IATR: 2015 Roberto Ramos-Perea. Iluminado negro. Drama en dos actos.

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ILUMINADO NEGRO

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Manuel Alonso Pizarro (1856-1904)


ROBERTO RAMOS-­‐PEREA

ILUMINADO NEGRO Drama Neo-romántico en Dos Actos sobre la vida, del dramaturgo anarquista puertorriqueño y negro MANUEL ALONSO PIZARRO.

*** HISTORIA DE UN ANONIMATO. Míserables fragmentos de una noveleta obrera apenas comenzada...

*** Y otros textos sobre la vida y obra de MANUEL ALONSO PIZARRO.

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Editions Le Provincial

San Juan de Puerto Rico 2015


Los textos ILUMINADO NEGRO. Drama neo-­‐romántico en dos actos sobre la vida del dramaturgo anarquista puertorriqueño y negro Manuel Alonso Pizarro; HISTORIA DE UN ANONIMATO. Míseros fragmentos de una noveleta apenas comenzada, y los demás escritos por Roberto Ramos-­‐Perea incluidos en este libro, están completa-­‐ mente protegidos bajo la Ley de Derechos de Autor, en Puerto Rico, Estados Unidos y países con relaciones recíprocas. Queda totalmente prohibida su reproducción por medios mecánicos, electrónicos, cibernéticos y/ o fotográficos. Los derechos de reproducción, representación profesional, aficionada, estudiantil o universitaria, cine, radio, televisión, vídeo privado, lectura pública, citas más allá de extensión razonable, así como adaptación y traducción a idiomas foráneos, son de absoluta propiedad de su autor y/o su sucesores directos o depositarios autorizados y están sujetos a regalías. Para información o petición de derechos debe dirigir correspondencia a Roberto Ramos-­‐Perea. Correo electrónico: ramosperea@gmail.com, o a través de Editions Le Provincial. Santa María 6, Urb. Alemañy, Mayagüez, PR 00680. Ramos-­‐Perea Roberto; ILUMINADO NEGRO. Historia de un anonimato. Biodrama neoromántico en dos actos sobre la vida del dramaturgo anarquista puertorriqueño negro Manuel Alonso Pizarro. HISTORIA DE UN ANONIMATO. Míseros fragmentos de una noveleta apenas comenzada, y otro textos. San Juan de Puerto Rico: Editions Le Provincial, 2015. 261 p.

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Primera Edición: 2015 © Roberto Ramos-­‐Perea 2015 Derechos Reservados conforme a la Ley Editions Le Provincial Dirección en Puerto Rico: Santa María 6, Urb. Alemañy, Mayagüez, PR 00680. Editions Le Provincial Editor: Ms. Louis J.N. Bertrand. Dijon, France.


ILUMINADO NEGRO

Telón abriéndose… Los textos que presento en este libro son hijos de pasiones diversas, inspiradas por un solo latido. Dema-­‐ siado corazón y sangre puse en darles vida. Fueron 25 años de búsquedas intensas y arduas decepciones que terminaron hace muy poco, con el estreno de Iluminado Negro en el Teatro del Ateneo. Aquí publico el fruto de aquel teatro glorioso que el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puerto-­‐ rriqueño tuvo la valentía de llevar a escena con inmen-­‐ so éxito, a pesar de los miles de obstáculos que el mediocre Presidente del Ateneo de entonces puso en el camino. Porque esta es una obra sobre la lucha obrera de la que los actores y dramaturgos formamos parte. Capitalistas y aristócratas han jodido la libertad y han explotado a los hijos de la miseria de este suelo nuestro. Los hijos de la miseria que leemos en los libros, con sus banderas negras, sus jachos encendidos, su pañoletas en la cabeza, su piel negra sudada y curtida por el sol. La “negrada anarquista y socialista” que con su santa rabia formó nuestro siglo XX. Mi lucha por secuestrar a Manuel Alonso Pizarro de la sombra, del horrible anonimato al que lo lanzó el blanquismo de la Historia, me rindió un fruto doloroso


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del que aprendí demasiado. Hace poco descubrí el documento de su muerte. En su pobre rancho en Ponce, me lo imagino esquelético, preso de una hambruna milenaria, enfermo, con erupciones y heridas sin cica-­‐ trizar. Rodeado de sus folletos y sus papeles arrugados. Tosiendo, llorando, supurando. Tratando a fuerzas minúsculas de atrapar sus últimas bocanadas de aire soporoso. Y allí en aquella descuidada agonía se le fue la vida aquella madrugada de febrero de 1904. Yo que pensaba que había muerto inmenso y mártir, y murió despreciado. Me tocó a mi viajar en el tiempo para ir a levan-­‐ tar su enano cadáver de entre los sucios jirones de su catre. Me tocó a mi vestirlo de galas blancas, con la rosa de su madre en la solapa. Me tocó poner la bandera negra en su costado. Me tocó a mi hacerle que susurra-­‐ ra, a aquel cuya voz había sido un trueno. Me toco a mi revivirlo… …y devolverlo, desamordazado –como Ramón Si-­‐ jé-­‐ para que otros lo quisieran tanto. Entonces recojo en este libro escritos breves y documentos al vuelo que complementan la extensa biografía que de Manuel Alonso Pizarro publiqué en el 2009 en mi libro Literatura Puertorriqueña del Siglo XIX escrita por negros, y Publicaciones Gaviota reeditó en 2012. Al mismo tiempo recojo en él críticas de otros, y el relato que la colega y profesora de teatro, actriz de la


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pieza, Sonia Rodríguez, recopiló durante las mesas de discusión. Como proposición última reedito El hijo de la Verdulera, obra maestra de este intelectual negro con la que se inician tantas cosas en nuestra literatura dramá-­‐ tica, que no alcanza mi asombro y que me gusta tanto reeler para encontrar significados, símbolos, metáforas y anomias. Todavía me queda por editar, cosa que haré muy pronto, mi libro “Los negros no piensan”: Historia de la Intelligentsia Negra puertorriqueña, en donde Manuel Alonso Pizarro abarca casi un capítulo.

Vayamos con estos papeles viejos al Guayama del siglo XIX, segunda ciudad madre mía, pues es el sitio


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“dove si leva il sole”, y donde después de la revolución… el teatro es la única forma de justicia. Que sirvan estos textos como descargo de mi deslumbramiento. Que el negro se ilumine como gritaba Derkes, y que todo ello sirva para vencer toda nueva esclavitud. Valhalla, San Juan, 29 de abril de 2015.

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ILUMINADO NEGRO Drama Neo-romántico en Dos Actos sobre la vida, del dramaturgo anarquista puertorriqueño negro MANUEL ALONSO PIZARRO.

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Iluminado Negro.

r PERSONAJES: Manuel Alonso Pizarro. Dramaturgo anarquista. Matilde Pizarro, su madre. Nicolás Alonso, su padre. Fabriciano Cuebas Sotillo, Maestro blanco. Eleuterio Derkes, Maestro y Dramaturgo negro. José Dolores Landrau, periodista. Teresita, su hija. José Ramos y Brans, dramaturgo y periodista. Ramón Morel Campos, periodista. Lesbia, dueña del burdel. París, Prostituta francesa. Ramón Romero Rosa, Dramaturgo socialista. Eduardo Conde. Periodista. Fernando Gómez Acosta, Dramaturgo socialista negro. José Mauleón, líder de las turbas republicanas. Santiago Iglesias Pantín, líder obrero. Luisa Capetillo, Dramaturga obrera. Geñita, esposa de Manuel.

Actores obreros, prostitutas, obreros negros y blancos, funcionarios, policías, personajes de las piezas de Alonso Pizarro. Gente del pueblo. Lugar: Guayama, Mayagüez, Ponce y San Juan de Puerto Rico. Entre 1856 y 1906


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ILUMINADO NEGRO•Biodrama histórico sobre el dramaturgo anarquista, puertorriqueño y negro MANUEL ALONSO PIZARRO (1859-1904) y los orígenes del Teatro y el Movimiento Obrero Puertorriqueño. Escrito y dirigido por ROBERTO RAMOS-PEREA para el CONSERVATORIO DE ARTE DRAMATICO DEL ATENEO PUERTORRIQUEÑO•ESTRENADO EL 7 DE AGOSTO DE 2014. REPARTO: A CTORES Y P ERSONAJES :

r LUIS JAVIER LÓPEZ RIVERA (CN) - Manuel Alonso Pizarro. MELISSA REYES (CN) - Lesbia, Actriz Obrera. NELSON ALVARADO (CN) - Eleuterio Derkes, Don Donato. RICARDO DE SANTIAGO (CN) - Fabriciano Cuebas Sotillo. Dr. EDGAR QUILES FERRER (CN, F, JGAP), Landrau, José. SONIA M. RODRÍGUEZ (CN) - Comadrona, Ángela, Micaela. JESÚS AGUAD (TS) – Saunión, Borracho, Ramón Romero Rosa. ZULAIKA GINÉS (TS) – Dolores, Actriz Obrera, Teresa. GINA FIGUEROA HAMILTON (TS) – París. RICARDO MAGRIÑÁ (TS) – José Mauleón, Alfredo. ROLANDO (ROLO) REYES (TS) – José Ramos y Brans. ANDRÉS LÓPEZ SIERRA (TS) – Guardia, Santiago Iglesias Pantín. OLGA VEGA FONTÁNEZ (TS) – Laura. Luisa Capetillo. ISRAEL SOLLA (TS) - F. Gómez Acosta, Geño, Juanico, Antoñito. JAYSLINN GONZÁLEZ (TS) – Paquita, Geñita (esposa de Manuel). AIDA L. BELÉNDEZ (TS) – Madre de Lesbia. Obrera. FELIPE GUZMÁN (TS) – Eduardo Conde. Periodista. MARIA DEL CARMEN MUÑIZ (TS) – Georgina Báez. Obrera. Pueblo. ALFONSO ROMÁN (D, JGAP) – Trinidad, Obrero, Pueblo. LENIS OROPEZA (AV2) – Matilde Pizarro (madre de Manuel). JACKIE RUIZ TRINTA (AV2) – Obrera de Guayama. LUIS ANTONIO MONTES (AV2) – Ramón Morell Campos, Abogado. ROBERTO GARCÍA (AV2)– Funcionario, Actor, Borracho, Turba. RUBÉN RODRÍGUEZ (AV2) – Americano, Guardia, Turba. KARLA MALAVÉ (AV2) – Obrera de Guayama, Pueblo. Thais M González Peña (AV1) – Candela, Pueblo. Shenys González Peña (AV1) – Hermana. La Ruca, Máscara, Pueblo. Deddie Almodóvar (AV1) – Planchadora, Pueblo. Rebecca Rivera (AV1) – Teresita, Ravachola, Hija de Romero, Pueblo. Adriana García (AV1) – La Pólvora, Hija de Romero, Obrera, Pueblo. Henry Rojas (AV1) – Actor, Borracho, Americano, Policía, Turba.


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Beatriz Rivera Medina (AV1) – Obrera de Guayama. Jesús A. Sánchez Ramírez (AV1) – Nicolás Alonso. Asesino. Jerald Mateo Constanzo Mota (Actor Invitado de la Escuela de Teatro José Julián Acosta) - Manuel Alonso Pizarro, adolescente.

Actores, Pueblo, Obreros, Artesanos y Turbas Republicanas: Nelson Manuel (B) Ixza Casillas (B), Andrés Pacheco (B), Kathy García (B), Claudia Sevilla Cotto (B), Basilia Encarnación Siaca (B), Myrnelis Flores Rosa (B), Arelys Krystal Rivera (B), Kenia Calderón Del Carmen (B), María A. Cintrón (B), Jazmín A. Serrano (B), Alba Linnette (B), José A. Márquez Gomila (B), Eduardo Rosado (B), Abdel Cortés Correa (B), Adrian Vargas Caraballo (B), Héctor Miguel Perales Allende (B), Rolando Rodríguez (B), Luis D. Ramos Pérez (AI), Ashley M. Reyes (AI). *** ∗

Compañía Nacional de Teatro del Ateneo (CN); Taller Superior de Actuación (TS); Actuación Avanzada (AV1 y AV2); Actuación Básica (B), y Dramaturgia (D). También participan y colaboran con su realización, Actores Invitados (AI); la propia Facultad del CADAP (F); los empleados (AP) y la Junta de Gobierno del Ateneo Puertorriqueño (JGAP).

FICHA TÉCNICA:

ILUMINACIÓN: Diseño/ Realización VERÓNICA RUBIO (CN) ESCENOGRAFÍA: Concepto, espacio escénico y escenografía del Arq. ÁNGEL CASTO PÉREZ (JGAP). Realización: Ariel Quiñones (AP), Francisco Aponte (AP) y Willie Perez (AP). VESTUARIO: Coordinación de Keishla Santiago (AV2). Vestuario de Matilde: Diseño: Miriam Lacourt. Romeu Tecu y Alayna Wool. UTILERÍA: Deddie Almodóvar (AV1), Adriana García (AV1), Andrés Pacheco (B), Caleb Ocasio (AV1). SONIDO: Keyla Jaret Negrón (TS) y Ana María Marrero (TS). Realización: Christopher Rubio (AP). COREOGRAFIAS: María del Carmen Muñiz (TS). GERENCIA DE SALA: Ixza Casillas (B). ASISTENTE DE DIRECCIÓN: GINA FIGUEROA HAMILTON (TS) RELATORÍA Y PRODUCCIÓN EJECUTIVA: SONIA RODRÍGUEZ (CN) DRAMATURGIA y PUESTA EN ESCENA de Prof. ROBERTO RAMOS-PEREA PRODUCCIÓN GENERAL DEL CONSERVATORIO DE ARTE DRAMATICO DEL ATENEO PUERTORRIQUEÑO.


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*** Notas al Programa de Mano de la representación:

NUESTRA GRATITUD Y HOMENAJE La presente producción de ILUMINADO NEGRO rebosa de homenajes. El primero de ellos es a LUIS JAVIER LÓPEZ, Primer Actor de la Compañía Nacional de Teatro del Ateneo Puertorriqueño, quien junto a la primera actriz MELISSA REYES, cumplen este año 15 largos años de servicio al teatro de nuestra institución. Es imperioso que agradezcamos tanto amor y entrega desinteresada a una las causas más nobles que perviven en esta casa del Ateneo. Escribimos esta obra para él. En Homenaje a Melissa, protagonizará el próximo año La Dama de las Camelias de Dumas. En segundo lugar, y por la misma razón, A TODOS LOS OBREROS PUERTORRIQUEÑOS. Desde el mismo siglo XVI hasta las actuales luchas en la calle y en las mesas de negociación, la clase obrera puertorriqueña es la que ha mantenido un orden social y político, que con altas y bajas, aún podemos llamar nuestro. El pueblo es el dueño del pueblo, no sus gobiernos ni sus invasores. Y eso se lo debemos a la clase obrera. Homenaje eterno a los mártires del trabajo. En tercer lugar a MANUEL ALONSO PIZARRO. Negro hijo de negros libres, zapatero, tipógrafo, intelectual obrero honra de su clase. Hasta hace 20 años atrás, un anónimo de nuestras letras. Hoy hemos descubierto sus 5 obras teatrales con las que nos lega un teatro tenaz, un anarquismo furioso, bravura. Hoy lo hacemos ejemplo y con esta obra agradecemos su historia. En cuarto lugar: a GEÑITA. Eugenia García y González. Aquella jovencita guayamesa de 17 años, cuyo famélico espíritu nos visitó tantas veces durante los ensayos, haciéndose lágrimas en nuestros ojos. Ella venía a nosotros en representación de los desclasados de nuestra tierra, de los olvidados de la sociedad y de sus luchas. A los desesperanzados para quienes la IDEA estaba tan lejana e inaccesible… Nos toca a los escritores y artistas volver a poner la IDEA en las manos de los pobres de la tierra.


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ILUMINADO NEGRO ACTO PRIM ERO Obertura: 1905. Enardecido por el griterío que viene tras de sí, Manuel, envalentonado, entra corriendo a escena, sabiéndose perseguido. Manuel Alonso Pizarro (1859-1904) es un dramaturgo negro, corpulento, ágil; acaba de cumplir 47 años. Es bajito, de piernas muy cortas para el resto de su cuerpo. Pelo acaracolado muy corto y escaso bigote. Viste siempre chaqueta marrón de algodón, y corbata punzó, que lleva campechanamente suelta. Este es el momento.

Seguido entra la turba, dirigida por José Mauleón, apodado “Maula”. Jefe de las “Turbas Republicanas”, mano derecha y siniestra del líder republicano negro, José Celso Barbosa. Mauleón es blanco y rubio, peludo, de cuerpo rechoncho y rostro amenazador. Viene ciego de rabia, revólver en mano. Tras él, una turba enardecida de seis o siete hombres con revólveres, manoplas, palos


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y algún rifle, se detiene justo frente a Manuel. Tras su agitada carrera, a Mauleón aún le sobra energía para reír resoplando con asqueante cinismo. Mira a los demás ávidos de sangre, saca su revólver. MAULEÓN: ¡Por fin agarramos al negrito Manolito! Esta es la bala que te tenía pa’ ti. La apunta a Manuel a su cabeza. Manuel cierra los ojos. Mauleón tira del martillo... ESCENA PRIM ERA: 1859-1874. MANUEL: (Una súbita luz cenital con tierna música, cae sobre él como un rayo bendito, Manuel abre los ojos...) Querida mamá... querida mamá de mi corazón... ¡Siempre quise lo mejor para usted, y de ingrato terminé buscando lo mejor para mí! No habrá en el mundo mejor maestra que una madre... maestra de la esperanza que siempre me faltó. Usted, poeta, como yo, ¿le gustaría contar mi historia conmigo? Mientras Manuel habla, la luz azulosa sobre la turba se desvanece despacio, como si las palabras de Manuel asolaran la fila de hombres que ahora se separa sin ruido para dejar paso a Matilde, una mujer negra, fuerte, joven y fogosa que carga la panza de nueve meses a punto de reventar. Junto a ella, una hermana solícita y una comadrona, todas negras, que se preparan con seguro paso y destreza para un parto que aunque doloroso, se desea. Tras ellas, Nicolás, un hombre mulato, pusilánime y silencioso primerizo, que observa de lejitos, y luego vira la cara. Matilde camina con su piernas abiertas. Manuel no ha salido de la escena y observa su nacimiento con maravillada tristeza. COMADRONA: ¡Carajo, que te acuestes! MATILDE: Que no me acuesto ná. Que mi mai nos parió a tós pará y pujando como negra esclava que era. (Se queja.) ¡Yo no soy menos!


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HERMANA: Pero esa era mai, no tú. ¡Acuéstate! MATILDE: ¡Que lo voy a pujar pará te digo! COMADRONA: ¡Que no! (A Nicolás.) Mire Don, traiga un poco de agua de la que está calentándose en el fogón. No se quede ahí como un pasmao, ¡muévase! NICOLÁS: Ya voy, ya voy. Pero dígale que se acueste... MATILDE: ¡Que no, coño! ¡Que quiero parir de pie! (Grita de dolor.) HERMANA: Matilde, va a salir lo mismo acostá que pará... no seas telca, ¡acuéstate! (Matilde niega con gruñido ininteligible de dolor.) COMADRONA: Se te va a salir el muchacho, Matilde. Que ya tiene la corona salía y no me dejas ver si viene enrredao, ¡pa’ la cama! (Matilde grita.) ¡Haz lo que te digo! MATILDE: ¡No está enrredao, que será fuerte como un león, como un toro! (Grita.) COMADRONA: ¡Acuéstese boca arriba y no me jodah usted más! ¡¡Vamoh!! (La llevan a la brava a una pequeña cama y entre sábanas y paños, la acomodan y la cubren. Nicolás llega con el agua que entrega torpemente a la Comadrona. Esta moja un paño y lo pone entre las piernas abiertas de Matilde.) COMADRONA: Ahora, ahora sí que usté va a pujal, comai. Venga. Puja, mija, puja... (Matilde grita y puja con sobre humana fuerza.) ¡Otro pujo, mujel, que tú puedes! (Nuevo pujo más fuerte. Manuel en nervio generoso, va formando una sonrisa maravillada.) ¡Venga, que ya casi está, que ya casi está! ¡¡¡Puja, Matilde, puja, carajo!!! (El último pujo es gloria dolorosa.) ¡Eso es, mujel, eso es, ya está aquí! (...y finalmente Manuel llega al mundo. Diestra, la comadrona corta con un cuchillo el cordón umbilical. La hermana solícita ayuda a recoger sangre, despojos y sábanas. La comadrona envuelve al bebito negro en una pequeña frisa...) Que Dios te bendiga angelito del cielo que traes dicha y alegría a este santo hogar, en el nombre del padre.... que los santos te bendigan el camino, en el nombre de Obatalá y Eleguá y San Judas Tadeo, patrón de los imposibles. (...y tras musitar algún rezo yoruba muy bajito, se escucha el primer berrido y las mujeres ríen satisfechas. La comadrona va a enseñarlo a Nico-


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lás, que espera nervioso en una esquina. Al caminar hacia él, nota algo extraño en el bebito. Se detiene, busca bien, palpa, mira a Matilde...) MATILDE: ¿Qué le pasa? ¿Está bien? ¿Esta completito? ¿Por qué me miras así? COMADRONA: Hay algo malo. MATILDE: Déjame ver... ¡¡¡Déjame ver!!! (La Comadrona se acerca y le pone el bebé en la manos. Ella lo palpa y en efecto su cara se transforma en tristeza súbita.) ¡Dios bendito! NICOLÁS: ¿Qué tiene? HERMANA: (Se acerca.) Deja ver... MATILDE: Me salió malo... mira... me salió malito... HERMANA: Eso no es tu culpa, mija... COMADRONA: Eso... eso no es ná. Está vivo y de lo demás está bien, mira como llora. ¡Va a ser un gritón! MATILDE: Me salió malo. NICOLÁS: ¿Pero qué tiene, mujel? MATILDE: Tiene... tiene las patitas coltaditas, demasiao chiquitas, me salió malo, Nicolás, ¡me salió malo! NICOLÁS: (Se acerca a mirar, palpa al niño que sigue llorando. Se separa un poco.) Eso es cosa mala. Los santos no nos quieren. La vihnen nos abandona. COMADRONA: No diga eso nunca, Don. Que Dios no desampara su criatura. MATILDE: Perdóname, Nicolás.... Así salió... así lo quiero... NICOLÁS: Eso... eso es vano, no va servil pa’ ná así. MATILDE: ¡Va servil, sí, va a selvil pa’ yo quererlo mucho, que es mi hijo, mi hijo! NICOLÁS: Allá tú. Llévaselo al cura para que lo bautice y lo inscriba. Y se va a llamal Manuel, como mi tío Manuel; Manuel Alonso y Pizarro; hijo tuyo, Matilde... hijo tuyo... si salió malo, críalo así, porque no hay ná que se puea hacel ya. (Nicolás en su pusilánime mirar de la vida, sale del cuarto si decir una palabra. Manuel corre a interceptarlo.) MANUEL: (Gritándole.) ¡No fue en vano, no fue en vano, papá! (Nicolás desaparece. Continúa con la carta.) Yo sé mamá, lo que usted me ha querido. Yo lo sé. Pero eso no puedo medirlo o explicarlo ni mucho menos escribirlo con el don que me dio


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Dios para las palabras. Dios... me pone usted en un aprieto, mamá. Porque yo no creo en Dios. Eso usted no lo sabe porque me hubiera matao a chancletazos. Y entonces la miro a usted queriéndome, abrazándome... Matilde se levanta, la comadrona y la hermana desaparecen. Matilde acaricia el bebito, que por efecto teatral maravilloso, de pronto lo sustituye un jovencito de 10 años, vivaz, sonriente que corre a refugiarse en las faldas de su madre mirando al extraño hombre con papeles en la mano. Un funcionario que discute con Matilde. Manuel Hombre se acerca a la discusión. FUNCIONARIO: Es lo único que puedo hacer, Doña Matilde. MATILDE: ¿Cómo que lo único? La ley es bien clarita, Don. Yo ya la leí completita y le pregunté al notario. El señor Saunión tiene 15 días para comenzar a construir su casa en ese solar. Si no lo hace, el solar queda libre pa’l que lo quiera vivir y construir en él, en esos mismitos 15 días. Yo hice ya la petición primero que naiden. Aquí estoy yo y mi familia. Aquí están mis manos. Yo necesito una casa. FUNCIONARIO: Pero él opcionó ese solar en primer lugar. MATILDE: ¡Y no ha hecho ná con él! Yo no tengo casa. Yo soy pobre, y tengo voluntá pa’ esa tierra buena que se está muriendo allí. Yo necesito paredes, Don, una casa pa’ mis hijos. La ley dice que yo puedo tener a eso. FUNCIONARIO: Sí, sí. Pero el señor Saunión es... MATILDE: Es francés, rico y blanco. FUNCIONARIO: Yo no dije eso. MATILDE: No hace falta. Mire Don, esta es mi respuesta al municipio: si Saunión no comienza a fabricar en 15 días, ese solar es mío. Lo dice la Ley. (Aparece Saunión, de fuerte acento francés, y habla con el Funcionario.) SAUNIÓN: ¿Pero qué se cree esta negra? FUNCIONARIO: Señor, la ley es clara y ella la conoce. Si usted no construye en quince días, la opción es de ella. Ella se ha


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comprometido a hacerlo. Usted que tiene la opción hace más de seis meses, no ha hecho nada. SAUNIÓN: Tengo la opción de la Junta Municipal y la palabra del Alcalde que es mi amigo personal. ¿Qué más necesita, señor? FUNCIONARIO: Tiene que construir. SAUNIÓN: ¿Y si no me da la gana? FUNCIONARIO: La misma Junta Municipal ha dicho que se lo dará a ella. SAUNIÓN: Oiga, mi amigo, ese solar de la Calle Nueva es solar de privilegio. Justo detrás de la Iglesia. Yo tengo pensado invertir, pero lo quiero hacer a mi ritmo y acomodo. Ahora mismo no puedo. FUNCIONARIO: Usted tiene esclavos, ¿qué le cuesta empezar a construir, algo?, alguna pared… así se asegurará su solar. SAUNIÓN: Mis esclavos trabajan en otras tareas. Yo no puedo construir en 15 días, así apurado. No, señor. Que se conformen con la acera de chinos que mandé a poner. FUNCIONARIO: La acera se la llevó la erosión. Ya le dije que tiene que construir, señor. SAUNIÓN: ¡Y ya le dije que no tengo tiempo ahora! FUNCIONARIO: Pues no me deja más alternativa. (Le entrega una citación.) Si no comienza en 15 días, la Junta le concederá el solar a La Pizarro. (Sale.) (El Funcionario sale. Saunión se encuentra con Matilde, a quien el niño no suelta nunca.) SAUNIÓN: La Pizarro. Jum. Así que usted quiere mi solar. MATILDE: Usted tiene la opción. Pero no es suyo. SAUNIÓN: Mire señora, a mi no me gusta negociar con mujeres. Dígale a su marido que venga a hablar conmigo y arreglaremos esto como hombres. MATILDE: No. Usted va a arreglar conmigo. Mi marido no tiene asunto aquí. SAUNIÓN: ¿Por qué? ¿Porque siempre está borracho? MATILDE: Quince días. (Sale.) (Paso del tiempo. Matilde y Manolito niño ante el funcionario.) FUNCIONARIO: ¿No vino su marido? MATILDE: No. Hable conmigo.


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FUNCIONARIO: Bueno Pizarro, ha habido... MATILDE: Dieciséis días y ese hombre no ha puesto ni un ladrillo en ese solar. FUNCIONARIO: Sí... es verdá... (Pausa. Lee un documento.) Hoy, 17 de agosto del año de nuestro señor Jesucristo de 1865... MATILDE y MANUEL NIÑO: ¡Amén! FUNCIONARIO: Como funcionario declaro que el Sr. Emile Saunión desistió de su interés. Y la Junta le concede el solar, a la señora Matilde Pizarro de Alonso, siempre y cuando usted comience a construir en quince días. (Le da el documento.) MATILDE: Mire cómo voy a empezar... Manolito... MANUEL NIÑO: Sí, mamá... MATILDE: (Le da un machete.) Toma este mochito y métete en esa maleza y empieza desyerbar del frente pa’ trás, como yo te enseñé, que yo voy detrás de ti. (Manolito lo hace.) Y esta tarde mi hermano comienza la mesura pa’ los pilotes y ya están comprás las tablas del piso. Y mi marío ya viene por ahí con su reguerete de hermanos y primos a cortar y a picar. ¿Le parece poca prisa, Don? FUNCIONARIO: (Sonriendo.) No. Está bien, pero... MATILDE: (Mira el papel.) Esta es la casa de mis hijos. No hay peros. FUNCIONARIO: El Señor Saunión quiere que usted le pague por la acera de chinos que... MATILDE: ¿Cuál acera de chinos? ¿A dónde está que no la veo? FUNCIONARIO: A requerimiento de la Junta, él mandó a hacer una acera de chinos de río para que la gente no se enfangara al pasar por aquí. El dice que le costó 40 pesos que usted tendría que pagarle. MATILDE: Mire, Don... el jodío franchute ese... FUNCIONARIO: Pizarro, por favor... MATILDE: ¡Tuvo más de seis meses para hacer lo que iba a hacer y a su celebro de mime lo único que se le ocurrió fue jacer una acera de chinos y porque ustedes en el municipio se lo ordenaron; la acera se la llevó la lluvia hace rato, y ahora encima, ¿yo tengo que pagarle por ella? FUNCIONARIO: La junta dijo que eso era así.


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MATILDE: Pues usted va y me le dice a la Junta que yo no le voy a pagar al francés ese ni un real, y que aquí me quedo esperando a que me vengan a explicar dónde está la justicia, donde está la razón, a dónde se les va el seso a ese montón de ricos blancos que pretenden ajustar la ley a la medida de sus amigotes. Ni un rial, ¿me oye usted? Y le dice a la Junta que esta negra se planta aquí, frente al solar de la casa de sus santos hijos; ¡y que de aquí no la mueve más que Dios! FUNCIONARIO: Como usted diga, Doña Matilde. (Sale. Se voltea.) Que disfrute su solar y su casa. (Matilde baja la cabeza en gratitud. Luego un hondo respiro de liberación. Nicolás aparece.) MATILDE: Graciah a Obatalá, Santo de la justicia, ya tenemos solar pa’ la casa de los muchachos. NICOLÁS: Pero Matilde, ¿y de qué vamos a vivir mientras hacemos la casa esta? No tenemos ná. Yo no tengo trabajo. MATILDE: Pues yo tengo muchísimo, ¿quieres la mitá del mío? Sería lo justo. Agarra un machete y ponte a desyerbar con tu hijo en lo que yo busco al resto de la familia. (Sale. Nicolás se queda mirando al niño.) NICOLÁS: Ya tienes casa, mocosito. Ya tienes casa. Esa mai tuya es la changa. Sigue ahí, sigue ahí... que yo voy a buscar argo pa’ la sé... (Manolito lo mira salir. Música triste y melancólica. Paso del tiempo. Manuel se encuentra cara a cara con el niño.) MANUEL: Querida mamá... usted es mi fuerza. (Matilde llega con un pañito húmedo y limpia los cachetes de Manuel niño y lo prepara para ir a la escuela.) Veo todo lo que dio de sí para hacerme un hombre... y entonces… usted es mi Dios, mamá. MATILDE: (Con un pequeño frasco le unta perfume tras las orejas y el cuello.) Y esto es agua de rosas con canela pa’ que usted siempre huela bien y esté bien presentaito ante to’ el que lo vea que usted no es ningún esclavo sudao de la central. ¡Usté es un niño inteligente!


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FABRICIANO: (Entra Fabriciano Cuebas Sotillo, maestro puertorriqueño, de unos 23 años, altísimo, pero algo famélico. Blanco, de barba rala, pero siempre simpática sonrisa. Suave de hablar, reflexivo, sabio.) Matilde, vamos, déjalo ir ya, que se nos hace tarde. MATILDE: Maestro... Don Fabriciano. Es que usted sabe, madre al fin, una se preocupa. Yo quiero que siempre esté... FABRICIANO: Ya es hora de sus primeras letras, mujer. Y es aguzado tu niño. Estoy seguro que aprende rápido. MATILDE: Oh, sí señor. Ya yo le he enseñao tó lo que sé. Usted verá que no le hará quedar mal. (Se acerca.) Mire, (Saca unas monedas de su traje.) esto es lo que yo hago con la fonda que tengo con mi hermana, esto es lo que me toca porque usted sabe… Nicolás no encuentra trabajo. FABRICIANO: ¿No encuentra o no lo busca? MATILDE: ¿Qué le pueo dicil?


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FABRICIANO: Tu marido es un hombre sin voluntad. No puedes llevar tú todo el peso de tu casa. Ustedes son negros libres, pueden aspirar a algo mejor. MATILDE: Eso es así, Maestro. Yo no lo hubiera molestado, pero es que el Maestro Eleuterio Derkes tiene su escuela muy llena y no me atreví a... (Sin mucho que contestar, estira las monedas.) Tenga... FABRICIANO: Sabes que ni yo ni el maestro Derkes te cobraríamos un solo centavo por educar a tus hijos. MATILDE: Yo no quería ocuparlo a usté, pero el maestro Derkes es... FABRICIANO: Es negro, como tú. Él sabe mejor que yo muchas cosas. Pero los dos somos maestros puertorriqueños. Educaremos a tu hijo con nuestra mejor voluntad. Guarda tu dinero. Yo no le cobro a los negros. MATILDE: Puedo mandarle almuerzo todos los días. FABRICIANO: No tienes que hacer eso. Yo le cobro a los blancos. Ellos pueden pagar. Y manda al niño a mi escuela todos los días de clase, temprano, limpio y dispuesto a aprender. ¿Me entendiste? MATILDE: Sí, Maestro. Como usted diga. (Fabriciano y el niño Manuel salen de la escena. Matilde se queda mirándolos irse. Nicolás se acerca, arrogante e indolente.) NICOLÁS: Lo deberías habel mandao al taller de tío Manuel; que aprenda dende chiquito a trabajar la madera como toa nuestra familia, pa’ que traiga riales a la casa. MATILDE: Que no, que va a ir a la escuela. Que los santos han dicho que ese muchacho viene con luces. Y con los santos no se juega, Nicolás.


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NICOLÁS: Bah... los santos están tós locos. ¿Y cuánto te cobra ese por enseñarle musarañas al mocoso? MATILDE: ¿Y a ti qué te importa? Soy yo la que pago. NICOLÁS: Bah, tráeme caña, avanza. MATILDE: Búscala tú, pa’ eso tienes patas. NICOLÁS: Bah... jodías mujeres. (Salen.) (Fabriciano enseña al jovencito Manuel. Manuel Alonso el hombre, se sienta cerca de ellos y observa.) FABRICIANO: Mi nombre es Fabriciano Cuebas Sotillo. Soy tu maestro y soy puertorriqueño como tú. Escríbelo completo y no lo olvides. MANUEL JOVEN: (Escribiéndolo en un cuaderno.) Fabriciano Cuebas... FABRICIANO: Me dijo tu madre que ya sabes leer. MANUEL y MANUEL NIÑO: Ella me enseñó, Maestro. FABRICIANO: Y me supongo que ella también te enseñó el poder de las palabras. (Manuel asiente.) Las palabras son muy poderosas, encierran emociones e ideas que pueden cambiar al mundo. MANUEL NIÑO: Las palabras, Maestro… ¿pueden matar? FABRICIANO: (Pareciese que el Maestro mira a Alonso Pizarro adulto, quien le sonríe.) Um. Sí... tal vez. Pero no se hicieron para eso. Se hicieron para dar vida, para explicar cosas, para estar más cerca de Dios. (Se escucha el furioso galopar de una cuadrilla diabólica de las milicias urbanas, que cruza espectral por los chinos de la calle. Fabriciano se levanta presuroso y observa. Los caballos se extinguen en el silencio. Fabriciano deja salir una sonrisa agridulce.) FABRICIANO: Así que hoy es el gran día. MANUEL NIÑO: ¿Cuál día, Maestro? FABRICIANO: Vamos, copia en tu cuaderno la fecha de hoy. (Manuel obedece.) 23 de septiembre de 1868. Nunca la olvides. MANUEL JOVEN: Veintitrés de septiem...


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FABRICIANO: Tienes una letra muy linda, Manolito. ¿También te la enseñó mamá? MANUEL y MANUEL NIÑO: Sí, Maestro. FABRICIANO: Bien, volvamos a las palabras.... (La discusión comienza escandalosa. El niño Manuel se levanta de su escritorio y corre a una esquina. Manuel Hombre llora en silencio mientras se tapa los oídos.) MATILDE: ¿Pero qué le has dao tú a esta familia? NICOLÁS: ¡Mujer, no me falte! MATILDE: ¡Tú nos has faltao a tós nojotros! A tusijos, a tus hermanos, a mí... ¿Qué tú te creíste que era la vida? NICOLÁS: No me creí ná. MATILDE: ¡La vida es trabajo, lucha! NICOLÁS: ¡Yo no tengo trabajo! MATILDE: Pa’l pobre siempre hay trabajo... NICOLAS ¡Pa’ mi no! MATILDE: ¡Lo que tié que jacel es dil a buscarlo! NICOLÁS: ¡Lo busqué! MATILDE: Trabajar pa’ la familia es querer a la familia... NICOLÁS: Yo quiero a misijos. A ti no, pero a mis hijos sí. MATILDE: ¿Y a mi qué se me importa si no me quieres? Si tú nunca has estao aquí. Por ahí se pasea tu alma en pena, pero tú nunca estás... NICOLÁS: No tengo ná pa’ darle. MATILDE: Pero tienes pa’ ir a la tienda, a gastarte con putas y borrachos lo que yo y mi hermana nos hacemos en la fonda... ¡mientras aquí nos morimos de hambre y necesidad! NICOLÁS: ¡Yo también tengo necesidad! MATILDE: ¡Vagancia y vicio es lo que tú tienes! ¡Vagancia y vicio! (Lo agrede furibunda.) NICOLÁS: ¡Mujer, ya basta, mira que yo soy el hombre aquí! MATILDE: ¡Si tos losombres son como tú, sería mejor que loh caparan a toítos! NICOLÁS: ¡Bah, en este pueblo tó el mundo está capao de la cabeza! MATILDE: Poco hombre, mal padre, mierda de marido.


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NICOLÁS: Cállate ya. MATILDE: ¿Que jabré jecho yo pa’ jabelme encontrao contigo, mi Dios! NICOLÁS: Ya, se acabó esto. MATILDE: ¡Pues que se acabe! NICOLÁS: ¡Que te calles, jodía mujel! MATILDE: ¡Que no me calla naiden, coño! NICOLÁS: ¡Mira que no rehpondo! MATILDE: ¡Acábate de largar, maldito inútil! NICOLÁS: (Nicolás le da una soberana bofetada que la obliga al silencio.) Dime si quieres otra, maldita desquiciá. ¡Dime si quieres jotra! (Matilde sale un poco, y llora en silencio. En una esquina, Nicolás se sienta a mirar al vacío.) ¡Yo quiero dilme de to ehto, Dioh! (El niño Manuel se acerca y le mira a los ojos. Él lo mira.) Búscame el burto abajo el catre y tráemelo acá. (Manolito duda.) Anda. Haj lo que te digo. MANUEL NIÑO: (Camina hasta Matilde, muy triste.) Parece que se va. MATILDE: Dale lo que te pía y no digah ná. (Manolito sale, trae el alijo del ropa y se lo da.) NICOLÁS: (Saca una pequeña caneca de su pantalón y se da un trago hondo.) Si la felicidad cohtara dos riales, mijo, yo la compraría. Pero yo no puedo máh. Que Dioh te bendiga, mocosito. Cuide a su mai. Y no me orvíe. (Le pasa la mano por la cabeza en un gesto torpe y sale. Manuel niño lo mira irse con enorme tristeza que apura un par de lágrimas. Manuel hombre se acerca tras él.) MANUEL: En ese justo momento, papá, me hice hombre y no quise saber más de ti. Y cuando me faltó el padre, me sobraron maestros. Se iluminan Fabriciano y Eleuterio Derkes. Eleuterio Derkes Martineaux, (1836-1883) uno de los más importantes patricios de las letras puertorriqueñas, negro, hijo de esclavos libertos, maestro, poeta y esencialmente dramaturgo. El primer intelectual puertorriqueño negro de la Nación Puertorriqueña. Hombre recto, sublime, grandilocuente y compasivo. FABRICIANO: (Leyendo de una carta.) 23 de mayo de 1874,


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Capitanía General, José Laureano y Sanz... orden de cerrar tu escuela... ¿espiritista, sedicioso, reformista... ¿qué más? DERKES: Quieren quitarle el sustento a todos los maestros puertorriqueños y sustituirnos por maestros españoles. Son... las sutiles pero despiadadas maneras de dominar que tiene este imperio. FABRICIANO: Entonces... ¿cuándo me llegará a mi esta notificación? DERKES: Pronto, hermano mío. Muy pronto. Yo... me tengo que ir. No puedo esconderme en mi casa, ¿y mis hijos, mi mujer?... ¿de qué viviremos? FABRICIANO: Él mismo te ordena que te marches a Ponce. (Derkes se encoge de hombros.) (Manuel entra y los ve a ambos hablando. Manuel ya tiene 17 años.) MANUEL: Maestro, ya he terminado los poemas que le prometí. Ahora quiero que el Maestro Derkes me enseñe a escribir una tragedia. FABRICIANO: No es un buen momento, Manolo. Vete a casa y ya hablaremos. MANUEL: ¿Qué pasa? DERKES: Dile, cuéntale. Que lo sepa. Que lo sepan todos. No tenemos nada de qué avergonzarnos. Además, míralo... ¿crees que terminará su vida enterrado en el taller de sus tíos? Ven acá... (Manuel se acerca.) ¿No ves ese fuego en sus ojos? Yo sí... yo lo veo... yo lo siento... ¿Quieres que te enseñe a escribir una tragedia, Manuel? ¿Como las de Víctor Hugo, como las de Calderón, como las de Zorrilla...¿um? MANUEL: Como las suyas, Maestro. Porque las suyas son nuestras. DERKES: (Luego de un silencio asombrado.) Mi teatro... jum. ¿Quieres escribir una obra de teatro que sea la viva imagen de tu tiempo y de tu corazón? MANUEL: ¡Sí! DERKES: El teatro es la suma de todas la artes y por eso es también la memoria de la civilización. Es la voz del alma multiplicada en todas sus esencias. ¡Conocemos a los pueblos por su teatro! ¿Cómo no enseñártelo? No puedo quedarme solo yo


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con ese maravilloso don, ¿no?, a alguien se lo tengo que entregar. Y tú que lees tanto, y eres un joven sabio y justo, y eres un negro libre como yo, ... ¿Qué mejor oficio que el teatro para un alma fogosa como la tuya? FABRICIANO: Eleuterio, yo sé que quieres, pero, este no es el momen...

DERKES: Acto Primero, Escena Primera. Lanzas un disturbio... algo sucede que cambia la vida de tus personajes. Un accidente, un enemigo oculto, una carta inesperada, una trampa... y el mundo se vuelve patas arriba, y le toca a tu inteligencia y a tu sensibilidad enderezarlo... MANUEL: Acto Primero, Escena Primera... (Se escuchan toques a la puerta violentos.) VOZ: ¡Abran, es la Guardia Civil! Hay que cerrar esta escuela por orden del Gobernador. DERKES: Acto Segundo, Escena Tercera: lo inevitable. La tragedia siempre será el encuentro de una férrea voluntad, con lo cruel e inevitable de la miseria humana. Es entonces cuando el alma se reconoce débil y pequeña y clama a Dios por una solución


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de amor... ¡pero no es Dios quien resuelve!... es la misma voluntad humana, es el amor magnánimo de los hombres y las mujeres, los que enfrentan las tragedias, que incluso permite Dios… para que aprendamos de ellas. VOZ: ¡Abran, es la Guardia Civil! FABRICIANO: Eleuterio, debemos abrir. DERKES: Y luego que has derramado toda tu alma en escenas intensas y dramáticas como la vida misma... el telón baja despacio, agradecido y generoso por la humana justicia que le has regalado a tu público, como si una corona de laurel cayera del cielo en tu cabeza enamorada. VOZ: ¡Eleuterio Derkes, por orden del Gobernador, hay que cerrar esta escuela! ¡Salga a la calle o lo sacaremos por la fuerza! DERKES: Acto Tercero, Escena final. ¡Que sea siempre justo! No lo olvides, Manolito. Las palabras son luces. (Muy de cerca a él, poderoso) ¡Ilumínate! VOZ: ¡Derriben esta puerta! DERKES: (Luego de sonreírle a Manuel con inmensa ternura. A la voz.) Ya salgo, oficial. Ya salgo.... (Derkes sale.) MANUEL: Eleuterio Derkes Martineaux y Fabriciano Cuebas Sotillo, mis dos queridos maestros, mamá. ¿Por qué no se respeta la profesión más noble de toda la humanidad? ESCENA SEGUNDA: 1875-1888. (Salto a otra escena en el tiempo empujada por tierna música... entra Matilde, despacio, mirándolo y asustada.) MANUEL: 20 de julio de 1884. “Querida mamá: Usted me va a perdonar, pero yo me tengo que ir. No me ajusto, que no quepo en este mundito miserable de trabajo y soledad. Imagínese lo que me espera si me quedara toda la vida en el Taller de Zapatería con Tío Demetrio, él que siempre protesta porque soy tan lento.” MATILDE: ¿Qué me dices tú, muchacho? ¿Cómo que te vas? MANUEL: (Sin oírla.) “Madre, yo tengo un sueño, un sueño grande, y perdone que me dé el lujo de soñar en medio de esta miseria. Pero yo quiero leer, quiero escribir, quiero ver otro mundo que no sea este...”


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MATILDE: ¿Va usté a jacelme lo mismo que me hizo su pai? ¿Dispué que yo he dao tó por usté? Dispué de tó lo que he luchao pa’ que usté y sus hermanos puedan ser personas inteligentes, decentes y buenas, y no negros sucios y esclavos? MANUEL: (Sin oírla.) “Yo tengo, que seguir a ver a donde me llevan estas piernas que Dios me ha dado tan cortas. Pero no se ocupe usted, que ya me han dado el remedio. ¿Sabe cuál es? Estar siempre de pie. Estar de pie. ¿No es así que debemos estar siempre todos los que somos hijos de esta tierra? MATILDE: ¿Por qué se me queda mirando así sin dicilme ná? ¿Qué le pasa? ¿Por qué no me habla? ¡No llore, que usté eh un macho! A mi no me venga a llorar, a mi las lágrimas no me sirven pa ná. Si se va, se va. ¿Qué pueo jacel yo? MANUEL: Voy a Mayagüez… “que me han dicho que hay mucho trabajo, que hay un puerto que se mueve mucho, que hay dinero y que tiene casinos de artesanos y bibliotecas ¡y un teatro!” MATILDE: ¿Mayagüez? Jum. Eso quea al otro lao der mundo. ¿Y allí qué hay? MANUEL: Aún me queda mucho por descubrir. MATILDE: ¡Bue...! Que Dioh me lo bendiga y Obatalá y Eleguá me lo guíen por buenos caminos. MANUEL: “Su hijo que siempre le adora y le pide perdón con el corazón hecho pedazos, Manuel”. Música suave de nuestros campos, cuatro y guitarra acompasada. Un grupo de artesanos escuchan atentos a Georgina Báez, líder que fuera de la Unión de Artesanos Unión Borinqueña de Mayagüez, en el año de 1886, también actriz de teatro. Una mujer recia, inteligente, madura, que lee de un periódico con voz firme y segura. GEORGINA: “Quiera Dios se convenza el sastre que a su elegante obra ha de contribuir el zapatero para que luzca mejor, a la de estos el sombrerero; a la de estos tres el herrero; a la de este el carpintero y así sucesivamente el albañil del herrero; y convencidos de la necesidad que tiene un arte de otro, deseosos de entrar de lleno en la vía del progreso, todos los artesanos de la


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provincia se den la mano ... reconociéndose hermanos1. (Todos aplauden.) JOSÉ RAMOS y BRANS: (Tipógrafo y dramaturgo mayagüezano mulato (1864-1902), una de las más importantes intelectualidades negras de fin de siglo; ha llegado cerca de Manuel y se ha colocado con desenfado en una silla y encendido un cigarillo.) Ummm... ¿te imaginas darle la mano a un morrocollo2, o a un bracero esclavo de la central? No, señora; distancia y categoría. Juntos pero no revueltos. (Lo mira, pues él lo está mirando.) Tú eres Alonso Pizarro, ¿verdá? Vi unos versos tuyos en “El Amigo del Pueblo”3. ¿Eran tuyos, verdá? (Manuel asiente.) No eran malos. (Le tiende la mano. Manuel la contesta con algo de aprehensión.) José Ramos y Brans, de aquí de Mayagüez; lo que pasa es que este no es mi gallinero. MANUEL: Manuel Alonso Pizarro. Soy de Guayama, pero trabajo en la Zapatería de Jiménez. JOSÉ: (Petulante.) Yo estoy en el Taller de Martín Fernández4. MANUEL: ¿Por qué dices que este no es tu gallinero? JOSÉ: Yo voy al Círculo de Amigos5. Allí vamos los tipógrafos. Vine aquí detrás de una pollita. GEORGINA: (A todos.) Gracias a todos a por estar aquí esta noche. Antes de disfrutar de nuestro acostumbrado baile, les quiero recordar que el próximo mes de octubre de este año de 1886, se cumple el segundo aniversario de nuestra Sociedad de Artesanos Unión Borinqueña y vamos a preparar una Fiesta Literaria con velada dramática y baile, que estoy segura será del agrado de todos ustedes. (Nuevos aplausos y Georgina se acerca a José y Manuel.) Veo que ya se conocieron, poetas. (A Manuel. Socarrona.) No le hagas mucho caso a éste, que es un mentiroso seductor, y tiene unas ínfulas, como es tipógrafo y va al “Círculo”... “Credo del Artesano”. San Juan, Puerto Rico. Periódico El Artesano, 1874. El obrero que limpia las letrinas. 3 Semanario mayagüezano de muy corta vida, (1884-­‐1886) dirigido por el artesano tipógrafo, Zenón Medina González, que publicó producciones literarias artesanas. 4 El taller tipográfico de mayor renombre y calidad de Mayagüez en el año 1886. 5 Sociedad de artesanos “cultos” fundada en Mayagüez en el año 1885, integrada por tipógrafos y periodistas, en la que se mimetizaban las actitudes y maneras de los casinos blancos. 1 2


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JOSÉ: No es detrás de ti que ando, no te hagas ilusiones. GEORGINA: (José vislumbra a Dolores, quien en alguna esquina le coquetea a Higinio.) Y tú no te afiles los colmillos, que detrás de la que tú andas, hay muchos pollos más. MANUEL: Dijiste una velada dramática. GEORGINA: Sí, y tú que lees tanto, ¿sabes de alguna obra puertorriqueña que valga la pena estrenar aquí? ¡Mira qué lindo hemos puesto el escenario! JOSÉ: El hijo del Alcalde de Aguadilla, el tal Méndez Quiñones, publicó uno que se titula “Un jíbaro”6... la tengo en el Taller, creo que Astol7 la estrenó en San Juan. Es muy simpática y con los actores que tienes acá, puede resultar.

GEORGINA: Ese fue el Méndez que mató al periodista Terreforte. ¿Quieres seguir impulsando la obra de un incondicional enemigo nuestro? ¿Qué puede decir de nosotros la obra de ese 6 El terrateniente agüadillano blanco, Ramón Méndez Quiñones, dramaturgo, escribe y estrena en el año 1878 el juguete cómico-­‐jíbaro Un Jíbaro como hay pocos, que tras su publicación en 1881 se conocería como Un Jíbaro y fue publicada por la Imprenta de Martín Fernández, donde trabajaba Ramos y Brans. Méndez Quiñones, junto con su primo y su padre, activo militante del Partido Incondicional Español, orquestaron y llevaron a cabo el asesinato cruel y alevoso del periodista reformista mayagüezano Juan Francisco Terreforte y Bové en el Teatro de Aguadilla en marzo de 1885, tras el cual el dramaturgo huyó de la justicia y se refugió en Honduras. 7 Eugenio Astol Figueras, el más importante actor puertorriqueño del siglo XIX.


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tuno? JOSÉ: Bueno, pensé que si hacer reír es lo que buscas... MANUEL: La leí. Es un insulto. GEORGINA: ¿Por qué lo dices? MANUEL: ¿Por qué tenemos que reírnos de la manera de hablar de los jíbaros, de su brutalidad de su ignorancia? JOSÉ: Son gente chistosa. GEORGINA: (A Manuel.) Entiendo lo que dices. MANUEL: Si los jíbaros puertorriqueños no tienen educación, ni inteligencia, culpa ha sido de los blancos y ricos como ese tal Méndez, que no lo han permitido ni lo han fomentado. ¿Por qué el jibaro, el negro, el mulato, no pueden tener instrucción, si muchos de ellos tienen riquezas? ¿Por qué no pueden aspirar a la inteligencia y al talento? GEORGINA: “La inteligencia es la reina del mundo. Todas las aristocracias tendrían que eclipsarse ante la aristocracia del talento”. Palabras del Maestro Eleuterio Derkes. JOSÉ: Para entrar en el mundo de la inteligencia tienes que pensar y vivir y actuar como los inteligentes, los ricos y los blancos. Con lo mucho que hay que trabajar para ganarse una miseria, ¿quién tiene esa disposición? GEORGINA: ¡Pues nosotros! (José se encoge de hombros.) MANUEL: Si quieres, yo escribiré la obra para tu Fiesta Literaria. GEORGINA: No quiero, ¡te lo suplico! Quedas comisionado ahora mismo. (A los demás.) Atención todos, en la Fiesta Literaria de octubre tendremos un estreno de nuestro querido Manuel, quien como todos saben, es un excelente poeta y se probará ante nosotros como dramaturgo. (Aplauso.) Manuel esperamos tu obra, querido hermano. DOLORES: (Se acerca rápida y contenta.) ¿Y qué papel hay para mi? (Higinio tras ella.) ¡Y Geño es muy bueno haciendo reír! GEORGINA: Pero si aún no la escribe, mujer. JOSÉ: Yo puedo escribirte un personaje dramático como Lady Macbeth, Margarita Gautier o Fedra, si solo me das una sonrisa tuya.


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DOLORES: (Mira a José.) ¿Y usté qué pito toca? ¡Parejero! 8 (Apagón de ojos y sale con Higinio que lo mira con celos.) GEORGINA: Dale personajes a esos dos, son buenos para hacer reír. (Sale.) MANUEL: ¿Y es obligatorio hacer reír? JOSÉ: Nunca había visto que una comisión cayera como del cielo. MANUEL: Alguien siempre quiere oír, si tienes algo importante que decir. La música de cuatro anuncia el comienzo del ensayo de la 4ta escena de “Me saqué la lotería”.9 Bueno compañeros, comencemos nuestro ensayo de Me saqué la lotería. Dolores, Higinio y Manuel ensayan la escena, otros actores observan, alguno de ellos apunta. Dolores como Chepa, Higinio como Antonio. (Se transcribe el texto del original.) ANTONIO: (con amabilidad.) Queridísima Chepita.... CHEPA: (asombrada) ¿Antoñito, ya has yegao? ¿Onde estabas agachao? ANTONIO: (aparte) ¡Qué bestia es la jibarita! Estaba en el platanal esperando que saliera tu padre, niña hechicera, bondadosa sin igual. Acabo de verlo ahora con tu padrino salir, y me dije así: ya es hora, donde Chepa debo ir. Esto diciendo salí del platanal enseguida, 8 Entre artesanos era una palabra muy insultante. Significa: petulante, soberbio, creído, vanidoso, etc. 9 Alonso Pizarro, Manuel. Me saqué la lotería. Juguete cómico jíbaro en un acto y en verso, escrito expresamente para la Sociedad de Artesanos Unión Borinqueña donde fue representado el 10 de octubre de 1886. Mayagüez, P.R.: Imp. Jiménez, 1887, 27p.


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y ya me tienes aquí. Ahora espero, mi vida, me digas lo que tu padre te hizo ayer cuando escapé; si á la buena de tu madre.... CHEPA: Ascucha que te dirré, floresita de aibajaca. (aparte) Toa la vía lo quedré... ANTONIO: (aparte. Exagerado.) Es bestia como una vaca, mas tiene mucho café ....! MANUEL: (Corrigiendo.) Geño, no. ¡Estás tratando de hacerme reír con algo que no es simpático! HIGINIO: ¡Pero es gracioso! Le está diciendo a esta bruta que es bestia como una vaca... (Todos ríen.) MANUEL: ¿Y te parece sensible eso? ¿Te parece generoso, igualitario, justiciero, que alguien diga de una inocente jíbara que ama honestamente, que es bestia como una vaca, y que la interesa solo porque tiene mucho café? HIGINIO: (Silencio.) ¿Pero cómo quieres que lo diga entonces? MANUEL: ¡Quiero que me hagas reír con tu crueldad! El teatro es memoria, pero esa no es la memoria que quiero dejar de nuestros jíbaros. Si he de dejar alguna que valga la pena recordar, es la memoria de la crueldad de los citadinos, de los burgueses, de los blancos y su hipocresía y su maldad. Es un asunto de valores. JOSÉ: No hay valor en la crueldad. MANUEL: ¡Por eso mismo hemos de representarla con odio y saña exagerada! ¡Que nos haga reír la caricatura de la maldad que desnuda las reales intenciones de estos explotadores! JOSÉ: Eso no evitará que la gente piense que los jíbaros son brutos. MANUEL: Pero al verse explotados y engañados, ¡aprenderán la lección! El teatro es una escuela. Tú lo sabes tan bien como yo. ¿No estás escribiendo tú un drama que se llama “El tirano


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de su anhelo” 10? Ya me lo contaste... ¡Una escuela de desigualdades! JOSÉ: Sí, te conté. Y tú eres un chismoso que los cuentas pa’lante. MANUEL: (A Dolores.) Y tú... tú no eres tan bruta. Estás enamorada y aunque ese estado ponga a uno estúpido, (Todos ríen.) no por eso tienes que representar una ignorancia que no tienes. Tus sentimientos son sinceros, ingenuos tal vez, pero son generosos; no brutos. A ver, continuemos. Apuntadora... APUNTADORA: Pues dijo mi papá ansina... CHEPA: Pué dijo mi papá ansina, en cuanto echate á juyil: tajo á tajo te é paitil con mi jierro, jija endina. Oivía á ese mangansón, arrastrao, mai nasío, cara é tayote purío, narise de molondrón. (Risas de los que observan.) Estoy ridiculizando ¿está bien? MANUEL: Al rico blanco, sí. ¡Sigan! ANTONIO: (asombrado) ¡Es posible que ese tío....! CHEPA: Si, siñoi, asina jué, pero yo cuando ascuché, querío del aima mia, lo que papa te desía, ai reipeto le faité. Jéchale mano ai machete de asero puro y templao, y si mamá no se mete, me hubiera papá ¡rajao! Antonse me eché á juyil, corrí má que una guinea, 10 Ramos y Brans, José. El tirano de su anhelo. Ensayo dramático en dos actos y en verso, Mayagüez, P.R.: Imp. de Arecco Hijo, 1889, 55p., Argumento de Ibo Alfaro. Estrenado en la Sociedad Círculo de Amigos de Mayagüez en la noche del 6 de octubre de 1888.


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detrá se me quiso dil; pero mamá, que pelea con cuaiquiera de su igual no lo dejó caminal. Ei le dijo ¡entremetía! y se lo diba á juntal: mamá antonse enfuresía coge una estaca, y resuelta, jásele frente á mi papá: sinó se le jase guapa, siempre papá... se lo suelta. ANTONIO: Es tu padre, Chepa mía, una mismísima fiera: si tanto no te quisiera... ¡sabe Dios lo que yo haría! MANUEL: ¡Estás mintiendo! ¡NO harías nada! ¡No te importa, solo te importa el café! ANTONIO: (Exagerando su mentira.) Es tu padre, Chepa mía, una mismísima fiera: si tanto no te quisiera... ¡sabe Dios lo que yo haría! CHEPA: ¿Qué diba á jasei, mi prenda? No aseye caso é mejoi. Deja que papá me jienda, que parel é lo peoi. Y que jable; su jablai güeso no me ha de rompei: yo siempre te he de querei, (Lo abraza.) que no te puedo oividai. (Chepa lo abraza con vulgaridad y en gesto exagerado y risible.) MANUEL: Dolores, lo amas de verdad... ¡no es un muñeco de trapo! DOLORES: ¡Pero esto es una comedia, Manuel! MANUEL: ¡No! ¡No es una comedia!


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DOLORES: El libreto dice “juguete cómico”! Se supone que nos orinemos de la risa. (Todos ríen.) MANUEL: ¡No! ¡Se supone… (Todos callan..)…que aprendamos una lección! Es un drama sobre la desigualdad, en el que da la casualidad que te puedes reír. Un drama sobre la desigualdad y lo infame de la explotación de la ignorancia. ¿Puedes actuarlo de verdad, sin caricaturizarlo y ridiculizarte tú? ¿O es que tu talento no da más que para hacer reír? DOLORES: (Herida en su orgullo.) Puedo hacer drama. Drama de verdad.. (Gesto de Manuel.) CHEPA: ....yo siempre te he de querei (Lo abraza tierna.) que no te puedo oividai. ANTONIO: Yo también, Chepita mía, te quiero con frenesí. CHEPA: (Muy contenta) Ya lo sé, prenda quería, que tú te mueres poi mí, y conmigo te casara si papá lo premitiera.... ANTONIO: (Aparte.) Si dinero no tuviera antes de hacerlo... ¡me ahorcara! MANUEL: ¡Más ridículo, Geño! ¡Mas cínico, más cruel! (Higinio lo repite exageradísimo y todos rén.) ¡Así! ¿Ven? ¡De eso es que me quiero reír!, ¡De esos mentirosos blancos hijos de puta! (Todos ríen.) ¿Ven? Ya nos estamos entendiendo. JOSÉ: ¡Qué teatro más extraño este, Manolito! MANUEL: ¡No más extraño que la vida! (Tras un breve apagón con aplausos los actores saludan. Georgina se acerca a Manuel.) GEORGINA: ¿Cuándo nos escribirás otro? MANUEL: Me voy a San Germán. Me ofrecen enseñarme el oficio de tipógrafo en un Taller que acaban de abrir allá. No más zapatos. Quiero letras y palabras. GEORGINA: Los artesanos de Mayagüez pierden a un estupendo autor de teatro. (Dolores se acerca, le hace una reverencia.) DOLORES: Fue un honor, Manuel. Los artesanos de esta Sociedad te estamos muy agradecidos. ¿Verdá, Geñito?


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HIGINIO: Claro... seguro. GEORGINA: Que todo te vaya bien, Manuel. (Música muy triste. Manuel solo.) MANUEL: “Octubre de 1887. Querida mamá de mi corazón: Estoy en San Germán, en un taller de tipografía. El dueño es un importante periodista, que es autonomista de los de Baldorioty. Se acabaron los zapatos para mi. He aprendido rápido y en este arte pagan mucho mejor. Aquí le mando mi primer librito y algún dinero para que se vaya aliviando. No puedo quitarme de la cabeza que existirá un mundo nuevo. ¡Un mundo nuevo!” José Dolores Landrau, redactor del periódico “El Deber” de San Germán, hombre blanco, entrado ya en sus 60 años, ante varios hombres. Manuel le lleva algunas planchas para que las corrija. Teresita, la jovencita y bella hija de Landrau, le interrumpe para que no lo haga. Le hace una seña para que calle. Manuel observa. LANDRAU: ¿Y qué espera que hagamos? ¿Que nos escondamos en el monte? ¿Qué se cree este tiranucho de dos reales? ¡Los autonomistas no somos enemigos de España! ¿Cómo más se lo hacemos entender? (Pausa.) Teresita, mija, traiga café a su padre y aquí a los hermanos, si me hace la caridad. TERESITA: Sí, papá. (Sale.) HOMBRE 1: La Guardia civil no respeta nada, ya recibimos informes de que entraron en la Hacienda de Medina, y al parecer uno de ellos... ultrajó a una de sus hijas. HOMBRE 2: No hay noticias de Baldorioty y el directorio 11 . Podrían estar muertos y no lo sabemos. Los compontes ya los aplican a las mujeres y a los niños... ¿Crees que serán más benevolentes con nosotros? LANDRAU: Mi Dios... (Al ver a Manuel que insiste en llevarle las 11 Román Baldorioty de Castro. (1829-­‐1889) Presidente del Partido Autonomista Puertorriqueño en el año de los compontes, de 1887. En el momento de la presente escena, Baldorioty era puesto en prisión en las cárceles de El Morro junto a otros líderes autonomistas, por órdenes de Romualdo Palacio, tirano Gobernador de Puerto Rico.


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galeradas.) Corrígela tú, sabes gramática ¿no? MANUEL: Pero es su pensamiento Don José, no el mío. LANDRAU: ¿Y cuál es tu pensamiento? ¿Qué piensas tú de todo esto? MANUEL: Soy un artesano, señor. No tengo opinión en este asunto. LANDRAU: ¿Cómo que no tienes opinión? ¡Eres un tipógrafo, joder! MANUEL: Sobre ustedes los autonomistas... tengo poco que decir. LANDRAU: ¡Dime lo que piensas! No puedes quedarte callado ante tanto dolor y tanta injusticia. Eres un hombre libre. Eres español... ¡Vamos, dime que piensas de esta tiranía? MANUEL: Soy puertorriqueño. (Silencio.) Y pienso que con el poder no se negocia. LANDRAU: ¿Qué insinúas? MANUEL: Los derechos no se ruegan, se toman. Una negra libre me enseñó eso. Y lo aprendí bien. HOMBRE 1: No estarás diciendo que tomemos las armas. HOMBRE 2: No podemos tomar las armas contra España. ¡Estás loco! Nos acabarían en tres días igual que pasó en Lares12. LANDRAU: ¡No hay armas! Y aún si las hubiera... No es eso lo que está en discusión. ¡Es mayor autonomía, mayores derechos! Mayores libertades ¡y menos malditas omnímodas13! MANUEL: ¿Cómo pueden “negociar” la libertad? HOMBRE 2: ¿Eres de los de Betances14? ¿Qué quisiste decir? MANUEL: Ustedes, los autonomistas no tienen... LANDRAU: ¡Tú trabajas de tipógrafo en una imprenta autonomista! También es tu asunto. MANUEL: Si usted lo dice... (Pausa.) Pero a mi me suena que esa autonomía es una forma aguada y cobarde de independencia. 12 23 de septiembre de 1868. El Grito de Lares, primer levantamiento armado organizado de los puertorriqueños en exigencia de la República. Fue delatado y luego sofocado por las Milicias españolas. Sus líderes arrestados y algunos de ellos asesinados. 13 Decretos omnímodos. Órdenes caprichosas de los Gobernadores de Ultramar que no estaban sujetas ni regidas por ley metropolitana alguna. 14 Ramón Emeterio Betances (1827-­‐1898) Padre de la Patria Puertorriqueña. Médico, abolicionista, escritor, conspirador. Organizó varios intentos revoluciona-­‐ rios para liberar a Puerto Rico de la tiranía española. A causa de su persecución, vivió en el exilio en Francia, la mayor parte de su vida.


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Acepten la independencia y será más fácil saber a qué atenerse. HOMBRES: Oh... (Hombres se asombran, niegan.) LANDRAU: ¡No somos separatistas! MANUEL: ¡Pues todas sus acciones, todos sus escritos, todas sus quejas, lo único que dicen es eso! LANDRAU: ¿Crees que estaríamos vivos si pidiéramos la independencia? MANUEL: ¡Pero ustedes están muertos en vida! ¿De qué se les ha acusado todo este tiempo en la prensa española? De conspiradores, de sediciosos, ¡hasta de comunistas! LANDRAU: Es la maldita prensa incondicional15 la que llevó esto a la barbarie. MANUEL Pues entonces, ¿por qué esconder la máxima aspiración de una República... con la lucha y el sufrimiento por una mezquina autonomía! HOMBRE 2: Eres de los de Betances. José, ya dejemos de hablar con el negro y resolvamos lo que vamos a hacer ahora. Si nos arrestan, si cierran el periódico... HOMBRE 1: ¡Eso puede pasar en cualquier momento! Creo que debemos escondernos. ¡Y debemos hacerlo ahora! LANDRAU: Hay una edición que tirar. HOMBRE 2: ¿Estás loco? ¡Olvida eso! ¿Crees que te dejarán imprimir con lo que ha pasado en estos días? (Se escucha la cuadrilla siniestra pasar por la calle. Los tres hombres salen. Manuel un poco alejado.) LANDRAU: Pues si no hay prensa libre, no hay nada que hacer. Aceptar el destino y rogar a Dios. (La cuadriga de la Guardia Civil vuelve a pasar y se detiene. Se escuchan disparos y gritos.) VOZ DE GUARDIA CIVIL: ¡José Dolores Landrau, por orden del Gobernador! ¡Dese preso! TERESITA: (Entra súbita.) ¡Papá! Están allá afuera. 15

Prensa española en Puerto Rico.


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HOMBRE 2: (Se asoma.) Te lo dije. LANDRAU: (A Teresa.) ¡Quédese adentro, mija! (A Manuel.) Manuel, no te muevas de esta casa hasta que yo regrese. Cuida a Teresita. HOMBRE 1: ¿Nos vamos a entregar así? ¿Sin más? LANDRAU: Así. Sin más. Será un honor estar preso junto a Baldorioty. (Da unos pasos.) ¡Aquí vamos! ¡Conmigo anda un abogado! VOZ DEL GUARDIA CIVIL: ¡Pues que apele al tribunal celestial! ¡Salgan, cabrones! LANDRAU: ¡Un poco de más respeto! VOZ DE GUARDIA CIVIL: ¡Salgan, o los sacamos a tiros! (Suenan disparos.) Esta imprenta queda cerrada por orden de la Capitanía. LANDRAU: ¡Ya salimos! (Los políticos salen. Teresita quiere seguirlos pero Manuel la detiene. Ella llora inconsolable sobre sus hombros. Se escucha un trueno poderoso y la lluvia tremenda y sonora de una tormenta. Teresita va a una esquina a acurrucarse como una niñita perdida. Trata de componerse. De ser fuerte. Tose. Manuel prende un pequeño quinqué.) TERESITA: Estará bien. MANUEL: Iré a buscarlo. TERESITA: ¡No! No te irás de aquí, no me dejes sola. MANUEL: Lo van a compontear. TERESITA: Sí, pero volverá, todos vuelven, rotos, pero vuelven. (Silencio largo.) No te preocupes, él volverá. Y nos querrá como siempre. (La luz del quinqué se apaga con un nuevo trueno y un larguetto musical muy triste.) MANUEL: Teresita, han pasado tres días. Voy a ver qué pasa. (Sale. Truenos y lluvias salvajes. Nueva luz ilumina otra zona del escenario en la que un soldado de la Guardia Civil, sin camisa, ensangrentado, trata de manejar el cuerpo de un hombre envuelto en una colcha. Al moverlo y rodarlo por el suelo, la colcha deja ver la cara de Landrau. Manuel reacciona y es visto por el Guardia.)


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GUARDIA CIVIL: ¡Eh, tú, negro... ¿Qué haces aquí? ¡Ven acá! (Manuel no se mueve, asustado.) ¡Qué vengas te digo o quieres que te caiga a vergazos, maldito negro sedicioso! (Manuel huye despavorido mientras la luz sobre lo demás se apaga y llega, todo empapado y casi sin respiración, a la casa. Se escucha la cuadrilla acercarse satánica. Manuel trata de esconderse en un zaguán y finalmente, Teresita, que aparece junto a él, lo empuja dentro de la casa. Se miran frente a frente, asustados.)

MANUEL: (Pausa.) Este es el mundo nuevo. TERESITA: El mundo siempre es el mismo. Eres tú quien cambia. (Silencio largo. Teresa se arregla un poco el pelo, lo toma de la mano.) Vamos, entra. Entra a mi cuarto. Tienes que secarte. MANUEL: Nunca he entrado a tu cuarto. (Al seguirla, el ambiente se oscurece mientras un carnaval de luces pequeñitas, como pequeñas sombrillitas, comienzan a poblar el cielo del cuarto y a caer sobre sus cuerpos. Manuel las mira asombrado.) TERESITA: Son mis juguetes. MANUEL: Brillan...


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TERESITA: Dejarán de hacerlo cuando pare de llover. (Teresita comienza a quitarle la chaqueta y la camisa mojada.) Te vas a enfermar. MANUEL: Teresita, tu padre... Don José, lo vi... está... TERESA: ¡Shhh! Ya lo sé. Hace ya dos días que mi corazón no lo escucha. ¿No es así que nos llaman los españoles? Los “Hermanos del Corazón Negro”. ¿Tienes tú el corazón como tu piel? No. Siempre has sido demasiado bueno conmigo. Tienes un mirar dulce y enamorado. (Se acerca a Manuel muy amorosa.) ¿Qué pasará conmigo ahora? ¿Me quedaré contigo? ¿A dónde me llevarás? MANUEL: ¿No tienes familia? TERESITA: Mi única familia eres tú. (Se acerca a él y le da un dulce beso en los labios. Toca su pecho, como la primera vez que una jovencita toca la piel de un hombre. Él se avergüenza un poco, pero se deja ir en el abrazo dulce de Teresita que con la misma fuerza que desea, con la misma llora en silencio. Un trueno.) ¿No me dejarás, verdad? MANUEL: (La besa muy tierno, dejando ir su mano por el pequeño manguillo de su mal puesto refajo.) No tengo como defenderme de tu tristeza. (Mientras la luz se desvanece sobre ellos, las manos de ambos se recorren el rostro y los hombros desnudos.) (Un trueno enredado en música se lleva la luz. Manuel aparece en una esquina escribiendo “otra carta”.) MANUEL: Mayo de 1888. (Mientras ve aparecer a Fabriciano, con un bastón, leyendo la carta.) “Querido maestro: Espero que ya hayan sanado sus heridas. Aquí en Ponce donde me encuentro, aún se ven en los cuerpos de las gentes de bien, las marcas de las sogas en los antebrazos, los dedos sacrificados y rotos por los palillos, las cicatrices de los vergazos en la cara, los cementerios repletos y la ruina de bienes y de carácter a la que el maldito bastardo de Romualdo Palacio arrojó a este pobre pueblo nuestro. ¿Por dónde anda el mundo nuevo, Maestro? FABRICIANO: El mundo nuevo te toca a ti construirlo, Manolito. MANUEL: Como le dije en mi carta anterior, a Teresita la acogió una tía que vive en Yauco, y no he vuelto a saber de ella. La extraño. Extraño las lucecitas de su cuarto que eran como cu-


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cubanos alegres. ¿Volveré a saber lo que es el amor algún día? FABRICIANO: Sí, siempre se sabe. (Mientras esto se cuenta, Teresita se abriga y va recogiendo sus cosas. Se despide de Manuel con una sonrisa tierna y gesto torpe e infantil…. Se ilumina entonces José Ramos y Brans, fumando sentado con las piernas arriba de una mesa, sin zapatos, leyendo un periódico.) MANUEL: Léale mi carta a mi madrecita santa y dele el dinero que le mando. Como le han quitado la casa, ahora ya no hay lugar seguro a dónde escribirle. Dígale que estoy bien, que encontré trabajo en una imprenta importante en Ponce y que estoy escribiendo muchísimo. A veces me sorprendo mirando los zapatos de la gente. Me quedo como un idiota, sentado en la plaza, viendo pasar el cuero curtido por el trabajo, o el charol, o la punta... he visto polainas... casi siempre camino al casino. (Fabriciano, luego de ver los sucios dedos que se escapan por las medias rotas de José, ríe un poco y desaparece.) ESCENA TERCERA: 1890-1892 MANUEL: 27 de noviembre de 1890. Tras dos años de trabajo aburrido y luego de publicar poemas sueltos en periódicos de cortísima vida, me llega noticia de que Teresita está bien, que se casa, que la vida le sonríe... (Sonríe.) ¿Y a mi quién me sonríe? JOSÉ: No me has dado tu parte del alquiler. Y ya vino la vieja sanguijuela a cobrarla. MANUEL: No me ha ido bien estos meses. JOSÉ: A ti nunca te va bien. Ya perdí la cuenta de los meses que llevamos viviendo juntos en esta pocilga y nuestro talento apenas se mueve. MANUEL: Ya no quiero vivir de trueques. JOSÉ: ¡Yo tampoco! ¿Qué te crees? MANUEL: Necesito cambiar de trabajo. Sabes que soy buen tipógrafo. JOSÉ: Pero sigues pensando como zapatero y ahí te quedarás,


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como zapatero. MANUEL: Bueno, pero... JOSÉ: ¡Tienes dos oficios y no tienes qué comer! O eres un despilfarrador o eres un pendejo. MANUEL: Oye, imbécil, hay una cosa que se llama progreso, ilustración. Mi dinero y mi tiempo los invierto en eso. Compro libros y periódicos, ayudo a mi madre. No me los bebo ni me los gasto en putas. JOSÉ: Tienes talento para mucho más que escribir dramitas y diálogos insulsos. MANUEL: Pero tú tampoco me ayudas a buscar un puesto en una imprenta. Dijiste que me recomendarías ante Ramón Morel Campos. JOSÉ: Morel es un tipo difícil. Es un mulato engreído y prepotente. Y tú eres negro y pobre. No te va a recomendar a nadie si no puede sacar algo de ti. MANUEL: Vaya, y eso que es tu amigo. Dile que lo veré mañana. JOSÉ: No recibe sin anunciar. MANUEL: ¡Pues anúnciame!

Una mesa, y en ella Ramón Morel Campos, (1856-1932)


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propagandista obrero, publicista mulato, hermano del famoso músico Juan Morel Campos, y quien fuera uno de los principales organizadores de gremios artesanos en Ponce. Es dueño de una de las más importantes imprentas de esa ciudad. José tras Ramón.) JOSÉ: Le dije que se debía anunciar, pero... MOREL: Pasa, siéntate. JOSÉ: Este es Manuel Alonso Pizarro. MOREL: ¿Eres el autor de estas obritas que me traíste? MANUEL: ¿Cuáles tiene ahí? MOREL: (Las mira por encima.) Me saqué la lotería, un dialoguito que se llama Fernando y María y este sainete que se llama Cosas del Día. ¿Cuánto pagaste por imprimirlas? MANUEL: Arreglar algunas botas y zapatos. Tengo amigos en la Imprenta de Manuel López. MOREL: Ese maldito burgués es un cicatero, ¿cómo lo hiciste? MANUEL: Papel sobrante, un par de horas en las noches... MOREL: Bien, bien... así se hacen las cosas en nuestra digna clase artesana. Dime, ¿en qué te puedo servir? MANUEL: Me gusta mucho la música de su hermano Don Juan. MOREL: Es mi hermano, pero es un maldito príncipe. Juan Morel Campos, distinto a mi, nació en cuna de oro y todo le ha sido regalado. Si quieres halagarme no me hables de mi hermano. MANUEL: Quiero trabajar en una tipografía. MOREL: ¿López no te dio trabajo? MANUEL: Dice que no tiene puesto. MOREL: Yo tampoco. Estamos en plena miseria. MANUEL: Me dijo José que piensan abrir un periódico obrero. JOSÉ: Si serás chismoso. (Excusándose.) Vivimos juntos, ¿qué te puedo decir? MANUEL: Yo soy obrero y quiero luchar por nuestra causa. Me instruyo, leo vorazmente, no duermo, no descanso leyendo a Marx, a Bakunin, a Malatesta, a Prudhon... MOREL: ¿Lees a Luis Muñoz Rivera y su maldito periódico burgués? MANUEL: Hay que saber lo que piensa el enemigo. MOREL: (Levantando la voz.) ¡De acuerdo! Ese cobarde, ese canalla ¡es nuestro enemigo! Y nosotros somos la digna clase artesana puertorriqueña y le vamos a arrancar el bigote a ese


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hijo de las mil putas! MANUEL: Usted trabajó con él. MOREL: ¡Y me botó de su taller como bolsa de mierda porque sabe que soy socialista! Ahhh... Lo conozco muy bien. JOSÉ: El grupo de Teatro de Taller Benéfico de Artesanos podría... eres tú quien decide lo que estrenan, ¿no? MOREL: Sí. Y ya viene por ahí una velada dramática. MANUEL: ¿Qué tengo que hacer? MOREL: Ser buen escritor, ilustrarte a cada hora, no gastar tu dinero en ron o en putas (José ríe incomodo.)… y representar con dignidad la clase a la que perteneces. MANUEL: Cuen... MOREL: (Le hace un gesto.) Voy a leer tus obras, ¿y sabes por qué lo voy hacer? Porque fuiste discípulo del Maestro Derkes y a ese negro yo lo admiré más que a cualquier blanco. MANUEL: Derkes fue un padre para mí. MOREL: No te prometo nada. Te mandaré aviso con José de lo que pueda conseguir para ti. MANUEL: (Saliendo.) Gracias mil. Léalas. Le gustarán. (Morel hace gesto, José lo saca casi a empujones.) JOSÉ: Eso del periódico obrero no lo debía saber nadie, carajo... MANUEL: Necesito trabajo y lo quiero con ustedes en ese periódico. Y sabes que no es por el dinero, sino por la causa. JOSÉ: ¿Cuál causa? Iluso. Ese periódico nos llevará a la ruina o la cárcel. MANUEL: Nací en la ruina y vivo en una cárcel. JOSÉ: Sí, sí... pero a mi no me gusta la ruina y si he de estar en una cárcel, prefiero que sea la cárcel de unas buenas nalgas. Eres un creído. (Silencio.) ¿Nunca te han dicho que eres un pigmeo? MANUEL:¿Y a ti nunca te han dicho que eres un mulato parejero? JOSÉ: Sí, pero las mujeres se vuelven locas conmigo. MANUEL: Porque eres un teatro. Finges todo el tiempo. JOSÉ: Puede ser. MANUEL: Tienes un personaje de ti mismo que usas a tu antojo para conseguir lo que quieres. JOSÉ: ¿Tú no? MANUEL: No, yo siento que soy... de verdad.


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JOSÉ: Entonces, ¿por qué te gusta el teatro? MANUEL: Porque después de la revolución... JOSÉ: ¿Qué? MANUEL: ...el teatro es la única forma de justicia. JOSÉ: Uuuuu, ¿y esa de dónde te la sacaste? (Aparece Lesbia, la “maipriora” de uno de los burdeles más concurridos de Ponce. Es una cuarterona, altísima y esbelta, seductoramente bella y astuta como mujer vivida.) LESBIA: (Leyendo.) “Reglamento de Higiene de la Prostitución para la Ciudad de Ponce, aprobado por el Excmo. Sr. Gobernador General de la Provincia de Puerto Rico. Capítulo II, Art. 2º- Se considera prostituta, para los efectos de este reglamento a toda mujer que habitualmente se dedica a la prostitución”, -¡no me diga!- “ó que por remuneración concurra á las casas de citas ó reciba la de distintos hombres en su casa en igual concepto, debiendo ser inscrita por lo tanto en el correspondiente registro del ramo”16. Amén. (Una guaracha cubana ininteligible marca el paso de Lesbia al aposento de rico sofá y de borlas, piano, candelabro, licor, camastro de esquina, media luz mortecina. En el otro lado de la escena también es tarde en la noche. José y Manuel han bebido.) MANUEL: ¿Vas a decirme qué dijo o te lo tengo que sacar a puñetazos? JOSÉ: ¡Tendrías que treparte en una silla para pegarme aunque fuera en las bolas! (Lo señala y luego vira su cara con molestia.) No me amenaces. No me gusta. MANUEL: Pero ¿qué clase de amigo eres? JOSÉ: Me estás presionando y eso no es bueno, hermanito. MANUEL: No soy tu hermano. JOSÉ: Pues si no lo soy, no me exijas favores como tal. 16 Reglamento de higiene de la prostitución para la ciudad de Ponce : aprobado por el Excmo. Sr. Gobernador General de la Provincia en 19 de Junio de 1894. Ponce, P.R. : Imprenta "El Vapor". 1894. Varias ediciones desde 1891.


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MANUEL: (Pausa. Silencio largo.) ¿Qué te dijo? JOSÉ: Y vuelves. Ven, vamos a darnos otro romito. MANUEL: Estoy harto de tus malditos romitos, ¡estoy harto de ti!, ¡estoy harto de todo lo que no se mueve en este maldito país! ¡Dime lo que dijo Ramón o soy capaz de hacer una diablura! (José se detiene en plena calle.) ¡Me pegaré un tiro en la boca! (La Luz de los faroles cae lánguida sobre los hombros de José aún de espaldas, que no se atreve a voltearse.) JOSÉ: ¿Por qué es tan importante lo que él piense? MANUEL: Porque lo es. Porque tiene un grupo de teatro y va a tener un periódico... porque aunque es un pendejo, es uno de los nuestros, maldición y porque estoy seguro de que entenderá lo que quise decir y quiero saber si está de acuerdo. ¡Merezco aunque sea esa cortesía! JOSÉ: (Se voltea despacio. Manuel da un paso lento a él, muerto de miedo.... esperando. José sonríe muy triste.) No le gustó. MANUEL: (Sin moverse, sin respirar siquiera) ¿No? JOSÉ: No. Dijo que eras un... anarquista. MANUEL: (Titubea.) No… yo no… ¡No soy anarquista! JOSÉ: ¡Tu obra sí!, ....y tú eres tu obra. MANUEL: Bueno... sí, son mis ideas... pero… JOSÉ: Y que tu obra era peligrosa. MANUEL: Pero ¿cómo... JOSÉ: (Interrumpiéndolo con firmeza) Y no quiero discutir nada más sobre ello. Ni siquiera debes comentar esto con nadie. Y no te pongas a escribir cartas pidiendo explicaciones por todo como siempre haces. No le gustó. Confórmate con saber que te tiene algún aprecio. MANUEL: ¿Tan mala es? JOSÉ: Es... interesante. MANUEL: Eso es lo mismo que decir que es una mierda. JOSÉ: ¿Y qué quieres que haga? ¿Que la lleve al teatro, que le dedique un beneficio? ¿Que venda boletos al gobernador? Vamos, pon los pies en tu época. MANUEL: En ella los tengo. ¡Por eso la escribí! JOSÉ: A fin de cuentas son juguetes cómicos.... obritas, nada grande... MANUEL: Será grande.


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JOSÉ: Será lo grande que tenga que ser, pero ahora no lo es. ¿Por qué no escribes un drama? Un drama de pasión, un drama de honda raíz sentimental, un drama que pueda montarse en grande por Robreño, Roncoroni, Annexy, el gran Valero17... MANUEL: ¿Un drama burgués como el tuyo? JOSÉ: (Harto.) Escribí un drama burgués porque en él colé, inserté, infiltré, espeté, entrometí, las metí... ¡sin que nadie se diera cuenta!, mis ideas sobre la justicia social. La única manera de vencer al burgués es colándose en sus espacios, en sus maneras y estilos, en su giros afeminados y cursis. MANUEL: Es decir que la única manera de vencer a un burgués es siendo como él. De veras que eres un necio. ¿Por qué dijo que era peligrosa? JOSÉ: Pregúntaselo a él. MANUEL: Lo haré. JOSÉ: ¡Ni te atrevas! MANUEL: No creo que sea peligrosa, es justa. JOSÉ: La fuerza de la justicia es peligrosa, hermanito. MANUEL: Para la fuerza, pero no para la justicia. JOSÉ: Retórico, sofista... MANUEL: ¡Racional y lógico! JOSÉ: ¡Político! MANUEL: ¿Y por qué no? JOSÉ: Pues no me niegues que eres anarquista. MANUEL: ¿Y qué si lo fuera? JOSÉ: ¡Yo que sé! ¡A él no le gustan los anarquistas y no me jodas más! (Pausa) ¿Tienes algún dinero? MANUEL: Algo. ¿Y qué tengo que hacer para gustarle? ¿Ah? JOSÉ: Yo sé qué es lo que te hace falta. MANUEL: ¿Qué tengo que hacer, dime? (José apremia por el dinero.) Tenemos que pagar la renta. ¿Qué tengo que hacer para que le guste mi obra? JOSÉ: Llorar como Magdalena. Dame. (Manuel le da el dinero.) MANUEL: ¿A dónde me llevas? JOSÉ: Cállate y sígueme. 17 Daniel Robreño, Roncoroni, Secundino Annexy, Valero, eran los actores más reconocidos del teatro español, cubano e italiano de fin de siglo en América.


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MANUEL: Estás borracho. JOSÉ: Cállate y camina. MANUEL: ¿A dónde me llevas? JOSÉ: A otro planeta.... ¡Venga! (Lo agarra por el cuello, jovial y en risa.) (Piano de burdel, y luz rosa y verde.) LESBIA: Del Registro de Prostitutas de la Ciudad de Ponce para el año de 1891, la Casa de Ama de Doña Lesbia Martínez Gandía, ubicada en el Callejón del Perro, número 69. Prostitutas inscritas en el registro: (Al mencionarlas cada una, éstas se presentan ante una luz, bailando divertidas, contestan ad-lib la presentación y se van colocando en diversas partes del burdel, el piano, el sofá, en la falda del pianista, etc., mientras varios borrachos las asedian lúbricos.) Laura Sánchez, conocida como “La ruca”, 23 años, mulata. No sabe leer ni escribir. Andrea Benítez, conocida como “La pólvora”, 20 años, blanca. No sabe leer ni escribir. LA PÓLVORA: Ni falta que me hace. (Ríe.) LESBIA: Rosa Arbona, conocida como “Candela”, 19 años, negra. Sabe escribir su nombre. CANDELA: ¡Y lindo que me queda, nena! LESBIA: Josefa Hernández, conocida como “Ravachola”, 18 años, criolla, sabe hacer de todo... menos leer y escribir.


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RAVACHOLA: Yo solo vengo a chichar. No tengo tiempo pa’ más ná. LESBIA: Teresa Chevalier, conocida como “París”, 26 años, francesa y blanca. Sabe leer y escribir en español y en francés. (Toma un libro y se sienta a leer. Las otras putas la desdeñan.) Carmen Gandía, mi madre. “La santa”. 68 años. Blanca. ¡Sabe joder! (Entra la Madre y agita a las demás a su baile.) (Al ritmo de una sabrosa guaracha cubana, las jóvenes, menos París, improvisan una coreografía guarachera, en la que incitan a los hombres a bailar y a divertirse. Al terminar, aplausos y diversión, ron, cigarros, toqueteos, juegos lúbricos.) LA RUCA: Bueno, ¿y qué va a pasar aquí esta noche? HOMBRE 1: ¡Que te vas a esnuar encima del piano! RAVACHOLA: ¡Si se va a esnuar que se bañe, que le apesta la berija! LESBIA: Ya... ya... si alguien se va a esnuar ustedes pagan... (A la Ruca.) Con ese, ojo, que es un lambón. Toca y no paga. (A otro.) A ver, tú ¿qué te traes. ¿Te decides? RAVACHOLA: Me está pensando. Déjalo “que me piense”. CANDELA: Más música, mulato, ¡más música! LESBIA: Suave te digo, que ya la maldita guardia civil me cuesta demasiado. CANDELA: Otra guarachita, mamá... LESBIA: ¡En los cuartos! Allá le mueve el culo a quien quiera y cuánto quiera ¡si paga! CARMEN: (Fumando, desde la calle.) Nadie viene, nadie se va... este Ponce es un cementerio. ¡¿Y este puñetero frío de dónde habrá salío?! LESBIA: Es martes. Ni te cases, ni forniques... CARMEN: Así no es que se dice. LESBIA: Como sea... (Prende un cigarrillo.) Ya me cansé de estos borrachos. (A París.) ¿Qué haces ahí a oscuras? PARÍS: (Fuertísimo acento francés.) Leyendo. LESBIA: Las putas no leen, se vuelven peligrosas. PARÍS: Oh, mamá. Yo no soy peligrosa. LESBIA: Todas somos peligrosas. Tenemos una revolución entre


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las piernas. CARMEN: Hay vienen dos... por la pinta se ve que lo único que traen es hambre. Ah... mira quién es... ¡es Joseíto! LESBIA: Mi amor... por fin vienes. Me tenías abandonada. JOSÉ: (Llegando, la besa y la acomoda.) Y a mi me abandona la plata, mi cielo. CARMEN: (Interponiéndosele a Manuel.) ¿Y este mocoso que viene contigo? Aquí no permitimos niños a menos que traigan pelos en las bolas. (Lo toca sin pudor. Manuel se asusta.) JOSE: Es primerizo. Pero es un buen muchacho. LESBIA: Déjalo entrar. Es enano, pero por el bigotito se ve que es mayor de edad. CARMEN: (Asombrada.) ¿El bigotito solamente? (Manuel entra, extasiado mira a todos lados para no perderse nada.) LESBIA: ¿Cómo te llamas? MANUEL: Manuel. LESBIA: Dice José que eres buen chico. MANUEL: No le crea. JOSÉ: Vamos, relájate. Lesbia sabe ya todo de ti, ¿verdá, cariño? (Le toca una nalga.) LESBIA: Los hombres creen que saben todos los misterios, pero la vida solo les alcanza para saber una mitad. JOSÉ: Vamos, Manolito, dile que se equivoca. (Se sirve romo.) MANUEL: ¿Y quién sabe la otra mitad? LESBIA: Nosotras... nosotras sabemos la otra mitad. JOSÉ: Es escritor, como yo. Y hace un minuto nos hemos peleado. Lo traje para que se le baje el fuego. LESBIA: ¡Otro poeta! ¡Qué maravilla! Tantos que nos vistan. MANUEL: ¿Alguno famoso? LESBIA: Muñoz Rivera18 no sale de aquí. Y lo digo porque me cae 18 Luis Muñoz Rivera (1859-­‐1916), en este momento, es un periodista defensor de la autonomía y activo militante. Toma el control del Partido a la muerte de Baldorioty de Castro (1889) y se instala en Ponce en la dirección de su periódico político La Democracia. Mantuvo una férrea campaña contra las organizaciones obreras y artesanas a las que trató de controlar para su beneficio electoral. Más tarde, asumirá posiciones aún más radicales contra los obreros, hará pactos con los monárquicos de España para la concesión de la autonomía y tras la invasión de EU, fundará partidos (el Federal y el Unionista) y hará pactos con el Gobierno Militar para


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muy mal, es un burgués engreído. Y al pedante de Mariano Abril le gustan las viejas como mi madre. CARMEN: ¡Te escuché, puta! Vieja será tu madre. MANUEL: Mucho cuidado con lo que me cuentan, pues soy dramaturgo. JOSÉ: Se toma demasiado en serio. (Se quita la chaqueta.) LESBIA: Esta noche querido, escribirás el mejor drama de tu vida. (A José.) París... ya sabes; y Candela se va ya mismo con el Alcalde. Te quedan la Ruca, Ravachola y La Pólvora. JOSÉ: Dame a La Pólvora... y a él dale a la francesa. (Guiño.) Manuel no es muy exótico pero tiene estilo. LESBIA: (A París.) Mi niña rica. Al baño, que ya la han pedido. PARÍS: Oui, mamá. (Sale con su libro.) JOSÉ: Polvorita, mi niña, que tengo ganas de fiesta. Venga. PÓLVORA: ¡Joseíto, mi amor! ¿A dónde te habías metío? Venga con su mamita. LESBIA: Estos mulatos... siempre buscando las blancas. ¿Por qué tanto prieto se enyunta con jincha? JOSÉ: Ilusión de poder, querida. LESBIA: Bueno, pues ilusiónese, pero antes... déjame ver tus cuartos y yo te enseño los míos. JOSÉ: (A Manuel.) Venga más, Manolete, que lo que diste no alcanza. MANUEL: (Manuel saca más dinero.) Lo guardaba para libros. JOSÉ: Aquí aprenderás mucho más que en los libros. Esa francesa te va a contar cómo es la vida en un soneto. 4, 4, 3, 3. (Risas.) LESBIA: (Pesando monedas.) Así me gusta. Clientes obedientes. JOSÉ: No nos levantes hasta las diez. LESBIA: Tú vete al cuarto verde y tú, chiquito, te puedes ir al azul. MANUEL: No creas que se me olvida lo de “anarquista”. JOSÉ: Ponle una bomba en el culo a la francesita, y dale, ¡por la “analquía”! (Risas de todos mientras salen.) Manuel se sienta en el cuarto azul. París se aparece en la puerta con un refajo blanco, descalza pero con los pies limpios y el rubio mantener el control en el Gabinete. Será nombrado Comisionado Residente en Washington. El periodista Mariano Abril (1861-­‐1935) era su mano derecha.


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pelo mojado como si se hubiera salido del mar.) PARÍS: Me acabo de bañar; hace mucho frío. MANUEL: (Le quita el libro que trae.) ¿Qué lees? PARÍS: Camille Flammarion. ¿Lo conoces? MANUEL: Por supuesto, ¿cuál es este? PARÍS: “Le pluralité des mondes habités”. Le grand Flammarion... dice que hay vida en otros planetas. Yo lo creo. MANUEL: Yo también, pero me pregunto qué diferencia hace saber eso aquí y ahora. PARÍS: E’vrai. Ma, ces`t tres poétic. Y la poesía es un lugar donde se puede vivir mejor que aquí. MANUEL: Sí, la poesía... es otro planeta. PARÍS: ¿Cómme ta’pelle vous? MANUEL: Manuel. PARÍS: Es nombre de Dios. MANUEL: Dios no existe. PARÍS: (Silencio.) Todo lo que se cuenta por ahí de mí es mentira, ¿lo sabes? MANUEL: No sé nada sobre ti. Te ves muy linda, así... toda mojada. (En efecto, ¡es preciosa! Relumbra como si fuera un cuerpo nuevo que nunca ha recibido golpe. Labios pequeños, cerraditos y rojos como una acerola y unos ojos de océano tan oscuros como misterios, que se le quedan mirando de fijo, extasiada. París, sin pudor y hasta con destreza, se desabrocha los pequeños lazos del níveo refajo, que se detiene en su cintura, hasta dejar sus pequeñitos senos descubiertos.) PARÍS: Será mejor que no sepas nada. Así te sorprenderás. Ven. (Manuel se acerca con timidez.) Estoy segura de que tu corazón no es tan pequeño como tu cuerpo. Ahora. bésame muy despacito. (Manuel la besa, sin tocarla casi, y un arrebato los lleva a lanzarse en la cama como dos niños juguetones. Ella le abre la camisa y el pantalón y se monta sobre sus ingles.)


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PARÍS: Tú eres diferente. Eres negro, pero eres diferente. MANUEL: Soy negro. PARÍS: Todos los negros son iguales. MANUEL: Los blancos también son iguales.

PARÍS: Tú eres diferente. ¿Por qué? ¿Y por qué me doy de cuenta? (Comienza a acariciarlo dulcemente, lo besa, él se deja ir. Una música de mar zarpa con ellos en un suave y rítmico bogar que extasía a la joven, que poco a poco va soltando un “oui” amable y ardoroso hasta que en el estallido del clímax, la luz de un relámpago azul cae sobre ambos.) ¡Je suis Paris, porque mis ojos azules son como la maravilla de la ciudad luz! (Ríe contenta.) ¡Y tus ojos también están azules, y todo es azul, ¡blue come la liberté! (Pausa. Susurra juguetona.) Yo sé que eres diferente. ¿Por qué no me llevas a tu planeta? MANUEL: ¿Por qué quieres irte? Lo tienes todo aquí. PARÍS: Odio esta vida. Quisiera, ¡ser feliz!; lo quiero desde que soy niña. MANUEL: Si tuvieras amor... amor del bueno. PARÍS: Una vez le dije a un hombre que lo amaba, hoy quiero decírtelo a ti. MANUEL: Dilo. PARÍS: Me da miedo. MANUEL: ¡Dilo! PARÍS: Te necesito. MANUEL: Bueno... estuvo cerca. PARÍS: C’est un fantasíe. MANUEL: Si te dieran a elegir entre la realidad y la fantasía... ¿Cuál escogerías?


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PARÍS: ¡Le fantasíe! MANUEL: Entonces te vas conmigo. PARÍS: (Silencio. Lo mira intensa, hipnotizada por alguna maravilla que se desdobla en su corazón, sonríe en grande.) ¡A donde tú mandes! MANUEL: Mi casa es el hambre y la miseria. PARÍS: También es la mía. MANUEL: También mi casa es el teatro, la fantasía de la realidad. PARÍS: Aprenderé. MANUEL: Estás dispuesta, ¿de veras? PARÍS: Espérame afuera. Recogeré mis cosas. (Sale.) (Manuel se viste y sale al medio de la calle. Ansia. Se escucha un perro ladrar. Una noche expectante hace ver a la vieja Carmen que fuma despacio en la oscuridad del zaguán del burdel. El perro no cesa. Manuel mira para todos lados. El ansia se vuelve desespero. La vieja puta desaparece entre el humo de su cigarro. Teresa sale mal vestida con una pequeña bolsa aprisionada en el pecho. Manuel corre a ella y se abrazan, se besan y cuando están listos para empezar a correr, aparece Lesbia...)



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LESBIA: París, hija... (Los amantes en fuga se detienen.) ¿Es este el poeta que esperas? ¿Es este? Míralo bien. Este es negro, bajito, pobre, aunque de buen corazón... Pero no es aquel poeta blanco, joven, apuesto y melancólico del que siempre me hablas, aquel amante tuyo que se pegó un tiro a la orilla del Sena, allá en París… por ti... (París es presa terrible del pánico de su memoria; deja caer el pequeño bulto al suelo.) PARÍS: (Para no escucharla.) ¡Tais-toi! ¡Tais-toi! (“¡Cállate!”) LESBIA: (Hiriente y fuerte.) ¿Es este?... ¿Es este a quien esperas? (París mira a Manuel como si le viera por primera vez.) No... este no es aquel. ¿Cuántas veces voy a decirte que no puedes… dejarte ilusionar por tu glorioso pasado? Vamos, ven hija, que hace mucho frío afuera... MANUEL: ¡Ella se va conmigo! LESBIA: Ah, sí... bueno, es eso de nuevo. Siempre lo mismo. Te dijo que te necesitaba. Que no era feliz conmigo... te pidió que la llevaras a tu planeta, lejos de aquí. ¿De veras quieres irte con él, chiquita? PARÍS: (En una súbita transición demencial, de las lágrimas amargas pasa a la risa juguetona.) No, mamá, era solo un juego, el mismo de siempre. Estaba aburrida. Perdóname. LESBIA: Vamos, recoge tus cosas y ven conmigo. PARÍS: Oui, mamá. (Recoge el bulto ante el asombro espantado de Manuel. Se le acerca mucho.) Ven a verme mañana, jugaremos otra vez. ¡Es tan divertido! ¡Nos fugaremos a tu planeta maravilloso! (Lo besa ardorosa y sensual en los labios y luego llega hasta Lesbia.) Pardon, mamá. (Besa a Lesbia en los labios muy dulcemente y entra.) LESBIA: (Mira a Manuel, casi mística.) Perdónala, está enferma la pobre. Es esa enfermedad que ustedes llaman... “romanticismo”. El amor todo es una enfermedad. Esa melancolía viciosa que los hace vivir tantos imposibles y tan tristes, ¡tanta nostalgia por una belleza que nunca ha existido! Ese “yo”, que siempre grita que quiere ser el dueño del mundo. Románticos... ¿Cuándo abrirán sus narices a los fétidos olores de la miseria? Parece que nunca. Ven mañana si quieres. ¡Te divertirás! (Sale.)


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(Un poderoso grito de angustia, un alma que se desgarra agónica y furiosa sale de su pecho como un relámpago poderoso. Manuel corre a un lado de la escena, mientras que en otra parte se desvisten las escenas de “Los Amantes Desgraciados”.19 Escribe desaforado en una pila de papeles que deja caer como gotas de sangre, mientras golpea el escritorio como si golpeara terribles ideas al tiempo en que recita muy por lo bajo las líneas de los personajes.) LAURA: ¡Mi corazón es tuyo! ALFREDO: También quiero tu mano. LAURA: La tendrás: ¿por qué dudas de mí? ALFREDO: ¡Oh!....... LAURA: Mira, Alfredo. ALFREDO: ¿Qué vas á decirme? LAURA: (Suplicante) No te pongas tan serio. ALFREDO: ¡Habla! LAURA: ¿Si mi padre se empeña en llevarme á Europa....? ALFREDO: ¿Qué quieres que haga? LAURA: ¿Me lo preguntas? ALFREDO: (levantándose) ¡Pues vete! LAURA: (idem) ¿Y te has enojado? ALFREDO: ¡Déjame!... ¡Aborréceme!... LAURA: ¿Aborrecerte?.... ¡Cielos!... ¿Tú sabes lo que has dicho! ALFREDO: ¡Ah!... LAURA: ¿Se puede aborrecer lo que se adora!.... Alfredo, Alfredo mío, me han ofendido tus palabras!...(Llora.) ALFREDO: (Tomándola de la mano y trayéndola hacia sí) Ven.... no llores.... perdóname.... soy un niño. Mira, cuando pienso que pueden separarte de mi lado mi razón se extravía, y no sé lo que digo ¡Te amo tanto! ¡Oh, Laura de mi vida! Si pudieras evitar ese viaje... LAURA: Se me partirá el corazón al dejarte; pero el deber me manda hacer la voluntad de mi padre! 19 Alonso Pizarro, Manuel. Los amantes desgraciados. Ensayo dramático en un acto y en prosa, Ponce, Sol 3, Establecimiento Tipográfico “El Telégrafo”, 1894, 36p.,


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ALFREDO: LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO:

LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO: LAURA: ALFREDO:

¡Oh, qué desgraciado soy! Déjame ser buena hija para que pueda ser buena esposa. ¿Y dices que me amas?.... ¡No! ¡Mentira! ¿Otra ofensa? Te perdono; no sabes lo que dices. Es verdad, me vuelve loco el ver que quieren arrebatarme tu amor que es mi vida. Y todo... ¡porque soy pobre! ¡Maldita pobreza, que es causa de mi desventura! Óyeme: ¿quieres ser mi compañero de viaje? ¿Te burlas? Hablo con formalidad. ¡Laura! Responde. ¿No sabes que soy pobre? ¿Qué pretendes? Yo puedo proporcionarte.... ¡Calla, por Dios! ¡No prosigas! En calidad de empréstito. Ni aún así. ¡Eres orgulloso! ¡Soy digno!

MANUEL: (Grita molesto.) ¡Esto es un maldito mamarracho! ¿Qué le importa a la revolución social la miseria de mis amores? ¡Maldito romanticismo de mierda! ¡Escribe redención social! ¡Redención social! (Entra Paquita a escena.) PAQUITA: (Sirvienta, menuda y pícara. Se acerca a Manuel que la ve llegar en asombro feliz, y le impreca.) ¡Gracias a Dios que acabé de limpiar estas malditas botas! ¡Pues no quiere doña Angela que las deje como un espejo! En cuanto nota una manchita dice con su voz de trueno: “malo, malo, esto está falto de lustre; cepillo, cepillo con ellas”. Y yo, hecha la boba, me estoy dale que dale, hasta que al fin quedan al gusto de “mi señora” doña Angela. ¡Mala cal la pele! Sí; el día menos pensado me parece que la voy á dejar plantada.


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MANUEL: (Escribe.) Vamos á ver: ¿y por qué no las manda á la zapatería?.... PAQUITA: Vamos á ver: ¿y por qué no las manda á la zapatería?... ¿Por qué? Por no gastarse cuatro cobres. Es tan tacaña como todo eso. Pero hoy es la última vez. Si quiere llevar zapatos limpios ¡al zapatero con ellos!, que yo no he venido aquí para limpiar zapatos. ¡Buena soy yo para estos oficios! AMBOS: Hombre, y que yo convertida en limpia-botas! Vea usted, vea usted como me he pintado las manos. ¡Maldito cepillo! (Lo tira).

PAQUITA: Y ahora que vaya yo á pedirle jabón. Se hace la sorda y....vamos! tengo que quedarme con las manos sucias ó comprar el jabón de mi bolsillo. AMBOS: (Sigue escribiendo.) ¿Es esto justo? ¡Hombre! PAQUITA: ¡Si á veces me entran deseos de sacarle los ojos! ¡Y pregunte usted qué gano en esta maldita casa! ¡Dos pesos cada mes!; dos miserables pesos que no me alcanzan ni para lavar la ropa. MANUEL: … no me alcanza para… PAQUITA: Pero no voy á ser más boba. Seguiré el consejo de la cocinera. Esta sí que lo entiende. Aprenderé sus mañas, y,


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cuando me manden á las tiendas, haré lo que ella. Lo que me cueste uno lo cargaré en dos, lo que me cueste dos en cuatro, y asunto concluido. De esta suerte podré tener mis reales cuando me hagan falta. AMBOS: ¡En este mundo hay que aprender á vivir; el que sea bobo que estudie! (Sale Paquita.) (Súbito aparece Lesbia, tras ella París, que le abraza por la espalda.) LESBIA: ¿Viniste a jugar otra vez, negrito? Si me enseñas tus cuartos, yo te enseño los míos. PARÍS: ¡Será divertido, Manolito! MANUEL: ¡No quiero más engaños! (Escribe.) LESBIA: No... los juegos no son engaños, ¡son juegos!... PARÍS: En mi planeta, todo es un juego. MANUEL: ¡Pero en el mío no! Entra Doña Angela, se llamará Angela, Ángel o demonio... Ama de la casa, personaje.... alcagüeta de amores de mi ensayo dramático en un acto y en prosa titulado Los amantes desgraciados. LESBIA: Mi nombre es Lesbia, no Angela... ¿Es eso?... ¿Que soy un personaje de tus obras? (Entra Angela. Tras Lesbia y Paris, como imposición mental inaudita.) ANGELA: ¡Pobres chicos! (Laura y Alfredo se acarician y se miman.) amarse con idolatría y no poder ser dichosos. Y todo por cuestión del maldito metal. Si Alfredo fuera rico estoy segura que don Miguel no le negaría la mano de Laura, ni le cerraría las puertas de su casa: al contrario, le recibiría con gusto, le abriría los brazos, y hasta buscaría los medios de efectuar cuanto antes la unión de la enamorada pareja. LESBIA Y ANGELA : (A un tiempo. Exactas.) Pero, desgraciadamente, Alfredo no tiene capital, y don Miguel está muy apegado al oro para consentir que su hija se case con un hombre pobre, por más que éste sea un modelo de virtud. No piensa así la bondadosa Laura. (Lesbia señala a París. Angela a Laura.) Sabe que Alfredo no tiene más patrimonio que su laboriosidad y su honradez y, sin embargo, le ama con locura, porque


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comprende que es amada, (París se acerca a Manuel, le acaricia el rostro, lo besa suavemente.) ...y para ella el amor de Alfredo vale más que todas las riquezas del mundo. ANGELA: ¡Excelente joven! Jamás he visto otra de más noble corazón. Y tiene esperanzas de casarse con él, á pesar de la oposición de su padre. ¡Ojalá se realicen sus deseos! Yo, por mi parte, estoy dispuesta á ayudarles en todo cuanto pueda. Y si algún día lo sabe don Miguel, que lo sepa. Pudiendo hacer un bien, no debo hacer un mal. ¿Acaso no soy yo buena cristiana?.... (Risas unísonas que se esparcen por el escenario. Manuel escribe y llora y maldice sobre el escritorio. Otra luz se enciende.) FABRICIANO: Febrero de 1892. Querido Manuel, discípulo querido: Matilde está muy enferma. Ven pronto. ESCENA CUARTA: 1892-1897 (Fabriciano, junto a Manuel. Ante una tumba que nunca vemos. Matilde, de purísimo blanco, observa.) MANUEL: Querida mamá de mi corazón: No hay dolor más grande que ver marchitarse las rosas que uno pone con tanto amor sobre la tumba de una madre. (Matilde recoge con ternura las rosas que Manuel iba a poner sobre su tumba.) El tiempo es tan trágico. Perdóneme por no haber llegado a tiempo para sentir el calor de su último aliento. No me lo perdonaré nunca. Por ello... todo lo que soy, todo lo que he escrito y escribiré, así sean las tristes y pálidas hojas de la historia de mi vida, las consagraré a su amantísima memoria, mi adorada madre Santa. MATILDE: Quédese siempre con Obatalá y San Judas Tadeo, mi niño. Vaya a hacer sus cosas esas del teatro. Que yo andaré por aquí cuidándolo. (Le da un beso tierno en su frente y se va, como volando, alegre con sus rosas.) (Manuel llora quedo, como lloran los hombres cuando el dolor es inaguantable. Fabriciano lo apoya.) FABRICIANO: ¿Te regresas a Ponce? MANUEL: ¿Hay algo para mí aquí en Guayama que no sea la sucia zapatería de mi tío Demetrio?


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FABRICIANO: Pues en este pueblo tuyo se ha formado un grupo de artesanos para un Taller Benéfico... al que le han puesto el nombre de Derkes. Agradecerían mucho tu ayuda. Les gusta mucho el teatro. Vuelves a la zapatería de tu tío... y en las noches... MANUEL: En estos tiempos tan oscuros, ¿qué utilidad le queda al teatro? (Luz sobre un gran tropel de artesanos y obreros se va arremolinando frente al escenario, mientras Ramón Morel continúa un fogoso discurso ya empezado. José a su lado.) MOREL: Desde la Revista Obrera de Ponce20, hemos llegado aquí a estrechar las manos de los artesanos del hermano pueblo de 20 La Revista Obrera: Periódico fundado en Ponce, Puerto Rico por Ramón Morel Campos y José Ramos y Brans, en el año de 1893. Se caracterizó por defender los intereses de la clase artesana de Ponce y el sur de la Isla, pero no apoyaba las huelgas y combatía con fiereza a los anarquistas. Tanto éste como otros periódicos de la época, son muestra del lento pero seguro paso de la gremialización, a la proletarización de los obreros puertorriqueños a finales del siglo XIX.


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Guayama, con el mayor de los entusiasmos y el más grande de los estímulos. Ilustración, talento, temperancia y estudio. No nos cansamos de repetir esas nobles cualidades que debe ostentar el espíritu de la clase obrera puertorriqueña. Negamos los ataques que nos lanza Luis Muñoz Rivera desde su periódico “La Democracia” y los que desde otros periódicos, los burgueses se han empeñado en proferirnos: ¡ni somos anarquistas!, ¡ni creemos en la huelga! (Murmullos de las gentes.) Sabemos que hay inconformidad en algunos talleres donde los dueños no respetan los logros obtenidos por las luchas de nuestros gremios organizados. Pero que quede claro que nosotros, como obreros, ¡no somos enemigos de los incondicionales! Somos artesanos dedicados a las causas más nobles del estudio y de la ilustración... y nuestra “Revista Obrera” no cejará en luchar por una literatura y una prensa artesana y obrera que sea la voz de todas nuestras inquietudes. Hermanos, a su servicio queda la “Revista Obrera”. (Los obreros aplauden con sobriedad. Morel se acerca a un grupo de obreros y charla con ellos animadamente mientras reparte ejemplares de la Revista. Una joven obrera continúa con el programa de la velada, a soto voce, durante la siguiente conversación...) MANUEL: (Se acerca a José.) ¡Cómo me gusta escuchar contradicciones! JOSE: Manolito, no te pongas pesao. Si no te dimos espacio en la Revista es porque no estabas listo para nosotros. Morel sabe lo que hace. MANUEL: (Burlándose.) “No somos enemigos de los incondicionales”. JOSÉ: ¡No lo somos! Manuel, ¡nos han acusado de anarquistas! A ti eso no te importa mucho, pero a nosotros sí. Los incondicionales nos dan trabajo y no se meten con nosotros. MANUEL: (Al ver llegar a Morel.) De veras que no sé cuál es la digna clase obrera que ustedes representan cuando hablan tan mal de las huelgas. MOREL: No creemos en las huelgas. Y no apoyamos a los anarquistas. Allá tú si crees que los Ravacholes y su gente están haciéndole un bien a las reivindicaciones obreras en Europa. La


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clase obrera puertorriqueña no va a apoyar ninguna de esos disparates. (Pausa. Cínico.) ¿Cómo estás, Manuel? MANUEL: Pero me imagino que sí apoyan la literatura artesana y obrera, ¿no? MOREL: Por supuesto. Para eso fundamos la revista. (Manuel hace gesto y los invita a ver.) (La joven obrera, maestra de ceremonias, en ese justo momento presenta:) JOVEN OBRERA: El Cuadro Artístico del Taller Benéfico de Artesanos que lleva el honroso nombre del Maestro Eleuterio Derkes, les presenta el juguete cómico en un acto y en verso titulado “Cosas del Día”21, de nuestro compañero zapatero y tipógrafo Manuel Alonso Pizarro, con música de nuestro compañero Martín Sánchez. (El escenario se enciende alegre con una guitarra candorosa. Entran los actores que representan al ridículo y afeminado Don Donato y al vejete servil de Trinidad.) D. DONATO: Ya lo sabes, Trinidad, Para nadie estoy visible. TRINIDAD: (yéndose por el fondo) Está bien. D. DONATO: ¡Esto es horrible! Por un lado el panadero presentándome la cuenta; Por otro se me presenta el demonio del barbero su mes de barba cobrando; El sastre y el zapatero; Celedonio el camisero de la calle “San Fernando”22; el fondista, el comerciante, la lavandera y la planchadora. ¡Un inglés á cada hora 21 Alonso Pizarro, Manuel. Cosas del día. Juguete cómico en un acto y en verso. Ponce Pto. Rico: Tipografía Manuel López. 1892. 22 Era la calle San Fernando el eje del comercio artesanal en el Guayama de fin de Siglo XIX.


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y un sustazo á cada instante! No, si lo que á mi me pasa a nadie puede pasarle. TRINIDAD: (por el fondo) Han venido ya á cobrarle El dinero de la casa.

D. DONATO: (Incomodado.) ¿Y olvidando mi mandato le habrás permitido entrar? TRINIDAD: No señor, ¡dejadme hablar! D. DONATO: Habla presto. TRINIDAD: Don Donato. Respondíle al cobrador Por cumplir vuestro mandato: “Vuelva Ud. dentro de un rato que no está en casa el señor” D. DONATO: Bien ¿y molestóse? TRINIDAD: ¡Ca! Solo al retirarse dijo: “Me ha de pagar de fijo y si no a la cárcel va”. D. DONATO: ¡Caracoles! ¡Esto es serio! TRINIDAD: (ap.) (Y será capaz de hacerlo.)


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D. DONATO: Nada, nada, debo verlo. Si vuelve don Emeterio ya sabes que pasar puede. TRINIDAD: Está muy bien, mi señor. D. DONATO: ¿A la cárcel yo? ¡Qué horror! Si a mí esto me sucede tendría valor bastante para hacer una diablura. Vete, Trinidad, apura a ver si vuelve el marchante. (La luz vuelve sobre los tres conversadores...) JOSÉ: ¿Qué te propones? Esta es otra obra de ese extraño teatro tuyo? MOREL: Yo leí esta obra. MANUEL: Y me mandaste a decir con José que no te gustaba y por eso no la estrenaste en el Taller Benéfico de Ponce. MOREL: No me gustó. ¿Qué quieres que te diga? MANUEL: Pero el Taller Benéfico de Artesanos de Ponce estrenó en el último año, cuatro comedias españolas insulsas y necias y ni una sola obra puertorriqueña. Bueno, una... y era del afeminado burgués ese que se llama Leonardo Ponce de León, ese que trabaja con Muñoz Rivera. Lo conoces muy bien. MOREL: Estás resentido. MANUEL: No... estoy muy claro sobre quiénes son ustedes. (El escenario se ilumina de nuevo.) TRINIDAD: Pero dígame, señor, ¿Siempre se marcha U. hoy? D. DONATO: Sí, Sí, Trinidad, me voy. ¡Esta casa me da horror! Ya vivir no puedo aquí, que son muchos los ingleses; yo te pagaré los meses que me he servido de ti. TRINIDAD: Nada me debe: deudor Le soy a U. de mi vida. ¿No recuerda la caída.


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de que me libró, señor, aquel día que al tejado subí a tapar la gotera? ¿Si no aguanta la escalera no me hubiera yo matado? D. DONATO: Tienes razón; pero es justo Que te pague… algún dinero TRINIDAD: No señor; yo nada quiero. Recibirlo no es mi gusto. Si á U. le place marchar Puede hacerlo en buena hora; Y á no estar tan viejo ahora, Que apenas si puedo andar, Tal vez lo acompañaría. D. DONATO: Gracias mil, buen Trinidad [Tanta generosidad Jamás la he visto á fe mía] Me voy ya, mi buen amigo; mas por último un favor. TRINIDAD: Soy todo de usted, señor, Y no miento en lo que digo. JOSE: ¡No somos así de serviles! ¡Te mofas de nosotros! MANUEL: ¿De veras? ¿Ves alguno de estos obreros de Guayama riéndose de sí mismos? No sé si a los de Ponce les gusta reírse de sus propias necedades, pero aquí en Guayama estamos hartos de estos obreros y artesanos serviles ¡que les gusta besar el culo de sus amos! TRINIDAD: ¡El diablo cargue contigo Don Facundo condenado! D. DONATO: (Levantándose con dificultad.) Medio muerto me ha dejado ese infame! TRINIDAD: [haciendo por levantarse] Yo le digo, D. Donato, que no puedo ni moverme. D. DONATO: ¡Qué canalla es! TRINIDAD: Otro igual no, no se halla.


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D. DONATO: Trinidad, ya no me quedo Ni un momento mas aquí. TRINIDAD: Hace U. muy bien, señor. D. DONATO: Si viene algún acreedor Le dirás que yo partí. TRINIDAD: ¿Y hacia donde piensa ir? D. DONATO: Todavía no lo sé; Mas ya mismo partiré, porque es preciso. TRINIDAD: (aparte) (Sí, huir debe.) OBRERAS: (Furiosas.) ¡No... no, que no huya ese canalla! ¡A palos con él! D. DONATO: (Dándole la mano.) Adiós, mi buen amigo. TRINIDAD: Adiós, D. Donato, adiós! ¡Que el señor vaya con vos! D. DONATO: ¡Que el señor quede contigo! (Se va llevándose la maleta, la que se abre por error dejando ver billetes y monedas.) (Los obreros se comienzan a incomodar, y sin reírse disparan sus voces iracundas.) OBRERO 1: ¡Don Donato, hijo de puta! OBRERA: ¡Explotador! OTRA OBRERA: ¡Así de canalla es mi patrón! OBRERA: ¡Este gordo es la misma cara del Hacendao McKormick! (Risas. Sigue la obra, entran los demás personajes.) TRINIDAD: Pues atención. D. Donato se ha fugado. D. ANTONIO EL BILLETERO y CELEDONIO EL CAMISERO: ¡Qué! D. EMETERIO EL CASERO: ¡Cómo! MARIA LA LAVANDERA: ¿Cuándo? PILAR LA PLACNHADORA: ¡Ha cargado con los cuartos el bribón! D. ANTº y CEL. ¡Ira de Dios!! (vánse por el fondo)


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D. EMETERIO: Se ha burlado se nosotros. MAR. ¡Qué rastrero! ¡Dejarme sin el dinero De la ropa que he lavado! PILAR: (A D. Emeterio.) ¿Y qué hemos de hacer ahora? D. EMETERIO: Ir de ese pillastre en pos. PILAR: ¡No tiene perdón de Dios Quien roba á una planchadora! D. EMETERIO: [A Trinidad] Ahora, usté fuera, fuera, Mas sin tardar un momento TRINIDAD: ¡Santísimo sacramento! ¿Donde iré? D. EMETERIO: Donde U. quiera. ¡Al infierno! TRINIDAD: [santiguándose] ¡San Genaro! A buena parte me manda. [suplicante] Mire U, señor.... D. EMETERIO: Anda, anda, que si no te cuesta caro. TRINIDAD: Por meterme a redentor.... D. EMETERIO: (dándole) ¡Saliste Crucificado! TRINIDAD: (cayendo al suelo) Ay! ay!... Público amado, Un aplauso atronador Si el juguete te ha gustado. OBRERO 1: ¡Trinidad, eres un pendejo! OBRERA 2: (Se levanta furiosa y enardecida.) ¿Y es así como este… que los burgueses quieren que seamos? Pues caigámosle a palos a esos obreros serviles que se plantan a recibir los golpes que van para sus amos. OBRERA 3: ¡Por gloria y no por vergüenza murieron los mártires de Chicago! OBRERA 4: ¿Cuándo me pagarán lo que es justo? ¿Donde están los McKormic, los Texidor, los Calimano, los Cautiño! ¡Se fugan como Don Donato! OBRERO: ¿Dónde se meten estos malditos explotadores, que respondan! OBRERA 2: Exijamos lo que vale nuestro trabajo y si no lo pagan, ¡A palos con ellos! OBRERA 3: ¡Huelga! ¡Huelga! ¡Huelga! OBREROS TODOS: ¡Huelga! ¡Huelga!


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MOREL: ¡Estás buscando que venga la Guardia Civil! JOSE: Te lo dije... eres un anarquista y eso es peligroso para la causa. MOREL: (Se sube al escenario.) ¡Compañeros, hermanos obreros... comprendo las fuertes emociones que la obra del hermano artesano Alonso Pizarro les ha ocasionado, estoy seguro que él no tiene la intención de levantar las iras y los resentimientos de la digna clase artesana. Esta velada dramática no fue para eso. Nosotros no creemos en la huelga. ¡No podemos apoyar las huelgas porque van en contra del futuro de nuestros hijos! ¡No somos anarquistas! Que les quede claro eso... hermanos. Vamos a dar por terminada esta velada, agradeciendo... OBRERA 2: ¡Compañeros de la Revista Obrera de Ponce!... Agradecemos mucho su visita a nuestro pueblo para fomentar la ilustrada lectura de su buena revista. Pero estamos en Guayama. Si usted pretende organizar nuestros gremios bajo los nobles propósitos de su Revista, la que todos aquí hasta el momento apoyamos, empiece por ser veraz y por ser compasivo. MOREL: ¡Créame compañera que queremos serlo! OBRERA 2: ¡Pero nuestra situación laboral es insostenible! Con suprema excelencia el compañero obrero Alonso Pizarro lo ha presentado ante nosotros. MOREL: Pero no es el anarquismo ni la huelga la salida, hermana. OBRERA 2: Aquí también leemos La Democracia y sabemos de los ataques de Muñoz Rivera y Mariano Abril. ¡El cobarde de Abril nos llama “negros incultos” y nos quiere imponer su aburguesada visión del socialismo!... (Voces de aprobación furiosa). Así que yo creo que es hora ya de que esta digna clase artesana, que en muchas ocasiones ha sido servil como ese vejete de Trinidad, ¡se convierta de una vez y por todas en una clase obrera luchadora y pujante! Si ustedes los líderes obreros de Ponce no nos encaminan hacia ese fin, lo haremos por nuestra cuenta y a nuestra manera. OBRERO: ¡Si los obreros de Ponce son unos cobardes, aquí en Guayama somos bragaos! OBREROS TODOS: ¡Justicia, justicia, justicia!


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OBRERA 3: ¡A los burgueses que paguen! OBRERA 4: ¡Ya basta de que se hagan ricos a costa nuestra! OBRERA 2: ¡Basta ya de esta moderna esclavitud! MOREL: Gracias por sus opiniones, compañeros, nos retiramos... (Morel va a José.) Vámonos. Antes de que venga la Guardia Civil. (A Manuel.) Si así es que tú lo quieres, “dramaturgo anarquista”... este Rosario de la Aurora, es todo tuyo. (Sale. José mira a Manuel, va a decirle algo pero se encoge de hombros. Un gesto cínico y sale.) Los obreros gritan desaforados: ¡Huelga, huelga, huelga! Manuel los mira con una amplia sonrisa y se une a los gritos…

FIN DEL PRIMER ACTO DE ILUM INADO NEGRO .


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ILUMINADO NEGRO ACTO SEGUNDO Al iluminarse lentamente el espacio vemos a los obreros atentos al final de la pieza “Jugar con dos barajas”. Manuel detrás de ellos, junto a Fabriciano. PERSONAJE: No te dejes llevar por lo que te dice uno, u otro, ¡que siempre hay oportunidad! La clave está en que no te pillen ni en las mentiras, ni en los negocios, ni en el amor. Que si no está bien Jugar con dos barajas, ¡tampoco es bueno que te quedes sin ninguna! 1 ACTRIZ OBRERA: (Entra con un mazo.) ¡Que no te me escapas, embustero! ¡Prometiste matrimonio cuando casado estabas! OBRERO: Ni a mi, so malandrín. ¡De mi trabajo te has aprovechado! PERSONAJE: Pero yo les prometo que les... ACTRIZ OBRERA: ¡Lo único que has prometido es jugar con dos barajas! ¡Toma! ¡Recibe tu lección! (Salen. Aplausos de los obreros.) (Fabriciano se acerca a Manuel mientras los obreros salen.) FABRICIANO: Cada vez escribes mejor y mejor. Digo, si me he de fijar en los significados y no en lo que a primera vista son solo juguetes cómicos sin mayor trascendencia. MANUEL: El teatro es luz. Pero hay mucha gente ciega. No importa que sea comedia, que te rías o que llores, el significado está ahí. Derkes me lo enseñó. Que siempre sea justo, eso es lo que importa. (Silencio molesto.) FABRICIANO: ¿Qué te pasa? MANUEL: Me conoces mejor que nadie. ACTRIZ OBRERA: (Llega hasta ellos.) Don Fabriciano, ¡qué bueno que vino! ¿Le gustó la velada? FABRICIANO: Hacía tiempo que no me divertía tanto. 1 Manuel Alonso Pizarro, Manuel. Jugar con dos barajas. Juguete cómico en un acto y en verso. s.p.i.. 1897. Jugar con dos barajas no se conserva. El presente texto es invención del autor.


-­‐77-­‐ ACTRIZ OBRERA: (Se acerca simpática.) ¡Qué bueno! Manuel, que dice tu primo que cuándo ensayamos la obra nueva, que se nos cae la fecha encima y hay que copiar las partes. Que te encargues tú que él está muy ocupado con su periódico. MANUEL: Dile que hablo con él luego de eso. ACTRIZ OBRERA: ¡Los esperamos en el baile! (Sale.) MANUEL: Yo... ya no quiero estar aquí. Tú me dijiste que me quedara y lo hice. Cuatro años haciendo zapatos por el día, haciendo teatro por las noches; así no se puede....

FABRICIANO: ¿Qué? MANUEL: Crear un mundo nuevo. FABRICIANO: ¿Pero qué mundo nuevo quieres tú? ¿Qué mejor mundo nuevo que la paz de un hogar, que trabajar para tu gente, que servir a la ilustración, al conocimiento? ¿Qué mejor mundo nuevo que leer, escribir, el mundo del teatro en el que eres tan feliz? MANUEL: Ummm. ¿Soy feliz? FABRICIANO: Yo creo que sí. MANUEL: Me conformo. FABRICIANO: Vamos, Manuel... Que no son tiempos de exigir. Sino de negociar. MANUEL: La lucha contra toda forma de poder.


-­‐78-­‐ FABRICIANO: La lucha contra todo, ¿ah?... ¡No vuelvas con esa barato anarquismo otra vez, Manolo! MANUEL: ¡Y qué si lo fuera! FABRICIANO: ¿Es que no hemos sufrido lo suficiente? MANUEL: Los cuatro principios básicos del anarquismo, ¿los conoces? El primero: ¡Un nuevo mundo es posible! FABRICIANO: El mundo que podemos hacer aquí. Ustedes y nosotros. ¡No es un mundo de ideas, es mundo de acciones pequeñas, individuales, cotidianas, que a la larga tendrán inmensa significación, Manolito! Los pactos con España traerán grandes beneficios a este país nuestro... MANUEL: El segundo: la lucha frontal contra toda autoridad. FABRICIANO: Pero, ¿¡estás loco!? ¿Cuál es la forma de autoridad que quieres violentar? ¿La moral, la justicia, Dios, el gobierno? MANUEL: Dios no existe. FABRICIANO: Si, eso ya me los has dicho mil veces. MANUEL: ¡Y este puñetero gobierno es una mierda! FABRICIANO: En eso llevas mucha razón. MANUEL: Tercero: ¡tu mentirosa democracia burguesa! FABRICIANO: ¿Burgués? ¿Me acusas a mi de burgués? MANUEL: ¡Hablo del podrido pasado de este miserable país! FABRICIANO: Manuel, por favor, escúchate. MANUEL: ¿Y de qué moral me hablas tú? ¿La moral de los alcaldes, de los curas, de la policía... de ustedes mismos los autonomistas que hacen pactos con el futuro de este país sin consultar con los obreros... FABRICIANO: ¡Hemos consultado! MANUEL: ¡Muñoz y Barbosa nos quieren comprar el voto con mentiras! FABRICIANO: ¡Negociamos ventajas para todos!2 2 Entre 1896 y 1897 se debatía en el seno del Partido Autonomista un pacto con los partidos españoles que propendiera a una posible concesión de autonomía por parte de las Cortes. Muñoz pactaba con el partido monárquico de Práxedes Mateo Sagasta. José Celso Barbosa, médico, empresario de grandes recursos, e intelectual negro que poseía periódicos, no quería pacto alguno y esperaba sin mucha fe, por la concesión de la autonomía como un derecho. La facción de Muñoz salió victoriosa del trance y esto ocasionó el rompimiento de Barbosa y Muñoz y la creación de dos facciones dentro del Partido Autonomista, los Federales de Muñoz y los Republica-­‐ nos de Barbosa. Ambas facciones sostuvieron violentas pugnas periodísticas que terminarían con violencia en las calles.


-­‐79-­‐ MANUEL: ¡NO! ¡Hacen juntes y pactos con quién sabe qué nuevos tiranos, como si los que vivimos aquí no valiéramos nada!! FABRICIANO: Ustedes, los artesanos y obreros, tendrán que apoyar a los federales si quieren que las cosas mejoren. MANUEL: ¡Jugar con dos barajas!! Carajo... no he encontrado mejor título para describir este desastre. ¡Ustedes! Los federales de Muñoz por un lado, los republicanos de Barbosa por otro! ¡Y para qué? ¡Para seguir explotándonos, para seguir llevándonos a la peor miseria! FABRICIANO: Aún así, hemos hecho por Puerto Rico muchísimo más de lo que han hecho ustedes. No me lleves a esa discusión, Manolito. Sabes que perderás. MANUEL: ¡Aquí no se mueve nada, y es por culpa de ustedes, la maldita burguesía! FABRICIANO: ¿Pues por qué no empiezas a moverlo tú y tu clase obrera? Como aquel tal Morel, aquel señoritillo burgués que se hacía pasar por líder de las masas oprimidas, pero no creía en las huelgas. ¡Ja! MANUEL: Con esos mamalones en la dirección, todo se vuelve intento. FABRICIANO: ¡Pues pon un par de bombas y listo! MANUEL: ¡Eso nunca es una mala idea! FABRICIANO: ¡Por eso nadie los toma en cuenta! MANUEL: Alguien ya lo hará. FABRICIANO: Solo viven de “la idea”, ¡la maldita idea! ... MANUEL: Cuarto: ¡Rebelión contra toda autoridad! FABRICIANO: ¡Por eso nadie los respeta! MANUEL: ¡Por eso nos temen! FABRICIANO: ¡Y por eso te matarán! MANUEL: (Grito.) ¡Yo no soy un hombre libre! (Silencio largo.) Y por eso tengo que hacer de mi vida una continua rebelión. ¿Eres libre tú? Mírame a los ojos. ¿No sobreviviste un componte cruel, no estuviste preso con Baldorioty.... Muñoz, Barbosa, toda esa gente tuya, ha sido libre alguna vez? ¡Contéstame! FABRICIANO: No.


-­‐80-­‐ MANUEL: Pues yo me voy a buscar esa libertad y ese progreso, allá a San Juan. Con esa gente que está reuniéndose con el Gallego ese que dicen que está revolcando el país. Que ya han tirado este periódico, ¿lo has visto? (Lo saca de su bolsillo.) Se llama “Ensayo Obrero”.3 FABRICIANO: (Toma el periódico.) Ese Gallego... lo echaron de Cuba por anarquista. MANUEL: Pero este Gallego anarquista, le ha dado a la palabra “obrero” otro significado. Un nuevo significado que destronará a los antiguos. FABRICIANO: Manuel, estamos al borde una guerra. Los yanquis estarán aquí en días quizá. Ese progreso que tú dices se vendrá abajo con un cañonazo. MANUEL: Pues tengo poco que perder, porque yo vivo en guerra desde que nací. (Se iluminan Santiago Iglesias, Ramón Romero Rosa, Eduardo Conde, Fernando Gómez Acosta, José Mauleón, Ramón Morel 3 “El Gallego”, Santiago Iglesias Pantín, (1872-­‐1939) junto a los líderes obreros puertorriqueños Ramón Romero Rosa, Eduardo Conde, y los intelectuales obreros negros Fernando Gómez Acosta y José Ferrer y Ferrer, fundaron en 1897 el periódico Ensayo Obrero, órgano periodístico de la clase obrera desde dónde se fundó la Federación Regional de Trabajadores.


-­‐81-­‐ Campos, José Ramos y Brans y Manuel con algunos líderes más, encabezan una amplia manifestación. Un porta bandera ondea la gran bandera roja, otros la negra.4 Obreros, mujeres, jóvenes y ancianos cantan “la Marsellesa Revolucionaria”, primer canto revolucionario de los obreros puertorriqueños.) VOCES: “El progreso va extendiendo sus alas y muy en breve paz reinará. Los burgueses infames no explotan Y nos hacen sufrir por demás… Acudid indefensos obreros, a esta lucha tan justa y legal. Mirad que somos víctimas de esta infame sociedad que nos roba el pan de nuestros hijos que nos cuesta tanto sudar… ¡Unión, desheredados, que la unión nos salvará… ¡Atrás, burgués, infame, vil, traidor! ¡Que viene la revolución! EDUARDO CONDE: ¡11 de febrero de 1898! Queda instaurado el primer Gabinete Autonómico de Puerto Rico. A pesar de ser momentos confusos para el país, los obreros decimos ¡presente! ante los nuevos retos que resultan de un pasado tumultuoso. ¡Pero siempre presentes con la condición de seguir siendo libres! Ahora dejo con ustedes en este gran “meeting” obrero, al camarada Santiago Iglesias! (Sube Santiago Iglesias y arenga con voz fogosa.) IGLESIAS: ¡Camaradas! ¡Los obreros queremos la libertad y el reconocimiento de nuestra personalidad; queremos la desaparición de todo privilegio en el gobierno del país y de todo déspota! Queremos derribar los ídolos que se erigen a espaldas del pueblo para engañarlos después, queremos que la nobleza del pergamino y del oro rueden por el sendero de sus propias 4 La bandera negra era la enseña de los anarquistas y la roja, la de los socialistas. En este momento, 1897, estaban unidos en propósitos. Esta unión no duraría mucho.


-­‐82-­‐ concupiscencias y en su lugar se levante la nobleza del corazón de las masas productoras, engrandeciendo y dignificando el trabajo, las ciencias y las artes y todo lo bueno y útil de la humanidad ¡para ponerlo al servicio de todos! (Aplausos masivos del pueblo. La bandera ondea. Con la Marsellesa salen algunos obreros y quedan en la redacción del periódico “Ensayo Obrero”, Iglesias, Conde, Rosa, Mauleón, Gómez, Morel y alejados están Ramos y Manuel junto a algunos otros obreros. CONDE: ¿Y qué carajos es esta mierda de que amenazan con arrestarnos otra vez? GÓMEZ: Ya lo tienen de costumbre. Cada vez que adelantamos un paso, ahí nos tiran los puercos. IGLESIAS: Hermanos. (Los llamados musitan, “Presente”.) Eduardo Conde, Romero Rosa, Gómez Acosta, Ramón Morel Campos, José Mauleón, y demás obreros presentes que me escuchan. Ya somos un problema para el gobierno autonómico y como problema nos van a tratar. Los obreros puertorriqueños somos una carnada deliciosa para los dos partidos políticos que se disputan el poder del nuevo gabinete. Somos demasiados. Somos votos, somos máquinas sin alma, masa sin nombre a quienes los capitalistas y los políticos necesitan para aumentar su producción. Difícil será evitar que los obreros tomen partido entre Muñoz o Barbosa en cada elección del Gabinete que venga de hoy en adelante. Somos muchos obreros, por lo que somos muchos votos. Eso augura días difíciles. La pregunta crítica es… ¿cómo vamos a resolver este problema del que nuestra voluntad misma es la solución? ROMERO: Nosotros no vamos a aliarnos con partido político alguno. CONDE: El cabrón de Muñoz ya cañonea, o estamos con él o nos arresta. GÓMEZ: Este país tiene por costumbre el miedo. MAULEÓN: Barbosa nos ha ofrecido garantías. Tiene interés en reunirse. ROMERO: ¡Con ningún partido! MOREL: En Ponce los obreros quieren seguir a Muñoz Rivera. ROMERO: ¿Y qué crees tú?


-­‐83-­‐ MOREL: ¿Es que ustedes no leen los periódicos de Ponce? ¿Acaso no han visto la lista de adhesiones obreras que Muñoz imprime cada vez que se dice algo contra él? ¿En qué mundo viven, camaradas? MAULEÓN: Pues los de San Juan quieren a Barbosa, así que tenemos un buen salmorejo regional. IGLESIAS: ¿Y qué quieres tú?

MAULEÓN: No se puede ignorar a los camaradas de la base. Y la base apoya al negro Barbosa, porque el negro no hace pactos con los que jodieron este país. MOREL: La voz de los obreros no puede ser desoída. ¿Y qué de malo tiene que los obreros se unan a los partidos? Los partidos son una protección. ROMERO: ¡Ningún partido político protegerá a los obreros! Ellos solo buscan de su poder, de su interés y de su capital. GÓMEZ: Darle el voto a un republicano es venderle el alma al diablo. MAULEÓN: ¿Y dárselo a la escoria de Muñoz te gana el cielo? IGLESIAS: ¡Vamos…! MOREL: Tenemos que escuchar... CONDE: ¿No eras tú el que predicaba contra las huelgas? MOREL: Ya lo he explicado mil veces. Las huelgas nos separaran de las oportunidades de trabajo. Las cosas han cambiado. Los yanquis están a la vuelta de la esquina. Hay demasiada gente sin trabajo.


-­‐84-­‐ GÓMEZ: Entre ellos tú. Desde que Muñoz te botó de “La Democracia” no has comido caliente. ¿Quieres ir a lamerle el culo para que te devuelva tu puesto en el Taller? IGLESIAS: Vamos, más respeto. CONDE: Y ¿qué carajo nos importa eso a nosotros? Total, si llegan los yanquis, saldríamos finalmente de estos cabrones españoles. ROMERO: ¡Los partidos capitalistas son la perpetuación de la opresión! JOSÉ: ¿Y qué hacemos con los obreros que quieran unirse? IGLESIAS: ¿Y el compañero es... (A Morel.) JOSÉ: José Ramos y Brans. Tipógrafo, de Mayagüez y socio con Morel de “La voz del Obrero”.5 CONDE: ¿Y con quién estás tú? JOSÉ: No puedo negarles que como muchos otros camaradas, creo que Muñoz representa una seguridad para nuestra clase y un futuro por el que nadie ha luchado hasta ahora. ROMERO: ¡Otro obrero federalista! Camarada, usted no ha aprendido nada. JOSÉ: Compañero, desde que éramos simples artesanos de gremios, hemos aprendido a sobrevivir. A colarnos en sus estrategias, a combatirlos desde adentro. Poco a poco vamos ocupando espacios muy importantes dentro... ROMERO: ¡Dentro de su clase! ¡En la sucia burguesía! GÓMEZ: Aprendiendo sus costumbres. ¡Hablando, vistiendo 6 y llorando como ellos! CONDE: ¡Tal vez fornicando como ellos entre tules románticos, aromas y rosas!!! (Ríen.) JOSÉ: ¡Eso no es así! ROMERO: Este es el problema de ustedes los artesanos, que ahora, tardísimo, empiezan a tener una idea de lo que es ser proletario. 5 La voz del obrero, periódico de Ponce que fundaron Morel Campos y Ramos y Brans de muy corta vida. Luego de su rompimiento por razones ideológicas, Ramos y Brans funda otros periódicos en Mayagüez, pero éstos fracasaron y sin abandonar al Partido Federal, se convierte en sastre, oficio del que malamente sostiene a su familia; ya en plena indigencia, muere de tuberculosis en 1902. 6 Se dice que Ramos y Brans y Morel Campos siempre vestían muy elegantes.


-­‐85-­‐ MOREL: ¡Los capitalistas nos han tenido que aceptar! CONDE: Salen de artesanos a la lucha de clases y se traen consigo todas las manías burguesas. GÓMEZ: Somos el proletariado. Ya no tenemos los medios de producción, ahora nos vendemos como fuerza de trabajo a los medios de los capitalistas. ¿Crees que vamos a venderles también la dignidad? ROMERO: Compañero, la redención obrera no va a esperar por ustedes. IGLESIAS: Al artesano hay que educarlo, Ramón. “Ensayo Obrero” creará un Círculo Obrero de discusión política y enseñanza de los principios básicos de nuestra idea. Estudio, es la única manera de que la Idea resurja del corazón del oprimido y se convierta en redención. JOSÉ: No importa cuántos círculos obreros convoque el compañero, eso no evitará que los obreros autonomistas quieran aliarse a Muñoz o a Barbosa. MOREL: ¡Necesitan una causa! ROMERO: ¡Pues es usted el que ha fallado en darles una! IGLESIAS: Usted parece que lo tiene muy decidido. MOREL: Tengo claro cuales son mis deberes con la clase obrera. IGLESIAS: Su deber es regresar a Ponce, mantener alejado de nuestra clase todo intento de asimilación al Partido Autonomista y a Muñoz y sus secuaces. No los queremos ni de lejitos. MOREL: ¿Y usted hará por acá lo mismo con Barbosa? IGLESIAS: De ese me encargo yo, no se ocupe usted. MAULEÓN: El quiere reunirse... se los digo. Barbosa tiene el apoyo del pueblo. MOREL: (A una seña a José.) No les garantizo nada. Hasta más ver. (Salen. Al José pasar frente a Manuel, se miran un tanto.) JOSÉ: (A Manuel.) Ahora resulta que nosotros los artesanos, somos los que hemos llegado tarde. Y fuimos nosotros los que empezamos esto. ¡Ay, Manolito... ¡dónde nos han metido, hermano! (Manuel le da la mano. José la estrecha y sale.) CONDE: Ese Morel es un puñetero burguesito. No me fio de él. ROMERO: Pero si la mitad de la clase obrera se va con Muñoz y la otra con Barbosa...


-­‐86-­‐ IGLESIAS: Buscaremos alternativas. No quiero que se sigan perdiendo camaradas en las garras de esos dos imbéciles. MAULEÓN: Barbosa se quiere reunir. Yo lo conozco, es un negro honesto. ROMERO: Barbosa y Muñoz Rivera dividieron este país con una herida honda. ¡Nos toca a los obreros sanar esa herida! MAULEÓN: Bue... el pueblo ya habló. Y el pueblo es soberano. Ustedes me avisarán. (Mauleón sale.) GÓMEZ: Y si no nos apuramos en crear esos círculos de educación, perderemos a muchos más. ROMERO: ¡Maldita política! ¿Cómo podemos soñar con una federación obrera sin que los políticos la fastidien desde adentro? CONDE: Ese parece que será el mal eterno de este jodido país. IGLESIAS: Ya les dije, educando. MANUEL: El teatro puede educar. IGLESIAS: ¿Y el compañero... MANUEL: Manuel Alonso Pizarro. Zapatero y tipógrafo. De Guayama. ROMERO: Yo lo invité. IGLESIAS: (A Conde.) ¿A quién tenemos en Guayama? CONDE: Allá también andan sobando culos con los de Barbosa. MANUEL: Algunos, no todos. Yo no. IGLESIAS: (A Manuel.) Pues usted se va a Guayama, y con teatro o sin él, usted va decirle a sus camaradas que la libertad obrera es una sola. Que ningún partido político nos garantizará nuestros derechos, nuestra justicia, y que la lucha apenas comienza. ¿Me escuchó el compañero? MANUEL: En Guayama ya tenemos un círculo de estudios del cual yo formo parte y soy su autor de teatro. Se llama “Juventud Obrera”. ROMERO: Les había hablado de él. Lo dirige Alonso Fernández, camarada tipógrafo. Tienen un periódico. MANUEL: Es mi primo. Y aunque se inclina con Barbosa... GÓMEZ: Nadie es perfecto. MANUEL: ... yo lo he obligado a que hagamos nuestra parte. Pero yo vine de Guayama a luchar aquí. Quiero ser parte de estos círculos obreros de educación. Quiero hacer teatro para los


-­‐87-­‐ obreros. Quiero luchar por la Idea aquí, en San Juan. Regresarme a Guayama es apagar mi empeño. (Entran dos policías.) POLICÍA 1: ¡Santiago Iglesias, dese preso por orden del Ministro de la Gobernación, Don Luis Muñoz Rivera! IGLESIAS: ¿Y ahora por qué? POLICÍA 1: Por injurias a la autoridad y a la religión. CONDE: ¡Sea la madre de ese hijo e’ puta! IGLESIAS: ¿Cuáles injurias? POLICÍA 1: ¡Su periódico ha lanzado injurias contra la Iglesia! CONDE: (En la cara del policía, con rabia.) ¡Me cago en Dios! GÓMEZ: ¡Secundo! CONDE: Este es el tercer arresto en un mes. IGLESIAS: Ramón... quédate a cargo. Vamos a ver que quiere este pendejo ahora. (Salen.) ROMERO: ¡A preparar una nueva edición! ¡Venga! A movilizarse, compañeros. (Ve a Manuel.) Camarada Manuel... te invité a esta reunión para que tomaras el pulso de por dónde van las cosas. MANUEL: ¡Y no sabes cómo te lo agradezco! ROMERO: Pero creo igual que el camarada Iglesias; debes regresar a Guayama, trabaja con tu círculo de estudios allá, educa a tus hermanos y luego... luego regresa aquí con tu teatro. Si todo sale como queremos, fundaremos en este mismo espacio un teatro libre, digno de nuestra clase obrera. Y tú formarás parte de él y estrenaremos tus obras. Ve, que yo te estaré esperando. (Manuel asiente.) ¡Vamos! La luz sobre ellos se desvanece y se enciende el teatro de la “Juventud Obrera” de Guayama7. ACTRIZ 1: Muchas gracias por esos ilustrados discursos que nos han ofrecido los compañeros líderes obreros de nuestro pueblo de Guayama. Y para culminar esta velada dramática, el grupo de estudios Juventud Obrera, tiene el gusto de presentar ante 7 Manuel Alonso Pizarro y su primo Jorge Alonso Fernández fueron los impulsores de Juventud Obrera en Guayama. Luego este grupo fundaría el Taller Benéfico de Artesanos y trabajarían en el Teatro Derkes. Posteriormente el grupo cambiaría su nombre a “Grupo Primavera”, pero ya Manuel Alonso Pizarro estaría lejos de allí.


-­‐88-­‐ ustedes las conocidas obras de nuestro compañero Manuel Alonso Pizarro, Cosas del Día, seguida de su juguete cómico titulado Los parientes. Música, Maestro. (Se escucha música, aparecen varios actores representando algunas escenas, sin voz, solo con la música portentosa mientras los obreros se mantienen atentos a las escenas y van riendo con algunas. Himno de Estados Unidos.) FABRICIANO: 4 de agosto de 1898. El 4to Regimiento de Voluntarios de Ohio al mando del General Haines, dispara sus cañoneras sobre la ciudad de Guayama y logra el repliegue de las tropas españolas hacia Cayey. A la una de la tarde, nuestro pueblo cambia su bandera. (Se escuchan a los obreros reírse con la pieza.) MANUEL: ¿No es para reírse? FABRICIANO: Nuestra gente celebra. MANUEL: Si nos hubiese invadido Kublai Khan y sus mongoles, hubiésemos celebrado igual. Ay, Maestro, esta historia nuestra es un gran teatro. (Entran dos soldados americanos borrachos.) GRINGO 1: Wait, wait... is this a theater? Les go in... there’s music... I want to dance... GRINGO 2: Easy boy... i don’t like the look in their eyes... (En efecto, los soldados borrachos se detienen frente al escenario, botella en mano, ante la mirada furiosa de los obreros. Manuel se adelanta.) MANUEL: Señores, estamos en medio de una función de teatro. Ustedes no pueden interrumpir así... GRINGO 1 : Sorry, sir, I don’t pico españolo. (Se ríe.) We only want to dance, come on. Music... what happen with the music? MANUEL: Get out of here. GRINGO 2: They speak english too. Let’s go. GRINGO 1: Why? Puerto Rico americano! No, shit. We are american soldiers, you are supose to treat us well. We are here


-­‐89-­‐ to save you from your slavery, nigger. What’s up, natives? Music, where’s the music? (Bebe.) MANUEL: Get out of here! GRINGO 2: Come one, men, their getting angry. ACTRIZ 1: Manuel, déjalos, no los provoques. Están borrachos. (El Gringo I se acerca a Eugenia, una jovencita que está entre el

público.) GRINGO 1: Hey you, little lady... do you want to dance? The polka, (Da unos pasitos.), the “guaracha cubana....”... what music do the whores of Puerto Rico, dance? GRINGO 2: Hey man, let’s go... now! GRINGO 1: Music dammit! Come on, stinky nigro. (La tira contra si obscenamente; Manuel no puede más y se le lanza encima, con él algunos de los obreros, el otro soldado apunta con el fusil a la cara de Manuel. Este, sin miedo alguno, le quita el fusil de un manotón y con él mismo le da en el pecho y los sacan a patadas del teatro. Caen a los pies de Fabriciano que los mira con desprecio. Algún aguaje, pero se marchan dando traspiés.) FABRICIANO: La ocupación militar norteamericana revive episodios como estos, día tras día. El 18 de octubre de 1898, la bandera de España deja de flotar en la capital. Y el General


-­‐90-­‐ Nelson Miles, “con sus fuerzas navales y militares”, prometió que nos traería “las ventajas y la prosperidad de una esplendorosa civilización.” MANUEL: (A Eugenia.) ¿Estás bien? EUGENIA: Le apestaba la boca a podrío. MANUEL: (A todos.) Ya no vendrán más por aquí. Que continúe la velada, camaradas. (Los obreros continúan. Manuel y Eugenia caminan apartados. Fabriciano no se va, y los mira de lejos.) Por lo menos dijo algo cierto el gringo ese. Que eres una “little lady”. ¿Sabes qué quiere decir? EUGENIA: No sé inglés. Pa’ mi ese idioma es del demonio. MANUEL: Eres una damita pequeña. Somos pequeñitos los dos.8 EUGENIA: Pequeñitos pero no pendejitos. Ya vi como le quitaste la escopeta a esa mamalón. Tú eres bravo. Si un gringo de esos vuelve a tocarme, me haces la caridad y le rompes la cabeza. (Ríe.) MANUEL: Tú eres Geñita, la hija de Don Ramón. EUGENIA: Bueno... sí. Hija natural porque él no se casó con mi mamá. Él tiene su señora y otro hijo. Yo les hago de sirvienta. MANUEL: Siempre te veo por aquí. Y aunque sé quién eres, me daba algo de pachó hablar contigo. EUGENIA: Vengo a oírte. Me gusta como tú hablas. Y los demás muchachos... esa cosa de “la Idea”, de los obreros... Y me gusta lo que escribes. Me gusta mucho el teatro y lo que hacen ustedes aquí con los obreros. MANUEL: Tú también eres obrera. (Ella asiente.) Me recuerdas a alguien que quise mucho. EUGENIA: ¿A quién, si se pue’ saber? MANUEL: Un personaje que me visitó una vez. EUGENIA: ¿Personaje? ¿Qué personaje? MANUEL: Se llamaba Paquita. Una picoreta limpiabotas. EUGENIA: Yo e’ limpiao botas. Pero no soy picoreta. Soy muy calladita. MANUEL: El que pide por sus derechos no es calladito. Y somos obreros, no podemos callarnos. 8

Ambos eran de muy baja estatura.


-­‐91-­‐ EUGENIA: Bueno, pero ustedes son hombres. No es lo mismo. MANUEL: En nuestra fe libertaria no hay esas diferencias. Mujer, hombre, somos obreros todos, y todos lucharemos por la redención, por la idea del progreso, la ilustración por el estudio, la revolución contra todo el poder. Es importante que todo poder sea abolido para crear una sociedad nueva apoyada por nobles acuerdos humanos. EUGENIA: Cállate. Dices muchos disparates... inteligentes. (Le sonríe.) MANUEL: Debes tener 15 años, Geñita... y yo ya cumplo 36. EUGENIA: 16. Y me dijo cierta comay amiga mía que no has tenido novia. MANUEL: Esa comay tuya es una habladora. ¿Has tenido novio tú? EUGENIA: Pues... no sé. Pué ser. ¿Y qué tiene? MANUEL: Si lo has tenido y te ha dejado... por alguna cosa es. EUGENIA: Papá no quiere que yo venga a estas cosas porque son asuntos de negros y esclavos. MANNUEL: Ya no hay esclavos. EUGENIA: Papá dice que los negros nunca dejan de ser esclavos. MANUEL: Tu papá es un borracho, Eugenia. EUGENIA: Eso es verdá… y un miserable. Se pasa ofreciéndome a los señoritos como si yo fuera carne del serrallao. Ah, pero como no ha encontrao ninguno con dinero que cargue conmigo, pues me explota trabajando. MANUEL: O sea, que tienes precio: la miseria de tu padre. ¿Y tu madre, qué dice? EUGENIA: Ella se fue con otro hombre. FABRICIANO: ¿Quiénes son los que de verdad tomarán en serio las miserias de nuestro pueblo, para con ellas hacer un ideal de lucha? ¿Ustedes los anarquistas, nosotros los autonomistas, los nuevos republicanos? ¿Una nueva federación obrera? ¿No son demasiadas soluciones para un simple problema? (Nueva reunión de obreros. Cuelgan el escudo de la Federación Libre en las paredes del Teatro.)


-­‐92-­‐ EDUARDO CONDE: ¡18 de junio de 1899! ¡Se funda la Federación Libre de Trabajadores!9 En una sesión borrascosa... un gran número de obreros se niega a abandonar sus lealtades a los viejos partidos, mientras otros enfrentan con valor las presiones del capital que busca explotarnos, silenciarnos, imponiéndonos condiciones de trabajo abusivas y mezquinas!... Esos obreros vendidos, cuyos nombres asquea la boca pronunciar... (cambio.)... ¡estos malditos cabrones que no acaban de entender que el movimiento obrero tiene que estar unido contra esas garrapatas que lo único que quieren de nosotros es el voto de nuestra dignidad. Los cobardes federalistas de Muñoz y los sucios alcagüetes de Barbosa, ¡entre ellos tú Mauleón, traidor hijo de puta! MAULEÓN: (Vestido de mujer, ridículo, arropado con una bandera americana, acompañado de una actriz, vestida escandalosamente.) 10 Eduardo Conde, boquisucio, pintor de brocha gorda. Ahora les vamos a contar la historia de la Federación Libre. Un carpintero gallego, anarquista y tirabombas, llega (La actriz imita a Santiago Iglesias y hace muecas y ridículos. Mauleón con voz aflautada.) ...a San Juan en busca de los vellones con los que mantiene a la mulatona esclava que se fornica sin casarse. ACTRIZ: Nadie le da trabajo porque todo el pueblo soberano sabe que es un asqueroso oportunista, que vino huyendo de Cuba y España y ahora anda buscando las faldetas americanas. MAULEÓN: Pero lo que quiere es dominar a los obreros para sus intereses de gloria personal. ACTRIZ: Resentido, insulta a los propietarios, insulta a los políticos, trata a los obreros del pueblo como mierda, ¡sapos y culebras es lo que sale por esa boca! 9 La Federación Libre de Trabajadores fue una escisión de la Federación Regional, pues los líderes de ésta última seguían aliados a los interés republicanos y a José Celso Barbosa. 10 José Mauleón, obrero blanco, mano derecha y siniestra de Barbosa, acostumbraba a hacer lo que se conocía entonces como “mascaradas críticas¨”, en las que se vestía de mujer y se arropaba con la bandera de Estados Unidos, y haciendo uso de voces aflautadas, gestos groseros y palabras soeces, se burlaba de sus enemigos políticos, entre ellos los líderes de la FLT.


-­‐93-­‐ MAULEÓN: ¡En tu honor te hacemos esta mascarada crítica para que dejes los obreros en paz decidirse a seguir el partido que les de la gana!

(Los obreros quieren lanzarse sobre él.) IGLESIAS: Déjenlos... no se provoquen. MAULEÓN: ¡Provócate galleguito! ¡Hagamos un duelito como en los tiempos de España! ACTRIZ: ¿Te creíste que no sabíamos lo tuyo con la culona mulata de Palo Seco? Ya lo sabemos... Galleguito y mulatona, cucucucú. (Burla ridícula, remeneándose.) MAULEÓN Y LA ACTRIZ: ¡No queremos partidos, no queremos partidos! ¡Somos socialistas! IGLESIAS: Que el jefe de tu partido, que también es mulato, se vaya al duelo con el otro burgués, pues son ellos los que han puesto en venta su honor. MAULEÓN: (Fuera ya de la mascarada.) Tú eres un puñetero español, Santiago. Ya no tienes lugar aquí. Los tiempos de España terminaron. ACTRIZ: ¡Esto es tierra americana! MAULEÓN: ¡Puerto Rico es Americano! ¡Viva Barbosa, hasta la muerte!, gachupín cabrón!


-­‐94-­‐ ACTRIZ: ¡Maldito Ravachol! MAULEÓN: ¡Lárgate de aquí, puñetero anarquista! ¡Aquí el pueblo es soberano! ROMERO: ¡18 de junio de 1899! Entusiasmados por los socialistas de Estados Unidos, se funda en San Juan en Partido Obrero Socialista, con sede en la misma Federación Libre11. Los obreros ahora tenemos un partido al que unirnos y por el que trabajar. ¡Un partido, compañeros, que nos llevará por el camino de las luces redentoras del saber y la lucha por la redención de las clases trabajadoras! ¡Gloria al Trabajo! (Los obreros unidos secundan.) ¡Gloria al Primero de Mayo! ¡Gloria a la Federación Libre! (Vivas y banderas.) (Una luz ilumina a Manuel que los mira de lejos. Manuel remienda un zapato. Geñita, se le acerca. Fabriciano llega.) FABRICIANO: Necesito maestros en la escuela. Solo tienes que tomar los exámenes. Estoy seguro que los pasarás. Olvida lo que pasa por allá en San Juan. Es aquí donde tienes que hacer tu lucha. Como maestro ganarás mucho más que como zapatero. Alimentarás a tu gente con el pan de la ilustración. Así decía Derkes, ¿lo recuerdas? MANUEL: (Ensimismado.) Los americanos han traído zapatos extraños y diferentes. Como si los hiciera alguien que no tiene alma. ¡Ya no hace falta que los hagamos! Ahora solo los remendamos. Antes podía ganarme algunos pesos, y ahora, desde que llegaron estos capitalistas... solo remiendo un par, cada dos o tres días... por uno o dos reales... FABRICIANO: Manuel, yo siento que tú deberías... MANUEL: ¿Alguna vez te fijaste en todos los misterios que hay que convocar para hacer un par de zapatos? Digo, un zapato fino, no esa porquería de cuero barato gringo. Un zapato hecho por un Maestro Artesano. ¡Artesano! Qué hermosa pala 11 Comienzan los intentos de Santiago Iglesias de afiliar la FLT a la American Federation of Labor, pero esta impone condiciones que muchos obreros puertorri-­‐ queños rechazan. Santiago Iglesias recibirá dinero por asumir la representación de la AFL en Puerto Rico y esto irá minando las filas de la FLT.


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bra... suena como a... arte que sana... ¿no te parece? (Pausa.) ¡Si pudiéramos hacer un arte que nos sanara de la injusticia! FABRICIANO: Lo has hecho. ¿De qué te quejas? MANUEL: Pero yo no soy muy diestro en estos modelos gringos... de zapatero a remendón. ¿Entiendes ahora por qué tengo que ser anarquista? FABRICIANO: Eres un buen tipógrafo.


-­‐96-­‐ MANUEL: En la Imprenta de Arroyo me ofrecieron unas horas, pero... allí todos son republicanos. Terminaríamos a tiros. FABRICIANO: ¿Vas a casarte con Geñita? MANUEL: Yo no creo en el matrimonio, maestro. Eso es legalizar la prostitución. Y Geñita no es puta de nadie. FABRICIANO: ¿Pero cómo dices una cosa así? MANUEL: El padre de Geñita dijo que yo era un muerto de hambre, que mi madre era una negra esclava, y qué sé yo cuántas mierdas más... y sí, yo... yo la quiero. Ella es... simple. Su cariño es tan pequeñito y tan generoso. Y el mundo es... FABRICIANO: Serías un excelente maestro. Vamos, yo te ayudo con los trámites. Soy de la Junta de Educación. MANUEL: ¿Sabes que ya estrenan obras en inglés en el Teatro La Perla de Ponce? Una compañía de actores americanos se apoderó del teatro. FABRICIANO: Es lógico que pasara. MANUEL: Los tipógrafos de San Juan están en huelga, los muelles, los panaderos, braceros, medio Puerto Rico se ha tirado a la calle en huelgas una detrás de otra pidiendo las ocho horas... y yo aquí, hablándoles a obreros hambrientos de lo que dijo Malato, Bakunin y Prudhon y de cómo se debe abolir la propiedad. FABRICIANO: ¿No sería más fácil luchar por el pan diario? MANUEL: Iglesias me dijo que los educara, no que los alimentara. ¿Quién entiende toda esta confusión? ACTRIZ 1: ¡Enero de 1900! Se funda en Guayama la Federación Libre de Trabajadores y comienzan a agruparse en ella los gremios de carpinteros y panaderos. Los grupos obreros de Guayama mantienen cerradas pugnas por el dominio político de los gremios. Ha habido peleas callejeras entre federales y republicanos. El trabajo escasea, los obreros se agarran de cualquier promesa. ¡Bienvenido a Guayama, Camarada Iglesias! IGLESIAS: ¡Compañeros de Guayama! ¡Un panadero en este pueblo solo gana seis reales por toda una noche de trabajo! ¿Es esto justicia? (Gritos: ¡No!.) ¡Tenemos que abolir los monopolios, tenemos que llevar los panaderos de Guayama al progre-


-­‐97-­‐ so, a un salario digno y justo. Si no hay justicia para los panaderos de este bendito pueblo, ¡no hay justicia para nadie! ACTRIZ 2: Mientras en San Juan comienza la lucha en las calles por las más importantes reivindicaciones obreras, en los pueblos del interior si bien hay entusiasmo, no hay voluntades, no hay líderes. Por ello, los camaradas de San Juan convierten la prédica en cruzada. Por todos los medios, de todas las formas posibles: ¡Unión y socialismo! IGLESIAS: ¡Que todo el país se vaya a la huelga! La huelga es el único instrumento de lucha y de presión contra los malditos burgueses, que pretenden negarnos las reivindicaciones a las que tenemos derecho. Y para esta lucha tenemos el absoluto respaldo del Partido Obrero Socialista de América y de la American Federation of Labor. CONDE: ¡No queremos la limosna que degrada y envilece, sino el trabajo que eleva y dignifica! ¡Unión socialista! OBREROS: ¡Unión socialista! (Los líderes saludan a la masa de obreros. Romero y Conde se encuentran con Manuel.) ROMERO: ¡Manuel, compañero! ¡Estaba seguro de que te vería por acá! MANUEL: ¡Muy contento de recibirlos en mi pueblo! CONDE: A ese cabrón monopolio del pan, ¡le vamos a poner una dinamita en culo! IGLESIAS: (Llega.) ¡Vamos, que tenemos una reunión con...


-­‐98-­‐ ROMERO: ¡Santiago! Este es Manuel, ¿te acuerdas? Que estuvo con nosotros en... IGLESIAS: Manuel, sí claro. El compañero del teatro de Guayama. ¿A qué gremio estás afiliado? MANUEL: Solo hay cinco zapateros en todo el pueblo. No creo que hagamos mucho bulto para un gremio. ROMERO: Dos que se junten en nombre de la revolución, ya es suficiente. IGLESIAS: Organízate con tus compañeros y te comunicas con nosotros. Unión socialista. ¡Vamos! (Sale con Conde después de despedirse.) MANUEL: Ramón... (Le entrega unos folletos.) Mis obras nuevas. ROMERO: (Las mira con una sonrisa.) Excelente. Las leeré en el tren. Te prometo una carta tan pronto las termine. MANUEL: Toda obra manda un escenario. ROMERO: Todo corazón obrero exige una obra revolucionaria. MANUEL: En tus manos están. ROMERO: Tendrás tu escenario. MANUEL: (Pausa.) Después le dices a Iglesias... que casi todos los zapateros de Guayama son republicanos. ROMERO: (Pausa.) Mierda. (Pausa.) Haz lo que puedas. (Se abrazan.) FABRICIANO: ¡No importa que no hayas pasado los exámenes, puedes quedarte como asistente de maestro! Y quiero ayudarte. EUGENIA: Ya que nos casamos, ¿no se supone que seamos felices? ¿Por qué sigues en ese silencio? FABRICIANO: Sigues haciendo tus zapatos, buscas un balance en tus cosas... Tienes que darle una vida buena a Geñita. Tienes que tener hijos. ¿Qué esperas? EUGENIA: Mucho trabajo me dio enfrentar a mi papá, mucho trabajo me da mi trabajo que nos mantiene. FABRICIANO: Te emplearé en algo, Manuel, no puedes quedarte así. EUGENIA: Me alquilo para limpiar casas, trabajo como una mula... ¿No fuiste tú el que siempre me decías que la felicidad está en el trabajo?


-­‐99-­‐ FABRICIANO: Háblame Manuel, dime algo, ¡dime qué quieres! EUGENIA: ¿Para qué te casaste conmigo si no me querías? FABRICIANO: ¡Quiero ayudarte! EUGENIA: ¡Quiero quererte! FABRICIANO: Sé un hombre de bien. EUGENIA: Sé un buen marido, un buen padre. FABRICIANO: ¡Manuel, contéstame! EUGENIA: ¡Manuel... por Dios santísimo! MANUEL: (Pausa. Larga.) Querida mamá de mi corazón... ¡perdóneme!... perdóneme por fugarme otra vez. (Huye.) (Llega la marcha de obreros con banderas rojas y negras y vítores.) CONDE: ¡Primero de mayo de 1900! Primer Congreso Obrero de Puerto Rico. ROMERO: ¡Se declara la Ley Foraker que otorga la ciudadanía puertorriqueña! ¿Y se le preguntó a los obreros si querían ese engendro? ¿Cómo se puede tener una ciudadanía de un pueblo que nadie reconoce? GÓMEZ: ¡Ocho horas de trabajo! ROMERO: ¡Un barrio obrero en San Juan! CONDE: ¡Una Biblioteca Popular! ROMERO: ¡Oficinas de orientación para el trabajador! GÓMEZ: ¡Que acabe de una vez el maldito gobierno militar! CONDE: ¡$1.00 dólar de paga diaria para los braceros! GÓMEZ: ¡Que nos devuelvan el derecho al voto de los trabajadores! TODOS LOS OBREROS: ¡Gloria al Primero de Mayo! IGLESIAS: ¡VIVA LA FEDERACION LIBRE! (Vivas.) ¡VIVA LA AMERICAN FEDERATION OF LABOR! SOCIALISTAS PUERTORRIQUEÑOS Y SOCIALISTAS AMERICANOS, ¡UNION OBRERA! (repiten “¡UNION OBRERA!”.) MASA DE OBREROS: (Van cantando la internacional Socialista Obrera.) “Arriba los pobres del mundo...” (La masa se va dispersando, mientras vemos a un obrero que coloca sobre el friso del teatro el letrero que señala “TEATRO LIBRE”. Romero Rosa, Gómez, Conde y algunos actores y actrices


-­‐100-­‐ ensayan una obra teatral. Manuel se va acercando a ellos sin anunciarse. Escucha atento.) ROMERO: Ya sabemos lo que ha causado el cambio de la moneda. CONDE: La huelga general ha conseguido lo que se proponía pero ha habido demasiados arrestos, heridos... ACTRIZ NEGRA: La miseria y la desesperación corre por los campos y los pueblos de la Isla... la emigración de obreros al Hawaii está dividiendo a nuestras familias. GÓMEZ: Esto es sencillo. Si no continuamos la labor educativa que nos toca hacer... esto se pondrá peor. ROMERO: Camaradas de la “Juventud Socialista”12, comenzado ya este año de 1901, se impone el continuar con todas las armas posibles para educar a nuestra clase. HIJA 1: ¿No hacemos ya suficiente con este cuadro artístico? GÓMEZ: Nada es suficiente para la revolución. CONDE: Debemos continuar organizándonos, traer a los hermanos a que se unan a un gremio y luego a la Federación. Eso se llama sindicalismo. ROMERO: Organizar los gremios, reunir los propósitos, estructurar la lucha. Educar, camaradas, ¡educar! Una de las mejores maneras es esta... el teatro. CONDE: Compañeros, miren... yo fui actor, un miserable galancito en mis años mozos. No era malo. Y creo como Ramón... Sé lo que les digo cuando les hablo del poder que tiene el teatro para ilustrar una conciencia. GÓMEZ: A parte de “Fin de Fiesta” de Palmiro de Lidia, solo hemos montado viejas obras romanticonas que solo divierten por un rato a los compañeros. ACTRIZ: ¡Para divertirse está el coliseo burgués! CONDE: Bueno, pero esas chorradas les abren el corazón... ACTRIZ: ¡Y el bolsillo! ¡El teatro debe ser gratuito para el pueblo! ¡No para enriquecer a esos mequetrefes actorcitos españoles! CONDE: Aunque algunas actrices gachupinas están muy ricas. ACTRIZ: Compañero... CONDE: Perdón, pero es la verdá. 12 El Teatro de la FLT tuvo diversos nombres pero una misma estructura de trabajo. Se llamó “Juventud Socialista”, “Teatro Libre”, el “Teatro de la FLT”, entre muchos otros.


-­‐101-­‐ GÓMEZ: Nuestras obras deben ser, qué se yo, más fogosas, más agresivas. ROMERO: ¡De acuerdo! Tenemos que dar fin a los dramas de capa y espada. Si creamos un teatro libre, fue para hacer del escenario una lección de revolución. Debemos escenificar los cuadros sociales de nuestra miseria donde se ilustre que la actual sociedad es ilegal, porque mantiene el dominio del hombre sobre el hombre. GÓMEZ: ¡Necesitamos un teatro nuevo, un teatro nuevo para nuestros obreros! ROMERO: Y vamos a hacerlo con nuestros camaradas, con nuestros hijas.... aquí están las mías... con todos los que luchan y sufren. (Se refiere a sus dos hijas, que trabajan con el grupo.) Pues este teatro que vamos a hacer no padecerá de esas tropelías aburguesadas13. Y será un teatro que no solo se haga aquí, sino que podamos llevarlo por todos los rincones del país. Donde vaya Santiago Iglesias, detrás de él iremos los actores. CONDE: Bueno, pues no más palabras, vamos a ensayarlo. (Socarrón.) ¡Qué mucha mierda hablan estos jodidos socialistas! ROMERO: Espera. Con esta obra que les he repartido hoy, (Mira el libro.) Primero de Mayo, del sociólogo italiano Pietro Gori.... esperamos tener el mismo éxito que obtuvimos con Fin de fiesta del compañero cubano Palmiro de Lidia. Son obras modernas, nuevas, revolucionarias, necesarias. CONDE: A ver, compañera, sigamos con el ensayo. Y no se enchisme conmigo, usté es más linda que las gachupinas. ACTRIZ: Gracias, camarada. Pero aquí no hay lindos, ni feos. Aquí hay trabajadores. (Aunque mira el libro, recita de memoria con fogosidad los parlamentos de Gori; como IDA:.) IDA: Hoy pasó por aquí un extranjero… un extranjero misterioso que camina, que camina… “verso la parte donde si leva il sole”. (“Por el lugar donde se levanta el sol”). 13 Palabras de Ramón Romero Rosa en sus escritos sobre teatro en su libro Musarañas, 1904.


-­‐102-­‐ CONDE: (Como el Joven, lee “con viveza”.). ¿Dónde se eleva el sol?... IDA: Es allí… hacia Oriente, el país dichoso. La tierra es de todos, como el aire y la luz… Los hombres son hermanos… Esto y mucho más me dijo el extranjero… y este país de iguales y libres mi fantasía lo ve… lo he soñado… CONDE: ¿Lo has soñado? IDA: (“Como arrastrada por la visión de una realidad vivida”.). ¡Qué sueño más miedoso al principio!... Estaba perdida en una llanura… una llanura infinita y desierta... La tempestad rugía sobre mi cabeza… la lluvia me azotaba el rostro con violencia, el viento silbaba hasta ensordecerme… No recuerdo

cuantas veces caí, cuántas me levanté. Caminaba desesperadamente… marchaba siempre hacia Oriente, donde sonreía una faja de azulado cielo. Al llegar al extremo de la llanura encontré aún una cuesta áspera y espinosa… Al llegar a la cima miré el valle lleno de sol… y vi... CONDE: (“Con ansiedad febril”.). Dí… ¿qué viste? IDA: (“Estática al evocar la belleza de su sueño”.) La ciudad misteriosa… el país feliz… La tierra en la cual el trabajo es blasón de nobleza. En la que el odio y el ocio no existen… La única ley: la libertad… el único vínculo: el amor. Para todos el bienes-


-­‐103-­‐ tar… para todos la ciencia. La mujer no es esclava, sino la compañera del hombre. CONDE: (“Con transporte”.) Sólo a este precio merece el sueño que fuera realidad… La sangre bulle rejuvenecida en mis venas… MANUEL: (Llega e interrumpe el ensayo.) Eso suena a anarquismo del más puro. (Romero se voltea a mirarlo. Sonríe.) Camarada... ROMERO: (Va a abrazarle.) ¡Manuel, compañero! MANUEL: ¿Recibiste mis cartas? ROMERO: Por supuesto, y solo una te envié, que al parecer fue suficiente. MANUEL: ¡Aquí estoy! ROMERO: ¡Eduardo, mira quien ha venido! CONDE: Muy bien, Manuel. Bienvenido. ¿Te quedas en San Juan? ROMERO: ¿Tienes trabajo? MANUEL: Vine a trabajar en el teatro. ROMERO: ¿Y de qué vas a vivir? MANUEL: ¿Hay alguna zapatería en el barrio que no sea republicana? (Ríen.) CONDE: Ya lo resolveremos. ROMERO: Estamos ensayando a Pedro Gori, ¿la conoces? MANUEL: No... pero se escuchaba fogosa. ROMERO: ¡Nos acaba de llegar de Cuba! La pondremos para el 1ero de mayo. La fiesta debe ser en grande. Compañeros, Manuel es uno de los más importantes intelectuales obreros que tenemos en Guayama y ha decidido, no sé si para bien, venir a trabajar con nosotros en nuestro Cuadro Artístico por un tiempo. Tiene una excelente experiencia como actor y es... MANUEL: Dramaturgo de vocación. GÓMEZ: Excelente. El teatro obrero necesita dramaturgos puertorriqueños. MANUEL: Gómez Acosta, he oído y he leído de ti. GÓMEZ: Y yo de ti, compañero. (Se estrechan las manos.) ROMERO: Pues venga, ensayemos... IGLESIAS: (Hablándole a un obrero.) Las celebraciones del 1ero de mayo de 1901 han sido hasta hoy, las más importantes de to-


-­‐104-­‐ da nuestra lucha. Los mártires de Chicago nos reivindican. Así que a prepararlas como se debe. Que pongan este artículo en todos nuestros periódicos. MAULEÓN: (A un hombre encapuchado.) Y vas y coges este cuchillo y se lo atraviesas en el corazón a ese maldito gallego. Y sin chistar. Si lo haces, se acaba el hambre de tu familia. ENCAPUCHADO: ¿Me lo juras? MAULEÓN: ¿Cuándo Mauleón te ha fallado? Vamos, muévete. (El encapuchado sale.) IGLESIAS: ¡Estoy hasta los cojones de que me sigan asociando a los anarquistas! Yo no soy anarquista y he hecho ya claro ¡mil veces! que en la Federación Libre de Trabajadores no queremos anarquistas, ni masones, ni espiritistas, ni republicanos, ni federales, ni protestantes, ni católicos, ¡me cago en la leche, ostia! ¡Que aquí somos socialistas! Y que ya no somos españoles, ¡que somos obreros americanos! Ya lo escribiré para la página esa de ustedes... ¡a los anarquistas ya les pasó su tiempo! Anda, ya vete. (El obrero sale.) (El encapuchado entra en la oscuridad y levanta su cuchillo. Iglesias lo enfrenta. Se lleva su mano al cinto donde guarda un revólver.) IGLESIAS: ¿Qué quieres? ¿Herirme o matarme? Tienes que decidir. Si me hieres, me defenderé y te volaré la cabeza de un tiro. Si me matas, llevarás en tu cuchillo la sangre de un hermano obrero que ha dado todo porque tú puedas tener los derechos y oportunidades que mereces por tu trabajo. Veo tus manos curtidas, veo tus botas sucias y tu ropa manchada y rota. Te cubres el rostro... tiemblas y tienes miedo. ¿Quién te mandó a matarme; Mauleón y su gente? ¿La gente de Barbosa? ¿Fueron ellos? Y todo porque no tienen el poder para seguirte dominando y están desesperados. ENCAPUCHADO: Me dijeron que le darían dinero a mi familia. IGLESIAS: ¿Y les creíste? Sabes que después que me entierres ese puñal, te encerrarán para toda la vida. ¿Es ese sufrimiento el que quieres para tu familia? Además de llevar la culpa de ha-


-­‐105-­‐ ber formado parte de... de esas turbas. Así es que se hacen llamar ustedes ahora... la turbas republicanas. ENCAPUCHADO: (Baja el cuchillo.) ¡Mis hijos se mueren de hambre! IGLESIAS: ¡Los matarás de vergüenza! ENCAPUCHADO: (Tira el cuchillo al suelo.) Perdone, compañero. Yo nunca quise hacer esto... Pero Mauleón... (Sale.) IGLESIAS: (En “meeting”.) Señor Gobernador, usted como norteamericano, ¿qué está haciendo para proteger a las clases obreras afiliadas a la American Federation of Labor? Esta Federación Americana tiene el apoyo de sectores muy ligados a la Presidencia de los Estados Unidos y de las grandes empresas que sostienen el capital de producción. A ella nos debemos, pero parece que usted no ha entendido ese apoyo. ¿Qué hará usted para protegernos de las turbas? ¡Barbosa cree que puede comprar todo, y si ha comprado a la Policía, no dudo que también lo ha comprado a usted! MAULEÓN: (Aparece como en “meeting”, amarrado a su bandera americana.) ¿Y cuál es tu problema gallego anarquista, de que los obreros voten por Barbosa y los republicanos? ¡Nosotros somos el Pueblo Soberano! ¿Pretendes tú educar a la clase obrera, que aún no puede ni siquiera organizarse? ¿Tu jefe Muñoz Rivera perdería las elecciones? Ah, ya veo, ¡es que tú eres anarquista, federal y ya pronto nos llamaremos unionistas! IGLESIAS: No tenemos ninguna relación con Muñoz Rivera. MAULEÓN: ¡Mentira, gallego morralla! Tú le estás dando tu culito gachupín a Muñoz Rivera. Y él, porque mira que le gusta la gusta la chichadera a ese cabroncete, ¡los va a coger de pendejos para pedirles el voto!, pero ni así gana las elecciones ese maricón federal. Y ustedes los socialistas, siempre dándoles el culo a la burguesía que los alimenta. IGLESIAS: ¡Ni somos ni nunca seremos anarquistas! (Luz sobre Gómez recitando el último parlamento de la obra de Romero. Manuel, Romero, sus hijas y los demás actores observan.)


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GÓMEZ: (Dirigiéndose al público: como PEDRO: de “La emancipación del obrero” de Ramón Romero Rosa, 1903.) “¡Aparta de ti la esclavitud, pueblo trabajador puertorriqueño! ¡Fíjate en la pobreza y miseria en que vives por causa de tu ignorancia, que era la mía! ¡Reanima tus fuerzas! ¡Y ven, sí, a llenar los huecos de la Federación del Obrero! ¡Ven, ven al sitio de honor que se te ha reservado! ¡Ven y verás, que al caer ese edificio de la explotación humana .... haremos de Puerto Rico una patria sin mentiras políticas: ... una patria, en donde todos seremos felices y dichosos cumpliendo con las leyes santas del Trabajo!” (Pausa. Termina.) ¿Qué tal? ROMERO: Luego de eso, entran las niñas cantando “Obrero acude a la Asociación...”, etc. etc. ... ¿Algún comentario? MANUEL: Tu obra es una copia de la obra de Gori. (Silencio incomodo de todos.) ROMERO: ¿Cómo? MANUEL: Perdona, Ramón, no quise ser tan... ROMERO: No importa, habla. MANUEL: Los personajes de esta obra tuya... La emancipación del Obrero.... están bien, no es mala obra, no fue eso lo que quise decir; pero... ROMERO: Pero... ¡di! MANUEL: Son casi los mismos de la obra Primero de Mayo de Gori; el Extranjero por ejemplo... ROMERO: Que simboliza las nuevas ideas, el Ideal Socialista en suma. MANUEL: El obrero que primero se confunde y luego se ilumina mediante la clara luz del sol. ROMERO: Se llama alegoría, Manuel. ¡Los personajes representan ideas! (Murmullos.) Tú sabes eso. MANUEL: ¡Pero la vida de un obrero no es una alegoría! (Todos se silencian.) Es una serie de eventos complicados donde se suceden el hambre, la miseria, la moral, la explotación religiosa, el dolor, la inocencia, la culpa... GÓMEZ: Si hablas de la escuela literaria naturalista, esta solo busca justificar la explotación burguesa por medio del positivismo.


-­‐107-­‐ MANUEL: ¿Por qué no vamos directo al punto y nos dejamos ya de alegorías? ¿No que íbamos a montar un teatro obrero nuestro, puertorriqueño? ¡Pietro Gori no es puertorriqueño! ROMERO: (Aunque comedido, molesto.) Bien, vayamos directo al punto. (Toma un folleto.) Aquí está tu obra, camarada puertorriqueño. Se llama Cosas del día, en donde un burgués se aprovecha de toda la clase obrera que le rodea para explotarla, robarle y hacerla padecer sin pagarle un penique, aún teniendo dinero hasta para botarlo. Bien. Hasta ahí estamos servidos. Pero... MANUEL: Ya sé lo que vas a decir... ROMERO: ¡Pero déjame decirlo! MANUEL: Adelante. ROMERO: Pero... la solución no es la organización sindical que a la altura de este año de 1902 en el que vivimos, se hace imperiosa y urgente; no, ni la lucha por el ideal, ni el la ilustración socialista de los obreros explotados... No... camaradas, la solución del compañero dramaturgo Manuel Alonso Pizarro en su obra Cosas del día, –que montaremos junto con la mía en nuestra próxima velada dramática–, ¡y que escribió en 1892!... NO ES iluminar al obrero, o convencer con lúcido racionalismo al burgués, sino M ATAR al burgués y de paso también matar al viejo obrero alcagüete que le sirve! MANUEL: Compañero, no se trata de matar... es una... ROMERO: ¿Una alegoría? ¡Ah! ¡Es una alegoría, carajo! El viejo criado representa ¿qué? A ver, ¡dímelo! MANUEL: La vieja... ROMERO: La vieja servidumbre esclava que le sirve a la joven burguesía capitalista y explotadora a la que todos tenemos que ¡matar!, ¡eliminar!, ¡apalear! ¿Cómo es que dicen los anarquistas de Andalucía? “¡A palos con ellos!” MANUEL: A palos con ellos, sí. ROMERO: (Se le acerca, algo intimidante.) Y después que matemos a palos a todos los capitalistas... ¿Quién nos va a dar trabajo, ¿ah?... anarquista? MANUEL: (Se levanta.) Tú también lo fuiste, ¿de qué mierda estás hablando?


-­‐108-­‐ ROMERO: Propaganda por el hecho. Sí, yo también leí a Malatesta. (Silencio.) Tu obra Cosas del día, va a representarse junto a la mía en la misma velada dramática tal y como la publicaste. Yo no voy a censurarte ni a decirte lo que tienes que escribir. Jamás lo haría porque aquí todos sabemos que eres de lo mejor que tenemos como escritor. Pero... MANUEL: Pero. ROMERO: No creo que esté de más que miremos las cosas desde otra perspectiva menos “violenta”. Y para no provocar las iras del camarada Iglesias, nuestro líder, ni de la AFL que nos apadrina… mantengamos nuestras diferencias un tanto... qué sé yo... se me acaban los eufemismos. Y ya que eres el mejor, no te olvides que de vez en cuando nos debes hacer reír un poco. (Mira el folleto.) Después de todo, aquí en la portada de tu obra dice “juguete cómico”, ¿no? (Oficina de Iglesias. Entra la policía.) POLICÍA: ¿Santiago Iglesias? IGLESIAS: Servidor. POLICÍA: ¡Dese preso! IGLESIAS: ¿Y ahora por qué? POLICÍA: ¿Es usted el fundador de la Federación Libre de Trabajadores? IGLESIAS: Eso lo sabe hasta el demonio. POLICÍA: Pues por asociación ilícita. Y por incitación anarquista para aumentar los salarios. Venga conmigo. Y no chiste. IGLESIAS: ¿Pero me estáis juzgando aún por las leyes españolas? Nosotros tenemos el cobijo de los sindicatos americanos, cuando de esto se enteren, ¡ustedes quedarán en el ridículo! POLICÍA: A mi no me lo diga, yo solo soy un obrero y obedezco órdenes. Muévase. (A Romero, en alguna esquina. Los actores ensayan.) CONDE: Estos cabrones arrestaron a Iglesias otra vez. Tenemos que ir a Estados Unidos. Necesitamos el apoyo de la AFL. Sin los americanos, esto será una masacre. Te tendrás que quedar a cargo por un tiempo. Ya nos veremos.


-­‐109-­‐ ROMERO: Vayan. Aquí estaremos bien. Yo me ocuparé de las turbas. (Conde Sale) (Romero queda preocupado mirando la noche desde el zaguán del teatro. Mientras del otro lado, una fila de “turbas’ con palos, bates y escopetas, caminan despacio mirándole amenazadores. Romero entra al salón.) Bueno, compañeros seguimos los ensayos mañana. Manuel, encárgate tú de tus ensayos. MANUEL: Me ocupo. ROMERO: Buenas noches a todos. Niñas. A casa. HIJA 1: Pero íbamos a ensayar con Manuel... ROMERO: ¡A casa dije! (A los demás.) Y ustedes también, se acabaron los ensayos por hoy. GÓMEZ: ¿Qué pasa? ROMERO: Ya te contaré. Vete a casa. Es tarde. Vamos, mis hijas. (Todos salen. Romero sale del teatro con sus dos hijas, aprehensivo. Aparece por asalto la turba de Mauleón. Encapuchados.) MAULEÓN: ¡Por ahí viene la flor del Romeral! (Los hombres rodean amenazantes a Romero y a sus dos hijas.) A ti te estaba esperando, Romerito.14 ROMERO: (Con valor.) Di lo que quieres y déjanos seguir. TURBA 1: Y esta cosita tan rica... (Toca obscenamente a una de las hijas.) HIJA 2: ¡Papá! ROMERO: Canalla... ¡Suéltala! (Cuando va a atacarlo, un turba lo sostiene. Otro sostiene a la otra hija, tocándola suciamente.) MAULEÓN: ¡Quietos! Ya... que quiero decirle algo a Romerito. ¡Óyeme, pendejo! ROMERO: Haz lo que quieras conmigo, ¡pero deja a mis hijas! ¡No las toques, asqueroso! MAULEÓN: Oye la noche, Romerito... pssss... olvídate del llanto de tus hijas, de las risas de mis muchachos... ¡y oye la noche!... la noche de las calles adoquinadas de San Juan... estos silen 14 EL ataque a Romero Rosa y a sus hijas por parte de las turbas de Mauleón ocurrió en los primeros meses del año 1902 y fue uno de los sucesos más terribles y dramáticos de la lucha obrera socialista. Las noticias de los periódicos reportan que las hijas fueron tan golpeadas que una de ellas apenas sobrevivió. Romero Rosa estará recluido más de cuatro meses en el sanatorio de San Juan.


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cios son terribles... ¡estamos tan solos! Demasiado solos para andar soñando con revoluciones socialistas y pactos con Muñoz, y esas mierdas... ¿Qué crees que va a hacer tu líder Iglesias en Estados Unidos? ¿Acaso no se está reuniendo con Muñoz para hacerlos federalistas a todos ustedes? Y aquí... en estas calles.... nosotros, el pueblo soberano, el que tiene el poder, ¡el que manda! Nosotros, los verdaderos americanos... somos los que vamos a decidir. ¿Qué te creíste que era esta lucha? ¿Palabritas lindas? ¿Y nuestros derechos, Romerito? ¿Te olvidaste de nuestro derecho a tener el poder? (Le manda un garrotazo a la cabeza y Romero cae. Las hijas gritan, los hombres ríen.) ¿Duele? Así también nos duele a nosotros cuando te vas en contra de la gente que nos emplea con tus mierdas huelguistas. ¿Y dónde está el Galleguito para defenderte? Se fue para Estados Unidos a darle su culito español a los sindicatos americanos. Ahora dicen que le van a pagar para organizar obreros de aquí. ¡Se vendió como lechón podrío! (Otro garrotazo a la espalda. Más gritos.) ¿Y que Federación defiende a tus hijas ahora? TURBA 1: (Levanta la falda de una de las hijas.) Vamos, nena, déjame ver tus joyitas. (Le mete sus manos por sus piernas entre gritos y forcejeos.) Dame acá esas tetas, puta. ROMERO: Deja mis hijas. ¡cabrón! Déjalas... (Mauleón lo patea.) MAULEÓN: ¿Querías revolución, puñetero anarquista? ¡Llévale esta a Iglesias! (Lo golpea con el garrote.) ¡Y esta otra al maricón de Muñoz Rivera! (Otra patada.)


-­‐111-­‐ TURBA 2: (La tira.) Esta es una llorona. ¡Sucia obrera puta! (Uno de ellos golpea a una de ellas con un garrote y esta cae junto a su padre, quien como puede la defiende.) ¡A palos con estos malditos anarquistas! ¡A palos con ellos! (Varios más los patean, mientras otros tocan, manosean y casi ultrajan a la otra hija. Se oye un silbato y voces. La turba se recoge y huye.) MAULEÓN: (Saca su revólver y lo pone en la cabeza de Romero.) Barbosa te guarda esta bala pa’ tí. Es una bala republicana y tiene escrito tu nombre. (Entran corriendo Manuel, Gómez y otros. Gómez va a socorrer a Romero y las hijas. Manuel llega hasta Mauleón y le salta encima y lo golpea varias veces. En la trifulca Mauleón logra soltarse del ataque y ponerse de pie, le apunta con la pistola a la cabeza de Manuel.) MAULEÓN: ¿Y tú quién eres, negro bravito? ¿Tú también quieres lo tuyo? (Manuel da un paso adelante, sin miedo alguno. Mauleón amartilla la pistola. Manuel da otro paso. Se escucha otro silbato y más voces.) ¿No tienes miedo? MANUEL: De ti, ninguno. MAULEÓN: ¿Cómo te llamas, negrito? MANUEL: Anarquista, me llamo. (Va a lanzarse otra vez y Mauleón huye. Vuelve a los heridos. Llegan más gentes.)


-­‐112-­‐ GÓMEZ: ¡Esta la van a pagar! MANUEL: (Para sí.) Hijos de puta... ¡hijos de puta! ACTRIZ NEGRA: Aún cuando el ataque contra nuestro líder Ramón Romero Rosa, ha sido devastador para nuestra Federación, las órdenes son que continuemos adelante. El camarada Iglesias y el compañero Eduardo Conde están negociando en Estados Unidos mayores beneficios y protección para nuestra clase obrera y su regreso será pronto. Por esa razón no debe decaer nuestra lucha y nuestro trabajo de reivindicación de nuestra digna clase obrera. La velada dramática de hoy es necesaria para levantar fondos para los gastos médicos de varios compañeros que han sido atacados por las turbas republicanas... por eso hoy presentaremos para disfrute y educación de nuestros federados, dos piezas cómicas, una de ellas titulada Jugar con dos barajas, escrita por el compañero Manuel Alonso Pizarro, y otra por el compañero... (La turba. Mauleón bebe.) MAULEÓN: No se me sale de la cabeza el puñetero negrito que me golpeó la otra noche. Yo sé que está ahí adentro con los actores. Él es de ese “Teatro Libre”... TURBA 1: Pero el teatro está lleno, son mucha gente y nosotros somos... TURBA 2: Si te atacó una vez, te tira de nuevo. MAULEÓN: ¿Pa’ qué tenemos pistolas, mamao? Dale, si tienes miedo, métete un trago y no jodas más. TURBA 1: (Se lo da.) Pero ese teatro está lleno de mujeres y niños, Maula, mejor lo dejamos pa’ otro momento. Vamos a darle leña a los federales; deja esta gente tranquila que son obreros, como nosotros. MAULEÓN: Ustedes son unos cagones. (Saca su pistola.) Vamos... (Mauleón y los suyos se allegan al teatro. Tensión en el público y los actores.) MAULEÓN: Ey, ¡anarquistas! Salgan pa’cá fuera, vengan... que les vamos a bailar una rumbita...


-­‐113-­‐ ACTRIZ NEGRA: (Al público.) Por favor, no salgan a la calle. Compañeros, no nos dejemos provocar. MANUEL: (A Gómez y a otros.) Vamos... si quieren leña, leña les damos. ACTRIZ NEGRA: No, Manuel... ¡esa gente esta armada! MANUEL: ¿Y qué? (Agarra un madero, le da uno a Gómez.) GOMEZ: Ya han matado a otros, quédate quieto. Con la puerta cerrada, no van a entrar aquí. MAULEÓN: Oye, negrito... ¡nunca me dijiste tu nombre! Sal pa’ fuera, negrito. Déjame verte esos ojos de gallina de nuevo. ¡Negro! ¡Negro indecente! ¡Negro cobarde!

GÓMEZ: No salgas, Manuel. ACTRIZ NEGRA: No, Manuel...


-­‐114-­‐ MAULEÓN: ¡O sales o entramos nosotros! MANUEL: (Pausa.) ¡Ven a buscarme, cabrón! MAULEÓN: ¡Pues a eso voy! (Las turbas entran al teatro y disparan varios tiros al aire. El público huye, mientras las turbas le caen a garrotazos a la gente que busca como huir. Manuel y Gómez pelean como fieras hasta que las turbas finalmente los rodean.) ¿Te crees que se me olvidó la bronca que tuvimos la otra noche? Ahora me vas a decir tu nombre, antes de pegarte un tiro en la cabeza. MANUEL: Tú no tienes cojones para eso. MAULEÓN: ¿Cómo te llamas, negrito enano? MANUEL: Anarquista, me llamo. MAULEÓN: (Ríe.) Ooohhh... Tú te llamas... Manuel Alonso Pizarro. Y sí, eres un jodido negro anarquista de Guayama. Y que conste, que el único negro decente de este pueblo soberano, es el Maestro José Celso Barbosa. Nadie más merecería ser negro. Porque negros tan decentes como ese, no hay dos, carajo. ¡Barbosa es el único negro que no apesta! MANUEL: Si sabes quién soy, ¿para qué preguntas? MAULEÓN: Porque me enteré que eres primo de Jorge Alonso Fernández, que es de los nuestros, allá en Guayama. ¿Por qué carajo no respetas tu sangre y te vienes de nuestro lao, negrito? (A Gómez.) Y este otro negro apendejao, Fernandito Gómez Acosta, socialista, mariconcete, escritorcito de a vellón, lameculo del gallego y de Romerito. ¿Qué vamos a hacer contigo? GÓMEZ: Lameculo será Barbosa, so cabrón. (Mauleón lo golpea. Gómez trata de ripostar pero los demás lo golpean con violencia y Manuel se lanza a defenderlo. Los golpes se confunden y Mauleón dispara al aire. Todos quietos.) Este teatrito socialista me lo cierran hoy antes de que yo le prenda fuego por las cuatro esquinas. Manolito, negrito sucio. El pueblo soberano te espera. Hazle caso a tu sangre y vente con nosotros. Necesitamos cojoncitos como los tuyos. MANUEL: Antes muerto. MAULEÓN: Pues está bien. Te matamos. Tu primo me lo perdonará. (Los silbatos de la policía.) Ahhh, ya llegaron estos mamaos. Vámonos, que me da güeva tener que ir al cuartel,


-­‐115-­‐ pagar una jodía multa y salir libre otra vez. Ya no me divierte. ¡Quiero joder! ¡Quiero quemar San Juan entero para purificarnos de estos federales y de estos socialistas de mierda! Ya nos veremos otra vez, negrito sucio. (Salen.) (Manuel y Gómez se levantan como pueden, adoloridos, pero vivos.)

(Manuel se acerca despacio a Fabriciano mientras este habla.) FABRICIANO: Querido Manuel.... odio con todo mi corazón este momento. Pero te escribo destrozado por el dolor. Geñita murió anoche. Tu hermano la encontró moribunda, mientras


-­‐116-­‐ gritaba tu nombre. El médico no sabe de que murió pero dijo que su sangre estaba infectada. Yo, por mi parte creo que Geñita murió de hambre, Manuel. Y tú no estabas aquí. Murió sola, llorando... ¡de hambre! De hambre de alimento, sí, pero también de hambre de tu amor y de tu compañía. Manuel Alonso Pizarro, querido discípulo, honrado zapatero y tipógrafo, intelectual obrero, hombre de letras... ¡este abandono tuyo no tiene perdón de Dios! Yo no te lo perdono. (Manuel cae de rodillas llorando a lágrima viva.) Espero que recibas esta carta con suficiente tiempo para que puedas llegar a Guayama, antes de que se pudra ese pobrecito cuerpo que el amor te regaló con tanta generosidad. Ojalá puedas poner una flor sobre ese anónimo montecito de tierra. Tu maestro y amigo que siempre seré... Fabriciano. (Morel se acerca con un periódico.) MOREL: “Periódico “Unión Obrera”, primero de marzo de 1903. Algo quebrantado de salud, por la nostalgia que embarga su espíritu, desde la reciente desaparición de su idolatrada compañera, hemos tenido el gusto de verlo entre nosotros, durante algunos días, que nos han sido de agradables satisfacciones. Este estimado amigo, es uno de los obreros intelectuales que en Guayama, sabe honrar la clase a que pertenece, y el país le conoce por las producciones literarias que han hecho popular su nombre. Adicto siempre a la cultura de la clase obrera, ha puesto en nuestras manos varias de sus últimas producciones, entre ellas una pieza dramática que titula El hijo de la Verdulera, que haremos conocer en los centros obreros, y otras producciones más inéditas, dignas de ocupar puesto en nuestra bibliografía, hoy descuidada.” MANUEL: Gracias, compañero. (Lo abraza. Para sí.) A mi regreso a San Juan, veo desde la ventana del tren cómo la más grande miseria se cierne sobre todo el país. MOREL: Desde Ponce... los obreros aguantan el golpe de la gran hambruna que acaba de llegar gracias las nuevas prácticas capitalistas de explotación que permiten los Estados Unidos a sus corporaciones recién instaladas en nuestro suelo.


-­‐117-­‐ JOSÉ: Desde Mayagüez, la política ni avanza ni convoca. Federales unionistas y republicanos sobreviven con el viejo odio. La violencia se apodera de las calles. Mayagüez es un pueblo sin alma, sin voluntad. ROMERO: El Segundo Congreso Obrero busca una nueva coalición de fuerzas. Ya las huelgas no son suficientes. Algo más poderoso y contundente nos hace falta. GÓMEZ: La policía interrumpe continuamente los meetings y las turbas republicanas ceban su odio disparando contra las multitudes obreras. CONDE: Las turbas ya se han diseminado por todos los pueblos. IGLESIAS: En Mayagüez, en Ponce, en Guayama, en cada “meeting” del Segundo Congreso Obrero, las turbas de Mauleón y sus gentes disparan sin piedad y apalean a todos cuantos se levantan a hablar en nombre de la Federación obrera. ¡Sr. Presidente de los Estados Unidos! ¡Señor Presidente de la American Federation of Labor! ¡Esto ya es insoportable! CONDE: ¿Y qué hace el gobierno gringo en Puerto Rico? ¡Un soberano carajo! Tenemos que obligarlos a que nos tomen en cuenta. ¡Esto ya es inaguantable! (Aparece Mauleón.) MAULEÓN: ¡El soberano es el pueblo! ¡Nosotros somos el pueblo! Ustedes son la aristocracia, la hipocresía, el contubernio, el engaño. Ustedes son la verdadera burguesía. El pueblo se levantará sobre sus cadáveres de miseria. Los Estados Unidos reconocerán que somos hijos de su Gran Nación. ¡Hemos tenido el poder, hemos tenido la fuerza. Somos hijos de los Estados Unidos. Somos fieles americanos, ¡somos el Pueblo Soberano! ¡Adelante Barbosa! ROMERO: Tal vez, ahora cuando vemos a nuestros obreros muriéndose de hambre en las calles y en los campos, cuando el capitalismo ha esquilmado y explotado hasta donde no se puede más a la tolerante clase obrera puertorriqueña, entonces tal vez, las viejas diferencias caerían.


-­‐118-­‐ MAULEÓN: Incluso a alguien se le ocurrió, creo que fue al gringo socialista ese de Samuel Gompers, que nosotros, los obreros republicanos nos uniéramos a los federales unionistas y a los socialistas en una sola Federación... sí, cómo no, eso solo pasará cuando Iglesias me dé su culo para enterrarle una dinamita. (Levanta su pistola y dispara contra Iglesias.) ROMERO: Las turbas disparan contra Iglesias en un “meeting” en Ponce. En poco lo matan. CONDE: Nuestra gira por los pueblos del interior promoviendo el Segundo Congreso Obrero, nos abrió los ojos a una inevitable verdad. Necesitamos de los americanos para salir de esta miseria. GÓMEZ: ¡Pero llevamos cuatro años con ellos y mira a donde hemos caído! IGLESIAS: Los Estados Unidos son nuestra única salvación contra la barbarie a la que los capitalistas llevaron a este pueblo. GÓMEZ: Los capitalistas nos salvarán de los capitalistas. ROMERO: Si no fuera por las garantías que nos ofrecen los Estados Unidos, los maquiavelos del día, las malditas turbas habrían acabado con nosotros. (Frente a todos.) MANUEL: Entonces, hermanos obreros, ¿cuál es la moraleja de esta muerte tan lenta? ¿Cuál es esta nueva alegoría socialista


-­‐119-­‐ que tanto me exige mi hermano Romero Rosa? La muerte ronda no solo por las calles, sino en nuestra pluma, en nuestros escenarios, ¡en nuestra conciencia! Aquí está nuestro teatro obrero para presentar la alegoría de esta barbarie. Pero somos intelectuales, no producimos más bien que el bien del pensamiento. No podemos dar de comer a una obrerita que se muere de hambre y de amor... ¡porque una suprema IDEA nos llama para que abandonemos todo en su nombre! (Pausa. Intenso y amargo.) ¿Pero qué tienen que ver las ideas con el hambre? Las ideas no dan de comer a una jovencita enamorada de la esperanza. ¡Yo no quiero perder mi vida negociando con esperanzas! ¡Quiero la revolución! ¡Y la quiero AHORA! Entran dos obreras, madre e hija, cargando una bandera negra y otra roja. Cantan en italiano la “Marcha del Primero de Mayo” de Gori. Las mujeres pasan como un recuerdo glorioso de sangrientas luchas. Las banderas ondean con la fuerza de la voz de las obreras, que cantan como si de esa voz brotara toda la historia olvidada. Los hombres las observan con intensa solemnidad, especialmente Romero, quien no puede evitar emocionarse. Manuel tampoco, y saluda con una reverencia sentida y sencilla a la obreras que pasan por delante suyo, como un haz de luz esplendoroso. José y Morel las siguen. Conde y Gómez salen cada uno por su lado. Romero pone una mano solidaria en el hombro de Manuel y luego sale. Iglesias se queda mirando todo de muy lejos. Manuel se le acerca como para pedirle una explicación. Antes de que hable, Iglesias se encoge de hombros con un gesto indiferente y sale de escena. Entra Fabriciano, más viejo, más cansado. MANUEL: La obra que escribí sentado en la tumba de Geñita, te la dedico a ti. FABRICIANO: Regresa a tu pueblo. No hay nada que puedas hacer allá. Ven a trabajar conmigo como maestro. Enseña lo que sabes. MANUEL: A mi querido profesor, Fabriciano Cuevas Sotillo. Para tí Maestro, mi mejor alegoría anarquista: “El hijo de la verdu-


-­‐120-­‐ lera”15. Es lo que siempre fui, ¿te acuerdas? El negro hijo de la verdulera. (Se ilumina el escenario. Los actores representan la primera escena de “El hijo de la verdulera”. A una actriz que ensaya sus líneas.) MANUEL: Compañera…. Descanse, ya mismo vamos a repasar el monólogo de Micaela. ACTRIZ NEGRA: Como tú digas, Manuel. (Sale.) (Una jovencita de 25 años, interrumpe el ensayo. Es Luisa Capetillo (1879-1922.). Quien poco después será la voz más sonora del anarquismo puertorriqueño. Madre, amante, sufragista, espiritista, filosofa y dramaturga. Gómez, Romero y Conde la reciben.) LUISA: Buenos noches, ¿puedo pasar? GÓMEZ: ¿Y la compañera quién es, si se puede saber? LUISA: De la Unión de Torcedores de Arecibo, con la Federación Libre. ROMERO: ¿En qué la podemos ayudar, camarada? LUISA: Estoy de viaje por diversos puntos de la Isla, adquiriendo conocimiento sobre nuestra causa, participando de la educación de los centros sociales y finalmente llego a San Juan, y estoy emocionada, mejor dicho enorgullecida de poder estar aquí y aprender de ustedes... ROMERO: ¿Y además de la industria del tabaco, a qué se dedica? LUISA: Soy madre... y escribo16. MANUEL: ¿Cómo se llama la compañera? LUISA: Luisa... Luisa Capetillo Perone. CONDE: ¿No está usted muy joven para andar sola por estos caminos? Mire que hay mucho hijo de puta republicano suelto y loco por estas calles. LUISA: No pude resistir la tentación de escuchar el ensayo de esta escena. ¿De dónde es? 15 Alonso Pizarro, Manuel. El hijo de la verdulera. Pieza cómica en un acto y en prosa. Guayama, Puerto Rico. Tip. Áureo Álvarez. 1902. 16 Luisa Capetillo trabaja en un primer libro de ensayos titulado Ensayos Libertarios que publicaría en 1907.


-­‐121-­‐ GOMEZ: Es una obra del compañero aquí presente, Manuel Alonso Pizarro. Se titula El hijo de la verdulera. ROMERO: La próxima semana Santiago Iglesias inicia una cruzada obrera por Ponce, junto con sus meetings, la “Juventud Socialista” representará algunas piezas. Ramón Romero Rosa, para servirle. Eduardo Conde, Manuel Alonso Pizarro, Fernando Gómez Acosta y los compañeros del Teatro Libre de la Federación. LUISA: Yo tengo algunas piezas que bien podrían servir a este empeño. Tengo algunas escritas y otras aquí... en el tintero de la Idea. MANUEL: Me gustaría mucho conocerlas. LUISA: Ya que en su obra se habla de una jovencita llamada Teresa, me pregunto... si hemos hablado sobre la actual condición de la mujer obrera en el teatro. ¿Podemos llevar a escena obras de teatro sobre ella? ¿Acaso la mujer no tiene un rol importante en la lucha por las reivindicaciones sociales? ROMERO: Por supuesto, compañera. La lucha obrera no existe sin la mujer obrera. LUISA: (Sube a ellos.) Pero la mujer de nuestros campos, la madre, la joven obrera que trabaja 12 horas por quince centavos... ¿quién hablará de ella? MANUEL: Usted compañera. LUISA: Quiera Dios que así pudiera. ROMERO: Dios... ¿la compañera es creyente? LUISA: (Con firmeza y decisión.) Y espiritista. Vegetariana por convicción, madre y creyente fiel en el amor libre entre los seres. ROMERO: Me parece... (Busca ocultar su confusión.) Bien. Así que la compañera es... anarquista. LUISA: Ácrata se escucha mejor, ¿no cree el compañero? ROMERO: Le entiendo. Bueno, sea bienvenida a nuestro teatro. ¿Se quedará usted unos días en San Juan? LUISA: Unos días, sí. Luego voy a Caguas. Algunos camaradas desean fundar un Centro de Estudios Sociales y creo que podría contribuir. ROMERO: Pues sea bienvenida. (La invita a sentarse. A Manuel.) Sigue trabajando tú, tenemos reunión del directorio.


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(Romero, Gómez, Conde y los actores desparecen de la escena. Quedan Luisa y Manuel solos.) MANUEL: ¿Espiritista, ah? LUISA: Sí. Reencarnacionista. Naturista. MANUEL: Y “ácrata”. ¿Socialista? LUISA: Libertaria. Sindicalista. MANUEL: Puf... ¡Qué muchas palabras! LUISA: Hay muchas confusiones. Es mejor aclarar, compañero. MANUEL: Cuando yo era pequeño, mi madre, cuando estaba en pena, recitaba algunos versitos africanos que nunca comprendí. Lo hacía muy bajito para que yo no la oyera, pero el caso es que la oía, y aquellas extrañas palabras africanas, llenas de vocales sonoras y abiertas, marcaron mi corazón para siempre. Y aún me estremezco cuando las oigo en la voz de alguna obrera negra de nuestros campos. ¿Eso me hace “espiritista”? LUISA: No lo sé. Sí sé que la reencarnación es un hecho tan cierto y vivencial. Tenemos muchas vidas para aprender justicia. Pero nuestro imperativo moral nos manda a hacerla ahora y aquí. MANUEL: ¿Y has escrito teatro? LUISA: Tengo algunos bocetos de piezas breves y pienso que una obra grande sobre la abolición del salario, en la que se pueda convencer a un capitalista de que está en su conciencia y en su deber la solución de nuestros problemas, no debería hacerse esperar. MANUEL: La redención de los obreros ha de ser obra de los obreros mismos. LUISA: ¡Por supuesto! ¿Pero acaso no debemos aspirar como anarquistas a una sociedad donde el poder del capital sea abolido, donde todos podamos ser felices en una sociedad altruista, equitativa, humana? MANUEL: ¿Y crees que el espiritismo puede lograr eso? LUISA: Las máximas de Cristo, los justos principios de la reencarnación, la caridad... si fueran observadas por todos los que sufren la explotación, serían las que dominarían al mundo. Junto con el espiritismo, el verdadero anarquismo cuya base está


-­‐123-­‐ en la generosidad, el bien común, la abolición de la propiedad... MANUEL: Lees mucho. Prudhon, Malatesta... aquí vivimos cargados de cientos de libros y periódicos de todas partes del mundo. Los aprendemos de memoria. Los recitamos. Pero... ¿qué piensas tú? Tú, mujer anarquista. No me recites a Malato, ya lo conozco. Quiero saber cuál es tu opinión. LUISA: Nadie me la había preguntado nunca. Pienso como Tolstoi, que... MANUEL: Tu opinión. LUISA: Mi opinión. (Sonríe.) Mi opinión17... ¿Y la tuya? ¿De qué van tus obras? ¿Qué dice El hijo de la verdulera? Me pareció una escena cómica. ¿Así son todas las obras del Teatro Libre? MANUEL: No. Mi teatro... distinto al tuyo, no está en mi cabeza, esta en la acción directa. Lo he publicado cuando he podido, lo sigo escribiendo. Ahora ponen mis obras en las giras de Iglesias. Aquí escribimos yo, Gómez que tiene una obra excelente y las alegorías y diálogos de Ramón. LUISA : ¿Pero qué dices contra los capitalistas? MANUEL: Pues yo digo que a los capitalistas... (Mira a todos lados.)... hay que matarlos. LUISA: ¿Cómo? No... ¿por qué? MANUEL: Sería lo justo, ¿no? Ellos nos han explotado hasta los huesos, han matado de hambre a generaciones enteras. Han matado a nuestras familias, a nuestros hermanos. Se burlan de la moral, de todo lo sagrado, compran los gobiernos y las leyes, compran la inocencia de los niños… todo pierde valor ante el imperio del dinero. Creo que lo mejor que podríamos hacer con todos ellos, es picarlos a machetazos en una plaza pública. (Sonríe.) Pero tranquila. Hay anarquistas y hay (Se encoge de hombros y la señala.) “anarquistas”. Si queremos permanecer haciendo nuestra tarea en este espacio que se nos ha ofrecido, compañera.... es mejor no hacer tan obvias nuestras diferencias. LUISA: Pero los compañeros de la Federación... 17

Así se titulará el próximo libro de Capetillo, Mi opinión, publicado en 1910.


-­‐124-­‐ MANUEL: (La aparta un poco.) Luisa... No voy a pensar que tu ingenuidad tiene algo que ver con tu condición de mujer. LUISA: Lo consideraría una ofensa. MANUEL: Lo sé. Por eso mismo vamos a achacársela a tu distancia de los hechos políticos que aquí se están dando. LUISA: Estoy al tanto. MANUEL: No. No lo estás. Hechos políticos confusos y oscuros, que de alguna manera forman nuestras ideas económicas. Oportunidades para unos que son desgracias para otros. LUISA: Mis lecturas anarquistas.... MANUEL: ¡No somos europeos! No somos rusos, ni españoles, ni mucho menos americanos. Somos puertorriqueños en medio de una vorágine de intereses políticos que nada tienen que ver con la lucha obrera; terribles confusiones que terminarán por acabar con las más grandes y hermosas ideas, si seguimos “hablando” bajo premisas de igualdad. LUISA: Pero debemos aspirar a esa igualdad. MANUEL: No... porque no somos iguales. (Ríe.) ¡Tarde hemos venido a descubrir que dentro de la misma Federación Libre hay burgueses! Hay obreros muy interesados en que los capitalistas continúen su abusadora producción... porque no importa cómo ésta nos explote, ¡garantiza trabajo! LUISA: Pues entonces nos convendría abogar en nuestras obras por la abolición del salario, como acaba de escribir Tolstoi. Hay tantas ideas con las que podríamos hacer teatro... MANUEL: ¿Cuántos años tienes? LUISA: Veinticinco. MANUEL: Yo tengo 43 y estos ojos han visto todas las miserias. Desde que éramos ignorantes artesanos gremializados en los años del componte, ¡hasta esto que pretendemos levantar hoy! Ha sido una carrera muy larga, compañera. Nos han despojado de todo. Y hemos llegado desnudos al final. LUISA: Pero ha sido gloriosa. MANUEL: Estas ideas “sublimes” nos sirven para despertar las conciencias que Muñoz Rivera, Barbosa y ahora los americanos adormecieron. Pero anarquistas puros, del corazón, como yo, como tú... créeme... ¡no nos quieren aquí! Nuestras ideas


-­‐125-­‐ de redención son hermosas, pero no son prácticas. No son posibles. Eso nos convierte en un problema. LUISA: Esto no puede ser verdad. No quiero creerte. MANUEL: Así que por ahora negociamos, nos adaptamos, nos escondemos tras ellos para seguir haciendo la tarea que nos toca. ¿Me entiendes? Así lo hicimos con los burgueses cuando fuimos artesanos, así nos toca hacerlo ahora con nuestros propios camaradas socialistas. LUISA: Pero, ¿cómo puedo ser infiel a mi conciencia? ¿A mi condición de mujer y madre? ¡A mi humana condición! ¡Nunca dejaría de ser espiritista, o anarquista, pero tampoco dejaría de apoyar a la Federación! MANUEL: ¿Y la Federación apoyará tus ideas? LUISA: ¡Te deja expresar las tuyas! MANUEL: Las tolera. Pero no sé hasta cuándo. (Pausa. Al verla a ella confundida.) Estamos solos. Muy solos. Tú, yo, y los demás ácratas que creemos que la vida es acción directa, urgente... Todo el que ha pensado que la revolución será mañana al levantarse el sol… ¡está solo! LUISA: (Muy bajito.) No... no... MANUEL: La revolución ocurrirá, sí, ¡pero solo en nuestra imaginación! (Silencio.) Si quieres... tráeme tus obras. Hablaré con Ramón. Él es quién decide lo que se monta y lo que no. Así que no te prometo nada. LUISA: No voy a negarle ni al compañero Ramón ni a nadie que soy anarquista, espiritista, que soy creyente en Dios, ¡que soy mujer antes que nada! Y que aspiro a la máxima libertad de la esclavitud moderna y al amor enteramente libre. ¡Esa es mi revolución y no voy a negarla! MANUEL: No te preocupes. Yo no puedo negar que soy negro. (Oscuro. Transición musical.) (Una actriz interpreta el monólogo de Micaela de “El hijo de la verdulera”. Al mismo tiempo, una pantomima grotesca con los personajes narrados, se desarrolla frente al público.) MICAELA: En el mundo hay muchos hijos sin padres; y viven muy tranquilitos y hasta son admitidos en la buena sociedad.


-­‐126-­‐ Si no que lo diga Miguelito. La madre de ese guapo joven era una mulatona, esclava de Don Nicolás el prestamista. ¡Mulatona y esclava! Y Miguelito ha llegado a ser nada menos que Alcalde. ¡¡Alcalde el hijo de una mulatona esclava!! Ah, pero Miguelito tiene mucho oro, y ya se sabe que el oro es una llavecita mágica, con la cual pueden abrirse todas las puertas de la sociedad. ¿Y qué diremos de Don Casimiro, el Presidente del “Casino Aristocrático”? Este Señor Don Casimiro, según afirman las malas lenguas, es el hijo de un cura. Sí, de un cura que no ha podido darle su apellido, porque como los curas no quieren más que casar y no casarse, tienen que hacer a veces lo que no manda Dios; es decir, tienen que buscar sus mujercitas para pasar sus ratitos alegres, de las cuales mujercitas y los tales curas resultan luego esos hijos sin padres que los muy tunantes llaman bonachonamente sus “ahijados”. Pero ¿qué importa que Don Casimiro no pueda decir quién es su padre? ¿Y qué importa, además, que ese hombre sin entrañas haya estado en la cárcel nada menos que por haberse robado unos caballos? ¿Qué importa? ¡Nada! ¡Nada! Él es inmensamente rico y por sus riquezas, no sé si bien o mal adquiridas, puede codearse con lo más granado de la sociedad como si fuera una persona digna, y acaban por elegirle Presidente, colocándole en el puesto más alto cuando todo el mundo sabe que Don Casimiro es un borrico. Y lo mismo acontece con Don Timoteo. ¿Quién al verlo por las calles tan hinchado, con su sombrero de copa, sus lentes de oro, su botonadura de brillantes, su traje finísimo y tan desdeñoso con los pobres, ¿quién, al verlo, es capaz de creer que es hijo de una prostituta? Y es que la madre de Don Timoteo le dejó al morir veinticinco mil pesitos, producto de su honradísimo trabajo, y esos veinticinco mil pesitos hacen de Don Timoteo una persona decente siendo nada más que un miserable. ¡Oh poder del oro...! Yo tampoco soy muy allá que digamos. Mi padre era ventorrillero; mi madre... planchadora; mi abuelita.... ¿por qué negar lo que era mi abuelita? Mi abuelita, que tenía la piel bastante oscura y el pelo no muy bueno, fué mucho tiempo cocinera; después puso un fonducho, y murió vendiendo arroz con carne, bacalao frito, morcillas y todas esas comidas mal olientes que no faltan


-­‐127-­‐ en las fondas... ¡Que se case Teresita, que se case, y salga de nuestra casa la miseria. ¡Inhumana miseria! (Luces sobre los líderes) ROMERO: ¡Octubre de 1905! La huelga más importante en toda nuestra historia obrera, llega a su punto más crucial. Trabajadores de la caña, trabajadores de los muelles, se lanzan a la calle en busca de mejoras sustanciales en la jornada de trabajo. ¡$1.00 dólar de jornada diaria para los braceros de la caña! IGLESIAS: El compromiso de alianza del Partido Obrero con el Partido Unionista queda sellado con su triunfo eleccionario, que ciertamente brindará muchos y buenos beneficios a la clase obrera puertorriqueña. Saludamos a los compañeros del Partido Unión, a los señores Muñoz Rivera, José de Diego, Matienzo Cintrón18, y esperamos que nuestro pacto produzca los frutos que merece nuestro país. CONDE: Miembros destacados del Partido Obrero, fueron a la papeletea del Partido Unión para garantizarse un espacio en la Asamblea Legislativa. Entre ellos, el delegado Ramón Romero Rosa como candidato a la Cámara. ROMERO: Es una aspiración legítima de los partidos obreros la posesión del poder político para la clase trabajadora. CONDE: Si bien la American Federation of Labor no apoya las candidaturas de los obreros en la papeleta de la Unión, todos están de acuerdo en que ciertas alianzas son beneficiosas. Ciertas negociaciones, convenientes. GÓMEZ: Ciertas personas indispensables. Curioso ver a Muñoz Rivera saludando a Santiago Iglesias, a quien acusaba de querer matarle. ¡Qué extraños caminos de confusión y secreteo abre la política partidista al obrero puertorriqueño! 18 Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Rosendo Matienzo Cintrón fueron los artífices de la alianza entre federales, republicanos y socialistas que se llamó el Partido Unionista entre 1904 y 1905.


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CONDE: Las huelgas cañeras del norte y las de sur obligan al “trust” cañero a la negociación. Pero también llevan a la confrontación. Los colonos cañeros traen campesinos hambrientos de la montaña como sucios rompehuelgas. ROMERO: Los tiros de la policía y las nuevas turbas, ahora sin nombre, atacan a los obreros en huelga y los patios de las centrales y las plazas de los pueblos se tiñen de sangre obrera puertorriqueña. IGLESIAS: (A Romero.) Así que ya lo sabes. Déjaselo saber a todos. No más teas revolucionarias, no más gritos de guerra, no más confrontaciones. ¿Lo entiendes? ROMERO: Lo entiendo. Pero hay movimientos que nadie los detiene, Santiago. Hay ideas que no mueren simplemente porque tú las mandes a matar. IGLESIAS: Si te refieres a los anarquistas… ROMERO: Sí, de ellos hablo. IGLESIAS: Bah… ¿Y de qué me asombro? Fuiste uno de ellos. ROMERO: Pero ya no lo soy. Gracias a ti. IGLESIAS: ¿Quieres poder sindical? ¿Quieres el apoyo de Estados Unidos? Ya sabes que Gompers no quiere alianzas con nada que tenga que ver con violencia19. ¡Y nuestro pasado violento apesta más que nuestra mierda! Además, ¿quieres que los Unionistas nos dejen participar de... GÓMEZ: ...las migajas de su poder. IGLESIAS: (Iracundo.) ¡Ganamos las elecciones, carajo! Le ganamos a los puñeteros republicanos, ¡y estamos ganando esta Huelga! Nunca antes el movimiento obrero había estado tan unido. ROMERO: ¿De veras lo estamos? CONDE: ¡Esta huelga ha demostrado que somos capaces de detener la producción de todas las centrales! ¡Hay más de 20,000 obreros en huelga! 19 Una de las condiciones de la AFL que dirigía Samuel Gompers, para aceptar la representatividad de los obreros puertorriqueños, era que estos se disociaran de todo movimiento anarquista.


-­‐129-­‐ IGLESIAS: ¡Porque esto es una huelga general, señores, una huelga de todo el país! ¡Campos y pueblos en la calle! ¿Es que no entienden que esta era la estrategia que nos hacía falta para unirnos? CONDE: ¡Es la Federación la que nos ha dado el triunfo! ¿Dónde está ahora la gente de Barbosa? ¿Dónde está Maula y sus turbas? ROMERO: Aún están. Son menos, pero aún están. Se mezclan con la Policía, están entre los rompehuelgas. Los agitan, los dirigen, los entrenan. ¿No conoces el poder del resentimiento? IGLESIAS: Tú estás en la Cámara Legislativa. Ya sabes lo que tienes que hacer desde allí. Los demás mantendremos la organización hasta que ganemos la Huelga. Gompers y los “charters” de Estados Unidos nos mandarán todo lo que necesitamos para sostenernos. Negociaremos un convenio decente y justo. Un convenio sindical: esa será nuestra nueva revolución. Convenios. Mejores salarios. Un dólar por día para los braceros. ¿Estamos todos de acuerdo en eso? TODOS: De acuerdo. (Salen todos.) IGLESIAS: Ramón. ROMERO: Dime. IGLESIAS: ¿Qué obra era esa que puso anoche el Teatro Libre después del “meeting”? ROMERO: Era… una pieza cómica del compañero Alonso Pizarro. ¿Por qué? IGLESIAS: Es muy violenta. Habla mal de curas y alcaldes... y ahora hay que guardar algún decoro con los compañeros del Partido Unionista. Hay muchos católicos allí y ciertamente todos son políticos. No creo que se vea muy bien que en las veladas dramáticas de nuestra campaña, se monte una obra que diga que todos los políticos son unos hijos de puta y que los curas católicos son unos bellacos. ROMERO: Muchos lo son. IGLESIAS: Sí, pero ¿a mi qué se me importa con quién echa sus polvos un cura o qué puta parió a tal político? ¿Acaso añade eso algo al hambre de los braceros? ROMERO: Añade a su despertar. Lo hizo durante mucho tiempo. Aún lo hace.


-­‐130-­‐ IGLESIAS: Pues... se acabó. ROMERO: ¿Qué me quieres decir? IGLESIAS: Que ya no necesitamos eso en el Teatro Libre. Y que me reservo el derecho de decirte cuál obra puedes poner en nuestro escenario y cuál no. ROMERO: ¿No confías en mi ya? IGLESIAS: ¿Cómo no voy a confiar en ti? Y parece mentira que lo pongas en duda por esta tonta bagatela del teatro. Tenemos cosas mil veces más importantes que atender. ROMERO: Dejaré a cargo a Fernandito Gómez. IGLESIAS: Que les dé comedias españolas. Diviertan a los obreros en las noches. Dénle poesías de solidaridad y dale bailes. Muchos bailes. ¿Me entiendes? ROMERO: (Con una sonrisa extrañada.) Te entiendo perfectamente. IGLESIAS: Ganaremos la Huelga, y tú ganaste ese escaño ¡por casi 13,000 votos! Honra a esas gentes que te llevaron allí por las vías pacíficas y justas del voto. Desde allí haz tu revolución. Le debes eso a la Federación Libre y a la Federación Americana, que es la que nos paga. ¿Entendiste? ROMERO: Sí, Santiago. Entendí. (Iglesias sale.) (Conde se eleva en “meeting” mientras se van allegando obreros y obreras. Entre ellas todo el liderato. Banderas rojas, himnos que comienzan, Gritos de ¡Huelga! Huelga!) CONDE: ¡Camaradas obreros de los muelles de San Juan! ¡Gremios de otros pueblos! ¡Braceros de la Federación Libre! Obreros todos, ¡el año de 1905 es un año de luces!!! ¡ESTA ES LA HUELGA DE TODO UN PAIS! Aquí está la Federación Libre dando la cara por ustedes. Si el “trust” quiere negociar, aquí estamos, si los capitalistas quieren ganar, ¡pues que también ganemos nosotros! Pero no más salarios de hambre. ¡50% de aumento a todos los braceros! ¡50% de aumento a todos los obreros de muelles! ¡Convenio ahora! (Entra un tumulto de policías, Mauleón entre ellos.)


-­‐131-­‐ POLICÍA: ¡Conde, o me dispersas a esta gente o la dispersamos nosotros! Voy a contar hasta tres. CONDE: ¡Nosotros no queremos violencia, pero tenemos derecho a esta huelga! POLICÍA: ¡Estoy contando! CONDE: ¡Estás provocando! MAULEÓN: (Mientras bebe de una botella.) ¡Provócate Condecito! ¡Que te van a bailar una rumbita en tu culito! (Los obreros cierran filas, levantan sus banderas. En las filas puede verse a Manuel, a Luisa, a Gómez. Todos gritan: ¡Huelga! ¡Huelga!) POLICÍA: ¡Me cansé de contar, cabrones! (Levanta su pistola y dispara contra la multitud. Los otros policías lo hacen igual. Mauleón sale corriendo y se topa con Manuel. Lo agarra por la chaqueta y le va a soltar un golpe que Manuel esquiva con destreza.) MAULEÓN: ¡El negrito Manolito! ¿Te acuerdas de mi? ¿Ya te hiciste republicano? (Lo va a golpear de nuevo, pero Manuel lo empuja esta vez con suficiente fuerza como para que Mauleón caiga a los pies de la policía. El policía al ver a Manuel, levanta su pistola y dispara contra Manuel y su grupo. Todo el mundo huye, menos Mauleón y Manuel, que se quedan mirándose fijamente por un momento tenso.) Eres el único negro que me ha devuelto un golpe. Y no me gusta… no está bien eso… no está en mi. (Mauleón sale. Manuel se queda solo en el escenario con una tenue luz sobre él.) (A la breve luz se acerca Romero.) ROMERO: (En sombrero, traje y corbata como pulido político.) ¿Crees que yo no luché por una gran idea que igualara a todo el género humano? ¿De qué crees que van mis libros y mis columnas? ¿De qué crees que hablaba? De una revolución, Manuel. Pero no es lo mismo hablarla o escribirla, que hacerla. ¡Es que nunca pudimos hacerla! Solo podemos pensarla, soñarla, imaginarla, masturbarnos con ella. MANUEL: ¿Y tú crees que podemos seguir viviendo en esa simple conformidad? ¡Qué poco conoces el corazón de un anarquista!


-­‐132-­‐ ROMERO: Ese anarquista que yo pude ser, está ahora hombro con hombro con esos políticos que ostentan el poder. Ante ellos puedo pelear por tus derechos, ¡por los de todos! 20 MANUEL: ¿De los anarquistas también? ROMERO: ¡De todos! Tú serás todo lo anarquista que quieras ser, pero cuando tienes que remendar un zapato, eres tan obrero como yo. MANUEL: Ya no eres obrero. Ahora eres “un político”. Eres el personaje que condenabas en “las alegorías” de tus obras. ROMERO: Ahora puedo escribir leyes que nos favorecerán. Leyes que nos protegerán de los capitalistas. MANUEL: Cuando yo era pequeño mi madre me dijo que yo había nacido con luces. Y ahora me doy cuenta de que esas luces ya no existen. Las apagó la decepción. ROMERO: Tenemos mucho por qué luchar todavía. MANUEL: Sí. Pero me sacas del Teatro Libre… ROMERO: ¡No soy yo! MANUEL: ¿No te da vergüenza tanta contradicción? ROMERO: La primera condición de la hermandad obrera es el entendimiento. MANUEL: ¡No! La primera condición de la hermandad obrera es la revolución. ROMERO: Pues esa… ya se acabó. MANUEL: Acuérdate que después de la revolución… el teatro es la única forma de justicia. ROMERO: Mira, aquí están las obras de tu amiga Luisa Capetillo… ¿Podrías devolvérselas? Ya no… (Se encoge de hombros.) MANUEL: ¿Por qué no lo haces tú? ROMERO: No. No puedo. Estoy… demasiado ocupado con mi contradicción. (Los obreros del Grupo Primavera ensayan una pieza. Música.) FABRICIANO: Bienvenido a tu casa de donde nunca te debiste haber ido. Vamos, enséñale a tu pueblo tu teatro. Lo has divertido con él. Lo has educado. 20 Ramón Romero Rosa llegó a ocupar un escaño como legislador por el Partido Unión en el año 1905. Poco después murió.


-­‐133-­‐ MANUEL: Yo no vine a enseñar ni a divertir. Ya estamos viejos para eso, maestro. FABRICIACIANO: Viejo, tú. Yo me siento como de 20. MANUEL: Déjame en ese pequeño cuarto en la calle de la Cruz del viejo barrio. Ese barrio con olor a fonda grasosa y a orín; con el gentío de niños desnudos corriendo y chillando, esos callejones de fango donde las paredes de paja dejan escuchar los rebuznos del obrero que fornica con cansancio a su mujer hambrienta… ¡ese es el sitio dónde se levanta el sol! ACTRIZ OBRERA: ¡Manuel estamos listos para el ensayo! Vamos, ¿qué esperas? Profesor, no le de lata, que no trabaja! MANUEL: Con los negros como yo, con los miserables como yo, con pobres los de mi tierra como dijo Martí. Arreglaré un par de zapatos y compraré papel… y lápices. Y volveré a cometer la estupidez inmensa de soñar con un mundo nuevo que no existe, ¡ni existirá jamás! FABRICIANO: Existe cuando lo escribes. Existe cuando me llevas a él. MANUEL: El más agudo dolor de un anarquista, es quedarse de pie, solo, con la verdad en la mano, mientras el mundo se hunde en la idiotez de la propiedad, el dinero y el poder. Más grave aún es, que sobre esa idiotez, se haga una fiesta, se construya un gobierno y encima nos quieran hacer creer que somos felices. (Teresita, de “El hijo de la verdulera” en el escenario.)


-­‐134-­‐ TERESITA: ¡Qué feliz voy a ser cuando me case con Juanico! Tendré casa montada con lujo, rica mesa, lindos trajes, coches, en fin, todo cuanto necesite para vivir cómodamente. A mis padres tampoco les faltará nada, porque los ayudaré, es decir, Juanico y yo los ayudaremos y los cuidaremos mucho. ¡Pobres padres míos! Ya se acabaron para ellos los trabajos, las necesidades, las miserias; ya no se acostarán sin comer como todos estos días. ¡Oh, Juanico, Juanico, tú vas a ser nuestro salvador! Pero, ¿cómo habrá podido fijar sus ojos en una pobrecita como yo, habiendo tantas jóvenes ricas que estarán deseando la mano de Juanico? MANUEL: Ténlo claro, Maestro… no existe la felicidad. ¡La vida es lucha toda! Y en ella siempre habrá sucios y puros. Los sucios se venderán como puros y los puros, de tanta crueldad, se volverán sucios. No hay justicia ni en la suciedad, ni en la pureza. Solo un mundo grotesco de intereses e intrigas, que habría que hacer estallar con mil bombas incendiarias. (Penúltima escena del “El hijo de la verdulera”. José, Micaela, Juanico y Teresita.) JUANICO: Además ¿Qué necesidad tenía de regalarle a Tomás un pañuelo... TERESITA: (llorando) ¡Oh! MICAELA: (a José) ¡Un pañuelo! JUANICO: [a Micaela] ¿No le habrá regalado otra cosa...? MICAELA: Yo no creo. JUANICO: Un rizo... TERESITA: ¡Ya esto es demasiado sufrir! JOSÉ: ¡Un rizo! [a Teresita] Mira, hijita, dime la verdad: ¿tú no le has hecho a Tomás otro regalito... de más valor... más importante... que el pañuelo y el rizo? TERESITA: [llorando] No, papá. JUANICO: [aparte] Un pañuelo, un rizo, unas cartas, un beso... No, ¡yo no debo casarme con Teresita! JOSÉ: Te pregunto para hacer la justa reclamación de…! TERESITA: [llorando] Yo no le he dado más que aquello. [indica los objetos que tiene Juanico]


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JOSÉ:

¡Cómo! ¿qué es aquello?


-­‐136-­‐ JOSÉ: ¡Cómo! ¿Qué es aquello? TERESITA: ¡El pañuelo y el rizo! JOSÉ: ¡Ah! MICAELA: ¡No es tan tonta la chica! JOSÉ: Enséñala a ser lista, porque los pollos de hoy día son como sanguijuelas; si llegan a pegarse sacan sangre, hija, sacan sangre. MICAELA: Pues lo que es á Teresita a mi no me la chupan, no, a mi no me la chupan. JUANICO: [aparte] Nada, nada, porque Tomás le pidió el pañuelo, ahí va el pañuelo; porque se antojó del rizo, ahí va el rizo. Y si Tomás, que goza fama de malo, hubiera tenido el atrevimiento de... ¡bah! ¡bah! dejemos esta cuestión que me hace daño. Teresita, tome V. sus prendas. TERESITA: ¡Oh! MICAELA: [á José] ¿Habrá que entregarle los billetes? JOSÉ: ¿Qué billetes? MICAELA: [enseñándole á José los billetes] Estos que me había dado para preparar à Teresita. TERESITA: [al coger las prendas] Juanico, por Dios, ¡compadézcase de mí! JOSÉ: [á Micaela] No seas boba, mujer, no los afloje. JUANICO: Don José, pueden ustedes quedarse con los doscientos pesos que le di á Doña Micaela para preparar á Teresita. TERESITA: [aparte] ¡Qué generoso! MICAELA: [aparte] ¡Del lobo un pelo! JOSÉ: ¡Gracias, Juanico, gracias! ¡Es usted un ángel! JUANICO: No, el ángel mírelo usted ahí [indicando á Teresita] ¡Lástima que se haya dejado besar de un diablo! [vase…] OBRERA DE GUAYAMA: (Entra agitada.) ¡Comenzó la huelga en la central! La policía tiene rodeados a los braceros. OBRERA 2: ¡Tienen escopetas! Trajeron rompehuelgas y provocadores de San Juan. OBRERA DE GUAYAMA: ¡Los van a masacrar! MANUEL: Algo debo haber aprendido de los anarquistas, Maestro querido. ¡Que no vale la pena soñar! (A los actores.) ¡Actores y dramaturgos puertorriqueños, estamos en el glorioso año de


-­‐137-­‐ 1906…. ¡Momento perfecto para que se den cuenta de que ustedes también son obreros! O se quedan aquí mirándose los ombligos esperando la fama, ¡o van apoyar a nuestros hermanos obreros en su huelga! VOCES OBRERAS DE GUAYAMA: ¡UNION OBRERA! ¡NO PASARAN! ¡HUELGA! ¡HUELGA! (Entran los obreros y los actores se unen a ellos. Se comienza a escuchar el Himno del Primero de Mayo.) MANUEL: Y yo desde aquí les grito… ¡que este mundo que nos toca vivir es una mierda! ¡Tan mierda que no merece ni la pena! ¡Pero es el único que tenemos y no vamos a regalárselo a nuestros asesinos! (Entran nuevamente los tumultos de obreros y policías. Manuel se lanza entre ellos. MANUEL: (Grita a todo pulmón.) ¡Mauleón, ¡Sé que estás ahí, hijo de puta! Vamos, cabrón, ven alcánzame… (Entra la turba dirigida por Mauleón. Tras su agitada carrera, a Mauleón aún le sobra energía para reír con asqueante cinismo… MAULEÓN: ¡Por fin agarramos al negrito Manolito! (Mira a los demás ávidos de sangre, saca su revólver. La apunta a Manuel al centro de su pecho… MAULEÓN: ¡Aquí está la bala que te prometí! (Manuel saca un revólver.) MANUEL: ¡Y aquí está la que te guardaba yo! MAULEÓN: (Grito furioso.) ¡Venga! MANUEL: (Iracundo.) ¡Venga! Las dos armas se apuntan una a otra. Mauleón tira del martillo. Manuel también… Fin de ILUM INADO NEGRO. 23 de abril de 2014 Valhalla, San Juan, Puerto Rico Día de Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega

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o CRONOLOGÍA y

DE LA VIDA Y LA OBRA DEL DRAMATURGO ANARQUISTA PUERTORRIQUEÑO NEGRO

MANUEL ALONSO PIZARRO Por Roberto Ramos-Perea. 1830 Julián Alonso, carpintero mulato (1815?-1869) “nacido” en Curazao y Francisca Marín, lavandera negra, (1817-1886) “nacida” en San Thomas, ambos esclavizados negros que compraron su libertad, se casan y tiene siete hijos. El primo-


-­‐139-­‐ génito, Nicolás Alonso y Marini (1831-1897), artesano mulato se dedicará a la carpintería. El 23 de febrero de 1858 Nicolás se unirá a Matilde Pizarro (1838-1891), negra libre, doméstica, hija natural de María Rosario Pizarro, doméstica negra. Tendrán siete hijos. 1859 Enero. Nace en Guayama, Puerto Rico, Manuel Alonso Pizarro, negro. Primogénito de Nicolás y Matilde. Nació con un defecto físico en las piernas que le hacía parecer como un enano. Nace en Mayagüez, el dramaturgo y periodista mulato José Ramos y Brans. 1869 El niño Manuel estudia con el Maestro Fabriciano Cuevas Sotillo “Maestro de generaciones” y destacado activista reformista y autonomista. A los diez años de edad, se le premia con el Primer Premio en Gramática Castellana. Comparte actividades estudiantiles en la escuela de Eleuterio Derkes, de quien se convierte en aventajado discípulo. La pobreza de su familia le obliga a dividir el tiempo de sus estudios con el aprendizaje de la zapatería bajo la tutela de su tío Demetrio Pizarro. 1871 Su padre abandona la familia y Manuel tiene que asumir la responsabilidad de sus hermanos. Deja los estudios y trabaja de lleno en el taller de zapatos. Por su pobre calidad de trabajo no llega a gremializarse. 1885 Alonso Pizarro publica sus primeros poemas en la prensa de Guayama. Éstos no se conservan. Hastiado de la vida en su pueblo decide buscar nuevos rumbos y se marcha a Mayagüez. 1886

10 de octubre. La Sociedad de Artesanos Unión Borinqueña de Mayagüez, le comisiona y estrena su juguete cómico en un acto y en verso, Me saqué la lotería. (M e saqué la lotería. Juguete cómico jíbaro en un acto y en verso, Maya-


-­‐140-­‐ güez, P.R., Imp. Jiménez, 1887, 27 p.). El juguete es una reformulación, a modo de contestación del juguete Un jíbaro (1878), del dramaturgo incondicional Ramón Méndez Quiñones. Manuel dirige y actúa el papel protagónico junto a los actores artesanos Trinidad Fernández, Dolores Valentín, Anselmo Báez, Higinio Ayala y José Cecilio Báez. Alonso Pizarro y José Ramos y Brans inician intermitente amistad. 1887 Aparece su nombre como empleado del periódico El Deber de San Germán, donde era Redactor principal el autonomista componteado, José Dolores Landrau. 1888 8 de octubre. Se estrena en el Círculo de Amigos de Mayagüez el drama, El tirano de su anhelo de José Ramos y Brans. 1891 Alonso Pizarro y Ramos y Brans se vuelven a encontrar en Ponce, donde Alonso Pizarro va en busca de fortuna y trabajo literario. Allí trabaja en imprentas y estrecha relaciones con los intelectuales obreros de entonces, como Ramón Morel Campos. En esa época se une al Taller Benéfico de Artesanos, grupo social artesano que mantenía un grupo teatral. Muere su madre, Matilde Pizarro. Alonso Pizarro regresa a Guayama. Estrena Cosas del Día, bajo su dirección, en el Taller Benéfico de Artesanos de Guayama, entre los meses de enero a marzo de 1891. Participa en actividades del Grupo Juventud Obrera y se coloca como uno de los conferenciantes e ideólogos socialistas del Centro de Instrucción y Recreo de Guayama, centro de estudios obreros. 1892 Regresa a Ponce, como empleado de la Tipografía Manuel López, Alonso Pizarro publica dos piezas dramáticas: Fernando y María dedicado con afecto al poeta y maestro mulato Eleuterio Lugo (Fernando y M aría. Diálogo en un acto y en verso, Ponce, Pto. Rico, Tipografía de Manuel López, 1892, 11p.) y Cosas del Día, (Cosas del día. Juguete cómi-


-­‐141-­‐ co en un acto y en verso, Ponce, Pto. Rico, Tipografía de Manuel López, 1892, 27p.), ambas de 1892. Continúa su intermitente afición por la poesía. Lee con voracidad a los anarquistas, socialistas y comunistas europeos. 1893 Ramos y Brans y Ramón Morel Campos entran en agrias controversias periodísticas con Luis Muñoz Rivera. Fundan el periódico Revista Obrera. Alonso Pizarro se une a estos intentos pioneros de organización sindical. 1894 Instado por su maestro Cuevas Sotillo, Alonso Pizarro regresa a Guayama a tomar exámenes para convertirse en maestro de primaria, pero los fracasa. Regresa a Ponce varias veces y allí publica una nueva pieza que dedica a su fallecida madre: Los amantes desgraciados. (Los amantes desgraciados. Ensayo dramático en un acto y en prosa, Ponce, Sol 3, Establecimiento Tipográfico “El Telégrafo”, 1894, 36p.) Se gana la vida como Zapatero de línea. Estrena Los parientes, bajo su dirección, junto a Me saqué la lotería en el Taller Benéfico de Artesanos de Guayama entre los meses de abril a junio de 1894. Esta obra nunca se publica y se desconoce su contenido. 1897 Es probable que publique su juguete cómico Jugar con dos barajas. Pero esta se haya perdida. Viaja a San Juan, y se acerca al círculo de Ensayo Obrero. Busca trabajo como tipógrafo, pero no lo encuentra y regresa a Guayama. 1898 Alonso Pizarro sigue en Guayama, trabajando con los centros de educación obrera. Se une al Grupo “la Guerrilla Volante”, grupo de jóvenes actores y artistas de Guayama. Allí lo sorprende la Guerra Hispanoamericana Mantiene vínculos estrechos con los intelectuales blancos. Posa para la única fotografía suya que existe, junto a Vicente Palés Anés. Aparece como testigo de una boda de artesanos en el pueblo de Arroyo.


-­‐142-­‐ 1900 Continua sus viajes a San Juan, tratando de hacer relaciones artísticas con el Grupo del Teatro Libre de la Federación Libre de Trabajadores (FLT). Estrecha relaciones con Ramón Romero Rosa, líder de la FLT, a quien ya conocía de su primer viaje. 1901 Estrena Jugar con dos Barajas, en Caguas, en la velada lírico dramática de la “Unión Cagueña”, centro de educación obrera de la FLT, la noche del 11 de agosto de 1901. Estrena Fernando y María, en el Hospital de Aibonito en una velada el 17 de febrero de 1901 por un cuadro de aficionados organizado por el pintor Jaime Gelabert. 1902 Alonso Pizarro contrae matrimonio civil con una joven doméstica blanca, Eugenia García González, quien morirá de septicemia nueve meses después (7 de agosto de 1902). Alonso Pizarro no está junto a su esposa en el momento de su muerte pues se encontraba trabajando con el grupo del Teatro Libre en gira por el interior de la Isla tras la cruzada obrera de Santiago Iglesias. Estrena Jugar con dos Barajas, en Teatro Libre de la Federación Libre de Trabajadores, por el Cuadro Dramático de la FLT en marzo de 1902. Atraviesa junto con la compañía del Teatro Libre, el turbulento proceso de las “turbas republicanas” en San Juan. Actúa, dirige y escribe para el Teatro Libre de la FLT. Escribe y publica su última pieza, El Hijo de la Verdulera, (El hijo de la verdulera. Pieza cómica en un acto y en prosa, Guayama, Tip. De Áureo Álvarez, Calle Comercio núm. 23, 1902, 51 p.), la que dedica a su maestro y amigo Fabriciano Cuevas Sotillo. José Ramos y Brans muere de tuberculosis después de haber abandonado la prensa por presiones políticas de sus socios. En sus últimos días se dedicó a la sastrería.


-­‐143-­‐ 1903 4 de marzo. En el periódico Unión Obrera, Ramón Morel Campos escribe el único texto biográfico sobre Alonso Pizarro en vida. Alonso Pizarro se queda a vivir solo, en extrema indigencia en un suburbio de Ponce. 1904 22 de febrero. Un vecino suyo reporta su muerte, agónica al parecer, en la infrahumana choza que habitaba en la Calle Sol de la ciudad de Ponce. Su muerte es diagnosticada como Uremia, o fallo renal asociado a pobre alimentación, típica en la comunidad negra. 1905 15 de octubre. En el Coliseo Derkes del Taller Benéfico de Artesanos de Ponce en “Gran velada lírico-literaria” se estrena El hijo de la Verdulera. 1918 24 de noviembre. Reestrena Fernando y María, en la velada del Club Socialista de Santurce. 1923 El crítico literario negro Enrique Lefebre le reconoce en el Puerto Rico Ilustrado, como uno de los grandes poetas puertorriqueños, digno de figurar en cualquier antología de poesía puertorriqueña. 1928 Su pueblo de Guayama lo recuerda en su Álbum, como Maestro e “intelectual obrero” de “sufrida” vida. 1985 La revista de teatro Intermedio de Puerto Rico reconoce su obra y publica Fernando y María. Comienzan los trabajos de recuperación de su vida y su obra por el Archivo Nacional de Teatro y Cine. 1990-2015 Se estrenan todas sus obras en montajes diversos en la Universidad de Puerto Rico, la Universidad Interamericana, el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo y varias compañías teatrales privadas de Puerto Rico y Nueva York. 2009 El dramaturgo puertorriqueño Roberto Ramos-Perea escribe su primera biografía formal y recopila todos sus textos, que se publican como Capítulo Segundo del libro Literatura Puertorriqueña Negra del Siglo XIX escrita por negros. (San Juan de


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Puerto Rico: Archivo Nacional de Teatro y Cine - Editorial LEA - Ateneo Puertorriqueño, 2010, 1era Edición y San Juan, Puerto Rico: Publicaciones Gaviota, 2012, 2da. Edición.) 2014 Su obra es motivo de estudios doctorales en el curso Intelligentsia Negra del Siglo XIX, en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe de San Juan. Se estrena en el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo, la obra Iluminado negro, un biodrama original de Roberto Ramos-Perea, que recoge la vida y la obra de Alonso Pizarro y los orígenes del movimiento obrero puertorriqueño. Se publica por Editions Le Provincial en el 2015.

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•Acta de Defunción de Manuel Alonso Pizarro. Libro de Defunciones, Ponce 1903-­‐1906. Número: 161. •Acta de Defunción de Eugenia García González. Libro de Defunciones. Guayama 1900-­‐1904. ƒ429.


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HISTORIA DE UN ANONIMATO Míserables fragmentos de una noveleta obrera apenas comenzada... Trozos de prosa abandonados tras escribir y publicar mi libro Literatura Puertorriqueña Negra del Siglo XIX escrita por negros.

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2 de septiembre de l986

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a radio sincera y juguetona me abacora con un "hit parade" interminable de Blanca Rosa Gil. Uno de esos medios días hornos me hace hervir mi ya seca memoria... y para adormecer el sudor, dejo ir mi cabeza recostada del vidrio del carro, fiel hierro que a gran velocidad por la arenosa carretera, lleva mis ansias hasta el Valle de Guamaní. Inevitablemente pensé en Palés y en Bonafoux... y esta villa que, desde allá a lo lejos ya se va muriendo de nada, me va soplando suavemente ese murmurante hechizo de los pueblos costeros. Un mar tan azul... va costeando mi paciencia por el tramo largo que lleva de Ponce a Guayama y todo ese barrunto seco se me mete en los ojos y me va ensuciando de viejo polvo ese recuerdo que no es mío, en un pueblo que nada me dió -sino tribulaciones- y ahora de pronto siento que es tan de mi como si tuviera de él memorias de esas que se quedan vivas cuando uno se muere. Ya había perdido la cuenta de los meses que llevaba en esto. Había incluso abandonado por un tiempo las frugales satisfacciones que me da la dramaturgia y me había exiliado a los papeles viejos y a los libros como un monje apocalíptico tratando de profetizar el pasado. Había abandonado un reciente “éxito” y rechazado una oferta de comisión. Algo me llamaba a buscar un origen, un origen de adentro, de abajo, profundo e inmenso que no sé por qué misterio me llevaba -sin control- al estudio de esta historia.

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Jamás pretendí que este estudio fuera riguroso, riguroso en cuanto a esa formalidad seca de los trabajos universitarios, transformaciones de tesis defendidas ante el fragor del futuro. No. Yo no. No tengo que rendir cuentas a nadie sobre esto. Yo quería la historia para enseñarme, no para para enseñar. Contrario a lo que se espera de ella, no buscaría el dato, buscaría “la verdad”. De esta historia nuestra, puertorriqueña y mía buscaría esa “verdad” que completa las imágenes que la historia ha fragmentado en míseros pedazos de recuerdo. Esa verdad fragmentada, que no sé por qué artificio yo convertiría en relato, sería justificada por mi fantasía. Pero no esa que se sienta muy vaga ante el mar azul a inventarse todo. Esta idea de completar lo fragmentado de la realidad era mi nueva forma. Porque de seguro sabía que no había suficientes datos, aunque estuviera toda la vida buscándolos. Tendría que deducir demasiado, pues en todo, si bien estaba demasiado disperso, había un hilo conductor, a veces grueso, a veces fino, a veces inexistente, que tenía que ir siguiendo hasta donde pudiera. Pero si me hubiera conformado con eso, la idea de este libro se hubiera quedado en un breve artículo de revista literaria. No quería eso. Esta historia me proponía tantas cosas más. Cosas de mi. De mi oficio como creador dramático. Iba a escribir la historia de un dramaturgo, la historia de un igual. Si admití cuando empecé que cedería algo al rigor de la historia, ¿porqué negarme a los lazos -no necesariamente históricos- que tan intensamente me unían a él de forma inseparable? ¿Por qué negarme a mirarlo cara a cara y a sentir su


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voz como si fuera la mía? ¿Por qué separarme cien años de sus más íntimas reflexiones para complacer la sequedad torpe de la historia? No iba camino a Guamaní a buscar la historia. Iba a buscarlo a él. Pero eso me sentía feliz de llegar, como si estuviera llegando a casa. Cuando asome a las primeras urbanizaciones del pueblo, ya Blanca Rosa Gil era un vieja amiga de bohemia con quien compartía un Winston amargo, mientras balbuceaba frases mal aprendidas de Si no eres tú... Guayama te sabe a viejo desde que la ves de lejos, desde que ese rancio olor a sal te la viene venteando desde la autopista central. Ya este "pueblecillo blondo", sin embargo, es otro mundo de "duras y sabrosas pantorrillas", de cosas muchas del folklore así de pronto irreconocibles; la gran Iglesia que como un milenario tirano sigue imponiendo su mueca silenciosa sobre los rezos de los pobres; la Plaza, una vez paseo de amores callados o de vivos carnavales; las casas antiguas aún levantándose como pueden sobre el duro asfalto y el plástico y el high tech... siguen tan vivas enconando el presente, que mirarlas aunque fuera un segundo pausado es para ellas, de seguro, un homenaje... Comencé a lo que fui. Estacione el auto y caminé hasta el Archivo Parroquial. Me identifiqué... el cura miró mi carnet de prensa, miró mi cara, miró el carnet y así medio receloso me dijo que pasara y buscara yo mismo en los viejos libros de la Iglesia. Una morena hermosa y agradable me ofrece su ayuda... ¿a quién busca? --Se llama Manuel Alonso Pizarro. --¿Familia suya? --Sí... un tío.-- le miento.


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Busca en el tarjetero del Archivo, mira detenidamente todo cuanto podía parecer lo buscado.. --Aquí hay muchos Alonso, y muchos Pizarro, pero ninguno se llama Manuel. Entonces comencé a buscar lo que me parecía desde hacía tiempo un imposible, un desconocido, un fantasma, de esos tantos que abundan en nuestra literatura... y comencé a escribir lo que hubiera querido que fuera la historia de un gran patricio de nuestras letras, pero me topé con la imagen difusa y brutalmente sola... de un desesperante anonimato. **** Son cercanas las once de la mañana del 23 de febrero de año l858. Francisca, afanosa y contenta, casi riéndose sola, va limpiando las virutas de sucio que han caído desde el aire sobre la chaqueta de Nicolás, su hijo mayor, quien nervioso y casi de mala gana se arregla el lazo que le ha hecho poner su padre para que se vea mejor, ya que por cierto, es un día muy importante. Julián, va mascando un palito entre los dientes y con la cabeza baja, va empujando al frente a los demás hermanos de Nicolás; Pedro y Andrés, hombres de pelo en pecho, y a Ysidro y Ana que apenas tienen seis y cinco años. Ya en la Iglesia, María está apresuradita rezando el rosario antes de que llegue el novio. A Matilde, sus amigas la tienen escondida para que sea Nicolás el que llegue primero. El traje de Matilde es blanco, un poco sucio en el ruedo por el fango de la calle, pero la mantilla, esa si, es tan blanca como la de la mismísima Virgen. Finalmente los Alonso llegan, y Nicolás puede ver muy bien a su amada, que envuelta entre las amigas, parece un sueño malo con sabor de bueno. Matilde con sus veinte años, parece hasta un pecado imaginársela desnuda, con su piel tersa de ébano triste. Quedan mirándose un rato; ella, con los ojos aguados le mira contenta con una sonrisita de medio lado demasiado


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tímida y nerviosa para verse feliz. Nicolás, la sigue con la vista inquieto y deseoso de que todo acabe. Bueno, finalmente llega Julián, y dice que ya viene el cura. Nicolás le pregunta a Pedro si ya han desenterrado "la cañita" que había mandado a sacar para hoy. Pedro le dice que no sabe pero que se imagina que así fue, porque la gente de la calle ya estaba más contenta de la cuenta y que eso le parecía sospechoso. Nicolás aclara su garganta. Julián tose un poco. María termina de rezar y Matilde se arregla la mantilla y sigue sonriendo. Francisca se queja del calor... y del cura que no llega. Y dan las doce... las campanas anuncian el inicio de la ceremonia... un presbítero español, rubio, de profundos ojos verdes, todo sudado y sucio, entra arreglándose la sotana. Con el, los dos testigos, don Joaquín García Orozco y Don Diego Ozos, quienes con la seriedad de un entierro saludan a los contrayentes. El cura mira por encima de los hombros a los diminutos mulatos alegres que de tan asombrados, se han quedado mudos esperando la primera palabra... "La paz de Dios sea con ustedes, amén”.. la letra nerviosa y arrugada escribe sobre un pulcro libro grueso... "En este pueblo de San Antonio de Padua de Guayama, a los veinte y tres días del mes de febrero de mil ochocientos cincuenta y ocho, Yo el presbítero d. Manuel Saturnino Roubert cura, Rector por el Real patronato de esta Parroquia habiendo explorado las voluntades y hallado las (roto) previo el consentimiento legítimo, precedido el debido examen y las tres canoni (roto) nociones dispuestas por el Santo Concilio de Trento en los días anotados al margen (roto) resultando impedimento alguno presencie el matrimonio que in faccie Ecclexie contrajeron NICO-


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LAS ALONSO de este vecindario, hijo legítimo de Julián Alonso y de Francisca Marín y MATILDE PIZARRO de este vecindario, hija natural de María Pizarro, pardos libres de esta feligresía a quienes no di las bendiciones nupciales por indisposición de la novia, fueron (roto) gos el Señor comandante de este departamento D. Joaquin García Orozco, (roto), D. Diego Ozos, (roto) y de que doy fe. "Man L Sturn No Roubert" Los serios hombres, incluyendo el cura, desaparecieron después de pagados. Y Matilde, por supuesto, no se hallaba nada indispuesta; estaba feliz, más feliz que nunca. Sin haber conocido hombre, y con la esperanza de una vida miserable pero dichosa, se disponía a enfrentar lo que fuere, junto al hombre que le había prometido el mejor de los mundos. En la próxima boda que presenció el presbítero, escasos quince minutos más tarde, tampoco se dieron las bendiciones nupciales, esta vez "por estar vedadas". No es coincidencia, ambas novias eran pardas libres, hijas de negros esclavos... Nicolás, al llegar a la casa, le arrebató la cañita a Pedro, abrazo a su padre y juntos y felices se dieron un largo trago de la misma botella, y estuvieron bailando y bebiendo hasta que el sol no pudo más y se escapó por el horizonte. Matilde se convirtió en señora tres días después de la boda, cuando a Nicolás ya se le había pasado la borrachera... ***** Es en los primeros meses de ese año, el l859, que en una insignificante casucha de la calle Marina y Paz del Pueblo de Guayama, una comadrona negra asiste a la parturrienta Matilde Pizarro de Alonso, quien pujando como puede, sudada y llorosa da a luz su primer hijo, un bebito mulato... La comadrona logra sacar al muchachito, lo limpia y se


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lo enseña a la madre, presurosas entran Francisca y María, Nicolás abre un poco la cortina y mira receloso... Matilde llora un poco primero, luego sus sollozos profundos inundan la sequedad calurosa de la noche. "Me salió malo, mamita"... "eso no es tu culpa, mija"... "me salió malo..." "¿Qué tiene?", pregunta Nicolás ... "tiene las patitas coltaditas, demasiao chiquitas, me salió malo, Nicolás, me salió malo..."... "Se va a llamal Manuel, como tío Manuel; Manuel Alonso y Pizarro, y si salió malo, críalo así, porque no hay na que se puea hacel". ...y la cortina se cerró, quietecita, como si nadie hubiera estado allí. *** 23 de septiembre de l868 Amanece lloviendo, como si Dios hubiera llegado tarde a una cita de amor. Sobre los techos de la villa, la mañana gris se derrama inexplicablemente sobrecogida de presagios. Don Fabriciano sale al balcón y trata de respirar en el aire el significado de las sombras. Algo le quema por dentro, ese augurio clandestino de saber que "algo anda por ahí". Los niños van llegando de uno en uno, suben la pequeña escalerita, y entre barrullos infantiles se acomodan en sus pupitres. Manuel tenía nueve años entonces y esa mañana Matilde le había mandado a la escuela encomendándole más cuidado que el que ayer le había hecho prometerle. Cuando se sienta en su pupitre, se queda mirando fijamente al profesor que sigue recostado de la baranda del balcón, como si estuviera esperando por alguien que se tarda, como si su alma, presa de silencio esperara por el cumplimiento de una profecía. Súbitamente, los apocalípticos corceles de la Milicias comienzan sus bramidos calle abajo. Don Fabriciano lo supo entonces; "es algo malo". Los tenebrosos chapoteos de los caballos en el barro van acercándose, agarrándose entre el tímido rumorcito de la lluvia. Fabriciano los siente cabalgar en sus entrañas. Como celajes, la escuadra de soldados pasa rauda frente


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a la escuela para luego perderse entre las calles de la Plaza dejando esa ruidosa sensación de espanto y desgracia. Cuando finalmente han cruzado su vista, sus ojos se detienen sobre los ojos de otro hombre, en la otra acera, justo en frente de la escuela. Lentamente, ese hombre cruza la calle y se detiene bajo el balcón mirando con una gran sonrisa al joven y espigado maestro. Le murmura, “hoy es el gran día". Fabriciano sonríe suavemente, como aliviado entonces por lo que por un momento supuso grave y doloroso. Cree sentirse tranquilo y responde "entonces... es hoy". Se despiden con un tímido gesto y Fabriciano entra al salón, cierra la puerta y deja caer su cansada espalda sobre ella. Se saca de sí el fantasma del miedo con una profunda exhalación. Vuelve a respirar hondo, tratando de evitar el torrente de cosas que quieren escaparse de sus ojos. "Vamos a la lección de hoy", alcanza a musitar. Y comienza a dar su clase preso de un nuevo orgullo... Manuel, al verlo así, se da cuenta de que algo ha hecho cambiar repentinamente a su maestro. El niño entonces mira por la ventana hacia la calle y como si fuera la primera vez, ve los satánicos corceles de las Milicias que cruzan de nuevo como locos celajes... *** 21 de octubre de 1986 Luego de aquella terrible discusión, Matilde se fue al fogón a llorar. Con Antonio -el séptimo y el recién nacido- al hombro, enjugo sus lágrimas con un trapito sucio que colgaba de un clavo y se quedo mirando al techo jirimiqueando. En el balcón, Nicolás lo dijo en voz alta, casi gritando ...."¡Si yo pudiera ilme de to ehto, Dioh!”...y se llevó la mano al pelo, mesandóselo con rabia. Se eñangotó en la escalera y con un palito comenzó a trazar líneas duras en el suelo, dibujando su coraje.


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Manuel salió lentamente tras él y se le quedó mirando. Nicolás arqueo la cabeza y le dijo "Échame ropa en un bulto y tráemelo acá". Manuel fue al cuarto y descolgó algunas cosas, las enlió en una sabana y luego anudó las puntas. Matilde estaba parada en la puerta mirándolo. "Parece que se va", dijo Manuel. "Dale lo que pida y no le digah ná”, susurró Matilde antes de volverse a esconder. Manuel fue al balcón otra vez y le puso el lío junto a él. Nicolás se levantó y cogió el bulto, bajó los pequeños escalones de la casa y miró a su hijo. "Si sel feli cohtara dos riales, mijo, yo me quedaría, pero ya no pueo máh. No me orvideh, y que Dioh te bendiga". Manuel, a sus l5 años, comenzó despacito un infantil llanto silencioso. Entonces vio a su padre alejarse, ponerse chiquito en el horizonte, como si el camino hacia el puerto de Arroyo se lo fuese llevando suavemente de la mano, como quien va borrando sus propias huellas para que nadie, nadie, ni siquiera el recuerdo lo persiga. *** Atrás quedó todo. La familia, los hermanos pequeños, la idea primitiva de un pueblo y de una sociedad demasiado cerrada en sus propias reflexiones. Atrás quedó ese Guayama pálido, cansado, gris, que a través de la ventana del tren ahora parece un espejismo. Y corren los ojos sobre las secas huestes de caña y el viento da en la cara como una caricia malcriada. El único problema era no sentirse culpable, no tener que pisar las mismas huellas de su padre dejando tras de sí todo un mundo destruido del que ahora, a los 25 años, ya se sentía demasiado responsable. Mucho tiempo había dedicado a las lecturas, al teatro, a la amistad franca, pero también a la rutina de la zapatería, al conjuro del cuero y el cordón, al calor del taller oscuro, y a veces a la música. Ahora ya era demasiado tarde para echarse atrás...


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martes, 12 de febrero de 1884 “Querida madre: Usted me va a perdonar, pero yo me tengo que ir. Usted sabe que las cosas no están bien para mí. Que no me ajusto, que no quepo en este mundito miserable de trabajo y soledad. Imagínese lo que me espera si me quedara toda la vida con Tío Demetrio, él que siempre protesta porque soy tan lento. Además le da mucho trabajo pagarme, como si me hiciera un favor o se lo estuviera haciendo a usted solo porque es su hermano. Pero no lo culpe a él, son los tiempos. Usted sabe que vivo como en las nubes. Usted y Fabriciano tienen la culpa. Yo se los dije, que los pajaritos enjaulados no cantan. Madre, yo tengo un sueño, uno grande, y perdone que me de el lujo de soñar en medio de esta miseria. Pero yo quiero leer, quiero escribir, quiero ver el mundo, otro mundo que no sea éste, este de calles enfangadas, este mundo de animales muertos de sed, este mundo de persecución, que siempre termina en silencio. Jamás me olvidaré esas noches en las que usted le canta a mis hermanos para que se duerman, pero yo sé que le está cantando a él, como si lo estuviera llamando. Yo sé que las cosas tampoco están bien para usted. Que usted todavía tiene que amar mucho para darse cuenta de que no vinimos al mundo a estar solos. Cásese de nuevo, madre. Usted todavía es muy joven. No tenga miedo. Ese hombre no es malo, es trabajador y tiene los pies en la tierra. A mí me tendrá que perdonar que me corre por las venas demasiada sangre de Don Nicolás , y que tengo que seguir caminando a ver a dónde me llevan estas piernas que Dios me ha dado tan cortas, estas piernas de becerrito que ahora tienen la mala costumbre de dolerme y no avisarme. Pero no se ocupe usted, que ya me han dado el remedio. ¿Sabe cuál es? Estar siempre de pie. No sentarme, porque se entumecen. Estar de pie. ¿No es así que debemos estar todos siempre? Y usted me le va a decir eso mismo a Aniceto Nicolás, pues él es quien tiene que cuidar de usted ahora, digo, hasta que no le dé con casarse. Voy a Mayagüez, que me han dicho que hay mucho


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trabajo, que hay un puerto que se mueve mucho, que hay dinero y que tiene un teatro muy grande y otro que van construir y eso me llama mucho, eso me gusta demasiado para decirle que no. Además tengo amigos allí, amigos que usted no conoce y que no viene al caso pero le escribiré. Trataré de mandarle algo. Póngase de pie señora, abra la ventana, lo único que puedo dejarle a cambio es esa idea loca que me da vueltas en la cabeza, esa maldita pero maravillosa idea de que aún queda mucho por descubrir. Su hijo que siempre le adora y le pide perdón con el corazón echo pedazos, Manuel”. *** 26 de septiembre de 1988 Manuel llegó de madrugada a Mayagüez sin dinero y con un papel estrujado en el bolsillo que tenía una dirección. Se echó al hombro su pequeño bulto de ropa y libros y camino calle abajo, hasta un barrio miserable y de calles enfangadas, conocido entonces como “Balboa”. “Demasiada gente”, pensó al ver los jíbaros bajando de las carretas los pesados sacos de viandas y frutas. El intempestivo trajín que no había conocido nunca y para el cual desde ese momento se estaba preparando. Una hilera de casuchas que terminaba en la selva lo detuvo a mirar un poco el panorama, húmedo, mojado, como si hubiera siempre esa sensación de que va a llover eternamente. El río fangoso, como un vómito de sangre cruzaba bajo el puente acero con lentitud enfermuna. Una de las pequeñas casuchas, quizá la mejor y más bonita de todas, esquiniada hacia el río le pareció que era. Toco una puerta de sucios tablones y una hermosa niñita de 13 años le abrió presa de miedo. -Diga. -¿Está tu padre?


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-Sí. -Dile que Manuel ya llegó. -Espere aquí. Un minuto, dos, y la puerta se volvió a abrir ahora con un poco más de alegría y la niña lo condujo a una oscura recámara donde le esperaba, “el amigo”. -¿Cómo fue el viaje, muchacho? -Cansón. -Bueno, ¿tomaste café? -No. -Nena, tráele un buche de café. -Gracias. -No me las des todavía. Aún no he hecho nada por tí. -Suficiente con recibirme. -Y... ¿cómo está Fabriciano? -Le manda esta carta.... El amigo lee con pausa. -Aquí casi no hay trabajo, el pueblo está mal aunque se vea bien. Es como un embrujo. (Se ríe despacio) Bueno, veremos a ver qué se puede hacer. Por lo pronto, este de acá va a ser tu cuarto, tiene entrada por la calle así que no tienes que pasar por aquí. No me importa lo que hagas de tu vida siempre y cuando te acuerdes que aquí hay una jovencita muy decente y yo que soy un maestro respetable que no le gusta que hablen de él. Son cinco pesos al mes. -Está bien. -Aquí está su café, señor. -¿Y a tí como te debo llamar? -Paquita. -Vente, es por aquí. Entonces, tras la puerta cerrada, desempacó su pequeño bulto, acomodó los libros en una pequeña mesita y se tiró sobre el catre. Durmió hasta que ya no pudo soñar más, para ese entonces, ya era la noche del primer día. ***


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Manuel va a vivir a mi pueblo, Mayagüez, en 1886, enero probablemente. Había adquirido cierto reconocimiento como hombre culto. Tenía 27 años y su hablar era muy correcto. No gustaba de andar mal vestido y se regocijaba comentando los últimos acontecimientos de la política nacional entre los artesanos amigos. Había asumido cierta responsabilidad en su nuevo trabajo, en un Taller de Zapateros -de los doce que había en el pueblo- donde realizaba la labor que lo mantenía remunerado. Había además asumido la obligación de leer a sus compañeros de los libros que gustaba, entre los que no faltaba, necesariamente Tapia y Méndez Quiñones. Lo mejor de todo es que podía escribir poesía, influenciado o no por el ambiente y leía la publicada en la prensa con soberana fascinación. De noche, al reunirse en el casino, hablaba profusamente sobre ello, mientras sus compañeros le miraban su pequeña humanidad, enclavada y deforme en los banquillos del ranchón, pero con aquella voz imponente de quien está empezando a averiguar todos los secretos. Los directivos de la Sociedad empezaron a admirarle, y dado que la cultura de un artesano era tan valiosa como dos buenos brazos, se dijeron que Manuel debía hacer algo más que hablar. “Manuel, tenemos una fiesta literaria y queremos que escribas algo para esa noche”. “Algo, ¿como qué?, “Lo que tu quieras, que sea divertido y a la misma vez diga algo importante”. ¡Vaya compromiso! ¡Vaya ese primer compromiso! Esa noche no durmió. Repaso sus lecturas y su memoria. Ya cercano al amanecer, en esa hora de duermevela en que el sol se mete por las rendijas de los tablones como un agua de


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oro que se cuela en una red, Manuel había concluido un pensamiento que era “importante”. Era imperioso, concluyó, hablar sobre la ignorancia. Entonces, de sus libros acomodados, tan cuidados como medicinas, extrajo el folletito breve, ajado por la lectura, del sainete de Ramón Méndez Quiñones Un jíbaro. “Algo me molesta de esto”, pensó, y comenzó a releer. *** Septiembre de 1886 La obra está lista. Se titula Me saqué la Lotería. Y es algo así como un premio. Un pequeñito premio a ti mismo, cuya gloria no descartas celebrar con un vaso de cerveza. Pero son las tres de la mañana y has estado varias horas pensando y reescribiendo y contando versos, si contando versos, porque no es asunto de andar rimando cualquier cosa. No podías sacar de tu mente las lecturas, ni las ansias que provocan los textos ajenos de los que uno se apropia sin querer. Es como si todos los cuentos estuvieran en el aire y se respiraran hondo, de un golpe, como si se asfixiaran. Es la primera vez que te sientes “responsable”, es decir, obligado a ser responsable puesto que los poemas no cuentan. La poesía no cuenta mucho a la hora de saber quién va a ser buen escritor o quién se estrella en el empeño. Esto era teatro, el que por afición se ha estudiado y medido y calculado casi como si fuera matemática. Porque sí hay que ser matemático para ser dramaturgo. ¡Pregúntenle a Echegaray o a Víctor Hugo! Hay que saber sumar las dosis de tragedia con las de comedia, la reflexión con la acción, y más cuando se trata de la primera obra, esa que sale sin uno tener mucha conciencia de lo que hace, pero lo hace. Y es la primera, como un balbuceo, como un pedito pequeño de un bebé del que todos nos reímos al unísono. Hasta tú. ¡Qué cosas! Tantas horas para algo tan


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pequeño, treinta cuartillas, letra pequeña, papel nuevecito y tinta negra, letra rebuscada, el giro, el rasgo enjundioso del intelectual detallista, vamos, pero si es solo una “obrita”, un modesto respiro del ocio, algo liviano, como para entretener a mis amigos, pero en el fondo tú sabes que no es así, que en ello hay algo que no puedes descifrar, algo que no estás muy claro pero si muy convencido de que existe y es. Algo diferente a la obra que acabaste de leer (esa, la del asesino de Terreforte) y que aún tenías en la cabeza cuando comenzaste. Ese algo diferente entre la reflexión y el suceso, entre la ágil entrada y el efecto, y la situación, la duda, la pensadera. No, había que hacer reír. Pero y qué tal si lo hacemos como si todo fuera un chiste... aunque no lo sea. Porque en el fondo es eso, eso mismo que acabas de pensar, es como un gran chiste bobo, de esos de esquina, de barra, de chanza, es cogerte de lo que no eres, pero el asunto es que te cogieron, se sacaron la lotería con tu ignorancia, con tu flaqueza de valores, con tu estúpida pequeñez de honrado simple, y eso, querido hermano, eso a mí me parece que no tiene nada de gracioso. Esta es la obra. ¿Te das cuenta? Por ahí anda el buen teatro, pues sin vanagloriarte mucho, te das cuenta de que el meollo del drama, es hacer pasar gato por liebre, es estar mintiendo o mofándote sin que nadie se de cuenta, como un chiste, pero un chiste del corazón. A ver, léela de nuevo.... *** Casi exactamente cien años después -5 de diciembre de 1986-, el Teatro de la Universidad de Puerto Rico reponía Me saqué la Lotería, en el Teatro Julia de Burgos del Recinto de Río Piedras bajo la dirección de Dean Zayas. El espectáculo se tituló Trilogía de obras costumbristas, e incluyó las piezas: El carbón que ha sido brasa, de J. Sánchez del Río, de fechas de vida desconocidas, cuya obra, “proverbio en acción en un acto y en verso”, se publicó


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en Vega Baja, editado por Julio Font Camuñas, en 1893. El original tiene 53 páginas y se encuentra en la Sala Puertorriqueña de la UPR. Del autor no se sabe nada. Flor de una noche, de Rafael Escalona parodia bufo-cómico catedrática, publicada en San Juan por la Imprenta de Carlos González Font en 1883 y cuya edición tiene 18 páginas, escrita para el Círculo Calderón de la Barca y que fuera estrenada por los bufos habaneros en 1881. La pieza es una parodia de la de Camprodón: Flor de un Día. Además de música popular, danzas y la participación el Grupo Calabó que dirigío la bailadora Marie Ramos. Las piezas llegan a conocimiento de Dean Zayas, entonces director del Departamento de Drama de la UPR a través de Elba Arrillaga de la Torre, profesora de la Universidad de Puerto Rico, esposa del profesor José Ramón de la Torre, y quien en ese momento se encontraba a punto de defender su tesis sobre los géneros menores del teatro puertorriqueño en la Universidad Complutense de Madrid. Yo había conocido a Elba seis meses antes de este estreno. Por no sé qué causalidad, se enteró de que yo escribía también sobre este asunto y me pidió todo lo que yo tuviera sobre Alonso Pizarro, puesto que ella llevaba varios meses de investigación infructuosa. Contento y dichoso porque alguien compartía mi delirio, le entregué todo lo que tenía y la ayude en la búsqueda de información y datos. Hablamos mucho, nos reunimos en varias ocasiones y dialogamos largamente sobre el tema. Su análisis era puramente literario pero muy acertado. Las revelaciones que le hice sobre las profesiones y vida de algunos de sus autores de estudio la


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sorprendieron grandemente y discutimos mucho sobre cómo ello afectaba la creación dramática. Aunque no estabamos de acuerdo cuando hablábamos de “costumbrismo”, su trabajo era muy importante. Y quizá lo más importante fue el provocar que el Teatro Universitario comenzara el montaje de estas obras. El Departamento de Drama de la UPR nunca se ha distinguido por su amor al teatro nacional. Podría decirse que hasta ha obstruido su desarrollo en ese centro docente y aunque parezca injusto mencionarlo, lo ha censurado (recuérdese el llamamiento que hizo el señor Dean Zayas a la Guardia Universitaria la noche del estreno de Mermelada para todos de Teresa Marichal en 1984). Elba había logrado cautivar este minúsculo interés y Zayas realizó varias audiciones hasta que logró un buen reparto. Elba Arrillaga había redactado unas estupendas notas para el programa y días antes del estreno Zayas me había invitado para dar una pequeña charla sobre Manuel a los actores. Las funciones de la pieza fueron todo un éxito. La dirección de Zayas algo desacertada por desconocimiento del contexto de la vida del autor y su época, y presa de su eterno cansancio y vagancia en su visión directorial, logró al menos captar el vertiginoso ritmo del diálogo y la acción. Los actores no pudieron ser más idóneos, pues como jóvenes, tenían esa frescura y ese interés particular de quien hace algo a sabiendas de que también hace algo por la historia y por el país. La obra de Manuel fue la mejor lograda de las tres. Tanto así, que se repitió durante varios meses a través de recintos y centros de envejecientes en numerosas ocasiones logrando alrededor de treinta representaciones. Fue en la tercera semana de marzo de 1987 que


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el Departamento de Estudios Hispánicos y Drama anunciaron la conferencia Los géneros menores del teatro puertorriqueño del Siglo XIX, que daría Elba en el Teatro Julia de Burgos. La sala estaba repleta de estudiantes ávidos de escuchar lo que la profesora explicaría. Estuve con ella media hora antes de que comenzara la charla y todo comenzó normalmente. Elba se veía bien, y hasta en cierto modo alegre porque había terminado lo más difícil de su tesis y saldría para Madrid la próxima semana. El escenario de la conferencia era la escenografía diseñada por Checo Cuevas para la Trilogía “costumbrista”. Fue presentada -ahora no recuerdo por quien- y Elba comenzó a leer despacio y no bien iba por el tercer párrafo, se quedó en silencio un breve segundo y se desplomó de espaldas cayendo sobre el suelo del escenario dando un golpe hondo, sonoro, un eco largo, frío... sin una queja, sin mueca alguna de dolor. Todos saltamos hacia ella tratando de ver que pasaba. Su rostro estaba contrito, como un dolor que es demasiado fuerte para un gemido. Llegó su esposo, abrieron paso, no hubo ambulancia (porque según explicaron, la de la Universidad estaba dañada). Elba pasó varios días en el hospital y murió tranquila, junto con su familia. Un fulminante derrame cerebral le cortó las alas a un sueño. Su conferencia fue publicada varios meses después por el Departamento de Estudios Hispánicos. Las conclusiones de su tesis no han podido ser publicadas y están en posesión de su esposo. Luego de esto, varias de las representaciones que realizaron los muchachos del Teatro Universitario fueron dedicadas a Elba Arrillaga y a su entrega sin condición a estas pieza del género “menor” que fueron, en aquel momento, sacadas del olvido y vistas con la


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seriedad que impone toda la creación dramática nacional. *** noviembre de 1988 agosto a octubre de 1887 El autonomismo había reventado y con él la revolución. Palacios estaba furibundo y ante el pánico de la verdad subyugada, la muerte es el único freno a ese “peligro”. La Guardia Civil, como los antiguos celajes que pasaron por la calle allá en el Guayama de 1868, volvían a mostrar sus ojos de fuegos como jachos satánicos en la oscuridad. Manuel los volvío a ver, esta vez pasar como una tromba por las calles apagadas. Ahora sí sabía quiénes eran y lo que querían. Los muertos podían llegar a trescientos, las hordas componteadoras abrían a patadas las casas de los sospechosos. Con furibundos caballos, arrastraban los débiles cuerpos azotados y amarrados . José Dolores Landrau, periodista de El Deber fue obligado a golpes de vergajo a vestirse frente a su familia y atado de pies y manos fue arrastrado por una jauría de caballos... y lo encerraron por días en un cuarto oscuro. Como él, docenas de ilustres y reputados hombres de letras, periodistas, comerciantes, así como humildes obreros y artesanos de las regiones centrales de la Isla eran obligados a confesar si pertenecían o no a la fraternidad separatista “Los hermanos del Corazón Negro”. Los “hermanos” no sobrevivieron. Abofeteados, amarrados codo con codo, bocas rotas a patadas, torturas en el pene con los famosos “palillos”, fuego directo en la piel, encerramiento por días en oscuridad, pechos y cabezas rotas, mutilaciones de brazos, suicidios por terror... El horror había hecho su nido. La Guardia Civil buscaba su propio “Corazón Negro”. Esa noche llovía lujuriosamente. Al regresar, Paquita estaba acurrucada en una silla,


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metida como un fantasma en un rincón húmedo de la sala. “El amigo” había sido sacado a patadas de la casa y no se había vuelto a saber de él. Ella, sola, con las lágrimas brotadas como ronchas, ronca de gritar, sucia de sangre ... se abrazó a Manuel con fuerza cálida. La idea de la muerte no quería entrar en su “Corazón Blanco”. -Estará bien- le dijo. -Iré a buscarlo-, dijo Manuel y se dispuso a salir otra vez. -No te irás de aquí, no me dejes sola. -Pero lo pueden estar... -Volverá, todos vuelven, rotos, pero vuelven. Manuel se sentó frente a ella en el suelo, mientras las gotas de lluvia aún caían como pequeñitas voces en medio del amplio silencio que los amó a los dos durante tres largas horas. La lluvia no cesaba, tampoco la mirada de ellos que en el silencio de la noche era como un gemido leve. Luego de tanto no oírse... ella volvió a decir “no te preocupes, él volverá”. Una vela pequeña se apagó como un rezo. Y así, mirándose, caminado lentamente por la casa sin decirse nada pasaron dos días. Volvió a llover. -Voy a ver qué pasa.-le dijo. Y salió a la calle, empapándose de frío, y el viento como una cuchilla al galope le traspasó el alma. Llegó hasta la guarnición. En el patio , igual que boca de infierno se abrió una portezuela y salió de él un miliciano a medio vestir, con sangre seca en los pelos del pecho y los ojos rojos como los antiguos pendones de la corona. Mordía un cigarro y tenía los tirantes ondeando en sus muslos. El miliciano cargaba un cuerpo envuelto en telas sanguinolentas, que ahora al arrastre se enfangaban mezclando el rojo y la tierra. El miliciano levantó en peso el cuerpo y lo tiró como un fardo de jamón en una carreta. La lluvia arreciaba. El miliciano se desvistió y comenzó a lavar su cuerpo desnudo bajo la lluvia con el agua de una gran ponchera de abrevar caballos. Se rascaba la sangre seca


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de su gelatinosa piel blanca. Y se dio cuenta de que lo miraban... “Este es el mundo nuevo”, pensó Manuel, y corrió como un loco hasta la casa. Se detuvo en la puerta, la lluvia sobre él como un chorro congelado. A lo lejos - en el interior de su pechose escuchaban los galopes. Una mano dulce lo empujó de nuevo al interior. Los jinetes de la destrucción pasaron de largo. Adentro todo estaba en penumbra. De tan nublado el aire, apenas distinguía si era de tarde o había caído la noche ya. -Estás empapado, te puede dar pulmonía- dijo aquella tintineante voz de algún lado penumbroso de la sala. -Tengo mucho frío. Entonces sintió que la mano dulce de ella le empujaba por el pasillo hasta llegar a un cuarto. Cuando miró al techo, cientos de sombrillitas en miniatura, pequeñas como secretos, colgaban de las vigas de la habitación. -Son mis juguetes, dijo ella. -Brillan. -contestó él. -Dejarán de hacerlo cuando pare de llover. Un olor a polvo de rosas inundó su memoria, y no sé porqué razón se acordó súbitamente de su madre, que siempre tenía ese mismo olor. De pronto ella lo llevó a sentarse a la cama, que sintió caliente y confortable, más aún cuando su cuerpo entero se posó sobre sábanas nunca antes sentidas y el pequeñito orgullo asustadizo de ser el primer hombre que entraba en aquel sagradísimo aposento. Unas manos finas y huesudas le saltaban los botones de la camisa. Manuel se esforzó por ver el rostro de ella en la oscuridad. Le pareció que sonreía un poco mientras secaba con lentitud y cariño su pecho mojado. -Tu padre ha muerto-, le dijo. -Lo sé. Hace ya dos días que mi corazón no lo escucha. Y sintió como el calor y cierta calma de la verdad, volvían a su cuerpo después de aquella ensopada de hielo sobre su cabeza. Y de tan cansado que estaba... se quedó dormido.


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Minutos después se encontró desnudo sobre la cama. Seco y con hambre. Vio su ropa tendida sobre los muebles del cuarto, escurriéndose en el piso donde las gotas caían en charcos diminutos. Pasó lentamente su mano fría y arrugada sobre la colcha tejida palpando cada puntada con afán de ciego. A su lado pudo ver la llama liviana de una vela en extinción. Se levantó despacio y trató de salir al pasillo. -No debes salir así, estoy buscándote ropa seca. Manuel se acercó al lugar de donde salía su voz. -No hagas que te mire. No es correcto. Manuel se escondió tras algún mueble. -Pero tú me quitaste la ropa. -Sí, pero no te miré. Manuel se sentó en la cama otra vez, de espaldas a ella. -¿Qué vas a hacer ahora que mataron a tu padre? -Me iré lejos. Tengo familia en Yauco. A menos que tú me quieras llevar a alguna parte. Una mano delicada se extendió hacia él y tomó la suya. Manuel la acercó y pudo ver su rostro fino, asediado por siglos de llanto, de pesadumbre acurrucada en aquellos ojos desechos por la pena. Un cabello violentamente negro y largo sobre un traje de encaje, ya amarillo, con una rotura que abría un débil escote donde trataban de esconderse asustados de frío dos pechitos carnisecos. Todo coronaba una expresión de absoluto desabrigo. Manuel la miró profundamente; abajo, los pies descalzos sobre la tabla húmeda, arriba, la sonrisa ardiente que contrastaba con toda la frialdad de un cuerpo solo. -Tengo tanto miedo como tú, le dijo él. Paquita se abrazó al cuerpo desnudo de Manuel abriendo sus ojos a un llanto feroz y hasta ese momento encarcelado. El poeta no supo qué hacer ni qué decir. Luego ella se tiró en la cama, ahogada por el llanto, tosiendo, tosiendo sin parar como si quisiera vomitar toda la pena de un golpe. La mano de Manuel, con una caricia tenue en el medio de sus pechos, le fue devolviendo la calma, el aire, la brevedad de la paz. Paquita sintió que había una vida entera que desde


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aquel momento la llamaba desde su voluntaria desnudez. Manuel andaba venciendo sobre ella un dolor de pena suave, tan parecido al amor y a la ternura, que tenía por fuerza que olvidar la desgracia, dejándose abrir el manso camino de su piel nueva y callada. Paquita cerró los ojos y una lagrimita apaciguada bajó por la mejilla hasta la colcha. No hay peor, ni más tremenda pena que ver a una mujer desnuda que acaba de llorar. -¿No me dejarás, verdá?, susurró. Manuel cayó su fina voz con beso sosegado, y dejando ir su mano por los sitios prohibidos, dejó abiertas las puertas de aquellos truenos que empezaban a sonarle de su adentro, y su boca sembró en ella la dicha hasta una risita tersa, agradecida, y poseyéndola y poseyéndose se tornó el dolor en una flor seca, lista para recuerdo entre los libros y luego del fragor, durmieron balanceándose, como balandros flácidos en las oleadas de un placer nuevo, limpio como el tapete que había bajo la vela que ultimó sus más feroces suspiros. Las sombrillitas aún brillaban en el techo. *** En la lista de los que compontearían en el área de Mayagüez, se encontraba el nombre de Felicita Alemar de Ramos, a quien torturarían por ser “espiritista”. Mi bisabuela. *** domingo, 6 de Octubre de 1888 Mi entrañable maestro; No he podido hacer otra cosa que seguir, ya usted sabe. Nada nuevo dentro de lo que puede considerarse “nuevo” en un mundo como este. Sepa que le recuerdo mucho y que cada vez que pienso en las metas, en los objetivos, sale usted como un


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Mefistófeles ofreciéndome la vida eterna a cambio de mi alma. Querido maestro, las cosas no cambian. Si no fuera por la ilusión... a veces por la ilusión de Dios (perdóneme), de que algún día alguien llegará y con un manotazo en medio del cielo arreglará la miseria para siempre. Y hay tanta miseria en todo. Hasta en la cálida sonrisa de quien espera algo a cambio de nada. Le cuento que camino mucho. Voy de aquí para allá como un pajarero, con la mano extendida a ver cual se posa. A veces (pero esto no lo cuente usted a nadie) me sorprendo mirando los zapatos de la gente. Me quedo como un idiota, sentado en la plaza viendo pasar el cuero curtido por el trabajo, o el charol, o la punta... he visto polainas... casi siempre camino al casino. Algún día alguien inventará zapatos más cómodos para las mujeres. Si se fija bien, los pies de las mujeres tienen esa inherente cualidad de la pequeñez, que a veces y un tanto eróticamente, chispean la imaginación de cosas vanas. pero buenas. Desde que Paquita se fue no he hecho otra cosa que escribirle tonterías. Cosas del frío, del agua. Me ha dicho que no vuelve a este pueblo. Me siento tan solo, amigo mío. Y es que uno se enamora de ese friíto del amor. Pero de ese frío que obliga a acurrucarse, ¿no cree? Le pido perdón. Voy de un tema a otro sin ninguna pudicia. ¿Qué me ha hecho usted en el alma? ¿Qué me ha metido usted en el corazón que día a día me desangra de tantos deseos? ¿Que ojos del espíritu me ha abierto usted con tal violencia que ahora solo buscan la luz y el conocer? ¡Yo quiero vivir, maestro, quiero vivir para saber! ¿Podrá usted enseñarme a hacerlo sin que sufra tanto por tan poco? Aún no me ha dicho usted nada sobre mi obrita. Parece que no le gustó. Lo entiendo. No es lo que usted espera de mí. Pero si es eso, entonces lo culpo, porque usted fue el provocador


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de esa idea loca de los extremos que no se pueden unir. Usted, liberal... (ahora autonomista de los grandes hijos de Baldorioty) que anda repartiendo tanto amor en sus alumnos, usted que cree que la libertad está en el borde un grito. ¿De qué me culpa? ¿Por qué me paga con ese silencio atroz que más pequeño de lo que ya soy, me hace? Solo puedo decirle que estoy seguro de que nadie me seguirá, como a usted. Que nadie me señalara en la calle... al menos por ahora. Solo me señalan los niños, los picaros del hambre que a falta de comida, se llenan la panza con la burla... al pasar junto a mí me dicen “negro enano, negro enano” y les sonrío. No se preocupe, me agarro al badajo de mis campanas, me cimbreo con ellas y las beso en la oscura torre de lo culto, y río... río tanto, que eternizo mi honda pena de Cuasimodo. No se olvide de mi madrecita, digale que estoy bien, que casi soy feliz. Esta noche voy al teatro. Veré la obra de un hermano mío a quien he conocido en el taller de la prensa. Me vendrá tan bien su amistad, como la suya, y es que también es dramaturgo. Se llama José Ramos y Brans... le hablaré de usted. Cuídese, la muerte todavía anda suelta y loca. Mi abrazo, Manuel. *** 13 de agosto de 1890 Querido maestro; Ya queda muy poco para mí en este pueblo. Me marcho a Ponce. Dicen que ahora es Ponce la capital y no San Juan, ¿qué cree usted? He dejado el taller. Estos últimos veces viví como pude, pero no viví bien, a veces no comía. Pero eso tiene poca importancia. La obrita me ha dejado algunos pesos. con los que me arrastro. ¿Qué más puede


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esperar un negro que piensa y escribe? José me ha hablado mucho sobre la gente que el conoce allá. Me ha propuesto que vaya con él y alquilemos un cuarto. El conoce la gente de la prensa y sus relaciones son muy buenas. Conoce bien a Morel Campos y a su hermano que trabaja en tipografía. Me tienta la idea, me tienta mucho porque la verdad es que ya no tengo muchas alternativas. Hemos decidido irnos la primera semana del próximo mes porque sus colegas están de viaje por el interior y no regresan hasta entonces. Creo que será un honroso disparate del que seguro saldré bien. Lo siento, no he escrito nada que valga la pena. Estoy hasta las narices de los zapatos. Tan pronto lleguemos y nos instalemos en Ponce le escribiré. Lo único que no me gusta de José, es que cuando bebe se pone a recitar en voz alta en medio de la calle, pero es un gran tipo. Tiene una hermosa manía de titular todo lo que escribe con la palabra “Acorde”. Se cree que la vida es una guitarra. Vele por mi madrecita. Mi abrazo, Manuel. ***

Ponce, 1891

Una taberna. José: ¿Hace frío allá abajo? Manuel: ¿Qué? José: Es un chiste.... Si hace frío allá abajo. Manuel: No lo cojo. José: ¿Nunca te han dicho que eres un pigmeo? Manuel: ¿Nunca te han dicho que eres un mulato parejero? José: Sí, pero las mujeres se vuelven locas conmigo.


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Manuel: Ya entiendo por qué. José: ¿Por qué? Manuel: Porque eres un teatro. José: Puede ser. Manuel: Eso es lo que eres. José: ¿Te gusta que te cojan pena? Manuel: No. José: Entonces, ¿por qué te gusta el teatro? Manuel: Porque después de la revolución... José:¿Qué? Manuel: ... el teatro es la única forma de justicia. *** 19 de diciembre de 1989 Manuel y José llegaron a Ponce en los últimos meses del año 1891 y se instalaron juntos en una pequeña buhardilla de la céntrica calle Concordia. Por alguna manera que aún no he podio precisar -tal vez a través de José González Quiara, intelectual mulato de Mayagüez- José inicia una sólida amistad con el impresor y periodista Ramón Morel Campos, hermano menor del insigne compositor, genio de la danza puertorriqueña Juan Morel Campos. Ramón Morel Campos, igual que sus hermanos era de extracción medianamente alta y con gran educación. El mismo Ramón dice que su famoso hermano no nació en la pobreza como se cuenta, sino que por el contrario, Juan nacería en una gran mansión frente a la Iglesia de Ponce, “como todo un príncipe”. Será Ramón Morel Campos (1856-193?) un entusiasta promotor de la cultura y el comercio ponceños y dejará para la historia varias guías de la ciudad en la que se describen con minuciosidad la contextura de la sociedad ponceña de los años 1891 a 1895.


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*** Guayama, 2 de junio de 1891 Manolito; Matilde está enferma. Ven pronto. Nicolás *** Fernando y María... Este “diálogo en un acto y en verso” salió de la Tipografía de Manuel López en el año de 1892. Manuel mismo le compuso “la caja” con dos pequeñas viñetas. El folleto alcanzó 11 páginas en papel muy fino. La única copia que se conserva está en la Colección Puertorriqueña de la UPR. La “obrita” está dedicada “A mi querido e inolvidable amigo D. Eleuterio Lugo”. *** 13 de agosto de 1892 Querido hermano; ¿Ves? Ya te llamo hermano y aún no soy hijo de tu madre la Viuda. Aquí te envío esto. Es muy poca cosa, Me lo ha pedido el ocio y la necesidad. Lo vendo a 10 centavos entre los amigos. Se lo he dado al Cuadro del Taller Benéfico... ¿quién sabe? En suma, no dice mucho, solo que te cuides de los


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amigos. Pero no de mí. Porque si Dios lo quiere, yo seré tu “hermano”. ¿Qué tal Francisquita? Léeselo. Esto la ayudará a decidirse. ¿Cuántos años llevas porque ella diga ese sí? Es casi un campeonato. Cuéntame... ¿Cómo es eso de enamorarse “para siempre”? ¿Puede haber un para siempre en las cosas de los hombres? Un para siempre jamás, un “para siempre quererte”, un “jamás olvidarte”... ¡Qué de manías tiene el gran Dios que hace a uno prometer estas cosas imposibles! Todavía pienso en Paquita. Ya debe haberse casado o tal vez esté de fregona en alguna casa grande. ¿Te conté sobre ella? Sí... ¡Cuánto la quiere mi soledad todavía! Y es que querer debe ser algo así como juntar los secretos. Mi más grande secreto, tú no lo sabes. Te lo diré. Soy terco y desprecio la pobreza. Y esto, porque no quiero que mi miseria se me convierta en virtud y termine sintiéndome orgulloso de lo infeliz que soy. Odio demasiado la pena, ¿me entiendes? José te manda muchos saludos, dice que tu último que te publicó Muñoz Rivera le gustó mucho. Mi abrazo y hasta la tuya, Manuel *** Fernando y María: Este diálogo es simple, no tiene altas pretensiones y podría pensarse incluso que Manuel lo compuso para probar su talento como tipógrafo. Esa “obrita” que uno “artesanalmente” (permítaseme el uso del concepto con la acepción moderna) confecciona cuando trabaja en imprentas o periódicos. Yo mismo “robé” tipografía del antiguo periódico El Reportero donde trabajé de 1984 a 1986.


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Me quedaba pasada la hora del cierre y preparaba los archivos electrónicos con ciertas claves que sólo yo podía descifrar, y esperaba hasta la una de la mañana -la hora del cambio de edición-, para lanzar a la máquina la plancha de papel que se revelaba con químicos apestosísimos. Luego yo mismo emplanaba las “galeras” sobre cartones para llevarlas a la imprenta de los americanos en la Calle Guayama. Así logré imprimir dos de mis obras cortas (La Mueca de Pandora y Ese Punto de Vista) y logré además editar el primer número de Intermedio de Puerto Rico, la única revista de Teatro puertorriqueño que se ha editado en esta época. Ahora, recordando esta ligera pasión -a la que después de todo no llamaría “robo” sino “rescate”- me explico claramente, como dramaturgo, este proceso. Ningún escritor se resiste a la tentación de ver su obra en letra impresa. *** 10 de noviembre de 1892 Sr. D. Ramón Morel Campos Taller Benéfico de Artesanos Estimado amigo: Mucho agradezco la paciencia que ha tenido usted para conmigo y mis pequeños desagrados, manifestados a V. a través de breves comentarios en las veladas del Taller Benéfico. Pero sepa V. que las hago presa de grandes preocupaciones. Tengo muy por alto el valor del poeta puertorriqueño y sé que su enredada musa a veces no le permite expresar lo que siente y cómo lo siente si no es dentro de unos estrictos modelos de belleza y sublimidad. Pero los artesanos, si bien hemos sabido ser sublimes y reclamar el derecho a la belleza, también hemos de reclamar el derecho que tenemos a la verdad. Y de eso V. tiene mucho que


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enseñarme todavía. Y yo sé muy bien que esa verdad tiene que venir cargada de una buena dosis de justicia. V. sabe también que las cosas para nuestra clase no están bien. Que este paternalismo y esta mansedumbre nos van a matar. Y lo harán si no sabemos levantarnos sobre nuestro sudor y nuestro esfuerzo en la búsqueda de esa justicia de la que le hablé. Lamento informarle que yo no aspiro a más paternalismo ni a más componenda. Soy muy terco, José se lo habrá dicho ya. Por ello quisiera un comentario sincero, honesto y responsable del juguete cómico con que le acompaño esta carta. No quiero que interprete V. que intereso que se produzca en el Círculo Dramático del Taller. No estoy preparado para tan grande honor y creo que mi obrita no merece tanto. Pero José me ha enterado de que tienen en mente un proyecto importante, un periódico obrero. Y hemos hablado mucho sobre ello. Sobre lo que eso significa. Y he llegado a la conclusión de que ya pronto deben acabarse los intentos. Yo tampoco quiero que esos nuevos impuestos españoles acaben con lo poco que me gano. Quiero sencillamente que cuente conmigo. Quiero agradecerle lo que ha hecho por mí, que no es poco. Pero como V. estamos abriendo a los ojos a este despertar. SSSQBSM, Manuel Alonso y Pizarro *** 15 de marzo de 1990 Panaderos, barberos, sastres, zapateros, camiseros, fondistas (gente de fonda, que hacen comida), comerciantes, lavanderas, planchadoras, billeteros de


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lotería, lecheros, aguadores, tenderos... Todos ellos solicitan a un misero burgués, Don Donato, la justa paga por el servicio rendido. Cosas del día es una breve y chispeante visión sobre esa explotación. Don Donato no tiene donde caerse muerto y opta por fugarse huyendo de la responsabilidad de rendir un pago por el trabajo realizado. Incluso piensa en el suicidio. El fiado lo ha vencido y ha llegado la hora de pagar. Como el Fausto, ha vendido su alma, en este caso su crédito, al diablo y le llega la hora de pagar. Don Donato tiene que pagar el precio de su culpa “por la maldita costumbre de engañar a todo el mundo.” Esta “obrita” marca interesantísimos aspectos de esa vanguardia de la intelectualidad artesana que Manuel llevará al teatro. *** Una calle de Ponce, un sábado de diciembre de 1892. José y Manuel. Es de noche, tarde en la noche, quizá las once. Han bebido. MANUEL:¿Vas a decirme qué dijo o te lo tengo que sacar a puñetazos? JOSÉ: ¡Tendrías que treparte en una silla para pegarme aunque fuera en las bolas! (Lo señala y luego vira su cara con molestia) No me amenaces. No me gusta. MANUEL: Pero qué justo eres conmigo. ¿Qué clase de amigo eres? JOSÉ: Me estás presionando y eso no es bueno, hermano. MANUEL: No soy tu hermano.


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JOSÉ: Pues si no lo soy, no me exijas favores como tal. MANUEL: (Pausa. Silencio largo.) ¿Qué te dijo? JOSÉ: Y vuelves. Ven, vamos a darnos otro romito. MANUEL: Estoy harto de los malditos romitos, estoy harto de ti!, ¡estoy harto de todo lo que no se mueve en este maldito país! ¡Dime lo que dijo Ramón o soy capaz de hacer una diablura! (José se detiene en plena calle.) ¡Me pegaré un tiro en medio de la boca! (La Luz de los faroles cae lánguida sobre los hombros de José aún de espaldas, que no se atreve a voltearse.) JOSÉ:¿Por qué es tan importante lo que él piense? MANUEL: Porque lo es. Porque tiene un grupo de teatro y va a tener un periódico... porque es uno de los nuestros, maldición y porque estoy seguro de que entenderá lo que quise decir y quiero saber si está de acuerdo. ¡Merezco aunque sea esa cortesía! JOSÉ: (Se voltea despacio. Y ve la menuda figura de Manuel en medio de la calle como un arbolito mustio que no quiere crecer. La luz parpadeante no alcanza espantar la sombra de sus ojos. Manuel da un paso lento a él, muerto de miedo.... esperando. José sonríe muy triste) No le gustó. MANUEL: (Sin moverse, sin respirar siquiera.) ¿No? JOSÉ: No. Dijo que eras un anarquista. Que tu obra era peligrosa. MANUEL: Pero cómo... JOSÉ: (Interrumpiéndolo con firmeza.) Y no quiero discutir nada más sobre ello. Ni siquiera debes comentar esto con nadie. Y no te pongas a escribir cartas pidiendo explicaciones por todo como siempre haces. No le gustó. Confórmate con saber que te sigue apreciando y que te respeta mucho.


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MANUEL: ¿Tan mala es? JOSÉ: No es mala , Manolito. Es... interesante. MANUEL: Eso es lo mismo que decir que es una mierda. JOSÉ:¿Y qué quieres que haga? ¿Que la lleve al teatro, que le dedique un beneficio? ¿Que venda boletos al gobernador? Vamos pon los pies en tu época. MANUEL: En ella los tengo. Por eso la escribí. JOSÉ: Entonces vives en otro mundo. MANUEL: Puede ser. Puerto Rico se está convirtiendo en otro mundo. JOSÉ: Es que no puedes pretender gustarle a todo el mundo. A fin de cuentas es un juguete cómico.... una obrita, nada grande... ¿De qué te quejas? MANUEL: Será grande. JOSÉ: Será lo grande que tenga que ser, pero ahora no lo es. ¿Porque no escribes un drama? Un drama de pasión, de dolor, un drama de honda raíz sentimental, un drama que pueda montarse en grande... MANUEL: ¿Como el tuyo? JOSÉ: Un drama, punto. Algo que valga más que un juguete de esos. MANUEL: ¿Por qué dijo que era peligrosa? JOSÉ: Pregúntaselo a él. MANUEL: Lo haré. JOSÉ:¡Ni te atrevas! MANUEL: No creo que sea peligrosa, creo que es justa. JOSÉ: La fuerza de la justicia es peligrosa, hermanito. MANUEL: Para la fuerza, pero no para la justicia. JOSÉ: Retórico, sofista... MANUEL: De eso es lo menos que puedes acusarme. De eso puedo señalarlos a ustedes.


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JOSÉ: Señala todo lo que quieras... ahora me dirás que tampoco eres anarquista. MANUEL: ¿Y qué si lo fuera? JOSÉ:¡Bah! (Pausa) ¿Tienes algún dinero? MANUEL: Algo. JOSÉ: Pues ven. Yo sé qué es lo que te hace falta. MANUEL: Tenemos que pagar la renta. JOSÉ: Buscaré quien te compre algunos libros. Lo mejor del mundo es tener amigos, ¿no crees? MANUEL: ¿A dónde me llevas? JOSÉ: Cállate y sígueme. MANUEL: Estás borracho. JOSÉ: Y tú también. Cállate y camina. MANUEL: ¿A dónde me llevas? JOSÉ: A otro planeta.... *** REGLAMENTO DE HIGIENE DE LA PROSTITUCION PARA LA CIUDAD DE PONCE, APROBADO POR EL EXCMO. SR. GOBERNADOR GENERAL DE LA PROVINCIA EN 19 DE JUNIO DE 1894, PONCE, IMPRENTA DE MANUEL LOPEZ, 1895. Capítulo II, Art. 2º-Se considera prostituta, para los efectos de este reglamento a toda mujer que habitualmente se dedica a la prostitución ó que por remuneración concurra á las casas de citas ó reciba la de distintos hombres en su casa en igual concepto, debiendo ser inscrita por lo tanto en el correspondiente registro del ramo. ****


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*** Del Registro de Prostitutas de la Ciudad de Ponce para el año de 1892, la Casa de Ama de Doña Angela Martínez Gandía, en el Callejón del Perro, número 69... Prostitutas inscritas en el registro: Laura Sánchez, conocida como “La ruca”, 27 años, mulata. No sabe leer ni escribir. Andrea Benítez, conocida como “La pólvora”, 36 años, blanca. No sabe leer ni escribir. Teresa Chevalier, conocida como “París”, 26 años, francesa y blanca. Sabe leer y escribir en español y en francés. Rosa Arbona, conocida como “Candela”, 21 años, negra. Sabe escribir su nombre. ***


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La Ruca esperaba junto a La Pólvora en el Zaguán oscuro. José besó a la blanca en los labios enterándole la lengua hasta el corazón, y entró sin ser anunciado. Manuel las miraba bajo el mortecino flameo de una tea en lo alto de un balcón. Se quedó quieto, callado, como quien se detiene ante la visión de un hermoso abismo. Angela se asomó en la ventana y lo miró, en medio de la calle como un niño abandonado. “Déjenlo entrar, es enano pero es mayor de edad”, le dijo a La Ruca y ésta le tomó del brazo y lo empujó con gracia hasta el medio de la sala. Alfombrada de rojo e iluminada por tenues quinqués, sus muebles parecían personas en silencio cómplice. Una butaca seria junto a una mesita de licores. Puertas negras que van a sabe Dios dónde. Una araña de telaraña colgando sin maña justo en el espacio como un cielo de flameantes cometas apagados. Un clisé con piano en la penumbra y todo nebuloso, como si hubiera cientos de fantasmas durmiendo en el aire. Y un olor tenue a agua de rosas, a falsa agua de rosas mustias en colorido ambiente sanguinolento, abría un diminuto carnaval en el ambiente y en el hambre y el deseo de quien ya sin timidez sabe el secreto de las cosas. La sala ya había estado en él, pero ahora le pertenecía. José ya se estaba quitando la chaqueta y desabrochándose el lazo. Angela se le paró delante como una visión. -¿Cómo te llamas? -Manuel. -Dice José que eres buen chico. -No le crea. -Vamos, relájate, tranquilo. Angela sabe ya todo de tí, verdá cariño?-, dijo José tocándole una nalga. -Los hombres creen que saben todos los misterios, pero solo alcanzan a saber una mitad. -Vamos, Manolito, dile que se equivoca-, dijo José sirviéndose un romo. -Puede ser-, dijo Manuel, enseñando esta vez la suavidad.


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-Nosotras sabemos la otra mitad. -Es escritor, como yo. Al menos eso tenemos en común. Y hace un minuto nos hemos peleado. Lo traje para que se le baje el fuego. -¡Otro poeta! ¡Qué maravilla! Tantos que nos vistan. Te asombrarías de saber... -¿Alguno famoso?- preguntó Manuel. José y Angela se miraron y José dijo “¡Uuuuuuuu!” -Soy dramaturgo, cuidado con lo que me cuentas-, dijo Manuel cortando la risa de ambos. -Se toma muy en serio-, bromeó el tipógrafo. -Esta noche querido, escribirás el mejor drama de tu vida, sentenció Angela. Y dirigiendose a José le dijo: -París está libre y Candela anda con el Alcalde. Afuera está Ruca y Polvorín. -Dame a La Polvora y a él dale a la francesa. Manuel no es muy exótico pero tiene estilo. -Estos mulatos... siempre buscando las blancas. -Ilusión de poder, querida-, dijo José. -Pues déjame ver tus cuartos y yo te enseño los míos. José sacó de su bolsillo unas monedas y Manuel, dándose por aludido sacó también las suyas. -Así me gusta. Clientes obedientes y justos. -No nos levantes hasta las diez-, dijo José. -Tú vete al cuarto azul y tu, chiquito te puedes ir al verde. Ahora les mando las muchachas. José le hizo un guiño a Manuel y este sonreído de medio lado le dijo, -No creas que se me olvida lo de “anarquista”. -Terminarás sintiéndote orgullos de eso. Ahora entrégate al amor, amigo y olvídate del mundo. Al acercarse a las puertas de sus respectivos colores se volvieron a mirar y José soltó una risotada mientras se quitaba la camisa y desaparecía en las entretelas de la puerta azul como si se ahogara en el mar y lo disfrutara. Manuel entró por la puerta verde, pero sin reír. ***


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Historia de un amor castrado o melodrama mágico Teresa Chevalier llegó a Puerto Rico cuando tenía veinte años. Era hija de un comerciante francés venido a menos... que por orgullo evitó que su hija se amara con un joven escritor, pobre, pero de buen corazón. El atormentado joven suicidóse una noche de Luna a la orilla del Sena con un tiro de pistola en medio de la boca. Teresa trató de matarse cortando sus venas, pero tuvo demasiado miedo y no lo completó. Pasó año y medio en un sanatorio donde fue violada por los carceleros que entraban de noche en los pabellones de las mujeres y se cuenta que fue el objeto del deseo de un notable médico francés que estudiaba las mentes de los locos. Su padre, arrepentido por su crueldad, la sacó de aquel infierno y la trajo a la Isla en busca de un mejor ambiente para su hija (demás no está decir que Chevalier, quien era un mediocre importador de abarrotes, murió a los pocos meses de llegar a causa de la sífilis, que ya lo había dejado ciego.) No teniendo a donde ir y sin hablar el idioma, Teresa fue llevada a la casa de unos acreedores de Chevalier, en la que fue tratada como sirvienta hasta los 23 años, cuando descubrió que estaba embarazada del amo y ciertos criados trataron a sangre fría de sacarle su “asunto”. Doña Angela la encontró esa noche, sangrando hasta por los ojos y tirada como una perra parida en los portones de aquella hacienda. Ella la vistió, la cuido y a veces Teresa dejaba caer su rostro lloroso en el pecho matronal de Angela, y le llamaba “mamá”. Angela disfrutaba verla desnuda y por ello la convidaba constantemente a que se bañaran juntas.


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Teresa llevaba tres años viviendo con ella y haciendo feliz a los hombres que pagaban, pues a estos les gustaba como Teresa hacía sus gemidos en francés, y aullaba un Ouí, ouí, ouí... con tanto placer como exotismo. Los que le amaron con frecuencia recordaban que en el paroxismo del amor, de Teresa se posesionaba una cierta extraña luz azulosa que salía por sus ojos, como una llamita feroz que se extinguía y se acentuaba según sus orgasmos. Quien no viera la extraña luz en los ojos de Teresa, era porque solo se había hecho feliz a sí mismo. Por esta razón, los artesanos mulatos le apodaron “París”, porque hacer el amor con ella, era hacerlo con “la ciudad Luz”. (Historia Oral ponceña) *** Manuel se sentó en la pequeña sillita del cuarto verde, en la que todo -sin excusas,- era color verde. Paris se apareció en la puerta con un refajo blanco, descalza pero con los pies limpios y el rubio pelo mojado como si se hubiera salido del mar... -Me acabo de bañar, dijo ella en su fuertísimo acento franchute. Y Manuel sonrió.- hace mucho calor. Voy a abrir la ventana. -Está bien. -¿Cómo te llamas? -Manuel. -Es nombre de Dios. -No aspiro a tanto. -Todo lo que se cuenta por ahí de mí es mentira ¿sabes? -No sé nada sobre ti, solo que te ves muy linda. Entonces la miró bien. En efecto, no era linda, era preciosa. Una mota de blanco algodón, cuya piel relumbraba de un rosado vivo. Unos dedos finísimos, de uñas esmeradamente cuidadas. Unos brazos flaquitos, frágiles, como si fuera un cuerpo nuevo que nunca ha recibido ningún golpe. Labios


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pequeños, cerraditos y rojos como una acerola y unos ojos de océano tan oscuros, que se le quedaron mirando de fijo, extrañada, sugerente. París se sentó en la cama a desabrocharse los pequeños lazos del níveo refajo hasta dejar sus senos al aire. Manuel pudo ver unos senos pequeñitos pero hermosamente redondos y frescos, en el quizá alguna gota de agua indiscreta todavía rodaba por las curvaturas hasta el pequeño pezón que era como una tímida manchita amable en medio de toda su blancura. -Será mejor que no sepas nada. Espero entonces que te sorprendas. Ven. Manuel se acercó con su cautela de macho invitado y se detuvo frente a ella. Una pequeñita sonrisa se le salió a ella con esta frase amable. -Estoy segura de que tu corazón no es tan pequeño como tu cuerpo. Manuel entonces la besó despacio, sin tocarla casi, y el breve arrebato los llevó a lanzarse en la cama como dos niños juguetones, que se desvistieron rápido, como si tuvieran prisa. Desnudos uno frente al otro se miraron esta vez sin sonreír. -Tu eres diferente, le dijo ella. Eres negro, pero eres diferente. -Soy negro. -Es que los negros... -Sí, ya sé.... los blancos también. -Cállate y olvida. Tal vez París pensó que era una noche más, pero para Manuel no lo era. Era muy hijo de su incertidumbre, de la de toda su época. Acarició a Teresa lentamente, con sus labios, con su lengua, con todo su cuerpo la enrredó como una negra serpiente de amor que se desliza sin pudor sobre una llanura de nieve. Extendió como pudo los brazos y las piernas de ella en una soberana cruz sobre la que ahora pretendía crucificarse. Y los quejidos de ella, ese ouí, pasito se le iba saliendo de los labios, ya no como un juego del arrebato sino como una oración. Manuel, encendido entre las piernas de ella comenzó el calvario amable de su pasión, una y otra vez, como el clavo


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romano que se entierra en las carnes de Cristo. Y aquella flama dolora comenzaba a incendiar las sienes y los brazos, a abrazarla de lumbre, de quejido, de murmullo gracioso y limpio... la luna y su lado oscuro estaban teniéndose una a otro... y de pronto, los ojos de París se abrieron de alegría y Manuel pudo ver como de ellos salía un inusitado resplandor azuloso, una incandescencia celestial, como una combustión de estrellas diminutas, como una ignición de fuegos místicos.... y el quejido sordo, cumplido, se hizo en su boca de acerola como si esta se desgajara derramando su agridulce jugo.... Lo más hermoso de todo, es que Teresa, al abrir su ojos y posarlos sobre los de Manuel, vio como de los de él también emanaba el maravilloso relámpago azul.... Luego del éxtasis… la pausa cómplice, la respiración que se aquieta, el mirarse hondo, el sonreír. La gratitud generosa de quién ha recibido lo inmerecido. -Te dije que eras diferente. -No. No lo soy. -Odio esta vida. No me deja ser feliz. -¿Por qué no buscas salir de aquí? -Eso quisiera, lo quiero desde que soy niña. -Si tuvieras amor... amor del bueno. -Una vez le dije a un hombre que lo amaba, ahora quiero decírtelo. -Dilo. -Me da miedo. -Dilo. -Te necesito. -Bueno... -Es una fantasía. -Si te dieran a elegir entre la realidad y la fantasía... ¿Cuál escogerías? Teresa lo pensó un breve segundo y contestó... “la fantasía”. -Entonces te vas conmigo. -A donde tú mandes...-sonríe. -Mi casa es el hambre y la miseria.


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dad.

-También es la mía. -También mi casa es el teatro, la fantasía de la reali-

-Aprenderé. -Estás dispuesta, ¿de veras? Teresa contestó con la acción. -Espérame afuera. Recogeré mis cosas. Y salió desnuda. Manuel se vistió y salió por la ventana deteniéndose en medio de la calle donde horas antes cayó sin saber a donde llegaba. Ahora sabría de donde saldría. Pasaron largos minutos de ansia, en el que los gallos y los grillos armonizaron la oscuridad. Un gran perro negro se acercó al zaguán olfateando el suelo. Manuel lo miró fijo, y el perro jadeante siguió su camino desapacible. A los breves minutos la puerta del zaguán se abrió y Teresa salió vestida a la prisa con una pequeña bolsa aprisionada en los puños. Manuel corrió a ella y se abrazaron listos para empezar a correr, cuando en la puerta apareció Doña Angela.... -Teresa.... Los amantes en fuga se detuvieron. -¿Cuantas veces te voy a decir que no te dejes llevar así? Vamos, ven, hace mucho frío afuera... -Ella se va conmigo, dijo Manuel. -Ah, bueno, es eso de nuevo. Siempre lo mismo. Te dijo que te necesitaba, que la llevaras lejos… Bueno, hagan lo que quieran. ¿De veras quieres irte, chiquilla? Este no es el poeta que esperas… -¡Cállate, mamá! ¡Cállate! – gritó en un arrebato. -No, este no es. Este es negro, bajito, feo. Teresa dejó caer el pequeño bulto al suelo. Miró a Manuel y de las lágrimas saltó a la risa. -No mamá, era solo un juego, el mismo de siempre. Estaba aburrida. Perdóname. -Vamos, recoge tus cosas y ven, que hace frío. Teresa recogió el bulto ante el asombro espantado de Manuel. Lo miró y le dijo despacio.


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-Ven a verme mañana, jugaremos a la fuga otra vez. Es tan divertido... Y besándolo rápido en los labios entró nuevamente a la casa. Doña Angela, mirando a Manuel con gran pena le dijo muy dulce... -Perdónala, está enferma la pobre. El amor todo es una enfermedad. No te dejes llevar. Ven mañana si quieres. Te divertirás. Y la puerta del zaguán se cerró con un golpe seco. El perro negro y jadeante volvió a detenerse ante la puerta, pero ya Manuel iba calle abajo, llorando como un niño, gimiqueando casi, ahogado por el dolor, presa de sí mismo. Rabiando. Y en ese momento... en ese justo, dejó de creer en Dios. *** Teresa Chevalier murió ahogada en la Playa de Ponce según parece en el año de 1894. Se dice que su cuerpecito desnudo se lanzó al mar en una noche de Luna llena, llamando a voces al escritorcillo pobre de buen corazón que suicidóse a la Orilla del Sena. Tres pescadores negros la encontraron, y según cuentan, los ojos de su cadáver brillaban de una misteriosa luz azul, luz que aún en el cementerio se ve brillar de noche entre las rendijas de su tumba de piedra. Cuentan las malas lenguas que en las noches de luna brava, se le ve caminar desnuda por la playa, acariciándose sola, cantando dulces tonadillas francesas y acompañada por una gran perro negro... los niños la llaman “la Encantada”. *** 1895 Manuel no escribiría mucho en estos próximos meses. La amistad con José si bien se iba estrechando -pues no tenía


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otra compañía “literaria”- tampoco avanzaba mucho. José no hizo partícipe a Manuel de sus adelantos en la planificación del periódico obrero. Para José y Ramón era un secreto muy guardado. Manuel, sin embargo, habló con Ramón. Discutieron muy cortésmente sobre la pieza. Ramón dijo que la pieza le parecía anarquista, pero que su autor no tenía que serlo. Y Manuel dijo ¡ahhh! Manuel explicó sus puntos de vista y más que tratar de convencerlo de que en efecto las clases estaban polarizadas y que la única forma de resolver las crisis era el reclamo de justicia. -¿Con violencia?, preguntaría Ramón. Y Manuel elucubró algo que se había dicho muchas veces. Que la violencia era un extremo, cierto, pero que la explotación también lo era. Que el entendía que había cierto servilismo en la clase artesana que se disimulaba con las actitudes paternalistas y con la seca defensa de unos principios que identificaban a las clases pero no las oponían. -¿Porqué habría que oponerlas?, preguntó José desde su mutismo. -Porque son contrarias-, tú lo sabes tan bien como yo. Y prosiguió explicando que en nombre de esas diferencias podían reclamarse derechos, porque en el fondo debía de existir la aspiración a la igualdad. Ramón lo miró de fijo. José fumaba muy tranquilo con las piernas cruzadas sobre el único escritorio de la pequeña Oficina de Administración de la Imprenta de La Libertad en donde Ramón era administrador. -Piensas mucho, - le dijo Ramón. Y eso no es malo. Solo que te preguntaría si estamos preparados para eso. -Yo no lo sé. -Eso es lo primero que habría que averiguar ¿no crees? - Puede que sí, puede que no. Nosotros somos los llamados, somos los que pensamos en esto, los que escribimos. Tipógrafos, hacemos palabras, ya es hora de que no nos conformemos con acomodarlas en una caja, ya es tiempo que


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las pensemos también... -Se ha hecho. -Claro que se ha hecho, los tipógrafos hasta hemos hecho huelgas ...y ¿de que valió? -Tienes que leer y aprender del momento. -Lo estoy haciendo... -Lo hace, dijo José. No me deja dormir de noche por amanecerse leyendo. Un día de estos va a quemar la casa. -Sé que pueden llegarnos soluciones de otras partes, de Europa, Bakunin, y los otros, eso puede darnos más luz que nuestra propia ignorancia. Necesitamos martillazos fuertes. -Tu has dado uno que no es ninguna pendejada. Pero claramente, aunque en broma, has hablado de violencia.... de violencia, Manuel. -¿No es violencia la miseria? ¿No es violencia pisotear la dignidad? -La violencia no es la solución. Al menos por ahora. -Yo no pido que o sea, pero creo que el servilismo y el silencio son indignos. -Te soy franco, le dijo, levantándose. Creo en ti. Quizá no te entienda ahora, pero creo en ti. Y cuento contigo. Pero Ramón no contaría con él, no quizá por falta de deseo sino por las circunstancias fragmentadas del proceso. José tampoco mostró mucho interés en involucrar a Manuel en el proyecto, pensaba que no estaba preparado. Lo cierto es que luego de varias semanas de esta conversación, Eleuterio Lugo llegaba a Ponce en un viaje de ocasión y se reuniría con Manuel. *** “Ayer estuvo en Ponce, nuestro querido compañero en las letras, el notable poeta guayamés Don Eleuterio Lugo. Reiterámosle nuestro saludo cariñoso” (La Democracia, 23 de junio de 1893.) Manuel recibió a Eleuterio en la pequeña habitación de


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la calle Atocha. Eleuterio se asombró de lo pequeña pero arreglada de la pequeña cueva en la que vivían los poetas. Se asomó por una pequeña ventana que daba a un callejón oscuro lleno de basura en donde los perros desbarataban en tripas grasosas a una rata que aún les sangraba entre los dientes. -Perros afuera, perros adentro. -¿Crees que vivimos como perros? -Puede ser. (Pausa) ¿Cómo te ha ido? -No mal. He venido a comprar libros. Sabes que buscar libros buenos en Guayama es imposible. Eleuterio se sentó en una pequeña silla de pajilla sobre la que descansaba una chaqueta, se levantó un poco y Manuel la recogió, “es de José, siempre deja todo regado”. -¿Y cómo te ha ido a tí? -Voy andando, ya sabes. -¿Y el teatro? -Difícil. -¿Nada todavía? -Tampoco he escrito mucho. Tengo varias cosas comenzadas. Nada grande todavía. Los escritores siempre andamos comenzando cosas. Todo el teatro puertorriqueño es siempre un intento. Eso dicen los críticos y uno termina por creérselo. -Para desmentirlo basta con convertirse en crítico, ¿no crees? -Es el mal de los buenos hijos de España. -Puede ser. -¿De qué vamos a escribir si no es del hambre? ¿De qué vamos a hablar si no es de la miseria moral? -Muy pocos te leerían. -Ya lo creo... lo he vivido. -Algún día llegaremos, no te preocupes. - ¿Tendré que inventarme fantasías blancas para complacer a los mulatos? A veces me pregunto para qué trabajamos tanto. -Quizá, dentro de cien años. Alguien escribirá sobre nosotros. -No lo creo. Tendría que ser muy estúpido o muy ocioso


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quien se ocupe de estas vidas aburridas llenas de dolor. -¿De qué te dueles? -De que uno nunca puede decir lo que quiere. -¿Y tu amigo? -En la imprenta. Debe estar por llegar. Eleuterio pasó una mirada por el cuarto, los libros acomodados con estricto orden sobre una mesita cuidadosamente arreglada y otra, regada de pedazos de papel arrugado, un cuaderno de poemas, del que salían papeles con versos al escape. -Ese es el escritorio de José, el mío es este.-dijo señalando el pulcro. Y pasó la mano por algunas botellas vacías y restos de cigarro en un cenicero de lata. -Es José- volvió a excusarse- es un bohemio incorregible. Y entonces Eleuterio dejó caer el mensaje. -Vengo a decirte que tu madre ya está muy cerca de la muerte. -¿Qué? -Nicolás te manda a decir que regreses. Que Matilde te está llamando con mucha insistencia. -¿Qué pasó? -Se agravó, eso es todo. Y debes ir. -Ahora mismo voy a hablar con López. -De eso también quería hablarte., ¿Por qué no te quedas en Guayama? Hay tanto que hacer allá. -Pero mi trabajo.... -Podrías ayudarme en la escuela, podrías enseñar. Conseguiré una licencia para tí, tienes estudios. -No los tengo todos. -Bueno ya veremos. Pero allá es mejor que aquí. Incluso puedes tener más oportunidades en el teatro, formar un cuadro artístico. -El verdadero teatro está aquí. -Pero no has logrado llegar a ninguna parte esperando. -Desde que Derkes se fue de Guayama allí ya no hay nada que hacer. -Como quieras. Pero ahora tienes que ir a ver a tu


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madre. Si quieres, espero por ti. El coche sale a las siete de mañana. Puedes irte conmigo. Está bien. Regresaré. *** 4 de abril de 1990 A Manuel le dio mucho trabajo despedirse de Ponce. Agradecer en una noche a Manuel López y Morel Campos todo lo que habían hecho por él y luego despedirse de José prometiéndole que volvería. José lo tomó a chiste. “te veré aquí otra vez en una semana”, le dijo mientras bebían con Eleuterio en una taberna. “Puede ser. El ladrón siempre vuelve al lugar del crimen”, contestó. Al otro día, aún despertando de la borrachera tirado en la cama con toda la parsimonia de la mañana, José le dijo muy serio. “Te vas a vivir a otro mundo. La provincia mata”. “Siempre estoy a cuatro horas de coche”, dijo Manuel parado frente a la puerta junto a su breve maleta. “Espero tengas para pagarlo”, y le extendió unos pesos. “Toma. Me los pagó Amy por un Acorde. Me los debes”. “Gracias. Ahora me voy”. José se irguió en la cama casi tambaleando... “no te olvides de mí”. “Jamás” “Ven, dame un abrazo” Y se abrazaron fuerte, Manuel lo estrechó como a un hermano y José aguó sus ojos como despedida. “No te mueras lejos”. “Te avisaré”. “Adiós hermano, hermano querido, hermano del alma, casi un hijo, casi nada, casi todo... casi mierda pequeña a quien he querido tanto y por tan poco.... ¿por qué será que Dios se antoja de que lo perdamos todo? Así es la vida... así es esta


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mierda de sociedad. No hay principios, no hay valores, los hermanos siempre se van, se queda uno solo llorando la vida como una mujer abandonada... quiero que sepas que nunca me burle de tus piernas, me daban gracia, pero nunca me burlé. Que tu madrecita se ponga bien, es lo mejor que te puedo desear... Mi hermano... esto es una mierda, esto es una mierda...” Pero Manuel no podía escuchar pues estaba de camino a la estación , junto a Eleuterio, eran las siete de la mañana del 26 de junio de 1893, en la plaza, frente a los coches, en donde entre ruidos de maquinas y gente bulliciosa, Manuel cerraba, a los 34 años, un capítulo de su vida. *** 5 de abril de 1990 Ramón Morel Campos, director y fundador y José Ramos y Brans, administrador, presentarían a la prensa del país el primer ejemplar de La Revista Obrera el 22 de octubre de 1893. ***

20 de abril de 1990

Manuel observó el cuerpo raquítico, chupado por el esqueleto extendido sobre la cama. Se fijó en los ojos metidos en las cuencas ahora aguadas por dolores innombrables y abiertas como si de ellos salieran imágenes de inmensos animales. Una respiración entrecortada, carrasposa que a intervalos roncaba con rumor gangoso de vísceras rotas. La boca, abierta como un pez que se ahoga, sin dientes, de labios tajeados miles de veces por los años y la espera, y el cráneo calvo, estridente, calcado en la piel como una máscara rebelde. No, esta no podía ser la madre lozana en cuyo amor y compasión crió sus más fervientes voces de hombre alegre. “¿Me oyes, mamá? ¿Cuán cierto es eso de que lo has


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visto en la espera? De que ha llegado en un caballo blanco, adornado de largas cintas azules.... cuéntame que es cierto que le has amado en su ausencia, que tu espera se revive ahora como una flor que se abre o como un pájaro que rasga el horizonte, que el viento lo lleva derecho a tí, que lo amas honda y serena como el amor cautivo. Si te mueres, madre querida, quiero que te mueras de amor y no otra cosa. Que tus negras manos tersen la lágrima que baja por la mejilla sonrojada de rubor de hombre, que tus labios le den el perdón que se quedó sentado esperando contigo. Cuéntale que yo le he amado en la imagen detenida del padre que se aleja entre el camino vacío y la desesperanza... imagínate que ya ha muerto y que vas con él a consolarte toda la pena de vivir de amor. Y ahora que te mueres de amor... ¿donde estuvo la dicha? Madre querida, sino has sabido dolerte ante lo real, amarra tu fresco cuerpo desnudo a esas cintas azules y ordena los córceles que vuelen raudos hacia el cielo de la dicha. Porque eres muy joven todavía... tan joven y dulcemente virgen que no habrá mancha sobre la tierra que no puedas limpiar con la sonrisa tibia de tus labios niños...” Matilde dió una violenta arquedada y un borbotón de sangre aguada salió por su boca. Sus dedos se crisparon sobre las blancas sabanas. El vómito escarlata se convirtío en saguasa viscosa y la una vez negra piel se puso al segundo púrpura. De un golpe seco, como un aleteo feroz, el cuerpo se distendió, abriéndose la carne en llagas purulentas... el hedor llegó a la calle y el ligero grito aguardentoso de dolor se quedó en la memoria de todos, como una necesaria despedida alargada en un quejido ronco, un aaaaaa expirado, que despacio se opaca bajito hasta el silencio... Era la noche de navidad de 1893. La mortaja de Matilde fue lentamente preparada por sus hijos, quienes llenaron de flores la nueva tumba del viejo cementerio. Matilde Pizarro de Alonso se murió de amor y una mazurca triste se escuchaba en el aire como un homenaje a su tibieza.


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*** ¿Sois masón, hermano primer vigilante? -Por tal me reconocen mis hermanos. -¿Cuál es el deber de un primer vigilante? -Asegurarse de que el templo esté cubierto de la indiscreción de los profanos. -¿Cuál es el segundo deber de un primer vigilante? -Asegurarse de que todos los hermanos que se hallan en el Templo son masones. -En pie y al orden, hermanos... *** Aún cuando las primeras logias masónicas de la burguesía se fundaron en Puerto Rico en la década de los setenta (la Logia Adelphia en Mayagüez en 1871 fue la primera), no es menos cierto que la “fraternidad” ya se encontraba diseminada por la isla y que diversos grupos clandestinos de lucha separatista utilizaron códigos y formas secretas de corte masónico para su trabajo político. En el Grito de Lares, por ejemplo, se puede apreciar que ciertos signos de los descritos en las crónicas, así como los nombres de las sociedades secretas y la organización constitutiva de las jerarquías observa y apunta hacia claves masónicas. La clandestinidad de dicha lucha correspondía a la secretividad masónica con gran sincronía. Los juramentos de lealtad y fidelidad a la orden, tenían que ser tan serios y profundos como los realizados en la lucha por la emancipación. El discurso masónico, amparado en la hermandad y la ayuda mutua, tampoco estaba exento de luchas hegemónicas. Muchas de las logias masónicas de los centros urbanos estaban dominadas por blancos, acaudalados y comerciantes. Tomemos el caso de la Logia Unión de Guayama, fundada en 1882.


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Dicha Lógia Masónica se reunía en el Coliseo Derkes (¡Se reunía en un Teatro!) y fueron sus primeros oficiales Vicente Palés Matos, Eduardo McCormick y Alfredo Blondet. Los siguientes dignatarios pertenecían todos a las clases acaudaladas de Guayama y encontramos que en uno de los puestos de menor jerarquía (el de Guarda Templo Interior) se encontraba el carpintero mulato José Alonso, primo de Manuel Alonso Pizarro. José, como ya hemos visto, no era acaudalado pero no era pobre, tenía un taller con artesanos asalariados. Las logias masónicas, a lo largo de toda su historia (aún en el presente) serán cenáculos de unión entre intelectuales de la pequeña burguesía y obreros regidos por el interés común de la fraternidad, pero esta fraternidad estará condicionada a un poder hegemónico que dicta pautas y establece roles. En uno de los artículos que Luis Muñoz Rivera escribe en La Democracia (cuyo contenido no viene al caso), Muñoz se refiere a un obrero de Ponce, al que “solo he saludado en ocasiones en la oscuridad del taller masónico”. La palabra masón es sinónimo de Obrero. Es un obrero constructor, cuyas normas de moralidad, disciplina y sacrifico por la fraternidad eran afines a la creada por los gremios y las asociaciones. Solo que la “masonería simbólica”, será practicada a nivel ritual y estrictamente filosófico. Su simbolismo estriba en que los instrumentos del obrero son códigos de ideas y no de acciones. La escuadra del masón no se usa para cuadrar un ángulo sino para cuadrar la moral o el espíritu. Los masones se unirán a las pugnas políticas de su momento y constituirán voces ampliamente disidentes dentro del panorama cultural. Nos resulta curiosa la participación artesana en Logias dominadas por


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grandes intereses de poder y control. Serán estos intereses hegemónicos los que chocarán con los intereses de los artesanos y tendremos divisiones, pugnas y “batir de columnas” a lo largo de todo ese último cuarto del siglo XIX. Al punto de que muchas logias se dividirán por cuestiones clasistas y posteriormente por cuestiones políticas. No será tampoco nada raro ver como en un pueblo como Guayama, existirán dos logias divididas por cuestiones de nacionalidad, (aunque no encontradas: es sacrilegio a la orden la pugna entre un masón y otro). Por un lado la Logia Unión, para los “Hijos del país”, y por otro la Logia Legalidad Española, para los “Hijos de la Nación”. En la Logia Unión, se admitían mulatos; en la Legalidad Española, solo gachupines. Ambas del rito escocés antiguo y aceptado y afiliadas a Gran Oriente Nacional Español. La Gran Logia Soberana de Puerto Rico, Oriente que agrupaba un sector de las Logias puertorriqueñas tenían y tienen aún como norma, no admitir negros en sus filas. El carácter racista de estos centros de “fraternidad” ha sido cuestionado a lo largo de la historia al punto de grandes cismas y batir de columnas desde 1885, fecha de su fundación hasta 1947, en que se divide de ella el Gran Oriente Nacional de Puerto Rico de orientación independentista. La división vino como consecuencia de la negativa de la Gran Logia Soberana de no retirar la bandera norteamericana del Oriente siendo esta la bandera símbolo del coloniaje y por ende obstáculo del tríptico masónico de libertad-igualdad y fraternidad. Era en esa época de retórica masónica de fin de siglo, en la que se hablaba mucho de fraternidad, trabajo compartido, hermandad social, pero en lo que hemos analizado, ningún mulato ocupaba cargos de


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veneratura o vigilancia. Y aún cuando no podemos afirmar esto, en todas las logias de la obediencia y de los diferentes valles del país, lo cierto es que los representantes de la intelectualidad burguesa ocuparon durante años los cargos más altos. Uno de los procesos más interesantes dentro de la proletarización es la colaboración de ciertos sectores artesanales con la hegemonía dominante, para oponerse al coloniaje español. No tengo la menor duda de que la masonería sirvió como foro de discusión para esta oposición. El sentido de fraternidad llevará al artesano a entender que parte de la solución del problema con España era lo positivo -en términos de acción- que podría surgir de su participación junto a la burguesía criolla. Por ello, las manifestaciones del autonomismo fueron vistas con agrado por parte de los artesanos, y resultaba más agradable aún, tenerlos de hermanos en los mismos templos en los que se “filosofaba” contra el poderío español. En las logias no se conspiraba, como siempre se creyó. Eran simples centros de hermandad ritualista en el que los artesanos vivían el ideal masónico con cierto aire de “parejería”. Es decir, ejerciendo cierta superioridad jerarquizada sobre los intelectuales “profanos” (que no pertenecen a la orden.) Sin embargo lo más importante que le dio la masonería al artesanado, fue la posibilidad de ejercer la misma libertad de pensamiento de los intelectuales hegemónicos. El Taller masónico era el centro donde los masones artesanos podían “intervenir” en las discusiones de los intelectuales de la hegemonía. El masón artesano, si bien cohibido por el poder ejercido por las “veneraturas” blancas, podía aspirar sin requiebros a una igualdad que entre columnas no era una utopía.


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No descartemos el carácter instructivo que poseía la masonería como fuente de moralidad, importantísima cualidad del discurso artesano. Tampoco olvidemos que el principio de fraternidad no estaba muy lejos del principio mutualista con que se inició el gremialismo. Entiéndase que la masonería propone el libre pensamiento, y para ello no impone creencia o secta alguna. Su matriz ideológica es un conjunto de símbolos en los que destaca la creencia en un “Gran Arquitecto del Universo”, abstracto, flexible y nada intolerante que permite la lucha por la libertad de pensamiento y acción. La masonería es aliada de la búsqueda de la verdad y no de la verdad impuesta. Recuérdese que han sido los masones, a los largo de la historia, agentes catalíticos en todos los procesos revolucionaros importantes desde la Revolución Francesa, la Gesta Bolivariana y la Paulista del Brasil. Esta libertad que garantizaba la “oscuridad del taller” confligiendo ampliamente con la intolerancia católica, tiene que haber influido grandemente en las creencias de la vanguardia artesana, socavando, clara y contundentemente, esa relación de obediencia que señala Campos como característica de esta clase. No será el masón artesano, un simple espectador y promotor de una moral tradicional, caduca e intolerante, no aguantará más los vejámenes e insultos del Dios de pánico y horror con que el Catolicismo abofeteaba a los creyentes desde sus púlpitos. Los intelectuales artesanos comenzaron a darse cuenta de que Dios también podía ser una falacia. Es de aquí que comenzaría a surgir el discurso ateísta del cual se nutriría el socialismo libertario en gestación. Y el solo hecho de que los intelectuales de la hegemonía compartieran esta presumible creencia, habría nuevos puntos de encuentro en la lucha por un


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enemigo común, que poco a poco y en el fragor de la componenda política no sería tan común como por un momento pensaron. *** Primero el maestro corta el cuero, el aprendiz le tiende la plancha y él con la cuchilla traza la curva, el otro corta la suela y el aprendiz hace los agujeros, yo coso, la uno con la suela y clavo, el taco, agujero el cabete, se tensa el cuero y se vuelve y se clava, se dobla por esta esquina y se encola aquí y aquí, se vuelve y se clava ahora el taco, uno dos, tres... boca abajo en la horma se vuelve y se clava, el izquierdo ahora y finalmente se le da la tinta.... Y otra vez... Primero el maestro corta el cuero, el aprendiz le tiende la plancha y el con la cuchilla traza la curva, el otro corta la suela y el aprendiz hace los agujeros, yo coso, la uno con la suela y clavo, el taco, agujero el cabete, se tensa el cuero y se vuelve y se clava, se dobla por esta esquina y se encola aquí y aquí, se vuelve y se clava ahora el taco, uno dos, tres... boca abajo en la horma se vuelve y se clava, el izquierdo ahora y finalmente se le da la tinta. y lustre ... así, una y otra vez.... ahora están todos sobre la mesa.... brillantes, como un ejército sin piernas. En medio de todo esto, ¿quién puede pensar en el amor? Solo yo, que como un estúpido todavía pienso en lo felices que hubiéramos sido si ella.... Esta noche hay teatro en el Coliseo. ¿Cuándo empezaré otra obra? ¿Cuándo me callaré este silencio? Necesito ver mundo. ***


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*** 10 de julio de 1990 La muerte de Matilde le había afectado grandemente, la soledad del pueblo y la mustia participación suya en la masonería y en las veladas se reducía a lo mínimo, puesto que la máquina de la rutina se lo había tragado. De noche, sentado en el balcón de la casa veía pasar las horas y las noches sin que su ser o su figura fueran determinantes en actividad alguna. Participaba como espectador de cosas, de mítines obreros, de los agravios del tiempo sobre un pueblo que casi era un anónimo. Nicolás corteja a la que sería muy pronto su esposa, su hermano Julián se acordaba poco de él. Estaba demasiado solo para creerse allí de nuevo y sentir alegría por ello. En esas horas recordaba a París, su piel blanquísima, sus labios rojos como centellas del diablo y aquella gotita de agua que bajaba lenta por las barrancas de su pecho y que se deshacía en el pezón que era como una medalla de dolor sobre su pequeñito torso sufrido. Entonces cerraba fuerte los ojos y empuñaba un lápiz dejándose ir de dolor. Y en ese silencio de sus deseos, el romanticismo lo atacaba. El deseo de volverla a tener como la tuvo aquella noche en la que en un segundo pudo haberse construido una nueva vida. ¡Qué lástima! El teatro, la vida.... La nueva obra salía como un recuerdo deforme, autocensurado, lo que no se puede decir, lo que no termina bien y lo que finalmente solo consuela a medias.


Los amantes desgraciados....

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Los amantes desgraciados... Tomando de la mano los recuerdos de Teresa, Manuel debe haber terminado esta obra en octubre de 1894. Y según parece había ahorrado lo suficiente para aventurarse a una nueva publicación. Para ello, hace un corto viaje a Ponce. Se reunió brevemente con algunos amigos, pero José ya había regresado a Mayagüez y Ramón Morel Campos se encontraba en Utuado haciendo labor cultural y comercial. Llega como empujado a la Imprenta El Telégrafo, y se entrevista con Félix Matos Bernier, el periodista proscrito. Logran un acuerdo económico y Matos Bernier le concede una rebaja porque Ramón le había hablado bien de él. La obra finalmente sale de la imprenta en noviembre de ese mismo año. Se imprimirían unas 500 copias, aunque no existe manera de saberlo con exactitud. De seguro se vendieron, a juzgar por las otras a 25 centavos. *** 13 de agosto de 1990 Mi cumpleaños. Estoy cansado de esta prosa. O ensayo o teatro. La verdad no me deja dormir. Mi vida es una calamidad. Necesito paz y silencio. ¡¡¡PAZ Y SILENCIO!!!! Solo así estos muertos vivirán.

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MANUEL ALONSO PIZARRO

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Algo quebrantado de salud, sin duda, por la nostalgia que embarga su espíritu, desde la reciente desaparición de su idolatrada compañera, hemos tenido el gusto de verlo entre nosotros, durante algunos días, que nos han sido de agradables satisfacciones. Este estimado amigo, es uno de los obreros intelectuales en Guayama, sabe honrar la clase a que pertenece, y el país le conoce por las producciones literarias que han hecho popular su nombre. Adicto siempre a la cultura de la clase obrera, ha puesto en nuestras manos varias de sus últimas producciones, entre ellas una pieza dramática que titula El Hijo de la Verdulera, que haremos conocer en los centros obreros, y otras producciones más inéditas, dignas de ocupar puesto en nuestra bibliografía, hoy descuidada. Nos complacemos en significar públicamente nuestro saludo al amigo y tributar nuestro homenaje de admiración al compañero en el campo de las letras, deseando vivamente que su estado de salud obtenga con el cambio de aires una reacción firme y satisfactoria. Eso anhelamos. R. Morel Campos Periódico UNIÓN OBRERA, 4 de marzo de 1903.

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“Iluminado Negro” como Teatro Documento Laboratorio Actoral. Relatoría de SO N IA M . RO DRÍG U EZ O T ERO Del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño. San Juan de Puerto Rico. 27 de abril de 2014

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Filosofía anarquista, artesanos y obreros, centros educativos, la llegada de los norteamericanos, el teatro como medio de enseñanza, reivindicación de los obreros y la lucha sigue… Discusión guiada por el profesor y autor de la obra, el Prof. Roberto Ramos-Perea con la colaboración del Dr. Edgar Q uiles Ferrer. Segunda lectura del Segundo Acto: Durante este proceso se irán discutiendo varios conceptos y datos que abonarán al mejor entendimiento de la obra. Iluminado Negro está escrita como “Teatro Documento” y en sí es un documento histórico. La obra además supone una relación formal entre la literatura y la historia. En la búsqueda y estudio de la vida de Manuel Alonso Pizarro, Roberto Ramos-Perea descubrió en su obra literaria y teatral, su vida de obrero, su importancia e influencia en la vida del Puerto Rico del siglo 19 convirtiéndolo luego en un libro de historia. Más adelante desarrolla una obra teatral sobre la vida de Alonso Pizarro basada en datos históricos. Por eso la obra es lo importante, no los protagonistas fugaces que mañana pueden ser otros; la obra perdura. En ese sentido participar de la obra, no importa el papel que le corresponda al actor, le va creando la conciencia del sentirse obrero.


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Muy bien le dice Alonso Pizarro a los actores en la huelga de 1900; “ustedes también son obreros, apoyen a los que están luchando en la huelga”. Manuel Alonso Pizarro cambió el rumbo del teatro del siglo 19 con la creación de un teatro grotesco, naturalista, lleno de contradicciones pero profundamente filosófico, alegórico y puertorriqueño. Nuestra tarea es hacer ese pasado, presente. Para el estreno de la obra se espera tener el libro publicado y el mismo tendrá: la obra de teatro “Iluminado Negro”, fragmentos de la novela sobre esta obra, un “dossier” (conjunto de documentos e informes) sobre la vida y obra de Manuel Alonso Pizarro, una edición comentada de su obra “El hijo de la verdulera” y tendrá la historia del Teatro Libre, su fundación en 1899 por la Federación Libre de Trabajadores y el grupo de trabajadores de ensayo obrero hasta las obras de Magdaleno González en 1920. Además tendrá un ensayo histórico de lo que fue el grupo teatral más progresista y revolucionario de la historia del teatro puertorriqueño que fue el Teatro Libre. Este duró aproximadamente 19 á 20 años. De ahí heredó la misión Manuel Méndez Ballester con su grupo de teatro obrero entre el 1920-30 y fueron sus inicios como escritor. El teatro obrero languidece para 1930 y surge el teatro jíbaro con obras escritas, no por obreros y sí por burgueses aunque tocan el tema obrero de manera directa y ven al obrero desde otra perspectiva: Arocho del Toro, Méndez Ballester y Gustavo Jiménez Sicardó. El teatro obrero se transforma. Ahora la frase clave era “lo social”. No es hasta la década de los ’70 del siglo XX que se retoman algunos temas sociales, algunas técnicas, políticas y preocupaciones del momento y se crean grupos como: Anamú, Moriviví, Colectivo Nacional de Teatro y el Teatro de la FUPI entre otros. Todos estos grupos tomaron la misión política y social del teatro obrero. Estos grupos poco a poco fueron desapareciendo y surgieron otros. Esa es la historia perpetua de nuestro teatro. Para efecto de los ensayos el segundo acto de Iluminado Negro quedará dividido en cuatro escenas que a su vez se sub-dividirá en sub-escenas. Un elemento importante de Alonso Pizarro es que comienza a tocar el elemento de la farsa a través de varios personajes de manera


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pionera. No se habían escrito farsas en Puerto Rico hasta que él comienza con “Cosas del día”, “Me saqué la lotería” y Roberto RamosPerea supone que la obra “Jugar con dos barajas”, aunque no existe, debe haber continuado esa tendencia. Con la ayuda del Profesor Edgar Quiles, algunos actores podrán trabajar movimientos y manerismos fársicos de sus personajes. La alegoría en la obra de Manuel Alonso Pizarro: Durante este segundo acto hay una discusión muy poderosa y muy fuerte entre Alonso Pizarro y Ramón Romero Rosa sobre el uso de la alegoría. La alegoría es cuando los personajes de una obra representan ideas, cuando este personaje no es una persona; es una idea y esta idea choca con otro personaje que también es una idea. Es diferente a la metáfora. La metáfora sustituye el significado de algo. La metáfora no es un símbolo; sustituye la realidad de algo. Manuel Alonso Pizarro escribió varias obras alegóricas como “El hijo de la verdulera”. En ella los personajes representan cosas, sitios, estados de ánimo o posturas políticas. Fabriciano le alerta de que a simple vista sus obras pueden parecer tontas o sencillas pero lo que simbolizan sus personajes es una postura política muy revolucionaria. En la obra “Jugar con dos barajas” se puede presumir que lo que presenta es a éste que juega con dos barajas y saca una u otra según le convenga para ganar: los listos, los aprovechados… los políticos. Decía estas alegorías de forma clara y contundente, sin dejar de hacer arte, descubriendo cosas nuevas. Lo primero que descubre es “lo grotesco”. De la misma forma que existe un grotesco criollo, argentino también existió un grotesco puertorriqueño. Es llevar la expresión máxima de nuestra crueldad a nivel de la risa. No es una risa de complacencia y sí lo que se conoce como una risa sardónica y revolucionaria, donde te ríes de tí. Alonso Pizarro sabía lo que estaba haciendo. Más adelante el Profesor Edgar Quiles hablará de lo que es el panfleto, su evolución a través del tiempo y la primera fase que fue la alegoría: el poder, el oprimido, la policía…


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En el siglo 19 los actores no tenían copia del libreto, solo existía uno, los actores conseguían papel y escribían su “pies” y luego sus parlamentos. En el Archivo Nacional de Teatro y cine existen varios que pueden ser revisados para conocimiento y referencia. Todos los actores asistían a todos los ensayos, observando el mismo, sin ninguna distracción, aunque no tuvieran intervención durante el mismo. Conocían la obra totalmente porque en el siglo 19 había sesiones de mesa con el director, actores y el dramaturgo. El “apuntador” solo existía en las compañías de repertorio. En estas compañías el actor tenía que interpretar entre diez a quince obras diferentes. En las compañías de Astol o de Valero, por ejemplo, los actores se sabían veinticinco o treinta obras. Por eso el apuntador para ellos era importante. Aunque el Teatro Libre tenía apuntador los actores tenían que aprenderse sus parlamentos porque hacían una o dos obras cada dos o tres meses. Los actores se involucraban en la creación del vestuario y otros aspectos de las producciones. Después de cada velada artística los artesanos hacían un baile. Fundamentos filosóficos del anarquismo: Fabriciano, como autonomista, trata muy paternalmente de convencer a Alonso Pizarro de que deje sus ideas anarquistas, revolucionarias, que su lucha radical, violenta, lo va a llevar a la muerte y que entienda que nuestra relación con España va a traer mejores cosas. Manuel tiene la esperanza en lo que son los fundamentos de la creencia y filosofía anarquista. Son cuatro los fundamentos de esta creencia: primero, un mundo nuevo es posible, podía llegar y había que luchar día a día para conseguirlo. Este fundamento sufrió cambios y transformaciones con hechos históricos y después el mismo Manuel se da cuenta de que ese mundo nuevo no es tan fácil conseguirlo pero es el único que tenemos y hay que defenderlo. Segundo: la lucha frontal contra toda autoridad. Estos son la policía, los gobiernos, las religiones, el militarismo y hasta Dios. Tercero: no se acepta la mentirosa democracia burguesa. Todos en el poder toman decisiones sin consultar a los obreros. Cuarto principio: una revolución constante hacia el progreso. Tenían una idea clara de lo que era el progreso.


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Manuel no se consideraba un hombre libre y por eso su vida era una constante rebelión. Diferencias entre los conceptos artesano y obrero: Se era artesano antes de ser obrero. Los obreros comienzan a llamarse obreros desde el año 1897-98. Comenzaron a tener conciencia como tales. Antes de esa fecha eran artesanos. Construían cosas y eran dueños de sus medios de producción. Un artesano es el que reproduce continuamente un producto y a su vez es dueño de su empresa. Cuando llega el proceso de proletarización, que es estimulado con la llegada de Santiago Iglesias que viene con sus ideas socialistas de España y Cuba, los artesanos comienzan a convertirse en un colectivo, en una clase que exigía. Tenían un salario fijo, aunque para nada era el mejor. Pero mientras los artesanos trataban de sobrevivir con toda la situación complicada económicamente necesitaban estar bien ante la burguesía; no podían enfrentar a los aristócratas, a los terratenientes ni a la gente de dinero siendo artesanos. Entonces se insertaban poco a poco dentro del mundo burgués. Un ejemplo de ello fue Eleuterio Derkes, que para ser aceptado tuvo que escribir poemas a las hijas de los ricos. Fue su estrategia de insertarse y conocerlos en sus modos de vivir lo que aseguraba su sobrevivencia. Algunos artesanos prefirieron seguir en su precariedad y no doblegarse ante los adinerados. Uno de ellos fue Alonso Pizarro que no estuvo dispuesto a hacer esa negociación. Por eso se convierte en un anarquista violento y radical. José Ramos y Brans se convierte de artesano a federalista. Por esas mismas posturas éste y Alonso Pizarro se distanciaron, porque se definieron ideológicamente. Como nota al calce, el director y dramaturgo de la pieza, Robero Ramos-Perea insiste con los actores que es imperativo que en este proceso de análisis y estudio histórico, entiendan, pregunten el significado de un concepto y el tono de una línea para su mejor caracterización. Regresando al proceso histórico, este se conoce como inserción. Esto es un proceso de negociación de una clase con otra para lograr la subsistencia. En nuestros días, siglo 21, hay muchos grupos de la sociedad que han recurrido a este proceso y lograr sus objetivos, porque ya sea que han tratado de otras formas o porque ven éste como su primera opción, no


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han logrado adelantar sus causas. Ejemplos de ellos son la comunidad gay. Utilizan el mantener silencio de su orientación para insertarse en los procesos sociales y negocian: silencio, amistades, solidaridad entre otras cosas. Otro grupo social que se ha ido insertando y logrando espacios, aunque también lento por las tantas presiones y discrimen son los negros. Para ellos será muy difícil ir cambiando mentalidades y las negociaciones tendrán que ser tal vez más radicales porque el discrimen y el prejuicio están muy entronizados en nuestra sociedad desde la esclavitud. Esta no fue lograda con luchas violentas como en Estados Unidos, en Puerto Rico fue negociada. La mujer ha sido también objeto de rechazo o relegada pero poco a poco y por varias circunstancias sociales, educativas, políticas, de lucha, entre otras ha ido tomando un lugar de prominencia y se ha ido estableciendo como fuerza del país. Desde antes de que lo hiciera Luisa Capetillo la mujer puertorriqueña ha venido librando sus luchas. Los grupos religiosos, con sus formas, estilos y variantes en objetivos también se han ido insertando principalmente en asuntos políticos y de política pública. No se puede decir categóricamente que en Puerto Rico hay separación de Iglesia y Estado porque tenemos religiosos dentro de puestos políticos o de confianza que manipulan la opinión pública o desarrollan programas o estrategias desde su óptica y su denominación religiosa. En todos los países y en todos los Gobiernos ha habido inserciones a través de todos los tiempos. Cuando se ve un personaje extraño dentro de un proceso extraño debe haber una inserción. En la obra, el personaje de José Ramos y Brans plantea que tuvieron que insertarse para escalar y sobrevivir. Se insertó en el partido de Muñoz Rivera. Alonso Pizarro no lo aceptó como proceso y se mantuvo dispuesto a luchar de frente aunque le costara la vida. Romero Rosa, al final de la obra se inserta en el poder político, se convierte en Senador y los obrero ya no son su preocupación primaria. Luisa Capetillo tuvo que negociar en muchos asuntos y sus obras son testigo de esas negociaciones. Para comenzar, cómo entrar a una Federación Libre de Trabajadores que estaba dominada por hombres. En donde la mujer era importante para la lucha pero no para dirigir puestos importantes; ni tenía derecho al voto. Una de las ironías de la


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inserción es que una vez están adentro no van a poder luchar mucho. Es lo que le ocurre al personaje de Morel quien luego de insertarse en un partido le dice a los obreros que no pueden hacer huelga. Los procesos de inserción son muy frágiles. En la obra Los amantes desgraciados, Alonso Pizarro tiene un conflicto consigo mismo cuando se da cuenta de que el sentir de la obra es romántico y que estaba haciendo lo mismo que criticaba. Entonces trae el personaje de Paquita y convierte la obra en una de protesta y de redención social, que es lo que según él, quiere su público artesano y se lo va a dar. Centros de estudios sociales: Santiago Iglesias insistía en que la educación de los obreros era la clave para la discusión política y enseñanza de los principios básicos de la idea. “Estudio es la única manera de que la idea resurja del corazón del oprimido y se convierta en redención”. Se crearon Centros de Estudios Sociales a partir de 1897 como se estaban creando en España. El primero fue Ensayo Obrero. En estos centros que se hacían en las mismas residencias, un obrero de más experiencia y vivencia daba talleres, conferencias y conversatorios de lo que era la idea socialista e ideas obreras. En Guayama existía un círculo de estudio llamado Juventud Obrera del cual Manuel Alonso formaba parte y era su dramaturgo porque él creía fielmente que el teatro era una forma de educar. Este círculo lo formaban obreros de las dos facciones, tanto republicanos como federales y tal vez sobrevivieron laborando juntos, aunque ideológicamente divididos, por el hecho de que tenían un solo teatro y lo tenían que usar los dos: el taller benéfico de artesanos que se llamaba el C oliseo Derkes. Luego se dividieron se quedó Juventud Obrera y se forma el grupo Primavera. Alonso Pizarro quería hacer teatro para los obreros, formar parte de los talleres de instrucción y luchar por la idea desde San Juan. Estos líderes obrero que existían bajo la sombra de Santiago Iglesias: Ramón Romero Rosa, Eduardo Conde, Fernando Gómez Acosta y José Ferrer y Ferrer escribieron grandes cosas, cada cual en su estilo y formato. Eduardo Conde lo único que escribía eran ensayos políticos. Fernando Gómez escribía teatro y entre ellas se destaca Los


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crímenes sociales que aunque está perdida se sabe de qué trataba. Romero Rosa escribió treinta o cuarenta diálogos teatrales que se presentaban antes de las obras pautadas para esa velada. Estos eran llamados diálogos de instrucción. Los mismos traían un tema para que el público se instruyera y conociera más sobre el mismo. Esos diálogos están todos recopilados en el Archivo Nacional de Teatro y Cine de Puerto Rico. 1898 y contando… Luego de que las tropas americanas entraran por Guánica tuvieron su primer combate en Yauco. Se dirigen a Ponce y ahí se dividen en lo que llamaron la estrategia de la mano (Hand’s Strategy del General Miles) donde cada dedo sería un general a cargo: se dispersaron hacia Arecibo, Mayaguez, San Juan, Guayama y Fajardo. En menos de treinta días se apoderaron y dominaron la isla. En Guayama, por ejemplo, hay fotos y relatos de que cuando los americanos entraron fueron recibidos como visitantes honorables; como una gran fiesta. 1900- Primer Congreso Obrero de Puerto Rico Este primer Congreso reunió a las cabezas más pensantes del obrerismo en ese momento. Pretendió reunir a todos los líderes obreros de la Isla para poder centralizar, reorganizar los intereses de la Federación Libre y palpar cuán grande era. Hasta el momento había pequeñas uniones, pequeños gremios que se juntaban a la Federación pero los líderes no tenían una idea clara de su fortaleza. Ese Congreso se movió por toda la Isla, y Santiago Iglesias daba mítines en las plazas y auscultaba la realidad del movimiento obrero con la dificultad de que al ser conocidos como revolucionarios y luchadores eran perseguidos y macaneados. Comienza la represión violenta del movimiento obrero. La posición política de los obreros fue: “cómo podemos declararnos puertorriqueños si somos una colonia miserable”. La Ley Foraker les pareció un gran disparate, una ironía y una falta de respeto al Pueblo. Concedía la ciudadanía puertorriqueña pero bajo una dictadura militar. Romero Rosa cuestiona cómo podemos ser libres si


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nos gobiernan los militares. En 1907 firman la Ley Jones en la que se declara la ciudadanía americana para todos los puertorriqueños. Por otro lado muchos líderes tienen su mirada en Estados Unidos de Norteamérica, ya Santiago Iglesias había tenido conversaciones con la American Federation of Labor para que los sindicatos americanos protegieran a los sindicatos puertorriqueños. De esa forma reclama los mismos derechos de protección que tienen los sindicatos norteamericanos; bajo la Ley Jones y más adelante, Gompers, el mayor líder obrero norteamericano así lo reconoce. Son momentos de confusión y Santiago Iglesias aprovecha para quedar como el líder de más poder en la Isla y el que mayores relaciones tiene con los sindicatos norteamericanos. En ese primer Congreso los obreros hacen unas demandas; algunas se logran otras no. El primer gran triunfo de las luchas obreras en Puerto Rico fue que se establecieran las ocho horas de trabajo con una hora de almuerzo. Antes de esto los trabajadores podrían estar diez o doce horas trabajando. A aquellos líderes como Santiago Iglesias y Romero Rosa se les debe el que lograran que los capitalistas bajaran el horario de trabajo. Los pagos se hacían en moneda española, ahora exigían que se hicieran en dólares después de dos años de dominación americana. Exigieron un aumento de $1.00 diario para los braceros, además, que se acabara el gobierno militar en el que no había ningún elemento democrático. Pedían una Biblioteca Popular porque para los obreros la educación era una prioridad. Las bibliotecas existentes eran para los blancos aristócratas, hombres y para personas que supieran leer y escribir. Esto fue así por muchos años, casi hasta 1916-17 que se construyó la Biblioteca Carnegie. Otra demanda importante fue que se establecieran oficinas de orientación para los obreros. El objetivo de estas oficinas era tratar de sacar a los obreros de los partidos políticos y llevarlos al Partido Socialista, que aprendieran a luchar por sus derechos porque ni el Partido Republicano ni el Partido Federal estaban orientando a los trabajadores. Por otro lado pedían que se les devolviera el derecho al voto a los trabajadores y pobres, que había sido arrebatado por los norteamericanos tan pronto llegaron a la Isla y al que solo tenían derecho los ricos, letrados, que supieran leer y escribir y pertenecientes a las clases elevadas de la sociedad. Crear un barrio


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obrero en San Juan y construir casas en las que ellos pudieran vivir fue otra exigencia en ese Primer Congreso. ¡Gloria al Primero de Mayo! En Chicago se desarrollaron las protestas por derechos laborales más importantes que se hicieron en Estados Unidos en el año de 1886. Esas protestas fueron organizadas y dirigidas por líderes anarquistas. Exigían ocho horas de trabajo diario, ocho de descanso y ocho de entretenimiento (como lo hicieron los obreros puertorriqueños pocos años después) y otras peticiones para reivindicar los derechos obreros. Los dueños de estas empresas para las que trabajaban compraron a la policía y a los políticos. El primero de mayo de 1886 la policía cargó contra una protesta en Haymarket Place, donde resultaron muertos y heridos policías y cientos de manifestantes. Por estos hechos resultaron convictos líderes anarquistas que luego de un juicio plagado de mentiras y testimonios falsos fueron colgados, seis de ellos, en la plaza pública y otros a cadena perpetua. Se consolidaron como símbolos de la lucha obrera y de ahí la celebración que conocemos como el Día Internacional de los T rabajadores. A partir de estos acontecimientos todos los movimientos obreros se reorganizaron y se dieron cuenta de la fuerza que tenían como grupo. En Puerto Rico se comienza a conocer de esa historia y encuentran una fecha en la cual honrar el naciente movimiento obrero. Para conmemorar la fecha, se detenían las labores, el Teatro Libre hacía estrenos y se recordaba además de que se reafirmaban en sus principios de lucha.


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Iluminado negro, obra de Roberto Ramos Perea1 Por Vivian Auffant Vázquez

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Este drama histórico de Roberto Ramos-Perea basado en la vida de Manuel Alonso Pizarro (1859-1904) nos convoca a una época intensa de nuestras referencias literarias e históricas. La investigación de este teatro y los orígenes del teatro obrero puertorriqueños, realizada por Ramos-Perea sobre la significativa aportación de autores negros, permite la recreación de la contribución de estos escritores usualmente excluidos de las historias literarias y del movimiento obrero. Mediante la presentación del drama de la vida del escritor de Guayama nos lleva Ramos-Perea a varias preguntas. ¿Cómo se crea? ¿Cómo superar la educación recibida para hallar respuestas y aportar soluciones a las situaciones de vida? ¿Cuál es el pensamiento propio para enfrentar las divisiones que no permiten la justicia social? Las obras leídas por la intelectualidad no son una receta de vida. Alonso Pizarro le pregunta a Luisa Capetillo, luego que ella citara varios autores: ¿qué piensas tú? La obra nos mueve por una serie de intrigas, alianzas que traicionan el ideal de la libertad. Uno de los temas de la obra gira en torno a la liberación de los esclavos, presenta el problema de que la emancipación no se resuelve con un decreto. Incluye otros como: el prejuicio racial, la división de clases, el colonialismo, la explotación del obrero y los beneficios de las castas políticas. La relación de estos conflictos permite que el espectador sea activo y se pregunte por ejemplo: ¿cuál es la diferencia entre los Compontes y las Turbas Republicanas? El Teatro del Ateneo se convirtió en los escenarios diversos de la vida no sólo del personaje Alonso Pizarro, sino de sus coetáneos dirigentes obreros y políticos, y especialmente el pueblo obrero de

1 Publicado en www.80grados.net, agosto de 2014.


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entre siglos XIX y XX. Escenarios como las casas, el teatro siempre presente, la tipografía, la escuela y sobre todo la calle, permitieron darle cohesión a los múltiples personajes. Pero hay que destacar que fue así, porque los actores entendieron cada uno de los nombres individuales y colectivos que representaron y le aportaron la energía de vida de ese momento. El teatro no es mero entretenimiento, es el espejo de una sociedad para que tome conciencia de sí. La obra de Ramos-Perea se remite al teatro documental y se reafirma en el teatro independiente que realiza el Ateneo Puertorriqueño. Por ello Ramos-Perea expone en los parlamentos de Alonso Pizarro cómo interpretar la idea y el conflicto teatral al descifrar el sentimiento que implica la obra dramática. Dice el personaje varias veces: Porque después de la revolución …el teatro es la única forma de justicia. Al utilizar el recurso del teatro dentro del teatro, RamosPerea destaca el género creador de Alonso Pizarro. La obra refleja el proceso de ideas para múltiples situaciones según el entendimiento y la voluntad de hacer, crear y vivir. Ese es el marco técnico para exponer varias de sus obras a fin de captar el surgimiento y reflejar la voluntad de escribir para su tiempo y circunstancias. De este modo muestra la interpretación que le permite el estudio de las obras de Alonso Pizarro, sobre el significado del teatro como género y expresión de una sociedad que si bien se mira desde una clase, abarca todas las circunstancias de los estratos sociales. Alonso Pizarro enfrenta en su obra creadora, cómo mantener el ideal y transformarlo en realidad para un cambio social. Para ello incorpora los trabajadores de toda clase y labores quienes generan la vida social y económica, de la colectividad que tiene que resolver su día a día. A su vez Ramos-Perea reinterpretando las circunstancias de vida del escritor negro, señala que la práctica de individualizar las acciones, impide el avance de las ideas libertarias, altera la realidad de la división de clases y retrasa la justicia social. Por otro lado, la llamada internacionalización de la lucha obrera, no se contrapone a la nacionalidad, pero en muchos casos la han usado para minimizar el sentimiento nacional y patrio. El detalle de los recursos musicales fue fundamental en la obra; al presentar las acciones de la época junto a las canciones y los himnos obreros, permite pasar la vida de entre siglos: amor, muerte, miseria, hambre, repatriación, la migración siempre forzosa, traiciones, sobrevivencia, errores de decisiones, creencias religiosas, y conceptuaciones políticas entre otras. Ramos-Perea rescató la memoria musical de la época y el pueblo.


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Los personajes de hombres y mujeres como: Eleuterio Derkes, Fabriciano Cuevas Sotillo, José Mauleón, Santiago Iglesias Pantin, Luisa Capetillo, Eduardo Conde, Ramón Morell Campos, Ramón Romero Rosa, interpretados por los destacados actores del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño, acentúan el significado de vida permitiendo el trazo de la historia en la literatura: cuál es el Ramón Romero Rosa (1863-­‐1907) dato y cómo debió haber ocurrido. Los cambios de vestuario reflejaban los cambios de ideas, las alianzas, las claudicaciones. Mediante un diálogo dinámico que no pierde intensidad apoyado en los referentes de los escenarios, Ramos Perea mantiene la atención del público a lo largo de las cuatro horas de representación. Entiendo que esta duración afirma las obras clásicas y contrapone la idea de un teatro de breve escenificación como uno efectivo para el gusto del espectador. Momentos de gran intensidad individuales como la muerte de la madre y la esposa, la estupefacción ante la locura de París, la valentía del enfrentamiento a la violencia de Mauleón, se complementan con los colectivos como la militancia de los obreros en las huelgas y la represión. Ambas instancias captan la miseria económica, física y espiritual que provocan los intereses capitalistas de los imperios, lo cual permite la atención constante que se basa a su vez en la representación continua sin caídas de telón, con sólo un intermedio de quince minutos. Esta producción implicaba la participación de cincuenta actores en escena, algunos con varios papeles, lo cual muestra la precisa interpretación artística y la dirección magistral de Roberto RamosPerea.


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La actuación de Luis Javier López Rivera quien interpreta a Manuel Alonso Pizarro, fue intensa y conmovedora. El joven Jerald Mateo Constanzo Mota quien representa a Manuel Alonso Pizarro en su etapa de adolescente, estuvo impecable. Igualmente los actores y actrices Melissa Reyes, Edgar Quiles Ferrer, Nelson Alvarado, Ricardo Santiago Ricardo Mariñá, Sonia Rodríguez, Jesús Guad, Andrés López Sierra, Rolando Reyes, Olga Vega Fontanez, Israel Solla, Lenis Oropesa, Jayslinn González, Aida Beléndez, Felipe Guzmán María del Carmen Muñiz y Alfonso Román representaron sus personajes con acierto, buena dicción y naturalidad, dándole los matices necesarios e interpretativos, diferentes, acertados y convincentes especialmente cuando participaron en las versiones aclarativas de las obras de Alonso Pizarro vueltas a presentar en escena. Los actores y actrices que representaron al pueblo, los obreros y las organizaciones represivas aportaron dinamismo y mantuvieron la intensidad de la acción que requiere una obra teatral. Esta obra es una diferente que aporta a la trayectoria del teatro puertorriqueño desde sus orígenes al momento actual. El trabajo de teatro independiente que realiza el Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo Puertorriqueño es vital para el arte teatral y para la trayectoria dramática de nuestras letras. Es a su vez germen para otros proyectos como es el cine y el documental. Le añado al título Iluminado negro o la gesta de la creación porque desde mi punto de vista, esta obra encierra la necesidad de crear en la vida y en el arte.

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Adentro de Iluminado negro Por Leila Reyes Humanidades, UPR. Ago. 2014

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Los seres humanos somos organismos muy complejos, caracterizados por una inmensa ambigüedad, que si bien se espera entenderla a cabalidad podría uno terminar desquiciado y frustrado ante tantas preguntas que nublan nuestro entendimiento. Aun así, la práctica de autoconocernos resulta tan fascinante y excitante que no cabe duda de que la travesía de hacer volar nuestra mente vale toda la pena del mundo. Más que una mera experiencia de ejercicio mental, el contestar preguntas como: “¿qué somos?”, “cómo somos?” y “por qué somos?”, se ha convertido en una necesidad. Existe una doctrina que por medio de diferentes métodos pretende expresar y/o explicar lo que es el ser humano, a esta rama la llamamos “Humanidades”. Desde poemas, cuentos, obras teatrales hasta películas y pinturas, el ser humano busca esa expresión de libertad, esa sensación de concretizar lo que es y lo que podría ser. Por medio de este ensayo pretendo presentar mi experiencia con una de estas expresiones humanísticas. En este caso estaré hablando sobre una obra teatral, titulada “Iluminado negro”. La intimidad que provee el pequeño escenario del Ateneo Puertorriqueño abraza a los espectadores que se dieron cita para presenciar la pieza “Iluminado negro”, escrita y dirigida por Roberto Ramos Perea. Dicha obra trata sobre la vida y desvida (por darle así un nombre a la desdicha) del tipógrafo, zapatero y dramaturgo puertorriqueño Manuel Alonso Pizarro. En ella se presenta sus comienzos como niño negro que se refugia en la educación, principalmente en la escritura, para escapar de una realidad triste y rutinaria. Vemos cómo se va desarrollando como escritor, a la misma vez que lucha contra una sociedad que oprime y censura sus ideales anarquistas. Es una obra que cumple con la educación, no solo de la historia de un escritor, sino también de la realidad del pasado político y social de nuestro Puerto Rico. Alonso Pizarro se destacó por desarrollar obras teatrales, en las cuales se ve reflejada la influencia de lo que se estaba viviendo en ese momento en la isla, principalmente por los movimientos obreros.


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Desde amores, situaciones familiares, hasta conflictos interiores, la obra recoge una serie de escenas que nos proveen un pequeño vistazo al sentir de nuestro protagonista. Con una duración de 4 horas, “Iluminado negro” cumple con la inmersión absoluta del espectador. Presenciar una obra de teatro, y más una que muestra la intimidad de un personaje, es someterse a una experiencia de conocimiento. No solo de conocimiento educativo, sino de autoconocimiento. Resulta que cuando nos damos a la tarea de aprender, escuchar y palpar la vida de otros, podemos aprender más sobre nosotros mismos. Pues el ser humano, en su subconsciente tiende a archivar todo lo visto y experimentado, y aunque así no lo quiera, su fábrica comienza a procesar lo aprendido para de una forma u otra producir una explicación de “quién soy”. Mientras el personaje Alonso Pizarro, luchaba por ser escuchado y por seguir su sueño, algo dentro de mí palpitaba, y no era por mera emoción del momento. Algo dentro de mí sabía y reconocía que en esas palabras ajenas había algo mío, sus palabras se volvían eco de mi sentir y sin quererlo, ya no estaba viendo una obra de teatro, estaba haciendo un recorrido por mi yo interior. Lo curioso es que esta experiencia se puede dar sin interrumpir el hilo de las líneas del protagonista. No hace falta dejar de prestarle atención a lo que sucede en escena, pues esta se convierte en mi realidad, en parte de lo que soy; al menos por esas cuatro horas. Para la época en que está basada la obra, Puerto Rico se encontraba en el desarrollo de movimientos obreros y de luchas políticas que sembraban el terror y la intolerancia en las calles de un país dividido. Se habla sobre la creación del Partido Socialista Obrero y la Federación Libre de Trabajadores. Esta introducción a la realidad social por la cual se enfrentaba Pizarro, nos da a entender un poco más sobre el “por qué” de sus inquietudes. Como toda obra literaria o expresión artística, las situaciones que rodean al escritor o al artista influyen grandemente en su trabajo. Claro está, en este caso resulta complicado explicarlo pues me encuentro hablando sobre una obra escrita por Roberto Ramos-Perea que a su vez habla sobre otras obras escritas por Manuel Alonso Pizarro, entonces al hablar de autor o escritor pierdo la noción sobre cuál de los dos se debe hablar. Para no mezclar ambos, prefiero hablar sobre el espectador, que es quien recurre a la obra como fuente de inspiración o como un recurso que le explique, o en mi caso, que me explique “quién soy”. Por mencionar una de las tantas escenas que me impactaron, tengo que hacer referencia a una en la cual Alonso Pizarro mantiene una conversación con Luisa Capetillo. En esta escena ella le habla sobre los ideales de diferentes personas ilustres, comenta su fascinación


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por el pensar de otros y es aquí cuando Alonso Pizarro le interrumpe con un: “¿Qué piensas tú?”. Y así deja saber que no importa lo que los demás digan, de eso ya sabemos mucho; lo que importa es qué tengo que decir yo al respecto. Aunque por medio de otros aprendamos a conocernos más, no se puede vivir totalmente de un pensar que no nos pertenece. Muchas veces no es lo que digan, sino, cómo me hace sentir lo dicho. Ahora sí, en medio del desfile de obreros luchando por sus derechos y de anarquistas gritando por su libertad, pude entender que no hay mayor satisfacción que la de expresarse. En ellos pude encontrar cuá´n parecidos somos todos, cada cual con su lucha individual, pero lleva una lucha y eso es lo que importa. No basta con ser “felices” y tener “paz”, estas dos son solo cuentos de hadas cuando se vive conformándonos con lo que otros mastican por nosotros. Entendí que la razón por la cual me gustó la obra no fue por el excelente desenvolvimiento de los actores, ni por sus escenas, sino porque me enseñaban algo nuevo sobre mi misma. Aprender sobre el pasado de mi país, es como encontrar piezas de un rompecabezas infinito: se puede tener un panorama más claro de cómo es la imagen, pero jamás se ve completa; siempre hay piezas por encontrar. De la misma forma sucede con la búsqueda de lo que somos; por más preguntas que nos contestemos nunca terminaremos de conocernos.

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A su querido profesor Don Fabriciano Cuebas Sotillo tiene el placer de dedicar esta humilde obrita M. A. P.

DO S PALABRAS. Esta pequeña obra, escrita al escape, estará naturalmente, llena de incorrecciones y defectos. No obstante, tengo necesidad de publicarla; y, sin detenerme á pensar en los vapuleos de los críticos, la presento á mis amigos, no dudando que, buenos como son, sabrán acogerla con indulgencia suma. El autor.

PERSO N AJES

MICAELA TERESITA JOSÉ JUANICO TOMÁS

(Nota del editor: En la presente reimpresión de este drama, se ha respetado la ortografía de la época.)


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ACTO ÚNICO El teatro representa la sala de una casa pobre con una puerta al foro, dos laterales y una ventana á la derecha del actor. El mueblaje de esta sala deberá reducirse á lo siguiente: una mesa vieja y algunas sillas en mal estado. Sobre la mesa habrá una cántara y un plato con varias copas y copitas. ESC EN A PRIM ERA José y Micaela JOSÉ Nada, nada, Micaela, es preciso que la chica se case. MICAELA ¿Con que es preciso que se case? J. Sí. M. Pero si ese muchacho...... J. Es un buen muchacho, mejor que Tomás, porque tiene lo que á Tomás le falta: dinero, hija, dinero. M. No, yo no diré que Juanico sea malo, pero...... J. Déjate de peros, y convéncete; casada Teresita viviremos mejor. M. ¿Viviremos mejor? J. Claro, porque nos engancharemos con el yerno. M. ¡Jesús, José, qué cosas tienes! ¿Cómo vamos á meternos en casa de Juanico? J. ¡No seas boba, mujer! Juanico nos recibirá con gusto. M. ¿Tú lo crees? J. Claro está; cargará con nosotros, y no dirá palabra. ¿Tú no ves que está loco con la chica? M. Yo no quisiera..... J. Eh, tonta, deja que se casen, y nos iremos allá con ellos á gozar la buena vida! Allí comeremos bien, beberemos mejor, es decir, beberás tú porque ya sabes que yo no bebo. M. (sonriendo) ¿No bebes, eh? En canastos, por que se derrama. J. ¡Jesús, mujer, no me desacredites! Cualquiera que te oyera pensaría que es verdad lo que me dices. M. ¡Hipocritón! J. Mira, Micaela, no tendremos que pensar en el pago de casa. M. ¡Maldito pago de casa! No se acaba nunca de pagar. J. Y luego esos caseros son tan desconsiderados que no dejan á uno tranquilo. M. Eso sí que es la verdad. ¡Como que no tardará en presentarse ese pícaro de D. Rafael!


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J. ¿Cuánto le debemos? M. Yo no sé, saca la cuenta. J. (sacando del bolsillo de la levita una libreta y un lápiz) Espérate. ¿Cuánto tiempo hace que vivimos esta mala casa? M. Me parece que siete meses. J. ¿Siete meses...? Sí, se cumplen pasado mañana. M. Pues siete meses á cuatro pesos....¿no son cuatro pesos los que nos cobra ese pícaro de D. Rafael? J. Cuatro pesos; mas no me interrumpas, hija, que estoy sacando la cuenta. M. Sigue, sigue, no vayas á sufrir una equivocación; ya sé que no eres muy práctico en cuestiones de números. J. Siete por cuatro...veintiocho, llevo dos... M. ¡Cómo! ¿dos pesos nada mas debemos? J. No, mujer; digo que de veintiocho llevo dos, que escrito á la izquierda del ocho, resultan veintiocho pesos. M. ¡Veintiocho pesos! ¡Qué barbaridad! ¡Veintiocho pesos de casa! J. Ni más ni menos. M. ¡Ave María Purísima! J. Le hemos abonado dos. M. ¿Dos pesos nada mas? J. Los dos pesos de la cabra que vendimos ¿No lo recuerdas, mujer? M. Es verdad. ¡Mi pobrecita cabra! Desde que la vendimos no tomamos leche. J. No te apures, Micaela, no te apures. En casa de Juanico la tomaremos buena y gorda. M. ¿Juanico tiene cabras? J. Sí, mujer las tiene; y también tiene vacas hermosísimas. M. ¡A mí que me gusta tanto la leche de vaca! J. Y á mí. ¡De buena gana me tomaría diez botellas! M. ¡Jesús, José! J. Deja casar á Teresita para que nos salvemos ¿La dejas casar? ¿Verdad qué sí, mi remonona? (acariciándola) M. Yo no tendría inconveniente, pero sabes que Juanico.... J. ¿Qué tiene el pobre Juanico? Vamos, ¿qué tiene? M. No puede decir quien es su padre. J. ¡Válgame Dios, mujer! ¡Cuántos hijos sin padres andan por esos mundos de Dios...! M. Nada tengo que ver con eso. Mi hija es hija legítima, y legítimo debe ser el hombre que se case con ella. Además, nosotros, aunque pobres, pertenecemos á la buena sociedad; y ya sabes que la madre de Juanico era ni mas ni menos que una verdulera.


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J.

Sí, una verdulera que supo darle esmerada educación, dejándole al morir cinco mil pesitos que el bueno de Juanico, con su talento y su laboriosidad, los ha aumentado considerablemente. M. Yo no sé lo que te diga.... J. Decídete, Micaela, y deja esas preocupaciones que no tienen razón de ser en estos tiempos de puro positivismo, en que no hay nada que valga mas que el oro. M. Pero, José, ¿cómo vamos á casar la chica con el hijo de una verdulera? J. ¡Bah! M. ¿Tú no piensas que las gentes de nuestra clase hablarán de nosotros, si permitimos ese casamiento? J. [aparte] ¡Qué preocupación tan estúpida! (á ella) Mira, mujer, Juanico tiene muchos miles y ...desengáñate: esas mismas personas que tú dices hablarán de nosotros si casamos á Teresita con Juanico, y que es muy posible que suelten las lenguas, por que la humanidad está siempre dispuesta á meterse en lo que no le importa, esas mismas personas, no lo dudes, cerrarán el pico al ver nuestra brillante posición; nos visitarán con más frecuencia que ahora; se sentarán á nuestra rica mesa, y al saborear nuestros potajes excelentes, nuestros deliciosos vinos, en vez de censurar nuestra conducta, como infundadamente piensas, no colmarán de alabanzas y de elogios. M. [aparte] Pues no discurre mal el bueno de mi maridito. ¡Caramba! ¡Si parece un abogado! J. Desengáñate, mujer, lo primero es lo primero; y para mí, que soy positivista, lo primero del mundo es ese codiciado metal que llaman oro, sin el cual la vida es imposible. ¿No te parece que tengo razón? M. Me parece que sí, pero.... J. ¡Maldito pero! Verás como vamos á salvarnos con nuestro yernecito. Por lo pronto voy á pedirle treinta pesos ahora mismo. M. ¡Estás loco! J. Veintesis para Don Rafael, y los otros cuatro para que hagamos una buena comidita. ¡Tengo unas ganas de comerme un trozo de carne! M. [aparte] Y yo. J. ¿Cuántas semanas hace que no comemos carne? M. ¿Cuántas? Pues....se me ha perdido la cuenta. J. Y á mí; pero lo que es mañana la comeremos en abundancia, porque yo le arrancaré á Juanico ese piquito. ¡Vaya que sí! ¡Canas-


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tos! Esto ya no se puede soportar. Casi todos los días tenemos que acostarnos con el traguito de café que tomamos por las mañanas... M. (aparte) Sí, señor, café negro, y casi siempre amargo, que la comadre Dorotea nos hace el favor de mandarnos. J. Sí, sí, es preciso que salgamos y pronto de esta maldita situación. Ya que ese muchacho se ha enamorado de Teresita dejémosla casar. ¿Con que te decides sí ó no? M. ¡Jesús! ¡Jesús! Casar nuestra hija con el hijo de una mujer oscura, que se pasó la vida vendiendo repollos, y pimientos, y tomates, y..... J. ¡Oh, el repollo! ¡Qué rico es el repollo guisadito con carne de cerdo! ¡Y los pimientos rellenos! ¡Y la ensalada de tomates! No, no hay nada mejor que una ensalada de tomates, por supuesto con sus cebollitas por encima, y sus aceitunitas, y... M. ¡Ave María Purísima! Cualquiera diría que tienes hambre. J. Y no diría más que la verdad. Si á estas horas pillara un repollito guisado con carne de cerdo, te aseguro que no quedaba en el plato ni el untado. M. Te creo. J. Vamos, vamos, Micaela: ¿dejas ó no casar á Teresita? M. ¡Qué empeño! J. Mira que no se debe dejar escapar ese pecesito... de oro. M. ¡Oh, el oro, el oro va á volverte loco! J. Pues ya lo creo. ¡Como que sin él no hay barriga que se salve. Tú lo sabes, Micaela, tú lo sabes. Mira, ¿cuántos días hace que no comemos caliente? M. Yo no sé, déjame y vete á ver si encuentras por ahí alguna cosa que echarle al estómago. Teresita debe estar hambrienta. J. Sí, me voy á fajar á nuestro querido yerno. ¡Ah! ¿le digo que estamos dispuestos á dejar casar á Teresita? M. ¡Qué majadero? Cuando te empeñas en una cosa hay que darte gusto. J. (suplicante) Micaelita, por Dios, piensa que vamos á salvarnos. M. Bueno, bueno, dícelo si quieres y déjame en paz. J. (muy contento) Comeremos carne, Micaelita, comeremos carne. M. Anda, anda. J. Enséñale á Teresita la carta de Juanico, y haz que se case con él. Sí, que se case, y despache al infierno á ese arrancado de Tomás. ¡No sé como Teresita ha podido enamorarse de un hombre que no tiene nunca una peseta! ¡de un bruja consuetudinario!# M. ¿Qué quieres tú? ¡Caprichos de las mozas!


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J.

¡No, no quiero brujas en casa! (aparte) Para brujas mi mujer, mi hija y yo. Somos tres brujas en grado superlativo, es decir, tres brujísimas á cual de los tres pero. M. Anda, anda, José, á buscar algo de comer para la chica. J. Sí, deja ir donde Juanico á decirle que se prepare para que se case con Teresita, y á quitarle de paso esos treinta pesitos, que no serán los últimos que tenga que aflojarme. Vuelvo enseguida, Micaela. ¡Ah! mira: se me olvidaba lo mas importante. Juanico no quiere casarse con ninguna mujer que haya tenido novios. M. ¡No comprendo...! J. ¡Cosas de Juanico! Dice que como vosotras sois así, tan frájiles, y los jóvenes tan atrevidos, casi siempre en relaciones el novio se pasa de la raya. M. Pues lo que es Tomás no se ha pasado de la raya con Teresita. J. ¿No le habrá dado algún pellizco? M. No lo creas; me lo hubiera dicho Teresita. J. Mira, Micaela, que nosotros hemos sido novios. M. Mas no te admití abusos. ¿Te acuerdas? La tarde que nos dejaron solos me besaste; tuve intenciones contárselo á mamá, tú lo sabes, pero como te quería tanto.... J. Me perdonaste el besito ¿verdad? Pues lo mismo ha podido hacer la chica. M. ¡Te digo que no! A nosotros nos dejaban solos; y cada vez que ha venido ese pícaro de Tomás, le he servido de mosca. ¡No, lo que es con Teresita no se ha pasado de la raya! J. Bueno, bueno, de cualquier modo hay que ocultar esos amores; porque si Juanico sabe que la chica ha tenido novios, no hay golpe, hija, (signo de dinero) no hay golpe, y es preciso que lo haya, porque ya la barriga está cansada de tanto y tanto ayuno. M. Deja eso de mi cuenta. J. Bien, bien, me voy. M. ¡Dios quiera que tengas buena suerte! J. Lo querrá, Micaelita, lo querrá. (aparte) ¡Oh, sí, sí, lo que es mañana comeré carne en abundancia, y calentaré mi estómago con un par de botellitas de vino! (vase por el fondo)


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ESC EN A SEG U N DA. Micaela. Me parece que José tiene razón. En el mundo hay muchos hijos sin padres; y sin embargo, viven muy tranquilitos y muy satisfechos, y hasta son admitidos en la buena sociedad. Si no que lo diga Miguelito. La madre de ese guapo joven era una mulatona, esclava de Don Nicolás el prestamista. ¡Mulatona y esclava!. Y Miguelito ha llegado á ser nada menos que Alcalde. ¡¡Alcalde el hijo de una mulatona esclava!! Ah, pero Miguelito tiene mucho oro, y ya se sabe que el oro, según ha dicho alguien con bastante fundamento, es una llavecita mágica, con la cual pueden abrirse fácilmente todas las puertas de la sociedad. ¿Y qué diremos de Don Casimiro, el Presidente del “Casino Aristocrático”? Este Señor Don Casimiro, según afirman malas lenguas, es el hijo de un cura. Sí, de un cura que no ha podido darle su apellido, porque como los curas no quieren más que casar y no casarse, tienen que hacer á veces lo que no manda Dios; es decir, tienen que buscar sus mujercitas para pasar sus ratitos alegres, de las cuales mujercitas y los tales curas resultan luego esos hijos sin padres que los muy tunantes llaman bonachonamente sus ahijados. Pero ¿qué importa que Don Casimiro no pueda decir quién es su padre? ¿Y qué importa, además, que ese hombre sin entrañas, sin conciencia, capaz de dejar morir á cualquier ser de hambre, allá en sus mocedades, haya estado en la cárcel nada menos que por haberse robado unos caballos á un señor estanciero de quien era mayordomo? ¿Qué importa? ¡Nada! ¡nada! El es inmensamente rico y por sus riquezas, no sé si bien ó mal adquiridas, puede codearse y se codea con lo más granado de la sociedad que le recibe gustosísima en su seno, que le abre los brazos con cariño, como si fuera una persona digna, y acaba por elegirle Presidente, colocándole en el puesto más alto cuando todo el mundo sabe que Don Casimiro es un borrico. Y lo mismo acontece con Don Timoteo. ¿Quién al verlo por las calles tan hinchado, con su sombrero de copa alta, sus lentes de oro, su botonadura de brillantes, su traje finísimo y tan desdeñoso con los pobres, á quienes no saluda nunca, ni les da nunca la mano, ¿quién, al verlo, es capaz de creer que es hijo de una prostituta? Nadie, nadie es capaz de creerlo ni de pensárselo siquiera! Y es que la madre de Don Timoteo le dejó al morir veinticinco mil pesitos, producto de su honradísimo trabajo, y esos veinticinco mil pesitos hacen de Don Timoteo una persona de-


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cente siendo nada mas que un miserable, á quien la sociedad, aduladora siempre de los ricos, no debiera guardarle ninguna clase de consideraciones ni respetos. ¡Oh poder del oro...! Nada, nada me convenzo de que José tiene razón. Importa poco que Juanico no pueda decir quien es su padre, é importa menos todavía que sea hijo de una verdulera ¡Qué demonios! Yo tampoco soy muy allá que digamos. Mi padre era ventorrillero; mi madre...planchadora; mi abuelita.... ¿por qué negar lo que era mi abuelita? Mi abuelita, que tenía la piel bastante oscura y el pelo no muy bueno, fué mucho tiempo cocinera; después puso un fonducho, y murió vendiendo arroz con carne, bacalao frito, morcillas y todas esas comidas mal olientes que no faltan en las fondas de bajo precio... ¡Que se case Teresita, que se case, y salga de nuestra casa la miseria. ¡Inhumana miseria! ¡Cuánto haces padecer á los que caen en tus malditas garras! Pero José dice que no le cuente á Juanico que Teresita ha tenido novios, porque no se casaría con ella ¡Bueno! Por mí no lo sabrá ni tampoco por la chica. Le diré que niegue, que jure por todos los santos del cielo si á Juanico se le ocurre preguntarle. Mas falta saber que Teresita quiera casarse con él ¿Y por qué no? Es joven, elegante, rico; y, aunque hijo de una verdulera, es fino y educado como pocos. ¡Bah! yo me encargaré de convencerla, y me ocuparé al propio tiempo de que le dé á Tomás el pasaporte para que vaya á soltar pulgas á otra parte. ¡Pícaro de Tomás! Ahora está enamorando á Julia la hija de la beata Rosalía. Que la enamore y no se acuerde de volver por acá. Es que si vuelve no le hará caso Teresita, porque por esa chiquilla vanidosa y tonta la ha olvidado por completo. No quiere ni que se lo mienten, no lo puede ver...Bien hecho; pues no merece el ingrato el cariño de mi hija [al verla] Ahí está la pobrecita. ESC EN A T ERC ERA Micaela y Teresita. TERESITA (entrando por la derecha) ¡Ay qué hambre tengo! MICAELA (aparte) ¡Pobrecita! T. Desde esta mañana con el traguito de café. M. (aparte) ¡Café negro y sin azúcar! T. ¿No ha traído nada papá? M. El salió á buscar; tal vez pueda encontrar alguna cosa. T. ¡Dios lo quiera! ¿No tienes por ahí un pedacito de pan aunque sea viejo? M. ¿Pan? ¡ni siquiera galletas, hija mia!


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T. ¡Ay Dios! ¡ya no puedo más! ¡Si no cambia esta situación, no sé que será de nosotros! ¡Nos vamos á morir de hambre! M. Ten paciencia, hija. T. Bastante paciencia hemos tenido. ¡Una semana entera sin pasar bocado! M. ¿Y qué hemos de hacer? José no consigue colocarse; Tomás, que había ofrecido traernos alguna cosa cuando empezara á trabajar, parece como que se ha olvidado de ti. T. No me hable usted de Tomás; desde que se enamoró de Julia no me hace caso. M. ¡Y se casará con ella! T. Que se case; no me apuro. M. Haces bien. (aparte) Voy á ver si logro que le olvide. T. Lo que siento es lo buena que le he sido. ¡Ingrato! no merece que haya sido con él tan complaciente. M. Haces bien en olvidarte, y más ahora que un joven rico te pretende y nos ha pedido tu mano. T. ¿Mi mano? ¿Quién? ¿Quién es ese joven tan bondadoso? M. Juanico. T. ¡Juanico! M. El de “LA PUERTORRIQUEÑA” T. ¿Ese joven comerciante? M. Sí, sí. (aparte) ¡Qué guapo es! T. ¡Dios mío! ¿Será verdad que ese joven tan rico desea casarse contigo? M. Lee esta carta y te convencerás. (sacándola del bolsillo). T. ¿Es de Juanico? M. Sí. T. Traiga á ver qué dice. M. Toma. T. (leyendo) “Don José: Soy soltero, rico y deseo casarme con su bella Teresita” (interrumpiendo la lectura) ¡Me llama bella! M. ¡Toma! Cuando te lo dice es por que realmente lo eres. Sigue, sigue la lectura de esa bendita carta. T. (leyendo) “Si no tiene V. inconveniente...” M. (aparte) Ninguno. T. “Sírvase manifestármelo, á fin de preparar las bodas para dentro de algunos días” ¡Qué pronto! M. Mientras mas pronto mejor, boba. T. (leyendo) “Sin otro particular, Juanico Pérez” ¡Pérez! ¡Ay! ¡Qué bonito apellido! M. Sí, (aparte) el apellido de la verdulera.


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T. ¿Y ustedes qué le han contestado? M. ¿Quieres casarte? T. Yo no sé...si usted y papá quieren.... M. ¿Que si queremos? ¡Vaya que sí! A mí me parece un buen partido; y á José no hay que preguntarle, está contentísimo. T. ¿De veras? M. Allá se fué á decirle á Juanico que tú lo aceptas por esposo. T. Pero ¿y Tomás? M. No te ocupes. Que se case con Julia que bastante la quiere. T. ¡Ingrato! M. ¡No seas boba! Ya que te ha olvidado y puesto en otra su cariño, hazle tú lo propio: olvídale y cásate con Juanico. T. (aparte) Debiera hacerlo así. M. Sigue mi consejo y dale el votalón. T. ¡No venir á verme siquiera un momento en ocho días! [aparte] Por eso le he devuelto sus cartas. M. ¡Ocho días! ¡Ocho días que no viene á verte el ingrato! T. ¡Y no ha valido de nada que le escriba! M. ¡Ya se ve! Está goza que goza con la tonta de Julia, y no hace caso de tí ni de tus cartas. T. [triste] ¡Ah, Tomás! M. ¡Te desprecia, hija, te desprecia! T. ¡Me desprecia por Julia! M. ¿Y no sabes por qué? Porque tú eres una pobrecita, y Julia tiene algunos centenares de pesos que la bribona de su madre se ha ganado malamente echando la suerte de las cartas. ¡Robando, hija, robándole el dinero á los estúpidos que creen en esas tonterías! T. Es verdad. M. Pero no hay mal que por bien no venga. Tomás huye de tí, te olvida, te desprecia, y Juanico solicita tu mano y desea hacerte feliz. ¡Ea!, no hay que guardar consideraciones á quien no las mereces! Juanico, Juanico es el hombre que á ti te conviene, y debes aceptar su mano. T. Sí, sí, ya estoy resuelta á casarme con él. M. Así se hace. Lo que no sirve se bota (aparte). Pues no faltaba más. ¡Irse á casar mi Teresita con ese badulaque! Nada, nada, no hay que entristecerse! Prepárate para que recibas á tu futuro esposo. T. ¿Vendrá Juanico? M. Es muy probable. T. ¡Ay Dios! ¡Si yo tuviera otro vestido mejor que éste! M. Está bien así; él sabe que eres pobre. T. Sí, pero......


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M. Cuando seas su señora tendrás buenos vestidos. T. ¡Tantas telas bonitas que hay en “La Puertorriqueña”. M. Allí podrás escoger á tu gusto. T. ¡Oh, sí, sí, á mi gusto! M. Mira, cuando venga Juanico, avísame, ¿sabes? T. Está bien. M. (aparte) Bah, ¡nada importa que se case con el hijo de una verdulera! Tiene muchos cuartos y con ellos puede hacer feliz á Teresita. (vase por la derecha del actor.)

ESC EN A C U ART A Teresita ¡Qué feliz voy á ser cuando me case con Juanico! Tendré casa montada con lujo, rica mesa, lindos trajes, coches, en fin, todo cuanto necesite para vivir cómodamente. A mis padres tampoco les faltará nada, por que los ayudaré, es decir, Juanico y yo los ayudaremos y los cuidaremos muchos. Si no quieren irse con nosotros les pondremos casa aparte, y les daremos dinero para que vivan á su gusto. ¡Pobres padres míos! Ya se acabaron para ellos los trabajos, las necesidades, las miserias; ya no se acostarán sin comer como todos estos días; ya la vecina Dorotea no tendrá que molestarse en traernos por las mañanas el traguito de café con que bondadosamente nos obsequia. Al contrario, yo podré darle muchas libras de café, y se las daré con gusto, en recompensa de lo buena que ha sido con nosotros. ¡Oh, Juanico, Juanico, tú vas á ser nuestro salvador! Pero ¿cómo habrá podido prendarse de mí? ¿Cómo habrá podido fijar sus ojos en una pobrecita como yo, habiendo tantas jóvenes ricas que estarán deseando la mano de Juanico? No sé en verdad como he logrado cautivar su corazón; no puedo explicarme la causa de esa resolución bendita que tanto bien me hace, y tanto placer á mi alma proporciona. ¿Será tal vez que Juanico ha visto en mí algo que no ha visto en las demás? ¿Será que me encuentra á mí más bella? No sé... no sé...; pero es lo cierto que me ha elegido á mí, y me siento satisfecha de su generoso proceder, y hasta le estoy agradecida, porque él me saca del miserable estado en que me encuentro para colmarme de felicidades y de dichas.


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ESC EN A Q U IN T A Teresita y Micaela M. (Entrando) ¡Qué cabeza la mia! Se me olvidaba decirte... T. ¿Qué mamá? M. Oye. T. Hable usted. M. A eso voy, mira: puede ser que cuando venga Juanico te pregunte si has tenido novios. ¡Cuidado! no vayas á enterarle de tus relaciones con Tomás. T. ¡Cómo! ¿no debo decirle que Tomás ha sido mi novio? M. ¡De ninguna manera! T. ¡No me explico...! M. Juanico tienen la idea de no casarse con ninguna mujer que haya tenido novios. T. ¿De veras? M. Sí. T. Pues yo no sé como voy á hacer para ocultar esos amores: ya sabe V. que no digo mentiras. M. Lo sé; y no hay más remedio que mentir. T. ¡Dios no quiere que se mienta! M. También lo sé; pero hay ocasiones en que diciendo la verdad se perjudica el que la dice, y eso mismo te sucedería á ti si le confesaras á Juanico tus relaciones con ese buena pieza. T. Pues entonces... M. Déjate de tonterías y haz lo que te digo. Mira que es por tu bien, por mi bien, y por el bien de todos. T. ¡Qué capricho tan raro el de mi futuro esposo! ¡No quererse casar con ninguna mujer que haya tenido novios! ¿Por qué? M. Él sabrá lo que hace; á ti te toca ocultar esos amores, si no quieres quedarte plantadita. T. ¿Y si Tomás se lo dice cuando sepa que le dejo para casarme con Juanico? M. ¿Tú crees que se lo diga? T. Por hacerme daño es capaz de contarle á Juanico que hemos sido novios. M. No podrá probarlo. T. ¿Y mis cartas? M. Es verdad; debes pedírselas. T. Ya se las he pedido y no ha querido devolvérmelas.


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M. ¡Bribonazo! Mira, niégale á Juanico, jura si es preciso, que de Tomás me encargo yo (ap.) ¡Sabe Dios el fin con que se guarda esos papeles! (vase por la derecha.) T. (ap.) Y si no fuera más que eso sería nada; pero tiene un pañuelo de seda marcado con mi nombre, un rizo..Yo no sé por que hemos de ser así tan bobas las mujeres! M. (Entra arreglándose la capa que se habrá puesto allá dentro.) ¡Yo se las quitaré de cualquier modo! Me voy en pos de ese miserable, y juro que no volveré sin esas cartas. (dirígese al foro.) ESC EN A SEXT A (Dichos y José por el fondo muy contento y sonando unas monedas.) J.

Nos hemos salvado, Micaela; mira, mira... (al ver la actitud de su esposa) ¡Cómo! ¿A dónde vas? M. A la calle. J. ¡A la calle! ¿á qué? M. A buscar unas cartas de Teresita. J. ¿Cartas tuyas? T. Sí, papá. J. ¿Y quién las tiene? T. Tomás. M. Voy á pedírselas para que no vaya á enseñárselas á Juanico. J. Espera, mujer, espera. Ahora mismo venía ese bribón detrás de mí. Deja ver... (se asoma á la ventana) Mira, mira donde está parado. M. No lo dejes ir; llámalo, llámalo. J. Tomás, Tomás... M. ¡Pillete! ¡Ya le arreglaré las cuentas! J. Haga V. el favor de entrar un momento. T. ¡Dios mío! M. ¡Cuidado si le miras! J. Ya llega. M. (á T) No le hagas caso. T. (ap) Por mi parte como si no llegara nadie. ¡Ingrato! J. (á Micaela) ¿Le hablas tú ó yo? M. Déjame que yo le hable. J. Bueno; duro con él. T. (ap) Hoy me va á pagar las que me debe.


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ESC EN A SÉT IM A Micaela, José, Teresita y Tomás por el foro. TOM. (desde la puerta) Buenas tardes. J. Pase usted. TOM. (acercándose á Teresita) ¡Adios, Teresita! T. No le conozco. TOM. ¡Como! M. (cogiéndole por un brazo) ¡Quite V. de ahí! J. (amenazante) ¡Poco á poco con la chica! TOM. Pero, señores, me extraña tal recibimiento. M. ¡Cállese V. y oiga? J. Sí, oiga V. bien lo que van á decirle. TOM. Teresita, ¿qué significa ésto? T. Yo no sé; pregúnteselo á Julia TOM. (ap) ¡Estamos frescos! J. ¡Escuche V. lo que va á decirle Micaela! M. ¡Escúcheme V.! TOM. (ap) Les tengo miedo. M. Se le ha llamado á V. aquí para decirle que vamos á casar á Teresita con Juanico! TOM. ¡Con Juanico! J. Sí, no interrumpa V. á mi mujer! M. Juanico el de “La Puertorriqueña.” TOM. ¿Es verdad, Teresita? T. Sí. TOM. Ah! por eso...! M. Por eso queremos que V. nos entregue ahora mismo las cartas de Teresita. TOM. ¿Las cartas? M. ¡Sí! J. ¡Sí! TOM. ¿Con que V. quiere sus cartas, Teresita? T. Ha debido entregármelas al devolverle las suyas. M. (á José) Ha debido entregárselas. J. (á su esposa) Precisamente. TOM. Bueno; ya que Teresita se casa con Juanico, es justo que le devuelva sus cartas. M. Sí, señor, es justo. J. Justísimo. TOM. Pierdan ustedes cuidado que yo se las traeré. M. Váyase V. á buscarlas.


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TOM. Al momento T. [en voz baja á Tomás] No olvide usted mi pañuelo. TOM. No T. Ni mi rizo. TOM. Le traeré todas sus prendas para que se case con Juanico. T. Y usted con Julia. TOM. Sí [ap] No realizarán sus deseos, por que Juanico no quiere casarse con ninguna mujer que haya tenido novios, y yo le diré que Teresita ha sido novia mía. M. ¿Se va usted por las cartas? TOM. Voy á buscarlas; hasta luego [ap] ¡No se casará! M. [aparte] ¡Bribón! J. [ap.] ¡Brujísima! [Vase Tomás por el foro.]

ESC EN A O C T AV A Dichos menos Tomás. M. [á Teresita] Si viene con las cartas avísame en seguida. T. Sí, mamá. J. Me voy á comprar algo para que comamos: debeis estar hambrientas. M. ¡Figúrate! ¡las tres y todavía sin almorzar! J. No te apures, Micaela; Juanico me dió los treinta pesos. M. [alegre] ¿De veras? J. Sí. T. [ap.] ¡Treinta pesos! ¿Para qué? ¿Se los habrá pedido papá? J. Le pagué á don Rafael la casa. M. Bien hecho; ya no tendrá que molestarnos esa mosca. J. Sobraron cuatro pesos. Aquí están; con ellos podemos darnos gusto. M. Sí, sí. ¿Tú no tienes hambre, Teresita? J. Hombre, yo comería á estas horas cualquier cosa. M. Y yo. J. Compraré pan, sardinas..... M. Lo que quieras, hijo, lo que quieras: todo vendrá bien. J. Un par de botellitas de vino... M. Para pisar las sardinas; anda, anda, antes que ese pícaro de Tomás se presente con las cartas. J. O Juanico. M. ¿Vendrá Juanico?


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J. Sí, mujer viene á ver á Teresita. T. [ap.] ¡Dios quiera que no se encuentren aquí los dos! J. Trata bien á Juanico cuando llegue. T. Sí, papá. J. Si te pregunta si has tenido novios... M. [á José] Ella sabe lo que tiene que hacer. J. ¡Ah!, ¿tú le dijiste..? M. Sí, vete por el pan y las sardinas. J. Al instante. ¡Eh, alégrate, pobrecito estómago, y prepárate á recibir esas sardinas, y ese pan, y ese vinillo con que vas á regalarte, gracias á la generosidad de Juanico. ¡Oh, Juanico, Juanico, Dios te dé todas las dichas del cielo cuando mueras! [se dirige al foro.] M. Mira, José, tráete también algunas cebollitas. J. [volviendo] ¡Efectivamente! Las sardinas con cebollas son riquísimas. Corro, corro á buscar esas sardinas, y ese pan, y ese vinillo. [vase foro]

ESC EN A N O V EN A (Micaela y Teresita; después Juanico por el foro) M. Voy allá dentro; ya sabes, me llamas cuando venga Tomás. T. Está bien. M. No le atiendas, hija, no le atiendas; ese pájaro no es bueno (yéndose) Juanico, Juanico es el hombre que á ella le conviene. ¡Qué importa que sea hijo de una verdulera! T. (al verla ir) ¡Que se case con Julia, y no se acuerde más de mí! ¡Que no se acuerde! ¿Traerá mis cartas? Sí, sí, debe traérmelas. Y mi pañuelo, y mi rizo...no quiero que conserve nada mío. (se oyen pasos) Mas parece que alguien llega. ¿Será él? ¿será Juanico? (dirigiéndose al foro). J. (desde el foro) Sí, yo soy. T. [con alegría] Ah! pase usted. J. (entrando) Teresita, su papá acaba de decirme que V. está dispuesta á ser mi esposa. T. Sí, Juanico; yo no puedo negar mi mano á quien tan bondadosamente la solicita. J. ¿De modo que...? T. Desde hoy mi corazón y mi mano á V. le pertenecen. J. ¡Oh, gracias, Teresita! V. me hace dichoso. T. Mamá desea también que yo me case.


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J. ¿Sí? T. Dice que es V. muy bueno, y es verdad, porque habiendo tantas jóvenes bellas y ricas, se ha fijado V. en mí que soy una pobrecita sin más mérito que mi honradez. J. ¿Y le parece poco la honradez? Mire V., Teresita: yo no busco mujeres ricas. ¿Para qué? Poseo lo bastante para vivir con comodidad y hasta con lujo si quisiera. Yo deseo una mujer como V. pobre, pero virtuosa, porque la virtud vale más, mucho más que las riquezas. T. Hay quienes opinan que el oro vale más que la virtud. J. Están en un error; pero ¡bah! dejemos á cada cual que piense como guste, y ocupémonos de nuestro porvenir, hablemos de nuestro matrimonio. T. [sonreída] Como V. quiera. J. Teresita, ¿V. no ha tenido novios? T. Nunca [ap.] ¡Qué mentira tan grande! J. (cariñoso) ¿De veras? T. Puede V. creerlo. (ap) ¡Dios quiera no llegue Tomás! J. [ap] ¡Qué felicidad! [á ella] Yo creí que V. había amado á otro antes que á mi. T. No. (ap) Me pesa tenerlo que engañar, pero mamá se empeña. J. Bien; nos casaremos pronto. T. Pronto. [ap] Si á Tomás no se le antoja trastornar el casamiento. J. ¿Y su mamá? T. ¿Quiere V. que la llame? J. Desearía verla. T. Voy por ella. J. Sí, mas vuelva presto. T. En seguida. ESC EN A X. Juanico siguiendo á Teresita con la vista. JU AN IC O Es pobre, pero linda y buena. Y lo mejor de todo, y lo que más celebro, es que no ha tenido novios, como ella misma dice. ¡Sí, eso es lo mejor! Yo no podría unir mi suerte á la de ninguna mujer que hubiera amado á otro antes que a mí. ¡De ningún modo! Es muy peligroso, muy comprometido...! Hay que convenir que las mujeres, particularmente las jóvenes, que son las que más se casan, como no tienen experiencia de la vida, como todo lo ven color de rosa, porque están en la edad de las ilusiones y en esa edad bendita


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no cruzan por la cabeza malos pensamientos, sino ideas nobles, generosas y grandes; como cada una de esas jóvenes lleva dentro de su corazón, dentro de su alma virgen, un tesoro de bondad, de amor y de inocencia; como ni una sola de ellas es capaz de pensar que puedan existir malvados en el mundo que traten de engañarlas, que quieran seducirlas...todas, ó casi todas, cuando se enamoran son muy complacientes con sus novios, sin saber ¡pobrecitas! que los hombres, con muy raras excepciones, somos muy listos y muy hábiles en asuntos de amor, por no decir muy malos y muy abusadores. Enamoramos á una joven, y apenas ha abierto los labios para dar correspondencia á nuestro amor, casi siempre fingido, cuando ya nosotros estamos deseando estampar en esos mismos labios, que han pronunciado nuestra dicha, una veintena de besos, por supuesto con la sanísima intención de dejarles recompensadas sus bondades. Nos sentamos al lado de nuestra novia, y si nadie nos vigila, no hay para que decir que nos portamos como buenos. Le cogemos las manos, se las apretamos fuertemente, jugamos con sus cabellos como si fueran nuestros, y qué sé yo cuantos abusos mas, sin importarnos que ella, asombrada de nuestro atrevimiento, ruborizado el rostro, nos dirija una mirada suplicante para evitar que sigamos ofendiendo su decoro, la dignidad de su persona, que, porque nos ama, no tiene el valor suficiente para rechazarnos con desprecio Otra cosa: observamos que nuestra novia tiene una sortija, y en seguida, cual antojadizos niños que quieren todo lo que ven, le pedimos la sortija. Y es claro, de sus manos pasa inmediatamente á nuestras manos, por que no puede dejar de complacernos. Y quien dice una sortija dice un pañuelo, un retrato, una cinta, una flor, un rizo, sobre todo un rizo para conservarlo como recuerdo de amor. Y es el caso que mientras las relaciones duran, la cosa marcha bien; pero si ella, al ver nuestras ingratitudes, nos da el votalón, ó nosotros le hacemos comer la calabaza, por que nos enamoramos de otra chica que nos gusta más, entonces...¡pobrecita novia y pobrecitas prendas! Ni el rizo, ni el retrato, ni la cinta, ni la flor, ni ninguno de esos objetos, solicitados con tanta ansiedad, significa para nosotros nada. Los miramos con indiferencia suma, y acabamos por romperlos y tirarlos como se tira lo que nada vale, lo que para nada sirve. Una sola prenda puede ser que se salve de nuestra indiferencia, de nuestro desprecio: la sortija. ¿Y para qué? ¡Vergonzoso es decirlo! Para regalársela luego á la primer muchacha que nos quiera, ó para venderla ó empeñarla, si estamos en apuros. Sí, hay quien haya vendido, hay quien haya empeñado la sortija de su novia!.


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No se me oculta que si algún joven me escuchara, se extrañaría de que, siendo yo hombre, juzgue á los de mi sexo de ese modo, y tal vez si hasta se enojaría conmigo. ¡Importaría poco! Acostumbrado á hablarle á todo el mundo con franqueza, por que detesto á los hipócritas; acostumbrado á rendir culto á la verdad, la diré siempre, por amarga que sea, y aunque sea en contra de mí mismo. Lo repito: es muy peligroso, muy comprometido casarse con una mujer que ha ya tenido novios, por que hay hombres que son capaces de todo, de todo lo más malo. Yo he conocido á un joven que decía que le daba besos á su novia, que la abrazaba, que conversaba con ella en horas avanzadas de la noche cuando todos dormían en la casa, que ella misma le dejaba entreabierta la ventana de su cuarto para que él entrara, en fin, hablaba de ella escandalosamente en las tertulias, en el café, en todas partes. Después… la dejó por otra que, sin duda, correría también la misma suerte. ¿Y podría un hombre honrado, celoso de su prestigio, de su nombre, casarse con esa mujer en tales condiciones? ¡Ah, me parece que no! Yo sé de otro joven que no ha tenido inconveniente en echarle mano á la calumnia para hacer que rodara por el suelo la honra de una mujer que fué su novia, al saber que estaba próxima á casarse con un hombre digno, á quien ella había correspondido al verse despreciada por su difamador. Y se trastornó el casamiento de esa infeliz mujer, porque su futuro esposo, dando crédito á las habladurías del malvado, se fué y la dejó plantada.... Mas si se hubiera casado con ella, y después de casado, hubiera oído hablar de su esposa al mismo que fué su primer novio, y en los términos tan malos en que tuvo la indignidad de hacerlo...¿no se hubiera comprometido ese hombre? ¡Oh, si, sí, porque no hay hombre, por cobarde que sea que al ver desacreditada á su mujer, no procure castigar con mano fuerte al infame que la desacredite. ¡A mí me parece que le arrancaría la lengua! Pero... dejemos á cada cual que piense como guste. Yo persisto en mi idea. No, no me casaré con ninguna mujer que haya tenido novios. ¡Es muy peligroso, muy comprometido....! ESC EN A XI. Juanico, Micaela y Teresita. M. (entrando con Teresita) ¡Hola, Juanico! ¿V. por aquí? J. Ya debe V. saber á qué he venido. M. ¡Cómo no! Y debo decir á V. que celebro mucho su resolución de casarse con Teresita. [aparte á su hija] Boba, colócate á su lado.


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T. ¡Jesús, mamá! J. ¡Oh Teresita es un ángel, y yo quiero unirme á ella para ser feliz! M. (aparte á Teresita) ¿Oyes? ¿oyes? Colócate á su lado. T. (acercándose á Juanico) ¿Con que dice V. que soy un ángel? [sonreída] J. ¡Un ángel bellísimo! M. [aparte] ¡Un ángel Teresita! Nunca la llamó así ese pícaro de Tomás. T. (sonreída) Usted se burla. J. No, Teresita, le digo la verdad. ¿Quiere V. que se lo jure? T. No es preciso: usted se empeña en creer que soy un ángel, y aunque sé que soy una mujer igual á las demás, le dejo en su creencia, porque no quiero contrariarle. M. (aparte) ¡Qué bien se expresa la chiquilla! J. ¿Una mujer igual á las demás? T. [sonriendo] Claro. J. No, Teresita; si todas las mujeres fueran como usted no existirían hombres desgraciados en el mundo. M. (aparte) ¡Cómo se conoce que la quiere! T. (aparte) ¡Si supiera que Tomás ha sido mi novio! M. Tiene V. muchísima razón, Juanico. Si todas las mujeres fueran como Teresita los hombres serían muy felices. T. ¡Mamá! J. ¿Ve usted como su mamá es de mi misma opinión? M. Sí, señor, de la mismísima opinión de usted. T. ¡Vamos! Yo le suplico á V. que hablemos de otra cosa. J. Complacida; pero conste que seguiré pensando que es V. un ángel, un ángel bellísimo que colmará de dicha mi existencia. T. Juanico! M. [aparte] ¡Qué fino es! ¡qué bien educado! No parece hijo de una verdulera. J. Mire V, Doña Micaela.... M. ¿Qué desea V, Juanico? (aparte) ¡Me dan ganas de pasarme de la raya! J. Es preciso que preparemos pronto á Teresita, por que yo deseo casarme esta misma semana. T. ¡Esta misma semana! J. Sí. M. (aparte) ¡Qué contento se va á poner José cuando lo sepa! T. (á J.) Pero si ya hoy es viernes. J.(á T.) Pues para el domingo puede prepararse todo.


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M. (aparte) Si no fuera por pasarme de la raya le daría un abrazo, pero un abrazo muy fuerte, muy fuerte. J. (á T.) Sí, podemos casarnos el domingo. M. [aparte] ¡Está loco con la chica! T. No me opongo; si esa es la voluntad de usted le complaceré con gusto. M. [aparte] Muy, bien dicho. J. Es mi deseo, y le doy á V. mil gracias por haberme complacido. M. [aparte] ¡Qué amable es! Cuando digo que no parece hijo de una verdulera! J. Tome V., Doña Micaela. [le presenta un paquete de billetes) M. (con asombro) ¡Cómo! ¿qué me da V, Juanico? J. Aquí hay doscientos pesos para que prepare á Teresita. T. [aparte] ¡Doscientos pesos! M. [aparte á T.] Nos pusimos las botas [á Juanico] Eso es muchísimo dinero. J. Gástelos V; y si algo falta, puede mandar á la tienda por lo que necesite. M. (aparte) ¡Este hombre es millonario! T. [á J.] ¿Para qué tanto dinero? M. [aparte á T.] ¡Boba! (á J.) Eso digo yo ¿para qué tanto dinero? J. No es mucho. T. Siendo yo tan pobre no debo aparecer como una reina la noche de nuestro casamiento. M. [aparte muy contenta] ¡Doscientos pesos! Con ellos prepararé á la novia, á la madre de la novia y al padre de la novia, porque hay que decir la verdad: no tenemos más ropa que la que llevamos puesta. J. (á T.) ¿Y qué más tiene una reina que usted? T. ¡Juanico! J. Mire, Teresita; usted es la reina de mi corazón que la idolatra. T. ¡Oh, Juanico, Juanico, qué bueno es V. conmigo! M. [aparte] ¡Inmejorable! ¡inmejorable! ¡No, si no puede haber en el mundo otro Juanico! J. Es que V. merece que se la quiera mucho. T. Y usted también. J. ¿Yo? T. Sí. M. (aparte) ¡Y no es poco lo que quiere á la chica! J. ¿Me amará V. siempre? T. ¡Siempre! J. ¡Oh!


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M. (aparte yéndose) Hay que dejarlos gozar con entera libertad. (al llegar á la puerta vuelve la vista hacia ellos y dice] ¡Qué guapo mozo y qué respetuoso con la chica! No, lo que es Juanico no se pasa con ella de la raya! ESC EN A XII. Juanico y Teresita. J. ¿Con que el domingo nos casamos? T. El domingo. J. ¡Cuánto deseo ese día! Me parece que va á ser el más venturoso de mi vida T. Yo también lo deseo, porque sé que á su lado de V., Juanico, he de ser feliz. J. Lo será, se lo prometo, Teresita. T. Gracias, gracias. (aparte) ¡Dios quiera que Tomás guarde silencio! J. (aparte) Es bonita, es buena, no ha tenido novios, no ha amado á nadie mas que á mí ¡qué dicha! Al fin voy á ver realizados mis deseos. ESC EN A XIII Teresita, Juanico, Tomás, Micaela y José. TOM. (entrando por el foro) Aquí estoy. T. (al verlo) ¡Cielos! Tom. (al ver á Juanico) ¡Juanico! ¡mejor! A él le entregaré las prendas. J. ¿Qué desea V., Tomás? T. ¡Dios mio! TOM. He sabido que V. se casa con Teresita; y como yo la aprecio mucho, vengo á traerle á V. algunas prendas para que se las regale en mi nombre. T. (aparte) ¡Qué malvado! J. ¡No comprendo...! TOM. Mire V.: aquí hay una de ellas (saca de una cajita que traerá consigo, un paquete de cartas y se lo da á Juanico) T. (al verlo) ¡¡Mis cartas!! J. (cogiéndolo) ¡¡Un paquete de cartas!! TOM.. [enseñando un pañuelo] Otra. T. ¡¡Mi pañuelo!! J (cogiéndolo) ¡¡Un pañuelo de seda!! ¿Qué significa esto? TOM. (enseñando un rizo) La última prenda.


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T. ¡¡Mi rizo!! J. ¡¡Un rizo!! Dígame V., Tomás, ¿qué significa esto? TOM. (sonriendo) Ya le he dicho á V.; aprecio á Tersita y.... J. ¡Usted se burla de mí! T. (aparte) ¡Qué desgraciada soy! TOM. No; pregúntele á Teresita, y verá como ella le dice que yo la quiero mucho. J. Teresita, explíquese V.; hable V. por favor...! T. ¡¡Oh Dios!! TOM. [aparte] ¡No se casará con Juanico! J. Es preciso que yo lo sepa todo. Estas cartas me dirán lo que ustedes se empeñan en negarme. [Rompe la cinta conque están atadas las cartas, coge una, y se pone á leer] TOM. [á Teresita] No llore V.; por eso no dejará de casarse Juanico. T. ¡¡Miserable!! J. (mirándolos) Ya comprendo. ¡Eran novios los dos! ¡¡Y se han besado!! TOM. Teresita.... T. ¡Quite usted! M. (entrando) No sé donde guardar estos billetes (los traerá en las manos) ¡Cómo! ¿Qué tienes? ¿Por qué lloras, hija mia? (al ver á Tomás) ¡Ah pícaro de Tomás! T. Le ha enseñado las cartas á Juanico. J. [ap] ¡Qué suerte que lo he sabido antes de casarme! M. (á Tomás amenazándolo con una silla) ¡Largo, largo de aquí si no quieres que te rompa esta silla en la cabeza! T. (asustada) ¡Mamá! J. ¡Señora! TOM. (ap) Me voy; ya estoy vengado. (se va por el foro riéndose á carcajadas) J. Me han engañado ustedes. M. Yo...(ap) ¡A qué me pide los docientos pesos! J. ¿Con que Teresita no tenía novios? ¿Con que no había amado á nadie más que á mí? T. (suplicante) ¡Juanico! M. No se enoje V. (ap) Tendré que darle los billetes..... J. No, si no me enojo; al contrario, me alegra haber sabido á tiempo que Tomás y Teresita han sido novios. JOSÉ: (muy contento por el foro) Aquí estoy con las sardinas, las cebollas, el vinillo y el pan. (Esta última palabra la dirá al llegar á la puerta) ¡Cómo! ¿V. aquí, Juanico? [deja la carga encima de la mesa] Mas, ¿qué le pasa á Teresita? ¿Por qué lloras, mujer?


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J. (viendo las cartas) ¡Si esto parece mentira! M. (á José aparte) Hijo, se nos escapa el pájaro. JOSÉ: No me digas. J. [ap] Debo irme de esta casa. M. [á José] ¿No le ves que serio? Ha sabido que Teresita y Tomás han sido novios. JOSÉ: ¡¡Virgen Santísima!! J. [á Teresita] Tome V. sus prendas, y sepa que todo ha concluido. M. [á José] Escucha; hijo, escucha. T. ¡Por Dios, Juanico, mire V. que le amo! JOSÉ: Sí, sí, le ama. M. Le adora. José ¡Le idolatra, Juanico, le idolatra! J. No puede ser: ustedes han tratado de engañarme como si fuera un niño, y es preciso sepan que soy un hombre, un hombre que piensa. JOSÉ: Lo sabemos, Juanico, lo sabemos; V. es un hombre que piensa, que discurre, que...(ap) No encuentro mas nada que decirle. ¡Maldita cabeza! Me dan ganas de darme un cocotazo. M. Déjate de lloriqueos, y mira si puedes ablandarle el corazón. T. (llorando) Todo será inútil. JOSÉ: Dispénseme V., Juanico. M. Sí, dispénsenos usted. J. No debe uno casarse con ninguna mujer que haya tenido novios, porque las mujeres, especialmente las jóvenes, son muy bondadosas con los hombres á quienes aman: ahí teneis la prueba en vuestra hija; se ha dejado besar de Tomás. T. [ap] ¡Qué vergüenza! José [á Micaela] ¿No te dije que sé había pasado de la raya? ¡Ahí lo tienes! M. (á Juanico) ¿El bribonazo la ha besado? J. Aquí en estas cartas lo dice. M. ¡Qué atrevido! ¡Pasarse de la raya con la chica! JOSÉ: Se pasó; hija, se pasó, y tú tienes la culpa M. ¡Yo! bastante que los he velado. JOSÉ: Confiesa que no has hecho bien la mosca. [tocándose un ojo con el índice de la mano derecha] M. ¡Los he velado José! JOSÉ: ¡No has hecho bien la mosca, mujer! M. Vamos, vamos, déjame que ese pícaro de Tomás me tiene la cabeza trastornada. JOSÉ: Bueno, bueno, (aparte) No se pueden dejar solas las chiquillas.


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J. Además ¿qué necesidad tenía de regalarle á Tomás un pañuelo... T. (llorando) ¡Oh! M. (á José) ¡Un pañuelo! J. [á Micaela] ¿No le habrá regalado otra cosa...? M. Yo no creo. J. Un rizo... T. ¡Ya esto es demasiado sufrir! JOSE ¡Un rizo! [á Teresita] Mira, hijita, dime la verdad: ¿tú no le has hecho á Tomás otro regalito...de más valor...más importante...que el pañuelo y el rizo? T. (llorando) No, papá. J. (aparte) Un pañuelo, un rizo, unas cartas, un beso...No, yo no debo casarme con Teresita! JOSE Te pregunto para hacer la justa reclamación de..! T. [llorando] Yo no le he dado mas que aquello [indica los objetos que tiene Juanico] JOSE ¡Como! ¿qué es aquello? T. El pañuelo y el rizo JOSE ¡Ah! M. ¿Lo ves? J. [aparte] ¡Quién lo hubiera creído! M. ¡No es tan tonta la chica! JOSE Enséñala á ser lista, porque los pollos de hoy día son como sanguijuelas; si llegan á pegarse sacan sangre, hija, sacan sangre. M. Pues lo que á Teresita no me la chupan, no, no me la chupan. J. (aparte) Nada, nada, porque Tomás le pidió el pañuelo, ahí va el pañuelo; porque se antojó del rizo, ahí va el rizo. Y si Tomás, que goza fama de malo, hubiera tenido el atrevimiento de... ¡bah! ¡bah! dejemos esta cuestión que me hace daño. Teresita, tome V. sus prendas. T. ¡Oh! M. (á José) ¿Habrá que entregarle los billetes? JOSÉ:¿Qué billetes? J. Tómelas V. M. (enseñándole á José los billetes) Estos que me había dado para preparar á Teresita. T. (al coger las prendas) Juanico, por Dios, compadézcase de mí. JOSÉ: (á Micaela) No seas boba, mujer, no los afloje. J. Don José, pueden ustedes quedarse con los doscientos pesos que le di á Doña Micaela para preparar á Teresita. T. (aparte) ¡Qué generoso! M. (aparte) ¡Del lobo un pelo!


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JOSÉ: ¡Gracias, Juanico, gracias!. ¡Es usted un ángel! J. No, el ángel mírelo usted ahí (indicando á Teresita) ¡Lástima que se haya dejado besar de un diablo! Hasta luego, señores, hasta luego. (vase por el foro) ESC EN A U LT IM A José, Micaela y Teresita. J. ¡Ese pícaro de Tomás tiene la culpa! M. ¡Si lo cogiera le sacaría los ojos! J. ¡Y yo la lengua! T. Yo soy quien tengo la culpa por haber sido con él tan complaciente. J. ¡Pobrecita! (á M) Pregúntale si quiere comer algo. M. ¿Quieres comer un poco de sardinas con pan, hija.? T. (yéndose por la derecha) No deseo nada. J. Déjala, que luego comerá. M. ¡Me da pena! J. ¿Y los billetes, mujer? M. Aquí están. J. Trae, trae. M. Toma, hijo, toma. J. ¡Oh, Juanico, Juanico! ¡Qué lástima que no hayas podido ser mi yerno! M. Sí, es una lástima que no le hayamos atrapado. J. ¡Por ese pillo! M. ¡Por ese vagabundo! J. La suerte que no hemos quedado muy mal. M. Esa es la suerte. J. Tenemos doscientos pesos en billetes; tres pesos más aquí (tocándose el bolsillo del chaleco) y esa alforjita que está sobre la mesa. ¡Si somos ricos, mujer, si somos ricos! M. ¿Y qué piensas hacer con ese dinero? J. ¡Toma! darnos gusto. Mañana mismo compraremos un lechón, pero un lechón bien grande y bien gordo, lo prepararemos con arroz, y á comer hasta que la barriga diga basta; pasado mañana un pavo, un chivo, y así todos los días un potaje diferente. M. Me parece buena idea. ¡Hemos pasado tanta hambre! J. ¡Tanta hambre! Pero ¿qué hacemos, mujer? Mira lo que nos está esperando (indicando lo que hay sobre la mesa.) M. Sí, comamos que está la mesa puesta. ¿Le mandamos algo á la comadre Dorotea?


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J.

¡Ca, mujer, no te ocupes! Mañana, cuando compremos el lechón, le mandaremos el rabito. M. No, señor, el rabito es mío. J. Pues las orejas. M. ¡Qué disparate! Las orejas me las como yo. ¡son tan sabrosas! J. Pues el mondongo... M. ¿El mondongo? ¡Eso sí que no! el mondongo es un bocado excelente. J. [aparte] Parece que mi mujer se quiere tragar todo el lechón. M. Yo me encargaré de prepararlo con papas, con garbanzos, con...ya, ya verás qué gustazo vas á darte mañana. J. ¿Y qué se le mandará á la comadre Dorotea? M. ¡Eh! no faltará que mandarle Un par de tripitas cualquier cosa, hijo, cualquier cosa. J. Bueno, bueno, á comer sardinas se ha dicho. M. Eso, eso. J. Voy á servirte antes una copa para que puedas abrirte el apetito. (la sirve) M. Comeré con mas ganas. J. Toma, es un vinillo blanco superiorísimo. (Micaela coge el vino) ¡Cómo que ha costado cincuenta centavos la botella! (sirve otra copa) Yo me tiraré al cuerpo esta copilla. (lo hace) M. (apurando la copa) Hombre sí, tiene buen gusto. J. Ya lo creo. ¡A mí me sabe á gloria! ¿Quieres otra copilla, Micaela? [sirviéndola] M. No, después que comamos. J. Pues yo me la tiraré al cuerpo. (después que se la bebe) ¡Qué vino tan delicioso! He de comprarme una barrica! (al ver que Micaela coge un bollo de pan y una lata de sardinas) Come, hija, come, que yo voy á hacer lo propio. M. No, eso es para Teresita. J. Espera, espera; vamos á llevárnoslo todo para allá, y así comeremos juntos. M. Mejor es. J. Toma el pan.... M. (cogiéndolo) El pan. J. Las sardinas... M. (cogiéndolas) Las sardinas. J. Las cebollas. M. (cogiéndolas) Las cebollas (yéndose) ¡Pobre Teresita! ¡Es una lástima que no hayamos podido casarla con el hijo de la verdulera!


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J.

Yo cargaré con lo mejor: el vinillo; pero antes me tiraré al cuerpo otra copilla á la salud de Juanico. (se la sirve, y después de mirar con alegría la copia, dice en voz alta al público:) ¡Ea!, ¡á la salud de Juanico el hijo de la verdulera! (bébese el vino y vase por la derecha diciendo) ¡Salud, Juanico, ¡Salud! T ELO N RAPIDO

r


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(Foto © Juanky Álvarez)

ROBERTO RAMOS-­‐PEREA Nació en Mayagüez, Puerto Rico, el 13 de agosto de 1959. Dramaturgo, guionista, actor, director de escena, historiador y crítico del teatro y el cine puertorriqueño. Cursó estudios de Dramaturgia y Actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, D.F. y prosiguió esos estudios en la Universidad de Puerto Rico. Es Director General del Archivo Nacional de Teatro y Cine del Ateneo Puertorriqueño. Es además Rector del Conservatorio de Arte Dramático del Ateneo, y Presidente del Instituto Tapia y Rivera. Fue periodista en los diarios El Reportero, El Vocero, El Mundo, Puerto Rico Ilustrado y la Revista VEA y columnista ocasional de El Nuevo Día. Es además profesor de Historia de la Literatura y el Teatro Puertorriqueño en


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el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe. Ha estrenado y publicado más de cien obras teatrales en Puerto Rico, y en países como Japón, Estados Unidos, España, la República Checa, Polonia, Brasil, Cuba, Venezuela, Argentina, México, Chile, Santo Domingo y sus obras han sido traducidas al inglés, al francés, al checo, al polaco, al portugués y al japonés. Ha dirigido más de un centenar de puestas en escena en Puerto Rico y en el exterior y ha sido premiado por instituciones nacionales e internacionales como Casa de las Américas, el PEN Club de Puerto Rico, el Instituto de Literatura Puertorriqueña y el Ateneo Puertorriqueño. En diciembre de 1992, el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, España le otorgó el Premio Tirso de Molina a su obra Miénteme más. El Premio Tirso de Molina es el más alto premio que se le ofrece a un dramaturgo de habla hispana en el mundo. La obra se estrenó y se publicó en España. En ese mismo certamen, su obra Morir de Noche, quedó entre las seis finalistas escogidas para el premio. Ha dirigido y escrito las películas puertorriqueñas Callando amores (1996), Revolución en el Infierno (2004), Después de la Muerte (2005), Iraq en mi (2007) y La llamarada (2015) así como el largometraje documental Tapia: el primer puertorriqueño (2009). Ha publicado el volumen de cuentos Sangre de ni-­‐ ño (1976) y los ensayos Perspectiva de la Nueva Drama-­‐ turgia Puertorriqueña (1989), Teatro Puertorriqueño Contemporáneo 1982-­‐2003 (2003) y 4 ensayos jodidos y una obra de teatro (2012).


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Publicaciones Gaviota edita su Teatro Escogido en siete volúmenes. Editions Le Provincial publica sus más recientes obras: Bruja de Dios, Puerto Rico Urgenteǡ Gozos de Inquisición, La dama de las camelias/Marianela e Iluminado Negro. Trabaja actualmente en el DICCIONARIO DE LA LI-­‐ TERATURA DRAMATICA PUERTORRIQUEÑA DEL SIGLO XIX, el DICCIONARIO DEL CINE PUERTORRIQUEÑO y los estudios casuísticos Historia de la Censura Teatral en Puerto Rico y Apuntes para la Historia de la Pornografía Puertorriqueña. Ha publicado además, como historiador teatral, Historia de la Nueva Dramaturgia Puertorriqueña; Obras Encontradas de Celedonio Luis Nebot de Padilla; Obras Completas de Manuel María Sama y el estudio Literatura Puertorriqueña Negra del siglo XIX escrita por negros. En prensa tiene el tratado biográfico Tapia: el primer puerto-­‐ rriqueño y el libro “Los negros no piensan”: historia de la intelligentsia puertorriqueña negra. Actualmente vive en San Juan de Puerto Rico y es aficionado al esoterismo y a la astronomía.


ÍINDICE...

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ILUMINADO NEGRO: Telón abriéndose…

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ILUMINADO NEGRO. Drama Neo-­‐romántico en Dos Actos sobre la vida, del dramaturgo anarquista puertorriqueño negro MANUEL ALONSO PIZARRO Por Roberto Ramos-­‐Perea

138 Cronología de la Vida y la Obra del Dramaturgo Anarquista Puertorriqueño Negro Manuel Alonso Pizarro Por Roberto Ramos-­‐Perea

145 Certificados de Defunción de Manuel Alonso Pizarro y Eugenia García González

147 HISTORIA DE UN ANONIMATO.

Miserables fragmentos de una noveleta obrera apenas comenzada... Por Roberto Ramos-­‐Perea

211 “Iluminado Negro” como Teatro Documento. Laboratorio Actoral. Por Sonia M. Rodríguez Otero

221 “Iluminado negro, obra de Roberto Ramos Perea” Por Vivian Auffant Vázquez 225 Adentro de “Iluminado negro” Por Leila Reyes 229 El hijo de la verdulera (1902) por Manuel Alonso Pizarro

258 Roberto Ramos-­‐Perea.


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