Mercedes Bailo Azón falleció el 22 de marzo. Con este acto queremos dar testimonio de su paso por nuestro centro, de nuestro respeto y de nuestro aprecio. También estamos aquí para transmitirle a su familia nuestras condolencias y a Luis, su marido, nuestra solidaridad en estos momentos que estarán siendo difíciles. Merche era nuestra compañera, vuestra profesora y todos sentimos el vacío que ha dejado como compañera, profesora y amiga. Ejerció varios años de maestra de escuela en Constantina, y allí mismo, una vez licenciada en filología hispánica, inició una nueva etapa profesional como profesora de secundaria en la que fue su alumna Almudena González Caballero, quien nos ha hecho llegar una carta que oiremos de boca de Lola Hinojosa.
Palabras de Almudena González Caballero (lectura de Lola Hinojosa) Hoy me enfrento de nuevo al papel en blanco como tantas veces hemos hecho juntas. Hoy, es distinto. No está tu mano amiga para corregirme y recordarme lo importante que es confiar en mí. Aún así, sólo puedo acordarme de ti con una gran sonrisa en la cara. La misma que te he visto tantas veces. El fin de estas palabras es engrandecer, humildemente, una tarde en tu nombre. Sabes bien que todo homenaje merecerá la pena siempre que el cariño sea quien lo mueva. Bueno Merche, con tu permiso me dirijo a quienes nos escuchan para hablarles un poco de ti, ya que con la modestia que te guía poco les habrás contado. Mercedes Bailo se podría definir como la infatigable entrega hecha persona. Siempre supe, o así al menos lo siento, que la enseñanza era su herramienta para conseguir su verdadera labor; luchar por todo corazón que a ella se acercara. En Constantina pasó lo que se llamaría la gran parte de su “vida profesional”. Pero bien sé que antes que la profesora, a Constantina llegó una joven inquieta con ganas de hacer cosas nuevas, con ganas de hacer amigos. Lo cierto, es que los amigos los hacía hasta sin querer. Su fiel compañera, la alegría del trabajo bien hecho. Fue aquí, en mi pueblo, donde Mercedes Bailo daba clases magistrales... de vida. Sé de buena fe que el número de personas tocadas con la fortuna de conocerle y escuchar sus consejos no cabría en esta tarde. Y, que han sido, o hemos sido, muchos los que hemos contado con su mano para encaminar nuestro destino. Como ocurre con todo lo excelente, surgieron quienes trataron de borrar su sonrisa. Puedo entenderlo con gran esfuerzo e infinita ironía. ¿Quién no va a envidiar a alguien tan dulce que sólo con la verdad y el esfuerzo llegaba a donde quisiera? Como bien le escuché en numerosas ocasiones: “cuidado con los que no saben brillar por luz propia porque tratarán de ensombrecer la tuya”. Apasionada, dulce, luchadora, entregada, altruista, sensible, culta, elegante en formas, educada, acogedora, amigable, atenta... y así podría seguir durante horas. A todos los que escucháis, espero que esta tarde se alegre. Como lo era ella siempre que la literatura y los amigos estaban cerca. Pues así lo hubiera querido. A aquellos que la conocieron poco y a todos los que la aprecian, enhorabuena. Con el tiempo sabréis que quien ha tenido la oportunidad de compartir un solo segundo con Mercedes Bailo ha tenido la suerte de conocer la bondad máxima que el ser humano puede expresar. Ha conocido a alguien que, sin nada a cambio, te hubiera ayudado a cruzar el puente más endeble sabiendo que podría caer con él. Ha tenido el privilegio de saber que se puede vivir sin miedo a luchar por los sueños por muy lejanos que parezcan. Gracias por llevar a Mercedes en el corazón porque, sin duda, quien así lo pueda hacer tendrá su luz para siempre. Ya, ya. No me digas que no es para tanto. Sé que no te gusta que te reconozcan los méritos, pero ¿si los tienes? No te preocupes, ya por hoy no digo más. Agradecida por siempre, tu periodista y fiel compañera. Te quiere, Almudena.
Nacer y morir son dos realidades humanas y llenas de las emociones más fuertes que podemos experimentar. Ahora puedo recordar las horas compartidas en el Departamento, en clase o en la sala de profesores, unas con más intensidad que otras, los momentos de júbilo que hemos compartido, pero también algunos momentos tristes y... los problemas compartidos. Ahora nos queda recordarla y mantener vivo su recuerdo, y para ello bien podríamos hacer una cuenta de sonrisas, como la que propone Pedro en este poema que él ha escrito:
“Una cuenta de sonrisas”, Pedro Moreno Si el mundo contara la edad, y la experiencia, en lugar de con años, con sonrisas, los sabios serían los músicos, los cantores, los niños que pedalean por los parques. Si pudiera decir: “tengo ochenta sonrisas”, una nueva nacería entre tus labios, te haría más feliz, más vigorosa. Si pudiera celebrar mi “cumple-risas”, lo llenaría de sabios sin bigotes, prepararía una tarta con mil guindas, te mojaría de nata las mejillas. Una audaz idea desterraría a todos los serios e implacables, hombres de negro y mujeres cómplices a un purgatorio lleno de cosquillas, que ablandasen sus pieles lastimadas. Existiría un catálogo de sonrisas, que recogiera un sinfín de variedades: las leves, las lascivas, las más puras, las cómplices, las tiernas, las que me dan la gana, las que reconcilian y aflojan los tornillos, las que acogen momentos de negros nubarrones, para acompañarlos al lugar donde reside, la señora sonrisa comprensiva. Y si ese mundo pudiese ser creado, solo podrá ser si lo imagino, si lo imaginas conmigo y sonreímos. Afloja la mandíbula y suene el mantra, de la fuerza vital que nos habita. Sonríele a esa flor, a esa farola, a esa vieja señora que sentada, está esperando que alguien le sonría.
¿Es esta la lección que aprendemos siempre que la muerte nos mira a la cara, cuando esta irrumpe de repente y se nos cruza en nuestro camino? La vida es una continuidad absoluta e intacta, la muerte es un accidente insalvable, pero por qué la vida de alguien va a desaparecer del recuerdo solo por no estar a la vista, si la muerte no es nada.
“La muerte no es nada”, San Agustín (lectura de Hilario Medina) «La muerte no es nada. Tan sólo he ido a la habitación de al lado. Yo soy yo, y vosotros sois vosotros. Lo que yo era para vosotros lo sigo siendo siempre. Llamadme por el nombre con el que siempre me habéis llamado; habladme como lo habéis hecho siempre, no utilicéis un tono diferente, ni toméis un aire solemne o triste. Continuad riendo de lo que nos hacía reír juntos. Orad, sonreíd, pensad en mí, rogad por mí. Que mi nombre sea pronunciado en casa como siempre lo habéis hecho, sin énfasis de ningún tipo ni tampoco rastro de sombra. La vida significa todo lo que siempre ha significado. No se ha cortado ningún hilo. ¿Por qué debería estar fuera de vuestros pensamientos, simplemente porque no nos podemos ver? Os estoy esperando, por un intervalo. No estoy lejos; tan sólo al otro lado del camino. Todo va bien.»
Somos seres humanos y esta es nuestra grandeza, por suerte o por desgracia. Somos seres humanos con sentimientos, capaces de querer, de llorar, de sentir ausencia y añoranza. Somos seres humanos también capaces de recordar y de retener en el recuerdo las escenas que forman parte de nuestra vida, del camino que vamos recorriendo, siempre al lado de nuestros seres queridos, a los que les profesamos un amor constante más allá de la muerte.
“Amor constante más allá de la muerte”, Francisco de Quevedo (lectura de Catalina Espejo) Cerrar podrá mis ojos la postrera Sombra que me llevare el blanco día, Y podrá desatar esta alma mía Hora, a su afán ansioso lisonjera; Mas no de esotra parte en la ribera Dejará la memoria, en donde ardía: Nadar sabe mi llama el agua fría, Y perder el respeto a ley severa. Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, Venas, que humor a tanto fuego han dado, Médulas, que han gloriosamente ardido, Su cuerpo dejará, no su cuidado; Serán ceniza, mas tendrá sentido; Polvo serán, mas polvo enamorado.
Somos seres humanos, en definitiva, capaces de construir la memoria de lo que hemos vivido y de compartir esta memoria con los demás, con la familia, con los amigos, con los compañeros. Es este gran valor, la memoria individual y colectiva, la que permite que después de la muerte, las personas queridas continúen estando presentes en nosotros. La que permite mantener un vínculo imborrable. “Dicen que las alegrías, cuando se comparten, se agrandan. Y que en cambio, con las penas pasa al revés. Se achican. Tal vez lo que sucede, es que al compartir, lo que se dilata es el corazón. Y un corazón dilatado esta mejor capacitado para gozar de las alegrías y mejor defendido para que las penas no nos lastimen por dentro.” ―Mamerto Menapace Y esto es lo que hace Carmen Sánchez en la carta que ha dirigido a Mercedes.
Carta a Mercedes, de Carmen Sánchez Querida Mercedes, En este momento del año escolar se nos pide que hagamos memoria de lo acontecido durante el curso. Es ahora cuando echamos la vista atrás y comprobamos con alegría nuestros logros y programamos nuestras actividades con la esperanza de hacerlo aún mejor. También nos entristecemos por todo aquello que no hicimos... o se nos escapó de las manos. Tú, mi querida Mercedes te fuiste sin decirnos adiós y te desvaneciste en un silencio callado. No pudimos retenerte con nosotros. Querida Mercedes parece que te estoy viendo en aquella primera reunión convocada para los profesores nuevos, tan elegante y delicada como una piedra preciosa concediéndonos la merced , la gracia de tu acento maño. Te veo por los pasillos trazando armoniosas líneas en el aire al son del ritmo que tus tacones marcaban. Siempre con una sonrisa, una palabra amable... porque tú Mercedes eres una persona bella por dentro y por fuera Te fuiste, sí, y no nos dijiste adiós pero a mí me gusta creer que hay otra dimensión donde los espíritus dulces y bellos habitan y desde allí nos acompañan en nuestra tarea diaria, en la responsabilidad de educar y enseñar. Por eso Mercedes este año en nuestra Memoria Averroense escribiremos, “Mercedes: el tiempo que dedicó a este Centro fue una joya de incalculable valor que por siempre brillará en nuestra alma colectiva”.
“Hagamos un trato”, Mario Benedetti (lectura de Javier Cuenca) Compañera, usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo. Si alguna vez advierte que la miro a los ojos, y una veta de amor reconoce en los míos, no alerte sus fusiles ni piense que deliro; a pesar de la veta, o tal vez porque existe, usted puede contar conmigo. Si otras veces me encuentra huraño sin motivo, no piense que es flojera igual puede contar conmigo. Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo; y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco. No ya para que acuda presurosa en mi auxilio, sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo. Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta, un charco era un océano, la muerte lisa y llana no existía. Luego cuando muchachos, los viejos eran gente de cuarenta, un estanque era un océano, la muerte solamente una palabra. Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en los cincuenta,un lago era un océano, la muerte era la muerte de los otros. Ahora, veteranos, ya le dimos alcance a la verdad, el océano es por fin el océano, pero la muerte empieza a ser la nuestra.
Cuando la muerte empieza a ser la nuestra, la memoria se hace de recuerdos, de escenas vividas. De anécdotas a veces banales, a veces cargadas de simbolismo y de emociones. Una memoria hecha de palabras, de tintineos, de olores de perfumes y de imágenes que nos dan sentido a una vida. Quiero defender la alegría como un derecho, defenderla del dios y del invierno, de las mayúsculas y de la muerte, de los apellidos y las lástima y también la alegría de haberla conocido.
“Defensa de la alegría”, Mario Benedetti (lectura de José Antonio Álvarez) Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas defender la alegría como un principio defenderla del pasmo y las pesadillas de los neutrales y de los neutrones de las dulces infamias y los graves diagnósticos defender la alegría como una bandera defenderla del rayo y la melancolía de los ingenuos y de los canallas de la retórica y los paros cardiacos de las endemias y las academias defender la alegría como un destino defenderla del fuego y de los bomberos de los suicidas y los homicidas de las vacaciones y del agobio de la obligación de estar alegres defender la alegría como una certeza defenderla del óxido y la roña de la famosa pátina del tiempo del relente y del oportunismo de los proxenetas de la risa defender la alegría como un derecho defenderla de dios y del invierno de las mayúsculas y de la muerte de los apellidos y las lástimas del azar y también de la alegría
Las alumnas de Merche, Elena, Natalia y Judith quieren recordarnos su faceta de profesora.
Carta para Merche, de Elena Granadillo, Natalia Frejo y Judith Física Aún no me creo que ya no estés. No me creo que te hayas ido. Así de repente, como si fueras un papel arrastrado por el viento, llevado hasta el país del nunca jamás, donde estoy segura de que estás descansando, tranquila y en paz. Aún oigo el eco de esas historias tan graciosas que nos contabas, tus tacones caminando por el pasillo, aún recuerdo la sonrisa de hoyuellos que se te ponían cuando hablabas de tus familiares más cercanos, la manera en la que te brillaban los ojos y el sonido de tu enorme corazón chocando contra tu pecho. Recuerdo tus manías y costumbres, como que te gustaba ir siempre conjuntada y que le ponías tu nombre a todos tus libros por si prestabas alguno. Y nunca se me olvidará tu voz, imponente, segura y decidida. Por no hablar de tu particular acento, nos hacía tanta gracia... Y todas y cada una de nosotras nos dábamos cuenta, de lo mucho que te gustaba enseñarnos, vernos aprender, y notábamos esa ilusión que te llenaba el alma y te recorría cada parte de tu cuerpo, llenándote de vida, y haciéndote feliz. Porque seguro que lo eras, esa sonrisa que nos traías cada mañana era demasiado preciosa para ser fingida. Y sabemos que no eras perfecta pero no nos importaba, porque lo único que hacías era transmitirnos ilusión, conocimiento, paz y cariño. Y solo podíamos devolvértelo comportándonos bien, con pequeñas muestras de cariño, pero sin olvidarnos de que eras nuestra profesora, aunque seguro que la mayoría estaría encantada de ser algo más: conocida, amiga, compañera. Gracias por habernos regalado tanto, por habernos hecho pensar y reflexionar lo impredecible pero importante a nuestros ignorantes ojos, por significar tanto para nosotros y haber estado a nuestro lado, por habernos hecho cómplices de tus miradas, y compañeras de tus risas. Algunas personas te apreciarían más que otras, pero está claro que hoy, aquí en este preciso momento, todas las personas presentes, te dedican estas preciosas palabras, que aunque no se puede explicar lo mucho que nos importabas con simples adjetivos, te queremos demostrar, estés donde estés, que nos importas de verdad, que te extrañamos, que te queremos y sobre todo te deseamos suerte, para que seas feliz y te acuerdes de nosotros, allí donde los ángeles cantan, y si te has convertido en uno de ellos, cántanos una dulce melodía como un último regalo a nuestros pobres corazones, que yacen por un momento, presos de tu recuerdo.
Terminamos estas lecturas con unas palabras de José Antonio Ponferrada, acompañado por el testimonio de Rafael Ballesteros en el disco de Aguaviva Poetas andaluces de Ahora (1976).
“Pero yo no lo entiendo”, José Antonio Ponferrada Yo no entiendo esto. No entiendo la muerte de Mercedes. No entiendo el sistema educativo. Una chica educada muere en el sistema educativo: una paradoja. Pero yo no lo entiendo. No entiendo los largos estudios para las largas esperas, los largos estudios para las largas ignorancias. Ni morir joven, Mercedes; ni morir en primavera. Porque, si lo entiendo, todo es demasiado terrible. Los lobos, los miedos de nuestros cuentos... con otras pieles: las de verdad, las suyas: pieles de hombres que dicen no, pieles de dioses que dicen basta. Hay amor, hay brillo, también en los institutos. Y hay en nuestras aulas amores contrariados, soledades juntas. Dijeron que la enseñanza es alguien que quiere enseñar, alguien que quiera aprender, algo que poder enseñar. Tiempos duros: demasiado ruido entre nosotros. Mercedes Bailo, compañera: ha vuelto a pasar. Lo dijo Maiakowski, lo cantó Raimón: “Se ha roto la barca del amor / contra la vida cotidiana.” Recibe tú en algún lugar, de cualquier modo, por cualquier medio, de alguna manera... este trocito de amor que tus compañeros te ofrecemos.
“Ni yo tampoco entiendo”, Rafael Ballesteros Ni yo tampoco entiendo si se me abre el grifo y sale una bala tras otra bala, si abro la puerta y se nos entra el fusilado y cierro y se me queda fuera el dedo, si unto amor en el labio entreabierto y nada, si miro el muro y todavía distingo los boquetes. Tampoco entenderé el tiro de gracia, El tema 83, la democracia, el ácido sulfúrico, los ceros, el tacón, las hambres, el casamiento orgánico. De este mundo los dos sabemos poco. Y sin embargo, estamos aquí obligatoriamente obligados a entenderlo.
La vida sigue su curso, las aulas y los pasillos se hundirán en la niebla del olvido, pero cuando la niebla se despeje, esperemos que hayamos contribuido a que el olvido esté lleno de memoria, DE TU MEMORIA MERCHE. GRACIAS A TODOS.