Semanario de la Arquidiócesis de San Luis Potosí Año 8
No. 356
Semana del 03 al 09 de enero de 2016
“Vence la indiferencia y conquista la paz”
“V
ence la indiferencia y conquista la paz”. Es el título del Mensaje para la 49ª Jornada Mundial de la Paz, elegido por el Papa Francisco, que se celebró el 1 de enero de 2016. La mal indiferencia de nuestro tiempo La indiferencia de nuestro siglo, se lee en el mensaje, “es a menudo, vinculada a diversas formas de individualismo que producen aislamiento, ignorancia, egoísmo y, esto lleva al desinterés”. Y “el aumento de las informaciones de por sí no es sinónimo de aumento de atención a los problemas, si no es acompañado de una apertura de las conciencias en sentido solidario; para obtener tal objetivo es indispensable la contribución que pueden dar todos los actores sociales”. Tierra de conquista El esfuerzo común demuestra como la paz va conquistada. “No es, un bien que se obtiene sin esfuerzos, sin conversión, sin creatividad y sin dialéctica”. “Se trata de sensibilizar y formar el sentido de responsabilidad respecto a las gravísimas cuestiones que afligen la familia humana, como el fundamentalismo y sus masacres, las persecuciones a causa de la fe y de la pertenencia étnica, las violaciones de la libertad y de los derechos de los pueblos, el abuso y la esclavitud
de las personas, la corrupción y el crimen organizado, las guerras que causan el drama de los refugiados y de los emigrantes forzados”. Actuando de este modo, se logrará tener acceso, también a las oportunidades y posibilidades para combatir estos males, en esta óptica se lee en el mensaje, la maduración de una cultura de la legalidad, de la educación al diálogo y a la cooperación, que en este contexto, son formas fundamentales de reacción constructiva”. No más esclavos El tema para la Jornada Mundial de la Paz 2016 está relacionado al del año pasado, «No más esclavos, sino hermanos», con el cual el Papa Francisco había evidenciado el dramático argumento de la esclavitud moderna. Continuando con la reflexión desarrollada el primero de enero pasado, el mensaje recuerda que “un punto de partida para que todos los hombres de buena voluntad, y en particular aquellos que operan en la instrucción, en la cultura y en los medios de comunicación, actúen cada uno de acuerdo a las propias posibilidades y de acuerdo a las mejores aspiraciones para construir juntos un mundo más consciente y misericordioso, y por tanto más libre y justo”. “La paz, es posible allí donde el derecho de todo ser humano es reconocido y respetado, según la libertad y la justicia”.
El amor es el mayor premio para compartir. La historia de Justino
E
l reloj acaba de dar las 10 pm y Justino se despierta para ir a trabajar. Lo espera la Fábrica de Maniquíes, lo esperan el silencio de la noche y el desafío del trabajo en soledad. Y es que este magnífico señor es vigilante nocturno. Le toca trabajar sin ser visto por nadie, sin la remuneración del aplauso ni las gracias después del servicio prestado. Solo los valores más altos de su corazón son testigos de sus buenas acciones. Ellos rigen sus obras como un motor escondido. Justino destella una sabiduría inamovible que la serenidad de su mirada no puede ocultar. Las adversidades de su vida -el sueño, el frío, la soledad- no lo encierran en una amargura infructuosa, por el contrario, dedica sus energías y su tiempo a preparar con esmero e ilusión sorpresas gratas a los trabajadores de la fábrica, aquellos que llegarán a trabajar cuando él ya se haya ido y cuyas sonrisas no podrá disfrutar y solo le quedará imaginar. Es sugerente el contraste entre las obras de Justino y la inmovilidad de los maniquíes, entre el hombre verdadero y el hombre de mentira. Él es una fábrica de amor, la verdad, en una fábrica de hombres falsos, los maniquíes. Pareciera reflejar la maravilla que el amor otorga a la vida humana, alejándola de la cosificación y la pura apariencia. “Todo cuanto quieran que les hagan los hombres, háganselo también ustedes a ellos” (Mt 7, 12), enseñaba el Señor Jesús. Y Justino nos recuerda las diversas posibilidades de hacer vida aquellas palabras en las acciones más cotidianas. Incluso en medio de dificultades y en cosas aparentemente insignificantes se puede sembrar la luz del Señor. Y es que cuando la semilla es verdadera, aunque parezca asfixiada por el anonimato, crece y da mucho fruto. Basta ver esto graficado en la bondad que un humilde trabajador nocturno pudo hacer crecer en los corazones de todo un equipo de trabajo, que en un momento determinado lo esperó hasta tarde para retribuirle todos sus detalles y favores. Siempre podemos realizar el milagro del amor y “el mayor premio es compartirlo” -como dice el slogan de la propaganda de la lotería- porque, como decía San Pablo, “hay que tener presentes las palabras del Señor Jesús, cuando dijo: ‘Mayor felicidad hay en dar que en recibir’ “ (Hch 20, 35). Que en este tiempo de Navidad podamos todos ir haciendo silencio e ir despojándonos poco a poco de nuestras faltas y creciendo en la caridad para poder acercarnos a escuchar en el pesebre la Buena Nueva de Dios, hecho niño en el silencio de la noche y el anonimato de un establo en Belén.