BOE de la diócesis de Jaén: 2008 - 3 - Julio, Agosto, Septiembre

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BOLETÍN OFICIAL ECLESIÁSTICO DE LA DIÓCESIS DE JAÉN JULIO-AGOSTO-SEPTIEMBRE 2008


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Edita: Vicaría de Comunicación • Diócesis de Jaén

Imprime: Gráficas la Paz • Torredonjimeno


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ÍNDICE JULIO-AGOSTO-SEPTIEMBRE

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I. DOCUMENTOS I.I. DEL OBISPO SECCIÓN DOCTRINAL 1. ¡Feliz verano! Carta-invitación a los sacerdotes para la Asamble 2008 .................................................................................................... 7 2. Primera sesión del Consejo Diocesano de Pastoral .......................... 8 3. Homilía. Encuentro sacerdotal. Seminario de Jaén ........................ 12 4. Homilía. Funeral por las víctimas del accidente aéreo en Barajas . 15 5. Homilía. Inauguración del curso 2008-2009 .................................. 18 DISPOSICIONES JURÍDICAS 1. Constitución de la Comisión Permanente Consejo Diocesano de Pastoral ............................................................................................... 23 2. Decreto sobre fiesta del Apóstol Santiago ...................................... 24 3. Decreto por el que se instaura en la Diócesis de Jaén el Catecumenado de niños en edad escolar, no bautizados ............................................. 25 4. Celebración del Año Paulino en la Diócesis de Jaén ...................... 37 I.II. VICARÍA GENERAL ................................................................. 41 I. III. CANCILLERÍA - SECRETARÍA GENERAL Nombramientos y ceses ...................................................................... 43 Decretos de erección canónica ........................................................... 51 Aprobaciones de estatutos .................................................................. 51 Confirmaciones de hermanos mayores o de presidentes de agrupaciones hermandades y cofradías .................................................................... 52 Elecciones de prioras o abadesas de monasterios ............................... 53 Otras informaciones ............................................................................ 54 II. INFORMACIÓN II.I. DE LA DIÓCESIS Actividaes del Obispo ......................................................................... 59


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II.II. DE LA SANTA SEDE 1. Instrumentum laboris para la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos ........................................................................ 63 2. Mensaje completo para el Domingo del Mar 2008 ...................... 136 3. Instrucción sobre los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas. 138 4. Carta de su Santidad Benedicto XVI con motivo del Día de la Santa Sede en la Exposición Internacional de Zaragoza ............................ 153 5. Homilía del Papa Benedicto XVI en el 150 Aniversario de las apariciones de Lourdes ..................................................................... 154 6. Celebración Eucarística para la XXIII Jornada Mundial de la Juventud. Homilía del Santo Padre Benedicto XVI ......................... 159 7. “El turismo afronta el reto del cambio climático”. Mensaje del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes con ocasión de la Jornada Mundial del Turismo ..................................... 164 8. Encuentro del Pape Benedicto XVI con el clero de la Diócesis de Bozen-Brixen. ................................................................................... 168 II.III. DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA. DE LA ENSEÑANZA RELIGIOSA DE ANDALUCÍA 1. Comunicado del Consejo de Delegados Diocesanos de la Enseñanza Religiosa de Andalucía ..................................................................... 187 2. Homilía en la Eucaristía de toma de posesión del nuevo Arzobispo Castrense. Catedral de las Fuerzas Armadas .................................... 188 II.IV. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ................................... 195 1. Homilía del Emmo. y Rvdmo. Sr. Cardenal-Arzobispo de Madrid en la Eucaristía de Exequias por los fallecidos en el accidente aéreo del aeropuerto de Barajas ....................................................................... 195 2. 31 Jornadas de Delegados de Pastoral Vocacional de España ...... 199 3. CCX Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española. .......................................................................... 200 4. Oficina de Información ................................................................. 202 II.V. DEL ESTADO ESPAÑOL........................................................ 205 1. Sentencia sobre cancelación de datos de libros de bautismo........ 205


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DOCUMENTOS DEL OBISPO SECCIÓN DOCTRINAL 1. ¡FELIZ VERANO!. CARTA - INVITACIÓN A LOS SACERDOTES PARA LA ASAMBLEA 2008 Queridos hermanos y amigos: En nombre de nuestro Vicario general y Episcopales, también en el mío propio, os deseamos un buen descanso, junto a vuestros fieles, familiares y amigos. A poco que guardemos silencio, y más junto al Sagrario, renacerá en nuestro interior como promesa de plenitud y felicidad, el eco de aquella oración sacerdotal de Jesús: «Ellos están en el mundo y yo voy a ti. Padre Santo cuida en tu nombre a los que me has dado»” (Jn 17, 11) Nuestro oficio es «de amor», escribió San Agustín, y también en verano, estemos donde estemos, somos testigos del amor de Dios. Jesús nos preguntó un día como a Pedro, antes de entregarle su grey si lo amábamos, y continúa haciéndonos, una y otra vez, la misma pregunta. Nuestra respuesta, siempre joven, renueva el horizonte de nuestra vida, y nos une progresivamente a Él desde ese amor. Como un susurro continuado decimos como San Pablo: «me amó hasta entregarse por mi» (Gal 2, 20). Como el apóstol de los gentiles nos sabemos alcanzados y habitados por Cristo (Cf. Filp 3, 12; Gal 2, 20). Él actúa en nosotros, movidos por el Espíritu, desde un nuevo amor del que nada ni nadie nos puede separar (cf. Rom 8, 35- 39). Ese amor es el que apremiaba y conducía los pasos de Pablo (cf. 2 Cor 5, 14). Intimemos con este modelo de Apóstol en el año jubilar recién estrenado. Os recordaba el pasado día 5 de, en la inolvidable fiesta que celebrábamos en la Catedral con ocasión de la ordenación de cinco nuevos hermanos sacerdotes, las palabras muy recientes de Benedicto XVI, en que resaltaba como propio de nuestra tarea sacerdotal: «anunciar y testimoniar la alegría». Para ello necesitamos, decía el Papa, «que el fuego del Espíritu arda en nosotros, que more en nosotros la alegría del Señor».


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Gracias de corazón por la entrega del curso pastoral que acabamos de concluir. Tenemos que reponer fuerzas desde el descanso junto al Señor, y al lado de tantos amigos, familiares, hermanos. Muy pronto celebraremos dos acontecimientos que hemos de incluir ya en nuestras agendas: - La tanda de Ejercicios Espirituales para Sacerdotes en La Yedra, entre los días 1 y 5 de septiembre, ambos incluidos, dirigidos por D. Saturnino Gamarra. - El primer Encuentro sacerdotal del curso 2008- 2009, el 15 de septiembre en el Seminario diocesano, conforme al orden del día que se adjunta. Estará con nosotros nuestro querido hermano D. Antonio Ceballos Atienza. No dejemos de acompañar y orar también en este tiempo por muchos de nuestros fieles que no pueden gozar de vacaciones y de un descanso bien merecido. Pensemos, en particular, en los ancianos y enfermos, quienes incluso en este tiempo sufren más la soledad. Debemos expresarles nuestra cercanía espiritual y llevarles también nuestro consuelo, en cuanto sea posible. Que María nuestra Madre a la que contemplaremos sobre todo en el Misterio de la Asunción a los cielos, y los Mártires de Arjona San Bonoso, San Maximiano y Compañeros, cuyo Año Jubilar inauguraremos en la Diócesis el próximo día 21 de agosto, intercedan por todos nosotros. Un fuerte abrazo en el Señor. Gracias. Jaén 12 de julio de 2008 Ramón del Hoyo López, Obispo de Jaén ***

2. PRIMERA SESIÓN DEL CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL (13 DE SEPTIEMBRE DE 2008) Saludos. 1. Bajo la intercesión del Apóstol San Pablo Recordarán que iniciamos la andadura de este Consejo diocesano de pastoral el pasado 28 de junio, fecha de la apertura del Año jubilar que la Iglesia celebra en honor del Apóstol San Pablo, en el bimilenario de su nacimiento. La transformación que sufrió su vida brotó de su encuentro con Jesucristo. Murió, en aquel encuentro, una existencia suya y nació otra nueva con Cristo


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resucitado. Lo que para él antes era esencial, desde entonces lo consideró “basura”, porque para él sólo contaba ya Cristo. Él era “su vivir”. Figuran en el orden del día las posibles orientaciones y ayudas, emanadas de este Consejo, que podríamos ofrecer a los fieles diocesanos para estas celebraciones. Los programas pueden esta muy bien estructurados, pero no perdamos de vista que lo fundamental será, como ocurrió en su vida, lograr ese encuentro personal con Cristo. No será con aquella fuerza irresistible y luminosa que lo envolvió camino de Damasco, pero también nosotros cristianos de Jaén, vamos a buscar ese encuentro especial con Cristo con ocasión de estas celebraciones, desde la oración, lectura de la Sagrada Escritura, vida litúrgica, peregrinaciones… 2. Objetivos y actividades de nuestro Plan Pastoral para este curso El apartado, diríamos, central de esta sesión será la presentación y reflexión sobre los objetivos y actividades del Plan Pastoral para el presente curso 20082009. Alguien podría preguntarse qué valor hay que darle a esta programación en toda la Diócesis y en cada una de las comunidades. Mi respuesta es clara y directa: Es la programación de la Iglesia de Jaén que presenta su Obispo para todos. El plan diocesano da unidad a todas las programaciones en la Diócesis, enriqueciendo lo particular, que a su vez fortalece a lo general. Todos los programas pastorales en el territorio diocesano deben hacer referencia a los objetivos y actividades que señalamos juntos para el presente curso pastoral. Por todo ello, este Plan diocesano debe darse a conocer, pero esto no basta. Para hacer nuestra esta programación, se precisa que la acojamos con espíritu de comunión y corresponsabilidad. Esta acogida será la mejor prueba, precisamente, de esa comunión y arraigo de nuestro sentido de pertenencia a la Iglesia diocesana. 3. Dos realidades a tener muy presentes De cara a conseguir logros importantes a través de las diversas propuestas y actividades que señalaremos para este curso en el Plan Pastoral, me permito proponer y urgir que se tengan como en el horizonte, en nuestra mirada, estas dos realidades: En el anverso de la moneda debemos insistir sobre la centralidad de la Eucaristía en la vida y misión de la Iglesia, en la dignidad y respeto que merecen


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la celebración de la Santa Misa, participación de los fieles, potenciación de la adoración y contemplación de la eucaristía: procurar hacer llegar, con máxima dignidad siempre, a las personas mayores y enfermas tan augusto sacramento. Es el horno en que se enciende nuestro amor a Jesucristo, la caridad pastoral, la caridad fraterna. He nombrado a un sacerdote, D. Mariano Cabeza Peralta, coordinador y animador de la devoción eucarística en la Diócesis. También en el Plan pastoral aparece como tarea “cuidar especialmente la celebración eucarística dominical y, dentro de ella, la música, la diversificación participativa y la homilía.” En el reverso de la moneda deberíamos situar la caridad y servicio a los pobres, es decir, la dimensión social de la participación en la Eucaristía. Es el criterio básico para comprobar la autenticidad de nuestras celebraciones eucarísticas, como nos recordaba Juan Pablo II en la Carta Apostólica Mane nobiscum Domine (cf. n. 28). Debemos abrir nuestros ojos y mucho más nuestro corazón para ver y sentir-acompañar las situaciones, con nombres y apellidos, de sufrimiento y pobreza de hermanos nuestros, tanto en el territorio diocesano como mucho más allá de esta geografía. Hemos de intentar hacer cada vez más eficaz nuestra diaconía en la caridad. En el Plan de Pastoral se fija como tarea a Cáritas diocesana la organización de una Asamblea diocesana. Creemos que debería ser muy especial en sus bodas de oro. Asimismo, se contempla la “presentación de los temas más esenciales de la Doctrina social de la Iglesia a los grupos de laicos más sensibilizados en las parroquias.” Por Cristo en la Eucaristía nace y se fortalece nuestra comunión con Dios Padre y todo el pueblo de Dios, con todos nuestros hermanos. Desde .a Eucaristía ciframos y afianzamos nuestra comunión en la Iglesia diocesana: sacerdotes, consagrados y fieles laicos. Desde esa comunión queremos crecer durante este curso en corresponsabilidad en nuestras tareas comunes de Evangelización. 4. Finalmente, como ya se informó por el Señor Vicario General en la sesión constitutiva, iniciaremos durante el presente curso el Catecumenado de adultos o itinerario catequético a seguir para un encuentro con el Señor, por parte de los adultos no bautizados (si no lo han recibido, lo recibirán muy próximamente en todas las parroquias y en las demás comunidades


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no parroquiales), y por otra parte, como también se les anunció aquel día, trataremos con más detalle en esta sesión la implantación en la Diócesis del Catecismo “Jesús es el Señor”. Nuestro Plan de pastoral es el anuncio del Evangelio de Jesucristo, en definitiva, con nuevo vigor y nuevos bríos. Una evangelización que se convierta en acontecimiento para quien la escuche y acoja. Que todos vean con claridad que ese acontecimiento no es otro que Jesucristo. Él es quien nos transforma bajo la fuerza de su Espíritu1. Estemos muy atentos, asimismo, a la situación social y eclesial del momento presente para descubrir qué busca, qué necesita, qué pide verdaderamente el hombre de hoy a la Iglesia. En definitiva se trata de vivir nosotros primero intensamente nuestra fe en Jesucristo, para ponerla luego en el corazón de nuestros hermanos, con el fin de que transforme nuestras vidas2. El Señor nos envía para que la próxima generación reciba de nosotros la fe cristiana, tenga la oportunidad de vivirla, para que ellos a su vez se la den, se la entreguen a los que les sigan. Trasmitir la fe, los que ya somos cristianos, es trasmitir la experiencia salvadora que nosotros vivimos a los carecen de ella. 1 Recordarán mi insistencia durante la sesión constitutiva de este Consejo sobre una característica esencial. LA EVANGELIZACIÓN tanto a los fieles bautizados como a los no bautizados, entre nosotros y lejos de nosotros. La Diócesis ha iniciado, como respuesta a este último extremo, una experiencia-proyecto misionero en el Vicariato Apostólico de Esmeraldas, en Ecuador. Hemos enviado a dos sacerdotes del presbiterio diocesano: D. Luis Fernando Criado Reca y D. Emilio Samaniego Guzmán. El pasado mes de agosto le acompañé a éste último para su incorporación al proyecto y pude, además, hablar con el Sr. Obispo, D. Eugenio y su Vicario General, conocer sobre el terreno, diríamos, las posibilidades, alcance, realidad, posibles dificultades. Quise ante todo, dejar muy claro que es un proyecto que empieza a ser realidad de nuestra colaboración misionera ad gentes, que es toda la Iglesia particular de Jaén la que se ha hecho allí presente y que estos sacerdotes evangelizan en nombre de Jesucristo, apoyados por nosotros. Se trata, por tanto, de una respuesta concreta que comienza a desarrollarse y entre todos debemos apoyar. Tendré informados a todos los fieles diocesanos y les iré exponiendo las necesidades que precisan de nuestro apoyo. 2 Lo que hoy es más urgente y necesario es que los cristianos seamos auténticos discípulos de Jesucristo. Ser testigos del amor divino que llega por nosotros también a los menos amados, a los más solos, a los más pobres. Y este llevarles el amor de Dios se hace con la oración, el sacrificio, con nuestros humildes servicios, con nuestro amor sin límites. Hemos de llegar a sufrir de verdad con los que sufren y alegrarnos con los que se alegran. En nombre de los pobres y necesitados, si lo que llevamos es amor, se abren todas las puertas. El amor vence todo.


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Que nuestra Madre la Virgen Santísima nos enseñe y ayude a decir un “sí” dócil y generoso a lo que el Señor pone en nuestras manos, para ser fieles a la misión de esta Iglesia, caminando unidos de la mano, en comunión y corresponsabilidad. Gracias. ***

3. HOMILÍA. ENCUENTRO SACERDOTAL. SEMINARIO DE JAÉN, 15 DE SEPTIEMBRE DE 2008 Saludos. 1. Ayer celebrábamos la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz y hoy la memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores. Estas dos celebraciones litúrgicas se resumen visiblemente en la tradicional imagen de la crucifixión de Cristo, Hijo de Dios, en el Gólgota, y la de María Santísima al pie de aquella cruz. ¡Cuántas veces habremos contemplado desde niños esta querida imagen en estampas, tallas, lienzos, retablos, pasos procesionales…! Aparece también escrita en el evangelio de San Juan que acaba de proclamarse (Jn 19, 25). Hemos escuchado estas palabras: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.” (Jn 19, 25) La liturgia exalta la cruz en que el Hijo de Dios entregó su vida por amor y en rescate del género humano, en los solemnes oficios del Viernes Santo, pero también desde aquel 14 de septiembre del año 335 se la exalta anualmente para conmemorar la restauración de la Basílica del Santo Sepulcro, en Jerusalén, por el Emperador Constantino y el hallazgo de la Santa Cruz de Cristo. Aquel instrumento de tortura y muerte, la más ignominiosa para los romanos, desde la muerte de Jesús de Nazaret se convirtió en instrumento de vida y de salvación. No exaltamos ni veneramos un patíbulo infamante, sino la cruz que Jesús santificó con su sacrificio, fruto y testimonio de su inmenso amor. El signo de maldición es ya signo de bendición y el símbolo de muerte es símbolo de vida inmortal. “O cruz, ave spes unica” ¡Oh, Cruz, única esperanza!, canta la liturgia. Abrazada a aquella cruz y al crucificado desde lo más profundo de tus entrañas y amor de madre, unida al dolor de su Hijo, estaba allí “de pie”, la


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mujer fuerte, la Virgen de los Dolores. María Santísima participó como nadie podía hacerlo de la fuerza salvífica del dolor de Cristo en aquella cruz. De nuevo dijo “sí”, unida a su Hijo desde la Encarnación en aquel supremo gesto de amor que culminaba también el “sí” del amor, el “sí” del Verbo Encarnado en favor del género humano. Con acierto la liturgia ha querido unir ambas celebraciones en dos días sucesivos porque este misterio de amor continúa realizándose aún hasta el fin del mundo, por el Hijo y la Madre. Ahora nosotros nos unimos también a ellos, a todos sus discípulos, en su “sí” muy personal a esa cruz redentora que nos salva. 2. María al pie de la cruz No es difícil ver con nuestra imaginación el llanto y las lágrimas de una madre que ve morir a su Hijo entre tormentos indecibles en su cuerpo y en su espíritu. Ella fue la única que le acompañó como nadie en aquellos momentos. Había un grupo de personas con ella, como hemos escuchado del Evangelista San Juan, pero ¿hasta dónde podían entender los demás lo que allí estaba sucediendo? A ella sí le penetraba hasta lo más profundo de su ser el misterio de aquel dolor y muerte del Hijo. Ella no se escandalizaba de su pasión. Tenía sus ojos interiores habituados a la luz oscura de los misterios de Dios. Como alma contemplativa “que meditaba todo en su corazón”, conocía bien los caminos recorridos por el Hijo junto a ella, hasta llegar a la cruz. Su actitud interior de sufrimiento venía de muy lejos y, a lo largo de la vida de Jesús, había derramado ya su corazón muchas lágrimas. Cierto que, sin duda, tuvo junto a Él momentos de intensa alegría y de consuelo indecible, pero cierto también que llevó casi siempre el luto en su corazón por su Hijo, desde antes de nacer hasta la cruz. Es la Madre de Dolores, que tuvo que huir con él a Egipto, verle despreciado y perseguido, sabía que querían sorprenderle en alguna palabra para acusarle y entregarle a la muerte, vio cómo los suyos le abandonaron y le dejaron solo en su pasión. Más de una vez pensaría en aquella misteriosa profecía de Simeón, en el Templo, pero seguro que escuchó también de su Hijo aquella Bienaventuranza que haría muy suya: “Bienaventurados los que lloran, porque serán consolados.”


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3. “Mujer, ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre.” No sucedió al azar tampoco, que en aquellos momentos de máximo dolor de María Santísima al pie de la cruz, pronunciase su Hijo, especialmente para ella, también para nosotros, aquellas palabras dulcísimos para su corazón maternal: “Mujer, ahí tienes a tu hijo, ahí tienes a tu madre”, como hemos escuchado también al evangelista San Juan. No fue al azar que toda la maternidad divina de María, con su proyección en la maternidad espiritual, se rodeara del dolor del crucificado. La fecundidad espiritual de María para los cristianos y para todos los hombres, vemos que está sellada por el dolor. Por eso quiso el Hijo de Dios que fuera en aquel supremo momento de su muerte, de la entrega suprema de su amor por la humanidad, cuando Él proclamara que su madre es nuestra madre también. No proclamó este regalo en el Tabor, sino en el Calvario cuando su amor y dolor se fundieron, por nuestra redención, junto a su Madre. 4. En la Carta a los Hebreos hemos escuchado en la primera lectura que “Cristo… llevado a la consumación se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna.”(Hb 5, 7-9) Aquí radica el punto de partida de nuestra existencia cristiana. Dios no espera a que el pecador venga a reconciliarse con Él y le busque a tientas. Es Él quien se adelantó y murió por nosotros. Así se pone de manifiesto el verdadero sentido de su Encarnación y Muerte en la Cruz. Es, diríamos, la obra del Hijo de Dios un movimiento de inescrutable amor de arriba abajo. Jesús en la cruz no es la obra de la reconciliación que la humanidad ofrece a Dios Padre, sino la expresión del más puro amor divino que se abaja hasta la suprema humillación de su muerte, y muerte en cruz para salvarnos. El cristiano sabe que el Redentor del hombre fue Cristo desde la cruz y que, por tanto, sólo es redentora la cruz de Cristo y no un Cristo sin cruz. Huir de esta cruz es no encontrarse con la salvación. Esta cruz redentora y ninguna otra es la puerta de la vida. Por eso nos dijo muy claro: “Si alguno quiere venir en pos de mí… tome su cruz y sígame.” No caigamos nunca en la tentación de escandalizarnos de esta cruz o en quitar esta página del Evangelio. Nuestra salvación se realiza, como así fue por delante y nos enseñó como Madre la Virgen de los Dolores, uniéndonos, abrazándonos en mil silencios y ocasiones a la cruz redentora de Cristo. Sólo Él, como nos recuerda la Carta a los Hebreos, “es autor de salvación eterna.”


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5. Cruz y Eucaristía Sabemos bien que la Cruz y la Eucaristía son inseparables. La victoria de la cruz se perpetúa y actualiza en el sacrificio eucarístico. La Eucaristía hace perdurar la cruz de Cristo y su muerte. Por eso la exaltación de la Santa Cruz es exaltación de la Eucaristía y María al pie de la cruz, la mujer eucarística por excelencia, que llevó en su seno a la víctima de la cruz. Que Madre e Hijo en su dolor y triunfo pascual, nos animen y ayuden a cumplir su voluntad por el camino del “sí”, abrazados sin temor a esa cruz salvadora. Digamos con la Secuencia, al acercarnos de nuevo a la víctima del Calvario en esta Eucaristía, al mirar a la Virgen: “¡Oh cuán triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita de tantos tormentos llena! Cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena. Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo; porque acompañar deseo en la cruz, donde le veo tu corazón compasivo.” En manos de Cristo y su Santísima Madre ponemos nuestro proyecto y compromisos pastorales para este curso que inauguramos. Que la fuerza de su Espíritu nos convierta en instrumentos dóciles a sus inspiraciones en todo momento. Que así sea. ***

4. HOMILÍA. FUNERAL POR LAS VÍCTIMAS DEL ACCIDENTE AÉREO EN BARAJAS. LA GUARDIA, 18 DE SEPTIEMBRE DE 2008 Saludos. Con el corazón puesto en la misericordia divina, seguimos recordando y rezando por nuestros tres hermanos bautizados de esta Comunidad Parroquial de La Guardia.


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Así lo hice en nombre de toda la Diócesis el pasado día 21 de agosto en la solemne apertura del Año jubilar pontificio en Arjona, y hemos seguido haciéndolo en otras ocasiones. Sin duda que en ningún lugar se les habrá encomendado al Señor con tanta insistencia y cercanía como desde este Templo. Hoy de nuevo nos reúne el mismo propósito por iniciativa del Ilmo. Sr. Alcalde y Corporación Municipal. Sus rostros les resultaban a todos muy familiares y estos templos y calles de La Guardia por los que caminaron y en los que rezaron muchas veces no pueden olvidarlos. Todos sufrimos con ellos de alguna forma y sufrimos también ahora después de los días y por mucho tiempo su ausencia y despedida tan trágica e inesperada. Muy queridos familiares, he pedido el consuelo y fortaleza para ustedes más de una vez ante Dios y su Santísima Madre. Así se lo manifesté por escrito y hoy lo hago de nuevo, lo hacemos todos de nuevo. Están en la cabeza de la fila del dolor y luto por sus queridos familiares fallecidos, pero, si les sirve de consuelo, sepan que la fila es muy larga y ahí estaos también junto a ustedes muchas personas. Ante separaciones tan trágicas e inesperadas, los creyentes rezamos, los demás lamentan, pero todos acompañamos con amor y solidaridad. Más vale la oración que las palabras, pero al pronunciar sus nombres en este Templo y durante el sacrificio de Cristo, que actualizamos en la Mesa del Altar, es inevitable remitirnos a otros momentos en que se pronunciaron sus nombres: cuando ingresaron por el Bautismo en esta comunidad de cristianos y por ella en la Iglesia de Jesucristo. Cuando se acercaron a otros sacramentos, como la Confirmación, primera Comunión y Matrimonio en que también la Iglesia pronunció sus nombres, anotó en sus archivos estos hechos y estaban en el grupo de fieles por los que el sacerdote encargado de su Parroquia, sea quien sea, ofrece la Santa Misa todos los domingos y Fiestas, estén o no presentes. 2. Misterio de la muerte, la muerte de una niña con sus padres, una familia que había iniciado apenas su recorrido con toda su vitalidad e ilusión. En las letanías de los Santos, pedimos que el Señor nos libre de una muerte temprana e inesperada, para poder prepararnos y disponernos. Así rezamos los cristianos. Quien no tiene esperanza en la vida eterna, por el contrario, hasta puede desear una muerte repentina e inesperada. Son diversas posturas ante la muerte.


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Saben que a la luz de la Revelación, de la palabra de Dios que hemos proclamado hace unos momentos, en la Biblia existen muchos textos más, después de que Cristo sufrió y pasó por la muerte, después de haber Él -como Hijo de Dios- penetrado en este misterio de la muerte, como lo es también el de la vida, el ser humano ya no es lo mismo. La naturaleza humana, gracias a su Redención desde la Cruz en el Gólgota, por Cristo con Él y en Él, ha entrado en contacto y es un ser propio de Dios. Como escribe el Apóstol Pablo:”en la vida y en la muerte ya somos del Señor.” Esta fue la fe de nuestros hermanos difuntos y apoyados en esta Palabra de Dios, en su amor por todos, en la muerte del Calvario de su Hijo, que vamos a renovar, junto a Él, ponemos hoy, una vez más, la ofrenda de sus vidas y de su muerte, para que con Cristo al que se unieron desde su bautismo, traspasen la oscuridad impenetrable de muerte y lleguen a la eternidad, se encuentren con aquel que es la vida; Jesucristo y que ha querido convertirse en el compañero de nuestra última soledad. 3. Pedimos para ellos la vida eterna y no lo hacemos sin fundamento, todo lo contrario. En el pasaje evangélico que hemos escuchado del Evangelio de San Juan, las conmovedoras palabras del Señor muestran y nos confirman que el fin último de toda la obra redentora del Hijo de Dios encarnado, Jesucristo, consiste en dar a los hombres “la VIDA ETERNA” (cf. Jn 17, 2). “Quien conoce a Jesús y se ha unido a Él por el Bautismo, se acerca a Él para recibir el perdón, el alimento de su cuerpo y sangre en la Eucaristía, alienta su unión íntima en otros sacramentos y desde su fe y súplicas en el recorrido de la vida, cree en Dios Padre, es decir, entra en comunión con el origen mismo de la vida, de la luz y del amor. Este creyente es el que pasa por el umbral de la muerte hasta la vida eterna. Ahora Cristo, en el que creyeron y confiaron, habrá pronunciado por esta familia, con sus nombres, aquellas palabras: “Padre, los que tú me has dado, quiero que en donde yo esté , estén también conmigo, para que contemplen mi gloria.” (Jn 17, 24) Aquella visión de los huesos secos del profeta Ezequiel (Ez 37, 1-14), una de las páginas bíblicas más impresionantes, ha sido superada gracias a la muerte de Cristo, por la que llega a la humanidad la vida eterna. El género humano, sometido al yugo de la muerte, según aquella visión, ha saltado de aquel valle


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desolado a una nueva realidad, por aquella cruz salvadora, por la ofrenda de aquella víctima santa desde aquel madero y que continúa perpetuándose hasta el final del tiempo. Pidamos que estos hermanos nuestros alcancen su meta deseada por nuestras súplicas unidas a las de Cristo en esta Eucaristía. Oremos también por todas las demás víctimas de tan desgraciado y terrible accidente aéreo. Encomendamos asimismo ante Cristo a sus familiares y amigos, a toda la Comunidad de La Guardia, y pedimos por intercesión de la Santísima Virgen que proteja a todos el Señor y nos ayude en el recorrido de la vida, en el cumplimiento de su voluntad. Que estos hermanos queridos descansen en paz y les conceda Dios Padre la luz eterna. Que así sea. ***

5. HOMILÍA. INAUGURACIÓN DEL CURSO 2008-2009. SEMINARIO, 27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 Saludos. 1. Asistidos por el Espíritu Santo El Evangelio de San Juan nos cuenta que, después de la Resurrección, el Señor se aparece a los discípulos, sopla sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo.” (Jn 20, 22). Es un texto paralelo al del Génesis donde Dios sopla sobre el polvo de la tierra y éste cobra vida, convirtiéndose en hombre. Aquel hombre medio oscurecido y alejado de la luz y de la vida primera, recibe de nuevo el soplo divino por Jesucristo, Hijo de Dios, y este soplo le da una nueva dimensión de vida con el Espíritu Santo. Este Espíritu, soplo de Jesucristo, debemos pedirlo, invocarlo, para que vivifique al mundo y fortalezca nuestras vidas. Sólo si somos tocados en nuestro interior por el soplo de este Espíritu, sólo si él está presente en nosotros, transmitiremos esa vida nueva a los demás, dispondremos de ideas creativas y él nos sugerirá cómo actuar. Por eso, le invocamos de continuo y lo haremos de forma muy especial en esta Santa Misa de apertura de curso. Que él sea nuestra primera ayuda en el recorrido que iniciamos ya con la celebración del Claustro del pasado día 20, como dije al Señor Rector, Formadores y Profesores.


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2. Necesitamos de su asistencia cada día: “Caminemos según el Espíritu, que es vida.” (Rm 8, 4-6). a) Para ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5, 13-16), como acabamos de escuchar hace unos momentos del evangelista San Mateo, palabra que nos dirige el Señor a todos y a cada uno de nosotros: Formadores, Profesores y alumnos en el inicio de este curso académico 2008-2009. Se enciende la luz para iluminar la oscuridad y calentar lo que está frío. Se aplica la sal a los alimentos para darles sabor e impedir que se corrompan. Todos los cristianos, en virtud de nuestra unión con Cristo desde el Bautismo, hemos recibido la misión de iluminar y aportar la sal del Evangelio a nuestro alrededor, en el contexto en que se desenvuelve nuestra vida. Con estas palabras, en esta mañana y en este contexto, Jesucristo nos invita y propone la entrega a un trabajo intelectual, con las herramientas del corazón y la razón, para que Formadores, Profesores y alumnos, cada uno en su situación y disciplina, sea esa sal y sea luz en el dar y en recibir, con verdadera entrega personal. Pero esto no basta. Para ser luz y sal del mundo necesitamos también vivir las virtudes teologales. Se lo decía el Pontífice actual hace dos años a los profesores y alumnos de la Universidad Gregoriana con estas palabras: “El estudio y la enseñanza, para que tengan sentido en relación con el reino de Dios, debe estar sostenido por las virtudes teologales.” Y daba las siguientes razones para justificarlo: “En efecto, el objeto inmediato de la ciencia teológica, en sus diversas especificaciones, es Dios mismo, que se reveló en Jesucristo, Dios con rostro humano. También cuando el objeto inmediato es el Pueblo de Dios en su dimensión visible e histórica, como sucede con el Derecho Canónico y la Historia, el análisis profundo de la materia vuelve a impulsar a la contemplación, en la fe, del misterio de Cristo resucitado. Es Él quien, presente en su Iglesia, la conduce entre los acontecimientos del tiempo hacia la plenitud escatológica. Una meta a la caminamos sostenidos por la esperanza.” El estudio de la Teología, Sagrada Escritura, el Derecho Canónico, Historia de la Iglesia… no sólo es conocimiento de las proposiciones de fe en su formulación histórica y en su aplicación práctica, sino sobre todo inteligencia de las mismas en la fe, esperanza y caridad. Y como sólo el Espíritu escruta las profundidades de Dios, sólo quien escucha al Espíritu podrá escrutar la profundidad de la sabiduría y ciencia de Dios, ahí nace y crece el verdadero


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teólogo, canonista, liturgista, historiador… Para conocer verdaderamente a Dios hay que contemplarlo y amarlo. Hay que transformar el conocimiento en amor. b) Invocamos al Espíritu Santo, también, para situarnos en la perspectiva que hoy precisa el Pueblo de Dios, su Iglesia: El Dios que se nos ha revelado en Jesucristo no es un Dios abstracto, atemporal, ahistórico; al contrario, es un Dios que se hace historia. Se hizo verdadero hombre y salvador de los hombres de todos los tiempos y culturas. Por eso tampoco la enseñanza y el estudio de la Teología y de las Ciencias Sagradas no pueden ignorar ni la cultura secular reinante en nuestra sociedad y entorno, ni sus relaciones con otras religiones y ciencias humanas. Prescindir de estas relaciones e implicaciones mermarían luz y fuerza al estudio de la Teología hoy y de las demás ciencias sagradas. Esto lo conoce perfectamente el profesorado. San Justino, San Ignacio y San Agustín, por citar tres nombres, fueron grandes intelectuales y destacaron en el conocimiento de los misterios de Dios, de la Sagrada Escritura y de la Iglesia. Por eso mismo fueron capaces de asumir los valores de la cultura grecorromana, purificar imperfecciones y rechazar sus errores. Todos podemos ver las profundas transformaciones que nuestra sociedad está sufriendo en muy pocos años y no podemos aferrarnos por ello a esquemas y métodos que fueron muy válidos en otros momentos, pero no para hoy. Claro que los contenidos del dogma y la moral son estable, pero los métodos y el lenguaje son contingentes. Por eso necesitamos la luz y asistencia del Espíritu para ser fieles en todo tiempo a los compromisos que Dios ha puesto en nuestras manos, y amar a nuestra Iglesia como Cristo ama a su esposa. Aquí radica una de las claves más importantes, queridos Formadores y Profesores, para formar a sacerdotes y laicos comprometidos en las urgentes tareas de la evangelización a la que todos hemos sido enviados, como Pablo en su tiempo. Hoy nuestro ministerio no exige menos cruz, coraje y audacia que en su tiempo. 3. Demos gracias al Señor en esta Eucaristía Gracias a los Formadores, que junto con el Señor Rector edifican cada día la comunidad del Seminario. Dios ha puesto en sus manos la hermosa misión de comprobar las capacidades espirituales, humanas e intelectuales de los candidatos al sacerdocio.


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Cuentan con nuestro apoyo para que logren formar a los futuros sacerdotes de esta nuestra querida Iglesia de Jaén en el sentido de la honradez, de la responsabilidad, de la fidelidad a la palabra dada, en la humildad y austeridad… de modo que un día sean sacerdotes espiritualmente firmes y seguros, con disponibilidad plena a la Iglesia, entregados a la causa del Evangelio, capaces de conducirse en una vida sencilla y callada, unidos, sin quejas, a la cruz redentora de Jesucristo en medio de la sociedad, austeros, pobres en riquezas, capaces de administrar con transparencia los bienes que les confía la Iglesia, entregados a sus fieles como buenos pastores del rebaño, en el seguimiento fiel a Cristo, Buen Pastor. Gracias al Claustro de Profesores, pues la Iglesia pone en sus manos perlas de gran valor: Bastante les he dicho y propuesto hace unos momentos. Descendiendo un poco más, saben que su papel es decisivo en el futuro de la Diócesis, pues de ustedes depende en gran parte la calidad del futuro presbiterio diocesano. No es fácil enlazar los contenidos de cada materia con las preguntas de la razón y llevarlo hasta la vida real de hoy y aquí. No es fácil darles a conocer como testigos de su sacerdocio al Dios amor, que en Jesucristo nos ha mostrado su rostro. Por eso pedimos al Espíritu luz y fortaleza para cada uno de los profesores de este querido Claustro, y agradecemos en esta Eucaristía su generosidad y entrega. Lo hacemos también por todos los colaboradores del Seminario que hacen posible su vida diaria y agradecemos y animamos con el mismo alcance que al Claustro del Seminario al profesorado y colaboradores del Instituto de San Agustín en su enseñanza y formación a tan numeroso grupo de fieles laicos. A través de su Director, D. Enrique Cabezudo, y Secretaria, Hna. Josefina Martínez, transmitimos este agradecimiento a todos los demás. 4. Los seminaristas: razón de ser de todo lo demás Con experiencias nuevas entre el asombro y la duda, este grupo de jóvenes se pregunta en su intimidad con Cristo una y otra vez: ¿Me llamas de verdad para ser sacerdote contigo? y ¿Por qué precisamente a mí?. Yo os diría, y creo que coincidiríamos muchos en lo mismo, que el amor no tiene porqués, que es un don gratuito al que se responde echándote en los brazos del que te ama y al que amas. A Cristo, cuanto más se le conoce, más atrae; cuanto más se le encuentra, más hambre tienes de continuar profundizando y descubriendo su misterio. Este recorrido de amistad cada vez más íntima dura ya toda la vida,


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también siendo sacerdotes, hasta el último instante de la vida. Vosotros estáis estrenando una preciosa primavera. Decidle en este inicio de curso y “sí” fuerte y decidido al Señor, como el “fiat” de María al ángel de la Anunciación, pues Cristo también quiere ir encarnándose en vosotros. Contempladlo con admiración, dejad que Él os forme y os transforme para un día mostrárselo a los demás. Y, ¿por qué no alcanzamos a presentar tantas maravillas a otros jóvenes? ¿Dónde están las claves? Juntos pedimos al Dueño de la Mies que envíe obreros a su mies (cf. Lc 10, 2). Formadores, Profesores, alumnos, hermanos todos: recemos por las vocaciones, busquemos vocaciones, formemos las vocaciones. Seamos hombres de fe y de confianza en el Señor. Que nuestra Madre Inmaculada y San Eufrasio, Patronos de este Seminario, y San Pedro Pascual, del Centro de Formación Cristiana, intercedan por todos nosotros. ***


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DISPOSICIONES JURÍDICAS JULIO 1. CONSTITUCIÓN DE LA COMISIÓN PERMANENTE CONSEJO DIOCESANO DE PASTORAL Mons. Ramón del Hoyo López, Por la gracia de Dios y la Sede Apostólica, Obispo de Jaén El pasado día 28 del mes de junio se procedió, durante la sesión constitutiva del Consejo Diocesano de Pastoral, a la elección del Secretario del mismo y de seis de entre sus miembros para que formaran parte de la Comisión Permanente de este organismo diocesano. Al tiempo que ratifico dichas elecciones, designo también al que, de forma directa, lo hace el Obispo, conforme al estatuto, en Dª. ANGELINES NEVADO MUÑOZ, además del Vicario General y Vicarios de Pastoral que lo serán como oficio. Queda constituida, por tanto, la Comisión Permanente del Consejo por los siguientes consejeros: Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo, como Presidente Ilmo. Sr. Vicario General, D. José Antonio Maroto Expósito Ilmo. Sres. Vicarios de Pastoral: D. Francisco Rosales Fernández D. Antonio Garrido de la Torre D. Eusebio Figueroa Mora D. Juan Raya Marín, Secretaria del Consejo: Hna. Josefina Martínez Gastón Un representante de los sacerdotes: Rvdo. Sr. D. Miguel Ángel Jurado Arroyo Un consagrado: Hna. Rosa Mercedes Fernández Solana Cuatro representantes de seglares: D. Cristóbal Medina Chamorro D. Juan Carlos Escobedo Molinos D. Juan Quesada Gómez


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Dª Mª Isabel García Fernández De libre designación: Dª Angelines Nevado Muñoz Comuníquese a los interesados a todos los efectos y publíquese en el Boletín oficial del Obispado, archivándose originales en la Curia y copia en la Secretaría del Consejo. Dado en Jaén, a catorce de julio de dos mil ocho. Por mandato de S.E. Rvdma. Rogelio de Jesús Garrido Checa Vice-Canciller Ilmo. Sr. Vicario general. ***

2. DECRETO SOBRE FIESTA DEL APÓSTOL SANTIAGO Mons. Ramón del Hoyo López, Obispo de la Diócesis de Jaén En el presente año 2008 la Solemnidad de Santiago Apóstol, 25 de julio, día de precepto en el calendario católico, es día laborable en nuestra Comunidad Autónoma. Como en ocasiones anteriores, los Obispos de la Provincia Eclesiástica de Granada han adoptado en estas circunstancias una decisión común y, conforme a ella, por el presente y en el ámbito de la Diócesis de JAÉN, 1. Se mantiene el precepto en dicha Solemnidad, con obligación de participar en la celebración de la Eucaristía. 2. Se dispensa de la obligación del descanso a aquellos fieles que por sus compromisos laborables no pueden hacerlo. 3. Se ruega a los Párrocos y otros rectores de iglesias que informen a los fieles con antelación de esta decisión y acomoden en lo posible los horarios de misas a las posibilidades y necesidades de los fieles. Dado en Jaén, a dieciocho de julio de dos mil ocho Por mandato de S.E. Rvdma. Rogelio de Jesús Garrido Checa Vice-Canciller Ilmo. Sr. Vicario general. ***


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3. DECRETO POR EL QUE SE INSTAURA EN LA DIÓCESIS DE JAÉN EL CATECUMENADO DE NIÑOS EN EDAD ESCOLAR, NO BAUTIZADOS. Mons. Ramón del Hoyo López. Obispo de la Diócesis de Jaén 1. Todos los hombres necesitan ser liberados del pecado original y renacer cuanto antes a la vida de hijos de Dios. Sin embargo, tanto en España como en Europa ha tenido lugar un cambio importante en esta práctica: No es infrecuente que, cuando un niño quiere acercarse a recibir la Primera Comunión, manifieste que no está bautizado. Por otra parte, la creciente inmigración da lugar a que sean también frecuentes los casos de niños nacidos de padres no cristianos, que solicitan el Bautismo para sus hijos tras acudir a las catequesis parroquiales o a colegios de ideario cristiano. La Iglesia cuenta con la experiencia de los primeros siglos del cristianismo y la que se ha ido fraguando en Iglesias de África, Asia y Oceanía, principalmente, así como en otras de Europa donde ya perdió fuerza el influjo cristiano. A la luz de esta experiencia, el Concilio Vaticano II restauró el Catecumenado, tal y como quedó plasmado en el “Ritual para la Iniciación Cristiana de Adultos”. El capítulo V está dedicado, precisamente, a «los niños que, no habiendo sido bautizados en la infancia y llegados a la edad de la discreción y de la catequesis, vienen para la iniciación cristiana, ya traídos por sus padres o tutores, ya espontáneamente, pero con su permiso» (n. 306). La Iglesia, pues, asumía la responsabilidad de la iniciación cristiana de los niños no bautizados y con uso ya de razón, mediante la institución del Catecumenado: un proceso formativo con el que, desde la petición primera del Bautismo y atendiendo a su situación particular, les irá acompañando e introduciendo en la vida de fe «mediante un camino de varios años, distribuido en grados o etapas y jalonado con diversos ritos de iniciación» (n. 307), hasta alcanzar su inserción en el misterio de Cristo y la plena incorporación a la familia de los hijos de Dios. Por eso solicitaba a las Conferencias Episcopales «las acomodaciones y adiciones que juzgasen oportunas, para que el ritual respondiese realmente a las necesidades y circunstancias de cada región y sus peculiares coyunturas pastorales» (n. 312). En marzo de 2002, la Conferencia Episcopal Española ofreció ya unas “Orientaciones pastorales para el Catecumenado”, «de carácter general, para que, concretadas y desarrolladas por cada obispo según las diversas situaciones y circunstancias diocesanas, pudiesen constituir un vínculo de comunión de


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la Iglesia en España» (n. 6). Y anotaba que, «a la vista del número cada vez mayor de adultos y niños en edad escolar que quieren conocer al Señor y ser bautizados, la Conferencia Episcopal Española considera que la restauración del catecumenado en nuestras iglesias es una oportunidad que Dios nos concede para la renovación de la vida de la Iglesia» (n. 5). Fue en la Asamblea de noviembre del 2004, cuando más en concreto dio ya las “Orientaciones pastorales para la Iniciación Cristiana de niños no bautizados en su infancia” que hemos de aplicar en nuestra Diócesis. 2. En esta Iglesia de Jaén la praxis habitual es que los padres pidan el Bautismo para su hijo al poco tiempo de nacer. Pero existe ya un número significativo de quienes solicitan recibir este sacramento con ocasión de la preparación para la Primera Comunión. Dado que esta circunstancia puede previsiblemente ir en aumento, a la vista de la creciente secularización de la familia y de la sociedad, los Consejos Diocesanos –sobre todo el del Presbiterio– estudiaron durante el pasado curso pastoral esta realidad, con el fin de instaurar un ITINERARIO CATECUMENAL COMÚN para toda la Diócesis a partir del curso 20082009. 3. Informado sobre ello el recién constituido Consejo Diocesano de Pastoral, teniendo también presente la reciente aprobación del Catecismo “Jesús es el Señor”, como texto obligatorio en el territorio diocesano para la catequesis correspondiente a la iniciación sacramental de la Penitencia y Eucaristía en el periodo de infancia, en virtud de nuestras facultades ordinarias y por el presente, HAGO SABER Y DISPONGO lo siguiente: a) La Iniciación Cristiana de los niños que soliciten el Bautismo durante la edad escolar quedará estructurada en sus tiempos, grados y ritos fundamentales, conforme a las “Orientaciones pastorales para la Iniciación Cristiana de niños no bautizados en su infancia” de la Conferencia Episcopal Española del año 2004. b) Los tiempos, fechas y lugares, así como las etapas y los ritos que jalonan el itinerario del proceso formativo, sin olvidar la documentación que se precise para dejar constancia del mismo, serán los determinados en el ITINERARIO CATECUMENAL que se une al presente. c) Establecemos un SERVICIO DIOCESANO DE CATECUMENADO, presidido por el Delegado Episcopal de Liturgia, al que quedan


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vinculadas todas las Parroquias, Colegios y demás Comunidades, en esta materia. d) Todos los ritos de la Iniciación Cristiana se celebrarán según lo establecido en el capítulo V del “Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos” (nn. 306-369). e) Los Párrocos y demás encargados de Iglesias deben informar debidamente a los padres y a los fieles sobre el alcance de las presentes disposiciones, para poder enviar al Servicio Diocesano de Catecumenado de la Delegación de Liturgia, antes del tiempo de Adviento, el listado de los nuevos catecúmenos con los datos personales adecuados a los fines propuestos. Comuníquese el presente al señor Delegado episcopal de Liturgia, Cabildo Catedral, Señores Párrocos y Encargados de Iglesias. Publíquese en el Boletín Oficial de la Diócesis y archívense los originales en la Curia diocesana. Dado en Jaén a tres días des de septiembre de dos mil ocho. Ramón del Hoyo López. Obispo de Jaén Por mandato de S. E. Rvdma. Antonio Javier Cañada Morales Canciller- Secretario Ilmo. Sr. Vicario general

ANEXO: ITINERARIO CATECUMENAL DE NIÑOS NO BAUTIZADOS EN EDAD ESCOLAR

«La Iniciación cristiana es la expresión más significativa de la misión de la Iglesia y constituye la realización más propia de su función maternal, al engendrar a la vida a los hijos de Dios»3. Se trata de «la inserción de un candidato en el misterio de Cristo y en la Iglesia por medio de la fe y de los sacramentos»4.

3 CEE. «La Inic. Cristiana. Reflexiones y Orientaciones» (nov. 1998) n. 13 (Citado en adelante bajo la sigla IC) 4 Ibid., n. 19. Las indicaciones y advertencias de estas páginas no son sino reflejo de las «Orientaciones pastorales para la Iniciación Cristiana de niños no bautizados en su infancia», emitidas por la Conferencia Episcopal en noviembre de 2004, en un intento de concretizar la forma de llevarlas a cabo en nuestra diócesis.


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I. Las dimensiones esenciales y el marco adecuado de la iniciación «El Catecumenado no es una mera exposición de dogmas y preceptos, sino un aprendizaje –o noviciado– debidamente prolongado de vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro»5. No se puede, pues, reducir a dar unos conocimientos. Se trata más bien de un proceso educativo en el que, «mediante la enseñanza y el apredizaje de la vida cristiana, los catecúmenos han de ser convenientemente iniciados en el misterio de la salvación, e introducidos a la vida de la fe, de la liturgia, de la caridad del pueblo de Dios, y del apostolado»6, como dimensiones esenciales de la vida cristiana. «Cuando se contempla la historia de la Iniciación cristiana en los primeros siglos de la Iglesia, se advierte la importancia de la celebración del misterio de Cristo en el año litúrgico como marco de referencia de todas las acciones catequéticas y sacramentales de la Iniciación. Más aún, el ciclo de Pascua que comprende la Cuaresma y la Cincuentena pascual nació y se desarrolló como consecuencia de la necesidad de organizar la Iniciación cristiana y de incorporar a ella a toda la comunidad eclesial»7. «Fundamento y núcleo del año litúrgico» es el domingo8, verdadera «Pascua semanal» al ser el día marcado por el encuentro del Señor resucitado con los suyos en el banquete de la Eucaristía9. Entre sus aspectos destaca ser igualmente el día propio y especialmente indicado para celebrar los sacramentos de la Iniciación y otros ritos que jalonan el itinerario catecumenal10. La celebración del domingo está, pues, llamada a desempeñar un papel clave en la formación de la identidad cristiana y en la maduración en la fe de quienes avanzan, en el proceso de la Iniciación, hacia la recepción de los sacramentos pascuales11. La Iniciación cristiana «se verifica así principalmente mediante dos funciones pastorales íntimamente relacionadas entre sí: la catequesis y la 5 «Ad Gentes» 14. 6 CIC, cn. 788 § 2. 7 IC, n. 50. 8 Cf. «Sacrosanctum Concilium» 106. 9 Cf. «Catecismo de la Iglesia Católica» 1166 (En adelante citado Cat) 10 Cf. CEE, «Sentido evangelizador del Domingo y de las fiestas», en Boletín Oficial de la CEE 36 (1992) 211-218. 11 Para los cristianos, «el domingo es un día irrenunciable», como nos recordaba Juan Pablo II exhortándonos a valorar el domingo como día distintivo de los cristianos, a causa de su estrecha relación con el núcleo mismo del misterio que nos configura (Cf. Carta Apostólica «Dies Domini», 46-49)


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liturgia»12. Se trata de introducir al misterio de Cristo y en la Iglesia mediante un itinerario «en el que la catequesis ha de estar intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental, por ser en los sacramentos –y sobre todo en la Eucaristía– donde Jesucristo actúa en plenitud para la transformación de los hombres»13. Todo un proceso que tiene su lugar más propio en la parroquia, por ser –después de la Catedral– el ámbito privilegiado para realizar la Iniciación cristiana en todas sus facetas catequéticas y litúrgicas14. II. Los diversos ministerios y su cometido en la iniciación - Al Obispo le corresponde: instaurar el Catecumenado y regular su duración y organización, indicando y guiando el crecimiento y las etapas; fijar las normas para la admisión de los candidatos; aprobar el programa catequético, junto a los diferentes aspectos de la formación de los catecúmenos; presidir el rito de la elección; y conferir los sacramentos de la Iniciación cristiana15. En algunas ocasiones, podrá promover encuentros con él o su delegado y convocar a los catecúmenos para algunas celebraciones en la Iglesia Catedral. - Aquellos presbíteros que tengan encomendada la cura pastoral de una parroquia tienen, por ello mismo, una responsabilidad directa en el Catecumenado, atendiendo al cuidado pastoral y personal de los catecúmenos16. Como catequistas de catequistas, deberán atender a la formación de aquellos educadores de la fe encargados del catecumenado de niños, dedicando a esta tarea sus mejores desvelos17. - El Servicio diocesano para el Catecumenado, presidido por el Delegado episcopal de Liturgia, será el encargado de promover y coordinar en la diócesis la pastoral catecumenal. - Cada catecúmeno ha de ser acompañado en su itinerario por un padrino o una madrina, tomado de entre los miembros de la 12 Cf. «Directorio General para la Catequesis» 47-48; 60; 65-66 (Citado en adelante bajo la sigla DGC) 13 «Catechesi Tradendae» 23; Cf. Cat 1074-1075. 14 Cf. IC, n. 33. 15 Cf. «Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos», Observ. previas, 20, 44 y 66. (En adelante citado RICA) 16 Cf. Ibid., 45; «Presbiterorum Ordinis» 12; CIC, cn. 528-530; DGC 225. 17 Cf. DGC 225.


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comunidad parroquial y en representación de la misma como Iglesia madre, que le conozca, sea testigo de sus costumbres y de su voluntad y le ayude en su perseverancia en la fe y en la vida cristiana. Se han de tener muy en cuenta las condiciones necesarias para ser admitido como padrino o madrina: «que sea católico, esté confirmado, haya recibido el Santísimo Sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida coherente con la fe y con la misión que va a asumir»18. Se trata de una verdadera adopción espiritual del catecúmeno que le compromete a la corrección y animación de las actitudes y costumbres propias de los cristianos y al cuido de su perseverancia. En las circunstancias actuales y pensando en la situación de estos niños, que no fueron llevados recién nacidos al bautismo por sus propios padres, la misión del padrino podría ser asumida con más significado y coherencia por el mismo catequista. - Verdadera importancia tiene la misión del catequista para el progreso de los catecúmenos por el itinerario catecumenal. De ahí que deba «vivir el encuentro personal con Jesucristo; tener un conocimiento de la fe cristiana, de modo que su doctrina esté llena de espíritu evangélico19; participar en las celebraciones de la comunidad cristiana, especialmente en la Eucaristía dominical; poseer una honda vinculación eclesial20; y llevar una vida de oración intensa»21. - La petición del Bautismo por parte de estos niños deberá contar siempre con el consentimiento de los padres y su disposición a ayudar, en lo que de ellos dependa, a la preparación de los niños para el Bautismo22. Son muy diversas las situaciones que se pueden dar. Lo mismo la de los que acogen benévolamente la decisión de su hijo, como la de quienes permiten, sin más, que realicen ese camino. En todo caso, la Iglesia siempre alienta a llevar a cabo un diálogo cordial con los padres, que les ayude a experimentar una gran acogida por parte de la Iglesia y un gran respeto a sus 18 CIC, cn. 874. 19 Cf. RICA, Observ. previas, 48. 20 Cf. DGC 237 y 240-245. 21 CEE, «Orientaciones Past. para la Inic. Crist. de niños no bautizados en su infancia» (nov 2004) n. 21 22 Cf. RICA 320.


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decisiones, dándoles así la oportunidad de conocer y participar en el proceso de fe y de preparación a los Sacramentos de iniciación que sus hijos están viviendo. De este modo, puede incluso ser para ellos mismos la ocasión de un acercamiento al Señor, que les permita el redescubrimiento de su propio Bautismo y la apertura de su vida familiar a la oración y a la escucha de la Palabra de Dios. - A fin de facilitar su incorporación a la vida de la Iglesia, estos niños han de realizar su proceso de formación en un grupo catecumenal con otros niños ya bautizados. Éste ofrece el ámbito adecuado al aprendizaje y la experiencia eclesial: el niño no se sentirá extraño, sino como en su casa junto a unos verdaderos amigos que realizan, como él, el itinerario catecumenal. Al catequista del grupo compete cuidar la relación con los padres, padrinos y madrinas, mediante encuentros puntuales y la invitación a su participación en el grupo catecumenal en determinadas circunstancias. - En definitiva, es toda la comunidad cristiana la que debe sentirse responsable de la Iniciación cristiana de estos niños, estimulando, apoyando y acompañando con su oración y su presencia testimonial las celebraciones más significativas del proceso catecumenal. III. El Itinerario Catecumenal Conforme a la praxis más genuina de la Iglesia, el itinerario catecumenal se ha de realizar mediante cuatro etapas, jalonadas por ritos de acceso, que marcan los grados progresivos del proceso: - El «precatecumenado», caracterizado por el anuncio misionero23. Comienza cuando el niño, manifestando su simpatía hacia Jesucristo y la Iglesia, se acerca a la parroquia para pedir el Bautismo. Necesita el consentimiento expreso de sus padres o de quien tenga su custodia legal. En este momento son fundamentales la acogida y el diálogo con el que secundar su despertar a la fe en el Dios vivo y en Jesucristo, su Hijo, ayudándole a discernir el verdadero deseo y motivación que le lleva a pedir el Bautismo. Constatada su conversión inicial y sincera voluntad de conocer y seguir a Jesucristo, se le podrá admitir al Rito de entrada en el Catecumenado. En él, el niño es acogido en

23 Cf. RICA, Observ. previas, 9.


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la Iglesia con el signo de la Cruz y es admitido a la liturgia de la Palabra dominical, entregándole el libro de los Evangelios. - El «catecumenado» propiamente dicho, destinado a una catequesis integral, que tiene «como marco el año litúrgico a lo largo del ciclo dominical»24. Mediante ella se le introducirá en el conocimiento del misterio de la Salvación, en la práctica de la vida cristiana y el ejercicio de la caridad, en la oración y la celebración litúrgica, y en el testimonio de vida25. Es, pues, un tiempo dedicado al asentimiento y maduración de la fe, durante el que se pueden celebrar las entregas del Credo y del Padrenuestro. Acaba con la celebración del Rito de la Elección e Inscripción del nombre, presidido por el Obispo en la Catedral. Para poderlos presentar en este momento en orden a ser admitidos ya a la recepción de los Sacramentos, hay que valorar su idoneidad. La Iglesia señala como criterio general: «conversión de la mente y las costumbres, suficiente conocimiento de la doctrina cristiana y sentimientos de fe y caridad»26. En el caso de los niños, habría que tener en cuenta: su amor a Jesús y el deseo de conocerle más y seguirle; que sepa rezar las oraciones básicas del cristiano; su asistencia regular al camino catequético y a la celebración dominical; alguna práctica en obras de caridad y amor al prójimo; y que se sienta y viva como miembro de la comunidad cristiana a la que pertenece. - La «iluminación y purificación cuaresmal» que proporciona una preparación espiritual más intensa durante la cuaresma, como disposición inmediata a la recepción de los sacramentos de Iniciación. Celebraciones propias de este tiempo son los escrutinios y exorcismos en los domingos III, IV y V de cuaresma; así como la misma unción con el óleo de los catecúmenos (en vez de la absolución sacramental que recibirán también en este tiempo los otros niños del grupo ya

24 IC, n. 26. 25 «Los catecúmenos, ayudados por el ejemplo y el auxilio de los padrinos y aun de todos los fieles, son instruidos en la fe, adquieren el lenguaje de la misma, se ejercitan en la oración personal y comunitaria, aprenden a vivir según el modelo de Cristo y son introducidos paulatinamente en las responsabilidades propias de la vida cristiana» (IC, n. 26) 26 RICA, Observ. previas, 23.


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bautizados). Culmina el domingo de Pascua con la recepción de los Sacramentos de Iniciación27. - La «mistagogia» o profundización en la experiencia de los sacramentos recibidos, mediante la explicación de los signos litúrgicos y vivencia eucarística durante el tiempo pascual. Se les pretende llevar a una inteligencia más plena y fructuosa de los misterios recibidos, consolidando así su vida cristiana con la inserción más plena en la comunidad y en la Eucaristía dominical28. El padrino cobra ya su protagonismo principal, procurando su perseverancia. IV. Los tiempos y el temario - El Precatecumenado se extenderá, al menos, desde comienzos del curso hasta el primer domingo de Adviento, día propio para el rito de «Admisión al Catecumenado». Durante este tiempo, se impartirá una catequesis tendente a mostrar la salvación que Dios nos ofrece en Cristo Jesús y la necesidad de una conversión sincera al Señor, por encima de cualquier otra cosa. Se insistirá en la importancia decisiva del conocimiento del Señor y la experiencia de su amor, animándoles a la seriedad con que han de tomarse la catequesis y su participación en la liturgia dominical. Se les motivará a recorrer con ilusión el itinerario de su crecimiento como discípulos de Jesús y a cumplir las etapas de su integración más plena en la familia de los cristianos que es la Iglesia. Estas catequesis iniciales y el material que requiera su realización se inspirarán en el ofrecido por la Conferencia Episcopal para el «despertar religioso». La expresión sincera de sus deseos de seguir a Cristo, su asiduidad a estos primeros encuentros y el empeño por comportarse como se merece el Señor –o las reacciones favorables a su corrección– servirán de discernimiento para que el «simpatizante» pueda finalmente ser admitido como «catecúmeno»29. Hay que estar muy atentos a la clarificación de las motivaciones con las que pudieron venir y las que de hecho le han de mover a la catequesis. La 27 El Bautismo y la Eucaristía, en el caso de los niños que comenzaron su proceso catecumenal antes de los diez años; o el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, en el caso de los que lo iniciaron después de cumplir los diez. 28 Cf. RICA, Observ. previas, 37-40. 29 Este discernimiento es muy importante, so pena de condenar al grupo entero a no poder progresar, si admitimos indebidamente al que no da muestras de una sincera «conversión» inicial. Por eso hay que poner desde el principio un mínimo de exigencia, con toda claridad y decisión…


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cercanía del párroco es esencial, al tener que verificar con los catequistas las disposiciones de cada uno de los aún «simpatizantes» en orden a su admisión. Los admitidos celebrarán el «Rito de Admisión y Entrada en el Catecumenado» con un padrino de su confianza, elegido entre los miembros activos de la comunidad parroquial con verdadera vida de fe. Si no conoce a nadie, se les brindará la posibilidad de que asuma este papel alguno de los catequistas. En la celebración de este rito de acceso, se les presentará el camino que inician y por el que han de progresar en su vida cristiana, hasta alcanzar el siguiente grado de «elegido». A modo de estímulo, se les informará que no alcanzarán dicho grado sin un «dictamen favorable» sobre su progreso, que sentenciará el Obispo el «día de su Elección» para recibir los sacramentos, tal y como establece la Iglesia30. Se les hará «entrega de los Evangelios», advirtiéndoles de la obligación de acudir cada domingo a la liturgia de la Palabra con los demás cristianos. Finalmente, se inscribirán los nombres en el «Libro de los Catecúmenos» que custodiará el Canciller-Secretario de la Diócesis31. - El tiempo del Catecumenado se prolongará hasta la Cuaresma del segundo año. Es la etapa «catequética» por excelencia de todo el proceso. Tiene como finalidad iniciar básica, pero integralmente, a los catecúmenos y a los catequizandos a la vida cristiana en la Iglesia. La catequesis seguirá el temario del Catecismo «Jesús es el Señor», distribuido a lo largo de todo el periodo. El primer año, de Adviento a Pentecostés, se les impartirá el contenido que abarcan los temas del 1 al 27, centrados en el misterio del Dios trino tal y como se nos ha revelado en la salvación realizada por Cristo. Como culminación de esta catequésis, se les podría hacer la «entrega del Símbolo de la fe» el mismo domingo de Pentecostés. El segundo año y desde principios del nuevo curso escolar a Cuaresma, se ocuparían del contenido que desarrollan el resto de los temas hasta el 44, dedicados a considerar la participación de la salvación en la vida bautismal, renovada por la Penitencia y alimentada en la 30 Cf. RICA, Observ. previas, 23. 31 Los ya bautizados, no harán el «Rito de Admisión y entrada al Catecumenado», ya que no pueden ser admitidos a un grado superado por su Bautismo. Pero sí asistirán al rito de los no bautizados, expresando también ellos su conversión inicial y los sinceros deseos de conocer y seguir más de cerca a Jesucristo. Presentarán igualmente a los padrinos que les acompañarán en su empeño y recibirán asimismo los Evangelios con el compromiso de acudir con los demás fieles a la celebración dominical. A partir de aquí, estos catequizandos participarán con los aún no bautizados en las acciones propias del tiempo del catecumenado: las catequesis, las actividades que para ellos se programen y la liturgia de la Palabra en la misa del Domingo.


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Eucaristía, hasta lograr el término a compartir con los santos. Como cierre de esta segunda parte, se les entregaría el «Padrenuestro» el domingo anterior al «rito de la Elección». La iniciación a la vida litúrgica tendrá como elemento principal la participación en la liturgia dominical. Es aquí donde han de vivenciar la comunión con la Iglesia y su vinculación a Ella; y donde la comunidad local tendrá la mejor ocasión de ejercitar su maternidad espiritual como Iglesia, al acogerlos y acompañarles con su apoyo ejemplar. El párroco ha de velar por su asistencia y participación, mostrando especialmente su cercanía y tratando de contagiar a todos esta prioridad de su solicitud pastoral. Realzará, pues, la celebración dominical a la que acudan los catecúmenos, sobre todas las demás; y los tendrá muy en cuenta en su predicación homilética, tratando de iniciarlos en el reconocimiento del proyecto salvador de Dios cumplido en Cristo32. El progreso en la práctica de la vida cristiana a nivel personal, familiar y eclesial será la preocupación fundamental del padrino. En su relación más familiar con el catecúmeno, ha de servirle de estímulo y de guía en la adaptación de sus actitudes y comportamientos al Evangelio y en el trato sincero y habitual con el Señor y con la Virgen en la oración. En diálogo con los catequistas, el párroco pensará en las posibles actividades con las que vincularlos a la vida parroquial, ofreciéndose siempre y de buena gana al acompañamiento y la ayuda espiritual que necesiten. - Los no bautizados serán admitidos a los Sacramentos mediante el rito de «Elección e Inscripción del Nombre» que, de ordinario, presidirá el Obispo el primer domingo de Cuaresma en la Iglesia Catedral. Un mes antes de su celebración, el delegado para el Catecumenado deliberará con los catequistas y los párrocos pertinentes sobre la idoneidad de cada uno de los catecúmenos para ser admitido en el grado de los «elegidos». Elementos decisivos serán la asistencia y actitud mantenida en la catequesis y en la liturgia dominical, así como su real vinculación a la comunidad parroquial. Si alguno no es considerado aún apto para el grado de la «elección», se le animará a perseverar en el catecumenado hasta adquirir su idoneidad. El Canciller-Secretario del obispado proveerá del «Libro de los Elegidos», que custodiará tras inscribir sus nombres en el mismo. A los elegidos se les advertirá cómo han de prepararse

32 Cf. IC, n. 50.


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y disponerse espiritualmente durante la Cuaresma para la recepción de los Sacramentos en la Pascua. Los otros niños de sus grupos de catequesis que los acompañen, aunque no puedan celebrar el mismo rito por estar ya bautizados, sí que habrá que disponerlos con una oración a la etapa que les queda de una preparación espiritual más intensa, antes de acceder a los Sacramentos. Comienza así para ellos el «tiempo de purificación e iluminación» que coincide con la Cuaresma. Más que a la instrucción, se dirige ya «a los corazones y las mentes para purificarlas por el examen de conciencia y por la penitencia, y para iluminarlas por un conocimiento más profundo de Cristo, el Salvador»33. Los catequistas procurarán educarlos en el espíritu de discernimiento y de penitencia, ayudándoles así: a una conversión más profunda al Señor, mediante el examen de conciencia y la oración; a la celebración de los escrutinios en los domingos III, IV y V de Cuaresma; y a la forma en que habitualmente han de acudir y celebrar el sacramento de la Penitencia. Los domingos se utilizará el Leccionario del ciclo A y se les tendrá especialmente en cuenta en la exhortación homilética, velando asimismo porque los demás fieles muestren una especial solicitud por ellos con su oración y su asistencia a los escrutinios. Estos se adaptarán también para los catequizandos ya bautizados34, de modo que les sirva de disposición al sacramento de la Penitencia. - Tras la celebración de los Sacramentos de iniciación, se abre el «tiempo de la Mistagogia» que caracteriza la cincuentena Pascual. Dos son los elementos fundamentales de esta fase final: las «catequesis mistagógicas» y las «misas de los neófitos». El fin de tales catequesis es profundizar en la inteligencia espiritual de los misterios celebrados, ayudándoles a experimentar el encuentro con el Señor en los signos sacramentales y a apreciar los dones que entrañan, para vivir de acuerdo con ellos35. Por su parte, las «misas de los neófitos» son el elemento central en todo este tiempo, tanto para su experiencia espiritual como para su inserción más plena en la comunidad parroquial. Los párrocos deberán cuidar especialmente la celebración dominical en este tiempo, teniendo muy en cuenta a los neófitos en la homilía y en las preces y animando a los demás fieles a participar y apoyarles con su oración y su amistad. Debe procurarse que lleguen a ser las misas más importantes para la 33 RICA, Observ. previas, 25. 34 Cf. RICA 302. 35 Es lo que trataba de inculcar S. Agustín, cuando repetía a sus fieles: «celebramos lo que somos y somos lo que celebramos».


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comunidad parroquial, al ver así incrementados sus miembros y más acentuado el sentido comunitario de la celebración del Domingo, como «Día del Señor y de la Iglesia». Los padrinos tienen en este tiempo y a partir de él su pleno protagonismo: afianzar la perseverancia de los neófitos en la comunión con Cristo y con los hermanos, de la que es «signo y prenda» su participación en la Eucaristía dominical36. ***

4. CELEBRACIÓN DEL AÑO PAULINO EN LA DIÓCESIS DE JAÉN. -29 DE JUNIO 2008- 29 DE JULIO 2009El pasado mes de junio enviaba a todos los fieles diocesanos una breve carta, con motivo de la apertura del AÑO JUBILAR dedicado al Apóstol SAN PABLO. Ya entonces les comunicaba que serían informados, más delante, sobre otros pormenores en relación con el alcance de estas celebraciones en nuestra Diócesis de Jaén. En sesión celebrada por el Consejo Episcopal Diocesano, en el día de ayer, se han estudiado diversas propuestas a este fin, como la elaboración de materiales para la oración, catequesis, formación y reflexión bíblica sobre los escritos de San Pablo, difusión de sus enseñanzas misioneras, posibles peregrinaciones diocesanas y otras iniciativas semejantes. Es cierto que el centro de este Jubileo tiene lugar especialmente en la Ciudad de Roma, en particular en la Basílica de San Pablo Extramuros, pero las celebraciones de este Año Paulino se extienden a todas las Iglesias, ya que San Pablo fue el Apóstol que abrió las fronteras de la fe a toda la humanidad, y a la gentilidad. El Sumo Pontífice, impulsado por esta solicitud pastoral, ha querido extender por eso los tesoros espirituales del Año Paulino en favor de todos los fieles, no sólo de quienes peregrinen a la Basílica de San Pablo en Roma, en la Vía Ostiense. Para ello, en el Decreto de la Penitenciaría Apostólica del 10 de mayo de 2008, se establece: “Los fieles cristianos de las diversas Iglesias locales, una vez cumplidas las condiciones habituales (confesión sacramental, Comunión eucarística y 36 IC, n. 58.


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oración según las intenciones del Sumo Pontífice), excluido cualquier apego al pecado, podrán lucrar la indulgencia plenaria si participan devotamente en una función sagrada o en un ejercicio piadoso realizados públicamente en honor del Apóstol de los gentiles: los días de la inauguración solemne y la clausura del Año paulino, en todos los lugares sagrados; en otros días determinados por el Ordinario del lugar, en los lugares sagrados dedicados a san Pablo y, para utilidad de los fieles, en otros designados por el mismo Ordinario.” Conforme a esta disposición y previamente consultados los organismos diocesanos correspondientes, se indican a continuación los días y lugares en que los fieles podrán ganar la INDULGENCIA PLENARIA en el territorio de la Diócesis de Jaén, supuestas las consideraciones habituales para ello, arriba indicadas: 1. Participando en la santa Misa o en cualquier otra función sagrada o ejercicio piadoso que tengan lugar en cualquier Templo de la Diócesis el día 25 de enero de 2009, Fiesta de la CONVERSIÓN DE SAN PABLO. 2. En las Jornadas misioneras del DOMUND y Solemnidad de la EPIFANÍA; en la Jornada del DÍA DEL SEMINARIO; Solemnidad de la INMACULADAY Solemnidades Pascuales de NAVIDAD, RESURRECCIÓN y PENTECOSTÉS, en todas las Iglesias del territorio diocesano, con tal que durante su celebración se haga explícita referencia al Apóstol San Pablo en la monición introductoria, homilía u oración de los fieles y así se les anuncie de manera directa a los fieles. 3. En todas las celebraciones eucarísticas dominicales y Fiestas de precepto que tengan lugar durante todo este Año Jubilar en la S. I. CATEDRAL y en las Iglesias que tengan por titular al Apóstol San Pablo en el territorio diocesano, esto es, SANTA MARÍA DE LOS REALES ALCÁZARES Y SAN PABLO en la Ciudad de Úbeda, Parroquia de SAN PABLO en la Ciudad de Baeza, Parroquia de SAN PEDRO Y SAN PABLO en Ibros, Parroquia de SAN PABLO en Camporredondo, y Parroquia de SAN PEDRO Y SAN PABLO en Quesada. 4. Los fieles impedidos por la enfermedad o por otra causa legítima y relevante, se establece, asimismo, en el Decreto de la Penitenciaría Apostólica: “podrán lucrar también la indulgencia plenaria, con tal que se unan espiritualmente a una celebración jubilar en honor de san Pablo, ofreciendo a Dios sus oraciones y sus sufrimientos por la unidad de los cristianos, siempre


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con el corazón despegado de cualquier pecado y con el propósito de cumplir las condiciones habituales apenas sea posible” 5. Los fieles cristianos podrán alcanzar la Indulgencia Plenaria para sí mismos o aplicarla también por los difuntos, respetando la norma según la cual solamente puede obtener esta Indulgencia una vez al día. (Cf. Decreto Penitenciaría Apostólica. I.) Se ruega a los sacerdotes aprobados para escuchar confesiones, que se muestren dispuestos, con generosidad, para acoger a los fieles en el Sacramento y poder participar los mismos de los beneficios de la Indulgencia. Que el Apóstol San Pablo interceda ante Dios para que los actos programados en este Años Jubilar sea «un tiempo de gracia especial» en favor de los fieles diocesanos. Dado en Jaén a nueve días del mes de septiembre de dos mil ocho. Ramón del Hoyo López. Obispo de Jaén Por mandato de S.E.Rvdma. Antonio Javier Cañada Morales Canciller- Secretario Ilmo. Señor Vicario General


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I.II. VICARÍA GENERAL Jaén 18 de septiembre de 2008 A los párrocos y vicarios parroquiales de la Diócesis Querido hermano: Con fecha 7 de julio de 2008, Prot. N233/ 08, el Secretario General de la Conferencia Episcopal Española comunicaba a las Diócesis de España el Acuerdo alcanzado con el Instituto Nacional de Estadística por el que se regula la comunicación de datos estadísticos sobre matrimonios canónicos. Según se indica, corresponde al Encargado del Registro Civil solicitar estos datos estadísticos a los contrayentes cuando acuden a inscribir el matrimonio. Por lo cual, de ahora en adelante, hasta que se elaboren nuevos impresos, los Párrocos, al comunicar la celebración del matrimonio canónico al Registro Civil, eliminarán la segunda hoja, de color verde, destinada al Instituto Nacional de estadística. Te saluda en el Señor José Antonio Maroto Expósito. Vicario General


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I.III. CANCILLERÍA - SECRETARÍA GENERAL NOMBRAMIENTOS Y CESES 4 DE JULIO NOMBRAMIENTOS: D. Manuel Alfonso Pérez Galán es nombrado Ecónomo Diocesano, Miembro de la Comisión Asesora del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos, del Consejo de Administración del Centro Diocesano de La Yedra, de la Comisión Asesora del Instituto de Sustentación del Clero y de la Delegación diocesana del Patrimonio para bienes inmuebles. D. Rogelio de Jesús Garrido Checa es nombrado Vice-Ecónomo Diocesano. D. Julio Segurado Cobos es nombrado Delegado Episcopal para la Pastoral Catequética y Párroco de San Pedro Poveda, de Jaén D. Francisco de la Torre Tirado es nombrado Delegado Episcopal para el Apostolado Familiar y Párroco de San Juan de la Cruz, de Jaén. D. Luis María Salazar García es nombrado Delegado Episcopal para el Apostolado Seglar, Profesor del Seminario Diocesano de Jaén y Párroco de Santa María, de Torredonjimeno, D. Mariano Cabeza Peralta es nombrado encargado de la promoción y coordinación de la adoración eucarística en la Diócesis. D. Francisco Juan Martínez Rojas es nombrado Coordinador Diocesano de Archivos y Bibliotecas. D. Manuel José Cámara Valenzuela es nombrado Bibliotecario del Seminario y Capellán de las Hijas de la Caridad (Colegio de San Vicente de Paúl), de Jaén. D. Antonio Robles Gómez es nombrado Profesor del Seminario Diocesano de Jaén. D. Emilio Samaniego Guzmán es destinado al Vicariato Apostólico de Esmeraldas (Ecuador) D. Juan Herrera Amezcua es nombrado Párroco de Ntra. Sra. de Belén y San Roque, de Jaén. D. Blas Pegalajar González es nombrado Párroco de San José de Las Casillas de Martos y encargado del núcleo de La Carrasca.


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D. Ángel Sigüenza Fuentes es nombrado Párroco de la Encarnación de Arjonilla. D. Juan Párraga Barranco es nombrado Párroco del Santo Cristo, de La Yedra. D. Juan Francisco Rubio García, SDB, es nombrado Párroco de San Juan Bosco, de Jaén. D. Bartolomé López Gutiérrez es nombrado Párroco de San Andrés de Villanueva del Arzobispo. D. Ángel Sánchez Hernández es nombrado Párroco de Ntra. Sra. de la Paz, de Marmolejo D. Eugenio Casado Morente es nombrado Párroco del Salvador, de Bailén. Grupo de Formadores del Seminario Diocesano (Rector, D. Pedro Ortega Ulloa, Vice-Rector, D. Juan Jesús Cañete Olmedo y Director Espiritual, D. Tomás Jurado Lérida) son nombrados Párrocos de la Merced solidariamente y ejercerá de Moderador el M. I. Sr. Rector. D. Juan Manuel Mateos Vicente, SDB, es nombrado Vicario Parroquial de San Juan Bosco de Jaén. D. Andrés Segura Moya es nombrado Vicario Parroquial de Santiago Apóstol, de Jaén. D. Francisco Pérez Pinel es nombrado Adscrito a la Parroquia de San Juan de Dios, de Martos. D. Valentín Anguita Franco es nombrado Adscrito a la Parroquia de la Santa Cruz, de Jaén D. Julián Molina Juárez es nombrado Adscrito a la Parroquia de San Esteban Protomártir de Santisteban del Puerto. D. Antonio Palomares Fuentes es nombrado adscrito a la Parroquia de San Félix de Valois, de Jaén. D. Tomás Jurado Lérida es nombrado adjunto del M.I.Sr. Penitenciario de la Catedral de Jaén. D. Juan Jesús Cañete Olmedo es nombrado Consiliario de Cursillos de Cristiandad y de Nuevos Sarmientos D. José Casañas Llagostera es nombrado Capellán de las MM. Dominicas de Jaén, Confesor Extraordinario en el Seminario Diocesano y en Monasterios de Clausura de Religiosas en la Diócesis, y Miembro de la Delegación del Clero para la atención a sacerdotes enfermos, impedidos o con limitaciones especiales.


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D. José Manuel Olid Cobo es nombrado Capellán de las Esclavas del Santísimo Sacramento de Jaén. D. Tomás Colmenero Jiménez es nombrado Capellán de la Residencia de Mayores “Virgen de la Capilla”, Urbanización de Entrecaminos, en la Parroquia de La Guardia y atención espiritual en la Clínica de Cristo Rey de Jaén

CESES: D. Juan Herrera Amezcua cesa como Ecónomo Diocesano, Miembro de la Comisión Asesora del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos, del Consejo de Administración del Centro Diocesano de La Yedra, de la Comisión Asesora del Instituto de Sustentación del Clero y de la Delegación diocesana del Patrimonio para bienes inmuebles.. D. Eduardo Moya Calahorro cesa como Delegado Episcopal de Apostolado Familiar. D. Francisco Pérez Pinel cesa como Delegado Episcopal para la Pastoral Catequética, Profesor del Seminario Diocesano de Jaén y Profesor del I.S.C. R. “San Agustín” (Extensión de Jaén). D. Emilio Samaniego Guzmán cesa como Delegado Episcopal de Misiones y Obras Misionales Pontificias y Párroco de Santiago el Mayor, de Jimena y Encargado de Las Escuelas y del Consejo Presbiteral y Diocesano de Pastoral. D. Tomás Jurado Lérida cesa como Profesor en el Seminario Diocesano. D. Juan Jesús Cañete Olmedo cesa como Bibliotecario del Seminario. D. Manuel Alfonso Pérez Galán cesa como Párroco del Salvador, de Bailén y Arcipreste del Arciprestazgo de La Carolina-Bailén. D. Bartolomé López Gutiérrez cesa como Párroco de Santo Tomás Apóstol de Santo Tomé y encargado de los núcleos de El Molar, Valdecazorla y Veracruz. D. Ángel Sánchez Hernández cesa como Párroco de San Andrés de Villanueva del Arzobispo y Arcipreste del Arciprestazgo del Condado-Las Villas. D. Francisco de la Torre Tirado cesa como Párroco de Santa María, de Torredonjimeno. D. Tomás Colmenero Jiménez cesa como Párroco de San Juan de la Cruz, de Jaén.


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D. Julián Molina Juárez cesa como Párroco de la Encarnación de Arjonilla D. Ángel Sigüenza Fuentes cesa como Párroco “in solidum” de Ntra. Sra. de la Paz, de Marmolejo D. Andrés Segura Moya cesa como Párroco de Santo Domingo de Guzmán, de Torres y Administrador Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción, de Albanchez de Mágina D. Manuel José Cámara Valenzuela cesa como Párroco de la Asunción, de La Guardia D. Julio Segurado Cobos cesa como Párroco de Ntra. Sra. de la Paz, de Marmolejo D. José Casañas Llagostera cesa como Párroco de Ntra. Sra. de Belén y San Roque de Jaén D. José María Martín Flores, SDB, cesa como Párroco de San Juan Bosco, de Jaén . D. Eugenio Casado Morente cesa como Párroco de Ntra. Sra. de Fátima, de Jódar. D. José Manuel Olid Cobo cesa como Párroco de Ntra. Sra. de la Merced, de Jaén. D. Mariano Cabeza Peralta cesa como Administrador Parroquial del Santo Cristo, de La Yedra D. Sergio de la Fuente Cueto cesa como Administrador Parroquial de San José de Las Casillas de Martos y encargado del núcleo de La Carrasca. D. Blas Pegalajar González cesa como Vicario Parroquial de Santa María del Valle, de Jaén D. Julián Terán Cobo, SDB, cesa como Vicario Parroquial de San Juan Bosco, de Jaén. D. Valentín Anguita Franco cesa como Capellán de las MM. Dominicas de Jaén y Confesor Ordinario en el Monasterio de Santa Clara, de Jaén D. Antonio Palomares Fuentes cesa como Capellán de las Esclavas del Santísimo Sacramento de Jaén. D. Bernardo Velasco Valenzuela cesa como Consiliario de Cursillos de Cristiandad. D. Juan Carlos García Serrano cesa como Consiliario de Nuevos Sarmientos.


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14 JULIO D. Eduardo Moya Calahorro cesa como miembro nato de la Fundación Pía Autónoma “Familia Cristiana” D. Francisco de la Torre Tirado es nombrado miembro nato de la Fundación Pía Autónoma “Familia Cristiana” D. Luis Albert de la Torre, OFM., es nombrado Confesor Ordinario del Monasterio de Santa Clara, de Jaén.

16 JULIO NOMBRAMIENTOS: Dª María Gómez Torres (miembro de la Institución Teresiana) es nombrada Delegada Episcopal para la Enseñanza. D. Manuel García Muñoz es nombrado Director del Secretariado de Ecumenismo. D. Julio Segurado Cobos es nombrado Colaborador en la Delegación de Medios de Comunicación. D. Miguel Lendínez Talavera es nombrado Delegado Episcopal para las Misiones y Director de las Obras Misionales Pontificias, y Párroco de La Santa Cruz, de Pegalajar. D. Manuel Alfonso Pérez Galán es nombrado Párroco de La Asunción, de La Guardia y Encargado de la Urbanización “Entrecaminos” (Pª de La Guardia). D. Ildefonso Rueda Jándula es nombrado Párroco de Santo Domingo de Guzmán, de Torres, Administrador Parroquial de La Asunción de Albanchez de Mágina, y Colaborador en la Delegación de Medios de Comunicación. D. Juan Pedro Moya Haro es nombrado Párroco de Santo Tomás Apóstol, de Santo Tomé y Encargado de los núcleos de El Molar, Valdecazorla y Veracruz. D. Manuel Luis Anguita Blanca es nombrado Párroco de Santiago Apóstol, de Santiago de la Espada y Administrador Parroquial de Ntra. Sra. del Rosario, de Pontones. D. Joaquín Rafael Robles Medina es nombrado Párroco de la Encarnación de Jabalquinto. D. Manuel Sánchez Rodríguez es nombrado Párroco de San Rafael, de Cortijos Nuevos, Administrador Parroquial de Ntra. Sra. de las Maravillas,


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de Cañada Catena y Administrador Parroquial de San Miguel de BujaraizaCotorríos. D. Juan Mena Jurado es nombrado Párroco de Santiago el Mayor, de Jimena y Encargado de Las Escuelas, y Administrador Parroquial de Santa Teresa de Jesús, del Puente del Obispo. D. Juan Carlos García Serrano es nombrado Vicario Parroquial de La Asunción, de La Guardia y de la Urbanización “Entrecaminos” (Pª de La Guardia). D. Tomás de la Torre Lendínez es nombrado Adscrito a la Parroquia de San Pedro Poveda de Jaén.

CESES: D. Antonio Aranda Calvo cesa como Delegado Episcopal para la Enseñanza. D. Eduardo Moya Calahorro cesa como Delegado Episcopal de Ecumenismo. D. Miguel Léndinez Talavera cesa como Párroco de Santiago Apóstol, de Santiago de la Espada y Administrador Parroquial de Ntra. Sra. del Rosario, de Pontones. D. Juan Alfonso Herreros Serrano cesa como Párroco de La Encarnación, de Jabalquinto D. Joaquín Rafael Robles Medina cesa como Párroco de San Rafael, de Cortijos Nuevos, Administrador Parroquial de Ntra. Sra. de las Maravillas, de Cañada Catena y Administrador Parroquial de San Miguel de Bujaraiza-Cotorríos. D. Julián Moreno Palomares cesa como Párroco de Santa Teresa de Jesús, del Puente del Obispo. D. Francisco Javier Delgado Patón cesa como Administrador Parroquial de la Santa Cruz, de Pegalajar. D. Vicente Martín Borrego, SDB, cesa como Vicario Parroquial de Santa María y San Pablo, de Úbeda. D. Tomás de la Torre Lendínez cesa como Adscrito a la Parroquia de San Juan Bosco, de Jaén.

20 DE AGOSTO D. José Antonio Sánchez Ortiz es nombrado colaborador en la Delegación de Medios de Comunicación.


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D. Luis Albert de la Torres, OFM, es nombrado Confesor Ordinario de la Comunidad de MM. Trinitarias de Martos

3 DE SEPTIEMBRE D. Francisco Gámez Lasaga es nombrado Administrador Parroquial de Ntra. Sra. de Fátima, de Jódar. D. Blas Rivera Balboa es nombrado Adscrito a la Parroquia de Ntra. Sra. de Fátima, de Jódar.

8 DE SEPTIEMBRE D. Juan Arévalo Martínez es nombrado Confesor Ordinario de la Comunidad de Siervas de María, Ministras de los Enfermos, de Jaén. D. José Casañas Llagostera es nombrado Confesor Ordinario de la Comunidad de Siervas de María, Ministras de los Enfermos, de Jaén.

9 DE SEPTIEMBRE D. Miguel Lendínez Talavera, miembro nato del Consejo Diocesano de Pastoral, a título de Delegado Episcopal para la Pastoral Misionera. D. Julio Segurado Cobos, miembro nato del Consejo Diocesano de Pastoral, a título de Delegado Episcopal para la Pastoral Catequética. D. Francisco de la Torre Tirado, miembro nato del Consejo Diocesano de Pastoral, a título de Delegado Episcopal para el Apostolado Familiar. D. Luis María Salazar García, miembro nato del Consejo Diocesano de Pastoral, a título de Delegado Episcopal para el Apostolado Seglar, Dª María Gómez Torres, miembro nato del Consejo Diocesano de Pastoral, a título de Delegada Episcopal para la Pastoral Educativa y Centros de Enseñanza.

12 DE SEPTIEMBRE D. Tomás Colmenero Jiménez es nombrado Adscrito a la Parroquia de Ntra. Sra. de Belén y San Roque (Jaén) 15 de septiembre D. Juan Alfonso Herreros Serrano es nombrado Vicario Parroquial de San Agustín, de Linares


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24 DE SEPTIEMBRE D. Carmelo Lara Mercado es nombrado Arcipreste del Arciprestazgo de La Carolina-Bailén. D. Manuel Peláez Juárez es nombrado Arcipreste del Arciprestazgo del Condado-Las Villas. D. Ángel Sánchez Hernández cesa como Consiliario de la Agrupación de Cofradías del Arciprestazgo de Las Villas-Condado D. Santiago Salazar Romero es nombrado Consiliario de la Agrupación de Cofradías del Arciprestazgo de Las Villas-Condado.

ÓRDENES SAGRADAS 1. El día 5 de julio de 2008, fue día de gracia para nuestra Diócesis de Jaén, y para la Iglesia Universal. En efecto, recibieron el Sagrado Orden del Presbiterado cinco seminaristas, de manos del Excmo. y Rvdmo. Sr. Obispo diocesano, Mons. Ramón del Hoyo López, en la Santa Iglesia Catedral de Jaén, a las once de la mañana, durante la Eucaristía, concelebrada por números sacerdotes diocesanos. Los neopresbíteros son los siguientes: Rvdo. Sr. D. Manuel Luis Anguita Blanca, nacido en Torredelcampo el 29 de septiembre de 1975, hijo de Miguel y Regina, actualmente feligrés de San Bartolomé, de la misma localidad. Rvdo. Sr. D. Juan Mena Jurado, natural de Torredelcampo, nacido el 25 de diciembre de 1980, hijo de Manuel y Ana, actualmente feligrés de San Bartolomé, de la misma localidad Rvdo. Sr. D. Juan Pedro Moya Haro, que nació en Torres el día 24 de diciembre de 1980, hijo de Juan y María Isabel, feligrés de Santo Domingo de Guzmán, de la misma localidad Rvdo. Sr. D. Ildefonso Rueda Jándula, natural de Arjonilla, en donde nació el 16 de mayo de 1972, hijo de Juan Antonio y Josefa, feligrés de La Encarnación, de la misma localidad. Rvdo. Sr. D. Manuel Sánchez Rodríguez, nacido en Bailén el 9 de agosto de 1981, hijo de Pedro y María, feligrés de la Encarnación, de la misma localidad. Nuestra más enhorabuena, deseando que este feliz acontecimiento diocesano sea para mayor gloria de Dios y bien de su pueblo santo. ***


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2. Secretaría de Estado Primera Sección - Asuntos generales Vaticano, 20 de junio de 2008 Su Santidad Benedicto XVI saluda y felicita cordialmente a los Reverendos Señores Manuel Luis Anguita Blanca, Juan Mena Jurado, Juan Pedro Moya Haro, Ildefonso Rueda Jándula y Manuel Sánchez Rodríguez, de la Diócesis de Jaén, con motivo de su ordenación sacerdotal, y les asegura un especial recuerdo en sus plegarias, para que el Señor les conceda ser dignos dispensadores de sus misterios, proclamando el Evangelio al pueblo de Dios, acercándole la gracia mediante los sacramentos y siguiendo en todo el ejemplo del Maestro, que no vino a ser servido, sino a servir (Mt 20, 28). Con estos sentimientos, e invocando la maternal protección de Nuestra Señora de la Cabeza y la poderosa intercesión de San Eufrasio, el Santo Padre les imparte con afecto la implorada Bendición Apostólica, que complacido extiende a sus familiares, a sus amigos y a los participantes en el solemne rito, en la Santa Iglesia Catedral de Jaén, el 5 de julio de 2008. Mons. Gabriele Caccia. Asesor. ***

DECRETOS DE ERECCIÓN CANÓNICA 4 DE SEPTIEMBRE Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Parroquia de San Pedro, de Mengíbar

15 DE SEPTIEMBRE Cofradía de las Ánimas. Parroquia del Santo Cristo, de La Yedra.

APROBACIONES DE ESTATUTOS 4 DE SEPTIEMBRE Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Parroquia de San Pedro, de Mengíbar

15 DE SEPTIEMBRE Cofradía de las Ánimas. Parroquia del Santo Cristo, de La Yedra.


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CONFIRMACIONES DE HERMANOS MAYORES O DE PRESIDENTES DE AGRUPACIONES, HERMANDADES Y COFRADÍAS 10 DE JULIO Dª Francisca Sabalete Garrido. Cofradía de San Pedro Ad-Víncula. Parroquia de San Pedro Ad-Víncula, de Escañuela. D. Luis Malagón García. Real Cofradía de la Santísima Virgen de la Cabeza. Parroquia de Santa Bárbara, de Linares. D. Alfonso Calle Rentero. Cofradía de Ntra. Sra. de la Cabeza. Parroquia de San José, de Torreblascopedro.

18 DE JULIO D. José María Mercado Cortijos. Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Resucitado. Parroquia de Ntra. Sra. de la Consolación, de Lahiguera.

28 DE JULIO D. Martín Carmona Martínez. Cofradía de Nuestra Señora de la Cabeza. Parroquia de Ntra. Sra. de la Consolación, de Lahiguera.

20 DE AGOSTO D. Juan Moreno Miranda. Cofradía de Nuestro Padre Jesús Cautivo de la túnica blanca y María Santísima de la Trinidad en su mayor dolor y desamparo. Parroquia de Santa Marta, de Martos. D. Francisco Manuel Villar González. Hermandad de Ntra. Sra. de la Consolación. Parroquia de Ntra. Sra. de la Encarnación, de Castellar. D. Luis Zafra Gavilán. Cofradía del Santísimo Cristo de la Capilla y Santo Sepulcro. Parroquia de Ntra. Sra. de Consolación, de Lahiguera.

4 DE SEPTIEMBRE D. Antonio Javier Perales Galiano. Hermandad y Cofradía Perpetua de Jesús Nazareno de la Caída y María Santísima de Gracia y Esperanza. Parroquia de Santa María del Alcázar y San Andrés Apóstol, de Baeza. D. Francisco Gavilán Martínez. Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores. Parroquia de Nuestra Señora de Consolación, de Lahiguera. Dª. Pilar Campos Cano. Cofradía de María Santísima de la Cabeza. Parroquia de San Pedro Apóstol, de Sabiote.


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9 DE SEPTIEMBRE D. Ramón Sirvent Sánchez. Real Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y Santísima Virgen de la Soledad. Parroquia de Santa María la Mayor, de Alcaudete.

18 DE SEPTIEMBRE D. Juan Manuel Garrido Garrido. Real, Venerable, Antigua e Ilustre Archicofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Cruz de Santa Elena “El Paso”. Parroquia de San Pablo, de Baeza.

23 DE SEPTIEMBRE Dª. María del Carmen García Duque. Venerable Hermandad del Santo Sepulcro. Parroquia de San Bartolomé, de Andújar.

26 DE SEPTIEMBRE D. Bartolomé García Nájera. Cofradía del Santísimo Cristo de la Columna y Nuestra Señora de las Lágrimas. Parroquia del Salvador, de Baeza. D. Andrés Flores Mesas. Cofradía del Santísimo Cristo de la Buena Muerte. Parroquia de la Inmaculada Concepción, de La Carolina.

29 DE SEPTIEMBRE Dª. Juana Gasco Aranda. Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción, de Albanchez de Mágina.

ELECCIONES DE PRIORAS O ABADESAS DE MONASTERIOS El día 28 de agosto de 2008, bajo la presidencia del M. I. Sr. Visitador de Monasterios, D. Manuel Peña Garrido, la Comunidad de MM. Dominicas de la Orden de Predicadores del Monasterio de Ntra. Sra. de la Piedad, de Torredonjimeno procedió a la elección de Madre Priora, resultando elegida Sor Ana María Martos Moreno El día 4 de septiembre de 2008, bajo la presidencia del M. I. Sr. Visitador de Monasterios, D. Manuel Peña Garrido, la Comunidad de MM. Trinitarias del Monasterio de la Santísima Trinidad, de Martos procedió a la elección de Madre Priora, resultando elegida Sor Encarnación Molero García.


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OTRAS INFORMACIONES 1. DEFUNCIONES Rvdo. Sr. D. Carmelo Serrano Ruiz (14 de agosto de 2008) El Rvdo. Sr. D. Carmelo Serrano Ruiz nació en Alcaudete el 25 de agosto de 1912. Fue ordenado presbítero el 6 de junio de 1936. Comenzó a ejercer su ministerio sacerdotal el 5 de mayo de 1939, como Coadjutor de la Parroquia de Santa María de Alcaudete y encargado de la Parroquia de Sabariego; el 6 de julio de 1941 es nombrado encargado de la Parroquia de San Pedro ad Víncula de Escañuela; el 1 de diciembre de 1943 es nombrado Párroco de San Pedro, de Castillo de Locubin; el 20 de septiembre de 1954 es nombrado Párroco de San Francisco, de Linares, hasta el 10 de noviembre de 1982, en que cesó por jubilación. El 31 de agosto de 2000 es nombrado Patrono de la Fundación “Virgen de Linarejos” de Linares, hasta el 12 de junio de 2006 que quedó extinguida. El pasado catorce de agosto de 2008 fallecía en la Residencia San Juan de Dios, de las Madres de los Desamparados y S. José de la Montaña de Andújar. Al día siguiente, el Sr. Vicario General, D. José Antonio Maroto Expósito, presidía sus exequias en la Parroquia de San Francisco de Linares, en representación del Sr. Obispo, que se encontraba ausente con motivo de su viaje a Ecuador. Concelebraron la Eucaristía numerosos hermanos sacerdotes. Descanse en paz.

2. TOMA DE POSESIÓN DEL NUEVO ECÓNOMO (20 DE AGOSTO DE 2008) En la Vicaría General del Obispado, a las 12 horas del día 20 de agosto de 2008, con la presencia del Sr. Vicario General, del Canciller-Secretario, del Ecónomo saliente y demás personal de la curia, hace profesión de fe y presta juramente solemne D. Manuel Alfonso Pérez Galán, como nuevo Ecónomo Diocesano, con lo cual comienza a ejercer sus funciones de administración desde este momento. El Sr. Vicario General dedica a este último unas palabras de bienvenida, así como reconoce y agradece a D. Juan Herrera Amezcua, en nombre del Sr. Obispo y de toda la Iglesia Diocesana, los servicios prestados durante estos años.


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3. TOMA DE POSESIÓN DE LA NUEVA DELEGADA DE ENSEÑANZA (25 DE AGOSTO DE 2008) A las 12 horas del día 25 de agosto de 2008, en la Secretaría General del Obispado, en presencia del Canciller-Secretario General, D. Antonio Javier Cañada Morales, Delegado saliente, D. Antonio Aranda Calvo, del Notario de Vicaría, D. Fernando Resola del Moral y de la administrativa de este departamento, Dª. Isabel Robles Gómez, toma posesión como Delegada de Enseñanza de la Diócesis de Jaén, Dª. María Gómez Torres, que comienza a ejercer las funciones inherentes a su cargo desde este momento.


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II.I. DE LA DIÓCESIS ACTIVIDADES DEL OBISPO JULIO Martes 1 julio: 10:30 El Sr. Obispo preside el Consejo Episcopal Diocesano. Miércoles 2 de julio: 10:00- 11:30 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 13:00- 19:00 El Sr. Obispo asiste al Clero Joven en Coto Ríos. 20:00 El Sr. Obispo preside el envío de Jóvenes de la Diócesis al Encuentro de Mundial de Jóvenes con el Papa en Sydney. Jueves 3 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 20:00 El Sr. Obispo confirma a un grupo de Jóvenes en Valdepeñas de Jaén. Viernes 4 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 14:00 El Sr. Almuerza con los Diáconos. 16:30 El Sr. Obispo preside el Consejo Episcopal diocesano. 20:00 El Sr. Obispo preside la toma de posesión de D. Tomás Jurado Lérida como Canónigo de la S.I. Catedral de Jaén. Sábado 5 de julio: 11:00 El Sr. Obispo preside las Ordenes Sagradas de Presbíteros en la S.I.C. de Jaén y envío de misionero de D. Emilio Samaniego. 14:00 El Sr. Obispo comparte la comida con el Excmo. Cabildo. Lunes 6 de agosto al 11 de agosto. El Sr. Obispo asiste a la semana de Misionología en Burgos Sábado 12 de agosto: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario Lunes 14 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 17:00- 19:00 El Sr. Obispo recibe al Arzobispo de Portoviejo Martes 15 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. Miércoles 16 de julio- sábado 19 de julio: El Sr. Obispo asiste al Encuentro Andaluz de Jóvenes en El Rocío con ocasión del Encuentro Internacional de Jóvenes en Sydney Domingo 20 de julio: 11:00 EL Sr. Obispo Preside la Fiesta de la Batalla de Bailén en la Parroquia de la Encarnación de Bailén. Lunes 21 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario Viernes 25 de julio: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 19:30 El Sr. Obispo Preside el matrimonio de dos fieles diocesanos en la Parroquia de Santa María de Alcaudete.


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AGOSTO Domingo 10 de agosto- domingo 17 de agosto: El Sr. Obispo asiste al Encuentro Iberoamericano de Misioneros en Quito (Ecuador) Martes 19 de agosto: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. 20:00 El Sr. Obispo Preside la Eucaristía de Acción de Gracias por el Cincuentenario de la Presencia de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado en Cabra del Santo Cristo Miércoles 20 de agosto: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario Jueves 21 de agosto: 12:00 El Sr. Obispo preside la Apertura del Año Jubilar de S. Bonoso y S. Maximiano en Arjona. Viernes 22 de agosto: 9:00- 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Seminario Sábado 23 de agosto- sábado 30 de agosto: El Sr. Obispo asiste a la Peregrinación diocesana a Tierra Santa.

SEPTIEMBRE Lunes 1 de septiembre: 12:00 El Sr. Obispo preside la Eucaristía de Apertura de Curso de la Curia diocesana. 17:30 El Sr. Obispo asiste a los Ejercicios Espirituales para sacerdotes en la Yedra Martes 2 de septiembre: 12:00 El Sr. Obispo preside la Fiesta del Santísimo Cristo de Chircales en Valdepeñas de Jaén. Miércoles 3 de septiembre: 9:00 – 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado Jueves 4 de septiembre: 9:00 – 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 17: 00- 20:30 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. Viernes 5 de septiembre: 9:00 – 12:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 12:00 – 14:00 El Sr. Obispo preside la Permanente del Consejo Episcopal diocesano Sábado 6 de septiembre: 20:00 El Sr. Obispo preside la novena de la Santísima Virgen del Castillo patrona de Vilches y visita las obras de la nueva casa parroquial. Domingo 7 de septiembre: 11:00 El Sr. Obispo preside la Fiesta de la Divina Pastora en la Parroquia de San Ildefonso de Jaén. Lunes 8 de septiembre: 10:00- 14:00 El Sr. Obispo preside el Consejo Episcopal diocesano. 20:00 El Sr. Obispo preside la inauguración después de las obras de la Ermita del Stmo. Cristo de las Misericordias de Jódar.


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Martes 9 de septiembre: 9:00 – 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 18:00 El Sr. Obispo preside la Junta Rectora de Cáritas Andalucía en el Seminario de Jaén. Miércoles 10 de septiembre: 9:00 – 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 14:00 El Sr. Obispo visita el Colegio Ntra. Sra. Virgen de la Capilla de los Hermanos Maristas de Jaén. Jueves 11 de septiembre: El Sr. Obispo asiste en Aguadulce (Almería) a la reunión del Clero Joven Viernes 12 de septiembre: 10:00 El Sr. Obispo visita las obras de la residencia de ancianos de la Fundación de la Hermandad de la Santa Cena de Jaén.. 11:00 El Sr. Obispo visita a los Padres Salesianos de la Parroquia de San Juan Bosco de Jaén. 12:00 El Sr. Obispo visita la Residencia de Mayores “Sebastián Estepa Llaurens” de la Ciudad de Jaén. 12:30 El Sr. Obispo preside la Permanente del Consejo Episcopal diocesano. Sábado 13 de septiembre: 11:00 El Sr. Obispo preside la sesión ordinaria del Consejo de Pastoral diocesano en el Seminario de Jaén. Domingo 14 de septiembre: 12:00 El Sr. Obispo preside la Fiesta de Nuestro Padre Jesús Nazareno Patrón de Jamilena. Lunes 15 de septiembre: El Sr. Obispo preside la Asamblea Sacerdotal en el Seminario diocesano. Martes 16 de septiembre: 11:00 El Sr. Obispo preside la reunión del patronato del Asilo de los Marqueses de Linares. 19:30 El Sr. Obispo preside el Consejo de Asuntos Económicos diocesano. Miércoles 17 de septiembre: 9:00 – 14:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 17: 00- 20:30 El Sr. Obispo despacha en el Seminario. Jueves 18 de septiembre: 9:00 – 12:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 12:00 El Sr. Obispo visita el Hospital de Cristo Rey de la Ciudad de Jaén. 17:00 El Sr. Obispo visita a los seminaristas que realizan Ejercicios Espirituales en la Yedra. 20:00 El Sr. Obispo preside el funeral en La Guardia de Jaén a favor de las victimas del accidente aéreo de Barajas Viernes 19 de septiembre: 9:00 – 11:00 El Sr. Obispo despacha en el Obispado. 12:00 El Sr. Obispo asiste a la firma del Convenio con la Consejería de Cultura a favor del Camarín de Jesús Nazareno de la Parroquia de Santa Marta en Martos. 19:00 El Sr. Obispo preside la inauguración del 8 Encuentro interdiocesano de Catequistas de la Provincia Eclesiástica de Granada. Sábado 20 de septiembre: 10:30 El Sr. Obispo preside el Claustro de inicio de Curso en el Seminario diocesano.


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Domingo 21 de septiembre: 12:00 El Sr. Obispo confirma a un grupo de fieles de la Parroquia de Campillo de Arenas. Lunes 22 de septiembre: 12:00 El Sr. Obispo asiste al minuto de silencio por las víctimas del asesinato terrorista de ETA. Martes 23- Viernes 26 de septiembre: El Sr. Obispo asiste a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española. Sábado 27 de septiembre: 10:30 El Sr. Obispo preside la Inauguración de Curso del Seminario diocesano y Centro de Estudios teológicos en el Seminario de Jaén.


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II.II. DE LA SANTA SEDE 1. INSTRUMENTUM LABORIS PARA LA XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS: LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA INSTRUMENTUM LABORIS ÍNDICE PREFACIO INTRODUCCIÓN I. Un anuncio esperado y bien recibido Duodécima Asamblea General Ordinaria del Sínodo II. El Instrumentum laboris y su uso Puntos de referencia Expectativas comunes La finalidad del Sínodo PREMISA: Itinerario histórico Una buena época de frutos Dudas y preguntas Una condición de fe varia y exigente La estructura del Instrumentum laboris PRIMERA PARTE: EL MISTERIO DE DIOS QUE NOS HABLA CAPÍTULO PRIMERO A. Dios, Aquel que nos habla. Identidad de la Palabra de Dios La Palabra de Dios como un canto a varias voces Incidencias pastorales B. Al centro, el misterio de Cristo y de la Iglesia En el corazón de la Palabra de Dios, el misterio de Cristo En el corazón de la Palabra de Dios, el misterio de la Iglesia Incidencias pastorales CAPÍTULO SEGUNDO A. La Biblia como Palabra de Dios inspirada y su verdad Las preguntas La Sagrada Escritura, Palabra de Dios inspirada Tradición, Escritura y Magisterio


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Antiguo y Nuevo Testamento, una sola economía de la salvación Incidencias pastorales B. Como interpretar la Biblia según la fe de la Iglesia El problema hermenéutico en perspectiva pastoral A la escucha de la experiencia El sentido de la Palabra de Dios y el camino para encontrarlo Incidencias pastorales CAPÍTULO TERCERO Actitud requerida a quien escucha la Palabra Una palabra eficaz El creyente: aquel que escucha la Palabra de Dios en la fe María, modelo de recepción de la Palabra para el creyente Incidencias pastorales SEGUNDA PARTE: LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA CAPÍTULO CUARTO La Palabra de Dios vivifica la Iglesia La Iglesia nace y vive de la Palabra de Dios La Palabra de Dios sostiene la Iglesia a lo largo de la historia La Palabra de Dios penetra y anima, en la potencia del Espíritu Santo, toda la vida de la Iglesia Incidencias pastorales CAPÍTULO QUINTO La Palabra de Dios en los diversos servicios de la Iglesia Ministerio de la Palabra La experiencia en la liturgia y en la oración La motivación teológico-pastoral: Palabra, Espíritu, Liturgia, Iglesia Palabra de Dios y Eucaristía Palabra y economía sacramental Incidencias pastorales La Lectio Divina La Palabra de Dios y el servicio de la caridad La exégesis de la Sagrada Escritura y la teología La Palabra de Dios en la vida del creyente TERCERA PARTE: LA PALABRA DE DIOS EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA


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La misión de la Iglesia CAPÍTULO SEXTO Para un «fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV 22) La misión de la Iglesia es proclamar la Palabra y construir el Reino de Dios La misión de la Iglesia se cumple en la evangelización y en la catequesis CAPÍTULO SÉPTIMO La Palabra de Dios en los servicios y en la formación del pueblo de Dios El hambre y la sed de la Palabra de Dios (cf. Am 8, 11): atención a las necesidades del pueblo de Dios «La Sagrada Escritura nos muestra la admirable condescendencia de Dios (DV 13) Los Obispos en el ministerio de la Palabra La tarea de los presbíteros y de los diáconos Los diversos ministros de la Palabra de Dios La tarea de los laicos El servicio de las personas consagradas La Palabra de Dios debe estar siempre a disposición de todos CAPÍTULO OCTAVO La Palabra de Dios, gracia de comunión La Palabra de Dios, vínculo ecuménico La Palabra de Dios, fuente del diálogo entre cristianos y judíos Il diálogo interreligioso La Palabra de Dios, fermento de las culturas modernas La Palabra de Dios y la historia de los hombres CONCLUSIÓN La Palabra de Dios, don a la Iglesia XII ASAMBLEA GENERAL ORDINARIA LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA

INSTRUMENTUM LABORIS PREFACIO La Palabra de Dios por excelencia es Jesucristo, hombre y Dios. El Hijo eterno es la Palabra que desde siempre existe en Dios, porque ella misma


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es Dios: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios» (Jn 1, 1). La Palabra revela el misterio de Dios Uno y Trino. Desde siempre pronunciada por Dios en el amor del Espíritu Santo, la Palabra significa diálogo, describe comunión e introduce en la profundidad de la vida beata de la Santísima Trinidad. En Jesucristo, Verbo eterno, Dios nos ha elegido antes de la fundación del mundo, predestinándonos a ser sus hijos adoptivos (cf. Ef 1, 4-5). Mientras el Espíritu aleteaba sobre las aguas y las tinieblas cubrían el abismo (cf. Gn 1, 2), Dios Padre decidió crear el cielo y la tierra a través de la Palabra, por medio de la cual fue hecho todo lo que existe (cf. Jn 1, 3). Por lo tanto, las huellas de la Palabra se encuentran también en el mundo creado: «los cielos cuentan la gloria de Dios, la obra de sus manos anuncia el firmamento» (Sal 18, 2). La obra maestra de la creación es el hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26-27), capaz de entrar en diálogo con el Creador así como también de percibir en la creación la impronta de su Autor, el Verbo creador, y por medio del Espíritu vivir en la comunión con Aquel que es (cf. Ex 3, 14), con el Dios vivo y verdadero (cf. Jr 10, 10). Tal amistad fue interrumpida con el pecado de los progenitores (cf. Gn 3, 1-24) que ofuscó también el acceso a Dios por medio de la creación. Dios, clemente y misericordioso (cf. 2 Cro 30, 9), en su bondad no abandonó a los hombres. Eligió un pueblo en favor de todas las naciones (cf. Gen 22, 18) y continuó hablándoles durante siglos por medio de patriarcas y profetas elegidos para mantener viva la esperanza que ofrecía consolación también en los acontecimientos dramáticos de la historia de salvación. Sus palabras inspiradas se encuentran recogidas en los libros del Antiguo Testamento. Ellas han mantenido viva la esperanza en la venida del Mesías, hijo de David (cf. Mt 22, 42), retoño de la raíz de Jesé (cf. Is 11, 1). Cuando luego en la plenitud de los tiempos (cf. Ga 4, 4) Dios quiso revelar a los hombres el misterio de su vida, escondido durante siglos y generaciones (cf. Col 1, 26), el Hijo Unigénito de Dios se encarnó, «la Palabra se hizo carne , y puso su Morada entre nosotros» (Jn 1, 14). En todo similar a nosotros excepto en el pecado (cf. Hb 2, 17; 4, 15), el Verbo de Dios debió expresarse en modo humano a través de palabras y gestos que se encuentran narrados en el Nuevo Testamento y especialmente en los Evangelios. Se trata de un lenguaje del todo similar al usado por los hombres, excepto en el error. Con los ojos de la fe, en la fragilidad de la naturaleza humana de Jesucristo, el creyente descubre el esplendor de su gloria «que recibe del Padre como Hijo


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único, lleno de gracia y de verdad» (Jn 1, 14). Analógicamente, por medio de las palabras de la Sagrada Escritura, el cristiano es invitado a descubrir la Palabra de Dios, el resplandor del glorioso evangelio de Cristo que es imagen de Dios (cf. 2 Co 4, 4). Se trata de un proceso exigente, paciente y constante que supone un estudio histórico y crítico (también diacrónico) y la aplicación de todos los posibles métodos científicos y literarios (orientados a la comprensión sincrónica) a los cuales está sometida toda investigación sobre escritos de los hombres. Iluminados por el Espíritu Santo, don del Señor resucitado, y bajo la guía del Magisterio, los fieles escrutan las Escrituras y se acercan a su pleno significado encontrando la Palabra de Dios, la persona del Señor Jesús, aquel que tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68). Por lo tanto el tema de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, podía ser entendido en sentido cristológico: Jesucristo en la vida y en la misión de la Iglesia. El enfoque cristológico está necesariamente acompañado por el pneumatológico y ambos, conjuntamente, llevan al descubrimiento de la dimensión trinitaria de la revelación. Esta lectura asegura, por una parte, la unidad de la revelación en cuanto el Señor Jesús, Palabra de Dios, reúne todas las palabras y los gestos trasmitidos por la Sagrada Escritura, a través de autores inspirados, y fielmente custodiados en la Tradición. Esto vale no solo para el Nuevo Testamento, que narra y proclama el misterio de la muerte, de la resurrección y de la presencia del Señor Jesús en medio a la Iglesia, comunidad de sus discípulos convocados para celebrar los santos misterios. Ellos, permitiendo que la gracia destruya el pecado (cf. Rm 6, 6), buscan conformarse a su Maestro para que en cada uno de ellos pueda vivir Cristo (cf. Ga 2, 20). Esta lectura se refiere igualmente al Antiguo Testamento, el cual también, según la palabra de Jesús, le da testimonio (cf. Jn 5, 39; Lc 24, 27). Por otra parte, la lectura cristológica de la Escritura, junto con la pneumatológica, permite la ascensión de la letra al espíritu, de las palabras a la Palabra de Dios. En efecto, las palabras no pocas veces esconden el verdadero significado, precisamente de los géneros literarios, de la cultura de los escritores inspirados, del modo de concebir el mundo y sus leyes. Por lo tanto, es necesario redescubrir en la multiplicidad de las palabras la unidad de la Palabra de Dios, que después de un camino arduo pero inevitable resplandece con un esplendor inesperado que supera en larga medida la fatiga de la búsqueda.


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Este doble y complementario acceso a la Palabra de Dios es asumido por el Instrumentum laboris, documento de trabajo de la próxima Asamblea sinodal. Él es el resultado de las respuestas a los Lineamenta, documento de reflexión de parte de los Sínodos de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, de las Conferencias Episcopales, de los Dicasterios de la Curia Romana, de la Unión de los Superiores Generales, así como también de personas que han querido aportar sus contribuciones a la reflexión eclesial sobre tan importante argumento. La reflexión ha sido guiada por el Santo Padre Benedicto XVI, Pastor universal de la Iglesia, quien se ha referido en numerosas ocasiones al tema del sínodo, con la esperanza, entre otras cosas, que a partir del redescubrimiento de la Palabra de Dios, que es siempre actual y no envejece jamás, la Iglesia pueda rejuvenecerse y conocer una nueve primavera. De esta manera ella podrá desarrollar con renovado dinamismo su misión de evangelización y de promoción humana en el mundo contemporáneo, que tiene sed de Dios y de su palabra de fe, de esperanza y de caridad. El texto del Instrumentum laboris contiene un mosaico en el cual prevalecen aspectos positivos en lo que se refiere la consciencia difundida de la importancia de la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. Se señalan también aspectos que deberían ser mejorados e integrados, sobre todo en relación a un mayor acceso a la Escritura y una mejor comprensión eclesial de la misma, que no podrán no desembocar en un renovado celo apostólico y pastoral, en el anuncio de la Buena Noticia a los que están cerca y a los lejanos, y en la animación de las realidades terrenas, contribuyendo a la construcción de un mundo más justo y pacífico. Se espera que el Instrumentum laboris, redactado por el XI Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los Obispos, con la ayuda de algunos expertos, pueda representar un válido documento de reflexión sinodal. Dicho documento podrá guiar a los padres sinodales en la vía descendente y ascendente en el redescubrimiento de la Palabra de Dios, es decir, de Jesucristo, hombre y Dios. Esto sucede en modo particular en las celebraciones litúrgicas que alcanzan su punto culminante en la Eucaristía, donde la palabra demuestra su milagrosa eficacia. En efecto, por expresa voluntad de Jesucristo «haced esto en recuerdo mío» (Lc 22, 19), las palabras pronunciadas por el sacerdote in persona Christi capitis: «Tomad, este es mi cuerpo» (Mc 14, 22), «esta es mi sangre» (Mc 14, 24) transforman, por la acción del Espíritu Santo, donado por el Padre, el pan en el cuerpo y el vino en la sangre del Señor resucitado. De esta perpetua fuente de gracia y de caridad, la Iglesia recibe constantemente


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la linfa vital y el arrojo para su misión en el mundo contemporáneo, cuyos habitantes están llamados a descubrir en la persona de Jesucristo la Palabra de Dios que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14, 6) para cada uno y para toda la humanidad. Nikola Eterović, Arzobispo titular de Sisak. Secretario General Vaticano, en la Solemnidad de Pentecostés, 11 de mayo de 2008

INTRODUCCIÓN «Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida, –pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba con el Padre y que se nos manifestó– lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo» (1 Jn 1, 1-4). I. Un anuncio esperado y bien recibido Duodécima Asamblea General Ordinaria del Sínodo 1. La próxima XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará desde el 5 al 26 de octubre de 2008, tiene como tema La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia. El argumento elegido por Su Santidad Benedicto XVI el 6 de octubre de 2006, ha sido acogido con amplio consenso de parte del Episcopado y del pueblo de Dios. En vista de la preparación específica han sido preparados los Lineamenta, con la intensión de reflexionar, a la luz del Concilio Ecuménico Vaticano II, sobre la experiencia actual de la Iglesia respecto de la Palabra en la variedad de las tradiciones y de los ritos, con referencia a las motivaciones de la fe y estimulando una reflexión articulada sobre diversos aspectos del encuentro con la Palabra de Dios. En relación a los Lineamenta y al relativo Cuestionario han llegado respuestas de las Iglesias Orientales Católicas sui iuris, de las Conferencias Episcopales, de los Dicasterios de la Curia Romana y de la Unión de los Superiores Generales, y observaciones de parte de Obispos, sacerdotes, personas consagradas, teólogos y fieles laicos. Puede afirmarse que la participación ha sido grande y diligente de parte de las Iglesias particulares en todos los continentes, testimoniando que verdaderamente la Palabra de Dios se extiende en todo el mundo. Las diversas opiniones han sido recogidas y oportunamente sintetizadas en este Instrumentum laboris.


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II. El Instrumentum laboris y su uso Puntos de referencia 2. La escucha obediente de la Palabra de Dios es reafirmada en comunión con toda la Tradición de la Iglesia, en modo particular con el Concilio Vaticano II, y más precisamente con la Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación Dei Verbum (DV), en sintonía con los otros documentos conciliares, principalmente con las Constituciones Dogmáticas sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (SC) y sobre la Iglesia Lumen gentium (LG), y con la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo Gaudium et spes (GS)[1]. Están directamente relacionadas con el tema sinodal las dos Notas de la Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia y El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana. Se agregan, con la propia autoridad, el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio del mismo, así como también el Directorio General para la Catequesis. Una especial atención debe darse al magisterio sobre la Palabra de Dios de parte de los Papas Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, así como a los documentos de los Dicasterios de la Curia Romana en estos cuarenta años post-conciliares. También existen textos sobre la Palabra de Dios en las Iglesias particulares y en otros organismos eclesiales continentales, regionales y nacionales. Pero el Sínodo tiene otros dos puntos de referencia. El primero está dado por el precedente Sínodo sobre la Eucaristía, a la cual la Palabra de Dios se une constituyendo una única mesa del Pan de vida (cf. DV 21). También hay otro importante evento de gracia que anima los trabajos del Sínodo: éste, en efecto, se desarrolla durante el Año Paulino, en la viva memoria del Apóstol que fue testigo de la Palabra de Dios y anunciador ejemplar de la misma, maestro permanente en la Iglesia. Expectativas comunes 3. Los aportes de los Pastores se denotan muchos puntos en común que expresan lo que se espera del Sínodo. Entre los aspectos comunes emergen: – la necesidad del primado que debe darse a la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia, pero al mismo tiempo se exige el coraje y la creatividad de una pedagogía de la comunicación adaptada al tiempo presente (cultura, contextos de vida actuales, comunicación); – el estímulo a reconocer que la Palabra de Dios es Jesucristo y que esto implica una lectura de toda la Biblia considerada en su misterio,


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en modo privilegiado en la celebración litúrgica y en particular en la Eucaristía dominical; – la proclamación que el Espíritu Santo conduce a la comprensión completa de la Palabra de Dios, dándonos la capacidad de entenderla y animando la lectura de la Biblia en la Iglesia, en su Tradición viviente de anuncio y de caridad, de manera que la escucha de la Palabra de Dios y cada lectura de la Biblia implica la pertenencia a la comunidad de la Iglesia con actitud de comunión y servicio; – la certeza que la Biblia es revelación de la Palabra de Dios, aún con tantas dificultades de comprensión, especialmente del Antiguo Testamento; – el gran deseo de los fieles de escuchar la Palabra de Dios, a la cual se responde con notables iniciativas pastorales, pero se advierte también la necesidad urgente de superar la indiferencia, la ignorancia y la confusión sobre las verdades de la fe acerca de la Palabra de Dios, falta de preparación, carencia de subsidios bíblicos; – la necesidad de una pastoral bíblica, pero también de una animación bíblica de la entera pastoral, que comprenda la enseñanza de todas las verdades de la fe; – la necesaria comunión en la fe y la práctica de la Palabra de Dios, pero al mismo tiempo se pide que cada una de las Iglesias particulares asuma el deber de acoger la Palabra en relación a la propia situación peculiar; – las diferentes visiones de la Biblia en la Tradición latina y en la Tradición oriental, relevando que es necesario que oportunamente tales puntos de vista sean dados a conocer y sean considerados como riquezas; – la competencia y la responsabilidad de los Pastores en relación al anuncio de la Palabra de Dios, que exige de parte de ellos una continua actualización formativa; — la urgencia que el laicado no sea solo un sujeto pasivo, sino que se transforme tanto en receptor de la Palabra de Dios como en anunciador debidamente preparado, sostenido por la comunidad; – la certeza que Dios dirige su Palabra de salvación a cada hombre, a partir de los más pobres y por lo tanto Él quiere que su Palabra sea llevada en la misión, es decir que sea dada a conocer a todos los pueblos como Buena Noticia de liberación, de consolación y


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de salvación, buscando el diálogo dentro de las Iglesias y de las comunidades cristianas y con las otras religiones, más aún, con las diversas culturas, sin olvidar las numerosas semillas de verdad depositadas en ellas por la providencia de Dios. La finalidad del Sínodo 4. El objetivo primario del Sínodo es dedicarse al tema de la Palabra con la cual «Dios invisible (cf. Col 1, 15; 1 Tim 1, 17) movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Ba 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía» (DV 2). Esto implica la escucha y el amor a la Palabra del Señor, que está en consonancia con la vida concreta de las personas de nuestro tiempo. La Palabra de Dios determina una vocación, crea comunión, manda en misión, para que lo que se ha recibido para sí se transforme en un don para los otros. Se trata, por lo tanto, de una finalidad eminentemente pastoral y misionera: profundizar las razones doctrinales y dejarse iluminar por tales razones significa extender y reforzar la práctica del encuentro con la Palabra de Dios como fuente de vida en los diversos ámbitos de la experiencia y así, a través de caminos adecuados y fáciles, poder escuchar a Dios y hablar con Él. a) Concretamente, el Sínodo se propone, entre sus objetivos, clarificar mayormente aquellos aspectos fundamentales de la verdad sobre la Revelación, como: la Palabra de Dios, la fe, la Tradición, la Biblia, el Magisterio, que garantizan y mueven a un válido y eficaz camino de fe; la estimulación del amor profundo por la Sagrada Escritura, pues «los fieles han de tener fácil acceso» a ella (cf. DV 22), relevando la unidad entre el pan de la Palabra y del Cuerpo de Cristo, para nutrir plenamente la vida de los cristianos[2]. Además, es necesario recordar la indisoluble y recíproca interrelación entre Palabra de Dios y liturgia; estimular en todos los ambientes la práctica de la Lectio Divina, debidamente adaptada a las diversas circunstancias; ofrecer al mundo de los pobres una palabra de consolación y de esperanza. Este Sínodo, en consecuencia, se propone cooperar a un correcto ejercicio hermenéutico de la Escritura, orientando bien el necesario proceso de evangelización y de inculturación; desea promover el diálogo ecuménico, estrechamente vinculado a la escucha de la Palabra de Dios; quiere favorecer el diálogo judaicocristiano, más ampliamente el diálogo interreligioso y intercultural. b) Un deseo de muchos Pastores es que la contribución final del Sínodo no sea sólo informativa, sino que llegue a la vida, provoque aquella participación, según la cual la Palabra de Dios se hace viva, eficaz, penetrante (cf. Hb 4, 12)


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a través de un lenguaje esencial y comprensible a la gente. A este propósito conviene tener presente que los términos Biblia, Sagrada Escritura, Libro Sagrado tienen el mismo significado y del contexto se comprenderá cuándo la expresión “Palabra de Dios” asume el sentido de “Sagrada Escritura”. PREMISA Itinerario histórico “Signos de los tiempos”. Después de cuarenta años del Concilio «La Palabra de Dios siga propagándose y adquiriendo gloria» (2 Ts 3, 1) Una buena época de frutos 5. La Palabra de Dios ha producido varios resultados positivos en la comunidad cristiana. En el plano objetivo y general emergen estos aspectos: – la sustancial renovación bíblica en el ámbito litúrgico, catequístico y, fundamentalmente, exegético y teológico; – la práctica incipiente pero fructuosa de la Lectio Divina con modalidades diversas; – la difusión del Libro Sagrado a través del apostolado bíblico y del esfuerzo de las comunidades, grupos y movimientos eclesiales; – el número siempre mayor de nuevos lectores y ministros de la Palabra de Dios; – la disponibilidad creciente de instrumentos y subsidios de la comunicación actual; – el interés por la Biblia en ámbito cultural. Dudas y preguntas 6. Pero otros aspectos permanecen todavía abiertos y problemáticos. Siempre en un plano objetivo de datos se registran un poco en todas partes en las Iglesias locales las siguientes lagunas: — la Dei Verbum come tal es poco conocida; – se constata una mayor familiaridad con la Biblia, pero no un suficiente conocimiento de todo el depósito de la fe al cual pertenece la Biblia; – en lo que ser refiere al Antiguo Testamento es conocida la dificultad de comprensión y de recepción con el riesgo de un uso incorrecto; – la praxis litúrgica respecto de la Palabra de Dios en la Misa a menudo no es satisfactoria; – un aspecto delicado y problemático es la relación entre Biblia y ciencia en la interpretación del mundo y de la vida humana;


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– en todo caso se verifica un cierto desapego de los fieles con respecto a la Biblia, cuya consultación no puede decirse que constituya una experiencia generalizada; – se señala la necesidad de considerar el estrecho vínculo entre enseñanzas morales y Sagrada Escritura, en su totalidad, haciendo referencia en particular a los Diez Mandamientos, al precepto del amor a Dios y al prójimo, así como también al discurso de la Montaña y a la enseñanza paulina sobre la vida en el Espíritu; – se debe agregar, finalmente, una doble pobreza: en cuanto a los medios materiales en la difusión de la Biblia y en cuanto a las formas de comunicación que resultan a menudo inadecuadas. Una condición de fe variada y exigente 7. Dirigiendo una mirada a la condición de fe dentro de este panorama de luces y sombras, de las contribuciones de los Pastores se evidencian notables puntos de reflexión, que pueden ser agrupados en tres niveles: personal, comunitario y social. a. A nivel de las personas. Es necesario tener en cuenta que muchos fieles dudan de abrir la Biblia por varias razones, especialmente porque piensan que es un Libro difícil de comprender. En tantos cristianos el deseo intenso de escuchar la Palabra de Dios se realiza en una experiencia más emotiva que convencida, a causa del escaso conocimiento de la doctrina. Esta fractura entre la verdad de fe y la experiencia de vida se advierte sobre todo en el encuentro litúrgico con la Palabra de Dios. A esto se agrega una cierta separación de los estudiosos con respecto a los Pastores y a la gente simple de las comunidades cristianas. En segundo lugar se debe reconocer que la relación directa con la Escritura es vivida por muchos de manera inicial. A este respecto, un peculiar testimonio es dado por los movimientos, mientras un papel importante es reconocido a las personas consagradas. b. A nivel comunitario. No debe olvidarse que, si bien la Palabra de Dios tiene oyentes apasionados en todo el mundo, son significativas las diferencias dentro de la Iglesia. Se podría afirmar que en las Iglesias locales de origen más reciente o en situación de minoría numérica el uso de la Biblia entre los fieles es más amplio que en otros lugares. Además, son diversas las formas de aproximación según los contextos, de tal manera que hoy podemos hablar de un modo de acercarse a la Biblia diferenciado en Europa, en África, en América, en Oceanía. Luego, permanece siempre la diferencia complementaria del uso de la Palabra de Dios en las Iglesias latina y oriental y en relación a las otras Iglesias y comunidades eclesiales.


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c. A nivel social. El proceso de globalización, extendiéndose rápidamente, involucra también a la Iglesia. Tres factores, ampliamente citados en las respuestas, definen el contexto del encuentro con la Sagrada Escritura: – la secularización que determina una condición de vida fácilmente expuesta a la deriva del secularismo consumístico, al relativismo y a la indiferencia religiosa, especialmente en las jóvenes generaciones; – el pluralismo religioso y cultural con el surgimiento de formas gnósticas y esotéricas en la interpretación de las Sagrada Escritura y de grupos religiosos aislados en el interior de la Iglesia Católica. Se desarrollan, además, contrastes no fáciles y conflictos dolorosos, especialmente para minorías cristianas en ámbito no cristiano a propósito del uso de la Biblia; – la aspiración muy sentida de expresar la Palabra de Dios como liberación de la persona de condiciones inhumanas y como consuelo concreto para los pobres y para los que sufren. En el contexto de la nueva evangelización, la transmisión de la fe debe conjugarse con el descubrimiento en profundidad de la Palabra de Dios. Es deseable que la Palabra de Dios sea presentada como el sostén de la fe de la Iglesia a través de los siglos. La estructura del Instrumentum laboris 8. La estructura se articula en tres partes: la primera parte se concentra sobre la identidad de la Palabra de Dios según la fe de la Iglesia; la segunda parte considera la Palabra de Dios en la vida de la Iglesia; la tercera parte reflexiona sobre la Palabra de Dios en la misión de la Iglesia. Cada parte está dividida en capítulos que hacen más fluida y clara la lectura. En síntesis, el Sínodo desea meditar, proponer y agradecer este misterio grande de la Palabra de Dios, que su don supremo.

PRIMERA PARTE: EL MISTERIO DE DIOS QUE NOS HABLA «Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo el universo» (Hb 1, 1-2). De las contribuciones de los Pastores se evidencian algunos temas teológicos significativos para la acción pastoral, como la identidad de la Palabra de Dios;


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el misterio de Cristo y de la Iglesia, centro de la Palabra de Dios; la Biblia como Palabra inspirada y su verdad; la interpretación de la Biblia según la fe de la Iglesia; la debida actitud en la escucha de la Palabra de Dios. CAPÍTULO PRIMERO A. Dios, Aquel que nos habla. Identidad de la Palabra de Dios «Dios [...] habla a los hombres como a amigos» (DV 2) La Dei Verbum propone una teología dialógica de la revelación. En este diálogo hay tres aspectos estrechamente vinculados: la amplitud de significado que en la Revelación divina asume el término “Palabra de Dios”; el misterio de Cristo, expresión plena y perfecta de la Palabra de Dios; el misterio de la Iglesia, sacramento de la Palabra de Dios. La Palabra de Dios como un canto a varias voces 9. La Palabra de Dios es como un canto a varias voces, en cuanto Dios la pronuncia en muchas formas y en diversos modos (cf. Hb 1, 1), dentro de una larga historia y con diversidad de anunciadores, pero donde aparece una jerarquía de significados y de funciones. a. La Palabra de Dios tiene su patria en la Trinidad, de la cual proviene, por la cual es sostenida y a la cual retorna, testimonio permanente del amor del Padre, de la obra de salvación del Hijo Jesucristo, de la acción fecunda del Espíritu Santo. A la luz de la Revelación, la Palabra es el Verbo eterno de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo del Padre, fundamento de la comunicación intratrinitaria y ad extra: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada» (Jn 1, 1-3; cf. Col 1, 16). b. Por lo tanto, el mundo creado narra la gloria de Dios (cf. Sal 19, 1). Al inicio del tiempo, con su Palabra Dios crea el cosmos (cf. Gn 1, 1), poniendo en la creación un sello de su sabiduría, por lo cual todo hace resonar su voz (cf. Si 46, 17; Sal 68, 34). Es la persona humana en particular, en cuanto creada a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1, 26), que permanece para siempre como signo inviolable e intérprete inteligente de su Palabra. De la Palabra de Dios, en efecto, la persona recibe la capacidad de entrar en diálogo con Él y con la creación. De este modo, Dios ha hecho de toda la creación, y de la persona in primis, «un testimonio perenne de sí mismo» (DV 3). Dado que «todo fue creado por él y para él [...] y todo tiene en él su consistencia» (Col 1, 16-17), «“semillas de la Palabra” (AG 11.15), “destello de aquella Verdad


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que ilumina a todos los hombres” (NA 2) [...] se encuentran en las personas y en las tradiciones religiosas de la humanidad»[3]. c. «La Palabra se hizo carne» (Jn 1, 14): Palabra de Dios, última y definitiva es Jesucristo, su persona, su misión, su historia, íntimamente unidas, según el plan del Padre, que culmina en la Pascua y que se cumple cuando Jesús entrega el Reino al Padre (cf. 1 Cor 15, 24). Él es el Evangelio de Dios para cada persona humana (cf. Mc 1, 1). d. En vista de la Palabra de Dios que es el Hijo encarnado, el Padre habló en tiempos antiguos por medio de los profetas (cf. Hb 1, 1) y a través del Espíritu los Apóstoles continúan el anuncio de Jesús y de su Evangelio. Así la Palabra de Dios se expresa con palabras humanas en el anuncio de los profetas y de los Apóstoles. e. La Sagrada Escritura, fijando por divina inspiración los contenidos revelados, atestigua, de manera auténtica, que ella es verdaderamente Palabra de Dios (cf. DV 24), del todo orientada a Jesús, porque «ellas [las Escrituras] son las que dan testimonio de mí» (Jn 5, 39). Por el carisma de la inspiración los libros de la Sagrada Escritura tienen una fuerza de llamada directa y concreta, que no tienen otros textos o intervenciones humanas. f. Pero la Palabra de Dios no queda encerrada en la escritura. Si bien la Revelación se ha concluido con la muerte del último apóstol (cf. DV 4), la Palabra revelada continúa siendo anunciada y escuchada en la historia de la Iglesia, que se compromete a proclamarla al mundo entero para responder a su necesidad de salvación. Así, la Palabra continúa su curso en la predicación viva, que abraza las diversas formas de evangelización, entre las cuales sobresalen el anuncio y la catequesis, la celebración litúrgica y el servicio de la caridad. La predicación, en este sentido, con la fuerza del Espíritu Santo, es Palabra del Dios vivo comunicada a personas vivas. g. Entran en el ámbito de la Palabra de Dios, como el fruto de las raíces, las verdades de fe de la Iglesia en campo dogmático y moral. De este cuadro se puede comprender que cuando se anuncia en la fe la revelación de Dios se cumple un evento revelador, que se puede llamar verdaderamente Palabra de Dios en la Iglesia. Incidencias pastorales 10. Aquí se recuerdan tantas incidencias pastorales, con las cuales se relacionan muchas respuestas provenientes de las Iglesias particulares. – A la Palabra de Dios se le reconocen todas las cualidades de una verdadera comunicación interpersonal, en la Biblia frecuentemente


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designada como diálogo de alianza, en el cual Dios y la persona hablan como miembros de la misma familia. – En esta visión la religión cristiana no se puede definir “religión del Libro” en términos absolutos, en cuanto el Libro inspirado pertenece vitalmente a todo el cuerpo de la Revelación [4]. – El mundo creado es manifestación de la Palabra de Dios y la vida y la historia humana la contienen como en germen. En esta óptica emergen cuestiones, hoy relevantes, recordadas en muchos aportes de Pastores sobre la ley natural, sobre el origen del mundo, sobre la cuestión ecológica. – Conviene ciertamente retomar la hermosa noción de “historia de la salvación” (historia salutis), tan apreciada por los Padres de la Iglesia y transformada tradicionalmente en “Historia sagrada”. Es necesario hacer comprender todo lo que implica la “religión del Verbo encarnado”, es decir la Palabra de Dios que no se cristaliza en fórmulas abstractas y estáticas, sino que conoce una historia dinámica hecha de personas y de acontecimientos, de palabras y de acciones, de progresos y tensiones, como aparece claramente en la Biblia. La historia salutis, concluida en lo que se refiere a la fase constitutiva, continúa su eficacia ahora en el tiempo de la Iglesia. – La totalidad de la Palabra de Dios está asegurada por todos los actos que la expresan, según el papel de cada uno. Resulta espontáneo pensar, a causa de su misma fuerza, que la Sagrada Escritura es el ámbito vital de la Iglesia. Por otra parte, es necesario que todos los momentos del ministerio de la Palabra de Dios estén en recíproca y armónica interacción. Entre estos signos tienen un papel fundamental el anuncio, la catequesis, la liturgia y la diaconía. – Será deber de los Pastores ayudar a los fieles a tener esta visión armónica de la Palabra, evitando formas erróneas, reductivas o ambiguas de comprensión, capacitándolos para ser atentos oyentes de la Palabra, donde sea que resuene, y estimulándolos a gustar también las palabras más simples de la Biblia. B. En el Centro, el Misterio de Cristo y de la Iglesia «En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1, 2) En el corazón de la Palabra de Dios, el misterio de Cristo 11. Los cristianos en general advierten la centralidad de la persona de Jesucristo en la Revelación de Dios. Pero no siempre saben apreciar las


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razones de tal importancia, ni entienden en qué sentido Jesús es el corazón de la Palabra de Dios y, por lo tanto, también tienen dificultad para leer cristianamente la Biblia. A esto se refieren casi todas las respuestas de los Organismos consultados, impulsados por la doble preocupación de evitar los equívocos de una lectura superficial y fragmentada de la Escritura, pero sobre todo de indicar el camino seguro para entrar en el Reino de Dios y heredar la vida eterna. En efecto, «ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tu has enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3). Esta relación sustancial entre la Palabra de Dios y el misterio de Cristo se configura, de este modo, en la Revelación como anuncio y en la historia de la Iglesia como profundización inagotable. Respecto a la mencionada relación se citan solamente algunas referencias teológicas esenciales de evidente incidencia pastoral. – Siempre a la luz de la Dei Verbum, se recuerda que Dios ha realizado un plan completamente gratuito: «envió a su Hijo, [...] para que habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios (cf. Jn 1, 1-18). Jesucristo, Palabra hecha carne [...] “habla las palabras de Dios” (Jn 3, 34) y realiza la obra de salvación que el Padre le encomendó (cf. Jn 5, 36; 17, 4)» (DV 4). De este modo, Jesús en su vida terrena, y ahora en su vida celeste, asume y realiza todo el fin, el sentido, la historia y el proyecto de la Palabra de Dios porque, como afirma San Ireneo, Cristo « nos ha traído la gran novedad viniendo él mismo hacia nosotros»[5]. – El proyecto de Dios prevé una historia en la revelación. Como afirma el autor de la Carta a los Hebreos: «Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1, 1-2). Quiere decir que en Jesús la Palabra de Dios asume los significados que Él ha dado a su misión: tiene como finalidad hacer entrar en el Reino de Dios (cf. Mt 13, 1-9); se manifiesta en sus palabras y obras; expresa la fuerza en los milagros; tiene el objetivo de animar la misión de los discípulos, sosteniéndolos en el amor a Dios y al prójimo y en la cura de los pobres; revela su plena verdad en el misterio pascual, en la espera del desvelamiento total; y ahora guía la vida de la Iglesia en el tiempo.


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– Pero también es verdad que la Palabra de Dios deber ser comprendida, como Él mismo decía, según las Escrituras (cf. Lc 24, 44-49), es decir, en la historia del pueblo de Dios del Antiguo Testamento, que lo ha esperado como Mesías, y ahora en la historia de la comunidad cristiana, que lo anuncia con la predicación, lo medita con la Biblia y experimenta su amistad y su guía. San Bernardo afirma que en el plan de la Encarnación de la Palabra, Cristo es el centro de todas las Escrituras. La Palabra de Dios, ya audible en la primera alianza, se hizo visible en Cristo[6]. – No puede olvidarse que «todo fue creado por él y para él» (Col 1, 16). Jesús asume una centralidad cósmica, es el rey del universo, Aquel que da el último sentido a toda la realidad. Si la Palabra de Dios es como un canto a varias voces, su clave de interpretación, por la inspiración del Espíritu Santo, es Cristo en la globalidad de su misterio. «La Palabra de Dios, que estaba en el principio junto a Dios, no es, en su plenitud, una multitud de palabras; ella no es muchas palabras, sino una sola Palabra que abraza un gran número de ideas de las cuales cada una es una parte de la Palabra en su totalidad [...]. Si Cristo nos indica las “Escrituras”, como aquellas que dan testimonio de Él, es porque considera los libros de la Escritura como un único rollo, puesto que todo lo que ha sido escrito de Él está recapitulado en un todo único»[7]. En el corazón de la Palabra de Dios, el misterio de la Iglesia 12. La Iglesia en cuanto misterio del Cuerpo de Jesús encuentra en la Palabra el anuncio de su identidad, la gracia de su conversión, el mandato de su misión, la fuente de su profecía y la razón de su esperanza. Ella está interiormente constituida por el diálogo con el Esposo y es hecha destinataria y testigo privilegiado de la Palabra amorosa y salvadora de Dios. Pertenecer cada vez más a este “misterio” que constituye la Iglesia es la consecuencia lógica de la escucha de la Palabra de Dios, por ello el encuentro continuo con ella es causa de renovación y fuente de «una nueva primavera espiritual»[8]. Por otra parte, la viva consciencia de pertenecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, será efectiva en la medida en que se puedan articular en manera coherente las diversas relaciones con la Palabra de Dios: una Palabra anunciada, una Palabra meditada y estudiada, una Palabra rezada y celebrada, una Palabra vivida y propagada. Por esta razón en la Iglesia la Palabra de Dios no es un


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depósito inerte, sino que es regla suprema de la fe y potencia de vida, progresa con la ayuda del Espíritu Santo y crece con la contemplación y el estudio de los creyentes, la experiencia personal de vida espiritual y la predicación de los Obispos (cf. DV 8; 21). Lo atestiguan en particular, los hombres de Dios, que han vivido la Palabra[9]. Es evidente que la primera misión de la Iglesia es transmitir la Palabra divina a todos los hombres. La historia atestigua que ello ha tenido lugar y continúa sucediendo hoy, después de tantos siglos, entre obstáculos, pero con fecunda vitalidad. Objeto de permanente reflexión y de fiel aplicación son las palabras iniciales de la Dei Verbum: «La Palabra de Dios la escucha con devoción y la proclama con valentía el Santo Concilio» (DV 1). Estas palabras resumen en sí la esencia de la Iglesia en su doble dimensión de escucha y de proclamación de la Palabra de Dios. No cabe ninguna duda: a la Palabra de Dios corresponde el primer lugar. Solamente a través de ella podemos comprender la Iglesia. Ella se define como Iglesia que escucha. Es en la medida en que escucha que ella puede ser también Iglesia que proclama. Afirma el Santo Padre Benedicto XVI: «La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y en el Evangelio encuentra siempre de nuevo orientación para su camino»[10]. Incidencias pastorales 13. La comunidad cristiana se siente engendrada y renovada por la Palabra de Dios para descubrir el rostro de Cristo. La afirmación de San Jerónimo es clara y perentoria: «Ignoratio enim Scripturarum, ignoratio Christi est»[11] (quien desconoce las Escrituras no conoce a Cristo). Aquí se recuerdan algunas urgencias pastorales que emergen de las respuestas a los Lineamenta: – desarrollar líneas orgánicas de reflexión sobre la relación de Jesús con la Sagrada Escritura, sobre cómo Él la lee y cómo ella ayuda a comprenderlo; – presentar de manera simple los criterios de lectura cristiana de la Biblia, resolviendo en esa óptica elementos difíciles del Antiguo Testamento; — ayudar a los fieles a reconocer en la Iglesia, guiada por el Magisterio, el lugar vital y continuo del anuncio de la Palabra de Dios; – instruir a aquellos cristianos que dicen que no leen la Biblia porque prefieren establecer con Jesús una relación directa y personal; – gracias a la realidad de Jesús, Señor resucitado y presente en los signos sacramentales, la liturgia ha de ser considerada como lugar primario del encuentro con la Palabra de Dios;


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– en la comunicación catequística, no se ha de olvidar que los Evangelios deben ser elegidos como lectura prioritaria, pero al mismo tiempo deben ser leídos en relación a los otros libros del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento y con los documentos del Magisterio de la Iglesia. CAPÍTULO SEGUNDO A. La Biblia como Palabra de Dios inspirada y su verdad «La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo» (DV 21) Las preguntas 14. Según los Pastores uno de los problemas más importantes es la relación de la Sagrada Escritura con la Palabra de Dios, en particular su inspiración y su verdad. Se distinguen tres niveles de preguntas: – algunas cuestiones son relativas a la naturaleza de la Biblia: qué se entiende por inspiración o por canon, qué tipo de verdad corresponde a la Escritura y cómo se ha de entender su historicidad; – otras preguntas se refieren a la relación de la Escritura con la Tradición y el Magisterio; – otras cuestiones tocan las páginas difíciles de la Biblia, especialmente del Antiguo Testamento. A estas últimas cuestiones se hará referencia al tratar sobre la Palabra de Dios en la catequesis. La Sagrada Escritura, Palabra de Dios inspirada 15. Muchas respuestas a los Lineamenta señalan cuestiones relativas al modo de explicar a los fieles el carisma de la inspiración y de la verdad de las Escrituras. A este propósito es necesario, ante todo, precisar la relación entre la Biblia y la Palabra de Dios; aclarar la acción del Espíritu Santo; especificar algunos puntos sobre la identidad de la Biblia. a. Se ha de reconocer la relación de distinción y comunión entre la Biblia y la Palabra de Dios. Es la misma Biblia que atestigua la no coincidencia material entre Palabra de Dios y Escritura. La Palabra de Dios es una realidad viva, eficaz (cf. Hb 4, 12-13), eterna (cf. Is 40, 8), «omnipotente» (Sb 18, 15), creadora (cf. Gn 1, 3ss.) e instauradora de historia. En el Nuevo Testamento esta Palabra es el mismo Hijo de Dios, el Verbo hecho carne (cf. Jn 1, 1ss.; Hb 1, 2). La Escritura, en cambio, es testimonio de esta relación entre Dios y el hombre, la ilumina y la orienta de manera cierta. Por lo tanto, la Palabra de Dios,


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excede el Libro, y alcanza al hombre también a través de la vía de la Iglesia, Tradición viviente. Esto implica la superación de una interpretación subjetiva y cerrada de la Escritura, por lo cual ella ha de ser leída dentro de un proceso de la Palabra de Dios más amplio, y sobre todo inagotable, como demuestra el hecho que la Palabra continúa alimentando la vida de generaciones en tiempos siempre nuevos y diversos. La comunidad cristiana es, por lo tanto, el sujeto de trasmisión de la Palabra de Dios, y al mismo tiempo es sujeto privilegiado para comprender el sentido profundo de la Sagrada Escritura, el progreso de la fe y el desarrollo del dogma. A raíz de esta prerrogativa, que es propia de la Iglesia, ella desde el comienzo ha manifestado una veneración por los libros bíblicos y ha establecido, por regla o canon de la fe en la revelación divina, un elenco cierto y definitivo de los mismos: 73 libros, de los cuales 46 son el Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento[12]. b. El Espíritu da respiro a la palabra escrita y coloca el Libro en el misterio más amplio de la encarnación y de la Iglesia. Por lo tanto, gracias al Espíritu, la Palabra de Dios es una realidad litúrgica y profética, es anuncio (kerygma) antes de ser libro, es atestiguación del Espíritu Santo sobre la presencia de Cristo. c. En síntesis se puede afirmar que: – el carisma de la inspiración permite afirmar que Dios es el autor de la Biblia en un modo que no excluye el mismo hombre como verdadero autor. En efecto, a diferencia de un dictado, la inspiración no quita la libertad y las capacidades personales del escritor sino que las ilumina y las inspira; – aún cuando la Sagrada Escritura sea inspirada en todas sus partes, la inerrancia se refiere sólo a «la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para salvación nuestra» (DV 11); – gracias al carisma de la inspiración, el Espíritu Santo constituye los libros bíblicos como Palabra de Dios y los confía a la Iglesia, para que sean recibidos en la obediencia de la fe; – el Canon en su totalidad y unidad orgánica constituye criterio de interpretación del Libro Sagrado; – siendo la Biblia Palabra de Dios en lenguaje humano, su interpretación se hace armónicamente con los criterios literarios, filosóficos y teológicos, siempre bajo la fuerza unificadora de la fe y la guía del Magisterio[13].


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Tradición, Escritura y Magisterio 16. El Concilio Vaticano II insiste sobre la unidad de origen y sobre las diversas conexiones entre Tradición y Escritura, que la Iglesia recibe «con el mismo espíritu de devoción» (DV 9). A este respecto recordamos que la Palabra de Dios, hecha Evangelio o Buena Noticia en Cristo (cf. Rm 1,16) y, como tal, consignada a la predicación apostólica, continúa su curso a través de: – sobre todo, el flujo de la Tradición viviente manifestada por «lo que [la Iglesia] es y lo que cree» (DV 8), como el culto, la enseñanza, la caridad, la santidad, el martirio; – después, a través de la Sagrada Escritura que, por inspiración del Espíritu Santo, conserva de esta Tradición viva, precisamente en la inmutabilidad de lo que está escrito, los elementos constitutivos y orgánicos. «Esta Tradición con la Escritura de ambos Testamentos, son el espejo en que la Iglesia peregrina contempla a Dios, de quien todo lo recibe, hasta el día en que llegue a verlo cara a cara, como Él es (cf. 1 Jn 3, 2)» (DV 7). Finalmente, al Magisterio de la Iglesia, que no es superior a la Palabra de Dios, corresponde «interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o escrita», en cuanto lo trasmitido «por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente» (DV 10). En síntesis, una verdadera lectura de la Escritura como Palabra de Dios no puede hacerse sino in Ecclesia, según su enseñanza. Antiguo y Nuevo Testamento, una sola economía de la salvación 17. Un problema actual entre los católicos se refiere al conocimiento del Antiguo Testamento como Palabra de Dios y en particular su relación con el misterio de Cristo y de la Iglesia. A causa de dificultades exegéticas no resueltas, se asiste a una cierta resistencia frente a páginas del Antiguo Testamento que parecen incomprensibles, y por lo tanto expuestas a la selección arbitraria, al rechazo. Según la fe de la Iglesia, el Antiguo Testamento ha de ser considerado como parte de la única Biblia de los cristianos, parte constitutiva de la Revelación y, por ello mismo, de la Palabra de Dios. De todo esto deriva la necesidad de una urgente formación para una lectura cristiana del Antiguo Testamento, reconociendo la relación que vincula los dos Testamentos y los valores permanentes del Antiguo (cf. DV 15-16)[14]. A esto ayuda la praxis litúrgica, que siempre proclama el Texto Sagrado del Antiguo Testamento


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como página esencial para una comprensión completa del Nuevo Testamento, según la atestación de Jesús mismo en el episodio de Emaús, en el cual el Maestro «empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre Él en todas las Escrituras» (Lc 24, 27). Justa es la afirmación agustiniana «Novum in Vetere latet et in Novo Vetus patet»[15] (el Nuevo Testamento está escondido en el Antiguo y el Antiguo está desvelado en el Nuevo Testamento). Afirma San Gregorio Magno: «Lo que el Antiguo Testamento ha prometido, el Nuevo Testamento lo ha hecho ver; lo que aquel anuncia de manera oculta, éste lo proclama abiertamente como presente. Por lo tanto, el Antiguo Testamento es profecía del Nuevo Testamento; y el mejor comentario al Antiguo Testamento es el Nuevo Testamento»[16]. Las implicancias prácticas de esta doctrina son numerosas y vitales. Incidencias pastorales 18. Se advierte cada vez con más consciencia que no basta una lectura superficial de la Biblia. Se constata además que diversos grupos bíblicos, habiendo comenzado con entusiasmo el descubrimiento del Libro Sagrado, después progresivamente se extinguen por la falta de un buen terreno –es decir, la Palabra de Dios percibida en su misterio de gracia– como dice Jesús en la parábola del sembrador (cf. Mt 13, 20-21). En esta óptica se proponen aquí las siguientes implicancias: a. Por el hecho que la Escritura está íntimamente unida a la Iglesia, ésta tiene un papel esencial para acceder a la Palabra en su carácter genuino original, constituyendo así criterio para la recta comprensión de la Tradición, puesto que, de hecho, tanto la liturgia como la catequesis se alimentan de la Biblia. Como ya se ha dicho, los libros de la Sagrada Escritura tienen una fuerza de interpelación directa y concreta que no tienen otros textos o intervenciones eclesiásticas. b. Además, ha de ser considerada en sus efectos prácticos, la distinción entre la Tradición apostólica y las tradiciones eclesiales. En efecto, mientras la primera proviene de los apóstoles y transmite cuanto ellos han recibido de Jesús y del mismo Espíritu Santo, las tradiciones eclesiales han nacido en el curso del tiempo en las Iglesias locales y son formas de adaptación de la «gran Tradición»[17]. También ha de ser evaluado el peso decisivo del reconocimiento canónico, que la Iglesia ha definido a propósito de las Escrituras garantizando la autenticidad de las mismas, frente a la proliferación de libros no auténticos o apócrifos. Las interpretaciones gnósticas, hoy muy


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difundidas, acerca de la verdad sobre los orígenes cristianos obligan a explicar en qué consiste el Canon de los Libros sagrados y cómo éste ha surgido. De este modo se orienta adecuadamente la traducción y la difusión de la Escritura y se justifica el indispensable reconocimiento de parte de la Iglesia. Queda por reconsiderar la relación entre Escritura, Tradición y los signos de la Palabra de Dios en el mundo creado, especialmente con el hombre y su historia, puesto que toda creatura es palabra de Dios, en cuanto proclama Dios[18]. c. La intención del Magisterio, cuando ofrece orientaciones o proclama definiciones, no es limitar la lectura personal de la Escritura. Por el contrario, propone un cuadro de referencia seguro en el cual la investigación se realiza. Lamentablemente, la enseñanza del Magisterio y el valor de los diversos niveles de pronunciamiento no son siempre bien conocidos y aceptados. En ocasión del Sínodo se descubre una vez más la Dei Verbum y los documentos pontificios posteriores. En particular, merece ser señalada la orientación para la comprensión y el uso de la Palabra de Dios en la Biblia dada por el Santo Padre Benedicto XVI en diversas intervenciones magisteriales. d. En el surco de la Tradición viviente, y por lo tanto, como servicio genuino a la Palabra de Dios, ha de ser considerado también el instrumento del Catecismo, comenzando por el primer Símbolo de la fe, núcleo de todo Catecismo, hasta las diversas exposiciones promovidas a lo largo de los siglos en la Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica y en las Iglesias locales los respectivos Catecismos son las atestaciones más recientes de las mencionadas exposiciones. e. En este sentido es necesario retener fundamental una distinción que tendrá tantas repercusiones en la praxis pastoral: existe el encuentro con la Escritura en las grandes acciones de la Iglesia, como la liturgia y la catequesis, donde la Biblia se coloca en un contexto público ministerial; existe también el encuentro inmediato, como la Lectio Divina, el curso bíblico, el grupo bíblico. Se ha de promover hoy esta vía a causa de un cierto alejamiento del pueblo de Dios del uso directo y personal de la Escritura. f. En cuanto al Antiguo Testamento, el mismo ha de ser entendido como una etapa en el desarrollo de la fe y de la comprensión de Dios. Su carácter figurado, su relación con la mentalidad científica e histórica de nuestro tiempo, tienen necesidad de ser aclarados. Por otra parte, numerosos pasajes del mismo custodian una fuerza espiritual, sapiencial y cultural única, constituyendo una rica catequesis sobre las realidades humanas y manifiestan las etapas del camino de fe de un pueblo. El conocimiento y la lectura de los Evangelios no


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excluyen que la profundización del Antiguo Testamento ofrezca a la lectura e inteligencia del Nuevo Testamento una profundidad siempre más grande. g. Finalmente, según una óptica pastoral bastante concreta, merecen ser señaladas algunas observaciones que ayudan a discernir mejor la relación de los fieles con la doctrina de la fe. Los fieles, en general, distinguen la Biblia de otros textos religiosos y la retienen más importante en la vida de fe, sin embargo, no pocos en la práctica prefieren textos espirituales más simples de entender, mensajes y escritos edificantes o diversas manifestaciones de la piedad popular. Se podría decir que el pueblo encuentra la Palabra de Dios a través de la vía práctica, viviéndola más que conociendo el origen y las motivaciones de la misma. Es una situación positiva y al mismo tiempo de fragilidad. Es necesario saber hablar a la gente reconociendo su modo de comprender. Ayudar a los fieles a saber qué es la Biblia, porqué existe, qué ofrece a la fe, cómo se usa, constituye una tarea necesaria en la actividad pastoral. B. Como interpretar la Biblia según la fe de la Iglesia «Viva es la Palabra de Dios y eficaz » (Hb 4, 12) El problema hermenéutico en perspectiva pastoral 19. El problema hermenéutico, dentro del cual se colocan la actualización de la Palabra de Dios y al mismo tiempo la inculturación[19], es una cuestión delicada e importante. Dios, en efecto, propone a la persona no una información más o menos curiosa y ni siquiera de orden puramente humano, científico, sino que le comunica su Palabra de verdad y de salvación, y esto requiere en quien la escucha una comprensión inteligente, vital, responsable y además actual. Todo esto implica reconocer el sentido verdadero de la Palabra pronunciada o escrita, así como la comunica el Señor a través de los autores sagrados, y al mismo tiempo exige que la Palabra sea significativa también para quien la escucha hoy. A la escucha de la experiencia 20. De las respuestas de los Obispos se deduce que la interpretación de la Palabra, no obstante las apariencias contrarias, resulta accesible. Tantos cristianos, en comunidad o singularmente, escrutan la Palabra de Dios con disponibilidad para comprender lo que Dios dice y para obedecerle. Ahora bien, esta disponibilidad de la fe es considerada por la Iglesia como una valiosa posibilidad que habilita para una correcta comprensión y actualización del Testo Sagrado. Hoy esta oportunidad (kairòs) vale, en cierto modo aún


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más, porque se abre una nueva relación entre la Palabra de Dios y las ciencias del hombre, en particular en el ámbito de la investigación filosófica, científica e histórica. Una grande riqueza de verdades y de valores sobre Dios, sobre el hombre y sobre las cosas proviene de este contacto entre Palabra y cultura. La razón, por lo tanto, interpela a la fe y ésta, a su vez, invita a la razón a colaborar para una verdad y una vida consonantes con la Revelación de Dios y las expectativas de la humanidad. Pero no faltan tampoco los riesgos de una interpretación arbitraria y reductiva, debidos especialmente al fundamentalismo, de tal modo que, por una parte se manifiesta el deseo de permanecer fiel al Texto, y por otra parte se desconoce la naturaleza misma de los textos, incurriendo en graves errores y generando también inútiles conflictos[20]. Existen además las llamadas lecturas ideológicas de la Biblia, según precomprensiones rígidas de orden espiritual o social y político, o simplemente humanas, sin el soporte de la fe (cf. 2 Pt 1, 19-20; 3, 16), hasta formas de contraposición y de separación entre la forma escrita, atestiguada sobre todo en la Biblia, la forma viva del anuncio y la experiencia de vida de los creyentes. En general, se nota un escaso o impreciso conocimiento de las reglas hermenéuticas de la Palabra. El sentido de la Palabra de Dios y el camino para encontrarlo 21. A la luz del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo[21], algunos aspectos necesitan hoy una atención y una reflexión específica, en vista de una adecuada comunicación pastoral: la Biblia, el libro de Dios y del hombre, ha de ser leída unificando correctamente el sentido histórico-literario y el sentido teológico-espiritual, o más simplemente el sentido espiritual[22]. La citada Nota de la Pontificia Comisión Bíblica ofrece al respecto esta definición: «Como regla general, se puede definir el sentido espiritual comprendido según la fe cristiana, como el sentido expresado por los textos bíblicos, cuando se los lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de Él. Este contexto existe efectivamente. El Nuevo Testamento reconoce en Él el cumplimiento de las Escrituras. Es, pues, normal releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la vida en el Espíritu»[23]. Esto significa que el método histórico-crítico es necesario para una correcta exégesis, convenientemente enriquecido con otras formas de estudio[24], pero para alcanzar el sentido total de la Escritura es necesario valerse de los criterios teológicos, propuestos por la Dei Verbum: «el contenido y la unidad


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de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe» (DV 12)[25]. Hoy, sobre este punto, se advierte la necesidad de una profunda reflexión teológica y pastoral para formar nuestras comunidades según una recta y fructuosa comprensión. Afirma el Santo Padre Benedicto XVI: «me interesa mucho que los teólogos aprendan a leer y amar la Escritura tal como lo quiso el Concilio en la Dei Verbum: que vean la unidad interior de la Escritura –hoy se cuenta con la ayuda de la “exégesis canónica” (que sin duda se encuentra aún en una tímida fase inicial)– y que después hagan una lectura espiritual de ella, la cual no es algo exterior de carácter edificante, sino un sumergirse interiormente en la presencia de la Palabra. Me parece que es muy importante hacer algo en este sentido, contribuir a que, juntamente con la exégesis histórico-crítica, con ella y en ella, se dé verdaderamente una introducción a la Escritura viva como palabra de Dios actual»[26]. Incidencias pastorales 22. El pueblo de Dios ha de ser educado para que pueda descubrir este gran horizonte de la Palabra de Dios, evitando hacer complicada la lectura de la Biblia. Vale la verdad que las cosas más importantes en la Biblia son también las que más directamente se vinculan con la existencia, como lo es la vida de Jesús. Recordamos algunos puntos esenciales para una recta interpretación del Libro sagrado. a. En primer lugar se recuerda la interpretación de la Palabra de Dios que se cumple cada vez que la Iglesia se reúne para celebrar los divinos misterios. A este respecto, la introducción del Leccionario, que es proclamado en la Eucaristía, recuerda: «Por voluntad del mismo Cristo, el nuevo pueblo de Dios se halla diversificado en una admirable variedad de miembros, por lo cual son también varios los oficios y funciones que corresponden a cada uno, en lo que atañe a la Palabra de Dios; según esto, los fieles escuchan y meditan la Palabra, y la explican únicamente aquellos a quienes, por la sagrada ordenación, corresponde la función del magisterio, o aquellos a quienes se encomienda este ministerio. Así, la Iglesia, en su doctrina, en su vida y en su culto, perpetúa y transmite a todas las generaciones, todo lo que ella es, todo lo que cree, de modo que, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina hasta que en ella tenga su plena realización la palabra de Dios»[27]. b. Conviene aclarar que «el sentido espiritual no se debe confundir con las interpretaciones subjetivas dictadas por la imaginación o la especulación


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intelectual». El sentido espiritual proviene de «tres niveles de realidad: el texto bíblico (en su sentido literal), el misterio pascual y las circunstancias presentes de vida en el Espíritu»[28]. Es necesario partir en cada caso del texto bíblico como primario e insustituible también en la acción pastoral. c. Considerando que la Nota de la Pontificia Comisión Bíblica, La interpretación de la Biblia en la Iglesia, en general, no ha superado el círculo de los expertos, será necesario comprometerse a ayudar a los lectores creyentes a conocer las leyes elementales de una aproximación al texto bíblico. De gran valor son los subsidios elaborados con este objetivo. d. En esta perspectiva han de ser consideradas, rectamente comprendidas y recuperadas la extraordinaria exégesis de los Padres[29] y la gran intuición medieval de los “cuatro sentidos de la Escritura”, puesto que no han perdido interés; no han de ser descuidadas las diversas resonancias y tradiciones que la Biblia suscita en la vida del pueblo de Dios, en las figuras de los santos, de los maestros espirituales y de los testigos. Asimismo, ha de ser considerada la contribución de las ciencias teológicas y humanas; la “historia de los efectos” (Wirkungsgeschichte), especialmente en el arte, puede ser un fecundo testimonio de lectura espiritual. Puesto que la Biblia es leída también por los no creyentes, que evidencian el valor antropológico, puede ser enriquecedora una correcta interpretación de este aspecto. La Sagrada Escritura se debe leer en comunión con la Iglesia de todos los lugares y de todos los tiempos, con los grandes testigos de la Palabra, desde los primeros Padres hasta los santos e incluyendo el Magisterio actual[30]. e. Hay que subrayar el pedido hecho al Sínodo no solo de afrontar los clásicos problemas de la Biblia, sino también de poner en relación con ella los problemas actuales, como la bioética y la inculturación. Podemos decir esto con una expresión frecuente en los grupos bíblicos: “¿Cómo se va desde la vida al texto y del texto a la vida?”, o también “¿cómo leer la Biblia con la vida y la vida con la Biblia?” f. Se ha de señalar, desde el punto de vista de la comunicación de la fe, un nuevo problema de la hermenéutica bíblica. Dicho problema no se relaciona solamente con la comprensión del lenguaje bíblico, sino también con el conocimiento de la cultura actual, que está siempre menos vinculada a la palabra oral o escrita, y más orientada hacia una cultura electrónica, por lo cual la proclamación tradicional de la palabra puede resultar tediosa a los oyentes, invadidos por las técnicas informáticas.


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CAPÍTULO TERCERO Actitud requerida a quien escucha la Palabra «Escucha, pueblo mío» (Sal 50, 7) De las respuestas de los Obispos a los Lineamenta resulta que es necesario cultivar en el pueblo una relación orante, personal y comunitaria, con la Palabra de Dios, la cual suscita y nutre la respuesta de fe. Una palabra eficaz 23. Los sujetos del evento de la Palabra son Dios, que la anuncia, y el destinatario, persona individual o comunidad. Dios habla, pero sin la escucha del creyente la Palabra se muestra dicha, pero no recibida. Por ello se puede decir que la revelación bíblica es el encuentro entre Dios y el pueblo en la experiencia de la única Palabra y que entre ambos hacen la Palabra. La fe obra, la Palabra crea. El texto de Hb 4, 12-13, junto con el de Is 55, 9-11 y tantos otros textos, afirma la inefable eficacia de la Palabra de Dios. ¿Cómo entender tal eficacia? La pregunta se hace aún más necesaria por un hecho propuesto por diversas contribuciones de los Obispos, según el cual algunos cristianos neófitos dan a la lectura del Libro Sagrado un valor casi mágico, sin un personal y específico empeño de responsabilidad. En realidad, la Palabra de Dios despliega su eficacia, como afirma el sembrador (cf. Mc 4, 1-20), cuando se quitan los obstáculos y se ponen las condiciones para que la semilla de la Palabra dé frutos. En cuanto al tipo de eficacia propio de la Palabra de Dios, es iluminador otro texto evangélico, que utiliza la imagen de la semilla que debe morir para dar fruto: Cristo habla de la necesidad de su muerte para cumplir el plan de salvación. La cruz es directamente potencia y sabiduría de Dios; el evangelio es la «predicación de la cruz», escribe S. Pablo a los cristianos de Corinto (1 Cor 1, 18). La eficacia de la Palabra es, por lo tanto, del orden de la cruz. Palabra y cruz son dos realidades que se colocan en el mismo nivel. En ellas toda la potencia está en el dinamismo del amor divino que las atraviesa: «Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito» (Jn 3, 16; cf. Rm 5, 8). Encuentra el fruto de la Palabra quien cree en el amor de Dios que la pronuncia. Entonces la potencialidad de la Palabra de Dios se hace concreta, se realiza, se hace verdaderamente personal. El creyente: aquel que escucha la Palabra de Dios en la fe 24. «Cuando Dios se revela, el hombre tiene que someterse con la fe». A Él, que hablando se dona, el hombre escuchándolo «se entrega entera y


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libremente» (DV 5). El hombre que, también en virtud de la íntima estructura de la persona es oyente de la Palabra, recibe de Dios la gracia de responder en la fe. Ello implica, de parte de la comunidad y de cada creyente, una actitud de plena adhesión a una propuesta de total comunión con Dios y de entrega a su voluntad (cf. DV 2). Esta actitud de fe comunional se manifestará en cada encuentro con la Palabra de Dios, en la predicación viva y en la lectura de la Biblia. No es casual que la Dei Verbum aplique al Libro Sagrado cuanto afirma globalmente de la Palabra de Dios: «Dios invisible (cf. Col 1,15; 1 Tim 1,17), movido por amor, habla a los hombres como a amigos (cf. Ex 33, 11 ; Jn 15,14-15), trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su compañía» (DV 2). «En los Libros sagrados, el Padre, que está en el cielo, sale amorosamente al encuentro de sus hijos para conversar con ellos» (DV 21). La Revelación es comunión de amor, que la Escritura frecuentemente expresa con el término alianza. En síntesis, se trata de una actitud de oración: «diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”[31] » (DV 25). La Palabra de Dios transforma la vida de aquellos que se acercan a ella con fe. La Palabra no se extingue nunca, es nueva cada día. Mas para que esto suceda es necesaria una fe que escucha. La Escritura atestigua en varias ocasiones que la escucha es lo que hace de Israel el pueblo de Dios: «Si de veras me obedecéis y guardáis mi alianza, seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos» (Ex 19, 5; cf. Jr 11, 4). La escucha crea una pertenencia, un vínculo, hace entrar en la alianza. En el Nuevo Testamento la escucha es directa con respecto a la persona de Jesús, el Hijo de Dios: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle» (Mt 17, 5 e par.). El creyente es uno que escucha. El que escucha confiesa la presencia de aquel que habla y desea comprometerse con él; quien escucha busca en sí mismo un espacio para que el otro pueda habitar en él; aquel que escucha se abre con confianza al otro que habla. Por ello los evangelios piden el discernimiento de aquello que se escucha (cf. Mc 4, 24) y llaman la atención sobre cómo se escucha (cf. Lc 8, 18); en efecto: ¡nosotros somos aquello che escuchamos! La figura antropológica que la Biblia desea construir es aquella del hombre capaz de escuchar, dotado de un corazón que escucha (cf. 1 Re 3, 9). Siendo esta escucha no una mera audición de frases bíblicas sino un discernimiento pneumático de la Palabra de Dios, esto exige la fe y debe acontecer en el Espíritu Santo.


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María, modelo de recepción de la Palabra para el creyente 25. En la historia de la salvación emergen grandes figuras de oyentes y de evangelizadores de la Palabra de Dios: Abraham, Moisés, los profetas, los Santos Pedro y Pablo, los otros apóstoles, los evangelistas. Ellos escuchando fielmente la Palabra del Señor y comunicándola han hecho espacio al Reino de Dios. En esta perspectiva, un papel central asume la figura de la Virgen María, la cual ha vivido en modo incomparable el encuentro con la Palabra de Dios, que es el mismo Jesús. Por este motivo, ella es un modelo providencial de toda escucha y anuncio. Educada en la familiaridad con la Palabra de Dios en la experiencia intensa de las Escrituras del pueblo al cual ella pertenecía, María de Nazaret, desde el evento de la Anunciación hasta la Cruz, y aún hasta Pentecostés, recibe la Palabra en la fe, la medita, la interioriza y la vive intensamente (cf. Lc 1, 38; 2, 19.51; Hch 17, 11). En virtud de su “sí”, dado inicialmente, y nunca interrumpido, a la Palabra de Dios, ella sabe observar en torno a sí y vive las urgencias del cotidiano, siendo consciente que lo que recibe como don del Hijo es don para todos: en el servicio a Isabel, en Caná y junto a la cruz (cf. Lc 1, 39; Jn 2, 1-12; 19, 25-27). Por lo tanto, a ella se aplica cuanto ha dicho Jesús en su presencia: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 8, 21). «Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada»[32]. En particular, debe considerarse su modo de escuchar la Palabra. El texto evangélico «María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19) significa que ella escuchaba y conocía las Escrituras, las meditaba en su corazón a través de un proceso interior de maduración, donde la inteligencia no está separada del corazón. María buscaba el sentido espiritual de la Escritura y lo encontraba relacionándolo (symballousa) con las palabras, con la vida de Jesús y con los acontecimientos que ella iba descubriendo en la historia personal. María es nuestro modelo tanto para acoger la fe, la Palabra, como para estudiarla. A ella no le basta recibirla, la medita atentamente. No solamente la posee, sino que al mismo tiempo la valoriza. Le da su consentimiento, pero también la pone en práctica. Así María se transforma en un símbolo para nosotros, para la fe de las personas simples y para aquella de los doctores de la Iglesia, que buscan, sopesan, definen cómo profesar el Evangelio.


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Recibiendo la Buena Noticia, María se presenta como el tipo ideal de la obediencia de la fe y se transforma en ícono viviente de la Iglesia al servicio de la Palabra. Afirma Isaac de la Estrella: «En las Escrituras, divinamente inspiradas, aquello que es dicho en general de la virgen madre Iglesia se entiende singularmente de la virgen madre María [...]. Heredad del Señor en modo universal es la Iglesia, en modo especial es María, en modo particular el alma de cada fiel. En el tabernáculo del vientre de María Cristo habitó nueve meses, en el tabernáculo de la fe de la Iglesia hasta el fin del mundo, en el conocimiento y en el amor del alma fiel para la eternidad»[33]. María enseña a no permanecer como extraños espectadores ante una Palabra de vida, sino a transformarse en participantes, haciendo propio el “heme aquí” de los profetas (cf. Is 6, 8) y dejándose conducir por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Ella “magnifica” el Señor descubriendo en su vida la misericordia de Dios, que la hace “beata” porque «ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor» (Lc 1, 45). Dice San Ambrosio que todo cristiano que cree, concibe y genera el Verbo de Dios. Si hay una sola madre de Cristo según la carne, según la fe, en cambio, Cristo es el fruto de todos[34]. Incidencias pastorales 26. Las incidencias pastorales en relación a la fe en la Palabra de Dios son notables. a. Se puede leer la Biblia sin fe, pero sin fe no se puede escuchar la Palabra de Dios. Un grupo bíblico es válido si, mientras lee la Biblia, se educa en la fe, conformando la vida cristiana según las indicaciones que ofrece la Biblia e iluminando con la fe los momentos difíciles. b. Al hombre de hoy se le debe hablar de manera positiva y alentadora, ofreciéndole sugerencias múltiples para acercarse al texto, a la lectura espiritual, a la oración, a la posibilidad de compartir la Palabra. Se trata principalmente de aproximarse a la Palabra, no tanto como depósito de referencias dogmáticas pastorales, sino como fuente de agua viva, en la sorpresa gozosa de escuchar al Señor en el propio contexto de vida. Se trata de poner en acto el círculo hermenéutico completo: creer para comprender, comprender para creer; la fe busca la inteligencia, la inteligencia se abre a la fe. El relato de Emaús es un modelo ejemplar de encuentro del creyente con la misma Palabra encarnada (cf. Lc 24, 13-35). c. «Escucha, Israel», «Shemà Israel», es el mandamiento primario del pueblo de Dios (Dt 6, 4). «Escucha» es también la primera palabra de la Regla de San Benito. Dios invita al fiel a escuchar con el oído del corazón. El


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corazón en la Biblia no es solo la sede de los sentimientos o de la emoción, sino el centro más profundo de la persona donde se toman las decisiones. Por ello es necesario el silencio que se prolonga más allá de las palabras. El Espíritu Santo hace entender y comprender la Palabra de Dios, uniéndose silenciosamente a nuestro espíritu (cf. Rm 8, 26-27). d. Es necesario escuchar como María y con María, madre y educadora de la Palabra de Dios. Existe la forma simple y universal de escucha orante de la Palabra que son los misterios del Rosario. El Papa Juan Pablo II ha puesto en luz la riqueza bíblica del mismo, definiéndolo «compendio del Evangelio», en el cual la enunciación del misterio «deja hablar a Dios», permite «contemplar a Cristo con María»[35]. Más aún, como la Virgen María, templo del Espíritu, en una vida silenciosa, humilde y escondida, así la Iglesia toda ha de ser educada para testimoniar este estrecho vínculo entre Palabra y Silencio, Palabra y Espíritu de Dios. La escucha de la Palabra en la fe se transforma luego en el creyente en comprensión, meditación, comunión, participación, actuación: se perciben aquí los lineamientos de la Lectio Divina, como la vía privilegiada del acercamiento del creyente a la Biblia. e. Es justo recordar que la actitud de fe se refiere a la Palabra de Dios en todos sus signos y lenguajes. Es una fe que recibe de la Palabra una comunicación de verdad a través del relato o la fórmula doctrinal; una fe que reconoce la Palabra de Dios como estímulo primario para una conversión eficaz, luz para responder a tantas preguntas del creyente, guía para un discernimiento sapiencial de la realidad, solicitación a actuar la Palabra (cf. Lc 8, 21), y no solo a leerla o a decirla, y finalmente fuente permanente de consolación y esperanza. De ahí se sigue el deber de reconocer y asegurar el primado a la Palabra de Dios en la propia vida de los creyentes, acogiéndola así como la Iglesia la anuncia, la comprende y la vive. f. Finalmente, para muchas personas que no saben leer es necesario proponer adecuados servicios de comunicación de la Palabra traducida en las lenguas correspondientes.

SEGUNDA PARTE: LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA DE LA IGLESIA «Porque cuanto aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los vuestros y mis pensamientos a los vuestros. Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan


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y la hacen germinar, para que dé simiente al sembrador y pan para comer, así será mi palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a que la envié» (Is 55, 9-11). CAPÍTULO CUARTO La Palabra de Dios vivifica la Iglesia «La carta que Dios ha enviado a los hombres» [36] Cuando el Espíritu Santo inicia a mover la vida del pueblo, uno de los primeros y más fuertes signos es el amor a la Palabra de Dios en la Escritura y el deseo de conocerla mejor. Esto acontece porque la Palabra de la Escritura es una palabra que Dios dirige a cada uno personalmente como una carta en las concretas circunstancias de la vida. Tiene una inmediatez extraordinaria y el poder de penetrar en lo íntimo del ser humano. En efecto: — la Iglesia nace y vive de la Palabra de Dios; — la Palabra de Dios sostiene la Iglesia a lo largo de la historia; – la Palabra de Dios penetra y anima, con la potencia del Espíritu Santo, toda la vida de la Iglesia. La Iglesia nace y vive de la Palabra de Dios 27. En los Hechos de los Apóstoles se lee acerca de Pablo y Bernabé que en Antioquía «A su llegada reunieron a la iglesia y se pusieron a contar todo cuanto Dios había hecho juntamente con ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe» (Hch 14, 27). El Sínodo es el lugar en el cual se podrán ciertamente sentir «los signos y prodigios» de la Palabra de Dios, como ya sucedió en Antioquía y en la asamblea de Jerusalén que escuchaba a Bernabé y Pablo (cf. Hch 15, 12). En efecto, en todas las Iglesias particulares se hacen múltiples experiencias de la Palabra de Dios: en la Eucaristía, en la Lectio Divina, comunitaria y personal, en la jornada de la Biblia, en los cursos bíblicos, en los grupos de Evangelio o de escucha de la Palabra de Dios, en el camino bíblico diocesano, en los ejercicios espirituales, en las peregrinaciones a Tierra Santa, en las celebraciones de la Palabra, en las expresiones de la música, de las artes plásticas, de la literatura y del cine. Múltiples constataciones emergen de las respuestas a los Lineamenta: – Después del Concilio Vaticano II, se lee más la Palabra de Dios, especialmente en referencia a la liturgia eucarística. En muchas Iglesias se ofrece un puesto privilegiado a la Biblia, exponiéndola


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en modo visible junto al altar o sobre el altar, como se acostumbra en las Iglesias Orientales. – Es necesario un notable esfuerzo de parte de la Iglesia para que el acceso a la Sagrada Escritura sea un hecho popular. Conferencias episcopales, diócesis, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones y movimientos han emprendido la gran vía de la Palabra de Dios en manera del todo nueva respecto a unos años atrás. – El deseo de ser introducidos en el gusto de la Palabra de Dios, para algunos prevalece respecto a otras exigencias del servicio pastoral. Tal deseo, de todos modos, permanece como necesidad de fondo aún de la gente más distraída, que se demuestra sensible al Jesús de los Evangelios. – Esto no excluye que el grado de familiaridad con la Palabra de Dios sea diversificado. En el mundo de antigua cristiandad la Biblia se encuentra en las casas más que en otros tiempos, pero tal vez no siempre como Libro verdaderamente leído. Datos estadísticos en una parte del mundo atestiguan que debe crecer sensiblemente el uso significativo de la Biblia, así como también debe madurar la consciencia del rol fundante y decisivo de la Palabra de Dios para una vida de fe. – Diverso es el dato de otras zonas geográficas donde el problema es más bien la escasez de medios, en particular de traducciones. Es edificante recordar las experiencias que estos hermanos y hermanas, frecuentemente pobres, viven en contacto con la Palabra de Dios. Valga, al menos como ejemplo autorizado, cuanto se lee en la Nota de la Pontificia Comisión Bíblica: «hay que alegrarse de ver que gente humilde y pobre, toma la Biblia en sus manos y puede aportar a su interpretación y actualización una luz más penetrante, desde el punto de vista espiritual y existencial, que la que viene de una ciencia segura de sí misma»[37]. – Se manifiesta una paradoja: al hambre de la Palabra de Dios no siempre corresponde una predicación adecuada de parte de los Pastores de la Iglesia, por carencias en la preparación del seminario o en el ejercicio pastoral. La Palabra de Dios sostiene la Iglesia a lo largo de la historia 28. Es un dato constante en la vida del pueblo de Dios, la cual no es estática, sino que se propaga (cf. 2 Ts 3, 1) y desciende, como una lluvia fecunda desde


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el cielo (cf. Is 55, 10-11). Esto acontece desde cuando hablaban los profetas al pueblo, Jesús a la gente y a los discípulos, los apóstoles a la primera comunidad, y hasta en nuestros días. Podemos bien decir que el servicio de la Palabra de Dios caracteriza las diversas épocas dentro del mismo mundo bíblico y después en la historia de la Iglesia. Así en el tiempo de los Padres, la Escritura se encuentra en el centro, como una fuente, de la cual se nutren la teología, la espiritualidad y la orientación pastoral. Los Padres son los maestros insuperables de aquella lectura espiritual de la Escritura que, cuando es genuina, no descuida la letra, es decir, el correcto sentido histórico, pero es capaz de leer la letra en el Espíritu. En el Medioevo, la Sagrada Página constituye la base de la reflexión teológica; para encontrarla adecuadamente se elabora la doctrina de los cuatro sentidos: literal, alegórico, tropológico y anagógico[38]. En el período antiguo la Palabra de Dios en la Lectio Divina constituye la forma monástica de la oración; es fuente de inspiración artística; se transmite al pueblo en tantas formas de predicación y de piedad popular. En la edad moderna, el surgimiento del espíritu crítico, el progreso científico, la división entre los cristianos y el consiguiente empeño ecuménico, estimulan, no sin dificultad y contrastes, un estudio más correcto y al mismo tiempo una mejor comprensión del misterio de la Escritura en el seno de la Tradición. En la época contemporánea se desarrolla el proyecto de renovación basado en la centralidad de la Palabra de Dios, que a través del Concilio Vaticano II continúa hasta el presente Sínodo. En el cuadro de la grande Tradición, cada Iglesia particular se desarrolla en el tiempo con características y modos propios. Sobre todo, como enseña aún la historia, es posible ver conexiones, influencias e intercambios recíprocos. Mientras tanto, es necesario registrar una doble noticia: por una parte, se puede constatar que la Palabra de Dios se difunde y evangeliza las diversas Iglesias particulares de los cinco continentes: en ellas se encarna progresivamente, transformándose en alma vivificadora de la fe de tantos pueblos, fundamental factor de comunión, fuente de inspiración y de transformación de las culturas y de la sociedad; por otra parte, parece que la pastoral bíblica sufre por razones históricas, vinculadas al momento de la evangelización, pero también por problemas reales de fe en el diverso contexto de vida o por carencias económicas. La Palabra de Dios penetra y anima, con la potencia del Espíritu Santo, toda la vida de la Iglesia


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29. Existe una correlación entre el uso de la Biblia, la concepción de la Iglesia y la praxis pastoral. La adecuada relación se realiza cuando el Espíritu Santo crea armonía entre Escritura y Comunidad. Por lo tanto será importante respetar la necesidad interior que estimula la comunidad al encuentro con la Palabra de Dios, pero se cuidará también de controlar aquella sensibilidad que exalta la espontaneidad, la experiencia estrictamente subjetiva y la sed de lo prodigioso. Así también se prestará atención a lo que dice el texto de la Escritura, tratando de meditarlo para comprender el sentido literal, antes de aplicarlo a la vida. No es una cosa siempre fácil. Se señala el riesgo del fundamentalismo, fenómeno que tiene amplios matices antropológicos, sociológicos y psicológicos, pero que se aplica en modo particular a la lectura bíblica y a la consiguiente interpretación del mundo. A nivel de lectura bíblica, el fundamentalismo se refugia en el literalismo y rechaza tener cuenta de la dimensión histórica de la revelación bíblica y así no logra aceptar plenamente la misma Encarnación. «Este género de lectura encuentra cada vez más adeptos [...] también entre los católicos [...] el fundamentalismo [...] exige una adhesión incondicionada a actitudes doctrinarias rígidas e impone, como fuente única de enseñanza sobre la vida cristiana y la salvación, una lectura de la Biblia que rehúsa todo cuestionamiento y toda investigación crítica»[39]. La forma extrema de este tipo de tendencia es la secta. Aquí la Escritura ya no cuenta con la acción dinámica y vivificadora del Espíritu y la comunidad se atrofia, como un cuerpo inerte, transformándose en un grupo cerrado, que no admite diferencias ni pluralidad en el propio seno y muestra una actitud agresiva hacia otros modos de pensar[40]. En cambio, urge mantener viva en la comunidad la docilidad al Espíritu Santo, superando el riesgo de apagar el Espíritu con el excesivo activismo y la exterioridad de la vida de fe, evitando el peligro de la burocratización de la Iglesia, de la acción pastoral limitada a sus aspectos institucionales y de la reducción de la lectura bíblica a una actividad más entre otras. 30. Es necesario tener presente que, como afirma Jesús, el Espíritu guía a la Iglesia hacia la verdad entera (cf. Jn 16, 13), por lo tanto hace comprender el verdadero sentido de la Palabra de Dios, conduciendo finalmente al encuentro con el Verbo mismo, el Hijo de Dios, Jesús de Nazaret. El Espíritu es el alma y el exégeta de la Sagrada Escritura. Por este motivo, no solo «se ha de leer [la Escritura] con el mismo Espíritu con que fue escrita» (DV 12), sino que la misma Iglesia, guiada por el Espíritu, trata de alcanzar una comprensión


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cada vez más profunda de la Escritura para alimentar a sus hijos, valiéndose en particular del estudio de los Padres de Oriente y de Occidente (cf. DV 23), de la investigación exegética y teológica, de la vida de los testigos y de los santos. A este respecto, es muy valiosa la línea trazada en los Praenotanda del Leccionario, donde se afirma: «Para que la Palabra de Dios realice efectivamente en los corazones lo que suena en los oídos, se requiere la acción del Espíritu Santo, con cuya inspiración y ayuda la Palabra de Dios se convierte en fundamento de la acción litúrgica y en norma y ayuda de toda la vida. Por consiguiente, la actuación del Espíritu no sólo precede, acompaña y sigue a toda acción litúrgica, sino que también va recordando, en el corazón de cada uno (cf. Jn 14, 15-17.25-26; 15, 26 - 16, 15) , aquellas cosas que, en la proclamación de la Palabra de Dios, son leídas para toda la asamblea de los fieles, y, consolidando la unidad de todos, fomenta asimismo la diversidad de carismas y proporciona la multiplicidad de actuaciones»[41]. La comunidad cristiana, por lo tanto, se construye cada día dejándose guiar por la Palabra de Dios, bajo la acción del Espíritu Santo, que ilumina, convierte y consuela. En efecto, «todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Rm 15, 4). Es un deber primario de los Pastores ayudar a los fieles a comprender qué significa encontrar la Palabra de Dios bajo la guía del Espíritu, cómo en particular tal encuentro tiene lugar en la lectura espiritual de la Biblia, en la actitud de la escucha y de la oración. A este propósito afirma Pedro Damasceno: «Aquel que tiene experiencia del sentido espiritual de las Escrituras sabe que el sentido de la palabra más simple de la Escritura y el de aquella excepcionalmente sapiente son una sola cosa y están orientadas a la salvación del hombre»[42]. Incidencias pastorales 31. Si la Palabra de Dios es fuente de vida para la Iglesia, resulta esencial considerar la Sagrada Escritura como alimento vital. Esto implica: a. Realizar un constante control sobre el efectivo lugar que la Palabra de Dios ocupa en la vida de la propia comunidad, sobre las experiencias más constructivas y también sobre los riesgos más comunes. b. Reconocer la historia y la difusión de la Palabra de Dios en la propia comunidad, diócesis, nación, continente y en la Iglesia en general, para comprender las grandes acciones de Dios (magnalia Dei), para percibir mejor


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las necesidades y las iniciativas que deben programarse, así como también para ofrecer solidaridad a las comunidades pobres de recursos materiales y espirituales. c. Para llevar adelante en manera incisiva una pastoral animada por la Palabra de Dios es indispensable reconocer y promover el papel insustituible de las Iglesias particulares en comunión entre ellas. Es, a partir de la efectiva iniciativa de ellas, como pueblo de Dios unido con el Obispo, que surgen experiencias grandes y pequeñas y se crea un flujo continuo de la Palabra en las diversas comunidades. CAPÍTULO QUINTO La Palabra de Dios en los diversos servicios de la Iglesia «El pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» (DV 21) Ministerio de la Palabra 32. «La predicación de la Iglesia, como toda la religión cristiana, se ha de alimentar y regir con la Sagrada Escritura» (DV 21). Con esta afirmación el Concilio Vaticano II indica empeños específicos que requieren intervenciones concretas. Nótese que el servicio de la Palabra en las Iglesias particulares se está realizando en los diversos ámbitos y expresiones de vida, con un programa que lleva a reconocer al momento litúrgico de la Eucaristía y de cada sacramento el aspecto primario de la experiencia de la Palabra de Dios. Se advierte la necesidad de considerar la lectura orante en la forma de la Lectio Divina, a nivel comunitario y personal, como la meta alta y común, así como también la necesidad de promover una catequesis que sea una iniciación a la Sagrada Escritura, vivificando con ella los programas catequísticos y los mismos catecismos, la predicación y la piedad popular. Es conveniente además estimular el encuentro con la Palabra de Dios a través del Apostolado bíblico, preocupándose por el nacimiento y la guía de los grupos bíblicos y haciendo que la Palabra, pan de vida, se transforme también en pan material, es decir, conduzca a ayudar a los pobres y a los que sufren. Se retiene urgente valorizar la Palabra también con estudios y encuentros que pongan de relieve sus relaciones con la cultura y con el espíritu humano, en un contexto interreligioso e intercultural. Para realizar estos objetivos, se exige una fe atenta, dedicación apostólica, preocupación pastoral inteligente, creativa y


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continua, en un ejercicio que favorezca el espíritu de comunión. En ningún otro ámbito como en éste, emerge la exigencia de una pastoral continuamente animada por la Biblia. En esta perspectiva de unidad y de interacción, ha de ser reconocido y estimulado plenamente el dinamismo según el cual la Palabra de Dios encuentra al hombre, dinamismo que está en la base de toda la acción pastoral de la Iglesia: la Palabra anunciada y escuchada quiere hacerse Palabra celebrada a través de la Liturgia y de los sacramentos, para promover una vida según la Palabra, a través de la experiencia de la comunión, de la caridad y de la misión[43]. La experiencia en la liturgia y en la oración 33. De la experiencia de las Iglesias particulares emergen algunos puntos comunes: el encuentro con la Palabra de Dios acontece, para una gran mayoría de los cristianos en todas partes del mundo, solamente en la celebración eucarística dominical; crece la consciencia en el pueblo de Dios acerca de la importancia de la liturgia de la Palabra de Dios gracias también a la renovación de la ordenación de la misma en el nuevo Leccionario; algunos esperan sin embargo una revisión del Leccionario en vista de una mejor sintonía entre las tres lecturas, además de una mayor fidelidad a los textos originales; acerca de la homilía, se espera un neto mejoramiento; algunas veces se configura la liturgia de la Palabra como una forma de Lectio Divina; el Oficio Divino, finalmente, no ha logrado una amplia difusión entre el pueblo. Por otra parte, se nota que el pueblo de Dios no ha sido verdaderamente introducido a la teología de la Palabra de Dios en la liturgia, la vive aún pasivamente, sin advertir en ella el carácter sacramental, ignorando las ricas Introducciones de los libros litúrgicos porque los Pastores no siempre parecen interesarse en ellas; el vasto mundo de los signos propios de la liturgia de la Palabra aparece con frecuencia reducido a formalidades rituales sin una comprensión interior; la relación entre Palabra de Dios y sacramentos, en particular el sacramento de la reconciliación, aparece escasamente valorizada. La motivación teológico-pastoral: Palabra, Espíritu, Liturgia, Iglesia 34. A todos los niveles de la vida eclesial es necesario madurar la comprensión de la liturgia como lugar privilegiado de la Palabra de Dios, que edifica la Iglesia. Es importante, por lo tanto, hacer algunas afirmaciones basilares. – La Biblia es el libro de un pueblo para un pueblo. Ella es una herencia, un testamento consignado a lectores, para que realicen en sus vidas


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la historia de la salvación atestiguada en lo que está escrito. Existe, por lo tanto, una relación de recíproca vital pertenencia entre pueblo y Libro: la Biblia continúa siendo un Libro vivo con el pueblo que la lee; el pueblo no subsiste sin el Libro, porque en éste encuentra su razón de ser, su vocación y su identidad. Esta mutua pertenencia entre pueblo y Sagrada Escritura es celebrada en la asamblea litúrgica, que es el lugar en el cual acontece la obra de recepción de la Biblia. El discurso de Jesús en la Sinagoga de Nazaret (cf. Lc 4, 16–21) es significativo en este sentido. Aquello que sucedió entonces, sucede también hoy cada vez que hay una proclamación de la Palabra de Dios en una liturgia. La proclamación de la Palabra de Dios contenida en la Escritura, es acción del Espíritu: así como ha obrado para que la Palabra se transformase en Libro, ahora en la liturgia transforma el Libro en Palabra. En la tradición alejandrina hay una doble epíclesis, es decir una invocación del Espíritu antes de la proclamación de las lecturas y una segunda después de la homilía[44]: es el Espíritu que guía el presidente en la misión profética de comprender, proclamar y explicar adecuadamente la Palabra de Dios a la asamblea y, paralelamente, lo lleva a invocar una justa y digna recepción de la Palabra de parte de la comunidad reunida. La asamblea litúrgica, gracias al Espíritu Santo, escucha a Cristo, «pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» (SC 7) y acepta la alianza que Dios renueva con su pueblo. Escritura y liturgia convergen, por lo tanto, en el único fin de llevar al pueblo al diálogo con el Señor. La Palabra que sale de la boca de Dios y es atestiguada en las Escrituras vuelve a Él en forma de respuesta orante del pueblo (cf. Is 55, 10-11). En la liturgia, y principalmente en la asamblea eucarística, tiene lugar la proclamación de la Escritura en Palabra, caracterizada por un dinamismo dialógico profundo. Desde el comienzo, en la historia del pueblo de Dios, tanto en el tiempo bíblico como en el post-bíblico, la Biblia ha sido siempre el Libro destinado a regir la relación entre Dios y su pueblo; es decir, el libro para el culto y la oración. En efecto, la liturgia de la Palabra «no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su


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pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza»[45]. – Importante para toda la Iglesia, pero sobre todo para la vida consagrada, es, dentro de la relación Palabra-liturgia, la oración del Oficio Divino. La Liturgia de las Horas ha de ser asumida como lugar privilegiado de formación a la oración, especialmente gracias a los Salmos, en los cuales se manifiesta en modo evidente el carácter divino-humano de la Escritura. Los Salmos enseñan a rezar conduciendo quien los canta o recita a escuchar, interiorizar e interpretar la Palabra de Dios. – Acoger la Palabra de Dios en la oración litúrgica, además de hacerlo en la oración personal y comunitaria, es un objetivo ineludible para todos los cristianos, por lo cual ellos están llamados a tener una nueva visión de la Sagrada Escritura. Más que un Libro escrito, ha de ser considerada como una proclamación y una atestiguación del Espíritu Santo sobre la persona de Cristo, según la afirmación conciliar ya citada, «presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» (SC 7). De ello se deriva que «en la celebración litúrgica, la importancia de la Sagrada Escritura es sumamente grande» (SC 24). Palabra de Dios y Eucaristía 35. Mientras en la praxis la liturgia de la Palabra aparece con frecuencia improvisada y a veces no suficientemente conectada con la Liturgia Eucarística, la íntima unidad entre Palabra y Eucaristía tiene su raíz en el testimonio de la Escritura (cf. Jn 6), según lo atestiguan los Padres de la Iglesia y confirma el Concilio Vaticano II (cf. SC 48.51.56; DV 21.26; AG 6.15; PO 18; PC 6). En la grande Tradición de la Iglesia encontramos expresiones significativas como: «Corpus Christi intelligitur etiam [...] Scriptura Dei» (también la Escritura de Dios se considera Cuerpo de Cristo)[46], «ego Corpus Iesu Evangelium puto» (considero el Evangelio Cuerpo de Jesús)[47]. La creciente consciencia de la presencia de Cristo en la Palabra favorece tanto la preparación inmediata a la celebración eucarística como la unión con el Señor en las celebraciones de la Palabra. Por lo tanto, este Sínodo se ubica en relación de continuidad con el precedente sobre la Eucaristía e invita a una reflexión específica sobre la relación entre Palabra de Dios y Eucaristía[48]. Afirma San Jerónimo: «la carne del Señor, verdadero alimento, y su sangre, verdadera bebida, constituyen el verdadero bien que nos está reservado en la


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vida presente: nutrirse de su carne y beber su sangre, no solo en la Eucaristía, sino también en la lectura de la Sagrada Escritura. En efecto, la Palabra de Dios es verdadero alimento y verdadera bebida, que se alcanza a través del conocimiento de las Escrituras»[49]. Palabra y economía sacramental 36. La Palabra debe ser vivida en la economía sacramental, como recepción de potencia y de gracia, no solo como comunicación de verdad, de doctrina y de precepto ético. Ella suscita un encuentro en quien escucha con fe, que se transforma en celebración de la alianza. La misma atención deberá prestarse a toda forma de encuentro con la Palabra en la acción litúrgica: en los sacramentos, en la celebración del Año Litúrgico, en la Liturgia de las Horas, en los sacramentales. En particular, se ha de prestar atención a la Liturgia de la Palabra en la celebración de los tres sacramentos de la Iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Se pide una nueva consciencia acerca del anuncio de la Palabra de Dios en la celebración, especialmente en la individual, del sacramento de la Penitencia. La Palabra de Dios debe ser también valorizada en la diversas formas de la predicación y de la piedad popular. Incidencias pastorales 37. El primer lugar en la atención pastoral corresponde a la Eucaristía, en cuanto «mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» íntimamente unidos (DV 21), principalmente en el Día del Señor. La Eucaristía «es el lugar privilegiado donde la comunión es anunciada y cultivada constantemente»[50]. Si se considera además que para la mayoría de los cristianos la Misa dominical es actualmente el único momento de encuentro sacramental con el Señor, ella debe ser vista como un don y una tarea que se ha de promover, con pasión pastoral, con celebraciones auténticas y gozosas. La Eucaristía celebrada según esta íntima fusión de Palabra, sacrificio y comunión constituye un objetivo primario del anuncio y de la vida cristiana. Se ha de dedicar especial empeño en favor de un desarrollo armónico de las diversas partes de la liturgia de la Palabra: anuncio de las lecturas, homilía, profesión de fe y oración de los fieles, enfatizando la íntima conexión con la liturgia eucarística[51] Aquel de quien hablan los textos se hace presente en el sacrificio total de sí mismo al Padre. Es necesario valorizar las Introducciones, que explican el contenido de la liturgia, en particular los Praenotanda del Misal Romano, las Anáforas orientales, el Ordo Lectionum Missae, los Leccionarios, el Oficio Divino,


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y hacer de todo ello el objeto de formación litúrgica de los Pastores y de los fieles, junto con la Constitución sobre la Sagrada Liturgia del Concilio Vaticano II. También sobre la traducción se exige una menor fragmentación de los pasajes y más fidelidad al texto original. Se recuerda que en la liturgia, rito y palabra deben permanecer íntimamente vinculados (cf. SC 35). Por ello, el encuentro con la Palabra de Dios ha de tener lugar en la especificidad de los signos que corresponden a la celebración litúrgica. Tal es el caso, por ejemplo, de la colocación del ambón, el cuidado por los libros litúrgicos, un estilo adecuado de lectura, la procesión e incensación del Evangelio. Además, se prestará la máxima atención a la liturgia de la Palabra con la proclamación clara y comprensible de los textos, con la homilía que de la Palabra se hace resonancia[52]. Esto implica disponer de lectores capaces, preparados. Con esta finalidad sirven escuelas, también diocesanas para la formación de lectores. Según esta óptica, orientada siempre a una mejor comprensión de la Palabra de Dios en la Misa, resultan útiles breves admoniciones que presentan el sentido de las lecturas que se proclaman. Sobre la homilía se espera un mayor empeño en la fidelidad a la palabra bíblica y a la condición de los fieles, ayudándolos a interpretar los eventos de la vida y de la historia a la luz de la fe. La homilía no debería limitarse exclusivamente al aspecto bíblico, sino que sería oportuno que incluyese también temas dogmáticos y morales fundamentales. Con esta finalidad resulta indispensable una adecuada formación de los futuros ministros. Se recomienda que la comunicación de la Palabra de Dios tenga lugar junto con el canto y la música, valorizando palabras y silencio; fuera de la liturgia son posibles formas de dramatización de la Palabra de Dios con la ayuda de escritos e imágenes y también de obras artísticamente decorosas como, por ejemplo, el teatro. Es deseable que las comunidades religiosas, especialmente las monásticas, ayuden a las comunidades parroquiales a descubrir y a gustar la Palabra de Dios en la celebración litúrgica. Acerca del Oficio Divino con la Liturgia de las Horas, a la cual el pueblo se muestra dispuesto a participar, hoy es indispensable reflexionar sobre el modo de hacer pastoralmente más adecuado y accesible a los fieles este excelente canal de la Palabra de Dios. La Lectio Divina 38. El encuentro orante con la Palabra de Dios dispone de una experiencia privilegiada, tradicionalmente llamada Lectio Divina. «La Lectio Divina es


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una lectura, individual o comunitaria, de un pasaje más o menos largo de la Escritura, acogida como Palabra de Dios, y que se desarrolla bajo la moción del Espíritu en meditación, oración y contemplación»[53]. Puede decirse que en todas la Iglesias se constata una nueva y específica atención a la Lectio Divina. En algunos lugares es una tradición secular. En ciertas diócesis, después del Concilio Vaticano II se fue afirmando progresivamente. En tantas comunidades se está transformando en una nueva forma de oración y de espiritualidad cristiana, con notables ventajas ecuménicas. Se advierte, por otra parte, la necesidad de una adecuación de la forma clásica a las diversas situaciones, teniendo en cuenta las posibilidades reales de los fieles, en modo de conservar la esencia de esta lectura orante, pero al mismo tiempo favorecer su calidad de alimento nutriente para la fe de todos. Vale la pena recordar que la Lectio Divina es una lectura de la Biblia, que se remonta a los orígenes cristianos y que ha acompañado la Iglesia en su historia. Permanece viva en la experiencia monástica, pero hoy el Espíritu, a través del Magisterio, la propone como elemento pastoralmente significativo y que ha se ser valorizada en la vida de la Iglesia, para la educación y la formación espiritual de los presbíteros, para la vida cotidiana de las personas consagradas, para las comunidades parroquiales, para las familias, para asociaciones y movimientos, para los fieles en general, adultos y jóvenes, que pueden encontrar en esta forma de lectura un medio accesible y practicable para entrar personal y comunitariamente en la Palabra de Dios (cf. OT 4)[54]. Escribe el Papa Juan Pablo II: «Es necesario, en particular, que la escucha de la Palabra se convierta en un encuentro vital, en la antigua y siempre válida tradición de la Lectio Divina, que permite encontrar en el texto bíblico la palabra viva que interpela, orienta y modela la existencia»[55]. El Santo Padre Benedicto XVI explica que esto ha de realizarse «mediante la utilización de métodos nuevos, adecuados a nuestro tiempo y ponderados atentamente»[56]. En particular el Sumo Pontífice recuerda a los jóvenes que «siempre es importante leer la Biblia de un modo muy personal, en una conversación personal con Dios, pero al mismo tiempo es importante leerla en compañía de las personas con quienes se camina»[57]. Exhorta «a adquirir intimidad con la Biblia, a tenerla a mano, para que sea [...] como una brújula que indica el camino a seguir»[58]. El Santo Padre Benedicto XVI tiene en especial consideración la difusión de la Lectio Divina y para él es el punto decisivo en vista de una renovación de la fe hoy. Ello aparece claramente


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en el mensaje dirigido a diversas categorías de personas, especialmente a los jóvenes, a quienes sugiere: «quisiera recordar y recomendar sobre todo la antigua tradición de la Lectio Divina: la lectura asidua de la sagrada Escritura acompañada por la oración realiza el coloquio íntimo en el que, leyendo, se escucha a Dios que habla y, orando, se le responde con confiada apertura del corazón (cf. DV 25). Estoy convencido de que, si esta práctica se promueve eficazmente, producirá en la Iglesia una nueva primavera espiritual. Por eso, es preciso impulsar ulteriormente, como elemento fundamental de la pastoral bíblica, la Lectio Divina, también mediante la utilización de métodos nuevos, adecuados a nuestro tiempo y ponderados atentamente. Jamás se debe olvidar que la Palabra de Dios es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (cf. Sal 119, 105)»[59]. La novedad de la Lectio Divina en el pueblo de Dios exige una oportuna pedagogía de iniciación, que ayude a comprender bien de qué se trata y contribuya a aclarar el sentido de los diversos grados y su aplicación fiel y sabiamente creativa. De hecho, existen diversos procedimientos, como el llamado de los Siete Pasos (Seven Steps), practicado en muchas Iglesias particulares en África. Se llama así porque el encuentro con la Biblia es como un camino constituido por siete momentos: presencia de Dios, lectura, meditación, pausa reflexiva, comunicación, coloquio, oración común. El mismo nombre de Lectio Divina es en diversos lugares modificado, por ejemplo, en Escuela de la Palabra o bien Lectura orante. Principalmente, se ha de tener presente que el oyente / lector de hoy es diverso de aquel del pasado, vive una situación de rapidez y de fragmentación. Esto exige una formación preclara, paciente y continua, entre los presbíteros, las personas de vida consagrada y los laicos. Objetivos útiles ya puestos en práctica, pueden ser el compartir experiencias, motivadas por la Palabra escuchada (collatio)[60], o las decisiones prácticas, especialmente aquellas que se refieren a la caridad (actio). La Lectio Divina debe poder transformarse en fuente que inspira las diversas prácticas de la comunidad cristiana, como ejercicios espirituales, retiros, devociones y experiencias religiosas. Un objetivo importante es hacer madurar la persona en la lectura de la Palabra, hacerla capaz de un discernimiento sapiencial de la realidad. La Lectio Divina no es una práctica para ser reservada a algunos fieles muy empeñados o a un grupo dedicado a la oración. Ella es una realidad sin la cual no seremos auténticos cristianos en un mundo secularizado. Este mundo exige personalidades contemplativas,


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atentas, críticas y valientes. Ello supone en cada circunstancia opciones nuevas e inéditas. Requerirá también intervenciones particulares que no vienen del simple modo habitual de proceder ni de la opinión común, sino de la escucha de la Palabra del Señor y de la percepción misteriosa del Espíritu Santo en el corazón. La Palabra de Dios y el servicio de la caridad 39. La diakonia o servicio de la caridad es una vocación de la Iglesia de Jesucristo, en correspondencia con la caridad que el Verbo de Dios ha manifestado con sus palabras y con sus obras. Es necesario que la Palabra de Dios lleve al amor del prójimo. En muchas comunidades se afirma que el encuentro con la Palabra no se agota en la escucha y en la celebración en sí misma, sino que está orientado al empeño concreto, personal y comunitario, hacia el mundo de los pobres, en cuanto signo de la presencia del Señor. En esta óptica, se alude a la visión liberacionista de la Biblia, para cuyo ulterior desarrollo y fecundidad en la Iglesia «un factor decisivo será poner en claro los presupuestos hermenéuticos, sus métodos y su coherencia con la fe y la tradición del conjunto de la Iglesia»[61]. Urge iluminar esta relación entre Palabra de Dios y caridad, en cuanto la caridad, para los creyentes y también para los no creyentes, contiene una potente tensión hacia la Palabra de Dios. Esta relación es afirmada en la Encíclica del Santo Padre Benedicto XVI Deus caritas est, que presenta unidos los tres elementos que constituyen la naturaleza profunda de la Iglesia: proclamación de la Palabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los sacramentos (leitourgia) y ejercicio del ministerio de la caridad (diakonia). Escribe Su Santidad: «La Iglesia no puede descuidar el servicio de la caridad, como no puede omitir los Sacramentos y la Palabra»[62]. La Encíclica Spe salvi afirma que «el mensaje cristiano no es sólo “ informativo”, sino “performativo”. Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida»[63]. Claramente en la base de esta relación entre Palabra y caridad está la misma Palabra hecha carne, Jesús de Nazaret que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hch 10, 38). Dado que tantas páginas de la Sagrada Escritura no solo sugieren, sino que ordenan el respeto de la justicia hacia el prójimo (cf. Dt 24, 14-15; Am 2, 6-7; Jer 22, 13; St 5, 4), habrá fidelidad a la Palabra cuando la primera forma de caridad se realice en el respeto de los derechos de la persona humana, en


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la defensa de los oprimidos y de los que sufren. A este propósito se tenga presente la importancia de las comunidades de fe, formadas también por pobres y animadas por la lectura de la Biblia. Es necesario dar consolación y esperanza a los pobres del mundo. El Señor, que ama la vida, con su Palabra desea iluminar, guiar y confortar toda la vida de los creyentes en cada circunstancia, en el trabajo y en la fiesta, en el sufrimiento, en el tiempo libre, en los empeños familiares y sociales, y en cada situación de la vida, de modo que cada uno pueda discernir en cada caso y optar por lo que es bueno (cf. 1 Tes 5, 21), reconociendo así la voluntad de Dios y poniéndola en práctica (cf. Mt 7, 21). La exégesis de la Sagrada Escritura y la teología 40. «La Escritura debe ser el alma de la teología» (DV 24). Indudablemente los frutos alcanzados en este ámbito, después del Concilio Vaticano II, nos llevan a alabar al Señor. Hoy emerge como un punto relevante el empeño de un gran número de exégetas y teólogos que estudian y explican las Escrituras “según el sentido de la Iglesia”, interpretando y proponiendo la Palabra escrita de la Biblia en el contexto de la Tradición viva, valorizando de este modo la heredad de los Padres, teniendo en cuenta las indicaciones del Magisterio (cf. DV 12) y colaborando solícitamente con el servicio de los Pastores, mereciendo así una palabra de agradecimiento y estímulo[64]. Por una parte, dado que la Palabra de Dios ha plantado su tienda en medio a nosotros (cf. Jn 1, 14), es indudable que el Espíritu nos impulsa a meditar sobre los nuevos itinerarios que ella quiere cumplir entre los hombres de nuestro tiempo, mientras, por otra parte, el mismo Espíritu invita a dar respuesta a las esperanzas y desafíos que la humanidad de hoy pone a la Palabra. De todo ello se derivan algunos nuevos empeños tanto a nivel de estudio, como a nivel de servicio a la comunidad. Resulta indispensable articular el estudio según las indicaciones del Magisterio, ya sea en cuanto al conocimiento y el uso del método de investigación, ya sea en cuanto al proceso interpretativo, que debe culminar en la plenitud dada por el sentido espiritual del Texto sagrado[65]. Se pide que sea superada la distancia que se advierte entre la investigación exegética y la elaboración teológica, en favor de una recíproca colaboración: el teólogo debe usar el dato bíblico sin instrumentalizarlo, mientras el exégeta no debe limitar su investigación solamente a los datos literarios sino que debería empeñarse en reconocer y comunicar los contenidos teológicos presentes en el texto inspirado. En particular, se pide al teólogo que se dedique a una teología de


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la Sagrada Escritura, que ayude a comprender y a valorizar la verdad de la Biblia en la vida de fe y en el diálogo con las culturas, reflexionando sobre las actuales tendencias antropológicas, sobre las instancias morales, sobre la relación entre razón y fe y sobre el diálogo con las grandes religiones. Entre los puntos de referencia del trabajo exegético y teológico han de ser valorizados los testigos de la Sagrada Tradición, como la liturgia y los Padres de la Iglesia. De los estudiosos la comunidad cristiana espera “adecuados subsidios”, que ayuden a los ministros de la divina Palabra a ofrecer al pueblo de Dios «el alimento de las Escrituras, que alumbre el entendimiento, confirme la voluntad, encienda el corazón en amor a Dios» (DV 23). Con esta finalidad se espera un intenso y constructivo diálogo entre exégetas, teólogos y pastores. Este diálogo permitiría traducir la reflexión teológica en propuestas de evangelización más incisivas. En esta óptica global se llama la atención sobre las líneas ya trazadas por el Decreto del Concilio Vaticano II Optatam totius, a propósito de la enseñanza de la teología y de la exégesis bíblica y del reflejo de la metodología útil para formar a los futuros pastores. Las orientaciones propuestas en este documento todavía esperan en gran parte ser aplicadas. La Palabra de Dios en la vida del creyente 41. Aceptar conscientemente que la Palabra de Dios es un don de inestimable valor determina la responsabilidad de la recepción de la fe. Dado que la escucha de la Palabra se orienta –como dice Jesús– a actuar la Palabra (cf. Mt 7, 21), la Iglesia ha siempre propuesto una conducta de vida coherente, en vista de la formación de una espiritualidad bíblica. El tipo de relación con la Palabra de Dios es claramente determinado por una visión de la fe. Del análisis de la experiencia se nota cómo la Biblia, para algunos, corre el riesgo de ser vista como un mero objeto cultural, sin incidencia en la vida, para otros, en cambio, la Biblia es un libro que aman, sin saber el motivo. Existe, además, como en relación a los diversos terrenos de la parábola del sembrador, quien da fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento (cf. Mc 4, 20). Tiene fundamento afirmar que el progreso espiritual, junto con el catequístico, constituye uno de los aspectos más bellos y prometedores del encuentro de la Palabra de Dios con su pueblo. Las razones de una relación vital con la Biblia fueron sintetizadas por la Dei Verbum, según la cual es necesario leer y estudiar asiduamente la Escritura (cf. DV 25), porque la Biblia es «fuente límpida y perenne de vida espiritual» (DV 21). Para una genuina espiritualidad de la Palabra, ha de recordarse que «a la


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lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración para que se realice el diálogo de Dios con el hombre, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras”[66]» (DV 25). Confirma San Agustín: «Tu oración es tu palabra dirigida a Dios. Cuando lees la Biblia es Dios quien te habla; cuando oras eres tu quien hablas con Dios»[67]. Es necesario iluminar a los fieles acerca de lo que ofrece la lectura de la Biblia hecha con fe en la vida del cristiano, si él mismo sabrá hacer de su corazón una biblioteca de la Palabra[68]. La Palabra de Dios ayuda a la vida de fe, no en cuanto expone primariamente un compendio de cuestiones doctrinales o una serie de principios éticos, sino en cuanto expresa fundamentalmente el amor de Dios, que invita al encuentro personal con él y manifiesta su inexpresable grandeza en el evento pascual. La Palabra de Dios propone un proyecto de salvación del Padre para cada persona y para cada pueblo. Ella interpela, exhorta, estimula a un camino de discipulado y de seguimiento, dispone a aceptar la acción transformadora del Espíritu, favorece ampliamente la fraternidad creando vínculos profundos, lleva a un empeño evangelizador. Todo esto vale en particular para las personas consagradas. Esto lleva a prestar una atenta consideración a algunas actitudes. En primer lugar, la Palabra de Dios ha de ser encontrada con el ánimo del pobre, interior y también exteriormente, como «nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por vosotros se hizo pobre a fin de enriqueceros con su pobreza» (2 Co 8, 9), con un modo de ser, basado en el de Jesús que escucha la Palabra del Padre y la anuncia a los pobres (cf. Lc 4, 18). Hay personas, en particular mujeres, que trabajan en condiciones difíciles, se dedican al hogar, se preocupan por los hijos, sirven de diversas maneras a sus vecinos, y todo lo hacen con una fe viva y una referencia espontánea a los salmos y a los Evangelios. Es un modo de dar un testimonio de vida que da credibilidad a la lectura de la Biblia. Los maestros espirituales recuerdan las condiciones, gracias a las cuales la Palabra nutre la vida del creyente, generando la espiritualidad bíblica: la interiorización profunda de la Palabra; la perseverancia en las pruebas, suscitada por la Palabra; finalmente la lucha espiritual contra las palabras, los pensamientos, las conductas falsas u hostiles. También la Biblia se despliega bajo el signo de la cruz, es morada del Crucifijo. Estas actitudes son atestiguadas por las comunidades religiosas y por los centros de espiritualidad, que son una válida ayuda para una experiencia profunda de la Palabra de Dios.


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TERCERA PARTE: LA PALABRA DE DIOS EN LA MISIÓN DE LA IGLESIA «Vino a Nazará, donde se había criado, entró, según su costumbre, en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías, desenrolló el volumen y halló el pasaje donde está escrito:“El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Enrolló el volumen, lo devolvió al ministro y se sentó. En la sinagoga todos los ojos estaban fijos en él. Comenzó, pues, a decirles: “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy”» (Lc 4, 1621). La misión de la Iglesia 42. Al anunciar la Buena Noticia la misión de la Iglesia está estrechamente vinculada a la experiencia de la Palabra de Dios en la vida. En la escuela de la misma Palabra encarnada la Iglesia tiene consciencia que la frecuentación de Cristo es, por mandato del mismo Señor, una palabra, una experiencia de vida que se ha de comunicar a todos. Hoy la misión de la Iglesia, al servicio de la Palabra de Dios, está orientada a diversos ámbitos: pueblos y grupos humanos, contextos socio-culturales en los cuales Cristo y su Evangelio no son conocidos o todavía no se encuentran bien enraizados; comunidades cristianas fervientes de fe y de vida; situaciones de enteros grupos de bautizados que no se reconocen miembros de la Iglesia, conduciendo una existencia lejana de Cristo y de su Evangelio[69]. Es necesario, por lo tanto, reflexionar adecuadamente sobre este diversificado dinamismo misionario de la Palabra de Dios en la Iglesia. CAPÍTULO SEXTO Para un «fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV 22) La misión de la Iglesia es proclamar la Palabra y construir el Reino de Dios 43. La misión de la Iglesia al comienzo de este nuevo milenio es nutrirse de la Palabra, para ser sierva de la Palabra en el empeño de la evangelización[70]. El anuncio del Evangelio es, sin lugar a dudas, la razón de ser de la Iglesia y de su misión. Esto implica que ella vive lo que predica. Esta es la vía decisiva para que aparezca creíble aquello que proclama, a pesar de las debilidades


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y de la pobreza. El pueblo de Israel, cuando respondía a la Palabra de Dios, decía: «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha dicho Yahvé» (Ex 24, 7); también Jesús invitaba a esta respuesta a sus discípulos al concluir el Discurso de la Montaña (cf. Mt 7, 21-27). El anuncio de la Palabra de Dios, en la escuela de Jesús, tiene como fuerza intima y contenido el Reino de Dios (cf. Mc 1, 14-15). El Reino de Dios es la misma Persona de Jesús, que con las palabras y las obras ofrece a todos los hombres la salvación. Predicando a Jesucristo, la Iglesia participa, por lo tanto, en la construcción del Reino de Dios, ilumina el dinamismo de la semilla del Reino que germina (cf. Mc 4, 27) e invita a todos a recibirlo. El «¡Ay de mí si no predico el Evangelio!» (1 Co 9, 16) de San Pablo resuena también hoy en la Iglesia con urgencia y es para todos los cristianos no en una simple información, sino una llamada al servicio del Evangelio para el mundo. En efecto, como dice Jesús, «la mies es mucha» (Mt 9, 37) y diversificada: existen muchos que no han jamás recibido el Evangelio y están a la espera del primer anuncio, especialmente en los continentes de África y de Asia; hay también otros que se han olvidado del Evangelio y esperan una nueva evangelización. Dar un testimonio claro y compartido sobre una vida según la Palabra de Dios, atestiguada por Jesucristo, constituye un criterio indispensable para verificar la misión de la Iglesia. En verdad no faltan las dificultades que impiden el camino en el anuncio del Evangelio y en la escucha del Señor. Varios son los motivos: la cultura actual, llevada por diversas razones al relativismo y al secularismo; las múltiples solicitaciones del mundo y el activismo de la vida que sofocan el espíritu, por lo cual se nota una cierta dificultad para vivir interiormente el mensaje evangélico; la falta de subsidios bíblicos que no permite en tantas regiones el uso del Texto bíblico, su traducción y su difusión. Se encuentran además, en particular, obstáculos, como las sectas y el fundamentalismo, que impiden una correcta interpretación de la Biblia. Anunciar la Palabra de Dios es una misión importante que implica un sentir cum Ecclesia, profundo y convencido. Uno de los primeros requisitos para un eficaz anuncio evangélico es la confianza en la potencia transformante de la Palabra en el corazón de quien la escucha. En efecto, «viva es la Palabra de Dios y eficaz [...] discierne sentimientos y pensamientos del corazón» (Hb 4, 12). Un segundo requisito, hoy particularmente necesario y creíble, es anunciar la Palabra de Dios como fuente de conversión, de justicia, de esperanza, de fraternidad y de paz. Otros requisitos son la franqueza, el coraje, el espíritu de pobreza,


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la humildad, la coherencia y la cordialidad de quien sirve a la Palabra de Dios. Escribe San Agustín: «Es fundamental comprender que la plenitud de la Ley, como también de todas las divinas Escrituras, es el amor [...] por lo tanto, quien cree haber comprendido las Escrituras, o al menos una parte cualquiera de ellas, sin empeñarse a construir, con el entendimiento de las mismas, este doble amor a Dios y al prójimo, demuestra no haberlas aún comprendido»[71]. En síntesis, como afirma el Santo Padre Benedicto XVI, recibiendo la Palabra de Dios, que es amor, se sigue que no se puede verdaderamente anunciar al Señor sin una práctica del amor, en el ejercicio de la justicia y de la caridad[72]. La misión de la Iglesia se cumple en la evangelización y en la catequesis 44. Desde siempre en la historia del pueblo de Dios el anuncio de la Palabra tiene lugar a través de la evangelización y de la catequesis. A partir del Concilio Vaticano II, es evidente que entre la Biblia y la evangelización en sus diversas formas, desde el primer anuncio hasta la catequesis, existe una relación muy estrecha. Por ello, los Catecismos nacionales y los Directorios que los inspiran son bíblicamente cualificados y muestran en el primer lugar la Palabra de Dios tomada de la Escritura. Se piden aclaraciones especialmente en relación a un punto central: la integración de la comprensión de la fe, propuesta por la Tradición y por el Magisterio, con el Texto bíblico. En principio, se ha de recordar en su nitidez la afirmación conciliar: «El ministerio de la Palabra, que incluye la predicación pastoral, la catequesis, toda la instrucción cristiana y en puesto privilegiado la homilía, recibe de la palabra de la Escritura alimento saludable y por ella da frutos de santidad» (DV 24). El Papa Juan Pablo II ha afirmado que «con esta atención a la palabra de Dios se está revitalizando principalmente la tarea de la evangelización y la catequesis»[73]. El Directorio General para la Catequesis indica el exacto sentido de la “Palabra de Dios, fuente de la catequesis” afirmando: «La catequesis extraerá siempre su contenido de la fuente viva de la Palabra de Dios, transmitida mediante la Tradición y la Escritura»[74]. Es importante recomendar que en la catequesis la Palabra de Dios no sea reducida a un objeto de conocimiento como una materia escolástica. A la luz de la Revelación se deberá recordar que la Escritura ha de ser encontrada en la catequesis como acto con el cual Dios mismo se dirige a las personas, análogamente a lo que acontece en la celebración litúrgica. Se trata, gracias a los textos bíblicos, de hacer sentir la presencia fiel y benévola de Dios que no cesa de manifestarse a los hombres. Desde este punto de vista la catequesis


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está estrechamente vinculada con la Lectio Divina, en cuanto es experiencia de escucha y de oración de la Palabra de Dios, desde la juventud. 45. Operativamente, se han de tener presentes las formas de comunicación de la Palabra de Dios y al mismo tiempo las exigencias siempre nuevas de los fieles en las diversas edades y condiciones espirituales, culturales y sociales, como indican el Directorio General para la Catequesis y los Directorios catequísticos de las Iglesias particulares[75]. La evangelización tiene como canales privilegiados el ciclo del Año litúrgico, el camino de la iniciación cristiana y la formación permanente[76]. La catequesis catecumenal y mistagógica conduce a una fecunda mentalidad bíblica, que permite también alumbrar eficazmente la religiosidad popular a través de la Palabra de Dios, de la cual ella frecuentemente se nutre. Un papel importante reviste el encuentro directo con la Sagrada Escritura. Esto es un objetivo primario. La catequesis «ha de estar totalmente impregnada por el pensamiento, el espíritu y las actitudes bíblicas y evangélicas, a través de un contacto asiduo con los mismos textos»[77]. Por su peculiar importancia cultural ha de ser valorizada la enseñanza de la Biblia en la escuela y especialmente en la enseñanza de la religión, para proponer un camino completo de búsqueda de los grandes textos bíblicos y de los métodos de interpretación adoptados en la Iglesia. Con tal finalidad el Catecismo de la Iglesia Católica es «un instrumento válido y legítimo al servicio de la comunión eclesial, y una regla segura para la enseñanza de la fe»[78]. No se pretende con esto sustituir la catequesis bíblica, sino integrarla en la visión completa de la Iglesia. Dados los fuertes cambio culturales y sociales que se han verificado, es necesaria una catequesis que ayude a explicar las “páginas difíciles” de la Biblia. Estas dificultades se detectan en el orden de la historia, de la ciencia y de la vida moral, en particular, con respecto a ciertos modos de representación de Dios y de comportamiento ético del hombre, especialmente en el Antiguo Testamento. La búsqueda de una solución exige una reflexión orgánica de carácter exegético-teológico, pero también antropológico y pedagógico. Finalmente, la predicación en las formas más variadas continúa siendo uno de los medios preeminentes de comunicación de la fe en la Iglesia, aún cuando es también la forma más expuesta al juicio de los fieles. Es necesario pensar en un proyecto estratégico de formación en vista de la predicación de la Palabra (cf. DV 25). En cuanto al proceso de comunicación la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi del Papa Pablo VI, conserva plena actualidad, en particular


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cuando declara que ha de ser reconocido el primado del testimonio personal en el anuncio de la Palabra de Dios y de su transmisión en estructuras familiares o en los ambientes habitualmente frecuentados por cada uno. CAPÍTULO SÉPTIMO La Palabra de Dios en los servicios y en la formación del pueblo de Dios Un contacto continuo con las Escrituras (cf. DV 25) Un empeño pastoral esencial se refiere a la formación de los fieles para recibir y dar la Palabra de Dios. Es lo que se lee claramente en la Dei Verbum, que recuerda el múltiple valor de la Palabra de Dios e indica con precisión las tareas, los responsables y el camino formativo. El hambre y la sed de la Palabra de Dios (cf. Am 8, 11): atención a las necesidades del pueblo de Dios 46. Tales necesidades se pueden identificar como conocimiento, comprensión y práctica de la Palabra. En cuanto al conocimiento, la necesidad se refiere a la verdadera naturaleza de la Palabra y de sus canales, Escritura y Tradición, con el servicio que el Magisterio está llamado a prestar. Mucho ha sido hecho después del Concilio Vaticano II, pero es verdaderamente grande la necesidad de iluminación y de certeza sobre lo que la Revelación ofrece. En cuanto a la comprensión, es central el problema de la interpretación y de la inculturación de la Palabra de Dios, como ha sido afirmado anteriormente. Dificultades se encuentran acerca de la práctica de la Biblia. Tantos fieles no tienen todavía entre sus manos una traducción del texto bíblico. Hoy, se perfilan otros problemas, que se han de tener presentes: la dificultad de leer, puesto que persiste el analfabetismo en varios lugares; el aprendizaje para muchos tiene lugar en la mayoría de los casos a través de canales visivos y auditivos, y por lo tanto, veloces y fragmentarios; en ciertas partes del mundo, la cultura religiosa dominante no tiene como referencia inmediata el Libro sagrado. «La Sagrada Escritura nos muestra la admirable condescendencia de Dios» (DV 13) 47. En este sentido es posible decir que el Espíritu sugiere a las Iglesias particulares retomar los documentos del Concilio Vaticano II, especialmente las cuatro Constituciones, con la Dei Verbum al centro, y hacer de ellos el objeto de la catequesis para todo el pueblo de Dios en las modalidades más adecuadas a las personas. Teología de la revelación, teología de la Escritura, relación entre Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, pedagogía de Dios,


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son temas sustanciales, que solo una catequesis orgánica y cursos bíblicos estructurados pueden ilustrar. Se tendrá presente también la necesidad de metodologías y subsidios. Existen muchas posibilidades de oír la Palabra de Dios. Lo esencial es que ella llegue a tocar verdaderamente los corazones, se transforme en una Palabra viviente y no sea solo una Palabra escuchada o conocida. Por ello nada puede reemplazar el trabajo personal, regular y paciente en la oración. Conviene estimular, adoptar subsidios simples y accesibles a todos. Diversos movimientos, entre los cuales la Acción Católica, proponen medios para unir la vida y la Palabra de Dios. Hoy son muchos, y generalmente bien pensados, los instrumentos y las técnicas para entrar en contacto con la Biblia: comentarios, introducciones a la Biblia, Biblias para niños y adolescentes, libros espirituales, revistas científicas y de divulgación, sin considerar el vastísimo campo de los medios, simples y complejos, al servicio de la comunicación de la Biblia. Es necesario hacerse entender y ofrecer a los hermanos y hermanas en la fe el pan de la Palabra. Con tal finalidad se advierte la necesidad de una solidaridad también en el plano material entre las Iglesias. Aquí aparece la necesidad de pensar en modo nuevo y más correcto todo lo que se refiere a las nuevas formas de comunicación. La familiaridad con la Sagrada Escritura no es fácil. Como el ministro de la reina de Etiopía, para comprender lo que dice el texto es necesaria una pedagogía que, partiendo de la Escritura, abra la mente para comprender y aceptar la buena noticia de Jesús (cf. Hch 8, 26-40). Se hace necesario comenzar un camino y, sobre todo, inspirar formas creativas y evangélicas de actualización de la enseñanza de la Dei Verbum, que, a su vez, permita el acceso desde la fe, cuantitativa y cualitativamente, a la Palabra de Dios consignada en las Escrituras. Los Obispos en el ministerio de la Palabra 48. El Concilio Vaticano II enseña que «los Obispos [...] deben instruir a sus fieles en el uso recto de los libros sagrados» (DV 25). Por lo tanto, esta tarea corresponde a los Obispos directamente en primera persona, ya sea como los que escuchan la Palabra, ya sea como servidores de la misma, según el propio munus docendi[79]. El Obispo, en el mundo de comunicaciones, debe ser un comunicador dotado de sabiduría bíblica, no tanto por su erudición, sino más bien por su contacto frecuente con los libros sagrados, transformándose en un guía para todos aquellos que cotidianamente abren la Biblia. Haciendo de la Palabra de Dios y de la Sagrada Escritura el alma de la pastoral, el Obispo será capaz de llevar a los fieles al encuentro con Cristo, fuente viva. El Santo Padre


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Benedicto XVI ha relevado la necesidad de «educar al pueblo en la lectura y meditación de la Palabra de Dios», de modo que «ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vean que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6, 63) [...]. Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios. Para ello, animo a los pastores a esforzarse en darla a conocer»[80]. Por lo tanto, el mejor modo para favorecer el gusto por la Sagrada Escritura es la misma persona del Obispo compenetrado de la Palabra de Dios. Él tiene la posibilidad continua de ayudar a los fieles a saborear la Escritura. Todas las veces que se dirige a los fieles, y en particular a los sacerdotes, puede dar algún ejemplo y prueba de Lectio Divina. Si él ha aprendido a hacerla correctamente y la presenta de manera simple, los fieles aprenderán. He aquí un objetivo cierto del ministerio de los Pastores: la práctica de la Biblia y todas las iniciativas que la promueven han de ser consideradas como camino eclesial y base de todas las devociones. La tarea de los presbíteros y de los diáconos 49. También para los presbíteros y los diáconos el conocimiento y la familiaridad con la Palabra de Dios reviste un aspecto de primaria importancia en vista de la evangelización, a la que ellos están llamados en el propio ministerio. El Concilio Vaticano II afirma que necesariamente todos los clérigos, en primer lugar los presbíteros y los diáconos, deben mantener un contacto continuo con las Escrituras, mediante la sagrada lectura asidua y el estudio atento, de modo que no se transforme exteriormente en vano predicador de la Palabra de Dios quien no la escucha interiormente. (cf. DV 25; PO 4). Corresponde a esta doctrina conciliar la disposición canónica acerca el ministerio de la Palabra confiado a los presbíteros y a los diáconos como colaboradores del Obispo[81]. De la frecuentación cotidiana de la Palabra ellos toman la luz necesaria para no conformarse con la mentalidad del mundo y para poder realizar un sano discernimiento personal y comunitario, de manera que puedan guiar con solicitud al pueblo de Dios en la acción apostólica según los caminos del Señor. Todo esto hace necesaria una educación y una formación pastoral iluminada por la Palabra. El desarrollo de las ciencias bíblicas junto con la variedad de las necesidades y la evolución de la situaciones pastorales exigen una actualización permanente. La misión del anuncio determina el uso de iniciativas específicas, como por ejemplo, la valorización plena de la Biblia en los proyectos pastorales. En cada Diócesis un proyecto de pastoral bíblica, bajo la guía del Obispo, resulta


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útil para hacer entrar la Biblia en las actividades importantes de la Iglesia, en la evangelización y en la catequesis. De este modo se prestará atención para que sobre la Palabra de Dios se fundamente y se manifieste la comunión entre clérigos y laicos, y por lo tanto, entre parroquias, comunidades de vida consagrada y movimientos eclesiales. En esta línea de servicio presbiteral, la formación en los seminarios requiere cada vez más un conocimiento vasto y actualizado, en exégesis y en teología, una formación no superficial en el uso pastoral de la Biblia, una verdadera iniciación a la espiritualidad bíblica, sin descuidar una educación orientada a promover una gran pasión por la Palabra al servicio del Pueblo de Dios. Es deseable, por lo tanto, que muchos clérigos se dediquen también a estudios académicos en Sagrada Escritura. Los diversos ministros de la Palabra de Dios 50. La renovación bíblica y litúrgica ha revelado la necesidad de servidores de la Palabra de Dios, principalmente en la acción litúrgica y después en cada una de las otras formas de comunicación de la Biblia. En lo que se refiere al servicio litúrgico, el ministerio de la Palabra de Dios se desarrolla mediante la proclamación de las lecturas y sobre todo mediante la homilía. Ésta última corresponde solo al ministro ordenado, la proclamación en la liturgia es oficio propio del lector, que es un ministerio instituido, y en su ausencia es desarrollada por laicos, hombres y mujeres[82]. En ciertos casos canónicamente previstos los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio[83]. Entre los servidores de la Palabra han de ser contados los catequistas, los animadores de grupos bíblicos y cuantos tienen una misión formativa de los fieles en la liturgia, en la caridad, en la enseñanza religiosa de la escuela. El Directorio General para la catequesis establece las funciones correspondientes. Pero esta atención a los cooperadores pastorales permanece viva en todas las Iglesias particulares, porque se advierte, por una parte la adhesión a la Escritura y por otra la dificultad de prestar este servicio. La tarea de los laicos 51. Hechos miembros de la Iglesia por el bautismo y investidos de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, los fieles laicos comparten la misión salvífica que el Padre ha confiado a su Hijo para la salvación de todos los pueblos (LG 34-36)[84]. Para ejercer su misión «los fieles laicos son hechos partícipes tanto del sobrenatural sentido de fe de la Iglesia, que “no puede equivocarse cuando cree” (LG 12), cuanto de la gracia de la palabra (cf. Hch 2, 17-18; Ap 19, 10). Son igualmente llamados a hacer que resplandezca la


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novedad y la fuerza del Evangelio en su vida cotidiana, familiar y social»[85]. De este modo ellos dan su contribución a la construcción del Reino de Dios con la fidelidad a su Palabra. Corresponde a los laicos, para desarrollar su misión en el mundo, proclamar la Buena Noticia a los hombres en sus diversas situaciones de vida. En el estilo profético de Jesús de Nazaret, el anuncio de la Palabra «como una abertura a sus problemas, una contestación a sus preguntas, una ampliación de sus valores, al mismo tiempo que la satisfacción aportada a sus aspiraciones más profundas»[86]. El laico en el camino con la Palabra de Dios no debe ser solamente un oyente pasivo, sino que debe participar activamente, en todos los campos donde entra la Biblia: en el estudio científico, en el servicio de la Palabra en ámbito litúrgico o catequístico y en la animación bíblica en los diversos grupos. El servicio de los laicos exige capacidades diversificadas que suponen una formación bíblica específica. Vale la pena recordar como tareas prioritarias: la Biblia en la iniciación cristiana de los niños, la Biblia para el mundo de los jóvenes, por ejemplo en las Jornadas Mundiales de la Juventud, la Biblia para los enfermos, para los soldados y para los encarcelados. Un medio privilegiado para el encuentro con Dios que nos habla es la catequesis dentro de las familias con la profundización de alguna página bíblica y la preparación de la liturgia dominical. Continúa siendo válida la tarea de la familia de iniciar a los hijos en la Sagrada Escritura con la narración de las grandes historias bíblicas, especialmente de la vida de Jesús, y con la oración inspirada en los Salmos u otros libros revelados. También a los movimientos o a los grupos, como asociaciones, agregaciones y nuevas comunidades, se ha de prestar gran atención. En efecto, aún siendo muy distintos entre ellos por los métodos y los campos de acción, todos ellos tienen como característica común el redescubrimiento de la Palabra de Dios y su colocación privilegiada en el proyecto espiritual- pedagógico para suscitar y nutrir la vida espiritual. Disponen de caminos formativos eficaces centrados en la asimilación existencial de la Palabra de Dios. Enseñan a vivir la liturgia y la oración personal dando grande atención a la Palabra, privilegiando la liturgia de la Iglesia. También la oración del Oficio y la Lectio Divina son practicadas como momentos de alimentación espiritual. Se ha de verificar que en este fervoroso encuentro con la Palabra de Dios se exprese y se viva la comunión eclesial y la caridad hacia los fieles que no pertenecen a las agregaciones.


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El servicio de las personas consagradas 52. En este camino de la Palabra de Dios en el pueblo cristiano tienen un papel específico las personas de vida consagrada. Ellas, como subraya el Concilio Vaticano II, «tengan, ante todo, diariamente en las manos la Sagrada Escritura, a fin de adquirir, por la lectura y la meditación de los sagrados Libros, “el sublime conocimiento de Jesucristo” (Flp 3, 8)» (PC 6) y para encontrar renovado impulso en sus actividades de educación y de evangelización, especialmente de los pobres, de los pequeños y de los últimos, a través de los escritos del Nuevo Testamento «sobre todo los Evangelios, que son “el corazón de todas las Escrituras” [...], promoviendo del modo más acorde al propio carisma escuelas de oración, de espiritualidad y de lectura orante de la Escritura»[87]. Para las personas consagradas el Texto bíblico debe ser objeto de una cotidiana ruminatio y de confrontación para un discernimiento personal y comunitario en vista de la evangelización. Cuando el hombre comienza a leer las divinas Escrituras –afirmaba San Ambrosio– Dios vuelve a pasear con él en el paraíso terrestre[88]. La lectura orante de la Palabra, hecha junto con jóvenes, es el camino para un renovado crecimiento vocacional y para un fecundo retorno al Evangelio y al espíritu de los fundadores, tanto auspiciado por el Concilio Vaticano II y recientemente repropuesto por el Santo Padre Benedicto XVI a las personas de vida consagrada[89]. En particular, las personas consagradas han de valorizar la evaluación de la vida comunitaria a la luz de la Palabra de Dios, que llevará a la comunión fraterna, al gozoso compartir de las experiencias de Dios en sus vidas y facilitará el crecimiento en la vida espiritual[90]. El Papa Juan Pablo II afirmaba: «La Palabra de Dios es la primera fuente de toda espiritualidad cristiana. Ella alimenta una relación personal con el Dios vivo y con su voluntad salvífica y santificadora. Por este motivo la Lectio Divina ha sido tenida en la más alta estima desde el nacimiento de los Institutos de vida consagrada, y de manera particular en el monacato. Gracias a ella, la Palabra de Dios llega a la vida, sobre la cual proyecta la luz de la sabiduría que es don del Espíritu»[91]. La Palabra de Dios debe estar siempre a disposición de todos 53. La Iglesia considera que «los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura» (DV 22)[92], porque las personas tienen derecho a encontrar la verdad[93]. Hoy es un requisito indispensable para la misión. Dado que no raramente el encuentro con la Escritura corre el riesgo de no ser un hecho de Iglesia, sino que resulta expuesto al subjetivismo y a la arbitrariedad, es


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indispensable una promoción pastoral, consistente y creíble, sobre la Sagrada Escritura para anunciar, celebrar y vivir la Palabra en la comunidad cristiana, dialogando con las culturas de nuestro tiempo, poniéndose al servicio de la verdad, y no de las ideologías corrientes, e incrementando el diálogo que Dios quiere tener con todos los hombres (cf. DV 21). Con tal finalidad, es necesario difundir la práctica bíblica con oportunos subsidios, suscitar el movimiento bíblico entre los laicos, cuidar la formación de los animadores de los grupos, con particular atención a los jóvenes[94], proponiendo el conocimiento de la fe a través de la Palabra también a los inmigrantes y a cuantos buscan el sentido de la vida. Dado que «El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad [...] la utilización de los mass media ha llegado a ser esencial para la evangelización y la catequesis [...] la Iglesia se sentiría culpable ante su Señor si no emplease esos poderosos medios [...] en ellos la Iglesia encuentra una versión moderna y eficaz del púlpito. Gracias a ellos puede hablar a las masas»[95] (cf. IM 11). Se ha de dar amplio espacio, con sapiente equilibrio, a los métodos y a las nuevas formas de lenguaje y comunicación en la transmisión de la Palabra de Dios, como son: radio, TV, teatro, cine, música y canciones, incluyendo los nuevos medios como CD, DVD, internet, etc. No debe olvidarse que el buen uso de los medios de comunicación requiere un serio empeño y capacidad de parte de los operadores pastorales. Es necesario integrar el mensaje mismo en la “nueva cultura” creada por la comunicación moderna, con nuevos lenguajes, nuevas técnicas y nuevas actitudes psicológicas[96]. Es también conveniente recordar que desde 1968 existe y actúa la Federación Bíblica Católica mundial (CBF), instituida por el Papa Pablo VI al servicio de la difusión de las orientaciones del Concilio Vaticano II sobre la Palabra de Dios. CAPÍTULO OCTAVO La Palabra de Dios, gracia de comunión La Palabra de Dios, vínculo ecuménico 54. La plena y visible unidad de todos los discípulos de Jesucristo es considerada por el Santo Padre Benedicto XVI una cuestión de primaria importancia que incide sobre el testimonio evangélico[97]. Dos son las realidades que unen a los cristianos entre sí: la Palabra de Dios y el Bautismo. Acogiendo estos dones el camino ecuménico podrá encontrar su realización.


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El discurso de despedida de Jesús en el cenáculo pone en evidencia que esta unidad se manifiesta a través del común testimonio de la Palabra del Padre, ofrecida por el Señor (cf. Jn 17, 8). Afirma el Santo Padre Benedicto XVI: «La escucha de la Palabra de Dios es lo primero en nuestro compromiso ecuménico. En efecto, no somos nosotros quienes hacemos u organizamos la unidad de la Iglesia. La Iglesia no se hace a sí misma y no vive de sí misma, sino de la Palabra creadora que sale de la boca de Dios. Escuchar juntos la Palabra de Dios; practicar la Lectio Divina de la Biblia, es decir, la lectura unida a la oración; dejarse sorprender por la novedad de la Palabra de Dios, que nunca envejece y nunca se agota; superar nuestra sordera para escuchar las palabras que no coinciden con nuestros prejuicios y nuestras opiniones; escuchar y estudiar, en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo lo que constituye un camino que es preciso recorrer para alcanzar la unidad en la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra»[98]. En general, se nota con satisfacción que la Biblia es hoy el mayor punto de encuentro para la oración y el diálogo entre las Iglesias y comunidades eclesiales. Se ha tomado consciencia que la fe que nos une y los diversos acentos en la interpretación de la misma Palabra son una invitación a redescubrir juntos los motivos que han creado la división. Permanece, sin embargo, la convicción que los progresos alcanzados en el diálogo ecuménico con la Palabra de Dios pueden producir otros efectos benéficos. Una experiencia válida ha se ser subrayada en relación a los últimos decenios, es decir, el influjo positivo y reconocido de la Traduction oecuménique de la Bible (TOB), y la colaboración entre las diversas Asociaciones bíblicas cristianas, que han favorecido las buenas relaciones y el diálogo con diversas confesiones. Pero el hilo conductor que une el camino ecuménico desde el comienzo del siglo hasta nuestros días es la oración común de invocación a Dios, sostenida por el Espíritu Santo, que promueve entre los cristianos aquel ecumenismo espiritual, del cual el Concilio Vaticano II afirmaba: «Esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones públicas y privadas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico» (UR 8). La Palabra de Dios, fuente del diálogo entre cristianos y judíos 55. Una peculiar atención deber prestarse a las relaciones con el pueblo judío. Cristianos y judíos son juntos los hijos de Abraham, enraizados en la misma alianza, puesto que Dios, fiel a sus promesas, no ha revocado la primera alianza (cf. Rm 9, 4; 11, 29)[99]. Confirma el Papa Juan Pablo II: «Este pueblo


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es convocado y guiado por Dios, creador del cielo y la tierra. Por consiguiente, su existencia no es meramente un hecho natural o cultural, en el sentido de que, por la cultura, el hombre desarrolla los recursos de su propia naturaleza. Más bien, se trata de un hecho sobrenatural. Este pueblo persevera a pesar de todo, porque es el pueblo de la alianza y porque, no obstante las infidelidades de los hombres, el Señor es fiel a su Alianza»[100]. Cristianos y judíos comparten gran parte del canon bíblico, aquellas “Sagradas Escrituras” (cf. Rm 1, 2) que los cristianos llaman Antiguo Testamento. Esta estrecha relación bíblicamente fundada ofrece al diálogo entre cristianos y judíos un carácter singular. A este respecto el importante documento de la Pontificia Comisión Bíblica: El pueblo judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia cristiana[101] induce a reflexionar sobre la estrecha conexión de fe, ya indicada por la Dei Verbum (cf. DV 1416). Para comprender en modo adecuado la persona de Jesús de Nazaret es necesario reconocerlo como «hijo de ese pueblo»[102]; Jesús es judío y lo es para siempre. Además, dos aspectos han de ser especialmente considerados. En primer lugar, la comprensión hebraica de la Biblia puede ser de ayuda para la comprensión y el estudio de parte de los cristianos[103]. A veces, se han desarrollado –y se pueden aún desarrollar ulteriormente– modos de estudiar las Sagradas Escrituras junto a los judíos y aprender los unos de los otros, en el riguroso respeto de las diversidades. En segundo lugar, es necesario superar toda forma de posible antisemitismo. El mismo Concilio Vaticano II ha subrayado que «no se ha de señalar a los judíos como réprobos de Dios y malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras» (NA 4). Al contrario, siguiendo las huellas de Abraham podemos y debemos ser fuente de bendición los unos para los otros y para el mundo, como tantas veces ha subrayado el Papa Juan Pablo II[104]. El diálogo interreligioso 56. Haciendo referencia a cuanto ha expresado hasta hoy el Magisterio de la Iglesia (cf. AG 11; NA 2-4)[105], y a las diversas contribuciones recibidas, se indican los siguientes puntos para una reflexión y evaluación. La Iglesia, enviada a llevar el Evangelio a todas las criaturas (cf. Mc 16, 15), encuentra el gran número de adherentes a otras religiones, ya sea las llamadas religiones tradicionales, ya sea aquellas que poseen libros sagrados con un propio modo de entenderlos; encuentra en todas partes personas en un camino de búsqueda o simplemente en espera de la Buena Noticia. A todos la Iglesia se siente deudora de la Palabra que salva (cf. Rm 1, 14). Desde un punto de vista positivo,


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se prestará atención a discernir las “semillas evangélicas”(semina Verbi) difundidas entre los pueblos, que pueden constituir una auténtica preparación evangélica[106]. Especialmente las religiones y las tradiciones espirituales que se imponen a la atención mundial por su antigüedad y difusión, como el hinduismo, el budismo, el jansenismo, el taoísmo, deben ser objeto de estudio de parte de los católicos, en vista de un diálogo respetuoso y leal. En particular «la Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres» (NA 3). Como los cristianos y los judíos, también ellos se refieren a Abraham buscando imitarlo en su sumisión a Dios, al cual rinden culto sobre todo con la oración, la limosna y el ayuno. Aunque ellos no reconozcan a Jesús como Dios, lo veneran como profeta y honran a María su madre virginal (cf. NA 3). Esperan el día del juicio y aprecian la vida moral. El diálogo de los cristianos con los musulmanes y con los miembros de otras religiones es una urgencia y permite conocerse mejor y colaborar en la promoción de los valores religiosos, éticos y morales, contribuyendo en la construcción de un mundo mejor. El encuentro de Asís en 1986 recuerda que la escucha de Dios debe llevar a superar toda forma de violencia, para que tal escucha se mantenga activa en el corazón y en las obras para la promoción de la justicia y de la paz[107]. Como ha dicho el Santo Padre Benedicto XVI «nosotros queremos buscar las vías de la reconciliación y aprender a vivir respetando cada uno la identidad del otro»[108]. Además, en las ocasiones, en que se trata de proceder a una comparación de la Biblia con los textos sagrados de las otras religiones, sería lamentable caer en sincretismos, paralelismos superficiales y deformaciones de la verdad, a causa de las diversas concepciones sobre la inspiración de tales textos sagrados. Una especial atención ha de prestarse a las numerosas sectas, que actúan en diferentes continentes y se sirven de la Biblia para alcanzar objetivos desviados con métodos extraños a la Iglesia. La Biblia no pertenece solamente a los cristianos, sino que es un tesoro para toda la humanidad. A través de un contacto fraterno y personal, ella puede ser fuente de inspiración para aquellos que no creen en Cristo. La Palabra de Dios, fermento de las culturas modernas


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57. En el curso de los siglos el libro de la Biblia ha entrado en las culturas, llegando a inspirar varios ámbitos del saber filosófico, pedagógico, científico, artístico y literario. El pensamiento bíblico ha penetrado tanto, que ha llegado a ser síntesis y alma de la misma cultura. Como afirmaba el entonces Cardenal Ratzinger en un comentario a la Encíclica Fides et Ratio: «Ya en la misma Biblia se encuentra un patrimonio de pensamiento religioso y filosófico pluralístico derivado de diversos mundos culturales. La Palabra de Dios se desarrolla en el contexto de una serie de encuentros mientras el hombre busca dar una respuesta a sus preguntas últimas. La Biblia no cayó directamente desde el cielo, sino que es verdaderamente una síntesis de las culturas»[109]. Las influencias económicas y tecnológicas de inspiración secularista, potenciadas por el amplio servicio de los mass media, requieren un diálogo más intenso entre Biblia y cultura, diálogo a veces dialéctico, pero pleno de potencialidad para el anuncio, pues es rico de preguntas con sentido, que encuentran en la Palabra del Señor una respuesta liberadora. Esto significa que la Palabra de Dios tiene que entrar como fermento en un mundo pluralista y secularizado, en los areópagos modernos, llevando «la fuerza del evangelio al corazón de la cultura y de las culturas»[110] para purificarlas, elevarlas y transformarlas en instrumentos del Reino de Dios. Esto requiere una inculturación de la Palabra de Dios, realizada no con superficialidad, sino con una adecuada preparación en relación con las otras situaciones, de manera que aparezca la identidad del misterio cristiano y su benéfica eficacia hacia cada persona. En este contexto ha de ser atentamente estudiada la investigación de la llamada “historia de los efectos” (Wirkungsgeschichte) de la Biblia en la cultura y en el ethos común, por lo cual la Biblia justamente es llamada y considerada como “gran código”, especialmente en Occidente. El Santo Padre Benedicto XVI ha afirmado: «Hoy, más que nunca, la apertura recíproca entre las culturas es un terreno privilegiado para el diálogo entre hombres comprometidos en la búsqueda de un humanismo auténtico, por encima de las divergencias que los separan. También en el campo cultural el cristianismo ha de ofrecer a todos la fuerza de renovación y de elevación más poderosa, es decir, el amor de Dios que se hace amor humano»[111]. De todo esto se hacen cargo con gran empeño y mérito muchos centros culturales esparcidos en el mundo. La Palabra de Dios y la historia de los hombres 58. Durante el Concilio Vaticano II el Papa Pablo VI describió a la Iglesia como «servidora de la humanidad»[112] para orientar el mundo hacia el


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Reino de Dios, según la medida de Jesucristo, el Hombre perfecto (GS 22). La Iglesia, por lo tanto, reconoce el signo de Dios en la historia construida a partir de la libertad de los hombres y sostenida por la gracia divina. En este contexto, la Iglesia es consciente que la Palabra de Dios debe ser leída teniendo presente los eventos y los signos de los tiempos con los cuales Dios se manifiesta en la historia. Afirma el Concilio Vaticano II «Para cumplir esta misión [de servir al mundo], es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas» (GS 4). Ella, por lo tanto, inmersa en las vicisitudes humanas, debe «discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios» (GS 11). De este modo, desarrollando a través de todos sus miembros su misión profética, podrá ayudar a la humanidad a encontrar en la historia el camino que la aleja de la muerte y la lleva a la vida. Con esta finalidad el Espíritu Santo llama a la Iglesia a anunciar la Palabra de Dios como fuente de gracia, de libertad, de justicia, de paz y de salvaguardia de la creación, poniendo en práctica la Palabra del Señor, según las diversas funciones, en colaboración con personas de buena voluntad. Estimulan y son un punto de referencia las primeras palabras de Dios en la Biblia respecto de la creación del mundo y de la persona humana: «Vio Dios que [...] estaba bien [...] todo estaba muy bien»(Gn 1, 4.31), y sobre todo las palabras y los ejemplos de Jesús. De la Biblia, por consiguiente, reciben inspiración y motivación, no sin una necesaria mediación cultural, el real empeño en favor de la justicia y de los derechos humanos, la participación en la vida pública, el cuidado del ambiente como casa de todos. De esta manera, la Palabra que Jesús ha sembrado como semilla del Reino, continúa su camino en la historia de los hombres (cf. 2 Ts 3, 1) y cuando Jesús retornará en la gloria resonará como invitación a participar plenamente en la alegría del Reino (cf. Mt 25, 24). A esta segura promesa, la Iglesia responde con la ferviente oración: «Marana tha» (1 Cor 16, 22), «Ven, Señor Jesús» (Ap 22, 20).


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CONCLUSIÓN «La palabra de Cristo habite en vosotros con toda su riqueza; instruíos y amonestaos con toda sabiduría, cantando a Dios, de corazón y agradecidos, salmos, himnos y cánticos inspirados. Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él» (Col 3, 16-17). La Palabra de Dios , don a la Iglesia 59. En su gran bondad Dios Uno y Trino ha querido comunicar al hombre el misterio de su vida escondido desde siglos (cf. Ef 3, 9). En su Hijo Unigénito Jesucristo, Dios Padre ha pronunciado, en la gracia del Espíritu, su Palabra definitiva que interpela a cada hombre que viene a este mundo. Una condición fundamental para que el hombre se encuentre con Dios es la escucha religiosa de la Palabra. Se vive la vida según el Espíritu en la medida de la propia capacidad de hacer espacio a la Palabra, de hacer nacer el Verbo de Dios en el corazón humano. En efecto, no es el hombre que puede penetrar la Palabra de Dios, sino solo ésta que puede conquistarlo y convertirlo, haciéndole descubrir sus riquezas y sus secretos y abriéndole horizontes llenos de sentido, propuestas de libertad y de plena madurez humana (cf. Ef 4, 13). El conocimiento de la Sagrada Escritura es obra de un carisma eclesial, que es puesto en las manos de los creyentes, abiertos al Espíritu. Afirma San Máximo el Confesor: «Las palabras de Dios, si son simplemente pronunciadas, no son escuchadas, porque no tienen como voz la praxis de aquellos que las dicen. Si, por el contrario, son pronunciadas junto con la práctica de los mandamientos, entonces tienen el poder con esta voz de hacer desaparecer los demonios y de impulsar a los hombres a edificar el templo divino del corazón con el progreso en las obras de justicia»[113]. Se trata de abandonarse a la alabanza silenciosa del corazón en un clima de simplicidad y de oración contemplativa come María, la Virgen de la escucha, porque todas las Palabras de Dios se reasumen y han de ser vividas en el amor (cf. Dt 6, 5; Jn 13, 34-35). 60. La Iglesia, como comunidad de creyentes, es convocada por la Palabra de Dios. Ella es el ámbito privilegiado en el cual los creyentes se encuentran con Dios, que continúa hablando en la liturgia, en la oración, en el servicio de la caridad. Por medio de la Palabra celebrada, en modo particular en la Eucaristía, los fieles se insieren cada vez más en la Iglesia-comunión, que tiene su origen en la Trinidad, misterio de la comunión infinita.


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El Padre, que en el amor del Espíritu Santo crea todo lo que existe por medio del Hijo y en vista de Él (cf. Col 1, 16), prosigue su obra originaria en lo que el Hijo mismo realiza (cf. Jn 5, 17) sobre la tierra, su obra es su Iglesia, Iglesia del Verbo encarnado, vía, por una parte, descendiente de Dios al hombre y, por otra parte, ascendiente del hombre a Dios (cf. Jn 3, 13). En esta Palabra viva y eficaz (cf. Hb 4, 12) la Iglesia nace, se edifica (cf. Jn 15, 16; Hch 2, 41s.) y encuentra vida plena (cf. Jn 10, 10). Por mandato del Señor Jesús resucitado la Iglesia, comunidad de sus discípulos, guiada por los Apóstoles, es enviada a anunciar la salvación siempre y en todo lugar, en la fidelidad a la Palabra al Maestro: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15). Notas [1] Cf. Synodus Episcoporum, Relatio finalis Synodi episcoporum Exeunte coetu secundo: Ecclesia sub verbo Dei mysteria Christi celebrans pro salute mundi (7.12.1985), B, a), 1-4: Enchiridion del Sinodo dei Vescovi 1, EDB, Bologna 2005, pp. 2316-2320. [2] Benedictus XVI, Adhort. Apost. post-syn. Sacramentum caritatis (22.2.2007), 6; 52: AAS 99 (2007) 109-110; 145. [3] Ioannes Paulus II, Litt. Enc. Redemptoris missio (7.12.1990), 56: AAS 83 (1991) 304. [4] Cf. Benedictus XVI, Litt. Enc. Deus caritas est (25.12.2005), 1: AAS 98 (2006) 217. [5] S. Irenaeus, Adversus Haereses IV, 34, 1: SChr 100, 847. [6] Cf. S. Bernardus, Super Missus est, Homilia IV, 11: PL 183, 86. [7] Origenes, In Johannem V, 5-6: SChr 120, 380-384. [8] Benedictus XVI, Ad Conventum Internationalem La Sacra Scrittura nella vita della Chiesa (16.9.2005): AAS 97 (2005) 957. Cf. Paulus VI, Epist. Apost. Summi Dei Verbum (4.11.1963): AAS 55 (1963) 979-995; Ioannes Paulus II, Audiencia General (22.5.1985): L’Osservatore Romano edición española (26.5.1985), p. 2; Discurso sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia (23.4.1993): L’Osservatore Romano edición española (30.4.1993), pp. 5-6; Benedictus XVI, Angelus (6.11.2005): L’Osservatore Romano edición española (11.11.2005), p. 6. [9] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 825. [10] Benedictus XVI, Ad Conventum Internationalem La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia (16.09.2005): AAS 97 (2005) 956. [11] S. Hieronimus, Com. In Is., Prol.: PL 24, 17 [12] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 120.


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[13]Cf. Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église(15.4.1993), IV, C 3: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1724. [14]Cf. Pontificia Commissio Biblica, Le peuple juif et ses Saintes Écritures dans la Bible Chrétienne (24.5.2001), 19: Enchiridion Vaticanum 20, EDB, Bologna 2004, pp. 570-574. [15]S. Augustinus, Quaestiones in Heptateucum, 2, 73: PL 34, 623; cf. DV 16. [16]S. Gregorius Magnus, In Ezechielem, I, 6, 15: CCL 142, 76. [17]Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 83; Ratzinger J., Comentario a la Dei Verbum, L Th K, 2, pp. 519-523. [18]Cf. S. Bonaventura, Itinerarium mentis in Deum, II, 12: ed. Quaracchi, 1891, vol. V, p. 302s. Cf. Ratzinger J., Un tentativo circa il problema del concetto di tradizione: Rahner K. - Ratzinger J., Revelación y Tradición, Morcelliana, Brescia 2006, pp. 27-73. [19]Cf. Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), IV, A-B: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, pp. 17021714. [20] Cf. ibidem, I, A-F: pp. 1568-1634. [21] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 115-119; Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), I, F: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, pp. 1628-1634. [22] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 117 [23] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), II, B 2: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, pp. 1648-1650. [24] Ibidem, I, pp. 1568-1628. [25] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 109-114. [26] Benedictus XVI, Discurso a los Obispos de Suiza (7.11.2006): L’Osservatore Romano edición española (17.11.2006), p. 4; cf. Ratzinger J., Jesús de Nazaret, La Esfera de los libros, Madrid 2007, pp. 7-21. [27] Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae: Editio typica altera, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1981: Praenotanda, 8. [28] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), II, B 2: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1650. [29] Cf. ibidem, III, B 2, pp. 1672-1676. [30] Cf. Benedictus XVI, Ad sacrorum alumnos Seminarii Romani Maioris (19.2.2007): AAS 99 (2007) 254. [31] S. Ambrosius, De officiis ministrorum, I, 20, 88: PL 16, 50. [32] Benedictus XVI, Litt. Enc. Deus caritas est (25.12.2005), 41: AAS 98 (2006) 251. [33] Isaac De Stella, Serm. 51: PL 194, 1862-1863.1865.


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[34] Cf. S. Ambrosius, Evang. secundum Lucam 2, 19: CCL 14, 39. [35] Ioannes Paulus II, Epist. Apost. Rosarium Virginis Mariae (16.10.2002), 1; 3; 18; 30: AAS 95 (2003) 5; 7; 17; 27. [36] S. Gregorius Magnus, Registrum Epistolarum V, 46, ed. Ewald-Hartmann, 345-346. [37] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), IV, C 3: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1724. [38] Cf. Catechismus Catholicae Ecclesiae, 115-119. [39] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), I, F: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1630. [40] Cf. Ioannes Paulus II, Discurso sobre la interpretación de la Biblia en la Iglesia (23.4.1993): L’Osservatore Romano edición española (30.4.1993), pp. 5-6. [41] Missale Romanum, Ordo Lectionum Missae: Editio typica altera, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1981: Praenotanda, 9. [42] Petrus Damascenus, Liber II, vol. III, 159: La Filocalia, 3, Torino 1985, p. 253. [43] Cf. Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), 47-49: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, pp. 662-664. [44] Cf. Euchologion Serapionis, 19-20, ed. Johnson M.E., The Prayers of Serapion of Thmuis (Orientalia Christiana Analecta 249), Roma 1995, pp. 70.71. [45] Ioannes Paulus II, Epist. Apost. Dies Domini (31.5.1998), 41: AAS 90 (1998) 738-739. [46] Waltramus, De unitate Ecclesiae conservanda: 13, ed. W. Schwenkenbecher, Hannoverae 1883, p. 33: «Dominus enim Iesus Christus ipse est, quod praedicat Verbum Dei, ideoque Corpus Christi intelligitur etiam Evangelium Dei, doctrina Dei, Scriptura Dei». [47] Origenes, In Ps. 147: CCL 78, 337. [48] Cf. Benedictus XVI, Adhort. Apost. post-syn. Sacramentum caritatis (22.2.2007), 44-46: AAS 99 (2007) 139-141. [49] S. Hieronymus, Commentarius in Ecclesiasten, 313: CCL 72, 278. [50] Ioannes Paulus II, Litt. Apost. Novo millennio ineunte (6.1.2001), 36: AAS 93 (2001) 291. [51] Cf. Benedictus XVI, Adhort. Apost. post-syn. Sacramentum caritatis (22.2.2007), 44-48: AAS 99 (2007) 139-142. [52] Cf. ibidem, 46: AAS 99 (2007) 141. [53] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), IV, C 2: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1718. [54] Cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Pastores dabo vobis (25.3.1992), 47: AAS 84 (1992) 740-742; Benedictus XVI, Encuentro con los jóvenes romanos, (6.4.2006): L’Osservatore Romano edición española (14.4.2006), p. 3;


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Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud (22.2.2006): L’Osservatore Romano edición española (3.3.2006), p. 3. [55] Ioannes Paulus II, Litt. Apost. Novo millennio ineunte (6.1.2001), 39: AAS 93 (2001) 294. [56] Benedictus XVI, Ad Conventum Internationalem La Sacra Scrittura nella vita della Chiesa (16.9.2005): AAS 97 (2005) 957. [57] Benedictus XVI, Encuentro con los jóvenes romanos (6.4.2006): L’Osservatore Romano edición española (14.4.2006), p. 3. [58] Benedictus XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud (22.2.2006): L’Osservatore Romano edición española (3.3.2006), p. 3. [59] Benedictus XVI, Ad Conventum Internationalem La Sacra Scrittura nella vita della Chiesa (16.9.2005): AAS 97 (2005) 957. Cf. DV 21.25; PO 18-19; Catechismus Catholicae Ecclesiae, 1177; Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Pastores dabo vobis (25.3.1992), 47: AAS 84 (1992) 740-742; Adhort. Apost. post-syn. Vita consecrata (25.3.1996), 94: AAS 88 (1996) 469-470; Litt. Apost. Novo millennio ineunte (6.1.2001), 39-40: AAS 93 (2001) 293-295; Adhort. Apost. post-syn. Ecclesia in Oceania (22.11.2001), 38: AAS 94 (2002) 411; Adhort. Apost. post-syn. Pastores gregis (16.10.2003), 15: AAS 96 (2004) 846-847. [60] Cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Vita consecrata (25.3.1996), 94: AAS 88 (1996) 469-470. [61] Pontificia Commissio Biblica, L’interprétation de la Bible dans l’Église (15.4.1993), I, E 1: Enchiridion Vaticanum 13, EDB, Bologna 1995, p. 1622. [62] Benedictus XVI, Litt. Enc. Deus caritas est (25.12.2005), 22: AAS 98 (2006) 234-235. [63] Benedictus XVI, Litt. Enc. Spe salvi (30.11.2007), 2: AAS 99 (2007) 986. [64] Cf. Ratzinger J., Jesús de Nazaret, La Esfera de los libros, Madrid 2007, p. 20. [65] Cf. ibidem, p. 279. [66] S. Ambrosius, De officiis ministrorum, I, 20, 88: PL 16, 50. [67] S. Augustinus, Enarrat. in Ps. 85, 7: CCL 39, 1177. [68] Cf. Origenes, In Genesim homiliae, 2.6: SChr 7 bis, 108. [69] Cf. Ioannes Paulus II, Litt. Enc. Redemptoris missio (7.12.1990), 33: AAS 83 (1991) 277-278. [70] Cf. Ioannes Paulus II, Litt. Apost. Novo millennio ineunte (6.1.2001), 40: AAS 93 (2001) 294. [71] S. Augustinus, De doctrina Christiana, I, 35, 39 - 36, 40: PL 34, 34. [72] Cf. Benedictus XVI, Litt. Enc. Deus caritas est (25.12.2005): AAS 98 (2006) 217-252. [73] Ioannes Paulus II, Litt. Apost. Novo millennio ineunte (6.1.2001), 39: AAS 93 (2001) 293.


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[74] Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), 94: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, pp. 738-740; cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. Catechesi tradendae (16.10.1979), 27: AAS 71 (1979) 1298. [75] Cf. Congregatio de Cultu Divino et Disciplina Sacramentorum, Direttorio su pietà popolare e liturgia (9.4.2002), 87-89, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 2002, pp. 81-82. [76] Cf. Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), I, 2: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, pp. 684-708 [77] Ibidem, 127, p. 794; cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. Catechesi tradendae (16.10.1979), 27: AAS 71 (1979) 1298. [78] Ioannes Paulus II, Const. Apost. Fidei depositum (11.10.1992), IV: AAS 86 (1994) 117. [79] Cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Pastores gregis (16.10.2003), III: AAS 96 (2004) 859-867. [80] Benedictus XVI, Allocutio In inauguratione operum V Coetus Generalis Episcoporum Americae Latinae et Regionis Caraibicae (13.5.2007), 3: AAS 99 (2007) 450. [81] Cf. CIC can. 757; CCEO can. 608; 614. [82] Cf. Missale Romanum, Institutio generalis, 66, editio typica III, Typis Vaticanis 2002, p. 34. [83] Cf. CIC can. 766, CCEO can. 614, § 3; 4. [84] Cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Christifideles laici (30.12.1988), 8.14: AAS 81 (1989) 404-405; 409-411; CIC can. 204; CCEO can. 7, 1. [85] Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Christifideles laici (30.12.1988), 14: AAS 81 (1989) 411. [86] Paulus VI, IV Congreso de Enseñanza Religiosa en Francia. Normas y votos del Santo Padre (1-3.4.1964): L’Osservatore Romano edición española (21.4.1964), p. 6. [87] Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Vita consecrata (25.3.1996), 94: AAS 88 (1996) 469. [88] Cf. S. Ambrosius, Epist. 49, 3: PL 16, 1154 B. [89] Cf. Benedictus XVI, Allocutio En ocasión de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada (2.2.2008): L’Osservatore Romano edición española (6-8.2.2008), p. 5. [90] Cf. Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. post-syn. Vita consecrata (25.3.1996), 94: AAS 88 (1996) 469. [91] Ibidem. [92] Cf. CIC can. 825; CCEO can. 662 §1; 654. [93] Cf. Congregatio pro Doctrina Fidei, Nota doctrinal sobre algunos aspectos de la evangelización (3.12.2007): L’Osservatore Romano edición española (21.12.2007), pp. 11-13.


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[94] Cf. Benedictus XVI, Mensaje del Santo Padre para la XXI Jornada Mundial de la Juventud (22.2.2006): L’Osservatoro Romano edición española (3.3.2006), p. 3. [95] Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), 160: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, p. 844; Cf. Paulus VI, Adhort. Apost. Evangelii nuntiandi (8.12.1975), 45: AAS 68 (1976) 35; Ioannes Paulus II, Litt. Enc. Redemptoris missio (7.12.1990), 37: AAS 83 (1991) 284-286; CIC can. 761; CCEO can. 651 § 1. [96] Cf. Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), 161: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, p. 846. [97] Cf. Benedictus XVI, Pontificatus exordia: Sermo ad S.R.E. Cardinales ad universumque orbem catholicum (20.4.2005), 5: AAS 97 (2005) 697-698. [98] Benedictus XVI, Allocutio Dar al mundo un testimonio común (25.1.2007): L’Osservatore Romano edición española (2.2.2007), p. 3. [99] Cf. Ioannes Paulus II, Allocutio Mogontiaci ad Iudaeos habita Veteris Testamenti Haereditas ad pacem et iustitiam fovendas trahit (Mainz, 17.11.1980): AAS 73 (1981) 78-82 [100] Ioannes Paulus II, Allocutio A los participantes al Simposio intereclesial sobre Raíces del antijudaísmo en ambiente cristiano (31.10.1997), 3: L’Osservatore Romano edición española (7.11.1997), p. 5. [101] Cf. Pontificia Commissio Biblica, Le peuple juif et ses Saintes Écritures dans la Bible chrétienne (24.5.2001): Enchiridion Vaticanum 20, EDB, Bologna 2004, pp. 506-834. [102] Ibidem, 2, p. 524; cf. Ratzinger J., Jesús de Nazaret, La Esfera de los libros, Madrid 2007, pp. 131ss. [103] Cf. Pontificia Commissio Biblica, Le peuple juif et ses Saintes Écritures dans la Bible chrétienne (24.5.2001): Enchiridion Vaticanum 22, EDB, Bologna 2004, pp. 584-586. [104] Cf. Ioannes Paulus II, Messaggio agli Ebrei polacchi in occasione del 50º Anniversario dell’insurrezione (6.4.1993): Insegnamenti di Giovanni Paolo II, 16/1, Libreria Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1993, p. 830: «Come cristiani ed ebrei, seguendo l’esempio della fede di Abramo, siamo chiamati ad essere una benedizione per il mondo. Questo è il compito comune che ci attende. È dunque necessario per noi, cristiani ed ebrei, essere prima una benedizione l’uno per l’altro». [105] Cf. Congregatio pro Doctrina Fidei, Declaratio Dominus Jesus (6.8.2000), 20-22: AAS 92 (2000) 764-766. [106] Cf. Congregatio pro Clericis, Directorium generale pro catechesi (15.8.1997), 109: Enchiridion Vaticanum 16, EDB, Bologna 1999, pp. 764-766. [107] Cf. Benedictus XVI, Nuntii ob diem ad Pacem fovendam Nella verità, la pace (8.12.2005): AAS 98 (2006) 56-64; La persona humana, corazón de la paz (8.12.2006): L’Osservatore Romano edición española (15.12.2006), pp. 5-6.


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[108] Benedictus XVI, Allocutio A los representantes de algunas comunidades musulmanas (20.8.2005): L’Osservatore Romano edición española (26.8.2005), p. 9. [109] Ratzinger J., Allocutio Fe y Razón en ocasión del encuentro sobre “La Fe y la búsqueda de Dios” (Roma 17.11.1998): L’Osservatore Romano (19.11.1998), p. 8. [110] Ioannes Paulus II, Adhort. Apost. Catechesi tradendae (16.10.1979), 53: AAS 71 (1979) 1320. [111] Benedictus XVI, Allocutio Al Pontificio Consejo de la Cultura (15.6.2007): L’Osservatore Romano edición española (22.6.2007), p. 14. [112] Paulus VI, Homilia Ad Patres conciliares (7.12.1965): AAS 68 (1966) 57. [113] S. Maximus Confessor, Capitum theologicorum et oeconomicorum duae centuriae IV, 39: MG 90, 1084. © Copyright 2008 Secretaría General del Sínodo de los Obispos y Libreria Editrice Vaticana.

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2. MENSAJE COMPLETO PARA EL DOMINGO DEL MAR 2008 Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes El Domingo del Mar es, anualmente, un día que se destina al recuerdo y a la oración en favor de todos los marinos, pescadores, trabajadores portuarios, junto con sus familias y dependientes. Ésta es, por consiguiente, una oportunidad que se nos brinda para recordar los problemas que los marinos se enfrentan a diario, con su vida profesional y marítima en el contexto del cuidado pastoral del Apostolado del Mar en todo el mundo. En esta ocasión renovamos también nuestro apoyo a los derechos humanos, al comercio justo y a la defensa del medio ambiente, en contexto marítimo. Esta jornada, que se lleva a cabo un año después del XXII Congreso Mundial del A.M., celebrado en Gdynia (Polonia) en 2007, aportará sin lugar a dudas un nuevo ímpetu a nuestra promesa de permanecer en solidaridad - como indicaba el tema del Congreso - con la Gente del Mar como testigos de la Esperanza, a través de la Proclamación de la Palabra, la Liturgia y la Diaconía, y de promover en el mundo marítimo un humanismo inspirado por la esperanza cristiana. Su introducción, en el ambiente marítimo, significa por encima de todo la creación de un clima de respeto y de justicia para todos los marinos. Para ello, el A.M. ha acogido con agrado la adopción, por parte de la OIT, del Convenio sobre el trabajo marítimo 2006 y del Convenio sobre el trabajo en


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el sector pesquero 2007. Ahora que estos dos Convenios han sido adoptados, la labor de todos los A.M. nacionales continúa, para asegurar su ratificación y su puesta en práctica lo más rápidamente posible, para que puedan aportar una auténtica mejora en las vidas de millones de marinos y pescadores. Sin embargo, existe un área de la actividad marítima que suscita gran preocupación en todo el mundo, la profesión de la pesca. De hecho, las comunidades pesqueras están luchando contra los aspectos más negativos de la globalización y se enfrentan a problemas económicos, sociales y ecológicos de magnitud internacional. El A.M. tiene que manifestar, en todas partes, su solidaridad con dichas comunidades e intensificar su misión pastoral en esta profesión, puesto que estos próximos años serán decisivos si queremos que los océanos vivan, las comunidades pesqueras sobrevivan y sigan capturando pescado, del que dependen, hasta ahora, más de un billón de personas como principal fuente de proteínas. Desde esta perspectiva, el Papa Benedicto XVI ha afirmado: “Hoy el gran desafío es ‘globalizar’ no sólo los intereses económicos y comerciales, sino también las expectativas de solidaridad”. Esto será posible sólo si “la persona, creada a imagen de Dios y querida por él, [se halla en el centro de todos los proyectos económicos destinados a] custodiar y administrar los inmensos recursos de la creación. (Discurso del Santo Padre Benedicto XVI al Congreso Anual de la Fundación ‘Centesimus Annus-Pro Pontifice’, 31 de mayo de 2008). Otro fenómeno, triste y emergente, que debe ser mencionado, es el de la piratería. En algunas partes del mundo, es frecuente y representa una real amenaza a la seguridad de las embarcaciones y de sus tripulaciones. El A.M., por tanto, debe apoyar cada acción de la Comunidad Internacional y de las Autoridades locales destinada a abordar este problema. Asimismo, nuestra celebración mundial nos brinda este año la oportunidad de expresar nuestro agradecimiento a todos los capellanes, agentes pastorales y voluntarios en activo en el A.M., que proporcionan asistencia pastoral y práctica, junto con hospitalidad a todos los marinos, sin tener en cuenta su raza, credo u opinión política. Una de nuestras grandes fuerzas es el número de laicos que trabajan voluntariamente para el A.M. en las capellanías, junto con una continua formación y entrenamiento, en numerosos lugares, que siguen dando fruto.


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En este sentido, recomendamos, si es posible, la traducción a los idiomas locales de nuestro nuevo “Manual para Capellanes y Agentes Pastorales del Apostolado del Mar”, todo ello bajo la supervisión del correspondiente A.M. nacional. De esta forma, este instrumento pastoral, que ya ha demostrado ser una excelente guía, beneficiará a un mayor número de personas. Asimismo, nos alegramos - como se evidenció en Gdynia - de la colaboración ecuménica y del diálogo interreligioso que se da a bordo de los barcos, en los puertos y en los centros de marinos. Nuestra presencia y testimonio expresan la solicitud y la cercanía de la Iglesia hacia todos aquellos que están comprometidos con el ambiente marítimo, sobre todo hacia los más pobres y los más necesitados. Rezamos para que esta celebración del Domingo del Mar nos permita renovar nuestro compromiso con la promoción humana y la evangelización. Pueda María, Stella Maris, interceder por nosotros rogando a Dios para que nos conceda su gracia, a fin de que el A.M. pueda permanecer aún más comprometido con la construcción del Reino de Dios en el mundo marítimo. Cardenal Renato Raffaele Martino. Presidente Arzobispo Agostino Marchetto. Secretario ***

3. INSTRUCCIÓN SOBRE LOS INSTITUTOS SUPERIORES DE CIENCIAS RELIGIOSAS

INTRODUCCIÓN Con el Concilio Ecuménico Vaticano II se ha intensificado entre los fieles - laicos y religiosos - un vivo interés por el estudio de la Teología y de otras ciencias sagradas, para enriquecer con ellas la propia vida cristiana, ser capaces de dar razón de la propia fe (cf. 1Pe 3, 15), ejercitar fructuosamente su apostolado propio y poder colaborar con los ministros sagrados en su específica misión (cf. can. 229 §§1-2). En el período post-conciliar, mientras las Facultades eclesiásticas, que ya contaban con una larga tradición, se han conformado a las disposiciones de la Constitución Apostólica Sapientia christiana (1979), ha ido asumiendo una creciente importancia en la Iglesia la necesidad de velar por una adecuada formación de los fieles laicos, mediante modalidades específicas.


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1. Entre las iniciativas creadas para satisfacer tal exigencia se incluyen los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas (ISCR)1. Su configuración jurídico-académica ha sido delineada por dos Documentos, emanados por la Congregación para la Educación Católica: la Nota illustrativa del 10 de abril de 1986 y la Normativa per l’Istituto di Scienze Religiose del 12 de mayo de 19872. A distancia de más de veinte años, con las disposiciones contenidas en la presente Instrucción se entiende redefinir tal normativa, considerando sobre todo las nuevas instancias de carácter pastoral, como así también la evolución que se ha ido verificando en el ámbito de las legislaciones civiles de numerosos países en orden a la enseñanza superior, con los cuales estas instituciones académicas eclesiásticas están llamadas a interactuar. 2. El estudio de la Teología y el estudio de las Ciencias Religiosas se articulan en dos itinerarios diferentes, que se distinguen sobre todo por la naturaleza de la enseñanza y por los currículos formativos que ambos proponen. El itinerario de estudio ofrecido por los Centros académicos eclesiásticos - como son las Facultades de Teología y los Institutos a ellas incorporadas, agregados y afiliados - tiene el objetivo de asegurar al estudiante un conocimiento completo y orgánico de toda la Teología; esto se pide, en manera particular, a los que se preparan al sacerdocio. Además, dicho itinerario se propone profundizar de modo exhaustivo en las distintas áreas de especialización de la Teología, adquirir el necesario uso del método científico específico de esta disciplina, y también elaborar una contribución científica original. 3. Los ISCR, en cambio, pretenden ofrecer el conocimiento de los principales elementos de la Teología y de sus necesarios presupuestos filosóficos, además de aquellos complementarios que provienen de las ciencias humanas. Más específicamente, este itinerario de estudio, tiene el objetivo de: promover la formación religiosa de los laicos y de las personas consagradas, para una más consciente y activa participación de los mismos en las tareas de evangelización en el mundo actual, favoreciendo también la asunción de empeños profesionales en la vida eclesial y en la animación cristiana de la 1 Los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas pueden ser denominados también en otro modo, teniendo en cuenta la normativa de los estudios académicos de la región en la cual operan, a condición que sea indicado con claridad que ellos corresponden a la tipología descrita en esta Instrucción. 2 Cf. Seminarium 1 (1991), pp. 181-201.


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sociedad; preparar a los candidatos para los diversos ministerios laicales y servicios eclesiales; cualificar a los docentes de religión en las escuelas de diferente orden y grado, exceptuando las Instituciones de nivel universitario. 4. Los ISCR ofrecen una ulterior oportunidad de participar, junto a la Teología, del esfuerzo de profundización de la verdad, con el objetivo de acompañar el crecimiento en la fe de las personas y de toda la comunidad. El estudio y la enseñanza de las Ciencias Religiosas proveen los elementos necesarios para elaborar una síntesis entre la fe y la cultura en la singularidad de las situaciones que se vive en las Iglesias particulares. Se trata de una perspectiva que responde a la solicitud de una cualificación del servicio eclesial en las concretas exigencias de los tiempos y los lugares. Ella, por tanto, adopta específicos instrumentos de estudio, métodos pedagógicos y el empleo de energías para un aprendizaje y una aplicación didáctica diferente de los requeridos por las Facultades de Teología. 5. Los ISCR se distinguen tanto de los distintos tipos de Facultades eclesiásticas autónomas que pueden ser canónicamente erigidas en función de las necesidades de la Iglesia3, como de todas aquellas iniciativas para la formación teológica, de nivel no académico, que son promovidas a menudo con gran empeño en las Iglesias particulares, como por ejemplo, las Escuelas diocesanas de formación teológica o los Institutos no-académicos denominados de otro modo. En todo caso, también el planteamiento de un Instituto noacadémico tiene que ser serio y exigente. 6. Las disposiciones contenidas en la presente Instrucción, en vista a la revisión de la Const. Apost. Sapientia christiana, tienen la finalidad de uniformar los diferentes ISCR presentes en la Iglesia universal, asegurar un adecuado nivel académico-científico de los mismos, en fidelidad al Magisterio, y responder a los requerimientos, que las Iglesias particulares manifiestan, de crear tales Institutos ex-novo. La instrucción se articula en tres partes: I. Fisonomía de los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas; II. Procedimiento para la erección de un Instituto; III. Normas finales.

3 Cf. Juan Pablo II, Const. Apost. Sapientia christiana, arts. 84-85.


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I. FISONOMÍA

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CIENCIAS

RELIGIOSAS 1. Finalidad y promoción de los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas Art. 1. EL ISCR es una Institución académica eclesiástica, cuya naturaleza ya ha sido delineada en la Introducción (cf. nn. 3-5). Ella está prevista por el Código de Derecho Canónico (cf. can. 821), por el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales (cf. Can. 404 §2) y viene regulada por la presente Normativa. Art. 2. EL ISCR tiene como finalidad la formación de los fieles - laicos y religiosos - en orden al enriquecimiento de la propia vida cristiana, a la capacidad de dar razón de la propia fe, al ejercicio de su apostolado propio, y en particular a su participación en la evangelización. Al mismo tiempo, el ISCR prepara figuras profesionales integradas en las dinámicas culturales y operativas de la sociedad contemporánea, para que puedan colaborar con los ministros sagrados en su específica misión. Art. 3. EL ISCR propone el tratamiento sistemático de la doctrina católica, mediante el método científico que le es propio, tomado de la Revelación interpretada auténticamente por el Magisterio vivo de la Iglesia4 (4). Además, promueve la búsqueda de respuestas a los interrogantes humanos, con perspectiva teológica y con la ayuda de las ciencias filosóficas, de las ciencias humanas y de los demás campos disciplinares que se ocupan de estudios religiosos. Art. 4. EL ISCR, ya sea de primero y segundo ciclo, o bien solamente de primer ciclo, está vinculado a una Facultad Eclesiástica de Teología, que asume la responsabilidad académica del mismo Instituto. Art. 5. La responsabilidad de la promoción y de la marcha del ISCR corresponde: a) a los Obispos y a los Eparcas interesados, particularmente en lo que respecta a la salvaguardia y la promoción de la fe católica, la búsqueda y la cualificación del cuerpo docente, la seguridad económica del Instituto;

4 Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Const. Dogm. Dei Verbum, n. 10.


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b) a la Conferencia Episcopal Nacional o a otras Asambleas de la Jerarquía Católica, por cuanto concierne a las Iglesias orientales5, de acuerdo con la Congregación para la Educación Católica y en estrecha colaboración con ella, en lo que respecta a la evaluación y a la supervisión del cumplimiento de las finalidades pastorales, particularmente a través de la propuesta de disciplinas de orientación conforme a los objetivos pastorales de la misma Conferencia; c) a la Facultad de Teología, con la cual cada Instituto está vinculado y del cual ella es garante ante la Congregación de la Educación Católica, respecto al nivel académico y a la idoneidad para el logro de sus finalidades. 2. Autoridades Académicas Art. 6. El ISCR está gobernado por autoridades comunes y por autoridades propias. Las autoridades comunes con la Facultad son el Gran Canciller, el Presidente (Decano) y el Consejo de Facultad. Las autoridades propias del Instituto son el Moderador, el Director y el Consejo de Instituto. Si las circunstancias lo sugieren, puede ser nombrado un Vicedirector. Art. 7. Al Gran Canciller de la Facultad de Teología corresponde: Solicitar a la Congregación para la Educación Católica la erección canónica del ISCR, después de haber obtenido el parecer positivo de la Conferencia Episcopal o de otra Asamblea competente de la Jerarquía Católica (cf. art. 5 b); Presentar a la Congregación para la Educación Católica el plan de estudios y el texto del Estatuto del ISCR para su debida aprobación; Informar a la Congregación para la Educación Católica acerca de las cuestiones más importantes y enviar a la misma, cada cinco años, una relación pormenorizada respecto a la vida y a la actividad del ISCR; Nombrar al Director, elegido entre una terna de docentes estables designada por el Consejo de Instituto, una vez obtenido el parecer favorable del Consejo de la Facultad de Teología y - en caso de que la tarea del Moderador no sea desarrollada por el Rector de la Universidad a norma del art. 10 - con el nulla osta del Moderador. Art. 8. Al Presidente (Decano) de la Facultad de Teología compete: Convocar y presidir el Consejo de Facultad y el Colegio de los docentes de la Facultad por cuestiones referentes al ISCR; 5 Las Conferencias Episcopales han sido constituidas en el rito latino; otros ritos tienen otras Asambleas de la Jerarquía Católica.


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Regular, conjuntamente a los Directores de los ISCR, las cuestiones comunes; Presidir, personalmente o a través de un delegado suyo, las sesiones para los exámenes de grado; Proporcionar anualmente al Consejo de Facultad informaciones sobre la andadura de los ISCR; Presentar al Consejo de Facultad, cada cinco años, la relación preparada por el Director sobre la vida y la actividad del ISCR, para su aprobación y presentarla al Gran Canciller, que la transmitirá a la Congregación para la Educación Católica; Firmar los diplomas de los grados académicos del ISCR. Art. 9. Al Consejo de Facultad corresponde: Examinar y aprobar, en vía preliminar, los planes de estudio, el Estatuto y el Reglamento del ISCR; Expresar el propio parecer acerca de la idoneidad de los docentes del ISCR en vista de su asunción y de su promoción a estables; Examinar y aprobar las informaciones que el Presidente (Decano) tiene que proporcionar anualmente sobre el funcionamiento del ISCR; Verificar la consistencia y la funcionalidad de las estructuras y de los subsidios del ISCR, en particular de la biblioteca; Aprobar la relación quinquenal sobre la vida y la actividad del ISCR preparadas por el Director; Dar su aprobación para el nombramiento del Director del ISCR; Proponer al Gran Canciller que sea solicitada a la Congregación para la Educación Católica la suspensión del ISCR en caso de que el mismo resultase insolvente. Art. 10. El Moderador del ISCR, por norma, es el Obispo o el Eparca del lugar dónde tiene su sede el Instituto. Si éste se encuentra dentro de una Universidad eclesiástica, el papel del Moderador lo realiza el Rector Magnífico. Al Moderador corresponde: Procurar que la doctrina católica sea custodiada integralmente y fielmente transmitida; Nombrar los docentes estables - una vez obtenido el parecer favorable de la Facultad de Teología - y los demás docentes del ISCR, concediendo la missio canonica a los que enseñan disciplinas relacionadas con la fe y la moral, una vez emitida la profesión de fe, además de la venia docendi a los que enseñan otras disciplinas. En el caso en que la tarea del Moderador sea desarrollada por


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el Rector de la Universidad, es el Gran Canciller o su delegado, quien concede la missio canonica o la venia docendi; Revocar la missio canonica o la venia docendi, prevista por el art. 16 c. En el caso que la tarea del Moderador sea desarrollada por el Rector de la Universidad, esta tarea corresponde al Gran Canciller o a su delegado; Dar el nulla osta para el nombramiento del Director; Vigilar la andadura doctrinal y disciplinar del ISCR, informando al respecto al Gran Canciller; Manifestar a la Facultad de Teología las mayores dificultades de las cuales él tuviera conocimiento, invitándola a tomar las medidas necesarias; Nombrar al Vicedirector, al Ecónomo y al Secretario del ISCR, si las circunstancias lo sugieren, después de haber escuchado el parecer del Director; Aprobar los balances anuales de entradas y salidas, los presupuestos anuales y los actos de extraordinaria administración del ISCR; Firmar los diplomas de los grados académicos del ISCR, junto con el Presidente (Decano) de la Facultad de Teología y con el Director del Instituto. Art. 11. El Director del ISCR permanece cinco años en su cargo y puede ser confirmado en su oficio, consecutivamente, una sola vez. A él le compete: Representar el ISCR ante el Moderador, ante las autoridades académicas de la Facultad de Teología y ante las autoridades civiles; Dirigir y coordinar la actividad del Instituto, particularmente bajo el aspecto disciplinar, doctrinal y económico; Convocar y presidir las diferentes sesiones del Consejo del Instituto; Estar presente en las asambleas de los estudiantes personalmente o a través de un delegado; Redactar la relación quinquenal sobre la vida y la actividad del ISCR; Firmar los diplomas de los grados académicos del ISCR, junto con el Presidente (Decano) de la Facultad de Teología y con el Moderador; Examinar las solicitudes y los recursos de los docentes y los estudiantes, proponiendo, en los casos más graves no resueltos por el Consejo de Instituto, la solución al juicio de la Facultad de Teología. Art. 12. §1. El Consejo de Instituto está compuesto por el Director, el Vicedirector, en el caso de que existiera esta figura, por todos los docentes estables y dos representantes de los docentes no estables elegidos por sus compañeros, por el Presidente (Decano) de la Facultad de Teología o por un


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delegado suyo, por un delegado del Moderador, por dos estudiantes ordinarios, elegidos por la asamblea de los estudiantes y por el Secretario que cumple la tarea de redactar las Actas. Todos estos son miembros de derecho. §2. El Consejo de Instituto decide con la mayoría de los miembros de derecho y, en lo concerniente a cuestiones personales, con una mayoría equivalente a los dos tercios. Cuando se trata de cuestiones inherentes al cuerpo docente, los representantes de los estudiantes no participan en la discusión y tampoco en la correspondiente votación. §3. El Consejo de Instituto es convocado por el Director al menos dos veces al año y, por vía extraordinaria, a petición de la mayoría del mismo Consejo. §4. A dicho organismo corresponde: Establecer el plan de estudios, el texto del Estatuto y del Reglamento del ISCR que deberá someterse a la aprobación del Consejo de Facultad; Designar la terna de docentes estables que han de ser propuestos al Moderador para el nombramiento del Director; Proponer al Moderador los nombramientos de los docentes; Aprobar la relación quinquenal sobre la vida y sobre la actividad del ISCR preparada por el Director. 3. Docentes Art. 13. §1. Todos los docentes, de cualquier categoría, tienen que distinguirse siempre por la idoneidad científico-pedagógica, la honestidad de vida, la integridad de doctrina, la dedicación al propio deber, de modo tal que puedan contribuir eficazmente al logro de los objetivos propios del Instituto. La enseñanza tendrá que estar orientada a la adhesión a la divina Revelación, a la fidelidad al Magisterio de la Iglesia y al respeto de la verdad científica. §2. Quienes enseñan en los ISCR tienen que recibir la missio canonica o la venia docendi, de acuerdo con el art. 10 b de esta instrucción. Art. 14. §1. Los docentes se dividen en estables, que se dedican a tiempo pleno al estudio, a la enseñanza y a la asistencia de los estudiantes, y no estables, que prestan su colaboración de modo parcial, no permanente. §2. Para que uno sea legítimamente asunto entre los docentes estables, se requiere que: Se distinga por la riqueza de doctrina, por el testimonio de vida, por el sentido de responsabilidad eclesial y académica; Para las disciplinas eclesiásticas, esté provisto del conveniente Doctorado conseguido en una Institución Eclesiástica; para las disciplinas no eclesiásticas, el título requerido es el del segundo ciclo de los estudios superiores;


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Se haya demostrado idóneo a la investigación con documentos probatorios, en particular, con la publicación de trabajos aptos a la finalidad del ISCR; Demuestre poseer capacidad para la enseñanza; Se haya seguido el procedimiento previsto por el Estatuto propio del ISCR. §3. Salvo lo contemplado en el art. 15 §2, los docentes estables de los ISCR no pueden ser al mismo tiempo estables en otras Instituciones académicas eclesiásticas o civiles. Además, el encargo de docente estable es incompatible con otros ministerios o actividades que hagan imposible el adecuado desarrollo tanto en relación con la didáctica, como con la investigación. §4. Los docentes no estables, para las materias eclesiásticas, tienen que estar en posesión, al menos, de la Licencia canónica o de un título equivalente y tener buenas aptitudes para la enseñanza. Las normas particulares acerca de los docentes no estables tienen que ser fijadas en el Estatuto del ISCR. Art. 15. §1. En cada ISCR los docentes estables tienen que ser al menos cinco, uno por cada área disciplinar: Sagrada Escritura, Teología dogmática, Teología moral-pastoral, Filosofía, Ciencias humanas. En el caso que el ISCR tuviera sólo el primer ciclo, los docentes estables tienen que ser al menos cuatro, uno por cada área disciplinar: Sagrada Escritura, Teología dogmática, Teología moral-pastoral, Filosofía. §2. Si el ISCR se encuentra dentro de una Facultad de Teología no es necesario que los docentes estables de la Facultad y del ISCR sean diferentes, a condición que su número total sea al menos igual a la suma de docentes estables requeridos para la Facultad de Teología y de aquellos requeridos para el ISCR. Art. 16. El Estatuto del ISCR tiene que establecer: Las modalidades de asunción y nombramiento de los docentes; Cuándo y en qué condiciones los docentes cesan en su cargo; Por cuáles motivos y con qué tipo de procedimiento pueden ser suspendidos o bien privados de su oficio, de tal modo que se pueda preservar convenientemente la tutela de los derechos del docente, como así también los derechos del ISCR. 4. Estudiantes Art. 17. El ISCR está abierto a todos los fieles católicos - laicos y religiosos - que, dotados de un certificado en regla, e idóneos por la conducta moral y por los eventuales estudios previos, deseen tener una preparación cualificada en Ciencias Religiosas. Todo ISCR tiene que ser capaz de asegurar un conveniente


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número de estudiantes ordinarios, que, normalmente, no debe ser inferior a setenta y cinco. Art. 18. §1. Los estudiantes pueden ser ordinarios, extraordinarios, invitados y oyentes. Todos tienen que observar fielmente las normas del ISCR acerca del ordenamiento general y la disciplina - principalmente, respecto a los programas de estudios, a la asistencia de los mismos, a los exámenes -, como también, del resto de las disposiciones concernientes a la vida del Instituto. Además, ellos participan en la vida del Instituto en los modos previstos por el Estatuto de cada ISCR. §2. Los estudiantes ordinarios son aquellos que, aspirando a conseguir los grados académicos, de los que tratan los arts. 28-29 de la presente Instrucción, frecuentan todos los cursos y las actividades prescritas por el mismo Instituto, con la regular superación de los correspondientes exámenes. §3. Para ser admitido como estudiante ordinario al ciclo que conduce al Bachillerato en Ciencias Religiosas, es necesario poseer el título de los estudios secundarios requeridos para la inscripción en la Universidad civil. §4. Para ser admitido como estudiante ordinario al ciclo que conduce a la Licencia en Ciencias Religiosas, es necesario poseer el Bachillerato en Ciencias Religiosas. §5. Los estudiantes extraordinarios son aquellos que, careciendo del mencionado título de admisión a la Universidad civil, o bien sin aspirar al grado académico, no obstante desean acceder a las enseñanzas previstas por el ISCR para la consecución de simples Certificados de asistencia. §6. Los estudiantes invitados son los que, no queriendo conseguir el grado académico en el ISCR, desean frecuentar algún curso y superar el examen correspondiente, para un eventual reconocimiento del mismo en otro Instituto. §7. Los estudiantes oyentes son aquellos que, no queriendo conseguir el grado académico en el ISCR, desean frecuentar algún curso, con vista a obtener el correspondiente Certificado de asistencia. Art. 19. Para poder ser admitidos a los exámenes, es necesario que el estudiante haya seguido las lecciones con una asistencia no inferior a los dos tercios de las horas de cada disciplina del Instituto. Art. 20. El Estatuto del ISCR tiene que establecer en qué modo los estudiantes, por motivos graves, pueden ser suspendidos o privados de ciertos derechos, o también ser expulsados del Instituto, de modo que se pueda


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preservar oportunamente la tutela tanto de los derechos del estudiante como de los del mismo Instituto. Art. 21. Considerando la diferente configuración de los estudios de Teología y de Ciencias Religiosas (cf. Introducción, nn. 2-5), el estudiante que posee el título de Bachiller o de Licenciado en Ciencias Religiosas, que quisiera obtener el reconocimiento de los estudios realizados y conseguir el Bachillerato en Sagrada Teología, podrá ser admitido por el Presidente (Decano) de una Facultad de Teología, después de la atenta valoración de las disciplinas del curriculum studiorum por parte del Consejo de la misma Facultad. El mismo Consejo tendrá que establecer y aprobar para cada candidato un adecuado programa complementario de, al menos, dos años de duración con sus correspondientes exámenes. 5. Orden de los estudios Art. 22. El plan de los estudios, redactado en sintonía con las finalidades específicas del ISCR, tiene que caracterizarse por el carácter científico y orgánico de los contenidos teológicos. Art. 23. La estructura del ISCR prevé un currículo de estudios de cinco años de duración, estructurado en dos ciclos: el primer ciclo, de tres años de duración, al final del cual se consigue el Bachillerato en Ciencias Religiosas, y el segundo ciclo, de dos años de duración, al final del cual se consigue la Licencia en Ciencias Religiosas. Art. 24. §1. En el primer ciclo tienen que ser tratadas todas las fundamentales disciplinas filosóficas y teológicas, de modo que la totalidad del itinerario corresponda al título conclusivo del Bachillerato. Concretamente, el programa de los estudios del primer ciclo tiene que incluir las siguientes disciplinas: Historia de la Filosofía; Filosofía sistemática; Sagrada Escritura; Teología fundamental; Teología dogmática; Teología moral; Teología espiritual; Teología Litúrgica; Patrología e Historia de la Iglesia; Derecho Canónico. §2. En el segundo ciclo, además de los cursos referidos a algunas de las disciplinas mencionadas, en particular aquellas específicamente teológicas, a


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las prácticas, a los cursos opcionales y a los seminarios de estudio, tienen que ser propuestos también los cursos de las disciplinas que caracterizan la orientación de la especialización. Es necesario indicar un docente para cada especialización en la cual sea competente. Art. 25. El plan de estudios de cada ISCR tendrá que precisar las disciplinas que componen el currículo, el número de horas semanales, los créditos (ECTS), asignados a cada disciplina, los contenidos fundamentales, la bibliografía y el nombre del docente. Se tenga presente que, en el quinquenio de los ISCR, los créditos, normalmente, tendrán que ser 300, comprendiendo cursos, seminarios, talleres y prácticas. 6. Grados académicos Art. 26. Los grados académicos en los ISCR son otorgados a los estudiantes por la Facultad de Teología a la cual el Instituto está vinculado. Dichos grados son el Bachillerato en Ciencias Religiosas, al final del primer ciclo y la Licencia en Ciencias Religiosas, con especificación de la orientación de su especialización, al final del segundo ciclo. Art. 27. Los grados académicos, en el Estatuto de cada ISCR, pueden ser también expresados con otros nombres, teniendo en cuenta la normativa de los estudios académicos de la región, a condición que sea indicada con claridad su equivalencia con los grados académicos arriba mencionados y sea salvaguardada la uniformidad entre los ISCR del mismo País. Art. 28. Los requisitos para conseguir el Bachillerato en Ciencias Religiosas consisten en haber: Frecuentado el primer ciclo de estudios y haber superado los exámenes correspondientes a cada disciplina; Adquirido el conocimiento de una lengua moderna además de la propia, para estar en condiciones de comprender los textos; Elaborado y defendido públicamente un trabajo escrito, conforme a las normas indicadas en el Estatuto del ISCR, que demuestre la capacidad de plantear el argumento elegido, y además haber superado el examen de síntesis sobre el temario de los estudios cursados ante una comisión compuesta por no menos de tres docentes. Art. 29. Los requisitos para conseguir la Licencia en Ciencias Religiosas consisten en haber: Frecuentado el primero y segundo ciclo de estudios y haber superado los exámenes correspondientes a cada disciplina;


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Adquirido el conocimiento de dos lenguas modernas además de la propia; Preparado un trabajo escrito, de acuerdo con las normas establecidas en el Estatuto del ISCR, que demuestre su madura competencia en el campo de especialización escogido, y someterlo a pública discusión en la sesión prevista. 7. Subsidios didácticos y económicos Art. 30. Para garantizar el buen funcionamiento de los ISCR, cada Instituto tiene que contar con la presencia de estructuras logísticas adecuadas a las necesidades de la enseñanza, con suficientes aulas funcionales y decorosas, y espacios para los seminarios de estudio y las prácticas, espacios para oficinas y archivos, así como los soportes técnicos necesarios para la cuestión didáctica. Art. 31. Para el logro de sus objetivos específicos, cada ISCR tiene que contar con una biblioteca, dotada y actualizada de libros y revistas, conforme a las necesidades de los docentes y de los estudiantes, ordenada convenientemente. En caso de que el ISCR se valga de una biblioteca teológica externa a la sede del Instituto mismo, tendrá que disponer al menos de una sala de consulta y de lectura, dotada de los principales instrumentos (fuentes, diccionarios, revistas, etc.). Art. 32. A través de la asignación anual de una conveniente suma de dinero, la biblioteca debe ser enriquecida constantemente con libros, clásicos y contemporáneos, y con las principales revistas, para que así ella pueda servir eficazmente, sea para la profundización y a la enseñanza de las disciplinas, sea para su aprendizaje, como así también para los trabajos prácticos y para los seminarios de estudio. Art. 33. El Estatuto del ISCR tiene que establecer normas adecuadas para la biblioteca, de modo que el acceso y el empleo sean particularmente facilitados a docentes y estudiantes. Art. 34. Cada ISCR tiene que contar con los medios económicos necesarios para el buen logro de su específica finalidad, para su adecuado funcionamiento, para la decorosa retribución a los docentes y al personal auxiliar, y para el mantenimiento de los edificios. Art. 35. El Estatuto del ISCR debe determinar la función del Ecónomo y las competencias de otros organismos colegiales interesados, de modo que puedan asegurar una sana administración. Art. 36. Igualmente, el Estatuto del ISCR tendrá que establecer los modos de participación de los estudiantes en los gastos del Instituto, a través del pago


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de aranceles por la admisión, por la inscripción anual, por los exámenes y por los diplomas relativos a los grados académicos a conseguir. Art. 37. La administración del ISCR es autónoma y no depende de la Facultad a la cual él está vinculado, a menos que no sea establecido de otra manera en el Estatuto.

II. PROCEDIMIENTO PARA LA ERECCIÓN DE UN INSTITUTO SUPERIOR DE CIENCIAS RELIGIOSAS Art. 38. Pueden solicitar la erección canónica los Institutos que poseen los requisitos previstos por la presente Instrucción y que estén en condiciones de ofrecer adecuadas garantías también para el futuro. Art. 39. Corresponde a la Conferencia Episcopal Nacional o a otra Asamblea de la Jerarquía Católica (cf. art. 5 b) competente para la planificación de los Institutos en el territorio, dar su aprobación para la erección de cada ISCR. Art. 40. La propuesta de erección de un ISCR tendrá que ser formulada por el Obispo o Eparca del lugar dónde tiene la sede el Instituto, el cual debe dirigirse a una Facultad Eclesiástica de Teología, preferentemente la más cercana al Instituto, para que ésta asuma la responsabilidad académica del Instituto mismo. La vinculación entre Instituto y Facultad será fijada en una convención ad hoc, salvando las normas establecidas más arriba. Art. 41. La Facultad de Teología, evaluada la idoneidad de los docentes y la existencia de los requisitos previstos por la presente Instrucción, elevará al Gran Canciller la solicitud de erección del Instituto, juntamente con la siguiente documentación: El parecer positivo de la Conferencia Episcopal Nacional u otra Asamblea competente de la Jerarquía Católica (cf. art. 5 b); Su parecer fundado acerca de la vinculación del ISCR; El texto de la citada convención; El texto del Estatuto del naciente Instituto, redactado en conformidad con los disposiciones normativas contenidas en la presente Instrucción; El plan de estudios con sus articulaciones y con la indicación de los créditos asignados a las diferentes disciplinas; La lista de los docentes, con la indicación para cada uno de ellos, de los datos personales, de los títulos académicos, de las publicaciones, de las disciplinas de enseñanza y otras eventuales sedes de enseñanza;


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La esmerada descripción de la sede, de la biblioteca, de los principales subsidios didácticos, del plan de financiación; El número de estudiantes previsto, señalando su procedencia y el estado de vida (religiosos/as laicos, laicas). Art. 42. El Gran Canciller, después de haber examinado las razones de la solicitud, la integridad del procedimiento y haber comprobado que la mencionada documentación sea conforme a cuánto prescrito por la presente Instrucción, hará llegar todo el material a la Congregación para la Educación Católica, juntamente a su propio parecer, pidiendo su examen y aprobación, y, cumplidas todas las condiciones, la erección canónica del Instituto y su vinculación con la Facultad de Teología. Art. 43. La Congregación para la Educación Católica es quien emana los Decretos concernientes a la erección del ISCR y su vinculación con la Facultad de Teología y la aprobación del Estatuto ad tempus et ad experimentum.

III. NORMAS FINALES Art. 44. Si un ISCR resultara gravemente insolvente por cuánto atañe la observancia de los requisitos, el reconocimiento podrá ser suspendido ad tempus, y, si es el caso, revocado por la Congregación para la Educación Católica. Art. 45. Eventuales modificaciones al texto del Estatuto del ISCR tienen que ser sometidas por el Gran Canciller de la Facultad de Teología a la Congregación para la Educación Católica para su debida aprobación. Art. 46. Con la entrada en vigor de la presente Instrucción, son abrogadas la Nota illustrativa del 10 de abril de 1986 y la Normativa per l’Istituto Superiore di Scienze Religiose del 12 de mayo de 1987. Art. 47. Las normas transitorias del Estatuto de cada ISCR tienen que indicar las modalidades y posibilidad de paso de los estudiantes del viejo al nuevo orden, además de expresar la posibilidad y las modalidades de acceder a la consecución de la Licencia en Ciencias Religiosas para quienes hayan conseguido el título académico al final del currículo cuatrienal actualmente vigente. Art. 48. Los ISCR tienen que conformarse a la presente Instrucción a partir del nuevo año académico 2009-2010. El Sumo Pontífice Benedicto XVI, en el curso de la audiencia concedida al infrascrito Cardenal Prefecto, ha aprobado la presente Instrucción y ha autorizado por ello su publicación.


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Roma, 28 de junio de 2008, memoria de San Ireneo de Lyon. Zenon Card. Grocholewski, Prefecto Jean-Louis Bruguès, O.P., Arzob. Obispo emérito de Angers, Secretario ***

4. CARTA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI CON MOTIVO DEL DÍA DE LA SANTA SEDE EN LA EXPOSICIÓN INTERNACIONAL DE ZARAGOZA Al Señor Cardenal Renato Raffaele Martino, Representante de la Santa Sede para el día de la Santa Sede en la Exposición internacional de Zaragoza Me es grato enviar un mensaje de fe y esperanza a cuantos visitan en estos días la Expo Zaragoza 2008, dedicada a los complejos temas relacionados con el valor que tiene el agua para la vida del hombre y el mantenimiento del equilibrio entre los diversos elementos de nuestro mundo. La Santa Sede ha querido estar convenientemente presente en la Expo con un stand, preparado juntamente con la Archidiócesis de Zaragoza, a la cual agradezco su generoso compromiso para promover adecuadas iniciativas culturales que acerquen al visitante al inconmensurable patrimonio de espiritualidad, arte y sabiduría social que se inspira en el agua y que han sido custodiados por la Iglesia católica. Hemos de tomar conciencia de que, lamentablemente, el agua -bien esencial e indispensable que el Señor ha dado al hombre para mantener y desarrollar la vida- es considerada hoy, a causa del acoso y la presión de múltiples factores sociales y económicos, como un bien que debe ser especialmente protegido mediante claras políticas nacionales e internacionales, y utilizado según criterios sensatos de solidaridad y responsabilidad. El uso del agua -que es valorado como un derecho universal e inalienable- está relacionado con las necesidades crecientes y perentorias de las personas que viven en la indigencia, teniendo en cuenta que «el acceso limitado al agua potable repercute sobre el bienestar de un número enorme de personas y es con frecuencia causa de enfermedades, sufrimientos, conflictos, pobreza e incluso de muerte» (Consejo Pontificio “Justicia y Paz”, Compendio de la doctrina social de la Iglesia, n. 484). Respecto al derecho al agua se debe subrayar también que se trata de un derecho que tiene su fundamento en la dignidad de la persona humana; desde esta perspectiva se han de examinar atentamente las posturas de aquellos que


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consideran y tratan el agua únicamente como un bien económico. Su uso debe ser racional y solidario, fruto de una equilibrada sinergia entre el sector público y privado. El que hoy en día se considere el agua un bien predominantemente material, no debe hacer olvidar los significados religiosos que la humanidad creyente, y sobre todo el cristianismo, ha desarrollado a partir de ella, dándole un gran valor como un precioso bien inmaterial, que enriquece siempre la vida del hombre en esta tierra. ¿Cómo no recordar en esta circunstancia el sugestivo mensaje que nos llega de las Sagradas Escrituras, tratando el agua como símbolo de purificación (cf. Sal 50,4; Jn 13,8) y de vida (cf. Jn 3,5; Ga 3,27)? La plena recuperación de esta dimensión espiritual es garantía y presupuesto para un adecuado planteamiento de los problemas éticos, políticos y económicos que afectan a la compleja gestión del agua por parte de tantos sujetos interesados, tanto en el ámbito nacional como internacional. Con los mejores deseos de que la Expo de Zaragoza suscite en todos los que la visiten apropiadas reflexiones y favorezca en las autoridades competentes las decisiones oportunas en favor de un bien tan esencial para la vida del ser humano sobre la tierra, envío a todos, como prenda de abundantes dones celestiales, la Bendición Apostólica. Vaticano, 10 de julio de 2008 Benedicto PP. XVI ***

5. HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI EN EL 150 ANIVERSARIO DE LAS APARICIONES DE LOURDES (12 - 15 DE SEPTIEMBRE DE 2008). PRAIRIE, LOURDES, DOMINGO 14 DE SEPTIEMBRE DE 2008 “Señores Cardenales, querido Mons. Perrier, queridos hermanos en el episcopado y el sacerdocio, queridos peregrinos, hermanos y hermanas: “Id y decid a los sacerdotes que vengan en procesión y que se construya aquí una capilla”. Éste es el mensaje que Bernadette recibió de la “Hermosa Señora” en las apariciones del 2 de marzo de 1858. Desde hace ciento cincuenta años, los peregrinos nunca han dejado de venir a la gruta de Massabielle para escuchar el mensaje de conversión y esperanza. Y también nosotros, estamos


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aquí esta mañana a los pies de María, la Virgen Inmaculada, para acudir a su escuela con la pequeña Bernadette. Agradezco muy especialmente a Monseñor Jacques Perrier, Obispo de Tarbes y Lourdes, por la calurosa acogida que me ha brindado y por las amables palabras que me ha dirigido. Saludo a los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, a los diáconos, a los religiosos y a las religiosas, así como a todos vosotros, queridos peregrinos de Lourdes, especialmente a los enfermos. Habéis venido aquí en gran número para realizar esta peregrinación jubilar conmigo y encomendar a Nuestra Señora vuestras familias, vuestros parientes y amigos y todas vuestras intenciones. Mi gratitud se dirige también a las Autoridades civiles y militares, presentes en esta celebración eucarística. “¡Qué dicha tener la Cruz! Quien posee la Cruz posee un tesoro” (S. Andrés de Creta, Sermón 10, sobre la Exaltación de la Santa Cruz: PG 97,1020). En este día en el que la liturgia de la Iglesia celebra la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Evangelio que acabamos de escuchar, nos recuerda el significado de este gran misterio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres (cf. Jn 3,16). El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cf. Fil 2,8). Por su Cruz hemos sido salvados. El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. “Para ser curados del pecado, miremos a Cristo crucificado”, decía san Agustín (Tratado sobre el Evangelio de san Juan, XII, 11). Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna. La Iglesia nos invita a levantar con orgullo la Cruz gloriosa para que el mundo vea hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por todos los hombres. Nos invita a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el exaltado en la gloria. Sí, “venid a adorarlo”. En medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza. Es el gran misterio que María nos confía también esta mañana invitándonos a volvernos hacia su Hijo. En efecto, es significativo que, en la primera aparición a Bernadette, María comience su encuentro con la señal de la Cruz. Más que un simple signo, Bernadette recibe de María una iniciación a los misterios


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de la fe. La señal de la Cruz es de alguna forma el compendio de nuestra fe, porque nos dice cuánto nos ha amado Dios; nos dice que, en el mundo, hay un amor más fuerte que la muerte, más fuerte que nuestras debilidades y pecados. El poder del amor es más fuerte que el mal que nos amenaza. Este misterio de la universalidad del amor de Dios por los hombres, es el que María reveló aquí, en Lourdes. Ella invita a todos los hombres de buena voluntad, a todos los que sufren en su corazón o en su cuerpo, a levantar los ojos hacia la Cruz de Jesús para encontrar en ella la fuente de la vida, la fuente de la salvación. La Iglesia ha recibido la misión de mostrar a todos el rostro amoroso de Dios, manifestado en Jesucristo. ¿Sabremos comprender que en el Crucificado del Gólgota está nuestra dignidad de hijos de Dios que, empañada por el pecado, nos fue devuelta? Volvamos nuestras miradas hacia Cristo. Él nos hará libres para amar como Él nos ama y para construir un mundo reconciliado. Porque, con esta Cruz, Jesús cargó el peso de todos los sufrimientos e injusticias de nuestra humanidad. Él ha cargado las humillaciones y discriminaciones, las torturas sufridas en numerosas regiones del mundo por muchos hermanos y hermanas nuestros por amor a Cristo. Les encomendamos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra, presente al pie de la Cruz. Para acoger en nuestras vidas la Cruz gloriosa, la celebración del jubileo de las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes nos ha permitido entrar en una senda de fe y conversión. Hoy, María sale a nuestro encuentro para indicarnos los caminos de la renovación de la vida de nuestras comunidades y de cada uno de nosotros. Al acoger a su Hijo, que Ella nos muestra, nos sumergimos en una fuente viva en la que la fe puede encontrar un renovado vigor, en la que la Iglesia puede fortalecerse para proclamar cada vez con más audacia el misterio de Cristo. Jesús, nacido de María, es el Hijo de Dios, el único Salvador de todos los hombres, vivo y operante en su Iglesia y en el mundo. La Iglesia ha sido enviada a todo el mundo para proclamar este único mensaje e invitar a los hombres a acogerlo mediante una conversión auténtica del corazón. Esta misión, que fue confiada por Jesús a sus discípulos, recibe aquí, con ocasión de este jubileo, un nuevo impulso. Que siguiendo a los grandes evangelizadores de vuestro País, el espíritu misionero que animó tantos hombres y mujeres de Francia a lo largo de los siglos, sea todavía vuestro orgullo y compromiso. Siguiendo el recorrido jubilar tras las huellas de Bernadette, se nos recuerda lo esencial del mensaje de Lourdes. Bernadette era la primogénita de una familia muy pobre, sin sabiduría ni poder, de salud frágil. María la eligió para


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transmitir su mensaje de conversión, de oración y penitencia, en total sintonía con la palabra de Jesús: “Porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla” (Mt 11,25). En su camino espiritual, también los cristianos están llamados a desarrollar la gracia de su Bautismo, a alimentarse de la Eucaristía, a sacar de la oración la fuerza para el testimonio y la solidaridad con todos sus hermanos en la humanidad (cf. Homenaje a la Inmaculada Concepción, Plaza de España, 8 diciembre 2007). Es, pues, una auténtica catequesis la que también a nosotros se nos propone, bajo la mirada de María. Dejémonos también nosotros instruir y guiar en el camino que conduce al Reino de su Hijo. Continuando su catequesis, la “Hermosa Señora” revela su nombre a Bernadette: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. María le desvela de este modo la gracia extraordinaria que Ella recibió de Dios, la de ser concebida sin pecado, porque “ha mirado la humillación de su esclava” (cf. Lc 1,48). María es la mujer de nuestra tierra que se entregó por completo a Dios y que recibió de Él el privilegio de dar la vida humana a su eterno Hijo. “Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Ella es la hermosura transfigurada, la imagen de la nueva humanidad. De esta forma, al presentarse en una dependencia total de Dios, María expresa en realidad una actitud de plena libertad, cimentada en el completo reconocimiento de su genuina dignidad. Este privilegio nos concierne también a nosotros, porque nos desvela nuestra propia dignidad de hombres y mujeres, marcados ciertamente por el pecado, pero salvados en la esperanza, una esperanza que nos permite afrontar nuestra vida cotidiana. Es el camino que María abre también al hombre. Ponerse completamente en manos de Dios, es encontrar el camino de la verdadera libertad. Porque, volviéndose hacia Dios, el hombre llega a ser él mismo. Encuentra su vocación original de persona creada a su imagen y semejanza. Queridos hermanos y hermanas, la vocación primera del santuario de Lourdes es ser un lugar de encuentro con Dios en la oración, y un lugar de servicio fraterno, especialmente por la acogida a los enfermos, a los pobres y a todos los que sufren. En este lugar, María sale a nuestro encuentro como la Madre, siempre disponible a las necesidades de sus hijos. Mediante la luz que brota de su rostro, se trasparenta la misericordia de Dios. Dejemos que su mirada nos acaricie y nos diga que Dios nos ama y nunca nos abandona. María nos recuerda aquí que la oración, intensa y humilde, confiada y


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perseverante debe tener un puesto central en nuestra vida cristiana. La oración es indispensable para acoger la fuerza de Cristo. “Quien reza no desperdicia su tiempo, aunque todo haga pensar en una situación de emergencia y parezca impulsar sólo a la acción” (Deus caritas est, n. 36). Dejarse absorber por las actividades entraña el riesgo de quitar de la plegaria su especificad cristiana y su verdadera eficacia. En el Rosario, tan querido para Bernadette y los peregrinos en Lourdes, se concentra la profundidad del mensaje evangélico. Nos introduce en la contemplación del rostro de Cristo. De esta oración de los humildes podemos sacar copiosas gracias. La presencia de los jóvenes en Lourdes es también una realidad importante. Queridos amigos aquí presentes esta mañana alrededor de la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud, cuando María recibió la visita del ángel, era una jovencita en Nazaret, que llevaba la vida sencilla y animosa de las mujeres de su pueblo. Y si la mirada de Dios se posó especialmente en Ella, fiándose, María quiere deciros también que nadie es indiferente para Dios. Él os mira con amor a cada uno de vosotros y os llama a una vida dichosa y llena de sentido. No dejéis que las dificultades os descorazonen. María se turbó cuando el ángel le anunció que sería la Madre del Salvador. Ella conocía cuánta era su debilidad ante la omnipotencia de Dios. Sin embargo, dijo “sí” sin vacilar. Y gracias a su sí, la salvación entró en el mundo, cambiando así la historia de la humanidad. Queridos jóvenes, por vuestra parte, no tengáis miedo de decir sí a las llamadas del Señor, cuando Él os invite a seguirlo. Responded generosamente al Señor. Sólo Él puede colmar los anhelos más profundos de vuestro corazón. Sois muchos los que venís a Lourdes para servir esmerada y generosamente a los enfermos o a otros peregrinos, imitando así a Cristo servidor. El servicio a los hermanos y a las hermanas ensancha el corazón y lo hace disponible. En el silencio de la oración, que María sea vuestra confidente, Ella que supo hablar a Bernadette con respeto y confianza. Que María ayude a los llamados al matrimonio a descubrir la belleza de un amor auténtico y profundo, vivido como don recíproco y fiel. A aquellos, entre vosotros, que Él llama a seguirlo en la vocación sacerdotal o religiosa, quisiera decirles la felicidad que existe en entregar la propia vida al servicio de Dios y de los hombres. Que las familias y las comunidades cristianas sean lugares donde puedan nacer y crecer sólidas vocaciones al servicio de la Iglesia y del mundo. El mensaje de María es un mensaje de esperanza para todos los hombres y para todas las mujeres de nuestro tiempo, sean del país que sean. Me gusta


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invocar a María como “Estrella de la esperanza” (Spe salvi, n. 50). En el camino de nuestras vidas, a menudo oscuro, Ella es una luz de esperanza, que nos ilumina y nos orienta en nuestro caminar. Por su sí, por el don generoso de sí misma, Ella abrió a Dios las puertas de nuestro mundo y nuestra historia. Nos invita a vivir como Ella en una esperanza inquebrantable, rechazando escuchar a los que pretenden que nos encerremos en el fatalismo. Nos acompaña con su presencia maternal en medio de las vicisitudes personales, familiares y nacionales. Dichosos los hombres y las mujeres que ponen su confianza en Aquel que, en el momento de ofrecer su vida por nuestra salvación, nos dio a su Madre para que fuera nuestra Madre. Queridos hermanos y hermanas, en Francia, la Madre del Señor es venerada en innumerables santuarios, que manifiestan así la fe transmitida de generación en generación. Celebrada en su Asunción, Ella es la amada patrona de vuestro país. Que Ella sea siempre venerada con fervor en cada una de vuestras familias, de vuestras comunidades religiosas y parroquiales. Que María vele sobre todos los habitantes de vuestro hermoso País y sobre todos los numerosos peregrinos que han venido de otros países a celebrar este jubileo. Que Ella sea para todos la Madre que acompaña a sus hijos tanto en sus gozos como en sus pruebas. Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a creer, a esperar y a amar contigo. Muéstranos el camino hacia el Reino de tu Hijo Jesús. Estrella del mar, brilla sobre nosotros y guíanos en nuestro camino (cf. Spe salvi, n. 50). Amén”. ***

6. CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA PARA LA XXIII JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD. HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI. HIPÓDROMO DE SÁNDWICH, DOMINGO 20 DE JULIO DE 2008 “Queridos amigos «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza» (Hch 1,8). Hemos visto cumplida esta promesa. En el día de Pentecostés, como hemos escuchado en la primera lectura, el Señor resucitado, sentado a la derecha del Padre, envió el Espíritu Santo a sus discípulos reunidos en el cenáculo. Por la fuerza de este Espíritu, Pedro y los Apóstoles fueron a


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predicar el Evangelio hasta los confines de la tierra. En cada época y en cada lengua, la Iglesia continúa proclamando en todo el mundo las maravillas de Dios e invita a todas las naciones y pueblos a la fe, a la esperanza y a la vida nueva en Cristo. En estos días, también yo he venido, como Sucesor de san Pedro, a esta estupenda tierra de Australia. He venido a confirmaros en vuestra fe, jóvenes hermanas y hermanos míos, y a abrir vuestros corazones al poder del Espíritu de Cristo y a la riqueza de sus dones. Oro para que esta gran asamblea, que congrega a jóvenes de «todas las naciones de la tierra» (Hch 2,5), se transforme en un nuevo cenáculo. Que el fuego del amor de Dios descienda y llene vuestros corazones para uniros cada vez más al Señor y a su Iglesia y enviaros, como nueva generación de Apóstoles, a llevar a Cristo al mundo. «Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza». Estas palabras del Señor resucitado tienen un significado especial para los jóvenes que serán confirmados, sellados con el don del Espíritu Santo, durante esta Santa Misa. Pero estas palabras están dirigidas también a cada uno de nosotros, es decir, a todos los que han recibido el don del Espíritu de reconciliación y de la vida nueva en el Bautismo, que lo han acogido en sus corazones como su ayuda y guía en la Confirmación, y que crecen cotidianamente en sus dones de gracia mediante la Santa Eucaristía. En efecto el Espíritu Santo desciende nuevamente en cada Misa, invocado en la plegaria solemne de la Iglesia, no sólo para transformar nuestros dones del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor, sino también para transformar nuestras vidas, para hacer de nosotros, con su fuerza, «un solo cuerpo y un solo espíritu en Cristo». Pero, ¿qué es este «poder» del Espíritu Santo? Es el poder de la vida de Dios. Es el poder del mismo Espíritu que se cernía sobre las aguas en el alba de la creación y que, en la plenitud de los tiempos, levantó a Jesús de la muerte. Es el poder que nos conduce, a nosotros y a nuestro mundo, hacia la llegada del Reino de Dios. En el Evangelio de hoy, Jesús anuncia que ha comenzado una nueva era, en la cual el Espíritu Santo será derramado sobre toda la humanidad (cf. Lc 4,21). Él mismo, concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María, vino entre nosotros para traernos este Espíritu. Como fuente de nuestra vida nueva en Cristo, el Espíritu Santo es también, de un modo muy verdadero, el alma de la Iglesia, el amor que nos une al Señor y entre nosotros y la luz que abre nuestros ojos para ver las maravillas de la gracia de Dios que nos rodean.


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Aquí en Australia, esta «gran tierra meridional del Espíritu Santo», todos nosotros hemos tenido una experiencia inolvidable de la presencia y del poder del Espíritu en la belleza de la naturaleza. Nuestros ojos se han abierto para ver el mundo que nos rodea como es verdaderamente: «colmado», como dice el poeta, «de la grandeza de Dios», repleto de la gloria de su amor creativo. También aquí, en esta gran asamblea de jóvenes cristianos provenientes de todo el mundo, hemos tenido una experiencia elocuente de la presencia y de la fuerza del Espíritu en la vida de la Iglesia. Hemos visto la Iglesia como es verdaderamente: Cuerpo de Cristo, comunidad viva de amor, en la que hay gente de toda raza, nación y lengua, de cualquier edad y lugar, en la unidad nacida de nuestra fe en el Señor resucitado. La fuerza del Espíritu Santo jamás cesa de llenar de vida a la Iglesia. A través de la gracia de los Sacramentos de la Iglesia, esta fuerza fluye también en nuestro interior, como un río subterráneo que nutre el espíritu y nos atrae cada vez más cerca de la fuente de nuestra verdadera vida, que es Cristo. San Ignacio de Antioquía, que murió mártir en Roma al comienzo del siglo segundo, nos ha dejado una descripción espléndida de la fuerza del Espíritu que habita en nosotros. Él ha hablado del Espíritu como de una fuente de agua viva que surge en su corazón y susurra: «Ven, ven al Padre» (cf. A los Romanos, 6,1-9). Sin embargo, esta fuerza, la gracia del Espíritu Santo, no es algo que podamos merecer o conquistar; podemos sólo recibirla como puro don. El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Sólo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos más profundos. Por esto es tan importante la oración: la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Ésta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial. En la potencia de su Espíritu, Jesús está siempre presente en nuestros corazones, esperando serenamente que nos dispongamos en el silencio junto a Él para sentir su voz, permanecer en su amor y recibir «la fuerza que proviene de lo alto», una fuerza que nos permite ser sal y luz para nuestro mundo.


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En su Ascensión, el Señor resucitado dijo a sus discípulos: «Seréis mis testigos… hasta los confines del mundo» (Hch 1,8). Aquí, en Australia, damos gracias al Señor por el don de la fe, que ha llegado hasta nosotros como un tesoro transmitido de generación en generación en la comunión de la Iglesia. Aquí, en Oceanía, damos gracias de un modo especial a todos aquellos misioneros, sacerdotes y religiosos comprometidos, padres y abuelos cristianos, maestros y catequistas, que han edificado la Iglesia en estas tierras. Testigos como la Beata Mary Mackillop, San Peter Chanel, el Beato Peter To Rot y muchos otros. La fuerza del Espíritu, manifestada en sus vidas, está todavía activa en las iniciativas beneficiosas que han dejado en la sociedad que han plasmado y que ahora se os confía a vosotros. Queridos jóvenes, permitidme que os haga una pregunta. ¿Qué dejaréis vosotros a la próxima generación? ¿Estáis construyendo vuestras vidas sobre bases sólidas? ¿Estáis construyendo algo que durará? ¿Estáis viviendo vuestras vidas de modo que dejéis espacio al Espíritu en un mundo que quiere olvidar a Dios, rechazarlo incluso en nombre de un falso concepto de libertad? ¿Cómo estáis usando los dones que se os han dado, la «fuerza» que el Espíritu Santo está ahora dispuesto a derramar sobre vosotros? ¿Qué herencia dejaréis a los jóvenes que os sucederán? ¿Qué os distinguirá? La fuerza del Espíritu Santo no sólo nos ilumina y nos consuela. Nos encamina hacia el futuro, hacia la venida del Reino de Dios. ¡Qué visión magnífica de una humanidad redimida y renovada descubrimos en la nueva era prometida por el Evangelio de hoy! San Lucas nos dice que Jesucristo es el cumplimiento de todas las promesas de Dios, el Mesías que posee en plenitud el Espíritu Santo para comunicarlo a la humanidad entera. La efusión del Espíritu de Cristo sobre la humanidad es prenda de esperanza y de liberación contra todo aquello que nos empobrece. Dicha efusión ofrece de nuevo la vista al ciego, libera a los oprimidos y genera unidad en y con la diversidad (cf. Lc 4,18-19; Is 61,1-2). Esta fuerza puede crear un mundo nuevo: puede «renovar la faz de la tierra» (cf. Sal 104,30). Fortalecida por el Espíritu y provista de una rica visión de fe, una nueva generación de cristianos está invitada a contribuir a la edificación de un mundo en el que la vida sea acogida, respetada y cuidada amorosamente, no rechazada o temida como una amenaza y por ello destruida. Una nueva era en la que el amor no sea ambicioso ni egoísta, sino puro, fiel y sinceramente libre, abierto a los otros, respetuoso de su dignidad, un amor que promueva su


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bien e irradie gozo y belleza. Una nueva era en la cual la esperanza nos libere de la superficialidad, de la apatía y el egoísmo que degrada nuestras almas y envenena las relaciones humanas. Queridos jóvenes amigos, el Señor os está pidiendo ser profetas de esta nueva era, mensajeros de su amor, capaces de atraer a la gente hacia el Padre y de construir un futuro de esperanza para toda la humanidad. El mundo tiene necesidad de esta renovación. En muchas de nuestras sociedades, junto a la prosperidad material, se está expandiendo el desierto espiritual: un vacío interior, un miedo indefinible, un larvado sentido de desesperación. ¿Cuántos de nuestros semejantes han cavado aljibes agrietados y vacíos (cf. Jr 2,13) en una búsqueda desesperada de significado, de ese significado último que sólo puede ofrecer el amor? Éste es el don grande y liberador que el Evangelio lleva consigo: él revela nuestra dignidad de hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios. Revela la llamada sublime de la humanidad, que es la de encontrar la propia plenitud en el amor. Él revela la verdad sobre el hombre, la verdad sobre la vida. También la Iglesia tiene necesidad de renovación. Tiene necesidad de vuestra fe, vuestro idealismo y vuestra generosidad, para poder ser siempre joven en el Espíritu (cf. Lumen gentium, 4). En la segunda lectura de hoy, el apóstol Pablo nos recuerda que cada cristiano ha recibido un don que debe ser usado para edificar el Cuerpo de Cristo. La Iglesia tiene especialmente necesidad del don de los jóvenes, de todos los jóvenes. Tiene necesidad de crecer en la fuerza del Espíritu que también ahora os infunde gozo a vosotros, jóvenes, y os anima a servir al Señor con alegría. Abrid vuestro corazón a esta fuerza. Dirijo esta invitación de modo especial a los que el Señor llama a la vida sacerdotal y consagrada. No tengáis miedo de decir vuestro «sí» a Jesús, de encontrar vuestra alegría en hacer su voluntad, entregándoos completamente para llegar a la santidad y haciendo uso de vuestros talentos al servicio de los otros. Dentro de poco celebraremos el sacramento de la Confirmación. El Espíritu Santo descenderá sobre los candidatos; ellos serán «sellados» con el don del Espíritu y enviados para ser testigos de Cristo. ¿Qué significa recibir la «sello» del Espíritu Santo? Significa ser marcados indeleblemente, inalterablemente cambiados, significa ser nuevas criaturas. Para los que han recibido este don, ya nada puede ser lo mismo. Estar «bautizados» en el Espíritu significa estar enardecidos por el amor de Dios. Haber «bebido» del Espíritu (cf. 1 Co


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12,13) significa haber sido refrescados por la belleza del designio de Dios para nosotros y para el mundo, y llegar a ser nosotros mismos una fuente de frescor para los otros. Ser «sellados con el Espíritu» significa además no tener miedo de defender a Cristo, dejando que la verdad del Evangelio impregne nuestro modo de ver, pensar y actuar, mientras trabajamos por el triunfo de la civilización del amor. Al elevar nuestra oración por los confirmandos, pedimos también que la fuerza del Espíritu Santo reavive la gracia de la Confirmación de cada uno de nosotros. Que el Espíritu derrame sus dones abundantemente sobre todos los presentes, sobre la ciudad de Sydney, sobre esta tierra de Australia y sobre todas sus gentes. Que cada uno de nosotros sea renovado en el espíritu de sabiduría e inteligencia, el espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y piedad, espíritu de admiración y santo temor de Dios. Que por la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, esta XXIII Jornada Mundial de la Juventud sea vivida como un nuevo cenáculo, de forma que todos nosotros, enardecidos con el fuego del amor del Espíritu Santo, continuemos proclamando al Señor resucitado y atrayendo a cada corazón hacia Él. Amén”. ***

7. “EL TURISMO AFRONTA EL RETO DEL CAMBIO CLIMÁTICO”. MENSAJE DEL PONTIFICIO CONSEJO PARA LA PASTORAL DE LOS EMIGRANTES E ITINERANTES CON OCASIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DEL TURISMO. 27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 La Ciudad del Vaticano se ha convertido en el primer Estado soberano con “emisión cero” de anhídrido carbónico (C02) al plantar, en 2007, un bosque en territorio húngaro, de su propiedad. Este plan, orientado a regenerar la vegetación, constituye un importante compromiso ecológico con nuestro planeta, por parte de la Iglesia Católica en su expresión apical. Un ulterior testimonio que revela el interés de la Santa Sede hacia este problema, es el proyecto de construcción de una planta fotovoltaica con paneles solares que aportará a la Ciudad del Vaticano una cantidad de energía cotidiana equivalente a una significativa cuota con respecto al total de su consumo. Son dos ejemplos concretos que nos invitan a reflexionar sobre el difícil futuro ecológico, con


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respecto a los cambios climáticos del planeta, al flagelo de la deforestación y el fenómeno del calentamiento del globo. 1. Con respecto a esto, tratando nuestro tema específico, el turismo es uno de los vectores del actual cambio climático, puesto que contribuye al proceso de calentamiento de la tierra (cfr. discurso del Secretario General de la OMT, marzo 2007). De hecho, al considerar que en la actualidad son más de 900 millones (y se prevé que en el 2020 serán 1,6 billones) las personas que emprenden un viaje de turismo al extranjero, desplazándose en avión, por mar y tierra, utilizan carburantes contaminantes, y alojándose en hoteles, con equipos de aire acondicionado, causan emisiones de gases nocivos. Ciertamente, no es sólo una cuestión que atañe al turismo, puesto que existen numerosas actividades que contaminan, que causan el calentamiento global y un subsiguiente empobrecimiento de la atmósfera, con consecuencias negativas para el clima y el medio ambiente. Podemos afirmar, por tanto, que nos hallamos en una fase precaria y delicada de la historia de la humanidad, es decir, en una encrucijada. Nos encontramos ante los dos caminos proverbiales, el del bien y el del mal, como nos enseña la Biblia (cfr. Dt 30,15; Un 3,14). Aunque los tratados que rigen en el mundo, en este campo, probablemente fueron inspirados por el texto del Génesis referente a la creación, éste, en realidad, se ha olvidado. Lo demuestran las decisiones tardías, incluso las de los pueblos más desarrollados en el campo de la ecología global, así como la reticencia de aquellos que hesitan en ratificar protocolos internacionales, destinados a la conservación del medio ambiente y a la reducción de las emisiones de anhídrido carbónico. Si por el contrario escuchásemos la Palabra de Dios en su verdad, belleza y poesía (Gn 1,1-31), el Universo se nos aparecería como un don que deberíamos conservar, un regalo, un “Edén”, en donde todo se conjuga en la armonía y la alegría de vivir. La tierra es un jardín, un lugar en el que las criaturas alaban el amor de su Creador, y donde el equilibrio es la norma, en el éxtasis precisamente de un jardín frondoso y lleno de frutos, de árboles y de vida. Pero allá donde reinaba la belleza, contemplada por el Autor sagrado inspirado, la puerta, en régimen de libertad sin verdad y amor, permanece abierta al horror y al pecado: el desorden ocupa el lugar del equilibrio, la paz es agredida por la violencia, la tortura y la guerra, después de la vegetación exuberante llega la sequía y la catástrofe, allá donde había luz, que se alternaba con las tinieblas para marcar también los tiempos del trabajo y del descanso, se


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producen excesos, confusión ritmada y caos, allá donde reinaba el diálogo del amor entre hombre y mujer con la paz de los sentidos, han encontrado lugar el pecado, la acusación de Adán a Eva, su esposa, la enemistad, el fratricidio, el diluvio. El jardín se ha transformado entonces en un desierto, las flores han marchitado, el agua ha engullido y destruido todo lo que ha encontrado en su creciente camino diluvial, mientras tanto se han construido otros obstáculos, las bombas han formado cráteres, la contemplación se ha convertido en usurpación, el diálogo se ha vuelto monólogo de omnipotencia, los hermanos han esclavizado a los hermanos y los pueblos ya no han encontrado el árbol de la vida en el Jardín, porque han probado el fruto del árbol del bien y del mal. 2. ¿Pero cuál es el camino del bien ecológico que debemos emprender para oponernos al cambio climático nefasto, tema de nuestra Jornada de este año? El gran desafío parece ser la superación de un determinado narcisismo insano, luchando contra el egoísmo y observando, con lucidez y honestidad, la tierra que corre peligro de ser destruida. Con ello, ciertamente, no significa que el hombre tiene que dejarse oprimir por la desilusión, es más, significa por el contrario asumir las propias responsabilidades, a nivel individual y colectivo, para recrear la armonía, posible después del pecado original y dejar que el planeta siga su propio ciclo vital, ayudándolo en esto. En concreto significa no contribuir aún más al incremento del calentamiento global, con acciones humanas acordadas o inconscientes, premonitoras de una ruina prematura. El mal se encuentra en las estructuras o en las cosas que aceleran la contaminación, sin escuchar la voz interior del hombre que lo exhorta a tener en cuenta los límites, sin valorar las decisiones que debe tomar en un horizonte de fraternidad y benevolencia misericordiosa hacia las generaciones venideras y el bien común universal, con una perspectiva de futuro, por tanto. Non es justo que los seres humanos provoquen el fin de la tierra y el transcurrir de las generaciones por negligencia o a causa de decisiones egoístas y de un exasperado consumismo, como si los demás y aquellos que vendrán después de nosotros careciesen de valor. En definitiva, existe un egoísmo de cara al futuro que se manifiesta en la ausencia de ponderación y de perspectiva, en la indolencia y en el abandono. 3. Entonces, ¿cuál es el llamamiento que nace aquí, para nosotros, para la pastoral del turismo, inspirados por el tema que nos ha propuesto la Organización Mundial del Turismo y que deseamos aceptar? Es el de cultivar


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la ética de la responsabilidad, por parte de todos - y para nosotros en particular, por parte de los turistas. Este tipo de ética implica también el respeto por el futuro y por las condiciones ecológicas y climáticas que lo harán realidad. Asimismo, concretamente, deseamos la contribución de todos, y también, por supuesto la de los turistas, en el ciclo de la tierra en la que vivimos, para que se preste atención a comportamientos y acciones concertadas, que acarreen menos daños posibles al planeta, por encima de cualquier queja, aunque legítima, a cerca del desequilibrio, de los daños y de un posible naufragio. El turista -a cuyo servicio ofrecemos una pastoral específica- con su actitud puede de hecho contribuir a mantener en vida el planeta y a frenar el incremento gradual de un cambio climático, que nos alarma. Por tanto, es posible elegir, -hay todavía dos caminos ante nosotros- ser un turista contra la tierra o a favor de ella, quizás yendo a pie, prefiriendo hoteles y centros de acogida que estén más en contacto con la naturaleza, llevando menos equipaje, para que los medios de transporte emitan menor cantidad de anhídrido carbónico, eliminando los residuos de forma adecuada, consumiendo alimentos más “ecológicos”, plantando árboles para neutralizar los efectos contaminantes de nuestros viajes, prefiriendo los productos de artesanía local a otros caros y venenosos, utilizando materiales reciclables o biodegradables, respetando la legislación local y valorizando la cultura del lugar que estamos visitando. Hemos sido pertinentes y concretos, osando presentar propuestas ideales y quizás no compartidas por todos, y soluciones adecuadas que acarreen el menor daño posible a la naturaleza, o escuchando la voz de Aquel que llama a la puerta, para animarnos a realizar nuevas formas de hacer turismo, un turismo sostenible. 4. En esta lógica “ecológica” es muy importante regresar al sentido del límite, contra el desarrollo insensato y a toda costa, escapando de la obsesión de poseer y de consumir. El sentido del límite se cultiva también cuando se reconoce la existencia del otro y la transcendencia del Creador con respecto a sus criaturas. Esto se obtiene cuando no se ocupa el lugar de aquel que está a mi lado y se otorgan a los demás los derechos que se reclaman para uno mismo. Esto significa que nos abrimos a la conciencia de la fraternidad en una tierra que es de todos y para todos, hoy y mañana. Cada ser humano -y más aún el cristiano- debe rendir cuentas del planeta sostenible, de la calidad de vida de nuestra tierra, que durante las próximas generaciones será suya. Todos los turistas, así como toda la comunidad


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internacional, deberían por tanto respetar y promover una cultura ‘verde’ respetuosa con el medio ambiente, caracterizada, especialmente para nosotros los cristianos, por valores éticos, además de morales. El libro del Génesis habla de un inicio en el que Dios puso al hombre como guardián de la tierra, para que fructificara. Nuestros hermanos musulmanes ven en él al “mayordomo” de Dios. Cuando, después, el hombre se olvida de ser un fiel servidor de Dios y de la tierra, ésta se revela y se convierte en un desierto que amenaza la supervivencia. Por consiguiente, es necesario construir lazos fuertes entre las diferentes generaciones, para que exista un futuro; es necesario desarrollar una austeridad gozosa, escogiendo aquello que no es transitorio ni corruptible; es necesario cultivar la caridad, incluso hacia la tierra, desarmando la lógica de la muerte y fortaleciendo el amor para este querido espacio que nos pertenece a todos, en la memoria del don, en la responsabilidad de cada instante y en el servicio continuo de la fraternidad, incluso para quienes vendrán después de nosotros. De esta forma se desarrollará una cultura del turismo responsable, también con respecto a los cambios climáticos. Es nuestro deseo, es nuestro auspicio y por él dirigimos nuestra oración en este año de gracia de 2008. Renato Raffaele Cardenal Martino, Presidente Arzobispo Agostino Marchetto, Secretario Vaticano, 18 de junio de 2008 ***

8. ENCUENTRO DEL PAPA BENEDICTO XVI CON EL CLERO DE LA DIÓCESIS DE BOZEN-BRIXEN. DUOMO DE BRESSANONE. AGOSTO 6 DE 2008 Respuestas del Santo Padre a seis preguntas de Sacerdotes y un seminarista. 1º) Santo Padre, me llamo Michael Horrer y soy seminarista. Con ocasión de la XXIII Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Sydney, Australia, en la que participé juntamente con otros jóvenes de nuestra diócesis, usted reafirmó continuamente a los cuatrocientos mil jóvenes presentes la importancia de la obra del espíritu santo en nosotros, los jóvenes, y en la iglesia. El tema de la jornada era: “Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros,


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y seréis mis testigos” (Hch 1, 8). Hemos regresado fortalecidos por el Espíritu Santo y por sus palabras. le pregunto: ¿Cómo podemos vivir concretamente en nuestra vida diaria los dones del Espíritu Santo y testimoniarlos a los demás, de modo que también nuestros parientes, amigos y conocidos experimenten la fuerza del Espíritu Santo y así podamos cumplir nuestra misión de testigos de Cristo? ¿Qué nos aconseja para lograr que nuestra Diócesis siga siendo joven a pesar del envejecimiento del clero, y para que permanezca abierta a la acción del Espíritu de Dios, que guía a la iglesia? S.S. Benedicto XVI: “Gracias por su pregunta. Me alegra ver un seminarista, un candidato al sacerdocio de esta diócesis, en cuyo rostro puedo descubrir, en cierto sentido, el rostro joven de la diócesis. Asimismo, me alegra saber que usted, juntamente con otros, estuvo en Sydney, donde en una gran fiesta de la fe experimentamos juntos precisamente la juventud de la Iglesia. También para los australianos fue una gran experiencia. Al inicio miraban esta Jornada mundial de la juventud con gran escepticismo, porque como es obvio implicaría muchas dificultades para su vida diaria, muchas molestias, como por ejemplo para el tráfico, etc. Pero al final, como hemos visto también en los medios de comunicación social, cuyos prejuicios fueron desapareciendo poco a poco, todos se sintieron implicados en ese clima de alegría y de fe. Vieron que los jóvenes vienen y no crean problemas de seguridad ni de ningún otro tipo, sino que saben estar juntos con alegría. También vieron que hoy la fe es una fuerza presente; que es una fuerza capaz de dar la orientación correcta a las personas. Por eso, fue un tiempo en que sentimos realmente el soplo del Espíritu Santo, que barre los prejuicios, que hace entender a los hombres que aquí encontramos lo que nos interesa realmente, que esta es la dirección que debemos tomar, que así se puede vivir, que así nos abrimos al futuro. Usted ha dicho, con razón, que fue un tiempo fuerte, del que hemos traído a casa una llamita. Ahora bien, en la vida diaria es mucho más difícil percibir concretamente la acción del Espíritu Santo o incluso ser personalmente un medio para que él pueda estar presente, para que se realice aquel soplo que barre los prejuicios del tiempo, que en medio de la oscuridad crea la luz y nos hace sentir que la fe no sólo tiene un futuro, sino que es el futuro. ¿Cómo podemos realizar eso? Ciertamente, nosotros solos no somos capaces. Al final, es el Señor quien nos ayuda, pero nosotros debemos ser instrumentos disponibles. Yo diría simplemente: nadie puede dar lo que no posee él mismo, es decir, no podemos transmitir el Espíritu Santo de modo


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eficaz, hacerlo perceptible, si nosotros mismos no estamos cerca de él. Precisamente por eso creo que lo más importante es que nosotros mismos permanezcamos, por decirlo así, en el radio del soplo del Espíritu Santo, en contacto con él. Sólo si somos tocados continuamente en nuestro interior por el Espíritu Santo, sólo si él está presente en nosotros, podemos también nosotros transmitirlo a los demás. Entonces él nos da ideas creativas, sugiriéndonos cómo actuar. Nos da ideas que no se pueden programar, sino que surgen en la situación misma, porque allí está actuando el Espíritu Santo. Así pues, el primer punto es: nosotros mismos debemos permanecer en el radio del soplo del Espíritu Santo. El Evangelio de san Juan nos cuenta que, después de la Resurrección, el Señor se aparece a los discípulos, sopla sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20, 22). Se trata de un texto paralelo al del Génesis, donde Dios sopla sobre el polvo de la tierra y este cobra vida, convirtiéndose en hombre. Ahora bien, el hombre, interiormente oscurecido y medio muerto, recibe de nuevo el soplo de Cristo, y este soplo de Dios que le da una nueva dimensión de vida, le da la vida con el Espíritu Santo. Así pues, podemos decir que el Espíritu Santo es el soplo de Jesucristo, y nosotros, en cierto sentido, debemos pedir a Cristo que sople siempre sobre nosotros a fin de que ese soplo sea vivo y fuerte en nosotros, y actúe en el mundo. Eso significa, por tanto, que debemos mantenernos cerca de Cristo. Lo hacemos meditando en su Palabra. Sabemos que el autor principal de la Sagrada Escritura es el Espíritu Santo. Cuando a través de ella hablamos con Dios, cuando en ella no buscamos sólo el pasado sino verdaderamente al Señor presente que nos habla, entonces es como si nos encontráramos -como dije también en Australia- paseando en el jardín del Espíritu Santo: nosotros hablamos con él y él habla con nosotros. Aprender a ser de casa en este ámbito, en el ámbito de la palabra de Dios, es muy importante, pues en cierto sentido nos introduce en el soplo de Dios. Luego, naturalmente, este escuchar, este caminar en el ámbito de la Palabra, debe convertirse en una respuesta, una respuesta en la oración, en el contacto con Cristo. Y, como es obvio, ante todo en el santo sacramento de la Eucaristía, en el que él sale a nuestro encuentro y entra en nosotros, casi se funde con nosotros. Pero también en el sacramento de la Penitencia, que siempre nos purifica, nos lava y elimina las oscuridades que la vida diaria pone en nosotros.


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En pocas palabras, una vida con Cristo en el Espíritu Santo, en la palabra de Dios y en la comunión de la Iglesia, en su comunidad viva. San Agustín dijo: “Si quieres el Espíritu de Dios, debes estar en el Cuerpo de Cristo”. El Cuerpo místico de Cristo es el ámbito de su Espíritu. Todo esto debería marcar el desarrollo de nuestra jornada, de modo que sea una jornada estructurada, un día en el que Dios siempre tenga acceso a nosotros, en que estemos continuamente en contacto con Cristo, en que precisamente por eso recibamos continuamente el soplo del Espíritu Santo. Si hacemos esto, si no somos demasiado perezosos, indisciplinados o indolentes, entonces nos sucederá algo, entonces nuestra jornada tomará una forma, entonces nuestra vida misma tomará una forma en ella y esta luz emanará de nosotros sin que tengamos que ponernos a pensar demasiado, sin que tengamos que adoptar un modo de actuar -por decirlo así- “propagandístico”, pues vendrá por sí mismo, dado que refleja nuestro espíritu. A esa dimensión yo añadiría una segunda, lógicamente relacionada con la primera: si vivimos con Cristo, también las cosas humanas nos saldrán bien. En efecto, la fe no implica sólo un aspecto sobrenatural; además, reconstruye al hombre, devolviéndolo a su humanidad, como lo muestra el paralelo entre el Génesis y el capítulo 20 del Evangelio de san Juan. La fe se basa precisamente en la virtudes naturales: la honradez, la alegría, la disponibilidad a escuchar al prójimo, la capacidad de perdonar, la generosidad, la bondad, la cordialidad entre las personas. Estas virtudes humanas indican que la fe está realmente presente, que verdaderamente estamos con Cristo. Y creo que, también por lo que se refiere a nosotros mismos, deberíamos poner mucha atención en esto: hacer que madure en nosotros la auténtica humanidad, porque la fe implica la plena realización del ser humano, de la humanidad. Deberíamos poner mucha atención en realizar bien y de modo correcto nuestros deberes humanos: en la profesión, en el respeto al prójimo, preocupándonos de los demás, que es el mejor modo de preocuparnos de nosotros mismos, pues pensar en el prójimo es el mejor modo de pensar en nosotros mismos. De aquí nacen luego las iniciativas que no se pueden programar: las comunidades de oración, las comunidades que leen juntas la Biblia o también la ayuda efectiva a los necesitados, a los que atraviesan dificultades, a los marginados, a los enfermos, a los discapacitados, y muchas otras más... Así se nos abren los ojos para ver nuestras capacidades personales, para poner en marcha otras iniciativas y saber infundir en los demás la valentía de hacer


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lo mismo. Precisamente estas obras humanas nos fortalecen, poniéndonos nuevamente, de algún modo, en contacto con el Espíritu de Dios. El gran maestre de los Caballeros de la Orden de Malta en Roma me contó que en Navidad fue, con algunos jóvenes, a la estación para llevar algo de Navidad a las personas abandonadas. Cuando se retiraba, escuchó que uno de los jóvenes le decía a otro: “Esto es más fuerte que la discoteca. Esto es realmente hermoso, pues puedo hacer algo por los demás”. Estas son las iniciativas que el Espíritu Santo suscita en nosotros. Sin muchas palabras, nos hacen sentir la fuerza del Espíritu. Así prestamos atención a Cristo. Tal vez he dicho pocas cosas concretas, pero creo que lo más importante es que, ante todo, nuestra vida esté orientada hacia el Espíritu Santo, para que vivamos en el ámbito del Espíritu, en el Cuerpo de Cristo, y que luego, a partir de esto, experimentemos la humanización, cultivemos las sencillas virtudes humanas y así aprendamos a ser buenos en el sentido más amplio de la palabra. De este modo se adquiere sensibilidad para las iniciativas de bien que luego naturalmente desarrollan una fuerza misionera y, en cierto sentido, preparan el momento en que resulta sensato y comprensible hablar de Cristo y de nuestra fe”. 2º) Santo Padre, me llamo Willibald Hopfgartner. Soy franciscano y trabajo en la escuela y en varios ámbitos de la dirección de la Orden. En su discurso de Ratisbona, usted subrayó el vínculo sustancial que existe entre el Espíritu Santo y la razón humana. Por otro lado, usted siempre ha puesto de relieve la importancia del arte y de la belleza, de la estética. Entonces, además del diálogo conceptual sobre Dios (en Teología), ¿No se debería reafirmar siempre la experiencia estética de la fe en el ámbito de la Iglesia, para el anuncio y la liturgia? Benedicto XVI: “Gracias. Sí, creo que las dos cosas van unidas: la razón, la precisión, la honradez de la reflexión sobre la verdad, y la belleza. Una razón que de algún modo quisiera despojarse de la belleza, quedaría mermada, sería una razón ciega. Sólo las dos cosas unidas forman el conjunto, y para la fe esta unión es importante. La fe debe afrontar continuamente los desafíos del pensamiento de esta época, para que no parezca una especie de leyenda irracional que nosotros mantenemos viva, sino que sea realmente una respuesta a los grandes interrogantes; para que no sea sólo una costumbre, sino verdad, como dijo una vez Tertuliano.


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San Pedro, en su primera carta, escribió aquella frase que los teólogos de la Edad Media tomaron como legitimación, casi como encargo para su labor teológica: “Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 P 3, 15). Apología del logos de la esperanza, es decir, transformar el logos, la razón de la esperanza en apología, en respuesta a los hombres. Evidentemente, San Pedro estaba convencido de que la fe era logos, de que era una razón, una luz que proviene de la Razón creadora, y no una mezcla, fruto de nuestro pensamiento. Precisamente por eso es universal; por eso puede ser comunicada a todos. Este Logos creador no es sólo un logos técnico -sobre este aspecto volveremos en otra respuesta-; es amplio, es un logos que es amor y que, por tanto, puede expresarse en la belleza y en el bien. En realidad, ya he dicho en otra ocasión que para mí el arte y los santos son la mayor apología de nuestra fe. Los argumentos aducidos por la razón son muy importantes, y no se puede renunciar a ellos; pero luego, a pesar de ellos, sigue existiendo el disenso. En cambio, al contemplar a los santos, esta gran estela luminosa con la que Dios ha atravesado la historia, vemos que allí hay verdaderamente una fuerza del bien que resiste al paso de los milenios, allí está realmente la luz de luz. Del mismo modo, al contemplar las bellezas creadas por la fe, constatamos que son sencillamente la prueba viva de la fe. Esta hermosa catedral es un anuncio vivo. Ella misma nos habla y, partiendo de la belleza de la catedral, logramos anunciar de una forma visible a Dios, a Cristo y todos sus misterios: aquí han tomado forma y nos miran. Todas las grandes obras de arte, todas las catedrales -las catedrales góticas y las espléndidas iglesias barrocas-, son un signo luminoso de Dios y, por ello, una manifestación, una epifanía de Dios. En el cristianismo se trata precisamente de esta epifanía: Dios se hizo una velada Epifanía, aparece y resplandece. Acabamos de escuchar el órgano en todo su esplendor. Yo creo que la gran música que nació en la Iglesia sirve para hacer audible y perceptible la verdad de nuestra fe, desde el canto gregoriano hasta la música de las catedrales, con Palestrina y su época, Bach, Mozart, Bruckner, y otros muchos. Al escuchar todas estas obras -las Pasiones de Bach, su Misa en si bemol, y las grandes composiciones espirituales de la polifonía del siglo XVI, de la escuela vienesa, de toda la música, incluso de compositores menos famosos- inmediatamente sentimos: ¡es verdad! Donde nacen obras de este tipo, está la Verdad. Sin una


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intuición que descubre el verdadero centro creador del mundo, no puede nacer esa belleza. Por eso, creo que siempre deberíamos procurar que ambas cosas vayan unidas, que estén juntas. Cuando, en nuestra época, discutimos sobre la racionalidad de la fe, discutimos precisamente del hecho de que la razón no acaba donde acaban los descubrimientos experimentales, no acaba en el positivismo. La teoría del evolucionismo ve la verdad, pero sólo ve la mitad de esa verdad. No ve que detrás está el Espíritu de la creación. Nosotros luchamos para que se amplíe la razón y, por tanto, para una razón que esté abierta también a la belleza, de modo que no deba dejarla aparte como algo totalmente diverso e irracional. El arte cristiano es un arte racional -pensemos en el arte gótico o en la gran música, o incluso en nuestro arte barroco-, pero es expresión artística de una razón muy amplia, en la que el corazón y la razón se encuentran. Esta es la cuestión. A mi parecer, esto es, de algún modo, la prueba de la verdad del cristianismo: el corazón y la razón se encuentran, la belleza y la verdad se tocan. Y cuanto más logremos nosotros mismos vivir en la belleza de la verdad, tanto más la fe podrá volver a ser creativa también en nuestro tiempo y a expresarse de forma artística convincente. Así pues, querido padre Hopfgartner, gracias por su pregunta. Tratemos de hacer que las dos categorías, la estética y la noética, estén unidas, y que en esta gran amplitud se manifieste la integridad y la profundidad de nuestra fe”. 3º) Santo Padre, soy Don Willi Fusaro, tengo 42 años y estoy enfermo desde el año de mi Ordenación sacerdotal. Fui ordenado en junio de 1991. luego, en septiembre de ese mismo año me diagnosticaron esclerosis múltiple. Soy cooperador parroquial en la parroquia del Corpus Christi de Bolzano. Me impresionó mucho la figura del Papa Juan Pablo II, sobre todo en el último tiempo de su pontificado, cuando llevaba con valentía y humildad, ante el mundo entero, su debilidad humana. Dado que usted estuvo muy cerca de su amado predecesor, y de acuerdo con su experiencia personal, ¿Qué palabras me puede comunicar, nos puede comunicar a todos, para ayudar realmente a los sacerdotes ancianos y enfermos a vivir bien y fructuosamente su sacerdocio en el presbiterio y en la comunidad cristiana? Muchas gracias. Benedicto XVI: “Gracias, padre. Para mí las dos partes del pontificado del Papa Juan Pablo II son igualmente importantes. En la primera parte lo vimos como gigante de la fe: con una valentía increíble, con una fuerza extraordinaria, con una verdadera alegría de la fe, con una gran lucidez, llevó


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hasta los confines de la tierra el mensaje del Evangelio. Habló con todos, abrió nuevos caminos con los Movimientos, con el diálogo interreligioso, con los encuentros ecuménicos, con la profundización de la escucha de la palabra de Dios, con todo, con su amor a la sagrada liturgia. Realmente, podemos decir que hizo caer no los muros de Jericó, sino los muros entre dos mundos, precisamente con la fuerza de su fe. Este testimonio sigue siendo inolvidable, sigue siendo una luz para este nuevo milenio. Ahora bien, para mí sus últimos años de pontificado no tuvieron una importancia menor, por el testimonio humilde de su pasión. ¡Cómo llevó la cruz del Señor ante todos nosotros y realizó las palabras del Señor: “Seguidme, llevando la cruz juntamente conmigo y siguiéndome a mí”! Esta humildad, esta paciencia con la que aceptó casi la destrucción de su cuerpo, la incapacidad cada vez mayor de usar la palabra, él que había sido maestro de la palabra. Y así, creo yo, nos mostró visiblemente la verdad profunda de que el Señor nos redimió con su cruz, con la Pasión, como acto supremo de su amor. Nos mostró que el sufrimiento no es sólo un “no”, algo negativo, la falta de algo, sino que es una realidad positiva; que el sufrimiento aceptado por amor a Cristo, por amor a Dios y a los demás, es una fuerza redentora, una fuerza de amor y no menos poderosa que los grandes actos que había realizado en la primera parte de su pontificado. Nos enseñó un nuevo amor a los que sufren y nos hizo comprender lo que quiere decir: “en la cruz y por la cruz hemos sido salvados”. También en la vida del Señor tenemos estos dos aspectos. La primera parte, en la que enseña la alegría del reino de Dios, da sus dones a los hombres; y luego, en la segunda parte, el sumergirse en la Pasión, hasta el último grito en la cruz. Precisamente así nos enseñó quién es Dios, que Dios es amor y que, al identificarse con nuestro sufrimiento de seres humanos, nos toma en sus manos y nos sumerge en su amor, y sólo el amor es el baño de redención, de purificación y de un nuevo nacimiento. Por eso, me parece que todos nosotros -siempre en un mundo que vive de activismo, de juventud, de ser joven, fuerte, hermoso, de lograr hacer grandes cosas- debemos aprender la verdad del amor que se convierte en pasión y precisamente así redime al hombre y lo une a Dios amor. Por consiguiente, quiero dar las gracias a todos los que aceptan el sufrimiento, a los que sufren con el Señor. Y quiero animar a todos a tener un corazón abierto a los que sufren, a los ancianos, para comprender que


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precisamente su pasión es una fuente de renovación para la humanidad y crea en nosotros amor, nos une al Señor. Pero, al final, siempre es difícil sufrir. Recuerdo a la hermana del Cardenal Mayer: estaba muy enferma, y, cuando perdía la paciencia, él le decía: “Mira, tú estás ahora con el Señor”. Y ella le respondía: “Para ti es fácil decir eso, porque tú estás sano, pero yo estoy en la pasión”. Es verdad; en la pasión verdadera siempre resulta difícil unirse realmente al Señor y permanecer en esta disposición de unión con el Señor doliente. Oremos, pues, por todos los que sufren y hagamos lo que esté de nuestra parte para ayudarles; mostremos nuestra gratitud por su sufrimiento y ayudémosles en la medida en que podamos, con gran respeto por el valor de la vida humana, precisamente de la vida que sufre hasta el final. Y este es un mensaje fundamental del cristianismo, que viene de la teología de la cruz: que el sufrimiento, la pasión, es presencia del amor de Cristo, es desafío para nosotros a unirnos a su Pasión. Debemos amar a los que sufren, no sólo con palabras, sino con toda nuestra acción y nuestro compromiso. Sólo así somos cristianos realmente. En mi encíclica Spe salvi escribí que la capacidad de aceptar el sufrimiento y a los que sufren es la medida de la humanidad que se posee (cf. Spe salvi, 38). Donde falta esta capacidad, el hombre queda limitado, redimensionado. Por tanto, oremos al Señor para que nos ayude en nuestro sufrimiento y nos impulse a estar cerca de todos los que sufren en este mundo”. 4º) Santo Padre, me llamo Karl Golser. Soy profesor de Teología Moral aquí, en Bressanone, y también director del Instituto para la Justicia, la Paz y la Tutela de la Creación; también soy Canónigo. Me complace recordar el tiempo en que pude trabajar con usted en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Como usted sabe, la Iglesia Católica ha forjado profundamente la historia y la cultura de nuestro país. Sin embargo, hoy, a veces tenemos la sensación de que, como Iglesia, en cierto sentido nos hemos retirado a la sacristía. Las declaraciones del magisterio pontificio sobre las grandes cuestiones sociales no encuentran el debido eco en las parroquias y en las comunidades eclesiales. Aquí, en Alto Adige, por ejemplo, las autoridades y muchas asociaciones dedican mucha atención a los problemas ambientales y de modo especial a los cambios climáticos: los temas principales son el derretimiento de los glaciares, los desprendimientos de tierra en las montañas, los problemas del


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coste de la energía, el tráfico y la contaminación atmosférica. Son muchas las iniciativas en favor de la tutela del ambiente. sin embargo, para la mayor parte de nuestros fieles esto tiene poca relación con la fe. ¿Qué podemos hacer para llevar más a la vida de las comunidades cristianas el sentido de responsabilidad con respecto a la creación? ¿Cómo podemos llegar a ver cada vez más unidas la creación y la redención? ¿Cómo podemos vivir de modo ejemplar un estilo de vida cristiano, que sea duradero? y ¿Cómo unirlo a una calidad de vida que sea atractiva para todos los hombres de nuestra tierra? Benedicto XVI: “Muchas gracias por su pregunta, querido profesor Golser. Seguramente usted podría responder mucho mejor que yo a esas cuestiones, pero a pesar de ello trataré de decir algo. Usted ha tocado el tema de la Creación y de la Redención. Yo creo que es necesario poner nuevamente de relieve este vínculo inseparable. En las últimas décadas, la doctrina de la Creación casi había desaparecido de la teología, casi era imperceptible. Ahora nos damos cuenta de los daños que derivan de esa actitud. El Redentor es el Creador, y si nosotros no anunciamos a Dios en toda su grandeza, de Creador y de Redentor, quitamos valor también a la Redención. En efecto, si Dios no tiene nada que decir en la creación; si es relegado sólo a un ámbito de la historia, ¿cómo puede comprender realmente toda nuestra vida? ¿Cómo podrá traer verdaderamente la salvación para el hombre en su integridad y para el mundo en su totalidad? Por eso, para mí, la renovación de la doctrina de la Creación y una nueva comprensión de la inseparabilidad de la Creación y la Redención reviste una grandísima importancia. Debemos reconocer de nuevo que él es el creator Spiritus, la Razón que es el principio y de la que todo nace y de la que nuestra razón no es más que una chispa. Y es él, el Creador mismo, quien también entró en la historia y puede entrar en la historia y actuar en ella precisamente porque él es el Dios del conjunto y no sólo de una parte. Si reconocemos esto, se seguirá obviamente que la Redención, el ser cristianos, es decir, sencillamente la fe cristiana, implican siempre y de cualquier forma también responsabilidad con respecto a la creación. Hace veinte o treinta años se acusaba a los cristianos -no sé si se les sigue acusando de esto- de que eran los verdaderos responsables de la destrucción de la creación, porque las palabras del Génesis –“someted la tierra”- habrían llevado a una arrogancia con respecto a la creación, cuyas consecuencias nosotros sufrimos hoy.


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Creo que debemos esforzarnos de nuevo por ver toda la falsedad que encierra esa acusación: a la vez que la tierra se consideraba creación de Dios, la tarea de “someterla” nunca se entendió como una orden de hacerla esclava, sino más bien como la tarea de ser custodios de la creación y de desarrollar sus dones, de colaborar nosotros mismos activamente en la obra de Dios, en la evolución que él ha puesto en el mundo, de forma que los dones de la creación sean valorados y no pisoteados y destruidos. Si pensamos en lo que ha surgido en torno a los monasterios; si vemos cómo en esos lugares han surgido y siguen surgiendo pequeños paraísos, oasis de la creación, resulta evidente que todo eso no son sólo palabras. Donde la palabra del Creador se ha entendido de modo correcto, donde ha habido vida con el Creador redentor, allí las personas se han comprometido en la tutela de la creación y no en su destrucción. En este contexto se puede citar el capítulo 8 de la carta a los Romanos, donde se dice que la creación sufre y gime por la sumisión en que se encuentra y que espera la revelación de los hijos de Dios: se sentirá liberada cuando vengan criaturas, hombres que son hijos de Dios y que la tratarán desde Dios. Yo creo que es precisamente esto lo que nosotros podemos constatar como realidad: la creación gime -lo percibimos, casi lo sentimos- y espera personas humanas que la miren desde Dios. El consumo brutal de la creación comienza donde no está Dios, donde la materia es sólo material para nosotros, donde nosotros mismos somos las últimas instancias, donde el conjunto es simplemente una propiedad nuestra y el consumo es sólo para nosotros mismos. El derroche de la creación comienza donde no reconocemos ya ninguna instancia por encima de nosotros, sino que sólo nos vemos a nosotros mismos; comienza donde no existe ya ninguna dimensión de la vida más allá de la muerte, donde en esta vida debemos acapararlo todo y poseer la vida de la forma más intensa posible, donde debemos poseer todo lo que es posible poseer. Por tanto, yo creo que sólo se pueden realizar y desarrollar, comprender y vivir, instancias verdaderas y eficaces contra el derroche y la destrucción de la creación donde la creación se considera desde Dios, donde la vida se considera desde Dios y tiene dimensiones mayores, en la responsabilidad ante Dios. Un día Dios nos dará la vida en plenitud, y ya no nos será quitada: al dar la vida, nosotros la recibimos. Así, yo creo que debemos esforzarnos con todos los medios que tenemos por presentar la fe en público, especialmente donde ya hay sensibilidad


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respecto de ella. Y pienso que la sensación de que el mundo se nos está escapando -porque somos nosotros mismos los que lo estamos expulsando- y el sentirnos agobiados por los problemas de la creación, precisamente esto nos brinda una ocasión propicia para hablar públicamente de nuestra fe y hacer que se la considere como una instancia que propone. En efecto, no se trata sólo de encontrar técnicas que prevengan los daños, aunque es importante descubrir energías alternativas y otras cosas. Todo eso no bastará si nosotros mismos no asumimos un nuevo estilo de vida, una disciplina, hecha también de renuncias; una disciplina que nos obligue a reconocer a los demás, a los que pertenece la creación tanto como a nosotros, los que más fácilmente podemos disponer de ella; una disciplina de la responsabilidad con respecto al futuro de los demás y a nuestro mismo futuro, porque es responsabilidad ante Aquel que es nuestro Juez y, en cuanto Juez, también nuestro Redentor, pero también es verdaderamente nuestro Juez. Por consiguiente, creo que es necesario poner siempre juntas las dos dimensiones -la Creación y la Redención, la vida terrena y la vida eterna, la responsabilidad con respecto a la creación y la responsabilidad con respecto a los demás y con respecto al futuro-, y que tenemos la tarea de intervenir así, de manera clara y decidida, en la opinión pública. Para que se nos escuche, al mismo tiempo debemos demostrar con nuestro ejemplo, con nuestro propio estilo de vida, que estamos hablando de un mensaje en el que nosotros mismos creemos y según el cual se puede vivir. Y pedimos al Señor que nos ayude a todos a vivir la fe, la responsabilidad de la fe, de tal manera que nuestro estilo de vida se transforme en testimonio; y que nos ayude a hablar de tal manera que nuestras palabras transmitan de modo creíble la fe como orientación en nuestro tiempo”. 5º) Santo Padre, me llamo Franz Pixner Y soy párroco de dos grandes parroquias. Yo mismo y muchos otros sacerdotes, e incluso laicos, estamos preocupados por el aumento creciente del trabajo pastoral, entre otras causas por las unidades pastorales que se están creando: La fuerte presión del trabajo, la falta de reconocimiento, las dificultades con respecto al magisterio, la soledad, la disminución del número de sacerdotes, pero también de las comunidades de fieles. Muchos se preguntan qué nos está pidiendo dios en esta situación y de qué modo el Espíritu Santo quiere animarnos. en este contexto surgen preguntas, por ejemplo con respecto al celibato de los sacerdotes; a la ordenación sacerdotal de “viri probati”; a la implicación de los carismas, especialmente de los carismas de las mujeres, en la pastoral; al


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encargo a colaboradoras y colaboradores formados en teología para conferir el bautismo y tener homilías. También se plantea la pregunta de cómo podemos los sacerdotes, ante los nuevos desafíos, ayudarnos mutuamente en una comunidad fraterna, y esto en los diversos niveles de Diócesis, Decanato, unidad pastoral y parroquia. Benedicto XVI: “Querido Decano, ha planteado usted una serie de preguntas que ocupan y preocupan a los pastores y a todos nosotros en esta época. Ciertamente, usted es consciente de que yo no puedo dar una respuesta a todo en este momento. Me imagino que usted habrá reflexionado con frecuencia en todo esto también en diálogo con el obispo, y nosotros por nuestra parte hablamos de ello en los Sínodos de los obispos. A mi parecer, todos necesitamos mantener este diálogo entre nosotros, el diálogo de la fe y de la responsabilidad, para encontrar el camino correcto en este tiempo difícil, en muchos aspectos, para la fe y arduo para los sacerdotes. Nadie tiene una receta pronta. Todos juntos la estamos buscando. Con esta reserva, es decir, que juntamente con todos vosotros yo me encuentro en este proceso de esfuerzo y de lucha interior, trataré de decir unas palabras al respecto, como parte de un diálogo más amplio. En mi respuesta, quiero tratar dos aspectos fundamentales. Por una parte, el hecho de que el sacerdote es insustituible, así como el significado y el modo del ministerio sacerdotal hoy; por otra -y esto hoy resalta más que antes- la multiplicidad de los carismas y el hecho de que todos juntos son Iglesia, edifican la Iglesia y, por esto, debemos esforzarnos por suscitar los carismas, debemos cuidar este conjunto vivo que luego sostiene también al sacerdote. Él sostiene a los demás, y los demás lo sostienen a él. Solamente en este conjunto complejo y variado la Iglesia puede crecer hoy y hacia el futuro. Por una parte, siempre habrá necesidad del sacerdote totalmente entregado al Señor y, por eso, totalmente entregado al hombre. En el Antiguo Testamento está la llamada a la santificación, que más o menos corresponde a lo que nosotros entendemos por consagración, incluso con la ordenación sacerdotal: hay algo que es consagrado a Dios y, por eso, es apartado de la esfera de lo común, es dado a Dios. Pero esto significa que desde ese momento está a disposición de todos. Precisamente por haber sido apartado y dado a Dios, ya no está aislado, sino que ha sido elevado gracias al “para”: para todos. Creo que esto se puede aplicar también al sacerdocio de la Iglesia. Significa que, por un lado, hemos sido entregados al Señor, apartados de la esfera común, pero, por otro, hemos sido entregados a él porque de este modo podemos


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pertenecerle totalmente y así pertenecer totalmente a los demás. Debemos tratar de explicar continuamente esto a los jóvenes, que son idealistas y quieren hacer algo por los demás; explicarles que precisamente el hecho de haber sido “apartados del común” significa “entrega al conjunto” y que esto es un modo importante, el modo más importante de servir a los hermanos. Y de esto forma parte también el ponerse verdaderamente a disposición del Señor con la totalidad del propio ser y estar por eso totalmente a disposición de los hombres. Creo que el celibato es una expresión fundamental de esta totalidad y ya por esto es un gran reclamo en este mundo, porque sólo tiene sentido si creemos verdaderamente en la vida eterna y si creemos que Dios nos compromete y que nosotros podemos vivir para él. Así pues, el sacerdote es insustituible porque en la Eucaristía, partiendo de Dios, siempre edifica la Iglesia; porque en el sacramento de la Penitencia siempre nos confiere la purificación; porque en el sacramento el sacerdote es, precisamente, un ser implicado en el “para” de Jesucristo. Pero yo sé bien que hoy, cuando un sacerdote no sólo debe guiar una parroquia fácil de dirigir, sino varias parroquias, unidades pastorales; cuando debe estar a disposición de un consejo o de otro, y así sucesivamente, le resulta muy difícil llevar esa vida. Creo que en esta situación es importante tener valentía para ponerse un límite y establecer claramente las prioridades. Una prioridad fundamental de la vida sacerdotal es estar con el Señor y, por tanto, dedicar tiempo a la oración. San Carlos Borromeo decía siempre: “No podrás cuidar el alma de los demás si descuidas la tuya. Al final, tampoco harás nada por los demás. Debes dedicar también tiempo a estar con Dios”. Por tanto, quiero subrayar lo siguiente: por más compromisos que podamos tener, es una prioridad encontrar cada día una hora de tiempo para estar en silencio para el Señor y con el Señor, como la Iglesia nos propone hacer con el Breviario, con las oraciones del día, para poder así enriquecernos siempre interiormente, para volver, como dije al responder a la primera pregunta, al radio del soplo del Espíritu Santo. Con este punto de partida ya puedo ordenar las prioridades. Debo aprender a ver qué es verdaderamente esencial, dónde se requiere absolutamente mi presencia de sacerdote y no puedo delegar a nadie. Al mismo tiempo, debo aceptar con humildad el hecho de no poder realizar muchas cosas que tendría que hacer, donde se requeriría mi presencia, porque reconozco mis límites. Yo creo que la gente comprendería esta humildad.


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Ahora, a eso quiero unir un segundo aspecto: saber delegar, llamar a las personas a colaborar. Yo tengo la impresión de que la gente lo comprende y también lo aprecia, cuando un sacerdote está con Dios, cuando se entrega a su misión de ser quien ora por los demás. Nosotros -dicen- no somos capaces de orar tanto; tú debes hacerlo por nosotros. En el fondo, tú tienes el oficio de orar por nosotros. Quieren un sacerdote que honradamente se esfuerce por vivir con el Señor y luego esté a disposición de los hombres, de los que sufren, de los moribundos, de los niños, de los jóvenes -yo diría que estas son las prioridades-, y que luego sepa también distinguir las cosas que los demás pueden hacer mejor que él, dejando actuar así a los carismas. Pienso en los Movimientos y en muchas otras formas de colaboración en la parroquia. Sobre todo esto se reflexiona juntamente también en la diócesis misma, se crean formas y se promueven intercambios. Con razón usted dijo que en ello es importante mirar, más allá de la parroquia, hacia la comunidad de la diócesis, más aún, hacia la comunidad de la Iglesia universal, que a su vez debe dirigir su mirada a lo que sucede en la parroquia, analizando cuáles consecuencias derivan de ello para el sacerdote. Usted tocó, además, otro punto muy importante a mi parecer: los sacerdotes, aunque tal vez viven geográficamente más lejos unos de otros, son una verdadera comunidad de hermanos, que deben sostenerse y ayudarse mutuamente. Esta comunión entre los sacerdotes hoy es muy importante. Precisamente para no caer en el aislamiento, en la soledad con sus tristezas, es importante encontrarnos con regularidad. Corresponde a la diócesis establecer cómo se han de realizar del mejor modo posible los encuentros entre los sacerdotes -hoy tenemos los coches, que facilitan los desplazamientos- para que experimentemos continuamente el estar juntos, para que aprendamos unos de otros, para que nos corrijamos y nos ayudemos mutuamente, para que nos animemos y nos consolemos, de modo que en esta comunión del presbiterio, juntamente con el obispo, podamos prestar nuestro servicio a la Iglesia local. Precisamente: ningún sacerdote está solo; formamos un presbiterio, y cada uno sólo puede prestar su servicio en esta comunión con el Obispo. Ahora bien, esta hermosa comunión, que todos admitimos en el plano teológico, debe llevarse también a la práctica, de las maneras que establezca la Iglesia local. Y debe ampliarse, porque tampoco ningún obispo es Obispo solo, sino que es Obispo en el Colegio, en la gran comunión de los obispos. Esta es la comunión en la que debemos comprometernos siempre. Y este es un aspecto


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muy hermoso del catolicismo: a través del Primado, que no es una monarquía absoluta, sino un servicio de comunión, podemos tener la certeza de esta unidad, de forma que en una gran comunidad, con muchas voces, todos juntos hagamos resonar la gran música de la fe en este mundo. Pidamos al Señor que nos consuele siempre cuando creemos que ya no aguantamos más. Sostengámonos unos a otros. Así el Señor nos ayudará a encontrar juntos los caminos correctos”. 6º) Santo Padre, soy Paolo Rizzi, párroco y profesor de Teología en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Nos gustaría saber su opinión pastoral sobre la situación de los sacramentos de la Primera Comunión y de la Confirmación. Cada vez con mayor frecuencia, los niños, los muchachos y las muchachas que reciben estos sacramentos se preparan con empeño por lo que se refiere a los encuentros de catequesis, pero no participan en la Eucaristía dominical. Entonces cabe preguntarse: ¿Qué sentido tiene todo esto? a veces sentimos la tentación de decir: “entonces, mejor quedaos en vuestra casa”. En cambio, se los sigue aceptando, como siempre, pensando que en cualquier caso es mejor no apagar el pabilo de la llamita que tiembla. Es decir, se piensa que, de cualquier modo, el don del Espíritu puede influir más allá de lo que vemos y que en una época de transición como ésta es más prudente no tomar decisiones drásticas. Más en general, hace treinta o treinta y cinco años yo creía que nos estábamos encaminando a ser un pequeño rebaño, una comunidad de minoría, más o menos en toda Europa; y que, por consiguiente, se debería dar los sacramentos sólo a quienes se comprometen verdaderamente en la vida cristiana. luego, entre otras razones por el estilo del pontificado de Juan Pablo II, he reconsiderado la situación. si se pueden hacer previsiones para el futuro, ¿Qué piensa usted? ¿Qué actitudes pastorales nos puede indicar? Gracias. Benedicto XVI: “Bien; no puedo darle una respuesta infalible en este momento. Sólo puedo tratar de responder según lo veo yo. Puedo decir que yo he recorrido un itinerario semejante al suyo. En mi juventud yo era más bien severo. Decía: los sacramentos son los sacramentos de la fe; por tanto, donde no hay fe, donde no hay práctica de la fe, los sacramentos no se pueden conferir. Después, siendo arzobispo de Munich, hablaba de ello con mis párrocos. También entre ellos había dos corrientes: una severa y una condescendiente. A lo largo de los tiempos también yo he comprendido que debemos seguir siempre el ejemplo del Señor, que estaba muy abierto incluso hacia las personas marginadas en Israel en aquella época; era un Señor de la misericordia, según muchas autoridades oficiales demasiado abierto hacia


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los pecadores, a los que acogía o permitía que lo acogieran a él en sus cenas, atrayéndolos hacia sí en su comunión. Así pues, en sustancia, yo creo que los sacramentos son naturalmente sacramentos de la fe, y donde no hubiera ningún elemento de fe, donde la primera Comunión fuera sólo una fiesta con un banquete, hermosos vestidos, grandes regalos, entonces ya no sería un sacramento de la fe. Sin embargo, por otra parte, si vemos que hay una llamita de deseo de la comunión en la Iglesia, un deseo también de estos niños que quieren entrar en comunión con Jesús, me parece que conviene ser condescendientes. Desde luego, naturalmente, en nuestra catequesis debemos ayudarles a entender que la Comunión, la primera Comunión, no debe quedar como un hecho “aislado”, sino que exige una continuidad de amistad con Jesús, un camino con Jesús. Yo sé bien que los niños a menudo tienen intención y deseo de ir el domingo a la misa, pero sus padres no les dejan cumplir ese deseo. Si vemos que los niños lo quieren, que tienen el deseo de ir, me parece que se trata casi de un sacramento de deseo, el deseo (“voto”) de una participación en la misa dominical. En este sentido, naturalmente, en el marco de la preparación para los sacramentos, debemos hacer todo lo posible para llegar también a los padres, a fin de despertar también en ellos la sensibilidad por el camino que siguen sus hijos. Los padres deben ayudar a sus hijos a seguir su deseo de entrar en amistad con Jesús, que es forma de la vida, del futuro. Si los padres desean que sus hijos hagan la primera Comunión, este deseo más bien social debería ampliarse al deseo religioso, para hacer posible un camino con Jesús. Por consiguiente, yo creo que en el contexto de la catequesis de los niños, es muy importante también trabajar con los padres. Precisamente esta es una ocasión para encontrarse con los padres, haciendo presente la vida de la fe también a los adultos, porque de los niños -me parecepueden volver a aprender ellos la fe y comprender que esta gran solemnidad sólo tiene sentido, sólo es verdadera y auténtica, si se realiza en el contexto de un camino con Jesús, en el contexto de una vida de fe. Por eso, es preciso convencer a los padres, a través de los niños, de la necesidad de un camino preparatorio, que se manifiesta en la preparación para los misterios y comienza a hacer que se amen estos misterios. Soy consciente de que esta respuesta es bastante insuficiente, pero la pedagogía de la fe siempre es un camino, y nosotros debemos aceptar las situaciones de hoy, pero también abrirlas a algo más, para que no se limite sólo a un recuerdo exterior de cosas, sino que toque verdaderamente el corazón.


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En el momento en que quedamos convencidos, el corazón queda tocado, pues ha sentido un poco el amor de Jesús, ha experimentado en cierto modo el deseo de moverse en esta línea y en esta dirección. En ese momento, a mi parecer, podemos decir que hemos hecho una verdadera catequesis. En efecto, la catequesis tiene como finalidad propia llevar la llama del amor de Jesús, aunque sea pequeña, al corazón de los niños y, a través de los niños, a sus padres, abriendo así de nuevo los lugares de la fe en nuestro tiempo”. Fuente. L’Osservatore Romano


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II.III. DE LA PROVINCIA ECLESIÁSTICA, DE LOS OBISPOS DEL SUR Y DEL ARZOBISPADO CASTRENSE 1. COMUNICADO DEL CONSEJO DE DELEGADOS DIOCESANOS DE LA ENSEÑANZA RELIGIOSA DE ANDALUCÍA. En la reunión de delegados diocesanos de Enseñanza de Andalucía, presidida por Mons. D. Antonio Dorado Soto, celebrada en Antequera el 13 de septiembre de 2008, ante la problemática surgida por la drástica reducción horaria del profesorado de enseñanza de Religión Católica de Secundaria y las graves consecuencias que de ella se derivan, se acordó enviar el siguiente comunicado a la opinión pública: 1. Nos sentimos muy preocupados por la situación creada que tanto afecta a la naturaleza de la enseñanza de la religión católica. 2. Estamos estudiando con urgencia este asunto para favorecer el diálogo abierto con los organismos pertinentes. 3. Manifestamos nuestra inquietud ante la situación social, laboral, familiar, etc. tan precaria en que queda buena parte del profesorado de Religión Católica. 4. Lamentamos que, según nuestras informaciones, en Andalucía no se esté resolviendo este asunto como en otras comunidades autónomas que, dentro de la legalidad vigente, lo han hecho favorablemente hacia la asignatura y su profesorado. 5. Agradecemos a los sindicatos y representantes del profesorado la aportación que están haciendo para la solución de esta problemática. 6. Esperamos de la Administración educativa de la Junta de Andalucía la resolución favorable de este problema que tanto puede afectar a la impartición y desarrollo adecuados de la enseñanza religiosa que es una materia fundamental. ***


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2. HOMILIA EN LA EUCARISTÍA DE TOMA DE POSESIÓN DEL NUEVO ARZOBISPO CASTRENSE. CATEDRAL DE LAS FUERZAS ARMADAS (MADRID) 27 DE SEPTIEMBRE DE 2008 “Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios” (Mt 27,54). 1. Todo comenzó en el drama del Calvario: Allí un hombre de las milicias romanas y sus acompañantes confiesan la auténtica identidad de Jesús, puesta en duda por los jefes del pueblo elegido. Al comenzar este nuevo ministerio episcopal confieso mi fe en Cristo Jesús como lo hizo aquel soldado al pie de la cruz. Estoy convencido de que la fuerza de la Iglesia viene de la celebración de los sagrados misterios del Señor Muerto y Resucitado y de la Buena Noticia que debemos anunciar. Este tesoro, que “llevamos en vasija de barro” (2 Cor 4,7), me llegó gracias a la vida ejemplar de mis mayores. Por eso, hoy los recuerdo y doy gracias al Señor por el don maravilloso de la vida y de mi familia, por ser cristiano e hijo de la Santa Madre Iglesia, por haber sido llamado a entregar mi vida como sacerdote. Agradezco el testimonio de tantas gentes buenas y santas que me han ayudado y estimulado en mi seguimiento a Jesucristo. También, de aquellas otras personas que me han enseñado, con palabras y obras, que el verdadero amor a Dios reclama el estar atentos a las necesidades del prójimo como lo hizo este otro centurión de la historia evangélica que se acaba de proclamar (cf. Lc 7,1-10). 2. Hace ocho años, por estas mismas fechas, recibí la ordenación episcopal de manos del Sr. Nuncio en España, Mons. D. Manuel Monteiro de Castro, en la Catedral de San Salvador de la entrañable ciudad de Jerez de la Frontera. Durante este tiempo he tratado de ser un “hermano en la fe y un servidor bueno y solícito”, como dije aquel día. Hoy puedo deciros que he recibido de todos mis diocesanos más de lo que yo haya podido dar y hacer. ¡Gracias Jerez! Ahora, cuando la divina providencia ha querido ponerme al frente de este Arzobispado Castrense de España, renuevo el deseo de ser “un obispo de todos y para todos, un hermano entre los hermanos”, que con cercanía y humildad parta el pan de la Palabra y de la Eucaristía, que se “gaste y desgaste” en llevar a la grey por los senderos de la santidad, y en ser siempre alegre heraldo del Evangelio de Jesucristo, que sacia el ansia de felicidad y eternidad que hay en el corazón humano. “El fruto de la justicia será la paz” (Is 32,17).


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3. La religión es un elemento integrante de la conciencia del hombre, una categoría universal indispensable, ya que se presenta como un fenómeno característico de todas las sociedades y culturas. La existencia humana no se halla arrojada entre las cosas, sino religada por su raíz a lo que constituye su fundamento esencial: Dios. La dimensión religiosa de la persona no debe ser infravalorada, ni silenciada en la esfera pública; la historia demuestra que cuando esto sucede se termina arruinando la vida de los hombres y de las naciones. Por el contrario, el “genuino sentimiento religioso” es fuente inagotable de respeto mutuo y de armonía entre los pueblos; más aún, en él se encuentra el principal antídoto frente a la violencia y los conflictos (cf. Juan Pablo II, Mensaje Jornada Mundial de la Paz, 2002). 4. La propuesta cristiana es la de un Dios que llama a la puerta del corazón del hombre, no como enemigo de la felicidad y libertad humanas, sino como amigo que viene a traernos una paz que no es resultado del temor o de la supremacía bélica. Antes bien, como dice la Primera Lectura de hoy (Is 32,1518), es una gracia de este “ruah” o espíritu divino que, actuando en el seno de Santa María, Virgen, permitió que el Verbo divino tomara “carne de nuestra carne” y se revelara como “el Emmanuel, el Dios con nosotros” (Is 7,14). Él se presenta como nuestra paz, porque es fruto de la justicia divina que ha querido “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4). Con la aceptación de esta oferta de salvación la persona encuentra el sentido de su vida y responde decididamente a favor de la justicia personal, social e internacional. La fe en Dios no es fuente de guerra, sino de paz. Son, en cambio, los ídolos de moda creados por las ideologías y la manipulación de la religión los que siempre terminan enfrentando a las personas y a los pueblos. 5. Pues bien, desde el inicio de la predicación cristiana, la Iglesia ha tenido una especial solicitud por el cuidado espiritual de los militares, atendiendo a sus peculiares condiciones de vida, que requieren una concreta y específica presencia de la Iglesia (cf. CD 43) que no va en detrimento de las diócesis territoriales, puesto que también en ellas redundan las numerosas iniciativas pastorales surgidas en el ámbito castrense. Tampoco debe ser entendida como impedimento para la legítima y necesaria separación entre la Iglesia y los Gobiernos, ya que la existencia de un Servicio de Asistencia Religiosa a las Fuerzas Armadas se basa en el derecho de todo ciudadano a ser atendido por los ministros de la confesión religiosa que profese (cf. Constitución Española 1978 y Ley Orgánica de Libertad Religiosa 198; Const. Spirituali militum


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curae). Son muchos los países democráticos que, desde una valoración positiva del hecho religioso, mantienen dicho Servicio en la actualidad con organizaciones eclesiales específicas. En España esta asistencia es prestada por el Arzobispado Castrense, configurado como diócesis personal. 6. Contamos con una larga tradición institucional de tres siglos, en los que se viene desarrollando una actividad con abundantes frutos espirituales. Cuando en nuestras casas, cuarteles y demás establecimientos castrenses ofertamos el acontecimiento cristiano que la Iglesia Católica profesa, enseña y celebra, estamos favoreciendo la conversión del corazón, que lleva al compromiso de resistir a la violencia, al terrorismo y a la guerra, y de promover la justicia y la paz. Todo esto ha ennoblecido siempre a las virtudes castrenses. También en la actualidad, una visión de la vida militar enraizada firmemente en la dimensión religiosa puede ayudar a que nuestros hombres y mujeres de las Fuerzas Armadas realicen más eficazmente la misión que les asigna nuestra Carta Magna: “Garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional” (art. 8). Así ellos, con esfuerzo y abnegación, custodian la seguridad y libertad de nuestro país, siendo merecedores de ser llamados “guardianes de la paz” (Juan Pablo II). 7. La labor de nuestros capellanes en medio de la familia militar representa un plus de humanidad en la atención a nuestras tropas. Es una presencia sencilla que acompaña y ayuda en cualquier situación, en particular, hoy en día, en las misiones fuera de nuestra patria. Por eso mismo, recientemente Benedicto XVI ha ratificado dicha presencia afirmando: “Acompañando a los militares católicos y a sus familias, la Iglesia desea ayudarles a realizar su tarea específica basándose en los valores humanos y morales del cristianismo, para que sirvan fielmente a su patria y edifiquen su vida personal y familiar… Es conveniente que los miembros de las Fuerzas Armadas puedan constituirse en comunidades cristianas particulares, bajo la guía de un pastor que sepa reconocer y respetar la especificidad del mundo militar” (26/6/2008). Este Arzobispo que os habla, fiel a esta larga tradición y consciente de los nuevos tiempos que vivimos, desea sumar esfuerzos para que nuestros militares católicos sean cada día mejores profesionales y con el testimonio personal colaboren a construir un mundo más justo y solidario. El amor, nuestra fuerza. 8. No es fácil la vida de un militar. La defensa de los principios y valores castrenses exige muchos sacrificios y amor a la patria. Como cualquier otra profesión o actividad no está exenta de errores y desviaciones propios de la


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flaquezas humanas (cf. Lc. 3,14). Sin embargo, todo se supera cuando el cariño es el que marca la vida de las personas, como en el pasaje evangélico de esta Eucaristía. Este centurión vivía la espinosa situación de ser un soldado romano de ocupación en la Palestina de Jesús. Sin embargo, lo primero que nos sorprende es que aparezca como amigo de los judíos: no sólo respeta sus creencias, sino que además les ayuda a mantener su propia independencia humana y religiosa construyéndoles su sinagoga. De este modo, el invasor, más que utilizar el poderío de sus armas, recurrió a la fuerza del amor, lo que produjo el elogio del profeta de Nazaret: “Os digo que ni en Israel he encontrado tanta fe” (Lc 7,10). Y su petición fue escuchada y el criado enfermo, sanó. Pero el gran milagro está en que el pagano, movido por el ímpetu de su corazón, supo penetrar en la intimidad de la fe y aceptar a Jesús como aquél que proviene de Dios y dispone del verdadero poder para introducir en el mundo su justicia salvadora. 9. Por todo ello, estoy persuadido de que sólo el amor es digno de dar la vida y convencido de que la caridad que nace de la fe cristiana: mueve montañas, allana los caminos, lanza puentes, supera enemistades, acorta distancia entre los pueblos; pues, en palabras del Apóstol San Juan: “el amor procede de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios… Si Dios nos ha amado así, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros” (1 Jn 4,7.11). Como ministro de Cristo, “caridad del Padre”, he de edificar la Iglesia en esta parcela del Pueblo de Dios que es la familia castrense de España. Esta “edificatio eclesiae” se ha de manifestar, en primer lugar, en mi profunda devoción, afecto y fidelidad al Santo Padre Benedicto XVI, en la comunión fraterna con los otros obispos (cf. LG 18ss) y en la total entrega a todos sin acepción de personas: “A los grandes y a los pequeños, a los ricos y a los pobres, a los hombres de toda condición y edad, en la medida en que Dios nos dé fuerzas, a tiempo y a destiempo” (San Bonifacio, Carta 78). “Soy obispo para vosotros, soy cristiano con vosotros” (S. Agustín). 10. Por encima de los reconocimientos civiles, que agradezco y valoro, está mi condición de “Padre y Pastor” de esta Iglesia Particular Castrense a la cual me entrego con toda ilusión. No busquéis en mí otra cosa que un servidor de Jesús y de su Iglesia que desea hacer el bien en medio de la familia de las Fuerzas Armadas. Esto lo llevaré a cabo con la confianza puesta en el Espíritu Santo, que sostiene la misión. A Él, que todo lo crea, escudriña y sabe, le pido que me conceda un corazón grande y universal; altura de miras


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para discernir con acierto en cada momento; tener los sentimientos de Cristo para pastorearos según su voluntad. A vosotros mis hermanos presbíteros, que seréis mis inmediatos y estrechos colaboradores, a los seminaristas y religiosas, a Sus Majestades los Reyes y a toda la Familia Real, y a los cristianos laicos pertenecientes a los Ejércitos de Tierra y Aire, la Armada española, Guardia Civil y Fuerzas de Seguridad y Defensa, especialmente aquellos destacados en misiones en el extranjero. Cuando llegue el tiempo de la prueba o el sufrimiento me tendréis a vuestro lado. Ruego al Buen Padre Dios que, mediante el Espíritu de su Hijo Jesucristo, me haga instrumento de ayuda y consuelo hacia los más necesitados y alejados, a la vez que lleve una palabra de esperanza en las situaciones de dolor, en especial para las familias desgarradas por la violencia y el terror. Hoy tengamos muy presente el alma del Brigada del Ejército de Tierra D. Luís Conde de la Cruz que ha muerto a causa de un atentado el pasado lunes. Y también, pidamos al Buen Padre Dios por el pronto restablecimiento de los heridos en tal vil acto. 11. Todos estamos llamados a contribuir a que nuestra sociedad sea más humana, más fraterna; nosotros, los cristianos, lo hacemos desde la fe en Jesús de Nazaret, que todo lo salva, lo redime y lo ennoblece. Por ello, como tantas veces decía Juan Pablo II, “¡no debemos tener miedo a Cristo! ¡No tengamos miedo de la Iglesia, porque ella está al lado de cuantos se interesan por la dignidad del hombre y su libertad auténtica!” (19-5-1996). Es tiempo de sembrar, de mirar al futuro con confianza, tomando en consideración todo lo que hay de verdadero, justo y amable a nuestro alrededor (cf. Flp 4,8). Sabiendo que la gracia de Dios nos precede y que nada ni nadie “nos podrá separar de su Amor” (Rom 8,39). Confiado en esa infinita caridad, ofrezco este ministerio episcopal en favor de los hombres y mujeres que forman las Fuerzas Armadas y, junto con ellos, espero contribuir a que el fiel cumplimiento de los principios castrenses sea lo más beneficioso para la comunidad nacional e internacional. 12. Este profundo deseo que hay en mi corazón de seros útiles, para la “salud de alma y de cuerpo”, lo expresó muy bien hace muchos siglos el Obispo de Hipona: “Nuestra actividad de obispo es como un mar agitado y tempestuoso, pero, al recordar de quién es la sangre con que hemos sido redimidos, este pensamiento nos hace entrar en puerto seguro y tranquilo; si el cumplimiento de los deberes propios de nuestro ministerio significa un trabajo y un esfuerzo, el don de ser cristianos, que compartimos con vosotros, representa nuestro descanso… Haced que nuestro ministerio sea provechoso. Vosotros sois


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campo de Dios. Recibid al que, con su actuación exterior, planta y riega y que da, al mismo tiempo, desde dentro, el crecimiento. Ayudadnos con vuestras oraciones y vuestra obediencia, de manera que hallemos más satisfacción en seros de provecho que en presidiros” (S. Agustín, Sermón 340,1). Para que esto sea realidad, desde el mismo día en que tomo posesión de este Arzobispado Castrense, invoco a la Santísima Virgen María con la antífona litúrgica: “Bajo tu protección nos acogemos, Santa Madre de Dios”. Juan del Río Martín. Arzobispo Castrense de España


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II.IV. DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA 1. HOMILÍA DEL EMMO. Y RVDMO. SR. CARDENAL-ARZOBISPO DE MADRID EN LA EUCARISTÍA DE EXEQUIAS POR LOS FALLECIDOS EN EL ACCIDENTE AÉREO DEL AEROPUERTO DE BARAJAS (Rom 14, 7-9.10c-12; Sal 26, 1.4.7.8b 9a.13-14; Lc 23, 44-49,24.1-6a) Catedral de La Almudena, 11.IX.2008; 20’00 h. Majestades Excelentísimos Señores y Señoras Queridos familiares de las víctimas del accidente aéreo de Barajas Mis queridos hermanos y hermanas en el Señor: No han transcurrido muchos días desde que se produjera en el Aeropuerto de Barajas el terrible accidente que ha costado tantas vidas de hermanos nuestros, ciento cincuenta y cuatro, casi todos ciudadanos españoles. Para vosotros, queridos familiares de las víctimas, que visteis cómo se os arrebataban los seres más queridos en un trágico e inesperado momento ¿cómo no va a seguir vivo y lacerante el dolor que os ha causado el tremendo e imprevisible golpe de la muerte que ha destruido en un instante vuestras familias hasta extremos indecibles? Y para la inmensa mayoría de vuestros conciudadanos, personas de bien, que han acompañado el itinerario de vuestras penas desde ese día con honda compasión –es decir, padeciendo con vosotros– con el sincero deseo de ayudaros a paliar vuestro sufrimiento lo mejor que sabían –¡admirablemente generosa fue la colaboración de tantos profesionales y voluntarios en los momentos más críticos!–; y, en todo caso, con la oración, tampoco ha pasado el tiempo de ofreceros su cercanía personal y su incondicional apoyo material y espiritual. Sus Majestades los Reyes de España, que han sabido interpretar estos sentimientos de los españoles con gestos de delicada humanidad, que les honran, han tenido la gentileza de hacerse presentes en esta celebración eucarística de exequias que queremos ofrecer al Señor, en primer lugar, por vuestros seres queridos que ha llamado a su presencia, pero también por vosotros que habréis de continuar la peregrinación por este mundo. ¡No perdáis el ánimo, ni la fortaleza para seguir el camino de vuestras vidas con amor y


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esperanza! ¡Ciertamente! se os ha cargado una pesada cruz, pero no es menos cierto que esa cruz es, sobre todo, signo y prenda de la victoria del Señor Resucitado: garantía, por tanto, indefectible de la Vida sin ocaso para vuestros seres queridos y firme apoyo y señal consoladora para vosotros, unidos a ellos, por esa forma invisible de amor que nos acerca y reunirá a todos en el abrazo del Padre que está en los cielos y que a todos nos espera. Para los cristianos, unidos en la comunión de la fe y de la caridad con toda la Iglesia, el tiempo de orar por los hermanos difuntos y llevar el alivio y el aliento de la esperanza cristiana a los que sufren como vosotros su pérdida irreparable, no pasa nunca y, mucho menos, cuando las circunstancias que han rodeado el fallecimiento de quienes queríais tanto, han sido tan terriblemente dolorosas y tan humanamente trágicas como en vuestro caso, queridos familiares de las víctimas del accidente aéreo del pasado veinte de agosto en Barajas. Porque, efectivamente, queridos hermanos, sí podemos y debemos ofreceros con toda el alma el testimonio de la esperanza que no defrauda, que se alimenta decisiva y definitivamente de la fe en Jesucristo Resucitado, vencedor del pecado y de la muerte, y que nos impulsa a practicar sin desmayo el amor fraterno con los hermanos fallecidos y con vosotros en el día a día de una existencia que habréis de enderezar con la fortaleza de ánimo que es capaz de vencer serenamente al dolor, a la sensación de soledad y a la tentación de no querer afrontar los nuevos, múltiples y difíciles retos personales y familiares con los que ahora os enfrentáis. ¡No dejaros solos en estos difíciles y delicados momentos, que atravesáis vosotros y vuestras familias, es para todos un imperativo ineludible del amor cristiano! Sin duda, os habréis preguntado desde aquellos primeros y terribles minutos de la noticia que cambió dramáticamente y en pocos instantes el curso de vuestras vidas y de vuestras familias, ¿por qué nos ha pasado esto? ¿por qué hemos perdido de un trágico golpe uno, dos, tres… cuatro familiares, íntimos y queridos? ¿Y por qué esta desgracia, tan tremenda nos ha acaecido a nosotros…? Queridos hermanos: todas las respuestas humanas que puedan darse a estas preguntas tan lacerantes –y a otras legítimas que tenéis derecho a plantear y piden su respuesta– resultan, en último término, insuficientes, incapaces de dar satisfacción a lo más hondo de las mismas. La muerte se aparece y muestra siempre con rostro tenebroso e indescifrable para nuestros ojos ¡ojos de hombre!; y no sólo para los ojos del cuerpo, sino, sobre todo, para la mirada del alma. Rostro mucho más enigmático y siniestro cuando se presenta como en el desgraciado accidente aéreo en el que han perecido tantos


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familiares vuestros. ¿No estaría justificado de nuevo, y ante lo acontecido, hablar de lo que para muchos es siempre “el sinsentido” de la muerte? ¿Y es que acaso se puede hablar con verdad de lo que significa la muerte para el hombre, si no se plantea con anterioridad lógica y existencial la pregunta por el sentido de la vid en este mundo, es decir, de su porqué y de su para qué? San Pablo se dirigía a los primeros cristianos de la comunidad de Roma con una doctrina sorprendente en contraste radical con la mentalidad dominante de una sociedad, como era la romana de su tiempo, que había puesto los ideales de la vida temporal en el placer, en el poder y en el triunfo mundano, pretendiendo disimular y soterrar su inquietud ante el interrogante de lo caduco y efímero de esos bienes y de esta vida. Les decía: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor”. Ante esta afirmación de que somos del Señor en la vida y en la muerte, se les cambiaba todo. Porque añadía: “Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos”. Es decir, nuestras vidas –y nuestra muerte– adquieren todo su sentido y todo su valor ¡sentido y valor eternos! porque han sido recuperadas para la vocación al amor y a la Gloria verdadera –la de Dios–. Y lo han sido, por ese gesto inaudito del amor del Padre que nos ha dado a su Hijo Unigénito para que, ofreciendo su vida por nuestros pecados –la causa y el signo inequívoco de la muerte, temporal y eterna–, fuésemos devueltos a una vida de hijos de Dios aquí, en este mundo, y en la eternidad”. ¡Así amó el Padre al mundo! ¡Así, hasta el sacrificio de la Cruz, nos amó el Hijo! El Apóstol les había despejado para siempre el enigma del dolor y de la muerte. El enigma había quedado iluminado por la belleza de un amor más grande: el del Dios “que es Amor”. ¿Cómo no vamos, pues, a esperar, a sentir y a pedir que nuestros hermanos y hermanas fallecidos en el accidente de Barajas hayan vivido y muerto para el Señor, que sean ya del Señor, que gocen ya de la vida sin fin, de su felicidad y de su Gloria para siempre? ¡Eso esperamos y pedimos! Contamos, con la confianza propia de la esperanza cristiana, que sean ya eternamente de ese Cristo, “Señor de vivos y muertos”, cuya muerte y resurrección se actualizan en esta Eucaristía que estamos celebrando. ¡Que queramos también nosotros, los vivos, ser de Él en el caminar de la vida en este mundo: suyos por nuestro Sí a Él y por la práctica del amor auténtico, el amor a Dios y al prójimo, perseverante e incansable, buscado y ejercido en cualquiera de los tiempos, lugares y ambientes, en los que se labra nuestro destino temporal y eterno!


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La descripción que hace San Lucas de cómo tuvo lugar la muerte de Jesús, crucificado en el Gólgota entre dos ladrones –de sus actores, de los suyos que le contemplaban a distancia, de la conmoción de la naturaleza… etc., y que hemos escuchado en la proclamación del Evangelio, y, luego, su relato de lo que ocurrió el primer día de la semana judía, cuando las mujeres fueron al sepulcro para llevar los aromas que habían preparado para el cuerpo del Maestro, nos invitan a entrar espiritualmente en el consolador Misterio de ese acontecimiento salvador, la nueva Pascua del Señor. Si queremos vivir con verdad y piedad la muerte trágica de nuestras hermanas y hermanos y la esperanza cierta de la definitiva vida para ellos en la Gloria del Señor y si, además, queremos ver en lo sucedido una ocasión providencial para acertar con el camino del bien y del verdadero amor en nuestras vidas ¡hagámoslo!: “Era eso del mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la región hasta la media tarde; porque se oscureció el sol” –relata con detalle San Lucas–. “Y, Jesús, clamando con voz potente, dijo: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu…”. En ese instante se había consumado el acto de amor más puro, más verdadero y más sublime de toda la historia del hombre, nunca superado ni nunca superable por ningún otro después de ese momento de la revelación del amor infinito de Dios, mostrado en la Oblación de Jesucristo en la Cruz como un amor humano-divido, infinitamente misericordioso para con el hombre. La acogida de ese amor por parte del Padre, y la prueba inmediata de que así había sido, lo pudieron comprobar aquellas piadosas mujeres cuando, desconcertadas ante la constatación del sepulcro vacío, se encuentran con la respuesta de “los dos hombres con vestidos refulgentes”: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado”. Nuestra plegaria no puede ser hoy otra que ésta: ¡Señor, que en ese acto supremo de amor infinito de Cristo Crucificado, presente y actuante aquí y ahora en la Eucaristía, hayan participado ya, muriendo, nuestros hermanos fallecidos en el accidente de Barajas! ¡Que el Señor, en el momento del horror de su muerte, acaecida al modo de una cruenta y terrible pasión, haya encomendado a las manos del Padre su espíritu! Sí, que Jesucristo Resucitado les haya acogido en la gloria de su Reino, donde se participa plenamente de la vida feliz y eterna en la Comunión de los Santos, con la Virgen, Santa María, Madre suya y Madre nuestra. ¡Comunión de amor y de vida nueva en la que estamos también inmersos nosotros, los peregrinos de este mundo, a través del Misterio de la Iglesia! Muchos y conmovedores son los testimonios que nos han quedado de la forma de cómo han padecido su muerte los accidentados


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y de cómo habéis reaccionado vosotros, sus familiares más queridos, ante la terrible desgracia, y que no ha sido otra que la del amor de Cristo. Recordemos, como uno de los casos más ejemplares y emocionantes, el amor de la madre gravemente herida que entrega su vida a cambio de la de su niña de once años, pidiendo a los que la auxiliaban que primero salvasen a su hija. ¡Esa madre ha amado a su hija con el amor de Cristo Crucificado! Nuestra plegaria y nuestra esperanza, alentadas por dicho amor y misericordia, y confiadas a la mediación maternal de María, participando al pie de la Cruz en el dolor indecible del Hijo, no engañan ¡no defraudan!: “El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?”. El Señor fue y es la luz y la salvación de vuestros seres queridos, familiares y amigos de las víctimas mortales del accidente aéreo de Barajas. ¡Que sea también Él la luz y la salvación para nosotros! Digámosle fervientemente con el Salmista: “Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”. Amén. ***

2. 31 JORNADAS DE DELEGADOS DE PASTORAL VOCACIONAL DE ESPAÑA Entre los días 11 y 13 de septiembre se ha celebrado en Tarragona el encuentro anual de Delegados de Pastoral Vocacional de las diócesis españolas. Han participado 40 sacerdotes, bajo el tema “Iniciación cristiana y pastoral vocacional”. El día 11 se inició con la bienvenida por parte de Mons. Josep Àngel Saiz Meneses, obispo de Terrassa y presidente de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades. El jueves día 11 se pronunciaron tres conferencias sobre el tema de las jornadas, seguidas de animados coloquios. En primer lugar habó Mn. Sebastià Taltavull, Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Pastoral, sobre “La realidad de la iniciación cristiana en nuestras diócesis”. Seguidamente Mons. Javier Salinas, obispo de Tortosa y Presidente de la Subcomisión Episcopal de Catequesis pronunció la conferencia sobre el tema “La iniciación cristiana en la infancia. Nuevo Catecismo «Jesús es el Señor»”. Finalmente Mn. Sebastià Taltavull tomó nuevamente la palabra con la ponencia “Pastoral de la adolescencia y juventud. Itinerario vocacional.”


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El viernes día 12 de septiembre se inició con la cuarta conferencia a cargo de Mn. Felip Juli Rodríguez, Responsable del catecumenado en la archidiócesis de Barcelona, que versó sobre “El catecumenado de adultos. Posibilidades vocacionales.” La jornada de reflexión acabó a última hora de la mañana con un espacio amplio para la comunicación de experiencias desde diversas diócesis sobre realidades de pastoral vocacional que van dando sus frutos, en especial en las diócesis de Valencia y de Getafe. El encuentro finalizó el sábado día 13 por la mañana con la celebración de la Eucaristía. ***

3. CCX REUNIÓN DE LA COMISIÓN PERMANENTE DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. MADRID, 25-26 DE SEPTIEMBRE DE 2008 Nota de prensa final de la CCX Reunión de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española Madrid, 26 septiembre de 2008 La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha celebrado su CCX reunión, en la Casa de la Iglesia, en Madrid, durante los días 25 y 26 de septiembre. La Plenaria determinará la sede del Congreso Eucarístico Nacional de 2010 La Asamblea Plenaria, que tendrá lugar en noviembre, elegirá, entre las cuatro propuestas presentadas, la sede que organizará el Congreso Eucarístico Nacional en el año 2010. Las diócesis candidatas son: Barcelona, Granada, Lugo y Toledo. La diócesis elegida, junto a las Comisiones Episcopales de Pastoral y de Liturgia, y a la Secretaría General de la CEE, organizarán este Congreso como una de las acciones previstas en el Plan Pastoral de la CEE 2006-2010, que está centrado en el Eucaristía y que lleva por título Yo soy el pan de vida (Jn 6, 35). Vivir de la Eucaristía. Los Congresos Eucarísticos son una manifestación del culto a Cristo en la Eucaristía. Una Iglesia local invita a otras Iglesias para profundizar conjuntamente en el misterio eucarístico, bajo algún tema en particular. En estos Congresos se da especial importancia a las celebraciones de la Palabra


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de Dios, las sesiones de catequesis y a las conferencias, dirigidas al tema propuesto para que se propongan fines prácticos, que luego se llevarán a cabo en las diferentes diócesis. Participan teólogos, liturgistas, escrituristas, pastoralistas y fieles que dan testimonio de la importancia de la Eucaristía para la vida del cristiano. El centro y culminación de todos los proyectos del Congreso es la celebración de la Eucaristía. El del año 2010 será el décimo Congreso Eucarístico Nacional que se celebre en España. El último tuvo lugar en Santiago de Compostela en 1999, con motivo del Jubileo del año 2000. Con anterioridad se habían celebrado otros ocho: Valencia (1972), Sevilla (1967), León (1964), Zaragoza (1961), Granada (1957), Toledo (1926), Lugo (1896) y Valencia (1883).

ILUMINACIÓN DE CATEDRALES Y OTROS TEMPLOS La Comisión Permanente, conforme al Convenio que la CEE firmó en 2006 con la Fundación Endesa, ha aprobado la adjudicación de 675.000 euros en concepto de ayudas para la iluminación de Catedrales y otros templos. Dicho convenio tiene una vigencia de cinco años (2007-2011) y un presupuesto total de 2.250.000 euros. Cada uno de los beneficiados aporta el 50 % del importe total del proyecto. Se adjunta la relación de las Catedrales y templos que se beneficiarán de la partida presupuestaria que ha aprobado en esta ocasión la Comisión Permanente. Como es habitual, las Comisiones Episcopales están informando sobre el cumplimiento del Plan Pastoral y los obispos han estudiado distintos asuntos de seguimiento y temas económicos. Entre ellos, han revisado los balances correspondientes al año 2007 del Fondo Común Interdiocesano de la CEE y han recibido información de los prepuestos de la CEE y de sus instituciones y organismos para el año 2009, que se someterán para su aprobación a la Asamblea Plenaria del próximo mes de noviembre. Por último la Comisión Permanente ha aprobado el temario de la XCII Asamblea Plenaria que tendrá lugar en Madrid del 24 al 28 de noviembre.

NOMBRAMIENTOS La Comisión Permanente ha confirmado los siguientes nombramientos: Rvdo. D. Juan Ignacio Rodríguez Trillo, sacerdote de la Archidiócesis de Madrid, como Director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Catequesis (renovación).


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Rvdo. D. Agustín del Agua Pérez, sacerdote de la Archidiócesis de Valladolid, como Director del Secretariado de la Subcomisión Episcopal de Universidades (renovación). Rvdo. D. Ángel Pérez Pueyo, Sacerdote de la Hermandad de los Sacerdotes Operarios diocesanos del Corazón de Jesús, como Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades. Rvdo. D. Fernando Simón Rueda, Sacerdote de la diócesis de Madrid, como Director del Secretariado de la Subcomisión para la Familia y Defensa de la Vida. Dña. Cristina Escudero Moro, laica de la diócesis de Palencia, como Presidenta General del Movimiento Profesionales Cristianos de Acción Católica Española. Rvdo. D. Miquel Gual Tortella, sacerdote de la diócesis de Mallorca, como Consiliario General del Movimiento Profesionales Cristianos de Acción Católica Española. Dña. María Ángeles Blázquez Babiano, laica de la archidiócesis de MéridaBadajoz, como Presidenta General del Movimiento de Acción Católica Juventud Estudiante Católica (JEC). D. Juan José Estévez Gil de San Vicente, laico de la diócesis de Vitoria, como Presidente de la Obra de Cooperación Apostólica Seglar Hispano Americana-Cristianos con el SUR (OCASHA-CCS). ***

4. OFICINA DE INFORMACIÓN La Conferencia Episcopal Española condena el asesinato del Brigada D. Luis Conde de la Cruz Madrid, 22 de septiembre de 2008 ETA ha atentado esta madrugada contra el Patronato Militar Virgen del Puerto, una academia de formación de miembros del Ejército, situada en la localidad cántabra de Santoña. En el brutal acto terrorista, ETA ha asesinado al brigada del Ejército D. Luis Conde de la Cruz, ha herido de gravedad a un suboficial y varios civiles han tenido que ser atendidos por los servicios sanitarios. Otras 10 personas han resultado heridas durante el fin de semana en dos atentados más de la banda terrorista, que han tenido lugar en el País Vasco.


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La Conferencia Episcopal Española (CEE) reitera su firme condena del terrorismo. “La calificación moral del terrorismo, absolutamente negativa, se extiende, en la debida proporción, a las acciones u omisiones de todos aquellos que, sin intervenir directamente en la comisión de atentados, los hacen posibles, como a quienes forman parte de los comandos informativos o de su organización, encubren a los terroristas o colaboran con ellos; a quienes justifican teóricamente sus acciones o verbalmente las aprueban”. La Doctrina de la Iglesia “nos permite calificar netamente al terrorismo como una realidad perversa en sí misma, que no admite justificación alguna apelando a otros males sociales, reales o supuestos. Es más, hace posible que apreciemos hasta qué punto el terrorismo es una estructura de pecado generadora ella misma de nuevos y graves males”. (Instrucción pastoral “Valoración moral del terrorismo en España, de sus causas y de sus consecuencias”, 2002). Además de la condena enérgica, los miembros de la CEE quieren hacer llegar a la familia del militar fallecido y a los familiares de los heridos su cercanía y su más sincera condolencia. Encomendamos al Señor de la Vida el eterno descanso de D. Luis Conde de la Cruz, el consuelo de sus seres queridos, y la pronta recuperación de los heridos. En esta circunstancia dolorosa, la comunidad católica se une al sufrimiento de las víctimas con la oración ***


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II.V. DEL ESTADO ESPAÑOL 1. SENTENCIA SOBRE CANCELACIÓN DE DATOS EN LIBROS DE BAUTISMO (19-SEPTIEMBRE-2008) TRIBUNAL SUPREMO Sala de lo Contencioso-Administrativo Sección: SEXTA SENTENCIA Fecha de Sentencia: 19/09/2008 RECURSO CASACION Recurso Núm.: 6031/2007 Fallo/Acuerdo: Sentencia Estimatoria Votación: 17/09/2008 Procedencia: AUDIENCIA NACIONAL Ponente: Excma. Sra. Dª. Margarita Robles Fernández Secretaría de Sala: Ilmo. Sr. D. Gonzalo Núñez Ispa Escrito por: MMV Imposición al Arzobispado de Valencia de la obligación de anotar por nota marginal en el Libro de Bautismo la solicitud de cancelación de aquella inscripción, al amparo de la LO 15/99: Estimación del recurso.

VOTO PARTICULAR RECURSO CASACIÓN Num.: 6031/2007 Votación: 17/09/2008 Ponente Excma. Sra. Dª.: Margarita Robles Fernández Secretaría Sr./Sra.: Ilmo. Sr. D. Gonzalo Núñez Ispa SENTENCIA TRIBUNAL SUPREMO. SALA DE LO CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVO SECCIÓN: SEXTA Excmos. Sres.: Presidente: D. José Manuel Sieira Míguez Magistrados:


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D. Octavio Juan Herrero Pina Dª. Margarita Robles Fernández D. Luis María Díez-Picazo Giménez D. Joaquín Huelin Martínez de Velasco D. Agustín Puente Prieto En la Villa de Madrid, a diecinueve de Septiembre de dos mil ocho. Visto por la Sala Tercera, Sección Sexta del Tribunal Supremo constituida por los señores al margen anotados el presente recurso de casación con el número 6031/07 que ante la misma pende de resolución interpuesto por la representación procesal del Arzobispado de Valencia contra sentencia de fecha 10 de Octubre de 2.007 dictada en el recurso 171/06 por la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional. Siendo parte recurrida el Abogado del Estado en la representación que ostenta.

ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.La sentencia recurrida contiene la parte dispositiva del siguiente tenor: “FALLAMOS.DESESTIMAR el recurso contencioso administrativo interpuesto por la representación procesal del Arzobispado de Valencia, contra la Resolución del Director de la Agencia Española de Protección de Datos de 23 de mayo de 2006, por la que se estima la reclamación formulada por don Manel Blat González y se acuerda instar a dicho Arzobispado para que en el plazo de 10 días hábiles siguientes a la notificación de la resolución, remita al reclamante certificación en la que se haga constar que ha anotado en su partida de bautismo el hecho de que ha ejercido su derecho de cancelación ó que motive las causas que lo impiden pudiendo incurrir, en su caso, en las infracciones previstas en el articulo 44 de la LOPD.” SEGUNDO.Notificada la anterior sentencia la representación procesal del Arzobispado de Valencia, presentó escrito ante la Audiencia Nacional preparando el recurso de casación contra la misma. Por Providencia la Sala tuvo por preparado en tiempo y forma el recurso de casación, emplazando a las partes para que comparecieran ante el Tribunal Supremo. TERCERO.Recibidas las actuaciones ante este Tribunal, la parte recurrente, se personó ante esta Sala e interpuso el anunciado recurso de casación articulado en los siguientes motivos: Primero.Al amparo de lo dispuesto en el art. 88.1.d) de la Ley Jurisdiccional, por infracción de las normas del ordenamiento jurídico y de la jurisprudencia.


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En concreto, por infracción del art. I.6 del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos suscritos con fecha 3 de Enero de 1.979, por la Santa Sede y el Estado español, en relación con el art. 96 CE. Segundo.Al amparo de lo dispuesto en el art. 88.1.d) de la Ley Jurisdiccional, por infracción de las normas del ordenamiento jurídico y de la jurisprudencia. En concreto por infracción del art. 6 de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa en relación con el art. 16.1 de CE. Tercero.Al mismo amparo procesal que los anteriores, por infracción de los arts. 2, 4, 5 y 11 de la LO 15/99, de Protección de Datos. Solicitando finalmente sentencia estimatoria, que case la recurrida resolviendo en los términos interesados en el recurso. CUARTO.Teniendo por interpuesto y admitido el recurso de casación por esta Sala, se emplaza a la parte recurrida para que en el plazo de treinta días, formalice escrito de oposición. QUINTO.Evacuado por el Abogado del Estado el trámite conferido, se dieron por conclusas las actuaciones, señalándose para votación y fallo la audiencia el día 17 de Septiembre de 2.008, en cuyo acto tuvo lugar, habiéndose observado las formalidades legales referentes al procedimiento. Siendo Ponente la Excma. Sra. Dª. MARGARITA ROBLES FERNÁNDEZ, Magistrada de la Sala.

FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO.Por la representación del Arzobispado de Valencia se interpone recurso de casación contra Sentencia dictada el 10 de Octubre de 2.007 por la Sección 1ª de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional, en la que se desestima el recurso contencioso administrativo interpuesto por aquel, contra Resolución de la Agencia de Protección de Datos de 23 de Mayo de 2.006, en la que se estimaba parcialmente la reclamación formulada por D. Manuel Blat González, pues si bien no se accedía a su pretensión, por las razones que luego se dirán, de que se cancelase la anotación de su bautismo en el Libro de Bautismos, se ordenaba que se efectuase por el Arzobispado nota marginal en la partida de Bautismo del Sr. Blat, en que se hiciese constar que este había ejercitado el derecho a la cancelación, debiendo en otro caso motivar las causas para no practicar dicha nota marginal, con apercibimiento de incurrir, si no procediera así, en las infracciones previstas en el art. 44 de la LORTAD.


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La Sala de instancia desestima el recurso contencioso administrativo y aborda las distintas cuestiones, a las que luego se referirán los motivos de casación. Así, en primer lugar se refiere a la aplicación de la LO 15/99 que estima procedente, al entender que los Libros de Bautismo, tienen el carácter de ficheros, según la definición que de estos hace la referida Ley. Al considerar que tienen ese carácter de ficheros, el Tribunal “a quo” mantiene una postura contraria a la mantenida por la Administración en el acto administrativo impugnado que niega a aquellos Libros el carácter de ficheros de datos personales. El Tribunal “a quo” razona a estos efectos en los siguientes términos: “QUINTO. El análisis de la cuestión litigiosa debe comenzar, siguiendo el orden lógico, analizando la procedencia de la aplicación de la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre, rechazada en el escrito de demanda, pues solo si efectivamente resulta de aplicación en este caso debemos entrar a analizar el resto de las alegaciones sobre las que se cimienta la impugnación del acto administrativo recurrido. El ámbito de aplicación de la citada Ley Orgánica viene definido, por lo que hace al caso, en el artículo 2 de dicho texto legal, en cuyo apartado 1 se dispone que la presente Ley Orgánica será de aplicación a los datos de carácter personal registrados en soporte físico, que los haga susceptibles de tratamiento, y a toda modalidad de uso posterior de estos datos por los sectores público y privado”. Ámbito objetivo de la Ley que comprende los siguientes requisitos: “En primer lugar, ha de tratarse de datos de carácter personal y los que constan en el Libro de bautismo lo son, pues se concretan en el nombre y apellidos del bautizado, entre otros. En este sentido, el artículo 3.a) de la citada LO 15/1999, dispone que son datos de carácter personal “cualquier información concerniente a personas físicas identificadas o identificables”, y el nombre y apellidos, insistimos, lo son, pues revelan una información de identificación del titular de los datos, como esta Sala ha venido declarando con reiteración. En segundo lugar, deben estar registrados en un soporte físico, y en el caso examinado constan en soporte papel, como reconoce el propio Arzobispado recurrente. Y, en fin, en tercer lugar, este soporte físico ha de permitir su tratamiento o, mejor dicho, debemos estar ante datos “susceptibles de tratamiento”.


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Para abordar el concepto de “tratamiento de datos personales” desde la perspectiva legal hemos de partir de la Directiva 95/46, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 24 de octubre de 1995, relativa a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos. Directiva de la que nuestra actual Ley es tributaria en gran medida y que nos dice, en primer lugar, que el concepto de “tratamiento” no puede depender de la técnica utilizada para el manejo de los datos, y de ahí que incluya tanto el tratamiento automatizado como el manual (considerando 27 de su Preámbulo). Desarrollando este principio, el artículo 2 de la Directiva describe las actuaciones que aplicadas a los datos personales constituyen “tratamiento”, y nuestra LOPD define tal tratamiento de datos, de forma muy similar, en el artículo 3.c) como “operaciones y procedimientos técnicos de carácter automatizado o no, que permitan la recogida, grabación, conservación, elaboración, modificación, bloqueo y cancelación, así como las cesiones de datos que resulten de comunicaciones, consultas, interconexiones y transferencias.” Lo relevante, pues, para que estemos ante un “tratamiento de datos personales” es la realización de determinadas actuaciones en relación con los mismos, actuaciones que en su descripción son muy amplias y variadas. No basta, sin embargo, la realización de una de estas actuaciones para que la ley despliegue sus efectos protectores y las garantías y derechos del afectado. Es preciso algo más: que las actuaciones de recogida, grabación, conservación, etc... se realicen de forma automatizada o bien, si se realizan de forma manual, que los datos personales estén contenidos o destinados a un fichero. Surge así un segundo concepto, que constituye también un prius necesario para la aplicación de la ley: el fichero. La Directiva 95/46/CE nos lo define en su artículo 2 y nuestra Ley recoge tal concepto, en su artículo 3, como “b) Fichero: todo conjunto organizado de datos de carácter personal, cualquiera que fuere la forma o modalidad de su creación, almacenamiento, organización y acceso.” Definición que debe ponerse en relación con la de tratamiento, que es siempre una operación o procedimiento técnico, esto es, sujeto a criterios preestablecidos, que son los propios del fichero donde los datos personales están contenidos o destinados.


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Así, todo fichero de datos exige para tener esta consideración de estructura u organización con arreglo a criterios determinados. Los Libros de Bautismo, por tanto, en la medida en que recogen datos de carácter personal -al menos el nombre y apellidos del bautizado y el hecho mismo de su bautismo-con arreglo a criterios preestablecidos que permiten su tratamiento, tienen la consideración de fichero y están sujetos, en cuanto tales, a la legislación en materia de protección de datos. Con arreglo a lo expuesto no puede negarse que, por ejemplo, la expedición de una partida de bautismo sea una forma de tratamiento de datos personales y que éstos, al estar contenidos en el Libro de Bautismo con arreglo a criterios preestablecidos, determinen que éste tenga la consideración legal de fichero. En definitiva, cuando el legislador ha querido excluir del ámbito de aplicación de la LOPD determinados ficheros lo ha dicho expresamente (Art. 2.2 LOPD), sin que en dichas excepciones se comprendan los Libros y Registros de la Iglesia Católica. En este sentido la Sala no comparte la afirmación contenida en la Nota de la Dirección General de Asuntos Religiosos de que la Iglesia Católica no posee ficheros de datos personales. ..........” Por lo que se refiere al Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Asuntos jurídicos de 3 de Enero de 1.979, su naturaleza de Tratado internacional, y su constitucionalidad , la sentencia señala: “SÉPTIMO. Sostiene también la entidad recurrente, como motivo de impugnación en su recurso, al socaire del derecho a la libertad religiosa del artículo 16.1 de la CE y del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede, sobre Asuntos Jurídicos, de 3 de enero de 1979, que sus archivos resultan inviolables, en lo que hace al caso, y que, además, se podrían suprimir datos, como es el nombre y apellidos, pero no un hecho, como es el haber administrado el sacramento del bautismo. 2. En relación con la aplicación del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede, sobre Asuntos Jurídicos, de 3 de enero de 1979, debemos señalar que efectivamente estamos ante un Tratado Internacional, cuyo texto ha sido aprobado por las Cortes Generales y publicado oficialmente, lo que significa, en virtud de lo dispuesto en el artículo 96 de la CE, que forma parte de nuestro ordenamiento jurídico, en un lugar subordinado a la Constitución, atendida su posición en el sistema interno de fuentes del Derecho y atendidos los efectos previstos en los artículos 94 y 95 de la CE.


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Sentada esta posición del Tratado, en el sistema de jerarquía normativa, la regulación contenida en el mismo ha de ser interpretada conforme a la Constitución, concretamente conforme al derecho fundamental a la protección de los datos. A juicio de esta Sala, sin embargo, el citado Acuerdo no contradice la regulación constitucional y legalmente establecida del derecho fundamental a la protección de los datos, cuando en el artículo I apartado 6 dispone que “el Estado respeta y protege la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las Curias episcopales, a las Curias de los superiores mayores de las Ordenes y Congregaciones religiosas, a las parroquias y a otras instituciones y entidades eclesiásticas”. Los archivos y registros relacionados en el citado artículo del Acuerdo Internacional se encuentran protegidos de cualquier intromisión procedente del Estado y resultan inviolables frente al mismo. Ahora bien, tal inviolabilidad no es predicable frente al ciudadano cuando ejercita el derecho fundamental previsto en el artículo 18.4 de la CE, en cuyo contenido esencial se integra el poder de disposición sobre los datos relativos a su persona. La solución inversa a la expuesta, que postula el Arzobispado recurrente, equivaldría a reconocer una superioridad de la norma contenida en un Tratado, frente a la norma constitucional. En este sentido esta Sala no alberga dudas sobre la constitucionalidad de la norma internacional trascrita si se interpreta en el sentido expresado, pues el desarrollo legal del derecho fundamental no hubiera podido crear excepciones contrarias al contenido esencial del derecho fundamental, ex artículo 53.1 de la CE. Repárese, además, que la regulación contenida en la Ley Orgánica viene impuesta, como ya se ha manifestado, por la Directiva 95/46/CE de 24 de octubre de 1995, relativa a la Protección de las Personas Físicas en lo que respecta al Tratamiento de Datos Personales y la Libre Circulación de estos Datos. Debe tenerse en cuenta, por lo demás, que la parte recurrente no alega estar amparado en ninguna excepción prevista en el desarrollo de este derecho fundamental a la protección de los datos, esto es, en los artículos 23 y 24 de la Ley Orgánica 15/1999, en relación con el artículo 13 de la indicada Directiva 95/46/CE, de 24 de octubre, y la inviolabilidad invocada, en los términos previstos en el citado Acuerdo del Estado Español con la Santa Sede, como ya


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hemos señalado, no resulta oponible frente al titular de los datos ni, por tanto, resulta relevante o decisivo para la resolución del presente recurso” Por último, y por lo que a la manifestación del derecho fundamental a la libertad religiosa se refiere, se dice: “OCTAVO. Invoca igualmente la entidad actora su plena autonomía en el establecimiento de sus formas de organizarse y funcionar, en cuanto manifestación de su derecho fundamental a la libertad religiosa (Art. 16.1 CE y Art. 6 LO 7/1980, de Libertad Religiosa). La llevanza de sus libros y su intangibilidad sería por tanto una manifestación de ese derecho fundamental, que operaría como límite del derecho a la protección de datos del afectado, en cualquiera de sus manifestaciones, de suerte que una Administración integrada en el Estado, como es la Agencia Española de Protección de Datos, encargada de velar por este último derecho, no podría cursarle órdenes que fuesen contrarias a sus propias normas de funcionamiento. Resulta, no obstante, que el artículo 16 CE reconoce la libertad religiosa y pretende garantizarla respecto de las comunidades y de los grupos, pero también respecto de los individuos. En este sentido la libertad religiosa, en cuanto derecho subjetivo, tiene una doble dimensión, interna y externa. Así lo declara la STC 177/1996, según la cual, la libertad religiosa <<garantiza la existencia de un claustro íntimo de creencias y, por tanto, un espacio de autodeterminación intelectual ante el fenómeno religioso, vinculado a la propia personalidad y dignidad individual (…) junto a esta dimensión interna, esta libertad (...) incluye también una dimensión externa de agere licere que faculta a los ciudadanos para actuar con arreglo a sus propias convicciones y mantenerlas frente a terceros”. Este reconocimiento de un ámbito de libertad lo es frente a todos “con plena inmunidad de coacción del Estado o de cualesquiera grupos sociales”, y encuentra su complemento necesario, en su dimensión negativa, por disposición del artículo 16.2 CE de que “nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias”. La dimensión externa de la libertad religiosa se traduce, además “en la posibilidad de ejercicio, inmune a toda coacción de los poderes públicos, de aquellas actividades que constituyen manifestaciones o expresiones del fenómeno religioso” (STC 46/2001, de 15 de febrero). Ejercicio de esta manifestación externa del derecho sujetivo que no ostenta más limitación “pues como cualquier derecho fundamental esta sujeto a límites-que el respeto a los demás derechos fundamentales y bienes


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constitucionalmente protegidos. Así, nos indica la STC 141/2000, de 29 de mayo, que “... cuando el Art. 16.1 C.E. se invoca para el amparo de la propia conducta, sin incidencia directa sobre la ajena, la libertad de creencias dispensa una protección plena que únicamente vendrá delimitada por la coexistencia de dicha libertad con otros derechos fundamentales y bienes jurídicos constitucionalmente protegidos. Sin embargo, cuando esa misma protección se reclama para efectuar manifestaciones externas de creencias, esto es, no para defenderse frente a las inmisiones de terceros en la libertad de creer o no creer, sino para reivindicar el derecho a hacerles partícipes de un modo u otro de las propias convicciones e incidir o condicionar el comportamiento ajeno en función de las mismas, la cuestión es bien distinta (...) ..Desde el momento en que sus convicciones y la adecuación de su conducta a las mismas se hace externa, y no se constriñe a su esfera privada e individual, haciéndose manifiesta a terceros hasta el punto de afectarles, el creyente no puede pretender, amparado en la libertad de creencias del Art. 16.1 C.E., que todo límite a ese comportamiento constituya sin más una restricción de su libertad infractora del precepto constitucional citado; ni alterar con el sólo sustento de su libertad de creencias el tráfico jurídico privado o la obligatoriedad misma de los mandatos legales con ocasión del ejercicio de dicha libertad, so pena de relativizarlos hasta un punto intolerable para la subsistencia del propio Estado democrático de Derecho del que también es principio jurídico fundamental la seguridad jurídica”. En definitiva, el Tribunal Constitucional fija como límites a las distintas manifestaciones de la libertad reconocida en el Art. 16 CE, cuando se trata de manifestaciones externas que afectan a terceros, tanto los derechos fundamentales de esos terceros, como aquellos bienes jurídicos constitucionalmente protegidos. Límites que en el caso enjuiciado operan en dos direcciones y exigen un ejercicio de ponderación. En este sentido, la contestación proporcionada a DON MANEL BLAT GONZÁLEZ por el Arzobispado de Valencia, en la que se limita a acusar recibo del escrito presentado y a informarle de que no procede ninguna oposición, cancelación o rectificación del asiento del Libro de Bautismo, con fundamento en que dicho Libro no es un fichero de datos ni sus asientos prejuzgan la pertenencia actual a la Iglesia Católica, es claramente insatisfactoria, tanto desde la perspectiva del respeto a su derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal (artículo 18.4 CE), como desde la perspectiva de


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su derecho fundamental a la libertad religiosa y de conciencia (artículo 16.1 CE). Ya dijimos anteriormente que los asientos registrales del Libro de Bautismo constituyen al menos una apariencia de pertenencia a la Iglesia Católica por lo que es legítimo que quien se sienta inquietado por el contenido de dicho asiento, en el ejercicio de su libertad de conciencia, quiera que de alguna manera se deje constancia de su oposición a ser considerado como miembro de la misma, de suerte que lo interesado por DON MANEL BLAT GONZÁLEZ, en la forma en que fue acogido por la Agencia Española de Protección de Datos en la parte dispositiva de su resolución no puede considerarse, en ese ejercicio de ponderación, ni desproporcionado ni constitutivo de una restricción intolerable de la autonomía de la Iglesia para organizarse libremente, por lo que ninguna tacha puede hacerse a la Administración desde la perspectiva del derecho fundamental consagrado en el artículo 16.1 de la Constitución Española. Como tampoco puede hacerse reparo alguno con la forma con la que la Agencia ha amparado el derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal pues la resolución garantiza el contenido esencial de dicho derecho sin que se derive de su ejecución una alteración sustancial del Libro de Bautismo.” SEGUNDO. Por la representación del recurrente se formulan tres motivos de recurso. En el primero de ellos, al amparo del art. 88.1.d) de la Ley Jurisdiccional, se alega infracción del artículo I.6 del Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos suscrito el 3 de Enero de 1.979 por la Santa Sede y el Estado español, en relación con el art. 96 de la Constitución. El actor parte de la consideración de dicho Acuerdo como Tratado internacional, y por tanto reputa de aplicación el art. 27 de la Convención de Viena de 23 de Mayo de 1.969, en el que se establece que “una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho interno como justificación del incumplimiento de un Tratado”. Consiguientemente entiende que no cabe acudir al derecho interno español, incluida la propia Constitución para incumplir lo pactado en el artículo I.6 de aquel Acuerdo Jurídico, imponiendo a la Iglesia Católica la obligación de practicar la anotación marginal en el Libro de Bautismo, que acordó en su día la Agencia Española de Protección de Datos, y más cuando el Acuerdo Jurídico es respetuoso con la Constitución Española. Añade que no es ajustado a derecho el razonamiento de la sentencia cuando dice que la inviolabilidad a que se refiere el art. I.6 del Acuerdo, es frente al


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Estado, pero no frente a los individuos, interpretación que no es compartida por el recurrente. En el segundo motivo de recurso, al amparo del art. 88.1.d) de la Ley Jurisdiccional, se alega vulneración del art. 6 de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa en relación con el art. 16.1 de la Constitución, discrepando de las consideraciones de la sentencia, cuando rechaza las alegaciones realizadas por el recurrente sobre su autonomía en el establecimiento de sus formas de organización y funcionamiento, en cuanto manifestación de su derecho fundamental a la libertad religiosa. Para el Arzobispado el derecho fundamental a la protección de datos, en su vertiente de cancelación de los mismos, estaría limitado por el derecho fundamental a la libertad religiosa que implica su libertad de organización , señalando que en todo caso, aun cuando se pudiera aceptar colisión entre dos derechos fundamentales y que primase el derecho a la protección de datos, no se podría obligar al Arzobispado de Valencia a efectuar la anotación precisamente en el Libro de Bautismos: el Estado podrá amparar el derecho constitucional, a la protección de datos personales, pero el modo de desarrollar el ejercicio de ese derecho, debe estar limitado por lo dispuesto en un Tratado internacional, como es el Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos entre la Santa Sede y el Estado español, de tal forma que la Agencia de Protección de Datos podría ordenar en su caso, que se efectuara una anotación de que se ha ejercitado el derecho de cancelación, pero dejando a la Iglesia Católica, con base a esa libertad de organización y libertad religiosa, la posibilidad de decidir donde se debe efectuar la anotación. En el tercer motivo de recurso, al amparo del art. 88.1.d) de la Ley Jurisdiccional, se reputan vulnerados los arts. 2, 4, 5 y 11 de la LO 15/99 por cuanto para el recurrente los Libros de Bautismo no son ficheros en los que se contengan datos personales, sino hechos históricos como es el bautismo de una persona en un momento dado, lo que es independiente de que sea o no creyente. Además añade que en dichos libros se incluye el bautismo referente a personas fallecidas no estando ordenados ni alfabéticamente, ni por fechas de nacimiento, sino de bautismo, lo que dificulta su búsqueda e identificación. Por tanto, no resultando procedente considerar que los Libros de Bautismo sean ficheros en los términos recogidos en la LO 15/99, no sería procedente la aplicación de esta norma, ni cabría fundamentar la práctica de la anotación marginal que se le obliga a realizar en su artículo 4.3, pues el hecho de que


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una persona haya sido bautizada, no implica que actualmente siga siendo creyente. TERCERO. Antes de entrar en el análisis de los motivos de recurso es necesario realizar las siguientes consideraciones previas. La Sentencia recurrida, en su fundamento jurídico séptimo, reconoce tal y como se ha trascrito, que el Acuerdo entre el Estado español y la Santa Sede sobre Asuntos Jurídicos de 3 de Enero de 1.979 es un Tratado Internacional, en cuyo apartado I.6 se establece: “El Estado respeta y protege la inviolabilidad de los archivos, registros y demás documentos pertenecientes a la Conferencia Episcopal Española, a las Curias Episcopales, a las Curias de los Superiores Mayores de las Ordenes y Congregaciones Religiosas, a las Parroquias y a otras Instituciones y Entidades Eclesiásticas”. Para la Sala de instancia, dicho Acuerdo en cuanto Tratado Internacional, ha de estar subordinado a la Constitución, pero en todo caso entiende que no resulta contrario al reconocimiento contenido en esta, del derecho fundamental a la protección de datos personales, y en tal sentido estima que la inviolabilidad que se recoge en dicho art. I.6 no es predicable frente al ciudadano cuando este ejercita el derecho fundamental previsto en el art. 18.4 de la Constitución. Del mismo modo y basándose en el art. 16 de la Constitución y el derecho a la libertad religiosa en los términos y con los límites que se recogen en la Sentencia recurrida, el Tribunal “a quo” entiende que la Resolución de la Agencia de Protección de Datos no puede considerarse una restricción de la autonomía de la Iglesia Católica, para organizarse libremente, y por tanto estima que no se le puede poner ninguna tacha, desde la perspectiva de ese derecho fundamental consagrado en el art. 16.1 de la Constitución, en íntima relación con el derecho fundamental a la protección de datos de carácter personal también consagrado en la Carta Magna (art. 18.4). Debe igualmente tenerse en cuenta que la Resolución de la Agencia Española de Protección de Datos manifiesta que “la Iglesia Católica no posee ficheros de sus miembros ni relación alguna de ellos, puesto que el asiento en el Registro Bautismal no es identificable con la pertenencia a la Iglesia Católica”, para a continuación remitirse al art. 4.3 de la LOPD que señala que “los datos de carácter personal serán exactos y puestos al día de forma que respondan con veracidad a la situación actual del afectado”. En aplicación de dicho precepto la APD instó al Arzobispado de Valencia, no a que procediese a la cancelación de la anotación del bautismo, que considera no sería procedente al no reputar ficheros los Libros de Bautismo, sino a que remita al reclamante


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certificación en la que se refleje que por nota marginal se ha hecho constar en su partida de bautismo que ejercitó el derecho de cancelación, o en su caso, que motive las causas que lo impidan. El Tribunal “a quo” en el quinto de los fundamentos jurídicos de la Sentencia argumenta la procedencia de la aplicación de la LO 15/99, entendiendo a diferencia de lo mantenido en el acto administrativo impugnado, que los Libros de Bautismo en la medida en que recogen datos que para el Tribunal “a quo” son de carácter personal y están ordenados con arreglo a criterios preestablecidos que permiten su tratamiento, tienen la consideración de ficheros y están sujetos en cuanto tales a la legislación en materia de protección de datos, señalando que la constancia documental del bautismo como presunción o indicio de pertenencia a la Iglesia Católica es relevante, por lo que resulta aplicable dicha LO 15/99 y consiguientemente concluye que el derecho fundamental a la protección de datos se vería vulnerado si no hubiera una información exacta de los mismos en todas sus manifestaciones, entre las que estaría la constancia de la voluntad del interesado de no pertenecer a la Iglesia Católica. El Arzobispado recurrente precisamente en el tercer motivo de recurso, como se ha adelantado, niega que los Libros de Bautismo tengan el carácter de ficheros, a los efectos de la aplicación de la LO 15/99, refiriéndose para ello a la consideración que al respecto hace el propio acto administrativo impugnado con la referencia a la Nota de la Dirección General de Asuntos Religiosos de 6 de Julio de 2.000 cuando señala que “la Iglesia al no poseer ficheros de datos no está en condición de cancelarlos”. CUARTO. Toda vez que la sentencia recurrida parte, como se ha dicho de la consideración de los Libros de Bautismo, como un fichero, en los términos recogidos en el art. 3 de la LO 15/99, norma que, por tanto estima de aplicación con base en su artículo 2, ha de examinarse en primer lugar, por razones metodológicas el tercero de los motivos de recurso, en el que se reputan vulnerados los arts. 2, 4, 5 y 11 de la LO 15/99. Se han trascrito ya las razones que llevan al Tribunal “a quo” a reputar ficheros los Libros de Bautismo, frente a lo sostenido por la Administración, cuya resolución sin embargo confirma. El art. 3.b) de la LO 15/99 señala que a los efectos de dicha Ley se reputa fichero “todo conjunto organizado de datos de carácter personal, cualquiera que fuera la forma o modalidad de su creación, almacenamiento, organización y acceso”. Como decimos en nuestra Sentencia de 26 de Junio de 2.008


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(Rec.6818/2003) remitiéndonos al Auto del Tribunal Constitucional 197/2003 “la protección de datos se refiere según ese artículo 3 a todo dato personal registrado en soporte físico, cualquiera que sea la forma o modalidad de creación, almacenamiento, organización y acceso”. Hemos expuesto también que tanto la Agencia de Protección de Datos, como la Dirección General de Asuntos Religiosos consideran, a diferencia de la Sentencia recurrida, que los Libros de Bautismo no tienen el carácter de ficheros, según la consideración y definición que de estos hace el art. 3.b) de la LO 15/99. Los razonamientos que el Tribunal “a quo” hace en el quinto de los fundamentos jurídicos de la Sentencia para reputar los Libros de Bautismo, ficheros en los términos definidos en el precitado art. 3.b), no pueden ser aceptados. La Sala de instancia estima que los que ella reputa datos de carácter personal, refiriendo como tales, al menos, el nombre y apellidos del bautizado y el hecho mismo de su bautismo, están recogidos en los Libros de Bautismo, con arreglo a criterios preestablecidos que permiten su tratamiento, considerando la expedición de una partida de bautismo, como una forma de tratamiento de datos personales. Sin embargo, no cabe aceptar que esos datos personales, a que se refiere la Sala de instancia, estén recogidos en los Libros de Bautismo, como un conjunto organizado tal y como exige el art. 3.b) de la LO 15/99, sino que resultan son una pura acumulación de estos que comporta una difícil búsqueda, acceso e identificación en cuanto no están ordenados ni alfabéticamente, ni por fecha de nacimiento, sino sólo por las fechas de bautismo, siendo absolutamente necesario el conocimiento previo de la Parroquia donde aquel tuvo lugar, no resultando además accesibles para terceros distintos del bautizado, que no podrían solicitar ajenas partidas de bautismo. No cabe olvidar tampoco que salvo el Tribunal “a quo”, nadie, ni la propia Administración como recoge en su Resolución, ni siquiera el propio solicitante de la cancelación, que se aquieta con aquella, han considerado los Libros de Bautismo como ficheros, según la redacción dada por la LO 15/99 y a los efectos de la aplicación de esta Ley, según prescribe su art. 2.1 Pero es que a mayor abundamiento no cabría estimar tampoco aplicable el art. 4.3 de la citada Ley, en que se funda el acto administrativo impugnado y se confirma por la Sentencia. Ese precepto señala que los datos de carácter personal serán exactos y puestos al día de forma que respondan con veracidad a la situación actual del afectado. Pues bien, en los Libros de Bautismo no cabe apreciar ninguna


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inexactitud de datos, en cuanto en los mismos se recoge un dato histórico cierto, salvo que se acredite la falsedad, cual es el referente al bautismo de una persona y cuando esta solicita la cancelación de ese hecho, no está pretendiendo que se corrija una inexactitud en cuanto al mismo, sino que en definitiva está intentando y solicitando un sistema nuevo y diferente de registro de nuevos datos personales. Recapitulando lo hasta aquí expuesto, debemos concluir que los Libros de Bautismo no constituyen ficheros en los claros y específicos términos en que se consideran tales por la LO 15/99 (art. 3.b.), recogiendo igualmente la definición de estos plasmada en el art. 2 de la Directiva 95/46 CE. La citada Directiva, después de establecer en su art.1º que “los Estados miembros garantizarán con arreglo a las disposiciones de la presente Directiva la protección de las libertades y de los derechos fundamentales de las personas físicas, y en particular del derecho a la intimidad en lo que respecta al tratamiento de los datos personales”, en su art. 2, apartado c) define los “ficheros de datos personales como todo conjunto estructurado de datos personales accesibles con arreglo a criterios determinados, ya sea centralizado, descentralizado repartido de forma funcional o geográfica” y en su apartado b) hace referencia al tratamiento de datos personales como “cualquier operación o conjunto de operaciones efectuadas o no mediante procedimientos automatizados y aplicadas a datos personales como la recogida, registro, organización, conservación, elaboración o modificación, extracción, consulta, utilización, comunicación por transmisión, difusión o cualquier otra forma que facilite el acceso a los mismos, cotejo o interconexión, así como su bloqueo, supresión o destrucción”. La redacción de esa Directiva, por lo que se refiere a la definición de ficheros en los términos expuestos, no presenta ninguna duda interpretativa, como tampoco lo hace el citado art. 3.b) de la LO 15/99. No está de más en todo caso destacar que en la redacción inicial de la LO 5/92, en concreto en su Exposición de Motivos, se establecía que “la Ley se nuclea en torno a lo que convencionalmente se denominan ficheros de datos” y que es la existencia de unos ficheros, y la utilización que de ellos pudiera hacerse, la que justifica la necesidad de la nueva frontera de la intimidad y del honor, añadiendo que la Ley concibe los ficheros desde una perspectiva dinámica de tal forma que los concibe no sólo como un mero depósito de datos, sino también, y sobre todo, como una globalidad de procesos o aplicaciones informáticas que se llevan a cabo con los datos almacenados y que son susceptibles si llegasen a conectarse


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entre sí, de configurar el perfil personal a que antes se refiere dicha Exposición de Motivos. Todo ello nos lleva a concluir que los Libros de Bautismo, por las razones expuestas, no pueden, en ningún caso, ser considerados como ficheros de datos personales en los términos definidos tanto en el art. 2 de la Directiva Comunitaria mencionada, como de las Leyes Orgánicas 5/92 y su posterior modificación en la Ley 15/99. Pero además, se ha rechazado ya la aplicación al caso que nos ocupa del art. 4.3 de la misma norma, en cuanto no cabe hablar de inexactitud en los concretos datos referidos al hecho del bautismo recogidos en los Libros de Bautismo. No procede por tanto aceptar la argumentación del Tribunal “a quo”, cuando considera aplicable la LO 15/99 con base en su art. 2.1 partiendo, como premisa para ello de reputar los Libros de Bautismo como ficheros de datos de carácter personal en los términos recogidos en dicha Ley. El ámbito de aplicación de la citada Ley Orgánica viene definido en su artículo 2.1 que establece que la misma será de aplicación a los datos de carácter personal registrados en soporte físico que los haga susceptible de tratamiento, lo que no ocurre por las razones expuestas con los Libros de Bautismo, en estricta aplicación del art. 2 de la Directiva 95/46 CE y del tantas veces citado art. 3.b de la LO 15/99. No está de más, por último, hacer mención a la doctrina constitucional recogida en la Sentencia del Tribunal Constitucional de 30 de Noviembre de 2.000 y a la que se ha hecho mención por esta Sala en reiterados pronunciamientos (por todas SS. de 26 de Junio de 2.008 (Rec. 6818/2003) en relación al denominado derecho fundamental a la protección de datos personales consagrado en el art. 18.4 de la Constitución, y a la encomienda que en el mismo se hace al legislador (de lo que es expresión la LORTAD) para garantizar aquellos derechos, consciente de los riesgos que podría entrañar el uso de la informática. Dice así: “Pues bien, en estas decisiones el Tribunal ya ha declarado que el art. 18.4 CE contiene, en los términos de la STC 254/1993, un instituto de garantía de los derechos a la intimidad y al honor y del pleno disfrute de los restantes derechos de los ciudadanos que, además, es en sí mismo «un derecho o libertad fundamental, el derecho a la libertad frente a las potenciales agresiones a la dignidad y a la libertad de la persona provenientes de un uso ilegítimo del tratamiento mecanizado de datos, lo que la Constitución llama “la informática”», lo que se ha dado en llamar «libertad informática» (F. 6, reiterado luego en las SSTC 143/1994, F. 7, 11/1998, F. 4, 94/1998, F. 6, 202/1999, F. 2). La garantía


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de la vida privada de la persona y de su reputación poseen hoy una dimensión positiva que excede el ámbito propio del derecho fundamental a la intimidad (art. 18.1 CE), y que se traduce en un derecho de control sobre los datos relativos a la propia persona. La llamada «libertad informática» es así derecho a controlar el uso de los mismos datos insertos en un programa informático («habeas data») y comprende, entre otros aspectos, la oposición del ciudadano a que determinados datos personales sean utilizados para fines distintos de aquel legítimo que justificó su obtención (SSTC 11/1998, F. 5, 94/1998, F. 4).” Resulta claro de estas Resoluciones que la voluntad de la Constitución, de la que es una expresión la LORTAD, tenía por objeto la protección de los datos personales frente a intromisiones de la informática y no para, como ocurre en el caso de autos, permitir dejar constancia de creencias o convicciones de los ciudadanos. Por todo lo expuesto debe estimarse el tercer motivo de recurso, al no ser procedente la aplicación del art. 4.3 de la LO 15/99, para con base en ese precepto acordar la práctica de la nota marginal que se ordena realizar al Arzobispado de Valencia en relación a la inscripción del bautismo del Sr. Blat, cuestión a la que debe circunscribirse esta Sala en el marco de este recurso de casación. QUINTO. La estimación del tercer motivo de recurso, que nos exime por su alcance de entrar en el estudio de los dos que le preceden, obliga a entrar en el fondo de la cuestión debatida en los términos en que queda planteado el debate, teniendo en cuenta la específica pretensión que se ejercitó exclusivamente en relación a los Libros de Bautismo, debiendo por ello procederse a la anulación de la Resolución de la Agencia de Protección de Datos de 23 de Mayo de 2.006, por todas las razones jurídicas que se han ido exponiendo y no resultar conforme a derecho la obligación de práctica de anotación marginal en la partida de bautismo del Sr. Blat, que se impone al Arzobispado de Valencia. SEXTO. La estimación del Recurso de casación interpuesto determina, en aplicación del art. 139 de la Ley Jurisdiccional, que no proceda un especial pronunciamiento ni en cuanto a las costas causadas en la instancia, ni en la tramitación del recurso de casación. FALLAMOS Haber lugar al recurso de casación interpuesto por la representación del Arzobispado de Valencia, contra Sentencia dictada el 10 de Octubre de 2.007 por la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia Nacional que casamos y anulamos.


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En su lugar debemos estimar y estimamos el recurso contencioso administrativo interpuesto por aquel Arzobispado contra Resolución de la Agencia de Protección de Datos de 23 de Mayo de 2.006, que anulamos por no ser ajustada a Derecho. Todo ello sin hacer especial pronunciamiento ni en cuanto a las costas causadas en la instancia, ni en la tramitación del recurso de casación. Así por esta nuestra sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos TRIBUNAL SUPREMO Sala de lo Contencioso-Administrativo VOTO PARTICULAR FECHA:19/09/2008 VOTO PARTICULAR que, al amparo de lo establecido por los artículos 260 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial (BOE de 2 de julio) y 205 de la Ley 1/2000, de 7 de enero, de Enjuiciamiento civil (BOE de 8 de enero), formula el Magistrado don Joaquín Huelin Martínez de Velasco a la sentencia dictada el 19 de septiembre de 2008, en el recurso de casación 6031/07, interpuesto por el Arzobispado de Valencia contra la sentencia que la Sección Primera de la Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional pronunció el 10 de octubre de 2007, en el recurso contencioso-administrativo 171/06. PRIMERO. La sentencia impugnada, casada por la decisión de la que disiento, considera que los libros de bautismo son «ficheros» a los efectos de la normativa sobre protección de datos de carácter personal, a los que, por consiguiente, se les aplica la Ley Orgánica 15/1999, de 13 de diciembre (BOE de 14 de diciembre), y obtiene las oportunas consecuencias en orden a la constancia en tales archivos parroquiales de la voluntad del bautizado de apostatar, esto es, de negar la fe recibida en el sacramento y de abandonar la Iglesia Católica (fundamentos quinto y sexto). A renglón seguido razona que la normativa española sobre la materia no colisiona con el artículo 1, apartado 6, del Acuerdo entre el Estado Español y la Santa Sede sobre asuntos jurídicos, firmado en la Ciudad del Vaticano el 3 de enero de 1979 (instrumento de ratificación publicado en el BOE de 15 de diciembre de dicho año), y resuelve que, en el conflicto entre el derecho de la Iglesia Católica a autoorganizarse, manifestación de su libertad religiosa, y decidir cómo llevar sus libros, archivos y registros, y los derechos fundamentales de don Manuel Blat González a la libertad de conciencia y


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a la protección de sus datos personales, deben prevalecer estos últimos (fundamentos séptimo y octavo). En franca correspondencia con ese hilo argumental, el Arzobispado de Valencia opone en el recurso de casación, aunque no con el mismo orden, que la noción de «fichero» prevista en la Ley Orgánica 15/1999 no conviene a los libros en los que los párrocos dejan constancia de los bautismos que administran (tercer motivo); que, no obstante, el Acuerdo bilateral de 1979 prevalece sobre la regulación interna española, de modo que ninguna autoridad de nuestro país puede ordenar su modificación o enmienda (primer motivo); y que, en cualquier caso, si alguna constancia ha de dejarse de la apostasía, es a la propia Iglesia Católica a la que corresponde determinar la manera de hacerlo, en el ejercicio de su libertad religiosa (segundo motivo). La sentencia mayoritaria concluye que los libros bautismales no son «ficheros» en el sentido de la regulación sobre protección de datos de carácter personal y que, en consecuencia, no cabía instar al Arzobispado de Valencia para que, en virtud de esta regulación (artículo 4, apartado 3, de la Ley Orgánica 15/1999), anotara el ejercicio por el Sr. Blat del derecho a que sus datos fueran cancelados del correspondiente libro parroquial. La mayoría de la Sala no alberga «ninguna duda» (segunda línea del undécimo párrafo del fundamento cuarto) porque, en su opinión, los repetidos archivos «son una pura acumulación de [datos personales] que comporta una difícil búsqueda, acceso e identificación en cuanto no están ordenados ni alfabéticamente, ni por fecha de nacimiento, sino sólo por las fechas de bautismo, siendo absolutamente necesario el conocimiento previo de la Parroquia donde aquel tuvo lugar, no resultando además accesibles para terceros distintos del bautizado, que no podrían solicitar ajenas partidas de bautismo» (párrafo sexto del mismo fundamento). Pues bien, mi desacuerdo no se dirige contra esta conclusión y el razonamiento que la sustenta, irrelevantes a los efectos de este voto particular, sino que se detiene en un estadio preliminar. En mi opinión, la Sala, antes de pronunciarse, debió dirigirse al Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas y, en virtud del artículo 234 del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea (texto consolidado publicado en el Boletín Oficial de la Unión Europea, serie C, número 321 E, de 29 de diciembre de 2006), interrogarle a título prejudicial sobre la interpretación de los conceptos de «fichero de datos personales» y «tratamiento de datos personales», para, una vez obtenida


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respuesta, resolver en consecuencia el conflicto que subyace en este recurso de casación. Me explico. SEGUNDO. La Ley Orgánica 15/1999 no se limita a desarrollar el artículo 18, apartado 4, de nuestra Constitución («La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos»), sino que también transpone al ordenamiento jurídico español la Directiva 95/46/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 24 de octubre de 1995, relativa a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de datos personales y a la libre circulación de estos datos (Diario Oficial de la Unión Europea, serie L, número 281, de 23 de noviembre de 1995, página 31) “en lo sucesivo, «la Directiva»”, que aspira a realizar una armonización completa (sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 6 de noviembre de 2003, Lindqvist, asunto C-101/01, apartado 96). Para esta norma de derecho comunitario derivado, el establecimiento y el funcionamiento del mercado interior hacen necesaria la libre circulación de datos personales de unos Estados miembros a otros, sin menoscabo de la protección de los derechos fundamentales (tercer considerando). Como quiera que las diferencias existentes en la tutela dispensada por los distintos países, achacables a la disparidad de las disposiciones nacionales sobre el particular, son susceptibles de obstaculizar esa libre transmisión de datos, la Directiva aspira a equiparar los niveles de protección entre todos los Estados miembros, coordinando sus legislaciones, de modo que dispensen una protección equivalente, sin perjuicio de reconocerles un margen de maniobra, que han de ejercer de conformidad con el derecho comunitario y dentro de los límites de la propia Directiva (considerandos séptimo a noveno, artículo 5 y sentencia Lindqvist, ya citada, apartado 97). Con ese propósito, obliga a los Estados miembros a garantizar, con arreglo a su texto, las libertades y los derechos fundamentales de los individuos en lo que respecta al tratamiento de los datos personales, sin que les quepa restringir ni prohibir la libre circulación de esos datos por motivos relacionados con tal tutela (artículo 1º, cuyo apartado 1 se transpone en el artículo 1º de nuestra Ley Orgánica 15/1999). Para facilitar la tarea armonizadora, el legislador comunitario suministra las definiciones precisas. Así, considera «datos personales» toda información sobre una persona física identificada o identificable [artículo 2, letra a)]; estima «tratamiento de datos personales»


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a cualquier operación o conjunto de operaciones efectuadas o no mediante procedimientos automatizados, y aplicadas a datos personales, como la recogida, registro organización, conservación, elaboración o modificación, extracción, consulta, utilización, comunicación por transmisión, difusión o cualquier otra forma que facilite el acceso a los mismos, cotejo o interconexión, así como su bloqueo, supresión o destrucción [artículo 2, letra b)]; y, en fin, conceptúa como «fichero de datos personales» a todo conjunto estructurado de datos personales, accesibles con arreglo a criterios determinados, ya sea centralizado, descentralizado o repartido de forma funcional o geográfica [artículo 2, letra c)]. Como no podía ser de otra forma, la Ley Orgánica 15/1999 reproduce estos conceptos, con las mismas palabras o parecidas, en el artículo 3, letras a), c) y b), respectivamente. Otros Estados miembros han hecho lo propio. Por ejemplo, Francia, con la Ley número 2004/801, de 6 de agosto de 2004 (Journal Officiel de la République Française, número 182, de 7 de agosto de 2004, página 14063), que, en su artículo 1º da nueva redacción al artículo 2, de la Ley número 78/17, de 6 de enero de 1978, relativa a la informática, a los ficheros y a las libertades. Del mismo modo, Bélgica, mediante la Ley de 11 de diciembre de 1998 (Moniteur belge, número 23, de 3 de febrero de 1999, página 3049) modificó en el artículo 2, para adaptarlo a la Directiva, el artículo 1º de la Ley de 8 de diciembre de 1992, sobre la protección de la vida privada frente al tratamiento de datos de carácter personal. En igual sentido la británica Ley de Protección de Datos de 1998 (The Data Protection Act 1998 “C9”), Parte I, sección 1ª, «normas básicas de interpretación». No desearía que se entendieran estas referencias como un ejercicio gratuito de erudicción, sino como expresión de que los Estados miembros están obligados a incorporar, porque así lo exige la Directiva (artículo 32, apartado 1), esas definiciones a sus ordenamientos domésticos, creando un sustrato común que permita un desarrollo armónico de las legislaciones nacionales a fin de otorgar una protección equivalente en la Unión Europea, evitando las barreras que las disparidades regulativas pueden erigir a la libre circulación de los datos personales. Nos encontramos, pues, ante auténticas nociones de derecho comunitario, que no deben interpretarse desde las singularidades de los sistemas nacionales, sino en función de las exigencias propias del ordenamiento jurídico de la Comunidad. Su aplicación uniforme requiere, salvo que se remitan expresamente al derecho de los Estados miembros, una interpretación autónoma por el Tribunal de Justicia, teniendo en cuenta


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el contexto de la disposición y el objetivo perseguido (sentencias de 19 de septiembre de 2000, Linster, asunto C-287/98, apartado 43, y de 11 de marzo de 2003, Ansul, asunto C-40/01, apartado 26; en semejantes términos se ha expresado el abogado general Ruiz-Jarabo Colomer en las conclusiones que presentó el 25 de marzo de 2004, en el asunto C-382/02, Cimber Air, punto 41). TERCERO. La Directiva se aplica al tratamiento, total o parcialmente automatizado, de datos personales, así como al no automatizado de los contenidos o destinados a ser contenidos en un fichero (artículo 3, apartado 1). Sólo quedan al margen de su ámbito, además del tratamiento efectuado por una persona física en el ejercicio de tareas exclusivamente personales o domésticas (artículo 3, apartado 2, segundo guión), el llevado a cabo en actividades ajenas al derecho comunitario, como las previstas por las disposiciones de los títulos V y VI del Tratado de la Unión Europea y, en cualquier caso, el que tenga por objeto la seguridad pública, la defensa, la seguridad del Estado y las actividades en materia penal (artículo 3, apartado 2, primer guión). Puesto que cualquier dato personal puede circular entre los Estados miembros, para el Tribunal de Justicia (sentencia de 20 de mayo de 2003, Rechnungshof, asunto C-465/00, apartados 40 a 43) la Directiva impone, en principio, el respeto de las normas de protección a todo tratamiento de los mismos, tal como lo define en su artículo 3, sin que quepa exigir un vínculo efectivo con la libre circulación intracomunitaria de cada una de las situaciones contempladas, pues lo importante es que la Directiva (adoptada sobre la base del artículo 100 A, actual artículo 95, del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea) tiene por objeto la mejora de las condiciones de establecimiento y de funcionamiento del mercado interior. Añade en la misma sentencia que la no exigencia de un vínculo directo con el ejercicio de las libertades fundamentales de circulación garantizadas por el Tratado se confirma con la redacción de las excepciones del artículo 3, apartado 2, de la que se deduce que la disciplina común se aplica a situaciones no suficientemente relacionadas con dicho ejercicio. Una interpretación contraria podría hacer que los límites de su ámbito de aplicación se volviesen particularmente inciertos y aleatorios, lo que sería contrario a su objetivo esencial consistente en la aproximación de las disposiciones legales, reglamentarias y administrativas de los Estados miembros con el fin de eliminar los obstáculos al funcionamiento del mercado interior derivados precisamente de las disparidades entre las ordenaciones domésticas.


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En este contexto, no resulta apropiado dar a la expresión «actividades no comprendidas en el ámbito de aplicación del derecho comunitario» un alcance tal que resulte necesario comprobar caso por caso si la actividad concreta afecta directamente a la libre circulación entre los Estados miembros. La excepción del primer guión del artículo 3, apartado 2, únicamente se aplica a las actividades que menciona expresamente y a las que puedan incluirse en las mismas (sentencia Lindqvist, apartados 41 a 44). Más en particular, en esta última sentencia, el Tribunal de Justicia ha considerado que la Directiva opera para las actividades voluntarias y religiosas realizadas por una catequista sueca a través de una página web. Con estas pautas interpretativas parece indiscutible que la disciplina comunitaria rige, en principio, para los datos mediantes los que queda constancia de la pertenencia de una persona a un credo religioso, máxime si se tiene en cuenta que este tipo de datos se consideran especialmente protegidos por la Directiva (artículo 8) y la Ley Orgánica 15/1999 (artículo 7). CUARTO.La anteriores reflexiones me permiten afirmar que, en el presente recurso, esta Sala se encontraba llamada a resolver, en casación, un caso sujeto a la Ley Orgánica 15/1999 y, por su cauce, a la Directiva, en el que tenía que manejar nociones de derecho comunitario necesitadas de una interpretación uniforme. La construcción, iniciada hace más de cincuenta años, de un ordenamiento jurídico compartido en el Viejo Continente constituye un impulso en permanente evolución, que debe en gran medida su éxito a la herramienta prejudicial, donde se concilian «la legítima autoridad del juez nacional con la necesaria unidad interpretativa del derecho comunitario» (expresión de Robert Lecourt, presidente del Tribunal de Justicia entre 1967 y 1976) y gracias a la cual las instituciones jurídicas reguladas por el derecho comunitario son entendidas de igual modo en todos los Estados miembros, por muy diversas que sean sus culturas y sus tradiciones jurídicas. Así las cosas, estimo que esta Sala no podía eludir dirigirse al Tribunal de Justicia suscitando una cuestión prejudicial de interpretación, pues así se lo impone el último párrafo del artículo 234 del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, que forma parte de nuestro sistema de fuentes, en virtud del artículo 93 de la Constitución y de la Ley Orgánica 10/1985, de 2 de agosto (BOE de 8 de agosto). Al no hacerlo así, podría haber vulnerando su obligación de resolver los litigios con exclusivo sometimiento y, por consiguiente, respeto a la ley (artículo 117, apartado 1, de la Constitución), y podría haber ignorado, además, el principio de cooperación leal proclamado


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en el artículo 10 del mencionado Tratado, que constriñe a los Estados miembros a adoptar las medidas generales y especiales apropiadas para alcanzar los resultados previstos en las directivas, deber que incumbe a todas las autoridades nacionales, incluidas las judiciales (sentencia de 10 de abril de 1984, Von Colson, asunto14/83, apartado 26), cuyo desconocimiento manifiesto y reiterado es susceptible de originar la responsabilidad patrimonial por los daños causados a los ciudadanos como consecuencia de la violación de los derechos que les reconoce el ordenamiento jurídico comunitario (sentencia de 30 de septiembre de 2003, Köbler, asunto C-225/01). La obligación para el órgano jurisdiccional que resuelve en última instancia de suscitar una cuestión prejudicial de interpretación no desaparece porque la regulación armonizada se encuentre incorporada al ordenamiento interno. Las nociones de «fichero», de «datos personales» o de «tratamiento de datos» contenidas en el artículo 3 de Ley Orgánica 15/1999, que reproduce las definiciones del artículo 2 de la Directiva, siguen siendo derecho comunitario necesitado de una interpretación uniforme. Con la transposición al derecho nacional del contenido de una directiva, los Estados miembros incorporan a su sistema de fuentes, mediante los procedimientos y por los instrumentos definidos en su derecho constitucional, una disposiciones que tienen carácter vinculante habida cuenta de su obligatoriedad (artículo 249, párrafo tercero del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea). El objeto del reenvío prejudicial no consiste en que el Tribunal de Justicia le aclare al juez nacional si la normativa doméstica se ajusta a la disciplina comunitaria (sentencia Köbler, ya citada, apartado 60), sino, precisamente lo contrario, indicarle la exégesis de ese derecho compartido (artículo 234, apartado 1, del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea) para que, a la luz de la respuesta y en uso de su potestad jurisdiccional, obtenga las consecuencias debidas en orden a decidir el conflicto jurídico interno que está llamado a resolver. El reparto de papeles en el diálogo prejudicial atribuye al Tribunal de Justicia la interpretación última del derecho comunitario, proporcionando a los jueces nacionales las orientaciones precisas para su aplicación, sin que estos últimos deban inmiscuirse en la tarea hermenéutica ni le quepa a aquel primero implicarse en la labor aplicativa, so pena de desconocer los fundamentos de ese instrumento de colaboración entre órganos jurisdiccionales, que impone un escrupuloso respeto de los ámbitos de competencia de cada uno. Tampoco cabe argumentar que, como quiera que ninguna de las partes en conflicto ha incorporado al debate el ordenamiento comunitario y que,


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por consiguiente, nadie ha pedido el planteamiento de ninguna cuestión prejudicial, la Sala no está obligada a dirigirse al Tribunal de Justicia. El principio iura novit curia también opera en este ámbito (sentencias del Tribunal de Justicia de 14 de diciembre de 1995, Peterbroeck, asunto C-312/93, y Van Schijndel y Van Veen, asuntos acumulados C-430/93 y C-431/93; en el mismo sentido las de 27 de junio de 2000, Océano Grupo Editorial y Salvat Editores, asuntos acumulados C-240/98 a C-244/98, y de 21 de noviembre de 2002, Cofidis, asunto C-473/00). Conforme a esta jurisprudencia, opera un principio general de aplicabilidad de oficio del derecho comunitario, siempre que el ordenamiento jurídico-procesal interno permita invocar, asimismo de oficio, una norma imperativa interna. En nuestro orden jurisdiccional, si el juez estima que no se ha planteado la cuestión en la forma debida, ha de dar el golpe de timón necesario a la controversia sin más requisito que, en virtud del principio de contradicción, oír a las partes para que se pronuncien sobre el particular [artículos 33, apartado 2, y 65, apartado 2, de la Ley 29/1998, de 13 de julio, reguladora de esta jurisdicción (BOE de 14 de julio)]. Opino que, en la jurisdicción contencioso-administrativa, el juez no puede dejar de aplicar a un pleito una norma comunitaria válida y vigente con el argumento de que no ha sido alegada. Más en particular, creo que, en sede casacional, si el recurrente invoca como infringida una norma de derecho interno que es transposición de una directiva comunitaria, no le cabe al Tribunal Supremo obviar esta última, debiendo actuar en consecuencia y plantear, si tal es el caso, la pertinente cuestión prejudicial. QUINTO. La sentencia de la que disiento desliza una afirmación («La redacción de esa Directiva, por lo que se refiere a la definición de ficheros en los términos expuestos, no presenta ninguna duda interpretativa») que delata un entendimiento, a mi juicio, equivocado de la doctrina del «acto claro», proclamada en la sentencia del Tribunal de Justicia de 6 de octubre de 1982, CILFIT (asunto 283/81). Conforme a esta doctrina, los tribunales supremos nacionales quedan liberados de su obligación de formular un reenvío prejudicial de interpretación, además de en los casos en los que constaten que la cuestión suscitada no es pertinente o que la disposición comunitaria controvertida ya ha sido objeto de análisis por el Tribunal de Justicia, en aquellos otros en los que la interpretación del derecho comunitario se revele con tal evidencia que no deje lugar a duda razonable sobre su solución. Ahora bien, exige que, antes de constatar esa obviedad, el órgano jurisdiccional esté seguro de que la misma evidencia se impondría igualmente a los órganos jurisdiccionales nacionales


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de los otros Estados miembros, así como al Tribunal de Justicia (apartado 16), que no ha abandonado esta doctrina. La sentencia de 15 de septiembre de 2005, Intermodal Transports (C-495/03, apartado 33), la reproduce y añade que la existencia de tal eventualidad debe valorarse en función de las características propias del derecho comunitario, de las dificultades concretas que presente su interpretación y del riesgo de divergencias jurisprudenciales dentro de la Comunidad. La doctrina del Tribunal de Justicia no alude, pues, a una convicción subjetiva del juez, que no alberga duda alguna sobre el alcance que, a su criterio, deba otorgarse a la norma, sino a una condición objetiva de esta última, cuyo contenido se ofrece tan nítido que permite establecer, con toda evidencia, su exégesis. Pues bien, a mi entender no cabe sostener en el asunto controvertido que la interpretación de la noción de derecho comunitario «fichero de datos personales» no presenta, como se dice en la sentencia mayoritaria, «ninguna duda interpretativa». Buena prueba es que la Sala de instancia, que no estaba obligada a dirigirse al Tribunal de Justicia (artículo 234, párrafo segundo, del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea) y cuyos razonamientos, aunque puedan discutirse, aparecen debidamente aquilatados y trabados, expuestos con un encomiable rigor lógico, estima lo contrario y juzga que los libros parroquiales de bautismo constituyen ficheros a los efectos de la normativa de protección de datos. Además, no aparece tan indubitada la conclusión de la Sala, para la que tales libros «son una pura acumulación de [datos] que comporta una difícil búsqueda, acceso e identificación en cuanto no están ordenados ni alfabéticamente, ni por fecha de nacimiento, sino sólo por las fechas de bautismo, siendo absolutamente necesario el conocimiento previo de la parroquia donde aquel tuvo lugar, no resultando además accesibles para terceros distintos del bautizado, que no podrían solicitar ajenas partidas de bautismo». La Directiva define los ficheros como «todo conjunto estructurado de datos personales, accesibles con arreglo a criterios determinados». El bautismo debe ser inscrito, sin demora, por el párroco con indicación del nombre del bautizado, haciendo mención del sacerdote que lo administró, de los padres, los padrinos y los testigos, si los hubo, indicando el día de la celebración, así como la fecha y el lugar del nacimiento del bautizando (canon 877, § 1, del Código de Derecho Canónico, de 25 de enero de 1983). En el libro de bautizados se anota también la confirmación así como el estado canónico de


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los fieles por razón de matrimonio, anotaciones que han de hacerse constar en la partida de bautismo (canon 535). Habida cuenta del fundamento de la decisión mayoritaria, de la noción comunitaria de fichero de datos personales y de la ordenación canónica de la inscripción bautismal, me pregunto si los libros que contienen los bautismos administrados, con indicación del día, del nombre y apellidos del neófito, así como del lugar y de la fecha de su nacimiento dejan de ser ficheros por la circunstancia de que no estén ordenados alfabéticamente ni por esa última fecha. O, dicho de otra manera, dudo que la ordenación con arreglo a la jornada en que se celebró el sacramento no sea un «criterio determinado» de acceso, impidiendo tildar a estos libros parroquiales de «conjunto estructurado de datos». Reconozco que la búsqueda resulta más fácil cuanto mayor sea el número de parámetros disponibles, pero no sé qué grado de dificultad en el examen determina que un conjunto estructurado de datos personales deje de considerarse un fichero a los efectos de someterlo a la legislación comunitaria armonizada. ¿Dónde se fija el umbral? Creo que existen dudas razonables sobre el alcance de las nociones de derecho comunitario que se manejan en la sentencia. Tengo la convicción de que los magistrados que defienden la opinión mayoritaria, que no comparten mis dudas, no están, sin embargo, seguros de que los jueces de otros Estados miembros y el Tribunal de Justicia participen de su criterio. Si a lo anterior se añade que la interpretación de dichas nociones tiene directa incidencia en el desenlace de este recurso, pues, según sea la extensión que se les otorgue, los libros parroquiales de bautismo tendrán la consideración de ficheros de datos personales, quedando sometidos a la normativa sectorial, con las consecuencias inherentes, estimo que la Sala, antes de decidir, debió, tras oír a las partes y al Ministerio Fiscal, remitirse al Tribunal de Justicia a título prejudicial para preguntarle si, a los efectos del repetido concepto de fichero, que contiene la Directiva: 1º) Las indicaciones personales como las que aparecen en los libros de bautismo constituyen un conjunto estructurado de datos de esa naturaleza. 2º) La ordenación de un registro con arreglo a la fecha en la que sea realizan los actos inscritos constituye un criterio determinado de accesibilidad. 3º) Ese modo de estructurar un archivo dificulta de tal manera la búsqueda que impide calificarlo de «fichero de datos personales». Si la interpretación facilitada por el Tribunal de Justicia condujera a considerar ficheros los libros bautismales, habría que preguntarse por la noción


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de «tratamiento de datos personales» del artículo 2, letra b), de la Directiva, reproducida, con otras palabras, en el artículo 3, letra c), de la Ley Orgánica 15/1999. No queda claro de su redacción si el tratamiento se produce con el mero archivo, registro, conservación o requiere, además, su extracción, cesión, difusión o transferencia y, en este último caso, qué incidencia tiene para dar contenido al concepto que esos datos únicamente puedan extraerse mediando petición del interesado, satisfecha a través de la emisión de una partida o certificación. Dicho de otra forma, resulta indispensable saber si la noción de «tratamiento» requiere que los datos sean efectivamente manejados, cotejados o interconectados, o basta la mera posibilidad de su uso con tal alcance, puesto que, aunque las partidas de bautismo sólo se emiten a instancia de la persona directamente concernida, la práctica cotidiana nos enseña que la consulta de los libros parroquiales por terceros (investigadores, estudiosos o personas con otros intereses legítimos) no es una situación extravagante. A mi entender, las consideraciones que preceden alcanzan mayor calado y se cargan de razón si se toma en consideración que el presente recurso de casación se refiere a unos datos que, como las convicciones religiosas, tocan el núcleo de un derecho fundamental (artículo 16, apartado 2, de la Constitución), que la Directiva (artículo 8), como la Ley Orgánica 15/1999 (artículo 7), considera especialmente protegidos. SEXTO. En suma, esta Sala conoce en última instancia un litigio en el que para decidir ha manejado conceptos autónomos de derecho comunitario, incluidos en una Directiva que persigue la armonización completa de las normativas nacionales sobre protección de datos personales, cuya interpretación no se impone de modo indubitado, por lo que, en virtud de los anteriores argumentos y con arreglo al artículo 234 del Tratado constitutivo de la Comunidad Europea, debió dirigirse al Tribunal de Justicia para, a título prejudicial, interrogarle en los términos expresados. Dado en Madrid, a veinticuatro de septiembre de dos mil ocho. PUBLICACIÓN. Leída y publicada ha sido la anterior Sentencia en el día de la fecha por la Excma. Sra. Ponente Dª. Margarita Robles Fernández, estando la Sala reunida en audiencia pública, de lo que como Secretario, certifico.


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