Carta del Director
Eucaristía: Amor de Dios
EDITA: OBISPADO DE JAÉN VICARÍA de COMUNICACIÓN DIRECTOR: Antonio Garrido de la Torre vicariodecomunicacion@diocesisdejaen.es
COLABORADORES: Manuel Carmona Manuel López Alberto Molinero Juan Raya Ildefonso Rueda José Antonio Sánchez Julio Segurado Seminario Diocesano de Jaén CORREO ELECTRÓNICO: iglesiaenjaen@diocesisdejaen.es MAQUETACIÓN: José Carlos Ruiz Mariscal SUSCRIPCIONES: Jesús Jiménez. Plaza Santa María, 2. Apartado 039 - 23080 Jaén. Teléfono 953.230.036 Fax 953.230.039. Depósito Legal J-121-1990. IMPRESIÓN Gráficas La Paz de Torredonjimeno, s.l.
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Celebrar el Corpus Christi es celebrar la cercanía de Dios con los hombres. Y no sólo la cercanía, habría más bien que decir intimidad. El Dios que se hace compañero de camino es el Dios que se hace pan, el Dios que se deja comulgar, el Dios que está dentro de nosotros, el Dios que es un misterio inabarcable de amor. Nuestro Dios no se mantiene en la lejanía, no se muestra indiferente ante nuestros problemas, no nos deja huérfanos. Nuestro Dios es un Dios encarnado. Se ha hecho en todo semejante a nosotros excepto en el pecado. En los Sagrarios de nuestros templos y en las Custodias que procesionan por nuestras calles en el día del Corpus está ese Dios amigo de los hombres, cercano a nuestra realidad, el Dios que nos inunda con ese amor hasta el extremo que lo llevó a dar la vida por nosotros en la cruz. Cristo en la custodia ha puesto su morada entre nosotros. Nuestros pueblos, ciudades y aldeas de la diócesis de Jaén celebran con especial alegría el Corpus Christi. Es un día de fiesta en honor a Jesús Sacramentado, que hunde sus raíces en la historia que nos configura como pueblo católico. Los vecinos engalanan las calles con los tradicionales altares y muestran su amor al Santísimo Sacramento con las flores que adornan el itinerario procesional. Cristo avanza entre su pueblo bendiciendo nuestros afanes, acercándose a los niños que son sus preferidos, consolando a nuestros enfermos, alentando nuestra vida espiritual, animando a los que sufren y sembrando en nuestros corazones la alegría que brota de su resurrección. Celebrar a Cristo en la Eucaristía en el día del Corpus Christi es festejar con alegría el Dios que nos dice: «No te preocupes, ánimo, Yo estoy contigo». Es gozarnos con la presencia permanente de Cristo que se nos da como alimento celestial en su cuerpo entregado y en su sangre derramada. Adorar a Jesús Sacramentado es bucear en ese océano inmenso de amor misericordioso que Cristo nos manifiesta eternamente. Es identificarnos con nuestro Redentor. Es fusionarnos con aquel que sabemos que nos ama con un amor infinito a pesar de nuestros muchos pecados. Y adorar a Jesús que se queda con nosotros en la Eucaristía es ser corresponsables con este amor que Dios derrama a manos llenas. Hay en nuestro mundo, en nuestro pueblo, cerca de nosotros, a nuestro lado, muchas heridas que curar, muchos corazones que consolar, muchas tribulaciones que acompañar y muchas necesidades que solucionar. Y en este empeño, siempre tenemos el aliento y la ayuda del que se ha quedado con nosotros en la Eucaristía por amor. Antonio Garrido de la Torre vicariodecomunicacion@diocesisdejaen.es
Para reflexionar... EL ZORRO MUTILADO Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro. Al día siguiente, Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. El hombre comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito». Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz del cielo que le dijo: «¡Oh, tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la Verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado». «Iglesia en Jaén» agradece a D. Ramón Guixá Tobar y a la Comisión del Corpus Christi de Jaén la coordinación del presente número. Fotografía de portada: Egea-Villacarrillo
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LA VOZ DEL OBISPO
EUCARISTÍA Y CARIDAD: «SIN COMPARTIR NO HAY EUCARISTÍA» El próximo día 14 de junio celebramos la Solemnidad del Corpus Christi y el Día de la Caridad. Estos dos elementos esenciales, Eucaristía y Caridad, se encuentran admirablemente ensamblados y desarrollados en la primera Carta Encíclica del Pontífice Benedicto XVI, bajo el título Dios es amor. 1. Son muchos los testigos cristianos, de todos los tiempos, que unieron íntimamente su devoción y cercanía al Santísimo Sacramento con su amor a favor, sobre todo, de los más necesitados. El Papa nos recuerda en esta Encíclica varios de estos nombres. San Juan de Dios decía, en este sentido, que el amor a Dios es pura ilusión si no estamos atentos a la situación del prójimo y, a la vez, advertía que el amor al prójimo podría convertirse en pura filantropía si no se fundamenta en Jesucristo y en el amor a Dios. Estos dos mandamientos no son dos realidades separadas. El cristiano encuentra en el amor a Dios la fuerza para amar al prójimo y, a la vez, sólo alcanzará su encuentro con Dios si ama de corazón a sus hermanos. 2. Es cierto que el amor de Dios se percibe especialmente desde el conocimiento y contemplación de Jesucristo que, por amor, entregó su vida por la salvación de todos. Esta entrega de Cristo se perpetúa, en el tiempo, a través de la Eucaristía, en la que nos unimos a Él convirtiéndonos en un solo cuerpo. De esta manera, el amor de Dios y al prójimo, se fusionan en Jesucristo, realmente presente en la Eucaristía, con una conexión indisoluble entre el mandamiento del amor a Dios y el mandamiento del amor al prójimo. Así aparece en el texto evangélico de San Mateo, 3 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
LA VOZ DEL OBISPO culminación de la parábola sobre el juicio final: «Entonces los justos le responderán: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y te acogimos; o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y acudimos a ti? Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuando hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis». (Mt 25, 37-40) 3. ¡Qué grande y sublime es la presencia eucarística del Señor entre nosotros! ¡Qué admirable misterio de su amor! Pero no lo es menos su presencia vestida de soledad y de harapos en tantos rostros. Ese amor de Cristo en la Eucaristía debe llegar por nuestros corazones a cuantos tienen necesidad de pan, de consuelo, de amor. No existe, entre los hechos milagrosos narrados en el Evangelio, uno solo que no sea un milagro de ternura, de amor y compasión de Jesús. A los apóstoles, en ocasiones, como a nosotros, les molestaban los gritos de los pobres y enfermos. A Jesús, no. Y el que les lavó los pies el mismo día en que les dio a comer su cuerpo y a beber de la copa con su sangre, les dijo también, y a nosotros hoy: «Os he dado ejemplo para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.» (Jn 13, 15). 4. En todas las comunidades cristianas, la caridad organizada, se llama CÁRITAS. Desde el principio de la prolongada historia de la Iglesia ha existido una conciencia clara de esta necesidad y respuesta de la comunidad desde su unión eucarística. «Se mantenían constantes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones... todos los creyentes estaban de acuerdo y tenían todo en común; vendían sus posesiones y sus bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.» (Hch 2, 42 y 44). Más adelante se vio la necesidad de una organización para llevar a cabo, con mayor eficacia, la atención a los necesitados y surgió la diaconía como servicio del amor hacia el prójimo. Este fue el origen de las Cáritas parroquiales, interparroquiales o diocesanas, y de tantas instituciones eclesiales a favor del necesitado. 5. «Dadles vosotros de comer» En la escena evangélica de la multiplicación de los panes y los peces, anticipación de la institución de la Eucaristía en el Jueves Santo, Jesús no despidió a la multitud sin comer, con hambre. Podía haber multiplicado el pan sin recurrir a la colaboración de nadie, pero solicitó la generosidad de aquel joven anónimo que puso a su disposición lo que tenía: cinco panes y dos peces. Con aquella ofrenda hizo el milagro de alimentar a la multitud (cf. Jn 6, 5-15). Jesucristo ve tantas necesidades que nos mira a ti y a mí. Espera que le prestemos también «algo de lo nuestro». Él lo multiplicará y nos saciará con creces, conforme a nuestra generosidad, con su amor divino. Pongamos nuestros «panes y peces», como aquel joven, en manos de Cáritas, Iglesia de Jesucristo, para luego adorarle en el Santísimo Sacramento y gustar de su presencia. Con mi saludo y bendición. Ramón del Hoyo López. Obispo de Jaén 4 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
NUESTROS PUEBLOS Y PARROQUIAS
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Campaña de Cáritas
FRENTE A LA INSOLIDARIDAD: PARTICIPACIÓN Bajo el lema «Si no quieres formar parte de una sociedad limitada, facilita la participación de todos», Cáritas ha puesto en marcha su campaña Caridad 2009. En este segundo momento de la campaña institucional, coincidiendo con el día de la Caridad en la fiesta del Corpus Christi, Cáritas quiere potenciar el espíritu de participación, construyendo vínculos entre las personas que nos permitan crear un mundo mejor para todos. Participar es un valor constructivo que implica corresponsabilidad, además de una acción decisiva para la consecución explicita y real del derecho de disfrute universal de los bienes, que, al no estar repartidos de una manera justa y equitativa, generan bolsas de pobreza y exclusión en la sociedad. Tan importante para la persona es cubrir sus necesidades como que se cuente con sus propuestas y decisiones. Participar es involucrarse personal y comunitariamente. Es incluir a los excluidos en un espacio donde dignificarse. Es vivir despierto y hacer camino con los otros.
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
CÁRITAS DIOCESANA DE JAÉN NÚMEROS CON ROSTRO 2008 (Resumen recursos empleados en las Cáritas de la Diócesis durante 2008) PROGRAMA Total invertido (•) % Administración y Servicios generales ....................... 81.651 .............4’00 Cáritas Española y Regional ................................... 10.421 .............0’51 Acogida y asistencia............................................ 337.049 ........... 16’51 Formación ........................................................... 23.226 .............1’14 Voluntariado ............................................................ 622 .............0’03 Desarrollo de Cáritas ............................................. 11.111 .............0’54 Animación comunitaria rural y urbana ....................... 5.490 .............0’27 Empleo e Inserción Sociolaboral ........................... 191.618 .............9’39 Inmigrantes ...................................................... 102.406 .............5’02 Familia................................................................ 33.569 .............1’65 Infancia ............................................................ 287.252 ........... 14’08 Juventud ............................................................. 28.018 .............1’37 Mujer .................................................................. 50.388 .............2’47 Mayores ............................................................ 212.605 ........... 10’43 Personas sin hogar .............................................. 266.471 ........... 13’06 Desarrollo de la comunidad gitana .......................... 32.454 .............1’60 Reclusos y ex reclusos ........................................... 43.876 .............2’15 Drogodependencias .............................................. 36.176 .............1’77 Sida ....................................................................... 690 .............0’03 Estudios e Investigaciones ....................................... 3.976 .............0’19 Cooperación Internacional (acciones directas) ........... 39.988 .............1’96 Cooperación Internacional (campañas) .................. 241.289 ........... 11’83
TOTALES
2.040.346 •
100 %
ORIGEN DE LOS RECURSOS Subvenciones con cargo al IRPF............................ 183.848 ............. 9’01 Subvenciones administración autonómica .............. 374.043 ........... 18’33 Subvenciones administraciones locales .................... 12.000 ............. 0’59 Subvenciones del fondo social europeo .................... 90.687 ............. 4’44 Subvenciones entidades privadas ........................... 15.000 ............. 0’74 Recursos propios (colectas, donativos y socios) .....1.364.769 ........... 66’90
TOTALES
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2.040.346 •
% % % % % %
100 %
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
AYUDA A PALESTINA EN EL DÍA DE LA CARIDAD 2008 En el contexto de la celebración del 50 aniversario de Caritas Diocesana, el Consejo Diocesano de Cáritas, se propuso la realización de una colecta especial como gesto significativo de esta celebración. Teniendo en cuenta la dramática situación de los territorios palestinos y la peregrinación diocesana a Tierra Santa para el verano, incluso anticipándonos a año paulino (Pablo realizó una colecta en sus comunidades para los necesitados de la comunidad de Jerusalén), decidimos que dicha colecta fuese destinada a financiar algún proyecto de Cáritas en Tierra Santa. La colecta se realizó el día del Corpus Christi, día nacional de Caridad, en todas las parroquias de nuestra Diócesis. Día especialmente significativo para nuestro equipos de Cáritas y para hacer presente la CARIDAD en nuestras comunidades parroquiales. La cantidad recaudada fue de 107.630’55 euros, con la participación de casi todas las parroquias de nuestra Diócesis, de 24 instituciones (colegios, conventos ...) y algunas aportaciones personales. Puestos en contacto con las personas responsables en Cáritas Española de la cooperación con la zona de Medio Oriente, no presentaron algunas alternativas entre las que nos pareció como más necesario el proyecto de creación de una clínica móvil en la Franja de Gaza., sin duda la zona más pobre de los territorios palestinos. Desde la existencia misma de la autoridad palestina, los servicios básicos en los territorios palestinos, incluido el sistema sanitario, fueron reducidos a la mínima expresión, siendo fundamental e imprescindible la acción de las ONG’s, entre ellas Cáritas de Jerusalén. Nuestro proyecto, consta de dos equipos médicos, que visitan cada día de la semana un centro poblado, atendiendo a una población aproximada de 170.000 personas, prestando servicios de medicina general y preventiva. Las circunstancias posteriores de la guerra han dado mas importancia, si cabe, a esta clínica móvil. Posteriormente se nos pidió permiso para utilizar parte del dinero en un proyecto de medicina preventiva en dos pueblos de Cisjordania, pues como consecuencia de la solidaridad despertada por la guerra, los proyectos en Gaza recibieron otros recursos y los de fuera de Gaza han tenido algunas dificultades de financiación. Durante la peregrinación diocesana a Tierra Santa, recibimos en el hotel la visita de Claudette Habesch, directora de Cáritas Jerusalén, para agradecer la generosidad de la Iglesia de Jaén, explicando a los peregrinos las circunstancias concretas del proyecto, así como la situación social dramática de los territorios palestinos, especialmente de la Franja de Gaza. 7 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
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EUCARISTIA en el SEMINARIO A las siete y media de la mañana se oye un canto: «Alfarero del hombre, mano trabajadora…» o «Buenos días, Señor, a ti el primero…» o «Cristo, alegría del mundo, resplandor de la gloria del Padre…» Un grupo de jóvenes, después de un rato hablando con el Señor, comenzamos la oración comunitaria de «Laudes» y así entramos en la celebración del Misterio de la Redención, la Santa Misa. En este comienzo del día se agolpan las ilusiones y las inquietudes en nuestro interior. Buscamos vivir desde el propio interior, allí donde habita el Misterio. Y nos preguntamos cómo amamos, qué esperamos y en quien creemos, cómo es nuestro mundo, cómo es la Iglesia, cómo vamos en los estudios… Con esta carga de vida escuchamos. ¡Y qué difícil resulta escuchar! Tenemos un «corazón» pequeño para tanta novedad! Otra ve suena la Palabra que alguna vez hemos oído. Otra vez Jesús, el Señor de la historia, el de una humanidad original y única nos habla. A veces es palabra que pone en crisis, otras veces ofrece un horizonte inesperado pero siempre es buena noticia. Otros han creído y creen antes que nosotros y escuchamos la homilía. Con la homilía se trata de que hoy se cumpla la Palabra. El hoy nuestro está marcado por la «vocación». Como Jesús al borde del lago de Galilea llamó a unos, hoy sigue llamando. Desde el nacimiento de la Iglesia por el acontecimiento de Pascua (muerte, resurrección y envío del Espíritu) la llamada continúa. Y hemos comprendido que la vida es bella si se entrega. Dos peticiones se repiten después: por los que nos han dicho que pidamos por ellos y por los niños, adolescentes y jóvenes llamados al Ministerio. Y ponemos sobre el altar el pan y vino de cada día y además nuestro vivir. Comulgamos, junto con la Iglesia, en la Redención. Somos testigos de un suceso espiritual impensable desde nosotros. Y podemos comulgar del Redentor. Somos una pequeña comunidad. «No temas, pequeño rebaño, que vuestro Padre ha decidido daros el Reino.» (Lc 12, 32). Y tenemos nuestros ojos puestos en el mundo ancho de la Diócesis: hay tanto que amar, tanto que sanar, tanto que enderezar, tanto que esperar, tanto que compartir… que nos inundan las urgencias de estar ya en la pastoral. Cuando pensamos en nuestro futuro, que es un futuro abierto, sabemos y no sabemos cómo será. Después de la consagración dijimos «Ven, Señor Jesús». Y sabemos que en nuestro ministerio el Señor viene con nosotros. Pero hay un futuro pendiente. El final de la historia, cuando lleguen los cielos nuevos y la tierra nueva, es de Dios. Pero mientras llegue esta novedad impensable el futuro en nuestra historia depende de Dios y de nosotros. ¿Ejercitaremos nuestro futuro ministerio como servicio a fin de dejar espacio a Dios para que actúe? Al final de la Misa miramos a la dulce Virgen María. Tenemos una imagen que nos mira con ojos grandes. Con esos ojos grandes queremos vivir el día. «No podemos pasar sin celebrar la Cena del Señor». 8 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
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ORACIÓN Señor, Jesús, cuerpo entregado y sangre derramada para la vida de los hombres. Te pedimos por cuantos sufren los efectos materiales, morales y espirituales de la crisis que estamos viviendo. Que cuantos celebramos hoy la memoria de tu vida entregada en el sacramento de la Eucaristía tengamos ojos abiertos para ver la aflicción de los que sufren, oídos atentos para escuchar su clamor y un corazón sensible para compartir en el amor sus sufrimientos y esperanzas. Ayúdanos a ser valientes y creativos para regenerar nuestras vidas y los espacios sociales y económicos en los que vivimos. Que pongamos lo mejor de nuestras capacidades y nuestros bienes a disposición de los hermanos con verdadero espíritu de comunión y participación, de responsabilidad y servicio. Amén. Del Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social para la Festividad del Corpus Christi, Día de la Caridad. Junio de 2009 9 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
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CORPUS CHRISTI en VILLARDOMPARDO Villardompardo es uno de los pueblos de la geografía giennense, cuya fisonomía se transforma, se transfigura completamente, año tras año, cuando celebra la fiesta del Corpus Christi. Por eso, con todo derecho, su nombre ocupa un lugar propio en el elenco de localidades giennenses, que con mayor devoción y entusiasmo celebran la fiesta del Corpus, ensalzando así al Amor de los Amores. Pasada la Semana Santa, los vecinos, por calles, se organizan para honrar el paso del Santísimo, ideando decoraciones laboriosas y originales, realizadas en toda clase de materiales, que no se repiten de un año para otro. El hermoso resultado que alcanzan es la expresión plástica de la fe de un pueblo en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Es el agradecimiento de una comunidad que siente cercano el paso del Señor, y por eso, engalana y atavía con lo mejor que tiene el recorrido de la procesión, porque el Señor pasa en medio de su pueblo, para recordarle su amor entrañable y su cercanía que no conoce límites. Indudablemente, una preparación tan concienzuda, un trabajo tan notable y desbordante para un pueblo pequeño en población no evidencia sino el profundo amor a Cristo Eucaristía, que profesan los villariegos desde hace siglos. Buena prueba de ello es el fervor eucarístico que la Cofradía del Santísimo Sacramento de Villardompardo fomentó en esa comunidad cristiana, como está datado documentalmente desde el siglo XVI. Como es sabido, la Cofradía del Santísimo Sacramento, aunque existía antes del concilio de Trento (15451563), fue tras el Tridentino cuando adquirió una difusión notable, hasta el punto que estaba presente en todas las parroquias de la diócesis. Esta asociación de fieles se dedicaba a fomentar en el pueblo la devoción a la Eucaristía y a colaborar en los actos de culto eucarístico fuera de la misa. Los estatutos de la cofradía del Santísimo de Villardompardo, cuyo original se conserva en el Ayuntamiento de la localidad, fueron renovados en 1590, e ilustran lo que acabamos de afirmar, ya que entre las obligaciones de sus cofrades se encontraba la de acompañar con doce hachas de cera al Santísimo los días de Jueves Santo, Corpus y su octava. La cofradía celebraba su fiesta el domingo posterior a la octava del Corpus con una misa y procesión, en cuyo recorrido los miembros de esta hermandad eucarística debían ir, según ordenaban los estatutos, «con la devoción posible». Para el mayor ornato y esplendor de la procesión con el Santísimo, los estatutos precisaban que el prior de la cofradía había de pedir a la justicia de la villa «mande que todo se adereçe y barran y cuelguen ropa en las paredes como se acostumbra hazer el día del Corpus Christi para que con toda solennidad y devoción se haga». Herederos de esa rica tradición, los habitantes de Villardompardo aderezan las calles de esta noble y acogedora localidad para recibir, año tras año, al Santísimo Sacramento. Así, expresan la profunda convicción que manifestó Juan Pablo II al afirmar que «la Iglesia vive del Cristo eucarístico, de Él se alimenta y por Él es iluminada» (Ecclesia de Eucharistia 6). 10 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
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VILLACARRILLO, Altar de DIOS Un pan inmenso, un pan multiplicado, pan crujiente, pan dulce, pan contento de ser comido todo por hambrientos, pan rico de amores, entregado. ¡Qué bueno es Dios, un Dios tan empanado! Vida para los pobres y alimento y viático y santo sacramento del gran amor de Dios enamorado. ANDRÉS VALENCIA HERNÁNDEZ. Salesiano Villacarrillo, lo sabes: Llevas en tu corazón un Misterio mayor que tú mismo. Villacarrillo: Altar de Dios, «testigo predilecto del amor de Dios amasado en el pan y en el vino de la Eucaristía»: Villacarrillo: canto, oración, salmo y poesía donde el arte y el espíritu concuerdan. «Quiero que la festividad del Corpus -ordenaba en el siglo XIII el papa Urbano IV-, se implante en el mundo cristiano para que cante la fe, dance la esperanza y goce saltando la caridad». Y Villacarrillo engalana sus casas, sus calles y sus plazas... Y Villacarrillo procesiona el Pan consagrado en amoroso paseo por sus calles. Y Villacarrillo, en medio del ruido y las prisas del mundo, ora en silencio elocuente ante el Sagrario. Villacarrillo, España, el mundo entero. Todos se postran de rodillas ante la Custodia para orar a Dios, para pensar en Él, y, a través de Él, en la humanidad entera que tanto necesita su ayuda para vencer la enfermedad, para superar el hambre de tantos pueblos desfavorecidos, para traer sobre la humanidad la reconciliación y la paz. Villacarrillo: la Eucaristía te enseña, te urge, te compromete. No puedes comulgar y quedar «ileso»: Es inconcebible comulgar y seguir siendo egoísta, violento, insolidario, cobarde, comodón. Quien parte el Pan de Cristo no sólo debe estar dispuesto a partir y compartir sus panes, sino a hacerse pan, dejarse partir y comer. Quien come el Pan del amor debe amar hasta hacerse amor: Una muñeca de sal recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto desde entonces. «Quién eres tú?», le preguntó al mar la muñeca de sal. Con una sonrisa, el mar le respondió: «Entra y compruébalo tú mismo». Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada: «¡Ahora ya sé quién soy!». Villacarrillo, pueblo vinculado para siempre a la Eucaristía. Palabra y Eucaristía son la única mesa del Pan de Vida, y pilares inexcusables de la comunidad cristiana, y los ejes de su misión evangelizadora. Villacarrillenses y amigos todos: ¡Feliz Corpus de 2009! «Un aroma a toda flor y tomillo, la reliquia de un castillo, y un azul donde a diario sabe la vida a sagrario… Esto es Villacarrillo» 12 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
CORPUS CHRISTI en LOS VILLARES JULIÁN ALCALDE LIÉBANA Para comprender la fiesta del Corpus Christi en nuestros pueblos y ciudades tendríamos que remontarnos a los últimos tiempos de la Edad Media, en los que fue surgiendo por toda la cristiandad el deseo de rendir homenaje de una forma pública y solemne a Jesucristo, presente en las especies eucarísticas del pan y del vino. Pero, será especialmente durante el siglo XVI cuando, entre otras razones como consecuencia de la Contrarreforma, vayan cobrando su máximo esplendor y a lo largo de los siglos posteriores se vaya confeccionando casi tal y como lo conocemos en la actualidad. Es de señalar la importancia y el impulso que en estas tierras del Santo Reino tuvo esta celebración por influencia de San Juan de Ávila, que desde Baeza extendió su doctrina, haciéndola llegar a varios rincones de Andalucía, donde la Procesión del Corpus Christi tiene un estilo muy singular, cargándose de grandiosidad y esplendor por doquier, como lo manifiestan las monumentales custodias de Baeza y Jaén o el original Cáliz-Custodia de Sabiote. De todo esto, también participa nuestro modesto pueblo de Los Villares, situado en la entrada de la Sierra Sur y a tan sólo 9 kilómetros de la capital de la diócesis, un pueblo tranquilo y acogedor, de aguas frescas y abundantes, pero sobre todo de una gran tradición cristiana. Desde que en el año de 1508, por una Bula firmada por la reina Doña Juana I, se fundara y comenzara la repoblación de estas tierras, no muchos años después se fundaría también la parroquia, bajo el título de San Juan Bautista. Y, desde casi sus inicios ya aparecen testimonios de la presencia de un grupo parroquial, modesto, pero de gran actividad y raigambre entre los villariegos, con el título del Santísimo Sacramento, aunque no tendría sus propios estatutos hasta finales del siglo XIX, cuando son aprobados en la Parroquia el 8 de marzo de 1898 y firmados por el entonces obispo de Jaén Don Victoriano de Guisasola el 15 de abril del mismo año. De mucha tradición es la Procesión del Corpus en Los Villares, pueblo de una profunda devoción eucarística, donde, lanzando una mirada al pasado, hombres y mujeres se postraban ante el paso del Santísimo durante la procesión, como signo de respeto y adoración. Ese día todo el mundo vestía sus mejores galas. Tal era así, que era el único día del año en que todos dejaban a un lado sus quehaceres
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO cotidianos en la casa o en el campo para dedicarlo completamente al Señor. Era tal el rango de fiesta grande en el pueblo, que en determinados años de la década de los 60 del pasado siglo XX, se organizaron bailes en el salón de bodas, cosa totalmente excepcional, ya que tan sólo se organizaban bailes en las fiestas patronales en honor de la Virgen del Rosario. Grande era y es el adorno para el cortejo procesional, siendo las calles minuciosamente engalanadas con juncos y bellas colgaduras, así como en la elaboración de los laboriosos altares, que se colocan siempre en los mismos lugares, puesto que son de una gran tradición familiar y vecinal. Para su confección, son necesarios varios días, especialmente la noche anterior y la mañana del día grande puesto que en algunos altares, los vecinos pasan casi toda la madrugada preparando todos los detalles, para que a la llegada del Santísimo Sacramento lo encuentre todo deliciosamente preparado. Se trata, sin duda, de un trabajo arduo, intenso, pero realizado con alegría, generosidad y desde el cariño hacia el Señor y hacia las tradiciones y, donde se comparten unos días de auténtica convivencia vecinal y de unión entre todos, hombres y mujeres, mayores y niños, aportando cada uno lo mejor que tiene y que sabe para que sea, al final, una obra verdaderamente familiar y cristiana, compartiendo, además, unas ricas viandas que el Ayuntamiento ofrece a los vecinos de cada altar para que unos días después, festejen de una forma ya más lúdica el esfuerzo realizado. Se realizan unos altares de un acertado gusto estético, pero sobre todo entendidos como ofrenda y lugar de descanso para Jesús Sacramentado a lo largo del recorrido. En cuanto a la Procesión, señalar el ambiente de piedad y recogimiento que acompaña durante todo el recorrido, con cantos y alabanzas eucarísticos, muchos de ellos propios de Los Villares y que se han ido transmitiendo a lo largo de generaciones y que se han custodiado con fervor en la memoria de grandes y pequeños. Abren la procesión, como en casi todos los lugares, los niños y niñas que han hecho en el año la Primera Comunión, junto a su familia y catequistas, lo que da un color festivo y entrañable a todo. Continúa la representación, con sus gallardetes, de las Cofradías y Grupos Parroquiales, que desde los últimos años vienen acompañando también en la procesión y a continuación el Santísimo Sacramento bajo palio en una preciosa custodia de plata que, a mediados del siglo XVIII, realizara en Jaén Don Antonio López y Rojas. Tras la Custodia, las autoridades civiles y militares, el coro y el pueblo en general. Hay, además, una nota peculiar y propiamente villariega, que en otros tiempos fuera costumbre en otros muchos lugares y es que un día, de aquéllos que según dice el refrán «brillan más que el sol», la Cofradía del Santísimo Sacramento, siendo éste su día grande, junto a todos los feligreses que lo deseen, con velas y cánticos eucarísticos, acompañan al sacerdote a llevar la Sagrada Comunión a los enfermos de la comunidad que lo soliciten, llevando al Santísimo bajo palio en un hermoso portaviático de plata del taller de F. González, en el que reza lo siguiente: «A.M.D.G. En 1884, donó éste porta biatico a la Parroquia de los Villares, el Cura propio que fué de la misma, Dr. Dn.. Fco. de Paula Zurita». Se trata del día de la Ascensión. El final de la Pascua es cada año el anuncio de una gran fiesta para todos los cristianos y que en Los Villares se vive con un especial significado, dado que se trata de un pueblo profundamente eucarístico y de una gran tradición cristiana, que a lo largo de los siglos ha sabido conservar todo este legado de fe y devoción y que sigue, por supuesto, decidido a conservarlo y, si cabe, engrandecerlo, como canta la letrilla popular: «Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, y por siglos infinitos, ensalzada sea su Deidad.» 15 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Hermandades sacramentales ANTONIO JESÚS MORAGO GÓMEZ Muchos contenidos litúrgicos actuales han tenido su origen en la devoción y prácticas populares. La fuerza de lo nacido y asumido por el pueblo ha trascendido hasta lo oficial, hasta lo litúrgico. La adoración a la Eucaristía tuvo sus orígenes debidamente documentados, pero una vez más, fue el pueblo quien lo asume, se identifica con la práctica, lo absorbe a través de sus poros y lo eterniza. Pues bien, fue en Roma en 1501 donde un grupo reducido de personas repararon en el pobre acompañamiento que tenía el Santísimo Sacramento cuando salía en procesión para ser administrado a los enfermos, y decidieron formar parte del cortejo llevando velas encendidas. Solicitaron a los canónigos de San Lorenzo in Dámaso, erigir una Cofradía y Capilla con Altar, desde la cual partiese la piadosa comitiva con el lucimiento que ellos deseaban. Atendida dicha petición por la jerarquía eclesiástica competente, comenzaron a gestionar la adquisición de un palio que cobijase la Hostia consagrada, pero a pesar de que los predicadores pedían limosnas para costearlo, esto no se consiguió. El fraile agustino Egidio se lamentaba desde el púlpito:»Varias veces os he propuesto esta limosna y no habéis dado oídos; pues mis voces se oirán en Reinos extraños, de donde enviará Dios el socorro; y no ha de ser de Italia, sino de tierra que está a más de mil millas de aquí.» En efecto, ya en España, la devota Dª Teresa Enríquez, de la localidad de Torrijos, tuvo una revelación allá por el año 1506, encargando al franciscano Fray Antonio –quien se dirigía a Roma a participar en el Capítulo General de su Orden en Ara Coeli- que entregase cien ducados y ocho varas de brocado «a aquellas personas que hallaréis en Italia que ofrecen reverentes cultos con luces y otras demostraciones al Santísimo Sacramento del Cuerpo de Cristo, nuestro Redentor.»Y, camino del Vaticano el buen fraile se encontró con una procesión de impedidos e, informado del origen de la Hermandad, les entregó el donativo y el brocado para que se confeccionara el ansiado palio. Han sido numerosas las hermandades sacramentales fundadas desde entonces con los mismos piadosos fines y que han mantenido estos cultos y procesiones a lo largo de los años. El núcleo de las cofradías está conformado por la Religiosidad Popular en su esencia más pura, y ya que la inmensa mayoría de los cristianos, de los que acuden habitualmente a nuestras parroquias expresan y viven su fe a través de ella –la religiosidad popular-, estamos ante una realidad que no puede dejar indiferentes a los agentes de pastoral, a los sacerdotes, a los movimientos apostólicos y a los cristianos comprometidos. Se debe reflexionar y ver que tenemos ante nosotros una gran fuerza evangelizadora, la que contiene en sí misma la Religiosidad Popular y, simultáneamente, purificar los elementos viciados que puedan permanecer en cualquier presentación de esta Religiosidad Popular. Se deben promover cultos eucarísticos específicos, exposiciones del Santísimo periódicas, visitas al Santísimo apoyadas por textos oportunos y, en definitiva, todos aquellos actos y cultos que sean capaces de suplir la mano de una madre o de una abuela que te hacían madrugar y participar de aquellas procesiones sacramentales y que te inculcaban el amor a Jesús Sacramentado, que calaba sin percibirlo, ungiéndote de un amor fiel y profundo.
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
La inculturación de la fe en unas realidades sociales muy concretas hizo despertar un amor a la Eucaristía y a la Hostia, que caló con profundidad en las capas sociales más populares. La preocupación por el ornato de los cultos eucarísticos fue incrementándose paulatinamente, de modo que esto originó una gran riqueza artística, que una peculiar interpretación del Concilio Vaticano II, casi hizo desaparecer, convirtiéndose la procesión del Corpus en algo parecido a una manifestación multitudinaria donde cada uno camina y va charlando sin atender las orientaciones de los organizadores; perdiéndose, de esta manera, el espíritu de alegre recogimiento y unidad que debe imperar. En Jaén no se hizo nada por mantener las tradiciones que rodeaban a la Procesión del Corpus y, año tras año, fuimos contemplado cómo, si bien mantenía su esencia, se la dotó de unas formas que no calaban en el pueblo. Hace algunos años se abrió la participación a unos agentes, hasta el momento considerados externos y, poco a poco y con tibieza se intentan recuperar unas formas tradicionales, reconocidas por el Pueblo, porque de él salieron. En un momento dado, que marcó un punto de inflexión en la historia de esta procesión, a las cofradías se les abrieron las puertas para que participaran en la organización; sin embargo, este hecho que en principio se consideró positivo para todas las hermandades, se fue diluyendo hasta quedar reducida esta colaboración, a las hermandades sacramentales puras o mixtas. Siendo fieles a sus orígenes, deben ser las cofradías y hermandades las encargadas de devolver el esplendor a estas expresiones de fe. Engalanar los balcones, cubrir de juncia y romero el suelo de las calles por donde va a pasar el cortejo «con velas encendidas»acompañando a Cristo Sacramentado, levantar altares…, debe interpretarse como la ofrenda del pueblo laico al Divino Redentor. Debemos retomar la solemnidad con la que el pueblo impregnaba la celebración de la Procesión de las Procesiones. Debemos recuperar una de las más bellas tradiciones que tenía su base en una ofrenda sincera de un pueblo que dentro de su sencillez ofrecía lo mejor al Corpus Christi. 17 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
Eucaristía: un Amor hecho Entrega y Servicio
Santa Cena. Luís Aldehuela. Santuario de la Virgen de la Cabeza. Andújar.
ENTREGA «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros… esta es mi sangre que será derramada por vosotros» (Lc 22, 19-20)
SERVICIO «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros». (Jn 13, 14-15)
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
La visita al Sagrario Vocalía de Cultos de la Hermandad Sacramental de Jesús del Perdón En los últimos años las personas que trabajamos activamente por la Iglesia de Cristo venimos comprobando, a través de la observación y del contacto permanente con nuestros hermanos, una preocupante carencia formativa en lo que respecta al conocimiento de la doctrina cristiana. Este déficit formativo afecta especialmente a los más jóvenes que, con demasiada frecuencia, desconocen las cuestiones más básicas y elementales del cristianismo. Esta situación es debida a muchos motivos. Evidentemente, y no podemos negarlo, estamos inmersos en una sociedad cada vez más secularizada y laicista, a la que se le intenta inculcar una serie de valores contrarios a la doctrina cristiana. Y si a esto unimos las continuas y malintencionadas críticas que se vierten contra la Iglesia Católica, con el propósito de deteriorar su imagen incluso entre los propios cristianos, no es de extrañar que, en ocasiones, éstos renieguen de su Iglesia y, en casos extremos, hasta de su propia fe. Pero esta indudable realidad no nos debe eximir a los cristianos, incluidos por supuesto nosotros los cofrades, de realizar un necesario ejercicio de autocrítica. Y es que somos los primeros que tenemos que preocuparnos por la formación cristiana de nuestros hijos. No podemos olvidar que la familia cristiana (en estos tiempos tan atacada, tachándola de «tradicional», y por tanto de anticuada, retrógrada y reaccionaria) debe constituirse en el principal ámbito en el que los niños y los jóvenes adquieran el conocimiento del mensaje de Jesucristo. No cabe duda de que la formación que se imparte en los centros educativos (donde también ahora se quiere marginar la asignatura de Religión), o en las parroquias es necesaria, pero debe ser el complemento de lo que el joven o el niño aprendan en el seno de su familia, ya que es a ésta a quien le corresponde la máxima responsabilidad en la educación, incluida por supuesto la religiosa, de sus hijos. Y tenemos que reconocer que, bien por falta de tiempo (ya que con mucha frecuencia estamos demasiado absorbidos por nuestras preocupaciones y no 20 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
pasamos las horas necesarias con nuestros hijos), o bien por nuestra dejadez, nuestra falta de interés, o por el escaso compromiso que a veces mostramos hacia nuestra fe cristiana, los propios mayores también estamos carentes de los conocimientos principales de la doctrina de Jesucristo. Obviamente, todo esto tiene como consecuencia una dejación de los padres en la obligación de educar a sus hijos en la fe y la doctrina cristiana, obligación que contrajeron voluntariamente en el momento en que decidieron que aquellos recibiesen el Sacramento del Bautismo. Por todo ello debemos reflexionar y concienciarnos de que la educación religiosa que reciban nuestros hijos depende principalmente del interés que nosotros mostremos en ello, y hemos de tener claro que no podemos trasladar exclusivamente a la escuela o a la parroquia la tarea de educarlos en la fe de Cristo, porque esta misión y responsabilidad es fundamentalmente nuestra. Además, la formación religiosa correspondiente a la asignatura de Religión que actualmente se imparte en los colegios no es, en determinadas ocasiones, todo lo adecuada y completa que sería deseable, y ni mucho menos se parece a la que recibimos nosotros en su momento. Y es que se observan muchas carencias desde el punto de vista doctrinal; hoy en día la educación religiosa se reduce básicamente al aprendizaje de las oraciones básicas (Padrenuestro, Avemaría, etc...) y al conocimiento del Jesús Histórico. Pero existen otras necesidades formativas realmente importantes que no son atendidas. Así, es constatable que los pocos jóvenes que acuden a Misa no tienen una percepción clara de lo que en ésta se celebra, y ni mucho menos conocen el significado de los diversos ritos que durante la misma acontecen, lo que provoca que, en muchas ocasiones, no sepan responder convenientemente a las diversas partes de la Eucaristía, lo que les impide a su vez participar plenamente de ésta. Y es que se les enseña que hay que ir a Misa porque así está mandado, y es cierto que los cristianos estamos obligados a asistir a la Eucaristía, pero si lo hacemos únicamente por obligación, tarde o
CRISTO ENTRE SU PUEBLO temprano, sobre todo si se es joven, se deja de ir. Por tanto, hay que explicar convenientemente que en la Sagrada Eucaristía se produce el verdadero encuentro del cristiano con nuestro Señor Jesucristo, que es Él quien nos habla a través de las Sagradas Escrituras, y que es Él quien se halla presente en el Sagrario y nos ofrece su Cuerpo y su Sangre para que nos alimentos del Pan que da la vida eterna. Si fuéramos capaces de inculcar y transmitir esta hermosa experiencia de fe a los más jóvenes, seguramente la Santa Misa dejaría de ser una mera rutina para convertirse en el momento de la semana más importante y esperado por ellos, aunque claro, para que esto sucediese, quizás seamos los mayores los primeros que tendríamos que tomar conciencia de ello, porque, a veces, somos los primeros que vamos a Misa sólo por cumplir. Otro de los aspectos que se detectan, y que también queremos poner de manifiesto en este artículo, porque nos demuestra asimismo la baja cultura religiosa de los cristianos en general, y de nuestros jóvenes en particular, es el hecho de que cuando entramos en una Catedral u otro templo de gran belleza, muchos creyentes atraviesan los mismos en busca de un retablo, cuadro, altar o Imagen Sagrada expuestos a la veneración de los fieles, y se centran únicamente en la belleza o en la valía artística de esas obras de arte, no dándose cuenta de que entran en la casa del Señor, nuestro Dios, que Él está allí presente en el Sagrario, y pasan delante de Cristo sin hacerle la más mínima reverencia ni saludo; y esto se debe, lamentablemente, al desconocimiento de que, en una Iglesia abierta al culto, Jesús Sacramentado está en ella las veinticuatro horas del día reservado en el Sagrario. Como la propia Iglesia manifestó en el Concilio de Trento: «La Iglesia cree y confiesa que en el Augusto Sacramento de la Eucaristía, después de la Consagración del Pan y el Vino, se contiene verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo la apariencia de aquellas cosas sensibles. Por tanto estas especies eucarísticas (Pan y Vino) representan al mismo Dios, a la Divina Presencia Real del Señor en el interior del Sagrario, mereciendo absolutamente nuestra adoración y respeto» (Trento 1551: Dz 874 / 1636). En consecuencia, los mayores hemos de inculcar a nuestros hijos el respeto y la veneración ante lo sagrado, dándole siempre primacía al Señor que está permanentemente presente en el Sagrario. Debemos por tanto enseñarles a acercarse al mismo, saludar a Jesús Sacramentado y mostrarle su respeto y adoración. Tenemos que hacerles reflexionar sobre el hecho de que la Iglesia es la casa del Señor nuestro Dios, y por consiguiente, cuando entren en ella, lo primero que tienen que hacer es una genuflexión delante del presbiterio, Altar o lugar donde se ubique el
Sagrario, y concienciarles de que «ahí está Jesús», nuestro Salvador, y que desde allí les está observando, escuchando, llamando y amando; que Él les espera para que le cuenten sus problemas y sus preocupaciones, sus alegrías y sus motivos para darle gracias; en definitiva, para que dialoguen con Él y encuentren en su Amor, en su Perdón y en su Esperanza la Luz que guíe sus vidas y la fuerza que necesitan para ser fieles testigos y portadores de su mensaje redentor en nuestra sociedad. A continuación, de una manera didáctica, y sin afán moralizante alguno por mi parte, voy a transcribir unas breves orientaciones, dirigidas especialmente a los más jóvenes, pero que todos podemos seguir, cuando realicemos una visita personal al Santísimo Sacramento: 1. Cuando pasemos delante del Sagrario, debemos realizar una genuflexión, puesto que ahí está Jesús Sacramentado. 2. Nos podemos sentar en un banco o ponernos de rodillas, y a continuación, oramos al Señor y entramos en diálogo con Él. Previamente realizamos el acto de «La Señal de la Cruz». 3. Cuando hablemos con el Señor, abriremos nuestro corazón, nos dejaremos impregnar por la fuerza salvadora de Cristo. Le contaremos nuestras cosas personales, le pediremos que nos dé fuerzas y nos ayude a solucionar nuestras necesidades y problemas, lo alabaremos y le adoraremos, y al final le daremos gracias por todo lo bueno que hace por nosotros. Todo este momento íntimo de oración lo realizaremos con sencillez y humildad (los humildes serán exaltados), reconociendo la grandeza del Señor y nuestra miseria humana. En el diálogo con Jesús Sacramentado es muy importante dirigirnos a Él con la confianza que se tiene en un amigo, y también con la misma fe que demostró el centurión romano: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero una palabra tuya bastará para sanarme». 4. Y al final nos podemos despedir del Señor nuestro Dios rezándole un Padrenuestro. Por todo lo expuesto anteriormente, es necesario que nosotros los cofrades, como cristianos que somos, tomemos conciencia de la importancia que tiene para nuestros hijos la formación cristiana, y que es nuestra responsabilidad que éstos distingan con claridad la diferencia que existe entre las Imágenes Sagradas, a las que nosotros rendimos culto, y el Santísimo Sacramento que se halla en el Sagrario, y que es la Presencia Real, Única, Viva y Permanente de Cristo. Así, cada vez que entremos con nuestros hijos en un oratorio, capilla, templo o iglesia, saludemos y visitemos en primer lugar a Jesús Sacramentado, y, secundariamente, contemplemos las obras de arte que se hallen en aquellos, hechas todas ellas, no cabe duda, en honor del Señor nuestro Dios por generaciones de cristianos que han demostrado de este modo su fe, amor y devoción en Jesucristo. 21 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
ALIMENTO ETERNO «Mi carne es verdadera comida, y mi Sangre verdadera bebida; el que come mi Carne, y bebe mi Sangre, en Mí mora, y Yo en él» JOSÉ PAULANO MARTÍNEZ Hermano Mayor de la Hermandad Sacramental de Jesús Salvador en su Santa Cena y María Santísima de la Caridad y Consolación. El Señor Jesús en la última Cena con sus discípulos nos dejó el pan de vida. ¡Cuanto Amor entorno a esa Institución, donde nos entrega su cuerpo como alimento eterno, y su sangre como bebida de salvación¡. Es un momento que emociona. Como cristiano, cada vez que acudo a la celebración de la Eucaristía, siento la presencia real de Dios, nuestro Padre, haciéndose presente a través del Espíritu Santo, trasladándome a ese Jueves Santo, donde Jesús reunido con sus amigos, los Apóstoles, les hizo un encargo, que después de mas de dos mil años aun perdura: « Haced esto en memoria mía». El Amor que Dios nos tiene quedó plasmado en la Institución de la Eucaristía, donde el Señor se hace presente en cuerpo y sangre de vida, siendo el alimento para todos los cristianos. Participar de la Eucaristía, no solo es un deber, sino más bien una necesidad, pues tener la suerte de recibir el alimento que da sentido a nuestras vidas, se escapa del pensamiento humano, es algo que sólo cuando lo recibimos limpios de pecado, podemos entender. Como Hermandad Sacramental y Eucarística por excelencia, tenemos la inmensa suerte, de poder conmemorar este acontecimiento para los cristianos, de manera más profunda y más intensa. Representar la Institución de la Eucaristía, no es solo recordar un hecho histórico, sino vivir el Amor del Padre, de manera especial y constante. Los hermanos de nuestra cofradía, debemos de buscar en la Eucaristía nuestro sentido cristiano y participar de ella, así como llevar esta alegría a todos los demás. Sentémonos entorno al Altar como discípulos del Señor, para alimentarnos de su cuerpo y de su sangre, para hacernos hombres nuevos, hecho que se produce cuando recibimos el alimento del pan y vino. Nuestra hermandad tiene la obligación de fomentar la participación en la Eucaristía. Por ello animo a todos, a que nos acerquemos a la mesa del Señor. Nos sentiremos mas unidos a El, a la vez que cada uno de los que participen, sentirán la presencia de Jesús Salvador en su vida. Acompañemos al Señor, por las calles de Jaén, como el nos acompaña en nuestra vida, y como no, dejemos que entre en nuestro corazón, amando al hermano y participando de la Eucaristía.
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Mi reflexión ante Jesús Sacramentado MIGUEL FUNES GÁLVEZ. Sacerdote Sin méritos personales por mi parte, Jesús Eucaristía me ha mimado, y yo no he sabido corresponderle. Me he contentado a menudo con creer en el dogma eucarístico, pero no he sabido vivir a tope hasta muy tarde que Él es amor. Siempre luché para que no hubiese una Eucaristía sin pueblo, ni grupos sociales sin Eucaristía. Fue el Beato Manuel González, Apóstol de los Sagrarios abandonados, quien me despertó de mi sesteo, al leer sus obras y meditar su epitafio aleccionador: «Pido ser enterrado junto a un Sagrario, para que mis huesos después de muerto, cómo mi lengua y mi pluma en vida, estén siempre diciendo a los que pasen: ¡Ahí está Jesús! ¡Ahí está! No dejarlo abandonado». Y desde entonces hice mío el pensamiento de San Agustín: «que ninguno coma este cuerpo sin haberlo adorado antes, pues nosotros no pecamos adorándole, pero pecamos si no le adoramos». Todo fue como una especie de naufragio en ese océano sin orillas y sin fondo del amor de Dios. Aunque mi vida sea una gota insignificante de agua turbia por mis pecados, al caer en el corazón de Cristo se ve enriquecida por la grandiosidad, paz y alegría de la Gracia divina. Rezo con frecuencia el «Adoro te devote» y descubro una analogía entre los personajes que desfilan por este himno y mi propia vida eucarística. Con el Buen Ladrón reconozco que tras las especies de mis debilidades se encierra la vivencia de Cristo, que me impulsa a no caer en la tentación de creer sin confesar la fe, ni de confesar la fe sin creer. Con el apóstol Tomás siento que las veces que he roto con el grupo he caído en la monotonía o tibieza pastoral, pero al sentirme arropado de nuevo por los hermanos he exclamado con el apóstol: «¡Señor mío y Dios mío!». Y es que Jesús es el pelícano que me alimenta con su sangre, que brota de su costado, en cada Eucaristía que celebro. Es verdad, en mi vida he pasado por ese diluvio de agua que ha purificado mi existencia, y por ese diluvio de sangre que me ha redimido de mis ingratitudes. Y ahora me siento bañado por ese diluvio de amor eucarístico, punto de partida y de llegada de mi vida pastoral. Me he sentido como pieza de hierro sucio en manos del artista, el Espíritu Santo, que me ha llevado a ser hombre de Eucaristía. Como el herrero pone en el yunque la pieza después de que la fragua y la pone al rojo vivo, y a base de golpes la va moldeando para conseguir su obra artística, así el Espíritu nos hace cristianos de Altar, comprometidos con el mundo. Todo esto me ha ayudado a vivir esa ecuación ascética: santificación es igual a cristificación, y cristificación es igual a crucifixión. Son muchas las horas felices que paso ante el Sagrario. Hoy se me acerca el Santo Cura de Ars y me cuenta la vida de Alejo, hijo de una familia
distinguida, que sintiéndose llamado por el Señor, deja su casa y se va lejos como humilde pordiosero. Pasado 17 años vuelve a su pueblo natal. Nadie le reconoce. Una señora lo recibe en su palacio y después de dormir 17 años en el hueco de la escalera, muere. Al amortajarlo la señora, que era su madre, lo reconoce y exclama: «¡Oh hijo mío! ¡Que tarde te he reconocido!». Lo mismo me ha pasado a mí en cierto paréntesis de mi vida, arrastrado por el activismo pastoral. Después de tener tan cerca a Jesús, me veo obligado a decir: «¡Que pena!, ¡que tarde te he reconocido, teniéndote material y sacramentalmente tan cerca de mí!». Nos cuenta también el Santo Cura de Ars que, al observar que un aldeano pasaba horas y horas ante el Sagrario, se atrevió a preguntarle: «¿Qué haces? ¿Qué le dices?». Y el aldeano respondió: «Yo solo le digo: mira, Señor, aquí está Juan. Y Él me mira y yo le miro». En honor a la verdad, sin buscarlo, me siento discípulo de este aldeano. Paso ratos y ratos ante el Sagrario con un corazón como cuartilla en blanco, y cuando menos lo espero Dios ha escrito su plan con unos renglones torcidos, en forma de un rompecabezas, pero ahí está el Espíritu, que lo hace inteligible, repitiéndome insistentemente que se cumpla su voluntad, que haga esto en memoria suya. Y ¿qué es lo que hizo Jesús? Hablan los pobres, los enfermos, los pecadores, los emigrantes, los ancianos, los jóvenes, los niños… y descubro que en el Altar he celebrado un Misterio para vivirlo en la calle, encarnando al personaje evangélico del Samaritano, porque el Señor me sigue diciendo: «haz tú lo mismo». Sigo preguntándome: ¿qué es lo que hizo Jesús? Y me viene a la mente la homilía programática de Nazaret: «el Espíritu me ha ungido y me ha enviado a sanar a los enfermos, a dar vista a los ciegos, a poner en movimiento a los paralíticos, a dar libertad a los presos, a conceder un año de gracia a todos y a evangelizar a los pobres». Jesús me fija con claridad meridiana los campos de mi piedad eucarística. Así, la Eucaristía ha llegado a ser para mí como oxigeno del Espíritu que llega a cada una de mis células…, es como aire que respiro y sale modelado en palabras y propaga sus vibraciones…, es como luz que me envuelve y como foco potente me deslumbra para no ver en todo y en todos más que a Cristo. Cristo que entra en nosotros, o mejor, nosotros entramos en Él, da lugar a este inefable intercambio. Nosotros ponemos en el Altar, bajo el signo del pan y el vino, nuestras pobres vidas y el Cielo las convierte en el Cristo vivo. Por eso con los místicos recitamos esas coplas del alma que pena por ver a Dios: «Cuando me pienso en aliviar / de verte en el Sacramento / háceme más sentimiento / el no poderte gozar / todo es para más pensar / por eso verte como quiero / y muero porque no muero». 23 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Cielos y Tierra BENDECID al SEÑOR RAMÓN GUIXÁ TOBAR Celebramos, un año más, una de las más hermosas fiestas cristianas. Corpus Christi en Jaén. Mañana de la alegría y la esperanza. eucarística urbana en que los jaY lo hacemos, en el espíritu de Pablo en su primera carta a los Corintios; no para lo peor, sino para lo mejor. Nos reunimos para partir el pan y llevarlo a toda la ciudad como símbolo de vida. El pueblo, confundido en tiempos confusos, quiere ver a Jesús (Jn 12, 21). Han perdido la esperanza y lo buscan sin saberlo en lugares donde no se encuentra. Por eso está dividido y desgarrado su corazón en nuestro tiempo. Pero lo reconocen en el pan partido. En nuestra Emaús olivarera, aquellos que buscan la eternidad con esperanza, abren los ojos de su corazón ante el Dios de la Vida y del Amor ostentado sobre la carroza Eucarística, presidiendo desde su rotundo e inmaculado sitial la asamblea de la fe jaenera. Esa fe que se mantiene incólume en nuestra tierra incluso en tiempos difíciles y turbadores como el presente. Una comunidad que marcha unida en un mundo escindido. Una comunidad compacta, sin fisuras, formada por los que viven en solidaridad, en koinonía, en Cristo Jesús Ese fue el grito de Pablo de Tarso a los habitantes de Corinto, reclamando unión en la asamblea. Por eso los creyentes caminamos unidos en aquello que nos une: la fe. Si no fuera así no
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estaríamos comiendo la Cena del Señor, sino nuestra propia cena, Y para comer nuestra cena, no tendríamos necesidad de salir de nuestras casas, de echarnos a la calle, entre aromas de tomillo y juncia, cánticos inspirados, músicas vibrantes, caricias cenitales de un sol de solsticio y roja cera derretida, para inclinar nuestra cabeza al paso del bergantín de plata, divino relicario, que navega un tibio océano de primavera. Pero nos anima la fe. Por eso salimos juntos en procesión eucarística, en íntima y compartida synaxis, lo que supone participar en una comida solidaria cuyo alimento es la eternidad. Y debemos hacerlo en un mismo espíritu, no como aquella comunidad cristiana de la colonia romana de Corinto en la que abundaban diversas facciones y un sectarismo elitista. Caminar, al latido de un único corazón, con amor compartido en tiempos de cólera y desprecio a lo cristiano. Unidad deseada de los cristianos el día del Corpus Christi, celebrando la fiesta de la fe el: Sacramento de piedad, signo de unidad y vínculo de caridad como lo definía San Agustín. Corpus Christi solidario en la tierra jaenera. Mañana de gozo inefable en que se refuerzan los lazos que unen a los creyentes. Juan Pablo II en su Carta Apostólica: Mane nobiscum Domine, expresaba esta convicción al decir: La Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia; es también
CRISTO ENTRE SU PUEBLO proyecto de solidaridad para toda la humanidad. En la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su conciencia de ser «signo e instrumento» no sólo de la íntima unión con Dios, sino también de la unidad de todo el género humano Corpus misionero en esta época de misión, de nueva y urgente evangelización. Imaginación y creatividad es lo que necesitamos para trasladar el mensaje por toda la faz de la tierra. La fuerza de este sacramento debe traspasar siempre los muros de nuestras iglesias a veces demasiado cerradas al mundo, demasiado ocupadas en su intimidad organizativa y litúrgica. En la procesión Eucarística, el Amor de los amores, erigido sobre el altar del mundo, va en búsqueda del universo entero. Cristo cósmico, alfa y omega del tiempo y el espacio. Corpus Christi jaenero y Universal. Procesión que nace en la Iglesia matriz diocesana y vuela como una paloma blanca en los sones de las campanas, por nuestras calles, por nuestras casas, por nuestros corazones, hasta llegar a los confines más recónditos del mundo, hasta cualquier punto donde exista alguien que, con los ojos de la fe, quiera participar de tan inefable misterio. Corpus Christi en que el Rey de la Gloria nos busca a todos y nos encuentra a todos. Abramos el corazón, dejémonos ser bendecidos por la rotunda albura de su cuerpo hecho pan de trigo en el que late su presencia resucitada y gloriosa. Corpus de bendición. Quede Jaén bendito en su presencia. Decía el Papa Benedicto XVI en su homilía de la festividad del Corpus de 2005. Llevamos a Cristo, presente en la figura del pan, por las calles de nuestra ciudad. Encomendamos estas calles, estas casas, nuestra vida cotidiana, a su bondad. ¡Que nuestras calles sean calles de Jesús! ¡Que nuestras casas sean casas para él y con él! Que en nuestra vida de cada día penetre su presencia. La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. Que el rayo de su bendición se extienda sobre todos nosotros Fiesta del Corpus Christi que nos libera de todo abatimiento y desconsuelo, de todo temor y desesperanza. Fiesta que nos levanta de nuevo para reanudar nuestro camino peregrinante por este mundo. Fiesta que nos hace libres. Fiesta que nos hinca de rodillas ante el Dios del amor, pues los cristianos tan solo nos arrodillamos ante Dios mismo, lo que nos impide postrarnos ante cualquier poder terreno por muy fuerte que sea. Fiesta de la libertad compartida. Acompañamos en ella a Jesús, resucitado y presente, en su camino por el mundo entero. Ya no existe el temor o el miedo. Con Él nos ha llegado la alegría y la
confianza. Inefable y bellísima carroza eucarística, donde buscan refugio los ángeles, en la mañana rutilante de Jaén: el nido del más tierno amor. Y, amor, con amor se paga. Paguemos con amor al Amor de los Amores y digamos con Teresa de Lisieux. Amor me pides, Dios mío, y amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado. Sea yo, Jesús mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mi Decía San Juan Crisóstomo que: basta un hombre lleno de celo para transformar a todo un pueblo. ¡Qué inmenso poder tiene entonces nuestra asamblea Eucarística jaenera la mañana del Corpus, todas las asambleas de la Diócesis, para transformar nuestra vida y la de nuestros paisanos! Somos muchos. Hagamos temblar de fe a todo Jaén y al Universo entero. Podemos hacerlo porque nos asiste la gracia de Aquél que se hizo blanco pan para alimentarnos. ¡Dios está aquí. Resucitó y se quedó para siempre con nosotros!. Cielos y tierra bendecid al Señor, al Corpus Christi, al Cuerpo nacido de la Virgen María, al Cuerpo eucarístico, al Cuerpo eclesial de Cristo. 25 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
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Antigua dimensión cívico-religiosa de la Festividad del Cropus Christi MANUEL LÓPEZ PÉREZ Antaño, la festividad del Corpus Christi no se condensaba en su dimensión estrictamente litúrgica o religiosa, sino que trascendía con singular relevancia a la sociedad civil. Y era el Concejo Municipal, el que como representante corporativo del pueblo asumía el deber, entonces considerado inexcusable, de preparar con el mayor celo y esplendor el ambiente que habría de rodear la festividad del Corpus Christi, algo que el Concejo de Jaén justificaba en 1503 con este profundo exordio: «…Si a los reyes mortales se debe reverencia y veneración, con mayor razón y crecida afición la debemos dar al inconmutable Rey de los Reyes, nuestro Dios inmortal, Señor y hacedor del cielo y de la tierra y la mar, que recibiendo muerte y pasión, nos dio vida perdurable librándonos del poderío de nuestro enemigo Faraón y por nuestra continua consolación, con inmenso y piadoso amor y singular liberalidad en su bendita y postrimera Cena, en memoria de su glorioso cuerpo nos dejó e instituyó un alto y gran Sacramento, manjar suave sin corrupción, precioso, inestimable de nuestra Redención, saludable refección en quien está todo deleitamiento de saber y suavidad y dulcenombre de suave gusto, sufragio de nuestra vida y salud, memorial nobilísimo, reparo de nuestra caída, dechado purísimo de gloria, digno de ser honrado y venerado…» De ahí que apenas iniciado el siglo XVI, en el año de 1503, se promulgaran por el Ayuntamiento unas curiosísimas «Ordenanzas del Corpus Christi», luego ratificadas en 1514, que configuraban un código de diez ordenanzas de obligado cumplimiento por el vecindario y las instituciones locales. Esas
Ordenanzas disponían que en la tarde del domingo anterior a la festividad del Corpus se pregonaran por las calles más concurridas de la ciudad las normas que habían de tenerse en cuenta para solemnizar la festividad, a fin de que nadie alegara ignorancia. Primero determinaban que todas las cofradías laicales, los gremios profesionales y artesanos y los figurantes contratados al efecto, se congregasen con puntualidad en la Catedral, «entre las cinco y las seis horas de la mañana», para incorporarse en su momento al cortejo procesional, so pena de trescientos maravedís de multa, sin que una vez iniciada la procesión ninguno de sus componentes pudiera abandonar el cortejo. Igualmente mandaba que los vecinos limpiaran, repararan y «adobaran» las calles del itinerario, retirando los estorbos que hubiera y colgando paños y galas en las paredes «de tal manera, que para la dicha fiesta todo esté muy bien ordenado, limpio y ataviado como conviene». Y para evitar que una vez limpias y adornadas las calles, los animales domésticos, entonces tan habituales, las descompusieran y ensuciaran, se prohibía el tránsito de cabalgaduras y animales de tiro y carga hasta que no se encerrase la procesión, con advertencia de que si el propietario del animal fuese caballero, se le penaría con diez días de arresto domiciliario y si fuese del pueblo llano purgaría diez días de cárcel. Desde el año 1503 se determinó que previamente al Día del Señor, se sorteara entre los Caballeros Veinticuatros el honor de portar las varas del palio de respeto que seguía a la custodia, señalándose los turnos que habrían de hacerse y los 27 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO puntos del itinerario donde se produciría el relevo. También se designaban cuatro caballeros para que con su autoridad rigieran y ordenaran la procesión, «…porque todo vaya bien regido y ordenado, sin escándalo, a honra y veneración deste santo y excelentísimo Sacramento…». El Ayuntamiento en pleno se obligaba a asistir a la procesión, sin que fuera lícito poner excusa alguna. También se obligaba, por ordenanza, a que todas las cofradías laicales, con su imagen titular, asistieran, portando los cofrades hachas de cera. Y para evitar excusas, se aconsejaba que a los seis días de celebrada la procesión, los priostes de las dichas cofradías comparecieran en el Ayuntamiento para justificar el gasto realizado el día del Corpus a fin de que se les diese alguna ayuda. Y se advertía que para evitar ruidos y escándalos quedaba prohibido acercarse a las andas y menos tomar cosa alguna de ellas y su adorno, bajo severas multas. Por último, se establecía el orden con que los distintos gremios de la ciudad debían formar en el cortejo y los elementos simbólicos, danzas, pasos, entremeses y representaciones que cada uno debería aportar para dar vistosidad al cortejo. Andando el tiempo, ya en los siglos XVIII y XIX, fue norma habitual que desde el Ayuntamiento se impulsara una denominada «Comisión del Corpus» presidida por un Caballero Veinticuatro, que trabajaba en dos direcciones. De un lado, colaboraba con el Cabildo Catedral en la organización de la procesión. Y de otro, programaba una serie de festejos profanos – conciertos, fuegos de artificio, corrida de novillos, iluminaciones extraordinarias, etc- que engrandecieran la significación del día. Para atender a los gastos que este programa festivo implicaba esa «Comisión de Corpus» hacía un reparto de cuotas entre las «fuerzas vivas» de la 28 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
capital y en caso necesario incluso conseguía alguna subvención del Caudal de Propios. Aunque con los naturales ajustes a las circunstancias de cada momento, durante muchos años y hasta las primeras décadas del siglo XX, tanto en los «Bandos de Buen Gobierno», como en las sucesivas ediciones de las «Ordenanzas Municipales» se tenía buen cuidado de incluir en su articulado la normativa específica a considerar en la festividad del Corpus. Y todavía cuando en 1956 se puso en práctica un reglamento municipal de protocolo y honores, la festividad del Corpus continuó recibiendo la consideración municipal: el Ayuntamiento tapizaría las calles de hierbas olorosas y los servicios municipales bajo la dirección de su arquitecto levantarían un altar en la plaza de Santa María…, se aportaría a la procesión una escuadra de Caballería Municipal ataviada de «gran gala» para abrir el cortejo, así como la Banda Municipal y un piquete de Policía Local en traje de gala…, seis concejales portarían la varas del palio de respeto… y la Corporación Municipal, en pleno y bajo mazas, todos con traje de etiqueta o uniforme, se incorporaría a la procesión, portando el concejal más joven el pendón de la ciudad. Todo ello, que duda cabe, contribuía en buena medida a que la solemnidad festiva del día ofreciera especial brillo y atractivo. Y a que la majestuosidad barroca de la procesión del Corpus se perpetuara durante muchos años, porque como muy bien entendía nuestros antepasados, «si a los reyes mortales se debe reverencia y veneración, con mayor razón y crecida afición la debemos dar al inconmutable Rey de los Reyes, nuestro Dios inmortal, Señor y hacedor del cielo y de la tierra y el mar…». Pero aquellos eran otros tiempos, quizás más felices porque eran más creyentes.
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CORPUS y la cultura de la muerte RAMÓN MOLINA NAVARRETE Tener fe en Cristo es optar por la vida. Jesús estuvo en este mundo alrededor de treinta y tres años, y, aunque salió de la gruta al tercer día, su cuerpo yacente no estuvo en el seno de la misma más de cuarenta horas. La muerte no era para Él. Su resurrección se produjo en el mismo instante de expirar. Hoy estarás conmigo en el paraíso. Dios no puede morir porque en Dios la muerte es la negación de existir, el vacío más absoluto, la nada. Y ese Dios es tan de vida que, haciéndose hombre, vino a los hombres sólo para traernos vida y vida en abundancia. Y ese Dios es tan amante de la vida que todo entero se da para dar vida. Y cura a los enfermos, y libera a la adúltera que iba a ser lapidada, y resucita a los muertos..., y dice que dejen a los niños acercarse a Él porque de ellos es el reino de los cielos... Nada quiere con la muerte, sólo vencerla. Nada quiere tampoco para cuantos le siguen con relación a la muerte: Dejad que los muertos entierren a sus muertos. Y ese Dios es tan dado a la vida, que una noche se sienta junto a sus amigos y los deja perplejos al decirles que Él se va pero se queda, que Él ya no es Él, sino ese pan que les parte y les reparte, y ese vino que titila en el interior de una copa que casi se deshace de tanta magnificencia contenida. Debió ser impresionante el gesto de los apóstoles al escuchar tan hermoso enunciado. Como debería seguir siéndolo en cada persona presente, y en cada sacerdote cuando, en sus manos, el pan redondo de trigo amasado se hace carne de Jesús, y el vino, caldo de la uva pisada y fermentada, se hace sangre de Cristo. Y ambos, llevados a la boca, Dios mismo hecho alimento para alcanzar la vida eterna. Y ese Dios hecho pan redondo, blanquísimo en su altura infinita, perfección tan misteriosa y mística en su círculo como el mismo universo que representa, ese Dios va, además, a salir del vientre del sagrario, de la penumbra de las iglesias y catedrales, de la umbría de las bóvedas y las cúpulas de siglos, de cálices y copones, para acercarse a la humanidad desde la calle, para ver cómo son en verdad nuestras Sodoma y Gomorra de hoy, y nuestra Jerusalén, y nuestra Nazaret, y
nuestra Jericó..., y nuestro lago de Tiberiades, para ver si andamos pescando o andamos dormidos a la sombra de la barca, con las redes oxidadas de algas secas, con los cestos repletos de pobreza, con el corazón hundido en la escarcha de lo inerte. Porque ahí está nuestra verdad, nuestra razón de ser cristiano: apartarnos de la muerte y andar hacia la vida, huir de la oscuridad para alcanzar la luz. Mucho tiempo nos hemos quedado los cristianos parados en lo inánime. Demasiados Cristos colgados de la cruz. Demasiadas dolorosas. Demasiadas imágenes repletas de lágrimas y de tristeza..., cuando tenemos ahí, tan cerca que quema, tan próximo que abrasa, a este Dios Vida para que, tomándolo, además, no sólo nos incendie sino que nos derrita y así nunca muramos porque Él nos resucitará en el último día. Demasiada muerte hemos mostrado al mundo los cristianos. Hora es ya de mostrar la vida a manos llenas. El mundo lo necesita, porque hay demasiada ausencia de Dios en él. Y cuando hay ausencia de Dios sólo puede crecer la cizaña, y el trigo se reseca, porque los valores por sí solos, sin un eje transversal que los sustente y los legitime, no tienen valor, y cuando los valores se diluyen en las conciencias, todo se hace relativo, superficial, y se pierde el norte, y el mundo se vuelve del revés, y el mal se entrelaza con el bien, y el final no puede ser otro que un campo hecho erial, donde la hipocresía, el egoísmo y la mentira brillan por su presencia, y el sálvese quien pueda es una realidad que empuja a la actuación partidista... para desembocar todo, sin más –es inevitable–, en una cultura de la muerte. ¿De qué nos sorprendemos entonces cuando se aprueban leyes contra el ser humano más indefenso, contra esa criatura que viene de la nada y necesita el abrazo de un vientre de mujer para que el paso del no ser al ser no le congele el alma por tanta grandeza? ¿Por qué nos extrañamos si se habla de eutanasia? ¿De buscar cada uno su propio fallecimiento cuando le apetezca? ¿De no aceptar el dolor porque el dolor no tiene sentido? ¿A qué viene esa sorpresa cuando nos dicen que para dar ayuda a una vida se necesita destruir cientos de vidas? En la cultura de la muerte todo vale. Y la idea que se opone es reaccionaria, antiprogresiva, retrógrada... Porque la cultura de la muerte, como 29 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO sólo puede sobrevivir en la selva, entre amenazas depredadoras, entre mordiscos, porque se basa en la ley del más fuerte y poderoso, en la selección de las especies, nos hace sibilinos, astutos, sagaces, reptiles, serpientes de vivos colores que saben muy bien de tácticas y vocabularios, de hincar el diente venenoso donde más duele... Y esto bien que lo sabemos. La raíz de la cultura de la muerte ya nos la conocemos los cristianos, está escrita en uno de los libros más antiguos, en el Génesis, donde se nos dice que el pecado del hombre no fue comer manzanas, sino querer ser Dios, como Dios, igual a Dios. Jesús Eucaristía sale a la calle el día del Corpus y viene a darnos vida y decirnos que hemos de estar a favor de la vida. Y es más, hemos de luchar porque esa vida sea respetada, valorada, protegida... Y hemos de hacerlo desde la coherencia y desde la convicción, desde el ejemplo. Hemos de subirnos a la tribuna de la verdadera cultura y predicarla, ésa que nos hace, a medida que nos formamos en ella, ser menos animales. Sudor y sangre costará. Pocos escuchan. Hay ya demasiados oídos sordos. Muchos de nuestros mayores han endurecido el corazón. Muchos adultos andan obnubilados en el disfrute del instante. Todos nuestros niños se encuentran desorientados. Los colegios se hayan encenizados. Los chavales de los institutos caminan adormecidos, los han querido hacer mayores antes de tiempo, les están robando los años de la infancia y de la adolescencia. Las niñas con diez y doce años, en lugar de jugar, andan vestidas como vampiresas inconscientes de que existen los vampiros, los niños de esa misma edad andan en mundos virtuales donde la agresividad rebosa todas las pantallas, hechos un lío, confusos, cuando después, al volver del viaje astral que les venden y les regalan sin reparos, se topan con esas pancartas en las que se oponen a todo tipo de violencia y de lucha (siempre que no sean las que defienden, claro está, sus ideales dictatoriales y anticristianos), y todos, revestidos con tanta permisividad que los vuelve locos, atontados a base de colorines en la televisión, de modas, de videojuegos, de mp3, de internet, de móviles, de 30 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
botellones..., y de sexo por el sexo..., invitación sin medida, casi a empujones, lejos de la formación y la preparación, lejos de la responsabilidad, lejos del amor, donde nada deben temer en la búsqueda del placer físico, porque si algo extraño pasara, la cultura de la muerte ya tiene sus recursos, desde el preservativo a la pastilla del día después, y si no bastara, el aborto libre, sin necesidad de permiso, sin contar siquiera con los padres, como si uno entra en una tienda y pide unas tijeras porque le ha salido un padrastro en una uña y le molesta un poco. La cultura de la muerte no tiene tampoco una perspectiva de futuro, la muerte reniega del porvenir, se trata del carpe diem, de vive el momento, de huir de las responsabilidades. Pan y circo, decían en Roma..., y nadie se opondrá al emperador, es más, lo adorarán como a un dios. Hasta que llegaron los bárbaros y no quedó piedra sobre piedra. Pan y circo..., y alcohol y sexo..., decimos ahora..., y los gobernantes se perpetuarán en el poder por siempre. Hasta que regresen de nuevo los bárbaros que todos llevamos dentro y todo se vuelva a derrumbar. La historia no es más que una línea que gira en espiral de la que nunca aprendemos, o, como decía Tucídides, la historia es un incesante volver a empezar. Jesús, amigos, anda en la calle. Y nos está mirando. Nos mira a cada uno de nosotros, incluso mira a los que no han salido a verlo, los que andan escondidos en las casas, bajo las cantinas... Y nada dice, sólo lo que dijo desde siempre, que pongamos amor donde haya odio, que enseñemos cuanto nos ha mandado, que demos parte de nosotros a los demás, que nos preocupemos de los necesitados... y que está en contra de la injusticia, del odio, de la venganza..., y que está en contra, sobre todo de la cultura de la muerte, porque Él, que es vida, se hizo vida, y lo hizo en el seno de una mujer excepcional, tan excepcional que, sin estar casada, jugándose el desprecio, el repudio y hasta la existencia, ni se le pasó por la cabeza abortar. El aborto de María hubiera sido el mayor crimen de toda la historia de la humanidad, porque a quien tenía dentro era nada menos que a Dios. Lo mismo que, de alguna manera, tienen todas las mujeres que se quedan embarazadas.
CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Ecos eucarísticos de Santa Teresa de Jesús CARMELO DE JAÉN Santa Teresa de Jesús fue una mujer llamada a la Trascendencia... Desde niña, en su adolescencia y en su juventud, su mirada se orientó hacia el cielo. Sin Dios Teresa hubiera sido como un «grito sin eco «, nada. El discurrir de la vida de Teresa se va tejiendo, día tras día en el telar de Dios y de de María... Con más o menos cercanía, Dios es el eje alrededor del cual gira su vida... Ha pasado a la historia como una de las personas que más ha amado a la Iglesia y, en consecuencia, que más ha hecho por la Iglesia... ¡Dichosas las vidas que se gastan al servicio de la Iglesia! A través de los Sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, sobre todo, Teresa vivencia la Iglesia, y la siente Madre de ternura, que sana y abraza al hijo que cae... Ella se acerca a la confesión buscando una mayor cercanía con Dios, que como luz, ayuda a descubrir posibilidades de respuesta a la voluntad de Dios... al proyecto de Dios sobre ella, muy en la línea del Nuevo Catecismo de la Iglesia Católica (n° 1.458) . Buscó y encontró confesores letrados y de buen espíritu... Por otra parte a Sta. Teresa no le hubiese costado aceptar la tesis de Juan Pablo II sobre la Eucaristía: «La Iglesia vive de la Eucaristía». La vida mística de Teresa está marcada por la «Eucaristía»: «habiendo un día comulgado...», «en llegándome a comulgar...» Recordemos algunas páginas testimoniales de su «gran amor eucarístico». La fundación de Medina del Campo, la primera de las fundaciones, en que se estrena como «adoradora nocturna...» Se siente desolada por la poca protección de la Capilla y el riesgo de ser profanado el Santísimo Sacramento... «y así me levantaba a mirarlo de noche por una ventana, que había muy clara luna, y podíalo ver...» A lo largo de su tarea de Fundadora la Madre Teresa se siente gozosa al realizar una, y otra nueva fundación... «Para mí es grandísimo consuelo ver una Iglesia más a donde haya Stmo. Sacramento...» Este «eco eucarístico» resonará hasta la última de sus fundaciones. Habíale dado el Señor tan viva fe, que cuando oía a algunas personas decir que quisieran ser en el tiempo que andaba Cristo nuestro bien por el mundo, se reía entre sí, pareciéndole que teniéndole tan verdaderamente en el Santísimo Sacramento como entonces , que ¿qué más se les daba? Otra página entrañable la tenemos el Domingo de Ramos de 1.571 en Salamanca, «Acabando de comulgar...» Vive el misterio redentor de la Sangre de Cristo derramada por amor, «Hija yo quiero que mi Sangre te aproveche» (CC. 12 ). En sus momentos eucarísticos Teresa también se mira en las vivencias místicas de la Magdalena: «Cuando comulgaba, se consideraba a los pies del Señor y lloraba con la Magdalena, ni más ni menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo» (C. 34, 7). A Sta. Teresa, nacida para la amistad, le encanta descubrir que Dios es su amigo. No le importa gritarlo: «¡Oh Señor mío, cómo sois Vos el amigo verdadero... Y nunca dejais 31 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
CRISTO ENTRE SU PUEBLO de querer si os quieren!» Está tan convencida de esta experiencia de amistad que, a la hora de describirnos su manera de orar, no se le ocurre otra cosa que tratar a Dios como amigo: «tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas, con quien sabemos nos ama».... Teresa nunca pudo comprender la oración como trabajo mental, sino como trabajo del corazón. Pone a Dios todos los nombres del amor: «tratar con Dios como con Padre y como con Hermano, y como con Señor, y como con Esposo...». Y esta amistad la lleva a vivir una oración de diálogo, de intimidad, de espontaneidad, de «enamoramiento». «Un camino que culmina en la gracia del Matrimonio Espiritual». La respuesta de Madre Teresa será entregarse con toda el alma al gran Amor de Dios que es la Iglesia. Ella responsabiliza a sus Hijas de las grandes tareas de la Iglesia... no solo con la oración sino con toda la vida... Convoca a las hermanas con una magnifica oración eucarística por la Iglesia dirigida al Padre. «La Eucaristía es el único gran bien que podemos ofrecerle. Sólo ella compensa en la balanza divina de todos los males... Él nos la dio, se la tornamos a ofrecer, en pro de su Iglesia... Para que cesen todos los males...». Al llegar el final de su vida Teresa de Jesús fue «feliz muriéndose». En la memoria de las primeras Carmelitas quedó impreso el recuerdo de la postrera oración eucarística de Teresa en el lecho de la muerte. Cuentan la impresión que les dejó aquella singular monja que ve la muerte como un «camino» y en clima de Magníficat eclesial -escuchando a la propia Madre y a sus hijas, que compartieron los supremos momentos de felicidad- ponemos fin a este pequeño articulo. Exhausta de fuerzas, al acercarse el Santísimo a su celda, la enferma se incorpora e inicia en voz alta el diálogo con su Señor: «¡Ya es llegada la hora tan deseada! ¡Ya es tiempo de caminar...! ¡Señor mío y Esposo mío! Cúmplase tu Voluntad». Después de la comunión volvió a dar gracias al Señor porque la había hecho Hija de la Iglesia y repetía una y otra vez: «En fin Señor soy Hija de la Iglesia... Hora es ya Esposo mío, de que nos veamos...» Era el último eco del Cantar de los Cantares, que ella había vivido intensamente en tantas Eucaristías de su vida. Así da gusto morir. Que Sta. Teresa nos ayude a descubrir nuevamente el Don de la Eucaristía como luz y fuerza para nuestra vida cotidiana en el mundo. Demos gracias a Dios por esta entrañable Herencia Teresiana, que no sólo es de sus Hijos sino de toda la Iglesia... Dejemos que resuenen fuerte en nuestra alma estos amorosos «Ecos Eucarísticos» de Santa Teresa de Jesús.
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
TARSICIOS JOSÉ LUÍS GUERRERO RUBIO Presidente Consejo Diocesano Adoración Nocturna Española - Jaén San Tarsicio, niño y mártir de la época romana del siglo III, entregó su vida por llevar el sacramento del cuerpo y sangre de Cristo a los presos encerrados en las mazmorras. Le preguntaron que llevaba, y Tarsicio se negó a responder. Los paganos le apedrearon y apalearon hasta que el murió, pero no pudieron encontrar el sacramento de Cristo, ni en sus manos ni en sus vestiduras. Los cristianos recogieron el cuerpo del mártir y le dieron sepultura. San Tarsicio, es el patrón de los monaguillos y de los niños de la Adoración Nocturna. Por algo se le conoce como el Mártir de la Eucaristía. La creación de Tarsicios, en Jaén capital, dentro de la Adoración Nocturna Española, data del año 1913, fue la número tres, ya que antes se formaron la de Villacarrillo, 1911 y Jamilena, 1912, que fueron las primeras en formarse, para así seguir por toda la Diócesis, en todas las Secciones de la Adoración Nocturna. Los años de siembra se acabaron y poco a poco, dichos grupos de Tarsicios, empezaron a perderse, hasta que al final desaparecieron. Y Entramos en la decadencia de estos últimos años. En los tiempos que vivimos se quiere quitar importancia a los valores tradicionales y familiares. Vivimos en el consumismo, la apatía, la comodidad y encima nos dicen que es mejor enseñar a nuestros hijos en los colegios con esa nueva materia llamada «Educación para la ciudadanía y los derechos humanos». Nos podemos hacer una y mil preguntas, ¿Para que sirven las catequesis de las parroquias? Y después de hacer la Primera Comunión ¿que?, ¿Llevamos a nuestros hijos para que se confirmen? La Adoración Nocturna Española, en este curso 2008/09, que ya está acabando, se propuso en su día volver a crear esos grupos de niños llamados Tarsicios, y proyectó una empresa nueva, la de estar en las parroquias un día al mes, en las catequesis con los niños. Y así ha sido, en la Parroquia de San Bartolomé, San Miguel, Cristo Rey y San Eufrasio de Jaén capital, a la vez que en la Parroquia de Noalejo, y de Marmolejo. Estamos ayudando a los catequistas, con ese día al mes. Nosotros les hablamos de Jesús Eucaristía, de adorar y alabar al Santísimo Sacramento. Además se han editado un boletín, llamado «Tarsicios de Jaén», de periodicidad bimensual, para que los niños y niñas puedan verlo, leerlo, y así conocer mejor a Jesús. También hemos tenido unas convivencias con más de cien niños y niñas y con sus familias en el Seminario de Jaén, y lo hemos pasado muy bien. El Sr. Obispo D. Ramón presidió la Eucaristía en este encuentro de Tarsicios y en la homilía dijo: «Amigos Tarsicios: sois una sonrisa del cielo ¡Importantes para Jesús, para vuestros padres y amigos y también para vuestro Obispo y la Diócesis de Jaén! Jesús os abraza, hoy como todos los días, desde la mesa del altar y desde el sagrario. Sus abrazos llegan hasta nuestras casas y colegios. Hasta donde estemos. Desde allí también nosotros podemos saludarle y verle en el Sagrario para decirle: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar, sea por siempre bendito y alabado!»
Quiero aprovechar este medio, para implicar a todos los sacerdotes de la diócesis de Jaén, adoradores nocturnos, catequistas y padres, para crear esos grupos de niños y niñas llamados Tarsicios.
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CRISTO ENTRE SU PUEBLO
Reunirse el Domingo para celebrar la Eucaristía «Deben reunirse a fin de que, escuchando la palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que «los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos» (1Pe 1,3)» MANUEL CARMONA GARCÍA En estas palabras encontramos una descripción de la misa: reunirse en la fe; escuchar la Palabra; hacer memoria y celebrar así la presencia de Cristo, muerto, resucitado y exaltado como Señor en la gloria del Padre; dar gracias a Dios por la vida nueva que nos ha dado; y alimentar nuestra esperanza en la venida gloriosa de Cristo. Desde sus comienzos (Hch 20,7) y a lo largo de toda su historia, la Iglesia ha hecho de la reunión dominical el lugar y la ocasión privilegiada para la celebración de la Eucaristía. El día del Señor y la Cena del Señor han sido vinculados entre sí por su mismo significado. Precisamente en la Eucaristía, el Señor se hace presente a su Iglesia como se hizo presente a sus discípulos tras su resurrección: él mismo se nos da y nos comunica su Espíritu; él mismo nos reúne y nos salva. En la Eucaristía, recordamos a Dios la pasión y muerte de Aquél que se ha entregado para nuestra salvación; confesamos que ha llegado el tiempo del cumplimiento de sus promesas; proclamamos nuestra esperanza en el porvenir glorioso del mundo y de la humanidad. Transformados en miembros del Cuerpo de Cristo por el Espíritu Santo, acogemos al Señor y por él, con él y en él presentamos nuestra ofrenda al Padre. Así, viviendo de su vida, animados por su Espíritu y alimentados con su Cuerpo, somos enviados al mundo como él mismo fue enviado para que el mundo participase del Reino de Dios. Damos gracias al Padre y le ofrecemos nuestra alabanza, para hacer de nuestra propia vida el sacrificio espiritual que él quiere y busca. Tal es la obra de la Eucaristia del Señor, ofrecida al Padre en el Espíritu Santo: ella realiza nuestra unidad, lleva a cabo nuestra santificación y nos envía a la misión eclesial: «anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús» (aclamación después de la Consagración) La Eucaristía es, pues, el signo sacramental más profundo y completo de la presencia del Señor Jesús y de su Espíritu: doble mesa a la que somos invitados como lugar de un progresivo encuentro con el Señor en su Epíritu: a) Proclamación de la Palabra: modo privilegiado de experimentar la presencia del Señor glorificado (Emaús: «se dijeron uno a otro: ¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros, cuando nos 34 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»): «Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de los fieles» (Ordenación General del Misal Romano, 55); «Nosotros nos reunimos para escuchar las Escrituras... con estas palabras alimentamos nuestra fe, elevamos nuestra esperanza, afirmamos nuestra confianza y alimentamos nuestra disciplina» (Tertuliano, Apol. 39,3-4) b) Alabanza agradecida, ofrenda, comunión: Cristo Jesús nos hace ahora partícipes de su Pascua para transformarnos. Se trata de algo más que asistir o considerar piadosamente: es entrar en la dinámica salvadora de la Pascua, participando en la Cena del Señor que hace presente su sacrificio para el perdón de los pecados y su victoria sobre la muerte y se nos da como alimento para el camino de la vida. La Iglesia hace suyo este sacrificio: «participando en el sacrificio eucarístico, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, los fieles congregados ofrecen a Dios la víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella» (LG 11). Explicita la ofrenda misma que es la vida cristiana (Rom 6,13; 12,1), dando así sentido a toda la vida de la semana. Por todo esto, se entiende que la Iglesia conceda tal valor a la Eucaristía dominical, que no pueda ser reemplazada por ninguna otra misa entre semana. Éste es el sentido del precepto dominical: no es importante acudir a la Eucaristía del domingo porque está mandado; sino que está mandado porque es importante y vital. Con el precepto se quiere indicar que acudir a la asamblea dominical, en torno a la mesa del Señor, no es facultativo. No es posible vivir en cristiano en medio del mundo sin acudir a la fuente y la cumbre de la vida cristiana. En todas las épocas, la Iglesia ha reafirmado la importancia del domingo. El Señor sigue así convocando al hombre para donarle toda su dimensión de ser espiritual, llamado a la alabanza y a la esperanza. La vida cristiana se desarrolla a los largo de cada día, pero celebrando el domingo la Iglesia proclama que Jesucristo es quien la hace vivir.
...PARA CONTEMPLAR Y REZAR A PIE DE CALLE
Eucaristía Jesús, Pan del Cielo bajado, Pan que da Vida, Pan Vivo, para todos rico regalo de tus manos divinas salido.
Manantial de Vida y Bendición es tu Cuerpo que se hace Pan Vivo y en blanco altar se ofrece en oblación, de la Nueva Alianza sacrificio, que salva y hace al hombre tu amigo. Con blanco pan y con rojo vino, en tu Cuerpo y Sangre convertidos, Tú nos dejaste de tu Amor vivo tu Presencia, ¡Misterio divino!, Verdad que se oculta a los sentidos y solamente la fe la alcanza y abre las puertas a la esperanza que trae feliz y eterno destino y enciende el alma en Amor divino, ardiente y abrasadora Llama. Pan de Vida de dorado trigo, Presencia gloriosa, real y viva, de Cristo, ¡Tesoro escondido!. Amor que se entrega sin medida, Prenda de futura y eterna Vida. Nuevo maná del Cielo bajado, que siempre a todos le es ofrecido como dádiva y como regalo que se da, sin fin ni menoscabo, a todo hombre en gracia revestido Roto tu Cuerpo, en trozos partido, para ser por todos compartido y ser fuente abundante de Amores, do siempre puedan tus amadores hallar y beber el Agua viva que colma y sacia la sed de Vida. Pan, alimento para el camino, que nutre al que se hace peregrino, dándole fuerzas para seguirlo, ¡Compañero fiel y leal Amigo! Banquete, al que Cristo nos convida, dándonos su Cuerpo como comida, que repara nuestras fuerzas y hace que nazca en nosotros nueva Vida, do el Amor, como don, siempre nace. Haz, Señor, que en las manos de este Amor, sea siempre instrumento fiel de tu Paz, y que mis manos porten la Verdad, la Verdad de tu Palabra hecha Amor, Palabra que ilumina y prende ardor Dame de este Pan que tanto anhelo, para saciar el hambre que tengo de Ti, ¡Señor!, es tan viva la añoranza, que será en mi cumplida la esperanza de tenerte a ti, mi Dios, mi Dueño. Jesús, Pan del Cielo bajado, Pan que da Vida, Pan Vivo, para todos, rico regalo de sus manos divinas salido. Martín Santiago Fernández Hidalgo Párroco de la Santa Cruz de Jaén 35 / NÚMERO ESPECIAL JUNIO 2009 · SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI