Boletin 21 36

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explica que será para que "Dios sea glorificado" (heb. Kavad, también: honrar). Y también para que los egipcios sepan quién es Jehová.

-COMENTARIO PARA GRUPOS PEQUEÑOS ÉXODO 14 EL CRUCE DEL MAR ROJO Como vimos en el capítulo anterior, cuando los israelitas salieron de Egipto, Dios los guió a través del desierto, en lugar de llevarlos por el camino más transitado (Exo. 13:17-18). El Señor los llevó por el desierto para enseñarles lo que necesitan aprender antes de entrar a la Tierra Prometida. El camino a la vida es angosto, y es difícil porque tiene el propósito de perfeccionarnos. (Mateo 7:13) La Redención no sólo consiste en salir de la esclavitud, sino en aprender a vivir en libertad. Los israelitas fueron liberados de las cargas pesadas de Egipto, pero ahora debían aprender a vivir como hombres libres. Dios no los libertó para que hicieran lo que quisieran; los redimió y pagó el precio de su libertad, para hacerlos su pueblo escogido. ¿Qué hubiera pasado si ellos sólo hacen lo que quieren? Pronto hubieran vuelto a caer esclavos. Dios no sólo los llevó por el camino más largo e intransitable, sino que además les hizo acampar en un lugar cerrado. (Exo. 14:1-2) El lugar donde acamparon por primera vez fue Pihahirot, que literalmente significa “boca de los desfiladeros”. Era una especie de valle ubicado a las orillas del Mar Rojo y a la sombra de unas planicies altas (Migdol, lit. torre). En cierta forma, era como un callejón sin salida. ¿Por qué Dios los llevó a través de ese cañón que desembocaba en el Mar Rojo, sin una salida visible? La respuesta es: porque tenía una lección que enseñarles allí. Dios le reveló a Moisés que tenía un plan sorpresivo para Israel en ese lugar: (Éxodo 14:3-4a) Cuando los israelitas creían que ya se habían librado del Faraón, Dios vuelve a atraerlo porque todavía había una lección que aprender. Por última vez, el Señor va a endurecer (Jazak, lit. fortalecer) el corazón del Faraón. ¿Con qué propósito? El versículo cuatro

Uno hubiera pensado que después de las diez plagas, los egipcios ya se habrían dado cuenta del poder de Dios; pero evidentemente aún no lo reconocían. El dolor de la pérdida de los primogénitos ablandó el corazón del Faraón para dejar ir a los israelitas. Pero ese sentimiento no le duró mucho; el dolor se tornó en cólera cuando se enteró que los israelitas no iban sólo de paseo, sino que salieron de las fronteras para no volver jamás. (Éxodo 14:5) La reacción inmediata del Faraón fue perseguirlos. Y fue acompañado de su poderoso ejército para hacerlos volver. (Éxodo 14:6-7) Aún esto era parte del Plan de Dios. Como ya mencionamos, Dios propició esta persecución porque todavía había algo que aprender de ello. (Éxodo 14:8) El Faraón creía tener la fuerza y el poder de su lado, al ir acompañado por el ejército más poderoso de esos tiempos. Pero quienes realmente tenían la ventaja eran los israelitas, ya que de su lado estaba la "mano poderosa" (heb. B'Yad Ramá, lit. mano levantada, exaltada) de Jehová de los ejércitos. ENTRE LA ESPADA Y LA PARED Cuando los egipcios alcanzaron a los israelitas, ellos estaban en un callejón sin salida, en Pi-hahirot (lit. boca de los desfiladeros). (Éxodo 14:9) En cierta forma, los israelitas quedaron entre la espada y la pared, con el ejército egipcio descendiendo por el cañón y por el otro lado frenados por el Mar Rojo. No podían huir, aunque lo hubieran intentado. (Éxodo 14:10) Si el clamor de los israelitas hubiera sido un grito de socorro y una petición de ayuda, hubiera estado bien. Lastimosamente lo que salió de su corazón fue un reclamo más que una petición: (Éxodo 14:11-12) Ya vamos viendo que no sólo los egipcios necesitaban aprender del encuentro en el Mar Rojo. LECCIÓN PARA ISRAEL Dios permitió que el Faraón persiguiera a los israelitas porque también ellos necesitaban aprender una lección a las orillas del Mar Rojo. Los israelitas ya habían salido de Egipto, pero Egipto aún no había salido de sus corazones. Los israelitas parecían estar sufriendo lo que se conoce como “Síndrome de Estocolmo”, en el que las víctimas llegan a creer que sus opresores

son sus salvadores. Este mal recibe ese nombre por lo que ocurrió en un secuestro en Estocolmo: unos terroristas tuvieron a un grupo de rehenes a quienes maltrataron física y emocionalmente; pero luego de su liberación, los rehenes hablaron maravillas de sus captores. Los psicólogos explican que los prisioneros se acostumbran a su cautividad, y aún llegan a apreciar a los captores porque con ellos se sienten seguros. De forma similar, los israelitas llegaron a acostumbrarse a la vida de esclavitud en Egipto, donde se sentían seguros. Aunque vivían en condiciones de miseria y maltrato, nunca les faltó comida ni techo, sus necesidades eran cubiertas, y no debían tomar decisiones arriesgadas. Por eso aún tenían una dependencia emocional hacia Egipto. Israel necesitaba aprender a vivir en libertad, la cual conlleva riesgo y responsabilidades. Recién salidos de Egipto, los israelitas todavía tenían mentalidad de esclavo, y no estaban preparados para entrar y conquistar la Tierra Prometida. Llevaban armas de guerra (Exo. 13:17-18), pero todavía necesitaban cambiar su mente para estar preparados para el día de la batalla. Por eso Dios los llevó por el desierto, para transformar su mente y fortalecer su fe en Dios. PRUEBAS EN EL DESIERTO En su reacción al ver el ejército egipcio, los israelitas mostraron que tenían más miedo del Faraón que de Jehová (Exo. 14:11-12). Por eso, Dios les preparó varias pruebas en el camino—no para que “cayeran”, sino para que las superaran y subieran de nivel, para que cortaran su dependencia a Egipto, y comenzaran a confiar plenamente en Dios. Si el Señor permite que pasemos por pruebas, es para nuestra edificación (Sant. 1:2-4). Milagro en el Mar Rojo (Ex. 14:11-12) Si dependiera de los israelitas, ellos hubieran regresado con los egipcios con la cabeza agachada, y les hubieran servido como esclavos para siempre. Pero ése no era el plan de Dios, y Moisés lo sabía: (Éxodo 14:13) Dios los llevó a ese callejón sin salida para que no les quedara otra que confiar en Él. Allí les iba a ser arrancado el temor de Faraón, y comenzarán a aprender a confiar en Dios. Ante una amenaza, el instinto nos lleva a correr y huir. Pero es interesante que la instrucción de Moisés fue lo opuesto: "¡Quedaos quietos!" Y la siguiente instrucción es simple: "¡Ved!" Lo que verán es la "salvación de Jehová" (heb. Yeshuat Yehová), y lo que ya nunca verán jamás es a los egipcios. La expresión “nunca más los volveréis a ver”, algunos teólogos lo interpretan, no como una promesa, sino como un mandamiento: “nunca más vuelvan a ver así a los egipcios”. En otras palabras, el Señor les está diciendo que ya no vuelvan a ver a Egipto como su salvación. (Deut. 28:62-67) La ultima consecuencia de la desobediencia es regresar al punto de partida en la redención: la esclavitud en Egipto. La tentación de confiar en Egipto más que en Dios no es exclusivo


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