Escribe:
Ilustra:
JosĂŠ M anzu r
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Rafael Ruiz, nacido en 1994 en la ciudad de Barranquilla, no puede alardear de haber comenzado a escribir desde su niñez. No, en vez de eso transcribía mitos y leyendas en una libreta, imaginándose cómo sería encontrarse con La llorona o con el Hombre Caimán. Sus padres, Rafael Antonio y Ana María, nacidos en un pueblito llamado Momil, alimentaron su imaginación con infinidad de relatos y anécdotas extrañas. En bachillerato se atrevió a crear historias, dibujando historietas, cambiando así la transcripción por la creación. Consideró que, si bien sus dibujos no eran los mejores, lo importante estaba en el desarrollo de la historia, así fuesen éstas insólitas. En 2011 ingresa a la Universidad del Atlántico a estudiar sociología y posteriormente filosofía, es desde entonces que escribe cuentos. Sus historias combinan la extrañeza con el humor, aunque ciertas veces lo extraño escapa de su imaginación y aparecen de nuevo aquellos mitos de su niñez, esta vez en maneras que sorprenden no sólo a un pequeño pueblo sino a toda la humanidad. Ávido lector, se queja de no tener el suficiente tiempo para leer todo lo que quisiera. Siempre ha gustado de contar historias, no importando el formato en el que éstas deban ser expresadas.
Escrito por:
Rafael Ruíz Ilustrado por:
José Manzur
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l contrario de las muchas historias que estamos acostumbrados a escuchar de nuestros padres o abuelos, esta no ocurrió hace mucho tiempo. Todo empezó a principios de año en la ciudad de Barranquilla cuando increíblemente, dos niñas y dos niños obtuvieron poderes. Tres supieron guardar el secreto, uno no pudo hacerlo, no porque no quisiera sino porque le era imposible ocultarlo: caminaba en el aire. Los cuatro niños estudiaban en el mismo colegio. Bueno, si se podía llamar colegio “La casa de doña Martica y asociados”. El que además de tener un nombre extraño no era muy grande. Su entrada principal era un portón desgastado y oxidado, el suelo era de arena amarillenta y esto permitía que los salones y los pasillos se llenaran de polvo a causa de los fuertes vientos que, al parecer, habían olvidado que diciembre ya
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había pasado. Todos los días doña Martica sacudía a los niños con un trapo y soplaba en sus cabellos para quitarles el polvo. Era un verdadero desastre. Pero volvamos a los cuatro niños, ya que sus poderes no eran los mejores que digamos. No lanzaban rayos por los ojos, no tenían súper fuerza, no eran elásticos y tampoco podían correr muy rápido. Una de las niñas se llamaba Alicia, su poder consistía en decir cosas que nunca se habían dicho. El día que despertó con su nueva habilidad dijo: “¡Qué bueno que ya conocí el hielo, casi me desmayo mañana!” Ella tampoco lo entendía, solo le gustaba decir las cosas que salían de su mente, era divertido. Después de haberse cepillado los dientes a gran velocidad, corrió hasta la sala donde estaban su padre desayunando y su madre viendo televisión, se sentó en la mesa y dijo: “El dragón de Komodoro ama a su esposa”. Su mamá se la quedó mirando extrañada, ¿Qué acababa de decir Alicia? Su papá la observó y le preguntó cómo estaba; ella dijo: “el desayuno está largo, vamos, tengo que ir al centro de la tierra”. Su padre frunció el ceño. Ella sólo sonreía.
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Luego del desayuno Alicia se duchó y se preparó para ir a “La casa de doña Martica”. Alistó su morral y en diez minutos su padre la llevó en bicicleta. ¡Vaya que hacía brisa ese día! ¡Casi los hace caer! Su padre la dejó en el colegio y luego de besarla en la mejilla se fue al trabajo. Alicia se concentró en no hablar porque sabía que iba a decir algo raro, pero a veces se le olvidaba y decía “Buenas luces” en vez de “Buenos días” y hablaba de animales extraños como el “Cerdodrilo” y de un extraño asteroide llamado B-612. Menos mal nadie les prestó suficiente atención a sus palabras ese día. Quiso contarle lo que le pasaba a su mejor amiga Remedios, pero no había ido al colegio; entonces se le ocurrió una gran idea: escribir lo que pensaba. Así de pronto se convertiría
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en una gran escritora y pensó que así debieron haber empezado los grandes escritores. Escribió varias frases: “Era un día lleno de polvo, las brisas de enero eran como el soplido de gigantes de arcilla… la luciérnaga tuvo que comprar otro bombillo porque la luz se bajó y se le quemó. Mi ciudad es como Venecia, con aguas en las calles y buses como embarcaciones…” Vaya, le gustaba escribir, pensó que tal vez a uno le gustan las cosas cuando empieza a hacerlas. ¿Cuánto tiempo había perdido? Bueno, en realidad nada, apenas tenía ocho años.
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Remedios -la mejor amiga de Alicia- era el nombre de la otra niña con un súper poder. Su habilidad sí que llamó la atención de sus padres desde el inicio: como lo mencionamos ahorita, caminaba en el aire. El problema era que siempre que daba un paso ascendía un poco más, como si subiera por una escalera invisible al cielo. El día que despertó con el poder se bajó de la cama y caminó hasta la puerta de su cuarto, no había caído en cuenta de que flotaba en el aire entre el suelo y el techo de su habitación. Llamó a sus padres, ellos entraron al cuarto y miraron estupefactos a su pequeña niña, parada en la nada con su pijama de flores amarillas. Ella sonreía triunfal, “¡Mira lo que puedo hacer mami!” decía emocionada; entonces dio unos cuantos pasos más y sin esperarlo se golpeó la cabeza con el techo. Se echó a reír. Por supuesto que a sus padres no les hacía gracia en lo absoluto, ¿Qué esperaban? Ya saben cómo son los adultos: tenían los ojos como platos. Se acercaron cuidadosamente a su hija y
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la agarraron por las piernas y halaron hacia abajo, ella descendió suavemente. A partir de ese momento no la soltaron. Tampoco dijeron nada. Después de este evento cabe preguntarse si ¿Los poderes de Alicia y Remedios tenían alguna relación? Por ahora no lo sabemos. Al día siguiente Alicia, preocupada por su amiga, fue a su casa con su mamá a visitarla y a preguntarle por qué no había ido más al colegio.
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Cuando llegaron su mamá se quedó hablando con los padres de Remedios, ellos le dijeron que fuera al cuarto de su amiga porque estaba en la cama y no podía salir. Cuando Alicia entró a su habitación le dijo: - ¿Por qué no has ido más a la yegua? Remedios se la quedó mirando. - ¿Cuál yegua? -preguntó. - La que te conoce en el barrio La chinita. -respondió Alicia. - ¿Qué dices?, dijo Remedios, mis papás creen que estoy enferma, ¿pero sabes?, la verdad es que no puedo salir de la cama porque me voy volando. - Te vas volando sobre el aire de las ciudades circundantes, ¿Soledad, Malambo? dijo Alicia con una sonrisa felina. - ¿Qué? respondió Remedios. Oye, ¿has visto a Carlitos en el colegio? Le dije que me trajera los apuntes y no ha venido.
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- Él tampoco ha ido a las clases de carnaval dijo Alicia. - Eres rara – contestó Remedios. Efectivamente, Carlitos era uno de los dos niños que habían adquirido un súper poder. ¿Había alguna relación? Lo más probable era que sí. Pero vamos, no nos adelantemos. ¿Qué cuál era su poder? Sencillo: hablar con las cucarachas. Le quedaba fácil hacerlo porque en su casa había varias. Esa era la ventaja de vivir cerca del arroyo de las Malvinas. El día que despertó con su nueva habilidad escuchó unas vocecillas en su cuarto. Confundido preguntó: - ¿Quién está ahí? - ¡Rápido! ¡Se despertó el humano! ¡Escóndanse! -gritaron las vocecillas. - ¿Ah?... ¿Quiénes son? preguntó Carlitos bostezando. - ¿Puede escucharnos el humano? ¿Qué significa esto? ¿Qué significa? -chillaron las voces.
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Carlitos bajó de la cama y vio dos cucarachas que lo miraban desde el suelo. - ¿Puedes entendernos humano? preguntó una. - Creo que sí, ¿Son cucarachas que hablan? preguntó aún con sueño. - No lo creo, respondió una de ellas -. Es imposible que los humanos puedan entender nuestro difícil y maravilloso lenguaje de antaño. Pero tú pareces ser excepcional. Humano ¿puedes transformarte en una de nosotras? - Por supuesto que no respondió Carlitos. Sería horrible transformarse en un gran insecto. - ¡Nos puedes ayudar a conquistar el mundo! gritó la otra cucaracha, y salió corriendo, al parecer para dar a conocer la noticia. “No lo creo”, contestó Carlitos, quien confundido caminó y salió del cuarto. Ese día no fue al colegio porque no se sentía
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bien, su mamá había estado de acuerdo. No dijo nada de las cucarachas, aunque no dejaba de escucharlas. - ¡Por aquí está! ¡Por aquí está! ¡Ese es el humano! gritaban. - ¿Ese? contestó otra vocecilla-. No creo que tenga la suficiente fuerza para ayudarnos a dominar el mundo. - ¡Puede ayudarnos a destruir todos los insecticidas de esta casa! gritó otra. - No confiemos en él tan rápido, puede traicionarnos, contestó otra vocecilla. Mientras veía televisión, Carlitos miró debajo de la silla donde estaba sentado, encontró allí a cinco cucarachas hablando en una asamblea. Las observó mientras movían sus pequeñas antenas. - ¿Acaso no recuerdan el acuerdo de paz que hicimos con el gato en 1999? ¿No se acuerdan cómo terminó eso? ¡Nos traicionó! ¡Se comió 12 cucarachas! chilló una. - Todo el mundo sabe que no se debe confiar en gatos,
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intervino Carlitos. Las cucarachas se sorprendieron y corrieron en círculos a esconderse. Luego se dieron cuenta de que era ridículo y se quedaron quietas. - Humano, ¿podemos confiar en ti? preguntó una cucaracha mientras se sobaba las patas como si planeara algo temible. - Creo que sí, respondió Carlitos. - ¡Bien! Es un trato, contestó una cucaracha. Cuando necesites ayuda grita: ¡Cucarachas del mundo, uníos! Alguien de nuestra red te ayudará, te aseguramos que estamos en todas partes. - Gracias. En ese instante Carlitos escuchó la voz de su madre que se acercaba. Al llegar, su mamá le preguntó que con quién estaba hablando. Pero entonces miró abajo y vio una cucaracha que corría por el suelo. - ¡Una cucaracha! gritó la mamá. ¡Mátala! ¡Mátala! y se quitó una chancleta.
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- ¡Nooo!, gritó a su vez carlitos, parándose de la silla-. ¡Déjala! Es mi…es mi… es mi amiga, dijo mirando a su mamá con una sonrisa terrible. - ¿La cucaracha, tu amiga? preguntó su mamá, pensando que su pequeño hijo había perdido la cabeza. - Si , confirmó Carlitos. Ven cucarachita, cucarachita. La cucaracha corrió y se ocultó debajo de una mesa. La mamá seguía viendo a carlitos
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con incomprensión. “Necesitas más amigos” le dijo y fue a la cocina. Al día siguiente Carlitos decidió que lo mejor era que fuese al colegio, así podría distraerse y dejar de escuchar las tontas vocecillas que le hablaban a toda hora. Al llegar a “La casa de doña Martica y asociados” su mejor amigo Jean, que tenía nombre de prenda de vestir, lo esperaba en el portón. Carlitos lo notó asustado. Cuando llegó donde él, Jean le dijo: “Tengo que decirte algo, “¡Tengo poderes!”. - ¿En serio? -dijo Carlitos-. ¡A mí también me sucede algo así! O al menos eso creo. Al parecer puedo escuchar a las cucarachas. - Tu poder no es tan bueno. - ¿Ah sí? A ver ¿Y cuál es el tuyo? Jean le contó que su poder era crear cosas con la mente. - ¿En serio? ¡Eso es genial!, respondió Carlitos, ¡Muéstrame! Jean cerró los ojos, extendió los brazos y respiró profundo.
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Luego dio un fuerte aplauso y abrió los ojos. “Mira al suelo”, dijo. Había una cucaracha. - ¿Otra cucaracha? ¡Ya estoy harto de ellas! dijo Carlitos de mala gana. - ¿Humano? dijo una vocecilla. - ¡No me hables! gritó Carlitos señalando a la cucaracha. Jean ¿No pudiste pensar algo mejor? - Es que no tengo mucha imaginación respondió Jean un poco desilusionado. - ¡Jum! Vamos que ya sonó el timbre -dijo Carlitos-. Ahora, en recreo, seguimos probando. Después de eso, los dos amigos se encontraron en el salón de clases con Alicia, quien les contó (en secreto, aunque también con cierta dificultad) lo que le pasaba a Remedios. - Remedios camina hacia el cielo, dijo Alicia. - Yo hablo con las cucarachas, añadió Carlitos. - Creo que puedo hacer cosas con la mente, concluyó Jean
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¿Y tú? ¿Cuál es tu poder? - Australopitecos, son bípedos como el primer mono del hombre, contestó Alicia. - Supongo que decir cosas muy raras, dijo Jean. Los tres rieron. Antes de iniciar la clase, la profesora dio los mismos anuncios de siempre: “otro ventilador dañado”, “otro niño perdido”, “un nuevo fantasma en el salón cuatro”. Pero entonces dijo: “Carlitos, Alicia y Jean deben acercarse a la oficina de la directora”. ¡Qué extraño era eso! Ellos no recordaban haber hecho algo malo. Después de postergar todo lo posible el encuentro, los tres niños salieron del salón de clases y caminaron por un pasillo lleno de polvo. Doña Martica los esperaba en su oficina. Al entrar, los niños vieron que al lado de la directora había un hombre que llevaba gafas oscuras y traje negro. La directora les preguntó cómo estaban, Alicia dijo “bien conejo”, sí, esa no fue su mejor respuesta, pensaría más tarde en la
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noche. “Siéntense allá”, les dijo la directora, señalando un sillón destartalado y lleno de polvo ubicado a un lado de su escritorio. Carlitos y Alicia se sentaron quedando apretados, Jean se recostó a un costado del sillón. - De pronto se han sentido extraños últimamente, dijo la directora y si eso es así, significa que mi fórmula ha funcionado. Mis amigos “asociados”, prosiguió desarrollaron una bebida que hace a los niños más obedientes; así que la probé con ustedes tres y con Remedios. La eché en sus vasos de la avena que se les da aquí todos los días. ¿Cómo se sienten? - Me siento auténtica, respondió Alicia. Nadie supo cómo responder a ese comentario, así que lo dejaron de lado. Al parecer doña Martica no sabía que las bebidas habían tenido efectos secundarios que les habían dado poderes, los cuales, y esto ni siquiera lo sabían los niños, eran a causa del polvo que llenaba a toda hora a la escuela.
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- Con mi fórmula serán obedientes en segundos. Ya no tengo que aguantármelos y regañarlos todos los días. Este será el futuro de todos los colegios. ¡No aprenderán más que lo que nosotros queramos que ustedes aprendan!, exclamó la directora. - Pero si la escuela es para aprender siempre cosas nuevas y hacer nuevos amigos, replicó Carlitos. - Entonces ya no habrá escuelas, construiré edificios en donde se venda la bebida y les aseguro que sus padres la comprarán. - Pero su bebida no funcionó, no somos más obedientes ni inteligentes, dijo Jean. - ¡Oye! dijo Alicia. Yo si soy inteligente y queso parmesano. - ¡Si no funcionó con ustedes entonces no podrán decir nada de mis experimentos, los llevaré a mis “asociados” y les borraré la mente! -exclamó la directora.
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El señor del traje negro atravesó la oficina y cerró la reja para no dejarlos salir. Los niños supieron que debían escapar y salvar a todos los niños de aquella malvada bebida, así que debían utilizar sus poderes. Jean cerró los ojos y dio la palmada (no era necesario, pero le gustaba hacerlo, era como un truco de magia) y una gran nube de polvo entró por la ventana de la oficina, haciendo que la directora y el hombre de negro no pudieran ver por un rato. Trataron de escapar, pero el hombre del traje era inamovible de la reja. Entonces Carlitos gritó: “¡cucarachas del mundo, unios!” y una cucaracha salió de debajo del sillón extendiendo sus maravillosas alas y, alegre, empezó a volar por toda la oficina. ¡Una cucaracha voladora! ¡Una cucaracha voladora!, gritaba doña Martica. La cucaracha aterrizó en su cara como si ésta fuese una pista de aterrizaje. ¡Quítamela! ¡Quítamela!, chillaba la directora. El tipo vestido de negro no tuvo más opción que ir a ayudarla.
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Los niños aprovecharon y salieron. Corrieron, pero entonces en el pasillo apareció otro hombre de negro y los detuvo. - ¿Qué pasa allá dentro?, ¿Doña Martica los dejó salir? -preguntó el hombre. - Lo que pasa es que… comenzó a decir Carlitos, pero Alicia lo interrumpió como si - espantara una mosca. - ¿Quién es tu sabueso?, dijo Alicia al extraño hombre. - ¿Sabueso? - Sí caballo, usted no cumple con el código de conducta. - ¿Código de conducta? ¿Cuál código? - El código siete-ocho-siete de la luz verde, dijo Alicia. - ¡Ciertamente! contestó el hombre y salió corriendo hacia su auto. Los niños sonrieron y salieron del colegio, quedaron en ir a sus casas. Acordaron también en decir que la directora les había dado algo extraño en sus meriendas del colegio, pero no diríannada de sus habilidades.
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Así lo hicieron; pero cabe transcribir aquí cómo Alicia dio la noticia a sus padres: - En la merienda del colegio dieron una bebida peligrosa de calle ochenta y siete con circunvalar. - Pero querida, dijo su mamá, esa dirección no existe. El caso es que los padres reportaron que en el colegio “La casa de doña Martica y asociados” estaban dando algo malo en las meriendas. Al día siguiente un grupo de investigadores revisaron los alimentos y encontraron algo raro en la avena. A los dos días cerraron el colegio por la investigación, los niños tuvieron una semana sin clases. Cuando volvieron al colegio a éste le habían cambiado el nombre y el portón. Una gran mejoría desde luego. Resulta que los efectos de la bebida eran temporales. A los tres días Remedios ya podía caminar sin subir la dichosa escalera al cielo. Sus padres se alegraron mucho, menos mal no habían dicho nada a nadie, pensaron.
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Carlitos ya no pudo hablar más con las cucarachas. Alicia volvió a hablar con normalidad, pero no se desilusionó ni un poquito, pues ahora ya sabía escribir una historia, y eso era mil veces mejor. Sabía que las palabras eran maravillosas y juntas podían crear y contar grandes historias. Por último, Jean descubrió que su habilidad no consistía en crear cosas con la mente, sino en volver realidad lo que otras personas pensaban: la cucaracha de Carlitos y la polvareda de doña Martica, en eso pensaban ellos. Al final, los niños entendieron que los verdaderos héroes no buscaban el reconocimiento de las personas sino tan sólo hacer lo correcto. Eso era lo que habían hecho, y eso los convertía en grandes héroes.
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JOSÉ MANZUR Poeta nacido en Barranquilla, es constructor de sueños. En su morral conserva la memoria de cada uno de los que ha venido edificando desde cuando fue capaz de usar las herramientas del lenguaje visual y escrito y andar con ellas por el viento como si fuera un barco de papel, o por el agua como la sombra de las nubes. Escogió el manejo de la imagen y de la línea en todos sus aspectos para el Diseño Gráfico y La Publicidad, que estudió en la Universidad del Litoral. Ahora está aquí presente en sus dibujos, resultado de uno de esos encuentros maravillosos llevados a la realidad por la imagen y la palabra.
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