De empresario nocturno a sacerdote rural en Valladolid Semanario de la Arquidiócesis de San Luis Potosí
Capaces de alegrarse por los demás
Año 8
J
osé Luis Rubio Willen, párroco de El Carpio (Valladolid), tiene 69 años y los últimos nueve los ha vivido como sacerdote. Oriundo de Granada, la familia de José Luis llegó a Valladolid cuando él era pequeño, y ya de joven empezaron a despuntar en él las inquietudes artísticas. “En 1967 se inauguró la emisora Cope en Valladolid, y le avisaron para llevar la parte juvenil, lo que después fue Cadena 100, entrevistando a los grupos de entonces, Los Brincos, el Dúo Dinámico, Los Bravos…”. Después tuvo varias discotecas, introduciendo el tecno en Castilla León; más tarde trabajó como modelo y fotógrafo en el embrión de la pasarela Cibeles; dirigió varios documentales para una productora en la que fue compañero de Pedro Almodóvar… hasta que llegó a su vida la causa de canonización de Isabel la Católica. Con ocasión del quinto centenario de la muerte de Isabel de Castilla, llamaron a José Luis para participar en los actos de homenaje. “Yo entonces era como cualquier chico normal de ahora, pero mi familia era muy creyente, y ‘la leche que se mama nunca se derrama’. También influyó en su vocación un crimen que se cometió en Valla-dolid: “una persona cercana a un chico que había cometido un delito grave vino a verme para que hablara con él. Ese chico estaba pagando cárcel y le martilleaba la conciencia lo que había hecho; yo entonces le llevé a ver a un sacerdote, Francisco Cerro, hoy obispo de Cáceres, y se confesó y se quedó tranquilo”. Poco después, y con ayuda de monseñor Cerro, entró en el seminario y al cabo de cuatro años recibió la ordenación sacerdotal, al convalidarle los estudios que había realizado de joven. Hoy, José Luis Rubio Willen es párroco en varios pueblos en los que él había sido empresario de pubs y discotecas, y donde “me han recibido con mucha normalidad”. José Luis afirma también que “para llegar a los jóvenes es importantísimo el carisma, como ha sucedido siempre a lo largo de la historia de la Iglesia. Yo sigo trabajando con los jóvenes, los que hoy salen por la noche, porque Dios también está en la noche. Dios está en el corazón de las personas”. Él ve a los jóvenes de hoy “parecidos a los de antes, porque la juventud siempre ha buscado y corrido riesgos. Por eso para llegar a ellos hace falta el cuerpo a cuerpo, tener mucha personalidad y corazón, mucho carisma. Para llegar a los jóvenes es necesario haber sido joven como ellos, haber tenido los pecados que tienen ellos. Y yo no sé dónde llevará Dios a la Iglesia, pero el poder de los laicos ha de ser cada vez más importante. Y la familia es algo clave”. En cualquier caso, al echar la vista atrás, José Luis reconoce que “yo duraba poco en las cosas, y he conocido la causa después, ya de sacerdote: que lo que me tenía guardado Dios en mi vida era este final. Como con San Agustín”.
No. 365
Semana del 06 al 12 de marzo de 2016
L
a «envidia y autorreferencialidad, dos tentaciones contra la fraternidad». No cabe duda que en estos tiempos es algo complejo “alegrarnos por los demás”, involucrando a las personas a menudo olvidadas o descuidadas. Como las familias, los ancianos, los jóvenes, en cualquier experiencia, sea el hombre, sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas. En su Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Santo Padre, el Papa Francisco, ha hecho hincapié en que ante tantas barreras de injusticia, soledad y desconfianza; todos «estamos llamados a dar pasos valientes, para que el ‘encontrarse y hacer juntos’ no sea solo un lema, sino un programa para el presente y el futuro»; por lo tanto, poder alegrarnos por los demás. Alegrarnos por los demás es la expresión que puede ayudarnos como guía y orientación. En esta actitud nos podemos inspirar y así, colaborar, a compartir, a preparar el camino a relaciones regidas por un sentido de responsabilidad común. Esto allana el camino a
nuevas estrategias, a nuevos estilos, nuevas actitudes. ¡Cuán distinta sería nuestra vida si aprendiéramos de verdad, día tras día, a trabajar, a pensar, a construir juntos!. Nuestra Iglesia Potosina se alegra con tres jóvenes que han decidido ordenarse diáconos. Se han unido al caminar de nuestra Iglesia, que busca cada día alegrarse por los demás, al hacer la diferencia y poner en el centro a la persona, la calidad de sus relaciones, la verdad de su esfuerzo por construir un mundo más justo, un mundo de verdad para todos. “alegrarnos por los demás”, significa, de hecho, establecer el trabajo no sobre el genio solidario de un individuo, sino sobre la colaboración de muchos, de todos. Significa en otros términos, “trabajar juntos” para valorar los dones de todos, sin dejar de lado el carácter único e irrepetible de cada uno. Que el centro de nuestra Iglesia Potosina sea, por lo tanto, el hombre: no aquel abstracto, ideal, teórico, sino aquel concreto, con sus sueños, sus necesidades, sus esperanzas y sus fatigas.