Hombres de Blanco: la historia íntima de Colo-Colo campeón de América – Ignacio Pérez Tuesta i
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El otro terremoto de 1985
Durante ese año el fútbol chileno estaba en una camilla de la sala de cuidados intensivos. Ninguna novedad, diría un entendido, pues no era el único momento en que el deporte más popular estuvo y estaría entre algodones. Pero quizás, como una coincidencia del sismo que afectó a la zona central el 3 de marzo de ese año, estaba todo a punto de venirse al suelo. Y Colo Colo no era la excepción. A comienzos de diciembre de 1985, mientras el equipo luchaba por no alejarse mucho de los primeros lugares, se rumoreaba que Pedro García no seguiría como entrenador ya que, especulaba la prensa, la nueva directiva encabezada por Peter Dragicevic estaba buscando su reemplazante. Paralelamente, el defensa Leonel Herrera, pensando quizás en su retiro, declaraba que se sentía capacitado para asumir la dirección técnica del Cacique al año siguiente. Eso sin contar el caos administrativo que había. Era todo desorden. Pero la directiva de Colo Colo, estaba además preocupada de otro descalabro. Dragicevic anunció en diciembre, que el club se retiraría de la Asociación Central de Fútbol (ACF) para formar una Liga Metropolitana con los clubes de Santiago, además de los de la V y VI regiones, a lo que se oponía, por cierto, la dirigencia encabezada por el presidente del fútbol, Miguel Nasur. Junto con esto, en el Cacique la palabra deuda no era novedad. Según su directiva, en ese momento el club debía 50 millones de pesos, lo que pretendía ser corregido con un cambio rotundo en la forma en cómo se repartían los dineros de las recaudaciones. Sucedía que Colo Colo generaba el 35% de los ingresos del fútbol y sólo recibía el 19%, según alegaban los regentes albos. Esto, tomando en cuenta el mecanismo utilizado para dividir las platas de los tickets, puesto que en un partido, el equipo visitante podía recibir hasta un 20% del dinero de las entradas, si es que ganaba el encuentro. En esa lógica, si empataba se llevaba sólo el 10% y si perdía, todo quedaba en las arcas locales. Curioso. A los pocos días del anuncio de la Liga Metropolitana, el director de DIGEDER, general Sergio Badiola, apareció respaldando la idea del Cacique, lo que se constituyó en una de las sacadas de piso más recordadas a Nasur. El fútbol estaba a punto de reventar y pocos tomaban en cuenta el apasionante torneo que se disputaba en la cancha (con Cobreloa, Everton, la UC y Colo Colo de protagonistas), pues los actores principales estaban vestidos de cuello y corbata. Llegó a tanto el lío, que tuvieron que ponerle paños fríos al asunto. Así fue como el lunes 9 de diciembre, se reunieron en la sede de Unión Española, el timonel de la ACF, Miguel Nasur, con los presidentes Peter Dragicevic, de Colo Colo; Alfonso Swett, de Universidad Católica; Waldo Greene, de Universidad de Chile; Livio Baschieri, de Audax Italiano; Hisham Hassam, de Palestino y el dueño de casa, Félix Martínez. Al final de ésta y con varias tazas de café en el cuerpo, Nasur declaró, en un arranque de originalidad, que “ha salido fortalecido el fútbol”, puesto que se acordó formar una comisión reestructuradora del balompié criollo para, a través de un estudio, ver la forma cómo encarar la actividad de 1986.
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Era tal el sentimiento de paz y alegría que reinaba tras el encuentro, que el presidente de Unión, Félix Martínez, confesó que “lo que he hecho es como lo de Juan Pablo II. Prestamos la casa para que conversaran quienes tienen en sus manos el futuro del fútbol”. Para ponerse a llorarE Era la época en que se hablaba de la necesidad de profesionalizar y modernizar el fútbol y en eso la directiva de Colo Colo aparecía como la cara más visible. Tras la reunión se comenzó a hablar de un mañana esperanzador y de construir mirando hacia adelante, quizás inundados por la expectación que reinaba esa semana, debido a la película “Volver al Futuro”, que se estrenaba el 12 de ese mes en el cine Las Condes. Es probable que admirados por el loco científico creador del auto que viajaba por el tiempo, el carismático “Doc” Emmet Brown, los presidentes de Concepción, Huachipato y Fernández Vial anunciaron a los cuatro vientos un nuevo experimento: crearían la Liga Cono Sur, en oposición a la Metropolitana ideada por Colo Colo. Seguía todo revuelto. Mientras el Cacique se acercaba a los primeros lugares al ganarle 1 a 0 a Huachipato, y el gobierno militar anunciaba con certeza que “el año 2000 no habrá contaminación en Santiago”, los directores técnicos del país planteaban que lo mejor era un torneo largo con no más de 16 equipos. Por esos días nadie tomó muy en cuenta el sorteo del Mundial de México ’86 (a lo sumo se hizo notar que de clasificar Chile en lugar de Paraguay, habría quedado en el grupo con la selección local, Bélgica e Irak), ya que estaba todo el ambiente tenso, esperando el consejo de presidentes del 20 de diciembre. Ese día, en una maratónica jornada, Nasur renunció y volvió en cuestión de minutos a la testera, provocando que muchos clubes se fueran contra Dragicevic y su directiva. ¿Alguna resolución? Como muchas otras veces, nada. Colo Colo seguía su repunte en la cancha ganándole a Unión Española por 4 a 2, pero Roberto Rojas anunciaba sus deseos de emigrar a España o Argentina, desde donde tenía ofertas, pues planteaba que en el Cacique ya no podía tener más proyección. El mismo día que el pasaje de micro subió a $45, el nuevo director de DIGEDER, Arturo Álvarez, recibió a los mandamases de Colo Colo, las Universidades y Palestino, a quienes les dio el respaldo para crear una nueva Liga Nacional, con 16 equipos en Primera División y la misma cantidad en Ascenso. Comenzaba a tomar forma la idea, toda vez que Unión Española, Everton, San Luis, Cobreandino, O’Higgins, San Felipe, Santa Cruz y Cobresal se unían al proyecto. El resto seguía con la ACF y Nasur. El fútbol estaba en la previa de una guerra civil y la prensa finalizaba el año con titulares del tipo “Renovarse o morir” o “En el abismo”. Mientras en las oficinas seguía pasando de todo, como mal chiste del día de los inocentes, Colo Colo se despidió del título por obra y gracia de Audax Italiano, que lo derrotó por la cuenta mínima. Tras las fiestas de año nuevo, el presidente del Comité Olímpico de Chile, Juan Carlos Esguep, medió para lograr hacer funcionar la famosa comisión reestructuradora que se puso a trabajar para ponerle fin al caos.
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Volviendo a la cancha, en la última jornada del fútbol, -que se disputó el 5 de enero de 1986- el título lo peleaban Cobreloa, que jugaba en Arica ante el local, y Everton que se mediría en horario estelar con la UC en el Estadio Nacional. Este último partido tendría un preliminar poco común. Quizás en un reflejo de lo mal que andaba todo, sólo por el honor y a modo de aperitivo, se disputaría un nuevo clásico del fútbol chileno. Nada menos que Colo Colo y la “U” serían la previa del duelo estelar. El lance terminó con cierta polémica y con triunfo albo de 3 a 1, pero al menos sirvió de premio de consuelo para los colocolinos, en un año que no tenían muchas razones para alzar los brazos. Finalmente el título lo obtuvo Cobreloa, tras derrotar a Arica por 2 a 1 (que significó el descenso de este último) y luego que Everton perdiera ante los cruzados por dos a cero en el recinto de Ñuñoa. Era tan curioso y absurdo el sistema de ese torneo, que finalmente los loínos se quedaron sólo con el trofeo, pues el campeón no accedía directamente a Copa Libertadores y debía disputar la liguilla. Tras los respectivos partidos, clasificaron al torneo continental Universidad Católica y Cobresal. En Calama se debieron conformar con verlos por televisión. Una locura. Así finalizó la temporada ’85. Mientras se rumoreaba que el flaco, joven y goleador delantero de Magallanes Ivo Basay llegaría a Colo Colo, Pedro García abandonaba Pedreros, por lo que el nuevo adiestrador albo sería dado a conocer en cuestión de horas. ¿Y la comisión reestructuradora del fútbol? Seguía trabajandoE
¿Arturo Salah? Sí, Salah “¿Qué va a hacer este hueón pesado en Colo Colo?”. Esto fue lo primero que dijeron Raúl Ormeño, Lizardo Garrido y Roberto Rojas, cuando abrieron el diario La Tercera la mañana del 9 de enero, en plenas vacaciones de 1986 – las que solían compartir junto a sus familias en el sur de Chile- y leyeron la bomba noticiosa del momento: Arturo Salah se ponía el buzo de entrenador del Cacique. Pero esa historia había comenzado unas semanas antes. En medio de la celebración de fin de año del Stadio Italiano, Arturo Salah compartía con sus amigos y conocidos una agradable comida. Se hablaba de fútbol, de la vida, de sus familias y, por supuesto, de Italia y los antepasados. En eso estaba, cuando se le acercó un tipo a quien el ex delantero de la “U”, no había visto ni en las cómicas. - “Hola Arturo, ¿qué tal? Soy Jorge Vergara, secretario general de Colo Colo”. - “Hola, buenas noches, mucho gusto”, respondió diplomático Salah. - “Mira, te venía a plantear algo muy claro. ¿Te atreverías a ser técnico de Colo Colo?”, le dijo Vergara sin mayor rodeo y poniéndole énfasis en el “atreverías”. - “Por supuesto”, le contestó el joven entrenador, casi sin pensar. -“Espera unos días que te vamos a contactar”, le aseguró el locuaz dirigente. Sinceramente, Salah creía que el tema no pasaba de ser un comentario hecho en el marco alegre y festivo de una comida de fin de año, donde se dicen y, sobre todo, se hacen muchas cosas, por lo que se fue a su casa y ni siquiera le comentó la informal propuesta a su mujer.
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Distinto fue cuando dos días después, Peter Dragicevic le telefoneó y le ofreció formalmente el puesto. “Déjeme pensarlo dos días, Peter”, fue la respuesta del técnico, quien recién ahí le contó a su señora sobre el tema y comenzó a analizar dónde se iba a meter. Una verdadera bolsa de gatos. “Tremendo forro” o “fierro caliente”, podrían servir también de sinónimos. Así, tras las fiestas, llegó el 8 de enero y sobre la mesa y con todos los dirigentes presentes en Cienfuegos 41, estaban los nombres de Pedro García, Pedro Morales y el propio Salah para ser votados. Algunos mencionaban también a Leonel Herrera y Orlando Aravena Allí fue cuando Eduardo Menichetti –recién estrenándose como vicepresidente del club y que después iría ese año a la recién creada ANFP- propuso que se simplificara la votación y que fuera electo quien obtuviera mayoría simple, es decir, sólo un voto más, esto para evitar que en una segunda vuelta, los votos de Morales (quien tenía el tercer puesto asegurado) se sumaran a los de García y Salah perdiera su opción. ¿Y por qué esta maniobra? Arturo Salah era la carta que traían Dragicevic, Menichetti y Vergara – en estricto rigor, el tridente del poder real en el club- para revolucionar Colo Colo, con una apuesta arriesgada: un técnico joven, con proyección y que viniera a abrir la ventana y refrescar a la institución. Cambio total. Pero por otro lado, estaba gran parte del directorio que había quedado de la “vieja guardia” y preferían técnicos calados y con cierto nombre para ponerse el buzo con el indio en el pecho. Posturas irreconciliables. El resultado fue claro: Salah le ganó por un voto a García, por lo que al no haber ballotagge, el ex jugador de la Universidad de Chile se convirtió, contra algunos vientos y previsibles mareas, en el nuevo adiestrador de los albos. Casi al mismo tiempo que Salah supo de la confirmación de la decisión, hizo su primera labor como entrenador de Colo Colo. Tomó el teléfono y marcó unos números. “Aló, Eddio, hola, te habla Arturo Salah”, dijo. Del otro lado de la línea, el entrenador de cadetes de Colo Colo, el popular Yeyo Inostroza, se sorprendió con el llamado, ya que nunca había tenido relación con el ex puntero azul. Es más, el recuerdo que tenia de él como rival en una cancha, no era de los mejores, tal como los cracks albos que casi se desmayaron durante sus sureñas vacaciones. “¿Puedes venir esta tarde a mi casa?”, le consultó Salah. Ahí el Yeyo entendió menos y algo confundido, le pidió la dirección. A las pocas horas llegó a la casa de su colega, quien, tras una conversación con los saludos de rigor, le confesó: “Eddio asumiré como entrenador de Colo Colo, y quiero que seas mi ayudante”. Inostroza no lo podía creer, ya que si había candidatos menos adecuados para entrenar a Colo Colo, uno de los primeros en esa lista era Salah, no sólo por su inexperiencia en el banquillo de clubes grandes, sino además, por su pasado azul. Demasiado azul para Colo Colo. Pese a esto, Inostroza aceptó de inmediato y comenzó a programar junto a Salah el año futbolístico, partiendo por la pretemporada que se haría en las Termas de Jahuel. Aún incrédulos y nerviosos por lo que se venía, los jugadores albos
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seguían de vacaciones, aunque con la mente puesta en su regreso a las prácticas, programado para el 29 de enero. Arturo Salah firmó su contrato el 14 de dicho mes, en una concurrida conferencia de prensa. Allí estuvo escoltado por la directiva alba y el Yeyo Inostroza, quizás, como un anticipo de que no sería la última vez que deberían protegerlo. “Sé que soy resistido por una parte de la afición, pero vengo a ganarme el respeto del hincha”, confesó ese día Salah, previniendo lo que se le venía encima. El nuevo adiestrador provocaba tantos anticuerpos, que la popular Barra Juvenil anunció su disolución, debido a la llegada del ex jugador de Universidad de Chile. Era sólo el inicio.
La lista negra “Este es el camarín del equipo campeón de 1986”. Con esa frase que venía acompañada de una fuerte carga de responsabilidad, Peter Dragicevic le abrió la puerta del vestuario a Arturo Salah el 29 de enero, primer día de entrenamiento. Hugo Bello, Osvaldo Gómez y Arturo Jáuregui eran, hasta ese momento, los nuevos rostros en Pedreros quienes, junto al resto del plantel, vestidos con unas extrañas y poco estéticas camisetas rosadas, escucharon la primera charla de Salah, quien les planteó su forma de trabajo, organización y los deseos de llegar a hacer un gran proceso. Del otro lado, los jugadores abrían muy bien los ojos, procurando estar receptivos, pero algo distantes ya que el tema era complicado. El Chano Garrido recuerda que en ese momento, no podía creer que el mismo tipo desagradable del archirival estuviera parado ahí. Y el Flaco tiene propiedad en la opinión, ya que durante años enfrentó a Salah directamente: Él, como eficiente lateral derecho, debía soportar los embates de todo tipo del ex puntero izquierdo azul. Salah no tenía claridad respecto de la conformación final del plantel para ese año. Días antes había tenido charlas con varios jugadores para decirles que no seguían en la institución, entre ellos, Leonel Herrera, histórico zaguero albo, quien dejó el club con no poca polémica, al igual que Horacio Simaldone, quien declaró “irse dolido” de Pedreros. Por el lado de los refuerzos, además de los recién llegados, se había especulado mucho con la contratación de Ivo Basay, que finalmente no ocurrió, ya que el flaco goleador fue contratado por Everton en una operación récord, alejándolo del Monumental hasta diez años después. Para completar el cuadro, se corría el rumor que había una “lista negra” en la que estaban, entre otros, Oscar Rojas, el Chupete Hormazábal, el Chano Garrido, Raúl Ormeño y Roberto Rojas, ídolos de la afición. Y fueron justamente estos dos últimos jugadores, quienes, a los pocos días sorpresivamente, aparecieron transferidos a Cobreloa. Mientras el plantel albo viajaba a hacer la pretemporada a las Termas de Jahuel, Ormeño y Rojas partían rumbo a Calama, debido a que “Salah no los quería”, según les dijo Jorge Vergara, aunque hacia el exterior se planteó como un tema de diferencia económica, más la necesidad de Cobreloa por contar con un golero y un mediocampista.
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Al llegar a la Segunda Región fueron recibidos como héroes en el aeropuerto, mientras el presidente loíno, Luis Gómez, les aseguraba que estaba todo marchando perfecto. A su vez, ellos manifestaban a la prensa que estaban satisfechos por la oferta naranja. Parecía que iba todo bien, pero en el hotel ambos jugadores comenzaron a inquietarse al ver que avanzaban las horas y no pasaba nada concreto. Ni firma de contrato, ni conversación para arreglar las platas. Nada. Solos en el desierto. Mientras tanto en la pretemporada, Salah declaraba que la partida de Ormeño “era una transferencia que no es de mi agrado”, no así la de Rojas y no porque no quisiera al portero, sino porque ya tenía el puesto cubierto con otro experimentado como Mario Osben y un joven que venía con todas las ganas llamado Marcelo Ramírez. Así, Rojas y Ormeño estuvieron tres días en Calama haciéndose la idea de radicarse, hasta que no aguantaron más y encararon a la directiva naranja por su situación. “Ustedes vienen por 250 mil pesos, Jorge Vergara me dijo que ya él había arreglado todo con ustedes”, fue la respuesta de la regencia loína. Ahí comenzaron a darse cuenta que todo había sido una maniobra del secretario de Colo Colo, por lo que agarraron sus cosas y regresaron a Santiago con el objetivo único de hablar con Arturo Salah. Paralelamente, se seguía hablando que la operación del Cóndor incluía el arribo de Hugo Rubio a los albos desde el Murcia, cuyo pase pertenecía a Cobreloa. Una vez que el golero arregló para quedarse en Colo Colo, surgió un damnificado que no estaba en los planes: Mario Osbén, quien partió a Calama, ya que Salah fue claro al afirmar que “no puedo tener dos arqueros de esa categoría”. Con el tiempo, el Gato se convertiría en ídolo naranja, tanto así que terminó mucho más identificado con los loínos que con los albos. Era tan enredado todo, que Roberto Rojas llegó a ser tentado por Universidad de Chile, opción que el portero no desechó de plano e, incluso, estuvo muy llano a estudiarla. ¿Y Ormeño? Fue quien más se demoró en arreglar, pero Arturo Salah se prodigó en mediar entre el jugador y la directiva colocolina, acción que tuvo resultados. Acá no es menor la charla que Salah tuvo con Rojas y Ormeño, en la cual les dijo que jamás los había desechado y que quería que se quedaran en el club. Fue entonces que Ormeño llegó a la conclusión que la famosa lista negra, estaba diseñada por Vergara, quien quería hacer una poda en el camarín, ya que consideraba líderes negativos al Cóndor y al Bocón. Tal cual. “Vergara era y es así. Pasa por encima de todos. En todo caso, yo nunca le creí nada a Vergara”, cuenta hoy Raúl Ormeño. Este enigmático dirigente albo, fue desde el comienzo un tipo que generaba anticuerpos en muchos sectores. Él se defendió durante muchos años diciendo que estaban todos contra el club popular, inventando hasta una sigla para tal acción: “Tococo”, es decir, “todos contra Colo Colo”. Pero este dirigente –más allá de denuncias de padres de niños de las cadetes colocolinas, de sindicarlo como creador en las sombras de la Garra Blanca y de la poco clara operación que realizó en la transferencia de Marcelo Espina desde
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Platense a Colo Colo, entre otras historias- no se hizo conocido en Cienfuegos 41 con el arribo de Dragicevic y Menichetti el ’85, sino que mucho antes. A mediados de la década del ’70, momentos en que Colo Colo estaba intervenido y controlado por el Banco Hipotecario de Chile (BHC), el entonces teniente de Ejército Jorge Vergara, golpeó la sede de la tienda alba para poder colaborar con el club y tener la opción de trabajar allí. Ahí fue recibido por el gerente general del club, el abogado Jorge Germán Pica (hijo del destacado jurista Jorge Pica Venegas, vicepresidente de la Comisión Organizadora del Mundial de 1962), quien le abrió las puertas de la institución al ver sus intenciones de gastar horas en un club que no era precisamente el mejor lugar para laborar y que pasaba por una etapa en que las manos, ganas y esfuerzos no sobraban. Años después, ya en los noventa, el abogado le comentó a uno de sus hijos su sorpresa por el actuar del grueso dirigente: “Mira en lo que anda metido este tipo. Creo que fue el error más grande de mi vida haberlo dejado entrar a Colo Colo”. En la casa del actualmente fallecido ex gerente técnico albo, aún se conservan dos regalos que Vergara le hizo a Pica. Un corvo y un cenicero con la leyenda del Ejército figuran entre los recuerdos de la familia aunque, según sus descendientes, los conservan sólo por la memoria histórica de su padre, más que por otra cosa. Claramente no es una relación de la que quieran presumir.
Salah se multiplica En las Termas de Jahuel los jugadores –habían llegado también Fernando Astengo y Washington Castro- comenzaron a conocer a un Salah que no lo tenían registrado en su mente. Ya no era el cargante y mañoso alero zurdo que provocaba la ira de los colocolinos, sino que aparecía en cambio un tipo sereno, trabajador y dedicado de cabeza a su nuevo rol. Eso les cayó bien a quienes habían sido sus rivales, junto con las conversaciones y la forma que tuvo de plantearse frente al grupo. Pero pese a que no le costó mucho echarse al bolsillo a los jugadores, hubo un hecho que no pasó inadvertido. En una charla técnica, Jaime Vera, capitán del equipo, levantó la mano para pedir la palabra, a lo que Salah accedió inmediatamente. -“Tengo que decir que yo vengo a las charlas técnicas sólo por compromiso”, confesó el Pillo, quizás imbuido por los resquemores que aún sentía por su nuevo entrenador. Salah, que puede ser el tipo más simpático del mundo, pero cuando algo le irrita mejor no atravesarse en su camino, no se demoró más de dos segundos en contestarle en duros términos por su bravata. Salah comenzaba a imponer la autoridad. Pero el adiestrador albo no debía preocuparse sólo del tema futbolístico. Según cuenta, lo que más desgaste le provocó fue su rol de mediador entre los dirigentes de la vieja guardia del directorio, que llegaban a la pretemporada a hablar de los premios y los jugadores. “Había una relación desgastada y en algunos momentos irrespetuosa”, evoca Salah. A su vez, Peter Dragicevic, Eduardo Menichetti y Jorge Vergara eran personas que en ese instante no conocían mucho de cómo se manejaba el fútbol y ahí debió
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estar Salah para aportar su conocimiento. “Captaron inmediatamente cómo funcionaba el mundo del fútbol, la problemática del fútbol. Menos mal, porque Colo Colo entonces era un polvorín”, rememora el actual DT de Huachipato. A propósito de la dirigencia. El 9 de febrero de 1986 la famosa Comisión Reestructuradora había llegado a una conclusión histórica: Fenecía la Asociación Central de Fútbol y nacía (redoble de tambores) la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP). El primer organismo funcionaría tres meses más para terminar de pagar las deudas contraídas, mientras que el nuevo comenzaba desde cero con su nueva directiva conformada por Miguel Nasur a la cabeza, secundado por Eduardo Menichetti (Colo Colo), Juan Ignacio Ugarte (Fernández Vial), Jorge Correa (Universidad Católica) y Miguel Bauzá (Coquimbo). Era todo felicidad. Aunque no duraría mucho tiempoE Mientras tanto, el plantel de Colo Colo ya estaba convenciéndose de la labor de Salah y, como forma de preparación tras la dura pretemporada, el plantel viajó a Argentina a hacer algunos partidos amistosos en el interior de dicho país, en una recordada travesía, sobre todo porque en una ocasión se hospedaron en un convento de monjas. La gira dejó resultados positivos. El Cacique empató a tres con Olimpo de Bahía Blanca y obtuvo sendos triunfos (3-0 y 2-1) ante Boca JuniorsE pero de Bariloche. De ese viaje hay una anécdota que es muy recordada. A cargo de la delegación estaba el dirigente Miguel Henríquez, quien se mandaría un numerito de aquellos. Previo al viaje de regreso a Santiago, en el comedor del convento, hacían la sobremesa de rigor Miguel Henríquez, Arturo Salah, Eddio Inostroza y Luis Rodoni. En un momento de la conversación, el directivo planteó algo que los dejó en silencio: “Con toda sinceridad Arturo. ¿Esta es la cagada de equipo que vamos a presentar para el campeonato?”, tras lo cual siguió criticando a varios de los jugadores, especialmente un juvenil que recién estaba asomando la cabeza: Javier Margas. Los integrantes del cuerpo técnico se miraron y con una unánime mirada de desprecio le contestaron a Henríquez, quien, por cierto, estuvo bastante mal como especulador a futuro.
Comienza el trabajo/y el calvario “Arturo, ¿No tiene miedo de irse al descenso con Colo Colo?”. Esa pregunta con rostro de sentencia Salah la debió enfrentar más de alguna vez frente a un micrófono, sobre todo los primeros dos meses. Salah era un tipo que comenzaba a plantear su rigor. Los lunes, aproximadamente a las 11 de la mañana, se juntaba con su cuerpo técnico en el Stadio Italiano o en su casa, a planificar la semana y los trabajos que debía hacer el plantel, tras la evaluación que había culminado con el último partido. Era eminentemente técnico y se preocupaba mucho de esa parte, tanto así que parecía una escuela de fútbol para adultos, según muchos. Sucede que Salah era un obsesivo con la famosa “creación de espacios”, todo para conservar la pelota, mandamiento número uno de su estilo.
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“Tóquela”, “quien se muestra”, eran y son las frases mas escuchadas del técnico en las prácticas y partidos. Es cosa de escuchar los micrófonos instalados al borde de la cancha en los partidos del Villarreal, para advertir que Manuel Pellegrini – hermano de estilo con don Arturo y, por ende, descendiente de Fernando Rierarepite los mismos motes. Y le daba, y le daba. Ahí la jugada de pasar por la espalda del defensa era ensayada y corregida hasta el hartazgo. Debía salir todo a la perfección, el que traía la pelota saber cuándo dar el pase y el receptor atentamente marcar el espacio, anunciar su intención y picar. Hasta que se dieron cuenta de un tremendo detalle. En un partido en el Estadio Nacional ante Temuco, lanzaron una pelota a la espalda del Chano Garrido, quien había salido a buscar al puntero izquierdo, que llegó a la línea de fondo, tiró el centro atrás y golazo de los de la Novena Región. En la banca, sin decirse nada, se miraron todos los integrantes del cuerpo técnico. Salah había acusado recibo. La jugada que tanto practicaba con sus delanteros, la estaban sufriendo en carne propia, por lo que se comenzó a trabajar más fuerte en defensa y en cómo controlar lo mismo que el predicaba. Pero ya había comenzado el Torneo de Apertura y los hinchas desataron su furia contra Salah, increíblemente, en el primer partido. Es cierto, Colo Colo perdió 1 a 0 en deslucido pleito contra Palestino, pero reflejó que los seguidores albos le tenían ganas a Salah sólo por el hecho de ser él. “Que vuelva García”, “ándate vos que erís de la Chile”, le gritaron a Peter Dragicevic, quien sólo atinó a defender a su entrenador con un “tengan fe”, mientras abandonaba el Nacional aquel atardecer. Pero el ambiente no mejoraría en el futuro cercano. Mientras en Santiago encontraban restos del puente Cal y Canto por la construcción de la línea 2 del Metro y aún se lamentaba la tragedia del choque de trenes de Queronque, en Colo Colo Raúl Ormeño no lograba arreglar su situación y, paralelamente, se anunciaba la llegada de una figura descollante: el delantero brasileño Renato. El tema es que no se trataba del hábil puntero de Gremio que la rompió en los ochenta, sino que un desconocido jugador proveniente del Sampaio Correa de Marañón, equipo que nunca se supo bien en qué división jugaba, pues durante su historia ha pasado por casi todas. En Pedreros no cayó muy bien la noticia de la nueva contratación. Los delanteros alegaban que tendría dura competencia y Salah tenía una de sus primeras diferencias con la directiva ya que directamente, dijo que él no lo había solicitado. Quizás el club le daba la razón a las dos teleseries que comenzaban a transmitirse en las pantallas chilenas. “Nudo de serpiente” en Canal 11 y “Ángel Malo” en el 13, eran títulos que bien calzaban con lo que se vivía en las huestes albas, sobre todo la segunda, ya que ésa era la visión que la mayoría de los hinchas tenía del técnico colocolino. La galería a 100 pesos y la apertura de la tribuna Andes como popular, fueron medidas de la directiva de Colo Colo para atraer más gente al estadio, viendo además la mediocre campaña del equipo. Se ganaba algún partido (por ejemplo a San Felipe 3 a 0), pero la mayoría eran empates deslavados y duras derrotas. Salah entre piedras y palos, salía del estadio en un Volkswagen escarabajo azul
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de un amigo para no ser reconocido por los adeptos, cada día más vuelto orates contra él. El aire en el ambiente era irrespirable, no tanto por el esmog como por lo tenso del entorno albo. A propósito, a mediados de marzo Colo Colo firmó un convenio con una tabacalera para sacar al mercado los populares cigarros “Cacique Colo Colo”, que serían los más económicos del país. Además, se anunció que los ex jugadores del club que estuvieran sin trabajo, ejercerían como distribuidores del producto. Bonita y original iniciativa, pero la atención seguía en la cancha. Estaba tan mal todo, que hasta Renato hizo un gol, el único del triunfo ante Everton en el Nacional, el 19 de marzo. Tanto así, que había dirigentes de Colo Colo –que por cierto no eran Dragicevic, Menichetti ni Vergara- que mandaban gente a espiar a las prácticas, para ver qué hacía Salah y así llegar a alguna conclusión por los malos resultados. Pero quizás el partido que más complicaciones tuvo, fue ante Concepción a mediados de abril. Si hubiesen podido, los hinchas habrían pasado a la cancha a sacar a Salah de cualquier forma y se hubiesen puesto ellos a dirigir al equipo. Fue terrible, pero Salah parecía obviar toda la presión que tenía encima. “Pese a todo, nunca en mi familia comentamos la situación que ocurría con el dramatismo que se vivía afuera”, cuenta hoy el entrenador. Días antes, Renato había abandonado el club popular porque no había rendido lo presupuestado. Nunca se supo con certeza, quién fue el visionario que quiso encontrar en el desconocido delantero al “nuevo Vasconcelos” quien, a esa altura, jugaba en Barcelona de Ecuador. Aunque hay ciertas sospechas sobre un dirigente que sería el encargado de traer varios “créditos”, que llegarían en los años sucesivos al Monumental. Sin Renato la cosa no cambió mucho. La directiva apoyaba firmemente a Arturo Salah, pese a que en la prensa todos los días se hablaba del tema en artículos, entrevistas y columnas. Iba todo de mal en peor. En una ocasión, Arturo Salah llamó a Eddio Inostroza para contarle algo que lo tenia muy preocupado: “¿Sabes? Los dirigentes me están cuestionando el trabajo de Lucho Rodoni, porque los jugadores no están corriendo y se están lesionando”. Y le contó que le habían sugerido el nombre de Luis Venegas. Ahí fue cuando el Yeyo le dijo a Salah que no podía dar su brazo a torcer: “Arturo, si permites que te hagan esto, luego te van a manejar el sistema, los jugadores y todo”. A partir de esa conversación, cambió algo fundamental. No sólo porque Salah defendió su posición y sobre todo a su PF, sino que además, si antes Luis Rodoni tomaba por separado al plantel para el trabajo físico, ahora Salah estaba más encima de aquello y se comenzó a coordinar con la parte técnica y futbolística. Son esos pequeños detalles que la historia los agiganta. Finalmente se dieron cuenta que los jugadores estaban algo fundidos por el trabajo físico lo que, sumado a la presión del medio por los malos resultados, era un cóctel poco sano para lograr salir de la crisis. Pero llegó el momento. A mediados de abril, Salah partió rumbo a Argentina a buscar refuerzos que trajeran aire fresco al equipo y pudieran ser aportes para la salida del túnel. Pero no era la noticia principal. La prensa publicó una reunión de parte del directorio de
Hombres de Blanco: la historia íntima de Colo-Colo campeón de América – Ignacio Pérez Tuesta
2006
Colo Colo, en que habrían acordado que si Colo Colo perdía ante Palestino, Salah le decía adiós a la banca. Con grandes titulares, los diarios preparaban la carnicería. “Si pierde el domingo se va”, aparecía en los tabloides criollos, mientras el entrenador llegaba a Chile para tomar el mando del equipo previo al match ante los árabes en el Nacional. Alentados por el medio, los hinchas fueron con más carteles que lo habitual para despedir a Salah. Era como ir preparado a ver una muerte más que anunciada. Ahí Palestino cumplió el primer acto de lo que sería su karma durante 1986: Ser partícipe a modo de comparsa, de los grandes momentos del club popular ese año. Colo Colo perdía 3 a 2 con los tetracolores, faltando un minuto para que finalizara el partido. Para Palestino habían anotado Núñez y Montenegro –este último en dos ocasiones-, mientras que Jáuregui y Pizarro habían descontado para el Cacique. Los reporteros gráficos se hacían la América registrando el momento frente a la banca de Arturo Salah, que vestía chaqueta café y pantalones oscuros al tono. La hinchada gritaba “se va, se va”. Estaba todo listo para el fin. El ambiente de funeral era terrible, hasta que Washington Castro en el minuto 89, marcó de derecha el empate, lo que desató la locura en tribunas y galerías como si hubiesen sido campeones de cualquier cosa. En una escena que no se recuerda en otra cancha, los mismos que pedían que Salah se fuera, terminaron, de un minuto a otro, aplaudiendo de pie no sólo al equipo que sacó la tradicional garra, sino que también al estratega que pudo respirar más profundo. A partir de ahí, Colo Colo repuntó y si bien no salió campeón del Apertura (fue Cobreloa), las aguas se calmaron y ya no fueron necesarios ni los carabineros, ni el escarabajo azul, ni la escolta de los jugadores. Fue tanto el envión, que a la semana siguiente Colo Colo goleó 6 a 1 a San Felipe en el Estadio Nacional, encuentro en el que incluso Raúl Ormeño anotó un gol, cosa poco frecuente dada su labor de sacrificio en el medio. La motivación llegaba al cielo. Lo peor había pasado. Colo Colo comenzó el Torneo Oficial no como una tromba, pero si encarrilado. Ya había llegado Hugo Rubio y el uruguayo Herbert Revetria, quienes serían puntales del cuadro albo que ganaría el título en la recordada definición ante Palestino. Fue un año complicado y distinto en el club. Será recordado porque Colo Colo utilizó una camiseta roja y azul a franjas verticales como alternativa, que estrenó en el Santa Laura ante Universidad Católica, el 27 de julio al mediodía, con triunfo por 2 a 1 con goles de Jaime Vera y Enrique Gallo. Este último fue un prometedor puntero izquierdo juvenil del Cacique, quien se destapó ese año, pero que definitivamente se dedicó a sus estudios ya que, entre otras cosas, nunca le gustó la presión que se vivía en el fútbol. Pero podría haber llegado lejos, comentan los que saben. Como anécdota, hace un año, al encontrarse con la vieja tricota en la oficina de Jaime Pizarro en el Monumental, Mirko Jozic –entonces gerente deportivo- con su
Hombres de Blanco: la historia íntima de Colo-Colo campeón de América – Ignacio Pérez Tuesta
2006
característico humor y complicado castellano, al ver las rayas azules exclamó: “¿Pero esa camiseta la hizo los chunchos?” Pero también será recordado como uno de los años fundamentales del cuadro popular. Siempre se ha dicho que el colocolino vive de la adversidad, sacrificio y de nadar contra la corriente, por eso que ese año, quienes llevan la blanca como segunda piel, se sintieron más felices que siempre cuando Rubio enarboló la camiseta en la final ante Palestino. i
Extracto del Capítulo 2 “La Prehistoria de 1991” de “Hombres de Blanco: la historia íntima de Colo-Colo campeón de América” de Ignacio Pérez Tuesta. Massaccion Editores.