Cercanía, compasión y ternura
«Solo con Dios podía perdonar»
«Solo con Dios podía perdonar»
Por: Pbro. Lic. Héctor Colunga Rodríguez colunga46561@hotmail.com
¿Alguna vez te has sentido tan solo que no sabes a quien acudir? Yo sí, y esas veces cuando el panorama parece tan oscuro y la esperanza pierde sentido, te das cuenta que se necesita en la vida personas que sean luz que iluminen el camino y te ayuden a poner los ojos de nuevo en la meta. ¿Por qué te cuento esto? Porque creo que hay una persona en la que todos podemos apoyarnos, ya sea en los buenos como en los malos momentos. No te hablo de tu mejor amigo, de tu hermano, de tu psicóloga o de Jesús, esta vez te hablo de María. La mamá de todos los católicos que está diciéndonos constantemente “¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?”, y que con su mirada amorosa nos anima a acercarnos a ella.
Sé que como jóvenes puede resultarnos difícil confiar en el poder de la oración, porque estamos inmersos en un mundo que nos bombardea con soluciones externas y se olvida del interior. Pero nunca es tarde para ponerle atención a nuestra espiritualidad y aprender que el cielo está muy cerca de nosotros. María es la mejor aliada en este camino, que con su ternura de madre nos escucha y comprende. Así yo lo he experimentado, pues cuando ha venido la dificultad, la tristeza y la soledad, me he atrevido a gritar en silencio “¡Madre mía: ayúdame!” y enseguida ha venido la paz.
No tengas miedo a buscar a María, te aseguro que atenderá pronto tus necesidades. Madre de la esperanza: ¡Ruega por nosotros!
Verónica Miranda Vidales
¡Padre Santo! te pedimos por los jóvenes, que son la esperanza del mundo. No te pedimos que los saques de la corrupción sino que los preserves de ella.
¡Padre! No permitas que se dejen llevar por ideologías mezquinas.
Que descubran que lo más importante no es ser más, tener más, poder más, sino servir más a los demás.
¡Padre! Enséñales la verdad que libera, que rompe las cadenas de la injusticia, que hace hombres y forja santos.
Porque tenga cada uno de ellos, un corazón universal que hable el mismo idioma, que no vea el color de la piel, sino el amor que hay dentro de cada uno.
Un corazón que a cada hombre le llame hermano, Y que crea en la ciudad que no conoce las fronteras, Porque su nombre es universo, amistad, amor, Dios.
¡Padre Santo! Cuida a nuestros jóvenes.
Amén.
Te seguimos invitando a hospedar a algún joven asambleísta durante la Asamblea Nacional de Pastoral de Adolescentes y Jóvenes que se llevará a cabo en nuestra Arquidiócesis de SLP.
A río revuelto, ganancia de pescadores La inundación de San Luis Potosí, en el año de 1933
Segunda parte