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julio - septiembre 2010
ÂżCrisis
de valores?
sumario Espiritualidad: Fe y Razón. Isabel Roura, 2 Editorial: Catalunya estrena Ley de Centros de Culto. 3 La Actualidad: Jugar con fuego. Jaume Botey, 4-5 El Tiempo llamado hoy: De nacionalismos y otros “ismos”. Gerson Amat, 6 Ciencia y Biblia: Crisis Ecológica ¿Crisis de valores? Carles Capó, 7-8 Iglesia y Sociedad: Un pacto para la laicidad. Enric Capó, 9-10 Nuestra historia: Contribución al estudio sobre los protestantes y la guerra civil. Carme Capó, 11-12 Pensamiento Protestante: Revolución Industrial e Iglesias Protestantes (VII) 13-14 De nuestros lectores: No comprendo. Félix Moreno, 14-15 España Evangélica. 16
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Espiritualidad Fe y razón Un tema recurrente. La sociedad actual, la nuestra, acude una y otra vez a enfrentar ambos conceptos y muchas veces en lugar de profundizar y razonar, se recurre a estereotipos, poniendo punto final a una reflexión seria. Una sociedad donde la fe religiosa se contempla como sospechosa. Se confunde fe y religión y sea por pereza o por un cierto miedo a explorar en lo que puede llevarnos a cambiar, a cuestionar nuestras convicciones, se opta por pasar de largo, dejando de lado lo más importante y decisivo en nuestra existencia. Es cierto que desde las religiones, usos, abusos y manipulaciones ha obligado a asumir aspectos de la fe de una manera interesada que no pocas veces ha llevado a enfrentar la sociedad, a usar la violencia, a imponer y a llevar precisamente a la persona creyente a dejar de lado la Razón, que no sólo no se opone sino que ayuda no poco a que nuestra actitud, seria y crítica capacite a acoger ese soplo que dé fundamento y sentido a la Vida, liberándonos del yugo de las creencias. La razón no se opone a la fe, sin embargo no nos lleva necesariamente a ella. Para los cristianos, la fé es el don gratuito que resulta de nuestra respuesta a la llamada de Jesús al seguimiento. Así lo vemos desarrollado de manera magistral por el teólogo Dietrrich Bonhoffer tal como podemos encontrar en su libro “El precio de la gracia” cuyo título original es “El seguimiento”. Es por tanto ese acto de obediencia a la llamada que genera en nosotros la experiencia de fe. Con sus palabras “No hay otra indicación de un camino que conduzca a la fe, al seguimiento; el
único camino hacia la fe es el de la obediencia a la llamada de Jesús”. Si aceptamos esta afirmación ¿dónde queda la razón?. La razón diría yo, nos puede ayudar a percibir la llamada, a no ponernos una venda delante de los ojos, a reconocer el carácter de esa llamada, una apertura a aquello que nos trasciende. De otra parte, la fe, nos hace humildes. Ese don inapreciable, nos sitúa ante el otro, a aquel que no reconoce esa llamada, con un respeto y una discreción extremas. Al igual que la razón podemos ser una ayuda, nunca la causa, la llamada a la evangelización es invitar a conocer de cerca aquello que ya se está buscando. Otra cosa sería un proselitismo que raramente puede conducir a buen término. Sólo la Fe salva, pero sin seguimiento quedamos como la semilla caida al borde del camino que no fructifica. O como aquel que edifica sin fundamentos y cualquier movimiento de tierra hace caer el edificio. Jesús nos lo advierte. Isabel Roura
Editorial Catalunya estrena ley de Centros de Culto La leyes específicas para el mundo religioso no son, a largo plazo, positivas. Las leyes han de ser iguales para todos los ciudadanos de un país, sin distinción entre creyentes y no creyentes. La libertad religiosa ha de ser siempre libertad de conciencia. Si el Estado quiere favorecer ciertas actividades reconocidas como de interés público y concede subvenciones, éstas han de estar abiertas a todas las instituciones. No debería darse un tratamiento especial para las religiones. Si se trata de actividades benéficas, todas las instituciones se habrían de regir por la Ley de Fundaciones que no ha de tener connotaciones religiosas. Si se trata de instituciones pedagógicas, las mismas normas han de regir las religiosas como las laicas. Sólo de esta forma podremos conseguir una sociedad equilibrada donde la laicidad llegue a ser una realidad positiva aceptada por todos. Siempre que se hagan distinciones entre religiones mayoritarias y minoritarias, como en nuestra Constitución, o entre mundo religioso y mundo profano, estamos en el camino peligroso de la discriminación que fatalmente conduce a enfrentamientos que pueden llegar a ser graves. Estamos convencidos de que las diversas formas religiosas, tal como aparecen en la actualidad en nuestro país, son en general positivas y no dudamos de que la Iglesia Católica está haciendo una importante labor positiva en nuestra sociedad, como también lo están haciendo las iglesias protestantes, pero la paz social y la igualdad de derechos entre los ciudadanos nos lleva a la conclusión de que lo religioso debe quedar siempre en el plano privado. Las aportaciones religiosas al bien común han de derivarse de la fuerza de las ideas y de sus realizaciones.
Decimos todo esto para fundamentar nuestra oposición a la Ley de la Generalitat de Catalunya sobre centros de culto, sin dejar de reconocer que en la situación presente hay problemas que afronta la Ley que son de muy difícil solución, en especial en lo que se refiere a la instalación de mezquitas que, muy a menudo, encuentran grandes dificultades a la hora de ubicarlas en una población determinada. La intención de la Ley es correcta, pero es muy dudoso que vaya en la dirección adecuada. Vuelve a la vieja idea de la discriminación positiva. Si se trata simplemente de asegurar la libertad religiosa frente a posiciones antidemocráticas de Ayuntamientos o de organizaciones vecinales, puede que sea una actitud necesaria coyuntural pero que en ningún caso ha de tener carácter permanente. Que los ayuntamientos provean suelo público gratuito a las confesiones religiosas para la instalación de sus lugares de culto, nos parece un error muy importante que introduce graves riesgos en la pacífica convivencia entre las religiones y entre éstas y el mundo secular. La financiación religiosa ha de quedar totalmente al margen de las preocupaciones del Estado, por lo que se debería acabar con la financiación de la Iglesia Católica a través de la Declaración de la renta y con las subvenciones a otras confesiones mediante la fundación Pluralismo y Convivencia, por mucho que en este caso se afirme que sólo se subvencionan actividades y proyectos que no tienen nada que ver con el mantenimiento del culto. Si esto es así, deberían haber leyes generales a las que acudir que estén abiertas a toda la ciudadanía. En este mismo sentido hemos de valorar las normas de segu-
ridad e higiene que establece la Ley. Habrían de ser las mismas que se aplican a otros lugares de concurrencia pública, pero con la excepción de los centros de culto ya establecidos desde hace años, para los cuales se habría de tener una consideración más amplia que la que establece el Reglamento. No se puede olvidar el hecho de que la mayoría de ellos se establecieron en los tiempos nefastos de la intolerancia en los que había toda clase de impedimentos para abrir un centro de culto. Muchos tuvieron que ser adaptaciones de edificios ya existentes y esto se hizo a escondidas de las autoridades, es decir, sin permiso alguno. En aquel tiempo sobrevivíamos como podíamos. Parece ser que la Ley que nos ocupa es pionera en este terreno, no sólo en el Estado Español, sino también en el mundo. Es muy de agradecer su intención, pero es necesario que avancemos hacia una laicidad cada vez más estricta en la que la igualdad de derechos entre los ciudadanos y sus instituciones sea más real. Todos, creyentes y no creyentes, hemos de llegar al convencimiento de que acabar con los privilegios religiosos y establecer una sociedad laica en la que todos los ciudadanos tengamos los mismos derechos y deberes es una necesidad imperiosa. En esto consiste el bien común al que todos debemos aspirar. Cristianismo Protestante | 3
La actualidad Jugar con fuego Reflexiones de un cristiano después de la manifestación.
Quienes crean que lo ocurrido con la manifestación del pasado sábado 10 de julio en Barcelona es pasajero van equivocados. Fue la manifestación de un corrimiento de suelo profundo, resultado de una irritación colectiva que viene de lejos. No, los catalanes no se volvieron todos locos de un plumazo. No sale un millón y medio de personas a la calle porque sí. Desde que en 2004 el Gobierno de la Generalitat se propuso la reforma del Estatuto, el PP desató una virulenta e insólita ofensiva contra Catalunya, que en parte cuajó en el resto del estado. Cobró cuerpo un debate acerca de la unidad de España como bien moral, se dio alas al nacionalismo españolista y centralista, se acusó a Catalunya de insolidaria. Algo se ha hecho mal, muy mal, y el resto de España debe entender. La sociedad civil entera, los presidentes de las grandes corporaciones empresariales, directivos de todas las entidades financieras, los rectores de todas las universidades, decanos de todos los colegios profesionales, cartas colectivas de miles de intelectuales de todos los signos, más de 1500 entidades culturales convocantes, no se han cansado de proclamar que se ha jugado con fuego, que la provocación del PP con su recurso y el Constitucional con la sentencia han encendido la mecha en la pólvora, que se sobrepasaron todas líneas rojas de respeto que nunca debían de haberse sobrepasado. Se han herido sentimientos, y esto tiene difícil arreglo. Han conseguido lo que el franquismo no consiguió en años: la opción independentista se ha abierto paso por
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primera vez en el espacio central de la política catalana. PP y el Constitucional convertidos en los grandes aliados del independentismo! La manifestación se había convocado contra la sentencia y para defender el Estatuto, pero la gente pasó de Estatuto. El grito era ya independencia, “Adiós España”, fue lo más coreado. Siembra vientos y recogerás tempestades. El daño causado es inmenso y lo vamos a pagar todos. Probablemente los efectos de la sentencia no se verán a corto plazo. Probablemente la calle y la escuela seguirán siendo bilingües y las leyes aprobadas en estos cuatro años de sentencia-pendiente no serán modificadas. Pero el tema no está ya en la sentencia en sí, o si se mantiene el 85 o 90% del Estatuto, sino en la sensación de humillación y de burla, de desprecio, de falta de lealtad, de agravio comparativo. La manifestación marcó un punto de inflexión. A partir de ahora la política española estará marcada por Catalunya en la misma medida en que lo ha estado hasta ahora por Euskadi. Aquí será la desafección, el alejamiento mental, la conciencia de pertenecer a otro mundo, la sensación de hartazgo. El eslogan “Los políticos y los jueces pasan, los pueblos permanecen y ganan” en un contexto de independentismo era un fenómeno impensable hace sólo cinco años en Catalunya. Quienes durante años hemos trabajado bajo la lógica del diálogo hemos fracasado. De golpe nos hemos visto superados por la lógica de la confrontación. En este contexto y como creyente me
preocupa extraordinariamente la postura de la Jerarquía, y en concreto la de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Por su responsabilidad también en esto, porque no hace tanto también ella, con sus declaraciones y manifestaciones, en la calle atizó el fuego de la confrontación y en la COPE insultó y sembró odio contra Catalunya. El 3 de noviembre del 2002 la CEE emitió un documento inspirado en el pensamiento político de Rouco y Cañizares “Sobre la valoración moral del terrorismo en España”, cuya última parte titulada “el nacionalismo totalitario” produjo un profundo malestar entre los obispos, clero e iglesia de base de Catalunya y Euskadi: confundiendo “nacionalismo” con “totalitarismo”, sin ninguna referencia al franquismo como totalitarismo ni al nacionalismo españolista y centralista de nuevo cuño, y sacándose de la manga el nuevo argumento de la unidad de España como “un bien moral”. Afortunadamente desde 1985 la Jerarquía de la Iglesia en Catalunya, en el documento “Les arrels cristianes de Catalunya” había reafirmado su histórica posición de soporte y acompañamiento de la cultura catalana y sus legítimas expresiones políticas, siguiendo el discurso de Juan Pablo II en la UNESCO en el que el papa aplicaba para los colectivos los mismos Derechos que los Derechos Humanos individuales: libertad, respeto a la lengua y la cultura, etc. El entonces obispo de San Sebastián, Juan Maria Uriarte, consideró que debía distanciarse de la postura de Rouco y Cañizares. Muchos obispos catalanes
coincidían con el obispo de San Sebastián. Ante esto y ante la pérdida de las elecciones por el PP tras su empecinamiento de atribuir el atentado de 11-M a ETA, el sector más españolista de la CEE consideró que debía pronunciarse de nuevo y lo hizo el 7 de enero de 2005, apelando al documento de 2002 y condenando de nuevo sin especificar los “nacionalismos totalitarios”. A partir de entonces los obispos encabezaron por primera vez y en repetidas ocasiones multitudinarias manifestaciones y se expresaron, sobre todo en la COPE a través de los tristemente portavoces Jiménez Losantos y César Vidal. Pero no bastaba. Rajoy y el PP exigieron más. Hacía falta una nueva Instrucción Pastoral que completara la anterior. Una vez más se quería forzar a la CEE a posicionarse a favor de la posición política del PP. que no cejaba en su actitud belicosa en el parlamento y en la calle. La CEE convocó una Asamblea Extraordinaria los días 21 y 22 de junio de 2006 para discutir y aprobar este documento, pero previendo su contenido se suscitaron importantes recelos entre la sociedad civil y en la misma CEE y se decidió aplazar el debate hasta otoño. Finalmente Fernando Sebastián, entonces arzobispo de Pamplona, fue el encargado de coordinar los trabajos de un nuevo texto que, finalmente, con el título “Orientaciones morales ante la situación actual de España” fue aprobado el 23 de diciembre. En él el tema del nacionalismo, sin duda el asunto que había despertado mayor expectación, quedaba diluido en el último capítulo acerca de consideraciones morales. Además de los prelados de las diócesis catalanas y vascas, muchas voces se habían levantado contra la posibilidad de un documento episcopal que sancionara la tesis de la unidad de España como un bien moral. Entre ellas, una treintena de católicos catalanes, entre los que figuraban obispos, dirigentes religiosos y renombrados políticos afirmando que “la supuesta unidad (de España) no es un bien pastoral sino un propuesta política” y que “adoptar una tesis política, ajena totalmente al Magisterio pontificio, significaría de hecho expulsar a una parte de los católicos que no comulgan con una visión unitaria y centralista”. Cañizares y Rouco habían expresado en infinidad de ocasiones la teoría del “bien moral” de la unidad de España ante todos los medios sociales, religiosos y políticos (Club S.XXI de Madrid el 20 de enero del 2004 frente a la cúpula del PP). Son de destacar los “sólidos!” argumentos históricos, teológicos y bíblicos que utiliza Cañizares: el fundamento de la unidad se remonta al año 589 en el III Concilio de
Toledo con ocasión de la consagración del rey Leovigildo como“Conquistador de nuevos pueblos para la Iglesia Católica”. O en la Reconquista nacida en Covadonga como “Cruzada que forjó una Patria para recristianizar España”. Isabel la Católica, merece el título de Santa ya que durante su reinado “el valor de la salvación de las almas de los súbditos que le habían sido confiados se convierte en la razón principal de su política” y autoriza a Cristóbal Colón “para que fuera a las nuevas tierras para la evangelización, que fue la razón final y básica de tal autorización” (homilía en el Pilar de Zaragoza, 11 octubre 2005), iniciando con ello la gloriosa gesta de la Hispanidad. Posteriormente, con la aparición del protestantismo, la España del siglo XVI será el gran “modelo de fidelidad a la Iglesia en su lucha contra la herejía. Sin la unidad de los pueblos de España estas grandes empresas no hubieran sido posibles. La derrota del Islam en Lepanto fue posible porque España era una unidad política. Por eso la España unida se hace acreedora del título de “nación escogida para ser la espada y el brazo de Dios”. Y así podríamos seguir con las valoraciones que Cañizares hace de la incorporación de la Corona de Aragón, del sometimiento por la fuerza de Catalunya etc. Creíamos que la visión maniquea y mitificada de la historia había terminado con la moderna historiografía. Lo peor de esta visión no es que sea sectaria, sino su ignorancia e infantilismo. Más peregrino si cabe es el argumento bíblico: la existencia de España ya consta en la Biblia. España es una realidad reconocida en la mismísima Sagrada Escritura. San Pablo, en su Carta a los Romanos, por dos veces, menciona a España (Hispania), al anunciar un viaje de evangelización (Rom 15:24 y 15:28). En consecuencia, el respeto a la verdad exige reconocer que España existe desde los tiempos apostólicos. Cañizares no se esconde de decir, finalmente, que se trata de un bien moral porque ha reportado muchos beneficios a la Iglesia. Ante la aceleración vertiginosa del proceso de desmembración territorial debe plantearse que el hecho de que España haya sido una unidad, y que esa unidad haya sido puesta al servicio de los intereses de la Iglesia, ha permitido a ésta logros que, de estar España fragmentada políticamente, hubiesen sido altamente improbables. Por tanto, la unidad de España, indiscutiblemente, ha sido un bien moral. En consecuencia, los nacionalismos que pongan en cuestión la unidad de España son inmorales. Con este lamentable bagaje intelectual, el Cardenal Cañizares se convierte en
martillo de herejes, condena el secularismo de la sociedad española, defiende la COPE como símbolo de libertad, acusa al gobierno español de totalitarismo, condena el diálogo que supuso la tregua de ETA, considera que la Iglesia está perseguida, afirma que “estamos en una batalla en la que se intenta despedazar a la Iglesia”. Se trata de un fundamentalismo religioso sin ningún fundamento, que pretende dar soporte a otro fundamentalismo político. En tanto que fundamentalismos, ni el nacionalismo españolista ni el nacionalcatolicismo tienen necesidad de conectar con el pensamiento, con la cultura, no tienen necesidad de entrar en el debate de las ideas. Para qué, si ya tienen la verdad absoluta. Por eso se pueden permitir el lujo de ser ignorantes. Pero tampoco tienen necesidad de conectar con la realidad presente, en el proceso siempre cambiante de la historia. Para qué, si ya tienen la verdad absoluta. Por eso pueden permitirse el lujo de vivir de espaldas a la gente, a sus deseos o necesidades. Que la Jerarquía de la Conferencia Episcopal Española, en lugar de tender puentes y diálogo, haya tomado partido por el centralismo españolista, ahondando la división en la sociedad española en general y en particular en Catalunya y Euskadi sólo puede entenderse desde la consideración de su verdad eterna venida de lo alto, desde el fundamentalismo. El nacionalismo españolista está en auge. Impuesto por las armas y el báculo en el pasado lejano, vuelve a estar presente hoy en nuestra vida social. Por razones de Estado o con la estrategia de hechos consumados el nacionalismo españolista se considera el único, el verdadero. Y hoy como entonces, se propone en competencia con los nacionalismos periféricos. Con la salvedad que el nacionalismo españolista, por la fuerza de las armas, ha tenido siempre las de ganar y los nacionalismos periféricos las de perder. Armas y báculo se dan la mano, se necesitan mutuamente. Los ideólogos del franquismo sabían la enorme relevancia política de la identidad católica en la concepción de España como estado unitario. Y el nacionalcatolicismo legitimó, a cambio de privilegios, la política de dominación y el modelo centralista del estado franquista. Por eso, para ambos, para la política centralista y para la Jerarquía españolista, la incuestionable unidad de España no es vista sólo como un hecho histórico sino como una esencia permanente. Ojalá seamos capaces de reconducir este proceso envenenado hacia el diálogo. Jaume Botey
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El tiempo llamado hoy De nacionalismos y otros “ismos” Fuera del gueto, la noticia del año es el triunfo de “la Roja”. Cada cuatro años, en el pasado, una fatídica barrera había impedido a la selección española de fútbol seguir adelante en la competición por el título mundial hasta el final. Por lo que cuentan, parece ser que siempre había otro equipo que nos robaba una victoria que debía haber sido nuestra. Pero este verano, una vez superada esa barrera más o menos virtual, incluso los no-futboleros, entre los que me incluyo, volvimos nuestros ojos con avidez a las pantallas para ver cómo unos jóvenes de calzón corto y camiseta roja (o azul, según el caso) conquistaban un decorativo trofeo que, según decían todos, debió haber sido suyo mucho antes. ¡Oigan, la fiesta fue tremenda! A mí se me ocurrió salir aquella noche a la luna de Valencia, con mi familia, y no necesito que me lo cuenten. Era realmente una fiesta. Sin que mediara una convocatoria explícita, a muchísima gente se le ocurrió lo mismo que a mí, y pronto estuvieron las calles de la ciudad abarrotadas de hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos, con la expresión radiante de alegría, portando camisetas rojas y banderas del estado español de todas las categorías: las había constitucionales, anti-constitucionales y con un toro negro. Algo verdaderamente inclusivo, abarcante, “católico” en su sentido de comprensivo de la totalidad. ¡Y todos felices, oiga! ¡Aquello era una auténtica celebración, una verdadera liturgia, y no como otras! El “evangelio” había saltado desde las pantallas, y se había extendido con la colaboración de los “SMS”, los “facebooks” y demás: “¡Hemos ganado!”. Resulta que el partido lo habían ganado aquellos hombres sudorosos, fabricando un gol después de haber sido fuertemente golpeados por sus adversarios, pero los que habíamos ganado habíamos sido “nosotros”. También los que, como yo, no somos aficionados al deporte. Y según pude entender, ese “nosotros” sujeto de la fiesta debía hacerse extensivo a todos los habitantes de la piel de toro, pertenecientes a todas las tribus autonómicas, y también, como dice la Biblia, “al extranjero que está dentro de tus puertas”, aunque fuera uruguayo, alemán e incluso holandés. Sola fe, y sola gracia.
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Porque era realmente algo casi bíblico. Un auténtico shabbat. El triunfo sobre el adversario extranjero quedaba por encima de la crisis económica que no termina de remontar, y de los conflictos sociales que dicen que se están preparando. Todo quedaba olvidado, superado por la victoria, apartado por la fiesta. Nada tenía verdadera importancia después de aquello. Bueno, quizás el beso del portero a su novia periodista. ¡El toque humano, afectivo! El día anterior había habido otra fiesta, aunque mucho más pequeña, y circunscrita al territorio de una de las tribus autonómicas. Una gran ciudad se había llenado de gentes, que también eran muchas, pero muchas menos que las de la fiesta de “la Roja”. ¡Claro, se trataba sólo de una fiesta local! También llevaban muchas, muchísimas banderas. Pero se trataba de “otras” banderas. Algunas eran oficiales, pero menos. Sólo para andar por casa. Otras ni eso. Sin embargo, había muchas, y bien a gusto que las llevaban. Claro que éstos, celebrar, celebrar, no celebraban nada. Sólo reivindicaban. Reivindicaban el derecho a llevar sus banderas, a tener sus propias fiestas, a hablar distinto y a ver las cosas desde otro lado. Sobre todo reivindicaban el derecho a reivindicar. El derecho a no ser una tribu. El derecho a ser. Aquí no ha quedado sabor a beso mediático. Sólo sabor amargo, sobre todo después de las comparaciones, que siempre son odiosas. Dejando aparte identificaciones personales, que no vienen a cuento, esto de los nacionalismos no deja de ser, en parte, una cuestión de odiosas comparaciones. E insisto en lo de odiosas, porque encierran mucho dolor. Porque esconden mucha incomprensión. Porque llevan siempre detrás una larga historia de enfrentamientos y de mutuos ataques, la mayoría de las veces no sólo verbales. La historia mundial está hecha de naciones que conquistan, y naciones conquistadas y convertidas en tribus. Y de naciones conquistadas a las que les hubiera gustado conquistar. Y en el fondo, y no tan en el fondo, el poder. El ejercicio del poder. El abuso del poder. En cualquier caso, algo que siempre se ejerce por parte de unos sobre otros. Los grandes sobre los pequeños, y los
medianos sobre los más pequeños. Y el más pequeño de todos, sobre su mujer y sus hijos. Hay algo perverso en los nacionalismos. En todos los nacionalismos. También en los de los “estados de derecho” que imponen su derecho e ignoran el derecho de las tribus a dejar de serlo. Hay algo muy perverso que en algunas ocasiones sale de su envoltorio y se convierte en algo monstruoso, demoníaco. Lo perverso es precisamente el “ismo”. Un “ismo” convierte cualquier cosa en una religión. Es ese conjunto de ideas, doctrinas, símbolos, movimientos, etc. que pueden llegar a convertir cualquier cosa, en este caso una comunidad humana más o menos grande, más o menos organizada social y políticamente, en algo sagrado, intocable, en una divinidad insaciable a la que dedicar vidas y haciendas, y a la que entregar la propia alma, si es necesario. Y, lo que es peor, no suele saciarse con las almas de los “istas”, sino que acaba pidiendo sacrificios mayores, que en demasiadas ocasiones llegan a ser sacrificios humanos. Como muestra de “ismos” monstruosos baste recordar el nacional-socialismo, el fascismo, el nacional-catolicismos… Los múltiples dioses de los pueblos antiguos venían a ser la sublimación de los valores patrios. Cuando dos pueblos guerreaban, lo hacían sus dioses delante de ellos, y cuando un pueblo derrotaba a otro, eran sus dioses quienes vencían sobre sus contrarios. Echadle un vistazo al Antiguo Testamento. En Europa, después de la Ilustración, hemos eliminado a los “dioses” de la superficie de la vida, pero permanecen ocultos, envueltos en argumentos y doctrinas, escondidos en costumbres, leyes e instituciones. Termino con unas palabras de Jesús: “Sabéis que entre los paganos hay jefes que creen tener el derecho de gobernar con tiranía a sus súbditos, y sobre estos descargan los grandes el peso de su autoridad. Pero entre vosotros no debe ser así” (Mc 10,4243). Me parece que Jesús plantea otra cosa: el Reinado de Dios. Gerson Amat
Ciencia y Biblia: Crisis Ecológica ¿Crisis de valores? Las raíces de nuestra crisis ecológica
En el año 1966, Lynn White, Jr. Historiador, medievalista, profesor en la Universidad de California, Los Ángeles, pronunciaba bajo este título una conferencia ante la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias1 . Entonces el movimiento hippy en California estaba en pleno auge. Con él resurgía un estilo de vida caracterizado, entre otros aspectos, por la recuperación de una relación más estrecha con la naturaleza. Un aspecto que Lynn White reconocía. Las tesis de White dadas las circunstancias que definen la cuestión ecológica merecen ser visitadas de nuevo. De entrada White, en su conferencia, precisaba que ante la crisis ecológica, la “mentalidad de retorno a la “naturaleza salvaje” no es la solución. “Ni el atavismo –decía, ni las operaciones de simple maquillaje no van a resolver la crisis ecológica de nuestro tiempo. Mientras no reflexionemos sobre los fundamentos, nuestras medidas específicas pueden tener repercusiones todavía más graves. El remedio puede ser 1 Publicado en “Crise écologique, crise des valeurs?”, Dominique Bourg et Philippe Roch, dir. Labor et Fides, Ginebra, 2010. Esta obra publica las intervenciones del coloquio interdisciplinar celebrado en Lausanne los días 4 al 6 de junio de 2009 sobre el tema: “Medioambiente y espiritualidad: Occidente, ante la crisis ecológica ¿debe reinventarse?.
peor que la enfermedad”. Queda claro, para White que no se trata de un regreso al pasado, como tampoco se trata de aplicar soluciones a medias, de pura apariencia. De ahí la necesidad de tomar el problema desde sus raíces. White, en su reflexión expone sus puntos de partida. Toda forma de vida modifica su medioambiente. El hombre, desde que pasó a ser una especie prolífica, siempre ha afectado notablemente su medioambiente. Para White una de las raíces de la crisis ecológica está en el “matrimonio” que Europa y América del Norte concluyeron entre la ciencia y la técnica. Y White también apunta el carácter occidental de la ciencia y la técnica modernas. Ellas encuentran antecedentes en grandes sabios del Islam de la edad media, quienes a su vez habían superado a sus homólogos griegos. Pero hoy día, alrededor del globo, “toda la ciencia que cuenta es occidental en su estilo y en su método, sea cual sea el idioma o el color de la piel de los científicos. Tradicionalmente la ciencia tenía una orientación aristocrática, especulativa, intelectual; la técnica sin embargo pertenecía a un estrato social inferior, pertenecía a la burguesía, surgida de los talleres artesanales; era de carácter empírico y práctico. Según White, a mediados del siglo XIX se produce la fusión de ambas. Las revoluciones democráticas, al reducir las barreras sociales, condujeron a afirmar una unidad funcional del cerebro y de la mano. “Nuestra crisis ecológica es el producto de la emergencia de una cultura democrática totalmente nueva. La cuestión es saber si un mundo democratizado puede sobrevivir a sus propias implicaciones. Probablemente no será posible, a menos que pensemos de nuevo nuestros axiomas”. Otra de las raíces para White está en el abandono de una agricultura de subsistencia. Con la aparición de nuevas técnicas agrícolas la media-
ción entre el hombre y la tierra ya no estaba tan sólo en las necesidades de la familia; las nuevas posibilidades de explotación ofrecidas por los nuevos utillajes pasaban a ocupar un primer plano. El punto de arranque de esta nueva realidad según White está en la invención de un nuevo tipo de arado, a finales del siglo VII en Europa del norte, que requería el uso de 8 bueyes. La necesidad de unir recursos en la consecución de la fuerza motriz necesaria dio lugar a un nuevo sistema de repartición de tierras, sobre la base de la aportación de cada familia en la constitución de dicha fuerza motriz. “La relación del hombre con el suelo fue profundamente transformada. Antes el hombre formaba parte de la naturaleza, a partir de entonces pasó a ser explotador de la naturaleza”. El objetivo ya no es la obtención de los bienes necesarios para la subsistencia. La técnica establece nuevos criterios. Se tratará de aprovechar al máximo las nuevas posibilidades de explotación ofrecidas por la técnica. El hombre se aleja de la naturaleza. Otro factor está en “la fe implícita en el progreso perpetuo” desconocida en la antigüedad greco-romana, y que tiene sus orígenes en la teología judeo-cristiana. El cristianismo hereda del judaísmo un concepto de tiempo lineal e irreversible. Diferente del concepto cíclico más propio de las mitologías greco-romanas. En el judaísmo todo tiene un “principio” en el que todo empieza: la creación. Un Dios todopoderoso crea el mundo. En él pone al hombre y a la mujer que dan nombre a los animales, estableciendo así su soberanía sobre ellos. Todo en la naturaleza está al servicio del hombre, hecho a imagen de Dios. El cristianismo –para White, es la religión más antropocéntrica que el mundo haya conocido. En el siglo II Tertuliano e Ireneo de Lyon, entienden que al crear al hombre Dios prevé la imagen de Cristo encarnado, el segundo Adán. El hombre comparte así en buena medida
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la trascendencia de Dios en relación con la naturaleza. En el cristianismo es Dios quien quiere que el hombre explote la naturaleza para sus propios fines. White recuerda que en la antigüedad cada árbol, fuente, riachuelo tenían su “guarda espiritual”. Al destruir el animismo pagano, el cristianismo ha permitido la explotación de la naturaleza en un clima de indiferencia en relación a la sensibilidad de objetos naturales. “Los espíritus en los objetos naturales, que antes protegían la naturaleza contra el hombre se evaporaron. Ello confirmó el monopolio efectivo del hombre sobre el espíritu en este mundo y las antiguas inhibiciones hacia la explotación de la naturaleza se hundieron”. Ciencia y técnica se unieron para dar a la humanidad poderes que, a juzgar por las numerosas consecuencias ecológicas, han escapado al dominio del hombre. Si es así, el cristianismo lleva una pesada carga de responsabilidad”. White va más allá. Entiende que la ciencia y la técnica modernas provienen de actitudes cristianas que han acabado teniendo influencia universal, independientemente de postulados religiosos. Así, para el mundo moderno, “a pesar de Copérnico, todo el cosmos gira alrededor de nuestro pequeño globo. A pesar de Darwin, en nuestro corazón, no nos consideramos parte integrante de los procesos naturales. Nos consideramos superiores a la naturaleza, la desdeñamos, utilizándola según nuestra más fútil fantasía” La crítica de White, hasta este punto, certera y que puede ser percibida como demoledora, encuentra un punto de inflexión. Para él la ciencia y la técnica contribuirán a solucionar el problema sólo si encontramos una nueva religión
o si somos capaces de pensar de nuevo la antigua. De entrada el historiador, descarta que la solución esté en volverse hacia otras formas de religión como el budismo zen o el hinduismo que conciben las relaciones entre el hombre y la naturaleza de una manera inversa al concepto cristiano, dado que son creencias profundamente condicionadas por la historia de Asia, y ajenas por lo tanto al mundo occidental. Finalmente, White apunta a Francisco de Asís, “el más grande revolucionario de la historia cristiana desde Cristo”. La clave para entenderlo está en la virtud de humildad. Francisco de Asís instaura una “democracia de todas las criaturas de
Dios”. Par él el sol, la luna, la hormiga, son hermanos y hermanas. Cada uno a su manera “canta las alabanzas del creador”. Cierto es que con la espiritualidad de Francisco de Asís se observan coincidencias con la creencia en la reencarnación, o la metempsicosis. Pero según White, Francisco de Asís no defendía ni una ni otra. “Su visión de la naturaleza y el hombre reposaba en una especie de “panpsiquismo” de todas las cosas animadas e inanimadas, destinadas a la glorificación de su Creador trascendente quien, en un último gesto de humildad cósmica, se hizo carne, descansó indefenso en un pesebre y murió colgado en una cruz”. White concluye diciendo que no se trata de ponerse a hablar con los lobos o los pajarillos, pero es necesario entender que la actual crisis ecológica planetaria que no cesa de aumentar en gravedad es el producto del dinamismo tecnoló-
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gico y científico nacido en el ámbito medieval occidental contra el cual San Francisco se opuso de manera original. No se puede entender el desarrollo de la ciencia y la técnica haciendo abstracción de las actitudes especificas hacia la naturaleza que arraigan profundamente en el dogma cristiano. La crisis ecológica seguirá agravándose mientras no abandonemos el postulado cristiano según el cual la naturaleza no tiene otra razón de existir que la de estar al servicio del hombre. Nuestra ciencia y nuestra técnica están impregnadas de la arrogancia cristiana de dominación de la naturaleza. Ellas solas no van a solucionar el problema. Las raíces del malestar ecológico son religiosas, el remedio pues, también debe ser religioso. La conciencia religiosa, a pesar de ser herética, de los primeros franciscanos de la autonomía espiritual de todas las partes de la naturaleza podría sugerir una orientación. Han pasado 44 años y la cuestión entonces planteada por White, como no, sigue vigente y con mayor pertinencia. Algunas de sus afirmaciones sorprenden. El debate a partir de ellas tuvo lugar y se ha mantenido. La aproximación a sus tesis y el debate, sin embargo, dadas las necesidades urgentes en materia de ecología, lógicamente debe ser de otro tono. No estamos en condiciones que nos permitan quedarnos tan solo al nivel del teórico, o simplemente teológico y doctrinal. La tentación apologética que intentara contrarrestar las afirmaciones de White sólo puede tener un precio: no querer ver la realidad de un mundo que necesita nuevos planteamientos. Los cambios son necesarios. Es ineludible responder a los problemas ecológicos que cada vez afectan directamente a los pueblos de la tierra, y que tienen implicaciones globales. Ya no es posible cerrar los ojos y los oídos como se ha hecho durante tanto tiempo. Las iglesias, los creyentes, deben reflexionar sobre su responsabilidad, y sobre todo pasar a la acción. Carlos Capó
Iglesia y sociedad: Un pacto para la laicidad El “Moviment laic i progressista” de Catalunya que, según se define a si mismo, “fomenta el librepensamiento desde la ciudadanía con el fin de alcanzar las más altas cotas de felicidad personal y pública”, propone “un debate político y social que tenga como objetivo llegar a un gran Pacto Nacional para la Laicidad.” La propuesta ha sido bien recibida en amplios sectores de la sociedad. Nos dicen que la apoyan 180 entidades y proyectos de Catalunya y hay unas 17.000 persona asociadas. La iniciativa nos parece interesante y correcta siempre que sea, como desean sus promotores, un pacto de país “que cuente con la participación activa del conjunto de la ciudadanía: asociaciones cívicas y confesiones religiosas, partidos políticos, agentes sociales, comunidad educativa, mundo académico, medios de comunicación, etc.” Esto es muy importante enfatizarlo para que no se convierta, una vez más, en un ataque del laicismo que quiere imponer sus criterios a toda la ciudadanía. A menudo nos ha sucedido: se ha pasado de la hegemonía del clericalismo a la del laicismo y ambos han sido funestos. Si no se consigue un consenso entre todos, el proyecto debería abandonarse. Posiblemente, ninguno de los sectores sociales y religiosos de nuestra sociedad tendría nada en contra de establecer unas normas de convivencia basadas en el respeto, la tolerancia y la libertad de conciencia. Todo lo contrario. Después de las dolorosas experiencias de la época franquista en la que se nos impuso el nacional-catolicismo, estamos en condiciones de abordar un último esfuerzo para una laici-
dad real que ahonde en la necesidad de la convivencia y el respeto entre todos. Sin embargo, antes de abordar en concreto el pacto que se propone, deberíamos tener muy clara la diferencia que existe entre laicismo y laicidad, para evitar la confusión que se produce cuando ambos términos son usados como sinónimos. El laicismo es una ideología más entre las muchas, religiosas o no, que abundan en nuestra sociedad. Pertenece al grupo de los –ismos en los que se encuentran
las religiones, los partidos políticos, o el ateismo. Son opciones humanas que se dan en la sociedad que deben ser respetadas y a las que se les ha de conceder plena libertad de acción, pero que no pueden pretender tener primacía sobre otras. En España, a través de los siglos, la primacía ha estado en manos de la Iglesia Católica que, tanto en la Constitución de 1812, como en los Principios del Movimiento Nacional (1958), fue proclamada “la única verdadera”. Pero esta primacía, sancionada por Ley, no fue aceptada sin grandes resistencias. En un país como el nuestro, de grandes vaivenes político sociales, la primacía de la Iglesia Católica ha sido una y otra vez contestada por un laicismo violento del que tenemos sangrientos ejemplos no muy
lejanos. Si en los años que llevamos de vida democrática, la situación se ha estabilizado y las posturas religiosas y antirreligiosas se han moderado, es preciso aclarar que tanto el clericalismo del nacional catolicismo como el laicismo que está al acecho son fuerzas que han de ser rechazadas si no entran en el juego democrático. Tanto el uno como el otro deben renunciar a sus ansias de hegemonía si aspiran tener un lugar legítimo en la sociedad. El problema es que, a menudo, guardando las formas, se vive en una continua tensión entre fuerzas ideológicas que, en el fondo, no se toleran. Es por esta razón que un pacto no puede ser un simple cese de hostilidades. Ha de ir mucho más allá y ha de llegar a un verdadero reconocimiento de los valores de los unos y de los otros. Es decir, lo positivo que los –ismos pueden aportar al acervo común. Es preciso, pues, pasar del laicismo a la laicidad, que ya no pertenece al grupo de los –ismos y trata de expresar una realidad en la que los diferentes grupos ideológicos, no sólo se respetan, sino que también se aceptan como fuerzas positivas que pueden ser enriquecedoras para la ciudadanía. La laicidad es la neutralidad. Nadie tiene respuestas definitivas e infalibles. No hay una verdad objetiva que se pueda definir desde tribunas religiosas o laicas. Lo más que podemos decir de forma objetiva, es que todos los esfuerzos humanos en el campo de las ideas no son otra cosa que aproximaciones, más o menos válidas, a la verdad, y esta ha de ser entendida como punto de coincidencia al final de un diálogo. Es en este escenario ideológico que podemos hablar de una laicidad
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positiva, que tanto Sarkozy como Benedicto XVI, han propuesto como modelo en Francia. La laicidad positiva no puede significar privilegios para la Iglesia, sino una apreciación laica de la aportación de la Iglesia a la sociedad. Esta apreciación también se ha de dar a la inversa, mediante el reconocimiento de la importancia de la laicidad para el establecimiento de una sociedad más justa y equitativa. Hay que reconocer que el caso de España es complicado. Con el final de la época franquista se acabó la inflación religiosa que se dio en estos años de predominio del nacional catolicismo, y con la Constitución de 1978 entramos en una situación nueva, pero confusa en la que lo estatal y lo religioso se superponen y entran en conflicto. Por una parte, la Ley de Libertad Religiosa de 1980 establece la plena libertad para todas las confesiones religiosas. Todas son, en principio, iguales ante la ley. Pero quedan restos de la situación anterior. Por una parte, está la mención especial de la Iglesia Católica en el texto de la Constitución, que incide y pone en duda la verdadera naturaleza aconfesional del Estado. Por otra parte, está el Concordato con el Vaticano que concede a la Iglesia Católica derechos no aplicables a otros colectivos. En tercer lugar, está el papel de la Iglesia Católica en actos institucionales del Estado. Para llegar a un Pacto Nacional para la Laicidad, tanto a nivel estatal como nacional del Catalunya, será preciso reformar esta situación, no a partir de privar a la Iglesia Católica de sus derechos, sino mediante un acuerdo con ella y con las demás confesiones religiosas en el que todos los participantes suscriban unos principios de mutua respeto. La laicidad no ha de ser vista como una losa que se impone y que, de grado o a la fuerza, ha de ser aceptada, sino que es en si misma un bien común al que se ha de llegar con el concurso voluntario y libre de todos. Necesitamos promocionar una cul-
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tura de la laicidad. Hemos de llegar a verla como una meta apetecible a la que llegar. Y esto, tanto por parte de los que ahora son discriminados negativamente como por los que lo son positivamente. Las situaciones de dominio y de privilegio han de
“En un país
como el nuestro, de grandes vaivenes político sociales, la primacía de la Iglesia Católica ha sido una y otra vez contestada por un laicismo violento del que tenemos sangrientos ejemplos no muy lejanos.”
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ser descartadas, no por fuerza y a regañadientes, sino como situaciones que rompen la convivencia y enturbian las relaciones de amistad que debería presidir nuestra sociedad. Las fuerzas religiosas y las ideologías laicas que perviven entre nosotros, tienen –han de tener- como fin de su acción el bien común y han de aceptar que los otros tienen fines igualmente nobles. Se debería evitar, siempre que sea posible, la imposición y estimular el diálogo y los consensos. En principio, los problemas podrían surgir de la Iglesia que ha sido privilegiada en el estado español y que, también, ha sufrido la violencia del laicismo. Pero, tanto a nivel nacional como internacional –el Vatica-
no- ha habido una evolución hacia la libertad religiosa y de conciencia y una toma de posición más respetuosa hacia las demás opciones. La necesidad de un verdadera laicidad en el país está siendo totalmente aceptada por amplios sectores de la Iglesia Católica, que quieren acabar con los restos del nacional catolicismo que nos legó Franco y entrar un una madurez plenamente democrática. Enric Capó
Nuestra Historia Contribución al estudio sobre los protestantes y la guerra civil: LOS PRIMEROS DÍAS DE LA GUERRA CIVIL EN LA CIUDAD DE BARCELONA A TRAVÉS DE DOCUMENTOS INÉDITOS
Introducción Entre el 17 y el 19 de julio del 1936, un sector del ejército español se alzó contra el Gobierno de la República. El fracaso del alzamiento en buena parte del Estado español tuvo como consecuencia el inicio de una cruenta guerra civil. En Barcelona, la madrugada del 19 de julio algunos batallones del ejército ocuparon las calles de la ciudad, colocándose a favor del alzamiento. La respuesta de las fuerzas leales a la República y la acción de grupos civiles armados (sobretodo, militantes de partidos de izquierdas y de sindicatos obreros) determinaron el fracaso del golpe de Estado1. Durante los enfrentamientos se vivieron momentos de descontrol que desbordaron a las autoridades y provocaron la sucesión de diversos hechos trágicos. La eclosión de un fuerte sentimiento anticlerical derivó en asesinatos e incendios de templos católicos. Las iglesias protestantes de la ciudad fueron respectadas2, salvo las iglesias metodistas de los barrios obreros del Clot y Poble Nou, las cuales fueron asaltadas, probablemente a causa de la confusión de estos primeros momentos de extrema agitación3. De esta manera, Villarroya, J. Atles de la Guerra Civil a Catalunya. Barcelona. Ed. Dau, 2010. Pág.4 2 Según González Pastor también se produjeron asaltos a dos iglesias protestantes de poblaciones colindantes a Barcelona: una iglesia bautista de Badalona y una iglesia de la Asamblea de Hermanos de L’ Hospitalet de Llobregat. González Pastor, J. Un segle de protestantisme a Catalunya. Barcelona. Ed. Evangèliques. 1970. Pág. 89 3 Samuel Vila, pastor de Terrassa (Barcelona), 1
la primera iglesia incendiada no fue católica sino la Iglesia Metodista del Clot. Así lo testifica el Diario de actuaciones del Cuerpo de Bomberos, el cual deja constancia que la primera iglesia incendiada fue el templo protestante y las escuelas anexas de la calle Internacional, nº 14 y 26, según una alarma recibida a las 5h 49 m de la madrugada del mismo 19 de julio4. Aún no hacia ni dos horas que habían comenzado los enfrentamientos en las calles barcelonesas.5 El asalto a las iglesias protestantes de Barcelona (julio 1936). En los últimos años hemos podido consultar documentos inéditos muy valiosos para el estudio de estos acontecimientos. Se trata de la correspondencia que Josep Capó, superintendente de la Iglesia Metodista de Cataluña y las Baleares, mantuvo con el secretario de la Sociedad Misionera Metodista en Londres, reverendo Hickman Johnson, durante el año 1936; así como los informes que años más tarde, acabada ya la guerra, redactaría la diaconisa Isabel Adam. Esta preciosa documentación, a destacar la carta de julio del 1936, nos permite conocer de primero mano el asalto a las dos iglesias y ampliar nuestra información sobre el desarrollo de este tumultuoso periodo. explica un hecho, que bien podía mostrar el ambiente que se vivía: “Cuando uno de los grupos que se dedicaban a incendiar iglesias se dirigían a nuestro templo, uno de ellos gritó: “Estos no tienen santos ni confesionarios, están en contra de los curas, no habéis de hacerles ningún daño.” Muniesa, D. “Samuel Vila: Una fe contra un imperio” .Terrassa. Ed. Clie, 1979.Pág.141 4 Citado por Raguer, H. La pólvora y el incienso. La Iglesia y la Guerra civil Española (1936-1939). Barcelona. Ed. Península, 2001. Pág. 179. También en Vázquez, F. La persecució contra els protestants (1876-1978) (en prensa) Pág.45. 5 Tormo, D. El triomf republicà i popular del 19 de juliol. En Breu Història de la Guerra Civil a Catalunya. Barcelona. Ed.62, 2005. Págs. 76-81
a) Asalto e incendio de la Iglesia Metodista del Clot. 19 julio del 1936. En una de las primeras cartas enviadas a Londres después de las elecciones de febrero del 1936, el pastor Josep Capó ya comentaba la difícil situación política que vivía el país. Informaba de los graves disturbios que se habían vivido en algunas ciudades españolas, habiendo sido incendiadas algunas iglesias católicas de Madrid y de otras localidades. El hecho notable que recogía era “que también unos extremistas habían incendiado dos iglesias protestantes en Cartagena” aunque añadía “no tengo confirmación oficial de este hecho”6. Era un presagio de lo que sucedería meses más tarde en Barcelona. Como se ha apuntado, la madrugada del 19 de julio del 1936 cuando aun resistían algunos grupos de militares insurgentes, la iglesia del Clot fue asaltada por la milicia popular. La diaconisa de la Iglesia Metodista, Isabel Adam envió urgentemente un telegrama a la sede de la Sociedad Metodista de Londres explicando los hechos. Poco después, el pastor Josep Capó en una carta enviada el 27 de julio del 1936 7 describía la situación en estos términos: “A excepción de unas pocas iglesias utilizadas como hospitales para los heridos, todas las iglesias católicas romanas han sido incendiadas. Desgraciadamente durante este periodo de fuerte sentimiento anticlerical nuestros templos de los distritos obreros del Clot y Poble Nou han sufrido daños”. El primero que inCarta de Josep Capó al Rev. Johnson. 16 de marzo 1936. Archivo de la Wesleyan Methodist Missionary Society de Londres (WMMS). Correpondence. Box 702. nº 1182. (Original en inglés. Documento inédito). Copia en el Archivo de “les Antigues Esglésies Metodistes de Catalunya i les Balears” (Barcelona). 7 Carta de Josep Capó al Rev. Johnson. 27 de juliol 1936 .WMMS. Correpondence. Box 702. n º 1182 Original en inglés. La totalidad del documento está publicado en Capó i Fuster, C. El protestantisme a les Balears. Palma de Mallorca. Documenta Balear, 2009. Pág. 57 6
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tentaron incendiar fue el del Clot, pero gracias a la gente del vecindario y a los bomberos, el local no llegó arder del todo. En la misma carta, el pastor metodista señalaba que los incendiarios le habían “confesado que se habían equivocado”. De hecho, según testimonio del escritor Estamislau Torres, vecino y alumno de la escuela metodista, los mismos incendiarios ayudaron a los bomberos a apagar el fuego cuando alguien les advirtió que aquellos eran locales protestantes.8 Debido a ello los destrozos no fueron tan graves como cabía esperar. Capó precisaba que “la puerta principal y la separación interior eran las que habían sido pasto de las llamas”. Aun así los daños provocaron el cierre del templo. b) El asalto a la Iglesia Metodista del Poble Nou. 21 de julio del 1936. La segunda iglesia atacada fue la del Poble Nou. El edificio, inaugurado el 4 de setiembre de 1927, ocupaba un extenso terreno (1816 m2) en la esquina de dos calles (calle Llull, 157 esquina calle Llacuna). A parte del templo, el inmueble contaba con dos pisos donde se distribuían 8 aulas para escolares, diversas salas de reuniones y una biblioteca. Además poseía un gran jardín. Gracias al informe que en el año 1947 la diaconisa Isabel Adam9 presentó al subsecretario del Foreign Affairs (Foreign Office de Londres) sabemos ahora la fecha exacta del ataque. Fue el 21 de julio del 1936. Los motivos los explicaba Josep Capó en la citada carta: “confundiendo el carácter evangélico de nuestra iglesia saquearon el edificio, aduciendo que habían habido disparos que parecían provenir de allí. Esto fue naturalmente un error”. Por su parte, Miss Adam añadía que otro de los motivos alegados por los asaltantes fue que pensaron que era un centro monárquico al descubrir dentro del recinto algunas banderas monárquicas. Se trataba en realidad de unas banderolas exhibidas en una muestra gimnástica de los alumnos de las escuelas en la Exposición Universal del 1929 y una bandera monárquica utilizada en una convención de Esfuerzo
Cristiano celebrada en Valencia. La propia gente del barrio, según testimonio del predicador Joaquim Raduà, advirtió a los asaltantes que se habían equivocado, que aquella escuela no era monárquica10. Demasiado tarde ya que “Todo el mobiliario del templo y las escuelas fue lanzado en medio de la calle y quemado”. Las perdidas fueron cuantiosas. Miss Adam valoraba el mobiliario destruido en 41.944 pesetas. 11 El problema se agravó cuando el edificio fue utilizado, como testificaba la nueva carta que el pastor Capó enviaba el 8 de agosto del 1936, “por la milicia popular como provisional cuartel general “.12 Epílogo Días después de estos incidentes se
Raguer, H. Persecució religiosa i salvament de vides. En Breu Història de la Guerra Civil a Catalunya. Barcelona. Ed.62, 2005. Pág.154 9 Adam, I.“Claim by Miss Isabel Adam for damages caused during the Spanish civil war (1936-1939) Iglesia Poble Nou. 30 de enero 1947. (Original en inglés. Documento inédito)
10 Capó i Fuster, C. L’obra metodista a Catalunya i les Balears. Barcelona, 1994, Pág. 145 11 Adam, I. Doc. Cit. 12 Carta de Josep Capó al Rev. Johnson. 8 de agosto 1936. WMMS. Correpondence. Box 702. nº 1182.
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empezaron los tramites para contrarrestar sus efectos y prevenir nuevos daños. En la citada carta, Josep Capó daba cuenta de las gestiones realizadas ante el cónsul británico. Hay que tener en cuenta que los edificios de la Iglesia Metodista estaban a nombre de una compañía británica, “The Iberian Estate Company Limited”, que tenía su sede en el domicilio de la Sociedad Misionera Metodista (25 Marylebone Road, Londres). El cónsul hizo una reclamación delante del Gobierno catalán, que recomendó que se clavara en las puertas de los edificios una nota especificando que pertenecían a una compañía británica, como así se hizo. Referente al edificio de la iglesia del Poble Nou, el cónsul comentó al pastor Capó “que no se había recibido ninguna respuesta del
Gobierno de Catalunya”. Josep Capó también informaba en su carta de la reunión que los pastores de las diferentes denominaciones protestantes habían celebrado para hablar sobre la situación. Todos habían expresado su deseo de reabrir las iglesias como en Madrid, donde se seguían celebrando los cultos13. Pero en Barcelona esto no era todavía posible, y según Capó “se necesitaría sin duda una autorización especial de las autoridades”. Fue en setiembre del 1936 cuando se hacía llegar una instancia al Comité de Enlace Antifacista (la autoridad competente en este tiempo) solicitando la autorización para retomar los cultos. El Comité, después de reconocer que el dogma evangélico no se podía confundir con la religión católica, determinaba que por el momento no se podía acceder a la petición.14 El cierre de las iglesias duró pues, hasta agosto de 1937 cuando el Gobierno republicano autorizó la reabertura de todos los templos. La iglesia del Clot abrió sus puertas junto a las otras iglesias de la ciudad. En cambio la iglesia del Poble Nou permanecería cerrada hasta setiembre del 1958,15 cuando finalmente se pudo reconstruir el edificio, el cual había quedado en un estado deplorable tras finalizar la guerra. Un estudio requerido por la Sociedad Misionera Metodista en 1947 valoraba en 247.780 pesetas los daños sufridos en el edificio durante la guerra.16 El restablecimiento de cultos no duraría mucho. El 26 de enero de 1939, Barcelona era ocupada por las tropas “nacionales”.Todas las iglesias protestantes fueron clausuradas y algunos de sus miembros perseguidos como ya lo habían sido en el territorio dominado por los insurgentes el mismo julio de 1936. Comenzaban los difíciles años de la represión y persecución de los protestantes españoles en todo el Estado. Carme Capó i Fuster El motivo según la revista España Evangélica, (nº 757.Octubre, 1936), era que “todos saben y así lo reconoció el Presidente de la República que los protestantes son republicanos leales“. Recogido en Capó i Fuster, C. Ob. cit. Pág. 146. n.18 14 Ídem. 15 Por problemas con las autoridades la iglesia no funcionaria normalmente hasta enero del 1960. Capó i Fuster, C. Ob. Cit. Pág.204 16 Dictamen del arquitecto José Danés Torras. 7 de febrero del 1947. Documento inédito. 13
Pensamiento Protestante Revolución industrial e iglesias protestantes vadores e influyentes de ultramar. Mundial en 1925, en Estocolmo, se (VII) El desarrollo del El filósofo Fichte (1762-1814). y el inicia el movimiento del Cristianiscristianismo social en Europa
El socialismo cristiano, siglos XIX - XX Con el surgimiento del comunismo y sus implicaciones sociales, en el XIX y XX surge una nueva tendencia en el seno del protestantismo. Se observa un intento de socializar el mensaje cristiano. El antagonismo entre la fe y el ateismo no impide el desarrollo de una nueva reflexión y una práctica que tenga en cuenta las preocupaciones expresadas por los ponentes del materialismo histórico. El intento de diálogo entre cristianismo y marxismo caracteriza la reflexión y la práctica protestantes del final del siglo XIX. Uno de los temas más recurrentes en este contexto es el del Reino de Dios como una realidad que contiene los mismos ideales propugnados por el socialismo. El Reino de Dios se entiende como una realidad escatológica pero que está en devenir. La acción política del cristiano apresura su venida. En esta época encontramos a Walter Rauschenbusch, en EEUU, Tommy Fallot, en Francia, Christoph Blumhardt, Alemania. En este último se observa un claro intento en crear concomitancias entre socialismo y fe cristiana. Todos ellos viven el surgimiento del materialismo histórico; son testigos, aún jóvenes, de la edición de El Capital, del liberalismo teológico, con Alfred Ritschl (1822 – 1889). Los mismos, en el desarrollo de su ministerio y acción verán la publicación de los principios de la exégesis histórico critica, con Adolf von Harnack (1851-1930); asistirán a la polémica creacionista provocada por Charles Darwin (1809 – 1882); polémica todavía no superada, en ciertos ámbitos fundamentalistas, y que se reactiva incluso con virulencia en los ambientes más conser-
teólogo Schleiermacher (1768-1834) han marcado el espíritu de la época. El primero aportando los elementos sobre los cuales trabajarán los teóricos del socialismo; el segundo, en lo que se refiere a las iglesias, rompiendo el aislamiento de una piedad
“Quien separa la vida religiosa de la vida social no ha entendido a Jesús”
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personal y llevándolas hacia las preocupaciones sociales. Todos ellos viven la Primera Guerra Mundial y sus consecuencias. El socialismo cristiano se desarrolla conjuntamente con todo un movimiento asociativo y de federación entre organismos protestantes de los que saldrá el movimiento ecuménico por la unidad de los cristianos. La Alianza Evangélica Universal se funda en 1846. En 1855 se funda la Unión Cristiana de Jóvenes (YMCA), y de esta en 1895 se independiza la Federación Universal de Estudiantes Cristianos (FUACE). Entre los fundadores de la YMCA se encuentra Hnry Dunand que en 1863 fundará la Cruz Roja. En 1908, Baden Powell, hijo de pastor anglicano fundará el movimiento scout que muy pronto desbordará las fronteras confesionales. En 1910, en Edimburgo, se celebra la Conferencia Mundial de las Misiones que culminará en la creación del Consejo Internacional de Misiones. Después de la I Guerra
mo Práctico Life & Work, que quiere evidenciar la unión de los cristianos en la lucha por un mundo más justo. En 1927, en Lausanne, se funda el movimiento Fe y Constitución, Faith & Order, que abordará las cuestiones doctrinales que separan a las iglesias. Entre 1937 y 1938 los dos movimientos se fusionarán para dar lugar a la fundación en 1948, en Amsterndam, del Consejo Mundial de las Iglesias. En el siglo XIX ciertos sectores protestantes de tendencia revivalista luchan por establecer una legislación que prohíba el trabajo de los niños. Josephine Butler, Elisabeth Fry, y Florence Nightingale están en los inicios de los movimientos para la defensa de las prostitutas, la mejora de las condiciones penitenciarias, y el desarrollo de la sanidad pública. Pastores y laicos, influenciados por el avivamiento crean orfelinatos, asilos, asociaciones a favor de los parados, y para la rehabilitación de alcohólicos. Walter Rauschenbusch (1861 – 1918) Es la figura profética y el principal teólogo del Social Gospel. Bautista, de origen alemán, educado en una tradición pietista, marcado por las condiciones de vida de sus feligreses en un barrio pobre de Nueva York. La acción de Rauschenbusch, se desarrolla en su doble vertiente como pastor y como profesor de teología. Enseñanza y práctica. Fe y acción. Aunando ambos aspectos afirmará: “Quien separa la vida religiosa de la vida social no ha entendido a Jesús”. En 1890 funda una asociación socialista cristiana. La tradición social del protestantismo debe llevarlo, según él, a participar en un combate global contra la explotación. De esta manera se apresura la venida del Reino de Dios. Audaz en su acción social, y también en su trayectoria teológica.
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Alejándose de sus orígenes evangélico-fundamentalistas, acepta la exégesis histórico-crítica y la teoría de la evolución. Su orientación hacia el liberalismo teológico se combina con un claro cristocentrismo y una firme convicción: la venida del Reino de Dios como una posibilidad histórica. El Reino según él viene como consecuencia de una naturaleza humana perfeccionada en el amor de Cristo, el cual, a su vez actúa en el orden social e individual. Su utopía: “cristianizar el orden social”, lo sitúa en una vía neo-calvinista. Defiende el sistema cooperativista como ma-
nera de democratizar el orden económico. Martin Luther King entra en relación con él durante sus estudios y recibe de el una fuerte influencia. Su pensamiento se expone en tres obras, en las que se observa una clara influencia de Ritschl y de Harnack: Christianity and the Social Crisis (1907), Christianizing the Social Order (1912), y A Théology for the Social Gospel (1917). El primer sermón de Rauschenbusch sobre El Reino de dios y la humanidad organizada según la voluntad de Dios, es una especie de ideario que se impondrá en todas las facetas de su ministerio. Según él, Jesús predicaba los mismos ideales de justicia y de igualdad por los que trabajaba. El capitalismo no es una solución a los problemas de la sociedad. “El progreso –afirma Rauschenbush- más importante en el conocimiento de Dios que pueda realizar un hombre hoy día consis-
De nuestros lectores: No comprendo… No comprendo... el leer en una publicación española, que creo protestante, lo siguiente: - La Ley emana de la naturaleza de Dios mismo. - La Ley revela la condición humana. - La Ley revela la forma en que deben vivir los pecadores justificados. - La Ley revela y saca a la luz el pecado en nuestras vidas. - La Ley refrena el quebrantamiento de la Ley. - La Ley se entregó para humillarnos por nuestros pecados. - La Ley se entregó para reprender y corregir a los creyentes en pecado.
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- La Ley se entregó como acicate en nuestro deber.
¡Todo me resulta horroroso! No sé si será cuestión de traducción, pero me parecen expresiones tremendamente inadecuadas e impropias. Me pregunto cuál será la pedagogía del Editor de la publicación donde aparece tal artículo: ¿Quiere ponernos al tanto de una corriente teológica, en boga en EE.UU., para que el lector reaccione y “haga teología al más puro estilo evangélico”, o se trata de decirnos que esto es lo que “los reformados” (¿querrá decir “calvinistas”?) creen, que esto es lo que predican, que esto es lo que les enseñan (y el todo con muchas referencias bíblicas?1 1 En Juan 6,31-35 la respuesta de Jesús a aquellos (judíos) que le pedían pruebas/”señales del cielo”,es reveladora de su “opinión” respecto a la Ley (Moisés), como en cuanto a “la vida” que
te en comprender que el Padre de el Cristo no puede querer que se mantenga el régimen capitalista… El acto de fe y de esperanza más valiente que pueda cumplir un cristiano es el de creer y esperar que esta salvación es posible y que la ley de Jesucristo puede prevalecer un día en los negocios”. Estas citas pueden hacer pensar en un optimismo desmesurado, sin embargo lejos de caer en el, Rauschebusch concretiza: propugna una reforma fiscal y del trabajo de los mineros, funda instituciones educativas. En la misma corriente del pastor y teólogo americano surgirán nuevos organismos como el Ejército de Salvación. La preocupación de todos ellos: ¿Cómo adaptar la tradición protestante de una América rural a las exigencias cambiantes de una sociedad progresivamente industrializada? Rauschebush muere en 1918 a consecuencia de un cáncer. Después de su muerte su pensamiento y acción tendrán influencia en el desarrollo del movimiento ecuménico. Carlos Capó
Lo peor… es lo puesto de relieve en una afirmación que, además, llama la atención con grandes caracteres de imprenta, en palabras de un tal Samuel Bolton y no del que aparece como autor del artículo, pastor David W. Kay: “La ley nos envía el Evangelio para nuestra justificación; el Evangelio nos envía a la Ley para encauzar nuestra forma de vida”. Y aún peor… es lo que se lee al principio: “…hemos descrito una doctrina…” Hemos comenzado a ver que esto es una falsa imagen de la verdadera doctrina de la salvación y la santificación”. (esto último nos parece normal, evangélico… y hasta consuela el leerlo aquí), Pero… continuamos y leemos: “Luego vimos lo vital que es la Ley creen conseguir los que se aferran a la Ley.
de Dios para nosotros: sus Diez Mandamientos son completamente indispensables para nosotros en calidad de criaturas suyas, y esto por diversos motivos intrínsecos”. Y seguimos sin comprender. ¿En qué pensamos? ¿blanco o negro? ¿Dónde se sitúa el Editor? Es de suponer que al gastar tanta tinta es porque sostiene todo lo que sigue. Y si fuere así, ¿le decimos que su teología no es evangélica? O bien, simplemente: No comprendo… En cierta ocasión, ejerciendo de pastor en la Iglesia Nacional Protestante de Ginebra2 fui denunciado a las autoridades de dicha Iglesia. Denunciado por un colega, pastor en la misma parroquia. La acusación consistía en que yo no utilizaba la liturgia oficial en la celebración del culto dominical de la mañana. Quiere decir que en lugar de leer Exodo 20,2-17, seguido de “yo pecador…” etc., leía algún pasaje del Nuevo Testamento, por ejemplo de en Romanos 12 o en Efesios 4, seguido de algún himno de alabanza u otro apropiado a la gratitud por la salvación en Cristo o a la acción del Espíritu de Dios en todo aquel que cree (en Jesús, el Cristo). Las autoridades “nada me impusieron”, pero poco tiempo después fui convocado a la Compañía de Pastores de dicha Iglesia, en cuya asamblea hubo una exposición, por no de los profesores de la Facultad de Teología, sobre el “liberalismo” teológico de la Liturgia de la Iglesia de Ginebra. Resultó que, a causa de la Ley, eran muy poco los pastores que utilizaban la Liturgia oficial. La mayoría “confeccionaba” una liturgia en armonía con el texto bíblico de la predicación de aquel domingo o servicio. NO COMPRENDO… leer el artículo de la publicación en cuestión y ver en el Nuevo Testamento cuán distinta es la posición de Jesús respecto a la Ley. Sería conveniente precisar aquí que para un judío la Ley la componen más de seiscientos mandamientos. No diez, sino ¡más de 600!3 Previamente habría que ver cuál es, Ya saben: Ginebra… ciudad de Calvino En concreto se trata de 613 mitzvot: 365 prohibiciones y 248 prescripciones positivas. 365 corresponden al número de días y 248 al número de órganos en el cuerpo humano.
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según los evangelios, la actitud de Jesús ante la Ley. En Juan 8,17 y 10,34 Jesús se refiere a ella como “vuestra” ley. O sea que ¡ahí queda esto! Y cuando aquel especialista de la Ley le pregunta cuál es el mandamiento grande de la Ley (Mt 22,36), Jesús no le responde con una de los Diez (en Ex 20 o en Dt 5) sino con una de los 613 que se halla en Dt,6 y otro en Lv 19,18, que nada tiene que ver con los Diez. La mezcla que nos presenta Mateo en sus capítulos 5 y 19 son un ejemplo más de la multitud de mandamientos (3).El estudiante o persona interesada particularmente por el tema podrá llevar a cabo su propia investigación y hacer sus conclusiones. Resultaría un buen trabajo y, por lo visto, necesario. Pablo también tiene otra visión de la Ley, que dista mucho de lo que se afirma en dicho artículo. Aquí ya citamos Efesios 4, por ejemplo, para ver que Pablo se halla en las antípodas. En gálatas 5, un ejemplo más entre muchos, Pablo trata de la “libertad”, y no para hacer lo que nos plazca. Libertad que, según él, hemos de entender como “liberación” del yugo de la Ley. “Libertad-liberación” que abre la puerta grande de par en par a todo lo relativo a la vida según el Espíritu, que no da lugar a ninguna clase de anarquía o libertinaje. Es decir, que es “en Cristo Jesús” que la vida (cristiana) adquiere su verdadera significación (sentido y valor). Lo cual quiere decir que no es “ni por la circuncisión” (la Ley), “ni la incircuncisión” (sin Ley) lo que da su verdadera dimensión a la vida, sino el Espíritu que obra por la fe. De modo que, al creyente en Jesús, el Cristo, es decir, a la persona “tocada” por el Espíritu del Señor, y por lo tanto nacida de nuevo4, no le “mueve” ninguna necesidad (de hacer buenas acciones “por mandato”, por ejemplo, o de acatar prohibiciones) que “narcotice” su conciencia, sino que vive impulsado por el Espíritu, nuevo en él, que Dios le ha “implantado”. De aquí que, “su hacer” no sea el contrarrestar (compensar) con “algo otro de bueno” su mala conciencia, sino “dar plena expansión a
la nueva vida” (dinamis) que constata habita en él, y esto desde que creyó en Jesús y rindió su corazón a aquel que dio su vida para que viviésemos “la nueva realidad del Reno de Dios”. Véase si no Romanos 6,22, Gálatas 5,22 y Efesios 5,9. No se trata, pues, de restablecer lo antiguo aunque Pablo dijera que la Ley fue buena – 1Tm 1,8), sino de aceptar y “responder” a la “nueva dinámica espiritual” –nuevo espíritu de vida- que recibió (el que creyó) y cuya “simiente” ha de dar frutos (Gá 5,18ss. Es lo que decía Jesús al judío Nicodemo (Jn 3, 3. 5). Juan, en su primer epístola, hace afirmaciones que solemos olvidar, y más cuando nos quieren hacer “regresar” a la Ley. Por ejemplo en 3,19 y 5,4ss. Otro olvido mayor es la Epístola a los Hebreos, cuyo principio pone ya la base: Sí, Dios habló a los padres, pero en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo. Y éste es superior a Moisés (la Ley) y a los Profetas5. ¿Y qué diríamos de Pedro? 2ª Pedro 1,4 y 3,18. Preguntaremos, pues, al editor: “Cuál es su posición teológica? ¿Qué nos quiere decir? No entendemos. NO COMPRENDO. Félix Moreno 5
Véase Hebreos 8,10ss y 10, 1ss (15-18).
Quiere decir que, por la Gracia de Dios, el creyente “entró” en la nueva dimensión del Reino de Dios, hecho fehaciente o realidad de vida nueva.
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Cristianismo Protestante | 15
España evangélica DESAPARECE LA DIRECCIÓN GENERAL DE RELACIONES CON LAS CONFESIONES.
El Consejo de Ministros aprobó el Real Decreto por el cual se fusionan en una las Direcciones Generales de Cooperación Jurídica Internacional y de Relaciones con las Confesiones. La nueva Dirección General pasa a denominarse Dirección General de Cooperación Jurídica Internacional y de Relaciones con las Confesiones. Al frente de la misma ha sido nombrada Aurora Mejía Errasquín, que, desde abril de 2008 hasta el momento actual, era directora general de la primera de las dos citadas direcciones. Ha estado destinada en las representaciones diplomáticas españolas en Rumania, Dinamarca y en la Representación Permanente de España ante la OTAN. Ha sido segunda jefa en la Embajada de España en Brasil. En agosto de 2005 fue nombrada Vocal Asesora en el Gabinete de la Presidencia del Gobierno y, posteriormente, Embajadora en Misión Especial para el Fomento de las Políticas de Igualdad de Género. “La unificación es consecuencia de la decisión del Consejo de Ministros del pasado 30 de marzo de reducir el número de altos cargos y racionalizar la Administración General del Estado”, informan desde Moncloa. Es decir, la Administración se ajusta el cinturón a la altura de las confesiones religiosas. José María Contreras Mazarío había asumido el cargo de Director General de Relaciones con las Confesiones en junio de 2008, sucediendo a Mercedes Rico Carabias, con quien había trabajado codo con codo desde su cargo al frente de la Fundación Pluralismo y Convivencia. Contreras recibió el encargo de dar continuidad y a la vez impulsar la política del Gobierno hacia la normalización religiosa en España, proceso que ha ido evolucionando
hasta el momento actual, cuando se trabaja en el proyecto de una nueva ley de libertad religiosa. Experto en derecho eclesiástico, hombre de contrastado espíritu democrático y bien valorado por las confesiones religiosas minoritarias, Contreras es una pieza clave en la actual coyuntura y, a pesar de los ajustes derivados de la crisis económica, el Gobierno quiere que siga gestionando los asuntos religiosos y el trabajo en torno a la nueva ley. “Fuente:FEREDE” DE LOS PRESBITERIOS
Iglesia de Rubí (Barcelona) A primeros del mes de junio la Pastora Nathalie Reverdin , presento su renuncia como Pastora de dicha iglesia., en la que pastoreaba a tiempo parcial desde abril del año 2008. Iglesia de Cartagena A primeros de julio se ha traslado el Pastor Abraham García con su familia a la iglesia en Cartagena. La instalación será el sábado, 4 de septiembre, a las 16’00 horas. Ayuda para Haití La Iglesia Evangélica Española ha mandado para proyectos de ayuda a las victimas del terremoto en Haití la cantidad de 12.784 € . Esto ha sido posible a la generosi-
dad de donativos individuales de personas y de iglesias. Juan Varela Iglesia de Reus El martes 22 de junio de 2010, a las 14 horas, el Señor de la Vida llamó a su presencia a nuestro estimadísimo hermano Enric Pedrol i Gasol a la edad de 82 años. Nuestro hermano trabajó muchos años en la marina mercante, viajando por todo el mundo. F ue siempre un referente del mundo evangélico en la ciudad de Reus y, durante toda su vida fue un puntal de la Iglesia Evangélica del Salvador, y muy especialmente en los tiempos difíciles de la dictadura cuando predicaba en los cultos clandestinos que se celebraban, ya que nuestra iglesia estuvo clausurada desde 1939 a 1947. Era muy querido en la ciudad de Reus. Su madre ya era miembro de la Iglesia Evangélica. Los que lo hemos conocido lo hemos amado. El sepelio tuvo lugar el miércoles 23 de junio a las 16 horas en su amada iglesia de la calle Vidal de Reus. Narcís de Batlle Teixidor