Maquinita de matar Vol. 1 – Teatro reunido de Rodrigo Cuesta

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Maquinita de matar

Volumen I



Rodrigo Cuesta

Maquinita de matar

Volumen I



Para vos, donde estés…


Cuesta, Rodrigo Maquinita de matar. 336 p., 15 x 23 cm.- 1a ed . - Villa María ISBN 978-987-778-237-0 1. Dramaturgia. I. Tamagno, Ignacio José, ed. II. Croce, Soledad, ed. III. Marull, Gonzalo, prolog. IV. Título. CDD A862

©Cuesta, Rodrigo ©Pasto Ediciones /email: edicionespasto@gmail.com /facebook: @pastoediciones /twitter: @comunidadpasto Edición: Ignacio Tamagno Diseño: Silvina Gribaudo Corrección: Soledad Croce Ilustración tapa: Lucas Chami Fotos Interior: pag. 20/ Lisandro Baibiene pag. 70/ Silvana Pietronave pag. 132/ Natalí Imhoff pag. 202/ Facundo Mattea pag. 270/ Rodrigo Brunelli

Esta Publicación cuenta con el apoyo del Instituto Nacional del Teatro


Contenido

El artesano de la escena o el traficante de verbos poéticos por Gonzalo Marull................................................................................11 Matar al otro .....................................................................................21 Por capricho........................................................................................71 N/Narco.............................................................................................. 133 La Calderilla................................................................................... 203 Funeral –o época de cáncer........................................................ 271

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El artesano de la escena o el traficante de verbos poéticos Por Gonzalo Marull

¿Puede un prólogo convertirse en una carta de amor? ¿Qué es la dramaturgia? ¿Pueden el teatro y la televisión convivir en un texto? ¿La palabra puede ser marginal y poética al mismo tiempo? ¿Pueden el dolor y la risa atravesar toda una obra artística? Tal vez lo más importante no sean las posibles respuestas a estas preguntas, justamente una gran obra de arte puede hacernos ver la complejidad de una pregunta y la fragilidad de cualquier respuesta. Bergman decía que los guiones deben escribirse como si se tratara de un largo y cariñoso mensaje a los actores y técnicos que van a trabajar en la película. Es la mejor forma de intimar con ellos, decía. Un guion es como una carta de amor. Este prólogo, entonces, también puede ser una carta de amor. Desde la aparición de la escritura hasta nuestros días, corre la milenaria costumbre de envíos epistolares. Circulan cartas que leemos, respondemos, reenviamos, desviamos, encontramos, cartas que nos desagradan, nos seducen, nos acercan, nos rechazan. Que se publican, se censuran, se queman. Escribir cartas es una de nuestras formas de interactuar en el mundo. Cartearse es relacionarse a la distancia solicitando la participación de otros. Al enviar una carta, casi siempre invitamos al diálogo porque toda carta está sujeta a una respuesta. La epístola se presta y permite las más variadas formas y contenidos. Sirven para introducir otras obras, sirven como prólogo. ¿Quién no escribe una carta? La carta es un escrito al que nos atrevemos todos, ya sea como escritores o como lectores. Aquí va esta carta.

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El sentido de tu dramaturgia Te conozco desde hace veinticinco años. Soy un testigo vivo, y en peligro, de todo tu recorrido artístico. Compartí tu formación académica, tu temprano vínculo con la actuación y tu posterior desarrollo como uno de los directores/dramaturgos más importantes que tienen Córdoba y el país. En este libro, entonces, nos encontraremos con un travelling por lo mejor de la máquina teatral que proponés. Una máquina de gran complejidad. Una máquina, muy particular, tan paradojal que no produce en serie, sino que respeta el banco del artesano. Una máquina que genera obras únicas. Una “máquina manual”. Sos un artesano de la escena, y por ello, encarnás la función dramatúrgica a la perfección. Una vez me preguntaste muy seriamente: “qué es la dramaturgia”, porque sos curioso, porque siempre querés seguir creciendo; y yo arriesgué a decirte que “la palabra dramaturgia contiene en su seno un misterio, el misterio de la dualidad”. Y ahora aprovecho para profundizarlo: creo que tiene, en efecto, dos sentidos (tal vez, muchos más). El primer sentido radicaría en el arte de componer una obra de teatro, un segundo sentido, sería el movimiento de tránsito que realiza una obra de teatro hasta llegar a la escena (un tercer sentido, podría ser la recepción final del espectador). Todo lo que pasa en el texto y todo lo que pasa del texto a la escena (y de la escena al espectador). Tal vez la dramaturgia sea una práctica abierta, que siempre se propone someter a discusión lo establecido y producir pensamiento. Por eso tus textos son estados transitorios, formas pasajeras destinadas a metamorfosearse. Son viajes, traspasos, transferencias, mudanzas. Orugas que quieren ser mariposas. Cuando vemos a la mariposa volar de la oruga, sólo queda la piel seca, estrictamente destinada al polvo. Tus textos no están concebidos para durar, sino para convertirse en otra cosa. Sos un autor sin pretensiones autoritarias. En cambio, sí un autor que promueve, que aumenta, que transforma (como la propia etimología 12


de la palabra lo dice).Te apasiona esa transformación y allí te convertís en artesano, porque el trabajo “manual” siempre puede sufrir modificaciones. Un texto teatral supone muchas, sucesivas correcciones hasta alcanzar aquel efecto vital que lo caracteriza. Una versión tras otra, tras otra, tras otra, pero de todas esas versiones, la definitiva suele ser aquella que la puesta en escena va imponiendo durante los ensayos y durante las representaciones. Aquella que viene del acto de encarnarse. Claramente el sentido dos de la dramaturgia es el que te apasiona, la encarnación, el vinculado específicamente a los cuerpos y al encuentro. El teatro es un arte material, la dramaturgia es virtual. Y para poder desarrollar el sentido dos, convertir lo virtual en material, hay que conocer a fondo los códigos de la escena de la época y, además, poder hacer un recorrido histórico por todos los sistemas teatrales que generaron dramaturgia desde los comienzos hasta nuestros días. No sé si has hecho ese recorrido histórico, pero sí sé que tu época ha sido determinante en tu obra. Lo audiovisual Tus textos teatrales, por lo tanto, refieren al sistema teatral que los ha generado, y ese sistema teatral ha sido acompañado por la imagen, la imagen en movimiento, el cine, la televisión. Sé que te gusta el cine, pero que fundamentalmente mirás mucha televisión. La televisión tiene mala prensa, y a veces se subestima a los artistas o intelectuales que ven mucha televisión. Sé que eso no te importa, porque te deslumbra la capacidad de la tele para entretener, para sostener la atención, para atrapar, para guiar la mirada. No necesariamente te interesa la tecnología, pero sí los recursos narrativos que del mundo audiovisual se desprenden: flashback, elipsis, planos, fundido a negro, montaje de imágenes. Escribís viendo primeros planos, travellings, zooms, saltos en el tiempo. Pero la maestría de tu arte consiste en que sabés que no contarás con cámaras y computadoras para realizarlo, sino con actores en vivo, por eso tus fundidos a negro no son caprichos, son mensajes en una botella a los actores del futuro: necesitarán concentración, precisión, 13


deberán ser sigilosos e inteligentes. Tus primeros planos y sus planos medios, son mensajes a los técnicos; iluminadores y escenógrafos tendrán que afinar su mirada y proponer dónde y cómo mirar. Tus elipsis son mensajes a esos espectadores que deberán esculpir mentalmente el tiempo. O tal vez, todo esto lo intuiste. Porque si hay una palabra/acción con la que te llevás muy bien es con esta: intuición (del verbo latino intueri: tener la vista fija sobre algo, contemplar y ver con absoluta claridad). Pálpito. O lo que los norteamericanos llaman Blink: un proceso de elaboración de mucha información dispersa, que sucede en un segundo y que comúnmente llamamos intuición. Sos un profesor universitario incorrecto, porque dejás de lado la teoría para componer intuitivamente; desde la práctica más pura, le das lugar a esos estímulos discriminados u olvidados por los círculos que legitiman el buen gusto, el arte elevado (lo que es y lo que no es) y, justamente ese choque, ese conflicto, es parte esencial en tu obra. Para ser intuitivo hay que tener un universo personal muy desarrollado. Cada cosa aprendida, sentida, interiorizada, pensada y experimentada crea un acopio de sabiduría única y particular que nos define. Poder decidir es al fin y al cabo el arte de descartar, y para esto la intuición es una herramienta formidable. Por ello tu dramaturgia es única, porque es una artesanía cimentada en la intuición y en el hacer, y por lo tanto no consiste solamente en capturar imágenes y ponerlas en movimiento con un conflicto mediante, sino que también requiere tomar decisiones veloces sobre la marcha, probar muchas veces, entender los dispositivos que van surgiendo y tener un gran respeto por la palabra. Sí, porque la defensa del teatro como asamblea también está vinculada a la palabra. Las palabras Estás preocupado por las palabras, por su sonido, su ritmo, su significado. Las palabras en tu teatro son armas de dominación, son extraordinarios soportes para el buen decir y también son dispara14


dores de acontecimientos escénicos. Muchos de tus personajes son los torpes del verbo, los marginales de la palabra. De esa palabra no académica, oscura, confusa, hiperbólica, desmesurada y caótica. El teatro es el arte de la palabra pronunciada. Y su gran misión política es profanarla, asaltarla, para luego encarnarla. En el escenario la palabra es agónica, palabra de combate, palabra en el abismo. Incluso cuando parezca referirse a algo ocurrido antes o fuera, la palabra teatral es combate ahora y acá. Ese es el secreto del mensajero en la tragedia: su narración de lo que pasó antes y fuera es acción acá y ahora. Y creo que eso lo sabés muy bien, tal vez, sin saberlo. Los verbos marginales, que son los verdaderos verbos de combate, amenazan, presagian, prometen, anuncian. Y esos verbos son los que tu dramaturgia despliega. Pero también el teatro es el arte del silencio del hombre. Y los silencios y las pausas en tus obras son pronunciados; das a escuchar el silencio del hombre, sin el que no hay poesía. Por eso tus personajes se encuentran siempre yendo y viniendo sobre las palabras como si tocaran un violoncelo. Ese ir y venir sobre las palabras, ir y venir sobre la acción, ir y venir sobre la historia, será una característica única en tu teatro. Los personajes se quedarán estancados en una conversación sin sentido, destrozarán palabras, las partirán, las volverán a armar para luego volver a quebrarlas, se intoxicarán lingüísticamente de los otros. Pero siempre, como en un solo para violoncelo de Bach, irán y volverán sobre las palabras, generando en nuestros oídos una música muy particular. Te entrenaste a la perfección para traficar verbos poéticamente. Los dispositivos Para que esas palabras puedan desarrollarse y esos silencios ser pronunciados, construís minuciosamente dispositivos, redes, tramas; disponés los elementos de tu “máquina manual teatral” de manera única. Podés entretejer la acción dramática a partir de un compilado de canciones de los noventa emitidas por un DJ, o un relato puede girar sobre su mismo eje como un departamento transformado en una 15


calesita, pueden las habitaciones de un motel conformarse en puntos de giro de un thriller o explotar al máximo las fronteras entre la luz y la oscuridad, la ciudad y el campo, el interior y el exterior. Tus dispositivos deciden, disponen, y no solamente los trabajás en la estructura, sino también en el espacio y en el lenguaje. Escribís un mapa para descubrir el territorio. Y ese territorio es una fiesta de los géneros, principalmente aquellos que en la televisión abundan, los populares: el melodrama, la comedia y el thriller. Los géneros Tu obra busca siempre la adrenalina del espectador, racional, sensorial, emotiva. La expectativa genera adrenalina. El melodrama es un ejercicio de emociones, hay sí o sí dos fuerzas que van a chocar. El germen de muchas de tus obras es el melodrama. Género por excelencia de las telenovelas. Género que utiliza la música como sostén. Género incomprendido y muchas veces desprestigiado, pero que para ser desarrollado requiere de mucha inteligencia. Y un melodrama no es lo mismo que una comedia, donde un personaje comete una falta y es castigado. En tus obras deambulan estos personajes llenos de virtudes pero con un defecto que los condena. Verdaderos personajes de comedia. La comedia siempre termina mal, porque su protagonista no alcanza el objetivo, o si lo alcanza, se le renueva un nuevo obstáculo. Por eso tus comedias terminan mal, porque entendés el género. Melodrama, comedia y… thriller. Sos un dramaturgo que no puede prescindir del conflicto, por eso la “pregunta dramática”, es fuente de vida en tu teatro: ¿podrá el protagonista alcanzar su objetivo? Si a esa pregunta le sumamos el tiempo: ¿podrá alcanzar el protagonista su objetivo a tiempo?, tenemos la clave del hilo de suspenso que sostiene la trama de tus thrillers. Me da la sensación de que esa escena, en donde un personaje tiene que desactivar una bomba que tiene tres cables de diferentes colores, y solamente uno de esos cables es el que la desactiva, y hay un reloj en cuenta regresiva, que cuando llegue a cero hará que la bomba explote; esa escena, tan amada por Alfred Hitchcock y Orson Welles, es la escena que se repite una y otra vez en tus sueños creativos. 16


El dolor y la risa Finalmente, creo que tu teatro habla de la fragilidad de los seres humanos, pero sobre todas las cosas, habla del dolor. El dolor que era desgarro en los griegos, metafísico en el teatro isabelino y el del Siglo de Oro español, pasional en Racine, político en Corneille, amoroso en Molière, Marivaux y Goldoni, psicológico en Srindberg, sociológico en Ibsen, cotidiano y anodino en Chejov, inexplicable en Beckett, hiperrealista en Koltès… el dolor en tu obra es ironía, porque al dolor hay que ocultarlo, es el misterio que va por detrás, de allí que la acción en tus obras nunca pare, o que se digan muchas cosas para no tener que decir lo más importante. Se podría plantear la siguiente ecuación: entre Eros y Thanatos la vida es un trayecto de dolor, y tu teatro narra ese dolor, ocultándolo. Y lo hacés tan, pero tan bien, que hasta te atrevés a hacerlo con humor. Pero con ese humor que mantiene una relación estrecha con la poesía, con la creatividad. El humor produce la risa como un acto de crítica, es una revelación a lo nuevo, no me refiero a la risa reaccionaria que se burla de lo nuevo, que se ríe de todo lo diferente al statu quo, a lo establecido, sino a la risa reveladora, revolucionaria, a la risa que estalla frente a dos cosas que son absolutamente insólitas y que sin embargo, consiguen una nueva realidad. Esta risa posee profundidad filosófica y de sentido extraordinario. La risa es el único señalador físico que tenemos los seres humanos del descubrimiento de la creatividad. Y la risa estalla cuando leemos tus obras, esa risa que celebra lo nuevo, que celebra que en el mundo, algo ha sido cambiado. Desde una reunión familiar con el cáncer como invitado de honor, pasando por una muerte cada día en cada piso, en un edificio de siete pisos; hasta llegar a dos hermanos abandonados por su madre que se encuentran con una valija repleta de cocaína; parece que todo cabe en tu teatro, porque encontrás el modo de hacer de ello una experiencia poética para el espectador.

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El final, sin posdata ¿Puede un prólogo convertirse en una carta de amor? Puede. Y más aún si esa carta está dirigida a Rodrigo Cuesta. Amo tu teatro, Rodrigo, la forma en que mirás el mundo. Tu desfachatez mezclada con responsabilidad y “prepotencia de trabajo”. Tu incorrección política. Tu capacidad para jugar a fondo y para entretenernos. Antes de proclamar la libertad, la defendés ejerciéndola. Siempre me invitás a vivir una experiencia única. Por eso te escribo esta carta, querido militante del amor al teatro, a un teatro que entiende que la imaginación es el verdadero nervio de la vida y que espera siempre algo del espectador. Todo lo contrario a lo que propone la televisión. Y he allí donde exprimís maravillosamente esa “esponja absorbedora” de contradicciones que es el teatro y que somos los seres humanos. Por eso estas palabras, tan sentidas y vomitadas al mismo tiempo, que funcionan como prólogo de este libro que esperábamos con ansiedad, con tus obras, que fueron escritas para ser dirigidas por vos, y que ahora estarán en otras manos, nada más político y vital que ese encuentro; por eso estas palabras, que nunca podrán dar cuenta de la inmensidad de tu arte.

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Matar al otro

La desconfianza 3



Personajes:

Tomás.

Marido de Tania, vive con ella en el departamento 7 “A”, desocupado, vago, sucio. Tiene tonada paraguaya, o correntina, o formoseña, o de por ahí.

Tania.

Esposa de Tomás, hermana de Toro y enfermera.

Toro.

Hermano de Tania, acaba de escaparse de la cárcel vestido de mujer, al cambiarse de ropa olvidó sacarse uno de los pechos del disfraz. Lo culparon de la muerte de una niña scout, Tamara, justamente hermana gemela de Teresita. Está escapando de la policía.

Teresita. O Teresa, María Teresa, pero le dicen Teresita de toda la vida. Girl scout, hermana gemela de Tamara, fallecida hace un año. Viene a vengar su muerte y como el Toro está en la cárcel, la única forma de vengarse es matando a su hermana, Tania.

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Escena 1: Un barrio raro

Un séptimo piso. Un departamento “A”. De noche. A oscuras, Teresita investiga el lugar con una linterna. Entra Tomás, lo ilumina. Ella se asusta y le arroja la pastafrola. Intenta salir pero él la detiene. Ella le pega, él no reacciona; va a pegarle nuevamente y él retrocede. Se miran. Tomás cierra la puerta, avanza hacia ella, la ataca, la golpea. Suena el teléfono. Tomás atiende, corta, y apunta a la girl scout con un arma.

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Escena 2: “Me voy. Hoy. Ahora”

Tania.

[Entrando por la puerta y tratando de recomponer la respiración.] No funciona el ascensor. Casi tiro todo y me quedo a vivir en el tercero. ¿Por qué estás a oscuras? ¡¿Hola?! ¿No me vas a contestar? Me hubiera quedado nomás. En el tercero, digo. ¿Se puede saber por qué dejaste la puerta abierta? Quiero decir… ¿Sin llave? ¡Ay… todavía no me recupero…! Prendé la luz, ¿querés? Está la policía abajo. [Pausa.] ¿Otra más? [Pausa.] No me digás que otra más… ¡¿Me estás escuchando?! ¡Que prendás la luz te digo! O corré las cortinas al menos, no sé… ¿Ves? Así… así al menos sabés que es de noche.

Tomás.

Sí, sé que es de…

Tania.

Por el noticioso sabés que es de noche. Noticioso, novela; novela, noticioso; por lo menos estás informado. ¿Te bañaste ya?

Tomás.

No me jodás…

Tania.

¿Qué pasó?

Tomás.

Mataron a otra…

Tania.

¡No me digás, te dije! [Se desmaya, y se incorpora rápidamente.] ¡Ay, Dios mío, estoy temblando…!

Tomás.

Ya mataron a la otra chica, en su casa, su departamento. Los vecinos escucharon todo y no hicieron nada.

Tania.

¿Te bañaste?

Tomás.

No me jodás…

Tania.

No te preocupes, no te voy… ¿Podés mirarme dos segundos? No te voy a joder más. Nos vamos.

Tomás.

Yo no hice nada.

Tania.

¿Qué?

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Tomás.

Que no hice nada… que escuché todo y no pude hacer nada. Fue anoche acá abajo, en el sexto. La chica gritaba y le decían cosas. Se oyó un tiro. Yo la oí gritar y me quedé paralizado. Al ratito llegó la policía, no sé… alguien los debe haber llamado. Hablaban en el pasillo, en las escaleras. Golpearon la puerta pero no abrí. Me escondí abajo de la cama. Por eso cerré las cortinas, apagué la luz y me quedé a oscuras…

Tania.

¿Vos rompiste a propósito los foquitos de la pieza? ¿Para que no vea? Puedo caminar a oscuras sin chocarme con nada en esta casa. A la valija la puedo hacer lo mismo. Tomás… del sexto dijiste, ¿no?

Tomás.

Me hacés dudar…

Tania.

No mientas. ¡Cómo podés dudar! Si pasó lo que pasó, si está pasando lo que está pasando y si va a pasar lo que creemos que va a pasar; la próxima soy…

Tomás.

No miento.

Tania.

Ya lo decidí. Me voy. Hoy. Ahora.

Tomás.

No es mentira…

Tania.

No entiendo por qué querés que me quede…

Tomás.

¡No es mentira, idiota!

Tania.

¡No me insultés más!

Tomás.

¡No me pegués…!

Tania.

Dejá de denigrarme entonces…

Tomás.

¿Sabés, no? Lo que fue… fue horrible, me vinieron…

Tania.

Levantate.

Tomás.

Pero no me pegués…

Tania.

No te voy a pegar…

Tomás.

…unos recuerdos espantosos…

Tania.

…de tu mamá, ya sé…

Tomás.

¿Qué sabés?

Tania.

¿Qué me estás preguntando?

Tomás.

No sé… ¿qué me ibas a decir vos? 27


Tania.

¿Me estás haciendo un jueguito? Digo… me estás… ¿Cómo se dice?… ¿Psicopateando? ¿Es eso? Porque si es eso, no me engancho. Ahora, si no es eso, y lo que me estás preguntando, es que si yo sé que lo que escuchaste allá abajo te trajo el recuerdo de que a tu mamá la agarraron esos patoteritos…

Tomás.

¡Fueron unos skinhead!

Tania.

¡Lo que sea! Sí, lo sé. ¿Era eso? ¿No? ¿Si? ¿Te puso mal? Ay… ¿Al recuerdo te lo traje yo? Qué pena. Bueno, ahora me voy.

Tomás.

Sos una mierda.

Tania.

¿No tenés otro lenguaje para comunicarte conmigo, sucio? ¡Andá a bañarte!

Tomás.

No me jodás…

Tania.

Me voy sola o… me voy. Definitivamente a vos no te hace reaccionar nada.

Tomás.

No te vas a ir…

Tania.

No me toqués. Me das asco. Tenés olor. Me da asco tu olor. Estás tan… sucio, dejado, abandonado… y yo… siento… no puedo hacer nada… hasta acá llegué, Tomás. No doy más.

Tomás.

Y si no hay trabajo…

Tania.

No sabés… si ni siquiera…

Tomás.

No llorés…

Tania.

Es que estoy histérica… nerviosa… Siento que… este barrio… este edificio…Toda esta semana fue espantosa… Me tengo que ir.

Tomás.

Te estoy cuidando… no llorés…

Suena el teléfono tres veces. No atienden.

Tania.

Hace mucho que no me tocabas…

Tomás.

Es que vos no me dejabas…

Tania.

Tomás… ¿Vos me querés ver muerta a mí? Vos me querés

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ver muerta a mí. Harta me tenés, harta. Tomás.

Me baño.

Tania.

No es esa la solución…

Tomás.

Y si no es esa la solución para qué mierda querés que me bañe…

Tania.

¡Ay, dios! ¡Señor del milagro, Cristo redentor, virgencita de Itatí, Gauchito Gil! ¡No entendés nada! Andá a bañarte que nos vamos. [Tania va hasta el baño, descubre a la chica muerta. Desde el baño.] ¡Acá hay una chica, Tomás! En el baño. [Sale.] Hay una enfermera muerta en el baño, Tomás. [Pausa.Ríe.] Ya hay una chica muerta en el séptimo “A”. [Pausa. Ríe.] ¡Me salvé! Ya está… “Siete Argentinas bien latinas, se lastiman, en la tina”. ¡Me salvé! [Pausa.] ¡¿Qué hiciste?!

Tomás.

¡No hice nada!

Tania se desmaya. Suena el teléfono. Tomás atiende.

Tomás.

¿Hola?… Sí… ¿Quién?… ¿De dónde?… ¿Qué?… No, acá no, Toro… No, Toro, acá no… ¿Hola?… Hola…

Cuelga el tubo. Se acerca a Tania. Golpean la puerta. Tania se reincorpora.

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Escena 3: “¿Qué tienen? ¿Un muerto encerrado en el baño?”

Teresita golpea la puerta. Tania se acerca y sin abrirle comienzan a hablar. Teresita. Hola… ¡Hola! Tania.

¿Quién es?

Tomás.

Qué sé yo…

Teresita. ¡Hola! Tania.

No abrás ahora…

Tomás.

Sí, no voy a abrir…

Teresita. ¡Abrí! Tania.

¿Quién es?

Tomás.

Qué se yo…

Teresita. ¡Abrí, hijo de puta, abrí! Tania.

¿Quién es?

Tomás.

Qué sé yo…

Tania.

Te conoce…

Tomás.

¿Por qué? Porque dijo hijo de…

Teresita. Sí, sé que estás ahí. Te escuché. ¡Abrí! Abrí o te armo un escándalo. Está la policía acá… Tania.

Pensá en algo…

Tomás.

Estoy pensando.

Tania.

¿Qué estás pensando?

Tomás.

Si le abro o no le abro.

Tania.

Pensá más rápido entonces. ¡¿Quién es?!

Tomás.

¡¿Qué hacés?!

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Tania.

Es que vos siempre pensás, pensás y nunca hacés… Hola…

Teresita. Hola…

Texto superpuesto.

Tania.

¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, ahí detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará… Hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará! Yo voy a hablar primero porque… ¡Basta! ¡Pará!

Teresita. ¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, ahí detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará… Hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará! Yo voy a hablar primero porque… ¡Basta! ¡Pará!

Corta texto superpuesto.

Teresita. ¡¿Quién es?! Tania.

No, yo. ¿Quién es ahí?

Teresita. ¡Este pasillo está oscuro! ¿Me pueden abrir? Por favor… tengo… Soy… una girl scout. Tania.

¿Una qué?

Teresita. Una “gerl escout”. Tania.

¿Una qué?

Teresita. Una chica exploradora. Estaba acá abajo… y… Tania.

¿Qué querés? Ya sé quién es, la vi. ¿Qué necesitás? No tenemos nada… digo, no queremos nada acá. ¿Quién te abrió abajo?

Teresita. Estaba abierto. Tania.

Decí algo…

Tomás.

¿Quién te abrió abajo?

Tania.

¡Pero decí otra cosa!

Teresita. Ah… estás ahí… ya les dije que estaba abierto. Tania.

¿Por qué dijo…? 31


Tomás.

¡Qué sé yo!

Tania.

Decile que se vaya.

Tomás.

Andate.

Tania.

Hablá un poquito más firme.

Tomás.

¡Andate!

Teresita. Ni pienso. Tengo miedo. Me estoy volviendo loca. Nerviosa estoy. Me estoy arrancando los pelos de los nervios. Parece que mataron a alguien acá abajo. Está lleno de policías, de… gente, corriendo por todos lados. Tania.

¿En la calle?

Tomás.

¿Y qué hacés acá?

Teresita. Sí. Tenía miedo. Tomás.

¿Y por qué subiste hasta el séptimo? Te hubieras quedado en la planta baja.

Teresita. No. ¿Me pueden abrir? Se me cayó todo… la pastafrola acá…

Tania abre la puerta a pesar de que Tomás trata de impedirlo.

Teresita. ¿Puedo pasar? Tania.

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Pasá.


Escena 4: “Yo pensé que inventar su muerte era lo mejor”

Abren la puerta. Entra Toro, hermano de Tania. Tania se queda dura. Como si no pudiese creer lo que está viendo. Él, con jean, botas texanas y remera, se ve claramente que tiene una teta hinchada, trata de acercarse a ella, pero ella siempre retrocede. Toro.

¿No te pone contenta verme?

Tomás.

No, no la pone contenta, y a mí tampoco.

Toro.

¿Qué pasa? [Pausa.] ¿Qué pasa? [Pausa.] Ah… ya sé.

Tomás.

Quedate quieto un rato. La asustás. Mirale la cara. ¿Cuándo saliste?

Tania.

De dónde.

Tomás.

De la cárcel. ¿Cómo saliste?

Toro.

Por buena conducta…

Tania sale.

Toro.

¿Dónde vas, Tania? Trabajaba en la biblioteca y…

Tomás.

No mientas…

Tania vuelve.

Tania.

¿Este quién es?

Toro.

Soy yo, Toro, tu hermano.

Tomás.

¿Cuándo saliste? ¿Cómo saliste?

Toro.

Por buena conducta, ya te dije.

Tania sale. 33


Toro.

¿Dónde vas, Tania? Trabajaba en la enfermería y…

Tomás.

Biblioteca.

Toro.

¿Qué pasa? [Pausa.] ¿Qué pasa?

Tomás.

¡Biblioteca, dijiste!

Tania vuelve con una urna para cenizas de muerto.

Toro.

Ah… eso, sí… ¿No te pone contenta verme? Tania…

Tomás.

No, no la pone contenta, y a mí tampoco.

Tomás. Cuando pasó lo del Toro, vos te pusiste muy mal. Te agarró como un brote. Te desmayaste. Esa fue la primera vez. Saliste corriendo, desesperada, gritando de vergüenza; eso me lo contaron tus compañeros de trabajo. Toro.

Que no saben nada, así que quedate tranquila.

Tomás.

Bueno… en ese estado de… ¿Cómo se dice?

Tania.

¿Shock?

Tomás.

¿Shock?

Toro.

¿Shock?

Tomás.

Shock.

Tania.

Shock.

Tomás.

Shock, quisiste cruzar la calle…

Tania.

Y me aplastó un colectivo.

Tomás.

Te tocó. Un N3.

Toro.

El chofer era amigo mío…

Tomás.

Por eso no hicimos la denuncia…

Tania.

Sí, me acuerdo de eso…

Tomás.

Sí, ya sé… fue horrible. Pero a pesar del impacto.

Tania.

Ya sé todo eso…

Tomás.

Estuviste en el hospital unos días nada más. Pero cuando… recuperaste la conciencia y esto es lo que no sabés, lo único que te acordabas era que algo había pasado con el Toro; pero no sabías qué. Yo, la verdad, pensé que con la verdad no ibas a poder vivir, no ibas a soportarla, a la

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verdad. Te habías puesto tan mal, que la verdad… así que por eso inventé su muerte y el velorio. Toro.

Y el cajón.

Tomás.

Y el cajón.

Toro.

Y las coronas.

Tomás.

Y las coronas. Y después las cenizas, claro.

Toro.

Fue una mentirita piadosa. ¿No es cierto? Una mentira de… para que no te pongas mal… de amor, de cariño…

Tania.

Pero… ¿Y este quién es?

Toro.

Soy yo, Toro, tu hermano.

Tania.

[En referencia a la urna:] No. Este.

Tomás.

Ah… esa es una húngara.

Toro.

Una intrusa.

Tania.

¡Pero cómo van a inventar eso!

Toro.

¡Yo no fui, fue él!

Tania.

Estuve casi un año creyendo que…

Tomás.

¡Es que tenía miedo de decirte la verdad!

Tania.

¡¿Y por qué me tenés miedo a mí?!

Tomás.

¡No me pegués!

Toro.

¡No lo toqués!

Tomás.

¡No la golpeés!

Tania.

Yo te hice una misa, Toro, por los nueve días.

Toro.

No gritemos, por…

Tania.

¡Para los vecinos, los gritos no son raros!

Tomás.

Sí, anoche mataron a la sexta. [Pausa.] A la chica sexta. [Pausa.] A la del sexto, la sexta chica del piso sexto… De acá abajo…Va subiendo. La primera fue en el primero “A”. La segunda en el segundo. Después el tercer día en el tercero “A”, fue la tercera; y así… “Siete argentinas, bien latinas, se lastiman en la tina…”

Toro.

¿Ah, sí?

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Pausa.

Tomás.

¿Cuándo saliste, Toro?

Tania.

¿Cuándo saliste…?

Tania se desmaya.

Tomás.

Así hace. Después se para como si nada.

Toro.

Y… yo digo que son como picos. Picos de estrés. O ataques de pánico, no sé…

Tomás.

Era un secreto, vos, acá, vos sabías que no tenías que venir acá. Dejala… ¿Cómo te escapaste? Dejala, ya se levanta sola.

Toro.

Tania… Tania…

Tomás.

¡Toro!

Toro.

No me escapé, ya te dije. Tania… esto no es un pico… está muerta.

Pausa.

Tomás.

Dejá de joder, Toro. Así hace, después se para como si nada. Contestame.

Golpean la puerta. Tania se incorpora solo un poco, Tomás no la deja y se dirige casi a ella, en lo que dice; Toro no lo nota.

Tomás.

Justo hace un rato llamó la policía. Justo acá. Digo “la” policía porque era una mujer justo, una mujer policía. Te escapaste hace una semana, Toro, hace justo siete días.

Toro.

¿Qué?

Tomás.

Qué coincidencia… ¿No?

Toro.

¿Qué?

36


Tomás.

¿Qué? ¿Qué? ¿Es lo único que tenés para decir? [Encuentra un arma suya y culpa a Toro.] ¿Qué hace esta arma acá? ¿Cómo traés esto acá, Antonio? ¡Justo acá! ¡Tomá!

Toro.

¿Qué?

Tomás.

¡Tomá, dale, escondé eso, que si tu hermana te ve se desmaya de nuevo!

Tania vuelve a desmayarse.

Toro.

No respira… ¡Tania! ¡Tania! ¡Vení, boludazo!

Tomás. No te creo. 20 años eran, 10 mínimos por buena conducta. Toro.

Hacele respiración boca a boca, a mí me da como cosa. ¡Tomás! ¡Vení! ¿Tania, me oís? ¡No sigás esa luz! No sigás esa luz…

Tomás.

¡Dejala!

Toro.

¿Seguro?

Tomás.

Confiá. Qué me mirás así. Sí, seguro, confiá.

Golpean la puerta, Tomás y Toro se acercan sin decir nada, Tania se incorpora.

Toro.

¡Tati! ¿Estás bien?

Tania.

¿Y este quién es?

Toro.

Soy yo, Toro, tu hermano.

Tania.

No. Este.

Tomás.

Ah… esa es una húngara.

Toro.

Una intrusa.

Tania.

¡Yo me encariñé con las cenizas de esta húngara!

Tomás.

Siempre decías que preferías que estuviese muerto a seguir cargando con sus problemas. Que estabas harta, que te daba vergüenza. ¿O no? Las cenizas son de la madre de un amigo, del Chirola.

Tania.

Del Chirola… 37


Tomás.

De la mamá del Chirola.

Toro intenta agarrar las cenizas de la urna.

Tania.

¡Soltá esas cenizas! [Forcejean.] ¡Mirá lo que me hiciste hacer! Buscá una pala y levantá las cenizas de mi húngara.

Tomás.

Sí, che, se las estoy cuidando al Chirola.

Tania se hace la que se desmaya.

Tomás.

Te estás haciendo. Se notó.

Toro.

Un día te vas a caer y te vas a lastimar haciendo ese chiste. Levantate.

Tania se incorpora.

Tania.

No es un chiste. Me voy.

Tomás.

Yo pensé que inventar su muerte era lo mejor. Una buena idea, sacarnos de encima la vida de tu hermano, total en 20 años no nos encontraba más. ¿Hice mal?

Tania.

A mí tampoco me vas a encontrar más. Recogé esas cenizas que me las llevo. Hiciste mal, para mí, mi hermano está muerto. Me voy.

Tomás.

¡No! ¿Y la chica?

Tania.

¡Callate!

Toro.

¿Qué chica? [Pausa.] ¿Qué chica?

Tomás.

No te metás, Toro.

Toro.

¿De qué chica hablan? [Pausa.] Yo no le hice nada a la chica, ¿eh? Fue el pastor… me hizo ver todo… yo necesitaba esa plata. Te lo juro, Tania, y no es chacotera.

Tania.

¿Qué hablás?

Toro.

De la chica…

Tania.

¿Cuál chica?

38


Toro.

De la chica… de la chica, la chica… latina… ¿De qué chica hablan ustedes?

Tania.

¿De qué chica hablás vos?

Texto superpuesto.

Tania.

Que hay una chica… hablá vos. No. Bueno… en la casa.

Tomás.

Que hay una chica… hablá vos. No. Bueno… en el baño.

Corta texto superpuesto.

Toro.

¿Qué?

Tania.

Hay una chica…

Toro.

Hay una chica… en la casa…

Tomás.

Hay una chica, en la casa… en el baño…

Tania.

Hay una chica, en la casa, en el baño… muerta…

Toro.

Hay una chica muerta en la casa… dentro de la bañera… Me perdí.

Pausa.

Tania.

Nunca dijimos bañera.

Toro.

Me perdí…

Tomás.

Perdiste. Andá a ver.

Toro va a ver al baño.

Toro.

No está, ¿eh? ¿Me están cargando?

Tania va a ver al otro baño.

Tania.

Ahí está la chica.

Toro.

No hay ninguna chica ahí. 39


Tania.

¡¿En qué baño estás buscando?!

Toro.

En el azul, en el chiquito.

Tania.

¡No, en el grande fijate, en el blanco! ¡En el que tiene bañera!

Toro vuelve, entra al baño, descubre la chica, sale.

Toro.

Hay una chica, en la casa, en el baño, muerta, dentro de la bañera.

Toro se desmaya. Golpean la puerta. Tania se desmaya y Toro se reincorpora.

40


Escena 5: “Acá está la pastafrola”

Teresita. Hola… ¡Hola! Toro.

¿Quién es?

Tomás.

¿Qué sé yo…?

Teresita. ¡Hola! Toro.

No abrás ahora…

Tomás.

Sí, no voy abrir…

Teresita. ¡Abran! Toro.

¿Quién es?

Tomás.

Qué sé yo…

Teresita. Abran, acá traje eso… Toro.

¿Quién es?

Tomás.

Qué sé yo…

Toro.

Los conoce…

Tomás.

¿Por qué? Por…

Teresita. Sí, sé que están ahí. Los escuché. ¡Abran! ¡Abran o me la como sola! Toro.

Pensá en algo…

Tomás.

Estoy pensando…

Toro.

¿En qué estás pensando?

Tomás.

Si le abro o no le abro.

Teresita. Acuérdense que este pasillo está oscuro, o que está la policía acá… Toro.

Pensá más rápido entonces… ¿Quién es?

Tomás.

¿Qué hacés?

Toro.

Es que vos siempre pensás, pensás y nunca hacés… 41


Tomás.

¿Ah, sí?

Toro.

Sí.

Tomás.

¡¿Nunca hago!?

Teresita. Hola… Toro.

Hola…

Texto superpuesto.

Teresita. ¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará, hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará! Toro.

¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará, hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará!

Corta texto superpuesto.

Teresita. No, no, no, de nuevo no. No me parece, no me parece justo, no me parece justo y necesario. Abran, traje la pastafrola…

Tania se reincorpora.

Tania.

¡Ah! Ya sé quién es.

Toro abre la puerta.

Teresita. ¿Puedo pasar? Tania.

Pasá.

Toro.

¿La conocen?

42


Escena 6: “¿Qué tienen? ¿Un muerto encerrado en el baño?”

Teresita golpea la puerta. Tania se acerca y sin abrirle comienzan a hablar. Tania.

Hola…

Teresita. Hola…

Texto superpuesto.

Tania.

¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, ahí detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará, hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará! Yo voy a hablar primero porque… ¡Basta! ¡Pará!

Teresita. ¿Quién es? No. ¿Quién es ahí? Ahí, ahí detrás de la puerta. Yo pregunté primero quién… Pará, hablá. [Pausa.] Hablo… Bueno, al final… ¡Pará! Yo voy a hablar primero porque… ¡Basta! ¡Pará!

Corta texto superpuesto.

Teresita. ¡¿Quién es?! Tania.

No, yo. ¿Quién es ahí?

Teresita. ¡Este pasillo está oscuro! ¿Me pueden abrir? Por favor… tengo… soy… una girl scout. Una gerl escout. Una chica exploradora. Estaba acá abajo… y… estaba abierto. Ah… estás ahí… ya les dije que estaba abierto. Ni pienso. Tengo miedo. Me estoy volviendo loca. Nerviosa estoy. Me estoy arrancando los pelos de los nervios. Parece que mataron a alguien acá abajo. Está lleno de policías, de… gente, corriendo por todos lados. Sí. Tenía miedo. No. ¿Me pueden abrir? Se me cayó todo… la pastafrola acá… 43


Tania abre la puerta a pesar de que Tomás trata de impedirlo.

Teresita. ¿Puedo pasar? Tania.

Pasá.

Pausa.

Teresita. ¿Qué me miran? Tania.

Que no se te nota que estás asustada. ¿No puedo mirar? Es mi casa.

Teresita. Yo soy así. Tania.

¿Así cómo?

Teresita. Así, que me asusto y no se me nota. Tania.

También, a quién se le ocurre vender pastafrola en este barrio…

Teresita. A mí. [Mira a Tania.] ¿Por qué estás vestida…? Tomás.

¡¿Qué mirás?!

Teresita. ¡Ay, qué violento! Estaba mirando… Tomás.

¡¿Qué querés, nena?!

Tania.

¿Por qué te ponés así, Tomás?

Teresita. ¿Por qué estás vestida así? Tomás.

¡Basta, nena!

Teresita. ¡Qué violento! ¿Sos de pegar? Seguro. Es de pegar ¿No? ¿Es de pegar? Tomás.

¡¿Qué te pasa, nena?! ¿Qué querés?

Teresita. Me voy. Tania.

No. Tanto querías entrar, tanto querías entrar. Quedate ahora. O qué… ¿estás nerviosa?

Tomás.

Dejá que se vaya, Tania.

Teresita. ¿Vos sos Tania? Tania.

¡Qué cara! Sí… ahora sí se nota que estás nerviosa.

Teresita. No. 44


Tania.

Sí.

Teresita. No. Tania.

Sí.

Teresita. No, pero… viste que te dicen que estás nerviosa, que estás nerviosa y al final terminás poniéndote nerviosa. Ay, virgencita del milagro, qué nerviosa estoy…

Pausa.

Tania.

¿Eso dicen?

Pausa.

Teresita. ¿Vos sos Tania? Tania.

¿Quién pregunta?

Teresita. Yo. Tomás.

No te hagás la viva, nenita.

Teresita. No me digás nenita. Tomás.

Entonces tu nombre. ¿Cómo te llamás? ¿Cómo mierda te llamás?

Teresita. ¡Ay, qué violento! Me voy. Tania.

No.

Pausa.

Teresita. Teresita. Teresa. María Teresa, pero me dicen Teresita de toda la vida. Como la madre. Tania.

¿Y por qué iba a armar un reverendo escándalo la madre Teresa de Calcuta?

Teresita. Por mi pastafrola. Cuido como oro mi pastafrola y hoy alguien me la quiso robar, pero no, terminó rompiéndola un poquito nada más. Es que no hay luz en el pasillo. No se ve nada. Parece que la sacaron, a la de emergencia digo. Todos los otros pisos la tienen. 45


Tania.

¿Hace cuánto que estabas afuera?

Teresita. ¿Quieren pastafrola? Tomás.

No, yo no.

Tania.

¿No? Yo sí.

Tomás.

Yo no.

Tania.

Yo sí.

Tomás.

Yo no.

Tania.

Yo sí.

Teresita. ¿Qué hago? Tomás.

Traete una, qué sé yo…

Teresita. ¡¿Me podés soltar?! Tomás.

Pero “si ni la garré”.

Tania.

¿“Silvina Garré”? ¡¿Qué tiene que ver en todo esto Silvina Garré?!

Tomás.

“Si – ni – la – agarré”.

Teresita. No me toqués. Me tocaste. Me tocó. Me tocaste un seno. Me voy a lavar. Tania.

¡No! ¿Dónde vas?

Teresita. Bueno, no… Al baño. Ahí vengo. [Pausa.] ¿Vuelvo? ¿Qué tienen? Digo, ¿un muerto en el baño? Es una forma de decir… Todos tenemos un muerto encerrado en el baño, en el ropero… Un secreto. Se escucha todo de afuera, ¿saben?

46

Teresita sale. La puerta se cierra. Se escucha un grito. Golpean nuevamente la puerta.


Escena 7: “Una golondrina arriesgada”

Tania, desmayada, se reincorpora. Tania.

¡Ah! Ya sé quién es.

Toro abre la puerta.

Teresita. ¿Puedo pasar? Tania.

Pasá.

Toro.

¿La conocen?

Teresita. ¿Qué me miran? Toro.

Sos una ger scout.

Tania.

¿Una qué?

Toro.

Una ger scout.

Tania.

¿Una qué?

Teresita. Sí. Una chica exploradora. Tengo un puesto de limonadas acá abajo. Toro.

¿En este barrio?

Teresita. Acto de beneficencia. Un acto arriesgado. Toro.

Demasiado arriesgado para una ger scout.

Tania.

¿Una qué?

Toro.

¡Bueno! Una chica exploradora, Tania.

Teresita. No estoy sola… ¿Cómo te llamás? Tomás.

Toro.

Toro.

Toro. 47


Tania.

¿Seguro?

Toro.

Sí, Tania: seguro.

Teresita. Y vos, Tania. ¿Segura? Tania.

Sí, Tania Segura.

Teresita. Pero el Toro tenía nombre antes, ¿no? Tomás.

Antonio. Antonio Segura.

Teresita. Antonio “Toro” Segura. Toro.

Pasá.

Teresita. No, gracias. Toro.

Pasá. Yo te conozco de algún lado…

Teresita. No estoy sola, Tony, te decía… Toro.

No me digás Tony: o Toro o nada.

Teresita. Está lleno de patrullas por acá. Tania.

Y de policías, ¿no?

Teresita. Sí. La patrulla Koala, sensible y trabajadora; también hay un par de pandas, silenciosos y precavidos, pero la mayoría somos golondrinas. ¡Patrulla Golondrina! ¡Todas: rápida y furiosa! ¡Siempre, siempre… listas! Tomás.

¡Basta, nena!

Teresita. ¡Qué violento!

48


Escena 8: “Ahora el Toro es la víctima de todo”

Tomás.

¿Segura que no querés?

Teresita. ¿Qué cosa? ¿Cigarrillo? Tomás.

Cigarrillos. El chico te ofreció. ¿Te hacen mal? ¿Sos asmática?

Teresita. Me ponen violenta. Toro.

A mí el porro.

Teresita. Cerveza sí, de vez en cuando. Toro.

Porro dije, no porrón. De porri. ¿Nunca te fumaste uno?

Teresita. ¿Qué es eso? Toro.

Es marihuana. Es un papel, una seda. Son hojitas.

Teresita. No. Eso, ¿qué es? Toro.

¿Qué?

Teresita. Eso que tenés ahí. Toro.

Nada es.

Teresita. ¿Cómo nada? Te estoy viendo. ¿Qué es? Toro.

¡Nada te digo! ¡No es nada!

Teresita. Bueno… No me grités. [Pausa.] ¿Cómo nada? Es una teta. Tenés una teta… ¿Cómo sería…? Hinchada. ¿Te la puedo tocar? Toro.

No.

Tomás.

Dejala a la chica que te toque.

Teresita. Teresita… Tomás.

A Teresita que te la toque, para ver cómo se siente.

Toro.

No. Es… aceite de avión. Se siente… me drogaron, no se rían, me dieron algo que no sé qué fue y me hicieron esto. 49


Fue horrible. La gente en la calle me mira, yo digo que es un tumor, es un tumor… Pero en la cárcel se me cagaban de risa. Tomás.

Pobre… Ahora el Toro es la víctima de todo.

Toro.

¡Andá vos! ¡Andá! Salí a la calle con una sola teta.

Tania.

Tomás no sale. Tiene miedo.

Tomás.

No es miedo…

Teresita. ¿Por cómo está todo? Este barrio… ¿Mucha violencia? ¿De qué tenés miedo? ¿Me das una pitada? Tania.

Por lo que le pasó a la madre.

Tomás.

No es por eso, si eso fue hace años.

Tania.

Hace dos años… ¿Vos te acordás, Toro? Digo, lo que le pasó a la madre. ¿Te acordás? Unos… patoteritos.

Tomás.

¡Eran unos skinheads!

Tania.

Lo que sea…

Teresita le toca la teta a Toro.

Toro.

¿Qué hacés?

Teresita. Perdoname. Me tenté. Debe haber sido esto. Eso no es aceite de avión. Está duro.

Pausa.

Toro.

Ya sé. Es un tumor.

Teresita. Pobre… No, pero si lo apreté y ni gritó. Toro.

Este tumor no tiene sensibilidad.

Teresita. Pobre… Toro.

Tania, necesito plata para operarme urgente de urgencia.

Teresita. ¡Ay, qué pobre más pobre! Tania.

¡Qué pobre! No mientas, Toro.

Toro.

No miento.

50


Tomás.

Eso es una media. Reconozco a una cuadra una teta hecha con media y esa es una teta hecha con media. Por los travestis… bueno los de acá abajo… Bueno, qué sé yo, me di cuenta apenas entró.

Tania.

Qué lindo, ¿no? Le mirabas la teta a mi hermano adoptivo.

Tania sale.

Toro.

¿Adoptivo?

Teresita. ¡Ay! Me parece… a ver… ¡Ay, sí! Me vino la menstruación. Me voy a pasar a lavar…

Toro y Tomás, a la vez:

T/T. ¡No! Tomás. ¿A dónde vas? Teresita. Bueno, no… Al baño. ¿Qué tienen? Digo, ¿un muerto en el baño? Es una forma de decir. Todos tenemos un muerto adoptado… ¡Encerrado! Encerrado en el baño quise decir, en el ropero… Tania.

Un secreto.

Tomás. ¡Basta, nena!

51


Escena 9: “¿Quién se le anima a un pedacito?”

Teresita. No me digás nena, te dije. ¡Qué violento! ¿Qué sabés si soy una nena? Podría estar adoptada… ¡Operada! Hecha entera, toda de nuevo. Una nueva identidad, para que no me reconozcan… Tania.

Una golondrina nueva.

Teresita. ¡Eso! Me hubieran dicho que íbamos a ser cuatro y traía otra. ¿Quién se le anima a un pedacito? Tania.

Es que él llegó de sorpresa.

Teresita. No importa, Antonio, vamos… Toro.

No me digás Antonio te dije, o Toro o nada…

Tania.

Ese era el nombre del padre, de nuestro padre, del padre nuestro, que está en el cielo, de Don Segura…

Teresita. Vamos a hacer que alcance para todos. Acá traje este cuchillo. Tomá un pedacito de mi pastafrola, vos. Tomás.

Yo no quiero.

Teresita. Pero comé un poquito… Tomás.

¡No!

Teresita. No me van a despreciar la pastafrola… La otra se me cayó y esta ya está cortada. Al final pura pérdida el negocio. Tania.

Bueno, no te pongás así. Te la vamos a pagar lo mismo. ¿Cuánto es?

Teresita. No te puedo creer la desinformación… Las scouts no manejamos plata. Toro.

Es la voluntad.

Teresita. Es la voluntad. Lo que no traje es limonada. Tania. 52

Voy a hacer jugo.


Teresita. Pero coman. Vos, comé. ¡Ay! Me ensucié toda. Me voy a lavar. Toro.

¡No! ¿Dónde vas?

Teresita. Bueno, no. Al baño… ¿Qué tienen? Digo, ¿Un muerto en el baño? Toro.

¿Y vos?

Teresita. Yo no. Toro.

No qué

Teresita. ¿Qué me estás preguntando? Toro.

¿Cómo te llamás?

Teresita. Ah… era eso… Teresita. Teresa. María Teresa, pero me dicen Teresita de toda la vida. Como la madre Teresa de Calcuta. ¿Está rica? Comé, comé la pastafrola. Dale, comé, saliste de la cárcel recién; comé. Toro.

¿Cómo sabés que salí recién de la cár…?

Teresita. ¿…Cel? ¿No van a comer? Cómo son, ¿no? Malos. ¿Saben cuántos chicos mueren de hambre en el mundo? ¿Qué me miran? ¿Qué? Ah… ¿Cuántos? Muchos. La cuenta exacta no la tengo pero sé que son muchos, millones… Toro.

¿Cómo sabés?

Teresita. Y porque sé… Porque sí. ¿Por qué de qué? ¿Por qué todo es por qué? Toro.

¿Quién sos, nena?

Teresita. Comé más. Teresita, te dije…. Tania.

Entonces, sí lo liberaron recién…

Toro.

¿Qué tiene esta pastafrola?

Tomás.

No salió recién. Salió hace siete días.

Teresita. Esta pastafrola tiene harina, agua, huevos, dos, un poco de manteca, un poquito, sal para que no se eleve tanto y puede llevar cualquier dulce, hasta de gazpacho. Toro.

Eso es mentira. Recién salí. Ay, Tania… me siento para la mierda.

Tania.

¿Qué le hiciste a mi hermano? Sos mi hermano, ¿no? 53


Tomás.

Y lo envenenó, ¿no viste?

Toro.

Me voy… [Sale.]

Teresita. Yo también tenía una hermana, ¿sabían? Pero me la mataron. Me voy. [Sale.] Tania.

54

¿Qué está pasando, Tomás?


Escena 10: “Un escuadrón de golondrinas letales”

Tomás.

Esa pastafrola tenía cositas para rata toda arriba, por eso no dejé que la comieras. Yo te cuido, ¿viste? Yo soy bueno con vos. Esta semana, este edificio estuvo movidito, ¿no? Siete muertes es mucho para una semana. La persona que hace esto se aprovecha de las mujeres solas. “No es bueno que la mujer esté sola”, dice la Biblia… bueno, dice “el hombre”, pero calculo que es lo mismo. Yo no iba a dejar que te pase nada…

Tania.

Me estás asustando, Tomás…

Tomás.

Ya no hace falta que nos vayamos.

Tania.

No me hablés tan cerca, tenés mal aliento.

Tomás.

¡Mierda! ¡Carajo!

Tania.

Es que estoy muerta de miedo, Tomás.

Tania encuentra un arma.

Tomás.

De dónde sacaste eso, guardá eso…

Tania.

Tengo mucho miedo…

Tomás.

¡Ya está! Nos quedamos en esta casa que construimos…

Tania.

¡Que construimos!

Tomás.

¡Mierda! ¡Carajo! Es una forma de decir, que construimos del corazón… Un lugar de amor… de cariño.

Teresita ingresa a recuperar la pastafrola: la evidencia.

Tania.

Dejá esa pastafrola donde estaba, niña boy scout. Pasá para allá, para allá no, para allá. Ya entiendo todo. Vos le mataste la hermana a esta chica. 55


Tomás.

No.

Teresita. Fue el Toro. Tania.

¿Y a qué viniste? ¿A hacer justicia?

Teresita. No. Sí. Vine a vengar su muerte. Tania.

Una golondrina justiciera.

Teresita. Sí. Tania.

Una suerte de Uma Thurman en Kill Bill, que se venga de todas las “víboras letales”, por el daño que le hicieron.

Teresita. No. Bueno, sí. Pero con un escuadrón de “golondrinas letales”. Tania.

Entonces, sacala del baño y llevatelá.

Teresita. ¿Del baño? Tania.

Sí, llevatelá.

Teresita. Mi hermana no está en el baño. Tania.

¡Sí está en el baño, sí está en el baño! ¡Tanto querías ir al baño, tanto querías ir al baño, andá al baño ahora!

Teresita. ¡No me empujés! Si sé que esa no es mi hermana. Tania.

¿Y dónde mierda está tu hermana?

Teresita. Muerta. Enterrada está. Fallecida.

Pausa.

Tania.

¿Y mi hermano?

Pausa.

Tomás.

Es la guía scout que mató el Toro, ¿no? Tu hermanita, digo. La muertita, no la muerta esta muerta del baño nuestro. Otra. Tu hermana muerta hace un año, ponele.

Pausa.

Tania.

¿Dónde está el Toro?

56


Pausa.

Tania.

¡Contestame!

Teresita. En el pasillo, tirado, muerto. Fallecido. Tania.

Dejá esa pastafrola prueba de la evidencia ahí y buscá a mi hermano. ¡No! Esperá. Tomás… andá vos.

57


Escena 11: “La confesión de Toro”

Tania.

Qué fácil que es meterse en la vida de los otros, ¿no? Uno… una es tonta, confía, abre la puerta de su casa a una completa desconocida, para… ayudar…

Teresita se saca la peluca que tenía puesta.

Teresita. Perdoname… Tania.

Ya sabía yo…

Teresita. ¿Qué sabías? Tania.

Era extraño ese pelo.

Teresita. No es extraño, es castaño. Tania.

No te hagás la viva, nenita…

Teresita. No me digás ne…

Entra Tomás arrastrando el cuerpo de Toro.

Tomás.

Acá está… Tu hermanito…Vomitó. Voy a llamar a la policía… [Saca el arma que antes hizo tocar a Toro para que tenga sus huellas.] Acá tengo la prueba, las huellas…

Tania.

¡No seas así!

Tomás.

¿Así cómo? [Comienza a marcar el número de la policía.]

Tania.

Así… que no digás así… que él no fue.

Tomás.

¡Qué no! ¡Un santo es ahora tu hermano! Lo meten en cana por matar a alguien, va, se escapa y decide matar a otro, le tomó el gustito. Hola, sí mi oficial, quería hacer una denuncia… Sí, sí, espero… Inventa un plan, le pone un nombre, “Siete argentinas, bien latinas, se lastiman,

58


etc., etc.” Elige un edificio de siete pisos, nuestro edificio. En una semana te mata siete minas, una por piso, una por día. Pero yo le corté el jueguito… Tania.

¿Qué es eso?

Tomás.

Me vomitó encima.

Tania.

No, no. ¿Cómo es eso?

Tomás.

Todo encima, ¿no ves? Un asco.

Tania.

No. ¿Qué le cortaste?

Tomás.

[Corta el teléfono.] Me voy a lavar.

Tania.

¡No! ¿Dónde vas?

Tomás.

Bueno, no… al baño. ¿Qué tenemos? Digo, ¿un muerto en el baño?

Tania.

¿De qué te reís?

Tomás.

¡Ya está! Es una forma de decir. Todos tenemos un muerto encerrado en el baño…

Tania.

¡Tomás!

Tomás.

En el ropero…

Teresita. Un secreto… Tomás.

Un secreto, nena. Me voy a lavar.

Tomás sale de escena.

Teresita. Un secreto… Un secreto. Tania.

¿Qué le pusiste?

Teresita. Un secreto… Tania.

¿Qué veneno le pusiste?

Teresita. Veneno. Tania.

¿Qué veneno, María Teresa de Calcuta?

Teresita. Para ratas… Tania.

¿Cuánto? ¿Cuánto?

Teresita. Mucho, no sé… Toro… Yo no quería esto… ¡Toro! ¡No te mueras! 59


Al parecer, Toro murió.

Pausa.

Tania.

Correte.

Teresita. No. Tania.

¡Correte!

Teresita. No, no. Toro. Mirame. Te quiero hacer lo mismo, te quiero hacer lo mismo. Mirame. ¿Quién soy? ¿Quién soy? Tania.

¡Hacele respiración boca a boca!

Teresita. Soy yo, Tamara, Toro. No sigas esa luz…

Teresita le hace respiración boca a boca. Sin querer queriendo le saca la peluca de pelo largo que lleva puesta Toro y descubre su cabeza rapada. El Toro revive: mira a Teresita.

Toro.

Tamara… [La besa.] No. Vos no sos Tamara.

Teresita. No, soy Teresita, su hermana gemela. Toro.

¿Qué hacés acá? Tamara… Tendría que haberme casado con ella… Ella estaba enamorada de mí… ¿De qué te reís?

Teresita. ¿Cómo iba a estar enamorada de vos? Eras un albañil. Toro.

¿Y qué tiene?

Teresita. Que no pega. ¿Qué va a hacer un albañil con una girl scout? No pega, no pega. Toro.

Estás equivocada, nenita.

Teresita. No me digás nenita… [Intenta irse del departamento.] Tania.

¿Dónde vas?

Teresita. Bueno, no. Al baño. [Se encierra en el baño.] Toro.

60

Teresita cree que le maté a la hermana pero no fue así. Estábamos en una iglesia, de esas… adventistas, del séptimo día. Yo hablaba con el pastor en una oficina, andaba seco y Tamara entró. Yo no le hice nada a la chica. Fue el pastor… me hizo ver todo… Se le fue la mano. Yo… la que-


ría… le tapó la boca con algo primero, un trapo… no sé… Yo había ido a esa iglesia a buscar un camino, algo, un algo… en… qué sé yo… en qué creer, y me encontré metido en esto… La hizo mierda. Me tiró el fardo, quién iba a desconfiar de un cura, de un pastor. Me iba a comer diez o veinte años en cana por algo que no había hecho. No me parecía justo, por eso me escapé. [Pausa.] Yo no le hice nada a la chica. A ninguna chica. [Pausa.] Ahora veo todo más claro, ¿vos no? Es ella. La… ¿Me entendés? La ase… si… na. ¿No? Está claro. En su búsqueda desesperada por matarte a vos, mi hermana, por vengarse, porque piensa que yo le maté a la suya, su hermana, y con ese jueguito de que la tercera es la vencida, ya mató a seis. Ahora la séptima sería la vencida, o sea vos, pero la pifió otra vez. Con la mina de la bañera ya mató a siete equivocadamente. Tania.

Pero… pero… Vos… No entiendo. ¿Vos le mataste la hermana a esta pobre chica?

Toro.

¡No! ¡¿Qué pobre?! No entendés nada.

Tania.

No entiendo qué hace la hermana de esta chica ahí.

Toro.

¡Esa no es la hermana!

Tania.

¿Y dónde mierda está la hermana?

Toro.

Muerta, cremada, creo.

Tania.

¿Y quién mierda es esta chica?

61


Escena 12: “El secreto que descubre Teresita”

Teresita. [En el baño.] Un secreto… un secreto. Todos tenemos un muerto encerrado en el baño, en el ropero, un secreto… Toro.

¡Salí!

Teresita. Pero no disparen. Toro.

Dale, salí.

Teresita. Descubrí un secreto, el secreto. Tania.

¿Qué secreto?

Teresita. El secreto de Tomás. Es Tomás. Tomás es el asesino serial, dueño del departamento en donde ocurre esta última muerte y así, él puede terminar su obra maestra… “Siete argentinas, bien latinas, se lastiman…”. Tania.

En la tina. ¿Y?

Teresita. Y que hoy era el momento, el día de matar en su piso, en su departamento, en este séptimo “A”. Tania.

¿Qué hablás?

Toro.

Dejala… sos igualita a Tamara…

Teresita. Que debería haberte matado a vos, pero no, decidió matar a otro. ¿Qué hizo? De la calle se trajo a una prostituta… Toro.

Una enfermera parece.

Teresita. Una prostituta disfrazada de enfermera, como vos… Entra al departamento, la chica no grita porque él la tiene agarrada del cuello y le apunta a la cara. Tania.

Lo hubieran visto en el pasillo.

Teresita. Es verdad. A la cara no, a los riñones, así escondido. La mete al baño, a la bañera y dispara. ¡Pum! Desde la ventana ve algo, no sé qué… algo. ¿A mí? Yo estoy abajo y lo observo. Me escondo. Pero qué mira… Un carro de 62


panchos y baja a comer uno. Matar a otro le dio hambre. Apaga la luz, sale y en el apuro deja la puerta abierta y ahí llego yo a vender pastafrola. ¿Hola? ¿Hola? Ingreso al departamento, todo está a oscuras, pero yo… Siempre, siempre… ¡Lista!

La escena se convierte en la Escena 1, las acciones son las mismas sólo que ahora se incorpora el texto a medida que Teresita va contando su versión de la historia. De noche. A oscuras, Teresita investiga el lugar con una linterna. Entra Tomás, lo ilumina. Ella se asusta y le arroja la pastafrola. Intenta salir pero él la detiene. Ella le pega, él no reacciona; va a pegarle nuevamente y él retrocede. Se miran. Tomás cierra la puerta, avanza hacia ella, la ataca, la golpea. Suena el teléfono. Tomás atiende, corta, y apunta a la girl scout con un arma. Tomás sale.

Tania.

¿Y a qué viniste?

Teresita. El Toro estaba preso. La única forma de vengarme de él era matando a su hermana, Tania, vos; tal como él lo hizo con mi hermana. Pero llego al baño y encuentro a esta prostituta… Toro.

Enfermera.

Teresita. A esta prostituta disfrazada de enfermera, como vos, en la bañera y cubierta de hielo. ¿Tania? La confundo con vos. ¿Tania Segura? Ya estás muerta. Se me adelantaron. Pienso… pienso… Llega él. Me asusto. Tomás.

¿Qué hacés acá? ¿Quién sos?

Teresita. Me pongo nerviosa… Tomás.

¿Qué hacés acá adentro?

Teresita. Le pego. Él se queda duro, mirándome. Yo quiero golpearlo de nuevo y él retrocede. Lo miro, él me vuelve a mirar. ¡Dejame pasar! Toma fuerzas. Cierra la puerta y me ataca. Me pega. Me pega. Suena el teléfono y va como un loco a su encuentro, tiene la boca reseca y está sin aliento. Me apunta. Es la policía diciendo que te escapaste hace siete días. Va hacia las habitaciones. Me deja ahí, tirada. Yo me 63


recompongo y escapo. Toro.

Esa es buena, nena, ¿eh?

Tania.

No sé qué decir… qué pensar… Tomás…

Teresita. ¿Llamo a la policía? Toro.

Llamá.

Tania.

No. Si llamás sos el primero al que van a venir a buscar.

Toro.

¡Ah… cierto!

Teresita sin ser vista marca un número por teléfono, el de la policía. Cuando escucha la voz de Tomás, suelta el tubo, lo deja descolgado y no corta la llamada.

Tomás. ¡Tania! [Entra en escena con bata de baño y una gorra de ducha.] Cortaron el agua. [Pausa.] ¿Qué me miran? ¿Qué?… ah, ¿esto?… es para no mojarme el quincho. [Todos lo apuntan.] ¿Qué pasa? ¡¿Qué pasa?!

64


Escena 13: “Matar al otro”

Tomás.

¿Tania…? ¿Teresita…? Ya sabía yo.

Tania.

¿Qué sabías?

Tomás.

Era extraño ese pelo.

Teresita. No es extraño, es castaño. Tania.

No te hagás la viva, nenita.

Tomás.

Ese pelo, digo. [Señala a Toro que está con la cabeza rapada.] ¡Maldito skinhead! [Saca un arma y apunta a Toro.]

Tania.

Dejá que te explique… él no fue, fueron sus amigotes, esos patoteritos…

Tomás.

¡Fueron unos skinhead!

Toro.

Me ibas a culpar de estas siete muertes a mí…

Tomás.

¡Le hizo cosas horribles a mi vieja!

Tania.

Le robó el bolso nomás…

Tomás.

¡Dejá de defenderlo! Te voy a matar, Toro…

Toro.

¡¿Y esa chica?!

Tomás.

¡¿Cuál chica?!

Tania.

Todas. Esta Tomás. Todas. [Pausa.] ¡Ah! Las conocías, ¿no?

Toro.

Las conocías bien, ¿no? ¿Ves, Tania? [Pausa.]

Tomás.

¿Y esta nena?

Teresita. A mí no me metan, no me miren mal que tengo un arma y gatillo fácil. Tomás.

¡¿Qué hacés acá, nena?!

Teresita. ¡Qué violento! Toro.

Vino a matar a Tania. 65


Teresita. Pero no lo hice, todavía. Toro.

Matala, Tomás. ¡Necesito plata, Tania!

Tania.

¿Para el tumor?

Tomás.

¡No es un tumor, date cuenta, es una teta hecha con media!

Toro.

Preguntale por los órganos, Tania. ¿Dónde los tiene? ¡¿Dónde tenés los órganos?!

Tania.

¡Basta! [Pausa.] Me tengo que ir. Esta semana fue espantosa. Hice cosas horribles, cosas que nunca tendría que haber hecho. Por venganza, por plata, por maldad, por… mala, ¡mala, mala! Necesito internarme urgente de urgencia.

Tomás.

[En el baño mirando a la muerta en la bañera.] A esta no le sacaron los órganos.

Tania.

Todavía.

Teresita. [Apuntando a Tania.] ¿Tania…?

Teresita dispara. Toro intercepta la bala. Cae muerto. Teresita apunta nuevamente a Tania.

Teresita. ¿Tania…? Tomás.

[Sale del baño.] ¿Teresita…?

Teresita lo mira, Tomás apunta a Teresita y ella a su vez lo apunta. Ambos se disparan. Teresita cae muerta. Tomás da tres pasos y muere. Tania shockeada mira lo sucedido, se desmaya.

66


Escena 14: “Siete argentinas, bien latinas, se lastiman, en la tina”

Tania se incorpora y mira los cuerpos regados por el piso. Busca desesperadamente su arma, la encuentra, limpia sus huellas digitales y la coloca en una de las manos de Tomás. Se da cuenta de que el teléfono está descolgado, se acerca, oye, descubre que es la policía y que estuvo escuchando todo. Cuelga el tubo y se apura a partir. Antes se coloca unos guantes de látex, muestra un bisturí y corre hacia el baño. Cuando sale, lleva una bolsita transparente con algún órgano adentro. Entra en escena con su valija y una conservadora en donde introduce dicha bolsita. Se comienzan a escuchar a lo lejos sirenas de policía. Se dirige a la ventana, observa, cierra las cortinas y se encamina a la puerta de salida. Apaga la luz del departamento y sale con su valija y la conservadora. Cierra la puerta y se dispone a partir. Se arrepiente. Abajo del número que ya está escrito en la puerta, es decir “7 A”, escribe con una tiza “+ 3 =10”. Sale definitivamente de escena huyendo, cuando se escuchan aún más cerca las sirenas de policía.

FIN

67


Matar al otro se estrenó el 28 de marzo de 2007 en la sala El Cuenco Teatro, ciudad de Córdoba, con dirección de su autor y las actuaciones de Adrián Azaceta (Tomás), María Belén Pistone (Teresita), Mariel Bof (Tania) y Maximiliano Gallo (Toro). Matar al otro completa La trilogía de la desconfianza, de la que también forman parte las obras La desconfianza (2004) y El tamaño del miedo (2005).

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Por capricho



Ir. Volver. Discutir y hacer concesiones. Disparar. Aparecer y desaparecer. Escribir. Quedarme al lado tuyo. Todo por capricho.



Personajes:

Esteban. Hermano mayor de la familia. Médico. Gusta de la caza y el alcohol. Selva.

Mujer que vive en la casa. No se sabe específicamente qué clase de vínculo tiene con la familia; de seguro que con Esteban, uno más fuerte que con el resto.

Sofía.

La segunda hermana. Escritora. Está enferma. Le quedan pocos meses de vida.

Emma.

La más chiquitita, por eso le dicen “Tita”, aunque algunas veces suele ser la mayor de los hermanos.

Ciro.

Muchacho que ingresa a la casa como un conocido al que luego desconocen.

75



Una casa en el campo, cercana a la ruta. Living y cocina. En el living, un sillón. Frente al sillón un televisor. En las paredes de los costados, cuadros y unas escopetas. Lámpara de techo. Un tocadiscos grande, una alfombra, objetos varios, en fin: una casa armada con las sobras de la casa de la ciudad. En la cocina, muebles de cocina, mesa y sillas, cocina, heladera, etc. En algún rincón, un pequeño altar con vírgenes, santos, velas y estampitas. Es el treinta y uno de diciembre, año nuevo, tintinean las luces en un arbolito de navidad.

Introducción al capricho

Esteban, recostado en el sillón, toma de una petaca. Mira hacia una de las paredes: se levanta, un poco mareado, y agarra una de las escopetas. Se pone una casaca de cazador. Sale. Inmediatamente vemos a Emma. Emma agarra su cartera, se dispone a salir. Emma.

Selva… Selva…

Ingresa Selva.

Emma.

Me voy a comprar… ¿qué hace falta?

Selva.

Pan… queso, si quieren…

Se corta la luz. El corte dura unos segundos. Vuelve la luz. Emma ya no está. Logra distinguirse apenas una figura que atraviesa el espacio: es Ciro, que rápidamente desaparece. Esteban ingresa a la casa. Está apurado, agitado: como perseguido. Lleva consigo una escopeta. Se encuentra con Selva.

77


Esteban. ¿Y las chicas? ¡¿Y las chicas?! Selva.

Emma estuvo un ratito…

Esteban. Llegaron. Selva.

Emma sí, pero salió al pueblo, a comprar.

Esteban. Qué… ¿faltaba alguna cosa? Selva.

Sí. ¿Qué te pasa?

Esteban. ¿Y Sofía venía? Selva.

Sí.

Esteban. ¡¿Por qué no venían juntas?! Selva.

No sé. ¿Qué pasa? Sofía quería hacer dedo, creo.

Esteban. ¿Hoy? ¿Dedo? ¡¿No te digo?! ¡Esta tiene las mismas actitudes que a los quince años: quiere hacer de golpe todo lo que no hizo nunca! Selva.

No empecés a renegar, Esteban…

Esteban. Me van a odiar… me van a odiar… Selva.

No…

Esteban. Ellas me odian ya, ¿no? [Encuentra unas petacas escondidas.] Selva.

No. No tomes, Esteban…

Esteban. Yo quisiera que ellas… Selva.

No te odian…

Esteban. Yo les hago mal… les hago mal… Selva.

No…

Pausa.

Selva.

Tenés que aprender a comunicarte mejor con ellas…

Esteban. Sí.

Pausa.

Selva.

No tomés tanto…

Esteban. Se me hizo de noche rápido, no me di cuenta… 78


Selva.

¿Cazaste algo?

Esteban. No, nada. Selva.

Es que el aire está feo. Tenés que esperar la mañana, ya vas a ver mañana.

Esteban. Sí, capaz que tenés razón. Tendría que esperar la mañana. [Pausa.] Pero no, Selva… Selva, tenés que hacerme un favor. Grande. Andá, andá al fondo y escondeme esto. [Le entrega la escopeta.] Selva.

¿Qué pasó?

Esteban. ¡Escondela! Selva.

¿Dónde?

Esteban. ¡Escondela y no me digás dónde, no la quiero ver! Selva.

¡¿Qué pasó?!

Esteban. ¡Andá, haceme caso!

Selva duda en salir. Esteban se le va encima: le pega, para sacarla. Luego se arrepiente: le da unos besos, como disculpándose, pero sacándola a la vez. Selva sale llevándose el arma.

79


Escena 1: El vaso de agua con azúcar

Se escucha a Emma buscando algo, llamando a Selva y apareciendo de la nada. Esteban la mira un poco confundido. Emma.

¡Selva!

Esteban. [Dudoso.] ¡Selva! Emma.

¡Selva!

Esteban. [Como pidiendo ayuda.] ¡Selva! Emma.

¡Selva! ¡Selva!

Esteban. Qué gritás… Emma.

Quiero que venga, que me ayude, que haga algo. Yo no sé ni dónde está nada en esta casa. ¡Selva!

Esteban. [Se acerca a ella: la abraza, como sin poder creerlo.] ¿Estás bien? Emma.

Sí. Vos no estás bien. ¡Selva!

Esteban. Pará… pará un poco, che. Emma.

Va a pasar algo… Te va a pasar algo y después voy a ser yo la culpable. Así que prefiero que estemos todas. ¡Selva! ¡¿Podés venir?!

Esteban. Basta, Tita… No me va a pasar nada che, en serio… Emma.

Estuviste tomando.

Esteban. No. Emma.

Te quedaste ciego dijiste, ¿no?

Esteban. Sí. No, no ciego… Emma.

¿Sí o no?

Esteban. No, pero… como… nublada… Emma. 80

La vista…


Esteban. Claro, qué más va a ser. Como nublada la vista me quedó. Emma.

¿Y qué será?

Esteban. No sé, qué sé yo, ya está, ya fue. Emma.

¿Y ahora ves? Digo, ¿me ves?

Esteban. Sí. Emma.

¿Me ves clarita o nublada?

Esteban. Clarita, clarita te veo. Ya fue. Dame agüita… Emma.

¡Pero es que por el amor de dios todopoderoso: no sé dónde están las cosas en esta casa! ¡Selva!

Esteban. Buscalas tranquila, a mí no me pasa nada… Emma.

Es que es tan raro que te pase ese tipo de cosas a tu edad… ¿Y si venís a tomar directamente del pico? Me preocupa. ¿Venís? Podés pararte, ¿no?

Esteban. ¿Qué? ¿No hay luz ahí? Emma.

No sé… no. Esta dejó que la casa se le venga abajo…

Esteban. Dejala tranquila, che… Emma.

Acá está, acá encontré. No te levantés, no te levantés…

Esteban. ¿Ves? Emma.

[Le lleva un vaso con agua y azúcar.] No te levantés… Tomá. ¿Te sentís mejor?

Esteban. Si no fue nada… Emma.

No fue nada, no fue nada, pero estabas blanco allá.

Ingresan Sofía y Selva, casi a los empujones.

Sofía.

Dejame pasar… ¿Qué pasa tanto grito? Tanto “Selva, Selva, Selva…”.

Emma.

A buena hora aparecés.

Esteban. Hola Sofi… ya está, ya está. Sofía.

¿Qué pasó?

Emma.

Tu hermano…

Selva.

¿Qué? 81


Emma.

Que se fue a cazar a esta hora.

Sofía.

¿A esta hora?

Emma.

Lo mismo le dije yo: “¿a esta hora?”.

Esteban. Sí, sí, a esta hora. [A Selva.] ¿Vos no querés preguntar también “a esta hora?”. Emma.

Y que le dio algo… un soplo, algo… no sé…

Sofía.

¡Un soplo! ¡No!

Esteban. No fue un soplo, che… Emma.

Bueno, ¿fue algo o no fue algo? Dice que casi se desmaya. Contá…

Esteban. Pero no fue nada… Sofía.

Una baja de presión…

Emma.

¿Fue eso? ¿Se te bajó la presión? No quiere contar, mirá…

Sofía.

¿Estuviste tomando?

Esteban. No. Sofía.

¿Y si llamamos a un médico?

Esteban. Sí, justo hoy. Y si encontrás a alguno se te va a cagar de risa en la cara: “¿un doctor para el doctor?”, te va a decir. Emma.

Fue algo más, porque lo encontré pálido allá. ¿O no? Contá. Contá porque sino yo quedo como la exagerada que no soy. Y estas, como son, van a pensar que estoy inventando todo. Dale, contá.

Sofía.

¡Justo hoy se te ocurre ir a cazar!

Esteban. Pero ¿y por qué no?

Emma y Sofía, a la vez:

E/S.

Porque no.

Sofía.

Y aparte por la hora… Ya en un ratito vamos a comer.

Selva.

Es año nuevo, Esteban.

Emma.

[A Sofía.] ¿Ves? Te dije. No tendríamos que haber venido. Pero al señor se le metió en la cabeza que… Se quedó ciego, dice.

82


Sofía.

¡Ciego! ¡No!

Emma.

Blanco estaba, te juro, no estoy exagerando. Contá, sino estas…

Sofía.

¡¿“Estas” qué?! No empecés, vos.

Selva.

Pero ahora estás mejor…

Esteban. Sí… Selva.

Está mejor, parece…

Esteban. Sí. Emma.

Y yo le digo que es raro. ¿O no que es raro que le pase este tipo de cosas a su edad? Es joven él dentro de todo…

Sofía.

Dentro de todo sí…

Selva.

El papá se murió casi a la edad de él…

Emma.

¡Sos fatalista, Selva! ¡Sos fatalista! Andá, tomá, andá y ponele un poquito de azúcar a esto que ya es para mí de los nervios que pasé; aparte está todo oscuro ahí, Selva.

Esteban. Ya está, ya está… Sofía.

Decile a Selva que no diga que se va a morir, por favor…

Emma.

Selva… ¡Dejaste que la casa se venga abajo!

Esteban. Dejala tranquila… Sofía.

No hablen de la muerte, por favor. Lo único que yo te… pido es que… no… no te mueras ahora, por favor, Esteban.

Esteban. Pero si no pasa nada, che… No llorés… Sofía.

Es que estoy muy sensibilizada por todo ahora…

Emma.

[A Selva.] Estás escuchando, ¿no? ¡Mirá el quilombo que armaste! Si hay alguien fatalista en esta casa sos vos. ¡Prendete una vela ahora!

Esteban. ¡Cortala, pendeja! Sofía.

No se griten…

Esteban. ¡Dejá de llorar vos, por favor! ¡Me hartaron! Sofía.

¡Y vos me hartaste a mí!

Esteban. ¡Cortala entonces vos también! Sofía.

¡No me grités que…! 83


Esteban. ¡No te hagás la víctima, Sofía! Sofía.

¡No me grités que estoy embarazada!

Sofía sale corriendo. Selva en la cocina, que sigue en oscuridad. Se escuchan ruidos: el agua de la canilla, vasos…

Emma.

[A Selva.] ¿Y no pensás poner una luz acá?

Selva.

Tomá. [Sale de la cocina, le da a Emma un vaso de agua con azúcar.] No sé. Yo me manejo bien así…

Emma.

[A Esteban.] ¿Qué te pasa ahora? ¿Por qué tenés esa cara?

Esteban. ¿Vos escuchaste? Emma.

Sí. Que se maneja… ¿Qué cosa? ¿A Sofía?

Esteban. Sí. Emma.

Sí.

Esteban. ¿Y qué…? ¿Vos ya sabías…? Emma.

Sí, bah, me acabo de enterar, le encontré un test que se hizo. Un test que dejó a propósito en el baño para que nos enteremos todos.

Esteban. Pero, ¡¿ahora se queda embarazada?! No, si no te digo… Esta boluda sigue teniendo las mismas actitudes que a los quince años. Y vos… ¿Y cómo fue? Emma.

Y cómo va a ser Esteban: cogiendo.

Esteban. No seas ordinaria… Emma.

Tus hermanas son mujeres y tienen relaciones sexuales, Esteban, asumilo. Algunas con hombres, otras con…

Esteban. ¡Basta! Pero digo: ¿y de quién? Emma.

Ah… eso ya no sé… vos viste que ella es tan artista, es tan… especial.

Esteban. ¿Y vos, Selva? ¿Sabías…? ¿A dónde vas? Selva.

84

Me voy a felicitarla, a darle un beso y a llevarle esto con azúcar.


Selva sale llevando otro vaso con azúcar, ahora para Sofía. Emma enciende el televisor y se sienta en el sillón, al lado de Esteban. Luego, apaga el televisor. Luego, vuelve a encenderlo. Se la ve molesta, intranquila, con ganas de hacer otra cosa que no sea sentarse a ver televisión.

Emma.

¿Qué preferís? ¿Ver la tele o pensar estupideces?

Esteban. No sé… Emma.

¿Qué preferís? ¿Que hable ahora o me calle para siempre?

Esteban. No sé… Que hablés… No. Nos callemos un ratito mejor, después de tanto grito…

Pausa.

Emma.

Vos estás como… cansado de nosotras, ¿no?

Esteban. No, Emma. Emma.

Sí. Si me decís Emma, sí.

Esteban. No, Tita… Emma.

¿Y qué preferís entonces…?

Esteban. Que me des un beso prefiero…

Esteban se acerca a su hermana. Intenta besarla. Ella se levanta de golpe.

Emma.

[Confundida.] ¡Qué hacés!

Esteban. Yo… nada…. Es que te vi tan…

Emma va hacia la cocina. Se escucha que sirve agua en un vaso. Sale de la cocina.

Esteban. ¿A dónde vas? ¿A dónde vas, qué vas a hacer, qué vas a decir? Emma.

Ya vengo, no te preocupés. Voy a felicitarla, a darle un beso y a llevarle esto con azúcar.

Emma sale llevando un vaso de agua con azúcar. 85


Escena 2: Las palomas

Esteban se prepara para salir: toma una campera y busca la escopeta que hace un rato entregó a Selva para que se la esconda. Ingresa Selva. Esteban. ¿Y la escopeta? Selva.

¿Te estás por ir de nuevo?

Esteban. La escopeta… la escopeta…

Como si Esteban se le tirara encima, Selva se atonta: no sabe si moverse o no, si qué… Esteban se calma un poco.

Esteban. Qué locura esto… Selva.

Sofía es grande ya…

Esteban. Sí, ya sé… Pero ahora…

Pausa.

Selva.

¿Cazaste algo?

Esteban. No, nada. Se me hizo de noche rápido, ya te dije, no me di cuenta. Selva.

Es que el aire está feo. Ya no hay, ¿viste? Como antes… Aparte de noche… Tenés que esperar la mañana. Ya vas a ver mañana.

Esteban. Sí, tenés razón. Tendría que esperar la mañana. Selva.

A la mañana aparecen todas acá. Y yo las recojo una por una.

Esteban. ¿A qué cosa? 86


Selva.

A las palomas… El otro día conté siete.

Esteban. Siete palomas. Selva.

Muertas. Siete tortolitas muertas. De la nada, parece. Como si eligieran este lugar. Para morirse, quiero decir.

Esteban. Qué raro, che… Selva.

Sí. Vienen a morir acá. Al patio de la casa. El otro día no aguanté, traté de quedarme despierta lo más que pude… Estás nervioso.

Esteban. No. Selva.

Bueno… y me ganó el cansancio, me dormí, no pude ver.

Esteban. No sé de qué me hablás, perdoname… Selva.

De las palomas, quise ver si caían directamente o si… qué sé yo… y me dormí, no pude ver…

Pausa.

Selva.

Parece que Sofía viene con alguien.

Esteban. ¿Ah, sí? Selva.

Se compró un vestidito lindo, ¿no viste? [Pausa.] ¿Y vos? ¿Venía alguien con vos?

Esteban se dispone a salir, se coloca una campera y busca su escopeta.

Esteban. ¿Y la escopeta? Selva.

¡La escondí!

Esteban agarra otra de las escopetas que tiene colgadas de la pared.

Selva.

¿A dónde vas?

Esteban. Quedate acá. Selva.

Pero, ¿a dónde vas? ¿Vas a volver a salir? 87


Esteban. Necesito… Tengo que ir a ver algo. Selva.

Mirá la cara que tenés. ¿Qué pasó?

Esteban. Nada… Selva.

Te acompaño.

Esteban. ¡No! ¡Quedate acá! Selva.

Pero… ¿A dónde vas? Es año nuevo hoy. ¿Esperás a alguien? ¿Es eso?

Esteban. Ya vengo.

Esteban sale.

Selva.

Íbamos a comer, Esteban…

88


Escena 3: El vaso de leche

El teléfono suena. Selva va a atender. En ese trayecto se sobresalta con algo que cree ver. No es nada. Con miedo, Selva atiende el teléfono. Selva.

Hola… [Escucha a alguien del otro lado de la línea, el teléfono se corta.] Hola… [Presiona teclas del aparato.] Hola… [Cuelga.]

La puerta se mueve, se abre lentamente. Selva se asusta. Desaparece en la cocina. Ingresa Sofía. Se la ve físicamente mal. Al caminar se sostiene de algo: la puerta, el respaldar del sillón, algo. Respira… No se anima a entrar del todo en la casa. Escucha pasos dentro, en la cocina. Ruidos en la cocina.

Sofía.

¿Esteban? [Pausa.] ¿Esteban, sos vos? [Pausa.] ¿Papá? [Pausa.] ¿Selva?

Selva ingresa al living.

Sofía.

¿Qué hora es? Selva… Tengo una sensación horrible…

Ingresa Emma.

Emma.

¿Y Esteban? Tengo hambre ya… ¿Qué hora es?

Emma desaparece en la cocina.

Sofía.

Tengo una sensación horrible. 89


Emma.

[Desde la cocina.] ¿Sofi, qué trajiste vos?

Sofía.

Una angustia… acá. Me sube, sube, sube y acá, se para.

Selva.

Será…

Sofía.

¿Qué?

Selva.

No sé…

Sofía.

¿Qué?

Selva.

La casa… Volver.

Sofía.

¿Qué?

Emma.

[Desde la cocina.] ¡Será volver a la casa dice esta, que no se sabe expresar bien!

Selva.

Eso.

Emma.

[Desde la cocina.] ¿Qué tiene esta cajita? ¿Es dulce? No se ve nada acá, me enferma… ¡Perdón, Sofi! ¿Por qué están tan calladas ahí?

Emma asoma por la puerta de la cocina.

Emma.

¿Están hablando de mí?

Selva y Sofía, a la vez:

S/S.

No…

Emma.

No hay forma, ¿eh? No se prenden las luces.

Selva.

Hasta ayer andaban.

Emma.

“Prendían”, se dice. Pero no le voy a enseñar a hablar a esta a esta altura del partido. Dejo así y comeremos ahí, ¿sí?

Sofía.

O sino allá en la cocina, con velas.

Selva.

¡Qué lindo!

Sofía.

¿Viste qué lindo? Sí. Claro que es lindo. Un hermoso mantel, velas…

Emma.

Es fino…

Sofía.

Es fino. ¿Hay velas, Selva?

90


Selva.

Sí. Ahí busco.

Selva va hacia la cocina a buscar unas velas.

Emma.

Cómo no va a tener velas esta, si santo que ve, santo que vela.

Sofía.

No seas mala. Es creyente.

Emma.

Es que de creyente pasa a macumbera ya.

Sofía.

Por lo menos una que rece.

Emma.

Tiene una pila de palomas en el fondo, a un costado, ¿no la viste? [Creando suspenso.] Algunas veces me da miedo: sola, acá, en el campo, con esas palomas muertas…

Suena el teléfono. Emma y Sofía se sobresaltan: pequeños gritos. Sofía intenta ir a atender.

Emma.

Dejá que suene. Si es importante, van a volver a llamar…

El teléfono suena nuevamente, en el mismo momento la puerta se abre y entra Selva con unas velas en la mano. Emma y Sofía se sobresaltan. Se asustan las tres, se ríen.

Emma.

Dejá que suene, Selva. Quiero sentirme en el campo.

Sofía.

¿Te parece que no atendamos?

Emma.

¿Vos esperás que te llame alguien?

Sofía.

No. Yo también quiero sentirme en el campo.

Emma.

[Pícara.] Por eso te trajiste ese vestido.

Sofía.

¿Qué tiene? ¿Qué? ¿Porque esté en el campo tengo que pasar el año nuevo mal vestida?

Emma.

[Pícara.] Muy de mujer ese vestido, será que viene alguien y no me dijiste. [Se ríe, se da vuelta, se abraza sola, como romántica.] Clarita… Clarita… chuik-chuik… 91


Sofía.

No viene nadie.

Se ríen.

Selva.

Esteban viene con alguien.

Pausa.

Emma.

¿Qué dijiste?

Sofía.

Que Esteban viene con alguien, dijo.

Emma.

¿Cómo sabés?

Sofía.

¿Con quién? ¡¿Con quién?!

Emma.

¿Él te dijo?

Selva.

Sí, parece que salió a buscarla.

Sofía.

A buscar-la: entonces es una mujer. Todos los años con una nueva mujer. Ay, Selva, Selva… Ay, dios, esto de acá me quema…

Emma.

¿Y no será acidez?

Sofía.

No.

Selva.

Acá están las velas.

Emma.

Por el embarazo lo digo.

Sofía.

Gracias, Selvita. No digás que estoy embarazada. Ponelas en ese candelabro…

Selva se queda dura con la mirada, como… perdida.

Selva.

Algo malo va a pasar esta noche.

Emma.

¡Ay, Selva! ¿Por qué decís eso? Sos fatalista ¿eh? Me hacés reír. [Pausa.] ¿Esteban salió en serio? Voy a ir a ver…

Emma sale.

Sofía.

¿Por qué me dijiste eso allá?

92


Selva.

¿Qué cosa?

Sofía.

Lo del bebé.

Selva.

¿Por qué vos dijiste que es tuyo?

Sofía.

No sé.

Selva.

Porque le dijiste a Esteban: “no me grités que estoy embarazada…”.

Sofía.

No sé… Me pareció que… habías dejado ese test a la vista de todos… Fue sin querer, ¿o no? Sentí que tenía que cubrirte. ¿Me vas a decir de quién es? ¿Lo vas a tener acá? [Pausa.] Si vos querés, yo te ayudo. [Pausa.] A cuidarlo. Si vos me dejás… Si vos me dejás yo me lo llevo, para cuidarlo, y te venís vos… si querés… Si no, no. Te quedás acá y… vas a verlo… si querés.

Emma ingresa nuevamente.

Emma.

Bueno. Me parece que es él. Ya llegó. Estaba estacionado. Con las luces apagadas. ¿Qué pasa?

Sofía.

Nada… que… Nada…

Emma.

¿Qué? Estaban hablando de mí.

Sofía.

No. Es que…

Emma.

Ve, ya está con miedo la opa.

Sofía.

¡Y sí! No me gusta este lugar, nunca me gustó… Deberíamos modernizarlo un poco, cambiar cosas… Me asusta. Fue un error haber venido… Eso.

Emma.

No seas opa. Vamos a estar bien, te lo prometo. Dame un beso. Te queda hermoso ese vestido. Estás nerviosa.

Sofía.

No… Sí, no… Estoy… mareada.

Emma.

Te traigo algo. Un vaso de agua, algo.

Sofía.

De lechecita, prefiero.

Emma.

Viste que era acidez.

Sofía.

[A Selva.] ¿Me podés convidar un vasito de leche, por favor?

93


Emma.

Te sirvo yo, vos quedate tranquilita. [Mientras desaparece en la cocina.] ¿Hay leche, Selva? Sí, ya vi… ¿Por qué dijiste eso, Selva? Eso, de que va a pasar algo malo.

Selva.

El aire está feo.

Sofía.

En eso tenés razón, en eso tiene razón, ¿o no?

Emma.

[Desde la cocina.] En eso tiene razón.

Sofía.

No es un treinta y uno de diciembre como todos. Está raro. Debe ser por eso que… esto acá… Sí, debe ser por eso. Dejá nomás la leche, Tita.

Emma.

[Apareciendo desde la cocina con un vaso con leche.] Ya serví, ahora tomá.

Sofía.

No quiero, tomá vos.

Emma.

Yo tampoco. La tiro, entonces.

Sofía.

¡Cómo la vas a tirar!

Selva agarra el vaso con leche y se lo toma. Suena el teléfono.

Emma.

No atiendas, Selva. Si es importante va a volver a sonar.

Emma se dirige hacia la puerta. Espera. El teléfono se corta. Pausa larga. Sofía canta bajito.

Emma.

¿Qué cantás?

Sofía.

Una canción que se me pegó… ¿Qué hacés?

Emma.

Espero.

Sofía.

¿Qué?

Emma.

Y a que entren… Hace no sé cuánto que están afuera… ¿Qué hora es?

Sofía.

Como las diez deben ser. ¿Te querés ir a fijar, no?

Emma.

Sí, pero por el otro lado.

Emma sale, pero por el otro lado.

94


Escena 4: El sacabocados

El teléfono suena. Selva va a atender. Selva.

[Selva en el teléfono.] Hola. Hola… Sí, sí. [Pausa.] No puede ser… Hola…

Golpean la puerta. Selva cuelga el teléfono sin querer: se atonta, no sabe si contestar el teléfono o la puerta… Selva va a atender, abre la puerta.

Selva.

Pasá, pasá…

Entra Ciro.

Ciro.

Permiso… Hola…

Sofía.

¿Ibas para allá?

Ciro.

Sí, derecho.

Sofía.

¿Llegaste bien?

Selva.

Sí.

Sofía.

[Sorprendida.] Hola. A vos te estoy preguntando, ¿llegaste bien?

Ciro.

Sí, el viaje es… pero sí. De día debe ser más lindo, ¿no? Porque de noche en la ruta todo es igual.

Entra Esteban, rápido, como violento, con una escopeta. Intenta colgar la escopeta en la pared, Selva lo ayuda.

95


Selva.

[Por lo bajo.] Esteban, ¿qué hiciste?

Esteban. Nada… Selva.

[Por lo bajo.] Cuando fuiste a cazar… ¿Qué hiciste?

Sofía.

¿Qué pasa, Selva?

Esteban. Bueno… hubo un… accidente en la ruta. [Pausa.] Un auto, se estampó contra un árbol. Estaban metiendo un cuerpo en una bolsa, un muerto… Ciro.

Es verdad, un auto chocó contra otro auto y se estrelló contra un árbol.

Sofía.

Debe haber sido recién porque yo no lo vi.

Esteban. Irías dormida… Sofía.

No, no.

Ciro.

Sí, lo mismo ya estaba la ambulancia…

Esteban. Y los policías y todo ya… Ciro.

Parece que el tipo iba rápido, se agachó, buscó el celular, lo agarré, se fijó si había señal, se distrajo y el auto comió un poco la banquina y se fue rozando todo lo que… ¿cómo se llama?

Sofía.

¿Y la banquina no es eso?

Ciro.

No, no…

Esteban. ¿Esos hierros al costado de la banquina, decís vos? Ciro.

Sí, esos.

Esteban. No, no sé, no me acuerdo cómo se llaman…

Emma ingresa a escena, reacciona un poco extraño ante la presencia de Ciro.

Emma.

Me quedé encerrada, se me salió… [A Ciro.] Hola… [De nuevo al resto.] El picaporte.

Ciro.

Hola.

Emma.

Tuve que salir por la ventanilla de mi lado.

Selva.

¿Dónde está el picaporte? ¿Dónde está…?

Emma.

Acá está, acá está el picaporte, tomá…

96


Pausa. Esteban intenta acercarse a Emma para recomponer el vínculo por su actitud de hace un rato. Emma y Esteban tienen una pequeña conversación por lo bajo.

Esteban. Las cosas… los… lo que va al… Emma.

¿Qué pasa? ¿Qué me estás preguntando?

Esteban. Cómo se llaman… esos hierros al costado de la banquina… Emma.

¡Qué sé yo cómo se llaman, dejame en paz…!

Esteban. Perdoname…

Pausa.

Ciro.

Bueno, ya que no nos van a presentar me presento…

Esteban. ¡Guarda rail, era! Ciro.

¿Qué?

Esteban. Guarda rail se llaman los hierros al costado de la banquina, creo, no sé, no estoy seguro. Guarda rail era. ¿No, chiquitita? Emma.

[Enojada.] ¿Qué?

Esteban. Los hierros al costado de la banquina… Emma.

[Enojada.] Guarda rail se llaman, sí.

Esteban. Perdoname…

Pausa.

Ciro.

Bueno, ya que no nos van a presentar me presento.

Sofía.

Qué horror… Disculpá, Ciro, me quedé pensando… Uno está preparado para la muerte, ¿no? Para la propia, digo…

Esteban. No pensés en eso… Sofía.

Esperá. O para la de los otros… Pero ¿cómo hace uno cuando es de golpe y en una fecha así? ¿Cómo? La fecha es… Cuando termina el año todos hacemos un balance, 97


¿no? De lo que hicimos, de lo que quedó por hacer… Emma.

En qué nos equivocamos…

Sofía.

Eso, y aparecen las personas que nos acompañaron, pero inevitablemente también esas personas que no están más. Al armar la mesa el dolor de antes se mezcla con las cañitas voladoras de ahora, y no se sabe cuándo el dolor es más dolor.

Emma.

[Irónica.] Hablás como un libro, Sofía.

Sofía.

Qué chocante que sos. Lo que quería decir es que seguramente morir en diciembre es mucho más terrible que… simplemente morir.

Emma.

Seguís hablando como uno de tus libros.

Sofía.

Y vos seguís siendo la misma chocante de mier… coles.

Pausa.

Ciro.

Yo soy Ciro…

Selva.

Yo Selva, ella es Tita…

Ciro.

[Interrumpiendo.] ¿Tita?

Emma.

Sí, Tita.

Esteban. Por chiqui-tita, se lo puse yo. Sofía.

Pero se llama Emma y se lo puse yo.

Selva.

¿Y vos, cómo era?

Ciro.

Ciro.

Selva.

¿De Cirilo?

Ciro.

¿Cómo?

Selva.

Si de Cirilo.

Ciro.

No… Ciro de Ciro. Me llamo así.

Sofía.

Como Andrés.

Ciro.

Sí.

Esteban. ¿Qué Andrés? Ciro. 98

Andrés Ciro Martínez. Decí que a mí me encantan…


Sofía.

¡A mí también!

Emma.

Es una lástima que se separaron.

Ciro.

Sí, es una lástima.

Selva.

¿Tomás algo, Andrés?

Sofía.

No se llama Andrés.

Ciro.

Sí… ¿qué hay?

Sofía.

Se llama Ciro. No sé… ¿a ver qué querés?

Ciro.

Si no me dicen qué hay…

Sofía.

Bueno, pero nos tendrías que decir vos primero qué querés…

Ciro.

¿Así ustedes me dicen si tienen?

Emma.

[Cortante.] Hay agua, ¿te va?

Selva.

Café también hay, Emma…

Emma.

Hay café.

Selva.

Y té…

Emma.

Y té.

Esteban. Yo traje un vino en el auto, dos… Emma.

¡Y ahora hay vino también!

Ciro.

Si quieren lo abro.

Selva.

[Exaltada.] ¡No, no, no!

Sofía.

[Tratando de cubrir el exabrupto de Selva.] Lo que pasa es que… a ella es a la que le gusta abrir… Descorchar sería… la botella. Sacar el corcho, digamos. Con el… ¿cómo es? Sacacorchos.

Emma.

Sacabocados iba a decir, no sé por qué.

Ciro.

Bueno…

Pausa.

Emma.

Me quedé con la duda… ¿Qué es el sacabocados?

Pausa. 99


Selva.

Abrila vos, si querés. No voy a armar un escándalo por no abrir una botella de vino.

Pausa.

Ciro.

Bueno… Voy a buscarla.

Esteban le da las llaves del auto a Ciro. Ciro sale. Pausa. Ciro ingresa.

Ciro.

Abro una nomás, ¿no?

Selva.

Sí, una.

Ciro.

La otra la abrís vos… así… estamos…

Selva.

Abrila, por favor, no voy a armar un escándalo por no abrir una botella…

Ciro.

Bueno…

Ciro sale. Pausa. Selva se le va encima a Esteban.

Selva.

¡Te das cuenta, ¿no?!

Esteban. ¿No era que no ibas a armar un escándalo? Sofía.

No seas así, Esteban, si te está cubriendo…

Esteban. ¡Qué cubriendo! Sofía.

¡Sí, cubriendo, si tuvimos que decir…! [Grita de los nervios.]

Esteban. ¡Dejen de romper las bolas ya! No me va a pasar nada. ¡Tanto insistieron con que vaya a ese lugar, tanto insistieron…! “Andá a ese lugar, andá a ese lugar”, decían. ¡Vos me decías! Sofía.

¿Y fuiste?

Esteban. Sí. Sofía. 100

¡Pero te trajiste un vino!


Esteban. ¡Dos! Para ustedes… Sofía.

¿Fuiste de verdad?

Esteban. Sí.

Pausa.

Sofía.

Estoy muy orgullosa de vos…

Emma.

Qué falsa…

Sofía.

¡Qué! Yo le creo…

Emma.

Si sos vos la que dice siempre: “¡Cómo toma Esteban! ¡Esteban no cambia más! ¡A Esteban, qué vergüenza, le dieron de baja la matrícula por culpa del chupi! ¡Esteban se toma todo, Esteban no deja ni el agua de los jarrones de las flores…!”

Sofía.

¡Emma! ¿Qué te pasa?

Pausa.

Emma.

[Por lo bajo.] Esteban se chupa y quiere besarme…

Sofía.

Emma…

Entra Ciro.

Ciro.

No lo abrí al final. No tenía el… sacabocados… [Pausa.] Un chiste. El sacabocados es otra cosa. Es… un instrumento que tiene la… ¿cómo sería?… la… boca, hueca y los bordes así como… filosos y sirve…

Emma.

[Interrumpiendo.] Para taladrar, presionando.

Ciro.

Sí, eso. ¿Interrumpo?

Emma.

Era un chiste.

Ciro.

Sí, eso. Un chiste.

Emma.

Lo que dije de Esteban.

Esteban. Era mentira. Emma.

Era… mentira, perdón. Perdón, perdón. 101


Escena 5: Los tapones

Sofía.

[Tratando de recomponer la situación.] Perdón a todos. Disculpá, Ciro, en esta familia… nos decimos…

Ciro.

Todo bien…

Sofía.

Cosas horribles. Bueno… tengamos la fiesta en paz, entonces. Ahora vamos a comer y… como dice Ciro, todo bien…

Ciro.

En armonía…

Sofía.

En armonía. [A Ciro.] ¿Vos sabés algo de electricidad?

Ciro.

No, pero qué hay que hacer

Sofía.

Son esas luces de acá, vení, no prenden.

Sofía y Ciro desaparecen en la cocina. Ciro se pone a trabajar, parado sobre una silla arriba de una mesa, tratando de llegar a la araña que cuelga del techo.

Emma.

Hace justo un año que no venía acá. La casa se te cae encima.

Esteban. Bueno che… Es una casa antigua. Emma.

[A Sofía.] ¿No fuiste a ver el fondo?

Sofía.

[Desde la cocina.] En su época fue una casa muy linda.

Emma.

En su época. El fondo te tapa, te tapa.

Sofía.

[Desde la cocina.] ¿Qué?

Emma.

Que a vos te tapan.

Sofía.

[Desde la cocina.] ¿Qué cosa?

Emma.

Los yuyos, que a vos te tapan los yuyos.

Esteban. Y bueno, tendríamos que sacarlos, que cortarlos, arrancarlos de raíz como se dice acá en el campo. [Con tono 102


gauchesco.] “Se lo arranco de raíz, Don Zoilo”. Si no se hace imposible cruzar y pasar… ¿cómo es? [Acercándose a Emma.] Selva.

El alambrado.

Emma.

[Por lo bajo a Esteban.] No me toqués…

Esteban. No, la, perdón… Lo que separa la casa con el otro lado, ¿cómo es? Selva.

El alambrado.

Esteban. Sí, eso, lo que separa.

Selva se dirige al sector de la cocina, que cada tanto se ilumina por las luces que pretenden ser arregladas.

Sofía.

[Desde la cocina.] ¿Qué buscás, Selva?

Selva.

Un machete.

Esteban. ¿Qué busca? Sofía.

[Desde la cocina.] ¿Para qué un machete? ¡¿Qué vas a hacer?! ¡No empieces!

Emma.

[Riendo.] Un machete busca…

Ciro.

No me suelten la silla, ¿eh? Me caigo sino.

Emma.

Se siente culpable por dejar la casa así y quiere cortar los yuyos del fondo nomás. ¿No, Selva? ¿O estás por matar a alguien? Está por matar a alguien y apilarlo junto a las palomas que va matando.

Selva.

Yo no mato a las palomas.

Emma.

¿Ah, no?

Esteban. Dice que vienen acá a morirse. Emma.

¿Ah, sí?

Esteban. Que se mueren solas. Emma.

¿Ah, sí? De un infarto.

Selva.

No sé. Les gustará venir a morirse acá.

Emma.

Qué imaginativa…

Selva.

De algo feo que está en el aire o algo, no sé… 103


Emma.

Que… signo tan fuerte, Selva. “Unas palomas se mueren de la nada”. Podrías ser escritora y hacerle la competencia a Sofía.

La luz se corta, los tapones saltaron. Grito de Sofía.

Ciro.

¡Uy…! ¡Perdón! Es que toqué…

Emma.

¡Qué tarado!

Sofía.

[Desde la cocina.] ¡Emma! El chico está ayudando… Prendan unas velas que andan por ahí. [A Ciro.] ¿Estás bien? ¿Te dio la corriente? [A Selva.] ¡Y vos dejá de revolver esas cosas, por favor!

Ciro.

Sí, me dio, pero estoy bien.

Selva.

[Mientras va saliendo hacia el fondo de la casa.] ¡Vení, Esteban, ayudame! ¡Traeme una linterna, algo!

Esteban toma una linterna y está a punto de salir hacia el fondo.

Sofía.

[Desde la cocina.] Quedate ahí, no le vas a apañar la cortada del pasto a aquella otra.

Esteban. [Iluminando con la linterna.] Si no lo hago yo, lo vas a hacer vos, o cualquier otra, ya le digo algo yo y la calmo… Sofía.

[Desde la cocina.] No lo voy a hacer, ni vos tampoco ni cualquier otro. Nos vamos a quedar acá, el chico va a arreglar la luz… y todo… bien.

Ciro.

En armonía…

Sofía.

Eso, en armonía.

Ciro.

¿Me iluminarías acá, por favor?

Esteban. Sí. [Iluminando con la linterna.] Ciro.

¡A los ojos no!

Texto superpuesto.

104


Ciro.

Me estás encandilando, no me dejás ver…

Sofía.

Lo estás encandilando, no lo dejás ver…

Corta texto superpuesto.

Selva.

[Desde afuera.] ¡¿Esteban, me traés o qué?!

Ciro termina de arreglar el tema de la electricidad.

Ciro.

Ya está acá. Ahora deberíamos ir a ver los tapones que saltaron. ¿Dónde están?

Sofía.

¿Querés que vayamos a ver? Esteban, yo voy a ir con él, así le indico el temita de los tapones. ¿Dónde están?

Esteban. Decile a Selva que te indique. No toqués nada vos, Sofía, ¿eh? Ciro.

Me fijo yo, quedate tranquilo…

Sofía y Ciro se dirigen a la puerta. Mientras van saliendo:

Sofía.

No vaya a ser que me muera… Seguí derecho, derecho por acá…

105


Escena 6: La estrella fugaz

Tanto a Esteban como a Emma se los nota incómodos, nerviosos. Emma.

Ya está, no me mirés con esa cara… Ya está. Tratá de no tomar más, parecés un nene, Esteban.

Esteban. Bueno… Emma.

¿Qué?

Esteban. Él es el nene. Es muy chico, Tita… Emma.

¿Y qué?

Esteban. Y no me gusta. No me gusta que mi hermana tenga una… no sé cómo decirle… Emma.

Una historia…

Esteban. Sí… una historia con alguien tan chico, o más chico que ella o lo que sea. Eso no va a funcionar.

Pausa.

Emma.

Estás hablando de Sofía…

Esteban. Sí. Emma.

Ella necesita alguien que la cuide, ¿o no? Alguien que la quiera, que esté atento por si le pasa algo, por si empeora… Ahora la vemos bien, pero acordate hace un mes…

La luz vuelve a la casa.

Emma.

La luz… qué bueno… ¿Vos preferís que esté sola?

Esteban. Prefiero la chica que pinta, no, no sé… No. En unos meses 106


vamos a estar encima de ella prácticamente, casi completamente todo el tiempo. Emma.

¿En unos meses?

Esteban. Sí, Tita, ya te conté todo la otra noche. Emma.

No me dijiste nada, Esteban.

Esteban. Sí, que antes de venir para acá hablé con mis… colegas serían, ¿no? Emma.

Sí, colegas, colegas… ¿Y?

Esteban. Con los que… bueno… Emma.

Con los que la están tratando, ¿y?

Esteban. Y eso… Por eso insistí tanto en que vengan, esta va a ser una de las últimas veces en las que vamos a estar todos juntos. En unos meses el cuerpo no le va a dar más, está muy avanzado ya… Emma.

Con más razón entonces. [Pausa.] ¿Y ella sabe…? Digo, ¿vos preferís que tu hermana se quede para vestir santos o que encuentre el amor o una compañía o lo que sea en…?

Esteban. ¿Vos? Emma.

¿Qué prefiero? Bueno, yo prefiero que mi hermana sea feliz como se le cante los últimos meses de su vida, con un varón, una mujer o con quien sea.

Esteban. ¿Pero para qué mierda se queda embarazada? Emma.

¡Y que no se metan en sus decisiones! Eso prefiero. Ni en las mías. Porque ya soy grande yo, ¿sí? Y en este momento parece que soy la más grande.

Esteban. Sí. Emma.

Entonces ¿por qué lo trajiste? ¿Cómo te convenció? No entiendo… ¿De dónde lo conocías?

Entra Selva con un montón de yuyos que acaba de cortar.

Selva.

Si están hablando de Sofía, viene para acá.

107


Entra Sofía, mientras Selva sale de la casa llevándose a la calle los yuyos cortados para volver a entrar casi inmediatamente.

Sofía.

[Refiriéndose a las luces.] ¿Y qué tal? Selva lo arregló. Nos saltaron unos vidrios a la cara, ¿unos vidrios? Unas chispas quise decir. Me asusté. Pero estoy bien. Vimos una estrella fugaz recién. Ah, y una tortolita pegada a los cables de arriba. Capaz que por eso fue lo de… ahí… Yo pedí un deseo, él no pidió nada. Él no cree en esas cosas, dice que son estupideces que inventa la gente que no tiene otra cosa mejor que hacer que inventar estupideces. Pero yo no, yo… creo que es lindo creer en eso, tener como… no sé… un poco de… fe… en algo, aferrarse a algo aunque sea un poco tonto, no sé… Me deprimí…

Selva.

¿Por qué? No llorés, Sofía. Andá afuera de nuevo, capaz que pasa otra y pedís no deprimirte nunca más en la vida. Yo te acompaño. Vení…

Sofía.

¡Soltame! No me tratés como a una estúpida delante de la gente.

Esteban. Somos tus hermanos, Sofi… Sofía.

Mis hermanos que me tienen pena. Estaban hablando de mí, les conozco las caras.

Esteban. No, Sofi… Sofía.

Sofi, Sofi, Sofi, nunca me dicen Sofi. [A Selva.] Que vaya ella, andá vos, quedate media hora a ver si pasa alguna y pedí ya sabés qué…

Selva.

No, no sé qué pedir.

Sofía.

¡Y yo tampoco sé qué pedir, qué quieren que pida, qué quieren que pida! ¡No puedo pedir nada! ¡Nada! ¡Ya no tengo ni tiempo de pedir nada!

Ingresa Ciro.

Ciro.

Eh… ¿Qué pasa…?

Emma.

Nada, Ciro, nada, no te metás.

108


Pausa.

Ciro.

Afuera está estrelladísimo, recién vimos…

Sofía.

Una estrella fugaz, ya lo conté yo, perdón, no sabía que ibas a querer contarlo vos.

Ciro.

Todo bien…

Pausa.

Selva.

Justo íbamos a ver si pasaba otra.

Sofía.

Selva iba a ver.

Sofía sale.

Selva.

Sí, yo.

Ciro.

Así pedís un deseo…

Selva.

No, yo no creo en eso… son… estupideces que inventa la gente que quiere tener fe en algo…

Ciro.

Yo sí.

Selva.

¿Ah, sí?

Ciro.

¡Y sí! Ya que estoy me tiro una taba y capaz se me cumple.

Selva.

Sí, ¿no? Bueno… voy a ver si me tiro una taba, como decís vos, y se me cumple. De paso me voy a fumar esto que me regalaron hace mucho…

Ciro.

¿Te puedo acompañar?

Selva mira a Emma como pidiendo autorización: Emma aprueba. Salen Selva y Ciro.

109


Escena 7: El extraño en la casa

Emma.

¿Desde cuándo Selva fuma hierba?

Esteban. No sé… se lo debe haber dado Sofía. Emma.

Bueno, si le hace bien, que fume. Por Sofía, lo digo.

Esteban. ¿Ustedes están bien? Emma.

El que no está bien sos vos. ¿Para qué nos hiciste venir?

Esteban. Iba a ser la última vez que estuviésemos… Emma.

¿Y por qué lo trajiste? ¿Cómo te convenció, no entiendo…? ¿De dónde lo conocías?

Esteban. No sé de qué me estás hablando… Emma.

De Ciro.

Esteban. Qué sé yo… No lo conocía yo, o sea: no lo conozco. Emma.

Pero viniste con él.

Ingresa Sofía.

Esteban. No. Sofía.

Dijiste que lo trajiste en el auto…

Emma.

¿Podrías por una vez en la vida dejar de escuchar detrás de la puerta?

Esteban. Nunca dije eso. Sofía.

Emma dijo que lo trajiste vos en el auto.

Esteban. ¡¿Qué inventás?! ¡Yo no vine con él! Sofía.

¿Y quién es este chico?

Esteban. Qué sé yo.

110


Sofía.

¿A vos no te pareció raro ver a un extraño metido en nuestra casa?

Esteban. ¡Y qué sé yo! Sofía.

¡Podría ser un loco asesino que viene a matarnos a todos y vos como si nada!

Esteban. Pensé que era ese novio tuyo del vestido. Sofía.

¡Qué novio, qué vestido!

Esteban. Bueno, el tipo que te hizo el hijo, che. Sofía.

Sos un bruto.

Esteban. Pensé que había venido con vos… Me cansan loco… Sofía.

¿Sabés qué? Me acordaría, ¿o no? Si hubiera venido conmigo, me acordaría… ¿O no? [Pausa.] Yo pensé que había venido con vos, y me alegré, lo traté bien, me acerqué, hasta me fui al fondo con él, qué terror tengo. Tanta mina dando vuelta cada año, pensé, bueno, se consiguió un pibito, a lo mejor ser puto le dure un poco más.

Esteban. Callate la boca, tortillera de mierda… Perdón.

Selva entra junto con Ciro, drogados, tentados.

Sofía.

¿Dónde está el chico?

Esteban. [A Sofía.] Perdoname… Sofía.

[A Esteban.] No me hablés nunca más. [A Selva.] El chico…

Selva.

[Riendo.] ¿Qué pasa?

Sofía.

Pasa que este chico no vino con Esteban.

Selva.

¿Ah, no? [Risas.]

Ciro.

No. Pero yo nunca dije que vine con él. [Risas.]

Esteban. ¡Y yo tampoco dije que vine con vos, pendejo! Ciro.

Emma…

Pausa.

111


Sofía.

[A Selva y Ciro.] ¿¡Qué se ríen?!

Esteban. [Señalando a Emma.] Vino por ella.

Pausa.

Emma.

Los presento: Sofía, Ciro; Ciro, Sofía. Bueno, y Esteban y…

Ciro.

Sí, sí, ya los conozco.

Pausa.

Esteban. Perdoname, Sofía, no quise decir eso. Emma.

[A Selva y Ciro.] ¿Pueden dejar de reírse los dos? [A Ciro.] Era lo último que te faltaba.

Pausa un poco más larga.

Emma.

Bueno… ¿Y hasta cuándo vamos a estar en este silencio mortuorio?

Selva y Ciro se ríen.

Sofía.

Sos… especial para las metáforas, ¿sabías?

Emma.

Perdón.

Selva y Ciro vuelven a reírse. Pausa.

Sofía.

[A Esteban.] Lo dijiste con una bronca… con una vergüenza… Me quiero ir. Selva, ayudame.

Emma.

Esteban, pedile perdón.

Sofía.

Ustedes creen que arreglan todo con “perdón”, y no es así, no es así. Son malos, egoístas, dicen las cosas más feas y las palabras que más duelen, total, somos hermanos, nos digamos de todo si lo mismo vamos a estar juntos siempre, y no es así. Selva, ayudame, me voy.

112


Emma.

[Explotando pero tratando de disimularlo, a Ciro.] ¡Te pedí por favor que no vengás! ¡Por favor que no me sigas! ¡Que quería estar sola! ¡Resolver mi vida sola! ¡Sos un chico, Ciro, un nene y un enfermo! ¡Dejame vivir! ¡Me asfixiás!

Esteban. Te voy a pedir que te vayas. Ciro.

¡¿Qué me tocás?!

Esteban. Te estoy pidiendo amablemente que te vayas. Ciro.

Eso no es amable, puedo irme solo, ¡soltá!

Esteban. ¡Bueno, salí…! Ciro.

¡Quiero mi mochila…! ¡Dejame pasar!

Emma.

¿Qué hacés?

Esteban. ¡¿A quién le decís?! Emma.

¡A vos, a él, a los dos!

Ciro.

Yo, me estoy por ir.

Emma.

Vos no te vas a ningún lado, vos te quedás acá. Ya está. No vas a pasar el año nuevo en la ruta. Soltalo, Esteban. [A Sofía.] ¡Y vos dejá de joder con la marihuana que para eso están los remedios y todo eso, y no te vas a ningún lado! Selva, poné la mesa. Vamos a comer, y todo bien, en armonía. Soltalo, Esteban, ¿qué hacés?

Esteban. Mierda, che… No hay poronga… [A Ciro.] Disculpame… [Busca el nombre.] Ciro.

Todo bien…

Esteban. Ciro, ¿no? Vamos a comer, che.

113


Escena 8: La cena

El aire podría cortarse con un cuchillo. Guardar las apariencias y tratar de que todo siga normalmente es tarea de todos. Sofía.

Tendría que hacer tirar esa pared, hacer un gran ventanal para que entre el sol todas las mañanas. Y acá cambiar todas las alacenas y poner unas más modernas que vi en esta revista, tomá, hojeala. [Le da una revista a Emma.] Bueno… Vamos a comer.

Comienzan a preparar la mesa: el mantel, los platos, los cubiertos, etc. Lo que sucede a continuación va acompañado de estas acciones hasta que llegan a sentarse alrededor de la mesa.

Esteban. Compré unos fuegos artificiales, si quieren, después los tiramos. Ciro.

Acá se deben ver mejor que en la ciudad, ¿no?

Emma.

Si los compraste en el pueblo deben estar vencidos.

Sofía.

Y también tendríamos que sacar esas escopetas inmundas de ahí y…

Ciro.

[Acercándose a las escopetas.] Qué hermosas, ¿puedo?

Esteban. Sí. ¿Te gusta cazar, pibe? Ciro.

Nunca me casé, ¿eh…? Un chiste. Pero me voy a casar… Otro chiste.

Emma.

[Irónica.] Él es muy gracioso. Me hace matar de la risa.

Ciro.

A mí me gustaría, me parece.

Esteban. ¿Casarte? Es chiste. Ciro. 114

Sí, y aprender a cazar.


Emma.

Otro chiste.

Esteban. Desde el principio del mundo, la caza fue parte… consustancial en la vida del hombre, ¿me entendés? Y a medida que pasaron los años se encontró que esa actividad funcionaba como… a ver, que era un modo de canalizar el estrés, y se dejó de lado lo que sería su… raíz primitiva. Eso es lo que nosotros estamos haciendo ahora, viene un grupo de gente… Ciro.

Y los llevan a cazar.

Esteban. Claro… los llevamos a cazar. Córdoba es la mejor región para practicar tiro al vuelo. La caza de la paloma se da todo el año. El cielo se oscurece, ya vas a ver mañana… ¡El chico se queda a dormir! [Pausa.] ¿En qué estaba? Ciro.

En lo del cielo… que se caen las palomas…

Esteban. Eso, se oscurece de palomas el cielo, una plaga. Y no hay límite, ¿eh? El límite lo tiene uno, vos, yo, el cazador, digamos. Estamos en el lugar del mundo en donde se pueden disparar los tiros que uno quiera. Sofía.

Lo está asustando al chico.

Ciro.

No, está buenísimo.

Esteban. Mañana viene un grupo y vamos a cazar. Selva.

Mañana es año nuevo, Esteban, no viene nadie.

Esteban. Pasado, entonces, unos jubilados… Emma.

Lo mismo cada vez hay menos, Selva se está encargando de exterminar la plaga.

Sofía.

Quiero poner un cuadro de Clarita ahí. Modernizar un poco más la casa, y esta puerta… no sé… [Prestando atención a la revista que hojea Emma.] Ahí están, esas son las alacenas, ves qué lindas, mostrale a Selva.

Selva.

A ver…

Sofía.

¿Qué dicen ustedes? ¿Agrandarla? Papá siempre me asustaba, aparecía por esa puerta disfrazado de… de cualquier cosa y me asustaba.

Selva.

[Por lo bajo.] ¿Quién es Clarita?

Emma.

[Por lo bajo también.] Una…“amiga” de ella, una artista… 115


Esteban. [Fuerte para que Sofía escuche.] Plástica, artista plástica, que pinta cuadros, Selvita, unos cuadros hermosos. A mí me cae muy bien Clara, Clarita… Sofía. Sofía.

Cuando la luz se cortaba había que estar atento… Hay ruidos que son del campo, se escuchan las vacas y eso… El fósforo de los huesos se ve incandescente…

Emma.

¿Y qué me contás a mí? Criada en el campo…

Sofía.

[A Ciro.] Uno está solo, alejado, la cabeza va a… Pero hay ruidos que no, que son de la casa, que los escuchabas y ahí… ¡Papá, disfraz!

Emma.

¿Podés dejar de hablar de papá? Se te va a aparecer… Si seguís hablando de los muertos, los muertos se te quedan. ¿O no, Esteban?

Esteban. ¿Qué? Emma.

Que los muertos se quedan.

Selva.

[A Ciro.] Sentate allá, mirá.

Emma.

Al lado de papá. [Se ríe.]

Ciro.

[Se ríe.] Qué graciosa… gracias.

Selva.

¿Vamos a comenzar?

Emma.

Sí.

Sofía.

¿Qué pasa, Selva? Sentate.

Selva.

El año nuevo levanta a los muertos más muertos y los sienta a comer en la mesa.

Emma.

[Por lo bajo.] No te digo que esta de creyente pasa a macumbera ya.

Todos sentados alrededor de la mesa. Hay comida, bebida, pan, el arbolito de navidad. Sofía dirige una mirada a Esteban, que la esquiva.

Sofía.

Dale.

Esteban. No… Sofía.

116

Te perdono si hacés eso. Dale, Esteban. [Golpeando una copa con una cucharita.] Esteban quiere agradecer…


Esteban. Bueno, quisiera… agradecer, si no les molesta. Sofía.

No, ¿no? No nos molesta.

Esteban se levanta de la mesa y trae el libro,“Sólo por hoy”.

Emma.

[Irónica.] ¿No te molesta, no, Ciro? Que mi hermano quiera agradecer en la mesa…

Ciro.

No, claro, no me molesta…

Esteban. [Lee.] “Treinta y uno de diciembre. Trabajar con los demás es sólo el comienzo del…”. Voy a ir al “Sólo por hoy” directamente, acá está. [Lee.] “Sólo por hoy. Buscaré oportunidades para prestar mis servicios…”. No, prefiero esta, la del treinta. [Lee.] “Sólo por hoy. Mi recuperación es demasiado valiosa como para tener solo deseos respecto a ella. Hoy es un buen día…”. Sofía.

¿Y no importa? Que sea de otro día, digo… ¿No importa?

Esteban. No… [Sigue leyendo.] “Es un buen día para la acción y…” Emma.

[Buscando pelea.] No te rías, boludo.

Ciro.

No me río.

Esteban. Que se vaya a la mierda. Ciro.

No me río, ¿eh?

Esteban. Comamos.

117


Escena 9: Los deseos

Comienzan a comer. Ciro.

Ya van a ser las doce.

Selva.

Acá…

Ciro.

Sí, obvio…

Selva.

Ah…

Ciro.

¿Por qué dice “ah”…?

Sofía.

Porque en otro lado del mundo, en otro lugar, lejos, ya es otro año. En China, por ejemplo.

Ciro.

Ah…

Selva.

¿Por qué dice “ah”?

Todos ríen.

Ciro.

Porque no me di cuenta de eso. Me acabo de dar cuenta, quiero decir. [A Sofía.] Que me hiciste dar cuenta vos. Tendría que haber llamado a alguien.

Emma.

¿A quién?

Ciro.

Lo mismo no sé ni dónde tendría que llamar.

Sofía.

Y acá viste que no hay señal.

Emma.

¿A quién? [A Esteban.] Servime de eso…

Ciro.

Porque encontraron a mi papá, en el norte.

Emma.

Pensé que tu papá estaba muerto.

Ciro.

Yo también. Tengo miedo de que sea alguien que quiere aprovecharse de mí.

118


Emma.

¡¿De qué?! Si no tenés dónde caerte muerto, Ciro.

Sofía.

Emma…

Emma.

Si es verdad, si este se muere no hay nadie que lo reclame.

Ciro.

Pero me parece que es verdad, sabe muchos datos míos…

Texto superpuesto.

Selva.

Y hablaste con él… es su voz…

Ciro.

Y hablé con él… es su voz…

Corta texto superpuesto.

Ciro.

Sí, si este tipo es mi papá… tengo que verlo…

Sofía.

Nosotros también tenemos los padres muertos.

Selva.

Y si te está llamando…

Ciro.

Tengo como… ganas de verlo…

Selva.

Tenés que ir…

Sofía.

¿Y si pedimos deseos como cuando éramos chicos? Llenen sus copas. Pedimos y tomamos.

Esteban. Bueno… yo deseo… Sofía.

No. Vos no, Esteban.

Selva.

Yo tampoco, yo afuera. Prefiero esperar que pase una estrella fugaz y me haga olvidar todo.

Selva sale.

Sofía.

Mi deseo es de… no sé, de…

Emma.

El mío, entonces.

Sofía.

Arrojarme diferente a la vida, o a la muerte, no sé. De estar sola en la ruta, haber hecho mi valijita con casi nada y salir a pedir auxilio, o… algo, que me salve de esta angustia que tengo… Y hacer dedo y que el auto de un desconocido me levante. 119


Emma.

¿Varón o mujer?

Sofía.

Varón. Y hablar de cosas sin importancia, y de pronto meterle la mano en la bragueta…

Esteban. ¡Sofía! Sofía.

¿Qué?

Emma.

Es un deseo nada más… seguí.

Sofía.

Y ahí… jugar con su pito, con asco, y sin saber muy bien por qué estoy haciendo eso…

Emma.

Bueno, Sofi, ya…

Sofía.

Y pedirle que acelere, más y más, y cada tanto sacar la cabeza por la ventanilla y que el aire me golpee fuerte la cara, y no dejar de tocarlo hasta que acabe, en mi mano…

Emma.

Qué asco…

Sofía.

Y el asco… [Pausa.] Y esas luces que vienen de frente…

Emma.

¿Con quién viniste? [Pausa.] Ciro…

El teléfono suena.

Esteban. Un buen momento para que el teléfono suene.

Pausa.

Emma.

Ciro…

Ciro.

¿Escuchaste?

Emma.

Ciro, atendé…

Sofía.

Es tu celular, ¿no?

La luz se corta en el sector de la cocina. Todos se sobresaltan. Selva ingresa a la casa y va a atender el teléfono, que sigue sonando.

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Escena 10: El capricho de los muertos

Selva.

[Al teléfono.] Hola. Hola… Sí, sí. [Pausa.] No puede ser… Hola…

Golpean la puerta. Selva cuelga el teléfono. Abre la puerta. Entran Ciro, que se lo ve como atontado, y Esteban.

Selva.

[Por lo bajo.] Esteban, ¿qué hiciste?

Esteban. Nada… Selva.

[Por lo bajo.] Cuando fuiste a cazar, ¿qué hiciste?

Esteban. ¿Qué pasa, Selva? Selva.

Hubo un accidente en la ruta, eso pasa.

Esteban. Yo conté eso… Selva.

No me contaste eso… Dijiste que no habías cazado nada.

Selva va a la cocina. Enciende la luz. Emma y Sofía en la mesa; Ciro, de pie, sigue atontado.

Selva.

¿Qué significa esto?

Esteban. ¿De qué hablás, Selvita? Selva.

[Señalando a Emma, Sofía y Ciro.] ¡De esto! ¡Esta es la última cena que ceno con ustedes!

Esteban. No entiendo de qué hablás, Selvita. Selva.

De eso. De que es la última.

Sofía.

Se viene conmigo y con el bebé.

Selva.

No. No estoy embarazada.

Esteban. ¿Te vas a ir? 121


Selva.

No, ustedes se van a ir.

Emma.

¿Qué le pasa a esta? ¿Se fuma un porro y se pone agresiva? No sos la dueña de la casa, Selva. Vivís acá de prestado, por capricho de Esteban. [A Ciro.] ¿Qué pasa?

Ciro.

Nada.

Emma.

¿Y por qué me agarrás así? ¡Ciro! Me estás haciendo mal…

Ciro.

Una vez, era chico yo, tuve un perro, un perrito, chiquito. Era hermoso…

Selva.

No llorés, vení…

Ciro.

No, dejá… Te juro, te lo juro por mi viejo. Acabo de ver ahí a mi perro afuera, lo acabo de ver, te juro.

Selva.

¿Pero cómo…?

Ciro.

No sé… Pero… Lo primero que pensé fue algo malo… Algo malo me va a pasar…

Selva.

Pero, ¿por qué…? Te debe haber parecido…

Ciro.

No.

Selva.

Y te habrá seguido…

Ciro.

No. Soltame. Me tengo que ir.

Selva.

Entonces andá. ¡Andá!

Ciro.

No sé… ¿A dónde me tengo que ir…?

Emma.

No entiendo por qué te ponés así, Ciro… Vení, sentate.

Ciro.

¡Porque el perro está muerto! ¡¿Entendés?! Acabo de ver a mi perro muerto. Yo enterré a ese perro, me lloré la vida y lo enterré yo. Estoy cagado entero…

Tratando de calmar a Ciro, lo sientan alrededor de la mesa, pero un vaso o una botella se da vuelta mojando los pantalones de Ciro. El muchacho se levanta.

Selva.

[Mientras acompaña a Ciro.] ¿Ven? Cuando se hace de noche salen de donde sea, se… deslizan en medio de las sombras, de la nada, se te acercan, te transportan… únicamente por capricho… Por el capricho de seguir estando

122


al lado tuyo. Emma.

¿De quién hablás?

Selva.

De los muertos. Los muertos que regresan a la tierra de los vivos. ¡A joder!

Selva acompaña a Ciro hasta algún lugar dentro de la casa donde él pueda cambiarse y luego regresa al living.

Esteban. ¿No lo vas a acompañar? Emma.

¿A quién?

Esteban. Al chico.

Pausa.

Emma.

No entiendo de qué me estás hablando… [Como perdida.] Selva… Me voy… a comprar algo… ¿Qué hace falta…?

Selva.

Nada ya… nada…

Esteban. Esperá… [Pausa. A Selva.] Hubo un accidente en la ruta. Eran más o menos las ocho de la noche, se veía todavía, quiero decir que acá estaba de día, todavía, que estaba bien para salir. Estaba tomando algo, tengo que decir la verdad, de hace rato ya. Y me vinieron unas ganas… cómo te digo… ardientes, de cazar. Agarré la escopeta y salí, pensaba volver en seguida nomás, antes de que lleguen las chicas. Pero lo que se vino en seguida fue la noche y me atonté. Selva.

No tendrías que haberlas traído, Esteban.

Esteban. Quería que estemos juntos. Selva.

Tendrían que irse ya.

Esteban. No, esperá un ratito… ¿Vas a volver a escribir, Sofía?

Pausa.

Sofía.

[También como rara… atontada, casi ida.] ¡¿Vos te creés que yo soy tarada?! ¡¿Vos te creés que no sé nada de mí y 123


que no me doy cuenta?! ¡¿Vos te creés que te emborrachás y no hablás de nada?! [Pausa.] La otra noche, cuando te acercaste a mi cama, borracho, como siempre, pensaste que yo era Tita, y entre… lo que hacías, me dijiste todo. Todo lo que yo supuestamente no tendría que saber ahora. [Pausa.] Me voy a ir a acostar. Selva, ayudame. Selva.

No.

Esteban. Esperá… ¿Y…? [Un gesto que alude a un embarazo.]

Sofía va saliendo de escena mientras se cruza con Ciro, que ingresa en calzoncillos, cubriéndose, y con su pantalón en la mano.

Emma.

Soy yo. Ese test era mío, es mío.

Ciro.

¿Me prestan algo para secarlo? [Pausa.] ¿Qué test?

Pausa.

Emma.

Ya vengo, me voy a… a comprar algo, no sé, Selva… ¿qué hace falta…?

Esteban. Vos te quedás acá… Selva.

Dejala que se vaya, Esteban.

Emma sale.

Esteban. Me voy a abrir un vino. ¡Que vas a ser papá, pendejito! [Pausa. Esteban se sirve un vaso con vino, le sirve otro a Ciro.] No me echaron por esto. [Señala el vaso con vino.] Es decir, sí, quiero decir que maté a un paciente por culpa de esto, o sea me echaron por matar a alguien. ¡Salud!

Pausa.

Ciro.

Ese bebé no es mío…

Esteban. [A Ciro, violentamente.] ¡Escuchame, pendejo culiado y la 124


puta que te parió! ¡Mi hermanita está embarazada y no te hagás el pelotudo! ¡Te vas a hacer cargo de la criatura sino me voy a encargar de…! ¡Si no te cago matando, ya, ahora! [Toma una de las escopetas y lo apunta.] Estamos en el lugar del mundo donde se pueden disparar los tiros que uno quiera…

Esteban se dirige hacia la cocina, en donde está Ciro. Apaga la luz y dispara.

Emma.

[Por lo bajo, casi en simultáneo con el disparo, y sin que Esteban pueda escucharla.] Esteban, ese bebé era tuyo…

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Escena 11: Textos muertos

En la oscuridad se mezclan las siguientes voces, como ecos, murmullos de algo o alguien que ya no está. La casa es progresivamente envuelta por este murmullo desgarrador: la voz de los muertos que, por capricho, insisten en permanecer todavía acá, de este lado, el lado de los vivos que no los dejan irse. Emma.

¿Y ahora ves? ¿Me ves clarita o nublada?

Sofía.

¿Ibas para allá?

Ciro.

Sí, derecho. Subí, te llevo. Un auto chocó contra otro auto y se estrelló contra un árbol. El tipo iba rápido, se agachó, buscó el celular, lo agarré…

Sofía.

¿Eso fue un disparo?

Emma.

Me quedé encerrada, tuve que salir por la ventanilla de mi lado.

Sofía.

Uno está preparado para la muerte, ¿no? Para la propia… Morir en diciembre es mucho más terrible que… simplemente morir.

Emma.

Que a vos te tapan los yuyos. “Unas palomas se mueren de la nada”.

Ciro.

¡A los ojos no! Me estás encandilando, no me dejás ver…

Sofía.

Lo estás encandilando, no lo dejás ver… No vaya a ser que me muera… Seguí derecho, derecho por acá… Nos saltaron unos vidrios a la cara…

Emma.

El que no está bien sos vos. ¿Para qué nos hiciste venir?

Sofía.

¿Sabés qué? Me acordaría, ¿o no? Me acordaría, ¿o no?

Emma.

¿Y hasta cuándo vamos a estar en este silencio mortuorio?

Emma.

¿Podés dejar de hablar de papá? Si seguís hablando de los muertos, los muertos se te quedan. Que los muertos se

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quedan. Pasa a macumbera ya. Si este se muere no hay nadie que lo reclame. Ciro.

Y hablé con él… es su voz… me está llamando…

Sofía.

Arrojarme diferente a la vida, o a la muerte, no sé. Hacer dedo y que el auto de un desconocido me levante. Y esas luces que vienen de frente…

Emma.

¿Con quién viniste?

Ciro.

¿Escuchaste?

Emma.

Ciro, atendé… atendé, atendé.

Sofía.

Es tu celular, ¿no? ¿Eso fue un disparo?

Ciro.

Porque el perro está muerto, ¿entendés? Acabo de ver a mi perro muerto.

Sofía.

No perder el cuerpo de alguien, aferrarse al cuerpo del otro, ¿ese es el capricho?

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Escena 12: El tiro final

La luz vuelve. Los muertos todavía permanecen en la casa, pero solo en cuerpo: ya yéndose hacia otro lado… Selva.

Esteban, ¿qué hiciste?

Esteban. Nada… Selva.

Cuando fuiste a cazar, ¿qué hiciste?

Esteban. Nada, fui a cazar nada más. Selva.

Borracho.

Esteban. Sí. Selva.

Y pasó algo horrible. Habló la policía por teléfono, hace un rato. Y ahora del hospital. Hubo un accidente, Esteban…

Esteban. Te lo acabo de decir… Selva.

¿Y entonces?

Esteban. ¿Y entonces, qué? Selva.

¿Qué va a pasar?… No sé… ¿Qué va a pasar…?

Esteban. ¡Fueron esas palomas de mierda que tenés en el fondo! Selva.

¡No le echés la culpa a las palomas! ¡¿Podés dejar de tomar eso?! Las palomas se caen, se mueren solas, algo hay que hace que se caigan…

Esteban. Y fue eso, Selva, las palomas, se cayeron, en la ruta, un montón de palomas muertas en la ruta. Selva.

¡Mentira, eso es mentira! Borracho, mataste a alguien, Esteban, a alguien en la ruta. Le disparaste a alguien en la ruta.

Esteban. ¡A las palomas les disparé, a las palomas! 128


Selva.

No, no, llamó la policía acá… Dijeron que fuiste en la ambulancia, con ellos, y que en el camino le disparaste a una persona en la camilla, y te bajaste… Y te viniste acá… Hay un chico muerto en una camilla, muerto de un tiro, Esteban. La policía está viniendo para acá…

Esteban. Eso no es verdad, yo no hice eso. Selva.

El choque fue de frente, iban las chicas en los autos. Emma, que había ido a comprar… ¡Esteban, hablá!

Esteban. Sin querer le disparé a un auto. ¡Sin querer, te lo juro! Cuando bajé a la ruta vi que dos autos habían chocado, de frente. A uno lo manejaba Emma, por dios, pobrecita… Y al otro un pibe, con Sofía. Me vine corriendo para casa y te pedí que me escondieras el arma… Selva.

Y saliste de nuevo, ¿por qué…?

Esteban. No podía creer lo que había pasado, creí que estaba borracho, que… Cuando llegué ya estaba la policía, la ambulancia, y como médico me subí con la camilla y el resto ya lo sabés. Selva.

Pero por qué.

Esteban. ¡¿Por qué, qué?! ¡Basta! Selva.

¡¿Por qué le disparaste?!

Esteban. No sé… De bronca, no sé… El pibe era el único que estaba vivo todavía… No era justo. ¿Qué tengo que hacer, Selvita? No sé qué hacer… Selva.

Vas a tener que… No sé…

Esteban. Maté a mis hermanitas, Selva… Selva.

No, no, fue un accidente…

Esteban. Me voy. Selva.

¿A dónde vas? ¿Qué vas a hacer?

Esteban. Ya vengo. Vos quedate acá, Selvita. Selva.

¿A dónde vas?

Esteban. Rezá por mí…

Esteban sale de escena y Selva detrás de él. 129


Sofía, Emma y Ciro se dirigen al público.

Ciro.

A kilómetros de la ciudad, campo adentro, los muertos existen, porque el campo es el “más allá” de la ciudad. Las presencias ocurren por el capricho de una persona que las convoca y después no puede contra ellas.

Mientras Ciro, Emma y Sofía hablan, Esteban ingresa, busca unos cartuchos para la escopeta; nervioso, se le caen al suelo, pero logra recuperar algunos: se los lleva consigo y sale.

Sofía.

No perder el cuerpo de alguien, aferrarse al cuerpo del otro, ¿ese es el capricho?

Afuera se escucha un tiro. Los tres se sobresaltan.

Emma.

Esteban encontró el arma que Selva había escondido en el fondo, se pegó un tiro y cayó sobre una pila de plumas. Al rato, el cuerpo estaba cubierto por montones de palomas, muertas.

Se escucha un segundo tiro. Ciro, Sofía y Emma se sobresaltan, esta vez desconcertados. La luz, de pronto, se corta.

FIN

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Por capricho se estrenó el 1 de abril del 2011 en la sala El Cuenco Teatro, ciudad de Córdoba, con dirección de su autor y las actuaciones de Adrián Azaceta (Esteban), Ana Eloísa Ruiz (Sofía), Ignacio Tamagno (Ciro), María Belén Pistone (Emma) y Mariel Bof (Selva).

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N/Narco



Personajes:

Narciso. Medio hermano de Nicolรกs, medio amigo de Nacho, vecino de Nazareno. Nicolรกs. Medio hermano de Narciso, amigo de Nacho, vecino de Nazareno. Nacho. Amigo de Nicolรกs, medio amigo de Narciso, medio vecino de Nazareno. Nazareno. Vecino del lado de Narciso y Nicolรกs, medio vecino de Nacho, amigo de ninguno. Mamitas. Vecina de Nazareno, madre de Narciso, madre de Nicolรกs, y media madre de Nacho.

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Living-comedor de un departamento. La estética es un tanto kitsch, un tanto ochenta, un tanto gay. Alfombras de peluche delimitan lo que es el living del comedor. En el living: un sillón, delante de él una mesita con TV. En el sector comedor: una mesa y sillas o banquetas bajas o puf cuadrados. En medio del espacio, tirando hacia el fondo, una mesita con teléfono. Un portero eléctrico, tipo teléfono, en algún lado. En la pared del fondo, atrás, cuatro cuadros al estilo Andy Warhol, retratos de cada uno de los personajes. Del techo, bolas de espejo, tantas como se quiera. Tal vez, en algún lado, por ahí, un portarretratos de la diva argentina Susana Giménez.

Escena 1

Se escucha O’Lamour de Erasure. Nicolás está tomando un té y preparando sus cosas para salir a trabajar. Narciso, control remoto en mano, en calzoncillos y camiseta malla, mira televisión. El teléfono suena. Narciso va a atenderlo. Narciso. ¿Hola, Susana? [Pausa.] Hola… Ah… Sos vos… [A Nicolás.] Me cortó. Nicolás. No deberías mirar tanta televisión… Mirá cómo te pone… Narciso. ¿Cómo me pone? Nicolás. Nervioso. ¿O no? Narciso. No. Estoy nervioso por otro temita. Nicolás. ¿Por qué? [Pausa.] ¿Por qué, Narci? Narciso. ¿Qué cosa? ¿Por qué, qué? Nicolás. ¿Por qué estás tan nervioso? 136


Narciso. ¿Así que ahora te preocupás por mí? Qué bien… ¿Vos viste afuera? Digo, ¿lo que pasa afuera, en el mundo real? Nicolás. Sí, ¿y qué? Narciso. Y que a vos no te afecta, claro, sos un tipo valiente vos, ¿no? ¿Qué hacés caras, Nicolás? Si es cierto: en el fondo vos te sentís superior a mí. Nicolás. No. Narciso. Sí. Nicolás. No… Narciso. Sí, sí, sí. Superior porque po-dés salir a la calle y cre-er que te llevás el mundo por delante. Que con tu juventud, tu belleza y tu diente de lata sobrevivís, pero no, pero no, pero no: uno se hace grande, la belleza se… esfuma y el valor también. Nicolás. No sé de qué me hablás. Narciso. Del peligro, Nicolás, del peligro. Del peligro de hacerte grandecito… y eso… Nicolás. Vos no estás grande… Narciso. ¡Mientes, mientes para hacerme sentir mejor! Estoy grande ya. ¿Qué hacés caras, Nicolás? Si sé que soy un boludo grande ya, qué no. El mes que viene cumplo años y ya con esa edad… Nicolás. Pero, Narci, recién vas a cumplir… Narciso. ¡Ni lo digas, hijo de puta! Ni se te ocurra decir la edad que tengo. A nadie. Ni a mí, ni al portero Mangiarelli1, ni a nadie. ¿Ok? Nicolás. Ok. Narciso. Ok. Nicolás. Ok.   Juego de palabras entre mangia, modismo argentino de tipo despectivo que hace referencia a la condición homosexual de un hombre, y el apellido de Jorge Mangeri, encargado de un edificio de la ciudad de Buenos Aires que asesinó y abusó sexualmente de una inquilina adolescente, crimen que adquirió gran repercusión mediática durante el año en el que la obra fue escrita y estrenada. 1

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Narciso. Ok. Y no es que veo tanta televisión: es la única forma que tengo de conectarme con lo que pasa. Nicolás. ¿Con lo que pasa de qué? Narciso. En el mundo real, en el país, en la ciudad… ¡Con lo que pasa en el mundo de verdad! Nicolás. Pero, ¿y por qué no salís, Narci? Narciso. ¡Porque no! Y no me digás Nancy. ¿Desde cuándo se te dio por decirme Nancy? Nancy de aquí, Nancy de allá, Nancy sacá el emparedado de la nevera… Porque no puedo. Nicolás. No querés, que es distinto. [Pausa.] ¿Por qué no hablás conmigo? Soy tu hermano, ¿no? Narciso. No, no sos mi hermano, Nicolás. ¿Ok?

Pausa. Se escucha el comienzo de Education de Okey, hasta el “Ok, Ok” del tema.

Narciso. ¡¿Ok?! Nicolás. Ok. Narciso. Ok. Nicolás. Ok. Narciso. Dale. Nicolás. Dale, sí, entendí. Narciso. Ah, bueno. Nicolás. Bueno… Narciso. Bueno. Nicolás. Bueno. Narciso. Bueno. Nicolás. ¡Bueno basta! Narciso. Ok. Nicolás. Ok. Narciso. Ok. 138


Nicolás. Basta en serio, cortala. Acá no se trata de quién tiene la última palabra, Narciso, se trata de que reacciones un poquito… de que estés mejor. Me angustia verte así… ¿Qué te pasa ahora? ¿Estás llorando? Narciso. No estoy llorando… Tengo problemas… Mis ojos… ¿Qué hacés? ¿Te vas? Nicolás. Y sí, Narciso, me voy, me voy al pingo, me voy.

Nicolás sale. Suena el teléfono: Narciso atiende.

Narciso. ¿Hola, Susana? [Pausa.] Hable… ¿Hola? Hola… ¿Quién es?… Ah… ¿Hola? Si sé que estás ahí. Oigo tu respiración, ¿qué te creés, que no me doy cuenta de que sos vos? ¿Vas a volver? Hola… Fue horrible lo que hiciste. E injusto, lo que nos hiciste. ¡Hola, contestame! Odio hablar solo como loco malo. Siempre igual vos. Hiciste lo mismo siempre. No tenemos por qué cargar nosotros con tus problemas. ¡Mala! ¡Injusta! ¡Linda vida me diste! Decí algo… decí algo o llamo a la policía. Decí algo o corto.

Se escucha un enganchado de los siguientes temas: Just can’t get enough de Depeche Mode, She drives me crazy de Fine Young Caniballs, U can’t touch this de MC Hammer y Pump up the jam de Thechnotronic. Al comienzo, el volumen será bajo y luego, al colgar el teléfono, Narciso subirá el volumen con su control remoto.

Narciso. Ahí está, ¿escuchás? Ese es un problema tuyo, no mío. [Pausa larga.] ¿Ves que feo es oír solamente una respiración del otro lado? [Pausa.] Te voy a hacer lo mismo. [Pausa larga.] ¿Hola? Bueno, yo no puedo, necesito desahogarme, hablar necesito. Algo que vos nunca aprendiste. ¡Hablá ahora! ¡Aprendé a hablar! ¡Ya voy! Me está llamando, ¿escuchás? Con esa musiquita… Siempre nos llama con alguna musiquita… Algún día voy a cometer una locura. [Pausa.] ¿No me vas a contestar? [Narciso llora. Se recom139


pone.] Bueno… Entonces, chau. Ah… te odio. [Pausa.] Volvé a llamar. [Corta el teléfono.] ¡Ya voy! Algún día voy a cometer una locura…

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Narciso corta el teléfono. Sale. Ingresa nuevamente trayendo consigo una bandeja con comida. Sale hacia otro lado de la casa. Ingresa nuevamente y comienza a hacer flexiones de brazos. Se escucha el sonido del portero eléctrico: Narciso se levanta a atenderlo.


Escena 2

Narciso y Nacho: Nacho, sentado en el sillón, toma agua de un vaso; Narciso de pie, a un costado. Narciso. Te metés en lo que no te importa siempre, ¿no? Eso es como una constante en vos. Ya te dije que Nicolás no está, no entiendo para qué te quedás. Nacho. Vos quisiste que me quede y no me querés decir qué es lo que tenés que hacer acá. Narciso. ¿Qué yo hice que te quedes? ¿Yo hice que te quedes? ¿Yo? ¿Yo? ¿Yo? No seas tan egocéntrico, Nacho. Todo es “yo, yo, yo” para vos. ¿Vos tocaste? No. Subiste nomás.

Se escucha Like a prayer de Madonna. Con el “God” del comienzo del tema musical, un haz de luz ilumina a Nacho y Narciso, que se acercan, miran al cielo, creen elevarse… “Like an angels”. El haz de luz desaparece. Se escucha, en la oscuridad, el sonido del portero eléctrico. Luz y descubrimos a Narciso haciendo flexiones, luego levantándose a atender el portero eléctrico: esta vez, vemos que atiende.

Narciso. [Impostando la voz.] ¿Quién es? Hola… Ah… No, no está… ¿Quién…? [Volviendo al tono de su voz normal.] ¡Ay, boludo, sos vos, con lo que me cuesta hacer esta voz de varona! No, no está. Trabajando creo… Sí, en el videoclub, sí, a esta hora, sí, a esta hora: videoclub veinticuatro horas, hello… Y subí… No seas boludo, subí te digo. [Toca la chicharra del portero eléctrico.] ¿Abrió?

Nacho asoma medio cuerpo detrás del sillón. 141


Nacho.

No, no abrió.

Narciso. [Toca nuevamente la chicharra.] ¿Ahí?

Nacho asomando el cuerpo entero.

Nacho.

Ya está, ya ha abrido…

Nacho y Narciso se miran, se saludan…

Narciso. Pasá… Pasá… Sentate. Disculpá que estoy… Sentate… Así… en calzoncillos… [Pausa.] Sentate. Nacho. No, está bien. Narciso. No seas boludo, sentate…

Pausa.

Nacho. Bueno…

Pausa.

Narciso. ¿Tomás algo? Nacho.

Lo que tengás, sino está bien.

Narciso. Agua. [Le entrega, mágicamente, un vaso de agua.] Nacho. [Toma agua: siente el frío entre los dientes.] Está fresca, está fresquita, está fresqui fresqui fresquecilla. Narciso. ¿Y…? ¿Cómo está todo afuera? Digo, ¿la gente qué hace…? ¿Vive? Nacho. Todo bien, loco. ¿Estás llorando? Narciso. ¡No! No estoy llorando… Tengo problemas… Mis ojos… Pero dejá nomás, si me quedo ciego, me quedo ciego. Por lo que hay que ver… Bueno… ¿Y así está todo? Nacho. Sí, loco. Todo así, como te lo cuento. Narciso. No te creo. 142


Nacho. Y salí… Narciso. No puedo, tengo que hacer cositas acá. Nacho. ¿Qué cositas tenés que hacer acá? Narciso. Te metés en lo que no te importa siempre, ¿no? Eso es como una constante en vos. Ya te dije que Nicolás no está, no entiendo para qué te quedás. Nacho. Vos quisiste que me quede y no me querés decir qué es lo que tenés que hacer acá. Narciso. ¿Qué yo hice que te quedes? ¿Yo hice que te quedes? ¿Yo? ¿Yo? ¿Yo? No seas tan egocéntrico, Nacho. Todo es “yo, yo, yo” para vos. ¿Vos tocaste? No. Subiste nomás.

Otra vez, Like a prayer de Madonna. Con el “God” del comienzo del tema musical, un haz de luz ilumina a Nacho y Narciso, que se acercan, miran al cielo, creen elevarse… “Like an angels”: la iluminación vuelve a la normalidad. El tema musical seguirá sonando hasta que Narciso lo corte definitivamente con su control remoto.

Narciso. Ignacio… La droga mata, ¿sabés? ¿Te acordás de Fleco y Male? Nacho. No. Narciso. ¿Y del doctor? El tucumano este… ¿Cómo se llamaba? Está bien, vos tocaste el portero abajo y yo toqué la chicharra arriba, pero pensé que era una gente que estaba esperando. ¿No viste unas bicis afuera? A ver… [Por el tipo que tienen encerrado en un cuarto.] Esperá un ratito que voy a ver qué quiere el tipo éste. Nacho.

¿Puedo ir a ver?

Narciso. No, quedate acá.

Narciso sale.

Nacho. ¡Maldita sea! 143


Nacho aumenta el volumen, la iluminación cambia y Nacho monta un pequeño show. Ingresa Narciso: baja el volumen, Nacho lo aumenta, Narciso lo corta de golpe y definitivamente.

Narciso. ¿Qué hacías, Ignacio? Nacho.

Nada…

Narciso. ¿De dónde sacaste ese control remoto? ¡¿De dónde lo sacaste?! ¡¿Te lo dio Nicolás!? ¡¿Te lo dio Ni…?! Nacho.

Ehhh… Es universal.

Narciso. Ah… Bueno, te comentaba que me estoy por convertir a otra religión. Me agarraste justo, así… en calzoncillos… Me tiene que estar llegando una camisa y una corbata… ¿No viste a una gente ahí abajo?

Nacho hace señas de que no, con ruidito de lengua acompañando.

Narciso. En bicicleta, ahí abajo…

Nacho hace señas, las mismas señas y el mismo sonidito.

Narciso. Una gente blanca, unos rubilingos…

Nacho repite las señas y el ruidito de lengua.

Narciso. ¡De un color muy diferente al tuyo Ignacio! ¡Ja! [Pausa.] Es una decisión difícil esto… [Pausa.] ¿Qué me miras así, Ignacio? ¿Y ahora a dónde mirás, Ignacio? Ojo, Ignacio, ¿eh? Nacho. Te quería preguntar por… Narciso. No. Nacho. Si sería posible que… Narciso. No. 144


Nacho. Si lo puedo ver. Narciso. No. Nacho. ¿Es peligroso el tipo este? Narciso. No sé, pero por las dudas… Nacho. Dale… Narciso. No. Convidame de eso. [Le pide el vaso con agua. Nacho se lo da. Narciso toma: siente el frío del agua entre los dientes.] Está fresca, está fresquita, la negra tenía razón, está fresqui fresqui fresquecilla. Tomá. Nacho.

No, gracias, ya está.

Narciso. Pero tomá más, saciate… Nacho.

Ya está.

Narciso. Tomá… Nacho. ¡No, gracias, ya está, ya me sacié, ya estoy i-nundada! Narciso. ¡¿Por qué me hace esto?! [Pausa.] ¿Qué pasa? ¿Qué, te doy asco? ¿Es por estas manchas? Es mi baba la que tocó ese vaso, mi baba, no la de un indigente. Andate, Ignacio. ¿Qué me mirás así? Andate, te digo. Nacho. Parecés una… Narciso. ¿Qué? ¿Qué? ¿Una qué? Decilo y te pego una piña. ¿“Una minita” ibas a decir? ¿Te acordás del gimnasio de acá a la vuelta? Lucha libre hacía, ¡lucha libre!, no aerobics. Así que: ojo, Ignacio, que si quiero te digo dos cositas y te hundo, ¿eh?

Comienza a escucharse Dangerous de Roxette. Del televisor comienza a salir humo, las bolas de boliche se ponen en marcha, la iluminación se torna bolichera.

Nacho. ¿Y eso? ¿Qué puso? Narciso. No sé, una musiquita. ¿Sabés qué, Ignacio? Va a ser mejor que te vayás y que vuelvas cuando esté Nicolás. Nacho.

Pero no…

Narciso. ¡“Ya”, dije! 145


La música sube. Con ruleros y ropa de entrecasa, de un extremo ingresa una de las mamitas, se sienta en la mesa, escribe una carta, firma, le da un beso con sus labios rojos y cierra el papel. Se dirige al teléfono, lo gira, y pega la carta en él. En superpuesto, ingresa otra mamita, también de ruleros y de entrecasa: se sienta en el sillón, ve la televisión, cambia canales, se levanta y se dirige al teléfono, corrobora que esté la cartita. En simultáneo, otra mamita de entrecasa ingresa: lleva una valija, recoge ropa que está dispersa en medio de los muebles, se dirige al teléfono y corrobora que esté la notita, gira el teléfono y ahora la carta queda oculta.

En simultáneo también, ingresa Nazareno: canta y baila la canción que suena, recorre la casa. Narciso, Nicolás y Nacho lo siguen. Realizan una pequeña coreografía del tema musical. Luego todos, excepto Nazareno y Nacho, desaparecen.

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Escena 3

Nacho y Nazareno. Nacho corta el tema musical con el control remoto. Aplaude emocionado. Nacho. Qué copante Pablo… Nazareno. [Desconcertado.] ¿Pablo…? [Toma merca de una bolsita transparente.] Nacho. Buena música… Nazareno. Sì, più o meno… Un po’… mariquita. Nacho. Sí, un poquito… Nazareno. Un poquito, dice. Nacho. Sí, un poquito. Nazareno. “Un poco” se dice, macho. Nacho. [Repitiendo.] “Un poco” se dice, macho. Nazareno. E l’altro ragazzo? Come si chiama? Nacho. ¿Narciso? Ya viene, se quedó en la puerta, charlotoneando con Mangiarelli. Nazareno. Mangiarelli dice… ¡Mangeri! E la mia coca?! Dov’è la mia coca?!

Se escucha a Narciso, afuera.

Narciso. ¡Déjeme en paz, Mangiarelli! ¡Es mi vida! Nacho. ¡It’s my life!

Se escucha It’s my life de Dr. Alban. Cambio de iluminación, las bolas de espejo se ponen en marcha, Narciso y Nicolás ingresan al living-comedor. Se 147


148

cruzan repetidas veces. Nazareno y Nacho salen, llevados por el ritmo de la mĂşsica, que esta vez se corta sola.


Escena 4

Narciso en camiseta y calzoncillo, de pie y con una bandeja con platos, cubiertos y un vaso, todo ya usado. Nicolás, sentado, lo mira. Narciso. Si nos seguimos olvidando el tipo este se nos va a morir, ¿sabés? Y ahí nos quiero ver, porque este ni documentos tiene, seguro. ¿Qué hacemos? Viene la ambulancia, viene la policía, ¿y qué? ¿Nosotros qué? Presos nos vamos. Vos y yo con un muerto encima, y encima, secos. ¡A la cárcel! ¿Qué me contás? Porque en este país los únicos presos son los pobres, Nicolás, es así. Vos porque no ves las noticias, pero es así, pobre-inocente-preso; rico-culpable-presidente… [Corrigiéndose.] ¡Inocente! Es así, es así, es… así. No te olvidés más, Nicolás. Yo también tengo… tenía una vida. Y me gusta salir a… Me gustaría salir a bailar, a divertirme y chaparme uno que otro, como vos. Nicolás. Bueno, si querés le doy ahora. Narciso. ¡Ahora ya no! ¡Ahora ya le di yo! ¡¿Qué querés?! ¡¿Que reviente, que explote el pobre?! Nicolás. Por mí sí, que reviente…

Se escucha un timbre del portero eléctrico.

Nicolás. ¿Qué quiere ahora? Narciso. No es el tipo, es el portero. Nicolás. ¿El portero? ¿Y qué quiere Mangiarelli a esta hora? Narciso. ¿Vos esperás a alguien? Nicolás. ¿El portero? Ah… El portero, el aparatito, el coso… [Atiende el portero eléctrico. Imposta la voz.] Hola… Sí, sí, 149


él habla. ¿Quién…? [Volviendo su voz a la normalidad.] ¡Ay, boludo, sos vos! Con lo que me cuesta hacer esta voz de marimacha. Pasá… ¿Abrió? Ahí bajo.

Nicolás sale de escena. Suena nuevamente el portero eléctrico: Narciso atiende.

Narciso. Centro de ayuda al homosexual de color, Narciso atiende, ¿en qué te puedo ayudar? ¿Hola? [Ríe y corta. Suena nuevamente el portero eléctrico.] ¿Hola? ¿Quién? ¿Qué? Sí, sí, sí, ya está acá, sí, te atendió él. ¿Sos tarado, Ignacio? Bueno. [Corta, y el portero eléctrico vuelve a sonar: Narciso atiende ya ofuscado.] ¡¿Qué?! Ok. [Sale a buscar a Nicolás. Desde afuera.] ¡Ya le abrieron!

Se escucha All that she wants de Ace of Bace. Como en una pasarela, de un extremo al otro, por el fondo, una de las mamitas ingresa llevando una valija; se detiene, coloca sobre sus ruleros un pañuelo, tira sobre sus hombros una cartera, toma la valija y sale. Casi superponiéndose, ingresan nuevamente Narciso y Nicolás.

Narciso. Recién me habló por teléfono. Nicolás. ¿Cómo estás tan seguro? Narciso. Porque atendí, porque le… Nicolás. ¿Estás llorando? Narciso. ¡No! ¡Mirá lo que me preguntás! Le conozco la respiración de memoria, nene. Porque me respiraba, y nada, no me dijo nada… [Se escuchan golpes en la puerta.] ¿Qué te me quedás mirando? Andá a atender la puerta, que es para vos, es el pesado, seguro. ¿O no? A mí ya ni los mormones me visitan.

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Nicolás sale a atender la puerta y regresa de inmediato con Nacho. Excitados, hablando rápidamente y por lo bajo, comentan acerca de que Nacho acaba de encontrar


un portafolios, que tiene en la mano y que luego dejará sobre la mesa. Narciso. ¿Qué hace este tipo acá? ¿No ves cómo estoy? ¿Vos querés que algún día se le chifle y me viole? ¡¿Cómo lo hacés pasar acá, no ves que estoy en calzoncillos?! Nacho. Parece una malla. Linda. Narciso. Ahora resulta que me tengo que ir a cambiar porque ni en mi propia casa puedo estar como se me canta. Nacho. Por mí está bien, ¿eh? Narciso. Claro que por vos está bien, ¡claro que por vos está bien! Porque estoy cuasi desnudo, se me nota todo, y se te van los ojos… ¿Me podés dejar de mirar así? Nacho. ¿Así cómo? Ni te miro… Narciso. Así, como con deseo sexual… Nacho. No se nota nada, Narciso… Por mí está bien así… Narciso. Pero por mí no, por mí está mal, está muy mal. Nacho. De verdad que parece una malla. Linda. Narciso. No son… horas… de visita, Ignacio. Nicolás. Dice que tiene algo importante, dice. Narciso. ¿Quién dice? Nicolás. Yo digo. Nacho. No, yo digo. Nicolás. Ah, claro: yo digo que él dice que tiene algo importante. Decí… Nacho. Sí. “Algo impactante”, dije. Narciso. ¿Vos no tenés casa, Nacho? Nacho. Sí, sí tengo, gracias, muchas gracias. Nicolás. “Importante”, me dijiste. Narciso. Porque no estás nunca en tu casa vos. Nacho. “Impactante”, dije. Narciso. Acá vivís… 151


Nacho. “Algo impactante” [Deja el portafolios sobre la mesa.] No, no vivo acá. Narciso. ¡Prácticamente, Ignacio! Prácticamente… Nacho. ¡Me voy si te molesto tanto! Narciso. Andate… Nacho. ¡Me voy! Narciso. No grités. Nacho. ¿¡Por qué?! ¡¿Porque está durmiendo tu papá?! Narciso. ¡No es mi papá! ¡Andate!

Narciso llora. Cae débilmente detrás del sillón. Nacho sale.

Nicolás. Cómo sos, ¿eh? No, que no se vaya, Narciso, decile algo… [Toma el portafolios de la mesa.] ¡Nacho! Se va, se va en serio, ¿eh?… Se fue en serio nomás.

152

Nicolás acude a consolar a Narciso: ambos quedan detrás del sillón.


Escena 5

Se escucha C’è da spostare una macchina de Francesco Salvi. Nazareno ingresa al living-comedor. De forma similar a la vez anterior, recorre la casa. La luz se corta. Luego, a los pocos segundos, luz: Nacho corta el tema musical con el control remoto. Aplaude emocionado. Nacho.

Qué copante Pablo…

Nazareno. [Desconcertado.] ¿Pablo…? [Toma merca de una bolsita transparente.] Nacho. Buena música… Nazareno. Sì, più o meno… Un po’… mariquita. Nacho.

Sí, un poquito…

Nazareno. “Un poquito”, dice. Nacho.

Sí, un poquito.

Nazareno. “Un poco” si dice, macho. Nacho. [Repitiendo.] “Un poco si dice, macho”. Nazareno. E l’altro ragazzo? Come si chiama? Nacho.

¿Narciso? Ya viene, se quedó en la puerta, charlotoneando con Mangiarelli.

Nazareno. Mangiarelli dice… ¡Mangeri! E la mia coca?! Dov’è la mia coca?!

Se escucha a Narciso, afuera.

Narciso. ¡Déjeme en paz, Mangiarelli! ¡Es mi vida!

153


Nacho.

¡Ahí está! ¿Vió que estaba charlotoneando con Mangiarelli? Qué suerte, lo dejaron salir.

Nazareno. Da dove, della carcere? Un mese fa! Nacho.

¿Hace un mes? Ah, claro. [Haciendo referencia al cuarto del fondo.] Usted le dice la cárcel porque a usted le parecía que estaba como preso…

Nazareno. ¿Usted? Dimmi del tú, ragazzo. Che età pensi che abbia? Nacho.

¿Le digo?

Nazareno. ¡NO!

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Se escucha C’è da spostare una macchina de Francesco Salvi. Narciso y Nicolás saltan de atrás del sillón.


Escena 6

Nacho golpea la puerta de entrada al departamento. Nicolás deja el portafolios sobre la mesa y sale a atenderlo. Narciso se acerca tímidamente al portafolios. Se sienta, mira a su alrededor, lo abre y se queda duro. El tema musical Stop! de Erasure explota en el departamento. Ingresan Nicolás y Nacho. Coreografía musical en la que intervienen todos los personajes. El final de la escena deberá dejarnos a Narciso sentado, que mira a su alrededor y abre el maletín.

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Escena 7

Sobre la mesa el portafolios. Nicolás está tranquilo, pensativo. A Narciso, entre tanto, se lo ve nervioso: no sabe qué hacer. Nacho observa cada uno de los movimientos de ambos. Nicolás. Y sí… Supongamos… Nacho. Eso, eso, supongamos… Nicolás. Supongamos que pudiéramos… Nacho. O pudiésemos… Nicolás. Vender. Sí… vender todo esto. ¿Vos qué harías? Narciso. ¿Qué haría con qué? ¿Con esto? Nacho. Sí, con esto. Nicolás. No, con esto no. Nacho. Con esto no. Nicolás. Con la plata. Nacho. Claro, con la plata. Narciso. Ah, con la plata. Nacho. Sí, con la plata, dinero, o biyuya, como prefieras llamarle. Narciso. Preferiría llamarle biyuya. Bueno, con la biyuya haría… ¡Ay, me encantó decir biyuya!

Nacho, Narciso y Nicolás dicen, entusiasmados y al mismo tiempo: “¡Biyuya, biyuya, bi-yu-ya!”.

Narciso. Bueno, con la biyuya haría mucho, creo. Mucho. Nicolás. ¿Qué? 156


Nacho. Claro, qué. ¿Qué es mucho? Narciso. Y… Mucho es mucho, chicos. Es… por… por… ¿por qué jugamos a esto? Mucho, es mucho y listo. La palabra lo dice. Y como lo digo yo, es muchísimo. Nacho. Ah… muchísimo ya es otra palabra, ¿no? Como un… ¿Cómo se dice? Nicolás. ¿Como un derivado querés decir vos? Nacho. Claro, eso, como un derivado. Nicolás. Ya sé lo que vas a decir vos, no lo digás… Narciso. Me compraría una casa. Nicolás. ¡Ya sabía! Narciso. Para que no vivamos más en este departamento. Nicolás. Una casa en… Narciso. Grande con pileta de natación y todo… Nicolás. Dale, decilo, en… Narciso. ¡En Miami! Nicolás. ¡Ya sabía! Narciso. ¿Y qué? Nicolás. Y, que no hay cosa más grasa en… Narciso. ¿¡Qué es grasa, Nicolás, qué es grasa!? Nacho. Y, la palabra lo dice, Narciso. Grasa es grasa. No tiene derivado, ¿no? Nicolás. Mirá, no hay persona más grasa que la que cree que el mundo mejor está en Miami. Narciso. Pero es lindo. Y tiene palmeras. Y miren allí… [Con un cantito:] Chicos-lindos-sin-remera.

Los tres, excitados y al mismo tiempo: “¡Chist, chist, chico churro, tic, tac, ah…!”.

Nacho. Todos maricones son esos. [A Nicolás.] Te das cuenta, ¿no? Narciso. ¿De qué? 157


Nicolás. De que estás ahí de convertirte en un grasa más. Narciso. Mirá, Nicolás. Cansado me tienen. A mí no me importa lo que digás, total, esto hoy mismo desaparece de acá. Nicolás. No. Ojalá hoy, pero no creo. Esto hay que venderlo como sea. Narciso. ¡Ustedes están locos! ¡Vos y tus ideas! ¡Vos y tus locas ideas! ¡Vos y tus ideas de loca, loca, loca maricona! Es muy peligroso esto. ¡Crezcan! ¡Estamos en los noventa! ¡Matan a gente por esto! No tengo ganas de encontrarte una mañana tirado en una zanja. ¡¿Qué me están mirando?! ¡¿Qué?! ¡¿Es de locos lo que estoy diciendo?! [Indicando al tipo que tienen encerrado en el cuarto del fondo.] Suficiente tenemos ya con el… Nicolás. Esto no sale de acá. Narciso. ¡Sí! ¡Esto sale y ya! Nicolás. No sale. Narciso. ¡Sí sale! Nicolás. ¡No sale! Narciso. ¡Sí sale! Nacho. ¡Basta chicos, no se pelien! Parecen… perro y gato… gato y ratón… Like a Tom and Jerry… No se contradigan, che… Narcisus, pensá. Nicolás. Pensá, pensá, pensá… Nacho.

Pensá en… [Tarareando la cortina musical del programa de Susana Giménez.] Pensá en Miami… Pensá en Susana…

Nicolás. ¡Otra! Narciso. ¡¿Otra qué?! ¡¿Qué?! Nicolás. ¡Otra grasa! Narciso. No te metás con ella. Sabés que… Nicolás. ¿Por qué? Narciso. Porque no. Porque la mina se bancó de todo sola. Empezó de abajo y terminó siendo una grande, vieja culiada. Le pasó de todo, amores, desamores, un boxeador que la cagaba a palos y ella sin embargo siempre di-vi-na. ¡A ver! ¿Por qué llegamos a este punto? ¿Por qué llegamos a 158


hablar de Susana Giménez y Carlos Monzón en esta conversación con no sé cuántos kilos de coca en la mesa? Nicolás. Por tu culpa. Porque sos un cuasi grasa. Porque no aspirás a algo mejor… Narciso. Sí aspiro. Nicolás. No aspirás. Narciso. ¡Sí aspiro! Nicolás. ¡No aspirás! Narciso. ¡Sí aspiro! Nacho. ¡Basta, chicos! Parecen chicos-chicos. Chiquitos, parecen. Eso es un derivado, ¿ven? Narciso. Eso es un diminutivo, y no te metás. Nacho. Bueno, acá hay mucho para aspirar, Narciso… Narciso. ¡Callate, Ignacio! Nacho. ¡¿Ignacio me ha decido!? No me digás así. Así me decís cuando estás enojado. Y eso significa que ahora estás enojado. Conmigo, ¿por qué? Si yo no hice nada. Este dale que te dale con lo de grasa y te enojás conmigo, ¿por qué? Si yo no hice nada. ¡“Ignacio”, no! Nacho o un diminutivo, Nachito, como siempre, con ene. Ene de Narciso, ene de Nicolás… Todos somos ene, ¿no? Narciso. No. Vos sos Ignacio. Nacho. ¡Nacho soy! Narciso. ¡Ignacio con i latina! Nacho. Con ene. Sí. De Narco. Narciso. Terminadla. Esto me asusta.

Se escucha Always on my mind de Pet Shop Boys.

Narciso. ¿Qué quiere ahora? Nicolás. No sé. Andá a ver. Puso una musiquita, algo ha de querer. Narciso. Algún día voy a cometer una locura. [Sale.] Nicolás. Nacho… ¡Nacho! ¿Qué bailás…? 159


Nacho.

Ay, no sé… Es esta musiquita…

Nicolás. Traeme de la pieza de Narciso la balanza que tiene debajo de la cama. ¡Dale, dale, mové el culo!

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Nacho sale subiendo el volumen del tema musical con su control remoto. Nicolás saca un paquete de cocaína del portafolios; mete la mano, toma un cuchillo, rompe el envoltorio, mete el dedo y luego se lo lleva a la boca.


Escena 8

Nacho entra corriendo en calzoncillos. Se miran con Nicolás, desconcertados. Nacho baja un poco el volumen del tema musical. Nicolás. ¿Qué pasa? ¿Qué tenés? Nacho. Nada, ¿y vos? Nicolás. Nada. Nacho. Ah… Bueno… Nicolás. “Bueno” qué. Nacho. Bueno, nada… Es que… Nicolás. Qué. Nacho. Bueno, que… Viste que vos me dijiste que buscara la balanza. Nicolás. Sí. Nacho. Bueno, viste que no la encontré. Nicolás. ¿Y? Nacho. Bueno, cuando la estaba buscando… ¿Qué tenés? Nicolás. Nada… Nacho. Bueno, estaba buscando eso debajo de la cama, y entra tu hermano… Nicolás. No es mi hermano. Nacho. Bueno, tu hermanastro. Nicolás. Tampoco es mi hermanastro… Nacho. Bueno, tu hermano y medio. 161


Nicolás. [Corta en seco el tema musical con su control remoto.] ¡“Medio hermano” se dice, Nacho! ¡Parecés boludo, pelotudo, hijo de puta! Nacho. Bueno… Nicolás. Seguí, ¿o qué? ¿Te ofendiste? ¿Se ofendió la morochita-chita? Nacho. No. Nicolás. Seguí, entonces. Nacho. Bueno, estaba buscando eso debajo de la cama, cuando entra tu herm… Narciso entra… y… se cambia. De ropa se cambia. ¿Qué tenés? Nicolás. Nada. Nacho. En la boca… Nicolás. Nada, seguí. Nacho. Yo, casi debajo de la cama, me quedo quietito, no por no mirar, sino por vergüenza, para que él no se dé cuenta, no se sienta mal, observado, observado mal, ¿entendés? Nicolás. Y te vio. Nacho. Salí corriendo. ¿Qué tenés? ¿Chicle? Dame.

Entra Narciso vestido con malla de lucha libre.

Narciso. Qué lindo, ¿no? Nacho.

No jodás, Narciso…

Narciso. Ahí estuve de ser violado, Nicolás… ¿Qué te pasa? ¿Qué comés? Nacho. Chicle, y no quiere darnos. Narciso. ¡Si es Bubbaloo2, danos!

Nacho y Narciso repiten: “¡Si es Bubbaloo, danos!”.

Nicolás. Qué raro… Tengo como… Anestesia la loca…   Marca de chicles muy de moda durante los noventa.

2

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Narciso. “Anestesiada”, se dice. Nacho. “La boca”, se dice. Narciso. “La cola” se dice, “anestesiada la cola” quiso decir. Nicolás. Chicos, no jodan, esto es droga. En serio. Esto es droga en serio, ¿eh?

Se escucha What’s up de 4 Non Blondes. Narciso grita.

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Escena 9

Nacho. Te dije que era en serio. Narciso. ¿De dónde sacaste eso, Ignacio? [Pausa.] ¡Nacho! Nacho. ¡Qué! Narciso. ¿Que de dónde sacaste eso? Nacho. Yo voy a probar un poquito… Meto el dedito… Narciso. ¡Ignacio! Nacho. ¡Qué! Narciso. ¿De dónde sacaste esto? [Pausa.] Voy a preguntar por penúltima vez: de dónde sacaste eso. No oigo respuestas… No oigo respuestas, sólo murmullos… Sólo murmullos. [Pausa.] Voy a preguntar por última vez: ¿de dónde…? Nicolás. Lo encontró. Lo encontró, ¿no es cierto? Nacho.

Lo encontré, sí.

Nicolás. Lo encontró. Narciso. Lo encontró… ¿Dónde? Nicolás. En la calle. En la calle, ¿no es cierto? Nacho.

En la calle, sí.

Nicolás. En la calle. Narciso. En la calle… ¡Mientes! Nacho.

Bueno, en la puerta de acá.

Narciso. En la puerta… ¿De acá, del edificio? ¡Mientes! Nacho.

Sí, en la puerta de acá, del departamento.

Narciso. En la puerta del departamento… Nacho.

Sí, ahí estaba, así, apoyadito.

Narciso. ¿Acá en la puerta esta? 164


Nacho.

Sí.

Narciso. Esta, la nuestra, la del séptimo “A”. Nacho.

Sí.

Narciso. Entonces no te lo encontraste. Estaba puesto ahí, para mí. Alguien quiere que me convierta en un yonki. En un maldito y fucking yonki. Nicolás. ¿Será, che?

Nacho.

El tema de 4 Non Blondes ahora se hace más fuerte. Las mamitas desfilan por el fondo con boas de plumas alrededor de sus cuellos, realizan cruces y desfiles con los demás personajes, todo hiper rápido y con mucho ritmo, hasta que desaparecen por el mismo lado por el que ingresaron. Suena el teléfono. Nacho, Narciso y Nicolás se quedan duros, con miedo. El teléfono insiste, Narciso va a atender. No atiendas, puede ser la “polecía”.

Narciso. ¿De dónde sacaron esas boas? Nacho.

“Polecía, polecía”…

Narciso. ¡¿De dónde sacaron esas boas, malditas perras?! Nacho.

No atiendas, eh. Puede ser la “polecía”.

Narciso. Discúlpenme, chicos, pero tengo que atender. ¿Hola, Susana? Nicolás. Es que mandó como setecientas cartas, alguna vez le tiene que tocar. Narciso. Hable… ¿Hola? Hola… ¿Quién es…? Ah… ¿Hola? Ah, sos vos, hija de puta… Nicolás. Ah, no, es mi mamá. Narciso. Si sé que estás ahí. Oigo tu respiración, ¿Qué te creés? ¿Que no me doy cuenta de que sos vos? Nacho.

Ah… ¿Y de dónde llama?

Nicolás. No sabemos… Se fue y nos dejó acá abandonados… Nacho.

Ya sé, Nico. Se fue y les dejó el colombiano este… [Reac165


cionando ante lo que acaba de decir.] ¡Ay, Santa Madonna, lo que acabo de inventar…! “Polecía, polecía”… Nicolás. ¿Qué pasa, Nacho? Nacho. ¿Dije: “el colombiano este”? Nicolás. Sí. Nacho.

¿Y no te das cuenta de nada, boludo?

Nicolás. No. Nacho.

Hay un maletín con droga en la puerta de tu casa, y vos tenés un tipo colombiano encerrado en una habitación, y tu mamá, que no saben dónde está, y desconocen su paradero, oh casualidad, llama por teléfono.

Nacho le quita el teléfono a Narciso y habla.

Nacho.

Hola, señora, cómo le va. ¿Cómo la trata Colombia? ¿Lindos días en Bogotá? ¿Qué cuenta César Augusto?

Nicolás. “César Augusto”, dice. Nacho.

[A ellos.] Gaviria. César Augusto Gaviria, el presidente de allá, viven en un tupper chicos… [Vuelve al tubo.] ¿Así que ahora pertenece al cartel…? [Pausa.] ¿Hola? De Medellín. ¿Hola? Me cortó, ahí tenés.

Narciso. Sí, siempre hace lo mismo. Nicolás. ¿Qué pasa, Nachito? Nacho.

¿No se dan cuenta de nada?

Nicolás. No, parece que vivimos en un tupper. Nacho.

Su mamá está en Colombia, ¿sabían?

Nicolás. No, parece que vivimos en un tupper, ¿o no? Narciso. Me muero, ¿nos cobran la larga distancia a nosotros? Nicolás. No sé, vivimos en un tupper, parece. Nacho.

Bueno, che… Ahora me cierra todo, todo, todo…

Narciso. ¡Lejísimo, Colombia! ¡La odio! Nacho.

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Hablen bajo… Vengan. ¡Pero en puntitas de pie!


Se escucha Take on me de Aha.

Con ritmo y casi como bailarinas clásicas, Narciso y Nicolás se acercan a Nacho. Terminan los tres sentados en el sillón del living.

Nacho.

Tenemos a un tipo ahí, fuerte, un tipo con peso, ¿entienden? Tenemos a un narco colombiano metido en la casa.

Narciso. “Tenemos”, dice… Nacho.

¡Bueno, loco…! ¡Me cansan! “Tienen”, entonces.

Narciso. ¡Tranquilizate, eh! ¡Que si quiero, te digo dos cositas y te hundo! ¡Ya te lo dije! Nacho.

Qué amenazás….

Narciso. ¿Querés ver? Nicolás: Ahí estuve de ser violado. Hay dos hombres en la casa, vos y el otro tipo que tenemos metido adentro, y el chico ahí de ser violado. ¿Qué me contás? Nicolás. ¿Qué chico? Nacho. ¿Qué hablás? ¡¿Qué hablás?! Narciso. ¡Yo! Primera cosita: vino en el horario que sabe muy bien que vos no estás como para defenderme, vino como si recién se fumara un porro, ¿o no? Los ojos rojos. Hablamos del… ¡Doctor Miroli, me acordé! Nicolás. No sé de qué hablás… Narciso. Y segunda cosita, estaba cambiándome de ropa, recién, ¿te acordás?, muy plácidamente y este… Nacho.

No jodás, te dije…

Narciso. Debajo de mi cama, con los pantalones a medio bajar, espiándolo todo. ¡Ahí de ser violado estuve! Porque, está bien: yo estaba esperando que me llegue una camisa y una corbata y una bicicleta… Nicolás. ¡Basta, en serio! ¿Y vos…? ¿Cómo sabés tanto? ¿Cómo sabés todo? Nacho.

Porque me encanta la coca… la droga… la… cosa… ¿cómo es…? la… historia, eso, por la tele sé.

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Nicolás. Narciso ve mucha televisión y no sabía nada de esto. Narciso. Claro que sé, Nicolás, claro que sé. Colombia está en una… guerra inimpresionante contra el narcotráfico. El capo más capo de todos es… Nacho.

¡Shhhh! [Señala al cuarto donde tienen encerrado al tipo.] Pablo Escobar, “El Patrón del Mal”.

Narciso. Muy bien, Nacho. Nicolás. Cómo saben, locos… Narciso. ¿Ves lo que es ver la televisión, Nicolás? Ese es el mundo de verdad. Bueno, el Pablo Escobar este… Nacho. El Pablo Escobar este, que tenemos acá, está prófugo ahora, y la justicia colombiana lo está buscando por todas partes. Narciso. ¿Qué me contás? Nicolás. ¿Nuestro padrastro es un narcotraficante colombiano? Nacho.

Y un empresario que tiene la guita loca, loca.

Narciso. Gracias a la loca, a la coca. ¡Ja! Y ustedes que querían que salga, que salga, que salga afuera. Ahí tienen, con lo peligroso que está el mundo y con lo carísimo que está el tomate. Nicolás. Pero esto es peor Narciso, le tenemos metido en la casa.

Pausa.

Narciso. Es verdad. [Pausa.] ¡Hay que matarlo!

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Se escucha Bad de Michael Jackson, sólo el comienzo.


Escena 10

Narciso. Hay que matarlo como sea, estoy diciendo. [Pausa.] Voy a repetir por penúltima vez: hay que matarlo como sea… No oigo respuestas, no oigo respuestas… sólo murmullos, sólo murmullos. Voy a repetir por última vez… Nacho.

Pará un cacho, pará un cachito, pará Cachín.

Narciso. Bueno… Tienen que matarlo… Tienen que… abrirle el cuerpo y meterle toda esta droga adentro, después lo cosemos bien al bies, lo tiramos a la Cañada y listo, fin de la historia. ¡No se discute, se hace! ¡Vayan! ¡Pablo Emilio Escobar Gaviria, zar de la cocaína, te tenemos rodeado! ¡Agarrate, ahí van por vos! ¡Vayan! [Pausa.] Chicos, chicos, vayan… [Pausa.] Son unos blanditos… [Canta:] “Nico maricón, sopita y a la cama, se pone el camisón, y duerme hasta mañana…”.

Nacho se ríe.

Narciso. [Canta:] “Ignacio maricón, sopita y a la cama, se pone el camisón, y duerme hasta mañana…”.

Ahora el que ríe es Nicolás. Pausa.

Narciso. Realmente son unos blanditos… Nacho.

Necesitamos hablar con él.

Narciso. ¿Para qué? ¿Estás loco? Nacho.

No, no estoy loco, estamos metidos en un negocio muy grande, hay que ver qué necesita el tipo que hagamos nosotros. 169


Narciso. Nosotros no vamos a hacer nada.

Todo se detiene. Se escucha The Look de Roxette. El tema hace las veces de timbre.

Nacho.

No atiendan el teléfono, puede ser la “polecía”…

Nicolás. Es el portero. Nacho.

¿El portero? ¿Y qué quiere Mangiarelli a esta hora?

Nicolás. El portero, el aparatito, el coso… Nacho.

Ah… El portero, el aparatito, el coso, yo pensé que era el portero Mangiarelli que venía a…

Narciso. No es el portero, es el timbre de acá. Ya que no lo van a matar porque son unas “mariquitas, mariquitas como niñas siempre gritan”, vayan tirando todo eso al inodoro del baño, yo voy a atender la puerta, capaz sea para mí, los mormones que hace tanto tiempo espero…

Narciso va a atender el timbre.

Nacho.

Nico maricón, sopita y a la cama, ¿qué hacemos con la droga?

Nicolás. Eso hay que tirarlo como sea, ¿sabés lo que es aguantarlo al Narciso? Nacho.

No, esto no sale.

Nicolás. Sí sale. Nacho.

¡No sale!

Nicolás. ¡Sí sale! Nacho.

¡No sale!

Nicolás. Bueno, basta. ¿Qué hora es? Nacho.

Es la hora, es la hora…

Nicolás. Es la hora de jugar… Nacho. 170

Vilma, Vilma…


Nicolás. ¡Palma, palma! Me voy al baño. Nacho.

Y yo al otro.

Nicolás y Nacho salen. Nacho esconde el portafolios detrás del sillón.

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Escena 11

Se escucha Black or White de Michel Jackson. Nazareno, el vecino de al lado, entra a la casa. La recorre como en las oportunidades anteriores. Lo siguen en ritmo los demás personajes, realizando movimientos característicos del cantante de color negro… blanco… negro… Quedan Nazareno y Nacho. Nacho corta el tema musical con el control remoto. Aplaude emocionado. Nacho.

Qué copante Pablo…

Nazareno. [Desconcertado.] ¿Pablo…? [Toma merca de una bolsita transparente.] Nacho. Buena música… Nazareno. Sì, più o meno… Un po’… mariquita. Nacho.

Sí, un poquito…

Nazareno. “Un poquito”, dice. Nacho.

Sí, un poquito.

Nazareno. “Un poco” si dice, macho. Nacho. [Repitiendo.] “Un poco si dice, macho.” Nazareno. E l’altro ragazzo? Come si chiama? Nacho.

¿Narciso? Ya viene, se quedó en la puerta, charlotoneando con Mangiarelli.

Nazareno. Mangiarelli dice… ¡Mangeri! E la mia coca?! Dov’è la mia coca?!

Se escucha a Narciso, afuera.

Narciso. ¡Déjeme en paz, Mangiarelli! ¡Es mi vida! Nacho.

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¡Ahí está! ¿Vió que estaba charlotoneando con Mangiarelli? Qué suerte, lo dejaron salir.


Nazareno. Da dove, della carcere? Un mese fa! Nacho.

¿Hace un mes? Ah, claro. [Haciendo referencia al cuarto del fondo.] Usted le dice la cárcel porque a usted le parecía que estaba como preso…

Nazareno. ¿Usted? Dimmi del tú, ragazzo. Che età pensi che abbia? Nacho.

¿Le digo?

Nazareno. ¡NO! Nacho.

¿Su edad? ¿Le digo?

Nazareno. No, ma parezco de veinte… Nacho.

¿Le digo?

Nazareno. No. E tú? Nacho.

Io? Io sono jovenciti, very very jovenciti. ¿La edad que tengo, quiere saber usted?

Nazareno. Cosa ho detto!? Dimmi del tú! Nacho.

Ah, ok.

Nazareno. Ok. Nacho.

Ok.

Nazareno. ¡Ok! E non me parecía. Ero in carcere.

Narciso ingresa junto con el tema musical Express yourself de Madonna. Lleva puesto un tutú de bailarina clásica. Pequeños movimientos coreográficos de Narciso.

Narciso. Disculpá que te atienda así… en ropa de… bailarina clásica… Es que estaba esperando que me llegue una camisa y una corbata y una bicicleta porque estoy por convertirme a otra religión… [Nacho se le acerca y lo molesta llamándolo con la mano en el hombro.]¡Ay, Nacho, qué pasa! Nacho.

Presentá, culiada…

Narciso. [A Nazareno.]¿Se conocen? Nazareno. No. Narciso. Mirala a la presumida, ¡mi-ra-la! Está bien, te presento a 173


él… y a… ¡la sierva! [Guiña un ojo a Nacho.] Siga haciendo… las tareas… Nacho.

Sí, la señora.

Nazareno. Hai qualcosa di mio? Narciso. [Hablando un italiano tonto.] ¿Si… tenemos… algo… tuyo? ¿Algo… comi… qué? Nazareno. Come portafoglio, per esempio. Narciso. ¡Sierva! Nacho. Sí, la señora. Narciso. Portafoli… ¿Tenemos? Nacho.

Portafoli… la señora….

Nazareno. Vediamo… vediamo… Non hai niente da bere de tomare? Narciso. Sí. ¡Sierva! Nacho.

Sí, la señora.

Narciso. Tomare… Nazareno. ¿Me explico? Narciso. Sí. ¡Sierva! Nazareno. Qualcosa da tomar! ¡Tomar! ¡Tomar! Narciso. Sí, te explicás perfectamente mi rey, ¿o no? ¡Sierva, sirva agua! Nazareno. No, acqua no! Acqua no! Nacho.

¡Ay, Narciso! ¡Andá a comprar una coca-cola que hace rato que está pidiendo para tomar, no seas tacaño!

Narciso. ¡A caiar, Sierva! No puedo salir, andá vos. Nacho.

No, andá vos.

Narciso. ¡¿Cómo “vos”?! Nacho.

Digo, vaya usted, la señora.

Narciso. No. ¿Nicolás dónde está? Que vaya él. Nacho.

En el baño, es la hora de la paja.

Nazareno. Una masturbazione?! Narciso. Sí, pajerazo. 174


Nazareno. Dov’è il bagno? Nacho.

Vilma, Vilma, Palma, Palma. Así que tenemos para rato, mi señor.

Narciso. Andá vos. Nacho.

No, vos.

Narciso. ¡No puedo salir así a buscar la coca! Nazareno. Ajá… La coca? Narciso. La coca. Nazareno. La coca? Nacho.

La coca.

Nazareno. ¿La coca?

Nacho y Narciso, a la vez:

N/N.

La Coca… Sarli. [Armando un cantito:] Sarli, Sarli, Sarli, la Coca Sarli, Sarli, Sarli, Sarli, la Coca Sarli. [Repitiéndolo hasta que Nazareno los corta.]

Nazareno. ¡La coca! E perchè no? Narciso. Porque… no sé… ¿Se usa esto afuera? Nazareno. Certo ragazzo! In questo momento tutto è usato! E sembra divino, di-vi-no, divinísimo. Nacho.

Narciso tiene miedo de salir a la calle… Parece maricón.

Nazareno. ¿Maricón? Narciso. Maricón. Nacho.

Maricón.

Nazareno. MA. Narciso. RI. Nacho.

CÓN.

Los tres, a la vez:

N/N/N. MARICÓN. 175


Se escucha The rhythm of the night de Corona. Momento de quietud sostenido, tal vez sólo un pequeño movimiento cada uno.

Narciso. Pero… no está mal ser maricón… Nazareno. Y no… Nacho.

Y no…

Nazareno. ¿Miedo? Perchè? Narciso. Hace meses que no salgo… Bueno… Me convencieron, voy a hacer de tripas-corazón y voy a salir, ¡qué mierda!… Qué nervios… De paso veo si encuentro a esos mormones que tanto deseo… Nazareno. ¡Epa! Narciso. ¡Encontrar…! Esos mormones que tanto deseo en-con-tra-re.

Narciso sale.

Nacho.

¡Narciso, llevá el envase, que las tortas asco culiadas del quiosco de la vuelta te lo van a querer cobrar! Son bravas las tortas, son malas las tortas, un asco las tortas culiadas del quiosco de la vuelta. [Haciendo su trabajo de sierva, con un plumerito.] Ay… Pablo, Pablo…

Nazareno. ¿Pablo? Nacho.

Pablo… Paul… [Descubre a Nazareno, que lo está mirando: se tapa un poco el pecho, sorprendido.] ¡Pablo! ¡Cochino! [Como un cantito:] Cochino, cochinota, no me mire la tetota, no se mira la tetota, no me miren la tetota, la te-to-ta. La tetota. [Corta cantito.] Tenía tantas ganas de conocerlo… de conocerte… de conocértela… ¡Ay, esta boca loca que me traiciona! Pobre, estando ahí, encerrado todo el día… como en una cárcel…

Nazareno. [Encuentra el portafolios con cocaína.] Ajá! Eccolo! ¿Y? Nacho.

¿Qué?

Nazareno. Ci hanno provato o cosa stavano guardando?

176


Nacho. No entiendo el italiano… ¿Me podrá repetir? [En un mal francés:] Mi prográ grepetí? [Con el control remoto, le cambia el idioma a Nazareno.] Nazareno. [En portugués carioca:] ¿Eles tentaram ou o que, eles estavam assistindo apenas? Nacho. ¡Ay, no entiendo el portugués! [En un mal francés:] Le prodrá grepeté. [Con el control remoto, le cambia el idioma a Nazareno.] Nazareno. [En un falso ruso:] ¿Istrenkem bauken finsen gordem negrem pasiva? Nacho.

¿Me dijo “gorda, negra y pasiva”? [En un mal francés:] ¿Le prodré ha ser peté? [Con el control remoto, le cambia el idioma a Nazareno.]

Nazareno. ¿La probaron o qué? ¿La estuvieron mirando nomás? La quisieron esconder y no pudieron… Esto está abierto, a mí no me engañan, la probaron pedazo de culiau. Nacho.

Un poquito. [Con el control remoto, le cambia a Nazareno el idioma al italiano.]

Nazareno. Un poquito, dice… Nacho.

Sí, un poquito.

Nazareno. Si dice: un po’, macho. Nacho.

Un poco se dice, macho

Nazareno. E allora? È buono? Nacho.

No sé, creo que sí, se me puso dura…

Nazareno. ¡Epa! Nacho. La lengua, but a little… Nazareno. But a little, dice… Nacho. Sí, un poquito, no conozco… Nazareno. No conoce, dice… Nacho.

Me lo imaginaba distinto…

Nazareno. Più grasso? Sto morendo. Nacho.

No.

Nazareno. Più vecchio? Muoio di nuovo. 177


Nacho. No, más morochón, más colombiano, más latinoamericano, más así… como yo. Nazareno. Più morochon, più colombiano, più grasso latino-americano… No, sto davvero morendo. Io sono gringo, gringo sono io. Nacho.

Sí, veo… Qué dichoso, qué divino…

Nazareno. Sí, divino, di-vi-no, divinísimo.

178


Escena 12

Narciso ingresa a escena. Tiene una vestimenta que puede ser una malla enteriza, o una remera ajustada y un short: lleva un sombrero de judío, con rulitos. Narciso. ¡Chicos! ¡No saben lo que pasó! ¡Los obreros de la construcción de la esquina me gritaron de todo! ¡Me arruinaron la vida! Parece ser que ese atuendo que llevaba puesto no se usaba. Lo que sí, me encontré con unos mormones divinos que me vendieron esta otra cosita que llevo puesta… [Por el sombrero judío.] Kiosquito cerrado, muchachos, no hay gaseosa. Nazareno. Ci mancano già tutti qualcun altro?

Nicolás entra a escena, con castañuelas y vestimenta española.

Nazareno. ¡Epa! E chi è lui? Narciso. Esta es la mía sorella, ¡y aquellita es la cinderella! Nacho.

¡Sí, la señora!

Se escucha Djobi Djoba de Gipsy Kings. Pequeño movimiento español, aplausos y castañuelas.

Narciso. Ya estamos tuttis. Nazareno. E la mamma? Narciso. Eh… la mama… Dove es que taba la mamma? Nacho.

In Colombia, la mamma.

Nazareno. In Colombia… Che bello Colombia… Nacho.

Debe extrañar… 179


Nazareno. Ti ho detto di trattarmi di te. Nacho.

Vos debés extrañar, ¿o no?

Nazareno. No conozco. Nacho.

No conoce, no conoce, dice… ¡Ahí te entendí todo! ¡Ajá, ya sabía!

Nazareno. Cosa sapevi? Nacho. Que ese pelo es extraño… Nazareno. Non è castaño, è biondo! Quindi volevano mantenere qualcosa di mio. Narciso. ¿Que queríamos quedarnos con algo tuyo? Nazareno. ¡Guarda las mariquitas! Narciso. ¡Nicolás, defendete! Nacho.

¿Ustedes no le notan algo raro?

Nazareno. Qualcosa di strano… strano che vuoi dire. Nacho.

¿Ven? Rarito como el acento, por ejemplo.

Nazareno. Vaffanculo! Nacho. ¡Chicos! ¡Nos dice que nos va a romper el culo! ¡Vengan!

Nazareno sale.

Nicolás. ¡Es que yo amo ese acento! Narciso. Chicos él es de Italia. Nicolás. ¡Es que yo amo Italia! Nacho.

¡Vengan! ¿No se dan cuenta de nada?

Narciso y Nicolás comienzan a hablar a la vez:

N/N.

¡Y no-o! ¡Parece que vivimos en un tupperwere!

Nacho.

Él no es Pablito Ruiz.

N/N.

¡Y no-o!

Nacho.

Ni tampoco es Pablo Escobar, el narcotraficante colombiano.

N/N.

¡Y no-o!

180


Nacho.

¿Y quién mierda es este tipo?

Narciso. ¿Se acuerdan del timbre? N/N.

¡Y no-o!

Narciso. ¡¿A ver: cómo hace el timbre?!

Se escucha The Look de Roxette. Momento de detención, igual que cuando anteriormente se escuchó este tema.

Narciso. Bueno, salgo a atender, no veo a nadie, voy un poco más por el pasillo y me lo encuentro al portero-asco-Mangiarelli, que me empieza a decir un montón de cosas de la música tan fuerte en el departamento, que no se grite tanto en esta obra, y yo le digo “¡Déjeme en paz, Mangiarelli! ¡Es mi vida!”. Y en eso pasa el vecino de al lado del séptimo “B”, Nazareno, y se nos mete al departamento. Nacho.

¡Basta! ¿Y quién es el tano este?

Narciso. Es lo que te estoy diciendo: es el vecino de al lado, del séptimo “B”, Nazareno. Un fuerte aplauso para él.

Ingresa Nazareno: los demás aplauden.

Nazareno. No, no, no, no, no, n-o. Come ti ho detto che mi piace? Narciso. ¡Vero! ¡No le gusta Nazareno, quiere que le digamos Naza! Acontinuación, saludará el mamarrachismo hecho persona, bueh… si se le puede decir persona. ¡Saluden mamarrachas!

Nacho y Nicolás, a la vez:

Nacho.

Ciao Naza.

Nicolás. Ciao Nazi.

Pausa corta

181


Narciso. ¿Nazi? Nazareno. Ciao ragazzi Nacho.

Ah… Él es el chongo de al lado que me dijiste que te…

Nicolás. ¡Sí! ¡A caiar, sierva… negra! Nacho.

El que tanto te gusta…

Nicolás. ¡A caiar, selva… negra! Nazareno. Cosa succede? Nicolás. ¡Nada! ¡Que amo ese acento, amo Italia, amo Giorgio Armani, amo Cinderella, amo la torre de pija! Narciso. Que dice que sos el chongo de al lado que tanto le gusta. Nazareno. Chi è il chongo?! Conte! Nacho.

¿Y quién es el otro tipo que tenemos encerrado?

Narciso. ¡“Tenemos”, dice! ¡Escuchalo, Nicolás! Nacho.

Bueno, loco, me cansan. ¡Tienen, entonces!

Se escucha un enganchado con dos temas lentos de la época: Right here waiting de Richard Marx y It’s must have been love de Roxette. Mientras ellos cantan y se mueven al ritmo de la música, transforman la casa: acomodan caballetes; una puerta de madera parecería venir flotando sola: es Narciso quien la trae y la coloca encima de los caballetes, formando una gran y larga mesa en el centro de la casa. Los cuatro personajes comienzan a armar pequeños sobres de cocaína y los ponen en carteras. Nacho sale a vender la droga. Nicolás empieza a leerle el diccionario de español a Nazareno, que ya no da más de tantas palabras. Narciso ingresa con miriñaque y una nueva peluca.

182


Escena 13

Nicolás, con un diccionario de español, le enseña palabras a Nazareno. Narciso ve la televisión. Nicolás. A ver esta, ya casi vamos terminando… No hagás caras… Ya terminamos el diccionario. Es un esfuercito más… Nazareno. Esfuercito, dice… Sforzo si dice, macho. Nicolás. Esfuerzo, dale, el último esfuerzo. Zurubí: pez de río parecido al bagre. Nazareno. ¿Zurubí? Nicolás. Ok, muy bien. Sigue… Zurumbático, que quiere decir pasmado, aturdido. Nazareno. ¿Zurumbático? Nicolás. ¡Qué bárbaro! Perfecto. Y la última… Zutano, que sería algo así como fulano y mengano. Entonces tenemos a: fulano, mengano y… Nazareno. ¿Zuzano? Nicolás. ¡Esatto! Perfecto, ya te sabés todas las palabras. Nazareno. ¿Todas? Nicolás. ¡Todas! Nazareno. ¡Qué divino, di-vi-no, divinísimo!

Se escucha Sweets Dreams de Eurythmics. Nacho vuelve al departamento, después de vender la coca, cansadísimo. Realiza una pequeña entrada, pero glamorosa.

Nazareno. ¿Y? ¿Cómo te fue? Nacho.

¡Estoy cansadísimo! 183


Nazareno. ¿La pudiste vender? Nacho. Me pataconié todo. Nazareno. ¿Pero la pudiste vender o qué? Nacho.

Sí.

Nazareno. Ah… ¿Y la plata, dinero o biyuya, como quieras llamarlo? Nacho.

Acá está, tomá. ¡No lo puedo creer!

Nicolás. Sí… Nacho.

¡Hablá!

Nicolás. Sí, ya sabe todo. Nacho.

¿Todo-todo?

Nazareno. No, no, no, no, no, no, n-o. Todo-todo: no. Vayamos bien despacito.

Se escucha el comienzo de Step by Step de New Kids on the Block. Los cuatro se acomodan detrás de la puerta recostada que hace las veces de gran mesa larga.

Nazareno. Revisemos bien la historia: Su mamá… [Señala a Nacho.] Nacho.

No, no, no, no, no, n-o. Su mamá. [Señala a los medios hermanos.]

Nazareno. Su mamá empezó a salir con este tipo, ¿no? Con el tipo que tenemos adentro, con… Zuzano, llamémosle… Nicolás. ¡Qué divino! ¡Zuzano, dice! ¡Questa parola se la he enseñado io! Nazareno. ¿Y todo bien? Nicolás. Sí, hasta que ella se fue sin decir nada… Nazareno. Ah… ¿Ella no está, ella se fue, ella no vuelve? Nacho.

El tipo este es un disc jockey, ¿no?

Narciso. Sí. ¿No ves la casa, Ignacio? ¿O vos pensás que esto es un boliche? Porque si esto es un boliche, yo quiero un trago. ¡Sierva! Nacho. 184

Sí, la señora.


Narciso. Ya escuchó. ¿Alguien más quiere? Nazareno. Y ya que estás… ¡Traé para todos! Nacho.

Ok.

Nazareno. Bueno, sigamos: Y él desde el cuarto les pone música, ¿o no? Nicolás. Sí, nos llama con alguna musiquita cuando necesita algo, o no, nos la pone y listo. Nazareno. Ah… ¿Se las pone y listo?

Narciso y Nicolás, a la vez:

N/N.

Sí, nos la pone y listo.

Nicolás. Da igual, no hay reglas. Nazareno. No hay reglas… ¿Y por qué no sale? Nicolás. No sé… Narciso lo tiene encerrado bajo siete llaves. Nazareno. ¿Qué pasa, Narciso? Narciso. Nada… ¿Pueden hablar un poquito más bajo? Nicolás. Está llorando por la novela. Nazareno. Seguramente el tipo le hizo algo, por eso Narciso es así. Narciso. ¡No! ¡Y no me pasa nada! ¡Y el tipo no abusó de mí! ¡¿Ok?! Nazareno. Pero nosotros no dijimos que… Narciso. ¡¿Ok?!

Nicolás y Nazareno, a la vez:

N/N.

Ok.

Narciso. Y no es que lo tengo encerrado bajo siete llaves porque sí, porque me gusta jugar al carcelero con esposas y eso, no, no, no. Es la única manera que encontré de hacer que ella vuelva. Reteniéndolo. Reteniéndolo. Reteniéndolo para que ella vuelva.

185


Nazareno. Capaz tendrías que rezar. Narciso. ¿Para que ella vuelva? Nazareno. Sí. Narciso. Ok, recemos.

Los tres rezan “Dios te salve, Madonna”:

N/N/N.

Dios te salve, Madonna, llena eres de glamour, bendita tu eres entre todas las divas, y bendito es el fruto de tu vientre, Rocco. Santa Madonna, madre de Lola, canta por nosotras, pecadoras, ahora y en la hora de nuestra muerte. VOGUE.

La luz cambia. Se escucha Vogue de Madonna. Nacho ingresa con miriñaque, trayendo una bandeja con tragos. En algún momento, Nicolás y Nazareno también ingresarán con miriñaques, al igual que las mamitas, y organizarán el show del tema en los MTV Awards, 1990.

Nazareno. Qué bueno… Narciso. Sí, qué calor… Nazareno. ¿En qué estábamos? Nicolás. El Narciso estaba rezando para que ella vuelva. Nazareno. ¡Cierto, el tipo! ¿Y no se lo puede ver? Narciso. No. Nazareno. ¿Por? Narciso. Porque no. ¡Y a caiar, siervas! Nazareno. ¡Epa! Tranquilizate, mariquita… Narciso. Tranquilizate… chichirica… Nazareno. ¡Tranquilizate… chichiloca…! Narciso. Ok. Nazareno. Ok. Narciso. Ok. 186


Nazareno. ¡Ok y basta! [A Nicolás, tirándole una cartera que llenaron con bolsitas de merca.] Bueno, tu turno. Nicolás. ¿Ya? Pero estábamos tan bien así, charlotoneando… Que vaya Nacho. ¡Sierva! Nazareno. [A Nacho.] Bueno, tu turno, vamos. Nacho.

No, che, please, pará un cachín, yo no doy más. Los pies me hacen así…

Nazareno. [A Nicolás.] Bueno, tu turno entonces. Nicolás. ¿Pero ya? Nazareno. Sí, ya, ya, ya, no hay horario para la coca, loca. Llevá y traé toda la plata, guita o biyuya que si no acá son boleta.

Pausa. Tensión.

Nicolás. ¿Cómo dijiste?

Pausa. Tensión.

Nicolás. ¿Qué dijiste? Nazareno. Nada… que no hace falta la boleta.

Todos suspiran, gritan, se relajan.

Nicolás. Esto me da una adrenalina…

Nicolás sale.

Narciso. Ojalá que no le atrapen. Nazareno. Ojalá que no le maten.

Pausa. Se miran. 187


Escena 14

Nazareno sigue empaquetando cocaína para vender. Nazareno. ¿Y ustedes son medio hermanos de parte de padre o de parte de madre? Narciso. De madre. Nazareno. ¿Y el tipo que tenemos encerrado adentro es padre de alguno? Narciso. Sí, de Ignacio. Nacho. ¡¿Mío?! Narciso. Sí, siempre te lo quise decir, pero bueno… No encontraba la oportunidad. [Mira de reojo a Nazareno.] Es mentira… [Sonríe.] Nacho.

¡Con razón! Recién cuando me lo encontré fue como mirarme en un espejo.

Pausa.

Narciso. ¡¿Cómo que te lo encontraste?! [Pausa.] Voy a preguntar por penúltima vez: ¿cómo que te lo encontraste? [Pausa.] No oigo respuestas, no oigo respuestas, sólo murmullos, sólo murmullos. Voy a preguntar por última vez: ¿cómo que te…? Nazareno. Y sí, lo encontró. Lo encontró, ¿no es cierto? Nacho.

Lo encontré, sí.

Nazareno. Lo encontró. Narciso. Lo encontró… ¿Dónde? 188


Nazareno. En la cocina. En la cocina, ¿no es cierto? Nacho.

En la cocina de la droga, sí.

Nazareno. En la cocina de la droga. Narciso. ¿En la cocina…? ¡Mientes! Nacho.

Bueno, en la puerta de acá.

Narciso. En la puerta… ¿De acá, del edificio? ¡Mientes! Nacho.

Sí, en la puerta de acá, del departamento.

Narciso. En la puerta del departamento… Nacho.

Sí, ahí estaba, así, apoyadito.

Narciso. ¿Acá, en la puerta esta? Nacho.

Sí.

Narciso. Esta, la nuestra, del séptimo “A”. Nacho.

Sí.

Narciso. Entonces no te lo encontraste. Estaba ahí… [No se entiende lo que dice.]… de mí. Nazareno. ¿Será, che? Narciso. Estaba ahí, listo para escaparse… de mí.

Narciso sale hacia el cuarto del fondo a ver si está el tipo. Regresa a los segundos, indignado.

Narciso. ¡¿Quién fue el tarado que sacó la puerta de la habitación?! [Pausa.] Voy a preguntar por penúltima vez… ¿Quién fue el tarado que sacó la puerta de la habitación? No oigo respuestas, no oigo respuestas, sólo murmullos, sólo murmullos… Voy a preguntar por última vez… Nacho.

¡Vos!

Narciso. ¿Cómo? Nacho.

Vos, que fuiste vos. Vos sacaste esta puerta de la habitación.

Pausa.

Narciso. ¡¿Y cómo me lo permitieron!? 189


Nacho.

No sé…

Narciso. ¡¿Son tarados?! Nacho.

Estábamos bailando, no nos dimos cuenta.

Nazareno. Bueno… [Toma una cartera repleta de bolsitas de merca y se la lanza a Narciso.] Ya es hora, tu turno, vamos. Narciso. Qué turno, no me jodás. Nazareno. ¡¿Cómo que no te joda…?! Narciso. Andate a tu casa, Nazareno. Estuvo divertido mientras duró pero esta relación se termina acá. Nazareno. Escuchame, pendejo… Narciso. ¡Ya dije!

190


Escena 15

Nazareno empuja a Narciso, que cae al suelo. Luego, de su cartera saca un arma y apunta a los muchachos. La escena siempre tendrá un tono muy violento, muy peligroso, muy verdadero. Nazareno. ¡Escuchame, pendejo puto y la re puta madre que te re mil re parió! ¿Vos te creés que yo soy como los boluditos estos, que se asustan con un par de gritos tuyos? ¡Acá mando yo, papá! Y si yo les digo que se pongan el puto vestido y vayan a la puta calle a vender la puta coca, ustedes, putos del orto, se ponen el puto vestido, se van a la puta calle y venden la puta coca, ¿ok? [Pausa.] ¡No escuché el ok!

Nacho y Narciso, a la vez:

N/N.

Ok.

Nazareno. [A Nacho.] Levantá las manos, negro comilón, dejá de taparte las tetas.

Nazareno sigue apuntando con el arma. Narciso: en shock.

Nazareno. Y entiendan… pequeños y putos… que yo no me quiero poner violento, ¿sí? Pero me sacan de quicio, loco, demasiado mariconeo… ¡Ya no aguanto más estos tacos, la peluca del orto, ya fue, listo, se acabó, ya estoy acá, ya entré y ya los tengo laburando para mí, así que a la mierda! [A Narciso.] Tu turno, y a vender.

191


Se escucha un golpe de puerta.

Nazareno. Hagan silencio… Nacho.

¿Es acá?

Nazareno. No. ¿Escuchan? Están golpeando la puerta de mi casa. [Sale a ver.] Nacho.

[Tratando de que reaccione.] Narciso… Narciso…

Nazareno vuelve.

Nazareno. Es la policía, en mi departamento…

Nacho amaga con llamar a la policía.

Nazareno. Ni se les ocurra… Nacho.

Claro… Ahora me cierra todo… Vos necesitabas un lugar… nuevo…

Narciso. [Acercándose a Nazareno y tocando el arma.] ¿Es de verdad? [Toca el arma.] ¡Sí! ¡Es de verdad, es de verdad! Nazareno. ¡Sí, es de verdad, así que no jodan y cállense! Nacho.

Claro, por eso te viniste a este departamento…

Nazareno. Que se callen, dije… Uh, escuchá… [Se escuchan movimientos y ruidos en el departamento de al lado.] Me van a hacer mierda toda la vajilla, pero no van a encontrar nada… Nacho.

¿Y si vienen acá?

Nazareno. No van a venir acá. Nacho.

Pero, ¿y si vienen?

Nazareno. Pero es que no van a…

Se escuchan golpes en la puerta, la de acá, la del séptimo A.

Nazareno. Ni se les ocurra… 192


Suena el teléfono.

Nazareno. Ni se les ocurra…

Los golpes en la puerta cesan, y el teléfono deja de sonar. Nazareno sale a ver. Vuelve.

Nacho.

¡¿Por qué nos hacés esto!?

Nazareno. Porque soy malo, y a “caiar”. [A Narciso.] Tu turno dije, pendejo. Tomá, llevá. Narciso. Hace mucho que no salgo, por favor… Nazareno. Vos vas a salir sino a este no lo ves más, nunca más. [Toma de rehén a Nacho; le apunta con el arma.] Nacho.

¡Narciso, salí, por favor!

Narciso. ¡Mamá! Nazareno. Escuchalo al pelotudo este. Sos un boludo grande ya para estar llamando a tu mamita. Narciso. No hay edad para ser hijo, ¿sabés? ¡Mamá! ¡Mamá! Nazareno. ¡Callate! ¡Callate! Tu mamá no va a venir: lo dejaste escapar al tipo, boludo, si era por lo único que iba a volver, así que te callás. Narciso. Ella va a volver… Nazareno. ¿A qué? [Pausa.] ¡¿A qué?! ¿A encontrarse con estos putitos que tiene de hijos? Tu vieja se fue a la mierda porque no lo pudo aguantar más, se cansó, se hartó. Narciso. Mentira. Nazareno. Cuando se cruzaba al lado, ¿te creés que no me contaba? Narciso. Mentira… Nazareno. Vergüenza le daban… Me la tenía que bancar llorando a la mina… Narciso. Mentira… Nazareno. Después me la cogía un rato y se calmaba…

193


Suena el teléfono: quieren, pero nadie se anima a atenderlo.

Nazareno. ¿Van a atender o qué? Nacho.

¿Podemos?

Nazareno. ¿Atiendo yo?

Narciso atiende.

Narciso. ¿Hola? Nazareno. Ojo con lo que decís… Narciso. ¿Sos vos? Hola… “Y un polvo mágico hizo a los héroes invisibles, y como el viento, revolotearon entre las ramas de los árboles hasta llegar a su hogar, y vieron que la luz estaba encendida todavía y que la chimenea aún tenía fuego”. No puede ser… ¿La policía…? Ahí vamos. Nazareno. ¿Qué fue eso? Narciso. Nicolás está en el hospital, lo balearon. Nacho.

¡¿Qué?!

Narciso. La policía está viniendo para acá. Nacho.

¿Lo balearon?

Narciso. Eso. Nacho.

¡¿Y cómo?!

Narciso. No sé… No sé… Nacho.

¿Y qué? ¿Está muerto?

Narciso. Sí… Nacho. ¡Yo estaba enamorado de él! Narciso. [A Nazareno.] Por tu culpa, hijo de puta, por tu grandísima culpa… Nazareno. Calmate, che…

Suena el portero: Nazareno se descoloca.

Nacho.

Es el portero, el aparatito, el coso.

194


Nazareno. Sí, ya sé… Nacho.

¿No vas a atender?

Nazareno. Sí.

Nazareno atiende el portero.

Nazareno. Hola… Sí, acá es… ¿Por qué tema será? [Cambiando la voz.] La madre… Que soy la… Que habla la madre. ¿Un coronel? Sí, ahí les abro… ¿Abrió? [Cuelga el portero.] Ahora no van a armar quilombo: es la cana. Más que la cana, el ejército. Guarden todo eso. [Despejan la puerta que hace las veces de mesa. Nazareno busca disfrazarse y taparse con algo de por ahí.] ¡Vamos, putos, apuren! [A Narciso.] Vos, vení conmigo… Narciso. ¿Qué me vas a hacer? Nazareno. Se quedan quietitos y no hacen nada, ¿ok? [Pausa.] No escuché el ok.

Nacho y Narciso, a la vez:

N/N. Ok.

Golpean la puerta. Nazareno agarra a Narciso, lo toma del brazo y le apunta mientras lo lleva a atender la puerta del departamento. Nacho toma la puerta-mesa con fuerza, como para golpear a alguien, y espera a que entren al departamento. Abren y aparece Nicolás, disfrazado de coronel.

Nicolás. Buenas… Nazareno. Buenas… Nicolás. ¿Usted es la mamá de Nicolás? Nazareno. Sí, pero me agarra muy de entrecasa… ¿Qué me dice que pasó…? Nicolás. ¡Corré, Narciso, corré! ¡Dale, Nacho!

195


196

Todo como en cรกmara lenta, y de fondo Where were you de Erasure. Narciso y Nicolรกs se agachan: Nacho golpea a Nazareno con la puerta-mesa; Nazareno cae duro al piso. Nacho, Narciso y Nicolรกs se acercan a Nazareno: lo miran, se miran, lo levantan y lo encierran en la habitaciรณn.


Escena 16

Narciso mirando televisión, como al comienzo de la obra. Nicolás, de pie, todavía con vestuario y actitud de coronel. Nicolás. ¿Qué le pasa? ¿Qué? ¿Está llorando? Narciso. No, no estoy llorando. Mis ojos, tengo problemas… Bueno, sí, sí, sí, estoy llorando. Nazareno me dijo un montón de cosas horribles, de nosotros, de mamá, de vos, de tu servicio militar, de tu OAD decía, de tu OAD… Nicolás. No se preocupe, ella va a volver, se lo prometo. Y ni cuenta se va a dar de que le cambiamos el novio.

Entra Nacho.

Nacho.

Estoy cansadísimo, me pataconié todo…

Nicolás. ¿La pudo vender? Nacho.

¡Sí, mi coronel! Y ni cuenta se van a dar que la corté un poquito con azúcar impalpable.

Nicolás. [Cortando ya con la actitud coronel.] Sos un capo… Nacho.

Sí, ya sé… Che, hablando de polvo… ¿Qué fue eso…?

Nicolás. ¿Qué cosa? Nacho.

Eso que le dijiste en el teléfono, de que se echaron un polvo… en la chimenea… mientras el viento los despeinaba…

Narciso y Nicolás, a la vez:

197


N/N.

“Y un polvo mágico hizo a los héroes invisibles, y como el viento, revolotearon entre las ramas de los árboles hasta llegar a su hogar, y vieron que la luz estaba encendida todavía y que la chimenea aún tenía fuego”.

Nicolás. Ese es el final de un cuento. Narciso. Una historia que mi vieja siempre nos contaba cuando éramos chicos y teníamos miedo. Y quedó como una especie de código, ¿no? Nicolás. Sí, nos decimos eso cuando alguno se siente mal o, en este caso, cuando alguno está en peligro. Narciso. Claro, eso significó un pedido de auxilio. Nicolás. Claro… Narciso. Claro. Nicolás. Claro… Narciso. Claro. Nicolás. Bueno, basta. Narciso. Ok. Nicolás. Ok. Narciso. Ok. Nicolás. Ok. Nacho.

¡Basta, chicos! Ustedes sí se quieren, ¿ven?

Nicolás. Y sí… Si somos medio hermanos…

Se escucha It’s on you de MC Sar. Una de las mamitas cruza el fondo de un extremo al otro, llevando una valija.

Nacho.

¿Qué quiere ahora?

Narciso. ¿Alguno le dio de comer a Nazareno? [Pausa.] ¡Ahí está! Si nos seguimos olvidando, Nazareno se nos va a morir, y ahí nos quiero ver. Viene la ambulancia, viene la policía… ¿y qué? ¿Nosotros qué? Presos nos vamos. 198


Nicolás encuentra la notita de papel que enganchó la mamita en el teléfono.

Nicolás. ¿Y esta notita? [La lee:] “Chicos, me fui a lo de la…”. [Narciso le arrebata la nota.] Narciso. [Lee:] “Mi querido Narciso, y el otro: me fui a lo de la abuela unos días porque está medio jodida, les dejé malteadas y emparedados de mantequilla de maní en la nevera. Si Nelson pregunta…” Nacho.

¿Nelson?

Nicolás. Nelson Manyela, el que se escapó… Narciso. “…pregunta por mí, díganle que he morido, ya no lo soporto más, es mejor que se vaya, que se vaya, que se va-ya. Vuelvo en unos días. Besos, para Narciso… Nicolás. …y el otro. Narciso. …firma, Mamita”. Nicolás. Viste que iba a volver…

Suena el portero. Los tres, a la vez:

N/N/N.

Es el portero, el aparatito, el coso.

Nacho atiende el portero.

Nacho.

N/Narco, buenas noches, ¿con cuántos gramos te puedo ayudar? [Pausa.] Hola, señora… ¿Cómo le va…? Ignacio soy… Un chiste era… Sí, ahí le abro… ¿Abrió? [Corta el portero.] Es su mamma, su mamita.

Narciso. Ni una palabra sobre la droga. Nacho. Está subiendo… Narciso. Ni una palabra sobre la droga. Nicolás. [A Narciso.] ¡Viste que iba a volver! 199


Narciso. ¡Ni una palabra sobre la droga, dije, mierda! Nacho.

Hay que pensar cómo se lo dicen…

Nicolás. Pero si ni cuenta se va a dar que le cambiamos el novio, le ponemos un pasamontañas a Nazareno y delante de ella lo sacamos de patitas a la calle, si ahí escribió: “ya no lo soporto más, es mejor que se vaya, que se vaya, que se va-ya”. Nacho.

¡No! Lo otro…

Narciso. ¿Qué otro? Nacho.

Lo tuyo… [Pausa.] Lo de él… Lo mío también, si quieren…

Narciso. Nacho… [Nacho lo mira sorprendido.] ¿Qué? Nacho.

Que me dijiste Nacho, no Ignacio.

Narciso. Sí, con N, N de Narciso, de Nicolás, N de Ignacio. Nicolás. Todos somos N, ¿no? Narciso. No necesitamos decirle nada, una madre es una madre, y sabe, y te quiere y te respeta, no hace falta decirle nada. Ella te ama como sos, y no le importa que le robés unos taquitos si es para hacer un buen show. Lo que sí, vamos a recibirla como dios, la virgen y Madonna se merecen… ¡Bailando…!

Se escucha un golpe de puerta. Los tres, a la vez:

N/N/N.

¡Pasá, mamita!

Comienza a subir el tema final: A Litle Respect de Erasure. Entra la mamita: le da un beso a cada uno, y a cada uno un paquetito de merca. Se dan un saque y quedan duros, duros y sonrientes, mientras la luz va bajando de a poco. Sólo quedan encendidas las bolas de espejos que siguen girando y girando, un poco más… un poco más y se apagan.

FIN 200


N/Narco se estrenó el 4 de noviembre del 2013 en la sala El Cuenco Teatro, ciudad de Córdoba, con dirección de su autor y las actuaciones de Maximiliano Gallo (Narciso), Facundo Dominguez (Nicolás), Samuel Silva (Nacho), Adrián Azaceta (Nazareno) y Gastón Mori, Agustín Betbeder, Lucas Mana, Rodolfo Ramos y Rodrigo Brunelli en el papel de las mamitas.

201



La Calderilla



Habitación de un hotelito de mala muerte al costado de la ruta –tal vez un motel, un hotel alojamiento, en pocas palabras: un telo, venido a menos. Cama de dos plazas, con su respectiva mesa de luz, velador, lámpara de techo, dos sillas junto a una mesita chica, un roperito o cómoda, alguna que otra estatuita de vírgenes y santos por ahí.

Introducción al hotelito

Totón 2, sentado en una silla, tal vez sólo se dibuje apenas su sombra. Se escuchan palmadas desde afuera: alguien llamando. Golpean la puerta, luego la abren: entran Gabriela y Vilas. Gabriela. Permiso… Hola. Vilas.

Hola, qué tal, buenas noches. Queríamos saber si tenías alguna habitación para pasar la noche. [Pausa.] Hola…

Totón 2. Sí, sí. Estaba limpiando, ya se la entrego.

205


Escena 1: Bienvenidos al hotelito

Interior de la habitación del hotel. Noche. Totón le muestra la habilitación a Vilas. Totón.

Tiene que aprovechar que están limpias. Lo que pasa es que a veces no hay sol entonces no se lavan. Porque no se secan. Yo no pondría unas mojadas, ¿y usted? ¿La va a querer? Y acá esta mesita, que adentro tiene que tener el control remoto. Uh… no está. Bueno… No importa, ¿no?

Vilas.

No quiero parecer pesado pero te lo pregunto una vez más por las dudas, ¿Estás seguro que no tenés otra…?

Totón.

Ya le dije que no hay más habitaciones que esta, estoy seguro. ¿La va a querer? Son tres nomás. Es chiquito el hotel nomás. No importa, ¿no?

Vilas.

Y… Qué le vamos a hacer…

Totón.

Que no esté el control remoto de la televisión, digo, no importa, ¿no?

Vilas.

No, no, no. No importa.

Totón.

¿La va a querer?

Vilas.

Sí.

Totón.

Qué suerte, qué lindo, qué bueno…

Vilas.

¿Te acordás de la gauchada que te pedí?

Totón.

Sí, lo más probable es que vaya yo y mi hermano se quede acá, por cualquier cosa que necesiten.

Vilas.

Gracias. ¿Eh? [Pausa.] ¿Sí? [Totón se queda como esperando propina, Vilas le da plata.] Ahora sí, gracias eh.

206


Totón sale, y se cruza con Gabriela que va entrando.

Totón.

¿Lo encontró?

Gabriela. ¿El baño me estás preguntando? Sí, gracias. [Totón se queda como esperando propina: Gabriela le choca los cinco. Totón se va.] Un asco… No, no, no te sentés ahí… ¿Y esta? ¿Está limpia por lo menos? Vilas.

Parece que sí.

Gabriela. Me da impresión todo, no quiero tocar nada. ¿Qué hacés? Vilas.

Pruebo la cama. Tenemos un ratito todavía… [Como un cantito:] Vení…Vení, vení, vení…

Gabriela. No, ni loca ni borracha, me da impresión todo, te dije. Si querés, vení vos. Vilas.

[Seductor.] Dale, vení.

Gabriela. [Seductora.] Vení vos. Vilas.

[Seductor.] No, vení vos.

Gabriela. [Seductora.] Vení vos. Vilas.

[Seductor.] No, vení vos.

Gabriela. [Seductora.] Vení vos… [Sin querer toca una silla: corta la seducción.] ¡Ay, está todo sucio acá…! ¡Vení, mierda! Vilas.

¡Eh!

Gabriela. Bueno… [Como un cantito:] Vení… Vení, vení, vení… Vilas.

¿Ahí?

Gabriela. Sí, así, de paraditos… sin tocar nada… como levitando… Vilas.

Flotando en el amor…

Gabriela y Vilas comienzan a besarse, entra en escena Totón con unos rollos de papel higiénico.

Totón.

Hola.

Vilas.

Hola. [Pausa.] ¿Sí?

Totón.

Bienvenidos al hotelito. Les muestro la habitación.

Vilas.

No hace falta. 207


Totón.

Tienen esta cama, doble y reforzada para hacer sus cositas. Viene con sus almohadas, dos, una, dos y las sábanas están limpias… aprovechen… Lo que pasa es que a veces no hay sol entonces no se lavan. Porque no se secan. Entonces si no se secan no las cambiamos, sino quedarían sin sábanas las camas, o las tendríamos que poner mojadas. Yo no pondría unas mojadas, ¿y usted?

Gabriela. No, yo tampoco. Totón.

Pero están limpias, así que aprovechen. Venga, señora.

Vilas.

Señora dice…

Gabriela. Lo mismo podés tutearme, no soy una señora como para que me tratés de usted. Totón.

Bueno, vení entonces.

Vilas.

Vaya ahora, señora.

Totón.

[Como un cantito:] Vení… vení, vení, vení…

Gabriela y Vilas se miran desorbitados.

Totón.

Olé, olé… No hay necesidad de que usted, perdón…

Gabriela. [Corrigiendo.] “de que vos”… Totón.

…andés haciendo tus cositas así, de paradita, sin tocar nada, como levitando, flotando en el amor, teniendo una camita limpia al lado… olé, olé… [Ella se acerca, él le saca la sábana.] “¡Ole!” No, vení, olé… olé… [Ella se acerca, él le saca nuevamente la sábana.] “¡Ole!”.

Vilas.

¡Eh Don, media pila viejo!

Totón.

Están limpias de verdad, olé… no, en serio boluda, olé…

Gabriela. [Las huele.] Sí, están limpias… Totón.

Acá tienen este televisor con el canal 11 y la televisión pública. Está este silloncito, tienen una mesita con dos sillitas, también una cómoda en donde pueden guardar las cosas suyas, sus cositas. Lo único malo es que el baño está afuera, pero eso sí, cada uno puede tener su papel si quieren. ¿Van a ser dos o más?

Gabriela. ¿Y esta es la única habitación disponible? 208


Totón.

Y acá esta mesita, que adentro tiene que tener el control remoto. Uh… no está. Bueno… no importa ¿no?

Gabriela. No quiero pecar de insistente, pero por las dudas yo te lo pregunto de nuevo para que te fijés bien, ¿Estás seguro que… Totón.

No, no hay más habitaciones que esta, ya se lo deben haber dicho a él, ¿se lo dijeron o no se lo dijeron?

Vilas.

Sí, me dijeron.

Totón.

Y dígale, entonces…

Vilas.

Sí, me dijeron…

Totón.

Y sí, estoy seguro, es nuestro el hotelito, mío y de mi hermano. Son tres nomás. Es chiquito el hotel nomás, mirá si no voy a saber. No importa, ¿no?

Vilas.

¡No, no importa que no esté el control remoto del televisor!

Totón.

¡Sí, sí importa, ya se lo traigo!

Totón sale de escena. Pausa un rato.

Vilas.

¿Qué te reís, che?

Gabriela. No sé… de los nervios será. ¿Nos estuvo espiando? Decía, [Como un cantito:] Vení… vení, vení, vení… como nos decimos nosotros. Vilas.

¿Irá a volver el tipo? Hizo lo mismo…

Gabriela. ¿Qué? Vilas.

El tipo me hizo lo mismo hace un rato… [Imitando.] Acá tiene el televisor y acá en este cajoncito donde está el control remoto, uh, no está…

Gabriela. Bueno, por lo menos trajo papel higiénico, es verdad que no había en el baño…

Entra a escena Totón.

Totón.

Hola.

Vilas.

Hola. [Pausa.] ¿Sí…?

Totón.

Uh… disculpen, no era a ustedes. 209


Sale de escena Totón. Vuelve a entrar.

Vilas.

Hola, ¿Sí?

Totón.

¿Les traje el papel higiénico?

Gabriela. Sí. Totón.

Ok.

Vilas.

¿Te acordás la gauchada que te pedí?

Totón.

Lo del auto, sí, ya fue mi hermano, quédense tranquilos, sigan con sus cositas…

Totón sale de escena.

Vilas.

Me pone nervioso el tipo. ¿Por qué no toca? ¿Qué te reís?

Gabriela. ¡De los nervios te dije, no sé…! Digo papel higiénico, abre la puerta y ¿qué dice? Vilas.

Papel higiénico.

Gabriela. Para mí está ahí parado escuchando todo. Vilas.

Vení acá. [Se ríen, se mimosean, él la empuja hacia la cama, intenta sacarle las zapatillas.]

Gabriela. No, no, no, las zapatillas no, que después es un lío ponérmelas de nuevo y pueden llegar en cualquier momento, así nomás, bajame la calza y listo. [Vilas intenta bajarle la calza.] ¡Pará, pará!… ¿Estará ahí? Vilas.

¿Dónde?

Gabriela. Atrás de la puerta. Vilas.

¿Querés que me vaya a fijar?

Gabriela. Sí… no… dale sí, sí… no, no, mejor no… Ay no sé, ahí me fijo yo. Ay… siento acá… una cosa… ¿Por qué me está pasando esto? ¿Por qué estoy teniendo estos pensamientos tan cochinos? ¿Es muy de puta? Cómo me gustaría que esté ahí atrás de la puerta… Vilas.

No, no es de puta, para nada, para nada.

Gabriela. Me encantaría que esté detrás de la puerta. 210


Vilas.

Sí, sí, a mí también me encantaría que esté detrás de la puerta…

Se van a la cama, van a “volver a intentar” hacer el amor.

211


Escena 2: Los vecinos de al lado

Habitación del hotel. Interior. Noche. Martina, de cuclillas en la cama, escucha algo a través de la pared de al lado, en sus manos tiene un control remoto. Entra a escena el Gato con el torso desnudo, toallón en la cintura y tomando un vaso de agua, se miran. Gato.

¿Qué hacés?

Martina. Shhh… Dame eso, el vaso. Tomá.

Intercambia vaso por control remoto. Martina se toma el agua rápido, apoya el vaso en la pared, intenta escuchar la situación de al lado, parece ser, una pareja haciendo el amor.

Martina. ¿Escuchás? Son los vecinos de al lado. Apagá la tele.

212


Escena 3: Sin nicotina y alquitrán

Habitación del hotel. Interior. Noche. Gabriela y Vilas: ya en la cama se los ve muy juntos, besos. Gabriela se separa de golpe. Gabriela. Pará… pará che, no me puedo concentrar, estoy nerviosa. Puede llegar a entrar en cualquier momento. ¿Te quedan puchos? Vilas.

¿Qué?

Gabriela. Cigarrillos… si tenés… Vilas.

Dos me deben quedar, fijate.

Gabriela. ¿Dónde los tenés? Vilas.

Ahí, en el bolso.

Gabriela. ¿Dónde? No lo veo, ¿dónde lo dejaste? Vilas.

Por acá tiene que estar… por acá… no me digás que no lo traje. ¡No, pero la puta madre, tengo toda la guita ahí!

Gabriela. Bueno, está en el auto, ya… no te preocupés, no va a pasar nada. En el baúl está… listo. Vilas.

No, abajo del asiento.

Gabriela. Igual, no pasa nada entonces. Vilas.

No pasa nada, no pasa nada… Ojalá.

Gabriela. Vení… dale vení, tranquilízate, dame un beso… Vilas.

No, pará…

Gabriela. Dale, [Como un cantito:] vení… vení, vení, vení… que aprovechemos dijiste, ¿no? Vilas.

Sí, cuando no sabía lo del bolso. 213


Gabriela. Cuando lo traigan te fijas y listo… [Se saca el corpiño.] ¡Mirame! Vilas.

No, tapate eso, tengo la cabeza en otra cosa…

Gabriela. Vení, dale… Vilas.

No, no, ¡siempre con ganas de coger vos…!

Gabriela. ¡Epa! Hablame bien a mí, ¿sí? Vilas.

Y si me estás jodiendo…

Gabriela. Lo mismo, hablame bien. Vilas.

¡Perdón!, la mina no puede escuchar la palabra coger.

Gabriela. Sí, no me gusta. Vilas.

No, claro, ¡pero coger te encanta!

Gabriela. ¡Basta pelotudo, ¿qué te pasa?! Cortala, no digás así. Vilas.

Claro… yo… ¿y vos?

Gabriela. ¿Y yo qué? Vilas.

¿Y vos con lo de boludo…?

Gabriela. Pelotudo te dije. Vilas.

Lo mismo es. ¿Y cómo querés que diga, entonces? Querés que diga, esperá un poco Gaby, vos siempre tenés ganas de… “Hacer el amor”…

Gabriela. Sí, ¿por qué no?

Entra en escena Totón, trae consigo unas toallas, toallones y jabones de hotel.

Totón.

Hola…

Gabriela. ¡Pará un poquito! ¿Por qué no “Hacer el amor”? ¿Por qué no? Vilas.

Porque no es amor nena, es…

Totón.

Las toallas…

Gabriela. ¡Pará un poquito! ¡¿Es qué?! Vilas.

214

Es sexo. Ahí está, [A Totón.] no voy a decir coger porque la mina se enoja. Hola, sí, ¡¿qué puta querés?!


Totón.

Las toallas.

Vilas.

Ah, sí, gracias. Ponelas por ahí.

Totón sale de escena.

Vilas.

Puta madre quiero un pucho. ¿Segura no tenés uno en tu bolso? [Pausa.] ¿Qué pasa ahora? ¿Te ofendiste?

Gabriela. Maldita la hora en que me enganché con vos. [Pausa.] ¿Qué te reís? Vilas.

Maldita la hora dice la mina…

Gabriela. Y sí… Vilas.

No te pongás en minita, ¿sí? ¡No te pongás en minita! Vos sabés cómo es la situación. Y no me hagás creer que te enganchaste, esto lo hacés de despechada nomás porque no te toca un pelo hace meses.

Gabriela. ¡Bajame el dedito a mí, ¿eh?! Vilas.

¡Puta madre, 5 minutos teníamos, 5 minutos, al pedo nomás! [Pausa.] Bueno… Perdoname, sí es hacer el amor… Dame un beso, vení.

Gabriela. Sos… tarado, mirá… Vilas.

¿Vos les avisaste?

Gabriela. ¿Qué? Vilas.

Si les avisaste que estamos acá, en este hotelito de mierda.

Gabriela. Sí, les mandé un mensajito, desde afuera donde me enganchó la señal… un beso nomás.

Se besan. Entra en escena Totón.

Totón.

Hola.

Se sorprenden.

Vilas.

¡¿Loco, podrías tocar la puerta alguna vez, no?!

Totón.

Es la costumbre. 215


Gabriela. ¡La mala costumbre! Totón.

¡Bueno, perdón!

Gabriela. No, perdoname vos a mí, me saqué, estoy sin puchos… alcanzame eso que estoy en tetas, dale, dale, dale. [Totón le alcanza la remera de Vilas, ella se tapa un poco.]

Gabriela y Vilas, a la vez:

G/V.

¡¿Qué pasa ahora?!

Totón.

El auto.

Vilas.

¿Qué?

Totón.

¡Que ahí les traje el auto!

Vilas.

Ah bueno… ¿vos también sos…? Claro, debe ser…

Gabriela. Claro debe ser él, también.

Gabriela y Vilas, a la vez:

G/V. Claro. Gabriela. Él es todo acá, claro…

Gabriela le dice algo en secreto a Vilas, algo, algo que él no entiende pero sin embargo afirma.

Vilas.

Ah sí, sí…

Totón.

¿Qué hago?

Vilas.

[A Totón.] ¿No te dijeron nada?

Gabriela ¿Y? Vilas.

[A Gabriela.] ¿Qué?, perdón no te entendí.

Totón.

Que se fije en el auto dice, el bolso, el bolso en el auto dice. “Andá a fijarte ya mismo en el auto que este viejo choto no te haya robado el bolso de abajo del asiento”, dice.

Vilas.

Ah… [Pausa.]

Totón.

No me queda claro si choto o choro dice.

216


Pausa. Mira como esperando respuestas.

Gabriela. Choro… Totón.

Me parecía. ¿No se va a fijar? El bolso abajo del asiento es, ¿no?

Texto superpuesto.

Gabriela. No. Sí. No. Sí… ¡Sí! Vilas.

Sí. No. Sí. No… ¡No!

Corta texto superpuesto.

Totón.

Ah, no se ponen de acuerdo… En nada… [Pausa.] ¿Qué hago?

Vilas.

Ahí vengo, voy a buscarlo al Gato. [Se vuelve hacia ella.] La remera… [Ella se la entrega, él le entrega la de ella y sale] [Pausa.]

Gabriela. ¿No anduvo nomás? Totón.

No. No es fácil el… ¿cómo es?

Gabriela. Claro, claro… no es fácil el tema del auto… Me podrías… digo, te das vuelta un poquito así me… Totón.

Sí, disculpame.

Gabriela. No pasa nada. Totón.

Sino parezco un degenerado… ¿No?

Gabriela. No… todo bien…

Ella comienza a vestirse. La luz se corta.

Gabriela. ¡Huy la luz, qué justo! Totón.

Sí, acá es así. Así es acá. [Enciende la luz de una linterna.] Se viene un poquito de tormenta y se corta todo.

Gabriela. ¿Se viene tormenta? Totón.

Eso dicen… 217


Corta la luz de la linterna.

Totón.

Eso me comentaron, che… que se venía tormenta…

218


Escena 4: Cerquita de los Mamaní

Costado de la ruta. Exterior. Noche. El Gato y Martina están varados en la ruta, cargados de bolsos, conservadora y raquetas de tenis. Con la luz de una linterna, Totón los ilumina. Totón.

¿Hace mucho?

Martina. ¡Sí, un montonazo! Para mí una eternidad. ¿Para vos? Gato.

Sí, no sé… mucho. ¿Se podrá hacer algo?

Totón.

¿Algo como qué?

Martina. Algo como irnos de acá, por fa, decile… Gato.

Algo como irnos…

Martina. ¡De acá! Gato.

¿Vos ibas para allá?

Totón.

¿Para allá dónde?

Martina. ¡A seis kilómetros hay algo, decime que sí por fa… vor! Totón.

¿Algo como qué?

Martina. ¡Ay, no sé…! Una casa debe haber, ¿o no? Totón.

Hay una casa. A un kilómetro.

Martina. Ay, mirá qué justo. Totón.

Justo.

Martina. Justo. Totón.

La de los Mamaní. ¿Ustedes van a los Mamaní?, los llevo.

Gato.

No, no vamos a lo de los Mamaní.

Totón.

Ah, como ella dijo eso… 219


Gato.

¿Y por qué dijiste eso si no vamos a lo de los Maman…?

Martina. No dije… lo dijo él… ¿Cómo es tu nombre? Totón.

Totón.

Martina. Totón, qué divino. Gato.

Totón dice…

Martina. Pero ese no es tu verdadero nombre. Decímelo, yo soy Martina y él es… Totón.

Carlos, es.

Martina. Carlitos, ahí está. Totón.

No, no me gusta Carlitos.

Martina. Bueno… no decimos Carlitos… decimos… Totón.

¡Y Totón les dije!

Martina. Totón, bueno no, nosotros no vamos a los Mamaní. Totón.

¿Y a dónde van?

Gato.

A un torneo vamos.

Totón.

¿Un torneo? ¡Velo!

Gato.

Sí, un torneo, un torneo, un torneo…

Martina. Sí, un campeonato sería, chiquito nomás. Totón.

Un torneo dice…

Gato.

Y si es un torneo…

Martina. Un campeonato… amateur… Totón.

¿Matero?

Martina. Amateur, un campeonato de… Totón.

El Amadeo, uno de los Mamaní juega al futbol, debe ser del campeonato, ¿los llevo?

Gato.

Escuchame, Carlos…

Totón.

Totón prefiero, ya dije.

Gato.

¡Escuchame, Totón…!

Martina. Totón, Escuchame a mí, a mí, necesitamos, ¿sabés qué? Necesitamos… sacar…

220


Se escucha una lechuza.

Totón.

Mirá, una lechuza…

Martina. ¿Dónde? Sa-car el-au-to…

Se escucha un murciélago.

Totón.

[Al Gato que está haciendo esos sonidos.] ¿Y eso qué es?

Gato.

Un murciélago.

Martina. ¿Dónde?… de la ru-ta… Gato.

Le hablás como si fuera sordo, o extranjero, o mongólico el tipo…

Martina. Callate, porque-nos-íbamos a-este tor-neo. Totón.

¡Un quirquincho…!

Martina. ¡¿Qué era?! ¡¿Qué era eso?! Totón.

Un quirquincho era, pero con tanto grito…

Martina. Bueno, el auto se nos des-com-pu-so… Totón.

Ah… ¿no le anda? Hubieran empezado por ahí.

Martina. ¡Me entendiste perfecto, qué divino! No, no arrancó más. Totón.

¿Quieren que probemos?

Gato.

No, no anda, ya probé diez veces yo, y no anda.

Martina. Fueron quince en realidad, me parece que le hizo peor, pero bueno. Totón.

Y lo debe haber ahogado, ¿o no?

Gato.

No sé, qué sé yo…

Martina. No importa, lo que no-so-tros necesi-tamos es ver-si nos po-dés re-molcar con tu ca-mio-neta… ¿Cómo era? Gato.

F 100.

Martina. F 100. A ver… me estás mirando con esa carita… debés estar pensando qué me quiso decir esta blanquita… a ver, ¿qué otra palabra que no sea remolcar puedo utilizar para que vos que sos del norte me entiendas…? 221


Al Gato le llega un mensaje al celular, lo saca, lo lee.

Martina. ¿Tenés señal? Depende dónde te pongás, ¿no? Gato.

Un hotel de mierda, acá nomás…

Martina. ¿A ver el mío? Totón.

¿Un hotel? Los llevo si quieren, pero eso es ya en “La Calderilla”, a seis kilómetros y después para adentro media cuadra.

Martina. Sí, eso. Te vamos a pagar obvio, vos quedate tranquilo con ese tema. Totón.

Mi hermano es mecánico.

Martina. ¡Mirá qué justo! Totón.

Sí, justo.

Martina. Justo. Totón.

Justo.

Gato.

A él también le vamos a pagar, ¿no? Sí. ¿Le metemos pata? Llevemos las cosas de nuevo al auto si nos van a remolcar.

Martina. Sí Totón, porque parece ser que se viene la tormenta. Totón.

¿Ah, sí?

Martina. Sí, por la radio dijeron recién ¡y yo ni un paraguas me traje! Así que nos vamos ahora rapidito y listo chau, ¿sí? Totón.

Hu… y acá, cuando llueve… llueve [Corta la luz de la linterna.]

Martina. Ay, no me digás eso… Che, no tengo el celular…

222


Micro Escena Enlace: El control remoto

Habitación del Hotel. Interior. Noche. Totón y Gabriela en la oscuridad de la habitación. Totón enciende la luz de una linterna. Totón.

Y cuando digo llueve… ¿me entendés?… es que llueve, ¿eh? Y si es con un poquito de viento como ahora, se corta así, a cada rato. La otra vez me quemaron un tele, el viento y la tormenta. Mi hermano decí que sabe y la arregló. ¿Le trajeron…

Gabriela. Sí, me imagino… Decí que… sabe… ¿qué me ibas a decir? Totón.

Si le trajeron el control remoto de la televisión.

Gabriela. Ah, no… ¿el control remoto?, no.

Totón apaga la luz de una linterna.

223


Escena 5: Dichosos los de al lado

Habitación del Hotel. Interior. Noche. En escena Martina y Totón en la cama. Ella duerme, él mira televisión. Ella comienza a moverse, él se esconde debajo de la cama, dejando el control remoto a mano de Martina, que ahora ya despierta, lo agarra. Escucha algo desde la habitación de al lado, se pone de cuclillas en la cama, el oído pegado a la pared. Entra a escena el Gato con el torso desnudo, con toallón en la cintura y tomando un vaso de agua, se miran. Gato.

¿Qué hacés?

Martina. Shhh… dame eso, el vaso. Tomá.

Intercambia vaso por control remoto. Martina se toma el agua rápido, apoya el vaso en la pared, intenta escuchar la situación de al lado, parece ser, una pareja haciendo el amor.

Martina. ¿Escuchás? Son los vecinos de al lado. Apagá la tele. Gato.

¿Y los demás?

Martina. Ah… te bañaste… Gato.

Sí, estaba chivado mal. ¿Los demás?

Martina. Los demás no sé… afuera, juntitos seguro, ya te dije yo… Gato.

Cortala con eso…

Martina. Están pinchando me parece. Gato.

¿Los de al lado?

Martina. Sí, están pinchando, ¡están pinchando…! Gato. 224

¿Están pinchando? ¿A ver?


Martina. ¿Te salió bien? Gato.

¿Qué cosa?

Martina. El agua. Gato.

¿De la ducha me estás hablando?

Martina. Sí. Gato.

Es un monstruo el chabón, escuchá la minita… “despacito”, “despacito”, dice la mina.

Martina. Sí, es cierto, “despacito” dice. Gato.

Dichosos los del lado están pinchando. El agua helada, una mierda. [Ella se ríe, él también.] ¿Qué te reís?

Martina. Te vino bien, entonces… estabas re caliente… Gato.

¡Epa!

Martina. En otro sentido lo digo. Gato.

¿Sí, no? Soy calentón. En los dos sentidos lo digo. ¡Epa!

Martina. Es que renegás por todo, por todo renegás, ¿eh? Te va a hacer mal… En serio te digo, te va a hacer mal… Gato.

Y sí… qué querés… todo mal hoy… ¿Le pagaron al tipo, qué hicieron?

Martina. Qué miedo el tipo… Gato.

¿El tipo?

Martina. Sí… Gato.

Sí, sacado de una de terror parece.

Martina. Sí…. Gato.

Bah, no miedo, raro…

Martina. Sí… [Señala hacia la puerta a un supuesto “alguien”. El Gato se asusta, ella se ríe, él la golpea cariñosamente.] Gato.

Tarada…

Martina. ¡Ya sé a quién me hace acordar! A Videla… Gato.

¿El torturador?

Martina. No, boludo, el otro, el negro Videla, el cuartetero…

225


Cantan el estribillo de una canción del Negro Videla. Desde afuera en off. ¡Shhh! [Los hacen callar.]

Martina. ¿Prendo la tele? Gato.

No, poné una musiquita mejor.

Martina. ¿De dónde? Gato.

Ahí hay un cosito… El negro Videla, [Ríe.] tiene razón… Y vos encima…

Martina. ¿Qué? Gato.

Ah… y que le preguntabas cosas…

Martina. ¿Y qué? Gato.

Y que le dabas charla…

Martina. Del miedo, ¿o no? Gato.

¿A qué? ¿La ruta?

Martina. No, sí, qué sé yo, la ruta, los collas, todo. No me gustó. Horrible es la ruta…

226


Escena 6: En la ruta

Auto. Ruta. Exterior. Noche. Auto, los dos varones adelante, las dos mujeres atrás. Hablan de cualquier cosa, se ríen, una música suena en la radio, Perfect Day de Lou Reed, cantan, se divierten… El auto comienza a funcionar mal. Se detiene. Gabriela. ¿Qué pasó? ¿Fuiste vos? Gato.

No.

Vilas.

Dale arranque.

El Gato trata de hacerlo arrancar. Nada.

Vilas.

Huuu… qué ironía de la vida, ¿no? Nosotros meta “perfect day, perfect day” y ahora solos en el medio de la nada…

Martina. Ay, virgencita, dios mío… Gabriela. ¡Callate tarado! Probá de nuevo.

El Gato intenta nuevamente hacerlo arrancar. Nada…

Gabriela. No vamos a llegar, ¡ya perdimos! ¡Ni jugamos y ya perdimos! A ver… no sé… ¿pechamos? ¿Hacemos algo? ¿Qué hacemos? Gato.

¡Tranquilícense mejor!

Vilas.

¡Bueno, pero no grités!

Gabriela. ¿También a quién se le ocurre venir por este camino? ¡Larguísimo! ¡Hasta Jujuy nos fuimos al vicio, hasta Jujuy llegamos! 227


Gato.

A ver… ¿dónde dice que estamos? [A Vilas.] ¿Qué te reís?

Vilas.

Nada…

Gato.

¿Qué?, decí…

Vilas.

Nada, que tenés un carácter de mierda viejo, cómo vas a revolear el aparatito, el… ¿cómo es…?

Martina. GPS se llama, Vilas. Vilas.

Eso.

Gato.

Me ponía de mal humor la mina.

Martina. [Imita voz de GPS en español, mientras manipula un gigante mapa de ruta.] “Recalculando, recalculando”, “Usted está aquí”. Gato.

¿Dónde?

Martina. “Aquí, mira”. Gato.

Departamento: “La Caldera”.

Martina. Paraje: “La Calderilla”. Vilas.

“La Calderilla”.

Gato.

“La Calderilla”.

Gabriela. “La Calderilla”.

Todos a la vez:

G/V/G/M. “La Calderilla”. Gato.

Abrí el capó. [Sale del auto, se acuesta abajo del auto.]

Vilas.

¿Así es? ¿Hago así?

Martina. Sí, así es. Vilas.

¿Y?

Gato.

Qué sé yo…

Vilas.

¿Para qué me hacés abrir el capó si te vas a meter abajo? ¿Tenés idea de esto o nada?

Gato.

¡Nada, qué sé yo… soy diseñador gráfico papá, no mecánico! ¡Vení a ver vos!

Vilas.

¡Yo qué voy a saber si no sé ni manejar!

228


Martina. Qué divino, no sabe… Gabriela. [Bajando del auto.] ¿No será un cablecito? Gato.

¡Escuchala! ¿Qué cablecito va a ser, a ver? ¡¿Qué cablecito?!

Gabriela. Bueno… qué sé yo… alguno, no sé… este, el que es de la nafta y después se anula para que pase a gas… Gato.

¡Escuchala! ¡Escuchala a gas dice, dice a gas, no tenemos gas, no tenemos…!

Gabriela. Bueno, qué sé yo… Gato.

Y si no sabés, no te metás.

Martina. Tranqui chicos… A ver, probá de nuevo. Vilas.

¿Así es? ¿Hago así? ¿Qué te reís?

Martina. Sí, así es.

Vilas prueba de nuevo a ver si arranca. Nada.

Vilas.

Nada che… está muerto.

Gato.

¡Pero qué mal que la estoy pasando! [A Gabriela.] Pará, ¿Adónde vas?

Gabriela. Donde sea, menos con vos. Gato.

Perdoname, es que si no sabés… no me ayudás, de verdad, perdoná mi amorcito, me ponés nervioso.

Martina. Sí, nos tranquilicemos todos. Gato.

Todo bien, todo bien, todo bien, no pasa nada… Cómo perdimos tiempo loco…

Martina. Dejá de decirme así… Porque lo dice por mí, a mí me lo está diciendo… Gato.

Sos vos la que se da por aludida.

Martina. Yo no tengo la culpa del auto, ¿sí? Desde que te pedí que paremos en la farmacia para comprar algo que estás con eso de que perdimos tiempo. Vilas.

¿Cuánto decía el próximo pueblo?

Martina. ¿Cómo, Vilas? Vilas.

¿Cuánto decía? 229


Martina. La Calderilla, seis, creo. Vilas.

Che, esta dice que hay seis hasta el próximo pueblo.

Gato.

¿Quién? ¿La cómo perdimos tiempo?

Vilas.

Sí.

Gato.

Bueno, me voy ahí y consigo algo.

Gabriela. Yo voy con vos. Gato.

Bueno.

Vilas.

No, dejá que vaya yo, si llega a pasar algo el auto es tuyo, preferible que estés vos acá. ¿Y si arranca de nuevo, qué hago? ¿Vos sabés manejar?

Martina. No, Vilas. Gato.

¿Te parece?

Vilas.

Sí, me parece.

Martina. Cualquier cosa, no se comuniquen por celular, no hay señal… Gato.

¡Qué verga! ¡Pero la reputa madre que lo re mil re parió y me re cago en la virgen niña y en los doce apóstoles putos, putos, putos! ¡¿Alguna otra cosa más?!

Vilas.

¡Eso es puteada y no cagada!

Gato.

Vos, decile a tu diosito que nos saque de esto.

Martina. ¡Mi diosito no tiene la culpa así que no lo metás! Gato.

¡Rezá mierda, rezá!

Vilas.

Ya está, estamos perdiendo un tiempo precioso…

Gato.

Escuchalo al mariconazo este, un tiempo precioso dice… ¿No podés decir tiempo solo?

Vilas.

Mejor vamos…

Martina. Sí mamita vayan, así arreglamos esto rapidito y listo chau. Gabriela. Dale vamos… Martina. ¡Chau, Vilas! [Empieza a rezar.] Gato.

¡Ojo con lo que hacen, “precioso”!

Gabriela. Qué tarado… 230

Gabriela y Vilas salen de escena.


Gato.

Bueno… qué, ¿Estás enojada por lo de los apóstoles? Bueno… no eran tan, tan putos, entonces, ponete una musiquita, ¿o qué?, ¿Vas a estar rezando todo el tiempo, o me vas a estar hablando y taladrando la cabeza toda la noche?

Martina enciende nuevamente la radio.

231


Escena 7: Como una estúpida

Habitación del Hotel. Interior. Noche. Regresamos a la habitación, la música sigue en el aire. Martina y El Gato. Martina. Y bueno, lo siento mucho, a mí me gusta hablar… Gato.

Sí, ya sé que te gusta hablar, si no paraste en todo el viaje como loca.

Martina. ¿Loca mal? ¿Hartante? Gato.

Y sí, un poco…

Martina. ¿De verdad? Gato.

No. Escuchá, escuchá los de al lado…

Martina. No, en serio decime, ¿hartante así mal? Decime, decime en serio. Gato.

No.

Martina. ¿Quedé como una estúpida? ¿Te dijo algo? ¿Algo malo? Decime, ¿te dijo algo, que soy hartante, que hablo sin parar y eso? Decime, ¿eh? Gato.

No.

Martina. Porque si es así no hablo más y listo chau. Me quedo callada. No hablo más en todo el viaje, y listo chau. Gato.

No.

Martina. En serio decime. ¡Quedé como una estúpida, qué tarada! Como una boluda, como una boluda… Quedé como una estúpida. ¿Ves? Sí soy hartante, entonces. Te llega a decir algo me decís, ¿sí? O sino preguntale. Preguntale vos como cosa tuya. ¿O te pone muy celoso? Gato. 232

Bueno, dale.


Martina. Decile… qué sé yo… Decile, ¿viste qué piola es Martina? O no, mejor decile, ¿viste qué buena está Martina? Está para darle, está para partirla en cuatro, tiene su culito, sus tetitas… porque tengo mi culito todavía, ¿o no? Son chiquitas pero tiene sus tetitas, decile. Esa carita de que te estás muriendo de celos… No, mejor no le digas nada, porque si le llegás a decir viste que buena está la mina y él te dice sí, es re piola la gordita, todo mal. Mejor no le digas nada y listo chau. Gato.

No le voy a decir nada.

Martina. ¡Malo! ¿Ves cómo sos? Me alegro que la ducha haya estado fría.

La luz se corta.

Martina. [Se asusta.] ¡Ay, ay, ay, ay!

Desde afuera en off. ¡Shhh! [Los hacen callar.]

Gato.

¡Perdón!, vamos a hablar más “despacito”, “despacito”.

Martina. No digás así… Tenía razón el tipo. Que con el viento… la luz se corta, vuelve, se corta y vuelve, y sí… en el campo es así…

233


Escena 8: Haciendo cuentas

Habitación del Hotel. Interior. Noche. En la oscuridad de la habitación, Gabriela y Totón. Totón ilumina con una linterna. Gabriela. Sí, así es en el campo… y las cosas se deben quemar con esto de que la luz se corta y vuelve, se corta y vuelve, “así como esta obra que se corta y vuelve, se corta y vuelve”, y claro, los de la empresa de electricidad después ni te las reconoce, se lavan las manos, qué te van a reconocer… Totón.

No, por eso ni me molesto en reclamar, es más lo que uno…

Gabriela. Es más el tiempo que uno pierde, claro… Totón.

Aparte si mi hermano lo arregla…

Gabriela. Y sí… más vale… claro, si tu hermano sabe ¿para qué?… claro…

Entra en escena El Gato.

Gato.

Hola.

Gabriela. Hola mi amor, llegaron, por fin… Gato.

Sí, un quilombo, ni me hablés.

Gabriela. Estás todo transpirado… Gato.

¿Qué, no hay luz en esta mierda?

Totón.

Es que acá es así. Así es acá. Se viene un poquito de tormenta y se corta todo.

Gabriela. Hay que pagarle al hombre este. 234


Gato.

Decile a Vilas que saque, que él tiene.

Gabriela. ¿Y cuánto es? Gato.

Y preguntale…

Gabriela. [Al Gato.] ¿Qué buscás? ¿Cómo se llama? Totón.

Totón me dicen.

Gato.

Mi desodorante…

Gabriela. [A Totón.] Disculpá, ¿cómo me dijiste? Totón.

Totón.

Gato.

¿Hay baño en esta mierda? Estoy chivado mal.

Gabriela. A la vuelta de ahí. Gato.

¿Afuera?

Gabriela. Sí. Gato.

No te puedo creer… ¿Hay que salir afuera?

Gabriela. Sí mi amor, hay que salir afuera. Aquí hay toallas y eso. Gato.

¡Mierda che, ¿un lugar peor no se podría haber conseguido?!

El Gato Sale de escena.

Gabriela. No le hagás caso… [Busca el nombre.] ¿Cómo era…? Totón.

Totón.

Gabriela. ¿Cuánto se te debe, Totón? Él se queja de todo, todo el tiempo. Totón… Qué… raro, bah, lindo… ¿o no? [Pausa.] Totón.

Doscientos cincuenta.

Gabriela. ¿Qué? Ah, doscientos cincuenta se te debe. Totón.

A cincuenta pesos el kilómetro, fueron seis kilómetros, entonces son doscientos cincuenta.

Gabriela. [Superada.] Trescientos. Totón.

Bueno.

Gabriela. Digo, si a cincuenta pesos el kilómetro, y fueron seis, son trescientos, cinco por seis, treinta, o sea, cincuenta por seis igual a trescientos. Totón.

Bueno. Más el horario. 235


Gabriela. Ah… no tenés un pelo de tontón vos…. ¿Me prestás la linterna? Totón.

Totón.

Gabriela. Sí. Totón.

Que es Totón, no tontón.

Gabriela. Eso. Totón.

Y cien pesos el horario de la noche.

Se escucha a Martina desde afuera.

Martina. ¡¿Dónde están?! ¡Mamita…! Gabriela. ¡Acá, seguí la luz!

Entra a escena Martina, cargada con bolsos.

Martina. Hola mamita, ayudame. Este lugar es una asco, ¿o no?, horrible. Gabriela. Hola. Hay que pagarle al hombre este. Martina. Sí claro, mirá vos, minga que le vamos a pagar si esto es un asco, una pocilga… Gabriela. Quiero que se vaya, me pone nerviosa… Hace no sé cuánto que está acá y me mira… Martina. ¿Está acá? Eh, no te había visto…

La luz vuelve.

Martina. ¡Esa! Llego yo y se hace la luz… [Tratando de arreglar la situación de lo que acaba de decir.] Ah… pero con luz ya es otra cosa… mirá la antigüedad de los muebles, esto está carísimo ahora… ¡Ay, mirá la virgencita! Totón.

¡No toque!

Martina. Bueno… ¿Es la del cerro? Totón. 236

No.


Martina. ¿La del milagro? Totón.

No, es otra… otrita… otrillita… no toque…

Gabriela. Él es el dueño del hotel, es de él y “del hermano”. Totón se llama. Martina. Le dicen Totón, se llama Carlos y no le gusta porque ese era el nombre del abuelo que era malo y le pegó mal un día, ya sé todo yo, ¿no? Totón.

Sí, no todo, pero eso sí. [Se ríen.] A mi hermano era…

Martina. Ah claro… [Alude a que “el hermano” no existe, es sólo él que se hace pasar por los dos hermanos.] “El hermano”. No te pregunté si era tu abuelo paterno o materno, porque depende de… Gabriela. Son cincuenta el kilómetro, fueron seis, trescientos. Martina. Pero me habías dicho del descuento, Carlitos… Totón, que era doscientos cincuenta y listo chau. Totón.

Sí, pero ella insiste en trescientos.

Martina. ¡Mamita, sos tonta! [A Totón.] Imaginate que con dos varones nos pasó eso, si íbamos nosotras solas… Totón.

Estaban chau… Ahí no les cobraba…

Martina. Claro, claro. Totón.

A dos chicas solas no les voy a cobrar…

Martina. Claro, gracias… Totón.

Y lindas…

Martina. Gracias, gracias… Gabriela. Bueno, sí, insisto, más cien del horario nocturno, son un total de cuatrocientos. ¿Hacemos una polla o qué? Martina. ¡¿Qué polla?! Ya le di plata al Gato yo… Totón.

Cien el horario nocturno, por kilómetro, mamita. Fueron seis kilómetros: uno por seis, seiscientos. Seiscientos, más los trescientos que insistís en pagar.

Gabriela. ¡Novecientos pesos querés que te paguemos! ¡¿Estás loco, qué te pasa?!

237


Martina. Tranquila mamita. A ver Carlitos… Totón, hagamos bien las cuentas… Totón.

Falta el hotel, lo mismo. ¿Cuántos turnos van a querer?

Gabriela. ¿Cómo cuántos turnos? Totón.

Sí, ¿Cuántos turnos? ¿Van a usar la cama a la misma vez? Se puede, ¿eh? [A Gabriela.] No te acordás que te dije que en vez de hacer tus cositas así de paradita, como levitando, flotando en el amor, como las estabas haciendo con el chango ese, podías usar la cama que estaba limpita.

Martina. ¿Qué cositas estaban hacie…? Gabriela. ¡Basta en serio! ¡Esto es un telo, entonces! Martina. ¿Un hotel alojamiento es? ¡Ay, me muero del asco, mamita! ¡Y nosotras recién que dijimos polla! [Martina da un salto y cae a los brazos de Totón.] Gabriela. ¡Gato! Martina. ¿Qué cositas hacían? Totón.

Y bueno… ella estab…

Gabriela. [A Totón.] ¡¿Te podés callar la boca, por favor?! Totón.

Sí, claro.

Gabriela. [A Totón.] ¡¿Te podés ir, por favor?! Totón.

Sí, sí claro, claro.

Gabriela. [A Totón.] ¡¿La podés bajar, por favor?! Totón.

Sí, sí claro, claro.

Totón baja a Martina y sale de escena.

238


Escena 9: Ojos de embarazada

Habitación del Hotel. Interior. Noche. Gabriela. A ver vení, ayudame, me quiero cambiar esto, no quiero sacarme las zapatillas porque es un quilombo. [Martina le ayuda a sacarse la calza.] Vi un frontón por ahí a la vuelta. Bueno, una pared grande era, un paredón sería, no sé… ¿Bajaron las raquetas? [Se coloca un short deportivo.] Martina. En el auto quedaron cosas, pero se viene la lluvia mamita… Gabriela. ¿Qué me estás mirando? Martina. ¿Con hacer tus cositas a qué se refería? Algo sexual era, ¿o no? El tipo dijo que vos le estabas haciendo sexo a Vilas, digo lo que el tipo dijo.

Gabriela sale de escena. Martina saca de su mochila unas pastillas. Gabriela vuelve con raqueta de tenis y paquete de cigarrillos.

Gabriela. ¿Qué estás por hacer? Martina. Nada… quiero… para dormir… Gabriela. No, son muy fuertes esas. Martina. Las dejo.

Pausa.

Gabriela. Nos quedamos varados en la ruta, no sé si te da la cabeza para acordarte de eso. 239


Martina. Sí, para eso sí me da. Gabriela. Y el tipo cree que porque este es su telo, ¡lo único que uno viene a hacer acá es tener sexo, parece! ¡Y no es así! ¿O vos también pensás eso? ¿Vos pensás tener sexo con alguien? Martina. No, mirá si voy a pensar… Gabriela. Ah, porque estás en un telo Martina, enterate, y si estás acá en un telo tenés que tener sexo con alguien. ¿Con quién lo vas a tener? Martina. ¡Con nadie! Gabriela. ¿Y por qué yo sí? ¿Por qué yo sí y vos no? ¿Porque estoy más buena que vos? ¿Es por eso? Eso no es excusa, vos también, así como estás podrías tener sexo con alguien. ¿Con quién lo vas a tener? Contame. ¿Te gusta el tipo, te gusta Vilas, el Gato, yo, qué, sos torta nomás? Martina. Con nadie Gabriela, ya te dije. Gabriela. ¡¿Y por qué yo sí?! Martina. ¡Basta, listo! No tuviste sexo con nadie, le entendí mal al tipo, ya está. Gabriela. [Actuando de desconcertada.] ¿Eso quiso decir el tipo? Qué… hijo de… Mirá vos… venir con esas inventadas…Y yo que te dije torta… no me gusta cuando les dicen así a ustedes… El tipo puede destruir una familia si llega a decir eso, ¿sabés?

Pausa.

Gabriela. Destruir una pareja… ¿sabés?

Pausa.

Gabriela. ¿Sabés, o no?

240

Martina asiente con la cabeza.


Gabriela. Entonces, decí sí… Martina. Sí, sí… puede destruir…

Pausa.

Martina. No tendrías que fumar. Gabriela. Dejame vivir, por favor. Martina. Por el bebé lo digo. Gabriela. ¿Qué bebé? Martina. Tenés unos ojos de embarazada que matan, Gabriela. Gabriela. No estoy embarazada. Martina. Los ojos no mienten… ¿Nunca escuchaste la expresión “ojos de embarazada”? Gabriela. No. Martina. Bueno, qué pena, porque vos los tenés impresionantes. Gabriela. No estoy embarazada, no hablés taradeces, me voy a entrenar. Martina. Desde que te miré bien ayer, en el almuerzo, me di cuenta mamita, y focalicé en tus ojos, por eso insistí tanto en bajar en alguna farmacia. No sé si está bueno que juegues estando así, en este estado, me parece que te tendrías que quedar acá, hacer un poquito de reposo, qué sé yo… Mirá si viene una pelota muy fuerte y te da en la panza o en la chochina, o mirá si te caes por tratar de salvar alguna que viene complicada, nos podés arruinar el juego, el viaje… Un bajón, ¿o no? Y no es por el juego, no pienses eso, es por vos. Aparte… los médicos de Salta, ¡¿qué saben?! ¿Sabrán? Total, nosotros nos buscamos otra chica, aunque sea una colla de acá y listo chau. Hay que cuidarse los primeros meses y más a tu edad, siempre dicen eso, vos también lo debés saber, aparte no sos una nena de veinte que puede tener los embarazos que quiera, esta podría ser tu última oportunidad, tic tac tic tac tic tac y te lo digo bien, no de mala, ya estás grande Gaby, te tendrías que quedar, me parece. Te lo compré por eso, porque quería que nos aseguremos. 241


Gabriela. Hablaste tanto que me perdí, ¿qué me compraste? Martina. Un test, en la farmacia, de embarazo, para que nos saquemos las dudas. Gabriela. No estoy embarazada, no hablés taradeces, me voy a entrenar. Tirate a dormir, tenés cara de reventada… Martina. ¡Tenés que quedarte acá, Gabriela!

Gabriela sale de escena.

Martina. ¡Mierda!

242

Martina se toma una de las pastillas para dormir, se acuesta en la cama con asco, toma un libro, comienza a leer, el sueño la va venciendo… se duerme.


Escena 10: En el frontón

Frontón. Exterior. Noche. Noche, frente al frontón, Gabriela y Vilas, con raquetas. Vilas.

¿Cómo? [Pausa.] ¿Cómo?

Gabriela. Lo que escuchaste, y no se habla más del tema. Vilas.

¿Me lo podés repetir, por favor?

Gabriela. No se habla más del tema dije. Vilas.

Pero ya te pedí perdón, lo que a mí me pasa con vos es mucho más que sexo, lo dije de bronca, por el momento de mierda con los puchos y eso… Lo que hago con vos es “el amor”, es “el amor”, “hago el amor con vos”. Mirame, che. Por favor… yo te quiero… Por qué te pusiste tan… así, de golpe, tan mala conmigo. Me traje la guita para que compremos algo acá, ¿te acordás de eso? Si te gustaba algo… para empezar juntos acá, los dos… [Pausa.] Gabriela ya no soy un pendejo, soy un tipo grande que se cansó de boludear con cuanta minita se le cruzaba adelante y quiere algo en serio, y lo quiero con vos. En serio, quiero… qué sé yo… no sé, quiero… parece cursi pero bueno, quiero tener una familia con vos, que nos quedemos por acá, en el norte, juntos. [Pausa.] ¿Vos?

Gabriela. ¿Me ves algo distinto en los ojos? Vilas.

Que son hermosos como siempre.

Gabriela. Yo no quiero tener hijos con vos, Guillermo. Vilas.

No los tengamos todavía, una familia podemos ser nosotros dos nomás, compramos un perro si querés, hay tiempo para pensar en eso… 243


Gabriela. No, no hay tiempo, ya no soy una nena de veinte que puede tener los embarazos que quiera. Vilas.

¿Entonces, qué? Nada. Ya está. Así nomás, de un momento al otro. Un segundo estás enamorada de mí y después ya no.

Gabriela. No estoy enamorada de vos. Vilas.

¿Y por qué llorás, entonces?

Gabriela. Porque llorás vos, soltame, en serio, puede venir… Vilas.

¡Y que venga! ¿Cuánto tiempo vamos a seguir así? Me habías prometido que antes del torneo, después que después, ¿y ahora esto? ¿Qué te pasa? ¡Que venga y se lo digo en la cara!

Gabriela. ¡Vos te callás la boca, y no vas a decir nada, nunca, por favor! Vos para mí fuiste una… aventura iba a decir pero es muy de novela, fuiste un juego, algo del momento, una cosita que me gustó, lindo pero ya está. No te quiero… Vilas.

Jurameló.

Gabriela. Te lo juro. Vilas.

No, jurameló en serio.

Gabriela. Te lo juro, en serio… no te quiero, a ver si lo entendés. Mi familia es el Gato, me tratará mal a veces pero mi amor es él y me quiero quedar con él, no acá en el norte con vos haciendo qué. ¡¿Qué?! ¡¿Mirá la propuesta que me hacés?! ¡Vendí el departamento de Córdoba y te traigo a vivir a Salta! Vilas.

Yo te quiero Gaby…

Gabriela. No parece, me querés alejar de todos… Vilas.

Fuiste vos la que me pedía que te llevara, que te sacara, que…

Gabriela. ¡No conozco a nadie en Salta! Soltame, soltame en serio, por favor… Vilas. 244

No llorés más, mi amor…


Entra a escena El Gato también con raqueta de tenis. Gato.

Martina me mandó a hablar con ustedes.

Gabriela. ¿De qué? ¿Por qué? ¿Qué te dijo? Gato.

Que eran amantes.

Pausa.

Gabriela. Qué estúpida… Gato.

¡Es chiste!

Gabriela. Qué estúpido. Gato.

No, dice que… por el tipo, por el tipo y el hermano… lo que tiene doble personalidad y eso. [A Gabriela.] ¿Estabas llorando? [A Vilas.] ¿Vos también? ¿Qué, es el muro de los lamentos este frontón?

Vilas.

No, voy a tener que volver a Córdoba.

Gato.

¿Cómo? [Pausa.] ¿Cómo?

Vilas.

Lo que escuchaste, y no se habla más del tema.

Gato.

¿Me lo podés repetir, por favor?

Vilas.

No se habla más del tema dije.

Gato.

¡¿Que no se habla más del tema?! ¡¿Que no se habla más del tema?!¡Escuchalo! Tenemos partido mañana, ¡hoy! No hicimos más de novecientos kilómetros al pedo. Vos te quedás y no se habla más del tema. ¡Aparte no podés volver allá! Te van a… ya sabés… [A Gabriela.] ¡Decí algo vos!

Gabriela. ¿Me ves algo distinto en los ojos? Gato.

Sí, que estabas llorando, ¿te podés dejar de decir pelotudeces? ¿No lo escuchás a este? ¿Dónde vas?

Gabriela. ¡Donde sea, menos con vos!

Gabriela sale de escena.

Vilas.

¿El auto?

Gato.

¡¿Te querés llevar el auto?! ¡Si no sabés ni manejar, mariconazo! 245


Vilas.

Cortala loco, en serio, quiero sacar mi bolso de ahí. No sé cómo me convenciste de traerme mi guita, más la guita de la venta del departamento. ¿Dónde está?

Gato.

Porque sos un cagón, porque no confiás en el banco ni en dejarla en tu casa, y porque a Córdoba no podés volver Vilas, maricón.

Vilas.

¡¿Qué maricón?, pelotudo!

Gato.

Maricón, maricón, cagón, ¿qué te crees que no me doy cuenta de lo que estás haciendo?

Vilas.

¿Qué estoy haciendo?

Gato.

¡Me confundís, maricón!

Vilas.

¡¿Mirá quién habla de maricón!? Callate, no me hagás hablar.

Gato.

Hablá… hablá… Hablá…

Entre forcejeos y pechadas de “machitos”, el Gato besa a Vilas en la boca.

246


Escena 11: Escena rapidita y listo chau

Habitación del Hotel. Interior. Noche. En escena Martina leyendo se ha quedado dormida. Ingresa Vilas, se acerca a ella. Martina siempre hablará dormida. Vilas.

Martina… Martina… Mi bolso, ¿lo viste? Mi bolsito negro…

Martina. Acá… Vilas.

¿Acá dónde?

Martina. Vilas… Vilas.

[Encontrando las pastillas que Martina nunca tomó.] ¿Qué hiciste boluda, te empastillaste? ¿Y Gabriela? ¿Sabés dónde está Gabriela?

Martina. En el frontón… Vilas.

¿Qué frontón? Martina… Gabriela, ¿dónde está Gabriela?

Martina. Entrenando, dejala… [Como un cantito:] Vení… vení, vení, vení… metete acá en la cama, conmigo… es un telo esto… Vilas.

Ya sé que esto es un telo, ¿qué me tocás, Martina…

Martina. Tomame de una… Vilas.

¿Cómo que te tome de una?

Martina. Tomame de una…

Golpean la puerta. Entra a escena Totón con el bolso de Vilas a un costado, bolso que Vilas nunca verá por el apuro y por la posición en la que lo tiene Totón. Vilas busca su raqueta y se dispone a salir.

247


Totón.

Les traigo el control remoto.

Vilas.

Ah, sí, dejalo por ahí… La otra chica, ¿no la viste? A la morochita.

Totón.

Sí, está a la vuelta… hay un paredón ahí a la vuelta… está… [Hace señas de tenis.]

Vilas.

Ah, sí, hay un paredón…

Totón.

No le emboca una, ¿eh?

Vilas.

No importa, yo le explico.

Mientras Vilas va saliendo de escena y sólo lo escucha, no lo ve.

Totón.

También les traje esto… [Muestra el bolso que contiene el dinero.] [A Martina.] Buenas noches, el control… Acá les traigo el control remoto del tele…

Martina. Vení, dale vení… tomame de una. Totón.

¿Que tome una? ¿Una de estas? [Mira las pastillas para dormir y se toma una.]

Martina. Metete acá en la cama, conmigo…

248

Él se acuesta al lado de Martina, mira la televisión, cambia canales con el control remoto. La escena se compone de ciertas imágenes de la Escena 5: Dichosos los de al lado y de la Escena 7: Como una estúpida. La escena avanzará muy rápidamente hasta llegar al punto en que la luz se corta, y Martina se asusta y grita.


Escena 12: Con doble personalidad

Habitación del Hotel. Interior. Noche. En escena ya quedaron Martina y el Gato. Martina. [Se asusta.] ¡Ay, ay, ay, ay!

Desde afuera en off. ¡Shhh! [Los hacen callar.]

Gato.

¡Perdón!, vamos a hablar más “despacito”, “despacito”.

Martina. No digás así… Tenía razón el tipo. Que con el viento… la luz se corta, vuelve, se corta y vuelve, y sí… en el campo es así… ¿Estaremos cerca? Gato.

De Salta Capital sí, re cerca.

Martina. No, de donde mataron a esas chicas, ¿no te acordás?… pobres. Pura muerte Salta últimamente, mucho asesinato y mucho suicidio, no tendríamos que haber venido. Las dos turistas… de dónde eran…

En medio de la oscuridad ingresa a escena Totón 2.

Totón 2. Francesas. Martina. Hola, qué susto… Totón 2. Mi hermano no tuvo nada que ver con eso. Fueron estos… los collas estos hacen cualquier cosa por una máquina de fotos y una mochila. Cuando nos vinimos de Santa Fe con mi hermano… Martina. Santa Fe, como vos, Gato. 249


Gato.

Sí, mirá. ¿De dónde, vos?

Totón 2. Santo Tomé, ¿vos? Gato.

Santa Fe, Santa Fe.

Totón 2. ¿Y se vinieron de Santa Fe a Salta? Gato.

No, somos de Córdoba nosotros.

Totón 2. ¿Cómo Córdoba? No entiendo, bueno, no importa, cuando nos vinimos, tuvimos que hacernos respetar acá por los collas inmundos estos. Lo mismo ese caso que hablaban de las francesas, fue en San Lorenzo, acá cerquita, si quieren los llevo. Martina. No, gracias. Totón 2. ¿Está todo bien? Como escuché gritos y mi hermano había venido… Martina. Fui yo. Totón 2. Y como es medio peligroso… Martina. ¿Tu hermano? Totón 2. ¿Y mi hermano? Martina. ¿Tu hermano? Gato.

No sé, acá no está.

Martina. Acá no vino. No vino acá, ¿no? Gato.

No.

Totón 2. Me dijo que venía a traerles…

La luz vuelve.

Martina. Volvió la luz, qué bueno. Totón 2. Este control remoto… ¡¿Dónde está mi hermano?! Gato.

Bueno, el control remoto está…

Martina. Pero tu hermano no, Totón. Gato.

Él no es Totón.

Totón 2. Totón es mi hermano. Martina. Ah [Pausa.] ¿Y vos cómo sabes? 250


Gato.

¿Totón no tiene los lentes?

Totón 2. Sí. Martina. ¿Y vos cómo sos? Totón 2. Yo soy el bueno, Totón es el malo; pero yo también soy malo cuando quiero y cuando me hacen enojar, y me gusta estar enojado. Entonces… ¡¿Dónde está mi hermano?! Gato.

No lo vimos a tu hermano.

Totón 2. ¿Ah no?… ¿Ah no? ¡Totón! No lo vieron… ya vamos a ver… ¡Totón!

Totón 2 sale de escena llamando a su hermano.

Martina. Gabriela me dio a entender que el tipo es el mismo, como que tiene doble personalidad ¿entendés?, que algunas veces es “el hermano” y otras veces es “el otro hermano”. Está loco el negro Videla. Hay que avisarles a los demás. ¡Voy yo! Gato.

No, voy yo, vos quedate tranquila acá. Cerrá con llave.

El Gato sale de escena.

Martina. Esto no tiene llave… esto no tiene llave… esto no tiene llave…

Totón 2 ingresa a la habitación con una conservadora de campamento.

Totón 2. Se dejaron esto tirado afuera… Martina. ¡¿Vos cuál sos?! [Agarra una raqueta e intenta defenderse.] ¡¿Vos quién sos?! Totón 2. Necesito saber qué le hicieron a mi hermano, es por ustedes… Martina. ¡Dejame salir! ¡Dejame salir!

Gabriela ingresa a la habitación. 251


Gabriela. ¿Qué pasa? Totón 2. Dice que quiere salir… Gabriela. Y salí… [Martina sale de escena, vuelve.] Martina. Graciela… Gabriela. [Corrigiendo.] Gabriela. Martina. Gabriela, ¡vamos! [Se la lleva afuera, salen de escena, Totón 2 las sigue.]

252


Escena 13: Partido de tenis

Frontón. Exterior. Noche. En el Frontón, El Gato y Vilas. Gato.

Maricón, maricón, cagón, ¿qué te creés que no me doy cuenta de lo que estás haciendo?

Vilas.

¿Qué estoy haciendo?

Gato.

¡Me confundís, maricón!

Vilas.

¡¿Mirá quién habla de maricón!? Callate, no me hagás hablar.

Gato.

Hablá… hablá… Hablá…

Entre forcejeos y pechadas de “machitos”, el Gato besa a Vilas en la boca. Vilas lo empuja. Quedan desorientados.

Vilas.

¿Qué pasó? [Pausa.] Me besaste boludo. De nuevo.

Gato.

Y vos a mí, ¡¿qué?!

Vilas.

No, vos a mí, el otro día y ahora de nuevo, ¿qué pasa?

Gato.

Callate por favor, no digás nada. Allá vienen las chicas.

Ingresan a escena Martina y Gabriela.

Martina. Tenemos que irnos. [Pausa.] ¡Hey! Tenemos que irnos, ya, pura muerte Salta últimamente, el tipo me asusta… Gabriela. ¿Están bien? ¿Pasa algo? Martina. Ahí viene el tipo… disimulen… 253


254

De la nada, comienzan a disimular jugando un partido de tenis en parejas mixtas: Gato y Martina contra Vilas y Gabriela. Totón 2 entrará en algún momento y el juego se cortará cuando Gabriela se lesione.


Escena 14: Pelea tras pelea, tras pelea, tras pelea

Habitación del Hotel. Interior. Noche. Martina y Gabriela. Gabriela ingresa a la habitación rengueando, luego comienza a caminar normalmente. Martina. ¿Era mentira lo del pie? Gabriela. Sí, quería que estemos solas. Me lo voy a hacer. Martina. Bien, pero después les digamos a todos que nos vamos, de verdad que el tipo ese es raro. ¿Vas al baño? De paso pensá cómo se lo decís al Gato. Gabriela. Cuando esté embarazada, ya voy a ver cómo se lo digo al padre de mi hijo. Martina. Sos viva. No decís “voy a ver cómo se lo digo al Gato” sino, “cómo se lo digo al padre de mi hijo”, porque el padre no es el Gato. Hace seis meses que el Gato no te toca un pelo, me lo contó, es mi amigo. Y no tenés una panza de seis meses, mamita. Gabriela. ¿Me lo das o qué? Martina. Te lo doy, te lo doy, tomá, no es mi problema. Gabriela. No, claro, tu problema es otro. Tu problema es que siempre lo quisiste al Gato como algo más que tu amigo, por eso tu bronca y tu… no sé qué conmigo. Yo no tengo la culpa Martina, yo me enamoré… Martina. ¡¿De quién?! Gabriela. ¡Del Gato! ¡De Vilas! ¡¿Qué importa?! Martina. ¡Sí importa!

255


Gabriela. ¡No, no importa, lo único que a vos te importa es que nadie te presta atención, pero te tendría que importar solucionar por qué nadie te presta atención!

Sale Gabriela de escena.

Martina. ¡Andate a la mierda, Gabriela!

Martina se queda un instante amargada, enfurecida… Ingresa a la habitación El Gato.

Gato.

Nos vamos.

Martina. ¡Bien! Martina. ¿Y Vilas? ¿Dónde está? Con Gabriela, seguro. Gato.

Seguís pensando eso.

Martina. Ahora más que nunca, te lo dije en Córdoba y te lo repito en Salta. Gato.

Al final, sí te gusta.

Martina. Sí, un poquito sí. ¿A vos te molesta? ¿Te pone celoso que me guste alguien? Es lindo. ¿Qué me mirás así? Sí, es lindo, ¿o no? Gato.

Qué sé yo… a mí no me gusta.

Martina. Pero es tu amigo. ¿Te molesta? Gato.

Sí, es mi amigo pero no me gusta. No me gustan los tipos a mí. ¿Qué me mirás así? Eso fue una vez, y me arrepiento de habértelo contado.

Martina. Nunca me dijiste con quién fue. Gato.

No te pienso decir.

Martina. Y hace mucho cuánto, porque vos me lo contaste casi antes de salir para acá… ¿Fue hace mucho, muuucho o hace mucho… mucho? Gato.

256

No te pienso decir.


Gabriela va a ingresar a la habitación, se detiene en la puerta, sin ser vista por El Gato, Martina la ve, pero disimula.

Martina. ¿Y cuándo fue, estabas de novio? Gato.

No te voy a decir.

Martina. Entonces sí, fuiste infiel… Lo que no me queda claro es: si vos te enamoraste de él [Canta:] “o él se enamoró de ti… es un ladrón…”. Martina. [Exponiendo a Gabriela.] ¿Cómo te salió?

Gabriela ingresa a la habitación.

Gato.

¿Qué cosa?

Gabriela. ¿Qué pasa? Gato.

Nada, ¿y vos?

Gabriela. ¿De quién te enamoraste? Gato.

No, esta, que le gusta Vilas.

Gabriela. Ah… Martina. Pero Vilas ya está con alguien… Gabriela, por qué no preparás algo de lo que trajimos que a vos te sale tan rico… ¿No tenés antojo de algo? Gabriela. Casi ya no queda nada. Gato.

Bueno, pero algo tiene que haber, ¿o no? ¿O se comieron todo? ¡Se comieron todo, mierda!

Gabriela. Dije que “casi” ya no queda, no que no quedaba nada, no empecés… Gato.

¿Que no empiece con qué?

Gabriela. A ponerte así, a tratarnos mal a todos. Gato.

Vos no me vas a decir cómo tratar a la gente nena, así que callate la boca…

Gabriela. ¡¿Qué te pasa?!

257


El Gato le pega una cachetada a Gabriela, la empuja, ella cae al piso.

Martina. ¿Sos loco? Tarado, violento, ¿qué te pasa? Gabriela. Dejá Martina, ahora no te metás… Martina. [Agarra el test que cayó al piso.] ¿Sabés lo que es esto? Gabriela. Nada, inventos de tu amiguita, qué más va a ser… Gato.

Perdoname… perdoname por favor… no quería… no quise…

Gabriela. No, está bien… Perdoname vos a mí… por favor…Voy a hacer las cosas. ¿Dónde están las… la conservadora, eso…? Martina. En el auto… Gato.

No, acá está. ¿Pero qué, esto? ¿Palitos, papas fritas? ¡¿Esto es lo único que quedó?! ¿Qué, estamos de cumpleaños? A ver que me digan de quién es el cumpleaños, mierda, así le cantamos…

Martina. Mío.

Pausa.

Gabriela. Cierto. Fue ayer… ya fue, son más de las doce ahora… Gato.

¡¿Y por qué no dijiste, Martina?!

Martina. No, por… nada… ya… Gabriela. Perdón… Martina. Metete el perdón en el culo, ya está… Gato.

Bueno, le cantemos, ¿o no? [El Gato comienza a cantar el cumpleaños feliz.]

Martina. ¡Basta, ya está, es obvio que no me tienen en cuenta, ya está! Gabriela. No te hagás la víctima Martina, que estamos pasando por un montón de cosas. Martina. Ahora, todo el día de ayer ni se acordaron. 258


Gabriela. ¿Te acordás de la canción del auto? “Cosecharás lo que siembras”, lo decía en inglés, pero lo decía. Gato.

Basta, no se peleen.

Martina. ¿Sos una mierda, sabés? Gabriela. Será que no te quieren Martina, no te queremos, aceptalo y listo chau, como decís vos. Martina. ¡Una mierda, los dos, vos y el otro, no sé cómo dejás que te hagan esto Gato, en tu cara, en tu cama, encima con el tipo que te gusta! Putita, casi te morís cuando pensaste que tal vez estabas embarazada y se lo ibas a tener que decir al Gato. Tomá, esto es “casi” un hijo tuyo. [Le entrega el test de embarazo al Gato.] [Pausa.] Gato.

No sé leer esto. ¿Qué dice Gabriela, qué dice…?

Pausa.

Gabriela. Dice negativo. Perdón. Martina. Metete el perdón en el… Gato.

¡Callate, Martina! [Pausa.] No entiendo…

Martina. Si querés, te explico todo… Gato.

¡Callate, te dije! ¡Sos hartante, insoportable sos! ¡Ahí la tenés! Te dije que no había que traerla, pero vos con ese sentimentalismo pelotudo de que pobre la mina, pobre no tiene amigos, pobre la mosquita muerta chupa cirio que nadie se la banca…

Martina. ¡Callate vos, trolo! Gabriela. ¡Basta! Gato.

¡¿Qué trolo?! ¡¿Qué trolo?!

Martina. Asumite, putito. Gabriela. ¡Basta dije, por favor! [Pausa.] ¿Qué buscas, Martina? Martina. Qué te importa. Gato.

Te está preguntando bien, che…

Martina. ¿Le contesté mal? ¿Te contesté mal? Perdón, Gaby. Estoy buscando una cosa mía, una cosa mía que le compré a tu 259


novio, no este, el otro, un cigarrillito de esos que te hacen reír, y colgarte y perseguirte y todo eso que vos ves tan mal tan malo que hagamos nosotros. Ay, esa carita de que no sabías que Vilas vendía… ¡Acá está! Tan chupa cirio no soy, ¿no? Me voy afuera a armarme uno. ¿Venís Gato, o no te dejan?

Martina sale de escena.

Gabriela. Todo se está yendo al diablo… ¿en qué momento? [Pausa.] Este iba a ser un día perfecto. Un viaje a un lugar que no conocíamos, el cansancio, la ansiedad, los nervios del partido… del torneo que ganábamos si teníamos suerte… y si yo le embocaba a alguna… Después conocer un poquito más, comprar cosas… y de un segundo al otro todo se vino abajo, como un terremoto. Estábamos juntos, pero separados, ¿no? Las personas no somos lo que aparentamos ser, nos desilusionamos mutuamente y cada uno empuja por lo suyo, por su… sin importarle el resto, nadie. Y se preocupa tanto de eso que no hace nada, o hace trampa, y pelea. Recién me había ilusionado con la idea de tener un… Me puedo morir ahora, acá mismo y sentir que no hice nada de mi vida, nada, que no fui buena en nada… que no serví ni siquiera para tener un hijo, nada. Gato.

Estos palitos son un asco…

Gabriela. Ahí está, ¿ves? Vos ni me escuchás, y estuvimos con ella todo el día y nos olvidamos de su cumpleaños… Gato.

Que se joda, después de lo que me dijo…

Gabriela. Me cansé de tanto rumor dando vueltas, ¿Vos querés hablar conmigo de eso? [Pausa.] Gato, hablemos…

Pausa. Ingresa a escena Totón 2, viene cargando a Vilas, medio desmayado, como inconsciente.

Gabriela. ¿Qué pasó? Totón 2. Ya está Gato, espero que alguna vez se despierte. 260


Gato.

¿Qué? Sos muy bruto, culiau….

Entra Martina con un video cassette VHS.

Martina. ¿Qué pasó? [Se larga a reír.] ¡Mirá lo que encontré, Gato… esta es la famosa “despacito, despacito” de al lado! ¡Qué antigüedad! ¡O sea que no hay nadie en este hotelito de mierda! [A Totón 2.] ¡Nos mentiste! ¡¿Vos cuál sos?! ¡¿Vos quién sos?! Gabriela. [Tratando de reanimar a Vilas.] ¡Vilas! ¡Vilas! ¿Qué pasó, Gato? Gato.

Lo que pasó, fue esto:

Tranquilamente, todos reconstruyen la Escena 13: Partido de tenis [Frontón. Exterior. Noche.] Flash Back: Escena 13: Partido de tenis [Frontón. Exterior. Noche.] De la nada, comienzan a disimular jugando un partido de tenis en parejas mixtas: Gato y Martina contra Vilas y Gabriela. Totón 2 entrará en algún momento y el juego se cortará cuando Gabriela se lesione. Cae al piso.

Vilas.

¿Qué pasó? ¿Estás bien?

Gabriela. Sí, dejen, me doblé el pie nada más. Martina, acompañame. Vilas.

Voy yo.

Gabriela. No, quiero que me acompañe Martina… Gato.

¿Qué te quedás mirando?

Martina. [Al Gato.] ¿Él, cuál es? [A Totón 2.] ¿Vos, quién sos? Vilas.

Voy a ir yo, si no puede ni caminar…

Martina. Tendríamos que irnos… Gabriela. Dejá que me acompañe ella. ¡Martina! Vilas.

Acompañala.

Martina. Ahí voy, ahí voy… 261


Martina y Gabriela salen de escena. Gabriela rengueando.

Gato.

[A Vilas.] Perdoname. Yo no soy así… no soy así… Estoy pasando… tengo… un lío en la cabeza… impresionante… no sé qué me pasa. Nunca me pasó, te lo juro.

Vilas.

Pero el otro día me hiciste lo mismo…

Gato.

Perdoname, te estoy diciendo. Yo no soy… no soy yo… Sos vos, vos me hacés esto, hijo de puta… [A Totón 2.] Escuchame, ¿podés dejarnos solos?

Totón 2. No, no tienen que estar afuera si no sé dónde está mi hermano. Gato.

[A Totón 2.] ¡Qué pesado, papá! [A Vilas.] ¿Por qué me hacés esto?

Vilas.

Yo no te hago…

Gato.

¡Callate! ¡No hablés! No digás nada, maricón.

Vilas.

Cortala loco, yo no soy el maricón. El maricón sos vos. Voy a… Gabriela.

Gato.

Quedate ahí. ¿Entonces, es verdad? [Hace un juego como que Vilas le está diciendo algo.] ¿Cómo? Sí, sí, ¿no me digás? [A Totón 2.] Che, ¿qué esperás? Este hijo de puta me dice que le hizo algo a tu hermano.

Vilas.

¿Qué?

Gato.

[A Vilas.] No es por ella, es por mí. Perdoname. [A Totón 2.] ¡Hacé algo oparrón, dale, golpealo, atalo, algo!

Totón 2, que también tiene una raqueta, la levanta, y le da un raquetazo en la nuca a Vilas. Vilas cae al piso.

262


Escena 15: Sin el pan y sin la torta

Habitación del Hotel. Interior. Noche. Volvemos a la habitación. Vilas como… inconsciente. Totón 2. ¿Y? Decime… A ver… Me siento y espero, no tengo problema, mientras yo esté acá, capaz no pasa nada. Gabriela. ¿De qué? ¿Está muerto? Gato.

No, si respira ¿no ves?

Gabriela. ¿No va a pasar nada con qué? Totón 2. Con mi hermano. Él se cae así, seco, y cuando se levanta parece ser otra persona. Gabriela. ¡Basta con eso del hermano! ¡Me cansé, vamos, hagamos dedo, no sé, pero vamos, me voy! ¡Si son el mismo, si son el mismo, sos vos, que te ponés y te sacás cosas! Gato.

Martina, salí un rato, los dos, necesito hablar con mi mujer.

Martina. ¡Ni pienso! Totón 2. ¡Escuchame Gato, a ver si entienden de una buena vez, necesito saber dónde está mi hermano, no es por mi hermano, es por ustedes! Gato.

Aguantame un cacho, quiero hablar una cosa… Llevátela a esta.

Martina. ¡¿Qué?! ¡No! Gato.

Llevátela y te prometo que buscamos a tu hermano. ¡Sacala de acá!

Totón 2 saca un arma, apunta y se lleva a la fuerza a Martina, Vilas queda tirado en la cama, sigue como… inconsciente. 263


Gabriela. ¿Qué está pasando, Gato? Gato.

Callate y escuchá. Está pasando que… yo… me… imaginaba una vida con vos, una vida distinta, nueva.

Gabriela. Yo también… Gato.

Dejame hablar… Entonces ¿qué pasó? [A Vilas.] ¿Estás escuchando? [A Gabriela.] Pasó que la vida pasó, como el amor. ¿Viste que dicen que el amor se termina? Es verdad nomás, yo no creía. No te das cuenta, pero cuando se termina se termina, como ahora, que me doy cuenta. Y no me importa que me hayas jugado sucio, que me “hayan” jugado sucio, por algo será, algo mal hice…

Gabriela. No, Gato… perdoname… Gato.

Como recién, está mal eso, reconozco la culpa… Me enojé conmigo y me la agarré con vos, está mal. Te podés ir tranquila, con tu noviecito nuevo, ¿estás escuchando, no? Yo no voy a hacer nada, te lo juro.

Gabriela. Gato, no… Gato.

Sí, sí, sí, yo me voy a ir, ahora, ya, y no me van a ver más el pelo. ¿Me entendés? Nunca más.

Vilas.

[Despertándose, recuperándose pero apenas.] Hijo de puta…

Gato.

¡Traicionero!, eso no se le hace a tu mejor amigo.

Vilas.

¡¿Qué amigo?!

Gato.

El tiempo no tiene nada que ver, yo te sentía así.

Vilas.

¡Pero yo no! Ella sí te quiere.

Gato.

Pero yo no. Vayan tranquilos.

Vilas.

No, yo ya no, yo tampoco la quiero.

Gato.

Bueno no sé, yo me voy, no sé qué harás vos, te quedaste sin el pan y sin la torta.

Gabriela. No, vos te quedás, acá hay algo más… Vos sabías todo esto de antes… sí… vos lo convenciste de que se traiga la guita para acá, y ahora te vas, nos dejás, huis como si vos fueses la víctima, en el auto… en dónde está la plata. Gato. 264

No hablés boludeces…


Gabriela. Para robarle unos pesos de mierda… Gato.

Dejá de hablar boludeces. Este se tenía que ir de Córdoba sino lo mataban, ¿sí? ¿O qué? Te mintió que se venía a vivir acá, ¿por qué…? ¿Porque le gusta el cerro? Lo mataban en Córdoba.

Vilas.

No encontré la guita ahí…

Gato.

No está en el auto, ¿y dónde está? [Pausa.] Yo no la bajé del auto, ¿dónde está? ¿Dónde está la guita? Escuchame, este se duerme…

Vilas.

La tiene el tipo, el tipo la tiene…

Martina entra desesperada a la habitación, lleva el arma de Totón 2 en la mano.

Martina. [Apuntando.] Me mandaste al muere hijo de puta, por qué me hiciste eso… Gato.

¡¿Qué pasa, Martina?! ¡¿De dónde sacaste eso?!

Gabriela. ¿Qué hacés con eso, Martina? Martina. No te metás que la ligás vos también, y ganas no me faltan. ¡El tipo! ¡El tipo! Gato.

Estás drogada Martina, dame.

Martina. ¡No! Gato.

¡El tipo estaba tranquilo, no te hizo nada!

Martina. ¡Qué sabés! ¡Qué sabés!

Entra en la habitación Totón 2.

Totón 2. ¡Devolveme eso que es mío! Gato.

¡Bajá el arma, Martina!

La luz se corta, gritos, forcejeos con el arma. Se escucha un disparo, seguido por un trueno. Está por comenzar a llover. Totón 2 cae muerto.

265


Escena 16: La Calderilla del diablo

Habitación del Hotel. Interior. Noche. En la oscuridad. Gato.

Gabriela… ¡Gaby!

Gabriela. Si… Gato.

¿Estás bien?

Gabriela. Sí… Gato.

Martina… ¡Martina!

La luz vuelve casi en penumbras, descubren a Totón 2 muerto, tal vez sólo se ven las piernas tiradas en el suelo.

Martina. No me soltaba, me apuntaba a la cabeza, mirame, debo tener marcado acá. [Se señala el cuello.] Que le diga, que le diga, que el hermano está enfermo, que le diga… que corríamos peligro… que le diga… Gabriela. Gato. ¡Gato! Gato.

¿Qué?

Gabriela. Es Vilas. No reacciona. Martina. Yo no lo quise matar, yo no lo quise matar… Gabriela. Vilas…Vilas… Todo se fue al diablo… no lo puedo creer… Martina. La Calderilla del diablo… Gato.

¿Qué hacemos? Agarren todo, antes de que se largue la lluvia sin asco. Nos vamos.

Martina. Sí, sí. 266


Gabriela. ¿Y Vilas? Gato.

Ahí lo llevamos, ahí lo llevamos. Voy a buscar…

El Gato toma sus cosas y sale de escena.

Martina. ¿Qué es eso?

Mientras toman todas sus cosas, se sienten ruidos; desde debajo de la cama vemos salir a Totón. Comienza a escucharse el sonido del auto que intenta arrancar, ellas se desesperan, las piernas de Totón 2 comienzan a moverse, como si él empezara a reaccionar. Ellas más desesperadas, se ayudan y pueden salir de escena. Totón logra salir finalmente de abajo de la cama con el bolso de Vilas, repleto de dinero, lo tira en la cama, al lado de Vilas que sigue como… inconsciente. Abre el bolso, ve el dinero, saca algunos billetes y los tira sobre el cubrecama. Mira a su hermano muerto o casi, encuentra el arma tirada en un costado, la toma, sale de escena dispuesto a matarlos. Se escucha a lo lejos el auto que intenta arrancar y no puede.

Vilas reacciona como puede, ve su bolso, su dinero desparramado en la cama, lo junta con velocidad, la luz se corta.

Vilas.

No dios mío, dios mío, ahora no… ¡¿Dónde están?! ¿¡Dónde están?!

La luz vuelve casi en penumbras. El cuerpo de Totón 2 comienza a moverse aún más. Vilas rápidamente se esconde debajo de la cama con su bolso. Totón 2 se levanta, mira hacia afuera, a lo lejos, luego, se dirige al interior de la habitación. Tira muebles, colchón, levanta la cama y descubre que no hay nadie. Enfurecido, se queda tirado en algún lado del espacio.

Se escuchan palmadas desde afuera, como alguien llamando. Golpean la puerta y luego la abren, entran a escena Gabriela y Vilas. 267


Gabriela. Permiso… Hola. Vilas.

Hola qué tal… Epa qué lío. Buenas noches, queríamos saber si tenías alguna habitación para pasar la noche. [Pausa.] Hola…

Totón 2. Sí, sí. Estaba limpiando, ya se la entrego.

Totón 2 se queda inmóvil un momento, mira al público, sonríe maliciosamente.

FIN

268


La Calderilla se estrenó el 25 de abril del 2014 en la sala Azucena Carmona del Teatro Real, ciudad de Córdoba, con dirección de su autor y las actuaciones de Adrián Azaceta (Vilas), Cecilia Román Ross (Martina), Eugenia Hadandoniou (Gabriela), Gabriel Coba (Gato) y Oscar Mercado (Totón y Totón 2). La obra fue escrita por invitación de la Comedia Cordobesa, elenco oficial de la Provincia de Córdoba



Funeral –o época de cáncer



Introducción

Hubo una época sin cáncer, y un tiempo que fue bueno y generoso. Pero Eduardo ha estado enfermo estos últimos años, en secreto. La enfermedad que avanza y avanza, y hoy llega a un punto que no da más. No da más del cáncer. En cualquier momento… la nada; de ser lo que fue, no le queda nada, nada de lo que era… Y lo que era vendría a ser esto: un hombre de negocios, tal vez un abogado o hasta un político. Casado, una mujer hermosa que amaba y engañaba, como corresponde a todo hombre que se digne de serlo. Un padre amoroso con sus hijos, dos, un varón y la nenita. Familia tipo, familia bien, familia tipo bien. Pero algo pasa en el medio, algo que no se sabe qué es. Tal vez el tiempo, la rutina o los engaños, no sé. Algo pasa que la casa no es la de antes. Algo pasa que se encuentra una noche de tantas, solo, como siempre últimamente, y mientras sirve en un vaso el último culito de whisky, y escucha por la radio a Tom Jones, It’s Not Unusual, recuerda las palabras de su médico y amigo: “Esto es en cualquier momento Eduardo, te puede pasar ahora, en un rato, en una hora, en una semana como muchísimo. Disculpame pero ya no se puede hacer nada”. Y toma el teléfono, así, medio borracho. Del otro lado una voz de mujer atiende agitada, le ha costado llegar hasta el teléfono. Es que el convento a estas horas está dormido, como su hija, a quien despiertan de golpe: “Hermana Virginia, despierte. Su padre la llama, dice que es urgente”. Y ella sabe que algo malo pasa. Hace meses que no ve a su padre, porque él no quiere verla… “Si te encerrás ahí, olvidate de que existo”, fueron las últimas palabras antes de escucharlo ahora por teléfono, –“Venite rápido, me estoy muriendo”. 273


Y allá parte Virginia a socorrer a su padre, como siempre, y lo encuentra mal, y afligido, y como siempre cae en su juego, en su trampa… como siempre. Y toma el teléfono: “Venite rápido mamá, papá está muerto”. Y acá llegan Ana, su ex mujer y junto a ella Federico. Ana escapó hace años de la tortura de Eduardo para encontrarse con la idiotez de Federico, su cuñado, que la hizo bien, dejó seca la bodega y le robó a la mujer. De mal en peor Ana. Y después de años ese encuentro obligado. Para Ana resuenan todavía en el living aquellos últimos gritos desesperados de Eduardo –“Si te vas con él, olvidate de que existo. ¡Los dos! ¡Olvídense de que existo!”. Y todos olvidaron que existía, hasta ahora… Y Eduardo cuenta su plan. Y Virginia dice que estuvo haciendo llamadas, que habló con tíos, amigos y vecinos –“Y tuve que mentir que papá estaba muerto. Porque quiere el velorio. Quiere ver el velorio ahora, en vida. Quiere ver quién viene y ver quién lo llora”. Y a todos les parece una locura. Y llega el Muchacho de la organización, trayendo el cajón, las coronas, las flores y las velas. Y firman papeles y le convidan café, y ya lo sientan para que rece y llore, y ya es parte de la familia. Y parece que viene con alguien, otro, un Chico con urna. Y de repente todo se vuelve tan irónico. Esta casa olvidada en el tiempo, solitaria, de golpe, ante una muerte, se llena de vida. Y entre tantas cosas que Eduardo no dice, es que hace esto para ver si él vuelve. Si vuelve aquel al que echó hace años, a la calle, como a un perro, ­sin problema y sin volver la vista atrás. Aquel hijo que también escuchó la misma frase­–“Olvidate de que existo. Yo no quiero un hijo… Si esto es así, andate. Si vos sos “así”, si estás enfermo, andate y olvidate de que existo”. Y el hijo se le fue, y nadie volvió a verlo, ni a saber de él, nadie, nada, hasta ahora… Pero el Chico con urna no viene con el de la organización. El Chico con urna trae noticias. Malas. Malas noticias.

274


Y ahora el velorio no es más de Eduardo. Ahora el funeral es para una urnita color marfil. Ahora Eduardo llora. Ahora Ana grita y golpea a Eduardo. Ahora el Muchacho de la organización quiere que le paguen. Ahora habla el Chico con urna y todos se enteran. Ahora Ana grita y golpea a Federico, a todos. Y también habla Virginia, roja se pone, como la sangre, escupe a Federico y luego corre hacia uno de los baños, el que tiene bañera, y la llena, y se mete, y el agua rebalsa y se mete en la casa, y se vuelve roja, como la sangre… Abrazado al Chico con urna, que es lo más cercano que tiene a su hijo, Eduardo llora. Culpable por creer que él le pasó el mal, llora por la enfermedad, el cáncer, de él, de su hijo, por ser él el cáncer que los enfermó a todos. Llora abrazado a aquel que estuvo con su hijo hasta el final, mientras repite –“Váyanse…y olvídense de que existo”.

275


Personajes:

Eduardo.

Padre de la familia, cincuenta y tantos aĂąos.

Chico con urna. Joven que ingresa a la casa, trayendo noticias del hijo perdido. Ana.

Madre de la familia, cuarenta y tantos.

Virginia.

Jovencita hija de la pareja, reciente novicia.

Federico.

Hermano de Eduardo, nueva pareja de Ana, cuarenta y tantos.

Muchacho de la organizaciĂłn. Joven encargado del servicio funeral.

276


Living de una casa, muy lindo, en otra época. Un sillón grande al centro, a un costado un sillón individual, y en el costado izquierdo, una mesita alta con teléfono junto a una lámpara de pie. En el centro del living, una mesa ratona larga, petisa. Al fondo, un gran ventanal que comunica con el jardín. El jardín, que como un enorme cáncer ha arrasado con la casa, tomando los sillones, las mesas, las paredes… El jardín, descuidado y desgastado por el tiempo… como todo. En el centro del espacio, en lo alto, cuelga una araña, gigante.

Escena 1

Eduardo recostado sobre el gran sillón. El Chico con urna lo mira sentado sobre el respaldo. Eduardo. Fue por eso, quiero decir que lo estoy haciendo por eso, ¿me entendés? [Pausa.] Uno se hace viejo, molesta, y con esa molestia se prepara para morir. Y muere. A los que quedan les espera lo peor, quiero decir que el muerto sigue jodiendo a los demás hasta el último, último, último, con todo el quilombo del velorio, el entierro, toda la mierda y tanta guita… Pensé en hacerles la cosa más fácil. ¿Y esa carita? Chico.

¿Qué hago acá?

Eduardo. Viniste… a verme… Chico.

¿Qué hago acá?

Eduardo. … porque estaba enfermo… viniste a verme porque estaba enfermo. ¿Cuánto falta? Qué nervios… Chico.

¿De qué? No sé… ¿Qué me está preguntando?

Eduardo. Si me va a doler. 277


Chico.

No sé… ¿Le duele ahora?

Eduardo. Puta madre… ¿Me ves viejo que me tratás de usted? Chico.

No, si quiere lo trato de vos. Al fin y al cabo, es tu sueño, puede pasar lo que vos quieras.

Eduardo. Lo que yo quiera… Chico.

Sí, lo que vos quieras…

Eduardo. Bueno, entonces… [Mira el lugar; una lámpara de pie se enciende e ilumina el teléfono de la mesita alta.] Quiero que suene ese teléfono, ahora.

El Chico con urna estira sus brazos y casi como con un pase mágico, el teléfono suena.

Eduardo. [Riendo.] ¡Qué bárbaro! Ahora quiero… [Mira el lugar; la lámpara de pie se enciende nuevamente e ilumina el teléfono de la mesita alta.] Quiero que suene de nuevo, ahora.

El Chico con urna vuelve a hacer el pase mágico, el teléfono suena nuevamente, y Eduardo nuevamente se ríe.

Eduardo. ¡Es magnífico! Bueno… en mi sueño quisiera estar sano. Chico.

Eso estaría bien.

Eduardo. Bueno… ¿No me hacés ninguna cosita, ningún pase mágico…?

El Chico con urna estira sus manos sobre el cuerpo de Eduardo, haciendo claramente un pase mágico que se acompaña con el sonido del teléfono.

Eduardo. ¿Estoy sano? Chico. Sí. Eduardo. Bueno… entonces en mi sueño quisiera que vos me hayas pedido perdón… y bueno, yo haberte perdonado. Y… que vos me hayas perdonado a mí también y… que hayas venido antes, y… 278


Chico.

Vine cuando tuve que venir, antes… no se me ocurrió…

Eduardo. Te me fuiste tan rápido. Chico.

¿Qué hago acá?

Eduardo. No me di cuenta cuándo te fuiste… Chico.

¿Cuándo me fui de dónde?

Eduardo. Hijito mío… Chico.

No, me parece que usted me está confundiendo con alguien…

Eduardo. No, este es mi sueño y hago lo que yo quiera, vos mismo lo dijiste. [Eduardo estira sus manos y como haciendo un pase mágico, obliga al Chico con urna a convertirse en el hijo.] ¡Hijo mío! Vení, vení que no te voy a hacer nada. Abrazame… hijo mío… [Pausa.] ¿Qué hago acá? Chico.

Me metiste en tu sueño, y viniste a verme… porque estaba enfermo…

Eduardo. Vos estabas enfermo… Chico.

Sí, estaba, ya no estoy más, no estoy, más. No estoy más.

Eduardo. ¿Te dolió? Chico.

No mucho…

Eduardo. Qué suerte… Ana.

[Desde afuera.] ¡Edward! ¡Edward, queridísimo, vieni qui!

De a poco, una música comienza a inundar el espacio; todo se enrarece, las paredes se iluminan extrañamente, el sueño se vuelve aún más onírico.

Eduardo. Me tengo que ir… voy a venir a estar con vos… prontito… Hijito mío… Hijo mío… por qué me hiciste eso, enfermo, enfermito… Hijo mío… me das asco, me das… Chico.

¡Basta ya, suélteme, usted me está confundiendo!

Eduardo. ¡No, hijo, perdoname! ¡Perdoname! Chico.

¡Suélteme! ¡Suélteme!

279


280

La música ya ha tomado el espacio. El Chico con urna empuja a Eduardo que cae al suelo, llorando y pidiendo perdón. Los personajes que intervienen en la obra comienzan a aparecer de diferentes lados, sus movimientos no son naturales, más bien enrarecidos, como atontados… Virginia ve a su padre, corre hacia él, trata de acomodarlo. El Chico con urna toma su urna y espera. Ana aparece con su valija y deambula en el espacio. Virginia corre al teléfono, llama y espera y mira un rato largo el cable del teléfono. Eduardo, entre su malestar mira al resto, se incorpora, y lentamente va saliendo de escena dejando a los demás en ese estado de aturdimiento. La luz va bajando de a poco; hasta que se extingue por completo.


Escena 2

Ana, vestida de negro, elegante, valija con rueditas en la mano, se pasea por el espacio. Virginia, vestida de novicia, la mira; lleva una bandeja con tetera y tazas de té. Ana.

Qué raro… venir acá, digo… [Pausa.] Todo está igual…

Virginia. ¿Cuántas… Ana.

Igual, igual… como si el tiempo no hubiera pasado en esta casa…

Virginia. … de azúcar? Ana.

Como si el tiempo se hubiera detenido en esta casa…

Virginia. ¿Tres, como siempre? Ana.

Como si… los sillones… ni el teléfono cambió, qué bárbaro… [Revisa todo el lugar.] Todo… igual…

Virginia. [Entregándole a Ana una taza con té.] Tomá. Ana.

Gracias mi querida… lo que sí, está limpito, ¿o no? Bastante te digo, ¿eh? Debe tener una chica que viene…

Virginia. No sé, yo acomodé lo que pude. Ana.

[Señalándola.] ¡Ahí está! Debe tener una chica que viene.

Virginia. No, yo no soy, yo no, yo ya no vivo… yo vengo cada tanto nada más… Ana.

Bueno, pero debe tener una chica, ¿o no? [Pausa.] ¿Tiene una chica? ¿Tenía una chica? ¿Alguien?

Virginia. ¿En qué sentido me estás preguntando? Ana.

¿Qué? Si tenía una muchacha, una doméstica, alguien que le venía a limpiar te estoy preguntando.

Virginia. No sé… Ana.

¿Qué pensás que te estoy preguntando? 281


Virginia. No sé… Ana.

No sé, no sé, no sé, ustedes nunca saben nada… ¡Ay, esa araña! Qué raro, me la acordaba más grande.

Virginia. ¿Más grande? Ana.

Sí, más grande… más cara, más cara… ¿Qué creías que te estaba preguntando? Yo estoy muy bien así, ¿sabés?

Virginia. Qué suerte. Ana.

Muy, muy bien. [Pausa.] Feliz. [Pausa.] Muy bien por suerte, sí. ¿Vos? Por eso venir acá me hace como… es raro… yo te veo bien, ¿o no? Sí, estás bien, y me alegro. Mirá si te voy a estar preguntando si tenía una… ¿Y el jardín…? Qué descuidado que lo tiene, ¿vos lo viste? Cuando entraba lo vi y dije: qué descuidado que tiene el jardín, un desastre. Y eso que es de noche. Quiero decir que a pesar de que es de noche pude ver lo descuidado que lo tiene: un desastre.

Virginia. Sí, entiendo. Ana.

Bueno, como me mirás así… [Escupiendo el té en la misma taza.] No, no… a esto le pusiste azúcar. No, querida, tomá, llevá. No consumo más azúcar yo. Por lo demás todo igual, ¿eh?

Virginia sale llevándose la bandeja con el juego de té.

Ana.

Qué raro… venir acá, digo… Aparte él pudo haber hecho lo que quiso con su vida, ¿o no? Como yo, que hice la mía, mirá si me voy a meter con eso, no… Él, en cambio, sí. Él sí se metió. Pero no vamos a hablar de eso y menos en este día…

Virginia ingresa nuevamente. Intenta acomodar la valija de Ana.

Ana.

Hace años fue que dije: basta. Y fue basta. Nunca más nada. No toqués eso, no toqués nada, sentate ahí. Ni un caramelo, nada, nada de azúcar, nada de nada, nada de

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harina, sólo verduras: brotes de soja, brotes de alfalfa… Por eso me di cuenta en seguida de que… Tres le pusiste, ¿o no? Virginia. Sí, como siempre. Ana.

¿Viste? ¿No te digo? Todo igual. Hasta el stevia, el azúcar. [Pausa.] El stevia o la stevia, no sé cómo se dice, ¿conocés?

Virginia. Sí, es un edulcorante. Ana.

Que no es edulcorante, disculpame que te corrija querida, pero es así… quiero decir que no es el edulcorante común, el cancerígeno… ¿Por qué hacés esa cara? ¿No se puede decir esa palabra en esta casa? Uy no digamos cáncer, no digamos cáncer… estamos en una época de cáncer, ¿o no?… Es cierto, el stevia es de una planta que tiene una propiedad anticonceptiva, y yo dije: ¿ah, sí? Más hijos, no, gracias, con dos basta y sobra, y menos a esta edad, así que ¡stevia, stevia, stevia…! [Ríe. Pausa.] Era una broma, como para romper el hielo. Cáncer. Cáncer, cáncer, ¿cáncer, se dice?

Virginia. Sí, cáncer. Ana.

Bueno… me pasa que cuando repito mucho una palabra es como que pierde el…

Virginia. Significado. Ana.

[Corrigiendo fuertemente.] ¡El sentido, mamita! ¡Pero qué cosa! ¡No vas a aprender a hablar bien nunca, vos, che! [Pausa.] Cáncer, cáncer. Cáncer. [Pausa.] Lo usaban unos indios paraguayos de Brasil, de por ahí, pero no sé más que eso…Y de última si este tenía una minita, ojalá que le haya hecho bien, ¿o no?

Virginia. Sí, claro. Ana.

Sí.

Virginia. Sí, por supuesto. Ana.

Sí, claro.

Virginia. Sí, gracias a dios.

283


Ana.

¡Gracias a dios y a mí! [Pausa.] Me perdí, no sé en qué estaba.

Virginia. En que, según vos, estaba todo igual. Ana.

Todo menos… vos. Te veo a vos y… vení, vení, no te voy a hacer nada. Te veo a vos y ya no sos más… Sentate. Te veo a vos y ya no sos más esa neni… Abrazame… Abrazame no te voy a hacer nada… Te veo a vos y ya no sos más esa nenita que… en el jardín, las escaleras… bajabas, subías… estás tan… grande… tan… ¡monja!… tan… ¿Por qué me hacés esto? No sé si me gusta verte así. Me impresiona. Sacate el cosito de la cabeza… ¿Cuántos años tenés ya?

Virginia. ¿Estás borracha? Ana.

¡No!

Federico. [Desde afuera.] ¡Ana!

Virginia y Ana se miran. Virginia baja la cabeza, mira para otro lado.

Ana.

¿Qué?

Virginia. No te dije nada… Ana.

Bueno, como me hiciste esa cara… Lo tuve que traer, ¿qué iba a hacer? Estábamos en el aeropuerto ya.

Federico. [Desde afuera.] ¡Ana! Ana.

[A Federico.] ¡Ya va! [A Virginia.] No me mirés así, no, no viajaba así, me cambié rapidito apenas me llamaste. ¿Dónde está? [Pausa.] Virginia, ¿dónde está?

Virginia. Adentro. Ana.

Mirá si voy a viajar… es mala suerte de negro, no. ¡Edward! ¡Edward, queridísimo, vieni qui!

Virginia. No va a venir solo. Ana.

Entonces es verdad.

Virginia. No sé… Ana.

No sé, no sé, no sé. Ustedes nunca saben nada…

Virginia. ¿Quiénes son “ustedes”? 284


Ana.

Vos y tu hermano. ¿No va a venir?

Virginia. No se puede levantar. Ana.

Te preguntaba por tu herm… ¿Ah no? [Pausa.] ¿Entonces es verdad?

Virginia. Sí. Ana.

Está muerto. ¿Está muerto?

Federico se asoma por el gran ventanal.

Virginia. ¡No! Federico. ¡Pichoncita! Ana.

[A Federico.] ¡Ya va, dije! [A Virginia.] Haceme la gauchada y andá a traerlo, por favor.

285


Escena 3

Oscuridad. Se escucha It’s not unusual de Tom Jones. Se enciende la luz. Eduardo bailando; canta mientras toma algo, tal vez un whisky. Agotado, cae en el sillón. Se entristece, de golpe se deprime, llora. Se sirve otro trago. Mira el teléfono ubicado en la mesita alta. Lo toma y marca un número. Cuelga. Toma fuerzas y nuevamente marca el número; no lo sabemos, pero en realidad llama al convento donde se encuentra su hija, Virginia. La luz va desapareciendo de a poco. Comienza a escucharse el sonido de un teléfono. La luz se corta; la música desaparece.

286


Escena 4

Oscuridad. Se sigue escuchando el teléfono. Atienden. Virginia. Ave María Purísima… ¿Hola? ¿Hola, papá? ¿Papá sos vos? Calmate… calmate… A ver, explicame… ¿Qué cosa? Calmate, por favor, y explicame bien despacio, estoy dormida todavía…

El espacio se ilumina. Virginia, vestida de novicia, y su padre, Eduardo, postrado en una silla de ruedas. La jovencita habla por teléfono, mientras su padre le dicta algunas cosas que deberá decir.

Virginia. Calmate, calmate… Estás sentada, ¿no? Bueno, que te traigan un vaso con agua deciles. Bueno, bueno… vinito, entonces… Ah, bueno, entonces andá a buscar vos, yo te espero. Sí, sí, te espero, te espero. No se me permite jurar por dios, tía. Pero te prometo que te espero. [Pausa. Luego, a Eduardo.] Que le jure por dios, me dice. Eduardo. Le hubieras jurado, qué mierda… Virginia. Está sola la tía parece… [Eduardo asiente con la cabeza.] ¿Sí qué? Eduardo. Que sí, debe ser que sí… Virginia. ¿Los hijos ya no están más ahí? [Eduardo niega con la cabeza.] ¿No? Eduardo. Debe ser que no. Virginia. ¿Hace cuánto no ves a tu hermana? [Eduardo hace gesto de “hace mucho”.] ¿Cuánto? ¿Mucho cuánto, papá? Están casados ellos, ¿no? 287


Eduardo. ¿Quiénes? Virginia. Y los estúpidos de los hijos, papá. ¿De quién estamos hablando? Eduardo. La más grande, la Mariana, sí. Bastante puta… Virginia. ¿Y los otros en Europa era? ¿España? [Eduardo hace gesto de otro país.] ¿Portugal? ¿Miami? Eduardo. ¡En Europa era! Virginia. Italia, entonces. Eduardo. Italy, Italy. Virginia. ¿Y a ellos querés que también les avise? Va a ser larga distancia eso, carísimo… [Eduardo hace gesto de “que les avise ella”.] Sí, mejor que le avise ella. [Vuelve al teléfono.] Hola, sí, acá estoy. [Pausa.] Un cáncer… terminal. En la etapa cuatro, creo. [Mira al padre.] Eduardo. [En susurros.] En la ocho, decile. Virginia. No, en la ocho mejor. Nosotras tampoco… no, no sabíamos nada… Eduardo. Ustedes nunca saben nada… Virginia. Y no sé… Claro, debe haber querido eso. ¿Hace cuánto que no ves a tu hermano? ¿Cuánto? ¿Mucho cuánto, tía? Sí, estoy bien, medio… corrida, pero bien. Eduardo. [Tironeándole el traje de novicia.] Bastante corrida… Virginia. Sí, me llamó en medio de la noche al convento y me tuve que venir corriendo. Eduardo. [En susurros.] ¡¿Qué decís?! ¡Cómo “me llamó”! Virginia. Me llamaron. Me llamaron, a la noche… Sí, y sí, a esa hora a dedo. Y, así vestida fue más fácil, sí. Sí, también le avisé… que viene. Sí. Avisales a… sí, a ellos. No, con él no pude hablar, no lo conseguí. Hablé un montón de veces hasta que me atendieron; dicen que ya no vive. Sí, no sé. “Ya no vive”, me dijeron. No sé, qué sé yo, capaz que sí, pero no sé… Bueno, tía, te dejo. Disculpá que te agüé el viaje… tengo que seguir llamando, ¿sabés? Sí, acá mismo. Sí, tía, acá en casa. En la casa grande, sí. Sí, bastante descuidado está el jardín… 288


Eduardo. Que no lo mire si no quiere. Virginia. Sin pecado concebida. [Corta el teléfono.]

Pausa.

Eduardo. ¿A la mami ya le avisaste? Virginia. Sí. Eduardo. ¿Qué dijo? Virginia. ¿Por qué estás haciendo esto? Eduardo. ¿Qué dijo tu mami? Virginia. Igual que la tía, que es fin de semana largo, que se iba de viaje, pero que viene. Está perdida la tía, me parece que ni supo quién eras vos. [Pausa.] ¿Hace cuánto que no ves a tu hermana? Me parece tan injusto lo que me hiciste, es tan injusto dejarse de ver con los hermanos…

Comienza a sacar a Eduardo empujando su silla de ruedas.

Eduardo. ¿Y viene el otro hijo de puta? Virginia. ¿No escuchaste lo que hablaba por teléfono? Me dijeron que ya no vive… Eduardo. Tu hermano no, el otro. Virginia. Ah, no sé… Eduardo. ¡Qué hijo de puta!

289


Escena 5

Retoma de Escena 2. Federico. ¡Ana! Ana.

Está muerto. ¿Está muerto?

Virginia. ¡No! Federico. ¡Pichoncita! Ana.

[A Federico.] ¡Ya va, dije! [A Virginia.] Haceme la gauchada y andá a traerlo, por favor.

Federico, asomado en la ventana, observa a Ana, que se pasea por el living.

Federico. ¿Y? ¿Qué pasó? Ana.

Nada…

Federico. ¿Cómo están los chicos? Ana.

¿Los chicos? Ningún los chicos. Está la nena, nomás.

Federico. ¿Y por dónde anda? Ana.

Lo fue a buscar a Edward.

Federico. ¿A Eduardo, a dónde? No entiendo… solita, pobre, con todos los trámites y eso… [Pausa.] Ana, ¿estás bien? Ana.

¡Tantas preguntas…! ¿Vas a estar en la ventana todo el tiempo o vas a entrar para hablar bien?

Federico. Ahí entro, pichoncita… Tomá, agarrame el bolso por acá. Ana.

¿Qué hacés?

Federico. Voy a entrar. 290


Ana.

¿Y por qué no usás la puerta como una persona normal?

Federico. Pero si está la nena, nomás. No me vas a hacer ir a dar toda la vuelta. Ana.

Está con… el cosito ese, ahí, en… en la cabeza…

Federico. ¿Qué? Ana.

¡Que Virginia está con el hábito y el cosito en la cabeza! ¡Me lo hace a propósito! Era verdad…

Federico. ¿Pero vos estás bien? Ana.

No. No estoy bien, mi amor. Claramente no estoy bien…

Federico. Pero no entiendo qué es lo que pasó… Lo fue a buscar a Eduardo a dónde… Ana.

Es tan raro… Venir acá, digo… Sentir tanto apego por… una cosa comercial… material… como esta casa, por ejemplo.

Federico. ¿Y algo de eso pudiste decirle? Ana.

¿Viste lo que es el jardín?

Federico. De la casa, te digo, que querés volver a la casa… Ana.

Está tan descuidado…

Federico. Que esta casa también es tuya y que ahora que no está él, este es tu lugar de nuevo. Vos vas y le decís: mirá nena, esta casa también es mía y ahora que no está él, este vuelve a ser mi lugar… tuyo… mío… Ana.

Casi todo lo que está ahí lo planté yo, lo arreglé yo. Él me ayudaba, a él le gustaba, le gusta el… ¿Cómo se dice? Hacer de… hacer de…

Federico. ¿Las plantas me estás queriendo decir? Ana.

No, la jardinería, boludo. Hacer de… ¡Jardinero! Me decía… Bueno… Se chantaba los guantes, la tijera de podar, el sombrerito, y me decía: “Mami, me voy a hacer de jardinero”, me decía, Eduardito, me dice… me decía… me dice…

Federico. No pensés en el pibe justo ahora… Decile a la nena que como ella está en… ¿en un convento está? Ana.

¿Qué me estás diciendo? 291


Federico. Que le digás que vamos a venir acá ya que… ¿Qué pasa? No entiendo por qué me mirás así, no entiendo… Ana.

No entiendo por qué me mirás así, no entiendo…

Federico. ¡Qué! Ana.

De Eduardito. ¿Qué me estás diciendo…?

Pausa.

Federico. Bueno, perdón, pero si te hace mal, pichoncita… Ana.

No me digás pichoncita acá.

Federico. Bueno…

Pausa.

Ana.

Me vendría bien tomar algo ahora…

Federico. A mí también. Ana.

Tengo la garganta seca…

Federico. Entro y hago algo, ¿sí? Ana.

¿Vos me estás pidiendo que no piense en…? Bajate de ahí, vas a entrar por la puerta, no como un choro, un ladrón en medio de la noche, por la ventana, dónde se ha visto. Estoy en la casa donde lo parí y lo crié, ¿o no?

Federico. Bueno… Ana.

No te metás, ¿sí?

Federico. Sí. Ana.

Bueno. ¿Vas a entrar o te vas a quedar en la ventana tipo títere?

Federico. Entro, entro… ¿Y cómo te digo? [Pausa.] ¿Cómo te digo? Ana.

¿Qué me estás preguntando?

Federico. Si no te digo pichoncita, ¿cómo mierda querés que te diga? Ana.

292

Y Ana decime, boludo, si así me llamo, ¿o no? Mi nombre, decí. Vas a entrar por la puerta y comportarte, ¿sí?


Federico. Ahí entro. Ana.

¿Te acordás? Por dónde…

Federico. Sí, claro, yo sé por dónde entrar; tengo que ir a dar toda la vuelta, toda la vuelta tengo que ir a dar. Pero todo bien. [Sale de la ventana.] Ana.

No pisés el césped, no pisés.

Federico. [Desde afuera.] Todo bien, ¿no? Ana.

Sí, qué sé yo… Estamos en un funeral; claramente no está todo bien.

293


Escena 6

Ana recorre un poco la casa. Luego sale. Ingresa Virginia, llevando en silla de ruedas a Eduardo. Ana aparece y trata de ocultarse tras unas cortinas, Virginia la descubre, se acerca a ella, corre las cortinas; Ana es descubierta. Ana.

¡Ahí estás! [Llora, se recompone, esconde la angustia, se enoja: todo en cinco segundos.]

Eduardo. Hola Anushka. Ana.

¿Qué hacés? ¿Qué creés que estás haciendo? [Pausa.] No vas a hablar, muy bien, que nadie hable entonces. [Pausa larga.] Esto querés: silencio, que nadie hable, que no se digan las cosas. Bueno, esta vez no va a ser así, ¿o no? Te felicito, siempre tan maduro vos, tan responsable, tan… ¿Qué es esto? Decime, explicame qué es esto porque no entiendo nada. [Pausa.] Seguís sin hablar, muy bien, te felicito, siempre tan maduro vos…Y la metiste a la nena.

Virginia. Ya no soy una nena… Ana.

No te metás en esto.

Virginia. ¡Vos me estás metiendo a mí! Ana.

¡Porque vos te metiste y no me contestés! Vení rápido que papá está muerto, me dijo.

La luz general se corta. Sólo la lámpara de pie iluminando el teléfono. Virginia hablando en el teléfono.

Virginia. [Al teléfono.] ¿Hola? Hola, mamá… Virginia habla. Escuchame. Vení… ¡Virginia, tu hija, mamá! Escuchame… 294


No, no, escuchame un segundito por favor a mí. Vení rápido que papá está muerto.

Se enciende nuevamente la luz general del espacio.

Ana.

Muer-to, me dijo. Y llego y… divino vos. Poniéndola en contra mío, llenándole la cabeza de boludeces en mi contra. Muy bien. [A Virginia.] ¡Sí, sí! ¡Boludeces, dije hermanita, boludeces! [A Eduardo.] Te felicito, siempre tan maduro vos… Y sigue calladito…

Virginia. Si no lo dejás hablar… Eduardo. Me estoy muriendo… Ana.

Muy bien, te felicito. Yo también me estoy muriendo, de la bronca. Tenía un viaje ahora, hace… A ver. [Llega el teléfono, marca tres números: escucha.] ¿Ya?… Gracias, chica. [Corta el teléfono.] Hace cuarenta y cinco minutos que tendría que estar en un avión, directo a Brasil, y estoy acá haciendo no sé qué… ¡Decime qué estoy haciendo, por favor!

Eduardo. Ana, te llamamos por el velorio. Ana.

Dios mío, estás loco, no, estás mal de la cabeza vos. ¿Qué velorio? ¡¿Qué velorio?!

Virginia. Es su velorio. Ana.

¿¡Qué dije!?

Virginia. No sé qué dijiste. Hablaste tanto que no sé qué dijiste. Ana.

Que no te metás, dije. No-te-me-tás. [A Eduardo.] Que no se meta, decile.

Virginia. ¡Decí algo papá! Ana.

Ahí lo tenés, al mismo cagón de siempre, qué va a decir… Estás mal de la cabeza.

Eduardo. Sí, estoy mal de la cabeza. Virginia. ¡Basta! [Pausa.] Tiene un… tumor en la cabeza.

Pausa. 295


Ana.

¿Cómo?

Eduardo. Lo que escuchaste, Ana. Ana.

No, es que no escuché nada.

Eduardo. Ahora la gente anda diciendo por ahí que tengo un… Virginia. …Tumor… Eduardo. …En la… Virginia. …Cabeza. Ana.

Ya sabía yo. ¿Y cómo fue?

Virginia. No sé. Ana.

¿Por qué no me llamaste antes?

Virginia. No sé. Ana.

No sé, no sé, no sé… ¡Ustedes nunca saben nada! [A Virginia.] ¿Pero vos sos tarada?

Virginia. ¡Y si no sé! ¿Qué querés que qué? ¿Que invente? Ana.

No me levantés la voz. ¿Eso te inculcan ahí?

Virginia. Me estás diciendo tarada. Ana.

Bueno; da la otra mejilla. ¿No te inculcaron eso ahí? Pero che… Perdón… Tenés razón… Abrazame, abrazame… Es que… uno no entiende… qué es lo que pasa… Uno viene preparado para algo y te lo dan vuelta en dos patadas. ¿Y cómo? ¿Cómo fue, mi petisita?

Virginia. No sé. Ana.

Pero… ¡Realmente sos tarada, che!

Eduardo. Basta. Ana.

¿Y cómo te sentís?

Eduardo. Agotado estoy. Ana.

¿Y el médico?

Virginia. El médico le dijo que… Ana.

296

…Ay, esta chiquita, esta chiquita… Quiero escucharlo a tu padre hablar, no a vos detrás de él, siempre, siempre detrás de él. ¡¿Qué fue lo que te dijo el médico?!


Virginia. Bueno, decile papá lo que te dijo el médico… Papá, hablá. Papi, decile, dale… Bueno, la puta madre… El médico le dijo que si… Ana.

¡Basta Constanza Virginia, en serio! ¡A él quiero escuchar! ¡Metida en el medio de nosotros, siempre! ¡Siempre en el medio! Lo pienso, lo pienso y lo pienso y creo que realmente nosotros nos separamos por culpa tuya. ¿O no, Edward, que siempre dijimos eso? Por esa costumbre de mierda de estar metida en el medio siempre, ahí, ¡en el medio, siempre! ¡Sí, sí, sí, mierda dije, hermanita, mierda!

Eduardo. ¡Dejala en paz, conchuda! Ana.

¡Conchuda tu mamá, cornudo! Bueno, perdón.

Virginia. Realmente no sé qué te hice en la vida, mamá, para que me tratés así, no sé…

Virginia besa las manos de su madre. Luego intenta salir.

Ana.

Estos nunca saben nada.

297


Escena 7

Virginia se cruza con Federico, que viene entrando a la casa. Federico. Permiso… Hola, hermanita. Virginia. ¡Váyanse a la mierda!

Virginia sale.

Federico. La boca, nena. Ana.

¡¿Eso te inculcan ahí?!

Federico. [Sorprendiéndose al ver a Eduardo.] ¡Eduardo! Estás acá… Te hacíamos muerto. Eduardo. Estoy en eso… Federico. No… Se te ve bien, ¿o no, Ana? Ana.

¿Qué?

Federico. Que se lo ve bien, ¿o no? Ana.

Sí, qué sé yo…

Federico. La que no está bien es esa nena; está enojada, me parece. Ana.

Sí, conmigo, desde siempre.

Federico. Che, Eduardo, esta casa está venida abajo mal, muy mal, ¿eh? No la cuidaron para nada en todo este tiempo. ¿Pasa algo?

Texto superpuesto.

Eduardo. No. Sí. No. Ana. 298

Sí. No. Sí.


Corta texto superpuesto.

Ana.

Bueno… Decime… ¿Tenés una chica, sí o no?

Eduardo. ¿Qué? Ana.

Nada… En otra época era una casa muy linda.

Federico. En otra época. Che, Eduardo, la casa también sigue siendo de Ana, ¿eh? Deberías haber… no sé… invertido un poco… [Pausa.] Bueno, ¿qué pasa? ¿Pasa algo? Eduardo. No. Ana.

¿Tenés una chica, sí o no?

Eduardo. ¿Qué? Ana.

Decime, nosotros no tenemos problema…

Eduardo. ¿Qué hora es? [Llamando a Virginia.] ¡Hija! ¡Hija! Ana.

Yo hice mi vida… vos la tuya… Está todo bien.

Eduardo. No sé de qué me estás hablando.

Entra Virginia, preocupada.

Virginia. ¿Qué pasa? ¿Pasó algo? ¿Estás bien, papá? Eduardo. Sí, bien, más o menos… ¿No llamó nadie, no vino nadie? Virginia. Nadie. Eduardo. ¿Qué hora es? Federico. ¿Tenés que hacer algo que preguntás tanto? Eduardo. Me tengo que morir, pero no sé a qué hora. Federico. No digás eso… Ana.

Quiero decir que si tenés una chica, una amante, una tilinga, como bien dijo Virginia hace un rato. Para mí está muy bien, me parece justo, ¿o no Fede?

Federico. Sí, mientras esté buena la minusa… Ana.

Y yo la quiero conocer. ¿A qué hora dijo que venía?

Eduardo. Ya debería haber llegado, ¿o no? Virginia. No sé a qué hora te dijo. 299


Ana.

Federico, dame un beso.

Federico, medio desconcertado, le da un pequeño beso.

Ana.

Así no. ¡Edward! ¡Pero mirá el beso que me da el boludo este! [A Federico.] Un beso bien. Uno de los nuestros, pichoncito.

Federico. ¿Te parece? Ana.

Sí. Edward, mirá. Mirá, Edward. No te cuesta nada mirar.

Se besan.

Ana.

[En medio del beso.] ¿Estás mirando? [Dejan de besarse.] ¿Ves? No pasa nada… Yo estoy muy bien así. Feliz.

Texto superpuesto.

Ana.

Muy bien por suerte, sí.

Federico. Muy bien por suerte, sí.

Corta texto superpuesto.

Eduardo. Nena, ¿querés ir…? Virginia. ¿Que vaya y me quede atenta por si viene? Eduardo. Sí, por favor.

Virginia sale y se ubica en el sector del jardín; la veremos por el ventanal, tal vez regando las plantas.

Federico. Che, Eduardo, de tomar, ¿qué tenés? Eduardo. No hay nada. Federico. Pero qué tipo miserable, loco. Tenías una bodega en esta casa. Eduardo. Vos mismo lo dijiste: tenía. Hace años que está seca. 300


Federico. ¿Seca de verdad? Eduardo. Alguien se encargó de vaciarla… Federico. Pero tenías, ¿ves? Si me acuerdo. Eduardo. Cómo te la vas a olvidar…

Pausa.

Federico. No sé qué me estás queriendo decir con eso. Eduardo. Nada, nada… Federico. Sonó a irónico eso… Eduardo. Dejalo ahí nomás… Federico. Hablá ahora, no seas cagón, dale. Si tenés algo para decir, decilo ahora. Después puede que sea tarde, demasiado tarde… Ana.

¿Pueden dejar de lado la pelea de machos por favor? Ya están grandes los dos. Aparte está la nena…

Virginia. Yo también ya estoy grande inmadura… ¡Grande y madura! Federico. ¿Pero qué pelea, pichoncita? Eduardo. No pasa nada, Ana. Federico. Sí. No pasa nada, pichoncita. Ana.

¡Te dije que no me digás pichoncita acá! Si no pasa nada, dense la mano. [Pausa.] Vamos… ¿O qué? ¿Pasa algo?

Federico. Nada pasa, ya te dije. Ana.

Entonces…

Eduardo. Nos estás tratando como chicos, Ana. Virginia. ¿Pasó algo, papá? ¿Estás bien? Ana.

Será que como chicos se comportan. Dense la mano.

Pausa. Virginia sale del sector del jardín y luego entra a escena.

Federico. Ni en pedo, no. 301


Eduardo. Justo vos ni en pedo. Ana.

¡Basta! ¡Virginia!

Eduardo. Yo menos te doy la mano. Y no te echo de mi casa porque te necesito, sino sabés qué… Ana.

¡Virginia, ¿podés venir?!

Virginia. [Desde afuera.] ¿Qué pasa? Federico. ¿Para qué me necesitás vos a mí?

Virginia ingresa a la casa.

Virginia. ¿Qué pasa? ¿Pasó algo? ¿Estás bien, papá? Ana.

¿Por qué está así?

Virginia. ¿Así cómo? Ana.

Así.

Virginia. Así… ¿Cómo? Ana.

Así, en la silla de ruedas del abuelo Mario.

Por el ventanal se asoma el Muchacho de la organización.

Muchacho. Buenas noches… Ana.

¿Qué necesitás? No tenemos nada. Federico, haceme la gauchada, decile que se vaya.

Federico. Andate, muchacho, no hay nada en esta casa… El tipo es un miserable. Muchacho. No ando pidiendo. Ana.

[A Virginia.] ¿Y? ¿Tiene una chica, sí o no?

Virginia. Pensé que querías hablar con él y no conmigo. Federico. [Al Muchacho de la organización.] Salí de la propiedad o llamamos a la policía. Muchacho. Tengo esta dirección. Llamaron por un servicio. Ana.

302

Escuchame, Edward. Para que quede claro: con Federico no tomamos desde hace años. [Pausa.] ¡¿Qué te me quedás mirando así?! Es la verdad.


Federico. Che, Eduardo… Ana.

No te metás… Escuchame, Federico.

Federico. …dice este muchacho que viene por un servicio. Ana.

Escuchame un segundo a mí.

Eduardo. [Al Muchacho de la organización.] Es acá, sí. Pasá, da la vuelta. Ana.

Es justo que tu hermano se ponga así; teníamos que sacarte arrastrando de ahí abajo. Una vez te quedaste por días en la bodega. [Al resto.] Pero él ya no es más así, él cambió. [A Federico.] Es que te comportabas de lo peor en otra época…

Virginia se pone pálida, se endurece: empieza a temblar.

Ana.

¿Qué pasa, hija?

Virginia, en medio de la tembladera, levanta como puede un brazo y señala a Federico. Quiere hablar, pero no puede: comienza a llorar. Ana intenta acercársele.

Eduardo. No la toqués. Muchacho. ¿Es para ella? Eduardo. No, para mí. [A Ana.] Está igual. Así se puso hace como diez años. ¿Te acordás? Ana.

Denle aire. Traela acá, a la ventana.

Eduardo. ¡No la toqués, dije! Andá a abrirle al muchacho. Federico. Que deje de señalarme, decile.

303


Escena 8

Oscuridad. Ana.

No, no, no, esto es una locura. No voy a dejar que hagás esto.

Luz. Ana deambula por todo el espacio. El Muchacho de la organización, parado a un costado, espera. Lleva consigo una corona de flores y una carpeta con formularios. Pausa larga.

Muchacho. Bueno, ¿qué hago? Eduardo. Bajá todo. Ana.

No, no bajés nada. Edward, por favor. Es una estupidez lo que estás haciendo.

Eduardo. Bajá todo, pibe. Ana.

¡Nada! Escuchame, chico, el señor está arrepentido, ¿o no?

Eduardo. No. Ana.

Sí, así que te vamos a pedir que te llevés todo esto.

Muchacho. ¿Y a mí quién me paga, señora? ¿Usted? Federico. No, ella no. Eduardo. Yo. Muchacho. [A Ana.] Entonces disculpe: respondo al señor. [A Eduardo.] Voy bajando las otras coronas. 304


Ana.

Escuchame, chico, escuchame… No bajés nada… ¿Cuánto es todo esto? Te lo pago yo y me respondés a mí: llevate todo. [El Muchacho de la organización le entrega una boleta.] No, no, no, esto es… No… Federico, mirá… Un chiste es…

Federico mira la boleta.

Federico. No… [Se ríe.] Sí, es un chiste. ¿Esto sale una cosa así? Muchacho. Así en vida, como se está usando ahora, sí, sale eso. Ya muerto es otro precio. Federico. ¿Más barato? Muchacho. Sí, más barato. Federico. Más barato, Eduardo. ¿No te animás a esperar un poquito? O apurate, yo qué sé… Muchacho. Igualmente, si accede a las dos formas de funeral, hay un descuento importante en el tema del entierro. O, si lo prefiere, en lo que consta a la cremación y al lugar en donde quiera que las cenizas sean esparcidas… Eduardo. ¡No quiero cremación! ¡Ya dije yo cuando llamé que cremación en vida, no! Muchacho. Como prefiera, entonces. Eduardo. Prefiero las dos formas, sin cremación. Muchacho. Bueno, entonces tenemos por un lado… “Vida-muerte”, que es esto que vamos a hacer ahora. Ponemos esta corona por ahí, un par más por allá, también tenemos la novedosa cruz de león que tirita y cambia de colores… En un rato vienen unos actores que lloran y queso… y eso… Podemos poner una virgen por allá, o un Ángelo, si quiere… Eduardo. Un Ángelo prefiero… Muchacho. Bueno, Ángelo Paolo entonces… ¿Ángelo Paolo, dije? Ángelo pongo… Y, por otro lado, en la parte de “muerte-muerte”, ¿sólo entierro le anoto? Eduardo. Sí, ¿o qué más hay? Muchacho. Tiene, si quiere, el funeral verdadero, ya muerto en serio. 305


El funeral verdadero, ya muerto en serio. El verdadero funeral, ya morido en serio. Eduardo. [Eduardo mira a Ana.] No sé qué hacer… Muchacho. ¿Tacho cremación, entonces? Ana.

¡Tachá todo!

Federico. ¿Y más barato? Muchacho. Ya le dije que ese el precio con el que nos estamos manejando. Esto incluye filmación y foto, ¿eh? Ojo, lea bien, dice ahí más abajo detalladito. Federico. A ver… Muchacho. Igualmente yo soy un helado, ¿eh? No es que sea el dueño ni nada. Ana.

Perdé cuidado que pinta de dueño no tenés. Escuchame, Eduardo, esto es una locura, es mucha, mucha, mucha plata, ¿me oís? Podrías dejar todo eso… No sé… A los chicos, no sé…

Federico. A mí. Ana.

No, en serio.

Federico. No, si en serio lo digo yo. Ana.

Basta, no, en serio, es mucho… mucho. Yo… estoy… hasta acá de… Pero qué bien hechas están estas flores… Bueno, yo se lo voy a decir, Fede. Yo todavía te quiero, Eduardiño… Por favor, no me hagás esto… Ponés un poco más y compramos un departamento. No tengo dónde vivir yo, nosotros, yo, estoy hasta acá de deudas…

Federico. Te queda la casa ahora, porque esta casa también es tuya, Ana, deciseló. Muchacho. ¿Qué hago? El tiempo empezó a correr cuando yo vine, ¿eh? Y son dos horas nomás. Federico. ¡¿Dos horas nomás por ese precio?! Muchacho. Sí, suficiente tiempo para improvisar y eso. Federico. Eduardo, pagame a mí y yo te filmo, te saco unas fotos y… ¿Vos me alquilarías el…? ¿Cómo se dice eso donde meten el fiambre? 306


Muchacho. ¿El cajón me quiere decir? Federico. Sí, eso, pero no se le dice cajón, le dicen… Eduardo. Féretro. Ana.

Féretro.

Muchacho. Féretro. Federico. Eso, féretro. Fiambrera iba a decir, fíjate vos ¿No me lo alquilás? Muchacho. No puedo, es de la empresa, yo soy sólo un helado… Federico. La empresa no tiene por qué enterarse… ¿Qué decís? Dale, no seas ratón… Muchacho. No sé… Ana.

Escuchame, chico. Sentate.

Federico. Dale, pasá, pasá… Ana.

Sentate. ¿Me vas a despreciar el asiento? Federico, traele algo. ¿Querés tomar algo?

Muchacho. No, muchas gracias. Ana.

Pero, ¿me vas a despreciar la bebida también?

Muchacho. Bueno, está bien, tomo alguito. Ana.

¿Qué querés?

Muchacho. No sé qué tienen… Ana.

De todo, ¿o no? Federico, traele algo al chico.

Federico. No, andá vos y servile un… ¿alcohol querés? Muchacho. No, alcohol no. Ana.

¡Pero! ¡Nos desprecia todo, todo nos desprecia! No estamos a su altura, parece, para tomar algo con nosotros…

Ingresan Virginia y el Chico con urna.

Chico.

Permiso…

Eduardo. ¿Estás bien? Chico.

Sí, gracias.

Eduardo. Vos no, vos nena… 307


Virginia. Sí, un poco corrida todavía, pero bien… Ana.

Ahora ya no tengo dudas de que sos el dueño de la empresa, chico. [Al Chico con urna.] ¿O no? Decime si no tiene pinta de ser el dueño de la empresa…

Chico.

No sé…

Muchacho. Es que soy un… ¡empleado, ahí está, me salió! Alcohol no puedo, estoy trabajando. Ana.

Ya no estás trabajando. Ahora estás acá, con nosotros. Les voy a servir un… algo con la licuadora voy a hacer, para todos.

Eduardo. Yo no quiero. Ana.

Para todos dije, y te lo tomás callado la vaca. [Pasa al lado del Chico con urna.] Dice que no quiere cremación, así que esa urna rulo, rulo, te la perdés por el…bulo, sulo…

Virginia. ¡Culo! Ana.

¡Culo dijo la monja! Dejala por ahí.

Ana y Virginia salen.

Federico. [Al Muchacho de la organización.] Escuchame… El… ¿Cómo es? Muchacho. ¿El féretro? Federico. Eso. Muchacho. ¿Qué? Federico. ¿Qué hacemos? Hacé precio, no seas ratón. Muchacho. Tendría que llamar a la oficina. Federico. Llamá, dale. Muchacho. Me van a decir que no. Federico. Bueno, cortá, lo traigamos y listo, después arreglamos, vamos nosotros, que tu compañero se quede… Muchacho. Después arreglamos, ¿no? ¿Este es de los actores que lloran? ¿Cómo hacen? 308

Federico y el Muchacho de la organización también salen.


Escena 9

Eduardo y el Chico con urna. Pausa larga. Silencio incómodo. Eduardo. Es que me estoy muriendo… [Pausa.] Yo, me estoy muriendo. [Pausa.] Chico.

¿De qué?

Eduardo. Como que me agarró el cáncer, acá… y se me desparramó todo, y yo, como un boludo, no me di cuenta… Chico.

No sabíamos nada. Lo siento mucho…

Eduardo. Sí, claro, es feo sentirse así. ¿Ves esa ventana? Chico.

Sí, claro.

Eduardo. Dichoso, yo casi ni la veo, es como que el tumorcito me agarró un poco la vista y eso ya… ¿Qué se ve? Chico.

¿Afuera?

Eduardo. Sí, claro. Chico.

¿Le digo?

Eduardo. Sí, claro. Chico.

Bueno… se ve… el jardín.

Eduardo. ¿Qué más? Chico.

El paredón y el jardín para allá.

Eduardo. ¿Qué más? Chico.

Árboles, plantas, el césped… Hay una fuente por allá… Los muchachos que estaban recién acá… El jardín… Eso.

Eduardo. ¿Ya está? Mierda, pero qué poquito que ves vos… Chico.

Bueno, entonces… se ve todo muy dejado, como abandonado. El jardín, sobre todo, tiene alguna intención de 309


haber sido cuidado en algún momento de la vida, pero ya no. Como si algo hubiera pasado en esta casa, algo malo. Eduardo. Algo malo… Chico.

Pero algo humano, ¿eh?

Eduardo. ¿Algo humano? Chico.

Algo que hizo que se quedara en otro tiempo, un tiempo desgastado, muerto, sepultado… Perdón. No quise decir muerto y sepultado. No sé qué quiere que le diga.

Eduardo. No sé qué me viniste a decir vos…

Pausa.

Chico.

¿Y por qué no se hizo ver?

Eduardo. ¿De lo de acá? Chico.

Sí, claro.

Eduardo. No, ¿para qué? Chico.

Y… para salvarse, ¿o no?

Eduardo. No, ¿para qué?

Ingresa Virginia. Ana asoma por el ventanal.

Virginia. Papi… Padre… Papá, ¿estás bien? ¿Necesitás algo? Ana.

Edward, un poquito de menta ando buscando, ¿tenés?

Eduardo. No, sí, estoy bien. Virginia. Cualquier cosa me llamás… Permiso.

Virginia sale. Ana desaparece.

Chico.

Y… para… no sé… usted tiene… bueno… por su hija, no sé…

310


Eduardo. Y, si no sabés, no opinés. Virginia se fue de la casa porque ella quiso; no aguantó más y se fue. En otra época esta casa era un quilombo, en otra época. Un quilombo humano, como decís vos. Estoy convencido que ni cree en dios, pero se metió a un convento… Chico.

La pasaba mal acá…

Eduardo. ¿Me estás preguntando o me estás diciendo? Chico.

Le estoy… ¿preguntando?

Eduardo. Sí, pero ¿a un convento? A veces pienso que hubiese preferido no saber dónde estaba… Chico.

¿Sí? ¿Hubiese preferido eso…?

Eduardo. ¿Me estás preguntando o me estás diciendo? Chico.

Hubiese preferido que pasara lo mismo que con…

Eduardo. ¿Quién? [Pausa.] ¿Lo mismo que con quién? Chico.

¿Me puedo sentar?

Eduardo. No. Igual fue raro, no me di cuenta de lo de acá… Y yo soy de darme cuenta de las cosas… de todo… me doy cuenta…

Pausa.

Chico.

Y esto se le pasó…

Eduardo. Se me pasó… Chico.

[Dejando la urna.] Acá tiene esto, yo me voy a ir.

Eduardo. Yo sé quién sos vos. Chico.

¿Sí?

Eduardo. Sí, claro. Vos me ves así hecho mierda con lo del cáncer, pero yo sé… Chico.

Yo no lo veo mal, me parece que está mintiendo…

Eduardo. Yo te vi a vos… [Pausa.] ¿Estás cagado ahora? Chico.

No. No, la verdad que no. Pensé que iba a estar nervioso, pero no. Cuando llegaba… un poco. Antes de entrar, sí, pero ahora no. ¿Me puedo sentar? 311


Eduardo. No. Chico.

Para mí también es difícil. Pero ya no me importa nada, ¿sabés?

Eduardo. Ahora me tuteás. Chico.

Sí, claro. ¿Está mal? ¿Lo ofende?

Eduardo. No, a mí tampoco ya no me importa nada. Sentate. Chico.

No, gracias.

Eduardo. Como quieras. Chico.

Sí.

Eduardo. Bueno. Chico.

Bueno.

Eduardo. Dale. Chico.

Dale.

Eduardo. Claro. Chico.

Y claro.

Eduardo. Puto. [Pausa. El Chico con urna intenta salir.] ¿Esa urna es para mí? Chico.

Sí.

Eduardo. A ver, dame. Chico.

No, todavía no.

Eduardo. ¿Cuándo entonces? Chico.

En un rato…

Eduardo. ¿Pensás quedarte mucho más? Chico.

Para mí también es difícil.

Eduardo. ¿Ves que estás cagado, maricón? Chico.

312

Difícil, dije… no miedo.


Escena 10

Entra Virginia. Trae un par de trajes dispuestos ordenadamente en perchas. A lo lejos se escucha una licuadora y a Ana, que ríe y canta. Virginia. Papi… Padre… Papá… ¿Cuál preferís? Eduardo. ¿Estás mejor, hijita? [Pausa.] ¡Hijita! ¿Estás mejor? Virginia. ¿Por qué me mirás con esa cara? Eduardo. [Imitándola.] ¿Por qué me mirás con esa cara? Virginia. ¡Ay, papá! Eduardo. ¡Ay, papá! Virginia. Papá… Eduardo. Te pasó lo mismo antes, ¿te acordás? Hace diez años. Algo te pasó hace diez años que te pusiste así. Como si te hubieras perdido, en el tiempo. [Mira al Chico con urna.] Es mi velorio, tomá asiento. Chico.

No, gracias.

Eduardo. [A Virginia.] ¿Qué pasó? ¿No te acordás? Virginia. Me perdí en el tiempo… Eduardo. Sí. ¿Te acabás de acordar? Virginia. No sé… Eduardo. Cuando hablaban de la bodega… [Miran al Chico con urna.] Algo pasó en la bodega… Chico.

Si molesto vengo en otro momento…

Eduardo. Sentate. [A Virginia.] ¿Y? Virginia. Nada… No pasó nada en la bodega. Eduardo. ¡Qué no! ¡Qué no! Algo pasó. Sentate. Vení. Cerrá los ojos. Recuerda Virginia, recuerda… Tiene que ver con tu 313


hermano, ¿no es cierto? [Pausa. Al Chico con urna.] Nosotros teníamos… Virginia. Un hermano… Eduardito… Se fue… Lo echaron… Eduardo. Una bodega. Tenemos, pero ya está vacía. Mi hermano… Bueno, ahora ya no es más mi hermano… Bueno, él bajaba seguido ahí… horas… Virginia un día se puso mal, ¿o no? No se acuerda, pobrecita. Muy mal. Algo pasó ahí abajo, algo que no se acuerda, ¿no? Entonces tenemos: Bodega, tu hermano, mi hermano, vos y que se puso como recién, ¿vos estabas? Chico.

No, no estaba.

Eduardo. Hacé un poquito… Como te pusiste hace rato… Virginia. Tengo miedo de inventar… No me acuerdo… Eduardo. Bueno, lo voy a tener que hacer yo. No se rían. Era algo así… ¿o no? [Imita a Virginia en el momento del temblor.] Perdiendo el tiempo… Ah, cierto que vos no estabas. Chico.

No estaba yo…

Virginia. ¿Así? Creo… No sé… Estoy… El cuerpo se pone como duro… Va a ser mejor que te cambiemos ahora. ¿Cuál traje elegís? Eduardo. Ese. Virginia. ¿Este? Pero está medio viejo. Eduardo. Justamente, hija: me llevo el viejo. Al otro más nuevito que lo use alguien. Virginia. A Cáritas. Eduardo. Cáritas ni en pedo. [Al Chico con urna.] A ver, vos, ponete de pie. Chico.

Bueno, ¿al final?

Eduardo. Parate. Da una vueltita. No, sos alto, pero no, yo soy más grandote, ¿no? Virginia. Sí, y este nuevo te lo compraste cuando ya estabas así, más gordito. Eduardo. Se van a cagar para levantarme.

314


Escena 11

Federico y el Muchacho de la organización entran trayendo el féretro. Lo acomodan en el centro del espacio, encima de la mesa ratona larga. Federico. Bueno, listo, se lo saqué baratito se lo saqué. Muchacho. Sí, para que después no digan que soy un matón. [A Virginia.] ¿Está mejor, hermanita? Virginia. No es la primera vez que me pasa, parece, garcías… gracias. ¿Qué es esto? Federico. Es un féretro, Virginia, ¿qué va a ser? Virginia. [A Federico.] Te agradecería que no me hablés más, tío, por favor. Papá, ¿te vas a meter adentro de eso? Eduardo. En un ratito. Federico. [A Virginia.] ¿Y eso? Eduardo. [Al Muchacho de la organización.] ¿A ver vos? Federico. ¿Qué? Eduardo. Vos no, vos. Date la vuelta… Tomá. [Le da al Muchacho de la organización el traje más nuevo.] Probate esto. Federico. ¿Para qué? ¿Por qué él? Eduardo. Vos probate a ver si te queda. Muchacho. Bueno… Paso al baño, ¿o no? Eduardo. No, no, acá nomás, dale. ¿Qué? ¿Vas a tener vergüenza de nosotros? Ella ni mira. Muchacho. Permiso, hermana. Virginia. Sí, yo no miro. Eduardo. Yo también me voy a poner el mío. Ayudame, hijita. Virginia. Sí, papá. 315


Eduardo y el Muchacho de la organización comienzan a desvestirse y a ponerse sus respectivos trajes.

Federico. Virginia, ¿por qué dijiste eso? Virginia. Tío… Papá, ¿podés decirle a tu hermano que no me hable más? Federico. Yo soy más que tu tío, nena: soy tu padrino, así que a mí… Virginia. Y yo no soy más una nena, así que no me hablés más. Eduardo. Y yo no soy más tu hermano, te lo dije hace unos años. No le hablés más y cambiate callado. Federico. ¿Me cambio también? Eduardo. Hacé lo que quieras. Chico.

Yo voy a volver en otro momento, si les parece…

Federico. No, esperá, ahora vos tenés que llorar y queso, ¿o no? Chico.

Yo no tengo nada que ver con queso… Vuelvo otro día.

Eduardo. ¡Vos te quedás!

Ana entra trayendo una bandeja con copas llenas de un trago blanco, dulce, las copas en el borde tienen azúcar. Ve el féretro.

Ana.

Claro que se queda, todos se quedan… Espero les guste… ¿Qué es esto?

Federico. Es un féretro, Ana. Ana.

¡Callate, boludo! ¿Qué hace esto acá? ¿En qué habíamos quedado?

Eduardo. ¡No rompás las pelotas, querés! Virginia. Papá, tranquilo… Eduardo. Esta es mi casa y se hace lo que yo quiera. Ana.

También es mi casa.

Eduardo. “Era” tu casa. Vos te quisiste ir con este otro hijo de puta, en mi cara. Era tu casa, en otra época… 316


Pausa.

Virginia. ¿Te ayudo, papá? Muchacho. Capaz que sería mejor dejar esto para otro día… Chico.

Sí, yo también aprovecho y me voy con Rubén…

Eduardo. ¡No se va nadie! Virginia. ¿Querés que te ayude, papi? Eduardo. [A Virginia.] ¡Y vos andá a cambiarte que no te podemos ver así! [A todos.] ¡Mierda, che! ¡Me estoy muriendo…! ¡Háganmela fácil! [A Virginia.] ¡Maldigo la hora en que te metiste en ese convento de mierda! ¡Rajá de acá, querés!

Virginia sale llorando.

Eduardo. [Al Muchacho de la organización.] ¡Vos, ahí atrás, servime de eso! [El Muchacho de la organización le trae un vaso y se queda frente a Eduardo, que prueba del trago.] Está rica esta mierda… ¡Qué puta hacés parado acá! ¡Rajá, querés! Ana.

[Al Chico con urna.] Disculpá… [Busca seguir la discusión.] ¡Y si yo me fui, fue porque vos…!

Chico.

Espere, no siga, es su velorio, ¿o no?

Ana.

Sí, ¿y?

Chico.

Y bueno, está todo esto…

Eduardo. [A Ana.] ¿Decías? Ana.

Nothing. [Al Chico con urna.] ¡¿Qué hacen desnudándose?!

Chico.

El señor quiere que estén bien vestidos, me parece.

Federico. Se cambian de ropa se cambian. ¿Tengo un traje yo en la valija? Porque así vestido no da… Ana.

No sé si te llevabas. No creo. ¿Un traje a la playa? ¡Qué locura! Para el casino nomás. [Al Chico con urna.] Tomá, servite. Dejá eso ahí, te dije. Tenés una carita…

Chico.

No, gracias.

Ana.

Dale, tomá, no me vas a despreciar el trago vos también. 317


Chico.

¿Es con alcohol?

Ana.

Por supuesto, esta situación únicamente la podemos pasar en pedo, así que comencemos.

Chico.

Lo que pasa es que estoy con el estómago vacío.

Ana.

Mejor, así te pega más rápido. Tu compañero también va a tomar, todos vamos a tomar, hasta el muerto… ¡Salud!

Muchacho. Él no es mi compañero. Federico. Che, Eduardo, tengo esta camisa nomás… Chico.

Yo vine por Eduardo.

Ana.

Ah, por Eduardo, bueno.

Muchacho. ¿Y? ¿Qué tal? ¿Cómo me queda? Bien, ¿o no? Eduardo. Sí, te queda bien, ¿viste?

Entra Virginia, llorando.

Ana.

¿Qué pasa, hija?

Virginia. Es que… no tengo ropa acá… no traje nada, me vine así, ya no tengo más ropa… Yo… ya no vivo más… ya… ya no vivo… Ana.

Sacá alguna cosita de mi vagina… vajilla… ¡valija! Algo vas a encontrar.

Muchacho. Voy a buscar una última cosa así comenzamos la parte “vida-muerte”, ¿sí? [A Federico.] ¿Me acompañás? Federico. No, quiero hablar con mi hermano. Muchacho. Permiso señora. [Se lleva un trago]. Ana.

318

Saque, saque, lleve tranquilo.


Escena 12

El Muchacho de la organización sale: pasa por el jardín, el ventanal. Virginia busca en la valija qué ponerse. Se acerca a ella el Chico con urna. Federico. [A Eduardo.] Che, Eduardo… [Federico intentará acercarse constantemente a su hermano sin conseguir que este le hable o le conteste.] Chico.

Ponete cualquier cosa, tu mamá tiene razón, algo vamos a encontrar, ¿a ver qué hay?

Virginia. A mi hermano no le hubiese gustado verme así, ¿no? Chico.

A tu hermano le gustabas de cualquier forma, boluda.

Virginia. Pero así vestida no. Chico.

No sé, capaz que así vestida no, pero llorando tampoco.

Virginia. Sí, ya sé. Chico.

Esto es para vos. [Le entrega una carta en un sobre.]

Federico. Che, Eduardo…

Dentro de la valija hay un paquete de regalo, Virginia lo encuentra.

Ana.

Eso es para vos.

El Muchacho de la organización pasa por la ventana.

Muchacho. [Por el trago.] Señora, está rica esta mierda. Ana.

Gracias, ¡salud! [A Virginia.] Ese paquetito te digo, es para vos. 319


Virginia. Mentira. Ana.

Abrilo y vas a ver.

Virginia abre el paquete y encuentra un vestido.

Virginia. Es un vestido… Chico.

Ponete eso, ¿o no?

Ana.

Claro, justo negro luto para ahora, ¿o no?

Virginia. Garcías… Gracias. Ana.

¿Y el besito? Cuando eras chica siempre había un piquito después de un regalito. Piquito…

Federico. Eduardo… perdoname si… ¿Vas a seguir enojado conmigo para siempre? ¡Dejá de romper las pelotas, acá la tenés, te la devuelvo! Ya basta por favor, te estás muriendo…

Virginia se acerca a su mamá y le da un beso.

Virginia. Voy a cambiarme, papá. Eduardo. Sí, andá que no te podemos ver así…

Virginia sale de escena.

Chico.

Esto es para usted. [Le entrega a Ana una carta en un sobre.]

Ana.

¿Qué es? ¿Un vestido? Desde ya te digo que no me va a entrar.

Chico.

No, es una carta.

Ana.

Una carta…

Chico.

Sí, y también le traje esto, para que lo tenga usted. [Le entrega la urna.]

Ana.

Vos, decime.

Chico.

Para que lo tengas vos.

Eduardo. ¡Muchacho! ¡Muchacho! 320


Ana.

No, esto no quiero. Y esto tampoco. Se me acaba de ocurrir una idea…

Chico.

¿Cuál?

Ana.

Pero es para después la idea…

Chico.

¿Cuál es?

Ana.

Prefiero que me la leas vos, esa vendría a ser la idea.

Chico.

¿Yo?

Ana. Sí. Chico.

¿Ahora?

Ana.

No, ahora no, para después es la idea…

El Muchacho de la organización se asoma nuevamente por la ventana.

Muchacho. ¿Mandó a llamar…? Eduardo. Quiero probar el cajón. Muchacho. Bueno… pero en esta parte debería ir completando algunos datos si me ayudan, como para armar una estela, esquela, ¿les parece? Ana.

No nos parece.

Muchacho. Ponemos un libro en un atril en la entrada y la gente que viene lo va filmando, deja sus consolencias, firmando, y eso… palabras… sentidas, no sé cómo decirles… Ana.

No digás nada, entonces.

Eduardo. No va a venir nadie más, así que comencemos. Muchacho. [En referencia al Chico con urna.] ¿El muchacho quién sería? Ana.

Yo esperaría un ratito más, capaz que viene el nene…

Muchacho. Usted es su esposa, ¿verdad? Eduardo. Mi ex esposa. Federico. Los papeles siguen estando como antes así que sí, es la esposa. Muchacho. ¿Y el muchacho? 321


Federico. Es tu esposa todavía, Eduardo… Muchacho. ¿Y usted era? Eduardo. Mi ex hermano. Federico. Soy su hermano, era su hermano y voy a seguir siendo su hermano para siempre, por más que él no quiera, en eso no hay marcha atrás ni papeleo, no hay. La sangre es la sangre y no hay con qué darle. Muchacho. ¿Y la monjita es…?

Virginia ingresa a escena con su nuevo vestido negro.

Virginia. Virginia me llamo. Muchacho. Si ya sé… [Sorprendido.] Pero mirá cómo cambiaste… Eduardo. Ella es mi hija. [Pausa. A Ana.] Es mi hija, ¿no? [Federico y Ana se miran.] Ana.

Qué buen ojo que tengo; te queda hermoso ese vestido.

Muchacho. [En referencia al Chico con urna.] ¿Y este muchacho? Chico.

Yo me tendría que ir, no tengo nada que ver con esto.

Ana.

Pero si dijiste que viniste por Eduardo, ¿o no?

Muchacho. Eso es verdad, la Señora tiene razón; hace un rato dijiste que viniste por Eduardo.

322


Escena 13

El teléfono suena: Virginia va rápido y atiende el llamado. Virginia. ¡Atiendo! Ana.

¿De dónde se conocen?

Virginia. ¿Hola? Eduardo. ¿Quién es? Virginia. Sí, tía… Eduardo. ¿Va a venir? Virginia. Bueno, si no podés, no importa… Eduardo. Mierda, no va a venir nadie. Virginia. Igualmente a todos los que llamé no podían… Y el pésame, me decían… Lo siento mucho, decían. Mi mamá, el… tu hermano… Sí. No sé, ella lo trajo, vino con ella. [Al Chico con urna.] Luis, ¿le podés decir a mi tío que su hermana quiere hablar con él? Ana.

Dale saludos a la estúpida esa.

Chico.

[A Federico.] Disculpá, Virginia dice que su hermana…

Federico. Ya escuché. [Toma el teléfono.] Hola, ¿qué hacés? Bien, bien, bah, más o menos. ¿Vos? Y sí, es fin de semana largo, todos habíamos organizado otra cosa. Sí, todos tristes, sí. Sí, como él se lo hubiese imaginado, sí. No, la familia nomás… ¿Qué decís? Escuchame… No, no, escuchame vos a mí: yo también soy familia, ¿sabés? ¡¿Qué?! ¿Ustedes qué creen? ¿Que pueden venir y…? ¿Hola? Eduardo. Muchacho, quisiera probar el cajón.

323


Muchacho. ¿Acostarse ya? Sí, claro, métase nomás que se nos va el tiempo.

Federico marca un número de teléfono. El Muchacho de la organización le entrega los papeles a Eduardo y sale del sector jardín. Mientras tanto, Virginia lee la carta que le entregó el Chico con urna, que ahora salió al sector del jardín. Se pone muy mal. Llora, como casi toda la obra. Ingresa el Muchacho de la organización.

Federico. Escuchame, hija de… ¿Hola? Dame con mi hermana… Escuchame, hija de puta: yo estoy acá con mi hermano porque lo quiero. Me vine desesperado, corriendo, yo soy tu hermano, su hermano. Me angustié, me puse mal, me quedé llorando en el jardín, solo, un rato largo antes de entrar, pensando en los años de no vernos, en el tiempo perdido… Acordándome de cuando éramos chicos, de mi hermano mayor… Y llego y Eduardo está vivo, ¿sabés? Y me pone contento… Qué sé yo… Está jugando con nosotros, pero no me importa… Sí, sí: vivo. Y qué sé yo, porque está loco, no sé, yo qué sé… [A Eduardo.] ¿Es verdad? Virginia. [Al Chico con urna.] ¿Es verdad?

Texto superpuesto.

Virginia. [Al Chico con urna.] Lo del cáncer, ¿es verdad? Federico. [Al Muchacho de la Organización.] Lo del cáncer, ¿es verdad?

Corta texto superpuesto.

Chico.

Sí, es verdad.

Muchacho. Sí, es verdad, si acá dice clarito que tiene cárcel, es verdad… Federico. Sí, parece que… Eduardo… ¡Eduardo! Eduardo. ¿Qué? 324


Federico. Si querés hablar con tu hermana… Eduardo. ¿Va a venir? Federico. No. Eduardo. Entonces no. Federico. Dice que te vayás a la mierda. Pero si no vino nadie. Nosotros nomás, a pesar de todo, quien está acá soy yo, yo, su hermano. ¡Basta, yo no hice nada, eso fue hace años, en otra época! [Corta el teléfono con bronca.] Y siguen jodiendo con lo de la bodega… [Sale.] Eduardo. [Leyendo los papeles.] Acá en “hijos” falta el nombre de mi hijo, como yo, Eduardo. Muchacho. Bueno, lo agrego entonces. [En referencia al Chico con urna.] Que vendría a ser este muchacho…

El teléfono suena, Virginia atiende.

Chico.

¡No! ¡Basta!

Muchacho. Bueno, tranquilo. Chico.

No, es que en serio, cortala, ya va…

Muchacho. Bueno, estoy tratando de ayudar, pelotudo… Chico.

No hace falta, ya va, ya va, ya va…

Eduardo. Nosotros teníamos… Ana.

Tenemos, un hijo, pero no lo pongás. Según él, Eduardito no es más su hijo. Como yo tampoco su mujer, ni él su hermano, ni él… No sé quién es ese chico…

Muchacho. Tengo la hija nomás, entonces… Ana.

La hija nomás entonces será.

Virginia corta el teléfono.

Virginia. Me pidieron que no vuelva al convento. Ana.

¿Por qué? ¿Qué hiciste?

Virginia. Nada. 325


Ana.

¡¿Cómo nada?! Algo hiciste, sino no te hubieran echado.

Virginia. No me echaron, me pidieron amablemente que no vuelva. Ana.

Es lo mismo, Virginia… Qué vergüenza… Qué vergüenza, me quiero morir… ¿Qué hiciste? ¿Qué dijiste?

Eduardo. Dijiste algo de tu hermano… Virginia. ¿Qué tengo para decir de mi hermano? ¡¿Qué tienen que decir de mi hermano?! ¿Por qué tendría que haber hecho algo? ¿Por qué soy siempre yo la equivocada? ¿No se pueden confundir los demás, equivocarse los demás? ¡Mirame, hija de puta! Cansada estoy de dar la otra mejilla como decís vos, cansada. No quiero vivir más allá, ni acá… Ya no quiero vivir más. [Todavía con el teléfono en la mano, mira extrañamente el cable que va desde el tubo al aparato, y como si la idea apareciese realmente clara, repite.] No quiero vivir más… [Sale.] Eduardo. Ana insistió toda la vida para que el changuito nos salga cura, pero nos salió puto, que vendría a ser casi lo mismo, pero bueh, en fin. La cuestión es que Virginia, desesperada por un poco de atención de la madre se metió a un convento, y acá la tenés…

326


Escena 14

Muchacho. Bueno basta, si no vas a decir nada lo voy a decir yo. [Toma la urna en sus manos.] Tome, Eduardo, acá tiene… Chico.

¡¿Qué hacés, pelotudo?!

Muchacho. Es que estás dando tantas vueltas, tantas vueltas, ya está, lo hagamos de una buena vez por todas. Chico.

¡Eso es mío, es mío, mío!

Muchacho. Pero no hagás las cosas más difíciles, más complicadas de lo que están, ¿a qué vinimos? Chico.

No.

Muchacho. Mirame, ¿Viniste a esto, no? Chico.

A esto sí.

Muchacho. ¿Entonces? Chico.

Pero ya no, ya no quiero.

Muchacho. Pero es lo que él quería. Chico.

¡¿Qué sabés?!

Muchacho. Bueno… pienso, me imagino. Chico.

No imaginés tanto, al fin y al cabo, vos al último ni estabas…

Ana.

¿Qué pasa?

Chico.

Nada señora, nada. Siéntese [Al Muchacho de la organización.] ¿Y?

Muchacho. Perdón, tenés razón… Chico.

¿Dónde estabas?, digo…

Eduardo. No te enojés con él…

327


Pausa.

Chico.

¿Dónde estabas?

Muchacho. Perdón, es que yo… necesitaba esta plata… Chico.

Mirame.

Eduardo. Y yo necesitaba que alguien me ayude con esto… Muchacho. Perdón, no llegué a tiempo… Ana.

¿Qué pasa?

Muchacho. Tome, señora, esto es para usted. [Le entrega la urna.] Chico.

¡No! Una familia de mierda, de mierda.

Federico ingresa. El Chico con urna sale del sector jardín para ingresar a la casa.

Federico. Yo me voy. [A Eduardo.] Y si alguna vez creíste… Ana.

Bueno, vamos.

Federico. No, yo me voy, yo, vos te quedás, acá, donde tendrías que haber estado siempre. Recuperá a tu hija, por lo menos, ¡hacé algo! Ana.

Ella me odia…

Federico. [A Eduardo.] Y si alguna vez creíste que yo les hice algo a ellos, lo siento mucho. Fuiste vos el que les llenó la cabeza de boludeces a los chicos… Fuiste vos el que inventó lo de la bodega. ¿Qué querías lograr con eso? No sé, pero fuiste vos. ¿Dónde está Virginia? Necesito hablar con ella y me voy. Ana.

Pero Federico…

Federico va saliendo de escena mientras ingresa el Chico con urna.

Eduardo. ¡Sí, andate! ¡Hacé lo mismo que antes! ¡Rajá de acá y olvidate de que existo! [Pausa. Al Chico con urna.] Pasá, sentate. 328


Chico.

Así fue, ¿no? Eso le dijo a Eduardo: “Rajá de acá…y olvidate…”. Clarito, es como si lo estuviera escuchando…

Eduardo. No, no fue así, fue peor: “Rajá de acá, puto de mierda −le dije− y olvidate de que existo”. Y mientras se estaba yendo… Chico.

“Ya no sos mi hijo”…

La escena se convierte en una gran foto familiar viviente, que reúne a todos los integrantes de esta familia. El Chico con urna inevitablemente ocupará el lugar del hijo faltante: Eduardito. Mirando todos hacia adelante, rápido y mecánico aparecerá el recuerdo, reconstruyendo al máximo de síntesis las situaciones pasadas, vividas en esta casa.

Ana.

¿Por qué lo estás agarrando así? Soltalo, ¿qué pasa?

Eduardo. No sabés lo que yo vi. Eduardito. Dejalo mamá. Ana.

Soltalo, le hacés mal.

Eduardito. Dejame que te explique, papá. Eduardo. No me expliqués nada. Rajá de acá. Virginia. Mamá… Ana.

Pero, ¿qué pasa?

Eduardo. Lo hubieras mimado menos, eso pasa. Virginia. Mamá, hacé algo. Federico. No te acerqués más Eduardo, quedate ahí. Eduardo. ¿Qué estás haciendo? Ana.

¿Dónde está mi hijo?

Eduardo. ¿Qué creés que estás haciendo? Ana.

¿¡Dónde está mi hijo!? Las valijas, me voy si no me decís dónde está mi hijo.

Eduardo. No sé. Ana.

¡Mentira!

Virginia. Mamá… 329


Federico. Se viene conmigo. Virginia. Papá… Federico. Soltala, se viene conmigo. Eduardo. ¡Andá, andate con él! ¡Váyanse los dos y olvídense de que existo! Ana.

Sí, me voy.

Eduardo ¿A un convento? Federico. Me la llevo. Virginia. ¡Pero es por un tiempo papá, no es el fin del mundo! Federico. Te la robo. Eduardo. ¡Pero es un convento! ¡Un convento! Virginia. Quedate por favor, no te vayás Eduardito, no me dejés acá con esto… Eduardo. ¿Quién mierda era ese tipo? Eduardito. ¿Qué tipo? Eduardo. No te hagás el pelotudo conmigo, el tipo ese con el que estabas. Eduardito. Un amigo, papá. Eduardo. No me expliqués nada, y rajá de acá. Virginia. Papá por favor… Eduardo. Andate… Virginia. Ya no quiero vivir más acá, papá. Eduardo. Si te vas, vos también olvidate de que existo… Virginia. Pero papá… Eduardito. Papá… Virginia. Papá… Eduardo. Andá… si vos sos… así… yo no quiero un hijo… así… Eduardito. Pero papá… Eduardo. Andate, rajá de acá puto de mierda y olvidate de que existo… Eduardito. Pero soy tu hijo, papá. Eduardo. ¡Ya no sos mi hijo! 330


La escena vuelve a donde quedó anteriormente. Los personajes que no estaban, no estarán, y todo seguirá como antes del corte con los recuerdos.

Eduardo. Ya no sos mi hijo, le grité… Parece que te contó… Chico.

Sí… todo…

Eduardo. Y no sabés el dolor que tengo ahora… fuerte… como… puñalada… como cuando te golpeás acá y hacés… esfuerzo por respirar… sólo que yo no quiero intentar respirar más. El alma duele… claro, ¡la mierda! esto es el dolor del alma, entonces. Chico.

[Pidiéndole la urna.] ¿Me devuelve eso señora, por favor?

Ana.

Sí, claro.

Eduardo. Esas cenizas también son tuyas, Ana. Ana.

¿Qué? [Con la urna en la mano.] ¿Qué se supone que tengo que hacer con esto?

Chico.

Está esta carta también…

Ana.

Leéla.

Chico.

De nuevo con lo mismo, ya le dije señora que es para usted.

Ana.

Y leéla, entonces.

Eduardo. Lo único que yo quería, era traerlo de nuevo a casa…

331


Escena 15

Chico.

[Leyendo la carta.] “Mamá querida: antes que nada, espero que estés bien. Ya habrás conocido a…” [Deja de leer.] Bueno: a mí. [Continúa leyendo la carta.] “Él es alguien… [Deja de leer.] Va a hablar un poco de mí. Él es alguien muy bueno. Hablá con él, conocelo, no dejés pasar la oportunidad de saber de mí, del Eduardito de estos últimos años”. [Deja de leer.] ¿Sigo?

Ana.

Seguí. ¿Qué es esto?

Chico.

[Continúa leyendo.] “Me estoy muriendo, mamá”. [Deja de leer.] ¿Sigo? [Continúa leyendo.] “Me agarró el cáncer y no me di cuenta, me dejé estar…”

Ana.

¿Qué?

Chico.

[Continúa leyendo.] “Y es horrible. Estos días en el hospital fueron…”

Ana.

¿Qué es esto?

Chico.

“¿Por qué me fui? ¿Por qué dejaste que me vaya?”.

Ana.

¿Una especie de broma de mal gusto?

Chico.

“Yo era chico todavía…”

Ana.

Esperá…

Chico.

“Lloré tanto… De bronca, de impotencia, de injusticia”.

Ana.

Eduardo, decí algo. ¿Qué significa esto?

Eduardo. Esperá, Luis. [A Ana.] Significa lo que… creés que significa. Ana.

¿Y cómo fue? ¿Cuándo fue? Dios mío…

Ana toma la carta. Desesperada, lee, llora. Como en un ataque de locura, Ana chilla, grita, cae al piso y vuelve a levantarse. Va hacia Eduardo, lo agarra, lo besa, luego lo

332


cachetea, le pega mientras él intenta abrazarla. Ana.

¡Soltame, hijo de puta, soltame! ¡Hijo mío, hijo mío! ¡Hijo de puta, me lo quitaste, me lo robaste! ¡Vos mataste a mi hijo, vos! ¡Vos fuiste el cáncer que mató a mi hijo! ¡Vos! ¡Morite! ¡Encerrate en ese cajón y morite, pero morite en serio! [Ana termina de leer la carta.] “Por suerte esta espera no es larga, aunque quisiera que estés conmigo”. [Deja de leer.] ¿Por qué no me avisaron…? ¿Por qué no me avisaron…? Yo podría haber ido, podría haber…

Pausa larga. Ana se recompone, sólo un poco. A lo lejos se escucha a Federico, gritando, llorando.

Ana.

El jardín…

Chico.

¿Qué? [Toma la carta y lee.] El jardín… quiere… quería sus cenizas en el jardín… Vamos, Ana. Vamos a arreglar ese jardín que está tan descuidado…Vamos, a él le gustaba la jardinería, ¿o no? ¿Hacer de jardinero, te decía siempre? Vamos, vamos a despedir las cenizas para que se queden acá, en esta casa que lo vio nacer y crecer…

Ana.

Y marcharse…

Chico.

Y marcharse…

Eduardo. Perdón.

Federico ingresa desesperado.

Federico. Ana… Ana… Es Virginia… Pasó algo horrible…

FIN

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Funeral –o época de cáncer se estrenó el 5 de septiembre de 2015 en la sala El Cuenco Teatro, ciudad de Córdoba, con dirección de su autor y las actuaciones de Ana Eloísa Ruiz (Ana), Cokó Albarracín (Virginia), Eduardo Rivetto (Eduardo), Federico Molfino (Federico), Maximiliano Gallo (Chico con urna) y Samuel Silva (Muchacho de la organización).

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Este libro se terminรณ de imprimir en Grรกfica del Sur, Dr. Manuel Lucero 67, Cรณrdoba, Argentina. Noviembre de 2018.



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