RAFAEL SAN MARTÍN (IGOR SERGEI KLINKI)
100 DÍAS DE CINE
Ediciones Cineclú Peroncho, 2013
Versión electrónica de este libro: http://issuu.com/igorklinki/docs/reto Portal oficial: http://klinki.chat.ru/ Portal Facebook: http://www.facebook.com/igorsergeiklinki Correo electrónico: igorklinki@gmail.com Sobre el autor: http://en.wikipedia.org/wiki/Igor_Sergei_Klinki Grupo Cine en Facebook: https://www.facebook.com/groups/grupo.cine/
Tapa: Rodrigo Barrault Ilustración: Un perro llamado Laura Ibáñez (poster), película de Igor Sergei Klinki, 2009 Contratapa: Igor Sergei Klinki Próximo proyecto audiovisual del autor, basado en una idea desechada por Chris Marker en 1932.
EDICIONES CINECLÚ PERONCHO, 2013 COPY RESIGNATION NO a los derechos de autor
EL LIBRO ES CULTURA (ESTE NO ES EL CASO)
A Andrea Echeverri Jaramillo, ¿a quién si no?
PRÓLOGO
Por Andrea Echeverri
UNA PERSONALIDAD CINEMATOGRÁFICA ¿Puede un carácter construirse a través de la cinefilia? Es lo que parece suceder con Rafa (¿o Klinki?), no se sabe si la persona real, con datos autobiográficos, o el personaje de autoficción que un Rafael San Martín desconocido para todos ha creado, o incluso una mezcla de ambos, que se descubre a través de este maravilloso relato que subyace en este Reto. Con una buena dosis de humor negro, alta capacidad de introspección y mirada retrospectiva, algo de egolatría, mucho conocimiento fílmico, extrapolaciones poéticas, el recorrido propuesto tanto por las preguntas del reto como por las respuestas, que a ratos se atienen al tema, pero muchas veces van más allá, lo prolongan o incluso lo eluden para llegar a donde el autor quiere, llevan a aventurarse por episodios diversos de la vida de Rafael: el paso por la escuela militar, los embates amorosos, las relaciones familiares, el trabajo, los sueños, los miedos que no quieren aflorar. Y también por la vida fantástica de su alter-ego: Igor Sergei Klinki, un personaje que tiene mucho de cinematográfico en sí mismo, aunque esté hecho de poesía. En medio de las cien entradas, aparecen una y otra vez sus filias fílmicas: Jean-Luc
Godard, Audrey Hepburn, el cine clásico y el de culto, e incluso el “odiado” cine hollywoodense, así como el hecho mismo de ir al cine, a esos cines de barrio que ya van desapareciendo. En las respuestas diarias se mezclan los argumentos cinematográficos con las historias privadas —muchas veces hilarantes, algunas hasta dolorosas—, y también con poemas, extractos de antiguos textos y muchas divagaciones. En ocasiones habla en profundidad de las películas, pero por lo general simplemente resultan una excusa para hablar de la vida —de la suya o de la que lleva mayúsculas —, y puede obviar el asunto al punto de que en ocasiones del filme aludido solo sabemos el nombre y vemos la foto que lo ilustra. Llega al punto de nombrar alguna cinta que —al momento de escribir, al menos— ni siquiera ha visto, pero lo hace con tal gracia, y con una justificación retórica suficiente, que definitivamente aquí todo vale. Resulta en especial interesante que Rafael se le haya medido a este reto, el Reto de los 100 días del grupo Cine, cuya intención inicial jamás fue la de llegar a algo así. Hace unos tres o cuatro años creé el grupo Cine —así, a secas— en Facebook. En principio lo difundí entre mis amigos, muchos de ellos cinéfilos, por supuesto, y la mayoría colombianos, como yo. Algunos pertenecen al medio profesional, muchos son estudiantes, otros simplemente aman el cine. La idea, desde siempre, es que fuera una comunidad abierta, donde cupiera tanto el erudito como el profano, el amante del cine de auteur y el consumidor de blockbusters. La descripción del grupo lo expresa: “Esta es una página para hablar de cine, sea clásico o moderno, comercial, artístico o experimental, profundo o ligero, gringo, europeo, asiático, latino, de donde sea. […] para compartir gustos y antipatías, para recomendar películas, para discutir sobre directores, actores y demás…”. El grupo ha ido creciendo e internacionalizándose con el paso del tiempo, y ha logrado un buen reconocimiento. Cuando en la red social, hace un par de años, se pusieron de moda los retos de treinta días (de música, de libros, etc.), varios del grupo hicimos algunos de películas, pero siempre se nos quedaban cortos, así que decidimos crear el nuestro, más amplio y consensuado. A pesar de la gran cantidad de miembros, solo una media docena —entre la que se encuentran dos personas que, como yo, trabajan alrededor del cine, un par de artistas plásticos y un economista— participamos muy activamente, y una decena más metió la cucharada. De esta manera, poco a poco, fuimos dando forma a un centenar de preguntas que buscaban ser exhaustivas pero no repetirse, ser creativas, interesantes y sugestivas. Tuvo y sigue teniendo buena repercusión, varios lo hemos contestado en nuestros propios blogs —con links en el grupo, por supuesto—, otros lo han hecho como comentario a la entrada del reto, otros han respondido a pedazos, en desorden, algunos no hemos terminado aún… Lo que está claro es que este libro, 100 días de cine, es la mejor respuesta y la prueba de que hacer el Reto valió la pena. De que los hijos se independizan y tienen
vida propia, y que esa vida puede ser mucho más fructífera de lo que uno hubiera esperado. Todo esto viene a que, desde la parte que me toca, me siento orgullosa de esta publicación. De la dedicatoria, por supuesto, de la vida que adquirió el reto en las manos, las palabras y las imágenes de Rafael San Martín, que lo llevaron mucho más allá de lo que los que lo creamos pudimos imaginar. Espero que los nuevos lectores lo disfruten tanto como lo disfrutamos muchos de los miembros del grupo Cine mientras lo fue publicando periódicamente y generando divertidas discusiones las más de las veces, y como lo volví a hacer cuando lo encontré por fin reunido en este libro que no deja de maravillarme. Bienvenidos a una odisea cinematográfica de la mano de este ser hecho de celuloide más que de cualquier otra cosa.
Andrea Echeverri Jaramillo es escritora, docente, crítica semióloga y crítica de cine. Comunicadora Social de la Universidad Javeriana de Bogotá. Magister en cine de la Universidad Complutense de Madrid. Graduada en Panico Studio, la escuela de Terry Gilliam en Londres.
CONCILIÁBULO Era una noche fría y tormentosa, como diría Snoopy. Aburrido, sin ganas de escribir, agarré una botella de vodka y me senté al teclado decidido a promocionar mi Cineclú Peroncho hasta que se me acabara la bebida. Eso supone algo así como media hora, tiempo que estimé más que suficiente para mi propósito publicitario. En la planta baja, mi ahijada Carla, un hermoso ser que vive mentalmente en las galaxias, preparaba nuestra cena acompañada por la música de CocoRosie a todo volumen. Navegando al garete, por azar caí en la página de un grupo de Facebook llamado Grupo de Cine, con más de cuatro mil miembros. Me pareció una buena idea suscribirme y ver qué onda. La confirmación me llegó unos minutos después. Mi primera observación fue que casi todos los miembros activos eran colombianos. Dado que en mi vida jamás había conocido ninguno, excepción hecha de Simón Bolivar al que mi apellido está indisolublemente unido por el lazo histórico de pertenecer a otro Libertador de América, consideré que mi elección había sido acertada. Mi segunda observación fue que la mayoría de los mensajes proponían discutir producciones norteamericanas, de manera que comencé a enviar enlaces de películas europeas y asiáticas. Mi tercera observación fue la que motivó el presente libro, la existencia de un desafío llamado Reto 100 días de cine. Al principio me resultó un tanto trivial y no convocó mi atención profunda. Pero dos semanas después, repasando las consignas del reto, cambié de idea. Podía resultar un excelente ejercicio de memoria y revisión interna que tal vez me convidara una porción de ese pastel que la Gestalt denominaba “insight”. Establecí tres condiciones para cumplimentar el desafío, a saber: 1. Sin excluir la hipérbole ni textos anteriores de mi autoría, las notas debían exponer vivencias personales verdaderas, vinculadas a la consigna aunque fuera tangencialmente, esto es, poniendo el énfasis no en los aspectos técnicos de la película sino en mi historia personal. 2. Hasta donde fuera posible, mantener el eje en películas ajenas a la esfera del cine industrial. 3. No interrumpir el flujo de trabajo hasta su término.
Cumplí. El carácter precipitado de las notas, compiladas aquí tal como fueron enviadas al grupo, sin corrección posterior, puede exudar errores gramaticales y otras aberraciones. Prefiero que sea así, respetando el automatismo con el que fueron escritas. Por último, agradecer profundamente a los chicos del Grupo de Cine la calidez y la simpatía que me brindaron. Especialmente a su administradora, a quien este libro está dedicado. Rafael San Martín, mayo de 2013
DÍA 1 / LA PRIMERA PELÍCULA QUE RECUERDAS HABER VISTO Acepto el desafío de buena gana. Me parece un magnífico ejercicio de introspección:
MARCELINO, PAN Y VINO (España, 1954) LADISLAO VAJDA
Marcelino (Pablito Calvo) mirando a Dios
No es la primera película que recuerdo haber visto, es la primera película que vi, sin la menor duda. A pesar de mis cuatro añitos ―o tal vez gracias a
ellos―, en mi memoria temprana quedaron impresos a golpes de luz expresionista y de manera indeleble, el horror que me provocan los altillos y un pro-
fundo temor de Dios que cada tanto consigue invadir mi sueño ateo. Supongo que aterrorizarme no era la intención de mis padres; pertenecientes a sendas familias burguesas de tradición católica apostólica romana a ultranza, me inclino a pensar que sólo trataban de inculcarme los “beneficios” de la Fe y, como divertimento agregado, examinar mi reacción pueril ante la gran pantalla. Como sea, el poder del Cine obró su maleficio: cuando cumplí los siete años fui nombrado monaguillo en la parroquia de mi barrio. Un incidente en que el párroco intentó demostrarnos ―a mí
y a otros compañeritos de catequesis― la inconveniencia de pasar la eternidad en el Infierno quemando nuestras manos con un cirio descomunal determinó mi alejamiento de las filas del buen Dios, a la vez que signó mi ateísmo vitalicio. A través de visionados posteriores rescato, en esta curiosa producción de un exiliado húngaro en la España franquista, la excelente actuación de Pablito Calvo a sus seis años de edad y la influencia del expresionismo alemán, más precisamente de Fritz Lang. Por lo demás, aparta de mí ese cáliz, Ladislao.
DÍA 2 / LA MEJOR PELÍCULA DE TU DIRECTOR PREFERIDO Esto es bien fácil, la mejor del mejor (si todavía no lo advirtieron ostento el pésimo gusto de hablar por mí). Sin hesitar:
ALPHAVILLE [Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution] (Francia, 1965) JEAN-LUC GODARD
Lemmy Caution (Eddie Constantine), Natacha von Braun (Anna Karina) y la luz
Estaba tan colocado por un cóctel de anfetaminas y LSD que la vi en colores. Tenía catorce años y acababa de ser expulsado del Liceo Naval, una academia militar en la que mi familia había cifrado su última esperanza de
devolverme a la formalidad de las buenas costumbres nobiliarias. Nunca fueron capaces de advertir que las semillas de la nobleza no rinden frutos en las revueltas tierras de latinoamérica. Por entonces mis ojos lectores estaban
concentrados en Así habló Zaratustra de Nietzsche y Las palabras de Sartre, libros fundadores de mi pensamiento nihilista que frente a la bifurcación no estaba convencido si girar a la derecha, a la izquierda o quedarse donde estaba, habida cuenta de que en estas lides retroceder es imposible. Godard lo resolvió por mí. Maldito sea por envenenarme la sangre de belleza existencialista. “Me partió el mate”, así, en argentino (“me abrió el tarro”, en español). Sacudió mi sopor de ácido
lisérgico y cultura hippie “flower power”, potenció la capacidad de concentración que generosamente ya me donaban las anfetas y condujo mi existencia pretérita a un nuevo nacimiento. Salí de la sala con el destino impreso en mis retinas, absolutamente despierto para siempre, tan eufórico que pasé el resto de la tarde comentando la película con uno de los ceniceros de pie que había en el vestíbulo. Gracias tío Lucas por darme la esencia.
DÍA 3 / UNA PELÍCULA QUE TE HA ENSEÑADO A VIVIR Para evitar la redundancia con días pasados, voy a renombrarlo “Una película que te enseñó a alegrarte de estar vivo”. También es fácil. Sin una pizca de vacilación:
ZORBA EL GRIEGO [Alexis Zorbas] (Grecia, 1964) MIHALIS KAKOGIANNIS
Alexis Zorba (Anthony Quinn) y Basil (Alan Bates) bailan juntos
Durante los oscuros días de mi paso por la academia militar, un viaje de entrenamiento rumbo a las heladas aguas del Sur a bordo de una corbeta de la Armada vino a ennegrecerlos todavía más. A la altura del paralelo 51 se desató repentinamente una terrible tempestad que barría con todo lo que estaba en cubierta. Baldes, bultos, hombres, cofres e incluso uno de los botes salvavidas, fueron expulsados con violencia
hacia la negrura circundante. De más está decir que yo también era uno de los objetos en cubierta, a la que había accedido a escondidas de mis superiores para fumarme un cigarrillo. Por fortuna ―gracias a mi cuerpecito de apenas trece años― conseguí introducirme en uno de los escobenes de la roda; abrazado a la enorme cadena del ancla de respeto, llorando a moco tendido y con los ojos furiosamente cerrados para no ver,
era tragado y devuelto por las aguas con una dantesca intermitencia. La enorme nave rolaba y cabeceaba como un caballo endemoniado y mi terror aumentaba con el pensamiento de que el Capitán tuviera la desgraciada idea de fondear el ancla de respeto. Pero lo que rápido viene, rápido se va. El cielo se abrió de parte a parte y en menos tiempo del que consumo en relatar el siniestro, el barco se mecía con suavidad en un mar increíblemente calmo. Temblando de miedo y de frío, con los brazos agarrotados, me rescató un Guardiamarina. Después de ordenar-
me que me hiciera castigar (curiosa expresión que impone al cadete la autoflagelación de llenar un “parte de castigo” y depositarlo en un buzón “ad hoc” para que el superior responsable determine la sentencia), me condujo a la enfermería para ser atendido. Allí mismo se me comunicó que una vez concluido el rancho podía, si lo deseaba, asistir al microcine, cosa que en efecto hice. Lo que pocas horas antes había sido pesadilla, todavía latente en mi convulsionada psiquis, Zorba la transformó en inmarcesible alegría.
DÍA 4 / UNA PELÍCULA QUE EXPLOTA TU PEOR MIEDO Hasta ahora el campo es orégano, dijo el caballo galopando. Al agua de cabeza:
LAS NOCHES DE CABIRIA [Le notti di Cabiria] (Italia, 1957) FEDERICO FELLINI
Cabiria (Giulietta Masina) baila sola
Mi peor miedo es el enamoramiento. Entiéndase que no me estoy refiriendo al miedo de amar, sino a ese estado de idiotez temporal al que nos arroja el complejo sistema límbico que
nos gobierna “por defecto” (nunca mejor empleada la acepción del término inglés “default”). A los seis años de edad ingresé en la escuela primaria “Southland School”
de mi ciudad. La característica privativa de la institución consistía en su régimen bilingüe, de manera que al turno de la mañana dictado en español, común a todas las escuelas, se sumaba el turno de la tarde dictado en inglés. Sin consulta previa fui condenado a doble escolaridad forzada, una de las muchas formas que ensayaron mis padres en su desesperado intento por mantenerme lejos de casa. Al segundo día, superados la sorpresa y el extrañamiento del primero, reparé en una hermosa compañerita de rasgos asiáticos que me contemplaba sonriendo desde sus profundos ojos azabaches. Nunca, hasta ese momento, había experimentado una pulsión amorosa, de manera que carecía de elementos para interpretar los golpes que daba mi enloquecido corazón contra mis costillas y me asusté muchísimo, lo que no hizo otra cosa que aumentar la frecuencia de mis palpitaciones. Al cabo de un propicio recreo, ya sosegado por completo y movido por una indomeñable curiosidad, ni lerdo ni perezoso tomé mis útiles y me senté junto a la causante de mi desequilibrio emocional. Las mañanas y las tardes subsiguientes nos encontraban tomados de la manito y mirándonos a los ojos sin saber qué decirnos ni qué otra cosa hacer. Natural. Nuestra actitud no escapó a la mirada escrupulosa de la docente que decidió resolver el conflicto enviándome a un pupitre aislado en el fondo del
aula. Es ocioso referir mi combo de angustia, desolación y desarraigo, ya que todo el mundo, tarde o temprano, ha atravesado situaciones similares. Este sufrimiento se replicó, año tras año, con distintas compañeras y felizmente con distintas conductas, más activas que las del primer enamoramiento, durante toda mi educación primaria y parte de mi secundaria. El estado de zoncera era tal que vivía en Babia y debo a mi memoria prodigiosa el no haber repetido un curso; me bastaba con leer en los recreos para rendir satisfactoriamente. Es así que cuando estrenaba mis quince años, mi novia de entonces tuvo la genial ocurrencia de invitarme al cineclub de la esquina. Mi identificación con Cabiria fue proverbial. Verla estafada una y otra vez por el mismo farabute me desgarró el alma, hasta que por fin tuve mi satori privado con palanca al piso. Sentí por primera vez que observaba mi ego desde afuera hacia adentro, hasta los recónditos confines de mi ser. Ya en la calle, con la vista clavada en los ojos de mi amada, pude justipreciar el aumento de los niveles de dopamina corriendo presurosa desde mi hipotálamo hasta los receptores D1. Mis instintos sexuales, la naturaleza de mi ilusión, el autoengaño, fueron viviseccionados por algo que sin serlo, era yo mismo. Besé a mi novia en la boca y le dije adiós. Desde entonces, bendito Fellini, no me he vuelto a enamorar.
DÍA 5 / UNA PELÍCULA QUE TE DEJE CON MUCHA HAM BRE Dada la extensión de sentidos connotados por |hambre|, la consigna me resulta ambigua, así que voy a interpretarla con lo primero que pase por mi cabeza. And the winner is...!:
Y DIOS CREÓ A LA MUJER [Et Dieu créa la femme] (Francia, 1956) ROGER VADIM
Juliete Hardy (Brigitte Bardot) humilla estatuas
BB, bebé, bebé conmigo. Último año de secundaria, un mes antes de ser expulsado del Colegio Nacional por insultar a una profesora que segundos antes había insultado a uno de mis compañeros (el sistema educativo de mi país no contempla la reciprocidad; el de Inglaterra tampoco, no fui expulsado por un pelito así, en parte gracias al afecto que me profesaba un profesor, natural que profese, y en mayor parte gracias a que el incidente ocurrió unos años antes de la guerra de Malvi-
nas, an argie in Oxford, imagine that!). Cierta tarde de verano camino por una calle céntrica cavilando por qué los cangrejos se desplazan de costado, cuando me intercepta una linda vecinita y me invita un café. Acepto encantado y en ese preciso momento se larga a llover a cántaros. Para guarecernos, nos metemos en la primera galería que encontramos, la que ¡oh sorpresa! en el subsuelo tiene un cine que me succiona ante el desconcierto de mi vecinita que sólo atina a seguirme a la carrera. Pro-
pongo las butacas del fondo, porque mi interés no está centrado en la película, no al menos hasta que de reojo, avanzando por el pasillo, alcanzo a divisar un close up de los pulposos labios de Brigitte. Cambio de dirección y me siento en la primera fila aumentando el desconcierto de mi vecinita. Inútil tratar de describir la combinación de deseo, ardor, calentura, felicidad, orgullo de pertenencia a la especie, influjo, reflujo, espumosa alegría marinera, que mi dis-
locado cerebro trata de procesar vertiginosamente a medida que las imágenes de la Bardot se suceden en la pantalla. Al salir del cuchitril quedo tan hambriento que mi vecinita abusa de mí toda la noche restante. Todavía recuerdo la lluvia golpeando rítmicamente el techo de chapa. (Dondequiera que estés, un beso enorme Alejandrita)
DÍA 6 / UN MUSICAL QUE TE GUSTE EN SECRETO Fácil, muy fácil:
MI BELLA DAMA [My Fair Lady] (EEUU, 1964) GEORGE CUKOR
Eliza Doolittle (Audrey Hepburn) antes de emprender el viaje lingüístico
En secreto o a viva voz declaro que detesto los musicales, género arquetípico del sistema cinematográfico norteamericano, heredero de la ópera, género teatral que tampoco me cabe para nada. Pero mi amor es fuerte, mucho más fuerte que mi odio, particularmente cuando se trata de mi amor por Audrey Hepburn. Adoro este musical por varias razones: por la terrible belle-
za de su protagonista interpretando el jergón cockney del East End londinense a la perfección, porque era muy niño cuando leí Pigmalión y Eliza Doolittle me marcó para todo el viaje, por la terrible belleza de su protagonista hablando un impecable british del West End londinense, porque tiene una puesta en escena alucinante, por la terrible belleza de su protagonista haciendo el menor
gesto, por ser belga y bailarina, por su mínima sonrisa librada como un cheque en blanco, por sus inmensos ojos expandidos en mi pecho, por su voz angelical farfullando cualquier cosa, por sus pies tan grandes como hermosos, por ser muy alta para ser mujer, por sus eternos zapatos sin tacos justamente por eso, por su cuello delicado por el que nunca rodarán mis lágrimas, por cómo
manejaba lo inmanejable, por su famélica infancia, por su necesidad de ser amada, por su necesidad de dar amor, por danzar sobre su muerte, la mía y la del mundo. May you stay forever young, my pretty one. A million thanks to you, from here to Eternity.
DÍA 7 / UNA PELÍCULA QUE TE PROPORCIONE UNA FRASE O SITUACIÓN PARA DECLARAR TU AMOR A ALGUIEN Parcialmente nublado con probabilidad de precipitaciones. Fueron demasiadas las películas que he visto, si no todas, las que me vienen dando letra en el largo y resbaladizo camino del amor. Voy a elegir una en la que el parlamento de marras lo emite el personaje de género opuesto al mío, si bien nunca realicé el trasplante identitario personalmente, considero que merece figurar en toda antología de diálogos amorosos:
PIERROT EL LOCO [Pierrot le fou] (Francia, 1965) DE YA SABEN QUIÉN
Marianne Renoir (Anna Karina) pide un corte
Pierrot (Jean-Paul Belmondo): ―¿Por qué parecés tan triste? Marianne (Anna Karina): ―Porque me hablás con palabras y yo te miro con sentimientos. El diálogo es conciso, efectivo (que no efectista) y brillante. Pero por detrás de su aparente ingenuidad, asoma ―cual parte oculta del
icebergman― la profunda y milenaria cuestión de desinteligencia entre sexos opuestos, o si prefieren agregar un toque chino, complementarios. ¿No están de acuerdo todavía? ¿Qué tal opuestos y complementarios? ¿Complementarios y opuestos? Da igual. Sesudos estudios que pueden googlear porque no me da la ga-
na documentarlos, establecen que el hombre (ya que traje a los chinos, el yang), tiene un razonamiento verbal predominante (mayor actividad en el hemisferio izquierdo del cerebro), mientras que la mujer (el yin, o mejor dicho, la yin) posee un razonamiento espacial predominante (mayor actividad en el hemisferio derecho del cerebro). La manida concepción machista de la inferioridad intelectual femenina carece de fundamentación científica hasta la fecha. Lo cierto es que la mujer piensa de otra forma ―ni inferior, ni superior―, distinta, diferente. Esta hiperactividad del lado derecho del cerebro, natural en las féminas, también es observable en los artistas plásticos, arquitectos, diseñadores, en fin, en todos aquellos especializados ―consciente o inconscientemente― en la orientación espacial, cuya percepción requiere un pensamiento no lineal, es decir, la prescindencia de responder a un estímulo para procesar el siguiente. El profesor de arquitectura Rubik creó el cubo que lleva su nombre para ayudar a sus alumnos a comprender el álgebra abstracta. “Hey Joe, bad news! The great non-linear thinking's coming”. Precur-
sores de la nueva forma de pensar son, a saber: el método abductivo propuesto por Peirce (pobre Carlitos, por la maldita moda del piercing muchos se empeñan en rebautizarlo Pierce) en el pleistoceno, el pensamiento lateral postulado por De Bono al promediar el holoceno y el pensamiento actual, común y corriente anche doméstico de cualquier hembra de nuestra especie. Smile, girls, I'm not kidding! Retomo el diálogo primigenio. Pierrot significa con palabras, construye su discurso paso a paso, ladrillo por ladrillo, nombra una tristeza que ni siquiera lo roza aunque le grita en la cara, piensa linealmente. En cambio Marianne, discípula de Rimbaud, se encuentra simultáneamente más acá y más allá del lenguaje verbal ―amorosa y esencialmente afuera―, mira con todos los sentidos, esto es, ve las cosas desde la vereda de Dios, y convertida en sentimiento encarna la máxima de su padre Jean-Arthur “Todo lo que brilla ve”, ojo absoluto, desciende al verbo para comunicar aquello que el otro es incapaz de percibir, traducción: muere de amor por un idiota. C'est la vie, mon amour. The rest is silence.
DÍA 8 / UNA PELÍCULA SIN SENTIDO QUE TE HA DADO SENTIDO A TI Consigna femenina si las hay, quasi koan. Apelaré a mi taoísmo de entrecasa y a mi zen para principiantes ebrios. Una muy vieja máxima de Sun Tzu ―llevada a su cumbre práctica por mi excelso pariente en dos oportunidades: el cruce de los Andes y el sitio de El Callao― expresa: “Sé sutil en extremo hasta el punto de que nadie perciba tu forma. Sé misterioso en extremo hasta el punto de no reflejar ni emitir sonidos. De esa manera conquistarás un destino adverso”. Una no tan vieja máxima de mi excelso pariente, dice: “Si mi almohada supiera lo que pienso, la quemaría”. Y así, de máxima en máxima, vamos por la mínima, que a menudo es la más rellenita:
UN PERRO LLAMADO LAURA IBÁÑEZ (Argentina, 2009) IGOR SERGEI KLINKI
Afiche de la película y tapa de este libro
VAMOS A ROBAR UNA PELÍCULA En 2006 fracasé en mis tres intentos de suicidio por falta de convicción y exceso de alegría. Realmente muy poco me importó fracasar una vez más, así que munido de lápiz, papel y vodka me tiré sobre la cama y escribí de corrido: me quiero morir o cortarme una oreja o tomar algo ella escucha el eco de lo que calla ella y él se parecen a las malas ideas que se realizan en todas partes ella dibuja un círculo y él le dice que no ella mañana no entiende nada, él no sabe si, ella es ella pero a veces es él o la tormenta ella tiene un ojo más chico que el otro y él ella pregunta pero calla tanto o tonta ella es pero él se hace o viceversa ella saca un cuadrado y lo anima un poco él mira para otra parte ella lo quiere tonta o tanto cada vez que ella dice que va a escribir a van gogh él entiende bangkok y le hace el amor pero no le sale para nada ella piensa que ya está escrito ella es liviana cuando no quiere hablar ni masturbarse a él estas cuestiones lo tienen sin ella quiere verlo y él la deja ella se llama y él no ella es él cuando es ella él no es nada comprensivo hasta que insiste ella, ella, ella, ella cae como una lluvia sobre él ella hasta cuándo él hasta siempre ella lo olvida y después se muere él, olvidado, le recuerda que ya es muy tarde ella sonríe ella es como él y también resiste tanto ella lo permite
Es un poema de amor de inspiración romántica y resolución barroca, un tren expreso a contramano que va de John Donne a John Keats sin escalas, germen del guión cinematográfico que escribí ese mismo año y que rodé en 2009, con la única pretensión de que sirviera como trabajo práctico a unos
grandes chicos que estudiaban Licenciatura en Multimedios en la Universidad de Buenos Aires y que, por supuesto, fueron los verdaderos artistas del rodaje. Si no entendieron nada quiere decir que captaron la idea a la perfección. Me quedo con el vuelto.
DÍA 9 / UNA PELÍCULA TRISTE QUE TE ALEGRÓ LA VIDA Madera 5 para un novato, swing, golpe, hoyo en uno a 690 yardas:
MOUCHETTE (Francia, 1967) ROBERT BRESSON
Mouchette (Nadine Nortier) se divierte un poco
Me interesa desacelerarme en el aspecto trivial y secundario de la desaceleración, el aspecto que preanuncia un cambio de orientación, la relocación de intereses y entidades. El tránsito épico de lo suasorio a lo disuasorio es asaz
constructor. Sigo sin comprender mi relación íntima de observador con lo observado. Puedo subjetivar algunos elementos objetivos, posibilidad que no escapa al común de los mortales y que, de hecho, es
lo que hacen a cada instante. Pero me inquieta la posibilidad de ser, a mi vez, subjetivado por aquello que observo. En especial cuando se trata de inanimados. Las tardes se prodigan esplendorosas, muy apropiadas para la reflexión introspectiva y unos amargos de rutina, con la mirada fija en la noche inevitable. Algo roza lo sublime en ese intercambio sutil de sombras crepusculares, una presencia que se diría que no está en mí y que no obstante me atraviesa el ser de parte a parte. Si contara con otra disposición anímica estoy seguro de que podría sistematizar el instante y el paisaje, volverlos funcionales al orden interno fuera de la inercia existencial, elaborar un código que permitiese la expansión a voluntad. Todo el tiempo cabe en ese instante, y si no fuera así, es bueno imaginarlo. Una parte continente del todo es la utopía de las fractales, enunciación que prefigura sentimientos como el amor o la lealtad, abstracciones que nos mueven y conmueven mientras no intersecan lo real, porque la realidad es incomprensible y malhechora.
Y entonces apareces, criatura dulcísima que fueras, el tiempo reacciona huyendo hacia adelante, te sientas a la mesa con tu madre agonizando, a tus espaldas, violentada, humillada, consumida, el pan está un poquito duro, oyes la risa sin alegría de los borrachos, piensas que tu deber es, cuál es tu deber, piso de tierra húmedo de llanto, los espejos, para qué carajo eran los espejos, ay la música de las trampas y los cepos, ay los golpes de los vasos, y las copas, mira que el modo es dórico, no damos más, maldita mixolidia, la falla persa en la alfombra embarrada, inútil, por qué te sentaste en las rodillas de Rimbaud, miente como solo mentimos, los poetas, fuera de eso, no servimos, para nada, pero, entonces, escucha, te confiaré un secreto, ves que te hace gracia, ahora puedes reír, y rodar, barranco abajo, va de nuevo, barranco arriba, a rodar, barranco abajo, a reír, o a morir, qué más da, a reventar, de risa, vamos, cuando el sol, se pone, aprende a amar las puestas de sol, como yo, que las amo a todas, extraño apetito, ma belle, ma petite, Mouchette.
DÍA 10 / UNA PELÍCULA QUE QUE TE RECONCILIÓ CON TU GRAN AMOR Difícil como pegarle un tiro a un elefante en un armario:
A MUSE [Eun-gyo] Corea del Sur, 2012) JUNG JI-WOO
Eun-gyo Han (Go-Eun Kim) reúne todos sus dedos
Pertenece al trillado género “viejo que se enamora de una jovencita”. Acá va la carnada para las bestias agazapadas (a ver si se esmeran, chicos): Afortunadamente, en mi caso, la entropía aún no ha dejado de sonreírme y el asunto se plantea en función inversa.
Concluido el rodaje de Drowsih perdí todo interés en su montaje y me dediqué a escribir poemas. Era marzo de 2011. Escribir una novela se reduce a una cuidadosa planificación y eso es todo, en serio. Una vez resuelto el punto, las palabras fluyen tan rápido que a veces se escapan, las muy hijas de puta.
Escribir un ensayo es casi lo mismo, a condición de que uno conozca perfectamente el tema que está tratando, no room for guitar heroes. Escribir un cuento apenas si agrega un par de dificultades, como capacidad de síntesis y simplicidad (prohibido confundir con facilidad) argumental. Escribir dramas y guiones añade la inquietud de no perder de vista el espacio de representación. Pero escribir poemas es inhumano, porque el poema no se escribe con palabras, por lo menos no en plan “conozco que palabra poner después de otra”. Ya no trabajamos con signos sino con objetos que se desplazan hendiendo la luz, el aire, el agua y los corazones, por nombrar algunas posibilidades de estas putas. Léanle un poema (no, no jodan, uno de verdad) a vuestro perro o a vuestro gato y después me cuentan. Tenemos palabras esponjosas que acarician nuestros órganos, sí, bien dicho, la piel es el más
grande, sentate, tenés un 9. También palabras pesadas, con colores vivos, compactas o livianas. And so on and so forth. Así que en mayo de 2012 contaba con miles de poemas (siempre manuscritos) que iba guardando en carpetas de colores según mi acostumbrado criterio de clasificación. Por ejemplo, un poema violeta es como un día nublado, pero uno amarillo es como una fisura en el granito. De pronto tomé conciencia de que absorbido por la maldita poesía había olvidado el bendito cine por más de un año. Salí corriendo al cineclub de la esquina y llené el tanque con la especial surcoreana que estaba en oferta. Bellísima EunGyo. Tremendo torque en mi motor, abandoné la sala como alma que lleva el diablo y ahí nomás, ni bien llegué al teclado, fundé el Cineclú Peroncho. Y un par de meses después fui por Drowsih y la acosté de una.
DÍA 11 / UNA PELÍCULA QUE TE HIZO PELEAR CON TU AMOR SÉRPICO [Serpico] (EEUU, 1973) SIDNEY LUMET
Frank Serpico (Al Pacino) con las Twin Towers al fondo
Por el carácter itinerante de sus apariciones fantasmales, la etapa de exploración sexual en que yo mismo me encontraba sumergido sin terminar de comprender del todo qué me estaba sucediendo, a Marta no la llamaría exactamente mi primer amor; pero que tuvimos una pelea y unos cuantos polvos está fuera de discusión. ¡Y qué pelea! ¡Y qué polvos! Atravesaba esa edad incierta en que los niños advertimos que nos pasan
cosas que ya no pueden etiquetarse como de niños. Nos crecen pelos en el rostro, en el dorso de las manos, en los dedos gordos de los pies y en el pubis; despertamos con priapismo y nos vemos obligados a bajar a desayunar con un abrigo en la mano ―es verano y hace 30° a la sombra― para que nuestra familia no advierta que somos víctimas de una molesta y dolorosa erección involuntaria. Es la época en que bailamos lentos flameando como banderas
para que nuestra compañera de baile no indague sobre el origen de la cosa dura que siente en el abdómen. Ah, la belle époque! Snif! Marta era una abogada cuyo estudio se alzaba exactamente frente a mi casa. Debía como mínimo doblarme la edad, esto es, rondaría los 25. A mi modo de ver del momento, una señora grande, una vieja. No era ni linda ni fea, elegante, muy flaca y amarga, ¡por Dios! ¡Qué mujer amarga! ¿Por qué no la mandé al carajo la primera vez que se me acercó? Sospecho que no lo hice porque intuía que estaba próximo a desentrañar el misterio del sexo. Una noche, sentado en el cordón de la vereda, arrojaba piedritas al centro de la calle, ciertamente aburrido, cuando el Camaro de Marta se detuvo en la vereda opuesta. Yo amaba ese coche rojo y ese coche rojo fue mi perdición. Marta amaba el vértigo, las películas de acción y vivir a toda prisa. Me invitó al cine sin rodeos y yo acepté, también sin rodeos. La sola posibilidad de subirme al coche de mis sueños me impidió pensar en otra cosa. El paseo hasta el cine fue maravilloso. Y fue lo único maravilloso de esa noche. Marta, consciente de mi excitación, había elegido el camino de la costa para redoblarla. La visión del tablero de instrumentos del Camaro, su delicioso andar y la brisa marina dándome en la cara y revolviendo mis cabellos hacían el resto. ¡Éxtasis total! Ya en la sala y como yo quería impresionarla con mis conocimientos sobre cine, no porque fuera ella ―me hubiera comportado de la misma manera acompañando a un beduino recién
llegado a mi ciudad―, le expliqué que la distancia óptima para visionar un film era tres veces la diagonal de la pantalla; hice un cálculo rápido y concluí que era aproximadamente la fila quince. Y allí fuimos. Se apagaron las luces y comenzó la proyección de Sérpico. Marta me apoyó la palma de su mano en el muslo, acariciándolo con suavidad. Transcurridos algunos minutos yo ya estaba lo que se dice “al palo”, pero la intimidad brindada por la oscuridad hacía que no me sintiera incómodo. Más bien todo lo contrario. Entonces sucedió. Es ese momento en que Al Pacino abre una puerta muy despacio y espía por la hendija, recibiendo un disparo en un ojo. Comencé a descomponerme lentamente. El primer síntoma fue mi visión completamente roja, que con el escaso margen de lucidez que me restaba, atribuí a un efecto especial de la película. Ya no pude seguir viendo. Con un hilo de voz trataba de informar mi situación a una boquiabierta y concentradísima Marta, que cada tanto lanzaba su brazo para apartar mi cara. En ningún momento apartó la vista de la pantalla. El segundo síntoma fue que el cine comenzó a girar enloquecido a mi alrededor. Como no podía hablar, ni gritar, me puse de pie y comencé a aplaudir con todas mis fuerzas. Se armó una batahola de dramáticas proporciones. La pantalla se llenó de sombras de personas que agitaban los brazos con furia amenazante. Volaban proyectiles de variada índole, bolsas de pochoclo, monedas, golosinas, y la mezcla de gritos y chistidos era infernal. Marta me gritaba más que nadie y
me dio un empellón que me arrojó al piso del pasillo central. Creo que yo estaba a punto de sufrir una lipotimia y mi despliegue de energía al aplaudir rabiosamente había conseguido elevar mi presión sanguínea. Sentí el deseo irrefrenable de rodearle el cuello con mis manos y hundirle los pulgares en la tráquea o en los ojos. Me incorporé y empecé a saltar por las butacas en dirección a Marta pero recibí un valedor en la mandíbula antes de llegar a mi objetivo volviendo a caer, esta vez sobre una atribulada pareja de noviecitos. Y en eso se interrumpió la proyección y se encendieron las luces de la sala. Presa de un sentimiento de culpa, Marta se acercó hasta mí y me pidió perdón. Los
frustrados espectadores continuaban silbando y puteando cuando abandonamos la sala, abrazados como si nada hubiera pasado. El paseo de regreso a casa ya no fue maravilloso, ni siquiera me di cuenta de que nuevamente estaba a bordo del coche de mis sueños. Esa noche perdí la inocencia, la virginidad y los documentos, con seguridad en alguno de los revolcones que sufrí en el cine. No voy a relatar mi primera experiencia sexual porque fue francamente desastrosa y humillante. Baste saber que Marta, en los meses posteriores, cual avezada profesora, fue mejorando notablemente mi desempeño.
DÍA 12 / LA PRIMERA PELÍCULA QUE VISTE CON TU PRIMER AMOR Amargo, hermoso y tristísimo recuerdo. Voy a narrarlo sin llorar:
ANOCHECER DE UN DÍA AGITADO [A Hard Day's Night] (Inglaterra, 1964] RICHARD LESTER
Paul, George, Ringo y John (The Beatles) corretean por las calles de Battersea, Londres
Cursaba 4° grado de la escuela primaria y tenía un compañero excepcional, amigo del alma, que se llamaba Gustavo. Es la edad en que los sentimientos se subliman y se instala la creencia de que todo lo bueno durará para siempre. Gustavo y yo ostentábamos el honorable privilegio de ser los más revoltosos de la escuela sin perder nuestra
condición de excelentes alumnos (él era muy inteligente y yo muy memorioso). Nuestra pésima conducta determinaba que la mayoría de las clases nos encontraran uno a cada lado de la puerta del aula. En el pasillo. Él amaba a Los Beatles y yo a Los Rolling Stones. Inseparables, por la mañana en el colegio y por la tarde en
uno de nuestros hogares, los días eran un culto ininterrumpido a la amistad. Y, muy a mi pesar, a Los Beatles. Gustavo usaba el flequillo y las botitas de sus ídolos. Las paredes de su cuarto estaban atestadas de carteles, tapas de álbumes y fotos de John, Paul, George y Ringo. Había recibido un bajo como regalo de cumpleaños y jugaba a ser Paul. Su padre trabajaba en uno de los diarios de mayor tirada a nivel nacional así que siempre contábamos con entradas de prensa para ir al cine gratis, hecho que desarrolló mi temprana cinefilia. A Gustavo le gustaba Ana María. A mí también. Era una compañerita de clase que se sentaba exactamente delante de mí. Los pupitres eran dobles con asiento rebatible que dejaba una ancha luz entre asiento y respaldo. Pero esta chica hermosa, de cabellos castaños que le llegaban a la cintura, increíbles ojos azul mediterráneo y pestañas larguísimas, era terriblemente hosca y malhumorada. Los días en que aún no me habían confinado en el pasillo me encontraban anudando el pelo o desabrochando los botones del delantal de Ana María, cosa que de inmediato determinaba mi instalación junto a la puerta cuando la maestra advertía mis maniobras. Al escuchar los berridos de la niña, claro. Mi naturaleza siempre me impulsó a doblar la apuesta en las situaciones difíciles. De manera que a la mañana siguiente tomé una larga regla de madera y la introduje por la ranura del asiento de Ana María ocasionándole un moretón en uno de sus glúteos según pude inteligir más tarde de los nutridos comentarios que mi acto había provocado.
Ahora puedo apreciar la clara connotación sexual del intento, pero en ese momento no me pareció tan grave. A la maestra, siendo adulta, sí. Resumiendo. Reunión de dirección. Convocatoria de padres de las dos partes. Psicólogo. Galeno. Y zafé de la expulsión porque mi abuelo materno era el benefactor más importante de la Asociación Cooperadora de la escuela, además de propietario del inmueble y de media ciudad. Una vez que las aguas volvieron a su cauce, me destinaron a otro pupitre, bastante alejado de mi víctima y de mi amigo. A pesar de la prohibición expresa, varias veces intenté un acercamiento a Ana María pero ella se limitaba a fruncir el ceño y proferirme una catarata de insultos. ¿Por qué serán tan complicados los caminos del amor? Entonces se anunció el estreno de Anochecer de un día agitado y la situación dio un brusco giro. Gustavo volaba por las nubes contando las horas que lo separaban del éxtasis. Me confió que para que el día “D” fuera completo deseaba que fuéramos al cine con Ana María. Enseguida capté que en realidad le daba vergüenza invitarla. De modo que la tarea recayó en mis manos, aduciendo que de esa forma yo tendría la oportunidad de resarcirme. Como buen soldado que soy, acepté la misión y, sorprendentemente, obtuve un éxito inmediato. ¿Hay alguien que entienda a las mujeres? El día del estreno, una hora antes del comienzo ―para satisfacer la ansiedad de Gustavo―, ya estábamos sentados en primera fila comiendo caramelos masticables, absolutamente contentos y entusiasmados como niños que éramos.
Ana María estaba en el centro, flanqueada por ambos aspirantes. Cuando comenzó la proyección, dado que a mí Los Beatles ni fu ni fa, concentré mi atención en el perfil de mi doncella. A medida que transcurrían los minutos la encontraba más y más hermosa hasta que me di cuenta que estaba perdidamente enamorado. Creo que Paul estaba haciendo payasadas en una estación de trenes en el instante en que sucedió algo insólito: Ana María apoyó la cabeza sobre mi hombro. Mi experiencia amorosa no era muy fuerte pero mi arrojo sí. Comencé a besarla en la frente con ternura. Al parecer mi actitud la desilusionó bastante por lo que decidió tomar la iniciativa partiéndome la boca con un beso húmedo. El amor comprime el tiempo, sin duda. En lo que me parecieron escasos minutos la película ya había terminado. Gustavo estaba tan eufórico que hasta se alegró por mi romance, que duró hasta que Ana María se mudó de escuela y de domicilio. Para ser preciso al término del verano siguiente. Y nunca más la volví a ver. La extrañé mucho, para ser preciso una vez
más, hasta la llegada de Amelia, su reemplazo. Nunca entendí por qué el nombre de todas mis amantes de infancia comenzaban con la letra A. El último año de primaria, Gustavo y yo preparamos el duro ingreso al Liceo Naval Militar. Él fue rechazado por padecer daltonismo. A mí me aceptaron. La separación fue algo espantoso para los dos y ya nunca nos reencontramos. Nuestro último contacto fueron decenas de cartas que todavía conservo, escritas durante el año que pasé confinado en la isla de Río Santiago. Cuando me expulsaron de la institución sentí una alegría y un alivio indescriptibles, que me duraron apenas un mes. Hasta que mi padre me hizo saber, no sin dificultad, que Gustavo se había matado al caer del techo del tren (¿creen que es fácil ser revoltoso?) que lo traía de regreso del viaje de egresados de la escuela que, así como nos había unido, nos separó para siempre. Perdón Gustavo, no pude cumplir mi promesa. Estoy llorando. (A la memoria de Carlos Gustavo Carril)
DÍA 13 / LA ÚLTIMA PELÍCULA QUE VISTE CON TU GRAN AMOR MADRE E HIJO [Mat i Syn] (Rusia, 1997) ALEXANDR SOKUROV
El hijo (Alexei Ananishnov) y la madre (Gudrun Geyer) rumbo al mar
Temprano en la mañana, buscando entre la montaña de papeles de mi cuarto, encontré a esta tía de rodillas y le pregunté si no había visto un cuadernito de tapas verdes en el que llevo un cuidadoso registro de mis procesos mentales, anotaciones que eventualmente uso para desarrollar los guiones de mis cortometrajes. Con una suave sacudida de cabeza me dio a entender
que no sabía de qué le hablaba, gesto que consiguió irritarme mucho más que la desaparición del cuaderno. Recién entonces reparé en que no era la misma chica de ayer, a la que sorprendí hurgando en los bolsillos de mis abrigos. ¿Cómo es posible que mi casa esté llena de tías que inspeccionan mis pertenencias? Nervioso y ofuscado agarré las
llaves del coche y me fui dando un portazo. Un buen pedazo de revoque cayó estrepitosamente, pero por fortuna lejos de mí. Por espacio de una hora estuve dando vueltas sin rumbo, cavilando que es muy molesto tener la casa ocupada por entidades que te presenta el vodka la noche anterior. Por fin, decidí visitar a mi esposa, cosa que hago siempre que no tengo a dónde ir (excepto en la actualidad, ya que logró establecer una insalvable distancia de tres mil kilómetros). Como hacía unos diez años que no la veía, consideré que apreciaría un regalo. Paré en una licorería y estaba a punto de bajar del coche cuando recordé que ella no bebe. Mi siguiente pensamiento fue que yo sí. Compré una botella de vodka Absolut y una caja de bombones de licor. Abrió la puerta de calle y casi me caigo al piso. ¡Qué mujer hermosa! Casi lo había olvidado. Sus enormes ojos color verde uva, desmesuradamente abiertos por la sorpresa, el horror o la combinación de ambas emociones, me fascinaron al igual que la primera vez que me habían dirigido la mirada. Pasado su estupor primario, comenzó a experimentar su estupor secundario cuando entré y cerré la puerta. Le tendí los bombones y le pregunté por nuestros dos hijos. Con una voz delgada como el filo de una navaja me respondió que ya llevaban algunos años viviendo en España con sus familias respectivas. Asentí y opiné que me parecía muy bien. Sin contestarme se dirigió a la co-
cina a preparar café o a cortarse las venas. Mientras se alejaba observé el balanceo de sus cabellos trigueños sobre sus lindos hombros y también el balanceo de sus caderas, así como su culo bien formado y su mejor baza, sus piernas. Me senté en la mesa de la sala preguntándome por qué me había separado. Regresó de la cocina con una bandeja con los bombones y el café. Se sentó frente a mí sin mirarme. Puse la botella de vodka sobre la mesa y, para romper el hielo, le pedí hielo. Finalmente se animó, preparó unos huevos fritos con panceta y unas brusquetas de Portobellos. Trajo una botella de cabernet sauvignon a la mesa y me dedicó una sonrisa que ingresó por mis ojos y me llegó a los pies. Es mi vino preferido. De pronto recordé que ella era abstemia y sentí unos celos monstruosos pero me contuve. Al terminar nuestra improvisada cena, en la que habíamos repasado nuestros buenos momentos y evitado los malos, estaba enloquecidamente enamorado de mi ex esposa. Me preguntó si había visto Madre e hijo y ante mi negativa me tomó de la mano y me condujo hasta la biblioteca en la que había un sofá un poco más chico que un transatlántico. Apagó las luces centrales, nos sentamos y encendió el reproductor. La película no sé, un día voy a verla, los créditos de apertura me parecieron interesantes. El final pueden imaginarlo.
DÍA 14 / UNA PELÍCULA PARA VER SOLO Nada más fácil, su título lo insinúa:
SOLARIS [Solyaris] (URSS, 1972) ANDREY TARKOVSKY
Kris Kelvin (Donatas Banionis) y Hari (Natalya Bondarchuk) luciendo sus respectivas piernas
Recuerda en los años venideros la luna de esta noche y de este mes, me gritó Boris Vian, absolutamente alcoholizado, en la esquina más sucia de París. Como el cielo estaba cubierto y fastidioso, lo que recordé fue una escena de la novela más popular de la era Meiji en la que el protagonista repite las palabras que yo acababa de escuchar. Me acerqué al cuerpo quebrado contra la farola; un grueso hilo de baba colgaba de la boca de Boris. Comenzó a llover a cántaros. Empapado hasta los huesos,
tiritando de asco y de frío, me pregunté qué tiránica autoridad, qué soledades, qué miserias, qué crueldades, qué estricta conjunción de estupideces nos hace poetas. Solitario como un verso gris, me alejé en dirección al Sena, repentinamente contento por encontrarme en tan buena compañía. La ciudad de las luces estaba bastante oscura y aún no había anochecido. Tenía hambre, ignoraba donde iba a pasar la noche o secar mis ropas, y lo peor: con un puto billete de
diez euros en los bolsillos. Y apenas nada más. Observando el billete de uno y otro lado, empecé a reírme a carcajadas. ¡Qué diseño espantoso! Era una oda pésima al arco de medio punto. Miré hacia los lados decidido a sacármelo de encima como había hecho con Boris. Si hubiera sido el auténtico Vian no me encontraría en una situación tan desesperada, pensé, los patafísicos son tremendamente ocurrentes, pero yo había llegado al reparto de ingenio en último lugar. Un grupito de gente apiñado en un portal me hizo reparar en que se trataba de un cine. A cambio del maldito billete recibí un papelito con un conmovedor dibujo (un siniestro y fornido Minotauro penetrando a una menuda y
límpida Ariane) bajo el que estaba impresa en relieve y mayúsculas la palabra SOLARIS. Al borde del llanto, vibré con el recuerdo de Audrey seduciendo a Gary Cooper y mi felicidad rozó las alturas al entrar en contacto con la butaca mullida y calentita. Aunque fueron sólo cuatro horas, dormí como nunca. Para cuando abandoné el cine había parado de llover y mis ropas estaban secas. Encaré el nuevo día con una sonrisa de oreja a oreja y, confiado, me interné en las frágiles penumbras de la... ¿cómo se llama cuando los justos y los inocentes agonizan juntos? ―Cela s'appelle l'aurore, monsieur.
DÍA 15 / UNA PELÍCULA PARA VER EN PAREJA Si uno no aprendió a ser tierno, jamás aprenderá a ser valiente. Mi género predilecto es el cine romántico, el bueno, el malo y el feo (con el permiso de Sergio). ¿Qué esperaban? De lo contrario no sería mi predilecto. Directo a mis odiadas tierras de Hollywood, porque me cabe Claire Forlani, a ella Brad Pitt y, a los dos, Anthony Hopkins:
¿CONOCES A JOE BLACK? [Meet Joe Black] (EEUU, 1998) MARTIN BREST
La Muerte (Brad Pitt) a punto de comerse a Susan Parrish (Claire Forlani)
Vi cien pájaros gigantes con las alas rotas arrastrándose hacia ella, que —asustada— se duplicaba innecesaria pero astutamente. De sus picos colgaba la noche como un globo desinflado sobre una selva de intenciones espesas. Ya en el claro de la luna Rocío reía y Candela lloraba. No muy lejos, un río sin
nombre que no se puede atravesar con el cuerpo, nos pensaba, a mí y a las dos, que aun sin conocernos, nos imaginábamos en una infancia compartida. Cuando llegaron a mi lado no demoré en dedicarles un poema en el que lo masculino de una jugaba con lo femenino de la otra. No fue una in-
vitación afrodisíaca como es mi rutina cada vez que escucho el ronroneo de unos ojos bonitos en los míos, sino más bien el prodigioso anticipo de su imposibilidad. Pero como nunca estuvo en mi naturaleza hacer las cosas a medias, pasé de la poesía de la idea a la prosa de la acción y tomando de la mano a Rocío y a Candela nos dirigimos hasta la orilla del río sin nombre. En el trayecto no dijimos ni una sola palabra. Una vez allí, sentimos vagar los espíritus, que como bien saben los cadáveres, no toman forma ni sexo. De pronto, el universo entero se plegó sobre mi carne lejana para angustiarse en mí. Tanto dolor y tantas lágrimas no pudieron tolerar mi alegría más pequeña y, por la misma callejuela que mi amor transita a pie, los vi irse sin mirar atrás. Y algo nació
en el mismo instante en que murió. Por la gracia de mi arte indescifrable, dos tulipanes negros brotaron de mis manos. No dudé en tenderle uno a cada una de las confundidas mujercitas. Ellas aceptaron los tulipanes en silencio, pero entonces, temiendo equivocarse, se equivocaron. —Los tulipanes son falsos —se apresuró a observar Rocío, llorando. —Tú no eres de verdad —declaró Candela sonriéndome desde su asombro circular. Ninguna de las dos pudo percibir que lo único falso era la noche. El público no se mendiga, se toma. (A Rocío Candela Pérez)
DÍA 16 / UNA PELÍCULA SOBRE UN CANTANTE O BANDA QUE TE GUSTE Sin vacilación, con Evita y con Perón:
U2: RATTLE AND HUM (EEUU, 1988) PHIL JOANOU (sí, el de State of Grace)
Larry, Adam, The Edge y Bono (U2) practicando un Re mayor
La comprensión metódica y rigurosa de un hecho resulta harto más ardua que la de un concepto, axioma que prefigura el escaso número de científicos frente a la superabundancia de estúpidos. Podría argüirse, con cierto grado de objetividad, que la estupidez no es absoluta y que siquiera de manera esporádica y accidental, ha pavimentado el camino de las ciencias. Pero éste, es un sapo de otro pozo.
Tomé a mis pequeños hijos por sus almas y los llevé a ser músicos (ya éramos demasiados poetas para un solo apellido). Nos ubicamos estratégicamente en la sala, segunda fila, moi en el centro, el de 10 a mi derecha y el de 12 a mi izquierda, distribución propicia para inclinar la balanza en el lento sentido de la Historia. Sentarlos juntos habría significado una distracción permanente de los tres implicados.
Turn off the lights. And rock. And roll! Atronador griterío del público diegético. It's a song Charles Manson stole from the Beatles. Now we're stealing it back! (Esta es una canción que Charles Manson le robó a Los Beatles. Ahora se la vamos a devolver a ellos!) parla Bono e irrumpe el aroma acústico de las naranjas recién cortadas por The Edge. ¿Vendrás esta noche Si Séptima de Cuarta Suspendida?, susurra Do Mayor Sostenido con la voz de una turbina de Boeing 747. Volumen al taco, en el umbral del dolor. Los pequeños no acreditan lo que ven ni lo que escuchan. Mis tímpanos, ante la abrumadora superioridad numérica de los decibeles, me
notifican su intención de abandonar el oído medio y replegarse a los riñones. Volteo la cabeza hacia la derecha. El de 10 está como un gatito de yeso, inmóvil, blanco, con la cabeza erguida y los ojos desorbitados. En el flanco opuesto el de 12 me mira moviendo los labios como si hablara. Alcanzo a leer “fuerte papito” y le señalo la pantalla, que en código navajo significa vista al frente. Observo que varios espectadores se cubren los oídos con las manos. Me siento un bagdadí bajo bombardeo permanente. Brutal, apocalíptico, maravilloso. Una vez en la calle, veo cientos de automóviles que se desplazan velozmente. Pero cierro los ojos y es el silencio. La oscuridad y el silencio.
DÍA 17 / LA MEJOR ADAPTACIÓN LITERARIA LLEVADA AL CINE EL NOMBRE DE LA ROSA [Der Name der Rose] (Alemania occidental, 1986) JEAN-JACQUES ANNAUD
William of Baskerville (Sean Connery) se prueba unas lupas
Muchos de los actos de Ninon de Lenclos eran perspicuos. Algunos, insondables. Otros ejercían una ambigüedad graciosa entre esos extremos. Hubo una noche memorable en la que Leibniz y Newton se disputaban la paternidad del cálculo infinitesimal, llegando al límite de proponerse un duelo para zanjar la cuestión. Ella, que estaba a mi lado, aproximó sus labios a mi oído y, anticipando doscientos años un verso inolvidable, susurró: “Ma doleur, donne-moi la main, viens ici”. Acto seguido, se pu-
so de pie y caminó, increíblemente hermosa para una mujer que rebasaba los cincuenta años, hacia los dos jóvenes contendientes. Desaparecieron los tres y me vi obligado a animar la decaída reunión. Dos horas después, retornaban los físicos charlando como viejos amigos, precedidos por Ninon que sonreía enigmáticamente. De nuevo a mi lado, me tomó la mano, me dio un beso en la mejilla y me dijo: “El amor es una comedia en la cual los actos son muy cortos y los entreactos más largos: ¿cómo lle-
nar los intermedios sino mediante el ingenio?” Escribí el texto anterior inmediatamente antes de verla, mientras esperaba en el café del cine. Pero una vez vista, quise hacer una mejor adaptación literaria del párrafo anterior, en el mismo café, la misma mesa (adviértase el beneficioso influjo del cansancio y el deseo, conjugados): Si acaso no resulta mi nariz, un tanto embrutecida por abducciones inconvenientes —las orejas al margen—, intentadlo con mis otros apéndices estrictos. Los lados de la esfera seguirán
inaccesibles a la razón presocrática. Hablando de Crátilo, me concurre la base falsa del lenguaje, el nombre de las cosas, la realidad inmutable que postula. Yo soy poeta por la gracia de las noches, de las mujeres que no tuve, del maltrato común que me infligieron ambas entidades: ni tan hermosas, ni tan heraclitanas. La posibilidad es el alcance de una existencia lateral concomitante. Animal al fin, sangro dos veces en la misma secante. Dixi, ergo cogito.
DÍA 18 / LA MEJOR ADAPTACIÓN TEATRAL LLEVADA AL CINE MACBETH (Inglaterra, 1971) ROMAN POLANSKI
El castillo de Inverness en el ocaso
POESÍA MAGNÉTICA voy sacudiendo infiernos y recuerdo una mujer en cada fuego soy un animal difícil camino con la cabeza seduzco
tu perro más dulce en la oscuridad ¿quién eras cuando éramos uno?
DÍA 19 / UNA PELÍCULA QUE TE RECUERDA TU INFANCIA Cuando la vi era Infante de Marina, ¿es lo mismo? Sir, yes, sir!:
UN CHICO LLAMADO CHARLIE BROWN [A Boy Named Charlie Brown] (EEUU, 1969) BILL MELENDEZ
Charlie Brown y Snoopy viajan en autobús
Extraño y bobo mundo que nos posterga inútilmente. No imagina lo que somos. El miedo no es angustia. El amor no es sumisión. Te acepto como quieras, te acepto como cambies, te acepto de toda aceptación porque no te busco para comprenderte, ni para someterte, ni para hacerte, ni para tenerte, ni para cautivarte. Te busco para que me arranques de mí, para trascenderme en este arrancamiento: ser pura ipseidad
que se integre en un nos. Te acepto porque quiero que justifiques mi existencia. Mi calle es uno de mis posibles, proyección de mi ser intemporal en el tiempo, infinito de profundidad en mi realidad ausente. Soy existido por mi calle que es fondo y trasfondo de mi conciencia. Lo que nos ve nunca son ojos
sino sujetos. Mi calle y vos me ven como no
me verĂŠ jamĂĄs.
DÍA 20 / UNA PELÍCULA QUE TE RECUERDE TU ADOLESCENCIA La edad en que el intelecto gatea, torpe, en los tejados del alma. We want the world and we want it now!:
VERANO DEL 42 [Summer of '42] (EEUU, 1971) ROBERT MULLIGAN
Hermie (Gary Grimes) atrapado por las piernas de Dorothy (Jennifer O'Neill)
¿Viste que los días se empiezan a alargar? Mi paciencia no. Puesto a elegir, yo no habría nacido. La vida es para los espiritualmente irresponsables. Pero nací y quiero mi lugar bajo el sol. Borges habría exclamado “vaga memoria de una extensa cosmogonía”, con esa voz monódica de viejo fatigoso obsesionado con los espejos en los que ya no se podía ver. Fue el personaje único
de todos sus escritos y en sus años finales declara que está harto de ser Borges y quiere ser olvidado. Prefiero el jamón crudo con un buen tinto. Postre, entremeses y literatura barata. ¡Andá a lavarte el orto! Muy bien, Igorcito. Pregunta Silvio que dónde pone lo hallado. Depende. De pendejo en el corazón, después en el bolsillo.
Si te parece, vamos al rescate. ¿Una novela de Jorge Luis Borges? La no ve là-bas.
¿Un soneteo particular vademecuménico?
Miré los muros de la patria mía, si un tiempo fuertes ya desmoronados de la carrera de la edad cansados por quien caduca ya su valentía. Salíme al campo: vi que el sol bebía los arroyos del cielo desatados, y del monte quejosos los ganados que con sombras hurtó su luz al día. Entré en mi casa: vi que amancillada de anciana habitación era despojos, mi báculo más corvo y menos fuerte. Vencida de la edad sentí mi espada, y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. And so on and so forth til hormones came within range.
DÍA 21 / UNA PELÍCULA QUE ESCENIFIQUE LO QUE QUERRÍAS SER EN UN FUTURO LEJANO Sin pensar, me encantaría ser una:
PERSONA (Suecia, 1966) INGMAR BERGMAN
El chico (Jörgen Lindström) y Alma, la enfermera (Bibi Andersson)
PRÓLOGO Diario de un deshabitante es un enigma inclasificable que postula dos tensiones opuestas y exageradas. Por un lado, el dudoso rigor histórico de las situaciones narradas, que deviene desva-
río enriquecedor, constituye un febril bosquejo mental de la personalidad del autor, cuyos rasgos esenciales describiré más adelante. Por el otro, se advierte una precisa estructura matemática que no es elucidable, pero sí inteligible, como trataré de aproximar a continua-
ción. El valor cifrado del texto completo es, en efecto, el que me sugirió el propio Klinki: 10101959, que a su vez corresponde con la fecha de su natalicio, 10 de octubre de 1959. Si se multiplica el valor cifrado de los textos referidos al Gral. San Martín (el personaje histórico más aludido en este diario), vale decir, 360254 por 7 (cantidad de parágrafos que lo citan), el resultado es 2521778, día en que nació el Gral. San Martín, 25 de febrero de 1778. Las letras capitales excluidas son 6 (J, Q, U, W, X y Z) y el total de parágrafos, 153, número que agregado al valor cifrado de las letras excluidas (121 = 1 + 2 + 1 = 4) nos da 274 (obsérvese que 2 + 7 + 4 = 13 = 1 + 3 = 4). Cuatro son las letras de Igor y cuatro también la cantidad de íes que hay en su nombre completo, IGOR SERGEI KLINKI. Cinco de estos caracteres pueden interpretarse como números romanos, LIIII, 54 (5 + 4 = 9); memorícense los dígitos 5 y 4. El factorial de 6 es 720. Sumando sus dígitos se obtiene 9; igual resultado arroja repetir la operación con los dígitos de 153. Además, el valor cifrado de La tormentad, libro virtual del autor, es 7580181 (diferencia entre 10101959 y 2521778), y corresponde exactamente al valor cifrado del Evangelio según San Mateo. Los 5 primeros dígitos de 10101959, leídos en notación binaria, corresponden al número decimal 21, que es precisamente el resultado de sumar los 5 primeros dígitos de 7580181. Dos veces 21 es 42, cuya reducción nos devuelve el número de letras capitales excluidas. Sería imposible desarrollar aquí
las infinitas derivaciones y correspondencias aritméticas que acechan en cada texto de Klinki. Lo expuesto no cumple otro propósito que el de demostrar que, en la obra de este autor, nada es arbitrario. Su estilo, que calca rigurosamente su propio temperamento, dista de ser sereno: a menudo ingenuo, apaciguado, por momentos se vuelve oscuro, tormentoso y enigmático; un mar calmo que de pronto vomita un tsunami. Es oportuno, como escribí al comienzo y como forma de extender la comprensión de sus textos, referir aspectos de su personalidad. De Klinki aprendí, mediante la paciente observación de su conducta, que la ternura y la violencia no son cualidades antagónicas, sino económicas: conocía el modo de administrarlas con prudencia y eficacia para alcanzar perentorios objetivos, a los que se lanzaba con cuidadosa y medida estrategia, materia ésta a la que le asignaba una importancia capital. Sin embargo, nunca entendí del todo cómo un hombrecito torpe, jactancioso y desaliñado como él, podía seducir personas de tan variadas condiciones, sexos y edades: los niños lo amaban, los adolescentes lo tomaban por un igual, los adultos solicitaban su consejo y los ancianos más hoscos disfrutaban su compañía. Inexplicable si uno tiene en cuenta que la mayoría de las veces su comportamiento era procaz, arrebatado y molesto. Es posible que su rebeldía y sinceridad ilimitadas, cualidades ciertamente escasas, obraran el prodigio de su seducción. Yo mismo tengo que admitir el tremendo influjo que Igor Sergei ejerció sobre mi persona, al extremo de tener la absoluta certeza de que ni
uno solo de mis pensamientos le era ajeno. Agrego que al leerlo con el detenimiento que toda traducción responsable requiere, tropiezo con numerosas dificultades de traslación, en particular, los ritmos y el dinamismo vertiginoso de las construcciones: episodios insignificantes en su sustrato argumental, contrastan vívidamente con su preciosa arquitectura verbal, plena de resonancias poéticas. También ocurre lo contrario: aquellos que estructuran con delicada ingeniería la situación, están escritos al desgaire, en un lenguaje vulgar (en el sentido peyorativo del término). El personaje del título, que retoma el de una extensa novela de mil ochocientas páginas que Klinki facturó durante 30 años, acaso constituya la característica más acendrada de su personalidad, característica que por sí sola podría justificar mis conjeturas y su misteriosa seducción: Igor Sergei era un deshabitante, vale decir, un animal que poseía el poder de absorber y transformar en su provecho la energía del entorno, un profanador de contenidos que obedecía un inaccesible y secreto principio de vaciamiento cósmico. Presencié esta operación en incontables oportunidades; no me parece que él tuviera plena conciencia de su capacidad, aunque resultaba obvio que tampoco la desconocía. Refiero, a modo de ejemplo, una circunstancia que no tolera otra lectura como no sea la demostración de su extraño e inexplicable don. Ocurrió pocos días después de conocerlo, en una olvidable muestra de pintura en su consideración estética, aunque inolvidable por la razón que voy a relatar. Klinki se distraía con tres muchachas en un rin-
cón apartado de la sala. Al verme, me llamó. No hubo necesidad de presentaciones; en ese entonces yo era artista plástico y es sabido que la fauna de las exhibiciones figura una categoría constante. Como de costumbre, él hablaba y las muchachas reían. No quiero menoscabar su reconocido mérito humorístico, pero el vino barato de la presentación negociaba fácilmente la hilaridad. De pronto una de las chicas cayó de espaldas al suelo. Los ruidos del salón se convirtieron en murmullos apagados de gente que nos miraba. Vuelta en sí, la chica se disculpó diciendo, muy angustiada, que había sido embestida por una sombra. Una vez retornada la normalidad, Klinki se aproximó a ella y le dijo algo al oído. La chica miró a su alrededor y comenzó a reír a carcajadas. Nunca había visto reír a alguien de esa manera. Intrigado, esperé que se apaciguara y le pregunté qué cosa le había causado tanta gracia. Todavía sollozando, acercó sus labios a mi oreja y me susurró: “Ya no quedan sombras”. Era verdad, Igor había deshabitado las sombras de la sala. Pero a mí no me hizo gracia. Me invadió un horrendo sentimiento de tristeza, cuando Klinki me miró y me embistieron las muchas sombras abigarradas en sus ojos tristes y tuve que hacer un tremendo esfuerzo para permanecer de pie porque sentí por un instante la exacta angustia (lo sé) de la chica al caer. Bien entrada la noche, terminada la inauguración, salimos a la calle. Las sombras habían regresado y no tardamos en restarle importancia a lo sucedido. Klinki postulaba un mito pero entregaba la realidad. Diario de un deshabitante no es
menos asombroso que la anécdota que acabo de narrar. A veces es tributario de la tortuosa inteligencia de Joyce, de la fantasía macabra de De Quincey o de la rebuscada ingenuidad de Cortázar; otras veces de la metódica insignificancia de Chesterton, de las llanuras explosivas de Salgari o de los aciertos metafísicos de Marechal; y hasta a veces de la reveladora torpeza de un comentarista deportivo o del sarcástico egocentrismo de un conductor televisivo. Nada define mejor al propio Klinki —el hombre y su literatura— como esta profusión de estilos que declara su estilo inconfundible: todos y ninguno. Voy a caer en un lugar común de los prólogos: citaré a Borges (personaje al que Klinki despreciaba por considerar que “no llegó a escritor, se quedó en amanuense abnegado”, pero a quien no obstante, admiraba). Si mal no recuerdo, en Historia de la eternidad, inmortalizó estas líneas: “Un estudio preciso y fervoroso de los otros géneros literarios, me dejó creer que la vituperación y la burla valdrían necesariamente algo más”. Creo que Diario de un deshabitante, así como cualquier texto de Klinki, debería leerse bajo la luz de esta afirmación. En cuanto a la traducción del original en inglés, he tratado de reproducir fielmente la atmósfera neblinosa y fan-
tástica que envolvía los manuscritos (Klinki no mecanografiaba). Numerosas frases en ucraniano, que pensé en omitir ante la imposibilidad de traducirlas, me fueron reveladas por Soledad Aparicio de Stysto, a quien le hago llegar mi profundo agradecimiento; en el apéndice, transcribo una carta que mi ocasional colaboradora le enviara al poeta, luego de haber accedido sus textos publicados en la red. Hasta donde me fue posible, respeté los muchos sentidos que el Diario de un deshabitante prodiga, incluyendo su acertijo esencial. Igor Sergei Klinki se esfumó en 1999, poco antes del cambio de milenio. Hay quien dice —a raíz de un confuso episodio que conjugaba un cadáver, botellas de vodka, invocaciones satánicas y una de estas playas— que se suicidó. De ser así, debo un luto postergado y la noción de que si él murió, me habrá deshabitado definitivamente. Lo cierto es que dicho cadáver nunca fue reconocido. Sólo sé que compartimos una muy larga, entrañable y provechosa amistad, entre otras cosas. Rafael San Martín, Mar del Plata, septiembre de 2005
Diario de un deshabitante, Igor Sergei Klinki
DÍA 22 / LA PEOR PELÍCULA QUE HAYAS VISTO Interpreto la consigna como la película que me causó mayor incomodidad:
PURPLE RAIN (EEUU, 1984) ALBERT MAGNOLI
The Kid (Prince) en su moto nueva
No tengo nada contra Prince. Por el contrario reconozco que compone bien, es un excelente guitarrista y hasta me gusta mucho la canción que da título a la película. Pero una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Una tarde helada de fines de julio, esperaba que la jodida máquina de café terminara de hacerlo de una puta
vez. La naturaleza me obsequiaba, obstinada y generosa, un efímero Turner enmarcado en el ventanal de la cocina. Mi niño menor entró a preparar un licuado de banana y encendió el televisor. Fue un gesto automático, nacido de la angustia que le provocan las pantallas grises. Entre teles y computadoras hay ya demasiadas pantallas repartidas a lo
largo y ancho de la casa, por supuesto, encendidas a toda hora del día. Cuando mi hijo se marchó con su licuado, me senté a la mesa para disfrutar el café y escribir alguna cosa. Me disponía a apagar el televisor en el preciso momento en que empezaba la película. Siendo adicto no pude evitar verla. Salvo la música, al inodoro del séptimo arte. Actores y director incluidos. Guionista no. Hay que fusilarlo por traición al arte. Alguna cosa que escribí: Transcurridos treinta años, impulsado por el bonito recuerdo de un baile interminable en una caverna, releí La hierba roja. Alterné su lectura con La caza de hackers y El capitán salió a comer y los marineros se tomaron el barco, libros que no había leído nunca. Es curioso que una selección absolutamente casual, motivada por mi incapacidad para concentrarme en una sola cuestión, me hiciera caer de cabeza en un territorio común. Sterling y Bukowski me dieron la impresión de no estar transmitiendo, por mucho que se lo proponen, asuntos reales, desgranados a través de un periodismo autoimplacable en el primero y de un quejumbroso —aunque honesto y humorístico— testimonio senil en el segundo. Vian, que por el contrario parte de una irrealidad absurda, a mi juicio es el único que logra establecer una realidad inobjetable y verdadera. Los tres libros, de una u otra manera, convergen en el tratamiento circunstancial de la tormentosa relación entre humanos y máquinas. El ciberespacio imaginario resulta bastante menos horripilante que el ciberespacio interior que hierve en la
memoria de cada uno de los escritores. Bukowski, en varios pasajes de su narración autobiográfica, exalta las bondades de la computadora sobre las limitaciones de la máquina de escribir, mientras que Sterling se detiene en aquélla como mera prótesis del hacker para granjearle el acceso al universo virtual en un desesperado intento por controlar el real, tan lejos de Dios y tan cerca de las corporaciones. En Vian, la “computadora” que Wolf construye con el propósito de borrar sus recuerdos, terminará por aniquilarlo. En síntesis, Bukowski sólo viene a decir: “me gusta ir al hipódromo, qué jodido es estar viejo, qué suerte tener una computadora”. Sterling, vacilante, bosteza y me hace bostezar, para concluir que ignora si ser hacker es bueno o malo, y que las máquinas harán temblar la tierra, dicho esto luego de un largo y minucioso paseo por el sistema legal norteamericano en la persecución y castigo de la supuesta criminalidad de adolescentes inquietos. Vian, en cambio, que ha disfrutado y reído copiosamente con el fruto de su imaginación desnuda, termina proponiendo algo así como “cuidado cuando intentes eliminar tu pasado porque tu pasado tiene el poder de eliminarte a vos”. Y yo digo que La caza de hackers y El capitán salió a comer y los marineros se tomaron el barco me parecieron libros que ya había leído infinidad de veces y, sin embargo, La hierba roja, leído hace treinta años, me resultó toda una novedad. ¡Tuff, Tuff y Tzinn y Tzinn y Ticoticotó!
DÍA 23 / UNA PELÍCULA MALÍSIMA QUE TE GUSTE EN SECRETO LA MÁSCARA DEL ZORRO [The Mask of Zorro] (EEUU, 1998) MARTIN CAMPBELL
El Zorro (Antonio Banderas) ensaya un paso de ballet
A pesar de haber aceptado el ordenamiento de caballero del Imperio Británico, simpatizo con Anthony Hopkins, pero Antonio Banderas y la ZetaJones me instilan la misma emoción que tejer crochet. Al extremo de que si Catherine cayera rendida a mis pies (afortunadamente para ella el caso presenta pocas probabilidades de ocurrir), le patearía la cabeza.
Quizás mi desagrado se origina en que El Zorro y El llanero solitario (sí, ambos enmascarados) fueron mis héroes de infancia, el único motivo por el que puedo decir que esta película me gusta muy a mi pesar. El Zorro no es Don Diego de la Vega, es Guy Williams. Y punto. Obviamente la fascinación provocada por la máscara está en función de
lo oculto, aquello que no nos muestra. Así las personas (palabra latina que designaba las máscaras usadas por los actores) nos enmascaramos, esto es, proyectamos aspectos aprehensibles de nuestro ser inaprehensible. Las posibilidades de esta serie de imágenes que proponemos son tan fuertes que hasta nosotros mismos resultamos engañados, enunciado que necesariamente involucra al amor. Procuraré resumir con elegancia mi, casi siempre, inútil palabrería. No poseo la promiscua virtud de la malinterpretación, por lo tanto entiendo el amor como etapa superlativa del afecto, goce compartido, ternura y suavidad que expanden los mutuos sentidos para la consumación de experiencias inalcanzables en la solitaria singularidad. Es el orden corporativo el que malinterpreta su esencia desde el momento en que trastrueca este sublime regocijo en ruindad posesiva, en tiranía conductual y, con demasiada frecuencia, en distancia intransitable. No se trata de la satisfacción de un apetito individual mezquino y egoísta, sino de la disolución de fronteras, propias y ajenas, para ensanchar y trascender los respectivos
yoes. Quiero decir que el amor es una gracia que en la mala praxis se desgracia y desgracia, una herramienta que por ignorancia de su utilidad se convierte en arma de desintegración mutua. La buena práctica es simple pero no es fácil. Como el resto de las artes, el amor requiere un preciso balance entre el dominio del oficio y la dosificación del talento. Particularmente me costó mucho aprender a amar y a dejarme amar. No supe distinguir entre aquellos que me amaban bien de aquellos que me amaban mal y terminé por poner a todos en la bolsa común del desprecio, actitud que dañó hasta el agotamiento el amor de los que me amaban bien y desencadenó el odio de los que me amaban mal. Paradójicamente, mis años de soledad contribuyeron al esclarecimiento de mi aparato afectivo. Amor y verdad son entidades tan abstractas como disímiles. A menudo caemos en el error de equipararlas, sin darnos cuenta de que la primera responde a nuestra naturaleza y la segunda a nuestra cultura. El amor puede mentir pero nunca engaña. La verdad, en cambio, no miente pero casi siempre engaña.
DÍA 24 / UNA PELÍCULA SOBRE TU DEPORTE FAVORITO Mi deporte favorito es la Poesía. Me hago responsable de lo que digo, no de lo que usteden interpreten:
EL ESPÍRITU DE LA COLMENA (España, 1973) VÍCTOR ERICE
Ana (Ana Torrent) fascinada con el monstruo del Barón Victor von Frankenstein
Más que un film sobre Poesía, es un film que se hace Poesía con el objeto de trazar algunas líneas sobre la forma en que somos arrancados progresivamente de la Poesía desde nuestra infancia más remota, mediante la inoculación de ese horrible virus de la mentira que dimos en llamar Cultura. Por medio de una imbricada red de metonimias y alusiones, Érice narra de manera magistral --apoyado en la deslumbrante fotografía de Luis Cuadrado-- la paulatina pérdida de las ilusiones infantiles, a pesar de los ingentes esfuerzos de la protagonista central (pe-
queña gran Ana Torrent) por ignorar la terrible realidad y refugiarse en ellas. Una peli para ver todos los días, hasta hacernos niños otra vez. O poetas, que viene a ser lo mismo. Salíme a la calle furioso, contrariado por el depósito de tanta belleza en mis torpes neuronas y me abalancé sobre el banco de la plaza para escribir. El desconsuelo se me cayó al piso y el odio brilló en sus pedazos. Vi mi rostro aborrecible en cada uno de ellos, torpemente extendidos sobre una noche miserable que desconocerán las generaciones futuras. Una acción demorada en
esa noche interminable alumbra el mejor testimonio de mi cobardía, demorada también en las noches sucesivas, que me alcanzan. Matar un hombre no solicita más valor que el necesario para salir a la calle cada día. Matar muchos, aún requiere menos. Maté más hombres de los que puedo recordar; ninguna de esas muertes enuncia mi coraje. Temo no ser comprendido con la sola relación de pormayores, de manera que agregaré algunos detalles retrospectivos. Hubo unos pasos que oí perderse en una íntima y callada oscuridad, que resonaron en un pasillo, lentos y ceremoniosos. Antes, hubo una puerta cerrada que permaneció abierta, y se abrió con un quejido. Hubo un cigarrillo que apagué so-
bre el pavimento. Hubo mi borrosa mano que lo lanzaba. Hubo una polilla que se posó en mi nariz, dónde no llegaban mis lágrimas. Hubo un trueno, un relámpago, y una luminosa bofetada anticipatoria. Hubo un empujón, un abrazo forzado, un aroma de piel fresca y femenina, que no pude oler. Hubo unas palabras que no entendí pero que pronuncié. Hubo un grito y unos labios que se juntaban. Hubo unos ojos que se cerraron, mirando desde una lejanía inmensurable, hubo un asombro, hubo un cansancio milenario. Hubo un encuentro casual, premeditado, mucha gente, un tren que llegaba, una estación vacía, un cielo cargado y yo, que no estaba.
DÍA 25 / LA PELÍCULA MÁS EXIGENTE QUE HAYAS VISTO Con la rapidez con la que me inyecto insulina:
MEMENTO (EEUU, 2000) CHRISTOPHER NOLAN
Leonard (Guy Pearce) no se acuerda
Una película que exige atención y memoria en grado superlativo. Cierta tarde en la que el sonido de la lluvia discurría con las voces junto a la ronda del mate en una carpintería cercana al matadero municipal, un dudoso ebanista que ensayaba con notable eficacia las artes de la curandería, me reveló —de forma incompleta como se verá— las tres categorías de la memo-
ria. No escapaba a su atento análisis, que distinguía el corto del largo plazo así como la información de la interferencia —aunque con otras palabras—, la constitución propicia de las tres capas del cerebro humano para albergar los diversos recuerdos en función de su persistencia. La capa más profunda, de acuerdo a su severa convicción, acumulaba información importante a largo
plazo mediante la producción de códigos transtemporales potenciados por la emoción. Definía así, de un modo rudimentario no exento de rigor científico, sin embargo, la primera categoría del depósito de información concerniente a los acontecimientos pasados: la memoria profunda. Establecía, entre concepto y concepto, unas prolongadas pausas que ocupaba en arrancarle grotescos ronquidos al mate, tal vez con el propósito de permitirme un espacio de reflexión oportuno para fijar de manera conveniente el conocimiento. Obedeciendo un arcano pedagógico, sin duda, omitió toda referencia a la segunda categoría para detenerse minuciosamente en la consideración de la tercera, fundamentada en la base del corto plazo ya que, siempre según su pródigo saber y entender, se incorpora más información de la que se puede acumular fisiológicamente en el cerebro. La memoria volátil, depositada en la capa superficial de nuestro órgano central, es la encarga-
da de protegernos de tal saturación. Mientras el dudoso ebanista acometía la exposición preclara de esta tercera categoría, fue requerida su presencia para concluir el lustrado de un hermoso secretaire cuyos propietarios, ajenos por completo a las divagaciones eruditas del artesano, pasarían a retirar durante el transcurso de la mañana siguiente. Esta inoportuna interrupción, sumada a una ingesta excesiva de alcohol por parte de mi improvisado maestro en el curso de los meses posteriores, echaron por tierra mis ansias de desentrañar sesudamente los misterios del recuerdo. Nunca llegué a explicarme cuál era el propósito de la segunda capa y qué secretos rondaban la correspondiente categoría. No me satisfizo la reducción intelectiva a los recuerdos flotantes, interpolación lógica entre lo profundo y lo volátil, que mi imaginación desconcertada trató de entrever para cerrar el ciclo de la comprensión definitiva. Así fue como, poco a poco, me ganó el olvido.
DÍA 26. UNA PELÍCULA DONDE ACTÚE TU AMOR PLATÓNICO Desplazándome veloz como en un “helter skelter” caigo de lleno en:
LA PRINCESA QUE QUERÍA VIVIR [Roman Holiday] (EEUU, 1953) WILLIAM WYLER
La princesa Ana (Audrey Hepburn) y Joe Bradley (Gregory Peck) a punto de caramelo
Audrey interrumpió su canto de pájaro herido y deslizó su delgadez desnuda por la pared de la bañera. El agua cubrió su largo cuello hasta rozarle la barbilla. Sus enormes ojos se clavaron en los míos con el eco de ciudades
muertas bajo el sol. Ya no supe qué hacer y bajé la mirada. “¿Por qué no lo intentaste?”, preguntó golpeando una y otra vez la superficie del agua con la palma de su mano. El sonido, como el gesto, era infantil. Me eché a reír y el
nerviosismo me dio ganas de fumar. Por su rostro aleteó un pensamiento fugaz y pude ver cómo se oscurecía el castaño de sus ojos. “Hacé de cuenta que no dije nada”, exclamé de pronto, aterrado por la vergüenza y la decepción. Ella movió la cabeza bruscamente y se incorporó a medias. Sus pezones temblaron un momento al entrar en contacto con el aire. Murmuró unas palabras con la inquietud expandiendo y contrayendo ansiosamente sus narinas. No eran palabras, eran una forma distinta de silencio que jamás había percibido. El ruidoso silencio de un animal acorralado por un
predador. Salí del baño sintiendo un profundo desprecio por la inhumanidad de la escena —tan conocida, tan habitual—, declarándome inocente y culpable al mismo tiempo. Como en las películas, todo era actuación. Como en los sueños, nada era verdadero salvo la frustración del despertar. “Esta es la clase de finales que inauguran el sufrimiento futuro”, pensé mientras me ponía los pantalones. A través del pasillo llegaba el rítmico repicar de una gota cargada de soledad. Mi vida sin Audrey Hepburn, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 27 / UNA PELÍCULA CUYO PROTAGONISTA ES TU ÁLTER EGO Todavía no se estrenó, pero el protagonista es el héroe de mi infancia y sé que no me va a defraudar:
EL LLANERO SOLITARIO [The Lone Ranger] (EEUU, 2013) GORE VERBINSKI
El Llanero Solitario (Armie Hammer) y Toro (Johnny Depp) se tapan los oídos
Mi álter ego real opina que: ES MUCHO MÁS SENCILLO Hundida en un silencio sin fondo La noche polvorienta Me señala el mar Detrás del torreón Alta y roja la luna
Sueña un poeta que la piense De todas estas sombras Que vagan por las calles Dos o tres te pertenecen Y alguna otra es mi imaginación desesperada Pude haberte amado En estas calles sin luz Bajo el aire terrible de la noche más corta En el secreto suave de tu geografía oscura Pude haber bebido la lluvia en tu piel Atrasado los relojes en Berlín Matado cien judíos en Hebrón O musicalizado el Evangelio Pude haberte amado como nadie Hasta que sangraran tus tobillos Hasta que naufragara el amanecer En mis manos arrogantes Pude haberlo hecho Pero prefiero beber esta cerveza Bajo la luz de la luna Con la mirada perdida del idiota En los ojos azules de la noche De La tormentad, Igor Sergei Klinki, 1999
DÍA 28 / EL MEJOR DOCUMENTAL QUE HAYAS VISTO Por muchas razones, entre las que no está ausente la belleza de su autora:
EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD [Triumph des Willens] (Alemania, 1935) LENI RIEFENSTAHL
Sin palabras
Pongámoslo en claro desde el principio: es propaganda nazi. Pero ¡qué propaganda! La mayoría de las producciones
de Hollywood fueron, y siguen siendo, propaganda norteamericana. Casi nadie se preocupa en cuestionar o siquiera advertir este hecho. La única diferencia
entre nazis y norteamericanos es que los últimos obtuvieron la victoria en la Segunda Guerra Mundial ―aunque en mayor parte esta se debió a la Unión Soviética. Por lo demás, nazis y yanquis son igualmente genocidas. Con una diferencia: en la posguerra, Alemania produjo una respetable cantidad de films autocríticos sobre su responsabilidad en los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen nacionalsocialista y la URSS hizo lo propio al morir Stalin. ¿Alguien ha visto alguna vez una sola película de la Metro o de la Paramount sobre los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki? Dificulto que al chancho le crezcan plumas. Los únicos testimonios fílmicos que existen son de circulación restringida, producidos por el Departamento de defensa y el Pentágono (¡durante los premeditados, innecesarios bombardeos atómicos!) con el propósito de mejorar sus armas de destrucción masiva, que no el de asumir responsabilidad alguna en la masacre. ¿Para qué? Si ellos son los guardianes de la libertad, el pueblo elegido por Dios para que el resto de los mortales podamos distinguir entre el Bien y el Mal. Descalificar El triunfo de la voluntad simplemente por su ideología, sin tan sólo haberla visionado, es perderse una imponente, cautivadora y maravillosa lección de cine concebida por una muchacha berlinesa de apenas 30 años. Martin Heidegger, el filósofo más importante e influyente del siglo XX, fue ideólogo del Partido Nacionalsocialista en sus comienzos. A la simpatía ideológica agregaba su responsabilidad
intelectual. Al término de la guerra, recibió como único castigo, su destitución del cargo de rector de la Universidad de Friburgo. Leni no corrió la misma suerte. Leni fue perseguida allí dónde posara las plantas de sus pies. Leni fue enjuiciada. Leni fue arruinada ecónomicamente. Leni fue encerrada en un loquero para “desnazificarla”. Leni fue ignorada como artista por el resto de sus días. A Leni jamás se le pudo comprobar otra cosa como no fuera su ingenua simpatía por el régimen, condición que compartía con el 85% del pueblo alemán. Leni pagó con su desgracia el ser una mujer inteligente en una era filicida, machista y misógina como ninguna. Leni fue un gato ciego en un canil. Leni fue Leni. Leni fue una MUJER ―así, en mayúsculas―, que un día cometió el pecado imperdonable de tomar una cámara y enseñarle a hablar. Klinki opina: Súbitamente, el Führer fue nombrado canciller del Reich en enero de 1933. Es posible que en ese entonces sus intenciones fueran honestas, o eso me daba a entender Eva Braun cuando repetía citando a su amado: “Kraft durch Freude” (1) Al terminar sus largos, teatrales y hábiles discursos, Hitler me invitaba a tomar cerveza. Una noche, en Brisgovia, Martin Heidegger (que súbitamente había sido nombrado rector de la Universidad de Friburgo), compartió la mesa con nosotros. Enterado de que yo súbitamente había sido nombrado poeta, me solicitó algún texto. Como no tenía ninguno, propuse dedicarle uno allí mismo. Así lo hice, pero no le causó gracia:
GO NOT GENTLE WITH DEATH IN YOUR MIND (2) Hola la nena piensa la rosa roja (3) Hola la nena descubre la rosa roja Hola la nena observa la rosa roja Hola la nena analiza la rosa roja Hola la nena significa la rosa roja Hola la nena interroga la rosa roja Hola la nena noumeniza la rosa roja Hola la nena estruja la rosa roja Hola la nena nazifica la rosa roja Hola la nena historiciza la rosa roja Hola la nena inautentifica la rosa roja Hola la nena temporaliza la rosa roja Hola la nena ontologiza la rosa roja Hola la nena estatiza la rosa roja Hola la nena independiza la rosa roja Hola la nena repiensa la rosa roja Hola la nena salta la rosa roja Hola la nena angustia la rosa roja Hola la nena nihiliza la rosa roja Hola la nena reifica la rosa roja Hola la nena paraliza la rosa roja Hola la nena juega la rosa roja Hola la nena resemantiza la rosa roja Hola la nena retira la rosa roja Hola la nena arroja la rosa roja La sombra la nombra.
Distinta fue la reacción del Führer: logré hacerlo reír tanto que se orinó encima. Fue una pena que poco después revirtiera la consigna que me repetía Eva. Diario de un deshabitante, Igor Sergei Klinki, 2005
NOTAS (1) Literalmente “La fuerza mediante la alegría”. (2) El título del poema es un juego de palabras con Do not go gentle into that good night, de Dylan Thomas. Una traducción aproximada es “No camines amigablemente con la muerte en
tu cabeza”. (3) Hi the girl thinks the red rose, en el original. “Hi the girl” se pronuncia de una manera muy cercana al alemán Heidegger. El verso completo, y los subsiguientes, en los que sólo cambia la acción, significa “Hola la nena piensa la rosa roja” (quizás también el rojo creció, aludiendo a la posterior expansión del comunismo, habida cuenta de que Heidegger fue uno de los ideólogos del Movimiento Nacionalsocialista). Años después, Klinki añadió este
comentario al poema: ...cada acción que emprende Heidegger parece ser contrarrestada por la única y monótona reacción de la flor examinada; y ese arrojar permanente de la rosa (la rosa roja = la rosa arroja) rechaza la historia de la filosofía con un énfasis superior al del propio Heidegger. La rosa no es-para-la-muerte y el arrojar(la) del filósofo se convierte así en una exaltación de su cualidad lumínica (enrojecerla más) en el momento mismo en que la abandona...
DÍA 29 / LA PELÍCULA MÁS ANTIGUA QUE HAYAS VISTO Facilísimo. Y ustedes también la pueden ver. Cortesía de Cineclú Peroncho:
LA ESCENA DEL JARDÍN DE ROUNDHAY [Roundhay Garden Scene] (Inglaterra, 1888) LOUIS LE PRINCE
El hijo del realizador con la amiga y suegros
Filmada en 1988, de apenas dos segundos de duración, es el documento fílmico más antiguo. Se anticipa tres años a Thomas Edison y siete años a los hermanos Lumière. Esta es la película más antigua
que se conserva: se rodó el 14 de octubre de 1888 en Inglaterra, en el jardín de Grange de Oakwood, Roundhay, Leeds (West Yorkshire). El realizador fue el francés Louis Aimé Augustin Le Prince. Las personas que aparecen en
este filme son: su hijo Adolphe Le Prince, sus suegros Sarah y Joseph Whitley,
y Harriet Hartley, una amiga de la familia.
DÍA 30 / LA PELÍCULA QUE MEJOR MUESTRE TU GÉNERO PREFERIDO Resuelto como la flecha que ha encontrado su blanco:
SABRINA (EEUU, 1954) BILLY WILDER
Thomas Fairchild (John Williams) y su hija Sabrina (Audrey Hepburn) en patas
Considerada basura por los timoratos que piensan que son duros porque ven películas de terror y de artes marciales. Come together, assholes! I'm
going to bang your heads with an old silly tale of love. Audrey, mi amor, cantámela al oí-
do. EMAIL DE TONITO A ANITA Hola Anita, mi viaje es inminente, tal como anticipás en tu notificación demorada, con todo habrá espacio para resolver los interrogantes planteados antes de mi partida. Está bien que los chicos se queden pensando en mi propuesta, no obstante habrá que ver si abandonan en algún momento el pensamiento de pensar y lo traducen al pensamiento de accionar. Uno tiene que reducir a la forma recíproca más sencilla los pensamientos propios sobre los pensamientos de otro. Así, pienso que él piensa que soy un inútil, mientras que yo sé que él sabe que yo sé que lo soy. Que contesten o no, pero que contesten. Sobre las dos cosas que preguntan específicamente los chicos, se me ocurre que recibir correspondencia a su nombre, si lo tienen, es un derecho inalienable de cada individuo. Por ejemplo, Boris puede obtener un bill para su trabajo, pero de ninguna manera un trabajo para su bill. Atentaría contra su espíritu científico. El temperamento de Ivana, en cambio, es más dado a lo artístico, siempre está cogitando en imágenes, y la última vez que la vi me dijo algo que todavía no pude digerir: “La imagen es una creación pura del alma y surge del contacto entre dos realidades distintas y distantes que no se oponen. Cuanto más distintas y distantes estas realidades, más pura será la imagen.” Para mí, es como establecer una comparación glífica entre símbolos fó-
nicos de lenguas próximas en lo estructural y lejanas en lo geográfico. Creo que habría que internar a Ivana en un colegio religioso por un par de meses. Para que manicomice a todos, crucifijos incluídos. Las cuentas no las voy a pasar, hay otros que ya se dedican a esos menesteres y lo harán de buena gana. A mí me basta con un poco de cariño de vez en cuando. El recuerdo infantil que tengo de vos todavía no registra ninguna muestra. ¿Cómo puedo ser malo con semejante afecticidio a cuestas? Confieso que en muchas oportunidades quise robarte un polvo, pero me negué a hacerlo, no por principios éticos o morales que no tienen cabida en un individuo con mi escepticismo, sino porque dando rienda suelta a ese impulso, disolví un sinnúmero de relaciones que habrían alcanzado un plano trascendente si yo hubiera sido capaz de sostener en el tiempo mi deseo sexual. Como en las imágenes de Ivana, como el arco en las cuerdas del violín, como en el arte mismo, es el grado de tensión lo que posibilita la maravilla. Por otro lado, mi maldad conoce que antes o después, ninguna tensión escapa a las leyes de la entropía general. El fin de semana es apropiado para el encuentro, casi óptimo si además es actual. El problema no es mío, así que resuélvanlo como mejor les parezca. Advertiles que pueden considerar la posibilidad de no regresar y en ese caso se ahorrarían los traslados. El tema del baño ya es menos complicado, por lo que deberían llegar a un rápido acuerdo. Uno se puede bañar mientras el otro se masturba. Lo complicado puede ser que
los dos tengan ganas de cagar simultáneamente, pero pueden solucionarlo tirando una moneda o compartiendo el inodoro. Y no te disculpes, que aunque las cosas sean así, te involucraste en algo que no entendés del todo y sería tonto estar poniendo la cabeza en un ventilador ajeno. Podría provocarte una sugestión hipnótica, como despertar en la habitación de alguien que no conocés y darte cuenta de que tampoco sos vos. En cuanto a tu preocupación específica, cuando recibas la visa y debas buscar un lugar para vivir, creo que cualquier otro lugar sería mejor que mi casa, en especial si no estoy yo, que es una bonita manera de no hacerme cargo de lo que propuse. El beso que me mandaste es muy
grande, y ahora no puedo entrar al altillo porque obstruye el rellano de la escalera; se quedó encajado entre la balaustrada y la pared, y no lo puedo mover. Así que a los otros besos ni los dejé entrar, pero acamparon en la puerta de entrada, obstruyéndola también. Mañana no me hables, venite directamente que sería bueno ver si a vos te hacen caso. Necesito sacar las valijas con urgencia. Un beso chico, de bolsillo, que no te cree inconvenientes. Hablame hoy mismo, que tengo que solucionar otras cuestiones, además de esta que es la más importante por ahora. Tonito
DÍA 31 / UNA PELÍCULA QUE TE ARREPIENTES DE HABER IDO A VER EN CINE Me arrepentí tanto, pero tanto, que tengo ganas de volver a Francia sólo para incendiar el cine:
EL PACIENTE INGLÉS [The English Patient] (Inglaterra, 1996) ANTHONY MINGHELLA
El conde Laszlo de Almásy (Ralph Fiennes) le narra otra desgracia a Hana (Juliette Binoche)
Transcurridos aproximadamente cuarenta minutos de proyección, me duermo plácidamente por espacio de dos horas. Despierto a tiempo para ver la escena final y los créditos de cierre. París no vale una misa. En reali-
dad, tampoco vale una puteada. Es una ciudad cargada de constelaciones imaginarias, alimentadas a lo largo de los siglos por las egóticas personalidades de sus habitantes. La Bastilla me ocasionó un desorden cerebral y tuve que
echarme a dormir tres días seguidos en Versalles, sobre un jardín geométrico, junto a un desocupado que intentaba por todos los medios de beneficiarse a Audrey. Quise encontrar una calle que se llamara Jean-Paul Sartre y detenerme a llorar por lo que fui. No la descubrí. Paseando por Vincennes, respirando el aire burgués exudado hasta por los miserables, se me acercó una gitana que parecía salida de una película de Fritz Lang. Hablaba un dialecto que no tuve la paciencia de decodificar. Agitaba las manos exorcizando el aire y me ofrecía unos bollos grasientos que llevaba en una cesta inmunda que le colgaba de la cintura. Le señalé lo que me pareció la aguja de la torre Eiffel al fondo, y le grité en argentino que si no me dejaba de romper las pelotas la iba a colgar de la argolla allí mismo. Creo que entendió algo y se alejó. Audrey me dijo que yo había estado muy mal y que esa no era forma de tratar a la gente. Le señalé lo que me parecía la aguja de la torre Eiffel a Audrey también, lo que motivó que no me hablara por el resto del día. Por la noche fuimos a Monmartre. Comimos en un cafecito que está enfrente de la basílica del Sagrado Corazón, toda blanquita y pulcra como las malas intenciones. Pensé en Van Gogh, pervadido por esa atmósfera ululante de los designios oscuros de la cristiandad, ahogado en el vómito pringoso de la Fe, tomando ajenjo bajo esa misma farola que mi compañerita abrazaba mirando la luna. Pensé que era la misma luna que miraba Vincent y no pude evitar que una garra suave tocara mi sagrado corazón, tan importante para mí, aun en
minúsculas. Pedí ajenjo pero no había. El garçon trataba de explicarme dónde conseguirlo. Hasta dibujó un planito sobre una servilleta con esa solicitud apócrifa de los meseros que reciben una buena propina. Audrey, reprobando mi indiferencia, se acercó y le agradeció en buen francés. Me hizo sentir miserable. Guardé la servilleta en el bolsillo y fuimos caminando hacia el hotel. La luna sobre el Sena es un espectáculo atroz. Has visto tantas veces la misma imagen en tantas películas, que piensas que estás muerto y te las pasan una vez más. ¡Demonios! Extrañaba mi puta ciudad como si no fuera a regresar nunca. Extrañaba la rebeldía de mi océano, la noche quieta y susurrante en medio de la bruma prometeica. Noches verdaderas volcando en mí su infinita compañía. En el hotel no se podía hacer bochinche, así que nos sentamos en la cama y jugamos a las cartas hasta bien entrada la madrugada. Audrey me hacía trampa todo el tiempo. Me dolía que se quedara allí, volverme solo con el terror de volar al hombro. Le pregunté si estaba segura de lo que iba a hacer. Se rió y me tiró las cartas en la cara. Qué dientes tan blancos muestra la confianza en uno mismo. A la mañana siguiente fuimos a la Sorbonne. Es como una cárcel pero más bonita, si es que existen cárceles bonitas. Audrey quería entrar y me costó bastante disuadirla. Las universidades me molestan mucho más que las personas. Desayunamos en una cafetería de nombre impronunciable en la Plaza de la Concordia, bastante cheta y demasiado cara, con unas facturas incomprensibles y abominables que me subie-
ron la glucemia y el mal humor hasta las nubes. Francia, más que un país, es una ignominia. En el boulevard de je ne sais pas, resbalé y caí de culo. Insulté a todos los que trataron de ayudarme, soportando estoicamente las carcajadas de Audrey y el dolor de mis huesos desprovistos de amortiguación. Como yo seguía sentado en el pastito, echando espuma por la boca, un policía se acercó y sugirió llamar una ambulancia. Le rogué a Audrey que en su mejor francés lo mandara amablemente a la mierda, cosa que para mi asombro, acometió sin vacilar. Por la tarde, Montparnasse. El culo dejó de dolerme un poco. Recordé a Artaud, Godard, Picasso y mi caballete de pintor con sus pomitos de óleo y sus pinceles de pelo de Martita, mi mu-
cama. Me pareció que ya había estado allí, compartiendo un sandwich con Miquel Barceló. Pero no, fue un dejá-vu bien francés, como debe ser un auténtico dejá-vu. Qué estúpido es todo. Evitando Le Marais para no marearnos entre agentes de bolsa y lameculos, fuimos a dar al lugar más interesante del periplo galo, el Quartier Latin. Fascinado por el clima medieval, recuperé la sonrisa y el alma se sacudió las telarañas. Entre chicos aullantes, delirando a la luz de las fogatas, transcurrió mi última alegría francesa. Tres días después, solo y desterrado de mi compañera de aventuras, me siento ante mi computadora a profesar el terrible oficio del desapego. Mi vida sin Audrey Hepburn, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 32 / UNA PELÍCULA QUE VISTE EN VIDEO Y HABRÍAS PREFERIDO VER EN CINE LOS SOÑADORES [The Dreamers] (Inglaterra, 2003) BERNARDO BERTOLUCCI
Isabelle (Eva Green) jugando a la Venus de Milo
ATENCIÓN. Aviso de spoiler: ver a Eva Green en bolas durante media peli, en video, es un pecado capital. Impulsos extraños que sentí una madrugada de invierno, al calor de una experiencia que pudo no ser como relato. Todos los instintos de mi sexo se
vuelven ignorantes ante la ingenua procacidad de una adolescente que explora sensaciones colaterales en su sistema parasimpático. Quizás me equivoco, el tiempo es reaccionario y huye hacia adelante. Cierro los ojos, no tolero la simultaneidad de inclinaciones tan divergentes. En su respiración agitada,
hay otra realidad aún más imperceptible. Los abro. Aparece en sus labios una insinuación de estilo mediterráneo que enseguida se oculta tras una risita nerviosa. Pienso en desiertos helados recorridos por soles tardíos, en un rumor de lluvia que todavía no ha empezado a caer, en una maga que se apresta a propiciarla con el fuego de sus partes íntimas, en verdades inundadas de mentiras
que poco a poco, se convierten en poesía. Nada puedo hacer, sin embargo. El deseo se aferra a mí como un niño temeroso. Obramos un sexo indistinto, atávico y duro. Llegado un punto la escena es inofensiva, extemporánea. Sucede, pero sucede sin mí, en algún lugar que no soy yo, que tampoco es ella, que ni siquiera existe y, en consecuencia, no puede dejar de suceder.
DÍA 33 / LA PELÍCULA CON EL HÉROE O HEROÍNA QUE SIEMPRE HAS QUERIDO SER EL HOMBRE DE NINGUNA PARTE [Ajeossi] (Corea del Sur, 2010) JEONG-BEOM LEE
So-Mi (Kim Sae-ron) encontró algo más para empeñar
Cha Tae-sik ―a quien de aquí en adelante llamaré Juan porque con estos asiáticos nunca sé si la denominación de origen es el nombre, el apellido o la marca de arroz que consumen― un joven callado y enigmático tiene una casa de empeños. Una niña que vive con su madre, prostituta y adicta, en el mismo
edificio, visita con frecuencia el puesto de Juan para empeñar diversos objetos que le permiten obtener algún dinero para comer. Una curiosa y extraña relación se establecerá entre la niña y Juan, quien asume su rol de protector al ver la sórdida amenaza que se cierne sobre ella.
LLUVIA PÚRPURA verde avandonado, verde de ver, dever verde, en cada recuerdo verde, me pierde el verde de tan verde, preciso verde
iiipo, somegreen, frapé no verde tarde, verde verte, deverte ver y el cielo crack, sin vlanca, tan verte, ¿para? para verde, un megaverde de oficio triste, verde traición vuscándose en lo verde, mercurio, veso, a sí mismo verde contra verde como verde, cadáver de tumva verde o decir, ¿cómo decir? —se avre el lavio— ¿qué? o decir nada, callado en tu voca sólo un lento verde no puede ver de verde puerto, será naufragio, tos, varco, ¿qué más da? dame un verde y te dedo vien en cada mano verde vértigo, musgo, sorpresa, ah la sorpresa verde que más tuve el alma en su hipo negro tanto y tanto y tan lejos de mirar verde y vuelve vulva, cosa, sintaxis, temperatura, sin pasto putas en el desierto verde del asfalto tanto y tanto llanto púrpura que el verde vierte vvvvvvv, vvvvvvv, para reverdecer de ser verde en el silencio maniatado de un grito tierno de tan verte
DÍA 34 / LA PELÍCULA CON EL VILLANO O VILLANA QUE SIEMPRE QUISISTE SER Once de cada diez veces, Norman Bates:
PSICOSIS [Psycho] (EEUU, 1960) ALFRED HITCHCOCK
Norman Bates (Anthony Perkins) y el agujero en la pared
Vi la película durante mi primera adolescencia, en compañía de Mónica, la hermosa muchacha que una década más tarde se convertiría en mi primera esposa, madre de mis tres maravillosos hijos, si bien al tercero se lo regalamos ―de común acuerdo―, a un matrimo-
nio amigo en virtud de la esterilidad permanente que sufría el componente masculino del vínculo. No piensen que fue una elección fácil, nos consumió cerca de tres minutos seleccionar de cuál de nuestros adorables vástagos nos desprenderíamos.
La creciente torsión de mi cerebro por el visionado del film le incorporó un significativo número de circunvoluciones y confieso que Hitchcock degeneró el sentido del cine que yo tenía hasta el momento, instalando “el patrón Psicosis” en mi capacidad analítica. En todas las películas que vi a continua-
ción, durante mucho tiempo, un poderoso vis a tergo lograba relacionar algún detalle ―por más sutil e intrascendente que fuera― con la escena de Janet Leigh en la ducha. Y Mónica se enamoró perdidamente de Anthony Perkins al que en ese entonces, por suerte, yo me parecía.
DÍA 35 / LA PELÍCULA CON LAS LOCACIONES EN QUE QUERRÍAS VIVIR Allí donde vivo, en el espacio interior:
DOGVILLE (Dinamarca, 2003) Lars von Trier
Grace Margaret Mulligan (Nicole Kidman) le da la espalda a la chusma
FADIN’ OUT IN SLOW MOTION la trayectoria del último misil reproducirá con exactitud la carrera en las medias de Milla Jovovich flaca, ucraniana y maldita como yo con los ojos secos de nada ver la gente confundirá los soldados avanzando en la noche con la sombra del mesías todos abonarán la tierra, el viento seguirá soplando y los poetas de las imágenes predecibles y los pintores de los ruidos horrísonos y los músicos de las palabras alquiladas implorarán un nuevo amanecer que ya no tendrá oportunidad de proyectarse en sus retinas con su cara de Uma Thurman con la calma de una tormenta en el caribe
ella se repetía hasta el cansancio pero me quiso como nadie tenés que tener mucho cuidado al colocar el detonador me decía sonriendo y apartando un mechón de pelo que le caía sobre la cara cada vez que me decía tenés que tener mucho cuidado al colocar el detonador por ella aprendí a hacer las mejores bombas que podían hacerse sin salir de la cocina de su casa también me enseñó a obtener clorato de potasio hirviendo y congelando lavandina a extraer nitrato de amonio de los fertilizantes a disparar armas de fuego en la oscuridad sin apuntar y a elaborar panqueques de manzana con caramelo en una sola madrugada volamos tres estaciones de policía una sastrería naval cuatro vehículos del ejército un kiosko de revistas otro de flores dos puentes y el aeropuerto local nos excitábamos tanto por la eficacia de nuestras bombas que huíamos besándonos a pie por las calles empedradas bajo el reflejo de los incendios en la bruma y el aullido de las sirenas en la cama disfrutábamos el sexo y los panqueques de manzana en especial los panqueques de manzana por la mañana encendíamos la radio y nos deleitábamos con la información sobre nuestras incursiones nocturnas después ella sonreía y me invitaba a armar más bombas una mañana de lluvia salió a comprar manzanas y ya nunca regresó la esperé varios meses armando bombas y comiendo sólo panqueques de manzana desatendiendo sus enseñanzas comencé a fumar mientras armaba las bombas no ponía ningún cuidado al montar los detonadores ni al hervir la lavandina y los panqueques de manzana me salían realmente horribles las bombas no sé jamás volví a poner ninguna los periodistas especulaban con que nos habían dado muerte las fuerzas de seguridad o que habíamos sido víctimas de nuestros propios artefactos por esos días me acostumbré a caminar por la orilla del río hasta la puesta
del sol la enrojecida superficie del agua me traía el recuerdo de mis noches con ella demonios cómo la extrañaba a veces fantaseaba con llegar a su casa sentarme encima de las inútiles bombas y volarme de una puta vez y de paso eliminar a los del departamento de junto que ponían el televisor muy fuerte no lo hice porque no vale la pena quitarse la vida por ninguna mujer mientras armaba las bombas me preguntaba qué era lo que extrañaba más si a ella o a la excitación que me producían las deflagraciones y como finalmente decidí colocar los explosivos yo solo y no lo hice concluí que era a ella (a decir verdad digo ella porque nunca supe su nombre) pensé que no tenía sentido desconocer el nombre de alguien tan íntimo y me dispuse a averiguarlo revolví toda la casa pero no encontré ninguna pista los recibos de luz estaban a nombre del propietario los documentos eran falsos cuando revisaba el cajón de su ropa interior en la radio comenzó a sonar “heart of mine” y me sentí muy mal no soy nostálgico pero es la única canción que logra ponerme muy mal sobre todo eso de “don't be fool don't be blind” y “don't let her see that you need her” me limpié los mocos y las lágrimas con una de sus bombachas negras y experimenté la abrasadora necesidad de tomar un trago ella me enseñó que los bombarderos no podemos beber alcohol retarda la comunicación del sistema nervioso con los músculos y nos vuelve muy peligrosos de todas formas me calcé la Beretta .25 de ella en la cintura y salí a comprar vodka y entonces solitario y entristecido a la luz de la luna por primera vez vi las calles húmedas de espanto y el miedo del mundo relampagueando veloz como un caballo enloquecido vi adolescentes matándose a trompadas en las esquinas por un poco más de nada temerosos de un futuro que adivinan en los rostros de sus padres vi las rejas trepando por las casas como enredaderas de metal sentí el terror de los moradores en sus miradas asustadas
los perros gruñendo, desafiantes la alegría de un niño que encontró restos de comida revolviendo la basura y deseé el poder de desgarrar el mundo átomo por átomo la extrañé más que nunca yo no tenía miedo para sentir miedo hay que valorar la vida porque el miedo cuando es verdadero es el espejo de la muerte mi preocupación era el dolor la agonía en el sufrimiento interminable pero ella me había preparado para eso si nos atrapan nos van a torturar hasta matarnos decía y comenzó a entrenarme para soportar los tormentos que vendrían al principio me clavaba alfileres en los antebrazos y en el cuello lo hacía con tanta ternura y dedicación que me causaba un extraño placer al poco tiempo inició la práctica de pequeños cortes con un cuchillo muy afilado siempre en las partes que ya estaban curtidas por los pinchazos me apagaba cigarrillos en los glúteos y en los genitales me propinaba puñetazos en la nariz hasta sangrarla si era martes o viernes me introducía la cabeza en una palangana llena de agua de lo contrario me la cubría con una bolsa de polietileno esta práctica aumentó mi capacidad pulmonar y fortaleció mi corazón finalmente llegamos a la corriente eléctrica me ataba completamente desnudo a una silla de metal mojaba todo mi cuerpo con una solución de agua y sal de mesa para aumentar la conductibilidad y después me aplicaba leves golpes de corriente continua que producía mediante un convertidor de tensión la corriente continua es la que usarán ellos decía si es muy alta hasta te puede parar el corazón al cabo de unos pocos meses ya era prácticamente insensible al dolor mi piel lucía un imbricado y maravilloso diseño de diminutas cicatrices y las callosidades en las uniones de mis huesos quebrados para endurecerlos me daban un aspecto de animal extraño la fractura del radio en la mitad del antebrazo derecho formaba una hermosa protuberancia que se fundía armoniosamente con el supinador largo
diablos recordar la pasión y el conocimiento que ella demostraba en mi entrenamiento me puso de un humor de perros necesitaba el vodka como nunca lo había necesitado apresuré el paso y al llegar a la entrada de la tienda fui embestido por dos jóvenes que acababan de asaltarla uno de ellos el que llevaba una pistola en una mano y una mochila en la otra cayó al piso mientras yo intentaba recuperar el equilibrio el otro chico me clavó un puñal a la altura del abdomen no sentir absolutamente nada me hizo reír a carcajadas saqué el arma de mi cintura y le disparé dos veces en el ojo izquierdo a quemarropa se desplomó sobre mis pies y el puñal lanzó un bonito tintineo al golpear el piso le apunté al que tenía la pistola y con una seña le indiqué que la soltara cosa que no dudó en hacer mirándome con ojos aterrorizados corre muchacho dije en voz baja y el se incorporó de un salto y corrió como si estuviera en una competencia olímpica y quisiera llevarse cinco medallas de oro de haberle disparado el proyectil no lo habría alcanzado tomé la pistola el puñal y la mochila abandonadas y entré en la tienda el dueño estaba muerto junto al mostrador de manera que no le importó que me llevara dos botellas de vodka sin pagar salí a la calle y tuve que saltar sobre el otro cadáver para no chapotear en la laguna de sangre que se había formado a su alrededor es increíble la cantidad de sangre que contiene un cuerpo humano creo que se podrían pintar dos departamentos de tres ambientes y aún así sobraría lo suficiente para hacer unas cuantas docenas de morcillas las calles estaban desiertas con excepción de un gato que bebía en un charco y que maulló dos veces cuando pasé a su lado me siguió a casa y lo dejé entrar en realidad era gata y la llamé agata pero no pareció importarle le serví un plato de leche me saqué el gorro el abrigo
y los zapatos prendí un cigarrillo encendí el televisor me senté en la silla de metal y bebí media botella de vodka casi todas estas acciones en el mismo instante después examiné cuidadosamente la pistola de los chicos era una Walther PPK en muy buen estado un arma definitivamente hermosa y efectiva sólo faltaban dos balas en el cargador una estaba en la recámara y la otra en alguno de los órganos vitales del dueño de la tienda la mochila contenía una considerable cantidad de dinero una caja completa de 25 proyectiles para la Walther siete teléfonos celulares un frasquito de GHB tres cajas de preservativos dos computadoras de bolsillo un encendedor Dupont de laca china un puñado de lapiceras de lujo dos hermosos pescaditos de marfil y el libro “The Penguin Book Of English Verse” que no entendí muy bien qué hacía allí muy improbable que lo hubiesen robado ¿serían estudiantes de lengua y literatura inglesas que matizaban su tedio con explosiones de adrenalina? al incorporarme para cambiar de canal sentí una punzada en el abdomen levanté el pulóver y me desprendí la camisa la herida era pequeña pero bastante profunda aunque no sangraba demasiado fui hasta el baño y tomé el maletín de primeros auxilios que ella mantenía como un verdadero hospital de campaña encontré un sobre con hilo quirúrgico de dos agujas curvas y una tijera de sutura después de lavar y desinfectar la zona junté los labios de la herida y la cosí razonablemente bien dada mi falta de experiencia en la tele echaban un programa sobre las orquídeas cuando son bebés un hongo las ataca y las orquídeas se resisten humilde pacientemente
hasta que revierten la situación sobreviven alimentándose del hongo que las ataca crecen hermosas en lugares en los que nada puede crecer la herida me molestaba un poco me arrepentí de haber matado al chico sin antes romperle los dedos o arrancarle los dientes a culatazos al día siguiente no podría hacer los ejercicios que ella me había enseñado para estar en forma trotar en el lugar hasta quedar sin aliento fortalecer los músculos con una silla terminé la botella de vodka que estaba por la mitad y me fui a dormir en mi sueño ella se despedía montada en un águila gigante que batía sus alas enormes y se marchaba caminando rumbo al sur donde el enemigo era más fuerte como en casi todos los sueños no había sonido pero en éste su ausencia era atronadora intenté alcanzarlos y la tierra se abrió bajo mis pies caí envuelto en una niebla púrpura hacia un espacio blanco sin límites en el que era imposible distinguir su tridimensionalidad ella surgió de pronto y avanzó hacia mí se esforzaba por hablarme pero no tenía boca sus ojos suplicantes parecían formular una advertencia en sus pupilas completamente dilatadas vi los incendios provocados por nuestras bombas vi elevarse sobre nuestras cabezas el hermoso silencio de la muerte y toqué el olor de las orquídeas en sus mejillas húmedas de llanto sentí que mi sangre no era mía y que la violencia es hermana del amor entonces hubo un gran resplandor y quedé sumido en una negrura absoluta de la que ya no pude despertar
DÍA 36 / LA PELÍCULA CON EL MEDIO DE TRANSPORTE QUE QUERRÍAS PARA TI La película es mala, pero atendiendo la consigna:
JUMPER (EEUU, 2008) DOUG LIMAN
David Rice (Hayden Christensen) persigue a otro saltador
nos quedamos sin recuerdos a la sombra de un futuro que no tardará en llegar, pobre como los álamos de aranjuez, y hasta el gesto del suicidio nos roban los otros emperrados como están en ganar no sé qué carrera y de noche, en las horas que los relojes esquivan y el frío no sale por el toque de queda, algunos inventan paradojas para consuelo de los cartoneros y los recolectores de residuos que no tienen muy en claro si deben volver a casa al terminar el recorrido o seguir en las calles porque la casa no es más que otra palabra de cuatro letras como amor o como gato o como
como y no tiene mucho sentido arroparse con una imagen, con calendarios que ausentan nuestros días de la misma manera que los pibes cierran los ojos para no ser vistos y duermen un mismo sueño con los reducidores de cabezas, con los predicadores de entrecasa y los negros que blanquean su piel a la luz de la luna para que los admitan en los restaurantes de lujo aunque sea como meseros y ahí estamos nosotros en una mesa que no nos pertenece conversando con los notables, engañando nuestros instintos no sin dificultad, bebiendo en copas que nos quedan chicas y guiñándole el ojo a
uno que otro travestido que no sabe que a nuestra manera también fuimos raros porque no teníamos nada que sacarnos y qué van a pensar los que no pueden pensar si la luz no es más que un deseo de la sombra y cuando amanece seguimos a oscuras, cansados de perseguirnos y alcanzarnos, con los párpados cosidos a una verdad ajena y perversa que no puede más que horrorizar a los perversos y también están los que se fueron antes porque la fiesta los aburría a muerte y los que se dan cuenta tarde de que lo que tenían era suficiente o demasiado y recorrieron miles de laberintos para llegar al lugar en el que estaban y que en realidad ya no es el mismo porque la materia tiene esos caprichos que el espacio comparte y el que a fuerza de golpear terminó más golpeado que ninguno también extraña las caricias y los días en que una palabra bastaba para sentirse reconfortado y los otros días en que el silencio descubría sonidos que los oídos no podían percibir porque estaban ocupados como los baños de los trenes y de los autobuses y por qué no
como los de numerosas casas cuando más se necesitan y así pasó el primer tiempo de un partido que sabemos que vamos a perder por goleada pero que no podemos abandonar porque no sabemos si se está jugando dentro o fuera de la cancha de la misma manera que no podemos vernos la cara sin el concurso de un espejo, de una fotografía, de una persona que nos desprecia o de una taza de té frío y cada vez que la muerte nos pisa los talones los dioses que ya no veneramos sonríen entre sollozos como james dean en rebelde sin causa porque la muerte también es graciosa y quién le teme más o menos a menos que no le tema nada si lo que molesta son los múltiples recursos ya sean de admisión o de escape y el que estaba sexto ya debe ir cuarto pero el primero hace tiempo que desapareció sin poder saborear el triunfo, sin siquiera saber que los papeles no hablan a no ser que uno les diga algo y que el dolor no duele si uno no es su amante y que el sexo nos come que para eso tiene tantas bocas
DÍA 37 / LA MEJOR PELÍCULA DEL ACTOR O ACTRIZ QUE HABRÍAS QUERIDO SER Peter O'Toole, por irlandés. Esta no es la mejor, pero sí junto a la mejor:
CÓMO ROBAR UN MILLÓN DE DÓLARES [How to Steal a Million] (EEUU, 1966) WILLIAM WYLER
Nicole (Audrey Hepburn) y Simon Dermott (Peter O'Toole) en el cuartito de limpieza
Nada nos tradujo mejor que la forma en que nos relacionamos, o quizás, la negación de la imposibilidad de relacionarnos fue nuestra forma. No lo supe entonces ni lo sé ahora. Juntos atravesamos un bosque de símbolos que nos estudiaban con signos familiares. Era de noche y el día se postulaba como un sueño todavía lejano. Algo brillaba
en la oscuridad y la mortecina luz que nos alcanzaba después del largo recorrido, nos relacionaba más allá de nuestras posibilidades. En mis contornos adiviné que otro había tomado un lugar que, aun sin haber sido mío, yo preocupaba. Debo haber instalado una voz donde sólo se escuchaba un murmullo; tampoco lo supe, aunque fui responsable de la
imagen que trasladé a las palabras. La magia concomitante se produjo, si bien tardía, como si las montañas se alzaran y cayeran en el mismo instante. ¿No es un trabajo propio de milenios? El sonido faltaba, ahora me doy cuenta. El murmullo no era la voz, y la voz era mía. La imagen no, porque las imágenes pertenecen al sueño y el sueño pertenece a la muerte. Prisionera de la ansiedad, Audrey recorrió la ancha escalinata dando unos cómicos saltitos, como si jugara a la rayuela. Una puerta se abrió y el guardia de seguridad asomó la cabeza, la replegó inmediatamente al reconocer a Miss Hepburn y cerró la puerta sin hacer ruido. —¿Cuánto falta para que salga el sol? —La agitada vocecita de Audrey se perdió en la oscuridad del inmenso estudio. —¿Qué importancia tiene? Aquí nunca va a salir el sol —respondí fastidiado por la pregunta y porque sólo me quedaban tres cigarrillos. Ella dejó de saltar como si se le hubieran agotado las energías de golpe. Aun cuando la luz de los reflectores le impedía verme, dirigió su vista hacia donde yo estaba y se sentó en el escalón más alto de la escalera de utilería. —Tiene toda la importancia para mí. Necesito saberlo. Y también necesito tomar distancia porque en algún momento va a suceder. —Se expresaba como si estuviera interpretando un guión —. ¿Te parece que somos divertidos? —Demasiado. Salgamos de aquí, quiero tomar aire. Caminamos un buen rato por las calles interiores de la Paramount hacia
las puertas de la Avda. Melrose, bajo un cielo rojizo y ligeramente nublado, impropio de Los Ángeles en esa época del año. —Este no es tu lugar, ¿verdad? —dijo de pronto, deteniéndose para encender un cigarrillo. Y enseguida agregó, soltando el humo hacia arriba en una larga columna para evitar mi cara —: Tampoco es el mío. —Mi lugar es cualquiera, soy un viajero. Una clase de viajero que está más allá de tu entendimiento —dije sin pensar, irritado por su repentina reflexión aun sin saber por qué—. Dame un cigarrillo. —Es que todo siempre estuvo más allá de mi comprensión —dijo ofreciéndome el atado—. Cuando era una niña de once años más de una vez vi a las tropas alemanas fusilar vecinos en las paredes de mi barrio. Y tampoco entendí por qué mi padre me abandonó; o por qué comíamos tulipanes en lugar de comida. Ni siquiera entiendo qué es lo que estoy haciendo aquí. Y mucho menos por qué estoy contigo. No sé quién sos. —En fin de cuentas comer tulipanes te hizo hermosa, Audrey —dije tomándola por los hombros y atrayéndola hacia mí con todo el afecto y la ternura que estaban a mi alcance a esa hora de la madrugada. No eran abundantes pero una amplia sonrisa le iluminó los ojos —. Por lo demás, tenés razón: nunca sabemos ni entendemos nada. Pero cumplo en avisarte que falta muy poco para que salga el sol. Me rodeó la cintura con su largo brazo, apoyó su cabeza en mi hombro y seguimos caminando con la proximidad
del alba a nuestras espaldas. —Pasado mañana vamos a continuar el rodaje en París. ¿Querés venir? Puedo arreglarlo fácilmente. —Su cara tembló de alegría—. Me sentiré mucho mejor si estás conmigo. —No me gusta París, está lleno de franceses y de argentinos que lamentan no haber sido franceses —observé con sinceridad. —¿Y yo te gusto? —Sus gruesas cejas se arquearon por la tristeza—. Porque se trata de mí, no de París. —En ese caso no tenés que arreglar nada. Allí estaré. —¿No vas a viajar conmigo? — replicó como si dentro de ella se estuviera rompiendo alguna cosa. —Escucha Audrey, no hay necesidad de alarmarse. Hace apenas unas pocas horas yo no había entrado en tu
vida y el universo seguía su curso normalmente. No quiero viajar con vos por la sencilla razón de que lo vas a hacer en un charter contratado por la Paramount, acompañada por una multitud de personal y... —Puedo manejar todo de manera que no te molesten —me interrumpió. —¿Para qué tanta historieta si ya te dije que pasado mañana voy a estar en París? —manifesté en un tono muy cercano a la ira. Se limitó a tomarme nuevamente por la cintura sin decir palabra. Cuando llegamos a la entrada los centinelas nos franquearon el paso abriendo una pequeña puerta recortada en uno de los grandes portones que estaba junto a la garita de guardia. De Mi vida sin Audrey Hepburn, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 38 / LA PELÍCULA QUE MÁS TE RECUERDE A ALGÚN FAMILIAR Elemental, a todas luces:
REVOLUCIÓN: EL CRUCE DE LOS ANDES (Argentina, 2010) LEANDRO IPIÑA
El General José de San Martín (Rodrigo De la Serna) y el rastreador (Víctor Hugo Carrizo)
El general San Martín, que ya era general pero estaba retirado y exiliado en Francia, solo y triste y cansado como los héroes verdaderos, me recibió dando vivas muestras de júbilo y afecto. En la oscura sala recordamos una mañana junto a un arroyo en los días de Yapeyú; la fundación de la logia cuyo principio y fin era la lealtad; Bailén y otros combates en los que templamos el coraje;
los numerosos sobresaltos de su gobernación en Cuyo que prologaron la terrible y fabulosa empresa de los Andes; una tarde en Santiago cuando los chilenos lo admiraron para enseguida olvidarlo; otra tarde en Lima cuando los peruanos aprendieron a amarlo para siempre; la broma que le gastamos al imbécil de Rivadavia que era cobarde, servil, rastrero y probritánico; una tertulia con
dos lupitas en Barranquilla a las que salvamos de las garras de unos marineros depravados; las mujeres que le jodió a Bolívar y que provocarían la agitación de Guayaquil; el entierro de la pierna de Santa Anna que fue, como era de esperar, trágico, gracioso y mexicano. Frente a mí, a espaldas del general, se extendía un gran vitreaux que dominaba la sala y por el que entraba la indefinible luz del crepúsculo. Los ojos resplandecientes del águila del centro me alarmaron. Debajo de las garras que sostenían las predecibles flechas y el laurel, se desplegaba una cinta con la justa inscripción “Veritas Vincit”. Por la escalera que bostezaba a la izquierda, con un ejemplar de Vanina Vanini en sus manos, bajó Merceditas. ¿Qué absurdo significante me proponía la recursiva letra inicial? El general se había
dormido. Merceditas llevó el dedo índice a sus labios ivitándome al silencio, tomó una gruesa frazada que estaba prolijamente doblada sobre la mesa de la estancia, cubrió las piernas de su padre y lo besó en la frente con ternura. Me hizo una seña y la acompañé hasta la cocina. Ya en la penumbra, me saludó efusivamente. Después se largó a llorar. La abracé con fuerza, y en sus temblores sentí que el general se moría sin esperanza. Inútiles fueron mis palabras de consuelo, noté que mis ojos cedían paso a las lágrimas. Maldije al destino por escribir tan mal la palabra “respeto”. Al irme, me aproximé al cuerpo dormido y también lo besé en la frente. Fue la última vez que vi al general San Martín. De Diario de un deshabitante, Igor Sergei Klinki, 2005
DÍA 39 / LA PELÍCULA CON LA MEJOR ESCENA DE BAILE JAMÁS FILMADA Por Uma Thurman, que no sabe bailar pero me hace bailar:
TIEMPOS VIOLENTOS [Pulp Fiction] (EEUU, 1994) QUENTIN TARANTINO
Mia Wallace (Uma Thurman) muestra sus armas
Mi regreso es profundo y conveniente. En mis ideas, siempre lamentables, siempre estrepitosas, han crecido matorrales de hierbas malas, y ahora, de nuevo aquí, resumiendo lo que comenzamos hace muchos años, respiro tu necesidad de mí en tu compañía, la misma
que hizo que me fuera para no volver, y vuelto, siento que tus manos son más grandes que mi voluntad, y que decides no irme aunque yo decido quedarte, a tutelar la plaga, a quemar el fuego si es preciso.
DÍA 40 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR VESTUARIO QUE HAS VISTO ¡Qué duda cabe! La falda tableada de Marilyn volando alrededor de sus piernas inmisericordes en:
LA COMEZÓN DEL SÉPTIMO AÑO [The Seven Year Itch] (EEUU, 1955) BILLY WILDER
The Girl (Marilyn Monroe) se agarra el conejo ante la mirada de Richard Sherman (Tommy Ewell)
Otra vez los sueños han vuelto; después de una temporada larguísima sin ellos, parece que decidieron venir en patota. Algunos remontan décadas y es así como veo desfilar caras que en otro tiempo fueron familiares. El más intere-
sante, desde el punto de vista psicoanalítico, transcurría en el Paseo Galíndez. Me encontraba sentado en una balaustrada de madera y a mi alrededor revoloteaban muchísimas hojas de periódico que finalmente iban a dar a una
playa desierta, acumulándose prolijamente sobre la arena. La delicada exactitud del azar los apilaba en columnas de igual altura. Una mujer parecida a Marilyn Monroe pero más gorda, apareció frente a mí y me dirigió una sonrisa más que amigable mientras sujetaba la falda tableada de su vestido con las dos manos para evitar que el viento se la levantara. Al cabo de unos instantes y ante mi indiferencia, comenzó a descender hacia la playa por una interminable escalinata de piedra. Tenía un modo gracioso de caminar. A estas alturas ya nos encontrábamos en una de las estaciones del metro de Barcelona que en realidad se parecía más bien al de Buenos Aires. Se sentó en el andén y apoyó sus pies desnudos sobre uno de los rieles. Hasta el momento no me había provocado otra cosa que desagrado, pero a partir de ahí comencé a sentir una angustia indecible. No tanto por la posibilidad de que la atropellara algún tren como por la forma en que estaba sentada, sus rodillas eran feas y muy rojas y por alguna razón, yo no podía soportarlo. Giré la cabeza y entonces lo vi: un coche de madera enchapado en oro avanzaba por las vías tirado por seis caballos con penachos verdes y amarillos. La gente se arremolinó junto al andén y la rubia desapareció. En uno de los extremos de la plataforma, un mendigo sin piernas repartía postales de las torres gemelas que nadie compraba. Todas las miradas se dirigían al carruaje detenido en el centro de la estación. Los vidrios polarizados impedían observar a los pasajeros, si los había. Un enano se paseaba nerviosamente por las vías sosteniendo una trompeta mientras consul-
taba un enorme reloj que pendía de su muñeca como un animal muerto. El llanto de un niño se oía a mis espaldas. Lenta, ceremoniosamente, el enano abrió la portezuela del carruaje. De su interior comenzaron a salir varios tipos de negro con anteojos oscuros que enseguida ocuparon posiciones estratégicas entre la multitud. El sonido de la trompeta enmascaró por completo el llanto de la criatura. Después se hizo un gran silencio y la rubia comenzó a bajar, no sin dificultad, desde el pescante del coche. Algo me rozó el hombro pero no le di ninguna importancia. La rubia tenía unos anteojos grandes de montura roja y vidrios espejados. No menos rojos eran sus pantalones ajustados que se detenían en las pantorrillas. Completaba su vestuario una camisa blanca con motas negras y un pañuelo verde esmeralda ceñido al cuello. Cuando al fin logró descender del pescante, una cabecita cortada rodó a sus pies desnudos y se detuvo al golpear una de las patas de los caballos. No tardé en darme cuenta de que todo el andén estaba cubierto por cabecitas cortadas que Glauber Rocha arrojaba desde las terribles alturas. ¡Jóligod! ¡Jóligod! gritaba el gentío completamente indignado. La rubia, sin embargo, no dejaba de sonreír. Ahora nos encontrábamos en el Salón de los Pasos Perdidos donde JFK disfrazado de Al Johnson disfrazado de negro nos invitaba a pasar con una leve inclinación de cabeza y riendo a más no poder. Martin Luther King discutía acaloradamente con Malcom X en uno de los costados del escenario. Los invitados nos fuimos acomodando en las butacas que no estaban ocupadas por el personal de seguri-
dad. No eran muchas, pero afortunadamente me tocó una en primera fila desde donde podía contemplar el palco principal y gran parte del estrado. Máxima y el príncipe holandés fueron de los primeros en tomar asiento en el palco. Después llegó Martínez de Hoz de la mano de Videla y se sentaron junto a la pareja real. Otros invitados que no pude reconocer, aunque los imagino, no tardaron en atestar el palco oficial. Poco a poco las luces se fueron desvaneciendo y un resplandor intenso se concentró sobre la gran pantalla de cine que había pasado desapercibida para la mayoría de nosotros. Yo tenía un sombrero puesto y una voz me solicitó amablemente que me lo quitara. Obedecí. En la pantalla apareció Bin Laden sentado en un sillón de dentista. En su mano derecha sostenía un Kalashnikov gastado por el uso. La película era en blanco y negro y parecía muy vieja. Aun en medio de la angustia que me atormentaba, podía escuchar la respiración agitada de todos los que ocupaban el recinto. El general Perón, con impecable guardapolvo blanco y una amplia sonrisa, hizo su entrada en la pantalla. Antes de llegar junto al musulmán, volteó la cabeza y guiñó un ojo a la cámara. Toses nerviosas recorrieron la sala de izquierda a derecha, perfectamente coordinadas como las olas humanas en los estadios. El sonido de los altavoces estalló: —¿Qué lo trae por acá, amigo? —preguntó el general poniéndose de costado para no dar la espalda a la cámara. —¿Alguna vez estuvo en Miami? —dijo Osama en perfecto porteño sin dar muestras de haber escuchado.
Perón tampoco respondió. Sin dejar de sonreír se dirigió hacia una puertita del fondo, la abrió y pegó un estridente silbido. Cerró la puerta y regresó junto al sillón. Al cabo de unos instantes la puertita se abrió para dar paso a la rubia que se acercó dando unos simpáticos saltitos. Vestía un guardapolvo blanco que apenas le cubría los muslos y una cofia enorme le adornaba la cabeza. —No tenemos más anestesia — dijo el general mirando a la rubia. Sus manos hicieron un gesto parecido al de soltar un gran peso. —Es verdad —dijo ella poniendo cara de preocupación y frunciendo los labios. —Esta mañana la usamos toda con Kissinger. Alguien lanzó una escandalosa carcajada desde las filas del fondo. A continuación se escucharon varios chistidos. La cámara giró y enfocó al público. En la pantalla yo tenía el sombrero puesto. Algunas personas comenzaban a abandonar la sala, agachándose al pasar bajo el rayo de luz del proyector. La cámara completó su giro y se detuvo al encontrar los personajes. —Tengo la impresión de que ustedes dos no saben nada de nada —dijo Osama entrecerrando los ojos e incorporándose a medias. —No se preocupe mi amigo que todo va a salir muy bien —se apresuró a decir Perón dándole unas palmaditas en la espalda. —¡Sí, sí, el general es muy bueno para esto! —exclamó la rubia encogiéndose de hombros. —Bueno, enciendan el televisor.
Ya es la hora. —ordenó Osama y acomodó su espalda en el mullido respaldo del sillón. Un silencio sepulcral se hizo en el recinto de los pasos perdidos. Apenas si llegaba el débil zumbido de la cabina de proyección. Dirigí la vista hacia el palco oficial pero no pude distinguir nada. Desde donde yo estaba, el reflejo de la pantalla sobre los anteojos del personal de seguridad parecía un enjambre de luciérnagas. La rubia se acercó a un armario, deslizó una puerta corrediza y descubrió un enorme televisor que estaba detrás. Lo encendió. Foreman tenía acorralado a Muhammad Alí contra las cuerdas y le propinaba una lluvia de golpes. Alí, cubriéndose la cara con los puños, le gritaba una y otra vez: “¿Esto es lo más fuerte que podés pegar?”. Perón y su asistente se sentaron frente al televisor. El general, visiblemente emocionado, murmuró unas palabras al oído de la rubia. Ella se sentó en sus rodillas, desprendió la cofia de su cabeza y la arrojó a un costado. Sus sedosos cabellos descendieron ondulando sobre sus mejillas. Era Marilyn, ya no cabía duda. —¡Éste es mi muchacho! —repetía Osama eufórico cada vez que un punch de Foreman aterrizaba sobre el imperturbable cuerpo de Alí, al tiempo que levantaba en alto su fusil en señal de victoria. Gruesas gotas de sudor corrían por las mejillas del gigante negro que ya parecía moverse en cámara lenta. De pronto, Alí caminó unos pasos con una elegancia que Claudia Schiffer le envidiaría y lanzó un formidable derechazo que impactó de lleno en la cara
de Foreman. El público del estadio explotó con un rugido de alegría. La pantalla se llenó de rostros sonrientes y musulmanes. Osama, con los ojos vidriosos, apoyó el fusil en su regazo. Tenía los labios apretados por la emoción. Foreman comenzó a caer, doblado con los brazos hacia adelante parecía un toro brutal y tremendo de una corrida central. La lona debía encontrarse a unos cuantos kilómetros a juzgar por el tiempo que tardó en llegar. Alí con el puño en alto dudó en descargarlo sobre el cuerpo tambaleante. No lo hizo. El cuerpo de su rival llegó al suelo con el estrépito de un tren entrando en la estación. Y se quedó ahí. Marilyn se puso de pie dando unos saltitos frenéticos. Por los pómulos de Osama corrían ríos de lágrimas que se perdían en su larga barba. El general se levantó y apagó el televisor, cerró el armario y volvió hasta el sillón sonriendo. —El tiempo vence cualquier cosa menos esto. ¡Qué organización! —susurró en tono melancólico. —Ahora sí —dijo Osama totalmente apaciguado y dejó la boca abierta. —Che, nena, alcanzame el torno —dijo el general poniéndose un barbijo y guantes quirúrgicos. —¿Cuál, general? —gritó Marilyn desde atrás con una risita nerviosa. La pantalla se fundió a negro y se encendieron las luces de la sala. Estaba vacía. A pesar de la angustia del sueño, me desperté contento.
DÍA 41 / LA PELÍCULA CON EL MAYOR NÚMERO DE FRASES MATADORAS SIN ALIENTO [À bout de souffle] (Francia, 1960) JEAN-LUC GODARD
Michel Poiccard (Jean-Paul Belmondo) y Patricia Franchini (Jean Seberg)
Una muestra. Patricia: —No sé si soy infeliz porque no soy libre, o no soy libre porque soy in-
feliz. —Cuando los franceses dicen un segundo, quieren decir cinco minutos.
DÍA 42 / UNA PELÍCULA DRAMÁTICA QUE TE HAYA GENERADO UN DRAMA EN LA VIDA REAL Sí, ¡me fumé un drama de aquellos!:
EL GRADUADO [The Graduate] (EEUU, 1967) MIKE NICHOLS
Ben Braddock (Dustin Hoffman) y la rodilla de la señora Robinson (Anne Bancroft)
Uno se hace escritor como otros se vuelven locos. Por prestarle una importancia desmesurada a los detalles insignificantes. Cumplí los diecisiete y Alicia, mi noviecita, me invitó al cine. A mí esta chica no me terminaba de gustar del todo: tenía unos ojos de un tinte “azul día nublado” con llamativos puntitos de colores en el iris, sobradamente bellos, una boca de labios carnosos bastante atractivos y... nada más. Sin tetas, sin culo y con una nariz demasiado grande, llenaba el formulario de Características
insuficientes para alimentar fantasías eróticas a la perfección. La visión de Mrs. Robinson acosando una y otra vez al pusilánime de Ben hasta tumbarlo de espaldas transformó mis creencias y, como es natural, instaló en mi cerebro temprano un obsesivo disparate: cogerme a la hermosa esposa del médico que vivía en la casa de al lado. Comparada con Alicia era la encarnación de Afrodita, tenía unas piernas que cortaban el aliento, tetas redondas y compactas como pomelos grandes y su precioso culo representaba
la curvatura y solidez de la cúpula de la catedral de Jerez de la Frontera. Mientras me preguntaba por qué razón una mujer semejante fijaría su atención en un muchachito esmirriado y torpe como era yo, el azar acudió presto a socorrerme. Estaba en la puerta fumando un cigarrillo cuando observé que Julia, así se llamaba el objetivo, daba vueltas alrededor de su automóvil dando muestras de una viva desesperación. En plan Clint Eastwood en Por un puñado de dólares me fui aproximando hacia ella con las manos en los bolsillos y la colilla pendiendo de mis labios. Julia me refirió atropelladamente que había dejado las llaves dentro del coche. Le dije que no se hiciera problema. Corrí a grandes zancadas hasta mi casa y regresé con una regla de metal que introduje entre el vidrio y el burlete de goma de la puerta del conductor. Deslicé la regla hacia abajo. Cuando llegó a la altura de la cerradura, el seguro saltó. Más sorprendida que contenta, Julia me estrujó contra sus pechos hasta quitarme el aire y provocarme una erección prematura. Es increíble lo mucho que extraño un nivel desmesurado de testosteronas en mi sangre. Para recompensarme me invitó unos tragos
que ella misma prepararía. Entramos en la casa y la seguí hasta la cocina. Abrió la puerta de alacena. Un ratoncito se irguió en dos patas para recibirla con un chillido y Julia se desmayó antes de llegar al piso. La verdad que el sonido de su cabeza al golpear contra las baldosas no me gustó ni un poquito. Pero me convencí rápidamente de que era mi única oportunidad. La tomé por los tobillos, la arrastré hasta el dormitorio y la tendí sobre la cama. Le quité los zapatos y la falda. El contacto con sus magníficas piernas desnudas me excitó considerablemente, lo que me condujo a omitir la camisa y continuar con las bragas. Y en eso llegó Fidel. El marido de la fulana. Admito que sorprender a tu vecinito desnudando a tu mujer con la intención de empomársela es un cuadro difícil de apreciar, pero me parece que no tenía necesidad de tomarlo tan a la tremenda. Se echó a llorar como un niño al que le birlan su juguete preferido. Mientras yo trataba inútilmente de consolarlo, Julia recobró la conciencia. Al ver sus calzones por las rodillas su rostro migró del asombro a la furia en un santiamén. El resto es predecible. Me llevó unos cuantos meses copar el objetivo.
DÍA 43 / UNA PELÍCULA DE TERROR QUE JAMÁS VERÍAS SOLO Existe una película capaz de modificar tu estado de ánimo:
EL CIEMPIÉS HUMANO [The Human Centipede] (Holanda, 2009) TOM SIX
El Dr. Heiter (Dieter Laser) verifica las conexiones
La vería otra vez, por supuesto que acompañado por su director, para propinarle un puñetazo en su depravada cabeza cada vez que esta repulsiva pro-
ducción consigue ponerme de mal humor. Es decir, ininterrumpidamente a lo largo de sus noventa minutos de duración.
DÍA 44 / UNA PELÍCULA DE TERROR O THRILLER QUE SÍ VERÍAS SOLO Por su encanto funerario:
EL GATO NEGRO [Yabu no naka no kuroneko] (Japón, 1968) KANETO SHINDÔ
Todos le tienden una mano a Shige (Kiwako Taichi)
Aunque las películas de terror cotizan muy bajo en la bolsa de mi interés, Kuroneko plantea un caso muy diferente. Su planteo estético es tan fuerte y expresivo que el potencial terrorífico queda relegado en el camino del Arte. La atmósfera sombría de la puesta en escena, cercana al teatro tradicional ja-
ponés kabuki, armoniza a la perfección con el esplendor de su excelente fotografía en blanco y negro. Obra maestra del género, esta historia de amor y venganza —en la que no faltan mujeres vampiros y samurais—, constituye una visita obligada para los amantes del cine, sin distinción de categorías.
DÍA 45 / LA PELÍCULA CON LA PEOR ACTUACIÓN DE TU ACTOR/ACTRIZ FAVORITO/A Ni siquiera los múltiples encantos de Audrey rescatan esta porquería:
MANSIONES VERDES [Green Mansions] (EEUU, 1959) MEL FERRER
Rima (Audrey Hepburn) se pregunta qué está haciendo en esta película
Y pobrecita, mi vida, con el guión que le hizo tragar el idiota de su marido, el director, es imposible actuar bien. Cuando le dije que tenía unos pies muy bonitos se quedó mirándome entre alarmada y sorprendida durante un largo rato. “Son muy grandes”, contestó por fin en el tono más inexpresivo
que encontró, mientras se calzaba sus zapatos de gamuza azul. En efecto lo eran, pero esa evidencia no alteraba mi apreciación. Permanecí en silencio. Se incorporó y comenzó a dar vueltas por el cuarto rascándose la cabeza, nerviosa y visiblemente molesta. Pensé que era el momento de retirarme pero me serví otro destornillador con abundante hielo.
Por la ventana abierta entraba una corriente de aire tibio acompañando la luz agonizante de la tarde boreal. Se sentó frente a mí y sus ojos húmedos brillaron en la penumbra. Se quitó los zapatos y apoyó sus grandes y bonitos pies en mi
regazo. “¿Son más bonitos que grandes?”, preguntó riendo y secándose las lágrimas con el dorso de la mano. De Mi vida sin Audrey Hepburn, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 46 / LA PELÍCULA QUE HABRÍAS QUERIDO DIRIGIR TÚ Por ser el mejor retrato de mi hermana mayor:
EL SÉPTIMO SELLO [Det sjunde inseglet] (Suecia, 1957) INGMAR BERGMAN
La muerte (Bengt Ekerot) y Antonius Block (Max von Sydow) juegan una partida amistosa
Si es disimétrico no posee ni plano ni centro de simetría, pero puede tener ejes de simetría. Hay cristales y mujeres que contienen esta propiedad. Y también hechos, como el que relato a continuación.
Camino por una playa desierta bajo una fuerte lluvia de agua y recuerdos. No sopla el viento; es sólo una brisa helada y quieta que informa que es invierno y que estoy tonto sin remedio. El rumor del oleaje al romperse y algunas ideas desprolijas me acompañan.
Tengo ganas de fumar pero no puedo hacer otra cosa que caminar. Caminar y mojarme. Aun así, el mar no tiene mi alegría. Parece cansado y más aburrido que la bruma que lo envuelve. El paisaje es gris. Todo en él es gris, excepto yo. La muerte me presta sus colores. ¿Sabías que es mi hermana mayor? Ella misma me lo dijo, hace mucho tiempo, un día de lluvia como hoy en otra playa más distante. Aquél día yo caminaba como ahora, pero pensando que el mundo era demasiado pequeño para mi desdicha. También que era el ser más solo. Y, por supuesto, el más triste. De golpe la tuve frente a mí. Ocupado como estaba en la construcción de mi infelicidad no la había visto. Era una muchacha de una belleza terrible (a decir verdad, una pizca por encima de lo terrible). Belleza que aun describiéndola con absoluta ecuanimidad se sentiría traicionada. Y cien de cada diez veces llevaría la razón. Alta y delgada, tendría entre los diez y los cuarenta años, aunque aparentaba menos, o más. No sé. No tenía edad. Sólo belleza. Y un juego de curvas que hubiera hecho las delicias de los diseñadores de autódromos. Su pelo lacio y negro haría palidecer la más oscura de las noches y en sus ojos verdes, serenos y melancólicos, a pesar de la lluvia —o quizás a causa de ella—, se distinguía un diminuto brillo de malicia. Me lanzó una mirada tan penetrante que mi cabeza se sacudió con cierta violencia. No pude apartar mis ojos de los suyos y advertí que le había hecho gracia mi manera (en realidad involuntaria) de sostenerle la mirada. Repentinamente escuché mi propio aliento por encima del rumor del océano y del soni-
do de la lluvia. Mi corazón sonaba como el parche de un antiguo tambor africano y el aire entraba por mis fosas nasales con la densidad de una alfombra persa. Pensé en un puente que me unía a la hermosura; no a la abstracción, no al concepto, a la hermosura tangible y compacta, la hermosura que uno puede agarrar y meter en el bolsillo del pantalón. El pensamiento mismo se corporeizó, lo vi salir de mí y arrastrarse de costado por la playa como si fuera un cangrejo. Experimenté la nada, sus contornos y su infinito centro. Cuando mis cangrejos se perdieron en la bruma, noté que su mirada seguía fija en mis ojos. Su boca de pulposos labios ensayó una enigmática sonrisa en la que cabía este universo, los universos vecinos y todavía sobraba espacio para alojar cómodamente un par de miles de universos más. De no sé dónde me invadieron unas ganas irresistibles de besarla; me invadieron y me derrotaron casi simultáneamente. La besé en la boca y ella me dejó hacer, aunque sin entusiasmo y sin mover uno solo de los músculos de su increíble anatomía. No me consumió demasiada materia gris deducir que en ese beso uno de los dos faltaba. Y el que faltaba no era yo. Intentar explicar el frío que sentí en esos labios es una tarea tan desoladora e inútil como hacerle entender el color rojo a un ciego de nacimiento. Ni siquiera una prolongada temporada en el sol sería suficiente para templar una mínima parte de ese frío. Aparté mi boca de la suya y antes de abrir mis ojos, supe que ella había dejado de sonreír. También supe, sin verlo, que el destello de malicia de su mirada había crecido, pasado a través
mío como los años, encendido la atmósfera, gran parte de la vía láctea y una que otra constelación. Súbitamente comprendí con la carne, con el estómago, con los riñones, en fin, con cada víscera y con cada fluido de mi cuerpo, pero no con el intelecto, quien era esa muchacha de la belleza una pizca por encima de lo terrible. En un intervalo de tiempo al que nombrar instante es equivocarse por unas cuantas eternidades, conocí que el vacío es cóncavo y la profundidad convexa. Crearon las galaxias. Nacieron los dinosaurios y se extinguieron. Levantaron las pirámides y las demolieron. Vi cuando construían la Acrópolis de Atenas y navegué todos los mares. Nada me fue ajeno y entendí con lujo de detalles cómo cada brizna de materia es energía y es materia y es una parte de mi ser, que es uno, y es todos y es ninguno. Me fue revelada la totalidad de la existencia en su conjunto y hablé largo y tendido con cada uno de los seres que existieron, que existen y que existirán. Y cada ser, uno tras otro, me invitó un trago, me relató su existencia entera segundo por segundo, y cada uno de esos seres me dejó un conocimiento varias veces más voluminoso que la más absoluta de las ignorancias. Para cuando abrí los ojos lo había olvidado todo, excepto que había llegado a conocerlo todo y lo había olvidado todo. Me entraron ganas de llorar, pero no lo hice porque mi llanto hubiera desbordado los océanos y arrasado los cinco continentes. Tambaleándome, retrocedí un paso y caí de rodillas en la arena mojada. Me dolió. Mucho. La chica permaneció inmóvil, sin el menor asomo de rigidez pero con la se-
riedad de un tren mirando pasar una vaca, levantó una mano temblorosa que tendió hacia mi humanidad arrodillada. La miré extático a través de la lluvia, enamorado de su belleza funeraria y también del agua que ceñía sus coloridas ropas a las impecables curvas de su cuerpo. Como es mi costumbre, no tuve ni la menor conciencia de lo que estaba a punto de ocurrirme. Cuando sus dedos casi rozaron mis cabellos, frunció ligeramente el ceño y vi que una chispa de confusión alborotaba sus ojos. Los labios carnosos volvieron a sonreír. Su brazo descendió lentamente sobre un costado, la mano había dejado de temblar. Con una voz de una dulzura inconcebible, me dijo: —Aun para mí, siempre hay una primera vez, hermano mío. Lo que sucedió está más allá de mi comprensión, sólo sé que has despertado mi curiosidad. Algún día te daré lo que hoy no puedo. Había escampado y el cielo se abría despacio sobre nuestras cabezas. Me incorporé tiritando y ella fijó su mirada en las gaviotas que graznaron en lo alto. Después, con un gesto de complicidad, me guiñó el ojo izquierdo sin dejar de sonreír. Quise hablarle, pero me sorprendió el sonido de mi propia voz, a la que se le había adherido un eco de millones de años. Le devolví la sonrisa en silencio y me habitó tal alegría que la angustia ya nunca podrá relacionarse con mi nombre. Enseguida mi recién descubierta hermana mayor me dio la espalda y la vi alejarse entre jirones de bruma y recuerdos que seguían cayendo
al igual que las gaviotas muertas.
DÍA 47 / LA MEJOR PELÍCULA QUE SE RELACIONE CON TU PROFESIÓN Poeta, desde que la luna me sigue como una amante redonda:
EL COLOR DE LA GRANADA [Sayat Nova] (URSS, 1968) SERGEI PARAJANOV
El poeta niño (Melkon Alekyan) secando libros en el tejado
EL OCÉANO DEL TIEMPO “distingo señales de días pasados algunas fugaces
otras muy quietas todas me indican que he sido un hermoso instrumento que nadie supo tocar” dejó el cigarrillo sobre la mesa se ató los cordones de los borceguíes se acomodó el pelo detrás de la oreja subió a la banqueta y se ahorcó miré el humo los cordones de sus borceguíes la pared de su sombra la tarde nublada el sandwich a medio comer “oh, pequeña” —pensé— “uno no debería tomar decisiones en sus días difíciles”
DÍA 48 / UNA PELÍCULA CON TU HÉROE DE LA INFANCIA EL TULIPÁN NEGRO [La tulipe noire] (Francia, 1964) CHRISTIAN-JAQUE
El tulipán negro (Alain Delon) sonríe para la foto
A nadie se le ocurra ver esta película esperando encontrar una obra maestra del cine, apenas si llega a melodrama interesante. Tampoco para informarse sobre la Revolución Francesa, puesto que su rigor histórico es nulo. En realidad fue el vehículo de promoción internacional de Alain Delon, un carilindo actor francés que no tardaría en hacer suspirar de amor a las mujeres
del mundo entero. Pero yo era un niño que sucumbía ante el encanto combinado de máscaras y espadas. Tanto es así, que uno de los poquísimos deportes que practiqué en mi infancia fue la esgrima. A propósito, en este rubro es absolutamente calamitosa. Inspirada en el folletín La tulipe noire de Alejandro Dumas —en cuyo
personaje se basaría el autor de El Zorro y, más adelante, el de El llanero solitario—, narra las andanzas de Guillaume de Saint Preux, un noble afín a los ideales de la Revolución que se en-
mascara para robar a los de su clase y repartir el botín entre los indigentes. ¿Les suena? Acertaron, la leyenda de Robin Hood traducida al franchute.
DÍA 49 / LA PELÍCULA CON LA MEJOR MUERTE QUE HAYAS VISTO La de Don Siegel (Jean-Pierre Léaud) tambaleando a través de un garaje, en:
MADE IN USA (Francia, 1966) JEAN-LUC GODARD
La nostálgica mirada de Paula Nelson (Anna Karina)
Apuntes para una película sin título Constituímos la máquina de cine perfecta: expreso que sos la hija que siempre quise tener y te convertís en ella. Nunca sabrás hasta qué punto me estremece que te hagas llamar Ginebra, porque de verdad que quise más que nada en este mundo tener una hija y llamarla Ginebra. El constructo simulador que reinventamos es, en sí mismo, la película.
Nuestra verdad, como la de la religión, no está en el cielo ni en la tierra, está en las escrituras. En la catedral de nuestro afecto y adoración, en nuestra misa, de pronto nos volvemos iconoclastas. Deshacemos lo icónico para reclamar la vida que nos dimos en silencio. Por eso me escribiste una vez, en letras verdes sobre fondo rojo, que nunca podríamos abandonarnos. Ahora entiendo aquello que ni vos misma sabías que experimentabas: el terror a la certe-
za de una incomprensión final. Sos una iluminación, una entidad omnisciente que me contiene siempre y cuando la contenga, una topología del ser, una botella de Leiden del Yo, una superestructura que se define al indefinirse, una cuestión que en matemática se denomina “teorema central del límite”, los infinitos infinitos de lo finito. ¿Me peleás por un título, como un vulgar deportista? Renuncio. Todos los títulos son tuyos. Y los subtítulos también. ¿Qué importa un título si triunfamos donde todos fracasan? ¿Para qué forzar una distancia que no nos separa? ¿Probarle parches a un ciego para después acusarlo de que hace trampa porque escucha lo más bien? No. Simulemos que somos vulgares, no lo seamos. Vamos a empezar de nuevo. Nada ni nadie puede romper lo que sentimos, tampoco nosotros, porque lo que sentimos no nos pertenece. Es como aquello que significamos con lo que no decimos, con lo que no mostramos. Que la película sea como nosotros. Si voy a dirigirla, necesito un guión. Si voy a escribir el guión, nece-
sito una premisa. Quiero partir, si te parece, de que el futuro sólo es posible a través de la comprensión dialéctica del pasado. El futuro es la medida de nuestra consciencia, el pasado su motor. Somos lo que hacemos y lo que dejamos de hacer. En cada situación que enfrentamos, elegimos una acción, aun la de no actuar. Pero situaciones y acciones vienen después. Antes, necesitamos personajes. Dios es un buen personaje. Un dios histérico e impotente a la hora de gobernar a sus criaturas. Futuro y Pasado también me parecen buenos personajes. Son como nosotros. Seres que se resisten a dejar de lado su capacidad de transformación. Son muy semejantes y, a la vez, muy diferentes. Acá te pido que hagamos una bolsa de características de los personajes principales, para poder plantear el conflicto que dé lugar a las situaciones y sus consecuencias. Y no me veas como no soy, sino como me hiciste. Su Turno. The only thing I'm guilty of is loving you.
DÍA 50 / LA MEJOR PELÍCULA COLOMBIANA Fusílenme, confieso que he visto sólo tres. Entre ellas elijo:
LA VENDEDORA DE ROSAS (Colombia, 1998) VÍCTOR GAVIRIA
Mónica (Lady Tabares) y otros chicos de la calle
La primera vez que la vi fue en televisión; dado mi desconocimiento del colombiano se me escaparon casi todos los diálogos. La segunda vez la vi subtitulada en inglés y mi comprensión mejoró notablemente (lo digo con un profundo sentimiento de vergüenza).
Más allá de mi tendencia a valorar las producciones que los medios dominantes pulverizan —en el caso que nos ocupa, la tildaron de chata, sensacionalista y de diálogos repetitivos e insustanciales—, encontré un film de bajo presupuesto intenso y honesto que rescata del “olvido” una realidad común a
toda latinoamérica (con la sola excepción de Cuba, puedo decirlo porque estuve militando allí algunos años): “los chicos de la calle”, eterno blanco de las
viejas gordas y los cagones (sea cual sea el extracto social al que pertenezcan), tristemente célebres en cualquiera de nuestras realidades.
DÍA 51 / LA MEJOR PELÍCULA LATINOAMERICANA La ópera prima de Fuad Jorge Jury (nombre de bautismo de LF):
CRÓNICA DE UN NIÑO SOLO (Argentina, 1965) LEONARDO FAVIO
A bañarse en la laguna
Bien, soy argentino, sin embargo no me atrae el cine de mi país. Pero las obras de Leonardo Favio respiran ese aire universal que reniega de las nacionalidades sin dejar de ser argentinas hasta la médula. Si esta película se
exhibiera doblada al francés no habría manera de separarla de Los cuatrocientos golpes de Truffaut. Esto no quiere decir que Favio se propuso hacer un remake. De ninguna manera. El enlace indisoluble debe rastrearse en el
curioso paralelismo que atravesó las infancias de ambos directores. Los dos fueron delincuentes juveniles. Los dos fueron recluídos en correccionales. Los dos fueron actores. Los dos decidieron tomar una cámara como vehículo para exorcisar sus demonios respectivos. Y aquí terminan las semejanzas. A Leonardo Favio, en los círculos cinéfilos internacionales, se lo llamaba “el Truffaut argentino”. El símil es, cuanto menos, insuficiente. Puede que los aspectos formales de sus primeros films evidencien la fuerte influencia estilística de la “nouvelle vague” en general y de Truffaut en particular, pero tam-
bién se advierte en ellos la atmósfera propia del neorrealismo italiano, el conflicto interior de los personajes de Bergman, el particularísimo montaje de Bresson, la ilusión circense de Fellini, los toques extravagantes de Buñuel, la acción paralela de Pudovkin, el humor negro de Polanski y se podría seguir enumerando hasta pasar por todos los realizadores. Coleridge, con esa generosidad que sólo se pueden permitir los genios, solía decir que todos los poetas escriben un mismo libro. Favio no dijo que todos los cineastas realizan una misma película. La filmó.
El texto es mío tanto como tuyo; Pero esto no será una inconveniencia; Deja que me quede con él, amigo mío, Porque yo soy el más pobre de los dos. Samuel Taylor Coleridge
DÍA 52 / LA MEJOR PELÍCULA EUROPEA Indiscutiblemente:
BLOW UP (Inglaterra, 1966) MICHELANGELO ANTONIONI
Thomas (David Hemmings) le echa unos tiros a Veruschka (ella misma)
Si no leyeron el libro Estética de la desaparición, de Paul Virilio, no lo lean, vean esta película. Si lo leyeron, véanla igual. Antonioni es generoso. Hizo dos películas en una, y las dos funcionan en niveles diferentes. En el más bajo es la más popular y con mayor éxito de público de toda su filmografía. En el nivel más alto es un curso intenso de semiología. Pasando por otras muchas cuestiones intermedias, no menos intrigantes, suficientemente densas
como para encarnar la ilusión de James Joyce: mantener ocupada la crítica especializada durante los próximos trescientos años. Discurre sobre la imagen como vector de comunicación, el recuerdo como construcción divergente y potencialmente aniquiladora de lo fáctico, la incapacidad de interpretar sin las prótesis adecuadas y, al igual que en los mercados de pulgas, mucho, mucho más. Por otro lado es un thriller extra-
ño y pintoresco en el que se investiga un asesinato que pudo no haberse cometido. Poesía en estado puro. Materia que los norteamericanos, al igual que el protagonista Thomas (David Hemmings), jamás podrán descifrar. Como decía mi compañero César:
Por el Sahara azul de la Substancia camina un verso gris, un dromedario.
DÍA 53 / LA MEJOR PELÍCULA DE HOLLYWOOD Una película de clase B:
SED DE MAL [Touch of Evil] (EEUU, 1958) ORSON WELLES
Hank Quinlan (Orson Welles) y Mike Vargas (Charlton Heston) se miran mal
Es natural que el film provoque un espantoso aburrimiento entre los no iniciados en los códigos del cine. Welles se propuso retratar la decadencia ética y estética de la posguerra norteamericana, no como una realidad en el espacio del conocimiento razonado, sino como una alucinación anamórfica proyectada desde un panóptico. El largo y maravilloso plano secuencia introductorio inicia con un plano detalle de una
bomba de relojería, visión de la sinécdoque que abarca la narración en su conjunto. Situaciones y diálogos son postizos sucedáneos de Hollywood al borde de la disolución: Susan Vargas (Janet Leigh) desaparece, siendo esposa de un detective, de la manera menos creíble que se pueda imaginar: siguiendo alegremente a unos desconocidos. La crisis de las dimensiones y de la representación es confrontada con el pro-
fuso empleo de picados y contrapicados.
Parafraseando a Bob Dylan, Orson Welles parece decir “he olvidado más de lo que nunca sabrás”.
DÍA 54 / LA MEJOR PELÍCULA INDEPENDIENTE NORTEAMERICANA Porque mi tesis de doctorado fue sobre William Blake, en blanco y negro:
DEAD MAN (EEUU, 1995) JIM JARMUSCH
William Blake (Johnny Depp) buscando su identidad
Tonto de mí que en 2009 descubro un discípulo de Godard, alguien a quien ya conocía, no demasiado bien evidentemente, y que en 1995 realiza su propia e impecable Alphaville en medio del bullicioso escenario norteamericano: Jim Jarmusch. La película en cuestión es Dead Man (El muerto) y abre con un epígrafe de Henri Michaux, poeta y dibujante francés de origen belga:
“Es preferible no viajar con un muerto”. La relaciono con Alphaville por dos razones fundamentales. En primer lugar porque establecen un punto de ruptura con las obras anteriores de ambos directores. En segundo lugar porque abordan el mismo tema: la poesía. Hasta podría convocarse una tercera razón: los dos films son en blanco y negro. Y si se continuara hilando fino quizás el
paralelismo tendería a infinito, que también es un concepto central de los dos argumentos. A mi modo de ver, decir que Dead Man es un “western” es opacar los sentidos, disponerlos erróneamente, clausurar desde el vamos la esencia revolucionaria de lo que se está a punto de percibir, equivalente a definir Alphaville bajo el rótulo de “film noir”. Cinco minutos de proyección bastan para advertir que las dos películas participan géneros de otra naturaleza y los contactos con las categorías referidas se vuelven burlas e ironías sangrientas. Dead Man comienza con un viaje en tren desde el cielo del “progreso” hacia el infierno de la “barbarie”. Es un viaje inverso que ni bien iniciado alude al Matrimonio del Cielo y el Infierno de William Blake, poeta, pintor y grabador inglés del siglo XVIII cuyo espíritu es precisamente representado por Johnny Depp en el film. El William Blake de carne y hueso fue desconocido en su época pero con el tiempo llegó a ser el artista inglés por antonomasia. Jarmusch, que antes de ser cineasta fue estudiante de literatura inglesa y norteamericana, concibe una delicada y compleja parábola a partir de ese hecho, un segundo viaje en recto sentido que contrarresta al anterior y simboliza el tránsito del espíritu a sus orígenes. En efecto, el William Blake sugarfoot que llega al lejano pueblito del oeste ignora su identidad y se aferra a su condición terrenal hasta que se encuentra con Nadie, un indio educado en Inglaterra que lo reconoce y se dispone a guiarlo en la transmigración. Otra vez el paralelismo con
Alphaville es inevitable. El detective combate un cerebro electrónico que se ha apoderado del espíritu de los mortales, auxiliado por la hija de su creador. La poesía, en este caso Capital del dolor de Paul Éluard, es el arma que derrotará la máquina y devolverá los espíritus a su lugar, hermosa metáfora de oposición al sistema deshumanizador. La poesía se convierte en arma redentora. En Dead Man la conversión es inversa, aunque no menos acertada: es el arma en manos del espíritu de William Blake la que devendrá poesía para enfrentar al hombre blanco genocida y usurpador de las tierras de Nadie y su pueblo. Así, uno de los momentos claves del film se produce cuando el espíritu Blake se identifica con la carne Blake asediada por dos oficiales de policía. “¿Conocen mi poesía?”, exclama el espíritu encarnado levantando su Colt 45 y disparando certeramente sobre uno de ellos. A lo largo del metafísico viaje de regreso a sus orígenes, autoexcomulgándose de las usurpaciones sufridas, identidad, lenguaje, tierra, sangre, el espíritu ignora a quién pertenece pero comienza a adivinarlo poco a poco, a través de un rito de paso ancestral. Las dos películas tratan el forzado abandono del ser, arrancado de sus raíces, alienado por la tecnología al servicio de la desmedida ambición capitalista que niega irreflexivamente los altos valores que destruye, anulando el indispensable equilibrio hombre-naturaleza, sin tomar en cuenta que, en consecuencia, siembra el germen de su propia aniquilación. La guitarra minimalista de Neil Young se integra de tal modo con las
imágenes de Robby Muller que informa exactamente lo que nuestros ojos perciben. Las planicies desiertas se hacen más desgarradoras con los atronantes, eléctricos y pausados rasguidos de Young. Idéntica dedicación en la musicalización de sus obras es la costumbre de Godard, que al preciosismo fotográfico
de Raoul Coutard le añade la cuidadosa selección de los pasajes acústicos. La música no es concebida como mero acompañamiento, debe ser parte inseparable de lo visual, volverse imagen, expandirla fuera de los límites de la pantalla. AFOOFA Project, Igor Sergei Klinki, 2010
DÍA 55 / LA MEJOR PELÍCULA ASIÁTICA Dadle a Hollywood lo que es de Hollywood y al Cine lo que es del Cine:
CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA [Ugetsu monogatari] (Japón, 1953) KENJI MIZOGUCHI
Genjûrô (Masayuki Mori) y Wakasa (Machiko Kyô)
Pertenece al tipo de estúpida obra maestra que tanto molesta a los estúpidos. Que Mizoguchi es el cineasta más grande y prolífico que ha dado Japón no es ninguna sorpresa, ya lo admitían con una sinceridad que los enaltecía Ozu y Kurosawa (éste último el director más reconocido en occidente precisamente por ser el más occidentalizado), lo extraño es que esta joya sea tan infravalorada aun por los admiradores de Kenji, cuando a todas luces es una de sus realizaciones más brillantes, si no la mejor.
Supongo que tiene que ver con la insalvable distancia sociocultural entre civilizaciones dispares, con la transculturación operada por el reduccionismo norteamericano al finalizar la Segunda Guerra y con la incomprensión de una estética opuesta a los cánones internalizados. Cualquiera sea el motivo, amerita un análisis en profundidad que excede los alcances de esta breve reseña. Cuentos de la luna pálida es una obra de belleza deslumbrante, con movimientos de cámara novadores que se traducen en planos que rozan la perfec-
ción. Un viaje espectral hacia los fantasmas que llevamos dentro, enfermos de pasión, codicia y arrebatos, para su-
surrarnos que si bien la vida está en otra parte, ese lugar también está en nosotros.
DÍA 56 / LA MEJOR PELÍCULA DE AVENTURAS Una que me enseñó de qué lado de la vida hay que estar:
LOS SIETE SAMURÁIS [Shichinin no Samurai] (Japón, 1954) AKIRA KUROSAWA
Kikuchiyo (Toshiro Mifune) se abalanza sobre la mesa del banquete
¡Qué maravilla de película! Quedé tan motivado que ni bien terminé de verla empecé a escribir una novela. Drew saca del bolsillo una neu-
mocaja y la deposita sobre la mesa grande del comedor. Las neumocajas tienen la particularidad de ajustarse a las dimensiones de lo que se va introduciendo en ellas y una vez que se ha in-
troducido todo lo que se desea, vuelven a su estado de reposo, vale decir, al tamaño que tenían antes de expandirse. Son realmente útiles y fueron inventadas con anterioridad a la EPS por un esquizoterrorista experto en biotopología. El único problema que presentan estos maravillosos dispositivos, es que reducen los parámetros dimensionales de los objetos contenidos pero no sus masas.
Son extremadamente difíciles de adquirir, aun en el mercado negro. Ni hablar de su precio, es tan elevado que podrías comprar un país con todos sus habitantes. Y la peor parte es que si los transpolicías te agarran con una de ellas, tu vida valdrá tanto como un ajo frito. De Anfibiología de clase o La inútil gesta de Drew Runaway, Igor Sergei Klinki, 2007
DÍA 57 / LA MEJOR PELÍCULA DE CIENCIA FICCIÓN Con eso de la mejor me confunden, pero:
CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE [Soylent Green] (EEUU, 1974) RICHARD FLEISCHER
El detective Thorn (Charlton Heston) tiene problemas con las galletitas
Advertencia liminar Escribo por otros que no recibieron la maldición de vivir ni de recordar tanto, pero que no dudaron en entregar amorosamente sus vidas para que yo lo hiciera. Me honra ser la voz de los muertos más hermosos y alegres de una humanidad que aún no ha aprendido a entrar en la noche única de la muerte, y por lo tanto, tampoco ha aprendido cómo ni para qué vivir.
Nací en Kiev, Ucrania, o en cualquier otra parte, en un día cualquiera de una edad cualquiera, hijo de cualquiera con cualquiera. No profeso ninguna virtud, como no sea el saber qué palabra poner a continuación de otra. No reclamo nada. Lector que esperas la belleza, voy a defraudarte. Todo aquí, al igual que el espaciotiempo que te contiene, es circunstancial. Puede ser leído —y olvidado— en cualquier orden. Sólo es pre-
ciso que no confundas tu deber con el mío. Las cosas se diferencian en lo que se parecen, afirmaba Aristóteles; pero no se parecen en lo que se diferencian, agrego yo. Si eres de mi especie, voy a
agradarte. Si no, lamentarás haberme conocido. Ambas posibilidades me tienen sin cuidado. Me sorprendería tu reciprocidad. De Diario de un deshabitante, Igor Sergei Klinki, 1999
DÍA 58 / LA MEJOR PELÍCULA POLICÍACA Denme un Ford Mustang y moveré el mundo:
BULLITT (EEUU, 1968) PETER YATES
Frank Bullitt (Steve McQueen) en la mejor carrera de su carrera
Durante los años posteriores a su estreno, la abrumadora cantidad de policiales inspirados en ella, hicieron que la película envejeciera mal. Sin embargo, hay un record que sigue ostentando: la mejor persecución de coches jamás filmada. En la actualidad, las nuevas tecnologías de edición y de efectos especiales hacen que realizar esta clase de escenas parezca un juego de niños, pero tengan en cuenta que la de Bullitt no es un verosímil, es real. Ni siquiera se aceleró la imagen para dar mayor sensación de velocidad como era habitual en
esa época. Además, el piloto es el mismo Steve McQueen, insustituible pilar de toda la película con una de las mejores actuaciones de su carrera. La historia es convencional, pero lo apuntado, más la música 'cool' del argentino Lalo Schifrin, son suficientes para convertir esta producción en una de las mejores del género. Lo único lamentable es que la hermosa Jacqueline Bisset haya sido relegada a ser una parte del decorado.
DÍA 59 / LA MEJOR PELÍCULA DE GANGSTERS Hablemos de cine, pero en silencio:
EL SAMURÁI [Le Samouraï] (Francia, 1967) JEAN-PIERRE MELVILLE
Jeff Costello (Alain Delon) mirando llover desde su automóvil
Alain Delon sólo es un mal actor con una cara bonita. A lo largo de mi infancia escuché la frase tantas veces que terminé por aceptarla. Muchos años después, dictando una clase de grabado en la Massana, la escuela de arte y diseño de Barcelona, mientras los alumnos disponían los ácidos y las planchas de zinc para la práctica, reparé en una foto de Delon que sonreía desde el cartapacio de una de mis alumnas y la frase
vino a mi memoria maullando como un gato hambriento. Un poco más formado en cinematografía que cuando era niño, me pregunté por qué razón directores de la talla de Jean-Luc Godard, Michelangelo Antonioni, Luchino Visconti, René Clément, Julien Duvivier, Louis Malle, Valerio Zurlini, Joseph Losey, Jacques Deray, Volker Schlöndorff y el que ahora nos ocupa, Jean-Pierre Melville, se empeñaban en contratarlo. ¿Nadie les
había revelado la verdad? El samurái demuestra un par de cosas fundamentales. La primera, que las imágenes poseen una capacidad de emoción muchísimo más intensa que el
diálogo constante y superfluo. La segunda, que se puede hacer una obra maestra con una cara bonita. Siempre y cuando el portador sea un actor tan excepcional como para saber neutralizar sus efectos distractivos.
DÍA 60 / LA MEJOR PELÍCULA DE DETECTIVES Teneme este MacGuffin:
EL HALCÓN MALTÉS [The Maltese Falcon] (EEUU, 1941) JOHN HUSTON
Sam Spade (Humphrey Bogart) le dice cosas horribles a Miss O'Shaughnessy (Mary Astor)
Basada en la novela epónima de Dashiell Hammett —creador, junto a Raymond Chandler, del género policial negro, así llamado por su dureza, anti maniqueísmo y fuerte crítica social—, fue la ópera prima de Huston y marcó la entrada de Humphrey Bogart en un personaje del que ya nunca podría desprenderse, sesgando incluso su personalidad en la vida real. A pesar de que el texto de Ham-
mett constituye una obra maestra del género, motivo que suele resentir los resultados del pasaje al celuloide, la película logra establecer un terreno que le es propio consiguiendo ir más allá de la mera adaptación. Huston planificó cuidadosamente su proyecto desde la preproducción y, a imitación de Einsenstein, realizó bocetos a mano de cada plano. La naturalidad de las tomas complejas es consecuencia lógica del labo-
rioso dise単o previo. En cuanto al argumento, si bien atrayente, creo que es apenas una excu-
sa para situar el meticuloso estudio de personajes, objetivo principal tanto del film como de la novela.
DÍA 61 / LA MEJOR PELÍCULA ROMÁNTICA En el juego del amor somos peones inservibles:
DOS EN LA CARRETERA [Two for the Road] (Inglaterra, 1967) STANLEY DONEN
Joanna Wallace (Audrey Hepburn) cambia la carretera por un caño
El trazo de una huella de Audrey me recorre, se instala subrepticiamente en mis terminales nerviosas, me advierte raro, rehuyendo en parte la banda desconocida de mis instintos. Afuera, en una cantidad indefinida de ladridos turbios, la luz se disuelve mansamente en la oscuridad, el día cesa. El trazo y mis pensamientos, fundidos en una conciencia exterior que me vacía la cabeza, se deslizan con lentitud hacia el olvido. Las dos noches formuladas cobran vida, inauguran un plano inaccesible, se interceptan de manera inconcebible. Au-
drey me muestra su mano derecha, señala zonas que presentan protuberancias enrojecidas en sus largos dedos, me habla de una maldición y de energías contrarias. En tono displicente, me niego a aceptarlo y refuto la posibilidad de lo que considero un anacoluto. De pronto me invade un sentimiento de angustia voraz, no sé que estoy diciendo. Mi mente se llena de ausencias, quiero gritar, sumergirme en la muerte, saltar hacia la noche por la ventana. La presencia de las ausencias, amplificada por mi cansancio, me convida su pesadilla. Au-
drey observa mi turbación pero no la comprende, cree que es ella la causante. Se pone el abrigo y pienso que se quiere ir, pero permanece sentada en silencio; tiene frío. Comienzo a farfullar sobre mis pérdidas, confuso y desolado; mi angustia crece, nada en la nada. Me pongo de pie, estoy a punto de llorar. Me siento débil y molesto, llevo dos noches sin dormir y padezco un pinzamiento lumbar. Tengo deseos de ser abrazado y consolado como un niño, pero no me atrevo a manifestarlo, temo que Audrey malinterprete mi necesidad. Poco a poco, la sensación de angustia cede, me relajo y recupero el control.
Nuestras miradas se cruzan y se fijan en el otro: no sólo nos miramos, nos vemos. Experimento la sensación de que quiero a esa mujercita que me mira desde sus ojos vivaces con todo mi ser. Entonces comprendo, he absorbido una angustia que no estaba en mí; he negado una nada que ladraba en la noche por medio de una angustia externa, proveniente de Audrey o de “algo” que también estaba allí, entre nosotros. Me incorporo para encender el calefactor. El resto es literatura. De Mi vida sin Audrey Hepburn, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 62 / LA MEJOR COMEDIA DE ENREDOS No he visto muchas, pero hace poco empecé por:
LAS TRES NOCHES DE EVA [The Lady Eve] (EEUU, 1941) PRESTON STURGES
Jean (Barbara Stanwyck) le pregunta a Charles (Henry Fonda) si le gusta la película
Acepto todo tipo de vilipendios críticos, cientificistas incluídos. Ahora bien, preguntarse cómo es posible que Charles no se dé cuenta de que Lady Eve es Jean disfrazada, está fuera de lugar, y es inaceptable por encontrarse vi-
ciado de una estúpida deshonestidad. Hace doscientos años, ya master S. T. Coleridge recomendaba la suspensión voluntaria de la incredulidad (“willing suspension of disbelief”, en el texto original) como llave indispensable para
penetrar plácidamente en el mundo expuesto en la ficción y poder disfrutarlo. ¿O es que esta clase de espectadores críticos espera que las obras de ficción sean una rama de los documentales? ¿Empezar a leer La máquina del tiempo de H. G. Wells y derivar los pensamientos a que no existen los viajes en el tiempo? Creo que es más inteligente internarse en la propuesta de los autores y preguntarse desde allí. Por ejemplo,
¿qué grado de veracidad tienen las películas documentales habida cuenta de que son producto de montajes, encuadres, comisiones y omisiones? O en el caso de Wells, ¿es posible que esté discurriendo acerca de la lucha de clases? Por favor, muchachos, ventilen los sesos con un poco de imaginación, que bastante falta le hace al arte contemporáneo.
DÍA 63 / LA MEJOR PELÍCULA DE SUSPENSO Un canto a la oscura y tierna misoginia:
VÉRTIGO [Vertigo] (EEUU, 1958) ALFRED HITCHCOCK
Scottie (James Stewart) le pregunta a Madelaine (Kim Novak) si va para el centro de la ciudad
Es un extendido deporte que comenzó con Aristóteles y Platón, filósofos que fundamentados en una vasta relación de mitos ancestrales —gorgonas, medusas y demás aberraciones femeninas— postularon la inferioridad de las pitufas. En este sentido, se puede decir que Hitchcock era aristotélico y platónico. Aunque sospecho que a las mujeres no, me divierten los misóginos, al
menos los que limitan su violencia al rango verbal (a los golpeadores los golpeo por deber, no por diversión). Odian todo aquello que tenga que ver con la más mínima insinuación de lo femenino. Son seres vulnerables, idiotas emocionales que detrás de su odio y abominación esconden un insondable terror a las mujeres. Las desean tanto que, incapaces de seducirlas, las convierten en objeto de sus burlas y execraciones
constantes. Cuando por alguna razón ajena a mi entendimiento, logran establecer una relación afectiva elaboran un sistemático estilo destructivo que estraga psíquicamente a sus parejas hasta someterlas por completo. Hitchcock ejercía su misoginia con la cámara. En Vértigo, la que considero su mejor película, parece condensar los estratos antifemeninos de sus producciones anteriores, a la vez que manifiesta un claro intento de redención. John Ferguson (James Stewart) es su álter ego en la pantalla. Sufre de vértigo de altura, el que se experimenta al
contemplar un vacío espacial. Nada traduce mejor lo que apunté arriba. La altura representa la posición de “superioridad masculina” (constructo de la mente enferma) y el vacío la mujer (ser hueco e inferior situado por debajo). En ausencia del abismo todo parece en orden. Los que sufren esta clase de vértigo confiesan que la angustia mayor la padecen por el imperioso impulso de arrojarse al vacío que experimentan mientras lo contemplan (el deseo). Aparece la mujer y la crisis sobreviene. Para peor, en la película, el abismo se enamora. Imperdible.
DÍA 64 / LA MEJOR PELÍCULA INFANTIL QUE NO SEA ANIMADA La original, la única:
LA GUERRA DE LOS BOTONES [La guerre des boutons] (Francia, 1962) YVES ROBERT
Chicos listos para el combate
Me pareció que esta película sería incapaz de retener la atención de las nuevas generaciones de niños. No hay efectos especiales, ni computadoras, ni personajes estrafalarios. Sólo bandadas de chicos comunes y corrientes jugando a la guerra en la campiña francesa. Para someter mi teoría al principio de falsa-
bilidad conduje a mis conejitos de Indias (8 y 10 años) al laboratorio y los expuse a los noventa minutos de proyección reglamentaria. Transcurridos los primeros quince minutos puede decirse que mi teoría ya estaba refutada por completo: los cobayos presentaban signos de vivo entusiasmo y diversión.
Al finalizar el experimento fueron ellos mismos los que me propusieron invitar
otros conejitos amigos y repetir la experiencia.
DÍA 65 / EL MEJOR BIOPIC (PELÍCULA BIOGRÁFICA) Uno que narra las desventuras del artista cuando es verdadero:
SED DE VIVIR [Lust for Life] (EEUU, 1956) VINCENTE MINNELLI
Vincent Van Gogh (Kirk Douglas) imagina cuervos sobrevolando el trigal
Aunque el guión padece de algunos tropiezos y ausencias, la magnífica fotografía y la sólida actuación de Kirk Douglas encarnando a Vincent van Gogh logran transmitir el flamígero espíritu que habitaba al genial pintor.
El día en que los padres de Van Gogh lo llevaron a visitar la tumba de su homónimo hermanito, el pequeño Vincent leyó su propio nombre escrito en la lápida. Años más tarde, en París, me confió que esa circunstancia había determinado su inclinación por las pros-
titutas. Pude verificar que no mentía cuando se cortó el lóbulo de la oreja izquierda, lo envolvió en un pañuelo, y se lo ofreció como trofeo a su puta favorita la que por supuesto, no supo que hacer con él y, horrorizada, me lo entregó
a mí, que aún lo conservo. Pobre Vincent. Poseía una visión ciertamente tauromáquica de la conquista del ser. De Diario de un deshabitante, Igor Sergei Klinki, 2005
DÍA 66 / LA MEJOR PELÍCULA FANTÁSTICA LA DIALÉCTICA, ¿PUEDE ROMPER LADRILLOS? [La dialectique peut-elle casser des briques?] (Francia, 1973) KUANG-CHI TU y RENÉ VIÉNET
“Esta mierda se origina en el estúpido y obtuso leninismo de Trotsky”
Tomar una película china de artes marciales y tergiversar sus diálogos me parece fantástico. Justamente es lo que hizo Viénet en esta obra, a partir de Tang shou tai quan dao (1972), film B de artes marciales. La operación no es caprichosa, responde al “détournement” impulsado por el situacionismo, movi-
miento creado por intelectuales revolucionarios inspirados en los teóricos marxistas Rosa Luxemburgo y Georg Lukács, entre otros; el concepto central del procedimiento es la apropiación de objetos capitalistas (o del sistema político que se pretenda analizar bajo la lupa del materialismo dialéctico) alterando
su significado hasta volverlos autocríticos. El resultado es tan sorprendente como gracioso. Woody Allen, algunos años antes de esta presentación de Viénet, compró los derechos de una película policial ja-
ponesa, alteró sus diálogos y la relanzó como ¿Qué pasa, Tiger Lily? (1966). Si bien su idea no era la crítica marxista sino provocar un efecto humorístico, puede considerarse a Woody el precursor del “détournement” situacionista.
DÍA 67 / LA MEJOR PELÍCULA ARGUMENTAL BASADA EN HECHOS DE LA VIDA REAL Sí, me gusta el jazz:
A SANGRE FRÍA [In Cold Blood] (EEUU, 1967) RICHARD BROOKS
Perry (Robert Blake) comenta que nunca usó corbata
Ejercicio patafísico Descalzos, ubíquense mental y transitoriamente en el pasado de sus padres, cuando eran niños desconocidos entre sí. Calculen la probabilidad que ellos tenían de intersecarse sexualmente, teniendo en cuenta que la mayor distancia entre ellos fue inversamente proporcional al cuadrado de la existencia de ustedes. Hagan una gráfica comparativa entre la ocurrencia virtual del ser que se es y del ser real que realmente
pudo ser cualquier otro. De modo empírico, construir una tabla de verdad que demuestre la innegable causalidad de los elementos faltantes. Al concluir el ejercicio, mírense los pies y tengan presente que fueron la última parte de ustedes en salir a la luz. Imaginen que no existen y pónganse los zapatos, para que los pies continúen en aquella tierna oscuridad. Desnuden el resto del cuerpo y tomen una ducha tibia. Con los ojos cerrados, remóntense en el recuerdo del agua que fueron. Nazcan de nuevo, sin
necesidad de progenitores, al descalzarse otra vez. Antes de abrir los ojos, mediten un instante en la palabra eternidad. Adivinen el resto.
De La eternidad y otras pelotudeces, Igor Sergei Klinki, 2005
DÍA 68 / LA MEJOR PELÍCULA DE MELODRAMA Por su apropiación de lo minúsculo:
LA PIANISTA [La pianiste] (Francia, 2001) MICHAEL HANEKE
Walter Klemmer (Benoît Magimel) y Erika Kohut (Isabelle Huppert) se erotizan en un baño público
Tus actos no te aproximan a Dios. Nunca olvides que Cristo murió y fue al Infierno. Hola amigo, te escribo porque a pesar de tus buenos consejos no me pude levantar a Françoise. En primer lugar alquilé el Issota Fraschini tal como habíamos convenido pero camino al aeropuerto
se me cruzó esta oveja negra afgana en el medio de la ruta y no tuve más remedio que pasarle por encima. Por fortuna me averié menos que el coche. Por desgracia tuve que volver a pie y con un zapato menos. En segundo lugar no pude conseguir la caja de chocolates Lindt con forma de corazón y compré unos sobrecitos de Rocklets y aspirinas puesto que no tenían otra cosa. Ya no sigo, porque lo que vino después fue mucho peor. De todas maneras muchas gracias, decile a Françoise que se olvide de mí. Te veo el lunes en la oficina. De Todos los caminos conducen a alguna parte, Igor Sergei Klinki, 2012
DÍA 69 / LA MEJOR PELÍCULA DE ACCIÓN La historia de una flauta triste, un bebé que ríe y una espada que llora:
EL DESTINO DE UN GUERRERO [The Warrior's Way] (Nueva Zelanda, 2010) Sngmoo Lee
Yang (Dong-gun Jang), al fondo, avanza hacia su enemigo
Cada vez que veo esta película, y lo hago a menudo, vuelvo a ser niño. Si no les interesa regresar a la infancia, esta peli no es para ustedes. Sólo el espíritu de un niño puede vibrar con esta clase de poesía. Poco me importa que el héroe no lleve máscara, es el mejor del mundo con la espada, así como Clint Eastwood era el mejor del mundo con su Colt 45.
Porque esto, señores, es un western hecho en Nueva Zelanda por un surcoreano que nos cuenta las andanzas de un samurái japonés en el lejano oeste norteamericano. Extraña como Kurosawa filmando una porno en Disneylandia. Un cóctel extravagante y explosivo con imágenes que destilan una irrealidad maravillosa. Quedan avisados.
DÍA 70 / EL MEJOR WESTERN DE TODOS LOS TIEMPOS No sé si el mejor, pero el único con Audrey:
LO QUE NO SE PERDONA [The Unforgiven] (EEUU, 1960) JOHN HUSTON
Ben Zachary (Charlton Heston) busca empomarse a su hermana Rachel Zachary (Audrey Hepburn)
Lo que no se perdona es el palo que se pegó Audrey por culpa de Huston, que la hizo subir a un caballo por primera vez estando preñada de varios meses. La pobrecita sufrió la fractura de cuatro vértebras, esguince de tobillo, desgarro de deltoides y, para completar el cuadro trágico, poco después tuvo un
aborto espontáneo. Aun así, al cabo de seis meses, venciendo la terrible depresión en que la había sumergido la pérdida de su hijo, regresó al rodaje para cumplir el contrato. La accidentada producción —más allá del affair Audrey, el director mantuvo duros enfrentamiento con Burt Lan-
caster (productor asociado) quien deseaba un film taquillero y por tanto cuestionaba el propósito de denuncia racial que le venía imprimiendo aquél—, hizo que Huston calificara esta obra suya como la peor de su carrera. En cierto modo los problemas quedaron reflejados en el celuloide y el producto no fue
ni taquillero ni de denuncia, resultando un híbrido de difícil digestión tanto para la crítica como para el público. Lo cierto es que el ángel de Audrey, en su papel de mestiza kiowa disputada a sangre y fuego por blancos e indígenas, incrementó en varios grados mi pasión por ella.
DÍA 71 / UNA PELÍCULA QUE TE RECUERDE ALGÚN VICIO O MAÑA QUE TENGAS For the gorgeous virtue and vice of being a womanizer:
PERFUME DE MUJER [Profumo di donna] (Italia, 1974) DINO RISI
Fausto Consolo (Vittorio Gassman) en las sombras, como un pez en el agua
Puedo estar pensando en cualquier cosa pero el trasfondo de la cosa es inevitablemente una mujer. De los incontables lugares que fui expulsado sólo hubo dos a los que siempre quise regresar, y regresé: mi tierra y la vagina. Ambas instituciones modelaron mi carácter desde mi nacimiento, una fue la puerta por la que me asomé al mundo, la otra será mi destino final. La
comprensión temprana de estos delimitadores —el umbral y el límite de mi existencia—, alimentó mi rebeldía y me arrojó de lleno en la poesía, único procedimiento que entendí sería capaz de desentrañar lo que va ocurriendo entre los extremos. Desde sus comienzos mi instrucción formal fue clásica (aprendí latín en una habitación sombría a la hora en que otros niños jugaban al fút-
bol en la calle) pero mi impulso era romántico. La causa de esta complementaria y feliz oposición hundía sus raíces en que estaba rodeado por féminas; personal de servicio, institutrices, compañeras de estudio, todas mujeres que agregaron puntos de vista alternativos a
mi conciencia y templaron mis estados anímicos entre la dureza de la instrucción y la ternura de sus sentimientos. La mujer es para mí lo más parecido al ensueño. Extracto de El deshabitante, Igor Sergei Klinki, 1979
DÍA 72. UNA PELÍCULA DONDE TE HAYA GUSTADO MUCHÍSIMO EL GUIÓN Está muy claro:
EL TERCER HOMBRE [The Third Man] (Inglaterra, 1949) CAROL REED
Harry Lime (Orson Welles) huye por el alcantarillado
Es frecuente que un cineasta resuelva hacer una película sobre una obra literaria (a veces propia como, por ejemplo, Georges Perec con su novela Un homme qui dort), pero El tercer hombre es prácticamente el camino inverso. Graham Greene, notable escritor inglés autor del guión, publicó la novela corta del mismo título una vez que la película llevaba un tiempo considerable
en las taquillas. Su decisión de trabajar y publicar el relato que sólo le había servido de apunte para el guión, se debió a una especie de oscura venganza por los enfrentamientos que había sostenido con los productores —David O. Selznick y Alexander Korda, que ya se llevaban pésimo entre sí— quienes a último momento lo obligaron a cambiar el final. Obviamente el final del libro es el
que Greene quería para el film. Parece increíble que en una atmósfera cargada de tensión —a la desinteligencia de director, guionista y productores se sumaba el resentimiento
de Orson Welles hacia su ex amigo Joseph Cotten, los actores centrales— se haya elaborado uno de los guiones más emblemáticos del cine.
DÍA 73 / UNA PELÍCULA DONDE LO QUE MÁS TE HAYA GUSTADO FUE LA FOTOGRAFÍA (ILUMINACIÓN, TEXTURA, ETC) La que me enamoró de la fotografía para siempre:
CUERNO DE CABRA [Kozijat rog] (Bulgaria, 1972) METODI ANDONOV
El pastor Karaivan (Anton Gorchev) y su esposa (Nevena Andonova) dispuestos a contar cabras
Siendo estudiante de arquitectura era frecuente que pasara muchas noches en la facultad dibujando en el taller del quinto piso junto a mis cuatro compañeros de equipo. Una de esas noches, alrededor de las dos de la mañana me entraron ganas de mear, para lo que era necesario desplazarme hasta los baños del tercer piso. A esa hora los ascenso-
res estaban clausurados y las escaleras eran la única alternativa —a menos que optaras por las ventanas o los ductos de ventilación— para acceder al resto de las plantas. Salí del baño y se me ocurrió tantear la puerta del microcine que estaba en el lado opuesto del hall. Los empleados habían olvidado cerrarla con llave y el seguridad de ronda nocturna
no lo había advertido. Excitado, subí corriendo y le comenté mi hallazgo a Daniela, una linda, petisa y traviesa muchachita, la única que podía secundarme en ese tipo de incursiones, ya que el resto del grupo era inmune a la aventura. Una vez que estuvimos dentro, trabé la puerta para que la ronda no percibiera ninguna anomalía. Mientras el menudo cuerpito de Daniela se entretenía saltando de butaca en butaca, me dirigí a la cabina de proyección. Sobre una mesa alta había unas cuantas latas de películas y el proyector de 16 mm. Tomé una de las latas y leí los grandes caracteres manuscritos en la etiqueta circular: Sofia Film Studios - Cuerno de cabra - Kozijat rog - Act 3 - Copy 6 - in 14 Acts. Busqué la primera lata y calcé la bobina en el proyector, poniendo cuidadosamente “en puerta” la cinta. Por la ventanilla le grité a Daniela que dejara de saltar y tomara asiento. Fui hasta el tablero de luces y bajé las llaves identificadas como “sala general”, “sala cen-
trales” y “sala laterales”. Encendí la lámpara del proyector y miré por la ventanilla nuevamente. Vi la cara de Daniela iluminada por el haz de luz y adiviné que estaba parada sobre los brazos de una de las butacas de la fila central. Tomé una de las linternas, accioné el interruptor del proyector y salí disparado hacia la sala. Previendo el cambio de latas, me senté cerca de la cabina y la gran maravilla búlgara comenzó. Es difícil traducir en palabras las copiosas y variadas emociones que la experiencia del microcine me produjo. En primer lugar, el intenso flujo de adrenalina por estar haciendo algo prohibido amplificó considerablemente los estímulos provocados por las soberbias imágenes, mezquinas en diálogos y pródigas en sonidos naturales. En segundo, tercero y cuarto lugar, Daniela, que con sus artes feromónicas me entretuvo lo suficiente como para demorar tres cuartos de hora el cambio de la lata seis a la siete.
DÍA 74 / UNA PELÍCULA DONDE LO QUE MÁS TE GUSTÓ FUERON LOS EFECTOS ESPECIALES A mí no me atraen mucho los defectos especiales, pero:
TRON (EEUU, 1982) STEVEN LISBERGER
Yori (Cindy Morgan) y Clu (Jeff Bridges) calentando sus circuitos
De niño me fascinaban las historietas (no por sus historias, que para eso contaba con la generosa literatura), sino por sus dibujos. Algunos autores me provocaban ese grado de alucinación hipnagógica que precede al sueño, de modo que ciertas veces experimentaba la sensación onírica de estar dentro de
los cuadros, viviendo en la realidad virtual diseñada por el creador. Uno de los autores que negociaba mi ilusión con presteza era el francés Jean Giraud, recientemente fallecido. Más conocido por su seudónimo, Moebius, fue el dibujante de la serie El Incal (1980), en colaboración con Alejandro
Jodorowsky, responsable del guión. En el mundo del cine tal vez su nombre no tenga el merecido reconocimiento, por lo que es preciso resaltar que hizo los bocetos del vestuario de Alien, el octavo pasajero (1979) y que Blade Runner (1982) debe su tratamiento visual a la revolucionaria historieta The Long Tomorrow (1975), firmada por Moebius. Y, por supuesto, diseñó el mundo cibernético que recrea Tron, precursora indiscutible de los efectos especiales de la actualidad. Contra lo que pueda pensarse, los
efectos especiales de esta producción dependen muy poco de la generación de gráficos por computadoras (téngase en cuenta que treinta años en tecnología de microprocesadores y circuitos integrados, coloca aquellas máquinas en la prehistoria de la informática). Las escenas que representan la realidad virtual fueron filmadas en blanco y negro para su posterior coloreado a mano. Toda una proeza, que unida a la participación de Moebius, me inclina a elegir Tron para satisfacer la consigna.
DÍA 75 / UNA PELÍCULA CUYO ARGUMENTO NO TE GUSTÓ PERO SÍ LA MANERA EN QUE FUE HECHA (LOS ASPECTOS VISUALES Y SONOROS) ¿Qué argumento?:
EL IMAGINARIO MUNDO DEL DOCTOR PARNASSUS [The Imaginarium of Doctor Parnassus] (Inglaterra, 2009) TERRY GILLIAM
Valentina (Lily Cole) no sabe cómo termina la película
No soy fóbico a ciertos temas, en arte todo es cuestión de tratamiento. Con El imaginario... tuve la sensación de estar soñando el sueño de otro. Es
muy difícil apropiarse de imágenes intempestivas que se suceden sin sustrato, por más espléndidas y bonitas que sean. Cuando soñamos nuestro propio sueño,
ocurre algo similar pero de naturaleza diferente: el mismo órgano que las emite es el que las recibe, una especie de proyector apuntando a un espejo como pantalla. Todo espectador del espejo durante la proyección sería incapaz de percibir otra cosa que un proyector proyectando. Ahora supongamos un espectador astuto que reemplazara el espejo por una pantalla. Conseguirá ver las imágenes pero no su sustrato psíquico. Al carecer de elementos para decodificarlas sólo podrá dar cuenta de su even-
tual belleza. Ha robado el sueño, pero no el mensaje. Es probable que al traducirla en palabras, exagere mi sensación y esté siendo injusto con el pobre Terry, al que Heath Ledger le jugó una mala pasada, tuvo la ocurrencia de morirse en la mitad del rodaje. Creo que llegado ese punto te quedan dos opciones, abandonas el proyecto o lo concluyes como homenaje a tu protagonista ausente. La elección fue la obvia. El resultado también.
DÍA 76 / UNA PELÍCULA CUYA HISTORIA NO ES TAN BUENA, PERO LA BANDA SONORA LA HACE INTERESANTE No es que la historia sea mala pero está viciada de giros efectistas:
VESTIDA PARA MATAR [Dressed to Kill] (EEUU, 1980) BRIAN DE PALMA
Liz Blake (Nancy Allen) busca algo para ponerse
Pino Donaggio alcanzó la celebridad con la musicalización de Don't look now (1973) de Nicolas Roeg, magnífico, polémico y censurado film de horror psicológico debido a que fue el primero en mostrar —en una producción para el gran público— un llamativo cunnilingus. Tres años más tarde, el músico y cantante fue solicitado por Brian de Palma para componer la banda sonora de Carrie y a partir de ahí formalizó una estrecha relación con el director
que lo llevaría a musicalizar Blow Out, Body Double, Raising Cain y su más reciente Passion. La elección de Donaggio para construir atmósferas de intriga y suspenso es acertadísima, descollando su maestría en música barroca —fue un niño prodigio del violín— matizada con aportes del rock'n'roll (el mismísimo Elvis versionó uno de sus temas), el pop y la música electrónica. En Vestida para matar hay varias
escenas magistrales, exentas de diálogo, que más allá de su correctísimo tratamiento visual deben gran parte de su hipnótico esplendor a la extraordinaria complejidad melódica de Donaggio.
Para no hablar de la fuerte sensualidad que supo insuflar en la ya sensual fantasía erótica de De Palma, que no es otra cosa esta película.
DÍA 77 / LA PELÍCULA FUTURISTA QUE MÁS TE GUSTA Futurismo era el de antes, grita Marinetti desde su tumba:
METRÓPOLIS [Metropolis] (Alemania, 1927) FRITZ LANG
C.A. Rotwang (Rudolf Klein-Rogge) y uno de sus inventos, la muñeca hinchable (Brigitte Helm)
El futurismo de hoy es el pasado del futurismo de ayer. Heráclito observaba que los que duermen habitan mun-
dos separados mientras que los que están despiertos, el mismo. Y mi querido compatriota Macedonio Fernández
apuntaba que no toda es vigilia la de los ojos abiertos. ¿Qué puedo agregar? Ah, sí. La reflexión de Macedonio va mucho más allá de la simple constatación factual del griego. Expone de manera sutil —inusual tratándose de un argentino, dicho con todo el respeto que me merezco— una raíz compleja: que nuestro estado de vigilia no involucra necesariamente a la conciencia. Desde una perspectiva ontológica la conciencia es propia del ser-para-sí, que quiere decir que las personas trascendemos las cosas (el ser-en-sí) gracias a nuestra subjetividad, la conciencia, un paso adelante en la cosa que también somos, cuerpos entre otros cuerpos como una piedra o un teléfono celular. El estado de “ser seres conscientes” que ostentamos los humanos en exclusiva, es una capacidad potencial que nos permite leer y predecir la realidad. Así, si plantamos una semilla podemos representarnos su futuro como árbol; si tengo sexo con una mujer, tanto ella como yo, podemos representarnos su futura maternidad; si su marido nos apunta con un revólver también representamos nuestro futuro como cadáveres. Ahora, si nosotros apuntamos a un perro con una escopeta de dos caños, el perro sigue moviendo la cola como si nada. Bueno, más o menos el concepto de la imagen que transmite Macedonio con tan poética síntesis viene a decir que podemos permanecer dormidos aunque estemos despiertos. ¿Se entiende? Yo no mucho. El futurismo de hoy, salvo contadas excepciones, es apocalíptico fuera de la esfera de responsabilidad humana,
convirtiéndonos en meros receptores potenciales de catástrofes futuras absolutamente ajenas a nuestro devenir histórico. Invasiones alienígenas, dioses vesánicos, cuerpos celestes aproximándose a la Tierra, humanos mutantes por contacto accidental con elementos cósmicos, et cétera, originan el escenario “natural” de las nuevas fantasías futuristas de modo fortuito. Casual pero no causal. En cambio, la metrópolis de Lang está inficionada de responsabilidad humana, desde la mitad que vive trabajando esclavizada en las profundidades para financiar el Jardín de las Delicias de la otra mitad parasitaria que vive en la superficie hasta el propio Joh Fredersen, personificación de la ambición capitalista, que dirige y ordena la existencia de los metropolitanos en su conjunto. La ciencia, encarnada por C. A. Rotwang, el genio loco que inventa máquinas y mecanismos de dominación, lejos de ser neutral, es parte primordial del sistema y tan humanamente responsable como el resto de los estratos sociales que lo conforman. El apocalipsis descripto en Metrópolis no contiene ningún elemento extraño a nuestra condición. Y a un siglo de su lanzamiento el mensaje que postula continúa vigente. Ser libres implica dejar de dormir despiertos y tomar conciencia de la realidad en la que estamos inscriptos para poder representarnos un futuro mejor. El imperio es una satisfacción que se debe preferentemente a los esclavos. Sicum dixit Antonio Machado.
DÍA 78 / LA PELÍCULA MÁS LENTA QUE HAYAS VISTO Entre mis lentitudes favoritas:
EL SOL DEL MEMBRILLO (España, 1992) VÍCTOR ERICE
Antonio López García (él mismo), armado de paciencia, se pinta unos membrillos
En el momento de su estreno yo era artista plástico. Fui a verla y al día siguiente, entusiasmado, se me ocurrió sugerirle al Consulado Español que organizara una proyección especial y gratuita para colegas y estudiantes. La respuesta fue favorable pero primero tenían que recibir la copia desde España y programar las presentaciones.
El sol del membrillo no es una película, es un poema visual que, al igual que su protagonista, intenta capturar el transcurso del ser en el tiempo. A causa de su reflexiva lentitud me vi obligado a visionarla unas cuantas veces para poder comprender el mecanismo. Erice filma la realización de una pintura de Antonio López García, pintor
hiperrealista, cuyas obras consumen varios años de trabajo, en algunos casos hasta un par de décadas. Es uno de los artistas más importantes y cotizados del arte mundial. Por su aspecto sencillo cualquiera diría que es un verdulero. López García ha plantado en el fondo de su casa, años atrás, el membrillero que se dispone a retratar. Ha dispuesto marcas y clavos en el suelo, ha tendido hilos en el árbol que ofician de referencia para trasladar la imagen al lienzo. Una vez comenzada la tarea, va dibujando marcas en los frutos para indicar el tránsito de la luz solar. El artista es la realidad humana que revela el
mundo, la conciencia que dictamina que hay ser gracias a ella. El artista es el medio por el que las cosas se manifiestan. Erice se limita amorosamente a obrar lo mismo con su cámara. Ambos artistas, pintor y cineasta, saben que el arte es una larga paciencia. Dos semanas después de solicitada, la copia llegó y se hicieron tres proyecciones a las que asistieron unas 600 personas, entre pintores y estudiantes de distintas disciplinas artísticas. A la mayoría de ellos, los que supieron apreciar que la lentitud es el germen de la creación, les encantó.
DÍA 79 / UNA PELÍCULA CUYO FINAL NO TE GUSTÓ (PERO EL RESTO SÍ) La primera que me viene a la cabeza:
EL NÚMERO 23 [The Number 23] (EEUU, 2007) JOEL SCHUMACHER
Walter Sparrow (Jim Carrey) observa atemorizado los elevados costos de vida
No se trata de que me estuviera pareciendo la gran película, pero era la primera vez que veía al imbécil de Jim Carrey actuando de manera digna. Bien narrada hasta el comienzo del desenla-
ce, ciertamente la historia prometía un cierre trabajado. Y de pronto, cuando estás en lo mejor con tus amigos, se aparece el dueño del bar: “Muchachos, tengo que cerrar”.
DÍA 80 / UNA PELÍCULA QUE QUERRÍAS OLVIDAR POR ALGO EN ESPECIAL Solo recordarla me pone de mal humor:
MI VIDA SIN MÍ (España, 2003) ISABEL COIXET
Ann (Sarah Polley) sin paraguas bajo la lluvia
Cuando tenía veinticuatro años me diagnosticaron un “linfoma de Hodgkin”, que viene a ser un cáncer de la red linfática cuyas víctimas por lo general son personas que superan los cuarenta años. La sobrevida, en el más favorable de los casos, no supera los cinco años. Había sido citado por mi médico para que me informara sobre la esperanza de vida y el eventual tratamiento. Una vez en el consultorio, me senté
frente a él con el ánimo de un condenado a muerte. Su rostro apesadumbrado no presagiaba nada positivo. Finalmente se decidió a hablar y cifró en tres meses lo que me restaba de existencia. Abrumado, saqué un cigarrillo y me disponía a encenderlo cuando el médico me gritó “¿Qué estás haciendo?”. Lo encendí, aspiré una larga bocanada, y con una sonrisa de misterioso placer, mientras exhalaba lentamente el humo,
le respondí “Hoy es un buen día para vivir”. Fui sometido a una complicada intervención quirúrgica que erradicó gran parte de mi sistema linfático y me dejó la más importante de mis cuantiosas cicatrices. Al menos, en lo que a longitudes concierne, unos cuarenta centímetros contados desde la base del esternón hasta la sínfisis púbica. Tengo otras cicatrices pequeñitas, causadas por armas blancas y de fuego, que narran historias más interesantes. Mi cuerpo es un raro libro escrito a golpes de pasión y de metales. Pasaron los diez años requeridos
para considerar que se ha superado la patología y ya no habrá recidiva. Ni la ciencia ni yo, somos capaces de explicar la razón de mi supervivencia a una enfermedad terminal. Caprichos de mi hermana mayor. Puedo decir que encarné el sentido riguroso de la frase de Nietzsche “Lo que no mata, fortalece”. De no haber padecido el cáncer es probable que Mi vida sin mí me hubiera gustado mucho. La enfermedad no fundó mi alegría, que era preexistente, así como tampoco tuvo el poder de interrumpirla o siquiera lastimarla. Habiéndolo padecido me resultó una película sensiblera y lacrimógena.
DÍA 81 / UNA PELÍCULA FILMADA EN UNA ÚNICA LOCACIÓN Recuerdo infinidad de películas que satisfacen la consigna, pero me gusta el cine:
SIN TESTIGOS [Bez svideteley] (URSS, 1983) NIKITA MIKHALKOV
La mujer (Irina Kupchenko) queda encerrada accidentalmente con su ex esposo en una habitación
PLAN DE EXTERMINIO Arrasar la hierba, arrancar de raíz hasta la última plantita. Después, matar
la memoria de la hierba. De igual modo, para colonizar las conciencias, suprimirlas. Para suprimirlas, negarles el pasado, deshistorizarlas. Eliminar
todo testimonio de que hubo algo más que silencio, cárceles y tumbas.
De Los días y los días, Igor Sergei Klinki, 2000
DÍA 82 / LA PELÍCULA CON LA MEJOR PELEA (GUERRA, PELEA CALLEJERA, DISCUSIÓN) DEL CINE Contiene muchas peleas y una que es antológica (sin comentario, sería spoiler):
EL CLUB DE LA PELEA [Fight Club] (EEUU, 1999) DAVID FINCHER
El narrador (Edward Norton) se enfrenta a sí mismo
¿BUENA O MALA POESÍA? El intento de evaluar un poema nunca debería hacerse antes de comprenderlo; y, a menos que se haya desarrollado la capacidad de sentir la poesía en profundidad, cualquier juicio que se haga carecerá de valor. Una persona a la que no le agradan los vinos difícilmente
pueda apreciarlos. La habilidad de hacer juicios, discriminar entre lo bueno y lo malo, lo excelente y lo bueno, lo bueno y lo mediocre, es el objetivo principal de toda educación, y la apreciación de la poesía será incompleta a menos que se sepa discriminar. De la cantidad de versos que van a la imprenta cada año, así como de toda literatura en ge-
neral, la mayoría es “insípida, rancia e infructuosa”; muy poco tiene un valor perdurable. Al juzgar un poema, así como al juzgar cualquier obra de arte, debemos hacernos tres preguntas básicas: (I) ¿Cuál es la intención principal? (II) ¿Hasta qué punto se ha cumplido dicha intención? (III) ¿Cuán importante es esa intención? Es necesario responder la primera pregunta para comprender el poema. Las dos últimas tienen sentido a la hora de evaluarlo. La primera de ellas mide el poema en una escala de perfección. La segunda en una escala de significación. Y, así como la superficie de un rectángulo se obtiene al multiplicar sus medidas en dos dimensiones, ancho por altura, la excelencia de un poema también se determina al multiplicar sus medidas en dos dimensiones, perfección y significación. Si el poema responde satisfactoriamente en la primera de estas dimensiones, lo llamaremos un buen poema, al menos en su categoría. Si responde satisfactoriamente en ambas dimensiones, estaremos ante un poema excelente. Por supuesto que la medición de un poema es un proceso mucho más complejo que la medición de un rectángulo. No se puede hacer con tanta precisión, ni tampoco habrá demasiado acuerdo en las magnitudes. Aún así, con el tiempo, la opinión de los lectores calificados tenderá a coincidir, habrá más acuerdos que desacuerdos. Hay una aceptación general, por ejemplo, en que Shakespeare es el más grande de los poetas ingleses. Sin embargo, existe una cruda discrepancia entre los lectores calificados acerca de si Donne es superior
a Keats o viceversa. O sobre Wordsworth y Chaucer, o Shelley y Pope; pero existe un acuerdo generalizado de que cada uno de ellos es mejor que Kipling o Longfellow. Y también que estos últimos son netamente superiores a James Whitcomb Riley y Edgar Guest. Pero el problema es la capacidad de discriminar, no entre reputaciones ya establecidas, sino entre poemas desconocidos o de los que tal vez, ni siquiera se conoce el autor. Hasta aquí, algunas definiciones correspondientes al capítulo XV del libro Sound and sense, An introduction to Poetry, de Laurence Perrine, publicado por Harcourt Brace Jovanovich, Inc., 1973, cuarta edición. Es material de estudio en numerosas universidades norteamericanas. Puede ser que mi traducción no sea del todo feliz. Puede ser que mi comprensión de la poesía sea absolutamente inapropiada. Puede ser que yo no sea un lector calificado. Puede ser que haya vida inteligente en otros planetas. Lo que no puede ser, de ninguna manera, es que esta sarta de imbecilidades constituya un paradigma de introducción a la poesía en un sistema universitario. Felizmente, ninguno de los poetas aludidos padeció una educación semejante y, de haberla padecido, con toda seguridad se habría dedicado a otra cosa. Este discurso analógico/competitivo, tan caro a los norteamericanos y afines, excluye desde el vamos toda facultad sensitiva del individuo subordinándola a una serie de consideraciones academicistas más afines a los aspectos
financieros, deportivos y militares de las sociedades que a sus manifestaciones artísticas. El poeta es alguien que hace sentir por y en el lenguaje. Y el sentir es extraño al entendimiento. Si no, que me diga Perrine si lo entiende al frío, por ejemplo. O al vino, ya que lo cita. La poesía auténtica expulsa al mejor entendedor, a menos que éste abra sus nueve sentidos y suspenda temporalmente su capacidad de comprensión. Veamos, por ejemplo, un poema de Jorge Lemoine (que nuestro docto educador decida qué lugar ocupa en la “pole position of poetry”): Un día me creció de la garganta un potro azul. Respondamos, como lectores calificados, las tres preguntas básicas: (I) ¡Yo qué sé! (II) Lo ignoro (III) No es mi problema. Bueno, midamos las dimensiones. En la escala de perfección hay un endecasílabo y un pentasílabo, me llevo una sinalefa y son versos blancos sin rima;
imagen sin metáfora. En la escala de significación tampoco hay mucho: los potros no crecen de las gargantas y no son azules. Conclusión: incomprensible, ergo, poema mediocre; siéntese, tiene un dos. Ahora abandonemos la razón y leamos el poema en voz alta. Nueve de cada diez lectores, calificados o no, sentirán una sensación de asfixia, o al menos de molestia laríngea, amplificada por la coloración azul del segundo verso. Ahogo muy frecuente en situaciones de emoción extrema, impidiendo la emisión de sonidos y de voz. Crece, en nuestra garganta, algo que somos incapaces de expresar verbalmente. El potro azul no lo entendemos, sencillamente lo intuimos porque los versos nos conectan de forma sensible con una emoción pasada. Arriba dije la poesía auténtica; se parece a la discriminación entre buena y mala poesía. Pero la discriminación es más sencilla y no requiere de conocimientos geométricos ni algebraicos. La poesía auténtica es la poesía. Adivine el lector calificado cual es la poesía falsa.
DÍA 83 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR BESO DE LA HISTORIA Tal vez esté lejos de ser el mejor, sin embargo averió profundamente mi odio irrestricto a la homosexualidad:
JUEGOS SALVAJES [Wild Things] (EEUU, 1998) JOHN MCNAUGHTON
Kelly (Denise Richards) y Suzie (Neve Campbell) apasionadas en la piscina
La película presenta varios rasgos interesantes, pero los momentos en que Kelly y Suzie se parten la boca mutuamente, en particular en la escena de la piscina, fueron disolviendo mi homofobia hasta hacerme aceptar que después
de todo los homosexuales también son personas y, como tales, tienen el derecho de amar lo que les venga en gana. No es poco mérito para una película mediocre.
DÍA 84 / UNA PELÍCULA CON LA MEJOR CELEBRACIÓN RELIGIOSA QUE HAYAS VISTO Una ceremonia a la que asistimos pero no vemos:
ENSAYO DE UN CRIMEN (LA VIDA CRIMINAL DE ARCHIBALDO DE LA CRUZ) (México, 1955) LUIS BUÑUEL
La muerte de la institutriz (Leonor Llausás) provoca un severo trauma en el niño Archibaldo
Resulta extraño que aun los detractores más acérrimos de una obra de arte se vean compelidos a alabarla, tal como ocurre con Ensayo de un crimen.
Me parece el galardón más alto que un artista pueda conquistar. Es la prerrogativa de los genios. ¡Y vaya si Buñuel lo era! Un maño universal que produjo
una obra maestra tras otra desde el mismísimo instante en que decidió hacer cine hasta el último día de su vida. Aquí estamos frente a uno de los trabajos más simples, formalmente hablando, del iluminado de Calanda. Sin embargo, sus intrincadas derivaciones psicológicas hacen que su digestión sea compleja. En lo que a mí respecta, cada vez que la veo no paro de reírme de principio a fin. Pero reír es lo mío.Voy a centrarme en la consigna del reto, la boda de Archibaldo con Carlota. Ingresamos a la iglesia, nos vamos desplazando entre la numerosa concurrencia hacia el altar. Delante de nosotros un cura bajito y calvo se sienta junto a un militar. Enseguida se les une un comisario de policía. El trío, a expensas del sacerdote, conversa animadamente. El policía confiesa que se ha conmovido al punto de saltarle alguna lágrima al
haber presenciado, pocos minutos antes, una boda, un bautismo y una confirmación. El cura le responde: “Es que la pompa de la iglesia católica y, por qué no decirlo, el manto de poesía con que envuelve todos sus actos es algo único, excepcional. ¿Qué sentirían ustedes si esta fuera una boda civil por ejemplo, algo prosaico, vulgar?”. Desde el cine, una ficción, Buñuel nos invita a una ácida reflexión sobre esa otra ficción de la vida real producida por sus instituciones (Iglesia, Fuerzas Armadas, Policía), como si se trataran de estudios cinematográficos. Equipara los espectáculos para que nuestros ojos despierten y puedan operar un découpage vital, la revolución de una cosa en otra. Como él mismo decía a propósito de la segmentación cinegráfica: “Lo que antes no era, ahora es”.
DÍA 85 / UNA PELÍCULA CON EL ACTOR/ACTRIZ O PERSONAJE AL QUE TE HAN DICHO QUE TE PARECES A Jean-Pierre Léaud. Me parecía, porque ahora ya no me parezco ni a mí mismo:
MASCULINO-FEMENINO [Masculin, féminin: 15 faits précis] (Francia, 1966) JEAN-LUC GODARD
Algo raro le pasa a Paul (Jean-Pierre Léaud)
NO PERMITAS QUE EL CIELO CAIGA SOBRE TU CABEZA
Alguien tiene que decirlo alguna vez no soy bueno en la cama la mayoría de las veces no se me para o me sucede cuando duermo o cuando estoy solo como esa lluvia después de la sequía que sólo moja los cadáveres y los campos muertos
DÍA 86 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR CONSEJERO QUE HAYA AYUDADO A UN HÉROE Cuando el consejero te enseña a vivir:
ALICIA EN LAS CIUDADES [Alice in den Städten] (Alemania occidental 1974) WIM WENDERS
Phil Winter (Rüdiger Vogler) trata de convencer a Alice (Yella Rottländer) para que mire un poco de TV
La historia es conocida y la he visto en el cine muchas veces: al tipo le cargan sobre los hombros una niña caprichosa y no encuentra la manera de
sacársela de encima. Pero esta versión de Wenders sabe tratarla como ninguna. Me atrapan las películas parcas en diálogos, con imágenes que se van desdo-
blando en mi cabeza hasta volverme parte de la melancolía del paisaje. Phil Winter es un periodista que se descubre incapaz de escribir un artículo que le han encargado, entonces toma una Polaroid y se dedica a viajar y a disparar su cámara frenéticamente, esperando encontrar una pista que lo ayude a desentrañar su confusión en las fotos que acumula. Y lo que encuentra es una proto-respuesta en forma de niña de nueve años, Alicia, que a partir de ese momento lo acompañará en la búsqueda, que también es suya. Ella está sola y abandonada pero a diferencia de Phil, aún no ha aprendido a rendirse ante
nada ni nadie. La película narra, por la senda más difícil, la distancia fría y desapasionada, el vínculo afectivo que irán construyendo a partir del mutuo rechazo inicial. La relación con A través del espejo y lo que Alicia encontró allí de Lewis Carroll, ese libro que sólo cuando somos niños podemos comprender y adorar, es tangencial. Aquí Alicia se encuentra, rota y descompuesta, en “el país de las soledades”, frente a un espejo que le devuelve fragmentos de una realidad que debe articular para atravesarlo y encontrar lo que todos buscamos. Un poco de amor.
DÍA 87 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR ANTIHÉROE (OJO NO ES EL ANTAGONISTA, SINO EL PROTAGO NISTA MENOS HEROICO) Acudo al antihéroe por antonomasia:
DON QUIJOTE [Don Kikhot] (URSS, 1957) GRIGORI KOZINTSEV
Sancho Panza (Yuri Tolubeyev) y Don Quijote de la Mancha (Nikolai Cherkasov) tomados de la mano
Desarrollar que Don Quijote es un antihéroe resulta tan redundante como tonto. Voy a omitir esa cuestión, sin perjuicio de mi tontería, que bien puedo ocupar en otros menesteres. Por ejemplo, en resaltar que Kozintsev ha
plasmado el espíritu de la obra de Cervantes como ninguno. En el día 17 (mejor adaptación literaria llevada al cine), entiendo que debí haber puesto esta película en lugar de bromear con El nombre de la rosa.
DÍA 88 / UNA PELÍCULA QUE NO TE GUSTA Y A TODOS TUS AMIGOS Y CONOCIDOS LES PARECE LA MEJOR ¿Les dije que detesto Hollywood?:
BELLEZA AMERICANA [American Beauty] (EEUU, 1999) SAM MENDES
Lester Burnham (Kevin Spacey) le pregunta la hora a Angela Hayes (Mena Suvari)
American Beauty es el tipo de películas “basura” que apunta a la ingenuidad, si no a la estulticia, de los espectadores. Una autopropaganda cuyo objetivo estratégico era levantar un par de Oscars (superó su propia expectativa, obtuvo cinco).
Mi formación cinematográfica bebió de manantiales europeos, bastante distantes artísticamente de las autocomplacientes tierras de Norteamérica y sus colonias, como para que los premios de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas estadounidense
representen algo más que muñecos enchapados en oro. No voy a caer en la trampa tendida por Mendes, esto sería, atacar la indefensa y correcta estética de su ópera prima. Invadiré los flancos para golpear, imbuído de napoleónico espíritu, su punto más protegido y oculto: el metamensaje del bodrio. Síganme los buenos entendedores de semiótica, a los que pocas palabras bastan. Y ya que hablé de Napoleón, voy a citarlo porque viene a cuento: “Para magnetizar a las masas hay que hablar, antes que nada, a sus ojos”. Sam, ¿que te parece si hacemos volar una bolsita? A través del abuso de clisés se transmite la “demolición” del “sueño americano” —el mismo que en la vida real ya había sido asesinado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963—, con tan engañosa contundencia que este hostigamiento de un caballo muerto hizo que críticos y espectadores nostálgicos calificaran el intento con adjetivos que iban desde “ácida” a “magistral”, pasando por “brillante”, “subversiva”, “maravillosa”, entre otros no menos exultantes. Los más inconscientes se apresuraron a etiquetarla de “obra maestra”. ¿Qué pasará por la cabeza de esta gente cuando ven Cine Arte en serio? El caso es que Mendes no es estúpido ni ingenuo. Ni siquiera nortea-
mericano. Es británico, por lo tanto pirata. Y conocedor del cine como pocos, del bueno, del malo y del manipulador. Pero ya dijimos que su objetivo estratégico eran los Oscars. ¿Entonces, Sam? ¿Por qué no simular la demolición del “sueño americano” para en realidad resucitarlo en la imaginación de los nostálgicos estadounidenses y afines? A ver si te explicás. Fabriquemos una realidad perversa pero no mucho, habitada por personajes infelices pero no tanto. Voy entendiendo. El tipo no coge con la mujer, entonces en lugar de levantarse a la compañera de trabajo, a la vecina o ir de putas, como haría cualquier norteamericano, se mete en la ducha y se masturba. ¡Ésa! La amiga de la hija tiene veinte años, pero es virgen. ¡Jajajajaaaaaa! ¡Impecable! El militar homofóbico es un puto reprimido. ¡Vamos todavía! ¡De libro! El tipo, cuando la minita virgen se le regala, no se la empoma... ¡Basta, basta, que me meo! Sumerjamos todo en una estética complaciente, no exenta del toque kitsch. Se me ocurren unas rosas rojas. ¡Genial! ¡Luz! ¡Cámara! ¡Acción!
DÍA 89 / LA MEJOR PELÍCULA CON TEMÁTICA LGBT (GAY Y DEMÁS) El género no es mi fuerte, pero me encantó:
FUCKING AMAL (Suecia, 1998) LUKAS MOODYSSON
Agnes Ahlberg (Rebecka Liljeberg) y Elin Olsson (Alexandra Dahlström) se aman con locura
Caminamos más de media hora sin hablarnos. Quería decirle que en ese momento la odiaba como nunca había odiado a nadie, sin motivo, sin necesidad. Preguntó hacia dónde íbamos, aunque sabía perfectamente que mi respuesta sería que a ninguna parte. Como no le respondí, se internó en una confu-
sa descripción de tareas pendientes, una manera de soportar el silencio y la incertidumbre. Sin escucharla, pensé en mi incompetencia para amar esa clase de mujeres que son demasiado chicas para acelerar y demasiado grandes para aminorar.
DÍA 90 / UNA PELÍCULA DONDE EL PROTAGONISTA TEN GA EL MEJOR OFICIO QUE TE GUSTARÍA TENER Mi única materia pendiente:
A TODO VOLUMEN [It Might Get Loud] (EEUU, 2008) DAVIS GUGGENHEIM
Jack White, Jimmy Page & The Edge tocando la canción The Weight
Quise ser matemático y la matemática me aceptó. Quise ser pintor y la pintura me aceptó. Quise ser poeta y la poesía me aceptó. Quise ser músico y la matemática me volvió a aceptar. ¿Qué se siente al ser rechazado una y otra vez por la misma mujer?
Pues un poderoso estímulo para insistir y mejorar tu aproximación en cada intento. La navegación upwind es la que más técnica exige. Lamentablemente las guitarras, por femeninas que parezcan, no son mujeres. Tomas una cuando quieres, la
tocas y la tocas, enseguida te das cuenta de que puedes estar así durante un mi-
llón de años y nada pasará.
DÍA 91 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR PRESIDENTE (GRINGO O NO) Siendo argentino y peronista, es fácil de responder:
PERÓN: ACTUALIZACIÓN POLÍTICA Y DOCTRINARIA PARA LA TOMA DEL PODER (Argentina, 1968) GRUPO CINE LIBERACIÓN
Perón explica cómo se hace una verdadera ensaimada
Esta extensa entrevista al Gral. Juan Domingo Perón en el exilio, constituye uno de los documentos más esclarecedores de su condición de brillante político y estratega. Fue realizada
poco antes de su regreso al país para asumir su tercera presidencia, en un escenario inflamado por el odio de clase y la lucha armada en la década del 70, que culminó con la derrota de los secto-
res populares y la llegada de la última dictadura militar que cobró la vida de 30.000 compatriotas. Los responsables del genocidio están siendo juzgados en
la actualidad, habiendo sido ya sentenciados muchos de ellos a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.
DÍA 92 / UNA PELÍCULA EN LA QUE TE HAYA GUSTADO MÁS EL MALO/LA MALA QUE EL PROTAGONISTA I have given a name to my pain, and it is:
BATMAN (EEUU, 1989) TIM BURTON
Batman (Michael Keaton) y Vicki Vale (Kim Bassinger) por los tejados de Ciudad Gótica
Aclaro de movida que el hombre murciélago nunca formó parte de mi círculo de héroes. Demasiado políticamente correcto y demasiado vinculado a las fuerzas de seguridad para mi rebelde gusto infantil. Por otra parte, obra tan comercial y pretenciosa como esta, con el propósito visible de agradar a todos los públicos, no es el mejor vehículo para conquistar mi simpatía. De todas maneras, se trata de
cumplir con la consigna y resulta evidente que The Joker (Jack Nicholson) se roba la película ante un Batman (Michael Keaton) impotente, poco importa si sus caracterizaciones son correctas o no. Está fuera de discusión que Jack es un actor de raza mientras Mike sigue probando suerte, con sus “wonderful toys” a cuestas. Incluso los diálogos de aquel son más ingeniosos y poéticos que los de su contrario, poniendo en
evidencia que Burton fabricó el personaje para gustar, lo que echa por tierra cualquier posible mérito de mi elección. Maldito Tim. Naturalmente que tiene aciertos visuales, escenas y líneas que me que-
daron grabadas, funda el carácter oscuro de los Batmans posteriores y a mi modo de ver, el logro más importante, desestima por completo esa horrorosa entelequia conocida como Robin, el “joven maravilla”.
DÍA 93 / LA MEJOR ADAPTACIÓN DE UN CÓMIC Tal vez no sea la mejor adaptación pero tiene huevos:
FRITZ EL GATO [Fritz the Cat] (EEUU, 1972) RALPH BAKSHI
Viñeta original de Fritz el gato, de Robert Crumb. Las del film son inferiores.
Basada en la historieta del mismo nombre del dibujante y músico norteamericano Robert Crumb, fue la primera película de dibujos animados en alcanzar una calificación X para su exhibición en EEUU.
Crumb, icono de la contracultura de los años sesenta, nunca se lamentó lo suficiente por haber vendido los derechos del personaje y en más de una oportunidad declaró “que la película lo avergonzaría toda la vida”. No está muy
claro el motivo de su decepción, pero lo cierto es que hizo retirar su nombre de los créditos y poco después publicó Fritz el gato superestrella en la que uno de los personajes secundarios, un avestruz hembra, le clava un picahielo en el cráneo poniendo fin a sus aventuras. Esta circunstancia, sumada a la calificación X, dispararon el interés del público convirtiendo la película en un éxito de taquilla y, simultánea y paradójicamen-
te, en una de las más veneradas obras de culto. Si bien se nota la ausencia de Crumb, sobre todo en el guión (carece de su talento y mordacidad), el producto ha soportado de manera óptima el paso del tiempo, siendo una de las visitas obligadas para todo aquel que quiera conocer el pensamiento y la cultura underground de los sesenta.
DÍA 94 / LA PELÍCULA EN LA QUE MÁS HAYAS DORMIDO A pesar de las sirenas y las bombas, en la pantalla y en la calle:
LOS BOINAS VERDES [The Green Berets] (EEUU, 1968) JOHN WAYNE y RAY KELLOGG
El coronel Mike Kirby (John Wayne) explica a un niño vietnamita los beneficios de la libertad
Fueron días duros, de represión armada, asesinatos a mansalva y pesadillas sangrientas. El gris del asfalto se prolongaba en mi piel, en las paredes, en el cielo y en mi vida. Llevaba unas cuarenta y ocho horas sin dormir, no tenía lugar adonde ir y contaba con muy poco dinero en los bolsillos. Así, cami-
nando sin rumbo, esperando que se presentara un guiño favorable del destino, perturbado por las sirenas policiales y con los camiones del ejército operando pinzas por los cuatro costados, entré en un mugriento cine dispuesto a descansar hasta que me echaran de la sala. Encontré unas butacas apartadas y dormí
unas cinco horas (en esa época existía la función en “continuado”, por el precio de la entrada tenías derecho a las tres pelis y a repetir si deseabas). Cuando desperté, John Wayne tomaba a un niño vietnamita por el hom-
bro y de espaldas a la cámara, juntos miraban el sol naciente en una tierra arrasada por las bombas y los desfoliantes. “Todo esto lo hacemos por ti, muchacho”, alcancé a escuchar antes de dormirme otra vez. De odio. The End.
DÍA 95 / LA PELÍCULA CON EL MEJOR FINAL INESPERADO Sin detenerme a reflexionar:
LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE [The Usual Suspects] (EEUU, 1995) BRYAN SINGER
Kobayashi (Pete Postlethwaite), Michael McManus (Stephen Baldwin) y Dean Keaton (Gabriel Byrne)
El laborioso acto de escribir concierne a lo sobrenatural. La sola enumeración de sus elementos matemáticos no expresa su dificultad. Indagar la combinatoria de los noventa signos útiles del teclado español, por ejemplo, nos arroja de cabeza laxa en un duro suelo completamente ajeno a las letras. Sin embargo, un somero análisis empírico demuestra que el producto de escribir tampoco es otra cosa que su
probabilidad matemática. Una línea tipo consta de sesenta espacios, por lo tanto, la combinación de los noventa caracteres se expresa como “noventa elevado a la sexagésima potencia”, 90^60, que es igual al inquietante y desmesurado número 1,797 E117 Más inquietante todavía, es la constatación de que en él están contenidas todas las líneas escritas —y las no escritas todavía— de la literatura
occidental, con excepción de aquellas que se sirven en alfabetos cirílicos como plato principal. En realidad, dado que la mayor parte de las líneas que este número contempla carecen de significado (calcular el porcentaje de líneas con significado excede tanto el alcance de esta nota como mis capacidades), puede decirse que las probabilidades literarias se encuentran muy por debajo de infinito. Y que todo libro posible ya está, matemáticamente, escrito. Los iniciados en las artes matemáticas argumentarán que lo que acabo de plantear es un sofisma: los libros están compuestos por más de una línea. Ciertamente por miles de ellas. Tomemos por caso un libro tipo de seis mil líneas. La expresión correspondería al número anterior elevado a la seis milésima potencia, lo que es igual a 3,367 E702000 La notación científica obstruye la percepción de la monstruosa realidad
declarada por la cifra y no quiero abrumarlos, ni abrumarme, escribiendo las once mil setecientas páginas requeridas para representar un indefenso tres perseguido por setecientos dos mil ceros. Años atrás dediqué mis noches solitarias a la programación de un engendro informático que produjera literatura a partir de un algoritmo que contemplara las consideraciones matemáticas referidas. Los resultados que obtuve fueron similares a interpretar la guía telefónica como un texto: demasiados personajes, detalles muy precisos pero irrelevantes y ninguna acción. Al cabo de incontables emisiones, sólo una línea con dos palabras —la primera en alemán, la otra en italiano— que iban más allá del monosílabo, alimentaban mi inservible esperanza. Abandoné al día siguiente. El demás que sobrevino es literario.
DÍA 96 / UNA PELÍCULA QUE TIENES MUCHAS GANAS DE REPETIR PERO NO LA CONSIGUES POR NINGÚN LADO Un corto que vi hace mucho, pero mucho tiempo:
SIN SENTIDO [Nesmysl] (Checoslovaquia, 1975) MILOS MACOUREK, JAROSLAV DOUBRAVA y ADOLF BORN
Fotograma del corto de 7 minutos de duración
Recuerdo que era animado y trataba sobre un chico que pierde la creatividad. Hace algunos años lo busqué
hasta cansarme. Quería repetirlo para conocer la causa por la que me había impactado tanto.
DÍA 97 / UNA PELÍCULA QUE DETESTAS Y POR AZARES DE LA VIDA HAS TENIDO QUE VER UNA Y OTRA Y OTRA VEZ Una pequeña historia de amor:
LA SIRENITA [The Little Mermaid] (EEUU, 1989) JOHN MUSKER y RON CLEMENTS
Eric y Ariel embarcados en el amor
Estoy mintiendo, no la detesto, la adoro. Sí es cierto que un azar de la vida me obligó a verla una y otra vez. El azar fue una preciosa niñita de tres años llamada Manuela. Por razones que no viene al caso detallar, Manuelita vivía en casa de la mejor de mis amigas, reconocida artista plástica, condición ésta que impulsaba el incesante desfile
de numerosas personas que invadían la vivienda permanentemente. Los padres de Manuelita atravesaban una situación muy grave y la niña necesitaba contención en dosis reforzadas. Había yo observado que Manuela, sentada en uno de los sillones de la sala, miraba una película a toda hora del día, solicitando infructuosamente la atención de cada
uno de los ocasionales transeúntes quienes se limitaban a rechazarla dando vivas muestras de cariño express falsificado mientras apuraban el paso hacia destinos más satisfactorios. Una tarde lluviosa decidí sentarme a su lado a tomar mate y compartir su enigmático universo. No pude menos que alucinar y emocionarme con lo que vi en la pantalla y adiviné en la mente de Manuelita. Entre los muchos videos infantiles que estaban junto al reproductor, la niña seleccionaba siempre el mismo: uno que narra la historia de un monstruo malvado que le roba la voz a una encantadora y tierna sirenita. La metáfora me iluminó hasta las lágrimas, Manuelita
repasaba una y otra vez su propia historia en la pantalla. Esa tarde y los días subsiguientes, aproximadamente hasta que Manuelita cumplió los cinco años, vimos La sirenita infinidad de veces. Invariablemente, durante ese largo período, cada tanto, ella, con su vocecita recuperada, señalaba a Sebastian y mirándome a los ojos, desde lo más alto de su alegría me cantaba “debaaajo del mar, debaaajo del mar”. Aprendan a bucear. No saben las maravillas que se pierden. (A Manuelita, desde la Avenida de Los Hijos de Puta)
DÍA 98 / EL MEJOR CORTOMETRAJE QUE HAS VISTO Porque lo que hace este artista es sencillamente increíble:
EL VIEJO Y EL MAR [Roujin to umi] (Rusia, 1999) ALEKSANDR PETROV
Cada fotograma exhibe un emotivo virtuosismo
Cuenta la leyenda que pintar la obra maestra de las obras maestras de la pintura, La Gioconda, le llevó a Leonardo más de una década y media de trabajo. Aun sin aceptar esta curiosidad indemostrable, es fácil advertir que el resultado no es producto de la improvisación. Solamente la sonrisa, que aparece y desaparece según el punto de anclaje de nuestra mirada en su tránsito
por la superficie del cuadro, necesariamente tiene que haber consumido una enorme cantidad de tiempo, al margen del empleado en adquirir el exhaustivo conocimiento sobre las visiones fotópica y escotópica, que es el artificio que posibilita el maravilloso efecto. Y esos tiempos de producción son los que hacen una parte mínima de la diferencia entre un Leonardo da Vinci y un Jack-
son Pollock, por ejemplo. El cortometraje que seleccioné apenas si le consumió a su autor poco menos de tres años de intensa labor. Sí, muchachos, es sarcasmo. Más que a mano, está pintado con los dedos (y una espátula delgada sólo para definir las lí-
neas finas) usando pintura al óleo sobre vidrio. El guión, excelente adaptación de la novela de Ernest Hemingway, es obra del mismo Petrov. La consecuencia de semejante voluntad es sorprendente y deleitable.
DÍA 99 / UNA PELÍCULA CON LA “FEMME FATALE” (O EL TIPO MATADOR) MÁS INOLVIDABLE DEL CINE Tuve que pensar bastante:
UNA EVA Y DOS ADANES [Some Like It Hot] (EEUU, 1959) BILLY WILDER
Sugar Kane (Marilyn Monroe) no lo puede creer
Mi primer impulso fue elegir a mi amor. Entonces recordé dos cosas. La primera: Audrey Hepburn distaba mucho de ser una “femme fatale”, su seducción funcionaba en un nivel emparentado con la ternura antes que con el sexo, mientras que Marilyn era fatalmente sexual aun en la vida real. Consiguió poner de espaldas muñecos notables como jefes de Estado e intelectua-
les brillantes. La segunda cosa que recordé es que la directora de este grupo encuentra loable que me salga del patrón y no tengo por qué contrariarla. Por otra parte Marilyn no filmó, que yo sepa, ninguna película con Godard, si bien es cierto que fue aludida de manera fugaz en dos de ellas. Y si esto resultara poco, por deba-
jo de su máscara de rubia boba proyectada por Hollywood para seducir al mundo entero y aceptada incondicionalmente por ella misma, Marilyn Monroe, nacida Norma Jeane Mortenson y bautizada Norma Jeane Baker, era una mujer inteligente (condición que al menos para mí, la hace todavía más seductora). Una rubia boba nunca podría haber dicho esta frase: “El hombre tiene que estimular el ánimo y el espíritu de la mujer para hacer el sexo interesante.
El verdadero amante es el hombre que la emociona al tocarle la cabeza, sonreír o mirarla a los ojos”. O esta otra: “La gente comenzó a decir que yo era lesbiana. Sonreí. No hay sexo incorrecto si hay amor en él”. Y una última reflexión. Al suicidarse en su esplendor, a los 36 años de vida, inmortalizó su belleza. Es harto improbable que la vejez pueda alcanzarla.
¡DÍA 100! / LA MEJOR, MEJOR, MEJOR PELÍCULA QUE JAMÁS HA EXISTIDO Es la única que voy a repetir, ya seleccionada en el día 2:
ALPHAVILLE [Alphaville, une étrange aventure de Lemmy Caution)] (Francia, 1965) JEAN-LUC GODARD
Natacha von Braun (Anna Karina) sin pestañear
J'ai dit que j'aime; voilà la promesse. A présent, il faut que je me sacrifie pour que par moi le mot d'amour prenne un sens, pour qu'il y ait de l'amour sur terre. En récompense, au terme de cette longue entreprise, il m'arrivera d'être celui qui aime, c'est-à-dire de mériter enfin le nom que je m'étais donné. Un homme, rien qu'un homme et qui n'en vaut aucun mais qu'aucuns ne valent.
Dije: —Yo amo. Es mi promesa. Ahora, debo sacrificarme para que la palabra “amo” signifique algo, para que haya amor sobre la tierra. Como recompensa, al final de este largo recorrido, terminaré por ser el que ama. Esto es, mereceré el nombre que me di a mí mismo. Un hombre, nada más que un hombre, no mejor que cualquier otro, pero ningún otro mejor que él. Jean-Paul Sartre
PATÍBULO (Apostillas a 100 Días de Cine) Así como el recuerdo y la atención consciente son incompatibles —el proyector de la memoria contamina la cámara de la conciencia, desorganizando la profundidad de campo y la composición de las nuevas imágenes cuando no impidiendo su registro—, la velocidad de la escritura y el automatismo excluyen la reflexión. Inspirados en el motor cinematográfico, los pioneros del surrealismo fueron los primeros en advertir que, privada de su capacidad prospectiva, la conciencia se reduce a un montón de material inconexo. Imposibilitada de objetivar la realidad, aquella se repliega sobre sí misma abriendo las puertas del inconsciente. La producción de significados a partir de la desestructuración de la razón metodológica ya había sido puesta en práctica algunos años antes por el dadaísmo. Más orientados hacia la burla y la negación sistemáticas de todos los cánones establecidos por la cultura burguesa, los dadaístas no profundizaron en el caudaloso potencial que se les ofrecía. Por el contrario, los surrealistas percibieron con rapidez la corta vista de sus antecesores y fundaron el movimiento artístico más trascendente del siglo XX, cuya influencia y gravitación llegan hasta nuestros días. La pocilga de lo inmediato me ha condenado a verter vivencias personales en forma de palabras desordenadas y sin ningún tipo de control. Soy consciente de que el escritor debe ser capaz de proporcionar a sus lectores no sólo el trasunto verbal de su atropello emocional e intelectual, sino que además, por su condición de artista, está obligado a hacerlos partícipes de un goce estético, lo que supone una mayor dedicación a la hora de revisar y pulir los textos, esfuerzo que poco a poco irá transformando ese cúmulo de material en bruto en literatura. En este sentido siento que he sido mezquino hasta el extremo de no tocarlos. Pero tengo una disculpa. La empresa era otra y su concreción solicitaba, precisamente, no hacerlo. Su naturaleza introspectiva demandaba la tiranía de la espontaneidad y alterar u ordenar las palabras habría significado la pérdida de la huella psíquica que las había originado, esto es, abandonar el objetivo que me había propuesto. Varias de las notas resultarán impenetrables para la mayoría de sus lectores, que incapacitados para representar el camino de mis asociaciones, verán un sinsentido en el mismo punto en que yo advierto una luminiscencia o una opacidad reveladoras. En los análisis posteriores de mis respuestas al reto, he colectado una respetable evidencia de desórdenes nerviosos y emocionales que me impulsan a la reconquista de territorios que suponía liberados.
Se preguntarán qué sentido tiene hacer público un trabajo de características tan personales como el expuesto aquí. Bueno, para mí el acto de escribir no se limita a una mera contemplación pasiva del mundo para después volcar de modo mecánico las observaciones en el papel, sino que es una asimililación sustancial de su acontecer que posibilite revelarlo a través de la acción. Pero revelarlo ¿a quién? Fundamentalmente, como es natural, a la propia esencia del que escribe, para tomar conciencia de la realidad del mundo y transformarlo a través de la operación imaginaria emprendida en primer lugar. En segundo lugar, a la dadivosa curiosidad del lector, que es la que culmina el recorrido iniciado en el acto de escribir. Esta propagación viral de la conciencia hacia otra conciencia articula el carácter de la acción, da vida a la esencialidad del autor y cataliza la trascendencia existencial de la especie. El desafío, entre otras cosas no menos preponderantes, me enseñó a revalorizar mi condición de escritor. Ni como poeta, ni como pintor, habría podido alcanzar la sintonía fina necesaria para llevar a cabo esta exploración de mi inconsciente con tan rotundo éxito. La escritura negocia con signos mientras que la pintura y la poesía hacen lo propio con objetos. Puede redargüirse que la poesía se escribe y por tanto entra en la categoría “escritura”. Es verdad. Sin embargo, cabe recalcar que el poeta escribe partiendo de las palabras como cosas, cuestión que las alejan considerablemente de su naturaleza sígnica. En cuanto a la pintura, tanto Klee como Kandinski fracasaron en sus intentos de producir una pintura que fuera simultáneamente signo y objeto. Una pintura o un poema no están en lugar de otras cosas, ellos mismos se erigen como cosas imaginarias desarrolladas a partir de la combinación de sonidos o colores que no remiten per se a otros objetos definidos. Si escribo, por ejemplo, “el viento rojo soplaba sus verdes cantarines”, la expresión es tan ambigua que ningún significado la satisface. He trasladado al receptor la libertad de interpretar cualquier cosa, alegrarse o angustiarse de acuerdo a las resonancias que la imagen despierte en su subjetividad, o permanecer indiferente porque no despiertan ninguna. Pero mi alegría, mi angustia o mi indiferencia, puesto que no han sido enunciadas, están ausentes. He creado un objeto nuevo con características y propiedades sustanciales propias. Ahora bien, si escribo “este mismo teclado con el que combato mi tristeza”, el lector ya no tiene ninguna libertad lógica de significar fuera del texto: sujeto, objeto, acción y emoción forman parte inseparable de la realidad declarada por el yo de la ficción, que presenta una probabilidad muy alta de que sea mi yo real. El cine es un arte transversal a todas las demás, las contiene y a su vez las atraviesa con reminiscencias de “fiat lux” desde las tinieblas originarias del ser. Su elevado grado de sugestión posibilita el estado de trance que experimenta el espectador que se siente “realmente” alcanzado por la ilusión de la “vida” proyectada. Cuando la historia concluye se produce la sensación de regresar de un viaje, un volver a tomar posesión del cuerpo extraviado temporalmente en la pantalla. La especie inducida se asemeja al ensueño y es justamente esa calidad de “onda
transportadora” que manifiesta de forma excluyente la ficción cinegráfica la que me impulsó a aceptar el reto. Si lograba reunir el momento real del visionado con las acciones y emociones ejercitadas por mi aparato psíquico, contaría con un excelente mapa de mi conciencia a lo largo de mi vida y una buena ocasión de literatura experimental. El ensayo funcionó más que satisfactoriamente y lo recomiendo aun para aquellos que cuenten con la fortuna de no ser escritores, poetas o pintores. La revisión de momentos traumáticos, no siempre negativos, permite asignarles un nombre y, como es sabido de Adán a esta parte, toda cosa que se nombra deja de ser la misma. Cuando alguien dice “no sé lo que me pasa” o “no sé por qué lo dije”, poseído por el terror de nombrar, se hunde sin remedio en la ciénaga de la negación de la que ya nunca podrá salir por sus propios medios. Las palabras, en tanto nombres, son armas que apuntan al cerebro de los hombres pero disparan al corazón. “¡Qué importas tú, Zarathustra! ¡Di tu palabra y hazte pedazos!”, es decir, declara la provechosa autodestrucción del pensamiento dominante para iluminar el camino hacia la tan temida libertad. Se puede seguir la derrota de nuestra identidad dando un paseo por nuestras fugas verbales frente a los estímulos combinados de las situaciones representadas en la ficción revisitada y nuestra respuesta emocional actual. Pero si como decía el niño terrible de la poesía, “es cierto, ¡lloré demasiado! / los amaneceres son desoladores / toda luna es atroz y todo sol amargo”, ¿indagar nuestra identidad no nos arroja en la desesperación? Puede ser. Aun así, hay que correr el riesgo. Quiero decir que valdrá la pena correrlo. Debo ponerme en el lugar del lector y analizar el texto como si lo hubiera escrito otro, negarlo, atacarlo, cuestionarlo, interpretarlo desde afuera. El distanciamiento es meramente simbólico pero su competencia de sondeo tiene una amplitud mayor. El dolor en el ser sólo dialoga consigo mismo. Para participar de esta conversación es necesario que nos crea ausentes. Heme aquí, en los corredores del palacio en que todos estamos dormidos jugando a despertar. Rafael San Martín, Mar del Plata, 2013