Iglesia en Jaén 415

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Carta del Director

Pan que se parte, reparte y comparte EDITA: OBISPADO DE JAÉN VICARÍA de COMUNICACIÓN DIRECTOR: Antonio Garrido de la Torre REDACCIÓN, MAQUETACIÓN Y FOTOGRAFÍA: José Carlos Ruiz Mariscal COLABORADORES: Martín Jiménez, Manuel López, José Antonio Sánchez, Manuel Carmona, Juan Raya, Seminario Diocesano de Jaén. CORREO ELECTRÓNICO: iglesiaenjaen@diocesisdejaen.es ADMINISTRACIÓN Y SUSCRIPCIONES: Jesús Jiménez. Plaza Santa María, 2. Apartado 039 - 23080 Jaén. Teléfono 953.230.036 Fax 953.230.039. Depósito Legal J-121-1990. IMPRESIÓN Gráficas La Paz de Torredonjimeno, s.l.

La fiesta del Corpus Christi es una de las más arraigadas en el calendario festivo de nuestra Iglesia de Jaén. No hay más que darse un paseo por el recorrido procesional del Corpus en muchos de los pueblos y aldeas que forman nuestra geografía provincial para percibir el carácter popular que acompaña a esta festividad. Desde nuestra catedral de Jaén hasta la más sencilla iglesia de aldea va a ser el marco de una fiesta que se vive intensamente en el templo y fuera del templo, con una procesión que es manifestación pública del misterio de fe que adoramos. Sí, ciertamente, Dios está aquí, en el Sagrario, en la Custodia, en ese pan bendito que se parte, reparte y comparte para saciar el hambre de los hombres. Un pan de vida eterna que fortalece la fe del caminante tantas veces vapuleada por las adversidades de la vida. Nuestro pueblo vive con intensidad esta jornada. Es el día del Señor y eso es sinónimo de fiesta, de grandeza y de alegría. En muchas de nuestras poblaciones, de una forma más sencilla o más elaborada, la fe con la que se vive esta fiesta se transforma en un especial arreglo y ornamentación del recorrido procesional. Son muchas las experiencias que se entremezclan en este día grande. Vivir la fiesta del Corpus es sentir el aroma intenso de la juncia y el romero; es ver las filigranas de dibujos y alegorías eucarísticas que se hacen en las alfombras de serrín tintado; es volver la vista a las colgaduras que cubren las calles a modo de prolongación de las bóvedas de los templos; es observar la minuciosidad con la que se levantan altares en los rincones de las calles por las que va a pasar el Santísimo Sacramento; es percatarse de las macetas y flores que engalanan los balcones con su colorido; es percibir el aroma del incienso que sube hasta la custodia como las oraciones en la presencia del Señor; es acompañar con cánticos a aquel que es el «Amor de los amores»; es compartir la alegría de los niños y niñas que se han acercado por vez primera a recibir la Sagrada Comunión y que acompañan a la custodia con su bullicio e inocencia; es sentirse interiormente alentado con la bendición que clausura la procesión. Esta festividad viene cargada de tantos elementos populares que la adornan pero no puede pasar desapercibida una dimensión fundamental: adorar a Cristo en la Eucaristía conlleva ser fermento de fraternidad en nuestro mundo. El día del Corpus Christi es día de caridad, día de hacer presente el mandato del amor que nos dejó Jesús en la última cena. Adoración a Cristo en la custodia y servicio a los que están marginados en nuestra sociedad consumista. Dos aspectos inseparables como dos caras de una misma moneda. La Madre Teresa de Calcuta entendía a la perfección esta unión entre el sacramento de la eucaristía y la entrega a los pobres. Ella decía: «Cuando adoro a Jesús en la Eucaristía veo a los pobres y cuando estoy con los pobres veo a Jesús. No hace falta amar a las personas «por» Cristo, sino que basta amar a Cristo «en» las personas». Toda una lección. • Antonio Garrido de la Torre vicariodecomunicacion@diocesisdejaen.es

Para reflexionar... Espiga eterna de paz «Los males del siglo radican esencialmente en un egoísmo concentrado y en el tremebundo distanciamiento de la Eucaristía. Para salvarse es preciso que la humanidad dé marcha atrás en su elección de un camino ficticio. Hay que aclarar los ojos, vidriados por la soberbia, para fijarlos en ese rincón tan cercano -¡y tan lejos, Dios mío!- donde campea la Espiga Eterna de la Paz, Cristo Hostia, única meta capaz de saciar por toda una eternidad la sed y el hambre del mundo. Venerable Manuel Lozano Garrido, «Lolo» 2 / 25 MAYO 2008


MISTERIO DE AMOR

Corpus Christi, Día de Caridad Muy queridos sacerdotes, diáconos, consagrados y fieles laicos: 1. La Iglesia vive de la Eucaristía Con estas palabras da comienzo la Carta Encíclica «Ecclesia de Eucaristía», del Sumo Pontífice Juan Pablo II, del 17 de abril de 2003. En los inicios del tercer milenio, nos recordaba el querido Pontífice, que «la Iglesia está llamada a caminar en la vida cristiana con renovado impulso» y que «la realización de este programa pasa por la Eucaristía». Ella encierra en síntesis el núcleo del misterio de la Iglesia. He podido comprobar, con gran satisfacción, la profunda piedad eucarística y mariana de los fieles diocesanos y, así como les invitaba en otra carta reciente a vivir de forma muy especial este mes de mayo junto a nuestra Madre, en la presente deseo invitarles, con ocasión de la próxima solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, 25 de mayo, a estrechar nuestra comunión desde el alimento del pan consagrado y la adoración al Santísimo Sacramento para, luego, ser portadores del amor divino, hecho nuestro, a los rostros necesitados. Es el pan que se parte y comparte en la mesa redonda del mundo. Nos dice el Señor: «Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida» (Jn 6, 51-58). «El que tenga dos túnicas que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer que haga lo mismo». (Lc 3, 10) 2. «Se les abrieron los ojos y le reconocieron al partir el pan» (Lc 24, 31) Cada vez que nos acercamos a la Eucaristía y la celebramos en comunidad tenemos la ocasión de revivir, de algún modo, la experiencia de los discípulos de Emaús. Hemos de situar a la Eucaristía en el puesto central de nuestra vivencia cristiana y de la comunidad.

La Eucaristía es la fuente de la vida divina, centro y vértice de la vida sacramental, fermento de caridad y vínculo de unidad, misterio de fe que edifica la Iglesia, fuente de evangelización y crecimiento de la Iglesia, fuente de vocaciones sacerdotales y religiosas, raíz y fundamento de nuestro amor al prójimo. En la Eucaristía alimentamos nuestro vivir diario del Pan de la vida eterna. Quiero insistir e invitarles a cuidar y mimar, con especial interés, tres momentos eucarísticos de máximo interés para nuestras vidas de discípulos de Jesucristo: a) Los cristianos siempre han celebrado el Domingo como el día de la Resurrección del Señor y del descanso. Han festejado este primer día de la semana como día del encuentro y de la convivencia, día de fiesta para la comunidad parroquial y en la familia cristiana La participación en la Eucaristía de cada domingo es la expresión pública de la identidad de un cristiano. Podemos leer en Didascalia Apostolorum, del s. II del cristianismo: «¿Qué justificación podría presentar a Dios quien no se reúne el domingo en asamblea para escuchar la palabra de Dios y nutrirse del alimento divino que dura eternamente?» (II, 59. 3). b) Íntimamente unido a la celebración del sacrificio eucarístico y como derivación del mismo debemos destacar también el culto eucarístico fuera de la misa, a solas o en comunidad, desde el Sagrario o ante la Custodia. Ello nos da la posibilidad de «llegar al manantial de la gracia» (EE 25). Los sacerdotes debemos recordar especialmente las palabras del Ritual Romano en que se nos dice: «Corresponde a los Pastores animar, incluso con el testimonio personal, el culto eucarístico, particularmente la exposición del Santísimo 3 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI Sacramento y la adoración de Cristo presente bajo las especies eucarísticas». (nn. 38-39).

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que «así como los Sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y de la Eucaristía constituyen… los sacramentos de la iniciación cristiana, se puede decir que la Penitencia, la Santa Unción y la Eucaristía… constituyen, cuando la vida cristiana toca a su fin, los sacramentos que preparan para entrar en la Patria, o los sacramentos que cierran la peregrinación». (n. 1525)

seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios… anticipándose así a lo que, en cierta medida se realiza sacramentalmente» (EE n. 55), la solemnidad del Corpus es ocasión muy propicia para contemplar el Santo Rostro de Cristo y reconocerle en el sacramento vivo de su Cuerpo y de su Sangre. Invito a ello a toda la Comunidad diocesana para que, desde la Catedral hasta el más pequeño de los templos y comunidades, seminario, monasterios de clausura, movimientos, asociaciones… programen con actos especiales la preparación de esta gran fiesta eucarística, con actividades de reflexión, formación, semana social, o similares. El mundo y la Iglesia tienen gran necesidad del culto eucarístico. Desde la mesa del Altar, Sagrario y Custodia, Jesús nos espera en el Sacramento del amor. Adoremos y agradezcamos su presencia eucarística y contemplemos con ojos de fe su Santo Rostro.

3. La Fiesta y Procesión del Corpus Christi Es el día «que relumbra más que el sol» y una solemnidad profundamente arraigada en la religiosidad del pueblo cristiano la festividad del Corpus Christi. En el alba del tercer milenio, el Pontífice Juan Pablo II invitaba al pueblo de Dios a «remar mar adentro en las aguas de la historia… pero siempre desde la contemplación del Rostro de Cristo, haciéndolo en compañía, además, de nuestra Madre la Virgen María». (EE n. 6). De la mano de esta Madre, «que ofreció su

4. Día y colecta de Caridad Mediante la Institución de la Eucaristía en la Última Cena, Jesucristo perpetúa su entrega y presencia para siempre junto a nosotros. La mística del Sacramento Eucarístico, que se basa en el abajamiento de Dios hasta nosotros, contiene también «un carácter social», con palabras del Pontífice Benedicto XVI, porque «la unión con Cristo es, al mismo tiempo, unión con todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos y

c) Llevar la sagrada Comunión a las personas enfermas e impedidas, es el mayor consuelo y el mejor regalo que podemos hacerles. Así me lo han expresado muchos de estos hermanos que antes lo hicieron en el templo y con la comunidad. Hasta el momento de la muerte, el cristiano necesita el alimento del Pan de la Vida.

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MISTERIO DE AMOR con los que serán». (DCS n. 14). Al mirar a todos los hombres como hermanos con los mismos ojos con que Cristo los mira, lo que ofrecemos es un amor transformado. Por eso, si en nuestra vida faltara el amor divino, no sería posible reconocer en esos rostros las imágenes de Dios. La caridad cristiana, sin orillar ni suplantar ni mucho menos a la justicia y solidaridad humana, no se inspira, sin embargo, en esquemas y proyectos que pretendan, sin más, una asistencia social, sino hacer visible al Dios vivo. Es servicio de amor. Es reconocer en el necesitado la imagen de Dios, es responder a su situación concreta. La caridad es la elevación sobrenatural del amor humano. Es amar al prójimo con Dios y como Dios. «Amémonos unos a los otros», afirma el Apóstol Juan, porque el amor procede de Dios. Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. «Quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve» (1 Jn 4, 7-10. 20). «He tenido hambre y me habéis dado de comer…» (Mt 25, 35 s.). Apoyemos desde nuestra generosidad a Cáritas diocesana y a las demás Cáritas. Son muchos los programas y actividades de ayuda en favor de muchos necesitados anónimos, cercanos y lejanos. Merecen nuestro amor unido al de Jesús Eucaristía, que nos ama y se entrega por nosotros. El resultado de la colecta de este año se destinará, por Cáritas diocesana, a favor de Cáritas Palestina con ocasión de la Peregrinación diocesana a Tierra Santa el próximo mes de agosto. 5. Agradecimiento a Cáritas diocesana en su cincuenta aniversario La Iglesia muestra su vitalidad a través de su organización caritativa. Cáritas diocesana, que mira, por una parte, a Caritas nacional e internacional, por otra parte extiende sus brazos en el territorio diocesano por medio de las Cáritas parroquiales e interparroquiales. El debilitamiento de la caridad organizada en la Iglesia significaría apagarse una parte irrenunciable de su esencia. Su afianzamiento y crecimiento, en cambio, significará siempre que se amplía la esfera del amor misericordioso de Dios al hombre. La conmemoración de este año del Cincuenta Aniversario de Cáritas diocesana es motivo de alegría profunda para esta Iglesia diocesana de Jaén, estímulo para afianzar su organización, y, sobre todo, agradecimiento sincero a tantas personas que han ido entregando su vida en favor de la caridad organizada a través de esta querida institución durante este recorrido. El actual Pontífice, al referirse en la Carta Encíclica «Deus caritas est» a los elementos que constituyen la esencia de la caridad cristiana y eclesial organizada, destaca sobre todo, además de la competencia profesional de sus agentes, la

La caridad cristiana, sin orillar ni suplantar ni mucho menos a la justicia y solidaridad humana, no se inspira, sin embargo, en esquemas y proyectos que pretendan, sin más, una asistencia social, sino hacer visible al Dios vivo. Es servicio de amor. Es reconocer en el necesitado la imagen de Dios, es responder a su situación concreta. La caridad es la elevación sobrenatural del amor humano. Es amar al prójimo con Dios y como Dios. formación del corazón. «No limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente riqueza de humanidad» (n. 31. a). Gracias en nombre de las incontables personas que, a lo largo de estos cincuenta años, comprobaron el amor que brota del corazón entre hermanos. Dios se lo pagará con un salario de vida eterna. Con mi saludo agradecido y bendición. 5 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI

NUESTROS PUEBLOS Y PARROQUIAS

La caridad, fruto de la Eucaristía Juan Raya. Delegado Episcopal de Cáritas La encíclica Ecclesia de Eucharistia nos lo recuerda que la Eucaristía «está en el centro de la vida eclesial», más todavía, «la Iglesia vive de la Eucaristía», la exhortación apostólica Sacramentum caritatis añade que es «misterio para creer, celebrar y vivir».

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Entender la relación entre Eucaristía y Caridad, es de singular importancia para quienes intentamos hacer del seguimiento de Jesús el eje de nuestra vida. Nuestro modelo, Jesús, muestra en su persona tres aspectos que El mismo se encargó de señalar cuando manifestó a los Apóstoles: Yo soy el camino, la verdad y la vida (Juan 4,6). Los tres conceptos, conjuntamente entendidos, aluden a los tres aspectos en que se condensa la misión única salvífica de Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. Y es Rey de manera diferente a la de los potentados de este mundo, porque El Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos (Mt. 20,28) Nosotros, miembros del Cuerpo Místico, del que Cristo es cabeza, somos con El, desde nuestro bautismo, sacerdotes, profetas y reyes. Sacerdotes, cuando ofrecemos nuestras vidas como hostias gratas al Padre por Jesucristo; profetas cuando anunciamos la Buena Noticia revelada por Jesucristo, con nuestra palabra y, sobre todo, con nuestras vidas; y reyes cuando ordenamos el mundo conforme al plan de Dios y lo hacemos, a la manera de Cristo, sirviendo a los hermanos. A esos tres aspectos: sacerdocio, profetismo, realeza, corresponden las tres dimensiones de la pastoral de la Iglesia: Culto, Palabra, Caridad. Y como el acto eminente de culto es la Eucaristía, en la que Cristo está presente con presencia real, la Palabra por excelencia es Cristo presente en el Evangelio y en la Tradición y el


MISTERIO DE AMOR destinatario de nuestro servicio amoroso es el hermano, con el que Jesús se identifica. La concurrencia de los tres elementos en nuestra vida: culto, palabra, caridad, es indispensable para que podamos hablar de un cristiano coherente. Una religión limitada a los actos de culto, sin extraer de ellos la consecuencia necesaria en frutos de amor, sería puro fariseísmo; un conocimiento teológico sin culto y sin acción sería mera erudición; y hasta una acción benefactora del prójimo, desconectada del culto y del conocimiento y acatamiento de la Palabra de Dios, sería filantropía o beneficencia, pero no cristianismo. Nuestra fe se funda en el difícil equilibrio de la Cruz, con su pie sólidamente anclado en la tierra su pináculo alzado hacia el cielo, y sus brazos abiertos a todos los hombres. La Eucaristía, a la vez que presencia y memorial del sacrificio del Hijo de Dios, reclama un movimiento de conversión de los participantes hacia el gesto fundamental de amor y entrega de Jesús: Cristo resucitado, presente en el pan y el vino, ha asumido para siempre la historia de su vida, pasión y muerte. Jesús, en la Eucaristía, sigue siendo el ungido por el Espíritu para liberar a los oprimidos y evangelizar a todos los hombres, nuestros hermanos, mostrando su amor especialmente con los más pobres . Por eso, nuestra identificación con Cristo hace que, al seguirle en todo, nos empeñemos también con El en la construcción del Reino de paz, de amor y de justicia que vino a anunciarnos Por eso, cuando adoramos a Jesús Sacramentado, nos alimentamos con su Cuerpo y su Sangre y, unidos íntimamente a El, atendemos solícitos al mismo Jesús, presente en el hermano necesitado, sólo entonces, vamos cumpliendo paso a paso con nuestra misión de testigos de la Resurrección del Señor, anunciando al mundo que Cristo vive, con nuestras vidas. En definitiva, nosotros somos las manos de Cristo. Eucaristía y caridad (ésta en su sentido auténtico de amor, no en el de mera beneficencia) son inseparables. Como ha dicho Juan Pablo II, el sacramento de la Eucaristía no se puede separar del mandamiento de la caridad.» No se puede recibir el Cuerpo de Cristo y sentirse alejado de los que tienen hambre y sed, son explotados o extranjeros, están encarcelados o se encuentran enfermos» (XLV Congreso Internacional de Sevilla, 1.993). El mandamiento de amor, que brota de la Eucaristía, es un amor que permanece, que sirve, capaz de lavar los pies, que sienta a la mesa y crea fraternidad, que comparte y parte solidariamente el pan, que se hace pan y se parte y se deja comer, que se atreve a sufrir con los pobres y a dignificarles, y que transforma el mundo. En el texto de Isaías que Jesús lee en la sinagoga de Nazaret (Lucas 4, 16 ss), se establecen claramente las prioridades de la misión

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de Jesús y por tanto de la de los cristianos: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la Buena Nueva a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar un año de gracia del Señor». Además de la presencia sacramental de Jesús en la Eucaristía, también está presente en las personas sin hogar, en las mujeres maltratadas o asesinadas, en los no nacidos, en los enfermos, presos, inmigrantes, hambrientos, ancianos abandonados... «Allí está Jesús con una presencia dramática y urgente, llamándonos desde lejos para que nos aproximemos, nos hagamos «prójimos» del Señor, para hacernos la gracia inapreciable de ayudarnos cuando nosotros le ayudemos» ( C.E.E, La Iglesia y los pobres, 22) La primeras comunidades cristianas nos enseñan que justicia es «Dar a cada uno lo que necesita» y no sólo «dar a cada uno lo suyo» que propone el derecho romano. Trabajar por la construcción de un mundo más justo será, así, elemento esencial de una actuación encaminada a conseguir la vivencia del amor cristiano. La promoción de la justicia y el amor efectivo, de obras, en favor de los más débiles: los pobres, necesitados y excluidos, será el signo distintivo de que hemos captado y compartido el mensaje de amor de Jesús expresado en la Eucaristía. Además de trabajar por la justicia y la paz, procurando los cambios estructurales necesarios y la promoción social de los excluidos, el cristiano ha de esforzarse en aliviar el dolor diario de los que sufren. No podemos dejar de atender los lamentos de los pobres con el argumento de que estamos trabajando para construirles un mundo mejor. Cuando adoramos a Jesús Sacramentado, nos alimentamos con su Cuerpo y su Sangre, escuchamos su palabra y, con plena coherencia entre la fe y la vida, atendemos solícitos al mismo Jesús, misteriosamente presente en el hermano necesitado, vamos cumpliendo paso a paso con nuestra misión de testigos de la Resurrección del Señor y extendiendo su Reino. 7 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI

El Corpus, amor a Cristo en los hermanos Francisco León García, Párroco de Santa Marta de Martos. Lo más grande es el amor. San Pablo, en su primera carta a los Corintios, nos dice: «Ahora subsisten estas tres cosas: la fe, la esperanza, el amor, pero la más excelente de todas es el amor» (1ª Cor. 13,13). Y es que el amor es lo que determina la esencia del cristianismo, es el supremo valor para la vida del cristiano. Un amor cuya iniciativa no la ha tenido el hombre, sino Dios: «Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que cree en Él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn. 3,18). El Papa Benedicto XVI nos ha recordado: «La vida en su

verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces vivimos».1 El apóstol san Juan no dice: «El amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo para liberarnos de nuestros pecados» (1ª Jn. 4,10). Excelencia de la Eucaristía. Jesucristo ha concretado ese amor, «hasta el extremo», en la entrega de su cuerpo y en el derramamiento de su sangre: «Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos» (Jn. 15,13), entregando su vida voluntariamente, y ha perpetuado su presencia en la Eucaristía, «don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre».2 Nunca faltó en la Iglesia, en esta historia bimilenaria, el encuentro personal, íntimo y comunitario con Jesucristo, que había mandado a los apóstoles en la Última Cena: «Haced esto en mi memoria» (1ª Cor. 11, 24-25). El Papa Benedicto XVI, en su exhortación apostólica, nos recuerda las reformas del rito del Sacramento de la Eucaristía que se ha realizado a lo largo de la historia del cristianismo; la presencia permanente de esta Tradición que la Iglesia ha vivido durante toda su existencia, no es otra cosa que el renacimiento y la necesidad vital de anunciar la muerte y resurrección de Cristo hasta el final: «Así pues, siempre que coméís de este pan y bebéis de este cáliz, anunciáis la muerte del Señor hasta que vuelva» (1ª Cor. 11,26). No creo que exista otra manera más importante para fortalecer la fe, mantener la esperanza y vivir el amor cristiano, que no sea la comunión con Cristo; ya lo decía Él mismo: «El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él» (Jn. 6,56). De ahí que el Papa nos insista que la Eucaristía es «la fuente y el culmen de la vida cristiana».3 Sentimiento por la presencia eucarística. Recuerdo el sentir de la gente sencilla y cristiana, expresada en el dicho: Hay tres jueves en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión. Son precisamente tres momentos del misterio de la persona de Jesucristo, que preparan y realizan el camino de su exaltación a la Gloria del Padre, después del triunfo de su Resurrección, de la que participarán los que hayan creído en Él y le hayan seguido en el camino de su existencia, tratando de imitar al Maestro; y del misterio de su presencia y su entrega amorosa, bajo las especies de pan y de vino, en la Eucaristía: banquete de vida Eterna.

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MISTERIO DE AMOR No es extraño que a dos de ellos se le reconozcan como el día del Amor Fraterno (Jueves Santo) y Día Nacional de la Caridad (Corpus Christi). Días vividos especialmente con un profundo sentimiento cristiano de amor y adoración a Jesucristo, presente sacramental-mente en su Iglesia, y que nos convoca a todos a llevar adelante nuestro amor a los demás hermanos, especialmente a los que más nos necesitan: los más empobrecidos, marginados, desempleados, es decir, a todos y cada uno de los que se encuentran en la cuneta de esta sociedad del bienestar y el consumismo feroz. Todo el esfuerzo y el sentimiento, que ponemos por adornar la custodia y arreglar y engalanar las fachadas de nuestras casas y calles por donde pasará procesionalmente Jesucristo Sacramentado, debiera ser la expresión viva de ese sentimiento de amor más profundo en el cristiano por descubrir también a Jesucristo en los demás, cumpliendo su mandamiento: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado» (Jn. 13,34; 15,12.17), siguiendo el ejemplo de Cristo que «no ha venido a ser servido, sino a servir y la da la vida en rescate por todos» (Mt. 20,28); Él, que siendo el Maestro y el Señor, se puso a lavar los píes de sus discípulos (Jn. 13, 15-17), tarea propia de esclavos y de criados en su época. La Eucaristía hace la Iglesia. Por eso, al celebrar la Eucaristía «Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo, que consiste justamente en que, en Dios y con Dios, amo también a la persona que no me agrada o ni siguiera conozco. Esto sólo puede llevarse a cabo a partir del encuentro íntimo con Dios, un encuentro que se ha convertido en comunión de voluntad, llegando a implicar el sentimiento. Entonces aprendo a mirar a esta otra persona no ya sólo con mis ojos y sentimientos, sino desde la perspectiva de Jesucristo. De este modo, en las personas que encuentro reconozco a los hermanos y hermanas por los que el Señor ha dado su vida amándolos hasta el extremo».4 No podía ser de otra manera. Por eso, no nos es extraño que ya la primera comunidad cristiana que surge en Jerusalén junto a los apóstoles no sólo se reúnen para escuchar su

predicación y para orar juntos, sino para «partir el pan» (celebración de la Eucaristía), y, como consecuencia, lo tenían todo en común y nadie pasaba necesidad, ni llamaba como propio nada de lo que tenían (Hech. 2,42-46; 4,32-37). El Papa Benedicto XVI nos dice que «la mística del Sacramento tiene un carácter social. En efecto, la unión con Cristo es al mismo tiempo unión con todos los demás a los que Él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí; únicamente puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán».5 Estas palabras nos confirman lo que ya Jesucristo les decía a los apóstoles: «Por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos míos» (Jn. 13,35). Tenemos que reconocer que todavía nos queda mucho camino que andar. Los cristianos, en su mayoría, tenemos una asignatura pendiente, y es la ausencia de compromiso social; no podemos andar indiferentes ni quedarnos tranquilos y con los brazos cruzados ante tanta miseria humana cercana (Cuarto Mundo) y lejana (Tercer Mundo), ante tanta injusticia y desigualdad, ante tanto dolor y sufrimiento, ante los atropellos contra la dignidad del ser humano; no podemos pasar indiferentes ante tantos hermanos malheridos en la cuneta de nuestra sociedad. 50 años de Cáritas en nuestra Diócesis de Jaén. Es ésta una fecha significativa para dar gracias a Dios por tantas acciones realizadas con verdadero amor al prójimo, por tantos corazones generosos que no sólo han compartido sus bienes, sino que han dedicado su Marmolejo tiempo, sus desvelos, su imaginación y sus vidas al servicio de los más necesitados, de los más empobrecidos; que han sido valientes y han alzado su voz contra la injusticia, contra la explotación, la miseria, el egoísmo utilitarista, contra toda ofensa hecha a la dignidad humana, la mayoría de las veces, en las personas más débiles de la tierra. También hoy, nuestras comunidades cristianas, a través de las personas que conforman nuestros equipos de Cáritas Parroquiales, y, haciéndose eco del sentir y actuar de la Iglesia desde los primeros cristianos, ponen en común y comparten sus bienes en las colectas dedicadas a Cáritas, para repartir según las necesidades de los 9 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI hermanos más necesitados de nuestras parroquias; pero no sólo se trata de ayudas materiales, hay otras muchas pobrezas que no pueden paliarse con dineros; la cercanía y el calor humano en medio de tantas soledades; el consuelo en medio de tantos sufrimientos y abandonos; la palabra amable y oportuna ante el individualismo que vivimos; el tender una mano amiga ante tanta frustración y sentimiento de fracaso, el acompañamiento en momentos de especial problemática, etc. Todo ello nos recuerda que la Caridad no es sólo dar, sino «darse», que es lo propio y específicamente cristiano y que va más allá de la mera solidaridad humana. Creo que nuestras Cáritas van tomando conciencia de la complejidad de nuestra sociedad actual y van sintiendo la exigencia de un mayor compromiso, que no consiste sólo en la atención primaria, sino en la necesidad de trazar los proyectos adecuados para prevenir, promocionar o paliar, en lo que esté a nuestro alcance, las situaciones endémicas o enquistadas que se dan en algunas personas o familias más humildes y pobres, así como también en la mayor conciencia profética para alzar la voz en nombre de los que no tienen voz o pasan inadvertidos o no cuentan en nuestro ambiente. Cada día aumenta la conciencia en muchos cristianos de que «estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser para todos, hace que sea nuestro modo de ser. Nos compromete a favor de los demás ... Del amor de Dios se deriva la participación en la justicia y en la bondad de Dios para los otros; amar a Dios requiere la libertad interior respecto a todo lo que se posee y todas las cosas materiales».6 La historia de estos 50 años de Cáritas en nuestra Diócesis, el nacimiento, la evolución y el

desarrollo de nuestras Cáritas Parroquiales está, pese a los fallos derivados de las torpezas que hayamos podido cometer, jalonada de muchos nombres, muchas acciones pequeñas y no tan pequeñas, de mucho tiempo dedicado a los demás, de mucho servicio, de mucha entrega, de mucho amor, que, desde nuestra pequeñez, ofrecemos al Señor, y de tantas personas aliviadas ayudadas, consoladas, servidas y queridas por las que seguimos pidiendo, como todos aquellos que siguen padeciendo los desequilibrios, las desigualdades injustas, los fracasos de nuestra sociedad, debidas a tantas y tan diversas causas que provocan las nuevas pobrezas actuales, y a las que hoy tenemos la necesidad de responder, tratando de paliar, en la medida de lo posible y con mucho amor, el sufrimiento que generan, conscientes de que esta tarea «pertenece a la naturaleza de la Iglesia y es manifestación irrenunciable de su propia esencia».7 Contamos con la gracia de Dios y la fuerza del Espíritu Santo. Con Jesucristo presente en la Eucaristía ofrecemos nuestras vidas al Padre, de quien procede todo don perfecto, para que nos dé la valentía, la fortaleza, la sabiduría y el amor para poder acompañar, ayudar y servir a todos aquellos que perdieron su dignidad, la fe y la esperanza en la vida, que puedan reconocerse como personas creadas a «imagen y semejanza» de Dios y puedan rehacer, valorar, luchar y estimar su dignidad personal, y disfruten de la belleza y grandeza de la vida. Aprovechemos este año de gracia para fortalecer, renovar, tomar conciencia y ampliar nuestros equipos de Cáritas con el amor que experimentamos en nuestra íntima unión con Jesucristo y con la alegría que no da el saber que cuando hacemos algo, por insignificante que sea, con los más humildes hermanos, se lo estamos haciendo a Él.8 Que la Virgen María, Madre de Jesús y Madre nuestra, la primera Custodia que portó en su vientre el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo, nos enseñe y ayude a tener entrañas de misericordia con los hermanos más necesitados. NOTAS 1 Carta Encíclica de Benedicto XVI, Spe salvi, n. 27 2 Exhortación apostólica postsinodal de Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, n. 1 3 Ibid. n. 70 4 Sacramentum caritatis, n. 88; Deus caritas est, n. 18; Jn. 13,1. 5 Sacramentum caritatis, n. 89; Deus caritas est, n. 14. 6 Benedicto XVI, Carta encíclica Spe salvi, n. 28; Deus Caritas est, n. 19. 7 Benedicto XVI, Deus caritas est, n. 25ª. 8 Mt. 25,40.

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MISTERIO DE AMOR

La Eucaristía, centro de nuestra vida Mª de Lourdes López Mondragón Hermana Mercedaria del Santísimo Sacramento La Eucaristía expresa y realiza lo que tiene que ser la principal misión de nuestra vida. EL AMOR. Amor que redime y nos compromete a entregar la vida por nuestros hermanos como Jesús la entregó por nosotros (Const. 15. 1) Para nosotras, la celebración eucarística es el centro de nuestra vida, es el máximo regalo que recibimos de Dios, por eso, desde el primer momento entramos en oración dinámica de perdón, escucha, alabanza, intercesión y acción de gracias. En ella descubrimos el sacramento de amor divino de la caridad verdadera manifestada en Cristo Jesús que se ha hecho alimento de amor y vida del hombre. La Palabra encarnada, a través de la figura de Cristo Redentor hace que su mensaje se convierta para nosotras en anuncio de liberación, que descubramos en el Pan de la Palabra y de la Eucaristía el amor misericordioso del Padre que no conoce fronteras y nos impulsa y compromete a actuar con el mismo amor, por eso pedimos a Dios que perdone nuestra debilidades, nuestras negligencias y nos permita acompañarle durante la eucaristía haciendo nuestro su sacrificio, que abra nuestros oídos para escuchar su palabra y que haga de nuestro corazón tierra fértil para que su semilla fructifique. También le pedimos que conforme nuestra vida con la suya para que seamos testimonio de su amor, que vivamos la eucaristía como fiesta del amor y de la entrega. Así mismo pedimos que trasforme nuestra vida en ofrenda permanente, para darnos sin reserva a nuestros hermanos y reconocer en sus rostros

el rostro de Cristo y para que ellos lo reconozcan a través de nuestras acciones. Es verdad que aunque somos pobres e indignas El por su gran amor nos concede entrar en íntima comunión. ¡Que gran momento cuando escuchamos sus palabras: «Tomad y comed este es mi cuerpo, tomad y bebed esta es mi sangre…»! Son momentos sublimes de gozo, ternura y amor que nos llevan profunda contemplación, veneración, y adoración. Igualmente a un sincero agradecimiento a Quien por amor dio su vida por nuestra salvación, por la del mundo entero. Al alimentarnos diariamente de su pan y de su palabra sentimos vibrar en el fondo de nuestro ser una fuerza transformadora que nos humaniza y nos impulsa a amar y servir, partir y compartir, liberar y dar gracias. Es la fuerza que necesitamos para llevar a cabo nuestra misión evangelizadora. Por eso, cada día, con la eucaristía, renace en nosotras la vida, la esperanza y surge en nuestro corazón el amor, la comprensión el deseo de ser libres y de liberar, de donar nuestra vida por la redención del mundo. Además, al participar de su mesa, nos sentimos llamadas a la unidad y comprometidas a trabajar por integrar la gran familia del Reino y luchar contra la división y el individualismo. Nuestra vida consagrada por Dios y para Dios mediante la libre profesión del los consejo evangélicos en el seguimiento radical de Jesús quiere ser un acto permanente de alabanza, acción de gracias, donación y adoración, así como memorial de Jesús, llevar a la vida lo que hemos vivido en la Eucaristía. Tenemos la certeza que recibimos a través de la Eucaristía el fuego de Dios para abrazar a todos en su amor, es por eso María del Refugio nuestra amada fundadora hizo suya esta frase: «He venido a prender fuego a la tierra y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo» (Jn…) la Eucaristía era para ella el verdadero alimento donde encontraba fortaleza y plenitud, así como luz para llevar acabo sus proyectos. Permanecía prolongados tiempos en actitud de adoración ante la Eucaristía, buscaba llenar su corazón del fuego de Dios, para abrir nuevos sagrarios en el corazón de niños, jóvenes y demás personas. Deseaba que todos le conocieran, amaran y adoraran. Nosotras en este siglo XXI queremos mantener encendido el fuego eucarístico, deseamos que en todo niño, joven, adulto o anciano se encienda y se mantenga encendida la llama eucarística y valoren el sacramento de la eucaristía, el sacramento del amor. 11 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI

Primer Centenario de la Sección de Adoración Nocturna de Marmolejo ACTOS SOLEMNES DEL CENTENARIO Domingo 25 de mayo, Solemnidad del Corpus Christi: A las 9 de la mañana, Solemne Eucaristía, y a continuación, Procesión Miércoles 28 de mayo, a las 8 de la tarde, Triduo al Santísimo, y a las 8’30, Solemne Eucaristía presidida por D. Manuel Jesús Casado Mena. Jueves 29 de mayo, a las 8 de la tarde, Triduo al Santísimo, y a las 8’30, Solemne Eucaristía presidida por D. Juan Solís Agudo. Viernes 30 de mayo, a las 8 de la tarde, Triduo al Santísimo, y a las 8’30, Solemne Eucaristía presidida por D. Juan Manuel Perales Mercado. Domingo 1 de junio, a las 7 de la tarde, Rezo de Vísperas y Vigilia del Santísimo con motivo del Centenario; a las 8 de la tarde, Concelebración Eucarística, presidida por el Ilmo. Sr. Vicario General D. José Antonio Maroto Expósito; a las 9 de la tarde, Magna Procesión de su Divina Majestad por las calles de Marmolejo en el Centenario de la Sección Adoradora Nocturna de la Parroquia de Nuestra Señora de la Paz de Marmolejo, con el siguiente itinerario: Plaza de la Constitución, Plaza del Amparo, C/ Perales, C/ Coso, Plaza 28 de febrero, C/ Útica, C/ Palacio Valdés, Parroquia. Viernes 6 de junio, a las 9 de la tarde, Concierto de música sacra en la Parroquia; a las 10 de la tarde, Cena del Centenario. Sección Adoradora Nocturna de Marmolejo Parroquia de Nuestra Señora de la Paz de Marmolejo (Jaén) 12 / 25 MAYO 2008


MISTERIO DE AMOR

Allí estaba el Señor Ramón Guixá Tobar Es muy temprana este año la celebración del Corpus Christi, debido a aquella primeriza luna de la pascua que redondeó por el pasado equinoccio su cuerpo, plateado y grácil, de dama celeste para alumbrar los caminos de la pasión. Por eso, sin haber acabado el florido y tibio mes dedicado a la madre del Señor nos disponemos a celebrar su presencia real y confortadora en la Eucaristía. Corpus Christi, mañana luminosa y festiva. En nuestro país siempre se ha celebrado esta fiesta con esplendor de música y colores, de niños vestidos de blanco y menudas nubes de rosas como enjambres de mariposas coloristas que vuelan al encuentro de la misteriosa presencia real de Cristo en la Eucaristía; un misterio que rebasa nuestra capacidad de comprensión y que desborda la mente de nuestros congéneres que ya han perdido toda capacidad de asombro y que tan solo aprecian lo que puede contarse, tocarse o definirse por métodos racionales, como si lo racional fuera la exclusiva fuente de conocimiento posible. Corpus Christi, presencia real de Cristo vivo en el pan, ese signo del cuerpo partido para otorgar el don de la vida, signo de comunión, de novedad y liberación, alimento del caminante símbolo del hombre que aspira a la verdad y a la justicia, signo de la voluntad del Padre que está en los cielos. Corpus Christi, procesión gloriosa, fiesta de la alegría y de los sentidos que despiertan para acercarse a la comprensión, iluminada por la gracia, del misterio representado. Misterio de intimidad compartida en el claroscuro del Cenáculo, en palabras de Benedicto XVI, que sin embargo trasciende sus paredes para abrirse paso al mundo. El Señor vivo y presente en el viril de la custodia está siempre en camino hacia el mundo. Misterio universal, atemporal que da sentido a la existencia. La procesión del Corpus es una bendición para la ciudad de Jaén y sus habitantes. Cristo convertido en pan bendice nuestros hogares y nuestras vidas al pasear nuestras calles. El está presente entre nosotros. Corpus Christi. Ese pan que viene de las espigas de muchos granos que han sido molidas y unidas para hacer un alimento único, nos recuerda las palabras de san Pablo a los Corintios: «Nosotros mismos que somos muchos, debemos

llegar a ser un solo pan , un solo cuerpo,,,! Misterio de fraternidad entre los seres humanos. Misterio que alimenta el espíritu. El pan eucarístico como maná del cielo que conforta nuestro paso por el mundo, tal como lo definió el Papa en la homilía de la solemne celebración de la festividad del Corpus Christi del año 2006. Procesión compartida por todos los creyentes. Jaén se hace Cenáculo olivarero en el que todos sus habitantes participan de aquél banquete primero y cantan sus corazones: «Ecce panis angelorum, factus cibus viatorum: vere panis filiorum» he aquí el pan de los ángeles, pan de los peregrinos verdadero pan de los hijos. ¡Qué difícil que en estos tiempos se acepte la presencia real de Cristo en la Eucaristía! Incluso a muchos creyentes les cuesta comprender la profunda verdad del misterio. Y sin embargo Él está con nosotros ayudando nuestra incredulidad y tibieza. Él ha resucitado y marcha delante de nosotros en la procesión eucarística. Pasaron las sombras del Via Crucis y nos ha venido la luz del resucitado que nos ha donado su presencia para siempre. Alimento del alma y el cuerpo que está por encima de cualquier ley o prescripción humana lo que hizo decir a Tomás de Villacarrillo Aquino: «La noche de la última cena, recostado a la mesa con los Apóstoles, cumplidas las reglas sobre la comida legal, se da, con sus propias manos, a si mismo, como alimento para todos los creyentes» Y, cuando acabe la procesión y volvamos a nuestros hogares con el corazón limpio, renovado por una fuerza misteriosa, sabremos que lo hemos visto, vivo y presente, eternamente actualizado. Sabremos que Él estaba allí como estará siempre en nuestra palabra en muestra mente y en nuestro corazón. Y entenderemos las palabras del poeta García Nieto cuando expresaba sus impresiones sobre un Corpus toledano. Allí estaba el Señor. La calle era la residencia que Él glorificaba ¿Qué hora puntual de Dios iba en mi pecho creciéndome la fe entre campanadas? ¿Qué silencio del mundo quieto en torno? ¿Qué acogimiento en lo que contemplaba...? Pasaba Dios. Pasaba el árbol mágico de la casa de Dios. Dentro, Él estaba... 13 / 25 MAYO 2008


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Notas sobre el culto y la devoción Ecarística en la Historia de la Diócesis de Jaén Francisco Juan Martínez Rojas Los primeros datos ciertos sobre el culto eucarístico en el territorio que posteriormente sería la diócesis de Jaén se remontan a principios del s. IV, y están contenidos en los cánones del concilio de Elvira. En este concilio participaron seis comunidades cristianas ubicadas en el solar giennense, y por lo tanto, se puede deducir que la legislación aprobada por esta asamblea conciliar refleja los problemas y las realidades pastorales más acuciantes de las comunidades representadas. Las disposiciones canónicas del concilio de Elvira referidas a la Eucaristía son rigoristas, hasta límites que quizá hoy nos sorprendan, pero que nada tienen de extraño en el contexto de aquella época. Así, por ejemplo, se ordenaba que se negara la comunión a determinadas categorías de personas, como eran corruptores de menores, adultos que hubieran sacrificado a los ídolos, etc. Otro dato de notable valor histórico nos introduce ya en el período visigodo. Una inscripción hallada en Porcuna en 1885 nos ofrece un interesante dato sobre la celebración eucarística durante el período visigótico. Se trata de una lápida cuyo texto hace referencia a una cella memoriae, es decir, una iglesia edificada para el recuerdo y veneración de Santa María, la Madre del Señor, enclavada en una finca cercana a Obulco -Porcuna-. Es el primer dato de un templo cristiano que conservamos, y por lo tanto, la noticia más antigua sobre un lugar de culto eucarístico en nuestra diócesis que ha llegado hasta nosotros. Otro documento importante que nos acerca a la vida eucarística de los cristianos de Jaén en la edad antigua es la primera obra literaria que conocemos fue escrita en nuestra tierra: se trata del Apologeticum, del abad Sansón. Este clérigo cordobés de mediados del s. IX, enfrentado con el obispo de Málaga Hostegesis y con las autoridades musulmanas que ya habían ocupado la Península Ibérica, se retiró a Tucci -Martos-, donde compuso un amplio tratado en que defendía la fe de la Iglesia frente a las erróneas 16 / 25 MAYO 2008

Baeza

interpretaciones del prelado malacitano. En su Apologeticum, el abad Sansón recoge su visión de la Eucaristía, que no es otra sino la fe de la Iglesia en la presencia real, frente a las aberraciones teológicas de Hostegesis. Su dilatada estancia en Tucci y la buena acogida que le dispensaron los cristianos de aquella comunidad nos induce a pensar que la fe en la Eucaristía de los cristianos de Jaén en el siglo IX quedó fielmente reflejada por el abad Sansón en su Apologeticum. En la edad media no tenemos muchas noticias del modo concreto de la celebración de la Eucaristía, aunque podemos conjeturar fácilmente que, dada la estrecha dependencia de la sede giennense de su metropolitana de Toledo, la misa se celebraría secundum consuetudinem sanctae Ecclesiae Toletanae, como se deja ver, por otro lado, por la inclusión de santos toledanos en el calendario propio de Jaén: San Eugenio, San Ildefonso, Sta. Leocadia. No se puede olvidar que el IV Concilio Lateranense (1216) había establecido la obligatoriedad de la confesión y comunión anual, al menos por Pascua de Resurrección. Esta norma pastoral se reflejó también en la misma legislación particular del obispado de Jaén. Así, el título XVI de las constituciones capitulares de 1478, suscritas por el cabildo y el obispo D. Íñigo Manrique de Lara, describe las tareas que el prior de la catedral tenía encomendadas: debía atender pastoralmente la iglesia mayor y su colación, corrigiendo los pecados públicos que se conociesen; estaba obligado igualmente a procurar que sus feligreses y los beneficiados


MISTERIO DE AMOR cumplieran con el precepto pascual confesando y comulgando, y tenía que anotarlos en un libro; finalmente, debía cuidar que se enseñase la doctrina cristiana. Nacían así los registros pascuales, es decir, los libros donde se recogían los nombres de los fieles que habían cumplido con el precepto pascual, prácticamente que posteriormente desembocará en el llamado billete de confesión. Aparte de las funciones reseñadas, el sínodo de 1492 amplifica los deberes del prior, cometiéndole la celebración de la misa mayor en la parroquia, la custodia de la eucaristía en el sagrario, y la enseñanza del Padrenuestro, el credo, el ave maría y la salve, como oraciones principales del cristiano. Para fomentar la devoción al Santísimo Sacramento entre los pequeños, el obispo D. Luis Osorio ordenó en el mismo sínodo que el maestro llevase a los niños a la iglesia al menos en el momento de la consagración. En cuanto a la edad de recepción de la Eucaristía, para los laicos se prescribía la participación en la misa a partir de los quince años. En otro orden de cosas, se fue imponiendo progresivamente la custodia de la Eucaristía y la adoración, estableciéndose una disociación entre celebración eucarística,

recepción del sacramento y adoración eucarística. En esta época aparecerían las primeras custodias, de las que no se han conservado ningún ejemplo en Jaén. Pero hay constancia de que ya se hacía la procesión del Corpus en el s. XV, aunque bien pudiera haberse celebrado desde antes, pues la fiesta, en la Iglesia Universal, se celebraba desde 1246, precisamente el año de la reconquista de la ciudad de Jaén por parte de Fernando III el Santo. La época moderna fue un período de auge eucarístico, en el que algunas manifestaciones de esa devoción se potenciaron, como respuesta a la reforma protestante, que había cuestionado la experiencia sacramental y eucarística de la Iglesia. En Jaén, fue determinante la labor realizada por S. Juan de Ávila y sus discípulos, partidarios de una recepción más frecuente de la Eucaristía por los fieles. Los fieles más devotos engrosaban las listas de cofrades del Santísimo Sacramento, cofradía establecida obligatoriamente en todas las parroquias. Tras el concilio de Trento, el obispo D. Francisco Sarmiento de Mendoza (15801595) ordenó, entre otras cosas, que el sagrario estuviese en el centro de la Baeza capilla mayor de 17 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI las iglesias, y no en un lateral. Prueba de la nueva centralidad de la adoración eucarística fue el esplendor que revistió en este período la fiesta del Corpus Christi, para la que los orfebres realizaron algunas de las custodias más significativas de nuestra diócesis, lo que contribuye, junto con los motetes eucarísticos, los altares, las danzas durante la procesión y la representación de autos sacramentales, a una barroquización de la piedad eucarística, de la que es testigo excepcional el obispo D. Sancho Dávila y Toledo (1600-1615), autor de un libro sobre las reliquias y el Santísimo, publicado en Madrid, en 1611. Con la llegada de la Ilustración, hicieron su aparición los presupuestos de una nueva religiosidad, que intentaba encauzar las manifestaciones de la religiosidad popular dentro de los límites de la razón y el buen gusto. El culto a la Eucaristía no fue ajeno a este movimiento. Así, se pusieron en marcha toda una serie de medidas de purificación que impulsaron los ilustrados para reforma la piedad de los fieles según sus criterios: el gesto más representativo fue la real cédula de Carlos III por la que prohibió que los gigantones fuesen en la procesión del Corpus y se representasen autos sacramentales. Tampoco faltaron manifestaciones de espiritualidad jansenista: se dilató la

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participación en la misa y la frecuencia en recibir los sacramentos se vio con malos ojos, como una devaluación del sacramento. Estos ataques velados a la fe del pueblo en la presencia real de Cristo en la eucaristía explican algunas medidas pastorales, como fue la carta circular del obispo D. Agustín Rubín de Ceballos, Alcaudete en 1789 -el año de la Revolución Francesa- en la que exhortaba a dignificar y potenciar el culto a la Eucaristía en todo el obispado giennense. Mientras tanto, entre los fieles, sobre todo los más instruidos, diversas obras servían como lectura espiritual eucarística. Por la vinculación con nuestro obispado cabe destacar la Instruccion utilisima y fácil para confesar particular y generalmente, para prepararse y recibir la Sagrada Comunión..., del fraile capuchino Fray Manuel de Jaén, nacido en Bailén en 1676. El s. XIX fue un período en el que la devoción eucarística recibió un nuevo impulso, que manifestó la revitalización de la Iglesia tras las revoluciones liberales. Frente a las profanaciones de que era objeto la Eucaristía, se puso nuevo empeño en el culto fuera de la misa (Adoración Nocturna), y se realzó la procesión del Corpus. Y los pastores diocesanos, a través de diversos documentos, y en los sínodos de 1872 y 1953, también legislaron de modo particular sobre lo que constituye el centro y culmen de la vida cristiana. La celebración del Vaticano II y la aplicación de la normativa litúrgica que estableció este concilio abrió un nuevo período, en el que se buscó la participación activa y fructuosa de los fieles en la Eucaristía. Con toda razón recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica que cada vez que una comunidad cristiana se reúne el domingo para celebrar la Eucaristía, sigue indicando a cada generación lo que constituye el eje central de la historia, con el cual se relacionan el misterio del principio y del destino final del mundo.


MISTERIO DE AMOR

50 años de acción caritativo-social de la Iglesia

Una resumida mirada desde Cáritas Juan Carlos Escobedo. Director de Cáritas Diocesana. Con fecha 5 de Noviembre de 1958, un decreto de D. Felix Romero Mengíbar, Obispo de Jaén, erigía canónicamente a «Cáritas Diocesana de Acción Católica como persona moral con plena capacidad jurídica, para poseer y administrar bienes temporales de cualquier clase, conforme a las normas generales de la Acción Católica y las que Nos o nuestros sucesores diéramos en adelante». Se iniciaba así la andadura de Cáritas en Jaén, continuidad de los veinte siglos de existencia de la continuada acción caritativo social de la Iglesia fundada por Cristo. No obstante, ya con anterioridad se encontraba Cáritas Diocesana con actividad suficiente, como lo demuestra la celebración de su primera Asamblea en fechas 9 y 10 de Julio de 1955. El acta levantada con ocasión de aquella asamblea y las siguientes, muestran ya de forma inequívoca el espíritu y la voluntad de servicio en el seno de una Iglesia comprometida desde siempre con los más necesitados. Resulta aleccionador recorrer la trayectoria de Cáritas en estos primeros años y en lo subsiguientes. Todo problema o necesidad es analizado y asumido por Cáritas, moviéndola a la acción en la medida de sus posibilidades, con actuaciones que hoy en día nos parecerían increíbles por su audacia, impensables por su envergadura y en todo caso siempre fruto de un Espíritu que ha animado el corazón de muchos y valerosos cristianos. A modo de limitado resumen de algunas de las acciones de Cáritas en la Diócesis de Jaén, a continuación se desgranan las más relevantes. Vivienda La escasez de viviendas transcurridos ya varios lustros tras el final de la Guerra Civil promovió la constitución de varios Patronatos para la construcción de las mismas. Así en fecha 2 de Octubre de 1957 se procede a la escritura fundacional del Patronato de la «Santísima Virgen de la Capilla», y con fecha 11 de Noviembre de 1959 al Patronato de «San Vicente de Paul». Ambos Patronatos construyen en la década de los sesenta 1065 viviendas sociales en 13 localidades de la provincia de Jaén, en un alarde de audacia y capacidad real y efectiva de acción social. Hoy en día se nos antoja una hazaña que debería emular a nuestra opulenta sociedad actual que con mayores y mejores recursos no es capaz de dar solución al actual problema de la no disponibilidad de viviendas asequibles.

Cooperativas Desde Cáritas se promovieron la constitución de numerosas Cooperativas, permitiendo así que por primera vez en la historia surgiera un tejido asociativo para potenciar y posibilitar las economías personales y colectivas. Ejemplos admirables de la riqueza del trabajo en grupo y en equipo. Infancia La necesidad de guarderías, en años en los que ni tan siquiera se entendían como necesarias, promovió la apertura de guarderías de Cáritas por toda la geografía provincial, desarrollando una labor que como tantas otras ha sido finalmente asumida por las administraciones. En documentos rescatados se pueden leer peticiones de Cáritas a las administraciones para evitar la mendicidad infantil, ofreciendo las propias guarderías para atender indiscriminadamente a quien lo precisara. Inmigrantes

Cáritas ha mantenido siempre una especial predilección por los desplazados e inmigrantes sin recursos. En su momento fundó a «Jaén Acoge», como asociación vertebradora de sus acciones con lo inmigrantes, asociación que como otras se estructuró independientemente una vez conseguida su mayoría de edad. Pero es precisamente con ocasión de los inmigrantes venidos a la provincia para la recolección de la aceituna cuando Cáritas promueve la constitución de albergues y centros de acogida. Los albergues nacen en las sacristías y dependencias de las Iglesias por toda la geografía del olivar, con actuaciones generosas que hablan bien a las claras de la implicación total y absoluta de la Iglesia allí donde surge cualquier necesidad. Hoy en día los albergues son responsabilidad de las administraciones, manteniendo Cáritas su absoluta y total dedicación en todos los ámbitos de la acogida de los inmigrantes e incluso en la aportación material de recursos para su funcionamiento. El nuevo fenómeno de los emigrantes que vienen a asentarse en nuestras ciudades y de los sin papeles que aspiran a una vida mejor, supone hoy por hoy una de las más prioritarias actuaciones en nuestras Cáritas, promoviendo la búsqueda de empleo, los acogimientos familiares, la obtención de arraigo y la obtención de documentación para decenas de cientos de emigrantes. 19 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI Empleo Se han cumplido ya 25 años desde el inicio de los programas de empleo en Cáritas. Desde los mismos se ha promovido la formación y la concesión de numerosos microcréditos que han posibilitado la generación de empleo a lo largo de varias décadas. Se constituyó en su momento la Comisión Diocesana de Paro que concedió numerosos préstamos a fondo perdido. Esta acción se continúa en nuestros días, si bien hay que hacer constar que los créditos aportados por Cáritas dificilmente se recuperan, lo que imposibilita su nueva concesión. El Banco de los pobres resulta inviable en nuestras comunidades, aunque Cáritas lleva varias décadas intentándolo. Proyecto Hombre Cáritas promovió la formación y constitución en la Diócesis de Proyecto Hombre para atención de las drogadicciones. Con recursos de Cáritas se formaron los primeros terapeutas y trabajadores del programa «Proyecto Hombre», aunque finalmente la gestión del mismo recayó en la asociación Aprohom, y en nuestros días en la Fundación Ángaro. Cáritas ha mantenido y mantiene una decidida actuación en todos los ámbitos en los que familiar e individualmente se hacen sentir los efectos destructores del consumo de drogas. Personas Sin Techo El fenómeno de los Sin Techo no es nuevo, pero es precisamente en las dos últimas décadas cuando se hace más patente, en parte como resultado de la fallida reforma psiquiátrica que arrojó y sigue arrojando a muchos seres humanos a la calle y por la inquietante disminución de las redes familiares y sociales que arrojan también a muchos a una vida sin recursos y sin derechos. Cáritas ha procurado desde siempre la atención a este colectivo. En épocas pasadas, promoviendo la constitución de centros de transeúntes, y en nuestros días con la constitución de numerosísimos centros de atención a personas sin Techo. En la actualidad Cáritas es titular a nivel nacional del 39% de los Centros dedicados a personas sin techo, y otro 22% es titularidad de otras entidades de Iglesia, lo que indica que un total del 61% de los centros en España son titularidad de la Iglesia Católica. Además, atendiendo a la entidad de gestión, un 67% de total de los centros en España lo son por Cáritas y otras entidades religiosas. En Jaén, además de la atención a este colectivo, dispensada en varias viviendas y casas en varios puntos de la provincia, desde hace años, se ha rehabilitado una zona del Convento de Santa Clara de la capital como sede para el programa con los Sin Techo. Las obras, iniciadas como acción significativa con ocasión de la celebración del Jubileo del año 2000, se inauguraron el día 18 de Noviembre del 2007, día de la Iglesia diocesana, y alberga ya la atención al colectivo de los sin techo. 20 / 25 MAYO 2008

Estudios sociales Cáritas ha promovido desde siempre el conocimiento de la realidad social, y sus estudios son claves y referentes para todos los estudios sociales en las últimas cinco décadas. En la Diócesis de Jaén, en el año 1991 se promovió el estudio titulado: «Condiciones de vida y estados de necesidad en la provincia de Jaén», que evidenció que la provincia de Jaén se encontraba en el último lugar entre las andaluzas en renta media, y la penúltima a nivel nacional, con 26 puntos por debajo de la renta media del Estado, totalizándose más de cuatro de cada diez jiennenses por debajo del umbral de la pobreza. En el año 1998 un nuevo Estudio, en este caso titulado: «Las condiciones de vida de la población pobre de la provincia de Jaén» (conocido como el Foessa), mostraba que las condiciones no habían variado sustancialmente en la provincia, en la que un tercio de la población se encontraba por debajo del umbral de la pobreza. Ambos estudios fueron duramente contestados desde la Administración, en un intento de minimizar su importancia negando la realidad. Pero es precisamente el propio Instituto Nacional de Estadística el que en fechas muy recientes ha confirmado, ya de forma oficial, los datos aportados por Cáritas. Desgraciadamente no existió ni existe actualmente ninguna inquietud excepcional sobre este hecho, no traspasando los datos más allá de la barrera mediática de su aparición relativamente escasa en los medios de comunicación. Resulta además sorprendente que tengan que ser instituciones como Cáritas las que tengan que poner en valor y evidencia las injustas situaciones de la sociedad en la que vivimos, sociedad que presume de estar dotada de los mejores medios para conocer con encuestas y estudios la realidad que nos circunda. Lo penoso además es que no existe real voluntad de asumir el reto de corregir los graves desequilibrios tanto territoriales como sociales existentes en nuestra acomodada sociedad. Mayores, jóvenes, reclusos, mujeres maltratadas ….. Y un largo etc. de ámbitos en los que Cáritas se encuentra presente resultan difíciles de resumir en pocas líneas. Cabe tan solo manifestar que Cáritas no es ajena a ninguna pobreza ni marginalidad y que intentando ser fiel al mensaje de Cristo quiere realmente reconocerlo en todo ser sufriente y necesitado. Campañas internacionales La Diócesis de Jaén se ha caracterizado siempre por su generosidad en la Campañas Internacionales con ocasión de emergencias y desastres. Su aportación se encuentra siempre porcentualmente por encima de lo que se obtiene en otras provincias con mayor peso poblacional y mayor renta media.


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Un curioso privilegio sobre el Corpus Jaenés Manuel López Pérez. Antaño la procesión del Corpus tenía en Jaén, como en todos sitios, una excepcional solemnidad pues a ella, como homenaje público al Señor de los Señores, concurrían no solo el clero y las entidades y corporaciones religiosas, sino todos los estamentos de la sociedad local, con especial protagonismo de la autoridad civil y militar e incluso de las organizaciones profesionales y gremiales, lo que configuraba un nutrido cortejo bullicioso y colorista. Esta singularidad de la procesión del Corpus motivó, desde el siglo XVI, la estrecha colaboración del Cabildo Catedral con el Concejo Municipal, que con la debida antelación conferenciaban y disponían de común acuerdo todos los detalles de la procesión, el exorno de las calles por donde pasaría, e incluso un animado programa de fiestas que solía iniciarse la víspera y que a partir del siglo XIX marcaba el inicio oficial de la «temporada de verano». Ya en la segunda mitad del XIX las cosas empezaron a cambiar a influjos de las nuevas tendencias de la sociedad y de la expansión de las ideologías liberales y la procesión acusó cierta decadencia. A ello contribuía, sin duda, la específica climatología de esta tierra. Las mañanas del Corpus eran por lo general luminosas y radiantes. Y cuando la festividad

«caía alta», bien avanzado junio, el sol se hacía de notar. Los canónigos y beneficiados, revestidos con sus pesadas capas pluviales recamadas de oros y no digamos el Obispo, ataviado con la «capa magna», acababan sofocados y sudorosos. Las autoridades y «fuerzas vivas» de la capital, vestidos de chaqué o incluso con levita y chistera, también aguantaban lo suyo. Y la gente «de tropa», con los uniformes de gala y sus marciales arreos y armas, sufrían más de un ahogo. Téngase en cuenta, que hasta bien entrado el siglo XX, la procesión del Corpus salía tras los oficios de la mañana y se encerraba al medio día, pues el recorrido tradicional era larguísimo subiendo por Maestra Baja -hoy Martínez Molina- hasta el Corralar o el Cantón de la Ropa Vieja y regresando por Maestra Alta -hoy Almendros Aguilar- para buscar por Merced Baja la calle del Obispo. Y todo ello con largas paradas para visitar los altares que se levantaban en las calles y cantar ante ellos motetes eucarísticos. Eso hizo, que so pretexto del insufrible rigor del sol, muchos elementos se excusaran finamente y dejaran de concurrir a la procesión. Por eso, el Ayuntamiento constituido tras la restauración alfonsina propuso al Cabildo Catedral que se buscara hora más cómoda para la procesión. La propuesta originó un enconado

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CORPUS CHRISTI debate, aunque al final el obispo, que lo era a la sazón el memorable don Antolín Monescillo y Viso (1865-1877), la acogió con interés y elevó preces a Roma solicitando autorización para variar el horario tradicional. Hubo suerte y pronto se recibió de la Congregación de Ritos este privilegio extendido en el más correcto latín curialesco: «...El Reverendísimo Sr. D. Antolín Monescillo, Obispo de Jaén, consultado previamente su Cabildo Catedral, a fin de satisfacer los deseos del Municipio representante de todos los vecinos de la ciudad de Jaén, imploró humildemente de nuestro Santísimo Padre el Papa Pío IX, que la solemne procesión que debe hacerse en la fiesta del Santísimo Corpus Christi después de los oficios divinos de la mañana, pueda tener lugar desde ahora en la Catedral de Jaén en las horas de la tarde después de Vísperas, pues que en la mañana, a consecuencia de los rigores del calor se abstienen muchos de asistir a ella. Su Santidad, pues, oyendo al Encargado de la Secretaría de la Sagrada Congregación de Ritos y atendiendo a las razones expuestas, accedió benignamente a que pueda verificarse por la tarde en la Catedral de Jaén la solemne procesión prescripta por el ceremonial de Obispos para la fiesta del Santísimo Corpus Christi, mas a fin de que por esta variación de hora no se mire con indiferencia la prescripción del mismo ceremonial relativa a que se haga la procesión después de la Misa, ha mandado Su Santidad que celebrada la Misa, se haga, no obstante, en la mañana por el Cabildo Catedral, dentro de la Iglesia, una breve procesión con el Santísimo Sacramento. No obstando cualquiera otra resolución en contrario. Día 4 de mayo de 1876. M Obispo de Ost. y Vit. Card. Patrizi. S. R. C. S.... «. Recibido tan ansiado privilegio, se hizo público para general satisfacción. Pero como suele ocurrir, al instante se alzaron voces -hasta de algunos que antes lo urgieron-protestando por la ruptura de una tradición de siglos y exigiendo que las cosas se dejaran como estaban. De modo que la procesión del Corpus continuó celebrándose por la mañana, sin alterar su dilatado horario ni menguar su larguísimo recorrido. Y ungiendo la mañana -pese a «las calores»- de esa especial luminosidad y esa intangible grandeza que siempre distinguió la mañana única del «Día del Señor».

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MISTERIO DE AMOR

La Eucaristía en Baeza Juan Lorite García Corpus Christi en Baeza. Es el Día del Señor Dios está aquí,... en Baeza. Venid, adoremos. El Corpus, el gran día eucarístico, ése que nuestro pueblo con la sabiduría popular ha bautizado con «el Día del Señor», es la expresión pública y solemne del acto de adoración eucarística, que tiene capital importancia en la vida de la Iglesia. Y es que Baeza es ciudad vieja y sabia como pocas. A finales del siglo XVI ya intuyó esta calidad el Obispo Sarmiento de Mendoza, que vino a Jaén en 1580 y murió aquí, quince años más tarde. Dijo que «Baeza no necesitaba doctrina». Y estaba la ciudad en sus albores universitarios... En este apunte o bosquejo habría que buscar el trasfondo mismo del Pregón del Corpus. Praeconium: promulgación o proclamación que en voz alta se hace en sitios públicos de una cosa que conviene que todos sepan. En 1982 pronunció el primero, D. Dámaso Chicharro Chamorro, en 1990 sería el Obispo de la Diócesis D. Santiago García Aracil, en el 2003 nuestro querido y recordado D. José Melgares Raya y en 2008, cumpliendo su veintiséis exaltación, de nuevo nuestro Obispo, D. Ramón del Hoyo López. En Baeza, fue extraordinaria la proliferación de cofradías dedicadas a rendir culto al Santísimo Sacramento. Hasta quince hermandades reconocidas por las autoridades eclesiásticas. El documento más antiguo encontrado pertenece a la Cofradía del Santísimo Sacramento de El Salvador. Data de 1542. Pero se trata de una hermandad mucho más antigua. La más reciente data de 1945: «Real y Fervorosa Cofradía del Santísimo Sacramento y María Santísima en su Siete Dolores y

Mayor Traspaso». La Fervorosa, que hace estación precisamente la tarde noche de Jueves Santo. De todas ellas tenemos constancia de su devoción al Santísimo, de la minuciosidad de sus reglas o estatutos, elaborados con minucia y detallismo, con rigor, pero sobre todo con un fondo increíble de adoración, respeto y devoción a Jesús Sacramentado. Como ejemplo podríamos recordar la Hermandad del Santísimo Sacramento del Sagrario, ubicada en la Catedral. La Custodia de Baeza es una singular y magnífica obra de arte, realizada a principios del XVIII, cuando los afanes y desvelos de aquel infatigable prócer de la tierra, canónigo de su Catedral, que fuera Diego de Cózar, con el apoyo del Prelado Antonio de Brizuela, encargaran al platero antequerano Gaspar Núñez de Castro. ¡Baeza! Ciudad insigne, tierra eucarística. Baeza la castellana, la andaluza, la altiva y nostálgica dama de la Loma. Baeza la elegante, la artística; desmayo de piedra renacentista. Baeza la soñadora, la romántica, miradora de ríos, valles y montañas. Ciudad de ensueño que siendo tan hermosa, estaba destinada a poseer una joya de orfebrería, que guardara en su seno el preciado tesoro eucarístico, para ser mostrado a sus gentes por calles y plazas, la más luminosa mañana de nuestro calendario cristiano. De las palabras y escritos de D. Ramón Mola Cruz, auténtico cristiano y enamorado de la Eucaristía, que siempre recordaremos como referente de fe y testimonio de vida cristiana, podemos extraer el retrato de la Fiesta Mayor del Corpus en la Catedral y la procesión con la Custodia por las calles de Baeza: «Entre las figuras humanas de esta escena cruzan por mi mente las de los canónigos D. Cipriano Tornero Mora, D. Francisco Martínez Baeza y D. Vicente Sacristán, del organista D. Manuel Dueñas, de los beneficiados D. Cipriano Herrera y 23 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI D. Manuel Galcerán, del Maestro de Ceremonias D. Francisco Barba, del sochantre seglar Perico Duarte, del pertiguero Andrés Vilches y de los Seises de la Escolanía. Y como piezas esenciales del escenario el Altar Mayor y el Coro con sus dos órganos y sus dos hermosas y artísticas rejas. Imágenes que en el recuerdo se ven acompañadas de gestos y de música y canto. La música del órgano, unas veces de gran trompetería, otras veces de arpegios o armonías más deliciosas, más suaves... Y el canto dulce y emotivo: el bello canto gregoriano... De la procesión del Corpus es posible llegar a un orden en su exposición: las filas, largas filas de los seglares acompañantes, que van provistos de cirios o velas encendidas y entre esas filas las benditas imágenes de las Vírgenes de la Aurora, de la Cabeza y de la Paz. El grupo de «tarsicios» con su bandera y la imagen de su titular San Tarsicio. Con su bandera también, los hombres de la Sección Adoradora Nocturna, tales como D. Ángel Pan, abanderado, D. Antonio Tauste, Juan Linares el Herrero, Melgares el Tranviario. Seguidamente las cruces alzadas de las Parroquias y del Cabildo Catedral, entre ciriales, las filas de los

seminaristas y sus profesores, seguidos de todos los sacerdotes de la ciudad, ya de las parroquias, ya de las capellanías y los del Cabildo Catedralicio precedidos del pertiguero. El trono con la Custodia, portando el Sacramento de Amor, que va escoltado en sus cuatro esquinas por cuatro sacerdotes revestidos de casulla y en los costados del trono, dando escolta también, miembros de la Guardia Civil en uniforme de gala. Tras el trono, tres sacerdotes recubiertos de una capa pluvial y otros dos de dalmática, bajo palio; seguidamente la capilla compuesta por músicos con instrumentos de viento y de cuerda y de cantores. Y por último las autoridades locales y el Excmo. Ayuntamiento en corporación, bajo mazas. Baeza huele a monumentos, incienso y niños vestidos de blanco. Baeza huele a cohetes, juncia. mastranzo y a Guadalquivir. Baeza huele a CORPUS. La ciudad que basa y fundamenta su FE en el Santísimo Sacramento, termina convirtiendo al Divino Misterio en su única y auténtica FE.

Baeza. Foto: Juan Pellicer 24 / 25 MAYO 2008


MISTERIO DE AMOR

Siete secciones de la Adoración Nocturna han llegado a Centenarias

Luesco. El hombre es esencialmente comunicativo. La prensa es el gran faro de la diaria intercomunicación humana. A el acudo para escribir de una asociación interesante y buena. Nació en tierras del Santo Reino y han celebrado siete CENTENARIOS (Tres Secciones, por estar en suspenso, no han podido celebrar su CENTENARIO: Alcalá la Real, Torredonjimeno y Porcuna, esta última restaurada el 14-IX-2.007, que lo debío de celebrarlo en el año 2.005). La llegada de un CENTENARIO es siempre noticia destacable. Los medios de difusión se ocupan de quienes cumplen cien años y buscan el mensaje de su vida centenaria, siempre interesante, aunque, proceda de gente muy sencilla, que a duras penas pueden expresarlo con palabras. Su nombre es Adoración Nocturna Española En nuestra Diócesis de Jaén, la primera fue la Sección de Andújar, que lo celebró en el año 1.985, la segunda Baeza en 1.988 y hace cuatro años (2.004), la Sección de Jaén. El año 2.006 le correspondió celebrarla a la Sección de Torreperogil. En el 2.007 la de Villacarrillo y Úbeda que lo clausura la noche del 28 al 29 de junio, con la ya tradicional Vigilia Diocesana de las Espigas. Y en este años, (2.008) dos Secciones, Torredelcampo que lo ha terminado de celebrar en la semana del 5 al 10 de este mes de Mayo y Marmolejo que lo empecerá su conmemoración en la semana de la Octava del Corpus. Así pues, no me cansaré de repetirlo, que la Adoración Nocturna sigue siendo actual. No solo

porque ha logrado sobrevivir y mantenerse vigorosa durante los cien años, sino porque hoy continua cumpliendo una misión, que el Papa Juan Pablo II calificaba necesaria. He aquí sus palabras:»La Iglesia y el mundo tiene la gran necesidad de culto eucarístico, Jesús nos espera en el Sacramento del Amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las grandes faltas y delitos del mundo.. No cese nunca nuestra adoración». La Adoración Nocturna, ni está caduca ni trasnochada, como dicen algunos, y lo que más me duele, que lo digan algunas Instituciones de la Iglesia. La Adoración Nocturna ofrece al hombre de hoy, que tantos fuertes quebraderos está sufriendo en la vida religiosa y moral, que se ve arrastrado y tentado por un materialismo desenfrenado, que siente a veces la soledad, nos ofrece a todos, un espacio de oración y silencio, de profunda reflexión y sólida espiritualidad, de fraternal solidaridad para el cumplimiento de las difíciles responsabilidades que pasan sobre nosotros, para sentir el amor y la maravillosa compañía que nos brinda la Presencia verdadera de Cristo oculto en la Eucaristía. Los que asistieron a estos Aniversarios han tenido ocasión de ver en directo y en vivo, que es la Adoración Nocturna: ESCUCHAR a Jesús que nos habla. REVITALIZAR con la oración la vida espiritual de los creyentes. SER EL SOPORTE de la Obra evangelizadora de la Iglesia. Y REPARAR por las injusticias y desordenes de esta sociedad. 25 / 25 MAYO 2008


CORPUS CHRISTI

Manifiesto Primero de Mayo: Día de las Hermandades del Trabajo El Primero de Mayo, día de los trabajadores, es el día o la fiesta de HERMANDADES DEL TRABAJO, porque las mujeres y hombres afiliados a Hermandades del Trabajo en España y en Iberoamérica somos trabajadores y creyentes en Cristo comprometidos en la liberación de los hermanos y en construir una sociedad de paz y justicia. Las Hermandades son nuestras comunidades de apoyo, de preparación y de asistencia para nuestro compromiso social, sindical y cristiano. Nosotros hemos elegido la fiesta de los obreros, porque somos trabajadores y queremos celebrarlo con todos los compañeros y hombres de buena voluntad. Como todos los años, con motivo de esta festa, levantamos nuestra voz para enviar un mensaje a la sociedad, señalando lo que nos inquieta y preocupa y subrayando nuestras esperanzas de conseguir un mundo mejor para los trabajadores, los parados, los pensionistas, los más necesitados y desfavorecidos, y la familia. Suponemos que, cuando el Presidente del Gobierno llame a los interlocutores sociales para iniciar el diálogo social y llegar a un PACTO SOCIAL, nos gustaría que el primer bloque de negociación fuera el EMPLEO, y en especial, el empleo de las MUJERES que no son un «colectivo vulnerable», sino la mitad de la población. Para que las mujeres puedan trabajar se necesitan contratos con flexibilidad y seguridad; licencias y permisos como derechos, no como concesiones benéficas en circunstancias especiales; y, sobre todo, medidas específicas a favor de la familia para que mujeres y hombres, en igualdad, puedan conciliar la vida profesional con la vida familiar. Guarderías de empresa o red de guarderías públicas son imprescindibles y, además, crean empleo. Asimismo hay que prestar atención al trabajo de los JOVENES para evitar que se frustren por no conseguir empleo, al terminar sus estudios o su formación profesional. Contratos para la formación; contratos en prácticas; reconocimiento oficial del voluntariado como experiencia pre-profesional; apoyos a la vocación empresarial y a la creación de empresas de jóvenes, colectivas o individuales; contratos oficiales de cooperantes para el desarrollo del tercer mundo; incentivos para la promoción social y económica de los «mileuristas»... Se necesita todo un ejercicio de imaginación, mirando las Directrices Europeas para el Empleo que van a orientar los Programas Nacionales de Reformas y, también, el Pacto Europeo por la Juventud del que España fue promotora. El tercer colectivo a tener en cuenta es el de los trabajadores MAYORES, y el de las personas con DISCAPACIDAD o en situación de 26 / 25 MAYO 2008

DEPENDENCIA que podrían realizar un trabajo en su domicilio, como teletrabajo, y podrían prolongar su vida laboral, si tuvieran verdaderos incentivos para hacerlo. El trabajo a tiempo parcial o flexible podría contribuir a mejorar la situación de muchas de estas personas que desearían ser actores de la vida económica y social, y que tienen derecho a ello. La INMIGRACION y la integración social de los inmigrantes tienen que ser una preocupación fundamental, a la vista del volumen de población afectada, de las dificultades de adaptación a otros modos de vida y del peligro terrorista, en determinados supuestos. No es un tema menor o de orden público, y ha de ser tratado, en línea con las políticas de la Unión Europea, al máximo nivel político y Ministerial, y, por supuesto, formar parte del paquete a negociar en el Pacto Social, porque los interlocutores sociales tienen un papel muy importante que asumir, desde la contratación hasta la sindicación, pasando por la formación de los inmigrantes.. Las PENSIONES y el futuro de la SEGURIDAD SOCIAL deben formar parte, igualmente, del Pacto Social porque son temas que inquietan a los trabajadores y a sus familias, igual que la protección de la familia que es una institución clave a la hora de articular la solidaridad entre generaciones, primero la de los mayores con los jóvenes y luego, la de los adultos con los mayores dependientes. Por último, no hay que olvidar la PARTICIPACION DE LOS TRABAJADORES en la empresa, participación económica, en los beneficios o en el patrimonio, como fórmula de integración social, y participación social por el diálogo, la información, la consulta, la co-decisión, o incluso la cogestión como procedimiento de sustituir el conflicto por la colaboración. Una fórmula para avanzar puede ser la «responsabilidad social de las empresas». Finalmente estamos convencidos de que nuestras HERMANDADES siguen siendo necesarias y que hay que impulsar nuevos caminos para damos a conocer y tener, coma dijo nuestro Fundador: «presencia, presencia en el mundo del trabajo». El nos dijo también «Soy vuestra historia, pero no debo ni puedo ser vuestro futuro». A nosotros nos toca hacer caminos al andar y ejercer ese doble «apostolado» al que nos hemos obligado, el compromiso cristiano y nuestra compromiso con los trabajadores en su larga y difícil marcha en busca de la libertad, la dignidad y la justicia social. La religión es factor e instrumento de liberación de los pueblos. La fiesta de los trabajadores es el Primero de Mayo. La fiesta de los cristianos es la Pascua de resurrección. Y nosotros, miembros de Hermandades, hermanamos las dos.


LAS LECCIONES DEL SEÑOR

Domingo IX del Tiempo Ordinario (A) Este domingo retomamos de nuevo el «Tiempo Ordinario». Ese periodo más largo del año cuya fecundidad radica en dejarnos conducir por el Maestro, que cada domingo convoca a sus discípulos para irnos llevando consigo por el camino, en el que Él es el único experto. A este propósito, la primera Lectura hace hoy mención de cómo Moisés, una vez sellada la Alianza con Iahveh, puso al pueblo reunido en la alternativa de escoger entre dos caminos: o seguir con fidelidad los mandatos del Señor que llevaban a la bendición, al estar tan vinculados a sus promesas; o irse tras dioses extranjeros que conducían a la perdición, por no ser sino proyección de aspiraciones humanas. El Salmo que sigue después quiere afianzar al que opta por el Señor, «en la seguridad de que nunca será defraudado». En el Evangelio es ya Jesús quien, tras proponer en las bienaventuranzas las condiciones para entrar en el Reino, pone hoy a sus discípulos ante la gran alternativa: o escuchar e incluso predicar lo que nos proclamó, pero sin ponerlo por obra como quiere el Padre Dios; o escuchar y poner en práctica sus palabras, siguiéndolo por imitación. Para animarnos con toda seriedad a la verdadera opción, el Maestro nos anticipa lo que ocurrirá el día en que venga ya como Juez: pondrá en evidencia la mentira de los discípulos que lleguen alardeando de haber escuchado e incluso propagado su verdad, sin haber construido sobre ella sus vidas; mientras que serán reconocidos como auténticos discípulos los que, por haber puesto en práctica sus palabras, puedan mostrar ese día, en el que ya no caben apariencias ni engaños, la solidez de su construcción. Justo por no haberla cimentado sobre opiniones del momento; ni haberse dejado arrastrar por lo que la mayoría llegó a consentir; ni haberse conformado con emociones sin conversión a la voluntad de Dios. Es la solidez de quien se mantuvo en pie frente a todo viento en contra, por haber edificado: sobre la palabra que el Maestro, de domingo en domingo, nos va recordando; y en virtud no solo de su esfuerzo, sino del amor con el que también de domingo en domingo se nos da en alimento. De modo tajante nos lo advierte hoy el Apóstol, en la segunda Lectura, al asegurar que no basta la Ley y su conocimiento para que el hombre llegue a ser justo. Sino que hace falta, ante todo, la gracia: ese amor gratuito de Dios, manifestado y ganado por Cristo con su entrega, que sólo podemos acoger reconociéndolo por la fe y alimentándolo en la comunión eucarística. Luego, sólo después, podremos ir construyendo la vida cotidiana sobre ese fundamento y con esa fuerza.

Domingo X del Tiempo Ordinario (A)

MANUEL CARMONA GARCÍA

Los mismos educadores cristianos sirven, a veces, de transmisión de ese criterio tan extraño al Evangelio –¡aunque parezca que no!– de que «lo importante no es ir a Misa, sino saber amar y amarnos como el Señor nos mandó». Supone una daga mortal contra el domingo y la vivencia más genuina del culto cristiano, en el que de ningún modo cabe esa alternativa ni esa distinción. Justo porque consiste en experimentar sacramentalmente y ser así capacitados para poder amar «como Él nos amó». De esto va hoy la lección del Señor. En la primera Lectura escuchamos, por boca de Oseas, lo que más agrada a Dios: «misericordia quiero y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos». Y es que sólo el que es misericordioso muestra dejarse llevar y estar identificado con el amor que define a Dios. De ahí que el Salmo insista en que sólo «el que sigue el buen camino» indicado por Dios tiene la condición, para que el sacrificio y los holocaustos que ofrezca alcancen su favor. Mejor que con palabras, es con su propia conducta como nos lo quiere enseñar hoy el Señor en el Evangelio. Aquel día se fijó en Mateo: un publicano que estaba sentado en su mostrador; uno de esos que se enriquecían con la comisión que Roma les dejaba, por prestarse a cobrar sus impuestos; uno de los que, por eso, eran tan odiados por el pueblo y excluidos de la sinagoga como pecadores, cuya condena era lo único que podían ya esperar de Dios. A éste, sin embargo, se acercó aquel día Jesús para decirle, sin más, «¡sígueme!». Al ser tan inesperadamente llamado al discipulado el que se veía tan rechazado, incluso en nombre de Dios, no se lo pensó. Y, levantándose al momento del mostrador, lo siguió. Era la reacción del que se topaba en Jesús con la misericordia, tan inmensa como desconcertante, de Dios. La única que, de verdad, convierte y puede cambiar el corazón –mejor que la condena y la exclusión en nombre de una justicia, que sólo es proyección de la nuestra–. Y le pasó a Mateo como a tantos otros: sintió la necesidad de que se encontrasen también con Jesús sus más amigos: otros «publicanos y pecadores» como él, con los que únicamente se había podido tratar. Y no otra cosa se le ocurrió, sino montar en su casa un banquete que era lo más adecuado a su alegría y a la situación. Justo porque ofrecía así a sus amigos una ocasión formidable para conocer a Jesús; y a Jesús, una oportunidad espléndida de llamarlos a la conversión, al poder mostrar con su asistencia que, también para ellos, tenía reservado sitio en la mesa de su Reino su Padre Dios. ¡Qué lejos de esta apreciación la de aquellos fariseos que, por no haber reconocido en Jesús –como Mateo– la misericordia de Dios, le criticaban por sentarse a la mesa con los que ellos, en nombre de su justicia, habían excluido del derecho a su salvación! Por eso es ahora el Señor el que cada domingo nos invita como anfitrión al festín de su amor, para que, al contrario de aquellos fariseos, «podamos amar como él nos amó». 27 / 25 MAYO 2008



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