Edición 188

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Año 4

No. 188

Semana del 16 al 22 de septiembre de 2012

Eduquemos para una nueva sociedad La educación implica el derecho que todos tenemos a vivir en sociedades educadas, y por tanto, educadoras, para asegurar las bases de una convivencia sustentada en procesos de desarrollo que sean verdaderamente humanos para todos.

Diario de una misión de paz “Soy un sacerdote muy normal. Esto también lo hace cualquier cura de pueblo”, afirma con sencillez el P. Francisco Muñoz, capellán de la Brigada Paracaidista española destacada en Afganistán, al preguntársele por los 35 bautizos, comuniones y confirmaciones que celebrará los próximos meses entre los militares españoles.

Oriundo de Ribera del Fresno, en Extremadura, y capellán desde 1983, el P. Francisco se hizo capellán militar hace doce años. Según se comenta, el sacerdote es conocido entre los militares por su gran carisma y capacidad para llegar al próximo. “Dios me ha dado el don de caer bien”, se limita a responder.

Esta capacidad de “caer bien” le ayudó a lograr que hace cuatro años se bautizaran o recibieran la Comunión, también en Afganistán, 37 soldados. Y hace dos años, cuando estuvo en el Líbano, fueron cincuenta

y cinco los que mostraron su fe.

 En ese sentido, el capellán rechaza que en España haya una crisis de fe. Indicó que lo que falla es la forma de llegar a la gente, pues “el español normal es discretamente religioso y aquí, en Afganistán, hay más tiempo para reflexionar”.

 Una anécdota en su afán de traer más gente a la fe le ocurrió el año pasado. A sus 54 años el P. Francisco hizo el curso de paracaidista porque un militar le prometió bautizarse si asistía

al curso. “Fue una experiencia religiosa porque se reza mucho”, recuerda con humor al referirse a las clases en las que incluso resultó lesionado. Un día, a las 5:50 fuimos víctimas de un ataque traidor, y seis jóvenes valientes militares y cristianos entregaban sus vidas por su pueblo. Al oir la explosión, me volví al lugar de los hechos para ayudar y atender a los heridos: horror y muerte, fuego y humareda. Describir lo que siente un capellán, con corazón de padre como todo sacerdote, es harto difícil; es necesario haber pasado por algo parecido. Sólo las lágrimas, en el altar de la Eucaristía, y la queja confiada: ¿Por qué, mi Señor?, proporciona al alma bálsamo y consuelo. Sólo el convencimiento del valor redentor de esa sangre caliente y joven, unida a la sangre del Divino Redentor, como tributo generoso por un mundo mejor; una vida entregada por los demás purifica una multitud de pecados, llenan el alma confiada del creyente de consuelo y de paz.

5 NO ESTÁ PERMITIDO EL CULTO A LA SANTA MUERTE

El culto a la santa muerte se originó en Hidalgo, alrededor de 1965 y actualmente se practica en el Estado de México, Veracruz, Guerrero, Tamaulipas, Campeche, Morelos, Nuevo León, Chihuahua y el Distrito Federal, especialmente en el barrio de Tepito. En toda la República Mexicana, 5 millones de personas practican este culto.


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