Edición 138

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Año 3

No. 138

Semana del 25 de septiembre al 01 de octubre de 2011

Si la vida no es fundamento de los demás derechos...

¿A dónde vamos a parar? “Solo estar bien con Dios y salvar vidas”

Ramona Treviño se unió a la lista de hombres y mujeres que sufren una conversión radical mientras trabajan para abortistas. En su primera aparición pública, protagonizó una vigilia de oración frente a su

ex centro de labor durante la que aseguró que como católica sólo quiere estar bien con Dios y salvar vidas. El 6 de mayo renunció al trabajo que ejerció por tres años y “a la mitad de los ingresos de mi familia”. Admite que durante todo el tiempo que sirvió a Planned Parenthood (PP), tenía un “tirón en mi corazón, dentro y fuera, y me avergüenza decir que lo pasé por alto”. En efecto, aunque en la clínica de Treviño no se practican abortos, tenía que dar el número, dar a conocer la información sobre los lugares... dónde podían obtener un aborto”. Treviño aseguró que intentó en vano conciliar su fe católica con su trabajo en Planned Parenthood y describió su conversión que coincidió con la beatificación del Papa Juan Pablo II. Treviño admite que se sentía incómoda en su trabajo y su momento más difícil fue dar por primera vez referencias a una mujer que quería abortar. Treviño había encontrado la manera de callar su conciencia rezando por las mujeres y buscando justificar sus acciones para no sentirse responsable.

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“Constantemente traté de alimentar mis mentiras. Con el tiempo me di cuenta que no estaba tratando de salvar sus vidas, ya no podría negármelo a mí misma”. El punto de quiebre ocurrió en diciembre de 2010 cuando escuchó en una radioemisora católica las experiencias post-aborto de varias mujeres que habían terminado con las vidas de sus hijos en clínicas de Planned Parenthood. Conoció luego el caso de Abby Johnson, la ex-empleada de Planned Parenthood convertida ahora en líder pro-vida (ya publicado en este espacio). Comenzó a rezar el Rosario durante la Cuaresma y, sin mayor explicación –como ella sostiene–, comprendió que no podía seguir trabajando ahí. “Fue el Domingo de la Misericordia, el día en que beatificaron al Papa Juan Pablo II dije que dejaría de trabajar. Cuando recordé que era Domingo de la Divina Misericordia... no pude contener mis lágrimas. En ese momento sentí que Dios me mostraba su rostro de misericordia”, indicó.


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