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COLUMNISTAS INVITADOS

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SóLO LA IgLeSIA CAMbIArá A LA IgLeSIA

pablo me Contó que el Cambio de la iglesia depende de que nosotros entreguemos nuestro ser Como un saCrifiCio vivo, que no nos amoldemos a los valores de la soCiedad que le dan las espaldas a dios

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por ulises oyarZún

Juan me aseguró que cuando estaba preso en Patmos, el Hijo del Hombre en sus cartas amonestó a algunas iglesias, en especial a comunidades como Éfeso, Sardis y Laodicea. Que se conviertan una vez más al Señor que las redimió.

Mateo me contó otra historia que me parece interesante. Un día temprano, cuando el amanecer sorprendía a los discípulos en Capernaúm. Jesús ya venía de la oración de la mañana. Y luego de un austero desayuno caminan a Cesarea de Filipo, ya fuera de territorio Israelita. Luego de un día de camino, llegan a Cesarea, ahí frente al palacio que construyó Herodes al Cesar y en dirección al gran palacio que los griegos habían construido al dios Pan. Jesús les pregunta a sus discípulos ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Todos respondieron lo que habían oído. Elías, Juan el Bautista, Jeremías o alguno de los profetas. Pero Jesús pregunta:-¿Y ustedes qué dicen?- Y Simón, atrás, que estaba como el burrito amigo de Shrek… ¡pregúntame, pregúntame! Jesús lo señaló y él respondió: -Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios Vivo- -Dichoso eres Simón hijo de Jonás -le dijo Jesús- porque esto te lo reveló mi Padre desde el cielo, ya que al parecer tiene “Wi-fi” contigo. Te digo que desde ahora ya no te llamarás Simón. Desde ahora te llamarás “Rocky” (Pedro, en griego. “Pequeña roca”) y sobre esta Roca edificaré mi iglesia y las puertas de la muerte no prevalecerán contra ella. Y te daré las llaves del Reino de los cielos, para que todo lo que ates en la tierra sea atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra sea desatado en el cielo.”

Hay algo que me parece interesante del relato que me contó Mateo. ¿Qué significa eso de atar y desatar? Es una fórmula muy conocida en las sinagogas, los rabinos la usaban para tomar decisiones delicadas. Cuando “ataban” o “desataban” en la tierra, esto era como si Dios mismo estuviera acordando con ellos en el cielo.

En síntesis, es la convicción de saber que las decisiones que tomamos en la tierra, es como si Dios estuviera tomándolas junto con nosotros desde el cielo. Las llaves del Reino en este pasaje son entregadas a Pedro, que nos representa a todos. Luego en Mateo 18:18, la autoridad de atar y desatar es dada para toda la iglesia. Eso es poderosísimo. Cuando dos o tres, cuando la comunidad de Cristo se pone de acuerdo en asuntos tan delicados como las relaciones fraternales dentro de la misma iglesia, es también Dios tomando la decisión junto con nosotros.

eNTONCeS, ¿QUIéN CAMbIArá A LA IgLeSIA?

La respuesta la dejó Jesús, Él nos dio la autoridad para tomar decisiones guiadas por su Espíritu, autoridad para cambiar lo que necesita ser cambiado. Jesús nos guía y acompaña con su Espíritu, soplando sobre nuestras vidas, pero Él no hará por nosotros lo que a nosotros nos corresponde hacer. Él nos confió la iglesia, nos confió el Evangelio, nos confió su más preciado tesoro. Es interesante en esta historia, que luego de que Pedro dijera semejante revelación, en unos momentos después, se opone a que Jesús vaya a Jerusalén a enfrentar la Cruz.

y ASí SOMOS NOSOTrOS, SOMOS COMO peDrO.

No tenemos problema en confesar el Señorío de Jesús a través de nuestras doctrinas y teologías varias. El problema es en nuestra praxis. No queremos ir a la Cruz con Jesús. ¿Y qué es la Cruz? Obediencia al Padre hasta las últimas consecuencias y comprometerse con el prójimo hasta las últimas consecuencias.

Los siglos han pasado, vino Constantino que institucionalizó la iglesia, luego vinieron los abusos, el poder que encegueció a muchos llamados “ministros del evangelio”. Vientos nuevos se sentían en el siglo 16. Vino la Reforma magisterial con Lutero y compañía. Por su lado, los anabaptistas y su revolucionaria reforma radical. El siglo 18 nos avisa que un avivamiento se siente en América. Luego las de guerras mundiales la posmodernidad aparece. Entre iglesias que ofrecen shows y otras que se esconden en la trinchera del fundamentalismo. Me pregunto ¿Quién cambiará la iglesia? La respuesta está en esas “Llaves” que al parecer se nos perdieron a los pies de una pobre cruz manchada con sangre en Jerusalén.

Ulises Oyarzún es pastor de jóvenes y locutor de radio. Tiene un bachiller en Teología del Seminario Teológico Bautista de Santiago. Ha trabajado durante años en su país con un mensaje fresco, dinámico y divertido.

eL CAMbIO OrgANIzACIONAL eN LA IgLeSIA

alguien dijo que la gente, así Como las organizaCiones Cambian Cuando ven la luz o Cuando sienten el fuego. eso signifiCa que o Cambiamos Cuando reConoCemos que el estado aCtual de nuestra vida u organizaCión no es ideal y busCamos intenCionalmente algo mejor, o Cambiamos Cuando ese Cambio se Convierte en la última opCión de supervivenCia.

POR MANUEL ZARATE

En cualquier caso lo importante es estar dispuesto a hacer cambios. Hay personas y organizaciones que mueren sin nunca reconocer el error y pensando que nada tenían que hacer diferente.

Pero ¿cómo puedes tu convertirte en alguien que reconoce la necesidad de cambio y realiza ajustes positivos en cualquier área de la vida? El área espiritual, es la más difícil de todas. En ninguna área podemos llegar a ser más orgullosos que en esta. Por alguna razón, en lo espiritual perdemos objetividad y es por eso que llegamos a destruir vidas pensando que es la “voluntad de Dios”. Es por esto que la necesidad de cambio en la iglesia no solo es un tema difícil de tratar sino difícil de lograr.

No pretendo convencerte que hay una necesidad de cambio en la iglesia Cristiana de Latinoamérica si tu eres parte de una iglesia que está haciendo grandes cosas y causando un impacto positivo en el lugar donde vives, pero me refiero a la iglesia en general; la manera en que nos ve el mundo, la clase de personas que estamos creando.

Entonces, ¿cómo y por qué cambiar? Lo que tenemos que evitar es simplemente cambiar por cambiar. El verdadero cambio es el que lleva a una persona o a una organización, en nuestro caso la iglesia, a hacer ajustes con el fin de acercarse a una situación óptima o a una condición que refleje un plan original. Entonces, para la iglesia o para un cristiano cambiar significa ajustar la vida para rescatar el plan original.

Si vas a éxodo 18 y 19 verás un ejemplo que tiene que ver con el cambio personal y el organizacional. Se trata de Moisés en lo que él considera ‘la cima’ de su carrera; por lo menos eso le muestra a su suegro Jetro cuando lo visita.

“Mira Jetro –dice Moisés- yo dirijo una Mega Iglesia; más de dos millones de personas. Vencimos a Egipto. ¡Yo los guio!”. Sin embargo Jetro le dice “te vas a morir y vas a matar a esta gente”. Moisés piensa que todo está bien, pero su suegro afirma “Estas mal. La realidad no es lo que tú crees. Es lo que otros ven”. El suegro le traza un plan de acción para cambiar lo que está haciendo: “Divide al pueblo en grupos, crea líderes, comparte el poder, confía en otros….”. Moisés se defiende con las usuales excusas: “Yo represento a Dios. No hay quién más arregle sus problemas. Dios habla a través de mi”. Sin embargo, Moisés obedece a su suegro y realiza cambios ‘organizacionales.’ En ese momento la empresa de Dios comienza a tomar forma. El pueblo de Dios pasa de ser un negocio personal a una multinacional. Lo que un día sería la iglesia comenzó en ese momento a tener forma.

El cambio comenzó primero en el líder. Moisés tuvo que reconocer que la realidad no era lo que él pensaba sino lo que alguien de afuera, un no-cristiano pensaba.

¡Y Moisés cambió! A diferencia de lo que muchas veces hacen los líderes cristianos, Moisés no compartió solo tareas; el compartió el poder. MOISES COMPARTIO EL PODER. Este es tal vez el cambio más necesitado en la iglesia: que el poder no se quede solo en unos ‘ungidos’ sino que vaya a la persona común para que pase de ser fan a convertirse en jugador. ¡No! No estoy hablando del poder que erróneamente se refleja en una expresión o trance ‘espiritual.’ Hablo del poder que transforma una persona de corrupta a íntegra, de cobarde a valiente, de egoísta a generosa, como decía Oseas “la seducción que lleva de la desolación a la esperanza”. Eso es lo que hizo Moisés por el pueblo ese día; convirtió seguidores en líderes, espectadores en goleadores.

Moisés formó grupos y puso líderes sobre ellos. Moisés cambió la estructura para que no dependiera todo de un ‘ungido’ que tenia la visión de Dios para el pueblo, y formó una estructura de liderazgo compartido. Lo mejor de todo es que ese cambio preparó el camino para la llegada de los diez mandamientos. De repente se dieron cuenta que necesitaban un código de funcionamiento: necesitaban un set de mandamientos. Dios les dio diez, pero estos no llegaron antes. A través del cambio que implementó Moisés, Dios creó la necesidad de los diez mandamientos y también el

Manuel Zarate, pensador y conferencista cristiano PhD en liderazgo organizacional , Magister en Filosofía y Teología y Growth Coach; tiene experiencia exponiendo ante profesionales, académicos, líderes y políticos de más de 20 países.

¡hASTA QUe LLegUeMOS A Ser UNA IgLeSIA fUerTe!

la iglesia en amériCa latina se enCuentra enfrentando uno de los retos más difíCiles de su historia. después de un iniCio difíCil, lleno de oposiCión y, partiCularmente, Con muCha difiCultad para llevar adelante el estableCimiento de la iglesia en muChos países, hoy se enCuentra en un período de CreCimiento.

POR dAVId d. RUIZ M.

No es extraño ver surgir nuevas y notar cómo la presencia de ellas se va haciendo cada vez más sensible en cada uno de los países de América Latina.

Según la última evaluación de Patrick Johnstone, en América Latina hay ochenta y siete millones de evangélicos. En algunos de estos países las iglesias crecen de manera considerable y el porcentaje de evangélicos en su población es cada vez más significativo. Junto con el crecimiento de la iglesia han venido también aquellos problemas que acompañan los momentos de tranquilidad. Ahora comienzan a presentarse algunos de los cambios significativos que la iglesia ha tenido en varios de los países de América Latina que vale la pena observar.

La iglesia evangélica ya no es la alternativa solamente para iletrados, pobres y marginados que no tienen esperanza; la iglesia en muchos países es ahora una institución con influencia, con prestigio y una iglesia que, en algunos casos, ya es una marca de posición social y de reconocimiento público.

Los pastores han cambiado; ya no son aquellos pobres, fanáticos y humildes hombres que se paraban en las esquinas —con sus trajes descoloridos por la acción del sol y con la Biblia en las manos— a predicar acerca de la muerte y el infierno para convencer a sus oyentes a que la leyeran, a que buscaran en ella la verdad y a que creyeran en el Señor Jesucristo. Algunos pastores ahora, en cambio, son personajes de influencia, visten trajes de marca, conducen automóviles exclusivos y se hospedan en hoteles de cinco estrellas.

Los templos dejaron ya de ser las salas de las casas de los pastores o de uno de los miembros, donde los cristianos se hacinaban en sencillas bancas de madera, con las miradas curiosas de los inconversos desde sus ventanas, que querían conocer qué rostro tenían los cristianos, qué hacían cuando se reunían y si era cierto lo que se decía de ellos. Ahora, hay templos que compiten con palacios de gobierno y con centros comerciales, que se visten de mármoles traídos de lejanas tierras; púlpitos de cristal cortado, sillones repujados en oro, equipos de aire acondicionado y alfombras de miles de dólares.

El mensaje de la iglesia ha cambiado, ya no es el del infierno como destino eterno de los incrédulos. Casi no se recuerda del pecado, y la persona de Cristo no es solamente Salvador. Ahora parece que hay cosas más modernas de las cuales hablar. Se va a la iglesia a aprender cómo pedirle a Dios para que nos dé lo que precisamos, a cómo visualizar lo que queremos. Se habla mucho más del hombre que de Jesucristo, de obtener lo que merecemos que de dar a otros lo que necesitan. Ya no se fomenta el servicio ni el sacrificio de ser cristiano; ahora se fomenta más la fidelidad a la denominación, el pago puntual de los diezmos, la inversión en cosas terrenales y el reconocimiento de los pastores como aquellos que merecen honra, respeto y un lugar especial sobre todos los humanos.

Hace mucho que la iglesia dejó su celo evangelizador. «Si alguien quiere ser salvo —pareciéramos decir— las puertas del templo están abiertas para ellos, nosotros no rechazamos a ninguno, los invitamos a que sean parte de nuestra iglesia. Por los no alcanzados, no vemos por qué debemos preocuparnos, en tanto haya tanto que hacer en nuestra ciudad, dentro de nuestra misma iglesia y el templo necesite una renovación. Los jóvenes están pidiendo un nuevo equipo de sonido, los autos ya no caben en el parqueo y se necesita una sala más grande para albergar el salón social de la iglesia».

El «aquí se evangeliza, venga y escuche» ha sustituido al «id y haced discípulos a todas las naciones».

La iglesia el día de hoy no parece precisar de unidad, ya no necesitamos orar juntos por las persecuciones o el rechazo de los enemigos. Los problemas y las malas experiencias del pasado han producido distanciamiento; las iglesias son cada vez más comunidades independientes. El enfoque del alcance hacia miembros de otras iglesias, muchas veces propiciado por el entusiasmo de sus miembros, ha resultado en un sentido de competencia y en algunos extremos en una muestra de autosuficiencia de iglesias que cuentan con todos los recursos para realizar sus planes, sin que esto demande acercarse a otras iglesias, buscar la unidad con ellas o ayudarlas en sus debilidades y necesidades.

En medio de este proceso, la iglesia cae víctima de una confusión en cuanto a lo que es una iglesia fuerte y comienza a

pensar que es aquella que tiene señales externas de poder, autoridad, influencia, efectividad y eficiencia. Basta con preguntar a alguno de los miembros cuál es la característica de una iglesia fuerte, y escuchar las respuestas de primera intención que salen de su boca. Escucharemos respuestas como: «El tamaño del templo, la cantidad de miembros y la cantidad de iglesias que se han fundado». En algunos casos mencionarán la influencia del pastor, y en otros, puntualizarán los recursos económicos. Cuando respiramos por un momento (o más bien suspiramos), nos damos cuenta de que en algún paso del proceso olvidamos enfocar la iglesia en lo que realmente tiene significado, porque basta con volver a preguntar la definición de una iglesia fuerte, de acuerdo con la Palabra, para que las respuestas comiencen a ser correctas: una iglesia que ora, que estudia y aplica la palabra como es debido, que influye en la transformación de la sociedad donde se encuentra y que manifiesta, de muchas maneras, la presencia de Jesucristo en medio de ella.

Al revisar estas respuestas, notamos que todas ellas son, sin duda, las características de un discípulo, puesto que este es un cristiano que ora, estudia y aplica la Palabra debidamente, hace sentir su influencia para transformación de la sociedad donde se encuentra y manifiesta de muchas maneras la presencia de Jesucristo en su propia vida.

Al volver a la Palabra —la única norma de fe y conducta—, nos damos cuenta de que la descripción de una iglesia fuerte es aquella que produce discípulos, no asistentes a un programa de discipulado, sino cristianos verdaderamente incondicionales al Señor, a través de todo lo que manda su Palabra. Cristianos que están dispuestos a ser lo que el Señor quiere que sean, a hacer lo que el Señor quiere que hagan y a ir a donde el Señor quiere que vayan. No tiene nada que ver con la fidelidad al pastor o a la denominación, aunque sin duda la incluye. Pero la medida del éxito para el cristiano es su incondicionalidad para con Cristo y, por consiguiente, la medida de éxito para la iglesia es la capacidad que tiene para producir, en forma regular y constante, cristianos incondicionales, capaces de ser, de hacer y de ir a donde el Señor los mande.

UNA IgLeSIA fUerTe prODUCe DISCípULOS INCONDICIONALeS

Sin el ánimo de hacer un tratado sobre esto, déjenme puntualizar para efectos de este ejercicio, cuáles son las características bíblicas de aquellos que son llamados discípulos, como nos relata la Escritura en Hechos 11:26, cuando fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía.

Los discípulos son cristianos incondicionales para con el Señor y llegan a una estatura tal que pueden ser usados por el Señor en su propósito para el mundo. El llamado a ser parte de la iglesia del Señor incluye una demanda para cada uno de los que son llamados, en cuanto a una transformación personal, a través de una relación con Él. En Mateo 16:24 podemos leer con claridad la invitación del Señor Jesucristo para que aquellos que querían ser sus discípulos estuvieran dispuestos a esta transformación cuando dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame».

«Niéguese a sí mismo» es la primera condición para llegar a ser discípulo. Negarse a sí mismo es una invitación a

hacer morir al yo, a renunciar a una vida gobernada por mis pensamientos, mis sentimientos y al deseo de vivir en función de alcanzar mis propios intereses; un llamado a entregar incondicionalmente mi vida para que ésta sea gobernada por la persona del Señor Jesucristo. Es un llamado a imitar a Cristo tal como lo leemos en Filipenses 2:5. Jesucristo, el modelo, nos desafía a estar dispuestos a dejar de hacer lo que queremos, a poner en el altar de adoración nuestros planes para que estos estén en consonancia con los planes que el Padre tiene para el mundo, para su iglesia y para cada uno de nosotros como miembros de ella. Esta primera afirmación tiene que ver con el carácter, con llegar a ser lo que el Señor quiere que seamos, para que a través de estar en relación íntima, personal y emocional con Él, vayamos desarraigando de nuestra vida y de nuestra experiencia todas aquellas cosas que nos distraen de la sincera obediencia a Cristo. Cuando lleguemos a un sometimiento absoluto de nuestra voluntad y se vaya transformando nuestro carácter, a fin de que cada uno de nosotros, como sus verdaderos discípulos, lleguemos a ese punto de incondicionalidad y de ser lo que Él quiere que seamos.

«Tome la cruz», que es la segunda condición para llegar a ser discípulo, es un llamado a sufrir con gozo la pérdida de las cosas del mundo, a quedarnos sin nada, sólo con la cruz, la cruz de Cristo, a la luz de la cual las cosas del mundo, lo que soy y lo que tengo, tanto como lo que creo merecer, se vuelven basura (Filipenses 3:7–10). En la perspectiva de la cruz no hay nada que valga la pena detenernos a suspirar por su falta o encaminar nuestras energías para obtenerlo. Es de ese concepto que podemos leer más claramente en 2 Timoteo 2:3–4 donde, con la figura de un soldado, se nos anima a sufrir las penalidades de no tener lo que el mundo ofrece, a cambio de agradar a aquel que nos tomó por soldados. Esta segunda afirmación tiene que ver con nuestras acciones como verdaderos cristianos incondicionales, que nos llama a estar dispuestos a hacer todo lo que el Señor nos mande, aun a costa de nuestros propios pensamientos, sentimientos y, tal como la traducción literal de la palabra discípulo en Mateo 28:19 dice, aun a costa del martirio y del sufrimiento.

«Seguirle» es el tercer llamado a la incondicionalidad del discípulo. Aquí el Señor Jesucristo plantea un desafío a todo aquel que quiera ser su discípulo, a todo aquel que quiera considerarse un cristiano incondicional, a que esté dispuesto a ir a donde Él lo mande, sea este un aspecto funcional dentro de la sociedad, la iglesia o su familia, o un aspecto geográfico; de perseguir el llamado y la visión del Señor en cualquier punto del planeta desde aquí y hasta lo último de la tierra. Seguirle es una demanda que Jesucristo nos hace para que estemos dispuestos a despojarnos de todo aquello que nos retiene en este lugar, de dejar de hacer lo que ahora estamos haciendo, para comenzar a movernos hacia donde nos está llamando, al lugar a donde nos envía a cumplir su plan. Esta es la verdadera incondicionalidad, el estar dispuestos a moldear nuestra vida y nuestro carácter para ser cada día más como Cristo, a someter nuestras acciones en obediencia absoluta a la palabra de nuestro Señor Jesucristo y a disponer nuestros pies y nuestra vida para seguir su llamado hacia el lugar que Él está señalando.

Iglesias fuertes, en conclusión, son aquellas que están preparando de manera regular y deliberada a sus miembros para que lleguen a ser cristianos incondicionales, les brinda el ambiente y los recursos a fin de que moldeen su carácter y adopten cada día mejor la imagen de Cristo. Se goza al verlos día a día tomar decisiones en cuanto a lo que hacen, para que todos sus pensamientos, palabras y acciones pasen el examen de la Palabra. Se regocija con ellos y se solidariza al verlos salir hacia el lugar que el Señor ha señalado para que desarrollen el trabajo y el ministerio que les ha dado. Todo con el propósito de que aquellos que los conozcan y observen, puedan ver el poder de Dios para transformar. Esta es la iglesia fuerte.

Para profundizar, lee “La transformación de la iglesia” de David Ruiz,

www.latransformaciondelaiglesia.es.tl

David Ruiz es presidente de COMIBAM Internacional, coordinador Internacional de Great Commission Roundtable, miembro del Comité Ejecutivo de la Comisión de Misiones de la Alianza Evangélica Mundial. Fundador del Centro de Estudios Misioneros de Centro América.

(Continuación de la página 23)

sistema de distribución. Ya no era solo Moisés enseñando esas verdades al pueblo, había más de veinte mil líderes que podían, en cuestión de días, enseñar esos 10 preceptos a los millones de personas que viajaban con Moisés.

¿Lo ves? El Cambio organizacional siempre prepara el camino para grandes cosas. Cuando el cambio en la iglesia no es para competir con la última moda cristiana o el último grito de la cultura, sino para rescatar el plan original, siempre preparará el camino para que el mundo vea algo nuevo de Dios. Así cambia la iglesia: cuando está dispuesta a escuchar a Dios, aun a través de los que no le conocen e implementa cambios que permiten Su obrar para impactar a los que no le conocen.

Si le preguntaras a las personas a tu alrededor qué piensan de ti, ¿qué dirían? ¿Hay algo que puedes hacer mejor? Por lo general el cambio no se necesita cuando hemos fracasado sino cuando pensamos que estamos en la cima del éxito. Creo que ese es el estado de la iglesia cristiana en Latinoamérica hoy. Nosotros pensamos que todo está bien y Dios nos está diciendo como Jetro: ¡O cambian o se mueren ustedes y van a matar a la gente!”.

¿CóMO DeSeAN QUe SeA LA IgLeSIA?

Cuando hablo en ConferenCias aCerCa del tema de mi libro (jesús los ConvenCe pero la iglesia no), no inCluyo el material que eXpondré a ContinuaCión. termino diCiendo que he entrevistado a Ciertas personas a las que les he preguntado: “si usted alguna vez fuera a una iglesia o volviera a una iglesia, y si usted pudiera darle forma, ¿Cómo sería esa iglesia?”. y entonCes paro.

POR dAN KIMBALL

Desconecto la computadora y cierro la pantalla. Y digo: “En realidad no les voy a decir lo que ellos dicen. En vez de decirles a ustedes lo que dicen en mi ciudad, ustedes necesitan salir a su comunidad, cultivar la relación con ellos y preguntárselo ustedes mismos”. Siento inmediatamente que los desilusiono. “¿Qué? Vamos, hombre, díganos lo que ellos dicen que les gustaría que fuera la iglesia”

La razón por la que paró ahí y no comparto más cosas con ellos es porque confío en que los pastores y los líderes de iglesia salgan del templo y dialoguen con las generaciones emergentes en sus comunidades. Si bien eso requiere esfuerzo, tiempo y oración, el conocimiento que los pastores y líderes ganarían mediante esas entrevistas a las personas sería mucho más beneficioso que si yo les digo lo que he aprendido en mi comunidad. Tengo siempre el temor de que si les doy la información, disminuirá su motivación para buscar las relaciones con los que viven en su comunidad.

NO IMpOrTA CUáN JOVeN O MODerNO eS USTeD

No piense que si usted no es joven, no debiera salir de la oficina de la iglesia y cultivar las relaciones con personas jóvenes. Estoy convencido de que las generaciones jóvenes quieren tener relaciones con aquellos que son mayores que ellos. Puede que ustedes no vayan a clubes y conciertos juntos, pero usted sin duda puede tener amistad con ellos. Y con la amistad viene la confianza, y con la confianza viene el dialogo acerca de inquietudes espirituales y de la iglesia. Su edad y sabiduría le proporcionan cierta autoridad con ellos.

Cuando yo me encontraba en mi veintitantos, las tres personas que tuvieron el mayor impacto sobre mi eran mayores que yo. El primero fue un pastor en Inglaterra llamado Stuart Allen, que tenía ochenta y tres años. No sabía nada acerca de grupos musicales contemporáneos, y estaba bien lejos de la cultura contemporánea, y su predicación no era muy animada. En su pequeña iglesia, él podía tocar el órgano y luego ir al pulpito tan lentamente que parecía que le iba a ocupar cinco minutos llegar allí. Pero nada de eso afectó la manera en que Dios le usó en mi vida. Él salió de su rutina normal de la vida para dedicarme tiempo y así pude ver a Jesús en su vida. Me invitaron a pertenecer a esa pequeña comunidad, y me abrieron sus brazos y vidas sin críticas ni presiones para que fuera como ellos eran. Stuart me amó y me invitó a su casa, a pesar de que me vestía completamente de negro y llevaba adornos y símbolos que a otros los pasmarían. Mi corte de pelo era alto y me afeitaba la cabeza por los lados. Estaba entregado por completo a la música, y probablemente muchos pastores, especialmente los de ochenta y tres años, no les habría gustado relacionarse conmigo en ese tiempo. Stuart vio más allá de mi apariencia, me escuchó y respondió pacientemente a mis preguntas.

La segunda persona de más influencia fue mi suegro, Rod Clendenen, que ya tenía más de setenta y cinco años cuando le conocí. Y la tercera fue el doctor Mitchell, profesor en el seminario bíblico Multnomah, que tenía noventa y dos años cuando nos conocimos.

Así que, no piense que las personas en las generaciones emergentes rechazan las relaciones con los mayores. Ellos respetan la sabiduría de aquellos que son mayores y buscan buenos ejemplos para seguirlos. Pero son ahuyentados por los individuos que están desentonados con la realidad que los rodea y van dispuestos a convertirlos tratando de cambiar sutilmente su forma de vestir y la música que escuchan a fin de que puedan encajar en la subcultura cristiana de su grupo.

LOgrAr QUe VAyAN AL TeMpLO NO eS LA MeTA

Nuestra meta no debería ser conseguir que las personas “vayan al templo”. Debiéramos invitarlas a participar en la vida de la comunidad de la iglesia y en la actividad de Dios, no que simplemente asistan a nuestros cultos de adoración. Aunque muchas veces llevar a las personas a participar en las reuniones es un paso en el proceso de llegar a confiar en los cristianos y en la iglesia, la meta es ver cómo el Espíritu Santo los transforma en discípulos de Jesús ya sea que vayan o no a su reunión semanal de adoración.

Necesitamos entender la diferencia entre “pertenecer, entonces creer” y “creer, entonces pertenecer”. En la mayoría de los casos en nuestra cultura emergente, pertenecer precede a creer. En la cultura de hoy, las personas no llegan a confiar

y entender hasta que sienten que pertenecen. Entonces el Espíritu se mueve en ellos y los lleva a la experiencia de creer.

TreS COSAS QUe DebIerA SAber

Antes de compartir con usted lo que aprendí de aquellos que entrevisté, permítame mencionar tres cosas que usted debiera tener en mente.

1. No debiéramos cambiar para coincidir con lo que a la gente le gustaría que fuera la iglesia.

Cuando les pregunto a los individuos de fuera de la iglesia cómo desearían que fuera la iglesia, no tiene que ver todo con la intención de cambiar la iglesia para que se conforme a lo que ellos quieren. Recuerdo que hace unos años le preguntaba a un adolescente a qué tipo de ministerio de jóvenes le gustaría ir, y me respondió diciendo que le gustaría mucho si la iglesia sirviera barriles de cerveza en las reuniones de jóvenes. Naturalmente, no eche a correr para satisfacer su petición. Tenemos que ser muy cuidadosos en qué nos convertimos por el deseo de ser amistosos. La iglesia es una comunidad sobrenatural que se reúne para adorar, para aprender lo que significa ser discípulo de Jesucristo y servir a Dios juntos. Nuestro propósito no es cambiar cosas con el fin de que a los de afuera les guste lo que estamos haciendo. Eso es extraviarnos en el camino, y en mi opinión es peligroso simplemente conformarnos a lo que las personas quieren en vez de someternos a las directrices que nos dan las Escrituras.

Sin embargo, estoy dispuesto a diseñar nuestros cultos de adoración en una manera que conecte con nuestros corazones y cultura mientras que expresemos nuestra adoración como creyentes. Yo no veo que eso comprometa nuestros principios, sino que es una expresión de sabiduría. La iglesia naciente se reunía en las casa, mientras que hoy la mayoría de las iglesias se reúnen en edificios construidos para ese propósito y se sientan en hileras de bancas o sillas. Los creyentes en la naciente iglesia se saludaban unos a otros con “ósculo santo”, mientras que hoy nos saludamos con un apretón de manos o un abrazo. Las costumbres culturales cambian nuestra forma de adoración, pero la cultura no debiera dictar o cambiar el corazón de la adoración o aguar nuestra adoración. A lo largo de la historia de la iglesia, se han desarrollado varias expresiones de adoración en diferentes culturas. Pero nosotros no cambiamos nuestras reuniones para adorar a Dios, aprender de las Escrituras, experimentar tiempos de arrepentimiento, celebrar la comunión y servirnos y lamentarnos unos a otros.

No obstante todavía recibo muy buenas sugerencias e ideas cuando les pregunto a los de fuera de la iglesia cómo desearían que fuera la iglesia. Trato de ver lo que está detrás de sus respuestas, buscando pautas y factores que conforman su pensamiento y valores. Escucho con respeto cómo la iglesia los ha herido y cuáles han sido sus malas experiencias, y trato de comprender por qué sus experiencias fueron malas. Busco maneras mediante las que hayamos podido perjudicar a las personas y haberlas llevado a tener impresiones pobres de nosotros. Puede que algunas de sus críticas e impresiones sean válidas, de modo que debemos estar dispuestos a escuchar lo que tienen por decir mientras que al mismo tiempo reconocemos que no cambiamos automáticamente basados en el deseo de las personas de fuera de la iglesia. Como líderes somos dirigidos por Jesús y por la

dirección de la Escrituras, no por las personas ajenas a la iglesia.

2. Cuando se les pregunta cómo desearían que fuera la iglesia, ellos describen la reunión de adoración

Las respuestas de los entrevistados reflejan que la mayoría de las personas en nuestra cultura ven a la iglesia como una reunión de adoración o como un edificio donde nos reunimos, y no como las personas que se reúnen. Confío en que un día los de dentro y fuera de la iglesia definieran a la iglesia como las personas, y no como el culto de adoración del fin de semana. Pero eso debe comenzar con los líderes que enseñen que nosotros “debemos ser la iglesia” y no solo “ir a la iglesia”. Siento que nuestra evangelización se ha desviado tanto porque nos hemos enfocado en invitar a las personas a ir al templo, y de esa manera hemos definido incorrectamente la iglesia para las personas de fuera. Evidentemente, la reunión de adoración es solo una parte de la vida del cristiano y del ritmo semanal de la iglesia.

3. Dios usa una variedad de iglesias para alcanzar y discipular a las generaciones emergentes

No hay un tipo de iglesias al que las generaciones emergentes se sientan especialmente atraídas. He visitado iglesias emergentes relativamente pequeñas que tienen un sentido muy bello de comunidad y de excelente diálogo. He visitado también varias de las iglesias emergentes que cuentan con miles de miembros y asistencia. En las reuniones numerosas, siempre pregunto: “¿Son estos solo cristianos jóvenes que se trasladan a esta iglesia por la clase de música contemporánea o del predicador carismático, o son nuevos creyentes que nacen en la fe aquí?”. La respuesta varía pero un número significativo de nuevos creyentes llegan a la fe en Jesús por medio de las grandes iglesias emergentes. Algunas iglesias se enfocan en el arte de la adoración y prestan cuidadosa atención a la estética de la adoración. De modo que con todo lo frustrante que pueda ser, no hay en realidad un modelo de iglesia a seguir. Mucho depende de la personalidad, temperamento y dones de los líderes de la iglesia. Depende mucho de la comunidad y si la iglesia comenzó con unas pocas personas en una sala de estar, es una reunión de adoración alternativa en un templo ya existente, o se inicia con un par de cientos de personas procedentes de otra congregación. Hay, pues, muchas expresiones de la iglesia a las que se siente atraída la generación emergente.

Teniendo estas tres cosas en mente, veamos algunas de las respuestas a la pregunta sobre cómo les gustaría que fuera la iglesia.

eLLOS QUIereN QUe ALgUIeN LeS pIDA Ser pArTe De LA IgLeSIA

Irónicamente, al hablar con muchas de esas personas a los que les gusta Jesús pero no la iglesia, me he convencido que ellos no están opuestos a ser parte de una iglesia. Desearía. Ellos están abiertos a ser parte de una comunidad de iglesia, pero la invitación a hacerlo tiene que venir a través de las relaciones y la confianza. No quieren que un extraño se acerque a ellos en la calle y les entregue un tratado. Tampoco quieren que una relación casual les ponga presión en una forma rara para que vayan al templo de su iglesia. Si tan solo tratáramos de entender lo que les mantiene alejados, nos sorprenderíamos de descubrir su apertura a la iglesia.

Para profundizar, lee “Jesús los convence pero la iglesia no” de Dan Kimball.

1. “ME GUSTARíA qUE NO FUERA SOLO OíR UN SERMóN O CONFERENCIA SINO UN dIáLOGO” 2. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA RESPETARA MI INTELIGENCIA” 3. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA NO SE CONFUNdIERA CON EL EdIFICIO, CON EL TEMPLO” 4. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA ESTUVIERA MENOS PROGRAMAdA Y dIERA TIEMPO PARA PENSAR Y ORAR” 5. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA FUERA UN LUGAR dE AMOR” 6. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA CUIdARA dE LOS POBRES Y dEL MEdIOAMBIENTE” 7. “ME GUSTARíA qUE LA IGLESIA ENSEñARA MáS ACERCA dE JESúS”

Dan Kimball es autor de varios libros incluyendo “Iglesia emergente” y “Jesús los convence pero la iglesia no”. Es pastor de una iglesia misionera enfocada en la cultura emergente y poscristiana.

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