ROBERTO RAMOS-PEREA
PANCHO IBERO: PRIMERA REVISTA DE LA INTELECTUALIDAD PUERTORRIQUEÑA NEGRA Museo de Arte e Historia De la Ciudad de Guayama, Puerto Rico 25 de octubre de 2022
Instituto Alejandro Tapia y Rivera San Juan de Puerto Rico 2024
© Roberto Ramos-Perea 2024
2
PANCHO IBERO: PRIMERA REVISTA DE LA INTELECTUALIDAD PUERTORRIQUEÑA NEGRA
Por ROBERTO RAMOS-PEREA Instituto Alejandro Tapia y Rivera 25 de octubre de 2022 Con gran admiración y cariño a mi estudiante guayamesa Arelis Valentín y a su señor padre, Héctor “Papo” Valentín, revolucionarios culturales.
Agradezco sobremanera que el Instituto Alejandro Tapia y Rivera, a través de mí, haya sido invitado por el Museo de Arte e Historia de esta digna ciudad de Guayama, a dialogar con ustedes del vital asunto que nos ocupa esta noche y del que será importantísimo que definamos algunos conceptos que nos ayudarán a aquilatar la trascendencia del tema de nuestra charla. En primer lugar tenemos que definir a qué nos referimos cuando hablamos de “intelectualidad negra” o utilizando el correcto término ruso “intelligentsia”, que se define por la sociología como la comunidad de pensantes o pensadores -que se denominan “intelectuales” o “inteligencia” y que tiene cualidades y características similares en su conformación y que constituyen en sí mismos una unidad de pensamiento o de acción en torno a sus intereses comunes, sean estos culturales, políticos, sociales o espirituales.
3 Tal es, que definimos intelectual como aquella persona que piensa como oficio, vocación o condición de vida, que piensa como razón de ser. Y que expresa -y esto es vital para conformarse como intelectual- ese pensar a través del ensayo, del periodismo, de la literatura, el arte dramático o cinematográfico o cualesquiera otros medios donde privilegie la palabra como transmisor de ideas. No quiere decir esto que los músicos o los artistas plásticos no sean intelectuales; sin embargo, existen procesos de codificación del pensamiento que, por razón misma de su género, no son tan accesibles a la sociedad. Porque nuestra sociedad, hoy en día, es consumidora continua de ideas, imágenes, códigos, narrativas y discursos, en fin, de ideologías, que son la materia prima del quehacer intelectual. Pero estas definiciones, que ha sido debatidas por años, se estrellan contra las nuevas tecnologías de la posmodernidad que nos enfrenta a dilemas como, por ejemplo: ¿el que escribe sus ideas en Facebook puede considerarse un intelectual? ¿Los autores de las letras vulgares del reguetón podrían considerarse intelectuales? ¿Acaso no expresan ellos también lo que observan de su circunstancia, o como bien dicen ellos, “del mundo de la calle”? ¿Y qué decir de ministros, sacerdotes y reverendos que expresan sus códigos religiosos y morales a través de sus pulpitos con la intelectiva que les es manifiesta? ¿O el periodismo de farándula, o el discurso político de campaña? Al tratar de contestar estas preguntas nos topamos con un aserto común: el intelectual se define de acuerdo con su función social. Con esto argüimos que no todo el que opina puede considerarse un intelectual, porque no toda opinión proviene del intelecto o del ejercicio mesurado y ponderado del pensamiento. Porque para entender el pensamiento tenemos, ante todo, comprender la diferencia entre una opinión y un criterio. Opiniones tenemos todos. Y las expresamos a través de Facebook, tic tok o Instagram. Pero tener criterios es otro cantar. La crítica es pues, el ejercicio del criterio; que bien podemos definir como el
4 conjunto de acciones del pensar que establece los valores y principios de unas ideas sobre otras. Todo el mundo tiene opiniones, pero no todo el mundo tiene criterios. Y no todas las ideas tienen el mismo valor. Es en el espacio de la confrontación del criterio, del análisis, de la comparación, de la causa, del efecto, del pasado, de lo trascendente, de lo social o de lo solidario, o del bien común y colectivo, donde SE ES intelectual. Un intelectual es ante todo un disidente. Un cuestionador continuo de su circunstancia, un atrevido y en ocasiones agresivo expositor de toda la contradicción humana y en nuestro caso, de una cruel y atacante condición colonial. Como bien señalaba ese primer intelectual puertorriqueño que fue Manuel Maldonado Denis: “no cabe al intelectual puertorriqueño sino una postura: la crítica, la radical, la iconoclasta”.1 Una vez dicho esto, presentemos algo de esa “inteligentsia puertorriqueña negra” en su contexto y su origen. Cuando hablamos de “inteligencia negra” estamos hablando de aquella comunidad de pensadores, o intelectuales afrodescendientes y/o negros o mulatos, que, a pesar de la obvia censura racial, decidieron unirse con el común propósito de expresar sus pensamientos, de exponer el fruto de su inteligencia y el análisis de su experiencia ante una sociedad puertorriqueña a la que sólo se le permitía la expresión a una inteligencia hegemónica blanca, que, para colmo de males, también era muy censurada. Siendo como eran censurada cualquier manifestación del pensamiento de la intelectualidad blanca de principios del siglo XIX, Puerto Rico carecía totalmente de espacios para la expresión intelectual. Entre la publicación de La Gaceta en 1806 y la consecuente aparición de periódicos de muy breve vida durante los periodos constituciona1 Maldonado Denis, Manuel. “El papel del intelectual en el Puerto Rico de Hoy” Aso-
mante, 3/1965.
5 les españoles, hasta la llegada de El Boletín Instructivo y Mercantil de 1839, apenas se permitían espacios para expresiones literarias de escritores que estaban limitados a una literatura elemental e inofensiva, de poemas y escritos celebratorios de la monarquía, del paisaje, y de los afectos amorosos. Ninguno de estos temas provocaba confrontación alguna con la tiranía española, sobre todo la que Puerto Rico sufrió bajo la despiadada monarquía de Fernando VII. Alguno que otro poeta se atrevió a sugerir ciertos asomos de nacionalidad como Daniel Rivera con su poema Agüeybaná El Bravo (y lo pagó con cárcel), o los poemas de Miguel Cabrera, o hasta las sugestiones indigenistas de Manuel Alonso Pacheco (que por poco paga con cárcel), pero estos eran rápidamente silenciados. El teatro no escapó de esa suerte y nuestro primer dramaturgo puertorriqueño, Celedonio Luis Nebot de Padilla, es probable que haya sido impulsado al exilio por la agresiva sugerencia metafórica de un Puerto Rico colonial sujeto al capricho de la monarquía, con su obra Mucén o el triunfo del Patriotismo en 1833. Por ello, el ejercicio intelectual puertorriqueño comienza a controlarse desde la primera mitad del siglo XIX, hasta muy pasada la década del 50 de ese aciago siglo. Ninguno de estos autores mencionado era negro, o mulato. No habrá voces intelectuales negras en la primera parte del siglo XIX. Los únicos registros que tendremos de la voz del negro hasta ese momento lo serán los pliegos acusatorios de los esclavos en las quejas contra el ultrajante trato de sus amos y sus testimonios ante el Procurador de esclavos, quien era siempre un funcionario español, blanco, que interpretaba las quejas, las traduciría según su criterio, y las transcribía a su modo, en tercera persona, eliminado de ellas toda expresión personal y emocional. Por otra parte, tendremos voces de la narración oral, -las que han sido recogidas de las riberas del tiempo por el excelso trabajo de la académica Julia Cristina Ortiz- de los cuentos folclóricos heredados
6 del África, e interpretados por nuestros esclavizados y heredados de generación en generación. En ellos que destaca la alegórica visión que los negros tenían de sí mismos y que no podían expresar, como no fuera utilizando las fábulas, las canciones, las leyendas, los chistes, y la narración de las aventuras de personajes como el Compay Araña y otros muchos, que han sido revividos recientemente por la dramaturga Teresa Marichal Lugo, quien se ha dado a la hermosa tarea de crear con ellos nuevas formas de narración oral. Hasta la segunda década del siglo XX, la comunidad intelectual de los puertorriqueños negros estará desorganizada, disuelta, en continua confrontación consigo misma y con la intelectualidad blanca. Sobre todo, porque muchos intelectuales blancos querrán imponer su definición de lo negro y usar el “exotismo” como deformación de su observación. No nos cansaremos de decir, que mucha de las definiciones de lo que es ser negro o mulato en Puerto Rico, nos han llegado de los blancos. Hoy, ya más o menos se ha paliado el asunto con nuevos estudios sobre la esclavitud, la opresión de la mujer negra, y la visibilidad de costumbres, tradiciones y orígenes sociales y culturales de los negros yorubas que llegaron a Puerto Rico desde los embarcaderos de la muerte en la antigua Ilé Ifé. Pero aún tenemos muchas lagunas en los estudios de lo que pensaban los negros de sí mismos. Lamentablemente esto será tema para otra charla, pero bástenos saber que la expresión propia de los negros sobre sus propios asuntos y su identidad tendrá que ser reconstruida por pedazos, tomando cada intelectual por separado y tratando, como estrategia sociológica, de unir esas relaciones y descubrir la comunidad que en ellos habitaba. Para comprender los orígenes de esa comunidad tenemos que venir al Guayama de mediados de siglo XIX. ¿Por qué Guayama? Guayama acogió a una extensa comunidad afrodescendiente desde el mismo siglo XVII y por la misma lejanía de la capital esta comunidad preservó sus ideas sociales, sus valores y tradiciones, -sean a través del baile o la religión yoruba- y ejercían una libertad de pensamiento sobre sus orígenes que no era censurada con
7 la violencia o la fuerza que lo estaba siendo en las demás capitales de distrito, entiéndase San Juan y sus poblados limítrofes. En Guayama no solo hubo muchos cimarrones y revueltas de esclavizados -como la famosa revuelta de 1822-, sino también hubo cimarrones del pensamiento. Intelectuales ocultos que usaban la educación como la mejor arma contra la explotación. Los guayameses negros de entonces, si bien se sentían presionados por los impuestos valores de la Iglesia católica, practicaban en su intimidad y en sus comunidades aquellas costumbres y formas de vivir y socializar que les eran agradables a su espíritu. Se casaban como apostólicos romanos, pero celebraban como felices africanos. La santería, que llegó a estas tierras a finales del siglo XVIII, creció a la sombra del catolicismo. Tal sincretismo al que siempre se alude, en los puertorriqueños negros no se consolidó como una fuerza de cambio. Muchos puertorriqueños negros, hijos, nietros y bisnietos de esclavizados siguieron practicando sus ritos yorubas (o sus ideas de ellos) y sus costumbres y hasta su música, al mismo tiempo que practicaban, para el ojo del cura, los sacramentos de la fe católica. Fueron procesos sincrónicos que aún se manifiestan de variadas maneras. Esas manifestaciones yorubas del origen, al ser practicadas en secreto, fueron una sólida forma de expresión intelectual. No olvidemos que para que exista intelecto, debe existir libertad para ejercerlo. Y si bien la Iglesia era la soga en su cuello, los intelectuales negros buscaron estrategias para salir del secreto y manifestarse. Es errado pensar, por otra parte, que la existencia de maestros negros para los niños de las sociedades blancas, como los hubo en Ponce, en Arecibo, y en otros pueblos, podía considerarse en sí mismo un ejercicio intelectual. No necesariamente. Podemos afirmar que era un ejercicio de carácter pedagógico con positivas repercusiones sociales, y ahí está el Maestro Rafael Cordero y su hermana Celestina,
8 que regentearon la más notable escuela de San Juan, en la que estudiaron de niños los prohombres más importantes de nuestra Nación. Pero ni el maestro Rafael Cordero ni sus hermanas, ni ningún otro maestro negro de los demás distritos, ni antes ni hasta 1865, dejaron nada escrito sobre su pensamiento, ni de su inteligencia ni de sus ideas sociales o políticas. Lo que sabemos de ellos lo sabemos por sus discípulos blancos, y esa información está saturada de anécdotas emocionales o biográficas casi todas- sobre las que no se puede sustraer un discurso definitivo sobre sus maneras de pensar. A parte de unos desconocidos poemas del practicante de farmacia negro Juan del Carmen Atilano en 1848, en los que según se apunta, trató el tema de la esclavitud, les presento al primer intelectual puertorriqueño negro que será señalado por la historia como el primer ejecutante de una suprema inteligencia- aunque subyugada. Es decir, de una inteligencia sometida por el peso de una sociedad blanca, burguesa y católica: ese intelectual puertorriqueño negro lo será el guayamés Don Eleuterio Derkes Martineux (1835-1883), que comenzará sus escritos pocos años después del año 60 del siglo XIX. Gracias a las investigaciones que hemos realizado en el Instituto Alejandro Tapia y Rivera, Derkes será el primer manifestante de una presencia intelectual afrodescendiente en las letras nacionales. Las estrategias de inserción de su intelecto en la prensa blanca serán la guía para muchos otros escritores negros de mediados de siglo XIX. Sería muy extenso de contar aquí -y excede los límites de esta charlael enumerar y explicar esas estrategias tan complejas y hasta cierto punto premeditadas, pero bástenos saber que las primeras manifestaciones de Derkes ante el mundo intelectual blanco se dan en el periodismo, cuando a sus 38 años, ingresó -o no sabemos si la motivó- a la comunidad de escritores que fueron los redactores del primer periódico que tuvo Guayama, llamado El Martillo, periódico reformista que se publicaba en el año 1874.
9 En ese periódico se publicó una extensa queja2 del deplorable estado económico de Guayama y de la gran miseria que azolaba la población por los problemas de moneda, y la posibilidad de que se abandonase a su suerte el cultivo de la caña, de la que dependía entonces toda la población. El escrito, que -aunque no viene firmadopuedo asegurar por estilo y pasión, que es de la pluma de Derkes, es una primera voz disidente, apasionada, perentoria sobre una emergencia estragosa real. Este pueblo abandonado a su suerte por la tiranía española se estaba muriendo de miseria y hambre. Con este primer escrito, Derkes afirma su primer sangriento trazado como intelectual: la denuncia al servicio del oprimido. No le será fácil continuar esa tarea, pues su ejercicio intelectual se verá obligado a modularse para no afectar su comenzada carrera de maestro de los hijos de la burguesía guayamesa blanca. Su reformismo, sin embargo, será clave para comprender su pensamiento liberal, feminista y social, con las subrepticias capas de espiritismo y doctrina espiritual que practicaba desde joven. Derkes escogerá el periodismo y el teatro como sus primeros espacios de expresión intelectual. No dejará de escribir sonetos y poemas en los que de tanto en tanto dejaba salir su recia inconformidad con el mundo español, sus señalamientos contra el prejuicio racial, y la urgente necesidad de educación, no solo del campesinado o de la mujer, sino de la población negra, en la que más de una vez manifestó liderato, y no por eso dejó de señalar sus contradicciones. Una de esas contradicciones era la continua condena -agria en ocasiones – contra los negros que se negaban a aprender porque se sentían muy cómodos, mantenidos por sus amos en el vínculo terrible de la explotación a cambio de alimento. Derkes en sus poemas, 2 El Boletín Mercantil, 11 de enero de 1874. El 13 de marzo, los incondicionales
españoles redactores del Boletín, culpan a los reformistas y a los republicanos españoles del estado de atraso en la economía guayamesa. Derkes era un militante reformista.
10 dejaba ver esas grandes diferencias entre el negro educado y el negro “bruto” que no hacía nada por sí mismo, ni por su raza. Incluso llega en ocasiones a manifestar vergüenza por ello. Era lógico; en una sociedad blanca en la que él, para ser aceptado como intelectual, como ser pensante y educador, tenía que afirmase en el poder de la educación y del talento para sobrevivir la condena que le achacaban a su piel. Por lo que no quería que se le asociase al grupo de esclavizados o ex esclavizados que prefería la vagancia, la molicie del ron o la explotación de los ricos. Si Alejandro Tapia y Rivera (1826-1882), intelectual capitalino blanco, había establecido que la sociedad necesitaba “la aristocracia del talento”, Derkes establecerá la intelectualidad negra como una élite de un solo miembro, él, que exigía el derecho a estar, hablar y mantenerse pensante y activo ante una comunidad intelectual blanca hegemónica. Y se preparó para ostentar tal lugar, porque había cultivado su “talento”. Sabía cinco idiomas, traducía para los periódicos novelas enteras del francés, dominaba todos los metros poéticos, estaba al día con los más importantes avances de la ciencia y la tecnología, fue uno de los primeros feministas que tuvo la nación y fue uno de los mejores y más importantes dramaturgos de todo nuestro siglo XIX. Y era negro. Ser inteligente, educado, ser intelectual negro en un mundo blanco, le ganó el respeto y la amistad sincera de prohombres como Alejandro Tapia, José Julián Acosta (1825-1897), Francisco Amy (18371912), y por supuesto, sus colegas maestros mulatos, el intelectual Ramón Marín (1832-1902) y el patricio Román Baldorioty de Castro (1822-1889). Ese respeto le garantizó espacios de difusión de su pensamiento en medios de prensa tan importantes como El Buscapié, del español Manuel Fernández Juncos, El Estudio de Francisco Amy, El Progreso
11 de José Julián Acosta y El Agente, de los hermanos Padial.3 En estos periódicos de la capital Derkes publicaba sus poemas y prosas consecuentemente. Sus obras de teatro causaban asombro, pues no se esperaba que un “negro” pudiese expresarse con tanta enjundia, claridad de propósito y de pensamiento y con miras tan elevadas y sublimes como la educación de la mujer, la libertad del pensamiento y el demonizado espiritismo. A través del teatro, Derkes será el primer exponente público de lo que hoy se considerará el matrimonio interracial, sin importar sus consecuencias.4 Tales arrojos en una sociedad colonial corrompida como la nuestra, lanzarían sobre el intelectual negro una soberana maldición. Derkes sería acusado de separatismo, sacado a la fuerza de su salón de clases, el tirano Sanz le cerraría su escuela, y sería exilado a Ponce. Allí, la sociedad ponceña blanca, para evitar que pusiera nuevamente a correr su voraz intelecto tras la fundación de su periódico El Agricultor, y la publicación del drama revolucionario Tío Fele en 1883, lo declaran públicamente “loco” y le atribuyen su demencia a su práctica del espiritismo. Ese primer periódico El Agricultor, fundado por un puertorriqueño negro no alcanzó más de siete números5 y Derkes, calumniado y vejado, muere de un ataque cerebral en los brazos de su esposa Eulalia, en la navidad de 1883. Y está enterrado en Ponce, no en Guayama. ¿A quién dejaría Derkes tan ilustrada misión de continuar los caminos de una “intelligentsia negra” iluminada? Varios intelectuales negros recogieron su fruto. 3 Ver para su biografía y obras encontradas: Ramos-Perea Roberto. Literatura puer-
torriqueña negra del siglo XIX escrita por negros. 2 edición. San Juan de Puerto Rico: Publicaciones Gaviota, 2011. 4 En su obra Tío Fele (1883). 5 El Agricultor publica su primer número el 13 de octubre de 1882 y desaparece en el número 7 de diciembre de ese año.
12 El más cercano de ellos fue el zapatero y dramaturgo guayamés Manuel Alonso Pizarro (1856-1904). Sin embargo, el poder organizativo de Alonso Pizarro se restringió únicamente al teatro desde donde emitió serios y profundos discursos anarquistas y revolucionarios, que se ganaron el respeto de comunidades obreras entre las que había una gran cantidad de artesanos y obreros intelectuales negros. Alonso muere en la más abyecta miseria en un sucio ranchón de barrio del Ponce del novecientos. Pero sus obras se siguieron representando, todavía hoy las llevan a escena. Algo habrían de tener. El primo de Alonso Pizarro, Jorge Alonso Fernández (18621923), periodista e intelectual negro, fundó en Guayama el periódico El independiente, de muy corta vida. Alonso Fernández se limitó a complacer a la burguesía guayamesa sin que sus escritos aportaran denuncias significativas al estado social y político de esta zona. Si lo hubiera hecho se quedaba sin anunciantes. Y en medio de estas luchas por la formación de una comunidad negra de escritores en todo el país, Guayama quedaba sin líder de ella en lo que fue todo el proceso de confusión social antes de la invasión de 1898. Pero este vacío se llenó con la constante honra a Derkes y a su gesta. No hubo ranchón de artesanos, salón de veladas obreras, talleres o escuelas donde el retrato de Eleuterio Derkes donde no se honrara con veneración. Aún debería hacerse. Ponce contribuirá con una buena cuota de periodistas negros, siendo el más destacado de ellos Sotero Figueroa (1851-1823), primer biógrafo de Derkes, fundador de varios periódicos de pocos números, Ramón Marín por igual, pero fueron espacios de expresión muy limitados en exposición, donde aún no acababa de dar cohesión un grupo de intelectuales negros que hablara en favor de los asuntos más apremiantes de su raza. Marín, de la mano de Baldorioty logró mantener varios periódicos vivos, redactados por ellos dos en Ponce, y
13 sus miras eran la educación y la política. Y a los periódicos de Marín se los llevó la tortura asesina del componte. En 1899 sale a la calle el primer periódico puertorriqueño fundado por un intelectual negro. Como periódico, mantuvo la pretensión de ser diario, pero con todos los costos que conllevaba, su director y dueño, el mayagüezano mulato Carlos Casanova, solo pudo mantenerlo por apenas un año. Hemos expurgado las páginas de El Territorio sin que hallemos en él menciones a la intelectualidad negra o a sus aportaciones, pero sí miles de loas a Muñoz Rivera y al Partido Liberal del que Casanova era devoto. Dos años antes de la invasión, José Celso Barbosa fundará El País, que será el vocero de sus ideas autonomistas puras. Barbosa era un hombre pudiente, manejaba grandes negocios y tenía amplios vínculos con ciertos sectores comerciales que le ayudaron a sus empresas periodísticos a prosperar. Muchos periódicos puertorriqueños, la gran mayoría de ellos, cerraron por las censuras impuestas por el Gobierno militar estadounidense, por la carencia de anunciantes y por el irregular flujo de la moneda. Solo sobrevivieron unos pocos, los más importantes La Democracia de Luis Muñoz Rivera, periódico liberal y luego federalista; La Correspondencia de Puerto Rico de Ramón B. López, y Manuel Zeno Gandía era bastante neutral, aunque de corte liberal, y El País de Barbosa, que desde el 1899 será el principal vocero del Partido Republicano que pretendía la anexión de Puerto Rico como estado de los Estados Unidos. La división entre federalistas y ortodoxos, es decir, entre Muñoz Rivera y Barbosa que se dio de manera sangrienta en los últimos años del siglo XIX y que les persiguió hasta entrado el siglo, causó una honda división en las comunidades intelectuales negras puertorriqueñas que comenzaban a llenar el vacío dejado por Derkes. Ya existían comunidades intelectuales sólidas y socialistas formadas al amparo de la Federación Libre de Trabajadores con Santiago
14 Iglesias y Ramón Romero Rosa a la cabeza, entre las que se destacaban numerosos intelectuales obreros negros y mulatos como José Ramos y Brans, José Ferrer y Ferrer, Enrique Plaza, Fernando Gómez Acosta, Juan Vilar, entre muchos. Y muchos de ellos fundaron periódicos de breve vida para la promoción del socialismo como finalidad de toda lucha obrera. Por su parte, los intelectuales negros que trataron de unirse bajo el federalismo muñocista no prosperaron en su empeño, por el mismo prejuicio de sus líderes contra la intelectualidad negra. Intelectuales federalistas negros lo serán el adoptado guayamés Eleuterio Lugo, Carlos Casanova, José González Quiara, José Elías Levis, Cecilio Andino, entre varios otros. Mientras, una suerte de “intelligentsia negra” se conformaba en las redacciones de los periódicos de Barbosa, quien “extrañamente” sobrevive a las censuras posteriores a la invasión. Estos primeros intelectuales negros, seguidores de Barbosa como líder político e intelectual, estarán encabezados por los dos intelectuales negros más destacados y autorizados de todo ese periodo: Tomás Carrión Maduro (1870-1920), y Luis Felipe Dessús (18751920). Lamentable o afortunadamente, no se puede hablar de uno sin hablar del otro. Eran, como intelectuales, almas muy gemelas. Ambos habían nacido en Juana Díaz, ambos se habían dedicado a las artes y las letras muy temprano en su vida, y ambos comenzaron su larga carrera intelectual en el periodismo del sur del país, específicamente en Ponce y Guayama. Carrión Maduro siempre se consideró en su militancia política un defensor de las ideas republicanas. Seguidor de Barbosa sin condiciones, luchó junto a su lado en las pugnas de los republicanos y los federalistas y se ha documentado que entre él y José Mauleón conformaron muchas de las más agresivas turbas republicanas que asolaron la Isla en los primeros años del Siglo XX y que estaban instigadas en
15 cuartos oscuros por el propio Barbosa, quien había cosechado un odio visceral contra Muñoz y los socialistas. Las turbas republicanas en Guayama estaban dirigidas por el panadero blanco, Alejandro Soto, y hasta aquí llegaron los mítines y las arengas de Carrión Maduro y de Mauleón en favor de Barbosa. Carrión -que según relatos de la prensa se hacía llamar “el más negro entre los negros”, y que se le acusaba de vivir en contubernio con prostitutas y convictos-, se vio envuelto como incitador de uno de los peores motines provocados por las turbas en Humacao y en Juncos, donde hubo 2 muertos y decenas de heridos graves y arrestados.6 Las turbas posteriormente asolaron Guayama y Arroyo y Barbosa aprovechaba la situación para arengar a favor del republicanismo y amenazar a obreros y federalistas. Barbosa utilizó la estrategia de crear un “ejército” de intelectuales negros que actuaran y escribieran a su favor, principalmente en el sur, donde las comunidades negras y obreras le ofrecían natural resistencia. Para ello se valió de intelectuales negros como Pedro Timotheé, Carrión Maduro y el joven músico nacido en Juana Díaz, Luis Felipe Dessús. En todos depositó una semilla de odio contra todo aquel que se opusiera a la entrega de Puerto Rico a los intereses estadounidenses. Pero al igual que la turbas, estos sembrados odios partidistas comenzarían a cuestionarse con inteligencia. Cuando el Partido Republicano gana la oportunidad de nombrar delegados a la Primera Camera Insular, el único negro que logra entrar como Delegado es Tomás Carrión Maduro, pero no gracias a Barbosa, sino al respaldo de la masa del partido que lo aclamaba, no solo como líder temerario, sino como autor consagrado de libros y escritos de prensa, es decir, como un intelectual.
6 Matías, Fernando. La anarquía en Puerto Rico. Ponce, PR: Imprenta Manuel López,
1903.
16
FELIPE Así veremos LUIS constatada unaDESSÚS de las más vitales actitudes
17
TOMÁS CARRIÓN MADURO
18 Así veremos constatada una de las más vitales actitudes de intelectual; expresar su pensamiento y lanzarse a la calle a defenderlo sin importar el coste. Es obvio que fueron censuradas y condenadas todas las acciones de las turbas asesinas, pero el desespero republicano por complacer los intereses “yanquis” excedía todo límite del sentido común. Y los intelectuales no están exentos de pasiones ideológicas. Luis Felipe Dessús, quien se consideraba como un hijo de Tomás Carrión, lanza los primeros cuestionamientos a Barbosa, al preguntarle por qué el Partido Republicano, que había tratado de ganarse a los obreros negros en duras campañas, y siendo su máximo líder un intelectual negro de gran prestigio como lo era Barbosa, de la noche a la mañana vuelve estrepitosa la ausencia de delegados negros o siquiera de candidatos a delegados a la Cámara. Lanza la pregunta con ardor a la prensa. ¿Por qué los delegados del Partido Republicano eran todos blancos? ¿Por qué el mismo Partido Republicano obligará a Carrión Maduro al silencio, lo que eventualmente le motivó a renunciar a exigencias de Dessús? Incluso Dessús fue más que claro al denunciar que desde las altas esferas del Partido Republicano le llamaban a él y a Carrión Maduro, “los negros catedráticos”, burlándose de su capacidad intelectual y desconociendo el poder de sus escritos y la potencia de su pensamiento. Para los que no lo sabíamos, un “negro catedrático” es un personaje del Teatro Bufo Cubano, muy famoso en esa época. Era representado por un actor blanco, con la cara pintada, que al entrar a escena le dispara a todos una sarta de palabras rimbombantes y sin sentido para que se le respetara por una sapiencia que no tenía. Esta creación dramática cubana era uno de los personajes que más risa causaba al público blanco, al tiempo que era el que más vergüenza e ira causaba en la comunidad intelectual negra del sur. Desde ese entonces, en el seno del Partido Republicano – y en el Liberal también- se comenzó a hacer visible el desprecio por la inteligencia, y a considerar a los intelec-
19 tuales negros como gente “rara”, inadaptados sociales, anarquistas y ateos que debían ser vigilados y silenciados por cualquier medio. La motivación de esta afrenta de Barbosa, le llegó a Dessús por una carta lanzada por debajo de su puerta. Barbosa no era hombre de dar la cara ante sus errores- pues él no consideraba error la ausencia de negros en la Cámara. La razón de aquella carta era sencilla: “no queremos negros que oscurezcan la Cámara de Delegados”7. A los cuestionamientos más viscerales que la intelectualidad negra le hizo a Barbosa, el líder Republicano trataba infructuosamente de desmerecer las denuncias argumentando que “en Puerto Rico no hay problemas de razas”8 , es decir que aquí no existía racismo porque todos éramos “una gran familia”. Y que nadie podría probar que él tuviese alguna objeción a que los negros ocuparan los escaños que se ganasen. Por supuesto, todos los delegados del Partido Republicano eran blancos, pues así se lo exigieron a Barbosa muchos de los más importantes inversionistas estadounidenses que llegaron a comprar nuestras tierras en los primeros años del siglo XX. Cuando se le cuestionó a Barbosa sobre los linchamientos de negros en Estados Unidos y las leyes del Jim Crow, él muy candorosamente explicaba que esos eran “casos aislados”, pero que la gran mayoría del pueblo estadounidense sentía mucho respeto por la raza negra y el negro era tratado con todo respeto y consideración y se ponía a sí mismo de ejemplo, ocultando las muchas veces que fue víctima del prejuicio durante sus estudios de médico en Estados Unidos.
7 Igual incidente con Baldorioty en 1871, cuando fue acusado de que su presencia
mulata “oscurecía las Cortes Españolas”. 8 Estribillo que lo perseguirá toda su vida, pues varios artículos suyos, publicados en sus periódicos, minimizaban el evidente problema del racismo y “negrofobia”, de la que él era un principal promovente. Ver: Barbosa, José Celso. Problema de razas. Pilar Barbosa Rosario, ed. San Juan, P.R.: Obras de José Celso Barbosa y Alcalá, 1984.
20 Todas estas patrañas propias de la “negrofobia” o del “mulatismo” como Dessús mismo le llamó, y que hoy conocemos como endoracismo, es decir, el odio de los negros por su propia raza, movieron a Dessús a renunciar al Partido Republicano y a escandalizar a sus huestes publicando en la prensa los nombres de aquellos que habían colaborado con Barbosa en aquella “masacre” contra los negros que el Partido Republicano había hecho. Carrión Maduro lo llama a la calma y a la resignación: “Usted cree que usted y yo tenemos algún prestigio público, y usted sí, yo no, y se equivoca: nosotros en todas las cuestiones llevamos a la mitad de la pelea perdida. Y es porque no nos emancipamos de la tutela del amor de ayer del astuto de hoy. Yo tengo esa experiencia: Siempre que un blanco quiso o mejor dicho intentó desprestigiarme, concitó al espíritu sumiso de los hombres de mi raza para lograr sus fines. Me duele la lengua de predicarle a los negros puertorriqueños lo que deben y lo que, a la tremenda, tendrán que hacer. Y es saber ser bien educados, instruidos cuanto puedan, discretos, altivos y leales, los que no lo sean. Nuestra conducta, ciudadano amigo, en el orden político tiene que ser de ejemplaridad catoniana9. A nosotros no nos conviene todavía meternos a manejar intereses públicos, la falta de hábito nos lleva al fracaso y a la muerte moral10. Pero Dessús no le hará caso a su maestro. ¿Qué buen discípulo no debe ser además disidente de su maestro? Carrión quiso seguir las prédicas de Barbosa, pero Dessús, entró ruidosamente, como en el fondo le gustaba hacer con todo, en las filas del recién formado Partido Unión, quien, en su base quinta, abogaba por la independencia de Puerto Rico. 9 Austera, rígida, disciplinada. Viene de la vida y obra de Catón, el Viejo, general
romano de las Guerras Púnicas. 10 La Democracia, 13 de septiembre de 1903.
21 Desde 1904 a 1917, se pueden contar muchas de las más geniales afirmaciones de la negritud que ofreció Puerto Rico en la voz y la pluma y la acción de estos dos adalides de la raza negra. Pasemos por encima la prisión que le fue impuesta a Dessús por “según el gobierno federal”, difamar al Secretario de Educación y acusarlo de serias irregularidades en su liderato de ese departamento. Dessús pasó 6 meses en cárcel, por libelo. Desde la cárcel se mantuvo activamente en defensa de los intereses de los negros, y por esa misma virtud, su pensamiento fue radicalizándose. Carrión Maduro por su parte, comenzó a publicar libros donde analizaba la conducta de los negros antes los hechos sociales, comparaba las persecuciones y linchamientos de los negros de Estados Unidos, con las situaciones de extrema opresión política de Puerto Rico. Poco después de la dimisión republicana de Dessús, Carrión le siguió los pasos a su discípulo y se unió sin mucha fanfarria al Partido Unión, Esto enfureció sobremanera a Barbosa, quién le tenía gran confianza. Pero Carrión era un hombre vengativo y rencoroso, y al sentir tan evidente su manipulación, su odio por Barbosa fue más fuerte que el del propio Dessús. Si bien admiraba las libertades civiles conseguidas tras la invasión, no transaba con el racismo. En 1916 Dessús publica lo que será su obra maestra, el libro Flores y Balas, en los que recoge no solo una gran cantidad de poemas revolucionarios y de avanzada en defensa de la raza negra, sino una buena cantidad de artículos de prensa en los que elabora sobre los adelantos de la raza, sus contradicciones y los hechos que se iban desarrollando en los Estados Unidos contra las comunidades negras. En muchos de ellos las alusiones a la sumisión de Barbosa es evidente. Barbosa por su parte seguía publicando, en su periódico El Tiempo, artículos donde trataba, infructuosamente, de restar importancia al
22 asunto de la discusión de la raza. Su negación al racismo imperante llegó a ser risible en ocasiones.11 Luego del éxito de su libro, Dessús se enfrenta a la decisión intelectual de obtener un foro de expresión continua de sus ideas. Pero no tenía capital para fundar periódicos ni revistas. Los estadounidenses habían impuesto, al igual que los españoles, altísimas cuotas para la publicación libre de las ideas. Necesitaba, para la publicación que soñaba, un inversionista que creyera en él, que apoyara su decisión de luchar por la independencia desde el mismo seno del Partido Unión, y que tal publicación estuviese a la altura de su bien ganado prestigio como intelectual. Demás no está decir, que Dessús ya era, en 1917, un escritor consagrado. No había periódico en el país que se negase a publicar un poema, una prosa o un diálogo suyo. Su continua participación en veladas y mítines le ganó el respeto de todas las comunidades obreras del sur, especialmente en Guayama, donde vino a vivir a finales de 1916 junto a su esposa Eduvigies Bocanegra, y su pequeña hija. Dessús vivía modestamente de las regalías de sus escritos y de sus lecciones como maestro de música a domicilio. Su militancia siempre fue activa, y lo encontramos en 1917, como parte fundamental del primer foro anti-prohibicionista que se celebró en Guayama con la participación suya, de Carrión Maduro y varios intelectuales blancos en el que todos hablaron en contra de la prohibición del alcohol que habíamos heredado de los Estados Unidos. Aquel primer junte en Guayama de tantas intelectualidades que vinieron a hablar sobre un tema a todos concernía, no solo porque disfrutaban de sus tragos, sino porque creían fervientemente que la prohibición era un atentado contra el derecho a las libertades civiles.
11 Barbosa. Op.cit.
23 En ese foro y las reuniones que luego se dieron en la informalidad del café, Dessús estrecha su relación con el abogado blanco, Manuel Martínez Dávila, que tenía su bufete en el mismo centro de Guayama y era un hombre considerado muy rico. Además, era masón, igual que Dessús, y conocía de primera mano la comunidad intelectual guayamesa. Dessús le propone la idea de una revista que trate los asuntos más espinosos del momento. Tenía que ser una revista eminentemente política, a lo que Martínez Dávila añadió que además de ello debía de ser literaria, pues él también era poeta y excelente prosista. Y que en ella tuvieran cabida escritores de todas las razas siempre y cuando fueran unionistas. El sueño de Dessús de tener una revista únicamente para negros tenía que compartirse. Pero al él ser Director de ella, él tendría la potestad de complacer o modificar la exigencia de su inversionista. Y de primera instancia, por cada intelectual negro que trajera a la redacción, también llegaba uno blanco que no tuviese problemas ni con los negros ni con la Unión. El primero de ellos fue un jovencito alebrestado cuyo apellido pesaba más que su talento, y ese aspirante a escritor se llamó Luis Palés Matos. Y el segundo de ellos, fue el abogado mayagüezano mulato Pedro Manzaño Avinó. Martínez Dávila se reservó para sí lo que se conocía como “La página del Director”, que lo era de nombre, pues quien realmente dirigía la revista era el propio Dessús. Y el nombre de la Revista se escogió de inmediato: PANCHO IBERO.
24 ¿Quién era el tal “Pancho Ibero”? El político mulato Rosendo Matienzo Cintrón (1855-1913), Padre del Partido Unionista, y más tarde defensor a ultranza de la independencia nacional, manifestó a través del seudónimo Pancho Ibero, -que utilizó muchas veces en sus escritos-, lo que debía ser la individualidad e identidad del Latinoamericano, en específico el antillano. Señalaba Dessús que Pancho Ibero será la respuesta a lo que “los yanquis” llaman “Tío Sam”. Matienzo tuvo serios encuentros con malentendidos sobre su campaña anti racista, que, si bien lo era, y sus luchas así lo confirman, tenía demasiados detractores republicanos que lo consideraban un traidor a las prédicas de Barbosa, y acusaron de racistas a las diferencias que los separaban. Nada más lejos de la verdad. Matienzo se separó de Barbosa, y es de conocimiento público, porque muy temprano en su republicanismo barbosista se dio cuenta de la explotación que pretendían las empresas estadounidenses con el sector obrero puertorriqueño, sin dejar de mencionar que las diferencias raciales entre los inversionistas que llegaron de Estados Unidos luego de la invasión y los puertorriqueños negros que se negaban a seguir siendo explotados por un nuevo capataz, eran agua y aceite. Dessús compartió y se inspiró en ello. Y en 1917, al comienzo de la Primera Guerra Mundial, cuando salen los primeros números de PANCHO IBERO y Dessús ya ha publicado en el portentoso Álbum de Guayama (1915), la raya entre racismo y anti-racismo en Puerto Rico ya está lanzada. Y el recuerdo del seudónimo de Matienzo, unido a un significado radical en favor de la independencia, era necesario. De la Revista Pancho Ibero solo han sobrevivido al tiempo unos 68 números completos y varios fragmentos rotos de otros. Sus ejemplares se conservan en la Biblioteca Pública de Nueva York y algunos otros en la Biblioteca del Ateneo. Logré reunirlos todos con primitivas herramientas de reproducción, y es lo que me ha permitido cono-
25 cer el amplio panorama de temas que incluía esta revista, cuya línea editorial fue siempre la defensa de los derechos de los puertorriqueños negros. Dicho esto, tenemos que especificar que los primeros dos años de Pancho Ibero, que constituyen lo que se conoce como su primera y segunda época, ya no existen. Por lo que nuestro estudio cubre los 68 números completos a partir del número 16 de la tercera época, con fecha del 29 de marzo de 1919. Una tercera época implica que la publicación se interrumpió en dos ocasiones desde 1917 a 1919. Y que tanto la primera como la segunda época publicaron muy escasos números, puesto que la revista era semanal. Las pausas o interrupciones deben haberse debido a la ausencia de varios intelectuales guayameses que tuvieron que ir a servir a la Primera Guerra Mundial, y también a la pandemia de influenza que abatió a Puerto Rico. Ya en su tercera época Pancho Ibero se identificaba como Revista Política y Literaria. Señalamos además que la Redacción de Pancho Ibero estaba en Guayama en la Calle de Hostos, Esquina San Fernando y además de Martínez Dávila como Director, contaba como editor, es decir -corrector y emplanador- al tenedor de libros, blanco e hijo de Aguirre, Rafael Hernández Usera (1880-1937) y como administrador y contable, al joven Comisionado de la Hacienda en Guayama, José Garriga Brenes, blanco, hijo de Guayama (1898-1945), cuya casa estaba pared con pared con la Redacción. Todos ellos estaban bajo la dirección de Luis Felipe Dessús, cuyo puesto en la Revista ostentaba el título de “Redactor Principal y Director Artístico”. Pero estos dos últimos no durarían mucho en sus puestos y la redacción y corrección y administración de la revista recaería toda sobre Dessús. La convocatoria que hace Dessús a varios escritores llamó a filas al escritor mulato Pedro Manzano Aviñó, del que no pasaba un numero de la Revista en el que no publicara algún enjundioso escrito sobre jurisprudencia, leyes o cultural general, mostrando, no solo sus enormes capacidades como juez de Guayama que sería más tarde,
26 sino como hombre de letras. Al tiempo en que Martínez Dávila invitaba y publicaba artículos y poemas de escritores blancos tanto desconocidos como conocidos. Otro escritor negro que engrosará la fila de la comunidad intelectual negra lo será el joven Justo Pastor Lozada, quien contribuía con poemas y prosas políticas breves. Pero tanto como escritores ambas razas, los temas de la revista se afiliarán a la reivindicación de los asuntos afrodescendientes de manera agresiva. La revista, que en un principio se declaraba unionista, hace su proclama independentista desde sus primeros gritos. Y estos se le deben a Dessús, que, en un proverbial uso de las letras mayúsculas, se expresaba sin tapujos y con una cultura vastísima, sobre la urgencia de nuestra independencia y sobre el papel que jugaban los negros en esa aspiración: “Mientras no haya garantías para la igualdad, para la libertad y el derecho, las gentes de color de Puerto Rico deben abstenerse de ofrendarle de una manera absoluta su adhesión a los Estados Unidos” Será el 23 de agosto de 1919, en el número 37, donde Luis Felipe Dessús lanzará su más importante aportación a la intelectualidad puertorriqueña negra. Se trata del artículo LA RAZA DE COLOR Y LA INDEPENDENCIA DE PYERTO RICO. En este intenso y bravo artículo de 22 partes, se sientan las bases de una identidad intelectual poderosa. Se grita, como dije, en muchas mayúsculas- el reclamo de los más sagrados derechos y la urgente protección de la dignidad de los puertorriqueños negros. Hay en todo el artículo una actitud revolucionaria, no solo política, sino racial y hasta espiritual, pues no deja Dessús de mencionar constantemente que todos somos iguales en origen y razón de vivir… y recalca que la raza negra es la Madre común de la Humanidad toda y que su punto de origen es el África a quien debemos la cuna.
27 Desde el primer artículo, esas tres vertientes de su intelecto se manifiestan con suprema enjundia: “Las gentes de color, tienen el deber de conocer la historia de su raza; pero si no la conocen porque no quieren proyectar su memoria sobre un torrente de lágrimas y sangre, deben saber que hubo una época en que eran considerados como bestias al servicio caprichoso insolente de un amo, y que donde quiera que hay obediencia, hay esclavitud; y donde hay esclavitud está violado el derecho, y demostrado que la dignidad no ha encontrado un solo espíritu que sublevar. No se es puro, si no se es libre; no se es sano, si no se es fuerte; no se es digno, si se hace de la cadena un mito y se levanta un altar y se le colma de oraciones y salmos. En todo hombre blanco, negro o amarillo o retoño de estas razas confundidas, debe haber siempre un himno para la justicia y un grito de adhesión para la libertad. ¡Justicia y libertad! Dos divinidades que, para toda tiranía, tienen horrores de monstruo y sacudidas de tormenta”. Luego de vincular el kármico destino de la raza negra y su responsabilidad con la vida de la Nación, Dessús entra en especificades. Su primer grito es contra la negativa del Ejército Americano de dar rangos a los soldados puertorriqueños negros. Gastó páginas enteras gritando contra este abuso y reclamando el cese de tal indignidad. No tenemos el tiempo para discutir este manifiesto poderoso, pero les invito a leerlo, (pues ya se encuentra digitalizado y disponible en la red12) y a sacar de él las más intensas claridades sobre el papel de los negros en la historia intelectual puertorriqueña.
12 Instituto Alejandro Tapia y Rivera:
https://issuu.com/iatr/docs/1919_la_raza_de_color_y_la_independencia_de_pr_de_
28 Para terminar, -que ya me alargo-, haré referencia a dos aspectos positivos y efectivos de Pancho Ibero en su defensa de la intelectualidad negra: en primer lugar: el respeto por el pasado y las mentes más cultas de la raza. Dessús sabía que el nivel intelectual de Pancho Ibero sería condenado por las irracionalidades de Barbosa y sus redactores republicanos del periódico El Tiempo, que no dejaban pasar ocasión de condenar a los independentistas negros: a lo que Dessús contestaba que El Tiempo “es un periódico proamericano hasta la médula de los huesos y anti puertorriqueño por convicción y servilismo”. Tras tronar contra el republicanismo, Dessús convertirá la revista en una pared de fusilamiento contra todo el que tocase a los puertorriqueños negros. Sus fieros artículos, así como sus numerosos poemas, son explosiones de rabia contenida. Aun cuando dedicó muchos versos al amor y a la vida cotidiana en el paisaje guayamés, dedicó muchos más a las imposiciones religiosas del cristianismo y a los absurdos políticos de la Nación Puertorriqueña. Lo acusaran de muchas cosas, pero en los primeros números de Pancho Ibero, el retrato de Eleuterio Derkes aparece, muy bien colocado, y con nutrido calce. Derkes estará presente como un guía espiritual de Pancho Ibero. Se referirán a él en muchas ocasiones durante la vida de la revista. A la muerte de Tomás Carrión Maduro, el 13 de marzo de 1920, las expresiones de duelo, tanto las Dessús como las de los demás redactores de Pancho Ibero fueron extremas. Para paliar tanto dolor de la “Intelligentsia” negra, Dessús decide publicar todos los sueltos de Carrión Maduro -pues aún podrían adquirirse sus libros más famosos. Por eso, Pancho Ibero será el más completo archivo de Tomás Carrión Maduro, con extrañas piezas como El monólogo de un escéptico, las poderosas reflexiones de Sísifo y las colectillas de sus libros donde habla de los negros en EU, de la vida espiritual, del acontecer político cotidiano y de las contradicciones del ser puertorriqueño.
29 En segundo lugar, nadie puede acusar a Dessús de regionalista o insularista o que, por otro lado, aisló los problemas de los negros a un encerrado 100 x 35. Pancho Ibero será la única revista que mantendrá comunicaciones e intercambios abiertos con revistas de los intelectuales negros de Estados Unidos. Por ellas se enteraba de las trampas de la American Federation of Labor contra los obreros locales. La comunicación con las revistas intelectuales negras como Crisis, entre varias otras, era excelente, pues en casi todos los números se le citaba, o se reproducía algún artículo suyo. De la misma forma, mantenía contacto con la NAACP, la National Asociation for the Advanced of Colored People y fue de las pocas o quizá la única revista que publicaba sobre los procesos por linchamiento, los motines violentos y las barbaridades que los blancos cometían contra las comunidades negras del Sur. Como ven, Martínez Dávila, el que ponía el dinero, se reservó una página para sus campañas unionistas, independentistas y en fin liberales, pero no se metía con lo que Dessús trató de hacer y finalmente hizo, convertir una revista de provincia en el primer vocero nacional que liberaría a la intelectualidad puertorriqueña negra. Como bien dijo Dessús una vez: “Defiendo mi derecho a hacer lo que me plazca”. Al parecer Martínez Dávila se rendirá a las presiones económicas que debe haberle ocasionado la venta de una revista que poco a poco se iba radicalizando, y que cuyos artículos complicaban mucho el panorama político con la cantidad de denuncias que Dessús hacía desde sus trincheras. Muchas veces Dessús gritó en sus acostumbradas mayúsculas: “SOMOS PARTIDARIOS DE UN GOBIERNO DE INTELECTUALES”. (#25) Y puesto que nuestro país respeta tan poco -o nada ni ayer, ni menos hoy- la tarea intelectual, tal vez esa aspiración dio al traste con las necesidades económicas del dueño de Pancho Ibero. Lo cierto es que el 2 de octubre de 1920, Dessús se despide de Pancho Ibero y de Guayama, y se va a Ponce a fundar otra revista de la que apenas salió un número, y se llamó El Reducto. Dessús cae enfer-
30 mo gravemente de una afección pulmonar, sospechamos que tuberculosis y muere en el Hospital de Ponce, la madrugada del 15 de diciembre de 1920 y se le despidió con uno de los entierros más concurridos de todo el principio del siglo XX. El alma de Pancho Ibero fue Luis Felipe Dessús. Y el alma de Guayama en esos años también. Su nombre y sus hechos, que están siendo recogidos en una voluminosa biografía, nos deja claro que la comunidad intelectual negra adquirió solidez en el pueblo de Guayama, desde las glorias y lágrimas de Eleuterio Derkes, hasta el atronador grito de independencia del inmenso Marat13, que fue el seudónimo de combate de Luis Felipe Dessús. En Pancho Ibero se construyó la presencia de una élite del pensamiento negro que hoy nos perdura. Dessús respondió elegantemente a ese llamado y aunque hoy sean inaccesibles muchos de sus escritos, sirva esta pequeña charla para continuar motivando su rescate a través de esos pueblos, esas gentes y esos lugares que le dieron su razón de ser, y uno de ellos fue la noble ciudad de Guayama, Puerto Rico. Muchas gracias.
13 Uno de los líderes jacobinos más radicales y severos de la Revolución Francesa.
ELEUTERIO DERKES MARTINEUX
32
ROBERTO RAMOS-PEREA (Foto © Juanky Álvarez.)
Nació en Mayagüez, Puerto Rico, el 13 de agosto de 1959. Dramaturgo, guionista, director de escena, historiador y sociólogo del teatro y el cine Puertorriqueño y periodista. Cursó estudios superiores de Dramaturgia y Actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, D.F. y prosiguió esos estudios en la Universidad de Puerto Rico. Es Presidente del Instituto Alejandro Tapia y Rivera. Ha sido profesor invitado y seminarista de la Universidad de Puerto Rico, la Universidad Interamericana y el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe siendo sus áreas de especialidad, la dramaturgia, la inteligencia puertorriqueña negra, la sociología del teatro, y la literatura romántica del Siglo XIX sobre los que ha escrito libros y ensayos. Ha estrenado y publicado más de cien obras teatrales en Puerto Rico, Japón, Estados Unidos, Europa y Latinoamérica y sus obras han sido traducidas a más de siete idiomas. Ha sido premiado por instituciones nacionales e internacionales como el Ayuntamiento de Sevilla, Casa de las Américas de Cuba, el PEN Club de Puerto Rico, la Fundación Ricardo Alegría, la Medalla Víctor Hugo, la Asociación de Directores de Escena de Japón, el Instituto de Literatura Puertorriqueña y el Ateneo Puertorriqueño. En diciembre de 1992, el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, España le otorgó el Premio Tirso de Molina a su obra Miénteme más. El Premio Tirso de Molina es el más alto premio que se le ofrece a un dramaturgo de habla hispana en el mundo. Es biógrafo de los puertorriqueños Alejandro Tapia y Rivera, Eleuterio Derkes, Manuel Alonso Pizarro, Manuel María Sama, Celedonio
33 Luis Nebot y ha escrito trabajos biográficos sobre Julia de Burgos, Clara Lair y Francisco Arriví, entre otros. Ha dirigido y escrito las películas puertorriqueñas Callando amores (1996), Revolución en el Infierno (2004), Después de la Muerte (2005), Iraq en mí (2007), La llamarada (2015), Bienvenido Don Goyito (2017) y Vejigantes (2023) así como el largometraje documental Tapia: el primer puertorriqueño (2009).
ab