Matías Morey Ripoll
EXTRATERRESTRES EN TELEVISIÓN
© Matías Morey Ripoll. Escrito y maquetado en Valldemossa (Mallorca), 2012. Todos los derechos reservados. Se prohíbe todo tipo de reproducción sin el previo permiso expreso del autor. Una primera versión de estos textos, incluido el primer apéndice, fue publicada en el número 31 de Cuadernos de Ufología (Santander: Fundación Anomalía, 2005) bajo el título “Ufología de salón. Lo que salió de la caja tonta”. Los restantes apéndices aparecieron en el número 11 de la revista @nomalía (Santander: Fundación Íkaros, 2010). Publicado por Blurb.com.
SUMARIO Introducción......................................................................7 1. Pioneros y “mainstream”.........................................13 A. Primeros avistamientos..............................13 B. Alienígenas en el “mainstream”...............15 2. La difícil convivencia con los marcianos.............21 A. Comedias marcianescas..............................21 B. Otras series televisivas...............................25 3. Viajeros del cosmos..................................................29 A. Primeros pasos fuera de la Tierra.............32 B ...Dónde nunca nadie ha llegado antes....34 C. Después de Spock........................................38 4. Las inevitables invasiones......................................51 A. Invasores clásicos.........................................51 B. El tema de la invasión en las series de
final
de
siglo.......................................................53 C. Las invasiones después del 11-S..............57 5. Series ufológicas.......................................................61 A. Las secuelas del poyecto Blue Book........61 B. Expediente X.................................................63 C. Historias de ayer y de hoy..........................66 Apéndice 1. De Reagan a Clinton, o cómo los invasores ya no son lo que eran........................................75 Apéndice 2. V, los re-visitantes..................................81 Apéndice 3. Doctor Who..............................................95 Apéndice 4. Torchwood.............................................105 Apéndice 5. Lista de series.......................................117 Referencias...................................................................121
Introducción
Como los infantiles protagonistas de Señales (nos referimos a los niños ), hay quien espera ver la invasión
desde
la
salita
de
su
casa,
en
pantuflas
y
con la basura ya sacada. No es que les fastidie formar una milicia ciudadana de defensa antialienígena en la mejor tradición reaccionaria estadounidense, sino porque desde hace décadas ha sido la televisión la principal fuente de información sobre platillos volantes y extraterrestres que el público ha conocido, y eso no va a cambiar sólo porque los marcianos repten ya por el callejón de detrás. Ciertamente, y en especial desde un punto de vista puramente cuantitativo, siempre ha sido superior la presencia alienígena en la pantalla pequeña que en el cine, tal vez porque -excepto los bochornosos ejemplos que luego veremos- las series de este tipo, por su carácter de evasión y aventura (cuando no de comedia), han sido casi siempre de fácil digestión y aptas para todos los públicos (1), (1):
Como
algunos
autores
señalan,
refiriéndose
a
los
casos
de
desnudos
(como
en
El elegido,
coprotagonizada
nada
menos
que
por
Traci
Lords,
o
en
Más allá del límite)
o
de
argumentos
7
de manera que encajaban bien en la programación de los canales generalistas. Cuestión distinta es que luego éstos maltratasen este tipo de producciones con horarios de madrugada o con caprichosos cambios de días de emisión, un mal que en España padecen casi todos los géneros televisivos. En este sentido, cabe lamentar que algunas series que abordamos en este artículo ni siquiera se hayan emitido en nuestro país (War
of
the
Worlds,
Firefly), lo hayan sido sólo fragmentariamente (La
Tierra:
conflicto
final,
Babylon
5), o bien únicamente se hayan visto en DVD o en los canales digitales (Lexx, Andrómeda, Enterprise). Es más, gran parte de ellas ha visto la luz a través de las televisiones autonómicas (Star Trek: la nueva generación, Stargate, Farscape, El enviado), de forma que sólo en algunos territorios del Estado puede formarse una idea de conjunto de la gran diversidad de creaciones de este tipo que existen. Ahora bien, dicha variedad, por lo que respecta a los aspectos argumentales que nos interesan, es más reducida que la que se encuentra en el cine. Ello “políticamente
incorrectos”
(Lexx), existe en la televisión estadounidense
(de
la
que
proceden
la
mayoría
de
series
sobre
alienígenas)
un
doble
rasero
moral
que
suprime
estos
elementos
en
las
emisiones
convencionales
pero
en
cambio
los
permite
en
los
canales
por
cable,
hasta
el
punto
de
que
pueden
existir
dos
diferentes
versiones
de
un
mismo
capítulo
de
una
serie,
reservándose
la
más
“indecorosa”
para
el
canal
de
pago.
Desde
el
punto
de
vista
europeo,
sorprende
además
que
el
mismo
doble
criterio,
ya
que
se
aplica,
no
se
emplee
también,
por
ejemplo,
con
las
dosis
de
violencia
presentes
en
no
pocas
producciones
norteamericanas. 8
se debe a que las teleseries son productos mucho más comerciales que las películas, ya que -llevadas por la feroz competencia presente en el sector- las productoras buscan apostar por lo seguro y por unas estructuras
dramáticas
que
aseguren
la
fidelización
del espectador. Así, tres son las características diferenciadoras de las series televisivas respecto a los largometrajes,
telefilmes
y
OVAs
(2):
a)
la
duración
de los distintos episodios no suele exceder de los cincuenta minutos, por lo que se produce indefectiblemente una escasa profundización de las características de los personajes; b) éstos no deben variar excesivamente durante toda la trama; y c) el marco referencial
ficticio
ha
de
ser
siempre
el
mismo,
de
manera
que
el
público
pueda
identificar
la
serie
de
un vistazo (3). Estos condicionantes, más una estandarización de los argumentos en aras de su mejor y más garantizada explotación comercial, conducen a una pérdida de originalidad bien en los planteamientos de las series, bien en los capítulos que la forman, no siendo extraño que episodios de distintas producciones cuenten prácticamente la misma historia, (2): Original Video Anime,
esto
es,
una
producción
de
animación
japonesa
cuya
explotación
comercial
va
directamente
dirigida
al
mercado
del
vídeo. (3):
Ahora
bien,
eso
no
excluye
que,
en
algunas
teleseries
de
larga
duración,
exista
una
evolución
manifiesta
en
sus
presupuestos
de
partida;
de
manera
que,
junto
a
las
unidades
argumentales
conformadas
por
la
serie
en
sí
y
sus
capítulos,
pueda
hablarse
también
de
una
tercera:
el
“estadio”
(story arc, en terminología
anglosajona).
Estos
sintagmas
suelen
aparecer
por
cambios
en
el
plantel
de
actores
(derivados
de
los
avatares
del
9
simplemente adaptada a los presupuestos particulares. Es posible que exista una excepción a estas reglas en las series de animación japonesas, argumentalmente menos atadas y por tanto más originales, pero, debido a la riqueza y complejidad de este subgénero, descartaremos el análisis del anime nipón en este trabajo, del que es justo decir que -sin ser los alienígenas un motivo predominante en sus historias- ha hecho aportaciones muy interesantes (4). Por lo demás, no vamos a tratar tampoco las series donde lo extraterrestre, aunque presente, no es el motivo principal (Odissey-5, por ejemplo), ni aquellas, formadas por episodios independientes, en que sólo algunos de ellos relatan historias de alienígenas (como en Dimensión desconocida, Más allá del límite y otras del mismo estilo), pese a que en este último caso puedan haberse producido
aportaciones
significativas
al
imaginario
colectivo (5), y descartando también las producciones de mala calidad o que nada nuevo han aportado al tema. Centrándonos especialmente en mundo
real
o
del
propio
desarrollo
de
la
trama)
que
obligan
a
modificar
algún
aspecto
de
los
guiones,
o
bien
por
introducirse
con
ánimo
renovador
algún
elemento
argumental
hasta
entonces
no
presente.
El
comienzo
de
un
nuevo
estadio
suele
coincidir
con
el
inicio
de
cada
temporada,
si
bien
no
toda
nueva
temporada
implica
un
cambio
de
estadio.
Como
ejemplo
de
todo
lo
anterior,
pensemos
en
la
serie
Andrómeda,
cuyos
guiones
toman
un
rumbo
completamente
nuevo
(es
decir,
empieza
otro
estadio
de
la
historia)
desde
el
momento
en
que
el
objetivo
inicial
del
capitán
Dylan
Hunt
y
su
tripulación,
el
restablecimiento
de
la
Commonwealth,
se
ve
cumplido. 10
aquellas teleseries vistas de alguna forma en España, intentaremos dar sucinta cuenta de cómo fuimos invadidos a través de la pequeña pantalla.
(4): Como las series Capitán Harlock (1978), Robotech (1983) o, incluso,
Bola de dragón
(1986-94). (5):
Según
Kottmeyer,
fueron
los
ojos
de
un
extraterrestre
que
aparecía
en
el
episodio
“The
Bellero
Shield”
de
la
serie
Más allá del límite (The Outer Limits,
en
su
primera
época,
1963-65)
los
que
inspiraron
a
Barney
Hill
la
descripción
de
sus
raptores,
posteriormente
reiterada
en
otros
sucesos
similares.
Véase
KOTTMEYER,
Martin.
“Los
ojos
que
hablan”.
CdU. Suplemento internacional.
Nº
2,
1996,
pp.
32-37.
Se
trata
de
un
extracto
del
artículo
original:
“The
Eyes
that
Spoke”.
The REALL News.
Vol.
2,
nº
7,
julio
1994,
p.
1,
3,
6. 11
12
1. Pioneros y “mainstream”.
A. Primeros avistamientos No hay constancia de cuándo se produjo la primera aparición de un extraterrestre en la televisión, a diferencia de lo que ocurre en el cine, en que ya sabemos que fue en la precoz producción de Georges Méliès Viaje a la Luna (1902). Aún así, tampoco parece que se retrasara mucho con respecto a la puesta en marcha del nuevo medio. Pese a que las fuentes norteamericanas, obviando los seriales de la BBC sobre las aventuras del esforzado doctor Quatermass (The Quatermass Experiment, 1953, Quatermass II, 1955, y Quatermass and the Pit, 195859), apuntan a Mi marciano favorito (1963-66) como la primera teleserie con protagonista alienígena, en su papel de secundarios o de estrellas invitadas ya habían frecuentado mucho antes las emisiones de Tales of Tomorrow (1951-53), Science Fiction Theater (1955-57), Dimensión Desconocida (1959-64), y Más allá del límite (1963-65), todos ellos pro13
gramas
de
ciencia-ficción
de
episodios
independientes unos de otros, que en más de una ocasión recurrían a historias con presencia extraterrestre. Pero incluso antes existieron diversos y variados seriales (que en realidad eran la mera transposición a la pequeña pantalla de las aventuras por entregas que se veían en la grande) con temáticas propias de la space-opera, entre los que cabe rastrear el posible debut de un marciano. Así, en el año 1950 se transmitían ya –sólo en ciertas áreas de EE.UU., país en que la televisión comercial había arrancado el 21 de julio de 1931– tres series de este tipo: Buck Rogers (1950-51), Space Patrol (1950-55) y Tom Corbett, Space Cadet (1950-55); además de Space Barton (1950-51), una serie de dibujos animados con episodios de sólo tres minutos y medio de duración. Sin embargo, una mítica producción se había adelantado por poco a todas las anteriores: Captain Video, en el aire desde el 27 de junio de 1949 hasta el 1 de abril de 1955, perteneciente a DuMont Television Network, la primera estación en emitir en cadena en EE.UU., antes de que lo hicieran CBS, NBC y ABC. El Captain Video empezó como telonero de las películas de cow-boys, hasta que con el tiempo consiguió una nave (la Galaxy, convertida así en la abuela de todas las súper maquetas venideras; no en vano recordemos que la Enterprise pertenece a la “clase Galaxy” en Star Trek: la nueva generación) y empezó a pasearse por el cosmos para hacerle la Pascua al malévolo Dr. Pauli, una especie de gángster con acento marcadamente extranjero que era un 14
manitas a la hora de ingeniar artefactos diabólicos. A pesar del aparente carácter ingenuo y flashgordonesco del programa, contó con guionistas de la talla de James Blish, Arthur C. Clarke, Damon Knight, Cyril M. Kornbluth, J.T. McIntosh, Robert Sheckley y Jack
Vance,
reputados
novelistas
de
ciencia-ficción.
Tras
haberse
desbaratado
infinitas
veces
los
planes del Dr. Pauli y otros malhechores, la serie dejó de emitirse por la quiebra de la cadena DuMont en 1955. Desgraciadamente, la productora se negó a vender
el
espacio
a
la
NBC,
y
a
finales
de
los
años
50 decidió recuperar el nitrato de plata de las películas originales de la serie, con lo cual se perdieron casi todos los capítulos. Gracias a copias conservadas entre otros por Al Hodge, su protagonista, parte
de
esos
materiales,
media
docena
de
filmes,
pueden verse aún hoy en día. Se calcula que existían más de 1.537 episodios, correspondientes a un centenar de tramas argumentales de las que actualmente, y por diversas referencias, sólo se conocen 51. Por todo ello, ya no hay forma de saber quién fue el primer extraterrestre que pudo asomarse a un televisor de la mano del insigne capitán.
B. Alienígenas en el “mainstream” No obstante, tan importante como conocer al primero de la especie es constatar cómo su prolija prole
fue
infiltrándose
por
los
diferentes
canales.Un
fenómeno particularmente curioso respecto a los alienígenas televisivos es la relativa facilidad con que se incorporan a los argumentos de cualquier cla15
se de teleserie, una muestra más de la fuerte penetración que el mito extraterrestre tiene en la cultura occidental. No podemos llevar a cabo una revista exhaustiva de cuanto marciano se ha colado en las mentes de los guionistas, pero se impone dejar constancia
del
hecho
con
algunos
ejemplos
significativos. Cronológicamente, un primer hito lo hallamos de forma llamativa en Los Picapiedra, una original serie de animación que desgranaba la vida de una familia típica del american
way
of
life en una improbable Edad de Piedra. Bien conocida por todos, se mantuvo en antena desde el 7 de octubre de 1960 hasta el 1 de abril de 1966, pero se ha venido reponiendo en numerosas ocasiones hasta nuestros días. Traemos a colación esta entrañable producción por lo chocante que resulta que, en su última temporada,
y
al
parecer
para
animar
la
audiencia,
figurase un extraterrestre a partir del episodio retransmitido el 29 de octubre de 1965. Se trataba del Gran Gazú (the Great Gazoo), un enanito verde exiliado de su mundo natal, Zetox, por haber inventado un arma capaz de destruir el universo. Dotado, cómo no, de poderes sobrenaturales capaces de satisfacer cualquier tipo de deseo, incluía también su condena servir a Pedro Picapiedra, excusa que se utilizaba para meter en nuevos líos al amigo de Pablo Mármol. Sorprende que una trama que se desarrollaba en la Prehistoria exigiese la intervención de este personaje, que se inspiraba directamente en el tío Martin de Mi marciano favorito (1963-66), y de hecho tuvo una mala acogida en su momento. Hoy en día puede sugerirle a alguno interpretaciones danikenianas, 16
pero lo cierto es que no tuvo éxito –pese a sus poderes–
en
su
propósito
de
evitar
el
fin
de
la
serie. Happy
Days (1974-84) fue una popular comedia de situación, ambientada en los años cincuenta, que marcó también una época en la televisión estadounidense. Su trama era sencilla: las típicas desventuras estudiantiles de las high schools americanas, sólo que más prolongadas en el tiempo que de costumbre. En el episodio emitido el 22 de febrero de 1978 un alienígena, Mork, se le aparece al personaje
de
Ritchie,
protagonista
de
la
serie,
con
la
finalidad de abducirle. Su amigo Fonzie intenta evitarlo, y
finalmente
es
él
el
raptado
por
el
visitante.
En
ese
momento, Ritchie se despierta y se da cuenta de que todo ha sido una pesadilla, pero abre la puerta a quien dice ser un motorista accidentado que necesita usar el teléfono y se espanta al comprobar que es el marciano de su sueño. Este último no era otro que el actor Robin Williams, quien poco después saltaría a la fama con su propio programa, Mork
y
Mindy
(1978-82), al que más tarde nos referiremos. Curiosamente, este episodio había sido inspirado por otro de El
Show
de
Dick
Van
Dyke (1961-66), otro clásico del humor televisivo, de 6 de febrero de 1963. En él, el personaje de Van Dyke descubría como la Tierra estaba siendo invadida por los twiloítas, unos seres con ojos en la nuca que comían nueces y hablaban con acento británico. Tras encontrar a su esposa (la conocida Mary Tyler Moore) metida en un trastero lleno a rebosar de nueces, se ve rodeado por Kolak, el malvado cabecilla de los invasores, y por todos los poseídos por éstos, mas en ese instante 17
se despierta. La “inspiración” se debió a Jerry Paris, actor y también director de algunos capítulos tanto de Happy
Days como de El Show de Dick Van Dyke, quien así alumbró de hecho a Mork
y
Mindy. Pero si pocas veces sorprenderá ver un extraterrestre en una comedia, mucho más difícil de justificar
es
su
aparición
en
una
serie
policíaca
como
Corrupción en Miami (1984-89), producción que definió
incluso
un
estilo
barroco
de
vivir
y
vestir
durante los años ochenta. El episodio 75 de su cuarta temporada (“Missing hours”, de 13 de noviembre de 1987) es recordado por la participación del cantante James Brown, en una trama también medio onírica en la que el personaje de Trudy debe encontrar un cadáver desaparecido del depósito, con avistamiento de ovni por enmedio. Lo cierto es que el argumento es confuso y extraño, y que el capítulo está considerado como el peor de la teleserie. Pero el colmo de los colmos le correspondió nada menos que a un culebrón, Los
Colby (198587), serie derivada de Dinastía, que junto a Dallas y a la retorcida Falcon Crest conforman la santísima trinidad de un tipo de historias, muy popular en los ochenta, orientado a mostrar la depravación de los millonarios para consuelo de quienes nunca llegarían a serlo. En la agitada mezcla tremendista de sexo, violencia, lujo y dólares que constituía Los Colby, halló también hueco la abducción del personaje de Fallon Carrington Colby en el postrer capítulo de la segunda temporada (26 de marzo de 1987). Fue el último emitido, pues la serie ya no tendría conti18
nuación debido a sus bajas audiencias. La escena de la abducción (que no venía a cuento de nada), en la que un platillo volante baja, recoge a Emma Samms, y vuelve a marcharse, fue realizada por John Dykstra (autor de los efectos especiales de La guerra de las galaxias y Spider-Man, entre otras) y costó un millón de dólares de la época. No sólo no sirvió para relanzar el culebrón, sino que dejó una sensación de pasmo en los espectadores, que acogieron muy mal este recurso narrativo. La serie madre, Dinastía, continuó dos años más, recuperando el personaje de Fallon como si nada; si bien la abducción volvió a verse como flash-back,
seguramente
porque,
visto
lo
que
había
costado, de ningún modo podía desaprovecharse. Finalmente, no puede olvidarse otra peculiar abducción, en una serie ya de por sí peculiar y extraña como pocas. Nos referimos a Twin Peaks (199091), el alambicado guiñol de David Lynch sobre el asesinato de una adolescente en una población maderera con unos habitantes muy singulares. Uno de ellos, el mayor Garland Briggs, desaparece misteriosamente mientras se encontraba de acampada con el agente Cooper en el capítulo decimoséptimo (originalmente ofrecido el 8 de diciembre de 1990). No vuelve a encontrársele hasta el decimonoveno (12 de enero de 1991), en el que nos enteramos que el mayor, que lo único que recuerda de su experiencia
es
la
figura
de
un
enorme
búho,
pertenece
a
un
grupo que ha continuado trabajando en el proyecto Blue
Book
después
de
su
cancelación
oficial,
centrando su atención en el subsuelo de Twin Peaks en busca de algo llamado “la casa blanca”. El militar, 19
que tiene ahora tres marcas triangulares tras su oreja derecha, había estado facilitando a Cooper unos extraños mensajes, captados desde instalaciones que escudriñaban el espacio profundo, que habían guiado la particular investigación del agente del FBI. Lo irónico del asunto es que el actor que encarnaba a Garland Briggs era Don S. Davis, ex-capitán del Ejército, a quien años después veríamos como general al mando del complejo subterráneo de Cheyenne Mountain, base del SG-1 en Stargate (1997), puerta de acceso hacia otras realidades extramundanas (6). Como hemos dicho antes, no es nuestra intención citar todas las apariciones de alienígenas que se han dado en teleseries ajenas a la ciencia-ficción,
pero
quede
expuesto
todo
lo
anterior
como prueba de la omnipresencia del tema. Al margen, sin embargo, de estas incursiones furtivas y más bien forzadas, una gran cantidad de series sí
que
han
considerado
la
figura
del
extraterrestre en sus presupuestos de partida. A continuación intentaremos ofrecer un panorama amplio de las mismas atendiendo a las diversas categorías argumentales en que pueden ser agrupadas.
(6):
Don
S.
Davis
también
ha
interpretado
al
capitán
William
Scully,
padre
de
Dana
Scully,
en
Expediente X. 20
2. La difícil convivencia con los marcianos
Un primer grupo de series, básicamente cómicas, se centra en plantear los problemas de convivencia derivados de la presencia en la Tierra de emigrantes alienígenas, arribados por accidente (Mi marciano favorito, Alien Nación) o con
finalidades
científicas
(Mork
y
Mindy, Caídos del cielo). Obsérvese como, sin embargo, no existe el supuesto contrario, el de un terrícola en otro planeta cometiendo errores de protocolo (7).
A. Comedias marcianescas La primera muestra de este subgénero la encontramos en la precoz Mi marciano favorito
(7):
Al
menos
con
carácter
general.
Sí
ha
habido,
por
ejemplo,
episodios
concretos
de
series
de
navegantes
del
espacio
en
que
las
visitas
a
otros
mundos
tienen
resultados
patosos
o
catastróficos.
Es
de
hecho
un
tema
recurrente
en
las
distintas
series
agrupadas
bajo
la
franquicia
de
Star Trek. 21
(1963-66), serie que en cierta manera estableció las pautas para muchas comedias posteriores sobre extraterrestres. La idea de hecho no era del todo nueva, pues derivaba de la película Un marciano en California (1960), protagonizada por Jerry Lewis y basada a su vez en la obra teatral de Gore Vidal Visit to a Small Planet (1956). La trama es sencilla: un marciano se estrella con su platillo volante y es recogido por un periodista (Bill Bixby, quien tiempo después se teñiría de verde para interpretar a Hulk), que lo acogerá en su casa como su “tío Martin”. El nuevo pariente tiene dos antenitas retráctiles en la cabeza, posee habilidades telepáticas y telequinésicas y, obviamente, lo desconoce todo acerca de las costumbres terrestres, cosa que será fuente de numerosas situaciones cómicas. Además, el recién llegado dispone de toda una serie de extraños aparatos capaces de provocar el viaje en el tiempo, separar un objeto en moléculas para luego reagruparlas con otra forma, conservar recuerdos en pastillas, o crear dobles temporales de alguien. La serie coincidió en el tiempo con otras que también contaban con personajes dotados de poderes sobrenaturales, como Embrujada (1964-72) y Mi bella genio (1965-70) (8), que vendrían igualmente a
recoger
el
filón
argumental
inaugurado
por
Mi marciano favorito. Esta producción, una de las primeras (8):
Cabe
señalar
que
en
esta
última
quien
encuentra
la
botella
con
la
genio
dentro
es
un
astronauta
naufragado
con
su
nave
en
una
isla,
lo
cual
no
deja
de
ser
curioso
e
indicativo
del
ambiente,
inspirado
por
la
carrera
espacial,
que
se
respiraba
en
los
años
sesenta. 22
que se rodarían en color, cosechó un gran éxito en su momento (más concretamente, en su primera temporada) e incluso pasó a la pantalla grande, de la mano de la factoría Disney, en época tan tardía como 1999. Mork
y
Mindy (1978-82), cuyo origen ya hemos comentado, fue la serie que recogió el testigo de Mi marciano favorito después de que durante muchos años la televisión sólo difundiera una imagen negativa de los extraterrestres, como invasores perseguidores de David Vincent o belicosos klingons. Mork es un alienígena del planeta Ork llegado a la Tierra en una nave con forma de huevo (de hecho, los orkanos evolucionaron a partir de las gallinas) como avanzadilla de una posible migración o invasión alienígena. En nuestro mundo convivirá, y luego se casará, con Mindy, una dependienta de una tienda de música con quien tendrá un huevo del que nacerá su hijo, Mearth. La serie, planteada por entero al servicio de la vis cómica de Robin Williams, es sumamente iconoclasta respecto a la características de su protagonista, ya que éste se alimenta de plásticos,
flores
y
granos
de
café,
bebe
a
través
de
los
dedos, se sienta haciendo el pino, escupe para dar las gracias y duerme cabeza abajo, entre otras muchas peculiaridades. De hecho, gran parte de la serie consistía
en
un
despliegue
sin
fin
de
las
excentricidades propias de los orkanos, que daban juego a las gansadas de Williams, muchas de ellas improvisadas sobre la marcha. Esta producción fue un rotundo éxito en su primera temporada, pero desde ese momento fue perdiendo audiencia debido al divismo del protagonista y a decisiones equivocadas de los 23
responsables de la cadena. La aparición de Mearth, un “bebé” completamente adulto que –en la inversa visión del mundo de los orkanos– irá desarrollándose hacia la infancia, fue el último intento de salvar la serie,
finalmente
cancelada
el
10
de
junio
de
1982. Entre los méritos de Mork
y
Mindy cabe incluir el impulso que supuso para que otras series semejantes exploraran en clave de comedia los avatares del contacto con alienígenas. Así, Alf (1986-90), acrónimo de Alien Life Form, narra también las peripecias de un extraterrestre peludo –una marioneta mezcla de oso hormiguero y perro de lanas– del planeta Melmac que se estrella contra el garaje de una típica familia de clase media norteamericana. Una vez en la Tierra, se convierte en una máquina de crear líos para la sufrida familia Tanner, sin ningún poder especial que lo compense. De otro mundo (1987-91), en cambio, recurre a la historia de resonancias homéricas del viajero del planeta Antares que parte dejando tras sí a una nativa embarazada, de la que nacerá una chica híbrida, capaz de detener el tiempo, que se desarrollará en el tan repetido ambiente estudiantil de los EE.UU. Quizás la más hilarante de todas sea Cosas de marcianos (1996-01), en la que un comando de exploración extraterrestre adopta formas humanas para mezclarse con los terrícolas, pasando entre ellos como la desquiciada familia Solomon, que ignora y desafía toda costumbre o convención social estadounidense. Algunos han querido ver en la avanzadilla 24
alienígena una reedición de los personajes típicos de la Commedia dell’arte italiana, cada uno de ellos con
una
función
específica.
Lo
cierto
es
que
destaca sobre todo la actuación de John Lithgow, en el papel del sexualmente salido e inestable líder del grupo, que fue merecedora de tres premios Emmy. Entre las producciones de esta clase no podía faltar la contribución patria, El inquilino (2004), producción que pasó sin pena ni gloria por Antena 3 TV. Un extraterrestre que ha sido abandonado por sus compañeros en la Tierra ocupa, para poder sobrevivir en nuestro mundo, el cuerpo de un escritor recientemente fallecido (detalle argumental muy parecido al de Starman), que hasta entonces compartía piso con dos chicas que no tardarán en darse cuenta de la suplantación. El marciano, Chubi, puede entrar y salir del cuerpo inerte del terrícola, lo cual dará pie a equívocos varios.
B. Otras series televisivas Con independencia de las anteriores, otras teleseries han abordado también la convivencia en la Tierra entre humanos y extraterrestres, pero desde otras perspectivas, principalmente la policíaca. Aunque nos referiremos a alguna otra al hablar de los precedentes de Expediente X, cabe hacer ahora mención de Alien Nación (1989-90), producción derivada de la película de mismo nombre dirigida por Graham Baker en 1988. En ambas, una nave cargada con 250.000 aborígenes del planeta Tencton se es25
trella en el desierto de Mojave. Se trata de miembros de una raza extremadamente inteligente pero condenada a la esclavitud, que, tras un período de cuarentena, pronto se trasladarán a vivir a la inevitable zona de Los Ángeles. En California deberán soportar todos los inconvenientes de la adaptación de cualquier inmigrante, incluidos el racismo y la xenofobia. La serie se centra en la vida familiar y laboral de Sam Francisco, un “recién llegado” –así se llama eufemísticamente a los marcianos– que ingresa en el Departamento de Policía de Los Ángeles, donde trabajará codo con codo con un receloso compañero terrícola con el que no obstante llegará a hacer buenas migas. Aunque las historias de cada capítulo son muy típicas de las buddy-movies policíacas, también ofrecen detalles sobre la cultura y la biología de los tenctonitas, temas en los que profundiza mucho más que otras producciones similares. Así, nos enteramos que los recién llegados se emborrachan con leche agria, se diluyen en el agua de mar, y practican el sexo en tríos, cuyo fruto es un retoño que gesta el macho. Existen además de la serie cinco películas, realizadas para el mercado del vídeo, que prolongan algunos temas abordados en la serie, como los intentos de una facción terrestre para eliminar a todos los alienígenas. Starman (1986-87) fue la versión seriada de la película que había dirigido John Carpenter en 1984. En ella, un alienígena siniestrado ocupa el cuerpo de un fotógrafo recién fallecido y va en pos de su hijo, nacido catorce años atrás de un descuido que tuvo con una aborigen durante una anterior 26
estancia en nuestro planeta. Cuando lo encuentra, ambos emprenden la búsqueda de la madre, haciendo autoestop y chapuzas ocasionales (para lo cual resultan muy útiles unas bolas metálicas que potencian los poderes del marciano). Son perseguidos por un
agente
del
gobierno,
por
lo
visto
aficionado
a
las
vivisecciones, que siempre llega tarde a todos los sitios. La serie, una aburrida mezcla de Kung-fú y Marco, como los protagonistas, no llegaba a ninguna parte, y poco o nada se nos contaba sobre el extraterrestre. Roswell
(1999-02),
finalmente,
combina
la
presencia alienígena con las historias de adolescentes malcriados. Tres alienígenas supervivientes del accidente de Roswell (híbridos, en realidad, y miembros de la casa real de su planeta) aparecen con edad infantil en los años setenta y se nos muestran en la actualidad como estudiantes de la típica high school, con todos los dramas sentimentales propios de la edad. No les libran de ellos sus poderes de recombinación molecular, que les permiten alterar las propiedades de la materia, y encima han de soportar el incordio de la persecución de la ociosa policía local y de los incansables agentes del FBI. Mera variante de las series para jóvenes imberbes, fue muy maltratada en su emisión por Antena 3 TV, que le reservó un terrible horario en la madrugada de los sábados y muy pronto la canceló.
27
28
3. Viajeros del cosmos
Menos
centradas
en
la
figura
del
extraterrestre
protagonista, otras series basan su trama en la narración de múltiples periplos en las profundidades del espacio. Conforman un numeroso grupo de producciones que comparten las siguientes características: 1) La premisa principal es el viaje a otros mundos u otras zonas del universo donde se desarrollará casi toda la acción. Como excepción, parte de los episodios de Stargate transcurren habitualmente en nuestro planeta. La última temporada de Lexx y, en menor medida, ciertas historias de Farscape y Babylon
5, también tienen la Tierra como escenario. 2) Debido a lo anterior, reviste singular importancia el medio empleado para desplazarse,
que
normalmente
es
una
sofisticada
nave
(excepto en Doctor Who, en que es una cabina telefónica, y en Espacio 1999, en que se trata de la Luna salida de órbita). A veces, en cambio, los protagonistas pueden residir en una esta29
ción espacial que es asiduamente visitada por viajeros (Star Trek: Espacio Profundo 9 y Babylon
5), o bien se transportan mediante “portales” (Stargate y también en las dos anteriores). Tal importancia reviste el medio de transporte que a menudo estas teleseries toman su nombre del de la nave protagonista (Galáctica, El enano rojo, Star
Trek:
Voyager, Lexx, Andrómeda, Enterprise). Llevando esto a su extremo, aquélla llega a convertirse en un personaje más, como sucede en Farscape y Lexx (en que la nave es un ser vivo) o en Andrómeda (en que es una
inteligencia
artificial
con
un
avatar
físico). 3) La tripulación se caracteriza por su pluralidad racial, bien por su composición internacional, o sea, no estadounidense (Sulu, Uhura y Chekov en Star Trek , Verdechi en Espacio 1999, Jean-Luc Picard en Star Trek: la nueva generación, Ivanova y Garibaldi en Babylon
5), bien por integrar seres extraterrestres (todas) o androides (El enano rojo, Star Trek: la nueva generación, Lexx, Andrómeda). Como anécdotas, en Lexx hay además un muerto viviente, y en El enano rojo un gato inteligente. Precisamente en esta última producción se recurre, ante tanta diversidad, a escribir en esperanto los paneles informativos de la nave. 4) Pese a ello, la organización de las tripulaciones no es democrática, sino que está muy jerarquizada o es claramente militar (Star Trek, Galáctica, Babylon
5, Andrómeda), con las 30
salvedades, precisamente, de las series satíricas (El enano rojo, Lexx). Eso hace que las aventuras las vivan los mandamases de las naves, y que no exista una perspectiva “intrahistórica”
de
las
mismas.
Destaca
siempre
la
figura
del capitán, a veces dotada de rasgos cuasimesiánicos (Babylon
5, Farscape, Andrómeda). 5) Las futuras instituciones políticas que llegan a describirse son propias de las spaceoperas, esto es, grandes imperios galácticos (Lexx, Andrómeda) o vastas federaciones interplanetarias (Star Trek, Firefly). A menudo esos estados son malignos o totalitarios, e incluso los protagonistas pueden tomar las armas contra sus propias autoridades (Babylon
5, Andrómeda). Varias series describen las interminables huídas de lo que podríamos considerar perseguidos políticos (Farscape, Lexx, Firefly). 6)
En
todas
estas
teleseries,
por
definición, el universo está muy poblado, y casi todo él por razas humanoides. Los extraterrestres no humanoides únicamente aparecen en episodios sueltos (con las famosas excepciones de los “primeros” de Babylon
5 y los insectos de Lexx) y suelen ser monstruosos y con malas intenciones, salvo cuando los guionistas buscan recordarnos la máxima de que “las apariencias engañan”. Sólo en Firefly está totalmente ausente la presencia alienígena. Vistas sus notas comunes, pasemos ahora una rá31
pida revista cronológica a las numerosas series de este grupo.
A. Primeros pasos fuera de la Tierra Al margen de los seriales de los años cincuenta que antes hemos someramente comentado y de las producciones de episodios independientes como Más allá del límite, la primera serie que mostró a un viajero del espacio (y del tiempo) fue la británica Doctor Who (1963-), posiblemente uno de los más longevos programas televisivos que se recuerdan. El doctor de marras, que en realidad no tienen nombre, es un señor del tiempo del planeta Gallifrey, una raza que domina a voluntad el desplazamiento espaciotemporal, con capacidad de regenerarse completamente doce veces durante su ya de por sí prolongada vida (cosa muy útil para cambiar de actor cuando convenga a los productores). Los señores del tiempo mantienen una política de no inmiscuirse en los asuntos ajenos que no es compartida por nuestro buen doctor, quien en consecuencia se exilia con su Tardis (un vehículo, más grande por dentro que por fuera, con forma de cabina inglesa de policía) para combatir el mal doquiera que se encuentre. Y trabajo no le falta, pues son legión los enemigos que se encuentra semana sí y semana también, entre los que destacan los encantadores daleks, una especie de robots de base orgánica que todo el tiempo repiten “exterminar, exterminar” y que, a fuerza de insistir, gozaron de películas propias (Dr. Who and the Daleks, 1965, y Dalek’s
Invasion
Earth:
2150
A.D., 32
1966), ambas protagonizadas por Peter Cushing. La serie, pese a su escaso presupuesto para efectos especiales, pronto se convirtió en objeto de culto para sus seguidores, aunque vista hoy en día se nos antoja claramente camp. En cualquier caso, fue la que estableció las bases de partida para el subgénero de viajeros estelares. Después de concluir la serie clásica en 1989, y tras un intento fallido de resurrección en 1996, la BBC recuperó en 2005 la veterana producción de la mano del guionista Russell T. Davies, que se encargó de remozarla y ponerla al día con unos resultados realmente brillantes. En el apéndice correspondiente tratamos con mayor profundidad la nueva serie, que a su vez fue el punto de partida de Torchwood (2006-), un muy recomendable spin-off de la anterior al cual también dedicamos
todo
un
apéndice
al
final
de
este
libro. El siguiente paso en la conquista transhumante del medio televisivo correspondió a la familia Robinson, protagonista de Perdidos en el espacio (1965-68). Inspirada en la novela Los robinsones suizos, narra como la Tierra padece una masiva superpoblación que hace que el profesor John Robinson y familia, junto al comandante Don West, se deban trasladar al tercer planeta del sistema Alfa Centauri para establecer una avanzadilla a dónde puedan acudir emigrantes terrestres. Pero un agente de un gobierno
enemigo
se
infiltra
en
la
nave
y,
por
el
exceso
de peso, ésta se desvía de su curso y cae en el desconocido planeta Priplanis. Allá padecerán todo tipo de calamidades hasta que en la segunda temporada de la serie, en 1966, puedan abandonarlo, debido a 33
que por aquel entonces ya estaba en el aire Star Trek y para competir con ella se creyó oportuno que el Júpiter II viajase por el espacio en lugar de permanecer encallado en Priplanis. Igualmente, desde ese mismo momento se desdramatizó la trama orientándola más hacia la comedia, en un intento por contrarrestar el surrealista humor de otra rival, Batman (1966-68). A pesar de sus buenos niveles de audiencia, siempre superiores a los de Star Trek, la serie concluyó abruptamente cuando la 20th Century Fox obligó a un fuerte recorte presupuestario para enjugar las pérdidas sufridas con la película Cleopatra (1963), cosa que su productor, Irwin Allen, consideró inaceptable. Se ha criticado bastante a Perdidos en el espacio
su
nulo
rigor
científico
y
sus
incongruencias
argumentales (como que el saboteador Dr. Smith conviviese como si nada con los Robinson), así como su utillería barata, claramente inspirada en la película Planeta prohibido (1956) –incluso el robot de este
film,
Robby,
aparecía
en
algunos
capítulos–,
y
sus ingenuos efectos especiales. No obstante, nadie puede poner en duda la popularidad que alcanzó pese a su carácter marcadamente pionero.
B …Dónde nunca nadie ha llegado antes Pero si hay una serie que marca un antes y un después en las historias de periplos espaciales es sin duda Star Trek (1966-69) y los demás spinoffs
a
que
dio
pie.
A
diferencia
de
las
dos
anteriormente mencionadas, en las que los alienígenas desaparecían
al
final
de
cada
episodio
o
muy
poco
34
se sabía en verdad de ellos, en La conquista del espacio (título que recibió cuando se emitió por TVE en 1971) por primera vez se vio una descripción bastante completa de una especie y cultura alienígena (la de los vulcanianos, a la que pertenece Spock), así como referencias más escuetas a muchas otras (klingons, romulanos, endorianos, etc.). Como casi todo el mundo sabe, en el siglo XXIII la nave estelar Enterprise, de la Federación Unida de Planetas, se encuentra embarcada en una misión de cinco años para buscar nuevas formas de vida y nuevas civilizaciones, y llegar dónde nunca nadie ha llegado antes. Al frente de la misma se halla el capitán James T. Kirk, indisciplinado nativo de la América
profunda,
el
segundo
de
abordo
Spok
(flemático
mestizo de vulcaniano y humana), y el irascible doctor McCoy, amén de otros inolvidables secundarios. Su tripulación pertenece a diversas razas, tanto terrestres como alienígenas, y está por igual vinculada al cumplimiento de la llamada “primera directiva”, esto es, no interferir jamás en el desarrollo de las culturas que vayan encontrando (propósito que, como es fácil imaginar, es más fácil de enunciar que de cumplir). A lo largo de sus viajes se enfrentarán a incontables peligros, tanto naturales como ocasionados por otras inteligencias cósmicas, como las malignas razas klingon y romulana, que miran con malos ojos a la Federación y a sus representantes. Serie con escasos precedentes (uno de ello podría ser la producción de submarinos Viaje al fondo del mar, 1964-68), en palabras de su creador, Gene Roddenberry, ”Star Trek era, en esencia, un western del espacio, donde los indios habían sido sustitui35
dos por razas alienígenas y los exploradores vaqueros, en lugar de masacrarlos, trataban de establecer con
ellos
relaciones
pacíficas”
(9).
Para
hacerlo
posible, se contó con la colaboración de guionistas tan ilustres como Harlan Ellison, Theodore Sturgeon, Larry Niven, Frederic Brown, Norman Spinrad y Richard Matheson. Pero ni eso sirvió para que sus índices de audiencia
no
rozasen
lo
catastrófico,
y
de
hecho
sólo
la reacción de sus más incondicionales admiradores evitó que fuera cancelada después de su segunda temporada. Fue más tarde, a través de las reposiciones en las cadenas locales, cuando su popularidad fue incrementándose paulatinamente hasta niveles míticos, acrecentada mediante cómics, novelas y películas.
Curiosamente,
así
como
los
filmes
sobre
Star Trek
(la
mayoría
poco
o
nada
recomendables)
influyeron en las series posteriores, a su vez éstas hicieron lo propio sobre la trama de las películas, de manera que para conocer bien el universo imaginado por Roddenberry hay que beber de ambas fuentes. Entre esas fuentes están también todas las posteriores
series
que
explotaron
el
filón
así
descubierto. El relevo de la producción original lo tomó Star Trek: la nueva generación (1987-94), que resultó ser muy superior en todos los aspectos y dio nuevo impulso a la devoción por la franquicia. Unos setenta y cinco años después de la época del capitán Kirk, es un francés, Jean-Luc Picard, quien se
(9):
Cita
recogida
en
AA.VV.
La biblia trekkie.
Barcelona:
Ediciones
Glénat,
2ª
ed.,
1997,
página
10. 36
halla al frente de una nueva Enterprise, en un tiempo
en
que
los
Klingon
han
firmado
la
paz
con
la
Federación. Aún así, aparecerán nuevos enemigos, como los cardasianos y, sobre todo, los borg, seres mitad máquina mitad organismo biológico que carecen
de
individualidad.
La
flema
de
Spock
la
pone
ABDUCCIONES EN LA ENTERPRISE
Por
sorprendente
que
parezca,
ni
la
tripulación
de
la
nave
Enterprise
se
pudo
librar
de
padecer
abducciones,
de
tan
arraigado
que
llegó
a
estar
este
concepto
a
principios
de
los
años
noventa.
En
el
episodio
número
131
(“Schisms”),
de
la
sexta
temporada
de
Star Trek: la nueva generación, emitido
el
17
de
octubre
de
1992,
algunos
personajes
padecen
insomnio
y
fobias
inexplicables
a
ciertos
objetos,
al
tiempo
que
una
“fisura
subespacial”
ha
aparecido
en
una
bodega
de
carga.
Gracias
al
simulador
holográfico
se
reconstruye
el
común
recuerdo
perdido
de
una
especie
de
silla
de
dentista
en
la
que
los
abducidos
habrían
sido
examinados.
Cuando
desaparecen
dos
tripulantes,
el
comandante
Riker,
uno
de
quienes
venían
siendo
secuestrados,
se
deja
capturar
en
estado
consciente
para
eliminar
el
origen
de
la
fisura
por
la
que
se
colarían
los
raptores.
Al
otro
lado
de
la
misma
descubre
a
unos
seres
insectoides
entregados
a
las
tareas
propias
de
su
despreciable
oficio,
rescata
a
uno
de
los
abducidos
y
regresa
justo
a
tiempo
antes
de
que
los
ingenieros
cierren
la
conexión
entre
los
dos
mundos.
Este
capítulo,
que
no
tuvo
ninguna
incidencia
en
posteriores
entregas
de
la
serie,
resulta
chocante
por
situar
a
los
tripulantes
de
la
Enterprise,
tan
versados
ellos
en
cuestiones
alienígenas
y
científicas,
en
el
mismo
plano
que
los
representantes
de
comercio
y
las
amas
de
casa
que
hoy
en
día
denuncian
los
mismos
o
parecidos
hechos.
Con
ello
tal
vez
quiera
significarse
que
las
abducciones
seguirán
siendo
un
misterio
en
el
siglo
XXIV,
o
que
tanto
éstas
como
los
guiones
de
Star Trek comparten
un
común
origen:
la
febril
imaginación
humana. 37
aquí el androide Data, siempre empeñado en conocer mejor a la humanidad. Esta teleserie marcó un hito además porque fue la primera que, debido al dispendio
en
sus
magníficos
efectos
especiales,
superó el coste de un millón de dólares por capítulo. Star Trek: espacio profundo 9 (1993-99) situaba la acción a continuación de la anterior en una estación cercana a un agujero de gusano. El comandante de la misma era un afroamericano, siguiendo la línea rupturista de La nueva generación, y había unos nuevos malos: los dominion. Antena 3 Televisión empezó a emitirla en España, pero en pésimos horarios y sin seguir el orden cronológico de los episodios, así que no debería extrañarles la baja audiencia que le proporcionaron. En otros países funcionó bastante bien, pero sin superar a la primera secuela. Star
Trek:
Voyager
(1995-01) contaba los intentos por regresar a la Federación de la nave de mismo nombre después de haber sido desplazada a 75.000 años luz dentro del cuadrante delta de la galaxia. A bordo teníamos a su capitana Kathryn Janeway y a un nuevo vulcano de raza negra, Tuvok. Precisamente por el escaso carisma de la jefa de la expedición, la acogida de esta serie fue mucho más fría que la de las anteriores. Hasta 2005 no pudimos verla en España. Enterprise (2001-05) es, por el contrario, una “precuela” de la teleserie original, pues su trama transcurre un siglo antes, en un intento por recuperar las esencias perdidas de los primeros tiempos, cuando por primera vez los humanos se adentran en 38
el espacio. El capitán es Jonathan Archer, interpretado por Scott Bakula (el protagonista de A través del tiempo), y la nota racionalista la pone la bella vulcaniana T’pol. Esta producción es un tanto chocante, pues la tecnología de la nave cuenta con unas limitaciones que el espectador sabe que ya han sido –o serán– superadas en las restantes series.
C. Después de Spock Tras la estela de la Enterprise, muchas otras tripulaciones han buscado fortuna en nuevas singladuras siderales, tantas que sólo podremos citarlas muy brevemente. Espacio 1999 (1975-77) fue la alternativa británica a Star Trek, realizada por el matrimonio Anderson (creador, entre otras, de Thunderbirds y OVNI) con unas pretensiones, no siempre cumplidas, de mayor profundidad argumental. Aquí no hay nave, sino que es la Luna salida de órbita la que arrastra a los protagonistas por el cosmos. En su segunda temporada se incorporó al elenco la alienígena Maya, capaz de cambiar de forma, pero ni eso ni sus novedosos efectos especiales (más frecuentes y vistosos) consiguieron hacer sombra a la pandilla del capitán Kirk. Galáctica (1978) surgió para aprovechar el tirón de La guerra de las galaxias (1977) y el desarrollo de la técnica de animación de maquetas que había supuesto. Los muy perversos y mecánicos cylones diezman a traición las doce colonias huma39
nas conocidas, y los supervivientes –cual pueblo de Israel en el desierto– no tienen más opción que encontrar entre las estrellas a una decimotercera colonia que se cree que se asentó en un lugar llamado la Tierra. El Moisés de la serie es el almirante Adama, personificado
por
Lorne
Green
(repitiendo
el
papel patriarcal que tenía en Bonanza), que comanda la
nave
de
guerra
Galáctica
y
la
flotilla
de
los
que
se
salvaron
del
holocausto.
Producción
muy
floja
argumentalmente, conoció sin embargo a partir de 2003 una nueva versión, muy alabada por la crítica, que
constituye
una
de
las
cimas
de
la
ciencia-ficción
televisiva. Ahora bien, no aparecen ya extraterrestres, pues los cylon ahora se nos presentan como creaciones humanas descarriadas; así que, lamentablemente, no entraría dentro de la categoría de series con alienígenas contempladas en este libro. El enano rojo (1988-1996) es el nombre de otra gigantesca nave en la que, por un accidente, toda la tripulación pereció a consecuencia de una fuga radioactiva. En realidad se salvó el más escaqueado de sus tripulantes, David Lister, que se encontraba en hibernación. Cuando despierta, tres millones de años después, convertido en el último hombre del universo, no encuentra más que a la computadora (con demencia senil después de tanto tiempo), a un remoto descendiente humanoide de la gata de abordo, y al holograma del más irritante de sus superiores. Tan peculiar grupo de supervivientes (al que más adelante se unirá un atolondrado androide) harán posible durante ocho temporadas los guiones más hilarantes (al estilo 40
británico, eso sí) de este tipo de teleseries. Algún autor
la
califica,
quizás
exageradamente,
como
la
mejor
serie
de
ciencia-ficción
de
la
historia,
aunque
lo cierto es que siempre te hace pasar un buen rato. La producción que le disputa ese mismo título es Babylon
5 (1994-98), sin duda la que posee la trama más complicada de todas las de su categoría. Muy sintéticamente, cuenta la historia de la estación espacial de mismo nombre, que se ve sujeta a las intrigas políticas de diferentes especies alienígenas que sólo atienden a la promoción de sus propios intereses. Muy parecida inicialmente a Star Trek: Espacio Profundo 9, se despegó del fantasma de la mera copia a partir de su segunda temporada, cuando empiezan a desarrollarse sus distintos estadios o arcos argumentales (v. nota 3). En uno de ellos, se implanta un gobierno fascista en la Tierra contra el que se rebelarán las autoridades de la estación; en otro, se desarrolla una terrible guerra contra las “sombras”, en otro se asiste a la creación de la Alianza Interestelar, en otro a las disputas internas de la raza de los minbari, etcétera, etcétera. La extrema complejidad argumental nos impide concretar mejor tanta anécdota acumulada, que incluso se desarrolla más allá de la televisión con novelas, películas y juegos de ordenador. Por lo que a los
extraterrestres
se
refiere,
la
serie
se
basa
en
la
existencia en la Vía Láctea de razas “primeras” (ninguna de ellas humanoide) que guían la evolución de otras más jóvenes, al menos mientras éstas no están creciditas, aunque la mayoría de tales primigenios hace tiempo que abandonó la galaxia, como se su41
pone que llegarán a hacerlo a su tiempo las restantes. Pero entre tanto parece que unas y otras están condenadas
a
entrar
en
conflicto
entre
sí
e
incluso
internamente; de hecho hay mucha acción bélica en la serie, conspiraciones políticas y traiciones, hasta el punto de que no siempre es fácil seguir la trama. Lexx (1997-2002) es otra serie muy original y no apta para todos los paladares. Aunque indisimuladamente satírica, no por ello es argumentalmente más sencilla. El punto de partida lo constituye una dictadura teocrática que ha construido una enorme nave viva en forma de insecto, el Lexx, con la capacidad de destruir mundos enteros. Por diversos accidentes del destino, escapan con ella un operario de pocas luces, una esclava sexual, un asesino profesional que murió siglos atrás y la cabeza de un robot. El tirano conocido como Su Sombra les perseguirá implacablemente hasta que le destruyan y se conozca que era en realidad el último representante de los insectos gigantes, que en su día fueron derrotados por los Brunnen-G, la raza del muerto viviente. Pero todo esto no es sino el inicio de las aventuras del Lexx, caracterizadas por el humor negro y –al
fin
en
una
serie
de
ciencia-ficción–
el
sexo
sin
pudor, que tanto contrasta con el monasterio sideral
(10):
En
su
variante
de
viaje
por
el
tiempo,
los
portales
ya
habían
aparecido
primero
en
Land of the Lost (1974) y luego en Voyagers! (1982) y A través del tiempo
(1989-1993).
Como
medio
de
transporte
a
otros
mundos,
están
presentes
en
Viaje fantástico (1977), Otro mundo (1985) y Sliders
(1995-00). 42
que eran la Enterprise o la Galáctica. Aunque con muchos altibajos (alternan capítulos geniales con otros infumables), las historias de esta coproducción anglo-germano-canadiense constituyen además una alternativa muy aceptable a la tradicional visión
yanqui
de
las
teleseries
de
ciencia-ficción. Lejos de las grandes naves interestelares se encuentra Stargate (1997-2007), continuación de la película de Roland Emmerich estrenada en 1994. Aquí los viajes a otros planetas se efectúan mediante “puertas estelares”, unos artefactos indestructibles creados por una raza desaparecida hace milenios y de los que se aprovechan los malos de la serie, los gou’ald, unas serpientes inteligentes que parasitan cuerpos humanos y que, al haber visitado la Tierra en la Prehistoria, son quienes dieron pie a los mitos y leyendas sobre antiguos dioses venidos del cielo, tal como pretendía Erich von Däniken. En realidad, el recurso a portales de este tipo no es nada nuevo (10), pero tiene la ventaja de permitir un ahorro sustancial en maquetas. Los integrantes de la unidad SG-1 recorrerán así los múltiples mundos interconectados a través de la red de puertas estelares, entrando en contacto con los humanos ex-terráqueos establecidos en ellos y con otras especies alienígenas, desbaratando siempre que puedan las fechorías de los gou’ald. Dado el éxito de la teleserie original, en 2004 arrancó una primera secuela de la misma: Stargate Atlantis (2004-2009), de calidad bastante inferior; y al concluir ésta, Stargate Universe (2009-2011), claramente
influenciada
por
la
segunda
versión
de
Galácti43
ca, que en cambio es un producto muy interesante. En Farscape (1999-03) el astronauta John Crichton lo que atraviesa no es un portal, sino un agujero de gusano que le lleva a la otra punta del universo, donde deberá unirse a unos proscritos para huir de los mercenarios conocidos como “pacificadores”,
muy
interesados
en
conocer
los
datos de su experiencia. La nave en la que recalará, la Moya, es de hecho un ser vivo con un piloto simbiótico, que llegará incluso a engendrar un vástago. A lo largo de sus aventuras (que poseen a menudo un poco habitual trasfondo psicológico) conocerá un amplio espectro de imaginativas criaturas de todo tipo, muchas de las cuales son marionetas elaboradas por el taller de Jim Henson. Andrómeda (2000-05) es una creación póstuma de Gene Roddenberry, y no la única, como más adelante veremos. En un remoto futuro, existe un imperio estelar interracial, conocido como la Commonwealth, que abarca tres galaxias y que se basa en la tecnología del planeta Tan-Vedra para navegar a través de la “corriente”, una suerte de hiperespacio. Tras un tratado de paz con los muy hostiles magogs (que son algo así como murciélagos carniceros que se reproducen depositando huevos en el interior de otros seres), una facción de la Commonwealth, los nietzcheanos (humanos modificados
genéticamente),
se
subleva
enojada
por
los
términos del armisticio y provoca una guerra civil que destruye el imperio y todas sus instituciones. En la refriega, la nave Andrómeda Ascendiente que44
da atrapada en el campo gravitatorio de un agujero negro, del cual es rescatada por una banda de raqueros. Por el efecto de la dilatación temporal, en la nave de guerra sólo han pasado unos minutos, pero han sido trescientos años para el resto del universo. A partir de ahí, el capitán Dylan Hunt, único superviviente
junto
a
la
inteligencia
artificial
de
la
nave, luchará en compañía de sus rescatadores contra múltiples enemigos para primero restablecer la Commonwealth y luego mantenerla a salvo de intrigas y amenazas de toda clase, entre las que no faltarán
los
pérfidos
magogs.
Aunque
estemos
ante
una producción muy ambiciosa en todos los aspectos, la realidad es que su desarrollo deja bastante que desear y no termina de ser lo que con más inspiración en los guiones podría haber alcanzado. Por su parte, Starhunter (2001) es casi la versión con personajes reales del exitoso anime japonés Cowboy
Bebop (1998), pues ambas narran las andanzas de un buscador de recompensas en el sistema solar. Al margen de historias parecidas a un western futurista, se introduce en la trama el descubrimiento en el genoma humano de unos genes, posiblemente implantados por extraterrestres (von Däniken otra vez), que permitirían a los terrícolas evolucionar hacia formas de vida más perfectas. Pese a ello, esta producción anglo-franco-canadiense es bastante aburrida y no llegó a entusiasmar a nadie. Para acabar, Firefly (2002-03) representa la última muestra de este subgénero, citada aquí pese a que no incluya alienígenas entre sus protagonis45
tas. La Alianza chino-estadounidense ha establecido una corrupta dictadura universal en la que la tripulación de la Serenity, formada por perseguidos o descartados por el sistema, intenta sobrevivir como puede, robando y haciendo contrabando. Serie de estética feísta (muy alejada de la pulcritud, casi de anuncio de lejía, de Star Trek o Andrómeda), tiene como creador a Joss Whedon, padre de la aclamada Buffy,
cazavampiros. En 2005 el propio Whedon dirigió
un
filme
sobre
la
serie,
titulado
Serenity, que no cosechó el beneplácito ni de la crítica ni del público.
46
Fig.
1.
No
son
jenízaros,
sino
lo
más
parecido
a
marcianos
que
se
asomaba
en
Captain Vídeo.
Fig.
2.
El
tío
Martin
de
Mi marciano favorito,
qué
bien
se
conserva. 47
Fig.
3.
Star Trek,
la
serie
original.
Fig.
4.
Mork,
del
planeta
Ork.
48
Fig.
5.
Los
tres
últimos
ocupantes
de
la
Tardis.
Fig.
6.
Expediente X,
entre
tinieblas.
49
Fig.
7.
Morena
Baccarin
en
la
nueva
versión
de
V,
o
de
como
nos
dejamos
invadir
-al
fin-
por
las
top models.
50
4. Las inevitables invasiones
Como no podía ser de otra manera, otra categoría de teleseries con alienígenas la forman historias sobre la invasión del planeta Tierra. No son tan populares ni numerosas como quizás cabría esperar, pero han dejado también su huella en el género.
A. Invasores clásicos La primera de ellas fue en realidad Quatermass II (1955), aunque más que una serie se trata de un único relato televisivo dividido en 6 partes. El intrépido doctor descubre que su rechazado proyecto de base lunar se ha materializado cerca de Londres, en una zona donde caen meteoritos en cuyo interior viajan formas de vida extraterrestres. Los alienígenas, que han poseído a altos cargos del gobierno, emplean las instalaciones a cuenta de los contribuyentes como cámaras de aclimatación al medio terrestre, tan distinto a su metanoso mundo natal. Quatermass hallará la manera de desbaratar sus pla51
nes de conquista y de destruir el asteroide origen de las criaturas. Destaca esta producción por presentar uno de los primeros planteamientos paranoicos (cualquiera puede haber sido infectado por los invasores), cosa que se convertirá casi en una constante en este subtipo de series.Fue llevada al cine en 1957. Todavía más recordada que la anterior fue Los invasores (1967-68), en la que el arquitecto David Vincent descubre como seres de un planeta moribundo
se
están
infiltrando
en
nuestra
sociedad,
indistinguibles de los terrícolas excepto por la rigidez del dedo meñique. Vincent intenta alertar a las autoridades, pero nadie le cree, entre otros motivos porque, al morir, los alienígenas se desintegran al instante. Pese a ello, como buen profesional liberal, su iniciativa privada le basta y le sobra para contrarrestar la presencia extraterrestre, aunque en la segunda temporada de la serie colabora con él un grupo denominado “los creyentes”. Aunque sus historias seguían
un
esquema
muy
repetitivo,
fueron
eficaces
para difundir un concepto maligno de los platillos volantes, que sintonizaba bien con una época muy prolífica
en
avistamientos
que
alguna
finalidad
parecía que debían de tener, y no tenía por qué ser buena. OVNI (1970-71) fue otra producción de Gerry y Sylvia Anderson, la primera que realizaron sin recurrir a marionetas. Con guiones más elaborados de lo habitual, asistimos a los esfuerzos (en un ya imposible 1982) de una organización mundial secreta, SHADO, al frente de la cual se halla el imperturbable comandante Straker, cuya misión es defender 52
la Tierra de unos misteriosos invasores de quienes poco se llega a saber. Tan importante como eso es mantener en secreto sus actividades, por lo que el cuartel general está oculto bajo unos estudios de cine, y en más de una ocasión se recurrirá a métodos drásticos para evitar a la población la horrible verdad. Aunque la serie sobre todo es recordada por sus maquetas y por los modelitos del personal femenino de la base lunar, fue una de las primeras en plantear
historias
de
ciencia-ficción
más
centradas
en los personajes que en la pura acción, un paso necesario para la madurez del género que no fue habitual hasta despúes de Star Trek: la nueva generación.
B. El tema de la invasión en las series de final
de
siglo Menos cargada de sutilezas estuvo V (198385), que en realidad se trató de una miniserie incial (1983) que fue seguida por otra (1984) y luego por una teleserie semanal (1984-85). Unos extraterrestres aparentemente humanoides aparecen con sus grandes naves sobre las principales ciudades del mundo. Dicen venir en son de paz y básicamente a por agua, pero pronto suscitarán las sospechas de los más avispados, entre ellos el reportero Mike Donovan, que contemplará el gusto de los visitantes por los ratones. Cuando se descubre el pastel, vemos como en realidad son reptiloides antropófagos con malas pulgas que han venido a arrasar con todo. En un principio se les derrotará con el “polvo rojo”, una bacteria que nos recuerda a La guerra de los mundos 53
de H.G. Wells, pero era necesario continuar con la historia, y en la serie semanal resulta que el microbio sólo es operativo en según qué climas, lo cual divide
al
planeta
en
dos
zonas
en
eterno
conflicto.
Una muchacha híbrida nacida de padre alienígena y madre humana parece tener la clave para acabar con la guerra, pero la serie termina sin saber si realmente es así. Especialmente memorable es la mala de la serie, una lagarta (en todas las acepciones del término) digna rival del doctor Mengele. Esta producción fue nuevamente versionada en 2010, con renovados efectos especiales, aunque no pasó de la segunda temporada ni tuvo el mismo impacto que la original. El lector encontrará más información sobre las dos versiones de V en los apéndices de este libro. No estrenada en nuestro país, War of the Worlds (1988-90) tiene un curioso punto de partida, pues nos sitúa en el universo de la película de Byron Haskin La guerra de los mundos (1953), tras la derrota de los invasores. Los restos de los marcianos se conservan actualmente en una base militar que es atacada por terroristas, lo que provoca que aquellos despierten del letargo en el que realmente se encontraban y escapen poseyendo los cuerpos de los atacantes. De hecho no son marcianos, sino hijos del planeta Mor-Tax, y los terrícolas de algún modo han olvidado por completo que un día fueron invadidos a sangre y fuego. Al margen de estas licencias, los capítulos muestran las trifulcas de un grupo gubernamental secreto con los extraterrestres, que todo el tiempo intentan procurarse armas y luchar contra las bacterias. En la segunda temporada cambió casi 54
todo el plantel de actores e incluso las premisas argumentales, cosa que echó a perder toda la serie. Espacio (1995-96) se inspiraba en la novela de Robert Heinlein Las brigadas del espacio (que sería llevada al cine como Starship Troopers en 1997) para componer un relato iniciático sobre unos jóvenes militares que han de hacer de tripas corazón para contener en el año 2063 la invasión de unos desconocidos extraterrestres llamados “chigs”. Con una trama mezclada con referencias a inteligencias
artificiales
y
a
soldados
creados
in
vitro, se centraba, como típica historia coral que era, en las relaciones personales y en el proceso de madurez de los protagonistas. Aunque la serie tenía un cierto interés y buenos efectos especiales, fue cancelada tras su primera temporada, sin que se desvelase ni el resultado ni las causas de la guerra.
La
Tierra:
conflicto
final (1997-02) fue otra de las producciones póstumas de Gene Roddenberry, desarrollada por su viuda –la actriz Majel Barret, que formaba parte de la tripulación original de la Enterprise– sobre la base de las notas que aquél dejó redactadas. Se trata de una muy original teleserie, ya que rompe con el maniqueísmo habitual con el que se abordan las invasiones alienígenas. Para empezar, es dudoso que hayamos sido invadidos. En el año 2008 llega a la Tierra la nave de los taelons
(ellos
prefieren
ser
llamados
“los
compañeros”), quienes aportarán su tecnología, sin pedir nada a cambio, para eliminar de nuestro mundo la pobreza, el hambre y los problemas medioambien55
tales que padecía, dando lugar a una época de prosperidad nunca vista. Pero algo tan bonito no podía ser verdad… De una forma calculadamente gradual, se irá sabiendo que los taelons mantienen una encarnizada guerra interestelar contra los jaridianos, en la que llevan las de perder, y se han refugiado en la Tierra tras la destrucción de su planeta para desarrollar nuevas armas contra sus enemigos, algunas
de
las
cuales
pasan
por
la
modificación
genética
de los terrícolas. El argumento se complica mucho desde el momento en que nada de esto es evidente y de que ni humanos ni taelons dominan del todo la situación, lo que obliga a ambos a recurrir a conspiraciones
e
intrigas
para
salirse
con
la
suya,
dificultadas por la existencia de traidores en los dos bandos o de personajes que no militan en ninguno de ellos. A juicio de este comentarista, resulta uno de
los
más
depurados
productos
de
ciencia-ficción
jamás elaborados, pues de otra manera no se explica que pudiera sobrevivir varias temporadas pese a los continuos cambios de actores que experimentó. La última serie de esta categoría es El elegido (1998-01), que mezcla lo extraterrestre con lo esotérico, pues la invasión subrepticia que se prepara se encuentra predicha nada menos que en las cuartetas de Nostradamus. Según éstas, se dará en tres
oleadas
sucesivas:
infiltración,
invasión
y
aniquilamiento total (y es por ello que el título original de la serie es First Wave). En la primera fase, los gua se han apoderado de los cuerpos de 117 terrícolas, pero uno les ha salido rana y, cual moderno David Vincent, se propondrá chafarles él solito sus 56
intenciones, sin más ayuda que la de un hacker loco. No sólo en esto se parece a Los invasores, pues los alienígenas también se desintegran al morir (lo mismo que en War of the Worlds, dicho sea de paso), y en la última temporada un grupo llamado “Nación cuervo” colaborará también con el protagonista.
C. Las invasiones después del 11-S Operación Threshold (2005), emitida en España en un duro horario de madrugada, narraba una poco diáfana historia sobre una especie de sonda alienígena que aparecía de repente sobre un barco de la Marina estadounidense en mitad del Atlántico. A consecuencia de ello, y mediante el uso de una chirriante señal de audio, la tripulación mutaba su ADN y pasaba a colaborar con un supuesto plan de invasión extraterrestre. Un grupo de expertos de la Agencia de Seguridad Nacional debía encargarse luego de averiguar qué había pasado y de deshacer los desmanes provocados por los marineros mutantes, que por todos los medios intentaban propagar la infección que padecían. Puesto que apenas se airearon diez episodios de los trece con que contaba la primera y única temporada (que sí se distribuyó completa en DVD), la única impresión que Operación Threshold dejaba en el espectador era la de desconcierto, ya que muy poco se le aclaraba sobre la naturaleza o intenciones de los invasores. Tampoco Invasión (2005) era mucho más explícita en este aspecto, pero al menos tenía la ori57
ginalidad de trasladar la acción a los pantanos de Florida. Un huracán que azota la costa del sur del estado provoca el aislamiento de una típica comunidad estadounidense, al tiempo que unas extrañas luces caen del cielo y parecen esconderse bajo el agua. En realidad se trata de criaturas parecidas a calamares que, en contacto con un ser humano, lo clonan destruyendo el original, pero dejando la copia con los mismos recuerdos y personalidad. Los así duplicados, que a resultas del proceso muestran una singular predilección por el medio acuático (amén de otras peculliaridades
fisiológicas),
pronto
se
van
juntando
y superando en número a los terrícolas normales, dividiéndose entre partidarios de la coexistencia pacífica
e
instigadores
del
exterminio
o
conversión
forzada de los aborígenes. La trama incide mucho sobre estos aspectos, pero de hecho poco o nada sobre los calamares, y la cancelación de la serie tras la primera temporada nos dejó sin saber muy bien a qué venía todo eso. Pese a un resabio evidente a clásicos del género como La invasión de los ladrones de cuerpos, hay que loar el esfuerzo por ser original en los tiempos que corren en otros detalles del argumento. Por su parte, The Event (2010) combinaba lo extraterrestre con la acción al estilo de producciones como 24 (2001-2010), incluyendo también el componente de conspiración política propio de dicha serie. La apuesta era ciertamente arriesgada y, como parece caracterizar a las creaciones de esta época, no sobrevivió más de una temporada, cuyo último capítulo acaba curiosamente como el de la cuarta temporada de Doctor Who (2009), cuando 58
un ominoso planeta surge de repente dispuesto a disputarle a la Tierra su sitio en el sistema solar. Ello era consecuencia de las actividades de un grupo de alienígenas de aspecto humano (sólo que apenas envejecen con el paso del tiempo) que en los años 40 se habrían estrellado en Alaska, y que habrían venido para salvar a su planeta de la destrucción causada por su estrella. El argumento se enreda bastante con luchas de poder en la Casa Blanca entre quienes quieren desvelar al mundo la existencia de los extraterrestres y quienes se oponen a ello, en medio de todo lo cual el protagonista se esfuerza por encontrar a su novia, secuestrada por una facción de los alienígenas. Ciertamente el producto era entretenido, pero la mezcla de géneros por lo visto no terminó de convencer al público. Falling Skies (2011-) parece que romperá el maleficio
y
gozará
de
una
segunda
temporada,
aunque en opinión de quien suscribe ni de lejos es mejor que las anteriores series. Se trata de una mezcla de La guerra de los mundos y The Walking Dead, en la que un abnegado historiador y padre de familia con tres hijos a su cargo intenta liderar un grupo de resistencia a la invasión alienígena que seis meses antes asoló la Tierra y mató al noventa por ciento de la humanidad. Suena muy terrible, pero lo cierto es que los personajes lo tienen como muy asumido, y se pasean por la campiña de Nueva Inglaterra como si fuesen de excursión. Los extraterrestres, destruída toda posible amenaza, se dedican a recolectar chatarra para construir unas extrañas estructuras en las ciudades, y tampoco están muy por la labor 59
de perseguir a los supervivientes. Sólo les interesan los niños y adolescentes, a quienes conectan un yugo biomecánico en la columna vertebral que permite dirigir la conducta del individuo y que le provoca la muerte si se retira a la fuerza. Pese a las críticas recibidas por las pobres interpretaciones del reparto y por lo estereotipado de los personajes y de las situaciones a las que se enfrentan, los correctos efectos especiales parece que han salvado el crédito de la serie, y está previsto que se estrene una segunda temporada en el verano de 2012.
60
5. Series ufológicas
Finalmente, ciertas series han empleado para sus argumentos casuística o conceptos directamente extraídos del mundillo ufológico. Es conocida la animadversión que sienten los creadores de cienciaficción
hacia
los
platillos
volantes,
por
su
ambigua
naturaleza, a medio camino entre lo real y lo imaginario, y por ello no suelen abundar las novelas o películas basadas en los ovnis tal como popularmente se los concibe. Sin embargo, sobre todo debido a la popularidad de las abducciones en los años noventa, es posible hacer el recuento de algunas teleseries que han optado por ser una excepción a esa regla.
A. Las secuelas del proyecto Blue Book Investigación OVNI (1978-79) fue una serie
poco
habitual,
a
medio
camino
entre
la
ficción
y el documental, pues pretendía pasar revista a la casuística más asombrosa que había recopilado el proyecto Blue Book entre 1952 y 1969, cuando fue cancelado siguiendo las recomendaciones del famoso informe Condon. Producida por un coro61
nel de la USAF, William T. Coleman (que había sido el portavoz del proyecto), debe contemplarse en su contexto histórico, cuando la guerra de Vietnam había terminado no hacía mucho y los prejuicios contra los militares estaban bastante latentes. Su emisión, curiosamente, coincidió con el último gran período de denuncias ufológicas, por lo que puede pensarse que en parte contribuyó a realimentarlo. Con la excusa de estar basada en hechos reales, la serie narraba las correrías a lo largo y ancho de
los
EE.UU.
de
dos
oficiales
de
la
Fuerza
Aérea
encargados de investigar los diversos incidentes que se denunciaban a las autoridades. El esquema de cada capítulo era siempre el mismo: se producían los hechos, acudían los militares a investigarlos, se relacionaban con los testigos, ofrecían su explicación convencional y volvían a marcharse, no sin que al
final
de
casi
cada
episodio,
con
los
protagonistas
en otra parte, apareciese un tercero o algún indicio que corroboraría la realidad del caso. Esto último resultaba chocante, pues si bien el esclarecimiento de los hechos seguía las mismas pautas de lo establecido por el proyecto Blue Book (aunque no siempre los incidentes relatados en la serie describían fielmente
lo
que
en
la
realidad
se
había
registrado),
la concesión al posible origen extraterrestre no dejaba de ser un elemento completamente inventado, y por ello tan forzado que, como recurso dramático del que se abusaba en exceso, agotaba rápidamente la paciencia y la credulidad del espectador. No había, por lo demás, otros alicientes para seguir
la
teleserie,
pues
los
oficiales
–muy
estereo62
tipados y encarnación misma de todas las virtudes castrenses– carecían de vida privada y como personajes eran absolutamente insípidos. Los efectos especiales consistían en poco más que maquetas muy evidentes,
y,
en
definitiva,
como
el
argumento
partía de ningún sitio para llegar a ninguna parte, esta producción se hacía demasiado tediosa y repetitiva.
B. Expediente X Mucho más popular que la anterior, Expediente X (1993-02) también contaba las aventuras de una pareja de agentes, ésta vez de distinto sexo y del FBI, durante su investigación de casos extraños, bien por estar aparentemente relacionados con ovnis, o bien con toda suerte de rarezas procedentes de los campos de la parapsicología, la criptozoología, la brujería, las leyendas urbanas, etcétera. De hecho, lo ufológico casi podría considerarse marginal, si no fuese porque, en unión con aspectos conspiracionistas, estructura argumentalmente gran parte de la serie a través de los años. Aunque hoy en día Expediente X se considere el paradigma de las teleseries de temática paranormal, justo es decir que no puede considerarse pionera. Ese honor está reservado a Kolchak: The Night Stalker (1974-75), no emitida en España, que narraba los extraños casos (de vampiros, zombis, motoristas sin cabeza y demás fauna de los descampados) a los que se enfrentaba un reportero de Chicago. Chris Carter, creador de Expediente X, confesó haberla tomado como fuente de inspiración. Igualmente, Something 63
is Out There (1988) recurría al tándem heterosexual (ella hermosa alienígena, él detective de la policía de Los Ángeles) para perseguir a un “xenomorfo” primero y luego esclarecer diversos sucesos sobrenaturales o con intervención extraterrestre. Y en las dos últimas temporadas de Superboy (1988-92) vimos también a Clark Kent y a Lana Lang trabajando para un llamado “Bureau for Extra-Normal Matters”, con competencias sobre cuestiones misteriosas. Expediente X bebe de todas esas fuentes para presentarnos a Fox Mulder, agente del FBI obsesionado con los extraterrestres y lo anómalo (por culpa, entre otros dramas, de la abducción de su hermana), que debe formar pareja con Dana Scully, una médico forense muy ajena y escéptica respecto a estas cuestiones (pese a que su apellido coincida, no casualmente, con el del muy crédulo ufólogo de los años cincuenta Frank Scully), para resolver los incidentes inexplicables que se amontonan bajo la rúbrica de expedientes X. Sus jefes creen que así entrará en razón, aunque lo cierto es que, como si se tratase del Quijote, será Scully quien se aproxime gradualmente a las quimeras de su compañero. De hecho uno de los misterios de la trama es cómo Scully sigue siendo escéptica a pesar de todo lo que ve (el otro misterio es el de siempre en estas producciones: la imposibilidad de la castidad de la pareja tras compartir tantas noches solitarias en moteles). El arco argumental principal de Expediente X suscribe, e incluso va más allá, de los más agudos delirios conspiranoicos de la ufología proabduccionista. A saber: exraterrestres grises malos han pac64
tado la colonización del planeta con los perversos componentes de una organización omnipresente y secreta, llamada el Sindicato, que desarrolla un programa de hibridación para procurar una raza de esclavos a los alienígenas. Éstos pretenden exterminar a la humanidad mediante un líquido negro que contamina a la gente y le hace desarrollar un embrión de “gris”, al cual han de ser inmunes los híbridos si han de servir para algo. En realidad, el Sindicato busca obtener una vacuna contra el agente contaminante a espaldas de los marcianos, y mientras tanto trabaja en la hibridación sin demasiado interés, pues una vez conseguida la invasión sería un hecho. Mulder irá descubriendo muy poco a poco todo este complot,
que
al
final
se
desbaratará
gracias
a
la
intervención de unos extraterrestres, sin rostro y sin deseo ninguno de que prospere la colonización de la Tierra, que irán eliminando a los miembros del Sindicato. Obviamente, nueve temporadas no pueden resumirse en el presente párrafo, pero sirva ello para dar una idea de las tendencias que suscribe la serie, propias de las ideologías de extrema derecha que en EE.UU. abominan de la administración federal y ven en ella la fuente de todos los males. Aunque aclamada desde ciertos sectores de la crítica, no pocos objetan a Expediente X su elevado nivel de exigencia respecto a la suspensión de la incredulidad
del
espectador,
que
queda
bien
reflejado en el póster de un platillo volante que Mulder tiene en su casa, bajo el cual se lee I want to believe, “quiero
creer”.
En
efecto,
se
requiere
una
fidelidad
muy especial y grandes dosis de consentida candi65
dez para seguir la serie durante tantos capítulos sin caer en la desesperación ante la creciente complejidad y la oscuridad intencionada de su argumento. Por todo ello, Expediente X se convirtió rápidamente en una producción de culto pero en realidad sólo para la selecta minoría que aceptaba a pies juntillas sus planteamientos, fuera de la cual el rechazo es a menudo la reacción más habitualmente suscitada.E incluso entre sus seguidores existe división de opiniones en cuanto a los capítulos no “ufoconspiranoicos”, que en su esfuerzo por plasmar lo extraño dentro de lo extraño a veces llegan a ser surrealistas.
C. Historias de ayer y de hoy Cielo Negro (Dark Skies, 1996-97) intentó subirse al carro de la moda conspiranoica que había impuesto Expediente X (11), aunque con mucha menor fortuna. Sus pretensiones son maximalistas incluso al lado de la creación de Chris Carter, pues parte de la idea de que los alienígenas (en concreto los siniestrados en Roswell) son reales y que, en cambio,
lo
que
es
una
patraña
es
la
historia
oficial
de todo lo sucedido desde 1947. Inicialmente se había
planeado
en
cuatro
temporadas,
al
final
de
las
(11):
Moda
que
se
reflejó
también
en
otras
producciones
de
corte
fantástico,
como
Millennium
(1996-99),
también
creación
de
Chris
Carter,
que
intentaba
conectar
con
los
miedos
paranoicos
por
el
fin
del
siglo
XX,
y,
oh
sorpresa,
en
la
cuarta
temporada
de
Buffy,
cazavampiros
(1997-03),
en
la
que
a
la
cazadora
le
hace
la
competencia
una
organización,
paramilitar
y
subterránea,
conocida
como
“la
Iniciativa”. 66
cuales los protagonistas, partiendo de principios de los años sesenta, alcanzarían la actualidad, desgranando por el camino la horrible verdad que los gobiernos nos ocultan. Sin embargo, debido a su baja audiencia
sólo
se
filmaron
los
19
capítulos
de
la
primera temporada, correspondientes a la década de los sesenta. Como siempre, algún exaltado ha querido ver en la no continuación de la serie la mano negra de algún poder oculto, como si los espectadores no fuesen capaces de aburrirse por sí mismos. A diferencia de lo que pasa en Expediente X, en el episodio piloto prácticamente se nos informa de todo lo que sucede, cosa que pensamos que, aunque sea algo buscado para lograr una identidad propia y diferenciada de la serie, en realidad va en perjuicio del interés por los sucesivos capítulos. Una pareja de jóvenes empieza a trabajar en Washington y acaba haciéndolo para Majestic, una organización secreta dedicada a recuperar ovnis accidentados. En un círculo de cereales descubren un “ganglio”, un parásito extraterrestre que se instala en el cerebro y controla la voluntad del huésped, muy parecido a las criaturitas de Alien. Por lo visto, en realidad los “grises” eran en principio buena gente, pero esos parásitos se apoderaron de toda la raza obligándolos a planear la invasión de la Tierra y a cometer abducciones, que no serían sino experimentos para estudiar mejor las posibilidades de infectar humanos con “ganglios”. Precisamente la chica será raptada y encima quedará embarazada. Esto, junto a la pasividad mostrada por Majestic, que sólo se ocupa de ocultar la presencia alienígena para evitar el pánico, determinará que la pareja se desvincule 67
de la organización y decida combatir a los marcianos por su cuenta. Como buenos americanos, informan de todo al Presidente, pero un tal Lee Harvey Oswald tiene un mal día y lo asesina en Dallas, o eso hace creer Majestic al mundo. Atrapados entre esta siniestra entidad y los extraterrestres, los protagonistas se ven envueltos en distintos complots de unos y otros que en realidad serían los que conformarían la historia contemporánea. Así, los grises emplearían mensajes subliminales en las canciones de los Beatles para acabar con los “gangliorresistentes”, Jack Ruby sería un infectado, hay un ovni que cae en Vietnam del Sur, etcétera, etcétera. Pese a que se le han señalado incoherencias históricas en el desarrollo de la trama, no cuesta imaginar que lo que más lastró a Cielo Negro fue someter al espectador a unas tragaderas que poco tenían que envidiar a la competencia, pero sin proporcionarle a cambio la recompensa de nuevos datos, ya que todo se sabía de antemano. No se vio en España hasta 2006, cuando inició sus emisiones el canal SciFi (luego SyFy). Por último, la serie que más expectación suscitó últimamente fue Taken (2002), que en nuestro país emitió Tele-5 bajo el nombre de Abducidos, mucho después de que apareciera en DVD. Producida por Steven Spielberg, que queda claro que imprime su sello personal a más de un aspecto, posee una excelente factura técnica que pude hacerla interesante incluso
para
las
personas
alérgicas
a
la
ciencia-ficción.
La trama es casi clásica: un superviviente del ovni estrellado en Roswell (que, en un sorprenden68
te giro argumental, está interpretado por Eric Close, el mismo actor que protagonizaba Cielo Negro) deja embarazada a una esposa insatisfecha, de la que nacerá un niño híbrido con poderes psíquicos. Su hija, a su vez, alumbrará a una niña (la joven actriz Dakota Fanning) que es quien relata pomposamente la historia. Por su parte, una familia descendiente de un aviador abducido durante la Segunda Guerra Mundial experimenta raptos crónicos, en uno de los cuales el nieto se convertirá en padre de la narradora. La tercera saga es la que parte del militar que encontró el platillo siniestrado, que no tiene reparos en matar a quien sea para seguir al frente del proyecto de investigación de las Fuerzas Armadas, que por descontado es ultrasecreto y no sometido al control de nadie. Tanto su hijo como su nieta heredarán la dirección del programa por el expeditivo método de matar a sus progenitores. Finalmente, y después de que el Ejército recupere el control del asunto, que con el tiempo se había desmadrado con las proporciones industriales de abducidos (todos con su respectivo implante) que iban surgiendo, los militares no saben sino emplear a la niña como cebo para derribar a cañonazos otro platillo, cosa que no les dará resultado. Huida la narradora y refugiada en una cabaña con sus progenitores y el abuelo alienígena –que se presenta, con forma humana, para dejarse tirotear–, cuando parece que las tropas volverán a capturarla, llegan las naves extraterrestres, danzan en el aire, y se llevan consigo a la pequeña por aquello de que no estamos aún preparados. Por ciertos comentarios del abuelo marciano, parece ser que la hibridación perseguida mediante cincuenta años de 69
abducciones tenía como objeto mezclar lo alienígena con la parte emocional humana que los de allá arriba hacía tiempo que habían perdido. No se dan más explicaciones, y tampoco parecen necesarias. Al margen de la expuesta secuencia de acontecimientos, la serie menciona bastante casuística y conceptos ufológicos, no sin algunos errores, como presentar círculos de cereales en tiempos de Nixon, cuando esta modalidad de arte agrícola surgió en Inglaterra en 1980. En este sentido, Abducidos toma puntos de partida que cabe considerar equivocados a la luz de la ufología racionalista contemporánea: 1) Para los guionistas, el fenómeno ovni es objetivo,
percibido
por
todo
el
mundo
por
igual
y
corroborado por evidencias constatables.Pero nada hay menos cierto que esto, desde el momento en que no existen pruebas físicas de su realidad y de que los testimonios de los testigos se ha demostrado por activa y por pasiva que
no
reflejan
con
exactitud
lo
contemplado.
La historia de Taken se adhiere en realidad a corrientes extraterrestristas muy radicales. 2) La ufología se centraría en las abducciones. Contrariamente a lo que la gente cree, las abducciones son una aportación bastante reciente a las creencias platillistas, y se apartan de tal forma de éstas que muchos autores las consideran como una fenomenología separada y con elementos propios. No hay base para plantear abducciones en plena Segunda 70
Guerra Mundial, como la que inicia la serie, de la misma manera que no empezaría a haberla hasta la divulgación del caso Hill en 1966. 3) A lo largo de la historia, el fenómeno ovni sería
coherente
y
homogéneo. Como toda creación humana, las concepciones ufológicas han estado sujetas a evolución y cambio. Hasta el caso de Socorro (1964), por ejemplo, se rechazaban
sistemáticamente
como
no
fiables
los
incidentes con visión de ocupantes; y la propia hipótesis extraterrestre no fue la primera explicación ofrecida, ya que la precedió la tesis de las armas secretas. En cambio, en la serie sólo
se
refleja
lo
que
sería
la
actual
perspectiva abduccionista estadounidense, pero además trasladada fuera de su contexto histórico para hacerla omnipresente y constante en el tiempo. 4) Los platillos volantes preocupan a las autoridades, que clandestinamente los investigan. Sin
negar
el
interés
oficial
existente
en
los
EE.UU. de la Guerra Fría (basado muchas veces en cuestiones más bien mundanas), esta idea no
deja
de
ser
un
mito
inverificable.
Lo
oculto
siempre es más atractivo que lo evidente, y las modas mandan en este tema. Se añade a ello que en la tradición política norteamericana se interpreta la falta de transparencia como una perversión democrática, de forma que si algo se oculta es porque es directamente maligno. En Europa y en otros países, sin embargo, el secretismo es más bien entendido como la 71
manifestación de una incompetencia administrativa que se da por inherente al sistema, cosa que un estadounidense se negaría a admitir. Sea como fuere, Abducidos no pretende tampoco, pese a su vocación historicista, sentar cátedra respecto a la fenomenología ufológica, sino que la emplea
como
mero
sostén
y
justificación
interesada
del meollo de las abducciones, al tomar éstas como la parte más explotable del asunto. Desde este punto de vista, la serie tampoco agradó a los autores proabduccionistas, pues sólo recoge de su credo lo que le interesa, prescindiendo de algunas truculencias –más propias de las teleseries antes comentadas– que casarían mal con las ideas de Spielberg sobre lo que debe ser una serie de amplia adiencia, en una producción en que en realidad son los niños los protagonistas. Además, en Abducidos la interpretación de las abducciones es más bien positiva, como si fuese una especie de ritual de paso traumático pero necesario, mientras que los Budd Hopkins y compañía se decantan más por una visión negativa al estilo paranoico de los peores años del macarthismo. Terminamos este rápido repaso de la presencia alienígena en los televisores tal como lo iniciamos, con niños por enmedio. Quizás sea la única forma de hacerlo, llevando nuestra credulidad a cotas infantiles y simplemente disfrutando del resultado. Aunque advertimos que puede conllevar riesgos, como que nuestra hija nos despierte diciendo “ya están aquí…”. Y si no, pregúntenselo a Dakota Fanning, que pasó de la beatitud “new age” de Abdu72
cidos a correr delante de los trípodes de La guerra de los mundos (2005), también de Steven Spielberg. Alguien en el Pentágono debería recordarnos, incluso a Spielberg, que no es bueno ver tanta televisión.
73
74
Apéndice 1. De Reagan a Clinton, o cómo los invasores ya no son lo que eran
V (Warner Brothers, 1983-1985) y La Tierra:
conflicto
final (Alliance Atlantis, Roddenberry/ Kirschner Productions y otras,1997-2002) son las dos
series
televisivas
más
significativas
dentro
del
subgénero de las invasiones, y permiten observar cómo han evolucionado los estereotipos alienígenas con el paso del tiempo y de los presidentes norteamericanos (pues, como a nadie se le escapa, las invasiones de marcianos son, gracias a Dios, invasiones no globales sino sólo de los EE.UU...). De hecho, los paralelismos entre ambas producciones son numerosos y siguen un mismo esquema: unos extraterrestres procedentes de un planeta destruido o moribundo (lo cual nos remite a La guerra de los mundos de H.G. Wells) llegan 75
a la Tierra en aparente son de paz y armonía (casi como en El
fin
de
la
infancia de Arthur C. Clarke) a bordo de grandes naves nodrizas. Sus verdaderas y siniestras intenciones, no obstante, se ocultan siempre o al menos durante los primeros capítulos, al igual que su poco atractivo aspecto. Como buenos alienígenas, siguen a un perverso líder único, pese a que algunos de ellos son benévolos y confraternizan con los sufridos terrícolas, hasta el extremo de procrear con ellos (la famosa cuestión de los híbridos que preconizan los abduccionistas). Cuando ya están más o menos instalados, empiezan a hacer de las suyas: manipulan mentalmente a las personas,
persiguen
a
los
científicos
nativos,
se
conchaban con avariciosos industriales y promueven el colaboracionismo
con
sus
oscuros
fines.
Al
final,
la
gente se cansa de ellos y organiza una resistencia, al
principio
de
fin
de
semana
y
oculta
en
trastiendas
de bares y restaurantes, pero que termina causando verdaderos quebraderos de cabeza a los visitantes. Sin embargo, y fruto sin duda de la mayor calidad
y
refinamiento
de
La
Tierra:
conflicto
final y de los años que median entre una y otra, casi podría decirse que son más las diferencias que las similitudes entre las dos series. Así, el maniqueísmo simplista de V contrasta absolutamente con los claroscuros de las cuitas entre humanos y taelons, en las que ninguno de ambos bandos es trigo limpio ni controla al cien
por
cien
la
fidelidad
de
sus
miembros,
por
otro
lado tan propensos a prácticas conspiracionistas que estarían de más en la producción de los diáfanos tiempos de Reagan. La
Tierra:
conflicto
final , en 76
cambio, sitúa en un próximo futuro (no en el presente de los olvidados años ochenta) una muy compleja trama, decorada con artilugios y estética hi-tech, que no desentona con los tiempos digitales pero confusos que prometía Al Gore y que no convencieron a los jubilados de Florida en las elecciones presidenciales de 2000. Los pensionistas seguramente comprendían mejor a unos marcianos como los de antes, vestidos de rojo comunista, con una jerarquía militar de la antigua escuela, materialistas, carnívoros y ansiosos por llevarse a su mundo nuestra agua y nuestros hijos. Por contra, en la producción de Gene Roddenberry no hay fanfarrias militares como banda sonora, sino coros celestiales del más puro estilo new age, la cadena de mando alienígena es civil y más bien colegiada, los invasores tienen un aspecto entre angelical y vampiresco, y visten de un azul políticamente más que correcto. Por si fuera poco, cultivan una acentuada espiritualidad y no les interesamos más que por nuestros genes y sus aplicaciones militares. No en vano son hermafroditas y han perdido la capacidad de reproducirse, o tal vez las ganas; mientras que los visitantes de V cuentan con
voluptuosas
y
lascivas
lagartas
entre
sus
filas. Es en la tecnología alienígena donde también hallamos muestras de la evolución de las concepciones sobre lo extraterrestre. Mientras que en V la técnica
de
los
invasores
es
brutalmente
fisicalista,
los taelons se decantan por emplear implantes biológicos para cualquier cosa, extraídos -nunca mejor dicho- de la parafernalia de las más terribles pesadillas de los abducidos. En este sentido, en tanto que 77
incluso para lavarle el cerebro a sus víctimas los reptilianos necesitan complejas máquinas, los compañeros lo solventan elegantemente insertando un parche orgánico detrás de la oreja. La propulsión de las naves también registra divergencias: no está nada clara en V, mientras que en La
Tierra:
conflicto
final
puede ser bien convencional, bien interdimensional; y no faltan tampoco los portales de teletransporte al más puro estilo de Star Trek (otra de las creaciones de Gene Roddenberry), ni los comunicadores multimedia, versión años noventa de los venerables tricorders del capitán Kirk y su abnegada tripulación. Finalmente, cabe señalar dos curiosas diferencias que marcan un poco la distancia que ya nos separa de la época reaganiana. Recordemos que el héroe de V, Mike Donovan (un inexpresivo Marc Singer que a algunos les sonará más por sus películas baratas imitando a Conan el bárbaro), era un arriesgado reportero, y que los diversos capítulos de la serie (a partir de la segunda temporada) se abrían con imágenes de un noticiario televisivo que exaltaba las hazañas bélicas de algún -hasta entoncespacífico
ciudadano
que
se
había
resuelto
a
tomar
las armas contra los marcianos y les había hecho alguna barrabasada (recurso narrativo que explotará Paul Verhoeven en Robocop, 1987, y en Starship Troopers, 1997). En contraste con ello, la profesión periodística está muy mal tratada en La Tierra: conflicto
final, donde la gente de ese gremio colabora con el enemigo extraterrestre o practica un nocivo amarillismo. Por otra parte, no hay duda de que los componentes de la resistencia son heroicos patrio78
tas en V; sin embargo, en la saga de los taelons se les trata más bien como terroristas perseguidos por las autoridades, y alguno de ellos se mueve descaradamente sólo por dinero. Evidentemente, los tiempos han cambiado, los EE.UU. ya han padecido el terrorismo interior de los davidianos y otros grupos de extrema derecha y, sin necesidad de las tropelías que Al Qaeda estaba a punto de cometer, el carácter romántico de la lucha armada -o de los mismos periodistas- empezaba a ser ya algo pasado de moda.
79
80
Apéndice 2. V, los re-visitantes
V (2010) es la nueva versión de la serie de mismo título que en 1984-1985 nos mostró qué pasaría si de repente nos invadieran unos reptilianos extraterrestres con debilidad por merendar ratoncitos. Es una muestra más de cierta moda en la industria audiovisual norteamericana por recuperar y remozar antiguos éxitos del pasado, que tanto ha
propiciado
magníficos
productos
como
Galáctica (2003-2009) o decepciones como Star Trek: Enterprise (2001-2005). A decir de algunos autores: Lo
que
ilustran
las
series
más
recientes
es
la
tendencia
del
género
a
la
autorreflexión.
Después
del
11-S
los
medios
visuales
han
experimentado
un
cambio
de
perspectiva
al
tiempo
que
el
cine
y
la
televisión
progresivamente
miran
al
pasado
en
busca
de
un
sentido
de
familiaridad
y
consuelo,
a
una
época
en
la
que
los
enemigos
políticos
y
las
amenazas
nacionales
eran
claramente
identificables.
En
el
clima
actual
de
terrorismo
y
violencia
perpetrados
por
enemigos
sin
rostro
tanto
contra
civiles
como
contra
militares,
la
audiencia
se
siente
atraída
por
el
cine
y
81
la
televisión
que
ofrecen
visiones
reconocibles
del
pasado,
del
presente
y
del
futuro.
[Las
series
actuales]
emplean
todas
ellas
la
noción
del
pasado
o
revisan
la
historia
narrativa
de
sus
predecesoras
para
establecer
nuevas
historias
y
nuevas
líneas
temporales,
renovando
mitos
culturales
familiares
y
situándolos
en
el
panorama
surgido
después
del
11-S.
(1)
En este sentido, puestos a exorcizar demonios islamistas, la V original era un objetivo muy tentador para estos propósitos, pues su planteamiento
maniqueo
y
simplificador
se
prestaba
bien
a
confortar a los espectadores con certezas infalibles sobre quiénes eran los malos y quiénes los buenos. Ya hemos dicho en otra ocasión (2) que ese esquema fue ampliamente superado por otra serie, La Tierra, conflicto
final
(1997-2002), que introdujo la sutileza y la ambigüedad en sus argumentos, de acuerdo con
el
cambio
de
filosofías
que
con
el
tiempo
se
había producido respecto a la época de la guerra fría. Además, constituía un excelente producto de ciencia-ficción
sociológica,
de
manera
que
poco
quedaba por decir sobre invasiones extraterrestres después de esta serie póstuma de Gene Roddenberry. Pese a ello, la ABC y la Warner Brothers se de(1):
GERAGHTY,
Lincoln.
American Science Fiction Film and Television.
Oxford/New
York:
Berg,
2009,
p.
125. (2):
MOREY
RIPOLL,
Matías.
“Ufología
de
salón.
Lo
que
salió
de
la
caja
tonta”,
en
Cuadernos de Ufología
núm.
31
(2005),
pp-
59112.
La
versión
actualizada
y
corregida
de
dicho
artículo
constituye
la
parte
principal
de
este
libro. 82
cidieron a producir un remake de V, y recientemente en España hemos podido ver el resultado en TNT y en algunos canales autonómicos. La serie sólo constó de dos temporadas, y, debido a las bajas audiencias cosechadas,
se
canceló
definitivamente
en
mayo
de
2011.
La trama El argumento no es muy diferente al de la serie original. Veintinueve naves alienígenas se posicionan sobre las principales ciudades de la Tierra y, superado el desconcierto inicial, Ana, la líder de los recién llegados, transmite un mensaje de concordia universal desde la panza de los vehículos, convertidos
en
pantallas
gigantes.
Aunque
afirman
estar
sólo de paso, se van implicando poco a poco en la sociedad humana, primero estableciendo unas embajadas de paz, luego unas clínicas donde se cura de todo,
y
finalmente
ofreciendo
visitas
guiadas
y
estancias a pensión completa en sus naves. A todo esto, algunos aborígenes recelan de los extraterrestres y se organizan a través de internet. Una primera reunión
de
estos
desconfiados
acaba
en
tragedia,
pero
permite conocer que en realidad los visitantes hace ya años que se pasean por la Tierra, e incluso tienen desertores
entre
sus
filas
-conocidos
como
la
quinta
columna- que viven como si tal cosa entre nosotros. Pronto se organiza una célula de resistencia alrededor de una agente del FBI (que, esquizofrénicamente, tiene que perseguirse a sí misma), un sacerdote veterano de Irak (sic), un terrorista confeso y uno de esos
infiltrados
arrepentidos.
En
medio
de
unos
y
de
83
otros, un presentador de televisión pretende relanzar su alicaída carrera gracias a las exclusivas que le conceden los alienígenas, y al típico adolescente malcriado, hijo de la agente del FBI, no se le ocurre nada mejor que enamorarse de la hija de Ana. Gran parte del metraje de la serie se ocupa con los detalles de la relaciones que se establecen entre tantos personajes, que se dedican a contarse sus penas mutuamente: la madre (que nunca para por casa, como ya podían imaginar) con el hijo, el quintacolumnista con su esposa humana (a la que ha embarazado, a ver qué pasaba), el cura (que por supuesto tiene dudas de fe) con su superior, el niñato con la novia de las estrellas (que al principio sólo busca enredarle en no se sabe qué complot, pero luego desarrolla sentimientos verdaderos), incluso aparece el padre ausente del adolescente para que también se desahogue con él. Sólo el huraño terrorista parece vivir tranquilo, aunque averiguará que -sin saberlo- también él hace años que
trabaja
y
cobra
de
los
visitantes.
Al
final
todo
esto se hace muy cargante, porque mientras tanto la trama apenas avanza: especialmente los primeros capítulos son de una lentitud pasmosa, consumidos en establecer la maraña de relaciones entre el reparto y sin novedades apenas en el conocimiento de las acciones y objetivos de los extraterrestres. De hecho, hasta el momento no se ha producido el desenmascaramiento de los visitantes, y todo el mundo
cree
que
son
buena
gente
dedicada
a
la
filantropía interestelar. Sin embargo, el espectador sabe (y en parte los miembros de la resistencia) 84
que los marcianos son unos hipócritas, pues incuban huevos para crear un ejército y algo raro hacen a la gente en la trastienda de las naves, aparte de mentir como bellacos. De todos modos, ni siquiera el visitante arrepentido se muestra muy comunicativo, y por tanto todo queda diluído en una contínua insinuación que no llega a concretarse en nada.
Los personajes En medio de este clima tan enrarecido, el peso de la serie descansa claramente sobre los personajes, de forma parecida a como lo hace en otras producciones corales como, por ejemplo, Anatomía
de
Grey o Gravedad Cero. De entre todos ellos destaca el de Ana, interpretado por la bella carioca Morena Baccarin, a quien pocos recordarán de Firefly
(2002-2003)
y
de
su
versión
cinematográfica,
Serenity (Joss Whedon, 2005). Trasunto de la Diana de
la
serie
original,
se
muestra
incluso
más
pérfida
que aquella, a quien supera también en rango, pues ella está al frente no sólo de la expedición, sino de toda la especie alienígena (y ya no el tipo con una careta de la V primigenia). No tiene piedad de nadie (manda romperle las piernas a su hija) y sus hábitos sexuales
no
difieren
de
los
de
las
mantis
religiosas. Sin parangón con ningún personaje de la V de 1984,
la
inexpresiva
Elizabeth
Mitchell,
al
fin
rescatada de la isla de Perdidos, interpreta a la agente del FBI que creará el movimiento de la resistencia tras descubrir que su compañero de pesquisas era un la85
garto
camuflado.
Desde
su
trabajo
debe
perseguir
inicialmente a células terroristas que se descubrirán vinculadas a los visitantes, y después a la que se conoce como quinta columna (que son los disidentes alienígenas, pero también la resistencia terrícola), todo ello mediante argucias y dobles juegos que resultan poco verosímiles. El personaje, en la línea de la Olivia Dunham de Fringe (2008-, también de la Warner), ha triunfado profesionalmente, pero personalmente su matrimonio ha naufragado y está perdiendo la relación con su hijo; vamos, lo normal en estos casos. Si en la primera V el papel de lagarto bueno le correspondía a Robert Englud (el futuro Freddy Kruger), en la actualidad lo desempeña el actor de color Morris Chestnut, quien, aparte de la cuestión racial, se aparta de Englud al mostrarse mucho más espabilado que su predecesor. Obviando el hecho de que asesinó al primer disidente, un tal John May (Michael
Trucco,
que
ya
hacía
de
cylon
infiltrado
en Galáctica), el personaje de Chestnut se reforma hasta el extremo de convivir con una terrestre y preñarla (eso sí, un tanto alegremente). Luego se dedicará a reagrupar a la disidencia, pero sin confiar
en
ellos
ni
en
la
resistencia
humana,
a
la
que
informa bien poco sobre los planes de los lagartos (pero, claro, inexplicablemente se lo consienten). Otro actor con poco registro, Joel Gretsch, interpreta al padre Jack Landry, veterano de alguna de las guerras de Irak (por aquello de la corrección política no se nos aclara de cuál de ellas). Lo curioso es que ya había sido el militar obsesionado con los extrate86
rrestres en Taken (2002) y el agente que investigaba a los “des-abducidos” en Los
4.400 (2004-2007); es decir, todo un veterano lidiando con embrollos marcianescos. Si se prescinde de estos antecedentes, el personaje es absolutamente convencional, pues, como es bien sabido, todos los eclesiásticos tienen
por
definición
dudas
de
fe
y
se
enfrentan
a
sus
votos, al menos a los de obediencia y de castidad. Recordarán los más añejos televidentes que el protagonista terrícola de la serie original era el periodista Mike Donovan, que pronto dejaba su cámara para coger un M-16 y cargarse marcianos durante los fines
de
semana.
En
la
versión
de
2010,
sin
embargo,
el equivalente de Donovan es el irritante Chad Decker, un profesional de la televisión más “trepa” que convencido defensor de la humanidad. De hecho, cultiva una calculada ambigüedad que le permite obtener exclusivas tanto de los alienígenas como de la resistencia, todo por la audiencia. Perdido el encanto romántico del periodismo de los ochenta, se diría que en este inicio de siglo la imagen de los medios de comunicación está mucho más por los suelos. No se lo reprochemos, porque se lo han ganado a pulso. El resto de personajes son aún más de cliché, como el adolescente hijo de la Mitchell, que sólo inspira pegarle una paliza; la plantosa pero sosona hija de Ana (Laura Vandervoort, que hizo de prima de Supermán en Smallville); los terrícolas que aparecen
en
algún
episodio
para
dejarse
matar
al
final;
y toda la trouppe de lagartos, que como no tienen emociones humanas son fáciles de interpretar. 87
Influencias Como ineludible precedente de esta nueva V, hay que considerar ante todo La
Tierra:
conflicto
final, con quien comparte no pocas características en la
medida
en
que
ésta
última
estaba
superficialmente basada en la serie madre original de los visitantes, un vínculo que ya abordamos en su momento (2). Ahora bien, tanto una como otra se distinguen de la primera V en las sutilezas que incorporan, pues la operación militar inicialmente encubierta que ésta representaba se convierte en cambio en las dos series más modernas en unas meras discordancias diplomáticas y en una velada conspiración extraterrestre,
hasta
el
extremo
de
que
no
existe
oficialmente ninguna invasión, sino sólo una modalidad más de un primer contacto no del todo satisfactorio para una de las partes, la nativa. Sin embargo, el juego constante de la ambigüedad de La Tierra... se disuelve más abrupta y tempranamente en V, pues en su primer capítulo ya se nos advierte que los alienígenas no son trigo limpio, y de hecho hace ya tiempo
que
están
infiltrados
en
la
sociedad
terrestre. Este esquema, heredero por igual de la conspiranoia de Expediente X (1993-2002) y de la facilidad con la que Al Qaeda se coló en EE.UU. para cometer los atentados contra las torres gemelas, está más acentuado que en La Tierra... (que es una producción pre-11S), pues al menos en ésta Jonathan Doors, el líder de la resistencia, se presenta incluso como
candidato
a
la
Casa
Blanca,
afirmando
así
que
lo que podía estar corrompido por las intrigas de los 88
taelons eran las personas, pero no el sistema en sí. No obstante, esto ya es impensable en la nueva V, pues, después de la carnicería del almacén donde se reúnen los disidentes, la llamada de socorro a la policía es interceptada de inmediato por los visitantes, y nos queda claro que no puede esperarse ya nada de las autoridades, cosa que precisamente conduce a los protagonistas a crear la resistencia (3). Por el contrario, sí que existe un elemento que V calca descaradamente de La Tierra... Así como los taelons vivían siempre conectados entre sí en el “estado llano” (un inconsciente colectivo fuera del
cual
revertían
a
un
estado
animal),
la
pérfida
Ana tiene el poder de dirigirse mediante telepatía a todos los miembros de su especie, enviándoles periódicamente mensajes que les reconfortan emocionalmente. Únicamente los integrantes de la quinta columna son capaces de sustraerse a esta especie de sesiones de autoayuda, no muy diferentes a las de algunos gurús de la New Age. Por tanto, en cierto modo Ana embauca tanto a los suyos como a los terrícolas, en un juego de apariencias y medias verdades que parece apto para justi(3):
Estas
ideas
coinciden
en
parte
con
las
de
otra
producción
televisiva,
la
muy
oscura
Torchwood (2006-), en la que las autoridades
y
fuerzas
públicas
convencionales
se
muestran
obsoletas
frente
a
las
amenazas
alienígenas,
y
la
defensa
del
mundo
y
del
Reino
Unido
depende
del
ultrasecreto
Instituto
que
da
nombre
a
la
serie.
La
peculiaridad
de
Torchwood
es
que
el
gobierno
y
la
policía
conocen
su
existencia
y
a
sus
miembros
(y
colaboran
en
más
de
una
ocasión),
pero
no
a
qué
se
dedica. 89
ficar
tanto
la
invasión
de
la
Tierra
como
la
de
Irak. La tecnología de los extraterrestres en V no es tan orgánica como la de La Tierra..., pero en realidad se emplea básicamente a efectos médicos, pues, una vez aterrizados, a los visitantes les sobra tiempo para abrir clínicas en todo el planeta para curar hasta lo incurable. Ya dijimos en otro lugar que en realidad ésta es una tendencia común a todas la producciones actuales
de
ciencia-ficción
(4),
y
V no es una excepción. Por lo demás, los alienígenas son poco generosos en ambas series a la hora de compartir su ciencia con nosotros, si bien los de V parecen aún más tacaños que los taelons, ya que se limitan a lo que les conviene a sus intereses y a organizar unas absurdas visitas guiadas a las maravillas de sus naves nodrizas. La principal diferencia de V con La Tierra... es en el tratamiento del hecho religioso. En la segunda serie había capítulos que analizaban el desarrollo de cultos proextraterrestres y otras creencias similares,
y
no
dejaba
de
ser
significativo
que
la
base
de la resistencia se ubicase en el subsuelo de una catedral. Pero no era algo tan presente como en V, donde uno de los protagonistas es un cura cristiano (¿católico?) incluso con problemas morales respecto a sus creencias y a su voto de obediencia. El auge en los últimos años de los movimientos religiosos
(4):
MOREY
RIPOLL,
Matías.
“Hollywood
contra
los
platillos
volantes.
Extraterrestres
y
ovnis
como
argumentos
cinematográficos”,
en
Cuadernos de Ufología
núm.
31
(2005),
pp.
4-58. 90
conservadores en EE.UU. y el valor de la religión como refugio en tiempos de incertidumbre tienen bastante que ver con la presencia en la V de 2010 de este elemento, por otra parte ausente en la serie original (salvo por un sacerdote que insistía en enseñarle la Biblia a Diana y acababa en su despensa...). Justamente en este tratamiento de la religión, V se aproxima más a otra importante serie de ciencia-ficción,
la
remozada
Galáctica (2003-2009), que tan buena acogida ha tenido entre crítica y público. En efecto, pues Galáctica es de hecho casi una
producción
teísta,
con
sus
debates
filosóficos
sobre el alma, la inspiración profética de la presidenta humana, y su confrontación entre coloniales politeístas y cylons monoteístas, por no mencionar
el
sorprendente
final
de
la
serie.
Si
existe
una
obra verdaderamente representativa del clima creado tras el 11-S es ésta, pues no en vano aborda la peripecia de quienes, traicionados y atacados sin previo aviso, huyen de un enemigo implacable al tiempo que intentan rehacer sus vidas y su marco político e ideológico. Ante tal tesitura, la religión recupera entre los supervivientes una función balsámica
que
parecía
más
propia
de
conflictos
bélicos ya cerrados en la Tierra, pero que -al menos en los EE.UU. de después de los atentados- ha resurgido como respuesta a la crisis de la civilización. Por otro lado, si en La Tierra... estaba claro el linaje humano o no de los personajes (otra cosa era su lealtad), en V ello es incierto, pues la tecnología de los visitantes les proporciona epidermis indistin91
guibles de las de los nativos. Además, todos los lagartos son deliberadamente bien parecidos, y desde Baudelaire ya sabemos que la belleza es patrimonio del mal. El resultado de todo ello es introducir la sospecha paranoica, una consecuencia más del 11S, como constante en el argumento de los diferentes capítulos.
A
los
buenos
aficionados
no
se
les
escapará tampoco que este último recurso (no saber nunca quiénes son humanos y quiénes marcianos disfrazados) no es precisamente original, pues está omnipresente precisamente en Galáctica, con su eterno debate sobre la identidad de los cylons, y -para colmo-
resulta
que
una
de
las
visitantes
infiltradas
en el FBI no es otra que la actriz Rekha Sharma, que en Galáctica interpretó a una de los últimos Cinco cylons,
que
se
hacía
pasar
por
la
eficiente
ayudante
de la presidenta Roslin. Es un concepto muy visto ya en las series televisivas sobre invasiones extraterrestres, desde la venerable Los invasores (19671968) hasta producciones más recientes como Operación Threshold (2005), Invasión (2005-2006) o incluso la novena temporada de Smallville (2009).
Valoración
¿Aporta,
en
definitiva,
la
nueva
V algo destacable
al
de
por
sí
magro
panorama
de
la
ciencia-ficción de inspiración extraterrestre? Realmente no, o no más que su predecesora o las restantes series en que también hemos visto que se inspira. Sin embargo, no sería justo despacharla sin más, pues cabe reconocer el esfuerzo que representa en actualizar el 92
tan trillado tema de las invasiones alienĂgenas. No pasarĂĄ a la historia por sus efectos especiales (en los cuales el uso abusivo de pantallas azules es casi grosero), pero al menos ha logrado plasmar de forma bastante original el ancestral temor de la humanidad a lo forĂĄneo, tan atĂĄvico pero a la vez tan actual.
93
94
Apéndice 3. Doctor Who
Hablar de Doctor Who es referirse a un fenómeno televisivo único dentro del género fantástico, pues se trata de una serie que, con algunos lapsus, se ha venido emitiendo con regularidad desde 1963 hasta la actualidad. La extraordinaria longevidad de esta producción de la BBC ha propiciado que haya ejercido
una
gran
influencia
en
la
ciencia-ficción
británica y en sus seguidores, no sólo en el Reino Unido (donde es casi una institución nacional), sino también en EE.UU. y en el resto del mundo. Doctor Who se rodó primeramente entre 1963 y 1989, tuvo un primer paréntesis hasta 1996 (año en que se produjo una película que pretendía constituir el relanzamiento del programa, pero que no obtuvo el éxito deseado), y sufrió una segunda interrupción hasta el 26 de marzo de 2005, cuando se estrenó la nueva versión de las aventuras del Doctor, que desde entonces hasta hoy en día sigue en antena en muchos canales de televisión de todo el planeta. La serie original no fue emitida en España, 95
salvo parcialmente por las televisiones autonómicas (primero por el canal catalán TV3 y luego por Canal
Sur,
TVG
y
también
quizás
ETB),
que
a
finales
de
los ochenta incluyeron en su programación las dos primeras temporadas protagonizadas por el cuarto doctor (Tom Baker; en concreto los episodios 75 a
86,
del
período
1974-1976,
tal
como
se
refieren
convencionalmente). En cuanto a la serie remozada, en 2006 pudimos ver la primera temporada en el canal digital People + Arts, y desde 2008 hasta la actualidad el canal SyFy ha ofrecido todas las nuevas temporadas. A su vez, algunas televisiones autonómicas (cuando menos: Aragón Televisión, Canal Sur 2, IB3, Televisión Canaria, TVG y TV3) han emitido también alguna temporada, incluso antes que SyFy.
Lo viejo... La extrema duración de la serie tiene que ver con las peculiaridades de su protagonista, un extraterrestre sin nombre (o, mejor dicho, cuyo nombre real ignoramos) simplemente conocido como el Doctor. Es un habitante del planeta Gallifrey perteneciente a la especie de los Señores del Tiempo, criaturas humanoides (aparentemente sólo se distinguen de los terrícolas por poseer dos corazones) capaces de percibir el tiempo de tal forma que captan todo lo que algo ha sido, es y será. Otra de sus singulares características es que, en peligro de muerte, pueden renovarse un total de doce veces, lo cual permite cambiar de actor sin mayor problema, para alivio de
productores
y
de
aficionados
a
la
serie.
Hasta
la
96
actualidad, un total de once actores han interpretado mediante esta triquiñuela al Doctor (sin contar a Peter Cushing, quien lo encarnó en dos películas en 1965 y 1966, y a Rowan Atkinson y a Hugh Grant, protagonistas de un especial de televisión en 1999). El Doctor viaja por el tiempo y el espacio a bordo de la Tardis, una nave con forma de cabina de policía inglesa de los años cincuenta, que presenta la particularidad de ser mayor por dentro que por fuera. Pese a los novecientos años del Doctor, lo cierto es que sigue careciendo de práctica a la hora de pilotar tan singular vehículo, y en no pocas ocasiones choca o se estrella en cualquier tiempo o lugar. Como siente una cierta debilidad por los humanos, el Doctor se hace acompañar en sus viajes por uno o más compañeros terrícolas, que van cambiando según la temporada. Ahora bien, Doctor Who se emitía los sábados por la tarde, en horario de audiencia infantil, y siempre había pretendido tener una función educativa, de manera que en la serie original existía un absoluto tabú respecto al tipo de relaciones que el Doctor podía mantener con sus compañeros de viaje, por más que habitualmente fueran mujeres jóvenes y atractivas. Cabe añadir que los primeros doctores eran más bien unos viejos cascarrabias algo siniestros, poco propicios para devaneos románticos, y que a cada regeneración la personalidad del Doctor, al tiempo que su cuerpo normalmente rejuvenecía, fue orientándose hacia un carácter más ingenioso y mercurial, entre bohemio e impertinen97
te. Igualmente, sus actos, cada vez más guiados por un espíritu humanista, le iban implicando en las vicisitudes de las criaturas que encontraba en sus
viajes,
alejándole
de
la
torre
de
marfil
en
la
que vivían los restantes miembros de su especie. En cuanto a éstos, por lo poco que se sabe de ellos, los Señores del Tiempo eran una raza orgullosa y altamente avanzada que, tras algunos desencantos, decidieron recluirse en su bien protegido mundo natal y no interferir en las vidas de otras civilizaciones. Este propósito no pudo completarse del todo,
y
al
final
de
sus
días
libraron
la
cruenta
Guerra
del Tiempo contra los Daleks, unos terribles seres mitad biológicos, mitad mecánicos, que constituyen los malvados más recurrentes en toda la serie. Estas criaturas (que en realidad son armas semibiológicas creadas
por
un
científico
loco)
no
persiguen
más
que
exterminar al resto de habitantes del universo, y es precisamente el Doctor quien a menudo se encarga de desbaratar sus planes. La mencionada guerra se cobró millones de vidas y sacó a la luz lo peor de los Señores del Tiempo, hasta el extremo que el Doctor (haciendo uso de algo llamado “el momento”) decidió
poner
fin
a
tanto
sufrimiento
recluyendo
a
los
contendientes en una burbuja fuera del tiempo y del espacio, del todo inaccesible y de donde nada puede escapar. Ello supuso la práctica extinción tanto de los Daleks como de los Señores del Tiempo, de manera que el Doctor se convirtió en el último superviviente de su especie (ejem..., en realidad esto no es así, pero no se trata de desvelar todos los detalles).
98
...Y lo nuevo Esta situación, inédita en la serie original, es el punto de partida de la nueva producción que arrancó en 2005, con el actor Christopher Ecclestone (el marido de Nicole Kidman en Los Otros) como noveno Doctor, y con Russell T. Davies como productor y principal guionista. Según algún autor, y pensando en las producciones
de
ciencia-ficción
posteriores
al
11-S: Así,
el
trasfondo
[del
nuevo
Doctor]
le
sitúa
dentro
de
un
particular
arquetipo
de
masculinidad:
el
del
veterano
de
guerra
traumatizado...
atormentado
por
la
culpa
respecto
a
su
incapacidad
para
evitar
la
destrucción
de
los
Señores
del
Tiempo
y
que
se
hace
responsable
de
lo
que
les
sucedió
(CHAPMAN,
2006:
190).
Junto a estos rasgos, el noveno Doctor se muestra más sarcástico y entusiasta que nunca, muy apartado
ya
de
la
flema
inglesa
de
sus
primeras
apariciones. Pese a la buena labor de Ecclestone, sólo duraría en la serie una temporada, y en 2006 sería substituído por David Tennant, un actor escocés de la Royal Shakespeare Company (en el teatro ha representado a Hamlet varias veces), que para el gran público es más conocido por su papel de Bartemius Crouch en Harry
Potter
y
el
cáliz
de
fuego. Tennant (cuyo apellido artístico está tomado del de Neil Tennant, componente del grupo musical Pet Shop Boys) es
un
raro
ejemplo
de
fidelidad
a
la
serie,
pues
a
causa de Doctor Who se decidió a ser actor cuando tenía tres o cuatro años, y además terminó saliendo
con
la
hija
del
quinto
doctor
(Georgia
Moffett,
99
quien interpretó a la hija del Doctor en un episodio de 2008, es decir, a la hija de David Tennant...), con quien se casó en diciembre de 2011. Los problemas de agenda de Tennant provocaron que en 2009 la serie se redujese a cuatro capítulos especiales, y en la quinta y sexta temporadas, a partir de 2010, le substituyó Matt Smith. Quien también abandonó entonces la serie fue Russell T. Davies, ahora más centrado en Torchwood, y por tanto la responsabilidad
de
coordinar
los
guiones
pasó
a
Steven
Moffat,
quien ya había escrito diversos capítulos de la nueva etapa, y además tiene en su haber los de Sherlock (2010-)
y
la
magnífica
Jekyll (2007). En opinión de quien suscribe (y de otros comentaristas) la mejor época ha sido precisamente la de Davies y Tennant, a salvo de lo que en el futuro nos pueda deparar el dúo
Moffat-Smith,
que
todavía
no
ha
podido
superar el alto listón que le dejaron sus predecesores. Pero al margen del inevitable baile de caras nuevas, hay varios aspectos en que la versión de 2005 se distingue claramente de la anterior. El primero de ellos es el referido a los efectos especiales, ya que -sin ser Doctor Who una serie de gran presupuesto-
está
claro
que
refleja
los
avances
tecnológicos en este campo, en especial porque la serie original siempre fue bastante parca en estos recursos, hasta el extremo de parecer camp o directamente kitsch (abundaban las caretas de goma y las maquetas más que evidentes, por ejemplo). Ahora, en cambio, sin ser una maravilla para los tiempos que corren, al menos permiten mirar el programa sin pasar vergüenza ajena. En segundo lugar, si 100
bien no alcanza los extremos de Torchwood, se ha roto ya el tabú sobre las relaciones del Doctor con las mujeres, pues el sentimiento hacia Rose Tyler (interpretada por Billie Piper, que poco después triunfaría con Secret
Diary
of
a
Call
Girl) es más que evidente
y
da
lugar
a
dos
lacrimógenos
finales
de
temporada, y en la cuarta y quinta hace alguna aparición el personaje de River Song, de quien sabemos que algún día se convertirá en la esposa del Doctor. Por otro lado, se ha acentuado aún más el discurso humanista de la serie original, aunque el carácter demiúrgico o casi mesiánico del Doctor (sobre
todo
en
los
guiones
firmados
por
Davies)
a
su
vez se ve incrementado, pues día sí y día también está salvando la Tierra de la invasión alienígena de turno, dejando en ridículo a los propios terrícolas. Tal
vez
como
compensación,
en
los
episodios
finales
de la cuarta temporada (en especial, “Las aguas de Marte”,
pero
también
”El
fin
del
tiempo”)
se
pone
énfasis en las limitaciones del personaje, con una dosis de humildad que hace bajarle los humos a alguien tan por encima de las categorías humanas. Ciertamente, el mérito del relanzamiento de Doctor Who por parte de Russell T. Davies reside en haber conseguido la puesta al día del personaje, después de 26 años, sin renunciar a todo el bagaje acumulado por la serie original. El resultado ha sido más que satisfactorio, por más que ello implicara ciertas servidumbres (el programa sigue emitiéndose en horario infantil/juvenil) de las que sólo podría liberarse en el spin-off Torchwood. No ha sido ajeno 101
a este éxito el gran plantel de actores que han sostenido unos guiones más bien estrambóticos, desde clásicos como Derek Jacobi o Timothy Dalton hasta jóvenes prometedores como John Simm (Life on Mars), Noel Clarke, Catherine Tate o el propio David Tennant.
En
definitiva,
Doctor Who, con la fuerza de unos guiones altamente imaginativos, sigue siendo una
apuesta
firme
por
lo
mejorcito
que
puede
dar
hoy
en
día
la
ciencia-ficción
televisiva,
con
una
indisimulada orientación anglosajona, pero diametralmente opuesta a la mayoría de producciones procedentes de EE.UU., que últimamente (aunque con honrosas excepciones) sólo parecen apostar por argumentos sin coherencia interna, al estilo de Fringe o Perdidos.
Bibliografía (sólo
se
recogen
obras
recientes
-posteriores
a
2005-
y
sin
incluir
las
novelas)
•
AA.VV.
Doctor Who The Visual Dictionary.
London:
DK
Publising,
2010.
•
AA.VV.
The Brilliant Book of Doctor Who 2011.
London:
Random
House,
2010.
•
AA.VV.
The Mythological Dimensions of Doctor Who.
Crawfordville:
Kitsune
Books,
2010.
•
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Who Is The Doctor: The
Unofficial
Guide
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Doctor
Who-The
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Series.
Toronto:
ECW
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2012.
•
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The Doctors: Who’s Who: The Story Behind Every Face of the Iconic Time Lord.
London:
John
Blake,
2011.
•
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Mark.
Doctor
Who:
The
Episode
Guide.
Harpenden:
Essentials,
2011.
•
CHAPMAN,
James.
Inside the Tardis: The Worlds of Doctor Who.
London:
I.B.
Tauris,
2006. 102
•
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y
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Doctor Who: The Writer’s Tale.
London:
Random
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2008.
•
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Triumph of a Time Lord: Regenerating Doctor
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in
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Twenty-first
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•
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•
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Ahistory: An Unauthorized
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•
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Unofficial
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ROBSON,
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•
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Doctor Who: The TARDIS Handbook.
London:
Random
House,
2010. 103
104
Apéndice 4. Torchwood
Torchwood (2006-2011) es el más celebrado spin-off (serie derivada de otra anterior) de la venerable Doctor Who (1963-), que igualmente generó la fallida K-9
and
Company (1981) y The Sarah Jane Adventures (2007-), ninguna de ellas estrenada en España. A diferencia de éstas, las dos primeras temporadas de Torchwood pudieron verse en nuestro país en el canal Cuatro (de madrugada, durante los meses de agosto de 2007 y 2008) y en varios canales digitales. Uno de ellos, Animax, estrenó la tercera temporada en octubre de 2010, que poco después se emitió en Cuatro, nuevamente de madrugada. Este extraño horario
provocó
no
pocas
quejas
de
los
aficionados
a
la
ciencia-ficción,
naturalmente
desatendidas
por
el
canal, que sigue la política general de todas las emisoras españolas de considerar el fantástico como un género maldito que hay que desterrar a las tinieblas de la noche de donde nunca debió salir, dejando el prime-time para la telebasura de costumbre, y obligando a los interesados a recurrir a las descargas ilegales de Internet, que se ven así propiciadas por quienes tanto las denostan. Pero así es la televi105
sión patria, y así nos va. Finalmente, el canal Neox emitió la cuarta temporada (El día del milagro, en la que no aparecen extraterrestres) en enero de 2012.
Las cloacas del doctor En este caso, sin embargo, el horario casi delictivo se ajusta bien a la propia naturaleza de la serie, que es deliberadamente oscura y cuyas tramas transcurren mayoritariamente en las frías noches galesas. El origen de la producción ya es de por sí clandestino. Cuenta la leyenda que Russell T. Davies (responsable de la resurrección de Doctor Who, y de series como Queer as Folk y The Second Coming) tenía desde 2002 la idea de desarrollar una serie de
ciencia-ficción
al
estilo
de
Buffy,
cazavampiros, a la que bautizó como Excalibur, pero que no llegó a
perfilar
porque
poco
después
empezó
a
trabajar
en las nuevas temporadas de Doctor Who (aunque ya veremos que bastante de esa idea inicial pervivió
en
el
producto
final).
Precisamente
para
preservar de miradas indiscretas las tomas sin montar del regreso del Doctor, las grabaciones se remitían a postproducción bajo el epígrafe “Torchwood”, que en realidad es un anagrama (las mismas letras, pero en distinto orden) del título de la serie madre. Tiempo después, con la remozada Doctor Who ya en marcha, Davies recuperó su idea primigenia a través de un personaje secundario que aparecía en algunos episodios de esta serie: el capitán Jack Harkness, un miembro de la Agencia del Tiempo (nativo del siglo LI), con pinta de ligón, que 106
fallecía
y
misteriosamente
resucitaba
al
final
de
la
primera temporada. A partir de entonces, la segunda temporada de Doctor Who contiene alusiones al Instituto Torchwood en diferentes capítulos. Así, en “El diente y la garra” (“Tooth and Claw”) se relata cómo fue creado en 1879 por la reina Victoria para combatir las incipientes amenazas alienígenas, incluído el propio Doctor; la familia de Martha Jones -compañera de viajes del Doctor en la Tardis- es vigilada durante varios episodios por agentes de Torchwood;
y
finalmente
se
revela
su
naturaleza
en
la
doble entrega “El ejército de fantasmas”/”El día del Juicio Final” (“Army of Ghosts”/”Doomsday”), que concluye con la llamada batalla de Canary Wharf, el
distrito
financiero
de
Londres
donde
se
ubicaría
la sede de esta organización. Con este doble capitulo
se
pone
fin
a
la
segunda
temporada
de
Doctor Who y, a la vez, al oculto instituto, que es destruído en la refriega contra daleks y cybermen. Aquí es no obstante desde donde arranca la serie Torchwood propiamente dicha, pues -como iremos conociendo a lo largo de la misma- el Doctor abandonó
a
Jack
Harkness
en
Gran
Bretaña
a
finales del siglo XIX y éste fue -forzosamente- reclutado por
la
sucursal
de
Cardiff
(Torchwood-3),
establecida en la ciudad a consecuencia de la grieta espaciotemporal allí ubicada, por la que se colarían todo tipo de criaturas extraterrestres (al parecer, existiría además un Torchwood-2 en Glasgow del que poco más se sabe). Harkness trabajaría ahí durante todo el siglo XX, hasta que en la nochevieja de 1999 el jefe de Torchwood-3 asesinó a todo el personal y 107
después se suicidó, alegando que “en el siglo XXI es cuando todo cambia y la humanidad no está aún preparada” (frase que se repetirá como un mantra a lo largo de toda la serie). A partir de ahí, Harkness tomará
el
control
de
la
sede
de
Cardiff
e
irá
marcando distancias con el cuartel general londinense y su belicosa
filosofía.
Desaparecido
Torchwood-1,
la
sucursal galesa adquirirá plena autonomía, “más allá del gobierno, de la policía y de las Naciones Unidas”.
Esta
ficticia
historia
marca
en
realidad
las
diferencias de Torchwood con Doctor Who, del mismo modo
que
la
sucursal
de
Cardiff
se
independiza
de
la sede de Londres. Pese a la gran labor de reescritura de la serie madre que supuso su nuevo estreno en 2005, Doctor Who tenía una historia de décadas atrás que no era fácil de soslayar. Por eso, el tratamiento de ciertas temáticas y la aparición de perspectivas nuevas requería una ruptura con los planteamientos del venerable personaje y su vocación de programa para todos los públicos. De esta manera, Torchwood viene a ser un Doctor Who para adultos, que explora los aspectos más oscuros del universo “whoviano” en horario ya no apto para menores. Por ello, no pocas historias de Torchwood tienen más que ver con el
terror
que
con
la
ciencia-ficción,
con
ejemplos
que
van desde el canibalismo rural hasta la obsesión por resucitar muertos mediante el uso de un misterioso guante de hierro; y otras tantas abordan sin tapujos cuestiones sexuales tan ajenas a la proverbial castidad del Doctor, entre las que cabe mencionar el carácter marcadamente bisexual del personaje de Jack Harkness, como la homosexualidad ocasional o 108
permanente de otros miembros del reparto, aspecto al que no es ajena la reconocida condición homosexual tanto de John Barrowman (actor que interpreta a Harkness) como del guionista Russell T. Davies. Sin embargo, al margen de cuestiones concretas, el aire más adulto de Torchwood se manifiesta
sobre
todo
en
la
mayor
profundidad
de
los
personajes
y
en
la
forma
en
que
éstos
reflexionan
sobre sus propias vivencias. En cuanto a la primera circunstancia, pese al protagonismo del capitán Jack Harkness, la estructura de los guiones es mucho más coral que en Doctor Who, y aquí los distintos personajes -particularmente el de Gwen Cooper- tienen vidas propias al margen de su trabajo en el instituto. Todos ellos, además, son descritos con detalle en capítulos
específicos,
pero
al
mismo
tiempo
desde
la perspectiva de Gwen Cooper, que al ser la novata del grupo es quien nos va introduciendo en el quehacer de tan peculiar organización. Por otro lado, los personajes en ocasiones son bastante dados a la reflexión
filosófica
o
incluso
poética,
generalmente
de
tono existencialista. Así, Jack Harkness, inmortal por un accidente del destino, desea ser capaz de morir, pero al mismo tiempo sabe que “en el otro lado no hay nada”, tal como ha percibido entre cada muerte y resurrección. La misma idea nihilista expresan los resucitados por el guante mágico, que tan sólo refieren
oscuridad
cuando
se
les
pregunta
por
cómo
es
la
muerte
(por
contra,
el
substrato
filosófico
de
Doctor Who es marcadamente optimista y, a veces, incluso teísta). Junto a todo ello, tanto la actitud de Harkness como la de todo el equipo de Torchwood-3 109
es decididamente humanista, hasta extremos heroicos, que les llevan en la tercera temporada a enfrentarse al gobierno a riesgo de su propia destrucción. Este factor, que no desdeña los momentos mezquinos del elenco (la soberbia de Jack, el adulterio de Gwen, el cinismo de Owen, la inmadurez emocional de Ianto, o la miseria sentimental de Toshiko), acerca profundamente los personajes al espectador, que de otra manera correría el riesgo de percibirlos sólo como estereotipos alejados de la realidad, como
sucede
en
tantas
series
de
ciencia-ficción.
Un
punto
fijo
en
el
tiempo En el mismo sentido que acabamos de apuntar, es precisamente la complejidad del personaje del capitán Jack Harkness lo que más contribuye a dotar de atractivo a la serie. A consecuencia de los acontecimientos
del
final
de
la
primera
temporada
de Doctor Who, cuando Rose Tyler se asoma al vórtice temporal del corazón de la Tardis y llega a controlar su inmenso poder, el capitán regresa de la muerte causada por los daleks. Ya durante el desarrollo de Torchwood sabremos que aquella resurrección no fue algo puntual, sino una constante a partir de entonces, ya que Jack puede morir, pero poco después (dependiendo del daño recibido) siempre termina recuperando la vida entre estertores. Esto hace que sea virtualmente inmortal y que no envejezca, a modo
de
anomalía
o
de
“un
punto
fijo
en
el
tiempo”,
como
se
refiere
a
él
el
Doctor,
no
sin
cierta
desazón,
en el capítulo “Utopía” de la tercera temporada de la 110
serie
madre.
Justamente
al
final
de
dicha
temporada
se apunta a que Harkness, que en realidad envejecería pero a un ritmo muy lento, terminará siendo el llamado Rostro de Boe, un antiquísimo ser que dentro de cinco mil millones de años -cuando sea una leyenda
viviente
y
a
punto
al
fin
de
morir
de
pura
longevidad- advertirá al Doctor de que, para su desgracia, no es el último de los Señores del Tiempo.
Pero
antes
de
eso,
Jack
morirá
infinitas
veces.
Incluso será enterrado vivo por su hermano, a principios de nuestra era, en los cimientos de la futura Cardiff,
de
donde
resurgirá
casi
dos
mil
años
más
tarde tras innumerables ciclos de muerte y resurrección. En Los niños de la Tierra (la tercera temporada de la serie), un siniestro gobierno británico (de los de antes de las guerras informáticas de Wikileaks) también intentará deshacerse de él enterrándolo en un búnker repleto de cemento. La perenne vuelta a la vida del capitán no puede ocultar ciertos resabios mesiánicos, no ajenos a su pasión por salvar el mundo de las distintas amenazas alienígenas, que se ven exaltados en el episodio “Adam”, en que para deshacerse
del
influjo
hipnótico
de
una
criatura
que
vive en/de los recuerdos de la gente, obliga a todo el equipo a tomarse una pastilla de Retcon, la droga maravillosa que hace olvidar todo lo sucedido en las últimas cuarenta y ocho horas. La liturgia que sigue Jack para repartirla entre sus discípulos poco tiene que envidiar a la de la Última Cena, y pone de manifiesto
-como
pocas
veces
se
ha
visto
en
un
producto televisivo de entretenimiento- el inmenso sentimiento que une al capitán con los miembros 111
de Torchwood, connotaciones sexuales al margen. Se ha dicho, no sin acierto, que Jack se contrapone al mesianismo también presente (incluso más acusadamente) en el Doctor Who, en el sentido de ser mucho
más
humano
que
éste,
que
a
fin
de
cuentas
no deja de ser un alienígena que va de sobrado por la vida, pero sin la dimensión humana, que en el caso del capitán parece ser fruto no de su propia naturaleza, sino de la experiencia adquirida con el tiempo. Curiosamente, sobre todo en la primera temporada, la actitud de Jack Harkness hacia su equipo es más bien esquiva, pues los miembros de éste ignoran su condición de inmortal, su relación con el Doctor, sus orígenes o cualquier otro detalle personal suyo; incluso su nombre, pues en realidad lo tomó prestado de un militar de la RAF fallecido en la Segunda Guerra Mundial. Será Gwen Cooper quien poco a poco irá desvelando los detalles de tan complejo personaje, en una nueva paradoja de la serie, pues ella a su vez intenta ocultar a su prometido la naturaleza de su trabajo en Torchwood, pero también
sus
firteos
con
Owen
e
incluso
sus
propios
sentimientos hacia Jack. Sin embargo, no será hasta el mencionado capítulo “Adam” cuando conozcamos el dolor que habita el corazón del inmortal, motivado por la desaparición de su hermano menor cuando una incursión extraterrestre masacró su mundo natal, y la consiguiente culpa que se autoimputa. Igualmente,
al
final
de
la
tercera
temporada
Jack
deberá
sacrificar
a
su
nieto
para
salvar
a
la
humanidad
de
la
amenaza de los 456, una decisión terrible, pero que no desentona con el tremebundo argumento de Los 112
niños de la Tierra.
Todo
ello
redunda
en
la
configuración
de
Jack
Harkness
como
una
figura
trágica,
muy
alejada de sus inicios como chistoso secundario del Doctor, e inmersa en un proceso de maduración que ha hecho crecer al personaje a lo largo de la serie. Por eso, no es del todo justo -como muchos comentaristas hacen- retener únicamente el aspecto sexual del capitán, que tampoco es tan novedoso fuera del universo de Doctor Who (la introducción de
la
sexualidad
en
la
ciencia-ficción
televisiva
se
la
debemos a Lexx, y los personajes no heterosexuales en el género fantástico no son tan raros desde Xena, la princesa guerrera). En este sentido, el capitán Harkness es “pansexual”, ya que en el siglo LI del cual procede la liberalidad de las personas es mucho mayor, fruto de los contactos -de todo tipocon otras especies inteligentes, y por tanto no hace distingos a la hora de marcarse objetivos. Aunque de
ahí
a
calificar
Torchwood como una producción de “gays y aliens” media un mundo, no deja de ser cierto que parte de su fama como serie de culto le viene dada por esa vertiente, que -hemos de insistir- no es sino uno más, y no el único, de los aspectos adultos que la distinguen de la pacata Doctor Who.
Otros mundos La evidente relación de Torchwood con Doctor Who no debe ocultar que la primera bebe también de otras fuentes al margen de la serie madre. Así, ya se ha dicho que Russell T. Davies se habría inspirado 113
en Buffy,
cazavampiros, un clásico indiscutible del genéro fantástico creado por Joss Whedon (quien también
ha
hecho
sus
pinitos
en
la
ciencia-ficción
con Firefly y Dollhouse). Algunos autores han señalado las similitudes de Jack Harkness con el vampiro
Ángel,
ambos
figuras
trágicas
e
inmortales,
pero
se
nos
antojan
más
bien
superficiales.
En
cambio,
otras concomitancias son insoslayables: Sunnydale está
situado
sobre
una
de
las
bocas
del
infierno
de
donde
surgen
todo
tipo
de
bestezuelas,
y
Cardiff
en
una grieta espacio-temporal que también atrae a visitantes extraterrestres; el pueblo californiano está plagado de vampiros y otros monstruos, y las alcantarillas
de
Cardiff
están
atestadas
de
“sapos”;
diferentes personajes resucitan en ambas producciones; en las dos series se conjuga el esquema monster-ofthe-week con arcos argumentales más extensos; los cuarteles generales de Torchwood-3 y de la Iniciativa se ubican en subterráneos; los respectivos gobiernos ocultan y mienten como bellacos respecto a los sucesos de cada serie, y un largo etcétera más. De hecho, algunos episodios de Torchwood se encuentran argumentalmente más próximos al terror de Buffy
que
a
la
ciencia-ficción,
y
el
final
de
su
primera
temporada, con Jack Harkness enfrentándose a una criatura apocalíptica, en nada desentonaría con los correspondientes capítulos con los que concluían las entregas anuales de la serie de Whedon. Finalmente, el guiño al espectador más claro es la presencia de James Masters en ambas producciones, prácticamente en el mismo papel de sujeto cínico pero sentimentalmente unido al protagonista principal.
114
Otros aspectos característicos de Torchwood lo son también de otras series de televisión, pero proceden más bien de los signos de los tiempos que nos han tocado vivir. Así, al igual que en Expediente X o Héroes, el gobierno es oscurantista, taimado y conspiranoico, como se muestra en toda regla en Los niños de la Tierra. Además, es inepto (el capitán Harkness riñe al primer ministro en un capítulo de la primera temporada) y está continuamente sobrepasado por las circunstancias, hasta el extremo de justificar
un
golpe
de
Estado,
como
en
Galáctica, o como en los intentos de Torchwood por evitar en la tercera temporada que el gabinete británico acceda al repugnante trato que le ofrecen los alienígenas conocidos como los 456, o, ya en la cuarta, que pueda decidir quién vive y quién va a parar a los hornos
crematorios.
La
desconfianza
hacia
el
gobierno,
fruto de las restricciones de derechos derivadas del 11-S, se combina con una visión pesimista del futuro
(muy
típica,
por
otro
lado,
de
la
ciencia-ficción
británica, al menos en su vertiente literaria) plasmada en ese “en el siglo XXI es cuando todo cambia y tienen que estar preparados” que se nos repetirá constantemente, y en el desasosiego que producen los “sapos”, que vestidos como los prisioneros de Guantánamo buscan salir de sus celdas para comerse a la gente al tiempo que incrementan su número a cada momento, hasta que las instalaciones de Torchwood no den abasto para contenerlos. Llegará ese día, sin duda en algún momento del terrible siglo XXI, y ojalá contemos con Jack Harkness y su equipo. Mientras tanto, le es115
taremos esperando, tal vez leyendo alguna de las múltiples novelas que prolongan Torchwood más allá de la serie, con la esperanza puesta en que alguien con un largo abrigo militar vuelva de entre los muertos para sacarnos las castañas del fuego que tanto empeño pusimos en encender.
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116
Apéndice 5. Lista de series
Relación de teleseries citadas en el libro Título
Título original
Alf
País
Año
EE.UU.
1986-1990
Alien Nación
Alien Nation
EE.UU.
1989
Andrómeda
Andromeda
EE.UU.
2000-2005
A través del tiem- Quantum Leap po
EE.UU.
1989-1993
Babylon 5
EE.UU.
1994-1998
Batman
EE.UU.
1966-1968
Buck Rogers
EE.UU.
1950-1951
Buffy,
cazavampi- Buffy
the
Vampire
EE.UU. ros Slayer
1997-2003
Captain Video
EE.UU.
1949-1955
EE.UU.
1984-1989
Cosas de marcia- 3rd rock from the EE.UU. nos Sun
1996-2001
Cowboy Bebop
Japón
1998
Dark Skies
EE.UU.
1996-1997
EE.UU.
1987-1991
Corrupción Miami
De otro mundo
en Miami Vice
Out of this World
117
Dimensión desco- The Twiligth Zone nocida
EE.UU.
1959-1964
Doctor Who
G.B.
1963-
Dollhouse
EE.UU.
2009-2010
El elegido
First Wave
EE.UU.
1998-2001
El enano rojo
Red Dwarf
G.B.
1988-1996
España
2004
El inquilino
El show de Dick The Dick Van Dyke EE.UU. Van Dyke Show
1961-1966
Embrujada
EE.UU.
1964-1972
EE.UU.
2001-2005
Espacio
Space: Above and EE.UU. Beyond
1996-1996
Espacio 1999
Space 1999
G . B . - E E . 1975-1977 UU.-Italia
Expediente X
X
files
EE.UU.
1993-2002
Falling Skies
EE.UU.
2011-
Farscape
EE.UU.
1999-2003
Firefly
EE.UU.
2002-2003
EE.UU.
2008-
Bewitched
Enterprise
Fringe (Al límite)
Fringe
Galáctica
Battlestar
Galac- EE.UU. tica
2003-2009
Galáctica
Battlestar
Galac- EE.UU. tica
1978-1979
EE.UU.
1974-1984
Happy Days Héroes
Heroes
EE.UU.
2006-2010
Invasión
Invasion
EE.UU.
2005
I n v e s t i g a c i ó n Project UFO OVNI
EE.UU.
1978
Jekyll
G.B.
2007
K-9 and Company
G.B.
1981
Kolchak: The Night Stalker
EE.UU.
1974-1975
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La
Tierra:
conflicto
Earth: Final Con- EE.UU. final flict Lexx
1997-2002
C a n a d á - 1997-2002 AlemaniaG.B.
Life on Mars
G.B.
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Los Colby
The Colbys
EE.UU.
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Los invasores
The Invaders
EE.UU.
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Los Picapiedra
The Flintstones
EE.UU.
1960-1966
Más allá del límite
The Outer Limits
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Mi bella genio
I
dream
of
Jean- EE.UU. nie
1965-1970
Mi marciano favo- My Favourite Mar- EE.UU. rito tian
1963-1966
Mork y Mindy
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Mork & Mindy
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OVNI
U.F.O.
G.B.
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Lost
EE.UU.
2004-2010
Perdidos en el es- Lost in Space pacio
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1965-1968
Quatermass the Pit
G.B.
1958-1959
Quatermass II
G.B.
1955
Queer as Folk
G.B.
1999-2000
Roswell
EE.UU.
1999-2002
Secret Diary of a Call
Girl
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Science Theater
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Space Barton
EE.UU.
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Space Patrol
EE.UU.
1950-1955
and
Fiction
119
Star Trek: espacio Star Trek: Deep EE.UU. profundo 9 Space 9
1993-1999
Star Trek: la nueva Star Trek: The Next EE.UU. generación Generation
1987-1994
Star Trek: Voyager
EE.UU.
1995-2001
Stargate
EE.UU.
1997-2007
Stargate Atlantis
Stargate
SG-1
EE.UU.
2004-2009
Stargate Universe
EE.UU.
2009-2011
Starhunter
G.B.-Fran- 2001 cia-Canadá
Starman
EE.UU.
1986
Superboy
EE.UU.
1988-1992
Taken
EE.UU.
2002
Tales of Tomorrow
EE.UU.
1951-1953
The Event
EE.UU.
2010
The Quatermass Experiment
G.B.
1953
The
Sarah
Jane
Adventures
G.B.
2007-2011
The Second Coming
G.B.
2003
Tom
Corbett,
Space Cadet
EE.UU.
1950-1955
Torchwood
G.B.
2006-
Twin Peaks
EE.UU.
1990-1991
V
EE.UU.
1983-1985
V
EE.UU.
2010-2011
Viaje a las estre- Star Trek llas
EE.UU.
1966-1969
Viaje al fondo del Voyage to the EE.UU. mar Bottom of the Sea
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