Reencuentro Fred Ulhman
Institut Escola Jacint Verdaguer àmbit lingüístic Sant Sadurní d’Anoia, 2017
Proyecto
texto original y dos variaciones
Si la nariz de Cleopatra hubiera sido mĂĄs corta, toda la faz de la Tierra habrĂa cambiado. Pascal
Reencuentro Fred Uhlman
texto original (Pรกrrafo inicial)
Ingresó en mi vida en febrero de 1932 y ya no ha salido de ella. Desde entonces ha transcurrido más de un cuarto de siglo, han pasado más de nueve mil días, inconexos y tediosos, vacíos por la sensación del esfuerzo o el trabajo inútil… días y años, muchos de ellos tan muertos como las hojas mustias de un árbol seco. Recuerdo el día y la hora en que fijé los ojos por primera vez en este muchacho que habría de ser la fuente de mi mayor dicha y de mi mayor desesperación. Ocurrió dos días después de que yo cumpliera dieciséis años, a las tres de la tarde de un día gris y oscuro del invierno alemán. […]
7
variación I Autoræs Abril Pérez Cuadrench — Miquel Poch — Aina Cazorla Melisa Pérez — Elia Garcia
Ingresó en mi vida en Abril de 2018 y ya no ha salido de ella. Desde entonces ha transcurrido más de un cuarto de siglo, han pasado más de nueve mil días, inconexos y tediosos, vacíos por la sensación del esfuerzo o el trabajo inútil… días y años, muchos de ellos tan muertos como las hojas mustias de un árbol seco. Recuerdo el día y la hora en que fijé los ojos por primera vez en Leyla, que habría de ser la fuente de mi mayor dicha y de mi mayor desesperación. Ocurrió dos días después de que yo cumpliera 17 años, a las tres de la tarde de un día gris y oscuro del invierno japonés. [ap] [Continúa en la página 11 o 22]
9
variación II Autoræs Ivan Martín — Irina Hernández — Laia Montero Martina Rosselló Pareja — Manuela Vélez
Ingresó en mi vida en Julio de 2019 y ya no ha salido de ella. Desde entonces ha transcurrido más de un cuarto de siglo, han pasado más de nueve mil días, inconexos y tediosos, vacíos por la sensación del esfuerzo o el trabajo inútil… días y años, muchos de ellos tan muertos como las hojas mustias de un árbol seco. Recuerdo el día y la hora en que fijé los ojos por primera vez en María, que habría de ser la fuente de mi mayor dicha y de mi mayor desesperación. Ocurrió dos días después de que yo cumpliera 16 años, a las tres de la tarde de un día gris y oscuro del invierno londinense. [im] [Continúa en la página 13]
10
Pasó tan rápido, que no me dio ni un suspiro para pensarlo dos veces. Caí profundamente enamorado de esta chica con cabellos castaños claros y con una ligera ondulación. Llevaba una guitarra eléctrica guardada perfectamente en una funda negra. Eso me hizo suponer que podría estar tocando en una banda de rock. Desde ese día, esperaba con ansias que llegara el martes, ya que siempre me la encontraba a la misma hora en la misma estación. Ella se dirigía a Tokyo, y yo a Akihabara. Un día decidí seguir a esa chica. Me resultaba misteriosa y preciosa a la vez. Subí en el mismo tren. Mantenía una prudente distancia y no quería llamar la atención. Me sentía un acosador pero la curiosidad me mataba. La seguía por las calles, era fácil de distinguir. Ella era diferente y especial. No parecía de nacionalidad japonesa. Más bien era una combinación asiática y americana. Mi cara estaba medio tapada por un cubrebocas de color negro y mi cabello por una gorra de lana gris. Después de unos 45 minutos, por fin, llegó al lugar que supuestamente venía cada martes. Era un local un poco abandonado. Abrió la puerta, y para no levantar sospechas me esperé un poco afuera, y entré. Estaba en un pasillo oscuro, solamente iluminado por
11
unos cuantos apliques. Solo hice unos cuantos pasos más, cuando me topé con una puerta de color calabaza, tenía una pequeña ventana donde se podía apreciar lo que hacían dentro. De repente se escuchó una ruidosa guitarra dando paso a los demás instrumentos, y sin previo aviso empezó a cantar. Esa chica tenía una voz impresionante. No me podía creer lo que estaban escuchando mis oídos. Era la perfección. [ap] [Continúa en la página 14]
12
Iba muy elegante, con un gran vestido blanco, y unos preciosos zapatos de tacón alto. Su larga melena rubia ondeaba con su gracioso caminar. Brillaba con los pocos rayos que salían de entre las nubes. Ella vino hacia mí con una sonrisa de oreja a oreja en su cara y me miraba con sus ojos azul intenso. [im] [Continúa en la página 15]
13
No podía parar de escuchar su encantadora voz. Descubrí las horas que pasaba cantando con el grupo, en esa misma habitación porque en vez de coger el tren hacia Akihabara, me dirigía siempre al mismo lugar que ella, sin que se diera cuenta, por supuesto. Gastaba todos los martes de mi vida solo por mi necesidad de verla y escucharla. Era como una adicción. Los días fueron pasando y yo seguí con mi deseo de conocerla cada vez un poquito más, hasta que un día… Cogimos como siempre el tren para Tokyo. Ella subió y yo monté uno o dos vagones más lejos. Llegamos a la estación y al bajarse yo siempre mantenía por prudencia una gran separación. De repente empezó a acelerar el ritmo, y eso me obligó también a ir más rápido. Salimos de la estación y en ese momento mucha gente cruzaba las calles transitadas por los coches. La perdí de vista. Supuestamente pensé que debería estar en el mismo lugar, así que recorrí el mismo trayecto de tres cuartos de hora hasta llegar a esa vieja puerta naranja que atrapaba la voz procedente de la chica de mis sueños. Miré por la ventanilla de la puerta y descubrí que la misteriosa cantante aún no estaba. De repente noté un suave golpecito sobre mi espalda. Sorprendido, me giré. [mp] [Continúa en la página 17 o 18]
14
Cuando nos cruzamos, nuestras miradas se intercambiaron y sentí una punzada en mi pecho que no podía controlar. ¿Qué era? ¿Qué sentía? No podía ser más que amor a primera vista. No podía dejarla escapar y corrí tras ella, inesperadamente le pregunté por su nombre. Y luego si me daría la gran alegría de acompañarme a hacer un café en una cafetería que había a la vuelta de la esquina. Para mi sorpresa, aceptó de buen grado con esa sonrisa suya tan peculiar. A partir de ese día, supe que sería la mujer de mi vida, y así parecía ser porque quedábamos todos los días. Pasara lo que pasara, siempre tomábamos nuestro café y hablábamos durante horas. Hasta que un día me lancé y le conté sobre mis sentimientos. Ella sonrió con amargura y se puso a llorar. Me dijo que sentía lo mismo que yo, pero que no podíamos estar juntos. Ella se marchaba a vivir a miles de Km de allí a la semana siguiente. Esa noticia me dejó de piedra. María cogió sus cosas y se marchó dejándome hecho pedazos. [ih] [Continúa en la página 16, 20 o 21
15
Pasaron los días. Días que se convirtieron en una eternidad encerrado en la realidad, realmente María se había marchado, y yo me encontraba sólo en el local de café donde siempre nos encontrábamos para conversar. Después de su marcha seguimos hablando a través del teléfono móvil. Claro, no era lo mismo, pero fue nuestra decisión intentarlo. Quizás todo saliera bien y pronto María volviera para visitarme. Por desgracia eso no fue lo que sucedió, nada de lo que había esperado en un pasado estaba pasando en un presente y mi frustración por no poder hacer nada aumentó. Los días habían pasado con normalidad. Como de costumbre antes de acostarme hablaba con María y ella siempre conseguía, incluso a través del teléfono móvil, sacarme una que otra sonrisa, pero nuestra relación cada vez parecía más distante y sin darme cuenta pasó de distante a nada. Llevaba días sin contestar a mis mensajes y cada vez mi preocupación iba a más, temí que ella ya no sintiera lo mismo por mí. Angustiado, recordé que en uno de nuestros chats ella había mencionado su dirección, quizás la idea que pasaba por mi cabeza era de locos, pero… Preparé mi maleta y fui tras ella. El resultado de ese viaje no fue bueno, al verla junto a él todas las piezas del puzzle que no había sabido entrelazar tuvieron respuesta, de repente todo tuvo sentido. Volví a casa con todo lo que tenía, pero dejando atrás a María. [lm] FIN
16
Era ella, sus ojos me miraban con curiosidad pero al mismo tiempo se le notaba que tenía miedo. —Hola —dijo con voz intranquila. —Hola —dije yo con curiosidad. —¿Por qué me sigues? — dijo secamente. —Yo… — titubeé. —¿Por qué me sigues? — insistió. —Me gusta como cantas, tienes una voz hermosa— dije nervioso. —Gracias, supongo. —respondió. Me miró con cara de desconfianza, pero de golpe esa cara cambió. [ac] FIN
17
Entonces la vi. Me quedé sin palabras al verla mirándome fijamente y con una sonrisa preciosa, de dientes blancos y perfectos. Recuerdo que le estaba mirando perdidamente los labios. Analizando cada movimiento que hacía; me estaba hablando y me estaba repitiendo esa canción. Sí, esa que tanto me gustaba con esa voz tan adictiva. No me preguntéis porqué pero solo pude reaccionar de una manera. Le acaricié la cara lentamente, y la besé. Sí, lo hice. Me perdí en sus besos mientras que una voz dentro de mí confirmaba la atracción que sentía hacia ella. Cuando separé mis labios de los suyos, ella me puso sus finas manos en mi nuca, acariciándome con el dedo índice en movimientos circulares. Entonces se despidió de mí con un beso. Abrió la puerta y entró. Entonces me fui con la mayor felicidad que ningún hombre podía sentir acompañado de un mar lleno de dudas. Estuve todas las noches pensando en qué significó. Llegó el esperado martes. Me subí al tren. Ella no estaba. Inmediatamente pensé que probablemente hubiese cogido un tren anterior. No me preocupé. Llegué allí y no estaba. Estuve dos horas esperando en la puerta y no la vi. Mis dudas aumentaban en mi cabeza a medida que iba pasando el tiempo. Buscaba su nombre cada noche en alguna red social. Encontré la banda en la que ella cantaba y tocaba y supe su nombre. Rápidamente
18
la agregué. Vi en su biografía muchas fotos con sus amigos. Estaba preciosa. Entonces, vi muchos textos escritos por sus amigos que decían: “Descansa en paz”. [mp] FIN
19
No podía irse ahora, todo lo que habíamos vivido en tan poco tiempo había sido especial, así que me fui a casa y me tumbé en la cama. Mis lágrimas empezaron a derramar por mis ojos hasta que me quedé dormido. Al despertar deseé que todo hubiese sido una pesadilla pero no, era real. La chica de la que estaba enamorada se iba a vivir lejos de mi, así que debía hacer algo, porque así no se solucionaría nada, lo mejor era ir a verla y convencerla de que se quedase o de que me diese una explicación. Llegué al café donde siempre quedábamos y allí estaba ella. Tan sencilla y guapa como siempre. Me contó que se iba a ir porque necesitaba cambiar de aires, que aquel sitio le traía demasiado recuerdos y estaba pasando por malos momentos familiares. Se puso a llorar y me abrazo tímidamente. Le miré a los ojos , le dije que ya no estaba sola, que me tenía a mi, y que si ella tenía que pasarlo mal… Que el amor era cosa de dos. Sin decir nada, se acercó a mi y nos fundimos en un beso suave y cálido. [mr] FIN
20
Pero no iba a quedarme sentado, compadeciéndome de mí mismo. Si ese iba a ser el final, me aseguraría de saber bien el porqué. Me aproximé y le pedí que se explicara. Durante nuestras “quedadas” aprendí mucho de ella y estoy seguro que ella de mí también. Sabía cuándo me mentía, cada vez que lo hacía le daba un tic en el ojo derecho. Cuando me confesó que debía irse lejos del pueblo le había dado el tic muy vigorosamente. Ella suspiró y se sentó en el banco más cercano. Yo no entendía a qué se debía el drama, pero dejé que se explicase. A medida que hablaba fui entendiendo su situación. Resulta que ella no era lo que parecía. Había cometido crímenes… crímenes de los que no se sentía orgullosa, pero no podía escapar de ellos. No voy a entrar en detalles. A ella no le parecería bien que hablara de su vida personal. Yo era el único que llegaba a entenderlo bien, porque aunque no me gusta admitirlo, yo era igual que ella, incluso puede que peor. Estando en la misma situación, nos ayudaríamos mutuamente, huiríamos del pueblo juntos cuando corriéramos peligro, jamás nos cogerían, al menos, no vivos. Y si teníamos suerte, podríamos comenzar una vida mejor que la anterior. [mv] FIN
21
Ella era mi musa, la que me inspiraba, tenia una belleza deslumbrarte, con esos ojos oscuros y alargados en forma de almendra y esa media melena que se le balanceaba de un lado a otro. Debo reconocer que me hipnotizaba ese bello andar por las avenidas. Segura de si misma, con pasos decididos hacia donde debían ir. Un día cualquiera, de un año sin importancia, me crucé con Leyla. Yo, decidido, le pregunté si le apetecería ir a cenar un día. Ella, gratamente sorprendida de que un desconocido acudiera a preguntarle tal cosa dijo que sí. Nos dimos los números de teléfono y así quedamos. El miércoles, el día que habíamos quedado, apareció por la puerta de aquel restaurante. Iba con un vestido ligero y precioso de color burdeos que le llegaba hasta las rodillas. Aquel vestido la favorecía mucho, y se lo dije, ¿por qué no? Ella vio que se sentía muy a gusto aun estando con un completo desconocido. Me confesó que le parecía muy buen chico, que no sabía si fiarse de quedar con una persona de la calle como cualquier otra. Pero le agradó mi franqueza y aceptó inmediatamente pasar conmigo una noche como aquella. Entre copas se nos hicieron las una, las dos y las tantas. Desde aquella misma noche tan cálida, supe que ella sería la mujer de mi vida. FIN
22
Aquesta obra està subjecta a la llicència de Reconeixement-NoComercialSenseObraDerivada 4.0 Internacional Creative Commons. Per veure una còpia de la llicència, visiteu http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.