Boletin 20 34

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EN EL PRINCIPIO

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I g l e s i a B í b l i c a

¿ESTÁS LISTO PARA EL VIAJE? DOMINGOS 11:30 AM

COMENTARIO PARA GRUPOS PEQUEÑOS Génesis 20 Abraham y su familia eran nómadas. No vivía en un solo lugar, sino que se movían, según la necesidad; tenían que ir constantemente en busca de agua y de pastos para alimentar a su ganado. (Génesis 20:1) Abraham había estado en Hebrón por mucho tiempo, pero levantó tiendas y se mudó al otro sitio, probablemente en busca de mejores pastos. El problema es que él y su familia volvieron a ser desconocidos, “extranjeros” entre los nativos. Y cuando uno es extranjero en tierra ajena, uno está en una posición muy vulnerable. Tal vez por esa razón, Abraham se sintió en la necesidad de hacer una alianza con el rey del lugar. De nuevo, el rey se sintió atraído por la belleza de Sara. Por miedo a que lo mataran para quedarse con ella, Abraham volvió a decir que era “su hermana” en lugar de su mujer. Lo mismo había sucedido en Egipto, pero Abraham no aprendió de la lección del pasado, y volvió a cometer el mismo error. (Génesis 12:11-13) Y sucedió que cuando se acercaba a Egipto, dijo a Sarai su mujer: Mira, sé que eres una mujer de hermoso parecer; (12) y sucederá que cuando te vean los egipcios, dirán: "Esta es su mujer"; y me matarán, pero a ti te dejarán vivir. (13) Di, por favor, que eres mi hermana, para que me vaya bien por causa tuya, y para que yo viva gracias a ti.

Al creer que Sara era hermana de Abraham, le abrió el paso al rey de Gerar para tomarla para sí. (Gen. 20:2) Y Abraham dijo de Sara su mujer: Es mi hermana. Entonces Abimelec, rey de Gerar, envió y tomó a Sara. El rey tomó a Sara como parte de una alianza de paz con Abraham y su gente. A todas luces, esto no era correcto. Pero, a pesar del error de Abraham, Dios no permitió que eso quedara así…

(Génesis 20:3-5) Pero Dios vino a Abimelec en un sueño de noche, y le dijo: He aquí, eres hombre muerto por razón de la mujer que has tomado, pues está casada. (4) Mas Abimelec no se había acercado a ella, y dijo: Señor, ¿destruirás a una nación aunque sea inocente? (5) ¿No me dijo él mismo: "Es mi hermana"? Y ella también dijo: "Es mi hermano." En la integridad de mi corazón y con manos inocentes yo he hecho esto. Dios no sólo salvó a Sara, sino también a Abimelec, de cometer un grave error. El rey había tomado a Sara como concubina creyendo que podía. Pero ella era casada, y si se hubiera unido a ella, le hubiera traído consecuencias negativas a su casa. Pero Dios fue bueno, y lo detuvo antes del acto. (Génesis 20:6-8) Entonces Dios le dijo en el sueño: Sí, yo sé que en la integridad de tu corazón has hecho esto; y además, yo te guardé de pecar contra mí; por eso no te dejé que la tocaras. (7) Ahora pues, devuelve la mujer al marido, porque él es profeta y orará por ti, y vivirás. Mas si no la devuelves, sabe que de cierto morirás, tú y todos los tuyos. (8) Abimelec se levantó muy de mañana, llamó a todos sus siervos y relató todas estas cosas a oídos de ellos; y los hombres se atemorizaron en gran manera. El Señor protegió no sólo a Sara y a Abraham, sino también a Abimelec y a su casa. El rey estaba actuando con integridad; pero era Abraham quien no había sido completamente sincero y honesto. ¡Qué vergüenza que un impío actúe con más rectitud que un justo! Lamentablemente esto se ve mucho en el mundo… Pero debemos cuidar nuestro testimonio. (Gen. 20:9-10) Entonces Abimelec llamó a Abraham, y le dijo: ¿Qué nos has hecho? ¿Y en qué he pecado contra ti, para que hayas traído sobre mí y sobre mi reino un pecado tan grande?

Me has hecho cosas que no se deben hacer. (10) Y Abimelec añadió a Abraham: ¿Qué has hallado para que hayas hecho esto? Abraham le explicó que se había dejado llevar por miedo, y que en realidad Sara era su media hermana. Le había dicho una verdad “a medias”. (Gen. 20:11-13) Y Abraham respondió: Porque me dije: Sin duda no hay temor de Dios en este lugar, y me matarán por causa de mi mujer. (12) Además, en realidad es mi hermana, hija de mi padre, pero no hija de mi madre; y vino a ser mi mujer. (13) Y sucedió que cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije a ella: "Este es el favor que me harás: a cualquier lugar que vayamos, dirás de mí: 'Es mi hermano.'" Abraham y Sara habían hecho un pacto basado en el miedo, no en la confianza en Dios. Por poco ponen en riesgo la simiente de la promesa. Por la gracia de Dios, la reputación de Sara quedó sin mancha. No sólo fue devuelta a Abraham sin ser mancillada, sino que además le entregó un pago de redención. (Gen. 20:14-16) Entonces Abimelec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas, y se los dio a Abraham, y le devolvió a Sara su mujer. (15) Y dijo Abimelec: He aquí, mi tierra está delante de ti; habita donde quieras. (16) Y a Sara le dijo: Mira, he dado a tu hermano mil piezas de plata; he aquí, esta es tu vindicación delante de todos los que están contigo, y ante todos, quedas vindicada. “Vindicación” en hebreo es: Kesut Einaim, que literalmente significa: cubierta para los ojos. La plata iba a “cubrir los ojos”. Esto se ha interpretado de dos formas: * Para cubrir el acto injusto que se ha hecho. * Para proteger la reputación de la mujer, haciendo saber que es pura y no la ha tocado hombre. Era MUY importante dejar prueba que Sara no había sido tocada por otro hombre además de su marido, ya que debía asegurarse que el hijo que Sara iba a tener no era de Abimelec, sino sólo de Abraham.


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