Iglesia en Jaén 460 (6 de junio de 2010)

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Carta del Director

Antonio Garrido de la Torre vicariodecomunicacion@diocesisdejaen.es

CON LA QUE ESTÁ CAYENDO... Celebramos la fiesta de la Eucaristía: el Corpus Christi. Nuestra revista «Iglesia en Jaén» se dedica monográficamente a esta festividad que está tan arraigada en nuestra Iglesia diocesana. Se trata de una solemnidad que se vive intensamente en nuestros pueblos y ciudades y buena prueba de ello es la ornamentación con la que los vecinos engalanan el itinerario procesional de la custodia. Altares, juncia, romero y flores en honor al Señor. Cristo se queda con nosotros en la Eucaristía. Y este Sacramento del Amor es procesionado por nuestras calles y plazas como manifestación de fe y devoción popular. El día del Corpus Christi también es el día de la Caridad. Aquel que se quedó con nosotros en un trozo de pan y un poco de vino también quiere que nuestro distintivo como seguidores suyos sea el amor. «En esto conocerán que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros» (Jn 13,35). Cristo no pudo ser más directo a la hora de destacar lo realmente importante en la vida de sus discípulos: el amor. Aquellos momentos tan íntimos del cenáculo en los que Cristo instituye la Eucaristía y abre su corazón a los apóstoles antes de la pasión, tienen como epílogo este mandamiento nuevo del amor. Y como toda la vida de Cristo es paradigma de coherencia, habla a los suyos del amor que se transforma en servicio y a continuación lava los pies a sus discípulos. Con la que está cayendo, en la actual situación económica y social de nuestro país y de nuestra provincia de Jaén, celebrar el día de la Eucaristía y el día de la Caridad necesariamente nos tiene que llevar a lavar los pies de los que peor lo están pasando, ponernos al servicio de los necesitados. La Igle-

sia diocesana de Jaén, como Iglesia Samaritana, debe salir al encuentro, en estos momentos más que nunca, de aquellos que sufren las consecuencias de la crisis económica y mostrar la actitud de servicio incondicional que Cristo tuvo con todos. En nuestra provincia de Jaén 47.169 personas están en situación de desempleo y 15.175 llevan más de un año paradas. Y en toda España esa cifra terrible que sobrepasa los cuatro millones y medio de desempleados nos debe hacer reflexionar sobre cuales son las prioridades en el gasto público, cuando durante mucho tiempo, demasiado, se ha estado derrochando alegremente. Lo que está claro es que los recortes tan temidos como necesarios no los pueden pagar las clases sociales más necesitadas. En las Cáritas de nuestras parroquias estamos asistiendo al flujo constante de personas que vienen a buscar ayuda para salir adelante. Porque la crisis está afectando a personas que están más cercanas a nosotros de lo que creemos. La Iglesia, en el día de la Caridad y permanentemente, se encuentra al lado de los que necesitan una palabra de aliento y un gesto de ayuda. Porque amar y honrar a Jesucristo en la Eucaristía nos debe llevar inexcusablemente a amar a nuestros hermanos, especialmente a los más necesitados. Santa Teresa de Jesús lo tenía muy claro. Decía «Acá solas estas dos cosas que nos pide el Señor, amor de su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección hacemos su voluntad, y así estaremos unidos con Él». (Moradas, 5ª, c. 3).

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«CORPUS CHRISTI, DÍA DE LA CARIDAD»

LA IGLESIA ACOGE A LOS POBRES El domingo, 6 de junio, celebramos la gran fiesta cristiana del Corpus Christi y la Iglesia en España celebra también el Día de la Caridad. «Ofrece, sin pedir nada a cambio», es el lema para esta jornada anual. Se pone este ofrecimiento generoso en relación directa con la Eucaristía. En la Carta Apostólica Mane Nobiscum Domine explicaba el querido y venerado Pontífice, Juan Pablo II, que la Eucaristía no sólo es expresión de comunión en la vida de la Iglesia, sino también proyecto de solidaridad para toda la humanidad. En la celebración eucarística, la Iglesia renueva su conciencia de ser signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad también del género humano. Añadía el Papa que hay un aspecto que refleja especialmente la autenticidad y eficacia de nuestras celebraciones eucarísticas: si desde ellas nos vemos impulsados «a un compromiso activo por la edificación de una sociedad más justa y fraterna» (n. 27) Esta es la razón fundamental de unir a las celebraciones de la solemnidad del Corpus Christi, el Día de la Caridad. Sin la Caridad, la Eucaristía será siempre un culto vacío, y la Caridad, sin la Eucaristía, se reducirá a pura filantropía y acción social. Para el cristiano el cuerpo de Cristo, partido y repartido, y su Sangre, derramada en la cruz, serán siempre su alimento espiritual como signo y fuente perenne de nueva vida. La Eucaristía es prenda de vida eterna (cf. Jn 8, 55) y manantial inagotable de amor fraterno. Es el Hijo de Dios quien se nos ofrece sin pedir nada a cambio, y esa misma moneda de amor es la que el cristiano ofrece al necesitado, de bienes, de ideas, de sentimientos, de vida, de amor... Los gozos y esperanzas, angustias y tristezas de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres, deben encontrar siempre un eco sonoro y respuesta generosa en el corazón del discípulo de Cristo y de su Iglesia. Desde los tiempos de Jesús, la comunidad cristiana, ha procurado estar siempre apoyando en

los pobres de todos los tiempos. Sin los pobres, el mensaje de Jesucristo no se entendería. También en nuestros días caminamos los cristianos en esta dirección. Decía hace pocas fechas, el Papa Benedicto XVI en su reciente viaje a Malta, y se lo decía a los jóvenes cristianos: «hemos de socorrer al pobre, al débil, al marginado. Tenemos que preocuparnos especialmente por los que pasan momentos de dificultad. Debemos atender a los discapacitados y hacer todo lo posible para promover la dignidad y calidad de vida en todos los que precisan ayuda. Debemos prestar atención a las necesidades de los inmigrantes y de quienes buscan asilo en nuestra tierra. Tender una mano amiga a creyentes y no creyentes. Es nuestra vocación del amor que hemos recibido...» (18 de abril de 2010). Pero antes había fundamentado este proceder cristiano: «En la muerte y resurrección de Jesús, que se hace presente cada vez que celebramos la Misa, en que ofrece a todos la vida en abundancia». Acercarnos al que se queja, aportar nuestro bálsamo, desprendernos de unos denarios, implica hacer el bien, hacer presente a Cristo en esos rostros y ver a Dios en sus vidas. En estos momentos las peticiones a Cáritas nos desbordan. «Envíenos alimentos» me decía hace pocas fechas una voluntaria de Cáritas en una Parroquia. Se agotan los recursos para «dar de comer al hambriento» y, el Señor, en esos hermanos nos tiende su mano y solicita amor. El programa organizado de la Caridad en nuestra Iglesia es la tarea de las Cáritas, en todo su conjunto. Gracias a sus responsables y voluntariado. Gracias por tanta generosidad en «ofrecer lo que tenemos, sin pedir nada a cambio». La Caridad todo lo puede. Con mi saludo agradecido y bendición.

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EL SR. OBISPO DIRIGE UNA CARTA A LOS NIÑOS QUE HAN CELEBRADO SU PRIMERA COMUNIÓN Monseñor Ramón del Hoyo López, Obispo de Jaén, ha enviado a los niños y niñas que han celebrado en este curso su primera comunión una breve carta en la que afirma que «Jesús ha visitado el corazón limpio de muchos niños y niñas de esta Iglesia de Jaén». D. Ramón les agradece que algunos de estos niños «con alegría y sinceridad angelical» le hayan invitado a su primera comunión y les agradece el gesto rezando por todos. El Obispo les pide que se alimenten «muchas veces del «pan de la vida» que es Jesús mismo». El Sr. Obispo les cuenta a los niños algunos recuerdos de cuando él celebró su primera comunión: «yo recuerdo aún, cuando comulgué por primera vez, que me sentí realmente muy feliz y amigo de Jesús. Desde aquel día, me ha visitado muchas veces y así hemos ido creciendo los dos en amistad. Le dije a Jesús aquel día que quería ser siempre su amigo y estar con Él. Ahora, después de más de sesenta años desde que le recibí, puedo aseguraros que siempre me ha llevado de su mano y he querido ser su amigo». D. Ramón pide a los niños que este acontecimiento de la primera comunión «sea el inicio de un camino que vais a hacer junto a Jesús, un camino que dure toda la vida. Nunca encontraréis un amigo mejor, os lo aseguro. Es un camino que ya comenzó el día de vuestro Bautismo, ¡qué día tan grande aquel!, ha continuado hasta encontraros con Jesús en la Confesión, el perdón de los pecados, y en la primera, segunda, tercera... comunión. Pero sigue este camino, sobre todo, hasta que recibáis la fuerza del Espíritu Santo en la Confirmación, para ser cristianos mayores, misioneros y testigos del Evangelio de Jesús». El Sr. Obispo también aclara a los niños que con la primera comunión no se interrumpe este camino de ser amigos de Jesús, sino que «se reemprende con más fuerza y decisión para ser buen cristiano». Monseñor del Hoyo también se dirige en su carta a los padres, sacerdotes, catequistas, educadores, para que «de inmediato comiencen las catequesis de Confirmación con estos niños y niñas, para, una vez preparados, recibir los dones del Espíritu Santo, en la Confirmación». Y les pide que ayuden a los niños para que «participen cada vez con más entusiasmo y frutos espirituales en la misa de los Domingos y para que descubran que la fuerza para ser sus discípulos nos llega del Espíritu Santo. Por eso la importancia de preparar bien y con tiempo el Sacramento de la Confirmación». D. Ramón se despide de los niños afirmando que siempre «con Jesús somos mejores y más ricos». Nuestro Obispo hace referencia en el inicio de su escrito a las cartas que a menudo recibe de niños y niñas de la provincia de Jaén. En estas cartas le cuentan diversas cosas: le invitan a su primera comunión, le envían donativos para las misiones, le comentan que van a la catequesis, le dicen que rece por ellos, lo felicitan… y todo ello desde la sencillez y la espontaneidad propia de los niños. En nuestras páginas de «Iglesia en Jaén» recogemos una de estas cartas enviadas al Sr. Obispo por una niña de diez años, Alba, de Linares.

«ESTOY MUY CONTENTA POR IR A LA CATEQUESIS»

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ALABAD AL SEÑOR Manuel Jesús Casado Mena Subdelegado de Medios de Comunicación

Si por algo se caracteriza la fe católica es por la gran adaptación que tiene con el mundo, con la cultura. Fe y cultura, que con el paso del tiempo se convierten en tradición, han sido las dos grandes características del catolicismo en su expansión por todos los rincones de la tierra en su bimilenaria historia. Con los primeros albores del verano, casi siempre en el mes de junio, la Iglesia celebra una de sus fiestas más arraigadas de su historia y que, a lo largo del tiempo, ha producido profunda devoción el los fieles. La adoración al Santísimo Sacramento como expresión viva y real de la presencia de Dios entre nosotros. Desde sus inicios, la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo ha ido ligada a toda una serie de rituales, típicas tradiciones y celebraciones festivas que han calado en lo más profundo de las distintas culturas y el tipismo costumbrista de nuestros pueblos. Muchas son las ciudades y localidades donde «el día del Señor» como popularmente se denomina a esta fiesta, que destacan por la espectacularidad de su ornato por las calles por donde va a pasar la procesión. Días o incluso semanas previas, los vecinos adornan sus calles y plazas con gran esmero, e incluso montan altares con los motivos de esta fiesta para engrandecer el conjunto, o hacer una estación con la custodia que porta al Santísimo. Las campanas rompen el amanecer para anunciar que Jesús Sacramentado va a salir a la calle. Quizá esta es la procesión que tendría más sentido, más importancia; es el mismo Jesús-Eucaristía el que pasea solemne pon nuestras callejuelas y plazas, por los mismos lugares en los que nuestra vida transcurre día a día y que, una vez al año, Dios se hace presente. En todos los rincones de nuestra diócesis, la festividad del Corpus Christi se celebra con gran solemnidad y esmero, siendo una de las fiestas más participativas de nuestro calendario. Algunos como Villacarrillo, Villardompardo, Escañuela, Marmolejo o Arjonilla, destacan por la tradición de engalanar el itinerario de la procesión de un modo magnífico. Venid y adoremos a Cristo Redentor, que quedó para siempre entre nosotros bajo la presencia misteriosa de las especies del pan y del vino. Es Jesús quien visita de nuevo nuestros pueblos y hogares. Es nuestra fe la que nos hace sacar lo mejor de nosotros para honrar su presencia magnánima en nuestros barrios. Es nuestro modo de vivir cristiano el que configura las costumbres que arraigan en nuestras comunidades y pueblos. Es nuestra propia vida, que no se entiende sin el arraigo cristiano que heredamos de nuestros padres y que hemos de legar a las generaciones venideras. 6


La Procesión Eucarística de 1660 en Jaén Francisco Juan Martínez Rojas Deán de la S.I.C. de Jaén

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Tras un período de interrupción en las obras de construcción de la catedral de Jaén, de casi 55 años, los trabajos se reiniciaron en 1635, bajo la dirección del arquitecto Juan de Aranda Salazar. Éste falleció en 1654, sin ver culminado su proyecto, que se cerró en el crucero en 1660. Entonces, edificado ya el espacio litúrgico celebrativo, con el altar mayor, se planteó la posibilidad de consagrar la nueva fábrica. El protagonista o mentor de las celebraciones de la consagración de la catedral de Jaén en 1660 fue el arzobispo-obispo de Jaén, D. Fernando de Andrade y Castro. Natural de Galicia, tras estudiar en Salamanca, en el colegio de Arzobispo -el escudete lo pondría en su escudo episcopal- había trabajado en la Inquisición, y fue promovido al arzobispado de Palermo, en Sicilia, en noviembre de 1644. De ahí fue trasladado a Jaén, en el consistorio celebrado el 6 de julio de 1648, conservando el título de arzobispo. Aparte de otras fuentes documentales, como, sobre todo, las actas capitulares, tenemos la fortuna de gozar con una descripción pormenorizada de las fiestas que se celebraron con motivo de la consagración de la fábrica nueva de la catedral de Jaén, del 21 al 29 de octubre de 1660. Un escribano malagueño, Juan Núñez de Sotomayor, recopiló todo el material generado por las fiestas de la consagración, y lo dio a la imprenta. El voluminoso libro resultante -casi 900 páginas- salió de la imprenta de Mateo López Hidalgo, en Málaga, el año siguiente de la consagración, es decir, 1661. El título completo de la obra es: Descripción panegírica de las insignes fiestas que la Santa Iglesia de Jaén celebró en la translación del Ss. Sacramento a su nuevo y sumptuoso templo, por el mes de octubre del año de 1660. Fiestas y generosas demostraciones de aquella nobilísima ciudad en esta solemne dedicación. Oraciones evangélicas en su octava. Sagrados poemas en su elogio. Juan Núñez de Sotomayor divide su obra en doce discursos. De ellos, el cuarto está dedicado a describir la procesión eucarística que tuvo lugar el 21 de octubre, para llevar al Santísimo Sacramento de la Catedral antigua a la nueva. En esta singular procesión eucarística estuvieron presentes todos los estamentos civiles y eclesiásticos de la ciudad, y la custodia usada fue la realizada en el siglo anterior por Juan Ruiz el Vandalino, custodia que desapareció en 1936. Saliendo de la fábrica gótica, la más cercana entonces a la actual plaza de Santa María, la concurrida procesión discurrió por la plaza de Santa María, calle Maestra, plaza de la Audiencia, San Francisco y Mercado. Aparte de la ejecuciones musicales que se prodigaron a lo largo del recorrido, merece señalarse la descripción que Núñez de Sotomayor hace de los altares que levantaron las religiones, se decir, las órdenes religiosas. Estos altares forman parte del llamado arte efímero, que era una expresión teatral donde en ocasiones se mezclaba lo religioso y lo profano, utilizando un lenguaje espectacular y persuasivo, probablemente con la intención de ocultar la decadencia del país y a la vez proporcionar al pueblo un mundo participativo de riqueza y de alegría en el que olvidar, aunque sólo fuera por un momento, sus difíciles condiciones de vida. En concreto los jesuitas levantaron un altar en la calle Maestra, cerca del colegio de San Eufrasio, en el que junto con el escudo de la catedral estaban 8


las imágenes de S. Eufrasio, titular del colegio, y de los santos jesuitas canonizados entonces: San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, San Luis Gonzaga, San Estanislao de Kosca y San Francisco de Borja. Este último aparecía con un capelo en la mano, signo iconográfico clásico para identificarlo, pero también referencia al promotor del reinicio de las obras, el cardenal Moscoso y Sandoval, que era descendiente de Borja. Así lo reconocía la redondilla que acompañaba a la imagen del duque de Gandía: Borja, catedral dichosa / un nieto suyo te ha dado / que tus armas ha encumbrado / fabricándote hermosa. También levantaron altares los carmelitas calzados, enfrente de las casas del conde del Villar, los agustinos en la plazuela que llaman del conde del Villar. En la calle de D. Martín Cerón levantaron su altar y simulacro los padres mercedarios. El compás del convento de San Francisco fue el lugar elegido por la seráfica orden para levantar su altar. Finalmente, el prior de San Ildefonso levantó el último altar en la plaza de San Francisco. Todos estos altares estaban adornados con cuadros y estatuas en los que se representaban escenas evangélicas o personajes ligados a las distintas órdenes religiosas que los levantaron. Finalmente, la custodia realizada por el Vandalino procesionó por la calle Almenas y entró en el edificio de la nueva Catedral, colocándose en él por vez primera el Santísimo Sacramento. Con motivo de la celebración de los 350 años de la consagración de la Catedral, la procesión del Corpus 2010 discurrirá por el mismo recorrido del cortejo eucarístico de 1660, para rememorar tan señalada efemérides.

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LA EUCARISTÍA EN LA VIDA DE MANUEL LOZANO GARRIDO, «LOLO»

Antonio Aranda Calvo Canónigo de la S.I. Catedral de Jaén Invitamos a los lectores a contemplar las vivencias de Lolo y a imitarle en su proyecto de vida cristiana. En el Venerable Manuel Lozano tienen un modelo cuantos quieran distinguirse por el amor a la Eucaristía. La Eucaristía marcó la vida de Lolo; una vida con dimensión martirial, pues el sufrimiento hundido en la médula de su ser, su fuerza para evangelizar desde la palabra escrita, bellamente escrita, y desde el testimonio de su fe se sustentó con el pan de la Vida. Manuel Lozano Garrido hizo su primera comunión en 1929: fue su primer encuentro íntimo con Jesús en la sencillez de un corazón de niño, encuentro de presencia real y sacramental. Él lo recordaría en su agenda de 1941 y con trazos fuertes: «12 aniversario de mi Primera Comunión»; pero entre aquella fecha y el recuerdo escrito de la misma, Lolo realizó una labor maravillosa, pura elección gratuita de parte de Dios; así lo cuenta don Pedro Cámara en su libro «Lolo un cristiano»: «A los 16 años la guerra civil española ha comenzado. La Iglesia en Linares comienza una etapa de silencio y calvario, hay personas que no quieren renunciar a la Comunión. Un sacerdote oculto le confía (a Lolo) ser el portador disimulado que vaya repartiendo el pan de los fuertes. Ese regalo lo recuerda con emoción» Y el mismo Lolo dice: «La guerra, casi inmediatamente, como otra herida, una inmensa herida. Pero, con todo, sobre el terror y los negros perfiles, aquella vieja mano celeste, escanciándole a cada día su pequeña simiente de felicidad. Sobre todo una preferencia inmerecida: Dios, hecho Pan de 10

Sacramento casi todos los días. Mis más fervientes momentos espirituales, allí en el eje de aquellas fechas entre sirenas quejumbrosas y silbidos de obuses. ¿Por qué a mí el privilegio y no a otros?» Esta actividad eucarística marcó a Lolo para toda su larga vida; así nos dice don Rafael Higueras en «La alegría vivida en el dolor»: «Durante la guerra tenían un Sagrario en casa, todo envuelto en blanco y siempre con jazmines; desde el sacerdote llegaban las formas consagradas, Lolo daba la comunión a sus hermanas y luego salía a repartirlas». Momentos de gozo: comulgar, adorar y lleva a Cristo Eucaristía a otros hermanos…todo en medio del peligro siempre presente, pues las denuncias, mezcla de miedo, maldad e ignorancia, surgían de cualquier parte. Pero ¡cuánto amor entre Cristo y este joven y extraordinario ministro de la Eucaristía! ¡Qué jaculatorias y qué pensamientos del que había de ser tan buen escritor! Pronto por esta razón es encarcelado… también dos hermanas, y sin embargo nada malo habían hecho, sólo tener a Jesús y quererle con todo el corazón. Lolo pasa un Jueves Santo en prisión, y se nos cuenta que su hermana Lucy le llevó el Santísimo Sacramento y que para Lolo «fue aquél un día grande, que le marcó en su vivencia eucarística para toda la vida… incluso pusieron un monumento para adorar al Santísimo Sacramento aquel día en la cárcel» Este amor a la Eucaristía continuará y crecerá como miembro de Acción Católica y, de modo apasionado, durante su enfermedad. Lolo tiene como lema, el de la Acción Católica: Piedad, Estudio y Acción, y en la Piedad la Eucaristía: Santa Misa dominical y en lo posible diaria, visita al Santísimo cada tarde, adoración en la exposición mayor y acompa-


ñante en la Procesión del Corpus. Durante el servicio militar, dejaba el desayuno y salía rápidamente para oír misa y comulgar, después volvía entre los que tenían pases de salida. Pronto Manuel cae enfermo y le es imposible ir a celebrar la Eucaristía al templo con la comunidad. La cercanía de la Parroquia de Santa María le permite participar vivamente de la celebración de la Santa Misa, la seguía por el sonido de la campanilla: «La verdad es que lo que más me gusta es esta vecindad de la parroquia. Está tan cerca que, en primavera y verano, hasta puedo seguir la misa por el toque de la campanilla» en «Dios habla todos los días». Lolo tuvo el consuelo de poder celebrar la Eucaristía en su propio hogar y en la misma habitación donde discurría su vida: «…Aquí, sobre los ladrillos en los que trabajo día a día… se va a hacer hueco y todo un Dios de omnipotencia cristalizará humildemente en un blanco, sencillo y redondo pedazo de pan. Entre las cosas la sencillez del pan. Pudiera abrir el cielo y aparecer Dios triunfal en medio de la bóveda azul, como en una victoria o repentizar un rayo o una muchedumbre de ángeles, pero sólo se hace ver en forma de pan, sólo pan, pan. Diez o quince minutos y ha de estar aquí. Los minutos ¡qué largos y a la vez que escalofriantes!. ¡Va a venir, va a venir! Y, ¡cómo llega?, ¿qué recuerda?, ¿qué hará?» en «Las golondrinas nunca saben la hora». La comunión que recibía era un encuentro vivo con Cristo y en ella encontraba cada día alimento para la fe, fuerza para la esperanza y motivación para amar más y más: «Me escuece no tener cada tarde unos minutos de farolillos para con Dios y que, cuando Él entra, los latidos no sean una fragua de plata, en el aire íntimo no haya púrpuras encendidas y mi hombre inmaterial no espere de rodillas, con las dos manos en alto y en el cuenco un zumo cálido y dulce, desprendido y generosos» en «Dios habla todos los días» El día 3 de Noviembre de 1971 recibió por última vez la Sagrada Comunión. Lolo había escrito: «Rabí, que en el minuto del eterno natalicio no me falten tus manos, no me niegues tus pies, dame un beso en la frente» y entró en el cortejo del Cordero. Así la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos en el Decreto sobre su Virtudes, dado en Roma el día 17 de Diciembre de 2007, reconoce el valor de la eucaristía en la vida de nuestro Venerable. «La fuente y cumbre de la espiritualidad y actividad de Manuel consistía siempre en una más fructuosa participación de la Eucaristía. Por ser miembro de la obra pía «Discípulos de Jesús» le fue concedido que se

pudiera celebrar misa en su domicilio. Durante la primera celebración quiso el Siervo de Dios que su máquina dactilográfica fuera colocada debajo de la mesa que servía como altar, para que así el tronco de la cruz golpeara sobre la fila de las teclas, y desde allí pudiese extender sus raíces- tal como posteriormente escribió en uno de sus libros» Benedicto XVI nos ha dicho en la exhortación «Sacramento de la Caridad»: «La adoración fuera de la Santa Misa prolonga e intensifica lo acontecido en la misma celebración litúrgica. En efecto sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera». Lolo había entendido esta verdad. Al respecto dice Lolo: «Con todo hay algo mejor aún: el propio Sagrario, situado enfrente. Mientras trabajo, como o duermo, Cristo permanece de cara a mí, apenas a unos veinte metros de distancia. Frente por frente, los dos estamos en postura de diálogo. Cuando sufro, cuando lucho, cuando me afano por ser mejor, me basta apenas mirar de reojo para notarle como si me estuviera asentando. Si me abato, si me dobla la cabeza alguna infidelidad, cierro aprisa los ojos porque, si los abriera, habría de notar unas pupilas que me acusan» en «Dios habla todos los días». Manuel goza con la celebración del Jueves Santo, contempla a Cristo en el Monumento que se alza sacramental y glorioso, desde que se levanta, hace el propósito de estar todo el día cara a Él, hablarle y contemplarle. El día del Corpus lo vive igualmente desde el homenaje al Señor, desde la luz, las flores, el sonido de las campanillas, olor a incienso, y todo esto descrito bellamente con su pluma poética cargada de imágenes nacidas de la interioridad de un hombre de Dios.

Gracias Lolo. Intercede por nosotros.

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El Sacerdote, hombre de la Caridad Juan Raya Marín Vicario Episcopal de Caridad Así titulan los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, su mensaje con motivó del Corpus Christi, Día de la Caridad. Todo este año sacerdotal, ha sido una invitación a reavivar el don que hemos recibido y a profundizar en la riqueza personal y comunitaria que significa el ministerio sacerdotal que se nos ha confiado. El Señor Jesús nos ha vinculado tan íntimamente a Él, que nos hace partícipes directos de su sacerdocio para obrar en su nombre y hacerle presente en medio del mundo. Un mundo que tiene muchas necesidades, pero sobre todo está necesitado como de Dios, y de experimentar su ternura y su amor. Al celebrar el Día de la Caridad, los obispos invitan a la comunidad cristiana a reconocer el servicio de los sacerdotes en el campo de la caridad y agradecer lo mucho que Cáritas debe al ministerio sacerdotal en todos sus ámbitos (parroquiales, arciprestales, diocesanos...) pues los sacerdotes no son únicamente los hombres del culto y de la Palabra, son también los hombres de la caridad y tienen una tarea muy importante que realizar en la animación de la caridad y en la misión de presidir a la comunidad en la caridad. Como Jesús, Buen Pastor, el sacerdote esta llamado a cuidar de todas las ovejas y a saciar su hambre y su sed, pero con especial cuidado busca a la perdida, cura a la herida, reincorpora a la comunidad a la descarriada. Como Cristo sacerdote, «el ministerio sacerdotal al servicio de la Caridad, se expresa de manera sacramental en la Eucaristía y de manera existencial en el servicio a los pobres. Los sacerdotes en la Eucaristía ofrecen al Padre la vida entregada de Jesús para la salvación del mundo y, junto con Jesús, ofrecen su propia vida entregada para la salvación de los hombres». Celebrar la Eucaristía es, en palabras de Benedicto XVI, «implicarnos en la diná12

mica de su entrega» (Deus caritas est, 13) . El ministerio de la caridad pertenece al sacerdote por su misión al frente de la comunidad. Si la caridad es algo que pertenece a la naturaleza de la Iglesia y, en consecuencia, a toda la comunidad cristiana, tarea del sacerdote es hacer que en la comunidad cristiana se viva y exprese el servicio a los pobres. Como nos dijo el Concilio y nos recuerda Juan Pablo II (cf. Pastores dabo vobis, 26), si tarea del sacerdote es presidir a la comunidad en el anuncio de la Palabra y en la celebración de la fe, tarea suya es presidirla en la caridad. No hay ministerio sacerdotal completo de la comunidad sin el ejercicio y animación de la caridad. La tarea del sacerdote no es monopolizar la acción caritativa y social, sino sensibilizar a la comunidad sobre la dimensión caritativa y social de la vida cristiana, promover la corresponsabilidad, implicar en ella a los órganos de comunión y participación de la comunidad parroquial (sobre todo por medio de la Cáritas Parroquial) y favorecer la coordinación de la acción caritativa y social tanto en los distintos ámbitos al interior de la Iglesia, como con otras instituciones, públicas o privadas, que realizan acciones similares, sin perder nuestra identidad cristiana. Finalmente, los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social nos recuerdan que 2010 ha sido declarado por la Comisión Europea «Año de lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social», por eso, en este Año Sacerdotal que estamos terminando y en todo el 2010, contemplando el misterio de la Eucaristía, nos invitan a dar gracias a Dios por el don que significa su presencia eucarística y a orar por los sacerdotes y también por todos aquellos que entre nosotros son víctimas de la pobreza y la exclusión social.


Ildefonso Rueda Jándula Instituida por el Papa Urbano IV para toda la Iglesia en 1264, la Solemnidad del Corpus Christi responde al resurgir de las devociones eucarísticas al comenzar el siglo XII en centroeuropa. Concretamente fue la Abadía de Cornillón donde se inició el culto eucarístico fuera de la Misa en la Exposición, Procesión y Bendición con el Santísimo Sacramento. Establecida para el jueves después de la octava de Pentecostés, será fomentada para toda la Iglesia gracias a la concesión de indulgencias por los papas Martín V y Eugenio IV. El discurso histórico ha propiciado diversas perspectivas con las que interpretar la simbología de la procesión eucarística. Hoy, podríamos preguntarnos, como hizo en su tiempo Benedicto XVI, entonces Cardenal Ratzinger, en el artículo «Fiesta de acción de gracias por el triunfo de Cristo sobre la muerte. Esto es el Corpus Christi», si está bien de verdad, celebrar la Eucaristía una vez al año como si fuera una visita oficial del Señor del mundo, con todos los símbolos de alegría triunfal.

ríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Así, para Trento, el día del Corpus Christi se celebra la victoria de Cristo sobre la muerte, su triunfo, de manera que el arte que se despliegue en esta

Perspectiva de Trento El Concilio de Trento declaró acerca de la Solemnidad del Corpus Christi, que fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre de celebrar este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y hono13


el marco festivo, siendo la ciudad entera la que se transforma en su aspiración a convertirse en ciudad santa o en nueva Jerusalén. El entorno celebrativo se convierte en un entramado de signos con los que el hombre del barroco imagina el paraíso. Esta idea justifica la profusión de alfombras aromáticas, e incluso ese «horror vacui» que es solucionado mediante la transformación con toda clase de adornos vegetales del escenario cotidiano: flores en los balcones, alfombras y arcos triunfales recreando el jardín paradisíaco. Aquellos grupos de niños que participaban con el canto y la danza, suponen que la fiesta se reviste de la inocencia característica del estado de gracia, en alusión evidente al estadio originario del hombre. fiesta ha de recordar al antiguo ritual romano de reverenciar al jefe del ejército que volvía victorioso a casa con una marcha triunfal. Bajo esta perspectiva, el Cardenal Ratzinger afirmaba que el Corpus Christi es la respuesta a ese núcleo del misterio eucarístico. Una vez al año, la alegría triunfal por esa victoria ocupa el centro y se acompaña al vencedor en marcha triunfal por las calles. Por eso la celebración del Corpus Christi no atenta contra la primacía de la acogida, expresada en los dones del pan y del vino. Al contrario, saca a la luz la perfección lo que significa acoger realmente: dar al Señor el recibimiento que merece el vencedor. La gloria de la Ciudad de Dios En la acción de la contrarreforma, las procesiones son un vehículo para catequizar, desde el punto de vista publicitario: visualizan y enseñan los puntos dogmáticos frente a los reformadores, que además, por su antropología y contención festiva habían teñido su espiritualidad por cierta tristeza que contrasta con la alegría de los fieles católicos. Incluso muchos predicadores, como el Padre Ambrosio Montesino, en aquel mediado siglo XVI, insistía en el deber del gozo religioso y su exteriorización: Se acostumbra a derramar por la Iglesia muchas hierbas y flores de muy diversos olores y se encienden en ellas doce candelas por las paredes, en señal y representación de los doce apóstoles, y se visten y aderezan muy bien los altares y las imágenes y los sacerdotes visten las más preciosas casullas y capas, y cantan los clérigos los cantos de alegría que se acostumbran cantar en las solemnes y principales fiestas del año. La procesión es concebida como la marcha triunfal del pueblo de Dios hacia la Jerusalén celeste, lo que justifica el hecho de que todos los elementos que desfilan, los que componen el adorno y el propio recorrido, adquieren un sentido simbólico y trascendente. Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo (Ap 21,2). Frase que se hace realidad en 14

La Iglesia, Esposa de Cristo En el contexto del Concilio Vaticano II, y desde la reforma litúrgica anterior, la tendencia fue la de considerar la procesión del Corpus como algo superfluo desde una malinterpretación práctica. Así fue incluida dentro del capítulo de «devociones eucarísticas» y se propuso reducirla a una procesión para


comunión de enfermos, que tendría un significado funcional. Trento había dicho que la Fiesta del Corpus existía para suscitar en todos la gratitud y el recuerdo del Señor. Tres razones diferentes: Memoria, agradecimiento y Comunidad. El recuerdo del Señor nos lleva al núcleo del credo cristiano: Jesús ha resucitado, y para eso es esta Fiesta del Corpus Christi, para utilizar todo el esplendor de la belleza expresando la alegría de todas las alegrías. En palabras de nuestro actual Papa, El amor es más fuerte que la muerte, Dios está en Jesucristo en medio de nosotros. Así, el escenario transformado para esta solemne procesión, puede bien representar la ciudad santa engalanada, pero la misma procesión tiene su carga simbólica: Es el Cristo total: la unidad de Cristo y de la Iglesia, Cabeza y miembros del Cuerpo, los que procesionan, y en este caso no es algo enmascarado como ocurre con la ciudad, sino que es una realidad sacramental. Y este discurso por las calles y plazas de ciudades, pueblos y aldeas tiene plena vigencia por ser el mismo que la Iglesia que peregrina hacia el Día del Señor, cuando Cristo sea todo en Todos. Me han parecido significativas aquellas palabras del entonces Cardenal Ratzinger, acerca de

qué era el Corpus Christi para él: El día de Corpus Christi toda la comunidad se siente llamada a cumplir esta tarea… Todavía siento el aroma que desprendían las alfombras de flores y el abedul fresco, los ornamentos en las ventanas de las casas, los cantos, los estandartes; todavía oigo la música de los instrumentos de viento de la banda del pueblo, que en aquel día a veces se atrevía con más de lo que podía; y oigo el ruido de los petardos con los que los muchachos expresaban su barroca alegría de vivir, pero saludando a Cristo en las calles del pueblo como a una autoridad de la ciudad, como a la autoridad suprema, como al Señor del mundo. La presencia perpetua de Cristo era saludada en ese día como una visita de Estado, que no se olvida ni siquiera de la aldea más pequeña.

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UNA BELLA HISTORIA QUE AGRADECER Hna. Mª del Carmen Gil Misionera Eucarística de Nazaret Con palabras de la Presidenta de la Unión Eucarística Reparadora, la Hermana María Leonor Mediavilla Becerril, comienzo este artículo para haceros comprender el gran gozo que tengo por contaros una historia tan bella que quiero agradecer, porque es obra del Amor de Cristo en la Eucaristía: «Hace un año, con gozo y dando gracias a Dios, inauguramos en Palomares del Río el Año Jubilar de la fundación de la Unión Eucarística Reparadora (UNER). De todos los lugares de América y Europa, adonde este Carisma ha llegado, hemos ido recibiendo noticias de las celebraciones que se han realizado, no solo en la clausura del Centenario, sino también durante todo el año. Pero sobre todo hemos constatado que ha sido un año de gracia y bendición para todos los que hemos recibido este don y también para las personas que se han querido unir a nosotros acogiendo la invitación que les hemos hecho». El lema de este centenario ha sido «Eucaristía, un grito de vida en una cultura de muerte», y ha convertido este año, de celebración tan especial, en «año eucarístico, año de la Vida». Este es el don que se nos ha regalado por medio del Beato Manuel González, un carisma de Vida. Él decía: «miro a Jesús Eucaristía como un sol que irradia luz, calor y vida en torno suyo, como un manantial corriendo en muchas direcciones, como un delicioso jardín esparciendo los aromas más exquisitos». Nuestro Fundador siente el abandono eucarístico porque cargó en sus espaldas con los abandonados de la vida. Ver abandonados a los hombres le lleva a descubrir con más profundidad el abandono de Jesús. Él dice que el mayor dolor de Jesús Eucaristía es ver que el hombre está solo, alejado de Dios. Y cuando Dios está ausente del corazón, el hombre está deteriorado, roto, enfermo, acongojado. Sin embargo, Jesús vie-

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ne a salvar y muchas veces no encuentra quién quiera salvarse, su presencia no es valorada; podemos decir que Jesús está desaprovechado. Aun así, Él siempre está ahí esperando, en el Sagrario, dando vida. Al clausurar este Centenario y mirar al futuro queremos seguir experimen-tando la alegría por la «esperanza del mucho bien que se seguirá hacien-do». Hemos comprobado que tenemos una historia bella que agradecer, pero ahora tenemos el compromiso de continuar construyendo una historia entusiasmante, donde la pasión por Jesús Eucaristía y la humanidad sigan siendo las claves en nuestra vida. Historia que a partir de este momento comenzamos a escribir, como tantas veces, con renglones torcidos, que el Señor sabrá enderezar. Lo haremos apoyados en la mano de nuestra Madre Inmaculada y mirando a nuestro Fundador el Bto Manuel González, con alegría y confianza, porque para escribir esta historia contamos con la fidelidad de Dios y su misericordia incondicional. Hemos conocido el Amor tan maravilloso de Dios, vivo y real en la Eucaristía, y el dolor de ver que es tan poco aprovechado y hasta olvidado. Tenemos una gran exigencia: amar, como lo hace Él, callado, paciente… y siempre. También desde Jaén hemos celebrado este gozoso acontecimiento del centenario. Creo que toda historia de amor es bella para contar, ¡pues cuan más digna de ello, es la del Corazón más locamente enamorado por ti, que es el de tu Dios! Si os quedan ganas de seguir con esta locura, os invito a echar un vistazo en: http://eucaristia.wordpress.com y http://www.uner.org/primera.html


«LA EUCARISTÍA ES EL CENTRO DE LA MISIÓN» Don Emilio Samaniego Guzmán es un sacerdote de Jaén que actualmente se encuentra en la Misión Diocesana de Ecuador, en el Vicariato Apostólico de Esmeraldas. Realiza esta labor junto a otro sacerdote de Jaén, Don Luís Fernando Criado Reca. Don Emilio se encuentra durante unos días en nuestra tierra y ha participado en varias charlas y encuentros en el Seminario Diocesano y en varias parroquias. Aprovechamos su estancia entre nosotros para mantener una pequeña conversación con él. ¿Hace cuánto tiempo que partiste y cuál es la realidad que os habéis encontrado allí, en la zona de Esmeraldas? Hace ya casi dos años. Yo partí con motivo del Congreso Americano que se celebró en Quito en agosto del 2008. La situación de Esmeraldas es muy parecida al resto de Latinoamérica, caracterizada por la pobreza: tanto material como moralmente. Este pueblo lleva muy pocos años de evangelización. Estamos a solo 100 kilómetros de la frontera con Colombia y es una zona que se caracteriza también por la violencia que existe, tanto por el contrabando de gasolina como por el narcotráfico, todo con este país vecino. A nivel moral vemos que las familias están muy desestructuradas, no existe lo que es para nosotros el núcleo familiar, las mujeres sufren mucho el machismo… es algo cultural con lo que no es fácil luchar. ¿Cómo valorarías la religiosidad de este pueblo? A nivel religioso, es un pueblo que mantiene sus tradiciones, algunas son supersticiones provenientes de África, aunque la evangelización católica ha seguido su curso y, en muchos aspectos, es muy similar a la que podemos tener en Europa. En cuanto estructura nos encontramos que existen también los cursos de catequesis o bautismos. Lo que no existe tanto es el matrimonio eclesiástico. Es una dura batalla que tenemos, porque ellos con la precariedad que tienen de medios no se atreven a comprometerse, sobre todo, con el tema del machismo, por-

que las mujeres muy a menudo se ven abandonadas por su pareja después de dar a luz. Las consecuencias se miden, principalmente, por los niños: muchas veces viven con la abuela, son educados por la tía… Queremos hacer mucho hincapié en la alfabetización de estos niños porque el futuro está en la cultura actual. Un tema muy importante que me gustaría destacar es que estáis en la Misión Diocesana de Jaén, es decir, que sois sacerdotes diocesanos que sentís la necesidad de evangelizar en otras partes del mundo. ¿Qué ayudas necesitáis para desplegar vuestra misión? Allí ciertamente las necesidades son grandes, hay muchos campos que cubrir y a todos no llegamos. Si por ejemplo dijéramos de equipar las capillas no acabaríamos, por tanto lo que intentamos es que sea el propio pueblo el que la construya. No nos gusta dar nada regalado sin más, porque del esfuerzo va naciendo también un poco la vida en la comunidad. Aunque tardemos más tiempo queremos que se impliquen y que se den cuenta que cada vez que ponen una tabla en la nueva capilla, es también parte de su vida. ¿Dais mucha importancia a la pastoral con los jóvenes? Sí, los jóvenes son el futuro de la sociedad y de la Iglesia. Si hablamos de los jóvenes puedo decir que tenemos una iniciativa de semi-internado en el centro pastoral. A veces, te ves capacitado y 17


otras veces te desborda, incluso materialmente, porque no es lo mismo vivir dos sacerdotes que cinco personas más. Esto también sería bueno que se dialogase y se viera que este es un proyecto extraordinario, por lo que también debería haber unos ingresos extraordinarios. A nivel material, ¿qué necesidades tenéis más apremiantes? Hay varios temas. Por ejemplo la movilidad. Gracias a la Conferencia Episcopal, a Misión América de Obras Misioneras Pontificias, hemos recibido donativos para tener dos coches y poder desplazarnos. Esa es una ayuda inmensa porque es parte de la misión. Es decir, poder desplazarte Kilómetros y Kilómetros con un 4x4 que te pueda ayudar, porque con las lluvias todo se queda con mucho barro y si no tienes un coche en condiciones no sales de la zona.

Y si hablamos de capacitación en el centro pastoral, igual que en el del centro cultural, hemos puesto ordenadores, estamos recibiendo libros, etc. Todo es bien recibido en ese aspecto. Realmente yo creo que cualquier persona de España o de la diócesis de Jaén puede hacerse presente allí con su donativo. Y su donativo es su amor que llega en forma de solidaridad. Ahora que vamos a celebrar la festividad del Corpus, ¿qué lugar ocupa la Eucaristía en la vida de un misionero? La Eucaristía es centro de la misión. Es el culmen. La celebración siempre está llena de todo lo que contiene en sí la misma liturgia. Es la misma Palabra de Dios la que te habla, te transforma y te va guiando. Y en la Eucaristía encontramos la auténtica fortaleza de la evangelización. Allí, por ejemplo, la preparación para que los niños y niñas hagan la primera comunión es muy similar a la que tenemos en España. Los niños hacen la comunión a partir de los 12 años y después la confirmación a los 18, aunque son edades orientativas. Puede haber también bautismos o confirmaciones de adultos o, incluso, personas que se le han pasado todos los cursos, no se han matriculado ni en catequesis, ni en nada, pero personas que finalmente han acabado abrazando la fe.

PARA REFLEXIONAR…

El mendigo Hubo una vez un mendigo que estaba tendido al lado de la calle. Vio a lo lejos venir al rey con su corona y capa. «Le voy a pedir, que seguro me dará bastante» pensó el mendigo y cuando el rey pasó cerca le dijo: «Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?» aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho más. El rey le miró y le dijo: « ¿Por qué no me das algo tú? ¿Acaso no soy yo tu rey?» El mendigo no sabía que responder a la pregunta y dijo: «Pero su majestad… ¡ yo no tengo nada!». El rey respondió: «Algo debes de tener... ¡busca!». Entre asombrado y enojado el mendigo buscó entre sus cosas y vio que tenía una naranja, un bollo de pan y unos granos de arroz. Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle, así que en medio de su enfado tomó cinco granos de arroz y se los dio al rey. Complacido el rey dijo: «!Ves como si tenías!» Y le dio cinco monedas de oro, una por cada grano de arroz. El mendigo dijo entonces: «Su majestad... creo que por aquí tengo otras cosas», pero el rey no hizo caso y dijo: «Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar». 18


TE NECESITO, SEÑOR «¡Te necesito, Señor!, porque sin Ti mi vida se seca. Quiero encontrarte en la oración, en tu presencia inconfundible, durante esos momentos en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante Ti. ¡Quiero buscarte! Quiero encontrarte dando vida a la naturaleza que Tú has creado; en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro, y en la profundidad de un bosque que protege con sus hojas los latidos escondidos de todos sus inquilinos. ¡Necesito sentirte alrededor! Quiero encontrarte en tus sacramentos, en el reencuentro con tu perdón, en la escucha de tu palabra, en el misterio de tu cotidiana entrega radical. ¡Necesito sentirte dentro! Quiero encontrarte en el rostro de los hombres y mujeres, en la convivencia con mis hermanos; en la necesidad del pobre y en el amor de mis amigos; en la sonrisa de un niño y en el ruido de la muchedumbre. ¡Tengo que verte! Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser, en las capacidades que me has dado, en los deseos y sentimientos que fluyen en mí, en mi trabajo y mi descanso y, un día, en la debilidad de mi vida, cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo». P. Pierre Teilhard de Chardin, S.J

EDITA: OBISPADO DE JAÉN VICARÍA de COMUNICACIÓN DIRECTOR: Antonio Garrido de la Torre vicariodecomunicacion@diocesisdejaen.es

SUBDIRECTOR: Manuel Jesús Casado Mena SUSCRIPCIONES: Jesús Jiménez Jiménez Obispado de Jaén Plaza Santa María, 2. Apartado 039 - 23080 Jaén.

CORREO ELECTRÓNICO: iglesiaenjaen@diocesisdejaen.es

MAQUETACIÓN: José Carlos Ruiz Mariscal

Teléfono 953.230.036 Fax 953.230.039.

Depósito Legal J-121-1990

COLABORADORES: Vanessa Muñoz Pedro Criado Manuel López Juan Raya Ildefonso Rueda Julio Segurado Seminario Diocesano de La Inmaculada y San Eufrasio

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