¡Ven y enciende mi Fe, Señor, para vivir en el amor!
Semanario de la Arquidiócesis de San Luis Potosí Año 7
No. 355
Navidad es dar la alegría y la luz de Dios a todos Semana del 20 al 26 de diciembre de 2015
L
a primera reacción que se experimenta ante la “extraordinaria acción de Dios que se hace Niño” es la alegría. Se trata de un sentimiento “que nace del estupor del corazón al ver cómo Dios se acerca a nosotros, piensa en nosotros, cómo actúa en la historia. Nace al contemplar el rostro de aquel humilde Niño, porque sabemos que es el rostro de Dios”. La Navidad, es la alegría porque “Dios, que es el bien, la vida, la verdad del hombre, se rebaja hasta el hombre para elevarlo hasta Sí mismo: Dios se hace tan cercano que se puede ver y tocar”. La Navidad es el punto en el que Cielo y tierra se unen. En aquel Niño, necesitado de todo, lo que Dios es –eternidad, fuerza, santidad, vida, alegría– se une a lo que nosotros somos –debilidad, pecado, sufrimiento, muerte–”. La Navidad ayuda a describir este “admirable intercambio” entre la divinidad y la humanidad: “el primer acto de este maravilloso intercambio se opera en la humanidad misma de Cristo. El Verbo ha asumido nuestra humanidad, y, a cambio, la naturaleza humana ha sido elevada a la dignidad divina”. “Y así el sueño de la humanidad comenzado en el paraíso terrenal –ser como Dios– se realiza de modo inesperado, no por la grandeza del hombre, que no puede hacerse Dios, sino por la humildad de Dios que desciende, entra así en nosotros y nos eleva a la verdadera grandeza de su Ser”.
¿Por qué los abuelos ponen un pesebre y nosotros sólo un árbol?
E
n este tiempo previo a la Navidad los niños hacen muchas preguntas sobre la Navidad porque ni en su casa ni en la escuela saben explicarles muy bien qué es lo que se celebra.
Todo empieza cuando el niño pregunta a sus padres por qué ponen árbol pero no un nacimiento, mientras que los abuelos sí ponen nacimiento en su casa. En general hoy se vive de un modo más materialista y consumista. A pesar de la crisis, muchos niños reciben regalos y regalos, en los que basan todas sus expectativas estos días, junto al “consumo” de actividades recreativas. Antes los niños solían conocer quién era Jesús y el por qué de su nacimiento. »Hoy día, en muchas familias no se habla de Dios ni de Jesús y la Navidad es un mero evento social o fami-liar. Buenos deseos pero poco Niño Jesús o villancicos o Misa del gallo. Creo también que hoy los niños son menos niños a más corta edad y disfrutan menos jugando. Y están muy influidos por una “cultura” global sin valores que reciben por pantallas de todos los tamaños. Antes la única pantalla era la TV. »Por otra parte, desde la política se impone el lai-cismo en las escuelas donde en muchos casos se obvia la Navidad e incluso se impide hasta poner un pesebre o cantar villancicos. Impensable hace años. »Van dos o tres años que la Navidad ha venido precedida por el llamado “Buen Fin”… ¿A cuántas personas les sonaba esto hace sólo cinco años? Ilustra el
El segundo acto del intercambio consiste en nuestra real e íntima participación en la naturaleza divina del Verbo. La Navidad es la fiesta en la que Dios se acerca tanto al hombre que comparte el acto de nacer, para revelarle su dignidad más profunda: la de ser hijo de Dios”. “Después de haber hablado e intervenido en la historia mediante mensajeros y signos, Dios ha salido de su luz inaccesible para iluminar el mundo”. Cada cristiano ha de ser consciente de la misión y la responsabilidad de testimoniar y llevar al mundo la luz nueva del Evangelio. La Iglesia recibe la luz de Cristo “para ser iluminada por ella y difundirla en todo su esplendor. Y esto debe suceder también en nuestra vida personal”. “La Navidad es detenerse a contemplar el Niño, el misterio de Dios que se hace hombre en la humildad y la pobreza; pero es, sobre todo, acoger de nuevo en nosotros mismos ese Niño, que es Cristo Señor, para vivir de su misma vida, para hacer que sus sentimientos, sus pensamientos, sus acciones, sean nuestros sentimientos, nuestros pensamientos, nuestras acciones”. Celebrar la Navidad es manifestar la alegría, novedad, la luz que este nacimiento ha llevado a nuestra existencia, para ser nosotros también portadores de la alegría, la verdadera novedad y la luz de Dios”.
dominio de una “cultura” global y comercial apoyada en los medios. Nos están cambiando el agua de la pecera, el medio en que nos movemos. Así, con el apogeo consumista y el encendido de luces comenzó un largo mes y pico de todo tipo de fiestas y eventos sociales que poco tienen que ver con la Navidad. »Creo que promoviendo gestos muy sencillos se puede devolver algo de sentido a la Navidad en todas las casas, en las familias, es la clave. Hablando de costumbres importadas de EEUU, ¿por qué sólo adoptamos algunas? Si entráramos en una casa americana a nadie le extrañaría que bendijesen la mesa, que rezasen sentados en familia. Y ¿por qué aquí no se hace? ¿Por qué, para la mayoría, la oración se ha quedado para las iglesias? »¡Qué bueno sería que se pudiera generalizar este simple gesto de rezar en Nochebuena, en Navidad! Ya hay familias cristianas que lo hacen. Pero debemos extenderlo, convertirlo en una tradición, que se reúna un pequeño núcleo familiar o toda una saga. Una simple oración del padre de familia (en muchos casos también abuelo) dando gracias a Dios por un año más de vida, por estar juntos, por la venida de Jesús… Es algo tan sencillo, pero lo cambia todo. A nadie molesta. Y, por un momento, puede tocar el corazón, incluso de los más reacios.