Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña. 1980.
Pasarell, Emilio J. Panorama teatral de Puerto Rico en el siglo XIX. Ciclo de Conferencias sobre la literatura de Puerto Rico. San Juan, Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña. 1972.
Sáez, Antonia. El teatro en Puerto Rico. Puerto Rico: Colección UPREX, Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico. 1972.
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Taylor, John Russell. The Penguin Dictionary of Theatre. Hazell Watson & Viney Ltd. 1970.
Wilson, Edwin & Alvin Goldfarb. Living Theater: A History. McGraw Hill, Inc. 1994.
La presente conferencia es un breve resumen del capítulo 4 de la biografía que trabajo en este momento titulada Tapia: el Primer Puertorriqueño y que lleva título parecido al que he dado a estas notas.
Imposibilitado por la brevedad que nos hemos impuesto, de entrar en los jugosos detalles de una década de juventud, de alebrestada ensoñación y algo de irresponsable comportamiento, concentremos en la premisa que nos trae a este II Congreso Tapiano. Lo que sabíamos hasta hoy sobre el destierro de Tapia a España puede resumirse en los siguientes datos confirmables:
a)El 11 de septiembre de 1849 Tapia sostiene un duelo a pistola en un playa de Cataño con un Capitán de Artillería.
b)Que la razón conocida para este duelo fue la negativa de Tapia a cederle la acera a dicho Capitán porque éste se la pidió con brusquedad.
c)Según el mismo nos cuenta, sale herido, pero no de gravedad, gracias al botón de plomo de su chaqueta que detuvo la incandescente bala dirigida directo a su corazón.
d)Que obligado por el Gobierno de Juan de la Pezuela abandona la Isla en diciembre de ese mismo año.
A parte de la emotiva narración de algunos detalles, nada más nos dice Tapia de las reales motivaciones de este incidente tan
trascendental en su vida y que ciertamente es uno de los momentos más significativos del romanticismo puertorriqueño.
Sin embargo, a esta carencia de motivaciones, se añade el expediente sumario del referido destierro; preparado por el Secretario de Gobierno, tanto de Prim como de Pezuela, el Capitán de Milicias José Estevan.
Apunta además alguna ojeriza que instigada por Estevan, sostenía contra él Don Juan de la Pezuela, Conde de Cheste, como despótico Gobernador de esta Isla.
De inmediato nos preguntamos, ¿pudo un breve incidente de testoterona machista entre dos jóvenes, tener como consecuencia un destierro tan vergonzoso, tan escarmentador y severo? Ciertamente existe una gran desproporción entre la falta conocida y el castigo, y eso es lo que nos proponemos averiguar en estos breves apuntes.
En toda memoria escrita hay un contrato de credulidad entre el biografiado y el lector. Las Memorias de Alejandro Tapia y Rivera contratan a un precio bajísimo nuestra entrega incondicional a lo que nos cuenta. Siempre vamos a creerle a Tapia, desde su primera página. El biografiado de Mis Memorias tiene toda nuestra simpatía, hasta cuando narra sus faltas de carácter nos
parece que lo hace para que lo perdonemos con una palmadita de cariño.
El asunto es de qué modos y desde qué espacios vamos a creerle todo lo que nos dice, cuando es obvio que en este maravilloso libro que es Mis Memorias, encontremos justificaciones, culpa, vergüenza, dolor, angustia, cinismo y mucha, mucha interpretación y disgregación de una realidad histórica que se observa ya desde la madurez, muy lejana. Establezcamos esto con claridad, Tapia no estaba viejo cuando escribe sus Memorias; tenía solo 55 años. Sí estaba enfermo, muy cansado, probablemente agotado físicamente; y aunque no haya manera de saberlo, su ataque cerebral es el final esperado de una larga dolencia desconocida y secreta que debe haber cargado desde los 40 y tantos años. Hay varios testimonios que certifican esto.
Lo que sí es aún más retador, es el tratar de resolver la tensión existente entre lo que Tapia nos cuenta como hecho real e innegable, y lo que nosotros podamos averiguar, por otras fuentes y con otros documentos para contradecir, negar, ampliar, corroborar y confirmar esas memorias narradas por él.
En realidad no nos preocupa tanto que Tapia nos mienta, nos preocupa más lo que no nos dice y por qué no lo dice. Así, tomamos la narrativa de su propia vida con la honestidad con la que viene y nos concentramos en desentrañar lo que no está escrito, lo que omitió y por qué lo omitió. Sobretodo en lo relativo a este duelo, en el que ciertamente dejó fuera de su narración muchísimas cosas importantes para capturar el complejo panorama cultural y político de una identidad puertorriqueña en desarrollo.
A parte de la omisión como elemento de tensión en el análisis de este relato, tenemos que tomar en cuenta el escrúpulo, el prurito, la modestia o inmodestia que la época propone. Tenemos que instalarnos en dos contextos que tienen años de diferencia, es decir la distancia entre la narración del hecho y el hecho en sí mismo. En primer lugar, Tapia a los 55, recuerda un hecho que
sucedió a sus 22 años. Son 33 años de diferencia y de madurez, pues la narración de un hecho de temeridad como éste, se narra con más aprehensión y escrúpulo a los 55, que a los 22
Aunque Tapia siempre reclama justificación del asunto, reconoce su carácter pendenciero y lo justifica con la juventud, su relato no nos dice todo lo que ya sabemos del asunto. Inútil será especular el por qué de las omisiones. Así que lo mejor será tratar de resolverlas. Tal vez entre unas y otras encontremos la verdad que nos inquieta sobre este duelo.
Consideraremos tres circunstancias fundamentales de su juventud, como las reales moltivaciones del duelo y el
consecuente levantamiento de un expediente de destierro que lo hace salir de Puerto Rico en diciembre de 1849. Estas son:
1.Su medular participación en la fundación de la Sociedad Filarmónica y la censura de la primera versión de su Roberto D`vereux.
2.Su trabajo en la Intendencia y su relación con Manuel Nuñez, férreo opositor de Pezuela.
3.La sospecha del Gobierno de que Tapia era separatista.
Veamos estos tres asuntos en breves detalles.
1.Tapia y La Sociedad Filarmónica: Es a finales de 1843 cuando Tapia cuenta con 17 años y comienza relaciones con la Salomé tan dulcemente recordada en su Memorias. ¿Quién era esta jovencita? Su nombre real era María Salomé Vizcarrondo y Martínez de Andino. Según su partida de Baustimo, nació en San Juan el 21 de octubre de 1821, era cinco años mayor que Tapia, como bien él mismo señala. Lo que no dice y es obvio el por qué , es que Salomé era nieta del militar y conspirador puertorriqueño Andrés Vizcarrondo y Martínez (1774 1840), uno de los líderes de la conspiración militar del 1838, hecho histórico al que Tapia le dedica con sentidas frases exculpatorias, varias páginas de sus Memorias
Sabemos algunos datos más de ella, pero lo que viene a cuento, es que la inspiración amorosa de esta jovencita para con Tapia, servirá de resorte en la fundación de La Filarmónica. Y la Filarmónica será el primer grupo independiente de expresión artística más sólido y más activo de la primera mitad del siglo XIX.
Sabemos que la relación con Salomé se extendió por casi tres años, y que ésta pareció ser una firme y consecuente, pero cuando quiso ponerse más seria fue intervenida y detenida por el celo materno que acusaba a Tapia de no tener ni edad ni futuro. Razón que lleva a Tapia a ingeniar encuentros con la joven, y es de esta necesidad que surge la fundación de La Filarmónica.
Aunque Tapia exagera un tanto su liderato en la fundación de esta, lo cierto es que su juvenil entusiasmo organizó bailes y “tertulias” líricas que comenzaron con la primera presentación oficial del grupo la noche del 26 de noviembre de 1845 y la posterior unión de otros grupos de amigos con aficiones artísticas, según parece bajo su poder de convocatoria, que era mucho.
¿Qué fue la Filármonica, y por qué Salomé, y los amigos de Tapia entre los que se encontraban muchos de los jóvenes escritores del Aguinaldo, y otros no tan jóvenes, algunos de ellos actores y artistas del desaparecido Grupo Teatral Méndez Vigo, crean casi sin proponérselo, una vanguardia cultural independiente y fuera del ojo del Gobierno que será motivo de preocupación para el gobierno de Pezuela? Entendamos que el cúmulo de jóvenes que integra La Filarmónica, son los hijos de los comerciantes, soldados y empresarios pertenecientes a los sectores más liberales de San Juan. Liberales, en el sentido del “liberalismo” de esta década tensa y peligrosa como lo fue la década del 40 del Siglo XIX; liberales, si bien no opuestos al Gobierno, pero de conocida inconformidad con las “omnímodas” del Régimen, como lo fue, por ejemplo, la arbitraria cancelación por parte de La Pezuela del Colegio Central que se había
gestado bajo los Gobiernos del Conde de Mirasol (1846) y del Conde de Reus (1847). Este Colegio Central, para el que se habían recogido 30,000 pesos en sucripciones a lo largo de 1846 y 1847, había sido propuesto por las mentes más activas y culturalmente adelantadas del país, que entendieron que este Colegio resolvería la terrible carencia de un centro de estudios superiores en Puerto Rico. Liberales además, por llevar en ellos la semilla del reformismo “providencial”, que protestó agria y abiertamente contra las desigualdades sociales y políticas vividas entre San Juan y la Metrópoli.
Muchos de los jóvenes que aspiraban a estudiar en ese Colegio Central eran los cabecillas de La Filarmónica. Tapia entre ellos. Salomé por su parte, era nieta de los “sediciosos” Vizcarrondos. Y si era, como dice Tapia que era y no dudamos, una señorita principal, esta a su vez debía tener amigas que se aceptaran mutuamente bajo esas condiciones sociales. Tanto los Vizcarrondos, como los Quiñones, los Andino, los Martínez y los Zárates, eran reconocidas familias de la Sociedad capitalina, gente de mucho haber y de gran prestigio, pero ciertamente criollos muy conscientes de esa sutil distancia entre ser español de allá y ser español de acá.
En este ambiente veremos desenvolverse la juventud de Tapia, siempre enmarcada por un signo de fama.
En 1846, primer año de la
Filarmónica, Tapia con sus 21 años es un joven bien parecido, dinámico, franco, divertido, algo ruidoso, ensoñador, atrevido y según nos cuentan muchas otras fuentes, de una presencia grandilocuente, dramática y fogosa. Y según el mismo nos cuenta a lo largo de sus Memorias, tras una niñez traviesa en demasía por la que recibía frecuentes castigos , desarrolló una adolescencia pendenciera. Es en la juventud donde comienza a desarrollarse esa verbosidad de la que padecerá tanto en su madurez. Tal es, que desde niño será boquisuelto como cuando le gritó “carlista” a un compañero de clases con el que se
peleó, y por cierto, era también lo que mi abuela llamaba “rebascoso y contestón”, como veremos en la provocación al duelo.
Tapia, podemos decirlo dentro de un contexto contemporáneo, se cría “en la calle”. (Recuérdese si se quiere, la pasión autobiográfica que Tapia nos cuela en sencillos códigos1 a través de los personajes de sus novelas, como en el personaje de Eduardo en la novela La Leyenda de los veinte años (1874) y cómo Tapia describe esa imagen de sí mismo a esa edad.) En esos últimos años de la década del 40, tiene bajo su responsaibilidad a su madre y a su hermana, y goza de un salario de 150 pesos mensuales por su trabajo como Oficial Meritorio de la Secretaria de la Intendencia Hacienda y, rotas las relaciones con Salomé, mantiene dos romances dignos de mención por él mismo, el de la jovencita de padres anglosajones que le enseñó el inglés, y el de la apasionante viuda con la que vivió momentos de intensa lujuria.
Su trabajo como escritor comienza con una corta fantasía, publicada en el Boletín Mercantil, en marzo de 1847, que dedica a la joven Enriqueta Silva, miembro de La Filarmónica, cantante y pianista. A este trabajo le seguirán más composiciones publicadas en el Boletín entre 1847 y 1849, algunas de ellas perdidas hoy, y que tiene su mejor momento con la leyenda romántica El Heliotropo de 1848, que está dedicada a su íntimo compañero y socio de aventuras de esta primera juventud, Eduardo Acosta, hermano menor de José Julián. El volcán romántico que es El Heliotropo es quizá de las primeras composiciones literarias que se conserva del Maestro. Otras se publicarán años más tarde, como la dolida A Monte Edén, que escribe a finales de 1849 poco antes de marchar al destierro.
Pero ninguna de estas románticas composiciones llamará la atención de la censura como la Primera Versión de su drama Roberto D’evreux en los meses de
1 Ramos Perea, Roberto; “Signos autobiográficos en la novelística y el teatro de ATR”. En preparación.
“septiembre u octubre” de 1848. La referida versión, que él modestamente reconoce como defectuosa , debe haber tenido una finalidad muy específica que él no se atreve a señalar: Tapia escribe la obra para su segura representación en la inauguración de la Sección Dramática de la Filarmónica, que estaba bajo su dirección y que abriría las puertas de su teatro en la Calle de la Cruz apenas dos meses después de censurada, el 1ero de enero de 1849.
La excusa que da el Real Censor literario de entonces, Don Francisco Vasallo y Forés, es la de la “humanización de los reyes”, espúrea razón que escondía un motivo algo más turbio: la eliminación de las posibilidades que este pequeño teatro podía alcanzar en la afirmación de una cultura criolla, puertorriqueña. Máxime cuando Tapia ya era un reconocido representante de una joven generación afiliada a los poetas del Boletín Mercantil, que mantendrían tensiones con la ya establecida generación de los Aguinaldos.
Un teatro a la europea consolidaría una corriente literaria activa y sólida, mucho más que la poesía de ocasión y de costumbre del Aguinaldo o las viñetas costumbristas acabadas de publicar y celebradas en La Gaceta del joven Manuel Alonso, amigo de Tapia. El Teatro es otro asunto. Es ideológicamente activo, provocador, el teatro habla, instiga y más, como en esta obra, si se trata de política. Las lecturas que Tapia hace sobre la vida de Isabel de Tudor deben haber sido conocidas por amigos y algunos no tan amigos.2 La vida de la política inglesa y el interés de Tapia en ella no escondía la clara metáfora de la situación presente. Estevan era un zorro viejo en estos asuntos. Un drama puertorriqueño de tema político en un nuevo teatro, independiente y no controlado por el Estado, era una clara invitación a la sedición. ¨Humanizar a los reyes”, vaya excusa... si en el teatro español de ese momento, el estrenado en Madrid, no solo los humanizaba, sino que los
2 Ver los trabajos de Roberto Fernández Valledor sobre la genealogía de Roberto D’vereux.
ridiculizaba. Lo más fácil era poner freno a esta obra mediante la censura rápida como parte de la orden de Pezuela refrenar todo adelanto cultural criollo. Por eso, el pequeño teatro de La Filarmónica se inaugura con un sainete insulso español. Pero Tapia no argfuirá sobre esto en sus Memorias. Prefiere echar culpa sobre la pobre calidad de su texto y dejar el asunto sin más información. A fin de cuentas, el drama se estrenaría años después, “en harto mejores condiciones”.
A su llegada a San Juan el 5 de septiembre de 1848, Juan de la Pezuela, Conde de Cheste, se sorprende con el avance cultural de Puerto Rico, sobre todo de ésta juventud liberal que había fundado un grupo de esparcimiento artístico. Las actividades de este grupo eran publicitadas continuamente tanto en La Gaceta como en el Boletín Instructivo y Mercantil y con amplios párrafos.
El Gobernador Prim a quien Pezula sustituía, apoyó y asistió a muchas de las tertulias de La Filarmónica. Las diferencias entre ambos déspotas eran muchas. Podría decirse que Pezuela buscaba hacer todo lo opuesto a lo que hubiera hecho Prim. Si Prim apoyaba La Filarmónica, pues ¿para qué permitirla él?
Así, La Filarmónica en pleno recibe a Pezuela con un suntuoso baile y tertulia, apenas 11 días después de su llegada, la noche del sábado, 17 de septiembre de 18483, donde Tapia se enfrenta al rostro de su perseguidor por primera vez.
La Filarmónica tenía su propia casa de reunión en la céntrica Calle de la Cruz, tenía una plantilla de artistas envidiable, se aprestaba a tener un teatro ya en plena construcción en octubre de 1848, y era el cenáculo de la generación del 40 de los jóvenes artistas y escritores más dinámicos y entusiastas del país. Entre estos se encontraban los escritores y periodistas Francisco Vasallo, Martín Travieso, Carlos Cabrera y los no tan jóvenes como el comerciante español Ignacio Guasp,
3 Boletín Instruttivo y Mercantil, 22 de septiembre de 1848.
rodeados de actores y cantantes nacionales como las hermanas Alejandrina y Enriqueta Silva y una plantilla cercana a la veintena de nombres.
Al llegar a Puerto Rico Pezuela no espera para mostrar su poder omnímodo y tiránico. Su carta de presentación, a las dos semanas de jurar al cargo, fue la cancelación de las gestiones para la fundación de Colegio Central y la devolución de los fondos a sus donantes, por que “los pobres tenían bastante con aprender a leer y a escribir”, porque España quería sus colonias “para su gloria, no para su perdición”. Calificaba luego a los puertorriqueños como una sociedad cuyos únicos apetitos eran “los carnales”, y “con una generación vagabunda y sin fe, sin religión y sin pensamiento”. No hace falta citar mucho más.
Podemos entender, a la distancia que nos separa de los hechos, que el poder un hombre como éste se extiendiera a todos los campos sociales y políticos y el por qué finalmente se salió con la suya en muchas de sus atrocidades. Pero ante otras no le quedó más remedio que hacer estrategias de acaparamiento. Al presentarse La Filarmónica como el único grupo cultural autorizado, Pezuela, amante de la literatura, amigo de grandes escritores españoles y traductor de varias de las obras clásicas más conocidas, necesitaba un público que le aplaudiera, si no su tropelía, al menos el sincero aplauso al ego de su talento artístico: no había otro grupo cultural autorizado más que La Filarmónica. Ante ella parece haberse presentado a leer su traducción del Tasso, según nos cuenta Tapia.
Pero en estos mismos círculos culturales, Pezuela debe haber sido rechazado con la misma vehemencia que en los comerciales y políticos.
Ese rechazo queda patente cuando La Filarmónica reporta una dramática reducción de sus actividades en lo que transcurre del año 1849, siendo las pocas ofrecidas, sólo simples bailes. El Bando de Policía y Buen Gobierno, publicado por Pezuela la misma navidad de 1848 tuvo un contundente efecto de retraimiento de toda
actividad cultural.
Así finalmente, para culminar su estrategia de acaparamiento, ordena la disolución de La Filarmónica, 4 en dos nuevas sociedades culturales conocidas la una, como la Sociedad Conservadora del Teatro Español, concebida a mediados de 1849 y en funciones en los primeros meses de 1850, y La Academia Real de las Bellas Letras, fundada en los primeros meses de 1850. La estocada mortal a La Filarmónica es evidente cuando a mediados de 1849, desaparecen abruptamente de La Gaceta los que una vez fueron los coloridos reportajes de sus actividades.
Las tensiones aumentan con la destitución fulminante de Don Domingo García, alcalde de la capital y protector de La Filarmónica, por haber criticado uno de los tantos bandos de Pezuela, Bandos terriblemente controladores de la conducta social y pública de los capitalinos.
Los estatutos de ambas organizaciones culturales creadas por Pezuela, declaran como su máxima autoridad, al Capitán Gobernador General. Además, como parte de su política cultural, en el inciso de Diversiones y Espectáculos Públicos (La Gaceta, 5 de enero de 1849) su Bando, dedica amplios párrafos al comportamiento que deben seguir los ciudadanos en los espectaculos públicos de la capital que se vieron reducidos, no solo por el temor, sino por la primera restauración parcial del coliseo municipal que comenzó a principios de 1849.
Esta “toma de control hostil” de una sociedad sólida y debidamente constituida como lo era La Filarmónica a finales de la década del 40, debe haber enfurecido a los jóvenes como Tapia, quien dicho sea de paso, habla con gran desprecio de “la famosa” Academia Real de las Bellas Letras. El disgusto de estos jóvenes por esta forma tiránica de gobernar debió ser público, y por cierto sonoro. Tanto, que llamó la atención del Secretario Estevan, quien apuntará ésta
4 Esta disolución nos la confirma Fernando Callejo en 1915. (Callejo, 1915, p. 34).
violencia como primera razón para vigilar a Tapia pues según sus palabras, el joven romántico se cree “el más guapo de todos”. Los ánimos no estaban para jaleos, y es probable que esta tensión haya reventado en el mes de agosto de 1849 cuando Tapia tiene su primer encuentro de violencia física con un funcionario del Gobierno de Pezuela. Razón que nos lleva a la segunda motivación de su destierro.
2.Nuñez contra Pezuela
Manuel Nuñez, abogado y militar español, Intendente del Ejército y Superintendente Delegado de Hacienda que es nombrado por Real Decreto a su cargo el 25 de mayo de 1848, comienza su trabajo en la Isla algunos meses después. De inmediato comienza a dar cuenta del precario estado de las finanzas provinciales. Pezuela, a su llegada, se topa con toda la información de esta crisis, pero no hace nada para resolverla. Nuñez, obedeciendo a Reales Órdenes, inicia varias reformas en la recolección de impuestos y los servicios de aduanas. Publica circulares oficiales en La Gaceta sin la autorización de Pezuela. Estas acciones crean una severa y agria pugna de poder entre Nuñez y Pezuela, quien reclamaba que toda disposición oficial publicada tenía que pasar primero por su autorización, no importaba que viniese de la misma Reina, porque si no, dichas acciones provocarían caos de autoridad en la Isla.
Tapia en sus memorias se refiere a esta riña como algo que sucedió después de su destierro, pero los documentos relatan que desde la misma llegada de Pezuela habían comenzado los conflictos, por lo que Tapia como Empleado Meritorio del Negociado de Contribuciones, estaba al tanto de todo.
No tenemos tiempo para entrar en los detalles de la violencia de la protesta entre el Intendente Manuel Nuñez y el Gobernador Juan de la Pezuela en el otoño de 1849. El historiador Cibes Viadé a
documentado in extenso estas y otras polémicas entre ambos5.
Pero entre éstas destaca una donde lo desfachatado de Pezuela en el uso ilegal de los fondos de la Tesorería de Puerto Rico tocarán de cerca a Tapia, quien forma parte activa por estar involucrado directamente de uno de los dos bandos administrativos formados a raíz de estas pugnas.
Los documentos del AHN certifican que Pezuela, como pequeño Dios, metía las manos en las cuentas que quería, para abonar a las cuentas del Ejército, aumentar el sueldo a sus funcionarios y hacer cumplir su plan de control social. Tal uso, que no era otra cosa que una corrupción evidente, era también practicada por sus acólitos. Así, Pezuela se encargará de nombrar como Tesorero de Hacienda, es decir, el hombre encargado de los libramientos de dinero, a Luis Gonzalo Quesada, Marqués de Moncayo.
La conducta ilegal del Marqués de Moncayo, en la que incluso se le acusa con pruebas de haber tomado 1,000 pesos para su uso personal de la Caja de la Intendencia, estalla la paciencia de Nuñez, quien escribe dos largos informes sobre la conducta de este Marqués. Los informes nos cuentan del vicio del Marqués por la gula, su poca higiene, sus estrepitosas borracheras, sus éscandalos con prostitutas en las fondas, donde en una de ellas se fue a las trompadas con el Sastre Bacaró, quien a la sazón era socio de La Filarmónica
El expediente del Marqués de Moncayo (AHN) tiene más de una pulgada de grueso, cuyo mayor escándalo fue el público rechazo, pelea y abandono de su mujer y sus hijos, quienes habían llegado de Cadiz a San Juan para reunirse con él y él de mala gana ni los quiso recibir ni pasó dinero a los niños...
5 Cibes Viade, Alberto, “El Intendente Nuñez reta el Gobernador Pezuela”, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Vol. VIII, núm. 26, Enero a marzo de 1965, pp.29 35. Don Juan de la Pezuela inicia el abolicionismo puertorriqueño . Editorial Madre Isla, Rio Piedras, 1975. Y aún nos queda la Memoria de Nuñez de 1852, (AHN) extensísima en detalles de esta pugna.
curiosamente, la Marquesa de Moncayo, también cantó con La Filarmónica en una de sus tertulias.
Tapia suma a la impudicia de esta imagen pública, la alianza corruptora del Marqués con Estevan y con Pezuela quienes lo habían defendido de las serias acusaciones de Nuñez y posteriormente lo exoneraron de toda acusación.
Razones sociales y políticas había de sobra para la animosidad entre el poeta impetuoso y el gordo corrupto. Lo que sí es cierto es que en un baile presumimos que de La Filarmónica , ambos se van a las manos.
Si Pezuela acusa que la pelea entre Tapia y Moncayo fue escandalosa, resulta curioso que no existe referencia ninguna de ésta en los informes de las muchas garatas que Moncayo protagonizó en las fondas de San Juan.
No olvidemos que Tapia era empleado directo de Manuel Nuñez, aún cuando habían otros funcionarios en la cadena de mando, Tapia era Escribiente tanto de Nuñez como de José Guillermety, ambos encabezaban las luchas de la Intendencia contra la corrupción de Pezuela. Veamos que nos dice Tapia de este hombre a quien significó con afecto en un momento triste de su vida.
Mi jefe superior, el Intendente don Manuel Núñez, distinguíame también. Era de carácter benévolo e indulgente con las ligerezas de la juventud. Simpatizaba con mi carácter, estim ulándome con buenos consejos. Apellidábame "el calavera de buen género" desde que una vez, a consecuencia de cierto choque con el Tesorero de Hacienda, hombre despótico y malcriado, para no dejar desairada su autoridad, se vio en el caso de aprobar la suspensión de un mes de empleo y sueldo que me impuso el contador principal. Por cierto, que mis camaradas se
cotizaron y me resumieron el sueldo de aquel mes, con lo que pude lograr que mi madre, a quien daba la mitad siempre o el todo si lo hubiese necesitado, no saliese castigada por mi falta, si la había, por contestar dignamente al contador que pretendía diese como subalterno, satisfacción al tesorero, cuyos groseros modos no había tolerado sin el correctivo de echárselo en cara.(MM)
Aquí el mismo Tapia nos relata que como resultas de esa pelea, se pone “contestón” con el Contador, por negarse a pedir disculpas a Moncayo. Vemos como Tapia confronta de manera violenta a dos miembros del bando de Pezuela, provocando la intervención de Nuñez, que debió haberse sentido internamente satisfecho, pero que por su posición debió asumir autoridad sobre nuestro “calavera”.
Según el Capitán Estevan, estos groseros modos de Tapia se describen así:
“...no ha cesado de provocar lances que por ser sus contrarios personas de poco valor han pasado casi desapercibidos, hasta que hace algún tiempo chocó de resultas de un baile, con el Tesorero de Ejército y Hacienda, Marqués de Moncayo, produciendo un escándalo público, y faltando al respeto y deferencias que debía á un Jefe del ramo que servía, valiéndose de la debilidad de éste, cuya circunstancia obligó al Superintendente á corregirle. (Expediente del Destierro f1)
Las pugnas de Nuñez y Pezuela no cesarán y Pezuela provocará que Nuñez sea destituido en marzo de 1850. Pero Tapia no vería el resultado de estas pugnas en las que había tomado parte como soldado de fila de uno de los bandos.
La fama de joven provocador, pendenciero, poeta y “calavera”, y
fiel soldado del ejército de Nuñez, llevarían a Pezuela a la decisión de sacarlo del medio, apenas cuatro días luego del duelo, y así lo escribirá Estevan en su expediente al decir que Tapia:
“Ha demostrado desde sus primeros años un carácter provocativo e insolente. Esta propensión fue creciendo con la edad y fortificándose con las malas compañías que siempre ha frecuentado hasta adquirir la fama de ser el más guapo entre sus compañeros.” (E xpediente del Destierro.)
Este informe, fechado el 15 de diciembre de 1849, redactado por el Capitán de Milicias José Estevan revela inquina, furia, saña, odio que valida con la persecución y la vigilancia que sobre Tapia ya se había impuesto, al parecer desde mucho antes de la llegada de Pezuela. Estos infomes se presentarían ante Pezuela, exagerados los muchos, detallados los otros, insistentes los más, y Pezuela, cansado de escuchar este nombre en cada relación de una posible sedición, asumiría su rol de verdugo. Al justo cumplirse un año de su llegada a la Gobernación, Pezuela pondría a Tapia en el camino de su perdición con una estrategia provechosa y esta no era otra más sencilla que la provocación a un duelo. Un inusual tropiezo con un capitán de artillería cambiaría la vida de Tapia para siempre.
3.“No me sale dársela”
Esa fue la frase que debió haber salido de la boca de Tapia la tarde del 10 de septiembre de 1849 cuando el Capitán de Artillería “R”, se le cruzó en una acera de San Juan. Esta “R” de sus Memorias, identifica al Capitán Don Manuel de Tapia y Ruano.
Una retrógrada costumbre sanjuanera a imitación de las españolas se había formado a razón de la estrechez de las aceras: si alguien venía por la acera derecha a la pared, en dirección contraria a la nuestra, había que dejarle el paso y lanzarse al barro de la calle para que la persona pasara. Si se trataba de un militar era imperioso.
Cuando estudiamos este duelo, cuyos detalles sólo los tenemos del propio Tapia, nos confunde al pensar el por qué Tapia no respetó la consabida costumbre sin que mediara palabra entre ambos. Si el “llevaba la acera”, es decir, que venía caminando con la derecha a la pared, ¿por qué tuvo que esperar a que ambos estuvieran de frente para que “Ruano” tuviese que pedir la acera?
¿Por qué la inmediata insolencia de Tapia? Nos dice: “luchamos por la acera, que yo no llevaba, y le correspondía: pero que no le cedí por habérmela exigido con brusquedad”.
¿Era este el primer militar con que Tapia se encontraba en una acera? ¿Había cedido la acera antes sin que mediara
insolencia o animosidad entre el que lleva la acera y él?6
Tras esto, no nos queda más que colegir que Tapia esperaba este encuentro, pues se sabía vigilado. Tan vigilado como lo fueron los tres o cuatro jóvenes empleados de Hacienda que servían directamente a Nuñez y a Guillermety durante su conflicto de autoridad con Pezuela. A la vigilancia a esta suerte de “intocables”7 debe habérsele añadido la orden de “eliminación” del sujeto más famoso y problemático de ellos. Una orden que no podía ejecutarse sin una buena justificación. Había que hacer una estrategia que pusiera en evidencia la insolencia del joven a quien se trataba de escarmentar, para que fuera ejemplo ante la temida subversión de los demás. O en otras palabras, dejarlo que él mismo se fastidiara. De ahí que Tapia recuerde las frases que le fueron dichas de boca de Pezuela:
“
Me dijeron que al amanecer del día del duelo (11 de septiembre de 1849) exclamó el Gobernador Pezuela, viendo entrar el vapor de la Armada Real Inglesa: "me alegro de que venga tan oportunamente. Si R. matare a Tapia, ya tiene dónde embarcarse: pero si resultase lo contrario, que dispongan el garrote para hacer un escarmiento". (MM)
Una amenaza de garrote, si estas palabras hubiesen sido ciertas , era un asunto sumamente serio, porque al garrote, según se practicaba en la España decimonónica, se le llamaba “garrote vil”, pues su tormento sólo terminaba con la
6 Muchísimas disposiciones reales del siglo XIX establecen con claridad que: “toda persona de cualquier clase sexo, o condición que transite por las calles... deberá precisamente ceder la acera a todo el que venga de frente y lleve su derecha hacia la pared.” Diario Mercantil de Valencia, 19 de enero de 1841. Citado del Apéndice Documental de Frasquet Ivana, Valencia en la Revolución (1834 1843) Sociabilidad, cultura y ocio, Valencia, España, PUV, 2002.
7 Permítase por pertinente y curiosa la analogía entre los “intocables” de Elliot Ness en su lucha contra Al Capone, en los años 30 en Estados Unidos.
Don Juan de la Pezuela, Conde de Cheste.muerte del ajusticiado por desnucamiento. Otra amenaza de Pezuela contra Tapia envuelve la palabra “fusilamiento”. Queda más que claro que el joven Tapia estaba bastante más allá de meras garatas juveniles.
Pero ¿quién era este capitán de Artillería y por qué circunstancias surge este enfrentamiento? Según los documentos históricos (AHN, ULTRAMAR, 1069, EXP.117) el joven Manuel de Tapia y Ruano ya se encontraba de servicio como Teniente durante el Gobierno de Prim cuando recibe su promoción a Capitán de la Plana Mayor facultativa de Artillería. Esto lo coloca en el mismo Regimiento del Capitán de Milicias Don José Estevan. A raíz de su nombramiento Ruano8 solicita un ajuste de Salario.
Este ajuste le es denegado, para nuestra sorpresa , por el Intendente Manuel Nuñez, que amparándose en el reglamento alegaba que sólo podía haber dos Capitanes de Plana Mayor, y que dichas plazas ya estaban ocupadas y que a Ruano se le ubicase con otro salario, en otra plaza que no fuera esta.
Esto crea en Ruano una seria inconformidad. Mientras, pasa el tiempo y los funcionarios de Pezuela reclaman que el referido nombramiento y ajuste no debía dilatarse. Nuñez se niega y señala que solo puede autorizar el mismo sueldo de los capitanes existentes. Las pugnas se extienden por todo el otoño sin que se responda a la petición de Ruano, quien se mantiene con el mismo salario. Nuñez sólo se compromete por presión de Pezuela, a auscultar la determinación de la Reina ya pasado noviembre de 1849.
La conexión Estevan Pezuela Ruano es obvia. Estevan le llama “joven aunque pacífico, pundonoroso”, denotando el desprecio que sentía por la juventud. Este asunto tiene que haber sido materia sabida de Tapia, pues la pugna se desata en su misma oficina. Esto explica el por qué Tapia se muestra insolente ante Ruano en la acera.
8 Usaremos el segundo apellido Ruano, para evitar confusiones con nuestro biografiado.
Una vez más, su afiliación al bando de Nuñez se expone con costo a su fama.
La tarde del 10 de septiembre el choque entre Tapia y Ruano y Tapia y Rivera, cuya similitud de apellidos despiertan curiosidad no se hace esperar. El guantazo del honor se ofrece:
“Como desafiado me tocaba la elección de arma y pedí el sable; pero hubo insistencia en que fuese a la pistola y no vacilé un momento en aceptarla. Yo no había disparado en mi vida una pistola...” (MM)
Tapia pasaba por alto que un Capitán de Artillería tiene como mayor atributo su puntería. Por lo que quizá su primera elección de un sable, pudo haber sido la correcta, máxime cuando ya había recibido lecciones de esgrima.
Era la madrugada del 11 de septiembre de 1849 y es luego de los protocolos de los testigos, entre los cuales Tapia había escogido a su íntimo y fiel amigo Eduardo Acosta , que se dan los primeros pasos encontrados... “Unos y otros nos hallábamos en la mejor época de la juventud”. Los primeros tiros fallaron, por lo que se acercaron los pasos y los contrincantes se colocan de perfil para hacer los disparos. A los tiros unísonos, la bala dirigida a Tapia le atraviesa el brazo derecho, atraviesa las dos solapas de su frac y es herido justo sobre su tetilla derecha, con la grandiosa fortuna para él de que un botón de plomo que tenía en su chaqueta detiene la incandescente bala, como si fuera parte de un divino designio. De no haber estado allí ese botón, Tapia no hubiese sobrevivido. Ruano recibe de Tapia un tiro que solo roza su sombrero.
El duelo termina a la vista de la sangre y según Tapia, la caballerosidad y la cortesía imperan entre los convocados a una de las ceremonias más retrógadas que América pudo haber heredado de Europa: el duelo que lava las manchas del honor.
La orden de destierro se redacta y se firma por Pezuela el 15 de septiembre y el 11 de noviembre de 1849 Tapia es
despedido por familiares y amigos en el muelle de San Juan, partiendo a su viaje de destierro con el corazón destrozado. Su pasaporte no llevó sello de destierro ni éste fue anunciado en La Gaceta como siempre se hacía en esos casos.
A Ruano se le concede su ajuste de salario apenas dos meses después de este incidente, por orden seca del Ministerio de Guerra que Nuñez acata con sequedad. Sobre el expediente de destierro hay varios asuntos interesantes a señalar. En primer lugar Tapia señala que lo tuvo en sus manos y que pudo haberlo desaparecido pero que no lo hizo. ¿Hubiera cambiado esto las cosas? ¿Por qué lo menciona entonces? En segundo lugar señala:
“El pasaporte no llevó nota, pero cuando Pezuela aseguraba a Labastida que no daría cuenta con el expediente gubernativo de destierro, ya lo había dado y estaba para recaer en el primero de diciembre la aprobación, que vi luego en el expediente puesta por el Ministro de Gobernación, Conde de San Luis.”(MM)
Una dedicada mirada al expediente da cuenta de que la referida aprobación del Ministro no ocurre hasta el 28 de diciembre cuando ya Tapia se encontraba en España. Es decir que su salida fue apurada, incluso antes de la necesaria aprobación de la orden del Ministerio de Gobernación. Así de despóticas se hacían las cosas en ese momento. Y aunque por alguna consideración este destierro fue muy callado, Pezuela envió una carta a Cuba notificando al Gobernador de esa Isla sobre la peligrosidad de Tapia, en caso de que éste fuera a parar allí.
El último encuentro entre Nuñez y Tapia es revelador:
El afectuoso interés con que me trataba el referido don
Manuel Núñez se me mostró más patente cuando mi destierro.
Estaba para embarcarme en la polacra Trinidad, único barco que se anunciaba en aquellos días para España, y el capitán don José Singela, que también como todos simpatizaba con el desterrado, renunció a la parte que le correspondía en el gasto de pasaje que debía yo pagar, dejándolo reducido a $50.00, parte que correspondía al armador del buque. El dicho Intendente señor Nú ñez se interpuso, pagándolo de su peculio, sin consentir que fuese de mi cuenta.”
Este afectuoso gesto de Nuñez para con Tapia y el apretado abrazo de despedida que deben haberse dado en el Muelle, es concluyente. El “calavera de buen género” le había dado, no sólo su solidaridad y su defensa incondicional en todas sus pugnas con Pezuela, también le había entregado toda la pasión de su juventud por aquellos principios que entendía justos y ante cuya validez, no le importó irse a las manos con un Marqués o exponer su vida en un duelo con un militar. Aquella fogosidad juvenil había encontrado un propósito.
Años después Tapia dijo que hizo formar parte de los documentos de la Biblioteca Histórica la Memoria de Manuel Nuñez sobre sus años como intendente bajo la tiranía de Pezuela. Pero esta no fue publicada.
3. “Tenía, sí, el justo amor propio y sentimiento de dignidad del caballero, o joven, que no podía acostumbrarse a ser tratado como cosa de poco más o menos” El expediente criminal de Tapia, redactado por José Estevan, y firmado por Pezuela apenas tiene tres páginas, pero el expediente completo consta de 28 folios. En estos escuetos párrafos, Estevan bajo la firma de Pezuela, adjudica a Tapia el ser un corifeo político:
“Además de estas circunstancias tiene también el Tapia la muy notable de ser uno de los corifeos del partido disidente de esta capital; no por su posición o influjo que son enteramente nulos, sino por la osadía y desverguenza con que en las reuniones de sus semejantes hace alarde de sus desleales sentimientos y profundo odio al nombre Español, quizás porque lo era un padre que los abandonó.”
Esta compleja aseveración requiere mucho análisis para el que lamentablemente no tenemos tiempo. Sí podemos decir que no había más partido de oposición política que el descontento de las gentes. Puerto Rico no tenía partidos de oposición pues se gobernaba por leyes especiales y decretos omnímodos, en tanto esas “reuniones” a las que se refiere Estevan, probablemente eran las tertulias de La Filarm ónica, en las que Tapia era admirado y querido. Los liberales no tenía organización, partido o cenáculo en esta década tan terrible y mucho menos durante la dictadura de Pezuela.
¿Tenía Tapia en su juventud sentimientos separatistas? Soy de la opinión de que debe haberlos saboreado con intensidad. Pero eso no lo convierte en un líder de multitudes listo a degollar a Pezuela y sus militares. La reflexión que de este momento hace Tapia a sus 55 años, pasa por alto quizá la impetuosidad de su coraje con todo lo que hemos descrito. Tapia culpa a Estevan y a Pezuela de exagerar lo dicho en el expediente. No dudamos que así haya sido, pero ciertamente “calumnia, que algo queda” debe haber sido una norma puesta en práctica con una interesante variante: “Calumnia, que algo puede ser verdad”.
Las numerosas justificciones que Tapia da en sus memorias a este proceso son confusas e instaladas a sus 55 años, más que aclarar abren más dudas. Hay una potente ambiguedad que no decide sobre su postura antiespañola de ese momento. Lógicamente, a los 55 años Tapia era un líder del reformismo y en ese momento el reformista consideraba al separatismo como un acto
“desesperado”. ¿Para que traer a cuento sentimientos tan complicados en esta memoria, que si bien era muy franca, era también el resultado de años de madurez y reflexión? Recordemos que no es el joven de 22 años el que habla, sino el hombre maduro, hablando de su juventud.
Nos interesa comentar la motivación de su supuesto antiespañolismo: “Su padre lo abandonó”, dicho varias veces en el expediente de destierro.
A lo que Tapia contesta con el exabrupto más furibundo que se ha escrito en toda su Memoria: “¡Mentira, mi padre nunca nos abandonó!” Y repite nuevamente que la causa de la salida de su padre a Puerto Rico fue su inadaptación al clima. Tapia vocifera con rabia en defensa de su padre. Justa o injustamente, a sus 55 años, en los que tuvo la oportunidad, más de una vez, de encontrar a su padre y hacer sus enmiendas personales con él , no es la misma circunstancia de sus 22 años, edad en que Tapia llevaba 14 años sin más contacto con él que sus escasas cartas y encima cargaba sobre sus hombros todas las obligaciones que debieron haberle tocado a él. Dice en las primeras páginas sus Memorias que “no hay delito mayor que un padre que abandona a sus hijos”.
La sospecha de la existencia de asuntos de infidelidad de su padre siempre ha sido demasiado fuerte y hay documentos que las avivan. Por otro lado, la negativa del Ejército de conceder el pago de la mitad de la pensión materna directamente desde las arcas de Puerto Rico, ciertamente deben haber enardecido el carácter del joven en su natural y confesada aversión por la milicia. Y de odiar a la milicia española a odiar al gobierno español, es solo un empujoncito. A los 55 años Tapia racionaliza ese odio señalando:
“...Es propio de muchos espíritus estrechos achacarlo todo a móviles personales; todo al sentimiento y nada a los principios ni a la razón; todo a no sé qué, al instinto y nada a otras causas nacidas de injusticias y
exclusivismos, agravados por la impolítica de los gobernantes y sus secuaces; todo a los hombres y nada a las instituciones y conducta agravante de los que ciegamente se oponen a una reforma.”
Es sumamente interesante escuchar al hombre de 55 años apelando a los principios y a la razón, cuando habla de una época en que fue todo sentimiento y pasiones, una época en que fue puro instinto, ¡pura tormenta y trueno! Epoca en la que estuvo muy cerca de jugarse la vida por asuntos que ciertamente sí tenían que ver mucho con la política, con los bandos entre los que estos jóvenes batallaban. Esa clara trinchera entre libeales y conservadores, trinchera sin partido, severamente dividida por el tiránico poder y el control... ¡tratar de controlar pasiones en un juventud que era toda pasión, era llamar precisamente al fuego que existe en toda lucha por el definir el ser!
Los jóvenes impetuosos, como Eduardo Acosta, como los autores del Aguinaldo, como las bellas jovencitas de La Filarmónica son los modelos de los personajes de esa novela de temeridad, de ese drama de la tempestuosidad que encarnaba mejor que nadie el romántico joven Tapia.
Así, amando ardorosamente la libertad del arte y sus principios románticos, expresando como un borbotón de belleza y de pasiones toda la violencia sutil del Heliotropo; enarbolando ideales puros, respetando con ciega admiración a hombres grandes y de altísimos principios como Nuñez, símbolo de justicia, de valor, de honestidad... así presenciamos a un joven Tapia, enfrentándose al despotismo, a la calumnia y al deshonor, enfrentando aunque muerto de miedo la bala que pudo haberle privado de todo.... así se muestra este romántico en fogoso reclamo de su ser y su libertad, y eso hoy para nosotros es prueba más que suficiente de una identidad puertorriqueña reclamada.
Pero para Pezuela y su gente, este insolente muchachito, este corifeo político,
este escandaloso y renegado separatista fue un joven de temer, alguien que había que sacar de en medio porque algo que ellos consideraban sagrado, el sí lo desacralizaba con su pasión y su temeridad. ¿Qué fue ese algo? ¿Qué era eso que a sus 22 años Tapia hizo temblar y temer tanto que provocara este expediente y este destierro?
Acaso no lo sabremos nunca. El romántico joven Tapia va esperando en la proa de su barco a España un mundo nuevo, una nueva aventura, una de las tantas en las que convirtió su vida.
10 de mayo de 2009
Crisófilo, Tapia y el Príncipe de las Tinieblas
Por Helena LázaroUniversidad del Sagrado Corazón
Agradezco la invitación del Ateneo, sus dirigentes y sobre todo del profesor y dramaturgo Roberto Ramos Perea, que me ha dado la oportunidad de disfrutar de este extraordinario homenaje que le han estado rindiendo al padre de nuestra literatura Don Alejandro Tapia y Rivera. Luego de asistir a las existosas presentaciones teatrales por lo cual felicito a los actores y sus directores y a varias conferencias, decidí participar activamente y rendirle a modo de ofrenda de amor y admiración a quien Puerto Rico y la literatura puertorriqueña le deben tanto.
Decidí, con humilde atrevimiento, que para completar el cuadro de presentaciones de su rica y variada obra había que abordar la menos conocida, la más censurada y posiblemente la más difícil de sus obras. Me refiero claro está a "La Sataniada".
Hay varios factores por los cuales es la menos conocida y uno de ellos fue la censura. El mero hecho de que se le dedicara una obra literaria a Satanás ya erizaba a la sociedad mayormente católica de ese momento tanto en Puerto Rico como en España.
Por otro lado ofrecía la gran dificultad para los lectores de que se trataba de una obra totalmente en verso de unas más o menos cuatrocientas páginas dividida en 30 "Cantos" al estilo de la "Divina Comedia" de Dante. Estos "cantos" a su vez incluían hasta 50 y pico octavas reales los más largos y entre 18 y 20 y tanto los más cortos. Si a esto le añadimos la profundidad filosófica, teológica y simbólica de la obra podemos comprender que tuviera un selecto y reducido círculo de lectores. Le pasó a
Tapia con esta obra algo parecido de lo que ocurre hoy en día con algunas obras de Borges. Tapia sabía que esta obra no era de corte popular e iba dirigida a un lector de altura intelectual.
Tal vez por eso hizo una impresión privada entre los años 70 y 74 (se desconoce la fecha exacta, pues aunque se conservó una copia no está fechada)
En esta ocasión sólo se publicaron 10 ejemplares en la Imprenta de su amigo José Julián Acosta. Como vemos era una edición privada para sus amistades y no para distribución pública. Según nos informa el crítico literario José Luis Martín en su obra "Análisis Estilístico de La Sataniada de Tapia "(p.156 157 ) es una de estas copias, la que Tapia había regalado al abogado Don Rafael María de Labra, la que éste a su vez (por petición de Tapia) entrega a una imprenta en Madrid para su publicación. Pasa a ser por tanto esta edición publicada en Madrid en 1878 como la primera edición oficial de "La Sataniada"
Uno de los aspectos interesantes de esta obra es el juego de autoría que hace Tapia al estilo de Cervantes con su Don Quijote. Es decir que desde que comienza a anunciarnos la existencia de esta obra, antes de publicarla, se presenta él como su editor y no el autor. No cabe duda que una de las razones para nombrar como autor de su obra a Crisófilo Sardanápalo, el poeta protagonista del gran poema, tiene que ver con su gran habilidad para torear la censura.
En este caso hay que añadir el ingrediente de la esperada reacción de la Iglesia. Ya tenía para rato Tapia la reputación de liberal, espiritista, y masón para ganarse además la excomunión.
Desgraciadamente Tapia era un adelantado de época y sus interpretaciones del mundo y el bien y el mal estaban más a tono con nuestro mundo moderno que con el que le tocó vivir. En su época lo iban a mal entender y él lo sabía, por tanto le pasa el rol de autor a su protagonista Crisófilo.
Conviene, por tanto, antes de seguir adelante que nos detengamos a explicar el nombre con que bautiza Tapia no sólo el que escoge como autor de la obra, sino también el que pasa a ser, además, el poeta protagonista de la obra, en la cual nos narra en versos su encuentro con Satanás y los mundos que éste lo lleva a recorrer.
Su nombre como hemos dicho es Crisófilo es decir Criso oro y Filo amor por tanto "amor al oro" y Sardanápalo el nombre de un monarca babilonio que personifica el sibaritismo y la tiranía.
Así que de esta obra de la cual Tapia dice ser nada más que el editor se conocen dos ediciones la privada, y la de Madrid del 1878. Sin embargo tenemos constancia de su existencia desde el 1862 como parte de su publicación en Cuba de "El Bardo de Guamaní" .
Cual nos confirmara el Profesor César Salgado recientemente durante el primer ciclo de Conferencias de esta Jornada Tapiana, no sólo incluye versos de la obra en El Bardo, sino que aparece mencionada en el periódico "El Tiempo" de la Habana en la reseña sobre la publicación de "El Bardo de Guamaní" que precisamente fue publicada por la Imprenta de dicho periódico.
En esta ocasión también resulta curioso que aparece como el autor de todas las obras que incluye menos en los fragmentos de "La Sataniada" que aparecen en la página 591, en la cual Tapia no sólo aparece como Editor, sino que como editor advierte que Crisófilo Sardanápalo era un autor del Siglo de Oro cuya obra fue un hallazgo de un supuesto "manuscrito carcomido y maltratado" Y como dice el Dr. José Luis Martín en su ya mencionada obra sobre "La Sataniada" (pág,154) aquí Tapia "está usando la técnica teatral , que sabemos aplica también a otros géneros literarios, es
decir la farsa dentro de la farsa" o las famosas cajas chinas de los críticos literarios .
Según Martín en esta advertencia del Editor de la obra, que es Tapia , lleva la farsa al extremo de incluir el lugar y las circunstancias fantásticas que rodean el hallazgo de este manuscrito. Dice y cito:
" Estos fragmentos se encontraron en una caverna de los Andes custodiados por una serpiente que tenía el don de la palabra".
No cabe duda de que Tapia además de ingenioso , e imaginativo injectaba a la investigación literaria el juego, la fantasía, lo lúdico. Seguramente estaba pensando en Satanás que para seducir a Eva se disfrazó de una serpiente sabia que en efecto tenía el don de la palabra.
Por otro lado sabemos de otra mención que de ella hace en "Mis Memorias" que como sabemos cubre diferentes épocas de su vida, pero fue publicada póstumamente. En dichas memorias cuando habla de lo mucho que disfrutaba de las solemnidad es de la celebración de Semana Santa en San Juan, asi como la celebración de la Navidad en la Iglesia, comenta que la Crucifixión y el Nacimiento de Jesús son "dos hechos de interés universal para los hombres".
A esto añade que a pesar de que Jesús vino a traer paz, amor y luz para todos , el mundo estaba al revés sin saberlo y sigue estándolo pero según Tapia ya lo sabemos.
Sugiere la idea de que Satanás está presente en el mundo, por tanto reina el mal como veremos es lo que describe extensamente en "La Sataniada". Conviene por tanto que escuchemos las palabras exactas de Tapia sobre este asunto, dice y cito ( Mis Memorias, P. 53):
"Si Satán falsificó el cristianismo, sabemos hoy que el verdadero Cristo no está muerto, sino encadenado, y que algún día quebrará sus prisiones para siempre, cuando la humanidad que lo personifica sea digna de ver glorificados sus sacrificios."
"Esto es lo que he tratado de patentizar en mi poema "La Sataniada"."
Como ven fue con motivo de sus reflexiones sobre La Crucfixión de Jesús en Semana Santa y su Nacimiento en Navidad lo que probablemente lo llevó a desarrollar las ideas del bien y el mal y la lucha de estos en el mundo que vemos plasmadas en los versos de "La Sataniada"
A este recuento de las ediciones publicadas y las menciones de la obra en otros libros hay que añadir que el manuscrito original no se ha encontrado, y se sospecha que Tapia lo destruyó.
Con esta información de fondo que nos ha servido de introducción para mejor conocer la obra y sus autores, podemos acercarnos ahora al argumento, la historia que Crisófilo, autor, poeta, protagonista nos narra en lenguaje poético.
Esta historia que les vamos a contar, nos aclara Tapia en el prólogo o "Proemio" como el lo llama, no les va a sonar del todo nueva y van a saltar los parecidos con obras anteriores. En efecto Tapia señala que hay "analogía de asunto" con tres obras importantes de la literatura universal, con las cuales dice que esta obra comparte "la pretensión de sintetizar la Humanidad y el mundo moral en que se agita" (La Sataniada, pág. 4)
Estas obras son "La D ivina Comedia" de Dante, "El Diablo Mundo" de Espronceda, y el "Fausto" de Goethe. En términos generales coincide esta obra con la de Dante en que el personaje es un poeta que simboliz a la Humanidad, y visita tres lugares a todas luces simbólicos. Establece rápidamente Tapia la diferencia en cuanto a que "La Divina Comedia" es teológica y el poeta simboliza la Humanidad creyente. Mientras que "La Sataniada" es filosófica y Crisófilo simboliza la Humanidad vacilante y dudosa de hoy.
Como sabemos Dante nos lleva a visitar "El Infierno", "El Purgatorio" y "El Cielo", pero Crisófilo lo que visita es "Diablopólis", "Leprópolis" y "Limbópolis" Según Tapia Crisófilo no nos lleva al Infierno, sino que percibe el Infierno en el mundo. La Humanidad, esclava de sus imperfecciones, viven engañados
y atraídos por el mal, por Satán que reina en el mundo, pero luchan por regenerarse.
Esta lucha de acción y reacción de la Humanidad ante el bien y el mal con la esperanza de que "los humanos lleguen a ser libres en el sentido de la razón y cristianos en el de la sensibilidad " (pág. 8) es según el autor el objetivo del poema lo cual considera que es una historia tal vez sabida, pero nunca antes contada. Por eso asegura que está contando una historia nueva.
En cuanto a la obra de Espronceda nos comenta que es nihilista y pesimista, unilateral , por tanto incompleta, pues en ésta "el hombre se cansa de la inmortalidad de este mundo y de ser víctima del mal reinante en sí mismo y opta por la muerte y la nada como dulce descanso".
Mientras que en "La Sataniada , Mundo Infierno o Infierno Mundo se vislumbra el bien, ya que el bien y el mal se complementan como elementos imprescindibles de una armonía necesaria." (pág. 9)
En cuanto al "Fausto" de Goethe, la considera también unilateral, aunque en ésta hay un conflicto entre razón y fe, es decir que "el sentimiento religioso y la ciencia constituyen allí una dualidad en conflicto , que no se resuelve sino por el triunfo del primero, que da la vida temporal y el cielo, sobre la segunda, que por insuficiente, fatiga el alma llevándola al suicidio". (pág. 9)
Contrario a esas obras, que son también Sataniadas, señala Tapia, que en ésta (la suya ) " la luz y la cruz, la ciencia y la religión se funden para producir la transfusión del cielo en el mundo, en la Humanidad. El venga a nos tu reino queda cimentado para que a su vez la Humanidad, terminada su ley de evoluciones de perfección relativa , se torne al seno de lo absoluto, de donde salió como idea palingenésica, y a donde debe volver cumplidamente realizada." (pág. 9)
Ahora si podemos contarles la famosa historia de las aventuras físicas, espirituales, teólogicas, científicas, religiosas, históricas, filosóficas, literarias, artísticas , sociales, políticas, legales y esotéricas de Crisófilo en su recorrido por tres mundos simbólicos que están poblados por todos los personajes más famosos de la Historia Universal.
Estos personajes incluyen desde Adán y Eva a Jorge Washington, con todos los personajes importantes que han vivido entre medio desde los tiempos bíblicos hasta el Siglo XIX de Tapia.
Lo complejo de esta obra ,que nos resulta enciclopédica , es que el encuentro con cada personaje importante sirve para cuestionar las ideas, las creencias, las políticas de cada época y en todo momento como denominador común la lucha entre el bien y el mal, la fe y la razón, la ciencia y la teología, lo espiritual y lo material, Dios y el Diablo, y entre medio el ser humano, la humanidad en este caso representada por Crisófilo Sárdanapalo que como nos dice Tapia, toma su nombre de los grandes enemigos del alma mundo, demonio y carne en otras palabras codicia, soberbia y lujuria .
Para lograr que ocurran estos encuentros , la historia comienza con un poeta sin recursos ni fama que se queda dormido y comienza a soñar con las riquezas que desea.
Sueña con "el oro que a su vez le da poder para ser como un Dios y convertir la vida en río de placeres " y expresa la siguiente blasfemia: (pág. 10)
"Oro y más oro con fervor anhelo y renuncio por siempre al alto cielo"
Ante esta invocación aparece en el acto "Lucifer" que no es otro que el diablo mismo utilizando uno de sus múltiples nombres como son Satanás, Luzbel, Belcebú , Mefistófeles o Demonio, y con los cuales se le nombra através de la obra. Este personaje al estilo del Diablo de Fausto y el que aparece en la obra de Casona, no tiene rabo ni cuernos y por el contrario es un caballero elegante, educado, bien vestido y de "belleza apolínica " como lo describe Crisófilo.
Aprovecha Tapia esta descripción del Diablo para recordarnos que la belleza como arma de seducción resulta más diabólica que la fealdad. El Diablo se le presenta a Crisófilo como Satán y le cuenta su historia de angel caído. Nos empieza a resultar simpático este diablo tan atractivo que a su vez se lamenta de que lo que le ocurrió haya originado daño.
Se entiende que Crisófilo simpatice con él y hasta le tenga pena.
El deseo de oro de Crisófilo se convierte en realidad pues se encuentra junto a una montaña de oro. Esto le acrecienta áun más la avaricia, las ansias de placer y el deseo de dominio. Lucifer , con quien ya ha establecido amistad, le ofrece más oro, le explica lo mucho que tienen en común los dos, y lo invita a ir con él a la región del "Deseo". Aunque algo dudoso, Crisófilo acepta la invitación y llega de esta manera a "Diablópolis" la lujosa ciudad deSatán, y el centro de toda negación espiritual. Llega justo en el momento en que se va a celebrar una fiesta en homenaje a una estatua de oro de Belcebú (otra de las muchas representaciones del diablo.) La fiesta está llena de seductoras mujeres y todos los placeres mundanos. Entre los personajes está Torquemada, el Inquisidor y por tanto uno de los ministros favoritos de Satán., que quiere con insistencia condenar a cierto escritor liberal.
Satán decide posponer la condena para asistir a la fiesta. Crisófilo conoce en la fiesta a Francisca de Remini y Satán la empuja para que se apasione con él y cometa adulterio contra su marido.
Mientras tanto los ministros de Satán presididos por Torquemada que piensan que Satán le está dando la absolución al escritor, se quejan y lo retan, pero Satán les contesta asustándolos con una careta de Voltaire a quien todos temen por ser un símbolo de burla diablesca.
Nos enteramos además de que Satán tiene a Cristo encarcelado y encadenado en sombrío calabozo .
Sin embargo a Crisófilo , como invitado especial, le da permiso para salir de "Diablópolis " y visitar las dos ciudades vecinas: "Leprópolis " y "Limbópolis " .
En este caso aparece Byron que ha venido a escoltarlo en su nuevo viaje. Antes de salir de Diablóplis alcanza a ver como allí torturan a Gútenberg por su iluminado invento. Así como Gutenberg, más adelante en la obra vemos otros inventores y científicos que también son condenados.
Crisófilo y Byron emprenden su viaje y según nos cuenta José Luis Martín en su obra analítica de "La Sataniada"(pg.14)
"La primera ciudad que visitan es: "Limbópolis, donde moran las almas secas, neutrales , que ni odian ni aman."
"Se acercan luego a Leprópolis , reino del bien , del amor y de los arquetipos de la belleza y la sabiduría. Un río de sangre circunda la ciudad, que es triste y ruinosa.
El recuerdo de las tentaciones seductoras de Diablópolis se apodera de Crisófilo , que se hastía con el ambiente de la morada de los buenos, y decide regresar a la ciudad de Satán.
Como vemos, el autor nos está demostrando una realidad de lo que aqueja al ser humano que percibe el mal como más atractivo y más divertido, piensa que es imposible que sean condenables las cosas que nos dan placer y que son ricas, bellas y poderosas. Claro está que la clave de lo que nos está tratando de expresar el autor es que todo eso es falso , es pura apariencia, y además es pasajero.
Para abrirle los ojos a Crisófilo y además entablar la lucha contra el mal ‐ contra Satán y devolverle el bien a la Humanidad liberando a Cristo de sus cadenas y calabozo, el autor escoge nada menos que a Eva, a la que Satanás llama esposa y considera su primera conquista de un ser humano.
Aplaudimos a Tapia por escoger a Eva, pues sabemos que lo ha hecho con toda la intención, no sólo de ensalzar a la mujer que por sus otras obras sabemos que respeta y le da reconocimiento intelectual, sino por que quiere reivindicarla para la historia que la ha condenado para siempre como la causante del pecado original , la pérdida del paraíso y de todos los males y dolores que aquejan a la Humanidad. Claro que Adán tenía que haber sido un tonto de capirote porque cayó por igual en la tentación , pero ella queda como la mala y él , como la víctima inocente. Es lógico que sea así, ya que como sabemos son hombres los que escribieron estas historias.
Al regresar Crisófilo a "Diablópolis" Satán completa la conquista de su alma
regalándole un palacio y una gran fortuna . Crisófilo le reciproca con una fiesta en la que Satán logra que Crisófilo se enamore de Laura, la inspiradora de Petrarca pero una vez más, es todo una burla pues aunque se casa con ella, descubre luego que lo que Satán le había hecho aparecer como una bella mujer, era sólo un esqueleto. En esta ocasión ha intervenido Eva, que representa el amor puro y le ha pedido a Satán que anule el matrimonio y éste la complace de mala gana. Sugiere tal vez esto que el amor puro tiene poder sobre el mal y puede vencerlo. Ante la posibilidad de vencer a Satán en cuyas garras se encuentra la Humanidad y para lo cual hay que liberar el bien, Eva acude a Confucio y a Sócrates y los urge a dirigir una revolución contra las huestes satánicas.
Estos con entusiasmo se aprestan a la lucha y esto a su vez hace eco en Gutenburg que aprovecha un descuido de sus guardianes y logra desencadenar a Cristo. Cristo liberado se pone a la cabeza de sus huestes lepropolitanas y enfilan sus "armas ideas" como dice el verso XXIX del Canto Decimoctavo En realidad luchan con ideas y con la cruz repesentado por la alianza que han establecido Cristo y Sócrates. Eva le pide a Satán que se arrepienta y le rinda culto a Dios. Satán llega a iluminarse al recordar con nostalgia cuando era parte del círculo divino. Al verse casi vencido pronuncia una maldición y apoyado por sus huestes que lo hacen recapacitar desata una lucha en la cual parece que la luz va a dominar toda tiniebla. Esta victoria del bien dura poco como veremos luego.
Satán, lleno de ira porque estuvo a punto de convertirse busca un sedativo para su ser y para recrearse y reponer sus fuerzas decide ir con Crisófilo a disfrutar de la naturaleza de Arcadia. Allí encuentra la paz y la tranquilidad de la vida humilde y sana de los pastores que son prototipos de la inocencia. Este cuadro no le va a Satán y decide tentarlos con la codicia, usando magia negra, tanto él como Crisófilo, enriquecen a las pastoras con diamantes y a los pastores con armas.
A Crisófilo le sienta bien el campo y es en este lugar que se le aparece por primera vez Beatriz , la de Dante, y la que en esta obra
representa la Divina Trinidad y de la cual se enamora Crisófilo con amor espiritual, puro. Satán, se asombra de que esto le ocurra a su discípulo, pues esto de amar puramente va en contra de sus enseñanzas. Sospecha que lo está perdiendo y vuelve a ponerle la tentación de la carne con la pastora Elimnia de gran voluptuosidad y con el oro pues la presenta a ella con una corona de oro. Crisófilo cae parcialmente , pues lo único que le interesa es la corona y no ella.
De ahí Crisófilo y Satán se dirigen al oriente para cumplir con los planes macabros de éste que tiene como objeto el fariseismo de Fausto al que quiere hacerle perder la fe para convertirlo en ateo. La proyección de futuro que hace Satán es que piensa que primero se necesita el ateísmo para luego crucificar al bien. Tiene que lograr primero la pérdida de fe para dejar libre el campo para la tentación. Cabe aclarar como lo hace Tapia, que crucificar el bien que es lo que pretende Satán y lo logra con la crucifixión de Cristo se le vira en contra, pues fue precisamente la muerte de Cristo en la Cruz lo que le da el triunfo al Cristianismo sobre el pecado y redime a la Humanidad.
Antes de visitar a Fausto, nuestros dos personajes se detienen en otros lugares como el Parnaso donde las musas los reciben con simpatía y Crisófilo tiene la oportunidad de conversar con Homero. Al pasar por el Cáucaso tenemos hasta el pintoresco incidente de Satán prometiéndole a un buitre que pronto tendrá otro Prometeo para devorarle las entrañas. Pero, más interesante resulta la visita que hacen a un convento donde Satán se burla de la devoción de una monja escondiéndose detrás de la imagen a la cual le reza.
Eva y Cristo aparecen al rescate de la monja tan llenos de luz que la monja asustada cree que ellos son el diablo y le sigue rezando a la imagen tras la cual está Satán riéndose.
Como parte de la crítica que vemos en la obra a la Iglesia, además de conventos , Satán y su discípulo visitan monasterios y tienen encuentros con papas y órdenes religiosas entre las cuales los más criticados son los Jesuitas que históricamente han causado revuelos ideológicos donde quiera que van y de donde en ocasiones los han echados.
Crisófilo y su maestro regresan a Diablópolis a urgencia de las huestes diabólicas que le piden que los guíe para derrotar a Cristo para siempre. Se entabla la batalla y Satán logra que se capture a Cristo y se le corone a modo de burla con la corona de espina . Como sabemos fue una maldad diábolica de los soldados que capturaron a Cristo que se burlaban de su reclamo de que era rey, aunque su reino no era de este mundo. La corona de espina se vuelve simbólica pues la gota de sangre de Cristo que de ella le cayó en la mano a Crisófilo lo redimió del tiempo que estuvo al servicio del diablo. Esto lo vemos luego en el "Post Scriptum" o Epílogo explicado por Beatriz .
Para lograr la captura de Cristo, Satán vuelve a engañar a Eva fingiendo que se arrepiente, ella desgraciadamente le cree y se duerme. Mientras tanto sus huestes aprisionan a Cristo y a su gente. Eva despierta y descubre la traición, pero le profetiza a Satán , que ríe triunfante , un futuro castigo y redención.
Durante todo este tiempo Crisófilo , que ha estado escribiendo en verso las aventuras de su señor, presenta su gran poema a los académicos de Satán. Para su sorpresa declaran su obra de "herética" y a su autor condenado a la hoguera, y esto sólo porque ha llamado "Diablo" a Satán y a sus dominios "Infierno" Cuando Crisófilo se ve en la hoguera desesperado por el humo y el fuego lanza un grito de agonía y despierta. Gracias a Dios, no al Diablo, todo ha sido un sueño. Volver a la realidad cotidiana lo tranquiliza, pero queda angustiado por la revelación de lo vivido en el sueño.
Es en el "Post Scriptum" o epílogo que el editor encuentra en papel de envoltura comercial el final de la historia, es decir "lo que le pasó al poema y lo que fue de su autor."
Dice el autor que su obra fue condenada a la hoguera junto a él, luego de ser juzgada por la sabia "Academia del Non Plus Ultra" la cual declaró que su obra era "Un centón de herejías y atentados pues comienza por llamar Diablo a Su Majestad Imperial e Infierno a sus dominios de la Tierra, y acaba por emplear para el canto de sus glorias el inmundo cuerno en vez de la trompa épica, sólo digna de tan altos merecimientos.
El informe que someten estos Académicos al Señor Poderosísimo , a quien también llaman Vuestra Majestad Sacratísima, no sólo critica el contenido , sino que también critican la forma y sobre todo censuran que "el malévolo autor haya pretendido hacer de esta obra, una de arte en vez de polémica." Como sabemos lo condenan al fuego de la hoguera y en ese instante despierta y se halla en el mismo sillón duro donde se durmió. Queda afectado por el sueño y por la realidad de su vida de pobreza y la misma amargura con el desengaño ahora de que ni el diablo ha querido favorecerlo. Cabe el dicho de que ni a Dios ni al Diablo les importa su existencia. Y por otro lado reconoce cuan semejante es su mundo real de esos mundos que soñó.
Recuerda toda las riquezas, poder, fama y amores que tuvo en sueño por lo que vivió una vida de sueño cuyo despertar es lo que llamamos un triste despertar , ya que causa dolor el haber soñado.
Llega finalmente a quejarse de que ni aún en sueños fue feliz, pues a pesar del oro y el poder, no fue verdaderamente amado ni por Francisca, ni por Laura ni por Elimnia Y en ese preciso instante oye una voz cercana que le dice "Yo te amé".
Se trataba de Beatriz que viene a consolarlo por ser portadora del amor bueno y verdadero y le dice:
"Francisca fue fascinación de los sentidos, Laura, ideal de la fantasía, Elimnia, pasatiempo falaz, glorias fugaces todas, quien debe huirte viene a tu lado. (Recordemos que en el poema al conocer a Beatriz siente Crisófilo por primera vez el amor espiritual que Satán reconoce como el arma más fuerte contra él y sospecha que va a perder el alma de Crisófilo)
Sabemos que en la literatura universal hay varias obras en que el alma de un hombre lo salva el amor verdadero de una mujer, como la Doña Inés de Don Juan.
Pero veamos que le dice Beatriz a nuestro poeta y como purifica su alma y le da la fórmula redentora al poeta y a la Humanidad del evangelio según Tapia ) (La Sataniada 356)
"Soy yo tu Beatriz la unión dichosa de la Fe con la Ciencia y la Poesía:
del alma soy la trinidad gloriosa , amor, luz y belleza en armonía, numen celeste inspirador del Arte: tres entes en un ser, todo sin parte."
"Y luego añade : "O el Diablo o Dios, no se puede servir a dos señores. Tu señor , ya lo has visto, no es el Diablo.
Enjugó una lágrima de mis ojos y limpió en mis manos una gota de sangre: !Sangre! exclamé con horror.
Del Cristo me responde. (Esta fue la gota de sangre que le salpicó al poeta y lo redimió).
Luego el poeta le pregunta a Beatriz ¿Y de qué modo se purifica el alma? y ella le replicó :
"Así como el mal es contagioso , la ciencia, el arte y la fe reunidas, elevan por el contacto.
A la suplica de mi dolor responde su diestra mostrándome mil mundos luciendo en el espacio, y deja caer sobre mi corazón aquella blanca azucena que inundó mi ser con deleitoso aroma cual si fuese una esperanza.
"Y alumbró mi Leprópolis sombría la luna que en ocaso se escondía
y desecha la nube, cual de un velo quedan sólo girones en el Cielo."
Y con estos verso termina el Post Scriptum y la Grandiosa Epopeya dedicada al Príncipe de las Tinieblas.
Para completar este estudio, consideramos importante decir algo más de los personajes principales, aunque al contar la historia los hayamos descrito. Así como sería interesante comentar los temas principales que iluminan la obra y para finalizar las variadas críticas y apreciaciones que sobre la obra se han hecho incluyendo la nuestra .
El ya mencionado crítico literario, José Luis Martín, en su excelente análisis de "La Sataniada" con respecto a los personajes nos comenta que por un lado hay una profusión exagerada de nombres y de personajes famosos, que algunos críticos censuran, pero que él considera importante por la vitalidad de
la obra así como la necesidad de satirizar las monarquías , el clero, los filósofos, cientificos , artistas y literatos. Pero por otro lado en medio de esa multitud sólo hay tres personajes claves y estos son: Crisófilo, Satán , y Cristo. Y
Aunque se le considere personaje secundario Eva ocupa un puesto importante junto a los personajes claves.
En cuanto a como Tapia desarrolla estos personajes, Martín señala que el mejor logrado de los tres es el personaje de Satán seguido por el de Crisófilo. Sin embargo encuentra que el personaje de Cristo está menos logrado, pero lo justifica porque es más un símbolo arquetípico que un personaje y que "la obra lo presenta para efecto de contraste, como una visión luminosa en el horizonte." (Martín, pág.19)
La figura de Cristo encadenado es lo que prevalece a través de toda la obra e incluso en la edición de 1945 aparece una litografía basada en la pintura de Ciappori, cuadro que tenía Tapia, fue heredado por su hijo y hoy se encuentra en el Museo de la Universidad de Puerto Rico. La obra nos presenta un Cristo encadenado orando por la Humanidad.
Martín considera que este cuadro sirvió en gran parte de inspiración a Tapia para la realización del Cristo de La Sataniada como prueban dos estrofas de la obra que describen la escena del cuadro. Una de estas estrofas es la siguiente:
"En prisión por demás triste y sombría pues sólo se ve luz por alta reja pálido eco de la luz del día que más que iluminar, débil refleja para mostrar del preso la agonía encadenado el Cristo, en vez de queja, aquel reflejo sin cesar mirando por el Hombre infeliz está rogando.
El personaje de Satán, en el cual se detiene más el autor es un Satán original, personal y único aunque tiene puntos de contacto con el Lucifer de Dante, el Mefistófeles de Goethe, el Satanás de Milton y con todos los diablos que andan sueltos por los páginas del mundo literario.
El personaje de Tapia tiene más de hombre que de diablo.
En ocasiones se debilita y siente nostalgia del círculo divino.
Está punto de convertirse por insistencia de Eva, y es capaz de perdonar al triste que perdió el contento a pesar de que esto va contra su naturaleza, pero rápidamente se retracta y no le interesa redimirse.
Lo que domina en El siempre es la traición, el oportunismo, la soberbia, la vanidad, la adulación, la hipocresía y muy en especial la anarquía , es por tanto un Satán poderoso, arrogante, mago, astuto, soberbio a la vez que humano, nostálgico, melancólico y hasta capaz de reconocer su posición negativa rayando en patetismo.
Esto le produce envidia por los hombres que pueden redimirse y les baja con todo su odio y su venganza. Una de sus técnicas es inspirar en la humanidad la duda, sembrar duda que lleva a la pérdida de la fe, lo cual a su vez desemboca en feroz ateísmo. Es por tanto el gran señor de la guerra, el eterno inquieto, el enemigo del silencio, la causa del terror.
Parecería entonces que lo único que lo salva ante los lectores es su amistad con Crisófilo el cual aunque parece estar un poco confundido y desviado sabemos que es redimible.
Hemos llegado por tanto a Crisófilo, el personaje protagónico, el poeta autor que nos narra su peregrinación con Satán por mundos simbólicos y épocas históricas.
El personaje de Crisófilo se nos presenta al principio como un amargado, hastia do de las miserias de este mundo, por tanto dispuesto a perder su alma a cambio del oro, el poder y la sabiduría que Satán le ofrece . La forma en que Crisófilo se entrega al servicio de Satán y lo considera su Gran Señor simboliza la caída de Adán y Eva, y la facilidad con que la humanidad cae en la tentación de pecar a cambio de riquezas o poder. Si a esto, como le ocurrió a Fausto, le ofrecen además a uno, amor y juventud eterna, ¿quién se resiste?
El personaje de Crisófilo en todo momento representa al hombre moderno quien al estilo de Hamlet está lleno de inseguridades , es indeciso y desconfiado , pero fácil de seducir con adulaciones , aplausos y premios. Cual dijimos al principio desea riquezas , poder y
todos los placeres del mundo. En la medida que va consiguiendo todo lo que desea se va dando cuenta de lo vacíos y falsos que son los placeres y las riquezas. Así como se da cuenta de las burlas crueles que le juega su amigo a él y a otras personas. Vemos en el desarrrollo del personaje como se identifica con Satán, simbolizando la beastialidad del hombre por un lado y la humanidad del diablo por el otro.
Hombre y diablo se complementan . Todo ser humano tiene la capacidad de ser angel o demonio, y como sabemos , en la mayoría de los casos se es ambas cosas a la vez.
Para completar el cuadro de los personajes claves, introduce Tapia al personaje femenino por excelencia y de mayor importancia para el poema. Se trata de Eva, por supuesto, quien como sabemos ha llevado en historias bíblicas, aunque simbólicamente , el estigma de ser la causante de la caída del hombre, así como considerársele la madre de toda la humanidad en unión mítica con Satán. Dice el poema que de esa unión surgió el linaje humano.
De la octava 12 a la 16 del Canto XII, nos expresa Eva su triste historia al señalar que su gran dolor consiste en que la mayor parte de
sus hijos han heredado la sed de venganza y la rebeldía soberbia del padre y muy pocos han salido con el ansia de luz y bondad de la madre. Eva se convierte en la obra en un personaje fuerte, que rechaza ser esposa de Satán y se vuelve la defensora de toda la Humanidad. Para lograr esto como ya sabemos, organiza y dirige un ejército que logra liberar a Cristo.
En diversas ocasiones en el poema también la vemos tratando de convertir y redimir a Satán. Los otros personajes femeninos representan la gama de amores terrenales, desde el espiritual de Beatriz, hasta los adúlteros de Laura y de Francisca y el voluptuoso de Elimnia. Es el amor de Beatriz el que al final trae la redención al poeta. El resto de los personajes femeninos históricos o mitológicos que presenta son diosas, reinas, brujas o santas. Nos interesa , para completar este
Portada de la presumible primera edición de La Sataniada, probablemente la financiada por un grupo de amigos en el año 1878.
estudio, ver en términos generales los temas sobresalietes de la obra así como la opinión de los críticos sobre ella.
El tema central es la humanidad y su lucha entre el bien y el mal en el mundo en que vive. Para esto la obra va a ahondar en el contraste entre lo absoluto y lo relativo, Dios y Hombre, mundo y cosmo.
Sigue estableciendo dualidad ente el ser y no ser, el espíritu y el cuerpo, y lo temporal y lo eterno. Pero sugiere en la obra la esperanza de fusión de lo dual.
Eva habla del triunfo de la luz sobre la sombra con la fusión de las ideas luminosas .
Los otros temas importantes incluyen el amor , la mujer, los sexos, el arte, sabiduría y ciencia, razón y fe, anticlericarismo, guerra y paz y el importante tema de la Libertad.
Este tema ,también dual , lo presenta como "Libertad Metafísica y Político Social" .
La Libertad interna es la metafísica la que Dios le dio a todas sus criaturas. La libertad entonces viene a ser la primera ley del orden cósmico. En la obra se demuestra como Satán usó su libertad para atacar a Dios y perdió su divinidad, y el hombre la usa para desobedecer a Dios y pierde el Paraíso.
La otra libertad es la externa, por tanto, la política social creada por los hombres, pero inspirada en la metafísica.
Este tema lo usa Tapia para indirectamente satirizar la situación política del Puerto Rico del Siglo XIX.
En cuanto a la opinión de los críticos en el Siglo XIX, amigos de Tapia como José J. Acosta y Manuel Fernández Juncos elogiaron "La Sataniada" y la consideraron obra profunda y trascendental (Acosta) y Fernández Juncos que la describe de esta manera: "...primores de fantasía, vigorosas pinceladas, rasgos de ingenio felicísimos y episodios dignos de aplausos por la novedad del asunto y el interés de la narración..." (Martín, pg. 5)
Hasta de autores y críticos de otros países recibió elogios que sirven para contrarrestar la terrible crítica de Don Marcelino Menéndez Pelayo en 1911.
Don Marcelino Menéndez y Pelayo, autor y crítico católico, dice lo siguiente de "La Sataniada": "La Sataniada que modestamente
llamó su autor Grandiosa Epopeya dedicada al Príncipe de las Tinieblas, es sin duda uno de los abortos más singulares de la manía épico simbólica, que tantos desastres produjo despu´s de la aparición de la segunda parte del Fausto." Luego dice: La Sataniada es un confuso cetón de todo género de herejías, pero están expuestas de un modo tan estrambóticas que no es de temer que hagan muchos prosélitos. Lo que puede dudarse es que saque sana la cabeza el que aventure a penetrar en semejante aquelarre."
El análisis de esta obra de Tapia que hace José Luis Martín sirve para refutar la crítica de Menéndez y Pelayo en todos sus aspectos. Además el decir que es un centón de herejías lo tomó del Post Scriptum de la obra en la que Tapia usa esas mismas palabras como las que dijeron los Académicos de Satán de la obra de Crisófilo la cual como saben la condenan y lo queman con ella en la hoguera.
Tapia mismo se autocritica y trata de que se entienda que esta obra le sirvió para descagar como buen humanista las grandes preguntas de la Humanidad, así como denunciar los males que los humanos han causado y siguen causando por soberbia y egoísmo. Por eso incluye desde Adán y Eva hasta Jorge Washington, mencionando las grandes figuras de la historia universal y sus aportaciones al bien y al mal de la Humanidad que se encuentra en eterna lucha entre el bien y el mal (entre Dios y el Diablo) , Tapia interviene para salvar a los seres humanos de la locura que le causa el tener que escoger cuando el mal se presenta tan atractivo yel bien aburrido. La formula que da Tapia para ayudarnos a escoger es usar la razón que se manifiesta en la Ciencia. La Fe (Cristo) y la razón (Socrates) en la obra se unen para salvar a los seres humanos. Su obra toda es una gran sátira y una farsa de la crisis de valores . Es obra de fina ironía donde caen todos por igual y no se salvan ni Dios ni el Diablo. Sin embargo termina en una nota de esperanza y luz cristiana con la redención de la cruz de Cristo. Por tanto es una obra filosófica y ciertamente cristiana.
¿Cree Ud. que Tapia es hereje?
Conferencia Plenaria: Realismo y Romanticismo: La Cuarterona y Camoens de Alejandro Tapia y Rivera
Por Edgar Quiles Ferrer
Ateneo Puertorriqueño/Universidad del Sagrado Corazón
I.
INTRODUCCIÓN
Durante la Primera Parte de este Congreso, en la mañana del 4 de abril del presente año (2009), “muchas puertas se abrieron” (en palabras de uno de los panelistas invitados, el Lic. Juan Manuel García Pasalacqua), para repensar a Tapia, desde diferentes perspectivas, y así comenzar a sacarlo del ostracismo a que había sido sometido. El dinámico y esclarecedor choque de ideas produjo intensas y reveladoras discusiones que nos obligan a seguir escudriñando sobre los “aciertos” y, ¿por qué no?, también “desaciertos,” de este gigante de nuestras letras, denominado desde los principios de este proyecto quijotesco como “El Primer Puertorriqueño.”
El necesario y fructífero choque de ideas advino ante serias polémicas que aún nos preocupan y nos deben seguir preocupando en torno a: el grave y eterno problema de la identidad patria y su pertinencia en estos tiempos, la postura reformista de Tapia ante los avatares de un colonialismo en franca decadencia, sus revolucionarias y vanguardistas ideas literarias en su narrativa, sus supuestas “conservadoras actitudes dramatúrgicas,” y hasta sus “tímidas” y poco “radicales” posiciones políticas que asumió frente a un clima de mucha tensión, plagado de grandes conflictos económicos y sociales.
Vimos entusiasmados el impulso hacia una nueva revalorización del padre de nuestra literatura, y como lo hemos ido afirmando a lo largo de estas Jornadas,
también el padre de nuestra Identidad. Y con este mismo espíritu he decidido a acercarme a su producción dramática, nuevamente, no ya abriendo puertas sino rompiendo éstas para dar cabida a toda idea honesta que interrogue, cuestione, analice y logré engrandecer la figura de quien, sin lugar a dudas, fue un acicate en la consolidación de todo un sentido de pueblo y de todo un sentimiento de nación, que es, de acuerdo al pensamiento filosófico de Don Eugenio María de Hostos, sinónimo de Civilización.1
Decidí auscultar la posibilidad o no de contribuir a cambiar un poco lo que se ha dicho de los dramas que nos legara Don Alejandro Tapia y Rivera. Confieso que llevo años con el ardiente deseo de sacarlo del clandestinaje a que se le ha sometido su patriotismo y sobre todo a alterar esa, a mi manera de ver, todavía, muy somera y sumamente simplista visión que en general se le ha adjudicado a toda su producción dramática, al tacharlo de “dramaturgo poco revolucionario, nada innovador, más bien continuador, de poca ruptura con las corrientes del momento, etc., etc., etc.”2
1 Un excelente, sucinto y revelador ensayo relacionado con este tema lo presenta la Dra. Vivian Auffant Vázquez en Puerto Rico: civilización, derecho y cultura (Conferencia ofrecida en conmemoración del nacimiento de Don Eugenio María de Hostos el 11 de enero de 2012 en los predios de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras). San Juan: Editorial LEA, Conferencias del Ateneo, Ateneo Puertorriqueño, 2012. 18 pp.
2 En cierta medida los seguidores de la Postmodernidad han sido cómplices de este tipo de, digamos, “ostracismo intelectual” (que ya hemos mencionado arriba) al reducir las cosas más elevadas a una categoría de simpleza peyorativa, casi plebeyística, rayando a veces en un vocabulario ambiguo, impreciso e incomprensible, y al
He tomado para ello un “atrevimiento audaz” legado por mis estudiantes de este Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño. En diferentes momentos algunos de ellos se atrevieron a postular lo contrario de lo que estábamos leyendo, analizando, discutiendo y escudriñando en torno a la dramática Tapiana. Locuras y comentarios diz que “descabellados,” pero que en el transcurso del montaje de las piezas de este Trigésimo Segundo Festival de Teatro del Ateneo Puertorriqueño, dedicado a Don Alejandro Tapia y River a, me fueron llamando la atención por las inteligentes y nada desatinadas discusiones que se gestaban. Y pensé que de esa actitud “audaz” y “atrevida,” podría “abrirse” o romperse “una puerta” más para seguir este proceso auto impuesto, “experimental” (por el riesgo que representa), de revalorizar más y más al padre de nuestro Teatro Nacional.
¿Por qué no hacerle caso a estos investigadores en ciernes y forzar nuevas corrientes de análisis e investigación, que partan de hipótesis aparentemente “descabelladas,” y ver hasta dónde nos conducen las mismas? ¿Qué tendríamos que perder, sobre todo desde la aplicación de un método así llamado científico? ¿Corroborar una hipótesis experimental y rechazar la nula, o viceversa? El mero ejercicio de investigar, y sobre todo, como decimos en la praxis teatral, el proceso de crear, es lo más importante, fuese cual fuese su resultado. Por lo tanto lo que Ricardo Magriñá3 me señalara en uno de los descansos de estos
desvalorizar las manifestaciones más altas y excelsas del espíritu humano.
3 Ricardo Magriñá es estudiante de actuación y dramaturgia hace varios años en nuestra Institución. Estudió en la U.P.R. en Mayagüez y en la actualidad está cursando su post grado en el Centro de Estudios Avanzados de P.R. y el Caribe. Es arqueólogo profesional, pero su pasión es el teatro. Su pieza Agüeybaná el Bravo, producida por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, ha sido representada durante todo el año de 2011 en diferentes lugares del país conmemorando los 500 años de aquel primer grito libertario que dieron nuestros indios taínos contra la explotación española en 1511.
sacrificados montajes que hemos tenido, lo hice mi norte en estos últimos meses, en estos últimos días, en estas últimas horas: “arranquémosle a Tapia todos los argumentos y puntos realistas y románticos que podamos encontrar en sus obras.” No hagamos una EXÉGESIS, hagamos una EISÉGESIS, que resulta más difícil, y que no es otra cosa que forzar al texto a decir lo que no dijo, lo que escondió de sí mismo; en otras palabras, a escudriñar esos posibles universos de ideas, ese cúmulo de mensajes que muy bien pudieron haber existido detrás de cada parlamento, detrás de cada oración, frase o simple interjección, y que por un tiempo hirvieron la conciencia del dramaturgo antes de adquirir una vida propia en las voces de cada personaje. Esos mundos infinitos, plagados de imágenes, conceptos y sentimientos, dentro de la mente del creador y que son en última instancia la razón en de ser de cada línea, quedan siempre solapados tras el texto explicitado y condensado al parirse la obra de teatro. Porque todos sabemos que al hablar de ingeniería dramática es hablar del dominio sobre unas herramientas que desarrollan en el escritor su capacidad de síntesis para plasmar lo mucho en poco; y eso es lo que es el Drama, la Dramaturgia, una efectiva Síntesis de las Ideas. ¿No es eso lo que en el campo de la creación interpretativa llamamos el subtexto del parlamento?, pues entonces, por ahí atrevámonos a revalorizar a Tapia.
Me parece que es necesario hacer aquí una pequeña “disgresión” o digresión, como sea, (aunque rompa un poco con el hilo de mi discurso), trayendo una nota explicativa, un breve “aparte” (como solemos decir en el teatro), antes de entrar de lleno en el contenido per sé de esta ponencia, y señalar tres puntos sobre los cuales estuve reflexionando mucho y que a la larga se convirtieron de verdad en las motivaciones de las que partí para volver, quizás, al drama más impactante y conocido, disque “menos realista” (La Cuarterona), sin desligarme del que ya es harto conocido como el más romántico (Camoens), e
intentar revertir un poco algunas de sus tradicionales apreciaciones y hasta poner en duda algunos de sus enjuiciamientos. Estas motivaciones fueron las siguientes:
1. En primer lugar, la importancia que revisten estas PRIMERAS JORNADAS EN HONOR Y MEMORIA DE DON ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA. Ellas son un atentado patriótico contra toda esa frivolidad que nos abacora a diario, que nos atosigan, conscientemente y constantemente, los llamados medios de comunicación masiva, para envilecernos y embrutecernos como pueblo, como nación, y convertirnos en un país enajenado cada día más.
2. En segundo lugar, el contexto histórico en que se da este II CONGRESO TAPIANO. Estamos en los albores de lo que podríamos llamar una Era Anexionista que amenaza con destruir todo signo de Identidad Patria, por lo que bien pudiera decirse que este Congreso se convierte en un esfuerzo significativo de Afirmación Nacional
3. Y en tercer lugar, el principio cardinal que decidimos habría de enmarcar este TRIGÉSIMO SEGUNDO FESTIVAL DE TEATRO DEL ATENEO PUERTORRIQUEÑO: TODO TAPIA; y que muy bien puede explicarse con la siguiente pregunta. ¿Qué nos puede y tiene que decir Don Alejandro Tapia y Rivera a nosotros los puertorriqueños de este siglo XXI, cuál podría ser su pertinencia, si la tiene, y de qué manera logramos contribuir a ese necesario enriquecimiento espiritual que tanto necesita nuestro pueblo, para mejorar su calidad de vida, llegando a aquellos sectores que los investigadores sociales han dado por llamar: “juventud y comunidad descarriada” de nuestro país?
II. UN REALISMO INCIPIENTE. PRIMER CANON: EN LA ARENA DE COMBATE SE ENFRENTAN LA RAZÓN Y LA PASIÓN (TESIS VS. ANTÍTESIS ES IGUAL A SÍNTESIS).
En el transcurso de las puestas en escena de todas las obras dramáticas de Don Alejandro Tapia y Rivera, incluyendo las adaptaciones hechas para teatro de sus novelas más significativas (Enardo y Rosael, La leyenda de los 20 años , Póstumo el transmigrado y Póstumo el Envirginiado), sorprende el espectro del Realismo en toda su vastedad de contenido, y los jalones de un espíritu romántico ya en camino hacia su eternización, como esas fuerzas invisibles que se apoderan de nosotros para siempre y nos acompañan hasta nuestra próxima encarnación, puesto que los genios de Johan Wolfgang Von Goethe (con su poderoso “Sturm und Drang” o “Tormenta de Pasiones”),4 Johann Christoph Friedrich Schiller (con sus virulentos dramas Intriga y amor de 1783, Don Carlos de 1787 88, María Estuardo de 1800, La doncella de Orleans de 1801, y Guillermo Tell de 1803 04, entre otros), y Víctor Hugo (con su polémico y violento Hernani)5 así ya nos lo
4 El “Sturm und Drang” fue un movimiento literario que llegó al arte musical, al visual y al de la representación (el teatro) desarrollado en Alemanía en la segunda mitad del siglo XVIII, capitaneado por Goethe (1749 1832). Fue precursor del Romanticismo. En términos generales postulaba una libertad total en el artista para expresar su subjetividad individual, y en términos particulares enfatizaba la necesidad de llegar a los extremos de la emoción. Esto último, por el hecho de querer contraponerse a aquellas frías y calculadas (casi matemáticas) limitaciones que impuso el Racionalismo de la Ilustración, y que en el teatro se conocen como las Reglas de las Tres Unidades del Neo Clasicismo Francés: unidad de Tiempo, unidad de Lugar y unidad de Acción. Contra el endiosamiento de la Razón, el endiosamiento de la Pasión. La fuente de inspiración es el sentimiento y no la razón.
5 El Hernani de Víctor Hugo (1802 1885) fue estrenado el 25 de febrero de 1830 en el Théàtre Français de París. Es una tragedia en torno al bandido Hernani y su amante Doña Sol. En la España Medieval, Hernani tiene como su rival a Don Carlos. Tiene que fingir ser un noble y así logra su victoria, pero sus enemigos del pasado lo
habían sentenciado: “el Romanticismo vino para quedarse.”
Si bien es cierto que el Romanticismo fue una reacción contra el anterior movimiento del Neo Clasicismo, el Realismo lo será esta vez contra el mismo Romanticismo; pero en esos primeros pasos iniciales, cuando se está buscando un sentido de ruptura con la vieja tradición, lo que va aflorando es una especie de síntesis de algo casi mágico y natural que no podemos precisar, pero que es un resultado lógico y normal, una consecuencia esperada. Es decir, si una síntesis es el producto final de dos fuerzas que previamente combatían entre sí: una tesis que afirmaba algo versus una antítesis que lo negaba, el Realismo vino a ser la Síntesis que brotaría como producto del choque de una Tesis (el Neo Clasicismo) en pugna contra su Antítesis el
Romanticismo.
Si aceptamos este esquema (tesis vs. antítesis = a síntesis) para significar los procesos literarios y artísticos, los primeros pasos en la formación del movimiento realista no serán sino esos destellos últimos de lucha entre los movimientos que le precedieron; aunque se diga que el foco de atención recaerá en el movimiento que inmediatamente le precedió, en este caso el Romanticismo. Por eso muchos de esos iniciadores dramas “realistas” parecían una continuidad de la lucha entre los valores que atesoraba lo neoclásico contra aquellos que eran los pertinentes a lo romántico. Piezas como El Inspector de 1836 del ruso Nikolai Gogol (1809 1852), Kean o “Desorden y
amenazan y al final él y su esposa se envenenan. La importancia de un amor puro y las experiencias emocionales y naturales de los protagonistas son características del Romanticismo. Esa noche de estreno se escribió un capítulo para la historia del teatro. Se conoce como la batalla de Hernani, donde seguidores del Romanticismo se enfrascaron en gritos, aplauso y abucheos contra los seguidores del Neo Clasicismo. Los admiradores de Vítor Hugo lograron silenciar a los Neo Clasicistas en el teatro y la obra cobró fama cuando los Románticos alcanzaron el éxito. Víctor Hugo había organizado a sus seguidores en prevision del acontecmiento. Fue verdaderamente el primer triunfo del Romanticismo.
Genio” de 1836, Calígula de 1837, La Dama de las Camelias de 1849 en su versión teatral, todas del francés Alejandro Dumas, e hijo, están cargadas de enseñanzas morales, de denuncias a los prejuicios sociales de la época y abogan por ampliar los derechos de todos los ciudadanos. (La enseñanza “moral” preocupaba más al neoclásico y al romántico, mientras que la denuncia en lo social y económico, preocupaba más a los del Realismo. En aquellos dos primeros la posición resultaba ser más individualista, a veces extremadamente egoísta, mientras que en el último, se expresaba una genuina preocupación colectiva.)
En esa primera, digamos, “arena de combate,” lo que vemos no es sino la agonía de dos viejos y anquilosados gladiadores que aún no quieren dar su brazo a torcer. Falta todavía un tiempo de madurez para rayar en algo nuevo y totalmente diferente que pueda sí catalogarse de auténtico empuje de ruptura. Falta algún tiempo para llegar a un Henrik Ibsen (1828 1906), el supuesto padre del Realismo, y sus connotadas piezas psico sociológicas de Casa de muñecas (1879) y Hedda Gabler (1890); para alcanzar a un poderoso Augusto Strindberg (1849 1912) con sus torturantes y desquiciantes conflictos psicológicos de El Padre (1887), La Srta. Julia (1888) y Los Acreedores (1889 89); para lograr unas sutilezas finas que fotografíen la aburrida realidad que golpea incesantemente a las clases pequeño burguesas, como bien lo presenta Antón Chejov (1860 1904) en su obra La Gaviota (1896); y finalmente para plasmar una conciencia social en Los Bajos Fondos de 1902 del genio de Maxim Gorki (1868 1936).
La Cuarterona y Camoens parecen el anverso y reverso de una misma moneda de cuño dramatúrgico, donde podemos perfilar esos primeros “pininos” en la “arena de combate” que iniciara la corriente realista durante el final de aquella primera mitad del siglo diez y nueve. En primer lugar, parecen que las fuerzas en conflicto copian los primeros esfuerzos de los dramas realistas en la Francia decimonónica. Estos tendían a
enfrentar, como he intentado inferir anteriormente, dos campos filosóficos viejos, dos previas tendencias o corrientes que se oponían entre sí, y que fueron gestoras de esos dos avasalladores movimientos que precedieron al Realismo, en estricto orden cronológico: el Neo Clasicismo y el Romanticismo.
De este enfrentamiento, en los inicios del siglo 19, es que aquellos primeros Realistas oNaturalistas entendían debería surgir la semilla, el germen de lo que constituiría el nuevo estilo llamado Realismo y en algunos también Naturalismo. Dicha corriente casi postuló una fórmula para los consabidos Nuevos Dramas: el conflicto dramático ha de estar constituído por aquellos que defienden las fuerzas de la razón frente a los que sostienen y le dan primacía a la pasión, al corazón.
Desde ese punto de vista, La cuarterona nos cae como una pieza corolaria del Realismo, cuando entendemos que las mejores escenas de la misma radican en los momentos en que la Condesa se enfrenta a su hijo Carlos y trata de convencerlo de que acepte el matrimonio con Emilia, hija del adinerado capitalista Don Críspulo (el nuevo rico que representa la ascendente nueva clase social de la pequeña burguesía) y salvar así su precaría condición financiera. Los argumentos de la Condesa son todos racionales, materialistas, pensados y calculados fríamente sin la influencia en absoluto de ningún tipo de sentimiento, productos de una necesidad económica; mientras que Carlos argumenta con el alma, con su corazón (como todo buen romántico) y no admite el casamiento a menos que no sea por amor.
La Condesa hace todo lo posible por sostenerse en su condición de clase, intenta
Melissa Reyes como Julia, en el montaje de La Cuarterona de Tapia, por la Compañía Nacional de Teatro del Ateneo. Dirección de Roberto Ramos-Perea. 2008.
darle algún peso, alguna fuerza, a las viejas tradiciones y antiguos valores de su clase, constituida por una ya rancia Aristocracia, basada en la Nobleza de la Sangre. El respeto y la sumisión total que todo hijo debe tener hacia su progenitora, hacia aquella mujer que representa lo más sagrado para un hombre, su madre, es un valor incuestionable que jamás se puede poner en duda ni discutirlo. Y con este poderoso argumento “tan y tan cristiano” en su mente, inicia la escena con su hijo sacándoselo en cara. De manera que cuando ella comienza el diálogo en la escena séptima (pp.71 77) del Primer Acto,6 tiene todas las de ganar, porque le hace tomar conciencia desde este primer instante, sobre ese particular y singular detalle, ante el cual no hay argumento posible para contradecirlo ni muchísimo menos para combatirlo. Siendo esto así, ya se establece de qué lado podría estar el triunfo en la discusión, si es que ésta llega a gestarse. Y que sabemos que se gestará por los acontecimientos que
6 Tapia Rivera, Alejandro. La Cuarterona. Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico y el Instituto de Cultura Puertorriqueña, colección puertorriqueña 5, 1993. 149 pp. (Reimpresiones 1995 y 2001). Esta no es la primera versión de 1867, donde encontramos a un Tapia más aguerrido, lleno de una juventud vibrante, agresiva y acusadora; corresponde a la version revisada que se publicó póstumamente en 1944, donde se le han eliminado algunas expresiones mucho más atrevidas contra el colonialismo español. Es la que ha publicado siempre el Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1968, 69 y 70.
previamente se han venido presentando. Veamos parte de la escena (los subrayados son nuestros).
“
El cielo premie al hijo que complace a su madre,” dice con dulzura y altivez la Con desa. Carlos le riposta, “¡Ah! Entonces tienes un hijo muy desgraciado; un hijo que no puede siempre complacer a su madre.” Diez parlamentos más adelante y estando ya la madre hirviendo en cólera, totalmente enfurecida, arremete: “La juventud es inexperta.” “Conozco mi corazón:” (le responde Carlos) “no podría ser feliz en un matrimonio sin amor.” “¡Quién sabe, Carlos!” (le interrumpe ella con autoridad) “¿Cuántos casamientos por amor no han sido desgraciados?” “¿Y cuántos no han sido felices?” contrarresta Carlos de manera humilde, sorprendiéndola y precipitando su tiránica actitud: “En la elección para el matrimonio debe presidir la razón, no las ilusiones.” El diálogo sigue de la siguiente manera.
Carlos: Yo creo que el amor no debe ser desatendido
Condesa: Es lazo aquél indisoluble.
Carlos: Por lo mismo.
Condesa: El entendimiento debe consultarse.
Carlos: Más el corazón
Condesa: El entendimiento es todo.
Carlos: ¿Y el amor es nada?
Condesa: Es ciego y suele extraviarse
La escena continúa, acusándose de intransigentes y caprichosos. La tensión se ha apoderado del drama y ha de llegar a un punto alto de conflicto donde sólo cabe la posibilidad de la violencia, consecuencia “natural, humana” en toda polémica en que estemos involucrados los seres cuando los sentimientos se nos van despertando como en discusiones de esta naturaleza.
III.
UN SEGUNDO CANON DEL REALISMO INCIPIENTE: LA NECESIDAD DE LA LLAMADA “ESCENA OBLIGATORIA.”
Dentro de los llamados “cánones dramatúrgicos” del Realismo siempre habrá una escena llamada Escena Obligatoria, producto de una o varias escenas previas que dejaron la tensión suspendida hasta el preciso momento donde ha de aflorar la violencia; pero que no podrá ocurrir ni seguida de estos precisos instantes de la discusión ni inmediatamente después. En un próximo y algo lejano momento es que se deberá retomar la tensión y aparecer la llamada “escena obligatoria,” y el mismo tema habrá de recaer sobre los mismos parámetros de la escena anterior o de las escenas anteriores. Esa escena (la
“obligatoria” o la que por lógica se ha de continuar más adelante por haber sido interrumpida su tensión dramática) es la herramienta más poderosa que tiene el dramaturgo del Realismo para confeccionar un drama con todas las propiedades de la ingeniería dramática. Es más, se dice que si una pieza no posee una “escena obligatoria” osi no logra cuajar una contundente escena obligada, no hay Realismo, no hay Melodrama, no hay, lo que llaman los norteamericanos el “Well Made Play” (estilos que el mismo Movimiento del Realismo fue desarrollando a lo largo de su historia).7
Cuando estábamos en el proceso de montaje nos dio con buscar si más adelante, en efecto, podría aparecer esa escena con la fuerza y el peso, la importancia y la relevancia, para el desarrollo de toda la
7 Tanto el llamado Melodrama como el “Well Made Play” son parte del Realismo, son una especie de estilos en que el movimiento fue “perfeccionándose” o tomando forma particular de acuerdo a las circunstancias en que se presentaban las llamadas fuerzas de la realidad circundante; así, se tienen estilos como Realismo Social, Realismo Psicológico, Realismo Selectivo, Realismo Poético, Realismo Sugerido, y hay quienes hablan ya de un Realismo Mágico en el teatro, de lo “Real Maravilloso” también para el teatro.
acción dramática que el Realismo exige. Y sí la encontramos, clarita y transparente. Madre e hijo se confrontan hasta esos niveles. Es la escena VIII del Tercer Acto,8 ya casi culminándose con la tragedia, de hecho la más extensa y a su vez también la más tensa y vibrante, no sólo de todo el este tercer acto sino quizás de todo el drama.
(Y cuando la “escena obligatoria” irrumpe con esas cualidades estamos ante una pieza realista de primer orden, con una perfección dramática digna de admiración).
En ella la Condesa humilla sin sentimiento maternal alguno a su hijo, lo engaña, le miente, para lograr su propósito. La desesperación del enamorado por Julia, la cuarterona, lo desquicia, llegando casi a violentar a su madre, interponiéndose frente a ésta cuando intenta llegar a donde está Julia para sacarla de la casa.
El ritmo de la escena, su fuerza dramática interna, sus diálogos explosivos, sus respectivas transiciones y silencios, generan la tensión más electrizante de todo el drama. Y de nuevo, lo que tenemos es esa lucha entre los llamados del corazón y las fuerzas de la razón. Vence en la contienda la Condesa. Carlos se arrepiente, llora por haberle faltado el respeto a su madre, se le arrodilla, le pide perdón y le implora su comprensión.
No hay otro momento más dramático (ni más climático en todo el drama, en toda la tragedia), verdaderamente triste y lacrimoso, verdaderamente desgarrador y angustiante, como ver a este hombre totalmente acabado, destruido, cayendo arrodillado y suplicándole piedad a su progenitora…
Pero veamos la escena.
Condesa: ¡Qué escucho! Apenas creo lo que oigo. Me avergüenzo de tus palabras. Estás loco sin duda. ¡Y es mi hijo quien profiere tales desacatos, y ante mí se permite tales palabras! Ahora menos que nunca debo ceder: ceder es la deshonra, y a poco que tolerase, la llevaría ante el ara a
mi despecho. Que salga, que salga inmediatamente de esta casa.
(Da algunos pasos hacia la puerta de la derecha con mucha resolución)
Carlos: No señora, no saldrá sino conmigo.
Condesa: ¿Cómo impedirlo?
Carlos: (Interponiéndose con respeto pero con firmeza) No lo sé … más la protejo.
Condesa: ¿Por qué medios?
Carlos: La ley …, digo mal: la justicia …
Condesa: (Con grande energía haciendo por apartar a Carlos de la puerta) ¡Aparta!
Carlos: (Con amargura y decisión) ¡Señora!
Condesa:Saldrá ahora mismo, cualquiera que sea su estado: yo lo quiero.
Carlos: (Bruscamente) No lo consentiré.
Condesa: (Retrocediendo) ¡Cielos! ¡Y es mi hijo!
Carlos: (Cayendo de rodillas) Madre mía, piedad … piedad para ella y para mí. (Levantándose.) ¡Ah! Señora, compadezca usted mi estado. ¡No he querido ofender a usted, pero soy muy infeliz! Mi corazón sufre mucho y tengo en él un mundo de amargura. Usted que fue tan buena para Julia, no debe hacerla más desdichada; que sin nacer lo era. Que ignore siempre la saña con que usted acaba de amenazarla. ¡Ah madre mía! Si mis palabras han podido ofenderla mi corazón no las ha dictado.
La escena es interrumpida por el sirviente Jorge quien anuncia la llegada de la novia y los testigos para el debido casamiento. Ello forzará a la Condesa a recurrir, astutamente, en concordancia con los dictámenes de su conciencia, a su última estrategema, más maquiavélica que la mentira misma, el engaño. Le construye una historia tan falsa pero tan bien dicha que termina por destrozar los sentimientos del hijo: Julia, la cuarterona, es su hermana y ante el incesto, toda posibilidad de matrimonio queda automatiacmente anulada. El cierre de esta IX escena es revelador, en este caso del triunfo de la razón sobre el corazón; pero veamos los últimos momentos de la misma:
8 Tapia y Rivera, Alejandro. Op. Cit., pp. 128 133.Condesa: (¡Ah, qué idea! Es preciso … veamos. El momento es supremo, ¿a qué detenerme? Es un recurso disculpable, necesario.) Hijo mío, el enlace que te propongo es ahora de conciencia. Debo curarte de un amor imposible, y evitar criminales consecuencias … Entre Julia y tú, hay un abismo. Aun cuando ella fuese de tu propia condición, aun cuando tuviese el oro y todos los atractivos del mundo no podría ser tu esposa.
Carlos: ¡Cómo!
Condesa: Lo que se cuenta de su nacimiento, fue pura invención para cubrir un extravío.
Carlos: ¡Qué dice usted!
Condesa: Si la he tratado como hija, ha sido por respeto a la memoria de tu padre … Me fuerzas a decírtelo.
Carlos: ¡Qué oigo! ¡Cielos, tened piedad de mí!
Condesa: Y ahora, ¿vacilarás? ¡Carlos decídete, por Dios, que nos aguardan!
Carlos: ¡Ah!
Condesa: El abismo entre los dos es ahora inmenso.
Carlos: ¡Sí, inmenso!
Condesa: Debo impedir que caigas en el … ¡El incesto!
Carlos: ¡Qué horror!
Condesa: Ven, y huye de ella para siempre.
Carlos: Sí, sí … Haga usted de mí lo que quiera.
Condesa: Carlos, ven a poner entre ella y tú la barrera salvadora; ven, hijo mío, ven.
(Aprovechándose del estupor de Carlos, la Condesa le ase del brazo llevándole consigo)
Luego de ahí el resultado que todos conocemos.
¿No es esta misma escena la que se va a repetir en Camoens cuando el Padre de Catalina de Ataide insulta a su hija por despreciar un matrimonio concertado en beneficio de su condición de noble?
Su padre, el Conde de Ataide, necesita casar a su hija con el Marqués de Souza para agenciarse nuevamente la confianza del Rey y recobrar lo que
moralmente había perdido ante la corte de Palacio: su honor y su “honra.” Igual que la Condesa de La Cuarterona recurrirá (de ser necesario) a cualquier estratagema ofensiva, sucia, producto del engaño y no reparará en ningún medio a ser utilizado, desde apelar a los tradicionales valores morales del momento (los hijos han de obedecer ciegamente a sus padres), hasta el atentando contra los sentimientos más nobles y fieles de la sangre, llegando inclusive a la amenaza, al desprecio y la humillación; en otras palabras, a la mentira y la maldad, al más puro y burdo oportunismo.
Catalina aquí simboliza al Carlos de La Cuarterona. Enamorada del poeta cantor de la grandeza de Vasco de Gama, el plebeyo y aguerrido soldado Luis de Camoens, no acepta otra unión que no sea con el ser a quien ama. Camoens o la muerte, le increpa Catalina de Ataide al Conde de Ataide, su padre. Previamente ya había tomado tal decisión, en la escena tercera del Segundo Acto.
Catalina ¡Ah! ¡qué decís! … probaré de convencerle, ¡ay de mí! No sabéis cuánto sufrí. Noches horribles pasé; añadiendo al gran dolor de perder a mi adorado, el temor de ver logrado ese enlace aterrador.
Y era tanta mi agonía, que a Dios con ruego constante pedí muerte delirante, y la muerte no venía. Y hasta pensé ¡desdichada! en dármela yo …
Cabral ¡Qué escucho!
Catalina ¡Perdóname Dios! ¡Oh! ¡Mucho sufrió el alma atribulada! Y fue mayor mi impiedad, pues no cedí de mi intento obediente al mandamiento de la sacra Majestad; cedí por sólo el temor de hallarme en otra existencia sin él … sí, que en mi demencia
le preferí a mi Hacedor.
(La versión citada está tomada de las Obras Completas, Tomo II. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968, pp. 600 601.)
La situación es parecidísima, casi un paralelo. Sólo se alteran los géneros que encarnarán las fuerzas del conflicto.
Los viejos valores y las viejas y tradicionales costumbres de la nobleza inician la discusión. Catalina considera que una mujer que se casa sin amor se deshonra. El Conde aprovecha el argumento para exigir lo mismo que la Condesa le exigió a Carlos en La Cuarterona: el sometimiento de los hijos a la voluntad de sus padres. El Conde de Ataide sostiene que el “desobedecer al padre es su deshonra” y no el casamiento sin amor. Y otra vez, las escenas más estremecedoras, catalogadas por sus críticos, están presentes en los enfrentamientos familiares, entre la hija y el padre.
La sexta escena del Segundo Acto en la versión primera de Camoens es más que contundente y la de mayor fuerza dramática.9 El Conde desesperado por haber perdido la confianza del Rey y de la corte, se siente avergonzado y deshonrado, maldice, insulta, desprecia y humilla a su propia hija llamándola hasta “puta” en palabras modernas, no así en el verso octosilábico de Tapia, finge incluso estar al borde de la muerte para convencer a ésta, y logra el cierra de un acto en el mayor punto de tensión que haya logrado el drama. ¡Qué lástima que Tapia se autocensuró (no sabemos por qué, yo tengo mis sospechas) y eliminó esta escena en la versión publicada de 1868. Veamos parte de la escena: (subrayados nuestro).
Ataide (Sentándose.)
¡Cuán me agobia la fatiga
9 La primera edición aparece en Madrid: Tipografía T. Fontanet, 1868. 74 pp. La segunda edición en San Juan, Puerto Rico: Establecimiento Tipográfico de Acosta, 1878. 75 pp. Otras ediciones ya en el siglo XX.
Y nada mi dolor cura! Nada mi duelo mitiga: ¡tan sólo mal me procura la fortuna mi enemiga!
Catalina (Con timidez.) ¡Padre!! …
Ataide Contempla tu obra. De pesadumbre me llenan tus halagos, ya de sobra: omítelos, me envenenan el tono rebelde cobra. Pero basta. Ya lo ves: se espera tu decisión. Llegó el día y el marqués aguarda; no hay dilación.
Catalina ¡Oh!, padre, ¡por Dios bendito!
Ataide Más dilaciones no admito: te casas, o nunca más, nunca a verme volverás. Tu respuesta necesito.
Catalina ¡Ah!, vos no sabéis, señor, lo que siento y que me mata.
Ataide Ni quiero saberlo, ingrata: sé que debí a tu amador el pesar que me maltrata.
Catalina Señor, señor, un convento donde el cielo por vos pida.
Ataide Ya lograrás ese intento, cuando acabes con mi vida y sientas remordimiento. No lo repitas; no oiré de nuevo tal pretensión: odas tu resolución, opara siempre me iré, ya sobrado te escuché. Por adorar un fantasma que la muerte te dejó …
Catalina Mi pecho fe le juró. Ataide Mi mente se admira y pasma. ¡Tanto un capricho duró! Capricho que no te alabo. ¡De mis contrarios la grey, no ignoras que logró al cabo, mi destierro por el rey, de mi honor en menoscabo! Y hasta en mi daño influyó lo del escándalo y duelo en Palacio, y se tachó al padre de poco celo porque el lance no evitó. No ignoras que con la alianza
del marqués, recobraría de nuestro rey la privanza; y perder esa esperanza la vida me costaría. No ignoras que del despecho nació esta feroz dolencia, serpiente que aquí en el pecho devora ya mi existencia; y a remediarla ¿qué has hecho? Moriré; mas no a tu lado. Voy a ocultar mi dolor allá en lugar olvidado. Quédate, pues, con tu amor; y si acaso atribulado a decirte alguien viniera que ya tu padre no existe, ni una lágrima siquiera, porque la muerte le diste, y él tu llanto maldijera (Con desesperación.)
Empero todo es en vano, y tu silencio inhumano me sabe a la amarga hiel. Llámame padre tirano; pero, ¡adiós, hija cruel! Catalina (Deteniéndole.)
¡Ay!, haced lo que queráis, y que os maté no digáis. Esa boda tan funesta ordenad … estoy dispuesta (La versión citada está tomada de las Obras Completas, Tomo II. San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968, pp. 603 606.)
La escena sigue. El mismo conflicto, tanto en La Cuarterona como en ésta, arremete una y otra vez: los hijos han de obedecer ciegamente a sus progenitores, sobre todo si es para sacar a la familia de algún apuro, sea éste moral o económico, sacrificando incluso el corazón y sus sentimientos. Y en ambos casos la inhumana y a veces cruenta manipulación de estos nobles sentimientos de la sangre, que tanto la Condesa en La Cuarterona como el Conde de Ataide en Camoens, utilizan como un último subterfugio, irrumpe de manera tan tiránica sin importarle las terribles consecuencias que pudieran acarrear. “No
hay acción más alevosa, humillante e injusta, anticristiana, que la venta de sus propios hijos,” es lo que parece decirnos Tapia con ambas situaciones; es lo que en última instancia parece estarse cociendo en la mente del dramaturgo; lo que definitivamente está en juego en ambas “tragedias.” Tapia se nos presenta como un “censor” de los terribles vicios del poder, particularmente del poder de los progenitores sobre sus vástagos que han convertido o quieren convertir el “sagrado vínculo del matrimonio” en un vulgar asunto de negocios.
(No olvidemos que ésta y La cuarterona casi se estaban escribiendo al mismo tiempo: 1866, 1867 y 1868. Tapia en 1866 acababa de regresar de Cuba, allí publicó El Bardo de Guamaní, 10 en una edición muy prestigiosa que los mismos autores cubanos de fama y respeto envidiaban, y que en los últimos hallazgos de su vida en ese exilio aparentan ser de gran valía a su estimación. Dos años más tarde aparece una excelente crítica valorativa a ese libro. Aparte de la labor que como abolicionista y reformista ejerció en esa nación con mucha valentía, integrándose a las discusiones y organizaciones que a esos respectos se creaban.)
Intrigas palaciegas, enemigos acérrimos, envidiosos del poeta soldado Luis de Camoens, precipitan su destierro, su naufragio y desaparición, donde lo dan por muerto, hace posible, finalmente que Catalina de Ataide acepte el matrimonio con el Marqués de Sousa. Se sigue el esquema de La Cuarterona. El matrimonio no logra consumarse ante la presencia de la sombra del poeta amado, en el momento de la ceremonia nupcial. Muy parecido a la situación de La Cuarterona. Cae Catalina en un estado de locura y malogra su casamiento. Fiel hasta la muerte con sus principios del corazón, solo amará a Luis (o Camoens o la muerte), por lo que al recibirse
10 Tapia Rivera, Alejandro. El Bardo de Guamaní: ensayos literarios de Alejandro Tapia y Rivera. La Habana: Imprenta del Tiempo, 1862. 616 pp.
noticias de la desgracia de su padre se refugia en un convento donde prestará servicios a los desamparados.
En ambas piezas el matrimonio por amor o por negocio no se consume, y lo curioso además es que en ambas mueren los que No representan las clases “privilegiadas” sino aquellos de los estratos “inferiores” (Julia una cuarterona, y Camoens un plebeyo; a pesar de que encarnen los valores más nobles del alma humana), y ambos héroes fallecen en los brazos de quien representa su verdadero amor:
(Escena final XIV del Tercer y último Acto de La Cuarterona.)
Carlos: (Que ha examinado a Julia al par que la Condesa.) Sin pulso … la frente helada …
Julia: (Al oir la voz de Carlos abre los ojos aunque con dificultad, procura sonreir y le tiende la mano.) ¡Ah! ¡Carlos … yo … pesado sueño! … ¡Qué felicidad … poder dormir tan dulcemente! …
(Escena final VII del Tercer y último Acto de Camoens.)
Catalina: ¡Cielos, cielos, piedad! ¡Oh, qué tortura!
Camoens: ¡Al fin … muero … en tus brazos … ángel mío! …
Expira.
IV.
ENTRE UN REALISMO TRÁGICO Y UN ROMANTICISMO NOSTÁLGICO. (La necesidad de exponer la rebelión de los oprimidos. La tradicional estructura dramática del conflicto realista: principio, nudo y desenlace. La prosa privilegiada frente al verso. Y otras consideraciones.)
Sobre la muerte de estos “héroes” (de Julia y Camoens, acaecida, como acabamos de decir, ante la presencia de sus seres amados) podemos señalar lo siguiente. En el caso de Julia ha sido por un acto valiente de rebeldía, puesto que su suicidio no es un acto de cobardía ni mucho menos
un acto de autocastigo por el descubrimiento o reconocimiento de su falla trágica, no es un acto de arrepentimiento, NO, es un acto de pura rebeldía, es un acto de confrontación, es un acto revolucionario, porque es un acto de amor.
Preguntémonos el por qué ella decide morir en la sala principal de la casona; lugar no apto para la servidumbre ni mucho menos para aquellos que fueron acogidos por sus superiores en un acto hipócrita de “benevolencia.” Julia, la cuarterona, sigue siendo una sirvienta más en la casa de la Condesa. Sin embargo, conociendo su posición, la que ha cumplido fielmente por agradecimiento, decide salir de su lecho de enferma y casi enfrentar a sus superiores.
A mí me parece que esto lo trae Tapia con esta intención y no con otra; aunque podría argumentarse que se está haciendo uso de la llamada “economía de recursos”11 donde se intenta reducir la máximo la cantidad de lugares donde desarrollar la acción dramática. Pero Tapia no escatimó en el número de escenografías que pudiesen tener sus piezas, la mayoría de ellas tienen de tres a cuatro escenografías. (Roberto D’Evreux tiene 3 escenografías: “Sala de paso a las Cámaras reales” para los Actos I y II, “Una galería en la Torre de Londres” para el Acto III, y el “Gabinete de la Reina” Isabel de Tudor para el Acto IV. Bernardo de Palissy o el heroísmo del trabajo tiene 3 también: “Los tendales de Palissy” para la Primera Parte Actos I y II, “Sala decente, aunque modesta, de Bernardo, en París” para el Acto III de la Segunda Parte, y la “Prisión de Palissy en la Bastilla” para el Acto IV de la Segunda Parte. Camoens tiene 4: “Salón en el Palacio real de
11 Concepto usado cuando se piensa en las posibilidades de escenificación, de montaje, de las piezas; que se constituye a veces en una especie de camisa de fuerza para el dramaturgo en cuanto a los lugares (escenografías) que seleccione para plasmar mejor el acontecer de la trama. Un buen dramaturgo siempre ha de tener en mente que su creación sea “representable.” Cuando una obra es “irrepresentable” está abocada al anonimato.
Lisboa” para el Acto I, “Sala en casa de Ataide” para el Acto II, “Atrio de un monasterio” para la MUTACIÓN DE ESCENA del Acto II también, y un “Aposento en un hospital de Lisboa” para el Acto III. Vasco Núñez de Balboa, la pieza Neo Clásica por excelencia de Tapia, sólo tiene una: un lugar en “Santa María de la Antigua, del Darién,” pero esto está más que justificado y entendido puesto que era lo típico del Neo Clasicismo para cumplir con la regla de “Unidad de Lugar.” Igualmente con Hero, que al ser un monólogo sólo tiene una: “Una playa de Grecia. A la derecha del actor un bosque, a la izquierda y fondo las rocas que forman la orilla del mar.” Finalmente La parte de león, la pieza “realista” por excelencia de Tapia, es curioso que tenga al igual que La Cuarterona sólo 2 escenografías: “Sala lujosa y elegante” para los Actos I y II, y el “Campo” para el Acto III.) Por lo tanto el argumento se cae. Otra era definitivamente la intención. Muy bien pudo añadir un lugar, un espacio escenográfico más, para ese final del drama. La obra y los requerimientos técnicos de lugar aguantaban fácilmente tres escenografías y no dos como acontece: la Habitación de Carlos en el Primer Acto, la Sala Central de la Casona de la Condesa para el Segundo (y Tercer Acto), y la “Habitación de Julia,” su lecho de enferma, para las últimas escenas de ese Tercer Acto. Pero no, el dramaturgo decidió no traer una tercera escenografía a la acción del drama y mantener ese impactante final (la muerte de Julia) en la Sala Principal de dicha Casona, en el lugar exclusivo para los amos, los señores, los “nobles de viejo cuño” como expresa la Condesa, puesto que así se constituye en un atentado “rebelde,” obviamente, contra el poder.
¿Y no es esto la esencia del movimiento realista (del Realismo) cuando sostenía que las obras así consideradas debían representar, ya sea de forma directa oindirecta, ya fuese de manera metafórica, simbólica o solapada, etc., etc., etc., la rebelión de los oprimidos? ¿No era eso lo que definía el Realismo: una actitud de
rebelión social? Por eso el primer estilo qué más pronto cobró fuerza y se hizo famoso se habrá de denominar como Realismo Social (oNaturalismo, en su vertiente narrativa).
La presencia del personaje del sirviente negro Jorge y de Julia la cuarterona, en esa dirección, en esa actitud, no de arrogancia, sino de rebeldía, van dándole a la pieza un tinte mucho más realista que romántico. Tapia lo que nos está planteando es que por debajo del influjo romántico tiene que haber algo real. ¿Y no es esto el requerimiento auténtico y
verdadero que planteaba el REALISMO?
Violentando así la norma, Julia, casi una heroína trágica, sale de su habitación de enferma ya de haber ingerido más medicina de la que le correspondía, consciente de que de esa forma los resultados habrán de ser nefastos y hasta devastadores. Veamos la acotación inicial de la escena XI del Tercer y último Acto:
ESCENA XI
Jorge y Julia, que sale con el cabello suelto, pálida y febril, expresando en su fisonomía su malestar físico y su desesperación. Su traje un poco descuidado, da a conocer que se ha vestido con el desaliento y rapidez que debe suponerse en quien como ella acaba de dejar el lecho del dolor.
En las próximas escenas, la Sala se llena de todos los presentes a la boda de Carlos con Emilia ante la inesperada noticia. La tensión se apodera de todos, la vergüenza silencia a la nobleza de la sangre (a la Condesa) y a la nobleza del dinero (a Don Críspulo y a su hija Emilia). Es Jorge, el sirviente quien revela toda una patética verdad, Julia era hija de Don Críspulo y una mulata esclava. Carlos gritando de dolor anula el matrimonio ante los ojos de Dios y de nuevo el sirviente negro cierra el drama con una frase acusadora.
Veamos: Carlos: Dejadme: este matrimonio, hijo de la mentira, es nulo ante Dios y ante mi conciencia: ¡lo rechazo! (Yendo a inclinarse sobre el cadáver de Julia.) ¡Julia! ¡Ídolo mío!
Sólo la mentira pudo apartarme de ti; pero vivirás, nadie, lo juro, podría arrancarme de tus brazos.
(La abraza y llora con desesperación. D. Críspulo contempla a Julia aterrado. Emilia se cubre el rostro como si el dolor fuera una vergüenza.)
Jorge: (A Don Críspulo con solemnidad.) ¡Dios hará justicia!
Cae el telón con alguna lentitud. FIN DEL DRAMA
¡Que final tan triste! Realismo trágico
En el caso de Camoens, la muerte es un acto de recompensa espiritual, que viene a aplacar su dolor y a poner esperanza, un hálito de felicidad, en los últimos minutos de su malograda existencia, para que así su alma pueda descansar en paz. Es de esta manera como Camoens muere, logrando el encuentro en vida con su amada, y las palabras de Catalina de Ataide cuando le reconoce en su lecho de muerte, lo testifican…. “¿a dónde se irá ahora el alma de Luis de Camoens?” pregunta Cabral, su mejor amigo, ella termina diciendo “Su alma se va a hacer el amor con el alma de su Catalina.”
Es la victoria del héroe romántico frente a las vicisitudes provocadas por sus enemigos. Qué felicidad cuando la majestuosidad de la muerte hace trascender al héroe. ¡Qué final tan hermoso! Romanticismo nostálgico. Pero el paralelismo incluso cierra con una muy
Ricardo Magriñá como Luis de Camoens y Héctor Sánchez como Souza en en el montaje de Camoens de Tapia, por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo. Dirección de Roberto Ramos Perea. Jornadas Tapianas. 2008.
parecida o igual sentencia, casi una Doxología cristiana, aunque con un sentido diferente. Allá la sentencia social en la voz del negro sirviente Jorge; acá la sentencia es puramente emocional en la voz de:
Catalina:¡Al verme, le mató tanta alegría! Mas ya todo consuelo me es odioso: ¡Sólo Dios, sólo Dios será mi esposo! Deja caer la frente, sollozando desesperada, sobre el cadáver de Camoens. Cabral, de rodillas al otro lado, lo contempla con dolor sumo.
CAE EL TELÓN FIN
Estas dos piezas casi escritas a la misma vez, una data de 1867 y la otra de 1868, parecen pugnarse un estilo que hasta el momento era el que más placía a los dramaturgos del momento. Tengo la impresión, por el carácter autobiográfico que de ellas se desprende (y esto sería otra ponencia al respecto) que Tapia intentó plasmar un drama genuinamente Romántico que comunicara esa vorágine de sentimientos que los relámpagos del “sturm
und drang” estaban destellando sobre estos nuevos escritores del momento.
Probablemente la prioridad de Tapia era La Cuarterona, pero por esas invisibles y misteriosas fuerzas de la creación dramática, sus personajes fueron revelándose contra su autor, como en muchas ocasiones suele suceder, y en el largo transcurso de su parto, se independizaron de su creador y adquirieron fuerza propia, terminando quizás en lo contrario de lo que Tapia había pensado.
Por ello también es probable entonces que Tapia decidiera concentrar todas sus fuerzas al respecto en otra historia, supuestamente alejada de su realidad inmediata, para así lograr culminar con el posible sueño de producir un drama autobiográfico lo más romántico posible. Y qué mejor que en la historia del famoso poeta Lusitano, que logró consolidar un sentimiento de patria, darle una identidad de nación, orgullo de los portugueses, a través de su creación literaria. El sueño de Don Alejandro Tapia y Rivera hecho realidad en la grandeza de este gran poeta. Es el poeta sumergido en las profundidades de sus sentimientos, en las profundidades de su corazón, en cierta medida “alienado” de su entorno social, o mejor dicho poniendo en primer lugar el deseo de la pasión. Luchar por la patria sí, pero más por la amada. Es el arranque individualista del romántico empedernido que puede llegar en un momento a no importarle los sufrimientos de los demás. Por ello el grito desesperante del poeta será: “Catalina o la Muerte.” En otras palabras, o Amar o Morir. Tan lejos del famoso “Patria o Muerte,” que ya implica una toma de conciencia social, la Patria como fuerza colectiva, como símbolo vital del revolucionario que lucha contra las adversidades del ambiente, donde es evidente que se ha dejado a un lado el espíritu egoísta, “yoísta” e individualista, del héroe romántico.
Con Camoens la patria es amor a la otra amada, privilegiada sobre la primera, en la figura de su Luis de Camoens; y lo mismo
será para su Catalina de Ataide: “Camoens o la Muerte.”
Otro espectro vigoroso del Realismo en La Cuarterona es la llamada “tradicional estructura dramática del conflicto de: Principio, Nudo o Climax y Desenlace.” La Cuarterona sigue al pie de la letra dicha estructura. En ese Primer Acto, se presentan a manera introductoria los personajes centrales, sus protagonistas y antagonistas, el tema central, y los parámetros del conflicto. Carlos acaba de llegar graduado en medicina de Europa, ansioso por entrar en contacto con el amor de su vida, Julia, quien a su vez no puede contener la emoción de recibir con toda su alma al niño Carlos, el amo de su corazón.
Ya desde ese momento hay claro las dos clases sociales en pugna que tomarán cuerpo en los personajes centrales de Carlos (la nobleza) y Julia (la cuarterona). La Condesa tiene planes de casarlo con Emilia, la hija del Capitalista Don Críspulo y así solucionar la precaria situación en que se encuentra. Se inicia así un terrible conflicto amoroso. Carlos no quiere acceder de momento al pedido de su madre pues es obvio que ama a otra mujer. La Condesa recurre a la misma Julia para que lo convenza, y ésta atormentada y por razones de agradecimiento accede fingiendo no amar a Carlos y sí a otro hombre. Carlos entonces accede ante su madre, cerrándose el primer acto.
En el segundo acto las cosas se van complicando hasta su punto más dramático, hasta alcanzar el punto culminante, el punto climático, de máxima tensión. Se ha preparado todo entre los padres para anunciar el casamiento y en un momento inesperado Carlos confronta a Julia, y ésta no puede fingir más y le demuestra todo su gran cariño y todo el amor que le profesa, siendo interceptados en sus requiebros por todos los visitantes, gestándose una discusión casi violenta que alcanza su máxima expresión en insultos verbales. Julia cae desmayada en los brazos de Carlos. La boda se suspende, y se maldice a la clase oprimida por ser “culpable” de tan agrio
incidente (“¡Y todo ello por una cuarterona!” dice Don Críspulo.)
El último acto corresponde al desenlace de todo este nudo, con su requerida escena obligatoria (ya vista), la boda correspondiente y la muerte de Julia ante los malos entendidos del destino. Pues desgraciadamente la fuga de los enamorados no pudo consumarse puesto que Carlos, creyendo lo que le dijo su madre, accedió finalmente al casamiento con Emilia.
No hay estructura más tradicional que ésta utilizando para ello el esquema guía de los famosos tres actos.
Consideraciones en torno a la palabra Realismo.
Según los seguidores de Realismo. Cuando se está consciente de que la realidad, la historia que se vive, ha de ser la fuente de nuestras creaciones, la fuente de inspiración, la motivación y el estímulo forzado, para la creación de una pieza teatral, ¿a qué realidad nos estamos refiriendo? Pues siempre el teatro explota, el drama que sea, emana y refleja una realidad. En ese sentido el vocablo “realismo,” tomando la realidad como fuente, es algo inexacto, inapropiado, impreciso para caracterizar un movimiento que está trayendo rupturas con el movimiento o movimientos anteriores.
El Neo Clasicismo es teatro realista, tiene, presenta y enfrenta sus propias realidades. El Romanticismo igual, sigue teniendo la presencia de la realidad. La realidad está siempre presente en el teatro. Es más, es siempre la fuente. Por ello se ha de decir mejor Ilusión de Realidad. Y eso fue lo que representó este movimiento, para sí retar el polo opuesto del endiosamiento de la Razón (el Neo Clasicismo) que dio por
llamarse Romanticismo, o el endiosamiento de la Pasión. Y del choque de esas ideas surgió una nueva luz malamente denominada Realismo.
Los puntos de ruptura estuvieron en el lenguaje a usarse, (obviamente abandonar el verso, la elegancia en el decir, etc, y tratar de dar en los diálogos esa sensación de que estamos escu chando a gente viva y cercana a nosotros hablándonos de sus problemas), también estuvieron en lo que dio luego por llamarse una metodología tonal, de entonar un discurso que tenga una directa sincronía con el entorno. (Vease al mexicano Luis de Tavira, crítico, teórico y director de teatro… en ADE, “Entre la hermeneútica y el Zen,” pp.39 47, núm. 78 de diciembre de 1999.)
Noemí Negrón como Catalina, en la escena del carnaval, en el montaje de Camoens por el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo. 2008.
La tesis de este investigador es que el Realismo, para categorizar un drama, con ese epíteto, lo primero y más importante a aconsiderar es su “ENCLAVE Histórico, su Realidad Social, Política y Económica del momento. Porque el teatro es el aquí y el ahora. Es puro presente, por lo tanto se hace con la substancia de la historia, con la substancia de su realidad más apabullante. Es decir aquellos problemas que más directamente están relacionados con su entorno inmediato.” Por lo que al hablar de Realismo hay que hablar de muchos realismos porque muchas son las realidades que conforman la creación dramática de los países. El Realismo y posteriormente el Naturalismo atendió en un principio cierto problemas sociales, de naturaleza colectiva, que afectaban a toda una sociedad, a todo un pueblo, a toda una población. Problemas de
injusticia, pobreza, opresión social, desigualdades económicas, etc. fueron fraguando el llamado Realismo Social, y así poco a poco fueron surgiendo otras realidades que dieron al traste con los primeros esfuerzos y sentando otras posibilidades también cobijadas bajo el llamado influjo nuevo, bajo el vocablo Realismo: Melodrama, Realismo Psicológico, Realismo Selectivo, “Well Made Play,” hasta un llamado Realismo Poético, etc. (Ver nota al calce número 7.)
Sobre todo ello fue que me situé para traer otro espectro del Realismo en Tapia con su drama La Cuarterona. Y la pregunta obligada fue ¿cuál era esa realidad apabullante que podría inclinar a los escritores de estas latitudes a un acto de rebeldía para combatirla? La contestación es clara.
Quiero seguir remachando sobre ese punto de ruptura poco tocado por los defensores y también por algunos detractores del Realismo. Es el de la tonalidad Rebelde de la Realidad. El drama realista daba por sentado una actitud de rebeldía en los personajes protagónicos del conflicto (ya arriba me parece que lo he harto expuesto bastante con la Julia de La Cuarterona.) Y aunque esto se ha analizado en las obras de Chejov por la manera en que lo trató, muy sutil e inteligente, casi imperceptible, solapadamente, en El Jardín de los Cerezos (escrita en 1904) con el cierre final del drama, donde el criado, abandonado, solo y triste se recuesta en el lugar que le correspondía a los nobles dueños, ya por estas latitudes tuvimos un Tapia en pleno siglo 19 que nos lo presentó más aguerrido, más vibrante, claro y abierto, no sutil ni solapado, sino más llano, más escueto, más directo como un disparo de confrontación, en otras palabras más “revolucionario.”
Tapia tuvo que haber sido un lector voraz de Emile Zola. Y si para los narradores realistas y naturalistas la Thérèse Raquin de Zola constituyó el comienzo de entender y exigir como ingrediente de ruptura la imprescindible actitud rebelde, nuestro
Tapia y su Cuarterona lo constituyó para el teatro y no como se le ha adscrito al genio ruso.
Este espectro de la Rebeldía que posee el Realismo, fue lo que nos llevó una noche durante una de las discusiones que se fraguaban como producto de un enriquecedor ensayo, a tropezarnos con esa posibilidad que acentúa más el inclinar la balanza hacia el malogrado y despreciado Realismo de La Cuarterona. Y el resultado, me parece que lo he tratado de exponer claramente en los párrafos anteriores en torno a esa actitud “nada de sumisa” de la cuarterona Julia.
El resultado, “atrevido y arriesgado,” señores fue el siguiente: vamos a replantearnos una interpretación totalmente distinta a la que se le ha dado al personaje de Julia y que parte del texto mismo, no lo negamos. Decidimos una Julia algo altanera, “cojonuda” y no tan sumisa y entreguista como ha sido la tradición. Finalizando el montaje creemos que cayó a la perfección; y lo más importante fue que no contradijo en nada los argumentos tormentosos, románticos y sentimentales que caracterizan al personaje. Tuvimos una nueva Julia a la que se le dio un ingrediente, vamos a decir de “cojudez,” como fundamento de la rebelión racial. De hecho así lo expresa, en cierta medida Don Críspulo en la escena III del Acto II, cuando ella los recibe, y su hija, Emilia, se molesta por su actitud “altanera” de codearse, relacionarse y dirigirse a éstos.
Críspulo: Graciosa muchacha es esta Julia, pero un poco malcriada; trata a todo el mundo como si fuera su igual. Ya se ve: ¡la condesa la tiene tan consentida!
Emilia … Si no llego a mirarla con el desprecio que se merece creo que se hubiese atrevido a darme la mano. (subrayado nuestro)
Esta “altanería” es ya una sentencia hasta política de lo que está viviendo nuestro entorno caribeño, en esa década de los sesenta del siglo XIX. Altanería que se va
repitiendo en muchas instancias de la obra y en algunos de sus monólogos, donde reflexiona sobre su condición de cuarterona, sin arrepentirse de su condición de origen.
Buscamos a ver si en algún momento sus líneas tenían un razgo digamos de rechazo para su condición, y no encontramos nada ni aún en ese éxtasis de locura donde hace alusión a esa “mancha” que la ha hecho desgraciada por la sociedad no permitirle amar al hombre que de verdad quiere. Así lo determina: esta “mancha” “no es la del crimen”… es decir no se arrepiente de ella, sí odia y sufre y quisiera destruir lo que ella le ha provocado.
En otras palabras hay una clara toma de conciencia de su condición racial y ataca con su “altanería” (y ¿por qué no?, si tiene ya todo su derecho, el derecho que impone esta toma de conciencia), a esa estructura social que ha permitido separar a los seres humanos entre blancos y negros. Esto ¿no es una actitud rebelde? Y más que rebelde, ¿no podría considerarse también, en el contexto en que se produce la pieza, una actitud “revolucionaria,” una idea peligrosísima para el momento, que es también como una sentencia políticamente revolucionaria? Los dejo con esa interrogante para luego ser discutida. Y si la contestación es como la mía, que me parece que sí lo es, ¿no estamos navegando bajo las nuevas oleadas del Realismo, sobre todo del Realismo Social o del Naturalismo Político que promovía la rebelión de los oprimidos?
DISCURSO ÚLTIMO.
Tapia revolucionario y ecléctico:
Siempre me he preguntado ¿por qué Tapia situó la pieza en La Habana? Y las razones siempre han sido por la censura. Correcto. Cuando publica la pieza la detienen por mucho tiempo, para entrar al país, en los consabidos almacenes aduaneros de aquel entonces. Se le imponen unos cambios, se censura, como todos sabemos su contenido. La fuerza de la censura era tan oprobiosa que operaba inclusive sobre la propia mente de los escritores, forzándolos incluso a la autocensura. Tapia inclusive
cayó bajo los influjos de este hecho y en las dos versiones que se tienen tanto de La Cuarterona como de Camoens y otras piezas, hay unos cambios significativos. Las primeras versiones resultan más aguerridas y combativas, mostraban un Tapia lleno de más lozanía, juventud, arriesgado, audaz y rebelde, un Tapia más combativo. En la primera versión Carlos aboga por una actitud más radical, con sumo desprecio ante los problemas del colonialismo que operaban en esa sociedad, en ese país, pide a Julia la fuga hacia otro lugar donde no imperen “las ruines preocupaciones coloniales del color y de la raza.” (El subrayado es nuestro.)
Pero, previo a esos incidentes, la primera lectura que se dio en España en el 1866, junto a todos aquellos abolicionistas, que la alabaron, y para mí la consagraron porque que un Betances haya expresado una gran simpatía y admiración por dicha pieza es casi una consagración, sin mencionar a los otros patricios que viajaron a la metrópolis a exponer sus ideas luchando en contra de la esclavitud. Aparte del tiempo en que transcurrió el trabajo de depuración de la obra antes del doloroso parto.
Esa pieza, esos manuscritos que por muchas horas sospecho que se debatían en la mente y conciencia de Tapia, que lo acompañó inclusive en el barco que lo transportaba a Cuba, a España, etc., primero que nada me hace reafirmar lo que dije hace un rato: Tapia luchaba por construir una filigrana dramática, prístinamente Romántica, que se le estaba saliendo de las manos y ya no tenía control sobre sus personajes, produciéndose otra cosa incluso muy alejada del deseo original. De hecho el Romanticismo en La Cuarterona son más jalones en diferentes momentos para evitar quedar en un segundo sino tercer plano. Cuando analizo esas coordenadas del tiempo en que Tapia vivía en Cuba y formaba parte de ese grupo de abolicionistas, reformistas, que se organizaban para llevar su lucha ante las Cortes Españolas, comprendo que situar la acción de La Cuarterona en La Habana,
pudo haber sido, no producto directo del miedo a la fuerte censura que en nuestra Isla se gestaba, sino una manera combativa de adelantar su proyecto político desde su propia trinchera, la literatura, el teatro. Puesto que hoy sabemos que los reformistas abolicionistas puertorriqueños eran muchísimo más radicales que los reformistas abolicionistas cubanos. El reformismo y el abolicionismo boricua tuvo sus encontronazos, allá en La Habana Cuba, puesto que su planteamiento no era sólo anti esclavista, sino también anti racista, y esto es muy importante saberlo y siempre destacarlo.
Los cubanos se opusieron a las medidas extremistas que los de aquí planteaban. Los cubanos querían cambiar un modelo económico basado en gigantescos latifundios con una profusión de esclavos que hacía inoperante el avance de las nuevas fuerzas económicas que el capitalismo agrícola traía. Ellos querían suplantar ese regimen anquilosado y dar paso a una diversificcaión mayor de las tierras dedicadas mayormente al cultivo de la caña, a través de pequeños sistemas de ingenio donde el peso de sostener toda una gigantesca clase de esclavos negros no fuese tan oneroso, económicamente. Pero de ahí a permitir con la abolición la incorporación del Negro en los asuntos de la nación, y crear leyes anti racistas, los reformistas cubanos no comulgaban.
Tapia y los reformistas de acá sí exigían que los tratados a ser construidos a ese respecto tenían que tener muy claro, por encima de cualquier consideración economicista, el ANTI RACISMO, no ya sólo el ANTI ESCLAVISMO. No podían convenir en una mera disolución de la esclavitud sin la incorporación del Negro a la sociedad con todas las garantías de la ley, puesto que sobre la institución de la esclavitud pesaba una ideología anti cristina, deshumanizante, en palabras de Tapia que amenguaba la dignidad del hombre y lo reducía a un una especie de guiñapo humano, el único pecado que según el evangelista no tenía perdón de Dios. Siendo así, el mejor lugar para situar
un drama ANTI RACISTA tenía que ser allí donde los reformistas y abolicionistas estaban fraguando sus luchas lejos de una actitud más de avanzada, más vanguardista, más transformadora, lejos de lo que constituía un verdadero avance revolucionario en la esfera política, económica y social; en Cuba. Se lo exigía su conciencia política, reformista, anti‐esclavista, anti racista y también patriótica, ¡Coño, qué reformista más radical y revolucionario para no haberse llamado SEPARATISTA, como su amigo Betances!
Y con esto doy por cerrada esta ponencia. Lo que he intentado es destacar los girones del Realismo en La Cuarterona y en algo en Camoens. Una mejor presencia del Realismo definitivamente ha de verse en La parte del León, así como los fuertes jalones del Romanticismo y del Neo Clasicismo han de verse en otras ponencias; porque Tapia los poseyó todos. Sus piezas abarcan ese abanico de estilos presentes en todo el siglo 19, ese maravilloso tríptico de: “Neo Clasicismo, Romanticismo y Realismo,” que tanta gloria le dio a la historia del teatro mundial, y que convirtió dicho siglo en uno de los más revolucionarios que hayamos tenido.
Por ahora hago hincapié en mi idea planteada en el prólogo al libro de La Cuarterona de 1993, de que Tapia hay que entenderlo desde un estilo ECLÉCTICO muy propio.
Últimas palabras a mis estudiantes a manera de duelo:
¿Qué nos espera a partir de este momento? Estamos a mitad de todo este maravilloso duelo. Y digo duelo porque nos ha dolido, no sólo metafóricamente, sino física y espiritualmente. El cansancio y el agotamiento merecieron estas horas de cierto solaz intelectual para reponer fuerzas. A partir de hoy, ¿qué nos queda? El reto mayor, los últimos y más acalorados combates, los más difíciles y peligrosos, los más riesgosos, porque sí, ya estamos pisando esa línea REALISTA que es el desgaste de nuestras energías. Faltan los
dramas Vasco Núñez de Balboa y Bernardo de Palissy (que no deja de ser una pieza innovadora y revolucionaria en su contenido, ya lo veremos y analizaremos). Pero por sobre todo nos falta el riesgo mayor: las adaptaciones, nada menos que de la novela corta La leyenda de los 20 años , el largo Poema Épico Novelesco de La Sataniada y particularmente ese gigantesco monstruo de Póstumo el transmigardo y Póstumo el Envirginiano . Casi nada. No es juego, es Realidad, estamos a mitad del camino y lo que queda es pedregoso. Pero vamos a vencerlo, porque como muy bien se ha desprendido de estos días de Congreso, Tapia palpita en nosotros. El que abrió caminos y labró esfuerzos para consolidar esta patria, el gran patriarca por toda su grandeza en la literatura, en el arte, el pensamiento intelectual, la política, la educación, la ciencia; en otras palabras, en la forjación de la Nacionalidad Puertorriqueña, lo merece y no podemos fallarle. Con su oratoria vehemente, a nosotros los teatristas nos enseñó a amar con pasión nuestro trabajo. Y es recordándoles a todos ustedes la importancia de la vehemencia para realizar nuestro trabajo que tanto yo como el Profesor Roberto Ramos Perea les estamos nuevamente exhortando, como la noche en diciembre del año pasado con que abrimos estas románticas jornadas, a que continuemos laborando con toda la misma furia y pasión que hasta ahora nos ha caracterizado y nos está llevando al triunfo.
Este será nuestro dínamo para culminar estas Jornadas, echando a caminar esta ecléctica máquina de las adaptaciones que nos hemos impuesto y que no daremos marcha atrás. No perdamos la emoción que nos cobijara. Sin ella, así nos lo enseñó ese Primer Puertorriqueño, el pensamiento no vale nada. Es ésta la única fuerza que hace razonar al pensamiento. Es la chispa que enciende en nuestra mente la acción del pensamiento. Es la energía, la sangre fluyente de nuestra conciencia, que activa nuestros razonamientos
El pensamiento y la razón tienen su biología para existir, pero necesitan de la
energía de la emoción para generar ideas, para subsistir. De lo contrario la situación de la razón es pantanosa. No nos empantanemos y sigamos esa máxima que su genio nos legara: Seamos Realistas de verdad y tratemos de hacer lo imposible. Hoy hay función.
BIBLIOGRAFÍA
Auffant Vázquez, Vivian. Puerto Rico: civilización, derecho y cultura (conferencia ofrecida en la conmemoración del nacimiento de Eugenio María de Hostos, auspiciada por la Fundación Francisco Manrique Cabrera el 11 de enero de 2012 en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.) San Juan: Editorial LEA del Ateneo Puertorriqueño, 2012. 18 pp.
Hegel, Georg W. F. Estética I. Introducción. (Alfredo Llanos, traductor y notas). Buenos Aires: Siglo Veinte, 1983. 173 pp.
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Estética V. La forma del arte romántico. (Alfredo Llanos, traductor y notas). Buenos Aires: Siglo Veinte, 1985. 157 pp.
Tapia y Rivera, Alejandro. La Cuarterona. (Edgar Quiles, prólogo y bibliografía). Río Piedras: Editorial de la Universidad de Puerto Rico, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1993. 146 pp.
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OBRAS COMPLETAS. Tomo II. Teatro. (Vasco Núñez de Balboa, La parte del León, Roberto D’Evreux, Bernardo de Palissy, Camoens, Hero, La Cuarterona). San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968. 776 pp.
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El Bardo de Guamaní: ensayos literarios de Alejandro Tapia y Rivera. La Habana: Imprenta del tiempo, 1862. 616 pp.
Tavira, Luis de. “Entre la Hermenéutica y el Zen,” A.D.E. (Revista de la Asociación de directores de escena de España), número 78 (Madrid, diciembre de 1999): pp. 39 47.
Alejandro Tapia y Rivera. Se desconoce la fecha de esta fot o. Perteneció a la colección documental de su hijo Al e jandro Tapia Díaz.
CRONOLOGÍA MÍNIMA DE LA VIDA Y LA OBRA DE ALEJANDRO TAPIA Y RIVERA
por ROBERTO RAMOS‐PEREA del Archivo Nacional de Teatro y Cine y el Instituto TAPIA
1816: El militar español doceañista, natural de Murcia, Capitán Alejandro Tapia y Zapata, destinado al Regimiento Fijo de Granada establecido en San Juan, llega a Puerto Rico. Queda al mando de una de las guarniciones del Morro.
1824. 22 de febrero. Casa con Catalina de Rivera, dama manatieña, sobrina del Alcalde de Arecibo y forman hogar en la Calle San Francisco.
1825: Tapia y Zapata está al mando de la Guarnición que pasa por las armas al Pirata Ro‐berto Cofresí.
1826: 16 de Septiembre. Se suscita un intrigante asunto económico entre Alejandro Tapia y Zapata y una mujer de nombre Micaela de la Encarnación Lezcano.
12 de noviembre. Nace en San Juan de Puerto Rico Alejandro María Tapia y Rivera.
1829: Nace su hermana Mercedes.
1831: 21 de febrero. El padre abandona a su familia, bajo justificación de salud, y se regresa a Málaga. A mediados de año, Catalina y sus hijos se mudan de la respetable casa de la Calle San Francisco, a una populosa vecindad en la Calle de la Cruz número 27.
Marzo: Tiene cinco años. Comienza su vida de estudiante con la Maestra de Primeras Letras Juana Polanco.
1833. Mayo o junio. Escuela de Rafael Carpegna.
Octubre o noviembre: Estudia sus primeras letras con el Maestro Rafael Cordero en su Escuela de la Calle Luna.
1834: noviembre. Viaja a Málaga con su familia. Su padre es asignado a las guerras carlistas. Entra en contacto con el teatro español. Catalina enferma de graves tensiones menstruales tras el vergonzoso asesinato del General Juan Saint Just, amigo de su esposo, en la Plaza de Málaga.
1835: 16 de septiembre. Separación definitiva de sus padres.
Noviembre: Tapia 9 años cumplidos regresa a Puerto Rico y pasa una larga tempo‐rada en la hacienda de su tía Juliana, en Monte Edén en Guaynabo.
1836. febrero. En la Escuela de Basilio Nuñez inicia amistad con José Julián Acosta, amistad que durará toda su vida.
1843: Entra como alumno del Seminario de San Ildefonso para iniciar carrera de letras. La estrechez económica de su familia le impide continuar. Abandona el Seminario y estudia principios de contabilidad, con los que su padre, a través de conocidos en el Ministerio de Hacienda le consigue una plaza de Meritorio, con sus respectivos ascensos.
Este año se publica el Aguinaldo Puertorriqueño. Merodea en el grupo de “duendes” románticos de Ignacio Guasp e inicia su estrecha amistad con “Jacobo”, el poeta Francisco Pastrana y el hijo del librero Francisco Márquez, a quien llamará cariñosamente “Frank”
Inicia relaciones amorosas con la jovencita criolla María Salomé Vizcarrondo y Mar‐tínez de Andino, nieta de conspiradores. Las relaciones son vigiladas por el celo materno.
1846: Junto a alguno de sus amigos funda La Filarmónica, primer grupo de artes de la re‐presentación del país. Rompimiento con Salomé, por la madre de ésta sentenciar que Tapia era un joven “sin futuro”. Nuevos ascensos en el Ministerio de Hacienda. Publica su primera narración en la Revista del Boletín Mercantil, un cuento fantástico y de horror titulado “Una visión”.
1847: Continúa la publicación de poemas breves en los álbumes de las señoritas y se conso‐lida su entrada al Grupo de Guasp, como “romántico a la europea”.
1848: Escribe su primera obra de teatro Roberto D’vreux, destinada a inaugurar el pequeño teatro de La Filarmónica en la Calle de la Cruz. La obra fue censurada por Francisco Vasallo y Forés, Censor del Reino, de Teatros, Periódicos e Imprentas, bajo la acusación de que la obra “humaniza a los reyes”.
1849: Tapia se envuelve en una tormentosa relación con una joven viuda, de nombre Elena, cuyos padres se oponen a los encuentros. Tapia viajará cuatro largas horas a caballo desde la capital hasta Gurabo para sostener sus encuentros fortuitos, que culminan en la separa‐ción dolorosa. En esta misma época Tapia es vigilado por el régimen militar por ser un “líder” de las juventudes capitalinas y según parece, acusado de ser “mala influencia” en los demás.
Tapia formará parte del grupo de jóvenes “intocables” del Intendente Manuel Nuñez, quien descubre los desfalcos y robos a la Caja del Ejército por parte de subalternos del Gobernador Juan de la Pezuela, Conde de Cheste.
Se redacta un expediente de sus actividades “sediciosas”, entre las que se incluye una escaramuza a golpes con el Tesorero del Ejército y una garata con el Contable de Ha‐cienda. En el mismo expediente es burlado por el abandono paterno. Pezuela lo persigue con inquina personal instigada por su Secretario, José Estevan. Los funcionarios del Go‐bierno provocan las causas para un duelo con el capitán de artillería Manuel de Tapia y Ruano. Tapia no cede el paso de una acera y es retado a pistolas. Del lance, sale con una herida de bala en el brazo. En diciembre de ese año es expulsado a España y vive con su padre una temporada.
1850 1852: Tapia vive en Madrid con los estudiantes puertorriqueños José Julián Acosta y Román Baldorioty de Castro, y forma parte de la Sociedad Recolectora de Documentos Histó‐ricos fundada por Baldorioty, los que posteriormente se publicarán en la Biblioteca Históri‐ca de Puerto Rico. Es en este momento que Tapia absorbe todo el furor del teatro romántico español. Escribe la novela indigenista La Palma del Cacique. A finales de año regresa a Puerto Rico para encontrar a su hermana y a su madre en indigencia y enfermedad. Decide asumir el rol de jefe de familia.
1854: Publica Vida del pintor Campeche, comisionada por la Junta de Fomento.
1856: Estrena la Segunda versión de Roberto D'vreux y escribe artículos para La Guirnalda, revista de Ignacio Guasp y Federico Asenjo.
1857: Estrena Bernardo de Palissy. Los ingresos de ambos estrenos estabilizan en el algo su precaria situación. En junio de ese año se marcha Cuba, a trabajar tras un escritorio de contable en la empresa tabacalera de los Susini. Publica versos y se envuelve en negocios de papelería y cultivo del gusano de seda que fracasan. Viaja a España y a Italia.
1862: Publica el grueso volumen El Bardo de Guamaní, donde recoge poesía, cuento y teatro que había publicado ya en la prensa. Publica La antigua sirena, extensa novela que escribe sobre su viaje a Italia en 1857.
1863: Muere su madre y su hermana se casa. El trabajo se vuelve tedioso y tras una decep‐ción amorosa, al parecer grave con una joven a la que llama “la satánica Eva”, renuncia a las empresas Susini. Funda su propia librería y se mantiene vendiendo efectos escolares y libros académicos. Mantiene contactos con los abolicionistas y reformistas cubanos y cola‐bora en el Periódico El Siglo y en varias revistas literarias. Se acerca al socialismo obrero.
1866: Decide regresar a Puerto Rico y en otoño de ese año se embarca junto a José Julián Acosta a Europa. Viaja brevemente por las capitales europeas, ve teatro, discute en las tertulias y presenta sus obras ante la Sociedad Abolicionista Española. Elabora el manuscri‐to de La Cuarterona. A finales de ese año lee La Cuarterona en una velada en la casa del abolicionista Julio Vizcarrondo. Se involucra en los procesos y discusiones de la Junta de Información de 1866 en contra de la esclavitud.
1867 En febrero se publica en Madrid La Cuarterona.
1869 Contrae nupcias con la malagueña Rosario Díaz y Espiau, quien lo instiga a la militan‐cia feminista.
1870 1873: Tras su regreso a Puerto Rico a finales de 1869, Tapia debe salir del ojo públi‐co, pues sus amigos abolicionistas han sido perseguidos y acusados. Se va a Ponce, donde en noviembre de 1870, funda una revista para mujeres llamada La Azucena. La revista será mucho más que un divertimiento femenino y se convertirá en la revista literaria de más prestigio del siglo XIX. Por estrechez económica, la revista cierra en 1871. Publica y estrena Hero y Camoens por la compañía Robreño y estrecha sus relaciones amistosas con Adelita
Robreño, la que será la actriz principal de casi todas obras y por la que Tapia sentía pro‐fundo afecto y gran admiración.
Para balancear sus ingresos los esposos Tapia son contratados como maestros de primeras letras en la Escuela de Ramón Marín. Forma parte del Gabinete de Lectura Ponce‐ño. Nace su primera hija, Catalina. Publica su drama Vasco Nuñez de Balboa y entra en ca‐lladas pugnas hegemónicas con el joven dramaturgo Salvador Brau. Viaja a España a resol‐ver asuntos de herencias de Rosario y suyos y se empadrona en Madrid. En 1872 publica su novela Póstumo el transmigrado.
1874: Regresa a San Juan y trabaja en la Hacienda Pública y la Aduana. Inicia la Segunda época de La Azucena. Publica la novela La leyenda de los veinte años.
1876: Publica su novela Cofresí. Funda junto a Manuel Elzaburu y José Julián Acosta, el Ateneo Puertorriqueño, institución destinada a defender los valores puertorriqueños, vigen‐te y en pie en la actualidad.
1877: Acepta un cargo de Intendencia en Arroyo, desde San Juan. Pero viaja al pueblo cos‐tero con alguna frecuencia. Conoce a Eleuterio Derkes, dramaturgo negro con quien lo unirá amistad.. La Azucena se convierte en su trinchera personal de batalla contra los que se oponían a sus teorías hegelianas de la literatura.
1878: Publica la segunda versión de Camoens. Estrena La Cuarterona en el Teatro Moratín.
1879: Ocupa la Presidencia del Ateneo Puertorriqueño y funda las Cátedras de Declama‐ción, primera escuela de Arte Dramático del país. Comienza a escribir sus Memorias que quedarán inconclusas.
1880: Tapia se convierte en el primer dramaturgo subvencionado de Puerto Rico. El Ayun‐tamiento Municipal paga la puesta en escena de su obra La Parte del León, que estrena con ruidoso éxito. Comienza a ser visible un padecimiento nervioso cuyos síntomas son la mo‐mentánea confusión, el temblor de sus manos y algunos accesos de furia. Se dedica con ahínco al desarrollo del gusto musical entre los jóvenes y junto al compositor Manuel J. Taváres crea la Sociedad de Conciertos.
1881: Ofrece en el Ateneo sus Conferencias sobre Estética y Literatura. Disminuye su vida pública y sus amigos le hacen homenajes y veladas en su honor. Corrige todas sus obras para un proyecto de obras completas. Comienza una nueva novela que deja inconclusa.
1882. A principios de año escribe la segunda parte del Póstumo, Póstumo el envirginiado. El 19 de julio muere de un ataque cerebral, que le estalla en medio de una agria y violenta discusión con varios intelectuales entre los que se encontraba Calixto Romero, Salvador Brau, y Gabriel Ferrer y Hernández en los salones del Ateneo Puertorriqueño. Deja huérfanos a tres hijas y un hijo, y a una esposa en la indigencia.
TAPIANA I
CONFERENCIANTES:
•Dr. ÁNGEL A. RIVERA. Catedrático de literatura y Lenguas en el Worcester Polytechnic Institute, en Worcester, Massachusetts. Ha escrito numerosos ensayos sobre las obras tapianas Póstumo, el transmigrado y Mis Memorias. El Dr. Rivera ha realizado además nu‐merosas investigaciones en la literatura del Caribe, en los temas conocidos como “fronte‐ras” y “representaciones”. Ha trabajado extensamente los temas de modernidad y posmo‐dernidad en la construcción de los discursos nacionales, así como en la intelectualidad y los discursos literarios de los escritores caribeños del Siglo XIX. Es profesor de Español, litera‐tura, cine, cultura y civilización. Su obra más destacada al momento lo es, Eugenio Maria De Hostos y Alejandro Tapia Y Rivera: Avatares de una modernidad caribena. (2001).
•LCDO. JUAN MANUEL GARCÍA PASSALACQUA. (1937 2010) Abogado, historiador, escri‐tor de ficción, politólogo y catedrático universitario. Autor de innumerables libros sobre el acontecer político puertorriqueño. A parte de sus numerosos escritos, García Passalacqua desarrolló un corpus textual fundamental para el estudio de la narración histórica a través de la ficción. Su contribución al análisis histórico y político de la Nación Puertorriqueña fue vasto y significativo. Su participación en el II Congreso Tapiano fue de sus últimas aparicio‐nes públicas.
•Dr. FRANCISCO MOSCOSO. Catedrático e investigador del Departamento de Historia de la UPR, Recinto de Río Piedras. Miembro de la Asociación Puertorriqueña de Historiadores (APH); Asociación de Historiadores del Caribe (AHC); Asociación de Historiadores Lati‐noamericanos y del Caribe (ADHILAC); Ateneo Puertorriqueño (AP); Academia Puertorri‐queña de la Historia; y miembro correspondiente extranjero de la Academia Dominicana de la Historia. Ha publicado casi un centenar de ensayos históricos en revistas especializadas y más de una docena de libros, entre los que se destacan: Las “guaizas”: apuntes para el estu‐dio del trueque entre los taínos (1980); Parentesco en los cacicazgos taínos: el caso de los naborias (1983); La colonización española y el tributo colombino (1985); Un señor de inge‐nios en Santo Domingo: Francisco Tostado, 1520 1528 (1993); España, de los Reyes Católicos al fin del antiguo régimen: una bibliografía básica (1994), Lucha agraria en Puerto Rico, 1541 1545 (1997); Sociedad y economía de los taínos (1999); Betances para todos los días (2001); La apertura del mercado de azúcar y sus precios en Puerto Rico, 1506 1519 (2002); Tribu y clase en el Caribe antiguo (2003); Rompiendo el cascarón criollo: Nociones tempranas de identidad nacional en Puerto Rico, 1809 1812 (2004); Propiedad y pastos comunes en La Española, 1541 1550 (2005); y Clases, revolución y libertad: Estudios sobre el Grito de Lares de 1868 (2006), El Cabo Rojo de Betances (2007), Artesanías, comestibles y vestuario: voca‐bulario en documentos de Puerto Rico, siglo XVI (2007); Caciques, aldeas y población taína de Puerto Rico (2008), Agricultura y sociedad en Puerto Rico, siglos 16 al 18: un acercamiento
desde la historia (2008); Informe sobre el estado de Puerto Rico en 1809 (2010); Caguas en la conquista española: Siglo 16 (2010), entre otros.
•DR. RAMÓN LUIS ACEVEDO MARRERO. Catedrático del Departamento de Estudios His‐pánicos de la Universidad de Puerto Rico y del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Presidente del Instituto de Literatura Puertorriqueña. Editor en Jefe de la Revista de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Narrador, ensayista y crítico literario, especialista en temas indigenistas y modernistas. Antólogo del libro Del silencio al estallido: narrativa femenina puertorriqueña (1991); De la leyenda dorada: anto‐logía de escritores corozaleños (1996), Cuba y Puerto Rico son: cuentos boricuas (1998); Ellas también (2002) y de la Antología de la Literatura Puertorriqueña (2008); autor de Augusto D’Halmar: novelista (1976); Los senderos del volcán: narrativa centroamericana contemporánea (1991); El discurso de la ambigüedad: la narrativa modernista hispanoame‐ricana (2002), Ecos del siglo o la otra cara del modernismo (2007) y del libro de narraciones No mires ahora (2009).
•DRA. NÍVEA DE LOURDES TORRES HERNÁNDEZ. Catedrático del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico y del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Especialista en temas de la literatura de la mujer, narrativa dominicana, el teatro latinoamericano y puertorriqueño. A parte de una ventena de artícu‐los criticos en revistas especializadas, es autora de los libros La imágen del maestro en la cuentista puertorriqueña (1985) y El enigma de las máscaras: la cuentística de José Alcánta‐ra Almanzar (2002).
•DR. ROBERTO FERNANDEZ VALLEDOR. Catedrático del Departamento de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla y Mayagüez. Especialista en temas de la literatura cubana, dominicana y puertorriqueña. Ha escrito numerosos ensayos sobre lite‐ratura caribeña del siglo XIX. Es además ensayista de temas religiosos e investigador del folclore. Sus más significativas investigaciones literarias se han realizado en la obra de Alejandro Tapia y Rivera y en la de Enrique Laguerre, de la que ha escrito numerosos ar‐tículos publicados en revistas académicas así como estudios y prólogos de ediciones críti‐cas. Autor de los libros El mito de Cofresí en la narrativa antillana (1979); Del Refranero Puertorriqueño en el Contexto Hispánico y Antillano (1992); Identidad nacional y sociedad en la ensayística cubana y puertorriqueña (1920 1940), (1993); Reflexiones sobre el ser cristiano (2006); El pirata Cofresí mitificado por la tradición oral puertorriqueña (2006); Un ala rota: escritos revueltos (2007); Islas abrazadas: sociedad y literatura en el Caribe Hispa‐nico (2008); Temas de Letras Españolas (2011); Cuba en su Literatura (2011), entre otros.
•DR. CÉSAR SALGADO. Profesor Asociado en el Departamento de Español y Portugués de la Universidad de Texas en Austin. Especialista en temas de la literatura e intelectualidad cubana y en temas coloniales y poscoloniales y ha publicado numerosos ensayos de crítica e investigación en p´restigiosas revistas académicas de Estados Unidos y el Caribe. Es el autor de From Modernism to Neobaroque: Joyce and Lezama Lima (2001) y coeditor con Alan West Durán and María Herrera Sobek de Latino and Latino Writers, a reference
encyclopedia (2004). Trabaja actualmente en el libro "Caribbean Counterfeits: Essays in Critical Archivology."
•MARTA APONTE ALSINA. Novelista, ensayista y crítico litetario. Fue Directora de la Edi‐torial del Institutod e Cultura Puertorriqueña y de la Editorial de la Universidad de Puerto Rico. Autora de las novelas y narraciones Angélica furiosa (1994); El Cuarto Rey Mago (1996); La casa de la loca (1999); Vampiresas (2004); Fúgate (2005); Sexto sueño (2007) El fantasma de las cosas. (2010). Ha escrito y publicado numerosos ensayos sobre la obra Tapiana, en especial la narrativa, donde destacan sus trabajos sobre Póstumo, La antigua Sirena y La Leyenda de los veinte años.
•DRA. VIVIAN AUFFANT VÁZQUEZ. Catedrática del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Directora del Instituto de Estu‐dios Hostosianos y miembro de la Junta de Directores de la Fundación Manrique Cabrera. Ha escrito innumerables y significativos ensayos, conferencias y ponencias sobre la obra de Eugenio María de Hostos y Manuel Zeno Gandía, a las que ha dedicado gran parte de su carrera académica. Es autora de los libros Redentores: historia y realidad (1998); La gene‐ración de escritores del 70 de Juan Ángel Silén en La guerra contra los chacales (2001); La literatura puertorriqueña de 1898 a 1928. Actas del Simposio en torno al 98. (2001); Libertad de cátedra vs libertad de pensamiento (2003). Hostos y la Comisión a Washington. Forjando el porvenir americano. (2003) El concepto de Crónicas en Crónicas de un mundo enfermo de Manuel Zeno Gandia (2005) y su más reciente conferencia Puerto Rico: Hostos, civilización, derecho y cultura, publicada por el Ateneo (2012).
•DR. JOSÉ R. VENEGAS. Catedrático auxiliar de Teatro, español e Inglés en el Departamen‐to de Humanidades de la Universidad del Sagrado Corazón. Actor y director de escena. Ha participado de varios congresos literarios donde ha dictado numerosas conferencias sobre temas de teatro y literatura inglesa. Ha dirigido varias obras de Alejandro Tapia y Rivera para la escena. Su tesis doctoral estudia las interpretaciones de signos semiológicos desde el texto literario hasta el espectacular en varias obras y montajes del teatro de René Mar‐qués, Luis Rafael Sánchez y Myrna Casas.
•PROF. ROBERTO RAMOS PEREA. Dramaturgo, actor, director de escena, historiador y crítico teatral y cinematográfico. Es Director del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño y Rector del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo. Ha estre‐nado más de doscientas obras teatrales en Puerto Rico, Estados Unidos, España, República Checa, en casi toda Latinoamérica y Japón y ha publicado más 60 libros sobre teatro, histo‐ria teatral y literaria del siglo XIX y XX, política y cine. En 1992, ganó el Premio Tirso de Molina por su obra Miénteme más. El premio Tirso de Molina es el más alto premio que se le ofrece a un dramaturgo de habla hispana en el mundo. Ha dirigido y escrito las películas puertorriqueñas Callando amores (1996), Revolución en el Infierno (2004), Después de la Muerte (2005), Iraq en mi (2008) y Tapia, el primer puertorriqueño (2009). Ha publicado Perspectiva de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña (1989), Teatro Puertorriqueño Con‐temporáneo (2003), Literatura puertorriqueña negra del siglo XIX escrita por negros (2010), Cinelibre (2010), dos tomos de su TEATRO ESCOGIDO (2008/2010). Trabaja actualmente en el Diccionario de la literatura dramatica puertorriqueña del siglo XIX y en el Diccionario del
cine puertorriqueño y ya está en prensa su biografía crítica Tapia, el primer puertorriqueño Es Co Presidente del Instituto Tapia.
•DRA. HELENA LÁZARO. Catedrática Emérita de Humanidades de la Universidad del Sa‐grado Corazón donde ha impartido cursos de literatura puertorriqueña y literatura espño‐la. Ha escrito y publicado numerosos ensayos en prestigiosas revistas académicas sobre literatura femenina y sobre la obra de Alejandro Tapia y Rivera.
•DR. EDGAR QUILES FERRER. Catedrático de Humanidades, Teatro y Comunicaciones en la Universidad del Sagrado Corazón. Actor, director de escena, historiador, crítico teatral, escritor y Rector del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo. Ha dedicado sus estudios históricos a la obra dramática de Alejandro Tapia y Rivera, de la que ha escrito numerosos ensayos publicados en revistas académicas. Durante más de 10 años ejerció la crítica tea‐tral en el Semanario Claridad, evaluando el acontecer dramático del país. Ha llevado a esce‐na La parte del León, Roberto D’evereux y Póstumo. Autor del libro Teatro Puertorriqueño en acción: Dramaturgia y escenificación (1990). Fundador junto a Roberto Ramos Perea de la Revista Intermedio de Puerto Rico, revista de teatro puertorriqueño y fundador del Archivo Nacional de Teatro y Cine. Es director de la Sección de Teatro del Ateneo Puertorriqueño y Co Presidente del Instituto Tapia.
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EL ARCHIVO NACIONAL DE TEATRO Y CINE DEL ATENEO PUERTORRIQUEÑO fue fundado en 1985 por el Prof. Roberto Ramos Perea, el Dr. José Luis Ramos Escobar y el Dr. Edgar Quiles Ferrer y tiene como propósito recopilar, difundir y preservar todo el material histórico relacionado al Teatro y al Cine Puertorriqueño. Recoge más de un centenar de colecciones particulares de documentos y mantiene cerca de un 85% de todos los textos de teatro escritos por puertorriqueños desde 1809 hasta el presente. Mantiene más de 6,000 expedientes de actores, compañías, instituciones, dramaturgos, teatros y otros aspectos, relacionados al estudio del desarrollo de nuestro teatro. Los asociados al Archivo Nacional de Teatro y Cine realizan las investigaciones y promueven la publicación de las mismas. El Archivo provee servicios de investigación y fuentes primarias a tesistas, investigadores, académicos y estudiantes de los sistemas universitarios y escolares del país.
EL INSTITUTO TAPIA fue fundado en el año 2010 por el Prof. Roberto Ramos Perea y el Dr. Edgar Quiles Ferrer con la intención de crear un centro de acopio de información sobre la vida y obra de Alejandro Tapia y Rivera para ser difundida en centros académicos. Sostiene y auxilia a los investigadores de la obra Tapiana del país y del exterior, quienes forman un consejo académico de tapianos de más de diez miembros. Fomenta actividades, representaciones teatrales, exposiciones y conferencias de la obra y la vida del Maestro Tapia.
EL INSTITUTO DE LITERATURA PUERTORRIQUEÑA fue fundado en 1935 por el escritor Bolivar Pagán tiene la misión de ley de premiar cada año lo mejor de las letras y el periodismo puertorriqueño. Con los sobrantes de los premios alienta la publicación de obras clásicas y apoya la publicación de textos de nueva creación. Está afiliado a la Universidad de Puerto Rico y en su Junta de Directores se reúnen representantes del Ateneo Puertorriqueño, la Academia de la Historia, la Universidad de Puerto Rico, el Instituto de Cultura Puertorriqueña, la Academia de la Lengua Puertorriqueña y la Academia de Artes y Ciencias.
La sede compartida de estas instituciones se encuentra en la Calle Rafael Lamar, #378, Hato Rey, Puerto Rico, 00918. Tel. 787-977-2307.