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HÉROE DE LA FE
El pastor Joseph Addison Alexander fue una herramienta de la expansión del Evangelio de Cristo en los Estados Unidos. Erudito bíblico, políglota, instó a conocer el mensaje del Redentor e iluminó a una generación.
MAESTRO DE LAS SAGRADAS
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ESCRITURAS
JULIÁN MARTÍN
ESCRITOR especializado en la sana doctrina del Creador, erudito cristiano, instrumento de la difusión la Palabra de Dios y maestro de las Sagradas Escrituras, el reverendo Joseph Addison Alexander fue un notable evangélico de los Estados Unidos quien, en el siglo XIX, exhortó con toda paciencia a conocer el mensaje del Redentor, instó a tiempo y fuera de tiempo a leer la Biblia y se constituyó en una luz que alumbró a todos los que estuvieron cerca de él. Nacido el 24 de abril de 1809, en la ciudad de Filadelfia, el hermano Joseph Addison fue el tercer hijo del pastor Archibald Alexander, distinguido teólogo presbiteriano y profesor en el Seminario Teológico de Princeton, y de la sierva Janetta Waddel, descendiente del reverendo James Waddel, un predicador de origen irlandés célebre por su elocuencia. Promotores de la fe en Cristo, sus progenitores cumplieron un rol trascendental en su formación espiritual. En su niñez, sobresalió por su gran concentración, su prodigiosa memoria, su extraordinaria inteligencia y su profunda sed de conocimientos que lo llevó a devorar cada uno de los libros almacenados en el desván de su hogar. Provisto de una impresionante habilidad para el estudio de idiomas, empezó a aprender latín, griego y hebreo, de forma
autodidacta, en sus primeros años de vida. En paralelo, examinó las Escrituras para fortalecer su confianza en el Mesías. En 1824, cuando apenas tenía quince años de edad, fue admitido en la sección juvenil de la Universidad de Princeton, una de las más prestigiosas de Norteamérica, donde prosiguió desarrollando su predisposición para el aprendizaje de lenguas, su entusiasmo por la lectura y su preferencia por las cosas del Señor. El 27 de setiembre de 1826, luego de transformarse en el estudiante de mejor rendimiento académico de su clase, se graduó con los más altos honores.
Voluntad de Jehová
Un año después de egresar de la Universidad de Princeton, fue seleccionado para ser tutor de la institución en la que se formó. Sin embargo, declinó con amabilidad la mencionada designación debido a que deseaba continuar con su instrucción en temas lingüísticos. En noviembre de 1829, el educador y filólogo Robert Bridges Patton lo convenció para que fuera profesor de Latín, Historia Moderna y Antigua, Geografía Antigua y Composición en la Escuela Edgehill. El 29 de julio de 1830, fue nombrado profesor adjunto de Lenguas y Literatura Antigua de la Universidad de Princeton por los encargados de la conducción de los destinos de esta organización con raíces presbiterianas fundada en 1746 en Nueva Jersey. Bendecido por Dios, aceptó su nominación en vista que se le ofreció residir en las instalaciones del establecimiento educativo y todas las facilidades para proseguir su capacitación personal en asuntos lexicológicos y en teología. Resuelto a expandir sus conocimientos del Evangelio, se marchó a Europa el 10 de abril de 1833 tras renunciar a su trabajo en Princeton. Su primer destino fue Inglaterra donde conoció al pastor Edward
Irving. Posteriormente, luego de pasar por Suiza e Italia, se estableció en Alemania donde visitó las universidades de Halle y Berlín y escuchó las prédicas y conferencias del teólogo Friedrich August Tholuck y disfrutó de las enseñanzas del reverendo Ernst Wilhelm Hengstenberg. Fiel a la voluntad de Jehová, en mayo de 1834, después de nutrirse con la sabiduría bíblica de Hengstenberg y Tholuck, retornó a territorio estadounidense y recibió la misión de ser asistente del exégeta Charles Hodge en el Seminario Teológico de Princeton. Siervo idóneo para preparar a los jóvenes en los deberes del ministerio pastoral, a partir de ese momento, y hasta el día de su muerte, realizó la obra divina de escudriñar las revelaciones celestiales con una mirada académica.
Hombre misericordioso
Promovido al cargo de reverendo el 25 de abril de 1838, por una congregación de la ciudad de Nuevo Brunswick, transmitió también el mensaje del Altísimo desde los púlpitos y sus prédicas se destacaron por captar la atención de los fieles a causa de su rigurosa elaboración. Además, fue profesor adjunto de Literatura Oriental y Bíblica, entre 1840 y 1851, y catedrático de Historia Bíblica y Eclesiástica, entre 1851 y 1859, en el Seminario Teológico de Princeton. Profesor exigente, creyente metódico, hombre misericordioso y pastor comprometido con su rebaño, dominó los idiomas más importantes del Viejo Continente. En sus devocionales cotidianos, se habituó a leer las Escrituras en seis lenguas diferentes. De igual forma, se acostumbró a realizar anotaciones al margen de los pasajes de la Biblia que leyó a diario. Al final de su existencia, llegó a comunicarse en alrededor de treinta idiomas entre antiguos y modernos. De acuerdo a la opinión de sus contemporáneos, fue igualmente un sabio especializado en las culturas orientales, un predicador que reprendió el pecado, la idolatría, las falsas creencias y todo lo mundano, un maestro que encaminó a sus estudiantes con el amor y poder del Salvador y los impulsó trabajar por el bien del cristianismo, y principalmente un ser humano que nunca dejó de predicar la Palabra de Dios para que las almas perdidas se unieran al ejército del Señor. Autor evangélico insigne y fértil, escribió más de
setenta artículos, que abordaron temas lingüísticos, exegéticos, históricos y teológicos, para la revista “Repertorio Bíblico” iniciada por el pastor Hodge en el Seminario Teológico de Princeton. Asimismo, fue autor de las obras “Las primeras profecías de Isaías”, lanzada en 1846, “Las últimas profecías de Isaías”, publicada en 1847, y “Los Salmos traducidos y explicados”, impresa en tres volúmenes en 1850. Reconocido experto Otros libros que redactó, antes de partir al reino de Jesucristo, fueron los siguientes: “Explicación de los Hechos de los Apóstoles”, editado en dos volúmenes en 1857, y “El Evangelio según Marcos”, difundido en 1858. Tras su deceso, salieron a la luz, de forma póstuma, sus textos “Sermones”, publicado en dos tomos en 1860, y “El Evangelio Según Mateo” y “Notas sobre la literatura del Nuevo Testamento y la historia eclesiástica”, que se lanzaron en 1861. Doctor en Divinidad, con amplio reconocimiento en el Viejo Continente y en el Nuevo Mundo, fue transferido a la cátedra de Historia de la Iglesia del Seminario Teológico de Princeton en 1851. Ocho años después, pasó a enseñar el curso de Literatura del Nuevo Testamento. Valorado por sus pupilos como un fenomenal instructor de la doctrina del Mesías, prodigó respeto y cariño a los alumnos que trabajaban duro y hacían lo mejor que podían para ahondar su entendimiento de las Escrituras. Concentrado hasta el final de su historia en di - versos quehaceres relacionados con el progreso del cristianismo a nivel internacional, pereció el 28 de enero de 1860, cincuenta y seis días antes de cumplir cincuenta y seis años de vida, y se fue al encuentro del Señor. Sobre su defunción, el diario “New York Times”, en un obituario publicado dos días después de su fallecimiento, destacó que su deceso sería sentido profundamente por el Seminario Teológico de Princeton. Sin embargo, el fin de los días terrenales del reverendo Joseph Addison Alexander, quien fue enterrado en el cementerio del municipio de Princeton, no solo causó gran conmoción al interior del segundo seminario más antiguo de los Estados Unidos, sino también en la comunidad evangélica de América del Norte que tenía en él a uno de sus más destacados miembros y cuyas actividades lo llevaron a ser honrado como un experto en lingüística, en teología y en las Escrituras.